La Naturaleza Del Espacio-milton Santos

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L A N A T U R ADLEELZ E S P A C I O AT c n ic a y T IERMa P n. y E m o c i n zO M ilt o n S a n t o s

ste, como todos los libros, tiene una historia: la historia de una investigacin que ha durado muchos aos, la historia de la bsqueda de una forma para expresar los resultados alcanzados. La investiga cin debe mucho a los cursos, especialmente de posgrado, que impart en la Universidad de Sao Paulo (USP) y que me obligaron, cada ao, a enfrentar una cuestin nueva y a encontrar un orden para las respecti vas exposiciones. La investigacin mucho ha debido tambin a la orga nizacin, junto a Mara Adlia Aparecida de Souza, de diversas reunio nes cientficas nacionales e internacionales, as como a estancias y visitas que realic en diferentes pases como Francia, Espaa, Esta dos Unidos, Argentina, Mxico, Venezuela, Cuba, etc., ocasiones bue nas para el intercambio de informaciones y de ideas con colegas de esos pases. Diversas ayudas materiales proporcionadas en diferentes oportunidades, por instituciones brasileas de investigacin (CNPq, FAPESP, FINEP), constituyeron una contribucin valiosa para la reali zacin de este largo trabajo. El proceso de redaccin tambin fue largo. A decir verdad, co menz en enero de 1994, cuando consegu por una beca posdoctoral de la Fundacao de Amparo a Pesquisa do Estado de Sao Paulo (FA PESP), que me permiti una estancia en Francia y en Estados Unidos, ocasin en que tuve ante m la posibilidad de contar con bastante tiempo libre para dedicarlo exclusivamente a la bsqueda de frmulas para la redaccin, lejos como estaba de las rutinas de mis obligaciones cotidianas en Brasil. Tal oportunidad se repiti durante el ao 1995, cuando pude permanecer en Francia entre febrero y agosto, en virtud de una beca ofrecida por el Conselho Nacional de Desenvolvimento Cientfico e Tecnolgico (CNPq). En este ltimo pas, y en diversas oportunidades en 1994, 1995 y 1996, fui acogido por amigos como Jean-Francois Malecot y Hlne Lamicq, que varias veces me presta ron su piso de Pars en la ru Nationale, y con l, una bonita biblioteca de filosofa, economa y literatura, que me permiti ampliar mis investigaciones desde casa. Me benefici, adems, de la hospitalidad de la familia Tiercelin, en su propiedad de Roquepiquet, en la Dordogne, donde las condiciones de calma y comodidad necesarias se sumaban a un contexto natural inspirador: fue en este lugar y junto con la familia, donde utilic las vacaciones universitarias para el trabajo de redaccin. Pero este trabajo tambin lo desarroll en Sao Paulo, durante los nes de semana y en los momentos robados, durante la semana, a las pesadas tareas diarias de un investigador y de un profesor. La estructura original de la obra fue rehecha muchas veces durante ese proceso, para conseguir un ideal de coherencia que espero haber alcanzado. Las bibliotecas de la USP, del Instituto de Geografa de la Universidad de Pars y de la Maison des Sciences de l'Homme de Pars, entre otras, me resultaron de gran ayuda. La ltima etapa del trabajo fue utilizada en la difcil tarea de organizacin tcnica y material del libro, labor extremadamente pesada, en la cual, sin embargo, me ayud Ana Elisa Rodrigues Pereira. En todos los momentos de la produccin de este libro cont con el inters y la discusin de mis colegas y alumnos. Es siempre difcil dar nombres,

ya que en esas ocasiones no es raro que haya olvidos lamentables. Entre los colegas estn aquellos que veo ms frecuentemente, Mara Ad-lia Aparecida de Souza, Armen Mamigonian en Sao Paulo; Ana Clara Torres Ribeiro, Lia Osrio Machado, Roberto Lobato Correa, Ruy Mo-reira, Leila C. Das y Mauricio Abreu en Ro de Janeiro (y este ltimo tambin en Pars); entre los estudiantes, el dilogo fue ms frecuente y fructfero con Mara Laura Silveira y Adriana Bernardes (que adems se implicaron en la preparacin de la bibliografa y de los ndices, junto con Paula Borin), pero tambin con Mnica Arroyo, Lidia Lucia Antongiovanni, Eliza Pinto de Almeida, Ricardo Castillo, Marcos Antonio de Moraes Xavier y Fbio Betioli Contel. Libros y artculos de mi autora publicados con anterioridad haban abordado algunos de los problemas de que trata este libro. Pero ahora no slo se han planteado nuevas cuestiones, sino que temas que ya nos preocupaban antes surgen ms documentados, sistematizados y profundizados, como es el caso, por ejemplo, de la tcnica, del tiempo y del sistema de objetos y acciones. En Francia, me resultaron muy valiosos el apoyo y las conversaciones, mantenidas en diferentes oportunidades, con mi afectuoso amigo Bernard Kayser y tambin con Jacques Lvy, Remy Knafou, Jacqueline Beaujeu-Garnier, Olivier Dollfus y Fierre George, adems del permanente inters mostrado por Georges Benko, en cuya coleccin de Geografa de la Editorial L'Harmattan se public este libro. En ste, como en tantos otros de mis libros editados en Brasil por la editorial Hucitec, me han sido de gran ayuda el apoyo y la amistad de Fl- vio George Aderaldo. Mi mujer Marie-Hlne, como en otras ocasiones, fue rigurosa en la crtica de mis ideas y en su formalizacin, aportndome as una ayuda insuperable. Mi hijo Milln Santos Filho estuvo presente en to das las etapas y a su memoria dedico, sentidamente, este libro.MILTON SANTOS

Pars, Roquepiquet, Sao Paulo,

agosto de 1996

POST SCRIPTUM A LA EDICIN ESPAOLA Agradezco a los doctores Ricardo Mndez y Rafael Puyol su empeo en ver publicada esta obra en lengua espaola, y el cuidado, inteligencia y cario con que la doctora Mara Laura Silveira se entreg a la difcil labor de traducir este trabajo. Sao Paulo Noviembre de 1998

INTRODUCCIN Esta obra es el resultado de un antiguo proyecto y desarrolla una investigacin iniciada hace ya muchos aos. La tarea fue acumuln dose al igual que fue creciendo nuestra vacilacin frente a lo que real mente debera ser su contenido. El perodo tcnico-cientfico de la his toria humana, que balbuceaba desde el final de la segunda guerra mundial, iba poco a poco tomando ms cuerpo, evidenciando aqu y all sus aspectos centrales y permitiendo, aunque slo lentamente, una apropiacin sistemtica de sus fundamentos. Con los aos ochenta lleg la gran aceleracin. Entonces nuestra timidez y nuestros titubeos crecieron an ms atrasando as la realizacin de aquel sueo. Cuando Jean Brunhes publica, en 1914, su libro La Geografa Hu mana, tambin se disculpa ante su pblico y su editor por un retraso de diez aos. Nuestra culpa es doble, porque nuestro proyecto es an ms antiguo. Sin embargo, podemos corno l decir que mi atraso se debe a los escrpulos y no a la negligencia. La investigacin en que se basa esta obra, y de la cual resultaron otros trabajos, atraviesa, pues, casi un cuarto ce siglo, arrastrando con ella las consecuencias conocidas en este gnero de ejercicio. En cuanto a la interpretacin de la actualidad, sabemos tambin que, en estos tiempos acelerados, el torbellino de los acontecimientos desmiente verdades establecidas y desvanece el saber. Entretanto, la moda avasa lladora de las citas frescas no puede eliminar los debates inspirados en ideas filosficas cuya enseanza no es circunstancial. Tal vez por ello mismo podamos librarnos de aquel miedo de Maximilien Sorre, en la introduccin de su Tratado, cuando tema que ciertas pginas de su libro pudiesen estar envejecidas antes de ser impresas. De ah la aclara cin: Aceptar esta desgracia sin estar demasiado afectado, si el lec tor quiere solicitar especialmente una orientacin y un mtodo. Nuestro deseo explcito es la produccin de un sistema de ideas que sea, al mismo tiempo, un punto de partida para la presentacin de un sistema descriptivo y de un sistema interpretativo de la geografa Esta disciplina siempre ha pretendido construirse como una descripcin de la Tierra, de

sus habitantes y de las relaciones de stos entre s y de las obras resultantes, lo cual incluye toda accin humana sobre el planeta. Pero qu es una buena descripcin? Descripcin y explicacin son inseparables. Lo que debe estar en el fundamento de la descripcin es la voluntad de explicacin, que supone la existencia previa de un sistema. Cuando ste falta, lo que resulta en cada ocasin son piezas aisladas, distancindonos del ideal de coherencia propio de una determinada rama del saber y del objeto de pertinencia indispensable. Este libro resulta particularmente de una antigua insatisfaccin del autor frente a un cierto nmero de cuestiones. La primera se relaciona con el propio objeto de trabajo del gegrafo. La respuesta a esa indagacin se busca, con frecuencia, en una interminable discusin sobre qu es geografa. Tal pregunta ha recibido las respuestas ms disparatadas y, raras veces, ha permitido ir ms all de formulaciones tautolgicas. No por lo que algunos gegrafos afirman explcitamente, sino por lo que muchos practican, la geografa es lo que hace cada cual y, as, hay tantas geografas como gegrafos. Por tanto, a la pregunta qu es geografa?, y con el pretexto de la libertad, la respuesta acaba constituyendo un ejercicio de fuga. Discurrir, aunque sea exhaustivamente, sobre una disciplina no sustituye lo esencial, que es la discusin sobre su objeto. En realidad, el corpus de una disciplina est subordinado al objeto y no al contrario. As, la discusin es sobre el espacio y no sobre la geografa; y esto supone el dominio del mtodo. Hablar de objeto sin hablar de mtodo puede ser slo el anuncio de un problema sin, entretanto, enunciarlo. Es indispensable vina preocupacin ontolgica, un esfuerzo interpretativo desde dentro, lo cual contribuye tanto a identificar la naturaleza del espacio, como a encontrar las categoras de estudio que permitan analizarlo correctamente. Esta tarea supone encontrar los conceptos, tomados de la realidad, fertilizados recprocamente por su asociacin necesaria, y capaces de ser utilizados sobre la realidad en movimiento. A esto tambin puede denominarse bsqueda de operatividad, un esfuerzo constitucional y no aadido, fundado en un ejercicio de anlisis de la historia. Otro tema de nuestra insatisfaccin es la conocida unin espacio-tiempo, mediante la consideracin de la inseparabilidad de las dos categoras. Con todo, la verdad es que frecuentemente, despus de un rosario de intenciones, el tiempo aparece en la prctica separado del espacio, aun cuando se afirme lo contrario. La idea de perodo y de periodizacin constituye un avance en la bsqueda d esta unin espa-cio-tiempo, y la propuesta de Hgerstrand, que permite pensar en el orden creado por el tiempo, representa un marco considerable. Sin embargo, la cuestin esencial contina siendo una laguna. Temtica central es tambin aquella representada por la expresin anglosajona place counts, es decir, el lugar tiene importancia. Y;i defendimos esta tesis en nuestro libro de 1978, Por una Gei>',nini Nueva. La literatura posterior revela que, en ausencia de una tleiini cin clara de espacio, incluso la abundancia de ejemplos puede tener valor demostrativo, pero no explicativo, del papel del lugar y del espacio en el proceso social, y esto tal vez justifique la rapidez con que se agot esta temtica. Otra insatisfaccin nuestra viene del tratamiento dado por la geografa al perodo actual. Como si fuese demasiado prisionera de una moda, la geografa ha sucumbido a las fragilidades del enfoque de la posmodernidad, cuya versin ms popular es un tratamiento frecuentemente adjetivo y metafrico, lejos, por lo tanto, de la posibilidad de produccin de un sistema. Ahora bien, a partir del espritu de sistema surgen los conceptos-clave que, a su vez, constituyen, al mismo tiempo, una base para la construccin de un objeto y de una disciplina. Para Georges Gurvitch (1968, 1971, p. 250), no existe un paralelismo riguroso entre las esferas de lo real y las ciencias que lo estudian. De algn modo, partiendo de otro

