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1 LAS VANGUARDIAS EL FUTURISMO Filippo Tommasso Marinetti (1876-1944) es el fundador del Futurismo. En 1909 publica en el periódico francés Le Figaro el Manifiesto futurista cuya traducción ofrecemos a continuación. El movimiento futurista responde a la actitud desdeñosa y aristocrática de los intelectuales de vanguardia en relación con las realidades comunes y con los valores clásicos y tradicionales. Busca la originalidad, el irracionalismo, la exaltación de la euforia por los momentos fugaces y de la tecnología, el amor al peligro, la exaltación de la energía, del coraje y de la audacia; la admiración por la velocidad, la lucha contra el pasado, la exaltación de la agresividad y de la guerra, considerada como “la única higiene del mundo”. MANIFIESTO FUTURISTA (1909) 1. Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad. 2. El coraje, la audacia, la rebelión, serán elementos esenciales de nuestra poesía. 3. La literatura exaltó, hasta hoy, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso de corrida, el salto mortal, el cachetazo y el puñetazo. 4. Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la Victoria de Samotracia. 5. Queremos ensalzar al hombre que lleva el volante, cuya lanza ideal atraviesa la tierra, lanzada también ella a la carrera, sobre el circuito de su órbita. 6. Es necesario que el poeta se prodigue, con ardor, boato y liberalidad, para aumentar el fervor entusiasta de los elementos primordiales. 7. No existe belleza alguna si no es en la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser una obra maestra. La poesía debe ser concebida como un asalto violento contra las fuerzas desconocidas, para forzarlas a postrarse ante el hombre. 9. Queremos glorificar la guerra única higiene del mundoel militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales se muere y el desprecio de la mujer. 10. Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el moralismo, el feminismo y contra toda vileza oportunista y utilitaria. 11. Nosotros cantaremos a las grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o por la revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas, cantaremos al vibrante fervor nocturno de las minas y de las canteras, incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas, devoradoras de serpientes que humean; a las fábricas suspendidas de las nubes por los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes semejantes a gimnastas gigantes que husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que patalean sobre los rieles, como enormes caballos de acero embridados con tubos, y al vuelo resbaloso de los aeroplanos, cuya hélice flamea al viento como una bandera y parece aplaudir sobre una masa entusiasta. Es desde Italia que lanzamos al mundo este nuestro manifiesto de violencia arrolladora e incendiaria con el cual fundamos hoy el FUTURISMO porque queremos liberar a este país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios. Ya por demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de ropavejeros. Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la cubren por completo de cementerios.

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LAS VANGUARDIAS

EL FUTURISMO

Filippo Tommasso Marinetti (1876-1944) es el fundador del Futurismo.

En 1909 publica en el periódico francés Le Figaro el Manifiesto futurista cuya traducción ofrecemos

a continuación.

El movimiento futurista responde a la actitud desdeñosa y aristocrática de los intelectuales de

vanguardia en relación con las realidades comunes y con los valores clásicos y tradicionales. Busca la

originalidad, el irracionalismo, la exaltación de la euforia por los momentos fugaces y de la tecnología, el

amor al peligro, la exaltación de la energía, del coraje y de la audacia; la admiración por la velocidad, la

lucha contra el pasado, la exaltación de la agresividad y de la guerra, considerada como “la única higiene del

mundo”.

MANIFIESTO FUTURISTA (1909)

1. Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.

2. El coraje, la audacia, la rebelión, serán elementos esenciales de nuestra poesía.

3. La literatura exaltó, hasta hoy, la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros

queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso de corrida, el salto mortal, el

cachetazo y el puñetazo.

4. Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva

belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con gruesos tubos

parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es

más bello que la Victoria de Samotracia.

5. Queremos ensalzar al hombre que lleva el volante, cuya lanza ideal atraviesa la tierra,

lanzada también ella a la carrera, sobre el circuito de su órbita.

6. Es necesario que el poeta se prodigue, con ardor, boato y liberalidad, para aumentar el

fervor entusiasta de los elementos primordiales.

7. No existe belleza alguna si no es en la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter

agresivo puede ser una obra maestra. La poesía debe ser concebida como un asalto violento contra las

fuerzas desconocidas, para forzarlas a postrarse ante el hombre.

