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LA SENTENCIA Y las borboletas que beban lágrimas de tortugas de más de mil años, pues su veneno ha hecho demasiado daño paralizando como piedras a quienes las tocaban, pues eran de una belleza irresistible. Fuera de que exhalaban un aire de misterio que envolvía a todos los que posaban sus ojos en ellas. No teniendo otra opción el que las miraba, más que beber de ese fuerte azogue, que hasta sus sombras paralizaba, y tras caer el sol no podían seguir huyendo. Siendo esclavos por siempre los que en esa red cayeran. Que cada mil años, estos seres con forma algunas veces de mujer, puedan calmar su sed. Que las lágrimas de tortuga milenaria sean escasas, y que sólo esto disminuya su sed, y sino que estén condenadas a la sed eterna por su terrible alegato y parricidio. Que de día sean mariposas de belleza sin igual y ágil vuelo en su casa paterna. Pero, cuando la tarde muera que se transformen en ninfas que escapan de la casa de su padre para vivir sus sueños y más íntimos deseos. Que con su ágil vuelo de día, se entrenen para evadir a su Sátiro carcelero de noche. Además que nunca la muerte pueda encararlas sin son heridas, pues son seres de un jardín celeste. Sólo que se envuelvan en sí con sus alas, y vuelvan por arte mágico a ser unas niñas, con otra oportunidad. Así que la muerte para ellas no es una opción, sino una bendición que las hace más jóvenes y aumenta más de diez veces la potencia de su veneno y belleza. Siendo así más hermosas de lo que se les había visto, más jóvenes y más letales que sólo viven en el jardín del Olimpo. Además que sean controladas cada vez menos por sus impulsos y locura al casi morir, y que de tantas veces éste efecto, las transforme en seres de una sabiduría ancestral. Haciendo que Hades y Circe por su mágica apariencia les teman, y un jardín especial a ellas les haya creado. Una casa en Tártaro, otra en el Olimpo, donde ningún dios, o semi-dios osa entrar, y si lo hacen que sea al costo de su existencia. Pues si bien dioses y semi-dioses no pueden morir, al tocar a estos seres quedaran esclavizados, sin que Zeus o Cronos los pueda ayudar. Sin vista, oído, o sentido alguno quedan con la sensación de haber tocado a seres beliales y eternos, con un poder sin igual. Y que los demás al ver cómo queda preso aquel que oso tal aventura, creyendo que era como robar el vellocino dorado, termine este dios en una tragedia, como Tiresias, o peor aún como el buen Edipo al descubrir sus faltas. Pues esta tragedia sería de los dioses y no de los hombres, provocando risas en el Tártaro y en el Olimpo por tamaña insensatez. Tocar lo que no se puede, que hasta su sombra quede paralizado en el intento. Que esta sea la historia del tonto y audaz Aqueronte, que oso tamaña aventura tras todos haberlo advertido, de los riesgos en singular empresa. Mas cual niño inocente y creyendo librarse por su aspecto y tamaño de las consecuencias de su actuar, optó por dar rienda suelta a sus deseos de tocar a estos seres que en las tardes veía en los jardines del Olimpo danzar por los aires, con increíble libertad. Hasta que un día, tras muchos meses de elaborar su treta se decidió arriesgar todo por conocer a una Ninfa-mariposa de alas azul-dorado, que para él era la más hermosa, y haciendo de Hades como aliado, fue informado por éste que ella tenía su toca en los jardines de su propiedad, se dirigió por medio de los jardines de Tártaro a esconderse, y decidido a conocer a la Ninfa cuando en la noche ella se transformara. Eso de las seis y treinta minutos cuando los últimos hilos del sol, ya desaparecían sobre los jardines de Tártaro se posa sobre un despoblado aquella mariposa azul-con los bordes de sus alas doradas, y tras quedar todo en total oscuridad, aparece una doncella de pieles como la leche, labios vérmelos y cabellos negros como la noche. Grandes pechos, suaves caderas. Al punto que cuando se movían sus caderas, se desprendía un aroma que hacia florecer por instantes la vegetación de los jardines de la muerte. Escondidos a distancia prudente, Hades y Aqueronte observaban lo que no se puede observar, y aquel emprendedor

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LA SENTENCIA 

Y las borboletas que beban lágrimas de tortugas de más de mil años, pues su veneno ha hecho

demasiado daño paralizando como piedras a quienes las tocaban, pues eran de una belleza

irresistible. Fuera de que exhalaban un aire de misterio que envolvía a todos los que posaban sus

ojos en ellas. No teniendo otra opción el que las miraba, más que beber de ese fuerte azogue, que

hasta sus sombras paralizaba, y tras caer el sol no podían seguir huyendo. Siendo esclavos por

siempre los que en esa red cayeran.

Que cada mil años, estos seres con forma algunas veces de mujer, puedan calmar su sed.

Que las lágrimas de tortuga milenaria sean escasas, y que sólo esto disminuya su sed, y sino que

estén condenadas a la sed eterna por su terrible alegato y parricidio.

Que de día sean mariposas de belleza sin igual y ágil vuelo en su casa paterna. Pero, cuando la

tarde muera que se transformen en ninfas que escapan de la casa de su padre para vivir sus

sueños y más íntimos deseos. Que con su ágil vuelo de día, se entrenen para evadir a su Sátiro

carcelero de noche.

