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Las Cámaras civiles de nuestros tribunales han visto aumentar considerablemente el volumen de sus asuntos pendientes, debido a los numerosos litigios que se producen frecuentemente, como consecuencia del crecimiento de las actividades económicas, así como por la complejidad de éstas, ahora con la presencia electrónica en sus operaciones. Si en la década del 70 se hizo impostergable la modificación del Código de Procedimiento Civil, hoy, en pleno siglo XXI, la realidad obliga a producir nuevos cambios con mayor urgencia.Crecen las expectativas sobre la revisión de los Códigos que opera en el congreso de la República. Se espera que se establezcan reglas que hagan más expedito el procedimiento para accesar a la justicia. La situación de los jueces en una sociedad como la actual es delicada. Se les exige decidir pronta y correctamente los asuntos pero no se hace nada para evitar las dilaciones voluntarias que practican los abogados Uno de los más grandes errores cometidos por los profesionales del derecho es ver el procedimiento como una mera sucesión de actos encaminada a un fin, sobre todo bajo el paradigma que los únicos lineamientos a seguir se encuentran expresa y exclusivamente consagrados en la Ley. Esto deviene en una falacia, sobre todo si tenemos una visión pragmática del derecho, que si bien no podemos dejar de tener una idea práctica de cómo debe

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Las Cámaras civiles de nuestros tribunales han visto aumentar considerablemente el volumen de sus asuntos pendientes, debido a los numerosos litigios que se producen frecuentemente, como consecuencia del crecimiento de las actividades económicas, así como por la complejidad de éstas, ahora con la presencia electrónica en sus operaciones.

Si en la década del 70 se hizo impostergable la modificación del Código de Procedimiento Civil, hoy, en pleno siglo XXI, la realidad obliga a producir nuevos cambios con mayor urgencia.Crecen las expectativas sobre la revisión de los Códigos que opera en el congreso de la República. Se espera que se establezcan reglas que hagan más expedito el procedimiento para accesar a la justicia.

La situación de los jueces en una sociedad como la actual es delicada. Se les exige decidir pronta y correctamente los asuntos pero no se hace nada para evitar las dilaciones voluntarias que practican los abogados

Uno de los más grandes errores cometidos por los profesionales del derecho es ver el procedimiento como una mera sucesión de actos encaminada a un fin, sobre todo bajo el paradigma que los únicos lineamientos a seguir se encuentran expresa y exclusivamente consagrados en la Ley. Esto deviene en una falacia, sobre todo si tenemos una visión pragmática del derecho, que si bien no podemos dejar de tener una idea práctica de cómo debe llevarse a cabo, no podemos dejar de lado las razones por las cuáles se establecen ciertas reglas.

El presente ensayo estudia los principios rectores del proceso civil; nótese que utilizamos el término “principio” en vez de “norma”, dado a que la norma no es más que el resultado de una concretización positivizada de los principios; en otras paalabras, mientras la norma contesta el “¿cómo?”, el principio contesta el “¿Por qué?”. En esta ocasión, veremos el por qué del derecho procesal civil a través de sus principios orgánicos, tomando en cuenta que muchos de ellos tienen un arraigo constitucional como veremos más adelante.

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El Diccionario en línea de la Real Academia Española define valores como “Cualidades que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son estimables”. El aspecto que define el valor es su polaridad, teniendo siempre una contraparte: de esta forma, cuando hablamos que la equidad y la justicia son valores, establecemos la existencia de polos contrarios a esos valores (la desigualdad y la injusticia). Se entiende por valores aquellos criterios positivos que tienen una cosa o una persona.

Eduardo Jorge Prats señala que en nuestro ordenamiento jurídico no existe una determinación de los valores, ni los enumera. “Partiendo, sin embargo, de una interpretación sistemática de la Constitución, podemos inferir que los valores fundamentales de la Constitución y son esencialmente la libertad, la justicia, la igualdad y la dignidad de la persona”. (Jorge Prats, Eduardo; “Derecho Constitucional: Volumen 1, p188).

En este sentido, entendemos por valores aquellos criterios positivos que se pretenden alcanzar a través del ordenamiento jurídico, y que los mismos se encuentran intrínsecos dentro de los principios que rigen tal ordenamiento.

El principio, por su parte, es definido como “norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta”. La doctrina, al referirse a los principios, tiene criterios divididos. Los juspositivistas, por un lado, consideran que los principios no son más que lineamientos que nacen a partir de normas jurídicas preexistentes. En pocas palabras, los principios no son más que algunas de las normas existentes dentro de la sociedad u otro modo de decir lo que ya dicen implícitamente las mismas normas1. Desde esta perspectiva, se considera que los principios tienen validez en la medida en que se encuentren positivizados en una norma. Los Jusnaturalistas, por su parte, establecen que los principios revelan de por si valores que trascienden a lo escrito por las normas. Esto encuentra su razón en el carácter integrador que tienen los principios, explicado por Bobbio, con el que se señala que los mismos sirven para brindar luz a aquellas zonas en que las normas se encuentren ambiguas u oscuras.

