La Vega Baja de Toledo

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Toledo •2009

La Vega Bajade Toledo

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© La Vega Baja de ToLedo

© de la edición: Toletum Visigodo

© de los textos: Mª Mar Gallego García • Javier García González • Ricardo Izquierdo Benito Jorge de Juan Ares • Lauro Olmo Enciso • Diego Peris Sánchez • Ramón Villa

© de las fotografías y dibujos: Archivo Toletum Visigodo Archivo Antonio Pareja Editor Antonio L. Pareja

Agradecimientos: Archivo Municipal de Toledo

Colaboran: • Consejería de Cultura, Turismo y Artesanía Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha • Ayuntamiento de Toledo • Fundación Cultura y Deporte

Diseño y Maquetación: Antonio Pareja eDitor

CoordinaCión editorial: alfonso GarCía • dieGo Peris

coorDinación gráfica: Javier fronce gonzález

tratamiento de imáGenes: antonio l. Pareja

ignacio Martín tante

Carlos Pareja

imPresión: CódiCe

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La Vega Bajade Toledo

Ayuntamiento de Toledo

Mª Mar Gallego GarcíaJavier García González

Ricardo Izquierdo BenitoJorge de Juan AresLauro Olmo EncisoDiego Peris Sánchez

Ramón Villa

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En el espacio leemos el tiempo.

El tiempo, y los hombres, van dejando su huella en el te-rritorio.

Las ciudades son un espacio de civilización, lugares que acumulan la memoria colectiva de muchas generaciones a tra-vés de los siglos.

Aldo Rossi, recuerda que “la ciudad es la memoria colecti-va de los pueblos: y como la memoria está ligada a los hechos y a lugares, la ciudad es el locus de la memoria colectiva”.

En este sentido, como en tantos otros, Toledo es un lugar excepcional, un lugar de la historia, Patrimonio de la Huma-nidad, que es, en el sentido utilizado por Pierre Nora, un lugar de memoria.

En Toledo leemos la historia de España.

Su “estratigrafía cultural” está llena de valiosa informa-ción, desde la prehistoria hasta nuestro siglo.

Como si la geología y la historia jugaran con el basamento rocoso circundado por el Tajo, a lo largo de los siglos se han ido depositando sedimentos de civilizaciones como limos de nuevas culturas.

Otras veces, invasiones violentas arrastraron formas e ideas, como el río arrastra materiales de aluvión; o movimien-tos sociales, como erupciones, sacudiendo conciencias y pro-moviendo cambios.

Vestigios de todo ello encontramos en Toledo, síntesis de la historia de España resumida por Borges en estos versos:

…España del íbero, del celta, del Cartaginés y de Roma,

España de los duros visigodos (…)

España del Islam, de la cábala

Y de la Noche Oscura del Alma…

Para los visigodos de los Concilios, para los árabes de las mezquitas de Bab al Mardum y Tornerías, para los judíos que rezaban en las sinagogas de Samuel ha Leví y de Santa María la Blanca, de la capital de Sefarad, la Jerusalén de Occidente; para el Arzobispo Jiménez de Rada y sus cruzados, para los constructores de la catedral... Toledo siempre fue una ciudad espiritual.

Pero me detengo ahora en la España “de Roma y de los duros visigodos”, en la época tardorromana, una de las edades más oscuras de nuestra historia, eclipsada entre el resplandor de Roma y la fascinación por la tensión entre cristianos y mu-sulmanes de la Edad Media.

El testimonio de Tito Livio y la información proporcionada por la arqueología dan fe de la conquista de este lugar por las legiones romanas dos siglos antes de Cristo.

En Toletum, los romanos levantaron un imponente acue-ducto que salvaba el desnivel por el puente de Alcántara, del que apenas quedan algunos cimientos y, en la zona que nos interesa, un gran circo.

También, junto al río, entonces limpio y cristalino, edifica-ron villas de recreo que formaban un verdadero locus amoenus donde la hedonista clase dirigente alcanzó un alto refinamien-to, como atestiguan los mosaicos encontrados a principios de siglo en la Fábrica de Armas.

En el año 411, los alanos entraron en la ciudad a sangre y fuego y, sólo siete años después, la ocuparon los visigodos instalándose en ella durante trescientos años, a lo largo de los cuales, como es lógico, hicieron muchas construcciones, mientras iban cambiando por el latín la escritura y el habla de Ulfilas.

No obstante, esta Antiguedad Tardía ha sido una época desconocida sobre la que, hasta fechas recientes, ha habido más leyenda que historiografía.

“Conocer nuestro pasado, comprender nuestro presente”

Discurso del Excmo. Sr. D. José María Barreda Fontes en el acto de imposición de la Medalla de Honor de la REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN FERNANDO.

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Sin embargo, para Toledo, estos siglos de transición fueron muy importantes, pues se convirtió en la Urbs regia, la ciudad real en la que los obispos, como se ordenó en uno de los con-cilios, “por reverencia al Rey y por el honor de la sede real, (…) deben residir un mes cada año, exceptuando los tiempos de siega y de la vendimia”.

Sobre el granito de la ciudad amurallada y las tierras de la Vega, se edificaron iglesias y palacios y se convocaron Con-cilios. Hasta el 711, en Toledo se elebraron 18, algunos de la importancia del III, en el año 589, en el que se condenó la herejía arriana y se produjo la conversión al catolicismo de Recadero.

Con importantes mártires y una gran extensión territorial, el obispado toledano y la ciudad afianzaron su importancia.

Así, Toledo se convirtió en la capital de la mayor parte de la Península que había sido provincia remota de Roma y aún más lejana de Bizancio, inspiradora de los visigodos. La imi-tatio imperii fue probablemente la guía para erigir el conjunto palatino tal como se levantó en Constantinopla junto al gran circo constantiniano. Con esta hipótesis, se trabaja en las ex-cavaciones de la Vega Baja.

Como en los versos de Borges, como en las capas de una cebolla milenaria, en la vega del Tajo han ido acumulándose los restos de civilizaciones diversas.

Ha sido escenario de la vida cotidiana de hombres y muje-res que gozaron y sufrieron, que veneraron a dioses diversos, disfrutaron con espectáculos públicos y enterraron a quienes amaban. Ahora, de todas las experiencias espirituales e inma-teriales, sólo nos podemos hacer idea interpretando los restos arqueológicos; de ahí su importancia.

Pero, pese al esplendor de esta Civitas regia, sin duda una de las ciudades mas importantes de Occidente en los siglos VI y VII, poco quedó de ella.

Felipe Benítez Reyes, podría haberse inspirado en la Vega Baja al escribir:

Qué honda devastación. Qué limpio el viento.

La gloria de la piedra adivinada.

Los oros del pasado polvoriento.

El eco de un teatro ante la nada.

Sobre el mundo visigodo se ha hecho más ideología que investigación y más literatura que historia.

Los ciclos de la “Pérdida de España” en torno a los baños de la Cava y la traición del conde don Julián hablan de la destrucción de un reino que dará lugar a una reconquista. El Islam es así sólo un paréntesis (eso sí, de ocho siglos) entre el reino visigodo y los Reyes Católicos.

La ausencia de buenos estudios y la carga ideológica ente-rraron esta época entre los escombros de la política dominan-te y las leyendas a su servicio.

Para el franquismo, la imagen de una Iglesia y un Estado forjando juntos su autoridad era demasiado tentadora. En el decreto que establecía la fundación del Museo de los Conci-lios y de la Cultura Visigótica en Toledo, en 1969, se alababa a los visigodos por haber dado a los españoles su “amor na-cional a la ley y el orden”, lo que, además de un anacronismo, suponía, cuando menos, cierta exageración.

Es interesante observar que ya en la época visigoda, San Isidoro de Sevilla, asistente a concilios toledanos, escribió la Historia Gothorum para hacer descender su estirpe de la de Jafet, tercer hijo de Noé, considerado progenitor de la raza aria o indoeuropea.

Es la historia calificada por Menéndez Pidal nada menos que como la “primera historia nacional de un pueblo de la Edad Media”, lo que también es algo exagerado.

El tratamiento de esta época de la Historia de España ha estado muy influido por las coyunturas políticas y la hegemonía de los diversos regímenes y se presta muy bien, en la línea de los trabajos de Paul Ricoeur sobre La memoria, la historia, el olvido, para estudiar las formas de institucionalizar la memoria y el recuerdo, a través del patrimonio, los museos, las conme-moraciones, los libros y los discursos. De todo esto, de la Ges-tión de la memoria y de la historia al servicio del poder, sabe mucho Juan Sisinio Pérez Garzón, catedrático de la Universi-dad de Castilla-La Mancha y, sobre todo, amigo y colaborador.

La formación de Hispania, la configuración de un reino católico que tendrá que ser reconquistado…, todo se prestaba para ser usado, al margen de cualquier rigor histórico, para construir el mito de la España eterna. Me vienen a la memoria palabras de León Felipe:

España… sobre tu vida, el sueño

Sobre tu historia, el mito

Sobre el mito, el silencio.

Pero, ya que estamos en una Academia, recordaré los Es-tatutos Fundacionales de la Academia hermana de la Histo-ria, fruto, como ésta, del espíritu ilustrado: se trata, dicen los Estatutos, de “aclarar la importante verdad de los sucesos, desterrar las fábulas introducidas por la ignorancia, o por la malicia, y conducir al conocimiento de muchas cosas, que obscureció la antiguedad o tiene sepultados el descuido”.

Y es eso precisamente lo que ahora nos toca hacer: excavar para recuperar; investigar para saber, superando prejuicios, los procedentes de la dictadura, pero también los posterio-res que, en un movimiento pendular, despreciaron esta época hasta ignorarla como si no hubiera existido, pese a su innega-ble importancia.

El artículo 46 de la Constitución Española –que, además de acatar, hay que cumplir– y de la cual, felizmente, dentro de unos días celebraremos treinta años, dice que “los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enri-quecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cual-quiera que sea su régimen jurídico y su titularidad”.

Ahora Toledo crece y debe hacerlo respetando su mayor tesoro, que es su propio pasado, un pasado que durante si-glos se fue olvidan- do mientras, como decía Antoine Latour en 1860 “cada día el tiempo ejecuta su sentencia y empuja algunas piedras más hacia el Tajo, sin que ninguna mano se esfuerce en retenerlas”. Precisamente, a estos testimonios se refirió Gregorio Marañón en su discurso de ingreso en esta Academia.

A Galdós le pareció que Toledo era una ciudad muerta. “Su aspecto –escribió– abate y suspende el ánimo a la vez como todas las tumbas ilustres”.

Toledo puede ser una ciudad museo, no sólo una ciudad con museos, pero nunca un mausoleo.

En 1983, el mismo año en el que se formó el primer Go-bierno de Castilla-La Mancha, Antonio Bonet coordinó un simposio cuyo tema era una doble interrogación: ¿Toledo, ciu-dad viva? ¿Toledo, ciudad muerta?

Las ponencias pusieron de manifiesto los problemas y las dificultades por las que atravesaba la ciudad y también cómo la falta de dinamismo económico, paradójicamente, había ayudado a su conservación.

Pero el mantenimiento del patrimonio no puede basarse en el atraso y en la falta de desarrollo, que, por otra parte, tam-bién pasa la factura de la ruina y el abandono.

En plena fiebre romántica por las ruinas y la desolación, Bécquer llegó a decir que pondría un cartel en la puerta de la Bisagra con la siguiente inscripción: “En nombre de los escritores y artistas, de los soñadores y eruditos, se prohíbe al progreso tocar una sola de estas piedras con su mano torpe y destructora”.

Lo cierto es que durante todo el siglo XIX se mantuvo su decadencia y, en las primeras décadas del XX, Félix de Ura-bayen todavía podía escribir que “en Toledo la piedra se ha dormido hace siglos”.

Con posteridad a la Guerra Civil, llegó el largo período de la dictadura, con poca inversión para la rehabilitación, excep-ción hecha de la Dirección General llamada, muy descriptiva-mente, de Regiones Devastadas, pero también impulsó figuras de protección al conjunto del casco histórico.

Por fortuna, la mezcla explosiva del desarrollismo de los años 60 y la falta de controles democráticos, no hizo un daño inmenso que hubiese sido irreparable.

Por fin, la capitalidad de Castilla-La Mancha ha supues-to para Toledo un verdadero renacimiento: mejora de las co-municaciones, incremento de la población, rehabilitación de muchos edificios para sedes institucionales, esfuerzos para revitalizar el casco… Desde luego, sería una paradoja que el crecimiento pusiera en peligro el patrimonio histórico. Por eso debe ser ordenado y vigilado. Toledo hoy es una ciudad viva, que palpita, aunque tenga un corazón muy antiguo.

Se trata de construir sin destruir.

Por eso, cuando peligró un espacio arqueológico rico y sin explorar, muchos ciudadanos y algunas instituciones, como la Real Fundación Toledo, la Academia de Bellas Artes y Cien-cias Históricas de Toledo, esta misma Academia de Bellas Artes de San Fernando y el actual Ayuntamiento, dieron la señal de alarma.

Por fortuna llegamos a tiempo de salvar la Vega Baja de los ladrillos y estamos recuperando para la ciudad, para los ciudadanos de hoy y de mañana, un espacio fascinante desde el que se podrá seguir viendo el perfil dibujado en el aire de la ciudad amurallada que forma con ella un paisaje único.

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Todo paisaje es cultural, consecuencia de la huella conti-nua del hombre.

Toledo y su entorno configuran un paisaje complejo, re-sultado de transformaciones, agregaciones y superposiciones de muy diferentes épocas. Esa es su riqueza: la suma de los elementos naturales, de su personalidad geológica, de la geo-grafía humana, de la huella de la historia.

La interacción de todos estos elementos conforma su esencia.

En Toledo, tal vez con más claridad que en otros sitios, el paisaje es cultural y a su vez está muy recreado por la cultu-ra y el arte. Es, sin duda, una de las ciudades más pintada y dibujada: desde las composiciones irreales de El Greco hasta los cuadros de Benjamín Palencia o Rafael Canogar, por citar sólo a dos paisanos académicos de esta casa, de entre los mu-chos que han plasmado en sus lienzos la ciudad; desde la Casa del diamantista junto al Tajo, hasta la punta de diamante de la Torre de la Catedral; desde el Hospital de Tavera, flotando en las afueras, hasta el miradero por el que se asoma Zocodover, Toledo está en lienzos, en poemas, en novelas y en el cine.

Elijo un poema de Blas de Otero, conciso y denso, de entre los muchos que han penetrado en la identidad de la ciudad:

Toledo

dibujada en el aire,

corona

dorada

del Tajo,

taller

de la muerte

tela

verde la Asunción

sombría

bajada del Pozo Amargo,

brille

tu cielo

morado,

pase

suavemente la brisa

rozando

tu silo de siglos.

Toledo está en la poesía de Garcilaso, en las leyendas de Bécquer, en las novelas de Galdós y de tantos otros, y está, sobre todo, en el corazón de los toledanos y en el paisaje rete-nido en la retina de millones de viajeros.

Luis García Montero ha escrito que “cada tiempo de dudas tiene su paisaje”.

Sobre el futuro paisaje toledano de la Vega Baja hemos sali-do de dudas porque estamos decididos a cuidarlo y protegerlo.

En este acto solemne, quiero dar las gracias a todos los que me ayudaron con sus planteamientos a dar un giro de 180 grados a una situación que parecía haber condenado de forma irreparable a la lapidación de los restos arqueológicos y a la densificación con bloques de viviendas, de un espacio que debía quedar libre para uso de los ciudadanos y disfrute del patrimonio.

No podíamos pasar a la historia como la generación que destruyó para siempre una buena parte de la ciudad histórica, y, gracias a esa movilización, lo hemos evitado.

Me gustaría que este caso animara con su ejemplo a los que luchan en condiciones similares. Tener éxito en las rei-vindicaciones es posible. Yo recibo hoy, con mucho agrade-cimiento, esta medalla, pero sé muy bien que el mérito es compartido. Tal vez, si no me hubierais advertido, entre la vorágine de los días, la premura de lo urgente y los intereses de unos y otros, hubiéramos perdido tiempo y podríamos ha-ber llegado tarde.

En la bendita normalidad democrática pueden agazaparse los peligros de la rutina y de la burocracia. A veces, por su evidencia, es más fácil responder en momentos complicados y en situaciones extremas.

Recuerdo ahora una instantánea publicada en un libro de foto-historia –de la que tanto sabe el ilustre paisano y acadé-mico Publio López Mondéjar– en la que puede verse el Entie-rro del Conde de Orgaz, en plena Guerra Civil, protegido por sacos terreros.

Josep Renau en su libro Arte en peligro recuerda la preocu-pación por las vidrieras de la catedral con ocasión de la mina que iban a explotar en el asedio del Alcázar.

En agosto de 1936, se constituyó en Toledo el Comité de Defensa de Monumentos Artísticos con el fin de evitar la pér-dida del patrimonio: “Para no sólo asegurar el pan de maña-

na, pues somos ciudad de Turismo, sino también demostrar al mundo entero civilizado que España y Toledo son capaces de velar por sus valores culturales en circunstancias tan difíciles como son las del momento”.

Ahora, a Dios gracias, no estamos en ninguna situación lí-mite, ni se necesitan planteamientos heroicos, pero sí estar en guardia porque los intereses, la burocracia y la rutina pueden acabar anestesiando la sensibilidad y jugar malas pasadas.

Por otra parte, hoy las exigencias de protección van mucho más allá de los “monumentos” y pasan por el respeto ambien-tal, la valoración de las arquitecturas menores, de la arqueo-logía y los valores de los conjuntos, con independencia de que no haya ninguna obra espectacular.

En definitiva, como dijera un buen alcalde de Roma e his-toriador del arte, Giulio Carlo Argán, “hay que tratar de sin-cronizar los fenómenos urbanos desdeel remoto pasado hasta el futuro”.

En un futuro no muy lejano, se podrá pasear entre las rui-nas visigodas de la Vega Baja, como por un jardín de piedras y ningún edificio impedirá desde allí la vista de la ciudad amurallada.

Se podrá caminar agradablemente desde el Circo Romano, limpio y adecentado, y la Basílica de Santa Leocadia, hasta la Fábrica de Armas de Sabatini, convertida hoy en fábrica de inteligencia, en Campus Universitario, que pronto albergará también una Escuela de Arquitectura especializada en ciuda-des históricas y rehabilitación del patrimonio.

Recuerdo que estamos hablando de un gran espacio de unas 40 hectáreas, que podrán albergar, junto al parque ar-queológico, instalaciones culturales como un Centro de Inter-pretación e Investigación sobre la época visigoda y un Museo de la Ciudad y del mundo tardorromano.

Para la gestión de este amplio territorio, se ha constituido entre el Ayuntamiento de Toledo y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha una empresa –Toletum Visigodo– diri-gida por Diego Peris, que es toda una garantía. A él y a todo el equipo de arqueólogos e investigadores les agradezco su trabajo y su compromiso con un proyecto apasionante.

Su dimensión y su importancia cultural hacen de esta in-tervención una de las más ambiciosas de toda Europa para integrar un gran espacio arqueológico en el conjunto de una trama urbana.

Por eso, no dudo en calificar este programa de interés na-cional y, por ello, aprovecho esta ocasión para reiterar la peti-ción de colaboración del Gobierno de España.

Los republicanos del Comité de Defensa de Monumentos veían en las posibilidades del turismo el pan de mañana y, ciertamente, el turismo es hoy una industria limpia, una fuen-te de riqueza, que, además, no se puede deslocalizar.

Pero, como no sólo de pan vive el hombre, la propia Carta Internacional sobre Turismo Cultural, aprobada en México en 1999, recuerda que “un objetivo fundamental de la gestión del patrimonio consiste en comunicar su significado y la ne-cesidad de su conservación, tanto a la comunidad anfitriona como a los visitantes”.

En nuestro proyecto, vamos a compatibilizar la recupera-ción arqueológica con la dimensión pedagógica que nos per-mita disponer de un recurso que genera riqueza material e intelectual.

Nosotros, ahora, estamos trabajando para sacar a la luz un gran tesoro visigodo –mucho más valioso que las alhajas y joyas de las coronas y cruces de Guarrazar– la trama de una ciudad y los vestigios de muchos edificios que nos ayudarán a conocer mejor nuestro pasado que es tanto como comprender mejor nuestro presente.

Ahora, quiero aprovechar la ocasión, que la publicación de este libro me permite, para transmitirles que estoy ganado para la causa de la defensa del Patrimonio Histórico; y sobre todo agradecido a todo el movimiento ciudadano e institucio-nal que, en el caso de la Vega Baja de Toledo, dieron la señal de alarma para evitar un daño que hubiera sido irreparable.

Estoy muy agradecido y sé muy bien que el agradecimiento es la memoria del corazón.

José María Barreda FontesPresidente de Castilla-La Mancha

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CAPITULO 1

TERRITORIO: HISTORIA, CARTOGRAFÍA E IMAGEN

Ramón VillaDiego Peris Sánchez

CAPITULO 2

LA VEGA BAJA EN ÉPOCA VISIGODA:UNA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICAEN CONSTRUCCIÓN

Lauro Olmo Enciso

CAPITULO 3

¿DE COMPLEJO PALATINO VISIGODO A ARRABAL ISLÁMICO?

Ricardo Izquierdo Benito

CAPITULO 4

LA CULTURA MATERIAL DE LA VEGA BAJA

Jorge de Juan AresMª Mar Gallego GarcíaJavier García González

CAPITULO 5

VEGA BAJA. ARQUEOLOGÍA, CIUDAD Y PAISAJE

Diego Peris Sánchez

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Mapa de Portocarrero, 1681. Grabado de Juan Francisco Leonardo.

TTERRITORIO: HISTORIA, CARTOGRAFÍA E IMAGEN

Ramón VillaDiego Peris Sánchez

oledo ha sido en muchos momentos de la historia de España centro territo-rial importante por su posición geográfica, por sus funciones administrativas o por ser la sede del poder político y religioso del momento. Por ello apa-rece como referente fundamental en la estructura de comunicaciones y en la cartografía y documentación gráfica de ciudades1. En esta aproximación cartográfica del territorio y de la ciudad se hace presenta la Vega Baja como espacio del conjunto urbano.

Al principio era el río. La imagen que, históricamente, más se ha di-vulgado de la ciudad de Toledo con su recinto amurallado cercado en tres quintas partes de su trazado por el Tajo es, precisamente, la del torno que el río Tajo describe a su alrededor2, en un singular fenómeno geológico ya que su cauce abandona las terrazas sedimentarias de la Cuenca de Madrid y se interna en las rocas metamórficas e ígneas de la Meseta cristalina de Toledo, transformándose de manera brusca en una garganta estrecha, que A. Rey Pastor (1928) explicó a partir de líneas de reactivación geotectónica que produjeron la asimetría de las vertientes del valle.

1.– PERIS SANCHEZ, Diego, ALMARCHA NUÑEZ HERRADOR, Esther. 2008. La ciudad y su imagen, Toledo, Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha.

2.– Tal y como señala ALONSO AZCÁRATE, J.; 2007: Paseo Geológico por los alrededores de la ciudad de Toledo. Cuarto Centenario: “El Tajo traza alrededor del recinto amurallado de la Ciudad de Toledo un arco de circunferencia casi perfecto, correspondiente a la mitad de un meandro completo del río. La mayor parte de la ciudad histórica de Toledo queda comprendida en la orilla interna (margen derecha) de la primera mitad de este meandro, que se inicia en la central hidroeléctrica de Safont y finaliza en la estación depuradora de aguas residuales (EDAR). Se trata de un meandro del tren general del Tajo Medio, con una longitud de onda de 4,6 km, una amplitud de 2,3 km, y un radio de curvatura de unos 1100 m; es, por tanto, uno de los mayores del tramo Aranjuez-Talavera de la Reina”.

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Así, la primera imagen que tenemos de la Vega Baja es la de un espacio que formaría parte de la llanura aluvial por la que discurriría el paleo cauce del Tajo, procedente de la actual Huerta del Rey a través de la explanada que ahora ocu-pan el Hospital de Tavera y el Paseo de Merchán3. Sobre esta llanura aluvial que ha sido objeto de explotación tradicional agropecuaria (fundamentalmente huertas y descansadero de ganados de la Mesta) no se ha constatado poblamiento pre o protohistórico, aunque algunos escasos fragmentos de cerá-micas realizadas a mano han permitido aventurar la hipóte-sis de que debió existir cierta frecuentación de poblaciones prehistóricas, cuyos asentamientos no han sido documentados arqueológicamente hasta el momento4.

1.1.– Historia de un territorio

El paisaje debió transformarse sustancialmente a partir de la conquista y posterior romanización del territorio toledano. Las noticias que nos ofrece Tito Livio sobre la Toletum pre-rromana nos sitúan ante un asentamiento ubicado en el peñón toledano al que se califica como “urbs” y “oppidum” y señalan su situación estratégica controlando el vado del Tajo5, por lo que se ha argumentado que aquí se concentraría la población carpetana6. Sobre este mismo asentamiento se proyecta el ur-banismo romano7 con una serie de edificios lúdicos importan-

3.– Esta explanada, en gran parte, fue obtenida artificialmente al colmatarse la vagua-da existente en el siglo XVI, tal y como lo describen las Relaciones de Felipe II.

4.– A partir de este tipo de hallazgos, expone CARROBLES, J. la hipótesis de un po-blamiento puntual de la Edad del Bronce. CARROBLES SANTOS, J.: “Prehistoria e Historia Antigua. Los orígenes de la ciudad”, en AA.VV.: Historia de Toledo, Toledo, 1997; p. 37.

PLÁCIDO, D., MANGAS, J. y FERNÁNDEZ MIRANDA, M. (1992): “Toletum”, en Dialoghi di Archeologia, Anno 10, nº 1-2, pp. 263-274, afirman que “… la po-blación carpetana prerromana se instalaba preferentemente sobre las alturas inme-diatas a la vega del Tajo, en pequeños cerros fácilmente individualizables y a base de discretas unidades de poblamiento que se registran arqueológicamente con gran dificultad, en ocasiones superpuestas a sentamientos de la Edad del Bronce”.

5.– Tito Livio (XXXV, 7, 6), narrando las campañas carpetanas del pretor M. Fulvio Nobilior en el 193 a. C., menciona una batalla en las cercanías de Toledo, a la que califica como núcleo fortificado (“Is apud Toletum oppidum”), por el control del vado del Tajo.

En el año 192 nos narra la toma de Toledo por Cayo Flaminio, presentándola con la expresión “ibi parva urbs erat, sed loco munitio” (XXXV, 22, 5).

En el 185 los pretores L. Quintio Crispino y C. Calpurnio Pisón combaten con-tra los carpetanos cerca de Dipo y de Toletum, a las que califica como “urbs”, luchándose junto a los vados del río (XXXIX, 30-31).

6.– “Toledo sí parece implicar la concentración casi exclusiva de la población con-temporánea en la ciudad carpetana”, en palabras de PLÁCIDO, MANGAS Y FERNÁNDEZ-MIRANDA, 1992, p. 265.

7.– RUBIO RIVERA, Rebeca, 1997: “Sobre la configuración urbana de la ciudad ro-mana de Toledo”, en: Ensayos humanísticos: Homenaje al profesor Luis Lorente To-ledo, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, pp. 361-377.

Vista de Toledo, 1585. Grabado por Brambilla sobre dibujo de Nobilibus.

tes que se construirán al exterior del pomerio, ocupando la cercana llanura aluvial, en las proximidades de la Huerta del Rey (estructuras y sepulturas localizadas junto a la estación del ferrocarril, con una cronología de los siglos I-II; natatio o ninfeo en el edificio de Paseo de la Rosa, 76 —Cabrahigos—, en uso entre los siglos I y IV; Villa romana con mosaicos en La Alberquilla, datada en el s. IV), como en la Vega.

En esta amplia zona dispuesta al norte del peñón se cons-truyeron los principales edificios lúdicos: el circo romano8, entre fines de la época julio-claudia y comienzos de la Flavia, con una capacidad aproximada de 13.000 espectadores; un posible teatro al noroeste9 (abandonado, seguramente, en la segunda mitad del s. III), y un anfiteatro, en el barrio de las Covachuelas10, asociados al cruce de las vías entre Toletum y Augustóbriga-Titulcia (oeste-este) y la que desde el sur venía por Consabura.

Junto a ellos se desarrollaron otra serie de edificaciones privadas, entre las que podemos mencionar la villa de la Fá-brica de Armas11, con mosaicos fechables en el s. II, a la que surtiría el estanque de opus caementicium documentado en

la Consejería de Obras Públicas12, y otro edificio localizado al hacerse el vaciado del terreno para construir la sede de la Caja Rural de Toledo, con estructuras que parecen correspon-derse con las “Ruinas romanas que se supone que son de las termas” que señala el plano de Coello-Hijón (1858).

Entre el Paseo de Merchán y la Avenida de la Reconquista, al llevarse a cabo la ejecución de los bloques militares por Regiones Devastadas, se localizaron restos de la necrópolis, con enterramientos de muy diverso tipo entre los que sólo se documentaron tres inhumaciones depositadas en fosas delimi-tadas por tegulae con una fuerte capa de opus caementicium, sobre el que se dispondría un forro de sillares que lo dotaría de una cierta monumentalidad; una de ellas con un sarcófago de plomo conteniendo diferentes piezas de uso quirúrgico y un freno de caballo calado, que se fechó, a partir del hallaz-go de una moneda de Marco Aurelio, en torno al 18013. Esta

8.– Construido sobre un espacio ocupado previamente con un uso distinto, quizás mercado, según señalan SÁNCHEZ PALENCIA Y SÁINZ PASCUAL.

9.– CARROBLES SANTOS, J. 2001: El teatro romano de Toledo. Una propuesta de identificación.

10.– REY PASTOR, A. 1932: El circo romano de Toledo.11.– En la Fábrica de Armas, de forma fortuita se produjo en 1923 el hallazgo de

varias dependencias atribuidas a una villa, con dos mosaicos, uno que servía de pavimento a una habitación de planta rectangular y otro, octogonal, de una fuente ubicada en el centro de un atrio. MÉLIDA, J. R. 1923: “Un mosaico descubierto en Toledo”, en B.R.A.H. LXXXIII, p. 19-23; SAN ROMÁN, F. de B. 1934: “El segundo mosaico romano de la Vega baja de Toledo”, en Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, II. P. 339-347; BLÁZQUEZ MARTÍNEZ J. M. 1982: Mosaicos romanos de la Real Academia de la Historia. Ciudad Real, Toledo, Madrid y Cuenca, p. 33-40).

Mosaico de la Alberquilla. Dibujo de conjunto y reconstrucción teórica del pavimento.

Plano de Toledo, 1858, Coello.

12.– En uso al menos hasta la primera mitad del s. IV, pero con enterramientos pos-teriores. ROJAS y VILLA, 1996: Consejería de Obras Públicas, Toledo; Arqueo-logía en la Ciudad, Patrimonio Histórico-Arqueología de Castilla-La Mancha, nº 13. Toledo, pp. 225-237.

Según J. M. ROJAS, también “podrían estar relacionadas con temas hidráulicos de la villa de la Fabrica de Armas, dos vigas de enebro con escotaduras en los extremos descubiertas en 1956 “en la Vega Baja, al hacer la excavación para la estación depuradora del alcantarillado de Toledo, al pie del Matadero Mu-nicipal” citando a M. J. ARAGONESES 1958, que las adscribe a un pozo de época romana por su tipología. ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., 1999: “El territorio: Las ocupaciones humanas en la Vega Baja a lo largo de la Historia”, en: PERIS SÁNCHEZ, D.; ELVIRA GUTIÉRREZ, R. y DE LUCAS MARTÍNEZ, A. (2001): El edificio Sabatini en la Fábrica de Armas de Toledo, p. 43.

13.– PALOL SALELLAS, P. de 1972:“Una tumba romana de Toledo y los frenos de caballo hispanorromanos del Bajo Imperio”, en Pyrenae, 8, 133-150.

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necrópolis se amplió durante el s. IV en torno al Cristo de la Vega14 en relación con la tradición que culminará con el culto a Santa Leocadia.

Como se ha señalado, la celebración en época romana de una serie de actividades que requerían espacios abiertos, en las vegas, “dio lugar a la construcción de toda una serie de edificios lúdicos relacionados presumiblemente con la mu-nicipalización de la ciudad que luego, siguiendo el modelo documentado en las ciudades que adquieren importancia a partir del siglo III, se transformarían para dar lugar a una zona suburbial que diluyó la tradicional separación de la ciudad con respecto al campo que la rodea”, en la que, durante el s. IV “se fue implantando un núcleo importante de complejos residenciales, agrícolas e industriales relacionados con gran-des edificios como el circo, que se mantuvieron en uso hasta fechas relativamente tardías”15, conviviendo con una extensa zona cementerial, todo lo cual implica una alta densidad de poblamiento en época tardía.

Las ruinas de este paisaje histórico que se han conservado hasta nuestros días, especialmente las del circo romano, han sido continuamente representadas en los diversos planos16, grabados y fotografías de la ciudad.

Sobre este paisaje, ya claramente antropizado, se va a de-sarrollar, a partir del segundo cuarto del siglo VI17, un progra-ma edilicio impulsado por la monarquía visigoda18 que propi-ciará “la creación en la Vega Baja de una ciudad palatina a los pies de la urbe, siguiendo patrones de la Constantinopla contemporánea”19 y que se completará con la ejecución de im-portantes transformaciones urbanísticas en la ciudad durante el reinado de Wamba, señaladas en la Crónica mozárabe.

A partir de la hipótesis planteada por P. de Palol, después de la excavación de una importante construcción al pie de la

14.– Un resumen de los diferentes restos cimenteriales localizados en la Vega Baja puede consultarse en MAQUEDANO, B.; ROJAS, J. M.; SÁNCHEZ, E. I.; SÁINZ PASCUAL, M. J. y VILLA, R., 2002: Nuevas aportaciones al conocimiento de las necrópolis medievales de la Vega Baja de Toledo (I y II), TULAYTULA, nos. 8 y 9; procederían también de esta necrópolis las lápidas paleocristianas citadas por VIVES, 1969, los fragmentos de sarcófago de la Puerta del Sol (datados en torno al 330-345) y el del Museo de Santa Cruz procedente de la Fábrica de Armas.

15.– CARROBLES, 2007: 59 y 6816.– PORRES MARTÍN-CLETO, J., 1982: Planos de Toledo.

Vega Baja durante la celebración del III Congreso Eucarístico Nacional, 1926.

17.– Según Palolo, el Apologeticus de San Eulogio sitúa la fundación de la Basílica el día 29 de octubre del año 618 por el Rey Sisebuto «tempore Heraclii impera-toris anno imperio eius septimo, currente era DCLVI…/…Toleto quoque beatae Leocadiae aula miro opere, iubente preadicto Principe culmine alto extenditur» (Palol, 1991: 791).

18.– Según ROJAS Y GÓMEZ, “Desde mediados del VI, como ha mostrado la ex-cavación de la Vega Baja, el suburbium debió empezar su lenta transformación urbanística para acoger a la Corte. Se trataba de una zona fácilmente defendible de enemigos internos y externos y su amplio espacio permitía construir los edi-ficios para albergar a todos los representantes de la jerarquía eclesiástica, civil y militar. En él se levantaron los edificios principales del reino y, asociados a ellos, otros edificios de menor importancia y porte. Los historiadores locales recogieron abundantes noticias sobre estos edificios. Entre otros, PISA, Fran-cisco de, 1976: pp. 120 y 121, MARTÍN GAMERO, 1979, p.345, PARRO, Sixto Ramón, 1978: pp. 268-270 y MADOZ, 1987: p. 377, indicaban la presencia en la Vega Baja de grandes edificios de cronología visigoda. Son de sobra conocidas las relaciones de edificios que debieron crearse de nueva planta o rehabilitarse para asumir las funciones administrativas, militares, religiosas o de ocio (circo y teatro) que necesitaba el reino. ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M. y GÓMEZ LAGUNA, A. J. “Intervención arqueológica en la Vega Baja de Toledo. Caracte-rísticas del centro político y religioso del reino visigodo” en El siglo VII frente al siglo VII. Arquitectura. Anejos de AEspA LI, pp. 45-89

19.– BARROSO CABRERA, R. y MORÍN DE PABLOS, J., 2007: “La Civitas Regia Toletana en el contexto de la Hispania de la séptima centuria”, en Regia Sedes Toletana. La topografía de la ciudad de Toledo en la Antiguedad Tardía y Alta Edad Media, 109.

Basílica del Cristo de la Vega20, podemos identificar tres pun-tos de prestigio en el Toledo visigodo que actúan como centros políticos y eclesiásticos de la ciudad: la iglesia catedral, el templo palatino y el conjunto martirial. Este último se identi-fica con la Basílica martirial de Santa Leocadia, fundada por Sisebuto en el 61821 en un arrabal (suburbio) de la ciudad 22, en el área cementerial donde se encontraba el sepulcro de la vir-gen toledana23; junto a ella se ubicaría el monasterio de monjas bajo la advocación de esta virgen citado en el XI Concilio24. En ella se custodiaban los tesoros sacros de la monarquía visigo-da, sirviendo también de panteón de reyes (Suintila; Sisenan-do, 635; Wamba y Witiza, 711) y obispos (S. Eugenio, 657, y S. Ildelfonso, 667)25, y celebrándose allí los V y VI concilios (636 y 638, bajo Suintila) y el XVIII (694, Egica)26.

La Basílica pretoriense de los Santos Apóstoles Pedro y Pa-blo se situaba también en el suburbio27, y fue sede de algunas importantes reuniones conciliares (653, VIII Concilio, convo-cado por Recesvinto28; 681, XII Concilio; 683, XIII; 688, XV, y 693, XVI, convocados por Egica, y posiblemente el XVIII, 703) y diversas ceremonias relacionadas con la monarquía (se entronizaba y ungía al rey y se entregaba el estandarte regio antes de una campaña militar). Con ella se han identificado los restos arqueológicos documentados en el inmueble nº 25 de la c/ de San Pedro el Verde29, asociados también a una se-rie de enterramientos30.

Estas inhumaciones y el propio recuerdo del templo pre-toriense (si no su pervivencia física) debían estar relaciona-das con la construcción de la ermita de San Pedro el Verde, que se levantó sobre los restos de la Basílica de San Pedro y San Pablo tras la toma de la ciudad por parte de Alfonso VI en 1085. Esta ermita era la que citaba Francisco de Pisa31 y cuyas noticias recogen otros historiadores32. Pisa lo identifica como el lugar «adonde al presente es la ermita de San Pedro el Verde, que se reedificó en memoria de aquella antigua (ba-sílica Pretoriense de San Pedro y San Pablo)»33.

Al mismo tiempo se desarrolló en la Vega Baja un urba-nismo nuevo34, seguramente alejado de la concepción bajoim-perial, del que las excavaciones desarrolladas desde el 2001 empiezan a mostrarnos los primeros resultados, que vienen a confirmar el gran volumen de noticias relacionadas con ha-llazgos de piezas arquitectónicas que recoge la bibliografía tradicional toledana35.

La documentación del proceso de ocupación/sustitución de este urbanismo en los primeros momentos de la conquis-

ta islámica, y los posteriores de abandono y destrucción a lo largo del califato, es uno de los aspectos históricos más inte-resantes que puede desvelar arqueológicamente el yacimiento ahora en curso de excavación36.

20.– Identificada como áulica, realizada con grandes sillares de granito y muros de dos metros de espesor con contrafuertes en la cara exterior equidistantes unos 3 m. PALOL SALELLAS, P. de 1991:”Resultados de las excavaciones junto al Cristo de la Vega, supuesta basílica conciliar de Santa Leocadia, de Toledo. Algunas notas de topografía religiosa de la ciudad”, en Actas del Congreso XIV Centenario del Concilio III de Toledo, 589-1989; pp. 787-832.

21.– En el Apologeticus de San Eulogio podemos leer: «tempore Heraclii imperato-ris anno imperio eius septimo, currente era DCLVI…/…Toleto quoque beatae Leocadiae aula miro opere, iubente preadicto Principe culmine alto extenditur» (Palol, 1991: 791).

22.– La misma indica que se trataba de un edificio situado extramuros de la ciudad «apud urben Toletanam, quae est in suburbio Toletano».

23.– A mediados del siglo VIII, el sepulcro de la Santa aún se mantenía en la Ba-sílica, trasladándose sus restos a Oviedo, durante el emirato de Abderraman I (756-788).

24.– PUERTAS TRICAS, 1975, p.20.25.– VELÁZQUEZ Y RIPOLL, 2002: p. 557; PALOL, 1991: p. 791.26.– Aparece confundida en los concilios VI y VII con la basílica Pretoriense, aun-

que a juicio de algunos autores “…el apelativo pretoriense dedicado a esta basílica no haría referencia tanto a sus situación dentro del conjunto palatino como a la naturaleza de este templo” siendo su carácter de panteón regio y no su situación junto al aula regia la que se lo proporcionaría. BARROSO CABRERA, R. y MORÍN DE PABLOS, J.:2007: p. 116.

27.– PORRES, J. lo interpreta como un barrio exterior a la ciudad, dentro de otro recinto fortificado, derivada de entenderla “in suburbio toletano”, “apud urbem regia in urbe toletana”.

28.– Esta fecha, según PORRES, podría situar en el primer tercio o a mediados del VII la fundación o revalorización de este templo.

29.– ROJAS, 1999, (citando a GAMERO, PARRO, MADOZ Y PORRES), y ROJAS Y GÓMEZ, 2009, presentando los restos de un edificio de nueva planta reuti-lizando un espacio con construcciones anteriores, integrado por grandes muros dispuestos en retícula que generan espacios rectangulares y cuadrados, orien-tados en sentido norte-sur y este-oeste, e interconectados formando una posible planta en forma de cruz. Los recintos cuadrados presentaban unas dimensiones de 6,20 m de lado y los rectangulares variaban entre los 6,20 m de longitud por 2,92 m de anchura, y los 4,92 m de longitud por 2,92 m de anchura.

30.– De acuerdo con la información aportada por sus excavadores, se localizó una gran tumba excavada en el terreno natural en cuyo fondo se localizaron restos de dos individuos removidos, una tumba infantil y varias de adultos que se encon-traban dispuestas en sentido este-oeste y ortogonales respecto a los cimientos. ROJAS Y GÓMEZ, 2009.

31.– PISA, 1976, pp. 120-121.32.– MARTIN GAMERO, 1979, pp. 400-405.33.– Respecto a la denominación de «pretoriense», este historiador indica que era

«por estar fundada esta iglesia no lejos del pretorio, que se entiende del alcázar o casa real».

34.– Éste, a juicio de ROJAS Y GÓMEZ, 2009, se configura como “una serie de grandes complejos de edificios relacionados entre sí, pero en los que desaparece el modelo ortogonal de los espacios a medida que se avanza en el siglo VII”, reaprovechando, en especial, las vías de comunicación preexistentes.

35.– PISA, Francisco de, 1976: pp. 120 y 121 en el XVII, y MADOZ, 1987: p.377, MARTÍN GAMERO, 1979: p. 345, y PARRO, Sixto Ramón, 1978: pp. 268-270, en el XIX aportan varias de ellas, señalando la presencia en la Vega Baja de edificios de cronología visigoda.

36.– Entre las causas que pudieron originar estos procesos, ROJAS Y GÓMEZ, 2009: p. 86 señalan el cambio de patrón de asentamiento detectado a partir de media-dos del siglo VIII y la serie de conflictos civiles que arrancan en ese momento en los que se ve envuelta Toledo de manera más o menos directa.

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Aunque el terreno fue transformándose paulatinamente en área cementerial37, se ha constatado en el interior del circo la existencia de alfares38 y debemos suponer que hubo una intensa explotación agrícola de los huertos que mencionan los documentos mozárabes de los siglos XII y XIII. Sin embargo, todavía se debían encontrar algunas de estas edificaciones ha-bitadas en torno al 831, cuando “los toledanos, y especialmen-te, los agricultores de la Vega hicieron causa común con Ha-sim39 y demolieron la fortaleza que había construido Amrús”; incluso debían conservarse parcialmente en el 930, al menos lo suficiente como para que el aún emir Abderramán III orde-nara su demolición con el fin de evitar las continuas salidas que, escondidos entre estas construcciones (quizás ya ruino-sas), hacían los toledanos sobre su campamento40 si prestamos atención a la noticia que nos proporcionan J. Amador de los Ríos y S. Ramón Parro41. De ser ésta cierta, habría que situar hacia el año 930 el proceso de demolición de las últimas es-tructuras edificadas que subsistieran en la Vega Baja.

La abundante documentación mozárabe estudiada por González Palencia nos ofrece una serie de noticias sobre la Vega Baja en los siglos XII y XIII, con referencias diacrónicas sobre la existencia de un paisaje agrícola (huertos y azudas) en el que subsistían y se remodelaban algunos edificios re-ligiosos. Este es el caso de la ermita de San Pedro el Verde, citada en 1124, cuando María, hija de Mair Temán, con sus hermanos García y Eulalia y su tío carnal Hind ben Cebrián trataban de ciertos arreglos sobre un huerto llamado de Alha-

naxí en la época musulmana, en el Arrabal de Toledo, pago de Marzalcadí o Prado del Cadí. En 1137, la misma María dona a la Catedral la nuda propiedad de su parte en la huerta que te-nía su padre “en el Arrabal, barrio de San Pedro”42; en 1198, “…al venderse un huerto llamado Alhofra o del Foso, cerca de los molinos del prado —o vega—, que dicen del Arrabal, y cerca de la iglesia de San Pedro”43, y en 1209, formando parte de las mandas testamentarias de doña Charina, quien deja un pequeño legado “al convento de San Pedro, en la Puerta de los Judíos”44.

La antigua Basílica martirial de Santa Leocadia, ahora co-nocida como Santa Leocadia de Afuera, tenía un presbítero (Domingo) en 1107, y es objeto asimismo de las mandas tes-tamentarias de doña Charina (1209), legándole un mizcal “a Santa Leocadia y capilla de San Ildefonso, en ella”. En 1121 ya se la denomina “dextructa y ruinosa”, pero en 1162 se había restaurado, construyéndose su ábside, y se había esta-blecido en ella el primer convento de agustinos de la ciudad del que dependían otras ermitas (entre ellas las de San Cosme y San Damián, San Pedro de la Vega o el Verde, etc.). El con-vento se transformó en abadía, de la que dependía en 1178 San Servando.

37.– Según A. de JUAN ya en el siglo VIII; además de los importantes restos cemente-riales que se han ido excavando en los últimos años en el entorno del circo romano (MAQUEDANO y otros 2001 y 2002), los trabajos desarrollados en Vega Baja han detectado áreas importantes de la maqbara (ROJAS y GÓMEZ, 2009: 50).

38.– MARTÍNEZ LILLO, 1987: pp.73-93.39.– Hasim al-Darrab, cabecilla de la revuelta producida en el año 829. PORRES DE

MATEO, J., Historia de Tulaytula (711-1085). IPIET, 1985, p. 29.40.– Ibn Hayyán en el Muqtabis (V, 213,214) narra que estableció el campamento

sitiador en Zalencas “… puerta de Toledo en el río, entre vergeles, viñas y jardi-nes… pero pareciéndole más perjudicial e irritante (para los sitiados) acampar en el cementerio a las puertas de la ciudad, se trasladó allí al día siguiente (…) estuvo allí treinta y siete días, talando árboles, demoliendo alquerías, asolando cosechas y destruyendo recursos” (citado por PORRES: 1985: 43). En Zalencas o Chalencas estableció la denominada Madinat al-Fath (Ciudad de la Victoria) en junio/julio del 930, volviendo a ser utilizada en agosto del 932, designándola como “campamento urbanizado” y “triunfante campamento”.

41.– En el siglo X, con motivo de la rebelión del Walíd Kalib ben-Hatam, Abderra-mán III puso cerco a la ciudad “(…) y la puso apretado cerco; los sitiados hacían continuas salidas, causando gran destrozo en las tropas sitiadoras, abrigados por esos edificios que les permitían la retirada sin recibir daño, y entonces fue cuan-do el Califa propuso abatir aquellas robustas moles para quitar a los sitiados el amparo con que burlaban sus esfuerzos, y arrasaron las tropas cordobesas estas fábricas que venían desafiando los siglos con su imponente solidez” (S. Ramón Parro: 1857). En uno de los documentos mozárabes, de 1210, se cita en la Vega el inmediato cementerio de los musulmanes.

42.– GONZÁLEZ PALENCIA, docs. 967, 727 y 1050. El segundo la sitúa en la Alhofra.

43.– GONZÁLEZ PALENCIA, doc. 288 y pág. 79 del volumen preliminar.44.– GONZÁLEZ PALENCIA. 1022.

Cristo de la Vega.

Más alejada se encontraba la denominada Casa de la Monja modesto edificio próximo a la cruz de Santa Susana45, pasada ya la Venta de la Esquina, hacia la confluencia del arroyo de Buenavista con el Tajo, en la que desde 1250 hasta 1369 estu-vo el convento de Clarisas bajo la advocación de San Damián.

Respecto a los huertos, conocemos, como ya hemos señala-do, el de la Alhofra46, situado junto a San Pedro, que se vendió en 1198.; el de Ajuneina que se citaba junto a los molinos de Azumel en 1174 y cuyos frutales fueron talados en una incur-sión musulmana en 1199, mencionado todavía en 1299 “en la puerta de San Martín”; el pago de Marzalcadí o prado del Cadí, citado también en 1174 al adquirirlo la Catedral, en las cerca-nías de Toledo por su parte norte, lindando con el río y con una

rambla que bajaba hasta una barca de paso por el río, en el que se encontraba el citado huerto de Alhanaxí en 1124, y, por úl-timo, la huerta del Capiscol, próxima a Buenavista, cerca de la llamada recientemente Huerta de Pavón47, antigua propiedad de la Catedral en la que había un molino que se citaba en 1234.

El río se explotaba mediante una serie de azudas y molinos cuya construcción se ha considerado que supuso una elevación del nivel fluvial en unos 4 metros48, existiendo en la zona de la Vega Baja tres, denominadas de Almahçuda49, Azumel50 y del Capiscol51. Aguas abajo se encontraba la de Algondorines52.

45.– Esta cruz, cuyos cimientos han sido descubiertos en los meses pasados, fue trasladada en 1967, en sus alrededores se están excavando en la actualidad los restos de un maqbara que ha sido datada provisionalmente en el s. XI

46.– Topónimo que se viene traduciendo como “el foso”, aparece citado también en 1198, cuando se dona a la catedral toledana una parte de esta finca, que en épo-ca musulmana pertenecía a Aben Alajanaxí, situándolo en el Arrabal, cerca del Prado del Cadí y de la Iglesia de San Pedro [el Verde o de la Vega]; el topónimo aún se conservaba en 1927, cuando la D. G. de Montes, para ampliar al vivero forestal de Toledo que le cedió para tal fin la Diputación, compró la huerta llamada Alofra, de 9’67 Has. de superficie a su propietaria la marquesa de La Guardia. Tal huerta lindaba al Oeste con el río Tajo, al Este con el camino de San Pedro el Verde y terrenos de la Fábrica de Armas; al Norte con la huerta de los Cambroneros y al Sur con la huerta de Menor, extinguiéndose el nombre PO-RRES, p. 1982. Dada su situación en la Vega, debemos entender que este foso no sería artificial ni estaría relacionado con el amurallamiento de la ciudad; por otra parte debía corresponder a una superficie relativamente grande que confor-mara una amplia hondonada en la Vega Baja, susceptible de contener diversos huertos que podríamos relacionar perfectamente con el paleocauce localizado en el yacimiento.

47.– Esta huerta es mencionada también por HURTADO, p.569, inmediata a Buena-vista, a la vera del camino real a Valladolid, situándose junto a ella la Venta de los dos caminos, PORRES, 1982: p. 931.

48.– ROJAS Y GÓMEZ, 2007: p. 46, exponen que “el nivel del Tajo, aguas arriba de la presa de Azumel, se encontraría en épocas romana y visigoda a más de cuatro metros por debajo del actual y, por tanto, con menor riesgo de provocar inundaciones en los lugares habitados que jalonaban sus riberas”, basándose tanto en los resultados de los estudios geotécnicos realizados por J. NOCITO para la Fábrica de Armas en 1999, como en resultados de diversas excavaciones arqueológicas y en el hecho de que los mosaicos de la villa de la Fábrica de Ar-mas se localicen a más de dos metros de profundidad, proponiendo que existió un programa de elevación del terreno en la Vega mediante aportes de tierra en una franja que ocuparía unos 80 ms. de anchura entre el Cristo de la Vega y la Fábrica de Armas.

49.– En 1121 se la cita en relación con la venta de una viña; según J. PORRES esta-ría entre el Cerro de la Cabeza y la Solanilla.

50.– Un quinto del azud existente en esta presa era, desde poco antes de 1199, pro-piedad del convento de San Clemente; en 1242 un judío adquiere varias partes indivisas del molino que cede un año después al obispo de Cuenca, don Gon-zalvo Petrez. Como propiedad de la Catedral de Toledo serían desamortizados mediante subasta el día 2 de abril de 1844.

51.– En 1234 se cita un molino en la huerta epónima.52.– Citada como Algonderi en 1125, en 1150 se mencionan los molinos y el azud de

Algundarin sobre el Tajo, unido éste al parecer a los molinos de Corral Rubio.

Excavaciones en San Pedro el Verde.

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En relación con el huertecillo de Ajuneina y el Prado del Cadí, se mencionan una barca de paso sobre el río y camino público con el que lindaba el primero en 1174, existiendo un “paraje de la barca” y un “camino de la barca”, y una rambla que bajaba hasta una barca de paso por el río que adquiere la catedral, incluyéndose en el huerto de Ajuneina, junto a los molinos de Azumel en el segundo, en la denominada poste-riormente plazuela de las Barcas.

Aunque conocemos pocas noticias de los siglos medievales posteriores, cuando se configura el ejido municipal donde pas-taban los ganados que venían a Toledo para el abastecimiento de sus vecinos, sabemos que, , a partir de 134153, la ermita de San Pedro el Verde se transforma en un pequeño convento con uno o dos ermitaños o ermitañas a los que se deja otro legado en 133754. En1365 se la denomina “ermita de San Pedro”,

53.– Siguiendo a J, PORRES, fecha en la que el Ayuntamiento compró varias parce-las en la Vega: al maestre Cacum, alcalde de la aljama de los moros de Toledo, a San Clemente, dos fanegas “en la Vega de San Martín”; a Gonzalo González de Caldelas, otras tres en la misma vega; otras nueve junto al camino de San Polo (sic, probablemente por San Pedro el Verde); dos junto a San Bartolomé, y dos más, una junto al fonsario de los judíos, próximo a esta ermita.

54.– SALAZAR DE MENDOZA, Chronico de el Cardenal Tauera, 252-253; lo repite PARRO, p. 209. Se trata de un legado de diez maravedís hecho por María Illán, esposa de Gonzalo de Vergara, documento perdido en la actualidad.

55.– Arch. San Clemente, carpeta 18, nº 15; doc. 358 del Catálogo de C. Torroja.56.– Según J. PORRES, por su situación extramuros se la utilizaba para seguir cele-

brando en tiempo de entredicho eclesiástico, aunque debía ser un subterfugio au-torizado oficiosamente; ya que dependía del arzobispado, como todas las demás.

57.– “a la parte del Norte está una vega llana, donde la jente por la mayor parte se recrea, por ser la más fácil salida por la puerta de Visagra y del Cambrón, casi junto a los muros de la ciudad, en la cual demás de los guertos y açudas que tienen, que adelante se dirá, tiene un circuito antiquísimo con una puerta de argamasa y un ancho teatro, arruinado y volcado”.

situándola en la Vega de San Martín55, repitiéndolo Hurtado en el Memorial (500, 543 y 569)56.

Entre los siglos XVI y XVIII la Vega de San Martín o de Santa Susana, como se la conocía, sufre una tremenda trans-formación pasando de ser la zona de esparcimiento y cultivo de huertos, que describe Hurtado en 157657, a “el más árido y abandonado de la población”, en palabras de Martín Gamero, debido en gran medida a que fallaron las aguas y los artificios hidráulicos con que se regaban antes, incluso en el siglo XVII en que los describe el doctor Pisa.

Chorographia del Río Tajo, 1640. Lámina 1.

1.2.– La imagen grabada de La Vega baja

Pedro de Alcocer describe así la ciudad a mediados del siglo XVI: “Después que esta Imperial ciudad de Toledo fue venida al poder de los reyes Godos (como avemos dicho), vis-to por ellos su asiento y fortaleza, ordenaron de ennoblecerla mucho más que antes estava, passando como luego passaron a ella, la silla real que antes tenían en la ciudad de Tolosa de Francia, adornándola de magníficos edificios, dándole título y dignidad de Civitatis regia, o ciudad real, y de cabeça de las Españas”58.

58.– ALCOCER, Pedro de. 1554: Hystoria o descripción de la Imperial ciudad de Toledo, Toledo, libro primero, capítulo XXXII, fol. XXVIIV-XXVIII (Edición facsímile, Toledo, 1973).