9. Queremos glorificar la guerra –única higiene del mundo– el militarismo, el patriotismo, el

gesto destructor de los libertarios, las bellas ideas por las cuales se muere y el desprecio de la mujer.

10. Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir

contra el moralismo, el feminismo y contra toda vileza oportunista y utilitaria.

11. Nosotros cantaremos a las grandes masas agitadas por el trabajo, por el placer o por la

revuelta: cantaremos a las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales

modernas, cantaremos al vibrante fervor nocturno de las minas y de las canteras, incendiados por

violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas, devoradoras de serpientes que humean; a las fábricas

suspendidas de las nubes por los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes semejantes a gimnastas

gigantes que husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que patalean sobre los rieles,

como enormes caballos de acero embridados con tubos, y al vuelo resbaloso de los aeroplanos, cuya

hélice flamea al viento como una bandera y parece aplaudir sobre una masa entusiasta. Es desde Italia

que lanzamos al mundo este nuestro manifiesto de violencia arrolladora e incendiaria con el cual

fundamos hoy el FUTURISMO porque queremos liberar a este país de su fétida gangrena de profesores,

de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios. Ya por demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de

ropavejeros. Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la cubren por completo de

cementerios.

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EL DADAÍSMO

Para hacer un poema dadaísta

Tristan TZARA

Coja un periódico.

Coja unas tijeras.

Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema.

Recorte el artículo.

Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa.

Agítela suavemente.

Ahora saque cada recorte uno tras otro.

Copie concienzudamente

en el orden en que hayan salido de la bolsa.

El poema se parecerá a usted.

Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendida del

vulgo.

EL CUBISMO

GUILLAUME APOLLINAIRE, Caligramas, 1917.

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VICENTE HUIDOBRO, poeta chileno. Altazor. Fundación del Creacionismo.

Arte poética

Que el verso sea como una llave que abra mil puertas.

Una hoja cae; algo pasa volando;

cuanto miren los ojos, creado sea,

y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;

el adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el cielo de los versos.

El músculo cuelga,

como recuerdo, en los museos;

mas no por eso tenemos menos fuerza;

el vigor verdadero

reside en la cabeza.

¿Por qué cantáis la rosa, oh, poetas?

¡Hacedla florecer en el poema!

Sólo para vosotros

viven todas las cosas bajo el sol.

El poeta es un pequeño Dios.

VLADIMIR MAIAKOVSKI, 150.000.000. 1920. Futurismo

150.000.000 es el nombre del autor de este poema.

Su ritmo es la bala.

Su rima el fuego saltando de edificio en edificio.

150.000.000 hablan con mis labios.

Esta edición fue impresa

con la rotativa de los pasos,

en el papel vitela del adoquinado.

¿Quién interrogará a la luna?

¿Quién cuentas pedirá al sol?

¿Qué tenéis que decir de los días y las noches?

¿Quién se atrevería a afirmar: este es el autor más genial de la tierra?

Así

este poema

no tiene

a nadie por autor.

Y la única idea es

brillar para el alba que se acerca…..

…A vosotros, venidos del tiempo pasado

durante años hambrientos,

que clamáis hoy un nuevo paraíso,

a vosotros,

que durante milenios habéis pedido

de cantar,

de beber,

de comer.

A vosotros, mujeres,

nacidas para los pliegues de armiño

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en vuestros hombros,

el cuerpo adornado de andrajos,

dejadas por muertas

a la espera del pan

en interminables colas.

A vosotros,

legiones de niños de blando esqueleto,

multitudes de jóvenes retorcidos por el hambre,

a los que han vivido hasta aquí

y a los que no aguantaron.

(….)

¡Para vosotros es la sangrante Ilíada de las revoluciones!

¡Para vosotros la Odisea de los años del hambre!

EL SURREALISMO

“Stream of conciousness”. JAMES JOYCE, Ulises (1922), cap. 18.

