las Nuevas Orientaciones del Derechorr

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"La Ley Federal de Protección al Consumidor a la Luz de las Nuevas Orientaciones del Derechorr Trabajo que presenta, como socio activo, el licenciado Benjamín Flores Barroeta, en la sesión acadkmica re- cepcional de la Sociedad Mexicana de Geograffa y Estadistica, el día 4 de junio de 1976. www.juridicas.unam.mx Esta revista forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM http://biblio.juridicas.unam.mx Revista de Derecho Notarial Mexicano, núm. 66, México, 1977. DR © Asociación Nacional del Notariado Mexicano, A. C.

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"La Ley Federal de Protección al Consumidor

a la Luz de las Nuevas Orientaciones

del Derechorr

Trabajo que presenta, como socio activo, el licenciado Benjamín Flores Barroeta, en la sesión acadkmica re- cepcional de la Sociedad Mexicana de Geograffa y Estadistica, el día 4 de junio de 1976.

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Sabido es que el derecho es el instrumento reguhdor de los intere- ses en presencia, en la realidad social. Su formación resulta, en pri- mer término, de los datos que significan los fenómenos que tienen lugar en la sociedad, y que vienen a ser lo que la filosofía jurídica llama las fuentes reales. Se ve as.í oportuno iniciar el estudio que nos proponemos, con el análisis de la realidad social de que se ocupa la Ley Federal de Protección al Consumidor.

El término mismo de con-sumidm que usa la ley, para determinar el sujeto de su protección, precisa ser ubicado en la connotación social y económica, y en todo caso cultural, que el giro tiene en nuestra actual forma de pensamiento, sin que sea suficiente la definición que de él hace esta ley, al decir que "por consumidor se entiende a quien contrata, para su utilización, la adquisición, uso o disfrute de bienes o la prestación de un servicio". No basta este entendimiento formal, porque la contratación de que aquí se habla podría encontrar bien su lugar de regulación en los textos comunes establecidos; sencillamente estaríanios dentro del esquemr de las obligaciones de dar o de hacer de que se ha ocupado el derecho desde antiguo.

Por otra parte, la expresión consumidor no denota, de primera intención, nada especial que sea distinto en el lenguaje ordinario y aun en el jurídico, s quien en general compra, adquiere o usa. "Siem- pre se ha comprado, poseído, disfrutado, gastado y, sin embargo, no se c o ~ . ~ t ~ m z a " , en el sentido en que este término, y los de consumo y consumidor se m,anejan actualmente, pues con ellos se hace refe- rencia ahora a todo un complejo social, económico y cultural, que se aleja de las alusiones que cabía hacer antes a la persona del compra- dor, del adquirente o del usuario.

1 Baudrillard Jean, El Sistema de los Objetos, Siglo Veintiuno Editores, S. A. México, 1969, p. 223.

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Dicho complejo se englob,a en lo que se llama sociedud r k sonsu- mo o civi l ización de consumo, expresiones que a partir de nociones iniciales de la economía han llegado a connotar toda una forma de vida colectiva con manifestaciones económicas, sociales, culturales, psicológicas y hasta políticas y que se conecta con fenómenos vigentes de tiempo atrás, como la industrialización, la producción en serie, la masificación, la cosificación, la publicidad y los medios masivos de comunicación, como los más relevantes.

No es ésta la ocasión, ni poseo los especiales conocimientos que se requieren, para exponer a fondo y con amplitud el tema de la sociedad de consumo. La materia es propia de los economistas, prin- cipalmente, y aun de otros expertos como sociólogos, psicólogos y fi- lósofos. Mi propósito se reduce, a efectos del tema central que me preocupa, como jurista, a destacar algunos de los más relevantes aspectos de esta cuestión, que no por conocidos de sobra deben dejar de indicarse, pues ellos nos informarán de la realidad de cuya re- gulación legal se trata, por cuanto a la trascendencia que en de- recho tienen.

A la pregunta ¿qué es una "sociedad de consumo"?, podemos contestar con la lectura de estas ideas: esta expresión --como antes decía evolucionada desde ser una noción abstracta de la economía- ha llegado a tener uso en el actual lenguaje diario, inclusive con al- cance peyorativo. "El hombre de nuestro tiempo, sobre todo en las sociedades industriales occidentales, pero no exclusivamente en ellas, se considera impulsado al consumo de productos -y, más sutilmente, de personas, de ideas, de modos de vida- por encima de su voluntad, mediante unos medios de presión que reconoce y ve, intercambiando para ello un exceso de trabajo que de otra manera podría ahorrar- se . . . (pero que) no le impide continuar actuando como se espera de él dentro de la sociedad de consumo.. . Consumir ea distraer, ex- tinguir; es, al mismo tiempo utilizar mercancías y servicios en razón directa ,de las necesidades humanas. . . En cierto momento histórico, el consumo se expone como necesidad absoluta del género humano. . . es preciso que se produzcan bienes de consumo y que el salario del trabajador sea suficiente para consumir. . . En las sociedades occi- dentales y, de modo más inverosímil, en el llamado Tercer Mundo, el consumo ha pasado a ser una necesidad, a constituirse en tiranía; cuando en la actualidad se habla de sociedad de consumo, o de eivi-

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lizaciones de consumo, se hace en ese sentido peyorativo de las orga- nizaciones que fuerzan al individuo a consumir más allá de sus ne- cesidades y, para mantenerse en la definición, se dice que crean necesidades de consumo por medios artificiales. La cuestión tiene un aspecto económico-social y otro psicológico. Es de suponer que un in- dividuo con sus necesidades cubiertas suficientemente tendería a li- mitar su trabajo, lo cual provocaría la limitación de las ventas de mercancías, y con ello se resentirían los beneficios de la industria g el comercio. La incitación al consumo tiende, pues, a evitar este estado de cosas, siendo una de sus armas principales la publicidad y otra la conversión de las mercancías estables en perecederas".

