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LUDWIG TlECK las cosas superfluas de la vida (Des Lebens Oberfluss)

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LUDWIG TlECK

l a s cosas superfluas de la vida

( D e s Lebens Oberfluss)

En uno de los inviernos más duros que hayamos soprkado se pmdujo, hacia fines de febrero, un tumulto extraño sobre a y o

.

d e n , transcurso y apaciguamiento corrieran en la capitd del reino los rumores m4s extraños y contradictorios. Cuando todo el mundo pretende hablar y narroir sin conocer el objeto de su rela- to, es natural que tambibn lo comhn adopte el colorido de la fhbala.

El sucaso tuvo lugar en una de las callejas d s angostas de1 muy poblada suburbio. Ora decían que un traidor y rebelde hb ía sido descubierto y tomado preso por la policía, ora que un atea hermanado con otros ateos dispuestos a arrancar de raiz el cristianismo se Eiabia rendido a las autoridades luego de una m n c i a porfw 41 quedaría encardado basta que la sddd le hubiera inspirado mejores principios y convicciones. T e ~ o previamente se había defendido en su depiamentu con viejos mbuces de tiro doble y hasta con un c a í h , y halda .corrido sangre antes de que se rindiera de m d o que tanto el m- <

si- como el tribunal del crimen estarian dispuestos a solici- -tar su ajusticiamiento. Un zapatero de inclinaciones polltiw . p e k d a saber que el preso era un emisario que, en su m&er de jefe de muchas sociedades semetas, ataría vinculado intima- mente con todos los mvohcionarios europeos; habría movido todos los hilos en París, Londres y España, asi como m h provimias orientales, y fdtda poco para que en el extremo de , la India estallara una rebeiión gigantesca que luego avanzaría,

si fuera e1 dera , hacia Eurapai y haría arder en llama tdas Ias materias inflamables.

Pero lo cierto es fo siguiente: en una casa se había aiginado un tumulto y alguien se ocupó de llamar a la mhtras la gente armaba un buen alboroto; fuego inteMnieron

hombms de &a distiPguido y despues de un rato n h hanqzdad sin que re comprendi- d Fnt evidente que la casa había ¶uedada en un es- '

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tado de 'completo desorden y destrucción. Todos y cada qno - in-a el asunto según se lo explicaron e1 capricho o la

- fantasía. Luego los dsbafSjles y carpinteros arreglaron los daños. , En la casa habia vivido UP hombre desconocido para k

vecindad. ¿Era un sabio? ¿Un plítico? ¿Un nativo del lugar? ¿Un forastero? Nadie, ni siquiera el más inteligente, sabia dar - una infonnaci6n satisfactoria sobre este punto.

Lo cimto es que este hombre desconocido vivía muy tran-' quilo y rethdo; nunca se lo encontraba en los paseos o lugares *bIicos. No a a nada viejo su aspecto era saludable; su joven mujer, que junto con 81 r e d culto a la soledad, bien podia Ila- marse una beldad.

Iá Ehe alrededor de Navidad cuando este joven, sentado en m . >

piecita muy cerca de la estufa, le habl6 a su mujer: -Ya sabss, querida Clara, cuánto quiera y venero al Sietequesos ' de nu- . ,

Jsrui Faul, pro si este humorista se hallara en nuestra situaei6n. aie resultaría problemático saber obmo se las megiaria. ¿No es vadad, qumidita, que alma todos nuestros medim par%een ago- tados? - I

-Cierto, Enrique --pondi& ella con una sonrisa acompa- ñada de un suspiro-, pero sf tú, el m b quddo de tdos los h- b, sigues a t a d o contento y sereno, QO me puedo sentir húdiz

, . m,su p s e d a .

-~~ dicba no son sino palabras h u m -ruplicb . m-; cunDdO tú me seguíste ab~ndonsd~ tu casi ptmg * .

, cuando dejaste magnánimamente r causa mía todas las d- deracioaes, nussm destino fue & m a l a ~ s N u a i - 1

tio santo y seña se llamaba amar y vivir; no nos debia importar. en absoluto &no$ viviríamos en adelante. Y ahora me g u s t a h - pr&mtarie dede lo hwado del cordn: en toda Europa, ~ q u h puede considerarse tan feliz como yo?

-Ea que nos faltan casi todas las cosas A j o e&-, mmerrrwr : d --al otro. Cuando me uní caqtigo sabia que no eras rico, y s ti iro m te empaba que yo ao @a llevar nada de mi *a Así la p o k se ha fundido c m nuwtro amor, y e& pipdta, mtstra conversaci6n, nusstra h a de miramos y con- . tmnplar la -&a del ser amado, son nue- vida.

-1hi H! e y de pua al m han* . deun a a b puraabrawtr"rvammte i LP -2-; y si,tdc + h u k a seguido su arden, lCnSn moiestos, ekmwnmh sepa-

dos, iolitsri& y dispersos nos hanPrLmoi abma en m& de k turba de los círculos sociales1 !Allí, qu6 miradas, qu4 con-' saciom, apretones de mams y formas de perisarf De ese modo, seria p6s';ble dom&ar a los arrimales e incluso a las marionetas

- para que hicieran cumplidos y pnunciaran esas frases hechas. Aquí estamos, pues, tesoro mío, com Adán y Eva en nuestro paraíso, y ninghn Angel tiene la ocurrencia, totalmente super- flua, de expulsarnos.

S b l o que -dijo ella con alguna pusilanimidad-, h ldia empieza a faltar del todo y este invierno es el más duro que ba conocido hasta ahora.

Enrique solt6 una carcajada. -Mira -exclamh-, tenga que reírme con malicia, pero todavía no es la risa de la desespera- ci6n, sino la que surge de mi perplejidad, porque no sé en abo- luto de d6nde sacar dinero. Pero los medios ya se habrán; pues les inimaghable que nos muramos de frío con un amar tan caluroso, con sangre tan caliente como la nuestra1 ~Com- - , . pletamente imposiblel

Ella le sonri6 amablemente y replicó: -Ojalh hubiera mi- do unos vestidos para venderlos o hubiera en nuestra peque& casa unas jarras de bronce almireces u dIas de bronce super- fluas; entonoes sería facil b r una ialucióii.

-Asi es -dijo 81 con tono travieso-; si fuhramos m i l b mdos como ese Sietequesos, no sería ningún mérito comprar I d a y mejom dimentos.

¿a mujer echó una mirada ha& La es& do&, para el m& pobre de los almuwzos, estaba cocinando pan remojado en agua, un plato que haMa de ser rematado con un poco de '

manteca para pb. -Míeniras th inspeccionas nuestra cocina -dijo E a u e - ,

y le d a ias 6rdenes m e n t e s al cochero^ yo me dedi& a mis estudios. Si no se me hubiera acabado la tinta, el papl y lab plumas, con cuhnto gusto volvería a escribir, también me agradada leer aIguna cosa, sea lo que fuere, con tal de tener un liim.

-Tienes que pensar, queridisimo -dijo Clara y lo miró so- carronamente-, espero que las ideas todavía no se te haym acabado.

-Queridísima mujer -contest&, el gobierno de nuestra casa

es tan a x t d d o y pesado que requerirá tu entera atención; -m te dhhaigas m abdutu, caso contrario nuestxa situación m n6mica pdrh resedme. Y como me voy ahora a .mí biblioteca, d&m~-&anquilo por el momento, pues tengo que aumentar mis cmdmientos y ofrecer pasto a mi espíritu

-El es í m b -dijo la mujer para si misma y se ri6 alegre- mm*. [Y es tan hermoso1

-Releer&, pues, mi diario -dijo Enrique-, lo empecé en tiempos pasados y me interesa estudiarlo al revés, es decir, c+ e r por el final e ir prepándome paulatinamente para el comienzo, con el fin de comprenderio un tanto mejor. Todo sa- ber authntim, toda obra de arte y todo pensamiento metódico siempre deben unirse en un cfrculo y vincular lo más íntima- mente posible el comienzo y el fin, asi como la serpiente se

la cala: stnbolo de h eternidad o -mejor a h - símbolo del enteadimiento y de todo lo acertado, como afinno yo.

Entonces, a media voz, 1 en la Última página: -Se co- noce un mento segGn el ni ? un criminal furioso, condenado a morir de hambre, se va comiendo 8 mismo; en el fondo no es m& que la fhbula de la irida y del hombre. En el primer caso m

db pbnmecieron el estómago y la deíitadura; en e i nuestPo sobrevive el alma, como llaman a lo incomprensible. Pero en cuanto a b extemo, yo, en forma parecida, también he mudado

y he muerto. Era casi ridiculo que tuviera a b un traje de con a-b, yo que no salgo m c a . En el eumpk- "e años de mi mujer me le presentad con chleco y m mangas de cada , pwque setía poco apropido festejar rr gente admitida ea h cwb vestido con un saco bastante gastada

-Aquí termina la phgb y el libro m acaba -dijo Enri- q u h Todo el mudo sabe que nuestros traje¶ de frac son uria vwtimeata est6pda y de mal gusto; todos Qitican esta m m - -midad, pero d e pone manos a la obra, como yo, pm des- bticdzm d- de &os trastoa viefos, h cierto es que aaWa no pdré enterarme, ni siquiera pm l a diarios, de si otras personas pensantes han seguido mis airevidos ~~.

Dio mIta la p á g i ~ ley& -Se puede vivir tambihn s e d i e t a s . Si flsnso en &o nuepha forma de vida b. pasado a =.cada vez mb imitadbn, remedo y tapa agujeros, siento uii vdadero o& bada n m avara y mezquina centuria. Ya que egta a mi alcance, tomo la decisihn de vivir al estilo de m mtepsados mucho mfs -ses. kpredm~m es-

tas miserables servilletas fueron inventadas -y los ingleses 4; neos lo recuerdan aún con desprecio- para proteger el manbL Por lo tanto, si es una magnanimidad no respetar el mantel, doy un paso mb y declaro que ese mantel, junto con las servilletas, es superfluo, Ambas cosas serbu vendidas para comer en la popia mesa limpia, al modo de los patriarcas, a la mama de, , i ¿y bien?, ¿de qué pueblos? iNo interesa! Muchos bombres co- men sin tener mesa. Y, como queda dicho, no echo estas pen- das de mi casa por parsimonia cínica, al modo de Diógenes, sino, por el contrario, con cierta sensacihn de bienestar, para no con- vertinne, como se hace en la &poca actual, en derrochador a causa de haber ahorrado con estuddez.

-Acataste -dijo la e s h a sonri8ndose-, pero en ese en- tonces viviamos aGn opipeiramente gracias a la venta de esas cosas su~erfluas. A menudo tuvimos hasta dos datos.

hs-esposos se sentaron a la mesa para dar cuenta de la más modesta de las comidas. Quien los hubiera visto, los debe- ría haber considerado envidiables por la alegría y aun la bavem- ra que mostraban en su simple comida. Um vez terminada la: sopa de pan, Clara, w n expresión socarrona, sacó de la estufa un plato cubierto sirvid a su esposo, sorprendido, unas papas. -1Mi- ra -exclam& e f joven-, esto si que es dar una alegría secreta a quien se ba M s d o con el estudio de muchos libros! ~ E d a rica manzana de la tierra ha mntnbuido a la hansforrnacibn de Europ! lQue viva Walter Rdeigh 2, el Mrmt . . . -Chocaron IQS vasos de agua y Enrique investigb si el entusiasmo no había producida una rajadura en eI vaso. -Los dncipas mbs a m h - lados de ia antigüedad a j o luego-, nos envidiarían el inwxita de mestros vasos ordinarios. Tiene que ser aburrido beber en mpnes de oro, especialmente una como &a: hermosa, puta, sana. En nuestros vasos flota la ola refresate tan a b gremente crigaiina, tan unida al vaso, que uno de veras se sien- te tentado a creer que l i h el propio 4tm vuelto liquido.. . Ha termimiado la comida, abradmonos!

-Para mmbiar -dijo eiia-, d r i a m m correr nuwtrss s i i b hacia la ventana.

,-Nos sobra espacio 4 i j o d marido-, es una m d a a de m s si la comparo con las jaulas que Luis XI hizo

mmtruir pam la gente sospechosa Es increíble la fdicidd quu aignifdca poder levantar a gusto el bsau, y el piu Es cierto, cuando pienso en los deseos que nuestro espíritu a b en cim

ncadenados; $610 e1 cielo

ibn por nuestra mejor

Clara y tom6 la mano Y I

S dedos finos y deigados-, TI&

e10 con las que el río dirm6 siempre que e$-

darían más calor a la ha-

en torno a nue-

do -1 -re&6 ella s comentarios datos y piezas s b a b s ~ n a s ,

, ezplicar el seddo

r ,. 1 * .

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LAS COSAS SUPERFLUAS DE LA VJDA 71 - \

a t e , coradn mío -contest6 el marido-, no nes des- viemos a esa región y no me tratei de "usted* ni siquiera en h a . . . Terminado nuestro banquete estudiaré un poco más

- mi diario en forma retrospectiva. Si estos mon6logos me ense- ñan en estos momentos algunas cosas sobre mí mismo, cuánto más habrbn de hacerlo en mi vejez Un diario, p e d e contener otra cosa que mon~logos? iAh, si!, un espíritu artístico muy profundo Mía imaginarlo y escribirlo como diáiogo. Pero muy riras wces escucharnos esa segunda voz en nuestro fuero fn- timo. 1Es natural! Entre miles, muy pocos son los hombres. ca- paoes de entender y responder a un ser sensato, cuando la con- versacibn se sale de los carriles acostumbrados.

-Muy cierto -0bserv6 Clara-, y por ello se ha inventado el matrimonio como la consagración más insigne. La mujer siem- pre p e e en su amor esa segunda vez que contesta o el contra- llamado pertinente del espíritu. Y créeme, lo que vosotros con vuestra petulancia varonil a menudo Ilamhis nuestra estupidez o miopía o falta de filosofía, incapaddad de penetrar en la rea- lidd, &o es, con frecuencia, el auténtico M o g o de los esplri- tus, el complemento de vuestro secreto anímico 0 la consonad

, d o s a con &l. Pero La mawría de los h o m h , es dedo, d o disfrutan de un eco resonante y llaman son natural, tono del alma a aquello que es Gnicarnente el sonido imitador y repetidor de flores retbricas Uicomptendidas. Este es a menudo su idea1 femenino del cual se enamoran mortalmente.

-$lh Angel1 ~cielos! -exclamó el marido con entusiasmo-, ssi es, nos comprendemos; nuestro amor constituye el verdade- ro matrimonio y tb alumbras y completas usa región de mi in- terior donde se manifiestan la penuria o la oscuridad. Si los O ~ O S &ten, no deben faltar tamporo el sentido y el oído para escucharlos e intepaetarlos.

