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La Universidad de Puebla en 1948 ara la vida de nuestra casa de estudios 1948 es una fecha de importancia crucial: en ese año emergen vientos renovadores en el seno de la comunidad universitaria, que habrán de sembrar en su estado de ánimo la semilla de la voluntad de cambio sin la cual nos sería imposible explicarnos las transformaciones que ha experimentado la institución en las últimas décadas. En ese año, el entonces rector Horacio Labas- tida Muñoz decide impulsar varias iniciativas que a la postre contribuirián de manera decisiva a establecer los cimientos de la nueva universi- dad, entre las que sobresale la fundación de la Escuela de Físico-Matemáticas, que permitiera a nuestra institución ingresar a los umbrales de la ciencia y la tecnología de nuestra era. Generalmente se piensa que es a partir del estallido del movimiento de reforma de 1961 cuando se inicia la era moderna de nuestra ins- titución, empero, en honor a la verdad, se inicia con el rectorado de Horacio Labastida Muñóz. Sus proyectos modernizadores fueron sin duda una expresión del febril anhelo de cam- bios que experimentaban estudiantes y profe- sores de la época, fenómeno que a su vez tenía que ver en no poca medida con el influjo reno- vador que trajeron consigo los refugiados espa- ñoles que ingresaron a la institución quienes, aparte de contar con una sólida formación aca- démica, se caracterizaban por sus ideas avanza- das y su visión progresista. Año I/No. 3, 13 de febrero de 1998 P

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La Universidad de Puebla en 1948

ara la vida de nuestra casa de estudios 1948 es una fecha de importancia crucial:

en ese año emergen vientos renovadores en el seno de la comunidad universitaria, que habrán de sembrar en su estado de ánimo la semilla de la voluntad de cambio sin la cual nos sería imposible explicarnos las transformaciones que ha experimentado la institución en las últimas décadas.

En ese año, el entonces rector Horacio Labas-tida Muñoz decide impulsar varias iniciativas que a la postre contribuirián de manera decisiva a establecer los cimientos de la nueva universi-dad, entre las que sobresale la fundación de la Escuela de Físico-Matemáticas, que permitiera a nuestra institución ingresar a los umbrales de la ciencia y la tecnología de nuestra era.

Generalmente se piensa que es a partir del estallido del movimiento de reforma de 1961 cuando se inicia la era moderna de nuestra ins-titución, empero, en honor a la verdad, se inicia con el rectorado de Horacio Labastida Muñóz.

Sus proyectos modernizadores fueron sin duda una expresión del febril anhelo de cam-bios que experimentaban estudiantes y profe-sores de la época, fenómeno que a su vez tenía que ver en no poca medida con el influjo reno-vador que trajeron consigo los refugiados espa-ñoles que ingresaron a la institución quienes, aparte de contar con una sólida formación aca-démica, se caracterizaban por sus ideas avanza-das y su visión progresista.

Año I/No. 3, 13 de febrero de 1998

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Gracias a ellos, la comunidad universitaria tuvo acceso al pensamiento de la “Generación del 98”, nombre que recibió una pléyade de destaca-dos intelectuales españoles -entre ellos Miguel de Unamuno, Azorín y Ramón del Valle Inclán- que cimbró a la península -y también a Latinoamé-rica- por su exhorto a la transformación de las vetustas estructuras políticas y culturales que imperaban en el mundo de habla hispana. Aparte de ello, ejercieron una influencia fundamental en la filosofía y en la literatura española y latinoame-ricana, y en no poca medida en la literatura y el pensamiento filosófico del mundo entero.

Asimismo, los profesores españoles difundie-ron la poesía de Federico García Lorca -asesinado por los esbirros de Franco en 1936-, cuya frescura y vitalidad generó un gran entusiasmo entre los estudiantes y profesores de la institución. Comen-tan algunos cronistas de la época que en 1948 era un espectáculo muy usual observar a los univer-sitarios repartir octavillas con poemas y escritos en los que se palpaba a todas luces la influencia del autor de Romancero Gitano.