La lectura de las anteriores ideas, w n el auxilio de otras más que iremos recordando, nos permite apuntar los rasgos más visibles de esta realidad. Desde luego se advierte que este fenómeno es propio de nuestra época, del proceso de masificación que ha venido teniendo lugar, como suele señalarse, a partir de la abundancia de objetos que implica la producción en serie y que conduce a la necesidad de promover una también abundante población consumidora; de modo que producción y consumo, productores y consumidores, son témii- nos que se implican inseparablemente en este tipo de sociedad. Aun- que es de advertirse que si bien esta forma conómica y social ocurre en su expresión más acabada en las colectividades desarrolladas, se da también en las que se encuentran en vía de desarrollo, con m e diana, baja y aún nula producción, por causas que van de la mera imitación extralógica al impacto desbordante en ellas de la alta pro- ducción de las sociedades elevadamente industrializadas; de donde cabe observar que el fenómeno no es de ninguna manera ajeno a este país, que no sólo lo vive ya en razón de su creciente desarrollo, sino que lo sufre por causa de expansiones extrañas, cuando no cier- tos grupos lo importan por mero mimetismo.

Segundo signo que se ve es el que podríamos considerar que constituye los elementos personales de la relación producción-consu- mo. De un lado la clase productora, fabricante, industrial, comercian- te, de ordinario en términos de grandes volúmenes técnicos y econó-

2 Biblioteca Salvat de Grandes Temas, La Sociedad de Consumo, Salvat Editores, S. A., pp. 19 y SS. En esta misma obra, en general, varios de los te- mas de que aquí se habla en cuanto a la sociedad de consumo.

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micos, que le dan u m situación de total preponderancia para impo- ner lo que es conveniente a la economía de la producción; esta clase productora cuenta con formas intensas de organización del trabajo y de la productividad, que se manejan despersonalizadamente por todo el complejo que implica la tecnocracia, sin más p'ropbsito que la orientación de la investigación, de la publicidad y de la organización de mercados, y sin más pretensión que la creación de beneficios para la empresa. De otra parte está la clase consumidora que viene a ser la población toda, integrada por el conjunto de individuos, hombres, mujeres, niños, jóvenes o viejos, que componen, según expresión usual a partir de Le Bon y Ortega y Gasset, la "masa", esto es la pura cantidad, acumulación o conglomerado de individuos sin traba- zón interna y sin forma externa; implica la homogeneidad de sus partes componentes o, cuando menos, la insignificancia de las di- ferencias que pudieran existir; son las gentes que oyen en la radio, o ven en la televisión, en distintas partes del país y aun del mundo, los mismos eventos, escuchan y ven los mismos mensajes, anuncios o "comerciales", leen los mismos periódicos o revistas, o "comics", como compran, usan, verdaderamente consumen cuantos ob'jetos se lanzan al mercado, siempre sustituyéndolos por los que como nuevos y de moda, o con nuevas e insustanciales cualidades siguen produciéndo- se. Se pueden señalar como caracteres propios de esta clase consu- midora masiva: la uniformidad ya dicha, desde luego; su carencia de estructura propia; la manipulación que de ella se hace desde fuera; la falta de responsabilidad que fuera de imputársele, lo que re- sulta de que, como antes se dice, es dirigida desde fuera, y de su condicionamiento por los medios, también masivos, de publicidad más que de información.

Tercer aspecto que debe analizarse en el complejo de que habla- mos, es el producto del consumo, esto es, nos hemos de referir a las cosas, a los objetos que son la materia de que se trata en la vinculac ción producción-consumo, entre los sujetos clase productora y clase consumidora. Jean Baudrillard comienza su libro "El Sistema de los Objetos" preguntándose si puede clasificarse "la inmensa vegeta- ción de los objetos como una flora o una fauna, con sus.. . bruscas mutaciones, sus especies. . . La civilización urbana es testigo de cómo

3 Baudrillard, ob. cit. p. 1. En esta misma obra, en general, también varios do los temas de que aquí se habla en cuanto a la sociedad de consumo.