Sí porque él nunca había hecho tal cosa como pedir el desayuno en la cama con un par de huevos

desde el Hotel City Arms cuando solía hacer que estaba malo en voz de enfermo como un rey para hacerse el

interesante con esa vieja bruja de la señora Riordan que él se imaginaba que la tenía en el bote y no nos dejó

ni un ochavo todo en misas para ella sola y su alma grandísima tacaña como no se ha visto otra con miedo a

sacar cuatro peniques para su alcohol metílico contándome todos los achaques tenía demasiado que

desembuchar ………… (57 páginas después) …………………… y cómo me besó al pie de la muralla mora

y yo pensé bueno igual da él que otro y luego le pedí con los ojos que lo volviera a pedir sí y entonces me

pidió si quería yo decir sí mi flor de la montaña y primero le rodeé con los brazos sí y le atraje encima de mí

para que él pudiera sentir los pechos todos perfume sí y el corazón le corría como loco y sí dije sí quiero SÍ.

ANDRÉ BRETON

Sueño que te veo superpuesta indefinidamente a ti misma

Estás sentada sobre el alto taburete de coral

Delante de tu espejo siempre en su cuarto creciente

Dos dedos sobre el ala de agua del peine

Y al mismo tiempo

Regresas de un viaje te quedas la última en la gruta

Rezumante de relámpagos

No me reconoces

Estás tendida en el lecho te despiertas o te duermes

Te despiertas donde te dormiste o en cualquier otra parte

Estás desnuda todavía rebota la bala de saúco

Mil balas de saúco murmuran sobre ti

Tan ligeras que en cada instante tú las ignoras

Tu aliento tu sangre salvados de la loca juglaría del aire

Atraviesas la calle los coches que sobre ti se lanzan no son

más que sombras

Y la misma

Niña

Presa en un fuelle de lentejuelas

Saltas a la comba

Bastante tiempo para que aparezca en lo alto de la escalera

[invisible

La única mariposa verde que frecuenta las cimas de Asia

Acaricio todo lo que fue tuyo

En todo lo que debe serlo aún

Oigo silbar melodiosamente

Tus brazos innumerables

Serpiente única en todos los árboles

Tus brazos en cuyo centro gira el cristal de la rosa de los

[vientos

Mi fuente viva de Sivas

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UN COLOR LE LLAMABA JUAN

A la memoria de Juan Gris

Bendigamos el confort de las hormigas regulares

y la noche aún más triste que el papel secante

después de la muerte de las palabras

ahora que el silencio se hace dulcemente festín de pájaro

entre los trigos capricho de una cárcel florida

Todos los arroyos interiores hemos acudido

a aliviar este molino de individuo

único convidado que nos queda

de aquel que ha partido hacia el invierno sin pretexto

Sobre un dolor de pradera antigua

las hormigas arrastran nuestras lágrimas de este a oeste

Se fue por transparencia como las vagas promesas

de una ribera más bien banal

Hacía calor de héroe y el tiempo estaba pálido

Con una nada de delicadeza y el insomnio de las lluvias

que atrae a seda el reflejo de las catedrales

agujereemos la esponja de nuestras súplicas

para borrar el juramento de luna tejido de gusanos

donde sus ojos amueblaron la esperanza de corrientes de aire

Porque él nos dejó su tristeza

sentada al borde del cielo como un ángel obeso.

JUAN LARREA (trad. GERARDO DIEGO). Versión celeste.

EL POETA ANTE LA NUEVA CIUDAD

RUBÉN DARÍO, “Meditaciones de la madrugada”, 1914

Casas de cincuenta pisos,

servidumbre de color,

millones de circuncisos,

máquinas, diarios, avisos

y ¡dolor, dolor, dolor!

Estos son los hombre fuertes

que vierten áureas corrientes

y multiplican simientes

por su ciclópeo fragor,

y tras la Quinta Avenid

a la Miseria está vestida

con ¡dolor, dolor, dolor...!

(…)

Todos esos millonarios

viven en mármoles parios,

con residuos de Calvarios,

y es roja, roja su flor.

No es la rosa que el Sol lleva

ni la azucena que nieva,

sino el clavel que se abreva

en la sangre del dolor.

(…)

Aquí el amontonamiento

mató amor y sentimiento;

mas en todo existe Dios,

y yo he visto mil cariños

acercarse hacia los niños

del trineo y los armiños

del anciano Santa Claus.

Porque el yanqui ama sus hierros,

sus caballos y sus perros,

y su yacht y su foot-ball;

pero adora la alegría,

con la fuerza, la armonía:

un muchacho que se ría

y una niña como el sol.

