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La Numancia de Cervantes: paradojas de la heroica resistencia ante Roma en la España imperial Jordi Cortadella Univ. Autónoma de Barcelona Imbuido en el ambiente literario de la Corte, Cervantes escribió La destrucción de Numancia (1582-85), también llamada La Tragedia de Numancia o Comedia del cerco de Numancia. En ella describió la heroica defensa de Numancia, capital de los celtíberos arévacos, que en el año 133 aC murieron de hambre antes que rendirse a los romanos de Escipión. Por encima de todo, Cervantes vio en Numancia una gran lección de patriotismo, un medio de fomentar el orgullo patrio en el que las fuentes históricas se mezclan con motivos literarios, dramas ficticios y proyecciones alegóricas. Por ejemplo, en la última escena, hizo aparecer una alegoría de la Fama prometiendo que el mundo entero conocería el heroísmo de los numantinos y la bravura de sus sucesores, es decir, los españoles. No obstante, la obra tuvo poco éxito en su tiempo debió a que Cervantes siguió el estilo dramático neo-senequista de Juan de la Cueva, Cristóbal de Virués, y Lupercio Leonardo de Argensola, y no el del exitoso Lope de Vega, genial renovador por entonces de la escena castellana con su Arte nuevo de hacer comedias. De hecho, su Numancia no se publicará hasta el siglo XVIII, aunque a partir de entonces no ha dejado de despertar interés como paradigma del sacrificio supremo por la libertad frente al invasor. Además de un balance bibliográfico, nuestro objetivo es tratar de la visión del Imperioromano y los pueblos indígenas en la España de finales del siglo XVI, imperial ella misma y conquistadora de América. 1. Cervantes vuelve de su cautiverio Después de haber participado en la batalla de Lepante (1571) y tras poco más de cinco años cautivo en Argel (1575-1580), Miguel de Cervantes regresó a España a los 33 años de edad, sin oficio ni beneficio. Tras una corta misión en Oran (1581) y la estancia en Lisboa para dar cuentas de la misma, probó fortuna en los ambientes literarios de Madrid, integrándose en el ambiente literario de la Corte. Allí mantuvo buenas relaciones con los poetas más destacados y escribió La Galleta (1583). ACTAS IX - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Jordi CORTADELLA. La Numancia de Cervantes: ...

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La Numancia de Cervantes: paradojas de la heroica resistencia

ante Roma en la España imperial Jordi Cortadella

Univ. Autónoma de Barcelona

Imbuido en el ambiente literario de la Corte, Cervantes escribió La destrucción de

Numancia (1582-85), también llamada La Tragedia de Numancia o Comedia del cerco

de Numancia. En ella describió la heroica defensa de Numancia, capital de los celtíberos

arévacos, que en el año 133 aC murieron de hambre antes que rendirse a los romanos

de Escipión. Por encima de todo, Cervantes v io en Numancia una gran lección de

patriotismo, un medio de fomentar el orgullo patrio en el que las fuentes históricas

se mezclan con motivos literarios, dramas ficticios y proyecciones alegóricas. Por

ejemplo, en la última escena, hizo aparecer una alegoría de la Fama prometiendo

que el mundo entero conocería el heroísmo de los numantinos y la bravura de sus

sucesores, es decir, los españoles. N o obstante, la obra tuvo poco éxito en su tiempo

debió a que Cervantes siguió el estilo dramático neo-senequista de Juan de la Cueva,

Cristóbal de Virués, y Lupercio Leonardo de Argensola, y no el del exitoso Lope

de Vega, genial renovador por entonces de la escena castellana con su Arte nuevo

de hacer comedias. D e hecho, su Numancia no se publicará hasta el siglo XVIII,

aunque a partir de entonces no ha dejado de despertar interés como paradigma del

sacrificio supremo por la libertad frente al invasor. Además de un balance bibliográfico,

nuestro objetivo es tratar de la visión del Imperioromano y los pueblos indígenas

en la España de finales del siglo XVI, imperial ella misma y conquistadora de América.