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se suceden a ritmo acelerado las generaciones de productos, de apa- ratos, de gadgets, por comparación con los cuales el hombre parece ser una especie particularmente estable. . . los objetos cotidianos pro- liferan, las necesidades se muitiplican, la producción acelera su naci- miento y su muerte, y nos falta un vocabulario para nombrarlos". En la obra citada el autor realiza un extraordinario desarrollo al sis- tema que pretende hallar para el universo de objetos que material- mente nos han invadido en esta sociedad enajenada, en razón del proceso de cosificnción tan excelentemente descrito por Fromm : * auto- móviles, refrigeradores, lavadoras, licuadoras, batidoras, televisores, relojes, muebles, alfombras, prendas de vestir de toda índole, jabo- nes, detergentes, lociones, productos embellecedores, cosméticos, jue- gos, casas, terrenos, productos farmacéuticos, licores, tabaco, etc., etc., pues la imaginación no tiene límite para concebir tantas y tan- tas cosas, útiles o inútiles, buenas o malas, eficaces o ineficaces, esen- ciales o accesorias, que todos los días, en todas partes, al alcance de la mano, vemos, tocamos, usamos, tenemos, cons-urniimos y que se renuevan, cambian, se producen, nacen, aparecen y se extinguen sin ningún orden y en forma totalmente irracional. Bien se ha podido decir que si antes la vida de un hombre transcurría con ciertos ob- jetos que habfa venido adquiriendo con su trabajo y ahorro, lenta- mente a lo largo de su ciclo vital, y que le sobrevivían, ahora el mis- mo hombre consume en el curso de su vida innumerables cosas, pues particular cualidad que concierne a los objetos de consumo en este tipo de sociedad, es su destino perecedero en términos que permitan su sustitución por otros de nueva producción, a efecto de que el pro- ceso no llegue a pararse, mismo resultado que se obtiene por la ma- nipulación de la moda, que ,en poco tiempo deja fuera anteriores mo- delos adquiridos.

En seguida hemos de ver cómo es que la producción logra el consumo masivo de los objetos que constantemente está lanzando al mercado. Solidaria indispensable de la sociedad de consumo es la pu- blicidad; es este el "mensaje acerca del objeto", su imagen y discur- so. De la información en cuanto al objeto, la publicidad ha pasado a la persuasión y luego a la persuasión o'culta, a efecto de lograr un "consumo dirigido", pues el objeto "debe estar revestido de condicio-

4 Fromm Erich. Psicoanálisis de la Sociedad Contempo~ánea, Fondo de Cultura Económica, pp. 96 y SS.

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nes que rebasan sus propias, cualidades, su propia realidad, debe ser mitificado, convertido en ídolo. Esta es la obra principal de la pu- blicidad, elemento absolutamente básico en la sociedad de consumo, y que moviliza la necesidad de comprar, a la vez que ensalza la ca- lidad del objeto, dándole unas derivaciones impensadas". Surge la necesidad de buscar colocación a los objetos producidos; se requiere sugerir, persuadir su adquisición, hasta llegar al proceso de "creación de necesidades nuevas, de promover compras de artículos; se requie- r e controlar el comportamiento del consumidor, provocando en él respuestas psíquicas a la renovacla posesión de cosas", pues esto da a cada quien "cierta sensación de éxito. . . facilita la evasión o evi- tación del pensamiento responsable, satisface sus aspiraciones sexua- les, le permite la estabilidad social de su persona y refuerza su sen- sación subjetiva de salud, contribuye a su belleza personal, tal como lo dictan los cánones convencionales", Galbraith dice que "la publi- cidad y las artes análogas ayudan a desarrollar el tipo de ser hu- mano exigido por los objetivos del sistema industrial; un hombre que gasta regularmente su renta y trabaja regularmente porque siem- pre necesita más". "El sistema necesita que la gente desee trabajar sin límite para procurarse cada vez más mercancías". Muy intere- sante es la observación de Galbraith en cuanto a que la publicidad basa su gran eficacia en razón de que ella misma es un objeto de consumo: se cree e n la plub,licidad que qukre hmer c r e e r ; esto es,, que aunque haya la tendencia individual a rebelarse a la manipulación publicitaria, se cree en ella por la necesidad psicológica de la fábula: "Es la historia de Santa Claus, los niños tampoco se preguntan mayor cosa por su existencia", la cual no cuestionan en ocasión de los regalos que reciben: "a lo que es sensible el individuo, es al cui- dado que Be toman para solicitarlo y persuadirlo".

Elemento sustancial también de la sociedad de consumo es el cré- dito: "el ahorro del pasado, es decir, la pequeña o gran fortuna acu- mulada moneda a moneda en espera de conseguir la adquisición del objeto duradero o la serie de objetos que por perdurables podrfan ,ya- rantizar la seguridad para el resto de la vida, se convierte en el aho-

5 Vallet de Goytisolo Juan, Sociedad de Masas y Derecho, Taurus Edicio- nes, Madrdi, 1969, pp. 52 y SS.

6 Cita de Vallet de Goytisolo. Ob. cit. 7 Baudrillard, Ob. cit. p. 189.

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rro para el futuro: el crédito o la venta a plazos. La financiación, junto con la publicidad es el invento más formidable: permite ade- lantar la idea de la felicidad en este mundo -idea típica de la men- talidad surgida a partir de la fase industrial- sin esperar a la hipo- tética vejez. Unicamente requiere vender el futuro, que no es propio, a cambio del presente, que puede serlo gracias a una simple firma" Ocurre que el crédito "se sobreentiende como un derecho del con- sumidor, y en el fondo como un derecho económico del ciudadano ". @

Las cosas ya no son nuestras, las estamos haciendo en tanto las paga- mos, aunque; cuando terminemos de hacerlo quizás tales cosas ya no existan -recuérdese lo dicho en cuanto a su destino perecedero en breve tiempo-, aunque sabemos que el objeto "será mío cuando haya sido pagado".