N

Para picotear sobre mi fría palma,

bajan aleteando las estrellas

y la Osa Mayor no será nunca blanca,

porque ha olvidado su pasión mimética.

Han puesto colgaduras encaladas,

para borrar los huecos de mis huellas,

mujeres negras que habitan mi casa .

Sólo han brotado de mi barco velas.

Mientras oteo curvos horizontes

en el balcón de escarcha tempranera,

veo llegar el humo desde Londres,

que amarillo nació en las chimeneas

y cano ya, me llama a grandes voces

y pregunta con gesto anacoreta

por la senda que lleva al Polo Norte.

Encogiendo mis hombros hechos niebla

yo le regalo un alfabeto Morse.

JOSÉ MARÍA HINOJOSA:

La rosa de los vientos

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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, Diario de un poeta recién casado (1916). Premio Nobel 1956

LA MUERTE

Siete taxis en fila, de prisa, pero con la prisa que les dejen, entre la nieve y la niebla. No paran ómnibus, taxis

de vivos, ni tranvías. La gradación es racional, aunque triste, a ratos, al corazón: el fuego, la mujer joven, el

hombre joven, el niño, la niña, el hombre viejo, la mujer vieja, la muerte.

UN IMITADOR DE BILLY SUNDAY

New York.

Bi1ly Sunday, el terrible predicador, no se atreve a venir a esta «Ciudad de incrédulos». Pero tiene discípulos

de una «fuerza» relativa. Así este Pastor A. Ray Petty, de la Iglesia Anabaptista de Washington Square. He

aquí dos de sus anuncios:

Anuncio en C:

THE CRISES OF THE CHRIST

Organ recital 7,45 P. M.

Preaching 8 P. M.

SPECIAL SUNDAY EVENING SERVICES

A. RAY PETTY

TOPICS

APRIL 2 D. CHRIST AND THE CROWD

9 TH. CHRIST AND THE COWARD

16 TH. CHRIST AND THE CROSS

23 D. CHRIST AND THE CONQUEST

30 TH. CHRIST AND THE CROWN

SPECIAL MUSIC — GOOD SINGING

YOU ARE WELCOME

FEDERICO GARCÍA LORCA, “New York. Oficina y denuncia”, 1940. (1929-1930)

Debajo de las Multiplicaciones

hay una gota de sangre de pato.

Debajo de las divisiones

hay una gota de sangre de marinero,

Debajo de las sumas, un río de sangre tierna

un río que viene cantando

por los dormitorios de los arrabales,

y es plata, cemento o brisa

en el alba mentida de New York.

Existen las montañas, lo sé.

Y los anteojos para la sabiduría,

lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo

He venido para ver la turbia sangre,

la sangre que lleva las máquinas a las cataratas

y el espíritu a la lengua de la cobra.

Todos los días se matan en Nueva York

cuatro millones de patos,

cinco millones de cerdos,

dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,

un millón de vacas,

un millón de corderos

y dos millones de gallos

que dejan los cielos hechos añicos.

(…) Los patos y las palomas

y los cerdos y los corderos

ponen sus gotas de sangre

debajo de las multiplicaciones;

y los terribles alaridos de las vacas estrujadas

llenan de dolor el valle

donde el Hudson se emborracha con aceite.

Yo denuncio a toda la gente

que ignora la otra mitad,

la mitad irredimible

que levanta sus montes de cemento

donde laten los corazones

de los animalitos que se olvidan

y donde caeremos todos

en la última fiesta de los taladros.

Os escupo en la cara.

(…)

No, no; yo denuncio.

Yo denuncio la conjura

de estas desiertas oficinas

que no radian las agonías,

que borran los programas de

la selva,

y me ofrezco a ser comido por

las vacas estrujadas

cuando sus gritos llenan el

valle

donde el Hudson se

emborracha con aceite.

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POETAS DE LA GENERACIÓN DEL 27

EMILIO PRADOS, Llanto en la sangre.

CANCIÓN

Si el hombre debe callar,

cállese y cumpla su sino

que, lo que importa, es andar...

Andar es sembrar camino

y morir es despertar.

Quien no ponga el pie en el suelo

por temor a verlo herido.

por su propio desconsuelo

siempre estará perseguido.

El pájaro está en su vuelo,

como el hombre está en su andar...

