La niña mas allá de la ventana

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1 LIBRO INÉDITO Registro 219.341 Los primeros 100 lectores en la web. Usted es uno de los 100 elegidos para dar su opinión sobre el libro de GABRIELA ESPERANZA - “LA NIÑA MAS ALLÁ DE LA VENTANA” (Cómo se vive con Fibrosis Quística) Es una forma que se eligió para difundir en la web en forma de progresión geométrica la lucha contra la Fibrosis Quística. Sus opiniones van a ser evaluadas como comentarios de personas idóneas y solidarias e instituciones de bien público y social. Gracias por ayudarnos a difundir la publicación para que “navegue por la web” recorriendo todos los países e idiomas del mundo. Ignacio Kremenchuzky mail: [email protected] Gualberto Lazzarini mail: [email protected]

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Libro de Gabriela Esperanza - Cómo se vive con Fibrosis Quística

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LIBRO INÉDITO

Registro 219.341

Los primeros 100 lectores

en la web.

Usted es uno de los 100 elegidos para dar su opinión sobre el libro de

GABRIELA ESPERANZA - “LA NIÑA MAS ALLÁ DE LA VENTANA”

(Cómo se vive con Fibrosis Quística)

Es una forma que se eligió para difundir en la web en forma de progresión geométrica la

lucha contra la Fibrosis Quística.

Sus opiniones van a ser evaluadas como comentarios de personas idóneas y solidarias e

instituciones de bien público y social.

Gracias por ayudarnos a difundir la publicación para que “navegue por la web”

recorriendo todos los países e idiomas del mundo.

Ignacio Kremenchuzky

mail: [email protected]

Gualberto Lazzarini

mail: [email protected]

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“LA NIÑA MAS ALLA DE LA VENTANA”

− Cómo se vive con Fibrosis Quística - POR GABRIELA ESPERANZA

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HOJAS SUELTAS DE GABRIELA ESPERANZA

Un ejemplo de vida

Gabriela Esperanza, adoptó éste seudónimo en sus escritos para significar a sus lectores

el valor de una vida llena de esperanzas y con ganas de ser vivida.

Al nacer con una enfermedad como la F.Q. (1) en ese momento desconocida en el país y

muy poco en el mundo obligó a sus padres a buscar información y traerla para su

difusión.

Atenta a los adelantos y siguiendo a los mismos con “esperanza” Gabriela se hizo

abanderada de esa lucha contra lo desconocido y fue escribiendo en libros y notas todas

sus vivencias positivas y negativas a fin de encontrar el lado humano y ayudar a sus

semejantes con su fortaleza espiritual y ganas de vivir.

Es así que después de 28 años de su muerte al encontrar casualmente esos escritos,

queremos darlos a conocer en forma masiva para cumplir con su legado y honrar su

memoria como se honra a la vida misma.

IGNACIO Y CHELA

01/07/2011

(1) Fibrosis Quística

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Un libro dentro de otro libro

La novela que inventó una realidad

Hace tiempo una de mis ocurrencias fue escribir un libro.

Creo que semejante a un sueño se sucedían en él deseos y frustraciones y como

exigente y perfeccionista que soy me sentí decepcionada pues al finalizarlo mi obra

apenas si alcanzaba los recursos menos sutiles de un folletín mal logrado.

A pesar de lo pobre que resultó la forma, el fondo sobrepasó en forma sublime el

verdadero sentido que quise que tuviera.

Siempre insólitas las cosas que me suceden, tal es así que creo que resumiéndolo

en unas pocas páginas puedo llegar a transmitirlo como corresponde.

Encerrado en un escenario para mi bien conocido: un hospital en el que

trabajaba, transcurrió esa pequeña historia en la que después de vivir constantemente

luchando contra una enfermedad (a la que como buen “chivo expiatorio” se le echaba

toda la culpa de lo bueno y lo malo que me sucedía) el bienestar físico y espiritual

llevaba a poner en duda el diagnóstico.

Ese supuesto liberarme de un problema lejos de un alivio se convirtió en un caos

de confusión donde todo se descolocaba y llegaba a comprender como la F.Q. era una

parte mía con la que había convivido siempre y que mi destino había colocado “gracias”

a la enfermedad una serie de características donde el instinto de supervivencia y el amor

a la vida piloteaban mi existencia dándole una profunda y auténtica capacidad de

disfrutar.

Frente a la insólita duda, era sometida a un exhaustivo estudio médico, el que

después de ansiosos días de espera (intencionalmente ocupados con actividades desde la

mañana a la noche) volvió todo a su lugar pues los análisis demostraron que nada había

cambiado en mí, pues esto respondía el haber alcanzado un estado óptimo.

Por supuesto, lo que se había modificado notablemente era mi mentalidad, esta

reflexión me obligaba a pensar que a veces las cosas no son tan terribles como las

creemos.

Además, el personaje masculino de esta novela compartía conmigo también este

período y sus palabras finales me devolvían íntegramente el deseo de seguir viviendo y

por sobretodo de que siempre yo siguiera siendo la misma.

“Te conocí así, te quiero así si no hubieras tenido ese problema no serías tal cual sos”

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PROLOGO

La niña detrás de la ventana

Esta frase explicaba una foto ilustrada en un folleto que por suerte erróneamente

parecía pretender marcar mi futuro.

Me sentía fantásticamente atraída por mirar a través de la ventana, un mundo de

ilusiones se despertaba dentro mío, y esa ventana lejos de distanciarme del exterior me

conducía a enriquecer mi universo interior y darme fuerza para afrontar con optimismo

y alegría el difícil camino a recorrer.

Sin embargo muy diferente significado tenía esa “la niña detrás de la ventana”

para mis padres a quienes fastidiados me reprendían la actitud aparentemente tan

enriquecedora como inofensiva para mi.

El tiempo revelador de los grandes secretos aclaró después de mucho aquella

incomprensible incógnita.

Cuando se diagnosticó mi enfermedad aparentemente la vida iba a ser un ver

pasar todo desde lejos, sin participar y aún cuando mi costumbre de mirar por la ventana

ni remotamente se aproximaba al terrible supuesto por las predicciones, creaba un

importante conflicto familiar.

Sin saberlo, el haber alcanzado las metas que me fui proponiendo se convirtió en

irrisoria y un poco falsa esa frase del principio con aire tan dramático.

Nadie nos compadece ni nos condena más que nosotros mismos y el ignorar el

significado de algunas cosas nos hace sentirlas totalmente diferentes a lo que

supuestamente debieran ser.

Siempre disfruté enormemente el mirar a través de un vidrio como una manera

de conocer qué había del otro lado y valorarlo como la inmensidad que no hacía más

que invitarme a disfrutarla.

Agradezco sinceramente que pasaron tantos años sin que yo supiera el sentido

que lamentablemente aquel folleto les había transmitido a mis padres respecto de algo

para mi tan hermoso y que reconozco poniéndome la mano sobre el corazón que podría

haberme hecho muy desdichada y hacerme perder ese encanto de descubrir y afrontar (a

medida que se fueron dando) cuáles eran en la práctica las verdaderas barreras que

imponían limitaciones que por suerte siempre han sido menores que los teóricos porque

iban surgiendo simultáneamente la fuerza necesaria para poder superarlos o aceptarlos.

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Es por eso que con satisfacción puedo darle a este libro el título de “La niña más

allá de la ventana”.

5-07-82 - (26 años)

“El legado de Gaby”

Escuché música y pienso con sabor a nostalgia y recuerdo como animalito enjaulado

que recuerda sus días de libertad.

Y sin embargo me siento bien, tal vez solo el encierro me detiene a reflexionar y

disfrutar todo lo que el andar del tiempo va arrebatando de mi mente junto a la

imposibilidad de salir a buscar vivencias, éstas llegan a mí espontáneamente y me

enredan en la indescriptible rueda del poder mirar atrás, sonriente y con la satisfacción

de misión cumplida (no concluida, ¡ojo!) aprovechada al máximo cada minuto, se

convirtieron mis 26 años en mil y ahora toda una “viejita” sin arrugas, vuelvo a rescatar

la belleza de ratitos felices, así acompasada por melodías y con muchas personas

valiosas alrededor, vencí el miedo, vencí la soledad, vencí la ofensiva frase inicial

premonitoria de fracaso con que empezó esta lucha: “la niña detrás de la ventana” y hoy

me regocijo en poder contar todo lo que significó atravesar los imponderables y

enfrentar la vida del otro lado de la ventana.

Hoy me miro a través del cristal, de un cristal que se convierte en espejo y se mezclan

asombro y emoción y estoy conforme, el aprender a aceptar todo como es, me hace ver

a ésta como la etapa de la cosecha, no importa que quizá sea antes de tiempo, lo que

vale es haber sembrado y ver florecer y poblarse de frutos el camino recorrido y ya sin

necesidad de cerrar los ojos, sin tener que imaginarlo, alcancé la verdad y sepan lo que

pasó.

Un bochinchito pequeño, con forma de niña traviesa, rubia de ojos celestes, con risa

compradora y con una condena “no pasarás de los cinco años”, enfermedad grave,

imposible sobrevivir.

¿a quién con eso? ARMA INVENCIBLE OMNIPOTENCIA

En algún momento de tu vida, quizá cuando eras muy chiquita “decidiste vivir”.

Así me recibió el Dr. C. Gianantonio, así lo entendieron mi familia y mis amigos.

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Yo jamás tuve tiempo para detenerme a pensar en el tiempo (esa es la manera

más estúpida de perderlo).

“El Inicio”

Si tendría que empezar como se acostumbre diría. . . .

Había una vez una niña de cuatro años a quien al morir su hermano de dos le

diagnosticaron una enfermedad que en esa época no se conocía y no se sabía como

tratar. Sus padres, dos luchadores fuera de serie se empeñaron en vencer los

imponderables trayendo al país montones de datos, métodos de diagnóstico y

tratamiento y un especialista en el tema, el Dr. Carlos Macri y uniéndose a dos o tres

padres de chicos que también padecían F.Q. crearon FIPAN y lograron que hoy ya haya

acá adultos sobrevivientes y los pequeñuelos recién diagnosticados sean tratados desde

el comienzo y disfruten de una vida plena y fructífera tan como sea posible.

Pero a mi me gustan los comienzos estrepitosos, insólitos, algo así como

equívoco en algo o de ser apuntadores se omite un detalle.

Me veo sentada al lado de un paciente ya cerca de recibirme de médica y a la vez

que se me llenan los ojos de lágrimas, me reiría a carcajadas, es algo tan irónico que me

conmueve y me descoloca, es como haber andado toda la vida escapándome del cerco y

después descubrir que no existe; es comprender que aquel primer mensaje, ese que decía

“vivirás la mitad del tiempo, no llegarás a tu meta” hoy solo me lleva a hacer pito

catalán pues mi premisa fue: viviré el doble en la mitad de tiempo… ahora ya sé que no

necesito correr tanto, hay cosas que valen por su calidad y no por su cantidad pero fue

así durante años y bueno yo no me cobré todo para poseerlo yo sola y lo quiero

compartir, lo hermoso, y vale la pena darlo a conocer, …”fui capaz de”…

“En algún momento de tu vida tal vez cuando eras muy chiquita posiblemente vos

decidiste vivir…”

Esa fue la manera con que me recibió el Dr. Carlos A. Gianantonio y creo que esas

palabras me adueñaron de una omnipotencia que fue en gran parte la fuerza

incomparable para soportarlo todo y para comprender que siempre existía un mundo de

vivencias increíbles por las que no se debía dejar de luchar y es por eso que ahora que

releo algo que escribí hace dos años siento que…no, siéntanlo conmigo…

15-09-1977 (21 años)

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COPIA ORIGINALES

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- Presentación -

Capítulo I – “De las Rondas protectoras a la calle”

Capítulo II – “Sin querer queriendo”

Capítulo III – “Los veinte minutos y el fuera de serie”

Capítulo IV – “Por culpa del duende: otra vez los dos.”

Capítulo V – “dolor de hombro…”

Capítulo VI – “El tira y afloje”

Capítulo VII – “Tambalean los esquemas”

Capítulo VIII – “El atractivo de la rutina”

Capítulo IX – Miseria humana = condición humana

Capítulo X – La alarma, El quirófano, El verde.

Capítulo XI – Recordar (un lujo costoso), un capricho inevitable.

Capítulo XII – El miércoles

Escritos de Graci

Frases –

Versos = recuerdos –

Las manos –

La abuela –

Adolescencia –

Versos = como –

rayitas –

el sin fin del porqué –

Visiones =

- Mi primer día como encuestadora -

- Percepciones –

- Bebito –

- El espejo del tiempo –

- Contradicciones (dudas de bolsillo)

- Miedo a crecer –

- Para poder volver tengo que irme –

- Al día siguiente –

- Sábado en el hospital –

- Renace un laboratorio ¡cuántas vueltas!

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Capítulo XIII – “Falta poco tiempo…” –

Capítulo XIV – Ansiedad –

Capítulo XV – Desnuda –

Capítulo XVI – Conjeturas –

Capítulo XVII – “Por no poder – pude” –

Capítulo XVIII – “Te conocí así y te quiero así –

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1º El espejo del tiempo

…”y en algún momento de tu vida, cuando eras todavía muy chica, probablemente sin

saberlo, decidiste vivir…”

Dr. C. A. Gianantonio

Esas fueron las valiosas palabras que me adueñaron de una omnipotencia tal vez

irrisoria por lo supuestamente falsa para muchas personas, pero absoluta y eternamente

útil para mí.

(Me diagnosticaron cuando el dolor por la muerte de otro niño se transformó en el

miedo que junto con desalentadores pronósticos crecían rodeándome y me condujeron a

una profunda investigación médica).

No lo sé, pero estoy convencida, siempre lo estuve, que hubo algo que me aseguraba

que yo tenía una gran posibilidad de salir adelante si luchaba y engatusándome con esa

idea de que “no puedo irme ahora, porque todavía tengo mucho para hacer”, fui

ganándole días al destino y aquí estoy con mis 20 años reluciendo su frescura y con la

verdadera fe de saber que cada minuto vale mucho y hay que aprovecharlo y que

probablemente mi futuro no es mas incierto ni menos probable que el de los demás.

Todos estos desperfectos lograron crear un mecanismo compensatorio tan efectivo que a

causa de todo lo malo que pasé, logré descubrir lo bueno, comprender a otros y algo

muy importante, aprendí a ser feliz, con mi propia definición de “felicidad” pero

plenamente me transformé en una persona como las demás o quizá un poco diferente a

causa de que mi optimismo siempre superó las barreras de lo humanamente (eso creen

los otros, yo solo diría de lo usualmente) imaginable.

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Capítulo I

De las “Rondas protectoras” a la calle

De mi vida de niña, no puedo contar demasiado pues aunque me acuerdo bastante, lo

esencial es que viví en un cuento de hadas donde todos los lugares tenían aspecto de

paraíso y las personas, de ángeles guardianes.

El clima familiar era encantador, todo el amor del mundo me rodeaba y por eso todo el

sufrimiento estaba compensado, primero porque estaba enferma y luego porque era

cariñosa, lo cierto es que siempre me convertía en “la preferida”, de mis primas, de mis

tíos, de mis abuelos, de mis amigos; siempre creaban un círculo y me colocaban en el

medio para agasajarme y reconozco que eso (aunque analizándolo fríamente no me

guste) en su momento me hizo mucho bien.

Cuando comencé el secundario, vaya cosa difícil; mi aspecto físico era el de una nenita

de tercer grado y cuando mis compañeras de 13 años (ya con sus primeros rasgos

femeninos floreciendo) me veían tan chiquita, no hacían otra cosa que torturarme

impidiendo que interviniera en sus conversaciones, lo que cada vez contribuyó más a

que me encierre en mi misma; me alejé de la gente de mi edad y me ubiqué de vez en

cuando con las personas mayores.

Fui también en la escuela la mimada de las profesoras y aprendí a aprovechar mi

manera de querer a las demás personas como medio de equilibrio para disminuir mi

problema físico.

Al terminar el secundario, estaba prácticamente en una isla desde la que veía todo el

entorno, pero donde nadie podía penetrar. Era un modo de protegerme, me sentía muy

fuerte pero en realidad estaba más asustada e indefensa que un pájaro que acaba de

nacer.

Y luego el trampolín, la gran zambullida; entré en la facultad, me transformé en un

número al igual que mis compañeros y acá ya no había contemplaciones ni “rondas

protectoras”.

Y luego el trabajo, sí, empecé a trabajar en una ciudad fabril, (un micromundo con luz

propia) y ahí comencé a sentir que podía ser capaz de dar y mis problemas a veces se

entremezclaban con los de otros; a veces se acrecentaban por la idea de que con la

pérdida de la niñez lo había perdido todo y a veces se hacían insignificantes comparados

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con la magnitud de las obscuras realidades que llegaban a mí y me invadían a pesar de

que me cegara, me tapara los oídos o tratara de darles vuelta la cara.

Y así, fue el comienzo de ésta historia en la que la confusión jugó con mis sentimientos

y me dejó así, un poco sin comprender nada pero con mucha expectativa y gran poder

de aceptación frente al destino.

El tener una enfermedad crónica, implica crear un sistema de vida especial “crónico” y

una manera de ser diferente “crónica”, un sin número de motivaciones “crónicas”.

Es decir, todo adopta una forma distinta y probablemente a raíz de la observación de las

frustraciones y limitaciones se encuentran muchas otras cosas como elementos fieles de

que el ser humano es poseedor de una serie de posibilidades que si no es por

circunstancias externas que lo obligan jamás las descubre, pasan desapercibidas y se

desaprovechan.

Es así que por ejemplo llegué a agradecer mis inyecciones cuando vi que ponían fin a

mi somnolencia o que gracias a mi diabetes pude solidarizarme con un chico diabético y

hacerle entender ciertas cosas que solo se las dije pues teniendo lo mismo supuse (cosa

factible de deducir) que podríamos necesitar oír lo mismo y tan solo le dije lo que yo

quería escuchar, entonces me comprendió o mas bien lo comprendí, no lo sé; pero lo

importante es que aceptó su tratamiento tal vez con la misma esperanza con que yo

acepté el mío.

Ahora está mejor, es grande, trabaja, está contento y es por eso que cuando me aplico la

insulina todas las mañanas puedo llegar a sonreírme porque sé que el dolor que puede

causarme esa insignificante aguja, va a convertirse luego en el alivio de otro.

A las 8:30hs. Antes de ir a trabajar voy a la kinesióloga para hacer los ejercicios

respiratorios, me siento bien cuando descubro que hay otras manos que intentan

ayudarme a respirar, comparten conmigo el sacrificio y que lo sepan y se los agradezco

tal vez solo con una sonrisa o haciendo que me vean llena de satisfacción caminando

por la calle, pudiendo ir cantando sin agitarme ni ahogarme.

Cuando tenía 13 años, empecé a estudiar danzas clásicas, me encantó y quise ser

bailarina… como siempre no pude, era demasiado esfuerzo y escapaba de mi alcance,

pero no importa; ahora enseño danzas y puedo formar bailarinas, todas mis ganas de

bailar se transmiten a las piernas de mis pequeñas alumnas, ellas lo harán por mi y

cuando triunfen, estaré un poquito arraigada en cada una. Si hubiera podido seguir

hubiera sido “una” bailarina, así puedo ser “muchas” bailarinas a la vez.

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También mis limitaciones se hicieron notar en mi carrera, estudio medicina y el formol

fue otra vez esa señal que aparece a cada rato diciendo ¡basta! no te entusiasmes, hasta

aquí nomás; pero siempre, cada vez que se enciende la señal de peligro, a la vez el dar

vuelta la cara me lleva a conocer algo nuevo, o algo lindo al otro lado que es el mas

bello reflejo de que siempre hay un lugar justo para que uno ocupe y una actividad en la

que se puede ser útil.

Así, cada vez más llegué a comprender que soy insignificante (el famoso granito de

arena del desierto) pero a la vez, como tal, cuanto más chiquita me siento, son más

grandes las cosas que consigo hacer porque “el ver las limitaciones es el primer paso

para encontrar las posibilidades” y así es, que sin título, sin destacarme, sin ser nada

extraordinario, tan solo siendo yo misma puedo llegar a sentirme realizada.

Y bueno, es notable pero mi problema es ya una parte de mi cuerpo de la que no podría

prescindir y precisamente creo que en base a esto fue el susto más grande que me dí

desde que tengo uso de razón.

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Capítulo II

“Sin querer queriendo”

Es increíble como uno habla de los prejuicios y complejos pero creo que una se los

busca sola.

Hubo dos grandes cuestiones que temí siempre de chica, una fue no poder ser esposa y

otra, no poder ser madre. Y pese al ferviente deseo de ser ambas cosas, jamás me

concedí el derecho de amar y por consiguiente mantuve una rígida y fría postura frente a

los hombres como para asegurarme de que lograría “espantarlos”, tal vez por

inseguridad, por miedo a lastimar o a morirme y producir soledad.

Tal es así que me mantuve durante años, soñando fantasías para satisfacer mi necesidad

de cariño sin “someter” a otro.

Pero por más empeño que se tenga, una mujer siempre termina “sin querer queriendo” a

un hombre.

Fue un día duro y agitado como siempre, cuando cansada me apoyé sobre un mostrador

del archivo, tenía que retirar unos papeles que como de costumbre no me habían

preparado y como desde este lugar hasta mi oficina hay que caminar demasiado decidí

esperarlos.

Fue allí donde por primera vez vi a Tomás de una manera diferente, me di cuenta que

detrás de ese recio capataz que intentaba con su postura seducir a las mujeres para

quemar el tiempo, había también un cierto rasgo auténtico y atractivo; de repente esa

especie de odio que alguna vez sentí frente a su actitud un tanto sobradora hacia mi, que

era su ayudante, se convirtió en un poquito chiquito de aprecio.

