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LA PROBLEMÁTICA DEL RACISMO EN GUATEMALA EN LOS UMBRALES DEL SIGLO XXI Sergio Lautaro PARRILLA A NZUETO S UMARIO: I. El concepto . II. El racismo en Guatemala. III. El plura- lismo jurídico: una vía de salida de la discriminación y la exclusión como manifestaciones del racismo . IV. Marco de referencia . V. El estudio del derecho indígena . VI. ¿Qué entendemos por derecho indí- gena o derecho consuetudinario ? VII. Investigación y metodología . Durante varios domingos he asistido por las noches, más por morbo que por placer, a la Plaza de la Cons- titución. Ocurre que en esos días, desde la mañana hasta entrada la oscuridad, concurren numerosas per- sonas a las cuales me da vergüenza decirles compa- triotas. Sí, porque son gente asquerosa que, por lo menos, ge- nera un cuarto de toneladas de basura en un solo día! vayan ustedes amigos, lectores, los convido a que com- prueben que no estoy exagerando. Esos patanes no tienen ni el más mínimo principio de higiene. Sólo falta y eso sería el colmo que dejen decorado con excremento el piso de la plaza. Quizá haya personas que se molesten por mis juicios de valor, sin embargo, a mi me tiene sin cuidado esos que se creen humanistas y que andan predicando cre- dos que ni ellos mismos entienden; peor todavía, ni están convencidos de sí mismos cuando dicen: no de- bemos ser discriminadores, porque todos somos igua- les. ¡Cuidado con las comparaciones! 263 Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv DR © 1997. Instituto de Investigaciones Jurídicas - Universidad Nacional Autónoma de México Libro completo en: https://goo.gl/cwEJv8

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LA PROBLEMÁTICA DEL RACISMO EN GUATEMALAEN LOS UMBRALES DEL SIGLO XXI

Sergio Lautaro PARRILLA ANZUETO

SUMARIO: I. El concepto. II. El racismo en Guatemala. III. El plura-lismo jurídico: una vía de salida de la discriminación y la exclusióncomo manifestaciones del racismo. IV. Marco de referencia. V. Elestudio del derecho indígena. VI. ¿Qué entendemos por derecho indí-gena o derecho consuetudinario? VII. Investigación y metodología.

Durante varios domingos he asistido por las noches,más por morbo que por placer, a la Plaza de la Cons-titución. Ocurre que en esos días, desde la mañanahasta entrada la oscuridad, concurren numerosas per-sonas a las cuales me da vergüenza decirles compa-triotas.Sí, porque son gente asquerosa que, por lo menos, ge-nera un cuarto de toneladas de basura en un solo día!vayan ustedes amigos, lectores, los convido a que com-prueben que no estoy exagerando. Esos patanes notienen ni el más mínimo principio de higiene. Sólo faltay eso sería el colmo que dejen decorado con excrementoel piso de la plaza.Quizá haya personas que se molesten por mis juiciosde valor, sin embargo, a mi me tiene sin cuidado esosque se creen humanistas y que andan predicando cre-dos que ni ellos mismos entienden; peor todavía, niestán convencidos de sí mismos cuando dicen: no de-bemos ser discriminadores, porque todos somos igua-les. ¡Cuidado con las comparaciones!

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Siempre he sostenido que la pobreza económica y elanalfabetismo, incluso, no son sinónimos de suciedad.Por esa razón desapruebo a toda la indiada que llegalos domingos a ensuciar el parque central o plaza dela constitución.No sólo es gente que ni se baña (no crean que porahorrar agua, más bien por ser alérgica a la limpieza)y, por consiguiente expele olores fétidos, sino que consu presencia espantan a las personas civilizadas. Yaparece zoológico ese lugar, antaño limpio y decente.Allí uno puede ver, los domingos, lo infeliz que esta-mos en Guatemala: indígenas alineados exhibiendo elmás puro subdesarrollo cultural. Algunos se visten conpantalones de lona y botas de cuero, según ellos, seven igualitos a Juan Charrasqueado o Valentín Trujillo.Y cuando se trincan a sus traiditas se sienten unosMichael Douglas con Sharon Stone ¡Tan burros queson esos estropajosos! Yo que el presidente los fumi-gaba.Yo no me opongo a que el lumpen salga a pasear.Todos tienen derechos a la recreación y a comerciarsus productos. Pero estoy en contra de la suciedad.Claro está, uno también tiene derecho a transitar poruna ciudad limpia.

ALFARO BARILLAS, Eddy, ‘‘Amarren a esos cochambro-sos’’, Prensa Libre, 2 de septiembre de 1995.

I. EL CONCEPTO

No es éste el espacio para realizar un amplio estudio del con-cepto de racismo. Simplemente, indicaremos que se han escritogran cantidad de trabajos para sustentar posiciones tanto encontra como a favor. Empero partimos de la consideración deque el racismo como teoría y como práctica social, política ycultural constituye una de las más grandes aberraciones enque ha incurrido la humanidad.

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Como teoría, ha servido para ‘‘justificar’’ la práctica dis-criminatoria, manifiesta en la explotación y desprecio de gran-des grupos de seres humanos y, la cual se manifiesta, entreotros, en los campos cultural, social, político y económico.Práctica discriminatoria ésta que se sustenta sobre la consi-deración de que entre los humanos existen grupos diferentesy, que al ser diferentes, unos resultan ser superiores y otros,inferiores.

Son estos elementos de ‘‘superioridad’’ e ‘‘inferioridad’’ losque han dado sustento al racismo, los cuales, partiendo de laargumentación de la existencia de diferencias tanto mentalescomo físicas, hacen aparecer a unas razas como superiores ya otras como inferiores; de acuerdo con esta afirmación, lanaturaleza ha sido pródiga con algunos grupos humanos aldotarlos de ciertas características que los hacen ‘‘superiores’’respecto de otros, cual si se tratara de un silogismo, concluyenen que es lógica la existencia de grupos inferiores al no teneresas mismas características. Todo esto proporciona sustento ala afirmación de la necesidad ‘‘justa’’ para hacerlos objeto dediscriminación, dominación y explotación.

