Las Emociones Del Terapeuta

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Terapia Familiar

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  • Traducido por Gerardo Resndiz J.

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    Las emociones del terapeuta

    Laura Fruggeri

    Psicobiettivo 3, 1992, 23-34.

    Resumen

    La autora conduce una reflexin sobre las emociones del terapeuta en conexin con el proceso de auto-observacin que caracteriza la actividad teraputica. Busca escapar a los riesgos del eclecticismo y de la irracionalidad que frecuentemente estn presentes en el debate de los terapeutas familiares acerca de las emociones y en su lugar conducir este importante aspecto del proceso teraputico al mbito del mtodo

    teraputico.

    Con este fin, despus de haber tomado en consideracin los diferentes modos a travs de los cuales ha sido tomado en consideracin el tema de las emociones en la literatura sistmica la autora propone una posicin en la cual las emociones son colocadas dentro de la interdependencia que conecta los sistemas cognitivo,

    afectivo y de comportamiento a travs de los cules se construye la relacin teraputica.

    Afrontar el tema de las emociones en el contexto teraputico significa adentrarse en un campo muy vasto al interior del cual estamos llamados a tener un atento acercamiento con las mltiples interrogantes implicadas en las diferentes facetas de un problema complejo. La conciencia de lo vasto y complejo en tal mbito temtico me induce por lo tanto a limitarme a uno de los tantos aspectos relevantes: el de las emociones del terapeuta. Esta eleccin se inscribe en el interior de una trayectoria personal de reflexin sobre la relacin teraputica que tiene como ncleo central la problemtica concerniente a los criterios metodolgicos al hacer terapia (Fruggeri, 1990; 1992; Fruggeri y Matteini, 1991). Desde este punto de vista, uno de los instrumentos esenciales a los cuales los terapeutas recurren para monitorear la conduccin de la terapia es la auto-observacin, entendiendo por esto la actividad tpica de cada psicoterapeuta que consiste en evaluar momento a momento cuanto su propio actuar o su propio ser en la relacin teraputica sea el ms apropiado en una situacin determinada. Es de hecho sobre la base de la auto-observacin que el terapeuta decide paso a paso como actuar. En este sentido la reflexin que pretendo hacer se refiere en particular a las emociones del terapeuta en el contexto del proceso de auto-observacin que caracteriza su actividad.

    El llamado viene desde diferentes lugares, este nmero de Psicobiettivo es una expresin del mismo, es un llamado a conducir una reflexin seria sobre las emociones en el contexto teraputico que debera antes que nada ser considerado como una invitacin oportuna a modificar el estilo monocntrico que frecuentemente ha caracterizado la reflexin del terapeuta familiar sistmico relacional: los comportamientos interactivos, los procesos simblicos, la familia, el individuo, los mapas del terapeuta los juegos de la familia, la relacin teraputica, y la co-construccin de significados han sido de hecho los componentes que alternndose entre ellos, han constituido el punto fundamental de la reflexin, o peor an, se han vuelto de vez en vez el elemento nico que explica todo.

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    Observando bien, en el actual debate sobre las emociones hay sin embargo seales que testimonian, desde mi parecer, la proposicin de un estilo anlogo y el riesgo que el tema de las emociones se vuelva el nuevo foco que monopoliza la atencin, el nuevo pero exclusivo elemento de explicacin en vez que motivo y ocasin para iniciar la elaboracin de una aproximacin ms compleja a la psicoterapia. Las seales a las que me refiero estn constituidas sobre todo por el hecho mismo que las emociones sean propuestas a la reflexin para los terapeutas sistmicos como tema nuevo, nunca antes afrontado. Las afirmaciones que en este sentido circulan ms o menos informalmente entre los terapeutas de esta postura terica podran resumirse de la siguiente manera Nosotros terapeutas familiares sistmicos relacionales no hemos nunca tenido en cuenta o puesto atencin a las emociones, desde hoy debemos ocuparnos de ellas.