Un largo abrazo termin6 y comentó esta conversación. -El b s o -dijo Enrique-, tambik es semejante or8culo. ¿Es p i - - ble que hayan existido hombres capees de pensar algo sen- sato mienhas daban un beso cariñoso? '

Clara solt6 una carcajada, pero de pronto se puso seria. m- - eon voz aigo dedentada y t o p compasivo, dijo: +-, asi p c d 8 m o s cah los sirvientm y amas de =a, mornos h es~aMos y cabdierizos con quienes a menudo t m o s grandes

deudas de gratitud. Si sentimos una exaltación esp- los/ dqprpcimo5 y MIS reíxnps de elim. Una vez mi padre sal- tb con su semental negro sobre una fosa ancla y cuaado to- dp d mundo lo admiraha y las damas batían palmas, un vi* &lerizo que estaba cerca meneó muy m60 la c a k El bm-. bre ara tieso y desgarbado y ofrecía con su trenza larga y m

roja un aspecto cómico. ¿Y vos? -lo increpó mi padre, ra- Mm-, q u d i s #enairamiee-otra m? Más el h b r e e~ecto. w y de$ esconcertar y dijo banquilamente: -Primero, excelen- cla, no le sofbstds bastante la ríenda al caballo parque teníais dedo. Psdfais haberos &do rque el salto no era b w ~ te libre y largo. Segundo, el *&O time por lo menos el mismo m@to que vos, y tercero, si yo no hubiera practicado con el ani- mai dornWoIo durante boms y días enteros, cosa que s6Io puede hacerla quien no tiene miedo de aburrirse y posee pcim-

-

cia, no habrian dado d t a d o ni vuestro Animo, ni Ia buena volpaititd del semental. -Ten& r a h , viejo- dijo mi pdre y la h h entregar un gran regalo. . . Lo mismo s u d e can nosohm, S61p podqn~~ fantasear, abandonarnos al sentimieata y a la in- Cúld6n, soiiar y temt chispauw siempre que ese i d - trr S#b Baya sduC?dO 6- ~ S O S -€S. Si, d jhetd y d

-3 ue a b p n s h d o simples afkionados, inbtaran misa- yar d to atrevido, se @ ante el dmchamiento o la risa de los espectadores y terminarían en la -fa.

-Es cierto Enrique-, ia bistoria actual lo confir- ma ed la persona de m entusiastas, o tanibih p t a s . Hoy en d h hay inciuso poetas que montan desde e1 costado equivo- cado y, siri siq- mpecbru el error, Mentan dar ese saltu ar- tf!xtiticla 10h, tu pbet

Clara b mid m ahs llenos de annpibn, cw una mira- da que le mdtó ksW&. -& derto, tu padre * él, algDo enfadad*, &lo con d tono se pude dedr mucho. Y yo, dqd quiero? Si t& por más que lo amms, fuiste capaz de renunciar a d...

Ambos se habían pumto serios. Luego dfio el joven: -Se- guid estudiando.

Se &i@ ~ t r a v a a su d w djo vuelta hacia q*.'una hoip LCYÓWYDIBUO: - ~ o y v e d q l l i ~ o ~ m i r r ) m ~ j m n k ~ C b a ~ , ~ v i e i 0 ~ ~ 1 v s r r s s e d e ~ ? ha W ~ , d q ~ o y i i 9 b l e & & s V ~ , r n e l o M 4 ~

galado para mi cumpleaños, que celebramos juntos siendo jóv* ne.s estudiantes universitarios. Lo habia encargado en Londres a un precio muy caro y luego lo hizo encuadernar magnífica y lujosamente con adornos góticos se& gusto especial. El vie@ avaro, con lo poco que me dio a mi, seguramente lo habd en- viado en seguida a hrtdres para recuperar diez veces el precio. Qa39 hubiera sacado por lo menos la hoja en la cual había re- Iatado fa historia de este regalo e indicado al mismo tiempo nuestra dirección. Estos detalles Ilegdn ahora a Londres o a la biblioteca de un hombre rico, y este hecho me disgusta mu- cho. El que me haya despendido así de este uerida ejem- plar mdihdolo por debajo de su valor, casi, casi % ebería darme la idea de que realmente me he vuelto pobre o soy un indi- gente; pues, sin duda alguna, este libro era ia posesi611 mis cara que jarpis tuviera, ly qu4 recuerdo de 65 mi .iinim amigol $34 Andrés Vandeimeerl ¿Vives todavía? ¿Dónde estás? ¿Te acuer- das ahn de mi?

-Cuando vendiste el libro -dijo Clara-, vi tu dolor, pera p n c a me has degcripto en d&alle a ese tu amigo de juventud!

-Era un joven a j o Enrique-, parecido a mi, pero algo mayor y mucho mbs serio. Nos conocimos ya en el colegio p bien puedo decir que me con su amor y me instaba muy apasionadamente a que lo aceptara. Era acaudalado y a pe- sar de su gran riqueza y de su educación mimosa, estaba muy bien dispuesto hacia Ios demas y desconocía el egoísmo. Se que- jaba de que yo no correspondiera a su pai6n, de que mi amistad fuera demasiado Ma e insatisfactoria para él. Estudimos fin- l o s y vivimos en las mismas habitaciones. RdI6 que yo le soli- citara cualquier sacrifido, pues poseia todo en abundancia, mien-

m s m i $ ¿re s61o podía socorrerme modestamente. Cuando vol-

vimos a a capital proyect6 ir a La India Oriental pues era t d - mente idepd imte . Su carazbn lo empujii hacia esas tierras de &es maradias; d i quería aprender, rontemplar y pagar suL &te sed de. conocimientos y lejanías. Luego me insistib, me mg6 e implorh sin cesar para que lo acom &a; me aseguró que allí labraría, sin ninguna duda, mi felici 8" ad, y 61 me socorrería porque allí h a b Heredado grandes sesiones de sus antepasa- da. ~ a o m i m a ~ n i u d 6 ~ n i n i s ~ o s d i a s p u d e ~ ~ - mh ea p~ure el mucho amor que me había dado. Mi ph, p r su e, estaba enfermo y no e -partir el entusiasmo de mi

t m babia dquiri k* o d o s esos co~~0cinIentos y a p n -

dido los idiomas que él dominaba por su mor a Oriente. Allf vivían a h poirientes suyos que p w b a visitar. Gracias a unos amigos y ptqctmes obtuve un cargo en el h c i o diplomhtico, cosa que siempre había deseado. El patrimonio de d madre me permitía estabIecerme decentemente en mi profesión y me separ6 de mi padre, para cuya recuperación habia pocas c s p - ramas. Mi amigo insistib en que le c o n h a parte de mi api- sal; snsaba e s p d a r alli con el dinero y luego depositar la ga- nancia en una cuenta mía. 'hve motivos para eraea que era un pmkxto para poder b w m e alguna vez un regalo, sin que yo tuviera d p u l o s . Asi llegue junto con mi embajador a tu ciu- dad natal, donde mi destino luego se d e m M tal como lo m- DOCBS.

-¿Y nuhca supiste nada más de ese espiéndido AndrBs? -pre- guntb Clara.

-Redbi de él dos cartas desde mas h w s timas a- test6 Enrique-. Luego supe por un rumor no o i , ~ a d o que ha- bía muerto allí de diera. As& p d í todo co- con 81; mi p dre había muerto y yo d e p d a exclusivamente de mi mimo tambih con respecto a mi patrimonio. Sin embargo, ozaba del 3 favor del erpbajador, en la corte nb tenian de mi un m c o n c w , podía m t a r cm protectora pod-. . . y todo esto se hizo huno.. . ., . -1hi es1 a j o Clara-. Lo sacrificaste todo mi y yo

también he sido expulsada para siempre del chulo- de mis qriaidos. ..

-Tanta más compensacibn debe damos mi- iimor A- jo d -'de, y ~i ha Mrumdo; puers nuestra luna de del., wmo k llaman 1- b o m h prosaicos, ya w ha e x t d o mucho mh deun*

-Pero tu hermoso libro1 -dijo Qara-; ttu e9pbdido p+ mal Si por lo menos huWmos pdi& guardar una a@a, p h o aq deleitaríamos en estas tardm iwernaiesl. . . F%m, es cierto .+greg6 con un sus@+ debdamw disponer también de wh.

-Ten paciencia, Clarita -la d el marido-, charlamos x&~m~rtodavla;yossicuchoel,tono&ttivoz,~siecan- '

-W una canción o sueltas una risa celestial. Nunca le escuché a nadie una risa de timbre pareddo. En &e sbn de re- y tmvmm hay un jú& tan puro, u& -6 tan supmterres- 1

) , .

LAS COSAS SUPERFLUAS DE LA VIVA - . P .

n , , + - tre y al mismo tiempo un sentimiento tan fino e intimamente

m o v e d o r , que escucho hechizado mientras medito y r d e x b PO sobre el fenheno. Pues, mi 4ngel delicado, hay casos y esta- dos de-4nho en los que uno se asusta frente a un hombre cono-

< - cidv desde hace muchísimo y suele ocurrir que uno se estremezca cuando 81 suelta una risa que le saIe verdaderamente del ~~bn y que hasta ese momento no le habíamos escuchado. Cosa? así m e sucedieron aun con niñas delicadas y que hasta entonces me habían gustado. Así como en algunos corazones descansa, des- edmcido, un Angel duIce que s61o espera al genio llamado a despertarlo, así duerme a menudo en el fondo oculto de perso- iias graciosas y amables una dispición muy vulgar que des- pierta de sus sueños tan pronto carno lo cómico invade con plens fue= el dominio más rdndi to de su hnimo. Luego muestro instinto siente que en este ser hay algo p a preca- v a jOb, cudn signúicativa, cuhn característica es la risa de 10s hombres! Me gustaria poder describir alguna vez la tuya, m r d n mío.

-Pero cuiddmonas -le hizo recordar eiia-, de no volvernos injustos. La observacihn exacta de los hambres, fhcilmente con- duce a la misantropía . u

-E1 que ese librero joven e imprudente haya ido a la quie- km -coainub diciendo Enrique-, y se haya hecho h o con

- mi magnifim manuscrito, seguramente nos ha Iddo suerte, Muy fácilmente, el trrito con 41, el libro impreso, los comentarios m- bre éste en la ciudad, hubieran atraído hacia nosotros la aten- ción de los curiosos. La persecucibn por parte de tu padre y el Pesto de tu familia no ha disminuido aún; acaso hubieran rmbah de nuevo y con m& detencibn mis pasaportes, hubie- ran sospechado que mi nombre era falso y sblo un seudbnimo, y de este modo, considerando mi desamparo y el hecho de que atmje el rencor de mi gobimm a causa de mi huida, inclusive hubieran llegado a separarnos al uno del otro, te hubieran de-

a tu familia y me hubiesen enredado en un proceso dificil de resoImso. Tal como esttín las cosas, Angel mío, somos felices y ,'

mhs que felioes en nuestro retiro oculto. Como habia oscurecido y el fuego de la estufa se había

&do, los dos seres felices se fueron a su piecita angosfa y se acostaron en su lecho matrimonial. Aqui no sentían nada 1

qiie golpara sus pequeKas ventanas. En torno de ellos revolo-

C U D W I d T I E C K >>

teaban &S serenos: la dicha, e1 bienestar y la d&a-los deaban dentro de un paisaje hemioso y cuando despertaron de la aIg.aciada irusibn, la d a d les p r o p r c i d un regocijo más íntimp ahn: Sigukmn cl-qlando en la oscuridad y no se apuranni .

a leva* y v e s i h e piorque los esperaban molestku y la %C;pQ de afuera Mientras tanto el dia estaha ya claro, y ClPra , corrib a la modesta habitación para atizar Ias chispas por en- las brasas y encender el p e q u e fuego en la estufa. Enrique la ayudb y se rieron como díh cuando tardaron en lograr su p- p6sito; Al fin, luego de esforzarse mucho soplando e insufhnda de modo que las caras de ambos babian enrojecido, prendió la astilla y los pocos leños, cortados finos, fueron colocados con ms- fía para que calentaran la piecita sin de~pilfmo.

-Ya m, querido wposo -dijo la mujer-, que nuestra r e m .dura7 r d s ú'menos basta m d h a . Y luego ¿que?. , .

-Algo debe encontrarse e n t e s t 6 Enrique mientras la mi- raba como si ella hbiim dicho una cosa totahnente inútil.

Había aclarado del todo, la sopa de agua fue para ellos d desayuno más dekioso, p e s fue condimentada con y cbarlas y Enrique ex* a su mujar lo earbnw, que era em - ,

latino: Sbie B m h o st C m e Vmw (Sin Bam y ' C e r ~ re -enfría Venus). Asb se les pas6 el tiempo. -

- Y m o veci el m m n t a 4 j o Enrique-, de ll* en mi diario al pasaje donde describo cómo debía raptarte de i m p . viso, amada mia.

-iOh cielos1 -exclam& ella- icuh extraña e inespsd- mente iios sorprendi6 en ese entonces el momento maravibsot Ya dede hach algunos dias había notado en mi padre un cierto malhumor; me hablb en un tono diferente del usual. Antes le

-

habfan sorprendido tus )recuentes visitas; mas ahora ni siquhe - te mencionó, sino que habM de los h r g u ~ que a arenudo d e eonacen su wiciún y quieren igualme a toda cmta a sus me- jores. Camo QO cont~st$ m ewj6 y c u d o por fin hablk, w &mor degener6 en violenta h Me di cuetiEa de que t& el prop6sito de discutir conmiga luego noté que me vigilabai y hacía vigilar por terceros. P ~ ( ] s ocho d h , -ndo yo Mh- . Im p r hacer una M t a , mi c a m m i d me sigui6 corrfendo por la escalera -pus d criado ya se bbía adelantado- y b a j ~ d pretexta de me& algo .en mi vestido, ma dijo m mmb que todo estaba d w b i a que b b h abierto mi armsuio a Eí

5uem y encontrado todas &S cartas, finalmente, que dentro de 'pocas hora$ me mandarían lejos, a casa de una tia en una regibn siste. ~ C u h rhpidamente tom6 una decisibnf Baje frente a una bisuteria para hacer unas compras y despedí al cochero y al cria- do dici&doles que me buscaran dentro de una hora.

-jY qué sorpresa, qu8 susto, quB deleite fue para mi 4- - clamó el marido-, verte entrar de improviso en mi habitación1

- Vol& de una visita a mi embajador y estaba vestido correcta- mente; 61 habia pronunciado unas palabras ext rah , en un tono muy diferente del usual; eran aIgo amenazadoras, en son de advertencia, pero no obstante amables. Felizmente, yo v i a

: varios pasaportes y así, sin hacer preparativos, subimos rbpida- mente a un ctiche de alquiler; luego en el pueblo tomamos fa diiígencia, cruzamos la frontera, nos casaron y .nos hicieron fe-

, lices. -Pero -continu& e& el relato-, los miles de contratiempos

. m e1 viaje, en las malas posadas, la faita de vestimenta y de servidumbre, de ias muchas comodidades a las que esthbamos

- acoskimbrados y que de onto tuvimos que exbañar.. . y el sus- to cuando por casualida f supimos p r un viajero que nos esta- 'ban piguiendo, que estabarnos en boca de todo e1 mu* y que no pensaban tenernos consideracidn alguna.

