La Pluma y La Ley - Carlos Ramos

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Carlos Ramos Núñez

Magísteren derechocivil y doctoren derecho,con posgradoen dere-cho romano e historia del derechoen la Universidad de Roma. Es

profesore investigadoren la Uni-versidadde Lima y en la PontificiaUniversidadCatólica del Perú. Ha

sido director de la Academiade laMagistraturade l Perúy es Miem-bro de Número de a AcademiaPe-ruanade Derecho de aAcademiaNacionalde Historia.Ha publicado una Historia del de-recho iuilperuanl; TbribioPaclteco,jurista del sigloXIX El código nA-poleónico su recepción n AméricaLatina; Codtf cación, tecnologíaypostmodernidad;JorgeBasadre,his-

toriador del derecho; Jna benefacn-ra socialdel sigloW, y, en colabo-ración, Tiinidad María Enríquez,una abogadaen losAndesy Ensayosde b storiografla urídicaperuana,

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La pluma y la ley: Abogados juecesen a narrativaperuana

CarlosRamos {úñez

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Laplumay a eyAbogados jueces n a narrativaperuana

Carlos Romos lr{úñez

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Ramos \úñez, CarlosAugustoLa pluma y Ia ley: abogaclos jueces en la7.aedición.Lima: universidad de Lima, Fondo Editorial.

ISBN:978-997-4j-198-0

1. Literatura V Derechct

340.778/R21 (CDD 22).

2. Abogados peruanos

narrativa peruana.

2007,25t pp.

Colección InvestigacionesLa plnma 1, a ley; Abogados 1t.iuecesen la narratiua perl¿anaPrimera eclición 2007Primera reimpresión, unio 2008

O Fondo EditorialUniversidadde LimaAv. Manuel Olguín 125Urb. Los Granados,Lima 33Aparrado posral 852, Lima 100Teléfono: 437-6767,anexos 3An0 y 3Aif.lFax: 435-339Gfondo_ed@ lima.edu pew-w-w.ulima.edu.pe

Ilustración de carátula: El .fuez,José saboga , acuarela, 194g.

Diseño y edición: FoncloEditorial

Impreso en el perú

Se prohíbe la reproducción

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total 

A la memoria de mi hermanr Liliana,poeta y lingriísta.

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4n el Perú a la delicada libélula

se le llama "cbupajeringl".

AeRAHnu V¿.LDELOMAR

Pero la mayoría de ellos erzn entes que

ejecutaban leyescomo autómatas, imbeci-lizados por la obediencia ciega, que babía

anulado en ellos toda capacidad de juicio

moral y de independencia de espíritu.

M¡.rrroVrncas Lros¡ . "El benéuolo".

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Indice

i -n proemio de confesionario. Historia, derecho y li teratura,

Lina batalla sin respiro

Copítulo . Lo introducción uno dudo: El derechoy lo l i teroturo

Copítulo2. Norrodores obogodos

1. Manuel Scorza:Los leguleyos en pugna

2. José María Arguedas La silueta de un abogado itinerante

3. Alonso Cueto: Tigre blanco del derecho

+. Jaime Bayly: El aspirante a nada o la incomprendida vida

de Joaquín Camino

5. Jorge Eduardo Benavides: lJn exaltado estudiante de derecho

ó. RaúrlTola: Las heridas privadas

Carlos Rojas Sifuentes: Evocación de un híbrido aprendiz

S, Ricardo Ayllón: Penas y alegríasde un chimbotano en

San Marcos.), Carlos Herrera: [Jn lJlises juríclico

i(1.Los tinteri l los: "Leguleyos de mala clase"

^1. "Calixto Garmendia" La injusticia y Ia locura

Copítulo3. Tresobogodos ol l idos:

Vorgos Lloso,Ribeyro BryceEchenique

. La urgencia alimenticia de Vargas LlosaI . Bustamante y Rive o y Ia fe en Ia l"y

- Ribeyro: "Ser abogado, ¿paraqué?"

2.I Ludo Tótem: Espumante en los pasil los judiciales

' Alfredo Bryce: La "maldita profesión de abogado"

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12 l rucrcr

Copítulo4. Jueces:Losdos corosde Jono

1. Manuel Ascencio segura y una sociedad jur idizada2. Carlos Germán Amézaga: un Hamlet en los pasil los judiciales3. Los magistrados en Abelarclo Gamarra: "EI juez langosta

en sLl festín"

4. La justicia: El último sabor del Perú que Vallejo llevó prenclictoen el alma

5. Las memorias del vocal Enrique López Albújar5.r El casoJulio Zimens: Libertaclde morir5,2 I-Jnposit ivista de paseo por el perú

6. La épica de la iniquidad en la obra cle Manuel Scorza7. El juez: l ln peón más cle Ia haciendaB. "De la extorsión al patriotismo" en una novela cle Arguedas9. El caso Banchero: El álgebra del razonamienro juclicial10. De cal y de LLrena: os jueces c1e argas Llosa11. Grandes miradas: Tortura y sacrificio de un juez probo12. Abril roio: Las tribulaciones de un fiscal perturbado

Colofón

B¡bliogrofío

rc5rc6173

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786rg3rg8200202208209217274222227

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Unproemio econfesionario:Histona,erecho literatua,batallana sinrespiro

Sin mayores instrumentos eóricos asumí, como estudiante universitario,que el derechoy la literatura etan hermanas.Contra as justasprevencio-nes de abogadosy escritores creíaque era posibleconvertirseen un peri-

to legal y, al mismo tiempo, en escritor. Encarrllaría as dos vocaciones,sinrenunciara ninguna. Seríaabogadoy literato. En esedoble afán elegídoscaÍreras:derecho durante las mañanas, iteratura y lingüística en las tar-des1.Descubríque los códigos litigabanpor el predominio con los cuen-tos, las novelasy los poemarios2.No elegí ni uno ni otro, sino que meconvertí a la postre en historiadordel derecho: un dislocado entramadode áreas.¿Acaso, l fin y al cabo, la historiano lo abarca odo, incluyen-

do el derecho y la literatura?Sin embargo, tropezaba a menudo con ca-rencia de información. Las fuentes convencionales enían un límite y larealidad urídicadel pasadoparecía nfranqueable.Al examende los códi-gos siguió el estudio de las leyesespeciales, ero surgíasiempre un esta-do de insatisfacción3. o bastabanpara entender el entretejido del pasa-do jurídico.A las normassiguieron os casos.Su utilidad era manifiestayno dudé en aprovecharsus frutos. Subyacía, in embargo,un área desco-

nocida, que ni la exégesis egislativani la dogmática nstitucionaly ni si-quiera la reconstrucciónde los fallos judicialesera capaz de aprehender:

Inexplicablemente, un pequeño grupo cle estudiantesde literatura de la Universidad Nacio-nal de San Agustín,de Arequipa, entre quienes se hallaba el poeta Alonso Ruiz Rosas,deja-

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14CanlosRnvosNúñrz

la historiasecretadel derecho.Emergió,entonces, a vozsecreta, a litera_tura, allí donde los plieguesde la realidadse escondenpar:ael historiadory para el jurista nteresadoen el pasado.

¿Qué egistropuede haber de la coloriday ruidosamuchedumbrede li_tigantesy hombresde leyesque ffansiraban or el antiguopalaciodeJusti-ia de la avenidaAbancay,doncrese construifíadespuésel Ministerio deEconomíay Finanzas donde actualmente uncionaLr uinisterio público,sino las páginasde Abelardo Gamarra,Er Tunante?

¿ode

la vidacarcela_ria en la antigua penitenciaríade Lima, donde uho.a ,e empraza l hotelsheraton,sin las descripcionesque hacen de ella ciro Alegría en Er dire_ma de Krausey Enrique LópezAlbújar en sus Memorias?La literaturanosolo llena los vacíos que las fuentesconvencionalesde ra historia (prin_cipalmente os documentos)son incapacesde colmar,sino también sirvede complemento informativo. Er Tungsteno,lanovela social crecésar Va_llejo, es muy útil, por ejemplo, para desci rarra dinámicacreese contratoarrozque era el enganchea. r propio LópezArbújarha descritoen susme_morias el fugaz funcionamientodel juracloen er perú para deritosde im_prenta' cuando fue

^procesadopor un poema contra el mariscalcáceres.Fuerade este,es difícil encontrarotro testimoniosobre la porémica iguray su vigencia en suelo peruano. LasTradicionespentanasie nicardo pal_

ma rebosanderecho.podríadecirseque su lecturapuede sermás útirparaentender1adinámicade las institucionescolonialesque el mejor manualde derecho ndiano: virreyes,oidores,encomenderos, orregidores,uecesdel crimen, togados eclesiásticos, uracaso caciques,picapreitos,verdu_gos, los inquisidoresy susvíctimas,cresfilan n multitucren todassuspági_nas' que complementana ese magno tratado d,era potítica Indiana deJuan de solórzano y pereyra o al riguros Gobiernoderpenide Juan deMatienzo. palma es también un devoto cle la interpretación prácticade lostextos normativos.La tradición "Dimas de Tijereta,, , ur, .lári" o para rateoríadel derechoy la discusiónhermenéutica.Dimas,el típico burócratajudicial, es un contrahechoescribanoque frisara vejez,p"raiJu-"r-,reena-morado de una joven de colorido nombre:Visitación.Es imposibre,sin va_lerse de las malasartes (las aftes del amor y de la guerra) seducida. m_plora entonces a presenciader cremonio(o de u.rá d" sus mensajeros)

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U upnorMtoDEcoNFEStoNARto

te de correo postal de Lucifer, compareceante el llamado. A cambio de sualmilla, al como constaen documentoescrito,Dimasdisfrutarádurante res

años de los favoresde Visitación: Consteque yo don Dimas de la Tijeretacedo mi almilla al rey de los abismosen cambiodel amor y posesiónde unamujer.Me obligo a satisfacermi deudade la fechaen tres años".

Celebradoel pacto con la firma del documento y el sello del diablo,don Dimas disfrutó del amor de Visitaciónpor el tiempo convenido. pasa-dos los tres años llegó la hora de cumplido, y encontrándosedon Dimascon Lilit en el cerro LasRamas, on Dimasse despojo de su almilla o jubón

interior,negándosea recibirlo Lilit, puestoque esperabaque le confiarasualma,a la que, en el colmo del desprecio, lamabaalmilla. Sin atender alos reclamosde Dimas, Lilit se lo llevó al infierno.

En el infierno el escribano eclamó haber cumplido estrictamente onsus obligaciones.Obtuvo dos vibrantesvictoriasen primeray segunda ns-tancia.El propio Lucifer, uez supremo,contó con el apoyo de quienes ue-ron en vida doctoresen leyesy doctoresen letras,de cuyasaimasestaba

pietórico el infierno. Bastó la sirnple revisión del Real Diccionario de laLenguaEspañolaparu averiguarel significado autorizadode la voz almi-lla. Nada había allí que significasediminutivo de alma.por ranto se faltóafavor de don Dimas,puesto que los jueces,que en vida fueron literatosycatedráticos, evisando solo la autoridad del diccionario, encontraron elsignificadode almilla, que no era otra cosaque una prenda de vestir y nose referíaal diminuto de alma y mucho menos a una forma despectivadealma, como lo entendíaSatanás.

Ante la sentenciaemitida se ordenó que de inmediato don Dimas seadevuelto a la tierra,y ante esa decisión,Satanás,espetando a senrencra,se quedó con la almiIla,y el hechizo que se apoderó de Visitacióndesa-pareció,tanto así que cuando don Dimas regresóa la tierra, Visitaciónseencontrabaarrepentiday, quizáscon un sentimientode repugnancia,con-iinada por decisión propia en un beaterios.

Por supuestoque las simpáticasaventurashermenéuticas e los perso-

:-rajese RicardoPalmaen sus Tradicionesperuanasno acabancon la pi--urescade "Dimas de la Tijereta"ni se reducen al periodo colonial.

Articular dos disciplinasno es, por cierto, una tarea sencilla.Esto ocu-::'eentre Ia historia y el derecho, a literaturay el derecho, a sociologíay

clerecho,a antropologíay el clerecho, a filosofíay el derecho.Las n-

4t-lla

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16CnnlosRnH¡os úñez

comprensionesprocedende ambos ados,es decir, de quienescultivan rí-gidamenteel derechoo cualquierade rasoffasdisciplinasa las que puedeasociarse.

Quisiera relataraquí ra experienciaque tuve con dos libreros que, enun primer momento' se comprometierona expender un Íabajo mío:His-toria del derecbociuirperuano. rJnocleellos, especialistaen libros de dere_cho' cuando le preguntépor qué el libro no se hallabaexpuestoen las es-tanteríasde los libros de derecho durante ra realizació.,á. u.," f.eria,meexplicó, amablemente,que no era un libro de crerechosino de historia.otro librero, especiarizado n libros de historia y cienciassociales,anteuna situación similar, adujo que el libro no era de historia sino de dere_cho, y por esta razónno podía ofrecerloa susclientes.Ambassituacionesocurrieron en Lima el mismo año:2005.

Dilema similar afrontan os reseñadores eriodísticos, os bibriotecólo_gos y' por supuesto, os abogados,historiacl0res científicossociares.Alos abogados o histórico es pareceque no es asuntocresu incumbencia;los reseñadores e los principalesdiarioscreen que es un asuntode abo_gadosy no se danra molestiade leernos; os histáriadores otros estudio_sos de las cienciassociaresnos ignoran,asumiendoque los abogadosnosomos capacesde una labor historiográfica.por supuesto, todos estánequivocados'El 2005publicamos,a, arimóncon Martín Baigorrn,un pe-queño libro, Trinidad María Enríquez: (Jna abogada en ¿os nde{. yaexistíanbiografías

de la intelectualcusqueñaque pugnaba por graduarsede abogadaen un medio hostil. sus biágrafor-.ru.r.""r. dignaron utirizarlas fuentesque discu'ían en las revisrasde

crerechod" ; ¿;;.". Er caso,su frustrado ntento de graduarsede abogada,era imposible que se halla-se en otros repertoriosque no sean os legales.Ejemploscomo esosabundanpor doquier y se asociana decisivospro-blemasde la historiografíaen gen"rul, las fuentes, as tecnicus,el vocabu_lario, la especialización,

tcétera.En er perú los historiadoresen generalno podían diferenciar,por ejemplo, un acto posesorio(interdicto)de unaacción reivindicatoria. de propiedad) que disputaba el dominio. En unprogramatelevisivo,dedicadoa temasculturales,una sesudahistoriadorasocial le aseguraba su intedocutor que el Código Canónicode 1917sehallaba vigente.

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DE CONFESIONARIO

El presente ibro debe entendersecomo el esfuerzode asociarel dere_cho con la literatura.con esa misma intención se creó en la universidadde Lima la cátedrade Derecho y Literatura (hoy desgracíadamenteextin_ta) y en la universidad catórica la asignaturade seminario de Integraciónen Teoríaen Derecho,a mi cargo,a la que se Ie ha procurado revestirdeuna concienciariteraria.En la medidade lo posible, ririteraturase ha reve_lado muy útil en las cátedrasde ética profesional, ilosofía der derecho ehistoria del derecho. En esa misma línea se halla el lanzamientode Ia Re_uistaPeruana de Derecboy riteratura, cuyo primer número se editó

el año2006, proyecto cuya responsabilidadcompartimos con er colega MiguelTorres Méndez, profesor ordinario de la universidad Catórica.Torres Mén_dez no fue ratificadoen ra carrerajudicialcomo vocal de la corte superiordel callao bajo el argumentode que en sussentenciasutílizabala iteratu-ra, acusándolo(condena que debiera recibirsecomo elogio) el ConsejoNacional de la Magisfratura,encargadode las ratificacionJslrar.i"t.r, a.militar en las filas de la EscuelaLibre del DerechoT.

Este libro, en buena cuenta, quiere oponerse al positivismo lacerantede los tribunales,el foro y la universidadperuana.Es un arma contra eldesencanto. El positivismo se alza: una kversiraria. éase aquí una conrraposic,u" á,X11.::'*^'una

política uni-

_Esel momento para agradecera mis colaboradoresy amigos OmarYela, Martín Baigorria, christian ojeda y Eddie chávez,qu"

^"sugirieronlecturasy nuevaspistaspara esta nvestigación.

Carlos Ramos IVúñez

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Capítulo

LaEI a unadudaliteraturaintroducciónderecho la

Si la nouela estuuiera condenada a copiar

fielmente un modelo, sería necesario proscribirlacomo armr personal y odiosa (. .) Ocultar lo

imaginario bajo las apariencias de la uida real eslo que constituye todo el arte de la nouela moderna.

Mpncnons CesELLo DE C¡nsoNrERA.Blanca Sol,

A ueces,da la casualidad de queun escritor no traza letra muerta.

Crno Ar¡cnÍ¡. "Mi personaie Rosendo Maoui".

Los puentesentre el derechoy la literaturason más que evidentes.Hacia1889, MercedesCabello de Carbonera, a notable escritoramoqueguana,avecindada en Lima, esbozaba en el preámbulo de su "novela social",Blanca Sol, os caracteresde la nueva narrativarealista heredada de EmileZola y la novelística rancesade fin de siglol, MercedesCabello -quienaños después alleceríaen el manicomio local, víctima de una sífilis quecontrajo de su esposo-, trazabaen el citado texto un interesanteparale-lo entre el legisladory el novelista"moderno". Si el primero se esforzabapor asegurar la correcciónque jamás lega a impedir el mal", el segundo,

a travésde susobras de ficción realista, ograbatransformar a mentalidad,"que forma el fondo de todas as accioneshumanas"2.Para a desventura-

Cesnrlo on CeRsoNERA,ercedes.Blanca Sol. (lVouela ocial).2.' edición. Lima: Carlos Prince,

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20 CnnlosRnvosNÚñEz

daliferata decimonónica, a ficción debíanutrirsede los datosde la reali-

dad, para,a partírde estos,proponer un esquema deal y necesario,que

los lectoresse encargaránde llevar a la ptáctrca'Lo cierto es que, sin periuicio de la verosimilitud de la ficción narrativa,

de su lejaníao aproximacióncon el mundo real, tanto el uno cuanto a ofra

se alimentanmutuamente.No un experto en leyes ni un escritor,sino un

psicólogode profesión,JeromeBruner,ha afirmadocon pertinencia:

Un relato udiciales un relatocontadoanteun tribunal.Refiere lguna

acciónque segúnuna parteen litigiofue cometida or la otra,acción

quehaperjudicadoalacusadoryhavioladounaleyqueprohíbeacde esa ndole.El relatode la parte contraria ntentarecl:lazara acusa-

ciónpresentandotraversiónde lo sucedido, bien afirmando ue el

hechoen cuestión o perjudicó l acusado i violó la ley escrita. ales

versionescontrapuestason el centro de lo que nosotros lamamos

vagamente daY n counr'

Adviértaseque lograr convencef iene que ser el objetivo,y para logtat-

1o en el medio en el que se desenvuelven os abogados y los tinterillos)

podemos apreciar que el dominio de la palabra es otra arma vital en el rolque desempeñan.RicardoBlume, destacadoactor nacional, repataen un

singular paralelismoentre los abogadosy los actoresde teatro;es intere-

,".i. .o*probar cómo entre el arte de las tablas y la defensa en el foro

existenmuchascoincidenciasque son dignasde resaltara'

Los vínculos entre la técnicade la narración y la destrezaargumentativa

son, pues, ndudables.Peroel artede fabulación sea a travésde novelas,

relatos,piezasteatfales, filmes y hasta producciones televisiva5- ¡svi5fs

también una eficacia formativa, en cuanto a su capacidad para transmitir

elementoséticosde una maneradirecta5. a compasión, a misericordia,el

recto juicio, la seguridadque ofrece Ia ley (o el temor que ella despierta),

el dilema entre la justiciay la formalidad egal,se hallan implícitasbajo un

manto en apariencia nerte y aparentemente ensadop fa la sola contem-

plación estética6.

BRuxeR, erome. Lafabrica. de bistorias. Derecho, literatltr(r, uida. Traducción de la versión ori-ginal en italiano. México: Fonclo cle Cultura Econórnica, 2003, pp. 59-60,Publicado en inglés

en 2002: Making Stories,Law, Literature, Life. Cambridge, Massachus€tts:Harvard Universiry

Press,2002.

BruMr, Ricardo. "Los abogaclosy el teatro" Themis 17, Revistade Derecho, 1990, pp. 87-89'

MnN¡ssÉ,Adriana. La tey y ta fisura. Ensayos de literatura y ética. Universidad Veracruzan'

Xalapa, 1999;BnuNEr,Graciela. Ética y naffación. Los ecursosdel cuento, la nouela t el cine

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l , roÍrulo 1. Ln rNTRoDUccróruUNADUDA: l ornECHo LALITERATURA

RichardPosner,uez de la Corte de Apelacionesdel SéptimoDistrito delos EstadosUnidosy profesore investigadorde la Universidadde Chicago,

clistribuyesu clásico Iibro, Lau and LiteratLtre, n cuatro grandescapítu-1os7.El primero se ocupa de los textos literarioscomo textos legales;elsegundo, aborda exactamente o contrario, los textos legales como textosliterarios,esto es la interpretaciónde los contratos, os reglamentosy lapropia carta constitucional.El tercercapítulo se concentraen el estudiodela literaturacomo materiade la investigaciónurídicay el cuartode la regu-lación normativade la literatura,a saber,el conceptode autor,el copyrigbt1' los delitos a través de la imprenta. Los dos primeros capítulos pueden

ser subsumidosen la categoúadei derechocomo literatura,si bien posner,como veremos uego, recusa a unidad hermenéuticaentre textos iterariosv textos jurídicosque preconiza Gadamery Ronald Dworkin entre otros.El tercer capítulo aludiríaal derecho en la literatura,en tanto que el cuar-to ala l iteratura laluz de lasnormas egales.No obstante, n el rico apa-rato teórico del estudiosonorteamericano u clasificaciónes más imolícitaque explícita.

Seráel profesor belga FrangoisOst quien habríade mostraren detalle

la clasificaciónen tres ámbitos de su colega americano,aun cuando conun orden distintos. En primer lugar se hallaría el vínculo más simple yhastabanal,el de la ley de la literaturao, mejor dicho, la regulación egis-lativade la literatura,a saber, a libertad de expresión, a censura,el dere-cho de marcasy los derechosde autor, el depósito bibliográfico, ya seaque se examine Ia normativa de un país o de un complejo de ordena-mientos comparadoso se siga una línea histórica.En ese rubro, se inclu-ye también a historiade los grandesprocesos udicialesque surgieronpor

obras estimadas,en su momento escandalosas, omo Madame Bouary9,

PosxEtt,Richard A. Latu and Literature [1988 primera edición] [1998.segundaedición, revisa-da y ampliadal, [2000 reimpresión, aquí empleadal. Cambridge, Massachussers Londres:HaruarclUniversity Pre.ss, 000.Osr, Franqois. "E l reflejo del derecho en la literatura". Reuista Peruana de Derecbo yLiteratura

7, 2006, pp. 27-42. Más ampliamente, Osr, Frangois. Racc¡nter a loi. Aux sorrrcesde l'imaginaire.iuridique, París:Odile Jacob, 2004, pp. B-9.El fiscal inrperial Ernest Pinard presentó el caso basáncloseen cuatro extremos, tomaclos node l conjunto de la novela, sino cl e pasajes de esta, punto débil de la argumentación qu ehabría de llevar a Ia declaratoria de inocencia contra Flaubert y los editores: a) el tono lasci-vo que fluía de tocla a obra, b) el dúplice adulterio de Emma, esposa de Charles y prougo-nista de la novela, primero con el seductor Rodolfo y luego con el seducido León, narrados

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CnnlosRnH¡os úñrz

Lasflores del maly, Lady Cbatterlyde D. H. Lawrence, juzgadaesta últimahastaen tres jurisdicciones: nglaterral0,Australiall y EstadosUnidos12.

No solo asobras, ambién os autores omo Sócrates, rácticamente bli-gadoa beber a cicutapor susdesorientadorasnseñanzas,paul erlaineporsu dramático pleito con el joven Arthur Rimbaudy por no seguir los cáno-nes estéticosy morales de la sociedad rancesal3 Oscar Vilde por suimpropia correspondencia on un joven del mismo sexol4,desfilarían onestrépitoante las cortes. En época másreciente,un tribunal islámico decretóuna recompensapara quien diera muerte,cual sentenciaplenaria,al autorde los uersos atánicos,

salman Rushdie,mientrasque un tribunal civil turcoprocesópenalmentea quien seríapremio nobel de literaturadel año 2006,Orhan Pamuk,por declararen una entrevista ue,haciael año 1915, a revo-lución modernizante de Ataturk Kemal diezmó a centenaresde kurdos yarmenios. otra brillante escritoraturca, Elif shafak, enfrentó otro episodiojudicial por sosteneren su sextanovela, TIteBastard of Istambul, que los sol-dadosotomanos asesinarona centenaresde armenios,muchos de ellos inte-lectuales, ara corregirlesel cerebrol5. os procesos udicialescontra escri-

dclte que celebra las exequias. Mario VargasLlosa, qLle nvestigó el proceso judicial en cleta-lle, recuerclaqLle, segúnel abogaclocle la novela, Sénard, "su defensa e.s an farisea como laacusación de l fiscal Pinard, secreto reclactorde versos pornográficos", la nluerte cle Emma e.sel ca.stigo que Dios imprime por sus pecados. Vnnc,rs LLosR,Mario. La otgía petpetli7t,Flaubert -yMadatne BoL'aryt. arcelona: Seix Barral, 1975, p. ZI .La obra pr-rblicada n Florencia (ltalia) en 1929 y en parís unos años más tarde, no fue ecli-taclaen Inglaterra hasta el año 1960. Regía entonces una ley de l año 1959 que prohibía las

obra.sobscenas. En el tribunal era preciso demostrar la relevancia estéticacle la novela. l)oseran los problemas centrale.s: ) el repetitivo Llso del término "fuck" y sus clerivaclos , b)quizás también el más arduo: en uno de los pasajesel guardabosque se acerc¿l or la parteposterior y "short and .sharp as an animal". Se cludaba si los antantes habían practicaclosodomía o sexo convencional. Pareceríaque se trataba de l primer ca.so, o que aguzaba elresquemor anglicano. Para entonces D. H. Lawrence ya estaba muerto, de ntoclo que nohabía manera de preguntarle la interpretación aLlténticacle su texto literario.En Australia las vicisitudes tribunalicias continuaron para Lady Chatterly. Se consiclerabaquela obra atizal':a ¡!) el adulterio. El proceso incluía la edición del libro que .seocupaba clelproceso inglés abierto contra la obra, cuya reproducción tantbién se hallaba prohibicla.

En la Unión Americana Lady Cbatterly acompañaría en la explanaclacle los tribunales a otrasdos novelas eróticas de tiempos distintos: la novecentista Trópico de Cancer de Henry Miller yla dieciochescay clisoluta ;ann.vHillde John Cleland, mucho más audaz y clescarnacla ue lasprimeras.

LrÓn, Leysser. Los líos juclicialesde Monsieur Paul Verlaine", Proceso-y.Justicia7. Revistaclef)erecho Procesal,2001,pp. 98-107.LrÓru,Leysser.El artista ante la.ittsticia; Crónica sr¡bre losprocescts ontra Oscar Wilcte.Lima:

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Cnpirulo 1. Ln tNTRoDUcclór ' rUNADUDA: l orRECHo LALTTERATURA

tores no han escaseadoen el mundo hispano y, en verdad, su estudio asoma

como una rica veta para la investigación.

En el Perú, por lo menos en este punto, no hemos estado ala zaga, cuan-

do el 31 de octubre de 1925, Lima se estremeció por el asesinato del joven

poeta Edwin Elmore Letts. El asesino era otro escritor, más renombrado pero

feroz, José Santos Chocano. El crimen, derivado de un choque cruzado de

correspondencia periodística, ocurrió en la antesala del diario más impor-

tante clel país, El ComercioT6.El asesino, el 22 de junio de 7)26, recil>ió, por

parte de un tribunal correccional de Lima, una condena leve (tres años de

prisión, que debían culminar el31

de octubre de i928). No obstante que el

caso se hallaln pendiente de confirmación por la Corte Suprema, pues tanto

el procesado, que argiía legítima defensa, como el fiscal, apelaron del fallo.

El Congreso, el 1! de abril de \927, con mayoría leguiísta, dispuso el sobre-

seimiento del proceso hallándose este en pleno trámite. Ni siquiera se trata-

ba de un indulto a una pena, era simplemente una suerte de amnistía par-

lamentaria. El bufonesco y brutal poeta ni siquiera cumplió la breve conde-

na, sobreseído por los partidarios de Leguía, cuyo gobierno lo auspiciaba,

como poeta oficial, coronándolo como "e l poeta de América", en fastuosa

ceremonia celebrada en noviembre de 1922. Poco tiempo después, cuando

tuvo Lrn altercado con un enfermo mental en un franvía de Santiago de

Chile, fue acuchillado de necesidad mortal en diciembre de 7934: ¿unaextraña forma cle justicia, tal vezl

A fines del siglo XIX, otro escritor peruano, que por añadidura haría del

discernimiento de justicia su oficio vital hasta su jubilación, Enrique López

Albújar, comparecería ante un jurado por unos versos (esta vez por moti-

vos literarios muy distintos a los sucesos que involucraban a José SantosChocano), supuestamente difamatorios, que el propio autor admitió, con-

siderándolos pecados de juventud, contra uno de los héroes de la guerra

del Pacífico, el mariscal Andrés Avelino Cáceres. El novelísta en ciernes

acabó siendo absuelto por un tribunal popular, más bien aristocrático, pre-

sidido oor el Alcalde de Lima17.

El homiciclio ocupó durante rneses a atención cle a prensa peruana e hispanoamericana.Elmorbo popular no solo se regodeaba con las incidencias periodísticasde l proceso abierto en

contra clel llamaclo poeta cle América, famoso por su s versos, entre ellos uno esquivo: "f)e

no haber siclo poeta / hal¡ría sidcl un blanco aventurero / o un indio emperador". A propó-

sito, surgió un amplio rubro folletinesco cle rápida demanda y obieto interesado:Procesocon-

tra.fctsé Santo.s Cbocano por el asesinato de Eduin Elmc¡re, In"forme oral del abogadc¡ de laparte cit,il, dc¡ctor Carlos García Castañeta, Lima, s/f . y hasta eI Prctcesocompleto, fallado el

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24 CaRlos avosNúñrz

No nos parece correcto que los procesos udicialescontra las obras ylos literatosse hallen

en la mismaesferaque Frangoisost asignaa las eyesy los reglamentos.Por el contrario, se trata del derecho vivo, er que seconstruye en las cortes, de tremenda utilidad para los historiaclores ngeneral y los historiadoresen derecho en concreto. La reconstrucciónydebatede los casoscélebresdebieranrepresentar n círculo independien-te. Estimamosque para ello militan varias razonesia) la determinación deost -basada en Posner, urista de| common Latu- se orienta a satisfacerla inquietud del juristadel derechopositivo, vale decir, os problemasque

enfrentaun abogadopráctico:derechosde autor,depósito egal, ntimidad,censura,etcétera.Los juicios contra los escritoresen la tradición anglosa-jona, ciertamente,pueden ser invocadosen los tribunalesy detentarunaaplicaciónefectiva.Distintaes la situaciónde estosmismoscasosenlatra-dición continental del cíuil Lanu, que resaltan sobre todo por su perfilhistórico, absolutamente ndependientede la idea de case au y el staredecisisde vinculación obligatoriade la justicia nglesao norteame icana;yb) incluso,cuando se tratasede hechosactuales no acontecidosen el pa-

sado,no es 1o mismo la formulación legislativadela norma que el desen-lace real operadoen los tribunales.De por medio, se ha ejecutadoun pro-ceso de interpretaciónde la regla legal. No es lo mismo, ciertamente, aadscripciónde un casoa una figura legislativaque el caso visto en acción,despuésde haber sido susceptiblede un procesoy de una sentenciaporlas cortes.Y, c) desdeel punto de vistahistóricoy práctico,no pareceade-cuado colocar en un plano de igualdad a una regla legarque a un casoforense.La ficción de la norma no correspondesiemprea la solución efec-

tiva que le confieran os tribunales.Entre laregla yla sentenciase encon-trarán,muy a menudo, caminosdivergentes.El historiador,el sociólogo eincluso el juez hallarán sus métodos para evaluar la norma de una formay el caso de un modo distinto. sobre la base de tales reflexiones,sugeri-mos constituirun cuarto apartado:el de los casos udicialeso administra-tivos,desmembrados el segmentodel derechoo, mejor dicho, la ley fren-te a la literatura,bajo un reglón distinto:el escritor rente a la justicia.

Una segundaperspectiva,bajo el criterio de Ost (que mantenemosconla observaciónanotadaen torno a los casos udicialescontra los escrito-res), atiende al estudio del derecho como literatura.se puede consideraraquí la retórica forense, parlamentariay judicial caracterizadapor su esti-lo dogmático, autológicoy preformativoo protagónico.Estadimensiónhasido desarrollada en los Estados unidos por autores como Ronald

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Cnpírulo 1 Ln tNTRoDUccróruUNADUDA: l ornECHo LALTTERATURA

Dworkinl8 y StanleyFish.La propuestaesencialde Dworkin descansaen

abrazar a posturade Gadamerl9:a unidad hermenéuticaentre a interpre-tación de los métodos de análisisde los textos literariosy los textos lega-les. La jurisprudenciao el derecho,en general,se desarrollarían n serie oen cadena.La historia en torno al estadode las personasde origen africa-no en los EstadosUnidos,por ejemplo,desde a nefandasentenciade 1857en el casoDred Scott& Sand.ford, ue convalidaba a esclavitud,otorgandopoder persecutorioa los amos, aun cuando el esclavohubiese arribado aun Estadode la Unión Americanadonde estuvieravedada a servidumbre,

pasando por el fallo de la Corte Supremade 1896,en Plessy& Ferguson,que declaraba no irracional"ni contrario a la enmienda catorce o cláusu-la de igual protección el apartamientode los afroamericanosen los am-bientespúblicos,hasta a cimera sentenciadel tribunal supremo presididopor el CbiefJustice Earl \ü7arren, ue declaró fundada, hacia 7954, la de-rnanda en ei casoBrown & Board of Education, echando abajo el segrega-cionismo en la instrucciónpública; constituiríaun palpable modelo de esanovela seriada,cuyo texto, la constitución,era sucesivamententerpretada

consolidandoy ampliando los derechos undamentales, al como haríanlos intérpretesde un texto literario,verbigracia,una novela ncompletaquelos discípulosdel maestrocontinúan2o. n la línea postuladapor Dworkinse coioca como objeto de estudto Los bermanos Karamazou de FedorDostoievski y se invita a hacer de cuenta que la obra ha quedado in-conclusaantes de producido el desenlace descubiertoel asesinodel pa-

clre. anzaentoncesun juego: que los seguidores el escritor uso empren-dan cada uno por su cuentael propio final de la novela.

Richard Posner,el celebradoy polémico portavoz del Lau and Econo-tnics o el Análisis Económico del Derecho ha impugnado la tesis deDworkin, recusando a unidad hermenéuticaentre un texto normativo y'-rn exto literario. Para el iuez norteamericano,mientras es relevantepara

l)v'onrcrx. tonald. A Matter {Principle. Massachu.S€tts:arvard University Press, 1985,en es-pecial el artículo "Law as literatl lre" El derecho como literatura],que.se incluye en la segun-

cla pzirtecle ese libro y que constituye el nLlclogorcliano de l pensar-nientclle l teórico ameri-

c:-rno: l clerechocomo interpretación.

G.roeu¡:R. . G. , Verdady métodr.¡. alarnanca:Sígueme,7977.También, GADA"'IER.. G. Esté-

Itcct t,hermenéutica. Maclrid:Tecnos, 1996, pp . 67 y ss.

En una entrevista a Mario Vargas Llos¿r e preguntan quién mató al Esclavo,el triste perso-

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26 C¡nlosRnn¡os úñrz

el intérprete (por ejemplo, el juez) buscar la intención del legislador o del

artífice de la norma, a través de la llamada interpretación auténtica, basán'

dose en las actas de debates, exposiciones de motivos, etcétera, atendien-

do a Ia subordinación del magistrado al texto legislativo y a la obligatorie-

dad e imperio de las leyes; resultaría, en cambio, irrelevante reconstruir la

voluntad del autor de una obra literaria, que no tendfía otro propósito que

el placer personal y la erudición.

Finalmente, una tercera visión -,para nosotros la cuatta, si considera-

mos los pfocesos judiciales contra los escritores y sus obras- estudia el

derecho en la literatura.'Este es el punto de vista privilegiado por Ost. Des-de luego, no nos referimos a la literatura iurídica, es decir, a los reperto-

rios de legislación, de doctrina o de iurisprudencia de los tribunales. Más

bien se frataría de enfocar cuestiones fundamentales a propósito de la jus-

ticia y el pocler, el papel de los hombres de leyes en los textos literarios2i.

El mundo de la ficción ha ofrecido siempre iueces, abogados, litigantes

y casos. Ello no sorprende, en tanto que el universo vital suministra la ma-

teria prima de la construcción literaria e histórica, al extremo que el califi-

cativo de kafkiano ha pasado al lenguaje común (y iurídico), cuando se

frafa de condenar las deficiencias en la administración de justicia. En efec-

to, el microcosmos iurídico aparece una y otra vez en la imaginación de

los escritores de oriente y de occidente, tanto en el mundo antiguo cuan-

to en los impersonales y tecnificados tiempos presentes. Los letrados, las

leyes y los magistrados; los crímenes, las penas y las prisiones; las contro-

versias tribunalicias y la presencia de árbitros; los paiacios de justicia, las

cortes y ios humildes despachos de juzgadores de provincia; los auxiliares:practicantes, amanuenses, portapliegos, escribanos y notarios; los modos

procesales y las técnicas de argumentación; el abogado socialista, ei ase-

sor de la empresa multinacional y el feroz tinterillo, desfilan en inconta-

bles relatos y novelas.

De hecho la literatura se encuentra inundada de casos en que cuestio-

nes legales cobran cuerpo. Existen cieftamente en las obras literarias múl-

tiples y diversos temas relativos a la vida, la muerte, el crimen, la religión,

la guerra, la familia y otras. El jurista en las obras literarias dirigidas más

directamente al derecho, puede disfrutar de fructíferas reflexiones acerca

de la tensión que existe entre los conceptos formales legales y las nocio-

nes éticas más amplias de justiciazz. Las situaciones jurídicas figuran sin

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l : : ,T¡Lo 1. LR rrurnoDuccróNUNADUDA: l ornECHO LA TERATuRA

:xcepción en el repertorio literario universal. Basta recordar las proverbia-.es sentencias salomónica.s;el accionar de los leguleyos arábigos retratados

:rr las Mil y una nocbes; el conflicto entre derecho natural y derecho posi-¡ivo en Antígona; la idea de justicia providencial que irradian La diuinacomedia de Dante y el Decamerón de Boccaccio; los razonamientos lega-les presentes en la entera obra de Shakespeare; la budesca de los gigan-

¡es de Rabelais, Gargantúa y Pantagrutel contra los juristas medievales deltttos talicus y el elogio del humanismo del mos gallicu.s; las vicisitudes de

-loseph K. en El proceso y la indignación de la pequeña protagonista con-

tra Ia arbitrariedad y el quebramiento de| due legal process o debido pro-ceso en Alicia en el país de las marauillas; la incertidumbre psicológica yética que abruma a Raskólnikov en Crimen y castigo de Dostoievsky, o a,\Iersault en El Extranjero de Albert Camus; el siniestro iter criminis narr^-clo paso a paso en A sangrefríapor Truman Capote; la descripción de unestudio jurídico de un abogado de tercera categoría en la Nueva York de1850, a través del compungido relato de Herman Melville, Bartbleby el es-cribientq los escenarios opresivos de El Proceso de Kafka (é l mismo un

aprendiz de leyes y empleado de oficina)23; o el tema de la corrupción dela justicia presente en eI DonJuan Tenorio de Zorrilla, la omnipotencia deltotalitarismo en Rebelión en la granja de Orwell solo para mencionar unascuantas joyas literarias.

La lista se tornaría inacabable para dar cuenta de este carnal vínculo

entre el derecho y la literatura, pues, las variantes se suceden con veloci-

dad en el tiempo y con versatilidad en la geografía. Desde la tragedia grie-

ga, que procuró distinguir entre el derecho natural y derecho de los hom-bres (derecho positivo) hasta la última novela de reseña periodística, quepuntualiza el papel de la jr"rsticia de sus protagonistas: jueces, abogados,ejercientes ilegales, estudiantes, gente que litiga. Y es que el derecho cons-tituye parte sustancial de ia vida, es decir, de la tragedia, del drama y dela comedia. ¿Quién ha creído que el Derecho es solo un conjunto de nor-mas que asumen la imposibilidad de una alianza? Quizás, armados de pre-juicios recíprocos, abracen esta creencia ciertos abogados, científicos so-ciales y críticos literarios, temerosos frente a las pretendidas invasiones desus fueros. Como anotó Rudolf Carnap en su Autobiografía: "Si uno estáinteresado en las relaciones entre campos que a tenor de las divisionesacadémicas al uso pertenecen a departamentos diferentes, no se le acogerá

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28 CnnlosR¡H¡os úñEz

como un constructor de puentes como podría esperar, sino que ambas par-

tes tenderán a considerado un extraño y un intruso intelectual"2a. Dice

Thieme (y 1o propio habría de decirse del estudioso que asociael derecho

y la literatura):

El historiador del derecho es tenido frecuentementeentre los juristas

como un buen historiadory entre os historiadores omo un buen iuris-

ta. No le resulta ácil contentara unos y otros. Es un sujeto mixto, con

doble ciudadanía, iempreentredos Facultades, l margende su propia

c sa, afrasÍfandoen dos zonas \a carga ...) del caminante ronterizo.

Incómodo a los historiadorespor su mentalidad jurídica' Motivo de

escándalopara los estudiososdel derecho por su vocación a retrotraerhistóricamenteel esta<lo e las cuestiones.A menudo no sabe cuál es

en realiclad u patria ni cledónde es ciudadano25'

Al consicierarseel derecho tan solo como reglas, procedimientos y técni-

cas, quienes salen perdiendo con esto no son solo los abogados, sino tam-

bién los sociólogos, los economistas y los historiadores, quienes son priva-

clos así de una de las más ricas fuentes informativas de Ia vida social' Una

visión demasiado estrecha de la ley hace imposible,a los especialistas en

otras clisciplinas, estuciiarla con provecho. Naturalmente, es más fácil que-

jarse cle esta separación del conocimienfo que hacer algo constftlctivo para

superarla. No obstante, sin una reintegración del pasado no habrá manefa

de volver sobre nuestros pasos ni de encontrar lineamientos paru eI futuro'

y es que precisamente la literatura, el cine, la fotografía y, en general,

las artes plásticas y recreativas poseen -al margen de su cometido estéti-

co- una finaliclacl enteramente pedagógica. La literatura, sin necesidad de

percler su propia naturalez , aparece así como un aliado eficaz para la en-

señanza de la ética ptáctica26y llega a convertirse en un instrumento asom-

broso de transformación histórica. Como advierte Pedro Talavera, las Car-

tas Persas allanaron e) camino para el derrumbe del absolutismo mo-

nárquico y el establecimiento del estado de derecho; La cabaña del tío

TomcJe Harriet Beecher Store, el fin de la esclavitud en Norteamética,y El

Arcbipiétago de Gulag de Alexander Solienitzin, el término del totalitaris-

mo soviético27. Podemos agregaf que La ciudad y losperros, áspeta crítica

24 C¡nr,¡¡p, luclolf . Autttbiografia intelectual. Ilarcelona: Paidos' 7992' p 133'

2j THruur:,Hans. Ideengescbicbte und Rechtsgeschichte gesammelte Schriften. Colonia: Bóhlau,

1986.Veracruzana, 1999'

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Xalzrpa: Universidad 

Cnpíruuo1. Ln lNrnoDucctóru UNADUDA: l ornEcHo LALITERATuRA

de VargasLlosa contra la instrucción mllitarizada, amén de facilitar la ate-nuacióndel rigor castrense, orjaríael colapsode la leva y del serviciomili-tar obligatorio.La literaturanutre al derecho de un espíritude crítica sub-uersiua en el buen sentido). La aspiracióncle esta crítica es el cambio omejoramientode las normase instituciones.RemarcaOst que esto se mani-fiestaen el Sócrates ue acusaa los juecesde su tiempo y en la Antígonaque se rebela contra la ley de la polis. "Es el personajeque recuerdaalemperador que está desnudo o desafinado"2s. a literatura se comportacomo el niño que grita

entre a muchedumbresilenciosa: ¡El rey es pilónl"cuando el soberano se descubre a corona y todos los súbditosadviertenque le faltan las orejas.

La historia del derecho también se ha enriquecido mucho con elempleo de la literaturacomo fuente29. s el caso,por ejemplo, del trabajode Antonio SerranoGonzález,Un día de la uida deJoséCastónTobeñas3j;o, más cercanamente, n el Peru el estudio histórico-jurídicode Fernandode Trazegnies,Ciriaco de Urtecbo, itigante por an1or31 estudio en el que

el discurso técnico y la interpretaciónhistórica que reposa en un expe-diente judicial del siglo xvIII, se entrecruzancon la narraciónrecreativaen forma tal que el texto llega a avecinarseal formato de una verdaderanovela. Una intención similar podrá encontrarseen la obra de CarlosRamos Núñez, en particular al poner en escena,y sin perder la trama

Osr. Op . cit., p. 31 .Uno de los precursores en este terreno, Gntw, Jacob. Von der Poesie itn Recbt, í1816l, 1974iHEr'L\rrc,Die Poetísb Literatur als Quelle des Retskenntk, 1905; el professor suizo FnnH. Hans(1,874-1961,).Das Recbt in der Dictung, Berna, 1,931,, autor también de Die Tragik im Rectb,Zurich, Schulthess, 1945, y un aplicado germanista español, HrNoJosA,Eduardo de. Relacionesentre la poesía.y el Derecbo, Madrid, 1905. En los Estados Unidos, un historiador del derechoy comparatista, John H. \WrcMoRE, izo ¡¡randes esfuerzos por vincular el derecho y la litera-tura, a sabe¡ rürigmore, "A List of Legal Novels", 2, IllinoLs Lau Rerieu j74, L908. TambiénVigmore, "A List of One Hundred Legal Novels", 77, Illinr¡is Law Reuiat¡ 26, L922. Richard H.Veisberg, "Vigmore's 'Legal Novels' Revisited: New Resources for the Expansive Lawyer',, 7lNortbwestern Uniuetity Lau Reuiew 17,1.976; \Yr'esberg& Kretschman, .\figmore's ,LegalNovels' Expanded. A collaborative effort", 7 Madison Lau Foru.m 94, 1977 Tambíén David R.Papke, "Law and Literuture: A Comment and Bibliografphy of Secondary Vorks", 73 LawIíbraryJournales, pp. 421-4J7. En el Perú, Jorge Basadre insistiría en la utilidad de la litera-tura para la historia del derecho. Véase, BAsADRT:.osFundamentos de la bistoria d.elderecbo.Linra: Editorial Universitaria, 1956, pp.47-48, así como una muy bien informada bibliografíapp.33'34.

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30 CnnlosRnvosNúñrz

narrativa, las novelas negras de folletín que se publicaban en las revistasperuanas de derecho del siglo XIX32.

La alianza entre el derecho y la literatura tuvo a una serie de precurso-res. Entre ellos se encuentra el profesor alemán lhering, cuyo libro Lalucba por el derecho (1883), se detiene a examinar El mercader de veneciade Shakespeare33.La literatura afinaba el estilo de los juristas, reforzabalanaturaleza persuasiva de su discurso y embeilecía la frialdad de los con-ceptos jurídicos. se trataba hasta cierto punto de un divertimento eruditode superficial trascendencia. Acontece, sin embargo, que hasta ra décadade los ochenta no se había configurado como un movimiento intelectual.En diversas lenguas, esta tendencia se ha afianzado. Basta revisar la pro-ducción académica anglosajona, en realidad la más cuantiosa34, a germa-n tt y, en menor medida, de raigambre latina e iberoameicana3', para

32 RAMosNriñEz, c^rIos. Historia del derecbo ciuil peruano. sigtos xIX.y XX. Tomo V, ,,Los sig-nos de l cambio", vol. 1. "Los repertorios y el periodismo". Lima: pontificia universijadCatólica del Perú, Fondo Editorial, 2005.IHERING, udolf von.

La lu.cbapor

el ¿lerecho.Traducción de Adolfo Gonzálezposacla.

BuenosAires: Editorial Heliasta, 1993.véa.se, entre un amplio elenco: uno de los iniciadores del movimiento, el famoso juezBenjamín Cenoozo, Law and literature and otber Essays nd Addresse.s.Harcourt: Ilrance anclCompany, New York, 1931. LorqooN,Ephraim (comp.). Tbe World of Law. A Treotsuryof greatwriting about and in tbe Lau. Sbort stories, plays, Essays,Accounts, Letters, opinions, pleas,Transcripts of Testimony. From Biblical Times to tbe Present. Nueva York; Simon ancl Schuster,Inc., 1!60; IlRovNE, lwíng. Iaw and Lawyen in Literature. Littleton, Coloraclo: Frecl B.Rothman & co., 1982; LEvrNsoN,Sanford y Steven MArLLorx (comps.). Interpreting Lau¡ andLiterature. An hermeneütic Reader. Evanston, Illinois: Northwestern University press, 1988;FRIEDIIAN, ilton L. (comp.). RoughJustice. Essa.ys n Crime in Literature. Toronto: University

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cultura de don 

l : ' ,TuLo 1, Ln rnrnoouccrón UNADUDA: l ornEcHo LALTTERATURA

constatara presenciade los vasoscomunicantesentre la creación iteraria

v el microcosmosurídico.Los textos que surgen de la creatividady del ingenio poseen,pues, un

valor documental ndudable.Es conocida a recusaciónque Mario Vargas

Llosa-en la actualidad,nuestro más afamadoexponente literario-, quien

en sus rabajos iemprese muestradisciplinado laborioso, ormula en con-tra del empleo de los textosde ficción con finessocioiógicos, ntropológicos

o históricos.Paranuestroescritor,el ejercicio iterario,al menos en su.s er-

tientespoética y narrafiva, upone una suerte de "entredichocon la reali-cJad"31SegúnYargasLlosa, os frutos de la ficción, sean estos un poema, unrelato o una ambiciosanovela,aspiran a agotarseen sí mismos,se bastanpor sí solosy crean un universoparalelo,basadoexclusivamente n la fan-tasíadel autor.No el reflejode la realidad, ino la construcción e un mundo

alternativo,sería,conforme esapostura,el fin último de una obra de ficción,

al margende cualquierconsideraciónelativaa su calidad:un universoque

se autocontiene se justificaa sí mismo38.

La posición teóricaque defiendeMario VargasLlosa,sin perjuicio de suconsistencia, o deja de ser controvertida,al menos en un aspectoesencial.Sin duda, su credo libertario,centrado en el individuo, ha llevado al acla-mado escritor al extremo de recusar la utilización de los textos Iiterariosparacualquierotro fin que no seael estrictamente sicológicoy expresivo.A su juicio, la literatura,si algunarealidadrefleja,es la "realidad"subjetiva

del autor, mas no el mundo externo, objetivo39.Esta doctrina fue aplicadapor Vargas Llosa en el estudio que dispensa hacia 1996 a la obra de José

María Arguedas,a quien ensalza como un estupendoartíficede ficciones,

CerL,antesSaat'edra. 2.a edición. México D. F., 1,987;CAsrÁNVÁserrEz, osé María. La uLsión de

las leltesen la literatura de utopía. Madrid: Universidad Pontificia Comillas de Madrid, 1990;

LARRAñAcASALAZAR,Eduardo. Derecho, crítica. y literatura Gnsa2os). México D. F.:

Universidad Autónoma Metropolitana, Azc'tpotzalco, 1993; Csl¡uíw S¡¡¡ros, Víctor. El derecbo

en la literatura medieual. Ilarcelona: Ilosch, 1996; MENASSE, driana. La ley y la fisura.Ensalos de literatura y ética. Xalapa: Universiclad Yeracruzana, 1999; Bnuxrr, Graciela. Ética

y nan'ación. Ios recun;os del cuento, la nouela y el cine en la enseñanza de la ética. México:

Édere,2003; RuBroCREMADIs,nrique yEvaMaría VerrnoJuer (eds.). RafaelAltamira: bisto-

ria, literatura y Derecbo. Actas del Congreso Internacir¡nal celebrado en la Uniuenidad de

Alicante, del 10 al 13 de diciembre de 2oo2. Alicante: Universidad de Alicante, 2004.

37 VARGASLosA, Mario. Cartas a un notalista. Buenos Aires: Ariel, 7997, p. 1'4.

38 Para Var¡¡as Llosa, la valoración de un texto de ficción se efectúa a partir de su capacidad de

más verosímil o "c¡eíble" sea la fantasía que se le

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persuasión en la psiquis del lector, Cuanto 

32 C¡nlosR¡vos NúñEz

alavezque niega su contenidodocumentalaO.rguedas, omo se sabe, ue

al mismo tiempo narradory antropólogo.Su solvencia écnicaen ambasdisciplinasse halla fuera de toda duda. Por ello, cabríapreguntarse,¿noexiste belleza estilísticay capacidad persuasiva (valores eminentemente

"literarios")en los numerososreportes antropológicosentregadospor el

novelista andahuaylino?O, dicho de otro modo, ¿no asoman preciosos

datos sociológicos,etnográficos hasta urídicosen su obra de ficción?

Lo cierto es que en la obra arguediana,como en la de cualquier otro

escritor,existenvasoscomunicantesentre ambasdimensionesdelintelec-

to: la fabulaciónconvive con el registroveraz de la sociedad,de la cultu-

ra y del derecho. La propia obra de VargasLlosaparticipa de eseperfil' La

ciudad y los erros da cuentaexactadel espíritumilitar, la marcial intole-

ranciay \a rígida cuanto ineftcaz disciplina cuarteleraal.El tono risueño de

Pantaleón y las uisitadoresno se exime en absoluto del mismo propósito

y de un idéntico develamiento de la verdad. Conuersaciónen La Catedral

representa,a su vez, la mejor descripcióndel ochenio odriístay no solo

de la vertientepolíticay aun del estadode ánimo y mentalidad de los dis-tintos estratosde la sociedadpenlana.La figuración de un fenómenoatroz

del Perú contemporáneo:el terrorismo,como método de accióny suspro-

bables raíces históricasdespuntan en Lituma en losAndes. Incluso en

aquelloscasosen que ha sido precisoafrontarel desarrollode una nove-

la en un escenariogeográficoy cultural poco o nada conocido como en

La casa Lterde, n cuanto a la realídad arnazónica,o La guerra delfin del

mundo para el casodel nordestecanudo del Brasil o La iesta del Cbiuoy

la sordidezdel régimen de Trujillo en la RepúblicaDominicana,el resul-tado ha sido de un realismo tal -sin que ello supongaun género litera-

rio- que emergencomo útiles herramientas e estudiodesde as ciencias

40 Vnnces LLose,Mario. La utopía arcaica. JoséMaría Arguedas y las ícciones del indigenismo.

México: Fondo cle Cultura Económica, 1996.Véase también sus ensayos: "La novela" (1966);

"Novela primitiva y novela de creación en América Latina" (196D; "E l novelista y .susdemo-

nios" (197I); "La utopía arcaica" Q97D; y, "E l arte de mentir" (798q, en Kt-LHx,Norma(conrp.). Losnouelistascomo críticos.Torno I. México, 1991.Y una crítica, en DE IA CADENA,

Marisol. "Mario Vargas Llosa y el 'mundo andino"' . Ideele 100. Edición especial. Lima, agos-

to-setiembre de 1997, pp . 63-68.