    Indudablemente en el mundo de los terapeutas sistmicos se ha reflexionado raramente sobre el rol del contexto emotivo en el proceso del cambio, pero por otra parte debemos reconocer que el camino que conduce a la formulacin de una teora del cambio teraputico est todava por ser recorrida. Insistir, sin embargo, en connotar como absolutamente nueva la reflexin sobre las emociones deja emerger especialmente un esquema de fondo en el que algunas aproximaciones teraputicas tendran en cuenta el contexto emotivo y otras no. Es un esquema este en el que existe un presupuesto implcito, que hay un lenguaje nico y una manera nica para hablar de emociones, un lenguaje que no viene comnmente utilizado por los terapeutas familiares. Un atento anlisis de la literatura sobre la terapia familiar muestra sin embargo como las referencias a las emociones sean mucho ms frecuentes de lo que se esperara partiendo de esta premisa. Esto vale tambin, de manera bastante sorprendente, para la literatura sistmica de orientacin pragmtica-estratgica. Es verdad que los modos y el lenguaje son diferentes. Las emociones a las que sobre todo en pasado se ha prestado atencin se refieren casi exclusivamente a los miembros de la familia, tambin debido al hecho que la inclusin del terapeuta en el proceso teraputico es una adquisicin reciente, no solo en la aproximacin sistmico relacional. La principal aproximacin a travs de la cual fueron tomadas en cuenta las emociones fue la comunicacional, que examina las emociones mismas como informacin para el terapeuta acerca de las pautas interactivas familiares, o como informacin sobre el modo en el cual la familia toma las intervenciones del terapeuta.

    Por ejemplo si vemos en Paradoja y contraparadoja una descripcin de las retroacciones de los miembros de la familia a una intervencin, evaluada eficaz por los terapeutas sobre la base de la retroaccin observada dice Risa escandalosa del hermano, seguida de un progresivo y conmovente iluminarse de la mirada de Giulio, envuelto en risa incontenible, mientras los padres embarazados, parecen contener la respiracin (Selvini y cols., 1975, p. 158).

    O bien si consideramos el comentario de Boscolo durante la discusin de un caso en la sesin Me sorprend cuando hice la pregunta sobre el perodo de recuperacin de Gerte. Me habra esperado que la familia hubiera dado mensajes de alivio porque el tratamiento haba iniciado, pero al contrario eran muy infelices... No haba ningn alivio, en aquel momento sent cuanto era importante esta hija para el sistema familiar y tambin Pude haber un cierto alivio en la cara de la madre, una sonrisa, cuando deca que hay una hermana con la que ella habla (Boscolo et al.,

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    1987, p.313-314). Cecchin ilustra la modalidad con la que trabaja el equipo con el fin de formular hiptesis El padre est deprimido si la hija no est en casa, la madre parece contenta mientras habla de la hermana, el padre tiene un aspecto triste mientras habla del matrimonio, el padre y la madre se muestran avergonzados mientras hablan de su vida nocturna en casa. El terapeuta conecta todas estas ideas, estando sobre todo atento a la comunicacin analgica. Despus busca crear una historia de la familia que tenga sentido. (Boscolo et al., 1987, p.318).

    Retengo entonces que una reflexin sobre la diversidad del lenguaje a travs del cual los terapeutas sistmicos hablan de emociones en el contexto teraputico sea un punto de partida ms fecundo para la autocrtica, que pensaren en la consideracin de no haberse ocupado nunca de ellas. Un debate sobre las emociones que parta de la idea que ocuparse de comunicacin, de interaccin, de construccin de significados, de pautas o juegos familiares, de los mapas del observador, y de todos los temas que en el pasado incluso reciente han caracterizado la reflexin sistmica signifique ignorar las emociones, es un debate que nace del difuso y arraigado prejuicio que el sentir y el pensar no solo son procesos diferentes, sino tambin dicotmicos y que no se encuentran interconectados entre ellos. En efecto un debate sobre las emociones que parta de estas premisas abre la puerta a dos tipos de riesgos.