Las circunstancias, esa mufa de mi espera, esa torturadora pérdida de tiempo pronto se

acabó, pasó volando y su comprensión junto con sus confidencias me demostraron una

confianza y un respeto que yo desconocía de él hacia mi y sumándose su sonrisa se

transformó la monstruosa imagen del ogro en un sincero y cálido gesto de amigo, con lo

que logró gracias a la tranquilidad que yo tenía de saber que jamás podría quererlo, que

yo quebrante la barrera de la antipatía y me permita conocerlo.

Es así que primero por las horas de tarea compartida y luego un poco ya no tanto por

casualidad sino a propósito, comenzamos a buscarnos; las visitas diarias al archivo eran

como una especie de cita acordada para las 10 de la mañana y mas tarde en algún

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momento, yo tenía algún papel que retirar de su oficina o Tomás venía a buscar un

presupuesto o algún plano o un libro o cualquier cosa de mi escritorio.

Como algo maravilloso, imperceptiblemente nuestros encuentros fueron

transformándose en algo casi como el agua del que no se puede prescindir.

Todo estaba bien, la palabra amistad resonaba para nosotros una y otra vez y era de este

modo fácil afrontar juntos los problemas.

Tomás está en la sección personal, tiene trato directo con los obreros y las dificultades

se suman una tras otra y todas terminan en sus manos las que no alcanzan para ordenar

los papeles; sus palabras para conformar y consolar a la gente hacen que su cerebro se

exprima a la par de la computadora, tratando de resolver las preocupaciones de cada

uno.

Yo, trabajo en la obra social, me manejo atendiendo los pedidos, evaluándolos y trato de

dar soluciones o cuanto menos sea de escuchar desahogarse a la gente; también en los

ratos libres acudo como voluntaria a la guardería para jugar un poco con los niños o al

hospital para colaborar con las enfermeras y médicos.

Decía que todo andaba bien con el capataz pero creo que ese constante pensamiento mío

de que era una amistad y el autoconvencimiento de Tomás de que era una amistad, solo

trataban de esconder el sentimiento verdadero que aunque oculto, negado y reprimido

comenzaba a aflorar aclarando = “no, amistad, no…; amor”.

Y entonces toda nuestra montaña entró a desmoronarse, éramos dos seres solitarios

acostumbrados ya a esa soledad como única compañía y de ninguna manera podíamos

cambiar; por eso, el primer roce de nuestra piel, esa primera inconsciente caricia nos

puso en estado de alerta, para cuidarnos; teníamos miedo de querer, no sabíamos querer,

no podíamos querernos. Y entonces, ese “pichoncito tierno” que tuve el gusto de

conocer volvió a su antiguo rol de “cóndor agresivo”, hermoso pero inalcanzable y yo,

yo también me puse en una pose de “estirada” y agresiva (que reconozco me costaba

mantener) y se acabaron las miradas a los ojos y los encontronazos tan ansiados e

irrisorios como esperados; con esto se acabó también todo lo magnífico de esas dos o

tres semanas de saber que hay alguien a quien uno tiene ganas de ver.

Pronto, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, volvimos a la antigua máscara que

hasta consiguió que dejemos de saludarnos.

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Capítulo III

“Los veinte minutos y el fuera de serie”

El trabajo, cada vez mayor fue ocupando los espacios vacíos, esas horas intermedias que

tal vez intencionadamente llenábamos de actividades extras y entretenidos cada cual en

lo suyo no nos acordábamos; si nos acordábamos no nos dábamos por aludidos y

simplemente esquivándonos evitábamos vernos.

Comenzó la época de estudio, cada vez más las horas se cubrían de “idas y venidas”, de

“páginas de letra chiquitita de libros enormes que había que devorar en plazos cortos”,

en fin, todo contribuía a nuestro supuesto (aunque no conversado ni común) acuerdo.

Me hice amiga de uno de mis compañeros, en mi no cabía la idea de enamorarme de

Tomás, era ya algo bastante profundo y todavía muy difícil de olvidar. Ante la

sensación de estar en una isla preferí mil veces acercarme a alguien y dentro de los

límites que impusieron mis sentimientos, me mantuve lo mas comunicativa que pude y

compartimos con este muchacho ese “andar por la medicina” cosa que reconozco nos

sirvió mucho a los dos.

Por la mañana iba a la fábrica, como siempre; de allá corría al comedor de la facultad,

esos almuerzos eran hermosos, hacíamos una mesa de diez o doce y junto con la comida

y la bebida nos pasábamos todos los chimentos y era un poco, según el clima, o una

interesante mesa “rectangular” (hipotéticamente redonda) creadora de polémicas; o la

reidera hora de “las triviales pavadas de los actos fallidos cotidianos”; o el increíble

plantel de terapia de “grupo” (pero esta de “purogrupo”) en el que muchos cerebros

funcionaban en torno al problema personal de alguno; en fin, no se puede llegar a

describir estos veinte minutos pero se los puede calificar como inolvidables,

enriquecedores, cargados de emociones y sinceridad.

Después, a clase…, todo cambiaba de tono, era como una especie de barrera; al cruzar

de un lado a otro, nuestra transformación. Pasábamos a ser “alumnos (o estudiantes,

para el caso es lo mismo) y la seriedad nos invadía y ese empezar a colocarnos la careta

para ocultar que somos capaces de sentir y poder lograr en parte con eso ir volviéndonos

médicos, tapaba toda la imagen anterior que se parecía mas a la de adolescentes

bulliciosos que a la de futuros luchadores por la salud. Un poco confusos en nuestro

papel pero ambiciosos, seguros, ilusionados; creo que para los profesores seríamos un

constante y refrescante símbolo de vocación de que ellos estuvieron allí, de que somos

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inmaduros y que ellos son los responsables de colaborar en nuestro rumbo para

“hacernos grandes”, sí, “grandes” en todo sentido, “grandes conocedores de la ciencia”,

“grandes” de corazón, “grandes” de alma o sea tienen que endurecernos lo bastante para

que no nos vayamos a derretir pero no para no rompernos”.

Y fue en las primeras clases en las que tuve el gusto de conocer al que ahora puedo

decir que fue “mi ayudante preferido”.

Hay veces que tenemos la suerte de encontrarnos frente a personas “fuera de serie”.

Siempre digo que cuando nos pasa algo malo, protestamos hasta saturarnos y creo que

el disfrutar lo bueno y agradecer a las personas que nos dan una mano es una necesidad

y una obligación de cada uno.

Todas las cosas que alguna vez tuve el deseo o soñé que pudieron suceder (desde que

empecé la carrera), este chico logró que sucedieran; quise hablarle para expresar mi

gratitud pero para éstas cosas, por suerte, el lenguaje mudo alcanza y sobra y él lo

comprendió sin que yo dijera nada.

Una vez, un alumno le preguntó porqué hacía tanto por nosotros y el respondió =

“muchas veces salí llorando de acá por alguna injusticia y es por eso que me prometí

que aunque sea, mientras pueda a quienes están en mi clase les iba a brindar lo mejor

que tengo para dar y por sobre todo me convencí que es esencial que trate de ser justo

para que otros no sufran como yo”.

Me corrió frío por la espalda, era conmovedor encontrar alguien así, y eso me condujo a

reconciliarme un poco con todo, yo estaba enojada conmigo y mas aún con los demás;

me dediqué en adelante a buscar “fueras de serie” y los fui encontrando, de a poco los

iré presentando, desde ya les puedo asegurar que existen y aunque tan solo sea por

llegar a conocerlos, por ellos vale la pena seguir andando y es mas, cuando parece que

es el fin es cuando aparece alguien que nos demuestra que todavía, que por suerte, que

….., que sí, que aunque “la vida sea otra cosa”, no es una cosa tan fea.-

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Capítulo IV

“Por culpa del duende: otra vez los dos”

Pasó mucho tiempo, casi tres semanas antes de que volviera a encontrarme con Tomás;

nos veíamos todos los días pero era un poco como mirar sin ver.

Una mañana, por el otro parlante sentí una voz que llamaba urgente, hacia el sector

central; corrí abandonando mis papeles y al llegar me informaron que había habido un

accidente en la guardería y uno de los pequeños no estaba bien.

Para llegar, había que atravesar un recorrido de casi una cuadra, sin pensar demasiado

me eché a correr esquivando los recovecos para ganar tiempo y alcanzar pronto el lugar

a llegar, la maestra lloraba, los hombres trataban de distraer a los demás chicos y

llevarlos al otro salón; miré rápido alrededor y no tardé en deducir que había sido otro

ataque de uno de los chicos que tenía cierto trastorno nervioso y que sin darse cuenta

arrojó un juguete de lata a otro compañerito con tanta fuerza que le hizo perder el

conocimiento; se creó un estado de pánico entre los demás niños, era todo un escándalo,

corrían y gritaban asustados.

Sin vacilar quise ir en busca del pequeño desvanecido pero venía ya Tomás cargándolo

en sus brazos, lo colocó cuidadosamente sobre los míos habiéndolo antes acariciado y

me dijo que fuera hasta su auto, iríamos al servicio sanitario más próximo. Comencé a

caminar, me sorprendió no verlo caminar a mi lado y me di vuelta; estaba mimando al

pequeño diablillo que apenas logró dominarse se puso a llorar aterrorizado de lo que

había hecho; le aseguró que no era su culpa, que era “un duende” el que se apoderaba de

él y lo hacía enojar, que pronto todo se solucionaría y no volvería a suceder. Corrió

junto a nosotros, alcanzamos el estacionamiento, puso en marcha e hizo casi

simultáneamente arrancar la camioneta y a los pocos minutos ya estaban atendiendo a

Pelusita, el chiquilín que gracias a Dios solo nos dio un susto pues salió caminando, el

golpe fue malo, habría que hacerle un estudio posterior pero el bichito este, reaccionó

bien y ahora andaba preguntando por el jardín y los juguetes.

Lo llevamos a su casa, esperamos un rato hasta que llegara su mamá a la que ya se le

había avisado y se le concedió el día libre.

Volvíamos al trabajo cuando de repente me vi cansada, nerviosa, sudando al igual que

Tomás; ante la llamada de alarma nunca sabemos que es lo que puede estar pasando y

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aquí adentro es factible que suceda de todo; uno se asusta mucho ante ese persistente y

torturador sonido.

Tomás me miró y no podíamos dejar de ser cordiales, sufrimos mucho juntos y ahora

que todo pasó, por lógica teníamos el derecho y la necesidad de sonreír juntos y un

abrazo cálido acercó nuestros cuerpos y sentimos los latidos de los corazones todavía

estrepitosos resonar a dúo. Tomás me besó en la mejilla y yo acaricié su brazo, llegamos

a la fábrica, frenó la camioneta y contentos pero confusos regresamos al yugo.

Si bien sabía que jamás estuvimos tan cerca, también era cierto que esto traería una

nueva separación, todavía la cobardía predominaba y esto fue un jueves (por eso tomé a

ese jueves como fecha para recordar 26-3-75; y a todos los jueves como días de

esperanza de posible encuentro) pero bien dije como era de esperar, pasaron cinco

semanas hasta volver a vernos.

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27

Capítulo V

“dolor de hombro…”

Mi salud empezó a dar un llamado de atención y mis energías se agotaron pues me privé

del descanso y quise dar más de lo que mi cuerpo podía; eso me llevó a un estado físico

y depresivo tal, que sumado al constante arribar de problemas me condujo a un

desequilibrio emocional.

Me sentía vencida hasta tal punto que me parecía que no podría seguir y en un momento

una gota rebalsó el vaso y estallé; me encerré en mi escritorio y me largué a llorar;

cuando creí que ya nada tenía sentido, vi pasar a Tomás; a través del vidrio descubrí su

figura, elegante, firme, protectora, y por la desesperación corrí hacia la puerta y lo

llamé, se sorprendió de verme así y yo me sentí muy mal, la mujer valiente pronto se

desintegraba convirtiéndose en una niña desconsolada; aferré su mano entre las mías y

con la mirada le rogué que no piense, que no tenga miedo, que me bese.

Pero él, en su lugar, como prueba de cariño y al respeto se contuvo en la tentación de

abrazarme y en una postura rígida y a la vez totalmente dispuesta a comprender dijo: “el

mundo es muy pesado para que quieras llevarlo encima de tuyo, no podés hacerte cargo

de todos los problemas, te va a doler mucho el hombro” y con un gesto de camaradería

acarició mi hombro; eso me llenó de una fuerza que me hacía sentir capaz hasta de

cargarme el universo encima.

Después, me sugirió que necesitaba ayuda, (yo pensé que si él estaba a mi lado ya no

necesitaría de nada ni de nadie) pero él afirmó que se sentía incapaz de ayudarme. No lo

entendí hasta que sus palabras trataron de aclarar que me podía brindar muchas cosas

pero que yo necesitaba tratamiento, “tenés que charlar con un profesional

especializado”, (esa fue su manera de no decir psiquiatra o psicólogo); me enchinché, le

discutí, me enojé.

A los dos días tenía un turno (que yo misma pedí) para empezar el tratamiento, “estaba

medio neurótica y lo necesitaba”; ahora estoy segura de que era así.

Me conmovió ver su sonrisa llena de ternura cuando fui a contarle acerca de mi nueva

decisión creo que fue la mejor manera de decirle gracias.

Comencé el tratamiento psicológico, puedo asegurar que jamás me imaginé que podía

ser algo tan útil; lo comprobé porque tuve la suerte de conocer a una persona de la

capacidad y la conciencia de quien me atiende actualmente; cuando algo se encara con

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seriedad y con cariño da buen resultado, gracias a Nelly me reconcilié con la psicología,

la acepto y creo en ella y por eso puede hacerme bien; había anteriormente intentado

otros tipos de terapia pero no me dieron resultado, estoy segura de que fue porque yo no

me brindé.

Pese a todo, el físico también necesitaba un “ajuste”, no bastaba con aclarar los

“matetes” que poblaban mi mente sino que todo había decaído por mi descuido; tanto

fue el grado de inconsciencia de mi parte que no paré hasta que una mañana no me

podía levantar; estaba con mucha fiebre. Vino el médico y me aconsejó que estuviera

por lo menos durante cuarenta y ocho horas en cama.

Me peleé con todo el mundo y agregué que cuando pudiera me levantaría y me iría; me

resulta difícil estar inactiva, me asusta y me deprime el estar en cama así que al día

siguiente me levanté y volví al hospital, tenía muchos motivos para querer ir, el trabajo

pendiente, la gente y mi amigo; además el estudio.

Se hizo media mañana cuando terminé de convencerme que ya no me tenía parada y

volví a casa con más fiebre, con más amargura y con la resignación de entregarme a mis

padres y a mis médicos para que me rescataran, yo solo quería seguir andando y eso era

autodestructivo y contraproducente.

Me dieron un antibiótico inyectable (con la de insulina eran tres pinchazos por día),

aspirinas, pañitos fríos, baños de vapor y reposo, sobre todo reposo pues estaba muy

taponada y debía cuidar los bronquios y los pulmones.

Pasaban las horas que ya se tornaban insoportables y cada vez, aunque de salud estaba

mejor, anímicamente mi estado iba decayendo.

Pero de a poco, con paciencia me fui reponiendo y con un poco de cuidado, respetando

mis fuerzas hasta la medida de su alcance, todo fue mejor.

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Capítulo VI

El “tira y afloje”

Volví al trabajo, ya no dudaba en reconocer que necesito a Tomás y la primera frase

“solo amistad”, comenzaba ahora a desaparecer o a sonar ridícula; lo importante era

verlo, aunque solo fuera un ratito y de lejos.

El “pobre gordo”, se deshacía por ser lo más dulce y bueno conmigo, pero algo me

llevaba a rechazarlo, supongo que el amor propio, (ese falso orgullo absurdo), me

llevaba a querer borrar en él esa imagen de pobre desgraciada que en determinado

momento conoció.

Decidí que debía alejarme de su vista para ponerme bien, linda, con la belleza necesaria

para seducirlo y con el equilibrio suficiente para estar parada sobre mi misma y que no

me sienta como una carga sino que mi proximidad le produzca placer, no temor y en tal

caso, si lo necesita que sea él quien se apoye y no yo.

Ante el asombro de los conocidos, comencé mi cambio.

Tomás estaba demasiado ensimismado en sus cosas para notarlo gradualmente y

también yo trataba de que no me viera.

Pronto, todos los muchachos amigos comenzaron a percibirlo y a halagarme; llovían los

piropos y las caras de asombro; aumenté de peso (había estado terriblemente flaca), me

corté el cabello, reemplacé mi ropa sin forma por remeras y pantalones que contribuían

a lucir mi cuerpo, me pinté un poquito los ojos, es decir, de lo descuidada que era, se

había despertado en mi el interés en arreglarme y fui perdiendo también ese temor

inmenso que me conducía a esconderme, y a tratar de que nadie me viera, me despojé de

la ya ahora caduca expresión “tragame tierra” y de ese instintivo querer “meterme

debajo de la mesa”.

Una vez, una de las mejores que recuerdo, bajaba una escalera, la que va a la biblioteca

y escuché que Tomás también bajaba, pasó al lado mío y no me reconoció, lo saludé

tratándolo de antipático y les juro que hubiera pagado lo que no tenía por sacarle una

foto a su cara; estaba tan sorprendido que no sabía que hacer; atinó a abrazarme y

reaccioné manteniéndome inflexible, como si no me importara.

Suele ser distraído y cuando habla apurado casi no se le entiende nada pero esta vuelta

creo que ni él sabía lo que trataba de decir.

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Renació entonces a raíz de esto, ese antiguo tira y afloje hasta que comprendimos que

no tenía sentido y vimos que era preferible ser sinceros, lo fuimos y se derribó no se que

cosa invisible que se interponía entre nosotros separándonos y volvimos a estar cada

minuto inventando excusas para encontrarnos.

Todo parecía muy calmo, con una cordialidad enorme, hasta que yo empecé otra vez a

pensar, y mis razonamientos y mis intelectualizaciones, siempre me conducen a

torturarme y deducir cosas sin razón de ser.

Pero igualmente entré a profundizar un poco en mi ocurrencia y a tratar de ver porqué

entre nosotros solo había un divagante ir y venir de impulsivas reacciones y nada más.

¿Y qué suponen que es lo que primero se me pudo ocurrir?, ¡sí señor!, que no se decidía

por mi enfermedad, porque no quería complicaciones o tal vez porque no se sentía

capacitado para aceptar mis limitaciones, o tal vez, tan solo, yo estaba inventando

disparates y sus motivos no tenían nada que ver conmigo, eso yo no podía saberlo pero

me importaba llegar a averiguarlo.

Él tenía una relación amistosa con “cualquier cochinada del sexo femenino que se le

pusiera adelante”, a todas y a cada una siempre tenía algo que decirles (cordial el

muchacho…) yo nunca le di importancia pues conmigo era diferente y mientras no

jugara conmigo, me tenía sin cuidado lo que hablara con las otras; pero ahora, todo

empezaba a ser distinto, creo que sentí celos, me parecía que una palabra a cualquier

mujer era una palabra menos para mi.

Todo siguió igual, hacía falta tiempo; yo traté de evitar compararme con las demás

porque siempre me creía menos. Un martes, tuve una charla con otro muchacho amigo

(también del hospital) y me convenció de que yo poseía ciertos valores y que a pesar de

que mi figura no era despampanante ni mis mecanismos seductores suficientes para

“atrapar” a un hombre, tenía muchos atractivos que (por lo menos para este) estaban a la

altura de los de cualquier mujer; éstas fueron sus palabras: “son solo la envoltura, por lo

demás están huecas, vos en cambio tenés un poco de todo”.

Y cobré ahora sí una seguridad que jamás había tenido pues que un tipo con su pinta

fuera a decir tal cosa era realmente como para que me sienta como una reina.

No se como, pero todo este “arrastre” de galanes llega rápidamente a boca del

“chusmerío”; como en todo lugar relativamente chico, como en los pueblos de pocos

habitantes todos se enteran hasta de los detalles más insignificantes, y llegaron pronto

rumores a oídos de Tomás; entonces él vino un tanto extrañado y también celoso a

verme; sonriente dijo en un tono raro; un poco como con una mezcla de sadismo, burla,

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celos y alegría: “¿parece que estás mejor?”, por lo que veo estás más capacitada para

comunicarte, para vivir”.

Gocé estas palabras, me puso contenta verlo un tanto molesto e interesado reaccionando

por lo que pasó; así somos las mujeres y los hombres, mejor dicho, una mujer y un

hombre cuando se gustan; capaces de cualquier cosa para hacerse rabiar, para atraerse,

es un poco el juego, el tira y afloje, el “te odio porque te amo”.

Apareció nuevamente la distancia; ya se hizo una costumbre que el acercarnos nos

hiciera rebotar y cada vez la separación era mayor y por consiguiente mas insoportable,

por lo menos para mi.

Comprendí que debía habituarme a andar sola, era preferible porque el estar un minuto

con él, después significaba un siglo de soledad y eso, me hacía mal, perdón, nos hacía

mal.

Así que amanecía con la simple ilusión de verlo y con la convicción de esquivarlo.

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Capítulo VII

“Tambalean los esquemas”

A todo esto, el empeño por mantener mi buena figura, me llevó a estar cada vez mejor, a

tal punto que una tarde en el control semestral, fue tal la sorpresa del médico que sin

hablar mucho como para no crearme un desequilibrio, pero muy optimista me sugirió,

sumados a los estudios habituales otros más entre los cuales había uno que se hacía

cuando uno quería descartar o diagnosticar la enfermedad.

Sonriente acepté, pues ¡qué absurdo me pareció!, ¿para qué hacer estudios que seguro

van a dar positivos?, si se cae de maduro que los son... me fui contenta por la mejoría

aunque extrañada por la actitud de dudar a esta altura del partido respecto a la veracidad

de mi diagnóstico.

A la mañana siguiente, fui a sacarme sangre y a hacer todos los estudios de laboratorio;

demorarán unas dos semanas en estar los resultados (creo que serán las mas largas de mi

vida).