Véase VnEl-¡ GeLvÁx,Sergio. El cadete Vargas Llosa, La bistoria oculta tras La ciudad y los

perros. Santiagode Chile: Planeta,2003. En el prólogo que a la obra de l joven periodista, hoy

la mayor autoridad en este período de la biografía de l escritor, Alberto Fuguet observa "El

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Cnpirulo 1 Ln tNTRoDUccróruUNADUDA: l ornECHO LALTTERATuRA

socialesy, cómo no, eficientespara el conocimiento del ordenamiento-o desorden- de un Estadoy de una sociedada2.

En una conocida frasede Balzac entendidoen la técnicalegalde quie-bras y bancarrotas)que VargasLlosacita como epígrafe nicial de Conuer-sación en La Catedral, aquello de que la novela es la historia privada delos pueblos.Un estudiosode la obra del escritorperuano,Miguel García-Posada,que junto a otros críticos ha querido asociar os vínculos de lanarrativa de VargasLlosa con la historia latinoamericanay hasta la geo-grafíasobre el eje de un conjunto de relatosbien seleccionados, recisa,despuésde un largoanálisisde su obra creativa,que el propósito del escri-tor peruanoconsisteen "rastfear a verdad, luminar los horroresde la his-toria o de la naturaleza ...) de un modo u otro el novelista ratade inda-gar en esaotra verdad que discurrepor debajo de lasmáscaras el podery de lasconvenciones ociales ...). Toda la obra novelescade VargasLlosaconstituyeuna grandiosahistoria no oficial"a3.

A estepropósito puede recordarse a famosa eoríade Roland Barthesen torno a la fransparencia.Barthescompara el lenguajecomún con unvidrio translúcidoque

deja ver fácilmente a realidadexterior,y al lengua-je literario con un vidrio empavonadoque la escondeaa. a estructuradelderecho no es extrañaen absoluto a eseparalelo.En efecto, as relacionessocialesconstituyenel vidrio incoloro, en tanto que el sistemanormativoel vidrio oscuro45.En el primer caso, basta a fotografía,en el segundo serequierede la radiografíae, incluso,quizá, de la resonanciamagnética.Larealidadse escamoteapero no se pierde. Habrá que ir en su búsquedayencontrarla. La teoría de una interpretación común para la literatura y el

derecho contribuye en eseesfuerzo.

42 Sobre el particular, véase, Ancllr, Birger. La naración como exorcismo. Marío Vargas Llosa,obra^s 196i -2OOj). Lim: Fondo de Cultura Económica,2004, especialmente el capítulosegundo, "¿Existe un mundo fuera del texto?". El crítico noruego concluye: "Los personajes,

en grado variable, carecen de libertad ante cualquier situación determinada. No sólo estánhistórica, geográfica, social y sexualmente condicionados sino que también están condicio-nados por la forma literaria", p. 106. Esa forma también podría revestir un carácter ideológi-co y jurídico.

43 cARcfA-PosADA, igue| Mario Vargas losa. Ilna historia no oficial. Madrid: Espasa,l$g, p. 13.44 B¡nrsrs, Roland. Tbe Rustle ofLanguage. Oxford: Blackwell, 1986. Véase también esta teoría

en su libro ¡o 6St:ict l lo obtuso: Imágenes, gestos,uoces. Barcelona: Paidós, 7992.

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Capítulo

Narradoresabogados

Dentro de estegran universo de ficción, la construcción i terariadel per-sonaje del abogado no se agota en la simple referenciade un conocedorde las leyesy mediador entre la justiciay los individuos que buscanaco-gersea ella, sino que puede llegar a ser un personajepeculiar,dotado deuna carga literaria específica:sus pasiones,sus dudas, sus convicciones

personales su éticamuchasvecesencaranel reto de enfrentarseo armo-nizarsecon 1ascostumbres, os valoresy la noción de justicia mperantesen el tiempo en el que se encuentra.De esta manera, a literaturapuedepresentara esteprofesionalde la ley encarnandoal héroe defensor de lanoble causao exhibirlo como un malvado sin escrúpulos.

Los escritoresperuanoscontemporáneosno han escapadoa este tema.Antesbien, atendiendoa lasparticularidades e nuestra ndividual realidad

socialen materiade justicia,han constituidoa estacomo una notable uen-te de inspiración. ncluso algunos de ellos -y no de los ¡¡s¡e¡s5- fia¡estadoestrechamente sociadosal derecho a travésde su experienciaper-sonal. Tres de las figurasmás importantesde la nanativa nacional:MarioVargasLlosa,Julio Ramón Ribeyro y Alfredo Bryce Echeniqueestuvieronrelacionadoscon el estudio de las leyes, como también,ya en una gene-ración posterior, ue el caso de Jaime Bayly. Los otros tres grandesnove-listasperuanos de siglo )O(: Alegría, Arguedasy Scorza,volcados en mayor

o menor grado hacia el indigenismol, no transitaron por las aulas deDerecho,pero la huella jurídicase halla presenteen sus producciones.

Podemos entonces apreciarel escenarioen el que se desenvuelve alabor del abogadoa travésde la producción de los narradoresnacionales.

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36 CnnlosRnvosNúñez

Y es de ahí que podamos entendercómo se conceptúaesta igura en nues-

tra literaturade ficción. Luis Pásara, áusticoy pesimista,anota un rasgo

obvio de Ia práctica udicial peruana: la impenitente falta de comprensión

del sistema egal por las masas2. osmecanismosegales,el lenguaje éc-

nico del cual viene precedidoy las intrincadas elacionesque se estable-

cen en esaconstantebúsquedade la usticia, hacen paraun sociedadco-

mo la nuestraque el papel de un mediadorexperto seavital: "surgeel rol

centraldel intermediarioprofesional:el abogado.Con o sin título, doctor

o tinterillo"3.Uno de los textospioneros de la narrativaperuanamoderna

es la novela del cusqueño, de ascendenciapuneña,

Narciso Aréstegui(Huaro, ¿1820?-Puno,1869),no de los primerosnovelistascon su obta El

Padre Horán, titulada, sintomáticamenfe,El abogadoa.El rostro del letra-

do que allí se dibuja no es precisamente dificante.Aréstegui,hombre de

leyes él mismo y que fallecieraahogadoa raíz de un paseocarnavalesco

en las aguasdel lago Titicaca,en pleno eierciciode la prefecturade Puno,

conocíamuy bien las áreasgrisesde la profesión orense.CésarVallejo,en

una de sus incursionesen la narrativa, a "novela social" El Tungsteno

(Madrid, 1937)5, e refiere a los remotos abogadoscle mpofiantesbufetesde Lima,que asomabansolo en la redacciónde los contratosde enganche-g5s i¡isus mecanismoseudocontractual ara reclutarmano de obra indi

gena-. En Vallejo, como en los vastosfrescos de Ciro Alegría o en las

elegíasnovelísticas e JoséMaría Arguedas, a presenciade los abogados

sueleser distantee incluso fantasmal.

Las referenciasa determinadasiguras urídicasson también indirectas.

Así, por ejemplo,en los cuentos del ingenierode minasy dirigenteapris-

ta Pedro E. Muñiz (Lima, 7902-t966), reunidos en el volumen Sangreymetal (1957),donde se ilustra a aplicaciónconcretade la Ley de Acciden-

tes de Trabaiode 1911en el ámbito minero6.No escapaa ello la rica pro-

ducción de EnriqueLópezAlbújar (Chiclayo,I872-Lima,1'966), n la cual,

antesque la del letrado, se privilegia la imagen literaria del juez, hechoque resultaexplicablepor las funciones urisdiccionalesque durante lar-

PÁsRn-1,uis. "La ley en la literatura peruana", €o . Derecbo.y sociedad en el Peni. Lima: El

Virrey, pp, 19-30.

Ibídem.

AnÉsrrcLrr,Narciso. El abogadr¡. Obra póstuma del Coronel de Eiército.yJuez Militar(...) dedi-

cado at distingu.ido )) estimable literato Sr.Ricardo Palma. Cuzco: Tipografía de la Juventud,1894.33 páginas. nstituto Riva-Agüero.Colección Denegri.

VnrlE¡o,César.El Tungsteno.Colección "La Novela Proletaria".Madrid: Editorial Cénit, I93I.

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Cnpíruro2. NnnnADoREsABocADos

gos añosdesempeñara l ilustre escritorde origen piuranoT.Aun una soco-

rrida obra de José María Arguedas, El Sexté -su obra menos representa-tiva y más popular, como comprueba su difusión entre los comerciantesilegalesde libros-, se concentraen la recreaciónde los horrorescarcela-rios en sí mismos, con prescindenciade actoresy de argumentacioneslegales.

En efecto, la consttucción iteraria completa dei abogado tendría queesperar,en las letrasperuanas,hasta mediadosdel siglo )O( con la irrup-ción de Ia narrativaurbana. Sucedeque el abogado,a diferenciadel juez

o del tinterillo, es típicamenteun personajede ciudad, De ahí que en unaliteratura enfocada en el mundo rural (cual era la de Vallejo,Alegría oArguedas),su presenciaresultase,en el mejor de los casos, angencial.Tampoco exhibieron gran interéspor el abogado los narradoresde unaprocedenciasocial acomodada.Así, por ejemplo, no hay asomo de legu-leyos en la descripción de la decadentebigb li"felimeñaque se ofrece enDuque (1934),la indiscretanovela de José Diez-Canseco, mbientadaenlas postrimeríasdel Oncenio leguiísta9.

1. Manuel corza:os eguleyosnpugna

Lasnovelasdel escritory militante zquierdistaManuel Scorza Lima, 1,928-Madrid, 7983),son claros ejemplos de la denominada"literaturacompro-metida", que divulgara el escritor y filósofo existencialista, ean PaulSaftre10. n Redoblepor Rancas (1970), Garabombo, el inuisible (7972),Cantar de Agapüo Robles 1977), El inete insomne (1977) y La tumba delrelámpago(1979),novelasque conforman toda una saga,Laguerrasilen-ciosa, os datos realistasconviven con la valoración política que el autorles adscribe.Cadauna de las novelaso "baladas"que conforman estapen-talogía recoge los hechos de un héroe emblemático. Así, en RedobleporRancas,se trata de Héctor Chacón,el nictálope;en Gara.bombo, l inuisi-ble, el protagonistaes Fermín Espinoza,cuya principal habilidad consisteen no dejarse ver por los poderosos a quienes combate; por su parte,RaymundoHerreraes El inete insomne,vencedordel sueño; mientrasque

Sobre López Albújar, véase ConruEJo, aú l Estuardo, L6pez Albújar, narrador de América.Trayectoria vital. Madrid: Anaya, 7967.Ancuro¡s, José María. El Sexto.Lima: Juan Mejía Baca, I96LDruz-C¿,t{sFtco,osé. Dttque. Santiagode Chile: Ercilla, 1934.Véase una flamante reedición en

.losé Diez-Carseco. lYarratiua completa. Tomo I. Lima: Pontificia universidad Católica del

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3B CnnlosRnvosNúñrz

en El cantar de Agapüo Robles,el paladín es un personajemultifacético; en

La tumba del relámpago,en fin, asomael ejemplar abogado Genaro Le-desma. Cabe advertir que en Scorza miembro del Frente Obrero, Cam-

pesino y Estudiantildel Perú (FOCEP),de orientación trostkista,y candi-

dato a la AsambleaConstituyentede 1978- la perspectivadel narrador

omniscienteno admite matices:al abogado enemigo de los humildes se

opone el letrado usticieroe idealista,que no duda en rechazar os hono-

rarios de sus defendidosy que aun se involucra en sus desventuras. os

admiradoresde la producción literariade Manuel Scorza que incluye tam-bién una interesanteobra poética) han rescatado u fusión entre el realis-

mo socialy Ia fantasía ropiamente iterariall.

El telón de fondo de La guerra sílenciosa oconstituyen as uchas cam-

pesinasen la sierracentral,que preludiaron a reforma agrariade 1968.El

paradigmadel abogado nescrupulosoasomaen la segundapiezade la sa-

ga,Garabombo,el inuisible,por medio de la figura del "doctor Basurto"12.

Seapreciaaquí el secularencuentroentre a supuesta ngenuidad del hom-

bre de la sierray la vivacidad del costeño,encarnadoen esta ocasiónporel abogadoque hace uso del verbo como factor de persuasión.Garabom-

bo y Bustillos,colonos de Chinche en Cerro de Pasco,que emprendenel

viaie a Lima en busca de un abogado que los ayude de la "pesada firanía

sin más sueldo que los golpes" de los gamonales.Una vez en la capital,

un paisano,ClementeEspinoza, os aloja en su casa.Al día les comunica

que en la avenidaManco Cápacencontraríannnumerablesplacasde abo-

gadosy les aseguraque en esa nfinidad de opcionesencontraríanalletra'do que buscan.Unasplacaseran muy brillantes.Podía ratarsede un abo-

gado caro cuyos honorariosno podrían pagaL Otras sucias.Seguramente

era un profesional descuidado. Entre ese mar de láminas, finalmente

encontraronuna que parecíaser el fin de su búsqueda:"Dr. Basurto,abo-

gado de AsuntosComunales"13.

11 Véase, FoRctrEs,Roland. La estrategia tnítica de Marxuel Scorza. Lima: Cedep, 1991.

12 Sconze, Manuel. Garabombo. el inttisible. Barcelona; Planeta, 1'972.

13 En cuanto a las placas de los letr¿dos, existe en provincia una interesante tradición oral. Tal

es el caso de la ciudad de Puno, donde se cuenta que en las décadas de los sesenta y seten-

ta dos abogados administraban sus respectivos estudios uno frente al otro, de modo que los

clientes campesinos que circulaban por el mismo pasadizo, inevitablemente, observaban las

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Cnpírulo2. NnnnADoRESABocADos

Previo pago de cincuenta soles, aparece por fin el doctor Basurto.scorza Io describe como "un hombre menudo de cara cobriza, empedra-

do de huellas de viruela", pero que al parecer conocía bien su oficio:

Escribióy les eyó un recursomagnifico.¡eué claro figuraba odo, expli-cado con fórmulasy palabrasdesconocidas ero convincentes!En unahora el doctor Basurto se había compenetrado y expresabael sufri-miento de Chinchecomo ellos mismoseran incapacesde hacerlo.

Eso es sólo el comienzo, Lue¡¡opresentaremos tros recursos.¿eué secreen los hacendados? Piensan ue toclo el perú es un corral? ¡No,señor! ¡LaLey es la ley!

Golpeó sobre el escrirorio.¿euierenque los defienda hastael final deljuicio? ¿Quién mejor que usted, doctorl ¿Cuántoscolonos hay enChinche?Somosunos trescientos. Podrían oti.zar n sol mensual caclauno?Podríamos.¿Pueden ejar algo a cuenta?¿Estaríanien trescrentossoles, octor?.Muy bien (...).Salieron ntusiasmados.osvieiosse equi-vocabanla.

Durante los meses que siguieron, el doctor Basurto esquilmó a sushumildes clientes sin lograr resultados prácticos. pero, para mantenerloscon la esperanza, les insistía: "la ley ampara a todos los peruanos", mien-tras les mostraba las paredes de su despacho cubiertas de diplomas.Tiempo después, Basurto, "abogado de asuntos comunales", los abandonóa su suerte: "no se involucraba en política".

La antítesis de Basurto, en el imaginario de Manuel scorza, es el abo-gado Genaro Ledesma, héroe de la novela La tumba del relampago, quin-to y último "cantar" de La gueTTa silenciosar5. Ledesma encarna aquí alletrado que

se compromete con la causa de los oprimidos de las comuni-claclesde Rancas, villa de Pasco, Yanacancha y yarusyacán. El compromi-so llegaba hasta las últimas consecuencias. En efecto, al asumir la defensacle los campesinos y obreros frente a la todopoderosa cerro de pasco

copper corporation, don Genaro, un sencillo profesor de unidad escolar,es destituido. La misma suefte corre como alcalde, siempre por influenciacle la empresa, la cual aducía que Ledesma había violado el Reglamento\Iagisterial: "un docente no podía meterse en asuntos políticos".

cuancio se produjo el fusilamiento de uldilberto Vásquez Bautista, hacia 1870, acusaclocl eviolación y asesinato,convertido luego en santón popular, am¿lnecieronclespuésclel ajusti-cianriento con una leyenclahiriente contra el abogado del reo ejecutado: "S i no quieres ir alpírreclónque no te clefiendaAlarcí)n".ScoRZ.a.,lanuel Garabombo, el inrisible. Op., cit.\( ortzA,Nfanuel La tumba de l relampago. México:

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Siglo Veintiuno, 1979. 

40 CnnlosRnvosNúñrz

Scorza elata el camino recorrido por Genaro Ledesmapara Ia obten-

ción de su título de abogadopor la UniversidadNacionalde Trujillo. Lospropios comuneros decidieron sostenedo económicamente para que,duranteun año, elaborase u tesisy la sustentara.El pedido era expresoyencerrabacasi un imposible: "Necesitamos n abogadoque nos represen-te en nuestras uchas. Un abogacloque no se venda!".Tal muestrade afec-to motivó a Ledesmaa retornara Cerro de Pascoya en posesiónde su títu-lo. Los pobladores e acondicionaron ntoncesun pequeñoestudioy allíinició su labor profesional,se enteró de juiciosque llevabansiete décadas

sin fallo y se indignó ante los casosde abusoe infortunio que sufríansuspatrocinadosy amigos. Fue cuanclodon Genaro recordaríauna frasequele vino a la mente cuando las represalias e la corporación:"En el Perúunindio nuncaha ganado -rnuicio"16.

2. JoséMaría rguedas:asilueta e un abogadotinerante

Otro abogado que no apela a Ia fécnica del fraude como mecanismodesubsistencia s Gabriel, el entrañablee ingenuo padre de Ernestoen Losríosprofundos (1958) de José María ArguedaslT.Es un letrado itinerante,que recorre os pueblosdel sur de Ayacuchoy Cusco,y que en su afán deagenciarse e un porvenir para su hijo, intenta ejercerdignamentesu pro-fesión. Esto se dificulta debido a que en la zona donde padre e hijo seestablecenesa Abancayde la épocaoligárquica- los juicios eran en sumayor parte de índole penal; mientras que en las pocas querellasciviles

se disputaban sumas miserables yjamás

concluían. La tierra estaba con-centradaen las haciendas,de modo que los conflictosen esamateriaeranprácticamente nexistentes.De otro lado, el propio crecimiento urbanoestabavedado, pues Abancayestaba odeadapor la haciendaPatibambay el patrón no vendía sus tierrasni a pobres ni a ricos. Solo los grandesseñores enían algunascausas,an antiguasque se ventilabandesde hacíadecenasde años.

16 Antes que Scorza, dos magistrados indigenistas que llegaron a la presidencia de la CorteSuprema, el puneño José Frisancho Macedo y el cusqueño José Antonio Garmendia, en susmemorias judiciales, expresaban ya un criterio similar. Véase, FnrsexcHo MecEoo, José.Páginas de orden.iudicial. Líma: Imprenta Carrera, 1949, pp. 1,2-1.3.

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17 ARGUEDAS, María. Ios ríos profun¿los'. Buenos Aires: Losada, 

Cnpírulo2. N¡nRADoRESABocADos

Pese a estas adversidades, que no vislumbraban un aceptable destino,

Ernesto comenta respecto a la pertinaz actitud de su padre:

No, no podría quedarseen Abancay. Ni ciudad ni aldea,Abancay deses-peraba a mi padre. Sin embargo,quiso demostl?rme que no quería faltar

a su promesa. Limpió su placa de abogado y la clavó en la pared, iuntoa la puerta de la tienda. Dividió la habitación con un bastidor de tocuyo,y detrás del bastidor, sobre una tarima de adobes, endió su cama. Senta-do en la puerta de la tienda o paseándose,esperó clientes.Tras la divi-sión de madera,por lo alto, se veían os andamiosde la tienda.A veces,

cansadode caminaro de estarsentado,se echabaen la cama.Yo lo en-

contraba así,desesperado.Cuando me veía, tlataba de fingir.Puedeserque algúngran hacendadome encomiendeuna causa.Y bas-

taría con eso-<lecía-. Aunque tllviera que queclart.t-teiez añosen es-

te pueblo, tu porvenir quedaríaaseguraclo. uscaríauna casacon huer-

ta par^ vivir y no tendríasque ir al internado.

Estarás n tu Colegioy nadie te moverá hastaque termines,hastaquevayasa la Universidad. Sóloque nunca serásabogadotPara os grandes

males basta conmigols.

Gabriel sentenciaba así -en los límites de su experiencia y su cosmo-

visión- que, dedicarse al ejercicio honesto de una profesión como la de

abogado, no le había traído muchos parabienes. La pregunta hipotética

que podemos hacer es cómo hubiese reaccionado el ingenuo Gabriel si

hubiese alternado frente a realidades como las que provee la capital. Quéhubiera pensado y cómo hubiera reaccionado frente alafrialdad de Carlos

Almenara, frente a un inescrupuloso Bustillos.

Cabría ^gregar en este elenco infame a Manuel Velarde, el abogadoinsensible de don Lucho en la novela urbana, En octubre no bay milagros

del contemporáneo de Ribeyro, Oswaldo Reynoso, quien le increpa a su

cliente por no haber buscado un domicilio par^ mudarse ante el inminen-

te desalojo. Don Lucho, derrotado, reflexiona ante las escalinatas del

Palacio de Justicia:

Había caminado hasta el paseo de Ia república y frente a las aves de

rapiña de l palacio de justicia se había sentido aplastado por el orden

perfecto y mecánico de los millares y miliares de papel en sello quintoque iban y venían de mano en mano, de oficina en oficina, iban como

las letras, los cheques, los documentos que él durante más de veinte

años había recibido, sellado, firmado, para nada. Don Lucho había pen-

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42 CanlosR¡vos Núñez

sado que detrás de tanto expediente, cletrásde tantas letras, cheques,

documentos había algo poderoso, oculto, que nunca llegaría a com-prender: cton Lucho. Reflexiona don Lucho de moclo irrevocable ante lavictoria judicial de la Empresa Ricardo Palma: "No se puede luchar con-tra los poderosos"19.

AlonsoCueto:T\greblancodel derecho

En los antípodas de la narrativa de scorza o Arguedas se hallan los espa-cios y la representación social que abrazan los personajes de las novelasde Alonso Cueto (Lima, 1954). En la narrativa peruana contemporánea,cueto ha sido el primero en articular en un texto de largo aliento la figu-ra del abogado próspero de un gran estudio capitalino. Se trata ciertamentede una presencia visible, que retrata al personaje a plenitud, en su visióndel mundo y de la sociedad. Los protagonistas imaginados por el nanadorlimeño se movilizan en las altas esferas financieras, profesionales y acadé-

micas. Así, ya en su primera novela, El tigre blanco (1935), ambientada enNueva orleans, los componentes del triángulo amoroso que allí se trazason un banquero estadounidense, su esposa, una refinadahterata, y un jo-ven y promisorio arquitecto peruano, Juan, quien acababa de instalarse enesa ciudad. No hay referencias jurídicas propiamente dichas, pero sí undetalle clave lanzado al desgaire: la concepción de la abogacía entencliclacomo sello de distinción. En efecto, el padre de Juan era un exitoso abo-gado limeño, "que proveía a

la familia con los ingresos suficientes y conla sensación de que podían ser obtenidos fácilmente,,20.

Pero, sin duda, para el entendimiento de los letrados la procrucción decueto que merece una observación más detenida es Demonio del medio-día(7999)21. La particulartdad de esta historia que se inicia en la Lima clemediados de los ochenta (en el caos del gobierno aprista y la amenazasubversiva) se caracteriza por no configurarse como una novela que tengauna trama "jurídica" como el centro principal de la obra a pesar de que sus

protagonistas principales sean en su mayoúa abogados, sino que se con-centra en una historia de índole más bien "subjetiva". concretamente, elrelato gira en torno a un triángulo amoroso desatacloen un estudio de abo-

3.

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43l : ' i ru rc 2. N¡nn¡DoRES ABoGADoS

gadosy el entramadode poder, dinero, y estatussocialy preiuicio racial

que lo definen.

Esta presentacióncle dimensionesy conflictos "personales"que hace

Alonso cueto cle estos abogaclos mostrandosus orígenes,sus estudios,

sus relacionessociales,sus pasionesy expectativas e la maneramás es-

c'rupulosa), o desplaza el toclo'sin embargo, emascomo derecho' us-

ticia y política,porque el autor nos hacever cómo el lado personalmarca

r. clefine profunclamentemuchos comportamientosprofesionalesen una

íntima relación.

Así tenemosa RicardoBorda, quien personificaal arquetipo de aboga-clode la altaclase imeña,estelarde las páginassociales, enadorde Ia Re-

pública por un partido conservador:Acción Popular.su prestigiosacarre-

ra al manclode un importanteestudio urídico capitaiino a concibe como

un instrumento para consolidar su fortuna, su imagen y sobre todo su

pocler,mas no como un fin en sí misma, con cierto atisbo de noblezay

iignidad. Estaambición es sólo comparableen magnitud a su voracidad

po. las muieres,sobre odo las bellas,una suertede uomanizercriollo' Su

concepciónde la abogacíadifiere raclicalmente e la de su extinto padre,el respetabledoctor Borda.

Ricardohabíadeciclicloa carrerade derechoante a tumba de su padre'

pero no había heredaclo us escrúpulosmoralesni su concepciónestricta

cle a profesión.A diferenciade su padre, no quería apenasmantenerun

nombre. Queríaapoderarse e la sociedadde Lima,abrumariacon su pro-

fesionalismo,distinguirlacon su figura, hacer que se rindiera ante él con

alegriay veneraciónzz.

EnunamuylogradasemblanzacJeeseabogadoseñorónqueeselpadredeRicardo,eldoctorBorda,funclacjordelprósperoEstudiodel

- i r -onombre,AlonsoCueto,atravésdelananaAmalia ' lodescr ibeesoléndidamente:

Asimilaba los dolores del mundo con una distinción circunspecta, como

posando siempre en el museo cle los caballeros limeños, las facciones

bailanclo en torn o a la rnueca elegante de aristócf?ta desterrado. Tenía

siempre una pipa en una mano y un libro de derecho en la otra. Sehabía clistinguiclo como asesor legal de las embaiadas en varios países

durante los últimos cliez años de su vida. Estricto hasta el silencio, dis-

tinguido por los escarpines y los gemelos en ocasiones especiales con

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44 CnnlosRnvosNÚñEz

el chalecoy el terno convertidosen parte de su piel desde a primera

hora clel día, sus pasionesesencialeshabían sido mantener su buen

nombreen Lima(...)23'

Frente a Ricardo tenemos a Renato La Hoz, un joven y humilde aboga-

do de raíces ayacuchanas contratado por el Estudio Borda. Tenía un sen-

tinriento cJe nferioridad que lo hacía sentir aieno y tácitamente rechazado

por esa socieclacla la que su iefe pertenecía. Si bien para Borda asuntos

mucho más importantes ocupaban SuS pensamientos, en una ocasión

pensó respecto de La ]Hoz: "F.rzt. n ernpleado cumplidor, discreto, que

conocía su oficio. Estaba bien infornlaclo en su campo. Si algún día se libe-

rara de ese aire de perro apaleado, podría llegar a tener éxito. Siendo un

cholo callado no podía aspirar a mucho"24. Es verdad que Renato ensaya

cierta elegancia en un día cualquiera de oficina. Finalmente, integra un

gran Estudio y ello exige alguna ciistinción:

(...) saco mpecable,pelo caíclo,camisaencapsulada n el triángulode

las solapas,un azul profesionalen la corbata.El atuendo pertenecíaal

géneroclistintivode personade oficina.Eraun curiosodisfrazsi lo veían

bien: ia tela larga y ajustadaen el cuello, una promesa de eleganciayserieclad n el trato ai cliente,el maquillaiede la materia,un uniforme

sobre la carne tibia, un código de reconocimiento, a competenciapero

la ética, a eficienciapero el honor, la cortesía,el símbolo de formasy

coloresque el mundo esPera25.

Dos abogados que no obstante ostentar similar c frefa son al mismo

tiempo iguales y diferentes. La realidad profesional que presenta Cueto en

su noveia no difiere mucho de la realidad social del Perú. Contrafiamente

a sociedades como la estadounidense o la europea, donde la obtención de

un título profesional tan importante como el de "abogado" otorga en

muchos casosper se,la pertenencia de su titular a un grupo y estatus dife-

renciaclo; vemos en Borcla y La Hoz no solo la diferenciación entre dos

sujetos de raíces socialmente diferentes, sino también de escenarios edu-

cativos disímiles. Las diferencias sociales fepercuten en la educación uni-

versitaria y se proyectan en la vida profesional con la profundidad de un

abismo. La movilidad social se torna difícil. Renato es un abogado com-petente que goza por eso cle la confianza de sus jefes y de los clientes del

Estudio Borda, pero, a los oios de su hermano Eugenio, un modesto

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Cnpírulo 2. NnnRADoRESABocADos

comerciante, este ascenso es virtualmente imposible. No basta el talento ni

la preparación. Sin relaciones solventes el ejercicio de la profesión nopuede ser consagratorio:

Tienes que tener contactos,buenas nfluencias.El mundo de los abo-gados es así. Pura influencia y puras relaciones,Tú hacesel trabajo parael doctor, pero a él lo conocen. Él va a los cócteles,aparece en losperiódicosy toda esa nota. Su papá seguro que bogaba en el Regatascon los papásde ministrosy almirantes.A ti nadie te conoce, hermano.Esa es la verdad26.

La distancia social entre uno y otro emerge de la descripción inicial que

Renato la Hoz formula sobre el doctor Ricardo Borda cuando ingresó a tra-

bajar al Estudio: "Un abogado que hace brillar la justicia". La admiración

aparece incluso excesiva y hasta equívoca:

Susojos, su pelo, sus rajes,su automóvil, sus dientes,su piel, susmuje-res, todo lo que tenia que ver con é1,parecía elucir. Borda iluminabael aire a su alrededor.La gentil y la sólida uz que despedíaera ansiada

por los anfitrionesen el centro de sus iestasy cócteles.Príncipehipoté-tico y real de limeñas conocidas, a presenciadel doctor Borda era undon codiciado en los eventossociales,a imagen más fuerte en la con-ciencia de los invitadosy la foto más grande en las páginasde los dia-rios. Había algo así como una firmeza elegante en su cuerpo alargadoen ternos oscuros,distinguido por los grandesojos marronesy el pelocastaiozT.

La Hoz pasa de Ia admiración al recelo y, finalmente, al odio consoli-

dado cuando Renato se enteró de que su compañera de trabajo y amorimposible, Celia Carlessi, se había convertido en amante de Ricardo Borda.

Celia es una joven abogada de clase media, graduada en la Universidad

Cató|ica, autora de una ¡s5i5 -25g5orada por un académico de carne y

lrueso, Fernando de Trazegnies- sobre Lenguaje y Derecbo, becada en

México. Desde el primer día, Renato la había visto plegarse al ritmo de

consultas en libros y redacción de informe5 -¡'f,5¡2¡i¿ todo el tiempo

haciendo esto. Sobre todo me gusta que a veces uno pueda interpretar las

leyes. No sólo las aplica sino que tiene que entenderlas. El Derecho no esun asunto mecánico. Hay algo creativo también"28-. Una combinación

entre carisma, belleza y eficiencia laboral que no tardó en ilusionar tanto

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46CnnlosR¡H¡os uÑrz

aBordacomo a LaHoz. De la admiraciónal primero pasó al amor' No

interesaba a que fuera clandestinoy adúltero, aún despuésde casaday'no obstanteque -algo poco convincente- sedujo' embarazó abandonó

a su propia he,mana, ncreíblenrente ntiguasecretariadel EstudioBorda.

AlsegundoCel ianuncal legaríaacorresponder.Solopodíaofrecerleuncándida amistad'

ElrencoracumulacloporRenatoLaHozcontraRicardoBordaserefuezaalenferarsedequeelabogadodelosternoslustrososplaneal levara

celiacarlessia Venecia.El huamanguinoacometeentoncesuna desespe-

rada escenade celos en el aeropuertoJorge chávez,que coincide con la

revelaciónno convincentede la madre clecelia: su hermana fue también

seclucida or Borda cuando trabaiaba omo secfetariaen el Estudioy des-

pués insistióque le practicaranun aborto'

Forceieacon el guardaespalclaslel abogadoexitosoy le descerrajaun

cl isparoenunapierna.BorclanoqueríaqueesteSucesoseconvirt ieraeunescándaloqueperjudicarasuimagenpúblicaysusaspiracionespolít

cas, pero tampoco quería deiar impune a suagresor'Delegó el trabaio

sucioaunabogadolit igantedeclasemediaba¡a,EpifanioCarranza'usutestaferrode Ricardo Borda, quien logra internar en la cárcel de "San

Jorge"aRenatoLaHoz,confalsoscargosdeapropiacióni l íc i ta ' roboycleñauclación,evidentemente Fabricados.El inescrupuloso Carranza

resumíasu prácticaprofesionalen una fraseperuanamuy extendidaentre

quienes corrompen y quienes se dejan corromper: " ¿cómoarreglamos?"'

La expresiónsupone un tácito entendimientoentre los interlocutores,que

danporsentadoque'noobstantecualquierimpedimentolegaloético' l lgarána un acuerdoque los sustraigade la norma'

LaredenciónsocialdeRenatoLaHozvienedelamanodeldest ino.Elas miseriascle Ia cárcel conoce Cómo esa misma justicia maniatadaque

rápidamente o inculpó, se presentabaparadóiicamenteenta e incieftacon

losprocesadosqueconoció.Enpris iónesdondeconoceelagradeci-mi"ntoyelvalordadoasusconsultaslegalesgratui tasamuchosinternuno en especial, a moribundo ("Ratablanca")e confíael futuro de su hiio

\wilmer quien, separadode la vida delincuencialhabía estudiadoderechoen SanMarcos"El pelo corto, los labios gruesos' a mirada ormal y aten-

ta, , .AntelapreguntadeRenatoLaHozsobresi t ieneunaespecial idad,contestaj No puedo darme esos ujos, señor'Y cuando le pregunta si ha

estudiadoel código civil esteresponde "Tengo recortesde los periódi-

que aparecenen la sec-

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los comentarios 

Cnpiru lo2, NnnnADoRESABocADos

Ratablanca le adjuntabaveinte mil dólares (probablementeproducto

de sus fechorías)para hacer más viable la promesade apoyo. RenatoLa

Hoz al acceder despuésde largo tiempo a su libertad obtiene su propioestudio y logra concebir un concepto sobre el oficio que despliegaen su

profesión: "Quizás algunos creen que tener un abogado los va salvar de

cualquierproblema.Ángelesde la guardaparaalgunos,en realidad,sotnos

psiquiatrasque tranquilizan y científicosque explican las reglas del uni-

verso que les importa los clientes.Siemprea su servicio".

Vemosentonces cómo Demonio del mediodíanos relata ambién cómo

afectande modo diferente os avataresde la vida legal y judicial en abo-gados de diferentesestratossociales,mostrándonos as miseriasy desen-

cantosde aquellosque no pueden accedera una cLlotade justicia, a que

aparecesumisafrente al dinero y al poder que pueden manipularla a su

antojo.

En la novela aparece ugazmente el abogaciosurfista Ramiro Black,

"Blackie", quien reemplazaríaa RenatoLztHoz. Blackie es el despreocu-

pado hijo de un empresarioamigo de Ricardo Borda. Consagradoa latabla;el ejerciciode ia profesión poco le interesa.Borda lo habría despe-

dido de no ser por el vínculo socialy económico que lo unía a su padre.

Demonio del mediod.íafrae también la figura del abogado servil.

Ribeyro,en)os geniecillosdominicalesy su diario personal,ya habíades-

crito antesa estetípico espécimende una firma legal, que, por lo demás,

él conocíamuy bien como practicantedel EstudioFerreyros.En Demonio

det mediodía es el asistente alagadordel socio Reuss.Lolo todos los díasse presentabaante Borda para confiade o que el doctor Reusshacía.

Lolo estaba decidido a con graciarse con el doctor Borda, quien recibía eI

servilismo de sus chismes sin preguntas ni comentarios. Lolo le venía a

hablar de los clientes con los que Reuss estaba tratando, de las cifras y

plazos que conversaban. Borda ya había escuchado la información direc-

tamente de Reuss pero le interesaba y divertía ver aparecer en su puerta

a ese monigote de nariz ganchud^ y ojos bovinos. Por otro lado, Lolo se

ofrecía al doctor Borda parahacer sus llamadas, halagaba sus trajes y bus-

caba conversación inútil sobre temas de política. Le había asegurado que

ganaría as elecciones y estaba dispuesto a colaborar, por supuesto, en su

campaña. Los rumores y el servilismo eran sus mejores armas de ascenso

y presencia. Era un intruso con aspiraciones de cortesano que había ter-

47

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48 CnnlosR¡rr¡os úñrz

En el fondo, en un gran estudio de hombres de leyes, todos los subor-

dinaclos tienen algo de Lolo pero en diferentes dosis. En ese sentido, Re-

nato La Hoz reflexiona: "Todos somos pajes en realidad, aunque algunos

con más c Íegofía. Nadie escapa de la órbita de identidad que circulabaen el estudio"'lo.

La novela es también útil para la descripción del escenario de aboga-

clo. Es la prirnera vez en la historia de la literatura peruana que se reÍrata

el Estudio de un abogado de encumbrada posición:

El local dei estudio mitabauna mansiónsureñaal estilode Io queel uien-

to se leuó.Tenía dos plantasy un ático, paredes altas,ventanaserguidas,

enredaderas ecortadasen la fachada,dos columnas en ia entrada y uncamino de losetas resuelto en una mosqueta rofa. Del hall de ingreso

salíandos alfombms. una conclucíaa la salade reunionesy la otra a un

patio y a la cocina.La escalera ncha, esaltada or barandasde madera,

se curvaba hasta el segundo piso donde comenzaba el verdadero mo-

vimiento. El corredor principal se extendía como una gran arteria hasta

una ventana de vidrios gruesosmarcadospor escudosy emblemasde la

flor de lis. una seriede pueftas aloiabaa las asistentes practicantes,pefo

los abogadosprincipales

---€ldoctor Reussy el doctor

Jiménez-ocupa-

ban las dos oficinas grandesdel fondo. En el otro extremo del segundo

piso, en lazona que daba al parque, estaba a oficina del doctor Borda'

Una puertade maderaplanay manijadorada o anunciaba3l'

Entre las figuras que acompañaban al acomodado Ricardo Borda, casi

como parte del mobiliario de su Estudio, se halla su secretaria, la señora

Flora: "una secretaria-gerencial, un símbolo agregado a la leyenda ofici-

nesca del doct"or"3z.Doña Flora asimilaba las quejas, reclamos y roces

entre los empleados del estudio. Brindaba a Borda informes verbales detodo 1o que acontecía en el estudio, tuviera o no que ver con el trabajo de

sus subordinados. En el paisaje que rodeaba a\ afamado letrado se halla-

ba también un escolta, el Tanque Alberto Castro.

De piel marrón, hombros anchos y manos duras como martillos. Los bigo-

tes clensos, a barriga ligeramente inflada y los ojos tranquilos le daban el

aspecto de un oso amaestrado. En la cintura tapada por el saco, tenía una

Beretta de calibre 22. El Tanque era el corteio natural de un profesionaladinerado, un protagonista social y un político con aspiraciones. Hombres

como Borda siempre tenían al menos un guardaespaldas como é133.

30 Ibíden, ,P. 119.

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CnpÍrulo 2. NnnnADoRESABoGADoS

Por supuesto,RicardoBorda,detentadorde influenciasmúltiples (iogró

que la justiciaencarcelea RenatoLaHoz pof un crimen que no cometió),

se halla rodeado de amigos y adulones.uno de ellos, serafín cordano,,,viejoamigo miembro del partido, que estabadecidido a acompañarloen

la vida política acfiva.Serafínera hablador, nescrupuloso,educadoy tenía

mucho clinero.Su único defecto era un alcoholismo crónico disimulado

por un gestorisueñoy unos modales ranquilos'Era un buen amigo: esta-

ba rodeado de contactos nfluyentes3a.odos sabían,menos Ricardo,que

serafín era el am nfe de su esposa.Al final, con el dinero de Ricardo,

fugan juntos a EstadosUnidos.uno de los pasajesmás interesantesde Demonio del mediodía radica

en el desarrollodel concepto de un gran Estudiode Abogados,como una,,pequeñay orgullosamonarquía"o "un feino feudal",cuyosmiembros ie-

nen la misión de ofreceral cliente "los bienesdel paraíso"con seguridad,

celo, confianzay buen trato. Lo esenciales mostrarcordialidadcon moda-

les, exponer los temas,destacar a importancia de :una acfi'nlización legal

permanente.,,Todos

untos para ofrecer un servicio perfecto: pafaganafse

al cliente,que nos tenga confianza, que pienseque sin nosotrosestáper-

dido"35.Todos los empleadosdel gran Estudio"atiendencon la misma ra-

pidez,piensan gual".El Estudio"esun cuerpovivo con muchospofos que

."rpirun,'. El poblador de la oficina se diferenciauno de otro solo en los

detalles.

Si cueto emprendeuna inmejorabledescripcióndel ambiente ísicoque

conforma un importante Estudio de Abogados,también aciert^ al presen-

taf en forma casi teatral a furiosa actividaden su interior,como si se tra-

tafade una colmena de abeiasdiligentes.La asociaciónentre Palaciode

Justicia,estudio de abogadosy colmena,curiosamente,ha sido comparti-

do también por Vargas Llosa en La tía Julia y el escribidor y por Julio

Ramón Ribeyro de /os geniecillos dominicales'

cada habitanre -explica Alonso cueto- de la oficina quiere ser miem-

bro de la institución pero también ser el único.Cada uno se viste a su

modo (...). Todo.j iguales y todos tratando de singularizarse.Empleados-

ciudadanos de un reino, clonde el café es el trago nacional. Lucirse

tomand o café, apryentar méritos . La bebida negra humeante refleja a un

empleado trabajador a quien no le importa las horas largas y la presión

adicional. Los primeros cafés circulaban a las diez de la manana, Los

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50CnnlosRnvosNÚÑez

úl t imos,alasdiezdelanoche'Algunostraíansusenvases 'Laseñorrecibíaait ...,[' ptdidos' Los tufé' t*pt"ts de razadiminuta'el café

conlecheenvasoancho, lospozosdecafénegroconelresplandordlas lucesdel techo, a sacarina,\ azttcar,os tragos ápidosy cortoso

los largosyfrenét icos 'Tener lat^z^enelescr i tor io, llevar laalasreuniones,sorberel líquido caliente'poder seguiry apareotar' ue todos

sepan' ros pobladoresde la oficinapor lo generalacaicianel doble

sueñodel legaraSersusjefesodeverlaquebrar.¿Quiénnoaspiraalr lavezadir igirodestruir laempresadondetrabaia?Quemarelal tarel que vive el jefe es la materiade la que estánhechos os sueñosde

losempleados.Estosconsideranal jefeholgazánoarbi trar iooabus

o incapaz. sin embargo' odosen mayoro menosgrado'hacíansugenuflexiónde sonrisaÁ"r,do el doctorBordaentraba.Renatoambién

la hacia, nasonrisa olapada' orta'huidiza36'

Demonio d'elmed'iodíano es la única obra en la que Alonso Cueto se

ocupadelabogadodeungranestudio'RetomaríaeltemaenLaboraazul 'donde relam una dramáricasinotrágica relación sostenidapor el padre de

Adrián Ormache(abogadoexitosoque obteníanuevemil dólaresde ingre-

so mensual,casadoJn la bella y acaudalada laudia, hiia de un millona-

rio pródigo), un cruel oficial de la marina pen)ana' efe en la década de

los ochenta de uno de los cuarteresmás espantososen la lucha antisub-

vers iva,LosCabi tosdeAyacucho.Elpasadoocul todelpadreesobjetodeuna búsqueda exhaustit'" pot parte de Adrián' A partir del testimonio de

un hermano desaprensivo, uien a su vez se nutre de los informesde ofi-

c ialesamigosydelosdocumentosyfotografíasdeextorsiónqueatesofa-ba su madre recién fallecida,descubre a faz escondidadel padre. El mili-

tarormacheseservíasexualmentedelasdetenidasporsospechadeterro-rismo; tras viorarras ras entregaba a ros apetitos de la tropa y luego eran

asesinadas.

El padre, no obstantesu aptitud sanguinaria'se enamorade una dete-

nida, Miriam Ancco, de diecisieteaños' quien logra escapar-desu encie-

.ü9.Unatíadelamuchacha,sinembargo'registralasfotografíasdelasór-

dida relación, con las que se vale del chantaie.La historia propiamente

consisteen la afanosabúsquedaque emprende el abogadoAdrián Orma-

chedelajovenalaqueporúl t imoencuent fa,seduceylahacesuya.Esteproceso marcay rrn,fot-a su existencia'Abandonaa su rica esposade

ref inadosmodalesyeleganteVest i ryasusdoshi jas(unadelascuales,Al ic ia,esestudiantedederechoenlaUniversidadCatól ica)yentablauna

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Capírulo2 NnnnADoRESABoGADos

relación romántica con la que fuera amante forzadade su padre y, trasvencer una serie de reparosconvencionalesa luce en sociedad.La jovenandina, La Esmeraldade losAndes, abrumada por su doloroso pasado,finalmente,se suicida.El tímido hijo, Miguel, concebidode Ia relaciónconel maivadooficial, sobrevivey recibeel apoyo de quien seríasu hermano,Adrián37.

La transición moral de Adrián ormache no es súbita. En realidad, reco-noce con hidalguíaque no era usual paraél hacerel papel de alma noble."Siemprehe pensado -anota_ que la generosidades una profesión apar-te"38.La ida frívolay anegada e banquetes saraos, n lasque participa-

ban lo másgraneadodel mundo empresarial abogadosde rutilantesbufe-tes,como (se es mencionadirectamente)os Muñiz, los del prado (estosalparecer maginarios),os Rodrigoy también políticosconservadores omoRaúl Ferreroy LourdesFlores,y el mismo presidenteFernandoBelaunde,da un giro intempestivoal involucrarsesentimentalmentecon la loven aya-cuchana, esidenteen el populosodistritode SanJuande Lurigancho, ondeconduce un modesto salón de belleza, La kmeralda de losAndes. Al ena-morarse de Miriam se tornaría un abogado distraído e indolente con susclientes.En una especiede autorretrato,Ormache,escribe:

Yo podía ser un abogadode cierta importancia,pero esa tarde era unextraño tocando la puerta de un desconocido lamado paulino Valle,que vivía a varioskilómetrosde mi casapero a una distanciasideraldelplaneta que yo habitaba. Yo venía del otro lado de la realidad, de unadimensión en la que la gente se sube a automóviles y se acuestaencamasanchasy se despiertamirando armarioscon filas de ropa. ¿eué

le iba a decir?39.Adrián se sabe un buen abogado, pero carece de la brillantez de su

socio Eduardo, en quien conoce un mayor talento jurídico, además dota-do de óptimas relaciones sociales4o.Platón, otro amigo de Adrián, estudiótambién derecho, pero optó por otra profesión "más pedestre y rentablecomo la odontología". 'v

51

37 Cut':ro,Alonso. La bora azuL Lima: Anagrama/Peiszt,2005. pp . 266-267.Enreciente, Alonso Cueto explica que su narrativa se volcó a su retorno de loshacia un realismo que tiene po r base la búsqueda de la justicia. Véase eldomingo 15 de de enero del 2006,p. 20.

38 Ibídem, p. 99.Ibídem, p. I55.

una entrevlsta

EstadosUnidos

diario Correo.

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39 

52 CanlosRnrvos úñez

Los clientes de Adrián y de su socio Eduardo forman también parte del

escenario. Uno de los que mejor les remuneraba era un empfesario, don

Héctor 'üTakeham:

Me pagabaa cambio del costosoplacer de saberque teníaun abogado

más en el elenco de los cuatro a los que consultabasu empresa'("')'

En el estudio 1oayudábamoscon informes sobre los impuestos y tegla-

mentos,pero era una asesoríamás bien rutinaria.Someternos su con-

versaciónera nuestra etribuciónesenciala su pago al estudioal'

En cierra ocasión, Adrián ormache decide desplazar el Misky de san

Juan de Lurigancho por la Rosa Náutica, donde sin remilgos sociales llevaa Miriam Ancco. Mientras almuerza la pareia, ingresa un grupo de hombres

con pinta de ejecutivos. Adrián conocía a uno de ellos "un abogado lla-

mado Renato La Hoz, quien ie dio una palmada al entrar. Renato se le

acercó, hablaron brevemente, y le confesó con una sonrisa que había

mudado su estudio a un nuevo local. Le presentó a Mkiam, la miró y le

dijo ,mucho gusto' y se fue diciendo 'saludos a Ia familia'. ¿Quién era? le

preguntó Miriam, a lo que el respondió. Un colega"4z.Quien haya segui-

do la entera obra de Cueto recordará que Renato La Hoz era el abogado

humilde contratado por Ricardo Borda en Demonio del mediodía. La Hoz

ha mudado de condición. Después de la salida de la cárcel se ha conver-

tido en un profesional exitoso. Cueto ha querido trazaf -para los enten-

didos- una bisagra simbólica entre Renato la Hoz (ayacuchano también)

y la atormentada Miriam Ancco.

una de las hijas de Adrián ormache, Alicia, sigue la c rfefa de su padre,

la abogacía, en la Universidad Católica. La ioven inicia luego sus prácticas

en el Estudio lJgaz -también existente- y se interesa por conocer a su

sobrino Miguel, estudiante de la Universidad Nacional de Ingeniería. Las

diferencias sociales han sucumbido ante el afecto familiar.

JaimeBayly: laspirantenada la ncomprend¡daidade

Joaqufn amino

4.

El aprendiz con mayor desapegoa Ia prácticaprofesionalde la literatura

peruanacontemporáneaseráJoaquínCamino,el protagonistade la nove-

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Cnpírulo2. NnnRADoRESABocADos

1a prácticamente autobiográfica de Jaime Bayly, No se lo digas a nadie(1999)43. En la versión fílmica, dirigida brillantemente por Francisco

Lombardi e interpretada por Santiago Magill, que encaja perfectamente conel personaje, Joaquín llega a titularse de abogado, reconciliándose con su

familia, tras una sórdida trayectoria consagrada a la cocaina, el alcohol y

el sexo efébico (con ocasiones encuentros heteroeróticos), sin que se haya

registrado en ningún momento un solo contacto ni con los libros ni con el

empirismo judicial. Ya recibido se encargará de los negocios de sus padres.

No se lo digas a nadie cuenta la historia de Joaquín, un joven limeño de

familia acomodada pero opresiva, con un espléndido futuro. La madre,

beata devotísima, ordinaria del Opus Deiy seguidora de José María Escribá

de Balaguer, protectora en sumo graclo de Joaqr-rín,es confrontada en la

novela con un padre severo, machista, putañero, algo criminal, homofóbi-

co y racista. Este ambiente no era el apropiado para Joaquín, que pronto

descubre su homosexualidad. Orientación complicada de sobrellevar en la

pacata sociedad limeña de la época. La dolorosa tensión entre el cuidado

de las formas y sus inclinaciones llevarían al joven Joaquín a la frustración,

la infelicidad y el fracaso traducido en las notas de la Universidad Católica,donde no llegaría a aprobar los estudios generales. Varios estudiantes de

derecho desfilan en No se lo digas a Nadie. Uno de ellos es Ricardo, ex

enamorado de Alexandra, amiga y confidente de Joaquín, con quien com-

partirá un departamento arrendado por la madre de Joaquín, a condición

de que siga la carrer^ de derecho. En un jugoso diálogo que fluye en el

local del fundo Pando, en la Facultad de Derecho de la Universidad

Catóiica, se lee:

Hacía dos o tres años que no se veían. Se habían conocido en la

IJniversidad Católica, cuando ambos estudiaban para ser abogados. JuanIgnaa_g/acababa de volver de Vashington, doncle había terminado Lrna

maestría en ciencias polít icas. -Asiento, asiento -dijo, señalando un

viejo sil lón de cuero. Se sentaron. Cruzaron las piernas. Sonrieron.

¿Y7¿Cómohas encontrado Lima? preguntó Joaquín. (...) -Esta ciudad

es una mierda -dijo-. Yo no me qlledo aquí ni cagando.

Caray. ¿Tanchocante te ha resultado volver?

-Estoy traumado, Joaquín. Llegar de afuera después de un par de años

es un sbockde la gran puta. Cuando vives aquí, no te das cuenta de la

mediocriclacl espantosa de Lima. Pero cLlando llegas de afuera es un

choque brutal.

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104 C¡nlos Ravros úñrz

departamento y rematados los muebles, yo podría disponer de unossesenta mil dólares, acaso algo más. Una linda suma, eue no pensé lle-

gar a tener nunca. Gracias a la tía Alberta podría comprarme un pisitoen París5z.

El abogado se convirtió, en Las trauesuras de la niña mala, en el artífi-ce de la aspiración vital de Ricardo: vivir en París. Ricardo no habría podi-

do realizar ese anhelo sin la ayuda del tío Ataúlfo.

Don Rigoberto, por otra parte, en sus Cuadernos, se autocomplacecomo el más ingenioso enredador o desenredador de argumentos jurídicos

de la compañía La Perricholi, a lo largo de veinticinco años. Su vocacióny talento fueron precoces:

¿Cómono iba a serlo (...)? quien descubriódesde su primera clasedederecho, que la llamada legalidacles, en f¡ran medida, una intrincadaselva donde los técnicos en enredos, intrigas, forrnalismo,casuismos,arañansiempresu agosto?.Que esaprofesiónno tiene nadaque ver conla verdad y la justiciasino, exclusivamente, on la fabricaciónde apa-riencias ncontrovertibles, on sofismasy embrollos imposiblesde de-

senmadejar.Es verdad,se tratade una activiclad sencialmente arasita-ria, que he llevado a cabo con la eficienciadebida para ascenderhastala cima,pero,sin engañarmeantris. onsciente leserun forúnculoquese nutre de la indefensión,vulnenrbilidact impotenciade los demás53.

En un párrafo que resume sus conceptos y preconceptos sobre el sis-tema legal, Vargas Llosa, a través de don Rigoberto, en esa suerte de auto-análisis, concluye:

Mi éxito como legalistaha derivado de esacomprobación -que el dere-cho es una técnica amoral que sirve al cínico que mejor la domina- yde mi descubrimiento, ambién precoz, de que en nuestro país (¿entodos los países?) l sistema egal es una telarañade contradicciones nla que a cada ey o disposicióncon fuerza de la ley se puede oponerotra u otrasque la rectificany anulan.Por eso, odos estamosaquí siem-pre vulnerando alguna ley y delinquiendo de algún modo contra elorden (en realidad,el caos) egal. Graciasa ese dédalo usted se subdi-

vide, multiplica, reproduce y reengendra, ertiginosamente. , graciasaello, vivimos los abogadosy algunos -mea culpa- prosperamos5a.

La idea de laberinto legal aterra a Yargas Llosa. Ya lo había dicho a tra-vés de su personaje don Rigoberto, pero, una declaración explícita, sesu-

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CnnlosRnvosNúñrz

-¿Y de verdad estáspensando rte?

-Sí, yo me voy de todasmaneras,y cuanto antes,mejor. Estepaís no

tiene arreglo,Joaquín.Todo va a seguir empeorando.El perú es unamierda, y eso no va a cambiar en cien mil años4.

Joaquín insiste en la pregunta:

-¿Y no preferirías estar en Lima trabajandoen algo que te gusta? uanIgnacio ríe con un aire budón:

-No, pues, hombre, eso de ninguna manera _dijo_. ¿eué podríaestar haciendo en Lima? ¿Tral>aianchoomo abogado en un país dondela ley no vale nada?¿Sobreviviendomiserablemente como periodista?¿Escribiendo na novelita para que después a lean cien o closcientaspersonasy me digan que soy una joven promesa?No, pues. DonJoaquín,hay que tener metasmás elevadas,hombre.Ahora Juan Ignacio parecia algo irritado,

-Entiendo, entiendo --dijo Joaquín-. y cuéntame,¿cuálesson tusmetasallá?

