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    LA PROTECCIN

    DEL CONSUMIDO RUdo

    Herrmannstorfer

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    PRESENTACIN

    Por qu dedicar un cuad erno al tema d el consum idor ydel consum o?Para reforzar los vnculos entre los productores (agri-

    cultores y elaborad ores), los d istribuidores y los consu -m i d o res, hay que comp rend er su natu raleza y perc ib i rlos obstculos que pu eden surgir.

    El autor es redactor d e Die Grne Schlange (La Serp iente Verde) y ase-sor d e emp resas. El texto p roced e d e esta revista suiza y lo tradu jodel alemn Jean-Michel Florin, para publicarlo bajo el ttulo La protec -tion du consommateur, como dossier II, sup lemento de las Lettres auxAmis des Champs et des Jardins, boletn de informacin y contacto delMouvement de Culture Bio-dynam ique francs. El hilo de Ariadna,del final, es de Altar (Isabelle y Patrice Drai), productores de plantasmed icinales Demeter (Dom aine d Eyssal, 24520 Liorac/ Louyre, Tel.53 23 21 20 y Herboristerie Aries, CH-1049, Bioley-Orjulaz). La pre-sentacin se introd ujo en la versin francesa y ha sid o ligeram enteadap tada p or el traductor (Alvaro Alts), quien ha p reparad o estapu blicacin para Dem eter y la Asociacin de Agricultura Biodinmi-ca de Espaa en enero de 1992.

    An no se ha tomad o conciencia d e la necesidad de relacin y coope-racin asociativa entre la produccin, el comercio y el consumo, a lavez qu e hay p ocas exp eriencias sobre ello. Die Grn e Schlange sededica a impulsar el comercio asociativo, el apropiado p ara el tiempo

    actual. Se d irige a consu m idores conscientes d e alim entos y otr osproductos naturales y biolgicos que favorecen el desarrollo hum anoy la salud de la Tierra, y p retend e tender un p uente publicando apor-taciones que ayu den a formar criterios y relatando experiencias aso-ciativas y sus desarrollos. Tiene casi 40 pginas, est en alemn y estrimestral. La suscripcin es d e 25 francos suizos (girarlos a Ga Ver-lag, Poststrasse 8. CH-8583 Sulgen).

    Ilustracin d e la portad a: Portada d e la revista Demeter su iza DieGrn e Schlange (La serpiente verde), imp ulsada por el autor.

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    A m enu d o se oye decir que los p rod uctos ecolgicosson caros, pero en qu se fund a tal argum ento? Cmo

    hallar el precio justo para el produ ctor y p ara el consumi-d or? H abra que reforzar la vigilancia d e la calidad d eestos productos? Qu iz, pero se han evalu ad o bien lasconsecu encias d e tales exigencias? Nos cond u ce estohacia una sociedad en la que todo el mundo vigila a tod oel mund o? Se habla fcilmente de consumidores y de pro-ductores como de dos categoras de personas con intere-ses opuestos: los primeros quieren comprar lo ms barato

    posible, los segund os quieren vender lo ms caro posible.Pero existen consum idores pu ros o p roductores pu r os?No somos cada uno consum idor y produ ctor a la vez?

    Para ap ortar luz sobre es tas cu est iones y mu chasotras que nos afectan en la vida cotidiana, para intentarsuperar ciertos perjuicios tenaces o ciertas generalizacio-nes apresuradas, como que los consumidores son todospasivos, os traemos tres artculos fundamentales extra-

    d os d e l a r ev i s t a su i za Die Gr ne Sch lan ge (LaSerp iente Verde). Esta revista tiene como finalidad favo-recer el desarrollo d e la econom a asociativa, basadaen la triparticin social de Rudolf Steiner. El autor, UdoHerrmannstorfer examina con detalle la situacin actualdel consum idor. Una breve mirada al pasado, mu estra laevolucin de esta situ acin. Anta o la m ayora d e losintercambios de p rod uctos se efectuaban localmen te. Eld a d el mercado, el consum idor compraba d irectamenteal prod uctor que conoca. Hoy esta relacin ha d esapare-cido casi totalmente. El consumidor que compra los pro-ductos made in Taiwan no puede conocer en absolutoal pro d uct o r, au nqu e pon ga la m ejor voluntad p osible.El encuentro hu mano ya no est en el centro d el procesod e comp rav enta . La falsificacin d e los precios por lasubvencin de ciertos productos agrcolas y otros, o losservicios sociales gr atu itos, com o la escolarizacin,

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    refuerzan esta prdida del sentido del precio justo. Perolo que parece gratuito lo paga alguien.

    A este aspecto esencial se aad en otros fenmen osestudiados en este texto, que slo vuelven ms difcil lacreacin d e vnculos fraternos en la econom a. Citemosp or e jemp lo la p u b l icidad , qu e a l ape la r a nu es t roinconsciente, ataca a nu estra libertad individual. El autormuestra cmo frente a todos estos atentados a los que sehalla sometido el consumidor, se ve tentado a protegerseexigiend o ms vigilancia. Es decir, que busca una p rotec-

    cin, una garanta exterior. En el tercer artculo se deta-llan los peligros de evolucionar hacia cada vez ms vigi-lancia. Cada u no d e nosotros hem os d e concienciarnosd e nu estra responsabilidad como consum idor, comer-ciante o productor, para volver a situar el aspecto hum a-no en el centro d e los procesos econmicos.

    Por ltimo, precisar que estos tres artculos son den-sos y largos, y exigen ser ledos y reledos. Les sigue la

    p resentacin d e u na accin concreta p ara vincu lar alconsumidor con el productor en el mbito de las plantasmedicinales.

    Al pu blicar este texto, la red accin espera aportar u nd ocum ento de trabajo que perm ita profun d izar ind ivi-d ua lmente o en gru po sobre este tema tan esencial dehoy.

    La red accin

    Breve b ibliografa fran cesaRudolf Steiner. Fondements de lorganisme social. Editions

    Anthroposoph iques RomandesRudolf Steiner.Economie sociale ou comment renouveler nos

    conceptions. Editions Anthroposophiques Romand esCom m ent r e f o n d re les estr u c t u res sociales. Revista

    Triades. Verano 1974Gurir lorganisme social. Revista Triades. Otoo 1983.

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    I. EL CONSUMIDOR Y SUS NECESIDADES

    La proteccin del entorno, la proteccin de los vegetales,la p roteccin d e la faun a, la p roteccin civil, la p ro tec-cin de las minoras, la p roteccin jurdica, la p roteccindel alquilado, la proteccin del ahorro... y la proteccindel consum idor.

    Ap enas existe otro trm ino qu e caracterice tan b ienlas relaciones sociales m od ern as como el d e pro t e c-cin, pero a la vez nuestra poca aspira a la libertad. El

    concepto de proteccin del consumidor implica direc-tam ente el corolario d e la libertad d e consum o. Unap roteccin su p one la existencia d e u n p eligro. Pero sitodos somos consum idores qu in am enaza y qu in esamenazado? La libertad causa la amenaza, o la protec-cin? Y por qu no somos capaces de p rotegernos anosotros mismos? Estamos afectados por una deficien-cia inm unitaria social?

    El ejemplo del escndalo del gusano del arenque

    28.VII.87. El program a d e la televisin a leman a Moni-tor presenta u n reportaje sobre un alarmante anlisis:La presencia de gusanos parsitos en los arenques, quepu eden provocar en el ser hu mano graves inflamacionesintestina les, ha ascend ido considerablemen te en ciertospeces marinos. El origen supuesto es la gran contamina-cin d el Mar d el Nor te. Se d esaconseja consu mir pecescrudos, pero se sabe que la coccin destruye las larvas delos gusanos, igual que la congelacin, la sal o la inmer-sin en salmuera. La industria pesquera est sometida areglamentos p ara la elaboracin, pero se respetan siem-pre? En H oland a estos reglamentos no se aplican p ara laexportacin.

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    29 y 30.VII.87. A la maana sigu iente d e la emisin, caencatastrficamente las ventas en los detallistas. La maa-

    na del segundo da, la ola alcanza a los puertos pesque-ros: 60% de p rd idas. Muchos consu midores d estruye nsus p escad os almacenados, tratan d e d evolver los quehan comp rad o y ju ran n o comer m s pescad o. En lacosta alemana se habla de u na catstrofe.

    31.VII.89. La cad ena d e televisin regional d el norte d eAlemania rectifica la informacin: el reportaje haba dra-

    matizad o las cosas de m od o irresponsable. Rara vez secome el pescad o cru d o. El gu sano d el arenque siemp reha existido. Las norm as de la ind u stria alimenta ria soncomp letamen te satisfactorias. El consum o d e pescad ono presenta por tanto ningn riesgo! La industria de lap esca exige que las norm as tengan fuerza d e ley par aque los eventuales infractores puedan ser perseguidos ysancionados (sin duda aquellos de los que provienen las

    muestras que resu ltaron positivas). La ad ministracin dasu garanta y ord ena reforzar la vigilancia ad uanera. Losservicios de vigilancia d eben ser ms eficaces; sera nece-sario aum entar rp idam ente sus efectivos...

    Vigilancia y libertad

    Un escndalo entre muchos otros. Una vez ms, el con-sum idor ha s id o engaado. No se podr a dem ostrarmejor hasta qu p unto es necesaria la proteccin d el con -sum idor en la d ireccin d e reforzar la vigilan cia. Estcomp letamente fuera de lugar hablar de confianza en uncaso semejante. Urge volver a la mxima de Lenin: Laconfianza est bien, la vigilancia es mejor. Qu ien p iensaas, tiene la lgica d e las cosas a su lado. Pero, aunq u econ razn sobrad a pod emos es tar en contra de tales

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    sucesos, el ju icio que se imp one a nu estra m ente no espor fuerza justo. El caso particular oculta con frecuencia

    la tend encia genera l. Y ella cond u ce, cuan d o se siguelgicamente la d ireccin iniciada, a un embrollo d e nor-m as, controles y sanciones qu e ya h oy casi nad ie escapaz de supervisar, aun que no estemos ms qu e al prin-cipio de esta evolucin. Hace algunos aos, el consejerode estado suizo Egli seal qu e en ese p as, cada ao, sedecretan unos 5.000 reglam entos nuevos o m od ificacio-nes de leyes. Denunci esta evolucin de las cosas, que

    no cambia nada. En efecto, el modo de pensar que con-duce a esta oleada de reglamentos, desarrolla su propiadinmica.