En contrapunto a la influencia de esos auto-res, en 1948 los universitarios poblanos se sien-ten entusiasmados por la obra de Bertolt Brecht, el dramaturgo alemán que introduce todo un cúmulo de planteamientos renovadores en el tea-tro, destinados a propiciar en el gran público -y, sobre todo, las clases trabajadoras- un estado de ánimo crítico hacia el sistema capitalista.

También en ese año los estudiantes y profesores poblanos saludan el 50 aniver-sario del triunfo de la guerra del pueblo cubano contra España -en 1898-, que obliga a este país a renunciar al domi-nio de la isla. Aunque aquéllos no perdían de vista que tal hecho había perdido su fuerza histórica a raíz de la Enmienda Platt, que justificaba la intervención del gobierno norteame-

ricano en Cuba, de todos modos estaban cons-cientes de la enorme significación de la fecha de referencia para la lucha de los pueblos latinoame-ricanos por su soberanía.

En 1948, justamente, se celebraba el 50 Ani-versario del nacimiento de Bertolt Brecht y de Federico García Lorca, y, asimismo, el 50 aniver-sario de la renuncia de España sobre su dominio de Cuba, y el surgimiento de la “Generación del 98”. El impacto de esos hechos y del pensamiento y obra de los autores mencionados sobre la con-ciencia de aquéllos no fue, desde luego, un fenó-meno suscitado por los aniversarios de marras: más bien éstos acicatearon su entusiasmo y su voluntad de cambio, que había sido moldeado en no poca medida por la influencia de los autores y acontecimientos citados.

Esta edición de Tiempo Universitario la dedica-mos a comentar tales sucesos y personalidades, dado que ejercieron una influencia preponde-rante entre los universitarios de aquellas genera-ciones. En el presente año, se cumplen 100 años de esos cuatro acontecimientos, que celebraba, hace 50 años, nuestra comunidad universitaria. Pensamos que una de las responsabilidades del Archivo Histórico es la de evocar y reivindicar aquéllos hechos que se convirtieron en hitos deci-sivos para la transformación de nuestra Casa de Estudios.

Más adelante, con el propósito de profundi-zar en el conocimiento del ambiente que predominaba en la Universidad en 1948, publicaremos una entrevista con Horacio Labastida, cuyo rectorado, reiteramos, esta-

bleció las bases sobre las cuales habría de edificarse, décadas después, los pilares de la nueva Universidad.

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La generación del 98

e le denomina así a la pléyade de escritores e

intelectuales ibéricos (Azo-rín, Ramón del Valle Inclán, Pío Baroja, Miguel de Una-muno, Ramiro de Maetzu, etc.) que a fines del siglo XIX sacuden a España lanzando una crítica despiadada a las vetustas estructuras políticas y sociales que imperaban en ese país. Sobre todo, cuestio-nan acervamente el arraigado tradicionalismo cultural que le impide a España ponerse en correspondencia con las transformaciones que vive Europa en dicha época.

Así, en los ensayos que publica Miguel de Una-muno en la revista La España Moderna, opone la imagen de una España esterilizada en la esclerosis política a la de una España anclada en el “pro-greso civil”.

Azorín -seudónimo de José Martínez Ruiz- presentaba a su generación como inmersa en una actitud de rechazo de la circunstancia política y social. Se rechaza -decía- todo lo ofi-cial y la oratoria, las marañas parlamentarias, la política estéril, todo, en fin, lo que representa un estado caduco y en cambio, “se aspira a la

coinciden en el proyecto de hacer participar en un papel dirigente a los sectores más avanzados de la intelectuali-dad, en la gestión del proceso de modernización, es decir, de la introducción de la cul-tura dinámica, moderna, cos-mopolita, “europea”, en un sistema que la había excluido.

Aunque la mayoría de los integrantes de la Generación del 98 sucumbió al pesimismo irracionalista, de todos modos sembraron la semilla de la inquietud por la renovación política, cultural y moral de España, surgiendo años des-pués un árbol frondoso de intelectuales, filósofos y artis-tas como Antonio Machado, Ramón Pérez de Ayala y José Ortega y Gasset, que habrían de ejercer una influencia fun-damental en las letras, la filo-sofía y la poesía española, y sobre todo en la renovación política de su país. Así, por ejemplo, el ensayo de Ortega, la España Invertebrada, jugó un papel decisivo contra la dictadura de Primo de Rivera.