La definición que mejor comprende el tema de los Principios y Valores, a mi humilde parecer, es la que otorga el doctor Salvador

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Jorge Blanco cuando señala que: “Los principios generales son ideas que por su trascendencia inspiran valores permanentes del ser humano, al margen de que estén o no expresados en un texto legal o constitucional del derecho nacional o internacional. Esas ideas inspiran soluciones que no están reglamentadas o resueltas por el derecho positivo, sea en la función de legislar o de juzgar, que son fuentes primordiales del derecho”2. Esta última definición asimila un concepto más objetivo de la palabra “principio”, dado a que en el mismo el autor señala que los principios trascienden al derecho positivo, hasta el punto de que éstos no sólo deben ser observados a la hora de juzgar un caso particular, sino además al momento de crear reglas de derecho dentro del Estado.

Una vez puntualizados estos conceptos, ha lugar ha destacar cuáles principios son reguladores del proceso civil, y entre ellos, cuáles tienen un arraigo constitucional, sea porque se encuentre expresamente consagrado en el texto de la Carta Magna, o bien si proviene de un tratado internacional que tenga aplicación interna en nuestro ordenamiento jurídico. Efectivametne, El proceso civil se ve rodeado de una serie de máximas o lineamientos generales que se encargan de darle una dirección conforme a la equidad, la justicia y la seguridad jurídica, que son los valores que fundamentan el ordenamiento jurídico. En ese sentido, encontramos una serie de principios que son propios de todos los procesos, y otros que son exclusivos del proceso civil.

Algunos de estos principios son de carácter constitucional, o sea, que encuentran su fundamento en el texto de nuestra Carta Magna, o en su defecto, en alguna estipulación de un tratado internacional. En este último caso, se habla de que el principio tiene carácter constitucional por aplicación de lo que dispone el artículo 3 de la Constitución en su parte in fine: “La República Dominicana reconoce y aplica las normas del Derecho Internacional general y americano en la medida en que sus poderes públicos las hayan adoptado, y se pronuncia en favor de la solidaridad económica de los países de América y apoyará toda iniciativa que propenda a la defensa de sus productos básicos y materias primas ”, en combinación con su artículo 38, numeral 14, que faculta al Congreso Nacional para Aprobar o desaprobar tratados y convenciones internacionales que celebre el Poder Ejecutivo.

Los principios reguladores del proceso civil son varios, entre ellos tenemos:

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El principio dispositivo

El principio de impulsión procesal

El principio contradictorio

El principio de publicidad

El principio de preclusión

El principio de concentración

El principio de inmediación

El doble grado de jurisdicción

El Principio Dispositivo: Este principio establece de forma general que las partes son las dueñas del proceso, tienen una posición activa respecto del mismo, mientras que el rol del juez civil debe ser siempre pasivo, o sea, actuar en base a lo propuesto por las partes. Eduardo J. Couture, en su obra “Estudios del Derecho Procesal Civil: Tomo I” establece que el principio dispositivo tiene se divide en dos contenidos: por un lado tenemos la iniciativa de la parte, con el que se dispone que el juicio civil no funciona sino a petición de parte interesada; y por el otro lado, tenemos la limitación material del conocimiento, que dispone que que el juez no conoce más materiales de hecho que los que suministran las propias partes. Este principio propio del proceso civil, dado a que existen otras materias en las que el papel asume un papel activo dentro de la instrucción del proceso.

Por aplicación de este principio, se toman en cuenta las siguientes reglas:

El juez sólo puede pronunciarse sobre lo que es demandado Las partes tienen el derecho de alegar los hechos que sirven de

fundamento a sus pretensiones El juez no puede decidir en base a hechos no comprendidos en

el debate Cada parte debe probar sus respectivas pretensiones.

Sin embargo, las tendencias modernas han ido limitando este principio, dado a que “hay cada día una tendencia más acusada, aún en los países de estructura liberal democrática, a permitir la iniciativa de oficio en todos aquellos casos en los cuales la voluntad privada no basta para ofrecer las garantías necesarias”3.

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El principio de impulsión procesal: Este principio establece que el proceso debe seguir su curso hasta llegar a una solución del litigio. Es contemplado como un derivado del principio dispositivo, ya que es a las partes que corresponde, no sólo inicio de la actividad procesal, sino también su seguimiento, a los fines de culminar con la misma. Este, al igual que el principio dispositivo, es propio del proceso civil y no tiene una fuente constitucional.

El principio de contradicción: Este principio dispone que todo argumento o medio de prueba no puede ser tomado en cuenta para el proceso, sin que el mismo sea objeto de un debate hecho por todas las partes del proceso. Este principio es de carácter constitucional, por aplicación del artículo 8, numeral 2, literal j de nuestra Carta Magna, que dispone que deba asegurarse un juicio imparcial y el ejercicio del derecho de defensa en un proceso. “No hay juicio que se siga a espaldas de la parte a quien eventualmente perjudica, y no hay sentencia válida si no se han dado a las dos partes, por igual, las garantías de defensa necesarias”4.

El principio de publicidad: Este principio viene como resultado de vivir dentro de un Estado democrático, donde sean los miembros de la sociedad que puedan observar, evaluar fiscalizar la actividad procesal de los tribunales. Este principio llama a que los procesos no sean desconocidos para los terceros, lo que implica que deben ser conocidos en audiencia pública, salvo en aquellos casos en que la naturaleza del proceso haga necesario que se conozca a puertas cerradas. Este principio es de carácter constitucional, teniendo su fundamento en el artículo 8,2,j. de la Constitución respecto a las condiciones de publicidad que deben revestir las audiencias.