extremo, se aproxima a Wil-liam James (1890, 1950), cuando este autor se refiere a la realidad de todo lo que es concebido. La nocin de subuniversos de James encuentra paralelo en la idea de provincias limitadas de significado de Schutz (1945, 1987, p. 128). Pero es mejor que tales dominios de estudio sean, de hecho, superficies de la vida social o, como ansiaba el gegrafo Sauer (1963, p. 316), secciones de la realidad. El desafo es separar de la realidad total un campo particular, susceptible de mostrarse autnomo y que, al mismo tiempo, permanezca integrado en esa realidad total. Y aqu afrontamos otro problema importante que es el siguiente: la definicin de un objeto para una disciplina y, como consecuencia, la propia delimitacin y pertinencia de esa disciplina pasan por la metadisciplina y no al contrario. Construir el objeto de una disciplina y construir su metadisciplina son operaciones simultneas y conjugadas. El mundo es uno solo. Es visto a travs de un determinado prisma, por una determinada disciplina pero, para el conjunto de disciplinas, los materiales constitutivos son los mismos. Es esto, ms propiamente, lo que une las diversas disciplinas y lo que, para cada una, debe garantizar como una forma de control el criterio de la realidad total. Una disciplina es una porcin autnoma, pero no independiente, del saber general. As se trascienden las realidades truncadas, las verdades parciales, aun sin la ambicin de filosofar o de teorizar. Sin embargo, trascender no es escapar. Para evitar esa transgresin, aqu la demarche es la opuesta: en el caso de la trascendencia, la regla de la metadisciplina es la propia disciplina. La posibilidad de trascender sin transgredir depende estrictamente de saber, y de saber muy bien, cul es la superficie de lo real que estamos tratando o, en otras palabras, cul es el objeto de nuestra preocupacin. Es toda la cuestin de la pertinencia la que all se instala. Para que el espacio pueda aspirar a ser un ente analtico independiente dentro del conjunto de las ciencias sociales es indispensable que concep-los e instrumentos de anlisis aparezcan dotados de condiciones de coherencia y de operatividad. As, demostramos al mismo tiempo su carcter indispensable y legitimamos el objeto de estudio. En las diversas disciplinas sociales, esas categoras analticas y esos instrumentos de anlisis son instancias centrales del mtodo. Aquello que se vuelve residual es considerado como dato y, de ese modo, es expulsado del sistema central. Cada vez que un gegrafo decide trabajar sin preocuparse previamente por su objeto, es como si para l todo fuesen datos, y se entrega a un ejercicio ciego sin una explicitacin de los procedimientos adoptados, sin reglas de consistencia, adecuacin y pertinencia. Tal comportamiento es muy frecuente y plantea la cuestin de la necesidad de construccin metdica de un campo coherente de conocimiento, es decir, dotado de coherencia inlerna y externa. Externamente tal coherencia se establece en relacin a otros saberes, mediante la posibilidad de que el campo respectivo se muestre distinto y sea, al mismo tiempo, completado y complemento, en el proceso comn de conocimiento total de lo real. La coherencia interna se obtiene a travs de la separacin de categoras analticas que, por un lado, puedan abordar la respectiva superficie de lo real, propia de tal fraccin del saber y, por otro lado, permitan la produccin de instrumentos de anlisis, extrados del proceso histrico. Los conceptos as destacados deben, por definicin, ser internos al objeto correspondiente, esto es, al espacio, y al mismo tiempo constitutivos y operacionales. Como punto de partida, proponemos que el espacio sea definido como un conjunto indisoluble de sistemas de objetos y sistemas ce acciones. A travs de esta ambicin de sistematizar imaginamos poder construir un marco analtico unitario que permita superar ambigedades y tautologas. De ese modo estaremos en condiciones de

formular problemas y al mismo tiempo de ver aparecer conceptos, segn la observacin de G. Canguilhem (1955). iMuestra secreta ambicin, siguiendo el ejemplo de Bruno Latour en su libro Aramis ou l'amour des techniques (1992), es que esos conceptos, nociones e instrumentos de anlisis aparezcan como verdaderos actores de una novela, vistos en su propia historia conjunta. No ser la ciencia, tal como propuso Neil Postman (1992, p. 154), una forma de contar historias? En ese proceso, llevados por el investigador, algunos actores se colocan al frente de la escena, mientras otros asumen posiciones secundarias o son marginados. El mtodo en ciencias sociales acaba siendo la produccin de un dispositivo artificial donde los actores son aquello que Schutz (1945, 1987, pp. 157-158) denomina marionetas u homnculos. Quien finalmente les da vicia es el autor, de ah el nombre ce homnculos, y su presencia en la trama se subordina a verdaderas modelaciones cualitativas, y de ah que sean marionetas. Pero el texto debe prever la posibilidad de que tales muecos sorprendan a los ventrlocuos y alcancen alguna vida, produciendo una historia inesperada: es as como queda asegurada la conformidad con la historia concreta. En el caso tratado se busca una caracterizacin precisa y simple del espacio geogrfico, libre del riesgo de las analogas y de las metforas. Como recuerda Dominique Lecourt (1974, p. 79), las metforas y las analogas deben ser analizadas y referidas a su terreno de origen. El brillo literario de las comparaciones no siempre es sinnimo de enriquecimiento conceptual. A partir ce la nocin de espacio corno un conjunto _mdisoluble_de sistemas de objetos y sistemas de accion_es_godemos reconocer sus categoras analticas internas. Entre ellas estn el paisaje, la configuracin territorial, la divisin territorial del trabajo, el espacio producido o productivo, las rugosidades y las formas-contenido. De la misma manera, y con el mismo punto de partida, se plantea la cuestin de las delimitaciones_e_sjpaci_ales, proponiendo debates sobre problemas como la regin y el jugar, las,redes, y las"escalas. Simultneamente, se imporTla realidad del medio con sus diversos contenidos en artificialidad y la cornple-mentariedad entre una tecnoesfera y una psicoesfera. Y de la misma manera, podemos proponer la cuestin de la racionalidad del espacio como concepto liistrico actual y fruto, al mismo tiempo, del surgimiento de las redes y del proceso de globaJizacin. El contenido geogrfico de lo cotidiano tambin se incluye entre esos conceptos constitutivos y operacionales, pertenecientes a la realidad del espacio geogrfico, junto con la cuestin de un orden mundial y de un orden local. El estudio dinmico de las categoras internas antes enumeradas supone el reconocimiento de algunos procesos bsicos, en principio externos al espacio: la tcnica, la accin, los objetos, la norma y los acontecimientos, la universalidad y la particularidad, la totalidad y la totalizacin, la temporalizacin y la temporalidad, la idealizacin y la objetivacin, los smbolos y la ideologa. La coherencia interna de la construccin terica depende del grado de representatividad de los elementos analticos ante el objeto estudiado. En otras palabras, las categoras de anlisis, formando sistema, deben unirse al contenido existencial, es decir, deben reflejar la propia ontologa del espacio, a partir de estructuras internas a l. La coherencia externa se da por medio de las estructuras exteriores consideradas integradoras y que definen la sociedad y el planeta, tornados como nociones comunes a toda la Historia y a todas las disciplinas sociales, y sin las cuales el entendimiento de las categoras analticas internas sera imposible. La centralidad de la tcnica rene las categoras internas y externas, permitiendo empricamente asimilar coherencia externa y coherencia interna. La tcnica debe ser vista desde una triple perspectiva: como reflejo de la produccin histrica de la realidad;

como inspiradora de un mtodo unitario (alejando dualismos y ambigedades); y, finalmente, como garanta de la conquista del futuro, con la condicin de que no nos dejemos llevar por las tcnicas particulares, y nos guiemos, en nuestro mtodo, por el fenmeno tcnico visto filosficamente, es decir, como un todo. A partir de tales premisas, este libro desea ser una contribucin geogrfica a la produccin de una teora social crtica, y en su construccin privilegiamos cuatro momentos. En el primero intentamos trabajar con las nociones fundadoras del ser del espacio, susceptibles de ayudar a encontrar su buscada ontologa: la tcnica, el tiempo, la intencionalidad, materializados en los objetos y acciones. En el segundo momento retomamos la cuestin ontolgica, considerando el espacio como forma-contenido. En el tercer momento, las nociones anteriormente establecidas son revisadas a la luz del presente histrico, para aprehender la constitucin actual del espacio y sorprendernos con el florecimiento de conceptos, cuyo sistema es abierto y cuya dialctica, en las condiciones actuales del mundo, reposa en la forma hegemnica y en las dems formas de racionalidad. En el cuarto momento, el reconocimiento de racionalidades convergentes, frente a la racionalidad dominante, refleja las nuevas perspectivas de mtodo y de accin, autoriza cambios de perspectiva en cuanto a la evolucin espacial y social, y aconseja cambios en la epistemologa de la geografa y de las ciencias sociales como un todo. Esos cuatro momentos son las cuatro grandes divisiones del libro, cuya estructura se organiza en quince captulos. La primera parte, titulada una ontologa del espacio: nociones originarias, trata de la naturaleza y del papel de las tcnicas (captulo 1) y del movimiento de la produccin y de la vida, a travs de los objetos y de las acciones (captulo 2). Las tcnicas, funcionando como sistemas que marcan las diversas pocas, son examinadas a travs de su propia historia y vistas no slo en su aspecto material, sino tambin en sus aspectos inmateriales. As, la nocin de tcnica permite empirizar el tiempo y se encuentra con la nocin de medio geogrfico. La idea de tcnica como algo donde lo humano y lo no-humano son insepa rables, es central. Sin esta premisa, sera imposible pretender superar dicotomas tan constantes en la geografa y las ciencias sociales como aquellas que oponen lo natural y lo cultural, lo objetivo y lo subjetivo, lo global y lo local, etc. En el segundo captulo, consideramos el movi miento de la produccin y de la vida alrededor de objetos y de accio nes, y tambin aqu la tcnica asume un papel central. Objetos natura les y objetos fabricados por el hombre pueden ser analizados segn su contenido respectivo o, en otras palabras, de acuerdo a su condicin tcnica, y lo mismo se puede decir de las acciones, que se distinguen segn los diversos grados de intencionalidad y racionalidad. La segunda parte del libro retoma la cuestin de la ontologa^del... espacio. Aqu ya no son las nociones bsicas las que ocupan el centro de la escena, sino el resultado histricamente obtenido. El espacio es concebido en su propia existencia, como una forma-contenido, es de cir, como una forma que no tiene existencia emprica y filosfica si la consideramos separadamente del contenido y, por otro lado, como un contenido que no podra existir sin la forma que lo sustenta. Partiendo de la ya mencionada inseparabilidad de los objetos y de las acciones, la nocin de intencionalidad es fundamental para entender el proceso por el cual accin y objetos se confunden mediante el movimiento per manente de disolucin y recreacin del sentido. La produccin y re produccin de ese hbrido, que es el espacio, con la sucesin intermi nable de formas-contenido, es la caracterstica dinmica central de su ontologa, y constituye el captulo tres. La