El llamado a la renovación de España de la Generación del 98 no sólo produce un gran impacto en esa nación, sino en casi todos los países ibe-roamericanos porque, no obs-tante haberse independizado éstos de dicho país, de todos modos no escapaban al influjo de su decadencia moral, polí-tica y cultural.

Su exhorto a la renovación e innovación, y sus críticas acervas al tradicionalismo, serán retomados más adelante por la cauda de pensadores latinoamericanos que habrán de ejercer una gran influencia

Sunión íntima, amorosa y pro-funda con una España eterna y espontánea”.

La Generación del 98 clama por la “regeneración moral” de España, que después del desastre de 1898 -cuando se produce la pérdida de los últimos bastiones coloniales de ese país en América- se sumerge en una profunda cri-sis política e ideológica.

Ramiro de Maetzu señala que la Generación del 98 alzó su voz para exigir una nueva actitud crítica que fuera capaz de lograr una “regeneración nacional”, y lograr acabar con el “problema de España”.

No es casual entonces que, aparte de enarbolar una “pro-testa ética”, los intelectuales y escritores de referencia se den a la tarea de impulsar una reno-vación cultural, principalmente a través de revistas como Vida Nueva, Revista Nueva y Juventud, en las que difunden su mensaje de innovación.

Estrictamente hablando los hombres de la Generación del 98 no constituían un grupo homogéneo, sin embargo,-

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ertolt Brecht fue un escritor prolífico y polémico, un gran dramaturgo al que actualmente

hasta sus adversarios consideran como el gran renovador y como el padre del teatro contemporáneo.

Brecht transformó todas las técni-cas escénicas y lanzó sus mensajes crí-ticos y revolucionarios inspirándose en la gran tradición alemana, que va desde el libre examen protestante y la Biblia de Lutero hasta el arte expresionista, pasando por la novela picaresca —lo que él llama “la tradición plebeya”— y los clásicos germanos del siglo XIX. Todo ello opuesto a los conceptos elitistas y gran-dilocuentes del nazismo, a cuyo ascenso Brecht se opuso con todas sus fuerzas.

Influido profundamente por el pensamiento de Carlos Marx, Brecht se propuso darle vida a un teatro que contribuyera a crear en el público un estado de ánimo crítico hacia el sistema capi-talista.

Nacido en un mundo de guerra y revolución, Brecht subrayaba la necesidad de impulsar una nueva cultura que suplantase a la cultura de la burguesía. Al volverse marxista insistió en que el

mundo colectivista y proletario que nacía con la revolución de 1917 en Rusia tendría que alejarse en gran medida de la herencia burguesa del siglo XIX. Consideraba, por ejemplo, que la cultura clásica e idealista ale-mana había sido un sostén ideológico de las clases gobernantes en la Ale-mania de principios del siglo XX.

Convencido de que el teatro tradicional no contribuía a estimular la crítica hacia el orden existente, Brecht se da a la tarea de construir un teatro que fomentase la crítica hacia la explotación capitalista, creando al res-pecto la técnica del “distanciamiento”, mediante la cual el espectador no se dejaba arrebatar por la “catarsis” teatral, sino experimentaba el deseo de convertirse en protagonista de la construc-ción de una sociedad en la que predominasen la igualdad y la justicia social, en la que no hubiese ni opresores ni oprimidos.

En ese sentido, Brecht rompe totalmente con el teatro tradicional, para abrirle paso a un teatro que estimulase la crítica hacia el orden capitalista. Para ello se vale de no pocas de las técnicas que habían puesto en boga las principales corrientes

en nuestro hemisferio en las primeras décadas del siglo XX, entre ellos Rubén Darío -a quien por cierto no pocos autores consideran miembro de la Generación del 98— José Ingenieros, José Enrique Rodó, Eugenio María Hostos, Gabino Barrera, Domingo Faustino Sarmiento, Alfonso Reyes y José Vasconcelos.