El principio de preclusión: Este principio le da un carácter fragmentario al proceso civil. Establece que el proceso es sucesivo, y por ende, cada etapa del proceso debe de agotarse en su debido tiempo. Esto implica que los actos del proceso deben ejercitarse en su etapa correspondiente, so pena de invalidez de los mismos. Este principio tiene su fundamento en varias disposiciones legales, como es el caso del artículo 2, de la ley 834 de 1978 que dispone las excepciones del procedimiento deben ser planteadas antes de toda defensa al fondo o fin de inadmisión, so pena de que las mismas sean declaradas inadmisibles.

El doble grado de jurisdicción: Este principio consiste en darle la oportunidad a una parte del proceso que no haya quedado

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conforme con la decisión tomada por el juez, recurrir por ante una jurisdicción jerárquicamente superior para conocer el caso en grado de apelación. Sobre este principio se ha debatido si el mismo es de naturaleza constitucional o no. Este principio es de orden público, más no es de naturaleza constitucional, toda vez que si bien es cierto que el artículo 71, inciso 1 contempla la figura de la apelación, no es menos cierto que no lo hace como una prerrogativa o derecho fundamental, sino como una de las atribuciones de la Corte de Apelación, que bien puede ser regulada por la legislación adjetiva.

El principio de economía procesal: Este dispone que el proceso debe llevarse a cabo con una eficiencia, tanto en los actos procesales, como en los plazos, a los fines de que el proceso se lleve sin un dilaciones ni encarecimientos innecesarios.

Principio de concentración: Este principio se deriva de la economía procesal, y dispone que el proceso debe llevarse a cabo en una sola audiencia, o en su defecto, en la menor cantidad de audiencias posibles, optando porque el mismo no se vea distraído por cuestiones irrelevantes. “El principio de concentración impone la reunión de las actividades procesales en una o varias audiencias en la discusión final del caso”5.

Principio de Imparcialidad del Juez: Este principio va íntimamente ligado al principio de igualdad entre las partes, dado a que establece que el Juez que vaya a conocer del proceso debe verse desprendido de cualquier interés personal que pueda afectar su objetividad al momento de tomar una decisión respecto del mismo. En ese sentido, una violación a este principio conlleva directamente una violación al principio de igualdad entre las partes, dado a que un juez parcializado desequilibra el fundamento de este principio. Este principio es de naturaleza constitucional, dado a que se desprende de lo que dispone el artículo 8, numeral 2, literal j, en lo que respecta a que el juicio debe ser imparcial.

Principio de la carga de la prueba: Proviene de la máxima “Actori Incumbit Probatio” que establece que la parte que alega un hecho en justicia, debe de probarlo. El demandante, en principio, tiene la carga de la prueba para probar sus pretensiones, y en contraparte, el demandado sólo debe de probar el descrédito de los hechos que han sido comprobados en su contra. Este principio encuentra su fundamento en lo que dispone el artículo 1315 del Código Civil.

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1Vigo, Rodolfo L., “Los principios jurídicos: perspectiva jurisprudencial”, p.5

2Jorge Blanco, Salvador. “Introducción General al Derecho”, p.74

Sistemas y/o procedimientos de prueba en nuestro actual ordenamiento Al decidir la suerte de la contención sometida a su arbitrio, el Juez no puede considerar un asunto como establecido más que si ha sido probado por alguno de los mecanismos instituidos legalmente a tales fines. Hay en derecho dos situaciones susceptibles de ser probadas, los actos y los hechos, esto así porque todos los derechos de que pudiera ser titular una persona, han sido adquiridos a consecuencia de los unos o de los otros. En cuanto a la Ley, las partes están relevadas de establecer su existencia, correspondiendo al Juez ocuparse de esto último por presumirse que él conoce la universalidad de las leyes nacionales, no así en cuanto a la ley extranjera que sí tendría que ser probada por los justiciables en su existencia y contenido. Antes de proseguir urge puntualizar dos cosas interesantísimas, la primera, que ni el demandante ni el demandado pueden ser obligados a producir pruebas contrarias a sus intereses, a menos que se trate de un documento común a ambas partes1 ; y la segunda, que en principio las disposiciones legales sobre la prueba no son de orden público, pudiendo así las partes negociarlas o prescindir de ellas por comportar un interés exclusivamente privado, regla que sufre de ciertas excepciones si se trata, por ejemplo, de probar la competencia de atribución. El Código Civil ha organizado un sistema bifásico en materia de administración de prueba, según que el asunto a probar se trate de un acto o de un hecho jurídico. La prueba de los actos es una prueba legal, toda vez que para su establecimiento el Juez no puede admitir más que ciertos procedimientos de prueba llamados “perfectos”, encontrándose sometido a ellos; por el contrario, la prueba de los hechos, por ser libre, puede ser practicada tanto por un procedimiento perfecto