-Bueno, me gustaría ener un buen trabajo, ganarbuena plata y tenertodas as comodidadesque te ofreceuna ciudad como Madrid,y que enLima,con terrorismo,cólera, altade aguay apagonescadacinco minu-tos, no puedestener aunque seasmillonario45.

En un diálogo telefónico quejumbroso entre Joaquín y su mojigata yopresora madre, que insiste, desde Lima, en su retorno de los EstadosUnidos al Perú, el muchacho se lamenta:

-LIstedes no me dejan vivir en paz. Desde chiquito me han hecho lavicla imposible. -No es cierto, mi Joaquín. Yo siempre he querido lomejor para ti. Yo veo por tus ojos, mi amor. Por eso me parte el almaverte así tan venido a menos , tan amargado, cuando poclrías estar

) haciendo grandes cosas.

-¿cosas como qué? -preguntó é1,enfadado-. ¿cosas como qué?

-lt{o sé , podrías estar estudiando filosofía de la mente, alta políticainternacional. Podrías estar cult ivando la mente superdotada que Dioste dio. Yo sólo quiero que seas feliz, feliz como una lombriz.

Él se rió, haciendo un gesto cínico.

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Cnpirulo 2 NnnnADoRESABocADos

-Vuelve a Lima, ffi i cielo -dijo ella-. Sigue tus

carrera profesional en la universidad.-Olvídate , mamá. No me interesa ser abogado,

doncle nadie respeta las leyes46.

estudios. Termina tu

y menos en el Perú,

5. JorgeEduardo enavides: n exaltado studiantee derecho

-]orgeEduardoBenavides Arequipa,7964)en dos novelas,Losaños inúti-

lesaT El año que rompí contigodescribe asvicisitudesde los estudiantesde derecho.El personajede los años inútiles es Sebastián la figura este-

lar de El año que rompí contigo,Aníbal. Ambos tienen un rasgo común:

son estudiantesde la Facultadde Derecho de la UniversidadGarcilasode

la Vega durante el gobierno aprista,entre 1985y 7990.La diferenciasería

solo temporal debido a que Sebastián studiahacia os comienzosde 1986

r. Aníbal, en cambio, alrededor de los años noventa, cuando el desastre

nacional anto político como económicose había acentuadoplenamente.El "Tambito"es un barcitocontiguoa la Facultadde Derecho de la ave-

nida Petit Thouars, frecuentadopor estudiantes profesores,que, como

en Conuersaciónen La Catedral, es uno de los escenariospredilectos del

relato.En un diálogo entreSebastián susamigos,a quienesno veía hacía

tiempo por habersecambiadoal turno de noche para poder dictar clases

en academias reuniversitarias, eplora que apenasasistea la universidad

v manifiestasu desalientoa la carreraante el "tráfagode los cursos cada

r-ezmás áridos,en los libros cadavez más nsulsos,en las separatas aquí-

ticasy empantanadas e latinajos,en las horas soporíferasescuchandoa

los profesoresdesabridos,oscuros,mediocres"48. lno de suS nterlocuto-

res,Pepe, e retrucapor qué geguíaen Derechoy no optó por un cambio

cle carrera. Esto genera unl confesión en tono reflexivo por parte de

Sebastián: Quizá me resistíaa admitir que había fracasado eligiendo

Derecho, desde siempre quise estudiaresa caÍÍera.TaI vez porque tenía

una idea bastante ngenua de lo que eso significa"a9.El pequeño ambiente del Centro Federado de Derecho, rígidamente

.ontrolado por la Juventud Aprista, domina el ambiente' Los retratos de

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CnnlosRnvosNúñrz

Haya de la Torre y de Alan García, el mimeógrafo, las consignas, las ban-derolas, los afiches y los pensamientos figr-rranen pizarrasy paredes comolos cánticos y las fanfarrias en forma abrumadora.

Allí organizamos os seminariosy talleresde ideología política, alrí esta_mos preparando charlas,simposiosy conferenciasque organlzafemospoco a poco en cada facultad,empezandopor la nuestra,allí nos reu-nimos para discutir y tomar acuerdos,para seguir elaborandocursiilosde capacitacióndeológicasobre odo a nivel universitario, orque siem_pre hay algo que haceren la universidad,ya sabes5o.

En realidad, se aprendía más de los profesores invitaclos a las confe-rencias que de los catedráticos de la universidacl. No hay aquí ningunasemblanza a un Íilan profesor ni a una ¡¡ran universidad. Se trata del testi-monio crudo y frío de un estudiante de clerecho que no ama su carrera yque no encuentra ningún estímulo en eila. uno de los persona]es queasoma entre los conferencistas y que se trata cle una persona real es el doc_tor Rubio de la universidad católica, que debe ser, Marcial Rubio, un bri-

llante jurista, totalmente externo a la universidad Garcilaso cle la Vega.Se aprendía mucho en las charlas y seminarios que nosotros mismosorganizábamos, llama tú al doctor Urqueaga, y tú, pedro , encárgate deconseguir que el doctor Rubio asista esta vez porque nos la debl, y tú,Gata, a ver si vas a la Universidad Católica porque allí huy Lln sociólo-go' aquí está su nombre en esta tarjeta, qlle se mostró interesado en ve-nir a dar una charla. Por eso rara vez faltábamos y aI qlre no asistía lomirábamos mal, lo degradábamos suti lmente con nuestra incliferencia,con nuestro silencio y con delegarle las tareas más detestaclas humil-cles: colocar las sil las en el auclitórium cle la Facultad, conseguir lasaguas mingrales, los vasos, las jarras, instalar la rnesa cle los ponentes,lrasta ir almercadil lo colinclante con el EstaclioNacional para comprarflores cuando venía alguna cated,rática. or eso, porque no asistir a unacharla a una conferencia, a un simpósium, era como abjurar del interésprofundo, abnegado, consecllente en el Partido, naclie quería faltar auna de esas conferencias o seminarios que organizábamos en la univer-

sidad y que al principio sólo atraían a pocos estucliantes -aun en nues-tra propia Facultad- que se acercaban convenciclos cle la import anciadel evento, de lo relevante y actual de l tema a d,ebatir,decíamos los quefórmábamos parte de la comisión qlle recorría las aulas invitando alalumnado en general y con la venia del doctor aqr-rí resente aquien lerobamos unos minutos de su clase, extenclienclo ambién la invitac ión a

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Cnpírulo 2. NnnnADoRESABocADos

su persona,al debate sobre 'El pensamientopolítico en el Perú con-temporáneo',o 'Legislación aboral y justiciasocial', al simposio sobre'La oligarquíaen el Perú: ciento cincuentaaños de yugo imperialista'sl.

La novia de Sebastián, Rebeca (una mujer práctica, si no es ello redun-

dancia) insistía para que este dejara de lado su idealismo y su inconcien-

cia. Debía hacer una tesis de derecho, no de ciencia política. Tenía que

buscar trabajo, sirviéndose de sus amigos apristas, que detentaban el

poder. No podía seguir trabaiando en las academias preuniversitarias.

"sebastián no podía querer ser un profesorcito toda su vida"5z.

Los amigos de Sebastián, Pepe y el padre de este, el profesor Soler,

parecen guardade auténtico aprecio y se conduelen por su falta de voca-

ción práctic^ para con el derecho: Cuando Pepe Ie pregunta a su amigo:

"¿Y por qué no querías trabajar como abogado?", quizá este ignore que

tiempo atrás su mismo padre le habría dado a Sebastián la posible razón

"Porque eres un idealista, muchacho, y eso a veces es malo. Lástima que

en este país no exista realmente la carrera de Ciencia Política". Sebastián,

va irritado, explica su indolencia ante la profesión legal:

(...) era una cuestión de principios nada más; conocía cómo funcionabatodo el país,cómo eran de corruptos os jueces, os mismos abogados,por

cada caso mínimo e intrascendente,cada escrito, cada folio legalizado,cadarecibo llevabasu cuota de corrupción. Él no queríamanteneresesis-tema.¿Erapor eso, Sebastián?also,no era eso.-Claro que sí, muchacho

-Soler desatiende a carta que el maitre ha puesto entre sus manos-.Defender los principios siempre será un ideal; debemoscambiar el siste-ma, luchar para que sea óp.timo.Recuerdoclaramente u monografíay mealegro de que por fin te animes a hacer la tesis)J.

En otra escena de la novela, la señora Rosa, una empleada doméstica

Testigo de Jehová, recuerda cómo su patron doña Elba litigaba con su

esposo sobre la vocación literaria de su hijo Arturo. Ambos querían que

estudiase derecho y no iiteratura, pero mientras el padre abogado quería

convencerlo a la fuerza, Ia madre proponía no presionarlo. Al final,

-\rturito aceptó: le habían dado el automóvilsa.

En otra novela de Benavides, El año que rompí contigo, el personaje

.\níbal, estudiante de derecho, jefe de prácticas del Chato Paz (un profe-

I i r ídenr,pp. 131-132.

I l r íc lern, p. 25I-252.

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58CanlosRal¡osNúñrz

sor honesto y de orientación marxista, pero irascible y demandante), pro_fesor de la Academia Agroperuan a (i'ual que sebastián de Losaños inúti-les) ytaxista. todo a medio tiempo, se aburre leyendo ra Teoría pura derderecbo de Hans Kelsen: "e l hombre es un complexo de normas, un putocentro imputativo de deberes y derechos, ya lo estaba fastidiando el tema,y eso que aún era temprano para empezar a fastidiarse,,55.Agrega luego,con intención poética, refiriéndose al famoso jurista austriaco y a su fartade tiempo e interés:

Kelsen_imputativo, impúdico, imposible_, colmaclode Kelsen_inin_teligible, naguantable,nsoportable-,

disfrutandocon el sabor dulzóny natosode ra leche en el palaclar. dentro de unas horas tendríaquesalir a taxear.y más t^rde a estucliar, hora sí, ,;,*"; juro, para elexamen,porque era un hecho que por aquel momento el gato t.up"_ba por completo su interés.Y más tarcleaún, entrar al aula temblandode miecroy..asco hojasfotocopiaclas, archadasaquí y a,á con resal-tadoramarillo.y con toda seguridad,al salirde clase o íramaríaer rofeaz para encargarlemás chamba,malclita a hora en que se metió deayudantede cátedra,por los pocos cobre, qrr. gur,"b", el asunto nomerecía la pena. ya se imaginabara cantidadde riÉros pár clasificar, asnotas que habría de preparar para las clases del pato cnaz. ya se lohabían dicho, cuando er profesor lo llamó ra primera rr.z, que honor, elchato paz soro se digna llamar a los mejorcitos, ahora vas a estafenchu_fado,y él sintió algo ufano, estúpidamente oávencidoá" qu. se rrara-ba de un ascensoo su equivarentecurricular,digamos. sóro Ivo seencargóde bajarlo rápidamentede ras nubes' todJ un honor, le dijo,pero ya verás a chambaque te espera.y así fue56.

0"ffi'"x'r;i[?,3ñ;:".T11",:.,;:L]:if¿HÍjA^;LH,azul de'a

Teoría pura der derecbo"57.pensaba el personaje la explicaciónque le daría a su novia, Maria Fajis, acerca de un".r.u".r,.o

furtivo quetuvo con una mujer, pero de pronto, razona como abogado: ,,,Explicaciónno pedida, acusación manifiesta', se le escapó. Aníbal se puso en guardia,cuatro años de Derecho lo estaban convirtiendo peligrosamente en unabogado. ¿y entonces, huevón, para qué estás estudiando, qué es lo quedeseas, cuál es tu meta?, se enderezó repentinamente en la siltu que cru_jió como dispuesta a escuchar u.ra ,eflexión seria y arturadade ra vida,i..

55 llr:xavroEs,Jorge Ecluarcrc). t añc¡que r()mpí c,ntigo, p. 15 .

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59Capírulo 2. NnnnADoRESABocADos

Un escenario privilegiado por los jóvenes universitarios de la Universi-

dad Garcilaso de la Yega erala azotea de la Facultadde Derecho, una suer-

te de torre cle marfil, un área conspirativa, un espacio de evasión frente a

la mediocridad,la política, la hiperinflación desatada y los gases que lan-

zaba la policía.

Aun así, la azoteade la Facultad se convirtió no sólo en recoleto am-

bientede estudioscuandose abría a temporadade exámenes los pro-

fesores salíana la cazacJel ndefenso alurnnado, sino también en una

suertede acceso ácil a las estrellas stts convitesde iujo, esa sencilla

dimensiónde la tranquilicladque se encendíacon el primer cigarrilloyla noche soplándolesenigmas contra el rostro hastaque súbitamente

una repentina corriente de aire o un bocinazo estridente allí abaio

---€sOS ecfetos esortesque activaban a conciencia- loS sacabade su

cleliciosoabandono para advertirlesqr,re a clase cle Derecho Agrario

empezabaen unos minutos más y era inevitable,o que se acercaban

peligrosamente l límite de faltascon el chato Paz,afableaunquedeses-

pera<loMentor en busca de Telémacos,y entonces recordaban que

debíanrevisaruna bibliografíadetallada apabullante,Kelseny Planiol,

capitant y spota, \weber,Ferreroy Laski,nuevamenteángelescttstodioscheo razo¡able y estricto.El Debe ser, imperativo y categórico,caía

sobre ellos como una piedra en el estanquede aguas ímpidasque era

esecielo lleno de estrellas l que debían renunciaruna vez más,absur-

damentealcanzacios or la culpa, el tifo de graciacon que la responsa-

bilidad -oh, esa loca de la casa- los conminaba tajantementea pof-

tarsecomo los buenoschicosque (muy en el fondo) eranse'

uno de los compañeros más cefcanos a Aníbal es Ivo, un muchacho de

clase media, ascendencia italiana y ex semirlarista. El padre, natural de Tries-te, falleció de cirrosis a consecuencia del cdnsumo inmoderado de alcohol.

La arnerraza de la pobreza se cernía sobre la familia; pero la abnegada madre

de lvo estableció para sostenerla una pequeña bisutería en San Isidro.

El f)erecho era para Ivo algo menos dr-rdoso qLre la filosofía -ligero

divertimento aI qLle se entregaba sin mayores afanes desde su breve y

controvertida estancia en el seminario-, y por consiguiente más con-

creto, más práctico que para Aníbal. Compartían no obstante cierta pre-

dilección por aburrirse mortalmente en Administrativo IV, clase que pordesgracia o por fortuna llevaban juntos, y la repulsa que les causaba

Ignacio Revil la y toda su cohorte de pseudopolíticos supuestamente

comprometidos desde principios de carrera con el Perú profunclo,

honclo y cle raíces6o.

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60 CnnlosRnvosNúñez

Aníbal e Ivo comparten, además de la tertulia y la bohemia, su desin-

terés por el derecho. En medio de la bancarrota del país, la pérdida de todo

horizonte y la inminente devolución de la moneda, otro estudiante, Mau-ricio, le lanza una puya al protagonista: "Pero tú qué haces estudiando

Derecho, viejo, si lo tuyo es la espeleología cultural o el submarinismo an-

tropológico (...). -Alguna vez me he preguntado lo mismo- dilo Mauricio

bebiendo un sorbo ds ssrvs2¿-. ¿Qué carajo haces estudiando Derecho?

-Me lo imaginaba -dijo Aníbal sin mucho calor-. Por eso te cuento todo

esto. Bah". En medio de la conversación recuerdan que al día siguiente

deben rendir un examen: "Con todo lo que está por ocurrir en el país quién

puede pensar en algo tan proteico como un r,'ulgar examen de DerechoLaboral; no sean trágicos que aún queda mucho pan por rebanar"61.

6. RaúlTola:Lasheridas r¡vadas

Otro estucliante de derecho volcado hacia las letras y el periodismo, Raúl

Tola (Lima, 7975), ha dado vida, en clave literaria, a ámbitos, situaciones

y personajes relacionados con ias ieyes y su aprendizaje. En su caso, elreferente está constituido por la Facultad de Derecho de la Universidad

Católica, durante los desafiantes años de la posmodernidad. Conviene ano-

tar que, a lo largo del siglo )O(, la Universidad Católica fue el bastión tra-

dicional de las clases altas. Es verdad que en las últimas décadas esta

Universidacl capitalina ha atravesado un acusádó proceso de democratiza-

ción, tal como se aprecia de la masiva presencia de los sectores medios y

aun populares. Sin embargo, todavía en la década de 1990, su Facultad de

Derecho se.mantenía como un reducto de las elites. Un pequeño conglo-

merado se nucleaba -incluso hoy, aunque con menos fuerza- alrededor

de Tbémis, la revista de los estudiantes, cuyos sucesivos consejos directi-

vos se alimentaban de jóvenes de extracción burguesa.

Ese es el escenario que Raúl Toia describe en su libro Heridas priua-

das, volumen múltiple -"a mitad de camino entre la novela y el relato

corto"- publicado en el 200262. Si Ribeyro evocaba en Los geniecillos

dominicales la adusta arquitectura de la casona de Riva-Agüero; Tola hacelo propio con el amable campus del Fundo Pando y sus distendidos alre-

dedores: los recónditos bares de tres mesas de la avenida Universitaria, las

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Cnpírulo 2. NnnRADoRESABoGADoS

rudas discotecasde la avenida de La Marina, os furtivos hostalesde SanMiguel y las sórdidas chinganasde la avenida Faucett, rumbo al Aero-

puerto. Es de resaltarque, aun en el relato corto, se advierte mperioso elafán de Tola por la descripciónde atmósferas, onidos e incluso olores y

temperaturas:el hablar de una prostituta, la humedad del invierno, elpenetranteheclor de una rata en descomposicióno el interior de un típi-co taxi limeño, que ofrece todo menos comodidad.

Otro matiz que emparentaríaa estudiantesde derecho de épocas dis-

tintas: Ia prácticadel aborto como esa opción trá.gica necesariaque mar-

ca la vida de las parejas óvenes.Si lo hace una comadronaes un patán,

si lo hace Lrndoctor, un caballero,ase¡¡uraba, aniel, un personajede Zosgeniecillosdominicales.Lucía, a estudiantede derecho,heroína del librode Tola, pasa también por esa dura experiencia.En otra de las historias,"Naturalezamuerta"63, osé, también alumno de leyes en la UniversidadCatólica, se convierte en asesino, al como ocurrió con Ludo Tótem, elaprendizde abogadode la novela de Ribeyro.En el caso de Tótem es elhonor y la venganza;paraJosé,el crimen se reduceal simple ejerciciode

una destrezaquirúrgica. El desequilibradoprotagonistadel libro de Tolatiene una extrañapredilecciónpor las entrañasde pequeñosanimalesque

él mismo se encargade desollarcon el auxilio de diversos nstrumentosdecirugía. Una tarde, enemistadocon Lucía,José abandona as aulas, ngre-sa ala capillauniversitaria, ale del campus,acude al centro comercialPla- .za SanMiguel para adquirir un disco compacto de música clásica-ama

las composicionesde Stravinsky,Haydn y Chopin-, retorna a Pando,deambula por las pulperías aledañasy bebe hasta caer la noche.

José,obsesionadocon el recuerdode Lucía,ha sido incapazde asistira su semi-nario de Derecho Administrativo.Sin contener su furia, aborda un taxihacia Ia avenida La Marina en busca de una prostituta.En el hostal, a Iameretriz e esperauna muefte atroz: Joséha llevado consigosu arsenaldeguantesy bisturís.Tras un certero puñetazo,silenciosamente,e asestaunlargo corte en el vientre y extrae sus órganosvitales, mientras se disponea culminar el encuentroaprovechandoel último hálito de vida de la infor-

tunada muierzuela.

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62 CnnlosRnvosNÚñrz

7. carlosRojas ifuentes:Evocacióne un hfbrido prendiz

El escritory abogado CarlosRofasSifuentes Lima, 7967),quien fuera galar-

donado en los JuegosFloralesde la Universiclacl le Lima en 1989e, fefrat^el procesode trasvase ocialde los alumnosde lasclasesmediasde la Uni-

versicladCatólicahaciala Universidadde Lima, en su volumen de narrativa'

Crónica de híbridos.Retratosdel nueuomundé5. Consideracionesde catác-

tergeográf icopropiciaron,apart i rdergg0'unainexorablemigracióndelossectoresmedioshacia os clistritos el sur y del sureste, , específicamente,

hacia los distritos limeños de La Molina y Santiagode surco66.En forma

paralela,las zonas urbanas de Magdalena,Miraflores y ciertos sectoresde

SanIsidro, san Miguel, Pueblo Libre,JesúsMaúay las zonasacomodadas

del callao (habitadastradicionalmentepor profesionales iberales,emplea-

clos.maestrosubilaclos, equeñosy medianoscomerciantes) ufríanun ace-

lerado deterioro económico y social. Acostumbradasal financiamiento a

largoplazo y al bienestarque les brinclabael Estado,serían as principales

víctimas de la hiperinflación y de las políticasmonetarias'

Los mencionadosespaciossociales onstituíanel insumo humano de la

universidad católica e incluso de la universidad de sa¡ Marcos,que' aunen tiempos difíciles,congregabaa sectorespremunidbs de una red más

compleja de relacionessociales.Con la aparición de la Universidad de

Limay el desarrollo urbano de la zonasurestede la capital, el componente

social de las dos universidadesprivadas de mayor magnitud registró un

cambio considerable.CarlosRojasofrece un testimonio literario de este

proceso estructural.Convieneanotar que el autor se formó en la Univer-

sidadde Lima,en la cual se graduaríade licenciadocon una discutida esis

de historiadel derecho6t.Sin alejarsede su principal horizonte profesional-hoy ejerceasiduamente omo abogadoy docenteuniversitario-, Roias

ha venido cultivando el eierciciode la literaturade creacióncon entusias-

mo y parsimoniaeditorial.

64 Véase el libro colectivo Los o.iossobre el papel. .luegos Florale's de Ia Uniuen;idad de Lima'

1989. Lima: Universidad de Lima, 1990' 90 pp .

65 I{o1asSrrunxrrs,Carlos. Crónica de híbríclos.Relatosde l nueuo mundo, Lima: Cultura Urbana'

7992,82 PP.Véase, para una exposición cle este proceso: DELÁcutle., Alicia. Calleiorxesy mótnsiones.

Espctciosle rpinión pública y redes sociótlesy políticas en la Lima del 900. Lima: Pontificia

UniversiclaclCatólica clel Perú, Fonclo Eclitorial, 1997,en especial el capítulo 1 (pp. 27-62).

RolnsSrr-unxrns, arlos La intrutducción del derecbo occidental en el territorio andino central:

cultural'/ El uirre.y ;rancisco de Toledo y la.organizótción clel Virreinato

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o cboqu,e 

Cnpíruuo . N¡nnADoRESABocADos

Quizá involuntariamente,es, así mismo, el único cronista de la vidaestudiantil de la antigua Facultadde Derecho y ciencias políticas de launiversidad, en la épocaen la que era común toparseen los pasillosdel

fundacional Pabellón D de Derecho (solo hasta as tres de la tarde) conmaestroscomo Max Arias schreibery su impenitente estilo exegéticodeimpartir la enseñanzadel libro de Realesdel entonces flamante códigoCivil de 7984;LucreciaMaisch von Humboldt, la permanenteanragonlsrade Ariasen la misma materiay que por esas echas alleceen el feroz terre-moto que asolaCiudad de México en 1985;FernandoVidal Ramírezy suconcurrido curso de Acto Jurídico; y los entonces jóvenes pepe LeónBarandiaránHart, el temido carlos cárdenas

Quirozy oswaldo Hunsdkopf

Exebio, a Ia sazónprofesor de Derecho Pesquero.También era frecuentela presencia de preclaros tribunos hoy ausentes:Luis Alberto sánchez,quien impartíasus eccionescon micrófono y con la miradaciegaperdidahacia los ventanales;Bobby Ramírezdel villar, cuya voz invadía las aulasvecinas; y Valentín Panigua, pequeño y cordial. José santos chichizolaescandalizabaa las jóvenes con sus crudas descripciones de asesinatos,violacionesy necropsias, más de su vocabulariono pocasvecescoprolá-

lico. otro tipo de escándalo omentabael atrabiliarioprofesorde RégimenAgrario, Guillermo Figallo Adrianzén, y su cerrada defensa de la reformaagrariavelasquistaante un auditorio escéptico,cuando no hostil, integra-do probablementepor vástagosde los hacendados.La moderación y elbuen humor, en cambio, caracterizal>an las clasesdel anciano maesffode Derecho Romano, Cados RodríguezPastor,quien, hacia 1984, a susochenta y tantos años de edad, se reincorporabaa la docencia con elpropósito de "dejar la vida en la cátedrade Historia de las Instituciones".Lo que los emocionadosalumnosno sospechaban ra que eI frág|ldocen-te viviría muchosaños másy hastasobreviviríaa másde un saludablecole-ga de profesión.

En una las prosas de Crónica de bíbridos, a saber: "Qué triste el amorcuando se va..."68,Ro¡asSifuentespresenta os avataresde un confundidoestudiantede derechoen medio de los cambiossocialesantesdescritosyque despiertanen él un sentimientode desarraigo ocial,culturaly econó-

mico. El innominado protagonistadel relato se sitúa entre los segmentos"A."y "3", pero se siente como un extraño en medio de una poblaciónestudiantil mayoritariamente blanca. como en la dramattzación queArguedasesbozaen El zotvo de arriba y el zorro de abajo, el joven del rela-

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64 Cnni-os avosNuñrz

to era, para los cholos,un blanco,y para os blancos,un cholo. Su visióndel espaciosocial es distante,una suertede "mundo ajeno",etéreo e ina-orensible:

Los días en la Universidadparticular ranscurren encillamente. quí nohay carenciasni frustraciones, quí el mundo se hizo al revés, porquetodo marchabien y un día no es un día, es un segundo nútil, perfecto;un instantedel cual el mundo no se ocupa...Aquí un día es un cuentode hadas.En estaUniversidadcle Lima, Lima no vive6e.

Según confiesa el narrador, "además de tener plata -no mucha porcierto- vestía y actuaba como un pituco, y

tenía la inteligencia de un inte-lectual [sic]"70.En medio de los conflictos que experimenta, afraesu interésuna guapa muchacha de rasgos andinos, Justina, empleada de limpieza, ala que seduce y no tarda en embarazar. El estudiante pugna entonces paraque se practique un aborto. La trabajadora se niega una y otra vez. cuandoel narrador decide romper con todos los prejuicios y poner fin a la hipo-cresía social, Justina lo abandona y desaparece.

En crónica de bíbridos, carlos Rojas, que también fue estudiante defilosofía en san Marcos y de sociología en la San Martín de porres, inten-ta en el relato "De San Marcos a la católica"7\ trazar un perff l social, enverdad muy esquemático, de los estudiantes de estas dos últimbs universi-dades. La historia tiene lugar en un colectivo de la ruta del cono norte alcono suf y que ataviesa la troncal de la avenida universitaria, Lince, Mi-raflores, Surquillo, Surco y Pamplona. Dos muchachos sanmarquinos decondición humilde conciben romances con otros dos de la católica de

clase media, a quienes tienen por ocasionales compañeros de viaje. Ladiferencia social y hasta sentimental no puede ser más elocuente. uno delos personajes, el estudiante de la universidad católica, domiciliado enSurco, encandilaba a la joven sanmarquina, vecina de pamplona, perosiente vergüenza de reconocerla como enamorada. una bella muchachamiraflorina de Artes de la católica, hija de un empresario venido a menos,rechaza indignada a otro joven sanmarquino que tejía ilusiones sobre un

encuentro. Para esta muchacha frívola, el pretendiente repudiado, "separece al serrano ese de Derecho, recontra atofrante... y con sus lentes deJohn Lenon... pero éste debe ser más misio, meior no lo miro nrás...,,72.

69 lbídem, p. 18.

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C¡pirulo 2. NanRADoRESABocADos

Ricardo yl lón:Penas alegrías e un chimbotano nSanMarcos

Ia amistad de dosperconas que guardan mucbo en

común^**:"ix::;n':r:;;ni:í:T:RicardoAyrló¡¡.Monólogos ara Leonardo

En Ia narrativa del poeta, escritor y crítico literario Ricardo Ayllón (Chimbo-te, 7969) dos jugosos relatos enriquecen el bagaje existencial cle los estu-ciiantes de derecho . En Monólogos para Leonardd3, volumen presentado

como un conjunto de crónicas de índole autobiográfica, eI narrador --elpropio Ayllón- describe varios momentos cle su azarosa vida de universi-tario, así como las tribulaciones de sus compañeros provincianos, que com-pafien estudios, pobreza y bohemia en la facultad de leyes de san Marcos:la iniciación sexual, la amistad, el amor casi siempre contrariado, la preca-riedad del domicilio y el progresivo desarrollo de prácticas que ponen aprueba su vocación profesional. uno de los relatos, "crónica morosa parasantiago Azabache" Ta,describe la insatisfacción de quien, habienclo sido unsensible estucliantede derecho con aficiones iiterarias, empieza a laborar enuna agencia bancaria en la áspera área de cobranzas. El conflicto entre elespíritu poético y \a aridez del trabajo oficinesco culmina en la renuncia alempleo y la feliz, aun cuando aleatoria, adhesión artísfica:

Entonces comienzo a correr con Santiago Azabache la interminableautopista de la poesía, recogienclo a la muchacha de siempre al bordede \a carretera y saliendo a la calle para enfangarnos en el l imbo clel

nunca iantás, haciendo sordos oídos a la Consejera de Cobranzas queme señala a otro lnoroso (con la mism a cara del pobre Azabache) espe-rándome par^ seguir alargando su deuda. Pero yo ya abancloné mi infér-ti l escritorio bancario con todas las ganas de no volver más, y animar-me otra vez a tomar por asalto los sueños que un día dejé postergadosen un cuartucho limeño, por clllpa de esos cuatro meses de alquiler quenunca pude pagar75.

73 Avt.l.Óx,Ricardo. Mon(¡logospara Leonardo, Ciertas confidencias y otros textosdesencadena-clr¡s.Lima: Fondo de Fuego, 200LOriginalmente publicado en el suplemento donrinical/4

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de l cliario La Industria. Chimbote, 

66 C¡nlosRnuosNÚñrz

Ocurre que las vicisitudes en la capital peruana de ese estudiante de

derecho que efa Ricardo Ayllón se nutrían esencialmente de carencias' En

otra de las "confidencias y textos desencadenados" que componen Monó-

logopara Leonardo, a saber el relato titulado "Como un endeble foraste-ro;, nuestro estudiante chimbotano debe mudarse constantelnente de habi-

tación, ya porque el espacio es muy estrecho, ya porque no tiene dinero

pafa pagar los alquileres adeudados, ya porque litigó con un pariente

generoso que le había concedido un cuarto en uso. En medio de su inter-

minable periplo vecinal por el populoso distrito de Breña, Ricardo ocupa

un estrecho dormitorio con FranklynPawina, un esperpéntico gigante de

un metro noventa, estudiantede ingeniería química -a su pesar- y' para

mayores señas, testigo de Jehová del Salón del Reino de Chacra fuos. Las

vivencias en casa alenahacían del estudiante chimbotano un mundo apar-

te donde pasaría días de necesidad y desconcierto:

Dealgunarr lanefa,casis inpodercreerlo,habíaingresadoalauniversidad de san Marcos.Era el otoño de 1987y mi cubil estabaen

la azotea e la casade un tío lejanoque me había ofrecido posada.uno

de los primeros recuerdosde mi vida en la Lima de ese año, es nqrar-

me insistentemente l espeioque colgabadetrásde la puerta de aqüe-lla habitación,y flagelarmecon pellizcos tratando de salir del descon-

cierto y del espanto:ahora eraun sanmarquino,sin saberexactamente

cómo ni de qué manera/o.

Al estilo ribeyriano, la azotea era el escenario de las aflicciones de este

estudiante de universidad pública, pero también sería una cómoda atalaya

desde la cual vislumbraba el quehacer de la gente, el tráfico en las calles

y el ritmo del comercio. De allí que la privación de ese estupendomira-

dor, decisiva en su experiencia, resulta deplorable:

para mi mal, acabé peleando con mi tío del cuarto en la azoteay aban-

doné su casa.Parami mal, porque desdeese observador unar las calles

de Breña habíancomenzadoa ser mi pequeño reino, donde yo l>aiaba

casicomo un enviadode los diosespafa reportaf el vértigo de susdías,

una nueva forma de oficio que empezó a adueñarse de mi vida sin la

menor clemenciaTt.

Nostálgico, Ayllón rememora el interior de la sencilla habitación, en la

que convivían el infaltable retrato del Che Guevara y una pequeña colec-

.iOn d" libritos, de la nunca bien ponderada Biblioteca Peruana que la edi-

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Cnpíru lo 2 NnnnADoRESABoGADoS

torial Peisa lanzaba por millares durante el régimen de VelascoTs.La vida

en Lima ya no sería la misma para Ricardo Ayllón. Su reino aéreo había

sido perdido para siempre:

Luegode ello, me sobrevino ese mal que adquiere casi todo estudianteprovincianoen la capital: a mutación, el cambio de piel que se sufre enlos t raslados ncontablesde cuarto a cuarto, de pensión a pensión,cadauno más penoso, cada cual más intrincado:y muchasde ias vecesdetrámite imperioso pues ya llegaba fin de mes, no alcanzabael dineropara pagarel alquilery la retirada eníaque ser un sábadopor ia noche,cuando la dueña de casa se encontrabaen alguna parrandade fin de

semana, otalmente aienaa mis oscurosmovimientosT9.

El arribo del joven estudiante nofteño a Ia gran urbe transforma en éllas nociones de tiempo y de espacio. En el otoño de 1.987,confiesa Ayllón

con buena prosa poética, que Lima lo recibiría "con el vértigo absurdo desu cielo desganado, sus centenares de microbuses moviéndose hacia todosy hacia ningún lado, sus ejércitos de ambulantes rompiendo filas a perpe-

tuidad, y esos bellos monumentos históricos carcomidos por el gris de un

designio al que yo había arribaclo como flamante cachimbo de Derecho"S0.Para el personaje de Monólogos para Leonardo, los mundiales de fútbol

son episodios que le recuerdan etapas precisas de su vida universitaria y

posteriormente laboral en la capital. Comienza evocando la Copa mundial

italiana de 1990, que lo encuentra cursando su tercer año en San Marcos.

En ese entonces, sigue el mundial en su diminuto cuartito a través de unvetusto televisor Imaco, el cual, luego de arreglos para salvarlo del desu-

so, serviríapara

una anécdota compartida con un conocido y ya desapa-recido profesor y congresista de la República, cuando introdujo el artefac-

to en las clases de su facultad:

Para ltalia 90 yo ya resiclíaen Lima, llevando a cuestas mi tercer año deDerecho, y el único testigo de mis angustias mundialistas ese año era rni

cuartito de estudiante, eo cuyas paredes tenía la incomparable compañía

de Roger Milla, el Pibe Valderrama y Lln enano y viejo televisor Imacoque la señora de la pensión había puesto a disposición de quien ofrecía

para él unas mejoras. Por eso bien valió el sacrificio de instalarle ante-nas nuevas, sobre todo cuando, dispuesto a ganarme una tarjeta roja,metí el Imaco de contrabando a mi aula sanmarquina para gritar, junto

al medio centenar de mis compañeros, aquel gol del colombiano Rincón

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6B CnnlosR¡wosNúñrz

a los 48 del segundo iempo contra Alemania.Al doctor CarlosTorresyTorres Lara,nuestroprofe de DerechoComercialese año, no le quedómayor remedio, contra nuestro fallido celo de cuidar la tele entre laspiernascomo si fuera la de cuero, que celebrarlocon nosotrossl.

Ayllón nos confía que cuatro años más tarde, en 1994, para el mundialen tierras estadounidenses, la felicidad lo embargaba, a pesar de que elPerú no clasificó y no obstante de haber egresado de las aulas universita-rias y hallarse sin empleo. Sucede que consaÉlrabasu tiempo a vivir pláci-

damente observando la mayor cantidad de partidos por televisión que lefuese posible. En tono absolutamente irónico, Ayllón refiere que, para el

mundial de Francia 7998 -"la copa de la frustración", como la denomi-na- esa felicidad había concluido, debido a que se encontraba ya enca-denado a un trabajo que lo obligaba a cambiar las multicolores imágenesmundialistas por los gritos del locutor en la radio. Esa ausencia de imáge-nes hace que revele en sus líneas: "arriesgo mi estabilidad laboral con-fesándolo, pero caí más de un vez en la tentación de huir de la oficinap?ra ver rodar esa pelota por gramados galos"8z, clara demostración deque ei Derecho, en su faceta de estudio o como profesión, pocas veces

puede vencer "en la cancha" a la llamada "pasión de multitudes".

USA94 -escribe RicardoAyllón- es historia reciente,creo que ha sidoel mundial donde a más partidoshe asistido desdeel otro iado de lascárnaras, laro está)graciasa mi condición de desempleadodebutanterecién salido de las aulas universitarias.Por eso me sigo preguntandoqué placer puede ser más grande que ei de quien patea atasen épocade mundial, alucinando que es la número cinco, en plena área chica ycon arco desguarnecido83.

Los recuerdos que recoge Ayllón son variopintos: desde viejos métodos,harto gratificantes, de lectura en el escusado, pasando por homenajes a suañorado equipo 'José Gálvez", hasta los años transcurridos en la Facultadde Derecho sanmarquina. Una de esas inolvidables aventuras concierne asu incursión al tentador mundillo de los lupanares limeños. Después devencer miedos, luego de oír las experiencias de "peritos en la materia" ytras haber obtenido su libreta electoral (hoy DNI), el personaje corre pre-suroso a "El Trocadero", ese viejo lugar donde generaciones que ahoradeben frisar los 50 años han pasado sus mejores festines prostibularios. En

81 lbídem, pp. 41-42.

82 lbídem, p. 35.

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Cnpírulo2. NanRADoRESABocADos

el entrañable "Troca", Ricardo comprueba que la condición de mujercorresponde ambién a lasservidoras exuales, ,malllamaclas, o sé desdecuándo Dutas"':

Hastaese momento no sabía o que era tener a una mujer <iesvistién-dose delantede mí dispuestaa hacermepasarel mejor rato de mi vida.La segundavisión fue ya en Lima,un año después,mientrasestucliabaen la universidady vagabundeaba asi sin brujula por la gran ciudacl.Tenía un año más pero el recelo hacia esasmujeres había ahondacro,ahora que me encontrabaen tierrasajenas.sin embargo a curiosidacrpudo más y con las prostitutasde cailromay La colmena aprendí,iuntoa otro amigo chimbotano,que el negociosuyo también podía serde sola sol, en turnos rigurosamente ontroradospor fieros cafichosque a unpobre provincianocomo yo hacíanmás que espantarsin dejarque cles_pliegue sus alascon tranquilidadsa.

Después de una accidentada experiencia sexual con una dama que sehacía llamar "verónica", no pasarían clos semanas cuando estaba ya devuelta por los pagos gentiles de "El Trocadero". Entre los amigos que fre_cuentaban el lupanar "La salvaie", se hallaban Rafito palacios

y GenaroPimentel, estudiantes de derecho en la universidacl de san Marcos al igualque Ricardo Ayllón.

Lo hice junto a Rafitopalaciosy Genaro pimentel,un paisanomío y unmuchacho de piura, ambos cremi edacly compañerosde pensión uni-versitaria'pimentel era el más angustiado, o el más curioso y Rafitoelmás misio. por eso o que hicimos fue algo que jamásen nuestrasestu-diantiles vidas habíamos imaginado hacer, aprendimos a ahorrar.

Procuramo.s ue nuestrapresenciaen "La sarvale',, no cle os tres bur_deles del Trocaderoy donde nos parecíaestaban as mejoresespecies,fuera quincenal.No siempre o conseguíamos. ien éramospuntuaresoen nuestraansiedad bamosantesde cumplida la quincenas5.

Al cabo de varias sesiones al principar antro de Lima, los muchachosterminaron por fijar reraciones más o menos habituales. Era obvio, sinembargo, que, dada la condición cre ras féminas, la incerticlumbre era laregla. El placer debía ser ra regIa, pero de ninguna

manera el afecto. Nohabía espacio para el romanticismo en "El salvaje,', pero Rafo pimentel seenamoró. Pagaría a la prestación no solo con sus pobres proprnas, sino

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70 Canos RnvosNuñ z

incluso con las latas de atún que su madre le enviaba desde su tierra natal,

Chimbote.

Y como siempreocurre en este ipo de historias, erminamoshaciéndo-nos caseritosde una mujer en especial'Genaro Casiose templó de una

hembra madura que le recordabamucho a una profesorade inglés en

su lejana Piura, su nombre de batallaera Carla,pero nos contabaque

en la intimidad solía lamarlaEdith, igual que a sl l bella maestra.Siem-

pre iigado al terruño, yo me afercéa Charo, una chatita poderosaque

juraba ser del barrio Miramar y que yo daba fe porque el olor de su

entrepiernaera sin duda el auténticoaroma de las factoríaschimbota-

nas.Sin embargo o que sucediócon Rafito ue lamentable,él si se ena-

moró, enloqueciday ciegamente,de Candy,una rubia al pomo que deCandy... da no tenía nada.A mi pobre amigo, aún en su indigenciay

sin tener la menor consideraciónde su pobre corazón descarnado, o

desplumó hasta Ia ignominia. Es patético, pero la única imagen que

guardo de mi pobre amigo Rafo Palacioses la de su triste figura en la

puerta de la habitación de Candy con cinco latas de atúrn esasque su

preocupadamadre le enviaba con mucho sacrificio desde Chimbote),

ofreciéndoselas cambio de un polvito 'no importa Candyaunque sea

sin chupadaso.Balada del ornitorrinco, otra colección de textos autobiográficos, tiene

como escenariola infancia del autor en su natal Chimbote, de manera que

las lecturas de Neruda, las remembfanzas de un hermano menor "que salió

adelante en Lima", importan gfanparÍe de la narración. El libro contiene, así

mismo, una celebrada historieta sobre las peripecias de un estudiante de

derecho, Harold Chura. Ayllón retrata al feo hijo del Altiplano en los siguien-

tes términos: "hijo de un matrimonio aym ra", "un metro cincuenta y cinco,

cabellera híspicla, perfil de cóndor famélico y resignado vasallo del acné"87.

Chura, habitante de la residencia universitaria de San Marcos, tenía alo-

jada en la cabeza una bala de fusil que había recibido en una intervención

del ejército. Según los médicos, la extirpación era imposible, pero podía vivir

sin peligro mientras no fuera retirada de su cuerpo. Poco después aribaría

otro infortunio para el muchacho aymara. Un lujoso automóvil le provocaría

una lesión en la pierna. Aquello que podría pasar por una sulna de desgra-

cias, terminó por conveftirse en causal de buena suerte. El responsable deldaño, un acomodado empresario, le tributaría, en la Clínica San Borja, "un

paraje demasiado lejano para el bueno de Chura", todos los cuidados.

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Cnpírulo 2. NnnnADoRESABocADos

LIegaríaal punto de atribuir a su hija, una bella adolescente,el pertinaz cui-dado del enfermo. El diligente esfuerzo de la joven, afirmado en las nume-

rosas ornadas de su rehabilitación, de solidaridad se transformó en amor.Unos cuantos meses después se anunciaba la boda entre la bella hija delempresario adrillero y el modesto estudiante ndígena. Los partesmatrimo-niales circulabancon gran sorpresa jolgorio de los amigossanmarquinosde Harold Chura. Laba\a alojadaen el cerebro no era motivo de queja;másbien lo seríade felicidad. Era \a bala de la buena suerte. En palabrasde losenvidiososamigos: nuestro echeroamigo legó acelerado na tarde,al finalde una aburrida clase de Derecho Agrario, repartiendonada menos que lospartesde su boda. ¡No se 1opodíamos creer! Sabíamosque Jessicaera hijaúnica, y si el matrimonio funcionaba, Chura heredaría en pocos años elimperiode los ladrillos, yen una metrópoii como Lima!,paraísode los asen-tamientoshumanos,donde todo estápor levantarse"ss.

Las felicesnupcias de Harold Chura con la hija del rey de los ladrillosno estarían ibres, sin embargo, de reveses.La disminución del precio enla industria de la construcción, a ruina y el descalabro ransformarían a

prósperaempresaen artículo de quiebra. Chura regresó,ahora con su es-pectacularJessica,a vivir en barrios populares.El padre de su cónyuge,que fuera solícitoprotector,no podía tolerar el matrimonio de su hija conun cholo, inútil ademásen el manejo de sus smpresas.Era preciso darlesa ambos una lección. A su hija por involucrarsecon alguien muy diferen-te a su clasesocialy al cholo por entrometido,Aconteceríaun evento queconfirmaba a buena suertede Chura,quien, tras comprar un par de bole-

tos de lotería, descubre maravilladoque encerraban a cifra de la suerte.Chura otravez millonario. La bala emitida por un mal pistolero del grupoColina acomoasaba u fortuna.

9. Carlos errera: nUlisesurfdico

La única mAnera de no equiuocalse s no escoger.

A¡¿Bnosemncr

Otro exponente de la nanafiva contemporánea que ha enlazado la crea-

ción literaria y el derecho es el diplomático y escritor mistiano Carlos

Herrera (Arequipa, 7961), autor de Morgana (relatos, 1993); Blanco y

-7 4/l

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72 CnnlosRnvosNúñez

negro. La razón contradictoria de Ulises García (novela, 1995, 2003), así

como de los volúmenes, Las musas y los mttertos (7997), La crueldad del

ajedrez (199, y Crónicas del argonauta ciego (2002). El protagonista deBlanco y negré9,la primera de sus novelas, es Uiises Tomás García Cés-

pedes. El subtítulo de la obra alude al extraño "razonamiento contradicto-

rio" que aquejaba a Ulises, quien era absolutamente incapaz de attlbar a

una síntesis, pues al razonar daba el mismo crédito (y demérito) a una tesis

y su antítesis respectiva. Esta rara condición 1o conclenaba a la nulidad,

fuese al momento de tomar una decisión o de emitir su parecer sobre una

cuestión cualquiera. Y es que Ulises no reaccionaba linealmente, como lo

hacen los animales, ni conseguía actuar de acuerdo con un análisis dialéc-

tico, como entre los humanos.

Este singular modo de pensar, donde la tesis y la refutación revestían el

mismo valor e idéntica credibilidad, tenía su origen en la educación que

había recibido de sus antagónicos progenitores. Carlos Herrera acude a sus

vivencias de estudiante de leyes en la Universidad Católica Santa María

p^ra trazt un espléndido retrato del padre de Ulises, el doctor Hor¿rcio

García, un abogado provinciano (a todas luces arequipeño), librepensador,agnóstico y fatuamente enamorado de la razóny de las teorías, tanto como

de los placeres efímeros de la mesa y del lecho. Sediento de fama y for-

tuna, don Horacio ejemplifica, en clave de ficción, a ese grupo -por des-

gracia, demasiado nLlmeroso- de individuos atraídos hacia la abogacía

por las supuestas posibilidades de una satisfacción crematística fácil e

inmediata.

Don Horacio se había casado con la señora Eloísa Céspedes de García,"una dama pía de las que solía producir generosamente su provincia

natal". Severa en la pulcritud moral y frugal en la vida cotidiana, doña

Eloísa profesaba una fe "monolítica, sin intersticio ni grieta posible, en el

Creador y la Divina Providencia". ¿Cómo se habían unido tan disímiles per-

sonajes?La razón era una y muy sencilla: un amor discreto y con ternura

que los acompañó hasta el final de sus vidas. Convivían en el padre de

Ulises un apetito intelectual desmedido y una inclinación, igualmente

devota, hacia las gratificaciones más eiementales de la existencia:

El doctor Horacio García era Lln hombre dado aI buen vivir y zr a agi-

tación intelectual, combinación poco apropiada para h¿lcer fortuna o

renombre -objetivos anlbos, por clesgracia,caros al pacL'ecle {.Jlises. l

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-t a\

C¡pírulo 2. NnnRADoRESABoGADoS

doctor García amaba,en efecto, los placeres habituales de la vida rnas-

cul ina: lamesa,elalcoholy,devezencuando,algunamuierquele

hiciera recorclar os encantosya algo marchitosde su propia esposa'a

quien por lo clemásadoraba9o'

Este aspecto "báquico" cle la personalidad de don Horacio contrastaba,

a la vez que anulaba su otra pasión: "una ilimitada curiosidad intelectual y

una fe inquebrantable en el imperio de la razón"91. Así, el doctor García

podía devorar los más enjuncliosos trataclos urídicos, científicos o filosófi-

cos con la misma voraciclad y carencia de método con la que engullía una

enorme parrillada, rociada con litros de vino y sazonada con alguna agra-

dable compañía femenina. El efecto que le producían estos goces era con-

traproducente: por un lado, un creciente deterioro físico; de otra parte, una

colisión de icleas y teorías. Ambos terminarán por afectar su desempeño

profesional.

A to<lo ello se añadía la falta de una vocación auténtica hacia \a abo-

gacía. Sucecle que la halagüeña perspectiva de un porvenir acomodado,

antes que el afán por la iusticia, había sido el principal acicate de don

Horacio al momento cle decidirse a abrazaf la carreta de leyes' La crudaverdad cle los hechos se encargaría de mostrarle cuán ilusoria resultaba tal

opción:

su título de abogado-apostilla el narrador- no aportó otfa cosaque

la partícula"Dr." a su nombre, puesto que escaseabanos clientesdis-

puesrosa confiar jr-ricios e alimentoso desahuciosa r¡n hombre con

aliento alcohólico que prefería eet' -casi siempre en voz alta- a

Gón¡¡oray Kanten vez de sumirseen e1estudiode los expedientes es-

pecri'os. La familia Garcíahubiera encontradopues seriasdificultades

para sobrevivirde no haber sido por la mediaciónde un primo leiano

einf luyente,quienobtuvoparaelbuendoctofHoraciounvagopues-to cleasesor uríciicoen un ministerioretnuneradocon un modestoesti-

pendiog2.

El cloctor García, un burócrata de mando medio, bien podría represen-

tar a aquellos muchísimos profesionales del Derecho que hailaron su moti-

vación para el estuclio cle las leyes no necesariamente un imperativo deínclole moral, sino en móviles prácticos y concretos. En ei caso del padre

cle Ulises, colrro en tantos otros, la simplista ecuación: "Derecho = porye-

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74 CnnlosRnn¡os úñEz

nir asegurado" no había dado los resultados anhelados. Como también

suele ocurrir, el personaje imaginado por Carlos Herrera opfaría por incur-

sionar en otros caminos que le proporcionasen un rápido alivio económi-

co. Decide, así, que la literatura podría ser la herramienta perfecta para

alcanzar fama, reconocimiento social y dinero. Un pasaje de la narración

es elocuente sobre el particular: "El puesto en el ministerio le dejaba eltienrpo suficiente y le proporcionaba ia logística necesaria para \a elabora-

ción de su obra: papel, máquina de escribir y alguna secretaria compla-

ciente. Sólo faltaban las ideas"e3.

Pero, no obstante el ¿ruxilio mecanográfico (no solo mecanográfico) de

la "complaciente secretaÍia", la inconformidad de no llegar al "ideal deobra deseada" terminaría por hundir en el pesimismo al patético doctor

García, que veía cómo el derecho le negaba las compensaciones añoradas.

En medio de su desencanto obselvó que no todo estaba perdido:

Horacio Garcíase dijo que pasaríanaños antesde que por fin su librosaiieraa la luz, y para entoncesacaso a muerte estaríademasiadopró-xima como para dejarle cimentar su celebridad.Creyente sólo en lacliosa azón, luego de mucho cavilar concluyó que la única vía por la

cual su espírituy sus deas podían alcanzar a postericlacl, scapandoaldisolventeuniverso de la fría huesa,pasabapor el pequeño que lugabaa su laclo9a

EI vástago no era otro que Ulises, cuyo destino estaba siendo definidopor su padre, quien podría valerse de él para poder lograr sus aspiracio-nes y así lograr "e l mérito de haber sido el Sócrates que sembró las semi-llas de la ciencia y de la filosofía en el Platón que iba a .sersu hijo". El futu-ro del apellido García recaería en el pequeño de tres años y debía deempezat a forjarse de inmediato. Herrera relata cómo el fallido abogado searrodillaba para explicarle al niño las teorías sobre el origen del universo,

(...) diciéndole que por lo tanto las historiasque su mamá le contaba,con un viejito muy serio y poderosode largabarba blancaque en sietedías sacabade la manga estrellas serpientes, o pasabande ser ama-bles cuentospara engatusarniños y mujeresde sesossimples95.

La madre de Ulises, la señora Eloísa, contemplaba con estupor estos

hechos. Ella era una mujer de formación y valores totalmente desiguales a

93 Ibíclen-r, . 19.

94 Ibídem, p. 19.

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C¡pÍrulo 2. NannADoRESABoGADoS

los clesu mariclo.Don ulises mundano y tolerantehasta a impiedad,doña

Eloísacatólicay confesionalhasta a intolerancia:

La maclrede ulises efa Llnapía dama de la que solía producir genero-

samentesu provincia natal:Severosprincipios morales' rugalidaden el

viv i r .cot id ianoyunafemonol í t ica,s in interst ic ionigr ietaposib le,enelcreadoryiaci iv inaprovidencia.Lacl i |erenciabadeot¡osejemplaresdesuSantaespecie lasuavic laclc lesucarácter ;v i r tudquelepermit íasobre-llevar entre suspirosy sonrisas as cargasque le enviabael Señor'

Lapr imeracledichascafgasefa,naturalmente,HoracioGarcía,ct lyos

hábitos pecaminosos y militante agnosticismo efan escándalo cle las beatas,

siernpre habiciascle manifestar su feroz compasión con la pobre Eloísa; pero

umbiénel .aSuculpa,e] |asabíaenloqueSen]etíaalcasarseConesemasón

borracho, o comunista muieriego o ateo holgazán' segúrn los gr:stos'

Eloísa sabía muy bien, en efecto, en lo que se metía al desposar al

entonces flamante abogaclo; pero ni sus propias convicciones ni las admo-

niciones cle su madre -especie de una gran matrona de la cofradía de

clamas enlutadas- le habían impeclido cecler a las afies de seducción des-

piegaclas por Horacio. Este, por su parte' tuvo también que luchar contra

su inclinación por la libertad -libertinaje necesariamente implícito- y las

puyas de los amigos, y soportar incluso el escandaloso anacronismo de

una ceremonia religiosa para conseguir unirse a la espigada y virtuosa

Eloísa Céspedes en matrimonio"96'

De ahí que la constante pugna cle los padres por imponer el meior

nrétodoeclucat ivogeneraseaúnmásclesconcier toeneipequeñoUl ises.porunlaclo, lamaclreledispensabaunaformaciónconfesional ; t r l ientras

queelpaclre, imagencle labogacloracional ista,nodudabaenexplicar le..cómo estaban hechas las mujeres,', pafa lo cual se setvía de una nrtlñe.

qui taconhábi todemonja,queunamigolehabíattaídodeAlemania'En

la jocosa narración, ambos progenitores establecieron, pof fin, que prose-

gr_rirían acla uno con sus sistemas de educación, sin dificultarse mutua-

lTlenteyqueseríaelpropioUl isesquienoptafíahaciadóndeincl inarse.Entre ei pasaporte a la riqueza que representaba la abogacía y la ganntia

cle rectitucl espiritual de la sotana sacerdotal, 1o que no sospechaban don

Horacio y doña Eloísa era que lo único que habían generado era un hijo

ffaumatizado y pletórico de contradicciones'

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76 CnnlosRnvosNúñrz

10. Los inter i l los:Leguleyos e malaclase"

"A la sierpe semejanteEl tinterillo mercadeo,

Aunque nunca se ba togado

Permanece litigante"

"Yace en esta angosta caja

Un tinterillo afamado.

Dicen que todo ba robado,

Menos lo de su mortaia".

Gusrnvo IBÁñEZCARREño. a Dicarescaju.ríd.ica uniuersa I e1.