    Cuanto ms transformamos al consumidor en objeto de

    proteccin, tanto ms consideramos a los productores y a los

    comerciantes como personas peligrosas, potencialmente crimi -

    n a l e s . Ya hay m uchas personas que h ablan d e los quemueven la econom a como d e un grupo d e criminales. Si

    se ha llegado a tal pu nto d e vista, se entender fcilmen-te que los reglamentos aislados no cambien nad a en pro-fu nd idad y slo orienten el poten cial crimina l haciaotros canales. Mientr as exista la libertad d e com ercio yde empresa, las reglas siemp re llegarn d emasiado tarde,p u es slo se sentir su necesidad tras los escnd alos.Q u e rer pr evenir tod as las eventu alid ad es p osibles conleyes y reglamentos equivaldr a a suprimir toda libertadpara evitar cu alqu ier mal uso. Pero ning n enam oradod e la libertad p u ed e desear tal evolu cin de las cosas,que por razones sociales ira en contra d e su ideal fund a-mental. Esto equivald ra a decretar que la p risin es loideal para la persona que necesite ser protegida.

    As pues, es importante e incluso ind ispensable consi-d erar en profund id ad la situacin d el consum idor, loque le amenaza y la p roteccin posible. Esta reflexin notrata d e minimizar o excusar los escnd alos, ni de d ismi-

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    nu ir la imp ortan cia de los resultad os consegu idos conesfuerzo por el movimiento de proteccin de los consu-

    m i d o res. Se t rata mu cho m s d e un a am pliacin d elpunto d e vista. En efecto, nad ie es nicamente consumi-dor. La lgica de los intereses par ticulares pu ede aportarventajas pero tam bin convertirse en el obstculo pr inci-pal, opon ind ose a m ejoras favorables al inters general.

    El ser del consum idor

    Quin es de hecho ese consumidor qu e hace falta prote-ger? En vez d e dar u na d efinicin simple de consum idor,es ms interesante seguir las diferentes fases del procesodel consum o.

    1. Slo puede volverse consumidor quien tiene necesidades, esdecir, qu ien p ara conseguir un estado interior desead o,

    necesi ta algu na cosa que n o le p ertenece y qu e debeobtener gracias al trabajo ajeno. Hay que precisar qu e noex presam os tod as las necesid ad es que surgen d e noso-tros y que no deseamos satisfacer todas las necesidadesajenas (tomemos como ejemplo a un toxicmano). Ah seencuentra el origen de nuestro estado d e consumidor.

    2. Una visin rp ida sobre las cond iciones alimentar iasque reinan a escala m undial, donde la sup erproducciny la su balim entacin a gran escala se aproximan estre-chamente, nos mu estra que no basta tener necesidades paraser consumidor. Mientras mis necesidades son satisfechaspor los productos o los servicios de otros, hace falta quea cambio yo pu eda p agarlos, es decir, comprarlos. El ori-gen d e la situacin p arad jica citad a n o resid e en u nafalta de n ecesid ad es sino d e pod er ad qu isitivo. Peroincluso como comprador, an no somos el consumi-

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    dor! No todas las personas que tienen necesidad es com-pran por s mismas, y el comprador no es forzosamente

    el consum idor , com o lo mu es t ran los ejemp los d elcomerciante o de la madre de familia que hace las com-pras para toda la familia.

    3. Slo cuando empleamos o consumimos el producto deseadoy comprado nos volvemos consumidores en el pleno sentidod e la p alabra . Slo qu ed a ver si el efecto p ro d u c i d ocorresponde al efecto esperad o.

    4. Pero si el estado de consumidor se acabase aqu, todoel proceso social se derru m bara por falta d e prolong a-cin. En efecto, el consumo no es un fin en s mismo y no esla condicin previa para que el ser humano pueda crear y pro -

    ducir. Por ejemplo, comiendo lo que se ha producido enel pa sado n os llenam os de fuerzas que n os perm itirnproducir en el futuro. Por el consumo, el ser humano se

    vu elve u n prod u cto p otencial. Este fin d el consu m o(p ermitir u na n ueva pr od u ccin) form a la transicinentre el pasado y el futuro, como la semilla es la tran si-cin entre la planta m adre y la nueva planta.

    El consumidor tiene aspectos diferentes: tiene necesi-d ad es , comp ra , consum e y se vue lve p rod u cto r enpotencia. A estos aspectos diferentes correspond en d ife-rentes peligros que le amenazan y contra los cuales que-remos p rotegerlos. Aqu hay qu e tomar conciencia d euna d ificu ltad esencial. Se interpen etran y m ezclan d osniveles diferentes. Tomemos u n ejemplo concreto: el delos alimentos. Nuestro organismo d emand a una sustan-cia cuyo consumo le satisface; todo este proceso alimen-tario perm anece en el m bito natu ral biolgico. Pero elhecho d e saber s i en la comp ra d e es te al im ento noshemos d ejado engaar o n o, es nicamente u n p roce so

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    social y no tiene ninguna relacin directa con el primerp roceso. Cuan d o hablamos d e consum idor, estos d os

    procesos se interpenetran. A continuacin trataremos laprimera de las cuatro fases de la situacin del consumi-dor: tener necesidades.

    Necesidad y falsa necesidad

    Sin n ecesid ad no h ay p rod u ccin y sin p rod u ccin n o

    hay vid a econm ica, esto p arece u na verd ad evidente.Esta ley es un a d e las reglas fun d amen tales de la vidasocial, que las fu erzas econm icas comba ten h oy. Dosfalsas necesidades son la causa d e este combate.

    La p r imera resu l ta d e las lgicas in ternas d e lase s t ru ctura s econm icas existentes: u na m qu ina d ebep ro d u c i r, u na em p resa d ebe fun ciona r a p leno re n d i-miento para ser rentable. La necesidad de emp leo a tiem-

    p o comp leto se sup erp one entonces a las autn t icasnecesid ad es (las necesid ad es de pr od uctos o de servi-cios).

    La segu nd a falsa necesid ad se origina en el carcterd e nu estra economa. En efecto, tod o el pr oceso d e lavida econmica d etermina la fu ncin qu e cad a cu al

    juega y viceversa. La divisin del trabajo a escala mundialexige que cada persona trabaje para satisfacer las necesidades

    del prjimo; lo que en principio supone que cada persona se

    interese por el prjimo (en las personas cuyas necesidadesestn satisfechas por su trabajo).

    La contrapa rtida d el trabajo hoy lo ms com n esdinero constituye el ingreso. As el motivo d e mi accineconmica no es la produccin y por tan to la satisfaccinde las necesidades del prjimo, sino mi prop ia necesidadde ingreso, y entonces se trata de egosmo. Si el egosmotoma la d elantera , mi necesidad d e ventajas persona les

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    se sup erp one enton ces a las necesid ad es reales de losd ems . El proceso de p rod u ccin n o es ms qu e un

    medio para ganar dinero. Existen as muchas otras (fal-sas) necesidades que son satisfechas por la existencia dela vida econmica; por ejemp lo la necesidad de interesesd el ahorrad or, la necesid ad d e rend imiento d e los pro-pietarios de u n terreno o d e un a emp resa. Todas estaspersonas se aprovechan de los procesos econmicos parasatisfacer necesid ad es qu e n o tienen m s qu e u na re la-cin ind irecta con los p rod u ctos fabricad os. Por este

    hecho estn interesadas en la buena m archa de la econo-ma. Una dependencia directa de las necesidades deses-tabilizar a sus fuentes de ingresos.

    Una nu eva necesidad: la de crecimiento econmico,se crea as por la lgica interna de las estructuras econ-micas y la explotacin egosta de los procesos econmi-cos. Como es una falsa necesidad, en contradiccin conel au tntico sentido d e la econom a, esta necesid ad d e

    ms econom a (el crecimiento) cond uce a invert ir cier-tos comp ortam ientos sociales: d ebemos consum ir paraque la economa contine funcionando, debemos consu-m ir pa ra favorecer el crecim iento econm ico; siemp redebemos comp rar nu evos prod uctos para que el progre-so entre en la econom a. El nu evo ideal social es el d elgran consum idor qu e se ve recom pen sado con des-cuentos p or comp rar en cant idad , el consum id or d elu sar y tirar, qu e sigu e el lem a d e com p rar siemp retodo nuevo. Por el contrario, la modestia en las necesi-d ad es, la ausencia d e necesidad es, el ahorro, son com-por tam ientos marginales qu e b loquean la d inm icasocial. El problema ya no es la falta de produccin, sinoal contr ario la insu ficiencia d el consu m o, qu e ya n osigue.

    Viva el consumidor! Detrs de este lema se escond e lapr imera am enaza p ara el consum idor. Si cree en este

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    m od elo, cae en la tram p a, tom a lo absurd o por lgico,por norm al. La ap aricin d e las falsas necesidad es elimi-

    na la conciencia del consumidor, que ve en el consumouna respuesta a una demanda de la sociedad y se meceen la ilusin de que agrada a otros hacindoles trabajarp ara s m ism o. Esta ilu sin no d ebe su stitu ir a la re a li-dad. Cada cual puede protegerse por s mismo pregun-tndose regularmente por el sentido profund o del proce-so social.

    Libertad de necesidades y dignidad hum ana

    El trmino econmico de demand a es un concepto glo-bal abstracto. En realidad slo las personas (o los gruposde personas que forman un a un idad) tienen necesidades.Estas necesidades surgen en nuestra conciencia viniendode las profundidades inconscientes de nuestra alma o se

    d espiertan frente a p ercepciones sociales exteriore s .Frente a la aparicin de estos deseos naturales, el serhuman o que asp ira a u n d esarrollo personal no conside-ra d eseable expresar econmicam ente tod as sus n ecesi-dad es. Por un lado compru eba que un a p arte de estosdeseos (necesidad es) son vulgares, y que le dar a ver-genza satisfacerlos. En este caso, el dominio de s y elno satisfacer las necesidad es adquiere u n significado qu e

    jams podra alcanzar su satisfaccin. Por otro lad o, todapersona que aspira a la libertad se opondr a los deseosque no controla y que por el contrario se apoderan deella. En nosotros tiene lugar un combate constante entrenuestro organismo natural y el centro de nuestra per-sonalidad , n uestro Yo. Las necesid ad es qu e expre s a-mos en la vida social nos revelan la relacin de fuerzasde este combate inter ior. Por este hecho cada cual debe poderexpresar libremente sus necesidades.