Por encima de todos los intentos por darle algún ‘‘sustento’’científico al racismo y, para los efectos de este trabajo nosinteresa resaltar que todos coinciden en un lugar común, asaber: en que a aquellos que son considerados superiores lesasiste el derecho para dominar y explotar a los grupos huma-nos inferiores.

Es innegable que existen diferencias entre los grupos hu-manos, diferencias estas que llegan a ser abismales. Sin em-bargo, existen por razones distintas a las afirmadas por losideólogos del racismo, responden en todo caso a un desarrollodesigual de las fuerzas productivas, presentes dentro de losdiversos grupos humanos. Estas diferencias se ven ahondadascuando se instaura en la dominación y explotación, desde unaperspectiva racista de un grupo sobre otro, lo cual frena aúnmás el desarrollo de las fuerzas productivas y le niega a losdominados el acceso a los avances tecnológicos y científicosde los dominadores.

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II. EL RACISMO EN GUATEMALA

Me gritaba en la cara: no me salgas con esas pajas de que sosestudiado, ¿acaso no conozco yo a tu nana, pues? Si tu nana esuna envuelta que ni sabe leer; y vos con tus mates: que yo estudiéen Estados Unidos; y ahora hasta salís con esas pajas de los Mayasaquí. Que Maya vas a ser voz indio relamido. Ya solo porque fuistea la escuela.

Quería responderle por mi madre, quien ha tenido que so-portar que las patronas la traten de VOZ, quería explicarleque somos fundamentalmente Personas Humanas, y que elresto son, como las fronteras, diferencias culturales o econó-micas inventadas. Mejor callé, pero no agaché la cabeza. EraChimaltenango.

Sí, tu nana era una cholera, como todas las indias, ¿acaso nola conocí cuando choleriaba allá con los Castro, pues? así que porqué vos salís con tanta paja del doctorado. A vos un azadón tedeberían de dar (ríe sarcásticamente); ya sólo porque sacaste uncartoncito te crees. (Zapeta, Estuardo, Tu nana es una envuelta,Siglo Veintiuno, 20 de febrero de 1996.)

Con toda seguridad podemos afirmar que en la sociedadguatemalteca se encuentra presente una práctica racista coti-diana. La cita del artículo de Zapeta es una muestra de ello, enamplios sectores de la población guatemalteca, y no solamenteen aquellos económicamente poderosos continúa estando pre-sente el desprecio y la discriminación hacia los indígenas.

Tradicionalmente, en amplios sectores no indígenas se hacreado una suerte de cultura de desprecio al indígena y alo indígena, que se manifiesta con la equiparación de la ne-cedad y la terquedad a lo indígena, la equiparación de la igno-rancia y las limitaciones intelectuales a lo indígena, la suciedady los olores desagradables a lo indígena. Tales son las expre-siones, muy enraizadas en los sectores no indígenas, de usofrecuente y cotidiano, entre las que destacan las siguientes:¡no seas indio! ¡parecés indio! ¡indio burro! ¡haces puras indiadas!¡apestas a indio!, etcétera.

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1. Antecedentes necesarios

La formación y establecimiento de la cultura del racismoen Guatemala, como en otros países del continente, tiene pro-fundas raíces históricas. No es novedoso afirmar que esa for-mación y establecimiento tiene más de quinientos años. Sinembargo, la forma correcta de abordarla se encuentra en elsometimiento, dominación y explotación a que fue sometidala población nativa de Guatemala, por parte de la poblaciónespañola en sus orígenes y sus descendientes hasta la actua-lidad y los de otras nacionalidades que se les fueron agregan-do en el camino; es decir, hasta el establecimiento de un sectorsocial dominante no indígena propiamente dicho, aunque porlas venas de la mayoría de los que nos autodefinimos comono indígenas y en Guatemala se nos llama ladinos y corresangre también indígena.

Los no indígenas somos una mezcla con fuentes bastantedistintas. En el fondo, la diferencia estriba no en que los noindígenas sean más inteligentes, más listos, más etcétera quelos indígenas, la razón está en un desarrollo desigual de lossectores de población a lo largo de los años, desarrollo desi-gual que se manifiesta también en un desigual acceso a laeducación, la información, los satisfactores, etcétera. Aunquela discriminación, como manifestación del racismo, se presentea partir de diferencias en el lenguaje, el vestir, las costumbres,etcétera. Estos elementos son soslayados o equivocadamenteplanteados por aquellos que practican el racismo, como es elcaso de la cita con que inicia este trabajo.

De esta cuenta, estas diferencias son únicamente las quesirven para el ejercicio de la discriminación, pero, insistimos,no las causas. Las causas se encuentran profundamente enrai-zadas en las diferencias económicas que compartimentan lasociedad guatemalteca. Es equivocado reducir el problema delracismo a la forma de vestir o a los hábitos de higiene, tal y

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como lo propuso en su tiempo Clemente Marroquín Rojas,1 alplantear lo siguiente:

Estamos frente a una fotografía que publica el diario ‘‘Gráfico’’de hoy 15 de octubre, donde aparece el jefe de Turismo, señorSen Bonilla, rodeado de los indios de Chichicastenango, consus horribles trajes indígenas, y más que horribles, sucios, he-diondos, llenos de mugre, sudor de indios que no se bañany así sucesivamente.