-Ah si querida mía -contest6 Enrique- en t d o el viaje fue. nu&'diii peor. (Recuerdas aún d m o para no llespertar suspicacias, debimos refrnos can ese forastero parhnchfn cuan- do se explayó con la desmipci6n del raptor quien, en su - nióq era el dechado de un dipIdtica miserabie porque no ha ? la \

' , h h o nin& preparativo inteligente ni tomado precauciones se- ' . guras; y luego d m o quisiste enojarte cuando & de una -

l b 6 a tu amado un diablo estúpido y a un gesto mío te esfor- zarte otra vez a reír y para ooho comenzaste tú misma a criti- carnos, describt6ndonos a mí y a ti como personas impdmtes e

l insensatas, y al fin, cuando se había alejado el parlanchin +n - quien en rigor tedamos una deuda de gratitud, porque nos habia pes to sobre avis- cbmo irnunpiste en fuertes llantos?. . .

-Así es -erc lamb. Sí, Enrique, fue un día tan divertido cmno triste. Nuesbs anillos, varias cosas valiosas que llevá- bnmos pr m a i i d a d , nos ayudaron a seguir viviendo. F m el qhe no hayamos podido salvar tus cartas, es una phllrla irrepa- rable. Y siento tscaloMos de pura angustia cuando secuerdo que ot*w ojos fuera de loa mIos h a leido tus palabras cehtfab, to-

. > d . . . " .

'18 \, ' L U D ' W ~ G T I . E C K

dos e s t ~ s tomos ardientes del amor, y que s61o se habrán sentido e s c ~ d a h d o s por sonidos que eran mi deleite.

-Y es peor aún a t i n u h diciendo el marido- que yo, por' e9tupiaez y apresuramiento, haya dejado d i todas las hojas que tú, en diferentes estados de bnimo, me mandaste o me diste - crataaitnte en la. mano. En todos los pleitos -no dlo los del amar- es siempre lo que queda escrito lo que descubre el se- creto o empeora el caso. Y, sin m h g o , no podemos dejar de pintar can tinta y +ma esos rasgos que dan significado al al- ma. Oh, mi amada, a menudo había en estas cartas g m h b -cuya lectura hizo que mi c o r d n tocado por tu mano fherica , se abrfera tan poderosamente dentro de su capullo, que me pare- cfa p n t o a atallar con el florecimiento demasiado rápido de todos sus @dos.

Se abrazaron y hubo una pausa casi solemne. Luego dijo Enrique: -@edita, qu8 biblioteca tendríamos junto con mi dk- rio si tus cartas y las mías se hubieran salvado de la pemmoi6n de Omar-? Tomb el diario y ley6 dando vueIta una pbgina, hmia atrás. -IW. . . Este f e h e n o maravilloso que el homW

jmu- vecas pretende admirar en el peno, por regla g m d se OWIL demiasiado pm eíi el propia k o humano. Es asom- im embargo, h y kim- m&moa que lo m n j 1~ concepción &&a y a menudo confusa que mucha gents for- ma de los llamados deber=. Cuando un criado hace 10 imposiWe, tan sblo ha cumplido con su deber, y las clases encumbrhrnd- h a n y empeque5ecsn este deber t ~ o l o todo lo p i b b de acuerdo con su comodidad o egoísmo. Si no aistiera el im- placable trabajo de los gdeob, la mcci6n f é r m de la gumm papelera y de Iwi trámites, pMamos observar p r o b i b W los fe3inenm m&p extraños. Es innegable que en nuestro si& asta esclavitud laboral pducida par los interminab1a expgdien- km, m su mayor parte es inútil y muchas veces inciuso nod- va. . . Pem imaginemos nuestra 6- egoista y a mesh genera- , ci6n s d sin esta gran rueda obBtaeurizadora.. . ,guk podrirr sudm, qué cdwiones deshuetms habría?

de deberes &, en dgm, d estado bada al d pretende aldanzarse la llamada gente culta; lo llaman indepen- dencia, autonomla, 1i-d. No piensan que -tan pronto vislumbran esta meta- van creciendo 10s deberes con los c m k '

, . r / . . ., -- , -9

' ~4 c6sh ~ P W L U A S DE LA VIDA 70 ,.:;

?

hastq el momento ha cargado en su nombre, si bien muchas veces ciegamente, el Estado o la gran maquinaria indeciblemente com- plicada de la constitución social. Todos critican la tiranfa y cada uno se empeña en volverse tirano. El rico no quiere tener obli- ' gaciones con el re, el hacendado con el subordinado, el prin- yb '. cipe con el pueb o, y cada uno de ellos se enoja cuando sus sub- ordinados lesionan las obligaciones debidas. Por eso las clases humildes afirman que esa exigencia es obsoleta e inadecuada pa- ra los tiempos que corren, y pretenden negar y aniquilar con re- t6rica y sofhtica las vfnculos que posibilitan la existencia de los Estados y la formacidn de los hombres.

-Pero la lealtad. . . Ia lealtad aut6ntica. . . p á n distinta es, qu& cosa mucbo más sublime que un contrato reconocido, una relaci6n admitida de obligaciones! IY cuán h o s a luce esa lealtad en los viejos y abnegados criados, cuando d o s , m m q o r no adulterado como el de los antiguos tiempos péticos, vi- ven Única y exclusivamente p r a sus amos1

-En verdad, puedo imaginar que es una dicha muy gran- de cuando el criado no conoce cosa mhs elevada que su patrbn, ni desea pensar en cosa mas noble que su amo. Para 4 se han apagado p r a siempre los rompecabezas, los titubeos y cualquier pensamiento intranquilo. Su relaci6n es como el día y la noche. el verano y el invierno, como Ia operacihn inalterable de la natu- raleza; toda su comprensi6n descansa en el amor hacia el amo.

-¿Y Im señores no tendrían obligaciones con semejantes criados? AS tienen para con toda la servidumbre, & allh d d , ' sueldo estipuiado, pero con dichos criadas tienen una deuda mucho mayor y del todo distinta y más elevada, es decir, deben sentir un amor verdadero y autkntico que responda a esa devo- ción hdic ional .

-¿Y con qué mmpsaremos alguna vez y r & i i (pues ya no se puede ha+ de pagar) 10 que hace por nosotros m e vieja Gistina? Es Ia nodriza de mi mujer; m>s encontra- * . mos con d a en h primera parada y nos obIigú casi a la , a que b lleváramos m nosoiros. A ella le pudimos decir todo, ,,

, porque es la reserva en persona; en seguida se adapt6 también ,al papel que debía desempehr en el viaje y aqui. IY lo leai ue ? ea con nos- y especiaImente con mi Clara!. . . Vive en la p an- ta baja, es una muy pequda alcoba oscura y se gana el p a aon hs quehoeres casuales que realiza en algunas casas vecinas. No comprendíamos cómo hacia para atender d lavado de la m-

-

-Para m IeGtor como yo no harh falta agrea que aqui hsy c k t a diferencia.

Ea &a ?a eiiaoción habia interrumpido la le@wa; ,fue una em& que se LitmsW con la entrada de la vieja nodriaa, q mujer &m de ~irnigas, medio enferma y pohemnte d. Vfño para a* que esa noche no domiiria m w h b a , pero que a la mañana siguiente hada lrts pocas c m - ps.Cwrndosdi6,ClaraIrracompííbysiguióhabiandocoa elia h r a de la habitación; mientras, Enrique golpba la *a cm b mam y a l a m a b a llorando: -¿Por qu6 no trabajo yo como pebo? Si todavia estoy sano y fuerte. Pem no, no debo m; porque d a se sentiría miwable; eila tambih quemía g a m al- *, m atormentaría y b u s d a ayuda por todos hdos, ws con- demariamos los dos a ser infelices. Además, nos dtmubrirfan sin falta. Y el hecho es que vivimos y somw felioes.

Clara retorn6 bastante alegre y 16s dos seres felices twaa- ron su almuerzo modesto como si fuera una comida opipara

-No padeceriamos miseria alguna -dijo Clara en h sobreme sa-, si nuestra reserva de leña no estuviera completamente ag* tada, y Cristina tampoco sabe remediarlo.

-Querida mujer -oW Enrique con toda seriedad-, vi- vimos en un siglo civiiizado, en iin país bien gobernado y no en- tre paganos y canibales; debe hahr psibiiidades & solucionar el problema. Si estuviéramos en una selva talarfa naturalmente, como Robinson Cnisoe, unos cuantos árboles. Quihn sabe si el bosque no se halla exactamente allí donde menos 10 psamos; si también a Macbeth lo vino a buscar el bosque de Birnam, aun cuando es cierto que fue para perderlo'. Sin embargo, muchas veces han surgido de pronto islas en el mar, y ea medio de p- cipicios y rocas inh6spitas hna crecido las palmeras; la zana Ie arranca la lana a ovejas y corderos tan pronto como se le aoer- can demasiado, y el pardillo a su vez lleva los copos d nido para procurar a su cría un lecho abrigado.

C h durrni6 mhs de lo acostumbrado. Cuando despertb, se extra% de que fuera pleno día y m& aún de que su esposo no estuviera a su lado. Pero su sorgresa no tuvo hites mando M- cuchó un mido fuerte que sonaba como si una sierra c o w a IeIia dura y resistente. Se *ti6 apurada para examiriar a fondo ese suceso &raño. -Enrique mío- Uamb entrando a la hahita- c h -tqu8 es& haciendo? -Corto la 1- pafmi nuestra eskifo

-dio @de& y levantó la mirada hacia m kjer , d n d o - , -> le una a r a muy motada. i \ -

-En primer higa5 dime: @e ubhcón del mndo h t e - . mte una sima y este inmenso b%qoe de agnífiw madera? - -" ' '-Ya mbes -dijo Enrique-, que m a h o cinco do^ ' 0h da& aqui al pequeño dtlllo vacío, ñies d otto día,

cu~ndu miraba por el ojo de la cerradura de un tabique, - mbrl una sierra para cortar madera y un hacha que prkmu~ . , rhn al viep mi& de Ia casa o que sB a quih. Uno h =bid6 lsar en el a n o de 1P historia u n i d y asi ya guadé m - n ~ de estos utensilios. Esta mañana, pues, mando tú estabas dur- micado duicernente, subf alll en medio de una mr idad sem+ japte a la boa del lobo, rompi la puerta débil y miserable apenas

' . cerrada con un pequeño e imigdicante pasador, y retiré estos dos instrumentos de asesino. Ahora bien, como conozco al dedillo Ia'constmcci6n de nuestra casa, disloquk de su ensambladura es- . ta %baranda larga, p e s a y sada de nuestra esalera, con traba- jo, ésfueno y usando el hacE traje aqui esta viga h g a y pesa- da que llena toda nuestra hs&titaciós. Observa, querida Clara, quk hombres d s serios y excelentes fueron nuestros antepasa- '-

dos. Oontempla esta masa de roble, hecha de la madera m á s her- mosa y resistente, y pulida y b i z a * que da brillo. Esta nos dar& rmjor fuego que la miserable lejh de pinos y sauces que hemos usado hasta ahora.

-jPero Enrique e c l a n l 6 Clara y batid palmas-. . , es m i - - nar la asal

-Nadie nos visita -dijo Enrique-, nosotros conocemos nues- tm escalera y ni siquiera subimos o bajamos; existe a 10 sumo para nuestra vieja Cristina, que se =prendería enormemente . si le dijeran: Mira, viejita, pretenden talar uno de 10s troncos de 'roble más famosos en todo el bosque, un tronco que tiene e! p s ü r de un hombre; luego el carpintero lo trabajad con gran artifi- cio para que tii, viejita, al subir los escalones, puedas apoyarte en este magnífico tronco de roble. . . Cristina estallaría en car- cajadas.. . No, semejante baranda es otra de las cosas cornple- tame~te supduas que hay en la vida; 'el bosque nos vino a

parque se daba cuanta de que lo necesithbamos con m h a urgencia. Soy un hechicero; unos golpes con esta hacha mhgica y el rnagnifico tronco se me rindih. Todo es consecuencia de la civil lizacibn; si aqui como sucede en muchas viejas cho&, hbiere sido nema& r e c m h a uria soga w, como en 110s palacios, a un

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.LAS COSAS SUPERFLUAS DE LA VIVA ' 8 3

fierro para subir, &a especulaci6n mía no tendria bhse y yo hu- biera debido buscar e inventar otros medios:

Cuando Clara hubo superado su sorpresa, se ri6 daosa y fuemerite; luego dijo: -Ya que esth hecho, tratad de ayu- darte en tu trabajo de leñador. Yo lo vi realizar muchas w@e;e

en las calles. Colocaron el tronco sobre dos silIas puestas en los -os

de la habitación porque asi lo exigía el largo de la madera. Lue- _ gol para disminuir la distancia, entre ambos cartaron el bloque

entre mitades. Fue un trabajo pesado parque ninguno de los dos estaba acostumhdo a h a d o y la madera se resistía a los &ent,a de la sierra. Riendo y sudando a mares, la pareja progre- s6 muy lentamente en su cometido, Al fin, la viga se rompi6. m- cansaron y se secaron la transpiraci6n. Tenemos a d e d la ven- uja -dijo C l ~ a luego- de que p r el momento no hay que esceder el fueecr, Se olviclaron de preparar el desayuno y si- guieron trabajando durante toda la mañana hasta que- partieron el honcn en tantas partes como era necesario pra su bptima utiiizacibn.

-Nuestra pieza solitaria, lqué estudio de artista ha llegado a ser de improviso! -dijo Enrique en un intervalo-. Este tronco desgarbado que yacía en la oscuridad desapercibido para cud- quier mirada, ahora ya esta transformando en finos leños cú-

- bicos que luego, por medio de la persuasi6n y el artificio, se- rAn preparados para el fuego y puestos en condiciones de so- portar las llamas del entusiasmo.

Agarr6 el primer cubo; el trabajo de rendirlo en trcnos m&s pequeños y delgados fue aún miis difícil qrre la labor con la sierra. Mientras tanto, Clara descans6 mirando con extrañeza y alegría a su marido, quien Iuego de practicar y hacer algunos intentos inútiles, pronto adquirib habilidad v pareció a su m p - sa, aun en esta ocupaci6n humilde, un hombre hermoso. . .

Quiso La suerte que durante estos trabaja, que hicieron returnbr las paredes, estuviera ausente el propietaria de la pe- queña casa, que vivía en la pieza de planta baja. De esta manera, nadie en la casa pudo darse cuenta del ruido provoca- do. Los vecinos no lo notaron porque numerosos talleres ruido- sos se habían instalado en el barrio y muy especialmente en la calleia donde vivía nuestra pareja.

Al fin lograron reiinir una reserva de astiIIas y trata~on de encender la estufa. En ese día memorable el desayund y el al-

m- se combinaron y la mesa fue muy distintn a la de dias + ' ~ 0 ~ .

