Laborem exercens

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Encíclica Laborem Exercens Juan Pablo II 14 de septiembre de 1981

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Encíclica Laborem Exercens

Juan Pablo II14 de septiembre de 1981

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Laborem Exercens es la primera encíclica social del Papa Juan Pablo II.

Publicada el 14 de septiembre de 1981.

Clara referencia a los sufrimientos que padeció en su atentado del 13 de mayo.

Es un documento extenso y denso.

Laborem Exercens

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Dirigido a los obispos y fieles católicos y a todos los hombres de buena voluntad.

El Papa invita a muchos hombres a una profunda reflexión sobre el significado moderno del trabajo.

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1. Introducción

2. El trabajo y el hombre

3. Conflicto entre trabajo y capital en la presente fase histórica.

4. Derechos de los hombres del trabajo.

5. Elementos para una espiritualidad del trabajo.

Consta de cinco capítulos

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El Papa toca un solo tema: el trabajo humano.

El trabajo: elemento clave y permanente tanto de la vida social como de las enseñanzas de la Iglesia (n.3)

El trabajo es la clave esencial de toda la cuestión social; desde el punto de vista del bien del hombre.

1. Introducción

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Juan Pablo II quiere que se descubran los nuevos significados del trabajo humano y que se formulen, los nuevos cometidos que en este campo se brindan a cada hombre, a cada familia, a cada nación, a todo género humano y, finalmente a la misma Iglesia (n.2)

La Iglesia considera deber suyo recordar siempre la dignidad y los derechos de los hombres del trabajo, denunciar las situaciones en las que se violan dichos derechos y contribuir a orientar estos cambios para que se realice un auténtico progreso del hombre y de la sociedad (n.1).

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Según el libro del Génesis el trabajo humano constituye una dimensión fundamental de la existencia humana sobre la tierra.

Mediante el trabajo el hombre se hace cada vez más dueño de la tierra; confirma su dominio sobre el mundo.

El hombre se coloca a través del trabajo en la línea del plan original del Creador (n.4)

2. El trabajo y el hombre

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Gn 1,28: el proceso de someter la tierra se realiza en el trabajo y mediante el trabajo en todo el sentido amplio de su expresión.

El hombre cuenta con una aliada la “técnica”, entendida no como capacidad o aptitud para el trabajo, sino como un conjunto de instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo.

La técnica facilita el trabajo, lo perfecciona, lo acelera, lo multiplica (n.5)

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La técnica puede convertirse de aliada en “adversaria” del hombre.

La mecanización del trabajo “suplanta” al hombre, quitándole toda satisfacción personal y estímulo a la creatividad y responsabilidad.

Cuando quita el puesto de trabajo a muchos trabajadores antes ocupados o cuando, mediante la exaltación de la máquina, reduce al hombre a ser su esclavo.

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Sentido subjetivo del trabajo: el hombre sujeto del trabajo.

Quiere decir que el ser humano realiza una serie de acciones como persona; independiente de su contenido objetivo, han de servir a la realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona que tiene en virtud de su misma humanidad.

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El trabajo tiene un valor ético que está vinculado al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona, un sujeto consciente y libre, es decir, un sujeto que decide por sí mismo. (n.6)

El valor del trabajo humano no depende del tipo de trabajo que realiza, sino del hecho de que quien lo realiza es una persona.

El primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo, su sujeto…; el trabajo está en función del hombre, y no el hombre en función del trabajo.

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En la época moderna industrial el enfoque cristiano acerca del trabajo ha chocado con las diversas corrientes del pensamiento materialista y economicista.

Primera mitad del siglo XXI: se consideró el trabajo como una mercancía que el trabajador vendía al empresario.

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A pesar de la fatiga (Gn 3,19) el trabajo es un bien para el hombre, y es un bien digno, es un bien de su humanidad, mediante el trabajo no sólo se transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre; es más se hace más hombre (n. 9)

El trabajo es el fundamento sobre el que se construye la vida en familia. Sin trabajo es imposible disponer de medios de subsistencia para la familia.

Juan Pablo II describe tres aspectos que definen con mayor aproximación la dignidad del trabajo humano, permite distinguir su específico valor moral (n.7)

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Todo ser humano se ubica en una sociedad con la cual tiene particulares vínculos culturales e históricos. De esta forma el hombre toma conciencia de su “trabajo como incremento del bien común elaborado juntamente con sus compatriotas, dándose así cuenta de que por ese camino el trabajo sirve para multiplicar el patrimonio de toda la familia humana, de todos los hombres que viven en el mundo.