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    Por el contrar io, libertad significa p ara muchas p erso-nas la p osibilid ad d e vivir y satisfacer sin res t r i c c i on e s

    todos sus deseos e impulsos interiores. Para este puntod e vista tod a d isciplina interior es un bloqu eo que n osimpide vivir de m odo liberado y natural. Pero as slose reemplazan las obligaciones exteriores por obligacio-nes interiores. Lo qu e ap arece aqu como natu ralezainterior es justamente lo que es no-ind ividual en noso-tros, nu estra parte animal.

    Hay que dejar a cada cual la libertad de evaluar cons-

    cientemente sus deseos interiores y expresar a continua-cin con tod a responsabilidad las necesidad es que resu l-tan de tal evaluacin. La libertad de las necesidades es una

    parte de nuestra dignidad hum ana, a la cual no podemos

    renunciar. Por el contrar io, debemos aprend er a d isfru tard e ella. Evid entem ente, tod o esto su p one el r e c o n o c i-miento de que el ser humano posee un Yo espiritual, enlugar d e considerarlo slo com o la sum a d e los deseos

    que expresa.

    El despertar de las necesidades

    Por el contrar io, hoy se busca d esplazar a la necesidad d el m bito d e la libertad ind ivid u al en favor d e la res-ponsabilidad socioeconmica, para que abandonemos lamod eracin qu e nos d icta el respeto a la volu ntad d elprjimo. As, hoy p arece del todo justificad o despertarlas necesidades e influir el acto d e compra por la publici-d ad . El t rm ino d esper tar nos ind u ce a er ror ; yahem os mostrad o qu e ese despertar slo se ejerce sobrenuestro organismo natural de imp ulsos, nu estra p arteanim al. El surg imiento d e estos imp u lsos, d eseos,constituye sobre todo u n ad ormecim iento d e nu estravoluntad libre.

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    Apelar intencionadamente a nuestros impulsos y deseos

    inconscientes es un ataque directo contra la dignidad humana.

    Pero entonces, cmo pu ede informarse al consu mi-d or d e la existencia d e p rod u ctos fabricad os por losdems, sin qu e esta informacin no llame a sus impulsosinconscientes? Todo acto d e comunicacin presenta d osasp ectos: p or u na p arte el contenid o inform ativo, elmensaje, y por otra p arte la presentacin qu e se dirige anu estros sentidos. Si se desea p roteger la libertad indivi-dual de las necesidades, la forma que deben tom ar estos

    d os aspectos es evidente: el m ensaje tran smitido d ebepermitir al consumidor juzgar libremente el producto, esdecir, que el mensaje no debe transmitir un juicio acaba-do, sino por el contrario dar al consumidor la informa-cin que le perm ita formarse un juicio personal. La p re-sentacin (embalaje del producto, etc.) debe ser esttico-artstica para dejar la misma libertad interior. Lo que assea autntico y bello, ser bueno para el consumidor.

    Hoy, a la inversa, la publicidad sometida a la presind e la comp etitividad interviene cad a vez m s d ire c t a-mente en nuestro proceso interior de toma de decisin:el objetivo del mensaje publicitario es, en el mejor d e loscasos, p ersuad ir a comp rar, y ms a menu d o pro p a g ar

    ju icios acabad os en ben eficio pr op io y a n m s fre-cu entem ente su scitar imp u lsos inconscientes como labsqu eda d e la com odidad , la p ereza, la necesid ad d ehacerse valorar , etc. Colores, formas, olores, etc. todas lascualidades sensoriales se dedican a apoyar y reforzar laaccin de la publicidad sobre nuestro inconsciente. Estastcnicas tienen como fin inducir al consumidor a tomaruna d ecisin en favor del vend edor. Se trata de hecho deuna especie de cortocircuito interior que aparca a nues-tra consciencia pensante (que constituye nuestra instan-cia interior d e vigilan cia). El resu ltad o as obtenid o essobre todo positivo para el productor.

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    As se invierten cantidades de d inero fantsticas, parasocavar por su base la posicin del consumidor. El eleva-

    do coste de la publicidad acelera p or otro lado los proce-sos de concentracin econm ica, pu es las p equ easempresas no pu eden pagarse tales camp aas. Las enor-mes capacidades de p rodu ccin y venta se lanzan a d es-plegar cada vez ms med ios para vender. Desde hace yacierto tiempo, la publicidad tambin se ha independiza-d o . N o h ace m u ch o s lo aco m p a ab a a l o s d em sm edios de comu nicacin, pero h oy u na r evista casi no

    p u ed e vivir s in pu blicidad . Por ejemp lo el precio d eventa de un diario suizo como el Basler Nachrichten noc u b re m s qu e el gasto d el p ap el y d e la d istribucin.Las revis tas especial izad as d epend en a n m s d e lap u blicid ad : casi ya no es posible ejercer un a activid adperiodstica libre. La situacin es extrema en el caso delos nu evos med ios d e comunicacin de m asas: los p ro-gram as rad iofnicos y televisados tienen como nico

    objetivo crear un m arco favorable para la publicidad .

    El consumidor capaz de juzgar librement e

    H asta aqu slo hemos considerad o la pr imera fase denu estra situa cin d e consu m idor (tener necesid ad es).Antes d e considerar la situ acin d el consu mid or comoc o m p r a d o r, qu e tratarem os m s ad elante, extraigamosalgunas conclusiones d el desarrollo an terior.

    H emos comp robad o qu e frente a la econom a slopodemos afirmarnos como seres hum anos si los procesosde aparicin d e las necesidades y su articu lacin pu edendesarrollarse en total libertad ind ivid ual, es decir cuan -d o las necesid ad es pu eden ejercer au tnticam ente sufuncin d efuerza de aspiracin en la vida econmica. Hoy,por el contrario, el ser hu mano se siente sometido cons-

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    tantemente a la influ encia de u na economa que tiend eha cia la sup erp rod u ccin. En el m bito social , tales

    manipu laciones se tratan como d elitos menores, pero sehace necesario desarrollar frente a ese comp ortam ientoun sentimiento d e injusticia igual que frente a la propie-dad ind ividual. Sentimos el menor robo como u n atenta-d o a nu estros d erechos individu ales y emp re n d e m o spersecuciones despiadadas contra el lad rn. Igualmentenos har falta aprend er a sentir la falta de respeto a nues-tra voluntad libre en lo que concierne a n uestras necesi-

    d ad es (la pu blicid ad apela a n uestros imp ulsos incons-cientes), como u n intento qu e t rata d e arrebatar u naparte de nu estra dignidad hu mana y que busca extendersu d ominio sobre toda nuestra alma.

    Hoy el consum idor est sumamente amenazad o en elmbito d e las necesidades. Cmo p rotegerle? La ayu daoficial se halla tod o lo ms contra las amen azas extre-mas, como por ejemplo la venta de drogas. En efecto, los

    representantes polticos d e los consu midores son igu al-mente responsables de la buena marcha de la economa.Hasta los polticos a veces llegan a interpretar su respon-sabilidad en el sentido de estimular el consumo. Frente ala d ebilidad de mu chas personas ante sus imp ulsos inte-riores y las presiones de la publicidad , algunas personasbienintencionad as proponen proteger al consumidor conprohibiciones. As, con frecuencia se exige u na p rohibi-cin d e la p ublicidad . Pero se trata ju stamente d e u nasolu cin m s qu e pr oblemtica. La p roh ibicin act acomo un muro que separa lo interior de lo exterior, perosin modificar la relacin de fuerzas. Para el consumidoresto significa qu e su d ebilid ad , qu e era el origen d e laprohibicin, no har ms que aumentar, por falta de con-f ronta cin d e los p eligro s. El alma humana se fortaleceresistiendo a las amenazas. La situacin actual lo demues-tra. La vuelta a los valores humanos fundamentales y la

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    nu eva visin d el mu nd o que se difun d e cada vez msampliamente, han aparecido justamente como reaccin a

    problemas ecolgicos y sociales actuales. Por otra partehay qu e darse mucha cuenta d e que las fuerzas econmi-cas no son fuerzas natu rales ajenas a n uestra voluntad ,sino qu e se trata p or el contrario de imp u lsos que p ro-vienen de los mismos seres humanos. Entonces surge las iguiente pregu nta : En qu med id a e l consum idorpuede y debe participar activam ente en los procesos eco-nmicos? Slo con una participacin activa desde el comienzo

    del proceso econmico, el consumidor se volver partcipe en laeconoma en lu gar de ser la v ctim a de los in t ere s e s

    econmicos.Colaboracin y participacin hacia el exterior y traba-

    jo sobre s m ism o son los dos m bitos de actividad d elconsumidor libre y responsable. El problema de la pro-teccin del consumidor se transforma en u na cuestin deactividad personal. As se modificar progresivamente la

    imagen del consum idor que consum e sin interesarse porel origen de sus prod uctos y corre de u na compra a otrasigu iend o su s imp u lsos inconscientes. Trabajand o enedu car n u estra alma en el m bito de la libertad d e lasnecesidad es, desarro l l a remos las fuer zas d e p ro t e c c i nfrente a las amenazas. Este aprend izaje para convertirseen u n ser hu man o libre y autnom o debe tambin for-mar p arte de la formacin d e los jvenes. Nuestra pocanos empuja: hace tiempo ya que las fuerzas econmicasque tienen como nico fin vend er, consideran a los jve-nes como el mercado del futuro. Los jvenes son p articu -larmente sensibles a las manipu laciones que les influyenfuertemente, pues tienen an necesidad de formacin yconfan en tod o lo que se les presenta.

    Cuando se trabaja sobre uno mismo, el problema devigilancia o confianza se resu elve d e m od o sorp re n-dente. mientras sentimos siemp re una cierta d esconfian-

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    za frente a la vigilancia exterior qu e nos p one ba jo sutu tela, ocurr e tod o lo contr ario pa ra el autocontrol, el

    d om inio d e nu estra pr opia vid a an mica. En efecto, eneste segu nd o caso, sentimos en la mism a vigilancia lafuerza que n os perm ite sup erar nu estra d ebilid ad . Estaexperiencia interior nos aporta la confianza en nosotrosm ism os, en n u estra pr opia facu ltad d e evolu cin. Esnecesario ha ber tenid o esta experiencia interior pa rapod er organ izar las relaciones socioeconm icas. Quienno la ha experimentad o o no la ha tenido conscientemen-

    te, considerar que las debilidades humanas son insupe-rables. Qu err com p ensar estas d ebilidad es con re g l a-mentaciones y as alcanzar resultad os favorables. Pero

    jams llegar a formar seres hu manos libres, au tnomosy capaces de d iscernir.