Si esto fuera cierto, si los resultados fueran negativos, sería un caso aún no descripto en

los libros, así que no puede ser cierto, ya nos sacaremos la duda y todo seguirá como

siempre.

Dos semanas son mucho tiempo para esperar; si fueran vacaciones pasarían volando, no

hay que negar que esas muchas horas no pueden desperdiciarse fantaseando y

suponiendo pavadas, así que hasta el otro viernes, hay mucho que hacer.

○ ○ ○

Me encontré con Tomás pero no quise preocuparlo (o ilusionarlo tal vez) ni complicarle

la existencia con mis cosas; él, conoce mi estado de salud, da la casualidad que es amigo

de mi médico y parece ser que le importa seguirlo y como quien no quiere la cosa, de

pasada, le saca de mentira a verdad lo que quiere saber. A veces, me gustaría ser yo

quien le cuente todo lo mío, pero él lo prefiere de este modo y respeto profundamente su

discreción, para no herirme y por eso se que pronto se enterará de lo que está

ocurriendo. La verdad es que pese a todo me alegro, es lindo saber que me quieren y se

preocupan a tal punto de omitir ciertos temas que pueden molestarme; al final es mejor,

estar cerca de Tomás es algo tan hermoso que no valdría la pena desaprovechar la

posible conversación en la que me enseña, me previene y me mima, cambiándola por

una serie de respuestas que él puede averiguar por su cuenta.

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El sábado, fui a mi clase de danzas, fue linda, mejor que siempre; la música y mi cuerpo

se fundieron volviéndose una misma cosa y parecieron ser compinches y esconder

detrás del arte toda esa angustia provocada por la inseguridad de saber de golpe que

todo el objetivo de una vida que fue aprender a luchar, ahora podrá no servir para nada.

También la ciencia me causa temor pues no da sin antes quitarme y no me gusta canjear

sentimientos por pensamientos.

El domingo fui al club con una amiga, no estaba demasiado fresco y pude sentarme

cerca del río y permanecí un largo rato haciendo un monólogo indefinido, bajito casi

mudo pero sabroso y capaz de aclarar cosas aunque no podría negar que también fue

oscurecedor de otras.

Parecía ser que todo se empeñaba en demostrarme que era una ilusa, una “inocente”

según decían algunas compañeras de trabajo.

Ante la impotencia, cuando no puedo llegar a soportar ciertas reacciones ingratas e

injustificadas de la gente, cuando debo resignarme ante la idea de que por más empeño

que ponga todo es inútil y no puedo hacer nada; antes de hacer el ridículo hablando con

quienes no me entienden, prefiero hacerme la tonta, lo hago muy bien pero sufro

bastante porque todos lo creen pero yo soy consciente y se que solo estoy fingiendo.

Es muy difícil callar cuando nuestra voz se siente poseedora de verdades que de ser

escuchadas servirían, pero que como no lo son, no vale la pena decirlas y es mejor

hablar del clima y pasar por imbécil que sentirse en una isla donde solo nos contesta el

eco porque el vacío es tan enorme que hace retumbar el sonido hacia el infinito… las

letras suenan a truenos que asustan y lo que trato de decir es como un relámpago,

alumbra, da una gran claridad a todo, pero se apaga, desaparece antes casi de que pueda

llegar a ser visto y me convenzo de que es solo hacia mi misma la charla que florece

interiormente pero que es casi imposible de transmitir con la lógica suficiente para que

no parezca un sueño que no pueden descifrar ni interpretar, ni siquiera escuchar.

Y como todo rato de reflexión, termina en un después escribiendo, con el papel y el

lápiz descargo esa llama de fuego que adentro quema y al salir puede arder y hasta

encender las leñas de un hogar tomando fuerza tal y remotamente pueda producir calor.

Vaya cosa, y eso hago, romantiquear en los domingos para ocupar el tiempo y no ser

invadida por el ocio o el aburrimiento.

Por suerte, los fines de semana pasan rápido y llegan así los ansiados lunes cuando más

se los necesita y a veces quizá también antes de lo esperado.

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Capítulo VIII

“El atractivo de la rutina”

Suena el reloj, son las siete, rápido, no se que hacer primero, todas las mañanas pasa lo

mismo, es tal el apuro que no alcanzan las manos y los atropellados movimientos

entorpecen las actividades demorándolas.

Me lavo la cara, los dientes y ………… a buscar la lista con las cosas que tengo que hacer durante toda la jornada. Subsidio lunes = 8:00hs. Obra social Guardería Servicio Médico

11:00hs. Archivo = carpeta nº 1230/14

12:30hs. = reunión mensual

13:30hs. = sala de computadoras (trabajo nº 28/2603-75)

14:00hs. = facultad

17:00hs. = biblioteca. buscar apuntes

19:00hs. = clase de danzas

22:00hs = estudiar química

Corro con la lista en la mano, tomo el desayuno, ah, me olvidaba de la manzana para las

diez de la mañana, (son los 15 grs. de glucosa correspondientes que necesito como

combustible para seguir).

¿Llevo todo? carpeta, delantal, portafolio, ¡hay! me olvidaba la agenda de teléfonos y

tengo que devolver el libro que me prestó esa chica ¿cómo se llama? … bueno, esa …

Camino rápido, uno que otro tropezón, llego a la parada del colectivo 31, es un ómnibus

grande, ¡qué desastre! tarda mucho y aunque es temprano, me impaciento; ahí llega, el

chofer ya me conoce y me saluda, eso me pone contenta, me da el boleto sin que yo le

diga de cuanto, conoce ya mi rumbo; paso para atrás (casi nunca viajo sentada a esta

hora) y me balanceo un poco dormida todavía sin haber terminado de despabilarme y al

rato escucho: Hospital y se vacía el colectivo y ahí me termino de despertar de golpe.

Entro, atravieso la puerta y recorro el pasillo y a medida que avanzo voy poniéndome de

mejor humor, saludo a la gente conocida y ese hola y ese buen día cobran un sabor

especial que me hace bien y llegó el ascensor y no me gusta esperar así que lo miro con

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desprecio como diciéndole “no te necesito” y alcanzo la escalera, es vieja, de caracol,

marrón, de madera y aunque un poco apresurada no puedo dejar de apreciar lo

pintoresca y representativa que es; tiene un poco registradas miles de pisadas que le

hacen resaltar sus años y cruje tratando de mostrarse amenazadora de venirse abajo,

pero solo es el ruido (espero).

Camino un poco por el hall, saco las llaves y abro la puerta de mi escritorio, ahí me

invade el “que me espera hoy” y esa es una pregunta hecha con optimismo pues existen

una infinidad de expectativas, cada uno de los mil quinientos que entramos a esa hora a

trabajar allí tiene la suya y todas se basan en las supuestas pequeñeces que en definitiva

siempre logran que la palabra rutina desaparezca o no se transforme en “monótona”.

Y hasta las legendarias paredes parecen con su aspecto de “añejas” tener encerrados

entre sus ladrillos unidos por cemento, como documentos de haber sido testigos de

infinidad de experiencias de “rutinarias llegadas” que guardaban en su aspecto como

para que el girar de la Tierra no las deje en el olvido.

Cuantas ilusiones se despiertan cuando se hacen pedidos a las oficinas; desde la

adquisición de una nueva y moderna maquinaria hasta el aumento del salario para

alimentar mejor a la familia o tal vez el reflejo de la amistad, el amor y el

compañerismo; es como un espejo en el que todo lo que puede suceder en cualquier

parte también sucede aquí y uno a veces es intérprete, otras protagonista, autor o actor

de una escena a veces linda y algunas veces cruda, pero valiosa, enriquecedora en

experiencia y fe.

○ ○ ○

Comencé mi itinerario que encamina las actividades ordenándolas con coherencia.

Le fue concedido el dinero a la esposa de un operario que tuvo hepatitis para

reponer los gastos de los medicamentos que usó.

Se encaminó la reorganización de la guardería, el pequeño de los problemas fue

puesto en tratamiento con una psicoterapeuta; el servicio médico, el de urgencia fue lo

único que todavía estaba un poco pendiente, no se puede mejorar un edificio tan

fácilmente y va a llevar tiempo, solo se inició el presupuesto y el llamado a concurso

para presentar proyectos.

En el archivo todo anduvo bien, no tuve que esperar (aunque hubiera preferido

tal vez tener que hacerlo como hace mucho tiempo en compañía de Tomás); aunque el

estar tan atareada no me da demasiado lugar a recordar, hay imágenes sin embargo de

las que no me puedo desprender y las llevo tan arraigadas que por ejemplo pensar en el

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archivo, inevitablemente me hace ver a Tomás; él está en muchos rincones de la fábrica,

bah, está en mi misma.

Son las 12:30hs., hasta ahora no consulté mi “ayuda memoria” pero sé que tenía que ir a

algún lado; a ver, a ver, ay si “12:30hs. reunión mensual”.

Ahí estamos los representantes de cada piso; seremos unas 20 personas, siendo ocho

mujeres y los demás hombres.

“Tomasito” (así pienso su nombre cuando no tengo que llamarlo), también estaba.

Esta vez por algo que yo le hice que le dio mucha rabia, se mostró vengativo y lo logró

muy bien, se pasó todo el tiempo hablando con una conocida mía, que tengo que

reconocer que es más linda, más “picara” para conquistarlo y está por sobre mí en

jerarquía, (hace unos meses se recibió de contadora); llevé todas de las de perder. Por

primera vez lloré por la actitud de un hombre (cuando me quedé sola por supuesto).

Al rato, miré el reloj, eran las 13:30hs., tenía que ir a la sala de computadoras, anoté el

nº de la respuesta que yo esperaba; ni bien llegué el escaso personal de ese sector estaba

en su hora libre por el almuerzo así que me senté a esperar que el bochinche y las

lucecitas me avisen cuando estaba “maduro” el fruto de ocho meses de tarea.

Me acerqué a las máquinas que obedientes seguían su ritmo, “ellas no almuerzan ni

duermen”.

○ ○ ○

Estaba entretenida contemplando botoncitos cuando me llamó la atención ver que el

trabajo de Tomás estaba frenado; ya no importaba nada de la bronca que podía sentir

por lo sucedido, se jugaba su puesto, su tranquilidad, su descanso, no podía ser, iba a

sentirse muy mal al enterarse ¿o ya lo sabría? . Todavía estaba a tiempo de avisarle; si lo

encontraba pronto, entre los dos podíamos encaminar los papeles para que sigan su

correcto curso.

Fui al comedor, no estaba; me asusté, me empecé a sentir mal, algo le debía estar

pasando.

Corrí sin saber a donde ir y no se pero después de recorrer los lugares habituales, algo

me dijo que podría estar en el cuartito de al lado de su oficina; era su rincón de descanso

o donde buscaba paz cuando se sentía abatido.

¿Tomás?, ¿Tomás? pregunté en la forma acostumbrada pero nadie respondió; me asusté

y casi gritando su nombre, caminé y abrí la puerta; estaba sentado en un sillón apoyado

sobre el respaldo con la cabeza hacia atrás, se tapaba la cara con una mano y con la otra

sujetaba su estómago.

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Hubiera dado lo que no tenía por ocupar su lugar y librado de ese malestar; era una

angustia insoportable verlo sufrir aunque estaba convencida de que se le pasaría pronto.

¿Que, que es lo que sentís?, ¿que tenés? ¿es físico o son nervios?; me acerqué, toqué su

frente y no parecía tener fiebre… Es, es un terrible dolor de cabeza, casi no me deja ver,

por eso me quedé aquí en la obscuridad; no se que me pasó, me paré y volví a caerme

sentado, me maree, ¡te das cuenta!, lo que viene a pasarme, ¡justo ahora!, quise ir pero

mi cabeza explotaba, te lo juro… y ese plan debía estar terminado dentro de un mes y

tenía que enviarlo al jefe para que lo revise antes, ahora no llegará a tiempo y esa

respuesta, es la que “mis obreros” están esperando, es sobre la construcción de sus

viviendas, te das cuenta “mi vida” de que soy un inútil…

Por favor, no digas tonterías, no te tortures, con masoquearte no ganás nada, ¡te lo

ruego!, ahora lo mejor es que te alivies, lo demás se va a solucionar.

Parece mentira, no hacés más que desvivirte por el bienestar de todo el mundo y sin

embargo te autodestruís, sos un ser humano no Dios y aunque tus responsabilidades te

enfrenten a imponderables, no podés salirte de tus medios tratando de abarcar mas de lo

que como hombre podés llegar a hacer.

Apreté su mano uniéndola a la mía y acaricié su brazo tan solo como intento de que

todo el cariño que le tengo pudiera servirle para mejorarse; pero solo fue sufrir

acompañado, es muy exigente consigo mismo y así como sabe perdonar a todos, no

sabe perdonarse a si mismo; solo me limité a ver sus pestañas humedecidas, ver como

tragaba saliva y sus manos temblaban por la injusta circunstancia de no poder cumplir

como lo había hecho siempre.

Pese a todos los entiendo, es muy feo sentir que por algo que aunque cae en nuestras

manos y está fuera de nuestro alcance, a mucha gente se le venga toda una ilusión en

banda; pero para qué preocuparse, lo conozco bastante y sé que aunque no duerma

durante un siglo, en cuanto se sienta bien, en poco rato recuperará lo perdido y los

papeles llegaran cuando deben en el plazo acordado.

- ¿Te das cuenta?

- ¿De qué? Tomás

- Era solo prender una llave y no pude hacerlo…, era algo tan sencillo!

- Justamente por eso no debés sentirte así, es algo fácil, no pudiste hacerlo porque no

tuviste suerte, nada más, eso no fue tu culpa. No sería perdonable si fuera por

negligencia o por cualquier causa de esas que abundan pero por suerte no lo es.

- Bueno, Tomás…¿Cómo te sentís?

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- ¡¿Qué pregunta me hacés, querés que te responda?!

- Hoy no, del dolor de cabeza ¿pasó?

- Perdoname, no quise hablarte en se tono.

- No te preocupes “tonto”, ¿se te pasó?

- No del todo, pero estoy mejor.

- Te preparé un tecito, una aspirina y te recostás un rato en el sillón, descansás un

poco, yo me quedo acá afuera terminando el pedido y las actas para adelantar y

cuando te levantás vamos a la sala y entre los dos hacemos el trabajo, solo basta que

me digas lo que tengo que hacer, yo no se manejar ese modelo pero vos me podés

ubicar, solo es encender una llave, sí, puede hacerlo cualquiera.

- Eh, ché,

- ¿Qué pasa?, Tomás.

- Gracias.

- ¿Querés que te traiga un té o que te bañe con té?, no digas cosas innecesarias, no

estaría con vos si fueras un desgraciado, estoy acá porque aunque no puedas creerlo,

sos un gran muchacho y aunque a veces te hacés el odioso o el que se yo que, sos el

Tomás que yo conozco y aunque creas que todo mi cariño se debe a que te idealizo,

es mentira, vos te lo ganás, yo no inventé ni decidí quererte mucho, eso te lo

buscaste solo, esto sí es tu culpa.

○ ○ ○

Y ya sonriente, de mejor semblante, por suerte un poquito mas tranquilo se levantó,

despacito, me tomó del hombro y abrazados fuimos hasta el cuarto de las “lucecitas de

colores”. Preparó perfectamente sus papeles y yo me quedé a su lado contemplándolo,

disfrutándolo, viendo como sus manos a veces débiles, a veces fuertes pero siempre en

función de brindar ayuda, se transformaban de a poco dejando de estar temblorosas para

cobrar su característica firmeza y precisión.

○ ○ ○

Todo salió bien, un rato más tarde, quizá un día más, pero lo maravilloso fue para mi

llegar a conocer a ese ser humano, a ese que debiera ser el ejemplo imitado, es la

personificación del empeño y la honestidad.

Es increíble, jamás hubiera creído que ese “bicho raro”, capaz de hacerme agarrar tanta

“mufa” o de mostrarse al principio tan odioso pudiera llegar a ser como es y a poseer

esa innumerable cantidad de sentimientos, vivencias y belleza para dar; tampoco creí

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que podía poseer lágrimas, y las tiene y se le escapan mojándole la cara como nos pasa a

todos.

Es lindo saber que es así, creo que es una dicha haber podido llegar a descubrir que no

es de hierro como se muestra sino que está “construido” con material de persona (de

carne y hueso) y que es como “un capataz, capaz de sentir”.

La tarea terminó, llegó mi hora de salida y nos despedimos sin una palabra, sin mas que

una sonrisa porque ya estábamos en medio de la gente y nuestra camaradería es algo

muy íntimo, muy privado que tan solo porque no lo pueden llegar a disfrutar y a valorar

como Tomás y yo, no vale la pena compartirlo con quienes nunca nos llegarán a

entender.

Fue “nuestro”, “nuestro” momento, “nuestro” secreto, “nuestra” vida y parecemos

egoístas pero estuvimos juntos, tan juntos que no quedó cabida para nadie más.

Me fui dejando de a poco, caminando para atrás hasta que me choqué con un mueble y

nos tentamos de risa; me siguió y me dijo al oído: hasta mañana “mi chiquilina”!...

hasta mañana “mi capataz”...lo dije casi tan solo moviendo los labios, afónica, casi sin

voz y me fui...

○ ○ ○

Eran las 15:30hs., llegué a la facultad y había perdido una clase optativa, como conocía

bien el tema no me atrasé, así que tan solo (en neto), gané una eternidad de dicha;

aproveché bien el trabajo práctico.

A las 17hs. fui a la biblioteca a encontrarme con mi compañero por el apunte de “fisio”

y pasé luego por casa para buscar los elementos para la clase de danzas.

A las 19hs., fui a dictar la clase; quise empezar de otra manera pues éste último tiempo

estaba muy nerviosa y por más que disimulara las nenas percibían que no estaba bien y

se creaba un molesto estado depresivo que tan solo me hacía sentir culpable y me

conduce a dudar cuestionándome si no es mejor suspender esta tarea por un período

buscando quien me reemplace.

Pero antes de tomar determinación alguna, es preferible hacer una prueba, me gusta y

me hace bien tener una actividad recreativa como ésta que logra envolverme y sacarme

aunque sea por sesenta minutos de los sinsabores de siempre.

Opté por caminar un rato, es la manera más efectiva de aflojarme, recorrer las calles

dejando que la mente “vuele” por donde se le antoje.

Al llegar al salón todo fue hermoso, se creó un clima de colaboración por parte de las

alumnas quienes lograron conmoverme y me olvidé de todo, solo la danza, la música y

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mis niñas; fue un éxito, al empezar la clase, nos sentamos en el piso y después de

explicarles durante un largo rato que debían ser responsables, se me ocurrió

preguntarles si sabían lo que significaba la responsabilidad (pues todas asintieron con la

cabeza que lo eran y yo estuve totalmente convencida que no podrían ni siquiera

deletrear correctamente la palabra); así que entre todas (ellas tienen entre 5 y 9 años)

llegamos a una definición medianamente precisa pero por lo menos comprensible.

Fuimos a la clase después de ese “rincón de comunicación” y bailaron mejor que nunca;

al terminar, mientras me distraje buscando un disco, se pusieron de acuerdo e

inventaron una pose en conjunto como saludo; una de ellas (la mas “pizpireta”) me

aclaró que “ese” era un regalo de sorpresa que habían preparado para mi. Fue enorme la

sensación de plenitud y satisfacción le di un beso a cada una. Es como para matarme si

llego después a decir que me quedo mufa o que me siento sola o alguna otra de esas

tonterías que nunca faltan (y perturban mi tranquilidad) pasando por mi cabeza.

Así comprendí que debo repartir las energías e invertir mi empeño en cosas que valgan

la pena; todo lo que yo les de a estas bailarinitas, ellas lo recibirán.

Me cambié y con las piernas doloridas pero con ese airoso andar de “misión cumplida”

me dirigí a casa; me bañé, cené, leí un rato y a dormir.

El martes “pintaba bueno” y no podía ni valía la pena desmejorarlo por cansancio.

Me acosté y tal como los niños tienen los juguetes para que acompañen sus sueños,

llevé conmigo ese ramillete de florecientes momentos que acariciadores y

protegiéndome de alguna perversa pesadilla me condujeron a descansar, a dormir y a

soñar.

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Capítulo IX

“Miseria humana = condición humana”

El martes se inició muy temprano; sin ningún motivo aparente, me desvelé a las cinco

de la mañana, esperé que llegaran las siete, evité la alarma del despertador y me levanté.

Era una de esas jornadas en que uno se adueña de una euforia que inunda y le da a todo

un clima de paraíso que hasta atemoriza pues hace suponer que es irreal.

Igual que cuando un chico se descontrola riendo y ya se ve que “va a terminar llorando”

(tal vez solo para no perder el equilibrio); los grandes también reconocemos hasta que

punto todo tiene sentido y cuando el descontrol le quita su razón de ser.

Pero, aunque mucho analizar intelectualmente, es algo mas indominable, la ley que rige

nuestro espíritu y todo intento de cambio intencionadamente previsto o de dar freno

justo a tiempo, resulta inútil.

Llegué chispeante y repartiendo alegría por la calle; en el colectivo la gente parecía mas

buena, hasta los árboles se veían mejor, era tal mi humor que hasta las alcantarillas con

agua estancada se convertían en espejos, en mis poéticos “charquitos de cielo” que solo

puedo apreciar cuando miro con el alma.

Era demasiado y como una vez me dijo alguien, “todo lo que es demasiado, sobra” así

que no sirve, es preferible darle el justo valor a las cosas; (aunque quise desmentir la

dolorosa reflexión tengo que reconocer que es cierto).

Podrán ya a esta altura suponer que algo iba o estaba pasando; les cuento … entré en la

fábrica y no sé, el ambiente dejaba translucir que algo raro sucedía.

Fiché yo un tanto ansiosa y atemorizada; la preocupación instantáneamente borró de mí

la expresión tan placentera que traía. Pregunté disimuladamente que es lo que sucedía

escondiendo mi desconocimiento y tratando de mostrarme firme para inspirar confianza.