categora de totalidad es una clave para el entendimiento de ese movimiento (captulo 4), ya que la consideramos como existiendo dentro de un proceso permanente de totalizacin que es, al mismo tiempo, un proceso de unificacin, fragmentacin e individualizacin. As, los lugares, en cada movimiento de la sociedad, se crean, y se recrean y renuevan. El motor de ese movi miento es la divisin del trabajo (captulo 5), encargada, en cada esci sin de la totalidad, de transportar a los lugares un nuevo contenido, un nuevo significado y un nuevo sentido. Los acontecimientos (capi tulo 6), uniendo objetos y acciones, constituyen los vectores de esa me tamorfosis. No se trata de un tiempo sin nombre, sino de un tiempo empirizado, concreto, dado exactamente a travs de ese portador de un acontecer histrico que es el acontecimiento. De ese modo, la tan buscada unin entre espacio y tiempo se muestra ms prxima a ser tratada de forma sistemtica en geografa. La tercera parte del libro se propone ofrecer una discusin sobre el tiempo presente y las condiciones actuales de realizacin y de trans formacin del espacio. Afrontar esta cuestin supone, desde el primer momento, el conocimiento de lo que constituye el sistema tcnico ac tual (captulo 7), y de cmo, a partir de las condiciones de la tcnica actual una tcnica informacional se establecieron las condiciones , materiales y polticas que posibilitaron la produccin de una inteligen cia planetaria (captulo 8). Estos datos dinmicos de la historia con tempornea permiten retomar una de las discusiones centrales del libro, es decir, la cuestin de los objetos y de las acciones tal como hoy se verifican, agregando el papel de las normas (captulo 9). Esos mis mos datos conducen a caracterizar el medio geogrfico actual como un medio tcnico-cientfico-informacional (captulo 10). La realidad de las redes, producto de la condicin contempornea de las tcnicas, y los problemas y ambigedades que suscita constituyen el captulo 11. A partir, fundamentalmente, del funcionamiento de las redes podemos hablar de verticalidades espacio de flujos formado por puntos, ese dotado de un papel regulador en todas las escalas geogrficas, al tiempo que se renuevan o se recrean horizontalidades, es decir, los es pacios de la contigidad (captulo 12). La nocin de racionalidad del espacio (captulo 13) tambin surge de las condiciones del mundo con temporneo, mostrando cmo la evolucin del capitalismo, adems de permitir la difusin de la racionalidad hegemnica en los diversos as pectos de la vida econmica, social, poltica y cultural, conduce igual mente a que tal racionalidad se instale en la propia constitucin del te rritorio. La cuarta parte del libro no fue concebida como una conclusin. Sin embargo, como plantea perspectivas, puede parecerlo. Esa parte del libro trata de lo que estamos denominando aqu fuerza del lugar. El captulo 14 intenta mostrar las relaciones entre el lugar y lo cotidiano, reflejando los usos contrastados de un mismo espacio segn las diver sas perspectivas que se

Hemos escogido la palabra espaola acontecimiento para traducir el vocablo -evento di^l original en lengua portuguesa, pues pensamos que encama ms satisfactoriamente la intencin di-l .nitor al referirse a ese dato constitutivo del mundo y de la historia, a la unidad en la transitoriedad, u la unidad del devenir definida en tanto fecha y lugar, que permite superar antiguas y recurrentes dicntu-mas espacio-tiempo. Por ello, se trata de un concepto central en la teora geogrfica del autor, y de all nuestra preocupacin por conseguir la mayor fidelidad en la traduccin. Evenio, is, veni, vemum, venire y eventus en latn, races de las palabras evento (en empuo!), evento (en portugus), vnement (en francs) y evento (en ingls), significan, respectivamente, suceder, acontecer, darse y acontecimiento, suceso. Sin embargo, en lengua espaola, el significado ms frecuente de la palabra evento surge asociado a sus formas adjetivas y adverbiales de impresivilidad, y no tanto de realizacin histrica. podra ser tambin considerado como sinnimo de hecho pues ambos trminos se definen por sus particularidades de tiempo y lugar. No obstante, preferirnos reservar la palabra hecho para traducir el vocablo portugus fato ya que aqu entramos en eJ reino de los debates fenomenolgicos con sus oposiciones entre hecho y fenmeno, que, ciertamente, inspiran y penetran la obra de Milton Santos(N. del i.).

abren a los diferentes actores. El captulo apunta en la direccin de una ruptura epistemolgica, ya que se pro ponen evidencias sobre la existencia de contra-racionalidades y de ra cionalidades paralelas, que se levantan como realidades ante la racio nalidad hegemnica, e indican caminos nuevos e insospechados al pensamiento y a la accin. La misma idea inspira el captulo 15, titu lado orden universal, orden local. EJ orden universal frecuentemente presentado como irresistibJe es, sin embargo, enfrentado y afrentado, en la prctica, por un orden Joca!, que est dotado de un sentido y seala un destino.

Primera parte UNA ONTOLOGA DEL ESPACIO; NOCIONES ORIGINARIAS

CAPTULO 1 LAS TCNICAS, EL TIEMPO Y EL ESPACIO GEOGRFICO Introduccin Es sabido que la principa] forma de relacin entre el hombre y la naturaleza, o mejor, entre el hombre y el medio, viene dada por la tcnica. Las tcnicas constituyen un conjunto de medios instrumentales y sociales, con los cuales el hombre realiza su vida, produce y, al mismo tiempo, crea espacio. Sin embargo, esta forma de entender la tcnica no ha sido completamente explorada. La negligencia con las tcnicas Un inventario de os estudios realizados sobre la tcnica permite ver que ese fenmeno frecuentemente es analizado como si la tcnica no fuese parte del territorio, un elemento de su constitucin y de su transformacin. Algunos ejemplos lo muestran. Al final de su libro de 1985, D. Mackenzie y J. Wajcman se refieren a diversas preocupaciones de los estudios sobre tecnologa, pero sin mencionar el espacio, ni siquiera en un plano secundario como en los captulos otros temas. Adam Schaff (1985, 1992) trata de las consecuencias sociales de la revolucin tcnicocientfica y enumera cuatro tipos de cambios: econmicos, polticos, culturales y sociales. Pero no otorga un Jugar especfico a los cambios geogrficos. Sin embargo, no es el primer pensador importante que desconoce el espacio como una categora autnoma del pensar histrico. Segn Pinch y Bijker (1987), reconocidos historiadores de la tecnologa, la literatura de los mencionados estudios podra dividirse en tres partes: 1. Estudios sobre las innovaciones. 2. Historia de la Tecnologa. 3. Sociologa de la Tecnologa. Una vez ms, silencio respecto al espacio. Incluso en la obra de Barr y Papn (1993), dedicada a la economa y a la poltica de la ciencia y de la tecnologa un compendio en el que el territorio adquiere una enorme dimensin, el tratamiento de la cuestin de la ciencia y de la tecnologa es hasta cierto punto externo al espacio, con el que no aparecen integradas. Uno de sus captulos, titulado La Geografa de la Ciencia y de la Tecnologa (pp. 52-98), se ocupa de la distribucin espacial de cientficos y de tecnlogos en las diversas reas y pases del mundo, pero permanece abierta la cuestin propiamente geogrfica de la ciencia y de la tecnologa como contenido del espacio. Denis-Clair Lambert (1979, pp. 64-76), con su nocin de potencias cientficas ya haba utilizado la expresin espacio cientfico para referirse a la distinta densidad de la presencia de investigadores y actividades de investigacin y produccin cientfica en diversos pases. Tal idea de espacio es metafrica frente a la realidad constitutiva del territorio y su contenido en tcnica, capaz de identificarlo y distinguirlo. Ciertos historiadores de la ciencia y especialistas de la tcnica, como es el caso de B. Joerges (1988, p. 16), lamentan el hecho de que en los estudios histricos la realidad de los sistemas tcnicos aparezca como un dato entre comillas, al tiempo que falta la conceptualzacin. ' Hste mismo autor critica tambin la posicin de los economistas cuando hablan a menudo de as empresas sin hacer referencia a los objetos con los que trabajan. Por otra parte, esa crtica se ampla para incluir a socilogos y politlogos, mencionados por no tener en cuenta cosas como presas, conductos, generadores,

reactores, transformadores, como si no fuese necesario reconocer que la tecnologa aplicada en los objetos es un asunto central del anlisis sociolgico. Para Joerges, no basta con que la tecnologa sea considerada solamente por analoga con otros fenmenos sociales. Esta crtica no es reciente. M. Mauss, uno de los principales seguidores de Durkheim, recordaba, en uno de sus textos de la revista L'Hornme. Sociologiqte, que la sociologa de Durkheim no haba atribuido la importancia debida al fenmeno tcnico. Esta crtica es compartida por Armand Cuvillier (1973, p. 189), al referirse a tres grupos de estudiosos que tomaron conciencia de la importancia de la tcnica: a) prehistoriadores y arquelogos; b) etngrafos (que escriben la historia de los pueblos sin historia) y c) tecnlogos propiamente dichos. Mauss (1947, p. 19) ya haba propuesto la creacin de un saber la Tecnomorfologa que se ocupara del conjunto de las relaciones entre las tcnicas y el suelo y entre el suelo y las tcnicas, diciendo que en funcin de las tcnicas observaremos la base geogrfica de la vida social: el mar, la montaa, el ro, la laguna. Si ese consejo hubiese sido aceptado, algunas crticas posteriores, tanto a la arqueologa como a la geografa, se habran evitado. Olivier Buchsenschultz (1987) lamenta que los arquelogos raras veces se preocupen por los problemas tecnolgicos, es decir, por los procesos tcnicos de los rasgos materiales dejados por las sociedades humanas, sin abordar frontalmente esas cuestiones. En el mismo tono, Francois Sigaud (1981), aunque indicando algunas excepciones, tambin se interroga sobre la razn por la cual los gegrafos evitan tan sistemticamente el estudio de las tcnicas que estn en el centro de las relaciones sociedad-medio.1 Ese mismo desinters ha sido sealado tambin en relacin a la economa espacial por Begag, Claisse y Moreau (1990, p. 187), al escribir que la economa espacial permanece frecuentemente muda a propsito de las cuestiones relacionadas con el desarrollo de la tecnologa de las comunicaciones a distancia. No obstante, en su proyecto de investigacin sobre la arqueologa industrial, B. Gille (1981, pp. 22-23) esboza un inventario de sectores a estudiar, y entre los grupos de problemas propuestos, junto a la explotacin de la naturaleza, la transformacin de los productos y a los objetos de la vida corriente, incluye la ordenacin del territorio (amnagement du errtoire). En ese tem se encuentran las carreteras, ferrocarriles, canales, puentes, tneles, esclusas y edificios anexos, puertos, redes elctricas, gasoductos, pipe-lines y depsitos de combustibles lquidos, as como las construcciones y las actuaciones urbansticas, adems de la evolucin del paisaje. No es de extraar, pues, que en su gran Histcnre des techniques (B. Gille, 1978), publicada en la Encyclopdie de la Pliade (Pars), haya un captulo sobre La geografa y las tcnicas confiado a Andr Fel. Las tcnicas han sido, con frecuencia, consideradas en artculos y libros de gegrafos, particularmente en estudios empricos de casos. Sin embargo, es poco comn que un esfuerzo de generalizacin participe en el proceso de produccin de una teora y de un mtodo geogrficos. Los ferrocarriles, y despus las carreteras, llamaron la atencin de historiadores y de gegrafos. Tanto Vidal de la Blache como Lucien Febvre sacaron provecho de la nocin de progreso tcnico en la elaboracin de sus sntesis. Por ello,1