    El primer riesgo es el de resbalar en un confuso eclecticismo, es decir afrontando el tema de las emociones en terapia tomando prestado lenguaje e hiptesis explicativas pertenecientes a un cuadro conceptual diferente. El eclecticismo es por otra parte un estilo frecuentemente encontrado en las reflexiones de los psiclogos. Como subrayan los histricos de la disciplina, los autores de los manuales de psicologa frecuentemente mutan el punto de vista con el mutar del argumento a examinar, cuando escriben el captulo del manual dedicado a la percepcin son guestaltistas, pasando al tema el aprendizaje se transforman en conductistas, y podemos decir que se vuelven freudianos cuando hay que afrontar el estudio de la personalidad (Legrenzi, 1980, p.15). Y de la misma manera podemos decir que los terapeutas familiares se vuelven pragmticos cuando analizan la comunicacin, funcionalistas cuando describen el pattern interactivo, se transforman en constructivistas cuando hablan de reflexividad y se vuelven psicodinmicos cuando afrontan el tema de las emociones.

    Es segundo riesgo es el de ir a empantanarse en el campo de la irracionalidad en donde los sentimientos y las emociones escapan a cualquier posible anlisis metodolgico. As se llega a explicar los procesos teraputicos con el sexto sentido, la intuicin y el amor del terapeuta. Que el amor aunque sea importante no basta nos lo ha recordado Bettelheim (1967) escribiendo sobre el tratamiento de los nios psicticos. Pero quien ha vivido la experiencia de la desinstitucionalizacin de los manicomios, con sus fuertes connotaciones de humanizacin de la psiquiatra, sabe que incluso el amor del terapeuta pensado como nica palanca para el cambio, puede transformarse en rabia o en culpabilizacin del paciente. Como que yo te doy amor y t me faltas al respeto sin mejorar.

    Pero el ecleticismo y apelar a los buenos sentimientos son ms que un riesgo, ya han estado en los caminos de los terapeutas familiares. La problemtica relativa a las emociones del terapeuta ha

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    sido afrontada al interior del modelo sistmico relacional desde diferentes modalidades, que como dije antes, es til examinar al reflexionar con rigor desde una perspectiva sistmica sobre el contexto emocional en la psicoterapia.

    Trasposicin de la contratransferencia del individuo a la familia.

    Algunos autores proponen reflexionar sobre la experiencia emocional del terapeuta familiar a partir de una trasposicin del concepto de contratransferencia del mbito teraputico psicoanaltico individual al relacional familiar. An con la debida atencin y cautela que requiere dicha trasposicin y subrayando las diferencias entre un contexto de relacin didica y uno de relacin mltiple, la referencia para una discusin sobre las emociones del terapeuta sigue siendo la nocin de contratransferencia, en sus dos acepciones ms conocidas que este concepto tiene en psicoanlisis (Nicol, 1983; Eiguer, 1983; Shapiro, 1983; Fissi, 1986).

    La contratransferencia como conjunto de sentimientos reprimidos o deseos infantiles evocados en el terapeuta del paciente, se vuelve en la visin familiar, un revivir con la familia en terapia algunas de las tensiones probadas en la propia. Las emociones del terapeuta constituyen, en este sentido, un obstculo al desarrollo correcto de la terapia, van controladas a travs de un anlisis personal o a travs del anlisis de la familia.

    Este modo de definir y concebir las emociones del terapeuta, se asocia con una concepcin de la auto-observacin como una actividad necesaria para remover cada obstculo emotivo: auto-observacin como control.

    El otro modo de conceptualizar la contratransferencia es entendindola ms extensivamente como el conjunto de las respuestas emotivas del terapeuta en la terapia. En este caso las emociones del terapeuta son valoradas y enfatizadas porque se retiene sean indicadores de procesos inconscientes del paciente y por lo tanto la premisa para interpretaciones ms eficaces. Traspuesto al campo de la terapia familiar este concepto de contratransferencia se refiere a las emociones del terapeuta como reflejo de los sentimientos de la familia o de alguno de sus integrantes.

    Desde este punto de vista las emociones del terapeuta se vuelven un instrumento cognoscitivo de las emociones de los sujetos que el terapeuta tiene enfrente, un instrumento que facilita la comprensin de las dinmicas de la familia, un instrumento que permite al terapeuta individuar la modalidad ms adecuada para intervenir.

    En este caso la auto-observacin es una actividad necesaria para el terapeuta en cuanto le permite entender al otro. El terapeuta se observa a s mismo para ver al otro: auto-observacin como espejo.