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como por uno de los denominados “imperfectos”. En ello consisten a resumidas cuentas los sistemas legal y el de libertad de prueba del Derecho Positivo Francés. En el primero, es el legislador y no el tribunal quien aprecia el valor del mecanismo de prueba, creando un estricto régimen tarifario que se le impone al Juez y prácticamente lo convierte en un autómata. El segundo, implica absoluta libertad para que el tribunal administre y aprecie la prueba a su discreción. Son procedimientos de prueba perfectos: a) Los documentos; 1 Hay sin embargo toda una corriente doctrinaria que se pronuncia en el sentido inverso, argumentando que si bien es verdad que las partes son dueñas del proceso antes de que éste principie, puesto que sólo a ellas asiste la potestad de iniciarlo, no es menos cierto que desde que se le ha dado curso, éste se convierte en cuestión Estatal y deviene entonces en un instrumento puesto al exclusivo servicio de la justicia. b) La confesión; c) El Juramento Decisorio; Son procedimientos de prueba imperfectos y como tales no obligan al Juez, quien es absolutamente libre en su apreciación: a) El testimonio; b) Las presunciones, tanto las del hombre como las legales; c) El Juramento Supletorio; Prueba de los actos La norma de principio con respecto a la prueba de los actos jurídicos se encuentra sancionada en el Art.1341 del Código Civil, cuya leyenda es como sigue: “Art.1341.- Debe extenderse acta ante notario o bajo firma privada, de todas las cosas cuya suma o valor exceda de treinta pesos, aún por depósitos voluntarios; y no se recibirá prueba alguna de testigos en contra o fuera de lo contenido en las actas, ni sobre lo que se alegue haberse dicho antes, en, o después de aquellas, aunque se trate de una suma o valor menor de treinta pesos. Todo esto, sin perjuicio de lo que se prescribe en las leyes relativas al comercio” La regla en cuestión aplica únicamente para la prueba de la existencia del acto, no para establecer su validez, y sus restricciones sólo se imponen a los que hubieran sido partes en el mismo, ya que los terceros podrán probar por todos los medios, aquellos actos a los que fueran extraños. En resumen, pues, la prueba del acto jurídico no es libre. El Art.1341 del Cód. Civil exige la presentación de una prueba literal o pre-constituida, es decir, un documento firmado por aquel a quien se opone. Sin embargo, pese

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a su poca importancia práctica, la confesión y el juramento decisorio, en tanto que son junto al documento los mecanismos de prueba considerados perfectos, podrían eventualmente reemplazar a la prueba escrita, principio éste que conoce de ciertas excepciones: a) Existe libertad de pruebas si el acto a probar cae dentro de la categoría de los llamados “pequeños negocios”, es decir de una cuantía igual o inferior a la suma de RD$30.00. b) Si hubiera de por medio un principio de prueba por escrito, dimanado necesariamente del demandado, la prueba podría ser completada por un procedimiento imperfecto. Necesario es recordar que al hablar de “principio de prueba por escrito” nos referimos a cualquier documento informal redactado sin el propósito de acreditar el acto jurídico: Cartas, libros de cuentas... Si el escrito procediera de un tercero, entonces se asimilaría a la categoría del testimonio. c) Si le resultara materialmente imposible al acreedor aportar la prueba literal de la obligación que ha sido contraída para con él, el Art.1348 del Cód. Civil permite recurrir directamente a los medios imperfectos. Es el caso de que la prueba escrita hubiera perecido en un incendio, naufragio, un robo, etc. d) Las transacciones propias del comercio por la informalidad y rapidez con que tradicionalmente son efectuadas, se las puede probar por cualquier medio. e) Por último, siendo de orden privado la generalidad de las disposiciones que regulan la prueba, las partes pueden convenir para el futuro la permisibilidad en el uso de mecanismos imperfectos, siempre que la norma inobservada no esté afectada de la noción de orden público. Cabe finalmente apuntar, que el Art.1341 se torna aún más estricto si se tratare de probar “contra el contenido de los documentos o más allá de los mismos”, descartando irremisiblemente la prueba por testigos. Se requiere, pues, de un documento. Prueba de los hechos jurídicos Existe entre nosotros, al igual que en Francia, absoluta libertad de pruebas, si el objeto de esa prueba lo constituye un hecho, entiéndase un acontecimiento generalmente súbito del que no ha sido posible procurarse una prueba por escrito. Como excepción al principio, el legislador ha establecido ciertas reglas restrictivas en asuntos de filiación, con el marcado propósito de salir al paso a chantajes y a pleitos emprendidos a la ligera. Constituyen hechos jurídicos, por

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ejemplo, los vicios del consentimiento, la posesión de estado, el fraude a la Ley, etc. y como tales pueden ser establecidos por cualquier modo. La prueba escrita o pre-constituida La prueba literal es aquella producida mediante la presentación de un documento escrito y que una persona se ha procurado con respecto a sus derechos, previo al surgimiento de una contestación judicial. Por esto también se la llama frecuentemente “Prueba PreConstituida”.