... y siga tejiendo el hilo

la mano sobre el telar

que, morir, es despertar.

VICENTE ALEIXANDRE, La destrucción o el amor;

Sombra del paraíso. Premio Nobel 1977.

ADOLESCENCIA

Vinieras y te fueras dulcemente,

de otro camino

a otro camino. Verte,

y ya otra vez no verte.

Pasar por un puente a otro puente.

—El pie breve,

la luz vencida alegre—.

Muchacho que sería yo mirando

aguas abajo la corriente,

y en el espejo tu pasaje

fluir, desvanecerse.

PEDRO SALINAS, La voz a ti debida;

Razón de ti.

¿Serás, amor,

un largo adiós que no se acaba?

Vivir, desde el principio, es separarse.

En el primer encuentro

con la luz, con los labios,

el corazón percibe la congoja

de tener que estar ciego y solo un día.

Amor es el retraso milagroso

de su término mismo:

es prolongar el hecho mágico,

de que uno y uno sean dos, en contra

de la primer condena de la vida.

MANUEL ALTOLAGUIRRE, Soledades juntas

Era mi dolor tan alto,

que la puerta de la casa

de donde salí llorando

me llegaba a la cintura.

¡Qué pequeños resultaban

los hombres que iban conmigo!

Crecí como una alta llama

De tela blanca y cabellos,

Si derribaran mi frente

los toros bravos saldrían,

luto en desorden, dementes,

contra los cuerpos humanos.

Era mi dolor tan alto,

que miraba al otro mundo

por encima del ocaso.

UNIDAD EN ELLA

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,

rostro amado donde contemplo el mundo,

donde graciosos pájaros se copian fugitivos,

volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,

brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,

cráter que me convoca con música íntima,

con esa indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,

porque quiero vivir en el fuego,

porque este aire de fuera no es mío,

sino el caliente aliento

que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,

enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,

deja que mire el hondo clamor de tus entrañas

donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,

quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente

que regando encerrada bellos miembros extremos

siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,

como un mar que voló hecho un espejo,

como el brillo de un ala,

es todavía unas menos, un repasar de tu crujiente pelo,

un crepitar de la luz vengadora,

luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,

pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.

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“Underwood girls”

Quietas, dormidas están,

las treinta, redondas, blancas

Entre todas

sostienen el mundo.

Míralas, aquí en su sueño,

como nubes,

redondas, blancas, y dentro

destinos de lluvia lenta,

de nieve, de viento, signos.

Despiértalas,

con contactos saltarines

de dedos rápidos, leves,

como a músicas antiguas.

Ellas suenan otra música:

fantasías de metal

valses duros, al dictado.

Que se alcen desde siglos

todas iguales, distintas

como las olas del mar

y una gran alma secreta.

Que se crean que es la carta,

la fórmula, como siempre.

Tú alócate

bien los dedos, y las raptas y las lanzas,

a las treinta, eternas ninfas

contra el gran mundo vacío,

blanco en blanco.

Por fin a la hazaña pura,

sin palabras, sin sentido,

ese, zeda, jota, i…

*** ¡Si me llamaras, sí;

si me llamaras!

Lo dejaría todo,

todo lo tiraría:

los precios, los catálogos,

el azul del océano en los mapas,

los días y sus noches,

los telegramas viejos

y un amor.

Tú, que no eres mi amor,

¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:

telescopios abajo,

desde la estrella,

por espejos, por túneles,

por los años bisiestos

puede venir. No sé por dónde.

Desde el prodigio, siempre.

Porque si tú me llamas

«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!»

será desde un milagro,

incógnito, sin verlo.

Nunca desde los labios que te beso,

nunca

desde la voz que dice: «No te vayas».

Para vivir no quiero

islas, palacios, torres.

¡Qué alegría más alta:

vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,

las señas, los retratos;

yo no te quiero así,

disfrazada de otra,

hija siempre de algo.

Te quiero pura, libre,

irreductible: tú.

Sé que cuando te llame

entre todas las gentes

del mundo,

sólo tú serás tú.

Y cuando me preguntes

quién es el que te llama,

el que te quiere suya,

enterraré los nombres,

los rótulos, la historia.

Iré rompiendo todo

lo que encima me echaron

desde antes de nacer.