    Los autores que se refieren a estas dos concepciones de transferencia, no las consideran de forma alternativa. Las indican como dos posibles experiencias emotivas del terapeuta, la primera se verifica cuando el terapeuta se cura a s mismo a travs de la sesin con la familia y viene considerada como un error; la segunda constituye el caso de un terapeuta que no estando

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    afectado por problemas personales, resuelve correctamente su funcin de espejo de las emociones de los otros.

    En estas posturas el terapeuta emerge como un cientfico neutral y objetivo o como un receptor de emociones de los otros. La idea implcita es que el terapeuta pueda no probar emociones o que no las pruebe de forma personal1.

    Derivacin sistmico relacional de la contratransferencia

    Loriedo y Vella observan Hablar de transferencia y contratransferencia en su propio sentido implica necesariamente la referencia a una epistemologa, a una metapiscologa y a un mtodo de indagacin que estn centrados en la estructura del inconsciente, y por otra parte habra que agregar que en la ptica sistmica relacional no se puede, obviamente, hacer referencia al inconsciente en el sentido analtico del trmino, por todos las referencias tericas y prcticas que derivaran de esto (1985, p.7) Las posiciones ilustradas en el prrafo precedente se centran en la adopcin del concepto de contratransferencia, asumiendo tambin la referencia a las dinmicas referentes de la estructura del inconsciente y en ese sentido introducen un lenguaje diferente respecto al modelo relacional- sistmico.

    Existen otras posiciones que aunque no usan el constructo de la contratransferencia ni hacen referencia al insconsciente, se configuran como originadas por estos constructos y a ellos pueden ser reconducidas.

    La aproximacin sistmica, en su impostacin pragmtico-estratgica, aunque no recurra al concepto de proyeccin, ni se interesaba en las motivaciones intrapsquicas del estado emotivo, no desconoce ni descuida las emociones del terapeuta Estas iban consideradas al interior de la dimensin temporal presente y en la acepcin reductiva de reaccin y comportamiento o como actitudes manipuladoras de diferentes tipos puestas en prctica por el paciente (seducciones, simetras, descalificaciones, etc) o como juegos tambin manipuladores de la familia (Selvini e coll., 1975). Lo que esta posicin comparte con quienes asumen como referencia la acepcin de la contratransferencia antes citada, es el hecho que las emociones del terapeuta son consideradas

    1 Las dos conceptualizaciones de la contratransferencia transferidas al mbito de la terapia familiar desde el psicoanlisis son puestas en discusin actualmente incluso al interior de la misma aproximacin psicoanaltica. El abandono de una aproximacin estrictamente hermenutica a favor de una valoracin de la relacin, ha de hecho llevado, incluso en ese mbito, a sostener algunas crticas hacia estas dos conceptualizaciones de la contratransferencia. Lo que ha sido puesto en discusin son las premisas implcitas en estas dos conceptualizaciones de la contratransferencia (Albarella y Donadio, 1986): a) la figura del terapeuta como cientfico neutral y objetivo, o como simple receptor de las emociones de los otros, b) pobre valoracin de la dimensin inter-personal en la relacin analtica y c) la consideracin de la relacin teraputica como relacional solamente fantasmtica. Actualmente en psicoanlisis las emociones del terapeuta van reconsideradas a partir de una definicin de la relacin entre terapeuta y paciente, como relacin real entre dos personas especficas que se encuentran en tiempo y espacio definidos. Desde este punto de vista las emociones del terapeuta son emociones que se refieren a la relacin teraputica.

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    obstculos para la terapia y como tales deben ser controladas, no recurriendo al anlisis personal o al familiar, sino pragmticamente a travs de una supervisin de la cual se espera la actividad de auto-observacin, que de otra forma sera tarea del terapeuta. An en este caso, la auto-observacin es concebida como control de las emociones.