1. Cervantes vuelve de su cautiverio

Después de haber participado en la batalla de Lepante (1571) y tras poco más de

cinco años cautivo en Argel (1575-1580) , Miguel de Cervantes regresó a España

a los 33 años de edad, sin oficio ni beneficio. Tras una corta misión en Oran (1581)

y la estancia en Lisboa para dar cuentas de la misma, probó fortuna en los ambientes

literarios de Madrid, integrándose en el ambiente literario de la Corte. Allí mantuvo

buenas relaciones con los poetas más destacados y escribió La Galleta (1583).

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Simultáneamente, siguió de cerca la evolución del teatro, con el nacimiento de los

corrales, y se empapó en las obras de Argensola, Cueva y Virués. D e estos años

sólo se conservan El trato de Argel y La destrucción de Numancia1.

Ninguna obra de este período le dieron fama o recursos. Poco después, el año 1584

supuso un giro importante en su vida pues, por un lado, tuvo una hija natural, Isabel,

fruto de sus relaciones con Ana Franca en Madrid y, por otro se casó con Catalina

de Salazar, estableciéndose en Esquivas. Poco duró el solaz familiar porque entre

1587 y 1594 desempeñó el puesto de comisario de suministros de las galeras del

rey, recaudando víveres en Andalucía para la expedición naval contra Inglaterra. En

este lapso intentó, sin éxito, una sinecura en Las Indias (1590). En 1594 asumió

el cargo de agente del fisco en Granada y provincia. Terminó esta poco gloriosa

etapa de su vida en la cárcel de Sevilla (1597-98), donde parece que surgió la idea

de escribir El Quijote.

Gran parte de las primeras piezas de teatro, representadas entre 1583 y 1585, nos

son desconocidas. Según cuenta el mismo Cervantes, aunque en los comienzos fueron

aplaudidas: "... todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos

ni de otra cosa arrojadiza: corrieron su carrera sin silbidos, gritas ni barahuntas."

(prólogo de Ocho comedias y ocho entremeses, 1615); al final fueron rechazadas

por los empresarios teatrales y terminaron en manos de los libreros. Años después,

en 1615, Cervantes debió adaptar y refundir algunas de ellas en sus Ocho comedias

y ocho entremeses, pero no así su Numancia.

2. Numancia según Cervantes

La obra trata del suicidio colectivo de una ciudad celtibérica, cercada por las legiones

romanas de Escipión Emiliano en el año 133 aC, que prefirió inmolarse antes que

aceptar una rendición infamante.

- Jornada primera:

Numancia está sitiada por los romanos, embebidos en la lascivia tras varios años

de guerra. Cipión (Escipión) llega al campamento con la intención de corregir la

flojedad de sus tropas y de no acepta negociar la paz con los embajadores numantinos.

Levanta pues un foso para forzar la rendición de la plaza por hambre. Aparece entonces

una alegoría de España que predice la ruina de Numancia y llama en su ayuda al

río Duero. Este no da ninguna esperanza, pero predice que en el futuro Atila, los

godos y el duque de Alba vengarán a los numantinos y que Felipe II será el soberano

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de toda la Península.

- Jomada segunda:

Los gobernadores de Numancia se reúnen en consejo y deciden morir luchando. Se

dan a conocer los amores del joven soldado Morandro con Lira. Durante un sacrificio

a Júpiter, el hechicero Marquino resucita el cuerpo de un soldado muerto en batalla

para saber el designio de dioses. El cadáver profetiza el fin inevitable de Numancia

y Marquino de suicida para no ser testigo de tal desventura..

- Jomada tercera:

Cipión rechaza terminar la guerra con un combate singular. Las mujeres impiden

que los hombres hagan una salida y las abandonen a su suerte. Desesperados, los

numantinos comen la carne de los prisioneros romanos antes de encender una hoguera

en la que harán arder todas sus riquezas y a ellos mismos. Salida de Morandro al

campamento romano en busca de comida para Lira. Mientras que los numantinos

queman sus pertenencias, una madre trata de consolar a su hijo hambriento.

- Jomada cuarta:

Morandro vuelve malherido y muere en brazos de su amada Lira. Los numantinos

se arrojan a la hoguera o se matan entre ellos. La Guerra, la Enfermedad y el Hambre

dan la victoria a los romanos. El joven Viriato, único superviviente, permanece escondido

en una torre con las llaves de la ciudad. Pese a los ruegos de Cipión, Viriato se

arroja de la torre para privarle de una victoria honorable. Aparece entonces la Fama

y promete que el mundo entero conocerá la gesta de los numantinos y la bravura

de los españoles, sus sucesores.