Si yo hubiese sido Presidente de la república, lo primeroque hubiera hecho era ordenar que todos esos indios babosos,a los cuales se les explota como curiosidades turísticas, se lesvistiera de ladino; de lona o de cualesquiera telas modernas.De esta manera, comenzarían a sentirse ladinos y dejarían depensar en que son indios... No se qué pensará el señor Mi-nistro de Educación ante este problema; pero resulta idiotaquerer civilizarlos dejándoles atados a este vestuario que loshala hacia lo indio, hacia el taparrabo y las plumas.

Yo era ministro de Economía y Trabajo (entonces estos dosramos eran uno) cuando hicimos un viaje a Quetzaltenangocon el presidente Arévalo Bermejo; y, al salir de la que en-tonces era Penitenciaria de aquella ciudad hacia nosotros unascuantas cofradías con esas babosadas de los cirios y sus ves-tidos indígenas, y al estar frente al presidente se hincaronbesando la mano del gobernante.

Aquel contraste entre un presidente blanco, alto, hermoso,y aquellas piltrafas humanas, me indignó. Y con voz suma-mente fuerte les dije: ¡indios puñeteros, pónganse de pie, elpresidente no es santo para que doblen las rodillas ante él yle besen la mano; él es tan ciudadano con ustedes; de pie,hijos de puta!

Y los indios se pusieron de pie, no obstante que ya elpresidente comenzaba a golpearles cariñosamente la cabeza ya llamarlos ‘‘hijos’’, como hacen todos los blancos de Occiden-te con esta clase de guatemaltecos. Naturalmente, mi actitudmolestó al doctor Arévalo, pero logré que aquella miseria hu-mana, se pusiera de pie y que cobrara, aunque fuera momen-táneamente, su calidad de seres humanos, de hombres, de ciu-

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1 Fue vicepresidente de Guatemala, y director del periódico La Hora, personajemuy influyente en la política guatemalteca casi hasta su muerte.

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dadanos de Guatemala. Porque nada hace más indios a losindios, que esos trajes asquerosos, sólo buenos para ser retra-tados por los turistas como se retrata a los monos o a losperros o a los cerdos.

Recuérdense que el Emperador Iturbide, cuando despachabaal general Mier y Terán a ‘‘liberarnos’’ de España, dijo: Impidausted que los guatemaltecos paguen altos tributos personalesy sobre todo, que pidan la justicia de rodillas. Y el generalmexicano Mier y Terán lo ordenó en Chiapas, hasta dondehabía llegado a tierras guatemaltecas; pero, después, ya nadase hizo y es que repito, los blancos o ladinos de Los Altos,jamás han deseado civilizar a esos indios; el indio para losaltenses sólo sirve de mozo, de sirviente, de peón... Por esoen Quetzaltenango comienza ahora una verdadera revoluciónindígena, las facultades universitarias echan año tras año pro-fesionales indios; el mercado quetzalteco está en manos de losindios y, de esta manera, siendo pocos los blancos y ladinos,por culpa suya, tendrán que ser barridos por los indios...

Me duele ver mi pariente Sen Bonilla, rodeado de esos po-bres indios de Chichicastenango, él es alto, vestido a la eu-ropea y quienes le rodean son chaparros, malolientes, indioshasta la médula. No sé por qué nada se hace para comenzaresta civilización por donde debe comenzarse; por desvestirlosy ponerles a la fuerza ropa de ladinos; después de civilizarlosexteriormente, resultará fácil la civilización del interior de sualma, de sus costumbres, de sus actividades (‘‘Por eso segui-remos siendo pueblo de indios’’, Diario La Hora, Guatemala,15 de octubre de 1975).

Otro tanto podemos decir de las manifestaciones del racis-mo, a partir de un trato desigual, discriminatorio y excluyentea nivel de las instituciones del Estado guatemalteco, Estadoeste constituido sobre la base de la discriminación y la exclu-sión de la inmensa mayoría de los guatemaltecos, que se ma-nifiesta en el trato desigual de las instituciones estatales.

Podemos afirmar que el Estado guatemalteco, a partir desu gestión, es discriminatorio y excluyente. La confirmaciónde estos elementos se encuentra, entre otros, en el nivel de ladiscriminación y exclusión jurídicas, puesto que se resiste a

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aceptar la existencia en el país de un pluralismo jurídico y lagestión de las autoridades tradicionales indígenas. Decimosque se resiste, puesto que los artículos constitucionales (del66 al 70)2 de la Constitución de 1985, los cuales, a pesar dehaber significado un importante avance, prácticamente cons-tituyen letra muerta y, se encuentran ampliamente rebasadospor el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los PueblosIndígenas (IDPI), así como por la aprobación del Convenio169; artículos estos que desde su aprobación constituyen letramuerta, sobre todo el 70 referido a la emisión de una leyespecífica de la materia. De acuerdo con esto y a la luz delIDPI y la ratificación del convenio 169, los artículos de marrasdeben ser sustancialmente reformados.

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2 Los artículos en cuestión a la letra dicen: Artículo 66. Protección a grupos étnicos. Guatemala está formada por diversosgrupos étnicos entre los que figuran los grupos indígenas de ascendencia maya. ElEstado reconoce, respeta y promueve sus formas de vida, costumbres, tradiciones,formas de organización social, el uso del traje indígena en hombres y mujeres, idiomasy dialectos. Artículo 67. Protección a las tierras y las cooperativas agrícolas indígenas. Lastierras de las cooperativas, comunidades indígenas o cualesquiera otras formas detenencia comunal o colectiva de propiedad agraria, así como el patrimonio familiary vivienda popular, gozarán de protección especial del Estado, de asistencia cre-diticia y de técnica preferencial, que garanticen su posesión y desarrollo, a fin deasegurar a todos los habitantes una mejor calidad de vida. Las comunidades indígenas y otras que tengan tierras que históricamente lespertenecen y que tradicionalmente han administrado en forma especial, mantendránese sistema. Artículo 68. Tierras para comunidades indígenas. Mediante programas espe-ciales y legislación adecuada, el Estado proveerá de tierras estatales a las comunidadesindígenas que las necesiten para su desarrollo. Artículo 69. Traslación de trabajadores y su protección. Las actividades labo-rales que impliquen traslación de trabajadores fuera de sus comunidades, serán objetode protección y legislación que aseguren las condiciones adecuadas de salud, segu-ridad y previsión social que impidan el pago de salarios no ajustados a la ley, ladesintegración de esas comunidades y en general todo trato discriminatorio. Artículo 70. Ley específica. Una ley regulará lo relativo a las materias de estasección.