    La segunda acepcin de la contratransferencia descrita arriba puede ser asociada con la sugerencia de considerar las emociones del terapeuta como un espejo de los sentimientos probados por algn miembro de la familia. En este caso no se recurre a la nocin de dinmicas proyectivas para explicar el espejeo, sino a las hiptesis de naturaleza sistmica, segn las cuales la familia en su relacin con el terapeuta tendera a reproducir patterns interactivos que la caracterizan y el terapeuta vendra a ocupar una posicin en el sistema de relaciones que ocupa normalmente alguno de sus miembros de la familia cada vez que dicha interaccin se activa. Implica entonces que ocupando la misma posicin el terapeuta pruebe los mismos sentimientos que se asocian a esa posicin. Las emociones del terapeuta se vuelven as una insustituible gua para entender lo que est sucediendo en la familia y para escoger la modalidad de intervencin ms til (Selvini e coll., 1989; Selvini, 1990) Las emociones del terapeuta son valorizadas, constituyen un elemento fundamental del proceso de auto-observacin concebido en su acepcin de espejeo. El terapeuta tambin en este caso, se observa a s mismo para ver al otro.

    Ambas modalidades de enfrentar las emociones reconducen a las contenidas en el modelo de la contratransferencia porque constituyen derivaciones tericas de aquel modelo al interior de un cuadro epistemolgico que permanece inmutable. Es decir, la idea implcita de un terapeuta como cientfico neutral y objetivo capaz de no sentir emociones o como simple receptor de emociones de los otros, pero capaz de no sentirlas de manera personal. A esto se agrega una compartida pobre valoracin de la dimensin interpersonal en el proceso teraputico. El acento est puesto en el terapeuta como agente de cambio de la familia. El proceso evolutivo es empujado hacia el polo del terapeuta, sus instrumentos, sus eventuales obstculos para mantener su posicin y sus maneras de superarlos. Todo esto en perjuicio de una adecuada consideracin de la relacin entre terapeuta y familia como mbito para el cambio.

    Las emociones como indicadores de procesos relacionales.

    Una particular atencin al contexto relacional de la terapia constituye el punto de reflexin propuesto por otros autores. An desde esta perspectiva de la relacin entre terapeuta y familia, se configuran dos modos de afrontar la temtica sobre las emociones del terapeuta.

    Una primera manera queda expresada por lo que podra definirse como los buenos sentimientos, a partir del momento en que se pone sobre todo el acento en el calor humano (Green y Herget, 1991) que el terapeuta debe manifestar en la relacin con la familia. El uso del verbo deber no es casual, ya que el calor humano viene identificado como la condicin normativa para el buen resultado de la terapia.

    Referirse al calor humano se justifica y puede incluso resultar oportuno como una correccin de la imagen que a veces se ha llegado a crear demasiado cnica del terapeuta familiar estratgico

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    que procede con movimientos y contra-movimientos en una sesin que se concibe como una lucha contra una familia a su vez imaginada (y por lo tanto vista) como lista siempre para engaar o poner en jacque al terapeuta. Engaoso puede ser poner, como lo hacen Green y Herget por ejemplo (1991), el calor del terapeuta en alternativa al principio de neutralidad elaborado de Selvini y cols. (1980) y reconsiderado por Tomm (1984), Boscolo et al. (1987) y Cecchin (1988, 1992). Es engaoso porque implica la reduccin de la neutralidad teraputica a una forma desapego emotivo, cuando en realidad el principio de neutralidad, sugiere tomar los diferentes puntos de vista de todos los miembros de la familia, haciendo referencia a la posibilidad para el terapeuta de tomar el modelo interactivo del grupo familiar de forma global (Cecchin, 1991).

    Referirse al calor humano puede resultar confuso con respecto al problema de las emociones del terapeuta porque aplana sobre un nivel nico aspectos que se colocan en niveles diferentes. Que el terapeuta deba tener respeto e inters por los pacientes y tener el deseo de serles de ayuda no es un principio metodolgico al hacer terapia, pero si constituye una premisa basilar de tica profesional. A partir de esta premisa el terapeuta establece relaciones con el paciente al interior de las cuales las emociones no pueden estar ni prescritas ni prohibidas, solamente se pueden sentir.