Los esfuerzos infructuosos de los defensores para conjurar su destrucción se acerca a la esencia de la tragedia clásica cuando los numantinos, desbaratando los planes de los romanos, deciden asumir su destino y eligen la vía del sacrificio. Las alegorías del Duero y de la Fama dan a este acto desesperado un sentido histórico.

3. De la Historia a la leyenda

En la misma Antigüedad existieron dos versiones de la toma de Numancia: la de

Apiano, más fidedigna (basada en Polibio), según la cual los numantinos rindieron

la plaza y, aunque muchos prefirieron matarse antes que entregarse, hubo prisioneros

con los que Escipión celebró el triunfo en Roma; la de Valerio Máximo y Floro,

para los que no quedó nadie vivo. Esta segunda tradición fue recogida por Orosio,

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Lucas de Tuy, Alfonso X y Ambrosio de Morales (Crónica, VII, cap. 7-10). La

verdadera realidad de la guerra numantina había ido distanciándose hasta el punto

que, desde el siglo X, se pretendía que la antigua ciudad celtíbera correspondía a

Zamora, nueva capital de los Reyes de León. Este error en la ubicación de Numancia

se perpetuó hasta el siglo X V 2 .

Hay noticias de una historia de Numancia escrita por el padre jesuíta Antonio Navarro

entre 1570 y 1590 3 . También se conocen diversas poesías sobre el t ema 4 como la

del Romance de como Cipión destruyó a Numancia (quizá del siglo X V y publicado

por Timoneda en 1573), el poema latino del humanista soriano Pedro de Rúa, el

romance atribuido a Pedro Lobo Laso de la Vega (1587) y el largo poema de Francisco

de Mosquera (1612).

El gesto de los numantinos fue exaltado por los cronistas, poetas y dramaturgos de

la España imperial. Junto a los esfuerzos historiográficos de Florián de Ocampo y

su continuador Ambrosio de Morales por dotar a la monarquía hispánica de un pasado

glorioso, a finales del XVI hubo intentos por crear un teatro auténticamente nacional,

inspirado en crónicas o leyendas épicas autóctonas, U n ejemplo son las obras de

Juan de la Cueva. Cervantes, con su Numancia, también participó del movimiento.

En este sentido, parece que no siguió ninguna obra histórica (ni antigua ni moderna)

sino que se inspiró en la tradición popular, tal vez en el romance de Timoneda antes

mencionado, donde aparece, por ejemplo, la escena final de Viriato (en realidad, el

caudillo lusitano muerto el 139 aC) arrojándose de la torre 5. Cervantes enriqueció

el tema con episodios procedentes de la leyenda o de sus autores predilectos. En

este sentido, los críticos modernos han querido ver influencias de Virgilio en la aparición

inicial de Cipión arengando a sus tropas, de Séneca y Heliodoro en la invocación

a los infiernos de los asediados en busca de presagios o de Ercilla en la agonía

de los numantinos 6 .

Por otra parte, la introducción de figuras alegóricas, propio de las comedias humanísticas,

cumple una función parecida al coro de las tragedias griegas. Las alegorías (el diálogo

de España y el Duero, las intervenciones de la Guerra, la Enfermedad y el Hambre,

el discurso final de la Fama) extraen y precisan poco a poco el sentido y el alcance

del acontecimiento 7 .

4. Los heroicos numantinos ya tienen su imperio

Los críticos modernos se han lanzado a un basto ejercicio de interpretación. Para

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algunos, los numantinos representaban para Cervantes a los moriscos rebeldes de

las Alpujarras, y Cipión a don Juan de Austria 8 . Otros van más allá y quieren ver

representado en los romanos todo lo que existía de represivo, totalitario e imperialista

en la sociedad de Cervantes; serían los "españoles imperiales", sitiadores crueles de

las ciudades flamencas9. En cambio, hay quien defiende que Cervantes se inclinó

del lado de los romanos, pues representarían para él un modelo político y militar

para la España del siglo X V I 1 0 También hay quien cree que Cervantes no dividió

los contendientes en buenos y malos porque, de hecho, podía identificarse a la vez

con los dos contendientes; lo que le habría interesado sería mostrar la colisión de

dos m u n d o s 1 1 . Ciertamente, hay una gran ambigüedad en la valoración de Roma:

por un lado, son los enemigos invasores; por el otro, son el paradigma del concepto

de imperio que España aspira a encamar. Ciertamente Cipión aparece no como un

déspota despiadado sino como la gran figura militar que finalmente reconoce la grandeza

de la gesta numantina.