-1No te pongas guatillw, querido marido! -dijo C k a antes de' tender un wfh -6, nu- Gbtb trajo da m i & d s l a v a d o ~ ~ y 1 ~ h a s e f e l i z r e ~ ~ c o p ~ mmtm, No tuve el coraje da r m h su regalo y Ki tam. U n lo aceptar& cm amsbilidd,

Emique m sonrió y dijo: Si, bace mucho que la vi*. es auéstra bm&&o18., trabaja de nouhe para smommos y a b

' ra se piva e h misma para a h m w n o s . Harthonw, pues, pdra darle el gusto, y si ella muere antes de que amos com- -la; o si siempre nos resultara imposible, s m ( w ~ b

' rmtsbo agradecimiento con nuestro amor. a"

La m i d a era, en efecto, e. Ln vieja babia traído algunos huevos, un poco de verdura con c m e y hasta un poco de café en una jarrita. Mientras ardan, Clara relatb que, enhe esa clase de gente el lavado nocturno era de veras una alta fiesta, que siempre acudían en masa este trabajo y pasaban muy entretenidas las horas de ia noche. -@u6 suerte 40ntinu6 di- dendo- que p a esa gente, se conviertan en deleite muchas cosas que nos precen un tormento en la vida; algunos hechos que, de no existir este ti- compaÍíerismo, &jan ser sumamen- te repgnante~ y aun terribles1 dY no hemos expimentndo noso- trds mismos que también la pobreza tiene sus amctivos?

-Es cierto -agregb Enrique, quien se estaba deIeitando con el gusto de la carne desde hacia mucho añorada-; si los gi* twes y bs siempre -os conocieran el buen gusto y el . suave condimento propios del hcado de pan reseco como s61o &be apreciarIos el pobre y el hambriento, acaso le tendrian gwidia y pensarian en ballar medios d i d a l e s para degustar- h, Pero 1qu6 feliz coinddenda es ésta de que luego de me- dura jornada de trabajo hayamos recibido semejante comida sa- danapiilica B De este modo nuestras fuerzas se reponen para nue- vas tareas. Pues bien, vivamos con alegría esta circunstancia; cin- tame algunas de esas dulces canciones que tanto me han delei- tado siempre.

Y Ella hizo gustosamente lo que le pidió y mientras estaban sentados cer& de la ventana con las manos entrelmdas, observa- ron que las flores de hielo en los cristales em-a a defiettrse, psiblemente porque el frío riguroso amainaba un p o prque

i

- U COSAS SUk'ERFMJAS DE LA VIDA

el calor despedido r ia fuerte leña de roble ejerck un mayor P" ' o '

efectcr sobre esas p antas de la helada. -Observa querida +xclamb Enrique-, c6mo liora de emo-

ci6n 1s ventana fria y congelada, cbmo se derrite ante tu hermosa voz. Siempre vuelve a ser realidad el viejo cuento milagroso de Orfm 9*

Era un dia despejado, de modo que volvieron a ver el cielo a d 9; era apenas una partícula, pero se regocijaron con el cris- tal diáfano viendo que unas nubecillas muy delgadas, finas y bIancas como la nieve, flotaban con sus velas deshaciéndose a tra- vés del mar celeste y abrían, por decirlo asf, sus brazos fantasma- les coino si se sintieran chmodas y a gusto en esa atm6síera.

La viejisimri choza, o sea la casita en medio de la calle don- de pululaba Ia gente, tenia un aspecto muy exhaño. La habita- ción con sus dos ventanas la dmba dotada de una ventana, cubrían todo el espacio de & casa. En la planta baja solh vivir el viejo propietario rezongón, pero como era pudieate se habia trasladado durante el invierno a otra ciudad para que 10 watam alli un médico amigo, pues sufría de gota. Ei constructor de esta casita debib tener una concepci6n extraña, casi hrehle, porque

, debajo de las ventanas del segundo piso habitado nuestros r= amigos, se extendía un techo de ladrillos bastante anc o, de modo '

que les resultaba completamente impib le mirar hacia la calle. En consecuencia, inciuso en verano (cuando las ventanas podían permanecer abiertas) estaban aislados del contacto con la gente; , y esto S debía ademhs a la casa a611 m6s pequeña situada en la , - vereda contraria Porque Bsa tenía solamente departamentos ba- jos; por lo cual no veian allí nunca las ventanas ni las personas asomadas a éstas, sino tan 410 el techo muy cercano y ennegrecl- do por el humo que se extedía mucho hacia el fondo mientras a Ia derecha y a la izquierda se alzaban las medianeras empinadas-y desnudas de dm casas m á s altas que bordeaban esta casi& baja en ambos costados. los primeros dfas de verano, cuando a- nas se habían mudado a la asa, abrieron rápidamente las m- tanas a m o suele h a m la gente- cuando oyeron pitos y di!+ '

cusiones ea h calleja muy angosta. pero no vieron nada fuera del techo de laddios delante de ellos y el de la casita de en- frente, Siempre se refan y Fmique solia decir que si el caricter del epigrama (seffhn una vieja teoria) consistía en una e s p m debudada, ellos habian disfrutado otra v a de un epigrama.

lMcilmentte ha habido seres humanos que hayan vivido en . .

una soledad tan a W t a anno la qiie, vivi6 esta' a en d mbutbio d o s o de unn cipitil s h u p @de m tan sepados del resto del mundo que parda un acmtddento cuando algunn vez un gato se puaba cuidadosamente sobre el- tecb y avanzaba con tanteos por la aguda cima de 1- ladrillos para re-tirarse más allá por una bandada a fin de visitar a un cufiado o a una cuñada. Para los espectadores asomados a su ventana era un su- imprhnte v& c6mo en verano las go- londrIw wlaima desde e1 nido pegado en la brecha de k ms-

, dianera y volvían gorjeando, charlando con su cría. Los dw jbyenes casi se asustaron de un acontecimiento muy sipficativo: cierta vez un muchacho, un deshollinador con su escoba, se le vanth por encima de su jaula angosta y cuadrada e hiza oú unos

'tonos de una caricibn. Sin embargo, la soledad era deseable por los amantes; asi

pdfm mmmse a L ventana abmhioge y besándose sin el te- mar de que los obsmara algún vecino curioso. A menudo su ' fantasia les sugería que esas tristes medianeras eran rocas m una maravillosa zona montañosa de Suiza y entonces contempla- ban entusiasmados 10s efectos del sol vespertino, cuyo brillo' rojo temblaba en las grietas que se habían formado en el r e q u e o ea las pidms desnudas. Fuenin capaces de recordar esas tardes can nostalgia y evocar luego todas las conversaciones manteni- di, los ent tos abrigadas, las b a s intercambiadas entre ambos.

Y bies gm e1 momento habían hallado un arma contra el Mo m caso e que perdurara o se hiciera más inclemente. Cuma d marido no le faltaba tieñipo, tuvo e1 suficiente para hacer astmas cortando pequdh d i a s que clavaba m golps en d tronco para forzar asi al leño a que cediera mejor y con más rapidez

Luego de algunos dias, su mujer, que lo contemplaba aten- ' tamente mientras tallaba c d m le preguntó: -Enrique, una vez que esta, masa de lefa apiada aquí se baya W d o . . . ¿que h+?

-Corazh mb -oontest6-, el bueno de Homcio (si no me equivoco) dijo aIguna vez muy breve y concisamente: "Carpe- dfeml* aprovecha el dia que ahora se te presenta, entregate to- talaente a kl, apodérate de este día que nunca volverh; pero w pdrás hace110 a la perfeccibn si lo vives con preauciones y du- das, entonws ya has perdido el dia psente, esta hora de la cual

estás gozando porque todo lo m i n a n las preguntas medras9s. Sólo cuando nos sumergimos del todo ea este e, adquiri- &, d e d a & él y pcdemos viw y ser fe . repara en

contienen estas dos del idioma latino, que con ' ' raz6n ha sido llamado conciso y a&gini porque sabe expresar tanto con sonidos tan reducidos! ¿No conoces los versos de la canción?

-¿Acaso Ias preocupaciones le vienen bien al dia de maña- 1 na? -agreg6 8.

-~Segurol -contestó ella-, si a t a es la filosofía que hemos hecho nuestra desde hace un afio y nos va muy bien con ella.

'

Así fueron pasando los días y este joven matrimonio en su felicidad no echaba de menos ninguna cosa, a pesar de que vi--

? vían como mendigos. Una mañana dijo el marido: -Anoche tuve . un sueño wttraIlo.

4uhtame10, querido -exclamó Clara-; damos demasiado poca h p t a n c i a a nuestros sueños -que constituyen una v e trascendental de nuestra existencia, Si muchos hombres vincu-

' laran más ofundamente e s b vivencias n a r n a s con mi vida dhla, t am $i én su llamada vida real -de esto estoy convencida- les resultaría menos adormecida y envuelta en sueños. AdemQ; tus sueños me ptenecen a mi porque son efusiones de tu cora- 26n y fantasía, y me podría volver celosa al pensar en los mu- chos ensueñns que te separan de mi; que tú, enredado en ellos, me puedes olvidar por boras enteras o que acaso te enamo- res -aunque fuera en la fantasía- de otra persona. Si el áni- mo y h imagjnacih eden desviarte de esta manera, dno se

gU trata ya de uria verda era deslealtad? -S610 depende -contest& Enrique- del grado en que nues-

tros su& m pertenecen. &ui&n sabría decir hasta qu8 punto revelan la secreta configuraci6n de nuestro fuero íntimo? A me- nudo somos mueles, mentirosos y cobardes en el sueño, y hasta notoriarnqte infames; matamos con gusto a un niño inocente y, sin emimggo, estamos convencidos de que todo esto resulta ajeno y r e p p t e a nuestro carhctm mtbntico. Los sueños son, tam- bih, de quy diversa índole. Si algunos son luminosos, acaso nos

ccindtliscan a una &Mn; p r o babtá otro5 produdos p uab dd eJt6mago o de &os brgwms. Porque esta mdt mamvillommmb compIeja de mesi10 ser compuesto de mateaia y espkitu, de animal y Angel, permite en todas las funcio- '

nas la ~~ de matices kn hfidtamente diferentes que s o b estas cusas resulta Impsible d& nada en g e n d . -10h, lo general! +xclam6 ella-. h máximas, las reglas

fundamentales y como se h a n t d o s estos disparates; rw pug- do decir lo repulsivo e incomprensible que todas estas oosas me han d t a d o siempre. En el amor se n6s aclara hstante ese p sentimiento que ya alumbra nuestra infancia, en el sentido de que lo individual es lo finico, la esencia, lo a d a , lo m- a> y lo verdadem E1 filósofa, que lo unifica todo, piede hallar - - una regla para todo, Io puede insertar todo en su Uamado dsk+ ma; nunca duda, Y su incapacidad de tener una vivencia verda- dera de alguna cosa, le da fustamente esa segddad de la que se vmagIorla, esa incapacidad de dudar de la cual se e~)rgUnece. Sin embargo, el pmsamiento acertado debe ser tambih uno vi- vido, la idea auténtica ha de desamoliarse vividamente a partir de muchos pensamientos y una vez que ha lomdri su ser tiene oue alumbrar v animar por reflejo a otros miles de ideas naci- ,

das &lo a medias. . . Pero te estoy contando mis ensueños mien- - tras sería preferible que me narrms el tuvo que, seguramente, ieri- mar y mhs f i t ico.

-De hecho me haces avergonzar -dijo Enrique ruborkh- $A, pwque esta k das demasiado valor a mi taIento onW- c8. Condncete, pues, tlí misma:

-Me hallaba aún can mi a embajador en la p a n U U ~

dad y en el ambiente elegante. E s t á h ~ a la mesa y se ha- ",

biaba de un remato que se r e a l i d a pronto. Apenas mendoaa- r b -te la comida la palabra =te, fui presa dé una m- gustia iadecibh cuya causa descwaocia . . . En mi - temprana ju;

babh sentido la pasión de presenciar remates de libros y si- bten d t 6 casi siempre impible adquirir las obras que amaba, me de@ó no obstante escucbar las of&as e imaffinarmg la posibibidad de que llegaran a ser posesibu mh. Era capaz de lw los d o g o s de fm remates cozno si fueran emito5 de p t a s ~ e c t o s y w t e e n t u s ~ tonto nahe sinoma delas rihidhas-locuras que empañaron mi juventud; en verhd, estaba muy IeJm tfe ser lo que se llama un joven f d y sensato, y

t *

w'cOSAS SUPERFLUAS b~ U VIDA ' @

en mis horas solitarias con fremencia que nunca IIegda a iler un hombre racional y iiiil

Clara solt6 una carcsjda, hego lo abrazó besándolo k- 1 kmente. -No -exclam6- hasta el momento, gn~cias a Dios, eo

ha medido ninguna cosa así, Pienso tenerte también a raya pa- ra que nuna caigas en semejante vih. M& lsigue um tu he0d

-Lo cierto es -cundnuó m a n d o Enrique- que no me kbia asustado sin motivo dd remate, mes, como suele suceder en los sueibos, de pronto me hall6 en el salón de ventas y, para estupor mio, figuraba yo entre las cosas que debírin ser ofrecidas en subasta pública. I

Clara se. ri6 otra vez. -1Oh -exclamb- qub bonito! Sería un recurso muy mevo para mezclarse con la gente.

-A mi no me resultb nada agradable -contest6 el marido-. Había dispersos par dcquier viejos cachivaches y muebles, y 6 medio de ellos e b a n sentados ancianas, haraganes, escritores miserabfes, pdietistas, estudiantes degenerados y comediantes; y todas estas cosas debían ser adjudicadas al mejor postor, y yo ataba rodeado de esas antiguallas polvorientas. En el salbn vi '

, sentados a varios conocidos mios: algunos de eiios contempla- ban Ias cosas y los hombres en exposicibn con mirada de remata- dor y me asusté oomo si me Uevaran pera ajusticiarme.

-Ese hombre serio se sent6, carraspe6 y come& su m e tido agarrándome del braza para ponerme en venta. Me mlocb deiante de 8 y dijo: l o s señores ven aquí a un diplomhtico aún bastante bien conservado, algo enmgido y andrajoso, roído en algunas m por gusanos y poiih, pero todavía aprovechable como b i m b para protegerse contra las liarnadas y el calor excesivo de la chimenea o para usarlo como &$tide y apoyar s o h 8, p r ejemplo, un reloj. Tambikn es posible colgarlo fue-

/

ra de la ventana ].ra que indique el tiempo. Incluso parece ha- ber consenado una pizca de inteligencia y cuando las pregun- tas no son demasiado profundas sabe contestar en forma regu-* lar sobre asuntos de todos los dfas y conversar sobre &. ¿Cuán- #o k n pwr élY.