me parece que es en las disciplinas ms prximas, lgicamente de la tecnologa, dandi ll rechazo a sta es ms fuerte. El ejemplo ms tpico es tal vez ei de la Geografa. "Por qu los gegrifoi se interesan por casi todo menos por las tcnicas?", me pregunto desde hace varios aos (1981, 4, pp. 291-293). Existen ciertamente excepciones, sobre todo entre ios gegrafos de la escueta inligut (Roger Dion, Jules Sion, Max Sorre, Fierre Deffontaines, etc.). Pero son excepciones, y es extriAo v*r con qu empeo la mayora de Jos gegrafos busca explicaciones en todas las direcciones, salvo fn tai actividades tcnicas, a pesar de que tienen las relaciones ms directas con los hechos que les nterfllfl,i Francois Sigaud, 1991, pp. 67-79 y 70.

pueden ser considerados entre los pioneros de la produccin de una geografa vinculada a las tcnicas. Ese es tambin el caso de Albert Demangeon, cuando se interesa por el comercio internacional. La preocupacin por la tcnica aparece ms explcita en libros como el de Philip Wagner (1960), donde este gegrafo anglosajn declara que ni la ecologa humana, ni la geografa regional pueden progresar mucho sin que se preste la debida atencin a la funcin peculiar del medio artificial en la biologa del hombre y en el esquema de la naturaleza. S. H. Beaver (1961) trabaj la relacin entre geografa y tecnologa. Cuando J. F. Kolars y J. D. Nysten (1974, p. 113) se refieren a la forma en que la sociedad opera en el espacio geogrfico, a travs de los sistemas de transporte y comunicacin, lo hacen desde un punto de vista del planeamiento, y muestran los problemas eventuales relacionados con el movimiento de las cosas y de las ideas.2 El tema de la relacin entre la tcnica y el espacio ha sido tambin objeto de inters de gegrafos como Fierre George. Su preocupacin se expone en L're des techniques: construcions ou destructions (Fierre George, 1974, p. 13), donde recuerda que la influencia de la tcnica sobre el espacio se ejerce de dos maneras y en dos escalas diferentes: la ocupacin del suelo por las infraestructuras de las tcnicas modernas (fbricas, minas, "carrires", espacios reservados a la circulacin) y, por otro lado, las transformaciones generalizadas impuestas por el uso de la mquina y por la puesta en prctica de los nuevos mtodos de produccin y de existencia. Tomando un aspecto concreto del anlisis geogrfico, Fierre George (1974, p. 82) distingue la ciudad actual de la ciudad anterior, recordando que sta, a mediados del siglo xix, era un producto cultural. Hoy, la ciudad est en camino de volverse mucho ms rpidamente, en el mundo entero, un producto tcnico. Y agrega: La cultura era nacional o regional, la tcnica es universal. Otro gegrafo que se detuvo largamente sobre la cuestin de la tcnica fue Fierre Gourou (1973), para quien el hombre, ese creador de paisajes, solamente existe porque es miembro de un grupo que en s mismo es un tejido de tcnicas. Los hechos humanos del espacio deberan ser examinados en funcin de un conjunto de tcnicas. Ese autor divide las tcnicas en dos grandes grupos: tcnicas de produccin y tcnicas de organizacin.3 Para Gourou, el nivel de la civilizacin se mide por el propio nivel de las tcnicas, 42

La sociedad opera en el espacio geogrfico por medio de los sistemas de comunicacin y transporte. A medida que el tiempo pasa, la sociedad alcanza niveles cada vez mayores de complejidad por el uso de las jerarquas y por el manejo especial de los materiales y de los mensajes. Se deduce que la propiedad de esos sistemas es importante en la conduccin de todas nuestras actividades.Cualquier limitacin al movimiento de las cosas y de los pensamientos a travs de esas jerarquas se convierte, a su vez, en coacciones ejercidas sobre el funcionamiento de la sociedad. Las limitaciones pueden ser fsicas, institucionales y culturales, o psicolgicas. A medida que cambian la tecnologa y las aspiraciones humanas, haciendo posibles nuevas conexiones y a veces cerrando todas las viejas rutas, la coaccin en el interior de los sistemas tambin cam bia. John F. Kolars y John D Nysten 1 974 p. 113. ...... 3 Sin un recurso a las tcnicas de organizacin, la explicacin geogrfica se agota en callejones sin salida. Las tcnicas son estudiadas por diversas disciplinas, a las que es necesario pedir justificaciones impuestas por el examen de los paisajes. Las tcnicas de organizacin nos interesan por su eficacia en el modelado y la transformacin de los paisajes. El inters no es desmontar los resortes de la organizacin familiar, o el me :anismo de la eleccin de las autoridades polticas, sino precisar el grado de eficacia de esas tcnicas: agresividad paisajista, control de amplios espacios durante largo tiempo, es decir, control de un gran nmero de hombres sobre una gran extensin y durante largo tiempo. La eficacia paisajista es lo que permite medir el valor explicativo de las tcnicas de organizacin; un criterio del mismo orden ser aplicado a las tcnicas de produccin, consideradas segn su potencia de accin sobre los paisajes. P. Gourou, 1973, p. 17. Siendo una civilizacin una combinacin de tcnicas de produccin y de organizacin, una escala de los niveles de eficacia debe tener en consideracin esos dos rdenes tcnicos. P. Gourou, 1 9734

. [...1 En todos los casos, se trata efectivamente de analizar, de localizar, de explicar, de responder a una pregunta que es siempre la misma: Cmo se justifican los hechos humanos del espacio estudiado' Y, sobre todo, por qu conjunto de tcnicas, de produccin (tcnicas de explotacin de la naturaleza, tcnicas de subsistencia, tcnicas de la

concepto criticado, entre otros, por M. Bruneau (1989), P. J. Roca (1989) y particularmente por D. Dory (1989), que lo consideran como una apreciacin cuantitativa a prior de las civilizaciones, situando algunos pueblos en la cima y otros en la base de una pirmide cultural desigual, y como poco claro en cuanto al papel de las dinmicas sociales y polticas combinadas. Gourou introduce tambin la nocin de eficacia paisajstica (1973, pp. 17, 30-31).5 Como paisaje y espacio no son sinnimos, se puede an preguntar en cul de>los dos reside la eficacia. Cabe tambin una referencia particular a la obra de Maximilien Sorre, que fue el primer gegrafo en proponer, con detalle, la consideracin del fenmeno tcnico en toda su amplitud. Su nocin de tcnica es amplia. Para l, esa palabra "tcnica" debe ser considerada en su sentido ms amplio, y no en su sentido estrecho, limitado a aplicaciones mecnicas. Para Sorre, la nocin de tcnica se extiende a todo lo que pertenece a la industria y al arte en todos los dominios de la actividad humana (Sorre, 1948, p. 5).6 La idea de la tcnica como sistema ya estaba presente, al igual que la nocin de su autocreci-miento y rpida difusin (1948, pp. 11-12). Estaba convencido de que la comprensin de la relacin entre cambio tcnico y cambio geogrfico era fundamental, y sugiri entonces que los estudios geogrficos tuviesen en cuenta, simultneamente, las tcnicas de la vida social, las tcnicas de la energa, las tcnicas de la conquista del espacio y de la vida de relaciones, y las tcnicas de la produccin y de la transformacin de las materias primas (Sorre, 1948, pp. 6-7). Pero Sorre fue poco seguido por sus colegas gegrafos, aun siendo sus ideas objeto de una amplia aceptacin en otras disciplinas. Segn A. Buttimer (1986, pp. 66-67), los gegrafos franceses prestaron poca atencin a Sorre: tendieron a verlo ms como un gegrafo ortodoxo, locuaz y tal vez inclinado a confundir ciencia con filosofa. El inters por la tcnica tambin ha preocupado al gegrafo An-dr Fel. En su artculo ya mencionado sobre la geografa y las tcnicas, A. Fel (1978, pp. 1062-1110) traza un inventario de las mltiples relaciones entre la tcnica y el hecho geogrfico, recordando que si los objetos tcnicos se instalan en la superficie de la tierra, lo hacen para responder a necesidades materiales fundamentales de los hombres: alimentarse, residir, desplazarse, rodearse de objetos tiles. Sin embargo, reconoce la ausencia de una verdadera ciencia geogrfica de las tcnicas, claramente definida en sus objetos y en sus mtodos (p. 1062). Por ello sugiere la creacin de una disciplina que se podra denominar geotcnica, encargada de esa tarea.7materia) y de organizacin (tcnicas de las relaciones entre los hombres, tcnicas de organizacin del espacio): la existencia del ms pequeo grupo exige reglas del juego, tcnicas de organizacin. Esa suma de lazos y de tcnicas es la civilizacin. En resumen, todo grupo humano se sustenta por tcnicas que hacen de sus miembros seres "civilizados". Y no existen "salvajes". P. Gourou, i973, p. 10. 5 La civilizacin moderna tiene un enorme poder de accin paisajista; dispone de tcnicas de explotacin muy eficaces (a pesar de estar limitadas por las exigencias de los hombres y por las condiciones de funcionamiento de las mquinas) y de tcnicas de organizacin irresistibles (transporte, telfono, radio, televisin, publicidad comercial y propaganda poltica) que pueden controlar vastos espacios, numerosas poblaciones, enormes ciudades. P. Gourou, 1973, pp. 30-31.6

. [...] Asigno a esa palabra, tcnica, su sentido ms amplio, y no su sentido estricto, limitado a aplicaciones mecnicas. Se extiende a todo lo que pertenece a la industria y al arte humanos en todos los dominios de la actividad de la especie. M. Sorre, introduccin al tomo II, 1.a parte, Les fondements techniques, 1948, p. 5.7

Todo paisaje habitado por los hombres lleva la marca de sus tcnicas [...1 Estos paisajes "nos hacen preguntas" (P. Gourou). En un bello libro, Pour um gographie hmame, ese gegrafo nos muestra cuan vasto y apasionante es el campo que as se abre a nuestra curiosidad. Porque ei paisaje no es sino un punto de partida. Si los objetos tcnicos ocupan la superficie de la Tieira, es para atender a las necesidades materiales fundamentales de los hombres: alimentarse, alojarse, desplazarse, rodearse de objetos tiles. El anlisis geogrfico ocupa un lugar importante en toda investigacin sobre las civilizaciones. No obstante, se debe constatar que una verdadera ciencia geogrfica de las tcnicas una geotcnica?