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III. EL PLURALISMO JURÍDICO: UNA VÍA DE SALIDADE LA DISCRIMINACIÓN Y LA EXCLUSIÓNCOMO MANIFESTACIONES DEL RACISMO

... la reafirmación del racismo ----sostenido siempre entre dospartes---- pero tolerado en la medida que no se rompieronpactos sobreentendidos; la exclusión de los indios de cientosde realidades, la coacción y el ritmo lento de funciones bu-rocráticas frente a los intereses indígenas, son algunas mani-festaciones de poder ejercidas por el grupo dominante.

Ignorar la indio ‘‘volviéndolo, regresándolo a su ambientenatural’’ garantiza su exclusión del ‘‘nosotros’’. Pero no sóloesta postura sostiene el antagonismo entre las dos partes: laexclusión del estudio de sus leyes en los programas de for-mación de los juristas en general, el manejo público de suimagen por medio de los comunicadores, que los presentansólo como transgresores de leyes, ignorantes, desnutridos, et-cétera, crea y sostiene una relación desigual enmarcada en elcuadro de la inferioridad.3

El presente trabajo se asienta sobre la experiencia de losestudios realizados durante los últimos tres años, en el ámbitodel poder local, autoridades tradicionales y la negociación ymediación en conflictos municipales, con la consecuente incor-poración de nuevos elementos, recogidos a partir de esa ex-periencia de trabajo, proporcionados por los acuerdos de paz.También cuenta con el sustento que proporciona la poblaciónmeta alcanzada por nuestras actividades en diversos lugaresdel país.

La tendencia registrada para el periodo 1992-1993, respectode la estabilidad política municipal el surgimiento de sectoresorganizados y espontáneos en la vida política rural del país,se conservó para los años 1994-1995, esta tendencia se man-tuvo en la cifra cercana al 20%, a reserva de concluir con elprocesamiento de la información.

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3 Guzmán, Esther de, ‘‘Costumbre, cultura y ley nacional’’, Grupos étnicos, derechoy cultura, Bogotá, FUNCOL, Cuadernos del Jaguar, 1987, p. 176.

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De acuerdo con lo anterior, este porcentaje de municipali-dades han experimentado diversos grados de inestabilidady/o ingobernabilidad, los cuales se vieron agravados duranteel reciente proceso electoral, a grado tal que a la fecha per-sisten conflictos sin resolver y otros con soluciones que pre-sentan características aleatorias, lo que los hace permanecerlatentes.

En buena medida, esta inestabilidad y/o ingobernabilidadaparece vinculada a los procesos de pérdida de peso específicode las autoridades tradicionales en las zonas indígenas, sobretodo en aquellas conurbadas con cabeceras departamentales ymunicipales con fuerte presencia de población urbana.

A más de lo anterior, los procesos de pérdida de peso es-pecífico de las autoridades tradicionales indígenas están vin-culados a la presencia cada vez más fuerte de la religióncristiana. Por otra parte, aparecen ligados a que muchas comu-nidades han sufrido un corte que las ha dividido y en muchoscasos enfrentado, nos referimos específicamente a una divisióndicotómica entre católicos y protestantes, frente a la cual esasautoridades han visto reducido su jurisdicción al mero ámbitode las relaciones familiares.4

Por otra parte, la firma del Acuerdo sobre Identidad y De-rechos de los Pueblos Indígenas (IDPI), suscrito por el gobier-no de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Gua-temalteca (URNG), realizada en México, D. F. el 31 de marzode 1995, debería haber desatado una importante oleada deinvestigaciones destinadas a preparar el campo para su im-plementación.

En apariencia, esto no ha sucedido, puesto que varios meseshan transcurrido desde la firma y, poco o casi nada se sabeacerca de investigaciones sobre el tema. Lo anterior no obstapara que se esté trabajando en esta dirección y, los años que

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4 Tal es el caso, por ejemplo, de la comunidad indígena de San Pedro La Laguna,departamento de Sololá, en donde incluso las elecciones para la Corporación Muni-cipal pasan por esta división religiosa, incluso la comunidad evangélica impidió porla fuerza la toma de posesión del alcalde electo en noviembre de 1995, que debiópostergarse varios meses.

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nos separan del fin de siglo, sean pródigos en aportaciones altema de la identidad y derechos de los pueblos indígenas deGuatemala, en general y en lo relativo al derecho indígena,en particular, las cuales serían importantes para enfrentar ladiscriminación y exclusión de que son objeto los indígenasguatemaltecos.

IV. MARCO DE REFERENCIA

Consideramos como prioridad fundamental no solamente elseguimiento de las negociaciones del proceso de paz, sino tam-bién la investigación, difusión y formación de y en aquellosaspectos que surgirán en el momento de la concretización delos acuerdos suscritos y los que están en lista de espera.

Los acuerdos firmados y los que lo sean en el futuro pró-ximo, como cualquier convenio, contienen la convergencia devoluntades de las partes, que se expresa en enunciados quedeben implementarse. En tal sentido, esta implementación con-lleva necesariamente la preparación de los elementos necesa-rios para su efectivo cumplimiento.

De esta cuenta, el IDPI contiene el compromiso del gobiernopara impulsar una reforma constitucional, la cual deberá con-templar la definición y caracterización de la ‘‘nación guate-malteca como unidad nacional, multiétnica, pluricultural ymultilingüe’’.