No es casual que José Gaos —destacado filósofo que forma parte del exilio español en México- sostenga que el pen-samiento de lengua española del siglo que está por terminar

está marcado por las direccio-nes que señaló la Generación del 98, a un grado tal que puede hablarse sin exageración de “antes y después del 98”.

En 1948 los estudiantes y profesores de la Universi-dad de Puebla —influídos sin duda por sus maestros del exi-lio español— leían con fervor la obra de los miembros más destacados de esa pléyade de intelectuales, artistas y escrito-res ibéricos, lo cual, sin lugar a dudas, fue otra de las semillas que sembraron en su ánimo la voluntad de cambios y de reno-

vación que años más adelante habría de ser decisivos para el surgimiento de la reforma universitaria.

Bibliografía

Ruiz Abreu, Álvaro. Modernismo y Generación del 98. México, Trillas, 1987.

Gaos, José. Antología del Pensa-miento de Lengua Española, tomo 1, Editorial de la Universidad Autó-noma de Sinaloa, 1982.

Berardinelli, Alfonso. La Cultura del 900, México, Siglo XXI editores, 1984.

Garagori, Paulino. Unamuno y Ortega. México, Salvat, 1972.

Bertolt Brecht (1898-1956)

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literarias y artísticas de principios del siglo XX, entre ellas el montaje, los recursos del cubismo y del expresionismo, el uso de las máscaras griegas, el simbolismo chino y oriental y, en particular, las canciones de cabarets.

Basándose en Diderot, el filósofo del teatro, Brecht pedía al actor “que sus lágrimas fluyan del cerebro”. Consideraba que sólo un enfoque crítico y científico de las cuestiones sociales podría servir a la causa de los pobres y opri-midos. En ese sentido cuestionaba a los huma-nistas que sostenían que la verdad sólo era accesible a través de la belleza artística. Escri-bía al respecto: “Creen que la verdad es sólo lo que suena bonito. Si la verdad resultara ser algo estadístico, árido o fáctico, algo difícil de encontrar y que requiera estudio, no la recono-cerían como verdad; no los intoxicaría”.

Según Brecht, la capacidad del arte para ayu-dar a cambiar las relaciones sociales existentes no derivaba de ningún posición privilegiada, por “encima” del tumulto del mundo diario, sino de lo opuesto: la posición del arte como parte de las fuerzas productivas de la sociedad. En esa con-cepción, el arte como producción no se ligaba sólo a elementos “superestructurales” tales como la abstracción del conocimiento, sino con las fuer-zas técnicas de la producción colectiva aherroja-das y contradichas por las relaciones basadas en la acumulación capitalista.

Brecht se vio ante la necesidad de huir de Alemania una vez que los nazis llegaron al poder, dado que los mismos consideraban que sus dramas constituían un peligro para el orden cultural que pretendían establecer.

Sus obras, entre las que destacan Galileo Galilei, Baal, Mahagony, Tambores en la Noche, Santa Juana de los Mataderos, suscita-ron un gran entusiasmo a nivel mundial, princi-palmente en los ámbitos sociales progresistas y revolucionarios.

En la Universidad de Puebla surgieron varios grupos de estudiantes y profesores que se dieron a la tarea de difundir el teatro brechtiano, cons-cientes de sus potencialidades transformadores.

En 1948 conmemoraban el 50 aniversario del nacimiento de Brecht, el cual se encon-traba en la plenitud de sus facultades creado-ras, sacudiendo al orden capitalista con sus dramas llenos de vitalidad y crítica creadora, que le hicieron merecer la admiración de la juventud inconfomista , como la que se con-gregaba en los patios del Carolino a finales de la década de los cuarenta.