-No hubo respu&a en el saihn. El rematador exclamb: 'dhes , sdoras y sebores? También podría ser ujier en una em- bajada; hasta S& posible colgarlo m o a r a en la enbada: iie-

1 varia a gusto las velas en sus bazos, piernas y cabeza. F,s un hom- bre muy agradable y servicial. Y en el caso de. que las patronos -LI, un órgano casero podrfa accionar los fue1Ees. El es-

CadQ de sus piernas todavía & 4 pueden comprobarb re- gular'.,. Pero esta vsz no h b o respata . Me santí - de l a 0 4 s b o n d P ~ n y m i ~ n o t u w i I i m i ~ p u e s &unos de mis conocidos me miraron scarrona y rndiciosmen- te, se &ron p los demás se enc eron de hombros como si me hivisran una com ihn Uena de precio. En este momento mi dado entró por !?puerta y avane6 un paso para darle un en- cargo, pero el rematador me hizo retroceder con un empuj6n y di@: 'jQuieto, viejo mueble! dCondis tan poco las obligaciones de vuestro ofieio? Aqul vuestro deber es quedaros uieto. [Vaya la broma si las piezas de remate se indepndkaran 4 . . .' A otra nueva oferta nadie wntestii. El bribbo no vale nada, se oy6 de- cir desde un rincba ¿Quien had una oferta por este inútil? dijo otro, Empecé a sudar sangre y agua A mi criado le hIae una 4 con los ojos para que ofreciera un modesto ptecio por mi; pues, -asi pensé con m- o mayor & una v& que el hambre me hubiera comprado y yo consiguiera salir de tese conde- nado salbn, ya me las arreglaría afuera con mi criad* pues nos conocemos bien: yo le devolve& los gastos y además le daría una propina. Pero o no tenía dinero consigo o no entendia mi gesto; hluso pudo haber ocurrido que todo este p c d i m i e n - to Ie fuera desconocido e,incomprensible. La cierto es que no se movi6 de don& estaba. El rematador estaba de mal humor, hi- zo una s&l a su ayudaqe y le dijo: 'Buscadme e q la pieza a I o s nherm 2,3 y 4'. El hombre robusto trajo a tres tipas andrajo- sos y e1 martüiero dijo: 'Como no quieren ofrecer nada por este diplorn&tim, lo combinamos m n estos tres periodistas: un redac- tor caducq de un semanario, otro que es corresponsal y este qí- tim de teatro. . . &nto ofrecen por la pandilla cornpieta?'. - -Un viejo cambalachero, luego de imber colocado la mano

un r& sobre la frente, exclamó: ' Doce peniquesl' El 1- f;, preguntó: '¿Doce pniques, pues b ¿Nada más? Doce peni- u- a la una'. . . levantó el martillo. Entonces un sucio mu-

c&cb judía exclamb: 'Dechicha pniques'. Ei rematador re- @ti6 la oferta a la ma, a las dos, ya estaba llegando *a las tres" para que el m d o me adjudicara junto con esos tipos al joven israelita, cuando se abrió la puerta y th, Clara, entraste con .gran fasto en medio de una numerosa comitiva de damas nobles y llamaste con voz de mando y postura orguiiraa: 'lAltol' Todos se asustarun y sqre.dieron y mi 40 emociod con la alegría. *&uwren rematar a mi ppio d d o i Y , dijiste enojada,

. , < C ' , . m SUP'RFLUAS DE. L A VIDA

'ph13to han ofrecido basta ahora?'. E1 viejo rematador hizo una $ d d a xeverencia, colocó una silIa para ti y dijo poniéndose muy colorado: 'Hasta ahora nos han ofrecido 18 @que por vuestro señor esposo'.

-Tú dijiste: Yo hard una oferta sólo p r mi es- y exija que esas otras personas sean apartadas, jDieciwbo peniques gor ese bombre incomparable! 1Es inaudito! S610 para -comen- zar p n g o mil thleros', . . Me llené de alegría pero tambibn de susto, porque no me imaginaba de d6nde ibas a sacar esta suma. Sin embarga, esta angustia me fue quitada pronto porque otra dama bonita ofrecib nada menos que dos mil. Entonces surgieron entre las mujeres ricas y nobles una gran rivalidad y ansia de p e r m e . Las ofertas se fueron siguiendo con creciente rapi- dez; al rato mi valor babia subido a diez mil táieros y no mu- clm más tarde fueron veinte mil. Yo me ende& más con cada. oferta de mil, c o m 6 una postura distante y erguida y luego fui dando grandes pasos detrás de la mesa y de mi rematador, quien ya no se ahevi6 a pedirme que me mantuviera quieto. Qrgdloso lanzaba miradas despreciativas a esos conocidos que momentos antes habían murmurado lo de bribón e inútil. Todos me contemplaron con reverencia, especialmeate porque h compten- Qa entusiasta de las damas en vez de atenuarse fue &da UM anciana fea parecid empeñada en no perderme; su nariz colorada se ruborid d a vez m& y fue ella quien hizo subir mi vdor a cien mil Wems, Hubo un silencio rnortd, demne: 1En nuestro siglo nunca se ha dado parecido valor a un hornbret Ahora comprendo que es demasiado valioso para m". Cuando wlvf la mirada me p e d de que este juicio provenía de mi ern- bajador. Lo saludé con expresibn condescendiente. Para ser bre- ve, mi valor ascendi6 a doscientos mil táleros y algo más, y por estu precio fue adjudicado finaimente a esa anciana fea de la m- nz roja. 1

-Cuando el asunto al fin estaba decidido, se originó un gran tumulto porque todos quedan ver de cerca la pieza extra- ordiaaria. No s& decir cbmo sucedi6, pro el hecho es que la elevada suma me fue entregada a mi en contra de todos las pincipios que reglamentan los remates.

-Pero cuando se trataba de llevarme afuera, tú te dekm M e y exclamaste: 'iTodavía no! Ya que han vendido en remate p í b h a mi marido con desprecio de toda cos#umbre cristiana, quiem s e r m e al mismo destino dura Me mloco, pies, por

- - I , ,.L. ,

& ~ U D W I G + ~ E C K

Ebie decisión bjo i l &a&o del dar rematador. El viejo w isclin6 y m mcorvb, t6 te patsentaste ddrh ae la larga masa y tuda la g d e contempló admirada tu hermamm Em- 1. ofertas y los csbabm jbmes enseguida hideron subir mu- cho tu precio. En un principio me abstuw de in-, en , parte por mpm, un parte pm curioshlad. -do la sumd ya habia llagado ir los miles, hice (3h tambih mi voz Aumen- tamos cada vez más y mi embajador degpIeg6 un ansia tal que yo casi pierdo el autodominio; pues me preció vergomaso que ese h a m b r c e o en añcw me quisiera robar de esta maneta a mí I e & h a aposi. El 110th mi desagrado, pues me miraba ami- tantemente de soslayo y de reojo, con mirada maliciosa. hierrw e n d o d a vez m& cabaIIeros-rica si no hubiera tenido en & mis boisrUos esa suma enorme, habrfa bido darte por perdida. Me h o n w h t m t e poder exhibirte mi mor en mayor medida dg lo deaiosbado por ti, pues a poco de haber hecho tu oferta de los mi1 Meros, me abdomste silenciosamente a la suerte del remate, cedi6ndm-m a esa dama de la nariz roja que de pronto 'pared haber desapmddo, pub m la vi nbs en ninguna F e . Ya habiamw superado con mucho los cien mil &os, tú siem- p ~ e me h í a s amable3 s d a s con la cabeza por encima de H mesa y como era p d o r de un fuerte capital, mis ofertas cada vez más subidas sembraron la destsperacibn entre todos mis rivales. Yo los miraba con una sonrisa traviesa y burloaa. Ai fin, túdos se callaron mo1estos y tú me W e adjudicada. Triud6, fui can- tando la suma... pero... ay de mfl en mi delirio no habia 0-0 w h o había mci\mda por mi mismo, y a i m i al pa- gar faltaron muchos miles. Mi d d n sblo in€iamb la burla de los de& TB te retorciste las manos. Nos llevaron a un cala- imw oscuro y nos cargaron con pesadas cadenas. Como alimento nos dieron pan y agua y yo me mi al pensar que esto debirr ser un castigo.. . Y pensar que ui donde vivimos reaImente, ";P desde bace meses es me- mi a cotidiana y &os la con- -os apta para un banquete. Asi, en el sueño todo se con- fuade, el tiempo anterior y el presente, la d y la lejanía. El carcelero nos cmt6 que los j u w nos habfan condanado a mqerte por dedraudacih &era del erario real y las e&s p6- b k ; además, habiamm abusado de la aonfianaa del pftblico y hecho t a m b a l ~ el crhdito estatal. Seda un fraude horribIe &e- cease a un pfacio tan elevado y b m e gar con tan f u m nmias que de -tal manera serían su &S a la competencia

Y , . 1 -

LAS COSAS SUPERFLUAS DE LA VIDA 8[3

y d aptovachamiento gamal. Seda una a-d c m p h m m - te IpfIida c m el patridmo, segh el cual d a individuo sia

debe s a m i f h m por el toda, p r lo cual nwstrb Wo debh d- ni más ni menos que como alta traici6n. El viejo U o r sería a m o también junto con -, pi%s habfa participado en la compid6n y contribuido a eEevar enonnemenb Ias ofertas de ~ Q B postores: mis habh 0frecid.i a tos poslbleq comjdores do IA verdad y mi -e& &gm, consi ahdonos maravillas de k crea&& Ahora se habh hbiierto que habiamos deseado producir la bancarrota ge- d del Estado, de común acuerdo con los pderes extranjeros y los enemiga del pafs. Pues si se pensaba gastar tan inmensas sumas por unos individuos que para &o carecfan de méritosD ma evidente que nada sobraria para los ministerios, las ~ m e h s y universidada y ni siquiera para las c 8 r c e h y los asilos. Cuan- do nosotros nos retirhbamos, diez aristócratas y q h señoriw encumbradas se h a b h k b o poner en remate y esta plata tam- biéu había sido quitada al tesoro nacional. Con ejemplos tan ma- lm y nocivos se ~erderia el aprecio de Ia virtud, pues l~ indivi- .duos sobrevaloraban sus virtudes tadndose tan alto. Todo esta irae pared& b n t e sensato y me arrepenti de que por culpa mh pudiera originarse semejante confusi6n.

-Cuando nos llevaban para ajustimos.. . despertk y me encontrt5 en tus b m s . . .

-De hecho. la historia da a el anilisis -contest6 Ch-; r puma a una luz algo deslum rante, es 4 historia de mucha gente dispuesta a venderse lo m6s caro posible. Este extraño remate, es cierto, se reaIiza en todas las instituciones estatales.

-También a mi me resulta digno de reflexión ese meb estúpido -replicb Enrique-, pues el mundo me ha abandonado a mí y yo he hecho lo mismo con el mundo, hasta un grado tal que nadie estaría dispuesto a tasar mi valor en alguna mima considerable. Mi crédito en toda esta ciudad extensa m lhig a doce peniques; soy expresamente lo que el mundo Ilama un iníitit Y, sin embargo, ItÚ, criatura preciosa y espiéndida, me amas! Y si por otra parte reflexiono sobre la construcci6n burda y simple de la hiladora mhs períecta y costosa en cmpracibrr con el milagro que son mi circulación sanguínea, mis nervios, el cerebro; si pienso en que este cráneo que para la mayoria no raIe su sustento, as capaz de tener ideas grandes y nobles p acaso harQ uria invención flamante, cómo rne reiría al pensar

': -', A .- . - - - - . . \ . L.-

94 L V D W I C ? T I E C K y7

que talo e1.m del mundo & uivoildria a e q o r g m b c h no iiidoso pPni el h~m% m 8 ~ iatsligente y orguñwi

-do mestraa c a b se wemin la una a la otra, cuhitb J

1- dmod'$e todan y los hb3ors se mzari pnra producir u n ' h q casi i ""P" nsibh la m e d h artifi&lnm& '--m-

que para el o se necesita, y luego, $m pensado en eP modo esque se enlazan y actiwn mutuamede los buesos y la -,'le piel y las linfas, k sangre y lb hmkms para p a i m r d da* & l E b o a los nervios, a la ~ w a c i 6 n fina y al a S"" menos eapiicable aiin? SI se quiere estudiar la aaatomia d ofo, p r i mhtrrs cahias exbafías, raras y r e p antes se topa la ob-

lhctt06 Ia divinidad de la mirada! T d n para detectar en esta flemor bnl ante y en estos curtps: -

d h , dilate -dijo ella-; todas éstas son palabras impías. -$Impías? -preguntó Enriqw lleno de sorp*esa. -Cierto, no s4 darla otra nombre. hede ser el deber der

mMi& librarse, en aras de k ciencia, de 'la ilrisibn que nos ofrecen ia aparie11cia y la Intimidad encubierta. Tambihn eP investigador abandonar& la ilusih de la belleza únicamente para caer en o&a fhisión que -o titule saber, conocimiento, natu- raleza. Pero cuando la m a a indiscrecibn, la curIoddad i m w - nente a la burla socarrona destruyen todas mas redes y e9sll&as corpóreos donde se halian aprisionadas la belieza v la gracia, entdnces digo que tal procedimiento es una chanza irnpfa, su- pwiendo que exista semejante m a

Enrique permaneci6 quieto y ensimismado. -¡Puede que ,

tenga9 radn! -dijo liiego de iina naiiiri-. Todo rtianto ha de embellecer nuestra vida depende de nuestra indulgencia en e1 santido de que no alumbremos demasiado el agraciado crepúscu- lo donde todo lo noble flota en suave armonla. La muerte y la putrefacci6n, la aniqujlacibn y el perecer no son mis verdaderos que la- enigmatica vida e m p p d a de espíritu. Aplasta la reh- ciente flor con su dulce aroma y la mucosidad en tu mano no ser& flgr ni naturaka. En este divino sowr en el mial nos mecen la naturaleza y la existencia. en este sueiio @tic0 no debemos pretender despertarnos con la ilusi6n de encontrar la verdad m á s allb de ellos.