Definido a fines del siglo XIX por Pedro Paz Solclán y Unanue en su

Diccionario de pentanismos (1883-7884) como "un abogadillo de tres al

cuarto", el tinterillo está presente en la entraña misma del mundo rurai, no

sólo peruano, sino aun regional. En efecto, la voz es de uso corr iente en

Ecuador, Colombia, Venezuela, Chile y Bolivia, mientras que en México su

equivalente es el buizacberds. En ambos casos, se trata de intermediado-

res de justicia que actúan de manera informal e inescrupulosa. Según

Peclro Paz Solclán, el agrio diccionarista limeño -famoso por su seudóni-

mo literario de Juan de Arona-, el tinterillo es "un tipejo de leguleyo"

que, no obstante, "bien que mal, sabe aplicar la ley"; es, añade con ver-

dadero enoio:

(...) el animal qlre en los pueblos o aldeas y en los Juzgadosde Pa z de

Lima, se declica a clefender indígenas y a otros más animales qLle é1, leva

por toclo zrtributo de Temis, por toclo emblema de su personería jr-rrídica,

Lrn intero, o mejor, un tinterillo qLle es el que le conviene por más poftá-

til, que al fin naclie sabe córno, cuánclo, ni dónde tendrá que extender sus

escritos (...). El tinterillo en su pequeña esfera de acció n ha sido tan per-

nicioso a la sociedacl como el caudillo militar en la suya99.

97

9u

InÁxuz C;\RIrFtNo, ustavo (cornp.). Lc t picc.trescct.ittríclic(.t Ltlt iuersal. 2." eclición. l3ogotít, 7995,

p. t348.Para algllnos, la voz "hltízacl-Iero" 'enclrí¿rle huizaclte, en alusión a la planta con la qr-re epreparaba a tint¿t -rtilizacluor los escrilranosy tcldos clsque tenían que vt:r con el oficio dee.scribientes. ¿tr¿t)tros.en c¿lntbio, xpresaríael aclernán le los escribientescle cobij¿lr.seajo

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Cnpírui-o . NanRADoRESABoGADoS

Lasdespreciablesaccionesde estepersonaje,plagadasde artificiosy ardi-des, han ingresado al lenguaje coloquial bajo el término de tinterilladas,

cuyo uso se ha extendidoparanombrar as malasprácticas e los abogadosformales.El tinterillo conocepor igual el castellano, l quechuay el aimara,y comparte tanto la visión de los blancos como la de los nativos. Los aborí-genes o buscanporque requierende él para accederal serviciode justicia;

Ios mistis lo necesitanpara expoliar al campesino.Veamosalgunas imáge-nes de tinterillos en la narrativaoral y escrita de referente andino.

Los rasgosque definen la figura del tinterillo y su despreciableactuar se

traslucen de manera inequívoca en el relato oral El pleito del Pukupuku y elGallo. Se rr^ta de una suerte de fábula de Esopo andina,de amplia difusiónen la región del altiplanoloo.tt el casode estanarración upaca el tinterilloestárepresentado or el ratón. Sucedeque el Pukupuku era el ave andinacuya misión consistíaen lanzar el primer canto del amanecer ¡'p¡l¡¡i5,pukús, pukús..."- y dar así la bienvenida al nuevo día. Desde tiemposinmemoriales, sus antepasadoshabían hecho lo mismo. Llevaba una vidasencillay sobriaen el campo, encontraba us alimentosentre os granosde

la pradera y iamásnadie habíapernrrbado su tranquilidad. Pero una maña-na lo sorprendió un alarido extraño: "¡Cocorocó! cocorocó! cocorocó...!".No era otro que el gallo extranjero, el Wiraxucba, que le disputaba alPukupuku la prerrogativade anunciar a llegadadel nuevo día.

A la mañanasiguiente,el canto del Ququricbi se repitió. El pukupukuse hallabaen la obligaciónmoral de hacerrespetar a tradición de sus ante-pasados.No podía tolerar tamaño atropello, y se decide a buscaral afre-

vido usurpador.Al encontrado, e explica el objeto de su visita:Es misión mía anunciar el amanecer de cada día. Nadie tiene derecho a

hacer lo que me toca. Esta ha sido la costumbre de mis antepasados.

Usted señor Ququricbi, no debe cantar en las mañanas.

El Gallo, como única respuesta, sacudió sus alas, estiró el pescuezo y

emitió su canto enérgico:

¡Cocorocó!

La disputa era irreductible:ninguno de los plumíferoscedíaen susposi-ciones.Exasperados, cordaron levar su quejaa conocimiento del juez. ElPukupuku, seguro de la victoria, se trasladóvolando; el Gallo debió con-tentarsecon viajarpor tierra.Al borde dei camino, e salió al encuentro un

7l

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7B CnnlosRnvcsNÚÑez

ratón (que no había concluido los estudios de derecho) y se establece el

siguiente diálogo:

.|X/iraxucha_leinterrumpió-permítamepedirleunfavor.

Diga sr.r emanda repuso el gallo'

TengalabondadclefavorecermeconLlnpocodeal imentoparamlshijos que sufren hambre'

Sientomucho. No pueclo accecler su demanda'Voy a la ciudad a sos-

tener un pleito y no sé si mis provisionesalcanzarán'

Insistió suPlicanteel ratón:

Sientoqueustedt ieneasuntosjucl ic ia les- ledi jo- .Yopuedoayldar-le eficazmente'Tengo experienciay estudiosai respecto'

Elroeclorconvencióalgal loyenel t rayectoambossehic ieronamigos.IJnavezen su clestino,aspartescotnparecieron nteel juez:el gallo, ase-

soracloporelratón,yelPukupuku,porunamigoqueledabaconsejos 'señor juez -expuso el Pukupttku.Yo tengo el derecho de anunciar a

llegaclade caclanuevo día con mi canto. Mis antepasados icieron lo

mismo descle iempos inmemoriales.Ahora esteseñor gallo, un extran-

iero recién llegaclo' rata de usurpar mi derecho'

Presente u demandapor escrito dijo el juez'

El Gailo, Por su Parte'expLlso:Señor uez:Yo he adquirlcloel clerecho e cantaral amanecerdel nuevo

día por 1osesfuerzospersonales e mis padresen la conquistade este

país.PresenteSLlcontestaciónporescr i to-volr , , ióadecirel juez.

Al rato, los queiosos retornaron con sus respectivos escritos' El juez

anunció que tramitaría el asunto al día siguiente y los conminó a qLle' entfe

tanto, no perturbasen al vecinclario con iaranas ni escándalos' Y, consul-

tanclo su reloj, agregó: "Yo observaré si efectivamente son exactos en

anunciar el amanecer del día".

Al retirarse, el ratón clijo al gallo: "El iuez tiene reloi. Es necesario que

Consigamos uno, para que Cantesa las horas eXaCtaS"'Ya en el aloiamien-

to, el ratón propuso: "¿Qué te parece, gallo, si voy a sustraer el recurso del

inclio y lo ñago desaparecer?". "¡Magnífico! -repuso el gallo". El rábula

ingresó al juigado pof un hueco, trepó a la mesa, arrastró 1a demanda

detrás de unos caiones y la carcomió totalmente. Marchó luego al aloja-miento clel Pukupuku y hurtó de sus alforjas la copia del escrito. El ave

andina trinaba sin exactitud cronológica, mientras que el gallo y su astuto

asesor se valían del reloi. Así, a partir de las cuatro de la madn-rgada, el

gallo anunciaba puntualmente la hora' Esto, como era de esperarse'satis-

papeles, un tintero y

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llena de 

Cnpíru lo2, N¡nnADoRESABocADos

¿Quién es el demandante?

Yo, señor juez-, dijo el Pukupuku.

¿Dónde está el escrito? preguntó.

Le entregué ayer. Usted lo puso sobre la mesa.El juez buscó y no lo encontró.No está aquí -le clijo-. ¿lJsteclno tiene copia?Sí, debo tenerla -repllso con alguna esperanza Pukupr-rku.Buscó su atado y no halló la copia.Se desesperó el indio, pero no había el papel.Entonces el juez se dirigió al gallo y le interrogó:

¿Dónde está el escrito? preguntó.

Debe estar en sl l mesa, señor juez,

El juez encontró inmediatamente el papel y lo leyó:

¡Muy bien! -di¡o y prosiguió.

lJsted ha dado las horas con exactitud y su recLlrsoY dirigiéndose al Pukr,rpuku le clijo:

Usted ha molestado con sus cantos a toda hora,, atencia. Así son los indios que vienen del campo. Setidian. Además no tienen sus papeles en sll lugar.Entonces sentenció:

'En nombre de la ley el señor gallo es el que tiene derecho de dar lashoras con su canto sonoro, todas as mañanas'.Así perdió el pukupuku

su derecho egal a saludar a llegadadel nuevo día.

Conforme a Ia tradición aymara, desde que ganó el juicio, el gallo viveen la casa de la gente. Es muy bien cuidado, se alimenta con los mejoresgranos, en tanto que el pobre Pukupuku ha sido desterrado al campo,"abandonado en la intemperie, sin abrigo ni alimento seguro". Siguen can-

tando aún muchos Pukupukus que esperan ei amanecer de un día muyalegre. Acarician la esperanza de ver alumbrar el sol de la justicia paratodos. Concluye lafábula con un espíritu de redención: "iEse díaha de lle-gar! No lo duden Ios Pukupukus del munclo".

A través del relato reseñado se transparenta el drama de la justiciaperuana. El Gallo correspondería aI acomodado litigante de tez clara; enel Pukupuku, por el contrario, se afinca el indio pobre, sin medios niinfluencia social; el Ratón, por último, sería el típico tinterillo mestizo,

puente entre dos culturas; el juez, tal como ocurre en la mentalidad popu-laq inclina su balanza a favor del poderoso y niega justicia al débil cobri-zo. La frase de Scorza en una de sus novelas, "en el Perú un indio nuncaganará un juicio", adquiere aquí un reconocimiento plausible.

Conviene recordar en este recuento a Bismarck Ruiz, el atroz tinterillo

79

está en forma.

pesar de mi adver-emborrachan y fas-

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BO CnnlosRnuosNúñrz

el ambiciosohacendadoAmenábarse apodere de sus tierras.El tinterillo

BismarckRuiz,segúnel relato"vestíaun terno verdosoy lucíagruesosani-

llos en ias manos y sobre el vientre, yendo de un bolsillo a otro del cha-

leco,una curvadacadenade oro. Susojuelosestabannubladospor el alco-hoi y tocloé1olíaa aguardientecomo si de pies a cabezaestuvierasudan-

do borrachera,'.'Yo soy Bismarckcomo el gran hombre", se jactabaante

los comuneros.

BismarckRuiz compite en El mundo es ancbo y aieno con otro tinteri-

llo local, Iguíñez, La Araña, clefensor in título de don Álvaro Amenábar,

enemigo de la comunidad de Rumi. Descrito por ciro Alegría que debió

Conocera personasSemeiantes n la vida real comO "Sumay compendiode los rábulasde la capital de provincia". Iguíñez estudió hastael tercer

año cle clerechoen la UniversidadNacionalde Truiillo. "Su cabezaera un

arsenalguerrero que se volvía temible dentro de su fottaleza de papel

sellaclo", agregaAlegríaun vívido retrato ísico:"Al contrariode Bismarck

Ruiz, su más cercano rival, era pequeño y magro. Tortufado por tenaces

dolencias,no podía gozar de los pueblerinosdones de la vida". De él se

burlaba BismarckRuiz con estaspalabras: de araia no tiene más que el

apOdo,porque nO enredanada,moscas".Recordemos ue, en las tradicio-nes oralesdel mundo andino, el tinterillo adquiere la forma de animales

que se hallan revestidosde determinadosatributos.Así, el ratón capazde

ingresarpor los pequeñosorificios de los juzgadosy tfepar armariosy es-

critos para robar los expedienteso carcomerloshasta su aniquilación; a

araña,que es capazde enredar odo el proceso,o el murciélago,que actúa

en la noche, es decir, en la oscuridad.

Precisamente,otro típico tinterillo de la natrativaperuana es El Mur'ciélago,Macario Pajuelo en La tumba del Relámpagode Manuel Scorza.

Nuevamentese presenta aquí la caracterización opular animalizadadel

abogado sin título. El cliccionariodefine al murciélago como un mamífe-

ro carnívoro alado parecido al ratón y dotado de unas membranasque

le permiten volar. En el imaginariopopular, el murciélagoes un ratón

que vuela y que es capaz de ver en la oscuridad.En consecuencia,

alguien que tiene Ia capacidadde ingresara un espacio oscuro' la cueva

(la iusticia)sin perclerse n la noche.Paiuelo,despuésde dejar su natal,,LaUnión" para estudiarderecho en san Marcos,debió abandonarsu

carrefasin sabersepor qué. Pudo haber sido la urgencia económica o Ia

falta cleclisciplina para el estudio. Lo cierto es que se instaló en su pro-

vincia originaria, fijando su oficina en un destartalado ocal de la Plaza

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Cnpírulo 2, NnnRADoRESABocADos

numerosaclientela.Feroz ectordesdesusañosde estudiante e un mis-terioso ibro, el código Penal,al que los indios confundíancon la Biblia,hizo de estecódigo el instrumentomás poderoso de su actividad. ,,Libros

en La unión no se ven", relata scorza.constituyó un total revuelo saberque ese misterioso libro tenía por título "código penal". salvo que llo-viera, El Murciélago lo repasabasin piedad. "¡Exhibía _anotz- Manuel$6s¡22- su pavorosaciencia para advertira los humanos que, fuera cualfuera la astucia o la insolencia él ya conocía los artículos, los incisosexactosque castigarían ualquierveleidad!"

El Murciélagoal comienzoobservabaun caráctermuy respetuosopara

con los de su comunidad,que comenzó a entenderque estabanante unapersona instruida que escuchabacon absoluta atención y pacienciasusquejas, o que contrajo las muestrasde afecto a este persona]epor pafiede estagente acostumbrada l desairede susmandatarios,a tal punto queempezó a llamarlo "don". La forma de manifestarese cariño no encontrómejor maneraen muchos de los que 1o conocieron que dejándole cuan-tiosos egados estamentarios, oque generó para pajuelouna fortuna per-sonal,situaciónque modificó su conducta nicial. Habíanacido paraél el

apelativo de El Murciélago:con los años,el Murciélagoe hizomás riolentoy qutzásmásmiedo-so.En todo caso, la Plaza e Armasle¡¡a horaprotegido or unaes-colta de armaclosnsolentes, espectivos,ausados, xhibiendosus"winchesters",samañana eposesionarone lasesquinas. l Murcié-lagoPajuelo ntróen la plaza, esentóen su banco, brióel Libro,em_pezóa hojearlo.

El marcadocambio que nos presenta scorzaen este personajese lodebemos a \a capacidadque tuvo pajuelo par^ hacer uso de dos armas

importantes:sus conocimientosbásicosy su ingenio carismático.La idea de tinterillo rebasa los esquemas formales del foro en el

cuento de Edgardo Rivera Martínez,El paleógrafo y la tesislor, resentacomo tinterillo a un historiador y archivero, don Gualterio, de apelativoinsultante: cucaracha".El relato,una suertede vindicta derivadade unpleito entre profesores de la universidad Nacional del centro en

Huancayo, presentaa un indecente maestroprovinciano de tez cobriza,ex becario en Sevilla,cuyo repositorioconoce muy bien, que, se apro-vecha de sus conocimientospara esquilmar a indios ingenuos y estu-

B1

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101 ltrv¡n¡ MARrfNEz,Edgardo. 

82 CnnlosR¡wosNúñez

diantes apremiados de obtener la tesis, ya sea a cambio de dinero o de

la compra de una larga relación de libros que van a parar a su bibliote-

ca personal.Un ejemplo proverbial de un tinterillo urbano nos lo ofrece César

Hildebrandt en Memoria d.el abismo1o2. Aquí Ernesto Salvatierra, cuyopadre era un notario alcoholizado y librepensador que se orinó en el cáliz

de una Iglesia en su pueblo natal, convertido en jefe de invasores salía

rápidamente de la cárcel, no obstante las reiteradas denuncias en su con-

tra y la graveclad de los delitos que se le imputaban. Su efímero paso por

las penitenciarías, en realidad, no tenía que ver con un supuesto pacto con

la autoridad -como pensaban su detractores-, sino

Lo que iiberabaa Salvatierra e sus deudas con la justiciaera su talen-to incomparableparaenredar ascosas, orcer os interrogatorios echarmano al diluvio gótico de su fabla iluminada.Con sus muchos añosdelitigante victorioso, había memorizado páginas enteras de los códigospenal y civil, lasordenanzasmunicipalessobre asentamientos umanos,la ley de asociaciones iviles, os párrafospertinentesdel decretosupre-

mo sobre arrendamientourbano y las promesasmás espléndidasde laolvidada Constitución.

Hildebrandt anota en otro pasaje:

Pero su oratoria juclicialno se resi¡¡naba l Derecho ni a la Iglesia.Ensus nfinitas digresiones, n los vericuetosde su lógica en pie de ¡¡uerray su sintaxisescabrosa,lotabanel Refranero, l poeta románticoCarlosAugusto Salaverry, as crueldadesde ConstantinoCoprónimo -'plagia-rio de Nerón'-

,el ritmo

de JoséSantosChocano, as furiasde Oresteso los suplicios nnecesarios e SantaRosade Lima, ésasí, con todos loshonores, emlnjadora del Santo Paracleto'.

El sentido de superioridad del tinterillo sobre el abogado se acusabahasta por detalles nimios: "Salvatierra reducía la función del abogado de la

Cooperativa al mérito de cargar su portafolios renegrido, firmar cuanto

escrito le presentase y protestar hasta el escándalo si los jueces objetaban

el derecho de su patrocinado a plantear su propia defensa".

En buena cuenta el papel de sus abogados consistía en reclamar que eltinterillo Salvatierra estaba en condiciones de ejercer su propia defensa:

No h^y razón de ley para que mi defendido no hable por sí mismgritaba en la vista oral de la causa-. Al f inal, luego de cuchicheos y

consultas, los jueces cedían. Ese para

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era el momento cumbre 

Cnpirulo 2. NnnnADoRESABoGADoS

Salvatierra.aminabaentamenteaciael centrode la sala, e desarru-

gabael poncho o mejorque podía,se acariciabaa chivay empezal>a

un alegatoebrilque, al cabode minutos ue parecían iglos, oncluía

con el entusiasmo apateadoe un buen sectordel público y ]a fleraextenuacióne losmagistrados.

Los tinterillos buenos no han sido historiadosen la natrativade ficción

pero sí en los libros clehistoriaandina,por ejemplo,EzequielUrbiola,estu-

diante clederechoen la UniversidadSanAgustínde Arequipa, que murió de

tuberculosis n Lima.JoséCadosMariáteguio conociópersonalmente dijo

que él era el nuevo indio. El problema consistíaen que no Io era, más bien

se tfatabacleun pequeñohacendadoque en una fepresentacióneatral itu-lada La Nocbede SanJuan compuestapor el geógrafo Emilio Romero,en-

tonces miembro del grupo puneño Orkopata, después de interpretar el

papel cle nclio,no volvió a quitarse a ropa del personaiel03'

En el trabaiocleJoséLuisAyala, Yofui canillita d'eJoséCadosMariáte-

gui, el personaieprincipal, Mariano Larico Yujra, se describea sí mismo

como un entendicloen el oficio del litigante profesional104. l chalhuan-

quino que apareceen .Ios íosprofundos de Arguedasse queja también delos tinterillos que no le guardaron ealtaden el pleito que sosteníacon el

hacenclaclo rande. Tiene la esperanza e que el padre de Ernesto, Ga-

briel, gane el juicio. "He venido por un consejopara mi pleito. Ahí estael

doctor. como un gavilánha visto. Yo ya estabaamarrado.Pero un aboga'

do es un abogacloy sabemás que un tinterillo. ¡Tinterillitosde porquería!

¡Ahuraverán! Payhumak'anerk acbá.../". Ello se explicapor Ia masiva

presenciade los tinterillos,eiefcientes ibres de caráctetparalegal,en vir-

tud de la autorizacLónnormativa que establecían as leyes orgánicas delpocler udicial: no menos de diez etradospor provincia el Reglamentode

los Tribunalescle Echeniquede 7852,no menos de cinco letrados a ley

orgánicadel primer gobierno de Leguíade 1912.

11 "Calixto armendia"La njusticiala ocura

SegúnNorberto Bobbio, la diferenciaentre súbditos y ciudadanosreside

en que los segundosestándotadosde derechos undamentales.Cabepre-

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B4CnnlosRnvosNÚÑez

Í ]untarsesienelPerúdeloscomienzosdelsiglo)C(, losindígenaseran.eulmenteciudaclanos,o,másbien,súbdi tos'Elcontrapuntodeestaase

veración se hallaría en dos inolvidables personajes deadospor ciro

Alegría:RosencloMaquiyCal ixtoGarmen<l ia,quienesencarnanalpobldor anclinocleciclidoa hacervaler sus derechoslo5'

La ausencia leun sentidode justiciaen el mundo rural peruanoes uno

de los ejescle Ia producción iterariacleAlegría.Nacicloen la provincia de

Huamachuco,La Libertaden 1909106,iro Alegría Bazán realizasusestudios

escolares n Trujillo, donde tiene como uno de sus maestrosnada menos

queaCésarVal lejo.ComomuchosjóvenesprogresistasdelnortedelpaAlegría no tarda en afiliarseal Apra, involucrándoseen la turbulencia políti-

., {,r" siguióal colapsoclelOncenio eguiísta. a militanciaaprista e signi-

f¡car¡a l joven al"griu dos ingresos ala cárceldurante la represiónsanche-

cerrista, , finalmente,el exilio en Chile en1934' baio el régimende Bena-

vides.Seríaprecisamenteen esadifícil coyunturavital que ciro Alegríaescri-

be la parte más significativade su obra: la clásica rilogía novelísticaconsti-

tuida por Lasetpientedeoro(SantiagocleChile, 7935)107,n Ia que relatala

vida de los narivos a orillas del Marañón; Los erros hambrientos (Santiagode Chile, 1939)rw,en la cual se describe la lucha de los pobladores de las

alturasandinascontraanatura|ezahostil,yElmundoesancboyajeno(San-

t iagode. l '11. , t!41) l0g,epopeyadel inolvidableRosendoMaquiysudesgual pugna contra el abusode los poderosos'

Conestastresobras,CiroAlegríaseelevóa]raesferadelosmásprestigiososnovelistashispanoamericanos nterioresal ..boom'',al lado de un

Rómulo Gallegos,un JoséEustasioRiverao un Miguel Ángel Asturias'Tras

Su retorno al país en 1"948, legríase declicaal periodismo y, habiéndose

alejado el Apra, ejercecomo diputado por Acción Popular'En estaépoca

publica Duelo d.ecaballeros (Lima, 7963),colección de relatos que alber-

105 Véase RoDRfcrJEz HÁvEz, Iván. "Breve recuento jurí<lico cle la narrativa cle ciro Alegría"'

Reuistade la Uniuercidad Ricardo Palma 5, 1982' pp' 17-30'

106 Sobfe Alegría, véase T¡uno DELPlNo, Alberto. Enciclopedia' ilustrada del Penl. Tomo 1 (6

tomos). Lima-Barcelona: Peisa' 1987, pp' 69'7A; Esc¡J¡'onro' Tomás G Alegría y El mundo es

anchol , ,a. ieno.Llnta:Univers ic lac lNacionalMayor<leSanMarcos'1983;V¡nc¡sLLosA'Mar io

LaLt topíaarcaica. .JoséMaríaArgueda.sylasf icc ionesclet indigenismo.MéxicoD.F.:Fondo

<je Cultura Económica, 1996, pp. 11'4-120.Es útil, así mismo, la recopilación de textos clisper.

soscleAlegría:LanouelademLsnouelas.Selección,presentaciónycronologíadeRicardoSi lvdel Rectorado, 2004'

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pontificia clel Perú, Ecliciones 

CnpÍrulo 2. NnnnADoRESABoGADos

gaba textos escritos a Io largo de las dos últimas décadas.A su falleci-miento, ocurrido en Lima en 1967,Ciro Alegría dejó dos novelas incon-

clusas: Lázaro(Lima,

7972)y El dilema de Krause(Lima,

7979),así comovariascoleccionesde relatos:Pankiy elguenero (1968),La ofrenda depie-dra (1969), Siete cuentos quiroménticos (narraciones escritas en EstadosUnidos y Puerto Rico, Lima, 1978);y El sol de los aguares (1979), selecciónde cuentos amazónicos. En 7976 aparecieron sus memorias, con el títulode Mucba sierte con bartopalorro.

Hacia fines de la décadade 1950,con la eclosión de Ia Nueuanarrati-uA LtrbanA, a estrellade Ciro Alegríapareciódeclinar.Sucedeque la esté-

tica cultivadapor el novelista iberteño, saturadade aliento épico (telúri-co) y pobladaclepersonajes aradigmáticos, ontrastaba on la objetividadnarrativaque predicaban os narradoresde la generaciónmás oven. Hacia1963,Manuel Scorza quien, dicho sea de paso, acogerá a forma y algodel contenido,de las novelas del maestroen sus propias producciones-,persuadea Alegríapara que publique en forma de libro algunoscuentosy relatos.El resultado ue el volumen titulacloDuelo de caballeros,apare-cido en Lima en 7963 en la colección de PopulibrosPeruanos,cuya edi-

ción animabaScorzal11. uelo de caballeros ecoge varios cuentos impe-recederos:"Calixto Garmendia","La ofrenda de piedra" y el relato queprestasu nombre al libro.

En "CalixtoGarmendia",cuento redactadohacia 1953-1954112,Iosbu-sos contra los indígenasy la complicidad de las autoridadesse entrelazancon el desmoronamientopsicológico-que ¡e ¡¡e¡¿l- del protagonista,quien terminaráhundido en lassombrasde la demencia.A travésde la na-rración de uno de sus hijos, RemigioGarmendia, AIegríanos refiere a sin-gular historia:Calixto es un modesto carpintero andino en un pueblo dela sierra norte del país.La mayor parte de su existencia transcurre en unacondición de penuria: os comuneros ara vez vtrlizabanmuebles,en tantoque los mistisy los blancos solían agenciarsede mobiliario en las ciuda-des. Solo de vez en cuando se construíauna nueva casa; as puertasy lasventanas,por lo demás,duraban muchísimosaños.

110 AructiÍ¡, Ct<>. Mucba suerte co/t hatto palo. Ordenamiento, prólogo y notas de Dora Varona.Memorias. Buenos Aires: Editorial Losada, 1976.

11 1 ALEcRÍA,Ciro.Duelodecaballeros.Cuentosyrelatos.Lirna:EditorialLosada, 1965.Enadelantecitamos según la eclición cl e Losacla.

11 2 AlncnÍ¡, Ciro. .Calixto Garmendia', en I)Ltelo de caballerc¡s,

B5

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B6 CnnlosR¡vos Núñrz

Para asegurarse el sustento y el de su familia, don Calixto cultivaba una

pequeña chacra de trigo, maíz y habas con la ayuda de los indígenas, a

cambio de lo cual les entregabaunas monedas o les arreglaba sus enseres

de labranza. Distinta era la fortuna cle los Garmendia cuando un rico del

pueblo moría y les era encomenda da Ia pteparación de un lttjoso ataúd. El

altivo carpintero jamás ocultaba la oscura satisfacción que ese ajeno infor-

tunio le procuraba. Y es que, entfe el taller y la chacra, Garmendia podía

consiclerarse libre del arbitrio de los poderosos cle la comarca:

A causa de tener algo y también por su carácter dice Remigio-, mi

padre no agachabalacal>eza nte naclie.su banco de carpinteroestaba

en el cor-redor le a casa,dando a la calle. Pasabael alcalde."Buenosdías,señor",decíami padre,y se acabó.Pasaba l subprefecto' Buenos

días,señor,"y asuntoconcluido.Pasabael alférezde gendarmes. Bue-

nos días,alférez,'y nadamás.Pasaba l juez y lo mismo.Así era mi pa-

dre con los mandones.Ellos hubieran querido que les tuviera miedo o

les pidieseo les debieraalgo. se acostunlbrana todo eso los que man-

dan. Mi padre les disgustaballs

Otro motivo paralzr animadversión de las autoridades era la inclinación

de clon Calixto por los reclamos. Garmenclia no dudaba en plegarse a cual-quier manifestación, fuese promovicla esta por indios, mestizos o blancos

pobres:

oía de lo que se trataba,si le parecíabien aceptabay salíaa Ia cabeza

de la gente, que daba vivas y metía hartabulla, para hacer el reclamo.

A veces hacía ganara los reclamadoresy otras perdía, pero el pueblo

siempre le tenía confianza.Abuso que se cometía, ahí estabami padre

para reclamar al frente de los perjudicados. Las autoridades y los ricos

del pueblo, dueñosde haciendas fundos, e tenían echadoel oio parapartirlo en la primera ocasiónl14.

Inesperaclamente, el pueblo fue atacado por una epidemia de tifus que

acarreó una gran mortandad. El panteón del pueblo estaba colmado con

los muertos clel pueblo y los que traían clel campo. Entonces las autorida-

cles echaron mano de la chacra de Garmendia. No obstante las protestas

del carpintero la expropiación se llevó^

c^bo, bajo el pretexto de que el

tefreno estaba ya cercado. El justiprecio fue fijado en setecientos soles, que

nunca le serían abonados. Siempre faltaba una autorización, un requisito

formal. o. sencillamente, no había dinero en ese momento.

173 Ibíclern,pp. 47-48.

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CnpÍrulo2. N¡nnADoRESABocADos

Garmendia empezó las gestiones, si no para recuperar el terreno, por lo

menos para obtener el pago del justiprecio. El escribano de la localidad le

hacía las cafias, al precio de dos soles por caclauna. Enviódos o tres misi-

vas al diputado por la provincia, otras a1 senttclot'por el departamento, una

al Presidente de la República, siempre con resttltados infructuosos. Desen-

gañado, escribió a los periódicos de Tn-rjillo v cle Lirr-ta. on idéntico resulta-

do. "Mi padre -comenta certeramente el narraclor- tarcló en desengañar-

se de reclamar lejos y estar yéndose por las alttlras. r-arios 1ños"115.

Un día, a la desesperada,fue a sembrar la p:rrte clel prrnteón que aún no

tenía cadáveres,para afirmar su propieclad. Lo torlraron preso los gendar-

mes, mandados pOr el subprefecto en persona, ) estllvo clos clíasen la chr-

cel. Los trámites estaban ultirnados 1'legalmente el terreno era cle propiedad

municipal. Don Calixto presentó clos recursos al iuez. Le costaron cliez soles

cacla uno. El iuez los declaró sin lugar. El dinero ahorrado se fue en caftas

y en papeieo. A los seis o siete años del clespojo, Garmendia se cansó de

cobrar. Alguna vez pensó en irse a Trujillo o a Lima a reclamat, pero no tenía

dinero para eso. Además, viénclolo pobre y solo, sin influencias ni nada, no

le harían caso. El terrenito seguía de panteón, recibiendo mueftos:

Mi paclreno queríani vello, pero cuandopor casualidadlegabaa mirar-

lo, decía:"¡Algo mío han enterraclo hí también! ¡Creausted en la justi-

cia!" Siemprese había ocupado de que le hicieran usticiaa los demás

y, al final, no la habíapodido obtener ni paraé1mismo' Otrasveces se

quejabade carecerde instruccióny siempredespotricaba ontra os tira-

nos, gamonales, agarotes mandones.

No le quedó otra cosa que su modesta carpintería:

La verd ac| era qLle cllanclo nos llegaba la noticia de Lln rico clifunto y el

encargo de un cajón, mi padre se ponía contento. Se alegraba de tener

trabajo y también de ver irse al hoyo^

uno de la pancli l la que lo cles-

pojó. ¿A qué hombre, tratado así, no se le claña el corazón? IvIi madre

creíaque no estaba bueno alegrarse clebido a la muerte de un cristiano

y encomendaba el alma del finado rezando unos cuantos padrenuestros

y avemarías. l)uro le dábamos al serrucho, al cepillo. a la liia y a la cla-

vada mi paclre y yo, que un cajón de muerto debe hacerse luego. Lo

hacíamos por 1o común de aliso y quedaba blanco. Algunos lo querían

así y otros que pintado de color caoba o negro y encima charolado. De

todos moclos, el muerto se iba a podrir lo mismo ba)o la tierra, pero alln

pafa eso haY gLlstos.

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BB CnnlosRavosNúñrz

El temperamento de Garmendia, de entusiasta y aguerrido, pasaría a

sombrío y reservado. Si antes su trabajo de carpintero lo colmaba de con-

tento, ahora tornaba para él en incomparable fuente de disgusto y hastade odio.

Antes o habíavisto yo gozarsepuliencloy charolando cualquierobritay le quedabamuy vistosa.Despuésya no le importó y como que salía

del pasocon un poco de lija. Hastaque al fin llegabael encargode otro

cajón de muefio, que era plato fuerte, Cobrírbamos eneraimentediez

soles.Déle otravez a alegrarsemi padre,qr-re olía decir: "¡Se regó otro

bandido, diez soles!";atrabaiarduro él y)'o;

a rezar mi madre,y a sen-

tir alivio hastapor las virutas.Pe¡o ahí acababa odo.

Al declive moral de don Calixto se añzdia el deterioro mental. Su mo-

desta venganza se había reducido ahora a llenarse los bolsillos de guiia-

rros, para lanzarlos hacia los techos de las casascie sus enemigos en la no-

che cerrada Ilna vez alcanzado el blanco, el enloquecido Garmendia huía

hasta que, guarnecido en casa, rompía en macabras carcajadas.Poco a po-

co, el carpintero afinó el dominio de su curiosa ¿rrtillería.Era imposible ha-

llar al autor de los daños. Cuando la vigilancia en las casas amenguaba,

volvía a su tarea justiciera: romper tejas. Prinero fue la casa del alcalde,

luego seguirían las viviendas del juez, del subprefecto, del alférez de gen-

darmes y del Síndico de Gastos. Relataba el narrador del cuento:

Se había vuelto un artistade la rotura de teias. De mañana salíaa pa-

searpor el pueblo para darseel gusto de ver que los sirvientesde las

casas que atacaba,subían con tejas nuevas a reemplazar las rotas. Si

llovía era mejor para mi padre.Entonces^t^c^b^

la casade qr-rien dia-ba más,el alcalde,para que el agua le dañarao, al caerles, os moles-

taraa él y su familia. Llegó a decir que les metíael agua a los dormito-rios, de lo bien que calculaba as pedradas.Era poco probable que

pudiese calcular an exactamente n la oscuridad,pero él pensabaque

lo hacía,por darse el gusto de pensado.

De un momento a otro, el aborrecido alcalde murió, y, como era de

esoerar. Garmendia fue llamado a construir el féretro:Mi padre fue llamado para que le hiciera el cajón y me llevó a tomar las

meclidas con un cordel. El cadáver era grande y gordo. Había que verle

la cara a mi paclre contemplando al muefto . Él parecía la muefte. Cobró

cincuenta soles aclelantaclos, no sobre otro. Como le reclalnaron del pre-

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C¡pÍrulo 2. NanRADoRESABocADos

tierra que me quitaste,condenado; come, come". Y reía con esa su risahorrible. En adelante, dio preferenciaen la rotura de tejas a la casadeljuez y decíaque esperabaverlo entrar al hoyo también, lo mismo que a

los otros mandones. Su vida era odiar y pensar en la muerte.

El arribo del nuevo alcalde no significaría para Garmendia úna garantía

de justicia. Se le insistía llanamente: "no había plata p:rra pagarle". Es más,

se le acusó de excederse en el cobro de los cincuenta soles por un simplecajón de muerto y salieron a relucir sus añejas peripecias como agitadordel pueblo. Ya fuera de sí, el viejo carpintero entpezci r elevar Ia voz, loque le granjeó una imputación de clesacato quince clítrs le perrnanencia

en la cárcel. La esposa e sugirió que arnbos acr-rcliesenlolando y le supli-caran hnrnildemente el pago. Pero Garr.nenclia rclamó: ;Eso nunca! ¿Porqué quieren humillarme? ¡La ¡usticia no es l imosnal ;Piclo justicia!" Pocodesoués. don Calixto Garmenclia alleció.

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Capítulo

TresabogadosallidosVargas losa, ¡beyroBryceEchenique

1. La urgencia l iment ic iae Vargas losa

Las alusionesde MarioVargasLlosa(Arequipa, 193fi l ell t()rl lo ai clerechono

deben ser escatimadas,en especial, las referencias lt sl-tépctca cle estuclian-

te en la Facultad de Jurisprudencia de la Universrclltclcle Sen \larcos. En l'a-

rias de sus obras el autor areqr,ripeñoevoca que. aún aclolescente, ngresó a

San Marcos para estudiar letras y derecho, "la prinlera por vocación y Iasegunda por resignadas razones alimenticias"l. Lna relletnbranza recul'ren-

te es, muy contrario a los deseos de su familia, sn eiección de una universi-

dad clel Estado, que sería, como él clenomina. Ltn 'acto de rebeldía" frente a

ia propagada idea de que un estudiante de clase meclia debía optar por la

Universidacl Católica, institución privada más ¿r ono para la imagen social y

las relaciones. En realidad, el aliento para cstr,rdizrrierecho provino del que-

rido tío Lucho, el simpático y práctico hert-llano de su madre, quien reem-

plazaba la ausente figura paterna. Lltcho Llosa pensaba que la abogacía ledejaría espacio para cultivar la literatr-rra.Con aquella podría conciliar "la

vocación literaria y el trabajo alimenticio"2. No fue tampoco pequeño el tra-

bajo realizado en esa misma dirección por el doctor Guillermo Gulman, abo-

gado y maestro de economía política, reclutado por el director Marroquín,

en el legendario Colegio San Miguel de Piura.

Fue ese cLlrso,creo, -¿¡eta el novelisfv- y también los conseios clel

tío Lucho, los que me animzrron a segLlir uego, efl la Llniversidad, lascarreras de Letras y Derecho. Antes de ir a Piura estaba resLleltoa hacer

V¡nc;ns Llos¡, iVario. ISasespara una húerpretacirin de Rubén Darío. Litlra: Universiclacl

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92 Cnnt-os nn¡os úñrz

sólo Filosofía y Letras. Pero en esas clases del doctor Gulman, elDerecho parecíamucho más profundo e importanteque lo meramenteasociadoa los litigios: una puerta abiertaa la filosofía,a la economía,a

todas as cienciassociales3.

Su estancia en Piura y las largas tertulias con el tío Lucho también

determinaron que postulase a la Universidad de San Marcos, no a \a

Católica, "Universidad de niñitos bien, de blanquitos y de reaccionarios.

Yo iría -afirma rotundo- a la nacional, la de los cholos, ateos y comu-

nistas"4. En esa gran novela que es Conuersación en La Catedral(7969), a

través de Zavalita, el clesconcertado protagonista de dicha novela y alter

ego del autor. Zoila, la madre burguesa de Santiago Zavala sobresaltada,pronostica: "No quiere entrar a la Católic'¡ sino a San Marcos. Eso lo tiene

hecho una noche a Fermín". Don Fermín, ei acaudalado e influyente

padre interviene también: "-Yo lo haré entrar en razón, Zoila, tú no te

metas. Está en la edad del pato, hay que saber llevarlo. Riñéndolo, se

entercará más". " -Si en vez de consejos -retruca doña Zoila- le die-

ras unos cocachos. El que no sabe educarlo eres tú". A su vez, Popeye,

hiio de un senador odriísta, le comenta a su padre en torno a la decisión

de Santiago: "-Se le ha metido entr¿rra San Marcos porque no Ie gustanlos curas, y porque quiere ir donde va el pueblo- dijo Popeye. -[¡ ¡s2-

lidad, insiste Popeye, se le ha metido porque es un contreras. Si sus vie-jos ie diieran entra a San Marcos, diría no, a la CatóIica". "-Zoila tiene

razón, en San Marcos perderá las relaciones -dijo la vieja de Popeye-,

los muchachos bien van a la Católica. También en la Católica hay cada

indio que da miedo, mamá -acotó Popeye5. Popeye se encargaría de

darle consejos: "-1s vieja se fue a dar sus quejas a la senadora por 1o de

San Marcos. -Puede ir a darle sus quejas al rey de Roma -dijo Santiago.-Si tanto les friega San Marcos, preséntate a la Católica, que más te da

-dijo Popeye. -¿O en la Católica exigen más? -A mis viejos eso les

importa un pito -dijo Santiago-. San Marcos no les gusta porque hay

cholos y porque se hace política, sólo por sse. -Js has puesto en un

plan muy fregado- dijo Popeye. Te la pasas dando la contra, rajas de

todo, y te tomas demasiado a pecho las cosas. No te amargues la vida por

gusto, flaco6. El ingreso a San Marcos, suscita, después de todo, la alegria

de don Fermín y un orgullo explícito: "Lo importante es que el fTaco haya

Ibíden'r,p. 188.

Ibíclenr,p. 203.34

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Cnpírulo . TnrsABocADosALLTDos:nncns rosR, raeynoBnycrEcHeuour

entrado a la universidad.La Católica hubiera sido mejor, pero el que quie-re estudiar, estudia en cualquier parte". "_.La Católica no es mejor queSan Marcos, papá

-dijo Santiago-. Es un colegio de curas.y

yo no quie-ro saber nada con los curas, yo odio a los curas"7. Don Fermín sostieneque no le importa si sus compañeros son blancos, negros o amarillos.Solo espera que estudie y no se quede sin una carrera como su atlético yfrívolo hijo mayor, el Chispas.

La coincidente elección de sus amigcts parece reforzar la convenienciade estudiar una carrera liberal como derecho. Uno de los compañeros deZavalifa, Jacobo, el brillante judío que desh-rmbró a la ex estudiante del

YillaMaría, también estudiaría derecho e hisroria. Aícla, la muchacha de laque se enamora Santiago, escoge finalmente clerecho. clespr-rés le cludarante la psiquiatría. \lashington, el joven andino cle esplénclida formaciónmarxista y forjador de un círculo de estuclios. es un alumno de derecho.Todos siguen otras carreras (la brevedad ciel esp;rcio físico en la Casona deSan Marcos lo permite tanto como el estatuto universitario) pero, más alláde su adhesión ideológica o política, con-]parten una sola c rrer^..derecho.

A veces, sin embargo, a Santiago Zaval,a,estudiante de letras y de juris-prudencia, lo invade un hilo de desconsuelo. Así, en un monólogo anota:"En San Marcos no se estudia nada, flaco, solo se hacía política, era una cue-va de apristas y comunistas"s. En un pasaje, afTorannítidamente prejuiciosque ha procurado reprimir: "Cholos, cholas, aquí no venía gente bien. Mamátenías razón"9. En efecto, un estudioso de la obra de Yargas Llosa indica quepara el escritor la universidad pública más importante del Perú era un campode experimentación que luego utllizaríal). Ese contacto con la realidacl pudo

haber sido la verdadera razón de su incursión sanmarquina, que, por otrolado, no está libre de sinsaboresy sentirnientos de pérdida. Pérdidas no solosociales: los amigos de Miraflores y los parientes de clase media alta de ras-gos europeos. Un biógrafo, que fue a su vez compañero de estudios en elColegio La Salle y en el Colegio Militar Leoncio Prado, llegó a sostener conironía que Vargas Llosa "ni alternó ni hizo amistad con los cholos sanmar-quinos. Para qué" (sic)11.Pero, incluso, pérdidas morales: "Antes de irme decasa --dice Santiago, cuando entré a San Marcos, yo era un tipo puro"lz.

7 Ibíclem,40.

8 lltídern, p. 85.

9 Ibídem, p. 83.10 Anues M¡ncEro,J.J. VargasLlosa.El ticio de escribir. Madrid: Alfaguara, 2002, p. j2 .

93

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94 CnnlosRnvosNúñrz

La ruptura con el padre será atribuida en la boca de Ambrosio al ingre-

so en la universiclad estatal: "-Su papá decía que a usted San Marcos le

hizoclaño. Usted deió cle quererlo por culpa de la universidad"l3. Don

Fermín ya se había expresado en términos hirientes y caricaturescos: "Ha

percliclo su categoría, ya no es como antes. Ahora es una cholería infec-

1a...14.En otro lugar, Zavalita apllnta con franca decepción académica:,,SanMarcos efa un burdel y no el paraíso que creías",donde enseñaban,,\as cabezasdel Perú". No tanto porque ias clases se iniciarán en iunio en

lugar de abril, sino porque "los cateclrirticos fueran decrépitos como los

pupitres". Con Aída pensaba que la mediocriclad se explicaba por los míse-

ros sueldos que recibían del Estado y el tiempo perdido en el trabajo endependencias públicas y con Jacobo por la falta de adoctrinamiento que

propiciaba el sistema.Si en junio las aulas estaban abarrotadas,en el mes

de septiembre soio asistían la mitacl de los alumnos, y estaban contamina-

clos de formalismo burgués y únicaurente buscaban el título. La pregunta

crucial pronunciada por Santiago Zavala mientras bebía con Ambrosio en

el bar La catedralde la AvenidaT^cnai ¿Enqué momento se jodió el Perú?,

se transformaba en una interrogante personal para el frustradopersonaje:

san Marcos. ,,¿Ahí,piensa, me jodí ahíi"1t.Ya sea en las inmediaciones del

Palacio de Justicia o en tofno a la pileta de Derecho en la Casona del Par-

que Universitario, Jacobo pfocura explicar la medianía de los profesores:

"La universi dad era un refleio del país, decía Jacobo, hacía veinte años esos

profesores a 1o mejor eran progresistas y leían, después por tener que tra-

bajar en otras cosas y por el ambiente se habían mediocrizado y aburgue-

sado". La solución para ese fracaso individual y colectivo descansaba, inge-

nuamente para estos jóvenes, en la reforma universitaria, la cátedra para-

lela, el cogobierno universitario, la universidad popular, el centro federa-

do y el derecho cle tacha y, si era posible, en la revolución16.

En otro pasaje autobiográfico, en este caso más directo que se inserta

en La tíaJutia y el escribidor 0977), Vargas Llosa, vecino miraflorino de la

caile Ocharán, comensal los días jueves de su tío Lucho y director de infor-

maciones de Radio Panamericana, se describe como estudiante de tercer

año de clerecho en San Marcos, "resignado a gan rme más tarde Ia vidacon una profesión liberal, aunque, en el fondo, me hubiera gustado más

13 lbídem, p. I28.

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Cnpírulo . TnrsABocADosALLTDoS:anc¡sLlosn,Rrgrvno BnvcrEcsrxroue

Ilegar a ser un escritor"17. Sus padres, entonces reconciliados, preferían la

caffera de derecho en la que se matricula durante tres años, pero a la que,

finalmente, el escritor rechaza a favor cle una firme apuesta literarials. Eljoven Vargas Llosa le confiesa a Julia Urqr,ridi que solo "estudiaba Derecho

para darle gusto a su familia"le.

A pesar del poco interés que le provocaba a \¡argas Llosa el estudio del

derecho, y no obstante la pesada carga de sus cliferentes empleos, recono-

ce que dedicaba algún tiempo a preparar slrs exl'rr-nenes, un cuando conpoco ahínco, durante la época que trabajaba en Itaclio Panamericana junto

al artífice de radio novelas, el caudaloso boliviano Peclro Camacho:

Yo solía metermeal cubículo con el pletexto cle estucliur. e que en migallinero había mucho ruido y gente (estlrclirb:rr¡s cur.sos e Derechopara exámenes olvidaba odo despuésde rerciir'los: 1r.reanrás ne sus-pendieran, o cual no hablababien de r.r.liino rrr:ri le :r universiclad). esentabaenelalféizar de la ventanay hunclirr:i nuriz er.r lgr-in ócligo.Enrealidad, o espiaba2o.

Cuando ya labía iniciado su romance con Jnlia L-rqr.ricii, argasLiosa re-

cuerda que trabó amistad con un compañero srnrrrrlqr-rino, un arequipeño,más estrictamente camanejo, Guillermo Velanclo. qr-riense tornó en su salva-

dor intelectual, puesto que asistía cada vez lre nos a clases y se hallaba mal

preparado para rendir exámenes. Velando vir'ía en una pensión del centro,

cerca de la Plaza Dos de Mayo, en un cuaftito pequeño, abarrotado de li-

bros. maletas v baúles v. como lo describe el afamado escritor:

Era un estudiante modelo, eue no perdía una clase, apuntaba hasta la

respiración de los profesores y aprenclía cle memoria, como yo versos,

los artículos de los códigos. Siernpre estaba hablando de su pueblo,donde tenía una novia, y sólo esperaba recibirse de abogado para dejarLima, ciudad que odiaba, e instaiarse en Camaná, donde batallaría por

el progreso de su tierra. Me prestaba sus apuntes, me soplaba en los

exámenes y, cuando éstos se venían encima, yo iba a su pensión, a que

me diera alguna síntesis milagrosa sobre lo que habían hecho en clase.

De allí venía ese clomingo, después de pasar tres horas en el cuarto de

Guil lerff io, con Ia cabeza revoloteante de fórmulas forenses, asustado dela cantidad de latinajos que había que memorizar

17 V¡nc¡s LLos¡. Mario. La tíaJulia-v

el escribidor. Madrid: Alfaguara,2004, pp . 15, 21. La edi-ción original apareció en Barcelona, por Seix I)¡rra|, en 1977.

18 CASTRo-KI.ARÉN,ara. Marir¡ Vargcs Llosa: Anrilisis introdLtctorio. Lima: Latinoamericana, 1988,p.23.

1,9 VARGASLosA, Mari<>.La tíaJulía y el escribidor. Op. cit., p. 115.

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96 CnnlosRnvosNúñrz

Velando lo llamaba para recordarle que "la facultad todavía existía yaclvertirme que al día siguiente me esperaba un examen de derecho pro-

cesal"z2.Inesperadamente, vargas Llosa obtuvo en el examen de cjerechoprocesal una nota más alta que Velando, quien, en realidad, conocía más\a maferiaz3.En uno de sus cursos, Derecho penal, el escritor descubre lavoluptuosa actitud del catedrático, "un personaje de cuento,,, a quien des-cribe como una "perfecta combinación de satiriasis y coprolalia, miraba alas alumnas como desnudándolas y todo le servía de pretexto para dectrfrases de doble sentido y obscenidades. A una chica, que le respondió bien

una pregunta y que tenía el pecho plano, la felicitó, regodeando la pala-bra: Es usted muy sintética, señorita", y al comentar cierto artículo del có-digo Penal lanzaba inútiles peroratas sobre enfermedades venéreasz4.

cuancio era necesario obtener una copia de su partida de nacimiento afin de validar su matrimonio con su tía Julia urquidi, que pretendía impug-nar el indignado padre, Vargas Llosa, incapacitado para lograr una copialegalizada de su partida de nacimiento, debió enfrentarse a la burocracia

universitaria en términos formalmente legales. La señora Riofrío, secretariade la Facultad de Derecho de San Marcos y encargada de dar las notas,habría de asomar entonces. Engañada por vargas Llosa, quien le habló cleIa necesidad de un empleo, la pobre señora, escarbó entre los expedien-tes de los alumnos, hasta encontrar la partida de nacimiento del escritor:"un día voy a perder mi puesto por hacer estos favores y nadie \evaniaráun dedo por ry7i"25.

vargas Llosa se desprendería, definitivamente de sus libros de derecho,cuando requería dinero paru ayudar a Julia urquidi en su viaje a chile, afin de apaciguar el escándalo, suscitado en su familia, a raíz de su prema-turo matrimonio. Recuerda que vendió a un librero miraflorino de la calleLa Paz, "todos sus libros que aún conservaba, incluidos los códigos ymanuales de Derecho, con lo que compré cincuenta dólares,,26. s proba-ble que este fuera su último contacto directo con los textos legales.

El conocimiento del que el escritor disponía en aquel entonces en tornoal sistema normativo, se revela superficial y limitado. No se trata en esü1c-to de un estudiante de derecho, volcado al estudio de la ley. menos de la

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Cnpírulo 3, TnesABocADos ALLTDos:nRcnsLlosn, RlBEyRo BRYcE cserutoug

doctrina ni de la jurisprudencia.Es poco o nada 1oque ha aprendido. La

ocasión es su propio matrimonio con Julia Urquidi, la falsificaciónde lapartidade nacimiento,que se atribuiríaa la supuestacorruptorade meno-

res, quien pagaría os platos rotos y la eventual nulidad que invoca su

indignado padre. El desconocimientode categorías omo la nulidad abso-

luta de la anulabilidad, así como la distinción entre un ilícito civil de un

delito penal lo atestiguan.Tal diagnósticono puede ser un reproche,sino

simplementeuna constataciónde una falta clamorosade formación jurídi-

ca. El temor inicial que le suscitan as amenazasde su padre Ernesto cede

a la serenidad,despuésdel diálogo con un jusperito:

Por o pronto,consultar un abogado fue lo únicoque se me ocu-rrió-. Sobremi matrimonio io otro. ¿Conoces algttnoque nos pueda

atender gratis, o darnos crédito'l Fuim<¡sdoncle un abogado joven,

parientesuyo, con quien algunasveceshabíamoscorrido olas en laplaya de Miraflores.Fue muy amable. tomó con hurror la i-ristoria le

Chincha y me hizo algunasbromas, como había calculadoJavier, noquiso cobrarme.Me explicó que el matrimonio no era nulo sino anula-

ble, por la correcciónde fechas en mi partida. Pero eso requeríaunaacción iudicial. Si esta no se entablaba,a los dos años el matrimonioquedaría automáticamente compuesto"y ya no se podía anular. Encuanto a la tía Julia, sí era posibie denunciarlacomo "corruptora demenores",sentarun parte en la policía y hacerladetener,por lo menosprovisionalmente.Luego, habría un juicio, pero él estaba seguro que,

vista las circunstancias----€sdecir, dado que yo tenía dieciocho y nodoce años- era imposible que prosperara a acusación:cualquier tri-bunal la absolvería27.

Vargas Llosa recuerda que al retornar a Lima tras varios años de ausen-

cia, se dirigió por la avenida Abancay hacia el Parque Universitario y, al

observar las instalaciones donde años atrás funcionara la Universidad de

San Marcos, una nostalgia lo embargó. Las aulas que alguna vez habían

acogido al novelista en sus años de estudios en letras y derecho se habían

convertido en oficinas y en un museoz8. "No terminé nunca la carrera de

abogado, pero, para indemnizar de algún modo a la familia y para poder

ganarme la vida con más facilidad, saqué un título universitario, en unaperversión académica tan aburrida como el Derecho: Filología

Románica"29. Una bocanada de frustración concluyente se observa en un

diálogo esencial de Conuersación en La Catedral, entre Caditos y ZavaIiia,

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9B CnnlosRnH¡os úñrz

esos dos periodistas desengañados,el primero pronostica al segundo:

"Nunca te inscribirás en el partido comunista].Cuando terminesSan Mar-cos te olvidarás de la revolución, y serásabogadode la InternationalPe-troleum y socio del Club Nacional.-Consuélate, la profecía no se cum-plió -dice Carlitos-. Ni abogado,ni proletario,ni burgués, Zavalita.Sóloun pobre mierdecitaentre los dos"30.

En su libro de memorias personalesy poiíticas, El pez en el agua(7993)31nuestroescritorse ve precisadoa clescribir algunos etradoscon

los que organizóel Movimiento Libertady que poco tiempo despuéspasa-ron a formar parfedel novísimoFrenteDemocrático Fredemo).Así, FelipeOsterling es descrito como "abogado y maestrouniversitario de prestigio ycon una excelente acción parlamentaria".Lamentaque el profesor de laUniversidadCatólicano figuraseen la planchapresidencial,habida cuentade que su "energíay buena imagenhubieran aportads"3z. or el contrario,se muestra mplacablecon Luis BedoyaReyes, undadordel PartidoPopularCristiano, acción derechista e la DemocraciaCristiana.Comparándolocon

Fernando Belaunde Terry -el otro aliado del Frente-, VargasLlosa retra-ta al político chalaconacidoen 7919con expresiones ue el propio Bedoyahubiera querido, infructuosamente, esmentir: de origen más humilde" y"de baja clasemedia que había recorrido mucho camino para hacerseunaposición en la vida, como abogado"33. edoyaReyes nunca habíapodidosacudirse as etiquetasde reaccionario, efensorde la oligarquíay hombrede extremaderecha con que lo bautizó la izquierday fue derrotado las dos

veces que postuló a la presidencia en 1980y 7985)".Pero aquellaseti-quetasno le permitierongobernar. Es un error que hemospagado,sobretodo en la elecciónde 1985,porque su gobierno hubierasido menospopu-lista que el de Alan Garcia,más enérgicocontrael terrorismoy, sin menorduda, más honrado"34.

