La Posmodernidad y sus descontentos

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Unidad IV Subjetividades Disidentes. “La Posmodernidad y sus descontentos.” (Zygmunt Bauman, 2001) Tomás Surhoff A. Electivo Problemas Sociales. UAHC. 2012.

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Subjetividades Disidentes. La posmodernidad y sus descontentos. Capítulo 1 y capítulo 2.

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Unidad IVSubjetividades Disidentes.

“La Posmodernidad y sus descontentos.”(Zygmunt Bauman, 2001)

Tomás Surhoff A.

Electivo Problemas Sociales.

UAHC.

2012.

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Capítulo 1

El sueño de la pureza.

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La sociedad moderna, sus ciudadanos, en la búsqueda de un “orden universal” y en sus respuestas a la llamada “cuestión social” se encuentran con la “contaminación”, o pre-sencia de personas que no encajan, sujetos que se salen de los patrones morales y estéticos. Representan una suciedad que desafía la armonía tranquilizante del entorno cotidiano.

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• La pureza se idealiza como condición social, se la diferencia de la impureza o suciedad, y este ideal se defiende y protege.

• La pureza sitúa las cosas en cierto “orden” que nos es coherente. No hay modo de pensar la pureza sin tener una imagen de “orden”.

• La impureza la constituyen objetos en desorden, que están fuera de lugar.

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• Sólo en un ambiente ordenado podemos actuar de manera adecuada con una esperanza de obtener resultados previamente propuestos.

• Hay un aprendizaje previo de una disposición ordenada del mundo.

• Una acción que desafía ese ambiente ordenado se torna inclasificable, tensiona esas predisposiciones.

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• La “suciedad” es esencialmente desorden, eliminarla se considera un esfuerzo positivo por organizar el entorno, es aquello que no se debe incluir si se quiere preservar un modelo.

• El interés por la pureza y lucha contra la suciedad como característica humana universal para preservar la estructura intacta e ilesa, mantener el entorno comprensible.

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• La relevancia de la “suciedad” para la sociología es cuando esta se refiere a otros seres humanos que obstaculizan la “organización del entorno”.

• Se convierten en una determinada categoría de suciedad y se les trata como tal; un ítem que debe ser reordenado lógicamente.

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• Estamos adaptados a un entorno sociocultural naturalizado, el cual comprendemos. El Extraño hace pedazos la roca sobre la que descansa la seguridad de la vida cotidiana.

• Pone en cuestión los supuestos y la coherencia del mundo ordenado, contraviene el “esfuerzo ordenador” y se convierte en “suciedad”.

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“Se podría definir la “modernidad” como la época, o la forma de vida, en la que la construcción del orden consiste en el desmantelamiento del orden “tradicional”, heredado y aceptado; en la que “ser” supone empezar eternamente de nuevo”(Bauman, p. 20).

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• La construcción del nuevo orden, supone un nuevo modelo de pureza y un nuevo tipo de suciedad.

• Se instalan la sospecha y la incertidumbre porque los modelos de pureza y sus técnicas de purificación cambian demasiado rápido.

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• El mundo moderno se torna inestable y hostil contra todo lo constante y especialmente contra todo lo impuro.

• La visión de pureza alcanza su máxima expresión en las tendencias totalizadoras (nazismo, fascismo, comunismo).

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• En la actualidad el criterio de pureza se funda en la capacidad de participar en el juego del mercado.

• La suciedad la encarnan personas incapaces de ser “individuos libres”, esos “consumidores defectuosos” fuera de lugar que se deben contener. Son desechos del consumismo.

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• La preocupación actual de la pureza se manifiesta en criminalizar los problemas que el goce posmoderno produce socialmente. Se traduce en una acción punitiva contra el “sucio”, el “extraño”, el “desordenado”.

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Capítulo 2

Construcción y deconstrucción de extraños.

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• Cada tipo de sociedad produce su propio tipo de extraños. Traza sus fronteras y establece sus mapas cognitivo, moral o estético del mundo.

• Cuando un individuo transgrede los límites de alguno de estos mapas se torna extraño, por tanto “sucio”, se le debe “higenizar”.

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• El estado se convierte en garantía de la vida ordenada, legisla y divide nitidamente, clasifica y distribuye, dota de un “cuerpo” y de un “uniforme” a la ley.

• En este orden no hay lugar para ambivalencias, se produce un desgaste en la lucha contra los extraños y lo extraño. En esta guerra despliegan dos alternativas intermitentes y complementarias:

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a) Antropofágica: devorar a los extraños, metabolizarlos al tejido propio. Asimilarlos, ahogar distinciones culturales y lingüísticas. Prohibir tradiciones y lealtades salvo las dirigidas a la conformidad y coherencia del nuevo orden global.

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b) Antropoémetica: Vomitar a los extraños, desterrarlos fuera de los límites, dejarlos incomunicados. Excluirlos, encerrarlos tras prohibiciones invisibles. Limpiar, expulsar las suciedad más allá del territorio administrable.

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• Cuando ninguna de estas estrategias era factible: destruir a los extraños físicamente, borrarlos, no dejar rastro de su existencia.

• La aniquilación cultural y/o física de los extraños constituía una destrucción creativa; destruir y al mismo tiempo construir; mutilar pero también enderezar.

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• Los extraños viven una “existencia condicional”, son una anomalía que hay que rectificar. No se asume una coexistencia con lo extraño, menos una convivencia con extraños.

• No hay necesidad de ello mientras la vida moderna siga anclada a un proyecto, al orden en manos de un Estado preocupado de la “tarea”.

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“No obstante, estas condiciones no parecen imperar hay en día en todas partes: no parecen hacerlo en un período que A. Giddens llama “modernidad tardía”; U. Beck, “modernidad reflexiva”; G. Balandier, “hipermodernidad”; y que yo (junto con muchos otros) he optado por llamar “posmodernidad”: el período en el que vivimos ahora, en nuestra parte del mundo (o más bien habría que decir que vivir en un período tal define lo que percibimos como “nuestra parte del mundo”…)(Bauman, p. 30).