Fijada en los términos anteriores la realidad social de que se ocu- pa la Ley que estudiamos, es momento de pasar a examinar la tras- cendencia jurídica que esta realidad tiene. Desde luego es de decirse que el consumo de bienes o de servicios que realiza la masa consumido- ra, lo es jurídicamente mediante la contratación, para su utilización, de la adquisición, uso o disfrute de dichos bienes y de la prestación de tales servicios (Art. 30. de la L'ey). Ahora bien, esta con- tratación ha venido a tener una, fisonomía correspondiente a los da- tos antes destacados de la sociedad de consumo, particularmente con el fenómeno de la producción y consumo masivos, hasta configurar lo que, a partir del tipo que inicialmente se llamó contrato de adhe- sión, ha venido a ser el de los contratos normados, obligados, diri- gidos, y, según la expresión que mejor convence por ser la más com- prensiva del fenómeno, el de los contratos masivos. lo

En efecto, la gran producción ha generado, desde el punto de vista de la contratación, la consecuencia de un i f o rmur las relaciones jurídicas, entre proveedores y consumidores; ella ha dado lugar a la creciente utilización de contratos de formul iwio, l1 destinados a abre-

8 Salvat, Ob. cit. pp. 30 y SS.

9 Baudrillard, Ob. cit. p. 177. 10 Flores Barroeta Benjamín, El Contrato Masivo, Conferencia en la Barra

Mexicana, Colegio de Abogados, el 28 de julio de 1970. El Foro, Quinta Epoca, No. 19. julio-septiembre de 1970, pp. 23 y SS.

11 Santos Briz Jaime, La Contratación Privada, sua problenwur en el trá- fico moderno. Editorial Montecorvo, Madrid 1966, pp. 28 y SS.

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viar su celebración y ejecución, con base en una suma de cláusulas redactadas para todos los casos, en serie, según la ley de los grandes números, sometidos a las leyes de una estandarización rigurosa, que por un proceso de tipificación contractual reduce al mínimo el es- fuerzo de las partes y la pérdida de tiempo, con h consecuencia de que la rutina sustituya a la reflexión. Estos contratos circulan por todo el mundo, y en todos los órdenes, para dar satisfacción pronta y expedita a la sociedad consumi~dora, incitada por la producción ma- siva: son los contratos de compraventa, arrendamiento, depósito, obra, pedidos, seguros, transportes, viajes, etc., redactados en forma idéntica, masiva, de manera que los consumidores se reduzcan a fir- mar, en el espacio, raya o puntos señalados para el efecto en estos impresos en serie, en todo tipo de papel, de color y de tamaño, desde luego que debidos a la exclusiva obra del proveedor, cuando no es que los propios consumidores no tienen siquiera necesidad de firmar, pues basta con ciertas conductas ya socialmente típicas, para que a una oferta masiva corresponda una aceptaci6n de igual género, con lo que se concluye el contrato.

Esta forma de contratación masiva ha preocupado a los estudio- sos del derecho, pudiéndose citar como obra famosa al respecto la elab'orada por Dereux, en que el autor se planteó, hace más de sesen- ta años la suma de problemas jurídicos a que da lugar este tipo de contratos, que desde entonces se llamaron de adhesión, a partir de su naturaleza jurídica. Nuestro maestro Borja Soriano da cuenta de las particularidades que la doctrina ha señalado a dichos contratos de adhesión: "la oferta se hace a una colectividad; el convenio es obra exclusiva de una de las partes; la regulación del contrato es com- pleja; la situación del que ofrece es preponderante; la oferta no puede ser discutida; el contrato oculta un servicio de utilidad públi- ca"; l2 y agregaríamos nosotros que el contrato viene a ser satisfactor de bienes o de servicios masivamente inducidos. Se ha cuestionado si estos contratos masivos lo son en verdad y hasta qué punto pueden aún quedar comprendidos dentro del esquema del contrato, o si son muestras de lo que se ha dado en llamar "la decadencia del contrato", o si constituyen figuras diferentes. En todo caso, en el supuesto de que encajen aún en la figura jurídica del contrato, queda por exarni-

12 Borja Soriano Manuel, Teoría General de las Obligaciones, Editorial Pornía, S. A., México 1953, p. 153.

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nar de qué manera funcionan los principios y reglas de los contratos : cómo se forma el consentimiento, de qué manera ha de funcionar su objeto, si caben los vicios de la voluntad; el error, dolo, la violen- cia, qué decir sobre la incapacidad, la ilicitud del objeto o del fin, y aun qué reglas han de presidir lo relativo a su interpretación.

Una primera impresión conduce a pensar que los principios y normas de la figura del contrato se rompen en este tipo de negocia- ción masiva, pues por ejemplo parece que el dogma de la autonomía de la voluntad no rige, si ésta ha de seguirse viendo como la liber- tad de contratar, a la vez que de fijar el contenido del contrato por ambas partes, pues se advierte que la decisión, por inducida, no es realmente espontánea, y a no dudar que el consumidor se encuentra impedido de intervenir en la redacción del contrato, ya que éste es por completo obra del productor o mercader oferente, a base de las que se llaman en la doctrina "disposiciones" o "cláusulas generales". Luego, se cuestiona si las disposiciones generales de estos contratos masivos son eficaces para derogar las leyes que se han venido ]la- mando en derecho supletorias. En seguida se pregunta si el error so- bre el motivo determinante de la voluntad puede contar para la ine- ficacia del contrato, dado que el consumidor ciertamente que tuvo como móvil principal, en la mayoría de los casos, las cualidades exal- tadas de la cosa o del servicio por la publicidad, que no siempre co- rresponde a la verdad de dichas cualidades; como se interroga sobre si todavía cabe hablar, en estas figuras masivas de contratación, del que en doctrina se ha denominado "dolo bueno", como la normal abundancia de méritos de la cosa que suelen hacer los comerciantes, para persuadir al adquirente, pues parece verse que las razones por las que dicho "dolo bueno" significó excepción jurídica a la inva- lidez negocia1 por dolo, era en un género de contratación común, como la normalmente emprendida directamente entre enajenante y adquirente, pero que tal vez la propia excepción deje de regir cuando el error a que pueden inducir tales exageraciones es sufrido por los amplios sectores consumidores. En fin, como antes se dice, parecería que efectivamente las reglas generales tienden a quebrantarse en este tipo de operaciones, a menos que por el contrario, se encuentre la for- ma de apuntalarlas.

