La Neurosis Lacaniana
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LA NEUROSIS LACANIANA
Lic. Limberth H. Herrera A.1
INTRODUCCIÓNEl presente trabajo tiene por objetivo describir y obtener una conclusión sobre como Lacan
en el seminario 5, “La dialéctica del deseo y de la demanda en la clínica y en la cura de la
neurosis”2, formula la histeria y la neurosis obsesiva a partir de sus elementos estructurales.
Para ello nos apartamos de la explicación comparativa usual entre cuadros clínicos. En
cambio, lo que se hizo fue aislar los cuadros de forma independiente para describirlas en
sus propias características.
NEUROSIS OBSESIVALacan subraya la dificultad de pensar la neurosis obsesiva, aludiendo a que sigue siendo
complicado en el día de hoy, a raíz de carencias teóricas. El obsesivo se encuentra, al igual
que la histérica, orientado hacia el deseo. Para tratar de averiguar algo de la distinción
entre histeria y obsesión. Hay una diferencia importante en el lugar del trauma. En la
histeria, sucede porque algo de lo sexual irrumpe en la vida del sujeto, una seducción. Por
el contrario, en la neurosis obsesiva el trauma viene de una situación en la que el sujeto a
desempeñando un papel activo, obtuvo placer.
Más tarde, a partir del hombre de las ratas, la neurosis obsesiva se manifiesta como una
estructura de relaciones afectivas complejas, contradictorias, posiciones contrapuestas
(femenino-masculino, activo-pasivo, odio-amor). Freud lee en el obsesivo las tendencias
agresivas, y de ello extrae el binomio pulsión de vida - pulsión de muerte. El problema del
obsesivo viene a raíz de que la separación entre los dos tipos de pulsión se da demasiado
precozmente.
Lo que lee Lacan en el obsesivo es que tiene una tendencia a querer destruir su objeto. El
neurótico obsesivo niega al Otro en su deseo. Hay algo de la alteridad que, por la misma
posición del deseo en tanto más allá de la necesidad, y ubicado por la demanda imposible
de amor; no se puede aceptar, se niega. Como ejemplo, Lacan toma el caso del niño que
será un obsesivo, y que según sus padres es de ideas fijas. En el ejemplo, el individuo en 1 Psicólogo clínico UCB y Docente de Cosmovisiones, Filosofía y Psicología ESFM “AMJ”2 Lacan, Jacques. “La dialéctica del deseo y de la demanda en la clínica y en la cura de la neurosis”. En Seminario 5 las formaciones del inconsciente. Paidós. Buenos Aires. 1999.
cuestión reclama una cajita, sin tregua ni pausa. Esta demanda es intolerable pues no es
como las otras: presenta un carácter absoluto, matiz que viene dado por el deseo: así es su
naturaleza. Este deseo absoluto está más allá de la demanda de amor, y puede ponerla en
cuestión. Así, en el obsesivo el deseo pasa por la destrucción del Otro, le da un cariz
absoluto a su deseo, que pasa así por la anulación del Otro.
Cuando el obsesivo, en un acto de coraje, se dirige a su deseo, encuentra mil obstáculos.
Aún en el caso de que se lance por ello, es notorio que cuando se acerca a él se produce
una bajada de tensión libidinal. En cuanto lo posee, ya no está el deseo, puesto que el Otro,
en el movimiento del deseo, queda anulado. Lo difícil aquí es encontrar algo que lo
sostenga. Por su parte, el obsesivo trata de mantener su deseo a partir de encontrar un
objeto en el lugar del deseo, esto es, el significante falo.
En cuanto al problema del obsesivo con el deseo hay algo de lo imaginario, dice Lacan. Lo
imaginario es algo que Lacan reduce aquí a la imagen narcisista, en la cual presenta la
polivalencia entre agresividad (los fantasmas sádicos son habituales en el obsesivo) y
erotismo. El obsesivo, en análisis, habla de dudas, prohibiciones, temores.
La relación del obsesivo con su objeto de deseo tiene que ver con esta imposibilidad de
acceder al objeto sin que el propio deseo decaiga, hasta desaparecer. El obsesivo es así un
Tántalo dice Lacan. La otra cara del obsesivo pasa por un pedir permiso, permanentemente
situado en la dimensión de la demanda en tanto goce. Un pedir permiso que se sustenta en
las exigencias ávidas del superyó. Esto nos dice mucho sobre la posición del obsesivo
frente a su propia demanda: se anula la dialéctica con el Otro, para elevarle a un lugar en el
que se dependa de él totalmente. Aquí surge la negativa, articulada inevitablemente al
permiso. El superyó se hace muy presente en la clínica del obsesivo, en tanto síntoma.
El objeto (en tanto anal, oral, o genital) ocupa un lugar fundamental en el ordenamiento
psíquico del sujeto. No hay retorno a estadios anteriores de la organización pulsional infantil
en Lacan.