Una descripción más bien positiva anuncia el escritor mistiano sobreLourdesFloresNano: "(...) oven abogadase habíahecho muy popular porsu simpatía y su buena oratoria durante la movilización contra Ia esÍatíza-ción de Ia banca"35.Y, del representantepepecistaen la fórmula presi-dencial, el doctor ErnestoAIayzaGrundy, VargasLlosaguarda os mejores

30 Ibídem, p. 180

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Cnpirulo . TnrsABocADosALLtDos:nncas LosR, rsgynoBnycrEc¡rruroue

recuerdos,no obstante os matices deológicosque los separaban.Alayza,escribe,era un "ortodoxo seguidor de la doctrina social de la Iglesia,y,como ésta, receloso del liberalismo"36. argas Llosa cuenta cómo, sutil-mente y con "finísimasmaneras",el letrado e hacía legar encíclicas ató-licas sobre cuestionessociales."He aquí entre los políticos -anota elo-gioso- alguien interesadoen ideas y doctrinas,que entendía Ia poIíticacomo hecho cultural"37. l narradorno tiene las mismasexpresionesparacon otros abogados católicos,como Beatriz Merino, pedro cateriano yEnrique chirinos Soto,a los que, en el entorno del Frente,se les moteia-ba como "católicos,apostólicos, omanos y beatol'3g.

Vargas Llosa dedica unas líneas, llenas de ironía, a Luis DelgadoAparicio -tránsfuga precoz y fujimorista de prime¡2 fie¡¿- a quien re-cuerdacomo "abogadoespecializado n cuestionesaboralesy, de otro la-do, una figura popular de la radio y la televisiónpor susprogramasde sal-sa"39.Precisamente, arra el entoncescandidatodel liberalismo,Luis Del-gado había organizadouna actividad artístico-políticaen el coliseo Amau-ta. Resultaque Delgado había sazonadoel evento, en el que abundaríanlos discursosy los bailes folclóricos,con la participaciónde unas ardien-

tes rumberas igerísimamente taviadas, ue el circunspectoAlayzaGrundycontempló con "perfectoestoicismo",mientrasque chirinos Soto sencilla-mente "bufabade felicidad"4O.omo se sabe,no bien difundidos os resul-tadosde la segundavuelta electoral,LuisDelgadoy Enriquechirinos vira-ron sin tardar hacia el nuevo régimen.

otro abogado (no ejerciente)sobre el que también opina vargasLrosaes el político Alan Garcíaentoncesdíscolo presidentede la Repúblicay

uno de susmás enconados ivales,sin duda, el maquiavélico abricantedesu derrota, merced a una despiadadacontracampai'a mediática. "La impre-sión que me hizo -reconoce el escritor- fue la de un hombre inteligen-te, pero de una ambición sin frenos y cap z de cualquier cosacon tal dellegaral poder"4l.Despuésde una reunión con el jefe de Estado,que tuvoun gobierno deplorable,vargasLlosa ecuerdahaberledicho, por lo demásinútilmente: "Es una lastimaque habiendo podido ser el Felipe González

36 Ibíclem,p. 126.

37 Ibídenr.

3fl lbídem, p. 729.

39 Ibídenr,p. 137.40 Ibídem, p. I37.

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100 CnnlosRnrr¡os úñez

de Peru te empeñesen ser nuestro SalvadorAllende, o, peor aún, nuestro

Fidel Castro.¿Nova el mundo por otros rutnbos?"4z.

Encomia VargasLlosa,en sus memorias de campaia, el papel de losabogadosque, junto a médicos, ngenieros,arquitectos economistas,or-

maban partede las comisionesdel plan de gobierno de Libertad-la agru'

pación de independientes iberalesque dirigía con miras a Ias elecciones

del año 1.990-. "En su gran mayoría-anota en su descargo-, no habían

hecho antespolíticay no tenían ntención de hacedaen el futuro. Amaban

su profesión y sólo querían poder ejercerlacon éxito, en un Perú distinto

del que veían deshacerse. eticentes l principio, llegamosa convencerlos

de que sólo con su concurso podíamos hacer de la política peruana algomás limpio y eficaz"43. l recordar su juventud Mario VargasLlosa evoca a

lúcido jurisconsulto, Héctor Cornejo Chávez, profesor de Derecho de

Familia,primero en la Universidadde SanAgustíny luego en la Pontificia

Universidad CaióIica,un discípulo incompleto de José Luis Bustamantey

Rivero, personaje al que Vargas Llosa admira sin cortapisas.Conviene

transcribirel texto por la agudezade1¡uicio y el raro equilibrio entre Ia

ponderadaadmiracióny el desaiiento inal. "A pesar de su beatería,Cor-

neio Chávezasomabaparatoda una generaciónde jóvenesde una izquier-

da moderada como un hombre de ideas más avanzadas progresistasque

sus colegas,alguien empeñado no sólo en moralízary democrafiz r Ia

política peruana,sino en llevar a cabo una profunda reforma para poner

fin a las iniquidadesde que eran víctimas os pobres"aa.Agrega uego el

escritor el testimoniode su simpatíapolítica y personalhacia el que fuera

también un aceradopolemistapadamentarioy forense:

A mediados de los cincuenta, cuando se vino a Lima desde su Arequipa

natal, ese joven abogado parecía un dechado de pvreza política, un

hombre animado por un ardiente celo democrático y una indignación a

flor de piel contra toda forma de injusticia. Había sido secretario de

Bustamante y Rivero y yo que ría ver en él a una versión reiuvenecida y

radicalizada del ex presidente, con su misma limpieza moral y su com-

promiso inquebrantable con el sistema democrático y la ley.

El doctor Cornejo Chávez hablaba de reforma agraria, de reforma de la

empresa con participación de los obreros en los beneficios y en la admi-nistración, y condenaba a la oligarqvía, a los dueños de la tierra, a las

cuarenta familias, con retórica jacobina. No era simpático, es verdad,

42 Ibíclern,p. 36.

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CapÍrulo 3. Tnrs ABoGADosALLTDos:RRcRSrosA,Rlsrvnov BnvcEEcHrxtour

sino más bien un hombre avinagradoy distante,con ese hablar cere-moniosoy algo engoladomuy frecuenteen los arequipeños sobre odolos que han pasado por el foro), pero lo modesto y casi frugal de suvida nos hacíanpensara muchosque, con él a la cabeza, a DemocraciaCristianapodría llevar a cabo la transformacióndel Perú45.

Pero, después del elogio inherente a una época viene Ia demolición del

personaje. Descrito ahora con dureza como asesor de la dictadura militar

de Velasco, "autor de la monstruosa ley de confiscación de todos los

medios de comunicación y primer director de El Comercio esÍafizado". Con

el golpe, Cornejo Chávez, quien nunca disfrutó de apoyo popular alguno,

en palabras de su coterráneo:

Vio llegadasu hora. Lo que no pudo conseguira travésdel voto, el doc-tor Cornejo Chávez o obtuvo a travésde la dictadura; legar al poder en

el que los militares e confiaron rabajos an poco democráticos omo el

amordazamiento de los medios de comunicación y del Poder Judicial.(Pues ambién él sería esponsable e la creacióndel ConseioNacionaldeJusticia, nstitucióncon la que la dictadurapuso a los iuecesa su ser-

vicio)ao.

El novelista tiene también otros recuerdos del padamentario arequi-

peño Enrique Chirinos Soto. Le sorprende que después de salir de su so-

por alcohólico, exhibiera una gran lucidez y agudeza. Arremete, sin embar-

go, contra la vocación migratoria secular en Chirinos Soto. Este pudo haber

inspirado a Henry Chirinos, ese sórdido personaje de La fiesta del Cbiuo,

político y abogado allegado a la dictadura de Trujillo en República Domi-

nicana, que arrastra con dos alias vergonzosos: El Constitucionalista Beodo

y, el más agraviante todavía, La Inmundicia Viviente. Precisamente, en estanovela compite Henry Chirinos en una especie de concurso por el título al

más ruin con otros dos abogados serviles: el oblicuo y silente JoaquínBalaguer y el padre de la protagonista central, Urania, que en su primera

adolescencia fue entregada por su progenitor, Agustín Cabral, Cerebrito

45 lbídem, pp.301-302

46 Ibídem, p.3O2. La respuesta de Cornejo Chávez, editorialista del diario La República. estar'ra,

sin embar¡¡o, lejos de la ponderación de un jurisconsulto. En tono destemplado y, a juicio

de l psicoanalista, Max Silva Tuesta, "con disfuerzos de beata chismosa", puso en letras de

imprenta lo si¡¡uiente: "Qué cosa tan horrenda debe haberle ocurrido [a MVLL] en el Colegio

Militar Leoncio Prado donde, según se nos dice, estudió... o lo estudiaron a fondo, para que

odie cle esa nanera al país qu e lo vk r nacer... ¡Misterio... que preferimos no descubrir,..!".

vio... y el chinito lo derrotó". LaRepública. Lima,9 de mayo

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ConNr¡oCHÁvr.rz,éctor. "Vino, 

102 CnnlosRnvosNúñez

-otro abogadoy partidariocaído en desgracia-, a Trujillo con el propó-sito de reconquistar a confianzaperdrda.Los abogados,valgan verdades,acabanpor convertirse en las peores muestras, taI vez, hasta el detritus dela vída socialy de la política más nfecta.

YargasLlosa ha manifestadosus críticasa la profesión legal, en un textoemblemático,que no solo se dirige al abogadoasesorde empresa, rno,enlíneasgenerales, l abogadoburguésy burócrata,contrario a la simplezayel dinamismo.Es tambiénun cuestionamiento l enterosistema egal com-plicado, enrevesado laberíntico.Se tratade un notable texto ensayístico,

"La baba del gusano", incluido en la novela Loscuadernos de don Rigo-bertoaT. s toda una impugnación, ácida pero divertida, contra el burócrata,es decir, contra cualquier persona que rcalíza una labor desde un escritorio(tal vez, el propio narradorprofesional y disciplinado). El escritor,por bocade don Rigoberto, denuesta a repetición productiva, el parasitismo aboraly el horario fijo de lunes a viernesy de ocho de la mañanaa seisde la tardeque le apareja,que lo han consumido a lo largo de su actividad de espe-cialista en seguros, corroyendo su escondido talento, perdido en trámites,

gestiones, olicitudes procedimientos.Bien pudo Rigobertohaber ogradoun equilibrio entre la libertad creativay su trabajo, pero no, prefirió hacerde su labor "una embrutecedoratitina". Por el contrario, marcaría n abis-mo imposible de cruzar,convertido en una "hidra reglamentarista, ruga tra-mitadora, ey del papel sellado", encarcelado n esa densamalla de regu-laciones asfixiantes", ue recuerdana las máquinasdel plástico suizo deorientación neorrealistaJean Tinguely, que no obstante su complejidad,exactamente igual que el procedimiento judicial, acaban por parir, a lomucho, una pelotitade ping pong48. a reflexión,sin duda, es brillante.Mástodavía por cuanto VargasLlosa no debe de estar al tanto de que, en elmundo de las letras urídicas,existe un movimiento que, precisamente, esirve de artistascomo Jean Tinguely, Andy \X/arholy otros como el comu-nista berlinés George Grasz a quien VargasLlosa recuerdacomo retratistasatíricode traserosy abogadosplutócratasde la tiempo cle a Repúblicadel'Weimar,tras la primera conflagracióneuropea- para describir,como teoría

explicativa entre lo moderno y lo posmoderno,el universo de la ley y de lajusticiaen el mundo contempoñneoa9.

En las letras nacionales,a estasalturases difícil no recordar os durospasajes ontra os abogadosque escribieraManuel GonzálezPrada, n uno

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Cnpírulo3, TnEsABoGADosALLTDos:nncnsLtosA, Rlsevno BRvcrEcr irrutouE

de sus lapidarios discursos, "Nuestros jueces", en el que acusa a la abo-

gacía de haber devorado a las inteligencias más lúcidas de este país, atra'

pados en Iatinazgosy papel

selladoy tener por cerebro "un fonógrafo con

leyes y decretos"5o.

En La tíalulia y el escribidorle asalta a Vargas Llosa un recuerdo de sus

visitas librescas a la sección hemerográfica de la Biblioteca Nacional del

Perú para leer periódicos y revistas del tiempo de la dictadura de Manuel

Odría, que serviría luego de material de la novela, Conuersación en La Ca-

tedral. Sus lecturas incluían aun los pesados discursos del autócrata, "que

los asesores (todos abogados, a juzgar por la retórica forense) le hacían

decir al dictador"51. El abogado aparece como consejero y asesor. En ver-dad, una constante en la historia del Perú republicano, ya fueran gobier-

nos dictatoriales o democráticos, civiles o militares, conservadores o libe-

rales, de izquierda o de derecha es el abogado omnipresente al pie de la

silla presidencial.

Pero no todos los abogados son malos. Así en Las trauesuras de una ni-

ña mala, el tío Ataúlfo Lamiel, reformista democrático, gran lector, tan in-

crédulo de la revolución cubana como del primer gobierno de Alan García,

propietario de una bella biblioteca, cuarentón alargado y bigotudo, vecino

de el Olivar de San Isidro y cuidante devoto de su inválida esposa, Dolo-

res, además de usuario de chaleco y corbata michi, conducía un estudio

de abogados, situado en el centro de Lima, y daba clases por horas de De-

recho Mercantil en la Universidad Católica. Atendió con diligencia a Ricar-

do, el personaje que recibiría una herencia de su tía Alberta, en los trámi-

tes de la sucesión testamentaria, negándose a cobrar un centavo por sus

servicios:" -No faltaba más, yo quería mucho a Alberta y a tus padres,

sobrino". Sin duda, el tío Ataúlfo, alivió notablemente las tribulaciones ju-

diciales y notariales de Ricardo:

Fueron Llnos días pesados, con sórdidas comparecencias ante notarios y

jueces, llevando y trayendo documentos al laberíntico Palacio de

Justicia, que, efl las noches, me dejaban desvelado y cada vez más impa-

ciente por regresar aParís. En los huecos libres, releía La educación sen-

timental, de Flaubert, porque, ahora, la Madame Arnoux de la novela

tenía para mí no sólo el nombre, también la cara de Ia niña mala. lJnavez deducidos los impuestos a la sucesión y hechos los pagos pendien-

tes que dejó la tía Alberta, el tío Ataúlfo me anunció gue , vendido el

50 GoNzÁLEz R¡n¡, Manuel. "Nuestrosmagistrados".Horas de lucha. Barcelona: Moderna, 190i.

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Cnpírulo . TnrsABocADosALLTDos:ancns rosR, leeyno BnycrEcseuoug

da pero ingenua e inocente para quien conoce la dinámicajurídica, la ofre-ció en el prólogo al libro de Hernando de soto, El otro sendero. El subtí-

tulo es elocuente: "La telaraña legal" (nótese que el mismo término em-pleado por don Rigoberto en sus Cuadernos).

se dice -sentencia vargasLlosa- que el número de leyes,dispositivoscon fuerza egal (decretos, esolucionesministeriales,eglamentos, tc.)superaen el Perú el medio millón. Es un cálculo aproximado porque,en verdad,no hay manerade conocer a cifraexacta:se tratacleun dé-dalo jurídico en el que el investigadormás cauteloso atalmentese ex-travía.Esa canceÍosaproiiferación egalísticaparece la afloración sub-conscientede la anomalía éticaque estáen la raíz de la manera comose generael Derechoen el país(en función de interesesparticulares nvez del interés general).una consecuenciaógica de semejanteabun-danciaes que cadadisposición egal tenga,o poco menos,otra que laenmiende,atenúe o reniegue.Lo que, en otras palabras,significa quequien está inmerso en semejantepiélago de contradicciones urídicasvive tran.sgrediendoa ley, o -algo acasomás desmoralizador- que,en una estfuctufa de este semblante,cualquier abuso o transgresión

puede encontrarun vericueto egal que lo redima y justifique55.Esta marea legislativa por volumen y especialidad se hace imposible cle

conocer. Por otro lado, la mayoría de las disposiciones legales que regu-lan la actividad de los ciudadanos,

se cocinanen la sombrade las colmenasburocráticas e los ministerios(o en los estudiosprivadosde ciertosabogados),de acuerdoa la fuer-za persuasivade las 'coaliciones edistributivas' uyos interesesvan a

servir.Y son promulgadasa tal ritmo que ya no solo el ciudadanoco-mún, sino incluso el especialista el afectadopor la norma novísima,no estánen condicionesde conocer,cotejarcon el contexto jurídicovi-gentey acomodarel propio quehaceren consecuencia56.

Pareciera (y aquí estamos ante otro punto neurálgico del discurso) quelas normas se elaborasen deliberadamente en forma confusa con el propó-sito de aislar al pueblo, de presentar al Derecho como algo ajeno a lasociedad civil: el apartbeid legal, esto es, un sistema construido intencio-

nalmente para que no sea conocido.

claro está que, a través de la autocrítica de Rigoberto y del prólogo aEl otro sendero, vargas Llosa reclama la edificación de un sistema legal sim-

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106 CnnlosRnH¡os úñez

ple, sencillo y cognoscible. No son estos otros que ros icleales de laIlustración que harían viable los códigos modernos de los siglos XVIII y

XIX, paradigmas de la modernidad y, como tales, enérgicos enemigos dela incertidumbre jurídica del Antiguo Régimen. En tal sentido, se estaríapostulando un esquema normativo práctico, banal y sistemático. Luchtingha insistido en la asombrosa visión sistemática de la novelística vargasllo-siana57.La novela total sería como un cócligo armónico y clotaclocle pleni-tud, que lo comprenda todo. Balzac, otro exponente de esa perspecuva,daba por descontado que el código napoleónico revestía esa característi-ca58.stendhal, a su vez, le

confesaba al propio Balzac que todas las maña-nas para agarfaÍ el tono, con el fin de componer su obra La cbartreuse,leía dos o tres páginas del código galo59. La lectura del code era un pro-verbial ejempio de economía del lenguaje y de orden en medio del caos.vargas Llosa participa de un concepto similar, como ha percibido RaymondL. Villiams. Se trata de vencer el caos (como ocurre en la narrativa deFaulkner y en la idea de historia de popper), y edificar sobre sus cenizasun orden, una organización arbitraria de la realidad humana60.

La admiración de Vargas Llosa hacia Madame Bouary de Flaubert seconecta con la admiración que la idea de sistema, de totalidacl o conjuntonarrativo suscita al escritor. El escritor recuerda "esa propensión que me hahecho preferir desde niño las obras construidas como un orden riguroso ysimétrico, con principio y con fin, que se cierran sobre sí mismas y clan laimpresión de la soberanía y de lo acabado, sobre aquellas abiertas, que deli-beradamente sugieren 1o indeterminado,

lo vago, lo en proceso, lo a mediohacer"61.En otro texto, acerca de su iclea (o ilusión) de totalidad, expresaríaun concepto muy cerca de la noción de derecho sistemático pero integral yno excluyente, típico de la Escuela Histórica, que, como se sabe, no exclu-ye la costumbre, ni \a fanfasía, ni el lenguaje de un sistema jurídico:

57

5u

5960

LtrcHttxc, Wolfang A. Mario VargasLlosa: Desafiiculaclor cle realiclacles. /na intrr¡clucción asLtobra. I3ogotir:PIaz,¿ zrnes,1978.REBt;nFa, iorgio. "I l triunfo del codice civile nella testinronianza cli Honoré cle Ilalzac,,,MaterialiperLtna Storia Della cultura Giuridica. Año )O(III, núm. 1, junio cle lgg2, pp. 6z-gs.H¡rpÉnrx, ean-Louis.Le code cir,,il.parís: Dalloz, 2003, p. 90 .lWtu.rnlvts,Raynloncl L. "Literatura y política: las coorclenaclascle la escritura cle Vargas Llosa,,,

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Capírulo3, Tnrs ABocADos ALLTDoS:nncnsLlosa, RlsrvRo BnvceEcHeruloug

'Total' debe entenderseno de manera cuantitativasino cualitativa.La

obra no tratade representar xtensivamentea experienciahumana sino

mostrarque ella es objetivay subietiva, eal e irreal,y que ambos pla-nos conforman a vida. El hombre hal':.la, ctíta, ueñae inventa.No solo

es historia y raz6n, sino fantasíay deseo. No solo cálculo, también

espontaneidacl. unque ninguno de los dos órdenes está enteramente

esclavizado l otro, ninguno podría prescindirde su contraparte in des-

truirse a sí mismo62.

Otro tipo de energía vital apreciado por Vargas Llosa reside en la finne-

za de la vocación y, en particular, el hechizo que se ejerce en el ioven que,

seguro de su vocación, abandona aquello que parece un puerto seguro,cuyo trayecto y destino no ama. El propio Gustave Flaubert, a quien su pa-

dre, médico é1, obliga al joven a seguir estudios de derecho en La Sorbo-

na, debió buscar el pretexto de una enfermedad o, como dice Vargas Llo-

sa, elegirla, antes que continuar con la carrera forense. Vencido el obstá-

culo (su padre) se dedicaría a lo único que le interesaba: la literatura63.

Pero, Vargas Llosa no tiene necesidad de buscar estos actos de sacrificio o,

mejor dicho, de definición en la literatura o entre los escritores afamados,

sino entre sus propios contertulios. Así, describe en El bablador a un estu-diante de derecho muy especial, compañero suyo, Saúl Zuratas, Mascarita,

el muchacho judío cuyo protuberante lunar morado oscuro, color vino

vinagre, le cubría todo el lado derecho de la c ray del que afloraban unos

pelos rojos y despeinados como las cerdas de un escobillón' Saúl había

ingresado a San Marcos, a seguir abogacía, solo para darle gusto a don Sa-

lomón, su severo padre. El comerciante hebreo, por mucho que lo nece-

sitara, no quería verlo jamás detrás de un mostrador, sino convertido en

diputado para que la familia se vuelva importanteoa. Don Salomón quiereque la familia se vuelva importante. Don Salomón estaba convencido de

que el ejercicio de una profesión liberal como la abogacía, resultaba el

medio más propicio p^r^ alcanzar ese logro.

Era entonces frecuente que un joven universitario estudiara iunto a ju-

rispruclencia una carrera paralela como literatura o historia, peto, Masca'

rita, hacia 1956, estudiaba etnología al mismo tiempo que derecho. Sin

embargo, la verdadera pasión de Saúl era la selva amazónica, tanto que

desarrolla la tesis que los antropólogos que allí trabaian, cumplen el mismo

papel nefasto (diezmar a los indios) que los clérigos, caucheros, madere-

Barcelona:Seix Barral, 7983,, . 22.

107

62 VnncnsLlosR,Mario. Kc¿thie el hipopótamo.

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108 CnnlosRnvros úñrz

ros y reclutadores. Saúl Suratas,paulatinamente, se desinteresa de la carre-ra de hombre de leyes.

¿Sehabía enterado Don Saiomónque Saúl estudiabaEtnologíao no locreía concentrado en los cursos de Leyes?La verdad es que, aunqueMascaritaestaba aún inscrito en la Facultad de Derecho, descuidabatotalmente as clases.Con excepciónde Kafka, y, sobre todo, La meta-morfosis, que había releído innumerables veces y poco menos quememorizado, odas sus ecturaseran ahora antropológicas.Desdeel pri-mer contactoque tuvo con la Amazonía,Mascaritaue atrapadoen unaemboscadaespiritualque hizo de él una personadistinta.No sólo por-

que se desinteresódel Derecho y se matriculó en Etnologíay por lanueva orientaciónde sus ecturas,en las que, salvo Gre¡¡orioSamsa, osobreviviópersonaje iterario alguno, sino porque, desde entonces,co-menzó a preocuparse,a obsesionarse, on dos asuntosque en los añossiguientesseríansu único tema de conversación: l estadode las cuitu-ras amazónicasy la agoníade los bosques que las hospedaban.

l.l Bustamante Riveroy la fe en la leyVargasLlosaguarda una admiración plena por un político y jurisconsultoperuano. Es probable que sea, unto a la estima ntelectualque sienteporsu profesorde historia,Raúl PorrasBarrenechea, l peruano que más le haconmovido65.No es en sí su contextura ntelectual,que Ia tuvo y bien arti-culada (con una lógica de arquitectura catedralicta,admirada por el narra-dor), sino sobre todo porque lo que más le atrae de é1, antes que sus

pocos libros y aftículos,hastacierto punto, poco conocidos,descansaensu integridad moral, Hablamos de JoséLuis Bustamante Rivero,coterrá-neo y parientede los Llosa,embajadordel Peru enLaPaz, cuando la fami-

65 "Deslumbraclo po r las clasesde Porras Barrenechea,en ciert() momento consideré la posibi-liclaclde clejar a literaturay dedicarme a la historia'. Véase C¡srno-KrARl.;N,ara.Mario VargasLk¡sa,Análisis lTttrodltctorio. Lima: Latinoamericana,1988,p. 23, que cita una conferencia de lescritor en la Universidaclde Georgetown en may() de 1986. En sus testimonios, añadiría: "Lainfluencia que el curso cle Porras lFuentes Históricas Peruanas] tuvo sobre mí fue tan grandeque durante esos primeros meses en la universidad llegué muchas veces a preguntarme sidebía seguir Historia en vez cle Literatura, pues aquella, encarnada en Porras l3arrenechea,tenía el color, la fuerza dramática y la creatividad de éste y parecía más anaig4adaen la vida",VencesLrose, Mari,o.El pez en el agua. 2." edición, Lima: Peisa, 2002, p.267. porras, como

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- - 3 TnrsABoGADosALLtDos:nncns LosA, rsEvnoBnvcg c¡ruour

::r:lterna del escritor resiclía en Cochabamba. Bustamante se emparen-',:. con una larga y tradición jurídica, tanto que el padre y el abuelo, así

. :::o numerosos parientes eran también letrados66.Latíerra de Bustaman-', :-re célebre, como anotavargas Llosa en un hermoso ensayo, ¡'por su

:-:rír i tu clerical y revoltoso, por sus juristasy sus volcanes, la l impieza de

-,. ;ielo, lo sabroso de sus camarones y su regionalismo"6T.No obstante

- -.e \argas Llosa no vivió nunca en Arequipa, nunca desestimó ese víncu-

. - iamiliar. Por el contrario, lo puso siempre en evidencia.

I-no de los ascendientes comunes de Mario Vargas Llosa fue el aboga-

::o. i\Iariano Llosa Benavides, referente le¡ano de José Luis Bustamante y

ilivero. Letrado de ideas radicales en la primera mitad del siglo XIX, "alque la buena sociedad arequipeña rehuía por su fama de comecuras, des-

cle que se atrevió (...) a defender a la monja Dominga Gutiérrez"68,quien

escapó del severo convento carmelita de Santa Teresa, haciéndose pasar

por muerta y simulando ser el cadáver de un tercero.

El escritor evoca la breve relación abogado-cliente entre Mariano Llosa

v Flora Tristán. Llosa, junto a media docena de abogados, fue consultaclo,

con una recomendación adversa, por Flora Tristán acerca de la posibilidadde reclamar la herencia de su padre Mariano, de las manos de su pode-

roso tío, don Pío Tristán. El abogado librepensador, en realidad se llama-

ba José Mariano Llosa Benavides69, acabó por dade el puntillazo final. No

era solo que el matrimonio de sus padres no constase en documento y

que, en consecuencia, su filiación con su fallecido progenitor no estuvie-

se acreditada. Era también que el poder de don Pío Tristán, postrer virrey

de España en el Perú, era inconmensurable. Ya le había prevenido el pro-

pio tío, "un ser glacial, jurídico, portavoz inflexible de la norma legal. Las

leyes sagradas debían prevalecer sobre los sentimientos; si no, no habría

civilización. Según la ley, a Florita no le correspondía nada; si no le creía,

que lo consultara con jueces y abogados. Don Pío lo había hecho ya y

sabía de oué hablaba"To.

66 En la presentación del llbro El paraíso en la otra esquina, que tuvo lugar primero en la

Alianza Francesay luego en el Monasterio de Santa Catalina cle Arequipa, VargasLlosa, con

legítimo orgullo, recordaba a este pariente suyo,

67 VARcAS r.osA,Mario. Díccic¡nario del amante de Amér¡ca Latina. Barcelona: Paidós, 2006, p. 33.

68 Vences Lrose, Marío. El paraíso en la otra esquina, Bogotá; Alfaguara, 2003, p. 261..

69 GLrflÉRRr:z n re Fur:r.rrr:,Manuel, La monia Gutiérez y la Arequipa de ayer y de ho-y. Linta:

Funclación M. J. Ilustamante de la Fuente, 2005. También, Gurv¡n¡. Gn, Armando. "Entre la

i09

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(Arequipa, 

110 C¡nlosRnvosNúñrz

-siento defraudarla,doña Flora lle explicó el doctor LlosaBenavides],pero, legalmente,usted nuncaganaráese uicio. Aun si tuviera os pape-

les en regla,y el matrimonio de sus padres uera legal, también lo per-

deríamos. Nadie le ha ganado todavía un pleito a don Pío Tristán. ¿Nosabeque medio Arequipa vive de él y la otra media aspiraa mamar de

susubres?Aunque, en teoría,seamosya República, a Colonia estávivi-

ta y coleandoen el Perú71.

El escritor arequipeño recuerda que la noticia de ia elección de su tío

como presidente constitucional del Perú "revolucionó a toda la familia".

No era para menos, "el tío José Luis era reverenciado como toda una cele-

bridad"7z. Don José Luis rememora Vargas Llosa, "había venido aCochabamba y estado en casa, varias veces, y yo compartía Ia admiración

hacia ese importante pariente tan bien hablado, de corbata pajarito, som-

brero ribeteado y que caminaba con las patitas muy separadas igualito que

Chaplin, porque en cada uno de esos viaies se había despedido de mí

dejándome una propina en el bolsillo"73. Como irónicamente se asegura en

los corrillos públicos de la ciudad: "En Arequipa todos son abogados, salvo

prueba en contrario".Tan pronto asumió la presidencia Bustamante, ofreció al abuelo Pedro

Llosa, el cargo de cónsul de Arica o el de prefecto en Piura. La propuesta

le vino de perillas al abuelo del escritor, pues, su contrato con la familia

Said concluía. Don Pedro eligió Piura y toda la familia, de pocos, se

embarcó hacia la cálida ciudad del norte peruano, y con ellos el pequeño

Mario y sus primas Nancy y Gladys, después de rendir sus exámenes de

fin de año. El tiempoque

ejercióla prefectura el abuelo Pedro es recor-

dado por Vargas Llosa como un período bastante feliz para la familia.

Además de ser el último trabajo estable que tendría el señor Pedro Llosa,

el modesto sueldo del abuelo contribuía al presupuesto familiar. Su tío

Lucho trabaiaba en la casa Romero y la madre del escritor, Dora Llosa,

encontró un puesto en la sucursal piurana de la casa Grace74.

La alegría y la seguridad de la familia se trocarían en desconsuelo e

incertidumbre. En octubre de 7948, el general Manuel Apolinario Odría

derrocaba al gobierno democrático de Bustamante y Rivero. El probo juris-

consulto marchó a un largo exilio. Solo una persona, integrada súbita-

mente a la familia, Ernesto Vargas, progenitor del sastrecillo ualiente, quien

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Cnpírulo , TnrsABoGADosALLIDos:ancns rosR, larvno BnvcrEcurntour

lo daba por muefto, celebró el golpe "como una victoria personal: los

Llosa ya no podían jactarse cle tener un pariente en la presidencia"T5.Por

lo visto, la simpatía del padre hacia el dictador efa una especiede afini-

dad espiritual con el autoritarismo (don Ernesto en la familia, Odría en to-

do un país), pero también una complacencia por la pérdida del poder (pe-

queño y hasta anecdótico) del que disfrutaron brevemente, en esos cortos

tres años, los Llosa. La caída del jurista, un demócrata hasta los tuétanos,

serviría de solaz a don Ernesto para burlarse de su consorte Dorita y de su

familia, una de las piezas claves para entender la tensa relación del escri-

tor con su padre:

Desdeque nos vinimos a Lima no recuerdohaber oído habiar de poii

tica, ni en casade mis padres,ni en la de mis tíos, salvo alguna frase

sueltay al paso contra las apristas,a los que todos los que me rodea-

ban parecíanconsiderarunos facinerosos en esto mi progenitor coin-

ciclíacon los Llosa).Pero la caídade Bustamante la subida del gene-

ral odría sí fue obieto de exultantes monólogos de mi padre celebran-

do el acontecimiento, nte la cara tristonade mi madre76.

En un sutil nexo entre las ideas y sentimientos dictatoriales de ErnestoVargas, un tenaz opositor a la vocación literaria de su hijo Mario y res-

ponsable (con ánimo correctivo pafa sus inquietudes literarias) de su

matrícula en el Colegio Leoncio Prado, en Conuersación en La Catedral,

popeye Arévalo, El pecoso, íntimo amigo de Santiago zavala, novio y futu-

ro esposo de su hermanaTeté, comenta con su padre, el senador:

-El flaco no se leva bien con su viejo pofque no tiene as mismas deas

-dijo Popeye.-¿Yqué ideas tiene ese mocoso recién salido del cascarón?se rió el

senador.( . . . ) .

-Al flaco le da cólera que su viefo arrdara a Odría a hacerle la revo-

lución a Bustamante dijo Popeye-. Ét estácontra los militares'

-¿Es bustamantista?A --dijo el senador-. Y Fermín cree que es el

talento cle la familia. No debe ser tanto cuando admira al calzonazosde

BustamanteTT

El senador Arévalo, padre de Popeye, asume una típica descripción,

propia de las clases altas latinoamericanas del siglo )O(, conforme a la cual

un demócrata es un "calzonazos", vale decir, un tonto, un iluso, alguien

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112 CnnlosRavosNúñrz

incapaz de darse cuenta de que es preciso emplear la fuerza para impo-

ner el orden, como lo haría un dictador, en especial, quien detenta un

grado militar, que, a través de un golpe solo intenta restablecer el orden y

el principio de autoridacl.

En diálogo entre El pecoso y su padre, el senador partidario de Odría,

interviene también su madre, ahora en defensa del presidente derrocado:

-Sería un calzonazos,pero era una persona decente y había sidodiplomático -dijo la vieja de Popeye-. Odría, en cambio, es un sol-dadote y un cholo.-No te olvides que soy senadorodriísta se rió el senador-. Así que

déjatede cholear a Odría, ontitaTs.

La madre de Popeye apela al prestigio moral del ex presidente Busta-

mante, que, se acentúa por su perfil diplomático. Odría, un militar de cuar-

te l y, por añadidura, cholo, no estaba a la altura de la persona decente que

era Bustamente, un jurista de notable trayectoria. El perfil racial quita fuer-

za al argumento. El término decente entre los segmentos altos y medios de

la sociedad peruana equivale a un blanco o un mestizo con cierto presti-

gio. No se recusa, sin embargo, la principal impugnación: el ser "calzona-zos", esto es demócrata79.

En la novela, Cbispas, antes llamado Tarzán por su musculatura, el

torpe hermano de Santiago, hijo primogénito de don Fermín, se queja de

Bustamente por su debilidad ante sus opositores políticos. En suma se tra-

taba de un blandengue que no sabía utllizar la fuerza contra sus enemigos:

-Solo a los apristas y comunistas -dijo el Chispas-. Ha sido buenísi-

mo con ellos, yo los hubiera fusilaclo a todos. El país era un caos cuan-

do Bustamante, la gente decente no podía trabalar en paz.

-Entonces tú no eres gente decente -dijo Santiago-. Porque cuanclo

Bustamante tú andabas de vago

-Te estás rifando un sopapo, supersabio -dijo Chispas.so

El magnetismode Bustamante Rivero no se apagópara VargasLlosa.A contracorriente,a su retorno, junto a otros líderes jóvenes del movi-miento demócrata cristiano que lo auspiciaban, todos ellos abogados,

/¿5 lDloem.

79 Martín Adán, poetá y ensayista, que terminó sus años de vida privaclo de razón, con sana

ilonía, trazaba un paralelo sarclí¡nico del gobierno de Bustamante y Rivero. Decía el escritor

que el régimen democrático de Bustamante para el Perú era el equivalente de la regencia de

Santa Rosita de Lin.raen la Penitenciaría.Esto es, un imposible.

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CnpÍrulo . TnrsABoGADosALLTDos:¡ncasLrosR, lsrvno BnvcrEcurruloue

como los arequipeños:Mario Polar,Héctor Cornejo Chávez, aime Rey deCastroy RobertoRamírezdel Villar,y los limeños,abogados ambién,Luis

Bedoya Reyes (abogado en una famosa acción de habeas corpus queimpulsaba el retorno de su líder), IsmaelBielich y Ernesto AlayzaGrundy,algunosde los cualeshabíansufrido persecuciones destierro, rían a reci-birlo. Los adherentes"eran profesionales óvenes, sin vínculos con losgrandes ntereseseconómicos,de típica clasemedia,no contaminadospor

la suciedad política presente o pasada que parecían traer a la políticaperuana una convicción democráricay una inequívocadecencia,aquello

que había encarnadodemanera an prístinaBustamante Rivero durante

sus tres años de gobierno"81.

VargasLlosa,estavez en términosmás reflexivos,no obstantesu brevepertenenciaa una célula comunista, Cabuide,estimabaque aquél movi-miento (la DemocraciaCristiana)se organizabaparaque Bustamante Ri-vero fuera su líder e inspirador,y, acaso,su candidatoen el próximo sufra-gio. Su adhesión hacia Bustamantese había consolidado por las críticasantidemocráticas el aprismo que, con el propósito de ridiculizado, acuñó

el término de "cojurídico" (empleado uego por Velascocontra los vocalesde la Corte Suprema,a quienespretendíadestituir):

Esto lo hacía para mí aún más atractivo, pues mi admiración por

Bustamante -por su hon radez y ese culto religioso a Ia ley, que el apris-

mo ridiculizó tanto apodándolo el "cojurídi6e"- se había mantenido

intacta aun durante mi militancia en Cahuide. Esa admiración, lo veo

ahora más claro, tenía que ver precisamente con aquello que el común

de los peftianos se había acostumbrado a decir compasivamente de su

fracaso: 'Era un presiclente para Suiza, no para el Perú' ---{omo se titulael libro-testimonic-rque escribió clesde el exilio-, Bustamante y Rivero

gobernó como si el país qlre lo había elegido no fuera bárbaro y violen-

to, sino una nación civilizada, de ciudadanos responsables y respetuosos

de las instituciones y las normas que hacen posible la coexistencia social.

Hasta el hecho de que se hubiera tomado él mismo el trabajo de escribir

sus discursos, en una clara y elegante prosa de sesgo finisecular, diri-

giéndose siempre a sus compatriotas sin permitirse la menor demagogia

o chabacanería, comopartiendo

del supuestoque todos ellos formaban

un auditorio intelectualmente exigente, yo veía en Bustamante y Rivero a

un hombre ejemplar, un gobernante que si llegaba alguna vez el Perú a

ser ese país para el que é1gobernó -una genuina demo cracia de perso-

nas libres y cultas-, los peruanos recorda rían con gratitud82.

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114 CnnlosRnvosNúñrz

El entusiasmo de Vargas Llosa a favor de Bustamante y Rivero se sostu-

vo a lo largo de un larga campaña contra la conversa dictablanda de Odría.

El líder de los demócratas peruanos no tardaría en arribar. En el antiguo

aeropuerto de Córpac, numerosos jóvenes esperaban la llegada del ex pre-

sidente. El abogado y economista Javier Silva Ruete se hallaba entre los asis-

tentes, incluso participaba del movimiento un poeta y crítico literario, como

Luis Loayza, que firmaron sendos pronunciamientos en el diario La Prensa.

Vargas Llosa recuerda ese momento como uno de los más importantes de su

vida, luego de siete años de exilio del legítimo mandatario:

Se había organizadoun grupo de jóvenes para proteger a Bustamantea\a baiadadel avión y escoltarlohastael hotel Bolívar, en previsión de que

sufriera algún ataque por pafte de matones del gobierno o de búfalosapristas(que, con la apertura, habían reaparecido, atacando os mítinescomunistas).Nos habíandado instrucciones ara que permaneciéramoscon los t¡razosentrelazados, ormando una argolla rrompible. Pero segúnLoayza,quien por lo visto formaba también parte de esasui generis alan-ge de guardaespaldas onstituidapor dos aspirantesa literatosy un puña-

do de buenos muchachos de Acción Católica, apenas aparecióBustamantey Rivero en la escalinatadel avión con su infaltable sombre-ro ribeteado --que se quitó, ceremonioso, para saludar a quienes Iohabían ido a recibir- yo rompí el círculo de hierro, y fui a su encuentroen estado febril, rugiendo: '¡Presidente,presidentel'. Total el círculo sedeshizo, fuimos desbordadosy Bustamanteresultó manoseado, empuja-do y tironeado por todo el mundo ----€ntreellos por el tío Lucho, entu-siastabustamanistaa quien los forcejeosde ese mitin desgarraronel saco

y la camisa- antes de llegar al automóvil que lo condujo al hotel Bolívar.Desde uno de los balcones habló, brevemente, para agradecerel recibi-miento, sin dejar entrever la menor intención de volver a actuar en polí-tica. Y en efecto, en los mesessucesivos,Bustamante ehusaría nscribir-se en el Partido Demócrata Cristiano y desempeñarpapel alguno en lapolítica

^ctiv^83.Bustamante y Rivero, desde entonces, como precisa Vargas Llosa:

(...) asumió el rol que mantuvo hasta su muerte: hombre patricio y

sabio, por encima de las contiendas partidarias, cuya competencia en

cuestiones jurídicas internacionales sería solicitada a menudo en el país

y el extraniero (llegaría a ser presidente del Tribunal Internacional cle

Justicia de La Haya), y que, eñ momentos de crisis, lanzaba un mensa-

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C¡pírulo . TnrsABocADosALLTDos:nncns LosA, lsevno BnvcrEcHrrutour

2. Ribeyro:Serabogado, para ué?"

Si pasa revista de los presidentesde la Corte Supremade Justicia de laRepúblicadel Perú, lamadapor mandato de sucesivaseyesorgánicas, laExcelentísima", l apellido Ribeyro es el que más se repite. Lo propio ocu-rre si se confeccionauna lista de los decanosde la Facultadde Jurispru-denciade la UniversidadNacionalMayor de SanMarcosde Lima, así comodel elenco de rectoresafiliadosal campo del derecho de la cuatricentena-ria universidad.Laconexión sanguínea, ociale intelectualdeJulio Ramón

con sus ancestros, rnblemáticos epresentantes el foro y de la magistra-

tura peruana(en una época en que la profesión \egaly la ludicaturadis-frutaban de una inmejorablepercepciónsocialy era un espacio exclusivode los segmentos lustrados),debió haber sido una pesadacarga de res-ponsabilidad y ritual histórico parael sensibleescritor.Habia una voz inte-

rior que parecía lamado desdeun pasado ecónditoparadelinearsu voca-

ción como hombre de leyes,

En numerosas casiones, sasuertede obligatorioencargogeneracional

sale a luz en palabrasde Julio Ramóny de sus personajes.En un testimo-nio autobiográfico -el género literario que privilegia en sus ¡sl2¡e5-,

Ribeyro apunta sin escondidavanidad: así,al hablar de su tatarabuelo,JuanAntonio Ribeyroy Estrada, residentede la CorteSupremaen variosperío-

dos (en la historia del Perú no hubo otro reelegido para el cargo tantasveces), decano de la Facultadde Jurisprudencia, ector de la Universidadde San Marcos,amén de fundador de la moderna disciplina del DerechoInternacionalPúblico en el Perú y autor de numerosos ibros, folletos y

documentossobre a materia,a raíz de los cualesocupó el cargo de minis-tro de RelacionesExteriores. ostiene:

Conservo (...) tanta documentación -cartas, manuscritos, fotografías,

publicaciones, condecoraciones, etc. - que podría escribir su biografía,

Pero no se trata de eso. Diré solamente que vivió entre 1810 y 1886 y

fue un ilustre Hijo de la Patria: Rector de la Universidad de San Marcos,

presidente de la Corte Suprema de Justicia Y Ministro de Relaciones Ex-

teriores. Su retrato orna hasta ahora el despacho ministerial de Torre Ta-gle y la Sala del Consejo Sanmarquino. En casa tuvimos durante mucho

tiempo un hermoso busto de él en mármol y pedestal de ébano, que mi

padre terminó por obsequ iar a la universidad de San Marcos indignado

al ver que, sin ningún respeto por su venerado antecesor, sus hijos uti-

Iizábamos su efigie como sombrerera. Destacó sobre todo como inter-

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116 CnnlosRnvosNúñrz

grafías de hombres destacadosde nuestra vida intelectual y política y

escribió unas hasta ahora inéditas Consideracionessobre la Guena del

Pacífico que de ioven intenté leer pero sin fortuna, debido a lo enreve-

saclode Ia caligrafíay a su estilo insoportablemente oratorios5.

Por cierto el recuento genealógico y documentalista no acaba allí. En

efecto, Ramón Ribeyro y Álvarez del Villar, bisabuelo del cuentista, en el

mismo derrotero del padre, cultivaría su misma disciplina: el Derecho

Internacional público y se convertiría (a l igual que é1) en presidente de la

Corte Suprema, decano de la Facultad de Derecho en San Marcos y rector

de esa casa de estudios. Coronaba el mismo trayecto idéntico cargo: minis-

tro de Relaciones Exteriores. Podría decirse que ciertos aspectos de la his-toria peruana y de sus ideas estuvieron en sus azares.

(...) lector seguramente e Plutarco, levó una 'vida paralela'a la de su

padre. Ocupó exactamente los mismos cargos en la Universidad, la

Magistraturay la Cancillería.Fue también un brillante profesor universita-

rio, autor de sesudos ratadosde Derecho Internacional En 1854,cuando

apenas tenía dieciséis años, naufragó en el barco "Rímac" iunto con ei

escritor RicardoPalmay ambos fueron de los pocos pasaierosque se sal-

varon, graciasal socorro que les prestó un marinero negro. Este marine-ro anónimo permitió que Palma escribiera sus Tradicionespen't'anat' y

que yo, cien años mas tarde existieray tuviera ia posibilidad de escribir,para bien o paÍa mal de mis lectores, o que he escrito.Volviendo a don

Ramón diré que fue inconformista y libre pensador. Por ejemplo, se

embarcóen una sonadapolémica contra un teólogo importante, en la que

defendió los fi-lerosde la razÓny de la verdad histórica contra el oscu-

rantismo, la supersticióny los erroresdel Papado. Durante la guerra con

Chile combatió en la batallade Mirafloresal frente de un batallón de uni-versitariosy estuvo entre las personalidadesque los invasores levaron a

Santiagoen calidad de rehenes.Era famoso por su fealdad -muy bajo,

orelón y completamentecalvo- y por su galantería.Murió en 1')I4 deian-

do cuatro hiias y cinco hijos. De estos últimos solo mi abuelo, JuiioEduardo, tuvo descendenciamasculinae.

El abuelo de Ribeyro, Julio Eduardo, rompió sin embargo con la tradi-

ción familiar y en lugar de la jurisprudencia eligió una profesión más

moderna y estudió ingeniería en Alemania. Se trataba de un profesional de

criterio avanzado, entre cuyas obras estuvo dotar a Líma de agua potable

y alcantarillado. Sería también uno de los artífices de un anhelo patriótico:

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Cnpírulo . TnesABocADosALLTDos:nnc¡sLrosR, rsrvno BnvcE cHeNlour

la canetera de penetración hacia el oriente, que se concretaríadécadasmás arde.Había, no obstante,un pero: su matrimonio fuera del círculo dedamas imeñas.

Por el nombre ilustre que había heredado, a buena situación social yeconómicaque gozabay las relacionesque teníacon los ricos hombresde negocios graciasal matrimonio de sus hermanas),parecíadestinadoa llevar a la cúspide la trayectoriaascendentede la familia, pero con-trajo lo que se podría llamar una mesalianzay fue puesto en la listanegra por sus parientesconsanguíneos políticos.En lugar de escogera una de las tantasherederas apitalinasa las que lo destinabasu posi-

ción, se casócon la hija de unos inmigrantes talianos,bellísimapero sinun céntimo, doña JosefinaBonello" (...). Con sus parientes patel'nosrompió duranteaños tocla elación,excepto con su abuelo, el librepen-sador don RamónRibeyroy con uno de sus íos,Emilio Ribeyro, os úni-cos que tomaron partido por mi abuelay la siguieron respetando fre-cuentando a pesarde su desliz87.

Poco a poco el drama personal de Ribeyro, derivado de esa carga pro-

fesional casi genética: la abogacía,habría de presentarse con la muerte del

abuelo a un edad relativanente temprana, los cincuenta años. Sobre-viviente a su hijo, el bisabuelo paterno quiso forjar un futuro al padre del

escritor. Estaba claro que sería abogado. La decisión fue fatal: "Cuando mi

abuelo murió a los cincuenta años de un ataque cerebral, mi padre se en-

contró como único titular de un nombre distinguido y de una mediana he-

rencia que, bien administrada, le garantizaba una vida holgada. El viejo

rector don Ramón Ie había inculcado la idea de reanudar con la estirpe de

juristas y decidió por ello estudiar Derecho".Pero esta disciplina no le interesaba y siguió la carrera a regañadientes,

dedicado más bien a la lectura, la bohemia y el dandismo. Era la época

de Abraham Valclelomar y de l Palais Concert Mi padre contaba que

pasó cerca de diez años sin trabajar, viviendo del dinero que su padre

había clejaclo en Ia Cala de Ahorros. Ese periodo de dolce uita no fue

completamente inúti l . Le permitió aprender por su cuenta francés, it.r-

l iano y portugués y adquirir una sólida cultura literaria. Pero el ocio

estuvo acompañado de excesos -recuerdo haberle oído hablar de lara-nas que duraban una semana- 1o que unido a la fragil idad de su com-

plexión comprometieron gravemente su salud. Contrajo una enferme-

dad pulmonar y se vio obligado a pasar una larga temporada en Tarma,

para reponerse. l)e este modo, al cumplir los treinta años, se dio cuen-

ta que no había sacado su título de abogado, que su mengu ada salud

117

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118 C¡nlosRnn¡os úñez

hipotecabapara siempre su poruenir y que la herencia p^terna habí;-sido dilapidada.Un día que fue a la Cajade Ahorros a recogersu mesa-cla, el Director, que era amigo de \a familia, lo llamó a su despacho paradecide que ya no le quedabanada y que lo único que podía hacer poré1 era ofrecerle un trabajo en su oficina. Es así que sin profesión, sinsalud, sin fofiuna, sin relacionescon su rica familia paterna,se encontrópor primera vez enfrentadobrutalmentea la vida88.

Si el padre había fracasado, pues, entonces, el pendón de la jurispru-dencia habría de transmitirse al hijo. La orgullosa remembranza de losjurisconsultos ancestros iría, mano a mano, con la incertidumbre de su

vocación. Ribeyro, a diferencia de Vargas Llosa y del propio Bryce, quiereser abogado, lucha con denuedo por lograrlo. Ingresa a la Facultad deDerecho de la universidad católica con el propósito de cumplir un retohereditario. También el escritor se matricula en Letras en la universidad deSan Marcos, pero persiste en aquel empeño, diríamos secuencial, trabadosolo por el paréntesis del brillante ingeniero, la mediocrrdad para las cosasprácticas de su padre y su temprana muerte.

En sus memorias, Ribeyro se queja de que su amigo, el historiador pablo

Macera, lo considerase un "epígono bastante degradado" de sus ancestros yde su casta social, en la que se aliaban el dinero y los adornos del espíritu:

Él ignora que por mi ascendenciamaternasoy un plebeyo, con igualtítulo que no importa qué verdadero hijo del pueblo. (Mi bisabuelamaterna levaba pollera y se peinaba con trenzas.) gnora también queno extraño os privilegiosmundanose intelectuales e mis abuelosrec-toresy ministrosy que más bien gran pafte de mi actituden los últimos

añospuede definirsecomo una resistencia casi hostilidada "seguiresecamino" (no haberme recibido de abogado, no haber hecho lo quepodía hacer para ingresara la docenciaen San Marcos,etc.). No cono-ce tampoco hastaqué punto carezcode una serie de sentidosespecífi-cos de la casta a la que me quiere asimilar;el de la propiedad, el de ldomiciiio, el de la patria,el de la profesión,y hastael de la familia8e.

Julio Ramón Ribeyro recuerda que estudió derecho porque se lo acon-sejó su padre, sin duda, estimulado por el trayecto exitoso de generacio-

nes previas y su propio fracaso en el ejercicio libre de la profesión. Segu-ramente, motivado por apremios económicos, tan pronto ingresó a la uni-versidad, buscó hacerse de prácticas preprofesionales que le procurasen

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88 lbídem. 

C¡pirulo . TnrsABocADosALtDos:nncas losa,Rlsevno BnvcrEcurntour

cierta ayuda económica para éI y su familia, sobre todo, para su madre y

su hermano menor (su corresponsal y futuro estudiante de derecho tam-

bién) y el alivio de un vicio creciente que acabó siendo fatal: el tabaquis-

rno, recordando hacia el final de su vida que el único aliciente para no

apartarse del estudio en el que practicaba eran esas propinas con las que

costeaba su impenitente afición.

Cuando ngresea la facultad de derechoconseguíun trabaiopor horas

donde un abogadoy pude disponer así de ios medios necesarios ara

asegurarmi consumo de tabaco.El pobre Inca se fue al diablo, lo con-

dené a muerte como un vil conquistadory me puse al servicio de una

potencia extranjera.Era entonces a boga del Lucky. Su linda cajetillablanca con un círculo roio fue mi preferida.Era no solamenteun obje-

to plásticamente ello, sino un símbolo de standing y una promesade

placer.Miles de estospaquetespasaronpor mis manos y en las volutas

de sus cigarrillosestánenvueltosmis últimos añosde derechoy mis pri-

meros ejercicios literarios.

El recordatorio de las clases de derecho, a lo largo de seis años de estu-

dios en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, y el riguroso

período de exámenes, que se tomaban en la antigua casona de Lártiga,

deiaría una huella: los cigarrillos Lucky y el vino con los que acompaña-

ban los jóvenes \a preparación de sus exámenes.

Por ese círculo rojo entlo forzosamente uando evoco esasaitasnoches

de estudio en las que amanecíacon amigos la víspera de un examen.

Por suerteno faltabanunca una botella, aparecidano se sabíacómo, y

que le daba al fumar su complementoy al estudiosu contrapeso.Y esos

paréntesis n los que, olvidándonosde códigosy legajos,dábanos ibrecursoa nuestros ueñosde escritores. odo ello naturalmenteen un per-

fume de Lucky9o.

Ribeyro, como se ha dicho, inició pronto sus prácticas de aprendiz de

abogado, pero no sería fácil. Al comenzar sus memorias, las difíciles rela-

ciones entre sLl afición literaria y la dura ptáctica forense terminan por

manifestarse. En las primeras líneas de ese documento se lee: "Se ha rea-

bierto el año universitario y nunca me he hallado más desanimado y más

escéptico respecto a mi carrera. Tengo unas ganas enormes de abando-

narlo todo, de perderlo todo. Ser abogado, ¿paraqué?,no tengo dotes de

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Económica, 

120 CnnlosRnvosNúñrz

jurista, soy falto de iniciativa, no sé discutir y sufro de una ausencia abso-

luta de uerbd'gl En la anotación siguiente lanza una confesión, que per-

mite entrever sus vínculos sociales: "Ya no ingresaré al estudio de Lavalle.