Además que nunca la muerte pueda encararlas sin son heridas, pues son seres de un jardín

celeste. Sólo que se envuelvan en sí con sus alas, y vuelvan por arte mágico a ser unas niñas, con

otra oportunidad. Así que la muerte para ellas no es una opción, sino una bendición que las hacemás jóvenes y aumenta más de diez veces la potencia de su veneno y belleza. Siendo así más

hermosas de lo que se les había visto, más jóvenes y más letales que sólo viven en el jardín del

Olimpo.

Además que sean controladas cada vez menos por sus impulsos y locura al casi morir, y que de

tantas veces éste efecto, las transforme en seres de una sabiduría ancestral. Haciendo que Hades y

Circe por su mágica apariencia les teman, y un jardín especial a ellas les haya creado. Una casa en

Tártaro, otra en el Olimpo, donde ningún dios, o semi-dios osa entrar, y si lo hacen que sea al

costo de su existencia. Pues si bien dioses y semi-dioses no pueden morir, al tocar a estos seres

quedaran esclavizados, sin que Zeus o Cronos los pueda ayudar. Sin vista, oído, o sentido alguno

quedan con la sensación de haber tocado a seres beliales y eternos, con un poder sin igual. Y que

los demás al ver cómo queda preso aquel que oso tal aventura, creyendo que era como robar el

vellocino dorado, termine este dios en una tragedia, como Tiresias, o peor aún como el buen Edipo

al descubrir sus faltas. Pues esta tragedia sería de los dioses y no de los hombres, provocando risas

en el Tártaro y en el Olimpo por tamaña insensatez. Tocar lo que no se puede, que hasta su

sombra quede paralizado en el intento.

Que esta sea la historia del tonto y audaz Aqueronte, que oso tamaña aventura tras todos haberlo

advertido, de los riesgos en singular empresa. Mas cual niño inocente y creyendo librarse por su

aspecto y tamaño de las consecuencias de su actuar, optó por dar rienda suelta a sus deseos de

tocar a estos seres que en las tardes veía en los jardines del Olimpo danzar por los aires, con

increíble libertad. Hasta que un día, tras muchos meses de elaborar su treta se decidió arriesgar

todo por conocer a una Ninfa-mariposa de alas azul-dorado, que para él era la más hermosa, y

haciendo de Hades como aliado, fue informado por éste que ella tenía su toca en los jardines de su

propiedad, se dirigió por medio de los jardines de Tártaro a esconderse, y decidido a conocer a laNinfa cuando en la noche ella se transformara. Eso de las seis y treinta minutos cuando los últimos

hilos del sol, ya desaparecían sobre los jardines de Tártaro se posa sobre un despoblado aquella

mariposa azul-con los bordes de sus alas doradas, y tras quedar todo en total oscuridad, aparece

una doncella de pieles como la leche, labios vérmelos y cabellos negros como la noche. Grandes

pechos, suaves caderas. Al punto que cuando se movían sus caderas, se desprendía un aroma que

hacia florecer por instantes la vegetación de los jardines de la muerte. Escondidos a distancia

prudente, Hades y Aqueronte observaban lo que no se puede observar, y aquel emprendedor

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enamorado, descubrió en ese instante que Hades era el hermano gemelo de Cupido el dios del

amor y por un instante no pudo percibir sino su bondad. Ayudados por el Sátiro carcelero que

tiene cada uno de éstos seres. Diseñaron en Tártaro una estrategia para que Aqueronte pudiera

hacerse a un beso de aquella Ninfa tan especial. Así todos los días, Aqueronte sólo deseaba que el

día muriera para poder ver a su amada, y con la ayuda de ese par de celestinos tan particular, les

consiguieron una oportunidad de hablar. Una noche de cuarto menguante, después de muchos

meses de haberla visto todas las noches, Aqueronte se ánima a hablar, y en medio de la noche se

levanta un ser de más de seis metros de alto, con cabellos negros y trenzados, un Negro que con

su inocencia y tenue luz, todo aquel bosque atemoriza. Al verlo la Ninfa sonríe y le dice en un

lenguaje que solo los dioses entienden: hasta que apareciste, hasta que puedo ver tu figura,

¿cómo te llamas, dios u hombre? y el tímido Aqueron responde con la voz como un trueno,

Aqueronte. Dios, hombre y un ser que suspira por tu belleza. Y tu ser alado, Ninfa de los cielos,

tienes nombre, y ella con dulzura le responde, mi nombre es Cala, que significa presencia del

temor. En ese instante, esos dos seres se hicieron con lo único que podían tener el uno del otro, su

nombre y miradas. Y a lo lejos, los celestinos gratificados por aquel encuentro se sorprendían que

ella no lo hubiera destruido. Con el paso de los días, lo único que Cala y Aqueronte querían era

hablar, y que el siguiente día muriera para volverse a ver. Hasta que una noche de luna llena

después de más de dos años de charlas a escondidas, ambos se dieron palabras y promesas deamor. Aqueronte queriendo sellarlas con un beso, pago el precio de su aventura y paralizado

quedo en medio de Tártaro. Inmóvil y preso de su figura y su amor. Sin muerte, sin sentidos, pero

en su cara una expresión que valía la eternidad. El amor de Cala. Así sus celestinos consejeros

apiadados de aquella figurar que con más de seis metros se erguía en medio del Tártaro,

decidieron convertirlo en una balsa, que atravesara el Estigio y llevara al reino de la muerte a

quienes podían morir, pues, el en la eternidad a todos contaría su historia y la sentencia que

pagaba por atreverse a tocar lo que no podía.