En anterior lugar, el autor de esta exposición, al ocuparse en

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el año de 1970 del "Contrato Masivo", l3 manifestó la idea de que si bien es cierto que la figura del contrato, tal como ésta fue confi- gurada en su expresión individualista, es inhábil para acoger al nue- vo fenómeno, en cambio no parece justificado desechar de plano el marco contractual, del que pueden extraerse sólida,s bases jurídicas, con tal de que se piense en la nueva estructura del contrato, que re- sulta del rumbo que han venido tomando los principios del derecho, y del privado en particular, en la hora actual.

En aquella ocasión, después de varios lineamientos que recuer- do haber concluido expresando mi convicción de que el derecho de- bía continuar empeñándose en encontrar las formas más apropiadas para regular la actual problemática, hice votos porque en nuestro país se encontraran normas sabias en protección de los derechos, que en esta realidad reclamaban una regulación más justa. Hago públi- ca ahora mi gran satisfacción, como absogado, por el hecho de que, a iniciativa del señor Presidente de la República, el Congreso de la Unión haya aprobado esta Ley Federal de Protección al Consumidor que, promulgada y mandada publicar por el Ejecutivo el 19 de di- ciembre de 1975, inició su vigencia el 5 de febrero del año que corre.

Nos proponemos ver a esta Ley conforme a las nuevas orienta- ciones del derecho, y a este propósito se han hecho ya algunos avan- ces en este trabajo, a partir del análisis de la realidad regulada. Es ahora tiempo de sistematizar los nuevos rumbos de que se habla y que han llevado a principios jurídicos básicos para la nonnación de que se trata; bien entendido que el camino no ha sido el de una pron- ta y radical creación ex novo, sino que ha sido un largo andar en que se han venido extrayendo nuevas derivaciones a principios' mu- chas veces clásicos, o aportando nuevas perspectivas a horizontes que por su amplitud permitían las nuevas colocaciones.

El fenómeno que nos preocupa ahora no es el único que ofrece relieves especiales en la actualidad, pues son innúmeras las nuevas cuestiones que en cada rama del derecho se han planteado y que han venido comprometiendo a los juristas a hallar respuestas y soluciones adecuadas a la nonnación colectiva, siendo dable señalar que los ins- trumentos jurídicos han hecho posible salir con fortuna al paso de

13 Flores Barroeta Benjamín, Ob. cit.

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la renovada problemática, merced al carácter plenamente dinámico de nuestra ciencia.

No sólo como muestra de que en toda la extensión del derecho han venido ocurriendo estos retos motivadores de las nuevas res- puestas jurídicas, sino a efecto de ir perfilando las nuevas perspec- tivas jurídicas de que se habla, podemos ya ir a,portando algunos da- tos: l4 en el sector primario de los sujetos de derecho que constituye el derecho de la personalidad, cuestiones como el aumento de la po- blación, la extensión de los promedios de vida, la facilidad de las aproximaciones entre los individuos, la necesidad de actuar en un mundo cada vez más competitivo, y otro género de problemas se- mejantes, tuvieron cabida en el principio de la afirmac2ón & la per- sonalidacl jurEdica, con la mayor extensión y con la más amplia for- ma de su preservación, lo mismo que en el de la debida sol- entre todos los sujetos, con las consecuencias de la vida jurídica más plena y el deber de proximidad. En el campo de las relaciones fa- miliares, los indicados principios hicieron posible modelar las normas relativas al matrimonio, a la filiación y a la adopción, e hizo su arribo la principalísima idea de la plena igualdad entre los esposos, ya no digamos sin dominio alguno por parte del marido, pues ésta era situación ya rebasada en nuestro derecho, sino con la justa conclu- sión de la plena 1ibertu.d para determinar el número de hijos que quisieran tener, conforme también a una norma más, la de la res- p o m a b i l W . Hasta en el campo que más se ha visto como estático, el del derecho patrimonial se ha presenciado el renuevo de sus clá- sicas reglas, conforme a los ya indicados principios de afirmac2ón de .?a personalidad, de so12darihd y de responsabilidad; ideas como la función socia2 de la p ~ o p i e h d , la afirrnución del patrimonw nacional, el del ejercicio no abusivo de los derechos g otras, se rigen por dichos principios. Y en el régimen jurídico de la contratación, uno de sus principios básicos, el de la autonomia de la vloluntad, hace mucho que dejó de verse en dimensión individualista, para cobrar eLn sentido SO&^, al dejar de ser meramente un querer para transformarse en un querer-deber responsable; pero siendo de ubicarse la materia que

14 Véase Flores Barroeta Benjamín, Principios Orientadores del Actual Derecho Civil y su Prolongación a Otros Campos de la Ordenacidn Social, Con- ferencia en la Suprema Corte del Ecuador, el 25 de abril de 1972, El Foro, Quin- ta Epoca No. 26, abril-junio 1972, pp. 36 Y S.