Un grabado anónimo de 1548 dibuja la ciudad de Toledo con forma circular, dos puentes simétricos, con sus torres y tres puertas de entrada con tres torreones. “Esta es la visión imposible del Toledo renacentista. Esta es la imagen más repetida de la ciudad en los años centrales del siglo XVI. En impresos de finales de siglo, la misma estampa aparece desgastada, desdibujada, por agotamiento de la madera que le da vida”59. El autor anónimo, hombre del Renacimiento, hace el dibujo porque las ciudades se dibujan así, con una técnica sencilla como es la xilografía. “Cuando esta estampa de Toledo se imprime por primera vez - en 1548, año en que se edita el Libro de las grandezas y cosas memorables de Es-paña60, de Pedro de Medina, al que sirve de ilustración -, los burilistas y los aguafuertistas han sucedido en toda Europa a los xilógrafos”61.

La imagen de la ciudad en este momento es la que presen-ta El Greco en su vista y plano de la ciudad o el grabado de Anthon Wyngaerden. “Las vistas de España de Anton Van den Wyngaerde ilustran un mundo que hemos perdido. Sus dibujos retratan ciudades españolas a mediados del siglo XVI, uno de los momentos más gloriosos de su historia, y las representan con una precisión que casi puede definirse como fotográfica… Anton Van den Wyngaerde, conocido en España como Antonio de las Viñas o Antonio de Bruselas, estaba especializado en vistas urbanas, se trataba del arte de representar, ya fuera en perfil u oblicuamente desde arriba, una ciudad o población concreta. Su objetivo era la exactitud topográfica. En el siglo XVI, Van den Wyngaerde era incuestionablemente uno de los más diestros profesionales del género”62.

59.– PAU PEDRÓN, Antonio. 1995: Toledo grabado. Toledo, p.11.60.– MEDINA, Pedro de: Libro de las grandezas y Cosas memorables de España, ago-

ra de nuevo fecho y copilado por el Maestro Pedro de Medina, vecino de Sevilla, dirigido al Serenísimo y muy esclarecido señor Don Felipe príncipe de España nuestro Señor, MDXLVIII.

61.– PAU PEDRÓN, Antonio. 1995: p.11.62.– KAGAN, Richard. 1986: Vistas españolas de Antón Van den Wyngaerde. Madrid,

El Viso, p.11. Su redescubrimiento empezó a finales del siglo XIX. En un artículo de 1895, Carl

Justi, reprodujo por primera vez la vista del Alcázar de Madrid de Van den Wyn-gaerde. Esta y otras vistas de Madrid aparecieron después en el catálogo de la exposición del Antiguo Madrid, en 1926, y luego en el libro de Francisco Iñiguez Almech, Casas reales y jardines de Felipe II publicado en 1952. Sin embargo, el sentido de su trabajo quedará claramente explicitado con la publicación del pro-fesor Haverkmp -Begemann, especialista en arte holandés y flamenco, publicó en 1969 “The Spanish Views of Anton Van den Wyngaerde”, un importante artículo que iba acompañado de un catálogo definitivo. Wyngaerde realiza diversas vistas de ciudades de Castilla-La Mancha incluidas en varios itinerarios: Toledo, Cuen-ca, Belmonte, Guadalajara, Chinchilla de Montearagón y Almansa que ofrecen una imagen detallada de estas ciudades y de su entorno natural.

Toledo. Libro de las Grandezas y cosas memorables de España.Pedro de Medina, 1548.

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Anton Van den Wyngaerde. Vista de Toledo.

Vista y plano de Toledo. El Greco.

Cuando Wyngaerde visitó Toledo en 1563, hacía dos años que la corte de Felipe II se había instalado en Madrid, dejando Toledo como mera capital espiritual del reino, sede primada y núcleo cultural. Toledo comienza en este momento un proceso de conventualización. Sin embargo, durante años la ciudad con-serva un nivel de vida alto y una intensa actividad. El período entre 1561 y 1606 fue uno de los de mayor esplendor, en todos los órdenes, para Toledo63. La ciudad se presenta elevada sobre la colina, y rodeada por el río Tajo. Jerónimo Munzer decía en 1495 “Está situada en un monte y muy fortificada. La rodea en sus tres cuartas partes el Tajo, por un profundo valle… ¡Oh, qué murallas más firmes tiene, levantadas por los sarracenos, y qué fortificada está por la naturaleza y el arte!”64.

Rodeada por el gran corte que el río Tajo ha abierto en la montaña hacia el sur, abierta a la Sagra hacia el norte y rodeada por una doble muralla. A su alrededor por levante y poniente se extendía su vega; al Este, la Huerta del Rey con sus norias y campos de cultivo, rodeando los viejos palacios de Galiana y la isla de Antolínez con sus viñas; al oeste la vega”. El camino de Aranjuez quedaba defendido por el castillo de San Servando, fuerte desde época romana pero reconstruido por el arzobispo Pedro Tenorio, a fines del siglo XIV. El Puente de Alcántara era el acceso a la ciudad que, en 1563 mostraba sus dos torres de-fensivas de época musulmana. En el otro extremo, en el acceso a la ciudad desde el camino de Mérida, se entraba por el antiguo puente de San Martín. En esta dirección se ven la ermita de San Ildefonso y la basílica —en el siglo XVI, abadía— de Santa Leo-cadia. Un poco más lejos estaba el monasterio de San Bartolomé de la Vega de los Mínimos de San Francisco de Paula, recién fundado y terminado pero cuya iglesia volvería a remodelarse a partir de 1581, según proyecto de Nicolás Vergara, el Mozo.

La parte central de los accesos a la ciudad, por el camino de Illescas y Madrid, al norte, era también estructura bastante reciente, levantada sobre restos romanos. Sobre ellos, hacia la ribera del Tajo, se situaba el barrio extramuros de Covachuelas. Esta zona se ordenó por una calle que limitaban el hospital de San Juan Bautista, fundado por el cardenal don Juan Tavera, y

sus casas accesorias. Esta zona era el lugar de los hospitales de la ciudad: el hospital de San Antón fundado por Gonzalo Ruiz de Toledo en 1318 para los enfermos del “fuego sacro” del cor-nezuelo del centeno y el de San Lázaro —para tiñosos, sarnosos y leprosos—, construido en 1418. En dirección a Madrid la ciudad tenía en su límite la ermita de San Eugenio, el tercer pa-trón de Toledo, con su ábside mudéjar de arcos polilobulados.

Desde el Cambrón, se organiza la gran cornisa de Toledo hacia la Vega Baja que llega hasta el edificio de San Juan de los Reyes del que se ven los pies de la iglesia y su cimborrio. Sobre la muralla se alzaban algunas casas del Toledo del Qui-nientos, las de don Fernando de Silva y don Diego de Vargas. Más hacia levante estaba la casa del marqués de Malpica, don Francisco de Ribera. Al oeste de este palacio están el monasterio de los mercedarios de Santa Catalina, la parroquia de Santa Leocadia con su torre mudéjar del XIV, el convento de dominicas de Santo Domingo el Real —fundado en 1364 y cuya iglesia se levantaría de nuevo a partir de 1565— y las parroquias de San Marcos y San Román.

Así, la panorámica que ofrece Wyngaerde65 refleja deta-lladamente la realidad de los edificios singulares de Toledo y

63.– PERIS SANCHEZ, Diego. 1992: La ciudad española hacia 1500. Cuenca-Méjico.64.– MÜNZER, Jeronimus. 1991: Viaje por España y Portugal (1494-1495). Madrid,

Polifemo, p. 247. Munzer (aprox. 1460-1508) nació en el Tirol y se doctoró en medicina en Pavía. Salió de Nuremberg acompañado de tres amigos para reali-zar su viaje a la Península Ibérica desde el 17 de septiembre de 1494 hasta el 8 de febrero de 1495. Su actitud parece indicar que era un embajador de Maximi-liano con una doble misión: averiguar los resultados de los viajes colombinos y las intenciones de la corte española y estudiar las posibilidades de un acuerdo de colaboración con Juan II de Portugal. Realiza una descripción muy pormeno-rizada de gentes, lugares y situaciones.

65.– El grabado de Toledo de 1563 tiene unas dimensiones de 420 x 1.075 mm. ofreciendo así esa secuencia lineal de la visión de edificios superpuestos en una imagen lineal en la que el propio dibujo trata de acrecentar la idea de perspectiva con grandes cambios de escala entre los situados en primer plano y los alejados. La ciudad aparece casi horizontal, en su configuración, para poder ofrecer una buena visión de todos los edificios que quiere incluir en su vista. Sólo, en el perfil del fondo, sobresalen las torres de la catedral, del Alcázar y en el otro extremo la Casa de Bargas.

Palacios de Galiana. Perez Villaamil, 1842.

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presenta una imagen general de la ciudad construida sobre la roca y rodeada por el Tajo. “Las vistas topográficas son el pre-cedente más próximo de lo que por esos años, una vez supera-dos ciertos atavismos del clasicismo y de los gremios profesio-nales, se empezaría a denominar con propiedad “paisaje”66.

Junto a la vista de Toledo que realiza Wyngaerde en 1563, Hoefnagel en 1572 realiza los grabados de Civitates Orbis Te-rrarum que empiezan a editarse ese mismo año y que acabará cuarenta y cinco años más tarde con el sexto tomo publicado en 1617. El primer dibujo de Toledo es de 1572 y el segundo se publica en 1598 en el quinto volumen de Civitates. En el segundo grabado se reproducen, a mayor escala que el res-to, la Catedral y el Alcázar ampliados a derecha e izquierda como elementos singulares de la ciudad. La iluminación de los grabados es de la época.

Pocos años después, en 1585, Pedro de Nobilibus realiza su grabado de la ciudad. Ya en 1600, Jollain presenta su vista de Toledo, y en 1626 Munster dibuja un Toledo que ilustra su Cos-mografía. En 1659, los grabados de Valkeiner ilustran su obra Theatrum Hispaniae, un texto extenso y minucioso, ilustrado ocasionalmente por aguafuertes con una panorámica de la ciu-dad cuyo pie dice: “Toletum Carpetanorum, ad Tagum; Gotho-rum ac Naurorum regia, ampla et elegans; verum hodie in dies deficiens”. El grabado de 1665 realizado por Meunier presenta una vista desde el norte de la ciudad con el texto: Perspective de la ville de Tolède, capital de la nouvelle Castille.

El cuadro “Vista y mapa de Toledo” de El Greco, fechado entre 1608 y 1614 puede ser incluido dentro del género de las vistas topográficas de ciudades y presenta panorámica de To-ledo tomada desde el norte, en una posición muy próxima a la imagen de Wyngaerde. “Mientras que las vistas topográficas de Wyngaerde y Hoefnagel pretenden una fidelidad y verismo que acentúan la terrenalidad, la posición del Hospital San Juan Bautista, mostrado como una maqueta, las alegorías, y sobre todo, la forma de pintar las nubes y la luz, dotan al cua-dro del Greco de algo sobrenatural”67. Sin embargo la Vista de Toledo que se conserva en el Metropolitan Museum de Nueva York pintada entre 1595 y 1610 parece ser un verdadero pai-saje autónomo, si bien, es una interpretación subjetiva a par-tir de la realidad de la ciudad. El cuadro hace presente una trabazón que “viene determinada por una sensación de senti-miento y, si se quiere de dramatismo que está implícito en una atmósfera opresiva, determinada por la extraña luminosidad del cuadro, por la acumulación desordenada e incluso violen-ta de las nubes que hacen que el cielo presagie una tragedia y por la contundencia de los elementos terrestres, ya que parece como si la tierra hubiera sido esgarrada y los edificios que se siluetean sobre el cielo se hubieran encrespado”68.

El plano de Alfonso Bacheti Brun está obtenido del dibu-jado por El Greco en su óleo “Vista y plano de Toledo” hacia 161069. En la zona situada al norte, entre las puertas de Bisa-

66.– MADERUELO, Javier. 2008: “Manera de ver el mundo. “De la cartografía al paisaje”, en: Paisaje y territorio, Abada Editores, p. 73.

67.– MADERUELO, Javier. El paisaje. Génesis de un concepto, Madrid, Abada, p. 312.

68.– MADERUELO, Javier. 2006, p. 313.69.– Publicado en el libro Plano de Toledo por Dominico Theotocopuli El Greco, Tole-

do: Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1967.

Toletum. Joris Hoefnagel. Civitates Orbis Terrarum.Colonia 1572. Toletum. Joris Hoefnagel. Urbium Praecipuarum Mundi Theatrum Quintum.Colonia 1598.

El Greco. Vista de Toledo, 1597-9The Metropolitan Museum of Art, New York.

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gra y del Cambrón, señala la Vega con edificaciones como San Ildefonso, San Bartolomé y la capilla de Montero.

“El largo viaje que en los años 1668 y 1669 llevó a Cosme de Médicis a través de media Europa ha dado lugar a uno de los corpus documentales y gráficos de mayor interés para conocer la historia de la época. El entonces príncipe de su ducado en decadencia, como intelectual y amante de las ar-tes, se rodeó de un cultísimo séquito a partir del que nacerían varios relatos de viaje, entre ellos el presente, que consta de dos volúmenes con el texto escrito por Magalotti y las acua-relas realizadas por Pier Maria Baldi. Los dos volúmenes se custodian en la Biblioteca Medicca Laurenziana. El primero de ellos consta del texto de Magalotti relativo al viaje por España y Portugal —desde la partida de Florencia hasta el embarque del grupo en el puerto de A Coruña— así como las 162 acuarelas realizadas por Pier Maria Baldi durante este trayecto…”70.

En el séquito de Cosme de Medicis viajaba el pintor y ar-quitecto Pier Maria Baldi71. “Aunque Magalotti y los auto-res de las relaciones no oficiales del viaje apenas le prestan atención, las acuarelas que el pintor realizó a lo largo de todo el recorrido constituyen uno de los corpus iconográficos más interesantes para el estudio de la Europa del siglo XVII, y a veces son un testimonio de mayor valor que el propio texto. Las láminas están ilustradas con una o dos acuarelas, 432 en total. Todas ellas están elaboradas en un solo color: sepia con

matices graduados. El conjunto completo comprende pano-rámicas de las ciudades, villas, aldeas y ventas que atravesó el séquito a su paso por todos los países”72. El tratamiento de todos los paisajes es similar con un claro detalle de las imá-genes que aumenta el valor testimonial de los dibujos. Parece que trabajaba sobre bocetos que, posteriormente, acababa de definir y elaborar.

De Toledo hay dos vistas que se continúan una a la otra en sentido lineal. La primera de ellas deja una amplia zona con arbolado a su izquierda para representar, en la mitad del dibujo, la ciudad elevada sobre la roca. El segundo dibujo continúa la perspectiva anterior completando, así, la visión total de la ciudad. Coetáneamente, A. Jouvin describe la ciu-dad: “Toledo tiene una situación tan extraña que no sé cómo ha podido ser escogida para construir allí la primera ciudad de España. Es una gran roca separada de las altas montañas por el río Tajo, cuya altura forma un poco de meseta, donde están la plaza, la iglesia y el castillo; el resto de una roca está ocupado por casas que parecen como los granos de una grana-da que estuviese medio abierta”73.

“Comienza el siglo XVIII y un sujeto del que casi nada sabemos salvo su nombre —Joseph de Arroyo Palomeque— y su profesión —maestro de obras—, dibuja y omite fechar esta curiosa vista de Toledo en perspectiva caballera. Bas-tante tosca y casi infantil, hecha evidentemente por un buen conocedor del casco urbano y por ello meticulosa en grado sumo, incluye en ella a todas y cada una de las manzanas que

< El Greco. Vista y plano de Toledo. Museo de El Greco, Toledo.

Vista de Toledo. Pier Maria Baldi.Biblioteca Laurenziana.

70.– VAZQUEZ Santos, Rosa. 2004: Crónica Oficial del viaje de Cosme III de Medicis. En: El viaje a Compostela de Cosme III de Médicis. Santiago de Compostela p- 312.

71.– Pier María Baldi realizaba una acuarela de cada una de las poblaciones, aldeas y ventas en las que el cortejo paraba para un simple descanso o una estancia. Esto permite tener en la actualidad la imagen de lugares que, si no hubiera sido por esta situación, no se conocerían, y añade un gran número de matices a la descripción oficialista y árida del viaje.

72.– VAZQUEZ SANTOS, Rosa. 2004: p. 313.73.– GARCÍA MERCADAL, José. 1952: Viajes de extranjeros por España y Portugal,

Madrid, Aguilar, vol I, p.945. A. Jouvin viajó por la Península Ibérica en 1672 visitando casi todas las ciudades importantes de aquella época. La relación de sus viajes la publicó entre los años 1672 y 1676 con el título Le voyageur d’Europe, ou sont les voyages de France, d’Italie et de Malthe, d’ Espagne et Portugal.

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componían la ciudad, con el número de plantas de cada una, sus edificios más importantes, los puentes, molinos y mura-llas, el Artificio casi completo —cuya planta concuerda con la traza de El Greco— y el clavicote de la Santa Caridad tenía instalado en el centro mismo de Zocodover”.

Este dibujo podemos situarlo con bastante seguridad muy a fines del XVII o, mejor aún, a comienzos del XVIII. Apa-recen en él la torre almenada, con paso en codo, que cerraba la salida del puente de Alcántara, sustituida en 1721 por el arco barroco actual; luego ha de ser anterior a este año. Se rotula el Alcázar como “Palacio de la Reina”, alusión clara a doña Mariana de Neoburg, reina viuda de Carlos II, que fue residenciada en él hasta 1706, en que fue llevada a Bayona. Entre ambas fechas, y más cerca de 1706 que de 1721, pues no duraría mucho el recuerdo de doña Mariana, debemos si-tuar el documento que hoy posee la Biblioteca Pública de la provincia a la que debió llegar junto con la colección Borbón-Lorenzana”.

El plano tiene el interés del momento en que se realiza, recogiendo la imagen de la ciudad antes de las reformas del XVIII y a las destrucciones del XIX. El dibujo presenta gran cantidad de detalles que dejan constancia de la realidad monumental y urbana en ese momento. No sólo los edificios monumentales, sino también el conjunto residencial. “Por ejemplo, los pretiles ante San Sebastián, las Benitas, el Ayun-tamiento o Santo Tomé, subsistentes hoy; los brocales de los pozos públicos en El Salvador, Barrionuevo o Pozo Amargo; la isla de Antolinez, el “puente de Julio César”. Construido por Juanelo para su Artificio cruzara sobre la calle del Carmen y, como en el plano de El Greco, el “Brasero de la Vega”, al que añade los restos del circo romano, omitidos por Domenico y por Antón de Bruselas. Están también la azuda de la Huerta del Rey, el doble arco de la cuesta del Alcázar”74. Incluso se dibujan cosas invisibles desde el punto de vista del autor, como son la puerta del Sol, la ermita de la Bastida, Montesión (San Bernardo). Al pie del documento hay una relación con 93 nombres de edificios y objetos destacados, cuyos números aparecen localizados en el dibujo.

En el plano de Arroyo Palomeque, la Vega aparece como un lugar amplio en el que se conservan algunas edificaciones. En una zona próxima a la puerta de Bisagra todavía se mantiene el Brasero de la Vega y restos del circo romano75. El Brasero

de la Vega lo dibujó también el Greco y tiene planta cuadrada con torres en sus esquinas. Cerca de él dibuja el humilladero de Montero y se hacen visibles estructuras del circo romano. En el centro de la zona aparece el convento de San Bartolomé de la Vega incendiado por los franceses y “luego demolido para reutilizar sus restos en el Presidio Correccional… Fue también dibujado, por su cara opuesta, por el citado Antonio de Bruselas, pero el diseño de Arroyo es más completo, resal-tando su planta rectangular, con un breve atrio en el ángulo izquierdo…”76.

En el lateral izquierdo aparece dibujada la ermita del Cris-to de la Vega antes de su destrucción por las tropas francesas, de nave única con fachada alta y espadaña en su remate con una pequeña edificación al fondo y otra de gran tamaño en su lateral con un patio grande cercado en su parte posterior. Y junto a la ermita y basílica del Cristo de la Vega, la ermita de San Idelfonso y un pequeño cementerio posterior.

El dibujo de la Vega Baja de Santiago Palomares77, de 1753, presenta en primer plano el convento de San Barto-lomé como una gran construcción con sus torreones en sus esquinas. Al fondo de la imagen se observa el arco del circo romano. Una imagen del lugar con un fondo en el que el sol se hace presente en su esquina izquierda.

74.– PORRES MARTÍN-CLETO, Julio. 1989: Planos de Toledo. Toledo, IPIET, Plano nº 10.

75.– PORRES MARTIN-CLETO, Julio. Planos de Toledo, Toledo, IPIET, 1989.

76.– PORRES MARTIN-CLETO, Julio: Panorámica de Toledo de Arroyo Palomeque, IPIET, 1992.

77.– En el dibujo aparece la inscripción Dyonis Palomares invent del Toleti 1753.

Convento de San Bartolomé. Dibujo de Santiago Palomares, 1753.Biblioteca Pública de Toledo, Colección Lorenzana.

< Plano de Arroyo Palomeque.

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En 1765 se publica el Plano de la ciudad de Toledo y sus inmediaciones realizado por el maestro de obras José Díaz78. El plano conservado en el Archivo del Servicio Geográfico del Ejército presenta el núcleo urbano de Toledo inserto en un amplio territorio circundante que recorre una tupida red de caminos. En la zona de la Vega, próxima a la ciudad, apa-recen dibujados San Bartolomé y la capilla. De las puertas de Bisagra y del Cambrón parten multitud de caminos paralelos al perímetro de la ciudad y otros que en, diversas direccio-nes, se alejan hacia pequeñas edificaciones señaladas en la zona próxima al río. El plano de Toledo realizado por Navia hacia 1776 fue publicado por A. Ponz en su “Viage de Espa-ña, en que se da noticia de las cosas más apreciables”79.

A finales del siglo XVIII Manuel Antonio Carbonero firma el Plano de Vista de la Vega, que llaman de los Bartolos, de la ciudad de Toledo. Un plano que dibuja la Vega Baja con el lí-mite superior de la muralla de la ciudad y en su parte inferior el borde del Rio Tajo. En la muralla se dibuja la puerta de Bi-sagra (1), un tramo de muralla (2) que llega hasta la Puerta del Cambrón y el convento de Agustinos (4), con un tramo final de muralla (5) que llega hasta el río Tajo. Se señala en el plano el arroyo de las aguas inmundas (6), junto al río, el Baño de la Cava (7) y el inicio del artificio (8) con un primer tramo que llega al primer desvío (10) salvando un desnivel de 52 pies. En la zona sur del plano se señala el cementerio del Paraíso (11), el Cristo de la Vega (12) y la entrada a la zona de huertas (13) que llegan hasta la zona del Cristo de la Vega (14). En la zona se localiza el convento de Mínimos (15) vulgo Bartolos, el terreno erial de la Vega (16) que ocupa espacios entre los paseos y alamedas (17), el convento de Mínimos (18) y la Fá-brica de las Espadas (19, el Hospital de las Afueras (20) y San Pedro el Verde (21) se indican en la leyenda del plano. En su extremo inferior izquierdo, la Venta de la Esquina (22) y otro cementerio (23). El brasero ocupa la posición 26 y la plazuela de Merchán la posición 27 delante de la puerta de Bisagra.

Una cartografía singular que se levanta para documentar la zona que se quiere regar con agua del río Tajo, con el artificio hidráulico que con el nombre de Balanza debía de colocar en las orillas del río. Un intento de convertir en regable esta zona para su explotación agrícola.

78.– LOPEZ BALLESTEROS, Antonio. “El plano de Joseph Diaz, de 1765” en: La ciudad medieval de Toledo: historia, arqueología y rehabilitación de la casa, Toledo, Universidad de Castilla-La Mancha, 2007, pp. 95-96.

Joseph Diaz es maestro albañil, nombrado alarife por el ayuntamiento de Toledo el 15 de marzo de 1752, después de un examen práctico al que concurren otros dos maestros albañiles, Joseph Arroyo Palomeque y Diego Sánchez Román.. “Joseph Arroyo en lo teórico se allá muy olvidado a causa de su edad, y no ha-berlo ejercitado mucho tiempo á …y que Joseph Diaz se allá actualmente mas versado en la arquitectura, geometría y promptitud y firmezsa en sus cuentas… a votar …quedan empatados Joseph Arroyo, y Joseph Díaz, entre quienes se debe volver a votar… Hecha la nueva votación quedo nombrado Joseph Díaz”

79.– PONZ, 1787: Viaje de España, Tomo I, Madrid: Imp. de la Viuda de Ibarra, p. 116. Posteriormente, algo modificado, se publica en el Semanario Pintoresco Español, 11 (15 de marzo de 1857) p. 84.

Plano de la ciudad de Toledo y sus inmediaciones, José Díaz, 1765.

Vista de la muralla desde la Vega y plano de las tierras entre ésta y el río Tajo. Manuel Antonio Carbonero, 1798.

Plano de Toledo, realizado por Navia, 1776.

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1.3.– Lugares y construcciones

San Pedro el Verde, según Porres, una iglesia o ermita ex-tramuros que integraría seguramente aún restos del edificio visigodo en el medieval, funciona hasta final del XVIII en un espacio en el que aún debían ser visibles las ruinas de los edificios antiguos, dependiendo de una cofradía del mismo nombre radicada en la parroquia de San Martín —cuyo terri-torio comprendía casi toda la Vega Baja—80. En torno a esta edificación tenemos las primeras noticias sobre excavaciones efectuadas en la Vega Baja con el interés de descubrir restos históricos (o al menos en las que se recogen estos restos) pro-porcionadas por Pisa, quién describe las excavaciones efec-tuadas a fines del siglo XVI (hacia 1580) por el canónigo de la Catedral D. Tomás de Borja (luego obispo de Zaragoza), en las que se encontraron restos de edificaciones y conducciones hidráulicas81 junto con diversos materiales82 que fueron depo-sitados en el palacio arzobispal toledano83.

Pérez Bayer nos proporciona también noticia de la rea-lización de diversas excavaciones arqueológicas entre Santa

Susana y la Venta de la Esquina (en el entorno del arranque actual de la carretera de Ávila) por parte de Lorenzana y Fa-bián antes de 1761. Otras noticias de la misma época (1775) vienen dadas por el cardenal Lorenzana, quien, precisamente cuando se estaban llevando a cabo las obras de construcción de la Fábrica de Armas, llegó a prohibir al santero de San Pedro el Verde que sacara “sillares grandes de buen edificio” para la mencionada obra84. El templo, ya en precario estado y expoliado como cantera para la construcción de la Fábrica de Armas, debió abandonarse, siendo demolidos sus restos en 1806 por amenazar ruina85.

El mismo proceso de decadencia, abandono, ruina y demoli-ción sufren el resto de edificaciones religiosas de las que tene-mos noticia en la Vega durante los siglos XVII y XVIII, en con-sonancia directa con la crisis que transforma en la misma época a Toledo en lo que se ha dado en llamar la ciudad eclesiástica.

En un paraje situado entre el Cigarral de Buenavista y la Venta de la Esquina, en gran parte coincidente con la cañada, se fundó la ermita de Santa Susana en 1515 por la cofradía de Todos los Santos86, pero en 1612 pertenecía a la de San Blas. Según Porres, “era bastante capaz, de planta rectangular con tres naves y otras tantas capillas absidiales” conservando el culto hasta 1630”. En sus alrededores creció un barrio, habi-tado fundamentalmente por panaderos —70 personas en 17 casas87— y en 1644 sólo quedaban las tres capillas y la nave central, ésta con el tejado destruido. Según este autor subsis-tía hasta el XVIII, cuando se desmanteló.

La Basílica martirial de Santa Leocadia, cuyas rentas y propiedades se anexionan al Convento del Escorial en 1550, es sustituida por la capilla de San Ildefonso en 1612 (Hurtado y Pisa), época en la que debía servir de cementerio de los

80.– Se puede fechar el abandono definitivo hacia 1794, coincidiendo con la última reunión de la Cofradía (29 de junio) que discutía con el arzobispado a quién le correspondía repararlos deterioros del edificio. RAMÍREZ DE ARELLANO, Las parroquias… p. 208

81.– “Debajo de tierra conductos por donde viene el agua este sitio y otras muchas cosas Pisa, Descripción, II parte; pág. 123.

82.– “se hallaron mármoles, cimientos de vara y media de espesor, piedras de silla-res…”, PARRO, S., p. 264; PORRES, 1988: p. 1212; MAROTO, 1991: p. 122.

83.– PARRO, S., p. 270.

Basílica de Santa Leocadia. G. P. Villaamil, 1842-1844.

84.– MAROTO, 1991, p. 269. En 1775 el santero de esta ermita volvió a encontrar “extensas ruinas y sólidos cimientos, tal y como escribe Lorenzana en sus notas autógrafas a la copia por Palomares de la II parte de Pisa, dónde apuntó este dato (Conf. Ed. de 1976, pp. 120-123).

85.– Fecha que da MADOZ en su Diccionario, vol. XIV, pág. 824. “…ha aparecido, en el Archivo Diocesano de Toledo una hoja suelta, que debió ser parte de una cuenta, en la que, con fecha 27 de noviembre de 1806 se indica: “Rs. 428, 12. Sobrantes del derribo y producto de materiales de la Hermita de Sn. Pedro el Verde y casa contigua a ella, según consta de la diligª puesta al folio 70 vto. de dchos. autos con fecha 6 del corriente… 218, 17” (Leg. “Cuentas de obras”, pontificado de Borbón, año 1806.

86.– El corregidor Gutiérrez Tello hacia 1575 instaló una cruz de piedra sobre tres gradas en el cerrete sobre el que estaba; esta cruz fue desplazada al construirse la gasolinera y colegio Mayol, PORRES, pp. 1.321 y ss., y restos de sus cimien-tos han sido recientemente descubiertos en una intervención arqueológica.

87.– RAMIREZ DE ARELLANO, p. 58 y HURTADO, p. 543.

acogidos en el Hospital de San Ildefonso88. En 1630, conocida ya como Ermita del Cristo de la Vega, había aún un ermitaño, y su capellán alegaba ante el ayuntamiento “haber alargado la capilla”, sin embargo a principios del XIX se encontraba arruinada, siendo terminada de destruir poco más tarde por las tropas francesas alojadas en el Convento de San Barto-lomé. Se rehizo el edificio entre 1818 y 182689, con una sola nave de las tres originales, y se reformó en 1845, cuando se le adosaron los dos recintos funerarios laterales90, conservan-do aún un ábside mudéjar91. Al clausurarse los cementerios parroquiales, de hermandades y cofradías en 1855, quedó al servicio cimenterial de las Hermanas de la Caridad, bajo pro-piedad de la Diputación Provincial92, habiéndose suprimido la dignidad de abad en el Concordato de 1851.

El convento de San Bartolomé de la Vega se construyó en un extremo del circo romano entre 156293 y 1591, sobre unas casas cedidas a instancias de la Emperatriz Isabel de Portugal a los frailes mínimos de San Francisco de Paula94, costeando la obra (trazada por Covarrubias y rectificada por Vergara) Diego de Vargas, el secretario de Felipe II. A pesar del patronato que sobre él ejercieron el Duque de Alburquerque y el Conde de Siruela, tuvo una vida relativamente corta, desapareciendo en 1811 tras su uso como hospital por las tropas francesas, que lo incendiaron95, y demoliéndose las ruinas en 184596. En 1914 el propietario de la finca acabó con sus últimos restos arquitectónicos, apareciendo, entonces, tres capiteles visigo-dos de la cercana basílica de Santa Leocadia, uno de ellos con la inscripción “LICIVS FECIT”, cedido o vendido al Museo de Valencia de Don Juan97.

En el hemiciclo del circo romano se encontraba también el denominado Brasero de la Vega, construcción destinada a las ejecuciones públicas, levantado de manera provisional en 1576 y reformado entre 1592-95, ya con la fábrica de mam-postería que aparece en la panorámica de Palomeque y en el plano de El Greco como una especie de corral cuadrado con torrecillas en los lados y una cruz en el centro. Este elemento subsistió hasta el final de la Inquisición98 (1814).

Junto a él se encontraba la Capilla o humilladero de Mon-tero, ermita o simple imagen que hubo en la Vega Baja en el mismo patíbulo, que también aparece reflejada en el plano de El Greco y es citada por Pisa en 1605, mencionándose por última vez en 1748. Luis Hurtado, en su Memorial de 1576, incluye entre las ventas extramuros de la ciudad, partiendo de la puerta del Cambrón99 y pasada ya “la de Arellano, junto a la ermita de Sant Pedro, a la de Lázaro Buey situada “en la esquina de los caminos” en 1576100. En relación con la Huerta

de Pavón, a la vera del camino real a Valladolid, se encontraba la Venta de los Dos Caminos101. Como venta de la Esquina per-tenecía en 1801 a la Capilla de la Virgen del Sagrario, quién la tenía arrendada en 500 reales al año, habiendo subsistido hasta los años 70 del pasado siglo. De ella afirma J. Porres que “sin duda por su estratégica situación, es muy probable que sea uno de los más antiguos de Toledo en su clase”.

Junto al río, y muy próximo a los molinos de Azumel, encon-tramos un lugar conocido con el topónimo de Plaza o Paraje de las Barcas que fue el escenario donde se inició la navegación fluvial ordenada por Felipe II, topónimo que aparece citado va-rias veces en relación con la Fábrica de Armas, la primera de ella cuando Gazola hace “una serie de estudios para trasladar la Fábrica fuera del casco y buscar, sobre todo, la fuerza motriz del río (…) en la Playa de las Barcas y en el paraje de “Bue-navista” donde existe una casa de recreo de un arzobispo” 22 (cita a J. Miranda, 1982, p. 232), y posteriormente, en 1859, al venderse parcelas en la Vega Baja, desamortizadas al munici-pio. Todavía se conservaba el nombre al venderse una huerta de 2’81 hectáreas desamortizada al Hospital Tavera.

88.– A fines del siglo XV debieron pasar el cementerio y la capilla al Hospital de la Misericordia, que enterraba allí a sus acogidos, teniendo constancia documental en 1721.

89.– La última fecha la da F. Sierra al notificar que el 14 de septiembre de 1826 se bendijo la ermita del cristo de la Vega, “después de haberla reedificado, aunque no en toda su extensión”. CERRO MALAGON, Rafael, 2007: Noticias de Toledo entre 1801 y 1844. La Memoria del curial Felipe Sierra, Toledo, Ayuntamiento de Toledo.

90.– PARRO, Sixto Ramón, t II, p. 279.91.– BLANCO y ASSAS, 1851, Indicador toledano, p. 68.92.– PORRES, 1982: 1133 y ss.93.– Según algunas noticias, es posible que originalmente el paraje estuviera ocupa-

do por un cementerio hebreo, usado luego por conversos hasta 1481 (P. LEÓN TELLO, Judíos de Toledo, I, p. 131; J. CARO BAROJA, Los judíos en la España moderna, 1962, III, pp. 279-281).

94.– En 1539, según PISA y RAMÓN PARRO, S. o en 1531, según MARÍAS, J.95.– El 25 de abril de 1808, lo ocupan los franceses como hospital; debieron dejarlo

en mal estado, agravado por la ausencia de la congregación, de tal modo que durante los años posteriores ofrece una sensación de abandono y ruina. Buen ejemplo de ello es que el 25 de noviembre de 1821, los milicianos locales ha-cían prácticas de tiro contra un mono vestido con uniforme ruso en la pared del convento (noticias ofrecidas por F. SIERRA. DEL CERRO, 2007.

96.– Según J. MORALEDA, en: Sucesos notables… Toledo, 1909, el 9 de enero de 1814 se bendecían para camposanto los restos del convento.

97.– CASTAÑOS MONTIJANO, M, Entre ruinas, pp. 233 y ss. Indica las dimensio-nes de cada pieza; SCHLUNK en Ars Hispaniae, vol. II, fig. 250, publica este capitel.

98.– Según la noticia que ofrece F. SIERRA, el 19 de junio de 1820 se inició su de-molición, procediendo el maestro Mortero (Montero?) por una cantidad de 3500 reales.

99.– Se acababa de regularizar la bajada a la Vega desde esta puerta con un trazado en zig-zag que ha subsistido funcionalmente hasta hoy.

100.– En el plano del río trazado en 1755 por don José Briz y don Pedro Simó, se llama ya a la presa ubicada en Lázaro Buey, “presa del lavadero de Rojas”.

101.– En el mismo plano, figura ya con este nombre.

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1.4.– Los pLanos deL sigLo XiX y principios deL XX

La imagen del río Tajo y de sus riberas, desde Toledo hasta Alcántara, en el XVII ha quedado plasmada en la Coreogra-phia hecha por Luis Carduchi en 1641 por encargo del Conde Duque de Olivares102 que se conserva en el Archivo Municipal de Toledo. En ella, no sólo se dibujan los principales obstá-culos que debían salvarse dentro del cauce fluvial, sino que se van anotando las poblaciones y otras edificaciones menores existentes en sus márgenes, registrándose alguna de las ven-tas de las que acabamos de mencionar.

A finales el siglo XVIII y con la llegada del gobierno ilus-trado de Carlos III el proyecto de las Reales Fábricas creó en Toledo el inicio de un complejo industrial de importancia para la ciudad y de valor singular por la conformación que, posteriormente, ha tenido como ciudad industrial. La Fábrica de Armas de Toledo comenzó con el proyecto diseñado por Sabatini103 que construye el primer edificio del conjunto. A lo largo de los siglos XIX y XX104 se consolida un complejo de edificios, que es un ejemplo de la evolución constructiva de este período y un excelente modelo de la arquitectura in-dustrial de nuestro país, ahora rehabilitado como campus tec-

nológico universitario de la Universidad de Castilla-La Man-cha105. El primitivo proyecto de Sabatini para la fabricación de armas blancas aprovechando la energía hidráulica, se va ampliando con nuevos edificios y fabricaciones. Desde finales del XVIII hasta un siglo después la fábrica se limita al edifi-cio original con pequeñas naves de ampliación. Será a finales del siglo XIX cuando la fabricación de cartuchería requiera nuevas construcciones y se empiece a consolidar una ciudad industrial en la proximidad del río Tajo. Naves de una planta con estructuras metálicas crean grandes espacios para la fa-bricación de armas. Las diversas ampliaciones, las utilizacio-nes de energías diversas, según la tecnología del momento, y la evolución de los procesos de fabricación van conformando

102.– El reconocimiento exhaustivo del río tenía como finalidad estudiar su navega-bilidad con el fin de enviar por barco soldados y bastimentos que impidieran la separación del reino de Portugal de la Corona española.

103.– PERIS SANCHEZ, Diego; LUCAS, Antonio de; 2002. El edificio Sabatini de la Fábrica de Armas de Toledo, Toledo, Universidad de Castilla-La Mancha,

104.– PERIS SANCHEZ, Diego; ELVIRA GUTIERREZ, Rafael; MORENO FRAN-CO, José Antonio; FRANCES, Miguel, Dos siglos en construcción. De Real fá-brica de armas a campus tecnológico universitario. Madrid, Constructora San José.

105.– PERIS SANCHEZ, Diego; LUCAS MARTÍNEZ, Antonio, ELVIRA GUTIE-RREZ, Rafael et al. 2006. Rehabilitación de un campus universitario con crite-rios de sostenibilidad, Ciudad Real, Universidad de Castilla-La Mancha

Chorographia del Río Tajo, Luis Carduchi. Lámina 2.

una estructura de fabricación que en las primeras décadas del siglo XX consolidan una importante realidad productiva.

Edificios de una planta con cubiertas de teja y grandes lu-cernarios se integran en un recinto en el que los recorridos y paseos peatonales al igual que las zonas singulares se cubren de vegetación conformando un espacio que se mimetiza con el río y se integra en un paisaje industrial singular que ha con-formado la otra ciudad histórica de Toledo106. La construcción de la Fábrica origina también una transformación sustancial del viario urbano, construyéndose lo que se ha venido a deno-minar “el tridente ilustrado” para comunicarla con la ciudad a través de una alameda, y con sus principales salidas107

A mediados del siglo XIX se produce la primera urbaniza-ción de la zona con la construcción del paseo de los Canóni-

gos sobre las ruinas del circo romano en dirección al Cristo de la Vega. Junto a él crece una serie de edificios en una zona de construcciones sencillas, con la venta de Aires como centro de reunión de artistas vinculados con la generación del 27 in-tegrados en la Orden de Toledo y con personajes como García Lorca, Dalí y Buñuel.

106.– PERIS SANCHEZ, Diego; ELVIRA GUTIERREZ, Rafael, 1999: La otra ciu-dad histórica de Toledo, La Fábrica de Armas, Revista Añil nº 17, pp 32-39

107.– “Conducen a la Real Fábrica, desde las dos puertas de Visagra y Cambrón, dos alamedas de álamos negros, de cerca de un tercio de legua de lago cada una lo más en línea recta. Consisten en tres calles, la del medio más ancha, para los coches, y las dos laterales más angostas, para la gente de a pie: desembocan ambas en una plazuela cuadrada de cuyo cuadro es un lado la fachada prin-cipal de la Real Fábrica de doscientos veinte y cinco pies de línea, dirigida al oriente de verano…” (59), citando un documento del AGS. S.H. leg. 807 y AGS. SM. Leg. 428.

Toledo, Fábrica de Armas. 1878. Ilustración de Miscelaneous Family Journal, Boston Mass.

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El plano de Toledo levantado y publicado a costa y bajo la dirección de D. Francisco Coello por D. Maximiano Hi-jón presenta una Vega como gran espacio agrícola. Desde la Puerta de Bisagra sale un conjunto de caminos, uno de ellos conduce al Cementerio General donde se encuentra con el Camino de la Vega. A la izquierda del anterior, el Camino carretero a Talavera de la Reina pasa por las Ruinas del Circo romano, por los restos del que pudiera haber sido el Templo de Marte o de Hércules, y en la parte norte del plano por las Ruinas que, se supone, son de las termas. Más a la izquierda, el Camino de la Fábrica de Espadas que atraviesa las Ruinas de la Naumaquia. En dirección este-oeste otro camino que se encuentra con el Paseo de la Vega baja, pasa por las ruinas del convento de Mínimos de San Bartolomé hasta encontrarse con otro camino de la fábrica de espadas. El Paseo de la Vega parte de la Basílica de Santa Leocadia llamada del Cristo de

la Vega junto a la cual está el Enterramiento de los canónigos y a su derecha la capilla. Desde el camino carretero a Tala-vera a la izquierda el terreno aparece roturado en parcelas de diferentes dimensiones que explican un uso agrícola del territorio. En la parte superior del plano y en dirección este-oeste aparece el trazado del Sifón para el riego de la Vega Baja que viene desde los molinos de Safón atravesando las huertas de Safón y la carretera de Madrid.

En 1880 se publica el plano de la ciudad de Toledo dibu-jado por Augusto Thiollet que aparece en el libro Itinéraire général descriptif, historique et artistique de l’Espagne et du Portugal de A. Germond de Lavigne108. De 1882 poseemos

108.– GERMOND DE LAVIGNE, A. 1880, Itinéraire général descriptif, historique et artistique de l’Espagne et du Portugal, Paris : Librairie Hachette et Cie.

< Plano de Toledo. Francisco Coello.

Plano de Toledo dibujado por Augusto Thiollet, 1880.

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otro documento gráfico de gran importancia: el “Plano de la ciudad de Toledo y plantas de sus principales edificios” que fue levantado por el Instituto Geográfico y Estadístico, siendo su director Don Carlos Ibañez Ibero109, en el que aparecen la Fábrica de Armas, los molinos y presas de Azumel, las ermi-tas del Cristo de la Vega y San Ildefonso, el Campo de tiro y la Mina de Safont, con un trazado de viario similar al actual.

De este mismo año es el primer plano conservado en la serie del Instituto Geográfico Nacional, que nos presenta a escala 1: 50.000 la ciudad y su entorno más próximo. Las diferentes ediciones de esta planimetría (1934, 1937, 1944, 1974 y 2001) permiten apreciar lo que será el desarrollo ur-banístico de Toledo y sus alrededores a lo largo del siglo XX que, en la Vega, se va a producir sutilmente en sus inicios con

la agrupación de una serie de viviendas alineadas junto a un lateral del circo romano (la Venta de Aires110, la principal de ellas, se sitúa frente a éstas) y el espacio ajardinado del Par-que Escolar sobre el hemiciclo del circo.

De 1885 es el Plano de la ciudad de Toledo, con indica-ción del nombre de sus calles y de sus principales edificios,

109.– De este plano se conserva una copia fechada el 26 de noviembre de 1900 en el Ayuntamiento de Toledo. Ed. Facsímil del COACM, Delegación de Toledo. SHM 1341, A-14-43.

110.– El edificio y negocio actual se fundaron en 1891, convirtiéndose en lugar de encuentro de los intelectuales que visitaban Toledo en el primer tercio del siglo. Debía existir otro anterior en el mismo lugar o muy cercano, pues una noticia recogida por F. SIERRA nos informa de que el 2 de mayo de 1831, hubo una reyerta en el ventorrillo del Cristo de la Vega en la que se produjo una víctima mortal.

Plano guía de Toledo, José Reinoso. 1892.

editado ese mismo año (Escala 1:12000) y publicado en el libro Guía del Antiguo Reino de Toledo, provincias de Ma-drid, Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara, ilustrada con mapas, planos, grabados...111.

En el plano guía de Toledo de don José Reinoso, de 1892, aparecen en la esquina superior izquierda el Cristo de la Vega o Basílica de Santa Leocadia y el cementerio de la Miseri-cordia y la trama de caminos que parten hacia la Fábrica de Espadas y Talavera, el paseo de la Vega Baja y las ruinas de Mínimos de San Bartolomé. Un plano a menor escala de los Contornos de Toledo presenta el conjunto complejo de cami-nos que partiendo de las Puertas de Bisagra y el Cambrón, se han definido en el territorio. El plano que acompaña a la guía del vizconde de Palazuelos112 marca esa zona como suelo agrícola con los viarios iguales a los señalados en el plano de Reinoso y los mismos referentes de edificaciones o restos. De 1892 es el plano de Juan Marina que completa la abundante cartografía de este siglo XIX.

La cartografía de este momento y principios del XX reco-noce en este territorio una nueva explotación agrícola y ga-nadera, la presencia de restos de edificios históricos y una compleja red de comunicaciones que definen de forma estable una estructura del territorio marcada, como permanencia, por los viarios que lo atraviesan.

111.– VALVERDE Y ÁLVAREZ, Emilio, 1885: Madrid, Imprenta de Fernando Cao y Domingo de Val, pp. 128-129.

112.– Plano de la ciudad de Toledo grabado por C. Bachiller (Escala 1:4000). Fue realizado en Madrid en la Lit. de J. Palacios. Publicado en el libro Toledo: Guía artístico-práctica del Vizconde de Palazuelos, Toledo: Imprenta, librería y encuadernación de Menor Hermanos, 1890.

Plano de la ciudad de Toledo. 1885.

Plano de Toledo, guía del Vizconde de Palazuelos.

Plano de Toledo, guía de Juan Marina, 1892.

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Plano general de Toledo, Ibañez Ibero, 1882.

Toledo y su entorno territorial en el mapa topográfico Nacional de España, Instituto Geográfico Catastral.

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1.5.– eL territorio en eL sigLo XiX y XX: pLaneamiento urbanístico y actuaciones arqueoLógicas

En 1829113 el corregidor D. Antonio María Navarro, con el trabajo de los presos de la cárcel provincial, lleva a cabo la construcción de un canal subterráneo que permitía derivar el agua desde la presa del Cañal (en la margen derecha del río, frente a la Huerta del Rey), hasta la Vega Baja y las proximi-dades del circo romano, donde terminaba una de sus bocas. La mina fue comprada por J. Safont al mismo tiempo que los terrenos de los propios de Toledo en la Vega durante la des-amortización de 1855114, conociéndose desde entonces ambos elementos con los nombres de presa y mina de Safont.

El canal disponía de 7 pies de altura y 3’5 de ancho, dis-curriendo bajo el Salto del Caballo, plaza de Toros (entonces no construida), y los terrenos que ocupaba la Escuela de Gim-nasia, bifurcándose en dos ramales cerca del arranque de la carretera de Ávila: uno con 1.766 m. hacia el circo y el vivero de obras públicas que riega los terrenos próximos a la Fábrica de Armas, y el otro, de 1.500 m., que continua bajo la cañada de Coronel Baeza y que, sirviendo de aliviadero terminaba en el arroyo de Buenavista115, siendo usado por el ayuntamiento como colector de Palomarejos desde 1962. Con el funciona-miento de este canal subterráneo volvieron a explotarse du-rante unas décadas las huertas existentes en la Vega Baja116.

Pocos años después117, en 1836 se construye el Cemen-terio municipal, con trazas de M. A. Marichalar, arquitecto

municipal, en el camino de Ávila, que seguiría en uso hasta la construcción del nuevo cementerio en 1893. Entre éste y el Hospital de San Juan Bautista se instaló el Campo de Tiro militar por R.O. de 21 de abril de 1869, donde posteriormente se ubicaría la Escuela Central de Educación Física, ocupando también parte de los bienes propios municipales que el Ayun-tamiento ofreció al Ramo de Guerra el 16 de junio de 1846 a cambio de ubicar aquí el Colegio General Militar.

Al mismo tiempo se hicieron importantes remodelaciones urbanísticas en toda la zona, mejorándose las principales vías (Luis Barber remodela el trazado de la carretera de Ávila en 1863, arbolada en 1882, y Obras Públicas construye el paseo de Recaredo, llamándosele Ronda Nueva en el nomenclátor de 1864118) y construyendo en 1849 un paseo plantado de mo-reras, con bancos de piedra y fábrica, sobre los terrenos del

113.– Las obras se iniciaron el 10 de julio de 1827, con dos cuadrillas que trabajaban en sentido convergente, una desde los molinos del Corregidor y otra “de la parte de la Vega Baja, por detrás del Cuartel de San Lázaro”, que se encontra-ron (la mina rompió, es la frase exacta que usa) en abril de 2008, noticias que recoge y nos transmite SIERRA, F.

114.– El 18 de septiembre de 1842, José Safont ofreció una fiesta en la Vega con mo-tivo de haber comprado las obras de la mina del corregidor, según nos informa nuevamente F. SIERRA.

115.– Éste sería usado por el ayuntamiento como colector del barrio de Palomarejos desde 1962.

116.– Veinticinco años antes, el 12 de octubre de 1804, F. Sierra escribe: “Se principió a labrar la Vega Baja, o sea las tierras que había entre las carreras de árboles a derecha e izquierda de los propios de esa ciudad para sembrarla, habiendo sido de pasto toda la vida” Según CERRO, R, 2007, en octubre de 1803 la Real So-ciedad Económica de Toledo había intentado obtener dos pedazos de tierra para cultivo de hortalizas o tierra de labor para su arriendo en esta vega.

117.– Nuevamente F. SIERRA nos informa de que la apertura de las zanjas de cimen-tación para el nuevo cementerio comenzó el 16 de julio de 1835, ubicándose “como a unos 200 pasos desde el corral del Hospital de Afuera”, de que “por ahora sólo consistirá la obra en un cercado de paredes, y de que el nuevo ce-menterio se bendecía el 15 de noviembre de 1836.

Cementerio Municipal trazas de M. A. Marichalar, 1836.

118.– Hacia 1925 el mismo ministerio construyó el túnel que pasaba por debajo del acceso desde la Reconquista que se eliminaría en 1976, desmontándose los vertidos que colmataban el acceso al Hostal del Cardenal.

circo romano119, en dirección a la ermita del Cristo de la Vega. Sobre el mismo circo se celebró la feria de ganados a partir del año 1865, coincidiendo con las fiestas de agosto.

A finales del siglo XIX se ha conformado en la Vega Baja un paisaje en el que conviven la edificación industrial y las ermitas reconstruidas sobre las antiguas basílicas visigodas. Este paisaje, en el que se ha reactivado la actividad agrí-cola y ganadera, ha sido reflejado en diferentes planos. En la ermita del Cristo de la Vega se eliminaron por iniciativa del cardenal Segura en los años 20, la portada exterior y la alameda de cipreses para construir el monumento al Corazón de Jesús.

En relación directa con la Real Fábrica Nacional de Armas surge el Poblado obrero, edificado entre 1922-1925 en el bor-de sur de la cañada ganadera “Cordel del Guadarrama” que discurre paralela a la carretera de Ávila, en terrenos que fue-ron propios del Ayuntamiento toledano y que, en la desamor-tización de 1855, se adjudicaron en subasta a don José Safont. Inicialmente se construye una modesta barriada con 24 vi-viendas distribuidas en seis pabellones frente a los límites de

la Fábrica, bajo la dirección del coronel D. Federico Baeza Ledesma120. Después de la Guerra Civil el coronel Don Juan Mas del Ribero planifica un proyecto de Poblado Obrero que, además de viviendas ofrecerá cultura, oficio religioso, ocio y tiempo libre a todos los empleados de la fábrica. El poblado, que ocupó la mayor parte de las antiguas huertas121, empezó a ejecutarse entre los años 1948 y 1950 y contó con los medios disponibles en la propia Fábrica122. Su desarrollo reciente ha sido regulado con un Plan Especial de Reforma Interior123. Del proyecto original sólo se construyeron 136 viviendas y las es-cuelas, inauguradas en 1953, remodelándose las edificadas por el coronel Baeza. Hasta el año 1998 el Ministerio de Defensa mantuvo la propiedad del terreno y las instalaciones.

En la inmediata postguerra y, sobre todo, en los años del desarrollismo, el crecimiento urbanístico de Toledo en

Escuela Central de Educación Física. Foto Archivo Rodríguez.

119.– Unos años antes, el 5 de febrero de 1824, F. SIERRA nos describe el hallazgo de un sepulcro geminado de lucillo con cuatro enterramientos: “haciendo plan-tación de árboles con presos en el circo, se encontraron una bóveda de rosca de ladrillo con dos divisiones, cuatro esqueletos de cadáveres (…) se resume que sean del tiempo de los moros” (Del Cerro: 2000).

120.– CAMPOS, Lourdes y RODRÍGUEZ, M. A., 2008.121.– El proyecto preveía un mayor número de viviendas (650) que las finalmente

ejecutadas, ocupando la mayor parte de las antiguas huertas de la zona com-prendida entre el Circo Romano, el cordel del Guadarrama y la Fábrica de Armas y río Tajo.

122.– Además de la dirección facultativa de los técnicos de la Fábrica, se utilizaron los talleres para la fabricación de diversos elementos (baldosas, carpinterías, herrajes) y se dispuso de un tejar cercano a la Venta de la Esquina para hacer los ladrillos, extrayéndose el barro del subsuelo de la propia Vega y originando importantes sacatierras detectados en el transcurso de las excavaciones ar-queológicas.

123.– BOP Toledo de 8 de noviembre de 2001.

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Paseo de la Vega. Ganados en la Vega Baja.

Ermita del Cristo de la Vega.

Poblado obrero.

Monumento al Corazón de Jesús.

la Vega124 tiene un importante auge que se verá plasmado en los planeamientos urbanísticos de 1940125, 1945126, 1964127 y 1986128 que dirigen el crecimiento urbanístico de la ciudad has-ta el vigente Plan de Ordenación Municipal129.

En 1940 se desarrolló el Plan General de Ordenación Ur-bana130 de la ciudad. “Este plan fue el objetivo principal, con-secuencia de la declaración de Ciudad Monumental, en virtud del decreto de 9 de marzo de 1940. Se disponía la formulación de un plan de ordenación urbana que, con vistas a su resurgi-miento, prevea y regule el desenvolvimiento nacional a Tole-do, según normas y principios que respondan a un meditado estudio técnico urbanístico, dentro de aquellas condiciones impuestas por el carácter histórico monumental y artístico de la ciudad”. La dirección técnica fue encomendada al arqui-tecto don Rodolfo García-Pablos perteneciente a la Sección de Urbanismo de la Dirección General de Arquitectura.

Este Plan General131 contenía una información completa de la ciudad y su zona de influencia. El estudio informativo se completó con un análisis de diagnóstico que dio lugar a la formación del plano general de ordenación sobre la base de un plano parcelario actualizado por sectores”132. Las Direc-ciones Generales de Arquitectura y Bellas Artes desarrollaron las previsiones del Plan dentro del recinto histórico que “han resuelto deficiencias en los entornos de edificaciones de inte-rés histórico-artístico”133. El Plan General tiene en cuenta los problemas del conjunto histórico de Toledo con un concepto de carácter formalista y de valoración “ambiental”, pero con-siderando la ciudad de una forma global que servirá de base

para la transformación posterior y preocupado por la defini-ción del entorno tanto monumental como natural de la ciu-dad134. Se eluden los aspectos socioeconómicos y se potencia la ciudad monumental y representativa aunque no tenga vida ni actividad. Fernandez Vallespín proponía al hablar de Tole-do: “Se debe dejar dormir a Toledo un sueño de siglos… Debe ser la ciudad un museo, orgullo y gloria de los españoles”135.