En el apartado del acuerdo, relativo a comunidades y au-toridades indígenas locales, se estableció el reconocimiento delpapel que corresponde a las autoridades comunitarias y tra-dicionales indígenas constituidas sobre la base de la normati-vidad consuetudinaria que rige tanto su conformación comola conducción de los asuntos que les son propios.

Sin embargo, el mismo IDPI estableció los marcos a los quehabrá de circunscribirse el manejo de los asuntos internos delas comunidades de acuerdo con sus ‘‘normas consuetudina-rias’’, al indicar: ‘‘siempre que éstas no sean incompatibles conlos derechos fundamentales definidos por el sistema jurídiconacional ni con los derechos humanos internacionalmente re-

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conocidos.’’ Con esto, por una parte, se deja en claro que nose considera la posibilidad de que el sistema jurídico nacionalpueda ser modificado para evitar y/o superar ‘‘colisiones denormas’’, esto es que todas aquéllas normas del derecho indí-gena que no sean compatibles simplemente no se aceptan yse desechan. Por la otra, se plantea el condicionamiento, a lasnormas del derecho indígena, de compatibilidad con las nor-mas del derecho internacional que protege los derechos huma-nos, para su eventual reconocimiento, con lo que, consideramos,surge un elemento de debate no enfrentado en nuestro país, esdecir, el de los derechos humanos y su aplicación en la regu-lación jurídica de las relaciones sociales al interior de las co-munidades indígenas.

No obstante, las partes firmantes del IDPI establecieron loslímites a que deberá circunscribirse el reconocimiento y fun-cionamiento de esa conducción propia de las autoridades co-munitarias tradicionales, vale decir, se les ubica en el marcode la autonomía municipal, en todo lo relativo a la determi-nación de sus prioridades vinculadas a los procesos de desa-rrollo, educativo, de salud, cultura e infraestructura. Para loanterior, el IDPI contempla la realización de una reforma alCódigo Municipal; como es lógico, esta responsabilidad sehizo recaer sobre el gobierno.

En este orden de ideas, las partes firmantes pasaron poralto el hecho de que una reforma del marco jurídico de lamunicipalidad implica necesariamente una reforma constitu-cional, puesto que es este ordenamiento jurídico el que esta-blece los principios del régimen municipal.

Así, la pretendida reforma al Código Municipal debe enprimera instancia ser encaminada al aspecto de la autonomíamunicipal, regulada por el artículo 253,5 toda vez que ningunareforma legislativa puede ir más allá de lo establecido por la

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5 Este artículo establece: ‘‘Autonomía municipal. Los municipios de la Repúblicade Guatemala, son instituciones autónomas. Entre otras funciones les corresponde: a)elegir a sus propias autoridades; b) obtener y disponer de sus recursos, y c) atenderlos servicios públicos locales, el ordenamiento territorial de su jurisdicción y el cum-plimiento de sus fines propios. Para los efectos correspondientes emitirán las orde-nanzas y reglamentos respectivos’’.

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Constitución y, en ningún caso, entrar en contradicción, sopena de ser declarada anticonstitucional con las consecuenciasjurídicas que esto implica.

La misma situación se presenta respecto del hecho de quela Constitución regula lo relativo a la estructura del gobiernomunicipal prevista por el artículo 254, la cual se verá afectadacon una reforma como la que se plantea.

Mención especial requiere el caso de la asignación, por partedel Organismo Ejecutivo, del 10% de los ingresos ordinarios delEstado a las municipalidades, asignación prevista en el artículo257 constitucional, el cual específicamente delimita el destinode esos recursos.

De esta cuenta, las reformas al régimen legal de los muni-cipios necesariamente debe acompañarse de reformas a la re-gulación de la materia contempladas en la Constitución de laRepública y, a lo que no se hace referencia en el IDPI. Porotra parte, debe tomarse en cuenta la situación a la que seencuentra relegado el sistema municipal actualmente, el cualno pasa de ser un gestor administrativo y prestador de ser-vicios, en muchos casos un mal gestor por diversas causas,entre las cuales cabría señalar el manejo administrativo enfunción de intereses políticos, falta de conocimientos y capa-cidad por parte de las autoridades, etcétera.

Así, las municipalidades se convierten en la primera líneacon la que chocan las presiones sociales, originadas en lasdificultades y/o deficiencias en la prestación de servicios, comolo han demostrado los conflictos surgidos a lo largo de 1994y 1995.

Por esto, se presenta como de primerísima importancia elrestablecer la instancia municipal tanto frente a sus propiosproblemas como a los inter e intracomunitarios en una pers-pectiva propiciadora del diálogo y la negociación, sobre todoen la mira no solamente de la resolución de los conflictos,sino también de su prevención por vía de su detección tem-prana, a la luz de los ‘‘síntomas’’ o ‘‘manifestaciones prima-rias’’, pero sobre todo con el aprovechamiento de las instanciasexistentes, entre las cuales cabe destacar la figura del Cabildo

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Abierto, cuyo momento propicio y alcances han sido desvir-tuados, toda vez que se ha acudido poco al mismo y cuandose han realizado, en muchas ocasiones, es demasiado tarde; esdecir, las condiciones ya no están dadas por lo que puederesultar hasta peligrosa su realización, dado el nivel alcanzadopor las incompatibilidades surgidas entre las partes.

V. EL ESTUDIO DEL DERECHO INDÍGENA

Todos o cuando menos la mayoría de los elementos plan-teados en el IDPI, relativos a normatividad jurídica consuetu-dinaria indígena, podrían convertirse en letra muerta por unamuy sencilla causa: la inexistencia de un conocimiento claroy preciso de esa normatividad, la cual no podrá ser reconocidapor el sistema jurídico nacional, en tanto no se tenga, conalgún grado de precisión, establecido su contenido.