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El conflicto que se da es entre:

“mundo capital” y “mundo del trabajo”

Entre el grupo restringido, pero muy influyente, de los empresarios, propietarios o poseedores de los medios de producción y la más vasta multitud de gente que no disponía de estos medios, y que participaba, en cambio, en el proceso productivo exclusivamente mediante el trabajo (n.11)

Conflicto entre trabajo y capital en la presente fase histórica

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Según el Papa se ha interpretado como un conflicto socio-económico de carácter “clasista” y apareció como un “conflicto ideológico entre el liberalismo, entendido como ideología del capitalismo, y el marxismo, entendido como ideología del socialismo científico y del comunismo, que pretende intervenir como portavoz de la clase obrera, y aun de todo el proletariado mundial”.

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Habla el Papa de la ideología marxista que suprimen la propiedad privada de los medios de producción, el sistema colectivista.

Ante esta coyuntura el Papa recuerda un principio enseñado siempre por la Iglesia: la prioridad del trabajo sobre el capital.

El trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras que el capital, siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o la causa instrumental.

Conviene subrayar la primacía del ser humano sobre las cosas.

Todo lo que está contenido en el concepto de “capital” es solamente un conjunto de cosas.

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El hombre como sujeto de trabajo, e independientemente del trabajo que realiza, el hombre, él sólo, es una persona” (n.12).

Esto tiene sus consecuencias:

1)No puede ni separar ni contraponer capital y trabajo.

2) Es un error considerar al trabajo su finalidad económica. Se da primacía a lo material.

3) El economicismo sitúa lo que es espiritual y personal (la acción del hombre, los valores morales), directa o indirectamente en una posición subordinada a la realidad material.

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El Papa llama a cambios para superar esta concepción: la decisiva convicción de la primacía de la persona sobre las cosas, del trabajo del hombre sobre el capital como conjunto de los medios de producción.

Presenta el Papa una consideración sobre la propiedad: “la propiedad se adquiere, ante todo, mediante el trabajo, para que ella sirva al trabajo”.

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Los medios de producción “no pueden ser poseídos contra el trabajo, no pueden ser ni siquiera poseídos para poseer, porque el único título legítimo para su posesión y esto ya se en la forma de la propiedad privada, ya sea en la propiedad pública o colectiva es que sirvan al trabajo.

Juan Pablo II concluye esta sección del documento afirmando que el principio que consagra la primacía del trabajo respecto al capital “es un postulado que pertenece al orden moral social” (n.15)

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Desde este postulado nacen derechos específicos:

El derecho a la justa remuneración; y que está trabajando en algo que le es propio.

Sin embarg,o este pensamiento se ve oscurecido cuando el trabajador se experimenta como un engranaje de un mecanismo movido desde arriba; se siente, por una u otra razón, un simple instrumento de producción, más que un verdadero sujeto de trabajo dotado de la iniciativa propia.

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Destaca el trabajo como una obligación, como un deber del ser humano.

Este deber se deriva de muchas circunstancias: porque el Creador lo ha ordenado, por el hecho de su propia humanidad, por respeto al prójimo, a la propia familia y a la sociedad.

4. Derechos de los hombres del trabajo

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Empresario directo: es la persona o institución con la que el trabajador pacta el contrato de trabajo.

Empresario indirecto: comprende un conjunto de factores o influencias que determinan las modalidades y condicionamientos que determinan el contrato y las relaciones laborales. (Estado con sus varias conexiones con otros estados, a los países altamente industrializados con sus políticas de dominio y monopolio, las empresas multinacionales o transnacionales)

“Cuando se trata de determinan una política laboral correcta desde el punto de vista ético, hay que tener presente todos estos condicionamientos.

Tal política es correcta cuando los derechos objetivos del ser humano del trabajo son plenamente respetados (n.17)

El Papa establece una distinción entre el empresario directo e indirecto

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Las políticas que se establecen afectan las políticas laborales de los países y bloquean la autonomía de los empresarios.

El empresario directo, afectado por tales condiciones, fija las condiciones laborales por debajo de las exigencias objetivas de los trabajadores, sobre todo si pretende obtener beneficios lo más altos posible de la empresa dirigida por él” (n.17)

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Otro de los problemas que aborda Juan Pablo II es “el problema de encontrar un empleo adecuado para todos los sujetos capaces de él” (n.18)

El desempleo se convierte una calamidad social; y aún más dolorosa cuando afecta a generaciones jóvenes que se han esforzado, mediante estudios adecuados, a prepararse para asumir la responsabilidad del desarrollo económico de la comunidad.

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Se plantea el tema del subsidio a los desocupados: surge del principio del orden moral y el uso común de los bienes; el derecho a la vida y a la subsistencia.

Viendo el panorama mundial de falta de trabajo y hambre el Papa señala que hay algo que no está funcionando en el área social.

El problema del salario y otras prestaciones sociales (n.19): vía concreta para que la gran mayoría de los hombres puedan acceder a los bienes que están destinados al uso común.

El salario justo se convierte en verificación auténtica de la justicia de todo el sistema socio-económico y, de todos modos, de su justo funcionamiento.