En 1945 la Dirección General de Urbanismo redactó un nuevo Plan General “refundiendo el anterior, para recoger los planes especiales que trazarían el futuro ensanche de la ciudad y paliar la necesidad de vivienda tras los efectos de la guerra. A finales de los cuarenta, se iniciaría la construcción de bloques en la nueva avenida de la Reconquista a cargo de la Dirección General de Regiones Devastadas...”136. Parte del suelo de la Vega Baja comienza a estar inmerso en los procesos de planea-miento urbano que definen el crecimiento de la ciudad.

La Dirección General de Regiones Devastadas, constru-yó el primer bloque de viviendas (con proyecto de Fernández Vallespín) en terrenos del descansadero de ganados, junto al antiguo camino a Valladolid, inaugurado en 1948, al que si-guieron rápidamente otros cinco, conformando el lateral de la Avenida de la Reconquista, detrás de la cual surge un nuevo barrio sobre terrenos del antiguo campo de tiro, que se va cerrando hasta los años 70. Enfrente de las viviendas cons-truidas en la primera fase del Poblado Obrero, al otro lado de la carretera de Ávila, se construyó el campo de fútbol muni-

124.– PORRES, J. 1982, la describe en torno a 1968 como “un simple descansadero de ganado al borde del cordel del Guadarrama, con un abrevadero en su centro por todo adorno, campo de juego de la chiquillería y auténtico erial de mediano aspecto, donde se ejercitaban a veces los soldados de la guarnición”.

125.– 1940 El Plan General de Ordenación de Toledo. Ministerio de Gobernación. Dirección General de Arquitectura, Toledo, 1940.

126.– Redactado por la Dirección General de Urbanismo.127.– SOLDEVILLA., RODRIGUEZ GOMEZ, V., GARCIA LANZA, J. y JUNA

ABAD, A. 1964: Plan General de Ordenación urbana de Toledo. Toledo.128.– Plan General Municipal de Ordenación urbana de Toledo, 1986.129.– Plan de Ordenación Municipal de Toledo-POM. Toledo, 2007. Memoria justifi-

cativa. AUIA.130.– 1940 El Plan General de Ordenación de Toledo. Ministerio de Gobernación.

Dirección general e Arquitectura. Toledo 1940.131.– El Plan 1943 fue publicado en la revista Nacional de Arquitectura núm. 40, en

abril de 1945.132.– GARCIA-PABLOS GONZÁLEZ-QUIJANO, Rodolfo. 1988: “Toledo, el Tajo y

el entorno”, en: Toledo ¿ciudad viva? ¿Ciudad muerta?”. pp. 183-196. GARCIA-PABLOS GONZALEZ-QUIJANO, Rodolfo. 1972: Problemas urba-

nísticos de Toledo ante su futuro desarrollo económico, 58 pp.133.– GARCIA-PABLOS GONZALEZ-QUIJANO, Rodolfo.1945: Revista Nacional

de Arquitectura nº 40 extraordinario.

134.– TERÁN, Fernando de, 1982: Planeamiento urbano en la España contemporá-nea. 1900/1980. Madrid, Alianza Universidad. p. 191.

135.– FERNANDEZ VALLESPIN, A. 1941: “Toledo”. En Reconstrucción nº 9.136.– CERRO MALAGON, Rafael del. 1997: p. 50.

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cipal entre 1928/1930, en el espacio que actualmente ocupa el Hospital Virgen de la Salud. El desarrollo de Palomare-jos (Plan Parcial de Ordenación Urbana de Palomarejos, de 1966) no llega a ejecutarse tal y como estaba previsto, sin que se llegue a desarrollar la fachada urbana proyectada al bulevar de la carretera de Ávila (condicionado por la cons-trucción del Cuartel de la Guardia Civil, el Hospital General, el Ambulatorio de la Seguridad Social y la Escuela de Magis-terio), la propiedad militar de los terrenos libres dedicados a la Escuela de Gimnasia y la inexistencia de espacios libres de titularidad pública137. En una primera fase se construyen las viviendas protegidas que se han dado en llamar “Corea” y, posteriormente, se cierra la edificación hacia la Avenida de Barber. Entre los bloques militares de la Avenida de la Re-conquista, el circo romano y los terrenos adscritos a la protec-ción de la Fábrica de Armas, se desarrolla el Barrio de Santa Teresa138, en cuya construcción, al menos, se destruyeron res-tos romanos. Lo mismo ocurrió al levantar el edificio Sede de la Caja Rural y el último tramo de la acequia de recepción de la Mina de Safont en 1990.

En 1963 se plantea de nuevo la redacción del Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad. La Dirección General de Urbanismo del Ministerio de la Vivienda encargó la realización de este trabajo, bajo su supervisión, al equipo técnico formado por los arquitectos Soldevilla, Rodríguez y García Lanza139. La Ley sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana, de 1956, y los veinte años transcurridos desde el plan 1943 justificaron la redacción de un nuevo plan de ordenación. El desarrollo ur-bano en la Vega-Palomarejos y el asentamiento del polígono de descongestión de Madrid exigían la formulación de un nuevo Plan General140. Las previsiones del plan fueron cifradas en 240.000 habitantes, de los cuales 25.000 corresponden al cas-co intramuros, 35.000 a la Vega, 85.000 a Ramabujas y 96.000 a Valdecabras... El equipo redactor indicó en la memoria des-criptiva y justificativa que en este Plan General Municipal no estaba contemplado el Plan Especial para el Toledo monumen-tal, “trabajo de muy grave responsabilidad que exigiría un mi-

nucioso estudio de un cuerpo urbano que es una de las más preciadas joyas histórico-artísticas de España”141.

El Plan General de Ordenación Urbana142 refleja los con-ceptos generales de la época y el modo de plantear el planea-miento en ese momento. El modelo de ciudad “se define en situaciones de proximidad a la isotropía territorial, por la dis-posición de unas superficies destinadas al crecimiento, a la extensión, rodeando el núcleo existente”143 y, en lo relativo al centro histórico, la separación entre los aspectos urbanísticos y los referentes al patrimonio histórico como áreas de trabajo separadas por sus contenidos y especialización, y el concepto de una ciudad sobredimensionada en sus áreas exteriores que llevará a potenciar, de forma muy notable el despoblamiento de la ciudad histórica.

La valoración de las áreas exteriores tenía relación con el denominado “Plan de descongestión de Madrid y el pobla-miento del Tajo”. “El Ministerio de la Vivienda a través de la Dirección General de Urbanismo, recibió del Gobierno el encargo de iniciar una operación a gran escala, justificada por la necesidad de limitar el extraordinario crecimiento de Ma-drid que pasó de 1.088.647 habitantes en 1940 a 2.259.000 en 1960”144. Para ello se potenciaba una estructura de ciuda-des industriales del centro estructuradas en torno a los ríos. A lo largo del Tajo se situaban Aranjuez, Toledo y Talavera de la Reina para asumir parte de este crecimiento. “El futuro expansivo de Madrid debe estar en sus ciudades satélites y no en la prolongación indefinida de su casco urbano”145. “Y aparece a continuación una primera insinuación de localiza-ciones adecuadas para establecer los puntos de atracción de la población correspondiente al caso de Madrid: Guadalajara, Toledo, Talavera de la Reina, Alcázar de San Juan y Aranda de Duero”. Finalmente se sustituirá Talavera por Manzanares y será la lista que aprobará el Ministerio.

En una modificación del Plan de 1964 se declara como zona arqueológica el sector comprendido entre el Paseo de Recaredo y el camino que conduce a la Fábrica de Armas,

137.– ALVAREZ AHEDO, Ignacio, 2004: El urbanismo del término municipal de To-ledo en el siglo XX, Toledo, Colegio de Arquitectos de Castilla-La Mancha, Demarcación de Toledo.

138.– Las construcciones se inician a finales de los sesenta (según J. Porres en 1969 se construyen los primeros bloques), en 1982 se aprobó el Proyecto de Delimi-tación de Suelo los Bloques-Santa Teresa.

139.– SOLDEVILLA.., RODRIGUEZ GOMEZ, V., GARCIA LANZA, J. y JUNA ABAD, A. 1964: Plan General de Ordenación urbana de Toledo. Toledo.

140.– ALVAREZ AHEDO, Ignacio. 1992: El urbanismo del término municipal de Toledo en e siglo XX: planeamiento, gestión y análisis. Toledo.

141.– GARCIA-PABLOS GONZÁLEZ-QUIJANO, Rodolfo. 1988: “Toledo, el Tajo y el entorno”. En: Toledo ¿ciudad viva? ¿Ciudad muerta?, pp. 183-196., p 191-192.

El Plan es supervisado por GARCIA-PABLOS desde la Dirección General de Urbanismo y en su aprobación se decide dejar sin efecto el Pan en lo referente al casco histórico recomendando la urgente realización de un Plan Especial.

142.– ALVAREZ AHEDO, Ignacio. 1992: 143.– TERÁN, Fernando. 1982: p.401.144.– GARCIA-PABLOS GONZÁLEZ-QUIJANO, Rodolfo. 1988: p. 193.145.– TERÁN, Fernando de. 1982: p.328.

congelando a efectos constructivos esta barriada y declarando zona verde la huerta que la separaba de la Fábrica de Ar-mas146. El Plan General de Ordenación Urbana de 1986 con-taba, entre sus directrices básicas, la de la protección de la vega del río Tajo en ambas márgenes y en todo su recorrido por el municipio (con zonas de ocio y protección de cauces en las que se relega su desarrollo a las determinaciones del pla-neamiento especial ulterior) y la creación de un espacio verde y deportivo en la antigua Escuela de Gimnasia Militar. Sin embargo, en la Fábrica de Armas no preveía modificar la si-tuación existente, manteniendo el uso industrial en la propia Fábrica y permitiendo un uso residencial con baja densidad en el resto del espacio.

Este desarrollo urbanístico ha dado lugar al hallazgo en diversas circunstancias de restos arqueológicos a lo largo del s. XX, bien por la realización de excavaciones, bien por la propia acción constructora que han sido ya señaladas en di-versas publicaciones.

En la basílica de Santa Leocadia, y en “el perímetro limitado por las ruinas del circo romano” se llevaron a cabo excavacio-nes arqueológicas en 1885 por la Comisión Provincial de Mo-numentos147, recuperándose también algunas piezas en obras realizadas en esta zona en 1898 y 1906148. Nuevamente se rea-lizarían excavaciones arqueológicas en el Circo en 1915, según consta en el Archivo del Museo de Santa Cruz, suprimiéndose en 1920 la licencia de excavaciones a D. V. Fernández López.

En la zona donde se localiza actualmente la Consejería de Obras Públicas, Moraleda y Esteban citan el hallazgo de una

importante tumba, fabricada con ladrillos, y un sepulcro, apa-rentemente visigodos, cuando se realizaban obras en el vivero “en el extremo noroccidental de este mismo solar”, en 1918 y 1921. Debido a las obras de edificación de nuevos talleres en la Fábrica de Armas que se llevan a cabo en 1923 se produjo el hallazgo de mosaicos romanos y, posteriormente, una explosión accidental en terrenos militares permitió descubrir otro mosai-co con motivos marinos y portuarios149. Nuevas excavaciones arqueológicas en el Circo Romano fueron autorizadas a D. José Mª Campoy, presidente de la Comisión Provincial de Monu-mentos, en 1927150, continuando esta labor posteriormente Rey Pastor y Castaños y Montijano.

En un desmonte frontero a la citada Casa de Ejercicios, que coronaba la cruz de Santa Susana, halló el profesor Téllez en noviembre de 1943 una pequeña necrópolis, con tumbas encuadradas por cistas graníticas y cubiertas de piedras pla-nas, a unos dos metros de profundidad. Por los restos cerá-micos hallados, que estudió Alia Medina, se clasificó como prehistórica con persistencia romana, según expone J. Porres. Al realizarse las obras del 2º Bloque de la Vega Baja por Re-giones Devastadas. en las explanaciones realizadas para la construcción de este edificio (1943-1944) se arrasaró un nú-mero no determinado de fosas, con cuatro tipos diferentes de enterramientos, sin que se llevara a cabo mayor estudio ar-queológico, dando esta noticia los miembros de la Real Aca-demia de Toledo E. Vera151.

Del entorno del Cristo de la Vega proceden el Credo epi-gráfico, encontrado por M. Jorge Aragoneses en 1950, y un crismón visigodo, así como otros restos localizados en un área genéricamente denominada “Vega Baja”152. En 1972 excavó en la propia ermita P. de Palol, tanto al interior (buscando las naves originales) como al exterior (localizando un cemente-rio medieval con cipos funerarios). En 1975 se llevó a cabo una pequeña intervención de urgencia por parte de Ricar-do Izquierdo en la zona que actualmente ocupa la carretera que accede al puente de la Cava, que dio como resultado la documentación de unas tumbas aparentemente islámicas153. Igualmente como necrópolis islámica, fueron considerados los

146.– ALVAREZ AHEDO, Ignacio, 2004, p.26.147.– MAROTO, 1991: p. 135.148.– MAROTO, 1991: pp. 137-139.

149.– BALIL, 1961; BLÁZQUEZ: 1982.150.– MAROTO, 1991: 144151.– J. PORRES expresa que al construirse el primero de los bloques militares de

la Avenida de la Reconquista “se halló en sus cimientos un sepulcro visigodo, hecho con losetas cerámicas en forma de omega, acopladas, que se conserva hoy en el Museo de Santa Cruz”.

VERA, 1943-1944 y TÉLLEZ, G., 1944.152.– ARAGONESES: 1958; REVUELTA: 1986.153.– IZQUIERDO, R., 1975; JUAN GARCÍA, 1987: p.18.

Foto aérea de Toledo.

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restos excavados en el solar de la Consejería de Presidencia, actualmente dependencia municipal154

En dos fases diferentes al edificarse en la avenida Carlos III, en las proximidades del circo romano, el Colegio Públi-co que actualmente existe, la actuación arqueológica también permitió definir la existencia de restos de edificaciones de diverso tipo (cimientos de “opus caementicium” y de mam-postería ordinaria) junto con amplias zonas de basureros, de época hispanovisigoda y tumbas medievales. La primera fase fue dirigida por M. J. Sáinz y A. de Juan y en la segunda, llevada a cabo en 1991 bajo la dirección de J. M. Rojas y R. Villa, se detectaron enterramientos que formaban parte de las últimas fases de ocupación documentadas, correspondiendo a tumbas antropomorfas realizadas con fábrica de ladrillo.

En el solar del antiguo “Vivero de Obras Públicas”, actual sede de la Consejería de Urbanismo y Vivienda, durante el control arqueológico de las labores de cimentación de este edificio se documentaron diversos restos arqueológicos, entre los que destacan un estanque de planta rectangular de época romana (datado en la transición del siglo III al IV de nuestra era) y varias tumbas correspondientes al área de necrópolis de época hispanovisigoda, en un conjunto que, durante época medieval y moderna fue utilizado como área de huertas, con resto, incluso, de un antiguo camino a la Fábrica de Armas y alguna construcción de menor entidad155. Estratigráficamente se pudieron definir hasta siete fases de ocupación del espacio, desde la más antigua de construcción del estanque romano, hasta la última correspondiente a las obras necesarias para la edificación de la sede de la Consejería de Obras Públicas.

Las excavaciones realizadas para Iberdrola en 1992, en el solar Paseo de la Basílica nº 92, al exterior del actual Centro Cultural San Ildefonso, también permitieron identificar restos de una necrópolis medieval. Se constató en ella la existencia de una compleja secuencia de ocupación a partir de una ne-crópolis romana (s. III) que, en época visigoda, se asocia a unas estructuras de posible carácter monacal (ss. VII-VIII), sobre la que se disponen los enterramientos mozárabes y cris-tianos (desde el s. X), que concluyen con la construcción de los cementerios de la Misericordia y de Canónigos156.

En los sondeos arqueológicos abiertos en la zona donde se preveía instalar el “aulario” universitario (entre la Fábrica de Armas y el Poblado Obrero, en 1995), se documentaron abun-dantes estructuras correspondientes a edificaciones visigodas, cuya ubicación permitía exponer la hipótesis de existencia de

urbanismo tardorromano/visigodo en esta zona. En las excava-ciones de de 2001, en los terrenos que limitan con la calle de San Pedro el Verde, se documentaron “abundantes estructuras de basurero” y “una considerable cantidad de distintos tipos de cimientos y bases de muros de mampostería trabada con ba-rro, en su mayor parte pertenecientes a edificios de viviendas”, que parecen responder a una prolongación del hábitat descrito anteriormente y que, dada la entidad de los restos, podría co-rresponderse con la basílica pretoriense de San Pedro y San Pablo, donde se celebraron los Concilios de Toledo.

En los últimos años se han desarrollado las actuaciones arqueológicas en relación con el urbanismo solicitadas en de la aplicación del artículo 21 de la Ley 4 de 1990 del Patrimo-nio Histórico de Castilla-La Mancha, en las parcelas corres-pondientes a la Actuación Urbanística proyectada en la Vega Baja, y en las del P.A.U. del Cristo de la Vega, estando aún en curso las desarrolladas en relación con el P.A.U. del Circo Romano y con la II fase de la Vega Baja.

154.– JUAN: 1986; 1987 y 1998; SÁNCHEZ-PALENCIA y otros: 1996155.– ROJAS y VILLA, 1996: pp.225-237.156.– GARCÍA, 1996: pp.143-157.

1.6.– eL urbanismo de La segunda mitad deL sigLo XX y principios deL XXi

El Plan General Municipal de Ordenación Urbana de Toledo de 1986 es redactado por Foro GTT y Angel Orbe Cano157. “El documento redactado se asienta sobre las directrices básicas siguientes: ampliar el suelo capaz de desarrollarse como am-pliación de las zonas de ensanche con densidad media, pro-tección de la vega del río Tajo en ambos márgenes en todo su recorrido por el municipio, relegar el desarrollo del Conjunto Monumental a un planeamiento especial que se puede desarro-llar en varias unidades o conjuntamente (Casco, Cigarrales, Ta-vera, Circo Romano) y creación de suelo no programado...”158

Los diferentes planeamientos urbanísticos se conciben como elementos separados de la ciudad histórica que, aislada como pieza singular, debe recibir un tratamiento específico y exclusivo de la mano de los planes especiales o normativas sin-gulares como el caso de la Instrucción de la Dirección General de Bellas Artes. Gracias a todas estas directrices, la Vega Baja se ha mantenido libre de edificaciones a lo largo de los años.Las grandes propiedades militares de la zona, y el sentido del paisaje presente en la valoración de la ciudad, han conseguido mantener libre esta importante zona de la ciudad.

157.– Plan General Municipal de Ordenación urbana de Toledo 1986. ALVAREZ AHEDO, Ignacio, 2004: pp. 30-36.

158.– ALVAREZ AHEDO, Ignacio. 2004, p. 31.

Plano de síntesis del Plan Especial del Casco Histórico de Toledo.

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Después de largo tiempo sin disponer de este instrumento, se pone en marcha la redacción del Plan Especial de Toledo. Su redacción se encarga a Joan Busquets que, a partir de una amplia documentación elaborada por la administración regio-nal, municipal y del Ministerio de Cultura, establece unas bases sólidas para el futuro desarrollo de la ciudad. El Plan Especial del conjunto histórico de Toledo mantiene las zonas de protección de los ejes de acceso a la ciudad definiendo zonas libres de visión159. Si bien no entra en definiciones y aspectos de paisaje, recoge la tradición del planeamiento de la segunda mitad del siglo XX y establece una serie de arcos visuales que definen la necesidad de liberar amplias zonas del territorio para garantizar las visuales de la ciudad histórica desde el entorno próximo.

En los años ochenta comienza a plantearse la posibilidad de urbanizar la zona que los militares han mantenido libre de edificaciones durante todo el siglo. En 1997 el Ayuntamiento de Toledo firma un convenio con el Ministerio de Defensa, que supone la cesión de los terrenos de la antigua Fábrica de Armas con la recalificación de los terrenos propiedad del Mi-nisterio situados en la parte exterior de la Fábrica, para cons-truir 937 viviendas y una amplia superficie de suelo comer-cial160. La aprobación del PGOU de estos terrenos propiedad del Ministerio de Defensa permiten la cesión del conjunto de la Fábrica de Armas al Ayuntamiento de Toledo quien inicia, en esos momentos, la cesión a la Universidad de Castilla-La Mancha. Desde la entrega en 1997, hasta el año 2008 la Uni-versidad de Castilla-La Mancha ha abordado una importan-te actuación de rehabilitación en el espacio industrial de la Fábrica de Armas, convertida ahora en campus tecnológico universitario.

El nuevo equipo de gobierno municipal adquirió al Mi-nisterio de Defensa los terrenos y creó la Empresa Municipal “Vega Baja” para gestionar la actuación. Para ello se realiza una modificación urbanística de la zona, redactada por AUIA que, posteriormente, quedará integrada en el Plan de Ordena-ción Municipal (POM) redactado por este mismo equipo. El POM reconoce también aprovechamientos en la zona del circo romano y del Cristo de la Vega con dos Planes de Actuación Urbanística que posibilitan la construcción de viviendas en esas zonas.

El crecimiento urbanístico registrado en Vega Baja desde 1944 había respetado de forma aceptable el entorno paisajís-tico que definía a la ciudad histórica de Toledo, planteando una forma de relación de la ciudad histórica con su creci-

miento de forma puntual, y estableciendo en la Avenida de la Reconquista un desarrollo urbano que desde la racionalidad y sobriedad de los proyectos residenciales, establecía una ciu-dad que mantenía sus valores básicos conservando libre la zona de la Vega Baja en sus espacios fundamentales.

El Documento de avance para la concertación administra-tiva del POM se presenta en Julio de 2004161 y presenta el cre-cimiento de la ciudad con un triple criterio: diseñar una ciu-dad unitaria y cohesionada, integrando las partes de Toledo y mejorando los sistemas estructurantes, diseñar una ciudad sostenible y compatibilizar modernidad y monumentalidad. En su propuesta de ciudad unitaria quiere proyectar los nue-vos crecimientos para llenar los vacíos del discontinuo urbano que hoy es Toledo y ampliar la ciudad con un nuevo criterio de continuidad, fortalecer la red de conexiones existentes y mejorar la movilidad, articular un sistema de espacios libres y dotacionales y crear áreas de centralidad adecuadas a las demandas sociales de los distintos barrios. El POM pretende dejar aislado, en alguna medida, la zona histórica de Toledo, pero sus actuaciones tienen una incidencia importante en la ciudad. Las relaciones entre legislación urbanística y de pro-tección del patrimonio histórico y, sobre todo, la incidencia de decisiones de planeamiento urbano que integran zonas de la ciudad consideradas como conjuntos históricos son funda-mentales. Y en este caso afectan a un elemento básico de la ciudad de Toledo como es su integración en el territorio y a la forma en que se define su paisaje.

El POM en estos aspectos suscita las críticas de la Real Sociedad Geográfica, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la Real Academia de la Historia, de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de To-ledo, de ICOMOS y de la Real Fundación Toledo, entre otras instituciones y personas que consideran que las vegas tienen valores arqueológicos y paisajísticos que deben protegerse y conservarse.

El proceso de construcción llega a ponerse en marcha con la adjudicación de las diferentes parcelas a cooperativas y promotores que deben realizar previamente trabajos arqueo-

159.– BUSQUETS, Joan. Plan especial de Toledo. 2000, pp. 151-158160.– La modificación nº 11 del PGOU fue redactada por el arquitecto Tomás Marín

Rubio con una propuesta de ordenación general de la zona como Plano de imagen.

161.– Plan de Ordenación Municipal de Toledo-POM. Memoria de Ordenación Julio 2004. Documento de avance para la concertación interadministrativa.

lógicos en las diferentes parcelas162. Los resultados de estos trabajos de excavación, la reflexión sobre la realidad del pai-saje y la ordenación general del territorio ponen en cuestión el desarrollo edificatorio previsto para esta zona.

En este proceso hay que reseñar, de forma singular, la ac-tividad desarrollada por la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias históricas de Toledo y la Real Fundación Toledo que, con su labor de crítica constructiva, colaboran para que, finalmente, el Presidente de la Junta de Comunidades de Cas-tilla-La Mancha, José Maria Barreda, asuma la decisión de paralizar el proceso de urbanización, declarando Bien de In-terés Cultural toda la zona y poniendo en marcha un proyecto cultural para todo el territorio en el que se integran elementos arqueológicos, paisajísticos y de equipamiento cultural. Para

el desarrollo de este proyecto se constituye una empresa pú-blica, Toletum Visigodo, que inicia las actuaciones arqueoló-gicas, urbanísticas y de equipamiento cultural.

162.– Para la empresa Vega Baja en viales y zonas comunes trabaja el equipo de Juan Manuel Rojas y Antonio Rodríguez Malo que también trabajan en las parcelas R1, R2, R8 C1. En la parcela R3 trabajó AGER Arqueología y Pa-trimonio S.L. de Javier Gómez Rojo y Yolanda Peña Cervantes. En la parcela R10, ARC Consultores con Jaime Max Magariños y Luis Andrés Domingo. En la R12 Arturo Ruiz Tabeada y Beatriz Martín Eguiguren. En las parcelas R4 y R6 Novas Arqueología con Elena I. Sánchez Pelaez y Rafael Caballero García. En estas dos parcelas trabajan también Virginia Requejo López, Raúl Maqueda Garcia Morales y Bienvenido Maquedano Carrasco.

Las diferentes empresas de arqueología realizan un trabajo profesionalmente impecable cuya documentación e información, en un proceso, urbanística y políticamente complejo, resulta esencial para llegar a la protección final de este territorio.

Plano de síntesis del POM de Toledo.

Zona de la Vega Baja.Esquema del POM de Toledo.

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1.7.– eL paisaje de La Vega y su imagen

El paisaje de la Vega está claramente influido por la presen-cia del río Tajo en su borde. Esta relación con el río debe ser elemento esencial en la recuperación de la zona en su planea-miento futuro. La Vega Baja ha sufrido, a lo largo del tiempo, numerosas inundaciones dada la proximidad del río163. Desde principios del siglo XX numerosas reseñas de noticias en la prensa local se refieren a la incidencia de las inundaciones en la Fábrica de Armas, como recoge el periódico El Castellano en sus ejemplares de 13 de diciembre de 1910, 28 de marzo de 1924 y 24 de diciembre de 1925. Importante fue la inunda-ción de marzo de 1947164, de la que se conservan abundantes noticias, documentos gráficos (fotografías en blanco y negro), y marcas y placas de nivel (tres del 6 de marzo de 1947 se ubican en las paredes del antiguo Taller de Cirugía; una en la fachada principal del antiguo molino y central de Azumel; otra en la fachada occidental del antiguo Almacén y la últi-ma, repuesta tras la restauración, en el lateral derecho de la puerta de acceso a la fachada principal del Edificio Sabatini), que nos dan cumplido conocimiento de la tensa relación man-tenida entre el río y la Vega.

163.– ALONSO, 2007. Según este autor, sólo afectaron a las partes más bajas (ex-cavadas y/o cercanas al río), como los talleres y salas de maquinaria próximas al Canal de Carlos III. Hay cuatro momentos de inundación en mayo de 1853, febrero y septiembre-octubre de 1855, y diciembre de 1860

164.– La incidencia de esta inundación en la Fábrica de Armas ha sido objeto de un trabajo específico (González, 2003), realizándose una detallada modelación hidráulica a partir de las marcas de nivel, reconstruyendo con precisión las zonas inundadas, y obteniendo mapas batimétricos.

165.– ASSAS, Manuel, 1848: Album artistico de Toledo, escrito por D. Manuel de Assas, abogado, académico de la Arqueológica española, etc, etc, ilustrado con láminas egecutadas por artistas distinguidos y publicada por D. Doroteo Bachi-ller, litógrafo de Cámara de S. M. año de 1848, Madrid: [s.n.], 1847 (Imprenta de D. Julián Saavedra y Compañía)

Manuel de Assas (Santander, 1813-1880) fue profesor de sánscrito y arqueó-logo. Esta formación se ve reflejada en las descripciones que hace en la obra de los monumentos toledanos y en el descubrimiento de una arquitectura visi-goda poco apreciada hasta entonces. Este Álbum es un precioso libro en gran formato compuesto principalmente por litografías de Doroteo Bachiller, acom-pañadas del texto de Assas. Cada lámina está dibujada por un autor diferente y tomada del natural. Manuel de Assas colaboró con Bécquer en su obra “Los templos de Toledo” donde escribió la parte dedicada a la Catedral.

Diversas imágenes pintadas, grabadas y fotografiadas nos presentan este territorio a finales del siglo XIX y durante el siglo XX. Ya hemos mencionado anteriormente los grabados de Wyngaerden, de Baldi o de Arroyo Palomeque. El grabado de la portada del Álbum artístico de Toledo165 de Manuel de Assas, de 1848, presenta enmarcado en una estructura ar-

Inundaciones de 1947.

Vista de la Vega Baja desde el Cambrón. Aureliano Beruete, 1895.

Vista sur de Toledo desde la Solanilla. Aureliano Beruete, 1895.

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quitectónica, una vista de las ruinas del circo romano. Los cuadros de Beruete de finales del siglo XIX nos muestran la doble imagen del espacio desde el Cambrón166 en la que está presente el río con arbolado en sus riberas y espacios de cul-tivos. La otra visión, es la del sur de Toledo desde los cigarra-les167 con un primer plano del río con su vegetación de ribera, dos personas en una barca y, en la posición elevada el perfil de los edificios de la ciudad rodeada de murallas.

La zona construida de la Fábrica de Armas es objeto de diversos grabados que representan el edificio Sabatini y su entorno en diferentes épocas. El grabado de Batanero presen-ta la fachada del edificio Sabatini en 1840. De 1866 es el gra-bado de Urabieta en el que se ve el edificio Sabatini rodeado de un entorno natural arbolado y libre de otras edificaciones. El grabado “Toledo, Spain, and the manufactory of arms”, de 1878 es una ilustración del Miscelaneous Family Journal y presenta la visión del edificio Sabatini con la imagen de la ciudad de Toledo al fondo y con los caminos que comunican el recinto industrial con la ciudad histórica, que, posteriore-mente, configurarán los recorridos la Avenida de de Carlos III y del Paseo del Cristo de la Vega.

Las imágenes de este territorio nos presentan la Vega Baja como un paraje natural en el que el río es parte esencial y con terrenos para usos agrícolas y ganaderos. Las fotografías de Pedro Román Martinez168 nos presentan una imagen de la Vega Baja de Toledo de principios del siglo XX centrada en dos aspectos. Por un lado las ruinas del circo romano169 y, por otro, el ambiente de la Vega Baja en sus usos agrícolas. La

166.– Vista de la Vega Baja desde el Cambrón: el río y sus riberas con la fábrica de armas al fondo. Óleo 50 x 80 cms donación de la viudad del pintor al Museo Arqueológico de Toledo.

Ver: VVAA, Tres grandes maestros del paisaje decimonónico español: Jenaro Villamil, Carlos de Haes y Aureliano de Beruete, Madrid.

167.– Vista sur de Toledo desde los cigarrales, óleo 50 x 89.168.– VVAA, 2008: Pedro Román Martínez. Toledo, fotografía y pintura, Toledo, Di-

putación Provincial, Ayuntamiento de Toledo.169.– Toledo. Campaña de excavación arqueológica del circo romano: Arco de acceso

a la suma cavea y restos del graderío. Fotografía Colección LAR-137.

Fábrica de Armas y sus alrededores. Urrabieta, 1866.

Exterior de la Fábrica de Armas. Batanero, 1840.

Toledo aprisco en la Vega Baja. Fotografía de Pedro Román.

Vista de Toledo desde la Vega Baja. Fotografía de Pedro Román.

imagen de Toledo vista desde la Vega Baja170 ofrece la visión de un campo de cultivo con la siembra recogida parcialmente y el perfil de la ciudad de Toledo al fondo. En la presentación de los trabajos y oficios de la época, una imagen de un aprisco en la Vega Baja171, con los pastores, la valla de cuerda trenza-da y las ovejas en su interior con el perfil de la ciudad al fondo y los paseos arbolados.

Las fotografías de Rodríguez, de la Fábrica de Armas, desde el puente de San Martín, nos presentan en un primer plano la presa de Azumel y los edificios de la Fábrica incluida la Cen-tral de Vapor, hoy desaparecida, junto al edificio Sabatini. El entorno es un amplio espacio libre de edificaciones y con zonas de arbolado como muestran fotografías de la primera mitad del siglo XX y en los que las ruinas del circo romano aparecen como único referente identificador este espacio.

170.– LAR-257171.– LAR-737.

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La fotografía aérea establecerá la relación de este territorio con la zona elevada del casco histórico y con la presencia del río. Las imágenes de la ciudad aparecen centradas en la zona urbana construida sobre la roca elevada y la Vega Baja apare-ce en ese entorno como el espacio llano y vacío que enmarca la ciudad y define su singularidad. La visión de la ortofoto del conjunto de la ciudad de Toledo, en la actualidad, hace visi-ble el sentido de las vegas del río Tajo en esa unidad compleja

de zonas diversas, que se han configurado urbanísticamente a lo largo de los años.

Un territorio singular para la ciudad de Toledo con una ubicación que ha sido ocupado a lo largo de veinte siglos y cuya memoria material debemos conservar como valor arqueo-lógico, como territorio esencial en la definición del paisaje de la ciudad y como proyecto de desarrollo futuro de Toledo.

Vista aérea de Toledo.

Ortofoto de Toledo. >

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CAPITULO 2

LA VEGA BAJA EN ÉPOCA VISIGODA:UNA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA

EN CONSTRUCCIÓN

Lauro Olmo Enciso

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Toledo. Codex Emilianensis, fol. 129. Patrimonio Nacional. Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

LLA VEGA BAJA EN ÉPOCA VISIGODA:

UNA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICAEN CONSTRUCCIÓN

Lauro Olmo Enciso

a ciudad de Toledo experimentó a lo largo de los siglos IV y V d.C. un proce-so de transformaciones que introdujeron en su fisonomía elementos diferen-ciadores respecto al paisaje urbano de época altoimperial, transformándola en una de las ciudades más importantes del centro peninsular. Para ello se vio favorecida por su situación estratégica, revalorizada por la reforma administrativa del emperador Diocleciano, al ocupar un lugar central en el eje de comunicación que, a través del valle del Tajo, ponía en comunicación Mérida, capital de la diócesis hispana, con la zona oriental de la península. De ello da testimonio la investigación arqueológica que en los últimos años viene ofreciendo datos sobre un crecimiento de la ciudad particularmente notable en sus zonas suburbanas, así como una importante ocupación del espacio periurbano con villae y establecimientos rurales reflejo de la riqueza agrícola del valle del Tajo y de una potente clase de posessores1.

La Vega Baja ofrece datos sobre este dinamismo, mostrando ejemplos sobre la planificación del espacio suburbano próximo al cerro ocupado por la ciudad carpetana y republicana. Esta actividad constructiva, de época al-

2.1.

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1.– FUENTES DOMÍNGUEZ, Angel (coord.), 2006: Castilla-La Mancha en época romana y Antigüedad Tardía, Ciudad Real, pp. 192-195.

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toimperial, ha sido puesta en relación con la promoción de la ciudad a municipio romano, momento en que se inicia todo un programa de remodelación urbanística basado en la extensión de la ciudad fuera de los estrechos límites que la habían con-figurado hasta entonces2. Elemento central de este programa fue la construcción del Circo en el siglo I d.C., así como de otra notable edificación en su cercanía, que ha sido identifi-cada como el Teatro3. Las excavaciones recientes muestran la presencia de materiales y restos dispersos de esta época altoimperial en diferentes zonas de la Vega Baja, aunque con una mayor concentración en la franja occidental comprendida entre la zona de la ermita del Cristo de la Vega4 y el sector N. de la calle San Pedro el Verde. En la zona septentrional del yacimiento, vinculada a dicha calle, se documentó la existen-cia de una zona de actividades productivas, definida por una serie de estructuras, entre las que destacaba un pozo —re-lleno con material altoimperial—, así como la base de una cubeta de opus signinum, y, contemporánea a estas, la orga-nización de un área ligada a la extracción de arcillas, que se fecha entre la segunda mitad del siglo III y principios del IV, así como una serie de piletas y un horno, fechado en torno al siglo III5. Al norte de esta zona, se descubrieron los restos de un gran edificio, fechado en época romana sin poder ofrecer una datación más precisa6. La investigación arqueológica que se realiza en la actualidad, ofrece también datos sobre una ocupación de época altoimperial, a través de la presencia de

cerámica sigillata sudgálica, hispánica, pintada de tradición indígena, junto a producciones de vidrio, conjuntos todos ellos fechables entre los siglos I al III d.C. 7. La existencia de zonas de necrópolis altoimperiales parece sugerirlo el hallazgo de estelas funerarias fechadas en torno a los siglos I y II d.C., reutilizadas en enterramientos de época bajoimperial, tal y como se constata en la necrópolis del Cristo de la Vega8.

La ciudad de Toledo adquirió una importancia creciente en época bajoimperial, tal y como refleja el hecho de haber-se transformado en una relevante sede episcopal desde los primeros momentos de institucionalización del cristianismo. Ejemplo de ello lo proporciona el hecho de ser la única sede del centro peninsular que asistió, a través de la participación de su obispo Melancio, a la primera reunión de la Iglesia his-pana, el Concilio de Elvira celebrado entre los años 300-302. Esta importancia quedaría consolidada con posterioridad, de-bido a la celebración del I Concilio de Toledo en el año 400 d.C., sínodo de gran trascendencia dado que en él se condenó el priscilianismo, movimiento que, por sus derivaciones so-ciales y religiosas, había cuestionado la estructura ideológica de la Iglesia de la época.

Sin embargo, y a diferencia de lo que sucede en otras ciu-dades peninsulares de la época, la arqueología no ha ofrecido, por el momento, evidencias concluyentes sobre edificaciones pertenecientes al complejo episcopal toledano, elemento pri-mordial de la imagen de la ciudad bajoimperial y expresión en el nuevo paisaje urbano del papel hegemónico que el cris-tianismo había adquirido en la estructura social tardoantigua. No obstante si hay que destacar, como P. de Palol defendió en un sugerente trabajo, la existencia de un grupo episcopal, ya desde el siglo V d.C., en la zona central del interior del recin-to urbano toledano9. En la configuración de este complejo, el templo catedralicio dedicado a la Virgen María, se localizaría bajo la actual catedral medieval, y, probablemente, el núcleo episcopal relacionado con la iglesia bautismal de San Juan. En este sentido, apuntó la presencia de un esquema conocido para los grupos episcopales, el de baptisterio relacionado con el templo catedralicio y presente en ciudades peninsulares como Mérida y Valencia. Para ello señaló como posible loca-

2.– FUENTES DOMÍNGUEZ, Angel (coord.), 2006: pp 107-108.3.– CARROBLES SANTOS, Jesús, 2001: El teatro romano de Toledo: una propuesta

de identificación, Toledo.4.– Donde se hallaron una serie de materiales cerámicos, en niveles muy alterados

por la utilización posterior de este espacio como necrópolis a partir del siglo III d.C., formados por cerámica sigillata itálica y sudgálica, cerámica de paredes finas, cerámicas de tradición indígena y cerámica común pintada y sin deco-rar. Ver: GARCÍA SÁNCHEZ DE PEDRO, J., “Paseo de la Basílica, 92”, en AA.VV., Toledo: Arqueología en la Ciudad, Patrimonio Histórico-Arqueología, Castilla-La Mancha, nº 13, Toledo, 1996, pp. 155-156.

5.– La excavación de esta zona ligada a actividades productivas fue acometida por dos empresas de arqueología, contratadas por diferentes promotores, como con-secuencia de la división de este sector de la Vega Baja en varias parcelas – las dos que aquí afectaban al yacimiento eran las denominadas como R-2 y R-3- dentro del proceso urbanizador que se quiso iniciar. Los resultados de la parcela R-3 en: PEÑA CERVANTES, Y., GÓMEZ ROJO, J.: Conferencia so-bre las excavaciones efectuadas en la parcela R-3 de la Vega Baja, con motivo de las Jornadas Técnicas sobre Vega Baja, organizadas por Toletum Visigodo y celebradas en mayo de 2008, en las que los autores presentaron los resultados de sus trabajos fundamentados en una completa secuencia estratigráfica de su área de excavación fechada entre los siglos I al IX d.C. Para los resultados de la parcela R-2 veáse ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., GÓMEZ LAGUNA, A., “Intervención arqueológica en la Vega Baja de Toledo. Características del centro político y religioso del reino visigodo”, en: CABALLERO ZOREDA L., MATEOS CRUZ P., UTRERO AGUDO Mª. A., (eds), 2009: El siglo VII frente al siglo VII: Arquitectura. Anejos de AEspA LI, Madrid, p. 83.

6.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009: p. 69.

7.– Ver en esta misma obra, J. GARCÍA GONZÁLEZ, J. Cerámica de Época Roma-na, y Vidrio de Vega Baja

8.– GARCÍA SÁNCHEZ DE PEDRO, J., 1996: p. 156 y Lám. VI.9.– PALOL I SALELLAS, P. de, 1991: “Resultados de las excavaciones junto al

Cristo de la Vega, supuesta basílica conciliar de Santa Leocadia, de Toledo. Algunas notas de topografía religiosa de la ciudad”, en AA.VV.: XIV Centenario, Concilio III de Toledo, 589-1989, Toledo, 1991, pp. 787-832.

lización de este baptisterio, próxima al emplazamiento defen-dido para la catedral, la iglesia de San Juan del Arzobispo, conocida desde el siglo XIII, que se situaría en las inmedia-ciones de la actual C/ Trinidad y, por tanto, a espaldas del actual palacio episcopal. Un dato más a tener en cuenta para la localización de la iglesia de Santa María, son unas prospec-ciones geofísicas realizadas en la década de los años ’70 del pasado siglo, bajo la actual catedral, en la que se detectaron en el sector N.O. restos de una posible construcción de planta de cruz griega10.

Pero es en la zona de la Vega Baja donde la arqueología ofrece evidencias sobre las transformaciones que entre los si-glos IV y V se produjeron en la ciudad y que, como ya se ha citado, introdujeron en su fisonomía elementos diferenciado-res respecto a la época altoimperial que apuntan a una mayor densificación del paisaje urbano de este periodo en esta zona suburbana. Estas transformaciones en el suburbio de la ciu-dad están documentadas en otras zonas, como es el caso de la Vega Alta, donde se produce el abandono de infraestructu-ras de época altoimperial relacionadas con usos hidráulicos y sobre ellas se sitúan construcciones domésticas de zonas de vivienda que quizás nos reflejan para esta zona al E. de la ciudad una estructura de ocupación dispersa11.

A lo largo de la época bajoimperial el Circo siguió en uso por lo menos hasta principios del siglo V, tal y como atestigua una pieza perteneciente a una sella curulis, el marfil de Hipó-lito fechado en el año 40012. Como un elemento nuevo del pai-saje, el espacio suburbano de la Vega Baja estaría definido por la presencia de villae suburbanas como la ya conocida de la Fábrica de Armas, construida de nueva planta en esta época. De esta se conoce su pars urbana, de la que pudo identificarse un triclinium de planta rectangular con un pequeña fuente en su zona central y un peristilo con un estanque octogonal, cuyo fondo estaba decorado con un mosaico de inspiración mari-na, la misma temática que poseía el otro mosaico aparecido, y fechados en los primeros años del siglo IV13. En relación con esta villa se localizó al Sur de estos restos un estanque, también fechado entre los siglos III-IV, cuya función debió centrarse en el almacenaje y distribución del agua necesaria para el funcionamiento de todo el complejo14. Con este tipo de establecimientos podría relacionarse la existencia de unas pequeñas termas, fechadas entre los siglos IV y V, que ha sido constatada recientemente y que se encuentran asociadas a una serie de edificios organizados en recintos ortogonales15. Estos edificios estarían testimoniando la existencia de una ocupación más densa en esta zona de la Vega Baja sobre la que posteriormente se desarrollará el nuevo programa urbano de época visigoda.

Una serie de zonas de enterramiento de época bajoimpe-rial se han localizado en diferentes puntos de la Vega Baja. Al oeste del circo, se desarrolló a partir del siglo III d.C. una necrópolis, en algunas de cuyas sepulturas se reutilizaron es-telas funerarias de época altoimperial16. Esto supuso el inicio de la ocupación cementerial de una zona de gran trascenden-cia en la posterior época visigoda al ser localizado en ella todo

Marfil romano de Hipólito.

10.– VON KONRADSHEIM, G. C. “Exploration géophysique des soubassements de la Cathédrale de Tolède”, Annales d’Histoire de l’Art et d’Archeologie, 2, Bruse-las, pp. 95-99.

11.– Véase sobre la zona de la Vega Alta: ROJAS RODRÍGUEZ MALO, J. M., 1966: “Paseo de la Rosa, 76 (La piscina romana de Cabrahigos)”, en AA.VV., Toledo: Arqueología en la Ciudad, Patrimonio Histórico-Arqueología, Castilla-La Man-cha, nº 13, Toledo, pp. 79-80; y J. CARROBLES SANTOS, J. “La ciudad de Toledo en la Antiguedad Tardía”, en L.A. GARCÍA MORENO, L. A., RASCÓN MARQUÉS, S., (eds.), 1999: Complutum y las ciudades hispanas en la Antigüe-dad Tardía, Alcalá de Henares, pp. 193-200.

12.– SÁNCHEZ PALENCIA, J., 1989: “El marfil de Hipólito del circo romano de Toledo”, Homenaje al Profesor Antonio Blanco Freijeiro, Estudios de la Facultad de Geografía e Historia, 3, Universidad Complutense, Madrid, pp. 377-401.

13.– MÉLIDA, J. R., 1923: “Un mosaico encontrado en Toledo”, Boletín de la Real Academia de la Historia, LXXXIII, Madrid, pp. 19-23; BALIL ILLANA, A., 1961-62: “Mosaico con una escena portuaria hallado en Toledo”, Homenaje al Profesor Cayetano de Mergelina, Murcia, pp. 123-138; también del mismo autor “Monumentos alejandrinos y paisajes egipcios en un mosaico romano de Tole-do”, Alessandria e il mondo ellenistico-romano, Mélanges A. Adriani, 1984, vol. III, pp. 433-439.

14.– J.M. ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., VILLA GONZÁLEZ, R., 1996: “Con-sejería de Obras Públicas” en AA.VV., Toledo: Arqueología en la Ciudad, Patri-monio Histórico-Arqueología, Castilla-La Mancha, nº 13, Toledo, pp. 225-237; ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J.M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009, p. 51.

15.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J.M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009: pp. 75 y 83.16.– GARCÍA SÁNCHEZ DE PEDRO, J., 1996, pp. 153-157, figs. 5 y 6., láms. VI a IX.

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el complejo dedicado a la mártir toledana Santa Leocadia. Al norte de esta, ya en los terrenos de la Fábrica de Armas, bajo el actual edificio polideportivo del campus universitario, se localizó, en excavaciones efectuadas por R. Villa González en 1999, una zona de enterramientos infantiles tardorromanos17. Al E. del actual yacimiento de Vega Baja, en la zona de la Avenida de Reconquista se localizó una zona de enterramien-tos bajoimperiales en los años 1944-45 y 196518.

Todos estos hallazgos nos ofrecen un paisaje urbano diver-so al que había configurado la ciudad altoimperial, organiza-da en torno al original asentamiento carpetano y republicano aprovechando la altura del cerro. Estos cambios parecen cen-trarse en una generalización del poblamiento suburbano que, en el caso de la Vega Baja, se basaría fundamentalmente en el reforzamiento de una corona inmediata de villae suburba-nas, en un contexto de ocupación del espacio que tendría su proyección a toda la zona periurbana del territorio toledano19. Se ha interpretado esta ocupación del suburbio debido a la escasa disponibilidad de espacio, dentro de la antigua ciudad, para albergar residencias con las dimensiones y característi-cas urbanísticas que definen a estas villae20. De confirmarse esta teoría, que implicaría cambios en el interior del recinto urbano primitivo, podría también relacionarse con la tesis, aquí expresada de P. de Palol, sobre la localización en esta época de la sede episcopal toledana en la zona de la actual catedral, donde también se ha apuntado la localización del Foro de la ciudad altoimperial. Todo esto llevaría a considerar para el Toledo tardoantiguo el mismo proceso de cambios en el paisaje urbano que se comprueba en otras ciudades hispa-nas del momento, si bien en el caso que aquí nos ocupa la in-vestigación arqueológica tiene que ofrecer todavía mucha más información relevante. Un proceso que da paso a un modelo de ciudad que difiere del anterior pero que también generará una nueva imagen en el que se hallarán presentes una nueva arquitectura del poder, ligada al mensaje ideológico del cris-tianismo así como nuevas configuraciones del espacio urba-

nístico, valorización de los espacios suburbanos, y todo ello conectado con la evidencia de que la Antiguedad tardía sigue siendo un mundo urbano en el que la ciudad se proyecta hacia todo el territorio21.

17.– Excavaciones realizadas por VILLA GONZÁLEZ, R., en el año 1999, véase al respecto, MAQUEDANO CARRASCO, B., ROJAS RODRIGUEZ-MALO, J. M., E. I. SÁNCHEZ PELÁEZ, E. I., M .J. SAINZ PASCUAL, M. J., VILLA GONZÁLEZ, R., 2002: “Nuevas aportaciones al conocimiento de las necrópolis medievales de la Vega Baja de Toledo I”, Tulaytula, nº 9, Toledo, p. 36.

18.– PALOL I SALELLAS, P. de, 1972: “Una tumba romana de Toledo y los frenos de caballo hispanorromanos del bajoimperio”, Pyrenae, nº 8, Barcelona, pp. 787-832; y MAQUEDANO CARRASCO, B., ROJAS RODRIGUEZ-MALO, J. M., E. I. SÁNCHEZ PELÁEZ, E. I., M. J. SAINZ PASCUAL, M. J., VILLA GONZÁ-LEZ, R., 2002, p. 30.

19.– FUENTES DOMÍNGUEZ, A., 2006: pp. 193-195.20.– Ibídem., pág. 194.

2.2.– en Los comienzos de La época Visigoda: La gestación de una capitaL

La posición relevante que la ciudad de Toledo había expe-rimentado durante la época anterior, se muestra más acentua-da ya desde principios del siglo VI, momento en que ya forma parte del Estado visigodo. Testimonio de ello lo ofrece la cele-bración del II Concilio de Toledo, efectuado en el año 527 du-rante el reinado de Amalarico. A este asistieron seis obispos de la zona central de la península, así como un alto dignatario visigodo, y en él se resalta el carácter metropolitano de la sede toledana y de su obispo Montano22. Los datos transmiti-dos por las actas de este concilio así como la correspondencia

21.– GURT ESPARRAGUERA, J. M., SÁNCHEZ RAMOS, I., 2008: “Las ciudades hispanas durante la Antiguedad Tardía: una lectura arqueológica” en L. Olmo Enciso (ed): Recópolis y la ciudad en la época visigoda, Zona Arqueológica, nº 9, Alcalá de Henares, pp. 184-202.

22.– OLMO ENCISO, L., 1988: El proceso de formación del reino de Toledo, Uni-versidad de Alcalá, Madrid, pp. 50-53; VELÁZQUEZ, I., RIPOLL, G., 2000: “Toletum, la construcción de una Urbs Regia”, en RIPOLL, G., GURT, J. M., (eds), 2000: Sedes regiae (ann. 400-800), Barcelona, pp. 536-537.

Amalarico. Genealogía de los Reyes de España. B. N. M.

anexa de Montano a Toribio, parecen constatar la existencia de una jurisdicción de Toledo sobre un territorio que com-prendía Carpetania, Celtiberia y la Submeseta Norte, que ya estaría bajo control efectivo del estado visigodo, tal y como se reconoce en el último canon del Concilio23. La asistencia al concilio de Ergano, un alto dignatario vinculado, en este texto de Montano, al rey gozando al igual que este de potestades disuasorias, es un dato más a favor de esta argumentación, así como de la importancia que la ciudad tenía para la monarquía visigoda. La posición central de Toledo, casi equidistante en-tre la Tarraconense y la zona de Lusitania y Bética, el control del eje viario Emerita-Toletum-Complutum-Caesaraugusta-Barcino, su localización en un territorio bajo control efectivo del Estado visigodo, son testimonios que avalan la creciente importancia de la ciudad en esa época24.

Es a partir del reinado de Teudis, monarca caracterizado por desarrollar una política destinada a reforzar el poder real, cuando ya poseemos datos del carácter de Toledo como sede regia, tal y como se deduce de la promulgación en la ciudad por este rey, en el año 546, del único documento legislativo de su reinado, la Ley de Costas Procesales. Esta ley, dirigi-da a impedir el soborno a los jueces, formó parte del intento de afirmar el poder de la monarquía sobre los altos funcio-narios del reino pertenecientes a los grupos dominantes de la sociedad hispanovisigoda25. Asimismo, Teudis utilizó por primera vez en un rey visigodo el apelativo Flavius, en la fir-ma de dicha ley, imitando posiblemente la denominación del ostrogodo Teodorico, y como una forma de emular a los estados más potentes de la época que ha sido definida como el inicio de un proceso de ”imperialización” de la realeza visigoda26. A partir de estas consideraciones se ha defendido una presencia prolongada de Teudis en Toledo lo cual sería síntoma de la fija-ción de la capitalidad en la ciudad27. I. Velazquez y G. Ripoll, han defendido acertadamente, el hecho de que, a diferencia de otras ciudades notables de la península, el poder eclesiástico en Toledo no estaba en grado de eclipsar a la nueva corte28.

El carácter de capital estará plenamente definido ya bajo el reinado de Atanagildo, máxime cuando la ya mencionada situación geográfica la situaba en una posición equidistante de los territorios conflictivos del periodo, los dominios bizan-tinos y la Bética, así como por ser la residencia del monarca,

tal y como refleja el hecho de que de esta ciudad salieran, en el 566, las hijas del rey para contraer matrimonio en la Galia (Ven. Fortun. Carmn VI, 5. 13.) o que en ella muriera este rey en el 567 (Isid. Hisp., H.G., 47)29.

Hasta ese momento el Estado visigodo no habían tenido una capital con las características que van a confluir en To-ledo, puesto que no habían consolidado una estructura esta-tal como la que caracterizará al Reino Visigodo de Toledo. Por tanto, el papel de Toledo como capital va intrínsecamente unido al nacimiento de la estructura que va a dar lugar a un Estado centralizado. Hasta entonces las sedes de la monar-quía visigoda, a partir de la derrota infringida por los Francos en Vouille en el 507, se habían caracterizado por su carácter itinerante que le había llevado durante toda la primera mitad de ese siglo VI a asentarse en diferentes ciudades —Narbona, Barcelona—, de forma ocasional y siempre en función de los intereses o necesidades geoestratégicas.

eL reino Visigodo en eL sigLo Vi

23.– J. VIVES, J., 1963: Concilios Visigóticos e Hispano-romanos, Barcelona-Madrid, p. 42-52; L. OLMO ENCISO, L., 1988: p. 51-52.

24.– OLMO ENCISO, L., 1988, p. 52; OLMO ENCISO, L 2007: “Nuevos paisajes urbanos y consolidación del Estado en época visigoda”, en AA.VV., Hispania Gothorum. San Ildefonso y el Reino Visigodo de Toledo, Toledo, pp. 167-168.

25.– GARCÍA MORENO, L. A., 1991: “Las invasiones, la ocupación de la península y las etapas hacia la unificación territorial”, en JOVER ZAMORA, J.M. (dir.), 1991: Historia de España de Menéndez Pidal. España visigoda, vol. III-1, Ma-drid, p. 157.

26.– Ibídem.27.– OLMO ENCISO, L., 1988, p. 52; VELÁZQUEZ, I., G. RIPOLL, G., 2000: pp.

532-53828.– RIPOLL, G., 2000: “Sedes Regiae en la Hispania de la Antiguedad Tardía”,

2000, en: RIPOLL, G., GURT, J. M., (eds) Sedes regiae (ann. 400-800), Barce-lona, pp. 393-396; I. VELÁZQUEZ, I., RIPOLL, G., 2000: p. 535.

29.– OLMO ENCISO, L., 1988, pp. 52-54; L. OLMO ENCISO, L., 2002: “Arqueolo-gía y formación del Estado en época visigoda”, en A. PEREA, A., (ed.): El tesoro visigodo de Guarrazar, Madrid, pp. 379-386.

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Por todo ello, el éxito de la organización estatal, desde me-diados del siglo VI, obliga, a la hora de hablar de sedes regias en el reino visigodo, a distinguir dos etapas. La primera, data-da a partir del colapso del reino de Tolosa, con capitales oca-sionales del reino, en función de una serie de condicionantes, fundamentalmente políticos, y de las necesidades de una débil estructura política e ideológica no cohesionada y en proceso de formación. La segunda, estaría definida por la consolidación y afianzamiento de una estructura estatal con voluntad centrali-zadora, que permitirá crear unas sedes regiae de acuerdo con las necesidades derivadas de esta organización30.