Cabe señalar, además, que es posible, dadas las caracterís-ticas propias de las comunidades indígenas, establecer conprecisión solamente una cantidad limitada de normas consue-tudinarias de aplicación generalizada en todas las comunida-des indígenas, por lo que resulta irreal pretender contar conun cuerpo acabado y preciso de normas reconocidas por elsistema jurídico nacional. El trabajo parecería que debe serencaminado bajo criterios de regionalización étnica y a la luzde otra metodología, vale decir, partiendo de la determina-ción de criterios de clasificación, tanto por materia como porparticularidades y semejanzas comunitarias.

En tal sentido, surge como una prioridad importante paralos próximos años, porque ésta no es una tarea factible derealizarse en el corto o mediano plazos, pero sí que demandaun inicio inmediato la tarea del estudio sistemático de esanormatividad jurídica a que tanto se hace referencia el IDPI.

El estudio de la normatividad jurídica indígena, en nuestropaís, no ha sido impulsado con la fuerza que se ha incursio-nado en otras áreas de la problemática nacional. Fundamen-talmente los esfuerzos han sido realizados por antropólogos,

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los cuales han abordado la cuestión de manera subsidiara, esdecir, pareciera que la regulación jurídica de las relacionestanto sociales como políticas ----estas últimas relacionadas conel poder---- es algo que les ha salido al paso, cuando realizansus estudios.

Por lo que respecta a los especialistas en derecho, dedicadosa su estudio, pareciera que no han considerado prioritarioencaminar su trabajo hacia la investigación de la normatividadque rige la vida de las comunidades indígenas de nuestropaís, posiblemente por considerarlo como un ejercicio para elcampo de la investigación generadora de un conocimiento depoca o nula aplicación práctica.

Los pocos intentos que se han planteado, desde una pers-pectiva jurídica, fundamentalmente parten de una visión car-gada de romanticismo y valores morales, lo que les impidepenetrar en las entrañas de la regulación jurídica comunitaria.Este tipo de planteamiento no contempla la estructura socialdiferenciada y contradictoria en que se presentan las relacio-nes sociales dentro de las comunidades indígenas, las cualesno son ajenas a la presencia de grupos sociales diferenciadosa partir de factores económicos y/o de desarrollo intelectual.

Esta diferenciada estructura social de las comunidades in-dígenas se hace más patente en la medida en que éstas seencuentran más próximas a los centros con población ladinay con algún grado de desarrollo industrial y agroindustrial,así como más cercanas a, o en las zonas agrícolas que funcio-nan a partir de fuerza de trabajo asalariada.

Sin embargo, la mayoría de los juristas,6 y los guatemaltecosno son la excepción, formados en la escuela tradicional de laenseñanza del derecho y, sobre todo la sustentada en los clá-sicos de la teoría general del derecho, ponen en tela de juiciola existencia del derecho indígena o simplemente lo ignoran,

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6 Como ejemplo podemos citar el Diccionario Jurídico Mexicano, México, UNAM,Porrúa, en el cual al abordar el tratamiento de la costumbre y el derecho consuetu-dinario, simple y llanamente se ignora la existencia de un derecho consuetudinarioindígena. Toda vez que, puede inferirse, se parte del criterio de considerar comoderecho únicamente al derecho sustantivo, es decir, al derecho contenido en un sis-tema jurídico nacional de un Estado.

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partiendo de criterios excluyentes, es decir, consideran que nose trata de derecho, toda vez que no encaja en el marco teó-rico, producido por la teoría general del derecho.

De acuerdo con lo anterior, las interrogantes teóricas fun-damentales a las que se debe dar respuesta son: ¿constituyeun derecho la normatividad que regula las relaciones que seproducen al interior de la comunidad indígena?; si la respues-ta es afirmativa, inmediatamente habrá que cuestionarse sobrelo siguiente: ¿de qué tipo de derecho se trata?

De la forma cómo se aborde el tratamiento de las respuestasa estas interrogantes dependerán las conclusiones a las quese pueda arribar. Como punto de partida, debe considerarseel hecho de que a cada sistema jurídico se le ha creado supropio cuerpo teórico, de manera tal que el marco teórico-conceptual de uno no puede ser integrado a otro de maneramecánica, es decir, vemos que los conceptos, categorías y engeneral el fundamento teórico del derecho occidental que nosrige no puede ser empleado en el tratamiento y estudio delderecho islámico, por ejemplo. Lo cual no nos permite desca-lificarlo como derecho, es decir, como sistema normativo, re-gulador de relaciones sociales dentro de determinadas socie-dades.7

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7 En este orden de ideas, compartimos plenamente los señalamientos de Kuppey Potz, en el sentido de que: ‘‘solamente al aceptar la dinámica institucional inherentede estas sociedades evitará que las instituciones de éstas se transformen en algorígido, establecido y, por supuesto, alejado de la verdadera realidad indígena. LaDisciplina, sin embargo, hoy en día entiende mejor que antes (cuando fue una ‘cienciacolonial aplicada’) el funcionamiento de dicha realidad indígena. Por eso deberíaresistir mejor frente a las ‘seducciones positivistas’ con las que amenaza una doctrinageneral jurídica. Las instituciones jurídicas de los pueblos indígenas no tienen necesidad de serinterpretadas a través de lentes positivistas, para ser reconocidas como ‘verdaderosy legítimos órdenes jurídicos’. El reconocimiento del derecho indígena correspondea un momento de gran desprestigio del derecho oficial y las instituciones del Estado.Estos últimos, con toda su elaboración y su razonamiento convencional positivista,han demostrado su ineficacia para establecer un ordenamiento justo de las relacionessociales en el continente latinoamericano. De todos modos, la antropología del derecho, por su forma de interpretar elderecho indígena, va a tener un impacto decisivo en el futuro desarrollo de lasestructuras jurídicas indígenas. A l respecto, hay la posibilidad de una alternativaextrema:

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VI. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR DERECHO INDÍGENAO DERECHO CONSUETUDINARIO?