    Slo la confianz a en uno mismo basada en un desarro l l o

    interior, nos vuelve dignos de confianza en el mundo exterior.Exigir ms confianza porque se crece o se teme la vigi-

    lancia es una cosa; saber lo que la sustituir es otra. Unaconfianza que se contenta en abandonar la vigilancia esciega. La confianza slo puede nacer ah donde se com-pru eba que u n yo se esfuerza en realizar u n progresopersonal. Y esa debera ser la bsqueda de todo consu-midor moderno.

    II. EL CON SUMIDOR CO MO COMPRADOR

    H emos dividido el es tad o del consum idor en cuatrofases: primero el consum idor tiene n ecesidades, luego sevu elve comp rad or; en u na tercera fase consum e lo qu eha comprado y finalmente la satisfaccin de sus necesi-d ad es le p erm ite volverse a su vez p ro d u c t o r. El textoprecedente ha p resentado al consum idor y sus n ecesida-des; este tiene como tema el acto de la comp ra.

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    Antes de considerar la funcin d el comprad or, res u-mamos algunos puntos esenciales de la primera fase (la

    de las necesidades):1. Las necesidades humanas deben ser y seguir sien-do el punto de partida, el origen de la economa. Cuan toms den la m edida las falsas necesidad es (como la nece-sidad de crecimiento econm ico o la necesidad de bene-ficio p erson al) o los actores econm icos (perso na s ys o b re tod o instituciones) y sustitu yan a las au tnticasnecesid ad es, tanto m s se alejar la vida econmica d e

    su objetivo fundamental, se invierte en su contrar io y sevuelve una coaccin qu e nos somete a sus reglas.2. Los seres humanos deben poder formar libremente

    sus n ecesidades, si respetamos el principio d e la libertadd el pr jim o, fun d amento d e la liber tad hu m ana. Laautntica proteccin d el consumidor comienza por tantoestim u lnd ole a edu carse persona lmente. Esta cu lturapersonal es la p rimera cond icin par a u na expan sin

    l i b re d e la p ersona lid ad . Slo esta libertad ind ividu alpermite trazar los lmites justos de la vida econmica.3. Esta nocin d e edu cacin personal pone en eviden-

    cia el hecho d e que el consumidor, si no quiere volverseun objeto desarmado, bamboleado por la vida econmi-ca, debe d espertarse mu cho an tes de llegar al acto d elconsumo. Al despertarse, remonta el estado d e sueo, depasivid ad habitualmente atribu id a al consum id or en ellenguaje comn. La facultad d e juicio cond uce a la facul-tad d e actu ar: el consu m idor d espierto no necesita laproteccin exterior contra las seducciones del comercio;pu ede protegerse a s mismo desde que existe una infor-macin su ficiente y u na tran spa rencia en las re la cio n e seconmicas.

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    El consumidor en el origen del proceso

    Hoy, cuan do a raz de un engao o de u na estafa se exigeel castigo o por lo menos la reparacin d e los daos p orel au tor d e la fechora, en la vida econmica se consideras i e m p re a l p rod u ctor como e l au tor d e la fechor a .H aciend o esto nos olvidam os dem asiad o fcilmente d eque todos los consumidores son a la vez productores odependen del ingreso de ellos. Por otro lado, como sim-p les consu m idores, ya somos en gran p arte re s p o n s a-

    bles. En efecto, en Der echo existe la figu ra d el incita-d or, qu e no logra na d a p or s m ismo si no que d irigepor su voluntad el brazo del autor d el delito.

    En qu med ida es el consumidor un incitador? Cadacual p ued e respond er esta p regunta p or s mismo. Perofrecuentemente se oye replicar qu e el consumidor se con-tenta con comprar lo que ya se ha p roducido: Comp re ono, no cam bia nad a. Tal pu nto d e vista resulta de u na

    prd ida d e contacto con las relidades de la vida social. Enefecto, comp ran d o no se paga la mercanca com pr ad a,sino qu e se confirma al prod uctor en su objetivo de pro-d u ccin. De hecho casi se pasa ped ido por u na n u evamercanca equivalente. Quien se imagina qu e comp rand ou n abrigo de p iel slo lo salva d el ataque d e la polilla,olvida que provoca la muerte de un nuevo animal para lap eletera. Nu estra intencin n o es dictar la cond u cta as e gu ir, sino slo su scitar la aten cin d el lector sobre laresponsabilidad del comprad or, que no slo est al finalde un ciclo, sino tambin al pr incipio del ciclo siguiente.

    Comprar barat o, vender caro

    El estado de consumidor resu lta de la d ivisin d el traba-jo: slo a p artir d e cuand o la p rod u ccin y el consu m o

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    tocan a d iferentes personas nace el consumidor. Desdeque se deja de vivir autosuficientemente, hay que inter-

    cambiar los productos. La relacin recproca vinculada ali nt e rcam bio se d ivid e en d os p rocesos: venta a cam biode d inero y compra por d inero, cada u no d e los cuales sed e s a r rolla d e m od o u nilateral. La relacin re c p roca sered u ce al p roblema d el pr ecio. La cantid ad d e dinerorecibida a cambio d e m i prod uccin d eterm ina el nivelde mi ingreso; la cantidad que debo gastar para los pro-ductos que compro determina el verdadero valor de mi

    ingreso: mi poder de compra. La equidad del intercam-bio ya no se vive concretamen te en el encuentro con elp rjimo (como ocurre en u n au tntico intercam bio, porejemp lo en el m ercad o, d ond e comp ro d irectam ente alp rodu ctor) , se red u ce a u na p u ra ref lexin inter ior :Cunto pued o pagarm e con lo que me reporta mi tra-bajo? El aislamiento social transforma la equ idad vivi-da en el intercambio con el p rjimo, en juicio egosta.

    Para el consumidor m oderno esto significa que ya slose enfrenta al p rod ucto y al precio fijad o. Debe decid ir lacomp ra slo en fun cin d e su si tuacin. Al no p od erconocer las cond iciones de vid a y d e trabajo de los pro-ductores, est obligad o a considerar qu e el precio fijado essocialmente aceptable para el productor. Fren te al p reciode los productos que desea comp rar, el consum idor d ebecomp ortarse como u n ingenuo realista. Por esta raznen general no tiene remordimientos al comprar barato (sise conocieran realmente las cond iciones de vida de ciertostrabajadores o agricultores del Tercer Mund o, no se atre-vera quiz a hacer un buen n egocio comp ran d o susp rod u ctos a u n pr ecio tan ba jo. Nota d e la trad u ccinfrancesa). Pued e pa recer extrao qu e d eseemos p agarms (o menos) en cada comp ra en fun cin d e nu estrainformacin sobre la situacin del productor. Cmo d ebecomportarse el consumidor ante el acto de la compra?

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    La visin demasiado estrecha que considera que el proceso

    de compraventa slo es un medio para obtener el intercambio

    ms favorable para s, conduce a la mentalidad de bsquedadel beneficio. Esta men talid ad , qu e d escansa en la bs-qued a d e la d esigualdad , carga p esadam ente sobre lasrelaciones sociales. La misma p rimera teor a econm icad e la poca Mod erna, el m ercantilism o, cu and o no setratab a a n d e qu e tod os se llenasen los bolsillos sinoslo llenar las arcas de los prncipes, ya haba hallado ellema que resuma este comportamiento: comprar barato y

    vender caro. Este tipo de cond ucta parece mu y bien adap-tad o a la vida p rctica, mientras la frase no se vu elvecontra uno. En efecto, si esta frase es vlida para todo elm u nd o, d ebe tener su inverso en el organismo social.Deben existir personas que venden a precio muy bajo ycompran a precio muy elevado. Slo as se puede cerrarel circuito econmico.

    El consumidor no siemp re es consciente d e su partici-

    pacin en este circuito econmico. Considera a menudoque slo los comerciantes o los interm ediarios represen-tan p ara l la habilidad econm ica, aplicand o la fraseantes d escrita. A menu d o se consid era u na vctima d eesta estrategia. Pero este punto d e vista slo es un p rejui-cio resultado de la separacin de las dos partes del actode intercambio. Para m uchas personas de hoy, el acto devender cara u na mercanca se halla reemp lazado por laremuneracin elevada del trabajo o por obtener ayudassociales pa rticu lares. Exigir u n ing reso m s elevad o escualitativam ente lo m ismo qu e vend er caro. En efecto,mi ingreso deben pagarlo otros: si mi ingreso es elevad o,el equilibrio d e relaciones econm icas se d ecanta a m ifavor.

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    At encin: Servicios grat uit os = falsif icacin del precio

    La acumu lacin d e ventajas para u no mismo entraa undesequilibrio en las relaciones de intercambio y conducea la d esigualdad social. Es imp osible establecer relacio-nes sociales du rad eras sobre tales bases. Los d esequili-brios se revelan sobre todo en los precios. Para percibirestos desequilibrios necesitamos los rganos de percep-cin social que, como nuestros rganos sensoriales, nosperm itan p ercibir el mund o. Y de la m isma m anera qu e

    los productos artificiales de sustitucin (colorantes, aro-mas artificiales, etc. actan engaando a nuestros senti-d os (comen zand o p or la vista, m u y fcil d e engaa r, yyendo hasta la nariz), las falsificciones intervienen en losprocesos de establecer los precios. El problema no slo esque estas falsificaciones entraan juicios falsos, es sobretodo qu e el hecho de vivir rodeado de engaos disminuyenuestra facultad de percepcin de los procesos de calidad. Los

    rganos se embotan.Tales procesos de falsificacin no son raros en la vidasocial. Por ejemplo, el establecimiento de los precios y lad istribucin de los prod uctos ligad a al p recio son falsea-dos de m odo fundamental por las exigencias que se des-lizan en el proceso y no corresponden a una produccinautntica. Se trata de puras exigencias d e derecho, comopor ejemp lo el derecho a la propiedad de la tierra.

    En este caso se percibe muy fcilmente la injusticia enel origen de la subida de los precios (por ejemplo, paravivir, el agricultor d ebe repercutir en el precio d e los pro-ductos la d evolucin d e los prstamos para la comp ra d elas tierras. N.t.f.) en la medida en que se desee percibir,pu es mu chos poseemos un terreno, vendemos o comp ra-mos terrenos o deseamos hacerlo en el futuro.