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en esta oportunidad nos preocupa en el campo del derecho de contra- tación, es preferible analizar los nuevos principios al respecto en lugar separado.

Principio capital que se apunta en la nueva regulación del dere- cho de contratación, es el de la autonomía de la voluntad como que- rer *esponsable; entendid.a la autonomía privada como el poder que tienen los particulares de regular por sí mismos su conducta, sin encontrarse sujetos a superior instancia que los determine en forma alguna, cabe decir que el propio principio, con los conocidos lindes del orden público y de las buenas costumbres, sigue rigiendo la ac- tividad negocia1 privada; pero esta afirmación sólo puede ser válida s'i concebimos que la libertad que entraña la autonomía topa, no sólo con los límites dichos, sino con el deber que se determina con arreglo a las ideas de responsabilidad y de cwfiunza. l5 La responsabilidad implica la disposición a responder, a dar contestación, como dice Fromm, "a las necesidades expresadas o no de otro ser humano", pues la responsabilidad es base imprescindible de la vida de relación. Ferrera explica que cada uno, en el mundo de los negocios, tiene el debsr de comportarse de modo normal, vigilantemente, y cuando rea- liza un negocio tiene el deber de ser correcto, honrado, preciso; de expresar clara y exactamente, además de unívoeamente, su querer, sirviéndose de medios adecuados de emisión y de comunicación. A su vez la confianza es la fe en la responsabilidad que se espera, el descanso en la actitud ajena que se aguarda ha de ser con la co- rrección, honestidad y precisión debidas. l8

En las reIaciones jurídicas dejamos de usar nuestra libertad en el lindero en que hemos de ser responsables ante lo que se espera de nosotros, en razón de la confianza despertada en los demás, de modo que estamos constreñidos a no hacer ya lo que queremos, sino que debmemos hacer, aunque no lo deseemos. De todo esto resulta que hablemos de este principio de la autonomía como querer responsable en razón de la cromfiunza susdhda.

15 Véase Flores Barroeta, L a Declaración Unilateral de la Voluntad, Como Fuente Especial de Obligaciones en "Estudios Jurídicos que en Homenaje a Ma- nuel Borja Soriano, presentó la Universidad Iberoamericana", Editorial Porrúa, S. A., México, 1969, en particular pp. 377 y SS.

16 Ferrera Luigi Cariota, El Negocio Juhdico, Biblioteca Jurídica Aguilar, Madrid, 1938, p. 53.

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Por otro lado, la libertad que tradicionalmente se ha venido viendo enlazada al principio de la autonomfa, debe k r vista tam- bién con una nueva perspectiva, que rechace los extremos inadmisi- bles a que abusivamente se llegó en el individualismo. La libertad que implica la autonomía ha de ser una libertad real, que verdaderamen- te elimine la ajena imtan& determinunte del acto, pues no se trata ya de la libertad ideal, abstracta y con frecuencia puramente nomi- nal, sino de una libertad efectiva, concreta, menos socialmente y en derecho un punto de partida que un punto de llegada; con lo que se quiere decir que el rumbo es hacia una liberación real que propicie la ley, superando la falsa libertad que se funda en una falsa igual- dad entre los sujetos. En suma, son de afirmarse, también los prin- cipios de verdadera igualdad y de plena libertad, como a no dudar que está implícita en la responsabilidad y con base en la sol idar iM y en la función sochl de los derechos, también el ejercicio no abusivo de los mismos, pretendiéndose con todo ello la afirmción de la, per- sonalidad jurúlica, con la plenitud que corresponde a la d.ignidud del ser humano aomo sujeto de derecho.

Con base en los anteriores principios es que ha de fincarse b nueva estructura del contrato, a efecto de que la formación del con- sentimiento, la precisión del objeto, la libertad del consentimiento en el negocio, la capacidad requerida y su forma correspondan ple- namente a tales principios. Será tarea de los siguientes pensamien- tos analizar la contratación masiva de que se ocupa la Ley Federal de Protección al Consumidor, con arreglo a los principios encontra- dos y de acuerdo con la nueva estructura del contrato, que vendre- mos aplicando a medida que nos vayamos aproximando al texto de la Ley.

Base para la mejor comprensión de la Ley que analizamos es, en primer término, la precisión que ella hace de los sujetos a cuya pro- tección se refiere, esto es, a los consumidores que menciona su artícu- lo lo., y la forma en que se define a este sujeto, en el artículo 30., como quien "contrata para su utilización, la adquisición, uso o dis- frute de bienes o la prestación de un servicio". De esta manera la Ley señala que su protección se extiende a la clase consumidora en general, que viene a ser así el sujeto universal a quien preserva, in- tegrada dich,a categoría por los individuos que particularmente ven- gan necesitando en casos concretos la aplicación defensora de estas

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normas. Se fundan de suerte el ordenamiento tanto en el principio de la p~eservaciórt de la persomlidacl jurúlica, como en el de la so- lidaridad entre los individuos homogéneos, a efecto de que las carac- terísticas nocivas de su condición indiferenciada no conduzcan en derecho a una injusticia colectiva e individual. Diríamos, con Vallet de Goytisolo, l7 que de esta manera el derecho no sólo tutela a la sociedad consumidora, sino que se propone su "desmasificación", en aras al logro de una mejor justicia social e individuai.