No toda costumbre, de uso prolongado, reviste un carácterjurídico, es decir, para que podamos considerar una costumbrecomo parte de un ordenamiento legal de la sociedad es nece-sario que ésta cuente con dos elementos, a saber: a) Elementoobjetivo: que consiste en el uso práctico de una forma deter-minada de proceder, durante un tiempo suficientemente pro-longado, y b) Elemento subjetivo: el cual se constituye a partirde la convicción de los sujetos sobre el carácter obligatorio deese proceder y la aceptación de que ese proceder puede serimpuesto de manera coactiva por la comunidad, a través desus autoridades.

De esta cuenta, el elemento objetivo, también conocido comofáctico o material, demanda la presencia de factores tales co-mo uniformidad, constancia y repetición, en un tiempo pro-longado de los actos comunitarios, lo que implica que no de-ben existir alteraciones en la uniformidad, es decir, prácticasque la modifiquen sustancialmente, ni interrupciones tempo-rales. Así, la repetición consiste en practicar una suerte de‘‘abstracción’’ de datos uniformes que están presentes en lasconductas realizadas por los sujetos, al tiempo que se dese-chan las diferencias.

La costumbre, en la medida que alcanza uniformidad, cons-tancia y repetición de las conductas, se aproxima más al ele-

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Se puede cometer el viejo error de presentar el material jurídico provenientede las culturas indígenas bajo las conocidas fórmulas positivistas del derecho. Pero se puede también recurrir al recientemente ganado entendimiento delorden social en culturas indígenas, y respetándolo, cultivar una posición crítica frentea posibles manipulaciones emanadas de las estructuras estatales. En última instancia, la disciplina partiría del entendimiento de que el funcio-namiento de la solución de conflictos en sociedades indígenas indudablemente esdistinto al modelo que planteaba la antropología del derecho clásica. A pesar delhecho de que la antropología del derecho se convierte en una disciplina jurídicapráctica, que describirá y analizará en el futuro un derecho indígena oficial y reco-nocido, debe cumplir la tarea crítica de demostrar que los derechos indígenas siguensu propia lógica y desarrollo’’. Kuppe, René y Potz, Richard, ‘‘La antropología delderecho: perspectivas de su pasado, presente y futuro’’, Antropología Jurídica. Cuader-nos, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, UNAM, 1995, núm. 3, pp. 124-125.

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mento subjetivo, toda vez que estos momentos significan, des-de una perspectiva jurídica, la aceptación por los miembros dela comunidad de su carácter obligatorio, es decir, de obser-vancia general, así como de las consecuencias jurídicas deriva-das de la adopción de una conducta violatoria.

La vigencia en el tiempo no se refiere al establecimiento deun número determinado de años, más apunta al establecimien-to y consolidación de la aceptación comunitaria, la cual de-manda el transcurso de un periodo que, de sí, no puede serbreve.

De esta manera, se puede concluir que, de este proceso deformación de la costumbre, al que correctamente se le debedenominar ‘‘proceso de producción consuetudinario’’, a dife-rencia de su resultado jurídico, es decir, de la norma, la cuales correcto denominarla ‘‘norma consuetudinaria’’, se trata deuna ‘‘norma jurídica sui generis’’.

Entonces, la norma consuetudinaria es resultado de ese pro-ceso de producción ----en sí mismo jurídico---- en el cual lasconductas repetidas y espontáneas son aceptadas por el conglo-merado comunitario, derivan en un modelo o pauta conduc-tual, que adquiere carácter de obligatorio y de aplicación ge-neralizada, con las consecuencias jurídicas de su observanciao violación.

Como hemos visto, el proceso de creación del derecho con-suetudinario es un proceso sui generis que aporta un productotambién sui generis. El procedimiento legislativo y el susten-tado en los precedentes judiciales se caracterizan por tratarsede un método que preconcibe la regulación de las conductaspor vía de la creación de normas jurídicas. Así, la legislaciónes creada por órganos previamente constituidos (Congreso yCortes), en forma consciente, vale decir, que las leyes son crea-das a partir de la intencionalidad ----del órgano estatal---- deregular las relaciones sociales y las conductas que las susten-tan de determinada manera.

De esta cuenta, mientras que en el derecho consuetudinarioson los mismos sujetos sociales o comunitarios los que consus propias conductas establecen los parámetros de la regu-

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lación de las relaciones sociales ----en cierta forma se trata deautorregulación---- en el proceso de creación de leyes, los ór-ganos estatales emiten disposiciones de carácter obligatoriopara el conjunto de miembros de la sociedad, que son con-sultados8 y permanecen al margen de la formulación de lasleyes.

Con esta distinción, se puede iniciar el desmantelamientode la mayoría de las posturas que cuestionan la existencia deun derecho consuetudinario, vigente y en constante aplicación,regulador de las relaciones sociales en el interior de las co-munidades indígenas y paralelo a la regulación establecidapor el derecho nacional.

Con relación a las conductas, es decir, los actos humanossujetos a la regulación de la norma consuetudinaria, éstas pue-den consistir en actos positivos o negativos. Así, el conte-nido de la costumbre estará siempre ligado a una acción o auna omisión ----hacer o dejar de hacer----; en tal sentido, la ac-ción significa la realización de determinada conducta y la omi-sión el abstenerse de realizarla, en ambos casos a iniciativadel sujeto.

Otro aspecto, necesario de ser tomado en consideración, es-triba en la distinción de las costumbres comunitarias indígenasen general, respecto de aquéllas que revisten un carácter ju-rídico, vale decir, de aquéllas que son normas consuetudina-rias con todas las características e implicaciones que esto sig-nifica.

