La población de la Ciudad de México en 1790 : estructura...

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ESTRUCTURA SOCIAL Y OCUPACIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA CIUDAD DE MÉXICO, 1790 Manuel Miño Grijalva INEGI. La población de la Ciudad de México en 1790 : estructura social : alimentación y vivienda. 2002

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ESTRUCTURA SOCIAL Y OCUPACIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA

CIUDAD DE MÉXICO, 1790

Manuel Miño Grijalva

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Durante las últimas décadas los estudios sobre la ciudad histórica han puesto mucho

empeño en explicar la relación de ésta con su hinterland. Se afirmaba que se ha avanzado en

torno a nuestra comprensión sobre los sistemas urbanos, al mismo tiempo que se detenían las

investigaciones sobre la estructura espacial interna de las ciudades1. De la misma forma, a la

par que se comprendía mejor el funcionamiento del sistema económico, el avance sobre

nuestra comprensión en torno a los grupos sociales se había detenido prácticamente a inicios

de los años ochenta. Y lo que sabemos está restringido a unas cuantas ciudades, ciertamente

las más importantes. Sabemos significativamente más sobre la familia2, los comportamientos

colectivos3, la reforma urbana de las ciudades a finales del siglo XVIII, la propia estructura

social y ocupacional de ciudades como Querétaro o Guanajuato4, así como los estudios de

varios censos, particularmente de 1777 y 1788 para varias parroquias y ciudades

novohispanas5, este conocimiento, como es obvio, ha sido desigual, acentuado, sobre todo,

después de los imponentes trabajos de Thomas Calvo para Guadalajara del siglo XVII6.

Los trabajos sobre la población y varios aspectos de la dimensión social han rendido,

para la ciudad de México, sus máximos frutos a través del estudio de los censos de 1753 y

1811, particularmente a través de los trabajos de los integrantes del Seminario de Historia

Urbana del INAH dirigidos por Alejandra Moreno Toscano. Mucho es, entonces, lo que hay

pensado y propuesto. Sin duda, sobre el esquema general y en torno a muchos de los

conceptos sobre los grupos que ahora manejamos, está presente esa clásica elaboración de

'Alejandra Moreno Toscano y jorge González Angulo, "Cambios en la estructura interna de la ciudad de México

(1753-1882)", en Jorge E. Hardoy y Richard P. Schaedel, Asentamientos urbanos y organización soaoprockvctiva en la historia

de América Latina. Buenos Aires: Ediciones Siap, 1968, p. 171. 2Pilar Gonzalbo Aispuro, Principalmente Familia y orden colonial. México: El Colegio de México, 1998. Y últimamente la

tesis de Cecilia Rabell, "Oaxaca en el siglo XVIII. Población, familia y economía" (Tesis de doctorado), El Colegio

de México, 2001. 3Juan Javier Pescador, De bautizados a fides difuntas. Población, familia y mentalidades en una parroquia miaña, Santa Catarina de

México, 1568-1820. México: El Colegio de México, 1992. 4Celia Wu, "The Population of the City of Querétaro in 1791", en Journal of Latin American Studies, XVI: 2 (nov.) pp.

287-307. David Brading, "La ciudad en la América borbónica: elite y masas", en Jorge Enrique Hardoy, Las ciudades

de América Latina y sus áreas de influencia a través de la historia, Buenos Aires: Ediciones Siap, 1975, Mineros y

comerciantes en el México borbónico, 1763-1810. México: Fondo de Cultura Económica, 1975. s Agueda Jiménez Pelayo, Jaime OI veda y Beatriz Núñez Miranda, El crecimiento urbano de Guadalajara. México: El

Colegio de Jalisco, H. Ayuntamiento de Guadalajara, CONACYT, 1995; Carmen Blázquez Domínguez, Carlos

Contreras Cruz y Sonia Pérez Toledo (Coordinadores), Población y estructura urbana en México, siglos XVIII y XIX.

México: Instituto Mora, Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Veracruzana, 1996. 6Por citar los más importantes, Poder, rdigpn y sociedad en la Guadalajara del siglo XVII. México. Ediciones del Ayuntamiento

de Guadalajara, Centre D'Estudes Mexicaines et Centramericaines, 1992 y Guadalajara y su región en el siglo XVII.

Población y economía. Guadalajara: Ediciones Ayuntamiento de Guadalajara, 1992.

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McAlister7 y Aguirre Beltrán8 que recogieron de la legislación y de las fuentes institucionales

los señalamientos raciales como base de la constitución de la trama social novohispana, como

antes los había hecho Pérez de Barradas en 19489, pero que si bien revelan lo complejo del

mestizaje en la mentalidad de una sociedad regida por criterios raciales, en la práctica

cotidiana, los censos y en particular el de 1790, registraron los grupos básicos más visibles,

que son los que debemos adoptar.

Por otra parte, el constante estudio de registros parroquiales o de censos que se

realizaron en la segunda mitad del siglo XVIII, ha incrementado notablemente nuestro acervo

de conocimientos sobre el mundo de las ciudades. De hecho empezamos a superar la

asfixiante preocupación por la estructura agraria y en el caso urbano, la explicación formal de

la traza urbana, los servicios, etc., que siendo importantes sólo son una pequeña parte de ese

mundo de las ciudades, que fueron el eje rector de la vida colonial. El hallazgo de los

padrones de varios cuarteles menores de la ciudad de México, abre nuevas posibilidades

analíticas, particularmente sobre la estructura social y la ocupación que es el tema de este

capítulo. Podemos, por una parte, mostrar que hacia finales del siglo XVIII la complejidad

social se había extendido y multiplicado con el crecimiento demográfico y por otra, que ya no

correspondía exactamente a sus formas originales y que si bien en el nivel más alto la

corporación fue el soporte de la estabilidad de la estratificación social10, en el más bajo, había

perdido fuerza con la expansión de sectores subalternos agregados por migración o

crecimiento natural de la ciudad. Se comprobará esta situación con la notable presencia de

jornaleros y trabajadores asalariados que actuaban al margen de la corporación gremial. Las

corporaciones habían quedado reducidas a membretes de distinción y estatus social con escasa

vigencia normativa y de organización. Esto no quiere decir que en la mentalidad de la época y

en el comportamiento colectivo hubiesen desaparecido, o incluso hubiese disminuido su

importancia. Las dimensiones cuantitativas de la ciudad y la creciente disparidad económica,

alteraba profundamente la estructura social general.

Para los testigos de la época era claro que las "familias principales patricias [...]no son

demasiadas", como tampoco lo eran "los que componen los cuerpos de los tribunales, ambos

7L. N. McAlister, "Social Structure and Social Change in New Spain" en Hispanic American Historical Review, volumen

XLIII, número 3, (agosto de 1963), pp. 349-370. 8Gonzalo Aguirre Beltrán, La población negra en México. México: Fondo de Cultura Económica, 1946. 9José Pérez de Barradas, Los Mestizos en América, Madrid: Espasa-Calpe, 1976. 10Véase L. N. McAlister, "Social Structure"..^ cit. p. 352.

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cleros, colegiales, empleados en la Real Hacienda y los dedicados al comercio". La mayoría o

el "resto es un enjambre ó cúmulo puramente plebeyo". No había más división que aquella

marcada por un problema de clase que en la época se traducía en la expresión de "la

disparidad de las dos poblaciones [...]que en la una es más la gente culta o morigerada y en la

otra la gentualla grosera y desarreglada"11.

Por otra parte, y refiriéndonos a la distribución espacial, por lo menos en teoría, no

hay ningún cambio sobre el patrón anotado para la "ciudad colonial" o tradicional, es decir

que quienes formaban parte del estrato social más alto tendían a concentrarse en el centro,

mientras que los pobres o menos favorecidos se ubicaban en la periferia12. Sin embargo, esta

puede ser una simplificación de la literatura urbana, ya que en el centro se encontraron tanto

viviendas modestas y pobres como en los extremos de la ciudad, aunque no es posible

observar que la gente de grandes recursos habitaba en los cuarteles "periféricos". Por otra

parte, la distribución espacial de la población muestra que, por lo menos cuantitativamente,

hubo un equilibrio al interior de las unidades de los cuarteles mayores, lo que implicaba que

más allá de las diferencias socioeconómicas evidentes, hubo un perfecto conocimiento y

control de la ciudad que engarzaba las diversas zonas como un todo, capaz de que las partes

extremas o periféricas vivían en función de las centrales y viceversa en diversos grados y

niveles, esta totalidad despeja la duda permanente de saber en donde termina el centro y

empieza la periferia o qué es lo que determina lo uno o lo otro, pues el abuso de los conceptos

ha sido frecuente. Centro y periferia resultan conceptos anacrónicos porque la ciudad del siglo

XVIII y buena parte del XIX funcionó con base en lo que yo llamaría "segmentos sociales",

constituidos por barrios, iglesias y parroquias; gremios y santos que conformaban unidades

sociales por sí

mismas y que llegaron a tener su propia identidad. En términos del funcionamiento

económico la ciudad funcionó como un todo más bien armónico que en conflicto.

No está por demás hacer una observación metodológica, más que técnica: he preferido

usar los cuarteles como unidades espaciales en donde se expresaban los diversos grupos y

ocupaciones como unidades per se, esto les dota de cierta unidad y riqueza histórica, en vez

de analizarlos por categoría social y ocupacional que englobaba más de un oficio, ya que el

"Miguel Páez de la Cadena, AGNM, Historia, volumen 74, fs. 144 r y 144 v. 12 Alejandra Moreno Toscano y Jorge González Angulo, "Cambios en la estructura interna" ...art c¿L, p. 172.

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oficio como tal fue determinante en la formación de la corporación o gremio, base de la vida

social colonial; por otra parte, perseguía también descubrir esas diferencias espaciales de las

que venimos hablando. Además, la codificación de la información permite plantear y resolver

minuciosas interrogantes que parecen descubrir, unas veces, y afinar otras, algunas de las

hipótesis que se han venido planteando en estas últimas décadas, particularmente relacionadas

con el equilibrio o desequilibrio de los sexos o con la edad de la población. Finalmente, he

preferido jugar con los grupos de oficios o profesiones como los proporciona la fuente más

que agruparlos siguiendo criterios modernos, pues es distinto mostrar la dimensión de oficios

como el de los sastres o sirvientes que reducirlos a esquemas que vuelven anacrónica nuestra

percepción, así como su presencia en el conjunto socioétnico, por válidos que fueran los

criterios.

Por otra parte, en relación al uso de categorías han sido respetadas aquellas

consignadas por las fuentes, particularmente tratándose de la calidad de los individuos, el más

notorio es el uso de español para designar al "criollo" y así lo hemos dejado. En el uso de

conceptos parece adecuado rescatar diferencia entre el artesano formal, regido por la

corporación o gremio de aquel artesano informal, trabajador libre que ejercía un oficio por un

jornal. Si observamos el anexo número 1, el porcentaje de este tipo de trabajadores es

comparable justamente con el denominado "artesanos" en el "Estado General" de población.

En la época en que el concepto operario y jornalero aparece de manera nítida en el contexto

general. Entonces ya no podemos hablar para esta época simplemente de artesanos como

concepto uniforme y siempre referida al mundo de la corporación.

LA ESTRUCTURA GENERAL DEL TRABAJO

a. Población, Talleres y Trabajadores

La primera pregunta que surge sobre este problema es ¿cuál fue la distribución

demográfica interna de la ciudad de México al caer el siglo XVIII? Con los datos que resume

Alzate del censo de Revillagigedo sobre la distribución por cuarteles, podemos corroborar que

por una parte fue la zona central la que concentró mayor población, lo que obviamente venía

ocurriendo desde su fundación, pero por otra, que cada cuartel mayor tenía en su interior un

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cuartel menor dominante demográficamente, posiblemente por un problema de equilibrio en

la administración de la ciudad. El siguiente cuadro muestra los porcentajes de esta

distribución espacial:

POBLACION DE LA CIUDAD DE MEXICO POR CUARTELES CUADRO 1

1790

CUARTELES HABITANTES % HABITANTES %

MAYORES MENQRES

I 19 366 18.46 1 8 384 7.99

2 5 573 5.31

3 2 821 2.69

4 2 588 2.47

II 16 629 15.85 5 7 021 6.69

6 4 072 3.88

7 4 426 4.22

8 1 110 1.06

III 14 022 13.36 9 2 783 2.65

10 2 733 2.60

11 6 181 5.89

12 2 325 2.22

IV 16 300 15.53 13 3 192 3.04

14 7 706 7.34

15 3 077 2.93

16 2 325 2.22

V 11202 10.67 17 5 693 5.42

18 1 162 1.11

19 2 209 2.10

20 2 138 2.04

VI 8 202 7.82 21 2 367 2.26

22 2 179 2.08

23 1 872 1.78

24 1 785 1.70

VII 10 830 10.32 25 2 571 2.45

26 2 860 2.72

27 2 054 1.96

28 3 345 3.19

VIH 8 384 7.99 29 2 241 2.14

30 1497 1.43

31 3 151 3.00

32 1495 1.42

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Es evidente que los cuarteles menores 1,5, 11 y 14 concentran el 27.9% del total de la

población registrada. No hemos hecho aún cálculos sobre densidad de población, pero

posiblemente coincide con las estimaciones que conocemos, es decir, que como en 1753 y

1811, la zona de la Alcaicería, ubicada en el cuartel 1, concentraba una población con

una densidad 54.1% más elevada que la de la zona circundante, primacía que mantendrá a

pesar de descender a un 40% hacia 181113. De la misma forma, la diferenciación socioétnica

se ve definida por una mayor concentración de españoles -si seguimos nuestros propios

cortes- en el cuartel 1, que reunía al 49.5% de población catalogada como criolla, mientras la

indígena sólo representaba el 18.3%. En cambio el cuartel extremo, el número 20, al que no le

llamaría periférico ni marginal, a pesar de contar únicamente con 2 138 habitantes según el

ajuste de Alzate ó 2 179 personas según Revillagigedo, era la población indígena la que

concentraba la mayor población seguida por los mestizos, distribución también distinta a lo

que ocurrió al otro extremo, en el lado norponiente, en donde la población mayoritaria era

española y mestiza, aunque ya no lo era en una proporción tan grande como en la zona

central, pues sólo llegaba al 29.6%, mientras la indígena apenas representaba el 14.0 por

ciento.

Sin embargo, no podemos confirmar que en 1790 el centro de la ciudad haya

cambiado en su composición social, es decir, que si en 1753 su población se ocupaba

básicamente en el trabajo artesanal hacia 1790 se notara ya un cambio hacia un espacio

dominado por los comerciantes. Sigue siendo un espacio artesanal y de servicio doméstico,

pues los comerciantes, si bien son numerosos, están muy atrás de los dos grupos anteriores.

Podríamos retomar, de manera provisional, con fines metodológicos, el hecho de que

si bien en 1753 el promedio de sirvientes domésticos en la zona de la Alcaicería era de 212 y

subió a 489 en 1811, como apuntaron Moreno Toscano y González Angulo, nuestros

resultados apuntan a que en 1790 sólo en el servicio doméstico entre hombres y mujeres se

encontraba ocupada una población de 1 055 personas. Ellos han propuesto que la línea

ascendente se debe a que aumentaron, "proporcionalmente, los jefes de familia que emplean

más de dos sirvientes domésticos y porque esos jefes de familia son generalmente españoles

peninsulares"14. Pero es poco probable, apenas eran el 4.3% de la población total. Pudo

13Alejandra Moreno Toscano y Jorge González Angulo, "Cambios en la estructura interna de la ciudad de México",

p. 187. i4ia, P. 187.

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ocurrir lo contrario, es decir que 1790 representa el año pico en el cual las familias españolas,

peninsulares y hasta mestizas pudieron dar empleo a un máximo de personal doméstico,

luego, con el deterioro de las condiciones de vida, ya no pudieron sostener a tantos

empleados, por lo que tuvieron que despedirlos o servirse de un número menor. Esto

explicaría bien una caída hacia los 489 de 1811. Pero aceptar esta hipótesis sería tanto como

plantear que entonces estaba ocurriendo una transformación profunda en el mundo de las

costumbres, los ingresos y de la cultura material, lo cual no es tan cierto, simplemente

muestra que, a pesar de todo, el censo de 1790 es, como fuente, infinitamente superior a los de

1753 y 1811 para medir la estructura y la composición laboral.

El censo de "Establecimientos públicos" de 1793 nos proporciona por lo menos una

imagen cuantitativa de su persistencia a lo largo de la ciudad en ese año, aunque no sepamos

la estructura mercantil de manera pormenorizada. De los 4 199 giros o negocios existentes,

1 995 son establecimientos comerciales, educativos u otros y 2 204, o sea más del 50.0%,

corresponden a talleres artesanales. La gráfica siguiente muestra una distribución espacial

acentuada de los giros en los cuarteles centrales, aunque los artesanos claramente ocupan un

lugar prominente hasta el cuartel 19.

ESTABLECIMIENTOS Y TALLERES POR CUARTEL

Gráfico 1

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400

300

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100

0 1 2 4 5 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 25 26 27 28 29 30 31 32

□ TOTAL DE ESTABLECIMIENTOS * ESTA B LEO IM ENTOS PÚBLICOS OTA LLER ES ARTESANALES

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En términos globales, el cuadro siguiente muestra la distribución espacial de giros,

"casas de trato, oficinas y oficios públicos", como se registraron en 1793 (1794) y que nos

permite conocer mejor la composición espacial del trabajo artesanal formal e informal, así

como de la importancia cuantitativa de los establecimientos comerciales. Es el cuartel mayor

III, al que correspondían los cuarteles menores 9, 10, 11 y 12, el más relevante en giros

comerciales con más del 66%, aunque cabe señalar que en términos del trabajo artesanal

y doméstico, son los cuarteles mayores I y II los que predominan, y que, aún faltando las

cifras del cuartel menor seis, mantenía en su interior 301 y 394 talleres, respectivamente.

Tratándose de negocios formales, los barrios y cuarteles de los extremos de la ciudad son los

que presentan menor incidencia de oficinas. En total, nuestros cómputos arrojan un número

mayor de talleres que los que maneja la historiografía actualmente.

DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE "CASAS DE TRATO" Y CUADRO 2

OFICIOS ARTESANALES POR CUARTEL

1793

CUARTELES ESTABLECIMIENTOS % TALLERES % TOTAL

TOTAL 1 995 100.00 2 204 100.00 4 199

I 468 23.46 393 17.83 861

II 281 14.09 525 23.82 806

III 739 37.04 379 17.20 1118

IV 191 9.57 295 13.38 486

V 75 3.76 314 14.25 389

VI 78 3.91 92 4.17 170

VII 89 4.46 87 3.95 176

VIII 74 3.71 119 5.40 193

Fuente: "Relación de las casas de trato y oficios existentes en México por el año de [ 17]93"

AGNM, Bienes Nacionales, Leg. 101, fols. 1-91.

No está por demás indicar que en los cómputos anteriores han sido incorporados los

datos correspondientes a los cuarteles menores 3, 6 y 24, que han sido obtenidos del promedio

de los cuarteles existentes de la unidad mayor, lo que ha hecho subir la suma de manera

importante. Queda por saber el número de los talleres domésticos no contabilizados en este

"censo". De todas formas, son los cuarteles mayores I, II y III los que mantenían el 66% de

"oficinas públicas" de toda la ciudad, tal vez es un reflejo de que justamente estos tres

cuarteles mantenían el 47% de la población estimada por Revillagigedo. Sin embargo, salta a

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la vista de manera discordante el hecho de que el cuartel mayor IV, uno de los más poblados,

apenas sí registró 191 giros mercantiles y establecimientos públicos.

Finalmente, una consideración sobre los migrantes a la ciudad de México en 1790, es

que fue éste un contingente que repercutió de manera decisiva sobre la constitución de la

fuerza de trabajo de la ciudad. Como se analizará en las páginas siguientes, son las mujeres

las que migran en mayor proporción, siendo más acentuado el fenómeno en el sector indígena

con 63.75% por 36.24% de los hombres, proporciones muy parecidas tuvieron los mestizos,

mientras entre los españoles el porcentaje es de 55.22% por 44.78%, casi parecido con el de

los negros. Por su parte, los españoles peninsulares invirtieron la proporción, pues el censo

registró 89.74% de hombres por 10.26% de mujeres. El cuadro siguiente resume la situación

POBLACION MIGRANTE SEGUN CALIDAD ETNICA CUADRO 3

POR GRUPOS DE EDAD LA CIUDAD DE MEXICO, 1790

CUARTEL 1 INDIOS ESPAÑOLES DE ESPAÑOLES MESTIZOS TOTAL

EDAD MÉXICO PENINSULARES TOTAL HOMBRES MUJERES HOMBRES MUJERES HOMBRES MUJERES HOMBRES MUJERES HOMBRES MUJERES

TOTAL" ¡99 350 446 550 271 31 131 236 Í~098 1213 2311

0-4 02 00 00 00 022

5-9 49 7 1 10 0 1 12 11 23

10-14 18 31 26 II 3 1 7 14 54 62 116

15-19 53 69 34 33 17 0 21 43 131 151 282

20-24 33 77 44 67 30 7 24 42 138 202 340

25-29 21 37 50 82 30 4 21 38 129 166 295

30-34 16 32 74 82 39 3 20 26 159 152 311

35-39 14 19 50 56 26 1 12 15 107 93 200

40-44 17 27 49 70 32 3 II 24 I 13 117 230

45-49 4 II 36 44 25 2 3 7 69 68 137

50-54 6 19 24 40 36 6 3 7 72 79 151

55-59 5 6 10 22 10 2 3 13 29 43 72

60 y más 8 II 42 42 22 2 6 6 85 67 152

% 36.25 63 75 44.78 55.22 89.74 10.26 35.69 64.31 47.51 52.49

En los totales se han incluido 51 hombres negros y 66 mujeres de la misma calidad.

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En general se puede observar que la población registrada en el momento del censo

fluctuaba entre los 15 y 24 años, pues el 18.26% estuvo conformado por gente entre esas

edades, y prácticamente se mantuvo estable hasta los 44 años, con un ligero incremento entre

los 30 y 34 años, baja un poco entre los 35 y 39 años, pero la pendiente se acentúa después de

los 44 años. Pero esta distribución cambió entre grupos. Los indígenas que habían mi grado

hacia la ciudad contaban en 1790 con 15 y 19 años, como es obvio debieron haber llegado

antes, aunque no sabemos edad de arribo, mientras que los españoles de México contaban de

manera predominante con 30 y 34, por lo menos este fue el caso de los peninsulares, en

cambio entre los mestizos se movilizaron entre los 15 y 24 años.

Los promedios de edad para 1790 son altos: los hombres del grupo indígena tenían

en promedio a los 28 años y las mujeres 28.2. En cambio los españoles de México y los

peninsulares registraron una edad de entre los 35 y 36 los primeros y un poco más viejos los

peninsulares con 38.6 y 37.8 años. Si pensamos que el promedio de edad del matrimonio se

ubicó entre los 16 años y los 20, para mujeres y hombres indígenas, y entre 20 y 25 para

hombres de los otros grupos, llegaríamos a la conclusión de que quienes optaron por salir de

sus lugares de origen eran solteros o viudos que podían moverse con mayor facilidad en el

mercado laboral, sobre todo en el caso de las mujeres para el servicio doméstico, sin descartar

a casados que no declararon su estado marital. Esta aseveración es factible si observamos que

los segmentos de 0-4 hasta los 14 años son muy bajos, pues apenas registraron 141 personas o

el 6.1%. El grupo de peninsulares, que suponemos eran parientes pobres jóvenes que llegaban

a la ciudad desde España en busca de empleo y fortuna, lo habían hecho hace mucho tiempo,

pues más del 60 por ciento registraba entre 30 y 60 o más años en 1790. Si llegaron jóvenes es

que el movimiento migratorio se produjo hacia 1780 o antes y por el contrario, si llegan

"viejos" es que este movimiento tuvo que ver principalmente con cargos oficiales y un estatus

ya establecido. Sin embargo no hay que olvidar que sólo estamos hablando del caso de un sólo

cuartel.

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b. La estructura general del trabajo

Nuestro conocimiento sobre la estructura laboral de la ciudad de México ha avanzado,

en su conjunto, de manera significativa y se dispone ya de numerosas fuentes que han servido

para perfilar uno de los aspectos determinantes de la constitución de su identidad, reafirmando

la idea aceptada de que fue la esencia étnica la base del entramado social15. Sin duda, hay que

reconocer la utilidad de los censos de 1753 y 1811 para aproximarse a este tema, así como los

trabajos pioneros de varios estudiosos que se mencionarán en este texto. En principio muy

ligado al problema de la ocupación estuvo el de la propia estructura social de la ciudad. El

censo de 1753 mostraba ya que las categorías raciales y sociales fueron seleccionadas por

percepción social e identificación, es decir, la pertenencia social de un individuo combinó

la apariencia física, el estatus económico, la ocupación y las conexiones familiares, o sea, la

posición socioeconómica y la apariencia física16. Pero esta caracterización de los grupos es

demasiado flexible, de todas formas, de acuerdo con este censo, se puede establecer que en el

caso de la población masculina la mayoría estaba empleada en los almacenes y tiendas

mercantiles, (81.4%) tratándose de los peninsulares y buena parte de los españoles, mientras

que entre castizos (72%), mestizos (54.0) y mulatos (43.6), la ocupación dominante fue el

trabajo artesanal, aunque en el caso de los indios fue el trabajo agrícola y en el de los negros

el servicio doméstico. En el caso de las mujeres la ocupación principal fue el trabajo

doméstico, aunque una proporción alta de españolas y castizas estaban vinculadas al trabajo

textil. Por el contrario, es seguro que hubo españoles pobres y de bajo estatus que se

desempeñaron como sirvientes, (4.1%) o artesanos (41.1%).

En todo caso, la información de la que disponemos proporciona una idea acerca de la

dispersión social y ocupacional de los segmentos grupales, pero son más claros cuando nos

adentramos en la estructura por género y edad17. No llama la atención el hecho de que el

42.1% de las españolas, un porcentaje bastante alto, se ocupen en el oficio de sirvientas,

aunque siempre debajo de los porcentajes de mestizas, castizas, mulatas e indias. No existe el

hecho tan ponderado de que a una ocupación determinada correspondía un determinado grupo

15 Esta parte ha sido tomada de mi libro El mundo Novohispano. Población, ciudades y economía. México: El

Colegio de México-Fondo de Cultura Económica-Fideicomiso Historia de las Américas, 2001. 16 Patricia Seed, "Social Dimensions of Race: Mexico City, 1753", en Hispanic American Historical Review, vol. 82,

n°4 (1982), p. 574. 17 Idem, número 586.

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racial. El problema es que no se ha estudiado con profundidad el proceso de constitución de

los grupos sociales.

El censo de 1790, por su parte, revela a grandes rasgos la composición total:

comerciantes, cirujanos barberos, profesionistas "universitarios", que destacan en los primeros

grupos, pero muy lejos del número de clérigos, monjas y gente ligada a la Iglesia. En la parte

baja de la estructura, artesanos y jornaleros son los sectores más visibles. Repartidos en estos

últimos grupos debió permanecer esa gran parte de tributarios18, socialmente compuesta por

indios, mulatos o castas sujetas a gravamen. El censo contabiliza en total 104 765, por lo que

la cifra de 112 926 resulta del agregado "individuos que habitan los conventos y colegios". De

la primera cifra, el cómputo total de ocupados era de 38 520 por una población de 17 a 60 años

de un total 69 167. El sector eclesiástico registraba el 12.8% de la población de 17 a 60 años;

los profesionistas el 2.8% y el 40% constituían el resto de labradores, comerciantes, artesanos,

jornaleros y tributarios19, cifras éstas que no coinciden con las utilizadas por Brading. De todas

formas, las categorías impuestas tienen que ver con una población mayoritariamente de

"europeos" y "españoles". De los primeros se registraban 2 335 y de los segundos, casi la

mayoría del total de la población, 50 371 (48.08%); mientras que los indios habitantes de la

ciudad eran 25 603 (24.43%), cifra nada despreciable para borrar la idea de una ciudad

segmentada y dividida. Mulatos y otras castas registraban en total 26 451 habitantes

(25.24%)20

De este extenso y complejo sector laboral destacó con mucho la manufactura estatal del

tabaco hasta constituirse en el eje del trabajo urbano en Nueva España. La mayor parte de la

fuerza de trabajo estuvo concentrada en la fábrica de México, que hacia finales del siglo XVIII

llegó a mantener poco más de siete mil trabajadores y para la primera década del siglo XIX, casi

duplica su contingente laboral. El mayor crecimiento se produjo sobre todo en el campo del

trabajo femenino, pues de 3 055 mujeres que empleaba en 1795 pasó a 9 555 para 1809,

mientras el trabajo de los hombres bajó de 4 019 a 3 761. En términos regionales la fábrica de

18 Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el remo de la Nueza España. México: Editorial Porrúa, 1966, p. 579; David

A. Brading. "La ciudad en la América borbónica: elite y masas" en: Las ciudades de América Latina y sus áreas de

influencia a través de la historia. Buenos Aires, Ediciones Siap, 1975, pp. 216 - 217. 19 Alejandra Moreno Toscano, "Algunas características de la población urbana: ciudad de México, siglos XVIII-XIX",

en Investigación demográfica en México. México: CONAPO, 1978, p. 407, cuadro 4. 20 Alejandro de Humboldt, Ensayo...op. at., p.575.

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México disminuyó su contingente en 1 637, mientras la fábrica de Querétaro lo aumentó en

2 309 trabajadores, casi el 100% entre 1795 y 180921.

El predominio de la fuerza de trabajo femenina en este sector que ha sido atribuido al

costo más bajo de su trabajo en relación al salario pagado a los hombres22, aunque esto parece

aplicable a unas y no a todas las categorías de trabajadores de las fábricas. El empleo de mujeres

tenía que ver también con la habilidad y la limpieza de éstas para el manejo del papel y del

propio proceso de fabricación de cigarrillos que constituía la mayor parte de la producción total.

En general, el pago del trabajador a destajo no fue ni más alto ni más bajo que el pago que se

hizo en otros sectores de la artesanía y la manufactura colonial novohispana, pero en cambio el

peso de la población ocupada en la manufactura del tabaco fue indudable, pues llegó a

representar el 11.6% de la población económicamente activa de la ciudad de México23.

Pero el trabajo libre manufacturero alcanzó cifras importantes al terminar el siglo XVIII,

pues si de acuerdo a nuestros cálculos asumimos que en 1793-94 existían 2 204 talleres

dedicados a la producción artesanal con un promedio de 5 trabajadores obtendríamos una cifra

de 11 020 de trabajadores fijos24. Si a estas cifras se suman los 4 talleres reales la población

total dedicada a actividades industriales rondaría las 20 000 personas25. Es decir, de los poco

más de 38 000 ocupados, se habían encargado más de la mitad en producir artículos

manufacturados. De este gran contingente casi la mitad estaban adscritos a los gremios. El censo

de 1788 muestra que en ese año había 58 veedores, 1 644 maestros, 6 447 oficiales, 1 806

aprendices para un total de 9 955 trabajadores incorporados al trabajo artesanal formal, o sea

gremial. El censo arrojaba la suma de 18 624 trabajadores artesanales. Es decir prácticamente la

mitad estaba constituida por trabajadores domésticos o a domicilio o mano de obra no calificada

en el mercado26. Computando las cifras de 1794 y 1811 se llega a la conclusión de que

aproximadamente el 40% de la población trabajadora de la ciudad giraba en torno a los gremios,

mientras el 43% lo hacía de manera domiciliaria27.

2'Compárese las cifras que proporciona María Amparo Ross, La pmduanon cigmera, p. 37 con el cuadro citado. 22 Amparo Ross, La producción cigarrera, p. 37. 23Susan Dean-Smith. "The Plant of Money", pp. 379-380.

24 Relación de casas de trato...", fols. 1-91. 25 Jorge González Angulo, Artesanado y ciudad afinales del siglo XVIII...op. at., p. 11. 26 John E. Kicza. Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante los barbones. México: Fondo de

Cultura Económica, 1986, p. 227. 27 Sonia Pérez Toledo. Los hijos del trabajo. Los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853. México: El Colegio de

México, 1996, p. 77.

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En cifras relativas estos porcentajes significaban un crecimiento importante en relación

a lo que ocurrió a mediados del siglo XVIII, sin embargo era claro que el trabajo gremial había

descendido, pues para 1753 se calculaba en 7 600 artesanos, cifra que significaba el 68.6% de

los trabajadores industriales en conjunto28. Es evidente que la migración debió jugar un papel

importante para esta variación, pero que no conocemos sus proporciones. En la práctica, el

desequilibrio se acentúa si a los 9 000 trabajadores libres —no adscritos a los gremios— les

sumamos los 5 227 que laboraban en la fábrica de cigarros. El cómputo será, finalmente, de

23 851 trabajadores para 1793. Los gremios, atravesaban por este tiempo por una profunda

transformación y los conflictos eran frecuentes entre agremiados, a pesar de esta situación,

hubo sectores como el textil cuya expansión parece evidente dada la expansión comercial y su

dinamismo a finales del siglo XVIII como organizador del trabajo, que articuló y dirigió la

producción comercializable29.

Sin embargo, el contingente de la población ocupada no sólo hay que medirlo en

términos del trabajador artesanal formal o libre, mucho de éste debió pertenecer a los giros

comerciales y educativos en sus diversas categorías. Por lo que si a los 1995 giros y

establecimientos públicos les atribuimos como mínimo 3 trabajadores por unidad,

obtendríamos un promedio de 5 895 empleados y trabajadores. Finalmente, si a la cifra de

23 851 de González Angulo le añadimos estos 5 895 obtendríamos un total de 29 836 para el

sector ocupacional más bajo. Sin duda, hay un sector descuidado en los cómputos que se

realizan tradicionalmente y es el sector de mujeres trabajadoras que sólo el cuartel 1 registraba

1 073, que es el 30% del total de mujeres. Así, si asumimos un promedio de 30% sólo para los

cuarteles centrales como mínimo, las cifras desbordarían fácilmente ese 36.6% de la población

empleada30, cómputo obtenido sobre los 30 057 trabajadores hombres que registra el resumen.

28 Felipe Castro Gutiérrez, Iji extinción de la artesanía gronial. México: Universidad Nacional Autónoma de México,

1986, p. 33. 29 Manuel Miño Grijalva, Obrajes y tejedores....op. at., pp. 137-139. ,c Véase, Alejandra Moreno Toscano, "Algunas características de la estructura"..Art cit., p. 408.

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ESTRUCTURA SOCIOÉTNICA DE LA POBLACIÓN CON OFICIO

En el contexto de este gran contingente de trabajadores, ¿cuál fue la estructura

socioétnica que podemos extraer con base en los casos que venimos trabajando? Otras fuentes

presentan una imagen parecida a la estructura descrita en líneas anteriores, así, en un espacio

seleccionado de siete manzanas perteneciente a los cuarteles menores 11 y 14, la distribución

seguía el patrón central:

DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE LA POBLACIÓN CUADRO 4

POR CALIDAD ÉTNICA

CUARTELES 11 Y 14

AÑOS 1777 Y 1793

1777 ¡793

CALIDAD POBLACIÓN PORCENTAJE POBLACIÓN PORCENTAJE

TOTAL 1 960 100.0 1 789 100.0

Hidalgo 545 27.8 646 36.1

Español 644 32.9 562 31.4

Casta 517 26.4 343 19.2

Indio 254 12.9 238 13.3

Fuente: Linda Arnold, "Sobre la deducción de evidencia: Estratificación en un barrio de la

ciudad de México, 1777-1793", en Estudios de Historia Novohispana (UNAM),

vol. XV, p. 99.

La preeminencia española y peninsular —el término hidalgo resulta muy forzado en un

contexto documental en el que en ninguna parte, que se sepa, es reconocido de esta forma si

no es tratándose de títulos— es incluso superior a la que se encuentra en el cuartel número 1.

Si este cuadro es aplicable a otros espacios de la ciudad en donde los extremos —no

marginales ni periféricos porque siempre se encuentran articulados a los servicios y funciones

de la ciudad— no son necesariamente idénticos, aunque la parte central esencialmente lo era,

pero será su estructura laboral la que defina mejor la composición social de la urbe, porque es

allí donde interactúan los grupos y donde se expresan cotidianamente.

Es importante señalar primero el profundo desequilibrio entre la población ocupada y

la no ocupada, particularmente en el caso de las mujeres. El 70% de ellas no registran oficio

por el 24% de los hombres. De aquellas que sí lo hacen son las indígenas las que registran la

mayor proporción seguidas por las mestizas y las criollas. Ciertamente es alto el número de

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casos que no especifican su calidad étnica, pero en líneas generales no ofrece ninguna sorpresa

la distribución general, en donde una aplastante mayoría de españoles y peninsulares, de más

del 50%, habitan el cuartel, sin embargo no es muy pequeño el porcentaje de 13% para el

número de indígenas que se concentraban principalmente en los oficios de servidumbre. En

cambio es prácticamente similar el número de indígenas mujeres y mestizas que registraban

oficio de aquella que no lo hacía, de todas maneras, a pesar de la alta proporción de casos sin

especificar apenas el 21.14 de las mujeres trabajaban.

POBLACION OCUPADA POR CALIDAD ETNICA

SEGÚN SEXO

CUARTEL 1

CUADRO 5

CALIDAD MUJERES HOMBRES TOTAL %

CON OFICIO SIN OFICIO CON OFICIO SIN OFICIO

TOTAL 1 158 4 082 2 323 1 394 8 957a 100.00

Españoles

Peninsulares

Castizos

Indios

Mestizos

Negros

Mulatos

Moriscos

Otras castas

Sin especificar

230

4

79

386

215

17

122

4

1

100

2 377

70

133

344

326

6

113

18

40

655

1 127

231

79

338

186

13

116

8

7

218

676

77

34

111

95

4

19

I

33

344

4410

382

325

1 179

822

40

370

31

81

1 317

49.24

4.26

3.63

13.16

9 18

0.45

4.13

0.35

0.90

14.70

"Alzate consigna en su suma 8 384 para todo el cuartel como población total, mientras el "Estado

General" 9 310 personas.

Es evidente, por este cuadro, el desequilibrio en la relación hombres/mujeres.

Humboldt hacía notar que en Nueva España en general "los hombres [son] en mayor número

que las mujeres"31 y en el caso concreto de dos parroquias de la ciudad de México, el mayor

número de hombres sobre mujeres en una proporción general que el creía de 100:97. Sin

embargo, Alzate había ajustado sus cómputos a 44 771 hombres por 60 163 mujeres, es decir

una diferencia de 15 392 mujeres, mientras que el "Estado general" de Revillagigedo arrojaba

una diferencia a favor de las mujeres de 13 804. En ambos cómputos la población femenina

representaba el 57.3 y 56.5% de la población total, respectivamente32. Como podrá observarse

las cifras del cuartel menor 1 representan exactamente esta diferencia, las mujeres constituyen

11 Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el Reino de la Nueva, España, México: Editorial Porrúa, 1966, p. 92.

"Véase el "Estado reducido de los habitantes de México empadronados en el año de 1790" de José Antonio de

Alzate en este mismo volumen. También Alejandro de Humboldt, Ensayo, ...op. at., p. 92 y Silvia Marina Arrom, Las

mujeres ...op. at., p. 129.

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el 58.0% de la población del cuartel, cosa que no ocurrió en los cuarteles extremos, 20 y 23 en

donde el equilibrio es prácticamente perfecto.

Por su parte, el espectro étnico del cuartel 23 es similar en la distribución, pero la

presencia española y peninsular ya no significa más del 50.0% de la población total como en

el cuartel anterior:

POBLACION OCUPADA POR CALIDAD ETNICA SEGUN SEXO

CUARTEL 23

CUADRO 6

CALIDAD MUJERES HOMBRES

CON OFICIO SIN OFICIO CON OFICIO SIN OFICIO TOTAL %

TOTAL

Españoles

Indios

Mestizos

Castizos

Peninsulares

Mulatos

Moriscos

Negros

Sin especificar

48

17

11

6

2

3

5

0

0

4

1 112

353

151

117

37

63

29

12

0

350

631

263

1 15

60

44

19

11

6

1

112

498

43

44

37

44

15

8

1

2

304

2 289a

676

321

220

127

i 00

53

19

3

770

100.0

29.53

14.02

9.61

5.55

4.37

2.32

0.83

0.13

33.64

La cifra consignada por Alzate para este cuartel es de 1872.

En este cuartel el desequilibrio de los sexos es prácticamente inexistente, aunque no

podríamos explicar las razones. Pues la aparente evasión de hombres en el centro de la ciudad

no es aplicable en este caso, donde la población tampoco es predominantemente indígena. De

todas formas, las mujeres con empleo apenas significaban el 2.1% del total, mientras la

proporción de hombres con oficio o sin él era apenas favorable a los primeros, pero que en

conjunto en el caso de los españoles representaban el doble de la presencia indígena y el triple

de la de los mestizos. Sin duda la presencia de la iglesia y de los artesanos era fuerte en este

cuartel y los españoles desempeñaron oficios relacionados con estos campos. En general el

cuadro siguiente define la participación de cada grupo socioétnico en el sector artesanal:

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DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE

LOS ARTESANOS POR

GRUPO SOCIOÉTNICO

CUARTEL 1

CUADRO 7

CALIDAD ARTESANOS %

TOTAL

Mestizos

Castizos

Mulatos

Castas

Españoles

Indios

Sin especificar

Peninsulares

647

327

126

67

39

19

7

45

17

100.00

50.54

19.47

10.36

6.03

2.94

2.63

1.08

6.95

El resultado era de esperarse; la presencia española rebasa el 50.0% de la muestra de

647 artesanos entre maestros, oficiales y aprendices, pero no es desestimable el porcentaje de

los otros grupos seguramente vinculados a la estructura formal o informal como oficiales o

aprendices, cuando los indios apenas representaban el 19.5%. Por otra parte, la escasa

presencia de peninsulares confirma la poca preferencia de este grupo por este tipo de oficios.

Resulta importante destacar que el grueso de este conjunto, el 54.0%, se ubica entre los 8 y

los 30 años de edad, es decir se trataba de una población lo suficientemente joven, lo cual

permite ir cambiando esa idea de que la población de la ciudad de México era básicamente

vieja.

Si analizamos a los artesanos por oficio, por lo menos los principales, tendremos una

representación similar de todo lo que venimos exponiendo. En el caso de los sastres, el 66.0%

eran españoles, mientras que eran pocos los sastres mestizos (9), castizos (9), indios (5),

mulatos (3), castas (2), y apenas se registró 1 peninsular y 1 morisco. De estos 118, las

cohortes centrales de 21 a 40 años eran las más representativas. En el caso de los plateros el

predominio de los españoles era absoluto, con el 84.0% a favor de ellos, pues sólo

había 2 peninsulares y 2 indígenas con este oficio. No tan pronunciada, pero esta era también

la situación de los carpinteros, lo que no sucedía con el trabajador no vinculado con un oficio

tradicional como eran los anteriores, sino más bien como fuerza de trabajo de una panadería;

aquí los trabajadores eran casi todos indios (76.0%) y el resto eran españoles, mestizos,

mulatos y castizos. Evidentemente no había panaderos peninsulares.

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Como una referencia que puede arrojar más luz acerca de la calidad de los artesanos

de la ciudad y su expresión espacial heterogénea podemos citar lo que sucedía en los cuarteles

8 y 15. En el caso del primero el 90.2% era indio, mulatos el 5.5% y el resto moriscos y lobos.

En el caso del cuartel 15, sucedía todo lo contrario, el 64.8% estaba representado por

españoles peninsulares con 10.4%, mestizos el 13.8% e indígenas con apenas el 9.6 por

ciento33.

Por su parte, el cuartel 20 presentaba la siguiente distribución étnica de la población

que registraba oficios:

POBLACION OCUPADA POR CALIDAD ETNICA SEGUN SEXO

CUARTEL 20

CUADRO 8

CALIDAD MUJERES HOMBRES

CON OFICIO SIN OFICIO CON OFICIO SIN OFICIO TOTAL %

TOTAL

Indios

Españoles

Mestizos

Mulatos

Castizos

Moriscos

Peninsulares

Sin especificar

0

0

o

o

o

o

o

o

o

1 110

195

86

62

4

1

2

0

760

563

63

46

41

7

7

2

0

397

505

64

13

10

0

1

0

1

416

2 178" 100.00

322

145

113

11

9

4

1

573

14.78

6.66

5.19

0.51

0.41

0.18

0.05

72.22

Alzate consignaba 2 138 personas.

En este cuartel tampoco hay desequilibrio entre sexos: 1 068 hombres contra 1 110

mujeres. Por otra parte, el panorama étnico de este cuartel es acentuadamente indio y mestizo,

pues los españoles apenas representaban el 6.7% del total, pero sin duda lo más relevante es la

ausencia de mujeres con oficio alguno. No es posible pensar en una situación así, simple-

mente 1110 mujeres no registraron afirmativamente, aunque sepamos que normalmente fue el

sector masculino el más reacio a consignar su trabajo por miedo a la tributación y al impuesto.

El registro de este cuartel, sin duda, tiene muchos problemas, pues de 2 178 personas 1 573, o

sea el 72.2% no tenía registro de su calidad y sólo 563 ó el 25.8% consignan oficio. Es posible

también que las mujeres indígenas que no registran ocupación no la tuvieran, muchas de ellas

desarrollaban trabajo doméstico o podían ayudar a sus maridos a recoger zacate. De todas

formas, es muy baja la muestra para sacar conclusiones definitivas. Sin embargo, puede

"AHEM, Padrones, C. De Méx., Cuartel 8, 1790, volumen 2, exp. 2, f. 12 y C. De Méx., Cuartel 15, 1790, volumen

3, exp. 5, f. 7.

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presumirse que en general, tomando el cómputo total de la población de la ciudad —dado el

predominio de los cuarteles centrales—, las "actividades artesanales eran compartidas por las

diferentes etnias en proporción a su número en la ciudad"34, aunque tratándose del sector

femenino esta regla no parece muy adecuada.

Pero es posible también explorar otras posibilidades, ya que pueden ayudarnos a

explicar lo que en realidad pasaba con los oficios en el conjunto de los cuarteles analizados.

En el caso del cuartel 20, si analizamos la pirámide de edad, resulta que de las 1 616 personas

que no declaran su oficio, el 48.8% corresponde a menores cuya edad fluctuaba entre 0 y 15

años, por tanto su ingreso al mercado laboral y el simple hecho de decir que tenía un oficio

era prematuro, seguramente se trataba de aprendices. Habla también de una pirámide cargada

a la infancia y la adolescencia, es decir de una población más bien joven, al revés de lo que

comúnmente hemos creído sobre esa población vieja que pululaba por la ciudad. En el

cuartel 1, las cohortes que no especifican empleo de forma importante corresponden a las

edades 0-5, 6-10 y 11-15, pues significaban el 38.8% del total de personas sin oficio. En el

Cuartel 23, por su parte, correspondían al 46.0%. Lo anterior no quiere decir que toda la

población entre los 7 y 15 años no registrara oficio; en el Cuartel 1 el 10.0% de la población

con oficio eran de esta edad y en el 20 sólo el 4.0%, mientras en el 23 significaba casi el

5.0%. Es decir la tendencia fue que el oficio, y eventualmente el empleo, se daban de manera

más generalizada a partir de los 18 años.

De todas formas, resalta la alta proporción de mujeres, particularmente campesinas

que llegaban a la ciudad a incorporarse al servicio doméstico, mientras los hombres se iban de

arrieros o a buscar trabajo en las minas, o ingresaban a la propia ciudad a engrosar espacios

periféricos como el cuartel 20 en donde encontraban oficios ligados con la agricultura o la

pesca. En el caso femenino, la cifra sobre mujeres incorporadas a la actividad laboral en 1811

bordeaba las 20 500, cifra considerable que posiblemente estaba en relación a la población

masculina —que seguramente mantenía el mismo índice de masculinidad de 1790— que en la

ciudad era de 79:100 hombres/ mujeres35.

34Jorge González Angulo, Artesanado y ciudad, ...op. at., p. 153. vsSilvia Marina Arrom, Las mupes de la ciudad de México, 1790-1857. México: Siglo XXI editores, 1985, pp. 131 y 196.

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LOS OFICIOS Y EL ESTADO MARITAL

No existe ninguna estimación particular por cuartel de la estructura laboral de la

ciudad de México, es hasta ahora cuando hemos podido estudiar tres de los 32 cuarteles

menores y ofrecer un panorama más detallado del trabajo. Ciertamente el Cuartel 1 es donde

se concentra la parte más tradicional de la ciudad y sus estructuras son también las más viejas

y consistentes, también pueden ser las más reacias al cambio, pero que finalmente revelan lo

que pudo haber ocurrido en espacios similares, distintos a los periféricos, más movibles y

dinámicos.

En el Cuartel 1, sobre el total de personas registradas, 8 9 5736, eran jefes de familia

1 856, de los cuales 1 237 eran hombres y 619 mujeres. Del total 735 jefes de familia no

especifican oficio, correspondiendo la mayoría a 570 mujeres y 165 hombres, mientras que de

los 1 121 que especifican oficio, 1 072 eran hombres y 49 mujeres.

HOMBRES QUE REGISTRARON OFICIO

SEGÚN ESTADO CIVIL

CUARTEL I

CUADRO 9

ESTADO CIVIL TOTAL CON OFICIO SIN OFICIO

TOTAL

Casados

Solteros

Viudos

Sin especificar

1 237

935

171

111

20

1 072

824

144

88

16

165

111

27

23

4

Es decir, el 86.6% tenía oficio y sólo el 13.4% de los jefes de familia no registraban

oficio alguno. Cabe destacar que es relativamente alto el número de solteros que fungen como

jefes de familia sobre viudos, cuando en el caso de las mujeres justamente la pirámide se

invierte, constituyendo las viudas el 68.2% de la población del cuartel.

MUJERES QUE REGISTRARON OFICIO

SEGÚN ESTADO CIVIL

CUARTEL 1

CUADRO 10

ESTADO CIVIL TOTAL CON OFICIO SIN OFICIO

TOTAL

Viudas

Solteras

Casadas

Sin especificar

619

422

133

57

7

49

31

13

5

0

570

391

120

52

7

^El Censo consigna 9 310 personas y Alzate que ajustó sus cifras, 8 384.

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A pesar de que el número de viudas es de 422, de éstas sólo 31 registran oficio, las

solteras eran 13 y apenas cinco casadas trabajaban. El porcentaje de mujeres con oficio era de

apenas 7.9 por ciento.

¿Qué sucedía en uno de los extremos de la ciudad, en el cuartel 20? Aquí, de un total

de 2 179 personas, 529 son jefes de familia, 461 hombres y 68 mujeres. De éstos 120 jefes de

familia no especifican oficio, desagregados en 68 mujeres y 52 hombres, mientras que 409

jefes de familia especifican oficio, todos hombres. De las 68 mujeres jefes de familia ninguna

registró oficio, raro, puesto que la mayoría (58) eran viudas, seis casadas y tres solteras.

En el caso de los 461 hombres, su composición marital era la siguiente:

HOMBRES QUE REGISTRARON OFICIO CUADRO 11

SEGÚN ESTADO CIVIL

CUARTEL 20

ESTADO CIVIL HOMBRES CON OFICIO SIN OFICIO

TOTAL 461 409 52

Casados 436 388 48

Viudos 19 15 4

Solteros 3 3-

Sin especificar 3 3-

En principio resulta bajo el número de viudos en relación al Cuartel 1, pues es de

apenas 4.1%, mientras que en el central era de 9.0%. Pero en este cuartel periférico, el número

de jefes de familia con oficio era mayor, pues lo registraron 88.7% y sólo 11.3% no lo

hicieron. Como es evidente, estamos suponiendo que no necesariamente quienes registraron

oficio estaban empleados y quienes no lo hicieron estaban, a su vez, desempleados. Otra

característica diferente del cuartel 20 en relación al número 1 es también el bajo número de

solteros jefes de familia, de los cuales todos registraron oficio.

Hacia el poniente de la ciudad, en el Cuartel 23 de un total de 2 289 personas censadas

había 508 jefes de familia, de los cuales 159 eran mujeres y 349 eran hombres. Se

contabilizaban 183 jefes de familia que no especificaron oficio, 150 mujeres y 33 hombres.

Con oficio eran 325; siendo 316 hombres y 9 mujeres.

En el caso de las 159 mujeres, el número de las que registran oficio es muy bajo, pero

si bien las mujeres viudas son la mayoría, no hay una gran diferencia en el trabajo en relación

a solteras o casadas:

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MUJERES QUE REGISTRAN OFICIO SEGÚN ESTADO CIVIL CUADRO 12

CUARTEL 23

ESTADO CIVIL TOTAL CON OFICIO SIN OFICIO

TOTAL 159 9 150

Viudas 116 4 112

Casadas 23 2 21

Soltera 18 3 15

Sin especificar 2 0 2

Nota: todas eran caseras

Los hombres, por su parte, 349 tenían oficio, predominando los casados sobre viudos

y solteros.

HOMBRES QUE REGISTRAN OFICIO SEGÚN ESTADO CIVIL CUADRO 13

CUARTEL 23

ESTADO CIVIL TOTAL CON OFICIO SIN OFICIO

TOTAL 349 316 33

Casados 326 299 27

Viudos 15 10 5

Soltero 8 7 1

Sin especificar 0 0 0

De estos 349, sólo el 9.5% no registraba oficio, mientras en el Cuartel número 1 este

porcentaje subía al 13.3% y al 11.0% en el número 20. ¿Estas diferencias tenían una

explicación en la localización interna de las unidades productivas?

En total el número de jefes de familia que registraron oficio en los cuarteles

periféricos fue parecido, 529 en el 20 y 508 en el 23, pero mientras en el primero ninguna

mujer tenía oficio en éste llegaban a 9, o sea el 6% del total de jefes de familia.

LA COMPOSICIÓN DE LOS OFICIOS POR CUARTEL

El panorama cambia por lo menos cuantitativamente en relación a los jefes de familia,

pues ya en un análisis más abierto varios miembros de una misma familia pueden tener oficio,

por lo mismo los cómputos cambian. En total el cuartel 1 aparecen 2 323 hombres con oficio

y 1 121 sin él, mientras sin especificar oficio se registran 1 394 hombres y 4 082 mujeres, es

decir 3 444 tenían oficio, es decir el 70.0% de las mujeres no trabajaban por el 24 de hombres.

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De las mujeres que trabajaban, de 15 años para adelante, que suman 1 073 las ocupaciones

registradas, de acuerdo a su número y particularidad, eran las siguientes:

ESTRUCTURA OCUPACIONAL

DE LAS MUJERES

CUARTEL 1

CUADRO 14

OFICIO O PROFESION MUJERES

TOTAL

Académicas

Administradoras

Empleadas

Religiosas

Empleadas domésticas

Comerciantes

Costureras

Caseras

Molenderas

Otras

Panaderas y pasteleras

1 073

7

143

60

784

10

15

20

7

17

9

Destacan, sin duda, las empleadas domésticas. De éstas, cocineras y recamareras

representaban los números más importantes con 270 y 173, respectivamente, seguidas por

criadas de conventos que sumaban nada menos que 69 y 88 criadas en general; las chichiguas

o nodrizas y las amas de llaves no eran pocas, pues sumaban 44 y 27. Las demás ocupaban

oficios reducidos 10 lavanderas, 5 sirvientas, 6 pilmamas, 8 ayudantes, 6 criadoras de niños, 5

damas de compañía,37 y 1 cuidadora de adultos.

Como oficios más frecuentes figuran, exceptuando a las religiosas, 143 empleadas 15

costureras y 20 caseras. Entre las primeras se incorporaron en ese segmento principalmente

las administradoras, estanquilleras, cajera, alguna empleada del Virreinato. Las caseras, en

cambio, eran las encargadas de administrar la casa o vecindad. Destaca también en este

conjunto la abogada, por su presencia solitaria.

Cabe resaltar la gran cantidad de mujeres empleadas en el servicio doméstico que

sumaban 784, a las que si añadimos los 271 hombres ligados al mismo sector, obtendríamos

un total de 1 055. Es evidente que se trata de un sector de la ciudad de alto estatus y que por lo

mismo disponía de un crecido número de servidumbre. No es este el cuartel de las costureras

37Una mujer figuraba como "ama de asistencia" que fue incorporada a este grupo.

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y las cigarreras como lo fue su vecino, el cuartel 2, perteneciente a la parroquia de Santa

Catarina38, pero como en éste el número de chichiguas y nodrizas no es desestimable.

¿Qué significan estas cifras en el contexto de otras referidas para otros años? Para

obtener una respuesta, en principio el cuadro siguiente ubica nuestras estimaciones entre las

obtenidas por Arnold para 1777 y 1793:

SERVIDORAS DOMÉSTICAS POR CASA CUADRO 15

1777 Y 1793

NUMERO DE 1777 1793

SERVIDORAS TOTAL PORCENTAJE TOTAL PORCENTAJE

TOTAL 566 lOOTO 486 ÍOO

Ninguno 410 72.5 287 59.0

Una 60 10.6 92 18.9

Dos 37 6.5 46 9.5

Tres 20 3.5 30 6.2

Cuatro o más 39 6.9 31 6.4

Fuente: Linda Arnold, "Sobre la deducción de evidencia"...art. cit.. p. 99.

El porcentaje de casas que no contaba con servicio doméstico disminuyó entre 1777 y

1793, es decir, cada vez más las personas contaron con este servicio al caer el siglo: el 10.6%

que contaron con una empleada en 1777 subió al 18.9%, mientras que aquellos que tuvieron

dos servidoras, de 6.5%, pasaron a 9.5% en 1793, incluso aquellas casas que contaban con 3

servidoras de 3.5% se incrementaron a 6.2% por "grupo de casa", duplicando el de 1777.

Estos porcentajes se verían incrementados si se ajustara la muestra de 1777 con la de 1793.

Todo hace pensar que es correcta la apreciación de que hacia 1790 se había extendido el

sector doméstico a costa seguramente, de ese conocido movimiento de atracción de la ciudad

de México. ¿Qué significado tienen estas cifras? En principio el disponer de este tipo de

servicio tenía mucho que ver con una mayor cantidad de recursos económicos para

mantenerlo y luego con cuestiones de estatus, pero la conclusión más importante es que el

número de mujeres empleadas en este cuartel de un universo de 8 957 personas censadas es de

apenas el 12.0% y casi todas en el servicio doméstico. Por lo menos en este cuartel la

participación de la mujer era marginal. Tal vez sucedía lo que comenta Arrom de que la

mayoría de las mujeres identificadas en su muestra entre 1753 y 1811 eran de clase baja,

"porque no trabajar era un signo de estatus para las mujeres mexicanas. Coser para la propia

^8Juan Javier Pescador, De bautizados y fieles difuntos ...op. at., pp. 212-213.

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familia era admirable, pero 'coser lo ajeno' era degradante"39. Las 4 082 mujeres desocupadas

así lo atestiguan.

En cambio la composición de oficios del sector masculino es mucho más compleja,

pues alcanza cerca de 500 ocupaciones en las más distintas variedades. De los 2 102

registrados de 15 años en adelante, mozos, lacayos, criados, cocineros, pajes, hasta

mandaderos, sumaban 271. De éstos hemos reunido a 186, para quienes se especifica la

información y se precisa que 148 o el 79.6% eran solteros, 27 casados y 11 viudos.