La actual revolucin tcnica, que otorga un lugar preeminente a la informacin, no ha dejado indiferentes a los gegrafos. Es el caso, por ejemplo, de G. Tornqvist (1968, 1970, 1973, 1990), H. Bakis (1984, 1985, 1987, 1990) y Susane Par (1982), cuyo libro Informatique et Gographie., proporciona un inventario adecuado del equipamiento informtico francs, segn regiones y ciudades, pero donde tal vez se podra objetar la ausencia de un estudio desde dentro del espacio, y no slo externo a esa realidad social, que permitiese una interpretacin de la forma en que el territorio ha sido modificado y transformado con las nuevas presencias tcnicas. Esto implicara ir ms all de la pura informtica y obligara a ver el conjunto de las tcnicas, presentes y pasadas, en el contexto del territorio, a travs de un proceso de desarrollo desigual y combinado. Cabe marcar la distincin entre las tcnicas particulares examinadas en su singularidad y la tcnica, es decir, el fenmeno tcnico, visto como una totalidad.8 Algunos gegrafos tienen razn al escribir que la sociedad obra en el espacio geogrfico por medio de los sistemas de comunicacin y transporte, pero la relacin que se debe buscar entre el espacio y el fenmeno tcnico integra todas las manifestaciones de la tcnica, incluidas las tcnicas de la propia accin. No se trata, pues, de considerar solamente las denominadas tcnicas de produccin, o corno otros prefieren, las tcnicas industriales, es decir, la tcnica especfica, vista como un medio de conseguir ste o aquel resultado especfico. Una visin de ese tipo puede llevar a nociones como la de espacio agrcola, espacio industrial (Y. Cohn, 1994, p. 95) o espacio econmico. Slo el fenmeno tcnico en su total comprensin permite alcanzar la nocin de espacio geogrfico. Un esfuerzo considerable en esa direccin ha sido recientemente realizado por un gegrafo espaol, Joan-Eugeni Snchez, en el libro Espacio, Economa y Sociedad (1991), particularmente en el captulo 14, El espacio y la innovacin tecnolgica (pp. 263-319) y por un gegrafo brasileo, Ruy Moreira (1995). En opinin de P. J. Roca (1989, p. 119), el discurso de los gegrafos sobre la tcnica se ha dado segn tres enfoques principales, constituyendo, a su modo de ver, tres esquemas bastante distintos. Estos esquemas son los siguientes (Roca, p. 120): el primero en torno al concepto de estilo de vicia de Vidal de la Blache, en el cual, como explica Andr Fel, las tcnicas, las sociedades que las utilizan y el moli geogrfico que las acoge forman un conjunto coherente. Un segundn esquema es tambin mencionado por Roca, atribuyndolo a R. Cresswell, en el cual el punto fuerte es el estudio de las tcnicas a partir ilr los instrumentos de trabajo. Para Cresswell, la tcnica se define como toda una serie de acciones que comprenden un agente, una materia y un instrumento de trabajo o medio de accin sobre la materia, y cuya interaccin permite la fabricacin de un objeto o de un producto. Un tercer esquema, contina Roca (p. 120), pone en relacin tres entidades: la sociedad, las tcnicas y el medio, as como sus interrelaciones. Pero ese esquema, siguiendo a su autor, tiene el riesgo de ver a los geclaramente definida en su objeto y en sus mtodos, est lejos de haberse constituido. No es por falta de investigaciones y de reflexiones. Por citar slo algunos gegrafos franceses, de los grandes clsicos a los ms jvenes, P. Vidal de la Blache, M. Sorre, A. Demangeon, J. Gottinan, P. Gourou, P. George, J. Labasse, etc., enriquecieron sucesivamente un campo de estudio que insiste en permanecer impreciso. Ellos tropezaron y nosotrostropezamos aqu con un obstculo independiente de ios investigadores. El propio progreso tcnico transforma la geografa. "El mundo entero est comprometido en una sucesin de revoluciones" (P. George). Andr Fel, 1978, pp. 1062-1110 y j062.8

. En el libro condicionado por Fierre Musso (1994), su introduccin sobre Innovacionei Tcnicas y Espacio, p. 5, constituye, una vez ms, ante nuevas tcnicas, un esfuerzo por entender el paci a partir de un enfoque que aisla esas nuevas tcnicas de aquellas preexistentes, con abstraccin, por lo tanta, del espacio que todas juntas conforman. Ese mtodo puede ser til desde el punto de vUtn {( ios usuarios potenciales de esas nuevas tcnicas o como estrategia de ventas. Pero es nsuficeute pun tratarla nocin de espacio geogrfico, de espacio banal. Tal enfoque, ya utilizado adems en el pBiii*ln, a propsito de las vas frreas y, despus, de las carreteras, constituye una reduccin, dcjndonOn nuil ms lejos de la construccin adecuada de una epistemologa de la geografa que tang en CUinlft il |iit-pe del fenmeno tcnico en la construccin del espacio banal.

grafos, debido a la falta de dominio de los mtodos especficos,9 concentrar sus esfuerzos nicamente sobre las relaciones hombre/medio o sociedad/entorno. La tcnica, en s misma, es un medio Cmo trabajar la cuestin de la tcnica de modo que sirva como base para una explicacin geogrfica? Creemos que un primer enfoque es el de considerar la propia tcnica como un medio. sta fue, en diversos libros, una de las propuestas principales de Jacques Ellul, para quien el orden creado por la tcnica incluye al hombre en un verdadero nuevo medio natural.10 G. Bhnee propone la nocin de Tecnoes-tructura, que sera el resultado de las interrelaciones esenciales del sistema de objetos tcnicos con las estructuras sociales y las estructuras ecolgicas, idea que servir, como dice B. Joerges (1988, p. 17) para exorcizar las ambigedades del concepto de tcnica y de tecnologa en las ciencias sociales. La nocin de objeto tcnico ser central en ste y en otros enfoques. J. P. Sris (1994, p. 24) se pregunta si todo objeto artificial constituye un objeto tcnico. Tambin se interroga si un grano de trigo o un ejemplar de un peridico pueden ser considerados objetos tcnicos. La verdad es que, para los fines de nuestro anlisis, incluso los objetos naturales podran ser incluidos entre los objetos tcnicos, si se considera el criterio del posible uso. Si es vlida la propuesta de Sris (1994, p. 22): Ser objeto tcnico todo objeto susceptible de funcionar, como medio o corno resultado, entre los requisitos de una actividad tcnica, estando dichos objetos tcnicos sujetos a un proceso similar al de la seleccin darwiniana (Sris, 1994, p. 35). Su adopcin por las sociedades estara en funcin de una evaluacin de los valores tcnicos, en relacin con el xito o fracaso probables. La eficacia del objeto tcnico ha sido bien analizada por M. Akhrich (1987, p. 51), para quien el objeto tcnico vive en un centelleo in cesante entre el interior y el exterior. Pero en ningn caso la difu sin de los objetos tcnicos se realiza uniformemente o de modo homogneo. Esa heterogeneidad proviene de la manera como los obje tos se insertan desigualmente en la historia y en el territorio, en el tiempo y en el espacio. Por tanto, como afirma J. Prades (1992, p. 18), la tcnica ad quiere una presencia y se relacionara con un medio. Con la excusa de analizar las redes socio-tcnicas, creadas a partir de la introduccin de objetos tcnicos (como es el caso de la electricidad en un medio subdesarrollado), M. Akhrich (1987) nos brinda tambin una clave para entender, gracias al fenmeno tcnico, la produccin y la trans formacin de un medio geogrfico, as como, por otro lado, las condi ciones de organizacin social y geogrfica, necesarias para la intro duccin de una nueva tcnica. Esta autora trabaj sobre la difusin de la red elctrica en Costa de Marfil y evalu su peso en la produccin de una solidaridad forzada entre los individuos. Segn Akhrich (p. 52), el objeto tcnico define al mismo tiempo los actores y un espacio.9

Como se ha sugerido desde la introduccin, es evidente que aunque los gegrafos trataron a menudo de las tcnicas, no abordaron ni la tcnica, ni .su papel en las sociedades en tanto que tales. Ms an, cuando se trata de tcnica en evolucin, de relaciones entre sociedades donde a tcnica no tiene el mismo lugar, la vaguedad de los anlisis contina siendo un obstculo con el que tropezamos constantemente. As, es necesaria una rectificacin y desde el comienzo. Pierre-Jean Roca, 1989, p. 119. 10 Vase el captulo II (La iechnique comme lieu) de Jacques Ellul, 1977, pp. 43-61

Segn observa Usher (1929), en un momento dado las elecciones son limitadas por el entorno geogrfico y social (p. 67). Por esa razn, Stiegler (1994) seala que ese mecanismo limita el fenmeno de la hi-pertelia del objeto tcnico." 11 La nocin de hiperlelia debe ser atribuida a Simondon (1958), padre de la idea de objeto tcnico concreto. En virtud de los progresos de la ciencia y de la tcnica, construimos cada vez ms objetos con posibilidades funcionales sobredeterminaclas. Esos objetos concretos tienden a alcanzar una especializacin mxima y a obtener Lina intencionalidad extrema. Para Simondon (1958, 1989, p. 36), los objetos tcnicos concre tos son distintos de los objetos abstractos, tpicos de las primeras fases de la historia humana. El objeto abstracto, recuerda Thierry Gaudin (1978, p. 31), est formado por la yuxtaposicin de componen tes que ejercen, cada uno de ellos, una sola funcin abstracta, al tiempo que, en el objeto concreto, cada elemento se integra en el todo y a me dida que el objeto se vuelve ms concreto, cada una de sus partes cola bora ms ntimamente con las otras, tendiendo a reunirse en una misma forma. Segn Simondon, cuanto ms prximos de la natura leza nos encontremos, el objeto es ms imperfecto, y cuanto ms tecnificado, ms perfecto, permitiendo de ese modo un dominio ms eficaz del hombre sobre l. As, el objeto tcnico concreto termina siendo ms perfecto que la propia naturaleza. Sin embargo, cada vez que el objeto se integra en un conjunto ce objetos y su operacin se incluye en un conjunto de operaciones for mando en conjunto un sistema, la hipertelia del objeto tcnico con creto se vuelve condicionada. Podernos decir, junto con George Balandier, que las nociones de tcnica y de medio son inseparables, si damos al trmino medio su acepcin ms amplia, que sobrepasa en gran medida la nocin de en torno natural (1991, p. 6). Los objetos tcnicos tienen que ser estudia dos conjuntamente con su entorno, segn la propuesta de Longdon Winner (1985, p. 37). Por tanto, podemos afirmar que cada nuevo ob jeto es apropiado de un modo especfico por el espacio preexistente. Sin duda, el espacio est formado por objetos, pero no son los ob jetos los que determinan los objetos. Es el espacio el que determina los objetos: el espacio visto como un conjunto de objetos organizados se gn una lgica y utilizados (accionados) segn una lgica. Esa lgica de instalacin de las cosas y de realizacin de las acciones se confunde con la lgica de la historia, a la que el espacio asegura la continuidad. En ese sentido podemos decir, junto con Rotenstreich (1985, p. 58), ' que la propia historia se vuelve un medio (un environment), y que la sntesis realizada a travs del espacio no implica una armona preesta blecida. A cada momento se produce una nueva sntesis y se crea una nueva unidad. El espacio redefine los objetos tcnicos, a pesar de sus vocaciones originales, al incluirlos en un conjunto coherente donde la contigidad obliga a actuar en conjunto y solidariamente. Esa discusin debe ser comparada con la idea de Simondon de naturalizacin del objeto con creto, es decir, su11