Federico García Lorca

(1898-1936)

in duda Federico García Lorca es el poeta español más conocido en el mundo. Nació

en Fuentevaqueros, Granada, en 1898. Anda-luz hasta la médula, coloca en el centro de su búsqueda artística la rica y antiquísima cultura popular de su tierra, impregnada de la presen-cia del mundo gitano. Abrevando en esa cultura ancestral, nacen sus libros Romancero Gitano -uno de sus trabajos más célebres-, Libro de Poemas, el Poema del Cante Jondo y Cancio-nes, que sacuden a la literatura española y a todas las letras hispánicas por su enorme fres-cura y vitalidad.

Sin embargo, a diferencia de lo que se suele creer, el “gitanismo” no es la única vertiente en la obra de Lorca, la cual es inmensamente más vasta y compleja. Él mismo se sentía fas-tidiado por esa etiqueta. “El gitanismo”, escri-bió en cierta ocasión, “es sólo un tema entre los muchos pertenecientes al poeta; pero no es fun-damental en su obra”.

Si el amor por su tierra y por su gente cons-tituye el primer y más compacto núcleo de la poesía lorquiana, determinante es, junto con él, su propósito de recuperar la cultura subalterna y popular, introduciéndose así en una búsqueda semejante a la que en esos mismos años empren-dían algunos músicos europeos como Béla Bartok, Kódaly y Manuel de Falla, quienes se afanaban

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por encontrar las raíces más profundas de la música de sus pueblos.

García Lorca —como escribe el poeta Pedro Sán-chez Palencia— llegó a la poe-sía en el “momento justo : ni prematura ni tardíamente” Se acercó a la poesía cuando comprendió que era el único vehículo posible para trasmi-tir su visión del mundo. Aun cuando decide escribir teatro, la poesía continúa siendo su móvil principal, por lo cual es imposible analizar separa-damente su obra teatral de su obra poética. Entre sus traba-jos teatrales destacan Bodas de Sangre, Mariana Pineda y la Casa de Bernarda Alba.

La característica esencial del lenguaje lorquiano —tanto en su poesía como en su teatro— es lamezcla natural, nada artificiosa, de lo culto y lo popular. Esto no era nin-guna novedad en la literatura española, pero en el caso de García Lorca no supone una vuelta a “lo popular” desde “lo culto”, ni una utilización de expresiones populares. Lo popular y lo culto están uni-dos en la vida del poeta desde su infancia; ambos elementos intervienen por igual en su formación, de tal manera que en su alma de poeta se pro-duce, instintivamente, una síntesis que acabará siendo perfecta cuando el instinto se una a la reflexión crítica y el dominio insuperable de la estructura interna del idioma, que Lorca poseía.

El esfuerzo de Lorca por reivin-dicar las tradiciones populares de su tierra se inserta en el marco del proyecto que enarbolan los inte-lectuales progresistas de impulsar una profunda renovación de la sociedad española, proyecto que

arranca a partir de la Generación del 98. Este anhelo empieza a cris-talizar en la segunda República, cuyo programa de “ida al pue-blo” suscitó un gran entusiasmo en el poeta andaluz, dando que coincidía totalmente con su pro-yecto vital. De ahí, pues, que no de ningún modo casual que García Lorca haya apoyado decididamente a la República en 1931, poniéndose de lado del Frente Popular en 1936. Habría que advertir, sin embargo, que el autor del Romancero Gitano no era, en términos estrictos, un militante político, lo cual, desde luego, no quiere decir que fuese apolítico: no podía serlo un artista como él que asumió claramente un compromiso ético que le lle-vaba a estar siempre del lado de los pobres, de los oprimidos, de los hambrientos, encontra de los opresores, los explotadores.

Pero no solamente sus activi-dades públicas muestran el grado de compromiso ético (y político) de Lorca. Muchas de sus obras levantaron ampollas en la moral puritana de amplios sectores de la burguesía española. Y no pocos elementos de la clase dirigente de Granada (“donde se agita actualmente la peor burguesía de España”, diría el poeta en 1936) llegaron a sentirse agredidos y ridiculizados en algunos dramas y poemas del autor del Llanto por Ignacio Sánchez.