Recorrí el sector y no hallé mucha respuesta así que me dirigí a hablar con una

empleada de la sección compras, es una tipa que conoce vida y obra de todo el mundo,

la apasionan estas circunstancias de “murmullos bajitos” y no me equivoqué en suponer

que con un poco de astucia lograría enterarme de todo.

Pese a su fortaleza, las ojeras resaltadas por los párpados hinchados fueron el patético

reflejo de que se trataba de algo grave.

− No, no podés soñarte, no te va a caber en la cabeza, …, sentate primero, no

lograrías mantenerte parada...

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Le rogué que no diera mas vueltas, perdí el control y acongojada y preparada para

cualquier cosa pregunté=

− ¿Qué, quien se murió?...

Se rió irónicamente contestando..

− Ojalá solo fuera la muerte de alguien.-

Estallé ya sin poder soportar

-¡¡¡basta!!!, si hay algo que decir, sea lo que sea, decilo de una vez, quiero la verdad y

¡pronto!, por favor.-

− La fábrica fue vendida a un nuevo dueño creo que habrás oído algo, los

comentarios vienen desde hace un mes.-

− si, eso ya lo sé-

− este tipo, perdón, este “señor”; como todos los nuevos pretende modificarlo

todo; pero no te imaginás como. Es algo así como decir que voy a mudarme pero

antes de tener una nueva casa derribo la anterior ¿y adonde van a parar todos los

ladrillos y todo el esfuerzo que aporté para levantarlo? - bah, que aportaron

otros.

Por lo menos son trescientas las personas que despiden y quedan sin trabajo; el hospital, esa

mole gigante que defiende un poco nuestro porvenir se reduce a una simple sala de

primeros auxilios, sacan la mitad de las camas, no mas becas para abrir campo de

investigación, “se cura solo el dolor de cabeza o el dolor de barriga, los enfermos

exquisitos, que se mueran, la gente con capacidad, fuera..., eh, también reducen las

horas de la guardería a un solo turno y las computadoras serán vendidas; ¿sabés? con un

poco de suerte vos y yo tal vez ahora ya no somos mas empleadas del lugar, ojalá, no

quisiera ver como destruyen nuestro mundo; ¿te acordás cuando empezamos lo que

era?, y ahora que es casi un castillo....

Además, ¿cuando fue la última reunión mensual?, estuviste..

− no, no pude ir tuve un examen.

− Ah, entonces no sabes, al grupo de muchachos, a los mejores que teníamos sin

previo aviso les dieron una orden inmediata de traslado a las provincias, anoche

firmaron las notas, están todos repartidos en las sucursales de por ahí; - (yo

temblaba) – justamente me lo comentó Tomás, te acordás de Tomás ¿no?.

− (vaya pregunta)

− si, claro que me acuerdo, me , me acuerdo de todos ellos, por supuesto-

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− A él lo mandaron a la Pampa, pobre, estaba desecho, tal vez tuvo suerte no

podría soportar esto-

− Pero, pero ¿ya se fueron? - (rogaba que dijera que aún no).

− Claro, tuvieron que hacerlo anoche mismo o esta mañana.

− Estás pálida, ¿querés un calmante?

− No, gracias, necesito desahogarme, no hace falta que te diga como estoy, vos

estás igual, creo que todos, (ella no sabe hasta qué punto esto me afecta)

Se me aflojaron las rodillas y con movimientos incoordinados me logré

incorporar.

− Me olvidaba -dijo-, me pidió la voluntaria, tu amiga, esa chiquita que trabaja en

el hospital que la veas (por ahí, ahora este sacudón la hace volver en si, la saca

del encantamiento y la mete en la realidad, es todavía muy idealista, yo también

alguna vez tuve dieciocho años y habité un mundo maravilloso).-

Uno y otro arrastrándose mis pies me llevaron hasta el escritorio, cerré la puerta y vi un

póster, que alguna vez alguien puso, en el que hay una nenita empujando a un elefante y

tiene una frase que dice: “La fe puede mover montañas”; la releí … ¿qué fe? … ¿qué

montañas?...

○ ○ ○

Traté de mantenerme y fui en busca de mi amiga la voluntaria; al pasar la puerta vaivén,

un pequeño de ojos celestes y cachetes colorados sonrió y no me hubiera conmovido

tanto si en sus cinco o seis años no existieran esas dos muletas para sostenerlo; acaricié

su cabecita que parecía un conjunto de rayos de puesta de sol, me esforcé y logré que la

guiñada de ojos se acompañe de un gesto de alegría y seguí mi rumbo.

Bastó entrar en la sala de internación para ver como la amargura aparecía por todos

lados (flor de médica sería yo si seguía así).

El trabajo no se detuvo pues en un lugar así, con gente así no hay nada que frene el

deseo o la obligación de ayudar y siempre existe alguien que necesita ayuda.

Graci, la chica a quien iba a ver no tardó en acercarse y sin abrir la boca, sin poder

coordinar una frase nos abrazamos y nos largamos a llorar.

Pronto volví a mi postura y comprendí que tenía mantenerme, había quienes estaban

peor y era imprescindible no decaer, quizá era lo único que se puede hacer por quienes

uno quiere cuando se los ve sufrir y no se puede aportar mas que cariño y aunque

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forzada hay que dar la imagen de que se pueden apoyar en nosotros que somos fuertes,

es preciso que sientan que no nos vamos a caer.

Entré a fingir; fue difícil pero necesario.

Graci, no se podía controlar, es de esperar, todavía es un poco una adolescente y toda la

impotencia que los “veteranos” vamos conociendo de a poco, ella tuvo que afrontarla

toda junta y fue un golpe muy duro; además los que ya pasamos antes por períodos así

no teníamos argumentos, la crudeza de la situación lo superaba todo, no había

elementos de los que agarrarnos para mantenernos. Todo se hizo un caos en el que nadie

podía hacer nada por nadie ni siquiera por sí mismo; era absurdo entonces pretender que

los jóvenes actuaran de otro modo, a nosotros ya de nada nos servía la madurez o lo que

hubiéramos pasado para encontrar consuelo.

Nos sentamos y tras un largo silencio, insoportable e inevitable, ella comenzó a

reflexionar una serie de cosas, que si bien no les encontrábamos significado, fueron

útiles para poder recordar mis años anteriores y ver esa frescura de la inmadurez que me

hubiera gustado que no acabara nunca y que mientras haya jóvenes y niños seguirá

existiendo.

○ ○ ○

…, esto es lo que ella dijo:

- Yo era paciente de un médico de acá, a mis padres les habían dicho que me iba a

morir; como máximo me quedaba un año. Ellos no lo soportaron y ya agotados sus

recursos iban a permitir que me operaran, era lo único que quedaba.

Pero, no se porqué, antes de todo no se conformaron y comenzaron a buscar otro

camino, tenía que haber algo mas para aliviarme.

Y vos, ¿creés en los milagros?...

Habrá un genio, único, capaz de saberlo todo, un médico (ahora mi jefe) para quien no

me alcanzarían todos los idiomas de la tierra, si intentara describirlo, es excepcional.

Averiguó cual era mi problema y descartó la sentencia de muerte a cambio de la

brillante frase “hay que trabajar duro”.

Todos luchamos de ahí en mas pero si no fuera por él yo no contaría el cuento, siempre

además de cuidar de mi estado físico, supo decirme las cosas como son, llenarme de

esperanza y alegría y hasta a veces tuvo la valentía de decirme lo que más me dolía con

el propósito de sacármelo para aliviarme, así fui superando obstáculos y no puedo dejar

de decir que adorando y venerándolo cada día un poco más “Es como el alcohol en la

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herida que aunque arde, desinfecta y cuanto más quema, mejor, tiene que doler para

cicatrizar”.

No te soñás lo que significa este médico para mi, si te descuidás, es la vida misma.

Y ante la sorpresa de muchos, crecí; y yo también quería aportar algo a alguien y

siempre dije que cuando me recibiera, trabajaría con él.

Una tarde, vine a hacerme ver, fue el 18-XII-73, con mis 17 años recién cumplidos me

invadió la emoción cuando me ofreció la posibilidad de hacer algunas tareas en este

lugar. Creo que todo el sacrificio ahora se demostraba que valió la pena.

Fue muy costoso empezar a verlo como jefe; como subordinada tenía miedo de haber

perdido a mi médico, y en las primeras horas de trabajo su presencia me perturbaba pues

el grado de admiración mezclado con esas sorpresivas apariciones me cohibían. Una vez

tuve que ir a verlo en horario de consultorio pues estuve a punto de dejar el trabajo; me

pareció que como hablaba muy serio, ya no iba a atenderme o se habría enojado,

después comprendí que todos eran inventos míos, soy muy imaginativa.

Me encantaba cruzarme con él por los pasillos y ver su rostro de satisfacción que

parecía reflejar un “estoy contento”. Yo sentía la misma felicidad, el usar delantal y

estar allí era una manera (un tanto particular, pero auténtica) de decirle gracias, de

decirle “esto se lo debo a usted” esta es (yo soy) su obra. Y como sorprendidos y a la

vez reconfortados sonreíamos, se puede decir que el doctor “con esa chochera que hace

pensar que necesitaría un babero”; y yo con emoción, mordiéndome los labios para que

no se notara que estaba riendo pues debía mantener mi papel, ya no estaba en el

consultorio.

Perdí un poco los privilegios de ser paciente, el estar allí los cambiaba por una

posibilidad de “puedo verte mas tarde”, pero eso solo se debía a que “te veo siempre”,

en cualquier momento te puedo atender.

Como en todo hubo un pro y una contra y estoy agradecida inmensamente porque

valoro los “pro” que son muchos.

Una vez vino una nena de cuatro años a preguntarme por el doctor, me acordé de mi

infancia cuando me atendió por primera vez y me puse celosa, hubiera querido volver a

empezar, fue muy dura pero muy hermosa la lucha.

Después, aunque no mucho, empecé a crecer en algunas cosas; me coloqué en un puesto

al margen y me dediqué a aprender contemplando como una persona puede construir un

templo a la salud así partiendo de donde partimos todos, de la nada y llegar a lograrlo.

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Fui mas grande y tuve que comprender que tenía que arreglármelas sola, me trasladaron

temporariamente a otro servicio, conocí un montón de médicos, enfermeras, técnicas,

ayudantes y miles de personas que cada una desde su sitio fue acrecentando mi

experiencia, enriqueciéndome a tal punto que hoy me siento millonaria en amigos y en

vivencias que jamás podré perder porque ya son parte de mi.-

¿Podés con todo esto soportar lo que nos está pasando? ; yo los vi luchar, los vi dar

hasta lo que no tenían por el bienestar de los enfermos; conozco casos que tienen al

hospital como lo que más quieren o como lo único pues todo su tiempo fue invertido

para la cuerda interminable de ese reloj que constituyen al unísono los latidos de los

corazones. Y ahora, si les quitan esto se sienten vacíos, por suerte no lo están, pero si

solo pretendían todavía dar mas son veinte o treinta años de dedicación ¡qué injusticia

tan enorme! Pensar que en cualquier otro sitio todos los medios en premio y

reconocimiento a su capacidad, parece absurdo son mundialmente conocidos; reciben

invitaciones de todos lados y acá les cierran las puertas.

Que sentido tiene, no puedo llegar a discernirlo por mas que me exprima el cerebro

analizando el curso de los acontecimientos.

Seré un poco fantasiosa como dicen pero ellos estarán siempre acá, en la sonrisa de los

niños, en la fe de los adultos, en cada rincón y en todos los que queden pues tanto en los

momentos duros como en los de alegría, seguiremos compartiendo y cuando me falten

las palabras, alguna voz va a salirme y cuando haya que afrontar algo insoportable

sentiré una mano cálida tomando la mía y …

− Se largó a llorar -

− No, por favor Graci, así no, debemos aguantarlo, no podemos aflojar ahora, nos

necesitan para recuperar un poco de serenidad y cueste lo que cueste, estamos

obligados tan solo por el cariño que les tenemos a poseerla y transmitirla ¿me

oíste?, necesitas paz y hay que hallarla, donde y como sea.

○ ○ ○

Golpearon la puerta, Graci se secó los ojos y corrió a atender;

− por favor, ando buscando a la doctora, sí la que trabaja acá; es la única que lleva

bien a mi hijo, ella fue quien averiguó lo que tiene. Es un caso raro, no lo puede

tratar otra persona; ¿a qué hora puedo encontrarla?; Graci se quedó muda,

recobró su postura y agregó, un tanto dubitativa (es lógico era una situación muy

embromada)..... este, bueno, es decir...

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− ¿pero va a venir o no? ¡eso no es posible! Necesito a la doctora, ella no puede

abandonar así a mi pequeño, no entiende que la necesito, ¡tiene que venir!

− Acaso no entiende que hay una vida de por medio...

La mujer levantó el tono.......... puso furiosa y gritaba, el chico se asustó y medio con

congoja miraba a Graci con mucha rabia.

No soporté mas y me entrometí.

− Por favor señora, Graci daría lo que no tiene por decirle que la Dra. va a venir,

pero tiene un problema grande, si ella la ayudó, es preciso que le guarde el

respeto que merece y acepte que ella no la abandonó y le aseguró que la Dra.

Sabe perfectamente que su hijo la necesita al igual que muchos otros pacientes,

pero no puede hacer nada, ella le brindaría la ayuda que usted pide si no hubiera

en “nuestra especie” gente que toma determinaciones sin pensar en lo que estas

pueden llegar a significar para otros muchos.

Se lo ruego, siempre se la ayudó y todo lo que pueda va a hacerse pero esta vez

ayúdenos a nosotros, no prejuzgue y comprenda, solo somos una parte de un todo al que

no podemos modificar y nos guste o no, aunque haya injusticias debemos aceptar que la

mayor parte de las veces (por no decir siempre) no somos capaces de combatirlas.

○ ○ ○

Cuando entre hoy a trabajar tiene el presentimiento de que algo iba a suceder y como

siempre, cuando pienso en algo lindo puede no cumplirse pero cuando el presentimiento

es malo, por desgracia, no falla nunca.

Me fui; quedé con Graci en vernos otro día, me va a traer una especie de diario o

artículos que escribe, me pareció muy valiosa su contemplación de las cosas que

demuestran una visión pintoresca típica de quien a cada instante está explotando al

máximo ciertas cosas simples, positivas, que muchos pasan por alto y que sin embargo

son la manera más representativa que todo tiene una faceta rescatable y que el

optimismo es el ojo con el que hay que enfrentarse al futuro para que el opaco negro

pueda volverse multicolor.

Me di vuelta y regresé a mi sector.

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CAPÍTULO X

“La alarma, El quirófano, El verde”

Ni bien acababa de echarme sobre el sillón comenzó a chillar la alarma, sin vacilar,

como un resorte, me levanté y corrí por los pasillos, todo estaba borroso, tuve que

detenerme un minuto porque las imágenes tendían a desaparecer y en choqué en el

apuro y la confusión con no se que cosa que se me puso delante, una pared o un mueble,

va, da lo mismo para el caso, solo sentí un dolor en alguna parte pero eso no importa, la

alarma suena, la oigo y pase lo que pase estoy ahí y debo ir a averiguar, alguien puede

estar en apuros.

Era en la fábrica, un obrero había agotado sus fuerzas y cayó abatido; era un buen

hombre, de esas personas que no las conoce nadie y a quien no se le hacen homenajes

pero él desde su “insignificante” rincón ajusta algunos detalles de esos imprescindibles

que resulta ser la causa de que las cosas salgan bien.

No se que tenía, se veía agitado, estaba consciente y preguntaba por su esposa, después

se desconectaba por segundos del entorno y al instante estaba tratando de incorporarse,

había que sujetarlo para que no lo hiciera, entonces preguntaba que hacía, porqué estaba

en el suelo.

Ya no estaban los demás para acompañarme, para sofocar el problema pero aunque

deseaba hacerlo, no podía aflojar ahora; sola no podía cargar a este hombre para llevarlo

adonde lo pudieran atender.

Le dije no se que disparate, para calmarlo pedí una ambulancia mientras sus

compañeros lo cuidaban; busqué sus documentos y volví al lugar.

Pasó un rato de nerviosismo y de ansiedad pero haciendo comentarios y hablando de

cosas de momento con los otros logramos disimular la espera y achicar el clima de

tensión.

Condujeron a este señor al hospital; llamé a su esposa y tratando de no inquietarla

demasiado le expliqué disminuyéndolo un poco, lo ocurrido.

Volví a la oficina y salí enseguida, debía iniciar los trámites de internación y ver que se

le diera toda la atención necesaria.

En la sala de espera estaba doña dona Ana, una mujer tan gorda como bonachona quien

se desesperaba rezongando, furiosa, pues decía haber estado advirtiéndole a su marido

que descansara un poco, que no debía esforzarse tanto.

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Vinieron a avisar que debía ser operado; la mujer se puso a llorar a los gritos, la

angustia la invadió rápidamente, “no puede ser, esto no, a él no, porque justo ahora,

tiene solo setenta años, es el cielo para mi...”

Tratamos de calmarla pero la enfermera vio que si no se tomaban medidas, pronto sería

para los dos el tratamiento; llamó a un médico, le dieron un calmante y se quedó

dormida.

Todo estaba encaminado y yo no gozaba de muy buen aspecto, por el contrario jamás

había visto ni había llegado a sentirme peor.

Hablé con la enfermera, me prometió que los cuidaría mucho, yo en una hora la llamaría

por teléfono y por la noche volvería a verlos.

Tomé el micro que va de la mutual a la fábrica y el agotamiento me las ganó, me quedé

dormida.

Y miren como sería la preocupación que tenía que soñé que era instrumentista (como las

que ayudan a los cirujanos).

Estuve una sola vez en el quirófano, pero me impactó bastante y lo describiría como un

lugar con un diálogo especial, es allí donde solo los ojos se ríen, las miradas hablan y

las manos dejan de expresar, se vuelven máquinas que aferran entre sí metálicos

elementos que transmiten su frío a través de todo el cuerpo. Y disfrazados, con ropas

blancas largas, con gorritos que le dan cierta gracia a la vestimenta (sino sería

fantasmal), empolvados los dedos por el talco y encerrados en los guantes, juegan a

mostrarse valientes, a intentar convencer a los de afuera y a ellos mismos que son

robots, que tienen un corazón de acero o un estómago de plástico.

Y es mentira, por suerte, es mentira; solo hacen bromas tontas porque son necesarias

para cortar el silencio o el inaguantable ruido que aunque lo quieran tornar

imperceptible no lo es pues señala la actividad del corazón y si este se detiene, si deja de

escucharse hace saber cuanto pesaba antes; el no oírlo es solo un simulacro como

muchas cosas de ahí adentro.

De repente, una frenada brusca me sacude, me quedé tan profundamente dormida que

me costó ubicarme; me faltaban unas cuadras; no, es acá y al ver el conocido portón

verde toqué el timbre y descendí.

Pero no; hoy si que todo sale al revés, me bajé antes, en la otra entrada, frente a la

guardería. Hay construido allí para los chicos un patio con juegos y atravesándolo,

detrás nace un camino arbolado que conduce a un puentecito; al cruzarlo se llega a un

parque; en las horas libres todo el personal puede ir a relajarse un poco.

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Miré la hora, era casi el medio día, sería lindo quedarme un rato quizá el verde me

devuelva la esperanza.

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CAPÍTULO XI

“Recordar (un lujo costoso), un capricho inevitable”.

Había un aroma a pinos y a jazmín que me envolvieron; la belleza sin querer contribuía

a sensibilizarme mas y eso era contraproducente.

Me detuve un minuto a analizar tratando de ver que es en verdad lo que sentía. Me costó

bastante, luego supuse=

...miedo, debe ser miedo, que raro, nunca había tenido algo igual, es decir así; pánico.

Me parecía estar en un barco que se hunde y no sé que hacer, nadar y salvarme para

buscar auxilio o hundirme por solidaridad (o por cobardía) con los demás.

Y en medio del divague, distraída quedándome de a ratos concentrada en un punto fijo,

como detenida, me encontré sonriente; un rubiecito de la guardería trataba de cazar una

mariposa y era todo un espectáculo verlo, se acercaba despacito, no se animaba a tocarla

y luego protestaba disgustado al verla volar; estaba tan en lo suyo que se hablaba solo,

era encantador.

Fue siguiendo a esa “caprichosa” que lo hacía renegar revoloteando burlona sobre su

cabeza y escapándose. Cuando estuvo mas cerca descubrí que era Pelusita; estaba

cambiado un poquitín más grande pero su cabecita seguía poblada de hilitos de oro que

se enroscaban unos con otros y relucían; todo fue ir atando cabos y por fin sin quererlo

o quizá a propósito comencé a recordar.

Las lágrimas invadieron mis ojos, mi cara, mi cuello, mi alma, fue una de las cosas más

difíciles que afronté desde que tengo uso de razón. Hasta ahora, los problemas de otros

me tuvieron a los saltos de aquí para allá y justamente fueron lo apropiado para que no

pueda detenerme y me defienda evadiendo. Pero ya a esta altura, no había nada que

pudiera contribuir a distraerme y a no querer darme cuenta de las cosas; ese jardín, el

pequeño Pelusa, el tener que afrontar sola situaciones como las de hoy; de no ser todo

tan ingrato hubiera estado acompañada y tal vez con Tomás disimuladamente

preocupándose por mi y dejándose llevar acariciándome o con sus ojos diciéndome,

“vamos muchacha” nos vas a darte por vencida y yo poseedora de un coraje

sobrenatural; toleraría cualquier cosa y respondería un cien por ciento en el desempeño

de mis obligaciones, ahora no sé; con suerte tal vez alcanzaba un cincuenta por ciento,

una “mediocre mitad”.

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El vacío sumado al recuerdo que hacía que me encerrara mas y mas me conducía a

aislarme. Era el primer síntoma de que estaba en un pozo y que no podría, ni sabía como

salir y si me descuido, tampoco quería hacerlo.