Evidentemente 139 vivían como criados, otros 39 como agregados a las casas donde servían,

1 era hijo y 3 fungían como jefes de familia independientes. Como rasgo distintivo si bien se

encontró que el rango de edad de 12 iba de 7 a 10 años, 45 o el 30.4% tenían entre los 11 y los

15 años, 67 (45.3%) entre los 16 y los 20 años. De esta última edad el número empezó a bajar,

pues 27 se encontraban entre los 21 y 25 años, 22 entre los 26 y 30 y de allí el número de

mozos con edades sobre los 30 decrecía más acentuadamente. Como éstos, los lacayos eran

gente joven, el 78.7% tenía una edad que fluctuaba entre los 21 y los 25 años y el 79.6% de 44

registrados 35, eran solteros.

Por su parte los que estaban ligados a actividades comerciales eran 190; entre 101

cajeros que constituían el mayor número 24 corredores, 12 viandantes, 23 tenderos y

almaceneros, 3 arrieros, 4 funcionarios del Consulado, 2 mercaderes y 6 vendedores de

diverso tipo y otros menores en número. La información reunida para 174 de ellos, muestra,

particularmente que de 97 cajeros el 84.5% eran solteros, sólo 12 eran casados y 3 viudos. Por

tanto únicamente 14 aparecen como jefes de familia, 2 son hijos, 65 agregados, 13 aparecen

como empleados, 1 como familiar, y 9 no especifican su parentesco. La mayoría de estos

cajeros era gente joven, de 73 sus edades fluctuaban entre 16 y 30 años, 13 tenían entre 31 y

35 años, otros 13 iban de 36 a 60 y sólo 1 pasaba de esta última edad. En cambio de 69

comerciantes que especifican edad, parentesco y estado civil, 40 figuraban como casados, 23

solteros y 6 viudos y de los cuales la mayoría eran jefes de familia (53), 6 eran hijos, otros 6

familiares y 4 agregados a la casa. A la inversa de los cajeros, la edad de estos comerciantes

fluctuaba entre los 31 y 50 años, 10 tenían entre 51 y 60 y sólo 6 pasaban de los 60 años. Pero

al contrario de lo que se podría pensar, estos cajeros y los comerciantes en general no habían

nacido todos, ni siquiera su mayoría en España, por el contrario, el 49% dijo haber nacido en

39Silvia Marina Arrom, Las mujeres de la andad de México, 1790-1857. México, Siglo XXI Editores, 1988, p. 197.

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la ciudad de México y el 29% registró un origen peninsular. Por su parte indios, mestizos y

castizos dijeron ser comerciantes el 13 por ciento.

El origen del cajero puede estar en la vieja costumbre de los comerciantes importantes,

por lo general miembros del Consulado, al traer a parientes jóvenes de España para integrarlos

a sus propios negocios, mientras sus hijos se convertían en sacerdotes o abogados40. El cajero

era en general cualquier persona de ventas o administrativo de una casa comercial

independientemente de su rango, aunque no hay que confundirlos con el llamado "Cajero

mayor" que era un administrador a sueldo de la firma. Subordinados a él podían estar uno, dos

o tres cajeros. Sin ninguna especificación su denominación implicaba pertenencia a cualquier

establecimiento comercial, aparte del propietario y podía ser "socio administrador, sobrino del

propietario o solamente un empleado del mostrador con limitado campo de expansión y

progreso41. En el caso de nuestros cajeros, siendo en su mayoría solteros, es claro que vivían

con familiares casados o no. Esta juventud y la soltería eran también rasgos distintivos de los

cajeros de Guanajuato, así como su gran número, pues aproximadamente la mitad de los 314

peninsulares radicados allí, desempeñaban tales funciones42.

Por supuesto, los miembros de la iglesia eran también muy visibles, pues alcanzaban a

ser 154 entre 48 religiosos profesos, 25 presbíteros, 37 clérigos, 8 diáconos, 9 subdiáconos, 8

sacristanes, 5 novicios, 3 legos, 5 capellanes, apuntadores de coro, monaguillo y ayudantes y

6 funcionarios de la Iglesia y la Inquisición. De los religiosos profesos, sólo 1 tenía entre 21 y

25 años, seis se ubicaban entre los 26 y 30 y 20 entre los 46 y 55 años. Más que en cualquier

profesión y oficio, 8 tenían más de 60 años.

Los funcionarios públicos sobrepasaban a los anteriores, contaban con 180

representantes. En este cuartel radicaban desde los escribanos públicos (39) hasta los

empleados de las diversas dependencias: Virreinato, Casa de Moneda, Tabaco, Milicia, Real

Audiencia, Acordada, Temporalidades, Pólvora, Real Aduana, etc. Como lo muestra el cuadro

siguiente la mayoría eran españoles y peninsulares:

40Christiana Renace Borchart de Moreno, Los mercaderes y el capitalismo en México (1759-1778), México, Fondo de

Cultura Económica, 1984, p. 227. 41John E. Kicza, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad, de México durante los barbones. México, Fondo de

Cultura Económica, 1986, p. 153. 42David Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México: Fondo de Cultura Económica, 1975,

pp. 338-339.

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CALIDAD DE LOS FUNCIONARIOS CUADRO 16

CUARTEL 1

CALIDAD FUNCIONARIOS %

TOTAL 180 100.00

Españoles 121 67.22

Peninsulares 38 21.11

Mestizos 3 1.67

Indios 2 1.11

Castizos 2 1.11

Negros 1 0.56

Mulatos 0 0

Castas 0 0

Moriscos 0 0

Sin especificar 13 7.22

De este grupo, 180 registran calidad y edad. En el primer caso el 67.2% dijo ser

español y el 21.1% peninsular. En el segundo caso, la mayoría se concentraba en una etapa de

mayor edad que los comerciantes y artesanos, pues el 68.0% tenía más de 31 años. En cuanto

a su lugar de origen, sorprende que la mayoría no fuera española.

LUGAR DE ORIGEN DE LOS FUNCIONARIOS CUADRO 17

CUARTEL 1

LUGAR DE ORIGEN FUNCIONARIOS %

TOTAL 180 100.00

Ciudad de México 79 43.89

Vizcaya 6 3.33

Puebla 4 2.22

Otros 71 39.45

Sin especificar 20 11.11

Un grupo que destaca en este universo es el de los plateros que en total sumaban 61,

de los cuales los datos nos hablan sólo de 57 de ellos. Por ejemplo, aparecen 35 como casados

y 16 como solteros; seis eran viudos. De 60 de ellos 43 eran jefes de familia, 12 eran hijos, 2

familiares y 3 agregados. Para 1790, la mayor parte de éstos (54.1%) se encontraba entre los

16 y los 30 años (33). Un buen número (7) se concentraba entre los 36 y 40 años y sólo 2

pasaban de los 60 años. Los restantes estaban en edades intermedias, aunque 1 del total de 11

a 15 años estaba registrado ya como platero, seguramente aprendiz. Eran, como dice Kicza,

fabricantes pequeños y procesadores de bajo nivel, principalmente españoles, pero con

presencia de peninsulares a quienes la movilidad social no se les presentaba de manera

rápida43.

43John E. Kicza, Empresarios coloniales ...op. at., p. 230.

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Entre los grupos de artesanos, destacaban los sastres, que eran numerosísimos para

radicar en un sólo cuartel -sólo comparable con aquellos que radicaban en el cuartel vecino, el

número 5-, pues como tales aparecen registradas 112 personas y 1 oficial. El 63.0% estaba

casado o unido, 31 eran solteros y 7 viudos. Por lo mismo 66.0% fungían como jefes de

familia, 13.0% eran hijos y el 7.0% vivía como agregado, seguramente en su calidad oficial.

Como era de esperarse, las edades fluctuaban entre los 11 y los 40 años; la cohorte más

numerosa es la de 36 a 40 que estaba formada por el 17.0% de los sastres. En 1794 la

"Relación de tratos y establecimientos mercantiles", registraba aún 109 oficiales que

trabajaban en 13 sastrerías, es decir, un promedio de 8 trabajadores44.

Los cigarreros eran 91, de los cuales 52.0% eran casados, 25.0% solteros y 8.0%

viudos; el 25.0% tenía entre 11 y 20 años de edad, mientras el 41.0% fluctuaba entre los 21 y

30 años. Esta es la parte más ancha de la pirámide, luego entre el 8.2% y el 2.0% transcurren

los restantes entre los 31 y los 60 años. Lo interesante en estos cigarreros es que el 37.0%

tiene agregados. A estos habría que añadir 12 recortadores y envolvedores de la fábrica. En

términos de edad, era tal vez el grupo más joven, pues se concentraban entre los 11 y los 30

años.

Por su parte, los carpinteros eran más viejos, el 51% fluctuaba entre los 26 y los 40

años, seguramente eran artesanos mejor establecidos que los cigarreros, quienes siempre

estaban asociados a la fábrica de tabaco de la ciudad, pero como éstos también tenían un alto

porcentaje de agregados, como los tenían los 30 zapateros registrados en el cuartel quienes

tampoco eran jóvenes, pues el grueso se ubicaba entre los 31 y los 40 años de edad,

albañiles 29; los ligados a la industria del pan eran 121, los pintores eran 22, los barberos 17,

aguadores 14, peluqueros 14, así como los confiteros. En cambio eran muy pocos los

vinculados a la industria textil (42), destacaban los bordadores quienes sumaban 13. No era

este cuartel, como es obvio, el mejor espacio para el tejedor, y el hilador o hiladora. Su corto

número —de un total de 3 169 artesanos dedicados al trabajo textil que registraba la

"Relación" de 17884r\— indica en un espacio segregado para un tipo de oficio de más

tradición, a pesar de la gran masa de artesanos radicados en esta demarcación, importante en

44AGNM, Bienes nacionales, leg. 101.

"^Manuel Mino Grijalva, Obrajes y tejedores de Nueva España, 1700.1810. México, El Colegio de México, 1998,

p. 136.

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términos de la densidad del cuartel, pero no lo suficientemente amplia para competir con los

cerca de 1 000 empleados domésticos registrados entre hombres y mujeres.

En los servicios de transporte destacaban 80 cocheros, de los cuales el 75% se ubicaba

entre los 21 y los 40 años y, como rasgo particular, el 68% tenía agregados, familiares o no

familiares. El comportamiento de agregación muy tradicional en el mundo artesanal —como

en el comercial— era un distintivo de esta parte de la ciudad.

El lugar de origen de los artesanos muestra una permanencia y estabilidad respaldada

por esa gran mayoría originaria de la propia ciudad, como lo muestra el cuadro siguiente:

LUGAR DE ORIGEN DE LOS ARTESANOS CUADRO 18

CUARTEL 1

LUGAR DE ORIGEN ARTESANOS %

TOTAL 647 100.00

Ciudad de México 368 56.88

Puebla 38 5.87

Toluca 11 1.70

Querétaro 8 1.24

Real del Monte 8 1.24

Oaxaca 7 1.08

Actopa 5 0.77

Chalco 4 0.62

Otros 104 16.07

Sin especificar 94 14.53

No hay una indicación de una acentuada migración, aunque es obvio que tratándose de

un cuartel central de mayor antigüedad, su población sea permanente, por lo menos más que

aquella de los cuarteles extremos. Por otra parte, los lugares de donde provino parte de la

población migrante, era de las zonas aledañas a la ciudad, con excepción de los 7 oaxaqueños.

Según el "Estado General" de 1794, en el cuartel número 1 se registraron 160 talleres

públicos46, es decir reunía el 1.0% de los 1 555 registrados para entonces. Si bien el número

de sastrerías es importante, destacaron también cererías, velerías, confiterías, biszcocherías y

melerías. Evidentemente tuvieron los talleres públicos una fuerte presencia en el cuartel, que

albergó, además, religiosos, comerciantes y funcionarios, en torno a los que pulularon mozos

y sirvientes.

46Jorge González Angulo, Artesanado y ciudad... op. cit., p. 94.

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En general, el grupo de comerciantes (9.0%), sirvientes y criados (12.9%),

funcionarios (7.8%), eclesiásticos (7.3%) y una parte de ese extenso grupo de artesanos

(28.6%), sumaban las 1 462 personas de un conjunto de 2 102 que especificaban oficio. El

restante 33.6% estaba constituido por una gran cantidad de productores dedicados a la sillería,

tocinería, talabartería; eran veleros, botoneros, encuadernadores, armeros, maestros, etc. Por

supuesto, aquí vivían también los mineros más ricos, los hacendados o "dueños de fincas" que

son pocos cuantitativamente hablando, pero que con los comerciantes y funcionarios,

reunieron tras sí una cuota importante del poder de la ciudad.

¿Qué pasaba en la denominada periferia? En el cuartel 20, de los 550 hombres de 15

años y más que registraron ocupación de un total de 563, prácticamente todos estaban

empleados, pero muchos tenían ocupaciones agrícolas, sobre todo en la obtención de zacate,

el mayor número de ellos figuraban como zacateros (105) que representaban el 18.6%. La

mayor parte, como indica el resumen del anexo 1, eran jornaleros. De estos zacateros más del

70% estaban casados y de ellos el 74% aparece como jefe de familia, pero al contrario de lo

que sucedía en el cuartel 1 ninguno tenía agregados y un alto porcentaje, el 16% eran parejas

sin hijos; luego seguían en número aquellos dedicados al trabajo de la piel como los

zapateros, de los cuales el 67% estaba casado, sólo 8 estaban solteros y 9 eran viudos.

También se comportaban de manera distinta a los artesanos del cuartel 1 al no tener

agregados, eran parejas sin hijos o familias cerradas, apenas hay dos casos de jefes con

agregados.

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EDAD DE LOS ARTESANOS CUADRO 19

CUARTEL 20

EDADES ARTESANOS %

TOTAL 425 TOthO

8 a 10 1 0.2

11 a 15 20 4.7

16 a 20 73 17.2

21 a 25 49 11.5

26 a 30 85 20.0

31 a 35 30 7.1

36 a 40 62 14.6

41 a 45 18 4.2

46 a 50 32 7.5

51 a 55 16 3.8

55 a 60 20 4.7

más de 60 19 4.5

Con relación a la edad el cuadro 16 muestra que hay cuatro cohortes perfectamente

definidas: la de 16 a 20 años que reúne 17.2%, la de 26 a 30 donde radica el 20.0%, la de 36 a

40 que tiene el 14.6% y de 46 a 50 años que representa el 7.5%. Ciertamente, los "artesanos"

de 8 y 15 años son aprendices, pero están ya dentro de la estructura gremial.

Por otra parte, la mayoría de los que registró calidad -apenas el 20%- el 10% dijeron

ser indios y el 8% españoles y mestizos. Era también el cuartel con mayor número de

tributarios, y junto al 19, eran los que registraban el mayor número de jornaleros, es decir,

gente que trabajaba libremente por un salario (véase el anexo 1) y que no estaba adscrito a la

corporación gremial.

CALIDAD DE LOS ARTESANOS CUADRO 20

CUARTEL 20

CALIDAD ARTESANOS %

TOTAL 407 100.00

Indios 41 10.07

Criollos 18 4.42

Mestizos 18 4.42

Castizos 3 0.74

Mulatos 3 0.74

Sin especificar 324 79.61

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Con relación a la edad, el 54% —de 407 que la registraron— se ubicaba entre los 11 y

los 30 años, aunque entre los 36 y 40 años aparece un buen porcentaje de 15. Sin embargo,

como en los demás cuarteles, la mayoría de los artesanos de este cuartel era de la misma

ciudad de México, entre los pocos que registraron el origen.

Según el mencionado "Estado" de 1794 este cuartel tenía únicamente 22 talleres47,

muy pocos para albergar a toda la población trabajadora, pero muchos de ellos debieron

pertenecer, entre otros, a artesanos ligados al trabajo del cuero como curtidores, gamuceros y

badaneros que sumaban 91 y tenían las mismas características que los anteriores, casados la

mayoría, con pocos o ningún agregado familiar y de edades repartidas a lo largo de la

pirámide. Pero además de éstos constan numerosas personas como los 44 botoneros que

representaban el 8.0% de la población ocupada; 31 hortelanos (5.6%), 25 pescadores (4.5%) y

22 dedicados a actividades textiles (4.0%). A éstos tendríamos que agregar 11 artesanos

dedicados a la carpintería y a 8 más que se dedicaban a la producción del pan. Hortelanos eran

31,3 pintores y 7 músicos que también tenían presencia. En general sumaban 407, es decir

77.6% de la población del cuartel que registró oficio y como los anteriores la mayoría eran

casados y pocos reconocían tener agregados en sus casas. Por su parte los miembros de la

iglesia se reducían al vicario de la parroquia, el presbítero, el sacristán, el diácono y un

cura. No había a quien servir -pues constan sólo 2 sirvientes- ni a quien hacer ropa con 2

sastres. Era un cuartel de cargadores, albañiles, tocineros y triperos, veleros, aguadores,

herreros. Había un barbero para el cuartel y un maestro de escuela. La ocupación o el oficio

mucho habla ya de su composición étnica, pero aquí las mujeres no trabajaban o no

registraban su actividad y no sabemos por qué.

Por el lado norponiente, en el cuartel 23, de las pocas mujeres que registraron su

oficio, 42, se muestra su composición en el cuadro siguiente:

47Id, p. 94.

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DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL

DE LAS MUJERES OCUPADAS

CUARTEL 23

CUADRO 21

OFICIOS MUJERES %

TOTAL

Caseras

Criadas

Esclavas

Moza

Sirvientas de convento

Enfermeras

42

26

5

3

3

2

100.0

61.9

11.9

7.1

7.1

4.8

2.4

2.4

2.4

Pintora

Miga

El cuadro es por demás evidente, la mayoría era "casera", administradora o estaba

dedicada a actividades de su casa, como dueña de la casa y parte de ella; pues pocas familias

tenían "criadas". La pintora que aparece en el cuadro, seguramente tenía una actividad ligada

con la iglesia o convento y la "miga" con la enseñanza. Tampoco en este cuartel las mujeres

ocupan un lugar importante en la esfera del trabajo. En cambio, de los 580 hombres mayores

de 15 años que especifican oficio de un total de 631, unos 93 (16.0%) estaban dedicados a la

fabricación de cigarros; 89 (15.3%) eran parte del Convento, pues en ese cuartel estaban

ubicados la Iglesia y convento de San Juan de Dios; albañiles eran 60 (10.3%); constan 29

zapateros (5.0%) 7 sastres y 23 oficiales (5.2%). También está representado el trabajo textil

con 25 artesanos entre maestros y oficiales. Dedicados al comercio había 22 personas (3.8%)

entre corredores, baratilleros, cajeros, arrieros, mercaderes y comerciantes.

Como no fueron en los otros cuarteles analizados, aquí son importantes los lozeros que

eran 18 más un oficial (3.3%). Apenas había 15 sirvientes (2.6%), de los cuales 6 eran

cocineros seguramente del Convento y 25 (4.3%) se dedicaban a la preparación de alimentos,

como carne, tocino, pulque, dulces y pan. Estos grupos conformaban el 70% de la población

que registraba oficio. Se observa en los registros la presencia gremial como no lo era en los

otros, pues aquí los maestros se apuntaban como maestros: el "maestro de carpintero" o el

"maestro hilador" o el "maestro cantero", de la misma forma consta el "oficial de pintor",

"oficial de tejedor", "oficial de zapatero". De éstos muchos debieron tener su taller propio,

aunque el "Estado" de 1794 sólo registra, como sucedió en el 20, únicamente 22 talleres, es

obvio que la mayoría de la población trabajaba en la fábrica de cigarrillos, el Convento y la

Iglesia y en obras o trabajos independientes.

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CALIDAD ÉTNICA DE LOS ARTESANOS CUADRO 22

CUARTEL 23

CALIDAD ARTESANOS %

TOTAL 126 100.0

Españoles 58 46.0

Indios 22 17.5

Mestizos 19 15.1

Castizos 12 9.5

Mulatos 3 2.4

Moriscos 3 2.4

Peninsulares 0 0.00

Castas 0 0.00

Negros 0 0.00

Sin especificar 9 7.1

De todas formas, el 46.0% del total de artesanos eran españoles, 24.6% eran mestizos

o castizos y un 17.5% eran indios. En relación a la edad, el cuadro siguiente es ilustrativo al

respecto:

EDAD DE LOS ARTESANOS CUADRO 23

CUARTEL 23

EDAD ARTESANOS %

TOTAL 126 100.0

8 a 10 0 0

11 a 15 1 0.8

16 a 20 19 15.1

21 a 25 18 14.3

26 a 30 20 15.8

31 a 35 18 14.3

36 a 40 15 11.9

41 a 45 10 7.9

46 a 50 12 9.5

51 a 55 5 4.0

55 a 60 2 1.6

más de 60 4 3.2

Sin especificar 2 1.6

Del grupo de artesanos, 74.0% tenía una edad que fluctuaba entre los 16 y 35 años,

pocos eran realmente los artesanos "viejos".

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CONCLUSIONES

Queda bastante clara la estructura ocupacional de los tres cuarteles, aunque

evidentemente el Cuartel 1 representa el universo general de ocupaciones, con excepción de

aquel ligado al trabajo de la laguna, la pesca y la caza de patos muy propio del cuartel 20

donde no se ubica ningún convento o iglesia de la jerarquía de Santo Domingo o San Juan de

Dios.

Una de las reflexiones finales que pueden desprenderse del análisis de estros tres

cuarteles en términos de su estructura de grupos, es su heterogeneidad espacial. Los cuarteles

mayores mantienen en su interior una jerarquía demográfica encabezada por uno de

sus cuarteles menores. En relación a la calidad de los cuarteles analizados se observa una

diferente constitución étnica, mientras el cuartel 20 era principalmente indígena, el del centro

y el noroccidente son españoles, aunque en general pueda notarse el predominio del grupo

español y mestizo.

Sin duda otro importante resultado es comprobar que la población de este núcleo de la

ciudad estuvo constituido por población joven. Hasta ahora hemos sabido, de acuerdo a los

censos de 1753 y 1811, que la población de la ciudad era mayoritariamente adulta,

"envejecida", lo que no sucedía en las poblaciones pequeñas48. Por ser años posteriores a

crisis de subsistencia importantes, podría pensarse que la causa principal radicaba en que este

"envejecimiento" era producto de la migración, de gente que llegaba a establecerse sin su

familia e hijos, pues se ha calculado que se trataba de una tendencia que duró hasta las

primeras décadas del siglo XX. Sin embargo esta hipótesis es, ahora, poco probable. Los

datos del censo de 1790 meten mucho ruido para confirmar esta idea, pues la migración a la

ciudad fue elevada, y al parecer generó un crecimiento de población joven desempleada, pero

esencialmente joven. Las cifras y cómputos sobre la edad de los artesanos, comerciantes,

servidores domésticos, etc., muestran que fue así, más el 39% de la población fluctuaba entre

0 y 16 años, exactamente igual a Londres en 182 1 49.

Al contrario de lo que hasta ahora se había pensado, los comerciantes no habían

nacido en España, la gran mayoría dijo ser originaria de la ciudad de México y mucho menos

48Idem, p. 400. 49r. H. Hollingsworth, Demografía histórica. México, f. C. E., 1983, p. 294.

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dijo haber nacido en la Península, aunque figuran originarios de Asturias, Santander y

Vizcaya; en cambio los cajeros, más jóvenes, sí eran predominantemente de la Península. De

la misma forma, los artesanos muestran también un origen más uniforme, pues el 57% fueron

registrados como originarios de México, el 16% dijeron ser de Chalco, sólo el 6% eran de

Puebla, situación que era comprobable también con los funcionarios del reino. La presencia

de un mayor número de gente llegada de los alrededores de la ciudad es obvia, pero la

presencia poblana, por pequeña que fuera, sugiere que algo pasaba en ese territorio.

Por otra parte, al cruzar la información entre "número de talleres" y "número de

artesanos", puede concluirse que existe una baja correlación entre ellos, lo que indica que un

gran número de éstos no vivía en el taller ni como oficiales ni como aprendices, lo hacían

fuera de su lugar de residencia, lo cual rompe con la idea extendida de que el lugar de trabajo

era el mismo que el de su habitación. Por otra parte, aparecen conceptos nuevos, como es el

caso más numeroso, el de los panaderos, quienes no se registraron como oficiales o

aprendices, sino como "operarios", concepto de implicaciones distintas al mundo del artesano

corporativo.

Finalmente, la configuración ocupacional de los cuarteles es clara: el cuartel número 1

era básicamente artesanal, el 20 estaba ligado a actividades agrarias y en el 23 también

predominaban los jornaleros o trabajadores libres.

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POBLACION OCUPADA DE LA CIUDAD DE MEXICO (SEGÚN LOS RESÚMENES DE LOS CENSADORES), 1790

CUADRO 1 Inicio

Ocupación 12 13 15 17 18 19 20 23 24 26 28 32 TOTAL

ARTESANOS Alhamíes

Amoladores

Armeros

Aserradores

Barberos/Sangradores

Batihojas

Bizcocheros

Bordadores

Botoneros

Bruñidores

Cajeteros

Caldereteros

Canteros

Cardadores

Carniceros

Carpinteros

Carroceros

Cedaceros

Cereros

Cocheros

Coheteros

Colchoneros

Confiteros

Costeros

Curtidores

Doradores

Dulceros

Encamador

Enfardelador

Ensambladores

Ensayadores

Entorchadores

Escarchadores

Escobilleros

Escultores

Farmacopeos

Fundidores

Galoneros

Gamuzeros

Guitarreros

Herreros

Hiladores

Hiladores de seda

Hojalateros

Impresores

Jaboneros

Jaquimeros

Lapidarios

Latoneros

Lozeros

Mamoneros

Mecateros

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POBLACION OCUPADA DE LA CIUDAD DE MEXICO (SEGÚN LOS RESÚMENES DE LOS CENSADORES), 1790

CUADRO 1 Continuación

Ocupación 1' 12 13 15 17 18 19 20 23 24 26 28 32 TOTAL

Monederos

Morteros

Miuu\]ueros

Neveros

()bleros

maderos

¡'.uleros

1'as.im,meros

Peluqueros

Pintores

Plateros

Plumarios

Purrros

Reloieros

Ros.ineros

Salineros

Salit eros

Sastres

Sederos

Silleros

Soleteros

Sombrereros

Tabureteros

Taconeros

Tal .ib.ut eros

Talladores

Tamboreros

Tejedores

Tejedores d lo ancho

Te|edores de lo Angosto

Tintoreros

Tiradores de oro

Tocineros

Veleros

Vidrieros

Xarcieros

Xicareros

Zapateros

Zurradores

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9

10

10

10

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EMPLEADOS, JORNALEROS Y PROFESIONISTAS

Aceiteros

Acordada

Agentes

Aguadores

Almidoneros

AKjuiirusta

Arquitectos

Arrieros

Beneficiados

Caleros

Cultor

Capellán de Misas

Carboneros

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0

14

0

0

2

3

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2

POBLACIÓN OCUPADA DE LA CIUDAD DE MEXICO (SEGÚN LOS RESÚMENES DE LOS CENSADORES), 1790

CUADRO 1 Conclusión

Ocupación

Cernidores

Cig.irreros

Gruíanos

Cocineros

Comerciantes

Crudos

( Aims

Diáconos

Dibu).uitcs

Eclesiásticos

Empedradores

Empl R. Hacienda

Empl. Alrruicén

Empl. del Foro

Empls. Oficina Real

Ensayadores

Escribanos

Escribientes

Estudiantes

Fabricantes

Inquisición

Jaipros

Jornaleros

Labradores

Letrados

Libreros

Médicos

Militar

Mineros

Ministro de justicia

Ministro de justicia

Músicos

Organistas

Partidores

Pasante de abogada

Picadores

Piscadores

Poneros

Presbíteros

Primeras letras

Recamareros

Sacristanes

Temente de Sacristán

Títulos

Vaqueros

Vicarios

0

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0

274

93

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TOTAl.b 1 199 218 36 241 182 168 77 27S 651 M2 322 126 473 117 101 4 698

TOTAL 1 928 251 251 246 19S 3 SO 82 277 660 M8 328 141 801 572 109 6 694 ' Las cifras del cuartel número 1 provienen del padrón del mismo cuartel. ' Suma parcial que comprende las ocupaciones desde cajeros a sacristanes.

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OCUPACIÓN Y CONDICIÓN DE LA POBLACIÓN DE LA CIUDAD DE MÉXICO (SEGÚN LOS CONCENTRADOS IMPRESOS DE 15 CUARTELES), 1790

CUADRO 2

cx:ui> ACIÓN 1" 8 12 1} 15 17 18 19 20 23 24 26 28 32 TOTAL1» CIUDAD

NOTA: La diferencia con nuestros cómputos es que éntrelos mésanos nosotros incluimos a panaderos y cigarreros. ' Las cifras del cuartel número 1 provienen del padrón del mismo cuartel.

F.l total de la ciudad pronene de Humboldt, p. 579.

TOTAL CUAR- TELES

Artesanos 527 416 254 175 172 259 44 270 486 90 65 98 240 376 238 8157 3 710

Barberos y Sang. 0 19 1 3 9 5 5 1 0 0 2 3 13 1 I 189 63

Beneficiados 154 0000 0 000 0 05 4 03 77 166

Cm,¡anos 07002 2 001 0 10 14 00 38 27

Comerciantes 190 87 23 2 57 33 16 16 54 7 33 . 16 52 45 30 1 384 661

Curas 0001 36 2 320 1 10000 26 46

Dep. acordada 01001 0 001 006000 50 9

Dep. Cruzada 00000 0 000 000000 3 0

Dep. de foro 00000 0 000 0090 45 5 127 59

Dep. Inquisición 0000 10 0 000 000001 17 11

Emp. R. Hacienda 180 4 0 1 17 4 12 3 1 0 4 8 21 4 311 259

Escribanos 02000 1 601 001200 63 13

Estudiantes 0 23 0 2 12 1 4 1 0 0 1 2 1 3 2 300 5:

f abricantes 0 0 0 0 0 0 0 0 0 3 38 2 162 165 15 I 474 385

Hidalgos 0 33 0 0 0 0 0 0 0 0 0 17 0 0 0 118 50

l'.nuln 296 76 0 232 0 97 22 250 528 498 229 83 171 151 38 7 430 2671

Labradores 0801 3 8 00003534 3 97 38

Letrados 0 2 0 1 13 500 002000 130

Médicos 060121 100000100 51 12

Militar (c. fuero) 0 5 0 0 0 0 8 0 64 0 14 1 1 13 3 510 109

Mineros 040000002001010 40 8

Orden de menor 00000 0 000 0000 19 0 84 19

Orden por patrimonio 00000 0 000 000000 174 0

Sacristanes 01000 I 011 2301 14 43 15

Títulos 0 3 3 0 1 I 0 0 0 0 0 1 1 0 0 44 10

Tributarios 350 150 72 444 111 1 11 363 162 483 658 252 181 484 475 155 9 086 4 451

Vicarios 01010 2 00 3 2000 11 34 11

Total 1697 848 353 864 446 528 489 706 1 625 1 261 642 437 1 158 1321 503 30 057 12 878

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MERCADO URBANO Y DEMANDA ALIMENTARIA, 1790-1800

Enriqueta Quiroz Muño/

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Este capítulo tiene por objeto destacar la importancia de la demanda alimentaria de

la capital novohispana y vincularla con las condiciones sociales de esta población hacia la

década de 1790. La investigación se centrará en el estudio de la carne pero manteniendo

-en la medida de lo posible- un parámetro comparativo con otros alimentos, tales como el

maíz, el trigo, el pulque y el aguardiente. Las fluctuaciones en la demanda serán

relacionadas y analizadas conjuntamente con el comportamiento de los precios de estos

comestibles para así constatar en la propia dinámica del mercado capitalino, posibles

impactos en la conducta consumidora de esta población.

Así también, se pretende destacar la particularidad de la década de 1790, vista a

nuestro juicio como un momento de recuperación en los niveles de demanda, respecto a los

años inmediatos anteriores. Lo que fue motivado a su vez por una caída temporal en los

precios hasta mediados de esa década y posteriormente por el propio repunte de la

demanda, que habría generado un aumento de los precios hacia 1798/1800. El

comportamiento del mercado observado para esos años, difiere de la tendencia, que algunos

historiadores han señalado a partir de la década de los años 80, de un alza sostenida de

precios y de un desmedro continuo en las condiciones de vida de la población.

Por demanda alimentaria urbana, entendemos las cantidades de comestibles que

ingresaban a la ciudad en respuesta a las necesidades del mercado capitalino. Idea que está

en directa relación con el comportamiento demográfico de la ciudad, esto quiere decir que a

mayor población debió existir - en principio - una mayor demanda, o viceversa. Es de

particular interés para este estudio la consabida relación entre la demanda y los precios,

debido a que éstos se ven afectados por las variaciones de aquélla. Este trabajo tendrá en

cuenta estas variaciones cuantitativas tanto de la población, como de los volúmenes de

mercancías ingresados a la ciudad de México, así también las variaciones de precios de

algunos comestibles. La relación entre estas variables económicas, será estudiada

específicamente para la década de 1790, aunque guardando una relación con el tiempo

semisecular de 1750-1800.

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Población y demanda

En 1790 la capital debía responder - cuando menos - a una demanda alimentaria de

unos 112 929 habitantes según las cifras arrojadas por el censo de Revillagigedo, cantidad

que no deja de sorprender si se considera que era la urbe más grande del virreinato.

Haciendo comparaciones, Guadalajara - la segunda ciudad demográficamente más

importante en el reino - tenía entre 24 y 28 mil habitantes hacia 17931.

La población de la ciudad de México experimentó una notable recuperación hacia la

segunda mitad del siglo XVIII. Luego de la grave epidemia de matlazahuatl que afectó a la

capital entre los años 1737 y 1739, la población tendió a repuntar como puede ser

observado a través de las cifras arrojadas por los censos de 1742 y 1753 y por la diferencia

que se produce entre estas cifras y los resultados del censo de 1790. El censo de 1742

ordenado por el virrey Conde Fuenclara y compilado por Villaseñor entre 1746 y 1748,

indicó que en la ciudad existían unas 50 mil familias de ascendencia española, entre

europeos y "patricios", otras 40 mil familias de mestizos, mulatos y negros y un total de 8

mil indios2. Ciertamente estas cifras resultan poco esclarecedoras por contabilizarse

familias. Por su parte, el padrón de 1753 aunque incompleto, ha permitido estimar que los

habitantes de la capital no podían sobrepasar 70 mil almas en ese año'. Finalmente el censo

de Revillagigedo, discutido por su inexactitud, señalaría la existencia de 112 929 personas

en el año 1790.

También se sabe que el vecindario no padeció focos infecciosos desde el rebrote de

matlazahuatl y la viruela de los años 1761-1762. La ciudad entonces tuvo tiempo de

recuperarse e incluso de crecer. Tomando en cuenta los estudios de Pescador para el barrio

de Santa Catarina, se puede estimar que la población total de la capital podía ascender en

1779 a 110 mil habitantes4. Considerando estas evidencias y tomando la población

estimada para 1753 y luego para 1779, se puede calcular específicamente para esos años

'Erik Van Young La ciudad y el campo en el México del siglo XVIII. La economía rural de la región de

Guadalajara, 1675-1820. México, Fondo de Cultura Económica. 1989, p. 44.

"Joseph Antonio de Villaseñor, Thealro americano, descripción general de los reinos y provincias de la Nueva

España y sus jurisdicciones, México: Editora Nacional 1952. T. I., p. 35.

^Manuel Báez Macías, 'Planos y censos de la ciudad de México, 1753", en Boletín del Archivo General de la

Nación, Vil: 1-2, 1967, p. 424. 4Juan Javier Pescador, De bautizados afieles difuntos. Población, familia y mentalidades en una parroquia

urbana, Santa Catarina de México, 1568 - 1820. México: El Colegio de México. 1992, p. 97.

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una tasa de crecimiento de la población de 1.8% anual, porcentaje alto considerando que

para todo el siglo se tiende a estimar un 1% anual.

En el transcurso de casi treinta años la ciudad incrementó el número de sus

habitantes en un 60%. Desde 1779 hasta 1786 experimentó trastornos demográficos como

epidemias y migraciones que por un lado entorpecieron el crecimiento llevado antes de esos

años y por otro lo favorecieron a través del flujo constante de personas llegadas desde fuera

que contrarrestaron la mortalidad de esos años. Entre 1779 y 1790 la ciudad incrementó su

vecindario en un 2.6%, es decir su crecimiento había sido mínimo comparado con las

décadas anteriores, sin embargo había crecido o por lo menos había mantenido el alto nivel

de demanda alimentaria.

El comportamiento demográfico de la ciudad en el transcurso de las décadas

siguientes y hasta el censo de 1811, nuevamente se aceleró. Su crecimiento entre este

último censo y el anterior de 1790, fue dé un ritmo anual aproximado de 1.9%, teniendo en

cuenta que la población en 1811 llegaba a las 168 845 personas5. Sin embargo,

contradictoriamente el problema del crecimiento urbano se dio junto a focos epidémicos,

que incrementaron la mortalidad especialmente de niños y mujeres. Así las viruelas de 1797

y 1804 perturbaron la dinámica demográfica de la ciudad. No obstante, dicho decrecimiento

fue compensado por los flujos migratorios que al parecer se hicieron aún más importantes

que en la década anterior y especialmente hacia la década de 1800. Dicho comportamiento

demográfico generó que la demanda urbana de alimentos en la década de 1790 fuese tanto

o más importante que en la década anterior.

La población en cuanto demandante de comestibles generó importantes flujos de

mercancías hacia la capital. Los volúmenes de productos ingresados en los años 90 pueden

ser conocidos a partir de los registros alcabalatorios, contenidos en los Libros de la Real

Aduana de la Ciudad de México; como también a través de la Gaceta, periódico que

publicó para algunos años de esa década, listados con volúmenes de mercancías llegadas a

la ciudad. Igualmente, para el año 1791 se conocen las cifras recogidas por Humboldt en su

Ensayo Político, que corresponden - según declaró - a un informe redactado ese año, sobre

"indagaciones" que mandó hacer el conde de Revillagigedo sobre los consumos de

^Fernando Navarro y Noriega, Memoria sobre la población del reino de Nueva España, México: Impresa en

la Oficina de D. Juan Bautista de Arizpe, 1820, p. 67, nota n° 1.

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México6. Es decir sus cifras probablemente no pertenecen a ese año en específico sino a

promedios de 1791 u otros anteriores. Por su parte, Francisco Sedaño en sus Noticias de

México - basándose en un informe que especifica corresponde al superintendente de la Real

Aduana Miguel Páez de la Cadena, realizado por orden de Revillagigedo en 1791 - indicó

volúmenes de mercancías ingresados a la capital, pero advirtió que sus cifras corresponden

a consumos "regulados de un año con otro", es decir promedios, lo que no puede tomarse

como una cifra específica para un año determinado7. Es decir estas son cifras redondeadas y

su objetivo es apuntar a estimar consumos generales de la ciudad, pero no a denotar

fluctuaciones ni particularidades de una década con otra. Por esta razón los registros de la

Gaceta de México y los Libros de la Aduana siguen siendo importantes por sus cifras

anuales y por la posibilidad de reconstruir series.

Sin embargo, a pesar de no conocerse aún series de volúmenes de mercancías

referidas a estos libros en particular, se tiende a criticar la importancia de las cifras de

alcabalas, en primer lugar para advertir que la aduana de la capital recibía mercancías que

estaban de paso y que por tanto los volúmenes señalados no correspondían al consumo

urbano. Así por ejemplo Pescador y Garza hacen énfasis en que la naturaleza comercial de

la ciudad radica esencialmente como gran intermediaria y distribuidora de los productos

nacionales y extranjeros y no tanto como gran consumidora8.

Ciertamente existía una introducción de bienes importados a la ciudad de México y

muchos de estos productos no eran para el consumo directo de sus habitantes, sino con el

fin de redistribuirlos en otras localidades del reino. Pero lo que los autores no señalan

es que existía una preocupación en los registros de la Aduana en hacer la distinción entre

los productos llamados de adeudo o los de tránsito en la ciudad, hecho que se advierte en

las cifras publicadas por la Gaceta de México, donde se diferenciaba claramente el destino

de las mercancías ingresadas a la capital. Así por ejemplo se encabezaban esas listas

publicadas anualmente en ese periódico: "Estado del número de tercios, barriles y piezas,

así de las introducciones de efectos o géneros que ha habido en esa capital durante el

próximo pasado año de 1794 con final destino para adeudar, como por vía de tránsito o

^Alejandro de Humboldt, Ensayo Político sobre el reino de la Nuera España, México: Porrua. 1991, p. 132.

^Francisco de Sedaño, Noticias de México, México: Imprenta de J. R. Barbed i Ho 1880 (1756), T. I., p. 173. 8 Juan Javier Pescador y Gustavo Garza "La caja y general depósito del reino: la concentración comercial en

la ciudad de México a fines de la colonia 1770-1780, en secuencia, 24, pp. 5-46.

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escala dirigiéndose a otros lugares del Reino"9. Es posible también que a través de un

estudio pormenorizado de los pliegos de los libros de la Aduana de México referidos a los

cobros de alcabalas sobre productos del Reino y ultramarinos se pueda identificar el destino

de estas mercancías.

También se tiende a señalar que muchos productos eran procesados y llevados fuera

de la capital, es decir no eran para consumo interno de la ciudad, sin embargo es difícil

pensar que comestibles básicos como la carne, y harina de trigo y maíz salieran de México,

en forma importante. En primer lugar, porque las dimensiones de la demanda capitalina

generaban precios bajos al interior de ese mercado; en cambio al salir, los costos de

transporte necesariamente elevaban el precio del producto. El caso de la carne es

representativo, pues era barata al llegar al mercado capitalino, donde la extraordinaria

demanda de cabezas de ganado era atractiva para los hacendados que trasladaban ganado

desde grandes distancias. Como a la vez por provenir los animales desde haciendas

norteñas, donde la tierra no era altamente demandada y por tanto económica para criar

animales a bajo costo. También era barata porque no se incurría en gastos de transporte,

pues el ganado llegaba en pie hasta los alrededores de la ciudad. El ganado que entraba al

espacio urbano era para ser sacrificado, por lo que sacar carne implicaba que fuera salada o

seca, es decir procesada y vendida a un precio mayor, por tanto con menor demanda, de lo

contrario la carne fresca habría experimentado descomposición.

Los registros de alcabalas también han sido criticados por representar cifras muy

conservadoras, es decir por corresponder a una subestimación sobre los volúmenes

ingresados a la capital, lo que quiere decir que la demanda capitalina era superior a la

registrada por las alcabalas, pero no se puede desconocer que sus registros son los únicos

que existen y que al menos pueden dar una idea del mínimo de comestibles demandados

por el comercio de la capital, es decir ¿cuánto más enormes fueron esos volúmenes? A

pesar de este problema, la pregunta viene a ratificar la importancia de la demanda urbana.

El flujo de alimentos

El flujo de alimentos y mercancías llegados a la capital hacia la década de 1790 era

de dimensiones impresionantes en comparación con el resto de los mercados del reino. Los

9Gaceta de México, T. VII, n° 2, p. 14, Miércoles 21 enero, 1795.

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registros alcabalatorios, contenidos en los Libros de Aduana de la ciudad de México - y que

corresponden tanto a la recaudación por productos importados (clasificados como

procedentes de Europa, China, Perú y ultramarinos en general), del Reino y del Viento -

revelan que hacia la década de los años noventa los ingresos al erario por concepto de

mercancías producidas al interior del reino eran tanto o más importantes que las mercancías

importadas contenidas en las cuentas de ultramarinos (véase cuadro 1). Ciertamente en

dicha década se produjo una reducción en los ingresos por concepto de importaciones, sin

embargo también se crearon nuevos rubros contables al interior del virreinato como fue el

caso del ramo de aguardiente de caña. Más aún se debe señalar que en estos libros, no

estaban contenidas las recaudaciones por pulque, tabaco, ni cobros por introducción de

maíz. Productos de gran circulación en la ciudad de México y otros mercados del reino,

sobre los que el erario llevó su contabilidad en forma independiente de las alcabalas, lo que

sólo reitera una vez más, la importancia de la demanda de las mercancías locales.

RECAUDACION DE ALCABALAS CUADRO 1

ANOS PRODUCTOS

IMPORTADOS

PRODUCTOS INTERNOS

REINO VIENTO AGUARDIENTE OTROS CANA

TOTAL

ALCABALAS

1789

1794

1795

1796

1797

1798

378 541

241 893

442 836

263 783

298 009

316 623

114 964

110 946

115 911

92 091

107 488

109 964

88 342

107 433

101 112

133 734

1 10 496

113 981

565

19 627

24 177

185 014

124 326

161 584

299 888

69 265

186 733

766 861

584 598

821 443

790 061

604 885

751 478

Fuente: AGN, Alcabalas, material no clasificado, cajas 210. 211. 212. 213. 214.

Las cuentas del Reino contenían diversos productos y comestibles producidos al

interior del virreinato y que llegaban a la ciudad de México para su venta. Entre ellos

podemos señalar chile, azúcar, especias, pescado, mantas y tejidos, algodón, cera, enseres

domésticos como loza y manteles; tintes y minerales como plomo, estaño, cobre, etc. Hasta

el momento no conocemos en detalle las cuentas de este rubro y mucho menos podemos

estimar los volúmenes ingresados de cada uno de los productos señalados. Sin embargo, los

registros de la Gaceta al menos para algunos años de la década de 1790, nos ayudan a

percibir la importancia volumétrica de estos productos llamados del Reino, como también.

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ciertas variaciones en su consumo durante esos años. Como se observa en el cuadro 2 se

puede percibir un incremento en la demanda de chile hacia los años 1798 y 1799 cercano a

un 60% respecto a 1794, lo que indicaría que este incremento se debió más que a una baja

en el precio del producto, a un crecimiento demográfico urbano en este periodo que

impulsó una mayor demanda del mismo, en forma similar los volúmenes de queso

ingresados a la ciudad experimentaron un aumento en 1797 de un 23.9%, respecto a 1794 y

de un 81.7% en 1799. Igualmente los ingresos de sal en 1799 se habían incrementado en un

56.9% respecto a 1794.

VOLÚMENES INTRODUCIDOS CUADRO 2

A LA CIUDAD

(Cantidades en tercios)

ANOS CONCEPTO

1794 1797 1798 1799 1800

Azúcar 22 818 26 130 22 493 22 770 21 968

Canela 77 78 77 43 53

Chile 9 428 10 865 15 047 16 609 10 074

Queso 2 757 3 417 3 446 5 009 5 666

Sal 4 025 4 362 3 378 6 315 4 496

Cacao 7 630 13 152 9 179 9 732 7 313

Fuente: Gaceta de México. Tomo IV. núm. 2. p. 11: Tomo VII, núm. 2. p. 14; Tomo IX. núm. 24. p. 187; Tomo XI. núm. 1 I. p. 85.

Así también, al estudiar en detalle las cuentas particulares del ramo del Viento

(Cuadro 3) se observa que los volúmenes introducidos a la ciudad por estos conceptos

fueron muy importantes y que respondían a una alta demanda alimentaria. Dichos rubros

contables contienen la recaudación de algunos de los productos más importantes del abasto

capitalino, tales como la harina, cebada, lana, pieles, semillas, carnes y lechones.

Sus cuentas indican que en los primeros años de la década de 1790 la recaudación total por

concepto de carneros, reses y lechones (cerdos) fluctuó entre 43 mil y 44 mil pesos, en

1796 dicha recaudación ascendió a 49 769 pesos anuales y a fines de esa década aún

mantenía esos rangos. En esos años las carnes representaron entre un 40% y un 42% de la

recaudación total del Viento y correspondieron a un 12.5% y 13.4% del total de las

alcabalas. Es decir el rubro de las carnes era el más importante del ramo del Viento y su

aporte dentro de las alcabalas en general era considerable.

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RAMO DEL VIENTO: RECAUDACION FISCAL CUADRO 3

CONCEPTO AÑOS 1789 1794 1795 1796 1797 1798

Harinas 26 962 25Ü47 25 327 27 988 27 817 27 735

Carnes 35 788 43 332 44 039 49 769 45 058 48 116

Cebada 947 564 518 1 758 1 619 1 762

Pieles 3 147 3 632 4 475 4 826 2 183

Lanas 1033 2 062 2 382 2 180 2 208

Testimonios 10 033 20 818 12 055 29 186

Semillas y otros

efectos 10 430 11474 12 312 18 024 17 846 17 647

Fuente: AGN, Alcabalas, material no clasificado. Cajas 210. 211.212. 213. 214.

Por su parte, la harina de trigo, era el segundo producto más importante del Viento

hacia los años 1794-1795 pues su recaudación alcanzó los 25 500 pesos. En 1796 ascendió

a casi 28 000 pesos y a fines de esa misma década, mantuvo rangos similares. La harina

representó en la década de los años 90 entre un 20.9% y un 30.5% del ramo del Viento y

del total de las alcabalas representó entre un 3.0% y un 4.5%.

En los inicios de la década los montos del ramo de semillas y otros efectos,

fluctuaban entre 10 y 11 mil pesos, pero a mediados de la misma sus ingresos aumentaron

en más de un 46%, alcanzando los 18 mil pesos y mantuvo esos rangos hasta fines de esa

década. El ramo de semillas representó cerca de un 13% del total del ramo del Viento y

sólo un 2.2% del total de las alcabalas.

Otros rubros menores del ramo del Viento y que tuvieron que ver con el consumo

urbano, fueron la cebada, las pieles y las lanas, entre ellos la cebada en 1796 experimentó

un alza de un 240.0% respecto al año anterior y mantuvo una recaudación desde ese

año hasta fines de la década de 1 600 a 1 700 pesos. Las lanas ascendieron en 1795 en

15.5% respecto al año anterior, con una recaudación de 2 382 pesos, en los años siguientes

mantuvo rangos de 2 000 a 2 200 pesos. Las pieles en 1795 y 1796 presentaron una

recaudación de 4 400 a 4 800 pesos, lo que significó un alza de un 28.0% respecto a 1794,

no obstante hacia fines de esa década no mantuvo esos niveles.

Cabe señalar que las cuentas del Viento registradas en la década de los años 90

manifiestan una clara recuperación en los ingresos respecto a los años ochenta, no obstante,

no lograron superar los montos de la década de 1770. Así por ejemplo, las cuentas de

carnes y lechones en 1776 alcanzaron los 53 905 pesos, no obstante que en 1796 los montos

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habían descendido en un 8.3% respecto a 1776, pero a su vez se habían recuperado en un

39.0% respecto a 1789.

Específicamente, se puede señalar que las cuentas del ramo de carne y ¡echones en el

transcurso de esa década de 1770 tienden a incrementarse y/o a presentar valores difícilmente

registrados en las últimas décadas del siglo. En los inicios de la década de 1780 las cuentas por

concepto de harina tienden a decrecer, las de carne en cambio tienden a mantener en líneas

generales los niveles de la década anterior, el rubro de Iechones aumenta al igual que el de

semillas, compensando la caída por harina y dándole cierta estabilidad a la cuenta general del

ramo del Viento, en esos primeros años de la década. A fines de la década de los ochenta las

cuentas del Viento decrecen, específicamente por una caída en la recaudación tanto de harina

como por concepto de carnes, a pesar de que este último rubro continuó siendo el más

importante, registró una caída de casi un 32% respecto a sus niveles de los años setenta y

comienzo de los años ochenta.

Hacia la década de los años noventa las cuentas del Viento en general tienden a

recuperarse, a pesar de que los rubros no logran superar la recaudación de la década de los

años setenta, por su parte la cuenta de carnes logra los niveles alcanzados al comienzo de los

años ochenta y el rubro de Iechones y cerdos tiende a decrecer y a estabilizarse. Hacia

mediados y hasta fines de esa década, el rubro de semillas logra igualar sus montos a los

obtenidos hacia los años setenta.

En síntesis, de acuerdo a nuestras estimaciones obtenidas de los libros de la Aduana

de la capital entre 1770 y 1810, la carne era uno de los comestibles más importantes de la

recaudación llamada del Viento. Haciendo la salvedad que el maíz no era gravado bajo esos

conceptos, la carne de carnero, res y cerdo aportaron aquellos años, entre el 38.8% y el

48.3% de la recaudación total del Viento, y a su vez constituyó entre un 6.2% y un 12.5%

del total de alcabalas captadas por la Real Aduana de la ciudad de México en ese mismo

periodo.

Demanda y precios de la carne

De acuerdo a las cifras registradas en las cuentas del Viento, es posible deducir los

volúmenes de mercancías ingresados a la capital, como también a través de las

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publicaciones de la Gaceta arriba señaladas10. A partir de estas fuentes podemos llegar a

estimar la importancia cuantitativa de la demanda en la ciudad de México e incluso

observar un cierto incremento de la misma hacia la década de los años 90, como también

descubrir el papel de la carne dentro de este mercado urbano y destacar su importancia en el

consumo cotidiano de sus habitantes.

Los volúmenes de carne demandados por la capital en la década de 1790 tuvieron

fluctuaciones importantes, especialmente en lo que se refiere al rubro de res, a principios de

la misma sus montos fluctuaron entre 8 000 y 13 700 animales, no obstante a mediados de

esa década el consumo se había elevado notablemente, en 1794 ascendió a 18 852 cabezas

y en 1795 a 28 465. Es decir sus montos se incrementaron en un 54% respecto al bienio

91-92, no obstante respecto a los años 1776 y 1777, había descendido en un 9.8 por ciento.

El carnero a principios de la década de los años 90 registró una demanda promedio

cercana a las 200 000 cabezas, ascendiendo en 1795 a 250 mil carneros y en 1796 a

374 mil, es decir este último aumento significó un incremento de un 49.6%. Los volúmenes

de carne de cerdo presentan al parecer una tendencia distinta a los dos anteriores tipos de

carnes, de acuerdo a las cifras de Humboldt en 1791 la demanda de cerdos ascendía a

50 600 cabezas, pero de acuerdo a las cifras de la Aduana en 1794 la demanda de cerdos no

llegaba a 25 mil animales, sólo en 1796 la cifra se acercó a los 35 mil y a fines de la década

sólo llegaban a 31 mil cerdos.

En 1791 Humboldt estimó el consumo global de carne de la ciudad sobre la base de

bueyes, terneras, carneros, cerdos, cabritos y conejos, gallinas, patos, pavos, pichones y

perdices en 26 millones de libras y un consumo per cápita de 189 libras anuales, es decir

255 gramos diarios por habitante. En la época, este autor se sorprende de sus propios

cálculos y señala que en México se consumía más carne que en París, donde sólo se

alcanzaban las 163 libras anuales (79 kilogramos) por habitante. Este cálculo no deja de

llamar la atención si se considera que París era la ciudad privilegiada de Francia aún antes

10De los listados publicados por la Gaceta, sólo se ha considerado la producción de comestibles de adeudo al

capital, (es decir, no los que estaban de paso) y que corresponden a productos del Reino, por carecer hasta el

momento de un estudio pormenorizado de éstos, se utilizan aquí, los publicados por la Gaceta.

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de la revolución, cuando el consumo medio en toda la nación sólo era de 48.5 libras, es

decir 23.5 kilogramos, cantidad que incluso para muchos comentaristas era aún generosa".

Algunos autores han interpretado la aparición de registros de aves y animales de

caza en el consumo de la ciudad de México en 1791 como una innovación en la dieta

capitalina ante la insuficiencia y carestía de la carne proveída por el abasto12. No obstante,

el consumo de ese tipo de carnes desde siempre fue tradicional entre la población, aunque

lo que sí es importante de aquella hipótesis es que esas carnes comienzan a importar para

los registros oficiales de la ciudad. Pero a pesar de eso, si tomamos en cuenta las cifras de

Humboldt y los datos que se manejan en esta investigación sobre el peso de la res, el

carnero y el cerdo13, las llamadas carnes de matadero cubrirían un 60% del consumo total

del abasto urbano, es decir seguían siendo la principal fuente de abastecimiento cárnico

para sus habitantes.

De acuerdo a nuestros estudios de precios de la carne, la tendencia a lo largo del

siglo XVIII, difiere de las observadas hasta ahora para los precios de los alimentos en esa

centuria. Para algunos autores había existido sólo una gran tendencia sostenida al alza o

para otros una tendencia alcista desde los años 70 a 80 en adelante. Para nosotros en

cambio, los precios de la carne, fundamentalmente en las especies de res y carnero, vienen

a revelar una tendencia distinta y reñida con las anteriores interpretaciones, ya que -a

nuestro juicio- las carnes sólo vinieron a ascender sostenidamente hacia 1798 y a mantener

ese comportamiento hasta por lo menos 181114. Lo que sienta un precedente para cambiar

la percepción de las condiciones alimentarias que se tenían para el siglo XVIII, ya que los

bajos precios de la carne, hacen descartar crisis de subsistencias en ese siglo.

Ciertamente al individualizar el comportamiento de los precios de la carne de res y

carnero, se observa que la primera manifestó fases cortas de alzas de precios a partir de

"Braudel menciona estos cálculos realizados por Lavoisier antes de la Revolución y agrega que las cifras que

maneja para París entre 1751 y 1854, son de un consumo anual de 51 a 65 kilogramos de carne de matadero

por habitante. Fernand Braudel, Civilización material, economía y capitalismo. Siglos XV-XVIIl, Madrid:

Alianza Editorial, 1984, p. 159.

'"Castillero-Calvo, Alfredo, "Niveles de vida y cambios de dieta a fines del período colonial en América" en

Anuario de Estudios Americanos, XLIV, 1987, p. 448 (p. 22). nPara esta fecha se manejaban animales con los siguientes pesos: res 10.5 arrobas, carnero 30 libras,

cerdo 30 kilos. Consúltese para el estudio y discusiones sobre el peso de estos animales AHCM, Abasto de

carne, vol. 4 exp. 102, vol. 6 exp. 193, vol. 7 exp. 196. AHINAH, Fondo Lira, vol. 73.

^Enriqueta Quiroz Muñoz, La carne entre el lujo y la subsistencia. Mercado, abastecimiento y precios, en

ciudad de México, 1750-1812 (Tesis de doctorado), 2000.

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1783, pero seguidas de movimientos de estabilidad y donde sólo los movimientos de alzas

vienen a presentarse otra vez a inicios de 1800. Los precios del carnero en cambio

presentaron alzas de 1780 a 1791, interrumpiendo dicha tendencia con otra de precios a la

baja entre 1792 y 1797, pudiendo incluso haber sido más bajos de lo que fueron, pero por la

intervención del gobierno local los precios no se desplomaron como debían haberlo hecho;

a pesar de todo y como veremos más adelante la inflexión de esos años es notable en los

precios del carnero. Luego hacia 1798, las alzas son recurrentes hasta por lo menos 1810'\

Los años entre 1792 y 1796, presentaron un clima estable y registraron un

incremento en la producción de carneros o al menos una sobreoferta de los mismos en el

mercado de la ciudad de México. Prueba de ello, fue que se permitieron baratas de camero al

Marqués de Aguayo, tanto en 1794 como en 1796 cuando ofreció dar 4 onzas más por un real

que las fijadas en las demás tablas16. Para el mercado rural existen referencias sobre una baja

en los precios del ganado por lo que esos años fueron reconocidos como malos para los

ganaderos17.