Los documentos que están llamados a servir como instrumentos de prueba, pertenecen a cualquiera de las siguientes categorías: Auténticos o Públicos y Bajo Firma Privada. De los actos públicos o auténticos El acto es auténtico cuando la autoridad pública con atribuciones en el lugar y en el momento dados, lo ha hecho, siguiendo las formalidades del caso, debiendo constar éstas en el acto mismo (Art.1317 del Cód. Civil). Es obvio que la autoridad que instrumenta y da fe del contenido del documento, debe tener también atribución sobre la materia que trata, puesto que de lo contrario procedería sin calidad. El documento que no es acto auténtico por incompetencia, algún vicio de forma o incapacidad del oficial actuante, puede valer como convención bajo firma privada a condición de que esté firmado por las partes (Art.1318 del Cód. Civil).

Ha sido planteada la cuestión de si un acto bajo firma privada depositado en el estudio del notario adquiere autenticidad. Los criterios están divididos, empero la opinión que ha prevalecido es la afirmativa, siempre que el depósito hubiera sido hecho por todas las partes o por aquellos a quienes el contenido del documento obliga (los deudores). El acto público hace plena fe de su contenido y su fecha entre quienes lo han suscrito y sus herederos “hasta inscripción en falsedad”, como erradamente lo expresa el Art.1319 del Código Civil, ya que mejor debiera decir, hasta probada la falsedad. Sin embargo, justo es reconocer que se puede obtener la suspensión provisional de la fuerza ejecutoria del acto auténtico hasta tanto se resuelva el aspecto incidental de la inscripción en falsedad. Por prudencia, es conveniente que los jueces sobresean la continuación de la causa si en el decurso de la misma se ha

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planteado la falsedad como incidente. Ahora bien, la “obligación prudencial” de sobreseer es inoperante si en opinión de los jueces, el documento argüido de falsedad no habría de tener incidencia en la solución del affaire (Art.250 del Cód. de Proc. Civil), ni tampoco cuando se tratare de una falsedad que tuviera por objeto privar a un hijo de su estado de hijo legítimo (Art.327 del Cód. Civil). En el acto público hay que distinguir los hechos que el oficial público comprueba por sí mismo, de los que relata según las declaraciones de las partes. Los primeros, realizados en su presencia, hacen fe hasta la prueba de la falsedad; los segundos, en cambio, la hacen hasta simple prueba en contrario. Para que la fuerza probante de un acto les sea oponible a los terceros en cuanto a la fecha, ha de estar transcrito, según la Ley de Transcripciones de 1890, si se trata de transferencia de derechos inmobiliarios, o registrados, en materia mobiliaria, de acuerdo con el Art.1328 del Cód. Civil, en la Conservaduría de Hipotecas y Dirección del Registro Civil correspondiente. Los contra-escritos no pueden surtir efecto sino entre las partes contratantes. No tienen validez contra los terceros.

De los actos bajo firma privada: Todos los escritos que no tienen el carácter de auténticos, son actos bajo firma privada. Por tanto, comprenden los que no son verdaderamente actos, ni están firmados. No es necesario que en ellos figuren testigos, pero es recomendable, ya que en caso de verificación de escritura su declaración podría ser útil. El acto bajo firma privada puede ser escrito por otra persona que la parte, excepto cuando se trata de un testamento ológrafo, el cual conforme a su naturaleza intrínseca, debe ser escrito, fechado y firmado por la propia mano de quien lo otorga, a pena de nulidad. El acto bajo firma privada puede pergeñarse llenando los espacios en blanco de un formulario. Y puede ser escrito con lápiz en vez de tinta, solo que con esta ofrece mayor seguridad; en cualquier idioma, siempre que para hacerlo valer por ante nuestros tribunales, se le haya traducido a nuestra lengua vernácula por intérprete judicial autorizado. La firma en los actos de este tipo, es necesaria, pero puede ser estampada por otro, si se prueba que dio mandato para ello la persona a quien se opone, especialmente en materia comercial. Puede ser firmado en

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momentos y lugares distintos de los que se emplearon par hacer el acuerdo; si unas partes firman y otras no, el acto es totalmente nulo, a menos que los jueces aprecien soberanamente que es susceptible de ejecución parcial, por ejemplo, cuando dos personas son copropietarias de un inmueble y en su venta una firma y la otra no, la enajenación es oponible a la persona que hubiera firmado. En las convenciones sinalagmáticas, esto es, aquellas en las que hay obligaciones recíprocas, se deben hacer tantos originales como partes haya con intereses contrarios, y mencionar esta circunstancia en cada original. Así lo manda en Art.1325 del Código Civil. El acto bajo firma privada que no está redactado en tantos originales como partes con intereses contrarios haya, es nulo; pero la convención que encierra puede ser probada por todos los medios de prueba, ya que al acto se le considera como un comienzo de prueba por escrito, que satisface lo prescrito en el Art.1347 del Cód. Civil. Para que sea válido el acto bajo firma privada en que se recoge una convención unilateral, un pagaré, por ejemplo, debe hacerse preceder la firma de un manuscrito de aprobación con todas sus letras, de la suma por la cual se obliga, si la obligación es de pagar una cantidad de dinero, o valuable en dinero. El “bueno y válido o aprobado por”, que son las palabras utilizadas frecuentemente, puede ser reemplazado por otras equivalentes. El Art.1326 del Código Civil exceptúa de esta regla del bueno o aprobado al acto que procede de comerciantes, artesanos, labradores, jornaleros o criados. Los comerciantes por la rapidez y sencillez de las que requiere su oficio; y los otros, porque son considerados generalmente iletrados, siendo esta enumeración estrictamente limitativa.