Comprensivo este ordenamiento de la realidad social de que se ocupa, del otro lado de la colectividad consumidora coloca, como ex- tremo de la relación respectiva, a la clase productora, significada por los comerciantes, industriales y prestadores de servicios, y aun por organismos descentralizados y los órganos del Estado, en cuanto de- sarrollen actividades de producción, distribución o comercialización de b'ienes o prestación de servicios a los consumidores; siendo dicha clase productora la que de manera masiva promueve el consumo, y que significa en la relación respectiva el sujeto preponderante que ofrece a la colectividad, en términos uniformes, que son obra exclu- siva suya, sin posibilidad de discusión, y muchas veces, como la doc- trina lo ha señalado, ocultando un servicio de utilidad pública (ar- tículos 20. y 30.)

Con muy buena técnica la Ley fija en el artículo 40. la forma jurídica en que entiende que opera esta relación de consumo, seña- lando que ella es la de los contratos de adhesión, a los que asigna las características que la doctrina ha precisado. Dichos contratos son los que como antes dijimos se conocen también como normados, di- rigidos o masivos, y su conceptuación en la Ley entraña un formi- dable avance, pues salvo las especulaciones doctrinarias con respecto a estos cont~atos, eran escasas las legislaciones que los consignaban en una regulación especial.

En la forma apuntada en los Últimos párrafos, la Ley precisa la relación que ha de regir, pues quedan definidos los sujetos de ella y los, términos jurídicos de su vinculación. A, partir de esto es que la Ley norma a esta relación, de acuerdo con los pensamientos jurí-

17 Ob. cit. p. 237.

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dicos contemporáneos, con arreglo a los nuevos principios que infor- man la estructura contractual.

No debe postergarse la observación del rango de orden público y de interés social que la Ley asigna a sus disposiciones, que quedan establecidas como irrenunciables por los consumidores y de acata- miento obligatorio por parte de los productores. Es así como este ins- trumento legislativo otorga jerarquía superior a los principios y nor- mas que establece, dejando resuelto el problema de las leyes que en el esquema individualista del contrato se llamaban supletorias, en favor de que las que se refieran a estos nuevos principios de afirma- ción de la personalidad jurídica, de verdadera ZgmEdad entre las par- tes, de respomabilidad de la clase preponderante como autora de un querer-deber-responsable, dejan de ser renunciables. Se trata de con- diciones, no que suplan la voluntad faltante, con la consecuencia de que valga la manifestada en contrario, sino de que en ausencia de voluntad al respecto y aun en presencia de voluntad que aparezca de- rogatoria, prevalecerá lo dispuesto por la Ley.

Sobre las bases anteriores y siempre conocedora de la realidad que se propone regular, la Ley inicia la nueva estructura de esta for- ma de contratación, a partir de la formación del consentimiento. En- tendido dicho consentimiento como la conjunción de oferta y acep tación, y dado que en la realidad de que se trata la oferta es hecha por un sujeto preponderante a la colectividad, se entiende la técnica del legislador al regular de manera muy principal a la pubIicidad, pues ésta viene a ser la oferta masiva cuya adhesión se induce.

Con buen apoyo en el principio de una autonomfa de la volun- tad con sentido so&.?, a la vez que en los de repwabi1id.u.d y de co.nf2anza, la Ley establece la obligación de todo proveedor de bienes o servicios, de informar veraz y suficientemente al consumidor con claridad, en idioma español, en términos comprensibles, con las ad- vertencias e informaciones para el empleo de los productos peligro- sos. Las promociones y ofertas deben sujetarse a reglas muy preci- sas en cuanto a las operaciones, condiciones, término de duración o volumen de mercancías del ofrecimiento; quedando en todo caso obli- gado el proveedor a suministrar el bien o servicio, en los términos de la. publicidad realizada (artículos 50., 70., 80., 11, 12, 13, 15, 16 y 19). En suma, los términos de la oferta masiva que se hace por la

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clase productora deben ser categóricos y unívocos y ajustarse a co- rrección, honradez, precisión, como resulta del principio de respon- sabilidad, a la vez que lo exige la confianza que en la colectividad se suscita.

La oferta significada por la publicidad constriñe a la responsa- bilidad de su cumplimiento, con toda la amplitud que el esquema con- tractual determina. Así, es idea toral que el objeto debe estar perfec- tamente identificado, sin que pueda inducirse a error sobre su ori- gen, componentes, uso, características y propiedades de toda clase, a la vez que debe informarse verazmente de lo relativo a los materia- les, elementos, sustancias o ingredientes de que están hechos los productos, con las consiguientes instrucciones para su uso normal y conservación. De esta manera se tiene sólida base para resolver cues- tiones tan significativas en derecho, como el de los vicios de la vo- luntad en que pueda incurrir el consumidor, particularmente el del errw, ya que ciertamente ha de entenderse como tal el que recaiga sobre todas estas particularidades del objeto o del servicio ofrecido, en los términos de la oferta, y que son las motivaciones del consumo, que de otro modo no se hubiese realizado siendo así de perfecta aplicación el principio civil del error sobre el motivo determinante. Y las mismas ideas rigen por lo que toca a la oferta al público de productos con alguna deficiencia, usados o reconstruidos, pues estas singularidades deben indicarse de manera precisa y ostensible al consumidor, ya que de no ser así estaríamos ante un verdadero dolo, como sugestión o a,rtificio que hiciera caer en error al consumidor, por cuanto a la creencia de que se trata de productos perfectos y nuevos.