En 1792 la postura de la carne de res fue de 80 onzas por un real y la del carnero de 30

onzas por un real. Más aún los precios del carnero continuaron a la baja y entre 1796 y 1797 se

llegaron a ofrecer en la capital hasta 35 onzas por un real, es decir el precio cayó en un 16%

respecto al año 1794 y en un 75% en relación a 1790; al mismo tiempo la caída de precios

también se manifestó en la carne de res que después de seis años de mantener su precio en

80 onzas por un real (5 libras), bajó a 88 onzas es decir en un 10% respecto al sexenio

anterior18.

Se debe señalar también que los precios del camero pudieron ser más bajos aún. sin

embargo su caída fue contenida por injerencia del gobierno local debido al cobro de dos onzas

sobre la postura del camero para que se destinaran a las arcas del municipio19. Sin embargo, el

1 ^ Idem. u'Véase AHCM, Abasto de Carne, vol. 4. exp. 109 y vol. 6, exp. 156. l7Véase los estudios de Harris, sobre la familia Sánchez Navarro, ganaderos de tradición en Coahuila que

habrían perdido dinero en esos años. Charles Harris. A mexican family empire the latifundio of Sánchez

Navarros, 1765-1867, Austin: University of Texas 1975, pp. 84-86.

'^Enriqueta Quiroz Muñoz, op. cit., pp. 192-193. i9AHCM, Abasto de Carne, vol. 6, exp. 185, "Estado que manifiesta el producto del arbitrio de las onzas de carne

que por orden Superior se destinaron al reintegro de la pérdidas que tuvieron los Propios de la N.C."

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gravamen extraordinario aplicado a la carne de carnero, afectó la demanda de carne entre 1792

y 17932".

Sólo en los años siguientes la demanda de carnero tendió a recuperarse, así en 1794 se

vendieron 248 012 cabezas, pero a pesar de ello, esa cantidad significaba un descenso de un

10.8% respecto a 1791 y de un 17.3% respecto a 177321. Sólo en 1796 se produjo un

crecimiento real de la demanda, registrándose como vendidos 374 000 carneros del abasto, lo

que sólo fue posible a partir de la considerable baja del precio registrada en ese año. Por su

parte, la demanda de res experimentó notoriamente entre 1794 y 1795 un incremento de más

de un 100% en ese bienio respecto a los dos primeros años de esa década, e incluso

alcanzando niveles muy similares a los de mediados de la década de 1770 -los más altos del

siglo- presentando una diferencia de sólo 9% menos, respecto al bienio 1776-1777.

En 1797 se produjeron nuevas dificultades en el año 1797, producto de una seca de

pastos y de una epidemia que afectó principalmente al ganado lanar de tierra adentro22. Como

hecho sintomático en el año 1798 no se presentó ningún postor para el abasto de carne; el

ayuntamiento asumió dicha responsabilidad pero se vio obligado a elevar los precios del

carnero en un 29.3% y los de la res en un 9.9% con respecto al año anterior. Este ascenso

constituyó el primer indicador que los precios continuarían subiendo aún más. Los años

siguientes de 1798 hasta 1811 son años de alzas sostenidas que concluyeron en 1812 con la

liberalización general de los precios de la carne y en definitiva con el término de la

administración unipersonal del abasto de carne de res.

El ascenso moderado que había experimentado la carne de res en 1798, se vio

acelerado nuevamente por el factor climatológico. En 1799 la situación se agravó debido a las

pérdidas de animales en Huapango originadas por las bajas temperaturas y la presencia de

nevadas en esos llanos. Igualmente, la escasez de carneros entre 1799 y 1800, provocó

problemas para poblar las tablas destinadas a este tipo de carne y varias de ellas

'"Enriqueta Quiroz, op. cit., p. 191. 2'De acuerdo a las cifras de la aduana de la ciudad en 1773 habrían ingresado 299 658 carneros. Véase AGN,

AHH, leg. 2 138. Humboldt señala en sus Tablas Geográfico-Políticas que en 1791 se habían consumido

278 300 carneros en la ciudad. Véase Humboldt, Tablas geográfico-políticas del reino de Nueva España que

manifiestan su superficie, población, agricultura, fábricas, comercios, minas, rentas y fuerza militar, México,

Impreso en la oficina de D. Mariano Ontiveros 1822, p. 24.

"Bajo esta denominación de "Tierra adentro" se incluyen los extensos territorios norteños que constituían el grupo

de regiones abastecedoras de ganado para el consumo interior de Nueva España. Para menciones sobre la

epidemia en el ganado lanar véase AHCM, Abasto de Carne, vol. 6, exp. 183.

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permanecieron cerradas, ya que los tratantes se resistieron a abrirlas por no tener la seguridad

de contar con el número suficiente de carneros con qué abastecerlas23. En definitiva era el

mismo problema que podían tener los obligados: responder a una demanda creciente con

precios fijos y sin poder subirlos aunque se redujera la cantidad de ganado disponible durante

los años del contrato.

Respecto a los precios de la carne de cerdo en la década de 1790, podemos señalar que

los subproductos tales como la manteca, el jamón, el chorizo, el jabón habían descendido

respecto al alza que registraron a mediados de los años 8024. Otra razón para argumentar la

caída de sus precios podría ser un incremento en su demanda percibida a través de informes y

observaciones de José Antonio Alzate25. No obstante la realidad señalada por las cifras fiscales

fue otra, las recaudaciones por concepto de alcabala de consumo, desde mediados de la década

de los años 90 hasta la de 1800, indican el ingreso de cerdos a la capital en un rango de 25 mil

a 35 mil cabezas, registrando un promedio de 28 851 puercos entre los años 1794 a 1796; en la

década siguiente al parecer mantuvo ese rango, o incluso presentando un promedio estimado

en 29 530 cabezas. Lo que evidentemente indicaría un decrecimiento en los niveles de

recaudación respecto a los años setenta hasta inicios de los ochenta, situación que podría

reforzar la idea de una evasión fiscal o de un real descenso en la demanda de carne de cerdo.

Esta realidad particular en el comportamiento de los precios de la carne, requiere ser

comparada con la de otros alimentos urbanos, como también establecer comparaciones

entre sus niveles de demanda y ver sus efectos en las condiciones sociales.

Demanda y precios de otros alimentos

En nuestro esfuerzo por comparar la tendencia secular de los precios de la carne con

las de otros alimentos, se ha observado que al igual que en aquélla sólo se puede afirmar

que los precios de los granos ascienden sostenidamente desde 1798/1800 hasta por lo

23AHCM, Abasto de Carne, vol. 6, exp. 193, "Reglas para el abasto de carnes del presente año y el de 1800". 24En 1791 se presentó un descenso en las posturas de los efectos de tocinería respecto a las fijadas en 1786,

así la manteca bajó en un 22%, el jamón en un 28.5%, el chorizo en un 16.6%, el jabón en un 8%. *

^ Véase AHCM, Policía en General, vol. 3 627, exp. 43 "Reflexiones y apuntes sobre varios objetos que

interesan a la salud pública y la policía en particular de esta ciudad de México, si se adaptasen las

providencias o remedios correspondientes, 1788". Alzate reprodujo en 1791 las mismas cifras de consumo

contenidas en este informe. Consúltese Alzate, Gacetas de Literatura, vol. II, p. 301.

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menos los años de insurgencia. Lo que a su vez se puede inferir de los niveles de consumo

urbano de bebidas alcohólicas. Es decir, la tendencia al alza de los precios de los

comestibles es un problema de inicios del siglo XIX. Con lo cual nosotros no

desconocemos ni aminoramos el problema social generado a partir de esa alza, es más,

creemos que un decenio de precios altos y sostenidos, debió impactar traumáticamente a la

sociedad consumidora que vio nacer el movimiento de insurgencia26.

En el transcurso de la década de los años 80 a pesar de que hemos constatado

oscilaciones importantes de precios, fueron sólo eso, debido a que sus efectos en la

demanda no pudieron ser ni agudos ni sostenidos porque el comportamiento demográfico

tendió a frenarse por el ataque de epidemias al menos hasta 1786. La carestía de maíz en

1785 no se dio en ninguno de los otros alimentos, lo que apoyaría nuestra tesis de que el

incremento fue producto de la especulación, ya que incluso en el trigo dicha alza de precios

se presenta al año siguiente, y ambas decaen abruptamente en los años inmediatos de 1786

y 1787; pero en ningún caso la demanda de granos baja a niveles de hambre. Más aún

nuestra idea viene a ser corroborada porque los precios de la res y carnero continuaron

siendo generosos para la población y el consumo urbano de carne se mantuvo estable. Así

también el consumo de pulque, mermado desde la década de los años 80 por tasas

impositivas, se vio frenado parcialmente por los impactos de la política fiscal, aún pudiendo

mantener en esos años altos niveles de consumo urbano, e incluso tal vez superiores a los

medidos, pensando en ciertas estrategias de venta implementadas por sus propios

expendedores. Más aún la caída de precios de la carne en la década de los años 90,

mencionada anteriormente, junto a los volúmenes de maíz entre 1795 y 1796, como

también los ingresos de harina señalados por los libros de Aduana señalarían un repunte en

su consumo urbano por lo menos en el periodo mencionado. Todo lo cual hace imposible

generalizar un alza sostenida en los precios de los comestibles antes de la segunda mitad de

la década de 1790.

Para nosotros sólo es evidente que los precios de los comestibles comienzan a

ascender sostenidamente desde fines de la década de 1790; ciertamente por una población

en crecimiento con flujos migratorios importantes desde la segunda mitad de esa misma

década. Dicho movimiento demográfico desde ese entonces cobra importancia para generar

26 Enriqueta Quiroz, op. cit.

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una demanda en crecimiento, pero que termina siendo frenada en las primeras décadas del

siglo XX por las mismas alzas como también por reducciones en la producción por efectos

climáticos y por el incremento de la indigencia en la capital, resultado de aquellos

movimientos migratorios.

Harina de trigo

Los volúmenes de harina estimados a partir de los libros de Aduana señalan para la

primera mitad de la década un promedio de 270 mil cargas anuales, en 1796 esos niveles se

incrementaron a 298 538 cargas, lo que significó un aumento de un 10.6% en su demanda,

para terminar la década manteniendo esos niveles de consumo. No obstante el incremento

experimentado en 1796 significó un descenso de un 9.8% respecto al año 1776, pero una

recuperación de un 11.6% respecto a los inicios de la década de los años ochenta.

HARINA: VOLÚMENES CUADRO 4

INTRODUCIDOS

A LA CAPITAL

ANOS CARGAS

Í789 287 594

1794 272 501

1795 270 154

1796 298 538

1797 296 714

1798 295 840

Fuente: AGN. Alcabalas, material sin clasificar,

cajas 210. 211.212. 213. 214.

Cabe señalar que existe una diferencia notoria en los volúmenes de harina de trigo

estimados por nosotros a partir de la recaudación de los libros de la Real Aduana de la

ciudad y entre los volúmenes calculados por Clara Elena Suárez a partir de la recaudación

registrada especialmente en los libros de Cargo de Propios, Sisa y Pósito existentes en el

Fondo Lira27. A pesar de que ambos registros corresponden al cobro llamado tres cuartillas

de real por carga ingresada a la ciudad, nuestros cálculos son más del doble de los

~7Clara Elena Suarez, La política cerea/era y la economía novohispana: el caso del trigo, México: Colección

Miguel Othón de Mendizábal, C1ESAS, 1985, pp. 132-133.

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volúmenes registrados por la autora, lo que a nuestro juicio parece señalar que los montos

encontrados por Suárez son parciales y que los libros de la Aduana registrarían el total de la

harina ingresada a la capital. Apreciación que es ratificada porque de acuerdo a los

aranceles del Viento no sólo había harina introducida por los panaderos sino también por

labradores28. Es decir, el consumo de harina en esta ciudad al parecer era más alto de lo

señalado por Suárez, lo que estaría incluyendo el consumo de harina para uso doméstico,

además del utilizado para fabricar pastas ("fideos") vendidas en tiendas de la capital, como

también toda la empleada en la fabricación de pan vendido en las calles y plazuelas de la

misma. A pesar de ello, la serie de Suárez es más completa porque abarca gran parte del

siglo XVIII.

Respecto a los precios del trigo, podemos señalar que los años de 1789 a 1792, fueron

de buenas cosechas tanto para el maíz como para el trigo; lo que ayudó a mantener los precios

bajos entre los 58 y 65 reales la carga, sin embargo estos nunca fueron tan bajos como entre

los años 50 ó 70. Lo que es lógico, pues la ciudad había incrementado pese a todo su

población, y la demanda entonces debía ser mayor. Entre los años 93 y 94 hubo pobres

cosechas de maíz, lo que generó el alza del precio del trigo en 1794 y luego como éstas

mejoraron hasta 1797, el trigo mantuvo su precio estable en 71 y 72 reales, precio que aún era

alto respecto a los inicios de esa década, lo que ratifica una vez más la presencia de una

demanda en crecimiento. En 1799 el precio del trigo ascendió aún más llegando a 104 reales,

en esa ocasión se agregaba al problema el resultado de pobres cosechas de maíz y también de

trigo, según informes de la intendencia de Puebla29.

Maíz

La cuantificación de los volúmenes de maíz ingresados a la capital ha sido una tarea

compleja de resolver, en especial porque las cifras de la Albóndiga presentan problemas o

variaciones importantes en el transcurso de un mismo año, como también los testimonios

de cronistas que indican volúmenes muy superiores de consumo con respecto a los

registrados en la Albóndiga. En la capital se producía una notable variación de la demanda

28Véase Fabián De Fonseca, y Carlos De Urrutia, Historia General de la Real Hacienda. México: Imprenta de

Vicente García Torres, 1849, vol. II, p. 43. 29Arij Ouweneel, Ciclos interrumpidos, ensayos sobre historia rural mexicana, siglos XVIII-XIX,

Zinacantepec. Estado de México: El Colegio Mexiquense, 1998, p. 88.

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de maíz en tiempos de buenas o malas cosechas10. En la Albóndiga se vendía tanto el maíz

del Pósito como el de los productores, en años de escasez el Pósito incrementaba sus

ventas, pues su grano servía para frenar las alzas de precios ya que sus volúmenes junto a

los de los productores lograban cubrir la demanda urbana esperada. La situación se invertía

cuando se presentaban buenas cosechas, pues la Albóndiga reducía sustancialmente las

ventas de ambos sectores y en especial los aportes del Pósito eran insignificantes ya que no

se necesitaba deprimir aún más los precios.

Sin embargo, a pesar de estas variaciones en las ventas de la Albóndiga, la

comparación de sus cifras con las dadas por algunos cronistas, resultan aún bastante

dispares. Así por ejemplo, San Vicente, indicó que en 1767 la ciudad de México consumió

350 mil cargas de maíz, sin embargo para ese mismo año la Albóndiga registró la venta de

apenas 8 mil cargas. Por su parte, Humboldt para 1791 indicó un consumo urbano

de 117 200 cargas, pero las cifras de la Albóndiga entre 1795 y 1800 no superan las 56 mil.

La diferencia es mucha. El problema tal vez radique en la no cuantificada venta callejera de

maíz practicada por los indígenas, la que debió ser fundamental en el mercado urbano. Es

decir, el consumo de maíz en la capital debió ser mayor al contabilizado por la Albóndiga.

Sin embargo sus cifras son prácticamente las únicas que se disponen y sirven de referente

para estimar al menos algunas fluctuaciones en la demanda urbana.

No se disponen cifras de ventas de la Albóndiga para principios de la década de

1790, sino a partir de 1795. En 1795 y 1796 hubo buenas cosechas y el consumo de maíz

registrado por la Albóndiga fue de 33 952 cargas y 55 072 cargas. Ese último año presentó

una demanda similar a la alcanzada a mediados de la década de los años 80. es decir una

demanda alta, considerando que había buenas cosechas y se debía haber producido

lo contrario. El año 1797 hubo sequía, es decir fue mal año, sin embargo el consumo

no aumentó como habría sido lo esperado sino que se redujo a 35 488 cargas. Tal vez

influyó en esta situación la epidemia de viruela de ese mismo año donde murieron más de 7

000 personas en la capital. En consecuencia las ventas de la Albóndiga no se incrementaron

como habría sido esperado en años de sequía, sino que se deprimió ostensiblemente en

1798 y 1799 bordeando las 24 mil cargas.

■"Véase un informe sobre las ventas de maíz en la Albóndiga entre 1741-1767, en que se indica esta diferencia

entre años de buenas y malas cosechas, AHCM, Pósito y Albóndiga, vol. 3 694, exp. 22.

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Entre 1795 y 1805 los volúmenes de maíz ingresados a la Albóndiga de la ciudad

fluctuaron entre las 20 mil y las 35 mil cargas (véase cuadro 5), a excepción de 1796

cuando se registraron 55 072 cargas. Aparentemente la demanda de maíz en la ciudad se

había reducido cerca de un 50% respecto a los registros que se disponen de la década

anterior. Por su parte los precios, si bien eran más bajos que el promedio de la década de

1780, se mantuvieron en un rango relativamente alto de 19 reales la fanega.

MAIZ: RECAUDACION FISCAL ANUAL CUADRO 5

RECAUDACION FANEGAS AÑOS EN PESOS" ESTIMACIÓN CARGAS

1795 2~¡22 101 856 33 952

1796 3 442 165 216 55 072

1797 2 218 106 464 35 488

1798 1530 73 440 24 480

1799 1505 72 240 24 080

1800 1973 94 704 31568

1801 1379 66 192 22 064

1802 1271 61008 20 336

1803 1896 91008 30 336

1804 1252 60 096 20 032

1805 1359 65 232 21744 a Medio real por carga

En 1795 y 1796 hubo buenas cosechas y los precios del maíz bajaron a 13 y 16

reales la fanega respectivamente. En 1796 la demanda se recuperó alcanzando los niveles

de mediados de la década de los años 80. Sin embargo dicho incremento, provocó junto a la

sequía de 1797, el inmediato ascenso de precio a 20 reales la fanega. Ese mismo año se

produjo el rebrote de viruela, más arriba señalado31. En consecuencia la demanda se

deprimió ostensiblemente en 1798, pero los precios no bajaron, como era de esperarse,

debido a la sequía de 1799 y que al parecer generó malas cosechas hasta 1801.

Pulque

Respecto del pulque no podemos afirmar incrementos tan importantes en sus precios

como en los productos anteriores, sin embargo como Hernández Palomo lo señaló el precio de

''Juan Javier Pescador, De bautizados a fieles difuntos. Población, familia y mentalidades en una parroquia

urbana. Santa Catarina de México, 1568 ~ 1820. México: El Colegio de México 1992, p. 101.

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la bebida debió ascender aunque su aumento fue de carácter más cualitativo, es decir se

comenzó a consumir pulque de mala calidad (fundamentalmente mezclado), tanto en el

interior como en las afueras de la ciudad. El mencionado autor estimó que los costos de

producción debieron hacerse tan altos a costa de los excesivos recargos fiscales, que en

consecuencia los beneficios de los pulqueros debieron reducirse proporcionalmente. Sólo

pudieron sobrevivir los productores aledaños a la capital o los grandes pulqueros dueños de

haciendas maguey eras; lo que en definitiva ocasionó la reducción del área abastecedora de la

ciudad y la consiguiente disminución de volúmenes de pulque enviados hacia ella (véase

cuadro ó).

PULQUE: VOLUMENES CUADRO 6

INTRODUCIDOS A LA CAPITAL

ANOS ARROBAS DE PULQUE

Í794 1 734 567

1795 1634 098

1796 1761252

1797 1809 859

1798 1 701 506

1799 1656 570

1800 1734 875

1801 I 679 304

1806 I 092 215

1807 1 144 569

1808 1094 557

1809 1061460

1810 1088 010

FUENTE: José Jesús Hernández Palomo. La renta del pulque en Nueva España, 1663-1810, Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos. 1979, p. 428.

A partir de 1794 fue notable la disminución de arrobas de pulque ingresadas a la

capital, entre ese año y 1801, hubo una demanda de 1 600 000 a 1 700 000 arrobas anuales,

con excepción de 1797 que llegó a un millón ochocientas; la tendencia en este periodo y

notablemente en la siguiente década, fue de una baja sostenida en la demanda; desde mediados

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hasta fines de la década de 1800 los ingresos de dicha bebida llegaron sólo a bordear el millón

de arrobas (véase cuadro 6).

Paralelamente, la Real Hacienda con el fin de crear una nueva renta fiscal que le

proporcionara nuevos ingresos, en 1796 implemento el cobro de la renta del aguardiente de

caña. En ese año y el siguiente, curiosamente los ingresos por el ramo de pulque tendieron a

mejorar, tal vez por el mayor control fiscal en las aduanas de la ciudad producto del nuevo

impuesto. Sin embargo este movimiento fue sólo un pequeño y breve ascenso en la serie del

pulque, pues en 1798 continuó el decrecimiento en los volúmenes ingresados a la ciudad, los

que se redujeron notablemente en todo el transcurso de la década de 1800.

Aguardiente de Caña

Contrariamente, en esa misma década la demanda de aguardiente tendió a ascender,

luego de que en sus primeros años de cobro se produjera una cierta contracción en su

consumo. Desde 1799 fue paulatinamente creciendo el incremento de barriles de aguardiente

ingresados a la capital, como una consecuencia natural de la recuperación demográfica de la

ciudad (después de la epidemia de 1797) y la disminución del consumo de pulque. Sin

embargo, los volúmenes de chinguirito legalmente introducidos nunca llegaron a aproximarse

a los de pulque, éstos apenas representaron entre un 5% y un 16% de las arrobas de

pulque ingresadas entre 1796 y 1810. A pesar de que el consumo de aguardiente estaba

bastante generalizado en la capital (se estimaba que en la época sólo la duodécima parte del

vecindario no lo bebía) las cantidades ingeridas por la población debían ser menores que las

habituales de pulque. Algunos autores han señalado que el consumo de chinguirito antes de

legalizarse era cercano a los 2.5 galones anuales por persona (unos 9 litros) y que después de

su autorización ascendió a 4 galones anuales (15 litros)32. Para Teresa Lozano este aumento

del consumo fue sólo aparente, pues lo que en realidad había sucedido fue una mejor

recaudación y confiscación del aguardiente clandestino33.

"Teresa Lozano Armendares, El Chinguirito vindicado. El contrabando de Aguardiente de Caña y la Política

Colonial, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1995, p. 186, comenta los cálculos de

Michael C Scardaville, "Crime and the Urban Poor: Mexico City in the Late Colonial Period", Tesis

doctoral. University of Florida. 1977, p. 211.

"Teresa Lozano Armendares, op. cit., 1995, p. 1 86.

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AGUARDIENTE DE CANA: VOLUMENES INTRODUCIDOS A LA

CAPITAL Y RECAUDACIÓN FISCAL

CUADRO 7

BARRILES

AÑOS AGUARDIENTE

CAÑA

RECAUDACIÓN FUENTE

1797

1797

1797

1798

1799

1800

1801

1804

1805

1806

1809

1810

1813

10 050

9 850

8 440

8 059

11 902

12 674

14 763

16214

16 869

4 714

14 830

13 180

14 286

25 321

25 321

24 177

50 669

14 732

Hernández Palomo

Gaceta de México

AGN, AHH, vol. 1 823

AGN, AHH, vol. 1 823

Gaceta de México

Gaceta de México

Gaceta de México

AHINAH, F. Lira, vol.148

AHINAH, F. Lira, vol.152

AHINAH, F. Lira, vol.154

AHINAH. F. Lira, vol.162

AHINAH, F. Lira, vol.135

AHINAH. F. Lira, vol.174

De acuerdo a nuestros cálculos la demanda de aguardiente en 1797, llegó a 1 249 120

litros (99 929 arrobas) es decir a un consumo anual de 9.6 litros per cápita34, en 1799 esa cifra

posiblemente llegaba a 13 litros, en 1802 a 15 litros y en 1805 a 16.5 litros anuales por

persona. Sin embargo en 1809 y 1810 el consumo se redujo y para el año en que se dio el grito

de independencia sólo se puede estimar un consumo per cápita de 11.7 litros35. Es decir con el

incremento demográfico, el consumo per cápita se redujo en vez de ascender. Con estas cifras

también se refrenda la importancia del consumo per cápita de pulque, que aún en el año de

menor demanda, es decir en 1809, se puede estimar unos 81 litros anuales por persona. La

popularidad del pulque es explicable por el bajo precio de esa bebida que llegaba a mediados

de la década de 1780 a medio real por tres cuartillos, en cambio en esa misma fecha cada

cuartillo de aguardiente de caña costaba dos reales36.

34Se estimó para ese año de 1797 una población de 129 132 habitantes en la capital, de acuerdo a la tasa de

crecimiento de 1.93% anual obtenida entre los dos censos de 1790 y 1811. 35Se ha estimado para estos cálculos que un barril de aguardiente contenía 148 litros, basándonos en los

cálculos de Michael C. Scardaville, op. cit1977 y HUMBOLDT, 1991, anexo III, aunque en este dice 148

hectolitros, debiendo decir 1.48 hectolitros. Sin embargo Lozano Armendares ha señalado que es difícil

estimar el contenido de los barriles utilizados en la época, para la autora los más comunes eran de 50 litros,

pero había algunos de hasta de 72 960 litros. Teresa Lozano Armendares, op. cit., 1995 p. 169. 36Teresa Lozano Armendares, op. cit., 1995, p. 104.

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A pesar de las notorias diferencias en el consumo y en el precio, ambas bebidas fueron

gravadas en forma similar. El derecho fijado por cada barril de chinguirito ingresado a la

ciudad, fue similar al cobrado por cada arroba de pulque; sobre el primero se cobraba tres

pesos por barril, es decir dos reales por arroba y en el segundo dos reales un grano por

arroba37. Lo que comprobaría el interés de la Real Hacienda por recaudar fuertes ingresos con

la nueva renta del aguardiente, casi tanto como los que había obtenido con el pulque. Los

ingresos obtenidos en todo el reino por aguardiente de caña, llegaron a representar en 1798 un

43% (su mejor año de recaudo) de los ingresos por pulque. Es decir el erario con la nueva

renta del aguardiente más la del pulque llegó a reunir fondos cercanos a los alcanzados a fines

la década de los años 70 y comienzo de la de los años ochenta, tan sólo por la recaudación

obtenida del pulque que ese año se había aproximado a 700 mil pesos anuales. Desde 1794

hasta 1800 el ramo de pulque bordeó los 500 mil a 570 mil pesos, y desde 1802 fue inferior a

500 mil pesos y superior a 370 mil38. Por su parte la renta de aguardiente de todo el reino en

sus mejores años, es decir entre 1797 y 1801, fluctuó en 200 000 pesos, luego entre 1802 y

1806 decayó a 150 mil y 170 mil pesos anuales. Posteriormente, entre 1807 y 1810 fluctuó en

170 y 192 mil pesos anuales39 .

La expansión general de la demanda de comestibles observada hacia mediados de

los años 90, fue paulatinamente frenada hacia 1800, donde el propio crecimiento de la

misma, los problemas en la producción a causa de la meteorología y finalmente el

movimiento de insurgencia, terminaron por incrementar el nivel de precios de los

comestibles entre una población consumidora con altos niveles de indigencia.

Las condiciones sociales

Según las estimaciones de Alejandra Moreno, hacia 1790 la ciudad de México

presentaba una estructura por edades envejecida, es decir el porcentaje de habitantes adultos

era superior al de infantes, específicamente señalaba la autora que la población entre 17 y 60

'7Si se considera que un barril se compone de 148 litros, es decir 12 arrobas, significa que se cobraban 24

reales (3 pesos) por 12 arrobas, o sea 2 reales por arroba. ,8José Jesús Hernández Palomo, op. cit., 1979, cuadro 9. ,9José Jesús Hernández Palomo, El Aguardiente de Caña en México, Sevilla: Escuela de Estudios Hispano

Americanos. 1974, pp. 135-136.

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años correspondía al 55.6% del total40. A pesar de ello, la población que gozaba de un trabajo

estable correspondía a un 36.6% del total. Es decir, la fuerza laboral permanente en la ciudad

de México no era despreciable hacia la década de 1790, ciertamente lo que era una condición

natural de la capital por estar concentrada en ella servicios administrativos, actividades

comerciales y artesanales.

Entre la población con ocupación registrada hacia 1790, Moreno estimó que existían

8 799 eclesiásticos, religiosos y enclaustrados que representaban un 8.4% del total de la

población urbana; existían 1 886 profesionales, entre doctores, abogados, médicos, empleados

y militares que equivalían a un 1.8% de los habitantes de la ciudad. Así también identificó a

27 655 trabajadores tales como labradores, mineros, comerciantes, artesanos y jornaleros, que

correspondían a un 26.4% de la población.

Otros autores como González Angulo han precisado un número superior de población

ocupada para 1794. Así el autor indicó que en ese año habrían existido en la capital unas

40 mil personas con trabajo, de las cuales 20 mil correspondían a mano de obra dedicada a la

producción industrial, estimando unos 6 731 trabajadores agremiados, entre ellos oficiales y

aprendices, incluyendo a los propietarios de talleres; a 7 500 trabajadores de talleres reales y

otros 5 000 trabajadores a domicilio. Es decir de esta fuerza laboral un 56% correspondía a

artesanos, o sea gente con una ocupación específica y estable41.

En virtud de esta realidad tenemos variedad de oficios y lógicamente diversidad de

ingresos en la ciudad de México. Lejos de intentar un estudio sobre los salarios en la capital

durante este periodo, se puede señalar ciertamente que existía una gran disparidad entre los

ingresos de los diversos grupos de trabajadores urbanos, como por ejemplo entre los

funcionarios del gobierno local y los jornaleros, siendo tal vez los dos polos de la población

económicamente activa. Podemos señalar por ejemplo que el contador de la ciudad ganaba en

1794, 1 896 pesos anuales (42 reales diarios), los abogados del Cabildo 600 pesos anuales

(13 reales diarios), el capellán del Cabildo 300 pesos anuales (6.6 reales diarios)42. Por su

parte los trabajadores en obras públicas, podían percibir hacia 1790, cinco reales diarios en la

40Alejandra Moreno Toscano, "Algunas características de la población urbana: ciudad de México, siglos

XVIII-XIX", en Investigación demográfica en México, México, CONAPO. 1978. 4lVéase Jorge González Angulo. Artesanos y ciudad a finales del siglo XVIII. México. Secretaria de

Educación Pública, Fondo de Cultura Económica. 1983, p. 11 y Sonia Pérez Toledo, Los hijos del trabajo.

Los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853. México: El Colegio de México, 1996, p. 76. 42 AHINAH, Fondo Lira, vol. 124.

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categoría de sobrestante, cuatro reales diarios como oficial y 2.5 reales como peones

de construcción43. Así también reconsiderando la importancia del grupo de artesanos en la

capital, se puede pensar que estamos ante una población activa donde el 50% de ésta, debía

percibir algo más que el salario mínimo de un peón o jornalero.

Sin embargo el estado actual sobre los conocimientos de salarios para el siglo XVIII

- ciertamente aún muy precarios - permiten a través del estudio de salarios de trabajadores de

la construcción, señalar que éstos permanecieron invariables en el transcurso del siglo en un

monto promedio cercano a los seis pesos mensuales, de 2.5 a 3 reales diarios44. De acuerdo a

nuestra revisión sobre los salarios de los trabajadores del Cabildo y los contratados para obras

de construcción en la ciudad, pudimos percibir que ciertamente estos salarios permanecieron

invariables a lo largo del siglo (cuadro 8). Sin embargo no podemos afirmar - que debido a

este estancamiento de los salarios en el siglo XVIII - se habría producido en la década de 1790

un descenso de sus ingresos reales respecto a inicios de siglo.

43 AHINAH, Fondo Lira, vol. 118. 44 Véase Eric Van Young, op. cit., 1988, p. 213.

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SALARIOS EN OBRAS DE CONSTRUCCION

EN LA CIUDAD DE MÉXICO

CUADRO 8

Salario Oficio Fuente Año

Mensual Diario

1719

1732

1733

1734

1735

1736

1737

1738

1752

1754

1756

1764

1767

1778

1790

9 pesos

9 pesos

6 reales

5 reales

6 reales

8 reales

3 reales

2.5 reales

3 reales

5 reales

3 reales

5 reales

3 reales

5 reales

3 reales

5 reales

3 reales

5 reales

3 reales

5 reales

3 reales

5 reales

3 reales

5 reales

3 reales

6 reales

5 reales

3 reales

6 reales

1 peso

6 reales

5 reales

3 reales

3 reales

6 reales

3 reales

6 reales

5 reales

3 reales

5 reales

4 reales

2.5 reales

1794

1804

1806

9 pesos

9 pesos

9 pesos

Oficial de construcción

Oficial de construcción

Sobrestante de construcción

Sobrestante de construcción

Limpiadores en obra

Peón de construcción

Peón de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Sobrestante de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Sobrestante de construcción

Sobrestante de construcción

Oficial de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Peón de construcción

Sobrestante de construcción

Peón de construcción

Sobrestante de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Construcción, nivel no

especificado

No calificados y semi

calificados

Sobrestante de construcción

Oficial de construcción

Peón de construcción

Peón no calificado

Construcción urbana

Peón no calificado

AHINAH, F. Lira, vol. 81

ibidem,

ibidem,

ibidem,

ibidem,

ibidem,

ibidem.

AHINAH, F. Lira. vol. 82

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

AHINAH, F. Lira, vol. 91

ibidem.

AHINAH, F. Lira, vol. 91

ibidem.

ibidem.

AHINAH, F. Lira, vol. 93

ibidem.

ibidem.

ibidem.

ibidem.

AHINAH, F. Lira, vol. 91

AHINAH, F. Lira, vol. 96

ibidem.

AHINAH, F. Lira, vol. 98

ibidem.

ibidem.

Van Young, p. 112

Van Young, p. 113

AHINAH, F. Lira, vol. II!

ibidem.

ibidem.

Van Young, p. 113

Van Young, p. 114

Van Young, p. 114

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Si se compara el precio de la carne de res en 1701/1703 con el de 1790/1794

percibimos que costaban las mismas 80 onzas por un real. El carnero en 1701/1703 costaba

32 onzas por un real y en 1790/1791 llegaba a 20 onzas, pero en el transcurso de esos años

llegó a recuperarse hasta alcanzar las 35 onzas por un real en 1796/1797. Es decir el poder

adquisitivo de los trabajadores respecto a la carne era, sino igual al menos similar, al de

comienzos de siglo. El problema se produce cuando observamos que los precios de los años

60/70 fueron los más generosos de la centuria y respecto a ellos, se habría producido un

deterioro en la década de los años 90. Así por ejemplo en 1768 se podían comprar con un real

152 onzas de carne de res y 42 de carnero, lo que significaba un deterioro de un 47% respecto

a aquel año en 1790 y en 1796 de un 42 por ciento.

No obstante, se debe prestar atención que respecto a los años 84, 85 y 88 que

presentaron un precio de alza de 72 onzas por un real, la década de 1790 vino a significar una

recuperación notable para el poder adquisitivo de la población. En 1790 se produjo una baja en

el precio de la carne de res de un 11% respecto a los años mencionados de la década de los

años 80 y en 1796/97 la caída llegó a un 22 por ciento.

En términos prácticos esto significaba por ejemplo que, si en aquellos años

mencionados de la década de 1780, se podía comprar con un jornal de 3 reales diarios

216 onzas de res, es decir unos 6 kilogramos de esa carne, en 1790 se podía comprar con ese

mismo salario cerca de siete kilos de carne de res. Más aún en 1796/1797 con el mismo jornal

"estancado" en tres reales se podía comprar 7.5 kilogramos diarios de res o tres de carnero.

Se puede pensar que sólo la carne tenía la particular condición de ser barata y por ello

venderse en cantidades importantes, pero podemos observar en el cuadro 9 que en 1791 por

ejemplo, se podía comprar con un real abundantes cantidades de maíz, 4.6 kilogramos

(alrededor de 164 tortillas), o poco más de un kilo de pan, o más de 2 kilogramos de carne de

res. Dicho de otro modo, más simplista si se prefiere, se podían comprar con un salario de tres

reales diarios, una generosa cantidad de tortillas y una importante cantidad de pan y de carne.

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CANTIDADES DE ALIMENTOS COMPRADOS CON UN REAL

(Kilogramos)

ANO MAIZ TRIGO PAN PAN

FLOREADO

PAN

COMÚN RES

CUADRO 9

CARNERO

1790

1791

1792

1793

1794

1795

1796

1797

1798

1799

3

4.6

2.2

3.4

2.7

2.1

2.3

2.3

2.1

2

2.3

1.7

1.9

1.9

1.9

1.32

1.096

1.104

1.03

0.973

1.03

1.37

1.23

1.37

1.29

2.2

2.2

2.2

2.2

2.2

2.5

2.5

2.2

2.2

0.574

0.574

0.861

0.861

0.861

1

0.940

0.703

El año 1795 fue otro de precios particularmente bajos del maíz y del trigo, durante esa

década. Así en 1795 se podía comprar con un real 3.4 kilogramos de maíz (121.4 tortillas), o

cerca de 2 kilogramos ó 1.23 kilogramos de pan común. Es decir con un jornal de tres reales se

podrían llegar a comprar un total de 10.2 kilogramos de maíz; ó 5.7 kilogramos de trigo; ó

3.69 kilogramos de pan común.

El año 1799 fue tal vez el de menor poder adquisitivo de la población en esa década de

los años 90, como se advierte en el cuadro 9. Sin embargo, sus cantidades son muy superiores

a las de 1785/1786. Comparativamente en 1785, el año de mayor carestía del maíz, se podía

comprar con un real 1.090 kilogramos de este grano (aproximadamente 39 tortillas). En ese

año el maíz llegó a valer casi el doble de la carne de res, y poco menos que el carnero, ya que

con un real se compraban 2 kilogramos de carne de res y 669 gramos de carnero. En 1786, año

de mayor carestía del trigo se podía comprar con un real 1.6 kilogramos de maíz, o 1.24

kilogramos de trigo, o poco más de 400 gramos de pan.

Con estos cálculos se quiere demostrar en primer lugar que el poder adquisitivo de la

población no decayó, sostenidamente a lo largo del siglo XVIII, sino que por el contrario hubo

vaivenes, incrementos y recuperaciones importantes, a pesar de existir probablemente

"salarios estancados". En segundo lugar, se debe destacar las cantidades de compra que

estamos manejando, todas - incluso las de los años 80 - resultan generosas, comparadas con

las que se pueden comprar actualmente con un sueldo mínimo.

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No obstante, estudios demográficos han señalado que desde la segunda mitad de la

década de 1790, se había producido un incremento demográfico por efecto de flujos

migratorios. El aumento de la población migrante, debió provocar, el descenso en los

niveles de consumo per cápita de alimentos básicos, como puede ser demostrado para el

problema específico de la carne. En 1795 - año de precios bajos- el consumo per cápita

estimado era de 76.6 gramos diarios y a pesar de que la demanda urbana de res experimentó

un incremento entre los años 94/96 y hubo una recuperación de los consumos urbanos, no

obstante ya se percibía un deterioro en los niveles per cápita respecto a los años 70, lo que

era causa, más que del alza en los precios de la carne o de los productos básicos, por el

problema del aumento demográfico y de la indigencia en la ciudad, lo que se demuestra en

el hecho de que en los años señalados la carne, al menos la de res, no fue más cara que a

comienzo de siglo45.

De acuerdo a las observaciones de demógrafos actuales, la ciudad de México en este

periodo no habría experimentado un crecimiento natural sino que habría padecido las

consecuencias de un fuerte movimiento migratorio. La capital que recibía un flujo

permanente y continuo de los 250 pueblos de los valles de México y Toluca, en esos años

atrajo población, específicamente, de las áreas de Puebla-Atlixco, Tula-Querétaro,

Pachuca-Tulancingo, Toluca-Tenango46. Es decir la población que era atraída a la capital

era eminentemente rural y en gran medida debió ser indígena y mestiza. Humboldt estimó

que hacia 1803 debía existir dentro de la ciudad de México unos 33 000 indígenas, lo que

significaba un incremento notable de acuerdo a las estadísticas que Villaseñor realizó en

1742, año en que se calculó la existencia de unos 8 000 indios. Según las estimaciones de

Humboldt en 1803, la población de color, es decir indígena, mestiza y negra, sumaba un

total de 69 500 personas y había llegado a sobrepasar a la población blanca que en total

debían ser 67 500 habitantes47.

Es decir la migración venía desde largo tiempo engrosando la población capitalina y

no podía ser, como argumentaron algunos contemporáneos como Navarro y Noriega, un

45La tasa de crecimiento demográfico anual que se estimó para esos años fue de 1.93% sobre la base de la

población que arrojó el censo de Revillagigedo de 1790 de 112 929 habitantes y la población estimada por

el censo de 1811 que alcanzaba 168 845 personas. 46Véase los trabajos de Alejandra Moreno Toscano y Carlos Aguirre, 1974. 47Humboldt estimó que en 1803 debían existir en la ciudad unos 33 000 indígenas, 26 500 mestizos y 10 000

mulatos. Alejandro de Humboldt Op. cit., 1991, p. 129.

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problema que sólo tuvo efectos temporales48, fue más bien un movimiento de larga

duración que jugó un papel importante en la definición de las características de la estructura

poblacional urbana, tanto así que la pirámide de edades, reconstruida por Alejandra

Moreno, con base en el censo de 1811, reflejó una sociedad envejecida, donde la migración

femenina tanto o más importante que la masculina, engrosó especialmente los sectores

comprendidos entre los 15 y los 40 años. El conjunto de inmigrantes en 1811 llegó a

representar un 38% de la población total49.

Sin embargo, si la población llegó a crecer a ritmo acelerado a causa de la

migración, lo lógico habría sido que la demanda hubiera crecido en proporciones similares,

la realidad no fue así debido a que el crecimiento demográfico de la ciudad llevó a la

elevación de los precios, y los nuevos grupos restringirían su consumo. Hacia la segunda

mitad de la década de 1790 ya se percibía en la ciudad un incremento de la indigencia. A

modo de ejemplo, en 1795 la mayoría de los albergados del Hospicio de Pobres de la

ciudad de México (55%), correspondía a hombres mayores de 15 años, sin impedimento

físico para trabajar, es decir, no era por enfermedades por lo que la mayoría de los hombres

se reducía a la indigencia, lo que estaría revelando una alta tasa de desempleo en la capital

mexicana; así mismo, de la pequeña muestra de indigentes recogidos por el hospicio, un

30% eran inmigrantes, dos terceras partes de ellos venían de México, Puebla e Hidalgo y

muchos de éstos provenían de los pequeños pueblos que rodeaban la capitaP0. En asilos

como estos, existía una alta tasa de movimiento, es decir, indigentes que entraban y salían

cada semana, de cada siete indigentes que entraban, uno salía dentro de la primera

semana y tres más salían dentro de los cuatro meses, lo que también hablaría de

la afluencia constante a estos recintos de una población flotante en la capital que era

recogida esporádicamente por dichas instituciones"1.

48EI censo de 1811 mostró una población total de 168 846 habitantes, cantidad que según Navarro y Noriega

incluía 16 179 indígenas de las parcialidades de Santiago y San Juan y las "muchas familias" emigradas de

los pueblos ocupados por los rebeldes. Esta observación llevaría a pensar que la tasa de crecimiento

calculada para estos años debería ser menor. Véase Fernando Navarro y Noriega. Op.cit., 1820. p.67, nota I.

^Véase Lourdes Márquez Morfín, La desigualdad ante la muerte en la ciudad de México: el tifo v el cólera,

1813-1833. México: Siglo XXI. 1994, p. 81. 50Silvia Arrom, Desintegración familiar y pauperización: Los indigentes del Hospicio de Pobres de la Ciudad

de México, 1795", en Familia y Vida Privada en la Historia de Iberoamérica, Seminario de Historia de la

Familia, México: El Colegio de México/IJNAM. 1996, pp. 123-125. 51Idem, 1996, pp. 121-122.

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Es más, esta población flotante se incrementaba en la ciudad gracias a los

movimientos migratorios, los que a su vez eran ocasionados por la escasez de alimentos en

las zonas rurales, específicamente cuando se presentaba la escasez y carestía de maíz. El

virrey ya conocía esos flujos migratorios a la capital y en 1809 a raíz de la sequía, prevenía

a las autoridades locales para retener esas migraciones:

Siendo muy frecuente en los años de calamidad el que las'pobres gentes y con

especialidad los indios abandonen sus domicilios y deserten de los lugares y

pueblos de su residencia con notable perjuicio del estado y detrimento de ellos

mismos, estarán muy a la mira de los justicias y párrocos de evitar estos desórdenes

en sus jurisdicciones, valiéndose de su respectiva autoridad para contener en ellas

a sus moradores y no admitir a los que se presenten de otras partes con este motivo

y en calidad de errantes y vagos, pues las providencias que van insertas se dirigen

a socorrer a todos con generalidad donde quiera que se hallen establecidos, sin que

se vean obligados a desamparar sus casas y terrenos52.

La migración era motivada por la búsqueda de maíz, naturalmente la capital era la

mayormente abastecida por la compulsión que existía para que las provincias circundantes

le enviaran sus cosechas y por las facilidades que el virrey ofrecía para trasladar el grano.

En este sentido el clima no podía dañar el abastecimiento urbano, aunque sí sus precios,

debido a la especulación que podían practicar los agricultores.

Villarroel testigo de esa época, denunciaba el flujo constante de personas que

mi graban y pedía a las autoridades que esa masa de gente "inútil y viciosa" que no tenía

domicilio ni ocupación fija se "restituyese a sus pueblos" ya que en la capital sólo

engrosaban las filas de la indigencia, y si la expulsión no era suficiente proponía

drásticamente amurallar la ciudad, para impedir su ingreso53. El problema de la indigencia,

agravado o no por la migración campo-ciudad, debió ser de grandes proporciones, tanto así

que los estudios actuales sobre la mendicidad y la vagancia indicarían que en la segunda

S2Bando del 25 de octubre de 1809 para precaver los daños de la escasez de granos, México, 21 de octubre

de ¡809, en Fuentes para la historia de la crisis agrícola (1809-1811), 1985, p. 120.

^'Hipólito Villarroel, Enfermedades políticas que padece la capital de esta Nueva España. México: Miguel

Ángel Porrúa.1979, pp. 253-255.

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mitad del siglo XVIII hubo nuevas políticas para tratar estos problemas sociales. Cristina

Sacristán por ejemplo diferencia la política seguida por las autoridades en los siglos XVI y

XVII - cuando "el objetivo no era erradicar al mendigo, entre otras cosas porque la pobreza

guardaba un carácter sacralizante: la caridad como medio de salvación" - y la aplicada en la

segunda mitad del siglo XVIII con la que se busca dar una solución a la mendicidad

y sustituir la caridad privada por la beneficencia pública54. En esta y otras investigaciones

sobre el tema se deja en claro que el problema de la pobreza estaba asociado en este

periodo fundamentalmente con la falta de trabajo y la delincuencia. Norman Martín fija

específicamente este cambio en el proceder de las autoridades desde 1766, cuando a su

juicio, los mandatos y ordenanzas contenían una orientación preventiva de la mendicidad y

la indigencia, idea que a su vez había nacido de un interés económico, "la preocupación era

incorporar a la vida socioeconómica activa a centenares de personas que antes no

contribuían al bienestar del reino", así por ejemplo los trabajos forzados ya no serán un

castigo, dice el autor, sino la necesidad de utilizar mano de obra barata55. Lo evidente en

estas investigaciones es la mención a un incremento en la indigencia a causa del desempleo

y una preocupación de las autoridades por dar trabajo a una masa flotante de la población,

enseñarles un oficio y recluir a los realmente incapacitados. Los autores hablan de la

mentalidad racional desarrollada en esa época que los habría inducido a ese cambio. Sin

embargo también es probable que el problema social se hubiese hecho tan inmanejable que

las autoridades se vieron obligadas a implementar acciones realmente planificadas y

racionales.

Sin embargo, el problema en el descenso de los consumos per cápita se hizo

realmente notorio a inicios del siglo XIX, cuando el deterioro de éstos tuvo un declive de

un 82.3% respecto a los de mediados de los años noventa y desde entonces se hizo

continuo. En 1800 el consumo per cápita de res bordeaba los 42 gramos diarios, en 1807 la

tendencia a decrecer se insinuaba al registrar un consumo por persona cercano a los 41

gramos y todavía más en 1808 cuando descendió a los 36 gramos por cabeza. Por su parte,

la carne de carnero al parecer siguió un comportamiento similar al sacrificarse en 1800

54Sacristán, "Filantropismo, improductividad y delincuencia en algunos textos novohispanos sobre pobres.

vagos y mendigos (1782-1794)" en Relaciones, IX:36, pp. 21-32. 1988, p. 30. 55Martin, "Pobres, Mendigos y vagabundos en la Nueva España, 1702-1766: Antecedentes y soluciones

presentadas", en Estudios de Historia Novohispana, 8, pp. 99-126. 1984, p. 126.

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unos 230 000 animales que en conjunto produjeron 3 174 000 kilogramos de carne, lo que

arrojaría un consumo por persona de 64 gramos diarios, es decir una disminución de un

31.0% respecto a los niveles de 1791. La escalada de precios para ambas carnes iniciada en

1807/1808 hizo a la carne de res tan cara como había sido desde siempre la de carnero y

ésta última a su vez sólo pudo estar al alcance de los ricos de la corte novohispana.

Paralelamente, en 1801 las arrobas de pulque ingresadas a la ciudad alcanzaron 1 679 304 lo

que da un consumo per capita de 418 mi. diarios, en 1806 se redujo a 247 mi. y en 1811 a

228 mililitros al día o sea menos de un vaso por persona, lo que significaba una reducción de

un 50% respecto a 1786.

En síntesis, nos consta que desde los inicios del siglo XIX, tanto la carne de res como

el pulque, dos productos básicos en la dieta popular, se vieron restringidos a cantidades nunca

antes alcanzadas en todo el periodo colonial, y tanto el maíz como el trigo registraron precios

tan elevados que su consumo seguramente se deterioró en igual proporción. Es decir, el

ascenso de precios y el deterioro del poder adquisitivo de la población vino a ser notorio y

sostenido sólo en el siglo XIX, por tanto, dicho problema no se dio realmente en el siglo

XVIII.

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TRABAJADORES, GRUPO DOMÉSTICO Y SUPERVIVENCIA DURANTE

EL PERIODO COLONIAL TARDÍO EN LA CIUDAD DE MÉXICO O, "LA

FAMILIA PEQUEÑA NO VIVE MEJOR"*

Michael C. Scardaville**

* Traducción del inglés de Adriana Santoveña Rodríguez.

** Quiero expresar mi agradecimiento a la Dra. Elaine C. Lacy por sus comentarios y

sugerencias para las versiones anteriores de este ensayo. También agradezco a Melissa

Scardaville, quien brindó su ayuda para organizar la información final de los censos, y a

Adam Mack, quien me asistió en la búsqueda bibliográfica. Por último, reconozco el apoyo

que me brindó el Dr. Manuel Miño Grijalva al proporcionarme una copia del material del

censo de 1790 que se utilizó en este ensayo.

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Mientras empadronaba a la población de un barrio de clase trabajadora al sur de la

ciudad de México a mediados de 1811, un escribano del cuartel dio con un taller que

alojaba a trece hombres, mujeres, y niños, todos ellos empobrecidos y de distintos orígenes

étnicos, quienes habían emigrado a la ciudad capital en el curso de la última década. El

hogar estaba encabezado por una viuda mestiza de 38 años, María Matilde Urquiza, quien

vivía con sus tres hijos adolescentes y otras tres familias: dos parejas indígenas de edad

madura, sin hijos y entrenados como sastres, y otra pareja compuesta por José Manuel

Beitía, empleado en la Real Fábrica de Tabaco, su esposa y tres hijos pequeños. Del lado

opuesto del pueblo, al norte de la Catedral, residía Dolores Flores, una inmigrante criolla de

27 años quien, luego de enviudar, acababa de llegar de la vecina ciudad de Toluca a la

capital con dos hijos muy pequeños y una hija mayor. A decir de Dolores, mantenía a su

familia vendiendo comida hecha en casa y hospedando a dps mujeres, una viuda mayor

española y una mujer indígena joven de su ciudad natal, quien también ganaba el sustento

en el negocio de la comida. María del Carmen Ramírez, de 23 años, madre soltera de tres

hijos que iban de tres a siete años, vivía cerca de los Flores. A diferencia de Dolores,

continuaba viviendo con sus padres y dos hermanos mayores que aún eran solteros. Al

mantener a la familia extendida completa en su pequeña casa de una sola habitación, los

Ramírez compartían los gastos del hogar y por las tardes, como resultado de sus posiciones

en la Real Fábrica de Tabaco, trabajaban juntos para enrollar la cantidad de papel tabaco

necesaria para cubrir la cuota del día siguiente1.

¿Qué nos dicen estas imágenes de arreglos domésticos acerca de la vida de la clase

trabajadora en la ciudad de México a fines del periodo colonial? ¿Hasta dónde son típicas

de los arreglos de vida entre los pobres en la capital del virreinato a fines del siglo XVIII y

principios del XIX? Algunas investigaciones sobre hogares preindustriales en Europa

Occidental. México y el resto de América Latina muestran que las familias extendidas o

múltiples viviendo en una sola casa no era lo más común entre las familias urbanas pobres2

'Archivo General de la Nación, México (de aquí en adelante AGNM), Padrones, vol. 56, f. 44 r; vol. 62, fs.

22 r y 32 r.

"Pilar Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial (Ciudad de México, 1998); Juan Javier Pescador, De

bautizados a fieles difuntos: familia y mentalidades en una parroquia urbana, Santa Catarina de México,

1568-1820 (Ciudad de México, 1992); Rodney D. Anderson, Guadalajara a la consumación de la

Independencia: estudio de su población según los padrones de 1821-1822 (Guadalajara, 1983); Catherine

Elspeth Doenges, "A Regional Society in Colonial Mexico: Eighteenth-century Celaya, a Perspective from

the Household", (Tesis doctoral, Syracuse University, 1993); Sherburne F. Cook y Woodrow Borah, Essays

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¿Por qué entonces encontramos hogares más extensos y complejos en la ciudad de México

de principios del siglo XIX que en los censos previos de 1753 y 1790? ¿Y qué nos puede

enseñar la respuesta acerca de las costumbres y la cultura de la clase trabajadora en el

periodo colonial tardío?.

Al señalar una marcada correlación entre la estructura doméstica y el clima

económico general y bienestar material de las clases populares, los estudios etnográficos

acerca del México y la América Latina urbanos del siglo XX nos proporcionan un marco

comparativo para entender mejor la estructura variable de los hogares de la clase

trabajadora en la ciudad de México de fines del periodo colonial. Como lo han demostrado

los antropólogos y sociólogos, las respuestas domésticas a las peores crisis económicas de

las últimas dos décadas han sido asombrosamente similares en todas las ciudades

importantes. El patrón urbano general consiste en el incremento de miembros del hogar a

medida que se incorporaban más personas con ingresos para aumentar el tamaño de la

fuerza de trabajo, lo cual traía como consecuencia que las formas domésticas se volvieran

menos nucleares y más complejas. Todos los estudios señalan a aquellas familias que se

insertaron en unidades domésticas más grandes como las que mejor han podido soportar las

recesiones económicas de finales del siglo XX3.

in Population History: Mexico and the Caribbean 2 vols. (Berkeley, 1971-74); Agustín Grajales Porras,

"Hogares de la villa de Atlizco a fines de la Colonia: estados, calidades y ejercicios de sus cabezas," en

Pilar Gonzalbo Aizpuru, coordinadora, Familias novohispanas, siglos XVI aJXIX (Ciudad de México, 1991),

325-342; Cecilia Rabell Romero, "Trayectoria de vida familiar, raza y género en Oaxaca colonial", en Pilar

Gonzalbo Aizpuru y Cecilia Rabell Romero, coordinadoras, Familia y vida privada en la historia de

Iberoamérica (Ciudad de México, 1996), 75-118; Pablo Rodríguez Jiménez, "Una manera difícil de vivir.

Las familias urbanas neogranadinas del siglo XVIII", en Ibid., 309-324; Evelyne Sanchez, "Démographie et

perception du statut social dans une société coloniale: analyse du recensement de la paroisse de San Joseph

(Puebla, Nouvelle Espagne) de 1777, Annales de Démographie Historique (1996), 409-422; Elizabeth Anne

Kuznesof, Household Economy and Urban Development: Sao Paulo, 1765 to 1836 (Boulder, 1986); Peter

Laslett, "Mean Household Size in England since the Sixteenth Century", en Peter Laslett, ed., Houselhold

and Family in Past Time, (Cambridge, 1972), 125-158; Tamara K. Hareven, "The History of the Family and

the Complexity of Social Change", American Historical Review 96(1991), 95-124.

^Mercedes González de la Rocha, The Resources of Poverty: Women and Survival in a Mexican City (Oxford,

1994); Henry A. Selby, Arthur D. Murphy y Stephen A. Lorenzen, The Mexican Urban Household:

Organizing for Self-Defense (Austin, 1990); Lourdes Benería y Martha Roldán, The Crossroads of Class

and Gender: Industrial Homework, Subcontracting, and Household Dynamics in Mexico City (Chicago,

1987); Benería y Shelley Feldman. eds.. Unequal Burden: Economic Crisis, Persistent Poverty, and

Women's Work (Boulder, 1992); Sylvia Chant, Women and Survival in Mexican Cities: Perspectives on

Gender, Labour Markets and Low-income Households (Manchester. 1991); Brígida García, Humberto

Muñoz y Orlandina de Oliveira, Hogares y trabajadores de la Ciudad de México (Ciudad de México,

1982); Larissa Lomnitz, Networks and Marginality: Life in a Mexican Shanty town (Nueva York, 1977).

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Estos hallazgos me animaron a centrar mi investigación en los cambios de tamaño y

composición de los hogares en la ciudad de México a fines del periodo colonial y en la

relación de tales cambios con la naturaleza de la irregular economía urbana. Las clases

trabajadoras de México tuvieron que luchar contra una crisis económica severa al final del

ancien régime colonial. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, los trabajadores

pobres, una amalgama de artesanos y jornaleros españoles, indígenas y de diversas castas,

que constituían entre el 75% y el 80% de la población de la ciudad de México, sufrían de

un creciente exceso de mano de obra, inflación, estancamiento de los salarios y un descenso

general en la calidad de vida4. De acuerdo con todos los informes de la época, los márgenes

de pobreza se incrementaron en la última generación del régimen colonial cuando una

combinación de factores demográficos y económicos obligó al creciente número de grupos

populares en la ciudad de México, ya de por sí amenazados a diario por el empobrecimiento

del ciclo vital, a buscar remedios materiales aquí y allá. ¿Cómo es que reaccionaron los

pobres de la ciudad más grande del Hemisferio Occidental ante un derrumbe en la calidad

de vida? ¿Cómo lograron subsistir y perseverar a pesar de sus ingresos insuficientes? ¿Qué

hicieron los pobres de la ciudad de México a fines del periodo colonial para aumentar sus

posibilidades de supervivencia dentro de una economía urbana cada vez más deprimida?