En todo caso, el acto nulo por falta del bueno o aprobado, puede servir de comienzo de prueba por escrito. Según el Art.1327 del Cód. Civil, cuando la suma expresada en el cuerpo del acto es diferente de la expresada en el bueno o aprobado, la obligación se presume que es de la suma menor, a menos que se pruebe de qué lado está el error. Esto así por aplicación del Art.1162, que establece que en caso de duda la interpretación siempre debe ser en favor del deudor. A pesar de que el mencionado artículo (1327)

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sólo se refiere a actos unilaterales, su aplicación se extiende a los bilaterales. La entrega voluntaria del título original bajo firma privada, hecha por el acreedor al deudor, vale prueba de la liberación. Y la entrega a uno de los deudores solidarios, tiene el mismo afecto en beneficio de sus co-deudores. El acto bajo firma privada, reconocido, o considerado legalmente reconocido, posee entre quienes lo han suscrito y entre sus herederos y causahabientes, la misma fe que el acto público. Cuando una misma cosa es objeto de varias convenciones con diferentes personas y los actos han adquirido fecha cierta el mismo día, tratándose de un mueble, se otorga preferencia a quien primero hubiera entrado en posesión o al menos la hubiese pedido. Si el objeto vendido es inmueble, la hora del registro resuelve el impasse, en favor de quien lo hiciera primero. En principio, los actos bajo firma privada, de acuerdo con su propia denominación, no tienen fuerza de prueba sino por la firma de la parte de quien emanan, no pudiéndose sustituir esa firma por una cruz o por las impresiones digitales. Excepcionalmente, las escrituras no firmadas pueden hacer fe contra quien las ha hecho. Es el caso de los libros de comercio, los registros y papeles domésticos, las escrituras puestas a seguidas, al margen o al dorso de un acto suscrito... Valor probatorio de las fotocopias La Doctrina está dividida con respecto a la fuerza probante menor o mayor que deba reconocerse a las copias fotostáticas. Algunos entienden, haciendo especial énfasis en la privacidad de los intereses envueltos en el proceso civil y en el principio dispositivo que comporta la materia, que los jueces están en el deber de admitirlas sin mayores dificultades si la parte a la que se opone no la objeta. Otros entienden que no, que si se trata de un documento bajo firma privada siempre debe hacerse valer el original, y en la hipótesis contraria, esto es a propósito de los actos públicos, habrá que procurarse una copia certificada de los mismos, porque lo que debe primar una vez apoderada la autoridad judicial, es el sagrado imperio de la verdad y la justicia La más reciente orientación jurisprudencial se ha pronunciado en el sentido siguiente: “Que si bien los progresos de la técnica fotográfica permiten obtener hoy día reproducciones de documentos más fieles al original que las copias ordinarias, no es menos cierto

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que en materia de actos bajo firma privada, en el estado actual de nuestro derecho, solo el original hace fe, el cual debe ser producido todas las veces que se invoque como prueba en justicia, pues las fotocopias, en principio, están desprovistas de valor jurídico; que cuando se trata de un acto auténtico cuyo original debe permanecer en el protocolo del notario que lo ha instrumentado y del cual debe expedir las copias que la Ley autoriza, el aporte de una fotocopia de ese acto por la parte que demanda su nulidad o inexistencia, pone a cargo de ésta el fardo de la prueba de que dicho acto adolece de vicios (...)” (B.J. No.1046, Pág.118, 14 de Enero de 1998). Contestaciones relativas a la prueba literal Aún cuando no forman parte del plan que fuera concebido para el desarrollo del seminario sobre valoración de la prueba, es útil referirse en términos generales y sumarios a los procedimientos sancionados en nuestra legislación actual, para impugnar o atacar la legitimidad de los actos, sean públicos o privados... En efecto, la “VERIFICACION DE ESCRITURA” es la acción con que contaría abierta todo aquel que deseare negar su letra o firma, lo mismo que el causahabiente, si a su juicio, determinado documento privado, alegadamente extendido por el de cujus, no fue en vida firmado o consentido por éste. La verificación de escritura no es óbice para una inscripción en falsedad posterior, en contra del mismo documento atacado. Esta verificación puede incoarse mediante demanda principal en reconocimiento de escritura o mediante procedimiento incidental si la escritura surgiera en medio de los debates. Para los documentos públicos, dada la delicadeza que revisten y por lo sacramental de sus formas, el legislador ha instituido a fin de atacarlos, sin es que a juicio del demandante en falsedad su contenido no se corresponde con la verdad, un procedimiento largo y engorroso denominado “INSCRIPCION EN FALSEDAD”. Generalmente se admite que a pesar de que nada se opone a que un acto bajo firma privada pueda ser impugnado por esta vía, lo cierto es que se trata de un procedimiento dirigido de manera especial a establecer la falsedad o mendacidad de los actos auténticos. La prueba testifical el testimonio, concepto e importancia; La prueba testifical es aquella que dimana de las declaraciones hechas bajo juramento, por