-2No recuerdas el bonito verso? -dijo ella-. Ese que dice:

- cona0 d W e &lo puede hcir: aquí estoy, los W g m sg wgmifan con ~~, \

m

- 1 .- > ' ,

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LAS CQSM SUPERFLUAS DE LA VIDA 95

-1Es muy cierto] -exclan16 Enrique-. Aun e1 amigo d s intimo, el amante tiene que amar con indulgencia al amigo ama- do y soñar con 41 2bw de idul,.pnda el secreto de la vida, e impulsado por el intimo amor recipruco no debe querer des- -ir la ilusibn de la apariencia. Pero hay tipos muy burdos, los cuales bajo el pretexto de vivir por la verdad y de renrlir homenaje s61o a eUa, quieren tener amigos para 'poseer dgo que no necesita ser tratado con indulgencia. Estos tipos no sólo hurgan en el interior del llamado amigo con sus chistes de mal gusto y sus bromas inoportunas; tarnbi6n sus flaquezas, d e bilidades humanas y contradicciones forman el objeto & sus observaciones siempre en acecho. Pero la h s e de la existencia humana, Ias d i c i o n e s de nuestro ser las constituyen vibrad* nes tan finas y suaves que nuestros camaradas del puño duro al tocarlas con grosería las llaman simples flaquezas. Pronto ha- brá de resultar que todas las virtudes y talentos por los cuales en un principio se ha respetado y buscado al amigo se conver- tirLn en debiiidades, faltas y tonterías, y si el espíritu más no- ble al fin se resiste y no quiere tolerar más este mal trato, en- tonces es, según fallo de la gente ruda, vanidoso, terco, porfiado; es un hombre que tiene sentimientos demasiado mezquinos para pder aguantar la verdad; y finalmente se disuelven unos vincu- 10s que nunca debieron haberse atado. Pero si eso es lo que sucede can la naturaleza, los hombres, el amor y la amistad, tampoco ser& distinto con esns objetos m<sticos que son el Es- tado, la religión y la revelacihn. La nocibn de que existen al- gunos abusos que reclaman ser corregidos, todavfa -no da el dere- cho de tocar el secreto del Estado mismo. Entonces, ante esta poderosa y sobrehumana composici6n v tarea por cuyo medio eT hombre, dentro de una sociedad en ordenaci6n múltiple, t i a eT deber de convertirse en un hombre autbntico; esa santa inhibi- ci6n ante IR ley y la superioridad. ante el rey y la majestad, cuando se la acerca demasiado a la luz de una raz6n apresu- rada, a menudo nada más que petulante, suele ofrecer el espec- tdcuki de una revelacibn que se evapora en la nada, en el capri- cho. ¿Es otra la situaci6n de la Iglesia, la religidn, Ia revelacibp y-los santos misterios? TambiCn en estos casos deben flotar alre- dedor del sagrario un suave crepi[tsculo, una deIicada sensaciórr de indulgencia. Porque es sagrado y de naturaleza divina, no hay cosa más necia que alumbrar ese sagrario con la insolente burla de la negación e insinuar al infradotado exento de la capa-

Cjdpd de creoar, que d piadose tejido ep un sqgptio ~ o a h ¿ é b i k e n w i s m e j w e n a m r t h n i r m t n a . EsiD; A l e &no en n u e m dhs se ha perdido & de tutaU-; dad de b idvisible ue S& pudo dgimrm la in-

t i ivim ~n ;Jo ouo, tal como en t ti obrar áe arte, en ía historia, en la y a-

nada.

Asi se le fueron pando dias y senwm a la m di- . -taria, empohcida y, sin embargo, feik Se sustentaban owi la a h m t a c i b más pobre, pero wmo &iban seguros de su amor, ninguna priracI6n y ~ siquiera la miseria más oprimen& etan capac~s de pmhubar m sosiego. Mas, pwa sq@r viviendo . - enese&dohacfafdtaItieartraflades pacióntbeistardw ~ s n i h i n o i q u e M i n C P h 4 O ! G c P"" lo d o en aras del ( p e n t e y del instante. E marido comenzb a levantarse m á s temprano que Clara; luego e k escuchaba que martillaba y as+ naba y encontraba delante de la estufa los leños ya p p a d o s '

er fuego. Se sorprendió de que e&s adhs, dwde gGn tiempo, tuvieran una forma, un color "" n-*% P y una qonsistemia muy diferentes a los leños acostumbrados. Pero . como siempre hallaba suficie& mama, omidó hacer cualquim obmmi6n ya que le resultaban mucho m b im tes ias con- x- versac io~ , bromas y relatos durante d llam o desayuno

-Ya los dias son más lar os - c o m e d a decir él- onto el sol de primavera brillad so % re el techo do la casa da e&nte.

-Así es -dijo ella-, y ya w faltar6 mucho para el momento en que percibiremos el a m a de los tilos, que nm llegaba desde eI parque.

Ella buscó dos pequeñas m&as Uenas de tierra en las cuales cultivaba unas plantas. -Mira 40ntinu6 diciendo-, a b =a están brotado el jacinto y el nili que ya habhnw dado d"" pot +O$. si mpea- 10 -i m e -O U ~atieinio ds que también nuestra suerte p n t o yolyerh a mejorar.

." ' - 1

- . . . . 2 . I I

, WS COSAS SUPERFLUAS DE LA VIRA

-Pero mi q d i t a --dijo é l algo ofendido-, ¿qué nas fd- ia?,$otasmoshasta+rafuego,pyaguamalArndanoIa3 A ojos vistas el tiempo se etá volvido más a&, n d - karemos menos lefia y luego vendrá el caIm estival. Ya rao nos .qh& nada para v d e r -es ciert* pero al& medio habrá de m t m e para que yo gane algo. Piensa al mem ea la suer- te que hemos tenido: ninguno de nosotros, ni siquiera la vieja Cristina, se ha dermado.

-Mas, ¿quién nos respoade de la m8s leal de las c r h b ? -contest6 Clara-. Hace mucho tiempo que no la veo; tb siem- pre la despeichas de m- temprano cuando todavía duma; ~ecibea de e& el pan que ha comprado y la jarra de agua. Yo sé que a menudo trabaja para otras familias; es vieja y su comi- da muy pcaria; si debido a ella aumenta su debilidad, puede .enfermarse fhcilmente. ¿Por qu8 hace tanto que no s u b a ver- nos?

-Pues -dijo Enrique no sin dgún dejo de confusibn, que Uara notó también y que debib lamarle Li atención-, ponto bbrh una oportunidad, espera algún tiempo más. ' -lNo, queri&simo! e c l a m 6 ella con su vivacidad típica-;

me quieres ocultar alguna cosa, tiene que haber sucedido alga - No me vas a reteiaer, ahora mismo bajar6 yo para ver si asta en su pi-, si se siente mal o este disgustada m nosoira.

-Hace tanto que no pisas esa escalera fatal ed6 a o9airas, podrías caerte.

-No +dam6-, no me retendrás, conozco la escalera; ya me orientar6 en la oscuridad.

-Pero cúmo gastamos la baranda -dijo Enrique- spw m- 'h un hijo, temo ahora que no te pu& * %-. "iZXZ ar un traspie p caerte.

-h esdona -mpW ella- me son bastante conocidos, son &mios y aún ios @arb a menudo.

tos d o n m -dijo éi con cierta s a l m d a d - ao los .piar6s nuqw &l

-~HombaeI + d a i d ella y se p h t b daecho deWe ds '

4 para -lo de hito en hito-: ... En esta casa hay @o m- d; digas r0 que qdem, bprd AFdo para YO mismaaecrhan%

Se dio vudta para abrir la puerta, pero él se levant6 aprise y la 9- e d a m d o : -Nifía, &quieres romprte el pscwm a m*?

- . , . . * + ?, . . , .

( + 1

98 + c u ~ w ~ c T - I E G K

* Ya que BO era posible encubrirle la s i W n l 81 mismo abrió 4 puesta; fum d d- y mientras siguieron a w - aPacto, el espm abrazando r su mujer, ella vio que ya no ha- bía escalera para bajar. Eddhda batid palmas, se incIin6 y,

- miró hacia &bajo; luego se dio vuelta y cuando regresamn a la piesa d, se sentó para cob@rnpIar detenidamente a su

.qyici afrontb su mirada =rutadora con una mugca tan c6mica ue d a solt6 una gran carcajada. Después se dM@b hacia la d a , asi6 uno da los Idos, lo contempló detenidamen- te pdde todos los lados para decir al fin: -Ah sí, ahora com- preado par quh los lefios tienen una forma tan distinta a los a-. lQuiere decir, pues, que hemos llegado a quemar tainbih h laaleral

-M -dijo Enrique, que ahora estaba tranquiIo y sum no- y# que lo sabes, te parecerh hastante sensato. No com- prendo tampoco por quk te lo he d a d o hasta ahora. lPor más que uno w haya d~pojado de todos loa prejuicios, en Jguña parte quedan fijos un pedacito y una falsa vergüenza totalmen- te inGtlles! Ries primero eres el ser humano quqme es más familiar en el mundo; segundo, e r a el único, porque mi trato

_ mducido a lo más liidispensable con la vieja Cristina no cumta; tercero, el inuierm, seguía siendo duro y no era posible coaseguir 1- cuarto, la preaudh era casi ridlcula, ya que m b 1 di- rectamente a nuestros pies una lefía dptima, la más dura, & seca y mejor aprovechable; quinto, no necesitabarnos .en abso- luto ha escalera; y sexto, ya esth prácticamente quemt#a a excep ción de unas pocas reliquias. Pero no te imaginas lo d e l que fue aserrar y astillar estos d o n e s viejos, d o s y esis- tata. Me hicieron sudar a mar=, de modo cue luego la pieza me pareci6 a menudo demasiado calurosa.

-Pero, ¿y Wth? -preguntó ella. -Oh, está muy bien -r%paIc6 el marido-. Todas las ma-

ñanas le bajo una soga a la que ata su canasti@ la afio y hega hago lo ndsmo con la jarra de agua y asi la vida en nuestra mm se desarrolla ordeDeda y pou:ificammb. . . Cuando nuestra hermosa banda estaba llegado al fin de su exterminio y aún no habla prspt ivas de la 11egda del -no, me puse a pen- sar y se me w m b que mestra escalera muy bien podía d m la mitad de sus ~calones; pues no era mhs que un hijo, un exce- dente heaxwio, ?o mismo que la gruesa hasda, la exhbda de tantos escalmes que senian ánícameate para evitar pequefias

. . J 1 . .

LAS'COSAS SUPERFLUAS DE LA VIDA 99

molestias. En el caso de que uno levantara más e1 pie, como d e b hacerse en algunos casos, el maquinista de la escaiera bien puede arreglbrselas con la mitad. Cristina, quien con su mirada filodfica comprendi6 enseguida lo acertada que era mi afirma- , cih, me ayudd a r o m F el primer escalón; luego, mientras ella iba detrás de mí, hice lo mismo con el tercer escaidn, con el quinto y asi sucesivamente. Cuando terminamos esta labor de filigrana me&o cincel se presentó bastante bien Yo aserré y cortk, y tú, en tu candidez, prendiste el fuego con estos escalones tan hhbil y eficientemente como antes habías hecho con la ba- randa. Pero nuestro calado tuvo que soportar una nueva ame- naza del incansable frío invernal. aQuk p d i a ser esta ex escalera sino una especie de mina de mb6nT Era preferible que entre- gara su hulla del todo y de una vez. Bajb, pues, al pozo y llame a la vieja y muy sensata Cristina. Sin preguntar nada estuvo

- enseguida de acuerdo conmigo; ella permaneci6 abajo y yo saqu6 el segundo escal611 con un gran esfuerzo prque elia no podia ayodarme. Luego de depositarlo en el cuarto extendi la mano ha- cia el abismo y se la alcanck a la buena vieja en señal de despedi- da eterna, prque esta escalera de antes ya no debh vinculamas ni reunimos jamb. Al final la destnii, pues, completamente, 10 cual me costh bastantes esfuenos; siempre a l d los exal- ganados sobre los restantes escalones superiores. Ahora has ad- mirado, mi adorable niña, la obra terminada y comprenderás que por el momento debemos contentarnos más que nunca m nuestra mutua compda. cómo harian las seiroras en sus reuniones para hacerte llegar sus noticias hasta aqui a m i ? No,- yo soy suficiente para ti y tú para mi; la primavera está llegando, colocaremos tu tulip& y tu jacinto en la ventana y aquí esta- remos.

l . . .donde c m m W o h f W o e d d n c i s d e n e n t m a ; t a 9 q u e & n a l a p n u h Eos degres jadines de Semftmis do nawmumn b fuentes fugtaetwl /En d h g o muna nos &tí su rocb una Gi& & carimor pwdidgcd S o h e b m á s ~ d e l m t m c # o s guiero s e n t m a tu Zúdo bago h Wogda & m irradian m &dos OMHOS,

' - \ : .J . ' . , - , - - , ,

\ . r ' , - , . . .- ' , . ...

. - - + , - . .

190 m L U ' D W I G T I B C K '

-Me imagino que nuestro amigo Uechtritz l1 escribi6 este 1

-a presintiendo nuestra situacidn. PUB fíjate, alli estadn la techos bajo d rigor solar, fan pronto como en pdio vuelva a

. brillar el astro rey, lo cual no puede dejar de suceder. Si tu tulipán y tu jacinto han abierto sus botones, tendremos aquí red y visiblemente Im legadados jardines colgantes de Semiramis U y serán mhs maravilloaos que ésos; pues quien no tiene alas no puede llegar hacia ellos, a no ser que Ie demos una mano pre- prhdoIe, por ejemplo, una esmlem de cuerdas.

-En vedad -re@& ella-, estamos viviendo un mento fanUcu; Ilewmos una vida tan maravillosa oomo sblo puede ser k i p t a en Las Mil y Nmh. Pero &mo serh en el, futuro? Porque ese llamado futuro aiguna vez se desiizar& en matra -te.

-Mira, &n de mi coraz6n -dijo el marido-: entre nos- - la mca *tú. Fue en otoño mundo el viejo pro- ,- malhmcirado viajó a -a ciudad lejana para ver s i su amiso médico podh aliviarle su ota. En esos momentos éramos tan hmnsmente ricos que pu &m os darfe no sóio d alquiler de tras m-, sino incluso anticiparle el go hasta Pascuas dn Rwurreocibn, lo nial 808ptd con &&to y sonrisa *

Mecha. Por 1~ me- de su parte no tendremos problemas M IU PWMS d~ ñerairre~~i6n. EI i n v i m ngur~so haUegac8oasufin, y yanoaecesitamosmuchaleh: e n d peor & los capos, nos sobran aún los cuatro escalones que conduaea al desvan alli duerme aGn un futuro

e algunas puertas viejas, las T $ , I U I M h m m ta las el piso, los trsi- ga lms y variog utemilios. Por eso ten coafianza, mi querida, y deja que gocemos con gran alegría de la suerte ue nos p r - - mite vivir completamente aíshdos del mundo sin 1 epender de nadie y sin aecpsitar a persona alguna. Es una situadón siempre ai3belada por los sabios y S& unos pax elegidos tienen la suer- te de conocerla. . .