Este ensayo sugiere que cierto comportamiento basado en las redes sociales

informales, particularmente el hogar, constituyó la respuesta más habitual de los pobres de

la ciudad de México ante la crisis económica de fines del periodo colonial. Otras redes que

4De acuerdo con la muestra aleatoria del 20% del censo de 1811 en la ciudad de México, 12.0% de los jefes

de hogar están clasificados como élite, 33.3% como artesanos y 54.7% como jornaleros. Los rangos de la

élite alta estaban constituidos por grandes comerciantes y oficiales importantes del gobierno, entre otros,

mientras que la élite baja estaba compuesta de pequeños comerciantes, pequeños propietarios y empleados

del gobierno. Las clases trabajadoras —término utilizado aquí para denotar una construcción ocupacional

que no transmite ni implica un sentido de cohesión o conciencia de grupo— consistía tanto de artesanos

como de asalariados. Los oficios especializados más usuales eran, en orden jerárquico, albañiles, zapateros,

tejedores, carpinteros, y sastres. El censo no distingue entre maestros, artesanos y oficiales. Los trabajos

asalariados comunes incluían, en orden jerárquico, empleados de la Real Fábrica de Tabaco, elaboradores

de comida, sirvientes y porteros. La gente de origen español (40.8%), sobre todo criollos, y los indígenas

(39.4%) constituían los grupos étnicos más amplios entre los trabajadores pobres, mientras que las castas, en

especial castizos o mestizos, constituían el resto (19.8%). Si los grupos sociales de la clase alta se incluyen

en este perfil, la gente de linaje español constituye casi la mitad (47.3%) de la población seleccionada. Casi

tres de cada cinco pobres urbanos (56.0%) nacieron en la ciudad de México, 0.4% en España o en la

América Española y 43.6% en las provincias de la Nueva España, en particular en las comunidades de la

zona central de México. Puesto que algunos distritos en donde predomina la clase trabajadora están

sobrerrepresentados, el porcentaje general de trabajadores pobres de la ciudad es menor de lo que indica la

muestra. Véase la nota 13 para una discusión más amplia sobre la muestra del censo de 1811.

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reunían a parientes, padrinos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, empleados o

asociaciones locales como gremios o hermandades religiosas solían proveer el capital social

necesario para enfrentar la crisis día con día, pero el hogar urbano fue el que desempeñó el

papel fundamental en la búsqueda del sustento por parte de los pobres*. Si bien algunos

escritos sobre la pobreza en Europa Occidental antes y durante la industrialización

reconocen la importancia de las redes sociales para brindar ayuda y apoyo mutuos, los

historiadores de Europa suelen considerar el hogar y la familia como instituciones

demasiado fracturadas y frágiles como para ofrecer asistencia6. Por otra parte,

los historiadores del México colonial no dudan en conferirle mayor importancia a las redes

familiares para la supervivencia entre grupos populares urbanos, pero estos escritos no

discuten explícita y ampliamente el hecho de que los hogares de los pobres también

sirvieron como recurso crítico, incluso para quienes no tenían lazos familiares sólidos7. Este

ensayo tratará de demostrar que el hogar de la clase trabajadora en la ciudad de México

borbónica, en tanto vínculo de las redes sociales, constituía una unidad social viable,

efectiva y proactiva, y que la estructura de su composición y tamaño debe verse como una

5Algunos estudios sobre el papel central y el valor económico de las redes sociales, en especial el hogar,

dentro de las sociedades urbanas de clase trabajadora en México y América Latina en los periodos colonial,

siglo XIX y contemporáneo, se pueden encontrar —además de las fuentes enlistadas en la nota 3-- en Dennis

Nodin Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castas'\ (Tesis doctoral, University of Michigan, 1978);

Pescador, De bautizados a fieles difuntos; Anderson, Guadalajara a la consumación de la Independencia;

Doenges, "A Regional Society in Colonial Mexico"; Deborah Ellen Kanter, "Hijos del pueblo: Family,

Community, and Gender in Rural Mexico, the Toluca Region, 1730-1830", (Tesis doctoral, University of

Virginia, 1993); Angela Thompson, "Children in Family Society, Guanajuato, Mexico, 1780 to 1840"

(Tesis doctoral, University of Texas at Austin, 1990); Lanny Thompson, "Households and the Reproduction

of Labour in Mexico, 1876-1970" (Tesis doctoral, State University of New York at Binghampton, 1988);

Margaret Tyler Mitchell, "The Porfirian State and Public Beneficence: The Hospicio de Pobres of Mexico

City" (Tesis doctoral, Tulane University, 1998); Marie Eileen Francois, "When Pawnshops Talk: Popular

Credit and Material Culture in Mexico City, 1775-1916" (Tesis doctoral, University of Arizona, 1998);

Kuznesof, Household Economy and Urban Development. La importancia económica de las redes sociales

entre los trabajadores pobres de la Europa preindustrial se discute ampliamente en Robert Jiitte, Poverty and

Deviance in Early Modern Europe (Cambridge, 1994), capítulo 6. 6Stuart Woolf, The Poor in Western Europe in the Eighteenth and Nineteenth Centuries (Londres, 1986), 199,

212-13; Catharina Lis, Social Change and the Laboring Poor: Antwerp, 1770-1860 (New Haven, 1986),

149, 166-67. En su antología subsecuente. Domestic Strategies, Work and Family in France and Italy, 1600-

1800 (Cambridge, 1991), Woolf reconoce una actividad mayor de las familias de clase trabajadora.

Por ejemplo, véase RabelI Romero, "Introducción", en Gonzalbo Aizpuru y Rabell Romero, coordinadoras.

Familia y vida privada en Ia historia de Iberoamérica, 13-19; Silvia M. Arrom, "Desintegración familiar y

pauperización: los indigentes del Hospicio de Pobres de la ciudad de México, 1795", Ibid., 119-131; Pedro

Pérez Herrero, "Evolución demográfica y estructura familiar en México (1730-1850)", en Pilar Gonzalbo

Aizpuru, coordinadora. Familias novohispanas, 345-371.

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respuesta discreta de los trabajadores pobres ante las crecientes carencias materiales8. Si

bien ciertos comportamientos públicos provocados por la situación económica, como la

mendicidad o el robo, resultaban más notorios para las autoridades coloniales, eran las

medidas más privadas y comunes que tomaban los pobres en sus propias viviendas y

vecindades —el comportamiento de lo cotidiano— las que les permitían enfrentar las

fuerzas hostiles que moldeaban su medio urbano9.

Un estudio de la estructura cambiante de los hogares de la clase trabajadora a fines

del periodo colonial nos ayudará a saber cómo los pobres de la ciudad de México, al valerse

de la unidad doméstica como material crítico y recurso humano, trataban de amortiguar el

impacto de las condiciones económicas en deterioro. Finalmente, un acercamiento

doméstico para analizar las repuestas populares a la pobreza en la ciudad de México

borbónica nos permitirá explorar temas cuyas implicaciones para los estudios sobre la clase

trabajadora urbana van más allá del México colonial y de América Latina.

Este ensayo, basado gran parte en el análisis de censos civiles efectuados en la

ciudad de México a fines del periodo colonial, estudiará la formación de hogares de la clase

trabajadora en tres diferentes momentos del estado de la economía urbana y la calidad de

vida popular10. El censo de 1753, efectuado antes de que se presentaran dificultades

económicas y demográficas importantes, puede considerarse como un punto de partida

8Los estudiosos han reconocido que una economía familiar adaptable, al incluir varios asalariados, en general

esposas e hijos mayores, en la fuerza de trabajo, puede ofrecer cierta protección ante la indigencia, pero los

estudios históricos prevalecientes consideran el hogar como una institución estática en la cual los miembros

de la familia, de naturaleza típicamente nuclear, buscan medios para generar ingresos. Estos estudios no

conciben que la construcción de un perfil demográfico favorable para el hogar resultaba central para las

estrategias de subsistencia entre los trabajadores pobres y que la familia simple no siempre era la forma de

hogar más común. Un resumen de los estudios sobre Europa se incluye en Marco H. D. Van Leeuwen,

"Logic of Charity: Poor Relief in Preindustrial Europe", Journal of Interdisciplinary History 24 (1994),

589-613. Por otro lado, una visión semejante de las familias pobres en el México borbónico, puede

encontrarse en Steve J. Stern, The Secret History of Gender: Womén, Men, and Power in Late Colonial

Mexico (Chapel Hill, 1995), 264-265; Eric Van Young, "Los ricos se vuelven más ricos y los pobres más

pobres: salarios reales y estándares populares de vida a fines de la colonia en México" en Eric Van Young,

ed., La crisis del orden colonial: Estructura agraria y rebeliones populares de la Nueva España, 1750-1821

(Ciudad de México, 1992), 93-99. 9Como nos dice atinadamente Gonzalbo Aizpuru, son las experiencias diarias y de rutina las que nos permiten

discernir creencias, valores y patrones de comportamiento más amplios y form at i vos. "La familia en México

colonial: una historia de conflictos cotidianos", Mexican Studies-Estudios Mexicanos 14 (1998), 391.

González de la Rocha hace eco de esta opinión en su estudio acerca del comportamiento doméstico reciente

en el México urbano: "La rutina diaria y las acciones individuales dentro del hogar han sido cruciales para

entender las respuestas populares a la crisis". The Resources of Poverty, 276. l0La composición de los hogares variaba año con año, los tres censos del gobierno sirven como marcadores

demográficos y económicos en momentos determinados que permiten a los historiadores reconocer

tendencias y patrones de largo plazo en la formación de hogares. De bautizados a fieles difuntos, 183-190.

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anterior a la crisis para la formación de hogares11. El censo de Revillagigedo de 1790 se

llevó a cabo cuando los problemas de carácter económico y demográfico se hacían cada vez

más evidentes, pero antes de que, en esa misma década, una serie de reveses importantes

afectaran la capital del virreinato12. En 1811, los oficiales del gobierno efectuaron otro

censo cuando los residentes de la ciudad de México se vieron asediados por una crisis

grave. Este último censo de la era borbónica retrató la ciudad en su punto máximo de

crecimiento urbano colonial y en un momento de severa depresión económica, situación

desatada en parte por insurrecciones populares en el campo13.

"Los datos de 1753 sobre hogares aparecen en Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castas86-138. La

población estimada de la ciudad de México en ese entonces era de 70 000 habitantes. Eduardo Báez,

"Planos y censos de la ciudad de México, 1753, primera parte", Boletín del Archivo General de la Nación,

serie 2d, 7 (1966), 424. I2E1 censo de Revillagigedo de 1790 indica 112 926 habitantes en la ciudad. AGNM, Impresos Oficiales, vol.

51, exp. 48. Mis observaciones sobre los hogares de este censo se basan en una muestra aleatoria del 20%

obtenida del cuartel menor no. 18. Archivo Histórico del Estado de México, Ciudad de México, 'Padrón de

tributarios del Cuartel no. 18", vol. 20, exp. 7. A pesar del título, este censo incluye a todos los habitantes

del distrito. Tomé mi muestra de este cuartel menor porque fue el único entre dieciséis distritos que

seleccioné tanto en el censo de 1790 como en el de 1811.

El perfil de los hogares seleccionados abarca, dependiendo de las características específicas de cada grupo

doméstico, datos sobre el jefe de familia, el cónyuge legal o de común acuerdo, hijos, residentes

emparentados y no emparentados, incluidos inquilinos y sirvientes. Como lo indica la práctica estándar en

los estudios familiares, la primera persona enlistada de cada hogar es el jefe de la unidad doméstica

correspondiente. Al determinar los tipos de hogares, inferí las relaciones entre los miembros de la unidad

doméstica, tomando en cuenta las similitudes en los apellidos y el orden en el que el empadronador enlistó a

los residentes. Arrom presenta un acercamiento similar para definir la variedad de formas domésticas en los

censos de la ciudad de México. The Women of Mexico City (Stanford, 1985), 317, nota 41. En nota 4 en el

ensayo siguiente hay una definición de los términos "clases trabajadoras" y "élite" usada en el análisis de

los censos. I3EI análisis del censo de 1811 se basa en una muestra aleatoria del 20% tomada de siete de los 32 cuarteles

menores de la ciudad de México a fines del periodo colonial (Números 10, 15, 16, 18, 22, 28 y 30). La nota

anterior incluye el perfil de los hogares seleccionados. Dado que las tendencias demográficas y económicas

evidentes en la ciudad de México desde 1770 culminaron en varias formas para 1811, el censo efectuado en

ese año será analizado con mayor detalle en el ensayo siguiente. AGNM, Padrones, vols. 56,61, 62, 64, 68,

74, 76.

Estudios recientes cuestionan la validez del recuento oficial de 168 846 en 1811 y proponen una cantidad

bastante menor de 120 000. Herbert S. Klein, "The Demographic Structure of Mexico City in 1811",

Journal of Urban History 23 (1996), 67, 70, 90, nota 6, 116, nota 22; Sonia Pérez Toledo, Los hijos del

trabajo: los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853 (Ciudad de México, 1996), 39-49, 79, nota 16;

Jorge González Angulo, Artesanado y ciudad a finales del siglo XVIII (Ciudad de México, 1983), 121. Aun

si aceptamos la cifra menor, los residentes de la ciudad de México en 1811 enfrentaban presiones

demográficas crecientes y una severa crisis económica.

Además, debemos señalar que el incremento de la población entre 1790 y 1811 no sólo representa la llegada

de inmigrantes a la ciudad por el inicio del movimiento de independencia en las provincias a finales de

1810, sino también el crecimiento sostenido de la capital durante la década precedente. El análisis del censo

y otros materiales relacionados con la logística del recuento demuestran que la población ya había

aumentado antes de 1810. De acuerdo con la muestra del censo de 1811, los inmigrantes de clase baja

llegaron a la ciudad de México, en promedio, en 1803. El estudio del censo de tendencias migratorias antes

de la insurgencia indica un flujo continuo de inmigrantes a la capital, aunque durante algunos años, en

especial 1803-1804 y 1808-1809, el flujo fue mayor. En respuesta a esta situación, el Virrey Pedro Garibay

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La crisis de fines de la colonia y el hogar de la clase trabajadora en la ciudad de

México

Los historiadores de Nueva España suelen señalar una crisis económica que afectó a

las clases populares en la ciudad de México y otros lugares a fines del periodo colonial. El

consenso al que parecen llegar los estudiosos es que la recuperación económica borbónica

comenzó a tambalearse en la segunda mitad del siglo XVIII como consecuencia del

incremento de la población, los precios y los costos de producción, así como de una serie de

guerras europeas que entorpecieron el comercio y la entrega de provisiones para ciertas

industrias14. Algunas pruebas sugieren que las presiones demográficas y el crecimiento

ordenó un censo de la creciente metrópolis a mediados de 1809. Escribió a los oficiales principales de los

ocho cuarteles mayores de la ciudad que el "considerable incremento de la población" de la ciudad requería

un censo para asegurar la adecuada administración de los gobiernos local y virreinal. A pesar de la orden del

Virrey, sólo algunos de los alcaldes de barrio, alegando exceso de trabajo, enfermedades y falta de apoyo de

la gente del distrito, completaron el recuento en sus jurisdicciones. No fue sino hasta la creación de la

Superintendencia de Policía a mediados de 1811 cuando el censo se completó en toda la ciudad. Si bien los

movimientos de independencia incitaron un flujo de inmigrantes a la capital, el incremento de la población

posterior a 1790 se debió en gran parte al movimiento continuo pero creciente de inmigrantes antes de que

la sublevación popular movilizara a la gente hacia las zonas central y occidental de México. Como lo

sugieren el análisis del censo y la intención del Virrey en 1809, los datos del documento de 1811 referentes

a los hogares y otros patrones demográficos no pueden atribuirse sólo al estallido de la guerra de

independencia. La ya sobrepoblada ciudad sólo se vio un poco más agobiada, al tiempo que la crisis colonial

empeoró para los trabajadores pobres de la ciudad de México. Véase Virrey Pedro Garibay a jueces de

cuarteles mayores No. 1-8, junio 17 de 1809, AGNM, Historia, vol. 523, f. 267 r; El Marqués de Santa Cruz

de Ynguanzo al Virrey Francisco Javier de Venegas, 31 de diciembre de 1811, AGNM, Padrones, vol. 78, f.

68 r. También véase AGNM, Historia, vol. 454.

También se ha cuestionado la validez del censo en cuanto a la precisión del perfil por sexo de la población.

Se piensa que los hombres, temiendo la conscripción militar, evadían al empadronador y por lo tanto están

subrepresentados en el censo. Sin embargo, la relación hombre-mujer de 72.5 en 1811 es similar a la

relación documentada en censos parroquiales de finales del siglo XVII y XVIII, levantados con propósitos

eclesiásticos y no militares ni políticos. Como reflejo de los patrones migratorios, en los que las mujeres

constituían la mayoría, parece que un desequilibrio caracterizaba la constitución por sexo de la población en

la Ciudad de México, así como en otras ciudades novohispanas, durante un periodo considerable. Pescador,

De bautizados a fieles difuntos, 113-128; Arrom, The Women of Mexico City, 105-111; Gonzalbo Aizpuru,

Familia y orden colonial, 278; Klein, "The Demographic Structure of Mexico City", 71; Anderson,

Guadalajara a la consumación de la Independencia, 63-65; RabelI Romero, "Trayectoria de vida familiar,

raza y género en Oaxaca colonial", 86-87. uLas fuentes para la crisis económica de fines del periodo colonial en la Nueva España incluyen Richard L.

Garner, Economic Growth and Change in Bourbon Mexico (Gainesville, 1993); Van Young, "Los ricos se

vuelven más ricos", 53-74, 79-82, 97-100; Susan Deans-Smith, Bureaucrats, Planters, and Workers: The

Making of the Tobacco Monopoly in Bourbon Mexico (Austin, 1992), 55, 101-102, 153-157; Arij Ouweneel

y Catrien D. J. Bijleveld, "The Economic Cycle in Bourbon Central Mexico: A Critique of the Recaudación

del diezmo líquido en pesos", Hispanic American Historical Review 69 (1989), 479-530; John Jay TePaske,

"Economic Cycles in New Spain in the Eighteenth Century: The View from the Public Sector", en Richard

L. Garner y William B. Taylor, eds., Iberian Colonies, New World Societies: Essays in Memory of Charles

Gibson (State College, PA, 1985), 119-141; TePaske, "The Financial Disintegration of the Royal

Government of Mexico during the Epoch of Independence", en Jaime E. Rodriguez 0., ed., The

Independence of Mexico and the Creation of the New Nation (Los Angeles, 1989), 63-83; TePaske,

"General Tendencies and Secular Trends in the Economies of Mexico and Peru, 1750-1810: The View from

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económico irregular precipitaron un notable descenso en el ingreso per capita de la Nueva

España dos décadas antes de que estallaran los movimientos de independencia en 1810L\

Los pobres urbanos y rurales cargaron con todo el peso de esta recesión, pues los salarios

estancados y la inflación crónica ocasionaron una reducción de por lo menos 25% en su

poder adquisitivo entre la década de 1770 y 1811.

Estas penurias se veían exacerbadas en la ciudad de México, sobre todo por la

rápida urbanización durante la última generación del dominio colonial16. Alimentada por la

inmigración del campo y de pequeños centros urbanos en la zona central de México, el

aumento demográfico de la capital virreinal sobrepasaba por mucho la de la colonia entera,

pues cada vez más pobres llegaban a buscar trabajo y sustento en la creciente metrópoli17.

La combinación del crecimiento demográfico continuo y el estancamiento económico

general trajo como consecuencia un grave exceso de mano de obra que mantenía los

salarios estancados mientras los precios de comida, renta y artículos manufacturados

seguían subiendo. El caso de la Real Fábrica de Tabaco, la fuente de empleo más grande de

la ciudad que procuraba el sustento para una de cada cinco familias de clase trabajadora,

sirve para ilustrar la situación: sus salarios bajaron a menos de la mitad entre 1775 y 1794,

aun cuando los administradores de la fábrica incrementaron la cuota diaria de trabajo.

the Cajas of Mexico and Peru", en Nils Jacobsen y Hans-Jürgen Puhle, eds., The Economies of Mexico and

Peru during the Late Colonial Period, 1760-1810 (Berlin, 1986), 316-339; Enrique Florescano, Precios de!

maíz y crisis agrícolas en México (1708-1810) (Ciudad de México, 1969), 180-195. l5De acuerdo con los cálculos de TePaske, el ingreso per capita cayó de 41 pesos en 1793 a 28 pesos en 1806,

reducción de casi un tercio. "Economic Cycles in New Spain in the Eighteenth Century", 126. l6La discusión acerca de la crisis en la ciudad de México se basa en las siguientes fuentes: González Angulo,

Artesanado y ciudad, 1 1, 18-19, 54-55, 141-146, 180-189, 203, 209-219, 223, 228, 232-237; Pérez Toledo,

Los hijos del trabajo, 60-103; Pescador, De bautizados a fieles difuntos, 90-106, 128-138, 378; Van Young,

"Los ricos se vuelven más ricos", 29, 56, 64-80, 84-87, 95-100, 111-121; Deans-Smith, Bureaucrats,

Planters, and Workers, 23, 55, 59, 152-154, 166-171, 176-182, 191-199, 209-213, 217, 245; Florescano,

Precios del maíz, 88-172; Teresa Lozano Armendares, La criminalidad en la ciudad de México, 1800-1821

(Ciudad de México, 1987), 178-179, 182; Gabriel Haslip-Viera, Crime and Punishment in Late Colonial

Mexico City, 1692-1810 (Alburquerque, 1999), 7-35; Timothy E. Anna, The Fall of the Royal Government

in Mexico City (Lincoln, 1978), 140-149; Michael C. Scardaville, "Crime and the Urban Poor: Mexico City

in the Late Colonial Period" (Tesis doctoral, University of Florida, 1977), 51-55, 72-73; Valdés, "The

Decline of the Sociedad de Castas", 109-110; David Lome McWatters, "The Royal Tobacco Monopoly in

Bourbon Mexico, 1763-1810", (Tesis doctoral, University of Florida, 1979), 52, 156-167, 178, 189-209,

241. l7La ciudad de México tuvo un índice de crecimiento de 71.4% entre 1742 y 1811, mientras que la población

de la Nueva España aumentó menos de 1% durante el mismo periodo. Scardaville, "Crime and the Urban

Poor", 80; Van Young, "Los ricos se vuelven más ricos", 55-56.

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Sin embargo, la erosión de la calidad de vida popular entre 1753 y 1811 no fue

lineal. Si bien en las décadas de 1760 y 177018 ya había indicios de exceso de mano de

obra, trabajo irregular, desempleo y otros malestares sociales y económicos, el periodo que

siguió a la segunda mitad de los noventa estuvo pleno de penurias sin tregua para los pobres

de la ciudad de México. Los bloqueos navales británicos incitados por las guerras

napoleónicas de 1792 a 1802 y de 1804 a 1808 entorpecieron el comercio internacional y el

desarrollo económico de la capital. Entre tanto, algunos oficiales de la colonia, ante el

temor de trastornos sociales, redujeron más de 40% la fuerza laboral de la Fábrica de

Tabaco, lo cual significó una pérdida de casi 4 000 puestos de trabajo entre 1797 y 1798.

Los despidos continuaron en la década siguiente, cuando la población de la ciudad alcanzó

sus mayores índices de crecimiento. El creciente exceso de mano de obra y las

subsecuentes necesidades de los pobres urbanos contribuyeron a la desaparición del

restrictivo sistema gremial a medida que cada vez más hombres, mujeres y niños se

dedicaban a la producción artesanal doméstica familiar para generar los ingresos necesarios

para sobrevivir. Mientras que los gremios debilitados permitían oportunidades

remunerativas flexibles para todos los miembros de los hogares de la clase trabajadora,

los pequeños talleres independientes solían generar ingresos apenas suficientes para ganarse

la vida.

A estas carencias se sumaba el incremento precipitado del precio del maíz. El precio

promedio del maíz aumentó 57% entre 1753 y 1790 y 86% adicional entre 1790 y 1811,

mientras que los precios a corto plazo escalaron durante las tres crisis más graves en

1785-86, 1801-02 y 1810-11. Como consecuencia, las clases trabajadoras de la ciudad de

México tuvieron que asignar una proporción mayor de su presupuesto doméstico a la

alimentación - cerca del 75% en 1810 - cuando los salarios eran fijos y con frecuencia

irregulares. El desastre que significó para los pobres la creciente crisis económica fue el

l8Prueba de la miseria de estas décadas son, por ejemplo, los comentarios cada vez más frecuentes sobre el

aumento de inmigrantes y mendigos en la capital, el establecimiento de talleres ilegales independientes de

los gremios, y la fundación de tres importantes instituciones, la Casa de Expósitos, el Hospicio de Pobres y

el Monte de Piedad, designadas para responder a situaciones como el exceso de mano de obra, los salarios

estancados, y el declive en la calidad de vida, que continuarían y se intensificarían durante las dos próximas

generaciones. Arrom, "Desintegración familiar y pauperización"; Felipe Arturo Avila Espinosa, "Los niños

abandonados en la Casa de Niños expósitos de la ciudad de México: 1767-1821", en Pilar Gonzalbo

Aizpuru y Cecilia Rabell, compiladoras, La familia en el mundo iberoamericano (Ciudad de México, 1994),

265-310; González Angulo, Artesanado y ciudad, 180-122; Pérez Toledo, Los hijos del trabajo, 62-65.

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detonador de los movimientos de independencia en las provincias de la Nueva España, lo

cual no sólo hizo que miles de inmigrantes buscaran refugio en la ciudad de México, sino

que también entorpeció el aprovisionamiento de comida, provocó un descenso en la

producción y el comercio locales, contribuyó a las tendencias inflacionarias y trajo niveles

aún mayores de subempleo y desempleo. Estos acontecimientos, ocurridos durante una de

las crisis agrícolas más graves, volvieron aún más desesperanzadora una situación que ya

era difícil para la mayoría de los residentes pobres de la ciudad. En suma, estos indicadores

económicos y demográficos de largo plazo muestran que los hogares de clase trabajadora

estaban sujetos a presiones económicas crecientes y en consecuencia se volvían cada vez

más vulnerables a finales del siglo XVIII y principios del XIX.

La vida del pueblo se volvió más ardua y menos segura durante las últimas décadas

del dominio colonial. El poder adquisitivo reducido y el correspondiente descenso en la

calidad de su dieta llevaron a cada vez más trabajadores de la ciudad de México a una

situación extrema de subsistencia. Ellos, mejor que nadie, reconocían lo precario de su

situación, pues sabían que perder un empleo o a un miembro de la familia por enfermedad o

muerte podía resultar en desastre. Con vividos recuerdos de las crisis de maíz que asolaban

la colonia periódicamente, los pobres vivían sabiendo que el mañana no traería garantías ni

certidumbre, en especial cuando llegaban quienes competirían con ellos por empleo y

vivienda a buscar algo de seguridad en la ciudad.

¿Cómo reaccionaron las clases trabajadoras a esta extensa y severa crisis? ¿Cómo

lograron sobrevivir en un medio urbano cada vez más prohibitivo? Si bien estas preguntas

se pueden responder parcialmente ilustrando cómo algunos individuos buscaban la escasa

caridad que había y desempeñaban actividades económicas ilegales, la reacción popular a la

crisis de fines del periodo colonial se puede entender de manera más provechosa y cabal si

se examina el modo en la que las clases trabajadoras respondieron en el nivel doméstico.

El hogar urbano de la ciudad de México de finales del periodo colonial servirá como

marco a este ensayo para estudiar el comportamiento económico de las clases trabajadoras.

La cruda realidad material de finales del siglo XVIII y principios del XIX volvía precarios

los esfuerzos individuales por sobrevivir y ganarse el sustento, incluso cuando la inflación

llegaba a estar controlada. Muy pocos trabajadores pobres eran económicamente

autosuficientes o tenían recursos para sobrellevar los periodos difíciles. No había muchas

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oportunidades para que individuos solos aumentaran sus ingresos en la sobrepoblada capital

virreinal. Si bien los lazos de parentesco, tanto reales como creados, podían ser

económicamente valiosos para el individuo, y con frecuencia lo eran, lo que mejor lo

protegía de la destitución y la privación era formar parte de un hogar, aumentando así al

máximo las posibilidades de supervivencia económica. Aunque la pertenencia a esta unidad

social no garantizaba la seguridad del individuo, ciertamente la incrementaba, ya fuera en el

caso de un jornalero que había inmigrado de la provincia o de un artesano de la ciudad de

México.

Los habitantes de la ciudad del México colonial vivían en hogares, no sólo en

familias, y era allí donde se tomaban las decisiones esenciales para enfrentar las crisis

económicas. Temas como la fecundidad, el cuidado de los niños, los gastos, la producción,

el empleo, la residencia, la contratación de sirvientes o el alojamiento de nuevos huéspedes

se discutían y negociaban dentro del hogar. Sin duda, se buscaba consejo y asistencia entre

parientes y conocidos externos, pero en última instancia éstos y otros problemas se

resolvían para el beneficio e interés propio de los individuos que constituían el hogar.

No obstante, debemos tener cuidado de no considerar los hogares como unidades

independientes en el aspecto económico y social. Debemos reconocer que resulta imposible

documentar con precisión hasta dónde dependían los hogares del parentesco y las

redes sociales para apoyo económico y de otro tipo, pues las fuentes que hablan de

los hogares identifican las relaciones dentro del hogar mismo y no las que trascienden los

grupos coresidentes. Seguramente, los hogares en la ciudad de México de fines del periodo

colonial se apoyaban en organizaciones y mecanismos externos formales e informales.

Existía en la capital una serie de instituciones, desde el Hospicio de Pobres hasta los

juzgados, que vinculaban a los individuos y sus hogares con la sociedad. También se podía

contar con la familia extendida y otras redes sociales, incluidos los padrinos, para ayudar al

hogar en tiempos difíciles, ya fuera con apoyo económico, comida o servicios personales.

Sin embargo, opino que este apoyo externo era temporal. La ayuda familiar iba

acompañada de un precio, pues solía ser de naturaleza recíproca. Los miembros del hogar

tenían que dar, no sólo recibir. Además, como lo indica el notable historiador inglés, Peter

Laslett, "un círculo amplio de parientes desafortunados con una mala salud peculiar o

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víctimas de la pobreza podía ser una desventaja"19. Es muy probable que cualquier apoyo

proveniente del exterior fuera de corta duración y de carácter no monetario, pues la mayoría

de las familias trabajadoras a fines del periodo colonial se encontraba en apuros

económicos similares y tenía pocas reservas para ayudar a parientes externos. Si bien el

hogar formaba parte de una red de parentesco, no dependía económicamente de las

relaciones biológicas, así como tampoco dependía enteramente de los lazos de amistad,

vecindad o trabajo para obtener apoyo. En mi opinión, visto como una unidad económica

orientada hacia el trabajo que relacionaba a los trabajadores pobres con el mercado laboral

así como con otras redes sociales, el hogar de la ciudad de México de fines del periodo

colonial funcionaba como el principal medio de supervivencia para la gran mayoría de

individuos y familias de jornaleros y trabajadores.

Las respuestas domésticas a la crisis de fines del periodo colonial: consideraciones

generales

Una forma de apreciar las respuestas de la clase trabajadora ante la profunda e

implacable crisis de finales del siglo XVIII y principios del XIX en la ciudad de México es

estudiar la formación de hogares entre los grupos populares de la capital en diferentes

momentos. En respuesta a las miserables condiciones de trabajo y los bajos salarios, los

hogares urbanos, mediante las acciones de sus miembros, lograban adaptarse a la crisis

modificando su tamaño, composición, estructura y actividades colectivas, creando en el

proceso redes de ayuda mutua entre los trabajadores pobres. Puesto que la organización

doméstica estaba (y sigue estando) determinada por normas sociales y factores

demográficos y materiales, el análisis de los rasgos domésticos cambiantes revela diferentes

patrones de comportamiento en la clase trabajadora que, a su vez, sugieren la forma en que

los trabajadores pobres trataban de mejorar su posición dentro de la aquejada economía

local. Estas estrategias de supervivencia muestran cómo los trabajadores en la ciudad de

l9Peter Laslett, "The Family as a Knot of Individual Interests", en Robert Me C. Netting, Richard R. Wilk, y

Eric Arnould, eds., Households: Comparative and Historical Studies of the Domestic Group (Berkeley,

1984), 356.

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México de finales de la Colonia lograban, a través de sus hogares, aumentar al máximo sus

oportunidades económicas y su seguridad personal20.

Antes de continuar es conveniente hacer algunas observaciones. Los historiadores

deben ser cuidadosos con el término "estrategia de supervivencia", pues sugiere una

conciencia de grupo que bien pudo haber estado ausente, al igual que implica cierta

racionalidad en el proceso de toma de decisiones que pudo no haber existido. Tampoco

debemos asumir que un grupo doméstico siempre tomará decisiones en interés del bienestar

material de la familia, en especial porque los valores personales y culturales, como gastar

sus pocos recursos en bebida o juego, podían haberse antepuesto a lo que podríamos

considerar opciones más razonables en un medio de privación. Además, no debemos pensar

que a los supuestos marginados les falta inteligencia para tomar las decisiones que ellos

creen sensatas. En todo caso, quienes se encuentran bajo tales presiones económicas

arriesgan más al buscar como mejorar su situación. También es peligroso suponer que el

hogar poseía una voluntad colectiva, por lo general encarnada en su jefe, pues

probablemente este enfoque no considere la negociación, por contenciosa que resultara, que

se efectuaba entre los miembros del hogar antes de emprender cualquier acción que afectara

su bienestar material21. Con estas advertencias en mente, los términos "estrategia" y

"respuesta" en este ensayo no necesariamente connotan un comportamiento planeado de

manera consciente. Por lo general, no se refieren sino a reacciones plausibles ante

oportunidades y restricciones externas para conseguir ciertos objetivos, "un pragmatismo

colectivo" o "procedimientos de la creatividad diaria", en palabras de Pilar Gonzalbo

Aizpuru y Michel de Certeau respectivamente22. La lectura de algunos censos civiles y

eclesiásticos de finales del siglo XVIII y principios del XIX -en especial los recuentos de

^González de la Rocha "no concuerda con la opinión de que los individuos de sociedades tradicionales, o

aquellos con pocos recursos y poder, no son capaces de tomar decisiones y actuar fuera de la costumbre y la

tradición". The Resources of Poverty, p. 12. Para una reseña de los estudios sobre la validez del término

"estrategia de supervivencia", véase The Resources of Poverty, pp. 11-16, que define las estrategias

domésticas de supervivencia como "estrategias de organización a corto plazo que se desarrollan para

enfrentar los problemas y privaciones tanto esperados como inesperados de la vida diaria" p. 15 y Hareven,

"The History of the Family", pp. 98-101, p. 117.

"'Los conflictos domésticos dentro de los hogares de la clase trabajadora están ampliamente documentados.

Por ejemplo, véanse los estudios de Sonya Lipsett-Rivera, María Teresa Pita Moreda y Juan Javier Pescador

en Gonzalbo Aizpuru y RabelI Romero, coordinadoras, Familia y vida privada en la historia de

Iberoamérica, 325 ss. 22Gonzalbo Aizpuru, "La familia en México colonial", p. 397. Certeau nos recuerda sobre la acción de los

grupos populares, "las formas clandestinas adoptadas por la creatividad dispersa, táctica y provisional de

grupos o individuos". The Practice of Everyday Life (Berkeley, 1985), X1V-XV.

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1790 y 1811- indica que los trabajadores aspiraban a tomar el control de sus vidas ante

las fuerzas económicas externas; también podemos observar sus múltiples respuestas a la

crisis de fines del periodo colonial al observar los patrones demográficos cambiantes de los

principales tipos de hogar.

El análisis de las características de los hogares de clase trabajadora puede

entenderse mejor dentro de un marco general que identifique los factores que subyacen las

respuestas domésticas a la crisis económica en la ciudad de México. El tamaño del hogar y

los tipos de familia -nuclear, extendida o múltiple- son indicadores de ciertos temas

culturales, demográficos y materiales, y sugieren un sentido de estrategia que subyace la

formación de hogares, aunque no sean los únicos determinantes del bienestar del grupo

doméstico23. Estos factores no bastan por sí mismos para entender de manera comprensiva

las respuestas de los trabajadores pobres de la ciudad de México ante la creciente crisis en

el nivel doméstico. El factor crucial reside en la administración del número de miembros

que conforman el hogar y en la habilidad de cada unidad doméstica para crear un perfil

demográfico que favorezca la relativa salud económica del grupo y sus miembros. El

bienestar económico del hogar dependía de su capacidad para generar ingresos así como de

23Con base en la composición interna de cada grupo residencial, en este estudio se definió cada hogar de

acuerdo con los tipos básicos de hogar propuestos primero por Peter Laslett en 1972 y modificados en lo

subsecuente por estudiosos del grupo doméstico latinoamericanos y europeos, entre otros. La tipología de

Laslett, que reconoce el papel fundamental de la familia en la formación de hogares, refleja en primera

instancia las relaciones de parentesco dentro del hogar. De esta manera, los hogares pueden clasificarse en

cinco arreglos generales: 1) Unipersonal: individuos que viven solos, aunque tengan inquilinos o sirvientes;

2) No familiares: personas que viven juntas pero sin estar casadas, aunque pueden estar emparentadas o no;

3) Familia simple: se trata de diversos arreglos de las llamadas familias nucleares, como una pareja casada o

en unión de común acuerdo con o sin hijos y un padre soltero (viuda, viudo o abandonado) con hijos;

4) Familia extendida: grupo que consiste de por lo menos una relación conyugal (matrimonio, unión libre o

viudo con o sin hijos) y algún otro pariente, como el padre, la madre, algún abuelo, hermano, tío o sobrino;

5) Familia múltiple: por lo menos dos unidades conyugales con o sin parientes adicionales y que pueden

estar emparentados o no. Peter Lastlett, ed., Household and Family in Past Time, pp. 23-40. A pesar de

algunas limitaciones de la tipología de Lastlett, en especial el énfasis en el parentesco como centro de la

formación de hogares y la subsecuente subestimación de la complejidad de los mismos, el uso de estas

definiciones para clasificar los arreglos domésticos es valiosa para perspectivas comparativas e

interculturales.

Como los censos de 1790 y 1811 no especifican el tipo de relación dentro del hogar, clasifiqué los grupos

domésticos y sus variaciones internas con base en los apellidos, la raza, el lugar de origen y la edad. Como

resultado, me fue posible clasificar cada familia o unidad doméstica en uno de los patrones domésticos

amplios sin especificar los lazos familiares dentro del hogar específico. Resulta especialmente difícil definir

con precisión la categoría de inquilino, pues es probable que las pautas precedentes no revelen ninguna

relación familiar con el jefe del hogar. Sin embargo, es posible que esta relación no resulte tan importante,

dado que las funciones económicas que realizan dentro del hogar los residentes emparentados y los

inquilinos son muy similares.

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sus gastos, los hogares que lograban incrementar la primera disminuyendo los segundos

podían ajustarse mejor a las exigencias de la vida urbana de fines del periodo colonial. La

composición favorable de un hogar resultaba fundamental para este éxito relativo. El

objetivo supremo de los trabajadores pobres, así como el medio principal para elevar los

ingresos y reducir los gastos, consistía en limitar el número de dependientes en relación con

el número de asalariados potencial mente productivos.

El concepto de relación de dependencia permite medir el grado en que los hogares

de clase baja se habían vuelto más hábiles para organizarse y enfrentar las exigencias de la

crisis. En este ensayo, este concepto se define como la relación de dependientes, es decir,

de miembros no productivos del hogar, respecto de los miembros potencialmente

productivos, los adultos dentro del rango de edades más productivo, entre los 16 y 50, y los

niños entre los 12 y 15 años24.

La relación de dependencia es una herramienta útil para entender las estrategias de

formación de hogares25. Un porcentaje bajo que refleja arreglos domésticos con pocas

24Dadas las consideraciones de salud y mortalidad a finales del siglo XVIII y principios del XIX en la ciudad

de México, el periodo en que los adultos tenían más posibilidades de generar ingresos era entre los 16 y los

50 años. La inclusión de niños de entre 12 y 15 años en la fuerza de trabajo potencialmente productiva se

basa en el estudio de González Angulo que muestra cómo casi todos los niños se volvían aprendices a los

12 años y adquirían el estatus de oficial a más tardar a los 17. Artesanado y ciudad, pp. 176-178. Las

familias esperaban que niños y niñas contribuyeran de alguna manera al bienestar material del hogar cuando

alcanzaban la adolescencia. Las niñas podían ser particularmente valiosas en diversas tareas domésticas así

como ayudando a los padres trabajadores cuando se les pagaba por destajo. Véase Pescador, De bautizados

a fieles difuntos, pp. 219-221; Deans-Smith, Bureaucrats, Planters, and Workers, pp. 206-208, pp. 237-239;

Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial, p. 287. 25Aunque los estudiosos, con ayuda de censos publicados y métodos de campo, suelan medir la dependencia

doméstica examinando la relación de dependientes respecto de los miembros que trabajan, pienso que no se

puede confiar en las estadísticas sobre fuerza de trabajo en los censos de 1790 y 1811 para calcular una

relación de dependencia creíble para los hogares de la clase trabajadora. En general, el análisis de los censos

de fines del periodo colonial basados en las ocupaciones y oficios registrados por el empadronador

distorsiona el tamaño y la naturaleza de la fuerza de trabajo, pone demasiado énfasis en los ingresos por

salarios y por lo tanto subestima el ingreso total potencial del hogar. En primer lugar, que una persona se

registrara bajo un oficio no significaba que trabajara en algo relacionado con ese oficio o siquiera que

trabajara. En segundo lugar, los datos ocupacionales en los censos de 1790 y 1811 no consideraban varias

fuentes de ingreso que conformaban estrategias y expectativas de subsistencia. Las actividades generadoras

de ingresos que no solían figurar en los registros incluían el trabajo no asalariado, en especial dentro de la

producción doméstica, el empleo intermitente en situaciones de emergencia, y los negocios ilegales como

tabernas clandestinas o casas de juego. Particularmente, los censos subestiman el papel productivo de la

mujer, en especial de las mujeres casadas o hijas mayores. A muchas de las mujeres que tenían un empleo

propio y trabajaban dentro del sector informal, así como las que participaban o contribuían a la producción

artesanal doméstica como fuerza de trabajo auxiliar, no se les asignaba una ocupación u oficio formal. Si

bien no están documentados en forma sistemática por los historiadores ni registrados por los

empadronadores, la existencia y utilización del sector informal y otros sectores ocultos del mercado laboral

ampliaba claramente la base de recursos de los hogares urbanos específicos. El conocimiento incompleto

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tensiones económicas indica que hay menos dependientes por número de asalariados

potenciales, y que por lo tanto el hogar está organizado para poder aprovechar al máximo

las oportunidades que se presentan en el medio urbano. Por el contrario, un porcentaje de

dependencia mayor revela un desequilibrio entre los miembros económicamente activos e

inactivos, lo cual implica una mayor vulnerabilidad económica. La noción de relación de

dependencia, como medida del grado en que un hogar se encuentra bajo presiones

económicas, nos ayuda a entender cómo los individuos trataban de aumentar al máximo sus

posibilidades de seguridad personal durante la crisis económica de fines del periodo

colonial26.

Los trabajadores pobres de la ciudad de México reaccionaron ante su situación

económica en el nivel doméstico tratando de reducir el número de dependientes, en

particular niños y sirvientes, mientras aumentaban el número de trabajadores productivos,

que se tiene del alcance y grado de desempleo y subempleo no permite usar los datos ocupacionales del

censo para medir la dependencia doméstica.

Un acercamiento menos conjetural consiste en definir la capacidad generadora de ingresos del hogar como

el reflejo del número de adultos y niños mayores potencialmente capaces de trabajar para mantenerse a sí

mismos y al hogar. El concepto de miembros del hogar potencialmente productivos muestra en forma más

atinada la capacidad generadora de ingresos de la unidad doméstica, y no sólo los posibles ingresos en

moneda, toma en cuenta la naturaleza del mercado laboral, en especial el importante papel del sector

informal y la producción artesanal doméstica en la subsistencia de las clases trabajadoras, y por lo tanto,

admite un mayor rango de posibles oportunidades remunerativas a la vez que reconoce la capacidad

productiva de mujeres y niños dentro de la economía del hogar. Esta medida representa mejor la capacidad

del hogar para generar ingresos y permite entender el hogar como "una unidad económica que manda

trabajadores al mercado laboral para obtener salarios al tiempo que mantiene trabajadores en casa para

participar en actividades de subsistencia e industria doméstica". González de la Rocha, The Resources of

Poverty, p. 16. Para una discusión de la economía familiar y los patrones ocupacionales femeninos en la

ciudad de México de fines del periodo colonial, véase González Angulo, Artesanado y ciudad, pp. 134-141

y Arrom, The Women of Mexico City, pp. 154-205. 26No debemos olvidar que una relación de dependencia no puede determinar en forma precisa cómo un hogar

específico logra enfrentar la privación. Otras variables no cuantificables afectaban el bienestar de los

hogares: la administración del presupuesto; la fluctuación del precio de bienes y servicios esenciales; el

costo de la renta; los niveles de desempleo y subempleo; el acceso a parcelas de maíz y raciones

alimenticias producto del trabajo; la salud y la subsecuente capacidad de empleo de los miembros del hogar;

el grado en que la economía informal, la caridad o las actividades ilegales mantenían o por lo menos

aportaban ingresos a la familia; y las características demográficas específicas de la unidad doméstica, como

el número de niños y la relación entre trabajadores mujeres y hombres, con el subsecuente impacto en la

capacidad de generar ingresos. Por ejemplo, la cantidad promedio de niños era manejable para la mayoría de

los hogares de la clase trabajadora, pero aquellos que llegaban a tener diez o más pequeños en una sola

vivienda enfrentaban grandes dificultades para sobrevivir día con día. El análisis de los censos y el uso de

conceptos como la relación de dependencia no revelan nada sobre la eficiencia de la organización doméstica

cuando se estudia caso por caso; no obstante, sugieren patrones generales de comportamiento entre las

clases trabajadoras en el nivel de la unidad doméstica.

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incluidos los inquilinos, en la unidad doméstica27. Buscar y mantener la flexibilidad en la

formación doméstica era esencial para reducir el porcentaje de dependencia e incrementar

las oportunidades de salir adelante. El número de dependientes así como el tamaño de la

fuerza potencial de trabajo doméstica estaban en relación directa con la habilidad de

administrar, si no es que de manipular, el tamaño y en especial la composición del hogar.

Era mediante el proceso de formación de hogares y los arreglos domésticos resultantes

como los trabajadores pobres podían controlar relativamente la eficiencia y productividad

de su colectividad. Un estudio de los tipos más importantes de hogar y su estructura interna

identificados en los censos de 1753, 1790 y 1811 nos permitirá explorar de manera más

completa los hogares que buscaban los trabajadores en su lucha por sobrevivir28.

27Las expectativas de que la seguridad personal aumentaría si había varios miembros generadores de ingresos

en el hogar y de que el riesgo personal se vería exacerbado si una familia o individuo dependía de una sola

persona para su subsistencia, constituían un factor fundamental para la estrategia de incrementar el número

de miembros potencialmente productivos del hogar. Todos los estudios sobre la relación entre ingresos y

niveles de subsistencia en la ciudad de México de fines del periodo colonial subrayan la necesidad de incluir

tantos miembros del hogar como fuera posible en la fuerza de trabajo, dado el disminuido poder adquisitivo

y la escasez de empleos. Si bien en ocasiones el estado se ocupaba de la noción de "salario familiar", en

realidad los salarios para los jefes de hogar eran inadecuados para mantener la unidad doméstica completa.

Scardaville, "Crime and the Urban Poor", pp. 66-68; Deans-Smith, Bureaucrats, Planters, and Workers,

p. 178, pp. 191-200; González Angulo, Artesanadoy ciudad, pp. 125-135.

La cantidad de miembros potencialmente productivos resultaba bastante crítica dentro de un mercado

laboral en el que los salarios solían basarse en el trabajo a destajo, como en la Real Fábrica de Tabaco y los

talleres artesanales domésticos. Este tipo de remuneración, que dependía de la producción diaria, favorecía

aquellos hogares en los que el mayor número de miembros ayudaba en la tarea productiva. El potencial del

hogar para generar ingresos se podía ampliar no sólo a través de salarios, sino también mediante el

intercambio de bienes y servicios, en particular en el caso de trabajadores que recibían comida u otros

bienes materiales como parte de su salario. Además, los adultos que ya habían rebasado sus años

productivos podían proporcionar valiosos servicios personales, como el cuidado de los niños y las tareas

domésticas, que resultaban fundamentales, aunque no se puedan medir, dentro de las estrategias domésticas

de supervivencia. Tales servicios permitían a otros miembros del hogar, tal vez más jóvenes y productivos,

entrar al mercado laboral formal o informal. Deans-Smith, Bureaucrats, Planters, and Workers, pp. 159,

p. 191, pp. 208-209, pp. 238-239; McWatters, "The Royal Tobacco Monopoly", p. 220; González Angulo,

Artesanado y ciudad, p. 145, pp. 231 -234. 28En parte, la formación de hogares es un reflejo tanto del ciclo familiar como de una respuesta a condiciones

económicas externas. Como se desarrollará en la siguiente sección de este ensayo, sostengo que estas

condiciones resultado de la grave situación económica, desempeñaron un papel crucial en la conformación

de gran parte de los grupos domésticos de la clase trabajadora en la ciudad de México a fines del periodo

colonial.

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Patrones de hogar y relación de dependencia en la ciudad de México de fines del

periodo colonial

Los datos del cuadro 1, que muestran el tamaño y los tipos de hogar de las clases

alta y trabajadora en la ciudad de México en 1790 y 1811, sugieren diferencias críticas en la

formación de hogares entre quienes tenían una posición acomodada y quienes estaban en

franca desventaja ante la crisis económica de fines del periodo colonial. Como ya ha sido

documentado para las sociedades occidentales preindustriales, incluido México e

Iberoamérica, la riqueza constituía un factor determinante en el tamaño del hogar29. El

tamaño de los hogares de clase alta en las muestras de ambos censos es significativamente

mayor que el de los hogares de la clase trabajadora (9.8 contra 4.0 en 1790 y 6.5 contra

4.7% en 1811), pues los ricos podían permitirse mantener más hijos y sirvientes bajo un

mismo techo, mientras que los pobres, entre quienes los índices de mortalidad infantil eran

mayores, no podían ni estaban dispuestos a crear y mantener unidades domésticas más

grandes30.

29Entre los estudios sobre familias mexicanas que documentan esta relación entre clase y estructura

doméstica, véase Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial, pp. 284-285; Rabell Romero, "Trayectoria

de vida familiar, raza y género en Oaxaca colonial", p. 96; Agustín Grajales Porras, "Hogares de la villa de

Atlizco a fines de la Colonia", pp. 325-342; Sánchez, "Démographie et perception du statut social dans une

société coloniale", pp. 409-422. Para encontrar análisis basados en las clases sociales sobre los hogares

europeos, véase Laslett, ed., Household and Family in Past Time. 30Por su amplitud, la muestra de hogares de las élites en 1811 es más representativa de las formas domésticas

de la clase alta que la de 1790, aunque la tendencia de las élites a formar unidades domésticas más grandes

está claramente presente en ambas instancias. Un análisis más detallado de los hogares de las clases más

adineradas en 1811 -grandes comerciantes, mineros y oficiales del gobierno— muestra que su tamaño era

más de dos veces mayor (9.7) que el de los hogares de la clase trabajadora, lo cual se puede atribuir al

mayor número de niños y en especial de sirvientes en las casas de los residentes más adinerados de la capital

virreinal. En promedio, las altas élites empleaban 3.6 sirvientes más y tenían como residentes 1.52 niños

más por hogar que las unidades domésticas de clase trabajadora. Sólo en 5.8% de los hogares de la clase

trabajadora se encontraron sirvientes, mientras que en el caso de las altas élites en 94% y en las bajas élites

49.1 por ciento.

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DISTRIBUCION PORCENTUAL DE HOGARES POR TIPO CUADRO 1

SEGÚN CLASE

1790 Y 1811

TIPO DE HOGAR CLASE

ALTA TRABAJADORA

1790 1811 1790 1811

Unipersonal - 7.4 4.2 4.9

No familiar 16.7 12.0 6.2 3.3

Familiar: 83.3 80.6 89.6 91.8

Simple 50.0 55.6 64.6 53.4

Extendido 33.3 17.6 4.2 16.9

Múltiple - 7.4 20.8 21.5

Con lazos de parentesco - 7.4 10.4 8.5

Sin lazos de parentesco - 0.0 10.4 13.0

Tamaño promedio 9.8 6.5 4.0 4.7

Tamaño de muestra N= 6 108 48 790

Nota: En la nota 23 se define tipo de hogar. En las notas 12 y 13 se discute la nuestra de los censos y las técnicas de selección. Fuente: Muestras de los censos de 1790 y 1811.

Las formas de organización de los hogares en la ciudad de México de fines del

periodo colonial, también mostradas en el cuadro 1, determinan tanto similitudes como

diferencias fundamentales entre las élites y las clases trabajadoras. Lo más importante para

nuestro análisis son las divergencias, pues nos ilustran sobre algunos asuntos esenciales de

supervivencia respecto de los pobres urbanos. Por ejemplo, vemos que el índice de arreglos

unipersonales y no familiares en 1811, en el punto culminante de la crisis en la ciudad de

México, era mucho menor entre los pobres (8.2%) que entre las élites (19.4%). La

diferencia más asombrosa es el alto índice de formación de hogares de familias múltiples en

la sociedad de la clase baja (21.5%) comparado con el de las clases altas (7.4%). Lo más

notable es que mientras 13.0% de los hogares de la clase trabajadora consiste de dos

unidades conyugales no relacionadas compartiendo la misma residencia, no hubo ningún

caso similar entre las familias de la clase alta en las muestras del censo31.

3'Este patrón de clases en los hogares múltiples sin lazos de parentesco también resulta evidente en la muestra

del cuartel menor 18 del censo de 1790. Sin embargo, un aspecto importante de la estructura doméstica que

no debe pasarse por alto es que la élite y las clases trabajadoras, como lo muestran ambos censos, valoraban

en forma considerable los arreglos familiares simples, extendidos y con lazos de parentesco (Cuadro

1: 83.4% (1790) y 80.6% (1811) para la clase alta y 89.6% (1790) y 91.8% (1811) para la clase trabajadora).

La familia nuclear o simple representaba la forma ideal de organizar el hogar, en particular porque estas

unidades conyugales también constituían la base de hogares más complejos. Las familias extendidas o

múltiples con lazos de parentesco constituían simplemente medios para cuidar y proteger a padres,

hermanos y otros parientes en determinados periodos. La existencia de arreglos domésticos no basados en el

parentesco refleja que los ideales y las normas no siempre se cumplían debido a factores económicos o

personales. Véase la discusión de Doenges sobre el énfasis cultural en los lazos de parentesco en general y

dentro de la familia simple en particular. "A Regional Society in Colonial Mexico", p. 156, pp. 168-169,

p. 243.

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Podemos suponer que la relativa escasez de hogares unipersonales, en particular

entre las clases bajas, se debe tanto al sentido común económico como a las nociones

ideológicas prevalecientes sobre la familia. Vivir solo no conducía a la seguridad personal

ni al bienestar emocional. Dada la importancia cultural del parentesco, así como la

necesidad de incrementar las posibilidades de supervivencia en la caprichosa economía

urbana, gran parte de los residentes de la ciudad de México de fines del periodo colonial, en

especial los más pobres, trataban de evitar el aislamiento social integrándose a algún otro

tipo de unidad doméstica. Como consecuencia de las estructuras salariales y la naturaleza

del mercado laboral, resultaba difícil que los trabajadores individuales sobrevivieran por sí

mismos, en especial porque las condiciones económicas seguían deteriorándose32. Con

menos de un hogar pobre de trece clasificado como unipersonal o no familiar en 1811,

podemos conjeturar que la subsistencia basada en la familia constituía una ideología

preponderante -reforzada por la realidad económica- para los grupos de clase

trabajadora33.

Los porcentajes de hogares de familias múltiples en los que las unidades conyugales

estaban emparentadas resultaron similares en todos los grupos sociales en 1811 (7.4% para

la élite y 8.5% para los trabajadores pobres); sin embargo, la gran mayoría de las unidades

múltiples en la sociedad de la clase trabajadora estaba constituida por familias no

emparentadas entre sí. Padres e hijos de clases altas y trabajadoras llegaban a compartir el

mismo techo en caso de necesidad, pero las élites no estaban dispuestas a vivir con parejas

casadas o padres solteros sin lazos de parentesco. La popularidad de las unidades familiares

múltiples sin lazos de parentesco entre los trabajadores pobres los separaba claramente de

los residentes más ricos en términos de comportamiento doméstico; también sugiere la

32En 1790, cerca de uno de cada diez hogares de la clase trabajadora consistía de unidades familiares

unipersonales o no familiares, lo cual sugiere que las condiciones económicas permitían dichos arreglos.

Para comentarios sobre la dificultad de sobrevivir solo en la ciudad de México de fines del periodo colonial,

véase Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial, p. 267 y Arrom, "Desintegración familiar y

pauperización", pp. 123-131. Los estudios sobre las sociedades preindustriales europeas han notado que

"vivir solo no es una buena alternativa". Orvar Lógfren, "Family and Household: Images and Realities:

Cultural Change in Swedish Society", en Netting, Wilk y Arnould, eds., Households, p. 466. También véase

Martine Segalen, "Nuclear is Not Independent: Organization of the Household in the Pays Bigouden Sud in

the Nineteenth and Twentieth Centuries", en Ibid., pp. 166-167; Jiitte, Poverty and Deviance, p. 87.

También en el México contemporáneo, con sus problemas económicos, son escasos los hogares

unipersonales: sólo 2.4% de los mexicanos urbanos vivían solos a finales de la década de 1980. Selby,

Murphy y Lorenzen, The Mexican Urban Household, p. 53. 33Para una conclusión similar respecto de los grupos populares en el México urbano a fines del siglo XX,

véase Selby, Murphy y Lorenzen, The Mexican Urban Household, pp. 91-93.

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posibilidad de que estos tipos de hogar, al reflejar el grado de marginación o la crisis

familiar, representen una respuesta particular ante las deterioradas condiciones económicas

y demográficas en la ciudad de México en 181134.

Patrones domésticos: 1753-1811

La comparación de los censos de 1753, 1790 y 1811 tiende a reafirmar lo dicho

sobre la formación de hogares en la capital virreinal35. El siguiente análisis de las

estructuras domésticas en el seno de los trabajadores comenzará por estudiar los extensos

cambios a largo plazo llevados a cabo entre 1753 y 1811, y continuará con una discusión de

transformaciones más específicas entre 1753 y 1790, y entre 1790 y 1811. La comprensión

de los cambios demográficos secuenciales que tuvieron lugar en las residencias de los

sectores populares en la ciudad de México de fines del periodo colonial ilustrara de manera

más clara la emergencia y el desarrollo de la crisis económica, así como la relación entre el

estado de la economía urbana y las formas domésticas entre los residentes más pobres de la

ciudad.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, periodo que precedió el punto culminante

de la crisis económica, los hogares de clase trabajadora eran consistentemente más

pequeños y de composición menos compleja de lo que serían a principios del siglo XIX.