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terceras personas que han conocido o han percibido con sus propios sentidos el hecho controvertido. De la pasada definición se desprenden dos situaciones importantes, la primera es que se trata de terceras personas, no de las partes en causa, quienes ofrecen testimonio, bajo juramento solemne de decir la verdad; y la segunda, que importa fundamentalmente que el o la deponente hayan presenciado con sus propios sentidos y tengan conocimiento directo de las incidencias sobre las que deponen, ya que no es de desear que alguien ofrezca un testimonio en base a rumores, a conjeturas o a lo que le hayan dicho. El juez siempre es libre para apreciar la sinceridad del testimonio, toda vez que se le considera un mecanismo de prueba que no lo liga ni lo compromete por ser imperfecto, más Seminario “Valoración de la Prueba ” Plenitud de Jurisdicción 27 ©”Compilación, selección y disposición, 2002” Escuela Nacional de la Judicatura de la Republica Dominicana aún cuando siempre habrá de correrse el riesgo de que la deposición no sea todo lo imparcial y objetiva que se deseara. Admisibilidad y oportunidad La admisibilidad de la prueba por testigos, existe en todas las jurisdicciones de hecho, habida cuenta únicamente de la naturaleza del hecho que se requiere probar y de la imposibilidad de proveerse de una prueba escrita. Para hacer la prueba de los actos jurídicos está cerrada, al menos en principio (Art.1341 del Cód. Civil). Sin embargo, por no ser de orden público las disposiciones del citado Art.1341, las partes pueden convenir que en ningún caso la prueba testimonial será admisible para establecer los hechos de los cuales resulta la obligación de una de las partes. El juez no estará nunca obligado a ordenar la prueba por testigos, si ello le parece inútil y puede disponerla de oficio con respecto a aquellos hechos que pudieran parecerles concluyentes, salvo prohibición legal expresa. El Juez puede aceptar como probado un hecho según la declaración de un testigo, y rechazarlo no obstante lo afirmado por otros, dando motivos. El número de testigos tampoco impone una camisa de fuerza al tribunal, lo cual significa que el criterio jurisdiccional bien puede forjarse en base al testimonio de una como de tres, dos o cinco personas. La prueba testimonial no se recibe nunca para probar los actos solemnes, como las donaciones y los testamentos. La regla que prohibe la prueba de un

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interés que exceda de RD$30.00, no se aplica sino a las partes entre sí; no es oponible a los terceros, quienes, no siendo partes en la convención, no han podido procurarse una prueba pre-constituida; un acreedor inscrito, por ejemplo, podrá probar por testigos que una deuda de su deudor, garantizada por una hipoteca anterior a la suya, ha sido extinguida por un pago. El Art.1341no se opone a que se reciba la prueba testimonial en relación a aquellos actos bajo firma privada, que por haber omitido exigencias puramente formales tan solo valgan como principios de prueba por escrito. Tampoco se opone a que por su instrumento sea probado el dolo, el error o la violencia como vicios tradicionales del consentimiento, porque a propósito de todos ellos es imposible precaver y procurarse previamente un documento; ni a que se establezca por ese medio que la obligación contratada tiene una causa falsa o ilícita, o que el acto contiene una simulación fraudulenta. También se admite este mecanismo de prueba cuando fuera imposible la procuración de una prueba escrita -cuestión que aprecian los jueces soberanamente- y en materia comercial, sin ninguna restricción. Los cuasicontratos se forman, en general, sin el concurso de voluntades de las personas frente a las cuales son realizados. De ahí que su prueba se puede hacer por testigos, pues para estas personas no es posible levantar actos escritos. Además de que generalmente los cuasicontratos resultan de hechos materiales, pudiendo entonces los mismos ser probados por testigos.Seminario “Valoración de la Prueba ” Plenitud de Jurisdicción 28 ©”Compilación, selección y disposición, 2002” Escuela Nacional de la Judicatura de la Republica Dominicana La prueba por testigos es peligrosa, no sólo porque algunos testigos son susceptibles de ser sobornados, sino porque les resulta difícil relatar pura y simplemente los hechos, sin deformarlos. Identificación de testigos; declaración en un idioma extranjero La identificación del testigo es vital. El requisito se satisface mediante la presentación del documento de identidad personal. Si el testigo no hablara español, sus declaraciones habrían de ser tomadas con la asistencia de un intérprete judicial. A pesar de que la Ley No.834 de 1978 establece todo un procedimiento para la audición de los testigos, su observancia rigurosa no se prescribe a pena de nulidad,