2.3.– La nueVa imagen de una capitaL: espacios de poder y desarroLLos urbanísticos

El inicio de una política urbanística y edilicia a cargo del Estado visigodo constituye uno de los síntomas más relevantes de la hegemonía de éste, durante el periodo de tiempo com-prendido entre el último cuarto del siglo VI y la primera mitad del VII. Las expresiones más significativas de este proyecto se dieron en Toledo, donde se produjo un nuevo desarrollo ur-banístico que albergó el complejo palatino de la capital en el suburbio toletano, localizado en la actual zona de Vega Baja, y en la fundación de Recópolis, una ciudad de nueva planta, ordenada por Leovigildo. Ambas reflejaron en su fisonomía el impacto de los modelos urbanísticos bizantinos. Este proyecto estatal de fundación o ampliación de ciudades, se produjo, igualmente, en otra serie de lugares a lo largo de esta fase y documentan la necesidad por parte del Estado de contar con una red de centros urbanos para estructurar el territorio.

Dentro de este contexto, hay que situar las otras iniciativas de este tipo efectuadas durante el reinado de Leovigildo, de las que únicamente poseemos testimonio a través de las fuentes escritas, como fueron la fundación en el año 581 de la ciu-dad de Victoriaco, y la restauración en el 583 de las murallas de Itálica. La continuidad de esta política urbanística estará constatada durante y a partir del reinado de Recaredo, con el desarrollo del proceso de monumentalización en Recópolis, la presencia de un palatium civil en Barcelona, la fundación de la ciudad de Eio-El Tolmo de Minateda, y la intervención en otros centros urbano del S.E. peninsular, así como la creación de Ologicus por el rey Suintila (621-632) (Isidoro de Sevilla, H.G., 63, 10)31.

Por tanto, junto a la aceptada consolidación de la ciudad episcopal como transmisora del mensaje ideológico de la ciu-dad cristiana32, se comprueba como también se manifiesta a partir de la segunda mitad del siglo VI, una ciudad impulsada desde la iniciativa estatal y transmisora, igualmente, de un mensaje ideológico. La interacción entre ambos paisajes ur-banos y sus desarrollos diacrónicos es uno de los elementos esenciales para entender el modelo de ciudad y sus variables que se define en este periodo33.

Como consecuencia de estos cambios, un aspecto funda-mental, que ha sido puesto de manifiesto por varios autores, es el de la caracterización de la ciudad de este periodo, desde la perspectiva de si ésta nos muestra la fase final de un proceso urbano o si nos encontramos ante un nuevo paisaje ciudadano que anuncia nuevos modelos sociales. Este es uno de los retos

30.– OLMO ENCISO, L., 2007: pp. 161-162.

Recópolis

31.– OLMO ENCISO, L. “Ciudad y procesos de transformación social entre los siglos VI y IX: de Recópolis a Racupel”, en CABALLERO, L. y MATEOS, P. (eds): Visigodos y Omeyas. Un debate entre la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media, Anejos de AespA, XXIII, Madrid, 2000, pp. 385-399; L. OLMO ENCISO, L., 2001: p. 383; OLMO ENCISO, L., 2007: “The Royal Foundation of Recópolis and the Urban Renewal in Iberia during the Second Half of the Sixth Century”, en Henning, J., (ed.) Post-Roman Towns, Trade and Settlement in Europe and Byzantium. Vol. 1, The Heirs of the Roman West, Berlin, pp. 181-196; OLMO ENCISO, L., 2008: “Recópolis: una ciudad en una época de transformaciones”, OLMO ENCISO, L. (ed): Recópolis y la ciudad en la época visigoda, Zona Arque-ológica, nº 9, Alcalá de Henares, 2008, pp. 41-62; BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO, J., “Barcino durante la antiguedad tardía”, en: OLMO ENCISO, L. (ed): Recópolis y la ciudad en la época visigoda, Zona Arqueológica, nº 9, Alcalá de Henares, 2008, pp. 280-281, figs. 2 y 3; GUTIÉRREZ LLORET, S., CANO-VAS GUILLÉN, P., “Construyendo el siglo VII: arquitecturas y sistemas con-structivos en el Tolmo de Minateda”, en: CABALLERO ZOREDA, L., MATEOS CRUZ, P., UTRERO AGUDO, Mª. A., (eds), 2009: El siglo VII frente al siglo VII: Arquitectura. Anejos de AEspA LI, Madrid, pp. 91-132.

32.– GURT ESPARRAGUERA, J. M., SÁNCHEZ RAMOS, I., 2008: pp, 184 y 192-198.

33.– OLMO ENCISO, L., 2007: p.165

a los que se enfrenta la investigación, el de dar respuesta a la pregunta sobre si el modelo de ciudad que estamos analizando corresponde a un periodo de transformación y gestación de lo que será la ciudad medieval o más bien a una evolución ya consumada de la propia ciudad clásica.

se presentó a los suyos en solio, cubierto de la vestidura real… (Isidoro de Sevilla, H.G., 51), hecho que debe situarse entre estos años34.

Es en este contexto de consolidación del Estado centrali-zado favorecido por Leovigildo, donde hay que situar tempo-ralmente el inicio del desarrollo urbanístico del suburbio de la actual Vega Baja, destinado a proporcionar a la capital un nuevo paisaje urbano y una arquitectura de poder que sim-bolizaran el proyecto ideológico triunfante. No dejaría de ser sorprendente que dentro del programa político de Leovigildo se acometiera en esos años la fundación de una ciudad de nueva planta, Recópolis, emulando a los emperadores bizan-tinos, y no se desarrollara urbanísticamente la capital como expresión espacial del éxito del naciente Estado. Por tanto, la intervención urbanística en la Vega Baja formó parte de todo un programa de aemulatio imperii que se constata ya en otros aspectos del momento de consolidación del Estado visigodo por Leovigildo.

Este proyecto de ampliación, fundación y rehabilitación de ciudades, necesario para el mantenimiento de la estructura estatal, que se inicia en la época del rey Leovigildo, nos ofre-ce testimonio de la importante capacidad de coerción fiscal que el Reino de Toledo poseía en ese momento fundacional. Capacidad para acometer este tipo de operaciones de revita-lización urbana, tal y como testimonia, entre otras fuentes, Isidoro de Sevilla quien, refiriéndose a Leovigildo, dice: Fue el primero que hizo aumentar el erario y el fisco (Isidoro de Sevilla, H.G.,51,5). Es precisamente, esta capacidad de im-poner un sistema tributario, la que ayuda a entender la con-solidación del Estado bajo Leovigildo y Recaredo así como la posibilidad de poder controlarlo territorialmente a través de toda una red de ciudades.

Las excavaciones arqueológicas en la Vega Baja, comienzan a transmitir datos sobre una destacable actividad constructi-va cuyo momento de mayor desarrollo debería situarse entre la segunda mitad del siglo VI y mediados del siglo VII d.C., relacionado con todo un fenómeno de revitalización urbana que afecta a las principales ciudades hispanas de la época35. Durante este periodo, P. de Palol fue el primero en plantear cómo Toledo adquirirá una nueva fisonomía, consecuencia del intento de crear una liturgia cortesana y urbana imperial por

Triente visigodo acuñado en tiempos de Leovigildo.

En este sentido, ya he apuntado la relación existente entre el proceso de afirmación de la monarquía y la intervención urbana impulsada por esta, como elemento que simboliza la importancia que el desarrollo urbanístico tendrá como ex-presión material de la ideología del naciente Estado. Este caso señalaría la voluntad de Leovigildo de equipararse a las prácticas de los emperadores bizantinos, fundamentalmente Justiniano, en materia de fundación de ciudades, a la vez que refleja su intención de consolidar un Estado dirigido por su propia dinastía. Este proceso de afirmación de la monarquía y de reivindicación de la voluntad centralizadora con la que ésta concebía el Estado toledano, comienza a documentarse en el año 576, que señala el inicio de la acuñación de mone-da por Leovigildo con leyenda en solitario a su nombre, y en las que se representa al modo de los emperadores bizantinos, con diadema y manto. Por tanto, es un dato importante del proceso de consolidación del poder de Leovigildo y de su proyecto de Estado, tras una serie de campañas victoriosas, a partir del 569, contra una parte de la nobleza en estado de re-belión desde la muerte de Atanagildo, contra los bizantinos, y contra diferentes pueblos peninsulares. Y de un proceso que entre 576 y 578 va a ofrecer los símbolos más evidentes de dicha consolidación: estas acuñaciones de moneda a su nombre, la fundación de Recópolis, así como la adopción de vestiduras reales, utilización del solio … fue el primero que

34.– OLMO ENCISO, L., 1988: p. 287-297.35.– L. OLMO ENCISO, L., 2007: pp. 189-195; y 2007: “Nuevos paisajes urbanos…”,

pp. 161-167.

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mimetismo con Bizancio. Ello conllevaría la presencia, carac-terística de las grandes capitales, de tres edificios basilicales, la Catedral, la Iglesia áulica o palacial y la Iglesia Martirial, que en el caso de Toledo correspondería a la Iglesia de Santa María, la basílica de Santa Leocadia y la Iglesia de los Santos Apóstoles, también denominada de San Pedro y San Pablo o Iglesia praetoriensis36.

Como ya se ha expuesto, P. de Palol, defendió la existencia del grupo episcopal toledano ya desde el siglo V d.C. Estaría formado por el templo catedralicio dedicado a la Virgen Ma-ría, que situó en el subsuelo de la actual catedral gótica, y por el núcleo episcopal con la iglesia bautismal de San Juan, que se encontraría en el espacio ocupado hoy por el palacio epis-copal. Interpretó, así mismo, la inscripción, de la que sostuvo su autenticidad, de consagración de esta iglesia dedicada a la virgen María por Recaredo en 587, como evidencia de una nueva consagración in catholico del templo dedicado antes al arrianismo, aspecto en el que también coinciden Ripoll y Velázquez37. Señaló lo sugestivo de la consagración del tem-plo a la Virgen María en el momento en que en Bizancio el culto a la Theotokos sufrió un gran incremento no sólo como protectora de la ciudad, sino como un importante elemento propiciatorio de un sistema de gobierno real fuertemente teo-crático. Este gesto, además ofrece un nuevo ejemplo sobre

esa voluntad soberana, real e incluso imperial que comenza-ron a dibujar los monarcas visigodos desde Leovigildo y que Recaredo se esforzó en reafirmar. Esta iglesia fue el lugar de reunión de los concilios IX (655) —bajo Recesvinto— y XI (675) —bajo Wamba, también el XIV (684) —en época de Ervigio— y en la Continuatio Hispana también se hace refe-rencia al XI Concilio, del 675, bajo Wamba. Las citadas actas conciliares proporcionan un dato más acerca de la localiza-ción de este templo, al señalar todas que se encontraba en el interior de la ciudad38. Igualmente, a este respecto hay que mencionar la posibilidad de que el III Concilio se celebrara en esta catedral de Santa María, que a tenor de lo transmitido por la inscripción anteriormente citada, había sido restituida al culto católico dos años antes de este sínodo39.

Velazquez y Ripoll, han planteado con acierto que una de las razones que pudo influir en la capitalidad de Toledo, fuera el hecho de que, a diferencia de otras ciudades notables de la península, el poder episcopal en Toledo no estaba en grado de eclipsar a la nueva corte40. Esto, vendría apoyado por la in-formación que transmite la citada inscripción sobre la restitu-ción in catholico del templo, que vendría a apoyar una anterior consagración al arrianismo de la antigua catedral católica en época de Leovigildo. Ello sería un síntoma más de la política de afirmación del poder del Estado, a través de la intención de este rey, de cohesionar ideológicamente a la sociedad apoyándose y favoreciendo a la Iglesia arriana, en detrimento de la poderosa iglesia católica41. Este ejemplo, vendría a ratificar cómo en la capital la jerarquía eclesiástica no era capaz de ofrecer la resis-tencia que si presentó en otras ciudades hispanas.

En este sentido, no deja de ser sugerente, en apoyo de esta localización el hecho de que el desarrollo de todo un nuevo modelo urbanístico vinculado a la consolidación del Estado Visigodo y de su capital se efectúe…in suburbio toletano… y, por tanto, diferenciado de los espacios más vinculados a la cristianización de la topografía y a la consolidación del pai-saje episcopal.

36.– PALOL, P. de, 1991, pp. 787-788.37.– Véase nota 10, y P. de PALOL, P. de: 1991, pp. 788-789; I. VELAZQUEZ, I., G.

RIPOLL, G., 2000: p. 543.38.– I. VELAZQUEZ, I., RIPOLL, G., op. cit., 2000: p. 552, estas autoras destacan

la precisión de las actas al situar dicha iglesia …in Toletana urbe... esto es en el interior de la ciudad, frente a la expresión …apud Toletanam urbem…para referirse a las otras iglesias (Sta. Leocadia y Santos Apóstoles).

39.– Véase al respecto I. VELÁZQUEZ, I., RIPOLL, G., 2000, p. 553, y nota 79.40.– Ibídem, p. 535; y G. RIPOLL, G., 2000: pp. 393-396.41.– L. OLMO ENCISO, L., op. cit. 2001, pp. 382-383; 2007, “The royal foundation..,

p. 190 ; 2007, “Nuevos paisajes urbanos…”, p. 166.

Conversión de Recaredo en 587. Óleo sobre lienzo, A. Muñoz Degrain. P. Senado, Madrid.

2.4.– in suburbio toLetano…

Con el nuevo paisaje urbano que supondrá la ampliación de época visigoda en el suburbio toletano, se iniciará un pro-ceso en el que la ciudad va a adquirir una fisonomía diver-sa a la que había definido, durante la Antiguedad Tardía, un centro urbano que probablemente, y al igual que otros, había estado caracterizado únicamente por la actividad edilicia de la Iglesia.

En lo que se refiere a la época de inicio del complejo pa-lacial edificado …in suburbio toletano… y aunque los datos arqueológicos no son aún concluyentes, y la documentación escrita tampoco proporciona información al respecto, ya se ha argumentado como debe ser considerada la época de Leovi-gildo como un momento central para el desarrollo de todo este complejo. No obstante, es necesario señalar que este nuevo desarrollo urbano no debió constituir un modelo estático ni homogéneo, sino que más bien debió estar sometido a un pro-ceso diacrónico de ampliaciones, transformaciones o incluso reducciones a lo largo de toda la época visigoda. En estas dinámicas, en las que jugaría un papel relevante el proceso de cambios, transformaciones y necesidades del Estado visigodo y de sus sucesivos monarcas. Esta, por el momento, hipótesis, encontraría su apoyo en el proceso de transformaciones que las ciudades más dinámicas de la época visigoda experimen-taron en su paisaje, tanto en la fase de revitalización urbana, acontecida entre mediados del siglo VI y primera mitad del siglo VII, como en la posterior de desestructuración, a lo largo de la segunda mitad del VII y principios del VIII, ligada esta última a la crisis del Estado visigodo42.

2.5.– basíLica de santa Leocadia

La basílica de Santa Leocadia estaba situada en el subur-bium de la ciudad, tal y como transmiten el IV Concilio (633), apud Toletanam urbem…in basilicam beatissimae et sanctae martyris Leocadiae; el V (636), apud urbem Toletanam…in basilicam sanctae martyris Leocadiae; el VI (638), donde se señala su situación en el pretorio de la ciudad, in praetorio Toletano in ecclessiam sanctae Leocadiae martyris; el XVII (694), donde se ofrece una localización más precisa al señalar el suburbio y además se resalta el posible carácter martirial

del templo al señalar como éste es el lugar de enterramiento de la Santa, …in ecclesia gloriosae uirginis et confessoris Christi sanctae Leocadiae, quae est in suburbio Toletano ubi sanctum eius corpus requiescit…43. Las actas conciliares transmiten la existencia de un monasterio vinculado a esta basílica, cuyo abad Valderedo firmó las actas del XI Concilio toledano, …Valderedus ecclesiae monasterii sanctae Leocadiae abba…44. Una posible existencia de esta basílica ya desde el siglo V, ha sido apuntada por I. Velazquez y G. Ripoll, que la referencia sobre la celebración del II Concilio de Toledo apud Toletanam urbem podría significar que esta iglesia fuera de la ciudad se identificara con un primitivo templo martirial45. Este complejo de Santa Eulalia, fue adquiriendo una importancia creciente a lo largo del siglo VII, y existen testimonios, transmitido por el Apologeticum de Eulogio de Córdoba, que hacen pensar en unas obras de remodelación, embellecimiento y ampliación del primitivo templo ordenadas por el rey Sisebuto y consagra-do por el obispo Eladio el año 61846. El prestigio en aumento de dicho templo, se manifiesta por los testimonios de diversos textos que sitúan en él enterramientos de reyes, como Suinti-lia, Sisenando, Wamba y Witiza, y obispos como Eugenio II, San Ildefonso y Julián de Toledo47.

42.– L. OLMO ENCISO, L., 2001: “Consideraciones sobre la ciudad en época visigo-da”, Arqueología y Territorio Medieval, 5, Jaén, pp. 109-118; op. cit. 2001, pp. 382-383; 2007, “The royal foundation…, pp. 188-190; 2007, “Nuevos paisajes urbanos…”, p. 166; op. cit., 2008, p. 60.

43.– VIVES, J., 1963: pp., 186, 226, 233 y 522; PUERTAS TRICAS, R., 1975: Igle-sias hispánicas (siglos IV al VIII). Testimonios literarios, Madrid, p. 30-31; I. Velázquez, G. Ripoll, op. cit., 554; L. Olmo Enciso, op. cit “Nuevos paisajes…”, 2007, p. 169; BALMASEDA MUNCHARAZ, L. J., 2007: “En busca de las igle-sias toledanas de época visigoda”, en AA.VV., Hispania Gothorum. San Ildefon-so y el Reino Visigodo de Toledo, Toledo, pp. 201-204.

44.– VIVES, J., 1963: p. 369; PUERTAS TRICAS, R., 1975: p. 30; BALMASEDA MUNCHARAZ, L. J., 2007: p. 202.

45.– I. VELÁZQUEZ, I., RIPOLL, G., op.cit., pág. 553.46.– PALOL, P. de, 1991, p. 791; VELÁZQUEZ, I., G. RIPOLL, G., 2000: p. 556;

BALMASEDA MUNCHARAZ, L. J., 2007: p. 202.47.– PALOL, P. de., 1991, p. 791; VELÁZQUEZ, I., G. RIPOLL, G., 2000: p. 557,

quienes señalan las noticias proporcionadas por Julián de Toledo en su Elogio de San Ildefonso en lo referente a los enterramientos de Eugenio II y S. Ildefon-so; por Felix de Toledo en su Vida de S. Julián de Toledo, para el propio Julián; y en lo que se refiere a los reyes se hacen eco de lo transmitido por la Crónica del Moro Rasis, para Suintilia, Sisenando, y Wamba, por el Chronicon de Luitprando para Witiza,

Sisenando ante el IV Concilio de Toledo. Grabado anónimo s. XIX.

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En las proximidades de la iglesia del Cristo de la Vega, se descubrieron el año 1956, como consecuencia de unas obras de saneamiento, una serie de piezas de época visigoda, a una profundidad de entre 4 y 6 metros. Entre ellas destacaban dos fragmentos de una lápida de piedra caliza con inscrip-ción perteneciente a un Credo epigráfico, una placa nicho fragmentada, así como diferentes elementos decorativos, que fueron interpretados por M. Jorge Aragoneses como perte-necientes a la Basílica martirial de Santa Leocadia, lo cual confirmaría la fuerte tradición que señalaba como ubicación de dicho templo esta zona48. Las excavaciones arqueológicas efectuadas en 1972 por P. de Palol49 junto a la ermita del Cristo de la Vega, proporcionaron una secuencia arqueológi-ca con testimonios que abarcaban desde la época moderna a la romana. La última de estas fases estaba caracterizada por los restos de un gran edificio, con muros de 2 m. de anchura y doble paramento exterior e interior de sillares de granitos con relleno de mampuestos y todas las hiladas trabadas con mortero de cal, que en su cara exterior tenía contrafuertes de sillería de granito y situados cada 3,5 m. Palol relacionó es-

tos restos, por la calidad de su factura, con una construcción áulica, vinculada con algún conjunto áulico, si bien es verdad que dudaba para su atribución cronológica entre época roma-na o visigoda50. Ya señalé, en su momento, cómo gracias al conocimiento de la arquitectura de época visigoda, presente en las construcciones áulicas de Recópolis y en los restos del edificio aparecido en la zona de la calle de San Pedro el Verde —en la actualidad en el sótano de la clínica Fremap— todos ellos con similitudes constructivas con la construcción halla-da por Palol, había que apostar por una datación en la época visigoda, máxime cuando los recientes hallazgos arqueológi-cos en otros centros urbanos documentaban para sus edificios técnicas similares51.

Relacionado con este edificio se hallaron al S., bajo el ac-tual Paseo de la Basílica, restos de un edificio interpretado como de carácter monacal y, por tanto, asociado al conjunto de Sta. Leocadia52. En relación con este edificio, se ha localizado una fase de necrópolis de época visigoda, continuación de la creada en el siglo III d.C., y que, igualmente, hay que vincular con los restos identificados como pertenecientes a la Basílica de Sta. Leocadia53. Con esta misma necrópolis se han relacio-nado los dos enterramientos localizados entre 1918 y 1921 por J. Moraleda Esteban, así como con la zona de enterramientos de época visigoda situados al N.O. del citado edificio en la zona ocupada hoy por la Consejería de Obras Públicas54.

48.– JORGE ARAGONESES, M., 1957: “El primer credo epigráfico visigodo y otros restos coetáneos descubiertos en Toledo”, Archivo Español de Arte, nº 30, Ma-drid, pp. 295-323; la lectura ofrecida por este autor fue complementada en 1970 por SCHLUNK, H., 1970: “Beiträge zur kunstgechichtlichen Stellung Toledos im 7. Jahrhundert”, Madrider Mitteilungen, 11, pp. 161-186.

49.– PALOL I SALELLAS, P. de, 1991: pp. 787-832.

Credo epigráfico. Toledo, Vega Baja, siglo VII.

50.– PALOL I SALELLAS, P. de, 1991: pp. 797-798.51.– L. OLMO ENCISO, L., 1988: “Arquitectura religiosa y organización litúrgica en

época visigoda. La basílica de Recópolis”, Archivo Español de Arqueología, vol. 61, Madrid, pp. 164-166; L. OLMO ENCISO, L., 1955: “Proyecto Recópolis: ciudad y territorio en época visigoda”, AA.VV., Arqueología en Guadalajara, Patrimonio Histórico-Arqueología Castilla-La Mancha, nº 12, Toledo, pp. 213-215; L. OLMO ENCISO, L., 2008: pp. 47-49;

52.– GARCÍA SÁNCHEZ DE PEDRO, J., 1996: pp. 149-153 y 156-157, fig. 4 y lám. V53.– Ibídem, 54.– J. M. ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., y VILLA GONZÁLEZ, R., 1996, pp.

227-230 y 235-236, fig. 3 y fotos 3 y 4. La fase anterior bajoimperial, estaba definida por la presencia en esta zona del ya citado estanque construido entre los siglos III y IV d.C. e interpretado como dedicado al suministro de agua a la Villa de la Fábrica de Armas, pp. 231-235, y figs. 6-8.

Relieve con inscripción del Evangelio de San Juan. Toledo, siglo VII.

2.6.– eL compLejo paLatino: pretorio e igLesia de santos apóstoLes

El conjunto palatino, estuvo situado, fuera del recinto ur-bano, tal y como en su momento defendieron investigadores como Ewig, seguido posteriormente por otros autores, basán-dose para ello en la localización en el suburbio toledano de la iglesia pretoriense de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Las primeras noticias sobre la localización del palacio en el su-burbio toledano la proporciona el VI Concilio, en el que, como ya se ha citado, se asocia al pretorio de la ciudad a la iglesia de Santa Leocadia, in praetorio Toletano in ecclessiam sanctae Leocadiae martyris, posteriormente ya se vincula al templo de los Santos Apostoles, tal y como es denominada en los Con-cilios, XII, donde también se alude a su situación in suburbio Toletano in ecclesia pretoriensi sanctorum Petri et Pauli; en el XV …in ecclesia praetoriensi sanctorum apostolorum Petri et Pauli; y en el XVI …in praetoriensis basilica sanctorum Petri et Pauli… La existencia de un palacio en esta ciudad es algo que, igualmente, transmiten las Vitas Patrum Emeritensium, sin que haya más noticias acerca de su exacta localización (V.P.E., XII, 31) 55. El carácter áulico del templo toledano, igualmente defendido por Palol56, viene complementado por la propia denominación como pretoriense, ya que esta indica una iglesia palatina asociada, por tanto, al palacio57. De he-cho aquí debe identificarse ya praetorium como palacio, algo ya conocido para otros reinos contemporáneos del visigodo, debido a que ya desde el siglo V había desaparecido la dis-tinción legal romana entre palatium y praetorium, definiendo ambas un mismo concepto palatino58.

La iglesia pretoriense de los Santos Apóstoles, adquirió especial importancia a lo largo de la segunda mitad del siglo VII, de hecho la primera noticia sobre ella es la relativa a la celebración del VII Concilio convocado y presidido por Chin-dasvinto en el año 653. A partir de ese momento fue sede de los concilios XII (681), XIII (683), XV (688), y XVI (693),

pero además albergó otras serie de manifestaciones ligadas al ceremonial real59. Palol señaló, remarcando su carácter áulico, como en ella se desarrollaron tres hechos litúrgicos cortesanos, el primero de los cuales sería el de la ceremonia religiosa de la unción real, recibida por los reyes Wamba, en el 672, Egica, en el 687, y Witiza, en el 711. Asimismo, en este templo tuvieron lugar las ceremonias efectuadas con mo-tivo de la marcha y retorno de los reyes a las campañas milita-res. Incluso en ella fue ordenado por Wamba un obispo lo que le valió la recriminación del XII Concilio del 681, celebrado en esta iglesia al igual que otros también realizados aquí en la segunda mitad del siglo VII60. En relación con este último aspecto hay que recordar el hecho de que todos los concilios celebrados en esta iglesia lleven la firma de los viri illustres, los altos funcionarios de la corte61.

Es importante destacar, como en su día ya fue señalado62, como esta advocación a los Santos Apóstoles, remite un grupo de templos edificados en su mayoría por iniciativa imperial, el primero de los cuales sería el Apostoleion, iglesia de planta cruciforme ordenada construir por Constantino en Constanti-nopla como mausoleo imperial. Fue posteriormente, recons-truida entre 536 y 550 d.C. por Justiniano (Procopio, De Aedi-

55.– EWIG, E., 1963 : “Residence et capitale pendant le Aut. Moyen Age”, Revue Historique, nº 230, pp. 25-72; VIVES, J., 1963, pp. 233, 390, 449 y 48; GAR-CÍA MORENO, L. A., 1978: “La cristianización de la topografía de las ciuda-des de la península ibérica durante la Antiguedad Tardía”, Archivo Español de Arqueología, L-LI, Madrid, 1978, pp. 311-321; OLMO ENCISO, L., 1988, p. 570; OLMO ENCISO, L., 1988, p. 570; OLMO ENCISO, L., 2007, “Nuevos paisajes…”, p. 171.

56.– PALOL, P. de, 1991: p. 790.57.– OLMO ENCISO, L., 1988, “El proceso de formación…”, pp. 568-569.58.– BRÜHL, C. R., 1977: “The town as a political centre: General Survey”, Euro-

pean Towns. Their Archaeology and Early History, Londres, pp. 421-422.

Chindasvinto. Genealogía de los Reyes de España. B. N. M.

59.– MCCORMICK, M., 1986: Eternal Victory. Triumphal Rulership in Late Antiquity, Byzantium and the Early Medieval West, Cambridge, pp. 297-327.

60.– PALOL, P. de: 1991, p. 790.61.– GARCÍA MORENO, L. A., 1978, p. 320.62.– OLMO ENCISO, L., 1988: pp.568-569; OLMO ENCISO, L., 2007, “Nuevos pai-

sajes urbanos…”, p. 170.

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ficiis, I, IV, 9), conservando la planta cruciforme en un periodo en que las grandes realizaciones de la arquitectura religiosa oficial bizantina ya estaban definidas por las iglesias de plan-ta central abovedada. Todo ello es un dato más de peso a la hora de interpretar esta iglesia toledana de los Santos Após-toles como fruto de una iniciativa edilicia real influida por las prácticas bizantinas. En este sentido, conviene recordar como la iglesia del conjunto palatino de Recópolis que, por el momento, constituye el único templo edificado por iniciativa real que conocemos materialmente, tiene una planta crucifor-me aspecto por el que se ha querido ver su relación con este tipo de templos. Hay que destacar la hipótesis planteada por Ripoll y Velázquez, sobre la posibilidad de que esta iglesia “sustituyera” a Santa Leocadia como iglesia palatina a partir de la citada celebración del VIII Concilio63. Sin embargo, es necesario apuntar que a diferencia del Apostoleion de Cons-tantinopla que tenía como función fundamental su carácter de mausoleo imperial, y que inspiró la construcción de otros templos con características similares como es el caso de la Iglesia de los Santos Apóstoles de Paris, fundada por Clovis como mausoleo real64, la iglesia toledana nunca tuvo esa fun-ción, que sí cumplió la basílica de Santa Leocadia, y además estuvo vinculada al complejo palatino.

En lo que se refiere a la localización arqueológica de este conjunto, M. Jorge Aragoneses, ya señaló la vinculación de la zona donde existió hasta el siglo XVIII la ermita de San Pe-dro el Verde con la Basílica de los Santos Apóstoles Pedro y

Pablo y adscribió los fragmentos escultóricos aparecidos en la Fábrica de Armas a dicha basílica, aunque, igualmente, ma-nifestó como esta hipótesis debería fundamentarse de forma más concluyente65.

Sin embargo, los hallazgos arqueológicos producidos en los últimos años son los más determinantes a la hora de loca-lizar este complejo palacial. En este sentido, hay que llamar la atención sobre la identificación de los restos de una cui-dada construcción, en la zona de la Vega Baja, ya que todo ello apunta a la existencia de un proceso de urbanización de nueva planta y de construcción de edificios significativos. En el año 2001, se pudieron llegar a documentar unas estructu-ras pertenecientes a lo que, indudablemente, fue un notable edificio, que desapareció en gran parte como fruto de unas obras realizadas sin control arqueológico, otros de cuyos res-tos pudieron excavarse en 2003, localizados bajo el actual nº 25 de la calle de San Pedro el Verde. Dicho edificio ha sido interpretado como perteneciente al complejo palatino, y den-tro de éste identificado posiblemente con la Basílica de San Pedro y San Pablo y fechado en función de los testimonios transmitidos por la actas conciliares66 primer tercio del siglo VII, en función de esta identificación, con la primera mención

63.– VELÁZQUEZ, I., RIPOLL, G., 2000, p. 560.64.– WARD PERKINS, B., 2000: “Constantinople, Imperial Capital of the Fifth and

Sixth Centuries” en RIPOLL, GURT, (eds) Sedes regiae (ann. 400-800), Barce-lona, p. 75.

Recópolis. Iglesia del Conjunto Palatino.

65.– JORGE ARAGONESES, M., 1957: pp. 316 y 32066.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009: p. 55y figs.

4 y 5. Respecto a la datación que se ofrece, conviene recordar que las fuentes no dicen en ningún momento que tanto la iglesia de San Pedro y San Pablo, como el Palacio se edificaran en el primer tercio del siglo VII (p. 55), simplemente los primeros testimonios literarios que citan la Iglesia de San Pedro y San Pablo son del año 653 con motivo de ser sede del VIII Concilio, y respecto al Palacio su existencia aparece citada por vez primera con motivo del VI Concilio en el año 638. Se trata, por tanto, de primeras citas literarias sin que ello refleje una fecha fundacional. Desafortunadamente, no se pudo datar estratigráficamente este complejo, con lo que al parecer la arqueología poco puede ofrecer, hasta el momento, para solucionar esta cuestión.

Habitaciónbautismal

Ábside

Nártex

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que la documentación escrita nos proporciona sobre este tem-plo palatino. Los restos que se documentaron correspondían a una construcción de nueva planta de gran calidad, con muros de 1,25 m. de ancho, con cimentaciones de 1,60 m de ancho y 40 cm de profundidad, realizada con aparejo de mampostería dispuesto en hiladas trabadas con argamasa de buena calidad y sillares de granito en las esquinas y entronques. De la unión de ambas zonas de excavación, se ha planteado una propues-ta interpretativa en la que se defiende la posibilidad de un edificio de planta cruciforme que pudiera relacionarse con la citada iglesia de San Pedro y San Pablo, sin que los restos aparecidos hasta el momento puedan ser concluyentes en lo que respecta a dicha identificación67. Lo que es indudable es que este edificio formó parte del conjunto de edificaciones áulicas y, en este sentido, hay que citar su similitud en lo que a la técnica constructiva se refiere respecto al conjunto pala-tino de Recópolis —ya observada respecto a éste y el edificio excavado por Palol identificado con Sta. Leocadia— De esta misma época, destacan los restos de un muro de sillares tra-bados con cal, de 1,10 m. de anchura, situados a unos 100 m. al sur de las anteriores construcciones, y para el que ha sido apuntada la posibilidad de tratarse de una muralla asociada al conjunto palatino68.

2.7.– un nueVo desarroLLo urbano

En la época visigoda, se asiste a una transformación del paisaje urbano, que había caracterizado el suburbio toledano hasta ese momento. En gran parte de la Vega Baja, se confirma la existencia de un nuevo desarrollo urbanístico69 relaciona-do con la consolidación del Estado visigodo y de su capital que supondrá la plasmación de una imagen nueva de ciudad. Este programa, se basó en la organización de plan urbanístico jerarquizado —complejo palatino, áreas de viviendas y po-sibles zonas comerciales y artesanas— y regularizado. En él

la mayor parte de los espacios y construcciones, amortizaron, a tenor de lo que transmite la evidencia arqueológica, gran parte de las edificaciones de la fase anterior, o se situaron en espacios hasta entonces. Todo ello produjo que la época visi-goda se caracterizara por la mayor densificación urbanística del suburbio toletano hasta ese momento.

Ejemplos de este nuevo paisaje urbano, ya intuido en ex-cavaciones realizadas en la década de los 90, en la zona situa-da entre el Poblado Obrero y la Fábrica de Armas, donde un conjunto de abundantes estructuras apuntaban a la existencia de una planificación urbana en época visigoda70, se han des-cubierto en todos los sectores que se excavaron en los años 2004-2006 así como en las excavaciones actuales. En estas

67.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009. Ya desde antiguo se viene identificando la zona de S. Pedro el Verde como lugar de la localización de la Iglesia de Santos Apóstoles, lo cual ha podido influir en la in-terpretación sugerida. Interpretación que se basa en la proyección de los muros aparecidos en 2001 y 2003 hasta ver una planta cruciforme, que se antoja algo forzada.

68.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009: p. 71, fig. 3 –nº 5 y 6-, y fig. 18. Es evidente de que se trata de una cuidada construcción, que se conserva a nivel de cimentación y que además presenta a ambos lados del muro restos de pavimentos de opus signinum,. El hecho de que posea las mismas características constructivas que las presentes en la primera fase del conjunto palatino de Recópolis, apuntaría más a la posibilidad de que formara parte del conjunto de construcciones aúlicas.

69.– OLMO ENCISO, L., 2007 “Nuevos paisajes urbanos…”, pp. 167-17170.– MAQUEDANO CARRASCO, B., ROJAS RODRIGUEZ-MALO, J. M., SÁNCHEZ

PELÁEZ, E.I., SAINZ PASCUAL, M. J., VILLA GONZÁLEZ, R., 2002, p. 34.

Vista aérea de las excavaciones de Vega Baja.

Restos de san Pedro el Verde.

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se constata la existencia de una trama urbana regular, estruc-turada en manzanas de edificios organizados en torno a patios centrales. Algunas de estas viviendas tenían unas dimensio-nes de 400 m2, y en una de ellas situada en la zona E del yacimiento, próxima a la Avda. de Mas de Rivero, se encontró un tesorillo de 30 tremises correspondientes a acuñaciones de Leovigildo, Sisebuto, Suintila, Sisenando y Chintila, con un porcentaje decreciente en su proporción de oro según el estudio que se está efectuando71. Esta misma organización con edificios ortogonales y trama urbana similar se localizó en las excavaciones realizadas en esta misma zona, denominada como Plataforma Superior T1, si bien aquí no se pudo llegar a los niveles de época visigoda. La excavación ofreció datos so-bre la existencia de edificios de destacables dimensiones con habitaciones rectangulares, algunas de 120 m2, estructurados en torno a grandes espacios abiertos —posibles patios—72.

Al O. de este sector se localizaron una serie de espacios construidos cuya orientación difería de las antes descritas y presentaba mayores similitudes con la zona próxima al con-junto palatino. El hallazgo más notable fue el de un edificio de grandes dimensiones del que se pudieron excavar dieciséis habitaciones de planta cuadrada y rectangular dispuestas al-rededor de un patio. Se comprueba como en esta construcción fueron integrados muros de construcciones anteriores que, estas sí, guardaban una orientación similar a las descritas anteriormente para el sector Este del yacimiento. Todo este complejo se abandonó a principios del siglo VIII, sin que se pueda definir la fecha inicial al no haberse finalizado la ex-cavación de estos recintos. Entre los espacios de este edificio tiene particular interés un conjunto de habitaciones relacio-nadas, situadas en su esquina E., que comunicaban con una de mayores dimensiones, 18 m. de longitud por 7,2 de anchu-ra, en una disposición que sus excavadores relacionan con el edificio del complejo episcopal de Eio-Tolmo de Minateda73.

71.– CABALLERO, R., MAQUEDA, R., REQUEJO, V., SÁNCHEZ, E., 2008: Con-ferencia sobre las excavaciones efectuadas en las parcelas R-4 y R-6 de la Vega Baja, con motivo de las Jornadas Técnicas organizadas por Toletum Visigodo y celebradas en mayo de 2008. Los autores presentaron

72.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009, p. 73 y 75, figs., 2, 10, 13 y 14.

73.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009, pág. 77, fig. 19.

Diferentes aspectos de las exacavaciones.

Para la zona más cercana al complejo palacial, se observó una organización del espacio diferente con edificios que aparecían como una suma de recintos, con amplios espacios abiertos y organizados en función del trazado viario de esta zona, todo ello conviviría con las áreas descritas organización del espa-cio descrita anteriormente74.

Esta última zona, objeto de excavación en la actualidad, está caracterizada por una gran densidad estratigráfica definida por una ocupación que por ahora se puede situar entre la épo-ca visigoda y los siglos XIX-XX, que amplia notablemente la secuencia de ocupación de la zona respecto a la defendida por otros equipos que anteriormente habían trabajado en la zona. En esta zona se ha localizado un edificio de época visigoda de grandes dimensiones, unos 700 m2 aproximadamente, que fue objeto de diferentes ocupaciones y expolios75. La fase original se estructuraba en cuatro crujías rectangulares organizadas en torno a un espacio central o patio, de planta ligeramente tra-pezoidal y llevaba asociada en su lado N.O. una cisterna de cuidada construcción en opus signinum, también sometida a diversos usos y expolios posteriores. Los muros del edificio es-tán construidos en sillarejo de piedra de gneis, en dos hileras careadas con relleno de mampuesto (piedras de gneis, cantos de cuarcita y fragmentos de tejas), trabados con mortero de arcilla y cal. Presentan refuerzos de sillares en las esquinas, sillares que también se usan como jambas en los vanos, es-tos generalmente son elementos reutilizados, como sillares de granito, en otros casos son grandes bloques de gneis. Tanto los muros maestros como las compartimentaciones están ejecuta-das con el mismo tipo de fábrica. Los primeros presentan un ancho entre 0.80 y 0.90 m. y las compartimentaciones son algo más estrechos, entre 0.60 y 0.70 m., ambos constituían los zó-calos sobre los que se elevaban las paredes de tapial, estando constituida la cubierta por un tejado de imbrices.

El sector S.O. del yacimiento, al S. de la Avenida de Carlos III también ofreció datos sobre la ocupación de época visi-goda. En la zona situada entre dicha avenida y el campus de la Fábrica de Armas, se detectó un edificio de grandes dimensiones, con muros perimetrales de más de 50 x 25 m. de lado, junto al que se localizaron dependencias rectangulares de menor tamaño y posiblemente relacionadas entre si. Estos recintos están asociados a dos calzadas, una de las cuales tie-ne una anchura de 6 m. para la que se ha sugerido que podía comunicar el recinto palatino con la Iglesia de Santa Leoca-dia76. En el extremo más meridional del yacimiento, entre la citada avenida de Carlos III y al N. de la actual consejería de Obras Públicas, aparecieron las estructuras de un gran con-junto edificado asociado a una calzada, que se relacionan con la reorganización urbanística de época visigoda. Dicha cons-trucción era de destacables dimensiones, con una superficie de 900 m2, y con sus crujías abriéndose a un patio central77.

74.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009: pp. 76-77.75.– La excavación de este edificio corresponde al área 10.000 de las actuales in-

vestigaciones realizadas desde su inicio manualmente, lo cual posibilitó obtener una amplia secuencia que comprende desde niveles datados en el siglo XX hasta los actuales niveles de época visigoda, sin que hasta el momento se haya agotado la excavación de este sector. Una primera excavación se acometió por parte de la empresa J.M. Rojas-Arqueología S. L., durante los años 2004-2005, en lo que entonces se denominó parcela R-1 y vial 5, en la zona denominada B. 3, como consecuencia del proyecto urbanizador que se quiso acometer. La excavación de una de las habitaciones, permitió fechar la ocupación más antigua en época visigoda y la más moderna en época emiral. Es interesante el dato ofrecido por el análisis por radiocarbono de una muestra de madera carbonizada, localizada en el último nivel excavado correspondiente a un incendio, y que proporcionó una fecha calibrada entre 430-560 que situaría entre estas fechas la datación del edificio, según lo expuesto por los autores. Véase: ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009: p. 68,78-79, figs., 14 B.3 y 15.

Detalle de la excavación de uno de los sectoresde la Vega Baja en el año 2006, dirigida por Arturo Ruiz Taboada (Parcela R12).

76.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M., GÓMEZ LAGUNA, A. J., 2009: pp. 65-66, figs., 3 y 10.

77.– RUIZ TABOADA, A., MARTÍN, B. Conferencia sobre las excavaciones efectua-das en la parcelas R-12 de la Vega Baja, con motivo de las Jornadas Técnicas organizadas por Toletum Visigodo y celebradas en mayo de 2008. Los autores defendieron la datación en época visigoda de este edificio así como de la citada calzada, aunque se argumentó que los hallazgos correspondían a las unidades estratigráficas más recientes, de época emiral, ya que no se había podido com-pletar la investigación de esta parcela.

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Las excavaciones actuales están ofreciendo un interesan-te conjunto de materiales adscritos a la época visigoda, que nos ayudan a entender las características del yacimiento. La producción cerámica está presente con una serie de formas ligadas a contenedores y de cocina —ollas, ollitas, marmitas, tapaderas y botellas, fundamentalmente— así como cuencos, todas ellas realizadas a torno. Hay que destacar la aparición de cerámicas de importación fundamentalmente ánforas y an-foriscos —spatheia— norteafricanos, dedicados al transporte de vino y aceite. El conjunto cerámico aparecido confirma la existencia de unas tipologías de cerámica dominantes en el ámbito urbano, al mostrar su similitud con los materiales de este tipo presentes en Recópolis78. En esta misma dirección apuntaría el hecho de que, hasta el momento, la mayoría de la cerámica pertenezca a producciones de cocina y contendores ya que al igual que en esta ciudad en la Vega Baja la vajilla

de mesa estaría formada por producciones en vidrio. Especial interés tiene el conjunto de cerámicas norteafricanas, ya que nos está reflejando la llegada de productos de ámbito medite-rráneo al interior de la meseta, aspecto que hasta el momento solo estaba presente de forma cuantitativamente notable en Recópolis.

La producción en vidrio presenta conjuntos de diversa fun-cionalidad, destacan los de mesa definidos por la presencia de cuencos, vasos y botellas, junto co utensilios de uso doméstico, como los unguentarios, así como objetos destinados a la ilumi-nación, tales como lámparas, tulipas y “policándela”. La apa-rición de numerosos crisoles de fundición, así como de vidrio triturado destinado al reciclado hace bastante verosímil la exis-tencia de un taller de vidrio de fundición y reciclado en esta zona de la Vega Baja79. Los materiales metálicos de esta época se centran en los destinados al uso personal como anillos, hebi-llas, broches de cinturón, colgantes y alfileres, así como objetos para la iluminación como lampadarios. Así mismo aparecieron tres ponderales y objetos de balanza. Por su calidad destaca una cuenta de amatista engarzada en oro. La producción ebo-raria ha proporcionado piezas excepcionales como el bote con una escena del Nuevo Testamento, así como cajitas cilíndricas, dados, botones, agujas, y placas en hueso cuya función pudo ser la de apliques destinados a objetos muebles80.

Los diferentes hallazgos arqueológicos realizados en la Vega Baja durante la presente década confirman la ya defendi-da existencia de un nuevo desarrollo urbanístico para la épo-ca visigoda impulsado a partir de la consolidación del Estado visigodo81, que destaca por la calidad y dimensiones de los di-ferentes espacios construidos localizados. Este nuevo paisaje urbano dotó a la zona de Vega Baja de una fisonomía diferente a la que había definido la anterior ocupación tardoantingua. Destaca en todo ello, los indicios sobre la existencia de un programa urbanístico ligado a los nuevos espacios de poder, fundamentado en la existencia de un conjunto de edificaciones áulicas en su franja occidental y en las cercanías de la ribera del Tajo. A continuación de éste se configuraron una serie de nuevos desarrollos urbanísticos, en gran parte de nueva plan-ta —si bien el algún sector se reutilizaron construcciones de época anterior—, organizados en diversas franjas situadas al

78.– Véase en este mismo volumen, GALLEGO GARCÍA, Mª Mar, Aproximación a la cerámica de época visigoda

79.– En este mismo volumen, GARCÍA GONZÁLEZ, J., Vidrio de Vega Baja80.– Véase en este mismo volumen, JUAN ARES, Jorge de: El material óseo y El

material metálico81.– L. OLMO ENCISO, Lauro, 2007: “Nuevos paisajes urbanos y consolidación del

Estado…”, pp. 167-171.

Material cerámico Vega Baja. >

Dado de hueso

Placa de bronce

Ajuar doméstico

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Llave y cruz.Materiales constructivos Vega Baja.

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E. y al S. de este complejo. El estado actual del conocimien-to sobre la zona, permite apuntar a una ocupación dinámica y sometida a cambios y transformaciones, muestra de unas dinámicas urbanas no estáticas y que enlazan con un proceso de cambios que se produce en otras ciudades de la época vi-sigoda entre los siglos VI y principios del VIII82.

Queda por definir la división del nuevo espacio urbano y aunque pueda ser prematuro, los resultados que se están ob-teniendo en la actualidad nos permiten plantear algunas hipó-tesis. La diferenciación, entre los espacios de poder y nuevas zonas de habitación, podría ampliarse a la existencia de áreas productivas y comerciales como parecerían sugerirlo los ma-teriales que se van encontrando en las excavaciones. Esto se fundamenta en la aparición en la zona más próxima al conjunto palatino, de materiales ligados a este tipo de actividades, pon-derales, elementos de balanzas, presencia creciente de mate-riales de importación norteafricana, evidencias sobre la exis-tencia de un taller de producción de vidrio… Todo ello plantea la posibilidad sobre presencia de una zona comercial y artesana próxima al palacio, dentro de un esquema consolidado para esa época en el urbanismo de inspiración estatal. El ejemplo más próximo, en sus acepciones topográficas, temporales y geográfi-cas, lo proporciona Recópolis, donde a ambos lados de la calle principal, en la parte más próxima al palacio y a continuación de la puerta monumental, se situaban dos grandes edificios dedicados a actividades comerciales y artesanas de prestigio. Esta disposición se inserta en un esquema urbanístico presen-te en numerosas ciudades del ámbito mediterráneo oriental de esa época, y cuyo origen conceptual se encuentra en la Cons-tantinopla de Justiniano, Conjunto de los palacios imperiales, Puerta Monumental y a continuación las áreas comerciales re-lacionadas con la calle principal, la Vía Mesa. Este esquema se expandirá hacia Occidente y se aplicará en la ampliación de la ciudad natal de este emperador, rebautizada como Justiniana Prima, y alcanzará el occidente europeo. Aquí, además del ya citado ejemplo de Recópolis, se conoce para el Paris merovin-gio, en este caso sólo a través de los testimonios literarios de Gregorio de Tours83. De confirmarse esta posibilidad, consti-tuiría un elemento más a favor de la existencia en la capital toledana de una planificación urbanística de inspiración estatal según el modelo de bizantino de Constantinopla.

Los datos aquí analizados, tanto literarios como arqueoló-gicos, constatan la existencia de un proceso de ampliación de la ciudad de Toledo en un suburbio que había comenzado a desarrollarse desde época bajoimperial. La aparición de nue-vas edificaciones, testimoniadas por la documentación escrita y arqueológica, así como de amplias áreas inéditas hasta el mo-mento, confirma la existencia de un proceso de ampliación de la ciudad en época visigoda. Dicho proceso conllevaría, por tanto, un desarrollo urbanístico de nueva planta que supuso la cons-trucción del complejo palatino y los templos más importantes de la ciudad, a excepción de la catedral, en el citado suburbio, pero que también ocupó una gran parte del espacio de la Vega Baja con un amplio programa de construcciones destinadas a viviendas y otros usos, que confirió a la ciudad una nueva imagen. El ejemplo de este nuevo desarrollo urbanístico, sirve para entender mejor esta imagen de ciudades definidas por el impulso estatal, que hasta el momento sólo se defendía para Recópolis, y lleva implícito el concepto del monarca fundador de ciudades, como un elemento de clara afirmación del poder estatal, y como se acaba de mencionar, el impacto de los mode-los presentes en Constantinopla que ya intuyó P. de Palol.

Y ahora, la arqueología sigue teniendo la palabra…

82.– OLMO ENCISO, L., 1992: “El reino visigodo de Toledo y los territorios bizanti-nos. Datos sobre la heterogeneidad de la península ibérica”, Coloquio Hispano-italiano de arqueología medieval, Granada, pp. 185-198; op. cit., 1998, pp. 109-118; op. cit., 2007: “The royal foundation…”, pp. 189-195; 2008: pp. 59-60.

83.– OLMO ENCISO, L., 2008: pp. 52-53, y 55-56, fig. 3.Recópolis.

7 Cisterna

6 Palacio

5 Puerta monumental

4 Edificios comerciales

3 Zona de viviendas

2 Necrópolis (siglos XII-XIV)

1 Iglesia

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Yacimiento de Vega Baja.

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Plano general del yacimiento, septiembre 2009.

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CAPITULO 3

¿DE COMPLEJO PALATINO VISIGODO A ARRABAL ISLÁMICO?

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Detalle yacimiento Vega Baja.

L¿DE COMPLEJO PALATINO VISIGODO A ARRABAL

ISLÁMICO?

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os testimonios escritos de época islámica que narran acontecimientos re-lacionados con Toledo —al igual que ocurre con el resto de al-Andalus— proceden de épocas diferentes, lo que hace que no siempre presenten testi-monios muy fiables, en especial aquellos que fueron redactados más tardía-mente. El paso del tiempo supuso que los escritores, basándose en relatos anteriores, añadiesen acontecimientos y sucesos no siempre ajustados a lo que habría sido la auténtica realidad histórica. De ahí el problema que estos textos plantean para los investigadores, pues muchos de los hechos que en ellos se recogen —siendo también en ocasiones muy parcos— no se pueden tomar literalmente al pie de la letra. Son diversos los textos que recogen acontecimientos relacionados con Toledo, —casi siempre reiterativos— y cabe anticipar que ninguno de ellos, hace referencia expresa al complejo urbano que se había levantado en la zona de Vega Baja en época visigoda, y que es con el que se encontrarían los musulmanes cuando llegaron aquí por vez primera.

En las líneas siguientes vamos a presentar, de una manera sucinta, los principales acontecimientos que tuvieron a Toledo por escenario, durante los dos siglos siguientes a la llegada de los musulmanes a la ciudad. Como

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señalaremos, y como hasta el momento van mostrando las ex-cavaciones realizadas, parece que durante ese tiempo el en-tramado urbano que había surgido en la actual zona de Vega Baja en la etapa visigoda, continuó contando con una pobla-ción1. Al hilo de los acontecimientos históricos conocidos, y ante la falta de una información escrita más precisa, intenta-remos reconstruir, en un segundo apartado, con un sentido de aproximación de marcado carácter hipotético, lo que pudo ha-ber ocurrido en esa zona durante el tiempo que todavía pudo permanecer habitada.

3.1.- Lo que fue

Como es bien conocido, un ejército musulmán, encabezado por un bereber, Tariq, derrotó al ejército visigodo encabezado por el rey Rodrigo en la denominada batalla de Guadalete, en el mes de abril del año 711. Del rey visigodo no se vuelve a tener noticias, por lo que se piensa que pudo haber perecido

en aquella única batalla campal que los musulmanes protago-nizaron en la Península. A pesar de lo que algunas crónicas señalan, posiblemente la diferencia numérica de los dos ejér-citos no sería mucha, pero el invasor sí se manifestó mucho más eficaz, especialmente por el despliegue que a partir de aquel momento llevaría a cabo2. En los meses siguientes los conquistadores se dispersaron por la Península sin apenas en-contrar resistencia. La aristocracia visigoda, muy desunida, reaccionó de forma muy diferente ante aquella situación. En unos casos hubo resistencia, pero en otros se optó por pactar con los conquistadores, como harían obispos y otros miembros de la aristocracia visigoda. Parece que en las ciudades la ocu-pación se produjo de forma bastante rápida mientras que en las zonas rurales hubo más resistencia.

Tariq, tras la batalla de Guadalete, se dirigió de inmediato a Toledo, a donde llegaría en el mes de noviembre. ¿Cuál fue el motivo que le impulsó a venir tan rápidamente después de su triunfo militar? Aparentemente se podría considerar la existencia de un motivo político. Si los musulmanes desem-barcaron en Hispania con el objetivo de apoyar a un bando en un conflicto dinástico, lo lógico era dirigirse a Toledo, para controlar cuanto antes el centro de poder que era, al ser toda-vía la capital de la monarquía visigoda. Una vez en la ciudad, cabría pensar que hubiesen propiciado la instauración en el trono de uno de los hijos de Vitiza. Sin embargo, no fue así. Al parecer, estos fueron compensados con una serie de bienes pertenecientes a la monarquía visigoda, pero no se les dio el poder. Aquella actitud parece demostrar cual era el verdadero objetivo que tenían los musulmanes desde el momento que pre-pararon su desembarco: conquistar el territorio peninsular.

Además, muy posiblemente, Tariq tendría otro objetivo no menos ambicioso: hacerse con el tesoro que la monarquía vi-sigoda custodiaba en el palacio de Toledo. Sin embargo, es muy posible que, cuando Tariq llegó a la ciudad, el tesoro no se encontrase aquí, pues cabe pensar que un grupo de nobles visigodos, en previsión de lo que iba a ocurrir, se lo hubiesen llevado con la intención de refugiarse en tierras del norte. Así se podría deducir de algunos relatos recogidos en crónicas musulmanas que nos cuentan que Tariq salió en pos de ellos y llegó a recuperar el tesoro, entre cuyas piezas más valiosas se cita la Mesa de Salomón. Una vez realizada esta campaña, Tariq regresaría a Toledo donde pasaría el invierno.

1.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, Juan Manuel- GOMEZ LAGUNA, Antonio J., 2009: “Intervención arqueológica en la Vega Baja de Toledo. Características del centro político y religioso del reino visigodo”, en Anejos de AEspA LI, pp. 45-89

Batalla de Guadalete. Salvador Martínez Cubells. R.A.B.A. San Fernando.

2.– COLLINS, Roger, 2005: La España visigoda, 409-711, Editorial Crítica, Barce-lona, p. 145.

Además de por su propio valor material, la apropiación de aquel tesoro tendría una carga simbólica de victoria militar para el poder omeya que en aquellos momentos desde Damas-co dominaba sobre el mundo islámico, y en aquel caso como imposición fehaciente sobre el poder visigodo.

Por todo lo señalado, cabe pensar que Tariq, cuando llegó por primera vez a Toledo, su objetivo no sería tanto entrar en la ciudad, sino llegar cuanto antes al palacio para hacerse con el tesoro. No habría tenido ninguna oposición para entrar en aquél, pues la nobleza palatina que podría haber opuesto una resistencia, una parte habría perecido en la batalla de Gua-dalete y otra sería la que habría intentado huir al norte con el tesoro, con lo que el palacio se encontraría abandonado.

Según las crónicas islámicas, cuando Tariq llegó a Toledo, la ciudad estaba vacía. Es muy posible que una gran par-

te de la población hubiese huido ante la llegada del ejército musulmán. No está constatada que se hubiese producido una resistencia. Quien hubiese podido encabezarla, como de he-cho luego ocurriría en otras ciudades, sería el obispo, pero según parece éste también había abandonado la ciudad y se había marchado a Roma de donde ya no regresaría, lo que supuso que, hasta su muerte, la sede toledana quedase sin representante.