Por ejemplo, en 1753, el tamaño promedio del hogar era de 3.8%, casi una persona menos

por unidad doméstica que en 1811, o casi 20% menor, mientras que el índice de formación

de hogares múltiples sin lazos de parentesco era de sólo 4.4%, casi tres veces menor que el

34Los datos del Cuadro 1 subestiman la importancia de la formación de hogares complejos entre los grupos

populares de la ciudad de México en 1811. Si se analizan de acuerdo con la distribución de la población de

la clase trabajadora en las formas de hogar específicas, más de la mitad (38.4%) de los trabajadores pobres

vivían en arreglos familiares extendidos y múltiples, con uno de cada siete (13.0%) viviendo en unidades

domésticas múltiples sin lazos de parentesco. Doenges también sugiere que el índice de formación de

hogares mútliples a fines del siglo XVIII y principios del XIX en Celaya es algún tipo de indicador de una

crisis demográfica o económica, pues las unidades domésticas complejas ofrecían apoyo crítico de corto

plazo. El porcentaje promedio de hogares múltiples en años de crisis (1770, 1785, 1798-1800) era 35%,

mientras que el de los demás años sólo era 8.6%. "A Regional Society in Colonial Mexico", pp. 145-146,

pp. 156-157. 35Los análisis de corto y largo plazo de los censos parroquiales de fines del siglo XVIII y principios del XIX

suelen comprobar los patrones domésticos generales evidentes en los censos del gobierno. Pescador, De

bautizados a fieles difuntos, pp. 183-191; Gonzalbo Aizpuru, Familia y orden colonial, pp. 274-292; Linda

Arnold, "Sobre la deducción de evidencia: estratificación en un barrio de la ciudad de México, 1777-1793",

Revista de Estudios de Historia Novohispana, 15 (1995), pp. 94-96.

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índice de 181136. A mediados del siglo XVIII, la formación familiar compleja -familias

nucleares con inquilinos así como familias extendidas y múltiples- era mucho más común

entre las élites que entre las clases trabajadoras, pues los artesanos y jornaleros no tendían a

incorporar a los parientes o conocidos residentes, incluidos los inquilinos, en la unidad

doméstica37.

Como se muestra en el Cuadro 2 y la Figura 1, los cambios generales en la

estructura doméstica entre los censos de 1753 y 1811 incluyen una duplicación del índice

de formación doméstica compleja (de 29.4 a 61.8%), así como un descenso correspondiente

en las formas más simples o no familiares (de 70.6 a 38.2%) y en el uso de sirvientes (de

8.2 a 5.8%). Las formas domésticas habían cambiado tanto que para 1811 había casi tantas

familias complejas sin lazos de parentesco (33.3%) como unidades domésticas no

complejas (38.2%), mientras que en 1753, había casi seis veces más de las últimas que de

las primeras. En total, el tamaño medio de los hogares de clase trabajadora aumentó 24.5%

entre 1753 y 1811, en tanto que el incremento en el número de unidades domésticas con y

sin lazos de parentesco fue de 54.3% y 202.7% respectivamente (Cuadro 3.) Al comienzo

del siglo XIX, había 29.3% menos hogares pobres con sirvientes38.

36Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castas", p. 89, p. 91. 37Ibid., p. 93, p. 109, pp. 124-125. Pescador, De bautizados a fieles difuntos, p. 123, p. 126, pp. 183-190,

p. 205, p. 208; Arnold, "Sobre la deducción de evidencia1', pp. 94-96. Valdés sugiere que el índice de

formación de hogares unipersonales entre la clase trabajadora era mayor también en 1753, pues los adultos

no comprometidos tenían mayor disposición y capacidad económica para vivir solos que para compartir una

residencia (p. 97). El estudio de Pescador sobre la parroquia de Santa Catarina y el de Arnold sobre la de

Catedral también muestran un índice significativamente mayor de formación de hogares unipersonales a

fines del siglo XVIII (12.7%) que a inicios del XIX (5.1%). Gonzalbo Aizpuru encontró que los hogares

unipersonales comprendían 10% de todas las unidades domésticas en uno de los distritos de la parroquia

Sagrario en 1777. Familia y orden colonial, pp. 284-285.

La respuesta de los hogares de la clase trabajadora a la severa crisis económica revirtió la relación

tradicional entre clase y estructura doméstica, pues para 1811, las unidades domésticas de los grupos

populares de la ciudad de México se habían vuelto más complejas que las de la élite. Como se puede ver en

el Cuadro 1, la formación de familias extendidas y múltiples entre los pobres en 1811 era de 38.4%,

mientras que para la élite era de 25%. Valdés no discute los tipos de hogar específicos en su estudio del

censo de 1753, pero, como muestra de una mayor complejidad entre la élite, señala que casi la mitad de los

hogares de la clase alta (45.6%) incluía miembros emparentados y no emparentados, mientras que menos de

un tercio de los hogares de la clase trabajadora (29.4%) había incorporado tales miembros en sus grupos

domésticos. "The Decline of the Sociedad de Castas", p. 93. En 1811, estas cantidades eran de 35.2% para

la élite y 43.8% para los trabajadores pobres. 38Debe señalarse que estos patrones domésticos caracterizan, en grados variables, los hogares pobres sin

tomar en cuenta el sexo, la ocupación y la etnicidad del jefe del grupo doméstico. Por ejemplo, entre 1753 y

1811, el tamaño promedio de los hogares dirigidos por artesanos aumentó 25.5%, mientras que el de

unidades domésticas dirigidas por otros miembros de la clase trabajadora aumentó 24.0 por ciento.

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DISTRIBUCION DE HOGARES DE CLASE TRABAJADORA CUADRO 2

1753,1790 Y 1811

COMPOSICION DEL HOGAR ANOS

1753 1790 1811

No complejo 70.6 58.3 38.2

Complejo 29.4 41.7 61.8

Con parientes 18.4 14.6 28.5

Con no parientes 11.0 27.1 33.3

Con sirvientes 8.2 2.1 5.8

Tamaño promedio 3.8 4.0 4.7

Número promedio de niños 2.2 1.5 1.7

Porcentaje de niños 58.4 37.3 36.8

Porcentaje de sirvientes 2.2 0.5 1.2

Tamaño de muestra N= 490 48 790

Nota: Los hogares definidos como "no complejos" incluyen arreglos unipersonales y no familiares, así como familias simples sin inquilinos Los hogares "complejos" incluyen familias nucleares con inquilinos, así como familias extendidas y múltiples Los inquilinos se incluyen en las unidades domésticas complejas sin lazos de parentesco.

Fuente Muestras de los censos de 1790 y 1811. Los datos de 1753 se encuentran en Valdés, "The Decline of the Sociedad de CaMos", 89-92.

PORCENTAJE DE CAMBIO EN EL TAMAÑO Y COMPOSICION CUADRO 3

DE LOS HOGARES DE LA CLASE TRABAJADORA

1753-1811,1753-1790 Y 1790-1811

CONCEPTO PERIODO

1753- 1811 1753- 1790 1790- 1811

Parientes 54.3 -20.7 94.5

No parientes 202.7 146.4 22.9

Número de sirvientes -29.3 -74.3 176.2

Número de niños -21.6 -32.4 16.0

Tamaño promedio 24.5 5.8 17.7

Nota: Los inquilinos se incluyen con los demás miembros no emparentados del hogar. Fuentes: Muestras de los censos de 1790 y 1811

Valdés. "The Decline of the Sociedad de Castaspp. 89-92.

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Resulta significativo notar que en 1811 los hogares eran más grandes a pesar de la

reducción del número de niños residentes. Como se muestra en los Cuadros 2 y 3, el

promedio de niños en los hogares pobres disminuyó 21.6% (de 2.2 a 1.7%) entre ambos

recuentos, lo cual resalta la importancia de la limitación familiar como estrategia de

subsistencia de las clases trabajadoras, así como el papel fundamental que la importación de

adultos con o sin lazos de parentesco desempeñaba en la construcción de unidades

domésticas más amplias para fines del periodo colonial39.

Sin embargo, estos cambios de largo plazo, impulsados en gran parte por la irregular

economía urbana, no se desarrollaron de manera constante. Las iniciativas para reducir las

tensiones económicas y mejorar el bienestar material de la unidad doméstica no eran

estables ni estaban predeterminadas. Las respuestas de los hogares de grupos populares

39Para los datos de 1753, véase Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castasp. 111, nota 9. La menor

cantidad de niños en 1811 no se puede explicar del todo con los brotes de epidemias y su magnitud, pues la

ciudad de México sufrió pestilencias más graves a mediados del siglo XVIII que a fines del periodo

borbónico. En las dos décadas que precedieron cada censo civil, la ciudad de México experimentó la misma

cantidad de epidemias, pero su intensidad fue mayor en el periodo anterior al censo de 1753. Pescador, De

bautizados a fieles difuntos, pp. 90-106. Si bien debe investigarse más al respecto, parece que las familias

más pobres adoptaron medidas para reducir la cantidad de niños dependientes en el hogar o por lo menos

para disminuir su costo total para la economía doméstica. Las familias pobres, en especial los asalariados,

colocaban a sus hijos como aprendices en talleres de artesanos urbanos o bien como sirvientes en las casas

de las élites. En 1811, había 23.1% más niños en el hogar de un artesano que en el de un asalariado (2.0%

contra 1.6% en promedio). Los niños de los artesanos no representaban una desventaja porque podían

contribuir a la capacidad productiva del hogar. Véase González Angulo, Artesanado y ciudad, pp. 134-146.

Para una discusión sobre la circulación de niños de la clase trabajadora a finales del siglo XVIII en Oaxaca,

véase Rabel 1 Romero, "Trayectoria de vida familiar, raza y género en Oaxaca colonial", pp. 97-117.

Las familias de la clase trabajadora también podían limitar el número de niños dependientes controlando la

fecundidad. La escasa evidencia sugiere que la edad de quienes contraían matrimonio por primera vez pudo

haber aumentado en la última generación del dominio colonial. Pescador, De bautizados a fieles difuntos,

p. 150, p. 152; Arrom, The Women of Mexico City, pp. 119-121 y pp. 316-317, nota 40. Las familias pobres

tanto de la ciudad como del campo en el México de fines del periodo colonial empleaban otras medidas para

restringir la fertilidad, como el aborto, el abandono de los hijos y, en casos extremos, el infanticidio. Si bien

tales acciones no constituían el medio principal para controlar la fecundidad, es probable que su uso a fines

del siglo XVII1 y principios del XIX -como se ha documentado para ese periodo en Europa Occidental-

hayan aumentado a medida que la crisis se intensificaba. Sin importar la legalidad o ilegalidad de estos

métodos, los hogares de la clase trabajadora se las arreglaban para evitar que su propia descendencia se

volviera una carga económica más. Véase Pérez Herrero, "Evolución demográfica y estructura familiar en

México", pp. 361-362; Celina Guadalupe Becerra, "Hijos legítimos en los Altos de Jalisco, 1770-1820", en

Virginia Guedea y Jaime E. Rodríguez O., eds., Five Centuries of Mexican History / Cinco siglos de

historia de México (Ciudad de México, 1992), II, pp. 274-285; Pilar Gonzalbo Aizpuru, "La casa de niños

expósitos de la ciudad de México: una fundación del siglo XVIII", Historia Mexicana 31 (1982),

pp. 409-430 y Ávila Espinosa, "Los niños abandonados en la Casa de Niños Expósitos de la ciudad de

México". Para un resumen de estudios sobre Europa, véase Louise A. Tilly, Rachel G. Fuchs, David I.

Kertzer y David L. Ransel, "Child Abandonment in European History: A Symposium", Journal of Family

History 17 (1992), pp. 1-23. Para un estudio sobre el infanticidio y el abandono de niños en la España

borbónica, véase Joan Sherwook, Poverty in Eighteenth-Century Spain: The Women and Children of the

Inclusa (Toronto, 1988).

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variaban de acuerdo con situaciones específicas, como las consecuencias de enfermedades

en la estructura familiar, el estado de la economía local y el mercado laboral, así como los

precios del maíz. Los trabajadores pobres de la ciudad de México tomaban decisiones con

base en las oportunidades y restricciones que percibían en 1790 y 1811.

Patrones domésticos: 1753-1790

En 1790, las familias del sector laboral tuvieron que enfrentar las secuelas

demográficas de dos graves epidemias, en 1784 y 1786, un incremento notable en el precio

del maíz luego de una importante crisis agrícola en 1785-86, y la erosión gradual pero

constante del sistema gremial restrictivo, provocada en parte por un exceso crónico de

mano de obra que mantuvo los salarios estancados en tiempos de inflación creciente. Las

respuestas domésticas ante tales circunstancias pueden verse en los Cuadros 2 y 3 y en la

Figura 1. Entre 1753 y 1790, los hogares de los trabajadores aumentaron ligeramente su

número de miembros (de 3.80 a 4.02 para un incremento de 5.8%) y se hicieron

considerablemente más complejos (de 29.4% a 41.7%), aunque gran parte de las unidades

domésticas (58.3%) aún se caracterizaba por arreglos simples sin inquilinos, unipersonales

o no familiares. Estos patrones sugieren una economía local en deterioro, pero, como

veremos más tarde, aún no se alcanzaba la etapa de crisis.

Esta complejidad fue un resultado claro de la incorporación de miembros no

emparentados al hogar (11.0% a 27.1% de aumento en los hogares complejos sin lazos de

parentesco). A mi parecer, esta situación está relacionada con el creciente índice de

inmigración a la ciudad, en donde muchos inmigrantes fueron absorbidos por las unidades

domésticas existentes, así como con las epidemias de mediados de 1780, que ocasionaron la

formación de numerosas familias fragmentadas, incrementando así la cantidad de personas

-en especial de huérfanos, viudas y familias de padres solteros- que podían convertirse en

inquilinos potenciales o formar hogares múltiples sin lazos de parentesco al reagruparse las

diferentes familias luego de la crisis de mortalidad40. La complejidad mayor, que tendería a

40Véase Pescador para una discusión sobre el impacto de las epidemias. De bautizados a fieles difuntos,

pp. 200-201. Los censos de la parroquia de Santa Catarina sugieren que el aumento en el tamaño del hogar,

a pesar de las epidemias de 1784 y 1786, y la tendencia hacia arreglos complejos sin lazos de parentesco

tuvieron lugar hacia fines de esa década, cuando los problemas económicos y de subsistencia se vieron

exacerbados. Ibid., p. 123, p. 126, pp. 184-190.

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aumentar el tamaño de los hogares, aparecía cuando las familias de los trabajadores tenían

menos posibilidades de emplear sirvientes (descenso de 74.3%) y de mantener tantos

niños (descenso de 32.4%), como a mediados del siglo XVIII. Estas medidas para reducir

gastos y dependientes reducirían al mínimo el incremento general del tamaño de las

unidades domésticas a pesar de la incorporación significativa de miembros no

emparentados41.

Una comparación entre ambos censos civiles del siglo XVIII ofrece evidencias para

corroborar el relativo descenso de la posición económica de las familias artesanas urbanas.

En 1753, los artesanos residían, en mayor grado que los jornaleros, en hogares de familia

nuclear y casi no tendían a alojar inquilinos42. Sin embargo, para 1790, no sólo comenzaron

a aproximarse los índices de formación doméstica no compleja entre artesanos y jornaleros

(60.0% y 56.5% respectivamente), sino que ahora la incidencia de formación familiar

múltiple sin lazos de parentesco entre los artesanos excedía la de los hogares de jornaleros

(12.0% y 8.7% respectivamente). Además, en los hogares de artesanos, el empleo de

sirvientes descendió de 13.4% en 1753 a sólo 4.0% en 1790, mientras que la inclusión de

inquilinos generadores de ingresos aumentó de 7.7% a 12.0% durante el mismo periodo43.

Tal situación sugiere que los artesanos no pudieron resistir los cambios económicos de

41Véase nota 39 para una discusión sobre las posibles razones para la reducción del número de niños en los

hogares de la clase trabajadora a fines del periodo colonial. La disminución del índice de formación

doméstica compleja con lazos de parentesco (cuadro 2: de 18.4 a 14.6% para 1790), especialmente clara por

el bajo porcentaje de hogares extendidos (cuadro 1: 4.2% en 1790), se opone a los patrones generales de

largo plazo de las estructuras domésticas de la clase trabajadora en la segunda mitad del siglo XVIII. Este

declive podría ser sólo una anomalía en la muestra del censo de Revillagigedo, pero también podría indicar

ciertas respuestas populares a circunstancias específicas. Las graves epidemias de mediados de la década de

1780 redujeron en forma desproporcionada la población adulta de la ciudad de México, en particular la

población de mayor edad, que constituía el grupo más susceptible a la crisis de mortalidad y con mayor

tendencia a incorporarse a una unidad familiar extendida. Pescador, De bautizados a fieles difuntos,

pp. 200-201. RabelI Romero atribuyó el bajo índice de familias extendidas en Oaxaca en 1777 (1%) a

índices excepcionalmente altos de mortalidad. "Trayectoria de vida familiar, raza y género en Oaxaca

colonial", pp. 96-97.

Por otra parte, los sobrevivientes solteros con hijos podían mudarse con algún otro miembro de la familia, lo

cual explicaría el mayor índice de unidades domésticas múltiples con lazos de parentesco en 1790.

(cuadro 1: 10.4%). Finalmente, como lo sugiere el alto índice de hogares no complejos, los sobrevivientes

aún podían arreglárselas en unidades domésticas simples, unipersonales o no familiares. Estas cantidades

sugieren que la economía local, aunque había empeorado desde mediados de siglo, no había alcanzado su

momento más crítico, y tal vez por ello aún no resultaba indispensable mudarse a unidades familiares en

busca de apoyo. 42Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castas", p. 97 y p. 109. Valdés no proporciona porcentajes de tipos

de hogar por ocupación. 43Ibid., 93.

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finales del siglo XVIII44. En términos de forma y composición domésticas, para 1790, los

artesanos ocupaban una posición muy similar a la de las familias de trabajadores no

especializados.

Patrones domésticos: 1790-1811

Los residentes de la capital virreinal en 1811 tuvieron que enfrentar una severa

crisis económica, así como los efectos de la insurgencia de Hidalgo en el campo. Además

de responder a los acelerados índices de inmigración y del consecuente exceso de mano de

obra, los pobres de la ciudad de México también debían luchar contra la recesión causada

por los precios hiperinflados del maíz y los desastres económicos que comenzaron a

mediados de la década de 1790. En general, las clases trabajadoras empobrecidas

reaccionaron ante estas amenazas modificando sus arreglos domésticos, como ya se percibe

en el censo de 1790, pero ante las severas crisis demográficas y económicas, los hogares

siguieron haciéndose cada vez más grandes y complejos a lo largo de las siguientes

décadas. (Cuadros 1-3 y Figura 1).

Para 1811, el tamaño de los hogares de la clase trabajadora había aumentado de 4.0

a 4.7 miembros, que representa un incremento substancial de 17.7% en el número de

integrantes, índice tres veces mayor que entre 1753 y 179045. Esta expansión fue el

resultado de un cambio significativo en los tipos de hogar, pues en 1811 gran parte de los

hogares de la clase trabajadora (61.8%) había adoptado alguna forma de arreglo familiar

complejo46. Más aún, como prueba de la privación, el porcentaje de hogares múltiples sin

44E1 declive social y económico de gran parte de la fuerza laboral especializada en la ciudad de México

continuaría hasta principios del siglo XIX. Para 1811, los índices de formación doméstica compleja entre

artesanos y trabajadores eran casi iguales (58.5% contra 57.0%), al tiempo que los inquilinos se habían

vuelto ligeramente más comunes entre los artesanos que entre los trabajadores no especializados (21.0%

contra 17.7%). No obstante, debo recalcar que el declive más precipitado en la posición económica de los

artesanos ya había ocurrido para 1790. 4íLuego de las severas epidemias de 1797 y 1804, se podría esperar una disminución en el tamaño de los

hogares, pero el flujo de inmigrantes a la ciudad después de 1790 compensó la pérdida considerable de

vidas. Véase Pescador, De bautizados a fieles difuntos, pp. 98-106. 4frNo sólo disminuyó el número de familias simples, sino que también había cambiado radicalmente la

composición de aquéllas que podían mantenerse en unidades nucleares a partir de 1790. Las familias de

padres solteros, las unidades domésticas más económicamente vulnerables de todas, comprendían 41.9% del

total de familias simples en 1790, y sólo 23% en 1811. Este dramático declive sugiere que, en vista de las

deterioradas condiciones económicas, mantener una residencia independiente se había vuelto demasiado

difícil para los hogares de padres solteros. Profundizaré en esta situación cuando hable de la relación de

dependencia.

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lazos de parentesco siguió aumentando de 10.4% en 1790 a 13.0% en 181147. Las

dificultades económicas, ya discernibles en los rasgos domésticos del recuento de 1790,

habían empeorado para 1811. En mi opinión, los datos del censo sugieren que los pobres de

la ciudad de México estaban luchando por sobrevivir ante una crisis económica de enormes

proporciones.

En general, los cambios en el tamaño y la composición de los hogares se debían en

gran parte a la incorporación de parientes a la unidad doméstica (94.5% de aumento desde

1790), aunque los trabajadores pobres seguían incorporando igualmente miembros no

emparentados. Una comparación entre las muestras de ambos censos indica que entre 1790

y 1811, periodo en el que la incidencia de hogares complejos con lazos de parentesco casi

se duplicó (14.6% a 28.4%), los parientes ya no establecían y mantenían

hogares independientes tanto como antes. Algunos cambios en los arreglos domésticos

múltiples con lazos de parentesco son un buen ejemplo de este patrón: para 1811, las

parejas jóvenes casadas tendían más a vivir con sus padres48. El deplorable estado de la

economía local y del mercado de trabajo alentaba a más niños, hermanos y ancianos a

permanecer o regresar a una unidad familiar más amplia.

En lo que aparenta ser una paradoja en plena crisis económica, los pobres urbanos

aumentaron el número de niños (16.0%) y en especial de sirvientes (176.2%) en sus

hogares. Si bien estos miembros constituyen típicamente una carga para la economía

familiar, la lectura cuidadosa del censo sugiere una explicación. Cierto es que el promedio

de niños aumentó entre 1790 y 1811 (1.5 a 1.7), pero como resultado del incremento en el

tamaño del hogar, en especial mediante la importación de adultos, los niños representaban

para 1811 un porcentaje del total de integrantes similar al de 1790 (37.3 a 36.8%)49.

Aunque todavía era escaso para 1753, el empleo de más sirvientes fue posible gracias a una

mayor y más eficiente organización doméstica, no a una recuperación de la economía y el

mercado de trabajo. Como se verá más adelante, algunos hogares, en particular los más

47Otro signo de vulnerabilidad económica es la disminución del índice de formación de hogares unipersonales

y no familiares de 10.4% a 8.2% entre 1790 y 1811. 48Mientras que en 1790 sólo en uno de cada cinco hogares múltiples con lazos de parentesco había hijos

casados viviendo con sus padres, casi la mitad de estas unidades (46.3%) incluía parejas jóvenes en 1811. 49Esto recalca el hecho de que el tamaño de los hogares aumentó a partir de 1790 como resultado de un mayor

índice de complejidad en las formas familiares, no por un incremento en la cantidad de niños.

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grandes y complejos, desarrollaron una mayor capacidad para emplear sirvientes a pesar de

la crisis.

Una comparación entre las muestras de los censos de 1790 y 1811 sugiere que de

todos los grupos étnicos, la población indígena de la ciudad de México fue la más afectada

por la creciente crisis económica. Como ya lo ha discutido Susan Kellog, una de las

transformaciones principales entre los nahuas urbanos durante los dos siglos que siguieron

a la conquista española fue la reaparición de unidades nucleares más pequeñas en lugar de

los grandes hogares de familias múltiples. Hacia finales del siglo XVII, sólo uno de diez

hogares indígenas en la ciudad de México podía definirse como extendido o múltiple, y

para 1753, las unidades de residencia indígenas eran las más pequeñas entre todos los

grupos étnicos en la sociedad de clase trabajadora, patrón que continuó hasta 1790.

Además, para 1790, los residentes indígenas de la capital presentaban los índices más altos

de formación familiar simple entre los pobres urbanos (68.5%)50. Sin embargo, para 1811,

los hogares indígenas de la ciudad de México eran los más grandes y complejos (52.2%) de

todos los hogares de clase trabajadora51.

Es necesario mencionar un último tema en esta discusión sobre cómo los pobres

urbanos respondieron a las cada vez peores condiciones económicas del periodo posterior a

1790. Algunos datos cualitativos y cuantitativos sugieren dos situaciones aparentemente

contradictorias en la estructura familiar durante ese periodo: la fragmentación familiar y el

aumento del hogar. Como lo documentan los registros del Hospicio de Pobres y materiales

50Susan Kellog, Law and the Transformation of Aztec Culture, 1500-1700 (Norman, 1995), pp. 160-212;

Valdés, "The Decline of the Sociedad de Castasp. 91, p. 93. El tamaño promedio de los hogares indígenas

en 1753 era de 3.3 y de 3.4% en 1790. Las cantidades correspondientes para hogares españoles y de castas

fueron de 4.6 y 4.0%, y de 3.7 y 4.71%. Dado que Valdés incluyó todas las unidades domésticas españolas

en su análisis, incluidos los hogares de las élites, es más probable que el tamaño promedio de los hogares

españoles de la clase trabajadora en 1753 fuera de 4.0%. La complejidad doméstica era variable entre los

grupos étnicos más importantes en 1790. Los hogares de castas eran los más complejos (50.0%), seguidos

por los españoles (38.8%) e indígenas (31.5%). 5'En 1811, el tamaño promedio de los hogares y el porcentaje de hogares complejos encabezados por

españoles y castas de clase trabajadora era de 4.6 y 48.2%, y de 4.7 y 47.5%, respectivamente. Si bien la

raza seguía influyendo al escoger pareja (73.1% de los matrimonios de la clase trabajadora eran del mismo

origen étnico), importaba menos en la creación de redes domésticas. Quizás resulte más revelador saber que

la mitad de los hogares múltiples sin lazos de parentesco (50.5%) eran interraciales, mientras que no más de

un tercio de los hogares con lazos de parentesco (32.8%) tenían miembros de diferentes orígenes étnicos. De

acuerdo con mi estimación de relaciones dentro de la unidad doméstica, lo esencial en la construcción de

hogares múltiples sin lazos de parentesco eran la ocupación y el lugar de origen, de modo que se le daba

prioridad al fomento de una economía doméstica más productiva y al apoyo de conocidos de la misma

ciudad o pueblo, sin importar la raza.

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de censos, algunas de las familias más frágiles y desafortunadas se desintegraron al buscar

sus miembros mejores posibilidades de supervivencia fuera de la unidad nuclear^2. Si bien

esto era cierto para algunos, en especial para aquellos que no contaban con redes familiares

en la capital -como nos dice Silvia Arrom-, pienso que la mayoría de los miembros de

familias fragmentadas eran alojados en otros hogares, ya fuera con la familia de algún

pariente o como inquilino no emparentado o sirviente53. Como sostienen algunos

historiadores de la Europa de antes y durante la industrialización, la ineficacia de la

asistencia formal institucional -que por lo general se dejaba como último recurso para

periodos cortos- acordaba mayor importancia a los sistemas de apoyo informales como el

grupo doméstico54. Además, en comparación con los sistemas de asistencia europeos del

siglo XVIII y principios del XIX, el Hospicio de Pobres no contaba con los recursos

económicos suficientes para atender a los miembros dispersos de las familias más

necesitadas de la capital55. Si bien desempeñó un papel fundamental para quienes se

encontraban en circunstancias extremas, no estaba en condiciones de enfrentar tal magnitud

de miseria como la que había en el creciente centro urbano56. Cierto es que ante la creciente

^ Arrom, "Desintegración familiar y pauperización", pp. 119-131. 53De acuerdo con Pescador, las epidemias y los altos índices de mortalidad subsecuentes que azotaban a la

ciudad de México a fines del periodo colonial habrían debilitado los lazos familiares y contribuido a crear

índices más altos de familias fragmentadas. De bautizados a fieles difuntos, pp. 200-201. Sin embargo,

incluso si los indigentes hubieran contado con otras redes familiares, no necesariamente habrían recibido

ayuda en razón de su salud o edad y porque no podían contribuir a los ingresos del hogar. Tal vez el

problema no radique en la existencia de redes familiares, sino en su disponibilidad para proporcionar ayuda

ante una situación que se volvía cada vez más difícil. 54EI índice de admisiones y salidas sugiere que los pobres de la ciudad de México utilizaban los recursos del

Hospicio para socorrerse a corto plazo durante los periodos más difíciles. Véase Arrom, "Desintegración

familiar y pauperización", pp. 121-122. Para estudios sobre Europa, véase Jütte, Poverty and Deviance in

Early Modern Europe; Woolf, Domestic Strategies; Steve King, "Reconstructing Lives: The Poor, the Poor

Law and Welfare in Calverley", Social History 22 (1997), pp. 318-338; Lynne L. Kiesling, "Institutional

Choice Matters: The Poor Law and Implicit Labor Contracts in Victorian Lancashire", Explorations in

Economic History 33 (1996), pp. 65-85; Peter Laslett, "Family, Kinship and Collectivity as Systems of

Support in pre-Industrial Europe: A Consideration of the 'Nuclear-Hardship' Hypothesis", Continuity and

Change 3 (1988), pp. 153-175. 55Woolf, The Poor in Western Europe, pp. 20-38. Entre 1774 y 1804, el Hospicio de Pobres, con sus escasos

recursos, mantenía en promedio 827 residentes al año, promedio que casi se duplicó en los siguientes ocho

años. Para mostrarle al gobierno colonial la eficacia de una casa de asistencia bien respaldada, el editor del

periódico local señaló en 1786 que la institución estatal de caridad en Berlín mantenía casi 12 000

indigentes al año. AGNM, Historia, vol. 441, fols. 7 r-11 v; Gacetas de México, 8 de agosto de 1786, pp.

169-170. Véanse también los comentarios de Arrom respecto de la incompetencia de la asistencia pública en

la ciudad de México. "Desintegración familiar y pauperización", pp. 130-131.

^Durante gran parte de fines del periodo colonial, muy pocos trabajadores pobres de la ciudad estaban

institucionalizados en el Hospicio de Pobres. Por ejemplo, en 1795, el Hospicio albergaba 691 indigentes o

0.7% de la población estimada de clase trabajadora (100 000). Arrom, "Desintegración familiar y

pauperización", p. 122. Si bien las admisiones comenzaban a sobrepasar el crecimiento de la población a

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pobreza las familias se desintegraban, y que los más desposeídos acudían temporalmente a

la asistencia pública, pero en mi opinión, la respuesta más común a la privación e

indigencia entre los pobres de la ciudad de México consistía en reconfigurar el tamaño y la

forma de los hogares.

Relación de dependencia doméstica: 1811

Las transformaciones en los patrones de organización doméstica reflejan una mayor

vulnerabilidad económica entre los pobres de la ciudad de México a principios del

siglo XIX, así como las ventajas de los hogares más grandes y complejos como defensa

contra la privación material. El concepto de relación de dependencia nos permitirá

descubrir los fundamentos de estos cambios en la sociedad de clase trabajadora, en

particular cuando examinemos la relativa eficiencia económica y el valor de los principales

tipos de hogar. Una comparación entre porcentajes de dependencia ilustrará de manera más

amplia cómo las clases trabajadoras reaccionaron ante la crisis de fines del periodo colonial

a través de los grupos domésticos.

Concentrémonos ahora en cómo las estrategias de supervivencia funcionaban en los

hogares de familias simples, extendidas y múltiples, que eran los más comunes entre las

clases trabajadoras de la ciudad de México durante el peor momento de la crisis en 1811.

Para entender mejor las respuestas a la crisis, el siguiente análisis tendrá que centrarse en

los aspectos económicos de la organización doméstica, en especial aquellos factores que

afectan de manera más directa el bienestar material de los hogares de clase baja: 1) el

promedio de dependientes, incluidos niños, ancianos y sirvientes, 2) el tamaño y la

composición por sexo de la fuerza potencial de trabajo, y 3) el uso de inquilinos.

Intentaremos explorar las estrategias domésticas de las mayorías urbanas de la capital

virreinal analizando cómo -dentro de diferentes formas de hogar- lograban disminuir la

relación de dependencia para aumentar al máximo sus posibilidades durante los periodos de

adversidad económica.

principios del siglo XIX, el porcentaje de residentes apenas se habrá duplicado. AGNM, Historia, vol. 441,

fols. 7 r-11 v.

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TAMAÑO PROMEDIO DE LOS HOGARES DE LA CLASE

TRABAJADORA POR COMPOSICIÓN, SEGÚN TIPO

1811

CUADRO 4

MULTIPLE

COMPOSICION SIMPLE EXTENDIDO CON LAZOS DE SIN LAZOS DE MULTIPLE

PARENTESCO PARENTESCO

Total 4.09

Total de dependientes 1.75

Niños 0-11 años 1.32

Adultos más de 50 años 0.37

Sirvientes 0.06

Total de miembros 2.34

potencialmente productivos

Hombres adultos 16-50 0.91

Mujeres adultas 1.11

Niños 12-15 años 0.32

Relación de dependencia 0.75

Porcentaje de adultos 55.2

mujeres

Porcentaje con inquilinos 25.6

Porcentaje con sirvientes 5.7

Porcentaje en jacales 9.0

Tamaño de la muestra N= 422

5.47

2.15

1.52

0.52

0.11

3.32

1.19

1.81

0.32

0.65

60.5

15.8

5.3

7.6

133

7.18

2.49

2.04

0.37

0.08

4.69

1.84

2.40

0.45

0.53

57.7

12.9

5.3

5.9

170

7.26

2.67

199

0.56

0.12

4.59

1.87

2.40

0.32

0.58

57.8

17.9

7.5

7.5

67

7.11

2.37

2.08

0.24

0.05

4.74

1.82

2.40

0.52

0.50

57.8

9.7

3.9

3.8

103

Fuente: Muestra del censo de 1811.

El Cuadro 4 presenta datos sobre dependencia en los tipos de hogar más

representativos entre la clase trabajadora en 1811. La relación de dependencia -el número

de dependientes mantenido por cada miembro potencialmente productivo- variaba según

los tipos de hogar, aunque los hogares de familias extendidas y múltiples estaban en clara

ventaja respecto de las unidades domésticas nucleares. Los arreglos de familias simples se

caracterizaban por un porcentaje de dependencia significativamente mayor (0.8%)57. Los

dependientes en estas unidades representaban un segmento del hogar proporcionalmente

mayor que en las familias más complejas, situación que se veía exacerbada por el menor

57E1 uso de las ocupaciones enlistadas en la muestra del censo de 1811 en lugar del número de adultos

potencialmente productivos no altera el patrón básico de relación de dependencia. Las familias simples

(1.1%) seguían teniendo una relación más alta respecto de las familias extendidas y múltiples (1.0%), pero

la diferencia era mucho menor pues, de acuerdo con datos del censo, las familias simples tenían

proporcionalmente más miembros con algún oficio o trabajo. Reconozco que la relación de dependencia

basada en el concepto de adultos potencialmente productivos refleja de forma más precisa las relativas

ventajas económicas de los hogares más complejos.

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número de niños mayores y de adultos (2.3%) que podían incorporarse a la fuerza de

trabajo. Sin embargo, el mayor porcentaje de dependencia en los hogares de familias

simples se compensaba parcialmente por el uso extensivo de inquilinos (25.6% del total de

hogares simples), en comparación con las familias extendidas y múltiples, y por un

porcentaje menor de mujeres en la fuerza de trabajo potencial del hogar (55.2%).

La relación de dependencia en las familias extendidas (0.7%) y múltiples (0.5%) -a

pesar de su mayor tamaño- era mucho menor que en las familias simples, puesto que había

un número proporcionalmente menor de dependientes en la unidad doméstica y podían

integrar a más niños mayores y adultos a la fuerza de trabajo en caso de necesidad. Las

familias extendidas hospedaban inquilinos con mayor frecuencia que las familias múltiples

(15.8% contra 12.9% del total de hogares), pero esta ventaja económica disminuía

parcialmente por el mayor número de mujeres que había en las unidades domésticas

extendidas (60.5% contra 57.7%). El mayor porcentaje de mujeres lo explican las

peculiaridades de la formación familiar extendida: los hijos y hermanos llevaban consigo a

las madres viudas o a las hermanas solteras o abandonadas58. El exceso de mujeres -bien

documentado para la ciudad de México de fines del periodo colonial- era absorbido en gran

parte por los arreglos de hogares extendidos y, en menor grado, por los múltiples59. Por otro

lado, los últimos podían neutralizar las desventajas económicas de una fuerza de trabajo

doméstica desequilibrada en cuanto a sexos mediante su habilidad de incluir bajo el

mismo techo por lo menos una, y en ocasiones dos o más familias con jefes hombres.

El análisis de los porcentajes de dependencia para familias múltiples con y sin lazos

de parentesco que se muestra en el Cuadro 5 indica una clara ventaja de los hogares que

consisten de por lo menos dos unidades conyugales no emparentadas. Las familias

múltiples sin lazos de parentesco -la forma más común de organización doméstica

múltiple, que comprende tres o cinco de estas unidades conyugales- eran más jóvenes que

las familias múltiples con vínculos de parentesco (37.3 contra 42.1 años en promedio del

jefe de familia) y por lo tanto tenían un porcentaje mayor de niños que la colectividad. Aun

así, lograban compensar esta desventaja económica al reducir el empleo de sirvientes y

58Dos tercios del total de hogares extendidos (66.3%) incluían viudas. 59Casi tres cuartos del total de hogares múltiples (72.4%) incluían una segunda familia encabezada por una

mujer soltera o viuda. El índice no varía en forma considerable para las unidades domésticas con o sin lazos

de parentesco.

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creando una fuerza de trabajo potencial en la que 94.6% de todos los residentes adultos

tenían menos de 50 años, lo cual constituía la proporción más alta de fuerza de trabajo

potencialmente productiva para cualquier tipo importante de hogar.

DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE HOGARES DE LA CLASE CUADRO 5

TRABAJADORA PARA CADA TIPO DE VIVIENDA

1811

Cuarto 60.4 51.7

Jacal 9.0 6.4

Accesoria 20.4 25.4

Casa 0.9 6.4

Otra 9.3 10.1

Fuente: Muestra del censo de 1811.

Estas unidades domésticas múltiples sin lazos de parentesco alcanzaban una

situación favorable porque sus miembros no estaban tan limitados por obligaciones

familiares, es decir, por la responsabilidad de incorporar miembros necesitados de la

familia, como una madre viuda, una hermana soltera o un sobrino huérfano. Si bien los

ancianos podían prestar servicios importantes no retribuidos para apoyar el hogar, como

cuidar de los niños y los enfermos, también podían volverse una carga si, debido a su edad

o salud, dejaban de hacerlo. Sin obligaciones inmediatas hacia los parientes, los miembros

de los hogares múltiples sin vínculos de parentesco lograban construir unidades domésticas

con posibilidades de incrementar el potencial del grupo para generar ingresos, con la forma

de organización doméstica más eficiente y por lo tanto una menor necesidad de alojar

inquilinos que contribuyeran con ingresos o servicios.

Quienes tendían más a formar unidades familiares múltiples sin lazos de parentesco

como estrategia de supervivencia doméstica eran los inmigrantes que llegaban a la capital

virreinal, más indígenas que españoles y castas. La relativa ausencia de redes amplias de

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parentesco entre la mayoría de los inmigrantes significaba que, al igual que otras familias

de inmigrantes con ocupaciones similares y de las mismas regiones de la Nueva España,

éstos dependían de la creación de sus propias unidades domésticas, aun cuando los

miembros de la vivienda no estuvieran emparentados. Para los inmigrantes casados, esta

forma doméstica resultó la más viable económicamente para adaptarse a la sobrepoblada

ciudad capital, más que buscar alojamiento60.

Esta discusión sobre la relación de dependencia y las diversas estrategias que los

trabajadores pobres seguían para tratar de reducirla nos permite apreciar los méritos y la

eficacia de los diferentes tipos de hogar para responder a la crisis de fines del periodo

colonial61. Los arreglos domésticos complejos y flexibles resultaban más ventajosos

económicamente que los grupos de familias simples62. Al disminuir el riesgo que corrían

los individuos sin ingresos, los hogares compuestos por familias extendidas o múltiples

ofrecían una seguridad que no poseían las familias nucleares más pequeñas. Los miembros

de las unidades domésticas más amplias no se juntaban para compartir o dividir la pobreza,

sino que trataban de mantener y mejorar su calidad de vida mediante las ventajas que solían

60La cantidad desproporcionada de inquilinos originarios de la ciudad de México (62.7% contra 56.0% del

total de la población de clase trabajadora seleccionada) resulta sorprendente y contraria a las expectativas.

Estudios sobre inquilinos en los centros urbanos de Estados Unidos y Europa durante el siglo XIX muestran

que muchos de ellos acababan de llegar a la ciudad. Hareven, "The History of the Family", p. 105. El

material sobre la ciudad de México en 1811 muestra que el alojamiento era una opción elegida más por los

residentes de la capital virreinal que por los inmigrantes, lo cual puede ser un reflejo de los tipos de redes

que cada grupo desarrollaba en el medio urbano. 6lEn general, los patrones de relación de dependencia en 1790 eran similares. Al igual que en 1811, los

hogares múltiples tenían la relación de dependencia más baja en 1790: todos los hogares múltiples (0.52%),

múltiples con lazos de parentesco (0.55%) y múltiples sin lazos de parentesco (0.50%). Estas cantidades

sugieren que una generación anterior de trabajadores pobres comprendió el valor de los hogares más

complejos durante los periodos de dificultades económicas, en especial los compuestos por familias

múltiples, si bien los arreglos nucleares hubieran representado un ideal cultural. No obstante, como ya se

explicó, el estado de la economía local en 1790 resultaba menos desfavorable para las familias simples de lo

que sería en 1811. 62Otros estudios que consideran la relación entre las familias nucleares pequeñas y la vulnerabilidad

económica y la indigencia en Francia, Italia, Inglaterra y España en el periodo preindustrial, incluyen J. P.

Gutton, La Societé et les pauvres: l'exemple de la generalité de Lyon, 1534-1789 (Paris, 1971), pp. 54-56;

Peter Laslett, "Family and Collectivity", Sociology and Social Research 63 (1979), pp. 432-42; Woolf, The

Poor in Western Europe, pp. 14-15, pp. 158-197. Incluso Benjamin Rowntree, en su estudio clásico sobre la

pobreza en la Gran Bretaña victoriana, Poverty: A Study of Town Life, comentó que las familias urbanas más

pobres eran también las más pequeñas en cuanto al tamaño del hogar. Citado en Antoinette Fauve-

Chamoux, "Household Forms and Living Standards in Preindustrial France: From Models to Realities",

Journal of Family History 18 (1993), p. 143.

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generar la composición y organización de un hogar más grande63. Los beneficios de dichos

hogares no escapaban a los inmigrantes y otros individuos que apreciaban el valor de los

arreglos familiares múltiples, aun cuando sus miembros no estuvieran emparentados.

Resultaba mejor incorporar extraños a la unidad para aumentar las ventajas que tratar de

salir adelante solo, incrementando así los riesgos.

Las familias múltiples y extendidas no sólo lograban disminuir sus porcentajes de

dependencia, sino también establecer economías de escala en el consumo y en el uso

compartido de ingresos. Gracias a estas prácticas, los hogares más amplios y complejos se

volvieron aún más eficientes y ventajosos para combatir los efectos de la crisis

económica64. Sin duda alguna, la ventaja más notable que un arreglo familiar complejo

ofrecía a los trabajadores pobres consistía en compartir los gastos, sobre todo los del hogar.

Las altas rentas en la ciudad de México de finales del siglo XVIII y principios del XIX

absorbían una parte significativa del presupuesto doméstico. Los pobres ideaban trucos para

disminuir estos costos, como mudarse con frecuencia para evitar al casero y habitar

edificios deteriorados o los cada vez más ubicuos jacales65. Una vivienda costeable

resultaba esencial para la subsistencia de las clases bajas, y la formación de hogares más

complejos respondió en parte a la necesidad de dividir las altas rentas entre tantos

individuos y parejas como fuera posible, estuvieran emparentados o no66. En consecuencia,

las familias simples en 1811 -como se muestra en el Cuadro 5-, solían residir en las

viviendas más accesibles, como los cuartos individuales, al tiempo que trataban de evitar

las viviendas más costosas, como las casas particulares67.

63Para una perspectiva similar respecto del México urbano a finales del siglo XX, véase Robert Hackenburg,

Arthur D. Murphy y Henry A. Selby, "The Urban Households in Dependent Development", en Netting,

Wilk y Arnould, eds., Households, p. 208. 64Muchos factores, como los lazos de parentesco y la dinámica interpersonal, determinaban el grado en que

los ingresos se juntarían en beneficio del grupo. 65Véase, por ejemplo, Alcaldes de barrio número 29-32 a Fernando Hermosa, 7 de julio de 1809, AGNM,

Historia, vol. 523, f. 270 r; AGNM, Padrones, vol. 65, fs. 23 v-24 r, 42 r-43 r, 49 v; vol. 73, fs. 1 r-8 r. 66Debe recalcarse que la formación de hogares múltiples era común en la sociedad de clase trabajadora por los

beneficios de los gastos compartidos, no por la falta de vivienda. Por el contrario, los índices de vacancia

eran bastante altos de acuerdo con los datos de vivienda tomados de la muestra del censo de 1811. Por

ejemplo, en el cuartel menor 20, uno de cada cinco cuartos en las casas de vecindad estaban desocupados.

AGNM, Padrones, vol. 65, fs. 2 r-104 v. 67Como medida de eficiencia doméstica, menos unidades domésticas múltiples sin lazos de parentesco vivían

en jacales (3.8%) respecto de los demás tipos principales de hogar.

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A pesar de las diversas ventajas económicas que ofrecían los hogares de

familias más complejas, vivir en una casa repleta de gente representaba un reto para los

grandes grupos domésticos que compartían la misma vivienda68. Las clases trabajadoras

urbanas podrían haber mejorado tales condiciones dividiéndose en unidades más pequeñas

y habitando los numerosos cuartos vacantes de la ciudad capital. Que no lo hayan hecho

demuestra la eficacia de los arreglos domésticos amplios y complejos. Una fuerza de

trabajo doméstica compuesta por varios asalariados protegía a sus miembros del embate del

desempleo y subempleo, y de los caprichos del mercado de trabajo. Durante un periodo de

mínima asistencia0 gubernamental y privada, las unidades familiares múltiples se

convirtieron en fuente de bienestar para sus miembros, pues ofrecían redes de seguridad

monetaria y de otros tipos a los pobres de la ciudad de México. Visto desde el punto de

vista económico, la formación de hogares de familias complejas representaba un éxito

notable para quienes lograban construirlos y mantenerlos69.

Los miembros de hogares de familias nucleares no tenían que vivir apiñados, pero

eran más vulnerables y no estaban en una situación económica tan favorable como aquellos

que residían en unidades domésticas de familias complejas. Las familias simples, obligadas

a mantener proporcionalmente más niños con menos adultos potencialmente productivos,

estaban más expuestas a las adversidades diarias. Sin la seguridad ofrecida por el grupo, la

pérdida de un trabajo o la enfermedad de un adulto constituían una amenaza para el

bienestar económico de las familias simples. Sin esta seguridad, el margen de apoyo

económico era limitado y las tragedias diarias se veían amplificadas. Aunado a esto, las

familias nucleares no podían por sí solas compartir sus ingresos ni dividir sus gastos,

medidas que caracterizaban los arreglos de vida en los hogares de familias complejas70.

68Es comprensible que vivir apiñados resultaba más problemático para los hogares de familia múltiple. Sólo

una de cada cinco familias extendidas (20.2%) tenía más de seis integrantes, mientras que en el caso de las

familias múltiples, tanto emparentadas como no emparentadas, este porcentaje representaba más de la mitad

(53.9%). Si bien se hacía por razones económicas y de bienestar familiar, meter tantas personas en un

espacio tan limitado seguramente contribuía a crear conflictos interpersonales, pues desde tres hasta más de

veinte adultos y niños, emparentados o no, dormían y en ocasiones comían bajo el mismo techo. 69Un buen ejemplo de los beneficios de la formación de hogares complejos es la permanencia con los padres

de algún hijo luego de haberse casado, o el regreso a casa de alguna hija viuda y sus hijos. Estas unidades

domésticas (por debajo de las secundarias según la tipología de Laslett) podían generar una relación de

dependencia bastante baja (0.48%) al incorporar un hijo casado a la familia nuclear. Esta formación

doméstica era la más común de entre todos los tipos múltiples con lazos de parentesco (43.3%) en la

muestra del censo de 1811. 70Debemos recalcar que además del factor económico, también el demográfico y el cultural, entre otros,

conformaban la estructura doméstica, en particular si queremos entender por qué el índice de formación de

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Por su debilidad económica inherente, las familias simples necesitaban del empleo

de inquilinos en un grado mayor que los hogares de familias múltiples y extendidas. Casi

70% del total de inquilinos en la muestra del censo de 1811 residía en hogares de familias

nucleares, al tiempo que era más frecuente encontrar inquilinos en los hogares dirigidos por

viudos o solteros, que constituían el arreglo familiar nuclear más vulnerable71. Al igual que

los individuos y parejas, emparentados o no, incorporados a las familias extendidas o

múltiples, los inquilinos en los hogares de familias simples servían para reducir el

porcentaje de dependencia. Por lo tanto, emplear inquilinos resultaba una estrategia

importante para las familias simples en su lucha por mantener unidades domésticas

económicamente viables.

Sin embargo, las unidades domésticas simples no tenían una red de seguridad, de

modo que cuando no contaban con el apoyo de inquilinos, su margen para sortear las

catástrofes era menor. Podríamos suponer que estas familias pedían apoyo en los momentos

críticos a no residentes, emparentados o no. Puede ser que, por su naturaleza local, el censo

no tome en cuenta la existencia de redes domésticas fuera del lugar de residencia. Quizás

familias nucleares —incluso a pesar de que no resultaba ventajoso durante periodos de tensión económica—

excedía el de otros arreglos domésticos en 1811 (véase Cuadro 1: 53.4%). Es probable que algunas familias

hayan valorado más la privacidad, en particular si el jefe de familia deseaba mantener aislado a su cónyuge,

y que otras hayan tenido más fortuna dentro del mercado laboral y asegurado un empleo regular. En cuanto

a los factores demográficos, el bajo porcentaje de hijos que sobrevivía entre las parejas de clase trabajadora

reducía las posibilidades de formar hogares con familias extendidas y múltiples. Sólo se podían crear tantos

arreglos familiares complejos como lo permitiera la situación demográfica. En consecuencia, muchos niños

y adultos debían arreglárselas solos en familias simples si no podían mantener un hogar complejo con lazos

de parentesco. Por lo tanto, una alternativa para los trabajadores pobres y una manera de evitar estas

limitaciones demográficas era importar integrantes no emparentados al hogar, lo cual explica el alto índice

de formación de hogares múltiples sin lazos de parentesco, así como el difundido uso de inquilinos. Para

una discusión sobre el impacto de las condiciones demográficas en las estructuras domésticas, véase Steven

Ruggles, "The Transformation of American Family Structure", American Historical Review 99 (1994), pp.

103-128. 71 Las familias de padres solteros, 90.7% encabezadas por mujeres, tenían una relación de dependencia

demasiado alta (0.75%), a la cual se aunaba una fuerza de trabajo del femenina 75%. Por lo tanto, no resulta

sorprendente que tales unidades domésticas, cuya situación económica solía ser muy desafortunada, alojaran

inquilinos en mayor grado que los demás tipos de hogar (29.9%). Dicho de otra manera, los hogares de

padres solteros encabezados por mujeres constituían 11.1% de todas las formas de organización doméstica,

pero alojaban 22.2% del total de inquilinos. Otra forma doméstica simple que dependía en gran parte del uso

de inquilinos era la conformada por parejas mayores que no tenían hijos viviendo con ellas. Si bien esta

estructura doméstica tenía la relación de dependencia más baja (0.3), la falta de alternativas en caso de

enfermedad o despido no ofrecía mucha seguridad. En consecuencia, 27.1% de estos hogares incorporaban

inquilinos para crear cierta complejidad. La muestra del censo de 1790 ofrece patrones similares en el uso

de inquilinos: ocho de cada diez inquilinos residía en hogares de familia simple, con una cantidad

desproporcionada de ellos (50.0%) viviendo en hogares encabezados por mujeres. En su estudio de Celaya a

fines del periodo colonial, Doenges señala la conexión entre la necesidad económica y el uso de inquilinos.

"A Regional Society in Colonial Mexico", p. 249.

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algunos de los arreglos de familias simples registrados en el recuento fueran en realidad

arreglos complejos conformados por familias en otras viviendas, para quienes las formas de

cooperación, como los ingresos y gastos compartidos y el cuidado de los niños, resultaban

fundamentales. Parafraseando a Martine Segalen, "ser nuclear no necesariamente significa

ser indepente de los demás"72. Sin embargo, de ser este el caso en la ciudad de México, la

respuesta para enfrentar la crisis colonial tardía seguía hallándose en los grupos, la

complejidad y la flexibilidad de arreglos dentro de los hogares y entre ellos.

Sin importar de qué tipo fueran, las unidades domésticas mejor organizadas para

enfrentar la crisis eran aquellas compuestas por miembros lo suficientemente creativos o

afortunados para construir un hogar que les permitiera aumentar al máximo las

oportunidades limitadas que ofrecía el sobrecargado mercado de trabajo urbano y un poder

adquisitivo en declive. La complejidad de la estructura doméstica -extendida, múltiple o

simple con inquilinos- era fundamental para soportar las exigencias económicas locales. Al

parecer, los trabajadores pobres supieron apreciar las ventajas de los hogares complejos,

pues se encontraron residentes con o sin parentesco, incluidos inquilinos, en tres de cada

cinco familias de la clase trabajadora (61.8%), lo cual representa un incremento notable

desde 1753 y 1790, respectivamente, cuando sólo 29.4% y 41.7% del total de hogares de la

clase trabajadora incluía miembros ajenos a la familia nuclear. Si bien las normas sociales

daban mayor peso a los arreglos domésticos con lazos de parentesco, la supervivencia

dependía en primer lugar de la habilidad para crear unidades domésticas complejas, incluso

si esto significaba vivir con personas no emparentadas. La flexibilidad en la formación de

hogares de la clase trabajadora atenuaba el embate de los rápidos cambios demográficos y

las deterioradas condiciones económicas en la ciudad virreinal preindustrial.

"Véase Segalen. "Nuclear is Not Independent", pp. 163-186.

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Conclusión

El análisis de los censos civiles de 1753, 1790 y 1811 sugiere que los hogares de la

clase trabajadora eran unidades sociales maleables y eficaces que permitían a los

individuos y familias adaptarse de manera creativa a las circunstancias económicas y

demográficas variables en la ciudad de México de fines de la época borbónica73. Las clases

trabajadoras conformaban activamente sus arreglos de vida y trabajo para encontrar la

mejor respuesta ante la inflación, los salarios estancados y la escasez de trabajo. Si bien no

lograban controlar las fuerzas que los acosaban, trataban de mejorar su posición para

mitigar sus efectos. A pesar de la amenaza material de la economía local estancada y el

mercado de trabajo saturado, los grupos populares de la capital no estaban del todo

desvalidos, ni sujetos en forma pasiva a las fases del ciclo familiar, sino que dependían de

sí mismos para resistir la crisis74. La manipulación del tamaño y constitución de los hogares

-una estrategia de supervivencia clara y fundamental que no se reconoce en los estudios de

pobreza preindustrial- representaba un recurso social y económico para las clases

trabajadoras, un recurso basado en la habilidad que tenían para organizarse colectivamente

en unidades sociales designadas para enfrentar los retos de la vida diaria75.

73Debo enfatizar que mis interpretaciones representan un estudio preliminar y sugerente de cuestiones

demográficas y económicas en las cuales se debe profundizar más. Por otra parte, si bien la evidencia

sugiere que cambios similares estaban ocurriendo en los hogares urbanos en otros lugares de la Nueva

España, debo apuntar que las conclusiones de este estudio sólo aplican a la ciudad de México a fines del

periodo colonial. Se necesitan más estudios locales, ubicados en contextos económicos y demográficos

específicos, para determinar si otros residentes de la Colonia, tanto del campo como de otras ciudades,

respondían en forma similar en el nivel doméstico a la crisis económica y la creciente pobreza a fines de la

época borbónica. De acuerdo con Pérez Herrero, las estructuras domésticas rurales y urbanas diferían en la

primera mitad del siglo XIX como consecuencia de factores contextúales distintos. "Evolución demográfica

y estructura familiar en México", p. 361.

Para información sobre el mayor tamaño y complejidad de los hogares en Guadalajara y Celaya a fines del

periodo colonial, véase Cook y Borah, Essays in Population History, I: pp. 170-183; Anderson,

Guadalajara a la consumación de la Independencia, pp. 71-98; y Doenges, "A Regional Society in Colonial

Mexico", pp. 37-38, p. 109, pp. 145-146, pp. 156-157. Cook y Borah documentan un aumento en el tamaño

y el índice de formación de hogares complejos en México occidental entre 1760 y 1821; el tamaño

promedio de la familia aumentó 30.0% (de 4.06 a 5.28). 74Debemos matizar nuestros comentarios sobre el control que las clases trabajadoras tenían sobre sus vidas

recordando que no todos podían o querían seguir estrategias de supervivencia basadas en la familia. No

todos lograban disminuir su relación de dependencia, aun cuando se esforzaran por conseguirlo.

Seguramente, las desgracias económicas y demográficas -como la muerte de algún trabajador importante,

un despido, el nacimiento de un hijo lisiado o la llegada de un pariente indigente- frustraban los esfuerzos

de las familias que trataban de mejorar sus perspectivas de una vida más tolerable. 75AI referirse al estudio que Lomintz hizo en 1978 sobre el comportamiento familiar en el México

contemporáneo, Pérez Herrero supone acerca de los hogares urbanos de principios del siglo XIX que "un

mayor número de parientes permite vadear, mejor los momentos difíciles". "Evolución demográfica y

estructura familiar en México", p. 361. Hasta donde pude determinar, la manipulación de la composición

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La naturaleza precaria de la vida entre los trabajadores pobres de la ciudad de

México de fines del periodo colonial empeoraba con la dificultad que conlleva mantener

arreglos domésticos amplios y complejos. A pesar de su valor económico, estas unidades

tendían a la inestabilidad, pues sus miembros debían responder rápidamente a las

circunstancias cambiantes y a la evolución de los ciclos domésticos para seguir

aprovechando al máximo sus posibilidades. La pérdida de un trabajo, la llegada o partida de

un niño, la reubicación de un inquilino, la muerte de un miembro de la familia, o el

desacuerdo entre los integrantes del grupo podían causar la reorganización del hogar. En

razón de su naturaleza misma, los hogares complejos eran formas frágiles de protección

contra la carencia, por más viables que fueran en el aspecto económico. Si bien los censos

ofrecen una visión estática de las formas domésticas, los individuos -si creemos en los

informes gubernamentales acerca de la movilidad residencial de las clases bajas son

representativos- llegaban a formar hogares complejos a corto plazo antes de fragmentarse y

reintegrarse en otros grupos domésticos amplios76.