Cuando Cervantes escribió La Numancia las armas españolas imponían su ley de

hierro por doquier: de los moriscos de las Alpujarras, a los flamencos de Haarlem,

Maastricht o Amberes. En aquel momento, los flamencos podían pasar perfectamente

por numantinos y el papel de Cipión lo encamaban a la perfección don Juan de

Austria, el duque de Alba o Alejandro Farnesio 1 2 . ¿Era consciente Cervantes de esta

paradoja?.

En todo caso, la rudeza y la crueldad de las situaciones eran muy parecidas. Cuando

el duque de Alba sitió de Haarlem (diciembre 1572-julio 1573), sitiados y sitiadores

se arrojaban por encima de las murallas las cabezas de los soldados enemigos muertos

en combate. Así mismo, las tropas de Alejandro Farnesio saquearon Maastricht

(marzo-junio 1579), pese a que la ciudad se había rendido, y tomaron Amberes después

de un largo y complejo asedio (finales de 1584-agosto 1585). N o obstante, para Felipe

II y para la mentalidad española de la época, los flamencos eran subditos rebeldes,

pero subditos al fin y al cabo, que debían someterse a su señor legítimo. Cabe recordar

que los Países Bajos eran un conjunto de 17 territorios autónomos bajo la autoridad

de un mismo príncipe. En 1428 Felipe el Bueno los incorporó al ducado de Borgoña.

En 1477 pasaron a los Habsburgo y Carlos V consiguió darles cierta unidad creando

instituciones comunes aunque tuvo que hacer frente a varios levantamientos. Los

flamencos consideraron a Carlos V su "señor natural" pero no pensaron lo mismo

de Felipe II, nacido y criado en España. La desacertada política del rey provocó,

en 1566, la rebelión de los nobles flamencos. Al año siguiente el duque de Alba

llegó a los Países Bajos para restablecer el orden a sangre y fuego entre sus díscolos

subditos.

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Resignados a la conquista romana, los numantinos están dispuestos a ser subditos leales y a vivir en paz, pero no a perder su dignidad. Por eso prefieren morir que

llevar una vida de insufrible agonía. Su guerra, en consecuencia, es presentada como

una "guerra justa". Cipión también considera justa la guerra de Numancia y se indigna

de que el pequeño pueblo hispano resista al poder de Roma. Quiere adueñarse de

Numancia sin derramar una gota de sangre romana y sin hacer concesiones políticas.

Los numantinos, por su parte, piden ser gobernados de acuerdo con los fueros del

senado romano. 1 3 .

Cipión simboliza la ciencia de la guerra y su objetivo es alcanzar la gloria. Encama

las virtudes militares (astucia, estrategia, oratoria ante la tropa, ansia de fama) pero

no las virtudes humanas. Por ejemplo, cuando Cipión combate la molicie de sus soldados

prohibiéndoles lujos y meretrices, lo que le preocupa es la eficacia, no la moralidad

de la soldadesca. En cierta medida, se trata de un enfrentamiento entre el espíritu

caballeresco de los numantinos (patente en su propuesta de combate singular para

terminar con la guerra) y los fríos cálculos del estadista Cipión. Las virtudes morales

de los numantinos se plasmas en el amor de Morandro por Lira, lo que le fortalece.

En cambio, la lujuria de los soldados romanos con las rameras los debilitan. Además,

el suicidio del sacerdote Marquino tiene el propósito de hacer sentir de un modo

directo y personal el drama colectivo de los sitiados. El suicidio de los numantinos

provoca admiración y espanto en el espectador. Para no someterse al yugo romano

deciden matar a sus seres queridos 1 4 .

En La Numnacia cervantina soplan aires patrióticos. Numancia se presenta como un

desafío obstinado a la grandeza de Roma. A la luz de las profecías del Duero y

de la Fama, su resistencia y sacrificio se convierten en preludio de la gloriosa historia

de España: tras la ocupación romana vendrán las invasiones bárbaras, los visigodos,

el saco de Roma del 1527, la campaña italiana del Duque de Alba de 1556 y, en

1580, la anexión de Portugal. El presente es presentado como una herencia del pasado.