Pero l& cosas s u d m n de manera distinta de lo evisto. Ese mismo dia, cuando aipenas hbfan terminodo su mo r esta co- mida, pasó un whs delaxite de k pqu* casa. El camiaje se detuvo y bajaron algunas ~ X S O M S . ertraña coaptrucción en A

diente del techo impidib que k por* supiese Ia identidad de

. - L A S COSAS SUPERFLUAS DE LA VIDA lo¡

los recikn llegados. Los bagajes fueron depositados en el suelo -esto si lo pudieron percibir- y del marido se apoderb el angus- tioso presentimiento de que acaso fuera el malhummdo pro b- tario, quien habia superado el ataque de gota antes de lo Jm- lado. - -

Se escucw claramente que el recien llegado se instalaba en la planta baja y ya no pudo baber duda de quiBn era. Bajaron unas maletas y las inirodujeron en la casa. Estaba escrito

f . 8" Enrique debe& enfrentar ese mismo dia una lucha. Escuchh e- no de aprensih y permaneci6 debh de Ia erta entornada. Ch-

1 ra le echb una mirada interrogativa, mas B P" , con una sonrisa, me- ae6 la cabeza en señal de no y se qued6 callado. Abajo habia h ~ílencio total; e1 viejo se había retirado a su habitaci6n.

l . Enrique se sentó a i lado de CIara y dijo con voz algo 19; d primida: -De k h o es desagradable que s64 pocas

F n tanta fantasia como el gran Don Quijote U m ti'-* o a &&4 le tapiaron el a nto de los libros aplicAndole que un encan: tador se había $" evado no sólo la bibliotka, sino también el apo-

- seata entero, com di6 lo que ocurrIa de inmediato, sin al& I gar la msnm NO era lo bastante pmaico -o para pe-

guntar adónde se había ido una cosa tan abtram como el M- p í o . ¿@& w el espacio? Una cosa incondicionada, una fiirms de @ percepción. dQu& es u m escalera? Un ente condicionado pe- ro una comu'nicacibq una oportunidad p a llegar arriba desde abajo ( y cuan relativos son incluso los conceptos de arriba g

I abajo). El viejo nunca aceptad que alli donde abora hay ya hea antes no habh una escalera; seguramente es demasirado empírico y racionalista como para cunceder que el hombre autén- tic0 y la intuicihn d s profunda de Ias transacciones usuales no necesitan de esa apruximacibn pobre prosaica, de esa vulgsr jerarquizacihn de mncqfos. @no d r 6 expli&selo s éi de& mi punto de vista m& e evado para que To acepte en el suyo, tan inferior? Ei quiere apoyarse en la vieja expriencia de la h- rada y a1 mismo tiempo subir pusadamente por un escalón tras otro para Regar a la altura de la mprepsihn; nunca seda cai: paz de aceptar nuestra contempIaci6n inmediata, ya que entre nosotros hemos destituido t&s esaq aromsiciones triviales rela- - K *< tiw a -la experiencia .o estado de m a s sacrifi&dolas, la vieja d& p s i 14, al c o ~ i e n t o & puro mediante el *so por las llamas que calientan y pwificaxi.

1% sil -dijo Clara mirihdose-; errtrkgate d s a tus fan-

L U D W I G T I E C K

t d a s y chistes; dste es el yerdadm humorjsmo del desosiego. -

-El ideal de nuestra mtmpiación 4 n t h b diciendo 41- tuinca se conhdrA del t& con la turbia &d La a- c e p h vulgar, lo terrestre, jamás de* de estar empfíados en subyugai: y d-r lo espiritual. . . - Chitbnl -dijg Clara- abajo se están moviendo otra vez .d viejo criado, que era el factótum de k paqueiía casa, m'ni6 des& su piececita. -Ay&hme a subir por la escalera -di- jo d propietario-. Est corno embrujado y enceguecido, no pe- do encontrar esos esca S ones grandes y anchos. 2QuB puede sek?

-Bueno, ve conmigo, &m Emerico 4 i j o el hosco sir- viente-, usted t % d a esa un, m d o por el viaje.

-Ese +en6 Enrique sde arriba -se extrada en una bimis que no le resultara

d" -~Cararnbal -gritó W h b - aquí me he golpeado la cabe-

za, estoy también medio atontado; es cgsi como si no le @& ramos a la casa

-Pretenda apiichdo como milaigrom -dijo Emique-; tan arraigada -8 en nos- Ia iendencfa a la superstición.

-Extiada la mano haeb la derecha y hacia la izquierda,

-difo el pro#- -, la alzo hacia arriba.. . casi crac, gn6 al

dhbh w ha evado toda la d e r i -Es easI -dyo Enriqw+ una repaüci6n del Don Quijote;

Desde abab se oyeron unos murmuiios, y luego unas blas- femias en- La ja; Ulrico, el sensato, se había alejado silencio- sammte para buscar una vela e n d i d a Ahora h alz6 con puña fuerte y dumbr6 el espacio vacío. EmsrIc~ mir6 hacia & I1m de estupor, penriariecib un rato boquiabierto=@izado p r el susto y la impresa luego grit6 con todo manto daban mi f pulrsoaes: -iChracoIes ¡Maldita la grada! jWm Brand! 1% flos Brand, usted d á arriba!

. Ya no hubo escapada posible. Enrique sal$ afuera y se in- clid wbs& .el abismo y vio a. la luz incierta de la trémula vela, ' dos figuras demoníacas en la psnumha del corredor. -Ah, muy estimado señor Emerb- ha16 amablemeqte bada abajo-, sea usted bienvenido; es una hermosa señal de su.bue.na salud el que

llegue más tem ILD de fo que se había propuesto. 1Me aiegro de -10 tan k n P"

-1Su servidor! -re&& aqukl.. . -Pero de eso no se habla, Prtes bien, 2qu6 ha sido de mi escalera?

-¿Su escalera, estimada señor? -contest6 Enrique-. dQuk imprtm sus cosas? Antes de salir, ptd me la dio a-

para que la guardara? -No se haga el sonso -gritó d otro-. . . $%de ha queda-

do esta escdera? ¿Mi gran escalera hermosa y s d h ? -¿Aquí habfa una escalera? -preguntd Emique-. En verdad

amigo, salgo muy poco, casi le dir la que no sdgo, de modo que no tomo nota de cuanto sucede fuera de mi babitacibh Estu- dio y trabajo y no me fijo en todo lo demás.

Ya hablaremos, efior Brand +xclamb el propietarb se- mejante malicia me paraha la lengua y el habla, pero, ponto hablaremos en forma muy distinta! Usted es el 6nim inquilino; en km tribunales ya me explicad quB significa todo esto.

-No se enoje de tal mrinera -dip Enrique-; si ,le interesa escuchar Ia historia, puedo satisfacerlo abora m i m i po ue re- n i a d o abm~, es cierto, que antes ~ í a aqui wia e-% y mnfieo también que la ha gastado.

-&astado? -gritó el viejo y pataleó-, dMi escalera? ¿U5 ted me está demoliendo la asa?

-En absoluto a j o Enriqu- su pasibn le hace exagerar las cosas; su habitación abajo está intacta y la nuestra aquí arri- ba está igualmente sana y sin tocar; sólo ha dgaparecido -gra- dag a mi empeiío y trabajo s incluso a mis grada esfuenos fi- sicos- esta pobre escalera para advenedizos, esta instItucih de m r r o F a piernas flojas, este recurso y puente de ios asnos pa- ra visitas aburridas y personas malas; en fin, esta mmunicacióa para inkusos mok3stOs.

Pero wta escalera -grit6 Emerico hacia arriba e n su va- lioso paramano indegtmctible, con su baranda de mbie, sos vein- tid6s escalones anchos y fuertes, eran una prte integtafite de mi casa. Vkjo como estoy ¿cuhdo se ha oido hablar de un in- uilino que gaste las d e r a s de la casa como si fueran oepilla-

%uras O Oras de papl? -Me gustaría ue tomara asiento a j o Enrique- y h e es- L mc+. con tranq d, Por es- m veintidbs =dones subh.

corrihdo a menudo un hombre fatal, quien lograba con su cbar- k que me d e s m a de un valioso manuscrito que quería

,, 7 &-? <- .,, - - , , , . . ? ,- . - - . , . . .: - : . ":

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impslmir, p r o luego se deciarb en quiebra y pus~ pies m pdl- vomm Otro lfbrem us6 estos sus escalones de roble, siii c i d a r ~ sd'$'fn&P y w apoy6 &mpe en su firme .randa para hacere @I cómoda la subida; se iba y veda, veda y se ibrt hada que, aph8cWose con ~ ~ ~ i e l d a d de mis a-, insistib en que b

por Iin paodo más que Mmo, m un verdadero do bochornoso, la valiosa edidón prfncipe de Chauw, y se la ib vB sus ppiop: brazos. Oh, dar, cli~ndo se tienen -m- ~ i p r tan am , uno rsalmmte no pie<ls - mo una 4- queZ%ta mhmmwra que semejante tipa penetren en los pisos altos.

-Pero ique i h co-1 +t6 Emerico. -Ct'uafde su ecuanimrdad 4í@ Emlquu e l d o un ~ C O

la voz-. Usted q&o a m m ~ el &o en su cmdh Ibgica. Me habían eqafhdo y &&do; p pnde que sea nuestra Euw@& sinconEardquieraaA&yhm6abc$ o n o r e c i b í x e m ~ d e ninguna parte, m como SI todm los d k t m se hubieran agota- & y vadado todw los bamm. B hWrno sumamente dura y -o requid6 1- p ~ h i d t Ia d a ; pen, yo no te- nía gara can- m h forma - Entcwces se me

-?Y ir este e m w t o que ni W e r á puedb Ilamarse h- m, miesam amado e, m mía queusted lb a volver antes de los días cahulwos 8" el -

-*@& dkprate! 4 i j o aqtib%. & d a d, pobretón, mn eI relor mi d e r a wlda a ciacer aln -a ha-% 6 s ~ o S P

-AA como tengo rediiddos conocimientos de la h a ttopi- cal, coaorico demasiado poco la natural- de una come

a tal cosa 4 E~u@u¡+. @ cambio, &h-+r n e a ~ i t . ente la Ma y camo yo no d n ni tampoco mi mujer, y n& venía a vemos, porque conmigo ya no se podía ganar nada, esta escalera formaba decidid-te parte de las cosas superfhias de la d a , del hijo hum, de hs invendoms i n ú h Si es una d u c t a noble -conio afirman m u c b sabios u n i d e s - limitar sus &dades y bastarse a sf a h o , entoncm esa consimcdbn c u m $ ~ ~ f n ~ t i i pm mi me ha salvado de marfnae de frío. NO leyó usted muna c6- mo B b dró m copa üe d e r á k g o de hber o h d o que un @ano, ++cala ~gua, oon fa palma de la m a i G y ' W de &P.. .

- L A S COSAS SUPERFLUAS DE LA VIDA

' Yo vi a un hombre que ponía el pico directamente bajo la ca- d a y asi tomaba agua; en consecuencia, su Moisks Dihgems - . podia haberse cortado tambikn la mano.. . Pero, Ulrico, vete co- rriendo a la policfa. Debemos colgar el asunto en otro clavo.. .

-No se apresure 4xclam6 Enrique-; ten&A que compren- der que yo, %al quitar k escalera, he mejorado esencialmente su

-

casa. Emeaico, que ya estaba avanzando hacia la erh de entra-

da, volvi6 otra vez. -¿Mejorado? -grit6 con e r mayor de los enconos-. Pues, esto serla para mi algo compfetamente nuevo!

-El awinto es muy simple -le contest6 Emlque- y cual- quiera puede c o m p r e ~ l o . Su casa no tiene -o contra ef incd io . Ahm bien, desde hace tiem he tenido mdos sueños de accidentes por el fuego; adernlr h u E algunas incendios aqul . en la vedndad. Tuve una mi611 segura, incluso hablaria de chivmd~ncia, de que nuestra casa sufrida el mismo pepcainaz. ¿Puede haber (mi le pregunta a cada entendido en constnicciG nes), puede haber una msa m& inconveniente que una escale- ra de madera? Ia policfa debería prohibir efectivamente me- jarite constnrccibn peiigrma. En t d m las ciudades donde se haue mal uso de ella, la escalera de madera constituye, cada vez que estalb un i d o , el peor de los males. No dlo con- duce el fuego a todos los phos, sino ue a memtda irnpd- Mita la s a l w n de la gente. Como yo sa % ia a &mia cierta que en bsve babria un incendio aquí mismo o en Ia vledndad, he sa- cado con mis propias manos y can mucbos esfuerzos y grandes siidores esta escalera miserable y fatal pra atenuar lo mis po- sible la ddicha y los d&os. Por e10 habh contado inchso c m su gratitud.

- J A ~ 513 -@t6 Emerico hacia arriha-; si me hubiera au- m b d o por m& tiempo, ese bonito seiior me habda gastado toda mi casa con la misma charlatmerb. iGastado! cómo si estuviera permitido gastar las casas de esta manera! Pero ]espera unos m- gundos: pícaro!. . . 2Ya lleg6 la palicfa? -preguntó a Ulrico que habfa vuelto.

-Vamos a colmar -@th Enrique hacia abajo- una gran escalera de piedra y su palacio, hombre estimado, s a l a ganan- do, al igual que Ia ciudad y e? Estado.

-Estas fanfamnadas se acabarán p n t o e n t e s t 6 $me- rico, y se enseguida al jefe de policia, que habb entrado- junto con vario5 agentes.

j i I S r -dijo M088 vuelta hacia 6 1 , ¿Supo usted

d p n a vez semejante atentado? lñomper en mi casa la -- h a grande y hermosa y en mi ausencia quemarla en la attú~ como si fueran mtdhf

S e asentará en la crbnica munidpal, 4 j o ef jefe con a r m gancia- y el tipo h p d e n t e , d budido de la escalera id a parar a la &el o a la fortalem ¡Esto es peor que un robo! Me A, & que indemnhrlo. thje usted, s e i h criminal1

-Nunca A j o Enrique, los inglesss tienen mucba d n al decir que su casa ers su castillo y la mia-aqui m del todo in- ~#xssible e hxpgnable, porque be levantado el puente leva- dizo.

-1Esto tiene arreglo1 -exclan16 el jde-. Hombres, traed una gran d e m de bombro; luego subir& y si el dehmkente S¿

resiste lo bajaréis atado con sogw para que sea castigado, En estos momentos, la planta baja de la asa ya estaba re-

pleta de gente de Za vecindad; d tumulto había atraído a hom- bres, mujeres y niñoi, y muchos curiosos se habían reunido en la calleja para averiguar qub em b que pasaba y-ver c6mo acabda e1 asunto. Clara & habfa sentado cerca de k ventana; q l m cohibida, pem no había @ido el autodominio porque Mtaba que su esposo comervah Ia serenidad no se bada ma- h sangre por la situacih Pero no se imagina ta &o termina- ría todo. Enrique, a su veíq vino a verla un momento solaria y t)uacar alga en la habitaciha Dijo: -Mifa, BhP ra estamos tan asediados como nuestro Gotz en su castilio de JaxtHausen U; el ameta repugnan& ya me h. .a pedido que m riuda incondiciondmtnte y le contestad enseguida, pero con m+ d d y no a m o hizo mi gran modelo de antaño.