Su compromiso con la Repú-blica le suscitó el encono de los partidarios de la dictadura, quienes lo asesinaron en 1936. La derecha española odiaba a Lorca, y a todo lo que él repre-sentaba. Y cuando sonó la hora de la venganza, no dudó en aprovecharse de ella.

Paradójicamente, sus ase-sinos nunca imaginaron que contribuirían a inmortalizar al poeta, quien, aparte de su celebridad artística, habría de convertirse en un símbolo del anhelo libertario de la Segunda República.

En 1948, los estudiantes y profesores de la UAP celebra-ban el 50 Aniversario del naci-miento del poeta, cuya obra —al igual que la de los auto-res de la Generación del 98— les había sido dada a conocer por los refugiados españoles que llegaron a Puebla.

Bibliografía

Sánchez Palencia, Pedro. Federico García Lorca, en Historia del Siglo XX. Tomo 6, México, Editorial Cum-bre, 1985.

Guillén, Jorge. Prólogo a las Obras Completas de García Lorca. Tomo 1, España, Aguilar, 1954.

Novo, Salvador. Prólogo al Tea-tro de Federico García Lorca. México, Porrúa, 1983.

Vignola, Beniamino. Federico Gar-cía Lorca, en La Cultura del 900. Tomo 1, México,Siglo XXI, 1984.

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Cuba 1898e todas las repúblicas latinoamericanas, Cuba fue la que experimentó la más

larga dominación colonial. Fue la última pose-sión española en obtener la soberanía formal, a la que llegó un siglo después de empezar la era de la independencia latinoamericana. (1)

Paradójicamente fue uno de los países latinoamericanos en donde emergieron más temprano los anhelos de independencia. Los primeros intentos por liberarse de España surgen en Cuba desde 1511, cuando el indio Hatuey —el primer héroe indígena de la resistencia antiespañola en América— encabeza una rebelión. Después de tres meses de heroica resistencia fue derrotado. En 1812 hubo una conjura de vastas proporciones, urdida por un negro liberado, José Aponte.(2)

Las inmensas dificultades que enfrentó Cuba para conseguir su independencia se debieron principalmente a su posición estratégica, dado que se encon-traba en un punto vital en la ruta entre España y el Nuevo Mundo, lo que le valió una importancia creciente para el comercio monopólico entre la metrópoli y sus colonias.

Una vez que España entra en decadencia, los Estados Uni-dos —particularmente cuando se convierten en una potencia imperial— no ocultan su inte-rés por el dominio de la isla, en la que hacia fines del siglo XIX tenía inversiones que ascendían a 50 millones de dólares.

La posibilidad de que Estados Unidos ocupase militarmente Cuba fue mencionada por primera vez por el presidente Jefferson en 1805. En 1847, algunas ricas familias cuba-nas propusieron la anexión de Cuba a Estados Unidos. Sin embargo, este país no intervino abiertamente hasta esperar el momento en que la situa-ción se presentase más favorable. Mientras tanto, fingió solidarizarse

con la lucha por la emancipación del pueblo, empero, una vez que éste ya estaba a punto de triunfar en su guerra contra España, decidió entrometerse abiertamente para conseguir su pleno dominio sobre la isla.

La primera guerra de independencia con-tra España duró diez años (1867-1878) y pudo ser controlada por los exponentes de las capas cubanas privilegiadas. Pero la segunda (1878-1895) surge como una oleada de insurrección popular que, aunque no logró consumar la

independencia, a la postre resultó decisiva para tal objetivo en 1898.

Esta lucha independista se transforma en una verdadera revolución que enar-bola, aparte de la liberación de España, la abolición de la esclavitud, la igualdad entre

negros y blancos, los derechos de los trabajadores, y otras demandas de tipo social. El elemento aglu-tinante de esa lucha es el Par-tido Revolucionario Cubano, al frente del cual se encontraba José Martí, poeta, periodista y escri-tor: uno de los pensadores más cabales de la historia de Amé-rica. En esa oleada de insurrec-ción popular destacan también

hombres como el mulato Anto-nio Maceo y el general Máximo Gómez. (3)

Al ser Cuba la última colonia ibérica, junto con Puerto Rico, la lucha por la emancipación resultó larga y feroz. Empero, sus afanes por independizarse de España

no le hicieron perder de vista a los combatientes cubanos que tenían que librar también una fuerte resis-tencia para impedir la intromisión de los Estados Unidos.