Solo alcancé a darme vuelta, esconder mi cara entre el pasto y con mis puños cerrados

aferrándome a una ranita que agarré por ahí, repetía a gritos para mis adentros, no, por

favor ¡no! Tomás, Tomás, mi Tomás, mi querido Tomás, él lejos, eso ya no, ¡eso no!, se

que cuando se ama el tiempo y la distancia se disuelven, pierden magnitud pues “el

amor nos une tanto al otro que deja de existir el límite que determina quien es quien”;

pero sin embargo, aunque pueda ese argumento proveerme de un consuelo, no deja de

ser pasajero y la sensación de pérdida se hace mayor, mas dolorosa, mas desesperante.

Quise recordar y empezó a faltarme el aire cuando tomé conciencia de que de ahora en

más, pase lo que pase iba a tener que arreglármelas como pudiera, ya nadie se

preocuparía de cuidar de mi percibiendo hasta donde puedo soportar ; y en los malos

ratos como el de hoy, solo sería una especie de “cosa para buscar solucionar” ya la

recompensa del mimo de Tomás o tan solo la ilusión de verlo, eso ya quedaba atrás.

Me paré, mis rodillas estaban duras, parecían que supieran que no valía de nada que me

hicieran apurar, por más que corrieran mis piernas no me llevarían a donde el está.

Comprendí que debía, necesitaba desahogarme y solo encerrada en mi habitación donde

nadie me viera, podría llegar a sacar todo este malestar que podría definir como una

espina clavada en la carne que penetra mas y se torna mas insoportable el sufrimiento.

Sentí de acá en adelante como una obsesión, todas las personas me hacían pensar en que

eran Tomás y caí en una búsqueda constante que no conduce a nada pero que no deja de

ser inevitable.

Tuve que respetar la depresión y solo encontré un modo de combatirla: auto-

engañándome. Al ir al fichero, pensaba, “claro, todavía es temprano, él viene más

tarde”; me tropecé otra vez con Pelusita, cerré los ojos y me convencí que Tomás estaba

abrazándome; fui a la sala de computadoras....”hasta mañana mi chiquilina”

− y voceé por lo bajo:

− “hasta mañana mi capataz”, (lo dije casi en secreto).

Y de pronto, me topé con uno de los jefes, me miró un tanto extrañado diciendo:

− ¿me hablaba a mí?

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− Bueno, este, no, estaba pensando en voz alta, hablaba sola, usted sabe uno acá

adentro se marea con tantas cosas, a veces hasta salgo hablando conmigo, es

decir, bueno, usted me entiende ¿no?

Se sonrió amablemente y se fue.

¡Suspiré!, volví a la oficina diría no avergonzada pero con un poco de pudor o algo

parecido, estuve a punto de hacer el ridículo, podía haberme metido en un lío yo y

hacerlo pasar un papelón a Tomás.

Llamé a la enfermera para ver como estaban el obrero y su esposa, son gente macanuda

y no quisiera que les falte nada.

El hombre estaba en el post-operatorio, todo salió bien; la mujer se había tranquilizado

un poco.

Creí que tenía el derecho de buscar mi paz, di por terminado el día; fui a casa, cené y a

dormir, me quedaba tan solo como elemento positivo la idea de que quizá mañana al

despertar pueda hallar un nuevo amanecer orientado hacia “nuevos horizontes”, eso me

trasladaba a la imagen de un campo inmenso, lleno de naturaleza con un hombre

sentado sobre la tierra mirando al infinito, dándole al paisaje una belleza indescriptible y

eso me incluía entre el trigo y los cardos hablándole como siempre en ese idioma mudo

que solo nosotros podemos traducir, solo él y yo, nosotros, estando juntos; y así

inventando, protegida por esa especie de nube que nos cubre hasta aplastarnos pero que

por suerte nos quita la conciencia como para que todo parezca una pesadilla y no la

realidad; y nos da un período como para que cuando recuperamos la claridad, ya el

destino, astuto e ingrato, porque se le antoja, nos metió en alguna cosa que

engañándonos nos somete a seguir.

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CAPÍTULO XII

“El miércoles”

Pareció justo el nombre de este día para hoy, pues como era de esperar “me sentía para

la miércoles”.

Mi cara estaba deforme, todavía seguía un poco en la nube pero ya de a ratos tomaba

conciencia de la realidad y el decaimiento se acentuaba.

No quería faltar a la fábrica era mejor elaborar las cosas a medida que pasaban y no

acumular inhibiciones que se hacían cada vez peores y ese “dar un paso adelante”

podría fácilmente llegar a ser “dar un paso en falso” y adiós.

Temblorosa, desanimada, por inercia repetí esa seguidilla que compone la rutina que tal

vez por el hecho de hacerla siempre no produjo demasiado esfuerzo, solo faltaba esa

dosis de “expectativas” de “optimismo”, de “encanto” que siempre le ponía con ese

salero que contiene a manera de polvito mágico “las ganas de que ocurran cosas lindas”.

No vale la pena que me ponga a explicar lo que sentí a cada instante, al pasar con el

colectivo por la guardería; al ir al archivo, al escritorio de Tomás, a la sala de

computadoras, o a cualquier parte.

Decidí por auto-convicción iniciar una nueva forma de vida: trabajo, estudio, danzas y

punto y aparte.

No tardé en reencontrarme con antiguos reflejos que llegaban a través de los detalles

mas insignificantes. Antes de lanzarme a la tarea, como acostumbro intenté organizar

los papeles del escritorio, eran muchos y todos mezclados, podía extraviarlos o tirarlos

confundida. Entre ellos, encontré una ficha mía que no sé como pudo ir a parar a ese

sitio, era la tarjeta con el número de historia clínica, pronto volví a sacudirme; mi suero,

dentro de poco tendría los resultados, los análisis estaban encaminados ya; y al ver que

volvía a la desesperación y al estado depresivo (que por un momento pareció decrecer)

otra vez se agigantó, retorné a la auto-convicción, “todo menos pensar o sentir”.

Cubierta de papeles, problemas, responsabilidades y todas esas cosas que ahora sonaban

a “terapia ocupacional”, me dejé llevar y pasé las horas lo más atareada que pude.

Eran cerca de las once cuando vi venir a Graciela, la voluntaria; me tranquilizó pensar

en que aún quedaba algún representante de la “amistad” en ese mundo que solo parecía

tratar de hacerme comprender que “no vale la pena que los busques”, pues no los voy a

hallar.

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55

− Hola Graci -

− hola, ¿cómo estás?

− Tirando, sin profundizar demasiado; por como está todo, podría decirte que

bastante bien - ¿y vos?

− Mas o menos, creo que soy, no se si decir una cobarde o una inadaptada, pero no

puedo resignarme y logro calmarme pero por períodos cortos, después hago

crisis y termino llorando enloquecida.-

− ya te vas a calmar, no creas que yo estoy muy repuesta y mirá que llevo

coleccionando unas cuantas mas como esta; permitite, date el derecho de

respetar tu estado de ánimo y así con el “bochinche” de tareas que te da la sala y

no te deja descansar vas a lograr por lo menos por ahora invadir un poco,

después el destino contestará de alguna manera a esta incertidumbre y

charlaremos nuevamente al respecto.-

− sabés, te traje algo para que leas, por lo que dijiste ayer creo, no sé, a lo mejor te

sirve de algo; ya poseo poco de todas estas cosas lindas que tenía pero las tuve y

quizá te gusten o te distraigan aunque menos sea; algunas son páginas de mi

diario.-

− Graci – que buena idea, verdaderamente te lo agradezco de corazón, me

apasiona leer algo como esto y puedo asegurarte que posiblemente es lo que mas

puede ayudarme a sobrellevar la angustia; sabés yo también escribí mucho en

una época, fue maravilloso pues tenía muchas cosas mas simples y mas tiernas

por cierto de lo que podría llegar a decir ahora.-

− ¿porqué dejaste de escribir?; tal vez sea mas triste pero puede ser útil que lo

hagas.

− Probablemente tengas razón, pero la causa fue una tontería; no tuve quien las

lea; para mis compañeras eran cosas muy complicadas que no les interesaban

escuchar y para los mayores eran “cosas de chicos”.

Cuando fui mas grande, tendría quince años o un poco mas, empecé a hacer una especie

de diario, pero en hojas sueltas (un tanto original); en él colocaba cartas conteniendo

muchas verdades, daba consejos y hacía conjeturas; viví bastante aislada y reemplacé el

diálogo por el monólogo y es por eso que me entendí mas con los viejos cuadernos que

con la gente. En algún momento, no se cuando ni porqué algo me interesó del mundo

exterior y me dediqué a intentar un intercambio; resultó y es por eso que aprendí a

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56

transmitir a través del diálogo; ya no necesité más de ese diario ni de esas cartas sin

destino que a medida que las escribía me torturaban haciéndome desvalorizarlas por el

hecho de que no las iba a mandar, de que nadie las recibiría, de que era solo un barrote

mas para formar la reja que yo estaba creando como barrera y con la que yo mismo me

estaba encerrando, marginándome, haciéndome diferente, solitaria, y que cuando

quisiera no me permitiría salir pues sería tarde.

Amé la libertad de compartir, de hablar, de comprender, de sentirme comprendida y

deduje que estaba creándome mas limitaciones de las que en realidad podía tener y ahí

mandé al diablo la lapicera y me prohibí este antiguo placer; por lo menos hasta que

estuviera lo suficientemente comunicada como para que cada página no sea un barrote

sino un pájaro, una flor, una sonrisa, una ola, un pececito o simplemente una página de

papel y no el reemplazo de una persona que tal vez me esté negando a conocer.-

Graci se quedó boquiabierta, no me conocía de esta forma, es cierto, fue una casualidad

que hablara de cosas íntimas, el clima se prestaba, lo de ayer me llegó muy hondo y

despertó esa oculta visión que desde hacía bastante no tenía y parecía haberme

abandonado junto con alguna ilusión frustrada cuando crecí.-

− Tenés que escribir, es preciso que lo hagas, podés hacer mucho bien, sos

descriptiva y gozás mucho “percibiendo” detalles y resaltándolos; me hizo bien

oírte, deberé analizar seriamente qué es lo que yo busco a través de esto y por

sobre todo ver si es productivo, si lo que hace es conducirme a abrir una puerta o

a cerrarla.

Bueno, te dejo “mis reflexiones”, si querés dales una ojeadita y vení a verme, cada vez

que tengas un rato libre o que tengas ganas de charlar de algún recuerdo que se apoderó

de tu mente y no encontrás al protagonista porque ya no está; pensá que a mi me puede

estar pasando lo mismo y llegate hasta allá, aunque menos sea lloramos juntas.-

− Gracias Graci, en cuanto llegue a casa, (hoy me voy directamente) voy a

disfrutar de tus artículos, estoy convencida de que me van a ayudar y más aún

creo que me van a aclarar algunas cosas y devolver muchas otras que siento

como parcialmente perdidas.

Vi alejarse a Graci y tomé una carpeta para poner todos juntos sus escritos, no quería

que se fueran a perder.

Me rasqué la cabeza dubitativa, me parecía de golpe que esta visita hubiera sido yo

misma hace unos años atrás, me traía añoranzas el oírla tan poseedora de una seguridad

absoluta, de esa plenitud de poder sentirse realizada con todo lo que hace, de poder

Page 57: La niña mas allá de la ventana

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disfrutar de lo que tiene y de poner todo lo suyo en esas carillas; yo creo que a su edad

lo único que creía tener era mi diario, esas cartas valían tanto como mi cuerpo; y por lo

que pude ver, creo que ella siente lo mismo... que terriblemente maravillosas fueron mi

infancia y mi adolescencia, todo me conformaba y todos los problemas los resolvía con

fantasías, con inventos y gracias a eso hoy puedo llegar a esperar en que “tal vez

mañana, en una estrella, encuentre la felicidad” o que todo lo que está sucediendo ha de

ser por algo y dentro de no mucho tiempo todos hallemos la parte buena y quizá sea

mejor.-

Vaya, vaya, Graci me introdujo en el mundo de la imaginación y yo ando volando mas

alto que un avión...; si alguien supiera lo que estoy pensando, supongo que hasta me

sacarían del puesto pues para todos, acá, soy la mujer madura, insensible, quién podría

suponer lo que espero encontrar en una estrella o en que me gustaría convertir las

páginas que escribo en flores, pájaros, olas; se imaginan los presupuestos, los planos,

los cheques, los recibos, es original por lo menos ¿no?...

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ESCRITOS DE GABY 30-10-74 - Graci Esperanza - La amistades como el aire, imperceptible a los sentidos y esencial para la vida. Cuando uno es chico, todo el entorno parece enorme, después crecemos y lo de alrededor se va achicando. 9-01-75 Amigo= Porque el tiempo y la gente no logren separarnos, porque la fuerza de la sinceridad logre ayudarnos. 27-10-71 Es preferible llorar por los problemas de una buena amiga, que llorar por no tener esa amiga. Aprendemos a amar antes de saber lo que es amor. Antes de criticar una cosa es preciso pensar como lograríamos hacerla mejor. Refléjanse en mi mente y me perturban Enloquecedoras imágenes Ciegos emblemas Un continuo fluir de mi pasado En mi presente se acrecienta. Recordar, tan solo un verbo equivocado, Detrás de imágenes perplejas- Obscurecen el actual presente, Sombras y sueños que se dejan- evasión = manera cómoda de ocultar la desesperación- Piensa en mis sentimientos y entiende mis pensamientos. Una buena maestra, es maestra siempre, aunque por circunstancias de la vida uno ya no sea mas su alumno.

Las manos Las hay de princesa y otras que son rudas, eso no interesa todas van desnudas. Si tienen arrugas y son muy viejitas, tendrán experiencia, serán mas bonitas. No estudian, aprenden, no sacan diploma, por cierto son sabias de su propio idioma.- Sonríen, se mueven, acarician, besan en momentos tristes su llanto me expresan. Las manos nos dicen, dicen sin pensar lo que la palabra no logra explicar.

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Abuela Es la abuela la persona que razona y que perdona. Que a sus nietos los complace y por ellos todo hace. Amor es su primer dolencia, Dolencia común en ésta edad. Obsesiones que llenan la cabeza, Ligereza en la forma de pensar. Espíritu creador que todo quiere Sin creer jamás la realidad. Conciencia juguetona e inconsciente, Emblema de aparente claridad. Netamente la idea de adolescente= Creación Ilusión Amoríos del corazón. Mejor callar, tan solo quiero que alguien me hable y escuchar. Porque pedir, si solo dando se puede recibir. Busco la calma Busco la prisa En mi sueño imploro

y aparece el alma. surge una sonrisa me despierto y lloro

Como

Cómo es que los hombres no saben lograr la paz si tanto la desean, cómo pueden entonces vivir en guerra. Como correría la gente mirando para atrás, si viendo hacia adelante suele tropezar. Como ver irse el tiempo sin pensar cuando se pierden las horas en hablar. Como no hacer frente a los problemas queriendo combatirlos con dilemas. Como sentirse inútil frente al anochecer cuando en la vida hay tanto por hacer. “Es difícil dar vuelta la cara y mirar hacia el sol que aunque brilla, encandila y el resplandor obliga a cerrar los ojos”.- Son médicos; unos son mas que otros pero en realidad ninguno es menos que los demás.

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Rayitas Me miro las manos y tengo rayitas me miro los pies rayas otra vez. Yo miro una tela llena de rayitas, miro yo un papel, rayas chiquititas. Miro una madera rayas de primera miro una guitarra rayas de madera. Vamos a la playa hay mallas o rayas vamos a pescar ¡rayas en el mar!

El sin fin de porqué Porqué arrepentirnos de ver ladrones, atorrantes y asesinos, si cuando sufren de niños, sin pensarlo, sin creerlo marcamos sus destinos. Porqué querer luchar y combatir fervientemente, si cuando ocurren injusticias somos niños con su ingenua inocencia. Porqué querer las cosas que en el destino perdimos, si esas cosas perdidas al tenerlas nunca las quisimos. Porqué valorar enormemente las riquezas materiales, si al morirse las personas solo se pierden riquezas morales.- Porqué mirar siempre el oscuro y lejano sufrir de lo pasado, si no nos atrevemos a ver nuestro futuro sino en un sueño inventado. Porqué viví día a día temiéndole a la muerte sin valorar siquiera, lo que es la vida, lo que es la suerte. Porqué no ver en las personas cuando miras todas sus virtudes, todas sus riquezas y sus alternativas. Porqué ver simplemente en lo lejano y triste, todo lo lindo, lo dulce y bello que perdiste. Porqué los hombres en el presente no saben estar, si flotando en el pasado y futuro se sienten fracasar.

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Porqué los enamorados miran hacia el infinito las estrellas si en su propio amor pueden encontrarlas y son mucho mas bellas. Porqué ver ojos llenos de lágrimas o el rostro triste de algún niño, si pueden verse muchas sonrisas generadas por un poco de cariño. GABRIELA ESPERANZA 30-10-74

Mi primer día como encuestadora. (Encuesta de salud)

Gracias gente, hoy me enfrenté con la calle, con esa calle que conozco como la imagen

de un cuadro que está pintada de todos colores pero es estático; hoy frente a frente con

la calle, pero la calle que se mueve, que agrede y que complace.

Tenía miedo, miedo de ver cada color y miedo de que no me gusten, o tal vez, miedo de

no poder verlos; pero como es lógico, algunas panorámicas me nublaron la vista y otras

me aclararon las nubes deslumbrándome.

Cada uno, ubicado en su lugar, en su medio, mas o menos humilde o mas o menos

hermoso; cada uno en su marco me brindó una sonrisa, me sentí múltiple, empecé a ser

lo que quiero ser, de todos y para todos; hablé con cada uno en su idioma y todos

interpretaron mi idioma, los niños con la mirada y los mayores con las palabras pero me

comprendieron y los comprendí que es lo esencial y sentí que mi amor hacia la gente es

en realidad políglota como yo la siento, es el esperanto que todos buscamos y no la

lengua característica de artificios externos.

En todos lados comenzaron tratándome de usted y terminaron despidiéndose

amistosamente.

En la primer casa que fui, tardaron mucho en atenderme, sentía confianza y miedo a la

reacción; yo creo en mi gente pero temí caer en mal momento o ser mal recibida, no fue

así.

Era una casa sencilla pero linda, un patio y alrededor las habitaciones, tres niños, de seis

y siete años los mas grandes y de seis meses el mas pequeño; mamá, una señora simple

pero muy agradable y que tenía necesidad de hablar. Jugueteé un poco con los chicos,

luego hablé con la señora y cuando tenía que irme, esta buena mujer no solo no sabía

como retenerme sino que también quería agasajarme y me regaló un frasquito de

perfume, una especie de muestra pero con un aroma tan grande a sinceridad,

agradecimiento y cariño que creo que es el perfume mas rico que olí en mi vida.

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De ahí fui a la segunda casa, cortésmente me atendió la abuela del chico que como no

sabía contestar bien todas las preguntas me sugirió que volviera mas tarde.

Como sobraba tiempo, estaba en horario de trabajo y no me gusta perder ni siquiera los

minutos, decidí que esperar hasta mas tarde (de las 17 a las 19hs.) era demasiado y

aproveché para ir a otro lugar.

Si me preguntaran como describiría este tercer lugar, creo que solo podría decir que se

ve borroso porque hay lágrimas en mis ojos. Se ve un niño descalzo con la ropita rota y

sucia, la piel casi tan obscura como su cabello negro, los cachetes rojos y un pan, un

pebete duro y seco en la mano, una mano pequeña que apresa ese pan porque es su mas

preciado tesoro; lo aprieta para que no se le escape y lo muerde despacito para que dure,

para que no se acabe.

Si, ese tercer lugar era un barrio de emergencia; muchas veces pasé desde lejos y lo vi,

me resultaba despreciable y seguía viaje; pero hoy estuve allí, allí adentro. Cuando

estaba llegando, como un degradé en cuatro cuadras, las casas de un barrio residencial

iban desfigurando su fachada y volviéndose paso tras paso mas simples, mas viejas, mas

precarias, mas horribles; cada vez tenían menos forma de casas, las ventanas se volvían

parches de madera y tal vez las puertas eran ventanas, cada vez mas desnudas, mas a ala

intemperie, menos resguardadas por los techos, quizá el cielo fuera el único techo

seguro.

Todo iba cambiando de tonalidad en esas escasas cuatro cuadras, en la primera, niños

con bicicletas, camisetas de su cuadro favorito y una número cinco; y en las siguientes,

carritos de madera, camisetas gastadas si es que tenían camisetas y una pelota de trapo.

Traté de buscar el número de la casa a la que iba, me metí entre la gente a preguntar; los

niños jugaban con los perros llenos de pulgas y tan hambriento que los creí capaces de

sacarme un pedazo, no por malos, sino porque ellos también tenían hambre. Luego

deduje que preguntando el número no hallaría la casa, no solo que no estaba pintado en

el único trocito de madera que pudiera tener en un rincón; sino porque estas personas

tampoco conocían los números.

Lo mejor sería preguntar por Gladys y luego pedirle a ella que me lleve con su mamá;

porque tampoco los vecinos conocían el apellido o el nombre de quienes vivían al lado.

Entré en el espacio con que contaba esta familia para vivir (dejo espacio porque por mas

grande que sea mi corazón no lo puedo llamar casa), era algo que sinceramente no

quiero o tal vez no puedo describir; no quiero describirlo porque no significaría nada

parecido a lo que yo vi y tratar de explicar lo que sentí resultaría ya imposible; y no

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puedo describirlo porque me duele, como me dolía tener todo lo que tengo en ese

instante en que estuve con quienes no tienen nada. Que estúpida aunque tan solo sea el

placard ya tengo una enormidad (ojo, que tengo cosas que valen, como el cariño de mis

amigos y la sinceridad y mi trabajo y el cielo y miles de cosas que valen todo lo que

nunca podría llegar a valer el palacio mas grande) pero en este momento el hecho se

basa en un problema material y aunque no me interese el dinero, tengo que reconocer

que es un problema existencial y que llega a una gravedad tan pronunciada que no deja

tiempo para pensar en otras cosas quizá ni en las más elementales como la salud.