    Pero existe otra causa de falsificacin mucho ms d if-cil de detectar, pu es su consecuencia nos parece simpti-

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    ca a p rimera vista: la red u ccin d e los p recios. Ve amosalgunos ejemp los: la escuela es en general ms o m enos

    gratu ita pa ra los pad res y los nios; p ara m u chos d enosotros los gastos por enfermedad son cubiertos por laseguridad social o por un seguro, que es lo mismo, y sepaga se est enfermo o no; los alimentos tienen un p recioque est lejos de cubrir todos los gastos del fabricante ydel distribuidor. En el origen d e este estado d e cosas hayms o menos buenas razones, pero no cambian nada elhecho d e que estas reducciones de precio tienen por conse -

    cuencia que el consumidor deja de tener conciencia de la reali -dad social oculta tras el precio. El precio ya no es verd ad , esd e c i r, ya no corresp ond e a la realidad social, tom a u ncarcter arbitrario. As desaparece el inters y la preocu-pacin por hallar el precio justo; y fcilmente se dice queel otro se encarga ya d e fijar el precio justo.

    F rente a los p recios se reacciona seg n su contextogeneral. As el p blico reacciona d e m od o nega tivo a

    u na p eticin d e aum ento d e los precios agrcolas p orparte d e los agricultores, pues se est habituad o a ciertosprecios y no se quiere perd er en el cambio. Pero todo elm u nd o sabe que los ingresos agrcolas son en p artee x t remad am ente bajos. Por el contra rio, el au m ento d elas su bven cion es ocasiona m u chas m enos r e a c c i o n e s ,pu es vienen d e la caja comn d e los impuestos. Hoy, enn u m e rosos p ases eu rop eos, los agricultores extraen laparte mayor de sus ingresos de las primas y subvencio-nes en vez de la venta d e sus produ ctos. Cuand o se sabeesto, nos damos cuenta de hasta qu punto es falsa nu es-tra imp resin d e lo que es el precio justo. La m ayora delos consumidores e incluso de los agricultores, no tienenningu na idea d e lo que sera un p recio justo para los pro-d u ctos agr colas. Este rgimen d e fina nciacin d e losp rod u ctos agr colas por los im p u estos, t iene tam binotra consecuencia de la que apenas se mide su imp ortan-

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    cia: El qu e p aga , decide. Las instancias p olticas at ri-buyen las subvenciones ap licand o este principio y deten-

    tan as una gran p osibilidad de influir. El hecho d e que latoma d e decisin no depend a ya d e la persona interesa-da sino de los polticos y de los funcionarios desarrai-gados d e la realid ad, pu ede gu star a qu ienes deseancond u cir al pu eblo d e mod o au toritario. Pero este des-plazamiento del centro de decisin no corresponde cier-tamente al ideal de la persona ad ulta que acta d e modoautnom a y responsable.

    Barat o = social?

    Esta ecu acin, que se topa p articu larmen te en los pro-d u ctos agrcolas, pero qu e a los polticos sociales lesgustara aplicar a todos los servicios de pago, es ms queproblemtica. Est ligad a a la concepcin de las contra-

    d icciones de la vida, segn la cua l un a p ersona qu ep osee u nas necesidad es corresp ond ientes a su p oca,t iene u n ingreso dem asiad o escaso p ara sat isfacerlastod as. Se piensa, en pr imer lug ar, en las necesid ad esindispensables de la existencia y en personas sin ingre-sos como los nios y las personas de edad . Como hemosdicho antes, el ingreso real est determinado por la sum ade dinero de que se dispone y por el poder de compra.En este caso exacto, el ingr eso d emasiad o escaso d ebecompensarse con u n p recio bajo.

    Tal interpretacin del precio ventajoso como objetivosocial, reposa tam bin sobre u n d esequilibrio, p u es loque importa en el proceso social no es slo el precio, sinotambin el equilibrio entre la produccin y el consumo.El precio pagado no slo debe permitir la compra, sinotambin la produccin. Slo cuando el equilibrio se bajaen conjunto, por ejemp lo al reducir los costes de p roduc-

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    cin, las consecuen cias sern favorables en el p lanosocial. Pero igua l qu e los emp resarios han necesitad o

    mu cho tiempo p ara d arse cuenta que los ingresos de losemp leados no slo eran u n coste par a la emp resa sinoque representaban tambin el poder de compra necesa-rio, del mismo m odo nu merosos consum id ores, al bus-car siempre los precios ms bajos, no ven an la necesi-dad de permitir la produ ccin.

    Ah d ond e se perc ibe es ta neces id ad , como en e lmbito poltico-econmico, se aad e un nu evo problema

    que aparece particularmente en el ejemp lo de la agricul-tura, la mayor enferma del hospital sociopoltico. Porun lado los productos agrcolas forman parte de los ali-mentos bsicos que se desea comprar a precio bajo; porotro lado la d ificultad de asegurar los ingresos agrcolasha alcanzad o un a amp litud considerable estas ltim asdcadas. He aqu el problema: al bajar siempre los pre-cios de los productos agrcolas, se lanza a la agricultura a

    la ind ustrializacin. Por otra parte, buscand o mantener oau m enta r los ing resos agrcolas, se la orienta h acia las u p e r p rod u ccin. El p rob lema no p u ed en r e s o l v e r l omed idas un ilaterales, a menos que se apliquen mtodosautoritarios.

    El otro aspecto d e los desequ ilibrios sociales es msdelicado de abordar. El desequilibrio no slo lo causa lafalta de ingresos de algunos; puede venir de exigenciasd emasiado gran d es de otros. Slo se pu ede equ ilibraresta desmesura trabajand o sobre un o mismo y buscand oconocer lo ms concretamente posible las condiciones devida d e las personas con qu e se ha d e entrar en relacin.En efecto, el sentimiento de equidad nace del encuentroy d e la confrontacin con el prjimo. Las exigencias per-sonales (querer siemp re ms) se desarrollan cuan d o nose reconocen los lmites personales, y ello viene a menu-do de la biografa de la persona.

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    Al plantear la pregu nta Puedo comprarme esto? s enota a n u n poco el equilibrio entre lo que se desea para

    s y lo que se ser capa z d e prod u cir para los dem s yque nos dar nuestro ingreso.

    La proteccin del comprador

    Una de las principales exigencias de los movimientos deproteccin de los consumidores es la mejor informacin:

    au tenticidad d el embalaje, p recisin d e las inform acio-nes, com p onentes d e los p rod u ctos, au sencia d e falsaspromesas, contraindicaciones, etc. Este aspecto de la pro-teccin d el consumidor se dirige a su facultad de juicio.De hecho, no se trata aqu de nada muy excepcional; setrata simplemente d e satisfacer las cond iciones generalesd el contr ato. En efecto, el acto d e comp ra, igual qu e elacto de venta, es un contrato y como tal est sometido a

    reglas jurdicas!El contenido del contrato de compraventa, sea cual sea elp roducto o el precio, forma parte de la v ida econmica, pero

    debe satisfacer las condiciones jurdicas de transparencia y sin -

    ceridad para que el consumidor pueda participar en igualdad.El contrato de compra de todos los das no debe ser uncontrato d e segund a clase.

    Au nqu e la orientacin fund am ental de estas exigen-cias d e los consumidores est totalmente justificad a, sudebilidad reside en el hecho d e que se busca aplicar estaidea d e proteccin d el consum idor d esde el exterior, conleyes y reglamentos estatales. Desgraciadamente a n noes habitu al establecer tales reglamentos especficos paraun produ cto o una ram a d e la economa en el marco deasociaciones qu e reunan productores y consum idores. Entales asociaciones el consum idor p od ra representar su sintereses de m odo activo y en el mom ento adecuado, en

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    vez d e considerarse slo como el potencialmente enga-ad o. Esto permitira sup erar la v igilancia org aniza da

    comu nm ente p or p rofesionales del comercio o p or ins-tancias sup eriores que slo intervienen demasiado tarde.Mientras es comprensible que las personas no tengan

    consciencia de su responsabilidad ciudadana y se quie-ran hacer re p resentar por u na ad ministracin, es total-mente inad misible qu e los contr atos libres establecid ose n t re los gru p os d e p ro d u c t o re s - c o n s u m i d o res no ten-gan p riorid ad ante toda reglamentacin ad ministrativa.

    Cuand o las dos partes, productores y consumidores, lle-gan a un contrato, ya no es cosa de p roteger a u no contraotro. No es casual que la libertad del contrato sea parteintegrante de la dignid ad hu man a, pu es constituye d ehecho el origen d e la facu ltad social del ser hu m anomayor de edad y responsable. Esto es tanto ms vlidoen u na poca en qu e los alim entos no slo constituy enlos m ed ios d e vid a, sino en qu e debates inflamad os

    tratan la cuestin d e la calidad alimentaria. En efecto, lascalidades ecolgicas resultan de tcnicas de cultivo y deelaboracin particulares, mientras que los precios se cal-culan sobre los valores med ios. Por tan to, no es u n capri-cho sino una necesidad la exigencia d e que los prod uctosd e calid ad se beneficien d e un tra tatam iento p articu laren el trayecto que va del productor al consumidor; elloexp lica su p recio ms elevad o. Qu ien comp ra m s carolos alimentos de calidad no tira el d inero por la ventana,al contrar io.

    El consumidor m uestra su mad urez comp rend i e n d oestos aspectos y haciend o u n esfuerzo p ara su perar lafacilidad de comp rar siemp re al precio ms bajo.

    An falta citar aqu un tipo d e proteccin del consumi-dor muy particu lar: contra los prod uctos intiles o inefi-caces. El argu m ento es m uy lgico y par ece particu lar-mente social en la m edida en qu e protege al ciud ad ano

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    contra los preju icios y le ayud a a gastarse el d inero mseficazmente. Pero aparte del hecho d e que es posible recu-

    rrir ju rdicamente en caso de estafa alegando una falsaprom esa, la consecuencia de esta exigencia de proteccines que hay que fijar ad ministrativamente la accin reco-nocid a d el prod u cto. As la cuestin d e la calid ad sevuelve un asunto de las instancias cuyo comp ortamiento

    ju stam ent e nos h a cond u cid o a las crisis ecolgicas ysociales. En cuan to a la simbiosis adm inistracin d elEstado y ciencia materialista, lo que se ha impuesto pol-

    ticamente tiene m s valor que lo que rep osa sobre la res-ponsabilidad ind ividual resultado d e un juicio profundo.El p rincipio d e la accin reconocida oficialmente hasido aplicad o en particu lar en el mbito de los productosfarm acuticos, dond e las concepciones y los mtodos d eprodu ccin d e la medicina mod erna han cond ucido a lanecesid ad d e pr obar y vigilar todos los pr od u ctos. Yahora se ap lica todo ese arsenal de controles a todos los

    dems productos, que reposan sobre bases y principios deaccin totalmente diferentes. La sup uesta ineficacia de losprodu ctos homeopticos y otros, proviene comu nm entede la falta de buena voluntad p ara comp rend er otras cali-dad es, otras concepciones, o de la facilidad de ap lastar apu ntos de vista diferentes por qu ien d etenta el pod er(N.t.f.: En la RFA, recientem ente, el Estad o ha qu erid oprohibir nu merosos remed ios homeopticos y antropos-ficos, y entre ellos los de los laboratorios Wala y Weleda).