Mi tío Carlos F. me ha informado que en dicho estudio hay quince practi-

cantes, los cuales tienen que turnarse pan poder frabajar. Más bien me ha

ofrecido colocarme en el departamento legal de alguna compañía o banco

del que sea Director o Presidente"92.

Tal como indica, lúcidamente, cuando reflexiona sobre su papel de abo-

gado en un estudio, "hasta que me di cuenta de que para destacar había que

servir a los ricos. Entonces dejéla profesión aquí y me fui a Europa"93. En

una de sus cartas a su hermano Juan Antonio, advertirá:

MientrasestudiabaDerechoyo tenía a seguridadde que nuncaejerceríala profesióny justamentepor ese motivo encontrabacierto placer en el

estudio. En Europa mis investigaciones iterarias estaban fortalecidas

también por su sustancialnutilidad. Las mismascosasque he escritoy

tú recordaras bien que Zosgallinazos sin plumas salieron de su nidoporque era la única manera de bidarle a Héctor y Carlos los 200 dóla-

res que necesitaba n Madrid9a.

Pero, en cierto momento, el escritor limeño pareció decidirse genuina-

mente a ejercer la profesión legai. Así, apostilla en stt diario:

En cuatro días engo cien cosasque hacer.Ver a mi tío CarlosF. para eiasunto del malhadadopuesto;ocuparme del caso Cannock, uicio eje-cutivo que estoy siguiendopara ganarmeunos soles;dar los exámenes

de jurisprudenciamédicay DerechoProcesalPenal;prepararuna expo-sición sobre el liberalismoeconómico; ugar un partido de fútbol en elcolegio SantaMaría, e ir a un paseo a Chosica con mi prima Teresay

unas amigas.Y para coimo estoy agripadoy el estómagome vuelve afallar9s.

"Hoy día -anofa en una de sus remembranzas-, oficialmente, empecé

a tral>a1ar n la Casa F., sección legal. En realidad no hice nada. Como mi

91. Rrssyno, ulio ltamón. La tentaciórxdelfracarc. Ilarcelona: Seix l3arral,2003, nota del 11 de

abril de 1950, p. 5. La revista IL,set Ver¡tas, año MI, núm. 12, junio de 1966, pp. 216-218,

transcribió en su sección "Literatura y Derecho" diversos pasajes de la obra de Ribeyro refe-

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Cnpirulo . TnesABocADosALLtDos:ancns LosR, tervno BnvcrEcsrruloue

jefe no concurrió, tuve que regresarme"gí'Y, agrega luego' resignado' des-

pués cle una clura jornada judicial:

Estoy nferiormentedotado patala lucha por la existencia.Estosquinceclíasdetr.abajoenlaCasaF'mehananiqui lado.Elpisofríodelaofic i-na me produio un resfríoclelcual hastahoy quedan los resabios, las

caminatashacia as escribanías an hecho recrudeceruna antiguaalmo-

rrana.Nopueclopasearme,niecharmeadormir 'n icomerloquemeagrada.Flaco,clemacrado,rascible,estosdías me han parecido horri-

bles. Y me han feveladoqLlepara la actividady las cosasprácticassoy

hombre percliclo.Con una nat'¿ralezaenfermiza' yo debía moverme lo

menos posible y resignarmea alcanzarprestigioenpequeñascosases-

pir i tualesquepueclahacerconpacienciaygusto,tranqui lamenteinsta-lac ioenmihogar,s inderrochedeenergías 'Sientraraacompet l l .conlos demásen la arenacielgran mundo no dudo que seríavencido Debo

buscar mi terreno. sé que en la literatura, a filosofía, a ctitica,podría

haceralgo( ' . .)peronuncacomoahoratengolaevidenciadequemeva a ser imPosibleregresar9T'

Enun¿tclelascrtasasuhermanoJuanAntonio,despuésdelalectura

cJeIa carta de otro amigo, recordatáJulio Ramón Ribeyro st l paso por laFacultacl de Derecho y la conveniencia -más social que profesional- de

la obtención del título profesional en esa área:

Las breves líneas cle Prato me han hecho recordar que yo también he

estucliaclo l)erecho y que sólo me falta la tesis para recibirme de abo-

gado. Estoy pensanclo que tal vez valga la pena hacer un esfuerzo y

sacar el t i tulo. Esto, lo decidiré en Lima. No tengo ningún plan concre-

topara ejercer la profesión, pero es meior ser precavido y archivar clefi-

nitivamente ese asunto.

Esto tenclría aclemás otra ventajl. que me clefiniría desde el pllnto de

vista social. En realiclacl o no sé qué soy. cuando me lo pregLlntan digo

inclistintamente abogaclo, perioclista, escritof, fotógrafo, lector de nove-

las, o vago. Naturalmente que miento porque no soy ni una ni otra cosa,

sino Lln poco cle todo. En realidad, Ia única clefinición que me corres-

poncle es la que clabaStenclhalcuanclo le preguntaban por su profesión:

obseruatet¿r u coel¿r hLtmain Pero para dar esa respuesta se necesita

vivir en Franci:t, en el siglo XIX, haber escrito Rqio y negro \r llamarseHenrv Bevle98.

121

96 Ibídern,p.7. Nota clel 1 de agosto cle 1950.

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122 CnnlosRnvosNúñrz

Ribeyro, por otro lado, no escatima elogios a Ia abogacía y a la juris-

prudencia, como escenario ideal de Ia argumentación y desfreza metódica,

y hasta se da el trabajo de incentivar y ofrecer consejos prácticos a su her-

mano Juan Antonio:

(...) He tenido gran Élusto ue hayasaprobado el año universitario.Loque no recuerdo es si pasasa segundo o tercerode Derecho. Te reco-mendaría,de todos modos, que usaras os códigos Civil y de Proce-dimiento Civil como libros de cabecera,y que cada noche te leyerasunos cuantosatículos. Al principio pareceun poco árido y hasta elati-vamenteestúpido.Perodespuésnotarás a fuerza ógicaque anima todoel articuladoy las necesidades rácticasque lo han dictado.Como espe-

culación,el derechoes un admirablemétodo para aprendera razofiarypara darnos una visión ordenadade las cosas,pues detrásde cada unade nuestrasaccionesexiste una norma jurídicaque la sustentao la jus-

tifica. Incluso,para los escritores s un buen manual de expresióncon-cisa y acertada.Ya Stendhal,el autor de Rqioy negro, recomendabaatodos los novelistaseer de vez en cuando el Código Civil [francés].Estaapología del derecho no es gratuita,pues tengo cada vez el convenci-miento que en el equipo intelectualde un hombre que aspiraa ser cul-

to, debe haber siempre una buena provisión de conceptos urídicos99.

En otra de sus cartas dirigida a su querido hermano menor, Julio Ra-

món ni siquiera se plantea el triste papel de la actividad práctica, por el

contrario, aconseja incorporarse de lleno a ese papel y hasta le ofrece con-

sefos prácticos para ascender en la sección legal de la Imporfadora Ferrey-

ros, en la que el propio escritor trabajó alguna vez. En realidad, el relato

está lleno de información, valiosa e inconfidente, que describe con crude-

za la mezquindad del medio y el asfixiante pragmatismo, incluso hoy, útilpara un estudio de la sociologíay de la historia de los grandes estudios de

los abogados, que, en realidad, está todavía por emprenderse:

Me consultabas en tu cafta anterior acerca cle la mise ria y la grandeza de

trabalar en la Sección Legal de la Casa Ferreyros. He med itado mucho

sobre la respuesta que podría darte. En principio, soy enemigo de traba-

jar con los parientes ricos porque estos consideran que al admitirte te

hacen un favor, cosa extrañísima que no sucedería si el empleado no

tuviera ningún parentesco con ellos. Por otra pafte, el trabajo en la Sec-ción Legal es al comienzo Lln poco duro, y más que eso, un poco humi-

llante. He pasado seis meses llevando papeles donde los escribanos,ha-

ciendo antesalasen los bufetes de los ¿rbogadospara recolectar una firma,

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Cnpírulo . TnesABocADosALLTDos:anc¡sLlosA,Rlsrvno BnvcrEcnruour

copiando a máquina letras de cambio y otras faenaspor el estilo, dignas

de un portapliegosanalfabeto.Solamente uando aprendíalgunascosas,

cuando se me dio cierta autoridad para pequeños uicios, me sentí unpoco más tranquilo y encontré -no puedo negarlo- algún interés en loque hacía. Pero me di cuenta que la organizaclín verticai de la casa nome permitiríaarrll¡ara un puestode irnpor-tanciaino después e muchos

años de trabajo,y siemprenada másque a eso: a "un puestode impor-

tancia".Tú sabesque en la SecciónLegal hay una jerarquíacerradaque

comienzacon Echecopar, iguecon el doctor Arosemena, l doctorTagle,

la secretaria e Tagle,y luego, al final, vendrías ú. Parasubir un escalón

hay que ir eliminando a los jerarcasde la cabeza.El día que desaparezcaEchecopar,subirá Arosemenaal trono, y todos sucesivamenteun grado.

En fin, que muera Echecoparno tiene nada de extrañopues es de una

senilidadverdaderamentepavorosa,pero iuego que muera Arosemenaesya más complicado, y ¡Tagle!que mide dos metros de altura es ya incon-cebible. Tagle participa de una especie de eternidad mitológica. Yo cadamañana lo veía rejuveneceq legar más fresco que un universitario, conunas espeluznantesanasde trabajar...100.

La misiva es larga y el consejo también. Nada hay que disuada al her-

mano p^ra optar por una profesión distinta a la del derecho. Por el con-

trario, Julio Ramón recalca los aspectos positivos del trabajo forense, como

el meior instrumento de financiamiento familiar:

Éste es, en fin, el lado negativo del asllnto, aparte del sueldo que me

inragino continuará siendo bajo. Yo salí ganando 45 libras y entré ganan-

do 25. Total 20 libras de aumento en Lln año. Dos de los aumentos por

l.y y no por voluntad de la casa.Aparte de esto, el trabajo puede ser y

es a la \arga prescindible de l oficio. Lo que yo he aprenclido no lo olvi-

daré nunca. Juicios ejecutivos, juic ios ordinar ios, juicios de menor

cLrantíapor cantidad de soles, guardan una plaza inexpugnable en mi

memoria y espero que algún día harán valer sLlsderechos. Si sientes un

verdadero interés por aprender en el término de un año a tramitar todos

estos juicios, gue son los más comllnes y los más sencillos, podrías

empezar a pesar por la experiencia. otra razón sería qlle, para recibir-

se de abogado, hny que tener dos años de práctica y ésta sería tu opor-

tuniclad. LIna última razón, que debía ser Ia primera, es qlle pLledes

ganar dinero suficiente parzlcigarril los y pasajessin necesidad de grabar

el presupuesto familiar, si es qLle hay presllpllesto familiar1o1.

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124 CnnlcsRnrr¡osúñrz

Cuando su hermano Juan Antonio, animado por Juan José Vega, profe-sor de Historia del Derecho en la Universidad de San Marcos, le anuncia

el propósito de redactar una tesis de derecho que aborde, dentro de laespecialidad histórico-jurídica, Ia trama de los delitos sexuales en el impe-rio de los incas, Julio Ramón, en una misiva deI 24 de agosto de 1964,plantea una interesante reflexión metodológica:

Respectoa tu tesisde derecho no sé que decirte. Si yo no me he recibi-do de abogado se debe a que nunca he encontrado un tema que meseduzca.Lo que te propone Vega--delitos sexualesen el imperio incai-cG- me parece un buen tema, pero quizás ello te

obligaría afamiliari-

zaftecon las crónicaso los cronistasy no sé si tendráspacienciapara ello.La ventajade este tema es que versa principalmente sobre hechos másque sobre deasy es más fácil encontrar o primero que lo segunclo.Un tema interesantepodría ser, por efemplo, el relativo al derechosobre el espacio cósmico.Te averiguarési quieressi hay sobre esto enfrancés. El tema permite fantasear. Hallríaque estudiar este derechopor analogía al que obtuvieron las grandes potenciaseuropeassobresus colonias -descubrimiento, conquistay colonización- y ver si es

aplicablea un espacio posiblementedeshabitado, naccesiblea casi latotalidad de las nacionesy sometido a leyes físicasdiferentesa las denuestro globo. Más analogía iene quizáscon el derecho de propiedadsobre las tierrasantárticas, onde se ha llegado a una distribución máso menos ideal o geométricaentre las nacionesvecinasy naveganteslo2.

Así como la primera entrega de su diario fue confiada a su dilema deser o no ser abogado, Ribeyro termina sus confesiones con un postrero tes-timonio acerca de la profesión fallida: "No concibo mi vida más que como

un encadenamiento de muertes sucesivas. Arrastro tras de mí los cadáve-res de todas mis ilusiones, de todas mis vocaciones perdidas. Un abogadoinconcluso, un profesor sin cátedra, un periodista mudo, un bohemiomediocre, un impresor oscuro y, casi, un escritor fracasadolo3.

2.1 Ludo Tótem: Espumante en lospasillos udiciales

Ludo Tótem, en los geniecillos dominicales, describe lúcidamente la

Facultad de Derecho de la Universidad Católica, cuando cursaba el quintoo penúltimo año de estudios, hacia fines de los años cuarenta. El perso-

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Cnpirulo 3. Tnrs ABocADos ALLTDos:Rnc¡s Lr-osn,RrBEyRo BRycEEcseuouE

naje de Ribeyro precisa que la facultad se situaba en "un caserón colonialde la calle Lártiga". Sin duda, se refiere a la casona de Riva-Agüero, ubi-

cada en Ia cuarta cuadra del jirón Camaná, la sede del Instituto que lievael nombre del célebre historiador y genealogista. "No en vano funcionaba

en una residencia colonial", anota con sarcasmolo4. La descripción que

sigue está cargada de ironía:

A pesar de haber sido refaccionado, el local conserval>aalgo del espíri-tu de la colonia. Ludo respirabaen ese antro un relentecierical,pero nocomo el que podía inspirar San Marcos, laicizado a través de siglos derefriegas reivindicaciones, on sus amplios claustros, us ardinesy sus

muros empapeladosde proclamas,sino un relentede sacristía. sa casahabía sido legada a la universidadpor un católicoque murió en olor asantidad,de prostatitis, el olor perduraba,en medio de códigose hijosde banqueros.En todo caso,si no era un olor santo,era un olor de cere-monia, de misa pagana odos los días repetida,donde una iiga de acó-litos de cuello duro oficiaba algún misterio: el de ganarsesin muchapena la indulgenciaplenaria de un diploma que les permitieraencon-trar una justificación académicaal ejercicio del poder105.

Un juvenil espíritu anticlerical y rousseauniano se advierte en la aso-ciación que Ludo lleva a cabo entre el Colegio Mariano (consagrado, lite-ralmente, a la Virgen Maúa) y la Universidad Católica, "sin curas esta vez,sin Santa Infancia, pero con maestros más ladinos y formas más sutiles decorrupción"106. E| progreso social, incluso en la forma desmejorada delsimple arribismo y la configuración de un consorcio elitista a través de untítulo universitario, asoman con jocosidad pero también con un profundo

sentimiento moralista:Allí se desasnaban los hijos de la clase dirigente y se daba una oportu-nidad a la clase media de capa c'aídao a los provincianos ambiciosos

de poner su talento en pública subasta. Ya mLlchos condiscípulos deLudo, emisarios de familias modestas y esforzadas, se habían relaciona-

do y soñaban con llegar a ser conseieros serviles, abastecedoresde argu-mentos, comisionistas a tanto por ciento o simplemente testaferros de la

104 tusryno,Julio Ramón. Latentacióndelfraca.so. Op. cit., p.670, de l 24defebrero de 1960.Lacita ori¿¡inal es en francés: "Je ne conEois ma vie que comme un encahinement de morLs suc-cessives. Je traine derriére moi les cavres de toutes mes illusions, de toutes mes vocationsperdues. Il y a un avocat sans titre, un professeur sans chaire, un journaliste tari, un bohé-mien médiocre, un imprimeur obscur et , presque, un écrivain raté. Soirée de gran pessimis-me", p. 198.

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126 CanlosRnH¡os úñrz

argolla, con tal que se les permitierasentarse,aunque sea en el extre-mo, del próximo festín que se cocinaba. Porque allí se cocinaba unfestín.La argolla a formaban os diez o doce alumnosque debían,den-tro de algunos años, recibir por herencia algunos puestosclaves en elmando del país107.

Ludo Tótem (en realidad, una suerte de alter ego de Ribeyro) se encon-

traba en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del

Perú, institución entonces conservadora, en una situación flotante, inhe-

rente a su ascendente mesocrático de mediados del siglo )C(. "Con la argo-

lla -apunta sin eufemismos- sentía viejos lazos espirituales en vía de ser

denunciados y con los pobres ambiciosos una hermandad no de proyec-tos sino de situación"108. Finalmente, hacia 1952, Ribeyro -como Ludo

Tótem de /os geniecillos dominicales-, "cuando acaba de terminar la

c rrera de Derecho" viaia a Madrid merced a una beca del Instituto de

Cultura Hispánical0e. "No llegué a sac r mi título -confiesa-, porque

como practicante de abogado sufrí una enorme frustración. Siempre me

solidarizaba casi inconscientemente con los golpeados por la adversi-

¿r¿r110.

Alguna huella dejó en Ribeyro su breve paso por la Facultad de

Jurisprudencia por Ia prácticadel Derecho.La influenciasimbólicade susancestrosambién.Así, Luder,mientrascaminaen Parísacompañadode unamigo y se ve reflejado en las vitrinas,advierte:K-Ya me fregué. Acabode darme cuenta que no soy un hombre de hoy sino un letrado deayer"1 .

Cuando comparo a mi generacióncon las anteriores,me digo que esbastantepresuntuosa desvalida.La verdades que no hemos enido unpoeta como Vallejo,ni un ensayista omo Mariátegui,ni un historiadorcomo Basadre,ni un político como Víctor Raúl. Quizás la única figurade nuestro equipo sea VargasLlosa,pero en lo restante os vieios nossacaronventajas.Un Gonzá\ezPrada,un Riva Agüero, un Luis AlbertoSánchez,¿Dóndeestán?rlz.

Un notable cuento de Julio Ramón Ribeyro, "Espumante en el sótano",

sintetiza toda la mediocridaddel

mundoburocrático a través del triste des-

I07 Ibídem, p. I20.

108 Ibídem, p, I20.

109 Ibídem.

110 Co¡cr.iu.e, orge. Las respLtestasel mudo, Op. cit., p. 66 .

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Cnpírulo . TnesABoGADosALLTDos:nncRStosa,Rtervno Bnvce c¡ruoue

tino de unas botellas del vulgar champaña conocido con esa denominación.

Y es que, en las letras nacionales, Ribeyro aparece como el escritor mejor

equipado para perfilar literariamente al abogadomoderno y

citadino.Las

razones de esa predisposición saltan a la vista. Fue descendiente directo de

una estirpe de estudiososl13,en la que figuraban su bisabuelo, donJuan An-

tonio Ribeyro (Lima, 1810-1886), impulsador de los AnalesJud,iciale!14,

presidente de la Corte Suprema de Justicia, durante cinco períodos (1858-

1359), 05611,862), (7870-L872), (1877-1878) (1879-1887), el récord perua-

no en la gestión del más alto tribunal de justicia del país. Amén de ello,

Juan Antonio fue también rector de la Universidad Nacional Mayor de San

Marcos entre 1868 y 1836. Ramón Ribeyro y Alvárez del Villar (Lima,1877-

193r, catedrático fundador de la Facultad de Ciencias Administrativas en

San Marcos y rector. Como su padre, fue también presidente de la Corte Su-

prema deJusticia, pero solo durante un período, entre los años 1909y 1977.

Julio Ramón Ribeyro es, así mismo, un temprano exponente de la "lite-

ratura urbana". Estos factores, además de su ya reseñada experiencia per-

sonal y familiar, lo colocaban en inmejorable condición para esbozar la

imagen narrativa del letrado peruano contemporáneo.

Varios de los relatos reunidos en Ia palabra del mudo acogen escenas

que debieron de sede familiares al conciso prosista limeño: el desahucio

de un terreno público y la indiferencia de un abogado litigante ("AI pie del

acantilado"); un caso de responsabilidad civil que se esconde en beneficio

113 RrBr:r'Ro,ulio Ramón. La tentación delfracaso. Op. cit., p. 489. Diario del 18 de abrll de 1976.Se ha ironizado en torno a la falta de un gran jurista, quizás injustamente,de esa generación.

Ver León, Leysser. El sentido de la codificación ciuil. Lima: Palestra, p. 148.

ll4 lJna remembranza sobre el atroz destino de la biblioteca familiar emerge del relato de Ri-

beyro titulado "El polvo del saber". El escritor refiere las dramáticas peripecias sufridas por

ese valioso fondo bibliográfico (unos diez mil volúmenes) que, por azares del derecho here-

ditario, había pasado a manos de unos parientes colaterales,quienes, enemistados, se opo-

nían férreamente a cualquier contacto con la familia Ribeyro, lo que incluía la consulta de

. los anaqueles. Pasados os años,Julio Ramón regresa a la antigua casona en la que se halla-

ban los libros, ahora convertida en un tugurizaclo inmueble. Lo aguardaba una dolorosa rea-

liclad: os millares de volúmenes, cuidadosamente atesoradospo r su s mayores, sucumbierona la polilla y a Ia humedad, y de ellos solo quedaban cenízas. "La codiciada biblioteca ----es-

cribe Ribeyro abrumadc¡- no era más qu e un montón de basura", de la cual logró rescatar

un pequeño elemplar intacto, "que conservé, como se conserva el hueso de un ma¡¡nífico

animal prediluviano". Irónicamente, de no haber sido po r es á antigua discordia, la enorme

biblioteca se hubiese transmitido íntegra al paclre del escritor. No es difícil inferir que esa bi-

blioteca era esencialmente urídica, atendiendo a[ oficio de su propietario original. Véase, RI-

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128 CanlosRnr¡osNúñrz

de un club social ("La piel de un indio no cuesta nada"); la cobranza de

una deucla impagable ("Dirección equivocada"); una adolescente seducida

por un albañil de la que saca partido económico su propio padre ("Interior

L"); una reunión de liquidadores que concluye con la quiebra económica

y moral de un pobre bodeguero ('Junta de acreedores"); la estrechez eco-

nómica de los practicantes de los bufetes ("La botella de chicha"; "Sólo pa-

ra fumadores"); la ya aludida sordidez del mundo oficinesco ("Espumante

en el sótano"); los avatares de la millonaria herencia de una tía que, testa-

mento ológrafo mediante, por poco es legada al Papa, "con la condición

de que haga misas diarias en el Vaticano por mi alma (...) hasta el fin del

siglo". La herencia al final sería dividida en decenas de partes alícuotas quese redujeron a una bicoca. Al narrador del cuento la parte de la herencia

que le correspondió alcanzaría para comprarse drez caias del excelente

Saint-Emilion Gran Cru, Larcis duchase, 1982, que le duraron solo tres

meses ("Tía Clementina"). Ribeyro empiea un sofisticado raciocinio foren-

la rnanera de un Edgar Allan Poe o un John Grisham- que se des-

liza en "La juventud en la otra ribera", al describirse el en¡4año y el asesi-

nato en París de un burócrata ministerial, el doctor Plácido Huamán, invi-

tado a un congreso de educación en Ginebra. Similar empeño iurídico seadvertirá en uno de los relatos tardíos del autor: "La solución", recopilado

en Sólo para fumadores (1987)115.

En "La solución", Ribeyro explora las posibilidades que se ofrecen a un

marido que acaba de descubrir que su acaudalada esposa le es infiel con

cuatro amantes simuitáneos, quienes le aseguraban "todas las satisfaccio-

nes de la carne y ei espíritu". El protagonista del relato -para mayores se-

ñas, un exitoso autor de obras de ficción- discurre entre un abanico derespuestas a su apremiante dilema: abandonar a la cónyuge (apuesta eco-

nómicamente insatisfactoria); plantearle el divorcio (opción difícil en vista

de las dificultades probatorias inherentes a la causal de adulterio); asesinar

a los cuatro competidores (posibilidad materialmente descabellada y que

es abandonada de plano); o, en fin, aceptar caballerosamente a los cuatro

amantes, trasladarles a ellos las cargas familiares y sumarse él mismo al

cuarteto de libertinos hasta reconquistar los favores de la infiel. Abrupta-

mente, en la págína final, la inesperada decisión que justifica el título delrelato es revelada a los lectores.

La cercanía del cuentista limeño con el derecho se advierte aun en el

cuidadoso empleo de terminología jurídica: "testamento ológrafo", "síndi-

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l : ' r ru lo 3. TnrsABoGADosALLTDoS:¡nc¡sLLosA, rarvno Bnvce curnroue

-o cle quiebra", "causal de divorcio", "fundación", y tantas otras expresio-

rresalumbran en sus ficciones. Esa familiaridad se evidencia también de su

ccrnocimiento de una figurajurídica

extinta, como la obrapía

con la queculmina el relato "Tía ClemenÍina" ya comentado. Pero, curiosamente, no

sería en su obra cuentística -que le ha dado unánime reconocimiento-

sino en sus novelas, en donde aparecen de manera más elaborada los

leguleyos imaginados por Ribeyro. En la novela Cambio de guardia (7976),

el autor presenta a Cados Almenara, abogado laboralista que personifica al

proverbial "embaucador titulado": un hombre bajito pero envanecido, que

hace uso de un lenguaje técnico para impresionar aI eventual cliente y que

no deja de acompañar sus razonamientos con alguna metáfora ingeniosa.Almenara es la expresión de un país donde el habitante común suele reci-

bir con agrado el uerbo bonito; donde el tinterillo hace alternar, en sor-

prendente combinación, un lenguaje lleno de tecnicismos con una fabla

alegórica pero banal. Un pasaje de Cambio de guardia es, a este respecto,

emblemático: frente al Palacio deJusticia y ante la desesperanza del repre-

sentante de una importante empresa que buscaba deshacerse sin dema-

siados costos legales de cientos de obreros, Almenara trata de darle áni-

mos a su cliente con una deplorable metáfora:

(...) esto me hace acordar a vez que estuve en Seviila,en el Barrio deSantaCruzy que me extraviépor sus endiabladas allejuelas.Errabayobajo un calor tórrido sin saber cómo sali r de ese laberinto cuando meencontré con un a¡daluz que venía en mi dirección. Al preguntarlecómo haríapara salir de ese barrio me respondió sin más:siempre haysalida (...). Y puede decirle a su hermano Napoleón que la salida delembroilo ya la he encontrado,como encontré esa vez, iuego de infini-

tas r,'ueltas,a salida del barrio de Santaq^tr16.

Las herramientas para encontrar la "salida" que prometía Almenara no

se limitaban al uso de técnicas jurídicas y de interpretaciones legales posi-

bles. Ante un magistrado que parece estar de lado de los operarios, otras

estrategias son aceptadas. Así, tras una paciente investigación, el susodi-

cho abogado descubrió que el juez Caproni era homosexual. Almenara,

aficionado a la jardinería, ponía el mismo empeño en fumigar sus rosales

como en aniquilar a todo un sindicato obrero.Otro abogado urbano insensible es aquel que Ribeyro describe en su

cuento "Al pie del acantilado". Un dirigente barrial acude a consultarle y

Irc RtnrYRo, ulio Ramón. Sólopara fumadores. Lima: El Barranco/Servicios Editoriales Adolfo

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tras abonade una fuerte suma de honorarios, sencillamente se desentien_de del caso' con candoq el líder barrial piensa que el caso se

ha ganad,o,Nada de esto. por el contrario, los invasores son desarojados sin misericor-dia por orden judicial: "-oiga, le interroga ar juez. si estos son terrenospúblicos. - Precisamente, por esa razón es que procede el desahucio,,.Desesperado, el dirigente marcha al bufete del letracro para exigirre la de_volución del dinero. El leguleyo re contesta rmpertérrito: ,,Estano es unatienda donde se devuelva el producto". La imagen del abogado rico asomaasí mismo en la obra ribeyriana a través del radiante orgrrilo de Daniel, erdesdentado amigo taxista de Ludo Tótem en los genieciilos dominicares,quien se lo imaginaba convertido en uno de aquéllos: ,,Te presento al se_ñor Tótem. Y mucho cuidado con mi amigo, porque es abogaclo y vive enMiraflores".

Julio Ramón Ribeyro, él mismo un meritorio de abogado1l7. trató er te-ma de los practicantes de Derecho espléndidam".rt"

". ,Losgeniecilros do_

minicales. Ludo Tótem -el personaje central- practicó pri*.ro en unimportante Estudio de Abogados, después donde el cloctor Font del cen_tro de Lima. Llevó varios casos. El primero de un albañil desempleado lla_mado Moisés, demandado por ocupación precaria. En el palacio de justi-cia sintió un aire de emboscada.

Ribeyro trae también una serie de escenas tragicómicas de los aprendi-ces de abogados en ros genieciilos dominicares. Ludo, para arribar al pe-queño estudio del abogado, doctor Font, debía sortear no las casonas vie-jas del centro de Lima, cuyos aposentos, se habían convertido en escriba_nías, agencias de viaje, sastrerías,academias de idiomas u oficinas de abo_gados, sino también innumerables y extraños recovecos.

Ludo se ranzó por un pasiilo,siguiendouna flechaque indicaba ,DoctorJoséArtemio Font.Abogado", lechaque crescribía ., .ur.o caprichoso,subíaun piso, bajabaotfo, atravesaba n patio, vaciraba nte una agen-cia funeraria, estabaa punto de perderse enla azoteay por úrtimo, fati-

gada, a punta inclinada hacia el suelo, hacía una..u..er,.i" delante deuna puerta estrecha, donde una placa dorada repetia: ,Doctor

JoséArtemio Font,Abogado'.

Una vez frente al doctor Font (,,un chorro de luz,, según el extinto padrede Ludo), fulminó al joven con una de sus frases: ,,Hermosa

es la jurispru-

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CnpÍrulo . TnrsABocADosALLTDos:anc¡sLLos¡,RragynoBnycrEc¡eNrour

pobres y sin relaciones: su caso, por ejemplo, veinte años de trabajo parahacerseconocido,un bufete sin luz, sin secretaria, in salade recibo, abo-

rando hasta a nueve de la noche, peleando con escribanosy porteros,por-que tuvo que empezarde cero y todo para al fin y al cabo tener una casaen Mirafloresy a sus tres hijos en un colegio decente.A la vez que enviabacon un escritopan el escribanoYuen a su amanuense,un viejito de ape-llido Galván,que siempre estabaesperandoórdenessentadoen una espe-cie de pupitre escolar), e explicaba a Ludo la imposibilidad de recibirlo enel pequeño recinto del Estudio, los clientes,por otro lado, eran gentemodesta.Como abogado con experiencia e aconsejaal joven practicante

que debiera servirsede sus parientespara que lo recomiendena un estudiomillonario. "En esos estudios -añadía el doctor Font- hacen antesala osministrosy cuando se presentaun casodifícil no se resuelveen la corte:seresuelveen el palaciode gobiertro"118.Ludo le respondeal doctor Font,enuna descripciónque se anticipaa la realízadaaños más tarde por AlonsoCueto en Demonio del mediodía, que ya había entrado a uno de esos estu-dios millonariosy que no pudo soportarmás de una semana,pues estabarepleto de meritorios de cuello duro, seruiles con los grandes e insolentes

con los pequeños,que se disputabanentre sí los expedientes,apelabanalas peores intrigas para ganarse a estima de un jefe, y, cosa insoportable,llevaban siempre un tomo del Tratado de d.erecho iuil de Planiol bajo elsobaco. En suma, según Ludo, "una academiade arribistas". Es a lucha porla vida", observó el abogado Font. "En esas condiciones, abandono lalucha", contestó Ludo. Finalmente,el doctor aceptó recibirlo como practi-cante pero solo para firmade los escritos que redactara. Los juicios y losclientes eníaque buscadosél en la calle.

Ludo, a lo largo de la novela, se ve involucrado como practicantedederecho en numerosassituaciones egales.Su primer cliente, conseguidopor su madre, fue un obrero, Moisés,a quien el propietario pretendíade-salojarde un corralón por ocupanteprecario(adviénaseel tecnicismodelconcepto). "Yo pago mi cuarto", dijo Moisésexhibiendo una pila de reci-bos: Ludo examinó los papelesy declaróque eso tenía remedio.A Moi-sés debe defendedo tanto a través de escritoscomo por medio de fre-cuentesvisitasal Palaciode

Justicia,donde el estudiantede derecho de la

118 Preguntado Ribeyro si había trabajado en labores ajenas a la literatura, sostuvo que habíasido: "profesor, vendedor de productos de imprenta, meritorio de abogado, portero de hotel,recogedor de periódicos viejos, cargador de estación de tren, traductor en una agencia deprensa, agregado cultural de embajada", véase Oqurxoo, Abelardo. Narratiuaperuana (1950

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132 CnnlosRnvosNúñez

Universidacl Católica, el tiempo que estuvo en la Gran Firma de abogados,

nunca había puesto los pies, salvo para representar los intereses de pode-

rosos empleadores. Esta vez como apoderado de un albañil desocupadodebe impulsar personalmente los trámites'

En medio de las vicisitudes del practicante de derecho, a Ludo .se e an-

toja una cle las ideas más geniales de Ribeyro y que delata sus lazos con el

ejercicio en el foro. Ludo, frente a la imponente sede de los tribunales, se

pfegunta, "si sería pot az f que el palacio de justicia había sido construido

frente a la penitenciaría o si más bien ello obedecería a un plan, a la sutileza

macabra cle algún urbanista, que había querido expresar así, por la proxi-

midad en el espacio, la confinidad espiritual que existía entre los reos y losfuncionarios de la iusticiur'119.¡ una de las páginas más citadas:

Apenas puso los pies en el palacio, Ludo creyó respirar un aire de

emboscada... Cada portero tenía el porte de un francotirador. Los ascen-

soristas parecían nvitar con su maliciosa sonrisa a un descenso infernal.

¿No había oído clecir una vez que en los sótanos clel palacio había unas

m zmorras donde los presos eran olvidados durante años mientras se

ventilaban sus procesos?Existía, también es cierto, una sala de té donde

los funcionarios se hacíanreverenciasy educadamente, mientras comían

galletas de socla, concertaban la reclusión perpetua de un acusado o el

agasa)oal vocal de turno. En realidad, el palacio era como una ciudad,

con su s rutas, sus sistemas de circulación, su población permanente o

foránea, sus salteaclores,a la cual era necesario habituarse a través de

Í.ropiezosy contravenciones.

Durante clos semanas anduvo por todos sus pisos, por todos sus corre-

dores, buscanclo oficinas que habían sido trasladadas o clausuradas,

haciendo cola para hablar con funcionario que no le correspondía o

pretendiendo cosas imposibles como tratar de hacerle comprender una

argumentación a un conserje. Moisés, gue estaba sin trabajo, lo seguía

a veces en estas correrías. Al fin en un luzgado tuvo ocasión de cono-

cer al abogado de l demandante, el que hasta entonces había sido para

Luclo una entidad abstracta, a lo más una firma pomposa al pie de un

recurso lleno de artículos del código civil, de citaciones doctrinales y

de mentiras. Fernando GonzáIez Fernández era un enano (.. .), un

enano cursi, con chaleco y lentes de carey. Fue durante Lln comparen-

do. El enano sometió a Moisés a un pliego de preguntas, cuyas res-

puestas eran anotadas por el escribano en un papel sellado. Solo al tér-

mino del interrogatorio Ludo se dio cuenta de que Moisés acababa de

firmar algo as í como un certificado de delincuencia: que no tenía ttaba-

I19 lbídem, p. 68.

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l ipírulo 3, TnrsABocADosArLrDos:nncns losn,Rrervno BRycE c¡rrurouE

jo, que no estabacasadocon su mujer, que no pagaba mpuestos,queno había hecho servicio militar y que nunca habíavisto la caru del pro-pietariode su casa.Ludo,para ganar iempo, exigió una inspecciónocu-

lar y el juicio quedó momentáneamente uspendidol2o.

La segunda cliente de Ludo sería una señora miraflorina, en apariencia

ricachona, que necesitaba un abogado joven y sin escrúpulos. Moisés, en

lugar de traerle algún beneficio, resultó fuente de gastos en pasajes y hono-

rarios de escribanos. La señora habitaba, rodeada de sirvientes, en un viejo

caserón republicano de amplios jardines. La venerable matrona venida a

menos, una inválida en silla de ruedas que fumaba en boquilla, quería tra-

mitar un juicio de desahucio por falta de pago contra uno de sus inquili

nos, el ingeniero Mendoza, empleado en una empresa norteamericana, que

se había atrasado cuatro meses en la renta. Ludo prometió expulsar de la

casa al ingeniero o, por lo menos, obtener el pago de los arrendamientos

atrasados. Fijó sus honorarios en la suma módica de mil soles. Esa misma

noche Ludo indagó por el inquilino, quien lo atendió amablemente, nanán-

dole una triste relación: el hijo paralítico, la mujer enferma, pagarés venci-

dos. Ludo aceptó, finalmente, que pagara la merced conductiva devengadamediante la aceptación de una letra de cambio a sesenta días vista, La pro-

pietaria, a duras penas, convino en el arreglo conciliatorio, dejándole enten-

der que todos, "inquilinos y abogados, era unos ladrones"121.

El tercer caso de Ludo era de naturaleza administrativa o, para mejor

señas, de índole tributaria, una de las ramas tan lucrativa como pesada. En

los pasillos del Ministerio de Hacienda de la avenida Abancay (hoy sede

del Ministerio Público), trafaba de evitar que un cliente pagase un impues-to abusivo. En ese bello edificio en cuyos ascensores se levanta un impo-

nente mural dedicado altrabajo de Teodoro Núñez Ureta, el practicante de

la Universiclad Católica se familiarizó con el infierno de la administración

pública:

(. . . ) y pudo por primera vez contemplar el rostro del f isco: mLl jerescon

el uniforme raído, empleados con lentes inclinados sobre enormes cua-

dernos, empleados con tirantes haciendo funcionar máquinas sumado-

ras, empleadas viejas que sellaban papeles, pupitres, mostradores,

calendarios, ficheros, más empleados recordándoles que faltaba un tim-

bre, eue eran necesarias dos copias de tal documento, secretaríasque

le hacían señas de esperar mientras hablaban por teléfono, burócratas

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134CanlosRnvosNúñrz

encallecidosque no le contestaban, ubjefescon escarpines,anteoiospor todo sitio, calvicies,camisas emangadas,mecanógrafos on visera,colas,mesas

de partes,papeles,más papeiesy en todo sitio, colas,me-sasde partes,papeles,máspapelesy en todo lugar presentecomo Dios,pero visible, el lema del ministeriode Hacienda: paguey después e_clame' [reemplazadoahora por 'pagueprimero, reclamecrespués]122.

A Ludo se le fueron presentando, simultáneamente, varios casos judi-ciales y administrativos, iniciando al mismo tiempo una serie de acciones.comenzaba a tornarse en un perito, un técnico de la jurisprudencia.

Le bastaba se reafirmaorgulloso-una simple hoja de papel sellaclocon diez líneasescritas la firma der doctor Font para poner en mar-

cha el complejo mecanismocre a usticia,en el que ,.,u.?r., implicadosjueces,notarios,peritos,abogadosy un ejércitode empleadossubalter-nos que, como é1,corrían todo el día de escribanoen escribano, rafi_cando con papelesy alimentandoexpedientescuyo curso era siempreimprevisible.La ciudad se había dividido para Ludo en un inexrricabledamero, en cada una de sus casilrashabitaban uncionarios,deudores,tinterilloso conserjes su tiempo en multitucrde actuaciones ue se cru-

zaban unas con otras,se entorpecíano e contraclecían. vecesaban-donaba a un cliente que respondíaa un interrogatorioen un juzgacropara correr donde otro que se sometíaa un peritajedonde un grafólo_go juramentadoo le ocurría nvocaren una misma arcle os mi.sÁs artí-culos del código civil para fundamentarcausasque se oponían. Llegóun momento en que los procesose incluso as personascomenzaronaconfundirseen su conciencia:presentabapruebaspara un casoque yaestaba entenciado implicabaen un juicio de divorcio a un clientequelo habíaconsultadoacercade la fundaciónde una sociedad anónimai23.

La situación, sin embargo, amenazaba con hacerse inmanejable. sinfichas ni libro de apuntes, que definiera con claridad el inicio y el fin delos procesos, el desempeño del futuro letraclo dejaba mucho que desear.En una rica cita de inspiración tribunalicia y kafkiana (el peruano admira-ba al autor checo), Ribeyro escribe:

A los dos meses lludo/Ribeyro] estaba exhausto, más pobre que nuncay a punto de volverse loco. Algunos juicios se estancaban, otros se rami-ficaban para llevar vidas paralelas mecliante cuerclas sepa racJas aclop-taban direcciones inusitadas, a punto cle que lo que comen zaba comoun simple procedimiento de declaración de herecleros se convertía enun juicio contencioso. Ludo fue perdienclo el control de los procesos. Se

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135- r - , - l 3. TnrsABocADosALLTDoS:nncas rosR, rgevnoBnvce c¡euouE

dio cuenta ademásque la lucha no era librada en terreno de los prin-cipios sino de los interesesmás mezquinos.Un expediente se perdió

con todas las pruebas que contenía, un escribano retuvo un alegatohastaque se venció el plazo de su presentación,un demandadopre-sentó documentos alsosque era imposible nvalidar,otro cambió cincoveces de domicilio, un cliente negó pagarlesus honorariosy hubo quedemandarlo,otro amenazó on seguidea su vez un juicio, por malages-tión de sus asuntos.Al final Ludo ya no sabíacontraquién pleiteaba.Undía se encontró con Moiséscerca del palacio de justicia.Ludo lo habíaolvidado compietamentee ignorabael estadode su proceso.A pesardeello lo abordó para preguntarlecomo iba. Moisés o miró con su labio

roto y le dijo simpiemente: Me desalojaron'l24.

El último pleito que se presenta a Ludo consiste en una cobranza que

le encarga un cliente del doctor Font, el señor Naser, racista y tremebun-

do propietario de la casa comercial del mismo nombre. El cobrador de la

"Casa Naser", expendedora de licores importados, había desaparecido con

las cobranzas de la última semana. Era preciso recuperar esos dos mil cua-

trocientos soles con sesenta centavos. Tres cobradores del señor Naser

habían desaparecido antes con el monto de sus cobranzas. Había que darleuna lección para que no cundiera el mal ejemplo. No importaba el dinero

en sí, podía quedarse con é1, o importante era aúaparIo.

Ludo dijo que tenía experiencia en el asunto. El doctor Font citó un artí-

culo del código penal. El señor Naser dijo que todos eran unos sin-

vergüenzas, pues trataba bien a su personal y pagaba quinientos soles

a los cobradores mensualmente. Ludo dijo que Ia inmoralidad era una

lacra social. El doctor Font dijo: hay que movilizar a la policía. El señor

Naser dijo que algunos delitos merecían la pena de muerte, como lasviolaciones de menores de edad operadas por negros, los asesinos por

motivos pasionales o por rapacidad y los robos a los comerciantes

honestos. Ludo dijo que era una cuestión de habilidad. El doctor Font

había dicho: esos asuntos no me interesan, se los dejo a sus manos. El

señor Naser invocó la buena educación ancestral del latigazo y la pal-

meta y añadió que se había olvidado de decir que también merecían ser

fusilados y con un tiro de gracia los elementos disolventes. Ludo se difo

qué corta erala estación del amor y frági\ la alegría, El doctor Font había

dicho: tu pádre fue un hornbre honrado. Ludo opinó que el mundo iba

cuesta abajo. El señor Naser manifestó su placer por la música selecta,

en especial por las óperas cle Wagner y añ^dió: deberían azotarlo, qué-

dese usted con la plata, lo importante es que lo cojan. El doctor Font

había dicho: juventud torbellino, mirando la fotografía de su nieto, para

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136 C¡nlosRnH¡os úñez

añadirqueeraduropartirde cero.El señorNaseranzóunamirada as-civaa su secretaria dio a entender ueél no pagaba l teléfonoparaque sus subordinadosostuvieranonversacionesrivadas. udo dijoque era necesario aneara burocracia terminarcon la corrupciónadministrativa.l doctorFontopinó que el negociode los transporteselevaba l cubo los imponderablese todo negocio.El señor Naserarguyóque deberían umentaros impuestos lasgrandes mpresas,exonerar laspequeñas castrar los indios.El doctorFontdijo queno creíaen Dios.Ludodijo queel asunto o ofrecía inguna ificuitad.El señorNaser ugirióque podríapresentarsena demanda la pre-fectura. udodijo quesí125.

El caso resultó más complicado de lo que podía prever el practicante.Inútilmentefue a buscar aEfraínLópez a su casadeJesús María126.Si algo

habia aprendido en la facultad de derecho es que más valía una mala tran-

sacción que un buen pleito". Pensó que era improbable que se hubiera

fugado a provincia llevando consigo el dinero de la cobranza y abando-

nando a su mujer y sus dos hijos. Convertidoen espía1obuscó de barrio

en barrio.Aconsejadopor el doctor Font presentóuna denunciapor apro-piación ilícita en la comisaría,donde lo atendió un indolente capitán depolicía sin uniforme, viejo, demacradoy de barba mal afeitada,que gro-seramente,e reprochóque la casaNaser es traíamuchosproblemasy que

muy bien podían enviarleunas botellas de whisky. Ludo se lo prometió y

el agradecidocomisario e dio una orden de grado o fuérza,que permi-

tiría capturaral señor L6pez dónde y cuándo fuera habido. Pensóque el

doctor Font era un sabio al liberarsede esoscasosde cobtafizay el señorNaser un pobre cretino vengativo. Había que encontrar a Efraín López

como fuera. Dos mil y pico de solesno era poca cosapara su economía.Ludo reanudó susbúsquedas.Averiguóque la esposadeLópez tenía ami-

lia en una picantería de Surco. Como un fisgón andaba con la fotografía

en el bolsillo y la orden de grado o fuerza.Además, el señor Nasery el

doctor Font lo apremiabanporque en quince díasno obteníaningún resul-

tado. Lo cierto es que el evasivoex cobrador de la CasaNaser era inha-

llable, escurridizocomo una serpiente.Por muchos esfuerzos ue hacíano

oodía encontrarlo.sus esfuerzoseran siempre nfructuosos:

La respuesta era negativa y por eso Ludo prefería seguir buscando a

Efraín López, por una especie de vicio contraído, sin esperanzas de

encontrarlo, pensando en los buenos soles que ganaría rnetiénclolo en

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y BnycrEcHeruroue

ra cárcel, buscancroal joven imberbe, según la fotografía,al cholito ra_rón, como clecíael ,.¡o. Nrr",

chocreecror"u", ,;;;;:É:t::iiffilil:';:ffi;:: hli;rtículo221 delcódigopenal,nl declrdej a".* or"r'l a.sí eguíacami_ando' inclusoel críaque cayó aprimera garúa,con la orden de grado;#'":': ffi'j;':i::'

t.-'""'ront""do'áonlñ^;;-" nuncaabíaLudo se verá inmerso en otras situ¿:r ruaríaomoracricanreeroro.;:ffi J.JT;,i!'1"'iril: ¿:enerarodría conrraer democráticogobierno ¿" nurá-lite y Rivero,esletenidoen Mirafrorespor carecer

crecrocumentos:*"^"".n" compren_lióLudo ra utilidad de los pnp.t..r. i"¿" .r munclodeberíareneralgunos,ue sancionaransu condición humana.De nada valía nadaren crospies,ener un nombre, pensar,hacer un uscarecíacreun.nr,rl"..l ',:::"^:,:i.t1so

inteligentede la palabra,si sere s o,.,,,,.n'!r :,fi .T' J ;::,?:fTjll;,,T*füi". ;*.ncluso, el jefe cle comisario o reconvieson cletenidos.

_vr¡¡ro.rruu leconvrene:solo los cholos y los zambos

Los interesesbancariosque abruman

maclre,que debía ;".';""::'r:"flT:a su familia

v en particular a suxiónmoial n o¡noilstffi;.fii1"1";"' también"-"ur.itu.,na efle-reunían,oníanrgunosienes"" __if::',.YJ.iiil"" f :Hil::::lenabande lacayosy abogacros,. ,o,.r.l-,"raban en ,"

"¿ior.enrejado,undaban un banco y comenzab n a ro,L>ar.n banco hiporecario, porecir algo, como aquerar cuarra ramiiiaáe Ludo pagabuder.re hacía liezños lo.s nterese.s e un préstamo,nunca el présta¡¡s,,l29.

una concepciónsocial del aborto y sus implicanciassocialesse derivael diálogo entre Daniel y lucto. ou'r"l árnba cleque una pareraocasio-al abortara;Ludo le rerruca que es clelito"¿euiéne ra¿i.ho so?itohace"" .;J;:"3;::::T"':J,::"r.#l

727 F.l cr.ítjcoLuchting ha aclverticlo que el cuento ,,Digenieciilos ¿"*ii¡"ot"r. ln;:J; ::[.::-'r)rrección

equivocacla" parece ronracto de lo.ses perseguicro tam¡ri¿rs

En efecto' en ei cuento' el cleuclor ,nn.ur,, ." iír-", nr"o" Lópezyun pasiv() p,r. n., hutt

por un cobrador' Efraín López' de t^ g""i""rtir')1,*¡nicares ast)meclomiciliaclo.n,r ron,r.r

reportaclo l:rs ganancias.p.r. lr rr.nto ¿. ¡r"l,l,"rrr. Fausto López,

;:j .jilff;#ij, il :r:,#ffiü lr.i:H*:ru ffi:,::feucror,n,,,"nr;i.?.:l.'l:l;]ij,li,,qa.ffa.rn¡;:x,;r.xa::Volfang. Ir¡s dobles de Ribeyo. firnu, lnrtltut.,-ñrci<¡nal de Cultura, 197L, o. 30.2Íl IirBEyRo, Losgeniecilbs clom¡n¡cates. a;;.:' ;. ;rr.29 lbídent, p.14).

137

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138 CnnlosRnvosNúñEz

lo hace el doctor Aquileno. Te cobra tres mil pacos y quedas como uncaballero"l3o.

La línea moral del personaje, Ludo, no obstante su marginalidad, semanifestará también en su concepción de familia, cuyo contenido echa demenos por la muerte de su padre: "Hubo una época en la cual también ensu casa había una familia. Había un padre, una madre, unos hermanos, unorden, una jerarquía, unas ganas de reír, de bromear, un calor, un rumor,una complicidad, un perdón, un lenguaje cifrado. Casa sin luz ahora.Malayerba. Podredumbre en el césped"t. lt .

Las aventuras de ese estudiante de derecho que es Ludo no concluyen

con los casos que le correspondió conducir, como tampoco con el dramade su familia, sino también con pequeños detalles de la vida de un auxi-liar de la ley, de un empleado jurídico sin título como fue Ribeyro antesde su viaje a Europa. Los detalles son tan exquisitos como elocuentes.

La renuncia a la Gran Firma, como gusta llamar Ribeyro a su retiro delenorme bufete en el que practicaba, ocurrió, en términos cabalísticos, el

31 de diciembre. Ese mismo día, después de operada su renuncia, el

Estudio le pagó sr-rs eneficios sociales, que Ludo derrocharía con Estrella(la bella y díscola prostituta del victoriano barrio de Huatica) y en sucesi-vas francachelasl32.En lugar de redactar un recurso de embargo, Ludo lan-za un poderoso gemido, desgarra el escrito judicial y en su lugar escribesu carta de renuncia. "Su jefe trata de disuadirlo con untuosos argumentos,pero al atardecer Ludo abandona para siempre la Gran Firma, donde hasudado y bostezado, tres años sucesivos en plena juventud"133,mofándo-se así de su porvenirll4. Aquí debe observarse la decisión no del todoresuelta del propio Ribeyro de abandonar la abogacía. En un reportaje quele hiciera su biógrafo \lolfgang Luchting, interrogado sobre si se sentía

130 ibícler¡, p. 183.

131 lbíclem, p. 186.

132 Ibídem, p. 1f37.

133 En un número especial de Ia revista Maftín. Reuistade Artesy Letras, año II, núm. 4, junio de

2002 dedicada íntegramente en homenaje a Julio Ramón Ribeyro, un amigo de juvenrud, elcompositor Manuel Acosta Ojecla, identifica al descarrilado Pirulo de Losgeniecillos dominica-/es como el baranquino Perucho, Pedro Buckingam Devoto, un as del billar de la alameclaRicardo Palma en Miraflores. En la novela desfilan otros personajes de la vida real: AlfonsoDelgado Backman y el gordito Del Solar. Acosta reconstruye también los bares de Surquillo quefrecuentaban inseparables amigos: El Botellón, el Taka:Íaka, El Silletazoy El bogar de la madre,Tómate la otra, pero nunca llegaron al temible, el Café de los ualientesy hasta el non.rbrede

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Cnpírulo . TnesABocADosALLTDos:nncns losn,Rrsrvno BnycrEc¡rruroue

bien de su pertenenciaala clase burguesa, el escritor le contesta: "Si fueracierto no me hubiera movido de Lima, hubiera buscado alianzas con fami-liares o amigos pudientes y sería ahora un abogado ricachón, más o menos

deshonesto y probablemente respeta61""t35.

Un eje recuffente de la historia es la marcada presencia de los ances-tros. Su ubicuidad se advierte en los retratos fotográficos, las pinturas alóleo, los bustos de bronce y hasta en la espiritualidad de las viejas casasrepublicanas. Ludo (Ribeyro), en un instante se detiene frente al retratooval de su bisabuelo (se trata obviamente del sempiterno presidente de laCorte Suprema, Juan Antonio Ribeyro, "donde el ilustre iurisperito apare-ce calvo, orejón, en chaleco y terriblemente feo". "Ese hombre -continúa

el escritor- vivió casi un si¡¡lo, presiclió congresos, escribió eruditos trata-dos, se llenó de condecoraciones y de hijos, pronunció miles de confe-rencias, obligó a su inteligencia a un ritmo de trabajo industrial, para al fínde cuentas ocupar una tela mal pintacla que ascendientes lejanos nosabrían dónde esconder"136.Ludo en plática con la imagen de su bisabue-lo, el magistrado supremo, le confía: "Ah, vejete y revejete, perdóname sihe dejado el puesto. Por más que hagamos, siempre terminamos por con-vertirnos en retrato o en fotografía. Y cuidado con protestar, que te volteo

contra la parsfl"r37.Sobre el escritorio de Ludo (en realidad, una mesa) había siempre una

botella de licor (cinzano o pisco), varias obras de literatura y sus códigosbásicos (civil, penal, comercial, de procedimientos civiles y de procedi-mientos penales). Representan las armas de un estudiante algo disoluto,que, tras su renuncia, con el dinero de su indemnización planea unaorgíafinalmente abortada. Como lnanes de la familia Tótem -Ribeyro- discu-rren también los retratos de sus célebres ascendientesl3s. Códigos, nove-

las, retratos fotográficos, alcohol y (lo olvidábamos) cigarrillos resaltancomo los artilugios del indeciso practicante, a horcajadas entre las letrasIegales y las letras literarias, la sobriedad del jurista y la inquietud bohé-mica del poeta, entre el apremio económico del presente (Ludo posee soiodos deslucidos trajes) y las glorias del pasado. En realidad, hasra ciertopunto, Ludo refleja ciertos rasgos del universitario en general y, particu-larmente, del estudiante de derecho. Sorprende, sin embargo, que elloocurra en la casa familiar. La ausencia del padre, ya fallecido, hombre de

I35 Ibíclem,p. 18.

136 Martín ltevista de Artes y Letras.Op. cit., p. 707.I37 ll¡snvtto,Julio Ramón. Losgeniecillc¡s ominicótles.Op. cit., p. 16 .138 lbídenr, p. 16.