Las ciudades eran los centros en los que estaba centrali-zada la organización administrativa de la monarquía visigoda. En las más importantes residían los obispos, que se habían convertido en una autoridad más de las mismas. Por ello, cuando los musulmanes llegaron a ellas, en ausencia de otros representantes del poder político, aquéllos actuaron como in-terlocutores válidos y fueron los que pactaron las condiciones en las que los musulmanes las habrían de ocupar.

Como ha señalado Eduardo Manzano, con estos pactos “la Iglesia se aseguró a cambio de su colaboración el mantenimien-to casi intacto de su organización territorial y de sus posibili-dades de control social a través de la existencia de importantes comunidades cristianas que los conquistadores respetaron. Es legítimo pensar que en tales circunstancias los obispos se con-vertirían en un primer momento en colaboradores de los gober-nadores establecidos en cada centro urbano”3.

En el caso de Toledo, a falta en la ciudad de una autoridad, tanto política como religiosa, no es sorprendente que su po-blación hubiese huido o, al menos, no hubiese puesto ningún tipo de resistencia a los recién llegados. No se tiene constancia de ningún pacto establecido con los dominadores, como había ocurrido en otros lugares, pues en realidad no había con quien pactar. En cualquier caso, es muy posible que los que aban-donaron la ciudad pronto volviesen a la misma, acogidos a la política de tolerancia que los musulmanes pondrían en práctica pues no les interesaba encontrar ninguna resistencia.

En los meses siguientes a su llegada, los musulmanes se dedicarían a controlar el territorio circundante a Toledo y se producirían los primeros asentamientos de reducidos contin-gentes de soldados en los lugares que se considerasen más estratégicos. Estos individuos serían bereberes islamizados pertenecientes a diversas tribus que con el tiempo termina-rían por establecerse en la región.

3.– MANZANO MORENO, Eduardo, 2006: Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus, Barcelona, p. 53.

Coronas de Guarrazar.

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En el año 712, el árabe Muza, gobernador de Ifriqya des-embarcó en la Península con otro ejército, esta vez compuesto fundamentalmente por soldados de origen árabe. Al parecer se encontraba muy molesto pues no le habían llegado noticias de lo que Tariq estaba haciendo. Sin embargo, su objetivo in-mediato no fue venir a Toledo, sino conquistar otras ciudades importantes, cabeceras provinciales, tales como Sevilla y Mé-rida, las cuales, a diferencia de Toledo en su momento, sí opu-sieron resistencia encabezada por el poder local eclesiástico —ambas eran sedes metropolitanas—, aunque finalmente tu-vieron que rendirse y fueron ocupadas por los musulmanes.

Una vez tomada Mérida, Muza se dirigió hacia Toledo. Tariq salió a su encuentro y, en un lugar impreciso no muy alejado de Talavera los dos personajes se vieron. Según algu-nas crónicas, Muza reprendió severamente a Tariq, llegando incluso a humillarle, por la actuación tan personalista que había llevado a cabo desde su desembarco en la Península, atribuyéndose algunas competencias que no le habían sido otorgadas. De allí marcharon a Toledo donde Muza exigió a Tariq que le entregase todo el botín que había conseguido y que era lo que, una vez efectuado el reparto entre las tropas, correspondía al califa. Desde aquí fue enviada una delegación a Damasco para informar al califa al-Walid del proceso de conquista de Hispania, incluida la de la antigua capital de la monarquía visigoda.

Como ha señalado Pedro Chalmeta, “a partir de ahora, los acontecimientos obedecerán a la iniciativa o —cuando me-

nos— a la aprobación del árabe. La fase bereber ha quedado cerrada y seguirá estándolo hasta el paso de almorávides y al-mohades. La historia andalusí vuelve a ser árabe y a inscribir-se dentro del contexto general del imperio sirio-mediterráneo omeya musulmán. Observación lógica, pero cuya aceptación ayuda a entender mejor el contexto general donde se inscribi-rán los acontecimientos peninsulares4.

Muza y Tariq pasaron aquel invierno en Toledo preparando la campaña militar que al año siguiente realizaron por tierras del Ebro, que muy posiblemente estaban controladas por otro rey del que se habla muy poco, de nombre Agila, y que pudo haber gobernado simultáneamente con Rodrigo, siendo ambos rivales. Se conservan varias monedas con su nombre, acuñadas en las cecas de Gerona, Narbona y Tarragona, lo que nos mues-tra el ámbito geográfico de su influencia. El resto de la Penín-sula habría estado controlado por Rodrigo. Posiblemente Agila habría sido aupado, lejos de Toledo, por otro sector nobiliario rival del que consiguió la proclamación de Rodrigo.

Alguna crónica señala que durante su estancia en Toledo Musa ejecutó a un grupo de miembros de la aristocracia por su apoyo a Oppas, hijo del rey Egica. Según Collins, podría ser razonable pensar que éste habría sido elegido y hasta consa-grado como rey en el tiempo transcurrido entre la derrota de Rodrigo y la llegada de Tariq a Toledo y que su suerte habría sido la misma que la de sus partidarios5.

Una vez realizadas sus campañas por el norte peninsular, Muza —reclamado por el califa— y Tariq se dirigieron a Da-masco a rendir cuentas de lo que habían sido las operaciones militares en Hispania. Previamente se habrían reunido los dos en Toledo, donde Muza recogería la ceca y el botín. Sin em-bargo, una vez en Damasco, Muza cayó en desgracia, al ser acusado de haberse quedado con parte del botín6. y se deja de tener noticias de los que habían sido los conquistadores de Hispania y que habían pasado un tiempo en Toledo, dando los primeros pasos en lo que habría de ser el proceso de isla-mización de esta ciudad, la madinat al-muluk (la ciudad de los reyes), como en alguna ocasión habría de ser denominada, en recuerdo al pasado político que había tenido. Toledo, que habría de ser conocida como Tulaytula, se convirtió en una ciudad más de las muchas que existieron en al-Andalus, nom-

4.– CHALMETA, Pedro, 1994: Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus, Madrid, p. 181.

5.– COLLINS, Roger, 1991: La conquista árabe, 710-797, Editorial Crítica, Barce-lona, p. 34.

6.– CHALMETA, Pedro, 1994, pp. 199-209.

Muza azota el rostro de Tariq por desobedecer sus órdenes. Dibujo de J. Alaminos.

bre que los musulmanes dieron al territorio que ocuparon en la Península Ibérica.

Toledo se encontraba en el centro del principal eje que ha-bría de articular al -Andalus, como sería la ruta que uniría las ciudades del sur —especialmente Córdoba— con Zaragoza. A través de ella, y de sus principales ciudades, se produci-ría un gradual proceso de islamización, como lo demuestra el gran número de ulemas que en las mismas pronto empiezan a aparecer, como fue el caso de Toledo. Los conquistadores mantuvieron la trama urbana que encontraron en el momento de su llegada y no emprendieron, de momento, la fundación de nuevas ciudades.

Tras su marcha, Muza dejó como gobernador de al-Andalus a su hijo Abd al-Aziz, que no se estableció en Toledo sino en Sevilla. Sus sucesores trasladarían la sede a Córdoba, posi-blemente por seguir manteniendo una proximidad con el norte de África en unos momentos en los que la conquista de His-pania todavía se estaba consolidando. Además, en esta ciudad el desaparecido rey Rodrigo había contado con una serie de propiedades que ahora podían ser aprovechadas por los con-quistadores.

Es curioso comprobar cómo, en el caso de Toledo, no se produjo el mismo fenómeno que ya había ocurrido en otros territorios ocupados durante el proceso de expansión del Is-lam. En Irán (Ctesifonte), en Egipto (Alejandría) y en el Norte de África (Cartago), con una posible intención de degradar-los, sus centros de poder fueron abandonados y en sus in-mediaciones se fundaron nuevas ciudades que en un primer momento actuaron como asentamientos militares7. No parece que ocurrió lo mismo con Toledo, pues no fue abandonada, aunque tal vez pudo haber sufrido un cierto proceso intencio-nado de destrucción de edificios significativos como expresión simbólica de ruptura con el pasado visigodo y manifestación evidente de la imposición de un nuevo poder. ¿Pudo haberse proyectado todo esto en el complejo de Vega Baja donde de una manera más efectiva había tenido su sede la monarquía visigoda? En cualquier caso, para Toledo se abría una nueva etapa bajo el influjo de los nuevos dominadores, y continuó siendo una de las ciudades más dinámicas de al-Andalus. A diferencia de otras que padecieron una profunda situación de crisis económica, sus habitantes consiguieron imponer un dominio sobre la zona rural circundante, logrando encauzar hacia ella la producción agraria.

Tras la marcha de Muza y Tariq quedaría nombrado un gobernador de la ciudad y de su territorio, del cual no tene-mos ninguna referencia. Con toda probabilidad sería un árabe pues los cargos de mayor responsabilidad eran desempeñados por gente de este origen y no tanto por bereberes.

En los años posteriores, consolidada la ocupación, ven-drían nuevos contingentes de musulmanes, entonces no tanto tropas sino grupos familiares de los que se habrían asentado desde el primer momento. De esta manera la presencia de musulmanes se haría cada vez más numerosa. Se ha señalado que en Toledo no hubo asentamientos árabes de importancia, mientras que en sus alrededores sí que fueron numerosos los grupos bereberes8.

A estos musulmanes que llegaban de fuera se irían aña-diendo los toledanos que se convirtiesen al Islam (los mula-

La inVasión isLÁmica de La peninsuLa

7.– COLLINS, Roger, 1991, p. 45.8.– MANZANO MORENO, Eduardo, 1991: La frontera de al-andalus en época de los

omeyas, Madrid, p. 179

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díes) cuyo número, con el paso del tiempo, iría en aumento. Lo cual supondría una necesidad de nuevas mezquitas para lo que se estaría procediendo a la adaptación de algunas de las antiguas iglesias o basílicas a esta función. De la misma manera, también necesitaban sus propios lugares de enterra-miento por lo que surgirían nuevos cementerios, no asociados a los lugares de culto como normalmente ocurría con los ce-menterios cristianos.

Por el contrario, aquellos que, tolerados en sus creencias se mantuvieron fieles a su religión católica —los que poste-riormente habrían de ser conocidos como mozárabes— segui-rían manteniendo algunos de sus antiguos lugares de culto, a los que también quedarían vinculados sus lugares de enterra-miento. Con el paso del tiempo irían experimentado un con-secuente proceso de arabización. Los edificios de culto serían los mismos, unos continuando como iglesias y otros adaptados a mezquitas. Desconocemos cuando se pudo haber levantado la primera mezquita de nueva planta en Toledo.

Es muy posible que, hasta la muerte del metropolitano Sinderedo en Roma, se hubiese producido un vacío episcopal en Toledo. No es se-guro que el chantre Urbano hubiese desempeñado las funciones episco-pales en su ausencia. Tras la ocu-pación musulmana, el prestigio que había alcanzado la Iglesia de Toledo a fines del siglo VII a través de sus metropolitanos todavía se mantenía. Pero entonces eran sobre todo diá-conos los que llevaron adelante la labor intelectual y no tanto los obis-pos, tal vez por el estricto control que los musulmanes ejercerían so-bre ellos. Con el metropolitano Cixi-

la la iglesia toledana volvería a recuperar su prestigio. Como ha señalado Roger Collins, “Toledo perdió en gran medida tal posición después de la conquista árabe, pero a mediados del siglo VIII por fin parece haberse restablecido como guía de muchas, o de la mayoría, de las iglesias de la península”9.

La siguiente noticia que tenemos sobre Toledo, nos lle-va al año 742, treinta años después de la primera presencia musulmana en la ciudad. El año anterior se había produci-

do una sublevación protagonizada por los grupos bereberes, descontentos con el papel hegemónico que desempeñaban los árabes. En al-Andalus los sublevados constituyeron tres co-lumnas, una de las cuales asedió Toledo durante un mes pero no consiguió tomar la ciudad. A la postre fueron derrotados en las cercanías, junto al arroyo Guazalete.

La otra fecha importante es la del 756, año en el que Abd al-Rahmán b. Muawiya, un omeya, se hizo con el control de al-Andalus proclamándose emir (Abd al-Rahmán I). Con su imposición se iniciaba una nueva etapa en la historia de al-Andalus que habría de ser conocida como el Emirato Inde-pendiente. El centro político del nuevo estado sería Córdoba. El primer emir se decidió por esta ciudad y no por la antigua capital de la monarquía visigoda. Desde allí intentaron poner en práctica los mecanismos necesarios para ejercer un control sobre todo el territorio y su población, para lo que tuvieron que contar con colaboradores fieles, que actuasen en nombre del nuevo poder.

Durante aquella etapa Toledo se convirtió en el centro mi-litar más importante de la Frontera o Marca Media, frente al cada vez más consolidado reino astur. Sus obispos continua-ron manteniendo la primacía eclesiástica entre la comunidad mozárabe de al-Andalus, pero en la ciudad ya no se volvieron a celebrar concilios.

Tal vez lo más significativo es que Toledo fue escenario de múltiples revueltas al negarse sus habitantes a reconocer el nuevo poder omeya10. Los gobernadores enviados desde Cór-doba tuvieron serias dificultades para ejercer su cargo, lo que se tradujo en constantes sublevaciones, por lo que, durante casi todo el Emirato, la ciudad se mantuvo en una situación de semi-independencia, llegando a recabar, en ocasiones, la ayuda militar de los cristianos del norte peninsular.

También algunos musulmanes, en ocasiones, tomaron a Toledo como centro de sus revueltas y discordias civiles, aprovechando, seguramente, su alejamiento de la capital cor-dobesa y las características defensivas de la propia ciudad. Ello les permitió poder eludir con más facilidad las pesqui-sas de los oficiales centrales y resistir con mayor efectividad los consiguientes ataques del poder omeya. El hecho fue que, entre unos y otros, Toledo se convirtió en la principal ciudad rebelde de al-Andalus durante aquella época.

9.– COLLINS, Roger, 1991: p. 74.10.– PORRES MARTÍN-CLETO, Julio, 1985: Historia de Tulaytula (711-1085), To-

ledo.

Ya cuando el futuro Abd al-Rahmán I se hizo con el po-der en al-Andalus, el antiguo gobernador, derrotado, Yusuf al-Fihri, pretendió hacerse fuerte en Toledo, aunque nada consiguió y tuvo que pactar. No obstante, poco después volvió de nuevo a sublevarse pero también fue derrotado y huyó a tierras de Toledo, donde sus propios partidarios le asesinaron en el año 759.

Tres años después una nueva conjura estalló en la ciudad contra el emir, durante la cual Hisham ben Urwa se erigió en gobernador de la misma. En el año 764 un ejército enviado desde Córdoba consiguió restablecer el orden.

En los años finales del reinado de Abd al-Rahmán I, un hijo de Yusuf al-Fihri, Abu l-Aswad Muhammad, se sublevó en To-ledo hasta que en el año 785 fue derrotado por el propio emir.

Al morir Abd al-Rahmán I dejó como sucesor a su hijo menor Hisham. El hijo mayor, Sulayman, que en el momento de la muerte de su padre se encontraba en Toledo como gober-nador, se sintió agraviado. Pretendiendo acceder al trono, re-clutó un ejército y se dirigió a Córdoba pero fue derrotado en el camino. De nuevo volvió a Toledo, esta vez con su hermano Abd Allah. Para terminar con aquella situación, en el año 789 el nuevo emir puso sitio a la ciudad durante más de dos meses hasta que ésta se rindió. Conseguida la pacificación, Hisham I envió como gobernador a su hijo al-Hakam, el que habría de ser su sucesor. Durante su estancia en Toledo, en el año 792, nació su hijo el futuro Abd al- Rahmán II.

Nuevamente, ya durante el reinado de al-Hakam I, en el 797 Toledo volvió a desvincularse de su obediencia al poder cordobés. Entonces, el emir encargó al gobernador de Hues-ca, el muladí Amrus, que se dirigiese a la ciudad para sofocar la revuelta que estaba encabezada por un tal Ubayd Allah ben Jamir. Pronto se desembarazó de éste, haciéndole caer en una trampa, como luego haría con los demás cabecillas. Amrus persuadió a los toledanos de que tenían que construir una fortaleza para residencia de los gobernadores y de la guarni-ción militar. De esta manera se levantó una gran ciudadela, de muros de tapial, rodeada por un gran foso del cual se había extraído la tierra para la construcción de aquella. En el año 807, al-Hakam I, confabulado con Amrus, envió a su hijo, el futuro Abd al-Rahmán II que a la sazón contaba catorce años, al frente de un ejército. Llegado a la ciudad se le preparó una recepción en la nueva fortaleza, a la que también se invitó a los toledanos m s influyentes, tanto de la ciudad como del campo. A todos ellos, según iban llegando, les fueron deca-

pitando y sus cuerpos arrojados al gran foso. Este sangriento acontecimiento es el que se conoce en la historiografía anda-lusí como “la Jornada del Foso”. Las víctimas debieron de ser numerosas, aunque posiblemente no tantas como los cronis-tas árabes han señalado. Con aquella drástica medida Toledo quedaría pacificada durante varios años.

E. Manzano se cuestiona la existencia de este aconteci-miento, considerando que pudo haber sido una elaboración cronística de un tema literario ampliamente difundido en el mundo islámico11. Además, está documentalmente constatado que en aquella fecha Amrus no se encontraba en Toledo, sino en la Frontera Superior.

Sin embargo, aquella situación tampoco iba a durar mucho, pues a partir del año 811, y en varias ocasiones, los toledanos se volvieron a sublevar por lo que fue necesario enviar tropas desde Córdoba, que sitiaron la ciudad, aunque con escasos resultados.

Otra importante revuelta, que el emir Abd al-Rahmán II tardaría siete años en sofocar, estuvo encabezada por un mo-desto jornalero llamado Hashim al-Darrab (el Herrero), del cual varios familiares habían sido ejecutados en los sangrien-tos acontecimientos de la Jornada del Foso. Con una partida de descontentos que consiguió reunir, a partir del año 829 se dedicó a atacar los campos de los alrededores de Toledo y a asaltar a los viajeros que transitaban por los camino. Los rebeldes también derribaron la fortaleza mandada construir por Amrus. Desde Córdoba, se encargó al general de la Fron-tera Media, Muhammad ben Rustum, que les reprimiese, lo que hizo, muriendo el cabecilla de la revuelta. Aunque sus seguidores continuaron con las acciones, las tropas enviadas por el emir, tras un asedio consiguieron entrar en Toledo en el mes de junio del 837. La antigua ciudadela fue nuevamente reconstruida, se nombró un gobernador y se instaló una nu-merosa guarnición, todo lo cual posibilitó que, hasta el final del reinado de Abd al-Rahmán II, Toledo pudo permanecer tranquila, en gran parte merced a los numerosos rehenes to-ledanos que fueron confinados en Córdoba para asegurar la lealtad de la ciudad.

Nada más acceder al trono Muhammad I, los toledanos se volvieron a sublevar. Encarcelaron al gobernador omeya de la ciudad y un ejército, encabezado por el mozárabe Suintila, se dirigió hacia Calatrava, cuyos habitantes la abandonaron. En

11.– MANZANO MORENO, Eduardo, 1991: pp. 274-284.

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el verano del 853, tropas enviadas desde Córdoba recobraron esta ciudad en la que establecieron una importante guarnición. Ante la previsible reacción del emir, los toledanos solicitaron la ayuda del rey asturiano Ordoño I, el cual mandó un ejército al mando de Gatón del Bierzo. El propio Muhammad I se puso al frente de numerosas tropas que, en junio del año 854, de-rrotaron a los sublevados y a sus aliados junto al arroyo Gua-zalete, causándoles graves pérdidas. Sin embargo, aunque la ciudad fue sitiada en el año 856, no consiguieron tomarla.

En el año 858 el emir se dirigió nuevamente a Toledo y mandó derribar el puente de Alcántara que era uno de los principales accesos a la ciudad. Abandonados por Ordoño I, los toledanos solicitaron una amnistía que les fue otorgada. Ello posibilitó que los diez años siguientes transcurriesen re-lativamente tranquilos, hasta que se produjo una nueva suble-vación en el 875.

Durante el mandato de los dos emires siguientes, al-Mund-hir y Abd Allah, Toledo debió de permanecer completamente al margen de la autoridad omeya. Un agitador toledano, Lope ben Tarbisa —hijo de Tarbisa ben Masuna— se hizo con el control de la ciudad y se dedicó a atacar a los Banu Di-l-Nun de la zona de Santaver. Estos, en el año 887, organizaron un gran ejército que derrotó a los toledanos y consiguieron un gran botín, aunque posiblemente no ocuparon Toledo.

Posteriormente la ciudad estuvo controlada por diversos personajes, hasta que en el 906 Lope ben Tarbisa se hizo de nuevo con el poder y lo mantuvo hasta los primeros años del reinado de Abd al-Rahmán III. El personaje que le sucedió también mantuvo a la ciudad en rebeldía.

Cuando en el año 929 —tras llevar varios años como emir—, Abd al-Rahmán III se autoproclamó califa, ya había conseguido pacificar gran parte de al-Andalus, pero todavía se mantenía en rebeldía el endémico foco de Toledo. Intentó convencer a los toledanos de que debían de reintegrarse al seno de la comunidad andalusí y pagar los impuestos debidos a la hacienda regia. Pero no consiguió ningún resultado efec-tivo y, ante el fracaso, se decidió a intervenir por la fuerza. En la primavera del año 930 envió un primer ejército, al que, en el mes de julio, se unió otro encabezado por él mismo. Acamparon en la posición de Chalencas, para posteriormen-te establecer el campamento junto al cementerio de Toledo e iniciar así un cerrado cerco. Durante varios días se dedicaron a destruir las cosechas y quemar las alquerías de los alre-dedores para imposibilitar el abastecimiento de los sitiados. Abd al-Rahmán III mandó entonces levantar una ciudad en el alto de Chalencas, para lo que llamó a artesanos y obreros, y a la que denominó Madinat al-Fath (la Ciudad de la Victoria). Luego se marchó a Córdoba.

Durante dos años se mantuvo el asedio a Toledo. Sus ha-bitantes, como ya habían hecho en otras ocasiones, volvieron a solicitar ayuda militar cristiana, esta vez a Ramiro II. Pero el ejército que éste envió fue derrotado por las tropas omeyas. Aislados del exterior y acosados por el hambre, los toleda-nos tuvieron que rendirse. De esta manera, el 2 de agosto del 932, Abd al-Rahmán III entró a caballo en la ciudad donde estableció una numerosa guarnición, aunque no adoptó repre-salias ni medidas de castigo. Mientras estuvo en Toledo se ini-ció la construcción del al-Hizam (Alficén), un amplio recinto fortificado a modo de alcazaba, para controlar, desde la propia ciudad, el acceso al puente de Alcántara. Para lo cual man-dó levantar una muralla que desde el actual Alcázar llegaba hasta el Miradero. Desde entonces, Toledo, ya pacificada de una forma definitiva e incorporada a la obediencia del poder central cordobés, no volvería a protagonizar sublevaciones durante el resto del siglo X.

En aquella prolongada actitud levantisca debió de influir, en gran medida, la circunstancia de que la mayor parte de la población era de origen hispanovisigodo —muladíes y mozá-rabes— que no aceptaba fácilmente la ingerencia de gober-

Puente de Alcántara.

nadores extranjeros, y muy posiblemente también su negativa a pagar los impuestos que se les exigía desde Córdoba. No obstante, no se conoce muy bien como se organizaban estas revueltas, sobre todo en lo referente a los personajes que las encabezaban, es decir, si eran elegidos para tal empresa y, llegado el caso, quién les elegía.

Según E. Manzano, al contrario que en otras zonas fronteri-zas, en Toledo no surgieron linajes dominantes que mantuvie-sen un protagonismo predominante con afán de perpetuarse. Se conocen los nombres de algunos de estos efímeros cabe-cillas que se pusieron al frente de algunas revueltas, pero no consiguieron imponer ningún tipo de jefatura hereditaria. Las fuentes se refieren a “la gente de Toledo”, sin destacar espe-cialmente a nadie. Los levantiscos habitantes de la ciudad, contaban con una fuerte cohesión interna que les permitió disponer de tropas y desafiar a la autoridad cordobesa mante-niéndose dentro de una cierta autonomía, lo cual no dejaba de ser sorprendente12. También se explicaría porque posiblemen-te Toledo consiguió controlar su territorio circundante del que conseguía garantizar su abastecimiento. Por ello, era frecuen-te que, en momentos de sublevación, las campañas de castigo lanzadas desde Córdoba estuviesen orientadas al saqueo de las tierras de los alrededores.

3.2.- Lo que pudo Haber sido

Hasta aquí hemos presentado, sucintamente, los princi-pales acontecimientos recogidos en las fuentes escritas que tuvieron por escenario a Toledo desde la llegada de los musul-manes a la misma, en el año 711, hasta que en al-Andalus se instauró el Califato en el año 929. Como ya se ha señalado con anterioridad, los textos apenas nos ofrecen ninguna informa-ción de valor urbanístico sobre la ciudad y su entorno. Ante esta situación, y para intentar buscar una respuesta fidedigna a lo que pudo haber pasado —especialmente en el espacio suburbano—, tanto en los primeros momentos de la presencia musulmana como en los años posteriores, nuestra única po-sibilidad es el recurso a plantearnos una serie de hipótesis, dentro de la lógica que pudieron haber tenido los aconteci-mientos históricos y que luego, llegado el caso, la arqueología nos podrá confirmar o desmentir.

Nos encontramos ante un ejemplo evidente de cómo, ante la falta de un apoyo documental suficiente y fiable, la recons-trucción histórica de un determinado lugar se puede intentar realizar a partir de la interpretación de unos restos materiales recuperados en unos trabajos arqueológicos. Siempre lo de-seable es poder contar con ambas fuentes, las materiales y las escritas, pero, desgraciadamente en este caso, no es así. Procurando no caer en especulaciones arriesgadas difíciles de demostrar y manteniendo siempre la prudencia que cualquier interpretación ha de conllevar, vamos a señalar a continua-ción algunas deducciones que pueden entrar dentro de una cierta lógica a tenor de los acontecimientos conocidos. Surgi-rán muchas interrogantes que no siempre tendrán respuestas rotundas ni tal vez, convincentes. Pero de momento es a lo más que podemos llegar.

Cuando Tariq llegó a Toledo, aquí se encontraría con una ciudad en la que, todo parece indicar, se podrían señalar dos ámbitos diferentes. Por una parte, la ciudad propiamente di-cha, Toletum, encaramada en un cerro, protegida por una mu-ralla. Por otra, el complejo urbano que se había desarrollado en la parte baja, próximo al Tajo, (el suburbium, hoy conoci-do como Vega Baja), en torno al complejo palatino que, desde hacía ya casi dos siglos, la monarquía visigoda había levan-tado en aquella zona y cuyos restos han comenzado a aflorar desde hace unos años. Cómo se encontraron los musulmanes estos grandes espacios y cómo se produjo la ocupación de los mismos, son aspectos que, en gran medida desconocemos.

12.– MANZANO MORENO, Eduardo, 2006: p. 327.

Puente de Alcántara y Alficén.

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Según las crónicas islámicas, en el momento de la llega-da de Tariq a Toledo la ciudad estaba vacía. A qué ciudad se refieren ¿a la de arriba? ¿a la del suburbio? ¿o a todo el conjunto? Esto es algo a lo que no podemos responder pues no contamos con ningún elemento fidedigno, aunque cabría pensar, dentro de una lógica, que los textos se refieren a la ciudad propiamente dicha, es decir, a la de arriba.

En cualquier caso, es lógico pensar que se produciría un momento de confusión y hasta de pánico por parte de los habitantes de Toledo, ante la llegada de unos desconocidos cuyo afán principal parecía ser la consecución de botín. Por ello, no sería sorprendente que mucha gente saliese huyendo, llevando consigo o escondiendo, aquello que de valor pudie-sen tener. En aquel contexto se debieron de producir muchas ocultaciones de objetos valiosos con la intención de dejarlos a resguardo y de volverlos a recuperar cuando la situación

se hubiese vuelto a estabilizar. Pero, no siempre esos objetos volvieron a manos de sus antiguos propietarios y continuaron ocultos —algunos lo seguirán estando todavía— hasta que el azar quiso, en algunos casos, que se volviesen a recuperar.

El caso más significativo de ocultación es el conocido como “tesoro de Guarrazar”, un conjunto de coronas votivas vincu-ladas a varios reyes visigodos, del cual se sabe su lugar de aparición pero no su lugar de procedencia13. Alguien, ante la inminente llegada de los musulmanes, recogió las coronas del lugar o de los lugares en las que se encontraban, y las escon-dió en una tumba, en un paraje retirado de Toledo. Todo pare-ce indicar que esas coronas, por sus características, procede-rían de un contexto religioso significativo. ¿Se encontraban en alguna o en varias de las basílicas del suburbio toledano o tal vez en algún edificio de culto cercano al lugar del hallazgo? Son preguntas que no podemos responder.

Otro ejemplo de ocultación lo han proporcionado las exca-vaciones realizadas en Vega Baja. Se trata de un “tesorillo” compuesto por un conjunto de 30 monedas de oro acuñadas por varios reyes visigodos, que aparecieron en el interior de una vivienda. Muy posiblemente, el que viviese en la mis-ma las ocultó, en el momento de producirse la llegada de los primeros musulmanes, ante el lógico temor de que se las re-quisasen. Sin embargo, no las volvió a recuperar y allí perma-necieron hasta que las excavaciones actuales las han vuelto a sacar a la luz.

13.– PEREA, Alicia (ed.), 2001: El tesoro visigodo de Guarrazar, Madrid.

Coronas de Guarrazar.

Como ya se ha señalado anteriormente, uno de los princi-pales objetivos de Tariq al llegar a Toledo sería la consecu-ción del tesoro visigodo, pues los musulmanes, especialmente en aquellos primeros momentos de la conquista, necesitaban conseguir botín, entre otras causas para recompensar a las tropas que estaban participando en todo el proceso militar. Por ello, Tariq se dirigiría al palacio, donde el tesoro se cus-todiaba, aunque al parecer tuvo que recuperarlo saliendo tras un grupo de nobles visigodos que se lo habría llevado. En-tre las piezas recuperadas se encontraría la llamada mesa de Salomón que tanta literatura ha generado, especialmente en las fuentes islámicas, llegando a convertirla en un elemento casi legendario y fantasioso14. En cualquier caso, aceptando una mínima base histórica sobre su existencia, todo parece apuntar a que se trataría de un objeto con unas características muy especiales que lo harían muy llamativo y de ahí el asom-bro que causó.

Cabe pensar que el lugar de residencia de Tariq durante su estancia en Toledo sería el palacio real, en el que se es-tablecería, junto con una tropa, pues en definitiva era como el representante del nuevo poder que sustituía al anterior. Aunque también es de suponer que la ciudad de arriba sería controlada para evitar una posible resistencia al amparo de la muralla por parte de la población toledana que tal vez no hubiese huido o que hubiese regresado. Así transcurriría el invierno del año 711.

Tras su encuentro al año siguiente cerca de Talavera Muza y Tariq marcharon a Toledo donde su punto de destino sería el complejo palatino en el que se alojarían, aunque enton-ces el que actuaría como verdadero gobernador sería Muza. Si ellos se alojaron en el palacio, ¿dónde lo hicieron las tro-pas que les acompañaban? Desconocemos cuantos soldados podían encontrarse en aquellos momentos en Toledo, aunque cabe pensar que su número sería importante pues eran dos ejércitos los que se habían juntado. Una parte lo haría en el mismo palacio, actuando como guardia personal de los dos personajes. El resto cabe pensar que se hubiese dispersado por los edificios que se encontrasen vacíos, tanto en la parte de arriba como en el complejo urbano del entorno del palacio. Pero también es muy posible que se hubiese montado un gran campamento, de tiendas de campaña, en el que alojar y tener concentradas a todas las tropas. ¿Estuvo este campamento en algún punto de Vega Baja? Cabe pensar que así fuese.

En el tiempo que Muza y Tariq aquí estuvieron es inne-gable que tuvieron que contar, al menos, con una mezquita. ¿Cuál fue la primera mezquita que se fundó en Toledo? No lo sabemos pero, dentro de una lógica, bien pudiera pensarse que hubiese sido la basílica visigoda de los Santos Pedro y Pablo. Esta basílica, con la denominación de “pretorien-se” como aparece citada en la documentación, debía de en-contrarse aneja al palacio real y habría sido como el lugar de culto “oficial” de la monarquía visigoda15. Si el edificio se ubicaba contiguo o próximo al palacio, y en él ahora se encontraba alojado el nuevo poder dominante, ¿por qué no pensar que adaptaron el edificio para la práctica de su propio culto? Es lo que sabemos que ocurrió en otros casos, en los que antiguas iglesias visigodas se convirtieron en mezquitas, añadiéndoles un mihrab en el muro que se adecuaba a la orientación precisa.

Muza ya había fundado anteriormente una mezquita en Al-geciras, por lo que no sería sorprendente que aquí fundase otra, en el complejo palatino, máxime tratándose de un lu-gar simbólico como anterior centro de poder de la monarquía visigoda. Esto será algo que la arqueología, llegado el caso, podrá demostrar. Si se localizase con precisión la basílica de los Santos Pedro y Pablo, y se comprobase que tiene un mi-hrab añadido, entonces no habría duda que, efectivamente, el edificio fue convertido en una mezquita, aunque siempre nos quedaría la duda de si fue la primera de Toledo.

Durante la permanencia de Muza en Toledo tuvo que ha-ber estado funcionando una ceca, con la finalidad de acuñar moneda para pagar a las tropas que le acompañaban. En su condición de gobernador, tenía capacidad legal para acuñar moneda. Por ello, con él traería una ceca ambulante que, con el metal precioso obtenido del botín, acuñaría monedas con que compensar a los soldados en los primeros momentos de la conquista, cuando todavía no se realizaban repartos de tierras o de otros bienes.

Al poco de desembarcar Muza en la Península los musul-manes comenzaron a acuñar moneda propia, con la intención, muy posiblemente, de marcar las diferencias desde el primer momento con respecto al poder visigodo. Se trataba de piezas de oro, de mayor peso y menor tamaño que las visigodas, imi-tación de los sólidos bizantinos, y que al principio pudieron haber sido numerosas. Era también una manera de poner en

14.– HERNÁNDEZ JUBERÍAS, Julia, 1996: La Península imaginaria. Mitos y leyen-das sobre al-Andalus, Madrid, pp. 208-248.

15.– PUERTAS TRICAS, Rafael, 1975: Iglesias hispánicas (siglos IV-VIII). Testimo-nios literarios, Madrid, pp. 31-32.

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marcha un incipiente sistema administrativo como demostra-ción fehaciente de las intenciones de los nuevos ocupantes. La dispersión de las nuevas monedas actuaría como un vehí-culo transmisor de la nueva realidad16.

En el complejo palatino todavía se conservaría la ceca en la que algunos reyes visigodos habían acuñado moneda, con lo que es muy posible que Muza reaprovecharía la infraes-tructura que en ella todavía se pudiese conservar para seguir con sus acuñaciones. De los ejemplares que se conocen de las primeras emisiones monetarias realizadas en al-Andalus, muy posiblemente varios de ellos tengan un origen en la ceca toledana.

Como ha quedado señalado anteriormente, cuando Muza y Tariq abandonaron Toledo, aquí tuvieron que dejar a un per-sonaje de confianza con funciones de gobernador. Descono-cemos si su residencia fue el antiguo palacio visigodo o se estableció en la parte alta de la ciudad, desde donde podía ejercer un mejor control sobre toda la población. En cualquier caso, consideramos que pronto el centro de poder se estable-cería en la ciudad alta pues era un lugar más idóneo desde el cual dominar y defenderse. Una zona llana como Vega Baja quedaba más expuesta a posibles ataques por lo que era ne-cesario contar con un lugar más protegido. Ello pudo suponer que el palacio se abandonase, dedicándolo a otros usos que desconocemos. A partir de aquel momento, el entramado ur-bano que en su origen había surgido a su alrededor, cambiaba de sentido. Ya no era un complejo orientado al abastecimiento de los residentes en el palacio, sino que, falto de esa función, se estaría convirtiendo en lo que podríamos considerar como un arrabal de la nueva Tulaytula.

Los musulmanes que permanecieron y no se fueron con Muza y Tariq se asentarían en aquellas casas que se encon-trasen vacías, tanto en la parte alta de la ciudad, como en el complejo urbano de Vega Baja. Con el paso del tiempo llega-rían nuevos contingentes, que irían adecuando estos edificios a sus nuevas necesidades, como están demostrando las exca-vaciones arqueológicas que se están realizando en esta zona, que permiten constatar que no hubo una destrucción siste-mática17. Al igual que en la ciudad de arriba, junto a familias musulmanas convivirían familias que permanecerían fieles a sus creencias cristianas.

Durante la revuelta bereber del año 742, cabe pensar que el ataque a Toledo se llevaría contra la ciudad alta, protegida por su muralla, gracias a la cual pudo resistir. Pero esto nos lleva a plantearnos qué pasó entonces con la zona de Vega Baja: ¿no fue atacada?, ¿por qué? Cabría pensar que sus ha-bitantes hubiesen subido a refugiarse a la parte de arriba y que el lugar estuviese despoblado. Pero en tal caso se presen-taba como muy propicio para ser saqueado y, llegado el caso, arrasado. Sin embargo no parece que así fuese. Ello nos lleva a pensar que, muy posiblemente, se debió a que este arrabal estaba, desde el primer momento, habitado por familias de origen bereber, por lo cual, de alguna manera también partici-paban de la revuelta y por eso no sufrió ninguna destrucción.

Tampoco podemos precisar qué impacto pudieron haber tenido en el espacio de Vega Baja los acontecimientos rela-cionados con la presencia en Toledo del depuesto gobernador al-Fihri, tras su huida de Córdoba a la llegada del futuro Abd al-Rahmán I. ¿Fue escenario de alguna destrucción?

La instauración del emirato omeya modificó la estructura urbanística de muchas ciudades. En el caso de Córdoba sur-gieron arrabales densamente poblados cuando esta ciudad se convirtió en el centro de poder de al-Andalus. Como ha seña-lado Eduardo Manzano el desarrollo de los arrabales cordobe-ses siguió casi siempre un patrón muy similar, que derivaba de la fundación de una almunia o de una mezquita por parte de algún miembro de la familia Omeya, en torno a las cuales se generaba un núcleo de poblamiento que poco a poco se iba haciendo más denso y que en ocasiones también podía incluir un cementerio18. Tal es el caso, por ejemplo, del arrabal cono-cido como al-Rusafa.

Aquí en Toledo también se producirían transformaciones en la ciudad propiamente dicha, aunque posiblemente no fue necesario fundar ningún arrabal puesto que se podría consi-derar que éste ya existía. Llegó incluso a contar con un pe-queño cementerio como lo demuestra el conjunto de tumbas islámicas que han sido localizadas.

Ya ha sido señalada la gran frecuencia con la que Toledo se sublevó frente al poder cordobés durante la etapa del Emi-rato. Al margen de las causas que estuvieron en el origen de esta actitud levantisca de los toledanos nos podemos pregun-tar qué pudo haber pasado con el arrabal de Vega Baja en el contexto de aquellos acontecimientos.16.– MANZANO MORENO, Eduardo, 2006: pp. 55-59.

17.– ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, Juan Manuel- GOMEZ LAGUNA, Antonio J., 2009: p. 62. 18.– MANZANO MORENO, Eduardo, 2006: p. 250.

Con motivo de algunas de las revueltas, ya hemos visto cómo desde Córdoba se enviaban ejércitos con la intención de con-seguir la rendición de la ciudad. Ello suponía que durante un cierto tiempo ésta era asediada —entre los años 742 y 930, es-tán documentadas al menos 11 asedios—, lo cual implicaba que el ejército tenía que levantar un campamento. Para ello lo lógico era hacerlo o en la hoy denominada Huerta del Rey —que des-conocemos cómo se encontraba en aquellos momentos— o en la zona de Vega Baja. En cualquier caso, el arrabal que en ella se levantaba quedaba aislado de la ciudad y podía ser objeto de un asalto. Lo que no podemos precisar es si sus habitantes, en los momentos conflictivos lo abandonaban y se refugiaban en la ciudad alta, o si por el contrario permanecían en él, lo que en tal caso nos podría hacer considerar que no participaban en las sublevaciones, lo que no parece probable pues entonces podrían ser hostigados por los propios rebeldes de la ciudad.

Por su ubicación, esta zona de Vega Baja podía verse tam-bién afectada por las inundaciones del cercano río Tajo. Está documentado un desbordamiento que tuvo lugar en el año 850, a causa de intensas lluvias, aunque no sepamos las con-secuencias destructivas que pudo haber tenido en Toledo19.

De cualquier manera, los hallazgos numismáticos que se están produciendo en las excavaciones de Vega Baja, nos con-firman la presencia de un poblamiento en el siglo IX, mo-mento en que tuvieron lugar las revueltas. Lo que nos lleva a considerar que sus habitantes permanecían en el lugar du-rante el transcurso de las mismas o que lo abandonaban mo-mentáneamente, sin que sufriese ningún tipo de destrucción, al menos significativa.

¿En qué situación se encontraría el arrabal de Vega Baja cuando Abd al-Rahman III organizó el asedio de Toledo en el año 930? Si entonces todavía contaba con población, se podía convertir en un reducto desde el que los sublevados podían encontrar una ayuda exterior. Por lo cual, es posible que el Califa lo hubiese mandado evacuar o al menos habría procu-rado que permaneciese aislado, para evitar que sus habitantes pudiesen socorrer a los de la ciudad.

Una vez que Abd al-Rahmán III entró en Toledo y contro-ló definitivamente a sus habitantes tras la construcción del al-hizam, ¿qué pasó con el arrabal de Vega Baja? Hasta el momento, los hallazgos arqueológicos, especialmente los nu-mismáticos, no han proporcionado elementos datables en el siglo X. Todo hace pensar, por consiguiente, que a partir de la pacificación de Toledo —sino antes— este arrabal quedó de-finitivamente abandonado. ¿Fue por efecto de una destrucción o fue intencionadamente despoblado?

Sobre este punto planteamos la hipótesis de que Abd al-Rahmán III, en su objetivo de terminar definitivamente con las revueltas toledanas, hubiese considerado procedente agrupar a toda la población dentro del recinto urbano, para mantener-la controlada desde el recién construido al-hizam. En aque-lla circunstancia los escasos habitantes que todavía pudiesen estar viviendo en el arrabal se habrían visto obligados a tener que abandonarlo y asentarse, posiblemente, no en el interior de la ciudad donde no tendrían cabida, sino también en el exterior, aunque junto a la muralla, dando origen a la cons-titución de un nuevo arrabal, el que sería conocido como el arrabal de Toledo y que terminaría por rodearse de una mura-lla. A partir de entonces, el antiguo complejo urbano que se había constituido en época visigoda y que había tenido una continuidad durante dos siglos bajo dominio islámico, queda-ría definitivamente abandonado para siempre y comenzaría a convertirse en el extenso yacimiento que hoy ocupa una gran parte de la Vega Baja de Toledo.

19.– PORRES MARTÍN-CLETO, Julio, 1985: p. 30.

Excavación de una tumba en Vega Baja.

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En relación con la llegada de los musulmanes a Hispania, y especialmente a Toledo, existen varios relatos legendarios, procedentes de textos islámicos luego recogidos por crónicas cristianas. Al margen de los que hacen referencia al supuesto comportamiento vejatorio del rey Rodrigo hacia la hija del conde don Julián, están aquellos que nos hablan sobre la existencia de dos “casas” en Toledo. Una, la “Casa Cerrada”, protegida por tantos candados como reyes visigodos se habían sucedido, en la que se encontraría un arca, la cual habría sido abierta por Rodrigo, desencadenando la maldición de que Es-paña sería invadida por unos personajes de rasgos similares a los de las figuras que contenía el arca, es decir, los musulma-nes. La otra casa, la “Casa de los Reyes”, en la que los inva-sores encontraron un conjunto de coronas que eran colocadas en el lugar cada vez que un rey moría. El número de candados y de coronas sería de veinticuatro, equivalente al número de reyes visigodos20.

Aunque se trata de relatos legendarios, muy reproducidos con versiones diferentes cuando no contradictorias, siempre pueden tener alguna base histórica luego muy transformada con el paso del tiempo, falseando la auténtica realidad que pueden esconder. En el caso de las coronas, ahí están las del tesoro de Guarrazar para demostrarnos que este tipo de piezas existían. Y la “Casa de los Reyes” ¿no es una alusión indirec-ta al palacio real?

A los muchos interrogantes ya señalados, todavía se po-drían añadir algunos más que, llegado el caso, podrán tener una respuesta por vía arqueológica. Es lógico pensar que, en su afán por conseguir botín, otro de los objetivos que con toda seguridad habrían tenido los musulmanes en Toledo serían las tumbas de los reyes visigodos. Esas tumbas contendrían objetos de valor, asociados al ajuar personal con que éstos hubiesen sido enterrados. Apenas tenemos noticias documen-tales sobre el lugar de enterramiento de los reyes visigodos, aunque evidentemente estarían en lugares de culto. Alguno se enterró en la basílica de Santa Leocadia y es posible que la de los Santos Pedro y Pablo, por su carácter de “pretoriense”, hubiese actuado como panteón real. Lo más probable es que esas tumbas hubiesen sido saqueadas. Si se pudiese localizar una tumba real —mediante una inscripción, por ejemplo—, las excavaciones nos vendrían a demostrar cómo el enterra-miento estaría destrozado como consecuencia de ese afán de rapiña de los musulmanes.

Y lo mismo se puede decir de los arzobispos, que también habrían contado con enterramientos acordes a su dignidad. Es muy posible que éstos se enterrasen en la basílica-catedral de Santa María, aunque conocemos algunos casos de arzobispos, como el de San Ildefonso, que se enterraron en la basílica de Santa Leocadia21. En Mérida se excavó el interior de la anti-gua basílica de Santa Eulalia, en la que se tenía constancia del enterramiento de algún metropolitano, y se pudo compro-bar cómo todos los enterramientos estaban saqueados22. Es lo que nos faltaría por constatar aquí en Toledo, aunque lo primero sería localizar las basílicas documentadas.

Una pregunta que nos podemos hacer es qué pasó con los res-tos de la mártir toledana, Santa Leocadia, enterrada en la basíli-ca a la que daba nombre y que según la tradición se encontraba en el lugar que hoy ocupa la ermita del Cristo de la Vega23. Tam-bién en la misma basílica había sido enterrado el arzobispo San Ildefonso. Si el edificio fue objeto de algún expolio, cabe pensar que uno de los principales objetivos de los cristianos toledanos, empezando por el clero, habría sido la salvaguarda y custo-dia de los restos de estos personajes tan significativos para la Iglesia local que en ella se encontraban.

Santa Leocadia había dado origen a un culto bas-tante extendido en la Península durante la época visi-goda24. Sus reliquias así como las de San Ildefonso fueron llevadas a tierras del norte peninsular, aun-que no sepamos en qué momento concreto se efectuó el traslado. Se suele señalar que los restos de Santa Leocadia fueron trasladados a Oviedo durante el reinado de Alfonso II, el cual mandaría construir la Cámara Santa para que en ella fuesen deposi-tados. Allí permanecerían custodiados aunque posteriormente parte de ellos termina-rían en otros lugares de Europa hasta que Felipe II

20.– HERNÁNDEZ JUBERÍAS, Julia, 1996: pp. 194-199.

21.– RIVERA RECIO, Juan Francisco, 1985: San Ildefonso de Toledo. Biografía, épo-ca y posteridad, Madrid, p. 237.

22.– MATEOS CRUZ, Pedro, 1999: La basílica de Santa Eulalia de Mérida. Arqueología y urbanis-mo, Anejos de Archivo Español de Arqueología, XIX, Madrid.

23.– PALOL I SALELLAS, Pere de, 1991: “Resultados de las excavaciones junto al Cristo de la Vega, supuesta basí-lica conciliar de Santa Leocadia, de Toledo. Algunas notas de topografía religiosa de la ciudad”, en XIV Centenario Concilio III de Toledo. 589-1989, pp. 787-832.

24.– GARCÍA RODRÍGUEZ, Carmen, 1966: El culto de los san-tos en la España romana y visigoda, Madrid, pp. 246-253.

Naveta, relicario de Santa Leocadia. Catedral de Toledo.

los trasladó a Toledo. Como Alfonso II reinó entre los años 791 y 842, ello nos indicaría que los restos de Santa Leocadia habrían sido llevados a Oviedo en la primera mitad del siglo IX, lo que nos indicaría que la basílica toledana podría ha-ber quedado entonces sin culto. Sin embargo, algunos autores cuestionan que ese rey hubiese mandado construir la Cámara Santa y que se habría construido en época posterior25. Lo cual nos indicaría que las reliquias se habrían trasladado años después, tal vez durante el reinado de Alfonso III (886-910).

Las reliquias de San Ildefonso se encuentran actualmente en Zamora, muy posiblemente desde que esta ciudad fue re-poblada por mozárabes procedentes de Toledo en el año 893. Esta fecha parece ajustarse también a la del traslado de las de Santa Leocadia a Oviedo. Es muy posible que, en torno al año 890, grupos de mozárabes toledanos abandonasen la ciudad y se marchasen a tierras por las que el reino asturiano se estaba expandiendo. Si se llevaron con ellos las reliquias de los dos santos toledanos más representativos, enterrados además en la misma basílica, cabe pensar que fue porque considerasen que dejarlos en ella podría suponer un gran riesgo de pérdida de su culto (aunque bien es verdad que lo podrían haber se-guido manteniendo los mozárabes que no emigraron), máxime cuando el edificio tal vez no se encontrase en las adecuadas condiciones arquitectónicas.

A partir de entonces, y al no contar con los restos de sus dos enterrados más significativos, no es sorprendente que el edificio se abandonase, a finales del siglo IX, y comenzase su gradual proceso de destrucción, posiblemente también en unas circunstancias en las que la zona de Vega Baja ya estaría en un acusado proceso de abandono, si es que no estaba ya completamente abandonada entonces.

Un elemento importante como referente cronológico en toda excavación son las monedas que se puedan recuperar, especial-mente si se encuentran en contexto arqueológico. En Vega Baja, aparte de monedas de época romana y visigoda, han apareci-do varios ejemplares de monedas musulmanas26. Se trata en su mayoría de feluses de cobre aunque también se ha recuperado algún dirham de plata. Algunas de ellas corresponden a los primeros momentos de la conquista y no descartamos que algu-no de los ejemplares pudiese haber sido acuñados en la misma

Toledo. En cualquier caso, aunque no en todos ellos se señala su fecha y lugar de acuñación, todo parece indi-car que no van más allá de mediados del siglo IX. Como puede deducirse, y a falta de futuros nuevos hallazgos que nos lo reafirmen o desmientan, es posible que hasta entonces es cuando se habría mantenido un poblamiento más o menos estable en Vega Baja.

Las respuestas a todo este con-junto de hipótesis que hemos señala-do tendrán que venir por vía arqueo-lógica. A medida que las excavacio-nes avancen, se podrá comprobar el auténtico impacto que supuso la ocupación por parte de una sociedad islámica, del complejo palatino de época visigoda y del entramado ur-bano que junto a él se desarrolló. Todo parece indicar que terminó por convertirse en lo que podríamos denominar como un arrabal, dependiente de la ciudad que se encontraba en la parte alta. Por los resultados actuales, parece que al menos durante dos siglos —VIII y IX— se contó con la presencia de una población musulmana en el lugar, la cual, indudablemen-te, dejó su huella. Hasta qué punto conservaron o modificaron las anteriores estructuras constructivas y urbanísticas de épo-ca visigoda será lo que se podrá comprobar a medida que los trabajos arqueológicos avancen.

También se procurará constatar si la población que vivió en Vega Baja fue toda ella musulmana o si ahí también vi-vieron algunas familias mozárabes, cuyos componentes po-drían ser descendientes de los que ya estaban establecidos en el lugar en época visigoda y que no se convirtieron al Islam cuando Toledo fue conquistada por los musulmanes. En tal caso, tendrían que haber mantenido algún lugar de culto de época visigoda, posiblemente la basílica de Santa Leocadia, que también les serviría de lugar de enterramiento. Igualmen-te será interesante poder comprobar si las frecuentes revuel-tas que se produjeron en Toledo durante el siglo IX tuvieron algún efecto destructivo en esta zona, de la que nos quedan dudas acerca del protagonismo que sus habitantes pudieron haber tenido en aquellas circunstancias.

En fin, que el trabajo que queda por hacer tiene mucho de apasionante.

25.– ARIAS, Lorenzo, 1993: Prerrománico asturiano. El arte de la Monarquía Astu-riana, Gijón, pp. 98-104.

26.– GARCIA LARGO, Rubén Lot y otros, 2007: “Aportación de la numismática al conocimiento de las fases de ocupación de la Vega Baja de Toledo”, en Arse (Boletín del Centro Arqueológico Saguntino), 41, pp. 115-138.

S. Ildefonso, en un detalle del Retablo de Santa Ana o de Calixto III, obra de Pere Reixach.

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CAPITULO 4

LA CULTURA MATERIAL DE LA VEGA BAJA

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os materiales presentes en el yacimiento de la Vega Baja nos van suminis-trando información sobre la realidad histórica, los tiempos de ocupación del mismo, las formas de vida y la realidad social y cultural de los habitantes de este espacio singular.

Los estudios que presentamos solo son una aproximación general, una muestra parcial, a través de la cual podremos dar a conocer el interés y potencial que esconde el yacimiento. Para ello se han seleccionado los ma-teriales más representativos, realizando un boceto general de sus caracte-rísticas y relaciones con el panorama general de la investigación histórica referida a cada uno de los campos tratados.

Esta primera catalogación permite identificar las fases de ocupación hu-mana del yacimiento, en las que se suceden romanos, visigodos, musulma-nes, pero también cristianos de la Toledo post conquista del rey castellano Alfonso VI, habitantes y ocupantes ocasionales durante la edad moderna y contemporánea que, en su cultura material, nos suministran la información que necesitamos para la reconstrucción de la historia de la Vega Baja.

LLA CULTURA MATERIAL DE LA VEGA BAJA

Jorge de Juan AresMª Mar Gallego GarcíaJavier García González

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4.1.– cerÁmica de época romana

La presencia de cerámica romana en el conjunto total de piezas recuperadas en la Vega Baja es, por el momento, resi-dual, no llegando a alcanzar el 5% del volumen total. Estos fragmentos son mayoritariamente de terra sigillata de formas li-sas y decoradas que abarcan una cronología comprendida entre los siglos I y III. Menos significativo es, hasta ahora la presen-cia de cerámica pintada de tradición indígena.

Es importante señalar que el contexto en el que aparecen estos fragmentos corresponde a posicionamientos secundarios en estratos de tierras de acarreo, muy movidas. Las bases de vasos y cuencos son lo que mejor se conserva. Y lo mejor conservado es lo más tardío, menos rodado, lo cual índica la perturbación y destrucción de los niveles tardo imperiales.

Este conjunto viene caracterizado por el predominio de for-mas hispánicas medio imperiales, pero también están repre-sentados fragmentos de sigillata sudgálica que corresponden a época flavia, y cerámica pintada de tradición indígena de motivos metopados. Este conjunto, recuperado hasta la fecha, y como ya hemos señalado anteriormente, está integrado por fragmentos muy rodados, principalmente del siglo segundo.

Hemos distinguido, por tanto, tres grupos de cerámica ro-mana:

a) Terra Sigillata Sudgálica

b) Terra Sigillata Hispánica

c) Cerámica pintada de tradición indígena

Relación de piezas:

Frag. 4017-1

Terra Sigillata Sudgálica. Vaso Drarg 24/25. Es una forma lisa que no

presenta decoración. Borde con tendencia a la verticalidad y labios muy

finos, la pasta es de color salmón y el engobe es de color marrón rojizo. A

diferencia del resto del conjunto de piezas, esta destaca por estar menos

rodada. Su cronología corresponde a época flavia antigua.

Frag. 4017-2

Terra Sigillata Sudgálica. Vaso Drag 27. Pasta color salmón, barniz

rojo-marrón. Labios redondeados tanto al exterior como al interior y en am-

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0 3 cm.

bos casos se alzan sobre ranuras. El borde es plano en la parte superior En

cuanto a su cronología, posiblemente corresponde al final de los flavios.

La presencia de cerámica sudgálica en el interior de la península co-

mienza a partir de Tiberio Claudio y logra mantenerse hasta el final de los

flavios. A finales del siglo I son las producciones de origen hispánico las

que dominaran los circuitos comerciales peninsulares.

Los fragmentos de Terra sigillata Hispanica se encuentran bastante de-

teriorados y son difíciles de identificar, pero en los casos en los que ha sido

posible responden a formas clásicas como son los tipos Drag 29, 30 y 37.

Fragmento 2157-1

Forma decorada correspondiente a un tipo 30. Motivo metopado y friso

con decoración correspondiente a un ambiente de campo con avutardas.