A pesar de esta fragilidad institucional, un número cada vez mayor de trabajadores

pobres en la ciudad de México borbónica -como indican los censos- buscaba la seguridad

brindada por hogares más amplios y complejos a medida que empeoraba la situación

económica. Incluso una estadía corta en uno de estos hogares era mejor que enfrentar la

difícil realidad económica solo o con el cónyuge y los hijos. Los pobres no preferían vivir

en cuartos o jacales repletos de parientes, amigos, compañeros del trabajo y otros

individuos, pero tales arreglos ofrecían una forma de capital social que les permitía

doméstica en el sentido más amplio -la incorporación de miembros tanto emparentados como no

emparentados en distintas configuraciones- no ha sido reconocida en los estudios sobre la familia occidental

como una estrategia discreta de supervivencia de las clases trabajadoras. 76Peter Laslett sostiene que la naturaleza transitoria de la composición doméstica era típica de las sociedades

tradicionales. "The Family as a Knot of Individual Interests", p. 370. También la residencia era temporal a

fines del periodo colonial en la ciudad de México. En 1811, la Junta de Policía de Seguridad y Tranquilidad

Pública le recordó al Virrey que los trabajadores pobres "se mudan a diario de un distrito de la ciudad a

otro". El Marqués de Santa Cruz de Ynguanzo al Virrey Francisco Javier de Venegas, 31 de diciembre de

1811. AGNM, Padrones, vol. 79, f. 68. Un estudio del cuartel menor no. 4 reveló que en los 16 meses luego

de completado el censo, 56% de los residentes se había mudado, en particular a edificios diferentes en el

mismo distrito. Ibid., vol. 73, fs. 1-103. Para comentarios similares sobre un centro urbano más pequeño en

la Nueva España borbónica, véase Doenges, "A Regional Society in Colonial Mexico", p. 116, pp. 156-157.

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reaccionar ante una crisis económica inflexible que amenazaba con reducirlos a la

indigencia y la miseria77.

Este acercamiento doméstico a las respuestas de la clase trabajadora a la pobreza en

la ciudad de México de fines de la época borbónica, un acercamiento que devela algunas

experiencias familiares ocultas de la mayoría de sus residentes, también ofrece la

oportunidad de explorar brevemente algunos temas de mayor amplitud relacionados con la

naturaleza y el comportamiento de grupos populares en otros contextos históricos y

culturales:

1. Los estudios sobre la vida familiar en Occidente coinciden en que los pobres tienden a

posponer el matrimonio durante periodos de privación económica para reducir

la fecundidad. Como resultado de este comportamiento, los historiadores han utilizado la

edad promedio para el primer matrimonio como barómetro de las condiciones

económicas generales78. Si bien ambas proposiciones son irrefutables, yo sostendría que

para gran parte de los trabajadores pobres, una forma anterior -y quizás original- de

responder a las desgracias económicas y demográficas consistía en modificar la

composición y el tamaño del hogar79. Al encontrarse en el delicado margen que separa la

pobreza de la indigencia, la familia debía responder con prontitud a las circunstancias

particulares que la amenazaban en un determinado momento. La unidad doméstica, de

naturaleza adaptable, podía reconfigurarse con presteza para responder a la pérdida de

algún trabajo, una crisis repentina, una enfermedad, o la salida de un cónyuge u otro

77Otros estudios sobre la pobreza urbana preindustrial a fines del siglo XVIII y principios del XIX en México

y Europa occidental reparan en la delgada línea que separaba a la mayoría de artesanos y trabajadores de la

pobreza crónica, la desesperación y la angustia que enfrentaban durante periodos de crisis familiares o

urbanas. Pescador, De bautizados a fieles difuntos, p. 224; Arrom, "Desintegración familiar y

pauperización", p. 130; Frederick John Shaw, Jr., "Poverty and Politics in Mexico City, 1824-1854", (tesis

doctoral, University of Florida, 1975), pp. 113-120; Fauve-Chamoux, "Household Forms and Living

Standards in Preindustrial France", pp. 135-156. 78Richard Wall, "Real Property, Marriage and Children: The Evidence from Four Pre-industrial

Communities", en Richard M. Smith, ed., Land, Kinship, and Life Cycle (Cambridge, 1984), pp. 443-479;

Arrom, The Women of Mexico City, p. 143. 79Pérez Herrero dice que cuando los mecanismos tradicionales para reducir la fecundidad resultaban

insuficientes en el corto plazo, los trabajadores pobres adoptaban "mecanismos adaptivos más violentos",

como el abandono y el infanticidio. Pérez Herrero, "Evolución demográfica y estructura familiar en

México", pp. 351-357. Sin embargo, como se discutió en la nota 39, estos comportamientos se volvieron

más frecuentes a fines del periodo colonial, pero los pobres tenían una opción más común, entre los dos

extremos postulados por Pérez Herrero, para reducir el número de dependientes: aumentar el tamaño y la

complejidad del hogar.

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miembro económicamente productivo de la familia. Por supuesto, esto no significa que

no se postergaran los casamientos durante periodos prolongados de crisis económica,

sino que incrementar la eficiencia del hogar mediante una mayor complejidad resultaba

una respuesta más eficaz y oportuna a las desgracias familiares80. Si aceptamos que

la recomposición de las relaciones domésticas era un suplemento inmediato para la

reducción de la fecundidad, estrategia de largo plazo, entonces podríamos ver las formas

domésticas variables, en especial su tamaño y complejidad, como indicadores más

sensibles de las condiciones económicas locales. Si esta proposición es válida, entonces

podríamos suponer que, por lo menos en los centros urbanos de México, el índice de

formación doméstica compleja, en especial las familias múltiples sin lazos de

parentesco, refleja el grado de crisis económica y privación material81.

2. La capacidad de respuesta de los hogares empobrecidos ante la adversidad económica en

la ciudad de México de fines del periodo colonial nos previene de aceptar sin crítica

alguna la creencia convencional en la estabilidad y continuidad de formas domésticas

nucleares pequeñas en muchas sociedades preindustriales de Occidente82. Como ya lo

hemos visto en la ciudad de México borbónica, si bien la familia simple solía ser la

forma doméstica prevaleciente, las estructuras familiares -para enfrentar las crecientes

adversidades económicas y de otros tipos- no siempre permanecían estables. La severa

80Los censos y la evidencia de las parroquias sugieren que los pobres de la ciudad de México empleaban

ambas estrategias en forma simultánea a fines del siglo XVIII y principios del XIX, y es que el tamaño y la

complejidad de los hogares, así como la edad para contraer primeras nupcias, aumentaron durante este

periodo. Véase nota 39 para fuentes sobre el aumento de la edad para contraer matrimonio a fines del

periodo colonial. 81 El índice de formación de hogares extendidos y múltiples entre las clases trabajadoras de la ciudad de

México fue de 25.0% en 1790, 38.4% en 1811 y 30.0% en 1882. Para el "México urbano" el índice fue de

17.1% en 1977-79 y 44.5% en 1986-87. Lanny Thompson, "Artisans, Marginals, and Proletarians: The

Households of the Popular Classes in Mexico City, 1876-1950", en Five Centuries of Mexican

History/Cinco siglos de historia de México, ed. por Virginia Gueda y Jaime E. Rodríguez O. (Ciudad de

México, 1992), p. 324; Selby, Murphy y Lorenzen, The Mexican Urban Household, 92 y 174; Chant,

Women and Survival in Mexican Cities, p. 138.

Parece que el giro de arreglos domésticos simples hacia otros más complejos ha sido característico de las

reacciones populares a las crisis económicas graves en otras culturas. Como lo señalan Wilk y Netting,

también surgieron formas familiares complejas en Estados Unidos a finales de la década de 1930, como

respuesta a la Gran Depresión. "Households: Forms and Functions", en Netting, Wilk y Arnould, eds.,

Households, p. 18-19. 82Peter Laslett fue el primero en plantear que los hogares preindustriales eran pequeños y simples. "Mean

Household Size in England since the Sixteenth Century", pp. 125-158. Para un resumen de estos estudios en

la última generación, véase Ruggles, "The Transformation of American Family Structure", pp. 103-106 y

Hareven, "The History of the Family", pp. 99-102.

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crisis económica debilitó la base material necesaria para mantener una familia nuclear en

el nivel de subsistencia, de manera que el número de hogares de este tipo no pudo

sostenerse. La industrialización, como se suele afirmar, no es el único proceso que

condujo a la formación de hogares más grandes y complejos entre las clases

trabajadoras83. Este ensayo ha intentado demostrar que las formas de organización

doméstica, incluso antes del comienzo de la época industrial, eran sensibles al clima

económico general y al bienestar material de las ciases populares. El descubrimiento de

estas fluctuaciones de corto plazo en los arreglos domésticos en la ciudad de México de

fines del periodo colonial, y quizás en otros lugares de la Nueva España urbana, apoya

ciertos estudios recientes que comienzan a cuestionar la estabilidad de la familia nuclear

en medios preindustriales84.

3. Los historiadores se han percatado de cuán difícil resulta documentar las estrategias no

escritas y ocultas que las familias empobrecidas adoptaron para mantenerse en la incierta

e impredecible economía preindustrial urbana85. Sin embargo, como los censos indican,

los pobres de la ciudad de México urbana utilizaban el hogar como medio para enfrentar

la amenaza de la destitución y la indigencia. Si bien las clases trabajadoras urbanas

respondían a la creciente crisis económica con diversos comportamientos -como la

mendicidad, el robo, el empeño de ciertos objetos y las actividades artesanales ilegales,

entre otros-, su respuesta principal, a mi parecer, consistió en manipular la composición

del hogar, un proceso en el que se creaban redes de apoyo entre parientes, amigos,

compañeros de trabajo y otros pobres en una lucha colectiva por aliviar las presiones

provocadas por el bajo poder adquisitivo. En cuanto a institución mediadora entre el

individuo y las redes sociales, en la que además se tomaban las decisiones del grupo, el

83EI concenso entre los historiadores es que las estructuras familiares se modificaron durante las primeras

etapas de la industrialización como resultado del rápido crecimiento de la población urbana y los cambios en

los medios de producción y en la naturaleza del mercado laboral. La obra clásica de Michael Anderson,

Family Structure in Nineteenth Century Lancashire (Cambridge, 1971) alentó numerosos estudios en

Europa occidental y Estados Unidos que relacionaban un aumento en la complejidad doméstica con la

industrialización. Ruggles, "The Transformation of American Family Structure", pp. 103-128; Hareven,

"The History of the Family", pp. 95-124. 84Por ejemplo, Wally Seccombe señala que "durante el último milenio ha habido mucho más cambios en las

formas familiares de lo que se suele conceder". A Millenium of Family Change: Feudalism to Capitalism in

Northwestern Europe (Londres, 1992), p. 2. 85Woolf, Domestic Strategies, pp. 12-13; Jiitte, Poverty and Deviance, capítulo 6.

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hogar era la unidad crucial mediante la cual los pobres urbanos respondieron a la crisis

de fines del periodo colonial.

El estudio de la privación material a través del lente del hogar presenta una imagen

de los grupos populares que suele contraponerse a las concepciones prevalecientes. Los

historiadores que se ocupan de Europa y América Latina antes de la industrialización

han intentado estudiar las respuestas populares a la pobreza dentro de una marco que

subraya en forma excesiva la caridad y las reacciones desafiantes, como el crimen86.

Como ya se ha dicho, las instituciones de asistencia pública en la ciudad de México

borbónica no poseían los recursos para enfrentar la magnitud de los problemas sociales

de la ciudad, y yo agregaría que los actos criminales motivados por la situación

económica -como el robo-, si bien aumentaron durante el último periodo de la Colonia,

por lo general implicaban a los más desesperados y necesitados, no a la mayoría de los

pobres urbanos87. Los estudios que se centran únicamente en las respuestas

institucionales y criminales a la privación material no sólo distorsionan nuestra

comprensión de los trabajadores pobres, sino que también prestan demasiada atención a

esfuerzos individuales de supervivencia que resultan insubstanciales durante periodos de

adversidad económica creciente y que no cuentan con los contextos sociales necesarios

para comprenderse en forma plena88. Estudiar las reacciones de las clases trabajadoras

86Para una revisión de los estudios sobre la Europa preindustrial, véase van Leeuwen, "Logic of Charity",

pp. 589-613. Para estudios clave sobre el periodo colonial y principios del periodo nacional en la ciudad de

México, véase, además de los ya citados en este ensayo, R. Douglas Cope, The Limits of Racial

Domination: Plebeian Society in Colonial Mexico City, ¡660-1720 (Madison, 1994). Para estudios recientes

que hacen referencia a las respuestas populares a la pobreza y presiones similares en otros centros urbanos

latinoamericanos durante el periodo colonial y el comienzo del nacional, véase Oscar Comblitt, Power and

Violence in a Colonial City: Oruro from the Mining Resistance to the Rebellion of Tupac Amaru

(1740-1782) (Cambridge, 1995); Martin Minchon, The People of Quito, 1690-1810: Change and Unrest in

the Underclass (Boulder, 1994); Kenneth J. Andrien, The Kingdom of Quito, 1690-1830: The State and

Regional Development (Cambridge, 1995); Anthony McFarlane, Columbia before Independence: Economy,

Society, and Politics under the Bourbon State (Cambridge, 1993); Christopher Lutz, Santiago de

Guatemala, 1541-1773: City, Caste, and the Colonial Experience (Norman, 1994); Thomas H. Holloway,

Policing Rio de Janeiro: Repression and Resistance in a 19th Century City (Stanford, 1993). 87Si bien el papel que la caridad y los crímenes económicos desempeñaban en las estrategias de supervivencia

de los trabajadores pobres era, en general, mínimo, no se debe descartar su importancia estratégica para

algunos individuos y familias en momentos críticos de su ciclo de vida y para segmentos más amplios de la

clase trabajadora durante las distintas crisis. Tim Wales, "Poverty, Poor Relief and the Life-Cycle: Some

Evidence from Seventeenth- Century Norfolk", en Smith, ed., Land, Kinship and Life-Cycle, pp. 351-404;

Arrom, "Desintegración familiar y pauperización", pp. 121-122. 88Debo agregar que Arrom reconoce explícitamente la relación entre el comportamiento individual y las redes

familiares. "Desintegración familiar y pauperización", pp. 123-130.

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ante la pobreza concentrándose en la creación y manutención de redes sociales nos

ayuda a comprender mejor la naturaleza de la sociedad, la extensión y complejidad de su

comportamiento, así como la multiplicidad de respuestas que los pobres adoptaron para

enfrentar las crisis.

4. Al tratar de relacionar lo privado con lo público, lo social con lo político, me gustaría

sugerir la posibilidad de que las estrategias domésticas populares hayan atenuado

tensiones e incrementado la estabilidad al final del régimen colonial en la ciudad de

México. En un periodo de urbanización y pobreza creciente, las formas cada vez más

eficientes de organización doméstica aliviaban el sufrimiento material y, en

consecuencia, mitigaban en cierto grado las condiciones de intranquilidad en la capital

virreinal. Contrario a lo que sostienen algunos teóricos del poder estatal y la revolución,

la estabilidad política y social no está relacionada sólo con la habilidad del estado para

acomodar o manejar los cambios y conflictos. Tales teorías no toman en cuenta la

habilidad de los pobres para adaptarse y sobreponerse a la privación material y otras

circunstancias adversas89. Además, los estudios sobre las rebeliones urbanas y rurales

del siglo XVIII en América Latina tampoco reconocen la posibilidad de que

los trabajadores pobres hayan podido atenuar posibles conflictos sociales y políticos

mediante estrategias domésticas privadas90.

Es poco probable que la manipulación de los hogares fuera una estrategia central de

supervivencia entre los pobres del campo, pues, a diferencia de sus contrapartes de la

ciudad, tenían acceso a un mayor número de recursos no monetarios, como raciones

alimenticias y parcelas de subsistencia producto de su trabajo, y porque la naturaleza de

la economía rural no ofrecía muchas posibilidades de generar ingresos. Probablemente,

las estrategias domésticas urbanas, que acabaron por amortiguar el impacto de la

privación entre los grupos populares, nos ayuden a comprender la ausencia de

89Para una articulación y resumen de estos estudios, véase Jack A. Goldstone, Revolution and Rebellion in the

Early Modern Jfor/d (Berkeley, 1991).

^Anthony McFarlane, "Rebellions in Late Colonial Spanish America: A Comparative Perspective", Bulletin

of Latin American Research, 14 (1995): pp. 313-338. Los estudios sobre violencia colectiva y pobreza a

fines del periodo borbónico en la Nueva España no explican cómo los cambios en la estructura doméstica

podrían haber afectado la calidad de vida para los pobres urbanos y rurales de México. Van Young, "Los

ricos se vuelven más ricos", y Freidrich Katz, ed. Riot, Rebellion, and Revolution: Rural Social Conflict in

Mexico (Princeton, 1988).

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levantamientos sociales y políticos en las ciudades de la Nueva España durante la época

de la independencia91.

5. Como ya lo han señalado científicos sociales del México de fines del siglo XX, "el hogar

urbano ordinario de México nunca ha podido depender sino de sí mismo [y]... la única

forma en que se puede asegurar una mejor calidad de vida es, en definitiva, a través del

hogar"92. Estos estudios, que registran un aumento en el tamaño y complejidad de los

hogares en respuesta a la "década perdida" de los ochenta y a la recesión posterior a la

devaluación del peso en los noventa, sugieren que las raíces del comportamiento

doméstico reciente en el México urbano se pueden encontrar en el periodo de fines de la

Colonia93. Posiblemente, la privatización de las crisis económicas recurrentes que

observamos a finales del siglo XX forme parte de un viejo patrón en el México urbano,

de una respuesta cultural popular a la privación que muestra "una lógica operacional con

modelos antiguos que han quedado ocultos"94. O bien, como lo ha señalado Gonzalbo

Aizpuru recientemente, este comportamiento familiar privado "refleja ideas y prácticas

9lVéase Van Young, "Los ricos se vuelven más ricos", pp. 79-103; Michael C. Scardaville, "(Hapsburg) Law

and (Bourbon) Order: State Authority, Popular Unrest, and the Criminal Justice System in Bourbon Mexico

City", en Reconstructing Criminality in Latin America, Carlos A. Aguirre y Robert Buffington, eds.

(Wilmington, 2000), pp. 1-17. Para estrategias de supervivencia divergentes entre los hogares urbanos y

rurales en el México contemporáneo, estrategias que reflejan los diferentes contextos económicos locales,

véase C. J. Martin, "Economic Strategies and Moral Principles in the Survival of Poor Households in

Mexico: An Urban and Rural Comparison", Bulletin of Latin American Research, 15 (1996), pp. 193-210.

De acuerdo con Martin, las familias urbanas tienden a incrementar la participación de los miembros del

hogar en la fuerza de trabajo, mientras que las familias rurales se centran en reducir el consumo, no en

aumentar el ingreso. 92Selby, Murphy y Lorenzen, The Mexican Urban Household, p. 109. Los métodos para reducir la relación de

dependencia en la década de 1980, al igual que a fines del periodo colonial en la ciudad de México,

implicaban mejorar la eficiencia del grupo doméstico favoreciendo la complejidad del hogar para ampliar el

fondo de trabajo y compartir los gastos cuando resultara necesario y práctico. 9,Las respuestas de los hogares a la crisis económica mexicana en la década de 1980 en ciudades como

Oaxaca, Querétaro y Guadalajara fueron similares. En estos centros urbanos, el tamaño de la unidad

doméstica aumentó cuando se incorporaron más trabajadores al hogar para tener una fuerza de trabajo más

amplia y, en consecuencia, las formas domésticas se volvieron menos nucleares y más complejas. Los

hogares de familias extendidas y múltiples en el México urbano aumentaron de 17.1%, de entre todos los

tipos de hogar a fines de la década de 1970, a 44.5% una década más tarde. Selby, Murphy y Lorenzen, The

Mexican Urban Household, p. 92, p. 106, pp. 170-177; González de la Rocha, "Economic Crisis, Domestic

Reorganization and Women's Work in Guadalajara, México", Bulletin of Latin American Research 1

(1988), pp. 211-212; Chant, Women and Survival in Mexican Cities, p. 138, pp. 179-197. La complejidad de

los hogares volvió a aumentar en el México urbano en respuesta a la devaluación del peso en 1994 y la

recesión subsecuente. González de la Rocha, "El nuevo perfil de los grupos domésticos urbanos en la era del

trabajo precario en México", (ensayo presentado en la reunión anual de la Asociación de Estudios

Latinoamericanos, Washington, D. C., septiembre 1995). 94Certeau, The Practice of Everyday Life, XI. Para una discusión sobre cómo los mexicanos contemporáneos

prefirieron las respuestas privatizadas en lugar de las colectivas, véase González de la Rocha, The Sources

of Poverty, pp. 275-276.

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que fueron, en su momento, proyección de unas circunstancias determinadas y son hoy

exponente de valores y rutinas que han dejado huella en nuestra conciencia, aun cuando

no nos detengamos a reflexionar sobre ello. Las relaciones familiares y los hábitos

cotidianos quedaron en la penumbra y apenas recientemente comenzamos a

iluminarlos"95.

La crisis económica de finales de la Colonia fue una crisis de proporciones

importantes en la ciudad de México, y ayudó a conformar el comportamiento de los

trabajadores pobres al obligarlos a sortear los peligros de la vida urbana. Como lo

evidenciaban sus residencias opulentas y otros símbolos materiales, gran parte de la élite

en la ciudad de México y Nueva España se benefició de la economía borbónica del siglo

XVIII y principios del XIX96. Con las mejoras en su infraestructura, la ciudad de México

adoptó la apariencia de un centro urbano "moderno". Sin embargo, la pobreza se

extendía entre la riqueza y el esplendor, pero a diferencia de sus contrapartes del campo

que se rebelaban con frecuencia contra el estado borbónico, los pobres urbanos no

respondían saliendo a las calles para protestar por su situación97. Lo que hacían

entonces, al igual que gran parte de los mexicanos hicieron en crisis más recientes, era

acudir a sus propios recursos estableciendo relaciones dentro y fuera del hogar para

guarecerse de la tormenta.

95"La familia en México colonial", p. 391. 96De acuerdo con Van Young, la brecha entre las élites y los grupos populares se agrandó a fines del siglo

XVIII y principios del XIX. "Los ricos se vuelven más ricos". 97Para una discusión sobre la diferencia entre las respuestas de la ciudad y el campo, véase John H.

Coatsworth, "Patterns of Rural Rebellion in Latin America: Mexico in Comparative Perspective", en

Frederich Katz, ed., Riot, Rebellion, and Revolution p. 24, p. 57; Eric Van Young, "Islands in the Storm:

Quiet Cities and Violent Countrysides in the Mexican Independence Era", Past & Present 118 (1988),

pp. 130-155; y Scardaville, "(Hapsburg) Law and (Bourbon) Order: State and Authority, Popular Unrest,

and the Criminal Justice System in Bourbon Mexico City".

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LA ORGANIZACIÓN DE LAS TIENDAS PULPERAS EN LA CIUDAD DE

MÉXICO, SIGLO XVIII

Jorge Silva Riquer*

El trabajo fue realizado bajo la beca de sabático que me otorgó el CONACyT para mi estancia en el Instituto

Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín, Alemania y el Instituto de Investigaciones Históricas de la

Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, Michoacán.

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Los comerciantes en el México borbónico fueron un sector económico y social de

trascendencia. El comercio fue una práctica realizada por muchos personajes que les permitió

vivir y que a la vez les dio cierta importancia en el desarrollo cotidiano de la ciudad. La

actividad mercantil tuvo una presencia vital en la vida citadina y rural, ya que cumplía la función

de abastecer a los consumidores de todos aquellos productos necesarios para el consumo diario.

Se podría decir que las tiendas y sus dueños eran los personajes más comunes de los

habitantes de la ciudad, el tendero conocía a sus clientes y estos a él, el intercambio era más

personal. La forma de venta y pago de las tiendas urbanas permitió un conocimiento de la

clientela, además su ubicación ofrecía la posibilidad de tener el artículo necesario para hacer la

comida diaria, mantener el fuego, asear la casa, comprar lo indispensable para el vestido, en fin,

una serie de mercancías de uso común en la vida diaria.

Los estudios sobre el comercio en la Nueva España hacen referencia a los mecanismos de

abasto, intercambio, crédito, consumo, pero pocos se refieren al consumo popular, a los

comerciantes, a sus familias, lazos sociales, su forma de vida, sus lugares de residencia1.

La atención se ha concentrado en los comerciantes introductores, dueños de almacenes,

tiendas grandes, y poco en el comercio de corto capital, el más común, en los pulperos. Tenderos

que tenían una pequeña tienda que surtía a los habitantes circunvecinos de artículos de consumo

diario, a precios bajos y a crédito. Menos aún se han realizado trabajos sobre su vida cotidiana2.

El trabajo que presento es sobre los pulperos, aquellos tenderos que eran parte del barrio, de la

calle, los que abastecían diariamente a los habitantes de la ciudad de México.

'El trabajo pionero fue el de David A. Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810),

México, Fondo de Cultura Económica, 1975; y luego le siguieron los de C. R. Borchart de Moreno, Los

mercaderes y el capitalismo en México (1759-1778), México, Fondo de Cultura Económica, 1984; John E. Kicza,

Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante los borbones, México, FONDO DE

Cultura Económica, 1986; Jay Kinsbruner, Petty capitalism in Spanish America. The pulperos of Puebla, Mexico

City, Caracas, and Buenos Aires, Colorado Westview Press, 1987. Casi todos los trabajos se refieren a los

aspectos económicos y sociales de los comerciantes mayoristas, pocos a su forma de vida, y sólo el último se

refiere al comercio menudo. 2EI presente trabajo no intenta hacerlo, sólo realiza un acercamiento a sus formas de vida, su lugar de residencia, su

familia e integrantes, su casa y tienda, sólo busca rescatar un poco de su vida cotidiana.

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Las tiendas urbanas

Las tiendas se establecieron desde antes de la formación del Consulado en 1592, y

presentaron la misma organización durante el periodo colonial. Con excepción de la ciudad de

México, las demás ciudades tuvieron la misma estructura comercial, la que respondía a dos

factores: uno, a los artículos que vendía cada tienda y el otro a qué grupo de consumidores estaba

dirigida. La ciudad de México contaba con una variedad de tiendas que respondía a las

necesidades de ser centro receptor de los productos de importación y exportación, así como de

ser centro distribuidor al mercado interior de estas mercaderías. Las tiendas más grandes eran los

llamados almacenes, grandes tiendas que se dedicaban a ser depósitos de los comerciantes

importadores y que después vendían al interior de la Nueva España, o bien a otros tenderos para

venta al menudeo.

El principal o capital invertido era variable, pero por lo regular excedía los $ 100 000 00

debido a las mercaderías, las que se componían de telas, vinos, aceites, cacao, hierro, sedas

chinas, etc.3 Las cantidades de mercaderías eran siempre grandes; lo que les permitió obtener

mayores ganancias. Sus ventas las realizaban por medio del crédito, ya fuera en libranzas o bien

por intercambio de otros productos que interesaban al almacenero.

El crédito fue una práctica permanente de los comerciantes en sus diferentes

intercambios, salvo aquellos donde se compraba con plata en bruto, pina, ya que la pagaban

como si fuera moneda acuñada al momento de la transacción4.

El siguiente nivel de tiendas era el llamado tienda grande, o de géneros, donde los

consumidores eran los habitantes de la ciudad, los que compraban todas las mercaderías

necesarias para el vestido, la alimentación, los enseres domésticos, artículos de importación para

el consumo cotidiano, la calidad de estas mercaderías era buena y aquí acudían los consumidores

con mayor capacidad de compra. El principal invertido fluctuaba entre los 30 y los 70 mil pesos,

para 1816 había un total de 180 tiendas5.

La forma de venta era a crédito o al contado por medio de la moneda circulante. La

posición social y económica del cliente y su capacidad de pago, determinaban el crédito que

3Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Consulado, legajo 244, expediente 2 y legajo 91, expediente 1 1. 4Véase Pedro Pérez Herrero, "El Consulado de Comerciantes de la ciudad de México y sus Reformas Borbónicas",

Tesis Doctoral CEH - El Colegio de México, 1981, vol. 2. 5Kicza, op. cit., pp. 124-125.

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otorgaba el tendero, o bien la compra directa de las mercaderías evitó esta situación, sin embargo

la práctica fue casi siempre la venta a crédito.

Las mercaderías que vendían estas tiendas eran de lujo como las telas, desde las sedas

chinas, los listones de Ñapóles, hasta las mascadas y medias españolas; los llamados caldos,

vinos, aguardientes y aceites, las velas, el cacao de Guayaquil, los hilos de todas las texturas,

botones de plata u oro, imágenes religiosas, loza y botellas, hierro, etc. Todas las mercaderías

ultramarinas, salvo algunos casos que vendían productos llamados de la "tierra", o sea

regionales. La ubicación de estas tiendas también explica a qué consumidores estaba dirigido,

todos los comercios se localizaban en la plaza central en el llamado Parian, cerca de los centros

de poder económico y político de la ciudad, donde vivían los consumidores de mayores recursos

económicos, de acuerdo a la estructura habitacional de la ciudad6.

Ahora entremos a las llamadas tiendas de abarrotes, las que se dividían en tiendas

mestizas y pulperas7. Las tiendas mestizas recibían esta denominación por la variedad de

productos que vendían, ultramarinos y de la tierra. Eran más pequeñas que las anteriores, pero

con una gran variedad de mercaderías, sus consumidores estaban determinados por la capacidad

de compra, aunque en estas tiendas los compradores eran, lo que se puede llamar, la clase media

citadina. Eran principalmente los empleados administrativos, los abogados, médicos, en sí los

habitantes de recursos medios, no pertenecían a la elite, pero tampoco a los trabajadores de

menos recursos de la ciudad.

Las tiendas mestizas tenían un capital que fluctuaba entre los cinco mil y los 30 mil

pesos, aproximadamente, que estaban invertidos en mercaderías europeas: telas, hilos, agujas,

vinos, aguardiente, cacao, seda, hierro, imágenes religiosas; así como en artículos de la tierra:

loza, vidrio, mantas, seda mixteca, cacao, muebles, sillas de montar, etc. Además de productos

para la elaboración de los alimentos como carbón, leña, pimienta, sal, azúcar, azafrán, canela, etc.

Las ventas se realizaban por medio de moneda circulante, o bien a crédito, como las

anteriores, y su ubicación respondía a sus niveles de venta, se encontraban en los alrededores de

6Véase Jorge Silva Riquer, "Estructura y relaciones del comercio menudo en Valladolid, 1790-1800", Tesis

Lic. F.C.P.S.-UNAM, 1984, cap. 2.2; Claude Morin, Michoacán en la Nueva España del siglo XVIII. Crecimiento

y desigualdad en una economía colonial, México, Fondo De Cultura Económica, 1979, cap. V y Alejandra

Moreno Toscano (coord), Ciudad de México. Ensayo de Construcción de una Historia, México, INAH, 1978. 7John Kicza, las llama así, op. cit., p. 127. Dejamos la explicación de las tiendas de pulpería para el siguiente

apartado.

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la zona central de la ciudad, donde vivían sus consumidores.

La organización del comercio popular; las tiendas pulperas

Las tiendas de pulpería se denominaban así por varios factores, uno era por las

mercaderías que vendía, otro por la cantidad de venta de la mercancía y la última por la forma de

venta. Aunque se ha dicho que la variedad de mercaderías expendidas en las tiendas de pulpería,

o abarrotes, escapa a una fácil tipología8, la de esta tienda estaba determinada por los factores

antes mencionados.

Los artículos vendidos por estas tiendas son los que le dan el nombre de pulperías. Las

mercaderías llamadas así eran principalmente: arroz, frijol, chile, garbanzo, lenteja, azúcar,

panocha, sal, cebo, velas, manteca, jabón, aguardiente, ocote, carbón y leña9. En muchos de los

casos no sólo vendían estos artículos, sino otros muchos como en el caso de la pulpería de

Francisco Álvarez que tenía las siguientes mercaderías:

MERCANCIAS DE LA PULPERIA DE

FRANCISCO ÁLVAREZ

1799

CUADRO 1

Carbón de encino

Mesas

Polines

Cajones para semilla

Tinas

Armeros

Ocote

Jabón

Vidrio

Unto

Tompiates

Orégano

Almidón

Leña

Estribos

Chocolate

Cacao

Varilla de fierro

Costales

Lazo doble

Escobas

Petates

Cucharas

Candeleros

Escobetas

Vino

Agujas

Hilo

Viguetas

Alfileres

Seda

Botellas

Aguardiente

Queso

Bizcochos

Machetes

Mezcal

Pimienta

Harina

Canela

Pelotas

Ajonjolí

Almendra

Mantequilla

Vasos

Azafrán

Aceituna

Chile

Frijol

Velas

Azúcar

Pan

Panochas

Loza Fuente: AGN, Consulado, c. 287, exp. 2, 1799.

8Kicza, op. cit., p. 133. 9Fabián de Fonseca y Carlos Urrutia, Historia General de la Real Hacienda, escrita por ... por orden del virrey

conde de Revillagigedo, México, SHCP, 1978, vol. IV, pp. 361-362. El diccionario de la Lengua Española explica

lo siguiente de pulpería: Tienda, en América, donde se venden diferentes géneros para el abasto; como son vino,

aguardientes o licores, y géneros pertenecientes a droguería, buhonería, mercería, etc., Madrid, Espasa-Calpe,

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Las pulperías vendían una serie de productos necesarios para el consumo cotidiano, para

la elaboración del alimento, para el servicio doméstico, la confección del vestido y, en algunos

casos, los materiales necesarios para el trabajo de los artesanos.

Las tiendas se encontraban por lo regular en las accesorias de las casas, las cuales

rentaban a los respectivos dueños para establecer su tienda, ésta se distribuía en un local donde se

ubicaban todos los muebles necesarios y las diferentes mercaderías. Había tiendas que contaban

con tapancos y bodegas que les permitían guardar una mayor cantidad de artículos que los

exhibidos en los mostradores.

Los pulperos dedicaban su tienda al culto de algún santo, al cual le erigían un nicho

principalmente en lienzo con marco, dependía de las posibilidades económicas del pulpero la

calidad del marco. Por ejemplo la pulpería de María Jerez Gavilán dedicó su tienda al "...señor

San Antonio de Padua de lienzo, con su marco de madera gateada y su vidriera, colocado en su

nicho, con tres arbotantes de metal...", y la de Francisco Alvarez, la cual estaba dedicada a "...una

imagen de Nuestra Señora de los Dolores de lienzo colocada en su nicho con dos arbotantes../'.10

Los muebles de la tienda los integraban los mostradores y armazones con sus cajoneras,

grandes y chicas, y gavetas. Encima estaban su balanza en forma de cruz y sus jicaras, unas de

latón y otras de cobre, para pesar las mercaderías; sus frascos, con o sin tapa, donde ponían los

dulces; la botella y un embudo para la medida de los líquidos, sus cuartillos de metal, sus

medidas para "tlaquear semillas", chiquihuites para el carbón, una tina para la miel con tapa y su

medida de cobre, los fierros para hacer los tlacos y pilones, tablas para la loza, el machete para el

azúcar y la leña , cajones para el chocolate, etc. Las tiendas que no tenían trastienda armaban una

celosía con su enrejado de alambre para guardar las mercaderías, como si fuera trastienda, a

veces ponían un tapanco con el mismo fin".

La inversión que tenía una tienda era muy variable, al parecer no había una constante, a

pesar del reglamento de 1810, en que se estipulaba que se debía invertir cuando menos 1 000 en

mercaderías17. Las tiendas tenían de principal, según el padrón de 1781, un promedio que iba de

los 1 500 a los 2 000 pesos, en donde había algunas con 200 pesos y otras hasta con 4 000 pesos,

1970, vol. 5, pp. 1089-1090. I0AGN, Consulado, c. 292, exp. 1, 1784 y c. 287, exp. 2, 1799.

"AGN, Consulado, c. 292, exp. 1, 1784 y c. 287, exp. 2, 1799. 12Biblioteca Nacional, manuscrito 1 320, "Reglamento para el gobierno y dirección de las tiendas de pulpería 1810",

p. 2., (en adelante BN, ms...) citado por Kicza, op. cit., p. 133.

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y dependía de la capacidad del tendero para obtener más mercancía y más clientes13.

La cantidad de venta de los productos de pulpería era otro elemento para su clasificación,

como lo mencioné anteriormente, estas tiendas vendían al menudeo, entendiéndose por esto todas

aquellas cantidades menores a las que vendían en otras tiendas. Las medidas de la pulpería eran

medidos por quartillos o por libras que eran las medidas de peso y capacidad más pequeñas que

se utilizaban en el siglo XVIII14, lo que nos da idea de las compras en estas tiendas.

Los consumidores podían adquirir las mercancías necesarias para su consumo por

gramos, libras y onzas, por cuartillos o por unidades, lo que les permitía tener lo indispensable

para su actividad diaria y a las tiendas mantener a unos consumidores constantes. La forma de

vender en cantidades pequeñas explica, en alguna medida, la abundancia de tiendas en la ciudad,

además de que muchas de ellas tenían menos de mil pesos de principal.

En el padrón de 1781 se registraron 87 tiendas de un total de 221, con un principal menor

a los mil pesos, casi 40% de las tiendas de pulpería de la ciudad se ubicaron en este rango. Así

podemos afirmar, por ahora, que estas tiendas cumplían una función social, aparte de abastecer a

los consumidores, por ser el medio por el cual llegaban hasta los compradores los artículos

necesarios para la vida diaria en las cantidades que se requería de acuerdo a la capacidad de

compra. Además de que la inversión en una pulpería no necesitaba de mucho principal, dejaba a

los habitantes tener una actividad que les permitía vivir, en momentos que no encontraban otra

ocupación y también como complemento del ingreso familiar.

Los dueños de pulperías se ubicaron en el último nivel de los dueños de tiendas, aquellos

que tenían su establecimiento en una accesoria de alguna casa, sin embargo, dentro de este grupo

había gradaciones. Los había con una posición cómoda que les permitía tener una o más tiendas,

o bien tener una inversión considerable, como Joaquín Aldana que en 1781 tenía tres tiendas con

un principal total de 6 000 pesos, o de Fernando A. Fernández que en su única tienda tenía 5 200

pesos invertidos, o de Antonio Aleri que declaró tener entre 5 000 y 6 000 pesos en su tienda.

''Archivo Histórico de la ciudad de México, Panaderías y pulperías, volumen 3 452, legajo I, expediente 33, 1781

(en adelante AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. exp. ...).

'"Fonseca y Urrutia, op. cit., v. IV, p. 361. Las unidades de capacidad y peso eran las siguientes: capacidad, I

carga = 2 fanegas; 1 fanega = 12 almudes = 48 cuartillos. Peso, I quintal = 4 arrobas; 1 arroba = 25 libras; 1

libra (460 gr.) = 16 onzas.

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Había también el otro extremo, donde los tenderos tenían una mínima inversión, muchas

veces a crédito, que le permitía sobrevivir, como los siguientes: Miguel Caval con 25 pesos,

Josefa Mexía que tenía 400 pesos, de los cuales los debía todos, Gertrudis Mendieta con sólo 160

pesos, o Ignacio Garrido con 280 pesos15.

La situación económica de los dueños de pulperías era determinada en muchos casos por

las deudas que tenían, tanto con los tenderos mayores que los abastecían, como con los

consumidores que compraban a crédito, salvo algunos casos, los demás tenderos vivían casi al

día. En algunos las deudas los rebasaban y tenían que vender su tienda para pagar, como

Francisco García que debía 1 200 pesos y sus acreedores no le dieron más plazo; así se

comprometió a pagar 20 pesos mensuales. García no pudo abonar nada a su deuda, por lo que sus

acreedores solicitaron al Consulado se hiciera un balance de su tienda llamada "El Brindis", el

principal que tenía invertido en la tienda fue de 330 pesos solamente, ante lo cual García solicitó

una moratoria y una nueva forma de pago16.

Otro caso fue el de Joseph San Roman, que intentó traspasar su pulpería, pero se le

descubrió un adeudo de 1 908 pesos, que tenía con miembros del Consulado de comerciantes de

México, por lo que se prohibió su venta. San Roman huyó de la ciudad y uno de los acreedores,

Pedro Patricio de Sanz, propuso vender las mercaderías por ser comestibles y poder echarse a

perder pronto, así se realizó el balance donde apareció una lista de deudores por un monto de

1 036 pesos, el principal y aperos fue de sólo 200 pesos. Así se determinó que con la venta y el

cobro de las deudas se pagaría a los acreedores, todas estas operaciones fueron vigiladas y

efectuadas por el Tribunal del Consulado de Comerciantes17.

El otro factor que determinaba la calidad de pulpería era la forma de la venta de

mercaderías. El crédito fue una práctica constante en dos sentidos, tanto al comprador como al

vendedor. La forma de vender las mercaderías era, como ya dije, al menudeo. Lo que se entendía

por esto era toda aquella venta que no rebasara el medio real, ésta era la moneda de menor

denominación que circulaba en la Nueva España18.

La escasez de moneda circulante que padeció la economía novohispana en general, y las

'^AHCM, Panaderías y pulperías, vol. 3 452, leg. I, exp. 33, 1781. I6AGN, Consulados, leg. 127, exp. 16, 1790. i7AGN, Consulados, leg. 127, exp. 10, 1790. l8La unidad monetaria era la siguiente: I peso = 8 reales; 1 real = 12 granos; 1 real = 34 maravedíes.

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tiendas de pulpería en particular, fue solucionada de varias maneras, unas fueron las libranzas y

letras de cambio para el comercio al mayoreo19, otros que fueron utilizados por las pulperías

principalmente llamados tlacos y pilones y que tuvieron una circulación constante y permanente

en el comercio menudo citadino20.

Los tlacos y pilones eran una especie de monedas fraccionarias hechas por los pulperos

para solucionar el problema de la venta al menudeo, se fabricaban de varios materiales: cuero,

madera, loza, metal, y cada "moneda" tenía un sello característico de la pulpería que lo expedía,

lo cual las identificaba y limitaba su circulación. Los emisores de los tlacos y pilones fueron los

únicos obligados legalmente a aceptarlos, ninguna otra tienda los recibía. Si bien no tuvieron

ningún valor legal, representaban a la mercancía dinero en los intercambios fraccionarios, el tlaco

tuvo un valor de 1/8 de medio real, o sea que 16 tlacos eran iguales a un real y el pilón tenía el

valor de 1/12 de 1/2 real, un real era igual a 24 pilones21.

La venta se realizaba mediante dos modalidades, una era que el consumidor comprara las

mercaderías con moneda de curso legal, reales, y recibiera a cambio los artículos comprados y el

resto del dinero en tlacos y pilones, así el consumidor se veía obligado a regresar a la misma

pulpería a comprar con los tlacos recibidos anteriormente. Con lo que éste adelantaba dinero

constante y sonante al tendero, a cambio de recibir artículos de la pulpería conforme los

necesitaba. Por lo que el comprador daba crédito al pulpero, el tendero contaba con dinero en

efectivo para liquidar alguna deuda, comprar alguna mercadería, pagar la renta del local, o para

su gasto cotidiano.

La otra forma de crédito fue en sentido inverso, cuando el comprador no contaba con

dinero para adquirir las mercaderías y recurría a dos formas de compra: una, era obtener un

crédito con el tendero por los productos a comprar, dependía de la relación entre el tendero y el

cliente. Las deudas con los tenderos eran importantes, al grado de poner en peligro a la propia

tienda, como el caso mencionado de San Roman, al que le adeudaban 1 036 pesos22. Esta práctica

l9Véase Pérez, "o/?. cif\ 1981, buen estudio sobre la función de los instrumentos de crédito en la Nueva España a

mediados del siglo XVIII; y Bernardo García Martínez, "El sistema monetario de los últimos años del periodo

novohispano", en Historia Mexicana, vol. XVII, núm. 3, 1968, pp. 349-360. 20Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, p. 361. Véase Miguel L. Muñoz, Tlacos y pilones. La moneda de! pueblo de

México, México, Fomento Cultural BANAMEX, 1976.

"'Muñoz, op. cit., pp. 163-180. La conversión es la siguiente 1 real = 12 granos; 6 granos = 8 tlacos y 6

granos = 12 pilones, véase nota 26. 22AGN, Consulados, leg. 127, exp. 10, 1790. En Valladolid se realizaba la misma práctica, véase Silva, "op. cit.,

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era demasiado riesgosa debido a que el tendero sólo contaba con la calidad moral de su

comprador para otorgarle el crédito. La otra práctica, más común y extendida, fue la de vender

las mercaderías asegurándolas por medio del empeño, los compradores podían, y lo hacían,

empeñar una prenda al tendero, por lo cual se obligaba a entregar hasta cuatro reales en plata, en

caso de urgencia del marchante, o bien en otros casos que lo ameritaba según el propio pulpero.

Los artículos que se podían empeñar, según el Reglamento de tenderos de 1758, eran

"qualquier cosa de vestuario, alhaja, herramienta", y estaba prohibido recibir en "empeño alhaja,

ó cosa, que ella misma indique no ser del dominio del que la empeña, como alhajas Sagradas, y

de Santos, Libros, Platos, Tazas, Bernegales, y Cucharas, Tenedores, y alhajas de plata, llaves,

Chapas, Libreras, Frenos, Sillas, Guarniciones, y todo género de Xarcia, y que pertenezca a los

Forlones, y todas las demás que sean sospechosas...", los castigos iban desde el cobro de 50

pesos hasta prohibirles seguir teniendo la pulpería23.

El tendero estaba obligado a dar al marchante las mercaderías necesarias y dar de cambio

reales de plata y tan sólo tres tlacos, obligación que no se cubrió y siempre se daban más ti acó s a

pesar de los reglamentos. El empeño de la prenda causaba un interés de 5% anual, por el

deterioro que pudiera sufrir, el tendero otorgaba un papel donde se describía la prenda, la

condición de pago y llevaba un cuaderno de prendas para su control. El pulpero estaba obligado a

guardar la prenda un año, al término del cual le era permitido venderlas.

En la práctica el tendero sólo cumplía con aceptar el empeño y vender posteriormente la

prenda, en lo que no cumplía era en no dar más tlacos de los permitidos. Así el Reglamento de

1758 fue modificado y puesto al día en 1781, 1790 y 1792, el aspecto que sobresale fue la

constante referencia a que el pulpero no debía dar tantos tlacos ya que perjudicaban al

marchante24, ya que el tendero al dar los tlacos lo que originaba era un consumo permanente, el

comprador estaba obligado a seguir consumiendo en su pulpería, debido a que los tlacos

pp. 74-77 y Morin, op. cit., pp. 153-178.

"AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 1, 1757, "Ordenanzas para el común de los tenderos de

Pulpería, para que se guarden por los individuos de su número aprobados por el excelentísimo señor marqués de

las Amarillas virrey de la Nueva España".

^Ignacio González-Polo (versión paleográfica), "Compendio de Providencias de Policía de México del segundo

conde de Revillagigedo", Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, número 14-15, 1983, Apéndice

número I, p. 36. John Kicza no dice que: "A juzgar por algunas referencias indirectas, existían casas subastadoras

especiales que se concentraban en la venta de tales mercancías", refiriéndose a los artículos empeñados en las

pulperías, pero no señala sus fuentes, op. cit., p. 134.

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recibidos por el empeño, sólo eran aceptados por el emisor. Esta forma de crédito al consumidor

lo convirtió en un comprador cautivo, a menos que tuviera la posibilidad de comprar en otra

pulpería, siempre y cuando hubiera gastado los tlacos en la tienda correspondiente para no tener

pérdidas. La relación que se estableció entre los tenderos y sus marchantes fue de un consumo

cautivo y permanente, lo que permitió una presencia abundante de tiendas de pulpería en la

ciudad, el padrón de tiendas de 1781 registró un total de 221 establecimientos25.

El comerciante abastecía su pulpería al comprar mercaderías al contado a los viandantes

que entraban a la ciudad, o a los comerciantes mayoristas citadinos, estos mecanismos de

adquisición tenían características propias. El primer método consistió en que el pulpero pagaba al

contado las mercancías que ofrecían los productores en la ciudad, artículos perecederos como:

arroz, azúcar, chile, huevos, artículos de uso doméstico, leña, carbón ocote, escobas, petates, etc.

La transacción la regulaba el "Fiel Ejecutor"26, con él se registraba toda introducción de

bastimentos y se determinaba el precio de venta. Los consumidores tenían prioridad en la compra

y después de un tiempo razonable, en que se creía que se habían abastecido los habitantes, se

permitía a los tenderos realizar su abasto, ya fuera por unidad o bien por el total de la mercancía.

Estaba prohibido que se comprara toda la mercancía a los productores antes de su entrada

a la ciudad, práctica que realizaban entre otros los comerciantes, así como el impedir la venta del

productor al consumidor, cuando el tendero estaba interesado en la compra total del artículo, o

bien acaparar toda la mercancía y venderla toda a otro comprador27.

El tendero tenía la obligación de registrar ante el "Fiel Ejecutor" la compra, la cantidad,

lo que compraban y el precio "sin encubierta algún, y en los tres días siguientes tendrán el tanto

los Vezinos, y Tenderos para coger hasta la mitad de lo comprado, y la mitad que queda, la venda

a el precio de la postura, que se le diere, ó libremente sino la tuviere, pena de perdido, o el valor

de la cosa comprada; por la segunda doblada, y dos años de Presidio". Y para un mejor y debido

cumplimiento de esta ordenanza se establece que ningún tendero pueda admitir encomiendas de

25AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. I, exp. 33, 1781. El caso de Michoacán confirma lo dicho véase

Silva, "op. cif \ pp. 62-66 y Morin, op. cit., p. 162. 26Un comerciante elegido por el Consulado de Comerciantes y el Cabildo de la ciudad para estipular los precios,

regular las ventas, ser juez en los problemas de comercio y vigilar que se cumplieran las disposiciones comerciales

dictadas por el Cabildo y el Consulado de Comerciantes. 21AHCM,Panaderías y Pulperías,vo\. 3 452,leg. l,exp. I, 1757, "Ordenanzas para el común...", ordenanza núm. 12.

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géneros comestibles, entendiéndose también "todos los géneros correspondientes a el trato de

Pulpería, para que no pueda ser encomendero de ellos, bajo de las mismas penas"28.

Esta ordenanza señalaba las obligaciones que tenía el pulpero al comprar los bastimentos

a los productores, la práctica demostró que no se cumplía con las disposiciones de 1758. La

regatonería fue un problema permanente en el comercio citadino, así como el ocultar las

mercancías al "Fiel Ejecutor", para evitar la tasación de las mismas, lo que le permitió al tendero

poner el precio que quiso.

Esta forma de abasto permitió al pulpero contar con todos aquellos productos de pulpería,

pero además con otros necesarios para el alimento, vestido y uso doméstico que elaboraban

productores indígenas y que salían del control monopólico de los comerciantes mayoristas. Las

tiendas al comprar las mercaderías a los viandantes permitían a los consumidores contar con el

abasto necesario durante el tiempo que tardaban en regresar los productores a la ciudad.

La otra forma de surtirse fue la realizada entre el comerciante al mayoreo y el tendero, el

primero entregaba al segundo los productos que estaban bajo su control monopólico, otorgándole

un crédito, con un interés y un plazo determinado. El interés era generalmente de 5% y el plazo

de pago dependía de la relación de dependencia entre ambos. El comerciante abastecedor podía

ser también un pulpero con mayor capacidad económica. Por ejemplo: Francisco Alvarez realizó

un balance a su pulpería en 1799 para venderla, se registró una lista de 11 acreedores, que iban

desde una deuda de Domingo Coloma por 365 pesos hasta la del tocinero de la esquina de San

Miguel por cinco pesos. En total Alvarez debía 988 pesos, su tienda tenía invertido en géneros y

aperos sólo 374 pesos29.

Las mercancías que compraba el tendero eran para el vestuario, el uso doméstico,

herramientas para el trabajo, vinos y aguardientes. Esta relación permitió a los comerciantes

mayoristas ejercer un control dentro de este nivel comercial, si bien, parece que no incursionaron

en este tipo de tiendas, sí ejercieron un dominio sobre ellas por medio del abasto y el crédito.

Con esto mantenían una circulación de los artículos que monopolizaban al interior de la misma

ciudad. Así la pulpería era para algunos un buen negocio, que permitió tener un mejor nivel de

28AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 1, 1757, "Ordenanzas para el común ...", ord. número 13.

:qAGN, Consulado, c. 287, exp. 2, 1799; t. 127, exp. 10 y 16, 1790. Se pueden consultar también c. 292, exp. 11,

1794 y t. 234, exp. 7, 1790.

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vida, sin llegar a los estratos altos de la elite comercial o a los niveles económicos que daban las

profesiones o la función burocrática, pero sí cubrir los gastos diarios.

Algunos tenderos llegaron a tener una posición importante dentro del gremio de pulperos.

Había los que contaron con un capital considerable en su tienda, lo que demuestra, de alguna

manera, una posición económica sobresaliente del resto. El padrón de pulperías de 1781 registró

a un total de 52 tiendas con un capital que iba de los 2 000 a los 6 000 pesos, 24% de las tiendas

manejaba un principal de 4 000 pesos en promedio, casi un cuarto del total de pulperías tenía una

situación económica importante con respecto al resto, ya que la cantidad registrada era propiedad

del tendero, no tenían nada a rédito30.

El caso de Antonio Maldonado miembro del gremio de pulperos de la ciudad es más

explicativo, para 1784 compró dos tiendas de pulpería, una a Domingo Vélez de Escalante

ubicada en el Real de minas de Tlalpujahua, Michoacán. Y en el mismo año la tienda de María

Xerez Gavilán de la Vega en la ciudad de México. La que se encontraba en el barrio de la

Alameda en la esquina que llama de Juan Chiquito que su frente mira al norte, por la que pagó

1 487 pesos, e invirtió inmediatamente 918 pesos más. Nombró a Mariano Hernández como su

cajero-administrador, "quien recibiría el tercio de las ganancias o pérdidas por un tiempo de seis

meses..." Se le realizaron nueve balances a la tienda, de 1785 a 1791, cada uno registró una

ganancia neta de aproximadamente 1 000 pesos, de la cual se pagó deudas, se descontó los gastos

de la tienda, del cajero y propietario, y el resto se invirtió al principal. Para 1791 la tienda tenía

una inversión de 5 273 pesos, incrementó su capital en 120% en sólo siete años. Tuvo una

ganancia de 17% anual, si tomamos en cuenta que el crédito sobre un préstamo era de 5% por

año, Maldonado obtuvo de esta tienda 12% más de ganancia que si hubiera prestado el dinero a

rédito31.

Maldonado no sólo contaba con esta tienda, para 1785 compró la tienda llamada del

"Fraile", en 1786 compró la pulpería que llamaban del "Aguilita y que ahora llaman del

Guarico", en 1787 la denominada de "San Felipe" y en 1791 "la que se encontraba en la esquina

de la calle de San Juan de la Penitenciaria y da vuelta a la de la Victoria", a Nicolás Carreño.

Además había establecido una compañía comercial con José Alday comerciante de Pátzcuaro32.

30AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 52, leg. 1, exp. 33, 1781. 3IAGN, Consulados, c. 292, exp. 1 y 2, 1784-1793. J2AGN, Consulados, c. 292, exp. 3-5, 8 y 9, 1785-1795. No todos los tenderos eran pobres como se ha dicho aunque

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Los dueños de pulperías, al igual que los comerciantes mayoristas, contrataban a un

cajero o administrador para que estuviera al frente de la tienda. Los convenios que se establecían

entre el tendero y el cajero eran de relación de trabajo y de compañía comercial. Había los

referentes al salario que consistían en pagar a una persona un jornal y su manutención por un

tiempo determinado, el cajero estaba obligado a presentar estados de cuenta semestrales o

anuales de los ingresos, egresos y ganancias de las tiendas. La otra forma era establecer una

compañía entre el dueño y el cajero, donde se estipulaba la participación de cada uno, ya fuera

con trabajo, dinero o mercancías, y la forma de repartir las ganancias. En el padrón de 1781

estaban registrados un total de 70 cajeros o administradores de tiendas, la mayoría en pulperías

de más de mil pesos de principal, el 32% de las tiendas tenía un cajero33.

La presencia de la mujer como dueña de tiendas era insignificante para 1781 había 13

dueñas del total de 221 pulperías y para 1804 había 17 propietarias de 285 tiendas registradas, o

sea que durante 23 años se mantuvo el mismo promedio, 6% del total pertenecía a mujeres.

Además utilizaban los servicios de un cajero, en 1781 del total de tiendas propiedad de mujeres,

diez estaban bajo el control de un cajero34. Al parecer el comercio de pulpería no era una

actividad en que las mujeres citadinas se interesaran, o no se les permitía su inversión.

Organización y control de las pulperías

Los dueños de estas tiendas tuvieron una organización semejante a los comerciantes del

Consulado, estaban agrupados en una especie de gremio de tenderos de pulpería donde se elegían

a diputados y apoderados, esta organización respondía a los intereses de los propios tenderos, por

tener quien los representara ante el Consulado y el Cabildo, y al control y organización que

llevaba a cabo el gobierno español. Hubo ciertos problemas sobre cómo, dónde y cuántas

pulperías debería haber en la ciudad, situación que se empieza a regularizar, o por lo menos se

dictan las medidas correspondientes, para mediados del siglo XVIII.

En 1750 el virrey primer Conde de Revillagigedo aprobó las Ordenanzas para el común

aún faltan más casos para demostrar lo contrario, Maldonado es un ejemplo que apunta en ese sentido. Kicza, op.

cit., pp. 130-134 y Silva, "op. cit."\ p. 12.

"AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781.

34AHCM Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781 y AGN, Consulados, c. 267, exp. 8, 1804.

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de los tenderos de pulpería, para que se guarden por los individuos de su número...^ intentó

darle una organización a los tenderos, a las tiendas, a la forma de venta y señaló sus obligaciones.

Se reconoció que el común de los tenderos podían nombrar a seis diputados, "para que estos a

nombre de su trato dispusiesen lo conveniente su establecimiento, conservación, utilidad y honor,

dando desde luego por bien hecho todo lo que estos dispusieren...". La elección se realizó al

tomar en cuenta a los tenderos más antiguos, mismos que permanecían en su cargo hasta su

muerte, a los diputados se les otorgaba el poder necesario para el mejor funcionamiento y

beneficio del gremio. Además los diputados tenían la capacidad electiva de designar a un

apoderado general, "para que siguiera todas las diligencias que se ofrezcan y practique todo lo

que estimare por conveniente con acuerdo de los diputados, lo que se aprobó por el superior

gobierno desde luego todos y cada uno de los tenderos deben estar sujetos al dicho apoderado y

diputados en cuanto respecta de las cosas del trato..."36.

Los cargos además de representar al común de los tenderos, tenían la autorización de

vigilar que se cumpliera con las disposiciones del gobierno virreinal. En 1750 se amplió el

número de diputados de seis a 12, la elección de los seis primeros se respetó, los restantes se

eligirían cada tres años en asamblea general de los tenderos y con asistencia de los diputados

denominados de propios y elecciones, la que se realizaría en las "casas del cabildo,

permitiéndose la reelección de los diputados anteriores". El cargo de apoderado general tuvo un

periodo de tres años y la elección se realizaba igual que la de diputados, siendo sus obligaciones

"seguir todos los negocios, y litigios del dicho trato, dirigir los que se ofrezcan celar, velar y

cuidar la ejecución y cumplimiento de las ordenanzas de anunciar sus transgresores, solicitar su

enmienda, practicar los mandatos de la fiel ejecutoria, y los acuerdos de los diputados..., así

como al finalizar su periodo dar cuenta formal con cargo y data de lo que hubiese percibido y

hubiese gastado, comprobadas sus partidas en el modo que legalmente se refiere...", se nombraría

a tres diputados para revisar y aprobar las cuentas. La elección de los diputados temporales podía

recaer en españoles, indios, mestizos o castizos y se prohibía que a partir de la publicación de

estas ordenanzas ningún "negro, mulato o de color quebrado, pueda ser tendero ni administrar

"Fonseca y Urrutia, op. cil., vol. IV, pp. 336-350. 36Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 343-344.