    Esta es una posicin que parece sustituir al prejuicio ligado a la dicotoma entre sentir y pensar ( y por lo tanto a la consideracin de las emociones como obstculo de la actividad teraputica) con un prejuicio moralista que atribuye valor teraputico a las emociones positivas y que considera las emociones negativas como obstculo para el proceso teraputico. Desde mi parecer dos son los problemas que pueden derivar de esto: uno est ligado al riesgo que se termine por prescribir emociones al terapeuta, el otro consiste en el hecho que se abran interrogantes que nos alejen de lo que debera ser un anlisis riguroso y provechoso de la problemtica de las emociones del terapeuta. Qu es lo que pasa con el terapeuta que siente emociones que no estn en sintona con lo que viene calificado como calor humano?, las debe negar o se debe concluir que no es un buen terapeuta?. La auto-observacin se vuelve, en este caso, una actividad constantemente dirigida a monitorear el tipo de emociones que siente el terapeuta y por otra parte apelar a los buenos sentimientos termina por prescribir los buenos sentimientos.

    Pero como subraya Cecchin Con emociones se entiende el calor, la simpata, la empata, pero tambin el aburrimiento, el fastidio, el enojo, la indignacin, etc. El problema no se vuelve saber cul es la emocin adecuada o ms teraputica, sino como utilizar en terapia las diferentes emociones que surgen espontneamente en la interaccin y que son parte importante en el desarrollo de un vnculo fuerte, presupuesto necesario para cualquier intervencin, incluyendo la educativa o la paradjica (1991, 66).

    En esta direccin van las reflexiones de otros autores que no solo consideran las emociones del terapeuta en referencia al contexto relacional de la terapia, sino tambin las emociones del terapeuta en la relacin que se desarrolla entre este y el paciente. En este sentido no hay ninguna distincin entre emociones positivas y negativas, como favorables u obstculos del proceso

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    teraputico. La pregunta principal se refiere a como las emociones pueden ser utilizadas en el proceso teraputico (Loriedo y Vela, 1985; Cecchin, 1988).

    Esta postura del problema nace de un cuadro terico que:

    a) Considera al terapeuta como participante de un proceso de construccin interpersonal que tiene lugar en el curso de la terapia;

    b) Coloca las emociones, as como los otros aspectos de la terapia, en el mbito relacional;

    c) Considera la relacin entre terapeuta y paciente como una relacin real entre dos personas especficas que se encuentran en un espacio y tiempos definidos.

    Una perspectiva similar resulta particularmente interesante porque delinea una postura de anlisis de las emociones del terapeuta coherente con una aproximacin sistmica, con criterios metodolgicos de terapia elaborados a partir de esta. Se trata sin embargo de un mbito de reflexin an abierto, que no se ha enfrentado con algunas interrogantes de carcter metodolgico. Qu significa afirmar que las emociones del terapeuta son indicadores de una relacin?, Cmo puede ser adecuadamente traducida esta idea?, Cmo pueden ser utilizadas estas emociones?, De qu manera se puede uno preguntar sobre ellas?, Qu lugar tienen las emociones en el mbito mismo del proceso teraputico?, En qu relacin estn con el proceso de auto-observacin del terapeuta?.

    Para lograr una investigacin dirigida a darnos respuestas a estas interrogantes, he encontrado til hacer referencia a la literatura ms reciente sobre las emociones y en particular a dos de los aspectos ms relevantes que de ella emergen de comn acuerdo con las reflexiones aqu expuestas: lo que se refiere a la interdependencia del sistema cognitivo, emotivo y comportamental a partir de lo cual las emociones son definidas como formas de disposicin a la accin generadas por particulares sistemas de evaluacin (Frijda, 1988; Maturana, 1988), y el que an reconociendo las caractersticas individuales de estos sistemas de evaluacin, nos lleva a los procesos de interaccin que la persona mantiene con su ambiente social y por los cual se atribuye a ellos una naturaleza social (Harr, 1986).

    Desde esta perspectiva las emociones del terapeuta no son ni una reaccin a estmulos externos, ni reflejo de las emociones de los otros, ni proyecciones de instancias fantasmticas. Las indicaciones de la investigacin ms reciente sugieren considerar las emociones del terapeuta como indicadores del modo en el cual el terapeuta participa a travs de sus propios mapas, sistemas de creencias y de significado en la construccin de la relacin teraputica.

    Las emociones del terapeuta no son, desde este punto de vista, ni sujetas a control ni atribuibles a los otros. Van reconocidas y reubicadas en la interdependencia que conecta los sistemas cognitivo, afectivo y de comportamiento, mbito en el cual se construyen las relaciones interpersonales y por lo tanto tambin la relacin teraputica. Las reflexiones sobre un caso permitirn profundizar y articular esta hiptesis terica.