El obsesivo soluciona su barrera frente al deseo (siempre evanescente) colocando el lugar
del deseo prohibido, imposible. Coloca en ese lugar al Otro. Esta estrategia no permite en
absoluto apaciguar el deseo, extinguirlo, sino todo lo contrario: mantenerlo. En efecto lo que
se encuentra detrás es que el deseo oscila entre excesivo (y por tanto agresivo) y limitado
(por miedo a la agresión que el otro podría ocasionar).
Las hazañas del obsesivo se dan cuando están presentes tres elementos: un Otro al que
pedir permiso ("en nombre de tal cosa, se lo merece"), el propio obsesivo y un rival al que
batir. El obsesivo es tanto más capaz en esto como fuerte su deseo por lo que persigue.
Pero el efecto del superyó es que la tarea escogida es agotadora. La hazaña le permite al
neurótico dominar su angustia.
Sin embargo, la hazaña del obsesivo es ficción hasta cierto punto, pues lo realmente
peligroso es la muerte; siempre se encuentra en otra parte, muy distante de lo que se pone
en juego. La muerte está en el campo del Otro, aquel Otro al que se erige en tanto juez,
testigo de la situación. El otro que está en el papel de rival, es un otro con el que el
obsesivo se identifica, con el que se puede intercambiar; por ello precisamente no supone
un verdadero riesgo. El objetivo último del obsesivo es mantener al Otro.
Lacan ha introducido dos de los puntos fundamentales de apoyo del sujeto, de la estructura
de su defensa: el fantasma, el lugar del Otro y el acting out. El acting out se presenta como
algo altamente imprevisto e inmotivado y como un mensaje dirigido al analista.
El obsesivo, según Lacan, coloca el deseo (sea abundante o escaso) en una plaza fuerte,
entornada por el significante. El malestar surge con mayor facilidad si la plaza fuerte se
construye para protegerse de lo que viene de fuera. La identificación en el obsesivo pasa
por el fantasma. Para situar el deseo, el obsesivo debe relacionarse con un otro de forma
que ello le proporcione satisfacción. El lugar de este otro le permite al neurótico obsesivo
evitar el colapso del deseo, lo cual no es poco.
El obsesivo querría sostener todo su deseo en el Otro, y el objetivo del análisis es que tarde
o temprano comprenda que el Otro está castrado. Y es que el sujeto obsesivo se ve
amenazado por esta castración, y la siente de manera aguda cada vez que desea. Su
ilusión neurótica pasa por ponerse en el lugar del Otro, en tanto Otro no castrado, para
desear sin castración posible. La solución al problema obsesivo pasa por la aceptación en
análisis del complejo de castración, en tanto se comprende que éste solo puede realizarse
en el campo de lo significante.
LA HISTERIAEn el sueño de la bella carnicera la histérica se preocupa por crearse un deseo
insatisfecho, un deseo como realmente no colmado. La histérica está pendiente de la
escisión entre la demanda y deseo. Antes del sueño, lo que la histérica demanda, como
todo el mundo, es amor, salvo que en ellas esto es más aparatoso. ¿Que desea? Desea
caviar. No hay más que leerlo. ¿Y qué quiere? Quiere que no le den caviar. La cuestión es
precisamente saber por qué, para que una histérica mantenga un comercio amoroso que le
sea satisfactorio, es necesario en primer lugar, que desee otra cosa, y en segundo lugar,
para que esta otra cosa cumpla bien su función es que precisamente no se lo dé. La bella
carnicera quiere que su marido no le de caviar para poder seguir amándose con locura.
Y el histérico es precisamente el sujeto al que le resulta difícil establecer con la constitución
del Otro como Otro con mayúscula, portador del signo hablado, una relación que le permita
conservar su lugar de sujeto. Esto es la definición que se puede dar del histérico. Es por
eso que el histérico esta tan abierto a la sugestión de la palabra. El sujeto histérico se
constituye casi por entero a partir del deseo del Otro. Por eso que el deseo en cuestión sea
por su propia naturaleza el deseo del Otro. El deseo del que el sujeto se vale en el sueño
es el deseo preferido de la amiga, el deseo de salmón.
En el caso específico del histérico el deseo como más allá de toda demanda ha de ocupar
su función en calidad de deseo rehusado, elemento estructural de carencia siempre
presente en el histérico. Dicho de otra manera, el histérico no sabe que no puede ser
satisfecho dentro de la demanda. En esto el sujeto reconocerá su deseo tachado, su propio
deseo insatisfecho, en la medida en que el deseo del Otro esta tachado.
El histérico tiene necesidad, en sus sueños y en sus síntomas, de que su lugar este
indicado en alguna parte. Pero aquí se trata de otra cosa, a saber, del lugar del significante
falo. Se trata del deseo en tanto se sostiene del significante falo.