Las virtudes numantinas se perpetúan en las generaciones siguientes de españoles.

La España del siglo XVI se muestra digna heredera de numantinos y godos. A su

ves, la Roma papal perpetua la injusticia del Imperio romano 1 5 .

Las alegorías del Duero y la Fama respira un fuerte determinismo providencialista.

Tras el desastre numantino causado por la desunión (el pecado de los primitivos

españoles), viene el dominio romano (la penitencia), pero con los visigodos se inicia

una línea de ascensión imparable hasta los reinados de Femando el católico, Carlos

V y Felipe II (la redención). El devenir histórico de España se convierte así en un

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canto de alabanza a Felipe II y a su proyecto político: el Imperio español y la unidad

peninsular 1 6 .

Durante el reinado de Carlos V y Felipe II se creó un referente histórico sólido para

la identidad colectiva. La Antigüedad pasó a ser esencial en la justificación y explicación

del devenir de España, en una sociedad obsesionada por el tema de los orígenes

(la pureza de sangre) y la legitimidad del poder, tanto a nivel peninsular como en

el ámbito internacional. Se necesitaba explicar como era posible que la cabeza hegemónica

de un imperio mundial, en la Antigüedad hubiese estado sometida. La razón se encontró

en el pecado de la desunión, la penitencia fue el largo dominio extranjero y la redención

llegó con la monarquía de los Austrias en el que un pueblo, purificado por la larga

penitencia iniciaba el ascenso hacia la hegemonía 1 7 . Con su Numancia, Cervantes

contribuyó a alentar este espíritu revanchista: un ejercicio de propaganda de la corona

y de la "guerra justa" propio de una sociedad como la española del siglo XVI embarcada

en múltiples frentes bélicos.

En la realidad histórica de la época en que se escribió la obra, los españoles actuaban

más como sitiadores y no como sitiados. Parece como si Cervantes atribuyese a los

romanos situaciones propias de la España del XVI, solidaria con esa idea imperial

romana. N o obstante, en la profecía del Duero, al final de la primera jornada, lo

que Cervantes exalta es un modelo de imperio distinto del representado por Cipión.

Las injurias y el trato abusivo de los romanos con los numantinos serán vengadas

por los godos, raíz noble de la monarquía hispana. La larga guerra que se inició

en Numancia acabará en la Roma de los papas. En el siglo XVI los españoles derrotarán

y humillarán a la soberbia Roma en su propio campo, aunque la victoria sea mediatizada

con la "bondad natural" de los españoles. El Imperio español, a diferencia del romano,

estaría lleno de consideraciones morales, éticas y religiosas. Por ello, España no es

"sitiadora" de otras naciones, es el Imperio del Bien con una misión histórica, política

y moral: la lucha contra el Mal del mundo.

La Numancia fue fruto tanto del optimismo de Cervantes, vuelto de su cautiverio

y lleno de esperanzas en el futuro, como del ambiente intelectual de la Villa y Corte.

Cervantes participó en el ambiente propio de la época, empeñado en instrumentalizar

el pasado para crear una identidad colectiva ligada al proyecto imperial. Así creó

una imagen que se ha mantenido durante largo tiempo en el ideario colectivo. Más

tarde vinieron para él los desengaños, las frustraciones y El Quijote.

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5. La Numancia eterna

En La Numancia, el tema de la libertad es tratado heroicamente desde diferentes

puntos de vista: individual, comunitario, nacional, universal. De ahí que la obra haya

sido tan recurrida en situaciones políticas equiparables 1 8 .

N o obstante, en el siglo XVII la fortuna del tema numantino fue más bien escasa.

En 1612 Francisco de Mosquera publicó un extenso poema titulado La Numancia

(inspirado al parecer en la tragedia cervantina). En el mismo siglo hallamos un romance

y un soneto atribuidos a Francisco Pinel, y en 1701 otro soneto de Juan de la Cruz.

