La Movida Madrileña por Montero glez (By cito)

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La Movida Madrileña La Movida Madrileña fue un invento reaccionario de cuatro burgueses que, por aquello de adaptarse a los tiempos, maquillaron su pasado franquista con serpentina y colorín. Los financiaban las cajas de ahorro y el Ayuntamiento de Madrid. Enrique Tierno Galván, predestinado a ser presidente de la Tercera República, los utilizó como plataforma para la alcaldía. En un principio el Viejo Profesor acarició la parte dura, la del cuero vallekano y la litrona, take a walk on the wild side, para, al rato, pasarse a la del fundamento, o sea, a la del Madrid me mata, Alpuente y Barquín y los más chachis. Sin embargo, el Viejo Profesor, al final se engolosinó con los blandengues pues aunque en sus conciertos volasen los gargajos, el camino era menos resbaladizo. Y así andaba el Viejo Profesor, con el paso firme y el trasero levantado, haciéndose la calle como una gallina clueca. Cuando Susana Estrada le enseñó un pecho, el alcalde creció catorce centímetros. Los de su partido, los de la rosa y el capullo, aplaudían a rabiar tanta elocuencia. "A colocarse y al loro" fue la consigna. Mientras tanto, hombres de madera abrían cuentas en Suiza, familias burguesas saqueaban España y sus hijos inauguraban salas de conciertos, compañías discográficas, agencias literarias, revistas posmodernas y galerías de arte. Todo era cultura. Una mierda pinchada en un palo, un poema de Leopoldo María Panero, un disco de Golpes Bajos, un paraguas abierto junto a una salchicha de perro y para completar el cuadro una máquina de escribir a la que le faltaba la tecla eñe. Sin título, precio a convenir. Los chaperos de la calle Almirante también formaban parte de las exposiciones. Pero no nos despistemos, veinte años después, el Rockola, templo sagrado donde la gente pagaba por escupir a sus ídolos, veinte años después el Rockola es una tienda de ultramarinos. Los ídolos ya no tocan guitarra, culpa de la artrosis. Ahora son decrépitos ciudadanos con gargajos en la memoria. Los hijos de aquella burguesía se han convertido en cadáveres. Y los que han sobrevivido ahora son tecnócratas, muertos en vida que matan todo lo que tocan. El tedio se lo siguen financiando los mismos bancos. Nunca merecieron otro destino.

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La Movida Madrileña

La Movida Madrileña fue un invento reaccionario de cuatro burgueses que, por aquello de adaptarse a los tiempos, maquillaron su pasado franquista con serpentina y colorín. Los financiaban las cajas de ahorro y el Ayuntamiento de Madrid. Enrique Tierno Galván, predestinado a ser presidente de la Tercera República, los utilizó como plataforma para la alcaldía. En un principio el Viejo Profesor acarició la parte dura, la del cuero vallekano y la litrona, take a walk on the wild side, para, al rato, pasarse a la del fundamento, o sea, a la del Madrid me mata, Alpuente y Barquín y los más chachis. Sin embargo, el Viejo Profesor, al final se engolosinó con los blandengues pues aunque en sus conciertos volasen los gargajos, el camino era menos resbaladizo. Y así andaba el Viejo Profesor, con el paso firme y el trasero levantado, haciéndose la calle como una gallina clueca. Cuando Susana Estrada le enseñó un pecho, el alcalde creció catorce centímetros. Los de su partido, los de la rosa y el capullo, aplaudían a rabiar tanta elocuencia. "A colocarse y al loro" fue la consigna. Mientras tanto, hombres de madera abrían cuentas en Suiza, familias burguesas saqueaban España y sus hijos inauguraban salas de conciertos, compañías discográficas, agencias literarias, revistas posmodernas y galerías de arte. Todo era cultura. Una mierda pinchada en un palo, un poema de Leopoldo María Panero, un disco de Golpes Bajos, un paraguas abierto junto a una salchicha de perro y para completar el cuadro una máquina de escribir a la que le faltaba la tecla eñe. Sin título, precio a convenir. Los chaperos de la calle Almirante también formaban parte de las exposiciones. Pero no nos despistemos, veinte años después, el Rockola, templo sagrado donde la gente pagaba por escupir a sus ídolos, veinte años después el Rockola es una tienda de ultramarinos. Los ídolos ya no tocan guitarra, culpa de la artrosis. Ahora son decrépitos ciudadanos con gargajos en la memoria. Los hijos de aquella burguesía se han convertido en cadáveres. Y los que han sobrevivido ahora son tecnócratas, muertos en vida que matan todo lo que tocan. El tedio se lo siguen financiando los mismos bancos. Nunca merecieron otro destino.