Posible taller de tritio o bazares, es más antigua que la media del conjunto,

pasada de horno que le da una tonalidad más oscura al engobe. Se trata de

una de las primeras producciones hispánicas. Los separadores en forma de

metopas son característicos del comienzo del siglo II d.C.

Fragmento 3508-2

Fragmento de galbo que corresponde posiblemente a un tipo 29 o 37,

se encuentra muy rodado, presenta decoración de círculos concéntricos,

este motivo es propio de los talleres del Ebro, muy generalizado a lo largo

del siglo II.

Fragmento 3587-1

Vaso Drag 24/25, hispánica bastante antigua. Corresponde a una forma

clásica lisa, inspirada en prototipos sudgálicos, muy difundida en los talle-

res hispánicos. La pasta es de color salmón, el barniz es rojo-marrón.

Lámina I

Frag. 3782-1

Fragmento de Terra Sigillata Hispánica correspondiente a una forma

indeterminada que podría corresponderse a formas Drag 29, 30 o 37. Pre-

senta decoración con metopas separadoras, propio de los talleres del Ebro.

La pasta es de color salmón y el engobe es de color marrón rojizo. Estas

formas con estos motivos perduran hasta el medio imperio. Este fragmento

está muy rodado

Frag. 2614-1

Fragmento de Terra sigillta hispánica, esta es una de las formas deco-

radas más abundantes y que perduran hasta época tardía, entre finales del

siglo III y comienzos del siglo IV. Corresponde a una forma grande de tipo

Drag 37. Podemos distinguir el inicio del galbo de una acampanada, en

cuanto a la decoración destaca el uso de ruedecilla ancha. Es una produc-

ción propia de los talleres de sigillta de Toledo o de la meseta Norte.

Frag. 3293-1

Hispánica tardía forma lisa tipo 8.

Por último hemos agrupado un conjunto de piezas que es-tán muy rodadas y resulta muy difícil su identificación.

Quedan recogidas en la lámina II.

Debemos mirar el valle del Ebro y su círculo de influencia como el centro de producción de donde posiblemente deben provenir las sigillatas hasta el momento recuperadas en la Vega Baja, pues es en esa zona donde se sitúa uno de los principales centro de producción que abastece la península y, en particular, la Meseta. Se localiza en Trittium Magallum, y engloba nume-rosos talleres, como Tritio, Bezares, etc. Estos centros las pro-ducciones de Terra Sigillata Hispánica se inician desde época de Claudio y se mantendrán hasta el final del alto imperio. Si bien es cierto que, frente a estos grandes centros de producción y con la aparición de nuevas ciudades, van surgiendo nuevos talleres con la intención de abastecer mercados regionales y locales. En particular, debemos destacar la presencia de talle-res que se localizan en la zona de Talavera de la Reina1 y que participarían en el abastecimiento de Toledo.

Como hemos señalado anteriormente, los fragmentos de Te-rra Sigillata Hispánica recuperados en la Vega Baja responden a formas clásicas como son Drag 24/25 29, 30, 37, inspiradas en formas gálicas. Aparecen lisas o decoradas. Las formas de-coradas recuperadas hasta ahora corresponden a motivos meto-pados y círculos concéntricos, que se repiten sucesivamente.

Por el momento sólo se ha registrado un fragmento con mo-tivos de animales con decoración de metopas a modo de sepa-radores. En cuanto a su cronología tienen una amplia difusión desde su origen, a mediados del siglo I, hasta época tardía.

Finalmente, la cerámica pintada de tradición indígena se encuentra, por el momento, poco representada. Son escasos los fragmentos recogidos, pero destaca el fragmento 6912-1, correspondiente a una ollita de forma globulada con decora-ción de influencia metopada, propia del interior de la meseta, sobretodo de la zona de Complutum. En cuanto a su cronolo-gía abarca los siglos I y III.

1.– JUAN TOVAR, L.C., 1983: Elementos de Alfar de Sigillata Hispánica en Talavera de la Reina (Toledo). Alfares de Sigillata en la Cuenca del Tajo, pp. 165-175, Madrid.

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Lámina II

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4.2.– aproXimación a La cerÁmica Visigoda de La Vega baja

Resulta difícil el estudio de las producciones cerámicas2 en contextos urbanos en el centro peninsular, especialmente en las provincias de Guadalajara, Madrid y Toledo, debido al panora-ma de comprensión del territorio en época visigoda (s. VI-VII d. C.), en el que falta un análisis pormenorizado y amplio de és-tos. Así, la ciudad de Recópolis, aún guardando semejanzas su cultura material con algunos de los yacimientos de naturaleza campesina excavados en la comunidad de Madrid, muestra un conjunto de particularidades que parecen ratificar la existencia de producciones de naturaleza diversa, coincidiendo con las distintos niveles de la formación social tributaria, que caracte-rizan al estado visigodo de los siglos VI y VII d.C.

Las características de las cerámicas de Recópolis parecen ser coincidentes con los primeros datos que observamos en el yacimiento toledano de Vega Baja, ratificándose también la diferenciación de estos contextos con los de otros gran-des centros urbanos, como es el caso de Mérida. La línea de investigación principal se está dirigiendo a la identificación regional de los materiales cerámicos, que presenta evidentes similitudes con Recópolis, y la posible existencia de produc-ciones “propias” y su difusión. Por otra parte, es necesario identificar los contextos cerámicos en espacios habitaciona-les similares, más allá de su presencia/ausencia en un yaci-miento. En el caso de Recópolis, hasta la fecha, el grueso de las intervenciones arqueológicas se está realizando en áreas próximas al conjunto palatino, y en el caso de Vega Baja, a pesar de la innegable entidad de las estructuras aparecidas, no se ha realizado un estudio pormenorizado y funcional de éstas, más allá de unas primeras aproximaciones.

En la actualidad, el grueso de la excavación científica se está concentrando dentro del Área de Excavación 5 (AE5), que ha podido identificar una amplia secuencia de ocupación del espacio desde momentos actuales hasta fases pleno me-dievales. Esta última coincide con la utilización doméstica del espacio, próxima a pequeñas áreas de enterramiento, que se apoyan o cortan fases de ocupación anteriores y que se encuentran en proceso de excavación.

Del análisis del material aparecido en estratos de amor-tización de época medieval y que, tipológicamente, es inne-

gable su filiación a época visigoda, podemos concluir varios aspectos referentes a la identificación de la cerámica del pe-riodo comprendido entre los siglo V-VII d. C.

El material cerámico está realizado exclusivamente a tor-no. Al igual que en Recópolis existen dos lotes con pastas bien diferenciadas: unas rojizas u anaranjadas, y otras de color marrón y negro. Sin embargo a diferencia del yaci-miento señalado, el porcentaje del primer lote puede ser el predominante. En cuanto a las características de las pastas, destaca el uso mayoritariamente de desgrasantes de arena y cuarzo de pequeño calibre, dando como resultado piezas de gran calidad.

En las formas predominan las ollas con un diámetro entre los 16 y 26 cm., siendo minoritaria la presencia de ollitas —diámetro inferior a 15 cm—. Tipológicamente el grueso de ellas es similar a las formas definidas en el Grupo R-1 y R-2 de Recópolis3, con formas globulares sin cuello marcado. También se han registrado fragmentos de bordes con moldura para tapadera. Otra de las formas documentadas, es la marmi-ta, gran contenedor con borde vuelto sobre el que, en algunos casos arranca el asa, con diámetros superiores a los 25 cm.

En cuanto a la presencia de los cuencos, que son un ele-mento material de amplia representación en los contextos ar-queológicos de época visigoda en el valle del Tajo4, suelen superar los 20 cm. de diámetro. Tienen carena alta, posible-mente son de producción local, con cocciones primordialmen-te oxidantes, pastas depuradas, sin que se haya detectado por el momento su uso de cocina, como ocurre en el caso de Re-cópolis.

Según queda recogido en la lámina III.

2.– OLMO, L. y CASTRO, M., 2008: “La cerámica de época visigoda de Recópolis: apuntes tipológicos desde un análisis estratigráfico”, en: Recópolis y la ciudad en época visigoda, Zona Arqueológica, nº 9, pp. 89-96; Madrid.

3.– OLMO, L. et allí, 2000: “Transformaciones de un paisaje urbano: las últimas aportaciones de Recópolis”, en: Actas del I Simposio de Arqueología de Guadala-jara, pp. 553-554, Madrid.

OLMO, L. y CASTRO, M., 2008, pp. 91-93.4.– VIRGIL, A., 2003: “Cerámicas tardorromanas y altomedievales de Madrid”, en:

Cerámicas tardorromanas y altomedievales en la Península Ibérica. Ruptura y Continuidad, Anejos de Archivo Español de Arqueología, XXVIII, pp. 377-385. Madrid.

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Lámina III

Ollas

Ollitas

Cuencos

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Una de las características de la cerámica de época visi-goda en el caso de la Vega Baja, es la escasez de elementos decorativos; son pocos los ejemplos documentados de decora-ciones, limitándose éstos a líneas incisas o peine.

En cuanto a otros materiales, destaca el hallazgo de un nu-meroso lote de cerámicas que tradicionalmente, se las ha de-nominado de “importación”. Entre ellas, las conocidas como ánforas africanas de pequeñas dimensiones —spatheia—, que, entre otros lugares del Mediterráneo, se producen amplia-mente en el África bizantina entre los siglos VI-VII d. C. Es difícil concluir el tipo de sustancia que contenían, aunque por su documentación en contextos bizantinos orientales de natu-raleza militar, sugieren su uso como transporte de vino5. En el caso de la Vega Baja, se combinan las pastas anaranjadas, con otras amarillentas o blanquecinas que, como han puesto de manifiesto algunos investigadores recientemente6, no es un argumento suficiente para identificar lugares de producción. Entre ellas, destaca la localización en posición secundaria de

un spatheion o anforilla africana (ID 6280) tipo KEAY XXVIG, represen-tada ampliamente en el Mediterráneo y en el caso peninsular similar, entre

otras, a la pieza CP-4369-159-1, re-cuperada en la fase de fundación y primera pavimentación del barrio bizantino creado sobre el antiguo

teatro romano de Cartagena. Los arqueólogos que realizaron la exca-vación7 fecharon estos contextos en-tre los años 550-590 d.C. También se ha registrado este tipo de anfo-risco de época tardía durante las intervenciones arqueológicas en el suburbio portuario en Tarrago-na8. La pieza que se muestra está compuesta por borde, asa, hombro y cuerpo, de pastas de color ana-ranjado, desgrasantes micáceos, con un diámetro en boca de 7 cm, y un característico espatulado ver-tical que se desarrolla desde el hombro hacía la base.

Figura 1

Otro elemento significativo es la documentación de frag-mentos de pivote o base de spatheion, que por sus caracterís-ticas formales también pertenecerían al grupo KEAY XXVI, que ha sido registrada, con sus variantes, en otros yacimientos de la Península, como Cartagena —Carthago Spartharia—, Tarragona —Tarraco—9. En el ejemplo que mostramos ID 6730, se trata de un pivote macizo de pastas amarillentas, con desgrasantes micáceos y superficie exterior alisada.

Figura 2

Por último, y a modo de conclusión, se ratifica la natura-leza urbana de los contextos arqueológicos de Vega Baja, en época visigoda (s. VI-VII d. C.). Dadas las características de las producciones cerámicas localizadas, permiten confirmar no sólo el abastecimiento de cerámica común de similares ca-racterísticas a lo largo del Valle de Tajo, como sucede con las producciones existentes con Recópolis, sino también, la llegada de productos foráneos desde puertos mediterráneos, especialmente a través de la vía de comunicación que uni-ría la capital de la provincia bizantina —Carthago Spatharia, Cartagena—, con el centro de la península, a través posible-mente del eje Toledo-Recópolis.

5.– BONIFAY, M., 2007: “Que transportaient donc les amphores africaines?”, en: Supplying Rome and the Empire, Journal of Roman Archaeology, Supplement nº 69, pp. 8-32.

6.– BONIFAY, M. y BERNAL, 2008: “Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en la visigothorum regnum. Un primer balance”, en: Recópolis y la ciu-dad de época visigoda, Zona Arqueológica, nº9, p.110, Madrid.

7.– RAMALLO, S. F. et allí, 2006: “Contextos cerámicos de los siglos V-VII en Car-tagena”, en: Archivo Español de Arqueología, nº 69, pp. 146-147, Madrid.

8.– REMOLÀ, J. A., 2000: Las ánforas tardo-antigua en Tarraco (Hispania Tarraco-nensis), pp. 304-305, Barcelona.

9.– Op. cit. nota 6 y 7.

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Lámina IV

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4.3.– La cerÁmica andaLusí y mudéjar

En el material cerámico de filiación andalusí recuperado en Vega Baja se pueden apreciar todas las etapas del pasado islámico de Toledo y su epílogo cultural representado por las cerámicas de fabricación o tradición mudéjar.

El momento andalusí mejor representado es el emiral, es-pecialmente en sus primeras etapas. Precisamente, uno de los más desconocidos y sobre el que Vega Baja está destinada a aportar importantes datos. El estudio de contextos estratigrá-ficos bien datados, con abundante ajuar cerámico, permitirá en un futuro definir las características de la gradual transfor-mación de la cultura material visigoda a la andalusí.

Esta primera aproximación a la cerámica de época islámica es una caracterización general a partir de las piezas documen-tadas, sin incidir en los contextos arqueológicos de los que proceden. Tras la conquista islámica, el repertorio cerámico no experimenta grandes cambios respecto al periodo anterior. Se documentan distintos tipos formales denominados genéri-camente como “de transición”, conviviendo las formas visigo-das con otras propiamente emirales. Según vayan avanzando los años se irá apreciando una mayor diversificación formal, con un aumento en los tipos de ollas, cuencos, cantaros, tina-jas, y jarros —en momentos más avanzados— .

Las piezas de Vega Baja se encuentran mayoritariamente realizadas a torno, con pastas claras bien decantadas. Entre las escasas piezas decoradas, destacan las pintadas con líneas sinuosas en rojo o manganeso sobre contenedores de líquidos y cuencos.

Entre las formas cerámicas de esta etapa se puede señalar la existencia de jarras de borde lobulado, de los primeros momen-tos del emirato similares a las halladas en Recópolis10. Para algu-nos autores son perduraciones visigodas en contextos emirales, mientras que otros las adscriben a mediados o a la segunda mitad del siglo VIII, como en el caso de El Tolmo de Minateda11.

En el yacimiento están presentes las ollas de perfil en S, consideradas piezas de transición y situadas en el horizonte II del Tolmo de Minateda de mediados del siglo VIII12. Distintas formas con bordes moldurados, similares a ejemplares de Re-cópolis13 o del Tolmo14 están fechadas entre la segunda mitad

del siglo VIII y el IX d.C. También encontramos ollas a torno de borde exvasado con formas globulares y dos asas. Son simi-lares, en algún caso, a las documentadas en Melque15 fecha-das en la transición de los siglos VII y VIII, y en la segunda mitad del siglo VII o inicios del VIII en el Tolmo16, también a las de la primera fase de Bayyana17 y en Mérida18 con unas fechas algo más tardías según sus excavadores. En Jaén19 se documentan ollas de perfil en S con borde exvasado, similares a las de la Vega Baja, y labio redondeado y engrosado situadas entre principios y mediados del siglo IX, con perduraciones que llegan hasta la época califal. En Jaén contamos con para-lelos para las ollas a torno con bordes triangulares exvasados y forma globular que son fechadas entre finales del siglo IX o principios del X20.

Algunos de los contenedores localizados de tipo cántaro o anfórico, recuerdan prototipos del Tolmo, aunque en nuestro caso son de menores dimensiones. Contamos con paralelos del siglo IX en Bayyana21, y piezas similares se documentan en Marroquíes Bajos en su fase II C, fechada entre finales del siglo IX y principios del siguiente22. Entre los cuencos des-

10.– SANZ PARATCHA, ÁLVARO. (2008): “Vida después de la muerte: los contextos cerámicos de Recópolis en época emiral”, en: Recópolis y la ciudad en época Visigoda. Zona Arqueológica nº 9, p. 171, fig. 3.

11.– GUTIÉRREZ LLORET, Sonia; GAMO PARRAS, Blanca y AMORÓS RUIZ, Vic-toria, 2003: “Los contextos cerámicos altomedievales del Tolmo de Minateda y la Cerámica altomedieval en el sudeste de la Península Ibérica”. Anejos de AEspA, XXVIII, Fig. 13, nº 5.

12.– Id., p. 141, fig. 413.– OLMO ENCISO, Lauro y CASTRO PRIEGO, Manuel, 2008: “La cerámica visi-

goda de Recópolis: apuntes tipológicos desde un análisis estratigráfico”. Recó-polis y la ciudad en época Visigoda. Zona Arqueológica nº 9, p. 95, fig. 7; SANZ PARATCHA, Alvaro. (2008), p. 171, fig. 3.

14.– GUTIÉRREZ LLORET, Sonia; GAMO PARRAS, Blanca y AMORÓS RUIZ, Vic-toria, 2003, p. 127, fig. 4, nº 9.

15.– CABALLERO ZOREDA, Luis; RETUERCE VELASCO, Manuel Y SÁEZ LARA, Fernando, 2003: “Las cerámicas del primer momento de Santa María de Melque (Toledo). Construcción, uso y Destrucción”, Anejos de AespA, XXVIII, p. 245, fig. 11.

16.– GUTIÉRREZ LLORET, Sonia, GAMO PARRAS, Blanca y AMORÓS RUIZ, Vic-toria, 2003, 126 y 127, fig. 4, nº 2.

17.– CASTILLO GALDEANO, Francisco y MARTÍNEZ MADRID, Rafael, 1993: “Producciones cerámicas en Bayyana”, en: La cerámica altomedieval en el sur de Al-andalus. Universidad de Granada, p. 79, lám. I.

18.– ALBA, Miguel y FEIJOO, Santiago, 2003: “Pautas evolutivas de la cerámica co-mún de Mérida en épocas visigoda y emiral”, Anejos de AEspA, XXVIII, fig. 10.

19.– Englobadas en el grupo tipológico 1.3.A, de PÉREZ ALVARADO, Sonia, 2003: Las cerámicas omeyas de Marroquíes Bajos (Jaén). Un indicador arqueológico del proceso de islamización. Universidad de Jaén, p. 187.

20.– Grupo tipológico S.1.A., de PÉREZ ALVARADO, Sonia, 2003: pp. 187 y 241.21.– CASTILLO GALDEANO, F. Y MARTÍNEZ MADRID, R. 1993, 94, lám. XI, p. 3.22.– Grupo tipológico T.1.2. de PÉREZ ALVARADO, Sonia, 2003, p.243

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tacan aquellos con bordes apuntados reentrantes, asociados en Recópolis con cerámicas pintadas, dentro de la ocupación emiral, entre la segunda mitad del VIII y los inicios del siglo IX23. También en el Tolmo de Minateda se les considera como de la segunda mitad del VIII24 e, igualmente, en Fuente la Mota se sitúan entre el último tercio del s. VIII y la primera mitad del siguiente25.

Entre las piezas recuperadas también se encuentran jarros de borde recto y engrosado con boca ancha, carena y base plana, fechados en el Tolmo entre finales del siglo VIII e ini-cios del IX26. Dentro de este grupo se pueden mencionar los bordes triangulares de jarritas con pitorro documentados en la primera fase emiral de Recópolis de un momento algo ante-rior. Algunos tipos de los tipos bordes de cuencos carenados localizados en Vega Baja, se sitúan en Recópolis dentro de su primera fase emiral, como perduraciones de época visigoda de inicios del siglo VIII27.

En relación a las piezas con decoración pintada presen-tes en Vega Baja, contamos eventualmente con pocas formas. Son fragmentos con líneas sinuosas verticales pintadas en rojo sobre asas de cinta, tanto en el reverso como el envés de la pieza y galbos con decoraciones de líneas verticales o restos de ellas en manganeso que decoran formas de bordes ligera-mente remarcados al exterior.

De forma gradual, según avanza el siglo IX, el repertorio formal del ajuar cerámico andalusí se va ampliando28 y, tam-bién van haciéndose cada vez más frecuentes los recipientes vidriados29.

Desde finales del emirato, y durante los periodos califal y taifa, los materiales localizados en Vega Baja se vuelven esporádicos sin que, por el momento, se hayan detectado con-textos intactos pertenecientes a estos periodos. Se han locali-zado pequeños fragmentos de verde y manganeso califal y de ataifores melados con decoración en manganeso. Igualmente, hay cuerda seca parcial con vidriados en verde pertenecientes a fragmentos de jarritas, algunos de ellos formando parte de los rellenos de las fosas de expolio de los muros.

Figura 3

Son de destacar dos lotes de cerámica hispanomusulma-na localizados en un sondeo realizado para la colocación de cartelería, que aparecen mezclados con materiales mudéjares

(candiles, asas de pico decoradas en verde, incisas en verde, verde y manganeso, sobre ataifores, candiles, jarras y ollas), a los que se asocian jarras vidriadas meladas, loza decorada en

Figura 3

23.– SANZ PARATCHA, Álvaro, 2008, p. 177, fig. 5. 24.– GUTIÉRREZ LLORET, Sonia., 1996: La Cora de Tudmir. De la antigüedad tardía

al mundo islámico. Poblamiento y cultura material. Madrid-Alicante, fig. 17.25.– VIGIL-ESCALERA GUIRADO, Alfonso, 2003: “Cerámicas tardorromanas y al-

tomedievales de Madrid”, Anejos de AespA, XXVIII, p. 384, fig. 6.Alfonso26.– GUTIÉRREZ LLORET, Sonia; GAMO PARRAS, Blanca Y AMORÓS RUIZ,

Victoria., 2003, p. 153, fig. 21, nº 6.27.– SANZ PARATCHA, ÁLVARO, 2008, p. 171, fig. 3. 28.– IZQUIERDO BENITO, Ricardo, 1987: “Típología de la cerámica de la ciudad

hispanomusulmana de Vascos”. Segundo Coloquio Internacional de la Cerámica en el Mediterráneo Occidental. Toledo, 113-125.

29.– IZQUIERDO BENITO, Ricardo, 1983: “La cerámica decorada de la ciudad his-panomusulmana de Vascos”, en: Homenaje al Prof. Martín Almagro Basch, vol. 4, 107-115.

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azul y blanco del XVII y azulejos contemporáneos. Dentro del lote hay piezas de los siglos X y XI como ataifores vidriados en melado y manganeso, ollas con hombro, coladores, jarras, can-taros y algún lebrillo. Su presencia junto a atifles y piezas con defectos de cocción parecen indicar que proceden de la remo-ción de testares, cuyos materiales fueron utilizados de relleno en fosas de cronología reciente. En este sentido, cabe recordar la excavación de los hornos cerámicos andalusíes localizados en los años 80 en las excavaciones del Circo Romano30.

Se han detectado algunas piezas más tardías como fondos convexos con acanaladuras y un fragmento de tinaja estam-pillada, de pasta clara, con decoración epigráfica de filiación almohade31. También se identifican producciones de tradición

mudéjar en verde y manganeso del siglo XIII, con fondos de ataifores de pie alto, pastas rojizas y vidriados pobres, varias de ellas en el interior de las fosas de saqueo de los muros altomedievales.

Figura 4

4.4.– aproXimación a La cerÁmica moderno-contemporÁnea en eL conteXto estratigrÁfico

Las fuentes escritas y el registro arqueológico coinciden en confirmar, por el momento, la ausencia de poblamiento es-table en la Vega Baja desde el siglo XVI. Sin embargo, las fuentes escritas recuerdan la importancia del lugar, como in-dican Madoz32, Martín Gamero33 y Parro34 entre otros. En el periodo moderno y contemporáneo, y dada la riqueza de sus construcciones, es expoliada de manera intensa, como seña-lan los apuntes del Cardenal Lorenzana sobre la existencia desde antiguo de grandes edificios en la Vega Baja35.

La actual excavación arqueológica está confirmando mu-chos de estos datos: gran parte de las estructuras murarias de las que quedan restos suelen aparecer vinculadas a fosas de expolio de cronología moderna, aunque también es significati-va la ejecución de muchas de ellas en época bajomedieval. La construcción de la Fábrica de Armas a finales del siglo XVIII (1775-1780) contribuyó al despoblamiento de la zona inmedia-ta intensificándose posiblemente el uso rural, caracterizado por el empleo de huertas de uso familiar próximas a la ciudad36.

De este periodo histórico se puede observar varios pro-cesos que, si bien, carecen de una visible referencia estruc-tural, tienen importancia por dos motivos fundamentales. La incorrecta definición y excavación de los elementos contem-

Figura 4

30.– MARTÍNEZ LILLO, S, 1986: “Horno cerámico nº 1 del circo romano de Toledo”, Actas I C.A.M.E., Zaragoza, IV, 73-93.

31.– Pueden verse multitud de ejemplos en CAVILLA SANCHEZ-MOLERO, FRAN-CISCO. (2005): La cerámica almohade de la isla de Cádiz (Yazirat Qadis). Cádiz.

32.– MADOZ, P., 1987: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Castilla-La Mancha, T.II, Toledo.

33.– MARTÍN, A., 1979: Historia de la ciudad de Toledo, Toledo. 34.– PARRO, S. R., 1978: Toledo en la mano, Toledo. 35.– PISA, F. de, 1976: Apuntamientos para la II parte de la “Descripción de la impe-

rial Ciudad de Toledo”, Toledo. 36.– PERIS, D., 2008: Tiempos de la Vega Baja, Cuenca, Universidad de Castilla-La

Mancha.

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poráneos y modernos genera siempre vacíos explicativos y multiplicación de hipótesis —muchas de ellas erróneas— a medida que la excavación avanza. Por otra parte, el uso rural, como zona de expolio o, simplemente, vertedero, también con-forma la historia del lugar, pudiendo diferenciar la diferente naturaleza de la ocupación antrópica.

El conjunto de materiales que presentamos a continuación, ha sido recuperado en varias fosas de expolio de estructuras murarias, y distintos basurales. Se ha preferido escoger exclu-sivamente material que forme parte de la secuencia estrati-gráfica del yacimiento, ya que aporta justificación cronológica de manera directa o indirecta. En niveles superficiales, pero descontextualizados y relacionados posiblemente con vertidos efectuados en el siglo XX, aparece un mayor lote cerámico con fragmentos de producciones de Talavera, Puente del Ar-zobispo y Alcora.

Los fragmentos cerámicos registrados de producciones ori-ginales de Talavera corresponden a formas muy extendidas como platos de mediano y gran tamaño, escudillas, tarros y jarros. Las series representadas se reducen a dos:

• Series blancas y azul lineal: todas las piezas presentan esmaltado en blanco, y alguna de ellas líneas en azul cobal-to indistintamente al exterior e interior. Ésta serie es la más significativa en el registro arqueológico de Vega Baja. Tienen una gran amplitud temporal, su producción se inicia en el pri-mer tercio del siglo XVII y finaliza a mediados del siglo XIX.

Figura 5

• Serie ramos azules: todas las piezas presentan esmaltado en blanco con decoraciones de pequeños ramilletes en azul cobalto. Su producción comienza en el primer tercio del siglo XVIII y finaliza a mediados del XIX37.

Figura 6

37.– GONZÁLEZ, C., 2004: Talaveras: Las lozas de Talavera y su entorno a través de una colección, Madrid.

38.– PESCADOR, Mª C., 1965: “La loza de Talavera y sus imitaciones del siglo XVII”, en: Archivo Español de Arte, nº 149-152, pp. 245-251, Madrid.

En contexto arqueológico no se han registrado por el mo-mento producciones de Talavera de cronologías anteriores al siglo XVII, como la serie de las palmas, los roleos o las blancas de tradición mudéjar. Sí se han documentado varios ejemplos de cerámica de imitación del XVII, conocidas como “contrahechas”. Se trata, en este caso, de la emulación de la serie de las mariposas de Talavera y las policromadas. La problemática que presentan estas cerámicas es su lugar de producción y temporalidad, ya que se inician casi a la par que las cerámicas originales de Talavera y Puente del Arzobispo. Éstas proliferan a lo largo de los siglos XVII y XVIII, princi-palmente por su menor precio de venta, “en 1627, el plato o escudilla pintados “de ramillete” de autentica loza de Tala-vera valía 24 maravedís, mientras que su imitación sevillana sólo valía 14 […] en 1680 el plato pequeño y escudilla legíti-mos habían subido a 32 maravedís, mientras que su imitación de Toledo sólo valía 10…”38.

Figura 7

Pero, sin duda, la loza más abundante es la producida en la Cartuja sevillana desde 1841. Se trata de una nueva cerá-mica realizada a partir de métodos fabriles novedosos, como el empleo intensivo del molde, las prensas de estampación y la producción en cadena. El iniciador de la manufactura de esta cerámica industrial fue el inglés Charles Pickman, que aprovechó la desamortización de los bienes eclesiásticos de Mendizabal (1841) para establecerse en el monasterio cartujo sevillano de Santa María de las Cuevas39.

En el registro estratigráfico de Vega Baja están represen-tadas dos de sus series: por un lado, la serie rosa, minori-taria, de la que se han registrado fragmentos de platos. Su producción se inicia en 1841 y perdura hasta la actualidad. Ésta representa la manufactura más purista de la decoración denominada “a la inglesa”. Por otro lado, la serie negro vis-tas, cuyos fragmentos corresponden a formas de platos y taza, con composiciones decorativas de influencia neoclásica. En el motivo central se representan paisajes idealizados, enmar-cados por grecas de guirnaldas, rocallas y celosías. La técnica original de ambas consistía en el grabado de la decoración sobre una plancha de cobre.

Figura 8

Figura 7

Figura 8

4. 5.– eL conjunto numismÁtico de Vega baja40

El conjunto numismático registrado por las intervenciones arqueológicas realizadas desde el año 2006 alcanza la cifra de 93 monedas (61 identificables y legibles), de las que 30 corresponden a hallazgos contextualizados, entendiendo por éstos, obviamente, aquellos vinculados a una unidad estrati-gráfica dentro de un contexto arqueológico preciso.

De entre ellos, destaca un importante grupo de feluses —moneda de cobre—, pertenecientes genéricamente al pe-riodo conocido como Emirato Dependiente (711-756 d. C.), que corresponde con la fase inicial de conquista y articulación previa de al-Andalus, antes del surgimiento de un nuevo es-tado omeya en Occidente, bajo el poder de Abd-al-Rahman I (756-788 d.C.).

Estas piezas, hasta fechas recientes, han carecido de es-tudios arqueológicos contextualizados e, incluso, de una cla-sificación correcta si observamos su escasa presencia en los catálogos clásicos del numario hispano-musulmán41. Además de la clasificación tipológica de Rafael Frochoso42, existe un

39.– MAESTRE, B., 1993: La cartuja de Sevilla. La fábrica de cerámica, Sevilla.

40.– Agradecemos la colaboración de Manuel Castro Priego en la realización de este trabajo.

41.– MILES, G.C., 1950: The Coinage of the Umayyadas of Spain, New York. VIVES, A., 1979: Monedas de las Dinastías Arábigo-Españolas, Madrid. 42.– FROCHOSO, R., 2001: Los feluses de Al-Ándalus, Madrid.

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3 cm.0

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reducido número de trabajos sobre la vinculación de estas piezas con asentamientos de los siglos VIII-IX d.C., siendo los más destacados los de Carolina Doménech en el País Valen-ciano43. En los últimos años empiezan a documentarse contex-tos arqueológicos que aportan nuevos datos sobre la relación de estas piezas con el fenómeno de la expansión islámica, el surgimiento de Al-Andalus y su unión a un circulante previo ya existente, como demuestran los hallazgos de Recópolis44 y el Tolmo de Minateda45.

Los feluses del Emirato Dependiente (siglo VIII d.C..), representan el 52,4% del total de monedas legibles y un 34,4% de las piezas registradas siendo, hasta ahora, uno de los conjuntos más importantes localizados en un yacimiento arqueológico peninsular y con amplios elementos comunes con los 46 feluses recuperados en la Mezquita de Córdoba en 199646. Estos últimos fueron localizados en varios contex-tos arqueológicos fiables, coincidentes con la reforma de un pavimento de época visigoda en un momento emiral previo a la construcción de la Mezquita por Abd-al-Rahman I (785 d.C.), y relacionado con el uso de la basílica de San Vicente como nuevo espacio religioso islámico que, tradicionalmen-te, se sitúa en torno al 75647 d.C.

Este último conjunto, sin embargo, no coincide con el de Vega Baja en la tipología, ya que según Frochoso, que cir-cunscribe su estudio para este caso a 18 ejemplares de 46 del hallazgo cordobés48, son destacables los denominados por él como Grupos III y XVIII. En nuestro caso, el tipo dominante es el II, que por otra parte coincide con el felus del Emirato Dependiente más representado en la colección del Museo Ar-queológico Nacional. Todos los hallazgos no presentan data y la única ceca representada en tres de ellos es “Al-Andalus”.

Desde el punto de vista metrológico, se han observado algu-nas similitudes con la frecuencia de pesos que señala Frochoso y que parece confirmar la concentración de la producción de estas monedas de cobre en dos valores: por un lado entre 1,4 y 2,5 grs y, por otro, entre 4,5 y 5 grs. En el caso de los feluses de Vega Baja, y habiendo analizado, por tanto, ejemplares no per-tenecientes a colecciones museísticas, se puede señalar que el felus dominante se sitúa entre 1,4 y 2,4 grs, que representa el 50% del total legible. Por otro lado, y menos significativo, hay un segundo grupo con un peso que oscila entre 3,4 y 5 grs, que representa el 21,8% del total legible.

En cuanto a los tipos se caracterizan por:

• Grupo II: No suelen tener orla y en anverso presentan una leyenda en dos líneas: NO DIOS SINO DIOS, y en rever-so: MAHOMA ES EL ENVIADO DE DIOS.

Figura 9

• Existen varios subtipos que sin presentar cambios en las leyendas, se

limitan a modificaciones decorativas, como es el caso del ejemplar ID 929,

identificado por Frochoso como una variante del Grupo II.

43.– DOMÉNECH, C., 2003: Dinares, dirhames y feluses: circulación monetaria islá-mica en el Pais Valenciano, Alicante.

44.– CASTRO, M., 2008: “Los hallazgos numismáticos de Recópolis: Aspectos singu-lares de su integración en la secuencia histórica del yacimiento”, en: Recópolis y una ciudad en época visigoda, Zona Arqueológica, nº 9, pp. 130-141. Madrid.

45.– DOMÉNECH, C. y GUTIÉRREZ, S., 2005: “Las monedas del Tolmo de Minate-da (Hellín, Albacete)”, en: Actas XIII Congreso Internacional de Numismática, vol.2, pp. 1567-1576, Madrid.

46.– MARFIL, P., 1996: “Resultados de la intervención arqueológica en el patio de los naranjos de la mezquita de Córdoba en el año 1996”, en: Qurtuba. Estudios andalusíes, pp. 79-104. Córdoba.

47.– Agradecemos las observaciones realizadas por Pedro Marfil Ruiz, arqueólogo que realizó la intervención arqueológica en el Patio de los Naranjos de la Mez-quita de Córdoba en el año 1996.

48.– FROCHOSO, R., 2001, pp. 14-15.

Relación peso - nº de ejemplaRes

nº d

e ej

empl

are

s

109876543210

1–1,4

1,5–1

,92–2

,4

2,5–2

,93–3

,4

3,5–3

,94–4

,4

4,5–4

,95–5

,4

5,5–5

,9 >6

1 cm.0

• Grupo VII-b,: Se trata de ejemplares de los que se conocen un reducido

número y que presentan en anverso la leyenda: NO DIO SINO DIOS, y en re-

verso: MAHOMA ES EL ENVIADO DE DIOS, ambas en dos líneas. La leyenda

se muestra invertida —en espejo—, como se observa en el ejemplar ID 3176.

Figura 11

• Grupo XI: Tiene en el anverso la leyenda: SE CONTRIBUYE AL SER-

VICIO DE DIOS, y en el reverso: MAHOMA ES EL ENVIADO DE DIOS.

Existen dos ejemplares. En el caso del ID 1020, fue acuñado en dos ocasio-

nes, lo que dificulta su lectura, siendo inicialmente inscrita con leyendas del

tipo Grupo II de Frochoso. Se trata de un tipo de felús que algunos autores

definen con el calificativo de “Feluses de la Conquista” de acuerdo a la

propuesta clásica de Barceló y Balaguer en la década de los 7049, que iden-

tificaban las leyendas de estos ejemplares con pagos militares, coincidiendo

con el momento de la entrada de las tropas de Tarik en la Península en el

711 d.C. Este planteamiento fue posteriormente revisado por Barceló, que

matizó lo “extraordinario” de estas emisiones, considerándolas un ejemplo

más de la fiscalidad islámica del siglo I de la Hégira/VII-VIII d. C., que uti-

liza una etimología propia del primer momento de expansión del Islam, sin

estar necesariamente unida al proceso de conquista de la Península50.

Figura 13

• Grupo IX (ID 1503):, Variante. En el anverso aparece la leyenda: EN

EL NOMBRE DE DIOS, en dos líneas, y en el reverso: MAHOMA ES EL

ENVIADO DE DIOS. Se diferencia de los tipos anteriores en los adornos

con forma de estrella que se documentan en ambas caras.

49.– BALAGUER, A.M., 1976: Las emisiones transicionales árabe-musulmanas de Hispania, Barcelona.

BARCELÓ, M., 1972: “Sobre algunos fulūs contemporáneos a la conquista de Hiapnia por los arabo-musulmanes”, en: Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, (XXXIV) 1971-1972, pp. 33-42, Barcelona.

50.– BARCELÓ, M, 1994: “Els fulūs de Tanga de finals del segle IH./VII d.C., els pactes més antics i el cas de Mallorca i de Menorca: una revisió”, en: Gaceta Numismática, 114 – 1994, pp. 5-8, Barcelona.

• Grupo XVII: Es el conjunto de feluses de mayor peso, que alcanzan

la cifra de 10,1 grs, y un peso medio de 6,4 grs., lo que podría indicar la

existencia de un felús “más pesado” sin que todavía pueda ser posible re-

lacionarlo con una producción concreta, o con ejemplares de mayor valor

Figura 10 Figura 12

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monetario. La leyenda se caracteriza por presentar en anverso una estrella

en el centro de la pieza con una leyenda en orla: NO DIOS SINO DIOS;

MAHOMA ES EL ENVIADO DE DIOS, y en el reverso, en el centro, la ceca

en dos líneas: EN AL-ANDALUS, y en la orla: EN EL NOMBRE DE DIOS

FUE ACUÑADO ESTE FELUS.

Figura 14

• También se ha recuperado, en este caso en contexto arqueológico,

una pequeña fracción de cobre de los Reinos Taifas —ID 2020—, de difícil

lectura, y que hasta hace poco tiempo merecían escaso interés por parte de

los investigadores. Sin embargo en los últimos años, y gracias a los trabajos

de Frochoso y Medina51, y la publicación de algunos tesoros que contienen

piezas de este tipo52 han comenzado a catalogarse un conjunto de piezas con

un peso en torno a medio gramo y que son, sin ninguna duda, de cobre. Se ha

considerado a este tipo de monedas divisores menores de la fracción de dinar

que recordemos se sitúa, en el caso de la Taifa toledana entre 1,2 y 1,6 grs.

Figura 16

• El conjunto de ejemplares numismáticos de cronología islámica se

complementa con un felús del Emirato Independiente (756-929 d.C.) des-

contextualizado —ID 1926—, y recortado, sin que sea posible distinguir ni

el lugar de producción ni el año de emisión, a lo que se une una leyenda de

reverso ilegible. Sin embargo las características epigráficas del anverso, y es-

pecialmente la letra — , — que aparece en la parte inferior de la leyenda

central del anverso, tiene claros paralelos en emisiones de dírhems de Abd-

Al-Rahman II de los años 830(1)-832(3) d. C../, 840(1) d.C./ y 849(50) d. C.

Figura 15

Durante las intervenciones arqueológicas recientes, se han recuperado

también dos tremises del siglo VII d.C., que se unen a los hallazgos ya

conocidos, como el tesorillo de treinta tremises con piezas de Leovigildo,

Suintila, Sisenando, Sisebuto y Chintila53, y la recuperación de un tremis

de Suintila54, que apareció al sur del yacimiento, acuñado en Tarraco, e

identificable con el tipo Miles 215d55.

• El primero de ellos es un tremís de Tulga (639-642 d.C.) ceca Tarra-

gona, variante tipológica no conocida, dado la leyenda que presenta en el

reverso —ID 6547—.

51.– MEDINA, A. y FROCHOSO, R., 1998: “Las monedas fraccionarias del reino de Toledo. Nuevas Aportaciones”, en: Numisma, 241, pp.41-57, Madrid.

FROCHOSO, R. y MEDINA, A., 1999: “Las monedas fraccionarias de los reinos de Taifas”, en: Numisma, 242, pp. 81-101, Madrid.

52.– CASTRO, M., 2002: “Hallazgos numismáticos de época islámica en Guadalaja-ra: El tesorillo taifa de Aranzueque”, en Actas del I Simposio de Arqueología de Guadalajara, pp. 569-578, Madrid.

53.– VV.AA., 2007: Hispania Gothorum, San Ildefonso y el reino visigodo de Toledo, Toledo.

54.– GARCÍA, R.L., et alii, 2007: “Aportación de la Numismática al conocimiento de las fases de ocupación de la Vega Baja de Toledo”, Arse, nº14, pp. 115-138, Valencia.

55.– MILES, G.C., 1952: The Coinage of the Visigoths of Spain, Leovigild to Achila II, p. 275, New York.

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• El segundo, acuñado a nombre de Ervigio, es hasta ahora la moneda

de época visigoda más tardía hallada en la Vega Baja, acuñándose entre el

686-687 d.C., siendo su lugar de producción Ispalis —ID 7086—. Su tipo

es similar al Miles 409d56.

Figura 18

• En cuanto al numario de época romana (3 ejemplares), es interesante

observar la presencia de tipos de cronología diversa. Por un lado, una pieza

acuñada durante la República (siglo II-I a.C.) —ID 3819—, en la que se

observa la imagen de Roma con busto a la derecha (anverso), y biga en el

reverso dirigida por la República.

Figura 21

Figura 17

56.– MILES, G.C., 1952: p. 382.

• En cuanto a las monedas acuñadas tras la conquista cristiana de Tole-

do en 1085, se reduce a un pequeño conjunto de seis ejemplares de vellón,

en los que es significativa su cronología comprendida entre finales del siglo

XIII y el último tercio del siglo XIV, lo que permite plantear, a pesar de

encontrarse en posición secundaría, una posible ocupación del espacio de

la Vega Baja en ese momento histórico.

Figuras 19 y 20

0 1 cm.

0 1 cm.

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0

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De cronología más tardía se ha documentado un AE2 posiblemente acu-

ñado por Graciano, ceca Arelate (en la actual Francia) —ID 6693—, produ-

cido ya en pleno periodo bajoimperial (mediados del siglo IV d.C.).

Figura 23

4.6.– Vidrio de Vega baja58

Los primeros análisis del vidrio procedente de Vega Baja nos muestrean un vidrio de cronología muy variada, que abar-can desde época antigua hasta época moderna. Sin embargo, si nos centramos en la zona de intervención llevada a cabo en el “Área 10.000”, podemos observar un predominio del vidrio de época romana, en concreto de vidrio azulado, poco traba-jado pero de muy buena calidad y que perdura hasta época tardía. Aparece muy triturado. Se trata de formas de perfil vertical, como unguentarios, botellas, y otras formas abiertas como cuencos y vasos y también se han documentado formas de perfil en “S”.

Es importante señalar que la mayor parte corresponde a vidrio en reciclado, lo que parece apuntar a varias vidas del vidrio. El reciclado del vidrio se llevaría a cabo en época tardía romana. Pero antes de la nueva fundición, el material triturado pudo ser utilizado como herramientas de corte o de raspado.

Lámina V

Por tanto, cabe la posibilidad de pensar en la existencia de un taller de fundición y reciclado de vidrio de época tardía en la Vega Baja y que podría perdurar hasta, al menos, bien entrado el siglo VII. Hemos localizado restos de frita, es decir, fragmentos de crisol de fundición y restos de fábrica.

De época tardía (siglos V al VII) predominan fragmentos de vasos troncocónicos o semiesféricos de color amarino y tam-bién destaca la presencia de fragmentos de vidrio dorado, los primeros podrían ser parte de los policándela, grandes lámpa-ras de iglesia, y los últimos a objetos de ambiente palatino.

Con la colección de vidrio que presentamos queremos dar una imagen global de lo que hasta el momento ha sido recu-perado durante la intervención que se está llevando a cabo en el Área 10.000, y que abarca desde época romana hasta épo-ca moderna, haciendo especial hincapié en formas de época romana y tardía por ser estas las fases cronológicas con un mayor porcentaje de restos recuperados.

• De época altoimperial se ha recuperado un As o Dupondio —ID

264—, posiblemente Flavio57 (finales del siglo I d.C.).

Figura 22

58.– Agradecemos la colaboración del doctor Ángel Fuentes en la realización de este trabajo.

0 1 cm.

0 1 cm.

57.– Su estado de conservación impide una mayor precisión en su clasificación.

Lámina V0 3 cm.

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reLación de piezas

Época romana

Frag. 3605-1

Fragmento de unguentario, corresponde a un umbo de vidrio azulado,

alto imperial, característico del siglo I d.C. La técnica es de soplado en

molde.

Frag. 3699-2

Fragmentos de botella flavia cortado para reutilizar, vidrio azulado.

Frag. 4443-1

Fragmentos de botella, vidrio azulado muy difundida durante el alto

imperio.

Frag. 5571-1

Asita de una pieza estirada, posiblemente un unguentario.

Frag. 5619-1

Pie de una copa grande, el vidrio parece romano, posiblemente corres-

ponde a una tapadera de urna funeraria, su cronología es del siglo I o más

tardío.

Frag. 6637-1

Posible tapadera cónica o posible cuenco, azulado

Frag. 6996-1

Copita muy común desde la segunda mitad del siglo I en adelante. So-

plado al aire

Época tardía

Frag. 3699-1

Fragmento de vidrio azul romano. Umbo de una gran botella.

Frag. 3699-4

Cuello de unguentario del siglo II-III, triturado, reciclado para fundir.

Frag. 4018-1

Umbo de unguentario tardío, fragmento azulado, posiblemente del siglo

IV o más tardío.

Frag. 4469-1

Asa de anillo de una pieza grande muy tardía romana posiblemente de

lámpara de pared fina.

Frag. 4469-2

Fragmentos de borde y pitorrito que podrían ser de una misma pieza, la

de un alimentador.

Frag. 4556-1

Vasito de perfil es “S” romano tardío,

Frag. 4623-1

Ollita del siglo V o quizás más antigua, globular, pulida al fuego.

Frag. 5690-1

Siglo IV, cuenco semiesférico muy abierto.

Frag. 6190-1

Vidrio facetado, soplado en molde exterior, superficie decorada con óva-

los, pero hecho soplando en un molde con el tallado interior del molde.

Frag. 6640-1

Fragmento de botellita, se conserva el cuello macizo aparentemente con

muchas burbujas, hilos aplicados a la boca. Época tardía.

Vasos troncocónicos y con decoración dorada

Frag. 3699-3

Vaso troncocónico del siglo III d.C. Amarillo realizado a partir del fun-

dido de vidrio antiguo.

Frag. 3837-1

Cuenco del siglo IV-V, troncocónico, cerrado, ámbar, amarino.

Frag. 3980-1

Vasos troncocónicos de labio exvasado y otro invasado. Reciclado, so-

plado al aire englosado al fuego. SV-SVI.

Frag. 4009-1

Posible lámpara, cuenco tulipiforme, troncocónico, asociado a grandes

lámparas de iglesia. Soplado al aire, de muy buena talla. Al soplado le han

añadido un hilo macizo para hacer el borde. Policándelo asociado a iglesias.

Vidrio reciclado, presenta burbujas y acepciones de superficie. Cronología

propia del siglo VI

Frag. 4028-1

SigloV, VI, VII, cuenco troncocónico abierto. Pulido al fuego. Reciclado

romano

Frag. 4469-3

Triturado para su molduración y reciclado.

Lámina VI

0 3 cm.

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Frag. 5179-1

Fragmento de vidrio tardío. Cuenco troncocónico.

Frag. 5255-1

Fragmento de cuenco troncocónico

Frag. 5516-1

Tulipa, cuenco de perfil vertical, troncocónico, borde reentrante de lám-

para. Muy buena. Se dan paralelo en Oriente.

Frag. 5567-1

2 fragmentos de cuencos triangulares del siglo VI-VII con acanaladuras

interiores, posible lámpara.

Crisol y restos de fábrica

Frag. 3709-1

Frita, fragmento de crisol de fundición.

Frag. 5571-2

Restos de fábrica

Moderno

Frag. 2082 -1

Fragmento de vidrio decorado posiblemente del siglo VIII.

Frag. 2683-1

Vidrio plano de cristal moderno.

Frag. 4217-1

Vidrio muy moderno, contemporáneo. SXIX

Frag. 6162-1

Botellería actual de Sabín

Indeterminado

Frag. 5533-1

Vidrio meteorizado, verdoso masivo de pie o de repie de un fragmento

de vidrio romano, tallado posiblemente de oro, con amalgama de mercurio

para amalgamar el oro encima. Tesela de cristal y oro para mosaico parietal,

cronología imprecisa.

4.7.– eL materiaL óseo

El estudio del material óseo entraña una gran dificultad por la dispersión de los materiales publicados y la práctica inexistencia de trabajos monográficos59. Hasta ahora se han contabilizado veintiocho objetos de hueso o marfil en los que es posible reconocer con suficiente precisión sus característi-cas formales originales. Además, existen multitud de peque-ños fragmentos deficientemente conservados que no han sido tenidos en cuenta en este trabajo preliminar.

En el conjunto, resulta especialmente relevante la alta calidad técnica de parte de las piezas recuperadas. La apa-rición de piezas de eboraria refleja el carácter lujoso de al-gunas producciones, resultando precipitado establecer si se

corresponden con objetos fabricados en el África bi-zantina o son resultado de una comercialización del marfil para su posterior transformación. Los objetos documentados se relacionan con un número reduci-do de categorías funcionales, principalmente conte-nedores, objetos de adorno personal, piezas de ajuar doméstico y elementos de carácter lúdico.

Entre los contenedores, se han documentando distintos elementos pertenecientes a cajas, botes

o arquetas. La más llamativa es un bote o ar-queta cilíndrica (ID 3173). Figura 25. Tiene un diámetro aproximado de 13,6 cm. y un

grosor de 3 m.m., conservando 7,8 cm. de altura y 7,9 cm. de anchura. En el interior, un pequeño hombro serviría de base a una tapadera circular de la que no se han localizado restos. En su faz exterior se talló una escena en altorrelieve que le otorga su carácter excepcional. Desconoce-mos el desarrollo completo de la composición decorativa, reconociéndose dos figuras con

túnica y toga en torno a un pozo. La escena parece representar un pasaje de la vida de Jesús, como es habitual en las representacio-

nes figurativas del primer cristianismo. La si-tuada a la izquierda señala al suelo con la mano

derecha, levantando la izquierda hacia el mentón, tal vez en actitud reflexiva. A la derecha una figura femenina, con la toga cubriéndole la cabeza; mira al exterior, levantando su brazo derecho y sujetando la cuerda del pozo con el izquierdo. Esta segunda figura cuenta con un remache circular con apén-dice trapezoidal de bronce y una perforación para un segundo remache en su parte inferior. Llama la atención la minucio-sidad con que se representa el pozo central con arco, polea, cuerda, cesto y su brocal circular de sillares60.

59.– AGUADO MOLINA, Maria., BANGO GARCÍA, Carlos. Y JIMÉNEZ CAÑIZOS, Ofelia, 2007: “El hueso trabajado del yacimiento del «Cerro de Álvar-Fáñez» (Huete, Cuenca)”. Cæsaraugusta, 78, p. 495.

60.– A falta de un estudio iconográfico detallado enunciamos tres posibles hipótesis de interpretación de esta pieza: En el Antiguo Testamento puede ser la historia del encuentro de Eliécer y Rebeca en el pozo que cuenta el Génesis (Génesis 24,1-31). En el Nuevo Testamento puede ser el encuentro de Jesús con la Sama-ritana en la fuente de Jacob (Juan 4,1-14) y en el arte bizantino entre los temas que ilustran la Anunciación en el Himno Akathistos (de finales del siglo V) en el que se ve al ángel que se aparece a María que ha ido al pozo a buscar agua.

Figura 250 1cm.

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La iconografía de esta pieza, con pozo central y figuras a ambos lados, cuenta con paralelos que abarcan una cronolo-gía situada entre los siglos III y VIII61. No es la única de su tipo aparecida en el entorno de Vega Baja, conociéndose, des-de hace algunos años, el Marfil de Hipólito localizado en las inmediaciones del circo romano62. Este tipo de piezas en hue-so o marfil, aunque no muy abundantes, cuentan con distintos ejemplos como los relieves de marfil de Carranque (Toledo), la arqueta de marfil de Samagher (Istria) o la cátedra de mar-fil del obispo Maximiano (Rávena). Su fragilidad hace pensar que hubo de ser manejada con sumo cuidado, encontrándose posiblemente reservada a contener algún material de especial valor material o espiritual.

Entre los contenedores localizados, destacan pequeñas ca-jitas cilíndricas con tapadera que cuentan con, al menos, ocho ejemplares diferentes Figura 26 y 27. Son piezas documentadas en yacimientos tardoantiguos del entorno mediterráneo. Cla-sificadas como discos de hueso por diferentes autores, no está clara su funcionalidad, identificándose como fichas de juego (Teserae Lusoriae) o botones63. Lo excepcional de los ejempla-res de Vega Baja es que de las tres piezas las componen (dos tapaderas y un cuerpo cilíndrico que es el que propiamente da su utilidad al recipiente) han podido ser identificadas, sin

ningún género de dudas, como pertenecientes a un único ob-jeto. Se encuentran compuestas por un cuerpo hueco de forma cilíndrica con una perforación lateral y hombros internos en su parte superior e inferior, que permitiría cerrarlas con las tapaderas discoidales. Muchas de ellas están decoradas con círculos concéntricos. Tienen una altura comprendida entre los 2,6 y 3,6 cm. y un diámetro situado entre los 2,3 y 3 cm.

Otro tipo frecuente, entre las piezas elaboradas en hueso y marfil, son las asociadas a decoraciones del mobiliario de madera. En general, de forma cuadrangular con sección pla-na. En las excavaciones de Vega Baja se han recuperado siete plaquitas de este tipo, algunas con decoraciones de círculos incisos. Posiblemente a este tipo de elementos pertenezca una pieza calada decorada con círculos incisos Figura 28.

61.– Como la pilastra de la Iglesia del Salvador (Toledo), los mosaicos parietales de San Apollinar il Nuovo (Ravena, S VI), las representaciones al fresco en las Catacumbas de San Calixto (Roma, S. IV) o en Dura Europos (Siria, S. III d.C.) entre otros.

62.– V.V.A.A., 2007: Hispania Gothorum. Toledo, p. 371.63.– Veasé GAMO PARRAS, Blanca, 1998: La antigüedad tardía en la provincia de

Albacete. Instituto de estudios albacetenses de la Diputación de Albacete. Al-bacete. Serie I, nº 102, p.p. 228-229 y 333, figs. 28 y 29; MUSEO NAZIONALE ROMANO (2000): Cripta Balbi. Ministero per i Beni e le Attività Culturali. So-printendenza archeologica di Roma. Milan, p. 66 y V.V.A.A. (1998): Complutum. Catalogo de la Exposición. Alcalá de Henares, p. 178.

Figura 26 Figura 27

0 1cm. 0 1cm.

Figura 28Figura 29

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Otros dieciocho fragmentos de hueso podrían pertenecer a este tipo de piezas, aunque su estado de conservación no permite asegurarlo, abundando entre ellas las decoradas con círculos e incisiones Figura 29. De estos elementos cabe des-tacar dos plaquitas, de 2,3 cm de lado en forma de triángulo rectángulo, decoradas con círculos concéntricos64 Figura 30. Y una placa de cuadrada de 4,9 cm. de lado, decorada con cír-culos en los ángulos y un gran círculo central que enmarca otro más pequeño en altorrelieve Figura 31.

Dentro de los objetos relacionados con el atuendo perso-nal, se puede señalar la aparición de diversos botones y agujas para el pelo o acus, destacando una pieza decorada con inci-siones helicoidales que enmarcan rombos en resalte. Su cuer-po distal tiene forma lanceolada. Entre los objetos de carácter lúdico señalamos la presencia de dos dados con tipologías distintas. El primero, en hueso, es cuadrado con dimensiones milimétricas, mientras que el segundo fue realizado en marfil con forma rectangular, contando con paralelos en el cercano Complutum65 Figura 32.