La tragedia de Cervantes tuvo unos pocos imitadores en Francisco de Rojas Zorrilla 1 9 ,

Juan José López de Sèdano y Ignacio López de Ayala ( 1 7 7 5 ) 2 0 . Este último debió

tener cierto éxito pues su tragedia se reimprimió varias veces. Talvez esto fue lo

que animó a Antonio de Sancha a recuperar el manuscrito de La Numancia de Cervantes

y reeditarlo en 1 7 8 4 2 1 .

Las guerras napoleónicas avivaron el patriotismo y La Numancia fue vista como una

glorificación de la resistencia a toda costa frente a un conquistador déspota. Dicen

que el general Palafox la hizo representar en la Zaragoza asediada por las tropas

napoleónicas (aunque, si en realidad se representó, debió tratarse de la versión de

López de Ayala, más acorde con los gustos neoclásicos del momento).

El sacrificio numantino empezó a tomar un sentido universal gracias a los románticos alemanes: Georg Paul Binder le dedicó una poesía en 1808, y la tragedia cervantina fue ensalzada por Schlegel, Goethe y Shopenhauer, quienes la compararon con Los Persas y Los Siete contra Tebas de Esqui lo 2 2 .

Representada en España durante todo el siglo XIX, aunque frecuentemente en las

versiones de Antonio Sabino (1818) o Gaspar Bono (1875) , durante la guerra civil

española Rafael Alberti, en Madrid, Jean-Louis Barrault, en París y Nikolai Tíjonov,

en Leningrado (esta última nunca se llego a representar), redefinieron su sentido de

apología de resistencia al opresor 2 3 .

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NOTAS

1 El teatro cervantino en: Cotarelo (1915); Hermenegildo (1976); Canavaggio (1977); García Marín (1980); Zimic (1992).

2 Saavedra (1967); Baroja (1968); Shivers (1970); De la Torre (1998); Jimeno (2000); Jimeno et alii (2002).

3 Schmidt (1995); Higes (1959) y Higes (1966). 4 Pérez -Rioja (1954), Sáez (1965). 5 La lectura cómica de Viriato en la torre y las promesas de Cipuón recuerda la fábula

esópica de la astuta raposa y el cuervo ingenuo, aunque con un desenlace diferente. « Soler (1967); Echevarría (1986); De Armas (1996); Simerka (1998); Canavaggio (1998). 7 Peralta (1995). Los aspectos estilísticos y poéticos de la La Numancia en: Günter (1986);

Rubio (1988); Martos (1991). s Hermenegildo (1976), 82 9 Johnson (1981), 313-316. !0 Avalle-Arce (1962); Avalle-Arce (1975). 11 Laffranque (1967), 284. 12 King (1979) 1 3 En la literatura del Siglo de Oro se evoca con cierta frecuencia situaciones en que los

subditos recuerdan al señor sus responsabilidades legales y morales. Zimic (1978-80). >4 Whitby (1962); Friis (1998); Vivar (2000). 1 5 El napolitano Gian Pietro Caraffa (papa Paulo IV, 1555-59) consideraba que los españoles

ocupaban indebidamente el territorio italiano, no soportaba ver a su país, cuna de la civilización, sometido a un pueblo de ignorantes y descreídos, contaminados por su larga coexistencia con semitas.

16 Selig (1971).

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" Álvarez Martí-Aguilar (1997); Andres (1995); 18 Doménech (1966); Bravo Elizondo (1981). 19 MacCurdy (1960). 20 Oostendorp (1978). 21 Viaje al Parnaso, compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra ... Publícanse ahora

de nuevo una tragedia y una comedia inédita del mismo Cervantes: aquélla intitulada La Numancia: ésta El trato de Argel. En Madrid, por don Antonio de Sancha, año 1784. El manescrito utilizado por Sancha se perdió y volvió a ser recuperado por Rodríguez-Moñino en la biblioteca de la Hispanic Society of America , Nueva York. Se ha conservado un segundo manuscrito (ambos no autógrafos) en la Biblioteca Nacional de Madrid (ms. 1500). Cotarelo (1947); Rodríguez-Moñino (1964); Canavaggio (1966)

22 De Armas (1974); De Armas (1994); Casa (1977); Bergman (1984); Belli (1978) 23 Pitollet (1937); Hermenegildo (1978); McCarthy (1980); Sánchez Castañer (1982); Plavskin

(1993).

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