Al naturalizarse, al engendrar su propio medio, el objeto escapa al fenmeno de la hiper-telia, que limita su indeterminacin hacindolo dependiente de un medio artificial. La hpertelia es una "especializacin exagerada del objeto tcnico" que le desadapta en relacin a un cambio, aunque sea ligero, que sobrevenga en las condiciones de utilizacin o de fabricacin. B. Stiegler, 1994, p. 92.

completa agregacin en el medio que le acogi, a lo que denomina proceso de adaptacin-concretizacin. De esa forma se crea lo que ese autor llama medio tecnogeogrco. Ese medio tecno-geogrfico slo es posible, en su modo de ver, en virtud de la inteligen cia del hombre y siempre sugiere la presencia de una funcin inventiva de anticipacin. Esa anticipacin no se encuentra, dice el autor, en la na turaleza, ni en los objetos tcnicos ya constituidos (1958, 1989, p. 56). En realidad, no se tratara, segn Simondon (p. 55), de una sim ple adicin del medio tcnico al medio natural, sino de la produccin de otra cosa, de tal manera que el objeto tcnico aparece como condi cin de existencia de un medio mixto, que es tcnico y geogrfico al mismo tiempo. A esto Simondon lo denomin medio asociado. Esa propuesta de Simondon debera ayudarnos a construir una nocin adecuada de medio geogrfico, antes como medio tcnico y ahora ya como medio tcnico-cientficoinformacional. No obstante, es irnico que esa idea, a pesar de haber sido recientemente retomada por Stie-gler (1994, p. 94), sea desde nuestro punto de vista incompleta, preci samente por el hecho de que tiende a reproducir los dualismos y las ambigedades de la propuesta epistemolgica tradicional de la geogra fa. Por ejemplo, cuando Simondon (p. 52) considera que el objeto tcnico es un punto de encuentro entre dos medios, el medio tcnico y el medio geogrfico, y debe ser integrado en los dos. Es un compro miso entre los dos (B. Stiegler, 1994, p. 92), nos podemos preguntar por qu unirlos, mediante una separacin, en vez de considerarlos como fundidos al producir el medio geogrfico? De hecho, afirmamos que no existe un medio geogrfico por un lado y un medio tcnico por otro. Siempre se ha creado, a partir de la fusin, un medio geogrfico, un medio que vivi milenios como medio natural o pretcnico, un me dio al que se llam medio tcnico durante dos o tres siglos, y que hoy estamos proponiendo considerar como medio tcnicocientfico-informacional. Pero, si hay un obstculo en la propuesta de Simondon es, ciertamente, una herencia de la propia posicin de la geografa ante su porcin de la realidad, a la que esa disciplina tendi a ver insistente mente de manera dual. Es como si se buscase renovar la oposicin en tre un medio natural y un medio tcnico, con el rechazo a ver la tc nica integrada en el medio como una realidad unitaria. No es as tambin como frecuentemente son descritos y explicados a la vez el medio tcnico y el medio geogrfico? Incluso la alusin a un medio humano, a una geografa humana integrada en el proceso de concretizacin (y no a una geografa fsica) realizada por Stiegler (1994, p. 94), proviene de ese vicio fundamental. El espacio es mixto, es un hbrido, un compuesto de formas-contenido.

La necesidad de un enfoq

ue integrador

En el dominio de las relaciones entre tcnica y espacio, una pri mera realidad que no se debe olvidar es la de la propagacin desigual de las tcnicas. Este punto, que fue correctamente discutido por Jean-Louis Lespes (1980, pp. 56-76), sugiere un importante debate respecto al proceso de difusin de las tcnicas y a su implantacin selectiva so bre el espacio. En una misma porcin de territorio conviven subsiste mas tcnicos diferentemente datados, es decir, elementos tcnicos pro venientes de pocas diversas. Cuando J. Perrin (1988, p, 26) recuerda que un sistema tcnico puede absorber, si existe compatibilidad de las tcnicas, estructuras que pertenecen a un sistema precedente, est planteando un problema propiamente tcnico: el de su eficacia, ya que a plena eficacia del sistema tcnico est condicionada por la articulacin entre sus di versas piezas. Desde un punto de vista propiamente geogrfico, la cuestin se plantea de forma diferente. Debemos partir del hecho de que esos dife rentes sistemas tcnicos forman una situacin y son una existencia en un lugar dado, para tratar de entender, a partir de ese sustrato, cmo se realizan las acciones humanas. La forma en que se combinan siste mas tcnicos de diferentes edades va a tener una consecuencia sobre las formas de vida posibles en aquel rea. Desde el punto de vista espe cfico de la tcnica dominante, la cuestin es otra: verificar cmo los residuos del pasado son un obstculo para la difusin de lo nuevo o cmo juntos encuentran la manera de permitir acciones simultneas. La nocin ce reverse salient, propuesta por Th. Hughes (1980, p. 73), proviene de esa contingencia histrica. Segn este autor, un sa- , ifnt es una protuberancia resultante de la expansin no homognea de os sistemas tecnolgicos. Los reverse salient son anomalas tcni cas u organizacionales, producto de la elaboracin desigual o de la evo lucin desigual de un conjunto, de tal manera que, cuando una parte progresa, otra se atrasa. No sera eso, de algn modo, equivalente a nuestra nocin de rugosidad (Santos, 1978, pp. 136-140), cuando nos referimos al papel de inercia dinmica de esas formas heredadas? Sin embargo, existen diferencias. Las rugosidades no pueden ser solamente interpretadas como herencias fsico-territoriales, sino tam bin como herencias socioterritoriales o sociodemogrficas. La dife rencia entre rugosidades y reverse salient proviene, en este ltimo caso, del carcter casi absoluto del valor en s de una existencia tc nica, en tanto que en el anlisis geogrfico no existen valores en s. El valor de un elemento dado del espacio, sea el objeto tcnico ms con creto o ms eficiente, est determinado por el conjunto de la sociedad, y se expresa a travs de la realidad del espacio en que se integra. Otro enfoque vinculado a esa difusin desigual de las tcnicas permite distinguir entre todo lo que ocurri en fecha anterior al pe rodo actual, en el que la tcnica se hace universal, directa o indirecta mente presente en todas partes. Ahora bien, examinando desde ese as pecto la historia del mundo, vemos que la aceptacin de las tcnicas nuevas fue siempre relativa y siempre incompleta. Incluso los pases responsables de los mayores avances tecnolgicos, jams presentaron un contexto de homogeneidad en su implantacin. Por ejemplo, no es en Estados Unidos donde estn los mejores ferrocarriles del mundo, ni el correo norteamericano se encuentra entre los ms veloces. Si consi deramos el conjunto de los pases, puede realizarse un

anlisis pare cido. Veamos, por ejemplo, lo que sucedi a fines del siglo pasado, cuando se instala la gran industria. Gracias a las nuevas tcnicas, fue posible que el mundo entrar en la fase del imperialismo, pero las po sibilidades tcnicas disponibles no fueron completamente utilizadas. Si la tcnica fuese un absoluto, no sera posible imaginar la per manencia, durante tanto tiempo, de un sistema imperialista en el que coexistan imperios coloniales (Inglaterra, Francia, Blgica, Holanda, Portugal...), cuyas metrpolis posean desigualdades ostensibles de po der tecnolgico. Esa posibilidad de funcionamiento simultneo y ar mnico de esos imperios, segn niveles muy diferentes de tecnologa presentes en el centro y en la periferia, resulta del factor poltico. La unidad de control, con sede en cada metrpoli, era utilizada para im poner normas comerciales rgidas a las colonias, una regulacin en circuito cerrado, con los equilibrios permanentemente recreados por la fuerza de normas rgidas de comercio. Esas normas iban desde la creacin de monopolios hasta el establecimiento de los precios y cotas de importacin y exportacin, mediante los conocidos pactos colonia les. De tal manera, los desequilibrios productivos eran compensados por los desequilibrios comerciales, en una sabia utilizacin poltica de la desigualdad tecnolgica. El sistema dur prcticamente un siglo, y la crisis lleg cuando los pases que disponan de nuevas tecnologas, pero no de colonias, descubrieron la necesidad de penetrar en esos cir cuitos cerrados, mediante la seduccin o el abierto incentivo a la im plosin de los imperios. Cuando Estados Unidos se sinti preparado para ingresar venta josamente en ia competicin, a travs de sus nuevas tecnologas, in cluso las de la informacin, y por medio de los sistemas productivos correspondientes, comprendi que la primera tarea consista en des mantelar las condiciones socioeconmicas y sociopolticas que supo nan un obstculo. A partir de entonces Estados Unidos pas a estimu lar, en el mundo como un todo, la produccin de un clima psicolgico e intelectual favorable al proceso de descolonizacin, que produce una crisis en el interior de cada imperio. Las luchas por la independencia, y despus la creacin ce nuevos pases, desmantelaron el esqueleto que permita crecer o subsistir a los imperios sin una contribucin im portante y necesaria de nuevas tecnologas. Al contrario de los anterio res, el imperio americano de posguerra no se basaba en la posesin de colonias, sino en el control de un aparato productor de ciencia y tecno loga, y en la asociacin entre ese aparato, la actividad econmica y la actividad militar. Por consiguiente, estaba abierta la puerta para el triunfo de un nuevo sistema. El proceso de globalizacin, en su fase actual, revela una voluntad de basar el dominio del mundo en la asociacin entre grandes organi zaciones y una tecnologa ciegamente utilizada. Pero la realidad de los territorios y las contingencias del medio asociado aseguran la impo sibilidad de la deseada homogeneizacin. La cuestin que aqu se plantea es la de saber, por un lado, en qu medida la nocin de espacio puede contribuir a la interpretacin del fenmeno tcnico y, por otro lado, verificar, sistemticamente, el papel del Fenmeno tcnico en la produccin y en las transformaciones del espacio geogrfico. En su libro Vocacin actual de la Sociologa, Georges Gurvitch (1950), refirindose a lo que titula falsos problemas de la sociologa de! siglo xix, critica lo que llama escuela tecnolgica. sta, segn l, ha bra deseado