Caminé mucho dándome un montón de tropezones antes de encontrar a Gladys pero al

fin la encontré, me llevó con su mamá.

Pobre mujer, me atendió muy bien pero con un miedo pánico que se notaba en cada

gesto, hasta en el pestañear. Parecía mas que dolor sentir vergüenza, no se de qué podía

avergonzarse ella si era yo la que me sentía avergonzada, de tener puesta una camisa o

de usar reloj cuando hay quienes no tienen pan.

Yo llevaba en la mano un paquete de galletitas que apoyé sobre la mesa para poder

escribir; al irme sentí como si esas galletitas pudieran ser el alimento de toda una

familia y haciéndome la olvidada dejé el paquete donde estaba; ¡qué ingenua! ¡si un

paquete de galletitas pudiera resolver un problema tan grave!...

Para poder hacer la encuesta tuve que inventar una forma prácticamente nueva, sin

palabras y de manera simple; según esta señora, la niña iba a ir a la escuela solo por un

año; le mostré la hoja que especificaba que este trabajo estaba respaldado por el

Ministerio de Educación, luego deduje que ella no sabía leer.

Después de un rato de derivar la conversación para ahuyentar el miedo, comencé a

explicar de la manera mas sencilla posible de que se trataba y logré obtener respuesta.

No formulé todas las preguntas porque no creí que pudieran ser contestadas; me retiré

con un nudo en la garganta, un gusto amargo en la boca y un dolor irresistible y

profundo.

Regresé a la casa donde había estado anteriormente; la mamá no había llegado todavía

por lo que tenía que hacer tiempo de caminar ya estaba cansada así que como una

ejecutiva me senté en un bar y me puse a trabajar con la guía de calles, la de colectivos

y mis direcciones tratando de lograr algo coherente de ese ramillete de datos todos

mezclados sin coordinar.

Como se hizo la hora, “a la hora señalada”; me dirigí a la cita, me recibieron muy pero

muy bien; eran las 19:15hs. Y estuve casi cuarenta y cinco minutos charlando.

Page 64: La niña mas allá de la ventana

64

Esta mujer era diferente, muy capaz, muy despierta, ese tipo de mujer admirable que por

una circunstancia tiene que ser la que lleva los pantalones y hacer de madre y padre a la

vez; y el doble papel que debe desempeñar es tal vez la causa que la hacía parecer una

“persona que vale por dos”.

Es realmente destacable ver como se maneja esta señora en su casa.

Y así con mi panorama multicolor, me fui con la ilusión de volver a recorrer la calle y

temerosa y esperanzada volveré a tocar los timbres de las casas frente a la expectativa, a

la enorme expectativa de verme abrir la puerta, de identificarme un poquito con cada

persona y de asegurarme cada día mas, que esa es mi gente; que hablamos el mismo

idioma o bien dialectos similares y que no solo lo siento sino que en verdad puedo

llegar a ser de todos y para todos.

Por despertar en mi la ilusión, por crear la esperanza y por brindarme cariño = ¡gracias

gente!

Percepciones

06-11

Solo la brisa y el tibio aroma del amanecer; solo el sentimiento que lleva implícito una

caricia; solo el motivo que acompaña las lágrimas, solo la naturaleza y el amor pueden

percibirse.-

¿Qué significa percibir entonces?, Quizá que se erice nuestra piel o brote nuestra

sonrisa, que tiemblen nuestras manos frente al suspiro profundo inalcanzable de quienes

amamos.

Sentada frente a una ventana; mirando el cielo; … pensar en una estrella y pensar

cuántas personas estarán sentadas compartiendo conmigo esa estrella.

Amar las cosas simples; que frase complacida, para decir algo tan grande solo bastaría

decir “amar”, las cosas simples son lo único que se puede amar.

Porque el temor, la soledad, el silencio? si la confianza, la sinceridad y el ruido son la

vida.

...y no es solo un juego de palabras, que increíble; la lluvia, el cielo y el amor son la

vida y se perciben, pero ¿porqué la vida misma entonces es imperceptible?

El instinto es lo que logra la convivencia y es el instinto para el hombre (la intuición lo

es para la mujer) lo principal, y solo podrán saciarse, el instinto y la intuición así,

llegando mas lejos de donde son nuestros sentidos, el camino es ese, imaginando,

Page 65: La niña mas allá de la ventana

65

indagando, viendo mas de lo que se nos muestra, oyendo mas de lo que nos dicen,

comprendiendo mas de lo que pueden explicarnos y esto significa descubrir y hay una

sola forma de lograrlo = percibiendo.

○ ○ ○

Bebito

8-XI

Acurrucadito, calentito, pequeñito; con los ojos saltones de susto o de curiosidad; tus

deditos flacos, tu cara aún si rasgos de persona, tan solo una miniatura con forma

indefinida de bebe. Sin siquiera saber si eres parecido a papá o mamá, quien sabrá si te

pareces a ellos si ni siquiera vos sabés quienes son, todavía no has tenido el gusto de

conocerlos; quien sabe si lo tendrás...

Vaya cosa, prematuro, te sacan antes de tiempo de la panza de mamá, te meten en una

cajita de cristal que aunque intenta engañarte figurándote una seguridad absoluta, no lo

logra porque vos sentís que no la tenés. De ahí te sacan y te ponen en una cuna que

parece tibiecita y cómoda pero que no llega a serlo porque le falta amor.

Aprendés a oír el ruido de una puerta, chillido molesto, extraño, feo, porque es la que te

separa de los demás y te encierra solito, así tan pequeño y sin nada ni nadie por quien

sonreír, llorar, comer, dormir ni despertar.

Y así gurrumin, semiabandonado, te dan medicinas, te alimentan por sonda y vos no

crecés; pero mi “buñuelito”, si es entendible, si no querés crecer, si no te interesa; acaso

no estamos seguros vos, yo y algunos otros ¿no estamos seguros acaso de que la única

dosis realmente efectiva sería aquella compuesta por mimos, canciones de cuna,

compañía y todas esas cosas que no caben en la ciencia de la medicina y sin embargo

son las más capaces de disolverte la salud, de curarte, de hacerte mejorar.

Sabía que esto iba a pasar…

Quise darte algo que creí que tenía para dar pero no pude; quise darte momentitos de

amor pero fueron intermitentes y cortitos y no alcanzaron para llenar tu vacío, vos

querías a tu mamá no a mi; hoy cuando fui a ofertarte mi humilde dosis de cariño, hallé

una pieza grande, fría, silenciosa, de techos altos y con unos pocos rayos de sol

alumbrando una cuna, una cunita pequeña, que pese a dar la imagen de algo hermoso y

repleto, estaba vacía; las mentitas desacomodadas, el frasco de suero aún colgado de un

alto pie y loas barrotes plateados simulando proteger una pequeñísima fuente de futuro

que ya no existía.

¡porqué! ¡porqué! ¡porqué!

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Porque si………..

Pasó y aunque quería, estas letras no podrán volver atrás las páginas del tiempo ni

remediar lo irremediable; pero por favor, que esto no vuelva a pasar; con tanta amplitud

y grandeza, con todo el confort moderno de una incubadora, ver tanta miseria.-

Propongo algo; organizamos una colecta en la que todos colaboran=

tiempo de duración = una eternidad;

propósito=¡basta de soledad!;

contribución= besos y caricias para los niños solos.

requisito= sin limitaciones-sentir y dar lo que se siente.

○ ○ ○

17.2.75 El espejo del tiempo

Sentada aquí en mi cama, en la semi-habitación en la que duermo que es un cálido

recoveco en medio del comedor.

Escuchando música que me llega hasta el fondo y arde.

Las románticas y lloronas notas de la guitarra combinadas con el silbido que me acerca

el fresco rumor del viento (que parece aplacar el efecto que la música produce en mi

alma), me conmueven y hacen surgir un alivio momentáneo.

De pronto, miro en la pared de enfrente; ante un fondo de papel floreado, mi foto, entre

dos luces; los zapatitos blancos, (tipo Guillermina) con los zoquetes blancos, como la

espuma; la ropa igualmente impecable y mi mirada perdida, taciturna en la lontananza;

soñando y preguntándome, ¿Qué será mañana?

Hoy la miro, cuantos años pasaron, cuanto perdí y cuanto gané en este juego de seguir

mi camino.-

Tal vez ayer, en ese foto, en el momento en que fue registrada, quizá esa niña confusa y

distraída en un punto lejano rogaba crecer y alcanzar estos 18 años que hoy tengo,

alcanzar mi cuerpo de mujer capaz de enamorar a un hombre, mi mente

intelectualizadora saboreando los libros de medicina; probablemente esa imagen del

punto lejano en el que estaba absorta sea mi panorama actual; sin embargo hoy la miro y

quisiera volver a esos cuatro años, a esa figura que aunque en la foto está reflexiva no

era mas que un bochinchito inconsciente que podía vivir sin pensar demasiado y un

poco también sin sentir el peso de la responsabilidad mas que cuando cuidaba a sus

muñecas como una mamá.

Hoy desde acá, miro la rígida figura que ahora parece preguntarme ¿y qué pasó? Y

sospecho que aún se trate de otra, no de mi, de otro mundo no de la tierra; de algo que

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67

recuerdo como un cuento de esos en que retenemos el argumento y algunos detalles que

nos impactaron y lo demás se borra, se esconde en el olvido.

Y pensar, la herencia de aquello es aún la melancolía y la incertidumbre aunque también

el optimismo, mis tres inseparables.

Recorro mirando alrededor, veo el reloj, lo compré hace unos cuantos años ahorrando

peso por peso pues fue un capricho; pensar que con lo que lo pagué no compro ni la

cuerda.

También los viajes en colectivo aumentaron y con ello el consumo, el consumo de lo

material y de mis energías arrancadas junto a mi ingenuidad. Cada minuto fue

agregando algo y quitándome algo de mi infantil personalidad y crecí.

Aquí estoy, debería aquí, ahora, ya, tomarme una foto y compararla, creo que aunque

muchas cosas han cambiado, el punto lejano sigue igual, a veces en el ayer, otras en el

mañana pasando por hoy. Y si algún día volviera a repetirse la fotografía, mi visión ante

la vida sería la misma, con más experiencia, con mas cicatrices pero con mas fortaleza y

con la felicidad arraigada en mis facciones como las raíces de un árbol lo están al suelo.

Miro ese cuadro y solo puedo definir este sentimiento como el estático y móvil espejo

del tiempo.

○ ○ ○

Y esto me hace recordar algo = palabras…

19.5.79 Contradicciones

(Dudas de bolsillo)

No quiero identificar el día de hoy, lunes 06-09-74, 20:30hs.; y es por eso que pongo de

encabezamiento una fecha inventada, la primera que me vino a la mente, una fecha del

mañana que me obliga a mirar hacia delante.

Y al ver adelante, por contraposición me lleva a ver atrás, ayer,; no hace mucho; hace

apenas unas semanas, dos o tres; en ellas creí sentirme apoyada, dependiendo de todo y

de todos, de una cadenita con un corazón, un trébol y una llave, un día de lluvia y

algunas personas en ese entonces mis amigos.

Hoy, ahora, ya independiente de “todo y de todos”, también de mi misma.

El ser humano comienza siendo una célula, compuesta por elementos de otras dos

células que se unen; se dice que es totipotencial (tiene potencialidad para convertirse en

cualquier especie celular de acuerdo a su predisposición y medio ambiente).

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Y así somos al nacer, bebés desnudos, parecidos, que pataleamos embroncados pidiendo

comida o sonreímos plácidamente mientras dormimos. Luego nos disfrazan con mejor o

peor ropa de acuerdo al dinero; nos alimentan amamantándonos o no, (de acuerdo a la

moda), nos educan mejor o peor; nos dicen la verdad o mentiras según les place y

comenzamos a ser el calco del medio que nos rodea y hasta agradecemos dichosos ser

parte de una sociedad.

Hasta que crecemos; hay quienes no se dan cuenta y hay otros infelices que caemos por

la ciencia, o el arte o la contemplación de la naturaleza y entramos a comprender

quienes fuimos, quienes pudimos ser y quienes somos.

Acá entra a jugar la angustia, el disconformismo y el deseo de volver a empezar, de

cambiar y es aquí cuando empiezan los “conflictos generacionales”; la incomprensión;

“la caduca” experiencia de los mayores, contra el “inmaduro” idealismo de los jóvenes;

y nos enfrentamos y pasmos horas discutiendo sin siquiera escucharnos.

Y ahí la elección del propio camino; a muchos los conduce a estrellarse, por poco

prevenidos, por atropellados y así se van decantando, se dividen en mitades, uno sí, uno

no, uno si, uno …; es cuestión del azar o de la suerte; tal vez también de viveza. El no

caer en un pozo reside en conocer el terreno por donde se camina, primero hay que

explorar, luego introducirse.

Y hay de todo; terrenos seguros, de piedra, pantanos, se los conoce, no se los conoce,

caminamos, corremos, volamos, flotamos; son posibilidades; es como un supermercado

en el que hay de todo, hay quienes compran mucho, hay quienes compran lo

indispensable y hay quienes miran y no compran, porque no quieren o porque no

pueden.

Algunas células, (una vez que se multiplicó la primera) tienen sustancias inductoras que

las estimulan (por no decir las inducen, que sería repetitivo) a transformarse en una a

otra especie para constituir agrupándose con sus similares, los tejidos.

Es así como al final encontramos un sistema nervioso, otro circulatorio, el respiratorio,

el digestivo, el reproductor, el de defensa y miles de funciones mas sin entrar en

detalles. Ahora, ¿que, como, cuando, porque es lo que establece el destino de cada

célula?; es en otras palabras buscar un responsable; digamos que muchos factores

contribuyen por acaso ¿podemos atribuir a uno solo semejante tarea?

Ese es mi planteo, una vida llena de posibilidades, todo puede ser y así está, llena de

imposibilidades e incertidumbre equiparando lo posible.

Page 69: La niña mas allá de la ventana

69

Y esos somos los hombres, construimos destruyendo; amamos odiando, aprendemos

perdiendo sabiduría; el avance necesaria e involuntariamente lleva al retroceso.

Por ejemplo la ciencia si bien es sabia, se maneja contra los instintos y contra muchos

principios naturales y acaso ir en contra de la naturaleza ¿no es retroceder?

Quién es el más inteligente sino el menos sensible y el menos espontáneo por ejemplo

en el campo del estudio o del trabajo.

Contradicciones, interrogantes, dudas; redes, inventadas, externas indescifrables;

torturarse, adaptarse, resignarse…….?

existir ante todo

¿como, cuando y porque?

riendo o llorando, siempre o nunca; porque si………

○ ○ ○

Miedo a Crecer - 30-09- 13:35hs.

Aquí en un bar, en una esquina, probando, aprendiendo a soportar la absoluta soledad

que me atrapa de la que no me puedo liberar y a la que deberé ir acostumbrándome de a

poco y la que algún día llegaré a disfrutar.

Intenté con mi mejor voluntad abrirme al mundo y compartir, pero el mundo no es

honesto, me arrebató todo mi cariño amargándome, engañándome con la creencia de

que me querían tanto como yo quería, de que valía o significaba tanto, como los demás

para mi; pero fue mentira, una enorme e insoportable mentira que hoy se presenta

burlona riéndose, como diciendo: “tonta te sometimos a vivir y ahora te las tenés que

arreglar por vos misma, nadie se hace responsable de la Gabriela mujer, no, todos

quieren la Gabriela nena, esa que murió, esa que mataron los años, y ahora tambaleante,

sonriendo o llorando, como sea, te las arreglarás”; aunque te arrastres, aunque quieras

darte por vencida, deberás seguir y sola, total y absolutamente sola; hasta que la fuerza

que te obliga a seguir la reencuentres de otra manera.

¡Nos!¡ mienten!, hasta que la fuerza que me obliga a seguir se agote ¡porqué! ¿en qué o

en quién voy a creer ahora? ¡de donde sacaré ganas de soñar o de reír?...

Es como una fogata rodeada por amigos; todos encienden el fuego y lo alimentan y cada

ramita seca representa un poquito de amorque cada uno pone de sí para enardecer la

llama. Luego deben apagarla o se apaga sola pero de todas formas siempre quedan las

cenizas y visto desde afuera, solo se quemaron unas ramas, un trocito de naturaleza. Y

así soy yo, así estoy yo, quemándome, convirtiéndome en nada, agotando el brillo y la

luz de mi espíritu a cambio de nada (necesito de las “ramitas secas”).

Page 70: La niña mas allá de la ventana

70

Lloré mucho, mucho, hasta que sin mas energía me quedé dormida; hoy como siempre

me volví a despertar, la paz no viene pronto aunque uno la ansíe.

Hoy parezco un monstruo, los ojos hinchados, la cara deforme, símbolo de lo perdido.

Así los rasgos de ingenuidad y de frescura, lo poco que quedaba de mi infancia

desapareció; estoy avejentada, triste, desconsolada tratando de hacer muecas de sonrisas

para convencerme de que aún poseo algo de belleza, pero solo son muecas; forzadas,

rígidas, carentes de toda la espontaneidad y alegría; de mi habitual sonrisa ahora, de eso

no queda nada.

Necesitaba hablarlo conmigo misma porque me asfixiaba, por suerte, ya estoy

acostumbrada a estas charlas donde solo yo ……..... así aprenderé a hallar las respuestas

dentro mío, como las hallé muchas veces cuando me hundía en la isla del olvido, en mi

isla de la paz.

Adiós, y esto no me lo digo a mi sino al mundo; perdón por no tener la picardía de

descubrir las cosas sin que me las digan, pero hay ciertas cosas que no me caben en la

cabeza.

Quizá ahora, aprenda a darme cuenta sola, sin ayuda, sin cariño, sin necesitar de nada ni

de nadie.

Dedicado =

a “Mis Carlos” que se alejan

(mis médicos pediatras).

a Mis padres que se alejan

y en memoria de la Gabriela niña que hoy no existe.

○ ○ ○

Para poder volver tengo que irme. 12-10

La confusión me hizo creer que debía alejarme del lugar que mas quiero, el trabajo,

tomé una semana de licencia para probar. Me pasó esto=

En el colectivo, doy vuelta la cabeza y miro hacia allá, veo mi viejo hospital que se

aleja, “ se achica con la distancia de la misma que las personas nos achicamos con el

tiempo”.

Yo sigo mi viaje, el hospital, se queda; algo nos une, una inmensidad de cariño, de

imágenes, de gente, de hechos; pero yo sigo y el edificio se aleja.

Como esos tantos duelos que afronté en mi vida; hoy uno mas.

Page 71: La niña mas allá de la ventana

71

Esta es la vida, como los padres que uno los quiere mucho, mucho y cuando se siente

que está totalmente aferrado a ellos, que pueden protegernos de todo, que nos dan vida,

hemos crecido; lo bastante para arreglárnoslas solos pero no lo suficientes para afrontar

la realidad de que debemos independizarnos.

Es ahora cuando todos sufren; los grandes porque sus niños dejan de ser chicos y los

niños porque se han hecho grandes. Así llega la prueba fatal, cada uno debe consolar su

amargura y disimularla para evitar el sufrimiento del otro, y cada cual debe convencerse

aunque no lo soporte de que lo que hace es lo mejor.

Pienso, tal vez ahora en todo lo que puedo hacer para satisfacerlos y no sirve; tal vez

mañana, si llego, si soy alguien, si soy como esperan que sea, pueda decirles gracias en

el idioma de la intuición y de los hechos (en el lenguaje verdadero).

Y no quiero decir adiós, no; suena muy cortante, muy frío, muy a despedida, a nunca

más y yo no quiero eso, mejor, hasta pronto; quizá solo sea necesario que me aleje un

poquito para ver de afuera, como espectadora, así se ve mejor.

Es cierto, no podría decir que trabajé en el hospital, no, yo vivía en él y ahora debo

apreciar ese ramillete de vivencias, disfrutarlo pero comprender que si vuelvo ha de ser

para trabajar en él, ese lugar no es mi casa ni sus habitantes mi familia; porque aunque

siempre lo negué, lo que se conoce en la infancia se lleva dentro y crece a la par nuestra,

llega un momento en que nos sentimos y nos hacemos un poco dueños de todo; de todo

lo que por lógica nos debiera pertenecer pero que no nos pertenece, simplemente porque

es el destino el que decide y él no mira lo que nosotros merecemos y deseamos sino lo

que nos quiere o nos puede dar.

En determinado momento, hubiera preferido seguir siendo chica; seguir sintiendo

intensamente esa pasión incomprensible por los rincones o los desolados pasillos que

espiaba gustosa desde mi altillo, esa pequeña e inmensa ventanita del cuartito n° 8. Pero

no, las etapas se suceden y debemos respetar su curso, no podemos hacer perdurable la

primera ni podemos evitar la última; son facetas temporarias, que van marcando las

horas, los sentimientos, nuestro cuerpo y nuestra mente al crecer y no podemos ir en

contra de ellos.

Si quisiera tratar de agradecer o explicar a cada una y a todas las personas que allí están,

que estuvieron conmigo, que me ayudaron y que compartieron la tarea; creo que si

quisiera darles las gracias me resultaría imposible, no habría medios para significar o

ejemplificar, para que puedan llegar a entender cuanto, cuanto, infinitamente cuanto me

dieron, cuanto me han enseñado, cuanto los quiero.

Page 72: La niña mas allá de la ventana

72

Por eso creo que donde quiera que esté, la imagen viva del hospitalito va a perdurar así

con todos ustedes moviéndose y no me olvidaré de nada; por primera vez creo que el ser

grande me ha dado algo lindo que es esta sensación de que porque una etapa se cierra no

es el fin del mundo, no es perder lo que he ganado sino es protegerlo para que no se

destruya y seguir en busca de algo mas.