Por último, cabe señalar los elementos posiblemente rela-cionados con el ajuar doméstico. Destaca una pieza compuesta por tres cuerpos huecos de forma cilíndrica, con un diámetro de 3 cm. y una altura de 9,6 cm Figura 33. Presenta una decora-ción de semicírculos, a modo de arcos de herradura, enmarca-dos en una banda doble de líneas incisas y motivos circulares. El cuerpo superior, sin decoración, presenta dos perforaciones cuadrangulares enfrentadas en el extremo. Otras piezas, frag-mentadas, asociables a cachas de cuchillo, son dos plaquitas rectangulares decoradas con círculos concéntricos incisos y perforaciones para remaches de 1 mm. de diámetro.

64.– Plaquitas triangulares muy similares se han localizado en la Cripta Balbi, for-mando parte de tableros de juego, fechadas en el s.VII. Cripta Balbi, MUSEO NAZIONALE ROMANO, 2000, p.66.

65.– V.V.A.A., 1998, p. 178.

Figura 33

0 3 cm.

4.8.– eL materiaL metÁLico

Dentro de este epígrafe se agrupa un copioso número de piezas. La gran amplitud cronológica y la abundancia de res-tos hacen complicado resumir en estas líneas la gran variedad tipológica que puede establecerse. Esta variedad no se ciñe exclusivamente al aspecto formal, sino también a los tipos de materiales documentados que abarcan los más frecuentes en los yacimientos arqueológicos como plata, bronce, hierro, plo-mo e incluso oro, y otros menos habituales, como las aleacio-nes de objetos relacionados con la Fábrica de Armas.

En este cuadro general nos centraremos en los materiales de cronología más antigua (romana, visigoda e islámica), sin incluir los modernos y contemporáneos, solo mencionados de forma esporádica. El total de piezas suma varios miles, en gran parte de periodos recientes.

Los objetos de adorno personal y vestimenta destacan por su número y calidad. Cabe citar los anillos, con cinco ejem-plares, destacando dos por su decoración. El primero consti-tuido por una lámina de bronce de sección plana decorada dos líneas horizontales, e incisiones verticales paralelas que en-marcan aspas separadas por líneas horizontales. El segundo tiene sección circular y presenta en su parte superior un sello circular de 1,3 cm. de diámetro con el grabado esquemático de un busto de perfil con corona doble.

Dentro de los colgantes han aparecido diversas medallas de tradición popular, mayoritariamente de época moderna y dos piezas tardoantiguas Figura 34. De entre éstas últimas, des-taca un colgante en forma de bellota realizado a partir de una lámina de bronce con un apéndice circular Figura 35. Está de-corada con líneas incisas en zig-zag en su parte superior, imi-tando la corteza de la cáscara de bellota. Una segunda línea incisa separa el fruto de su parte superior. La otra es una pieza fusiforme, con apéndice circular hueco, presenta relieves de series de gránulos en vertical por toda la pieza y una línea ro-deando el contorno Figura 34. Como elementos característicos del periodo visigodo se pueden citar las piezas pertenecientes a hebillas y broches de cinturón. Las dos piezas identificadas se corresponden con agujas de base escutiforme en bronce fundido, de origen romano, que resultan especialmente fre-cuentes en los yacimientos de siglo VI66 Figura 36.

66.– Ejemplos cercanos de estos tipos los encontramos en Recópolis (Guadalajara), en las necrópolis de Carpio de Tajo (Toledo), de los Afligidos o de Tinto Juan de la Cruz (Madrid).

Figura 34

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Figura 35Figura 37

Figura 36

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0 1cm.

Entre las fíbulas se puede destacar una de las llamadas de pie vuelto con puente de sección almendrada y un apén-dice caudal con dos anillas moduladas y botón terminal, si-milar a un ejemplar de Recópolis67 Figura 36. También destaca un broche de bronce realizado sobre una lámina ovalada de sección plana, que conserva la aguja y el enganche Figura 37. Otro tipo de elementos, dentro de este grupo, son los alfileres, habiendo aparecido varios ejemplares entre los que destaca uno completo de sección circular y cabeza esférica con 7,2 cm de longitud. Eran utilizados en época bajoimperial y visi-goda, usualmente para el aderezo de las togas68 Figura 38. Cabe señalar la presencia de abundantes botones metálicos, mayo-ritariamente modernos, destacando aquellos pertenecientes a uniformes militares de variada tipología asociados a la Fábri-ca de Armas. Entre los elementos de ajuar doméstico desta-can las hojas de cuchillo realizadas en hierro, en general muy alteradas por las características edafológicas del terreno poco apropiado para la conservación de este tipo de materiales.

De los elementos relacionados con el mobiliario, hay que llamar la atención sobre un disco circular de bronce con umbo y orificio central de 7 cm. de diámetro, posiblemente una base de lampadario como el aparecido en las excavaciones realiza-das en el circo romano de Toledo en 192969 Figura 39.

Un tipo de piezas a las que se ha dado una funcionali-dad tanto decorativa como ritual, son las pequeñas campanas o tintinabulum de bronce Figura 34. Las localizadas en Vega Baja, de cronología tardoantigua, tienen sección cuadrada. Ejemplos de este tipo de piezas los encontramos en Tarraco y Complutum70. Otro tipo de pieza similar son las bullae que en ocasiones, pueden pasar por cascabeles. Contamos con una pieza en bronce de 3,2 cm de diámetro Figura 34.

De las piezas de armamento se puede señalar la aparición de un regatón, un contera y una punta de lanza, en la actuali-dad en proceso de restauración.

Entre los elementos relacionados con actividades comer-ciales es muy importante la aparición de tres ponderales de bronce. Posiblemente se trate de piezas importadas de imperio bizantino para el control de comercio de oro. Son fechables entre los siglos VI y VII. Ponderales similares, aunque de dife-rente peso, se localizan en Salamanca, Gerona y Segovia71. El primero (ID 3153), circular, cuenta con de 3,3 cm. de diáme-tro, 0,9 cm. de grosor y 54,2 gr. de peso, relacionable con un

múltiplo del solidus (4,5 gr.), equivalente 12 veces a su peso. Tiene una corona laureada que contornea una cruz griega con dos letras: gamma y beta. Bajo la primera, un pequeño círculo pudiera corresponderse con una omicrón. La gamma simboli-zaría la uncia y la beta el número dos, correspondiéndose su valor a dos uncias, equivalente a seis solidi. Se encuentran coronadas por una cruz y rodeadas por dos círculos grabados, uno en el anverso y otro al reverso. Su canto es recorrido por dos acanaladuras. El segundo (ID 3154) es un ponderal cua-drado decorado con una corona más esquemática con puntos y símbolos geométricos en las esquinas. Tiene las letras N y S grabadas. La primera es asimilable a nomisma (moneda), la

67.– V.V.A.A., 2006: Recópolis. Un paseo por la ciudad visigoda. Catálogo de la exposición. M.A.R., p. 128.

68.– Un ejemplar del mismo tipo y dimensiones aparece en Complutum. VVAA. 1998, p. 250 y también en La Pingarrona, Madrid. (V.V.A.A., 2007: Hispania Gothorum. Catálogo de la Exposición. Toledo, p. 468.

69.– V.V.A.A. 2007, p. 555. Un ejemplo de este tipo de base de lampadario lo encon-tramos en Varea V.V.A.A., 1990: Los bronces romanos en España. Catalogo de la Exposición. Ministerio de Cultura, nº 222.

70.– V.V.A.A. 1990, p. 212, nº 22 y V.V.A.A. (1998), p. 247, fig. 168.71.– PALOL, Pedro de. 1949: “Ponderales y exagia romanobizantinos en Hispania”,

en: Ampurias, XI, p. 127 y s.s., y PALOL, Pedro, 1957: “El ponderal bizantino del Seminario de Arqueología del a Universidad de Salamanca”, Zephyrus, VIII, 291-294. Pedro.

Figura 39

0 1cm.

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segunda pudiera ser el numeral seis, referido a la moneda de oro o solidus, siendo múltiplo de este, con valor de seis. Tie-ne 26,70 gr. de peso, 2,5 cm de anchura y 0,5 cm. de grosor, equivaliendo a seis solidus Figura 40. El tercero (ID 6622), más pequeño, también es cuadrado y tiene grabadas la N y la Beta (como numeral dos), rodeadas por líneas entrecruzadas en for-ma de corona laureada. Tiene unas dimensiones de 1,65 cm. de anchura por 0,45 cm. de grosor, pesando 9,2 gr. (dos solidus).

Relacionada también con los cálculos de peso cabe citar un gancho de estátera en bronce de sección cuadrada, así como distintos eslabones agrupados en tres pequeñas cadenas que pudieron formar parte de una balanza o, más probablemente, de elementos de sujeción de una lámpara, al igual que otros tres ganchos con eslabones. Los ganchos triples se utilizaban como soportes de lámparas de vidrio o bronce, en la Cripta Balbi y las cadenas triples de igual modo y como elementos de suspensión en las estateras72.

Entre los elementos de joyería encontramos varios pendien-tes de aro con remate circular o poligonal, algunos en plata, que cuentan con multitud de paralelos bajoimperiales, visigodos e islámicos y una lámina ovoide de oro, partida en dos fragmen-tos. Una pieza especialmente significativa es un pendeloque (ID 2021) Figura 41, realizado con hilo grueso de oro y engarce sobre gema73, parecido a una pieza aparecida en el Tolmo

de Minateda74 y, especialmente, a los pinjantes que cuelgan de una corona de chapa simple del tesoro de Guarrazar, conservada actualmente en Cluny

(nº 2879), con la presencia de una pequeña pieza bitroncocónica de oro que le sirve de tope. Localizándose, aislado, otro tope simi-lar, también en oro Figura 42.

De los objetos de funcionalidad diversa realizados en hierro, destacan por su abun-

dancia los clavos, así como diversos tipos de

apliques, chapas, aros y aran-delas, fragmentos de bisagras, herraduras y láminas, algunas conservando remaches.

De piezas de bronce contamos con chapas y láminas remacha-das, algunas decoradas a buril con motivos circulares. También arandelas de reducido tamaño, alambres, chinchetas, alcayatas y clavos. Entre las piezas señaladas debemos citar un aplique de sección plana con extremo circular con un hueco, también cir-cular, contorneado por una decoración de círculos concéntricos. El cuerpo, rectangular, presenta un círculo decorado con una espiral en su interior. En la parte distal, aunque rota, también se reconocen restos de una decoración del mismo tipo.

Otra pieza de bronce llamativa es una lámina rectangular con dos apliques con remaches. Tiene una decoración a pun-zón realizada con series de puntos formando motivos geomé-tricos. Se encontró acompañada de una segunda lámina trape-zoidal sin decoración Figura 43.

En cuanto al plomo, solo cabe señalar la aparición de al-gunas placas de tamaño mediano realizadas en este material, con funciones no determinadas.

72.– V.V.A.A., 1990, p. 342, nº 343.73.– La cuenta es un cuarzo amatista engarzada con oro amarillo de más de 18 kila-

tes, según el experto gemólogo David Duran Sanpedro de Casa Durán.74.– V.V.A.A. (2007), p. 392.

Figura 41

Figura 40

Figura 42

Figura 43

4.9.– materiaL constructiVo Latericio

La principal aportación de material constructivo latericio se localiza en un preparado de suelo, del que recientemente se ha procedido a su levantamiento. Este preparado estaba formado por ladrillo romano reutilizado. Por el momento, des-conocemos cuando se produce el abandono de estas estruc-turas puesto que llegó a nosotros descubierto y únicamente con restos de una capa de opus signinum muy alterado, pero que en algunas zonas se encontraba fuertemente adherido. Sin embargo, las intervenciones que, actualmente, se están llevando a cabo en la zona, han de aportarnos datos que nos clarifiquen el por qué de esta construcción y su finalidad. Los ladrillos aparecen dispuesto sin orden alguno, se colocan con la intención de cubrir la superficie de un habitáculo del que por el momento desconocemos sus dimensiones.

Figura 44 y Figura 45

Los ladrillos son rectangulares, y podemos diferenciar aque-llos que poseen escotaduras en los lados mayores. Las medi-das que presentan estos ladrillos son las siguientes:

Ladrillos rectangulares: 37,5 x 22 x 2,75 cm

Ladrillos rectangulares con escotadura: 37,5 x 24 X 2,75

Figura 46

Este tipo de ladrillos se utilizó en la construcción de edifi-cios termales en estancias como el hypocausto o en el calda-rium, ya que por sus características son ideales en resistividad y mantenimiento del calor. El ladrillo rectangular se emplea en las suspensurae o para realizar lo arquillos de las pilae de los hypocausta. Los ladrillos de orejetas o con escotadura se utilizan en la construcción de la concameratio o doble pared, que tenía la función de permitir la circulación de aire caliente por las paredes75.

75.– BENDALA GALÁN, M., 1992: “Materiales de construcción hispanos: peculiari-dades de Hispania”, en: Ciencias, metodologías y técnicas aplicadas a la arqueo-logía, Barcelona.

BENDALA GALÁN, M. y ROLDÁN GÓMEZ, L., 1996: “El cambio tecnológico en la arquitectura hispanorromana: perduración, novedades y peculiaridades” en: II Congreso de Arqueología Peninsular, Vol. IV, pp. 103-116, Madrid.

BENDALA GALÁN, M. y ROLDÁN GÓMEZ, L., 1999: “El ladrillo y sus deriva-dos en la época romana” en: Monografías de Arquitectura Romana 4, Madrid.

Figura 44

Figura 45

Figura 46

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4.10.– eL materiaL constructiVo decorado

Hasta la fecha se han recuperado escasos restos arquitec-tónicos constructivos que presenten motivos decorados, de modo, que la muestra no es suficientemente representativa como para poder establecer conclusiones de carácter arqui-tectónico y profundizar en aspectos relativos a la factura del relieve o los motivos iconográficos. Sin embargo, a pesar de que el número de piezas recuperadas es escaso, observamos unos rasgos comunes que nos señalan hacia una época y un estilo arquitectónico.

Estos elementos arquitectónicos recuperados hasta el mo-mento han sido realizados sobre piedra caliza. La decoración consiste en motivos geométricos que se repiten, principal-mente círculos, y en cuanto a los motivos de carácter vegetal responden a formas muy esquematizadas y sencillas sin com-plicaciones ornamentales, algo que, por otra parte, es propio del periodo hispano-visigodo.

Relación de piezas

Frag. 7107.

Columnilla decorada en piedra caliza, está fracturada y presenta fuste

liso, collarino y capitel de estilo corintio muy esquematizado con volutas

muy sencillas sin complicaciones.

Frag. 5501.

Fragmento de capitel. Se conserva únicamente dos de sus caras y pre-

senta una decoración igual que la pieza anterior descrita, es decir, siguien-

do el concepto de formas esquematizadas.

Frag.. 4007

Fragmento de capitel, que responden a una simplificación formal del

estilo corintio, sin complicaciones ornamentales, donde se conserva el

arranque de hojas lisas. Se trata de un capitel que responde al estilo carac-

terístico de época visigoda. Y en el cual se puede apreciar la evolución del

acanto en hojas lisas.

Frag. 6006

Fragmento de capitel o cimacio cuya forma es tronco piramidal con

rebajes escalonados.

Frag. 3177

Fragmento de elemento decorativo semicircular tallado en piedra cali-

za, que presenta la misma decoración por ambos lados, borde sogueado y en

la parte interior motivos vegetales, podría ser parte de una cruz visigoda.

Frag. 3151

Fragmento de imposta o cimacio realizado en piedra caliza, que presen-

ta un rebaje en la parte inferior. La decoración consiste en motivos geomé-

tricos que se repiten en friso y que se adaptan a la faja de la pieza. Los

motivos que se distinguen son circulares repetidos en friso que se adaptan

a la faja.

El cimacio es un elemento arquitectónico de origen bizantino típico

desde el siglo V, que se extiende por el Mediterráneo hasta Occidente in-

cluida la Península Ibérica. La función del cimacio es la de soportar el peso

de los arcos.

Frag. 6555

Posible suspensurae de piedra caliza relacionado con edificios termales

de época romana.

Lámina VII

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CAPITULO 5

VEGA BAJA.ARQUEOLOGÍA, CIUDAD Y PAISAJE

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Dibujo de la Vega Baja con los restos del Circo y el convento de S. Bartolome. Santiago Palomares, 1753.

LVEGA BAJA. ARQUEOLOGÍA, CIUDAD Y PAISAJE

Diego Peris Sánchez

a ciudad como realidad física, espacio construido para la convivencia y servi-cios comunes, ha evolucionado en su configuración y funcionamiento a lo largo de los siglos. Los centros urbanos se conforman como conjuntos que engloban edificios residenciales y equipamientos públicos, infraestructuras comunes y estructuras políticas y administrativas que los organizan como tales.

La realidad urbana de otras épocas se ha definido por la presencia de una serie de factores. Los historiadores definen la ciudad de los siglos V al IX por la presencia de un conjunto de elementos: existencia de defensas, pla-nificación de calles, mercados, acuñación de moneda, una cierta autonomía legal, un papel como lugar central, población relativamente amplia y densa, diversificación económica, tipos de casa “urbanos”, diferenciación social, organización religiosa compleja y funciones judiciales.

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Vista general de la Vega Baja y la Fábrica de Armas.

Grupo de viviendas en la Avenida de la Reconquista

La estructura urbana se configura por una serie de fac-tores tanto físicos, que conforman su realidad, como admi-nistrativos y políticos1. La confluencia en un lugar de tres o cuatro de las características enunciadas anteriormente, define la existencia de una ciudad2. Los historiadores y arqueólogos nórdicos consideran que el urbanismo medieval es un fenó-meno predominantemente económico. Para ellos, la “idea” de ciudad se centra en el intercambio activo y en la presencia de núcleos artesanales, con la particularidad de que muchas de esas ciudades carecieron durante mucho tiempo de todo esta-tuto jurídico formal. La diferencia, en inglés de town y city es muy significativa. La primera —town— tiene connotaciones económicas, mientras que la segunda, —city— es un término para designar un centro episcopal con algún tipo de privilegio institucional. La presencia de una actividad urbana, según Wickham, viene dada por “la existencia de una concentración demográfica de relativa importancia, la presencia de un mer-cado y la observación de actividades económicas estructural-mente diferentes a las de la campiña”3.

El yacimiento de la Vega Baja, con las incipientes exca-vaciones realizadas en el mismo, se puede considerar como una estructura urbana de singular importancia. Un espacio que queda abandonado con el paso del tiempo y que, en la actualidad, aparece como una ciudad rodeada por otra ciudad de época muy posterior que la ha ocupado en parte, que ha definido sus límites y con la que debe relacionarse y en cuyo interior debe mantenerse como yacimiento arqueológico. La situación del yacimiento tiene una peculiaridad esencial en esta singular configuración ya que el espacio donde se ubica fue expoliado y poco a poco abandonado. Las referencias de siglos posteriores nos hablan de una ocupación del espacio más próximo al circo romano y a la nueva ciudad fortifica-da construida en la zona elevada. Este territorio abandonado se convertirá finalmente en explotación agrícola y ganadera aprovechando la proximidad del río, la bondad de los terre-nos naturales, las nuevas infraestructuras de comunicación y la llegada de aguas para regadío. En uno de sus márgenes cercano al río Tajo se construirá, desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XX, una ciudad industrial dedicada a la

fabricación de armas que se ha rehabilitado, en la última dé-cada, como campus universitario.

Después de la guerra civil comenzará una cierta ocupación urbanística con la construcción de viviendas en la Avenida de la Reconquista. La propiedad militar y la protección del conjunto de la Fábrica de Armas protegen este territorio de un crecimiento urbano que se produce en sus bordes y que, poco a poco, va consolidándose. Los viarios históricos sirven ahora como estructuras de comunicación en su interior y como comunicación con el resto de la ciudad. Se consolidan así las avenidas de Carlos III, Más del Ribero, Paseo Cristo de la Vega y la Avenida de Méjico.

1.– BIDDLE, Martín, 1976: Towns, p. 100.

2.– WICKHAM, Chris, 2008: Una historia nueva de la Alta Edad Media. Europa y el mundo mediterráneo 400-800. Barcelona, Crítica, p. 841.

3.– WICKHAM, Chris, 2008, p. 843.

Detalle del plano de Toledo de Rey Pastor, 1926.

Hay, pues, un entorno urbanizado en épocas muy posterio-res y una serie de estructuras urbanas que recorren la zona y que se consolidan con el desconocimiento de la estructura arqueológica existente. Un espacio considerado socialmente como lugar vacío, un ámbito de gran extensión. Valorando la superficie que, en la actualidad, queda libre en la Vega Baja tenemos un territorio de más de ochenta y cinco hectáreas4 con diferentes situaciones urbanísticas, de propiedad y de co-nocimiento sobre sus valores arqueológicos y patrimoniales.

La modificación del planeamiento urbanístico de la zona comienza cuando el Ayuntamiento de Toledo llega a un acuer-do con el Ministerio de Defensa para la cesión del conjunto de la Fábrica de Armas a cambio de recalificar los terrenos, propiedad del Ministerio, situados en la zona colindante a la misma. Para la firma del convenio, el Ayuntamiento aprue-ba la modificación puntual número 11 del Plan General de Ordenación Urbana que recalifica los terrenos exteriores con un aprovechamiento residencial y comercial que compensa la valoración de la Fábrica de Armas5.

Cuando se estudia la modificación del Plan de Ordenación Municipal (P.O.M.), se asume el proyecto inicial de la Fábri-ca de Armas y se plantea una ordenación general de todo el territorio de la Vega Baja. En el año 2004 comienza a elabo-rarse el nuevo Plan de Ordenación Municipal de Toledo, cuyo Documento de avance para la concertación administrativa se presenta en Julio de 20046. El Plan, en su propuesta de ciu-dad unitaria, plantea los nuevos crecimientos para “llenar los vacíos del discontinuo urbano que hoy es Toledo y ampliar la ciudad con un nuevo criterio de continuidad, fortalecer la red de conexiones existentes y mejorar la movilidad, articular un sistema de espacios libres y dotacionales y crear áreas de centralidad adecuadas a las demandas sociales de los distin-tos barrios”.

La actuación urbanística “Vega Baja” se pone en marcha con la concesión de parcelas de la zona a cooperativas y pro-motores que plantean proyectos de vivienda en este espacio. La Empresa Municipal Vega Baja asume el proyecto general de urbanización. Para el desarrollo de los diferentes proyectos de construcción se exige a todos los promotores la realización de estudios arqueológicos que se complementan con los que realiza la propia empresa gestora para la construcción de via-les e infraestructuras comunes. Los datos de los diferentes equipos de arqueólogos fueron confirmando la importancia de este yacimiento y la necesidad de preservarlo.

Y así, junto a los argumentos paisajísticos y de protección de este espacio que tradicionalmente en el planeamiento ur-banístico había quedado fuera del desarrollo edificatorio, se suman ahora los argumentos que confirman la existencia de un importante yacimiento arqueológico.

Frente a las propuestas del P.O.M se levantan muchas vo-ces críticas que enuncian argumentos distintos, especialmen-

4.– La Memoria de Toletum visigodo de 2008 evalúa el territorio libre existente en la Vega Baja incluida la Fábrica de Armas en 854.990 metros cuadrados de los cuales están ya considerados BIC declarados o incoados el 72%. En las zonas no declaradas la normativa del POM exige la realización de trabajos de arqueología previos a cualquier actuación.

5.– La modificación puntual número 11 es redactada por el arquitecto Tomás Marín Rubio, siendo alcalde de la ciudad Agustín Conde. Posteriormente el Ayunta-miento de Toledo cederá a la Universidad de Castilla-La Mancha los terrenos de la Fábrica de Armas para su rehabilitación como campus universitario cuya primera fase se inaugura en febrero de 1999.

6.– Plan de Ordenación Municipal de Toledo-POM. Memoria de Ordenación Julio 2004. Documento de avance para la concertación interadministrativa.

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te en lo referido a las vegas de la ciudad. La Real Sociedad Geográfica7 hace una lectura crítica del proceso de compac-tación como única solución de la ordenación de la ciudad, presentando modelos de numerosas ciudades que tienen una estructura más abierta y que, en esa organización, han defini-do adecuadamente su desarrollo y actividad urbana. Es una importante argumentación que amplía los criterios patrimo-niales para hacer un análisis urbanístico y territorial del posi-ble desarrollo de la ciudad. La Real Academia de la Historia8, analizadas las condiciones legales del territorio, pide que: “como mínimo se deben excluir de la clasificación de suelo urbanizable” (manteniéndose como están) aquellos espacios que el PGOU de 1986 calificaba como “suelo no urbanizable especialmente protegido”.

La Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo9 recuerda las determinaciones de las Instrucciones de la Dirección General de Bellas Artes para la aprobación de proyectos de obras proyectadas en las zonas de la ciudad de Toledo afectadas por la declaración del Conjunto Histó-rico publicadas en 1965. En las Instrucciones se dice “que en Toledo, la ciudad, el río y su paisaje circundante, forman la unidad de su conjunto monumental...”. La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando10 considera que “la aplica-ción de tales criterios no lleva al POM a valorar y preservar adecuadamente la percepción visual de Toledo desde su en-torno y la singular identidad morfológica que caracteriza al conjunto formado por el casco histórico y su inserción en su basamento natural, exaltada históricamente por la pintura, la literatura, la historiografía y el pensamiento. Esta identidad es un valor tan universalmente reconocido... Esta forma de entender y aplicar los criterios de protección de los valores paisajísticos, como elementos esenciales del valor cultural de la ciudad, llevó desde la declaración monumental de su con-junto, efectuada por el decreto de 3 de marzo de 1940...”.

El informe de ICOMOS11 hace un recorrido exhaustivo so-bre las normativas existentes en momentos anteriores conclu-yendo que: “La naturaleza íntimamente ligada a la ciudad es uno de los valores fuertemente arraigados en su imagen ya que no se entiende el Centro Histórico sin la presencia referencial del Tajo, de las cuñas de la Vega que se aproximan hacia los dos puentes históricos, Alcántara y San Martín, o el lomo de la carretera de Madrid”. En la reciente declaración de Xi’an se define el entorno como “el ambiente inmediato y amplio

que es parte de, o contribuye a, su importancia y su carácter distintivo”. “Mas allá de los aspectos físicos y visuales, el en-torno incluye la interacción con el paisaje natural; prácticas sociales o espirituales en el pasado o presente, costumbres, conocimiento tradicional, usos y actividades u otras formas y aspectos intangibles del patrimonio cultural que crearon y formaron espacio, así como el contexto cultural, social y eco-nómico actual y dinámico”.

La Real Fundación de Toledo ha desarrollado una activi-dad importante en la crítica de algunos aspectos del POM. En la entrega de los premios del año 2006 de la Fundación, Gregorio Marañón decía: “Pues bien, en este sentido, hay que afirmar que la preservación del paisaje histórico toleda-no, y quizás también de una parte su riqueza arqueológica, corren ahora un peligro inminente. El Plan viene a sostener que la ciudad histórica se limita al perímetro de la ciudad amurallada, y su paisaje a los cigarrales, desconociendo in-comprensiblemente, la importancia paisajística, geográfica y arqueológica de las Vegas, protegidas, desde 1968, en todos los planeamientos anteriores, y en el expediente que dio lugar a la resolución de la UNESCO”12.

Los planteamientos presentes en las críticas de las dife-rentes instituciones ponen de manifiesto la necesidad de en-tender la ciudad de Toledo en su relación con el medio natural circundante como valor esencial de su patrimonio. Y ello debe hacerse desde el planeamiento urbanístico que establezca las condiciones de protección de estos elementos. La Vega Baja se reconoce como un elemento esencial en el entendimiento de la actual ciudad sobre la colina que tiene su singularidad frente a la superficie vacía y llana de este espacio, permi-tiendo vistas, desde y hacia esta zona de la ciudad. Un valor esencial que, por su obviedad, resultaba olvidado en el nuevo planeamiento urbanístico y que deterioraba, con su desarro-

7.– Real Sociedad Geográfica. Informe sobre el anteproyecto de Plan de Ordenación Mu-nicipal de la ciudad de Toledo, 2005.

8.– Informe de la Real Academia de la Historia, 2005.

9.– Informe de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, 2005.

10.– Informe de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando sobre el POM de Tole-do en curso de tramitación, 2005.

11.– Informe del Comité español del Consejo Internacional de Monumentos y sitios (ICO-MOS) sobre el proyectado Plan de Ordenación de la Ciudad de Toledo, 2005.

12.– Actos de entrega de los Premios Real Fundación de Toledo. 2 de marzo de 2006.

< Ortofoto de Toledo, 1998.

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llo, uno de los valores esenciales de la ciudad histórica de Toledo y en general de muchas de las ciudades históricas para las que su relación con el lugar constituye un valor esencial.

Los valores paisajísticos de la zona, la importancia arqueo-lógica del territorio y las consideraciones urbanísticas sobre el crecimiento de la ciudad hacen que se cuestione el desarro-llo residencial iniciado en la Vega Baja de Toledo.

5.1.– La ciudad Histórica recuperada

El debate abierto en muchos foros sobre la realidad pa-trimonial de Toledo y las aportaciones jurídicas y teóricas realizadas desde diferentes ámbitos llevan a la administra-ción regional, competente en materia de patrimonio histórico, a adoptar decisiones sobre este territorio. El presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda asume la decisión de considerar la zona como espacio patrimonial, arqueológico y paisajístico que se debe proteger, suprimiendo el desarrollo urbano previsto y planteando un proyecto de futuro como ám-bito cultural de la ciudad. El anuncio de proteger este espacio como zona patrimonial se realiza en marzo del 2006 y abre un nuevo camino en el desarrollo de este importante espacio de la ciudad de Toledo.

Ya se había producido la protección legal en distintos mo-mentos de partes de este territorio. En 1992 se declara Bien de Interés Cultural (B.I.C) con la categoría de yacimiento arqueo-lógico la Vega Baja de Toledo13, en la zona próxima al circo ro-mano. En abril de 2001 se procede a la delimitación del entor-no de la ermita del Cristo de la Vega14. La protección legal del nuevo espacio propuesto para su urbanización, se realiza con la declaración de la zona como Bien de Interés Cultural con la categoría de yacimiento ampliando el área del yacimiento Vega Baja declarado BIC en 1992. La declaración definitiva, después del proceso de exposición pública y alegaciones se produce el 18 de junio de 200815 y viene a confirmar un doble aspecto: el establecimiento legal del máximo nivel de protección jurídica como patrimonio histórico y la valoración social del mismo.

El desarrollo del Plan Especial que recoge la Ley 16/85 debe definir los criterios de desarrollo de este amplio espa-cio y el reconocimiento colectivo de los valores patrimoniales del lugar, con peculiaridades definidas por su situación en un entorno urbano, así como por la condición de yacimiento ur-bano como ciudad histórica. Para la gestión de este importan-te territorio se constituye una empresa en la que participan, en igualdad de condiciones, el Ayuntamiento de Toledo y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. La puesta en marcha de la sociedad “Toletum Visigodo” a finales del 2007 inicia un nuevo proyecto para la valoración de este espacio con una carga histórica significativa, que desde el patrimonio histórico y con la potenciación de elementos culturales debe dinamizar la zona y el conjunto de Toledo.

13.– DOCM 20 DE MAYO DE 1992. Decreto 71.

14.– DOCM 20 de abril de 2002. Decreto 112.2001.

15.– DOCM 126 18 de junio de 2008 Acuerdo 10.06.2008.

Toletum, Vega Baja, Olivilla.

La ciudad como conjunto patrimonial, no ha sido valorada hasta época muy reciente. Hasta el siglo XIX los estudios de las ciudades se refieren fundamentalmente a los edificios singulares de las mismas. Desde el punto de vista histórico se estudian sus instituciones jurídicas, políticas y religiosas y sus estructuras económicas y sociales; el espacio urbano es el gran ausente16. Los cambios derivados de la revolución industrial llevan a la reflexión sobre la estructura urbana y, en especial, sobre la estructura de la ciudad histórica. “La conversión de la ciudad material en objeto de saber histórico ha sido provocada por la trasformación del espacio urbano consecutiva a la revolución industrial: trastorno traumático del medio tradicional, emergencia de otras escalas viales y parcelarias. La ciudad antigua se trasforma entonces en ob-jeto de investigación por efectos de diferenciación y, según el término de Pugin, por contraste”17.

La nueva realidad construida y la revisión del concepto urbano llevan a valorar lo existente como objeto histórico, como elemento de análisis y estudio. Los urbanistas serán los primeros que considerarán la necesidad de situar la ciudad en una perspectiva histórica y estudiarla con los criterios de las configuraciones urbanas contemporáneas. La noción de pa-trimonio urbano histórico, constituida a contracorriente del proceso de urbanización dominante, es el resultado de una dialéctica de la historia con la historicidad que se mueve en tres figuras sucesivas de la ciudad antigua: memorial, histó-rica e historial.

16.– F. CHOAY, 2007: Alegoría del patrimonio. Barcelona, Gustavo Gili, p. 163.

17.– F. CHOAY, 2007, p. 164.

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Ruskin18 entiende la ciudad histórica como figura memo-rial. Considera el tejido urbano como el ser de la ciudad y como un objeto patrimonial intangible que tiene que ser pro-tegido y conservado. La ciudad en su conjunto asume la cate-goría de monumento histórico. La ciudad ha jugado a lo largo de los siglos el papel del monumento histórico, memorial de la vida y la actividad de sus habitantes, estableciendo las raíces de las personas que viven allí con su espacio y con el tiempo. Ruskin reduce, sin embargo, la vida de la ciudad a su pasado perdiendo su tiempo presente y su proyecto de futuro. Los valores de la ciudad se establecen únicamente por su pasado, por el recuerdo que son capaces de suscitar la presencia de sus edificios y trazados urbanos considerados como valores que se deben conservar.

La figura histórica tiene su ejemplo en la obra de Camilo Sitte que asume la historicidad del proceso de urbanización que trasforma la ciudad. La ciudad que ha quedado anticuada por el proceso de la sociedad industrial, debe ser reconocida como un valor original que nos invita a la reflexión. Su obra “Construcción de la ciudad según principios artísticos”19 será mal entendida por la crítica y la arquitectura posterior y ob-jeto de la oposición radical de Giedion o de los CIAM que lo presentan como el ejemplo del paseismo más retrógrado o el “apóstol del camino de los asnos”20. La figura histórica en-tiende la ciudad en objeto de museificación. “Los arqueólogos que descubrían las ciudades muertas de la antiguedad, los au-tores de guías, los ciceroni que recortaban el mundo del arte europeo en capas urbanas, contribuyeron a que se pudiera pensar en la museificación de la ciudad antigua”21.

La ciudad histórica es reconocida en sus valores, pero se asume la necesidad del cambio y evolución, aunque para Ca-milo Sitte la urbe contemporánea tiene valores que proceden de su progreso técnico pero no se han realizado de forma be-

lla. La belleza de las ciudades debe preservarse como se con-serva la obra de arte en el museo, alejada de toda variación y contaminación que producen los cambios urbanos.

La tercera figura de la ciudad antigua aparece como sín-tesis de las anteriores y tuvo su enunciado inicial en el ar-quitecto y urbanista Gustavo Giovannoni22 quien estudia si-multáneamente en los conjuntos urbanos su valor de uso y su valor museal. El patrimonio urbano tiene su sentido en un urbanismo que adquiere dimensiones territoriales. Todo frag-mento urbano debe integrarse en un plan de ordenación local, regional y territorial. Giovannoni forma parte de esa nueva generación de “restauradores europeos que trata de llevar a sus últimas consecuencias, en perfección, los postulados de Boito”23.

18.– RUSKIN, John. 1848: The seven lamps of architecture, Londres. RUSKIN, John.1852: The stones of Venice, Londres. RUSKIN, John.1866: The crown of wild olive, Londres.

19.– C. SITTE, Camilo, 1899: Construcción de ciudades según principios artísticos. Reedición de 1926. Barcelona, Canosa.

20.– P.V.TURNER, 1977: The Reading of Le Courbusier. Nueva York, Garland.

21.– F. CHOAY, 2007: p. 172.

22.– G. GIOVANNONI, 1931: Vecchie cittá ed edilizia nuova . Cittás Studi, Milán.

23.– J. RIVERA, 2001: De varia restauratione. Teoría e historia de la restauración arqui-tectónica. Madrid, R&R, 206 pp., p.139.

Vista aérea de Toledo. Ortiz Echague.

La ciudad histórica es un monumento, un valor que se debe conservar, pero que ha de mantenerse como tejido vivo para considerarse como tal. Donde realmente surge la moder-nidad de Giovannoni es en su capacidad para definir, con los criterios actuales, los problemas de la “defensa de los centros históricos”, la introducción del concepto de “respeto ambien-tal” y la valoración de las “arquitecturas menores”. El monu-mento no puede entenderse como algo aislado, sino que debe valorarse en su contexto urbano, definido por las formas y vo-lúmenes que se han gestado a lo largo del tiempo y en medio de los cuales surgen los monumentos. Y finalmente, introduce el concepto de “diridamento” como cambio necesario que se produce en los tejidos residenciales, renovando y sobre todo revitalizando las viviendas y las manzanas. Estos principios se harán patentes en la Carta de Atenas de 1931 y en las

diferentes Cartas de épocas posteriores, especialmente en la Carta de Cracovia del año 2000.

La Vega Baja de Toledo constituye un espacio complejo en el que se integran yacimientos arqueológicos singulares como el Circo Romano o el propio yacimiento de la Vega Baja. Este territorio aparece ahora como un fragmento de ciudad como un espacio de grandes dimensiones24, que se sitúa en medio de la ciudad consolidada. La Vega Baja, situada al norte de Toledo, tiene en su margen izquierdo el rio Tajo como borde geográfico definido y se extiende en una superficie casi horizontal que, entre zonas libres o consideradas como patrimoniales, tiene un área de 854.000 metros cuadrados. En el sur se localiza el circo romano, cuyo espacio fue declarado Bien de Interés Cultural en 1992, con una superficie de 191.786 metros cua-drados. Al norte de esta zona queda un espacio libre que en la última revisión del Plan de Ordenación Municipal de Toledo se califica como residencial (PAU del Circo Romano). Más al norte, y limitando con el rio Tajo, se encuentra el conjunto industrial de la Fábrica de Armas, con 155.167 metros cua-drados, que tiene incoado expediente como Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico y que está siendo rehabilitado (ya lo está más del 70% de su superficie construida) como campus universitario. Otros 272.663 metros cuadrados corresponden a la zona declarada BIC en 2008, con la categoría de yacimiento arqueológico, como consecuencia de la presencia de importantes estructuras detectadas cuando se realizaron las excavaciones previas a la construcción de más de 1.000 viviendas proyectadas en ese espacio. Y, final-mente, queda otro amplio territorio de unos 70.000 metros cuadrados que, recientemente, ha sido prospectado con mé-todos geofísicos para determinar la presencia de estructuras arqueológicas y evaluar su situación jurídica futura. Todo este espacio constituye una unidad física con situaciones jurídicas muy diversas en las que la cultura material constituye un fac-tor esencial para su valoración.

La preservación de la cultura material es un elemento de pri-mera importancia en este proceso pero implica peculiaridades que hay que considerar en el proyecto que se va a desarrollar. El yacimiento tiene dimensiones que hacen prever la presencia de una gran estructura urbana de la ciudad visigoda y épocas

24.– En la Memoria de Toletum visigodo de 2008 se hace una valoración de la superficie total del territorio de la Vega Baja (incluyendo la Fábrica de Armas) que llega a 854.990 metros cuadrados.

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posteriores. La creación de un parque arqueológico en medio de lo urbano implica decisiones y consideraciones singulares.

“La conservación integrada de paisajes arqueológicos y es-táticos con el desarrollo de paisajes muy dinámicos, implica la consideración de valores sociales, culturales y estéticos”25. Hay un conjunto de factores que hay que evaluar para lograr una adecuada integración del yacimiento en el conjunto ur-bano y garantizar su mantenimiento en un entorno con una dinámica diferente.

La existencia en el espacio donde se ubica el yacimiento de viarios, definidos especialmente en los dos últimos siglos, permite un recorrido por el amplio territorio y posibilita las conexiones de este espacio con el resto de la ciudad con tra-yectos urbanos en su interior para el uso cotidiano. Por otra

parte, la introducción de una dinámica de actividades cultu-rales en su interior, definidas básicamente por la presencia del campus universitario, la construcción de un gran edifi-cio- Museo, Centro del Sitio, Centro de Investigación- y de edificios menores de servicios universitarios y culturales del barrio, permitirá compatibilizar la necesaria dinámica de ac-tividad cotidiana y social con la conservación del yacimiento arqueológico como espacio estático.

Debemos partir, como dato esencial de principio, de la consideración del yacimiento arqueológico dentro de su pai-saje propio, de lo que se ha denominado paisaje arqueológico. “Cualquier intervención que afecte al patrimonio arqueológico, debido a su vulnerabilidad, debe estar estrictamente relaciona-

25.– Carta de Cracovia, 2000: a.9.

Cental de reserva 1926. Interior del edificio de laboratorios de E.U. Ingenieria Industrial.

Vista del canal y pasarelas de comunicaciones.

da con su entorno, territorio y paisaje”26. La conservación del yacimiento arqueológico debe hacerse compatible con la defi-nición de un paisaje de usos y significaciones sociales, asumi-dos actualmente. Los paisajes arqueológicos en su austeridad, tanto física como temporal, pueden hacerse compatibles con la presencia de elementos actuales y referentes que hagan utiliza-bles sus territorios como lugares de vida ciudadana actual.

Y, en este caso, de una forma singular ya que la arqueo-logía se relaciona con el urbanismo en una doble dirección: porque el yacimiento presenta una estructura urbana de gran interés con la configuración de un entramado de viarios, de edificios residenciales y públicos, que habrá que documentar y estudiar detenidamente, y porque el yacimiento se ubica en

el interior de una ciudad consolidada en su entorno cuya rela-ción hay que establecer de forma positiva para ambas estruc-turas: la del propio yacimiento y la de la ciudad circundante.

Una relación en la que el factor tiempo es también ele-mento esencial. Los estudios arqueológicos tienen un ritmo diferente al del desarrollo de nuestras ciudades actuales. Hay que permitir que el estudio riguroso del yacimiento trascurra en paralelo con las actuaciones del entorno urbano, sabiendo que la arqueología deberá definir, en el futuro, los cambios y modificaciones necesarios.

Un territorio en el que, junto a las referencias históricas documentales, aparecen ahora evidencias de primera magni-tud en el ámbito de la cultura material. Las aportaciones de las excavaciones iniciadas recuperan, de nuevo, la memoria 26.– Carta de Cracovia, 2000: a.5.

Yacimiento de Vega Baja..

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de este lugar y, por ello, de la ciudad y de la realidad histórica española de un tiempo. “La memoria es una reconstrucción parcial y selectiva del pasado, cuyos puntos de referencia son suministrados por los intereses y la conformación de las so-ciedad presente”27. Cuando se recuerda, se recuerda por me-dio de las claves específicas que se corresponden a los grupos en los que, o sobre los que, se esté recordando, pero también por medio de la aceptación implícita de marcos más amplios que prescriben determinadas configuraciones básicas sobre el espacio, el tiempo y el lenguaje.

Recordar implica, así también, asumir una determinada representación de la temporalidad, la espacialidad y el len-guaje. La memoria supone un esfuerzo28. “Nuestros recuerdos son colectivos, nos son recordados por los otros incluso aun-que se trate de acontecimientos en los que hemos estado solos y objetos que solamente nosotros hemos visto. Pero en reali-dad nunca estamos solos. No es necesario que otros hombres estén allí. Que se distingan materialmente de nosotros, pues nosotros llevamos siempre con nosotros y en nosotros una can-tidad de personas que no se confunden”29. Esta memoria debe establecer como realidad común la que afecta a la comunidad que vive allí y a la colectividad de forma más genérica.

Y ahora, la memoria se hace presente con la aportación de elementos materiales que nos remiten a tiempos pasados: estructuras construidas, espacios urbanos y materiales arqueo-lógicos diferentes hacen presentes, en el momento actual, la memoria común de otras culturas y otras civilizaciones que desarrollaron su actividad en la ciudad de Toledo. “La acción de recordar debe llegar, y debe llegar en el presente, y del presente depende”30. Hay que alejar la tentación de creer que acumular fragmentos de preexistencia equivalga, por sí, a acu-mular una memoria inmóvil. Y este proceso se desarrolla en un espacio concreto, en el territorio de la Vega Baja de Toledo.

Un lugar que ha sido testigo de la historia de veinte siglos de actividad, que ha construido espacios conservados parcial-mente, superpuestos y enriquecidos en esta multiplicidad de as-pectos que configuran un “sitio histórico” como “lugar o paraje natural vinculado a acontecimientos o recuerdos del pasado”.

27.– HALBWACHS, Maurice, 1950: La memoria colectiva, p. 23.

28.– BLOCH, M. 1977: “Memoria colectiva, tradizione e costume. A propósito di un libro recente”, en Storici e storia. Torino, Einaudi. pp. 210 ss.

29.– HALBWACHS, Maurice, 1950: p. 6.

30.– RICCI, Andreina,.2005: Attorno sulla nuda pietra. Archeologia e cittá tra identitá e progetto. Roma, Donzelli Editore, p. 74.

Vega Baja, detalles de la excavación.

5.2.– arqueoLogía y ciudad

Con el objetivo de dar respuesta a estas demandas se ela-bora el Plan Estratégico que trata de presentar las directrices de trabajo en el proyecto de recuperación de la Vega Baja de Toledo. Las actuaciones se articulan en torno a cuatro gran-des directrices de trabajo: la cultura material, urbanismo de un fragmento de ciudad, paisaje y territorio y equipamiento cultural de la zona.

Una vez tomada la decisión de paralizar el proceso de construcción de viviendas en la Vega Baja, la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha asume la continuación de las excavaciones arqueológicas, es-tableciendo un proyecto general para el yacimiento que debe-rá desarrollarse a lo largo de años. Una excavación sistemá-tica en el espacio de la Vega Baja es especialmente relevante por varias razones:

• por tratarse de una zona libre de edificaciones en un entorno urbano consolidado en sus bordes, en el que se plan-teará una excavación con rigurosos criterios científicos desde la visión de un proyecto conjunto.

• porque plantea la investigación de un momento crono-lógico de gran relevancia para la ciudad de Toledo y para el

conocimiento de un periodo singular poco conocido de la his-toria de España.

• porque es posible la consolidación del yacimiento en la medida que la excavación lo vaya requiriendo, consolidando así una estructura que podrá ser visitada y conocida por todos.

• porque constituye una ocasión excepcional para acercar la arqueología a los ciudadanos, implicando a toda la pobla-ción en el proceso de excavación, el conocimiento de los re-sultados progresivos y el entendimiento de la cultura material y sus métodos de estudio.

La importancia arqueológica de la Vega Baja es muy gran-de. Su estudio abre la posibilidad de conocer la capital del reino visigodo y periodos anteriores y posteriores al mismo. El conocimiento de la “urbs regia” en un asentamiento urbano amplio y complejo nos ayudará a conocer, a través de la rea-lidad de la cultura material, cómo era la sociedad, su poder económico social y religioso.

Desde finales del 2007 se trabaja de forma sistemática en el yacimiento, continuando con los trabajos de investigación en una de las zonas más importantes del conjunto. Toletum Visigodo, coordinadamente con la Consejería de Cultura y el Ayuntamiento de Toledo, pone en marcha una amplia campa-

Vista de la Vega Baja y su relación con el centro histórico.

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ña de excavaciones. Los trabajos discurren en paralelo con la consolidación necesaria de partes del yacimiento y la divul-gación de lo realizado a través de jornadas, congresos, página web y visitas públicas.

“La arqueología urbana es el planeamiento del conjunto de acciones destinadas a preservar los restos arqueológicos, o a definir las estrategias y criterios de eliminación de éstos, una vez que hayan sido exhaustivamente documentados, y es, asi-mismo, la investigación e integración del pasado arqueológico urbano en el urbanismo del futuro”31. Como afirma Argan, hay que tratar de “sincronizar los fenómenos urbanos actuales en relación con el desarrollo diacrónico, desde el remoto pasa-do hasta el futuro, de una determinada situación urbana”. La planificación debe incorporar los valores de la historia docu-mentada en la realidad material de la arqueología que, en este caso, aparece como un documento cronológico y de estructura material urbana de gran interés.

“Estos espacios vividos, memoria de la cotidianeidad ur-bana, deben integrarse en el planeamiento urbano desde la perspectiva de una comunidad que es la suma de los elemen-tos que conforman el pasado y el presente de los ciudadanos y que deben ser conservados y proyectados para el futuro. Por la propia esencia de la arqueología que, fundamentalmente, apor-ta conocimiento histórico pero que además posee una función social, es fácil deducir qué tipo de ciudad debe apostarse des-de la arqueología. Se participa en la defensa y aplicación del modelo de ciudad que tenga profundidad histórica, que preser-ve la diversidad y peculiaridad, frente a las homogeneidades y globalizaciones que definen modelos de ciudad fuertemente funcionalistas y sujetos a intereses especulativos y contrarios a una diversidad urbana que tanto desde la diacronía como de la sincronía ha caracterizado el espacio urbano”32.

Se trata del estudio de un ámbito territorial de gran com-plejidad y extensión, de una ciudad pluriestratficada33 que

deberá ir adoptando decisiones en su desarrollo; de prioriza-ción y de ordenación. Todo ello con un necesario proceso de selección34 que surgirá de la presencia de un proyecto general del territorio, pero proyecto que se irá modificando y configu-rando con la evolución de los trabajos de excavación.

Un territorio que acoge muchos espacios y lugares diferen-tes, de tiempos diversos que configuran esta zona urbana, esta ciudad entendida como concatenación de lugares35, lugares en los que la arquitectura funciona como instrumento prima-rio de la memoria y lugar de estratificación de esta memoria. En la compleja relación entre permanencia y modificación se ha ido construyendo la realidad de la Vega Baja en la que aho-ra tenemos la estratificación de la memoria materializada.

La arqueología urbana es “la búsqueda arqueológica glo-bal en una ciudad existente sobre su secuencia, desde la fun-dación a nuestros días sin privilegiar un período respecto a otro…”36. La arqueología puede establecer este diálogo con la realidad urbana existente y consolidada, en este caso, en todo su perímetro y convivir con el desarrollo urbano de la zona que debe relacionarse con el conjunto de la ciudad y conver-tirse en espacio vivo y dinámico.

El patrimonio histórico no puede entenderse como el es-tudio de fragmentos o elementos parciales por muy signifi-cativos que estos sean. Su entendimiento y valoración debe hacerse desde la perspectiva urbanística, desde la valoración de la realidad urbana. “No se trata de suprimir el control y la defensa del patrimonio, sino de separarlo de los escuetos da-tos históricos y arqueológicos e incorporarlo a todo el proceso urbanístico. La conservación del patrimonio hay que conser-varla desde los proyectos urbanos”37. La realidad urbana com-pleja de una ciudad de gran superficie ocupada, en la que se ha ido levantando otra ciudad diez siglos después, establece elementos que deben abordarse desde un planteamiento urba-nístico dinámico y con perspectivas de futuro.

31.– OLMO ENCISO, Lauro, 2003: “Arqueología y modelos de ciudad: una reflexión desde España”, en: Archeologia e urbanística. International school in archeology. Certosa di Pontignano (Sena) a cura di Andreina Ricci. Edizioni all’insegna del Gilio. p. 254.

32.– OLMO ENCISO, Lauro, 2003, p. 255.

33.– GELICHI, Sauro, 2003: “Cittá pluriestratificate: La conoscenza e la conservazio-ne dei Bacini Archeologici”, en AAVV: en: Archeologia e urbanística. International school in archeology. Certosa di Pontignano (Sena) a cura di Andreina Ricci. Edi-zioni all’insegna del Gilio. pp. 61-75.

CARVER, M.H.O., 1983: Valutaziones, strategia ed analisi nei siti pluriestratificati, Archeologia Medievale, X, pp. 49-71.

34.– RICCI, Andreina. I malli dell’abondanza.

35.– ROSSI, P.O. 2002: “Roma una carta per la qualità urbana: La memoria in forma-zione”, en: AAVV: en: Archeologia e urbanística. International school in archeology. Certosa di Pontignano (Sena) a cura di Andreina Ricci. Edizioni all’insegna del Gilio. pp. 125-144.

36.– BROGIOLO, G.P. 2000: Archeologia urbana, en FRANCOVICH, R.; MANACOR-DA, D. (a cura di) Dizionario di Archeologia, Roma, Laterza.

RICCI, Andreina, 2002: “Roma: una carta per la qualitá urbana: La memoria re-mota”, en: AAVV: Archeologia e urbanística.. International school in archeology. Certosa di Pontignano (Sena) a cura di Andreina Ricci. Edizioni all’insegna del Gilio. pp. 107-123.

37.– BOHIGAS, Oriol. 2004: “Contra la incontinencia urbana”, en: Reconsideración mo-ral de la arquitectura y la ciudad, Barcelona, Electa, 214 pp., p. 104.

5.3.– urbanismo de un fragmento de ciudad. usos y reLaciones con Lo eXistente.

La posibilidad de actuación, desde lo público, en un frag-mento de ciudad con valores patrimoniales singulares no debe ser un obstáculo a su desarrollo, sino, más bien, generar po-tencialidades de futuro. Los valores históricos existentes en el conjunto que han evolucionado y cambiado a lo largo de los siglos, deben ser elementos básicos del futuro planeamiento que se realizará sobre la base de estos conocimientos38.

Por ello, el desarrollo urbanístico de la Vega Baja debe plantearse con:

• La potenciación de recursos culturales y de equipamiento público que dinamicen la zona desde los recursos patrimoniales existentes en el territorio, tanto desde los grandes equipamien-tos para el conjunto de la ciudad de Toledo, como de aquellos elementos de proximidad a la población más cercana.

• Planteando una adecuada relación con el entorno de ciudad mejorando las comunicaciones y potenciando recur-sos singulares como el yacimiento arqueológico, el campus universitario y otros focos de nueva creación. La existencia de este gran espacio en el interior de la ciudad debe resolver sus posibles conexiones con el resto y facilitar a través de

38.– AAVV, 2000: Un futuro para la memoria. Sobre la administración y el disfrute del Patrimonio Histórico español. Madrid.

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la misma, con los controles y el diseño adecuado, aquellas comunicaciones necesarias para el conjunto urbano. Viarios históricos como la avenida de Carlos III, el paseo del Cristo de la Vega y otros del entorno se adecuarán con condiciones de pavimentación, iluminación… que irán haciendo compatible el uso ciudadano con los valores patrimoniales de la zona.

• Definiendo la ubicación de los elementos singulares que van a ser nuevos referentes, especialmente el Museo de la época visigoda, Centro de interpretación de la Vega Baja y Centro de Investigación del patrimonio histórico.

• Estableciendo en el borde del río un sistema general ver-de que vuelva a recuperar la imagen natural en sus paseos, es-pacios generales ahora convertidos en grandes aparcamientos o zonas singulares como los márgenes fluviales.

La Fábrica de Armas, como ciudad industrial rehabilitada y convertida en Campus Tecnológico Universitario, puede ser un buen referente de los modos de actuación en la recupera-ción de un patrimonio conservado, mantenido en sus condi-ciones esenciales, y revitalizado con los nuevos usos. En los años próximos, el campus universitario debe revalorizarse con la incorporación de nuevas enseñanzas, la potenciación de centros de investigación y usos complementarios demandados por la Universidad. Un servicio para el conjunto de la ciudad, que da sentido al uso del patrimonio construido en este espa-cio que establece una dinámica de actividad y vida urbana en su entorno próximo y es referente del municipio y de la provincia de Toledo.

El proceso de desarrollo histórico debe continuar en la ciu-dad si no queremos caer en el peligro de musealización que está alcanzando al patrimonio en muchos lugares. La imagen narcisista del patrimonio39 se está desarrollando por un pro-ceso que pretende convertir en patrimonio histórico todos los objetos de cualquier ámbito y época con una referencia igua-ladora y, como consecuencia de ello, a una museificación de todos los campos y tipos de la actividad humana. El museo que era una institución se está convirtiendo en una mentalidad.

La salvación del patrimonio viene de la continuidad de la “competencia de edificar” como “capacidad de articular entre sí y con su contexto, por la mediación del cuerpo humano, los elementos llenos o vacíos, siempre solidarios y nunca autóno-

mos, cuyo despliegue sobre la superficie de la tierra y en la continuidad del tiempo tiene sentido, simultáneamente para el que edifica y para el que lo habita”40. El papel propedéutico del patrimonio “ya no sería la conservación de un patrimonio que tiene, en tanto que tal, un interés solamente relativo y limitado, sino la conservación de nuestra capacidad de conti-nuarlo y de reemplazarlo, esta propedéutica exigiría repensar y restaurar desde arriba abajo la totalidad de nuestras actuales prácticas patrimoniales”41. Y ello realizado desde el necesario leguaje de nuestro tiempo. Porque la ciudad se construye a lo largo de la historia con las aportaciones de la cultura de cada tiempo que debe mantenerse viva y continuarse en el presen-te y en el futuro. Y porque el enriquecimiento de la realidad diversa, compleja y plural de la ciudad histórica debe recibir las aportaciones de nuestra cultura cualificada y actual.