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    Se trata de una terapia que conduzco junto con un colegai y sin supervisor detrs del espejo. La familia compuesta del padre, la madre, el hijo adolescente y la hija en edad escolar. La llamada para solicitar la terapia fue realizada por el padre aconsejado por su psiquiatra, al cual haban consultado los padres debido al comportamiento problemtico del hijo adolescente. En el tiempo entre la solicitud de terapia y la cita, que se realiz dos das despus de la llamada, el padre me llama y me dice que el hijo est internado en un hospital por una enfermedad orgnica recientemente diagnosticada (se trata de una enfermedad muy grave y con riesgo de muerte). Mi informa que por esta razn el hijo no puede estar presente en la cita y me pide si pueden venir solo los padres y yo acepto. Se presentan a la primer sesin y en el transcurso de los primeros veinte minutos de la entrevista se crea un impasse relacional con el padre de quien sintetizo los elementos ms sobresalientes:

    *De frente a nuestro inters por la enfermedad del hijo, el padre sostiene de forma decisiva que se trata de un simple incidente del cual no tiene caso hablar. Su opinin es que el problema verdadero est constituido por problemas psicolgicos del hijo, de lo cual l tiene una explicacin, y que teniendo en su trabajo compaeros psiclogos l tambin se ha vuelto tambin un poco psiclogo.

    *Lanza un ataque a las mujeres que despus de haber engatusado a los hombres con las ideas de igualdad en el 68, ahora piensen solo en ellas mismas y en sus carreras, dejando que los hombres se ocupen de todo.

    *Cuando no emite sentencias o pronuncia discursos para enardecer los nimos de frente a nuestras preguntas que indagan sobre las relaciones en la familia, entre hijos y padres, en la pareja, su modalidad de participacin en la conversacin es la siguiente:

    -Pone en discusin todo lo que dice la esposa y diciendo no es verdad comienza a hacer versiones opuestas de los mismos eventos. -De frente a nuestro intento de comprender esta diferencia, l pone a discusin cada pregunta, haciendo de ellas una cuestin lingstica. Un ejemplo a la pregunta cundo fue usted con el abogado?, l interrumpe para aclarar yo no fui con el abogado, me dirig a un abogado. Nuevamente tras la afirmacin del terapeuta bien, cuando usted se dirigi su siguiente precisin es un momento hay diferencia entre ir o dirigirse.

    *Despus de una secuencia interactiva de este tipo, propongo ponernos de acuerdo sobre el significado de las palabras que se estn usando. l comenta que ha venido para tratar de entender y al contrario se est creando una gran confusin. Respondo que tambin yo quiero entender y procedemos a acordar los trminos a utilizar. En ese momento su respuesta es que no entiende que es lo que se estamos haciendo, y que mientras el ha venido para hablar del hijo, nosotros estamos hablando de la pareja.

    i El Dr. Massimo Matteini a quien agradezco por la reflexiones que realizamos juntos al conducir el caso.

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    *En el transcurso de esta interaccin, mi colega responde inicialmente con un tono un poco agresivo, despus se hace cada vez ms silencioso y yo cada vez ms paciente trato de definir, sin xito, un dominio de consensualidad que nos permita proceder con la conversacin.

    Decidimos salir. El colega me comunica que pretende retirarse de la terapia no pudiendo conducirla adecuadamente a cause de la rabia que prueba con respecto a este hombre. Propone que continu sola, ya que logro controlarme ms. Yo respondo que no me estoy controlando, que siento pena por este hombre, que la rabia la siento en relacin a mi colega que retirndose me deja sola en una situacin difcil.

    Al remolino de emociones hacia el padre, debemos agregar las que acompaan la discusin entre mi colega y yo. Yo estoy enojada con l porque quiere retirarse de la terapia, l est enojado conmigo porque expreso que a mi juicio su reaccin emotiva es inadecuada. Ante la observacin del colega de sabe todo l, ya tiene una explicacin para todo, siempre tiene la razn, es arrogante, yo le contrapongo mis razones es verdad, es por esto que me da pena, para mi este modo en que hace las cosas indica una debilidad extrema, un malestar profundo. Es til hacer algunas consideraciones al respecto:

    No es el comportamiento objetivo de este hombre el que desencadena la rabia o la pena, sino la evaluacin que cada uno de nosotros hace de su comportamiento, la inferencia de arrogancia desencadenaba la rabia, y la atribucin de debilidad desencadenaba la pena.