La prestación de los servicios se sujeta a iguales principios de r,esponsabilidad, en términos de la co7~fknza suscitada en el público, ya que en capítulo correspondiente a esta materia se obliga a los prestadores de servicios a emplear partes y refacciones nuevas y apropiadas para el producto de que se trate, teniendo el deber de hacer del conocimiento del público, en forma visible, las tarifas res- pectivas.

Comentario muy especial por lo que toca al perfeccionamiento de la contratación masiva de que se ocupa esta Ley, es el que con- cierne a las ventas a domicilio. La disposición de que el contrato se

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perfeccionará a los cinco días hábiles contados a partir de su firma, cuando dicho nexo se haya debido a proposición de una persona fí- sica en el lugar donde habite, o en el de su trabajo, parece que pugna con la regla general de que, tratándose del consentimiento entre per- sonas presentes, ya que la aceptación sigue de inmediato a la oferta, dicho consentimiento se traba de inmediato. Pero la derogación del principio no es en verdad sino aparente, ya que lo que ocurre es que la Ley, sabedora de que en este tipo de contratación se da una ver- dadera compulsión, al grado de penetrar la oferta a la privacía del domicilio, establece un plazo legal en favor del consumidor, a efecto de que su adhesión no sea irreflexiva sino consciente, de suerte que cobra vigencia otro principio civil, en cuanto a la o fe rb sujeta a plazo para su aceptación, circunstancia en la cual, si bien el autor de la, oferta queda ligado, el destinatario es libre durante el tiempo del plazo. Este sistema se ajusta claramente a los nuevos principios jurídicos antes destacados de la pveservación de Za personal- ju& dica, y de la plena libertad, con base también en la orientación hacia una verdadera igualdad entre las partes, pues la Ley nunca ignora la preponderancia del productor.

Mención también muy especial merece el capítulo relativo a las operaciones a crédito, que kemos presidido de manera principal por la idea del ejercicio no abusivo de los derechos, en cuanto la Ley se- ñala límites muy precisos para la fijación de los réditos, a efecto de evitar la usura, proscrita en derecho desde hace siglos, y prohibien- do en forma expresa que se cobren inteseses sobre intereses, así como la capitalización de los réditos. A la vez, el capitulo de las operacio- nes a crédito afirma los principios de libertad y de verdadera iguulr W , pues sabedora de que mediante este sistema se logra encadenar el futuro de los consumidores al sistema de producción, obliga al pro- veedor a informar a aquél sobre el precio de contado, el monto de los intereses, y todas las circunstancias relativas, dando ocasión a una decisión más reflexiva. Por otra parte, en las ventas a plazos se aseguran los derechos fundamentales del adquirente, a efecto de suprimir las que, como "cláusulas vejatorias" de que habla el Có- digo Italiano, implican la renuncia de derechos fundamentales; así, el alquiler y la indemnización cuando el contrato es rescindido, sólo pueden ser fijados por las partes hasta el momento de pactarse la rescisión voluntaria, o por peritos designados administrativa o ju- dicialmente. Y se invierte el derecho de opción, por la rescisión o

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el cumplimiento en estos casos, que corresponde ahora al consumidor, lo que es más justo y equitativo; conforme al principio de la verdadera igualdad de las partes.

En orden a la contratación masiva que regula, la Ley faculta a h Procuraduría Federal del Consumidor a vigilar que los contratos de adhesión no contengan cláusulas que establezcan prestaciones des- proporcionadas a cargo de los consumidores o les impongan obliga- ciones inequitativas. De esta manera las cláusulas uniformes, gene- rales o eskmdarizadas de los contratos hechos en formularios, ma- chotes o reproducidos en serie mediante cualquier procedimiento y, en general, cuando dichas cláusulas hayan sido redactacias unilateral- mente por el proveedor, podrán ser revisadas por esta Procuraduría y, en su caso, anuladas por la autoridad judicial. Sabia disposición es ésta que asegura los principios de libertad de contratak5n y de verdadera i g m W de que hemos hablado antes.

Atinentes atribuciones se señalan en la Ley a las varias autori- dades a que ella se refiere y en forma especial a la Procuraduría Fe deral del Consumidor, a efecto de preservar al sujeto pasivo de la contratación en masa, facultando a dichas autoridades inclusive para la imposición de sanciones. Plena base tiene todo esto en el orden pú- blico e interés social que asegura la Ley.

Finalmente debe aludirse al Instituto Nacional del Consumidor, cuyas finalidades, dispuestas por el artículo 68, de información, ca- pacitación y orientación al consumidor, ciertamente que llevarán a la superación del complejo problema que implica la sociedad de consu- mo de que hemos venido hablando y del que de manera sabia se ocupa esta Ley.

Terminé intervenciones anteriores a esta, l8 con la expresión de nuestro deseo de continuar empeñándonos todos en dar la solución más justa a estos complejos problemas. Hoy concluyo satisfecho de que nuestro país como muchos más del mundo, cuenta ya con un ins- trumento jurídico eficaz para las respuestas debidas, a la vez que renuevo mis votos porque continuemos pugnando por una regula- ción cada vez más justa de esta relevante problemática.

Muchas gracias.

18 Conferencia sobre el Conntrato Masivo, Ob. cit.

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