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tienda de pulpería..."37.

Había otras restricciones para los tenderos, en la comercialización de algunos productos,

como la siguiente; "se ordena que ningún tendero pueda tener ni ejercitar los tratos de ganado de

cerdos, ni los de panadería o velería... se prohibe también los tenderos puedan tener con personas

de los referidos tratos, ni estas con los tenderos para que les reciban sus efectos..." O bien se

regula la venta de otros, como el pan frío, se ordenó "que ningún tendero por ningún motivo

pueda recibir ganancia mas de un real en el peso de pan que comprare al panadero" además de

que debía tener a la vista, junto al mostrador, todo el pan que tuviera para vender.

Se les fijo un horario de venta en las tiendas de 5:30 a.m. a 10:00 p.m., además de que las

pulperías que estuvieran en las esquinas tenían la obligación de poner "hachón o luminaria" por

su cuenta. Se prohibía abrir nuevas tiendas en la mitad de la calle y se disponían las esquinas

para su ubicación.

Las ordenanzas presentaron obligaciones para los tenderos que compraban una pulpería,

una de ellas fue que se hiciera responsable del empeño recibido por el dueño anterior, según el

cuaderno, vales o cualquier otra prueba que aceptara los tlacos emitidos y que circulaban

anteriormente en esa tienda, o en su caso sellar nuevos y cambiarlos por los anteriores; y que

debe reconocer y aceptar el cuaderno de prendas del anterior dueño. Estaba penado el "sonsacar"

a cualquier administrador de las demás tiendas y no se permitía la presencia de personas ajenas a

la tienda dentro o fuera de la pulpería, para evitar abusos y molestias a las mujeres. Por último se

desconocía el fuero que pudiera tener el tendero, aún "el militar o el clérigo del santo oficio" y se

les obligaba a cumplir con estas ordenanzas38, mismas que fueron publicadas nuevamente en

1758 por el virrey Marqués de las Amarillas, sin embargo esta edición no modificó nada a la

anterior. Para el periodo del virrey segundo conde de Revillagigedo se presentaron algunos

cambios en el periodo, en la forma de realizar los empeños de prendas, se fijó la tasa de 5% y el

periodo de un año para recuperar la prenda, o el tendero tenía el derecho de venderla, se marcó

una cuota para asegurar la apertura de la pulpería en 500 pesos, los que se depositaban en las

cajas del Cabildo, se prohibió la apertura de más tiendas en la ciudad, así como la uniformidad en

los toldos, los que deberían ser verdes y la seguridad en las tablas de las pulperías39.

"Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 345-347 y 349. ,8Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 336-349. V,AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 1, 1757, "Ordenanzas para el común.Fonseca y

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Revillagigedo demostró su carácter de gobernante ilustrado y llegó a proponer lo

siguiente: "el recargo de derechos, atrasa bastante el comercio de España, y especialmente la

repetición de alcabalas, que se van adeudando, según van mudando de suelos; por lo cual llegan

los efectos de España muy recargados a lo interior del reino, que no están sujetos a semejantes

gravámenes:..., propuse que no se adeudase la alcabala, sino en cuando se verificase venta, y no

cuando el efecto saliese invendido de un pueblo a otro, devolviéndose lo exigido por razón de

introducción, cuando aquella no tuviese efecto"40.

Con esto se puede razonar en dos sentidos, por un lado a Revillagigedo le interesaba

aplicar la política ilustrada española de ese momento, desarrollo de una industria española y

formación de un mercado para sus productos, al eliminar la introducción de los artículos

europeos41. El otro sentido es que la desaparición del monopolio de los comerciantes de la ciudad

de México, el crecimiento en la extracción de plata, la formación del estanco del tabaco, entre

otros, permitió una circulación mucho más intensa de las mercaderías, que a pesar de las

restricciones tenían mejores precios que las ultramarinas. Todo lo que le permitió afirmar al

propio Revillagigedo que la libertad de comercio se desarrolló en gran medida.

Además de los Reglamentos para el funcionamiento de las pulperías, se recuperó, por

Orden Real, un impuesto a este comercio. Para lo cual se ordenó la realización de un Padrón de

Tiendas, así como las visitas periódicas para comprobar su principal invertido, el monto y pago

del impuesto correspondiente.

Fue en 1631 cuando se dispuso que "dexando en cada lugar de españoles de las Indias las

pulperías, que precisamente fuesen necesarias para el abasto, conforme la capacidad de cada

Pueblo, todas las demás nos pagasen por vía de composición en cada un año, desde treinta, hasta

quarenta pesos: y para mas claridad de lo sobredicho y su fácil execucion, que se señalasen

las pulperías de ordenanza, que fuesen para el abasto, y las nombrasen los Cabildos...". Las

pulperías de ordenanza, exentas del pago de impuesto, estaban también protegidas en contra de

Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 360-372; González, Polo, op. cit., pp. 29 y 36 donde señaló modificaciones que se

habían realizado en 1781, 1790 y 1792; AGN, Consulados, c. 271, exp. 10, 1791; y BN, ms. 1 320, "Reglamento

para el gobierno ...". 40Conde de Revillagigedo, Informe sobre las misiones, 1793 e Instrucción Reservada al Marqués de Branciforte,

1794, México, Editorial Jus, 1966, p. 204.

"'Véase Marcelo Bitar Letayf, Los economistas españoles del siglo XVIII y sus ideas sobre el comercio con las

Indias, México, Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1975, buen resumen sobre las ideas de política

mercantil que se discutían en España en el siglo XVIII.

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las visitas de los funcionarios del Cabildo, a las tiendas sujetas al impuesto se les realizaban

cuatro visitas al año y respecto a las pulperías que se encontraban en los pueblos de indios

"fuesen admitidas a composición en las cantidades referidas", pero no se permitía establecer más

y no se autorizaba ninguna de ordenanza42. El pago no se llevó a cabo en el siglo XVII, todo

parece indicar que fue hasta mediados del siglo XVIII cuando se logró su cobro (ver cuadro 2.)

RECAUDACIÓN DEL IMPUESTO DE PULPERÍAS CUADRO 2

1786-1790

AÑOS IMPUESTO" GASTOSb TOTAL

Total 424 917 6 6 3 327 5 0 421 590 1 6

1786 16 260 7 6 16 260 7 6

1787 104 043 5 6 1.29116 102 752 4 0

1788 100 043 4 6 500 5 0 100 246 7 6

1789 100 066 6 0 6716 0 99 395 0 0

1790 103 798 7 0 864 0 6 102 934 6 6

Año común 84 983 4 6 665 4 2 84 318 0 4

a Las cantidades están en pesos, reales y granos, de acuerdo a la siguiente equivalencia: 1 peso = 8 reales, 1

real = 12 granos. b Los gastos consistían en el 4% que se pagaba a los administradores de alcabalas sobre la cobranza y por la

presentación en la tesorería real respectiva, cuando no había oficiales reales.

Fuente: Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, p. 372.

42Recopilación de las Leyes de Indias, Madrid, 1756, t. II, lib. 14, tit. VIII, ley XII.

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Para lograr su cobro se publicaron varias cédulas reales en 1730, 1776, 1779, 1783 y

1785, pero fue hasta 1786 con el Conde de Gálvez que se empezó a cobrar el impuesto, después

de asignar el número de tiendas de ordenanza y de haber realizado el padrón de tiendas. El pago

del impuesto se determinó, no con base en el principal invertido el día de la visita, sino con base

en su promedio anual43.

El primer padrón que tengo registrado fue el de 178144 y se hizo por orden del fiscal de la

Real Hacienda, con base en la Real Orden de 1776 que señalaba lo siguiente: "he tenido por

conveniente conforme a su dictamen, que con la más posible brevedad proceda V. S. a

empadronar todas las tiendas y puestos de pulpería que haya en los pueblos y lugares de su

jurisdicción pues por lo que mira a esta capital paso con igual fecha la orden correspondiente a

los oficiales reales de estas caxas, expresando en cada lista de ellas los sujetos que tienen

públicamente y regulándoles según sus facultades que tengan invertidas en este género de

comercio, la contribución con que deben contribuir". Así, se giró la orden para levantar el padrón

en la ciudad de México y en las Villas de Guadalupe, Popotla, a la parcialidad de Santiago y de

San Juan de Iztacalco. Pero a pesar de que se repitió la orden el empadronamiento no se llevó a

cabo y en marzo de 1781 se aplicó una multa "a los señores corregidores y regidores fieles

executores" de 25 pesos4'.

En 1781 se registraron 221 pulperías en la ciudad de México, pero a pesar de las

disposiciones sólo se anotaron el nombre del dueño, y del administrador en su caso, el principal

invertido y la ubicación de la tienda. El siguiente registro fue de 1795 donde se anotaron un total

de 154 tiendas, es necesario aclarar que este padrón lo realizó el gremio de panaderos para

identificar a las pulperías que vendían pan, al parecer estaban registradas todas las pulperías. Y

por último el padrón de 1804, que sólo registró al dueño, sin mencionar si tenía cajero o no y su

ubicación, fueron anotadas 107 pulperías (ver los mapas I, II y III)46.

■"Eusebio Ventura Beleña, Recopilación sumaria de todos tos autos acordados de la Rea! Audiencia y Sala de!

Crimen de esta Nueva España, México, UN AM, 198], t. I, p. 344. Ricardo Rees, Rea! Ordenanza para el

establecimiento e instrucción de intendentes de ejercito v provincia en el reino de la Nueva España, 1786,

México, UNAM, 1984, pp. 195-198; Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 358-359; Archivo Histórico del

Ayuntamiento de Morelia, leg. 93, exp. 23, 1786 y AHAM, leg. 97, exp. 5, 1786. 44Es el mismo que registraron Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 353-354. 45AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. I, exp. 32 y 33, 1780.

46AHCM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1780-81; AGN, Abastos y panaderías, leg. 4, exp. 2,

1795 y Consulados, c. 267, exp. 8, 1804.

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Si tomamos con cuidado los números de tiendas y suponemos que existe una gran

aproximación, vemos que de 1781 a 1804 desaparecieron un total de 114 pulperías, o sea que

cierran 51% en sólo 23 años, una cantidad reducida de tiendas se vio en la necesidad de dejar

de vender. Si recordamos que en 1781 había casi 40% de tiendas con menos de un mil pesos de

principal, vemos que el cierre de 114 tiendas era muy reducido, los factores ya los hemos dicho,

mantenían un círculo de consumidores cautivos que permitían la subsistencia tanto a éstos como

al tendero. La aplicación del impuesto a las pulperías causó muchos problemas porque no se

aclaraba a quién se debería cobrar los 40 pesos y a quién los 30 pesos. Fue hasta 1790 en el

gobierno del segundo conde de Revillagigedo que se dispuso se cobrara 30 pesos a las tiendas

con menos de un mil pesos y 40 pesos a las que tuvieran más de un mil pesos de principal47, con

lo que se logró una aplicación más correcta y segura del impuesto. A pesar de las protestas del

gremio de pulperos, por medio de sus diputados y apoderado, sobre lo excesivo del impuesto y

las vejaciones que sufrían los tenderos en las visitas para fijar y cobrar el impuesto, se puede

observar que sólo cierran 47 tiendas de 1795 a 1804, o sea 30%, y que en el lapso de 1781 a 1795

cierran 67 establecimientos, 30% también, lo que demuestra que el impuesto no fue, como

argumentaron los tenderos, la causa principal del cierre de sus tiendas. Y por lo que se ve en el

cuadro 2 el impuesto fue un ingreso importante para la Real Hacienda.

Los pulperos y sus relaciones familiares

Los pulperos eran personas de pocos recursos económicos que se dedicaban al comercio

como una actividad más, la pulpería permitía, en la mayoría de los casos, mantener a su familia,

su casa y hasta darle educación a alguno de sus hijos, siempre y cuando el negocio tuviera alguna

ganancia. Había pulperos que lograron comprar varias tiendas y así obtener un pequeño capital

que hizo posible casar a la hija, o mandar a estudiar al hijo.

Las relaciones de parentesco que establecieron los pulperos fueron muy similares a las

practicadas por los comerciantes del Consulado de la ciudad de México, y las podemos clasificar

en tipos; endogámica, cuando lograban establecerse con su tienda mandaban traer al pariente

lejano de España para convertirlo en su cajero, o administrador, el pulpero lo casaba con la hija,

o bien a la muerte del tío se casaba con la viuda. Hay varios casos para 1781, según el padrón de

"Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, p. 366. Sobre las quejas que se generaron sobre lo excesivo del impuesto se

puede consultar Conde de Revillagigedo, Informe sobre las misiones 1793 e instrucción reservada al Marqués de

Bra, 1794. México, Editor al jus, 1966, p. 206.

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tiendas en que las pulperías fueron controladas por un cajero, todas propiedad de mujeres48. Y la

exogámica, donde el compromiso de matrimonio de las hijas se realizaba con los integrantes de

la comunidad, de la calle o barrio, la que mantenía así una permanencia en el lugar de residencia.

Así se creaba una especie de familia extensa que permitió mantenerse unidos por su presencia en

el mismo barrio de la ciudad. A semejanza de la práctica de los comerciantes españoles, que

realizaban contratos matrimoniales con personajes de actividades económicas diferentes, lo que

les permitió expandir sus inversiones. Así los pulperos realizaban prácticas matrimoniales con

los miembros del lugar de residencia y obtenían una forma de integración a la ciudad49.

La familia del pulpero se componía por él, su esposa, los hijos y los allegados, pero no

siempre se repitió esta forma, dependía de las condiciones económicas del tendero. Condición

que hace más difícil establecer un patrón general para la familia de estos comerciantes. Cuando

se tenía una posición desahogada podía tener en casa a los parientes, los cuales se dedicaban a la

administración de la tienda, o a otras actividades citadinas. Si los recursos eran exiguos, la

familia se integraba por los miembros más cercanos, padres e hijos, a los cuales había que darles

algún oficio, sólo uno podría quedarse con la pulpería del padre, y ese seguramente recibía la

enseñanza correspondiente a la actividad comercial.

El padre podía ser español, criollo o mestizo50 siempre de escasos recursos económicos,

por lo que buscaba siempre ser considerado como español, la forma era utilizar el Don, muy

rara vez eran miembros de alguna familia rica venida a menos, lo que les permitía usar ese título.

Esta forma mercantil era una muestra de la incapacidad de ciertos sectores de la población para

obtener otra actividad que les permitiera tener los ingresos necesarios51.

Los padrones de pulperías realizados en 1781 y 1804 permiten observar lo mencionado,

la mayoría de los tenderos utilizan el Don como sinónimo de prestigio y calidad social, aunque el

capital registrado en su tienda no sea mayor de 100 pesos. Para 1781 el padrón de tiendas registró

un total de 52 pulperías con un capital de 4 000 pesos promedio, de un total de 221 sólo 24% de

los tenderos tenía un capital importante.

48AHAM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781. 49AHAM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781; AGN, Consulado, caja 267, exp. 8, 1804; John

Kicza, "The role of family in economic development in nineteenth-century Latin America", en Journal of Family

History, vol. 10, número 3, 1985, pp. 242-243. 50Estaba prohibido que personas de color, negros o mulatos o de color quebrado pudieran ser tenderos o administrar

pulperías, Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 345-347 y 349. 51 Brading, op. cit., pp. 162-163 y Kicza, op. cit., pp. 128-136.

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Otro 20% lo representaron los que tenían invertido un capital de 1 000 pesos y el resto,

más del 50% con una inversión de menos de 1 000 pesos. Pero todos los dueños se presentaron

con el título de Don52.

El padrón de 1804 registró a un total de 107 pulperías, todas con tenderos denominados

Don, el uso se había generalizado y permitía a los tenderos considerarse como españoles. Este

registro no indica el capital invertido, pero si hacemos una comparación con las pulperías de

1781, veremos que hubo una disminución del 50% aproximadamente, lo que me hace pensar que

aún al usar el título de Don los pulperos no tenían una permanencia duradera en el comercio

citadino y menos en la vida social del barrio. Había otros que lograron mantenerse, o incluso

aumentar sus propiedades mercantiles y convertirse en prósperos pulperos53.

Los pocos documentos que dejaron las familias de pulperos nos impiden reconstruir su

estructura familiar, a diferencia de las familias de comerciantes ricas del periodo colonial, de las

cuales se conservan los archivos familiares54. Pero podemos imaginar que las prácticas de estos

mercaderes eran iguales o parecidas a las de los miembros del Consulado de Comerciantes de la

ciudad.

Los pulperos debían buscar establecer lazos de parentesco y permanencia en un espacio

geográfico, si tenemos en cuenta que eran personas de escasos recursos económicos y de grupos

sociales de bajo nivel, sus compromisos y formas de integración debieron haberse dado en los

lugares de residencia. Si los mercaderes introductores se unían en torno al lugar de origen, vascos

o montañeses, y realizaban prácticas matrimoniales entre los grupos de gente con prestigio y

solvencia económica, es factible pensar que los tenderos realizaron prácticas similares.

Los tenderos se unían en matrimonio con personas que pertenecían al mismo gremio, el

sentido de pertenencia lo obtenían al casarse, o establecer otro tipo de relaciones de parentesco

^AHAM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781. El título de Don si bien no representa un

elemento para distinguir a los tenderos por su origen, si permite decir que era una forma de mantenerse dentro de

cierto rango social diferente al de las castas e indios, aunque no fueran españoles.

"AGN, Consulado, c. 267, exp. S, f. 18, 1804 y AHAM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781. S4Para los trabajos de las familias pertenecientes a la elite véase Larissa Adler Lomnitz, y Marisol Pérez L. "The

History of a Mexican elite family", in Journal of Family History, vol. 3, número 4, pp. 392-409; Charles H. Harris

III, A Mexican family Empire: The Latifundio of The Sánchez Navarro's, 1 765-1867, Austin, University of Texas

Press, 1975; John Kicza, "The Great Families of Mexico: Elite Maintenance and Business Practices in Late

Colonial Mexico City", in Hispanic American Historical Review, vol. 62, num. 3, 1982, pp. 429^57; Doris Ladd,

La nobleza mexicana en la época de la independencia, 1780-1826, México, Fondo De Cultura Económica, 1984,

entre otros.

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con las personas que vivían dentro de la misma calle o barrio. Así lograban establecer los lazos

de parentesco que se convertirían en lazos de solidaridad, que permitieran mantenerse como

familias de comerciantes dentro de la ciudad55.

Las familias de pulperos podían ser amplias, pero no puedo afirmar que fueran de las

mismas dimensiones que las familias de la elite, el sostenimiento de una familia era costoso, y

aunque la pulpería dejara para comer no permitía mantener a una familia extensa. Por lo que me

inclino a pensar que eran familias más bien pequeñas, donde los integrantes buscaban aprender el

oficio del padre para establecer su propia tienda, o bien el dedicarse a la venta ambulante o

viandante de mercancías, era otra forma de obtener sus propios ingresos.

Había tenderos prósperos, a quienes sus ingresos permitían mantener una vida más

holgada y podían asemejarse más a las familias adineradas, sus integrantes eran sus hijos,

familiares cercanos y sus empleados o cajeros, a los que mantenía el tendero con las ganancias de

sus pulperías, tal parece ser el caso de D. Antonio Maldonado que entre 1784 y 1791 registró seis

pulperías de su propiedad en la ciudad de México y algunas compañías comerciales con

mercaderes de Michoacán56.

Las familias de pulperos eran pobres, aunque podían ser amplias, me inclino a pensar que

más bien eran nucleares, pequeñas, integradas por los padres y los hijos. Aunque podían habitar

con ellos más parientes no creo que la práctica familiar fuera ampliada, los datos de los padrones

de pulperías para 1781 y 1804 dan cifras económicas en las que me baso para suponer lo anterior.

En 1781 del total de 221 pulperías sólo 52 (el 24%) tenían un capital invertido de 4 000

pesos, los 169 restantes tenían una inversión de 800 pesos, o sea que 76% de las tiendas tenían un

capital de apenas 800 pesos. Por lo que pienso que con un capital tan corto y unas ganancias

mínimas, el tendero no podía mantener una familia ampliada por no tener que ofrecerles57.

55Los pulperos se unieron en una especie de gremio para tener una representación ante el Consulado, ya que éste no

los aceptaba como miembros, y ante el Cabildo de la ciudad y así discutir las medidas de organización y pago de

impuestos, véase Silva, "op. city, pp. 85-106; Brading, op. cit., p. 78; Kicza, op. cit., pp. 153-172; Kicza, "op.

cit:\ pp. 242-243. 56Maldonado obtuvo sólo de una de sus pulperías una ganancia de 17% anual durante siete años, lo que da 120% de

una sola de sus tiendas, esto permite pensar que la familia de este tendero podría asemejarse más a las prácticas de

las familias adineradas, pero sólo es un caso. AGN, Consulados, c. 292, exp. 1-5 y 8-9, 1784-1795.

"AHAM, Panaderías y Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781. Sólo son algunas especulaciones sobre los

integrantes de la familia de los pulperos, la verdad es que es muy difícil conocer a los integrantes, y su número, la

búsqueda en el Archivo General de Notarías no ofreció ningún dato sobre este respecto, los notarios consultados

no tenían registrados los testamentos de los tenderos y me pregunto si los llegaron a realizar.

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Ubicación, propiedad y habitación de las pulperías

La ubicación de las tiendas en la ciudad, la propiedad del local que ocupaba y el lugar de

residencia de las familias de tenderos, son elementos que permitían conocer más sobre su

comportamiento.

La ubicación de las tiendas en la ciudad respondía a un patrón común en la Nueva

España, donde cada grupo económico y social ocupaba un lugar. Las pulperías se encontraban

cerca del centro de la ciudad, pero nunca dentro de él, y se distribuían hacía los diferentes

barrios. Cada una se ubicó dentro de ciertos límites, lo que permitió tener un espacio de abasto

dentro de la ciudad, según el padrón de 1781 las tiendas presentaron un patrón disperso, lo que

permitió abarcar un número considerable de posibles consumidores. Parece que se dividieron los

espacios para cubrir las necesidades de un número determinado de habitantes (ver mapa I.)

Se encontraban a una o dos calles del centro de la ciudad, y se distribuían en forma

irregular hacia los extremos, a pesar de la existencia de un reglamento que disponía su ubicación,

las tiendas se abrían en las esquinas o a la mitad de las calles. Las pulperías se encontraban

distribuidas por todos los barrios, sin presentar aglomeraciones en alguno de ellos, puedo decir

que cubrían un espacio amplio y sin duda abastecían a un número determinado de habitantes.

La ciudad se dividió en ocho cuarteles para 178358, podemos observar que la cantidad de

tiendas por cuarteles era muy similar, de las 221 pulperías que se registraron pocas se

encontraban dentro de la misma calle, el promedio era de dos por cada manzana, salvo algunos

casos donde se encontraron cuatro tiendas dentro de la misma esquina, como en la Plaza del

Term i to cuartel segundo, Santa Teresa y Relox cuartel cuarto y tercero, Calle de Plateros cuartel

primero, o Salto de Agua en el cuartel octavo. Había tiendas a las orillas de la ciudad, su radio de

actividades era muy amplio, condicionado por las necesidades de consumo de los habitantes de la

ciudad.

Podemos ver a través del mapa que la distribución de espacios dentro de la ciudad de

México, por lo menos para los pulperos, no respondía a un patrón establecido, que se podían

S8EI mapa que utilicé lo realizó el Teniente Coronel de Dragones D. Diego García Conde para el año de 1793, por

orden del virrey segundo conde de Revillagigedo, y buscaba ordenar la ciudad de México. El mapa es útil por la

utilización de la nomenclatura citadina. la cual no encontré en otros mapas, pienso que de 1781 a 1793, la ciudad

no cambió tan radicalmente que me impidiera usar el mapa, utilizo la división por cuarteles para la explicación,

pero hago la aclaración de que fue hasta 1793 cuando se creó dicha división. Este plano fue publicado por José

Puig Casurano, Atlas General del Distrito Federal, Geográfico, Estadístico y Agrario, México, Talleres Gráficos

de la Nación, 1930, tomo 1; p. 29; el original se conserva en el AHAM. Los datos son del AHAM, Panaderías y

Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 33, 1781.

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ubicar dentro de los mismos espacios de otras actividades, como el caso de los plateros,

cordovaneros, o tlapaleros, sitios al parecer designados para esos oficios. Sí el espacio de la

ciudad respondía a un patrón económico preestablecido, ya que ubicó a cada gremio por calles o

barrios, para los pulperos parece ser que no se dio tal distribución.

Hubo varios reglamentos de pulperías que intentaron ordenar y organizar este tipo de

comercio. El primer reglamento que se emitió fue en 1750 promulgado por el virrey primer

conde de Revillagigedo, donde se les prohibía abrir nuevas tiendas en la mitad de la calle y se

disponían las esquinas para su ubicación, además se les obligó a las tiendas ubicadas en las

esquinas a que pusieran un "hachón o luminaria" por su cuenta para iluminar las calles59.

Estas mismas ordenanzas fueron publicadas nuevamente en 1758 por el virrey marqués

de las Amarillas, con algunas modificaciones, como la prohibición de abrir más tiendas en la

ciudad, uniformarlas con toldos verdes, debían asegurar las tablas de las pulperías y se reiteró el

énfasis en su ubicación60.

Los reglamentos fueron observados por los tenderos y el padrón de tiendas de 1781

cumplió en la mayoría de los casos con la ubicación de las pulperías en las esquinas de las calles,

lo que permitía tener un mejor control de los comercios y ofrecer una oferta más amplia a los

consumidores. Para 1781 el 95% de las tiendas se ubicaban dentro de las disposiciones del

Cabildo de la ciudad, son pocas las que se ubicaban a la mitad de las calles, al parecer por estar

abiertas antes de la publicación de los reglamentos, o bien por no cumplir con las disposiciones

(ver mapa I)61.

La situación se modificó para 1804, la ubicación de las tiendas de la ciudad cambió

radicalmente, pasó de una distribución dispersa a una gran concentración, la mayoría de las

pulperías se ubicaron alrededor de la plaza del Volador y del portal de las Flores, donde se

registraron casi 40% del total de las pulperías registradas para ese año, las restantes se

distribuyeron por el resto de la ciudad (ver mapa II.)

El cambio generado en la ubicación de las tiendas correspondía a intereses económicos y

"Fonseca y Urrutia, op. cit., vol. IV, pp. 336-349.

^"Ordenanzas para el común de los tenderos de pulpería, para que se guarden por los individuos de su número

aprobados por el excelentísimo señor Marqués de las Amarillas virrey de la Nueva España", AHAM, Panaderías y

Pulperías, vol. 3 452, leg. 1, exp. 1, 1757. 6lNo lo puedo saber, ya que el padrón no indica la fecha de apertura de la tienda como suele suceder con otros

padrones.

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familiares, tal parece que los pulperos buscaron integrarse dentro de un espacio, como gremio,

crear unas calles donde se localizaran estos establecimientos, ésta respondió mejor a ciertas

características de los propios habitantes de la ciudad, la ubicación de espacios que contenían a los

familiares y que concentraron los intereses del grupo. Se realizó al parecer, una distribución de

espacios que integró a los miembros de las familias por actividad económica, los pulperos

buscaron una identidad citadina a través de esta ubicación, además de crear los lazos de

parentesco y de solidaridad que los identificara como un gremio más62.

La apertura de pulperías no respetaba los reglamentos emitidos desde 1750 hasta 181063

donde se prohibía expresamente la apertura de tiendas en la mitad de las calles y se designaban

las esquinas para su ubicación, con un máximo de dos pulperías para cada esquina. Pero ni el

Cabildo, ni el Consulado de Comerciantes hizo algo al respecto, las pulperías se abrieron y

concentraron en una sola zona de la ciudad, parece ser que fue después de las órdenes del virrey

segundo conde de Revillagigedo, que se dispuso el ordenamiento de los diferentes mercados

públicos, así como de la organización del comerciante establecido de la ciudad.

La zona donde se localizó la concentración de pulperías fue precisamente a los

alrededores de la plaza del Volador, que fue remodelada y organizada bajo el mando de

Revillagigedo. Hay que aclarar que el virrey mando ordenar y controlar la apertura de pulperías

en la ciudad64.

La propiedad del inmueble donde se encontraba la tienda, parece ser que pocas veces

pertenecía a los comerciantes, salvo los casos de los grandes mayoristas, que sí compraban los

inmuebles donde ubicaban sus almacenes, o bien construían accesorias para poner su tienda. Así

lo demuestra la mayoría de los inventarios de venta o traspaso de pulperías. La renta del local era

un egreso que aparece constantemente en los balances de las tiendas de la ciudad65.

La propiedad de las accesorias parece que estaba controlada por otras personas, los

pulperos tenían que rentarla para establecer su tienda. Esto demuestra que los tenderos no

62AGN, Consulado, c. 267, exp. 8, f. 18, 1804; Kinsbruner, op. cit., pp. 23-27; Linda Greenow, "Microgeographic

Análisis as an Index to Family Structure and Networks", in Journal of Family History, vol. 10, número 3, 1985,

pp. 272-281.

"Para ver la mayoría de los documentos emitidos para el ordenamiento de las pulperías, véase Fonseca y Urrutia,

op. cit., pp. 336-359 y Muñoz, op. cit.

^González-Polo, "op. c/7."; y conde de Revillagigedo, Informe sobre las misiones, 1793 e Instrucción reservada al

Marqués de Branciforte, 1794, México, Editorial Jus, 1966, p. 204. 65AGN, Consulado, t. 127, exp. 10 y 16, 1790; t. 234, exp. 7, 1790; c. 287, exp. 2, 1799; c. 292, exp. 1-2, 3-5, 8-9

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contaban con el capital suficiente para comprar o construir su propia accesoria, así se veían

obligados a buscar el local que se ajustara a sus necesidades y presupuesto. No todas las casas

tenían accesorias, por lo que puedo pensar que la ubicación de las tiendas dentro de la ciudad

también estuvo condicionada por este elemento, las tiendas se abrían donde había el lugar para

ponerlas y no donde designara el pulpero, o la autoridad correspondiente66.

Los contratos de venta de las casas permiten conocer los locales internamente e intentar

realizar una descripción de la habitación. Por ejemplo la casa de Margarita Nuñez Centeno,

mujer legítima de José Julián Calderón, vendió su casa del barrio de Xococalco, "estaba ubicada

en una vecindad detrás de la Parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, Alias Salto del

Agua". Contaba con "dos accesorias, una de ellas con recamara, patio con tres cuartos, uno con

recamara y cocina, .... la casa tenía una extensión de 789 3/4 de varas cuadradas" y el precio de

venta fue de 350 pesos67.

En 1790 Doña Ana Ma. Gertrudis vecina del pueblo de San Juan Teotihuacán vendió una

casa que se encontraba en la plaza de ese pueblo, "se componía de una tienda, trastienda, un

pasadizo, una sala alta, otra baja y una covacha todo en manipostería...el precio que fijó fue de

2 500 pesos. O las casas propiedad de D. Pedro Mariano Frías que se componían "de una tienda,

trastienda, accesoria, recamara y un zaguán que hace entrada al patio y demás piezas...", la

vendió en 500 pesos y se encontraba "en el barrio de Santa Ana entre el Puente Blanco y el que

llaman de los Chirivitos"68.

Como se puede observar los contratos de venta señalaban específicamente la existencia

de locales para tiendas, algunos eran lo primero que mencionaban y casi lo único, como la venta

de la casa de Pedro M. Farias, que sólo se limitó a decir de la existencia de más cuartos dentro

del patio, lo importante ya lo había descrito. Había niveles de habitación para las tiendas, algunas

se componían de varios cuartos donde se encontraba la cocina, otras sólo contaban con el local

sin más cuartos.

y 11, 1784-1795; Kicza, op. cit., pp. 118-120. 66Para ver los contratos de venta de casas y accesorias, o locales, ver Archivo General de Notarías de México,

Notarios Juan Manuel de Pozo, Tomás Hidalgo y Antonio Ramírez de Arellano (en adelante AGNM....), los que

registran más contratos para la ciudad de México y lugares aledaños. 67AGNM, Tomas Hidalgo, f. 37^2. 68AGNM, A. Ramírez de Arellano, 1790, f. 26v.; 1792, f. 99 y 146; A. Ramírez de Arellano, 1790, f. 13; 1791, f. 1;

Tomas Hidalgo, 1800, f. 248-251; Juan Manuel Pozo, 1785, f. 141-144, 1786, f. 53.

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Lo anterior me permite decir que los pulperos regularmente vivían en las tiendas, no sólo

las rentaban para realizar sus actividades, aunque no todas contaban con las habitaciones

necesarias para la familia. Algunos pudieron haber habitado en lugares contiguos o cercanos, los

que vivían dentro de las pulperías era por que rentaban los locales con varios cuartos y cocina, o

bien, la pobreza de los tenderos los obligó a habitar dentro de la trastienda y conformarse con un

pequeño fogón, caso que pienso era muy común, por la inversión en mercancías que tenían en

sus tiendas.

La familia vivía en las habitaciones de la tienda, la trastienda u otras habitaciones, ahí se

encontraban los utensilios domésticos, contaban con una pieza que se ocupaba como lugar

común de reunión, comedor o dormitorio, cuando contaban con cocina se podía cocinar aparte,

en caso de no contar con ella, la habitación también funcionaba como cocina69.

Había pulperos que contaban con mayores ingresos, o bien mujeres que no se dedicaban

al comercio, pero habían heredado la tienda de su esposo y tenían que contratar a un

administrador. En los dos casos el que ocupaba los cuartos que se rentaban con el local era el

cajero y su familia, con las mismas condiciones que las de los tenderos pobres.

Los gastos de renta y compostura de las accesorias se integraban a los egresos de la

tienda, así cuando se vendía el comprador debía cubrir, dentro del precio, el gasto por mejoras y

renta del local. Algunas veces los locales los rentaban con algún mobiliario de uso doméstico,

como comal, fogón, sillas, mesa, entre otras cosas70.

La historia de la familia de los pulperos, como se pudo ver no es nada fácil, la falta de

documentación impide conocer, o confirmar, algunas suposiciones que se pueden intuir a través

de documentación, pero no se puede concluir en nada. La familia, el número de sus miembros,

su integración etc., son aspectos con los que sólo se puede especular.

Lo mismo nos sucede con la casa y sus utensilios, son datos que no aparecen claramente

en los documentos, salvo algunas referencias indirectas, por ejemplo la venta de las casas,

donde se registran todos los muebles y las partes en que se compone el inmueble que se pretende

vender.

69Hay una pequeña descripción de las habitaciones de algunos comercios de la ciudad en Joaquín Fernández de

Lizardi, La Quijotilla y su prima, México, UNAM. 1980, Obras Completas t. VII, pp. 471, 491, 505, 511 y ss.

Pero no encontré una descripción completa, sólo algunas referencias en los inventarios de las tiendas y en las

ventas de casas, con lo cual intente un acercamiento a lo que pudo ser la habitación de la familia de los pulperos. 70AGNM, A. Ramírez de Arellano, 1792, f. 100.

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Distribución del Espacio Urbano en la Ciudad de México en 1790

Diana Birrichaga Gardida

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La ciudad de México, centro articulado: de la economía novohispana, ha sido estudiada desde

distintas perspectivas como las teorías de desarrollo, el materialismo histórico y el enfoque de las

mentalidades. Asimismo, los estudios han abordado distintos temas como la población, la estructura

ocupacional, migraciones o familia; quizá la temática menos favorecida ha sido la distribución

espacial de la vivienda. La historiografía mexicana ha tratado de manera secundaria el análisis del

espacio; o más bien, lo ha reducido al estudio de problemáticas específicas generadas en torno a la

salud, el orden y la belleza de la traza urbana. Cabe señalar que en la última década han aparecido

algunos trabajos que abordan nuevas líneas de investigación. La historiografía de la ciudad de

México referente a la distribución espacial podemos agruparla con tres criterios: las modificaciones

a la estructura urbana, las modificaciones sociales y políticas, y el último criterio, considera a la casa

como un espacio social.

Modificaciones a la estructura urbana

El primer criterio se basa en las modificaciones que ha sufrido la traza (estructura) urbana en

el proceso de centralización del poder . El análisis del espacio ha permitido a los investigadores

construir un modelo de "sistema urbano", que consiste en una línea de ciudades que están

interconectadas por factores externos como la economía o la política. Dentro de este enfoque, el

espacio ha servido a los historiadores para crear conceptos explicativos de las ciudades como

centros de difusión y de control . Las características de la traza urbana se establecen a partir del

análisis de la infraestructura y las relaciones sociales generadas entre los distintos sectores de la

población.

El camino más socorrido para explicar los procesos de urbanismo y modernización del

espacio es el estudio comparativo de los censos o padrones de épocas diferentes. Los trabajos del

seminario permanente de Historia Urbana del INAH están inscritos en esta corriente. Las

investigaciones del seminario abordan preferentemente temas de los siglos XVIII y XIX, la razón

para este corte temporal no fue arbitraria sino responde a las fuentes documentales localizadas hasta

O Gorman presentó un trabajo pionero sobre la traza de la ciudad de México. Este autor indica que la traza fue la

médula de la organización urbana al crear un espacio cerrado con características urbanas y arquitectónicas propias.

Edmundo O'Gorman, "Reflexiones sobre la distribución urbana colonial de la Ciudad de México" en Boletín del

Archivo General de la Nación, 9:4 (octubre-diciciembre), 1938, pp. 815.

"Richard Morse, Las ciudades latinoamericanas. II. Desarrollo histórico, México: Secretaría de Educación Pública

(Sepsetentas, 97) 1973; pp. 35 y ss.

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el momento . En términos generales, la producción del seminario podemos dividirla en cuatro

temáticas: el crecimiento, los espacios unitarios, las unidades habitacionales y los análisis

cartográficos. La primera temática es el crecimiento o expansión de la ciudad a partir de factores

externos como la población o la naturaleza. Lombardo centra su análisis en la influencia que tuvo el

medio físico en el ritmo de crecimiento de la ciudad. Para esta autora el espacio urbano es el

resultado del juego dialéctico entre población y el medio físico. En los trabajos de María Dolores

Morales, Carmen Morales, Erica Berra encontramos que perciben dos estructuras espaciales en la

ciudad: la traza colonial y la periferia (municipios, haciendas y pueblos aledaños). Por su parte,

López Monjardín aborda la transformación espacial de la ciudad considerando como variable la

organización de las unidades productivas. El hilo conductor de estos trabajos son los diversos

obstáculos que incidían en el desarrollo de las actividades productivas de la ciudad de México. Para

estos autores las principales trabas para el proyecto de reestructurar el espacio eran la concentración

de la propiedad, las características arquitectónicas de calles y edificios, la segregación espacial,

4 entre otros .

La segunda temática es el análisis de los espacios unitarios. Los trabajos sobre la Alcaicería y

la Real Fábrica de Tabacos son claros ejemplos de esta línea de investigación. En ellos se trata de

correlacionar otros procesos como la composición social, la estructura ocupacional y la densidad de

población5. Un tercer tema son los estudios de las unidades de vivienda, cuyas tipologías permitirán

establecer las características de estas unidades habitacionales. Los trabajos que destacan en esta

temática son "Las vecindades en 1811: tipología" y "Estudio comparativo del alquiler en tres

Los censos trabajados por el Seminario son los correspondientes a los años de 1753, 1790, 1811, 1848 y 1882. Sobre

los avances de sus investigaciones véase Carlos Aguirre, 'Los censos y la historia de la ciudad de México" en

Cuicuilco, 4: 10-11 (mayo - diciembre 1997), pp. 201-216. 4 Sonia Lombardo de Ruiz, "Influencia del medio físico en el crecimiento de la ciudad de México hasta el siglo XIX", en

Investigaciones sobre la historia de la Ciudad de México (I), México: INAH (Cuadernos de Trabajo del Departamento

de Investigaciones Históricas), 1974, pp. 50-70 y Atlas histórico de la ciudad de México, México: Smurfit Cartón y

Papel, INAH 1996; Carmen Morales, "Propiedad urbana de las corporaciones religiosas" en Investigaciones sobre la

historia de la Ciudad de México (I), México: INAH (Cuadernos de Trabajo del Departamento de Investigaciones

Históricas), 1974, pp. 121-149; Adriana López Monjardín, "El espacio en la producción: ciudad de México, 1850" en

Moreno Toscano, Alejandra (coord.) Ciudad de México: ensayo de construcción de una historia, México: INAH,

1978, María Dolores Morales y María Gayón, "Vivienda, casas y usos del suelo en la ciudad de México, 1842-1882"

en Rosalva Loreto López (coord.) Casas, viviendas y hogares en la historia de México, México: El Colegio de México,

2001, pp. 339-377.

Jorge González Angulo, "La Alcaicería, un ejemplo de remodelación urbana y sustitución de la población" en

Investigaciones sobre la historia de la ciudad de México (II), México, INAH, (Cuaderno de Trabajo 22), 1976, pp.

104-121; Sonia Lombardo de Ruiz, "La Real Fábrica de Tabacos, un ejemplo de construcción arquitectónica" en

Investigaciones sobre la historia de la Ciudad de México (II), México: INAH (Cuadernos de Trabajo del

Departamento de Investigaciones Históricas), 1976, pp. 36-57.

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unidades de vivienda en la ciudad de México 1833". Aunque sus autores estudian a las vecindades

como estructuras habitacionales sus planteamientos más bien, están encaminados a definir la

estructura social y económica de la población . Parte de esta corriente es el análisis cartográfico, el

cual pondera que los medios gráficos son fundamentales para las distintas transformaciones del

espacio urbano y para la identificación de las unidades sociales.

Modificaciones sociales y políticas.

El segundo criterio estudia a la transformación del espacio urbano de la ciudad de México a

partir de factores sociales o políticos. Algunos historiadores que siguen este criterio han centrado su

interés en los nuevos lincamientos urbanísticos de finales del siglo XVIII. Con este enfoque se ve a

la ciudad como un espacio desordenado que debe ser reconstruido con las modificaciones impuestas

por médicos, higienistas y políticos. Asimismo se intenta mostrar que la construcción de una nueva

infraestructura urbana responde a los cambios sociales del siglo XVIII. Marcela Dávalos plantea que

ciertos personajes de la Ilustración como Revillagigedo o Castera trataron de llevar a cabo modernas

prácticas encaminadas a la transformación de la ciudad. Para esta autora durante la Colonia la

ciudad conservó sus costumbres, hábitos respecto a la basura, los excrementos, el agua y el

alumbrado, pero las reformas propuestas por Revillagigedo eran indicadores de la transformación de

los hábitos cotidianos de los ciudadanos. Por su parte, Hernández Franyutti considera que el afán

reformador de la época, permitió al Ayuntamiento de México recibir proyectos encaminados a

reestructurar la ciudad . En suma, señala la autora que los criterios de los urbanistas del siglo XIX

planteaban dos modelos: la ciudad colonial y la ciudad moderna. Este enfoque trata de describir el

proceso de transformación de la ciudad colonial (desordenada e insalubre) a una ciudad moderna y

circulacionista .

^Rodríguez Piña, "Las vecindades en 1811: tipología" Investigaciones sobre la historia de la Ciudad de México (II),

México: INAH (Cuadernos de Trabajo del Departamento de Investigaciones Históricas), 1976, pp. 68-96; Aida

Castilleja González, "Estudio comparativo del alquiler en tres unidades de vivienda en la ciudad de México, 1833"

en Investigaciones sobre la historia de la ciudad de México (II), México, INAH, (Cuaderno de Trabajo 22), 1976,

pp. 104-121. Véase en particular, Sonia Lombardo, Atlas histórico de la ciudad...op. cit.

Los principales proyectos fueron los de Baltasar Ladrón de Guevara (1788), Ignacio Castoreña (1794), Simón Tadeo

Ortiz de Ayala (1822 y 1832) y Adolfo Theodore (1836). En estos proyectos se destaca la necesidad de embellecer y

reformar los espacios y servicios urbanos. Regina Hernández, "Ideología, proyectos y urbanización en la ciudad de

México, 1760-1850", en La ciudad de México en la primera mitad del siglo XIX. I: economía y estructura urbana,

México: Instituto Mora, 1998, pp. 130 y ss.

Marcela Dávalos, De basuras, inmundicias y movimiento o de cómo se limpiaba la ciudad de México a finales del

siglo XVIII. México: Cienfuegos, 1989.

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La vivienda como espacio social

El último criterio bibliográfico deriva de los estudios históricos de la familia. La casa es

9 considerada la unidad de análisis de los distintos grupos domésticos . Este enfoque tiene dos

ópticas: los estudios de vida privada y los estudios estadísticos. Para los objetivos del ensayo

trataremos la última vía de análisis. Una obra que va en este sentido, es la obra de Juan Javier

Pescador De bautizados a fieles difuntos. En el capítulo IV "las estructuras sociales: hogar, familia,

matrimonio y parentesco" se estudia el tamaño y estructura de las familias de la parroquia de Santa

Catarina. Para este autor "el espacio es pues una variable interactuante que debe ser incorporada por

quienes aspiren a dar cuenta de la vida cotidiana de otras épocas" . En el estudio se combinan el

punto de vista urbano (la estructura de las viviendas) con factores como la organización del trabajo

al interior de la casa. Este enfoque no rechaza los otros criterios, pero los complementa con el

análisis de los espacios vitales de los grupos domésticos .

Los trabajos inscritos en los criterios anteriores muestran distintas líneas de investigación

generan a su vez, nuevas interrogantes en torno al análisis del espacio urbano. A partir de estas

visiones históricas vale la pena preguntar: ¿qué era la casa a finales del siglo XVIII? ¿Cuáles son

los espacios que podemos identificar en la ciudad de México? y por último, ¿hasta dónde los censos

nos dan elementos para definir el espacio urbano? Para contestar estas preguntas contamos con una

riquísima fuente documental: el censo de la ciudad de México de 1790, en particular el padrón de

los cuarteles menores uno y veintitrés, que nos muestran los espacios habitacionales de dos áreas de

la ciudad.

El censo de 1790 contiene información para reconstruir las características de la población y de

12 la estructura física de la ciudad . El censador registró el nombre de las personas, sexo, estatus.

9 Los estudios estadísticos de Peter Laslett y The Cambrige Group for the History of Population and Social Structure,

basados en las listas de habitantes de las parroquias inglesas, analizan la estructura de los agregados domésticos.

Mediante este análisis se intenta definir los distintos sistemas familiares.

'°Juan Javier Pescador, De bautizados a fieles difuntos. Población, familia y mentalidades en una parroquia urbana,

Santa Catarina de México, 1568 - 1820. México: El Colegio de México, 1992, p. 191.

Francisco García González retoma estos elementos para explicar las características materiales de la casa como

centro en el que transcurre la vida familiar en Zacatecas. El autor también utiliza las variables de empleo del jefe de

familia para determinar el tamaño de las familias. Francisco García, "Los muros de la vida privada y la familia:

casa y tamaño familiar en Zacatecas. Primeras décadas del siglo XIX" en Estudios Demográficos y Urbanos, 7:1

(enero-abril), 1992, pp. 35-52. Otro trabajo en este sentido es el de Linda Arnold sobre la estratificación de un

barrio de la ciudad de México. Linda Arnold, "Sobre la deducción de evidencia: estratificación en un barrio de la

ciudad de México, 1777-1793" en Estudios de Historia Novohispana, vol. 15 (1995), pp. 87-109.

' Miño Grijalva, "El censo de la ciudad de México de 1790", en Historia Mexicana, XLI: 4 (164)

(abril-junio), 1992, pp. 665-670.

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calidades, origen, edad, ocupación y el estado civil. Asimismo asentó detalladamente las

características de las unidades habitacionales donde residían los habitantes de la ciudad de México.

A partir de estos datos intentamos la reconstrucción de la casa novohispana, aunque por la manera

de registrar los datos existen algunas dificultades. En primer lugar la unidad de observación del

censo fue el individuo no la casa. Para resolver este problema observamos que el censador registró

su itinerario señalando el nombre de la acera o alguna referencia y el número o nombre de la casa.

Las familias o individuos fueron ubicados dentro de una unidad residencial denominada por el

encuestador casa, vivienda, accesoria, cuarto, jacal, corral, covacha o finca. Un dato importante

para nuestro estudio fue que en el censo se indicaron las viviendas vacías. Un segundo escollo fue

establecer los criterios de análisis, el empadronador señalaba la presencia de "cuarto bajo ", "cuarto

alto", "cuarto solo", se decidió establecer únicamente el concepto de cuarto. De igual forma se

procedió a definir sólo un concepto de vivienda y accesoria. Un tercer y último, problema fue

definir cómo identificar la casa. La manera de hacerlo fue utilizar el número exterior o nombre del

edificio para una delimitación más precisa del espacio urbano. La división de este espacio estaba

bien delimitada pues en el censo se indicaba "una casa de vecindad" o "casa que nombran de las

Maravillas contigua a la capilla del santo Eccehomo, número nuevo 43 " . Esta información fue

registrada en el censo y codificada en una base de datos con las variables de manzana, calle, número

del edificio, tipo de vivienda y giro. Estos datos fueron cruzados con el número de individuos

14 residentes en cada unidad de vivienda .

La base fue hecha de dos cuarteles menores de la ciudad: el uno y el veintitrés. A partir del

análisis de estos cuarteles presentamos los primeros resultados sobre la estructura física de las

calles, manzanas y, en particular, de las casas que existían hacia 1790. Nuestra propuesta de trabajo

es abordar a la vivienda como eje de análisis del proceso urbano a fin de avanzar en la construcción

de una explicación general sobre los distintos tipos de unidades habitacionales y comerciales en la

ciudad. Es decir, a partir de los datos que los encuestadores señalaron del censo de 1790 podemos

establecer categorías para definir a las unidades habitacionales, así como los patrones de

'"A diferencia del censo de 1753, el concepto espacial de "casa" esta perfectamente definido, pues se indican

claramente los límites físicos de los edificios. Sobre el análisis del espacio urbano de la ciudad de México en 1753,

véase a Guadalupe de la Torre Villalpando, "Reflexiones sobre el concepto del espacio urbano de la ciudad de

México en el padrón de 1753" en Sonia Pérez Toledo, et al. Las ciudades y sus estructuras. Población, espacio y

cultura en México, siglos XVIII y XIX, México: Universidad Autónoma de Tlaxcala, UAM-Iztapalapa, 1999, pp.

125-136.

Véanse anexos.

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de una explicación general sobre los distintos tipos de unidades habitacionales y comerciales en la

ciudad. Es decir, a partir de los datos que los encuestadores señalaron del censo de 1790 podemos

establecer categorías para definir a las unidades habitacionales, así como los patrones de

asentamiento de la población urbana, en los cuarteles uno y veintitrés. El primero, ubicado en el

centro de la ciudad y el segundo de carácter periférico.

Los espacios públicos de la ciudad de México

En 1777 Juan de Viera al describir la parte central de la ciudad de México, donde se ubicaba

el primer cuartel, señalaba que las calles eran tan derechas que en una y otra parte se descubrían los

horizontes; haciendo cuadratura en forma de cruz'5. Este paisaje urbano estaba conformado en la

parte céntrica de la ciudad por bloques de edificios (manzanas) que conformaban las calles. La

manzana resultaba el elemento básico para organizar el espacio central de la ciudad. Sin embargo,

en la periferia, como el cuartel veintitrés, la situación era distinta, el concepto de manzana no

existió, más bien eran casas agrupadas alrededor de los edificios religiosos y comerciales de la zona.

El censador intentó darle una nomenclatura y numeración al cuartel, pero no logró establecer un

orden para este sector de la ciudad. Veamos por separado cada uno de los elementos de este paisaje.

En la descripción del paisaje urbano debemos preguntarnos cómo podemos identificar las

calles en la ciudad de México. El Diccionario de autoridades indica que la calle era el espacio que

quedaba entre las dos aceras que formaban las casas'6. En este sentido, las calles eran los espacios

públicos que permitían delimitar la extensión de los espacios habitacionales o destinados a la

producción. En el cuartel uno fueron registradas 17 manzanas, las cuales estaban formadas por 63

aceras que formaban un damero perfecto. En cambio el cuartel veintitrés estaba formado por calles

irregulares donde las casas se asentaban sin un plan urbanístico como en los cuarteles centrales.

(Véase croquis 1 y 2). Las calles de este cuartel no habían sido labradas "con la misma dirección

simetría que las primeras obras, sino torciendo o angostando calles"

'5Juan de Viera, "Breve compendiosa narración de la ciudad de México, corte y cabeza de toda la América

septentrional" en La ciudad de México en el siglo XVIII (1690-1780). Tres crónicas, México, CNCA, 1990, p. 193.

16Diccionario de Autoridades, Madrid: Credos, 1964, p. 85.

El cuartel uno fue trazado después de la Conquista por lo que siguió el patrón urbanístico establecido en las

principales ciudades novohispanas de un damero perfecto. Un cronista señalaba que "sus calles se arreglaron con

una rectitud, anchura e igualdad que pueden competir con las más hermosas del mundo". "Discurso sobre la policía

de México, 1788. Reflexiones y apuntes sobre varios objetos que interesan a la salud pública y la policía particular

de esta ciudad de México, si se adaptasen las providencias o remedios correspondientes" en Sonia Lombardo de

Ruiz, Antología de textos sobre la ciudad de México en el periodo de la Ilustación (1788-1792), México: INAH,

1982, p. 40.

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En el cuartel uno el empadronador estableció dos categorías para identificar a las calles: el

nombre y la referencia de algún edificio o comercio. A manera de ejemplo encontramos que las

calles con un nombre específico de algún personaje o característica arquitectónica: calle de Vergara,

Empedradillo, Medina, Pila Seca, entre otras. Otras llevaban los nombres de edificios públicos:

calle de San Francisco, calle de Santa Clara (por los conventos con esta advocación). Las distintas

secciones de una misma calle podían tener nombres diferentes. Los nombres respondían a

particularidades de la sección, como la calle de San Francisco, que en uno de sus tramos se llamó de

los Plateros. Viera describe la razón de este nombre:

'También inmediatamente a la Santa iglesia [Catedral] esta la calle que llaman de San

Francisco, al salir del Portal de los Mercades, que coge dos cuadras rectas hasta la casa de la

Profesa, que por una acera y otra cogen las tiendas de platería siendo cada una un obrador

donde trabajan imponderable número de oficiales, siendo cada puerta un abreviado vergel

para todos los que trafican pues a más de los aparadores de plata labrada ya fuentes, los

platones, ya flamenquillos, saleros, soperas, cuchillos, cubiertos, picheles, aguamaniles,

candeleros, etc. hay colgados en la hoja de la puerta aparadores pequeños, unos de ébano y

marfil, otros de carey y concha, otros de maderas exquisitas con sus cristales, que encierran

temos de diamantes, esmeraldas, rubíes, topacios y zafiros, pedrería, perlas y otro infinito

número de preciosidades: que hacen reflejar a los más disimulados que quieren acreditarse de

prudentes, como que no se espantan de ver tanta riqueza, pues dudo que haya otro lugar en la

18 Europa donde se vea más plata labrada en vasijas ni más oro conservado en alhajas1' .

La siguiente categoría de identificación de calles fue la referencia a estructuras urbanas como

conventos, puentes, tiendas o acequias. Así el empadronador asentó para identificar una calle:

"esquina del convento de Santo Domingo al Puente [de A mayaJ, Puerta Falsa" o "comienza desde

la esquina de la Alcaicería frente a la Puerta Falsa de la Profesa". Otra característica notable en la

descripción de las calles, es que podemos establecer el rumbo que siguió el empadronador al

momento de levantar el censo. Así en la manzana uno señalaba el derrotero recorrido: "desde la

esquina de la calle del Empedradillo, mira al oriente, tienda de Pastor, siguiendo el rumbo del

Norte, a entrar a la Alcaiceria sobre, la izquierdadespués continuó por la "Alcaicería sobre la

'SJuan de Viera, "Breve compendiosa narración de la ciudad..." op. cit, 1990, p. 256.

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izquierda que mira al Norte", "sigue la Alcaiceria, vuelta sobre la izquierda que mira al Poniente"

y por último ,"calle de San Francisco, frente de los Plateros que mira al Sur". Para el resto del

cuartel también es posible identificar el derrotero que siguió el censador sobre las aceras de las

manzanas (véase anexo 1.)

A finales del siglo XVIII el espacio central de la ciudad estaba definido en bloques de casas".

En el cuadro 1 observamos como se formaban el bloque de casas (edificios) que formaban a las

manzanas del cuartel uno. Destaca la presencia de la Alcaiceria, formada por las primeras seis

manzanas, espacio que concentraba casi la tercera parte de las casas de este cuartel. Más adelante,

haremos el análisis de este sitio, por ahora sólo planteamos que la distribución de las casas en los

20 bloques era resultado de las constantes modificaciones hechas al espacio de la ciudad .

DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL CUADRO 1

DE EDIFICIOS POR MANZANA

CUARTEL I

NUMERO DE

MANZANA EDIFICIOS" %

TOTAL 415 100.0

1 22 5.3

2 23 5.5

3 25 6.0

4 25 6.0

5 12 2.9

6 10 2.4

7 46 11.1

8 33 8.0

9 28 6.7

10 16 3.9

1 I 23 5.5

12 19 4.6

13 26 6.3

14 31 7.5

15 39 9.4

16 24 5.8

17 13 3.1 aSólo se consideran los edificios con número exterior (Anexo I)

Para el total de casas véase el cuadro 10.

19 En el censo de 1753 no se aplicó el itinerario circular más bien la calle fue el elemento de descripción del espacio,

aunque no se distinguían los límites de las aceras. Guadalupe de la Torre Villalpando "Reflexiones sobre el

concepto del espacio..." op. cit., pp. 133-134; Hacia 1777 tampoco era común registrar las manzanas, seguía

prefiriéndose el censo por calles. Así los empadronadores del censo de la parroquia del Sagrario no mencionaron

"que se dio vuelta a la derecha, a la izquierda, al costado o a la espalda de tal o cual convento o tienda". Pilar

Gonzalbo "Familias y viviendas en la capital del virreinato" en Rosalva Loreto (coord.) Casas, viviendas y hogares

1Qen la historia de México, México: El Colegio de México, 2001. p. 78.

Los propietarios de casas frecuentemente contrataban a maestros en arquitectura para reconstruir las viviendas. Por

ejemplo, en 1672 el mayordomo del convento de Regina Coeli ordenó destruir una vieja construcción y fabricar

otro edificio en donde se contemplara "ampliar el zaguán, formar una casita de alquiler y conservar tres corredores

bajos y dos altos". Sobre la reconstrucción de casas véase Martha Fernández, Arquitectura y gobierno virreinal. Los

maestros mayores de la ciudad de México, siglos XVH, México, UNAM. 1985, p. 137.

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Otro punto de referencia que utilizó el empadronador fue la numeración de los edificios

21 localizados en las manzanas . En el cuartel uno encontramos un orden, más o menos, secuencia! en

la numeración. La calle de Plateros, que más adelante se nombraba de San Francisco, tenía en su

acera derecha la secuencia del 76 al 96. La calle del Empedradillo, que después cambiaba a Santo

Domingo, los números iban de 247 al 213. Esta disposición de las manzanas y números en las casas

22 nos remite al ideal de la ciudad ordenada de los ilustrados de la época . Cabe señalar que cada acera

que formaba una calle tenía números distintos. Es decir, existían dos numeraciones en una calle.