    El consum idor, parte act iva de los procesos econm icos

    El concepto de la proteccin del consumidor en los actosde comp ra y de venta debe corregirse rad icalmente.

    Mientra s el consu m idor sea tratad o como u n objetoindefenso de la vida econmica, todo tipo de instancias

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    se sentirn obligadas a protegerlo, no haciendo as msque reforzar su falta de mad urez y responsabilidad .

    Mientras los grupos que dominan la vida econmicano consideren necesario integrar activam ente al consu -midor en los p rocesos econm icos, la vigilancia p re do-minar sobre las relaciones d e confianza.

    Asum ir activam ente la respon sabilidad p ersonal esuna de las caractersticas de los seres humanos mayoresde edad . Apoynd ose en este pu nto de vista, que abarcaa todos y cada u no d e nosotros, se hallarn las form as

    sociales ad ecuadas.

    III. LA VIGILANCIA: UNA NUEVA AUTORID AD?

    H abamos d istinguid o cuatro fases diferentes en el serdel consum idor: primero tiene necesidad es, luego com-pra los p roductos y servicios que satisfacen sus n ecesida-

    des. En una tercera fase consume lo que ha comprado, yfinalmente el consumo d e los prod uctos y servicios com-pra d os le perm ite volverse a su vez en p rod ucto r. Estatercera p arte d el texto trata las dos ltimas fases del con-sumo.

    En n u estra poca, cu and o se disgregan las form associales antiguas, cuand o el ind ividualismo cond uce a ladivisin social y al anonimato, la vigilancia de la activi-dad del prjimo parece ser la nica p roteccin contra losriesgos del fraude. Nos parece imposible saber qu pasafuera d e nuestro mbito de influencia d irecta. Una sanadesconfianza parece ser la actitud ms adecuada para elcontexto actual, actitud que lleva directamente a la vigi-lancia total.

    Pero muy rp idamente surgen las primeras contradic-ciones. Primero el hecho d e que la segur idad se limita alas sustan cias bu scadas en el anlisis. Las sustancias sin

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    bu scar n o se d etectar n. Segu nd o, es im p osible en laprctica vigilarlo y analizarlo todo. Y se pu ede detectar

    tod o con el an lisis? Otra contraind icacin se re f i e re altraba jo d e los insp ectores. Si todos som os tram p osospotenciales, p or qu no d esconfiar d e los inspectores ?No existen certificaciones de comp rom iso? Todos losd as se oye hablar d e escnd alos, d e corru p cin d e losinspectores. La contrad iccin sigu iente es de natu ralezatotalmente d iferente y nos cond u ce d e mod o directo anuestro tema. Cada u no d e nosotros no slo es consumi-

    d or sino tambin pr o d u c t o r, au nqu e no consum am osnu estra p rod uccin. La vigilancia que yo p ractico comoconsu midor hacia otros p ro du c tores me a lcanzar tam -bin a mi vez. Slo cuand o la desconfianza se vuelve con-tra nosotros, nos damos cuenta de su fuerza destructiva.

    El consum o como prueba de calidad

    El prod ucto se sit a entre la prod uccin y el consu m o.Lo que llamam os un prod ucto de calidad presenta dosaspectos: por un lado la calidad debe producirse, incor-porar se al prod u cto, por as decirlo. Por otro lad o esacalidad debe extraerse del producto cuando se consu-me, para aportar sus fuerzas al consumidor. Por lo tantoen un p rodu cto slo se podr detectar su calidad poten -cial. Entre el mtodo de cultivo empleado y el procesonutricio no existe una simple relacin de causa a efectosino tambin una relacin de calidad . La nica d iferenciaentre ambos procesos, cultivo y nutricin, es que el pri-mero se efecta al exterior, en el entorno natural csmi-co, mientras el segund o est ligado a los procesos hu ma-nos internos.

    En el consu m o, el consu m idor se h alla tan p rxim ode la calidad como el agricultor lo est de ella en el culti-

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    vo. E igual que el agricultor p ued e esperar obtener lacalidad d eseada si respeta ciertas prcticas agrcolas, el

    consumidor puede esperar sentir el efecto de la calidadde los alimentos consumidos. El control de calidad msimportante se efecta cuando uno mismo siente la cali-d ad d e los alimentos consu m idos. (El problema d e losresd u os d e su stan cias txicas slo tiene u na re l a c i nin d irecta con la cuestin d e la calidad ; se ref iere slo aalteraciones internas d ebid as a la absorcin d e sustan -cias ind eseables.) Qu hay de nuestra propia competencia

    como inspectores de la calidad utilizando nuestros propios sen -tidos?

    Aunque aumenta el nmero de personas que se ejer-citan en desarrollar percepciones sensoriales ms refina-das, el balance del conjunto es catastrfico. Por una p artea nu estros sentidos les falta sensibilidad o son engaa-d os, p erturbad os por los aditivos alim entarios, qu e noposeen n inguna relacin con la sustancia consumida. Por

    otra parte, no se observa ni se detecta las sutiles influen-cias sobre nu estro organismo qu e tienen los p ro d u c t o sconsumidos. La m ala calidad de las cond iciones vitales,a las que se aad e la contam inacin am biental, la faltade ritmo, la tensin nerv iosa y la abund ancia excesiva d einformaciones e imp resiones sensoriales, re c u b ren esasinfluencias sutiles. Los problemas d e salud debidos a lamala calidad alimentaria, se eliminan con la ad ministra-cin d e frm acos, como calmantes, antidepresivos, etc. Y

    ju sto porqu e como consum id ores no somos capaces de juzgar por nosotros mismos la calidad de los productos(a consecuencia de esta prd ida d e sensibilidad de nues-t ros rgan os sensoriales), p orqu e sentim os qu e se nos

    puede confundir, estam os tan v idos d e la vigilancia, deuna garanta exterior de calidad .

    A la disminucin de nuestra facultad personal de juicio

    corresponde un aumento de nuestras exigencias de vigilancia.

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    Con todo, como consum idores que experim entamosdirectamente la calidad de los productos, somos y sere-

    mos la au toridad de vigilancia y verificacin m s impor-tante.

    Confianza y nueva fe en la autoridad

    Incap aces d e ju zgar , entre la insegu ridad y la ausenciade conocimientos, buscamos desesperadamente el punto

    al que agarrarnos, que la vigilancia parece aportar.Confiamos en esta nueva au toridad , pues nos prometetran sform ar la creencia en conocimiento objetivo desd enuestro propio pu nto d e vista. Esta autoridad ser la queofrezca m s garan ta a los productores y a los distribu i-dores, para qu e ellos pued an ganar la confianza del clien-te. Pero quien vigila ms es ms d igno de confianza?

    La aparicin de la vigilancia es un resultado del aislamien -

    to social, de la separacin entre productor y consumidor.Aunque la vigilancia parece rellenar esa brecha socialcon elementos objetivos, por el contrario la mantiene.En efecto, la ausen cia d e temor y d e insegu rid ad , las u p resin d e las am enazas o los riesgos p retend idos oreales d e las vigilancias ms estrictas p osibles, no esta -blecen la confianza, aun qu e se tenga la costum bre d econsiderar las med idas d e vigilancia como los elementosque crean la confianza. La an tigua d esconfianza reapare-ce inmed iatamente d esde que ocurre el primer fallo en lavigilancia.

    El reverso de la moneda es una hipersensibilizacindel consumidor. La menor variacin del modelo habitualcomn, la menor variacin en los resultados de los anli-sis, los datos difciles de interpretar, la aparicin de nue-vos datos o incluso de rumores vagos, bastan para pro-d ucir reacciones h istricas m asivas. H ay qu e reconocer

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    que por su constante bsqueda del sensacionalismo, losm edios de comu nicacin d e masas estn en par te en el

    origen d e tales reacciones.Pero si esas informaciones encuentran tal eco, es queel consumidor se mece en la ilusin de que la vigilanciale aporta una seguridad absoluta. Cada problema, cadaanom ala amenaza d estruir los cimientos de esa nu eva feen la vigilan cia. Es u n a su nto d e p rincip ios. As, cadaescnd alo concluye casi sistemticam ente con u n lla-mamiento d e los consumidores exigiend o una vigilancia

    ms estricta y r igurosa.

    De la vigilancia a la confianza

    Por el contr ario, la confianza es u na fu erza activa qu ec rea un espacio d e l ibertad y ap orta p osibilidad es d eevolucin. Por una p arte slo aparece cuand o se trata d e

    interesar al p rjimo y este inters puede expresarse hastaen lo ms concreto. No es posible modificar fundamen-talmente las relaciones econmicas a menos que se inte-g re activam ente el consum idor d esde el p rincip io delproceso econm ico. La id ea d e la asociacin qu e reu n aproductores, intermed iarios y consumidores, tiene comoobjetivo sup erar este abismo que separa al productor delc o n s u m i d o r. Por otro lad o la confianza slo se p u ed edesarrollar si el comportamiento d el prjimo se mu estradigno d e confianza.

    Una p ersona p ued e revelarse digna de confianza p oruna parte segn sus actos concretos: unas normas acepta -das en comn acuerdo entre el productor y el consumidor

    constituye una base para la confianza mutua. Qu ien as acta sigue unas directrices de trabajo. Ah la confianzad epen d e n icam ente d e la ejecu cin efect iva de lasm ed idas au torizadas, y la vigilancia se m u estra casi

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    ind ispensable. En efecto, en este caso los pensamientos olas motivaciones de las personas no tienen ninguna fun-

    cin: mientras se respeten las norm as, nad a se pod rreprochar al productor que slo ve en la moda de losproductos biolgicos y biodinmicos una posibilidad deganar m s. La vigilancia exterior es el precio a pagar porla falta de au tovigilancia.