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Esta verificación afecta a la familia: necesidad de plantear la justa remuneración bien sea mediante el salario familiar; ayudas sociales: subsidios familiares o prestaciones de la madre que se dedica exclusivamente a la familia.

Es importante que la sociedad se esfuerce por la “revalorización social de las funciones maternas, de la fatiga unida a ellas, y de la necesidad que tienen los hijos de cuidado, de amor y de afecto para poderse desarrollar como personas responsables, moral y religiosamente maduras y psicológicamente equilibradas.

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La mujer debe gozar en la sociedad del derecho a trabajar en cualquier sector de la vida, sin discriminación y sin exclusión de los empleos para lo que se hallan capacitados.

Otro derecho es “el derecho de asociarse para defender intereses vitales.

Los sindicatos: la defensa de los intereses existenciales de los trabajadores.

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La Doctrina Social de la Iglesia considera que que los sindicatos son “protagonistas de la lucha por la justicia social, por los justos derechos de los hombres del trabajo según sus distintas profesiones.

La lucha se hace a favor del justo bien; nunca contra los demás.

Las exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie de egoísmo de grupo o de clase, por más que puedan y deban tener también a corregir con miras al bien común de la sociedad.

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El Papa afirma que la actividad de los sindicatos entra en el campo de la política, pero su cometido no es “hacer política”.

Los sindicatos no tienen carácter de “partidos políticos” que luchan por el poder…; en tal situación, fácilmente se apartan de lo que es su cometido específico, que es el de asegurar los justos derechos de los hombres en el marco del bien común de la sociedad entera.

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Para defender sus derechos se sirven de la huelga.

La huelga sigue siendo un medio externo.

No se puede abusar de él especialmente en función de los juegos políticos.

El abuso de la huelga puede conducir a la paralización de toda la vida socio-económica, y esto es contrario a las exigencias del bien común de la sociedad.

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El Papa habla de la agricultura que ocupa un lugar importante, por ofrecer a la sociedad los bienes indispensables para su diaria alimentación.

Hace una descripción de las dificultades de toda índole que tienen los trabajadores del campo y de la escasa estima en que están considerados socialmente.

En muchas situaciones son necesarios cambios radicales y urgentes para volver a dar a la agricultura y a los hombres del campo el justo valor como base de una sana economía, en el conjunto del desarrollo de la comunidad social (n.21)

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Mención especial merece la persona minusválida en su relación con el trabajo.

La persona minusválida es un sujeto con todos los derechos, debe facilitársele el participar de la vida de la sociedad en todas las dimensiones y a todos los niveles que sea accesible a sus posibilidades.

Por último Juan Pablo II se refiere al tema de la llamada “emigración” por el trabajo.

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El trabajador que emigra supone una pérdida para el país de origen; sin embargo, “el hombre tiene derecho a abandonar su país de origen por varios motivos como también a volver a él y a buscar mejores condiciones de vida en otro país (n.23)

Las personas que emigran se encuentran en situaciones de desventaja en el país que los recibe.

Los criterios de justicia exigen un trato igualitario tomando en consideración, por supuesto, su cualificación específica ya que el “el valor fundamental del trabajo está unido con la dignidad de la persona.

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Ofrece una visión una visión teológica y creyente del trabajo humano.

La intención que tiene el Papa, al insistir en una “espiritualidad del trabajo”, es que ésta ayude a los hombres a acercarse a Dios, Creador y Redentor, y a participar en su plan salvífico.

El Papa se inspira mucho en el capítulo III de la primera parte de la Gaudium et spes: “la actividad humana en el mundo”.

5. Elementos para una espiritualidad del trabajo

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1) El trabajo como participación en la obra del Creador.

El Creador encomendó al hombre la obra de gobernar el mundo, someterlo y orientar a Dios la propia persona y el universo entero. De esta forma el ser humano participa en la obra del Creador.

Esta conciencia de ser co-creador con Dios debe llegar en el hombre incluso a los quehaceres más ordinarios de la vida y constituir la espiritualidad del trabajo como fuente segura de santificación.

La reflexión teológica gira alrededor de tres ejes:

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2) Cristo, el hombre del trabajo: Cristo, durante su vida, da ejemplo de trabajo. Mira con amor el trabajo, sus diversas manifestaciones (n.26).

3) El trabajo humano a la luz de la cruz y resurrección de Cristo. Todo trabajo humano tanto manual como intelectual está unido, inevitablemente, a la fatiga (n.27) (Gn. 3,17)

El sudor y la fatiga que el trabajo le proporciona al hombre puede ser enfocado por el cristiano como una participación en la obra salvífica de Cristo.

Esta obra de salvación se ha realizado a través del sufrimiento y de la muerte de cruz.

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El Papa exhorta a los cristianos para que renueven su conciencia de que con el trabajo que realizan, colaboran “no sólo con el progreso terreno, sino también en el desarrollo del reino de Dios, al que todos somos llamados con la fuerza del Espíritu Santo y con la palabra del Evangelio.