Los llevo conmigo, si me quedo es porque los extraño mucho y si sigo es porque vamos

juntos, cuando llegue a mi meta será porque habremos llegado.

GABY

perdón, Gabriela.

P.D.: es cierto que ya no mas Gaby, se acabó Gaby y los diminutivos cariñosos e

infantiles; todo empieza de vuelta, me encuentro mas o menos como cuando nací,

indefensa y sola; pero así debe ser “todos hemos nacido alguna vez y todos hemos

tenido esta sensación reiteradas veces y también hemos aprendido a superarla”.

No teman, yo estoy asustada pero tengo en mi espíritu la chispa suficiente que me han

dado para mantener la luz de la vida encendida en el futuro; estoy sola pero no me

siento sola.

Al día siguiente: (lo dedico a la gente de Nefro)

Estoy en clase, son casi las 19hs.; prometí que los llevaría conmigo y así es, no solo en

mi corazón sino en todo. Acaban de prestarme un librito sobre “diálisis peritoneal” y

quienes son sus autores, quienes mas que ustedes, mis “gigantes chicos”, mis adorados

luchadores de la sala de nefrología del hospital y desearía verlos ahora, los extraño, los

necesito y es por eso que a todos lados, siempre los llevo conmigo.

Me sentía un poco débil a causa de la soledad a la que “me sometí” y al abrir este libro,

al leer sus nombres, se contraponían dos cosas, el frío que me corre por la espalda al

pensar en el supuesto caso de dejar de verlos ser más y simultáneamente la calidez de su

cercanía.

Me transporto a la sala, al quirófano, al laboratorio, a los lugares tan sucios y viejos

como queridos; no puedo seguir la clase, sería absurdo someterme a borrar las imágenes

que ahora me atrapan y me ayudan a quedarme sentada donde estoy y a no ponerme a

llorar y decir a gritos quiero a mi hospital y los quiero a ustedes mis luchadores

empedernidos por la vida. ¿cómo deshacerme de este sueño e de esta pesadilla, que

constantemente me ilumina, o me inunda de obscuridad; me lleva a sufrir o a disfrutar?.

Page 73: La niña mas allá de la ventana

73

Con todo el respeto y el mundo pasional de admiración hacia ustedes, recorreré

saboreando gustosa, confiada, segura, una a una las páginas que escribieron que aunque

supongo que precisas y acertadas, nunca llegarán a enseñar todo lo que puede aprender

escuchándolos, viéndolos trabajar, compartiendo los mas gratos y los mas difíciles

momentos que he pasado en mi vida.

Desde este aula todo se ve diferente, con tinte a añoranza o melancolía, con ganas de

correr a leerles esto y poder transmitirles el sentido que tuvieron esos escurridizos

minutos trabajando con ustedes; ahora no es que los vea mas provechosos, siempre los

valoré como tales, solo que ahora al revivirlos los disfruto un poquito mas triste y se ven

mas grandiosos porque los extraño, todo es relativo, no siempre la distancia achica o

borronea las imágenes, por cierto pude delimitarlas mejor y ampliarlas.

Estoy mal y necesito no volver y aunque no me gustaría, resultaría mas fácil sin no los

quisiera tanto.

Ahora me vienen a la mente los enojos, pasajeros, las corridas ansiosas y atropelladas

por los pasillos, sus manos exactas y precisas con los guantes, las sonrisas escondidas

detrás de los barbijos, las palabras de consuelo cuando me sentía vencida y la caricia de

aliento cercando la muerte o la impotencia me impresionaban e intentaban abatirme.

Debo seguir la clase por respeto y lo voy a intentar porque soy fuerte, y aunque crea que

no estoy bien, lo estoy, ustedes están acá, sus nombres como sus rostros retumban y se

reflejan en mi mente y por eso no es preciso transcribirlo ni pedirles fotos.

Están acá, jamás estaré sola, los quiero mucho.

GABY

Sábado en el hospital

Otra vez en el fresco y el sol resplandeciente, los ruidos mecánicos antes perturbadores

ahora arraigados en mi se vuelven indiferentes, imperceptibles pero si se detienen los

extraño, me siento mal, me faltan.

Oigo sin embargo las palabras de cariño que me tranquilizan y me defienden de lo malo

y de lo triste.

Recorro reiteradas veces las visiones que me gustan y aunque los lugares transformados

o completamente vacíos por la falta de quienes en algún momento los ocuparon, los

encuentro lindos, están allí aunque etéreos en mi cuerpo las personas e iguales a

reliquias palaciegas los espacios queridos.

Page 74: La niña mas allá de la ventana

74

Me aíslo no por evasivas, al contrario, deseo enfrentar la realidad y es por eso que me

someto a mirarme por dentro, conociéndome, podré conocer, comprendiéndome, podré

comprender.

Aprovecho al máximo para reflexionar, la única y auténtica función o finalidad de

esta vida, es vivirla, lo demás son sacrificios.

Quiero vivir, pero no se como, por inmadurez tal vez por cobardía, pero el instinto de

supervivencia me comunica con el mundo y de pronto me estoy estrellando y es lógico,

“No puede uno lanzarse al agua si no sabe nadar, solo se aprende a nadar estando en el

agua”

Me “zambullo” y logro “flotar” hasta que angustiada pego el manotazo pidiendo ayuda

y quiero salir, generalmente pasa un rato hasta que alguien me ve en dificultades (no me

oye gritar, porque no grito) y acude ofreciéndome su mano, salgo y cuando creo que

nuevamente estoy lo suficientemente fuerte, segura de lograrlo, lo vuelvo a intentar y

entonces se repite el cuento. No escarmiento, no puedo escarmentar, aunque menos sea

no intentar vivir la vida es vegetar, matarse de a poco, pues “un vegetal que florece y da

su fruto vive mil veces mas que una persona que vegeta”.

Bueno, un cierto perfeccionismo, se torna un hecho inalcanzable, para ser perfecto debo

ser con cada individuo lo que quieren que sea o lo que debería ser, solo puedo

mostrarme como soy.

Son mis principios los que puedo ver perfectos o con afán de perfeccionismo y

tampoco ellos lo son, pues me voy modificando a cada instante y se van renovando mis

inquietudes y lo de ayer pronto se vuelve caduco.

Solo seguiré las pautas que elegí como esenciales, no sé adonde voy a llegar, tengo mi

meta, aunque no tan lejos y hermosa como la que los que me quieren sueñan para mi, es

la más conocida y solo en el terreno propio se pisa seguro con ese derecho de posesión

que no es mas que un artefacto para respaldar el espíritu y seguir sin titubear.

Quiero aprender a nadar, aunque me cueste, pero por favor, si no logran verme cuando

me hundo y no pueden acercarse a ayudarme, tan solo no me dejen la pileta sin agua, no

contaminen el río, no tiren piedras en el fondo del arroyo, si solo debo contrarrestar el

peso de mi cuerpo contra el agua, aprenderé a flotar y aunque crea que me ahogo

(muchas veces) encontraré siempre la amistad como elemento de rescate para aferrar

mis brazos y salir.

Dedicado a las manos amigas que se brindan ofreciéndose cuando las necesito y no

tengo fuerza para buscarlas.

Page 75: La niña mas allá de la ventana

75

Renace un laboratorio ¡cuántas vueltas!

Sí, señoras y señores y esta vez no podemos decir que “tiene más vueltas que una

calesita”.

Vaya cosa, reuniones, discusiones, sugerencias sobre la supuesta solución, para nada.

No hay “guita”. No. No se compran mas antisueros, no mas material ni vacunas ¿y los

enfermos?, qué hacemos con ellos, ¿les decimos que se vallan?...

Ese es el problema de siempre, mucho amor, mucha buena voluntad pero nadie está

dotado de los medios suficientes para mantener el laboratorio, es un centro

mundialmente reconocido y solo los que los pasan allí adentro saben valorar hasta qué

punto cuesta mantenerlo, pero por eso mismo ¡¡lo que cuesta vale!!

Y bueno hay que conformarse no hay dinero, pero eso no importa, hay mentes

prodigiosas y piensan, saben y el ingenio aparece escondido detrás de la casualidad y se

reproduce por todas partes y hasta trae aparejado el asombro cuando reluce demostrando

que la creatividad implícita en algunos seres, sumada a la imaginación, pueden lograr lo

que las posibilidades económicas y por ende las comodidades materiales niegan.

Es insólito entrar de golpe y ver que una técnica perfora las placas de agar con un

tanque de lapicera o que una doctora reemplaza el suero que no puede comprar por una

mezcla de leche de vaca con no se qué, o que otra de las chicas usa papel higiénico

porque no hay gas.

Y ni les cuento lo que es la capacidad de adaptación, si se rompe un banco cualquiera es

carpintero, si se descompone un aparato, el genio de la medicina es electricista, y si los

bebés con diarrea no pueden tomar cualquier leche, “fórmula mágica” vemos a los

expertos doctores preparando leche dietética.

Sí es admirable comprender como el ser humano cuando quiere, puede hacer de todo y

es así que uno entra para una tarea específica y cuando sale está capacitado para hacer

cualquier cosa, por los menos se tiene la tranquilidad de que “de alguna manera podrá

ganarse la vida si se trabajó en un sitio como este”.

Y lo mas lindo es que los que se van, extrañan, pero lo que mas extrañan aparte del

compañerismo es ese compartir sufriendo por lo que falta, fabricando algo para

suplantarlo; por eso el hospital funciona y sale adelante porque lo lleva el cariño.

Y a propósito, miren hasta donde puede llegar el empeño, dejé para el final esto pues

debe ser único en la historia.

Page 76: La niña mas allá de la ventana

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Titulé esto como “cuantas vueltas” y no sin querer pues precisamente, cuando un genio,

uno de los más grandes del universo, el jeje del sector, se vio con que el único elemento

con que contaba este centro era el espíritu y las ganas de ayudar, consideró que eran

suficientes, no podía desaprovecharlo y, ¡qué ocurrencia! que magnífica ocurrencia,

puso una calesita en un parque; sí, ¡porque no! que ”la sonrisa de los niños sirva para la

salud de los niños”; que los que pueden jugar disfruten y aunque sin saberlo contribuyan

a que puedan mejorarse los enfermos.

Así, todo gira en torno a la calesita; va tomando forma; primero tubos de ensayo,

centrífugas y lo elemental, luego una y otra cosa mas y ahora que es un laboratorio

hecho y derecho, conocido, todos quieren contribuir. Y así con la colaboración de cada

uno, funciona cada vez mejor, cada día es mas grande y mas increíble. Llegan muestras

de todos los puntos del interior del país, y hay cabida para cada una; todos los chicos

tienen la posibilidad de ser diagnosticados y luego si lo precisan, las salas les abren sus

puertas para darles tratamiento.

“La casa es chica pero el corazón es grande” y late con tanto entusiasmo que es capaz

de lograr hasta los imposibles y es por eso que a veces creemos hasta en milagros como

si hubiera un ángel guardián atendiéndolo todo y cuidando muy bien de cada detalle

como para que podamos ser justos y que nuestras posibilidades, que nuestra medicina

llegue a cualquier persona que la necesite.

Ojalá, y atiendan bien lo que digo, ojalá falte lo que falte, nunca jamás falte entre las

personas ese amor por las personas que lleva a hacer tantas cosas lindas y que en este

caso condujo a formar algo como es este actual centro de investigación que creo que el

que lo ve jamás podría llegar a creer que se formó por la voluntad de la gente que lo

integra, por la capacidad de su jefe y que se mantiene por las vueltas de una calesita.

Page 77: La niña mas allá de la ventana

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CAPITULO XIII

“Falta poco tiempo”

Que puedo decir, creo que Gracy ha llegado a decir la mayor parte de las cosas que

pueden ser dichas, estoy francamente anonadada.

Hoy es jueves, ¿Recuerdan? los jueves son mis días preferidos, bah eran.

Son las seis y media, ayer pasé todo el día estudiando y a la noche permanecí hasta tarde

con lo que me trajo Gracy, hoy tengo un sueño que me caigo. Volvió un poco la calma,

hasta a estos casos uno se acostumbra, la fábrica, el hospital, la guardería, todo está

apagado y todo son evasivas que evitan las más de las veces que nos enfrentamos o nos

sometamos a una búsqueda inútil, todo se arregla mayormente con un constante

suponer.

Creo que ya el “atractivo de la rutina” ha desaparecido, ahora se define bien la rutina,

con todas las letras y se la edifica de aplastante, monótona y demás.

No parece ser jueves, nada le da forma hoy de “favorito” o de especial, ni siquiera se lo

puede diferenciar de un Martes o un Miércoles, es igual.

Así se siguieron sucediendo las horas sin muchos acontecimientos más que charlas

aisladas de vez en cuando, Viernes, Sábado, Domingo, Lunes, Martes, Miércoles, todas

obligaciones poblándolos y nada mas, otra vez de vuelta Jueves.

No se pero parece que a uno le pasan las cosas por algo de una manera especial.

Leo la cartelera de la entrada ¿A que no se imaginan lo que dice?

- Lunes próximo conferencia interna, plantel informativo integrado por el personal

enviado a las sucursales.

¿Se dan cuenta? ¿comprenden lo que esto significa? Sabía que tenía que ser así,

me hubiera vuelto loca de otra manera.

Corrí a mi escritorio, estaba sudando, agitada, el corazón parecía que iba a romperme el

pecho de la fuerza con que golpeaba y mi cara se bañaba, qué estado de ánimo tan

confuso, de tanto reprimir el llanto y de fingir una serenidad inexistente, el

desequilibrio se apoderó ahora y hacía conmigo lo que se le antojaba.

Me tiré desplomándome sobre el sillón de mi escritorio, escondí entre los papeles mi

rostro y cerré los ojos, podría definir este momento como de plenitud, era tan ansiado,

lo aguardé tanto, lo soñé tanto que parecía increíble que pudiera ser realidad.

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Nunca aprovecho mis días de franco, pero hoy tenía motivos para festejar y quise

hacerlo, arreglé todo y me fui a personal para conseguir la autorización y gané pronto la

calle, era una de esas veces en que me gustaría hacer lo que “se me diera gana” y

respetar cualquier ocurrencia por insólita que fuera.

Primero caminar, caminar cantando, repetí una estrofa (la única que sabía) de una

canción de moda que venía muy bien para la ocasión.

“falta poco tiempo ya

para llegar a ese día

que nos volverá a juntar”

Me fui a casa, mamá se sorprendió de verme llegar a esa hora, la abracé, la besé

revoloteando, me miraba asombrada pero al verme tan contenta compartía conmigo esa

alegría que desde hacía mucho no poseía, saludé a papá, también un tanto extrañado

pero feliz al verme así.

Me cambié, me arreglé, tenía que ponerme linda, ahora iba a volver a tener quien me

mire y por quien tener ganas de cuidarme y coquetear.

Me senté en la cama y al ver la carpeta con los escritos de Gracy me vinieron ganas de

releer cartas que yo había hecho, yo no lo podía contar pero desde el infernal momento

en que supe que no estaba, no pasaron 24hs. seguidas que no “hablara” con Tomás y

una tras otra fui archivando cartas que no podía mandar pero tampoco dejar de escribir.

Eran lindas, tenían tanto de mi atrapada entre las letras que constituían casi una especie

de diario o cosa íntima con forma de secreto, hasta me causa cierto pudor leerlas, era la

primera vez que usaba la palabra amor para definir a un sentimiento sobre el papel y eso

llevaba mucho implícito.

Tomé una lapicera con la intención de iniciar la lista para las actividades de mañana y al

abrir la agenda leí:

“Viernes, resultados de análisis” ¿sáben lo que les venírseme el mundo barranca abajo?

No sé si en realidad me había olvidado, pero al menos a nivel consciente no lo tenía.

Me armé de valor y como no quedaba mas remedio que esperar traté rápido de hallar la

mejor forma de ocupar el tiempo, no me esforcé mucho pues me quedé dormida, el

sueño demoró unas cuantas horas, al despertar ya estaba oscureciendo, cené, vi una

película por televisión, leí un rato una novela muy entretenida y a la una ya estaba

roncando.

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CAPITULO XIV

“Ansiedad”

Amanecí, desvelándome a las cuatro; me volví a dormir y a las seis ya no podía pegar

un ojo.

Me levanté y las horas desaparecieron, se volaron en preparativos.

Por fin, hoy Viernes, bien o mal me sacaría la duda, los análisis darían positivos y me

encontraría nuevamente con la paz.

Me apliqué la insulina, desayuné, preparé las carpetas y cachivaches y emprendí mi

rumbo.

Llegué al hospi, fiché; pasé un minuto por el archivo (pronto volvería a visitarlo a las

diez) y regresé a mi oficina.

Los resultados debía retirarlos a las once, se hicieron las diez y no aguanté, tomé la

carpeta con las cosas de Graci y me fui para allá, ella no sabía nada de lo que me estaba

pasando (conocía mi problema, eso sí, pero nada más).

Se puso contenta y conversamos muchísimo, ya estábamos un poco más tranquilas, al

estar haciendo constantemente algo que contribuye bastante en estos casos.

Eran once menos cinco y me puse “mi coraza” y al laboratorio; vaya, tanto nerviosismo

para nada, pero ¡qué ocurrencia, que absurdo dudar ahora, si es imposible!.

Llegué, la técnica me conoce y fue directamente a buscar mi protocolo, quédate

tranquila, por suerte está todo bien (frase de rutina).

Son todos negativos, están bien.

− ...¿qué? … co...como, to ...todos negativos? ¡No, no puede ser!

− Sí, se hacen por duplicado, ¿Pero no estás contenta? ¿Sabés de lo que te

salvaste?

− Me eché a reír, la pobre piba no entendía nada (¿si supiera en la que se metía?...)

Agarré los papelitos y corrí a buscar médicos, antes hice una estación en un baño y

lagrimee un poco, estaba con un susto brutal.

Llegué, los busqué, les entregué los papeles y mientras les contemplaba las caras de

asombro me fui sentando en una silla, estaba temblorosa, se me desmoronaba todo un

esquema de vida, todo lo que ya tenía su tinte de “crónico” quedaba, solo la enfermedad

desaparecía y entonces una nueva búsqueda, ¿traería esto aparejado un tratamiento

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diferente?¿nuevo?, no más kinesiología, no más digestivos, ¿y la insulina? No, por

Dios, esto sí que era terrible, espantoso.

Pero, ¿pero acaso también dejaría de ser quien soy? Estaba realmente desesperada.

Pronto tuve a mi lado a mis médicos ahora también ellos confusos, un poco

tartamudeando uno de ellos intentó decirme algo pero le rogué que no lo hiciera (era

demasiado sacrificio e igual no resolvería nada).

Era una tragedia pero no queda otro remedio que aceptarla, los miré, sonreí y me

acerqué diciendo ¡qué suerte!; atinaron a palmearme la espalda pero alcancé sus manos

en el aire, las encerré entre las mías, me di vuelta y me fui.

No alcanzaron mis piernas para andar tan apresurada, en milésimas de fracciones de

segundo estaba en mi escritorio llorando desconsoladamente; permanecí allí por largo

rato, después preferí trabajar mucho, me preocupaba bastante como lo tomarían en casa.

Bueno, algo de positivo tendría si éste era el problema, Tomás ahora lo podría averiguar

y al no existir tal vez me hablaría.

Aflojé de a poco la tensión, sentía todo el tiempo que me faltaba algo, podría

ejemplificarlo como cuando un zapato me aprieta y me molesta mucho, cuando me lo

saco, en lugar de alivio empiezo a sentir que falta pues estaba empezando a convertirse

en una parte más del pie.

De ahora en más, una nueva vida, mejor o peor no lo sé, era volver a comenzar, otra vez

lo desconocido; vaya, ¡si tenía cosas positivas el estar enferma, ahora los mecanismos

de compensación se harían innecesarios, ¿qué sería yo dentro de poco? Quien lo sabe.

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Capitulo XV

“Desnuda”

Fue un fin de semana largo, aburrido sin pocas ganas de hacer nada, solo esperar,

aunque demasiado embarullada para ilusionarme o darme cuenta de todo, era como un

sueño o una pesadilla.

Se me ocurrió que debía repetir los análisis en otro lugar por mi cuenta, esto no podía

ser cierto y lo hice.

Me sentía como un atleta que se pasa la mayor parte de las horas entrenándose y luego

se queda sin correr.

Es mucha energía gastada inútilmente, mucho esfuerzo, ya no podría solidarizarme con

chicos con problemas pues pronto me olvidaría de “lo que necesitaría oír”, ya me veía

parada al lado de una cama de un paciente sin saber qué decir.

Pero algo tenía era seguro, la diabetes seguía y eso debía tener un origen, tener que

buscarlo me preocupaba.

Llegó el Lunes y con el Lunes, Tomás, mi adorado Tomás, me daba vergüenza pensar

en verlo, me parecía que ya no valía nada, me sentía con la mente “desnuda” de mis

argumentos inusuales.

Sabía que estando junto podíamos hacer planes para no vernos, pero que ante una

distancia real no toleraríamos la separación y lo confirmé cuando atropelladamente a las

ocho en punto de la mañana entró Tomás y como si la circunstancia ahora lo autorizaran

me abrazó y pobló mis mejillas de besos; yo también estaba eufórica, fue algo divino,

nunca había palpado tanta ternura junta. Pero no podía fallar, reaccioné, tomé

conciencia de que quizá se había enterado de los resultados y “el ataque” era por eso.

− ¿Que, que pasa?

Te pusiste seria de golpe, ¿enojada?

Por favor no, no fue mi culpa, me mandaron no alcancé a avisarte, … pude hacerlo pero

fui cobarde no hubiera soportado que tuviéramos que despedirnos, no podía, no quería

decirte adiós, me sonreí y volvimos a abrazarnos.

Además, para que lo sepas todavía no fui a ver al jefe, no hice mas que entrar y

buscarte, aquí estoy; sos la primer persona que saludo.