    La motivacin p ersonal nos cond u ce a un p aso msall de la simple aplicacin de recetas. Trabajar respe-tando a la tierra, favorecer la salud hu mana y bu scar u na

    mayor justicia social pueden ser las bases de u na m otiva-cin interior y condu cir a u na p ersona a respetar un asnorm as incluso sin v igilancia exterior. Sin em bargo, lasimple motivacin personal no basta para superar unasnorm as. Precisemos d e todas form as, qu e un a observa-cin m s atenta d escu brira qu e la motivacin d el serhumano influye sobre la calidad de sus actos y su resul-tado. Cuanto m s ntimo es el proceso, ms importancia

    adquiere la motivacin p ersonal y por este hecho se con-vierte en absolutamente necesaria para m antener la cali-d ad a largo p lazo. Pero esta motivacin p ersonal sloser autnticam ente fecun d a a par tir d el m omento qu ela ilumine un conocimiento p reciso del contexto y de loss e res con los qu e se a cta . Cua nd o falta esta base d econocim iento, la simp le m otivacin p u ed e d ar re s u l t a-d os opu estos a los qu e se crea qu e quiz actuaban .Pero yo quera hacerlo bien es la excusa que a menudoemp leam os par a las acciones d e las que slo descu bri-m os su contexto global y consecu encias d espu s dehaberlas ejecutado.

    Quien se ejercita en una actitud de conocimiento adaptada

    a los seres naturales y al ser humano, puede liberar su actuar

    de recetas estere o t i p a d a s. Deja d e necesitar ap oyarse enau tor id ad es exterior es o slo ap licar d ir e c t r i c e s .Apoyndose en el juicio personal, se pueden desarrollar

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    nu evas d irectrices. Qu ien acta as de mod o consecuentesegn su juicio personal, se forma a s mismo y no tiene

    necesidad ya de vigilancia exterior, pues dejan de existirp ara l diferencias en tre el ju icio per sonal y los actos arealizar. A partir de este momento, el agricultor se liberad e las reglas y p u ed e hacer evolu cionar los m todosagrcolas, en los que est lejos de haber explorado tod aslas posibilidades. La idea de la proteccin del consumi-d or no d ebe convertirse en u na barrera p ara este d esa-rrollo d e los mtod os agrcolas, pues correran en tonces

    el peligro de autodestruirse.

    Suprimir la vigilancia?

    Es evidente nu estro escepticismo frente al d esarrollo d enu estra sociedad de controles mltiples, pero no se tratad e sup rimir inm ed iatamente la vigilancia. Slo es posi-

    ble actuar, oponind ose a la tend encia d el reforzam ientode la vigilancia, con otra tend encia que valorice el aspec-to humano en lugar d e hacerlo desaparecer.

    Esto exige qu e hallemos otra s form as d e trabajo encom n y qu e desarrollemos estructuras que exijan m enosvigilancia. Hablaremos de la econom a asociativa.

    Esto exige que el consumidor se vu elva m s tolerantef rente a los erro res eventu ales qu e n o p u eden d ejar d ea p a recer en u na evolucin abierta. Qu ien crea q u e esposible evitar todo error por u n reforzamiento de la vigi-lancia, piensa de modo antievolutivo. Slo deber cul-par se a s mismo qu ien se encuentre atrap ad o en un amaraa de controles.

    El camino para invertir en cierto modo esta tendencianecesita tambin los controles, pero se trata de los con-troles que cada p ersona activa d ebe efectuar para asegu-rar se d e los resu ltados d e su trabajo. Tales cont ro l e s

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    pueden formar parte de un informe de actividades quetoda iniciativa debe difund ir a su en torno si desea evolu-

    cionar en un espacio de libertad autnticamente acepta-do. Un informe de un inspector exterior y un informe deactividades pueden ser muy parecidos en su contenido,pero desde el punto de vista de su calidad social respec-tiva, son mun dos separad os.

    Otro m bito de vigilancia qu e hoy p arece necesario esel re ferente a las contam inaciones ambientales. El agri-cultor no puede dominar solo todas las sustancias txi-

    cas conten idas en su s prod u ctos. Pero este hecho nodebe servir d e pretexto para p roceder a la vigilancia. Porel contrario, las med idas necesarias deben d ecidirse decom n acuerd o entre todos los participantes. H aciend oesto no debera haber p roblemas. Pero sobre todo habraque decidir en qu se convierten los productos contami-nad os por influencias externas y qu consecuencias eco-nm icas sup onen (por ejemp lo no se previ ningun a

    indemnizacin a los agricultores en caso de contamina-cin rad iactiva, com o ocurri d espu s del accidente d eChernobil. N.t.f.).

    O t ro pr oblema lo p lantean las p ersonas qu e qu iere nactu ar rp idam ente, ap licand o recetas sin estar inte-r iormente vinculadas al nuevo m todo agrcola qu eemp lean. Por tanto hace falta crear un a calid ad p ara elp erod o en transform acin, el cual no slo es exterior(cambio de tcnicas agrcolas) sino tam bin interior. Losp roblem as d e concu rrencia, p or d esgracia d emasiad oimportantes, acentan este problema. En la bsqueda denuevas mercancas o de derechos preferentes, el comer-cio, entre otros motivos, tiend e a forza r las transform a-ciones a veces demasiado. En efecto, la cifra d e negociosy la posicin en el mercado a menudo estn ligadas a lagaranta de calidad de los produ ctos.

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    El reconocimiento oficial y la v igilancia

    El p u nto m s d elicado es el reconocim iento oficial. Enefecto, los movimientos de agricultura ecolgica buscanen cierto m odo el reconocimiento oficial. Existe en prin-cipio la p roteccin de las marcas registradas; nadie puedeutilizar la marca Demeter sin respetar sus normas. Se podrapensar que esta proteccin es suficiente p ara que el con-sum idor consciente p ueda reconocer esta marca sin ries-go de error; para saber qu cubre esa marca, el consumi-

    d or d ebe inform arse, hay qu e inform arle. Pero a conti-nu acin se abre el debate sobre el trm ino biolgico,emp lead o com o m arca por ciertos mtod os agrcolas.Detrs de ah se escond e el miedo d e que tod o tipo d eop ortu nistas utilicen ese trm ino biolgico p ara hacero s c u ros negocios qu e p od ran d ar m ala rep u tacin almovimiento. En efecto, existe cierto nmero de casos defalsificacin de etiquetas. Pero en la prctica se ha visto

    que n o vale la p ena luchar tanto por ese trmino.El movimiento biolgico ha buscado por s mismo lavigilan cia, qu e no ha cesad o d e p lantear le p ro b l e m a s .Esto muestra hasta qu punto se considera al consumi-dor ingenuo y fcil de engaar. Pero el consumidor queha conocid o los p u ntos esencia les es mu y capaz d edefenderse. Por el contrario, si se orienta a los consumi-dores-clientes que comp ran los productos garantizadoscom o ecolgicos, pero se dejan m anipu lar por u na eti-queta, la va hacia la vigilancia total no les aportar unagaranta mayor en su juicio personal.

    El precio a p agar p or es ta med id a d emaggica enn o m b re d e la segu ridad d e los pr od uctos p odr a m os-trarse d emasiad o elevad o. El pasad o d el movimientoDemeter ha demostrado que se puede establecer la con-fianza de otro mod o.

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    La marca: confianz a o modelo?

    A lo largo d e este texto ha aparecid o claramente qu e elobjeto esencial es repersonalizar los productos annimos,es decir, permitir qu e el ser humano reencuentre su lugar .Las medidas a aplicar para realizar este objetivo slo pue-den hallarse en cada situacin concreta; todos los esquemasy modelos preconcebidos actan de modo artificial.

    La marca constituye una forma particular de vnculoentre el productor y el consumidor. En el origen, las mar-

    cas servan para reconocer un producto, para garantizaruna calidad constante. Como la confianza aportada a unproducto se extiende casi automticamente al productory se ha comprobado que es posible orientar al consumi-dor sobre un p roducto preciso (igual que para los artcu-los d e consu m o com n), se desarrolla la tend encia d eponer la marca sobre todos los productos de un mismop ro d u c t o r. En estos ltimos tiem p os, los comerc i a n t e s

    crean marcas en vez d e los prod uctores. Como d istribui-dores, los comerciantes garantizan la calidad de prod uc-tos de los cuales el consumidor no conoce el origen. Estet ipo d e creacin d e mar ca es il im i tado, dad o qu e elcomercio puede distribuir todo tipo de productos (comolas marcas de los supermercados o de ciertas cadenas detiendas). El productor desaparece en el anonimato com-pleto; el comerciante compra lo que le parece tener unabu ena relacin calid ad / p recio y as se convierte en elagente de compras del consum idor. La m arca p ued e, poruna parte, ayud ar al consum idor a orientarse sobre todoen las prim eras d ecisiones d e com p ra (las d ecisionessiguientes debern d epend er de la calidad del prod uctodetectada en su consumo). Por otra parte la marca cons-tituye una especie de material para el ju icio, que permiteelegir u n p rod u cto slo en fun cin d e su m arca, s inhacer ms preguntas (seguro que es un buen produc-

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    to!). Este caso frecu en te se u tiliza con scient em en tecu and o el consum id or no p ued e conocer la calidad d el

    origen del prod ucto ni la calidad social de las relacioneseconmicas. As, tras el argumento del precio insupera-ble (criterio esencial para la calidad social de un produc-to) se escond en a m enu d o relaciones com erciales extre-mad amente regresivas.

    Aqu reaparece el problema siguiente: a menudo slonos consideramos consum idores y no como produ ctorespotenciales. En efecto, el placer de comprar barato debe-

    ra equilibrar se con la fru stracin d e vend er la produc-cin pr opia a un pr ecio d emasiado bajo. N o qu ierasp ara otro lo qu e no qu ieras p ara t i. Este dicho d e lasabid u ra p op u lar caracteriza m u y bien las re l a c i o n e seconmicas que hacen d e cada u no d e nosotros un com-prad or o un vended or.