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140CnnlosR¡wosNÚÑrz

escasocarácter,yunamadreconsagradaalaferel ig iosaylasprocesiones(comoenelcasodeotroestudiantedeDerecho'JoaquínCamino'del /o

selodigasanad. iedeJaimeBayly)yespef^f izadaenaleator iosnegocios

sin renta visible y de enormes pérdidas, en los que la embarca un yernoex militar traducen también el vacío de autoridad'

Lanostalgiaporlasviejasglor iastraspoftanaLudodelosretratosalos

edificios. La casa de su entrañable amigo Pirulo (o mefor dicho un

pequeña parte de ella) frente a Ia avenida Sáenz había sido propiedad de

su abuelo. Allí vivió y murió octogenario y apopléjico ' Había sido su casa

cle veraneo cuanclo Barranco era el balneario de moda' Esa transición de

la opulencia a la estrechez marcaba a Ludo, tanto como al propio Ribeyro,

quedescribenoasuabuelo(quefueingeniero),s inoasubisabuelo

Ramón, un abogado:

Cadavezque Ludo entrabaa esacasase paseabapor susenormeshabi-

tacionesempapeladas,husmeaba,tocabalosmuebles'comosiguiendolas trazas a. nigu.rn ruta ancestral.pero la casahabía sido diviclida en

variosdepartamentosy|afami| iadePiruloocupabasolounaladeloque fue antaño una mansión' De estemodo Ludo no podía reconstrulr

más que fragmentariamente os paseos de su abuelo y cuando tomaba

téenelcome<lorsepreguntabasiesapiezanohabíasidoant iguamen-tealgúnvestíbulo,undormitor iooquizáselbufeteahoraprofanadodondesuabueloredactóalgúnbri l lanteaiegato'Muchasotfascasashabíaocupado su familia,de las cualesLudo conocíasolo la fachada, a

deVashington, ladeBelén,ysobretodoiadeEspír i tuSanto,gigantes-ca,convert idaahoraenunaescuelasecundaria,Ludoteníalavivacon-cienciaclequeelespaciodequeantesdisponíanlosSuyossehabíaidocomprimienio, cadageneración erdió una alcoba'un patio' Ahora solo

lesquedabaelranchi todeMiraf lores.Quizásalgúndíalequedaríaaélnada más que un aposento,cuatro paredesciegas'una llave139'

Esamismasensacióndepérdidagradualeirreversiblequepadecesu

familia en las dos últimas generaciones, habría de experimentarla Ludo en

tocla su crudezacuanclo asume la representación de su madre y hermano en

el matrimonio de una prima, cuya familia ha mantenido el status de la clase

al ta.Enlaf iesta,elpobrepersonajenosoloesignorado,sinocuandose

adentra a la hermosa casona, la madre de la novia sospecha que es un

laclrón que busca sustraer los regalos de suhiia. La belleza de las jóvenes

invi taclasalabodaconst i tuyenparaLudo,débi lyapagado'elmejortest i -

monio de su regresión social. suponen "la abundancia del deporte lujoso,

139 lbídem, p, 17.

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- : 3 TnrsABocADosALLtDos:nncRSlosR,Rrsrvno BnvcE c¡rrutour

, <r l perseguidopor todos los continentes en suma del cruce de pare-. :..;ls y hermosas.Era el resultadode una selección igurosay artificial,.. ¡ie laboratorio,que le recordabaa Ludo, involuntariamente,a practica-

::r las haraspara a reproducciónde caballosde pura sangrelaO.

Il r-nalestaror esaespeciede fracasopersonal, nexplicableparaLudo,-:'-lcrecientadiariamente on la visión de la galeríaen miniatura,de un.=trode largo y de veinte centímetrosde ancho, de los cinco retratosde

r-.i antepasados n líneapaterna(exactamentegual a los ancestrosde Ri--:'.-ro),ubicada cercade su cama.En el álbum se hallabanalineadas inco:=:eraciones. "Desde el chozno librero del siglo XVIII hasta su padre,

::.--:leado,siglo )O(, pasandopor tres eminentesy longevos hombres de:'.'is eu€ ocuparon todo el siglo )CX"141. stosúltimos, los tres, es decirr jlrristas,erminan por ser recriminados: si que habían tenido éxito y a:r-rejor astasin problemasde conciencia, es tocó vivir una época dicho-

--.. paternal y jerarquizada,en la cual los privilegios se consideraban:-.-iturales la iqueza un don del cielo, ellos ftteron el orden, el bastón, a

- .tntradanza el ferrocart¡1"142.

Ludo Tótem, al igual de Ribeyro con alma de cuentista, cadavez que

:rebía salir a la calle, echaba una rápida ojeada a la galeríade retratos: "Los:inco rostros o observaban on ironía. Incluso en la fotografíade su padre

:e pareció notar ciertamofa. Ludo les hizo un saludo va€locon la mano y

rprimiendo el conmutadorde la luz los deió en las tinieblas"M3.ll ngre-

so al dormitorio conducía siempre a Ia galeríade retratosy al escritorio'donde se apilaban os códigos.En el estantesu centenarde libros le mos-trabansus bellos omos gastados"laa.

Una visita de Ludo, en compañía de Segismundo,el más calaveradesus amigos,a los claustrosde SanMarcospara conocera los geniecillosdelas letras, abre otra vez la puerta de su reencuentrocon sus antepasados:"Entraron por la puerta que daba al patio de derecho. Sin quererlo, Ludolevantó Ia miraday pudo leer en el frontis del pórtico el nombre comple-to de su bisabuelo:José Armando Tótem fue rector de esta universidadde 1856 a 7864. Bajo su rectorado se refaccionó este local'145. udo le

explica a Segismundoque, en realidad, no es estudiantede San Marcos,

I40 Ibíclern,pp. 57-52.I47 lbídem, p. 80.

I42 lbídenr, pp. 93-94.743 lbídem, p. 94.I44 lbídem, p. 9f l .

141

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142 CnnlosRnvosNúñez

sino de la Católica. Ludo, se desgañita, solo se halla de visita a sus cofra-

des. Segismundo, un hombre rudo y hasta brutal, le interrumpió en tono

de reproche: "Ya me llevarás entonces otro día ala Católic4 perro reaccio-nario", "sucio oligarca", en clara alusión a su entroncamiento estudianti l lu6.

En el recorrido de dos amigos, Ludo y Segismundo, por las galerías de

la antigua casona sanmarquina, el estudiante de derecho tendría un nuevo

encuentro con su bisabuelo:

Ludo atravesó un vestíbulo donde había una percha capaz de soportarcuarenta sombreros y de pronto, al cruzar la mampara, se halló en un

enorme salón plagadode retratos,que muy bien podía ser la sala del con-sejo. Una mesa extendida de muro a muro parecía esperar a invisiblescongresales.Ludo recorrió paso a paso el aposento,solazándosecon losretl'atos --<adacual era un rector, os más antiguos levabangolilla o hábi-to clerical- hastaque en un rincón, detrás de un biombo, entre pilas delegalos, ilencioso cubierto de polvo, hallábase l busto.Era el mismo:

José Anemio Tótem. De mármol, sobre pedestalde ébano. ¿Quétrayec-toria había seguido, por casasy oficinas, hasta llegar a ese triste rincóndonde, con la cara vuelta a la pared, parecía cumplir algún castigo?

Tampoco en esa casaquerían saber de é1.Ludo observó sus rasgos eos,pero majestuososdominantes, su fría caivicie donde reposaba un polvoviejo. Con la mangade su saco a limpió y luego,sacandosu pañuelo, ehizo un nudo en cadapunta y se lo colocó en la cabezalaT.

Los ancestros viven pero también fallecen. En una escena, el padre deLudo, decide liberar un espacio del mausoleo familiar. "Echaremos al másviejo. Los muertos también tiene edad". Volviéndose hacia los trabajadoresles indicó: "Me sacan esa ápida por favor", y señaló la de Melchor AugustoTótem, muerto en 7798"148.

El orgullo del estudiante de derecho de una universidad privada tam-bién resalta. Así, frente la desprejuiciada soberbia de Segismundo, que sejactaba de conocer todo el Perú, un tímido Ludo se ufana de sus prácticas

de derecho: "Fíiafe todo lo que dices es apasionante. Pero durante estoscinco años yo también he vivido a mi manera. No he trabajado en minasni he viajado en barcos, pero en cambio he trabajado tres años en una ofi-

cina y he viajado siete años en ómnibus mirando la caru de los pasaje-ros149.Segismundo replicó entonces con una copa de aguardiente en la

146 Ibídem, p. 712.

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l ip i rulo 3, Tnrs ABoGADosALLTDos:ancnsLLosR,Rlarvnov Bnvcr EcHrrulouE

mano: "solamentequiero decirte una cosa,Ludo. Eres el peor de los paje-

ros. Menosreflexión,máspasión.Mása tu alrededory olvídatede ti, tazo-nador infecto.Ludo pensó en sus cien añosde jurisconsultos artesianos

estuvoa punto de dade la razón"150.n otro momento, de visita en su anti-

guo colegio mariano, e dice al director con un timbre de suficiencia,que

ese mismo año se recibiríade abogado151. tt uno de los meiorespasajes

de la novela, el personajees aproximado socialmentea una mujer humil-

de: "'Te presentoal señorTótem.Y mucho cuidado,que es abogadoy vive

en Miraflores'. La muier se puso rápidamentede pie, le dio la mano y

quedó luego mirando su palmacomo si le hubierandado una medalla. Nosoy doctor', dilo Ludo para tranquilizaila,pero Daniel intervino: Claroque

eres doctor, todos los que van a la universidad son doctores.Eso lo sé

desdeque era chiquito"'152.udo ansiaque el momento de su graduación

llegue. Teme que su vida bohemia junto a Pirulo y otros amigos arruine

susproyectosy no pueda ayudara su madre: "En Lima estamospersegui-

dos por el fantasmadel alcohol".Recalcauego a su contraparte: ¿hasle-

vado la cuenta de la cantidaddepoetas,

depintores que tanto prometían

que fueron tragadospor el pantano?"r53.or eso, a pésima gestiónde los

procesosa su carflo e afligenhastael abatimiento: Ludo pasósus díasde

consternación nclinado sobre un tablero de aiedtez.Había perdido todos

sus uicios, cadavez le era más difícil comprar cigarrillosy se daba cuen-

ta a travésde sutilesmaticesgastronómicotr'l54. inalmente,una inopina-

da salidacon sus amigos que acabacon la muerte de Jimmy, uno de sus

amigosde bohemia,a raíz de un accidentede tránsitoque propicia Pirulo,

en su afán de cruzar as intersecciones in semáforode la avenidaArequi-pa, propicia en Ludo una reflexión ante Ia cercanía e los exámenesen Ia

Facultad de Derecho: "En realidad,salir esa noche le parecíauna profa-

naclon '".

La relación con sus compañeros de la Facultad de Derecho de la

Universidad Católica no parece ser muy fluida, como lo es su simpatía con

sus compañeros de la Facultad de Letras de San Marcos, con quienes pro-

cura fundar una revista de literatura, PrisntA: el único logro colectivo de

150r57152

Ibídem, p. 10ó.

Ibíclem,p. I07.

Ibídem, p. 132.

143

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144 Cnnos Rnvos Nuñ z

estos óvenes.Ludo parece alzarse omo un baluartemoral ante la frivoli-dad de Ia riqueza y del mal gusto de sus compañeros adinerados de

Derecho. El donjuanismode CadosRavel,seductorde muchachasde con-dición humilde, en mérito a su Buick de lujo, la brutalidad de estudiantede apellido germánico,Blagenwild,pedante y grosero durante la instruc-ción premilitar que .se mpartíaen las universidades,ncapazde ofrecer aLudo y a susami¡¡os in auto una viadadesdeel Club Revólver,en lasafue-ras de la ciudad, hasta Lima o Miraflores.A Luclo e ofreció transportarlosiempreque se situaseen la maleteradel vehículo.Era notorio el malestarque le causabansus compañerosde clasealta por su afinidad con la dic-

tadura del general Odría (que recuerdan as páginasde Conuersación nLa Catedral de Yargas Llosa). Aborrecía sus estúpidos diálogos sobre lasropas de baño, y hasta a referenciabanal y despectivasobre el nombredel jurista italiano, relacionado con el derecho procesal civil, FrancescoCarnelutti,del que comentaban: nombre horrible, digno de un fabricantede aperitivor"156. Ludo no solo lo irifaba la simplezade Carlos Ravelyla llanura del gordo Blagenwild o la mansedumbrede Pedro Tales, am-bién la formalidad ritualistade los buenosestudiantes e derecho. Uno de

ellos,Ramiro Peralva, solemnealumno de derecho",quien se habíagana-do una sólida reputación entre los profesorespor un ar-tículode cuatropáginas,aparecidoen un semanario ocal, al que tituló (un típico ejemplode derecho y literatura,por el que podría haber guardado afección): "El

sistemacarcelario rancésdel siglo XIX a travésde las novelasde Honoratode Balzac". Para ridiculizado se sirve de Ia pataneríade Segismundo,quelevanta la pierna e impone un golpe calculado en el codo de Ramiro,

"haciendovolar los libros que llevaba en la axila"157.Si la relación con sus compañeros de la Universidad Católicano es

buena, ampocopareceserlo con susprofesores el sistemaeducativoquedetermina la Facultad de Derecho. En tanto que con Rostalinez,profesor deLetras en San Marcos, artífice de la revista Prisma, conduce un vínculo sig-nado por el afecto y la confianza(Rostalinez ncluso lo recomienda ante elabogadoFont para que realiceallí susprácticas), e buda de un profesordeDerecho Tributario de la Universidad CatóIica,antiguo profesor de Ludo en

el colegio mariano, "una especiede maniquí de sastre", obre quien recaeuna insalvable tacha moral (típica de muchos de los partisanosde esta dis-ciplina): "Mientras explicaba el impuesto progresivo sobre la renta (en pri-

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l : r i ruLo 3. Tnrs ABocADos ALLTDos:RncnsLLosA,Rtgrvnov Bnvcr EcHerulour

r-ado, a sus clientes, les enseñaría la manera de eludirlo)"1'58. -v asociación

se tornaba inevitablemente negativa p^r^ con sus condiscípulos de derecho:

''Ludo pensaba en la posesión de Lisa por Carlos Ravel y veía cómo losalumnos tomaban rápidamente notas en sus cuadernitos ad boc. Y con una

nostalgia irresistible evocó San Marcos, sus claustros, sus palmeras, sus pilas,

sus hombres feos y rnal trajeados, sus disturbios, su desorden159.

La recriminación a la Facultad de Derecho de la Universidad Católica

cle la época, formulada por Ludo en Zosgeniecillos dominicales, también

se dirige contra lafalta de exigenciaacadémica: "Ludo asistió aun a dos o

tres clases, para comprobar que el derecho era fácil y que le bastaría leer

los cursos la noche anterior al examen para aprol';arlos"160. udo (Ribeyro)

intenta prepararse para sus exámenes a última hora:

Apalte de no ser un animal matinal, as pastillasque tomara la víspera

para poder velar y prepararun examencomenzabana hacerlesusefec-

tos complementarios, n cada esquina,despuésde salir de la universi-

dad, en cada esquinaperdió un párrafo, una argumentación,un nom-

bre, un artículo del código y a las diez de la mañana era una entidad

con el cerebro hueco y escurrido, una sacuaraexhaustay sedienta,

presade alucinacionesantropomórficas161.

Otro pasaje simbólico, que acusa el poco interés de Ludo hacia el dere-

cho y, probablemente, el abandono de la carrera, queda representado por

la pérdida de su libro de derecho comercial (con el que debía rendir un

examen), que se desliza a las turbulentas aÉluasdel río Rímac, sin que haga

nada oor evitado.

¿Quéhacía al\í?

¿Quiénvivía allí? ¿Habíadado un examen? ¿Qué le había

pregLrntado el profesor? ¿Por qLré caminaba la gente? ¿Cómo caminaba?

¿Quiénes eran los perros? Ludo sintió que el l ibro de derecho comercial

se desl zaba de sus dedos y haciendo un esfuerzo lo atrapó cuando esta-

ba a punto de caerse al río (. . . ) . Esta vez no hubo remedio: el l ibro se

fue al río, sin que Luclo pusiera mLrcho empeño en impedirlo. Desde lo

alto lo vi o rebotar contra Llna piedra y hundirse lentamente con sus

páginas abiertas en la corriente turbia (. . . ) . 'No he dormido en toda la

noche y además acabo de tirar un libro al río. Y con ese libro he t irado

algo más, ¿qué cosa es lo que he t ira6[e2'162.

145

158 lbídem,

I59 lbídem,

LINO CI C

160 Ibídenr.

IT3,

127. Luclo ya se había nlanifestacloen contra

caso.s icliculizttbaal sisteula: "Pague primero,

de l l)erecho Tribr-rtario uanclo en

reclame clespttés".

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146CnnlosRnn¡os úñrz

A pesar de la pérdida casi deliberada del libro, Ludo obtiene un onceen el curso de Derecho comercial.

carificativo que no lo entusiasma. A se_gismundo la noticia (que no es la única, puesJimmy ha muerto como con-secuencia del accidente y pirulo paclece cle un derrame biliar) le pareceuna pequeñe2163.Ludo parece compartir ese mismo sentimiento: el dere-cho no lo atrae tanto como la literatura.

Allí no concluye el benéfico cliálogo entre Ribeyro y er clerecho. EnProsas apatridas, un sentido jurídico cle marcado realismo surge en un iró-nico Ribeyro, cuando recuerda que un tipo se presentó a Ia agenciaFrancePress de París, donde tabajaba, para informar que había presentacro unademanda judicial contra ra unión Soviética con el fin cre que crevolviera eloro que se llevó durante la República. "Su argumentación -aclara-desdeel punto de vista histórico y jurídico era rnafacable, pero llevacra a la prác_tica era un acto de dementen764.pn una siguiente reflexión, sentencia (tarvez recordando el palacio juclicial cle Lima): ,,Lugares

tan banales como Iaprefectura de policía o el ministerio de trabajo son ahora los templos clél_fico.sdonde se decide

nl¡estro clestino',165.

AlfredoBryce:La "malditaprofesión e abogado,,

Infancia, adolescencia, Facultad de Derecbo: miuida ba sido como esta dificttltad para nauegar,mi uida ba sido esta dificultad para nauegar,..

L ud ".̂ :;;y ;"Xi#'il#Xl;;

En un mundo paraJurius,santiaguito re cra a razón aJuanLucasar aban_donar el palaceteseñoriar,oscuro y fúnebre donde habíanvivicro unto asu padre, santiago,el primer esposocresu macrre,Slrsan,casien sintoníacon su temperamento.Er fallecidopadre del pequeño protagonista,a clife_

renciadel desinhibidopadrastro,es un abogacroan señorialcomo la casaque Ia nueva familia abandonapor otra más moderna,tan moderna comola mentalidaclburguesa de Juan Lucas.Don santiago era para el clubNacional, o queJuan Lucaspara el Regatas.

3.

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: --,-o3, TnrsABocADosALLtDos:ancns LosA, tsrvno BnvcrEcHrntour

Papá -pensal¡a calladoSantiaguito- nunca iugaba golf ni nada, sólo

le intelesaban as haciendas el nombre de su estudioy g n r iuicios,sólo pensabaen el nombre de ia familia,no seré abogado...Todos allí

parecieronsentir que algo caducaba, al vez un mundo que por prime-ra vez veían demasiadoformal, oscuro, serio y aburrido, hono¡able,

antiguoy tristón.No había sino que mirar aJuan Lucasp^ra ver que los

estabasalvandohacia una nuevavida, no sé, sin tantoscuadrosde ante-

pasados,sin esosvitrinones,sin estatuas, ustos...166.

Pero, todos los abogados guardaban el perfil del extinto don Santiago.

-,':t un mundo paraJulius desfila también Pericote Siles, eterno enamora-

,:o de Susan pero rival incompetente para el elegante Juan Lucas. "Nadie

.¡ tomaba en serio, esoque era abogado y honrado y trabaiador y había

ganado sus reales también como todos. Gracias a ellos podía tomarse sus

:erdecitas libres y ahí estaba, con cara de querer baílar, bebiendo su naran-

'rcla, sanas vitaminas para conservarse joven, a los cuarenta y ocho años,

i)astante ridículo de apariencia"167.

La sociedad lirneña o, mejor dicho, las clases altas observan a Pericote

Siles, en ese notable tratado sociológico que es Un mundo paraJulius, como

r-rnpersonaje risible por feo, solterón, no muy rico, pero, sobre todo, por

honesto, vale decir, por cojudo: el rasgomás imperdonable del fracaso.

Los del barrio Marconi habían pedido ceveza y lo miraban con mala

cara.Pericote segr-ría esconcertado: no había logrado ver bien a las chi-

cas en ropa de baño, y por mirarlas no vio a la fligbt bostess por mirar-

la, esto es 1o peor, no pudo pagarle la cuenta a Susan, ¡qué habrá pen-

sado! Continuaba ah í parado, gris el pobre Pericote, alimentándose de

su fracaso, otro clía más en su vida en qu e iría por la noche al Club, ef l

que contaría sus hazañas, bueno ahora ya no eranhazañas como cuan-

clo era estudiante de l)erecho y se trorn peaba con matones y se acosta-

ba con bellezas, ahora eran sólo historias de lo que pensaba hacer, clelo qu e deseaba en el fonclo, siempre sonriente y lo escuchaban porque

era un abogado honraclo, un cojudo, un amigo servicial, de ahí sacaba

los saludos, le escuchaban las historias de lo que iba a hacer, nunca de

1o que había hecho, ésas se las contaba éI mismo en la oscuridad de su

clormitorio, al apoyar la cabeza sobre la almohada, y entonces se iban

convirtiendo en historias de lo que no había hecho... l)espués, aI día

siguiente, se levantaba entre sonriente y amnésico, desayu naba apuraclo

y sabía que jugaba a llegar al estudio optimista y atareadísimo, saludan-

clo a secretarias,pidienclo llamadas telefónicas qLle impresionaban a las

rc6 lbíclenr, , 10.167 llnycnF.cHr:xrc¿rrr,,lfreclo,ht mundoparaJulitts. inr¿r:eis¿t,001 p.84.

147

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148 CnnlosRnvosNúñez

secretarias,anunciando que les iba a dictar y fumando, ahí empezabaa

creer nuevamenteen lo del abogadazo,en lo del solterón interesante,

en lo del play-boy,en qlle iba a conocera laJlight bostess,venturapara

el Club, así eraPericote168.

Alfredo Bryce en Permiso para uiuir. Antimemorias, afirma la coinci-

dencia de sentimientos con sus dos anteriores colegas. Bryce rememora su

paso por San Marcos con absoluta honestidad. Denuncia, a la vez, la idea

de éxito que se suele asociar con un crudo bienestar material:

La maldita profesión de abogado,que mi padre tanto quería que ejer-

ciera,y parala cual yo simple y llanamenteno servía.Deseaba anto sel'

escritor,además.Ah... deseaba anto embarcarmeun día rumbo a Parísy olvidar aquel mundo al que parecíaconclenadode nacimiento,y en

el cual mis mejoresamigosse perfilabanya como grandeshombres cle

negocios, erratenientes, bogados, ngenierosy qué sé yo ' Todoshabía-

mos nacido con un poruenir brillantebajo el brazo,que duda cabey yo

mismo llegabaa malclecirme l notar, cada día más,que nunca lograría

encajarbien en los mecanismos el dinero y el poder.Y hastamis meio-

res amigos se burlaban de mí, diciéndome cariñosay sonrientemente

grandesverdadeslÓ9.

En contraste con Vargas Llosa, la figura paterna apatece impositiva y

victoriosa en el escritor limeño. Tal se aprecia de las páginas iniciales de

La uid'a exagerada de Martín Romaña (1981), crónica autobiográfica de los

años formativos de Bryce en Europa. En un emotivo pasaje, Romaña/Bryce

narra los nomentos previos a su partida a París, donde alcanzatía la anhe-

lada vida de escrit<.¡r t iempo completo:

Con excepciónde mi padre, todos debíanestar elicescon mi ausencia.Uno menos que abrazar,debían estarsediciendo los condenados,por-

que ahí el único que se tomaba as cosasnavideñas,navideñamente ra

mi padre. Me dio pena recordarlo.Era 1o más bueno que hay. Ttabaió

siemprehastahacernos omarle horror al ftal:.aio.Era una mina de oro.

Tenía que serlo -anota con ironía-, porque había procreado a la más

importante colección de psicoanalizablesde los últimos tiempos en

Lima.

Y confiesa:Con el tiempo llegué a tomarle cariño, aunque la verdad es que me

costó mLlcho trabajo. No tenía por qué haberme educaclo más rígida'

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168 Ibídetrr,p, 216. 

Cnpírulo , TnEs BocADosALLTDoS:nnclsLr-osn. rsrvRo BnvcrEcurrurour

mente que a mis hermanos.Claro, yo era el menor, y en vista cie quehabía ya perdido todas las esperanzasen los demás.decidió que yo fue-se la esperanzadela familia,y me daba menos propinas y menos bici-cletasy menos automóvilesque a los otros.Y nunca me habió porquea un hijo nunca se le habla, sólo se le mira con mucha autoridad.Pobreviejo. Así, a punta de mirarme tanto, se fue convenciendopoco a pocode que yo era el peor de todos. Hasta me compró b iiletes de lotería aver si me asegurabael porvenir. Ese gesto me conmovió tanto, en unhombre tan autoritario,que no tuve más remedioque echarme oda unacarrerade abogadoencimalTo.

Bryce llegó a ser abogado. Años después, en Pensamientos para uiuir,

confiesa que su primera novela fue su tesis de bachiller: La compensación

en el Código Ciuil de 1936, aludiendo así al esfuerzo de redactar las 300páginas que constituían ese trabajo (como veremos luego, la tesis fue

mucho más breve)171. tr un período en el que las profesiones liberales

gozaban aún de prestigio y aseguraban un bienestar, y cuando la carrera

de escritor, si es que Ia había, se ofrecía como una apuesta romántica y

aleaforía, la postura del padre de Bryce no sorprende: "el día que me gra-

dué ya hace tiempo que nos queríamos mucho". La condición de aboga-

do confería no solo un medio para g n r dinero, sino también represen-

taba un título honorífico y un elemento de distinción aristocrático. La abo-gacía, no obstante la modernización que experimentó el país durante el

Oncenio de Leguía (1919-1930), no se había masificado, como ocurre

actualmente. Solo cinco universidades expedían el título: la Universidad

Nacional Mayor de San Marcos, la Pontificia Universidad Católica del Perú

y tres universidades públicas de provincia, llamadas "menores": la

Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, la Universidad Nacional

San Antonio Abad del Cusco y la Universidad Nacional de Trujillo.

Mi padre no me autorizó a viajar a Inglaterra en 1957. Con la autoridad

cle un hombre que le desea el bien a su hijo, le pagaba los estudios, lo

mantiene en la casa familiar y lo mantiene también a propinas, decidió

que yo era demasiaclo oven a los cliecisieteaños para saber incluso cuál

era mi vercladeravocación. O sea que también esto 1odeciclió él por mí.

Sería abogaclo, hombre de empresa, y, por qué ño, un honorable ban-

quero como él y mi abuelo materno. Al diablo pues con los proyectos

que yo había pllesto en marcha y que estaban a pllnto de concretarse.

Y al diablo con eso de querer ser escritor en Europa y estudiar literatu-

149

170 Bnvcr: Ecur.:xrqrrr:.,

171 Bnvcr, Ecnr-:xr<2ue,

1981 p. t42.

Alfreclo.

Alfreckt.

Permisc¡ ara uiL,ir.Antimemorias l. Lirna: Peisa, 1993., . 142.

Ia uicla de r4atrru Romaria. Barcelona: Argos Vergara,

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150 CnnlosRnvosNúñEz

ra en ia universidadde cambridge.Por másque me hubiera preparado

ya, y por más que mis compañeros de colegio me hubieran dado ya al-

guna comida de despedida,pofque, como dijo uno de ellos: Alfreclose

va a Europa a estudiafpara bohemio'. A Europa sóio pude partir a losveinticinco años y con un título de abogado. Pero ilegué a París,en

1964,y a Cambridgeno llegué nunca. Como tantos otros sueños,esta

universidadpertenecía una mitologíade adolescente ue, por mi bien,

mi padrese habíaencargadode mandaral baúl de las lusionesno cum-

plidas172.

Desatendiendo los consabidos deseos de su padre, Alfredo Bryce estu-

clió letras en San Marcos, en la especialidad de literatura. Como él mismo

lo expresa: "le cerraba la boca estudiando también derecho, para tranqui-lidad cle todos, empezando Por mí"173.La decisión de estudiar simultánea-

mente letras y derecho en los patios de la cuatricentenaria Universidad Na-

cional de San Marcos, "la del pueblo unido jamás será vencido, la de los

patios y las fuentes y estudiantes cle las clases B, C y D, de Lima"t74, no

sería de Bryce sino de su propio padre. Había para ello lna r^zón prácti-

ca, que coloquialmente Bryce llama "trampa". Al parecef para ser admiti-

clo a la Universidaclcle Cambric,lge ran precisosdos requisitos:aprobar un

examen de historia de Inglaterra y otfo de latín en el Britisb Councily ha-

ber ingresaclo ala Universidad de San Marcos175.Al padre de Bryce no le

pareció mal, pero le puso una condición: debía estudiar derecho. cierta-

mente, en esa clecisión había mucho de pragmatismo, pero también, tal

vez en forma soterrada e implícita, la ídea de perpetuar una dinastía de

lustre oligárquico a través de las letras legales. Bryce ha escrito sobre él

que ',era una suerte de heredero del silencio y de la buena salud, de las

buenas conciencias y los meiores modalesy educación"176.

En un pasaje de Un mundo paraJulius un grupo de muchachos -pro-

totipos de la burguesía limeña o que, por lo menos, frataban de hacerse

un espacio- bebe whisky en la piscina del country club. Entonces ya

bebidos -ante el malestar de un historiador que se encontraba justo al

lado- uno pregunta a boca de jarro:

Alfreclo. "La conlpensaciónen el CócligoCivil de 1,936". esis cle llachil le-Nacional Mayor cle San Marcos,Facultadde Derecho. Linra, 1963,11ó pp

información oficial es el catálogo de l sistema cie bibliotec2lscle la misnrrt

AlfrecJo.Permisct ara L;iL'ir. p. cit. p. 69 .

172

173174175

Bnvcn Ecurxtqul.,rato. Universidacl

La fuente cle esta

universidacl.

IJnvcuEcHrxtqt;n,

Ibíclem,p. 95.Ibídem.

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__i 3, Tnrs ABocADos ALLtDos:nncRS rosR,RlsEvno Bnvcr EcnerulouE

¿Porqué mierda se te ocurrió entrar a San Marcos?-preguntó el otro.

Era más fácil el ingreso. No tenía palanca para entrar a la Católica.Pásate, odavía estás a tiempo -sugirió el que iba a ser ministro.

El cleshueve ...). Te pasas,volvemos a ser los cuatro del colegio.

En cnarto cle Derecho, en quinto, mejor, hacemos una trafa y nos pa.sa-

mos a San Marcos -el otro.

Al-ríes más huevo graduarse -un Juan Lucas lpor su pareciclo]-.

}{ay el problema de la reputación -intervino el qlle iba a ser ministro.

Y la cojudez de las huelgas. Arrancan con Llna huelga y a lo mejor pier-

des ttn año -tln Juan Lucas.

Volvemos a Ia Católica -el otro-, ¡Salud!-Se cagaron de risa, menos

uno.

Hablen un poco más bajo -e l que iba a ser ministro-. Y menos lisu-

ras que se oye.

Mozo, otro whisky.

Cuatro.

No rne va a alcanzar el clinero -e l cuarto.

Olr,ídate: hoy pagamos nosotros -un Juan Lucas

Carajo,Carlos.. . -el otro.Ssshhhiiiii. No seas bruto, hombre -e l que iba a

Me cago en la noticia.

¡Y en la cuentaque le voy a firmar a mi viejo estanoche!

¿Ustedesirman? el cuarto.

¿Ycle dónde creesque vamos a sac f para divertirnos?Allá los viejos si

quieren que uno estudie,que se frieguencon las propinas.

Te sacasel alma practicandoy no te dan un real en el estudio.

¿Túpracticas,Carlos?

No; francamenteme está legando a vaina esta del Derecho'¡Peroqué mierda!...La cosaestáen sacarel título177.

El diálogo ofrece una rica posibilidad de análisis. La abogacía no des-

cansa necesariamente en la vocación, sino en las posibilidades económi-

cas que ofrece. La carrefa, sin embargo, exige diversos sacrificios: ta l vez

una universidad estatal en lugar de una privada, aun cuando la exigencia

sea menor y los paros la extienda, ia explotación ritual de los practicantes

por el Estudio y, en ocasiones, la casi perenne calidad de estudiante uni-versitario, si es el caso, sostenido por sus padres.

No obstante, las críticas directas e indirectas, ya en la obra de ficción

ya en la ensayística, la experiencia sanmarquina fue decisivamente enri-

quecedora para Bryce:

15i

lsupuesto].

ser mini.stro.

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152 CanlosRnH¡os úñrz

Yo incluso me sonreíaparamis adentros,al pensaren lo compleiay rtcaque es la vida. Debí haber partido siete años antes a estudiar literatura

en la universidadde cambridge, pero sieteañosantesyo era aúnmenorde edad y mi padrese opuso radicalmente aquel sueño mío y me obli-gó en cambio a estudiarDerecho en la Universidadde San Marcos.Mesonreíapara mis adentros,porque las consecuencias e la decisión demi padre, lejos de ser dramáticas,me permitieron disfrutarde todo uninmensoaspectode la vida peruanaque yo desconocía o conocíaape-nas y mal), ahí en aquellos nolvidablespatios de la vieja casonade laUniversidadde SanMarcos:el de Derecho,en que le di gusto a mi pa_dre, y el de letras,en que me di gustoa mí, estudiandoLiteratura,mien-

trasque en ambos frecuentéa centenares e personasvenidasde otrosdepartamentos regionesdel Perú, de otros medios socialesy econó-rnicos, también de distintasrazasy hasta religiones.y e.sosaños san-marquinos ueron hermosos,alegres, ntensos, nmensamentemporfan-tes para mí1t8.

Bryce añade uego con certeza:

Siemprehe dicho que entrar a la Universidadde SanMarcos.de Lima.fue para mí entrar al verdaderoperú.

En los patios de la vieja casonadel Parqueuniversitario,en las facultadesde Letrasy de Derecho,entrelos años 1,957 1.964, omprendíhastaqué punro la eclucaciónelitistaque mi padre escogió para mí, poco o nada había tenido que ver conla inmen.sacompleiidad de la realidad peruana. Mucho más que losestudiosde leyesy de literatura, o que recuerdode esos años sanmar-quinos es la efervescencia ocial,cultural y política que caracterizabalavida estudiantil de aquellos patios, lo que nos unía o separabaa loslimeños y provincianos,a serrano.s,osteñosy amazónico,s, pobres y

ricos, a indios, mestizos,blancosy negrosl79.sin duda, la verdadera vocación de Bryce descansaba en la literatura, o

más exactamente en el oficio narratlo. su interés por el derecho y suincursión universitaria en la Facultad de Letras fueron enteramente tácticos.De allí que manifieste un auténtico desprecio a la formalidad de los títu-los universitarios:

De poco o nada me han servido los cliplomas en Derecho y Letras que

obtuve al final de mis siete años de estr:dio en San Marcos, y que, porlo demás, desde entonces han colgado siempre sobre el wáter, en unbaño de todas las casas y departamentos que he habitaclo clesclequeabandoné el Perú, efl 1964. En carnbio, he atesorado siempre cacLa

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Cnpírulo3. TnesABocADos ALLtDos:nncnsLlosR, Rlseyno Bnycr EctruouE

recuerdode lo que fue y significó paramí la vida cotidianade aquellospatios,sus ale¡¡rías penas,sus ilusionesy desilusiones, la conviven-cia plena con lo sueños y las realidadesde una juventud a menudo

pobre y aterrada or lo inciertode su porvenir profesionaly de su situa-ción individual en una sociedadprofundamenteclasistal8o.

Debe reconocerse, sin embargo, que entre los tres escritores más im-portantes de la narrativa pemana contemporánea que incursionaron en lacarreta de jurisprudencia, solo Bryce obtuvo el título de abogado y sus-tentó una tesis para lograr el bachillerato en derecho, "La compensaciónen el Código Civil de L936"181curiosamente una tesis de dogmática juridica, antes que de vinculación entre el derecho y la literatura, como se

hubiera esperado. Esta no fue el resultado de una vocación jurídica prísti-na, sino el cumplimiento de una promesa a su padre, director dei BancoInternacional del Perú, que le exigía el título de abogado para enviado aInglaterra.

La celadaestaba endiday, sieteaños después,el 15 de febrerode 1.964,me gradué de abogado con una larga tesis sobre La compensaciónen elcódigo ciuil peruano, algo sobre lo que realmente no había nada quedecir,ya que si X le clebe20 a Z y éstea su vez le debe 20 aX,Xy Zcompensan sus deudas. No recuerdo

cuantos centenarescle páginasescribísobre el tema,pero aquella ue sin duda mi primera novela.Despuéspaséel examen de graclocon un expediente penal en el qr.reel tribunal falló a favor de mi defendiclo,un chofer de ómnibus al quese le acusabade ser responsable ol'queun pasajerose rompió la pier-na por subi¡ a "la volacla",o seacuandoya reglamentariamentel vehicuio se habíapuestoen marcha Mi expedientecivil era el de un juiciode vecinos por una pared medianeray el jurado me aprobó tras haber-me dado medianamente a razón182.

A la mirada del enjambre de estudiantes sanmarquinos, la encumbradaextracción social de Bryce Echenique no estaba exenta de contradicciones.Si bien el joven escritor guardaba escaso interés por la profesión legal, noescapaba de las constantes peticiones de empleo por parte de muchos desus compañeros de estudios. Relata Bryce, en un jugoso y dilatado pasajede sus memorias, un incidente hasta cierto punto deplorable y patético:

180 Ilnvc¡ Ecurr.uqur, Alfredo. Permiso para sentir. Antirnemor¡¿Ls 2. Lim:¿L:peisa, 2005.

pp . 504-505..rór lDtoenl,D. )uJ.

182 La tesis original de bachiller en derecho de Bryce se encuentra en la Biblioteca Central deSan Marcos, baio el código de clasificación: DE 1848, ejemplar 000000028672 cuenta con116 páginas y no las 300 a las que alude el escritor.

153

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154 CanlosRavosNuñe

Paramí, el más triste y recurrentede todos los recuerdosde mi vida san-

marquina es el de aquel alumno de la Facultadde Derecho-hoy Juan,mañana Pedro, y pasado mañana Luis- que, cada vez con mayor fre-cuencia,a medida que nos acercábamos l final de los estudios,me se-guía por el Centro de Lima, a la salidade la universidad.poco a poco,se había do acercandoa mí, en los últimos meses,y poco a poco tam-bién, se iba acercandoa mí estamañanao esta ardeen que camino porel jirón de la Unión. Yo sé quién es ese muchacho, porque ingresó aDerecho conmigo hace cinco años,y entoncesno me saludaba, ampo-co me miraba,y sin duda me despreciabaporque él era de izquierday

yo para él era muy probabiementeun blanquiñosode mierda, un bur-gués,un futuro explotadordel pueblo, hijo de un explotador actualdelmismo pueblo. Aunque últimamente as cosasparecenhaber cambiadoy también la distanciaentre ese muchachoy yo parecehaberseacorta-do. Desgraciadamente,so sí, estecambioy esteacercamiento o sede-ben a que yo haya tomado plena concienciade los malesque aquejana nuestropaísy haya hecho causacomún con aquellosque anhelan n-cluso un cambio radical,sino al terror que ese muchacho sienteal verqr,rede un momento a otro se va a encontrarcon un diploma de abo-gado entre las manos,y punto. Por supuestoque ya sé que ese mucha-cho no es un traidor a sus idealesni un trepador social ni nada que sele parezca.Es puro drama nacional,en un país que paga la educacióncompleta de centenares e miles de profesionales in más salida ndivi-dual que la de largarseal extranjero para poner todos esos conoci-mientos a disposiciónde otro país. Pero, bueno, volvamos a los añossesentay al muchacho que me sigue por el jirón de la Unión. ya mealcanzó y ya me pidió que, por intermedio de mi padre. Al cual él

además e atribuye un poder que yo mismo le desconozco, e consigaun puestecitoen qué séyo qué notaríao estudiode abogados.promesa

hecha,aunque a sabiendas e que no serviráestrictamente aranadars3.

El arribismo como mecanismo criollo de ascenso social era común enSan Marcos. No solo en la Facultad de Derecho (quizá más inclinada a lamoviiidad sociológica), sino también en ia de Letras. Bryce recuerda a unmuchacho humilde que apenas empezaba sus estudios que entregaba feliza todo aquel que quisiera recibírsela, una tarjeta con su nombre impresoy, debajo, lo siguiente: "Alumno del Primer Año de Letras de la Cuatricen-tenaria Universidad de San Marcos, Decana de América"18a.

El propio Bryce se ufana en La uida exagerada de Martín Romaña, deque, para Ilevar a Inés de paseo al litoral, obtuvo un préstamo pan adqui-

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Capírulo . TnesABocADosALLTDoS:ancns rosa,Rrsevno Bnvce csrurouE

rir una pequeña embarcación a velas, a motor y todo 1o que fuera nece-

sario, de un banco distinto del que trabajaba su padre (muy contrario al

nepotismo), explicándole al gerente, don Carlos Ayala y AyaIa, quién era,de qué se trataba, y por quién venía recomendado. Lo cierto es que el ban-quero se conmovió con la historia del joven estudiante de derecho que no

veía las horas de navegar endeudado con su novia por el litoral de Lima.

"La amabilidad de que hacía gala iba en aumento a medida que me con-

taba que, también é1, a mi misma edad, y siendo estudiante de Derecho

como yo, había necesitado de un préstamo"l85.

La relación de Bryce con el derecho se manifiesta igualmente en la exis-

tencia de lo que él ha bautizado como las tres etapas de su "crianza litera-ria".La primera ñ-recon su madre, la segunda en la universidad (en las horas

que no pasaba en ella), y la tercera, la "universitaria bK', que a su vez se

dividiría en su paso por la Facultad de Letrasy su tránsito por la Facultad deDerecho. De esa experiencia recoge una visión sincrética básica o elemen-

ta l y que, en verdad, constituye un rasgo típico no solo del derecho perua-

no, sino de la existencia nacional toda, la mezcolanza, la mixtura:

Siernpreen el Derecho,del tipo que sea, hay dos o más escuelas.Lalombrosianay la alemanay la francesa, or dar un solo ejemplo,dejan-do volar la memoria. Uno trasotro, los profesoresnos enseñansiempreque no hay que rechazar inguna de ellasporque en todashay algo queaprender,a fin de poder adoptar uego la posición ecléctica, o cual esademásalgo legítimo, al¡¡o a lo que se tiene todo el derecho. Es increí-ble comprobal hoy lo diversosy nadadesiguales ue fueron mis profe-soresde Derecho.Sin querer llegar a un conclusión acercadel carácternacional ni nada que pueda parecerapresurado,debo dejar constancia

de que mis compañerosde facultady yo solíamosoír hastael cansan-cio aqr-rello e 'En el Perú se ha optado por la posición ecléctica'186.

Alfredo l3ryce atribuye, amén del eclecticismo de pensamiento, dosct¡alidades al derecho. Una buena y otra mala. La virtud positiva radicaría

en el métoclo sistemático que le deparó el estudio de las materias iurídi-cas. Empero, en su connotación negativa, pareciera que la fuerza de volun-

tad hubiese sido carcomida o agotada, precisamente por esa dedicación

hasta entonces reciente en los meandros de ia ley. Anota el escritor limeño,mientras residía en Inglaterra:

Dejando de laclo la pllntualidad con que asistía a clases, los firmes y

extensos horarios de l ectura que me imponía. ¿Dóncle staban mi rnaniá-

155

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156 CnnlosRnvosNúñrz

tica autodisciplinay mi capacidadde orden?¿Seos devorabael miedo?

¿Losargosañosde estudio del derecho,en Lima,pensandoen mí como

escritory proclamándoloentre amigosy conocidospero, al mismo tiem-po, sin escribiruna sola línea, me habíanconvertido en un farsante?l87.

Al parecer un espacio físico que resultó esencial en la forja de la voca-

ción creadora de Alfredo Bryce fue el Parque Universitario, donde precisa-

mente se erguía la casona sanmarquina y funcionaba la Facultad de leyes:

En mis años de estudiantede Derecho, había visto unos quioscosen elparque universitario,donde quedabami facultad,en que se vendían i-

bros a precios populares.Encimade esosquioscoscolocabangrandesampliacionesde retratosde muchos escritores, ealmente -rnos ósters.Y ahí estabasiempre Ribeyro con la mirada ausente,sin duda porquevivía en París.Conocerloen estaciudad fue para mí un hono¡ una ale-gría, la naterializ^ción de un sueño y, a la larga, el comienzo de unaprendizajeque sin duda me ayudaría mucho a pasarde la segunda ala terceraetapade mi crianza iteraria, a de la domesticaciónde mi sue-ño de escritory la de mi eclectizacióndefinitiva,esperols.

Una de las críticas más ácidas que Bryce enfila contra los letrados sevincula a Ia acfüación política antidemocrática, y, concretamente, por la

adhesión incondicional de muchos de ellos a la dictadura de Fujimori y

que tuvo su expresión picaresca en la campaña electoral del año 2000,

ct¡ando el sátrapa obligó a sus candidatos al Padamento -entre los que

se hallaban varios abogados- a bailar en más de un estrado público la

tecnocumbia, Al ritmo d.el Cbino, que como única letra decía: "¡Chino!,

¡Chinol, ¡Chino!, ¡Chino!, ¡Chino!, ¡Chino!",como los peruanos llaman a las

personas de origen asiático. Con una crudeza proverbial satíriza a los vali-

dos del dictador:

Bailaban también, a su lado, sus ministros señoritos, provenientes de losmas altos niveles profesionales y académicos, aqllellos "doctores" que

Fujimori tanto clespreciaba y gozaba humillando, aquellos hombres cultosy refinados -clesde la acomplejada perspectiva del dictador, por supues-to- que llegaron al gobierno pontificando sobre política e historia nacio-

nal e internacional, y terminaron bailando aI paso qlle les marcaba Iainmunda circunstancia.En esta feria de vanidade.sque se desarrolló en lascarpas y estrados cle la dictadura, lo que realmente le interesó a Fujimorifue simple y llanamente llarnarlos "doctores", o sea "clespreciablesclocto-res", mientras todos ellos llevaban al máximo su obsecuencia y su entre-

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Cnpírulo3. TnESABocADos ALLTDoS:nncnsLlosn, Rrervnov Bnvcr EcHruouE

ga, en cuerpo y alma, en una reñida competenciapor ver cuál se l>ajabamás rápido los pantalonesmientras los altavocespartidarios emitían rit-

mos interpretadospor

artistassin faldas nipantalones,

también en cuer-po y alma,y ellos, los doctores, "mis ministrosde mierda" -debía matar-se de risa para sus adentros, Fujimori- se afanaban por bailar más ymeior ia música chillona y sin palabras de la dictadura, la música queenceguecey los eslogansque ensordecen. Pocas veces en mi vida hevisto una mirada de desprecio tan canalla como la de Fujimori a suMinistro FranciscoTudela. En uno de esosmítines en que alguno de "susdoctores" l:ailaba, un lumpen del sector E ----comprado,por supuesto-le preguntabaal "Chino" o que fuera,y éste,cínico,sonriente,despecti-

vo, miraba con sorna aI p p nata que danzal]/aorpemente, y al eiectorlumpen le decía al mismo tiempo que le preguntaraeso a su ministro, aldoctorcito ese que tan mafiganzonamentebailaba al ritmo de mi tecno-dictadura,,189.

Lo que nos ofrecen memorias como la de Ribeyro o la de Bryce es mos-

trarnos el espelo de nuestra realidad en materia de justicia y cuán particu-

lar puede llegar a ser el ejercicio de la abogacía en situaciones como esta.

El laberinto criollo al cual hace referencia Bryce tiene marcada relación

con otro laberinto, que en la justicia pemana es igualmente enÉlorroso yconfuso para los abogados: el laberinto o "telaraña legal" al que hace refe-

rencia Mario Vargas Llosa en una de sus conferencias:

Esta cancerosaproliferación iegalísticaparece la afloración subcons-ciente de la anomalía ética que está en la raíz de la manera como segenerael Derecho en el país(en función de intereses articulares nvezdel interésgeneral) (...). fo que, en otraspalabras,significaque quien

está inmerso en semejantepiélago de contradiccionesurídicas

vivetransgrediendoa ley -o, algo acasomás desmoralizador- que, en unaestructura de este semblante, cualquier abuso o trasgresión puedeencontrar un vericueto egal que 1o redima y fustifiquel9O.

El interés de Bryce por los letrados parece continuar. Ha anunciado, en

la Feria del Libro de Trujillo, un nuevo libro Las infames obras de Pancbo

Marambio, que tratará sobre la amistad entre un abogado y un arquitecto.

Este último traiciona Ia confíanza cle su amigo, un abogado bueno,

empujándolo al alcoholismo y la depresión1e1.

189 Ibíc lem,p. I57.

190 lbídenr. pp. 574-575.

157

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158 CnnlosRaH¡os ÚÑrz

S.l Losaprendices:Bryce en lasgalerasde la práctica

Lau, I suPPose,uere cbíldren once.

CH¡Rr.ns aMs

En sus memorias, Alfredo Bryce recuerda ttna escena curiosa de sus pri-

meras prácticas forenses192.No clebió haber logrado un adecuado desem-

peño que sus amigos se burlaban , o para utllizar las palabras del narrador

le decían "cariñosa y sonrientemente grandes verdades". Así, Jaime Dibós

le espetaba: "Eres comercialmente cero".

No les faltaba razón (más bien todo lo contrario), pero ahí estaban mi

cafiño y respetopor 1aviclade trabaioy responsabilidadese mi padre,

pesando clemasiadosobre la balanza y obligándome a terminar una

carrefaquemeresul tabafáci lestudiar,peroqueencambioenlaprác-uca me era realmente nsoportable.Dura lex sed ex. La verdad es que

esta rasese habíaconvefiicloparamí en sinónimo exactode la vida dia-

ria. Me espantabanos escribanos tinterillos,y el PalaciodeJusticiaera

una pesadillakafkiana,un laberintocriollo y sucio del que ni mi instin-

to de conseryación ograríasalvarme,a la larga.El GordoMassay Ma-

ñr_rcohacaltana, ompañerosde estudiosy excelentes migos'efan tes-

tigos cle a angustia, imiclezy desasosiego, on que me lanzah¡a l cen-

tro c1e ima para iniciar algún papeleo legal. Los ministeriosme aterra-

ron siempre,y cadaburócratahacíade mí un nuevo FranzKafka.Y a

todo eso se unía la malasuefte,además.Mientraspracticaba on el doc-

ror otero villarán, simpático y brillante abogado imeño, me tocó em-

bargara alguien por primera vez en mi vida, y ese alguien resultóser

nada menos que el padre cleun amigo. De más estádecir que saií dis-

paracho que el doctor Otero Villarán me dio dealta con una sonrisa

burlona Y algún buen consejo.Aunque cfeo qlle deberíadecir,más bien, que el doctof otero Villarán

en realicladme dio de baia193.

Bryce relata también con precisión cómica cómo su amigo Yumi

Braiman, compañero de la Facultad cle Derecho le consiguió un trabajo

que clebía hallarse vinculaclo al foro o a la magistfatura' pero en realidad

se trataba cle vencler a clomicilio unos frasquitos de perfume, sin salario y

sin comisión mientras durase el período de prueba. El propio Yumi y elGordo Massa estallaron en carcajadas, al advertir que "su timidez le había

192 Caretas1960.Lima. 25 cleener()clel 2007,p.7L

I93 ll¡ycr, EcHl:xlqrr¡,Alfreck-¡.Permisr¡pdrc¿ 'it' it". tttimetnori(ts 1

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Cnpírulo . TnrsABocADosALLTDos:ancRSLosA, leevno BnvcrEcnrrulour

impedido explicarle a ese señor que lo que quería era practicar la carrera

de l)erecl-ro que con tanto ahínco estaba estudiando en la cuatricentenaria

Uníversidad Nacional Mayor de San Marcos, la primera de América aunque

los clominicanos clicen que la suya fue antes"194.El inicio de la profesión legal no sería nada fáctl para Rryce y sus ami-

gos. "Y así iba por la vida de futuro abogado, de traspiés en traspiés y ate-

rrado, cuando Mañuco Chacaltana nos habló al Gordo Massa y a mí de

asociarnos,'195.Sucede que al fallecer el padre de Manuel Chacaltana,

quedó libre su despacho de abogado, situado en el jirón Azángato, a la

altura de la calle Beitia, es decir, en pleno centro de Lima.

Asociarme _'relata de modo socarrón Alfredo Bryce- con dos futuros

abogadazos, ué duda me cabía entonces,era para mí escudarme rasla amistadque nos unía,ser cumplido y puntual pero nunca dar la cara

realmente(para eso estaban os amigos),y poder contarie a mi padre

que por fin le iba a dar gusto en todo. El doctor Eduardo Nugent

Valdelomar,que había sido profesor del Gordo y mío en secundaria,

que era también abogado,aceptóser algo asícomo el director simbóli-

co de la sociedady firmar como abogado hastaque nosotrosnos gra-

cluáramosy pudiér'amoshacerlo. Así nació Abogados Asociados,con

tarietade visita y todol9Ó.

El primer cliente del Estudio fue llevado por Massa' Se trataba de un

boxeador peso medio jubilado al que la pobreza y el alcohol habían redu-

cido a la categoría de peso pluma. Lavida le había propinado más y mayo-

res palizas que el boxeo a ese pobre hombre, que se hallaba ya al borde

c1e a mendicidad y se pasaba tardes enteras esperando sabe Dios qué

vuelco de fortuna en el clespacho de Abogados Asociados. Nos salía carí-

simo, además, porque siempre había que darie aigo para pasaies, para

medicinas, en fin, para todo empezó a peclirnos el ex peso medio, y al

final terminamos huyéndole porque ninguno de los tres socios sabía muybien qué hacer con é1.Y, en el fondo, creo que si no lo largamos a par'^-

das fue porque pasaba el tiempo y seguía siendo nuestro único cliente.

En un ambiente donde la abulia y la angustia ante los piazos legales,

requerimientos, avisos, tinterillos, jueces y escribanos dominaban, se pre-

fería pasar largas horas en el café Dominó funto a otros estudiantes de

Jurisprudencia. Así, entre Bryce -que se transportaba en su pequeño

Austin- iunto con su amigos y compañeros, Chacaltana, Massa, Braiman,

191 Il-ríclenr.

I95 Ibíclenr.

196 Ibíclenr.

159

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160 CnnlosRnH¡os úñrz

Pablo Arana, Nicolás de Piérola y un muchacho de apellido Salaza¡ que

combinaba sus libros de Derecho con su apariencia de motociclista, hicie-

ron del Dominó su centro de reunión, o lo que Bryce denomina como"una verdadera peña". Había que reaccionar ante el tedio, pues ya se

corría Ia voz de que el Estudio no funcionaba, incluso un periodista anun-

ció que Manuel de la Encarnación ChacaltanaJr, Albertito Massa Gálvez y

el nieto de Francisco Echenique, caballero de la triste figura, habían abier-

to un estudio con el nombre de Abogados Asociados Aficionados.

En fin, más claro no podía ser la alusión a la peña de Dorninó. O sea

que los tres socios decidimos responder ai ataque,consagrandonues-tras mañanasa la facultady la peña, y por las tardesalternar a peña yotrasactividade.syo estudiaba ambién etras,en SanMarcos,y latínconuna profesoraparticular)con AbogadosAsociados.

Nos turnaríamos,además,porque con que uno de nosotros pasara atarcleentera en e1despacho,a la esperade clientes,sobrabay bastaba.Y ya vería el periodistade sociales:nuestrosclientesempezaríana lle-gar, graciasa nuestras elaciones,motivo por el cual , al menos yo, em-

pecé a mandarle arjeti taso a molestardirectamentea cuanto arnigodemi padre y familiar se me pasara por la cabeza.