Toda la ambigüedad del comportamiento del sujeto con respecto al falo reside en este
dilema, a saber, que este significante, el sujeto puede tenerlo o puede serlo. Si este dilema
se plantea, es que el falo no es el objeto del deseo sino el significante del deseo. Se trata
del falo en la medida en que surge como el objeto que falta. El falo aquí es significante en
tanto que no lo tiene el Otro. La posición de la mujer en la histeria, en cambio, es rechazar
lo que se es en el parecer. Se hace mascara precisamente para detrás de esa mascara, ser
el falo.
Sobre ello la provocación histérica va dirigida a constituir el deseo pero más allá de lo que
llaman la defensa. Indica el lugar de algo que se le presenta al deseo sin permitirle el
acceso porque es algo que se presenta detrás de un velo, pero por otra parte, es imposible
encontrarlo ahí. V. gr. No vale la pena que abra mi blusa, porque no encontraría usted el
falo, pero si me llevo la mano a la blusa es para que usted designe, detrás de mí blusa, el
falo, es decir, el significante del deseo.
La histérica sitúa el más allá del deseo en tanto deseo del Otro. El deseo del Otro es su
punto de apoyo, el punto de apoyo de su propio deseo (el más allá de la demanda). Ya en
el sueño de la bella carnicera se puede leer que la histérica se constituye en torno a su
deseo sexual, que la dimensión del deseo está en el lugar opuesto a la demanda, y que el
deseo es el deseo del Otro. La dificultad en la histeria reside fundamentalmente del lado
imaginario: hay una línea que va del fantasma al otro imaginario que se encuentra
desdibujada; esto permite a la histérica encontrar su síntoma, por la vía del
despedazamiento de la imagen.
La histérica, vive su deseo en el lugar del deseo del Otro. Busca su deseo en el deseo que
ella atribuye al Otro. Por su parte, la histérica tiene una estrategia mucho más sencilla para
sostener esto: pasa por la identificación imaginaria al otro, que ocupa el lugar de fantasma.
Hay una identificación al deseo del Otro,
La histeria no desea un objeto. El deseo del sujeto histérico es un deseo de deseo, una
exigencia de desear, y en este punto ubica el deseo del Otro. Su posición es aquí la de
objeto, identificada a otro y por ello distante de un ideal del yo. Esta identificación se
produce en torno a la problemática del deseo que presenta este otro, que la histérica
identifica con el suyo propio.
La forma de identificación de la histérica es aquella que se da con una persona con la cual
no existe ningún tipo de vínculo sexual. El ejemplo más claro es la identificación histérica:
toda la dificultad del sujeto histérico reside en situar el deseo en algún punto fijo, y para ello
requiere de situar su deseo en relación al de un otro del que supone que tiene un conflicto
similar para situar su propio deseo. Esto puede extenderse a todos los otros que ella
imagine, en tanto suponga en ellos una pregunta por el deseo.
La pregunta sobre su deseo le abre a la histérica un mundo de identificaciones que la pone
en cierta relación con una especie de mascara general bajo la cual se agitan todas las
formas posibles de falta. Se ha visto que el circuito de la histérica desemboca en los dos
planos: idealización o identificación, que en el nivel superior del grafo del deseo es el plano
simbólico. Así la histérica trata de localizar las dificultades en el nivel del ideal, de la
máscara de las identificaciones.
CONCLUSIÓNLa formulación lacaniana sobre la histeria y la neurosis obsesiva se plantea a partir de
elementos estructurales importantes. Se puede circunscribir los rasgos estructurales
fundamentales de la histeria en la dialéctica del deseo y con relación a la apuesta fálica que
hace. Esta lógica fálica se fija en torno de la problemática del tener y su correlato no
tenerlo. Por esto el histérico interroga e impugna sin descanso la atribución fálica, exigiendo
que se dé pruebas de la misma. Un rasgo estructural fundamental en la histeria es la
relación del histérico con el deseo del Otro. En esto la problemática del tener representa el
centro de la cuestión del deseo histérico. En este sentido el histérico no interroga sobre la
dinámica de su deseo sino ante el Otro, el cual siempre detenta la respuesta sobre su
deseo en cuestión. El deseo histérico asume una identidad siempre insatisfecha.
En cuanto a la neurosis obsesiva, la organización subjetiva estructural se caracteriza por el
imperio del deber, la debilidad de la demanda y la presencia de la ambivalencia. Esta
imposibilidad de demandar lo conduce a tener que aceptarlo y padecerlo todo. Por eso si en
la histeria el deseo es insatisfactorio, en la obsesión es imposible. El neurótico obsesivo
niega al Otro en su deseo, porque lo que busca es la destrucción del mismo. Si la histeria
milita para tener el falo en la neurosis obsesiva, se busca ser el falo.
Referencias:Lacan, Jacques. (1999) “La dialéctica del deseo y de la demanda en la clínica y en la cura de la
neurosis”. En Seminario 5 las formaciones del inconsciente. Paidós. Buenos Aires.