La suerte grande y la suerte pequeña

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LA SUERTE GRANDE Y LA SUERTE PEQUEÑA

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LA SUERTE

GRANDE Y LA

SUERTE PEQUEÑA

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Hace mucho, mucho tiempo,

vivía un tengu (duende, por lo

general rojo y de nariz larga)

en el fondo de una montaña.

Éste era un adivino muy

famoso.

Un día, Mokube y Tarobe

visitaron al tengu para que

adivinara sobre las vidas de sus

hijos.

El tengu les dijo: "Mokube, tu

hijo tiene poca suerte. Y

Tarobe, tu hija tiene mucha

suerte".

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Los hijos eran íntimos amigos.

Un día Mokube y Tarobe se

encontraban trabajando cuando

sus hijos trajeron unos

oniguiris (una bola de arroz

cocido).

"¡Tenemos mucha hambre.

Vamos a comer!", dijeron

Mokube y Tarobe y los cuatro

empezaron a comer

inmediatamente.

Tarobe y su hija exclamaron:

"¡Está muy rico!" Mokube en

cambio dijo: "¿Qué es esto? ¡el

oniguiri tiene piedras!" y lo tiró.

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El hijo de Mokube también hizo

lo mismo.

Tarobe les dijo: "¡No! ¡Tirad sólo

las piedras, no el oniguiri!" y él

y su hija recogieron lo tirado.

Después de unos años el hijo

trabajaba mucho, pero tenía

muy poco dinero, mientras que

la hija se había casado con un

hombre muy rico.

Ellos se encontraron después

de mucho tiempo.

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Ella al verlo trabajando tanto le

dijo: "Voy a traerte unos

oniguiri! Espérame", y

se marchó.

Ella pensó: "Mientras yo vivo

con mucha comodidad, él vive

en la pobreza.

Quiero compartir mi buena

suerte con él".

Ella cocinó siete oniguiris y

metió monedas de oro en cada

uno de ellos, monedas que

había venido juntando gracias

al uso apropiado y consciente

del dinero.

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El hijo recibió dichos oniguiri y

empezó a comerlos en la orilla

del río.

Cuando comió un bocado sintió

un "clic" y dijo: "¡Este oniguiri

tiene piedras!" y lo tiró al río.

De igual forma tiró otros cinco.

En eso se preguntó: "¿Por qué

hay piedras en los oniguiri?" y

partió la última bola de arroz

cocido que quedaba. Al ver su

interior, exclamó: "¡No, no eran

piedras! ¡Eran monedas de oro!

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¡Cielos! Después de todo tengo

un poco de suerte."

En ese momento apareció el

Tengu y le dijo: "El destino de

una persona está establecido

cuando nace, pero depende de

cada uno el cambiarlo.

Puede ser que tú hayas tenido

poca suerte, pero si no buscas

mejorarla, no lo lograrás. Tienes

que darle importancia a todas

las cosas, por pequeñas que te

parezcan."

El, desde entonces se esforzó

mucho y logró la felicidad.

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