El patrimonio puede y debe integrarse en la dinámica vital urbana. Uno de los retos esenciales del proyecto de la Vega Baja debe ser integrar la zona con sus valores arqueológicos, la dotación de recursos culturales y educativos en el desa-rrollo de la ciudad; hacer compatible la existencia del gran yacimiento con la vida actual dentro del máximo rigor por la conservación de la cultura material, valor esencial de este territorio.

A lo largo del 2009 se ha iniciado, en una primera fase, el proceso de acondicionamiento de los viarios que recorren la zona. Se mejoran las condiciones de la Avenida de Méjico, en su acceso al campus universitario, a la vez que se ordena el espacio existente entre el límite de la Fábrica de Armas con el paseo del Cristo de la Vega, se crea un aparcamiento en el cual el arbolado actúa como elemento de protección y reducción del impacto visual que tiene desde la parte elevada de la ciudad.

Los grandes ejes, la avenida de Carlos III y Mas del Ribe-ro, se acondicionan como elementos estructurantes de Toledo y establecen las comunicaciones con el entorno urbano próxi-mo. El acondicionamiento de estos viarios obedece a razones múltiples: son caminos históricos, que aparecen en la carto-

39.– CHOAY, Françoise, 2006: Pour une anthropologie de l’espace. Paris, Seuil, p. 296.

40.– CHOAY, Françoise, 2007, p. 230.

41.– CHOAY, Françoise, 2007, p. 235.

Plano de las áreas BIC y zonas donde se han llevado a cabo actuaciones arqueológicas.

BIC 1992 BIC 2008 BIC FÁBRICA DE ARMAS

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Circo romano plantas y sección longitudinal.

grafía de mediados del XIX de Toledo, consolidados como ejes de actividad nueva en el entorno. Son trazados que ordenan urbanísticamente el conjunto del espacio con su disposición en aspa y que, con un mínimo impacto, establece las mejores comunicaciones internas y con el entorno próximo. Además, con su amplio recorrido lineal (más de un Kilómetro cada uno de ellos) definen visuales dinámicas de gran interés hacia el conjunto histórico.

Las secciones de estas calles se han configurado para un tráfico reducido de dos direcciones con un ancho de calzada adecuado, amplias aceras a ambos lados y carril bici en uno de sus laterales. La presencia de arbolado en dos líneas a am-bos lados del viario marca la visión perspectiva de los mismos y recuperan la imagen de otros momentos en los que eran pa-seos de recorrido habitual para los ciudadanos de Toledo.

Su tratamiento permite un uso adecuado para los miles de ciudadanos que cada día recorren este territorio. El prin-cipio de la avenida de Carlos III con su área residencial y servicios de hostelería, la zona educativa, la presencia del campus universitario con más de cuatro mil usuarios diarios entre alumnos, profesores y personal de administración y ser-vicios y, finalmente, la urbanización de San Pedro el Verde con sus edificios residenciales y diversos servicios comunes, definen una intensa actividad en este eje de comunicaciones.

Todo ello ha introducido una dinámica diaria ciudadana que es compatible con la preservación del patrimonio y cuya pre-sencia es un factor positivo para la conservación y valoración social de la Vega Baja.

Junto a estas actuaciones en viarios se plantea una ade-cuación del entorno del circo romano en su margen derecho de la avenida de Carlos III.

La ciudad de Toledo se piensa y planifica con un plan ge-neral para el conjunto urbano en época romana. Toledo tiene un proyecto de construcciones públicas singulares que sirven a sus necesidades y que son ejemplo de cómo el nuevo sistema de la cultura romana quiere intervenir en España. Se construye una ciudad en cuyo acceso se sitúan los grandes edificios pú-blicos que quieren hacer presente la imagen de la ciudad. Un conjunto con el circo como elemento fundamental, un teatro que se situaba donde está ahora el Colegio de Carmelitas y un anfiteatro, probablemente situado en el barrio de Covachuelas.

El edificio del circo de Toledo es una construcción destina-da a las carreras de carros con unas características peculiares por su ubicación y por su modo de construcción. En Toledo42 se levantó una construcción singular que es un referente entre

42.– SANCHEZ PALENCIA, F.J.; SAINZ PASCUAL, Mª J., 2001, “El circo de Toletum”, en: El circo en la Hispania romana, Mérida.

Detalle de Toledo revisado por el Ayuntamiento hacia 1917.Plano de Toledo realizado por Navia hacia 1776.

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Planta del circo romano de Rey Pastor.

Fotomontaje del Circo.

los que se conservan en mayor o menor medida en la Penín-sula Ibérica. Su planta es un rectángulo con dos lados rectos y casi paralelos, un extremo en forma de hemiciclo y otro li-geramente curvado,, en arco donde se sitúan las cárceres o casillas desde donde salían los carros. El graderío consta de un maenianum primum o grada inferior y un maenianum sum-mum o superior.

El edificio fue construido en la segunda mitad del siglo I d C, en época de la dinastía Julio-Claudia y comienzos de la Flavia43, y permanece en uso hasta finales del siglo IV44 o prin-cipios del V d.C.45. El espacio construido en época romana es monumental y pervive en épocas tardías46. Esta instalación se conserva en época visigoda probablemente con otra función, aunque sirvió de “referencia del conjunto palatino que fue creciendo a su alrededor como consecuencia de la imitatio imperi que rigió la política de diferentes monarcas visigodos, a imitación del que existía en Constantinopla que se encon-traba organizado en torno al gran circo constantiniano”47. En este mismo espacio había un conjunto de grandes cepas de opus caementicium pertenecientes a un gran edificio público que fueron destruidos al construirse un colegio hacia 196048.

En esta zona se construyen suntuosas villas dotadas de mosaicos como el que aparece en la Fábrica de Armas49. “Tras el abandono del circo, el lugar fue ocupado con el paso del tiempo por construcciones y estructuras que expoliaron sus materiales y degradaron su fábrica. Cronológicamente, la pri-mera ocupación documentada del recinto del circo se produce durante la dominación islámica de Toledo. Así, al norte del circo, concretamente aprovechando el podium y en la arena,

43.– SANCHEZ PALENCIA, F.J. y SAINZ PASCUAL, Mª. J, 1988, “El circo romano de Toledo: estratigrafía y arquitectura”, en: Estudios y Monografías, nº 4, Consejería de Educación y Cultura.

44.– SANCHEZ PALENCIA, F.J., 1989: “El marfil de Hipólito del circo romano de Tole-do”, en: Homenaje al Profesor Antonio Blanco Freijeiro, U.C.M. Madrid.

45.– SANCHEZ PALENCIA, F.J. y SAINZ PASCUAL, Mª. J, 1988.46.– Prueba de ello es el hallazgo del marfil de Hipólito de época teodosiana que perte-

neció a algún personaje importante de la administración imperial. SANCHEZ PALENCIA, F. J., 1989.47.– CARROBLES, Jesús. 2007: La vega Baja de Toledo y el problema de la conservación

del Patrimonio arqueológico a comienzos del siglo XXI.48.– CARROBLES, Jesús, 2001.49.– BALIL ILLANA, A. “Monumentos alejandrinos y paisajes egipcios en un mosaico

romano de Toledo (España)” en: Alessandria e il mondo ellenistico-romano Studio in onore de Acille Adriani. Studi e materiali 6, Palermo, 1984 pp. 433-439.

La villa romana del siglo III se descubre en 1923 como consecuencia de los trabajos que se realizan para la construcción de diferentes talleres en el recinto de la Fábrica de Armas.

50.– SAINZ, Maria Jesús.1991, p. 50. MARTINEZ LILLO, s., 1987: “Horno islámico nº 1 del circo romano de Toledo”,

en: Actas del I Congreso de Arqueología medieval española. (Huesca abril 1985), Zaragoza, t. IV, pp. 73-93.

MARTINEZ LILLO, S. 1987: “Los hornos califales de Toledo” en: Coloquio sobre hornos alfareros y testares medievales en el mediterráneo Occidental. Madrid, Casa de Velázquez (enero 1987)

MARTINEZ LILLO, s., 1987: “Horno islámico nº 1 del circo romano de Toledo”, en: Actas del I Congreso de Arqueología medieval española. (Huesca abril 1985), Zaragoza, t. IV, pp. 73-93.

MARTINEZ LILLO, S. 1987: “Los hornos califales de Toledo” en: Coloquio sobre hornos alfareros y testares medievales en el mediterráneo Occidental. Madrid, Casa de Velázquez (enero 1987)

se localiza un complejo alfarero que se compone de cinco hor-nos más una serie de dependencias y estructuras complemen-tarias que se datan entre los siglos X-XI d.C.”50.

Recreación en 3D del circo romano.

Fotomontaje del Circo.

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Mosaicos romanos de la Fábrica de Armas durante la excavación.

Dibujo del sepulcro encontrado en el circo romano, 1751.

Mosaico romano de la Fábrica de Armas, detalle. Galería romana.

En época islámica la zona del circo sigue siendo cante-ra de materiales para diversas construcciones de la ciudad. En la zona sureste se localizan áreas de enterramiento durante los siglos X y XI que, según An-tonio de Juan, hay que comen-zar a situar en el siglo VIII51. Son tumbas del tipo fosas sim-ples en alcaén, que se extien-den fuera del perímetro del edi-ficio en dirección a la Puerta de Bisagra. A lo largo de los siglos XIII y XIV el edificio continúa abandonado utilizando partes del mismo como escombreras, rellenando algunos espacios con más de 2,00 m de tierra52. “Tras la dominación islámica y el abandono de ambos com-plejos, vuelve a ser utilizada nuevamente como necrópolis a partir del siglo XIII y hasta el siglo XV. Esta fase mudéjar presenta buna tipología de enterramientos diferentes a los de la fase anterior, caracterizada por enterramientos “sin estruc-tura”, de “cubierta plana” y en “lucillos”, con su ubicación circunscrita al recinto del circo”53, la zona se convierte así en una Necrópolis Mudéjar”54.

A partir de este momento, en su perímetro, se levantan una serie de edificios religiosos, como la Ermita-Convento de San Bartolomé (1529) que, para su construcción, reutiliza mate-riales del circo55 y que será destruido en 1811 ocupando una zona próxima a los cárceres; la Capilla de Montero (S. XVI-XVIII), o civiles como el conocido como Brasero de la Vega (1506-1813).

A lo largo del siglo XVIII la decadencia de Toledo llega también a este borde de la ciudad que se empieza a convertir en zona de residencia marginal y espacio de cultivo de huer-tas. Por razones de seguridad el Cardenal Lorenzana manda “… lodar las cuevas o subterráneos del circo, destruyéndolas a propósito, para evitar que fueran albergues de gentes de mala vida y costumbres”56. A finales del siglo XVIII la cons-trucción de la Fábrica de Armas potencia la existencia de una serie de viarios que comunican la Vega Baja con la ciudad construida sobre la colina. La Avenida de Carlos III, como eje principal, atraviesa el Circo uniendo la Puerta de Bisagra con la entrada de Sabatini del recinto industrial.

A comienzos del siglo XIX las tropas francesas ocupan como cuartel el convento de San Bartolomé, incendiado y de-molido en 1845. Las ermitas de San Ildefonso y del Cristo de la Vega sufrieron daños, pero fueron restauradas para capilla del cementerio del Hospital de la Misericordia y del nuevo de capitulares catedralicios hasta que, en 1836, se decidió la construcción del Cementerio General en el extremo norte de la Vega Baja57. Con la entrada en vigor de la Constitución de 1812 que abolió la Inquisición, en 1813 se destruyó también el Brasero de la Vega. Tras la desamortización de los bienes municipales en 1855 se acabó el régimen de explotación agrí-

51.– DE JUAN GARCIA, A, 1987, Los enterramientos musulmanes del Circo Romano de Toledo, nº 2, Museo de Santa Cruz, Estudios y Monografías.

52.– SAINZ PASCUAL M.J y ROJAS, J. M., 2000: Circo Romano. Informe final de las excavaciones arqueológicas realizadas entre 1998 y 1999. Sin publicar. Informe ce-dido por los autores.

53.– SAINZ, Maria Jesús.1991, p. 50. MAQUEDANO, CARRASCO, B; ROJAS, J.M; SA, E.I; SAINZ PASCUAL, M.J. y

VILLA, R (2002): “Nuevas aportaciones al conocimiento de las necrópolis medie-vales de la Vega Baja de Toledo (I)” en Tulaytula nº 9, Primer Semestre pp. 19-51.

54.– DE JUAN GARCIA, A 1987: “Los enterramientos musulmanes del circo romano de Toledo”, en Estudios y monografías, Nº 2. Museo de Santa Cruz, Toledo.

55.– SANCHEZ PALENCIA, F.J. y SAINZ APSCUAL, Mª J., 2001: “El circo de Toletum” en El Circo en la Hispania Romana, Mérida, pp. 114, citan a Ponz, A. (1787): Viaje a España. Madrid.

56.– SANCHEZ PALENCIA, F.J. y SAINZ PASCUAL, Mª J., 2001, p. 111

57.– CERRO MALAGÓN, Rafael, 1990: La transformación moderna de Toledo. Arquitec-tura y urbanismo del siglo XIX, Madrid.

Vista de Toledo, A. V. Wyngaerde, detalle.

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cola de la zona. Ya entonces el Ayuntamiento trató de cambiar el uso de la Vega construyendo un canal de riego conocido como Mina del Corregidor. Al enaje-narse las fincas, se continuó con el proyecto constru-yendo ramales que permitieron las explotaciones de huertas en la zona hasta mediados del siglo XX.

En esta época se produce la primera urbaniza-ción, con la construcción del paseo de los Canóni-gos sobre las ruinas del circo romano en dirección al Cristo de la Vega. A su lado surgen una serie de edificios y construcciones sencillas con la venta de Aires utilizado como centro de reunión de artistas vinculados con la generación del 27, integrados en la Orden de Toledo, con personajes como García Lor-ca, Dalí y Buñuel58.

58.–

Vista de la muralla desde la Vega y plano de las tierras entre ésta y el río Tajo. 1798.

Labriegos de la Vega.

59.– SANCHEZ PALENCIA, F.J. y SAINZ PASCUAL, Mª J., 2001, p. 112.

60.– CERRO MALAGON, Rafael. “Siglo XX. El cierre de un milenio” en: Historia de Toledo, Toledo, Azacanes, p. 566.

61.– CASTAÑOS, M; PLAN, I del; ROMAN, P. y REY PASTOR A., 1926: “Excavaciones en Toledo. Memoria de los trabajos efectuados en el circo romano”, en Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, nº 96, pp. 7 y 8.

62.– VVAA. 2008: Pedro Román Martínez. Toledo, fotografía y pintura. Toledo, Diputa-ción Provincial, Ayuntamiento de Toledo, p.38.

El final del siglo XIX y y principios del XX supone un pro-ceso de ocupación del territorio donde se sitúa el circo romano con diferentes elementos. En 1891 se construye la Venta de Aires, edificio que se mantiene todavía con grandes trasforma-ciones, al lado SW del camino de la Fábrica. Desde 1906 se produce la plantación del actual jardín localizado en el extremo NE del hemiciclo. Es el inicio de su transformación en una zona de esparcimiento y de carácter lúdico59. La Vega Baja co-menzaba lentamente a trasformarse mezclando el uso hortelano y el paseo. En 1906 se inauguró el campo escolar, por iniciativa del profesor don Luis de Hoyos, y junto al paseo de Merchán, a partir de los años veinte, las explanadas comenzaban a ser miradas como solares ideales para levantar viviendas, hoteles, escuelas o estacionamientos para autobuses60.

A lo largo de los siglo XIX y XX se producen diversas in-tervenciones, destacando las realizadas por la Sociedad Ar-queológica de Toledo en 1889, las llevadas a cabo por Luis Hoyos a comienzos del siglo XX en 1906 y, sobre todo, las efectuadas entre 1927 y 1929 por la Comisión de Monumentos Histórico-Artísticos de la Provincia de Toledo, dirigidos, en-tre otros, por Rey Pastor, San Román y Castaños, que incluyó el levantamiento topográfico completo del edificio61. Las imá-genes del Archivo Rodríguez nos presentan el avance de las excavaciones y los obreros trabajando en ellas. La fotografía de Pedro Román Martínez62 presenta la campaña arqueológica

entre 1927 y 1929 con el arco de acceso a la summa cavea y restos del graderío. Entre 1963 y 1964 se realizan las inter-venciones de Marcelo Vigil y en 1972 las dirigidas por Ricardo Izquierdo. El estudio general del conjunto lo realizan Sánchez

Estado de las ruinas del Circo Máximo el año 1848, según la portada del Album Artístico de Toledo.

Restos del circo romano a principios del s. XX.

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Palencia, Sainz Pascual, Martínez Lillo, A. de Juan García, Pereira y Ricardo Izquierdo en los trabajos autorizados por el Ministerio de Cultura63. Como resultado de estas intervencio-nes se determina la cronología del edificio64, y se realiza una aproximación a los sistemas constructivos del conjunto.

Las actuaciones del Ayuntamiento de Toledo, dirigidas por Ignacio Alvarez Ahedo65 en 1998 consolidan y protegen los restos situados en el parque Escolar que se sitúan, así, en una zona verde protegida y bien conservada. Los trabajos ar-queológicos fueron realizados por Juan Manuel Rojas y María Jesús Sainz Pascual66 y en su informe final dicen: “El Proyec-to de Parque Arqueológico del Circo Romano de Toledo pre-tendía una mejora del entorno de las ruinas del circo romano ubicadas dentro del jardín público conocido como Parque Es-colar”. Enuncian a continuación las actuaciones que deberían continuarse como las referidas a las estructuras existentes al otro lado de la avenida de Carlos III, la escalera situada a la espalda de la Venta de Aires, zona de los cárceres…

El otro margen de la Avenida de Carlos III ha ido deterio-rándose con el paso del tiempo, perdiendo su carácter arqueo-lógico y convirtiéndose en zona de aparcamiento en cuyo en-

63.– El Ministerio de Cultura es propietario de una pequeña parcela situada en la trasera de la Venta de Aires.

64.– SANCHEZ PALENCIA, F..J. y SAINZ PASCUAL, Mª J., 1988: “El circo romano de Toledo: estratigrafía y arquitectura”, en Estudios y Monografías, nº 4, Consejería de Educación y Cultura.

65.– ALVAREZ AHEDO, Ignacio. 1998. Proyecto de ejecución de Parque arqueológico del circo romano. Toledo, Ayuntamiento de Toledo.

66.– ROJAS, Juan Manuel; SAINZ PASCUAL, María Jesús, 2000: Circo romano de Tole-do. Informe final de las excavaciones realizadas entre 1998 y 1999.Restos del circo romano a principios del s. XX.

Planta de las ruinas del Circo Máximo en la Vega. 1905.

torno los restos permanecen ocultos y deteriorados. El proyecto para el espacio que ocupa la planta original del circo romano plantea dejarlo liberado de vehículos, a la vez que marcará su configuración, de manera que vaya haciéndose visible su traza en el conjunto. Para ello, la calle del circo romano se ha redu-cido a una vía de servicio que da acceso a los establecimientos que en su momento se autorizaron.

Se eliminará la vegetación que dificulta la visión de los res-tos arqueológicos existentes, completando la excavación del entorno para dejar visibles los diferentes elementos, con el estricto control arqueológico de las actuaciones. En la traza de las bandas laterales del circo se realiza una pavimentación con dos bandas de pletinas laterales y tratamiento de hormi-gón rugoso en el suelo para hacer visible la planta original del circo. Este mismo tratamiento continuará hasta la parte final de los cárceres para poner en evidencia el trazado final de la estructura originaria.

En la pavimentación de la avenida de Carlos III se mar-can las trazas que corresponden a las bandas edificadas del circo con materiales diferenciados que señalan la forma del primitivo circo. Se realiza una señalización explicativa del es-pacio con plantas y textos referentes a la importancia del lugar e infografías que representan la totalidad de la construcción existente en otros momentos.

De esta manera, una primera actuación de urbanización mejora notablemente los viarios para su uso ciudadano, favore-ciendo los accesos de la ciudad y dignificando la presencia de los restos arqueológicos en un entorno urbano cuidado de for-ma austera y funcional, pero acorde con su destino cultural.

Restos del circo romano en la actualidad.

Vega Baja.

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La Olivilla, Fábrica de Armas y terrenos de la Vega Baja.

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Plano de la Fábrica de Armas y sus inmediaciones, Gabriel Pellicer y Reus, 1857.

Fábrica de Armas y alrededores. Instituto Geográfico y Estadístico.

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Otro elemento singular de la Vega Baja es la Fábrica de Armas, ciudad industrial que tiene incoado expediente para la declaración de Bien de Interés Cultural como conjunto his-tórico. Una ciudad industrial, que inicia su construcción a finales del siglo XVIII con el edificio diseñado por Sabatini67 e impulsado por el rey Carlos III, para la fabricación de ar-mas blancas. El conjunto plantea una obra de ingeniería para aprovechar la energía hidráulica que justifica su ubicación junto al río Tajo.

Durante dos siglos se consolidó una ciudad industrial68, modelo constructivo y de organización de la industria militar en diferentes épocas. Una instalación vinculada a la Academia de Artillería de Segovia y que trata de implantar las técnicas de fabricación de armamento, consolidando una estructura productiva que da trabajo a más de 1000 personas y que por ello se convierte en un referente para la ciudad de Toledo.

Cuando en 1998 se llegó al acuerdo entre el Ayuntamiento de Toledo y el Ministerio de Defensa para la cesión de estas instalaciones a la ciudad, a cambio de recalificar los terre-nos exteriores para poder construir viviendas y usos comer-ciales, se abre una nueva etapa para la ciudad industrial. El Consistorio acuerda la cesión a la Universidad de Castilla-La Mancha quien inicia un amplio proceso de rehabilitación. La primera fase se inaugura en febrero de 1999 con el desarro-llo de la actividad docente en unos 12.000 metros cuadrados acondicionados para ello69.

Desde entonces, hasta ahora, se han rehabilitado más de 35.00 metros cuadrados convirtiendo la antigua ciudad indus-trial en ciudad del saber y la investigación. La presencia de cuatro mil personas entre alumnos, profesores y personal de administración y servicios ha convertido este espacio en un polo de actividad dinámica social. Junto a estas actividades, el campus universitario se ha convertido en referente social, cultural y político. En la actualidad se rehabilita la antigua nave del “Taller de Material Quirúrgico” para aulas, semina-rios e Instituto de Nanotecnología y Nanociencia, el antiguo “Taller de Envases de Cartón” como Aula Magna y el antiguo edificio de “Laboratorios” de la Fábrica como edificio del Vi-cerrectorado y Gerencia del Campus.

Junto a ello se proyecta la puesta en marcha en la zona de polvorines, rehabilitada como parque de la Olivilla, de un espacio de investigación de las áreas medioambientales con la implantación de diversos Institutos de Investigación rela-cionadas con ellas. De esta manera, la ciudad histórica70 de la Fábrica de Armas que ocupa una posición privilegiada en el borde del territorio, junto al rio Tajo, se convierte en un mode-lo de revitalización en el que la conservación del patrimonio es compatible con la actividad más contemporánea y dinámica.

67.– PERIS SANCHEZ, Diego et al: 2001: El edificio Sabatini de la Fábrica de Armas de Toledo. Madrid, El Viso, UCLM.

68.– PERIS SANCHEZ, Diego et al: 2003: Dos siglos en construcción. De fábrica de armas a campus universitario. Madrid, Constructora San José.

69.– PERIS SANCHEZ, Diego; LUCAS MARTINEZ, Antonio, 1999: La Fábrica de ar-mas de Toledo. t.I Historia. Ciudad Real, UCLM.

70.– PERIS SANCHEZ, Diego. 1999: “La otra ciudad histórica de Toledo. La Fábrica de armas”, en: Añil nº 17, Madrid, Celeste, pp. 32-39.

Puente que unía la fábrica con la zona de polvorines. Salida de los obreros de la Fábrica.

La Vega Baja tiene una actividad urbana que se desarro-lla desde las diversas estructuras arqueológicas existentes en la zona, los viarios que la recorren y vertebran y los equi-pamientos ya existentes como el campus universitario. Las nuevas dotaciones culturales completarán este conjunto de elementos dinámicos que conviven con el gran yacimiento. La ciudad se nos presenta, así, como concatenación de lugares e instrumento para recordar71. La presencia de elementos de diferentes periodos, con estructuras arquitectónicas y arqueo-lógicas diferentes, hace que la ciudad se nos presente como el lugar de la estratificación de la memoria. En la relación compleja entre modificación y permanencia, que caracteriza la evolución temporal, acaba concretándose la memoria ma-terializada, la realidad concreta que nos hace recordar y revi-vir momentos temporales diferentes. El lugar de la Vega Baja configura nuestro pensamiento y nuestros recuerdos. La ciu-dad es el teatro del discurrir de los acontecimientos, escena estable para la formación de la memoria72.

La superposición de tiempos, las construcciones propias de cada época, sus superposiciones, alteraciones y modifica-ciones acaban configurando este territorio complejo y plural que conforma la actual Vega Baja de Toledo. Un territorio construido en diferentes momentos históricos con estructuras arquitectónicas y urbanísticas que se entrelazan, se modifican y superponen, dando lugar al espacio que actualmente cono-cemos y en el que la diversidad cronológica y construida es un elemento esencial de su realidad actual.

71.– ROSSI, P.O. 2002: p.125.

72.– ROSSI, P.O. 2002: p. 133.

Lateral izquierdo del Edificio Sabatini.

Paseo principal frente a la biblioteca.

Interior del Aulario nº 10.

Vista general de la sala de lectura.

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5.4.– paisajes. VaLores de La Vega en sí misma y reLación con La ciudad Histórica de toLedo

La reflexión sobre el paisaje, especialmente en las últimas décadas, ha generado variedad de pensamientos y visiones. Para algunos, el paisaje es pensado y estudiado en primer lugar como realidad cultural. El paisaje es el territorio produ-cido y practicado por las sociedades por razones económicas, políticas y culturales. Y en este sentido, “el valor paisajero de un lugar no se considera como esencialmente estético, sino que se enfoca con relación a la suma de las experiencias, los hábitos, las prácticas que un grupo humano ha desarrollado en ese lugar”73. Para Jackson, el paisaje es un espacio or-ganizado, obra colectiva de las sociedades que trasforman el sustrato natural.

El paisaje es, también, una manera de ver y de imaginar el mundo. Es una realidad objetiva y material, producida por los hombres. Todo paisaje es cultural, no tanto porque es visto por una cultura, sino, porque ha sido producido en el seno de un conjunto de prácticas (económicas, políticas, sociales), y según unos valores que, en cierto modo, simboliza74. Hay en el suelo “una huella continua del hombre”75, el paisaje es el mundo humano que se inscribe en la naturaleza trasformán-

73.– J. M. BESSE, 2006: “Las cinco puertas del paisaje” en: Paisaje y pensamiento. Abada Editores, pp. 145-171, p. 151.

Este concepto ha sido ampliamente expuesto por John Brickerfhoff Jackson fun-dador de la revista Landscape. JACKSON, J.B. 2003. A la découverte du paysage vernaculaire. Actes Sud/ENSP, Arles, p. 262.

74.– J. M. BESSE, 2006: Esta concepción del paisaje proviene de la visión del paisaje como un “territorio fabricado y habitado”.

75.– J. BRUNHES, La géographie humaine. Paris, F.Alcan, p.41, 1912.

Casco Histórico y Vega Baja.

dola. La historia de la ciudad con sus vivencias culturales, con sus modos de entender el mundo, nos lleva a esa realidad urbana. La ciudad de Toledo es, en este sentido, una ciudad compleja, resultado de agregaciones y superposiciones de muy diferentes épocas. La riqueza de su paisaje proviene de esta agregación de las alteraciones, modificaciones y superpo-siciones de distintos momentos históricos76.

El paisaje es el entorno material y vivo de las socieda-des humanas. Es un mundo vivido, fabricado y habitado por unas sociedades humanas siempre cambiantes. El paisaje se identifica con la ecumene humana produciéndose, así, un en-cuentro entre un territorio humanizado y un entorno, espacios de naturaleza y de actividad humana. El paisaje es el aspecto del territorio77, es la suma de elementos naturales y artificia-les que subsisten en él y varían con el tiempo en función del cambio que experimenta la suma de esos elementos. Integra aspectos que se superponen, entrelazan y combinan de diver-sas formas; lo que acaba constituyendo el paisaje es la forma de relacionarse los diferentes elementos entre sí. Lo real es su “trabazón”78 y esa trabazón se ha ido haciendo distinta en di-versos tiempos, lugares y culturas. Lo específico del lugar está en un determinado orden global, que se traduce en una cierta condición geométrica que se puede medir, que parte del terre-no y el clima y, sobre cuya base, se producen las aportaciones y diversas intervenciones. El paisaje es una realidad dinámi-ca, evolutiva recorrida por tendencias variables en el tiempo. El paisaje de Toledo es la suma de los elementos naturales, de su fuerte geología, de la geografía y de la construcción del hombre. La interacción de todos estos elementos conforma el paisaje de la ciudad.

Cuando se representa la ciudad como suma de elemen-tos naturales y construidos, y cuando se realiza la percepción desde la visión peculiar del hombre estamos ya hablando de paisaje. La representación de Toledo de los grabados de Wyn-gaerden es la representación de un “paisaje”79. Es la visión de la ciudad construida por el hombre, generada por la riqueza de las construcciones en medio del ambiente natural y perci-bida por el hombre que la valora y proyecta.

El paisaje es una experiencia fenomenológica y es también un proyecto en el que no es tan importante el edificio y sus es-tructuras como el contexto. En la relación de lo artificial con el suelo, el territorio y el medio natural está el proyecto. “Pro-

yectar el paisaje sería a la vez ponerlo en imágenes o repre-sentarlo (proyección) e imaginar lo que podría ser o llegar a ser (proyectación). Esta ambiguedad, o esta circularidad, es cons-titutiva de la idea misma del proyecto en el pensamiento del paisaje”80. Y en este sentido, el paisaje es una realidad abier-ta al futuro. No podemos, ni debemos, considerarla acabada sino en ejecución, si bien, entendiendo de forma inteligente aquellos logros ya conseguidos en otros momentos históricos y que han conformado una realidad valorada positivamente por la comunidad. Toledo debe estar abierto a proyectos de futuro, pero sabiendo mantener y conservar aquellos valores consoli-dados como consecuencia del esfuerzo colectivo.

En el caso de la Vega Baja hay que hacer una valoración del territorio como paisaje desde una múltiple perspectiva:

• como espacio, que en su proximidad al río, ha definido lugares singulares de vegetación, de tratamiento ambiental y de perspectivas particulares que pueden ponerse en valor en la recuperación del curso fluvial y su entorno.

• como espacio que, en su especial conformación, valora la singularidad de la ciudad histórica elevada sobre la colina que se presenta como espacio referencial en el entorno, per-mitiendo una visión del mismo desde el horizonte próximo y desde la elevación del terreno liberado.

• como espacio que tiene una vista singular desde la ciu-dad histórica elevada y que requiere tratamientos particulares de sus dotaciones para optimizar así el impacto visual.

La realidad del paisaje tiene aproximaciones diversas y plurales que no son contradictorias sino complementarias. Por ello, la Convención de Florencia sobre paisaje lo define, con una visión general, como “cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resul-tado de la acción y la interacción de factores naturales y/o

76.– PERIS SANCHEZ, Diego, 2000: “La evolución de la ciudad histórica”, en: Ciuda-des históricas, conservación y desarrollo. coord. M. A. Castillo. Madrid, Visor, Fun-dación Argentaria, pp. 145-158.

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78.– MADERUELO, Javier, 2005, El paisaje. Génesis de un concepto, p.33.

79.– MADERUELO, Javier. 2008: “Maneras de ver el mundo. De la cartografía al paisa-je”, en : Paisaje y territorio, Madrid Abada, p. 73.

80.– J. M. BESSE, 2006, p. 168.

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humanos”81. Y junto a ello, la Convención insta a reconocer jurídicamente los paisajes como elementos fundamentales del entorno humano, expresividad de la diversidad de su patrimo-nio común cultural y como fundamento de su identidad. Para ello deberán ponerse en marcha acciones encaminadas a con-servar y mantener los aspectos significativos o característicos de un paisaje, ya sean naturales o creados por el hombre82.

Con estas consideraciones, es importante avanzar en la cla-rificación de lo que entendemos por paisaje de la Vega Baja de Toledo para enunciar aquellos elementos, significativos o característicos, que se deben preservar y guiar el proyecto de actuación futura.

La valoración de la ciudad histórica situada sobre la colina elevada y su paisaje se ha referido, fundamentalmente, a dos aspectos esenciales: al entendimiento del entorno geográfico de la ciudad y a sus perspectivas y vistas desde el exterior. La

estructura geológica que conforma la fractura donde se encaja el río Tajo a su paso por Toledo y la geografía que supone el corte de la roca en su perímetro, son elementos esenciales por cuanto presentan la ciudad en una posición visual elevada, apoyada en un basamento rocoso libre, que desciende hasta el rio con diferentes perfiles en cada uno de los márgenes. El río Tajo recorre territorios de suelos terciarios en un trazado si-nuoso encontrándose, en un momento dado, con las migmatitas fragmentadas por las fallas que las rompen transversalmente83. El Tajo sigue su recorrido bordeando una zona montañosa a la que rodea por tres de sus lados para continuar, una vez supera-do este obstáculo, formando meandros hacia la Sagra.

81.– Convenio Europeo del paisaje. Florencia 20.X.2000.

82.– VVAA, 2008: Convenio Europeo del paisaje. Textos y comentarios. Madrid, Ministerio de Medioambiente, 145 pp.

83.– VVAA. 1996. El patrimonio geológico. Bases para su valoración, protección, conser-vación y utilización. Madrid, MOPT y MA, 112 pp.

Vista de la Vega Baja y la ciudad. 84.– VVAA. NUCHE DEL RIVERO, Rafael. Ed. Patrimonio geológico de Castilla-La Mancha. Madrid, Enresa, 613 pp., p. 370.

“La ciudad de Toledo se ubica a caballo entre dos gran-des unidades geológicas peninsulares, de un lado el Macizo hespérico o Ibérico, cuyos materiales y estructuras ocupan la denominada meseta cristalina de Toledo, y de otro, la cuenca sedimentaria de Madrid, que forma parte de la cuenca sedi-mentaria cenozoica del Tajo. En el entorno de Toledo, ambos conjuntos entran en contacto tectónico mediante un sistema de fallas alpinas. Puntualmente, entre ellos afloran los ma-teriales correspondientes a un tercer conjunto geológico que se asocia con la antigua cuenca sedimentaria mesozoica de la ama castellana de la Cordillera Ibérica”84.

Esta peculiaridad, sin embargo, es diferente en su facha-da norte que limita con la Vega Baja y en cuyo espacio el rio define dos márgenes situados a gran distancia que dejan en su interior este gran ámbito llano denominado Vega Baja. Esta singularidad geológica y geográfica requiere el mante-nimiento liberado de estos espacios de la ciudad que se han conformado como bordes urbanos y que conforman un perfil diferente en cada orientación. La base rocosa de las pendien-tes de la parte elevada debe mantenerse libre de edificaciones para primar, así, la imagen del conjunto construido sobre una base natural.

Por otra parte, cuando se ha definido el valor paisajístico de la ciudad histórica, se habla de la necesidad de preservar sus vistas desde el entorno próximo y mantener liberada la

visión de ese espacio que se tiene desde la parte alta de la ciudad. Para ello es necesario mantener un control sobre las posibles edificaciones de la zona de influencia visual, de ma-nera que queden liberadas sus panorámicas. La visión de la ciudad de Toledo desde la Vega Baja es una de las perspec-tivas actualmente libres y privilegiadas que deberían man-tenerse con un control de la posible volumetría de la zona, limitada a equipamientos colectivos puntuales y con una baja densidad y altura.

En el concepto de paisaje de la Vega Baja hay, pues, una reivindicación del vacío del sitio como elemento esencial en cuanto que establece el contraste de esta amplia superficie lla-

Vista de Toledo desde la Vega Baja.

Vista de Toledo desde la Vega Baja. Fotografía de Pedro Román.

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Avenida Más del Ribero.Remonte al Casco Histórico desde la Avda. Carlos III.

Avenida Más del Ribero.Avenida Carlos III.

na con la ciudad situada sobre la colina y porque define unas visuales privilegiadas desde diversos lugares de este territo-rio. En la posición alejada que se presenta del yacimiento, en los límites con San Pedro el Verde, se hace posible una visión global del perfil urbano de esta parte de la ciudad que valora los edificios de la cornisa y define una agrupación singular al tratarse de un borde de ciudad, con edificios monumentales de una fuerte volumetría y que se presentan como agregación rica en matices de tiempos y formas entendidos como unidad. La presencia de elementos modernos, como la Consejería de Agricultura o las escaleras mecánicas de acceso al casco, se han integrado de manera positiva en esta pluralidad urbana.

Las perspectivas de la ciudad desde los dos grandes ejes de la zona, avenida de Carlos III y Mas del Ribero, dado su trazado contundente y lineal, permiten una percepción continuada y privilegiada del perfil de la ciudad que va apareciendo al fondo del recorrido lineal por estos viarios. El recorrido por Mas del Ribero se focaliza en el extremo de este perfil urbano con las puertas del Cambrón y San Juan de los Reyes, sobresaliendo del conjunto como fondo al que se produce un acercamiento que amplía el campo de visión en los espacios finales del reco-rrido. La no existencia de elementos construidos en su margen izquierda permite una panorámica global de la ciudad que va haciéndose visible de manera fragmentada y sugerente.

El recorrido por la avenida Carlos III se centra en un ám-bito donde se ubican grandes edificios como la Diputación, el Nuncio y se hacen visibles las escaleras mecánicas que dan acceso a este espacio. La presencia de vegetación y de algu-nas construcciones, una vez pasado el acceso a la puerta de obreros de la Fábrica de Armas, hacen más difícil y parcial esta visión que necesita llegar al final de su recorrido para presentarse con toda la fuerza de su perfil.

El parque de la Olivilla, ocupado anteriormente por la de-nominada zona de polvorines de la Fábrica de Armas, ofrece unas vistas peculiares de la ciudad que, en su entorno natural con vegetación de ribera de gran desarrollo y la pendiente de su trazado, van presentando perfiles urbanos de gran interés. El desarrollo de este espacio verde como ámbito de investiga-ción con pequeños edificios compatibles con el uso ciudadano de este espacio verde constituye una oportunidad de desarro-llo para este enclave. La implantación de institutos de inves-tigación relacionados con las áreas de ciencias del medio am-

biente da un nuevo significado a este lugar ahora comunicado con el otro margen a través del puente que sustituye al antiguo puente de barcas, destruido por la fuerza del agua.

La visión desde la ciudad requiere otras decisiones impor-tantes. En primer lugar, la perspectiva del entorno de sus fa-chadas sur, este y oeste, especialmente en las zonas elevadas había tenido un control con la existencia de “cigarrales” con una volumetría reducida y con la voluntad de ocultarse en el medio natural, conservando, desde su posición, vistas privi-legiadas de la ciudad histórica pero sin incidir negativamente en su entorno. En los últimos años, la volumetría excesiva de alguno de los edificios construidos ha conformado de manera muy negativa este paisaje circundante de Toledo.

La Vega Baja se presenta como un espacio singular, desde la perspectiva elevada de Toledo, dada la importante diferen-cia de cotas. La vegetación, en los bordes del río y el trata-miento de estos márgenes fluviales deben ser uno de los ele-mentos de conformación del paisaje de la ciudad. La Fábrica de Armas con más de doce hectáreas de superficie y cerca de 50.000 metros cuadrados de naves, lo que representa una baja edificabilidad, tiene construcciones de una o dos plantas perfectamente integradas. Es un elemento esencial, junto al tratamiento del río, del paisaje de la Vega Baja.

El Tajo es un componente definidor de esta vega en la que la vegetación y los enclaves de fauna son elementos estruc-

Vista general de la Vega Baja y la Olivilla.

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turantes. La visión del río con sus márgenes vegetales, que en esta zona debido a la presencia de la Fábrica de Armas ha mantenido su configuración natural sin apenas alteraciones, es un elemento esencial en la definición del paisaje. En su recorrido, las dos centrales de Azumel y la de la Presa de los Cañares, con sus azudes y construcciones de principios del siglo XX, son puntos básicos en la definición de este tramo del rio Tajo a su paso por Toledo. La puesta en marcha de estas minicentrales como energías renovables limpias puede ser un factor más en la definición de este complejo territorio. Las propuestas de ordenación de estos márgenes deben adaptarse a la realidad natural existente, asumiendo como valores esen-ciales, la presencia del rio con un fuerte caudal y anchura y la vegetación de ribera de gran densidad en este tramo.

Por otra parte, y como ya ha quedado dicho la Vega Baja de Toledo es un gran yacimiento arqueológico en el que se in-tegran elementos de época romana, como el circo del que se conservan importantes restos de la estructura portante de su perímetro, especialmente del lado sur, y que ha recibido un tra-tamiento muy diverso a lo largo de la historia. La zona arqueo-lógica quedará siempre como un gran espacio vacío, liberado de edificaciones con pequeños acentos en las construcciones de servicios del espacio excavado y en su día consolidado. Las grandes superficies libres, hoy en día utilizadas como espacios de aparcamiento, deben recibir tratamientos para minimizar su impacto visual con vegetación y actuaciones paisajísticas que controlen su ordenación e integración en el territorio.

Vista general de la Vega Baja.

5.5.– dotaciones cuLturaLes. museo. centro de interpretación de La Vega baja y centro de inVestigación

Uno de los factores esenciales en la revitalización y valo-ración de la Vega Baja debe ser su dotación cultural y social. Los recursos comunes de orden cultural, educativo y de equi-pamiento socio-cultural pueden y deben ser elementos que establezcan un diálogo y convivencia con la importante reali-dad arqueológica y paisajística y revitalizar la zona como ciu-dad vivida por los ciudadanos. El conjunto de la Fábrica de Armas, como campus universitario y Centro de Investigación, constituye un polo de dinámica cultural, social y educativa en un centro histórico rehabilitado.

El edificio de Museo- Centro de interpretación- Instituto de Investigación debe ser una construcción singular y refe-rente, dentro del conjunto de museos de la ciudad de Toledo, del período que llega hasta la baja Edad Media. Plantea una relación con el territorio donde existe una cronología arqueo-lógica que abarca este amplio intervalo de tiempo y se rela-ciona con el Museo del Sitio y el Centro de investigación como partes estructurales.

La construcción de este elemento puede tener una múlti-ple valoración:

• Como Museo y Centro de interpretación de la Vega Baja que sirva de referencia del proceso de excavación ar-queológica, de centro de investigación, interpretación y exposición al público.

El Centro de Interpretación de la Vega Baja será una sección más del Museo, aunque independiente y confi-gurada como el espacio de conexión entre éste, el yaci-miento arqueológico y demás espacios históricos de la Vega Baja.

• Como espacio cultural que dinamice esta parte de la ciudad, que presentará una visión de otras épocas de la evolución de Toledo menos presentes en el casco histó-rico.

• Como Centro de Investigación sobre la época visigoda y el patrimonio histórico en general, concebido como ámbito formativo e investigador de prácticas multidisciplinares

que integren a todos los sectores implicados en el ámbito del Patrimonio Histórico. Junto a la investigación especí-fica sobre la época visigótica, debe ser una institución con vocación de hacerse presente en el debate internacional sobre las nuevas estrategias de intervención en el Patri-monio que se están generando a partir de la utilización de nuevas tecnologías. El Centro tendrá dos grandes áreas científicas, centradas en: estudios sobre la época visigoda y nuevas tecnologías en la conservación; y divulgación del patrimonio arquitectónico y arqueológico.

Se trata de una dotación cultural, que servirá de base a los trabajos que deberán continuarse en años sucesivos, y de un elemento dinamizador del conjunto con el desarrollo de sus actividades como museo.

Para la construcción de este centro se ha convocado un concurso internacional de arquitectura. En una primera fase se seleccionarán los equipos a los que posteriormente se les encargará la presentación del anteproyecto del edificio. El Museo puede ser, durante el proceso de estudio arqueológico de la zona, un punto de referencia, un foco de investigación y dinamización del proyecto global de la Vega Baja. Una vez puesto en funcionamiento será el centro de gestión de un pro-yecto concebido como un parque arqueológico en el interior de la ciudad, un espacio en el que las actividades arqueoló-gicas, de investigación y divulgación del patrimonio histórico sean referentes urbanos de Toledo.

Fragmento de sarcófago Vega Baja.

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5.6.– La Vega baja en eL territorio

La Vega Baja, con sus ochenta y cinco hectáreas, tiene una superficie significativa dentro del conjunto de la ciudad de Toledo con dimensiones similares a la del actual conjunto histórico. Posee una ubicación singular en la zona llana libre, delimitada por el río en uno de sus márgenes y por la ciudad consolidada en los barrios de Santa Teresa y todo el desarrollo urbano establecido en el eje de la Avenida de la Reconquista.

Por ello, la Vega Baja debe entenderse en el contexto general de la ciudad de Toledo, configurada como una ciudad dispersa e integrada por elementos que han ido ocupando el territorio de forma muy diferente y en etapas, también, muy diversas.

Su relación con el conjunto histórico construido en la zona elevada se establece a lo largo de los siglos de manera muy heterogénea. Las estructuras urbanas se van superponiendo sobe las existentes, alterando y modificando su fisonomía. Y así, la configuración de la ciudad amurallada con sus puertas de control en Bisagra y Cambrón hace que estos puntos sean referentes en su relación con el territorio de la Vega Baja para la definición de vías de comunicación. Durante siglos los re-corridos en este territorio se hacen en base a una red tupida de caminos que lo recorre dando acceso a los diferentes es-pacios agrícolas o ganaderos del lugar. La implantación de la Fábrica de Armas a finales del siglo XVIII establece un polo de desarrollo de gran importancia que define la comunicación con las puertas de acceso a la ciudad a través de los ejes ur-banos que van a organizar su superficie.

Será después de la guerra civil española cuando la ciudad inicie un desarrollo urbano en esta zona definiendo un eje viario en la Avenida de la Reconquista que abre la amplia-ción de la ciudad hacia el norte, teniendo como borde este

nuevo viario que se salta, circunstancialmente, en la cons-trucción del barrio de Santa Teresa. La propiedad militar del lugar y la proximidad de la Fábrica de Armas son elementos que van dejando libre el espacio de la Vega Baja. Esta cir-cunstancia, junto a su proximidad al río, hace que los dife-rentes planeamientos urbanísticos la vayan protegiendo como lugar no edificable.

Su gran superficie y su ubicación requieren una reflexión sobre cómo debe establecerse la relación de la Vega Baja con la ciudad construida en su entorno. La existencia de estructuras ciudadanas de uso actual como los conjuntos residenciales y el campus universitario requieren accesos racionales que los comuniquen con el resto de la ciudad. Y ello no sólo no debe incidir negativamente en el yacimiento arqueológico, sino que debe aprovecharse como elemento de dinamización para evitar la sensación de vacío en el interior de este gran espacio per-mitiendo su convivencia con la actividad cotidiana y la vida actual en su entorno. No se trata de musealizar sin más este ámbito, sino de integrarlo en la vida cotidiana de la ciudad.

Y por otra parte, hay que analizar cómo se integra en la dinámica del entorno de una ciudad que ha tenido un desa-rrollo disperso y atomizado. Hay que articular los diferentes espacios de vida que han relacionado al hombre con su me-dio natural y al “incesante reinicio de la institución de su comunidad”85. La presencia de este importante yacimiento, la conservación del territorio de la Vega Baja es, sobre todo, el reto de mantener activa nuestra capacidad de construir la ciudad y de asumir los elementos de nuestra historia pasada en nuestro proyecto de futuro.

85.– CHOAY, Françoise, 2007: p. 234.

concLusiones

1. El desarrollo de la gestión de este amplio territorio nos lleva a cuestionar algunos de los planteamientos del urbanis-mo y la arqueología. La documentación arqueológica previa es esencial en la planificación urbanística para adecuarla a los requerimientos de conservación y mantenimiento de los valores de la cultura material que sea necesario preservar del proceso urbanizador o entender de qué manera se deben inte-grar en el mismo.

El proceso de excavaciones, de los próximos años debe estar abierto a la participación, y con un impulso importan-te desde la administración, para ofrecer a los ciudadanos los resultados del trabajo realizado que deberá mantenerse en el tiempo para permitir un proceso riguroso y científico.

2. La gestión y desarrollo de esta importante parte de la ciudad, inmersa en el proceso urbanizador de su entorno, debe hacerse consiguiendo que este espacio urbano disponga de los recursos culturales y de equipamiento social y educativo que dinamicen el entorno urbanizado. De esta forma se conse-guirá una valoración ciudadana positiva del proceso iniciado que, además, debe ser un elemento ejemplar de iniciativas de protección y enriquecimiento del patrimonio histórico.

3. El desarrollo del proyecto requiere, en este caso espe-cialmente, una implicación ciudadana que asuma como suyo el proceso cultural que debe realizarse con el rigor y los tiem-pos necesarios.

La Vega Baja de Toledo ha sido el lugar de una parte impor-tante de la historia de la ciudad de Toledo. En la actualidad la presencia del gran yacimiento arqueológico, testimonio de la cultura material de otros momentos puede, y debe ser, un ins-trumento de revitalización de esta parte de la estructura urba-na. Para ello es necesario avanzar en su estudio y excavación y completar su presencia con aportaciones de elementos que configuren equipamientos culturales y educativos, integren este gran espacio en la vida ciudadana y valoren el paisaje de un espacio de vega que completa y enriquece la ciudad histórica sobre la colina. La presencia de la arqueología en su interior ofrece una oportunidad de estudio y de análisis de la interacción de elementos tan diversos como el urbanismo, el paisaje y los equipamientos urbanos para encontrar el equili-

brio de todos ellos y la vitalidad que cada uno de ellos puede introducir en el conjunto.

“Los paisajes como patrimonio cultural son el resultado y el reflejo de una interacción prolongada en diferentes socieda-des, entre el hombre, la naturaleza y el medio ambiente físico. Son el testimonio de la relación del desarrollo de comunida-des, individuos y su medio ambiente físico. En este contexto su conservación, preservación y desarrollo se centra en los aspectos humanos y naturales, integrando valores materiales e intangibles”86. La integración de paisajes con valores cul-turales requiere el establecimiento de vínculos con el habitat construido de la ciudad próxima que en el caso de Toledo es muy diverso. Es la ciudad industrial construida desde el siglo XVIII al XX en la Fábrica de Armas, es el poblado obrero edi-ficado como residencia de trabajadores de la misma fábrica y es el desarrollo iniciado en el siglo XX en el eje de la Avenida de la Reconquista.

“La conservación integrada de paisajes arqueológicos y es-táticos con el desarrollo de paisajes muy dinámicos, implica la consideración de valores sociales, culturales y estéticos”. Un conjunto de valores que deben integrarse, a pesar de su amplitud, en una unidad en la que convivan la arqueología con la actividad cotidiana de la sociedad y sus necesarios equipamientos sociales y una dinámica cultural que vaya des-de lo universitario a la presentación, estudio, investigación y divulgación del importante patrimonio histórico del lugar.

86.– Carta de Cracovia aº 9.

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Beatriz Alcalde GonzálezMª Pilar Alhambra MuñozFernando Álvarez OrtizFernando Aparicio GutiérrezClara Eugenia Aranda RuizDavid Aranda SánchezLuis Araus BallesterosGabriel Arellano García-ArcicollarLidia Aroca MuñozIrene Arroyo VaqueroMimmoun Aissaoui

B

Miguel Ángel Barrio NavasMohammed BenaouAlba Benavent VillaseñorSandra Benítez MarcosVíctor L. Benito PlanaLaura Blasco de la LlaveCamille BonnevieMarta Bravo MartínezMiguel Ángel Brezmes Escribano

Miguel Ángel Bru CastroJavier Busto Carrasquilla

C

Javier Caballero GarcíaYasmina Cáceres GutiérrezRodrigo Calvo MorenoRebeca Cano BoyeroJosé Luis Cano MuñozJuan Bautista Cañadillas GómezÁlvaro Carvajal FernándezJosé Luis Carrasco GarcíaJulián Fernando Casero SerranoTrinidad Castellanos PorteroConcepción Castillo BaezaMargarita Castro ArellanoMónica Castro de LeraCarlos Coello DíazCristina Conejo GonzálezJesús Corral LlorenteEduardo Corrochano LabradorAna Costalago SánchezMª Luz Crespo

Ángela Crespo FraguasLeonardo CristoderoEmiliano Cuadra del ValleCarmen CuestaRosa María Chapunal BlázquezJoaquín Checa Herráiz

D

Moisés de Dueñas RubioMamadou DialloManuel Luis do Dascimiento Cama

E

David Escalona CarrasquillaIgnacio Erades MaldonadoÁlvaro Esteban Gallego

F

Ana María Felpeto GarcíaRaquel FernándezFrancisco Javier Fernández de la PeñaMontserrat Gema Fernández García-Núñez

Laura E. Fernández LópezVíctor Manuel Fernández RuizDan Florín CosteaAngel Fuentes Domínguez

G

Emilio A. GarcíaAlicia García BallesterosMª Remedios García BarrosoDiana García CamachoMª del Mar Gallego GarcíaLaura García BenitoFrancisco Javier García GonzálezFernando García GranullaqueEmilio Andrés García GuerreroSagrario García GutiérrezAlberto García PrivadoVíctor García PrivadoSara García RodríguezJuan Carlos García-Abad CantareroJuan GiordanoAmanda Gómez ChecaIsabela Gómez Fernández

Fernán Gómez Monedero García del PinoOihane González HerreroCarlos González JustoLeticia Isabel González PerroteAníbal González-Arintero BercianoMiriam Guerra AragonésAntonio Guío GómezBegoña Gutiérrez InfantesMª Luz Gutiérrez López ReySagrario Gutiérrez GarcíaHugo Gutiérrez Quispe

H

Moisés Hernández CorderoRamón Hernández SánchezMónica Hervás Mendoza

I

Ricardo Izquierdo Benito

J

Ana María Jiménez MuñozOlga Jiménez RodríguezVirginia Jiménez SánchezJorge de Juan Ares

K

Adil Khalil

LSira Lacasa CristinaMykola LagoydaGema Lancha QuijornaJuan Antonio Largo GarcíaRicardo Largo MartínAna Belén López ArevalilloDavid Jesús López DíazMoisés López FernándezCristina Lorente SanandrésLaura Lorenzo Galán

MMª Cristina Magdaleno Llepes

Sara Maldonado MuñozSandra Marcos BenítezAntonio Marin DomínguezCarlos Marín HernándezJavier Marín PérezPablo Martín HerreraA. Javier Martínez JiménezIsrael Daniel Mayoral de AncosEnrique Mesa MonfortMaría de Miguel GameroCarlos Molina ValeroRoberto Monterrubio MartínezAbraham Montiel OlivaresTomás Moreno LlerenaDavid Moreno RaineroMarta Moreno RubioRaquel Morlanes ConejoJuan José Mostazo SalazarAlba Isabel Moyano Alcántara

N

Aníbal Nevado Martínez de la CasaManuel Nicolás de Santos

O

Iván Olmedo MorenoLauro Olmo EncisoMª Luz Ortega MecoMª Dolores Ortín Arranz Yolanda Otálora Moreno

P

Víctor Pantoja PleiteGuiomar Pastor SevillanoMiguel Antonio Pereira LaukkanenGuillermo Pérez GutiérrezÁngeles Plazas RufoAna I. Ponce Nieto

R

Inés Mª Ramos MartínezVíctor Manuel Redondo SoleraMaría Refigio GutiérrezTeodoro Revenga García de BlasIgnacio Rivas LópezIrene Mª Rivera JiménezDavid Rodríguez Fernández

Eva Rosario Rodríguez GarcíaMónica Rodríguez MartínezAntonio Rojas FernándezDaniel Rojas GarcíaAníbal Román GamonalNuria Romero SerranoBegoña Rubio-Iglesias Fernández-VegueMaría Ruiz Torrado

S

Noelia Sabugo SousaViva SaccoMarina Salamanca GrasaJosé Luis Saldaña MuñozJosé San Félix García CalvoLuis Miguel Sánchez GarcíaJuan Carlos Sánchez GómezAlfredo Sánchez MaesoMª Angeles Sánchez MoyaAna R. Sánchez PeláezFrancisco Sánchez SalasPaula Slepoy Benites

T

Sonia Taravilla GómezVirginia Tejedor de MiguelJosé Carlos Timón Lanza

U

Oliva Uceda CabañasJesús Carlos Urda LozanoKoray UstaJuan A. Utrilla Martín

V

Julio Valmaseda GarcíaSilvia Velarde ArroyoLeticia Verdes-Montenegro DíazJ. Ramón Villa GonzálezRosa de Viña Carmona

Z

Rosa Mª Zaba ParedesJosé Antonio Zamora Navarro

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13 de noviembre de 2009.Festividad de san Diego de Alcalá

compuesto en tipografía Bodonie impreso sobre papel estucado semiarte.

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