    Podemos tambin hacer la hiptesis que las dos diferentes evaluaciones nos conectaron con alguna motivacin recndita conectada a nuestra propias historias o experiencias, pero esta lnea de pensamiento completamente orientada a nuestras historias personales, no tiene en cuenta nuestra relacin, en aquel momento y en aquel contexto, con aquella pareja que nos estaba esperando en la sala de terapia y con la cual debamos regresar posiblemente cambiados para poder continuar la conversacin que en aquel momento, por lo que sentamos y pensbamos resultaba extremadamente complicada.

    Es adems til subrayar que el impasse no tena que ver con las emociones que sentamos, la emocin de la pena no era ms til que la emocin de la rabia. Mi paciencia y mi fervor teraputico no era ms eficaz que el tono agresivo o el silencio del colega para desbloquear esta situacin.

    Tampoco la solucin cognitiva pareca ms adecuada, escoger racionalmente en base a la oportunidad teraputica si este hombre fuera un arrogante o un dbil nos habra llevado a uno de nosotros a negar lo que estaba sintiendo. La interdependencia entre cognitivo y emotivo, es de verdad interdependencia. Quiero decir que yo senta pena porque vea a este hombre dbil, y

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    como senta pena no poda mas que verlo dbil. El colega senta rabia porque lo vea arrogante, y como senta rabia no poda ms que verlo arrogante. De hecho, de frente a mi benvola lectura del comportamiento del padre, mi colega me hacia ver justamente que l era talmente oposicionista que no poda permitirse ni siquiera aceptar mi gentileza. Por otra parte era exactamente esta consideracin que reforzaba en m el sentimiento de pena que senta por l, yo vea que es muy difcil ser siempre fuerte.

    Ms la auto-observacin sobre nosotros mismos y sobre lo que sentamos proceda, ms veamos claro para nosotros mismos que las emociones que cada uno de nosotros senta estaban ligadas a dos diferentes modos de construir al padre. Pero sobre todo apareca claro que el modo que cada uno de nosotros adoptaba para interpretar el comportamiento del padre era parcial, cada uno de nosotros vea respectivamente arrogancia o debilidad, y por lo tanto probaba rabia o pena. No logrbamos asumir un punto de vista binocular que pusiera juntas la arrogancia y la debilidad, nuestro punto de vista que anulaba la rabia o la pena. Nuestras respectivas emociones de rabia o de pena puestas entre ellas como alternativa eran la expresin de un punto de vista dual que era perfectamente isomrfico al del padre, tambin l como nosotros, o nosotros como l, no logrbamos poner juntas la fuerza y la debilidad en la misma persona.

    Al final de este proceso de auto-observacin no haba pena, ni rabia, era solo una pregunta diferente que queramos hacer al padre Cmo hace un hombre fuerte a pedir carios a su mujer, cuando lo necesita, sin avergonzarse?.

    La respuesta a esta pregunta (yo temo que mi esposa no tenga ganas de hacerme carios) seal el inicio de la construccin de un dominio compartido finalmente.

    Las preguntas formuladas antes, comenzaron a encontrar un primer intento de respuesta. Las emociones del terapeuta son indicadores de la relacin de este con el paciente ya que constituyen indicadores de cmo el terapeuta mismo participa a travs de sus propios sistemas de evaluacin en la construccin del proceso interactivo con los miembros de la familia. En este sentido las emociones se vuelven un instrumento antes que un objeto de auto-observacin, se vuelven un instrumento para monitorear la funcin teraputica. La toma de conciencia por parte del terapeuta acerca de su propia experiencia emotiva, le permite reflexionar sobre como l contribuye a construir la relacin con los diferentes miembros de la familia. La auto-observacin en este sentido va entendida como un observarse a s mismo mientras se observa a la familia, y esto se entiende como reflexividad.

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    Bibliografia

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  • Traducido por Gerardo Resndiz J.

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