Esto lo percibió de manera visiona-ria José Martí, quien desde un principio se esforzó por alertar a sus conciuda-danos —y a todas las naciones lati-noamericanas— acerca del peligro que representaba el naciente imperialismo estadounidense. Así, en un escrito céle-bre, señalaba la necesidad “de im-

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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

Rector: Enrique Doger Guerrero Secretario general: Guillermo Nares Rodríguez

Tiempo UniversitarioDirector: Alfonso Yáñez Delgado, Editor: Francisco Ortíz Ortíz, Dirección de Diseño Gráfico: Ma. Eugenia Guerra Meza, Auxiliares de Diseño Gráfico: Armando López V. y Lia Alejandra de la Vega, Cordinador de textos: Humberto Sotelo Medoza, Captura: Luz María Muñoz Díaz. Tiempo Universitario es una publicación del Archivo Histórico Universitario. Aparece quincenalmente. Impreso en: Editorial Lunarena. Tiraje: Veinte mil ejemplares. Esta publicación se puede adquirir gratuitamente en el tercer patio del edificio Carolino, 4 Sur 104, Puebla, Pue. tel.: 32-74-79 con Flora Alarcón. Se aceptan colaboraciones de investigacion sobre colaboraciones de investigación sobre la vida universitaria.

pedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.(4)

Que no era un propósito irrealista el vincular la independencia de Cuba a un plan antimpe-rialista quedó demostrado por la reacción de Estados Unidos. El 15 de febrero de 1898, un acorazado norteamericano, el Maine, explotó en la bahía de la Habana, muriendo 267 mari-nos. Fue el pretexto que utlizaron los Estados Unidos para intervenir en Cuba. El 19 de abril, el Congreso votó una resolución en la que se proclamaba: “Cuba debe ser libre y soberana”. El 22 de abril declaró la guerra a España. Fue una guerra muy breve, de éxito asegurado. Terminó en pocos meses y poco después el gobierno de la isla pasó a manos de los Estados Unidos, situación que se justificó a través de la tristemente célebre “Enmienda Platt”.

La originalidad de la lucha del pueblo cubano por su independencia sólo puede entenderse a la luz de esas circunstancias. Escribe Gerard Pierre Charles: “Se percibe entonces -observa- un fenó-meno que no se dio en ningún país de la América Latina: la conexión entre el movimiento nacional por la independencia y la lucha contra la domi-nación norteamericana”.(5)

En 1948, o sea medio siglo después de la renun-cia de España a su dominio sobre Cuba, los estu-diantes y profesores de la UAP evocaban ese hito histórico, solidarizándose con los afanes liberta-rios de este país, dado que los mismos eran una expresión inequívoca de los anhelos de soberanía y de libertad de todo el hemisferio latinoameri-cano, frente a la cada vez más incontenible volun-tad expansionista de los Estados Unidos.

Referencias bibliográficas

1. Pierre Charles, Gérard. Génesis de la Revolución Cubana, México, 1976, Siglo XXI. pág. 75.

2. Tuttino, Severo Breve. Historia de la Revolución Cubana, México, Editorial Era, 1979. pág. 9.

3. M. Rama, Carlos. Historia de América Latina, España, Ed. Bruguera, 1978. pág. 59.

4. Tuttino, Severo. Op. cit., pág. 15.5. Pierre Charles, Gérard. Op. cit.76.

Los textos de este número fueron elaborados por Humberto Sotelo Mendoza. Las ilustraciones fueron tomadas de los libros: Federico García Lorca de Rafael Martínez Nadal. Cuba. The Pursuit of Freedom de Hugh Thomas y de la Revista Nexos No. 89 Año 1985, proporcionados por la biblioteca José Joaquín Izquierdo del Instituto de Ciencias y Humanidades de la UAP.