− Suspiré, me alegré muchísimo y ahora sí me dejé llevar con toda la fuerza de mi

alma, lo aferré contra mi y le dije que lo adoraba.

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Parece ser que notó algo en mi porque insistió en que estaba rara.

Posiblemente lo estaba, empezaba a estarlo y eso me puso mal otra vez.

− No te pongas así, seria, ¿qué es lo que te pasa? Te veo mal.

Me apoyé en el escritorio, consideré que era preferible que se lo dijera y antes que se

entere de cualquier versión de por ahí.

Si Tomás, pasa algo, dudan sobre mi diagnóstico.

¿Cómo salieron los resultados?

¡Vaya si no lo sabía! me sonreí.

− Son negativos, no se que tendré ahora, los médicos dicen que no tengo nada,

pero estoy segura de que no puede ser.

− Bueno, en principio no te preocupés, no ganas nada.

− Otra vez mi hombro se sentía acariciado y yo feliz.

− Viste, enseguida me dí cuenta que me escondías algo, te conozco mascarita y

estás distinta.

− ¿Mejor o peor? pregunté temerosa, pero me gustaría saberlo.

− ¿Tomamos un café?

Era la primera vez que iríamos los dos a tomar algo afuera, hasta ahora planeados o

casuales eran encuentros no acordados.

- Con gusto, y a vos, ¿Cómo te fue?

¿Sabés guardar un secreto?

Asentí con la cabeza

Para el diablo, tengo ganas de renunciar, la obra no se hace, mirá si hubiera tenido algún

compromiso acá.

¿Te imaginás si hubiéramos planeado ir al cine?

Nos echamos a reír y fuimos hasta el bar.

Me sentí dichosa, tenía mucho miedo tal vez por ese (¿mejor o peor?)

− No lo sé, pero la proximidad de Tomás era suficiente para borrar cualquier

malestar.

− ¿Sabés una cosa? ¿Qué Tomás?

El creía que yo tenía complejo por mi enfermedad y para ponerme bien, dejo: ¡me

gustabas antes!

Page 83: La niña mas allá de la ventana

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Fue tal el impacto que se me cayó la cucharita que tenía en la mano, volqué un poco de

café, me miraron de muchas mesas, me levanté con la excusa de limpiarme la camisa

ahora “adornada” con café y me fui al baño.

Tomás no es ningún tonto y se avivó enseguida que no fue el café el que me hizo

reaccionar así, sino que fue la reacción que me hizo volcar el café.

Traté no demorar para no inquietarlo.

Me acerqué a la mesa con una sonrisa forzada pero muy cálida.

¿Ya pasó?

Quise engañarlo pero no pude:

− Si, ya pasó

No es cierto, solo creí que te ayudaría a sentirte mejor.

− No señor, eso pasa por mentir, las mentiritas hacen mal.

− La verdad.

Lo interrumpí.

− No, no sigas ¿cuál verdad?

− La verdad es que “con o sin” te quiero mucho.

Confusa intenté simular que estaba contenta.

Estuvimos allí por un buen rato, me guardé el azúcar (yo no lo uso) como recuerdo y

regresé a trabajar acompañada por “mi caballero”.

Estaba realmente rara, yo misma me sentía de otro modo, había que esperar, en quince

días tendría el otro resultado, más incertidumbre pero con Tomás acompañándome todo

sería más fácil, mas entretenido.

Parece increíble lo que voy a decir, pero es cierto, tenía la esperanza de que fueran

positivo, daría cualquier cosa por no tener que volver a empezar con otro problema

distinto, o sin nada.

Toda esa mañana pareció transcurrir en el paraíso, a cada rato lo tenía de visita, junto a

cada presupuesto, me traía una florcita de papel, se chocaba con la gente para

saludarme, en el archivo a las diez me tendió una trampa, una emboscada, me desesperé

al ver que no estaba el “atorrante” se había escondido detrás de un fichero para ver mi

cara de desconcierto, todo parecía un juego de chiquilines, parecía un sueño llegar a

percibir que me había extrañado tanto como yo a él y cuando me quise acordar, tenía

que irme a la facultad.

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− Hasta mañana mi capataz (me di el gusto de decírselo en la cara, sin pasar por

ridícula y sin hacer papelones)

− Hasta mañana “mi chiquilina”

Fue tan efusivo ese beso que como estaba barbudo me dejó una roncha colorada en la

mejilla que lucí por todo el día con el orgullo más grande, como si fuera un adorno, creo

que fue el momento mas feliz que recuerdo.

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CAPITULO XVI

“Conjeturas (llegué a casa)

Si bien todo iba tomando forma, estaba segura que nunca él tomaría una decisión en un

período como éste, aunque fuera para que yo no piense que antes, no lo había hecho por

mi enfermedad (pese a que estoy ya bien convencida que no era por eso), no estábamos

“a punto de caramelo” faltaba tal vez un alejamiento para reconocer cuanto nos

precisamos y cuanto amor somos capaces de darnos.

No podía adivinar lo que vendría pero indagar un poco en mi interior no me haría nada

mal, por el contrario, me proveería de cierta claridad que estaba necesitando ya

imperiosamente.

Estaba cansada, fui a mi pieza; me puse el camisón y me acosté temprano, esta semana

como todas tenía un jueves y debía recibirlo con “todas las de la ley”, tenía que

recuperar sueño desde ahora pues eran muchas las noches que pasé desvelada y las

ojeras afeaban mi cara resaltando esa preocupación que debía evitar de transmitir a

Tomás.

○ ○ ○

Al día siguiente era otra, rozagante, sonriente, de nuevo presurosa en mis movimientos

y con ganas de hacer cosas, de ir y venir, llena de expectativas y sabiendo que la rutina

podía aún tener un atractivo.

Llegué a la fábrica, encontré sobre el escritorio una tarjetita.

Ya valía la pena que hubiera amanecido, una llegada así ya hacía valer las 24hs. de esa

jornada.

Dejé la cartera y el saco, arreglé unos documentos y me dirigí al bar.

Si gustas volcar otro café, te espero a las 8:30 en el bar. - aún no lo sé - Tomás

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Ya el trato era mas normal, cordial pero no tan exageradamente eufórico.

Me senté y se cambió de silla para estar mas cerca, pero como siempre parecía ser que

el mundo nos envidia y debe interponerse hasta que las mismas maquinarias nos niegan

el derecho de encontrarnos.

Comenzó a sonar la alarma y simultáneamente saltamos de la silla y emprendimos la

carrera hacia el sector central.

Era en la otra entrada, alcancé a oír que alguien se había caído de no se donde.

Atravesamos el jardín, me agité y no podía seguir corriendo, Tomás me tomó la mano,

esperó un poco que recobrara el aliento y seguimos la maratón.

Llegamos pero era tarde, estaba la ambulancia y dentro el camillero de anatomía

patológica.

El cuerpo estaba cubierto por una sábana, por el tamaño malicié que pudiera ser una

criatura.

Por desgracia, lo era, una pequeña de cinco años, me impresioné muchísimo y empecé a

perder intermitentemente la visión; trastabillé pues estaba tambaleante; se acercó Tomás

y escondiéndome en su pecho me largué a llorar; me acarició la cabeza y con voz dulce

pero sometedora dijo:

− vamos, vamos, así no, ¿cómo es eso? nunca aflojaste en un momento bravo y no

podés hacerlo ahora, vamos un poquito más, después te prometo otro café.

− Traté de reponerme y lo miré fijo, pareció transmitirme una entereza especial y

como hipnotizada o a control remoto inicié los trámites, reconocí quien era, no

quise ir en la ambulancia así que caminé hasta anatomía patológica, por suerte

ya no estaba sola.

Después lo más insoportable, hablar con la mamá.

Ni remotamente podría hacerlo, ni tampoco sabía como, era espantoso.

Fui a mi oficina, me esperaba allí el jefe, ¿Está usted bien? ¿Qué le pasó? Jamás la vi

llorar frente a ninguna de estas situaciones, algo le está pasando ¿no es así?

Si, no... es decir, sí señor, no me pasa nada en particular, pero me pasaron muchas cosas

juntas y los nervios, imagínese, no son “hilos de alambre” y se resienten, después me

pasa lo de hoy, pero no volverá a suceder, no se como, pero esto lo voy a solucionar.

− No se preocupe, ahora váyase y descanse, otra persona la reemplazará y si lo

desea tiene toda la semana para dedicarla para lo que quiera.

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− Bueno, se lo agradezco, no quiero abusarme pero creo que ese descanso lo

preciso, no se que decir y ¿quién le avisará a la mamá de la chiquita?

− Ese ya no es problema, cálmese y vaya a disfrutar de su tiempo libre.

Me venía bien aunque no me gustaba nada, estaba en decadencia, era para preocuparme.

Ni bien se fue el jefe, cayó Tomás, lo miró medio de reojo.

− Y qué hacía éste acá?

− Me dio una semana libre, dice que necesito recrearme.

− De acuerdo, estoy de acuerdo y como yo también estoy desocupado, que opina

“doña capataza si nos vamos a caminar, al cine, o a cualquier parte”.

− ¿Y que hay de su trabajo?

− No, yo me vine para la reunión esa, por el momento no tengo ninguna tarea

específica para hacer, salvo que me manden a la seguridad otra vez y ahí sí que

encuentro ocupación enseguida “renuncio” y después trabajo de “renunciador”.

Otra vez la risa, nosotros, tomá la cartera y salimos.

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CAPITULO XVII

“Por no poder - pude”

Estas vacaciones de “yapa” se hicieron inolvidables, además hice arreglos de la

biblioteca, el placard de la pieza, de todo, pasee mucho, salía bastante con Tomás,

nuestro mundo se ampliaba.

Las horas se fueron sucediendo, el jueves siguió siendo mi día preferido pues siempre

pasaba algo en él y se aproximó la fecha de los nuevos resultados; ya ese era mi secreto

y nadie lo sabía, me veían preocupada pero yo inventaba disparates que venían muy al

caso y resolvían sencillamente las indagaciones.

El martes estaba agotada, era fuera de lugar, pues nunca había tenido tantas horas para

dormir y reposar.

Pero el malestar fue creciendo, me subió fiebre, vino el médico, otra vez resfrío, sería

tal vez bronquial o pulmonar o que se yo, ya no me interesaba saber que tenía, solo

quería mejorarme.

Esto era una especie de tranquilidad pues desmentía lo que afirmaban los análisis y

resaltaba que estábamos sobre la pista correcta, el tratamiento era acertado y nos

quedaríamos todos tranquilos.

Llamé a mis padres y les conté que había repetido mis análisis, que el viernes estarían

los resultados.

Con toda la rabia que me da me aguanté en la cama, estaba un poco débil y no tenía

mucho entusiasmo para levantarme.

Pero el miércoles, aplastada sin nada para resaltar y llegó el jueves, eran las 14:30hs.

durante la mañana anduve levantada pero me había vuelto a recostar (“no debía

exagerar el primer día”).

Sonó el teléfono, atendió mamá, no era nada más y nada menos que Tomás, me sentí

realmente emocionada, era su primer llamado y se verificaba que la amistad era

auténtica y que los obstáculos del tira y afloje o de no querer quemarse eran algo

superado.

Charlamos algunas cosas triviales y luego el otro extremo, nos volcamos a las

conversaciones profundas.

Quedamos en volver a hablar para combinar y salir (eso para el viernes a la noche) él no

sabía que andaba media clueca y no quise contárselo para que no se inquiete, además

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tenía la ilusión de poder encontrarnos para salir y en cuanto se enterara lo de mi fiebre

anularía la invitación posponiéndola y yo ya no soportaría ni un cachito mas sin verlo,

mejor esperar, muchos besos atravesaron ida y vuelta los cables del teléfono y el clic,

cortó la conversación.

Ya tenía mi acontecimiento de “jueves” y con la probable ampliación hasta el viernes.

Me desperté ansiosa pero esta vez por la chillona campanilla del despertador a las siete.

Papá retiraría los resultados aunque no cabía duda con esta recaída que esta o alguna

otra, pero alguna “chingada” tenía.

Escuché radio, un concierto para piano, después me volqué al ritmo de la música

moderna, estaba levantada y de buen humor, también leí un rato la novela y contesté

unas cartas que tenía que mandar a unos amigos.

Había empezado el almuerzo cuando llegó papá.

Como ya no sabrás (creo que yo tampoco) que es lo que esperaba encontrar en “ese

resultado” empezó a hacer rodeos hasta que me cansé ¡basta ya! ¿qué dieron? ¡positivo

o negativo!

− Tenés que tomarlo como viene, la vida es así, pensá que es preferible esto que ya

lo conocés a que...

− Y pareció que me hubiera devuelto no se que cosa que me habían quitado.

Sonreí aparentemente.

− ¿es positivo?

− ¡Sí!

Creo que lancé el suspiro más estrepitoso y profundo que recuerde.

Tal vez les llamó la atención mis reacciones pero en cierto modo es lógico,

Supongo que para el que no lo siente en carne propia debe ser difícil o imposible

ponerse en mi lugar pero solo para que se den una idea, piensen un poquito en todas las

cosas a las que me condujo ese problema, piensen aquella frase “se lo que querés oír

porque yo quiero lo mismo” y eso es válido y también medir mis incapacidades y

Al principio les comenté que todo tiene su parte positiva y yo sin la enfermedad no

valdría nada, no podría vivir, gracias a esta enfermedad siempre tuve motivaciones,

inquietudes, todo lo que me fue negado en salud me fue concedido en otra cosa y no

hubiera podido mantener todo este “compensaenfermedad” si no hubiera tenido algo

que compensar.

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respetarlas, cuantas personas sanas fracasan por no haber aprendido esto y se sienten

inútiles por siempre porque no llegan a descubrir que tienen que encontrar una

ubicación justa para desempeñarse cómodamente y rendir mas.

Por no poder ser bailarina, soy profesora, por mi diabetes inventé e intento poner en

práctica un sistema para enseñar a cuidarse a los niños diabéticos.

Por no poder enamorarme conocí a Tomás y podría seguir enumerando montones de

“por no poder – pude”.

Porque tuve muchos motivos para estar triste aprendí a gozar los momentos de alegría y

soy “feliz”, sí FELIZ por todo, por nada, por cualquier cosa.

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CAPITULO XVIII

“Te conocí así y te quiero así”

Suena el teléfono, son las 15hs. y es Tomás, sabía que no fallaría.

− Escuchame, ¿Nos encontramos princesa?

− No te enojás si en lugar de salir te pido que vengas, estuve con fiebre, ya pasó,

pero debo cuidarme.

− Claro que no, a propósito de esto ¿Viste que dio positivo?¿Se te pasó el susto?

− Sí, ¿Pero vos cómo lo sabés? ¿Cómo te enteraste? en serio.

− El día del accidente en la fábrica cuando te acompañé, vi la tarjeta.

Eres muy poco astuta, no servirías de detective. ¿No te enojás, no? Pero no aguanté y

fui a sacarme la duda.

Me saltaban las lágrimas de dicha ¿se dan cuenta de lo que les explicaba, hubiera dejado

de ser yo, es como una mano, una parte de mi y tal vez no es una carga el ser “crónica”,

no es un calificativo amplio que significa infinidad de peculiaridades de mi

personalidad.

¿Venís Tomás? ¿Estás seguro o estás mintiendo piadosamente para ponerme contenta?

Era una pregunta arriesgada pero tenía que hacerla.

¿Me creés capaz de semejante cosa?

− Sí, creo que harías cualquier cosa para verme sonreír ¿miento?

− No, no mentís, pero estoy bien seguro de lo que digo, te quiero como te quise

siempre con o sin la enfermedad, “con ella”, estás más completa, es como un

“adorno” que te convierte, es el toque que logra que además de ser una mujer

bonita seas una mujer ambiciosa, con muchos ideales y con un entrenamiento

muy grande para resolver problemas.

− ¿A qué hora te espero?

− Le contestó como pienso hacerlo de este momento en adelante: como siempre, a

la hora de cenar.

− ¿Qué, como se te ocurre decir semejante cosa así de golpe?

Te acordás de lo de “mejor o peor”; podés estar tranquila que respondería peor, vos no

servirías sin ese espíritu de lucha y solo podés tenerlo si tenés algo porque luchar, ¡te

prefiero así, te conocí así y te quiero así!

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− ¿Querés o no querés? ¿Porqué te enojás?

− Tomás, Tomás querido ¿a mí me lo preguntás? Qué se yo, tengo un matete, a

cada rato soy y dejo de ser, me conozco y me desconozco.

− ¿Cómo me respondés eso? ¿Entendiste lo que pregunto?

− Quise decir, si claro que entendí pero no comprendo yo creía que se empieza por

ser novios, me agarraste un tanto desprevenida.

− Bueno, preparate para no estar tan desprevenida porque voy para allá y quiero

una respuesta, si preferís podemos durante cierto tiempo, “diez o quince

minutos” ser novios y después te vuelvo a hacer la pregunta ¿querés?

− Sos increíble Tomás, tengo que pensar, tenemos que conocernos despacio, de

veras, para no llevarnos decepciones o no arrepentirnos después ¿no te parece?-

¡No!

Entonces a mi tampoco me parece. ¡Te espero!

− ¡Así se habla mi chiquilina!

− Si usted lo dice mi capataz...

Sabés Tomás, me hiciste aprender muchas cosas, entre ellas me ayudaste a descubrir

que tengo capacidad de amar y que no debo negarme al mundo porque quiero compartir,

creo que el haberme enamorado fue una casualidad, yo no creí jamás que ¿Me

oís?...hola...hola..............

Y así comprendí que realmente no debía negarme a la vida.

Podría llegar a hacer realidad ese sueño de ser esposa, de ser mamá, de ser médica y de

compartir, ahora sabía que el temor a que mi pareja no se sintiera capaz de aceptar mis

limitaciones era una fantasía negativa propia y que mis posibilidades eran muchas y

muy promisorias, lo importante no era llegar sino andar.

Pensar, cuántas veces soñé con no estar enferma y sin embargo cuando tuve la salud a

mi alcance perdía tantas cosas que me convencí de que no tenía nada.

Luchando puedo lograr un estado óptimo, un cierto grado (relativo) de salud que como

es con el único con el que siempre cuento, me resulta suficiente para seguir.

Solo llegamos a ver la parte positiva de las cosas cuando no las tenemos y vivimos

quejándonos de lleno. El mejor aprendizaje que podemos adquirir es la capacidad de

adaptación, a tener instinto de superación.

Sería lindo no tener que sufrir tanto para llegar a la conclusión de que nuestro mal si

bien de los males no es el mejor tampoco es el peor.

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Y por eso solo sugiero luchar; nadie puede en estos casos sentenciar a nadie y el deseo

de vivir es el primer paso para defender la vida; en realidad no es una cuestión de

cantidad sino de calidad .......................... creo que si estoy contándoles esto es porque

en “algún momento, tal vez cuando era muy chiquita, quizá sin saberlo, decidí vivir”.

− ….es mas fácil de lo que uno se imagina, vale la pena intentarlo.

GABRIELA ESPERANZA

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ANTECEDENTES

NOMBRE: Gabriela Claudia Kremenchuzky

FECHA DE NACIMIENTO: 15-6-56 NACIONALIDAD: Argentina ESTUDIOS EFECTUADOS: Primarios, Secundarios, Terciarios. TITULO: Médica, 13 de Junio de 1981. ANTECEDENTES LABORALES:

- Técnica en Inmunología - Centro de Estudios Pediátricos - Hospital de Niños "Ricardo Gutiérrez" - Jefe: Dr. Carlos A. Gianantonio. 19/12/73 - 15/9/77.

- Técnica en Inmunología - Programa Nacional de Fiebre Hemorrágica Argentina,

Cátedra de Microbiología, Parasitología e Inmunología de la Facultad De Medicina - UBA -, Jefe: Dr. Marcelo J. Frigerio. 5/10/77 - 6/12/79.

- Técnica en Inmuno-Histoquímica - Estudio de Enfermedades Linfoproliferativas- Academia Nacional de Medicina. 10/79 - 6/81. Desde Junio de 1981 como Médica Becada por FUNDALEU.

CURSOS Y REUNIONES:

- Curso Teórico Práctico de Patología Pediátrica, Mayo-Noviembre, 1977 - Dr. Luis Becú.-

- Sociedad Argentina de Anatomía Normal y Patológica, Mayo de 1978, Curso Teórico Práctico sobre "Inmunomarcación con el método de Peroxidasa-Antipero-xidasa (PAP) Dr. Eduardo Lascano.

- Junio 1978 II Reunión sobre Fiebre Hemorrágica Argentina (Pergamino), Dr. Taquini (h).

- II Congreso Argentino de Microbiología, Junio 1979, Dra. Nora R. Nota.

- Sociedad Argentina de Inmunología, curso sobre Regulación de la Respuesta Inmune, Dr. Mitchison de Londres, Dra. Marta Braun, 1979.

- Sociedad Argentina de Cancerología, Jornadas Argentinas de Cancerología -Diciembre 1979 - Dr. José Pereira Quintana.

− AMA (Asociación Médica Argentina) Sesiones de Medicina General : HLA y Enfermedad, Septiembre de 1980.

− Semana de la Hematología Argentino-Británica, Septiembre 1980. Dras. Luisa Sen, María E. Estévez - Dr. Alfredo Pavlovsky.

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− Academia Nacional de Medicina - Primeras Jornadas Rioplatenses de Oncohematología. 27/28 Julio 1981 - Dr. H. Kasdorf, Dra. S.B. de Salum, Dr. A. Pavlovsky.

− Academia Nacional de Medicina - Sociedad Argentina de Inmunología - Jornadas de Inmunorregulación - 31 Agosto/ 4 Septiembre de 1981. Dr. H. Cosenza, Dr. P. Cossio - Dr. A. Pavlovsky.

− Sociedad Argentina de Investigación Clínica - XXVI Reunión Anual de Investigación Clínica en Mar del Plata - 7/11 de Noviembre 1981. Dr. V. Nahmod.