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sólo con la condición de que no se vulnere el derecho de defensa de ninguna de las partes. En la práctica se estila, que después de haber sido ordenada la medida por los jueces, la parte interesada deposite el listado contentivo de los nombres, cédulas y generales de ley de aquellos a quienes pretende hacer oír y hace notificar acto seguido, con un tiempo prudente antes de la audiencia, ese listado a su contraparte. El informativo puede ser incluso celebrado en cámara de consejo. Por último cabe acotar, que la regla de principio es la de que todo mundo puede ser oído en calidad de testigo, sin distingo por razones de sexo, religión o nacionalidad. La regla sufre excepción si el testigo estuviera afectado por alguna incapacidad, como por ejemplo los menores de edad y los enajenados. En cuanto a las tachas, prácticamente han desaparecido, subsistiendo tan solo la prohibición que existe para que depongan los hijos de los esposos con motivo del conocimiento de la demanda de divorcio. De conformidad con el artículo 1315 del Código Civil, “El que reclama la ejecución de una obligación, debe probarla. Recíprocamente, el que pretende estar libre, debe justificar el pago o el hecho que ha producido la extinción de su obligación”. Para el derecho civil, la prueba puede ser por medios literales, por testimonio, por presunciones, por confesión y por medio del juramento. La prueba es la demostración de la veracidad de un hecho que se afirma en justicia, por una de las partes y es negado por la otra. Por cuanto hechos dicho anteriormente, la verdad sólo se demostrará por uno de los medios anteriormente indicados. El código de procedimiento civil sólo se ocupa de la forma como se administra la prueba, quedando la teoría de la misma sujeta a las previsiones del código civil. El código del procedimiento civil no contiene una teoría ni principios generales que regulen la prueba. Al contrario, el nuevo código de procedimiento civil francés, consagra todo el título VII a la administración judicial de la prueba. Con la promulgación de la ley 834 del 1978 hemos comenzado la evolución legislativa con respeto a la administración de la prueba en justicia. Hemos innovado en los siguientes asuntos: 1ero. La comunicación de documentos. 2do. la comparecencia personal de las partes. 3ero. El informativo. Pudimos mejorar el peritaje y adoptar otros medio de prueba, pero hasta ahora no lo hemos hecho. Fuera de

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los asuntos a los cuales se refiere la ley 834 del año 1978, la prueba está sujeta a reglas cuyo origen se remonta a la ordenanza civil francesa del 1667. Este sistema arcaico contiene un formalismo sencillamente desesperante y muchas veces ineficaz. Dentro de nuestro sistema procesal, hay un rasgo común de la administración de la prueba judicial. Lo constituye el hecho de que la prueba se debe presentar como un incidente del procedimiento, por lo que un informativo o un experticio in futurum parece una blasfemia jurídica. Reservar la prueba testimonial por adelantado, sigue siendo chocante en nuestro derecho. La administración judicial de la prueba la examinaremos conforme al plan siguiente : Cuando se acude a los tribunales a fin de obtener decisión favorable, los litigantes deben probar pretensiones. En materia civil la prueba es fundamentalmente documental, pero a fin de mantener el equilibrio y no lesionar el derecho de defensa de cada uno, es conveniente que recíprocamente los documentos en los cuales se apoyan las pretensiones de las partes, sean previamente conocidos y examinados por ellas. Normalmente, los litigios deben comenzar por la comunicación espontánea de los documentos. Si falta la espontaneidad, el juez podrá ordenarla, a petición de la parte interesada. La comunicación de documentos ya no es una excepción de procedimiento, de conformidad con la ley 834 del 1978. La misma se encuadra ahora entre los medios de administración judicial de la prueba. Bajo esta óptica será examinada mas delante de conformidad a este plan : • Primero : los incidentes relativos a las piezas o documentos • Segundo: las medidas de instrucción • Tercero : el juramento judicial ( subtítulo 3

Los incidentes relativos a las piezas o documentos Las piezas o documentos son de capital importancia en todo proceso civil, porque son los medios de prueba, tal vez, mas eficaces. Es por ello que el legislador quiere que el adversario conozca los documentos en los cuales se apoya cada litigante, lo cual se logra por medio de la comunicación de las piezas o documentos. A veces los documentos no están entre las manos de uno de los litigantes sino entre las de un tercero. Por ello, ha sido necesario organizar un procedimiento especial para que los documentos entre las manos

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de terceros, también puedan llegar al conocimiento de quien así lo desea. Generalmente, los documentos son auténticos o bajo firma privada. Mas adelante veremos el valor probatorio de cada uno de ellos. Conviene saber el valor respectivo de los documentos así como los procedimientos a seguir para desvirtuar el contenido de un acto, cuando ello es procedente. La comunicación de documentos entre las partes Todo litigante debe darle a conocer los documentos en los cuales apoya sus pretensiones, a su adversario, para de este modo no solo asegurar una adecuada defensa, sino además la contradicción de la instancia y un respeto recíproco a derecho de defensa. Antes de las reformas introducidas por la ley 834 del 1978, cuando una parte no comunicada a la otra los documentos, ésta podía proponer la excepción de no comunicación de documentos. Actualmente la no comunicación de documentos no tiene que solicitarse como excepción del procedimiento. Conviene notar la diferencia e interés entre el antiguo régimen de la excepción de no comunicación de documentos y el establecidos por la ley 834 del 1978. Si la no comunicación de documentos se considera como excepciones del procedimiento, debe proponerse en su oportunidad conforme a las reglas que rigen las excepciones del procedimiento y en caso de no hacerse así, se presume que se ha renunciado a la excepción y los documentos quedaran incorporados al debate, sin que se pueda exigir su comunicación. Por otra parte, la excepción debe presentarse antes de todo defensa al fondo o fin inadmisión. La no comunicación del documento, como excepción del procedimiento, era el sistema consagrado por el código de procedimiento civil, en sus artículos 188 al 192, actualmente sustituido por los artículos 49 a 59 de la ley 834 del 1978,.

1.51 Fundamentación teórica del Derecho Procesal Civil y Comercial