Ejemplo en la calle de Donceles en la acera izquierda iba del número 18 al 33 y en la derecha del

114 al 126 (véase croquis 3 y anexo 2.) En la parte externa de los edificios eran colocados letreros

con el número o negocio localizado en ellos. En un informe de 1788 se indicaba que era necesario:

De una exacta numeración de manzanas y de casas con total semejanza, según se dispuso en

Madrid sobre azulejos, con rótulos y números grandes y perceptiblemente colocados

simétricamente y no como se es en esta capital con vidríales y extravagancias, ya altos, ya

bajos, ya chicos y ya mayores o tuertos y de diversos colores o absolutamente ininteligibles y

21 llenos de impropiedades en lo escrito .

En el cuartel veintitrés no es posible identificar manzanas ni una numeración secuencial, pues

las casas se agrupaban de manera irregular. Así el empadronador indicaba casas "en la arrinconada

que está al costado de la iglesia de San Diego, acera que mira al sur", o vivienda "contigua a la

capilla del santo Eccehomo". Las pocas calles que se pueden identificar están ligadas a los

conventos o plazas de las iglesias. A diferencia del cuartel uno, no existían nombres precisos para

todas las calles. Así que el censador recurrió a la referencia de alguna casa u obra pública.

Encontramos registradas las casas "dentro del callejón frente de la pulquería de la Nana "o en la

"esquina de la pila de Soto". Respecto al número de los edificios sólo en algunas casas se señalaba,

pero para identificarlas se les asentó con el nombre que las distinguía en la población. Así

encontramos "la casa de las Maravillas " con el número nuevo 43. Es claro que se intentaba dar un

*'Consideramos al edificio como el inmueble que agrupaba a un bloque de viviendas. El censo de 1790 distingue cada

edificio con un número en particular.

^ Véase Regina Hernández, "Ideología, proyectos..." op. cit.

"3En los negocios se colocaban rotulones o letreros. "Discurso sobre la policía... "op. cit., p. 40.

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orden a las casas de este cuartel, por consiguiente, era más sencillo nombrar a las casas con un

24 nombre, lo más probable el utilizado por el vecindario .

En ambos cuarteles las calles eran espacios públicos que estaban identificados por la

población. Juan Pedro Viqueira señala que las calles no sólo servían para la circulación de los

25 habitantes de la ciudad, además, se infiltraban en otros espacios sociales . En el ámbito laboral las

calles eran centro de trabajo. Un reporte señalaba que "los artesanos especialmente de la clase de

carpinteros, pintores, guarniceros y otros, se han formado la costumbre de salir a las mismas calles,

ya a aserrar o desbaratar maderas, ya a hervir cola, ya a partir los cueros y ya a varias labores o

ejercicios según el de cada uno, embarazando el tránsito y causando olores fétidos o al menos

incómodos" . Para los habitantes las calles eran extensiones de sus centros de trabajo.

Las calles también servían para que los habitantes tuvieran acceso al servicio de agua. El

sistema hidráulico de la ciudad estaba formado por dos conductos o arquerías que distribuían este

recurso a las 61 fuentes públicas y las innumerables fuentes que estaban en las casas, hospitales y

conventos. La primera arquería venía de las albercas del real alcázar de Chapultepec y remataba en

la caja de Salto del Agua. La segunda transportaba agua desde el pueblo de Santa Fe hasta el puente

27 de la Maríscala . Las arquerías a su vez, abastecían agua a diversas cañerías que recorrían las calles

de la ciudad. El cuartel uno era abastecido por las cañerías de San Lorenzo y San Andrés. En tanto

el cuartel veintitrés por la cañería dé San Cosme y la atarjea baja. El agua era repartida en las casas

que contaban con merced. Estas mercedes de agua no sólo eran para el uso doméstico sino para

instalar baños y lavaderos públicos. El censo no indica qué edificios de la ciudad prestaban estos

servicios. Empero, por otra fuente sabemos que en el cuartel uno habían diez mercedes de agua: en

las calles de la Misericordia y la Canoa existían baños, en la calle de San Lorenzo un lavadero, los

conventos de Santa Clara y Santo Domingo tenían fuentes, una fuente pública en la plaza del Factor

En el censo encontramos registrados 58 edificios con número, de los cuales 9 también se les identificaba con un

nombre. Las casas que contaban únicamente con nombre eran 17. En cambio, 16 no cuentan con número o

nombre.

Juan Pedro Viqueira Albán, ¿Relajados o reprimidos ? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México

durante el siglo de las Luces, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 133.

"Discurso sobre la policía..."op. cit., p. 46. 27

El agua de Chapultepec era conocida con el nombre de agua gorda y el agua procedente de Santa Fe y el Desierto

de los Leones se nombraba agua delgada. Alain Musset, El agua en el valle de México, siglos XVI-XVIII, México:

El Pórtico de la Ciudad de México, 1992, pp. 78 y ss; Ulises Talavera, "El abasto de agua de la ciudad de México

y los padrones como fuente para la historia urbana (1821-1880)" en Carmen Blázquez Domínguez et al. Población

y estructura urbana en México, siglos XVIII y XIX, México: Instituto Mora, Universidad Veracruzana,

UAM-Iztapalapa, 1996, p. 361.

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y cuatro mercedes particulares. Por su parte, en el cuartel veintitrés había cinco mercedes de agua; la

primera destinada al abasto del convento de San Juan de Dios, dos servían para el funcionamiento

de dos baños públicos, una fuente pública "que nombran pila de Soto" y dos mercedes para uso

privado .

En términos generales, el análisis de la variable calle dentro del censo de Revillagigedo

apunta a conformar un aspecto del paisaje urbano pues es posible identificar la traza de damero con

calles alineadas y con una numeración ordenada de edificios, pero también nos permite localizar los

sitios de la ciudad donde las casas se agrupaban de forma irregular dando nacimiento a calles sin

ningún plan urbanístico y donde no existía una exacta numeración. Sin embargo, las calles de ambos

cuarteles servían como extensiones de los centros de trabajo, además, que por ellas cruzaban los

distintos sistemas hidráulicos que permitían el abasto de agua a la población.

La casa en la ciudad de México

En el censo encontramos que el espacio físico para vincular a los individuos es la casa, que se

agrupaba en distintos tipos de edificios que eran: la casa unifamiliar, la casa multifamiliar, la casa

de entresuelos y la casa de vecindad. Dentro del análisis de la casa consideramos dos vertientes: la

casa llena y la casa vacía. Algunos estudios sólo toman en cuenta la casa llena, pues se consideran

29 únicamente los espacios ocupados por grupos domésticos . En este sentido, la casa vacía no incide

en los resultados de las investigaciones sobre el espacio en la ciudad de México . En la propuesta

que utilizamos el concepto de casa llena es complementado con el de la casa vacía. Este tipo de

casa, aunque no este habitada, también representa un factor explicativo de las estructuras urbanas.

Estos espacios estaban destinados a algún obraje, taller o bodega e incluso nos permite saber cual

era la oferta de vivienda.

La casa era el marco de la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad. Así, la casa como

espacio vital, tuvo diferentes funciones para sus moradores: habitacional, comercial o artesanal.

Ahora bien, para analizar la casa colonial primero debemos definir algunos conceptos. En 1726 la

28 Archivo Histórico del Distrito Federal, Ramo de Aguas - Cañerías, vol. 21, exp. 153- fs. 3-21.

29 Peter Laslett señala que el análisis del espacio urbano debe considerar, en primer lugar, el concepto de casa llena.

Para este autor la casa llena significa "todas aquellas personas que habitan el mismo espacio o terreno". Peter Laslett,

"La historia de la familia", en Pilar Gonzalbo (comp.) Historia de ¡a familia, México: Universidad Autónoma

Metropolitana, 1993, p. 62. 30

Véase Adriana López Monjardín, "El espacio en la producción..." op. cit.

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casa era definida como el "edificio para habitar en él [y] estar defendidos de las inclemencias del

tiempo, que constaba de paredes, techos y tejados, y tiene sus divisiones, salas y buscar

apartamientos para la comodidad de los moradores" .

A partir de este concepto arquitectónico podemos establecer algunas de las características

históricas de la casa novohispana. Primero el concepto de casa implica que es un espacio con

divisiones. En el censo de Revillagigedo el empadronador hizo una lista de las unidades o viviendas

que conformaban las casas. La vivienda se entiende por el cuarto de habitación de una familia;

principalmente, era de uso habitacional, es decir "el lugar o casa donde se mora o vive" . Sin

embargo, algunas estaban destinadas a usos comerciales o de servicios. En este marco es correcto

entender por casa la agrupación de viviendas, puesto que gran parte de los edificios coloniales

contenían varias viviendas.

El censo establece para el cuartel uno la existencia de 2 413 unidades habitables que podemos

clasificar en unidades residenciales, comerciales y de servicio (véase cuadro 2) del total 1 973

viviendas (81.8%), estaban ocupadas al menos por un residente y 440 unidades estaban vacías

(18.2%), es decir, no fue registrado ningún habitante. El mayor número de estas viviendas ocupadas

se destinaba al uso habitacional, aunque 305 familias utilizaban sus residencias como centros de

trabajo. Sobre las viviendas vacías encontramos que 137 viviendas estaban destinadas

exclusivamente para alguna actividad comercial, industrial o de servicio. Así que podemos deducir

que las viviendas disponibles eran 303 unidades que significa el 12.5% de las viviendas de este

cuartel. Este cuartel se caracterizaba por concentrar la actividad comercial y de servicios de la

ciudad. El 18.3 % de las viviendas servían para actividades productivas. En contraste, en el cuartel

23 sólo el 5.1% de la vivienda albergaba algún giro. De manera tentativa, es claro que los cuarteles

centrales aglutinaban los espacios dedicados a las actividades comerciales y de servicios.

PORCENTAJE DE VIVIENDAS SEGÚN USO Y OCUPACIÓN CUADRO 2

CUARTEL 1

USO DE LA VIVIENDAS % OCUPADAS % VACÍAS %

VIVIENDA

TOTAL 2 414 100.0 1 974 100.0 440 100.0

Habitacional 1917 79.4 1630 82.6 287 65.2

Giros 442 18.3 305 15.4 137 31.1

Indeterminado 55 2.3 39 2.0 16 3.6

Diccionario de Autoridades...op. cit., p. 206. Para algunos autores la casa "era considerada la edificación ocupada por

una sola unidad doméstica". En Este sentido, la casa era un tipo de vivienda. Al respecto veáse Guadalupe de la Torre,

"La vivienda en una zona suroeste de la plaza mayor de la ciudad de México (1753-1811) en Rosalva Loreto López

(coord.) Casas, viviendas y hogares en la historia de México, México: El Colegio de México. 2001. p. 117 En el

presente trabajo, la casa es una categoría que define la agrupación de viviendas, asi que utilizamos los conceptos de

casa unifamiliar, casa multifamiliar la casa de entresuelos y la casa de vecindad.

Diccionario de Autoridades...op. cit., p. 105.

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Los datos para ambos cuarteles permiten establecer tendencias en la distribución espacial. En

el cuartel 1 se destinaba el 79.4% de la vivienda para el uso habitacional. En el cuartel 23 la

incidencia es mayor, pues la cifra se eleva al 91.3%. Con estos datos podemos inferir, a manera de

hipótesis, que los cuarteles centrales contaban con una distribución más heterogénea del suelo;

hecho relacionado directamente con la existencia de los talleres y los locales del comercio

menudo .

VIVIENDAS SEGÚN USO CUADRO 3

CUARTEL 23

USO DELA VIVIENDAS %

VIVIENDA

TOTAL 848 100.0

Habitacional 774 91.3

Giros 43 5.1

Indeterminado 31 3.6

En el cuartel 1 el promedio de habitantes por vivienda era de 4.5, que resulta menor a las 5.1

34 personas registradas en 1753 . Una posible explicación es que físicamente algunos edificios se

redujeron con las reformas urbanísticas emprendidas por las autoridades coloniales \ El cuartel uno

era un espacio con las mejores condiciones urbanísticas de la época, como tener sus calles

empedradas y con un desagüe para las aguas pluviales 6.

Ahora bien podría pensarse que la población de menores recursos se trasladó a otros sitios de

la ciudad. Al confrontar los datos con un cuartel periférico de la ciudad encontramos, que las 2 413

viviendas del cuartel 1 estaban distribuidas en 415 edificios, 72 accesorias independientes y 46

cuartos solos. Por su parte, en el cuartel veintitrés fueron contabilizados 98 edificios que agrupaban

a 848 viviendas. La vivienda ocupada era de 82.5% y el espacio disponible era de 148 viviendas

desocupadas (17.5%). La ocupación promedio era de 3.3 habitantes por vivienda. Es decir, no se

Véase el trabajo de Miño en este mismo volumen, además Jorge González, Artesanos y ciudad ...op. cit., 1983. 34

Irene Vázquez Valle, Los habitantes de la ciudad de México vistos a través del censo del año de ¡753, México:

Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, 1975, p. 59. Otra posible explicación del menor promedio de

habitantes por casas en 1790 fue el subregistro de población, "debido a que el interés fundamental de las autoridades

no eran los vecinos sino sus obligaciones fiscales y el conocimiento económico de la ciudad". Guadalupe de la Torre

V. (et al)., "La vivienda...", op. cit., p. 123.

Sonia Lombardo de Ruíz, "Ideas y proyectos urbanísticos de la ciudad de México, 1788-1850" en Alejandra Moreno

Toscano (ed.) Ciudad de México: ensayo de construcción de una historia, México: SEP-INAH, 1978, pp. 169-188.

&Las calles estaban empedradas con el método de formar en medio de ellas un conducto para desalojar las aguas de

lluvia. Véase "Discurso..." op. cit., p. 42.

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registra mayor ocupación que en el cuartel uno sino al contrario es menor el número de habitantes

por vivienda.

PROMEDIO DE HABITANTES POR VIVIENDA CUADRO 4

CUARTELES 1 Y 23

CUARTEL

1 23 TOTAL

Población total 8 920 2 289 11 209

Total de viviendas 2 413 848 3 261

Viviendas ocupadas I 973 700 2 673

Promedio de habitantes 4.5 3.3 4.2

Los datos anteriores contravienen las afirmaciones de que existía una aguda escasez de

vivienda en la ciudad de México a finales del periodo colonial. Pero si no existía una alta demanda

de vivienda, debemos preguntar ¿cuál era el patrón de asentamiento de la población?, a manera de

ejercicio elegimos dos calles del cuartel 1 para definir cómo se distribuía la población en las

unidades habitacionales.

En la calle 1, perteneciente a la Alcaicería, existían seis casas (identificadas por el número

exterior) que estaban integradas por 24 unidades; trece de estos espacios estaban destinados al uso

habitacional, el rango de residentes iba de 1 hasta 17 habitantes. La segunda calle tenía registradas 5

casas formadas por 15 espacios de residencia, sólo seis eran para uso habitacional, el número de

residentes iba de 1 a 21 personas. En las accesorias donde se ubicaban distintos giros artesanales o

mercantiles la tendencia era a no residir en ellas. Aunque algunas de estas accesorias llegaban a

servir de residencia para los artesanos y comerciantes (véase cuadro 5).

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DISTRIBUCION DEL ESPACIO EN LAS CALLES DEL EMPEDRADILLO"

Y SEGUNDA DE SANTO DOMINGO" SEGÚN GIRO

CUADRO 5

EMPEDRADILLO SEGUNDA DE SANTO DOMINGO

NUMERO

DE CASA TIPO DE

HABITACIÓN GIRO

HABITAN-

TES

NUMERO

DE CASA

TIPO DE

HABITACIÓN GIRO

HABITAN-

TES 247

247

246

246

246

246

245 245

245

245

245 244

244

244

244

244

244

243 243

242

242 242

242

Vivienda Tienda de géneros 6

de Castilla

Accesoria Cerería 0

Vivienda Habitacional 14

Accesoria Cerería 0

Accesoria Cerería 0

Accesoria Cerería 0

Vivienda Habitacional 5

Entresuelo Habitacional 6

Entresuelo Habitacional 9

Cuarto Habitacional 1 Accesoria Cerería 0

Vivienda Habitacional 6

Entresuelo Tienda de géneros 3

de Castilla Entresuelo Habitacional 5

Entresuelo Habitacional 0

Vivienda Bodega 6

Accesoria Sedería 1

Vivienda Habitacional 17

Vivienda Habitacional 1

Vivienda Habitacional 4

Vivienda Habitacional 4

Vivienda Habitacional 4

Accesoria Sedería 1

228 Vivienda

227 Vivienda

227 Accesoria

226 Vivienda

226 Accesoria

225 Vivienda

225 Accesoria

225 Accesoria

224 Vivienda 224 Entresuelo

224 Accesoria

224 Accesoria

0 Accesoria

independiente 0 Accesoria

independiente

Habitacional 1

Habitacional 12

Tienda mestiza 0 Habitacional 19

Tienda de géneros 0 de Europa

Habitacional 21

Nevería 4

Tienda de géneros 0

de Europa

Habitacional 6

Habitacional 6

Vacío 0 Botica 7

Tienda de géneros 0

de Europa Tienda mestiza 0

3 El censador registró esta calle como "desde la esquina de la calle del Empedradillo, mira al Oriente (tienda de Pastor) siguiendo el rumbo norte, a entrar a la Alcaicería sobre la izquierda". Véase el croquis 1

b En el censo aparece el registro de esta calle como "comienza en la esquina de la 2" calle de Santo Domingo"

Con los datos del cuadro 5 encontramos que si bien existía la tendencia de algunas familias a

concentrar un número elevado de habitantes también existían grupos residenciales con un reducido

número de integrantes. Los cronistas de la época destacan el hacinamiento en que vivían muchas

familias. En el informe de Páez de la Cadena se aludía a esta situación, señalando que era "mayor el

populacho ambulante y sin domicilio que pasaba la noche en jacales recogiéndose a veces en uno

37 mismo quince o veinte mezclados los sexos" . Esta referencia permite inferir que un sector de la

población no fue registrado en el censo por no contar con residencia fija. De los residentes

permanentes de la ciudad contamos con la información para hacer estimaciones de los porcentajes

de población en cada una de las manzanas (véase cuadro 6).

Informe de Paez de la Cadena, f. (subrayado mío.)

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POBLACION Y VIVIENDAS HABITADAS Y

DESHABITADAS POR MANZANA

CUARTEL 1

CUADRO 6

MAN-

ZANA POBLACION

% TOTAL DE

VIVIENDAS %

VIVIENDAS

HABITADAS

VIVIENDAS

% DESHABITA-

DAS

%

TOTAL 1

2

3

4

5

6

7

8 9

10

11 12

13

14

15

16 17

8 904 369

386

511

569

143 111

900

500 616

400

549

546 723

701

852

499

529

100.0 4.1

4.3 5.7

6.4

1.6 1.3

10.0

5.6

6.9

4.5

6.3 6.2

8.1

7.9

9.6

5.6

5.9

2 413

95

116 129

141 44

28

216

88

183 79

149

82

195 206

280

168 214

100.0 3.9

4.8

5.3

5.8 1.8

1.2

8.9

3.7

7.6

3.3

6.2

3.5 8.0

8.5

11.6

7.0

8.9

1 973

86 102

120

117

35

25

173 69

128 50

131

73

172

176

230

130

156

100.0 4.3

5.1 6.0

5.9

1.6

1.3

8.6 3.7 6.4

2.6 6.6

3.8

8.9

8.8 11.7

6.7

8.0

440 9

14 9

24

9

3

43 19

55 29

18 9

23

30

50 38

58

100.0 2.0

3.2 2.0

5.6

2.0

0.7

9 8 4.1

12.6

6.6

4.1

2.0 5.4

6.6 11.4

8.7

13.2

La población en el cuartel 1 se concentraba en la Alcaicería (manzanas de la 1 a la 6) con

2 089 habitantes (23.5%). Asimismo en la Alcaicería se agrupaban los 117 edificios que

representaban el 28.2% del total registrado, así como 553 viviendas (22.9%). La zona de la

38 Alcaicería tenía una densidad más elevada que en las manzanas circundantes . La oferta de

vivienda en esta zona era menor que en otras partes del cuartel. Los porcentajes de las manzanas 1,

2, 3, 4, 5 y 6 nos permiten especular que en la Alcaicería existía mayor demanda sobre la vivienda.

En cambio, las otras manzanas del cuartel presentan porcentajes menores. La manzana 7 albergaba a

900 personas, cifra que representaba el 10.0% de la población, mientras que en la manzana 10

-donde se encontraba el convento de Santo Domingo- vivían sólo 400 habitantes, suma que

significaba únicamente el 4.5% de la población. Resulta interesante ver dónde se concentraba la

oferta de vivienda de este cuartel. Con base en las cifras del cuadro 6, encontramos que las

manzanas con mayores porcentajes de viviendas vacías se agrupan alrededor del convento de Santo

Domingo (9, 15, 16 y 17). En cambio, las manzanas que colindaban con la calle de Plateros (1,2,

11 y 12) presentaban algunos de los índices más bajos de viviendas vacías.

Las estimaciones para 1753 señalaban que la Alcaicería concentraba una población 54% más elevada que en las

manzanas circundantes. Véase Alejandra Moreno y José González, "Cambios en la estructura interna de la ciudad de

México (1753-1882)" en Jorge E. Hardoy y Richard P. Schaedel, Asentamientos urbanos y organización

socioproductiva en la historia de América Latina, Buenos Aires: Ediciones Siap, 1968.

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En números relativos de vivienda por manzana encontramos que las de menores dimensiones

eran las que se encontraban dentro de la Alcaicería. Las manzanas cinco y seis contaban con 72

viviendas, cifra menor a la registrada para las demás cuadras. En seis manzanas se concentraba el

53.5% de las viviendas del cuartel (7, 9, 13, 14, 15 y 17), es decir 1 294. En tanto, la Alcaicería

concentraba el 22.8% y las restantes 566 viviendas (23.7%) se distribuían en las otras manzanas. En

el contexto de esta distribución espacial de la vivienda, debemos preguntar ¿cuál era la estructura de

la casa novohispana? A partir del censo en el siguiente apartado tratamos de establecer una

clasificación de las construcciones existentes en la ciudad de México a fines del siglo XVIII.

La configuración de las casas

La historiografía sobre la vivienda colonial ha reconstruido estos espacios a partir del estudio

39 de las casas de los nobles . El cronista Juan Manuel San Vicente apuntaba que estas casas eran:

"Generalmente con dos altos, y un bajo, por no permitir más lo poco macizo de su terreno,

todas con balcones y rejas de hierro, y algunas de metal más fino, vidrieras de cristal en las

ventanas, azoteas planas, canales a la calle con cañón de plomo para los derrames

hermosamente pintadas por lo interior, y exterior, con pozo dentro las más; fuentes muchas,

40 jardín algunas, y todas con las más necesarias comodidades para su habitación" .

Resulta evidente, que la descripción es sólo del exterior de las casas destinadas a las familias

de mayores ingresos. El censo de Revillagigedo nos da una visón más amplia sobre la casa

novohispana, Los registros describen las viviendas como "en el patiecito de la casa principal hay

dos cuartos" o "cinco accesorias de la casa". Las casas contaban con varios espacios que el

censador identificó como vivienda, vivienda alta, vivienda principal, entresuelo, cuarto, accesoria,

41 covacha, cochera, jacal, corral, finca y casa de carrizo . El espacio habitado en la ciudad de México

39 Véanse los trabajos sobre los palacios de los condes de Heras Soto y de los de Santiago de Cal ¡maya. RangeI, El

Palacio de los Condes de Heras Soto: sede del Centro Histórico de la Ciudad de México, México: Departamento del

Distrito Federal, 1984 e Ignacio González Polo, El palacio de los condes de Santiago de Calimaya, México: Instituto

de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1973. 40

Juan Manuel San Vicente, "Exacta descripción de la magnifica corte mexicana, cabeza del nuevo americano mundo,

significada por sus esenciales partes, para el bastante conocimiento de su grandeza" en La ciudad de México en el

siglo XVIII (1690-1780). Tres crónicas, México: CNCA, 1990, p. 163. 41

Las categorías que manejadas en este trabajo son las consignadas en las fuentes, aunque es preciso aclarar que para

establecer una tipología de las viviendas se prefirió agrupar algunas unidades residenciales. Así cuando la fuente

señala cuarto bajo y cuarto alto se asentó sólo como cuarto o si se indicaba vivienda principal y vivienda alta

registramos sólo vivienda.

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no sólo era la superficie del territorio sino que implicaba las diferentes alturas de las casas. En las

ciudades europeas los edificios eran hasta de seis pisos, en cambio, en la Nueva España la mayoría

de las casas eran de dos plantas. Para formar una clasificación de la vivienda tomamos como punto

de partida la tarea de identificar los principales espacios para integrar un sistema clásificatorio con

base en los datos que el censador señaló al registrar los edificios de los cuarteles.

DISTRIBUCIÓN DEL ESPACIO CUADRO 7

POR TIPO DE HABITACIÓN

CUARTEL 1

TIPO DE OCUPACION DEL

HABITACIÓN SUELO

TOTAL 2 413 100.0

Vivienda 645 26.7

Entresuelo 83 3.4

Cuarto 933 38.7

Accesoria 658 27.3

Cochera 3 0.1

Covacha 33 1.4

Jacal 2 0.1

Indeterminado 56 2.3

Las viviendas eran los espacios habitables con mayores comodidades pues contaban con

varios cuartos que tenían usos específicos. Pescador señala que en la vivienda se encontraba un

corredor que permitía la comunicación con la cocina, la sala, el gabinete o estudio y a la asistencia,

42 cuarto que permitía el paso a las recámaras . Los cuartos y accesorias eran amplias construcciones

que servían de espacio de habitación y de trabajo. Los primeros tenían acceso interior; es decir, a los

patios. Las segundas comunicaban directamente a la calle. Los entresuelos eran las habitaciones que

se construían arriba de las accesorias o cuartos, pero que no se comunicaban con ellos. Contaban

con accesos independientes y eran de menores dimensiones que las viviendas. La construcción de

estos espacios respondía no sólo a requerimientos arquitectónicos sino a las necesidades gremiales

de la época. González Angulo señala que la instalación de un taller no estaba sujeto al arbitrio del

artesano, pues su obrador debía ser una tienda llana, que representaba un cuarto con acceso a la

43 calle y sin comunicación con el resto de la construcción . Los demás espacios (corrales, jacales,

cocheras y covachas) eran construcciones anexas a las casas que servían de bodegas o para alquiler.

Juan Javier Pescador, De bautizados a fieles difuntos...op. cit., pp. 194-195; Enrique Ayala Alonso, La casa de la

Ciudad de México. Evolución y transformaciones, México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1996, p.

43.

Jorge González Angulo, Artesanos y ciudad... op. cit., p. 71.

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En otras investigaciones sobre las casas novohispanas también se encuentran diferentes

criterios para explicar la estructura habitacional. Pilar Gonzalbo señala que en 1777 los

empadronadores de la parroquia del Sagrario utilizaron distintas categorías para designar

las viviendas, por lo que en ciertos sectores se mencionan la existencia de zaguanes, patios, altos y

bajos. Empero, en otras calles estas viviendas desaparecen de los registros. Gonzalbo sugiere que

fue el criterio particular de censador el que determinó la forma de registro. Otros investigadores han

establecido que la variedad de viviendas coloniales esta relacionada con una estructura flexible de

44 estas propiedades .

DISTRIBUCIÓN DEL ESPACIO CUADRO 8

POR TIPO DE HABITACIÓN

CUARTEL 23

TIPO DE HABITACIÓN °CU^S!Í?í °EL %

TOTAL 849 100.0

Vivienda 95 11.2

Cuarto 535 63.0

Accesoria 166 19.5

Finca 1 0.1

Corral 6 0.7

Jacal 15 1.8

Indeterminado 31 3.7

Al comparar los cuadros 7 y 8 encontramos tendencias importantes sobre la ocupación del

suelo. Las viviendas ocupaban el 26.7% en el primer cuartel, en cambio en el veintitrés la cifra es de

11.2%. El predominio de este tipo de habitación en el cuartel 1 refleja que la población que tenía

acceso a mejores condiciones de vida se asentaba en los cuarteles centrales. Respecto a las

accesorias la situación se presenta muy parecida, el 27.3% de las habitaciones del cuartel 1 eran de

este tipo. En cambio, en el cuartel 23 el porcentaje de accesorias es menor, tan sólo del 19.5%. Esta

tendencia no puede aplicarse al número de cuartos, en el cuartel periférico este tipo de vivienda

representa el 63.0% mientras que en el cuartel central sólo el 38.7%. En el cuartel 23 encontramos

que estaban registrados dos nuevos espacios: la finca y el corral. El bajo porcentaje de ellas nos

impide establecer sus características. El estudio de otros cuarteles arrojará nuevas evidencias para

definir este tipo de casa, por ahora nos limitamos únicamente a consignarlas.

44 Pilar Gonzalbo, "Familias y viviendas...", op. cit., p. 81; Guadalupe de la Torre, et al., "La vivienda...", op. cit., pp.

1 17-123.

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Un segundo paso en el estudio de las casas novohispanas fue establecer características

específicas de ellas, con la idea de formar un sistema clasifícatorio de estos edificios (cuadro 9).

Hasta el momento, hemos detectado nueve tipos de residencia en el censo: la casa unifamiliar. la

casa multifamiliar, la casa de entresuelos, la vecindad, la accesoria independiente, el cuarto

45 separado, la finca, el corral y el jacal . Las casas estaban compuestas generalmente por las

viviendas y si contaban con accesorias (acceso a la calle) las consideramos de tipo exterior. Otras

fueron formadas por las viviendas y cuartos (acceso por los patios) las llamamos de tipo interior. Y

si mezclaban ambos tipos de accesos eran considerados del tipo mixto.

PROMEDIO DE HABITANTES POR CUADRO 9

TIPO DE CASA

CUARTEL 1

TIPO DE CASA PROMEDIO DE

HABITANTES

Unifamiliar 7.8

Multifamiliar 15.9

Entresuelo 22.0

Vecindad 44.1

Las cifras del cuadro 9 indican que las vecindades eran las más densamente pobladas, un

promedio de 44.1 habitantes. De los 62 edificios de vecindades localizados en el cuartel 1, los de

mayores dimensiones físicas estaban ubicados en las manzanas 13 y 17. El primero era el edificio

número 15 de la plazuela del Factor, contaba con 24 unidades habitacionales que albergaban a 83

residentes. La segunda estaba en el número 5 de la calle de la Misericordia, donde vivían 93

personas, el censador registro 33 divisiones del espacio. Las casas unifamiliares registraron un

menor número de residentes, en algunas sólo se consignó al propietario.

Enseguida analizamos las tendencias de cada tipo de casa.

En este trabajo sólo retomamos para el análisis de la vivienda colonial los edificios que contaban con un número o

nombre que los identificaba. Los conventos religiosos y las casas de recogidas que se consignan en los cuarteles no

son estudiados en su estructura física sólo se toman a sus residentes para términos estadísticos.

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DISTRIBUCION PORCENTUAL DE LA POBLACION CUADRO 10

POR TIPO DE CASA

CUARTEL 1

TIPO DE CASA CASAS POBLACIÓN %

TOTAL 542 8 920 100.0

Unifamiliar 58 453 5.1

Multifamiliar 222 3 535 39.6

Entresuelo 54 1 190 13.3

Vecindad 62 2 739 30.7

Indeterminado 24 309 3.4

Accesoria independiente 72 273 3.1

Cuartos solos 46 98 1.2

Convento/ Casa de Recogidas8 4 323 3.6 -1Los conventos eran el de Santa Clara, el de Santo Domingo y dos casas de recogidas

Las casas unifamiliares sólo registraban una o dos viviendas en las que vivía una familia y sus

sirvientes. En el cuartel 1 existían 58 casas de este tipo, de las cuales dos mencionan tener covachas

y una cochera. En cambio en el cuartel 23 sólo encontramos diez casas solas. Lo anterior permite

establecer que la residencia para familias unitarias tenía mayor incidencia en las partes céntricas.

Mientras que en la periferia de la ciudad predominaba un número bajo de casas unitarias.

CASAS SEGUN TIPO Y ACCESO CUADRO 11

CUARTEL 1.

TIPO/ACCESO NÚMERO HABITANTES %

DE CASAS

Multifamiliar con acceso: 222 3 535 100.0

Exterior 110 1624 45.9

Interior 37 461 13.1

Mixta 75 1450 41.0

De entresuelos con acceso: 54 1 190 100.0

Exterior 14 316 26.6

Interior 9 118 9.9

Mixta 27 694 58.3

Sin especificar 4 62 5.2

De vecindad con acceso: 62 2 739 100.0

Exterior 1 67 2.4

Interior 13 477 17.5

Mixta 48 2 195 80.1

El 39.6 % de la población habitaba en las casas tipo multifamiliar con un promedio de 15.9

habitantes. Estas casas estaban identificadas como de taza y plato. En términos generales, la

estructura de estos edificios era de dos pisos. En la planta baja se ubicaban los cuartos, accesorias y

covachas. Tanto cuartos como accesorias tenían dos niveles, el piso inferior de estas viviendas tenía

dos funciones, era un local que daba a la calle (accesoria) o a un patio (cuarto). El nivel superior

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servía de habitación. Ambos niveles se comunicaban mediante una escalera adosada al muro. En la

planta alta se localizaban las viviendas principales y abajo las accesorias o cuartos. La principal

forma de entrada a estas casas era desde la calle, como lo manifiesta la presencia de 110 casas de

este tipo, cifra que representa el porcentaje de 45.9 (véase cuadro 11). Esta disposición de las casas

indica que estaba pensado el espacio para compartir el uso habitacional con el mercantil y el

artesanal.

Las casas de entresuelos contaban en la planta baja con dos niveles, pero a diferencia de las de

taza y plato, ambos locales eran independientes, con lo cual se formaba un piso intermedio entre la

vivienda principal y los cuartos bajos. "El acceso al local inferior se lografba] desde la calle, y el

otro se alcanza[ba] exclusivamente desde adentro, es decir, desde el patio de la casa". Este espacio

46 era el que se conocía como entresuelo . En el cuartel 1 existían 54 casas de este tipo, en ellas

habitaban el 13.3% de la población. El promedio de habitantes en cada entresuelo era de 22. En el

cuartel 23 no aparece la construcción de casas con entresuelos, la posible explicación es que la

construcción de los entresuelos fuera pensada para cubrir el sector mercantil, actividad

preponderante en el cuartel 1. Los comerciantes vivían en los pisos superiores de sus negocios, pero

no como los talleres donde las actividades familiares se desarrollaban a la par que el trabajo

artesanal, ya que el entresuelo contaba con entradas separadas, y esto permitía separar la vida

privada de las actividades económicas.

La vecindad, al igual que la casa multifamiliar, era una construcción de amplias dimensiones y

con múltiples habitaciones (vivienda, cuartos, accesorias y jacales) distribuidas alrededor de

distintos patios. En estos espacios los servicios eran comunitarios, es decir, los lavaderos y

47 excusados eran utilizados por todos los vecinos . En el cuartel 1 existían 62 casas de vecindad que

albergaban al 30.7% de la población total. Resalta la existencia de 48 casas con acceso mixto y sólo

una vecindad con acceso exterior. La mayoría de ellas estaban ubicadas en las manzanas 16 y 17 (20

edificios.) En tanto, en la Alcaicería únicamente fueron registradas dos vecindades con 16 viviendas

cada una. Al interior de estas casas encontramos que algunas llegaron a tener más de 30 cuartos y

accesorias, pero las más de las veces su número fluctuaba entre 15 y 22.

46 Manuel Toussaint, Arte colonial en México, México: UNAM, 1990, p. 101; Enrique Ayala Alonso, La casa de la

Ciudad...op. cit., p. 43. 47

El concepto de vecindad significa cercanía o proximidad de cuartos de habitación. Diccionario de Autoridades...op.

cit., p. 428.

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El censo de 1790 nos proporciona la idea de que el espacio de la ciudad era heterogéneo,

aunque con los datos existentes podemos establecer algunas tendencias de distribución espacial

dentro de la ciudad. Es claro, que el mayor número de accesorias se concentraba en la Alcaicería y

en las manzanas que la rodeaban. Ya sabemos como se distribuían los distintos tipos de casas, pero

¿qué actividades se desarrollaban dentro de ellas?. El uso prioritario del espacio era el habitacional,

sin embargo, en el cuartel 1 el 18.3% de las viviendas eran destinadas a alguna actividad productiva;

en el cuartel 23 la cifra sólo alcanzó un porcentaje de 5.1%. En este contexto, el último punto del

análisis de la distribución espacial es definir como se comportaban los espacios productivos de la

ciudad (ver cuadros 2 y 3).

La concentración de población del cuartel 1 estaba ligada a las actividades comerciales y de

servicios que se desarrollaban en este cuartel. Así lo demuestra la presencia de 442 establecimientos

que prestaban algún servicio a la población. En la Alcaicería y la manzana 7 se concentraba el

43.2% de los establecimientos comerciales y artesanales de todo el cuartel 1. En las manzanas 9 y

13 se registraron con el censador 65 espacios productivos, que representaban el 14.7%. En cambio,

en el cuartel 23 fueron registrados únicamente 18 establecimientos . Lo anterior es un indicador de

que era en los cuarteles centrales donde se concentraban las actividades comerciales y de servicio.

Es claro que la casa tenía distintos usos para los grupos domésticos. En primer lugar, estaba

destinada a uso habitacional, pero muchas veces dentro de la casa se desarrollaban actividades

productivas, de comercio o administrativas. Esta característica hace más complejo el paisaje urbano.

En el análisis del paisaje urbano debemos considerar que no es posible establecer fronteras claras

entre los espacios productivos y los habitacionales. Es decir, en ocasiones resulta difícil delimitar el

lugar de trabajo y el lugar de vivienda, pues ambas actividades se desarrollan dentro de un mismo

espacio físico.

En este cuartel aparecen registrados dos estanquillos de puros y cigarros, dos chocolaterías, una tocinería,

una pulquería, una cocina, una sastrería, un obraje, cuatro tiendas, una carbonería, una carpintería, una sillería, una

vinatería y un trato de panadería.

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DISTRIBUCIÓN DE ACTIVIDADES CUADRO 12

COMERCIALES POR MANZANA

CUARTEL 1

MANZANA GIROS %

TOTAL 442 100.0

1-6 132 29.9

7 59 13.3

8 24 5.4

9 32 7.2

10 25 5.7

11 24 5.4

12 11 2.5

13 33 7.5

14 18 4.1

15 23 5.2

16 22 5.0

17 15 3.4

24" 5.4

* Este número corresponde a las viviendas que servían de portería en las vecindades.

La estructura productiva de la ciudad de México reprodujo formas específicas de la

apropiación del espacio. La investigación de Pérez Toledo establece que en los cuarteles centrales

estaba localizada la mayor parte de los talleres, en el cuartel 1 se señala la presencia del 15.4% de

los talleres de la parte céntrica de la ciudad "y sus productos tenían como consumidores a los grupos

49 más ricos de la población" . Aunque no contamos con la cifra para la rama de servicios, podemos

suponer que era parecida, pues los productos que ofrecían estaban destinados al mismo sector de la

población5 .

En el sector de servicios destaca la presencia de barberías (16) y peluquerías (9). Era común

la existencia de servicios de alquiler de caballos (5), de coches (1), de luto y ataúd (2) y de ropa (3).

Sólo aparecen registradas tres escuelas y un mesón. La mayoría de los establecimientos censados

estaban ligados al comercio, principalmente destinado al consumo interno de la ciudad. Cada

establecimiento funcionaba como una unidad productiva, pues en algunos talleres confluían varios

oficios, por ejemplo en las carrocerías trabajaban carpinteros, carroceros, herreros y artesanos

dedicados al cuero5 .

Sonia Pérez, Los hijos del trabajo. Los artesanos de la ciudad de México, 1780-1853. México: El Colegio de México-

Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, 1996, pp. 86-87. I En el cuartel 1 aparecen registrados establecimientos dedicados a la diversión. Un expendio de lotería y dos casas de

truco.

Sonia Pérez, Los hijos del trabajo...op. cit., p. 54.

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TALLERES Y COMERCIOS POR GIRO

CUARTEL 1

CUADRO 13

GIRO

Amoladuría

Armería

Bordaduría

Caldetería

Carpintería

Cerería

Dorador a fuego

Encuadernaduría de libros

Herrería

Hojalatería

Imprenta de estampas

Latonería

Obrador de batihojas

Obrador de pintor

Telares de listón

Baratillo

Bodega

Bodega de trastes

Botica

Carbonera

Estanquillo de puros y cigarros

Marchamo

Miga

Géneros de Europa y de China

Tintorería

TOTAL

3

2

2

4

10

I I

I

1

2

8

2

4

3 ?

2

6

6

9

1

7

2

2

GIRO

Pajería

Platería

Relojería

Sastrería

Sedería

Sillería

Sombrerería

Talabartería

Trato de pintura

Velería

Zapatería

Relojería

Sastrería

Tienda mestiza

Trastes y prendas

Cristales y loza de China

Tienda de géneros de Castilla

Géneros de Europa y Filipinas

Tienda de géneros de la tierra

Tienda de mercería

Tienda de moda

Tienda de ropas

Tienda de ropas de la tierra

Tienda de batihojería

TOTAL

8

16

8

15

4 ->

15

9

8

15

3 2

3

5

12

2

3

3

I

0

3

En el cuartel 1 destacan los locales de platería (16), velería (15), sastrería (15), carpintería

(10), pajería (8), relojería (8) y sedería (4). Resulta importante destacar, para los fines de este

artículo, que los establecimientos se encontraban sin un patrón de ubicación por manzanas, quizá la

única excepción se da en la rama de los metales preciosos. Los locales de platería se ubicaban en la

calle de Plateros. En cambio, los demás giros no muestran una tendencia espacial de localizar

servicios por zonas.

En los establecimientos comerciales encontramos que existía una amplia gama de tiendas y

productos. El baratillo era el sitio o lugar donde se vendían o intercambiaban cosas menudas de

poco valor, como eran el fierro viejo, retazos de tela, trastos y baratijas. El marchamo era el sitio

donde los aduaneros marcaban las mercancías. Por su parte, la miga era un pequeño sitio donde se

efectuaba alguna negociación y comercio de géneros. Y la cacahuatería era el nombre que se daba a

las tiendas de comestibles. Los productos que ofrecían eran locales pero también europeos, de las

Filipinas e incluso de la China.

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ESTABLECIMIENTOS DE ALIMENTOS POR GIRO CUADRO 14

CUARTEL 1

GIRO TOTAL GIRO TOTAL

Almuercería

Amasajio

Azucarería

Bizcochería

Chocolatería

Bodegón

Bolería

Cacahuatería

Carnicería

Cocina

Confitería

2

11

22

10

3

4

3

4

Figón

Fonda

Lechería

Nevería

Panadería

Pastelería

Quesería

Tabla de panadería

Tienda de verduras

Tienda de pulpería

Tienda de repostería

Vinatería

3

5

5

12

2

2

25

Sobre el consumo de alimentos encontramos que existían distintos locales que ofrecían una

amplia variedad de productos. Existía un alto número de establecimientos dedicados a

la comercialización del pan. Primero estaban las panaderías (12) que vendían el pan floreado de

mejor calidad. En segundo término estaban las tablas de panadería (1) y las tiendas de pulpería (1)

que comercializaban el pan común. El gran número de panaderías nos remite a pensar en una

población que demandaba altas cantidades de pan . En el cuartel 23 aparece registrada una tabla de

panadería, esto es un probable indicador de que su población consumía menor cantidad de pan y

de diferente calidad que los residentes de la parte céntrica de la ciudad. Además, el registro de 11

bizcocherías y 2 pastelerías en el sector central también denotan un consumo diferenciado. Otros

productos que se comercializaban eran los chocolates, existían 22 establecimientos destinados a la

venta de este alimento. Asimismo, encontramos locales para la venta de productos específicos,

como neverías (5), lecherías (5), confitería (4), azucarería, (2), tienda de verduras (2) y queserías

(1). En el ramo de alimentos preparados existían los bodegones que eran los sótanos o portales en

que se guisaba para la gente pobre. El figón era la tienda donde se guisaban y vendían diferentes

manjares. Las cocinas, las fondas y las almuercerías eran espacios que se adaptaban a las casas para

vender comida en los espacios públicos como calles o plazas.

A manera de conclusión

En este trabajo tratamos de reconstruir los distintos tipos de unidades habitacionales y

comerciales en la ciudad. En este contexto, queda claro que el espacio en la ciudad de México no

Sobre el consumo y la población véase el trabajo de Miño en este volumen.

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fue compacto y definido y que las partes céntricas estaban formadas por bloques de viviendas que

formaban una estructura de damero. En cambio, en la periferia las hileras de casas eran dispersas e

irregulares, pues las viviendas se extendían sin un orden o plan urbanístico. Si bien es difícil

establecer las características de la casa novohispana con los datos de dos cuarteles, si es posible

definir algunos conceptos para el análisis del espacio urbano.

En el cuartel 1 encontramos que el primer elemento de identificación de espacio fue el

concepto de manzana. Un segundo concepto de identificación del espacio fue la calle conformada

por hileras compactas de casas. El censador dio un tercer elemento de identificación el número de la

casa, que permitía identificar las divisiones del espacio en una calle. Empero, la situación era

distinta en la periferia, pues las hileras de casas aparecen dispersas sin formar bloques compactos.

En el estudio de la configuración de la casa, encontramos que al interior las casas estaban

divididas con la finalidad de albergar un mayor número de habitantes. Una de las características de

la distribución del espacio es la unión del espacio habitacional y el del trabajo. Dentro del análisis

de la casa destaca que el 83.6% de la población vivía en espacios de convivencia comunitaria; es

decir, compartían el espacio más de dos familias. Sin embargo, el uso del espacio cambia de

acuerdo al tipo de casa. A partir del análisis de las vecindades encontramos que estas casas eran

numéricamente inferiores a las casas multifamiliares, de las primeras existían 62 y de las otras 222.

Es decir, existía el predominio de la casa multifamiliar, más que la casa de vecindad. Ambas

representaban la unión de espacios comunitarios, pero la vecindad estaba considerada con una

vocación habitacional, pues el número de accesorias era inferior al de las casas multifamiliares.

Queda por resolver en investigaciones futuras cuál fue el patrón de establecimiento de

distintos servicios comerciales y artesanales. Algunos estudios señalan la importancia de los

gremios en la ubicación de los locales para sus miembros. La. diferencia entre el cuartel central y el

periférico es notoria, el primero aglutina los giros comerciales y artesanales. Un estudio más

detallado de los demás cuarteles de la ciudad de México mostrará que la actividad productiva no

estuvo restringida a la zona céntrica, más bien se debe ir perfilando tendencias de la ocupación del

espacio por cuarteles con la finalidad de distinguir los distintos usos del suelo de la ciudad de

México.

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Anexo 1

DESCRIPCION DE LAS CALLES POR ACERA Y MANZANA' CUARTEL 1 ACERA UBICACIÓN DESCRIPCIÓN

Desde la esquina de la calle del Empedradillo, mira al Oriente (tienda de Pastor) siguiendo el rumbo del Norte, a entrar a la Alcaicería sobre la izquierda. Alcaicería sobre la izquierda que mira al Norte Sigue la Alcaicería, vuelta sobre la izquierda que mira al Poniente Calle de San Francisco, frente de los Plateros que mira al Sur Empieza desde la vinatería de Pineda en la calle de San Francisco, que mira al Sur sobre la derecha a dar vuelta en la Profesa. Calle frente de la Profesa sobre la derecha que mira al Poniente Esquina de la vinatería que entra a la Alcaicería frente a la Profesa sobre la derecha Centro de la Alcaicería, vuelta sobre la derecha de la Olla Comienza desde la esquina de la Alcaicería frente a la Puerta Falsa de la Profesa Calle de Tacuba sobre la derecha que mira al Norte. Alcaicería a la Olla sobre la derecha Alcaicería, vuelta a la Profesa donde se comenzó. A la vuelta de Cazuela dentro de la Alcaicería Esquina de Tacuba y Alcaicería, tomando el rumbo al Oriente Esquina del Empedradillo (Empedradillo) Esquina de la Alcaicería que mira al Oriente sobre la derecha. Vuelta a la Calle de Tacuba en donde se comenzó. En el centro de la Alcaicería entrando por la calle del Empedradillo. Al centro de la Alcaicería De la esquina de la la calle de Santo Domingo a la de los Donceles sobre la izquierda. Calle de los Donceles sobre la izquierda Esquina de la calle de Manrique a la izquierda Calle de Tacuba sobre la izquierda Comienza en la esquina de la 2a calle de Santo Domingo (a la izquierda) Calle de Medina sobre la izquierda Vuelta a la calle del Esclavo a mano izquierda Calle de los Donceles sobre la izquierda/calle del Relox Esquina de Medina a la esquina del Portal de Santo Domingo mirando al oriente, a la izquierda. Calle de la Cerca de Santo Domingo a la izquierda Calle de la Pila Seca sobre la izquierda Calle de los Medina sobre mano izquierda Esquina del convento de Santo Domingo a la Puente, Puerta Falsa Orilla de la Acequia (izquierda) Puente de Amaya /2a calle de la Pila Seca, a la izquierda Esquina de la calle de la Cerca de Santo Domingo, a la izquierda. Empieza desde la esquina de la Profesa en la 3a calle de San Francisco, a la derecha Callejón de Santa Clara sobre la derecha Calle de Santa Clara sobre la derecha Calle de la Profesa en la acera que mira al Oriente Esquina de la calle de la 2a de San Francisco en la acera que mira al Sur. Calle de Vergara sobre la derecha Vuelta a la calle de Santa Clara sobre la derecha (esta la iglesia y portería) Callejón de Santa Clara sobre la derecha. Esquina de la calle del Factor a la esquina de la plazuela del Factor (acera que mira al poniente) Esquina de la plazuela del Factor que da vuelta a la calle de la Canoa (a la derecha) Esquina que da vuelta a la calle de Manrique Esquina que da vuelta a la calle de Santa Clara sobre a la derecha De la esquina de la calle de la Canoa a la calle del Esclavo (Calle del Águila), esquina que da vuelta a la calle del Esclavo sobre la izquierda. (Calle de los Dolores), esquina que da vuelta a la calle del Águila sobre la izquierda Calle de la esquina de la plazuela del Factor a la calle de la Canoa sobre la izquierda Empieza en la esquina del Águila Esquina y da vuelta a la calle de Pila Seca Esquina que da vuelta a la calle de San Lorenzo sobre la izquierda Esquina que da vuelta a la calle del León sobre la izquierda Esquina frente de San Lorenzo en la cera del beaterío Esquina carnicería que da vuelta a la Pila Seca sobre la izquierda Esquina que da vuelta a la calle de la Misericordia Calle de la estampa de San Lorenzo sobre la izquierda Empieza en la esquina de la Misericordia que mira al sur, calle del Puente de Amaya o Pila Seca Esquina que da vuelta al puente de Amaya sobre la izquierda Esquina que da vuelta a la orilla de la Acequia sobre la izquierda (calle del Puente o de la Misericordia) Esquina que da vuelta a la calle de San Lorenzo (por Misericordia sobre la izquierda)

Este anexo 1 contiene información sobre el número de acera que forman las calles (para ser identificado en los croquis), la manzana de ubicación y una descripción que el empadronador hizo de la acera

01

02 03 04 05

06 07 08 09 10 11 12 63 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62

Manzana 1

Manzana I Manzana I Manzana I Manzana 2

Manzana 2 Manzana 2 Manzana 2 Manzana 3 Manzana 3 Manzana 3 Manzana 3 Manzana 3 Manzana 4 Manzana 4 Manzana 4 Manzana 4 Manzana 5 Manzana 6 Manzana 7 Manzana 7 Manzana 7 Manzana 7 Manzana 8 Manzana 8 Manzana 8 Manzana 8 Manzana 9 Manzana 9 Manzana 9 Manzana 9 Manzana 10 Manzana 10 Manzana 10 Manzana 10 Manzana 11 Manzana 11 Manzana 11 Manzana 11 Manzana 12 Manzana 12 Manzana Manzana Manzana Manzana Manzana 13 Manzana 13 Manzana 14 Manzana 14 Manzana 14 Manzana 14 Manzana 15 Manzana 15 Manzana 15 Manzana 15 manzana 16 Manzana 16 Manzana 16 Manzana 16 Manzana 17 Manzana 17 Manzana 17 Manzana 17

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Anexo 2

NÚMERO DE LA CASA DEL CUARTEL 1

M. L-Calle 1:

247, 246, 245, 244, 243, 242

M. 1 - Calle 2:

10. 9, 8, 7,6

M. 1 - Calle 3:

6, 5,4,3,2, 1

M. 1 - Calle 4:

80,81,78, 77, 76

M. 4 - calle 13

68, 69, 70,71,72

M, 4- calle 14

236, 237, 238, 239, 240, 241

M. 4 - calle 15

11, 12, 13, 14, 15

M.2 - calle 5

82, 83, 84, 85, 86, 87

M. 4 - calle 16

16, 17, 18, 19, 20,21,22, 23,24

M. 2 - calle 6

50,51,52,53,54 M. 5 - calle 17

15, 16, 17, 10, 11, 12, 13, 18, 19, 20,21

M. 2 - calle 7

1,2 M. 6 - calle 18

21,20, 19, 18, 17, 16, 15, 14, 13, 12

M. 2- calle 8

21,22, 1,2,3,4, 5, 6, 27, 28 M. 7 - calle 19

235, 234, 233,232, 231,230, 229

M. 3 - calle 9

55,56, 57,58, 59, 60,61,62

M. 3 - calle 10

10, 63,65, 66, 67

M. 3 - calle 11

15, 16, 17

M. 3 - calle 63

14, 15, 16, 17, 18, 19, 20

M. 7 - calle 20

33, 32,31, 30, 29, 28, 26, 25, 24, 23, 22,21, 20,

19, 18

M. 7 - calle 21

65, 64, 63

M. 7 - calle 22

192, 191, 190, 189, 188, 187, 186, 185, 184,

183, 182, 181, 180, 179, 178, 177, 176, 175,

174, 173, 172

M. 3 - calle 12

18, 20 M. 8 - calle 23

228, 227, 226, 225, 224

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2

M. 8 - calle 24

27, 26, 25, 24, 23, 22, 21, 20, 19, 18, 17, 16, 15,

14

M il - calle 37

57,58, 59, 60,61,62, 63

M. 8 - calle 25

68, 67, 66

Mil - calle 38

119, 120, 121,0, 122, 123

M. 8 - calle 26

126, 125, 124, 123, 122, 121, 118, 117, 116,

115, 114

M. 9 - calle 27

223,222, 221,220,219,218

M. 9 - calle 28

30,25,24,29,28,27,26

M. 9 - calle 29

73,72, 70, 69,71

M. 9 - calle 30

113. 112, 111, 110, 109, 108, 107, 105, 104, 103

M. 10 - calle 31

217,216,215,214,213

M. 10 - calle 32

Aparece casa sin número

M. 10 - calle 33

75,74

M. 12 - calle 39

91,92, 93,94, 95,96

M. 12 - calle 40

24, 25,26, 27, 28, 29,30,31,32

M. 12 - calle 41

Nada

M. 12 - calle 42

16, 17, 18, 19

M. 13 - calle 43

33,34

M. 13 - calle 44

12, 13, 14, 15, 16, 17

M. 13 - calle 45

115, 116, 117

M. 13 - calle 46

193, 194, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 201

202, 203, 204, 205, 206

M. 10 - calle 34

61,60,59,58,57, 56,55, 54

M. 14 - calle 47

134, 133, 132, 131, 130, 129, 128, 127

M il - calle 35

88, 89, 90

M. 14 - calle 48

114, 113, 112, 111, 110, 109, 108

Mil - calle 36

9, 10, 11, 12, 13, 14, 15

M. 14 - calle 49

13, 12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5,4,3,2

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2

M. 14 - calle 50

37,36

M. 16 - calle 56

102, 101

M. 15 - calle 51

129, 128, 127, 126, 125, 124, 123, 122, 121,

120, 119, 118, 117, 116, 115, 114

M. 16 - calle 57

4,3,2

M. 15 - calle 52

107, 106, 105, 104

M. 16 - calle 58

49, 48, 47, 46, 45, 44

M. 15 - calle 53

23,22,21,20, 19, 18, 17, 16, 15, 14, 13, 12, 11

M. 17 - calle 59

11, 10, 9, 7, 6,5

M. 15 - calle 54

43,42,41,40, 39,38

M. 17 - calle 60

99, 98

M. 16 - calle 55

74, 73, 72,71, 70, 69, 68, 67, 66, 65, 64, 63, 62

M. 17-calle 61

4,3,2

M. 17 - calle 62

51,50

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MANZANAS Y CALLES DEL CUARTEL UNO, 1790

p

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1

3

i

C. de Vergara C. del

40

39 xn

42 Cn. de Sta. Clara

Dolores

Plazuela

Factor

49"

48 50

XIV

C. de León C. de la Estampa

47

58

55 57

XVI

56

La Profesa, Manrique Esclavo La Pila Seca C. de la Pila Seca

34

33

X

C. del Empedradillo Sto. Domingo sto. Domingo 3a. C. de Sto. Domingo

Croquis 1 I Manzana

1 Calle

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CALLES DEL CUARTEL VEINTITRÉS, 1 790

Arrinconada de la Iglesia de San Diego

f

6

San Juan de Dios

Capilla del Santo Eccehomo

6

Convento

Croquis 2

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NUMERACION DE CASAS DEL CUARTEL UNO, 1790

C. de Vergara C. del Dolores C, de León C. de la Estampa

ÍCT-5H

C. del Empedradillo Sto. Domingo sto. Domingo

Croquis 3

3a. C. de Sto. Domingo

Alcaiceiia

Convento

Casa Recogida

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LOS AUTORES

Diana Birrichaga Guardida

El Colegio Mexiquense

Correo: dbirrichaua'cvcmq.edu.mx

Herbert S. Klein

Department of History

University of Columbia

New York, N.Y. 10027-USA

Correo: [email protected]

Manuel Miño Grijalva

Centro de Estudios Históricos

El Colegio de México

Correo: m m i no@co 1 mex. mx

Sonia Pérez Toledo

Departamento de Historia

División de Humanidades

Universidad Autónoma Metropolitana

Correo: sopetoól @hotmail.com

Enriqueta Quiroz

Instituto Dr. José María Luis Mora

Correo: [email protected]

Michel S. Scardaville

University of South Carolina

USA

Correo: [email protected]

Jorge Silva Riquer

Instituto Dr. José María Luis Mora

[email protected]

Marta Vera Bolaños

El Colegio Mexiquense

Correo: [email protected]

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Esta publicación consta de 430 ejemplares y se terminó de

imprimir en el mes de agosto del 2002 en los talleres gráficos del

Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática

Av. Héroe de Nacozari Núm. 2301 Sur, Acceso 11, PB

Fracc. Jardines del Parque, CP 20270

Aguascalientes, Ags.

México

INSTITUTO NACIONAL D€ ESTADISTICA, GEOGRAFIA € INFORMATICA MEXICO

www.inegi.gob.mx

ISBN 970-13-4053-1