VII. INVESTIGACIÓN Y METODOLOGÍA

Ya hemos señalado el mandato contenido en el IDPI, rela-cionado con el derecho consuetudinario indígena. Al respecto,el punto 3. del apartado E. del IDPI, establece que ‘‘[...] parafortalecer la seguridad jurídica de las comunidades indígenas,

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8 Salvo en los casos de las consultas populares y los plebiscitos, que en lo generalse refieren a modificaciones constitucionales por ejemplo, y casos en que la mismalegislación los contempla como procedimiento previamente establecido.

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el gobierno se compromete a promover ante el organismo le-gislativo, con la participación de las organizaciones indígenas,el desarrollo de normas legales que reconozcan a las comuni-dades indígenas el manejo de sus asuntos internos de acuerdocon sus normas consuetudinarias, siempre que éstas no seanincompatibles con los derechos fundamentales definidos porel sistema jurídico nacional ni con los derechos humanos in-ternacionalmente reconocidos.

Más adelante, en el punto 4 de ese mismo apartado, el go-bierno asume el compromiso de ‘‘tener plenamente en cuentalas normas tradicionales que rigen en las comunidades’’, en loscasos de intervención de los tribunales y en particular en ma-teria penal.

De esta cuenta, en materia del derecho indígena en nuestropaís la tarea consiste en el establecimiento, más allá de lasdiscusiones teóricas y con buen margen de precisión, de esasnormas tradicionales ----que deben ser jurídicas---- que rigen enlas comunidades. Mientras no se cuente con información com-probada etnográficamente, no podrá implementarse esa partedel IDPI a que nos hemos referido. Así, es importante iniciarlo más pronto posible el desarrollo de investigaciones a efectode que, en el corto y mediano plazos, se pueda contar conun mapa etnográfico de la normatividad jurídica indígena y,de esta cuenta, la intervención de los tribunales pueda hacersetal y como lo manda el acuerdo citado.

En esta perspectiva, compartimos plenamente los plantea-mientos de González Oropeza, en el sentido de que:

No hay nada más atentatorio a la identidad étnica de una co-munidad indígena que aplicarle el sistema jurídico en su detalle.Por lo tanto, un sistema nacional que así lo hace se transformaen autocrático. Las barreras no sólo son lingüísticas, como mu-chos han sostenido, pues el intérprete sólo traduce palabras quenada significan para los valores de justicia, moralidad y co-munitarios de un indígena. Lo más importante es que se trans-grede la identidad y los conceptos tradicionales sobre los quese basa una sociedad dada como la indígena [...].

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Pero la solución no está en el método tradicional del dere-cho nacional; es decir, la de ‘‘codificar’’ las costumbres indí-genas y engrosar la burocracia nacional para aplicar esos prin-cipios inmutables y abstractos sobre la realidad indígena.

Estas leyes, aunque fuesen producto de consultas y foros,serían fotografías de una realidad estática y circunscrita a unpensamiento de comunidades, personajes y opiniones coyun-turales y concretas. Nuestras leyes no han logrado el gradode capacidad de respuesta necesario como para reformarsecon la celeridad y profundidad necesarias; en otro estudio hedemostrado cómo es más fácil reformar la propia Constituciónque las leyes ordinarias [...].

Creo que es un momento propicio para intentar otro mé-todo: el de la adjudicación. Cuando los países anglosajones seenfrentaron ante sistemas jurídicos contrarios y diversos, con-fiaron en el juez más que en el legislador la armonización deambos sistemas; pues el juez puede aplicar caso por caso lascostumbres, leyes y demás factores que intervienen para llegara una decisión justa, sin hacer declaraciones generales queperjudiquen a la población si se equivocan, como sería el casode una ley.9

Por otra parte, nos parece acertada la idea de Stavenhagen,de acuerdo con la cual

[...] Más éxito ha tenido el estudio sistemático de casos con-cretos de conflictos y disputas y su resolución. El estudio decaso sigue siendo el recurso metodológico principal de los an-tropólogos para acercarse al derecho consuetudinario. (...) elinvestigador desentraña las normas y reglas jurídicas no so-lamente como enunciados abstractos sino como elementos vi-vos y dinámicos del derecho de una sociedad. Con frecuenciase advierte así la contradicción entre la norma y la realidad,entre la regla enunciada formalmente, y el funcionamientoconcreto del derecho en casos específicos. Si bien el jurista es-taría más interesado en el enunciado formal de la norma y

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9 González Oropeza, Manuel, ‘‘El fuero indígena’’, Antropología Jurídica. Cuader-nos, Instituto de Investigaciones Jurídicas, cit., pp. 124-125.

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la regla, el sociólogo y el antropólogo están más interesadosen su funcionamiento real, concreto y específico.10

Para concluir, diremos que los años por transcurrir hasta elfin de siglo y milenio plantean, en términos del racismo enGuatemala, un reto ineludible para desarrollar amplios traba-jos en diversos campos, es decir, en lo relativo a la educación,la cultura, etcétera, en la perspectiva de darle verdadero sentidoal reconocimiento de Guatemala como un país pluricultural,multiétnico y multilingüe. El trabajo en el campo jurídico serátambién de suma importancia, y habrá que luchar por romperlos anquilosados y fosilizados marcos conceptuales en los quese mueve la mayoría de los juristas guatemaltecos, los que seoponen rotundamente, incluso como hipótesis, a la considera-ción de la existencia de un pluralismo jurídico, es decir, a laexistencia de un sistema jurídico indígena, con todas las im-plicaciones que acompañan a este reconocimiento.

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10 Stavenhagen, Rodolfo, ‘‘Entre la ley y la costumbre’’, El derecho consuetudinarioindígena en América Latina, Instituto Indigenista Interamericano, Instituto Interameri-cano de Derechos Humanos, 1990, p. 32.

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