interpretar la realidad social y su movimiento a partir exclusivamente de los medios tcnicos, atribuyendo as un papel pre dominante a los utensilios, sin tener debidamente en cuenta los con textos sociales donde las tcnicas y los instrumentos nacieron y actuaron. G. Gurvitch incluye, entre los que as pensaron, a los parti darios de la tecnocracia, de Taylor a J. Burnhan. Pero tambin in cluye, y esto es discutible, a autores como Veblen, Ogburn, LeroiGourhan y Lews Mumford, aunque para este ltimo haga reservas y aada matices. Daniel Bell (1976, p. X) tambin critica el nfasis dado a la tecnologa, cuando se Ja considera como determinante de todos los otros cambios sociales. Otra crtica es la realizada por Henri Lefebvre (1949), al animarnos a estar bien atentos para conjurar la ilusin tecnolgica. As, Lefebvre cuestiona la visin de Proudhon, '' cuando supone la hiptesis de una historia de la mquina o de la tcnica tomada como un ciato independiente. Sin duda, la tcnica es un elemento importante de explicacin de la sociedad y de los lugares, pero por s sola la tcnica no explica nada. nicamente el valor rela tivo es valor. Y el valor relativo slo se identifica en el interior de una realidad sistemtica, y de un sistema de referencias elaborados para entenderla, es decir, para extraer los hechos aislados de su soledad y su mutismo. De qu manera la categora espacio puede ser til en ese marco sistmico de la tcnica? El filsofo J.-P. Sris (1994, p. 90) considera la geografa y la historia como condicionantes especficos restrictivos, pero en ese caso est refirindose a las nociones de extensin y suce sin. Sin embargo, cuando el problema es menos la constatacin pura y simple de un hecho o de una situacin (conjunto de condiciones) y a cuestin se desplaza hacia la explicacin de ese hecho (conjunto de conceptos), es a la historia como disciplina a la que ese autor se refiere (p. 91) y no ya a la geografa. Sin duda, existe referencia a la geografa en la obra de J.-P. Sris (1994, p. 95 y p. 313), e incluso referencias a las tcnicas del espacio, que presidieron durante el neoltico la ocupa cin del suelo y la sedentarizacin (p. 60). No obstante, el autor parece limitarse a esa aurora de la historia. Cabe entonces preguntarse: ha brn dejado de existir las tcnicas del espacio a lo largo del tiempo? El espacio de Sris se presta a esa forma efe olvido. Se trata, en realidad, de un espacio-receptculo, que slo tomara expresin como un reflejo del actor. Tambin la referencia de J.-P. Sris a la normalizacin es t pica de ese entendimiento del espacio, en el momento que considera que, a partir de la norma en vigencia (p. 84), el tiempo y el espacio ya no cuentan, pues son domesticados y anulados. Es una equivocacin, debido a una visin esttica, marmrea, del fenmeno geogrfico. Esta visin es inaceptable porque el contenido tcnico del espacio es, en s mismo, necesariamente un contenido en tiempo el tiempo de las co sas sobre el cual vienen a actuar otras manifestaciones del tiempo, por ejemplo, el tiempo como accin y el tiempo como norma. No es que sta suprima el espacio y el tiempo, slo los altera en su textura, y puede tambin alterarlos en su duracin. El ejemplo del espacio del automvil, dado por Sris (p. 50), es significativo. Este autor escribe: Smbolo de la autonoma perfecta, el automvil particular slo se concreta en el conjunto de las relaciones tcnicas o de las relaciones tcnicamente establecidas en el espacio y en el tiempo [...J y no permanece concreto, sino en tanto esas relacio nes se mantienen [...]. J.P. Sris insiste en esa relacin entre historia y tcnica, cuando afirma que la

tcnica es necesariamente historia (p. 91). Y tiene razn. Pero la tcnica es tambin geografa. Aunque sta no lleg a considerar la tcnica como un dato explicativo mayor, podemos decir, sin embargo, que la tcnica es tambin, necesaria mente, espacio. Es en el espacio donde ese papel de nudo de problemas (p. 102) y de mediacin generalizada (J. Ellul y J.-P. Sris, 1994, p. 53) se ma nifiesta de modo indiscutible. Aquella unidad sistemtica que la in tegra en el todo social [...] (en la totalidad de los recursos en un mo mento ciado de la historia, sobre un rea cultural comn) se verifica exactamente sobre un espacio, ese mismo espacio que, evolucionando y renovndose, asegura la continuidad histrica (Sris, 1994, p. 95). Pero el espacio no participa de la historia como uno de estos grands socles imobiles et muets de la alegora de Foucault en la Arqueologa del saber, que Sris cita, sino en realidad como un dato activo cuyo pa pel en las orientaciones, elecciones, acciones y resultados es creciente a lo largo de la historia. Culpa de Sris? Culpa de los gegrafos? Preferimos orientarnos hacia una respuesta negativa a la primera cuestin y afirmativa a la se gunda. De modo general, es por falta de una epistemologa, clara mente expresada, por lo que la propia geografa tiene dificultad para participar en un debate filosfico e interdisciplinar. A nuestro modo de ver, sa es la razn por la cual especialistas de otras disciplinas, sin sa ber claramente lo que hacen los gegrafos, renuncian a incluirlos en sus propios debates. En otras palabras, lo que falta es una metadisciplina de la geografa que se inspire en la tcnica: en la tcnica, es decir, en el fenmeno tcnico y no en las tcnicas, en la tecnologa. El hecho de que los gegrafos no hayan considerado a menudo la tcnica en sus formulaciones metodolgicas o que la hayan pensado como un dato externo y no propiamente constitucional en su dmarche terico-emprica, tiene implicaciones en la manera como otros espe cialistas tratan la cuestin del espacio. Ya vimos que Simondon, en lu gar de considerar el medio tcnico como una normal evolucin del medio geogrfico, fue llevado a proponer la nocin de medio asociado y de medio tecnogeogrfco, para explicar esa asociacin entre tcnica y medio, fruto de la marcha de la historia. Contrariamente, los gegra fos ni siquiera percibieron la importancia de los descubrimientos de Simondon. Resultado: perdi la geografa, atrasndose su propia evo lucin; y perdi la filosofa de las tcnicas, por la ausencia de un enfo que geogrfico paralelo. Sin duda, ha contribuido a ese resultado la ambigedad del esta tuto epistemolgico de la geografa, que hasta hoy surge tmida y vaci lante en relacin a una clara explicitacin de lo que debe ser su objeto. Cuando Anne Buttimer (1979, p. 249) observa que entre las preo cupaciones centrales de la geografa moderna se encuentra la organi zacin del espacio y del tiempo, su objetivo no es explcitamente un descubrimiento de la experiencia humana total, sino ms bien de la experiencia tcnica o de la utilizacin racional del espacio-tiempo, con vistas a asegurar eficacia econmica en la administracin de las inver siones. Sin embargo, el objetivo preciso no es una geografa preocu pada por las inversiones, sino por todas las formas ce existencia. Por tanto, se trata de privilegiar un enfoque que tenga en cuenta todos los aspectos de una situacin determinada. Toda situacin es una cons

truccin real que admite una construccin lgica, cuyo entendimiento pasa por la historia de su produccin. El recurso a la tcnica debe per mitir identificar y clasificar los elementos que construyen tales situa ciones. Estos elementos son datos histricos y toda tcnica incluye his toria. En realidad, toda tcnica es historia engastada. A travs de los objetos, la tcnica es historia en el momento de su creacin y en el de su instalacin y revela el encuentro, en cada lugar, de las condiciones histricas (econmicas, socioculturales, polticas, geogrficas), que permitieron la llegada de esos objetos y presidieron su operacin. La tcnica es tiempo congelado y revela una historia. El uso de los objetos a travs del tiempo denota historias sucesivas desarrolladas en el lugar y fuera de l. Cada objeto se utiliza segn ecuaciones de fuerza originadas en diferentes escalas, pero que se rea lizan en un lugar, donde van cambiando a lo largo del tiempo. As, la manera como la unidad entre tiempo y espacio va realizndose, en el transcurso del tiempo, puede ser entendida en virtud ce la historia de las tcnicas: una historia general, una historia local. La epistemologa de la geografa debe tener esto en cuenta. La tcnica nos ayuda a historizar, es decir, a considerar el espacio como fenmeno histrico a geografzar, es decir, a producir una geografa como ciencia histrica. Por tanto, tambin puede producirse una epistemologa geogrfica de raz historicista y gentica, y no slo histrica y analtica. As desaparecen los miedos de E. Soja (1989). La epistemologa analtica (M. Escolar, 1996) per mite construc ciones lgicas, un discurso elegante y tal vez coherente en s mismo, pero frecuentemente externo a la realidad. Con ella podemos correr el riesgo ce construir un discurso metafsico de la geografa, que no per mita la produccin de conceptos operativos. Mediante un enfoque que tome en consideracin y perfeccione las premisas aqu delineadas, la geografa debe, al menos, ser vista como estudio de caso para las filo sofas ce la tcnica, si no propiamente como una contribucin espec fica a la produccin de una filosofa de las tcnicas. El problema epis temolgico propiamente dicho de la geografa pasa, entonces, por hallar el camino adecuado para sistematizar las relaciones de la tc nica con el tiempo y con el espacio.

Las tcnicas y la empirizacin del tiempo

El enfoque de las tcnicas puede ser fundamental cuando se trata de analizar esa cuestin escurridiza de las relaciones entre el tiempo y el espacio en geografa. De un plumazo, y a propsito de la negligencia en cuanto al tratamiento del asunto, D. Harvey (1967, p. 550, en Chor-ley y Hagget) escribi una dura frase: Del mismo modo que Marshall consider la dimensin espacial como relativamente sin importancia en la formulacin de su sistema econmico, la "tendencia anglosa jona", como Isard (1956, p. 24) la llama, condujo a los gegrafos a descuidar la dimensin temporal, un defecto del que Sauer culpa fir memente a Hartshorne (Sauer, 1963, p. 352). Cuntas personas invo lucradas! Para Morrill (1965), los gegrafos son personas que critican la maravillosa tierra sin espacio de los economistas, sin

preocuparse ellos mismos por la validez de una geografa construida en un espacio situado fuera del tiempo. Refirindose tambin a los amigos economistas, E. Ullmann (1973, p. 138) sugiere que stos proponen una rplica, cuando se que jan de una ausencia frecuente en el trabajo de los gegrafos: la ausen cia de la accin, o ms an, de fines normativos. Y concluye: Un ex plcito reconocimiento del tiempo ayudara a los gegrafos a orien tarse sensible y objetivamente en esa direccin interesante. Pero qu sera ese explcito reconocimiento del tiempo: el estudio de la mo dernizacin y de la difusin de innovaciones, la delimitacin de pero dos histricos segn las escalas geogrficas o, simplemente, el enun ciado de la inseparabilidad del tiempo y del espacio? El tratamiento de la cuestin del tiempo en los estudios geogr ficos ya no es un tab, pero testimonia an una cierta laxitud con ceptual. Frecuentemente vemos circunlocuciones y tautologas y una vuelta al punto de origen, a pesar de algunos firmes avances, como los registrados recientemente con la denominada geografa del tiempo de T. Hgerstrand. Cmo ir ms all del discurso que predica la necesidad de tratar paralelamente el tiempo y el espacio, del discurso de crtica a otros especialistas que menosprecian ese enfoque, y del propio discurso de autocrtica de una geografa igualmente en falta? Cmo superar el enunciado gratuito de un tiempo unido a l espacio, mediante la relativizacin de uno y de otro? Cmo traducir en categoras analticas esa mezcla, que hace que el espacio sea tambin el tiempo y viceversa? La reafirmacin de las relaciones entre la Geografa y la Historia es ciertamente el ms simple y, positivamente, el ms naf de los enfo ques. Es verdad que lise Reclus haba escrito, hace un siglo, que la Geografa es la Historia en el espacio y la Historia es la Geografa en el tiempo, pero esa frase, repetida millones de veces, jams pretendi ser una gua metodolgica. En cierto modo, la Geografa Histrica dese invertir ese enun ciado, intentando, por s misma, hacer una geografa en el tiempo, re construyendo las geografas del pasado. Pero de qu sirve decir como Darby (1953, p. 6) que no podemos traz ar una lnea divisoria entre la geografa y la historia porque el proceso del devenir es uno solo? Y Darby tal vez no obtuviese el acuerdo de los gegrafos histricos, en su afirmacin de que toda geografa es geografa histrica, actual o po tencial. La geografa histrica pretende volver a trazar el pasado, pero lo hace asentada en el presente, es decir, a partir del momento en que es escrita. En qu medida puede reflejar lo que arbitrariamente se deno mina pasado cuando, en vez de mostrar la coherencia simultneamente espacial y temporal de un mismo momento, slo rene instantes dispa ratados y distantes de la misma flecha del tiempo? Nos enfrentamos aqu al difcil problema de discernir, a travs de una geografa retros pectiva, lo que en un punto dado del pasado era, entonces, el presente. Esta cuestin contina siendo una pesadilla para os gegrafos. Los aos sesenta y setenta marcaron un progreso considerable en cuanto a la bsqueda de explicaciones geogrficas incluyendo la no cin de tiempo. Y la mayor parte de las cuestiones que actualmente analizamos tiene, directa o indirectamente, su origen en ese debate. La afirmacin de Parkes y Thrift (1980, p. 279) con el movi miento, el espacio y el tiempo se vuelven coincidentes como espacio-tiempo es, ciertamente, vlida como principio de