    La ap aricin creciente d e nu evas marcas en el mbitod e los prod u ctos ecolgicos, d esde h ace tiemp o ya no

    tiene significacin para la economa nacional, pues esasmarcas no d istinguen d iferentes mtodos agrcolas; slosirven para el desarrollo econmico de las empresas encuestin. En efecto, la m arca evita las comp ara cionesen tre productos equivalentes, transform a la fidelid ad alos productos en fidelidad de los clientes y garan tiza asla cifra d e negocios. Au nqu e no se bu squ e consciente-mente siemp re, el resultado obtenido con la aparicin d eestas nu merosas marcas corresponde a lo que buscan lasestrategias del mercad eo mod erno. Desde h ace tiemp ohan com p robad o que la au sencia d e transpa rencia, laimposibilidad de comparar, la desorientacin d el consu-m i d o r, constituyen el m ejor terreno p ara imp oner susp ropios d esignios. Basta ver el esfuerzo necesario paranosotros los consumidores, para calcular el precio por kgde los diferentes productos, dato necesario para compa-rar los precios (este dato es hoy obligatorio en Francia; es

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    un resultad o positivo obtenido por los movimientos deconsumidores; N.t.f.). Sin poder comparar, no hay juicio

    comparativo. Entonces la marca es la insignificancia sal-vadora a la cual nos agarramos.La creacin de una marcano debe sustituir a la informacin; por el contrario, exige ms

    informacin para garantizar la libertad de eleccin . El ejem-plo de las marcas muestra de nuevo que slo las asocia-ciones que agrup an a p rodu cto res, comercian tes y con-sumidores pueden evitar tales abusos y conducir a rela-ciones de confianza recprocas integrando al consumidor

    en el proceso econmico.Para terminar, nos queda tratar un a cuestin p resenteen d iferentes formas en tod a la vida econmica: se tratad el egosmo d el consum idor . Desd e la apar icin d eldebate sobre la calidad de los alimentos y sobre los dife-rentes m tod os agrcolas, este tem a se ha enr iquecid ocon u n nu evo aspecto: se considera egosta a qu ien exigealim entos sanos. Mientra s tales argu m entos vienen d e

    los ad versarios, que ju stifican as su op osicin, no esnecesar io profun d izar en el lo; a f in d e cu entas tod on u e s t ro sistema econm ico se basa tericam ente en laeficacia d el egosmo. Pero cuando esta op inin viene dep ersonas qu e piensan d e mod o moral o social, la cues-tin adquiere gran importancia.

    El consum idor un egosta?

    Como consum idores , nos h al lam os en u na s ituacind esagrad able en el plano tico. En efecto, al consu m ir,d es t ru im os par a slo nosotros bienes qu e pertenecen atod os. As nu estras necesid ad es nos obligan a p ro v e e r-nos para nosotros mismos, hacen de nosotros unos ego-stas. En condiciones normales slo nos quedara comoantao la solucin moral del ascetismo, la ind igencia, la

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    p o b reza. El h erm an o N icols v on d er Flue, q u e acabdejand o totalmente la alimentacin terrestre, sera en ton-

    ces el mod elo d el comp ortam iento social d el consu m i-do r. De tod as formas hay qu e p recisar qu e el herm anoNicols no fue a su celda por razones econmicas. Esteejemp lo nos m u estra m s bien d e m od o sorpre n d e n t ehasta qu pu nto el desarrollo espiritual del ser humanotiene consecuencias sobre el plano d e sus necesidades.

    El hecho de que tengamos necesidades naturales no debe

    producirnos remordimientos de conciencia. Pues si conside-

    ram os nu estra existencia terrestre como la obra d e Dios,podemos considerar la conservacin d e nuestro cuerpocomo una especie de servicio rend ido a Dios. Ya tenem osm uchos p roblem as con las exigencias d e nu estra vidaanmica. Los productos que consumimos deben ser bue-nos, gustarnos; queremos apreciarlos, queremos facilitar-nos la vida. Son ad em s necesid ad es natu rales de laexistencia? O p od ram os satisfacerlas de otro m od o?

    No es ya mucho m s un servicio que nos dam os a noso-tros mismos en vez d e a Dios? Deberamos qued arnos eneste pu nto si no p odem os sup erar el aspecto de lo quenos gusta o d isgusta, plantendonos la p regunta del sen-tido profun do del consum o, que abord a el mbito de lacalidad espiritual de nuestro ser. Las respuestas van endos direcciones. La primera va h acia nu esto propio desa-rrollo p ersonal. Qu necesito p ara seguir cierto d esarro-llo personal? As, hoy, no est vinculada la peticin dems tiempo libre, con el empleo de tcnicas que liberaneste tiemp o; el deseo de m s informacin no est vincu-lado con los med ios de comunicacin, o la necesidad demovilidad con los m edios de tran sporte? Este esquem amuestra ya que al final de esta va de d esarrollo personalse halla nuestra responsabilidad hacia la sociedad . Otrosnos permiten consumir; de este mod o estn vinculados anuestro d esarrollo personal y somos sus deud ores.

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    La otra resp u esta se orienta d irectam ente hacia estarespon sabilidad social. La or gan izacin general d e la

    d ivisin del trabajo tiene como consecuencia, como antesd ijimos, que ya n o nos h allam os en la obligacin d esatisfacernos a nosotros m ism os n uestras necesid ad es,pu es tod o lo que p odem os necesitar lo prod u cen otros.En contrapartida podemos poner toda nuestra producti-vidad al servicio de los dems. Si en otra poca el nivelde consum o era la medida d e la moralidad , hoy lo es laproductividad. Cuando ms exceda mi productividad a mis

    necesidades, mayor ser el beneficio de todos. Ya no trabajopara p oder consumir. Y yo mismo decido lo que necesitopara trabajar (prod ucir). En lo que m i prod uccin superemi consum o, pod r contar con el apoyo d e la comu nidad(sociedad).

    En el futuro, el comportamiento social de u na p ersonaen el organismo social no se medir por la magnitud desu consum o ni por el t ip o d e mercancas consum idas,

    s ino slo por lo que el la ha ce por el m u nd o, p or losdems.Mientras en la segun d a respu esta la p ro d u c t i v i d a d

    aparece directamente, el desarrollo p ersonal slo actuarms tarde de modo directamente productivo. Por ello seconsidera a menu do a gran p arte de la vida cu ltural (queen realid ad constituye u na esp ecie d e formacin d e ungermen para el futu ro) como imp rodu ctiva, aunqu e slolo sea en el presente.

    Para conclu ir esta serie d e textos que qu isieran d es-p ertar la atencin sobre la orientacin am enaza d oratoma d a p or la vid a econm ica, invirtamos la frase d eLenin: La confianz a est b ien, per o la vigilancia esmejor en La vigilancia est bien, pero la confianza esm ejor. Para no comp rom eternos en aqu ella d ire c c i n ,t e n d remos qu e reflexionar fu nd am entalmente sobre lafuncin d el consu m idor. As cada cual deber d etermi-

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    nar por s mismo lo que hay que hacer en esta situacinconcreta y pasar a la accin. El punto de vista del autor

    de estos artculos es, en efecto, que nad ie pueda d ictar aotro la cond ucta a seguir.

    EL HILO DE ARIADN AO EL CAMINO DE UN PRODUCTO NATURAL

    A menud o se oye decir que vivimos en u na sociedad de

    consumo. Es cierto, pero tal estado de cosas lo ha engen-d rad o un a sociedad d e prod uccin, qu e prod u ce sincesar cada vez m s, sin m ed ida ni p ro p o rcin. La p ro-duccin se preocupa rara vez de las autnticas necesida-des del comp rador, del fin qu e se pretende.

    El comp rad or se halla a m enu d o perd ido frente a lamultiplicidad de la oferta y no sabe qu producto elegir.Frente al materialismo, a la desvitalizacin que siente a

    su alre d e d o r, t iene sed p or lo natu ral y bu sca p ara subienestar o su curacin su stancias vinculad as con lavida. Ahora bien, toda oferta, cua nd o se vuelve abun -dante, tiend e a banalizarse, y el parap eto de lo natu ralno escapa a esta regla. Si busca un producto que le vuel-va a v incular con la Naturaleza, el consumidor no llega amenudo ms que hasta un polvo para los ojos sin otrarelacin con el origen qu e un color verde sobre el emba-laje o un nom bre evocador.

    La p regu nta real: Qu p ro d u c i r, cmo ha cerlo?d ebe p lantearse a nivel d el p ro d u c t o r. Pensand o en elreino vegetal, es el estado de la semilla, el pensamientoque engend ra el desarrollo de la planta. Este pensamien-to formador d ebe seguir la evolucin d el vegetal a travsde su crecimiento, su floracin y su fructificacin. Puesqu se d i r a d e un a rosa qu e se transformase en e lm om ento d e la flor en... calnd u la? Por tan to, en cad a

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    etapa de la gestin -produccin, elaboracin, comerciali-zacin- hay qu e guard ar este vnculo con el origen, para

    presentar al comp rad or lo que respon d e a su au tnticapregunta.De este modo, si el mismo vend edor conoce la p lanta

    que ofrece a sus clientes, si conoce a quien la produce, suforma de trabajar con los vegetales, el terreno particularen qu e se expresan las fuerzas teraputicas de esta p lan-ta (una ortiga d e ribera, por ejemp lo, no d esarrollar lasmismas cualidades de silicio que una ortiga-luz d e mon-

    ta a), el hilo cond u ctor entre las diferentes etap as serom per. Es este camino el que realiza en Suiza la herbo-ristera Aries, con la cual trabajamos.

    Ad em s, si el an tes se pon e en contacto con el d es-pus y las caractersticas de prod u ccin d e la p lanta seemp lean d e mod o aprop iado, el consum idor compren-der la imagen del producto comprado y ser capaz deservirse de l correctamente. Con certeza no hervir en

    decoccin las hojas de la delicad a malva!Entonces los consejos de empleo de un producto no sedarn en forma d e una receta, sino d e un mod o general.As , qu ien e labore un a sus tancia p odr apor tar u nainformacin, que no es pu blicidad sino una idea culturalqu e perm ite al comp rad or sentir la imagen terapu ticahasta su emp leo concreto.

    Un laboratorio farm acu tico d e produ ctos natu rales,la emp resa Weleda, ilustra bien esto al decir lo sigu iente:Gracias a nuestra form a particu lar de pu blicid ad , qu eante tod o tiene u n carcter informativo, explicativo, enparticu lar p or medio de un a revista cuatrimestral, hemosagu zad o la conciencia d e las personas en el sentid o d eun m odo de vivir natu ral y justo ante el espritu.

    En conclusin, pod emos comprend er que si el vnculoes vivo, la Idea que ha demostrado la planta al desarro-llarse se halla comprendida durante todas las etapas de

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  • 8/4/2019 La Proteccion Del or

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    su trayectoria, el consumidor no se sentir confuso en subsqueda d e lo natural, y el produ cto cum plir realmen-

    t e su m isin . Como d ice e l Dr . Ti t ze , hab land o d eWeleda : El pu nto clave es la con viccin d e qu e elmismo camino que sigu e un a sustancia, desde su basenatural hasta el remedio acabado, tiene una importanciapor lo menos tan grande como las sustancias contenidasen el producto acabad o.