Clara le sonrib amablemente y dijo s61o estas pocas pala- has: -Mi destino es el tuyo; pero m o que mi padre, si me vie- ra ahora, me prdonark

Enrique salib de nuevo y cuando vio que efectivamente in- tentaban traer la escalera, dijo don timo soIernne: Seiíores, piensen bien lo que hacen; desde hace semanas estoy prepatado para todo, para lo extremo. No permitir6 que me tomen peso, y me d&nder& hasta perder la d t h a gota de sangre. Aqui tei@ dm e s c c p b de tiro doble, ambas cargadas am balas; y hay más d a v í a , &e viejo 6 es una p i e peligrosa, fle na de camichas p h o @m&, vidrio ,puiv&zado p otros in- gredientes pa ifestilo. En ia &mi eatín d a d o s m,

. - . ,

L I S CWAS SUPERFLUAS DE LA VIDA M?

h h s , cartuchos, mo y todo lo necesario; mientras yo tiro, mi v&te mujer vo P" verá a cargar hs armas, las que sabe usar c6. m o cazadora que es, y entonces, si quieren verter su sangre, wn- gan, aqui 10s e s p o .

-Este es un demonio da primera -dijo el jefe de poSicía -hace mucho que no he visto a un criminal tan resoluto. Qu6 facha ten&, pues en esta guarida oscura no se ve absolutameri- te nada.

Enrique había puesto en el suelo dos palos y una vieja bota que debían hacer las veces del canbn y de las escopetas de do- ble tiro. El plicia dio una d para que retiraran la escalera.

-El mejor consejo seria, seíío~ Emerico -agreg6 haeg*, m- * de hambre al degenerado: así tendrá que rendirse. -jGran errorl, -gritó Enrique hacia abajo en tono aiegre

estamos provistos con fmta seca, ciruelas, peras, m-s y Metas. Tenemos comida para varios meses. El invierno prhcti- m n t e ha pasado y en caso de que nos falte la leiia, queda el d d n ; allí hay puertas viejas, sobran tablas e incluso se pueden u* partes prescindibles de la armadura del tejado.

-1Escuche a este tipo pagano! e d a m b &en-. Pri- mero me demuele Ia casa desde abajo y ahora quiere atacar e1 techo.

-Excede todos los ejemplos 4 i j o el a g i t e de polieir Mu- chos de los curiosos se regocijaron can Ia tenacidad de Enrique; además, les agradaba que el propietario avaro tuviera esta dis- gtisto-. hemos de hacer venir a las fuenas militares con e s c a p ím cargadas?

-iAh no, inspector, por el amor de Dios1 Entonces masa- rfan completamente mi casita y luego de haber reducido al re- belde, yo me quedaría mirando la luna.

-Así es -dijo Enrique-; además, +se ha olvidado< acaso de lo que dicen los diarios ilesde hace muchos años? El primer tiro de d n , dondequiera que se origine, agitara a toda Europa. Señor agente de policía; ¿quiere usted cargar entonces con Ia in- mensa responsabilidad de que desde esta choza, desde lri calleja más angosta y oscura de un pequeño suburbio, se vava desarrullan- do la inmensa revoIuci6n europea? &u6 pensaría de usted la posteridad? &bmo +iría usted responder de esta ligerem an- te. Dios y su rey? Y sin embargo, usted ya ve aqui d eañ&n CM-

*do capaz de obrar la transfomiacidn de todo el siglo. -Es un demagogo y mhnario -dijo el jefe de polida-, m

L U D W I G T I E C K

nota bien en mis p.iabras. Es miembro de las sociedades probf- bidas; por b insolente que es, cuenta con ayuda extranjera. Pue- de ser que en medio de esta tuba niidosa de p p o s c a s te* varios compinches disfrazados que sólo esperan nuestro ataque para soprendernos a espaldas c m sus fusifes asesinos.

Cuando estos haraganes o p m ~ que la policia les .tenía mi+ -

do, hmamn un buen alboroto de pura malicia. La codusi6n cre- ció y Bnrique llamó a su esposa diciendo: +&late contenta, es- tamos ganando tiemp y -te +os capitular si no ES que viene un Si&ngen M para mdbirms.

-IEl rey, el rey! -se egcuchb gritar fuerteMente desde 1s d e . Todos pegaron un sálto hacia atrás, empujándose bs,umis a los otrós; pmque en la calle angasta trató de 8va- un ca- rruaje hijoso. En la parte & atrhs 5"" -rían de 'e unos la- P" cayos de librea con galones, uti coc elegante y e Iciente cm- ducie los wbdm, y del coche bajaba un seiiar *mente vWido que lucta deandecoriiciones.

-2No vive aqd un tal. señor B d ? -pregunt6 el homhre -JY qu8 &di- esLe e i o ? -Vuestra Alteza -dijo UI modesto tender+; allí deptrol

quieren iniciar una nueva revolución v la policia Ia ha des- cubi-, ensegufda iiegará un regimiento de guardb porque los rebddes no quieren rendirse.

-rRedta que es una Secta, Excelencia -exdamb un m- d d o r de h t a - , quieren abolir todas las escaleras por imphs y wiprfiuas.

- I A ~ no, no! -lo interrumpió a gritos una mujer-. Di- ser descendientes del Santo San SimQ ", el rebelde: éste di- que toda la M a y toda 18 pqdtxhd dekn ser comunes y han trafdo la escalera de bomberos pra tanarlo preso.

A pesar de que todos quísiehn dejarlo pasar, el forastero tuvo dificultades para entrar pm la puerta de la casa. El viejo E m h fue a su emienho ante sus preguntas le expllch la sitmci6n cun gran eorterk, Lciendo que todavía no se bableo pu-O de acuerdo sobre la m- de -aphmder al gran wi- m i d . El forastero ava& ahora por el pt io oscuro y 1W con voa fuerte:

-¿Es cierto que aqui vive un td s&or Brand? -Así es 4 j b Enrique- ¿quién b Ilegirdo ahora 'para p-

M I

> . , ,

LAS COSAS SUPERFLUAS DE LA VlDA 109

-jVenga la escalera! -dip el foraster-, para que ]pueda subir.

-Lo impdu6 a todos y a cada uno +clamó Enrique-. Aquí arxih nada tiene que hacer un forastero y nadie habrh de molestarme.

-Pero dsi devuelvo eI Chaucer? -excIamó el deswnocido-. ,, ¿La dcibn de Caxton con la hoja que lleva la letra del señor

RmRd? -iCielos! -gritii éste-. Me harb a un Iado, que suba eI

forastero, este hngel bueno.. . tClaral -&m6 a su mujer, lleno de alegría pero con lágrimas en loa ojos-. nuestro Sickingen ha llegado de veras!

El forastero habló con el propietario y lo tranq&b mm- , pletamente; despidieron y recompensaron a los agentes de poli-

cía, pero lo más dificil fue dejar al populacho excitado. Ai fin, cuando pudreron lograrlo, Uirica trajo con esfuerzo la gran

escalera y el noble desconocido subi6 solo aI departamento de su amigo.

El forastero miró sonriendo la pequeña habitacibn, d u d b cortésmente a la mujer y luego se arroj6 en los brazos de Enri- que, quien estaba extrañamente conmovido. S610 logrb pronun- ciar las palabras: 'lAndnBs do!". Clara wimprendib que este hgeI salvador era ese amigo de juventud, el muy citado Vd- ameer *

Se repusieron de ti aiegria, de la sorpresa, El destino de Enrique conmovió profundamente a Andrés. Ya se admiraba p r la entraña e m e r g d a y el recurso utilizado, ya por la belieza de Clara Y ambos amigos no se cansaron de reavivar y evocar episodios & su juventud y de regocijarse con esos sentimientcis y e n ~ n e s .

-Pero abora hsblemos sensatamente -dijo M&+, El ca- pital que me confiaste em ocasibn de mi viaje, ha dado tantos intareses en la India que piedas llamarte en estos momentos m hombre rico; pueda vivir, pues, independientemente obmo y dbde quieas. Mwido por la alegría de volver a verte pron- ta, desemboirqué en h n d m porque d i tenia que arr'&r al- gunas transacciones mo-. Fui a vm tambihn a mi l i b ro para elegir un regalo bonito que saüsfaciera tu afición

-me dije a mi mismo- aqui al- ha 2 6 su CBauca oon e1 *o gusto p e . 4 que idee en

em entonces para ti Tomo .al l i h y ma asusto; mue es 4

- tuya Ya sabía bastante y demasiado de ti, pues s61o la miseria habh podido obligarte a deshacerte del libro siem e-\y cuando no te lo hubieran robado. AI mismo tiempo mcontrFafortuinidi- mente para los db, al camienu, del libro, una boja escrita de tu @o y h a donde te llamabas un pobre infeliz y firma- ' has can el nopibre de Brand, indiwd~ la ciudad, la d e j g y el departamento donde vivías. Si este querido y cam li- bro no me hubiera revelado nada de ti, 2cón-10 habria @o encontrarte con el nombre cambiado y en tir wluntaria reclusi6nP Redbelo pes, p r seguada vez, y vedralo porque este libro es, por un milagro, la escalera que nos ha vuelto a reunir.. . Abre- vio mi &da en Londres y vengo volando a esta. dudad.. y oigo del embajdor, quien desde hace who semanas fue enviado aqui por su príndpe, que bas raptado a su hija

+Mi padre está aquiP -wtclam6 Clara plideciwido. -Sí, señora mía +mtim16 diciendo Valdelmees-, pero no

se asuste; 4 w sabe todavía que usted vive en esta dudad. . . El (viejo esth mepmtido de su dureza, se acusa a si mismo y

' esth desdonsolado porque ha perdido todas las huellas de w hija. La ha perdonado desde hace mucha y me contó lleno de emocIbn

' que se ignora par completo tu paradero y que a pesar de sus asiduas indgaciones en ninguna parte ha podido descubrit el menor rastro tuyo.. . Esto m entiende t í n i m n t e , amigo do, cuando sB lo retirado que has vivido, casi como un ermitaño de

'

la Tebalda 5 o cctmo ese Simebu estelita de modo que no ha llegada hasta ti ninguna noticia. d e n diario para decirte que

, tu suegro vive muy oerca v -cubnto me alegra d e r awegarlo- esth reconciliado contipo. Vengo directamente de kl w o sin be- berle dicho que abrigaba la esperanza casi certera de verte hay mismo. En caso de que th seas enoontrado junto con su hija, de- sea que vivas en sus queremias, ya que segumente no queds volver a tu carrera anterior.

Ya no hubo más que de&. La peffptiva de portSr vi- vir otra wz decentemente y con recursos holgados, fue para d matrimonio lo que los regalos de Navidad para los niños. Con *grado se d~pmdieron de la obligada fila& de la p h, cuyos cunsuelos y amargura habfan probado hasta Ias h.

VahMmm los ilevó prfmero en cocbe a su departamen- to, donde les cmsiguimm mseguih ropa decente para -en- tma Men a tavhb ante ei rerwndliado padre. No had f a h

>

. LAS COSAS SUPERFLUAS DE LA VIDA

decir que no se o l v i d a ~ ~ de la vieja Cristina. E%, a su mane- ra, se sinti6 tan f e b como sus

Luego m vio gran activida d=komsm de albañiles en la pequeña ca- Ileja. El viejo Em&m supehisó riendo la xestitucihn y con+ h

tmcción de su nueva escalera que, a pesar de las advertencias de Enrique, volvid a ser de madera. Babia recibido una in- demnización tan rica y generosa por su pérdida que el viejo co- lector de dinero a menudo se frotb las manos lleno de alegría, . y hubiera alquilado gustosamente su departamento rr un inquili- no aventurero de disposiciones parecidas. . .

Tres años más tarde, e1 viejo encorvado mibi6 con muchas perplejas reverencias a una pareja aristmrhtica carruaje suntuoso. El mismo los acornpñ6 por Te a nueva lkg6 escale- en un ra al pequeño recinto habitado ahora por un pobre encuader- nador. El padre de Clara acababa de morir y ella había con- m i d o con esposo desde sus tierras lejanas para ver por Úitima vez al moribundo y recibh su bendición Tomados del brazo, ambos se asmaron a la pequeña ventana, miraron hacia el techo rojo y m a d n y observaron otra vez esas medianeras tristes so- bre las que jugueteaban los rayos del sol. Este escenario de su miseria pasada y, a la vez, de su dicha infinita, los comovi6 hon- damente.. . El encuadernador estaba ocupado justamente en en- cuadernar para una biblioteca circulante la segunda edicibn de la obra que le habh sido birlada de mala fe al ernp3brecido autor.

-Es un libro muv bien recibido 4 i j o el encuadernador mien- tras serafa trabajand-, y ver4 otras ediciones m8s.

-Nuestro amigo Valdelmeer nos estA esperando -dijo En- rique y luego de haber hecho un regalo al encuadernador, subib m su esposa ai camiaje. Ambos meditaron sobre la esencia de . la vida humana y las necesidades, cosas superfluas y secretos de la existencia. . .

1 El abogado de pobres, Sietequeaos { S b h h ) , a el protagonis- ta de una mveia bom6nima (1796-W) de J a n Paul. Ei p-je m murddo, tambih, en detespemnte pobreza.

Z Sir Walter Raleigh (h. de 1552-1618), e1 eirplmadw ingias, e- prendi6 varfas expedid- a

3 Lios farmeos Cmt&ury T& de M e y Chauosr {ah.. de 1340- f a ) fuarm i m p m por Wdiam Caxtm (ab. de 1422-1491), el mer impremr inglés.

f ## 4 A l m n q ~ O m s r , e l ~ e a l i E a ( ~ ) i s l o a ~ d ~ ' ,

haba tmreadiado la biblioka da Alejad&. # 5 J U t d n a l R s y ~ d a ~ . < 6 f h h a h T6mpmtd da ShaLc3peara.

7 ditdbn a M m k h de S-. a A - 8 Rhmcia a SardaaBpab, el lega&& rey de A k h , &do

mm vicioso y muy dado a las phoaes de la vida. O El mito &ego aftrme que Orfbo mn su canto m k a plan-

y m i m b y h a s b h a d a - a l a s - . a. Cr.) d b i 6 fanwm p

1

y md@@ (1800-1875). 4 N # o & b fmd.1. . .

. - 12 De k d m d a , ira reina legemdaria, sa d r d m que habia f d a d o 7 -.

Mbilmlfa y las j d h e s odgtLmt5k 13 R e f e a e n d P a l a g i e o d i o q u e n s n a ~ e a i h ~ ~ , c a p . - - 8. de Don Quijote, o h que el propio T i d había traducido al &h. (No-

a* gOr los pmrs O gueb~a. 15 ~ a l ~ o o n ~ ~ c b C # t h e . 16 Praw von SicJtinsen, es en el Gota de Goetbe, el cuñado dei pro-

~ q u e v i e n e e m s u a ~ e n m u y p e l i s t a s a ~ ~ 17 Q a d e Hmri ! hh t -Shm (1780-18S) e &d h '

~ g w p m t & ~ a ~ ~ ~ e n L b ~ ~ i a r ~ w

Trabajo de digitalización y escaneo de materiales realizado por personal de SeDiCI para la cátedra de Literatura Alemana de la Facultad de Humanidades y 

Ciencias de la Educación de la UNLP. 

 

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