la Fsica. Es menos cierto o totalmente incierto que podamos, mecnicamente, trans cribir ese razonamiento para una disciplina histrica como la Geogra fa. En una geografa del movimiento se espera, en primer lugar, reconocer el encuentro de un tiempo real y de un espacio real. No essiempre el caso. La geografa histrica tambin se preocup por la cuestin de las periodizaciones. C. T. Smith (1965, p. 133), entre otros, consider como fundamental el estudio de la interrelacin entre perodo y lugar. Tambin nos incluimos, en un momento dado (Santos, 1972), entre los que consideraban que la periodizacin histrica podra ser el ins trumento adecuado para abordar el tratamiento del espacio en trmi nos de tiempo. Ciertamente, en cada sistema temporal el espacio cam bia. Sin embargo cmo superar esta constatacin de orden general y obtener los recursos analticos para el tratamiento de casos especfi cos? Una primera respuesta se obtiene a partir de la construccin no solamente ce una periodizacin a escala mundial, sino de la elabora cin de otras periodizaciones a escalas menores, que actan, a su vez, sobre escalas espaciales inferiores. Nuestra propuesta de un tiempo es pacial (Santos, 1971) estaba basada en un ejercicio de esta naturaleza. Sin embargo, tampoco as se resuelve el problema porque las periodi zaciones nos brindan, sin duda, un tiempo, sino slo un tiempo ex temo a cada subespacio, y queda sin resolver la cuestin de su tiempo interno. Por ello, la solucin de analizar, juiciosa pero separadamente, las relaciones del espacio y del tiempo con la sociedad, como lo hicieran A. Bailly y H. Beguin (1992, pp. 52-72 y pp. 73-84), constituye un avance, pero en qu medida ser propiamente un enfoque espa ciotemporal? Los estudios consagrados a la difusin de innovaciones y a la mo dernizacin se mostraron ricos en respuestas en cuanto a la gnesis de los fenmenos y de las formas geogrficas, vistos aisladamente o en conjunto. Las investigaciones de Hgerstrand y de la Escuela de Lnd, as como los estudios sobre modernizacin de J. Ridell (1970), P. Gould (1970), E. Soja (1968) y otros son, an hoy, un marco en ese esfuerzo inicial. Pero, a travs de la llegada de un nuevo tem, en una determinada fecha a un lugar dado, era como si el tiempo fuese ni camente atravesando el espacio, mediante objetos y acciones, pasando pero no mezclndose en el lugar. No se alcanzaba el objetivo de proporcionar, con un mtodo, esa fusin del tiempo y del espacio. Desde que escribi que pedir un registro de los hechos que tenga en cuenta la unificacin del tiempo y del espacio es pedir mucho, T. Hgerstrand (1973, p. 27) hizo un avance significativo en su Geogra fa del Tiempo. Su propuesta incluye el esfuerzo de cartografiar los tiempos de una realidad en movimiento, a travs del artificio de con gelar los acontecimientos en patrones grficos, de modo que sean analizados segn sus respectivos contenidos. Ms recientemente, H gerstrand (1985, 1989, 1991a) ha analizado la nocin de dominios, es tudiando las formas de utilizacin del territorio por los diversos agen tes, ce las cuales resulta una verdadera compartimentacin, donde, a cada momento, el movimiento del tiempo y del espacio se dan de modo unitario. Esa unidad espacio-tiempo obliga a tratarlo en trmi nos de proceso histrico, como sugiere E. Ullmann (1973) al decir que el uso del planeta exige la organizacin del espacio y del tiempo.

En el camino sealado por Einsten, Minkowski y tantos otros in dican a inseparabilidad del tiempo y el espacio. El rechazo de la no cin de espacio absoluto y la aceptacin de la idea de espacio relativo se ampla. La fusin del espacio relativo y del tiempo relativo que haba inspirado a J. Blaut (1961, p. 2) permite a E. Ullmann (1973), as como a Parkes y N. Thrift (1980, p. 4), insistir en el hecho de que tiempo y es pacio se sustituyen recprocamente en una total integracin. Cuando Amos Haeley (1950, p. 288) escribe que solamente pode rnos separar espacio y tiempo en abstraccin, no es difcil manifestar nuestro acuerdo (citado en Parkes y Thrift, 1980, p. 320 y E. Ullmann, 1973, p. 128). Pero la premisa que le lleva a esa afirmacin exige algo ms que permanecer simplemente de acuerdo. Para decir que hay un patrn temporal en todas y en cada una de las estructuras espaciales '"' necesitamos primero una definicin de ambas categoras. He aqu toda r la diferencia entre el discurso y el mtodo del tiempo en geografa. E. Ullmann (1973, p. 126) afirma que el espacio es una dimen sin ms concreta que e! tiempo. Y a pesar de ser irreversible, est a la altura de medir el tiempo y viceversa, es decir, de ser medido en trminos de tiempo. Tocio el problema reside ah. No se trata propia mente de saber exactamente cul de los dos es ms concreto. La cues tin de la medida recproca puede ser vista como una manera de decir que tiempo y espacio son una sola cosa, metamorfosendose uno en otro en todas las circunstancias. Pero si queremos ir ms all del dis curso y conseguir que se vuelva un concepto eficaz, tenemos que igua lar espacio y tiempo, esto es, tratarlos segn parmetros comparables. Segn Jacques Maritain (Theonas, p. 71, citado por E. I. Watkin, 1950, p. 48, nota 3), el tiempo verdadero [...] que est basado en el movimiento es, como el espacio, inseparable de la materia corprea. El espacio tiene, siempre, un componente de materialidad de donde le viene una parte de su concrecin y empiricidad. Si queremos unificar tiempo y espacio, si pretendemos que puedan ser mutuamente inclu yentes, el tiempo debe ser tambin empirizado. Tiempo, espacio y mundo son realidades histricas, que deben ser mutuamente convertibles, si nuestra preocupacin epistemolgica es totalizadora. En cualquier momento, el punto de partida es la so ciedad humana en proceso, es decir, realizndose. Esta realizacin se da sobre una base material: el espacio y su uso, el tiempo y su uso, la materialidad y sus diversas formas, las acciones y sus diversos as pectos. 12 As empirizamos el tiempo, hacindolo material y, de ese modo, lo asimilamos al espacio, que no existe sin la materialidad. La tcnica entra aqu como un rasgo de unin, histrica y epistemolgicamente. Las tcnicas nos dan, por un lado, la posibilidad de empirizacin del tiempo y, por otro lado, la posibilidad de una calificacin precisa de la materialidad sobre la que trabajan las sociedades humanas. Por tanto, esa empirizacin puede ser la base de una sistematizacin solidaria con las caractersticas de cada poca. A lo largo de la historia, las tc nicas se dan como sistemas, diferentemente caracterizadas. Por intermedio de las tcnicas el hombre, en el trabajo, realiza esa unin entre12

Otro tratamiento de ese problema de la empirizacin del tiempo se encuentra en M. Santos, 1978. pp. 159-160, y M. Santos, 1988, pp. 31-35.

espacio y tiempo 13 . Segn K. Horning (1992, p. 50), toda tcnica esconde, ce 13 alguna forma, una teora del tiempo. Ya hemos visto tambin que la tcnica puede ser el fundamento de una teora del espacio. Las tcnicas estn fechadas e incluyen tiempo, cualitativa y cuan titativamente. Las tcnicas son una medida del tiempo: el tiempo del proceso directo de trabajo, el tiempo de la circulacin, el tiempo de-la divisin territorial del trabajo y el tiempo de la cooperacin. El espacio est formado por objetos tcnicos. El espacio del tra bajo contiene tcnicas que permanecen en l como autorizaciones para hacer esto o aquello, de esta o aquella forma, a este o a aquel ritmo, segn esta u otra sucesin. Todo eso es tiempo. El espacio dis tancia es tambin modulado por las tcnicas que dirigen la tipologa y la funcionalidad de los desplazamientos. El trabajo supone el lugar, la distancia supone la extensin; el proceso productivo directo est ade cuado al lugar, la circulacin est adecuada a la extensin. Esas dos manifestaciones del espacio geogrfico se unen, as, a travs de esas dos manifestaciones en el uso del tiempo. Las tcnicas participan en la produccin de la percepcin del es pacio, y tambin del tiempo, tanto por su existencia fsica, que marca las sensaciones ante la velocidad, como por su existencia imaginaria. Esta existencia imaginaria tiene una fuerte base emprica. El espacio se impone a travs de las condiciones que ofrece para la produccin, para la circulacin, para la residencia, para la comunicacin, para el ejercicio de la poltica, para e) ejercicio de las creencias, para el espar cimiento y como condicin de vivir bien. Como medio operacional se presta a una evaluacin objetiva, y como medio percibido est su bordinado a una evaluacin subjetiva. Pero el mismo espacio puede ser visto corno el terreno de las operaciones individuales y colectivas o como realidad percibida. En realidad, existen invasiones recprocas entre l o operacional y lo percibido. Ambos tienen la tcnica corno ori gen y por esa va nuestra evaluacin acaba siendo una sntesis entre lo objetivo y lo subjetivo. La tcnica es, pues, un dato constitutivo del espacio y del tiempo operacional y del espacio y del tiempo percibidos (Broek y Webb, 1968; G. N. Fischer, 19SO). 14 As podra ser esa referencia comn tan buscada, ese elemento unitario, capaz de asegurar la equivalencia tiempo-espacio. A travs del espacio de la produccin, el espacio hace concreto el 15 tiempo. As, la nocin de trabajo y la de instrumento de trabajo son muy13

Tcnicas y tiempo estn, con toda evidencia, fuertemente entrelazados. Ambos son algo ms que manifestaciones fsicas o biolgicas de una funcin material o de un ritmo orgn