Después,claro, me entró el miedo a que alguien respondieraa mis tar-jetasy llamadascon una visita y algún problema legal que diera con-migo en algún juzgadoo en alguna escribanía.Pero nadie llegaba,salr.'oel ex peso medio. por supuesto,que termina siempre recibiendo máspropinas que uno, por lo cual una tarde me armé de coraje y decidíhacer algo tan feo como robarle un cliente al de la oficina de al lado.

Nunca supe quién era ese señor,pues iamásabríasu puerta ni aparecíapor el edificioleT.

En otra risibie historia una señora de buen ver confunde el estudio deabogados (por una placa que decía "Doctor") con el consultorio de unmédico. Bryce se apresta a ofrecede sus servicios y la guapa dama le men-

ciona que desde hace días no le viene la regla. En ese momento, el escri-

tor arrojó la esponja y solo dio el gusto a su padre, obteniendo el título.

Ocurre que cuando le entregó el diploma que acreditaba la profesión deabogado, ambos temblaron. Bryce porque no amaba la carrera, su padreporque se preguntaría: ¿Qué va hacer ahora con el títuio?

Alfredo Bryce en un cuento, basado en una experiencia real como prac-

ticante de un Estudiol98, "Eisenhower y la Tiqui-Tiqui-Tin", narra la histo-

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Cnpirulo . TnrsABocADosALLtDos:nncas rosR, rsryno BnycrEcserurour

ria de un joven abogadode clasemedia alta,cuyo interlocutores el gordo,gran amigo suyo (quizásAlberto Massa).El letradoes echadode un impor-

tanteEstudiode Abogados,porque fue incapazde ejecutarun embargoenla oficina del padre de un cornpañero.se lamenta,pues cree que esto a-más hubiera ocurrido si viviera su abuelo,uno de los hombres más pocre-rosos del Peru. El día del despido advinió (quizás el propio Bryce Eche-nique) que su nombre y su apellido ya no servíanpara nada,ya no pesa-ban, resultaban nútiles,ya nadie los respetaba, ue estabadelandocleseraquello que su nombre pronosticabal99.

Me estabayendo al diablo, ¿noes cierto, gordo?¿y por qué no podíatrabaiar como tú en el estudio de aigún famoso abogadoil,¿hacercarre-t? como tú?¿Quéme impedía desde oven ser un futuro abogado efi_ciente?Los dos estudiábamos,os dos teníamosbuenas notas, os doséramos nteligentes.Y sin embargono pude ser como tú. Segúnmi jefeeraun cobarde,eso me dijo, un cobarde,un hombre sin coraje,un timo-rato incapaz de hacer cumplir la ley. No pude, gordo, qué quieres quehaga, no pude, cuántosembargos e tocaron a ti y que bien los llevas-te a cabo. Ves,creo que ahí tuve maia suerte,a ti no te tocó un embar-go como el mío para

empezarlo no pude hacerlo gordo, sí, ya sé quetú te las arreglaclopara quedar bien, pero yo no lo puedo hacer, uemala suerte,créemezoo.

Bryce acabaría, como Llna suerte de absolución, por no echarle la culpaa los abogados. En Permiso parr uiuir, reconociendo su sentido práctico,apunta que no había nacido para ser abogado, "cosa que por lo demás yahabía quedado ampliamente demostrada ante los pobres abogados que metuvieron de practicante en sus bufetes limeños"2O1.

El ahínco contrario al utilitarismo y el pragmatismo llevarán a Bryce arealizar toda una impugnación contra la filosofía que inspira a launiversidad Peruana de ciencias Aplicadas, upc, conocida por los jóvenesperuanos de edacl universitaria, según consigna, quizás exageradamenteen expresiones del escritor, como Ia "ya pasé". En la segunda entrega desus AntimemoriAs, Alfredo Bryce ha consagrado varias páginas a relatar sufugaz y atormentado tránsito como profesor de esa Univers (lad2o2.No aho-

199 llRyc¡: EcHr:NrquR, lfredo. Cuentos completos. Lima: peisa, ZOO6,pp. 1.19-1f.2.Originalmenteen Lafelicidad, ¡d. ia,.ia.

200 lbídem, pp. 143-144.201 llnvcn EcHENreuFt, lfredo. Permiso parct tiuir. Op. cit., p. 105.

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16 2 CnnlosR¡wosNúñez

rra Bryce el detalle de las oblicuas estratagemas que las autoridades de la

UPC emplearon para conseguir su ingreso a Ia plantllla docente. Su incor-poración a través de un simple contrato ("desagradable experiencia") a esa

institución educativa, como catedrático o, más exactamente, como coordi-

nador o instructor, es considerada por el sanmarquino Bryce como "el másgrave error" que cometió a su regreso al Perú y los meses que permane-

ció en la extraña cátedra de Talleres de Tópicos Especiales 2, como "abu-

rridos y tristes". El "campus Liliput" contaba hasta con una sucursal ban-

caria, pero, no obstante sus grandes recursos, carecía de biblioteca.

Bueno, biblioteca sí tenía -anota 66¡ i¡6¡i2-, siemprey cuando pu-diéramos lamarleasí a un lugarconocido como Centrode Información,que qr,redaba n el mismo pabellón Liliput 2 en que dicté mis clases.Más ibros tenía cualquier alumno en su casa,y era un lugar sumamen-te frío, que invitaba a cualquier cosa menos a la lectura y en el quehabíaapenasunos cuantos ibros de historia, iteratura periodismo.Loslibros estabanacomodadosen unos anaqueles,a lo largo de la habita-ción, y era tan enano el espacioentre anaquely anaquelque resultabaprácticamentemposibleque dos personasdándose a espaldapudieranbuscar un libro en la misma hilera. Internacionalmentehablando, nohay mefor manera,creo yo, de con tar 1oque realmentees esta nstitu-ción, que comparadacon esos dream teamsde las grandes igas euro-peascle útbol, como la españolao la alemana,que, tras habersegasta-do nuevamenteel oro de América en contratara cinco o seisgalácticos,amen zan con bajar a segundadivisión, a pocas ornadasdel final delcampeonato2o3.

Si bien la universidad no tenía "una biblioteca que merezca su nom-

bre", continúa sardónico Bryce Echenique, víctima él mismo de violacióna los derechos intelectuales, si disponía de "diversos servicios de fotoco-pias, que, sin cesar, violaban todos los derechos de autor que por ahípasan, no se diferencian prácticamente de la ptatería ambulante y nonecesariamente predican con el ejemplo lo que se les ha enseñado sinduda a los alumnos de la Facultad de Derecho, cuando menos"204.

A pesar de que se trataba de la universidad que mejores sueldos paga-

ba a sus profesores (en un país que les abona migajas) y donde trabaja-ban importantes economistas, arquitectos, periodistas o abogados, Bryceen sus furtivos diálogos con ellos nunca obtuvo una opinión favorable de

203 Ibícien'r, p. 601.204 lbíclem, p. 603.

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Cnpírulo . TnesABocADosALLTDos:ancns rosR, rervno Bnyce c¡rrurour

la universidad. Le asombraba que los profesores o, mejor dicho, instructo-res, marcaran farjeta, llena.sena cada fato encuestas en hojitas impresas ycifras invisibles de intención comercial, corrigieran prueba.s cronometradasy Ia universiclad se limitase

a tener másy

más alumnos "contantes y sonan-tes cómo no, semestre tras semestre, confundiéndolos a todos, convirtién-dolos en una mera grey y abdicando cien por ciento de la posibilidad deformar no sólo a un discípulo sino también a ese joven profesional moder-no, sólidamente equipado y flexible, al mismo tiempo, y con reflejos quele permitan adaptarse al movimiento perpetuo de un mercado laboral tanexigente como cambiante."2l5.A juicio cle Bryce no había un solo espaciodonde pudiera conversar decentemente con sus colegas y sus estudiantes:el ruido era abrumador, "casi callejero'' r' "la cafetería, la más incómoda yestrecha de todas las que he visto en Ltn canxpusen toda mi vida'206.

Ese estrecho campus de paredes color fhbrica muy humeante funcio-

naba como una sociedad anónima, concebicla y arreglada de tal maneraque "tanto el alumno como el profesor desearan irse siempre, no biencumplieran con su horario"zo7.Las autoriclacles ambién reciben una des-piadada crítica por su espíritu comercial: ''La upc era como un Titanicenano y de cartón piedra, a cuyo mando algún Maquiavelo criollo hubie-se colocado a Shylock, en calidad de rector". Bryce asegura que no tienenada en contra de las sociedades anónimas:

(...) ni contra ei espíritude empresa,pero sí tengo la más grandeaver-sión contra los malos empresarios sobre todo contra los cortoplacis-tas, aparte de lo perversaque puecleresulta¡ si uno no se anda con

mucho cuidado, \a rentabilización a cualquier precio de algo tan sagra-do como la educación(...). Educar,por lo demás,debe ser una activi-dad rentable.Cómo no, pero todo educadorsabe que hay que andarcon muchísimocuidado con el significadoy los alcancesde la palal>rarentabilidad,cuando de un solo alumno se trata208.

Por supuesto, esa organización utilitarista de la cultura y dela educaciónno tenía por qué involucrar a los alumnos ni tampoco a muchos de sus pro-fesores,de quienes Bryce recibía más bien un espectacular respaldo:

163

20 5 lbíclem, p. 600.206 lbídem.

207 Ibíclem.

20 8 lbíden-r, . 601.

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164 CnnlosRnvosNúñ e

Los estudiantes no tenían la culpa y ante ellos intenté siempre manteneruna actitud serena, aquella gracia ante la aduersidad que aconse abaHemingway parf, los casos de presión extrema. Mi recompensa fue salirmuy bien parado en las encuestasentre los estudiantes que llegaron a mis

manos. El porcentaje global de mi curso fue de I9.7 sobre 20. La verdadno sé cómo. En junio de 2000 presenté mi renuncia, alegando que de -seaba viaiar, viaiar y viajar. Lo demás quedaba atrás, para siempre , a pesarde las cafias formales e informales de los altos mandos, que no respondí,y de un diploma de profesor honorario que nunca enmarqu6209.

20 9 Ibíclem, p. 610.

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Capítulo

Jueces: asdoscaras eJano

Los magistrados son los protagonistas clel escenario jurídico (podrían faltar

abogados mas no jueces). Este lu¡¡ar privilegiado en la sustanciación del de-

recho explica su valoración problemática y -aun contradictoria- dentrodel imaginario colectivo. Sucede que los administradores de justicia se hallan

particularmente expuestos a la expectativa general. Como cabe esperar,

abundan los datos que contribuyen al descrédito de los juzgadores, hecho

que la naffafíva nacional corrobora con evidencias abrumadoras. No obstan-

te, asoma también, en el repertorio de novelas y cuentos, el juez honesto y

limpio: el paradigmático bonne juge, cuya conducta en ocasiones llega has-

ta el lugar común y el romanticismo y el franco rechazo de la ley en aras de

la equidad o el sentimiento de justicia, una suerte de juez Magnaud perua-

no o latinoamericanol. Por lo general, bien que no necesariamente, los re-

tratos de jueces que nos entregan los narradores son delineados en ambien-

tes opresivos, amenazantes o cargados de significación monumental: el Pa-lacio de Justicia, as cortes, los tribunales correccionales.Pero también emer-

gen los modestos juzgados de provincia y los interiores de los despachos de

instrucción, en los que impera el desorden, la penuria material y, no pocas

veces, la sordidez. Esa suerte de Daumier peruano que era el pintor arequi-

El luez Magnaucly su s sentencias e harían famosasen la s prinrerasclécaclas el siglo )fi.

Véase, LnvRr:l', enry. Lcts entenciasclel btrct'tjuez Magnaud. Bctg<rtít: enris, 7976. A trar'és

clel recurso zl a eciuiclacl, nte.sque a la ley. el rnagistraclo, escle su moclesto clespacho cle

Chateaucl-Thierry,avoreció a los nrásclébile.s: obres, ntujeres. nvírl idos,cxtranjeros,artesa-

n()s y obrero.s.Sus allos perjr-rclicaban los ricc>s, l Estaclo la Iglesia Azorín habría de com-

p:rrarloco n El Quijote. El gran prosistaespañol irnaginabaqu e el librcl qLlerecogía as sen-te'ncias lel ue z Magnaud se hallaba nuy a gusto en la estantería e un jllez provinciano, un -

to a la obra de Cervzlntes mientras todos clllermen, esto.s os libros se solzlzan conver.s¿ln,

frente a l¿rmir¿lcl¿revera y el malestar de los libros de clerecho estricto. AzonÍx. Los ueblos.

Er'tsa.yosobre a ttida prot'incianct. Bueno.sAires: Losada, 1960.

t1651

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166 CnnlosRnvosNúñrz

peño Teodoro Núñez ureta, quien no por casualidad comenzaba el bello li-bro La uida de la gente retratando con las plumas del pintor y del escritor lavida cotidiana en los tribunales de su natal Arequipa. El primer capítulo, lla-mado "En calle de la ley", es , en realidad, la calle de la justicia en las quese concentran las oficinas judiciales, las notarías y los estudios de abogaclosy escribientes. una calle repleta de pleitistas, tramitadores, testigos falsos,doctores y amanuenses, vendedores de papel sellado y de timbres fiscales2.Enunciemos, pu€s, estas dos vertientes en la construcción literaria del juezy sus respectivos teatros de acción.

La imagen negativa del juez prevaricador, corrupto o, sencillamente, ge-nuflexo ante el poder económico o la prestancia social, es un motivo lite-rario favorito en las narrativas "realistas" o cle "denuncia". Sea en los tex-tos de reivindicación del indio, del obrero, del estudiante o del mesócra-ta; sea en las piezas de literatura "comprometicla" con tal o cual ideología;sea en el mero registro y aun en la pretenclicla

recreación de realidades fic-ticias; en todos los casos el denominador común clel juez inequitativo en-garza con una condición de desprestigio que los narradores acogen conentusiasmo.

De inmediato surgen de la memoria los jueces, magistrados y fiscalesperfilados a lo largo de Ia tradición novelística peruana, desde Arésteguihasta Roncagliolo, en un arco que congrega a los clásicos Alegría, Argue-das y Scorza, cronistas dei mundo rural andino, junto a los exponentes dela narrativa urbana, criolla o, en general, costeña: López Albújar, GregorioMartínez, Oswaldo Reynoso, Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas Llosa, Al-fredo Bryce Echenique, Alonso Cueto y Santiago Roncagiiolo.

1. ManuelAscencio egura unasociedadurid izada

cierto aspecto de la obra teafral de segura era harto conocida (ña catitay el sargentocanuto) aun en mediosescolares, ero su enteraproducciónera hasta hace poco ignoradapor el gran público. Felizmente,graciasaIempuje de una universidad privaday de un crítico literario aficionadoyempeñoso, as obras completas e esegigantede las etrasperuanasemer-gen del ostracismo3.

NuñEz tlnera, Teoclor<'s.a t:iclade la gente.Sr-:cun¡,vlanr-rel scenci ct. Obras completas,Porres, EscuelaProfesionalcl e Cienciasdenotas de Alberto Varil lasMontenegro.

Linra: Banco de la Nación, 1982,pp . 19-20.2 volúrnenes. Lima: Universidaclci eSan Nl:rrtínclcla Comunicación., 2005.Eclición, ntrocir_lcción

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CapÍrulo . Jurces;Lasoo scARASr Jnruo

El siglo XIX tuvo entre sus rasgos distintivos (por paradójico que parez_ca o, tal vez, a causa de ello) una sociedad en la que el derecho tenía unpapel cruciaL. La obra clel escritor costumbrista está anegacla cle situacio-nes jurídicas. Veamos algunos de

estos casos.En concurso de acreedores, una sátira contra ios holgazanes, que es almismo tiempo un elogio (s i este es el término) caricaturesco al procedi_miento de la quiebra, que, en teoría garantizabaer pago de los créditos. Elproceso de quiebra debiera haber sido, conforme a su espíritu, para em-plear las palabras de Segura, "panacea contra los ociosos y tancridos,,. Des-taca, irónicamente, una real cédula del rey cados IV, el que no obstantesu incompetencia supedativa en la larga relación de los reyes de Españatuvo el tino de crear un tribunal con personas entendidas en el comercioy la industria, antes que confiar el trámite a los magistrados de la justiciaordinaria, poco duchos en las usanzas comerciales. ,,No nos parece -re-calca

el co.stumbrista- que anduvo rerdo el ta l monarca al promurgar lacitada cédula, por aquello cre que peritus insuo artte credendumo, ro quees lo mismo

'no es mal sastre er que conoce erpaño y, por lo ranto, cree-

mos no se dirá de nulidad en la elección,,a.

En Ia primera audiencia pública, en mecrio de una sara repleta de curio-sos, se escucha la voz del ministro de Hacienda clirigiéndose al tribunai. Elaito funcionario del Estado parece aplastaclopor una inmensa montaña depapeles con los que quiere acorralar como acreeclor preferente a un grupe-te de ociosos y bandidos, entre los que se hallan empleados de l gobierno,pero también comerciantes que no han cumpliclo con las prestaciones a lasque se hallaban obligados por ley. El nervioso ministro se queja ante el tri_

bunal que la diligencia le hace perder un tiempo valioso que debiera estardedicado a la administración del erario. Deplorz que no haya modo de dete_ner la exacción de fondos fiscales y la burla de los acreeclores privados debuena fe. En un incidente entre cómicoy dramático, enclilga la responsabi-lidad a todos (incluso al tribunal):,,ya no tengo recurso suficiente _se la_menta condolido- para atajar esa invasión tártara; de todo abusan, en nadase paran, nada respetan, son como los ríos que, saliendo de madre, todo loinundan, lo atropellan y destruyen. Acuso, pues, a tocros os ociosos y ban-didos y acuso, también, al tribunal como al mayor de ellos...,,5.

uno de los miembros del tribunal le recuerda al ministro que está suje_to a su jurisdicción y que es preciso respetar a las autoridacres.,,Laacusa-

Ibídenr, tomo 2.Ibídern, p. 565.

16 7

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168 CanlosRnH¡os úñez

ción de usted es muy vaga, muy absoluta -le reconviene en tono ama-ble-; es necesario fijarla con más claridad y precisión porque, de lo con-trario, no se pueden aplicar las leyes convenientemente. (Rumores en labarra)"6.

Al ministro la falta de tiempo y las ocupaciones lo abruman. solo exigeque el tribunal determine las cuentas de los banclidos, *que, sin respeto alo ajeno, solo se ocupan de su propio bienestar. No hagas con otro lo queno quieras que hagan contigo. (Aplausos.)". De prisa, como vino, y carg -do de escepticismo por las resultas del procedimiento de quiebra, el repre-sentante del Tesoro se retira, "para no seguir perdiendo rnayor cantidad deaquello mismo que reclamo y que no se cobra rá jamás,'1.

El presidente del tribunal detiene al ministro por un instante para expli-carle una postura, en verdad, inmoral o, por lo menos, complaciente:

Escucheusted,una palabra.Cuando uno toma algo ajenoporque la ne_cesidad apriefa,es muy disculpable: por eso se dice, necesitas aret legis[Adagio atino: "Cuando a necesidadapremiano se aplican las leyes',J(Risas).Pero cuandosólo se hace por el dañado placerde perjudicaralprójimo, eso es nsoportable,es una calamidad,una piratería.Si yo, porejempio, le quitasea usted una ho¡a diaria del tiempo destinadoa sugabinetey otra igual sumade minutos a susdependientes, on el santoy lucrativo objeto de procurarme alguna ventajilla,que me ciieraasí...para el pan, (risas)no pasaríaesta nvasión a sus ocupacionesde unaestratagema encillae inocente que el más rígido moralistasobre usur-paciones emporaleso eternas,no condenaría,quizá,ni de culpa leve;pero que yo, ainda mais, e persiguiese usted en su casa,en la calley hastaen el teatroy que a pesarde su agilidad,en todaspartes, e diesecaza,entonces, í, o repito, señor Ministro,seríayo un posma,un impá_vido, un bandido,un argelino, na plaga,una... ¡quésé yo lo que seríaentonces! Risasprolongadasy estrepitosas).

El pobre ministro entonces hizo una cortesía general y se retiró con suséquito, murmurando entre dientes y, al parecer, poco satisfecho del dis-curso del tribunal. Al pasar por ei corredor una maliciosa tapada en vozbaja (sotto uoce),le increpó, al parecer por sus denuncias inútiles e inefi-caces: "quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro"s.

Tras un intervalo de la audiencia, ocuparon el banco de los acreedoresvarios comerciantes, entre los primeros había, como en botica, franceses.

iiltir

678

Ibídern.

Ibídenr p. 566.Ihídern, p, 566.

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-- ¿1,urces:LnsDos ARASE nruo

i.ises, norteamericanos, italianos y hasta pulperos españoles, y entre los

i - -.nclos esto es, los deudores- empleados del Estado. Entre estos últi-. reinaba el caos, era la Torre de Babel:

Todos,cual más cual menos,se quejabandel tiempo que se es arrebata-l:a, ya por este,ya por aquel;ya sin son ni ton, ya con ton y son. En fin,todos se manifestaron avaros a más no poder cle esa propiedad con quela nafuralezanos dotó a todos al arojárnosla al munclo y que unos em-plean bien, otros mal y a casi odos nos sobra,sin que por estodejemosde desear er eternos.Comenzóun guirigayque no se entendíay la cosaiba tomando un carácter erio de anarquía, arecidoa la re¡¡eneracióneArequipa, cuando el tribunal se cubrió para llamarlosdespuésal orclen,como en efecto lo hizo al poco rato, poniéndose el sombrero.Restablecidaa paz,dieron principio los interesados deducirsus accio-nescon arregloa derecho; odos máso menos omaron el mismo rumbodel señor Ministro, acusando ndistintamente los ociososy bandidosyen particularal tribunal; este,por su pafte, satisfizo,con las mismas

oiguales razones,a los cargosque se les hacían. Se renovaron, por su-puesto, os bravosy las risasy se despejó a salapara oí r los descargosde los acusados. ero a hora ya avanzada, un ancianoque había entreellos supiicó al tribunal que se difiriesepara el día siguientesu defen-sa. En efecto, así se aco¡dó y todos nos retiramosconvidándonosparaprimerahora9.

En otra obra de Manuel Ascencio Segura, titulada Una conuersación, un

Íarambana comenta una jugosa conversación entre tres bellas tapadas de

raigambre popular que con tono sublevado protestan contra el impedi-

mento que ejercitan contra ellas unos gendarmes, a exigencia del Presiden-

te de la Corte Superior de Lima, de ingresar a las audiencias públicas de

los tribunales.

¡Jesús, iña! (. . . ) ¿Porqué nos impiden la entrada?¿N o es este un jr-ricio

público? ¿N o somos nosotras un a parte integrante cle ese público?. -Y ,

dirne, Chombita, le preglrntó Ia de la derecha, ¿qué es juicict público?.

-¡Qué se yo las cosas de los hombres! Pero, a lo qu e entiendo, es lo

mismo qu e una procesión a donde va todo el mundo. -Así es , ni más

ni menos, dijo la que había estado c'¿lladahasta entonces, o, mejor cli-

cho, como los pleitos que se ventilan en la Corte Superior, que no seimpone de ellos qLlien no le cla Ia gana. -Muy bien dicho. Teresita, ¿yqr-riénnos ha impedido nunca qu e entremos en ese tribunal cuando se

nos antoja? ¿Quieren qLle demos nuestro parecer sobre la jr-rsticiao in-

jr,rsticia le los litigantes, sobre la declamación cómica o ::,ágicade los

I l-ríclenr,p. 565-567

169

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170 CnnlosRnvosNúñrz

abogadoso sobre la poca o mucha circunspecciónde los vocales?Na-die, señor, nadie, ¡vamos,niña, que lo que se hace con nosotrasahorano se ha visto nunca en Limallo.

Agrega luego la chombita, acalorada peroconsciente de sus derechos:"¿De cuándo acá tanto adefesio? Nuestra constitución está muy clara, se-

gún me lo ha dicho don Francisco. 'Los juicios son públicos, y no hay unaley qr"re egregue a las mujeres de este público; lo dicho, dicho, ¡esun des-potismo! ¡una tiranía! Un... qu é sé yo lo qu e se hace con nosotras!,'11.

Las tapadas reconocen que hacían bullicio, pero aún así, acaso es pro-hibían el ingreso a las sesiones del congreso o, por último, acaso, los hom-bres no armaban mayor algaraza que ellas.

No es eso, niña, no es eso,diio la de la derecha¿sabes or qué es?por_que así o manda la ordenanza: ,¡eué ordenanzani qué berenjena! e_piicó chombita, hastaa las mujeresnos quieren aplicar ahora la orde-

nanza".Los hombresque quedabanen el patio de la prefecrura,mlen-tras tanto, continuaban hablando sobre lo que eilos hubieran dicho yhecho si fueran vocaleso defensoreso "poniendo susperosy suspor-quésa cuanto habían visto y oído".

Segura, después de un momento de reflexión, concluye que hace bienIa prefectura en prohibir el ingreso de las tapadas a sus audiencias públi-cas, "donde todo debe ser silencio, respeto y compostura',12.

En una escena en el consejo de Estado, segura describe el gran interésciudadano que atraían las sesiones de este importante organismo, hoy de-saparecido, y que se encargaba de absolver las consultas del gobierno ybrindarle asesoría. En efecto,

ta l como previene el escritor decimonónico,mr¡chas personas acudían a observar sus clebates. parece que en el cos-tumbrista peruano el tema de los debates públicos o de cuanto ocurría enla calle acababa convertido en un asunto de divertida recreación. La obranarra Ias aventllras de dos periodistas (llamados entonces "agentes de dia-rios") que fiecuentan las sesiones del consejo de Estado, uno gorcro e hi-peractivo, el otro muy delgado y melancólico, agolpados ambos en la ba-rra del salón. La ruidosa discusión del día giraba en torno a la rescisión delcontrato de explotación del guano a empresarios peruanos, denominaclos"hijos del país", privándolos del monopolio que hasta entonces tenían paraconceder la comercialización a un extranjero: el galo-judío Dreyfus.

10 lbíclenr,p 57 111 lbídem, p. 572.72 Ibíclern,p. 574.

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C¡pirulo Jurcrs: L¡s ooscARASr J¡ruo

Halló Segura en la barra a un hombre enteramente ignorante de cuan-

to se discutía y debió ensayar una relación circunstanciada de todos los su-

cesos de cabo a rabo haciéndole entender, al mismo tiempo, la variedad

de opiniones que había sobre el origen o procedencia de este artículo,pues unos decían que era mineral y, por consiguiente, inagotable en su ex-plotación, dando por prueba de ello que no arde con el fuego, y otros que

era animal, es decir, formado solamente por las excreciones de los páiaros

que abundan en las islas de donde se extrae y que, por lo tanto, debía ago-

tarse después de cierto tiempo.

Asombrado un hombre de la importancia que alcanzaba ante sus ojos ese

asqueroso producto que era la riqueza cle las arcas fiscales, recordó que la

policía hacía acopio de este artículo en las calles de Lima con la esperanza

de exportarlo a los mercados de Europa, y agregó: "según me parece, debe

ser guano animal, porque arcle como mil demonios y, en prueba de ello,

acérquese usted a él y verá cómo se quema los pies inevitablemente". Laconversación prosiguió entre estos dos vecinos de Lima (mientras que losperiodistas se clisputaban a trompadas la cleclaración de un consejero), bur-lándose el escucha más culto -Segura- de la poca habilidad comercial de

los mercaderes peruanos, que con toda la ayuda del gobierno no habían po-

dido concretar un gran negocio. La sesión acabó en una grescadescomunal.

El comediante salió disparado detrás de una bella tapada. Mas el escritor

costumbrista despertó. Todo había sido solo un sueño13.

Segura se burla risueñamente de la justicia peruana y de sus tribunales

en Bernardino Rojasy Postdatai "Y eso que principia con esas etrazas y que

tiene tanto palito entre los renglones¿qué

es señor?.-Este es un artículoque lleva por título 'Apertura de postribunales de justicia'.- Lea usted señor,que eso de justicia es muy rico en nuestra tierra"r+.En esa misma línea estáel artículo "No hay peor calilla que ser pobre y Otra cosa": "Al pobre lo

desoye la justicia, lo desprecia el poderoso, lo olvidan los que gobiernan, lo

reclutan a la fterza, no se da gusto a su gusto, no puede satisfacersus nece-

sidades y, últimamente, es el hazmerreir y el estropajo de la sociedad"l5.Pero será en el poema "Si la ensartas,pierdes, y si no, perdiste", aparecido

en 1841, donde la sátira a la lusticia alcanza su culminación:

I l ' r íc lenr,p. 535-589.l l r íc lenr, . 619.I l r íc lerr p. 641.

171

-)I

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172 CnnlosRnvosNúñrz

Todo se atroPella;esa ey no sirye.-Si espaciodiscuten,

¡estoes insufrible!

Jamásde esteasuntoveremos os fines.Si la ensañas, Pierdes,y si no, Perdiste.Si activo el gobiernoaveriguael crimen:( . . . ) :

Somos nfelices,pues los criminalesya no se persiguen'

Si el luez, cuando Puede,acelera n litis:

¡Las órmulashuella,déspota errible!

Y si lo retarda,pol arduo Y difícilcómo ha de sufrirselo.

El escritor limeño ofrece un simpático fresco de una costumbre peruana

en torno a un personaje muy típico de la burocracia, el otrora portero, ayer

guacbimány hoy personal de seguridad, un sujeto (en su pequeño medio)

muy poderoso. Como en el conocido relato de Kafka, la decisión sobre

quién ingresa y quién no ingresa a un establecimiento privado o a una de-

pendencia clel Estado descansa en el total arbitrio del vigilante.

La respuesta es siempre la misma: -está en despacho, -ha dado orden

cle que nadieentre, -oo ha r,,eniclo, está en acuerclo, -vuelva usted

otro día, Ll otras palabras así, que allá se van todas, ta l quisiera yo qu e

a todos los ministros, a todos los jueces y a todos los arnbiciosos de este

mundo les dijese una vaz interior, cada media hora por lo menos:

Mentento bomo ql¿iapuluis es Recuerda hombre que polvo eres]. ¡Cuán-

to s suspiros se ah o rrarían a la pobre viucla, cuántas maldiciones al abu-

rriclo litigante y cuántas lárgrimas los inocentes pueblos! Pero ¡ah! tanta

es la flaqueza de la humana especie, gue ta l vez no se acordarían ellos

qlle son polvo aunque se lo gritasen con bocina17.

16 lbíclen-r,p. 741-743.

17 I l ' r íc lenr.. 653.

,,1,1r11'lt1l {l4iilt 'lt li¡ii?i'i

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2, CarlosGermánAm ézaga:Un Hamleten los pasi l losudiciales

Juez del crimen a tu edad,., ¡Esaes mucha strcrte!

Cenlos G¡nuÁN AMEZAGA

No propiamente al ámbito de la narrativa, sino al del arte escénico, corres-

pon<le la piezade carlos Germán Amézaga (Lima' 7862-7906;) ntitulada es-

cuetamente: .luez d.elCrimenl8. Este pequeño melodrama en un acto, estre-

nado en el Teatro Principal cle Lima en marzo de 1900, corría el riesgo de

pasar totalmente inadverticlo para los lectores modernos. Los diálogos, la

tfama y la catástrofe final en nada desmerecerían una comparación con

cualquier culebrón contemporáneo. Pero Juez del Crimen de Amézaga re-

viste una importancia cierta para el estudioso de las relaciones entre dere-

cho y literatura, como también pan el historiador de l derecho' La obrita

encierra, en efecto,una intereSantísimamuestra de la percepción social y

las expectativas concretas que rodeaban a la figuta del juez, que Amézaga

expone a través de los conflictos emocionales del desdichado protagonis-

ta que da título a la obra.

Feclerico es el hijo único de un modesto fotógrafo limeño de fines del

siglo )oX, clon Pantaleón, quien padece de una insaciable manía por fetra-

tar a cuanta persona se cruzaba en su catnino, y de doña Juana, la esposa

impaciente y enfermiza. No tardamos en entender que Federico es un abo-

gado sagaz,y quizá brillante, pero pobre y desprovisto de influencias socia-

les y políticas. Tiene una novia adorable: Luisa, tres vivaces amigos: Froilán,

Vicente y Ramón, y (terrible pecado para un abogado) es un idealista incu-

rable. Gracias a sLrempeño y habilidad había destacado en algunos iuiciospenaies lnenofes y participaba en una terna para ocupar una plaza como

Jtrez clel crimen; o, lo que habría cle llamarse, desde el código Procesal Pe-

nal cle 1920, un juez instructor, y hoy, a partit del nuevo Código Procesal,

un "juez especializacloen lo penal". Federico l-rabía lamado la atención por

su elocuencia en el juzgamiento de un artesano, "honrado, de ejemplares

costumbres", eu€ en un mal día se decidió súbitamente aaplasÍ^r el cráneo

de su esposa, alcohólica e infiel, de un certero marilllazol9 '

A¡vrÉ;znc¡.,arlos Germán../ttez de l Crimen. It:pisoclio lramático en un acto,y en prosa' Lima:

Librería e Imprenta Gil, 1900.Ahora en: Srr,\A-SnxtsrEBAN,ticarclo ecl.) Antolrtgía gerteral clel

teatrr¡ pen.talto. Tom(> 4: "Teatro republic¿rno. Siglo XIX". Lirna: Pontificia [JniversiclaclCatólicaclel Perú/ll l lvA lSancoContinentrtl,2001,pp. 657-700'

Ibíclern.p. 66U.

18

rg

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174 C¡nlosRavosNúñrz

También nos revela Amézaga que Federico tiene la primera opción para

el acceso a la judicatura, aunque no por méritos, pues en ello lo aventajabaotro candidato de mayor edad y experiencia, sino por los "buenos oficios"del doctor Antonio, médico de cabecera de doña Juana,dama "algo ajamo-

nada, pero todavía muy aceptable". La designación de Federico conto juezpenal era. pues, inminente. Pero el joven letrado vivía un drama familiar que

era secreto a voces en el vecindario y que -como anuncia el dicho popu-

l¿¡- 5¡¡ distraído padre era el único en ignorar: su madre era adúltera y elbeneficiario de esa infidelidad no era otro que el acomedido galeno. DonPantaleón, indolente a las urgencias del hogar y del lecho, despilfarraba susescasos dineros en proyectos inútiles: experimentaba con la entonces nove-

dosa técnica racliográfica, imprimía placas con una voracidad insensata y di-lapidaba sus pocos soles en marcos, reactivos químicos y papel fotográfico.

Entretanto, la enfermedad de doña Juana se agravaba y, para delicia de losmalclicientes, el doctor Antonio prácticamente se había instalado en la casa.

En esas circunstancias llega la noticia esperada por todos: Federico ha

sido elegido magistrado, gracias a una eficiente maniobra de don Antonio,y podrá por fin casarse con Luisa. Si hasta entonces asomaba un idealismo

elemental en el temperamento del joven, ahora asistimos a su terrible des-tino, que resulta exaltado por sus propias contradicciones morales. Así, eneste diálogo, en el que respondía a sus bulliciosos amigos que se apresta-ban a felicitarlo, leemos:

IEDERICO

¿Saben stedes? o no tengo condicionesde magistrado.No soy bastan-te frío, bastante erenoparaconoceren ciertascausas riminalesen que

la ley manda condenary el corazón nos pide absolver...FRoILAN

Se falla de conformidad con laley,y al corazónsi es de gallina,comoa gall inase e retuerce l pescuezo...FnoRruco

¡Teorías! l corazónpara el bien y parael mal disponede nuestrosactoscomo un tirano, burlándosede las leyes.. Jamáshabría yo condenadoa penitenciaría l pobre her¡eroaquel que defendí,¿recuerdan stedes?,por el violento asesinato e su mujer...20.

Y en otro pasaje hallamos esta confesión:

FeornrcoEn mí tienen ustedesun pasional,un individuo que se haría usticiapor

su mano en casosdifícilesy que no debe por lo mismo, desacreditaramagrstratura.

20 l l r íc lem,p. 667.

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C¡pírulo . JuecEs: nsoo scARASr Jnruo

FnorrÁ¡-Siempre o he dicho yo: este Federico es un gran neurótico; tiene laconstitución de los héroes y... (Voluiéndosea Federico) No te enojesconmigo; os héroesse distancianmuy poco de los chiflados...

Feosnrco¿Chiflado, o?...¿Porqué?¿Sentir omo siento acasoes motivo de burlapara las gentes? El noble orgullo, el carácter,el amor a la justicia nopr.reden er chifladuríaslSi hay un Dios en los cielos, sus miradasdeafecto deben ser para quienes e honran en las obras, no en las pala-bras. Si cbiflados o locos son cuantos prefieren lalínea rectaa la curva,

¡a mucha gloria tendré contarme entre los cbiJladodVrcrNrnYa recordamos u brillanteperoraciónen la Corte. Los vocalesse mira-ban entre sí, sorprendidospor tu elocuencia...R¡trlóN

Y te ha dado fama, chico; te ha dado fama en los estrados judiciales esa

defensa. 21

La acción teatral adquiere entonces un curso vertiginoso. Federico

anuncia que declinará el favoq ante la sorpresa cle sus cínicos amigos y del

propio doctor Antonio, quienes escuchan atónitos la grave determinación

del bisoño letrado:

R¿¡,róx

Tus escrúpulos no son de abogado.. .

FnonÁx

Es decir, de abogado pobre y sin pleitos.

FEoenlco

Pero son los de un hombre honrado. Escúchenme un poco: pasando por

alto mis repugnancias íntimas que nada importan a ustedes, con aceptarla judicatura que se me ofrece cometería una falta imperdonable en quienva a hacer del ejercicio de las leyes un sacerdocio. Rafael Santibáñez, elprimero en la terna, el clesairado por los influjos de don Antonio, tienecuarenta años, sabe mLlcho más que yo; ha seruido interinamente el pues-to con general aplauso... Sr-rplantarle n sus derechos es cometer un robo,es insultar a la justicia.,. a l a justicia, obligada norma de todos lo s proce-dirnientos de un magistrado. . ¿Cómo ocuparé tranqr-riloel asiento quepertenece a otro? ¿Córno fallaré con arreglo a Ia ley en juicios distintos, siprincipio por cometer un frar-rde on el despojo de Santibáñez?Axroxro

¡Qué despojo ni qLré niño muerto! Se trata de impulsar a un joven deporyenir. . .

27 lbíclenr,pp . 669-670.

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176 CnnlosRnvosNúñez

FEonRrcoEl favor, os empeños, os vuigaresmedios de colrupción que se ponendesde os primeros años en juego, apartan nsensiblemente l hombredel camino de la hon¡adez;acostúmbranle las ortuosidades, las ntri-

gas,a los manejos ulpables e todo género, ... ¡no es extrañoasí,quequien prescindede nobles luchasy comienza a elevarsecon arrastra-mientosde gusanilio,acabepor convertirse, reciendo,en un reptil as-queroso!22.

Una vez solo, Federico revela sus penurias en un patético monólogo:

¡Amigos!... eguroestoy de que se van alegrespor el daño que sufro,..

¿Noes don Antonio amigo de mi padre? Y sin embargo, e cleshonrahacemuchos años!.,. Amistad, mistad...otra ilusión de menos!... Cómo arécomprendera mi padre que el amigo a qr.rienanto quiere es un malva-do que se burla escandalosamentee él?...No; yo no debo consentirenque se prolongueesta nfamia.Hoy mismo probar'é esehombre, que si

ha engañadoa un pobre maniático,a mí no puede engañarme on sushalagos ingidosy adulacionesnteresadas...Leodio! No puedo verleyasin que suba a mi cabeza na marejada e sangre. Cuando ntentó abra-zarme hace poco, lo que yo hubiese querido era estrangulado.Al opro-bio del padrequiere

^gregarel del hiio... ¡Yo,miserable, al¡íade acep-

tar un destinoque pagarámi madrecon sus favores!.,.Concluyade unavez este infierno: o ese hombre no vuelve a casao la abandono yo parasiempre...Adulterio, omplicidad... oh!, quéasco!¿Qué ensaráa gen-te?... Mewrelvo locol (Sollozaconatkiuo)z3.

La confusión del joven va en allÍrento y así también el hilo de la histo-

ria. Federico traba una agria discusión con la bondadosa Luisa y se lanza

hacia la habitación de su moribunda madre, decidido a recriminarle su

conducta deshonrosa. Mal podría --espeta furibundo- aceptar un cargo

tan elevado y noble por el intermedio de una recomendación que, para

mayor vergüenza, venía del propio amante de doña Juana. Federico anun-

cia que no solo renunciará a la judicatura, sino que vengará con sangre elhonor familiar. La catástrofe alcanza su nivel culminante cuando, antes de

sobrevenirle el ataque fatal, doña Juana, arrepentida, confiesa entre lágri-

mas su infidelidad y muere. Preso de sus emociones, Federico toma un re-vólver y lo empuña contra el médico, decidido a ultimarlo y quitarse luego

él mismo la vida. Pero aún le espera otro infortunio: el doctor Antonio, dis-puesto hidalgamente a recibir el disparo mortal, revela a Federico que es

22 Ibíclenr, pp. 682-683.

23 Ibíclem,p. 686.

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Cnpirulo . Jurcrs:Ln soo scARASeJaruo

él su vercladeroprogenitory que interpusosusbuenos oficios llevado por

un inconfesableafecto paternal.Derrotado,Federico deja caer el arma y

rompe en llanto, "tapándose os ojos y en la actitud que aconsejael talen-

to de un artistaexPerimentado".

EsteHamletcriollo muestra as vicisitudesque los letradosperuanosde-

ben enfrentar para ograr un puesto iudicial, que normalmentedepende

del favor político de los poderosos,del Parlamentoo del iefe de Estado.

Como en la tragediagriega clásica,el dilema entre la justicianaturaly la

justiciade los hombres repunta. Si Antígonacombate contra las leyes de

la ciudad para enfertar a su hermano, el aspirante a juez en el drama de

Amézaga nhelareivindicarel honor (elemento an caro en esa época)de

su distraído padre. Si en Ollantay, aquel drama colonial de raícesandinas,

la dis¡rntiva es entre el cumplimiento de la normativavigente o el dere-

cho cle gualdadentre los hombrespara contraermatrimonio, en Juez del

Crimen el acatamiento l procedimientoregular para el nombramientodelos magistrados s postergadoen pos de una vindicaciónpersonalhones-

ta e irrenunciable. Empero, no seríaJuez del Crimen la única pieza te^tr^l

de Amézaga ue conteníaun referente ufídico. Un examenmás detenido

cle la obra de este singular dramaturgo rcvelaríasu empeño en articular

otras obras teatralesque, en menor o mayor medida, dejan entrevef un

perfii jurídico, a saber: Casamientoy nxortaia, SofíaPetrowskaia, El prac-

ticante Colirioy La comediadel bonofa.

3. LosmagistradosnAbelardoGamarra:El uez angosta n su

festín"

Sed tengo, dice elJusto ! un Sangttiiuela le alcanza la

ley del embudo y e?xuez de agua le ecba por ella biel.

AsELAnDo M. GntmRRA.

"E l Poder Judicial" . En la ciudad de Pelagatos,

Hacia1911,en Lima, el político,escritory periodista iberteño AbelardoM'

Gamarra,El Tunante (Huamachuco, 1850- Lima, 1924), eunía en un volu-

men una seleccióncle sus más mordacesartículosde costumbres,baio el

24 SÁNCHEZ,uis Alberto. Literatura peruana. Deffotero para una historia cu.ltural clel Peni.

Lima: Ediciones de Ediventas, 1'965,pp. 1088-10u9

llliti.ii

l l l l

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178 CnnlosRnvros úñrz

título colectivo de Rasgos de plumds. Se trataba de la primera entrega de

nna serie -nunca llevada a término- en la que el costumbrista norteño

recogía diversas estampas consagradasa denunciar las endémicas deficien-

cias cle os poderes del Estado, a educación y la prensa nacionales. El subti

tulo del volumen anuncia al lector su contenido: "Costumbres y tipos bue-

nos y malos del Peru". Abelardo Gamarr:a cursó letras y ciencias en San

Marcos, y en algún momento aspiró incluso a seguir estudios en la Facultad

deJurispruclencia26.Su producción iiteraria comprencle novelas, piezas tea-

trales, poesía satírica, ensayos y trabajos históricos. Sin enbargo, los ejes de

la actividad creativa de El Tunante fueron el periodismo -en particular, lo

que l-roy denominaríamos "prensa de opinión"- y la crónica costumbris-

ta27. As| desde muy joven, Gamarra colabora en El Correo del Peni, es de-

signado Jefe de Crónicas del vocero civilista El Nacionaly, hacía 1883, en

Arequipa, funda el notable semanario político-literario La Integridad, trtbu-

na desde la cual lanza arengas en pro del nacionalismo, el honor cívico yla supremacía del orden institucional en medio de los desastres de la gue-

rra. Abelardo Gamarra defenderá estas banderas hasta el final de sus días,

tal como se comprueba de su desconsolado tributo al aniversario patrio de

7927: iCien años de uida perdularia4s.

Los artículos de costumbres insertos en la sección "Rasgos de pluma"

del semanario La Integridad constituyen el núcleo literario de la produc-

ción de El Tunante. EI escritor liberteño hace gala allí de un agudo senti-

do crítico, que bajo la risueña apariencia clel costumbrismo sacaba a luz

graves problemas sociales y ventilaba cuestiones de la mayor seriedad. Ga-

marra imagina una sociedad de ficción: la Ciudad de Pelagatos, suerte de

"anti-Utopía" donde las leyes son siempre ineficaces, la administración pú-blica es constitutivamente inoperante y en la que a toda dimensión de la

vida ciudadana le corresponde un precio. Los jueces no podían hallarse

25 Gnnt.uur-t, belarclo N,l. Rctsgos leplttma. Prinrera serie. Linra: Librerí¿rFrance.s¿r ientíficaGal l¿rncl /F..krs¿rv, c l i tor,191 .

Conxnlo Li., Eclnrun(l(). [)on Abel¿rrclo'',n: GA]vtnrrrr¡,belarcloN| .Ert a ciuclctd e Pelagatos.2.4eclición. Linur: Peisa, 1975.pp. 70-27;T.,\uRo HLPINo, Albert<t. :ncickpeclict lustracla clelPeni. Lin-r¿r-Barcelonzr:ei.sa 1987, orno 3, pp . 847-848.VéaseG¡rlRnEr¡ GoNZitr.z, ulio. El Peni en Abelardc¡Gamc¿rra.,ima: Edicione.s ri lce,795I.f)el rnismo autor: I-lomenctfe Abelarclo Gamctrra. Linra: Talleres Grilficos P. L. Villanueva,1974.También la tesis de Justo FERNÁNDnzoNZ^LEZ. belctrdo Gamarra, el Tunante; su L,idót

t) obra. Cuzcct:H. G. Ilozas, 1954. Sobre el lugar cte El Tunante en el nlovinliento literariocostunrbrista:SÁxcHez, r-ris lberto. La literahra peruana. Demoteropara una bistr>riactil-tttral clelPerti. Op. cit., ton-ro3, pp. 1082-1085;CoHNr.Jo or.an, orge. El costttmbrismo elt elPerú, Estttclir,¡.y tntologíctcle cuaclros de cc¡stt.tmbres.ima: Ediciones Copé, 2001.

G¡rnnn¡, Abelarclo M. Cien años cle uida perdularia. Lima: Tip. Abancay, 1927.

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C¡pírulo , Jurcrs: L¡s Do s ARASE nruo

zrusentesen el sórdido mundillo de Pelagatos. A la mirada de El Tunante

-incansable predicador de civismo- los magistrados se presentan no so-lo como personajes arbitrarios o venales, sino que son también una encar-

nación de ese triste aserto según el cual "los que no sirven para abogadosdeben dedicarse a jueces". Una prevención que hace recordar la postrera

advertencia que el joven Manuel Atanasio Fuentes -cultor de la sátira po-

lítica de una Éaeneraciónanterior a Gamarra- recibiera de su moribundo

padre. Este, al conocer la decisión de Fuentes de hacerse abogado, asin-

tió, con una lapidaria condición: "nunca serás uez"z9.

Gamarra puede ser considerado el cronista de la justicia criolla. En efec-

to, los magistrados figuran en la producción de El Tunante a través de dos

estridentes personajes: Juan Pichón, juez de primera instancia de Pelaga-

tos, y Don Ta¡¡arote, aspirante a juez de paz en la misma circunscripción.

En otro de sus cuadros de costumbres el escritor norteño relatará los apu-

ros de un litigante que ve desaparecer su dinero y la propia vida en so-bornos y agasajos, con nulos resultados. 'Juan Pichón" encarna al indivi-

duo insignificante y corto de entendimiento que, a falta de mejor oficio, se

matricula en la Facultad de Leyes, obtiene el bachillerato, se recibe de abo-gado y, en fin, tienta una cómoda plaza como juez en provincias30.Aun Ia

carrera hubo de serle elegida por sus padres, doña Manonga y don Silve-rio, quienes entablan el siguien te diálogo:

-No, señor, exclamó la madre, yo quiero que Juanito sea abogado.

-Pero, hi ja, si Juanito es un poco escaso, obseruó el padre, golpeán-

dose la frente.

-No importa: más escaso eres tú, y por poco no fuiste ministro con el

compaclre z,

-Ser ministro es más fáci| que ser abogado, mujer, para ser abogado senecesita estudios.

-Aquí no se necesita estudios para nada, borrico.

-Mejor será qlre lo dediquemos al comercio.-¿Sí?, como tú tienes tanta plara para ponerle un almacén. .

Flrr-.Nrt,s, l¿rnuelAtana.sio. ISiografía clel Mttrciélago escrita por él mismo para proporcionar

Ltn tnonxentocleplacer asu toca.y,o , Mctnuel de Amunategui, propietaric¡ del acreditr.tclo e-v¡ftJi¿:ctComercío".Lintzt: mprenta de "E l NlercLlrio", or Carlc>s rince. 1U63,pp . 24-25,62.Sol;re la inragen de l juez en Fuentes, vé¿rseRAMosN(rñt.2,Carlos. Hístorir¿de l derecbo cittilperttano. Tomo 3: "Los jurisconsLlltos: l Murciélago y Francisco García Calderón". Lima:

Pontificia JniversidaclCatólicaclel Perú, Fondo Editorial, 2002,p. 55 .Gnuanne,Abelarclo M. ".fuzrnPichón". Rasgosclepluma. Primera serie. Op.cit., pp . 89-102.Ahora en: En la ciudctclclePelagatos.2.aedición aumentada. Selección, prólclgo y nota bio-bibliográficacle EdmuncloCornejo U. Lirua:Peisa, 975, pp . 67-74.Citamossegún la ecliciónoriginal de 19I1.

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'1B0 CanlosRnvosNúñrz

-¡Almacén! ¡Almacén!Qu e comience po r se r dependiente.

-¡No faltaba más!

-Lo mandaremos a una chacra.

-Anda tú, si gustas: mi hijo, ¡qr-réisura!

-L o qu e más le conviene es un oficio.-Meior sería barredor de calles o ladrón cle caminos, ¿teparece?

-Ps¡e, mujer.

-Abogado he dicho y abogado tiene qu e ser.

-Yaya, pues, que sea abogado.(Estas rnujeres, señor, estas mujeres, qu e la han dado po r que sus hijos

sean abogados, médicos, ministros ó presidentes de la República, refun-

fuño el mariclo)31.

En las aulas Juan Pichón es uno de los peores alumnos. Es bruto pero

hábil y así, a través de adulaciones y cábulaq consigue aprobar los años

y, "con una tesis escrita por un amigo de la casa", se recibe de bachiller.

Pichón hace sus prácticas en el estudio del doctor Juan Manuel García Ca-rabobo y Siete Jeringas, y, transcurridos los dos años de rigor, un inserto

periodístico anunciaba:

'Jun+lrnNro. -Hoy ha prestado juramento, ante la Excma. Corte Supre-

ma , el estudioso y recomendable joven Juan Pichón, uno de los mejores

pichones de San Car los" l2.

Pero, inexorablemente, Pichón terminará confundido en la masa de le -

trados sin clientela. Una tarde, el joven toma una determinación drástica:

se hará nombrar juez de primera instancia de Pelagatos. No le quedaba

otra opción. Sin práctica ni méritos, pero dotado de ias cartas de recomen-

dación indispensables, Pichón se convierte en el postulante más temido de

la terna. Sin mayor obstáculo, el joven, "calabazo vacío, sin práctica y sin

nada", es elegido juez de Pelagatos.

Acompañado de su amanuense, el flamante magistrado se encamina a

su judicatura, "como pudiera partir una langosta de campo ártdo a los flo-

ridos sembrados de una tierra de promisión". En la provincia, dos pode-

rosas famiiias se clisputaban Ia preponderancia local: los Churgapes y los

Cungules, enemistados por un viejo lío de tierras en ei que no faltaron al-

élunos asesinatos.Cada familia tenía sus padrinos en Lima. En Ia comarca,

los que no eran parientes de los Churgapes lo eran de los Cungules; los

que no eran compadres de los Cungules eran ahijados de los Chr-rrgapes.

Así. aunlos forasteros debían enrolarse en las filas de uno de los dos ban-

37 Gntvt¡,nnn,belardo N'I.

32 Ibíclenr.p. 91 .

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l- = r¡Lo 4. Jueces:LA SDo s cARAS E ¡ruo

:los. Juan Pichón parte de Lima con un buen puñaclo cle cartas de reco-:r-rendaciónpara churgapes y cungules. Estos, a su vez, compiten por con-sraciarse con el nuevo iuez: unos le preparan la casay los otros lo pro-

'eende bestias y arrieros.

Ambos lo complacen con mujeres, costososenseres de plata y pennanentes adulaciones. La camaraderíaentre el doc-tor Pichón, los churgapes y los cungules ha teniclo buen comienzo.

Transcurren diez años desde queJuan pichón se ha hecho cargo de sujr-rdicatura: el barniz de Lima -anota El Tunante- ha desaparecido y sele en cambio en él la lana de pelagatos,,.

El señorJuez es un hombre de anchasespaldas,pulmones poderosos,buen estómagoy mejor vejiga: reva os ojos inyectadoscle sangre, avoz ronca, a nariz coloracla, l pelo largoy mal recortaclo,a barbades-greñaday aspectode iarana.Suspantalonescon dificultaclse le sujetana la cintura;entre el chalecoy ellos,con frecuencia,asoma a incliscre_

ta camisa, ormando un rebujón; completasu traje un ancho saco,encuyosbolsillos amás altaalgopara el estómago, r-rn ombrerode pan_za de burro colocado a lo mozo malo33.

Al mediodía, luego de varios copetines matutinos y ,,bien enchichaclo,,,el juez Pichón llega a su despacho, visa con descuido los expedientes ydeja que el escribano haga ei resro clel trabajo. su especialiclad son los iui-cios criminales y los deslindes: en cada cresrinclealza con lo que puecle yno duda en fijar los linderos a favor creqr,rien e ha pagado con mayor ge-nerosidad. También los juicios criminales son una inagotable vera para estecleplorable magistrado de provinciai para que fuesen absueltos, bastabaque el asesino, el ladrón de caminos o el criminal más temiclo,

abonasenal escribano una érruesasuma cle dinero, clivisible entre él y su señoría.Huelga decir que la absolución era inmediata. A las cuatro cle la tarde,Pichón sale a picanteaq acompañado de lo más selecto cle la población.En pocos años, pichón ha pasado a convertirse en el emblemático iuez ve-nal y abusivo, adulado, temido y odiado.

Tiene chacras,propiedades en la ciudad y minas, es JLle y defienclemu-chas veces a las dos partes: cuenta con el apoyo cle lo s cl e cabezacolo-racla,Que lo hartan a regalos y se pasala vida de un sibarita. A su lado,crecen y se mLlltiplican los escribas y fariseos, es decir lo s papelistas ylos agentes cle pleitos cl e peor caliclacl: s como el jefe cl e numerosa cua-drilla de bandoleros:

no tiene más icleal qu e sus vicios y personifica en

33 Ibíclerrr, p. 99-100.

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