Y vuelto ya al anónimo

eterno del desnudo,

de la piedra, del mundo,

te diré:

«Yo te quiero, soy yo.»

RAFAEL ALBERTI, Marinero en tierra; Sobre los

ángeles;Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos

tontos;Un fantasma recorre Europa; Roma, peligro para

caminantes.

Si Garcilaso volviera,

yo sería su escudero;

que buen caballero era.

Mi traje de marinero

se trocaría en guerrera

ante el brillar de su acero;

que buen escudero era.

¡Qué dulce oírle, guerro,

al borde de su estribera!

En la mano, mi sombrero;

que buen caballero era.

…/…

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BUSTER KEATON BUSCA POR EL BOSQUE A SU

NOVIA, QUE ES UNA VERDADERA VACA

(POEMA REPRESENTABLE)

1,2,3 y 4

En estas cuatro huellas no caben mis

zapatos.

Si en estas cuatro huellas no caben mis zapatos,

¿de quién son estas cuatro huellas?

¿De un tiburón,

de un elefante recién nacido o de un pato?

¿De una pulga o de una codorniz?

(Pi, pi, pi.)

¡Georginaaaaaaaa!

¿Dónde estás?

¡Que no te oigo, Georgina!

¿Qué pensarán de mí los bigotes de tu papá?

(Paapáááá.)

¡Georginaaaaaaaa!

¿Estás o no estás?

Abeto, ¿dónde está?

Alisio, ¿dónde está?

Pinsapo, ¿dónde está?

¿Georgina pasó por aquí?

Ha pasado a la una comiendo yerbas

Cucú,

el cuervo la iba engañando con una flor de reseda.

Cuacuá,

la lechuza con una rata muerta.

¡Señores, perdonad me, pero me urge llorar!

(Guá, guá, guá, guá.)

¡Georgina!

Ahora que te faltaba un solo cuerno

para doctorarse en la verdaderamente útil carrera de

ciclista

y adquirir una gorra de cartero.

(Cri, cri, cri, cri.)

Hasta los grillos se apiadan de mí

y me acompaña en mi dolor la garrapata.

Compadécete del smoking que le busca y le llora entre

los aguaceros

y del sombrero hongo que tiernamente

te presiente de mata en mata.

[Georginaaaaaaaaaaaaaaaaa!

(Maaaaaaaa.)

¿Eres una dulce niña o eres una verdadera vaca?

Mi corazón siempre me dijo que eras una verdadera

vaca.

TI¡ papá, que eras una dulce niña,

Mi corazón, que eras una verdadera vaca.

Una dulce niña,

Una verdadera vaca.

Una niña.

Una vaca.

¿Una niña o una vaca?

O ¿una niña y una vaca?

Yo nunca supe nada.

Adiós, Georgina.

(¡Pum!)

LO QUE DEJÉ POR TI

Dejé por ti mis bosques, mi perdida

arboleda, mis perros desvelados,

mis capitales años desterrados

hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,

un resplandor de fuegos no apagados,

dejé mi sombra en los desesperados

ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,

caballos sobre el sol de las arenas,

dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.

Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,

Tanto como dejé para tenerte.

UN FANTASMA RECORRE EUROPA...

…y las viejas familias cierran las ventanas

afianzan las puertas,

y el padre corre a oscuras a los Bancos

y el pulso se le para en la Bolsa,

y sueña por las noches con hogueras

con ganados ardiendo,

que en vez de trigos tiene llamas,

en vez de granos, chispas,

cajas de hierro llenas de pavesas.

¿Dónde estás,

dónde estás?

Nos persiguen a tiros.

¡Oh!

Los campesinos pasan pisando nuestra sangre.

¿Qué es esto?

Cerremos,

cerremos pronto las fronteras.

Vedlo avanzar deprisa en el viento del Este,

de las estepas rojas del hambre.

Que su voz no la oigan los obreros,

que su silbido no penetre en las fábricas,

que no divisen su hoz alzada los hombres de los campos.

¡Detenedle!

(…)

Un fantasma recorre Europa,

el mundo.

Nosotros le llamamos camarada.

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Se equivocó la paloma.

Se equivocaba.

Por ir al norte, fue al sur.

Creyó que el trigo era agua.

Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;

que la noche, la mañana.

Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;

Que el calor, la nevada.

Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;

Que tu corazón, su casa.

Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.

Tú, en la cumbre de una rama.)

JORGE GUILLÉN, Cántico.

BEATO SILLÓN

¡Beato sillón! La casa

corrobora su presencia

con la vaga intermitencia

de su invocación en masa

a la memoria. No pasa

nada. Los ojos no ven.

Saben. El mundo está bien

Hecho. el instante lo exalta

a marea, de tan alta.

De tan alta, sin vaivén.

LAS DOCE EN EL RELOJ

Dije: ¡Todo ya pleno!

Un álamo vibró.

Las hojas plateadas

Sonaron con amor.

Los verdes eran grises,

El amor era sol.

Entonces, mediodía,

Un pájaro sumió

Su cantar en el viento

Con tal adoración

Que se sintió cantada

Bajo el viento la flor

Crecida entre las mieses,

Más altas. Era yo,

Centro en aquel instante

De tanto alrededor,

Quien lo veía todo

Completo para un dios.

Dije: Todo completo.

¡Las doce en el reloj!

GERARDO DIEGO, Versos humanos.

EL CIPRÉS DE SILOS

Enhiesto surtidor de sombra y sueño

que acongojas el cielo con tu lanza.

Chorro que a las estrella, casi alcanza

devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño:

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,

peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi, señero, dulce, firme,

qué ansiedades sentí de diluirme

y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos

ejemplo de delirios verticales,

mudo ciprés en el fervor de Silos.

DÁMASO ALONSO, Hijos de la ira.

INSOMNIO

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres

(según las últimas estadísticas).

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en

este nicho en el que hace 45 años que me pudro,

y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los

perros, o fluir blandamente la luz de la luna.

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando

como un perro enfurecido, fluyendo como la leche

de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.

Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole

por qué se pudre lentamente mi alma,

por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta

ciudad de Madrid,

por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente

en el mundo.

Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,

las tristes azucenas letales de tus noches?

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LUIS CERNUDA, La realidad y el deseo.

Los placeres prohibidos

A UN MUCHACHO ANDALUZ

Te hubiera dado el mundo,

muchacho que surgiste,

al caer de la luz por tu Conquero,

tras la colina ocre,

entre pinos antiguos de perenne alegría.

¿Eras emanación del mar cercano?

Eras el mar aún más

que las aguas henchidas con su aliento,

encauzadas en río sobre tu tierra abierta,

Bajo el inmenso ciclo con nubes que se orlaban

[de rotos resplandores.

Eras el mar aún más

tras de las pobres telas que ocultaban tu cuerpo;

eras forma primera,

eras fuerza inconsciente de su propia hermosura.

A SUS PAISANOS

No me queréis, lo sé, y que os molesta

cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende.

¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?

Porque no es la persona y su leyenda

lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve.

Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado

leyenda alguna, caísteis sobre un libro

primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer libro.

Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea.

¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos

inventados de mí por cuatro amigos

(¿Amigos?), que jamás quisisteis

ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban

a la persona misma así traspuesta.

Mas vuestra mala fe los ha aceptado.

hecha está la leyenda, y vosotros, de mí desconocidos,

respecto al ser que encubre mintiendo doblemente,

sin otro escrúpulo a vuestra vez la propaláis.

Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria,

vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme.(…)

…/…

DONDE HABITA EL OLVIDO

Donde habite el olvido,

En los vastos jardines sin aurora;

donde yo sólo sea

memoria de una piedra sepultada entre ortigas

sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje

al cuerpo que designa en brazos de los siglos,

donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,

no esconda como acero

en mi pecho su ala,

sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el

[tormento.

Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen

[suya.

Sometiendo a otra vida su vida,

sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,

cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;

donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo.

Disuelto en niebla, ausencia,

ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;

donde habite el olvido.

PEREGRINO

¿Volver? Vuelva el que tenga,

tras largos años, tras un largo viaje,

cansancio del camino y la codicia

de su tierra, su casa, sus amigos,

del amor que al regreso fiel le espere.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,

sino seguir libre adelante,

disponible por siempre, mozo o viejo,

sin hijo que te busque, como a Ulises,

sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,

fiel hasta el fin del camino y tu vida,

no eches de menos un destino más fácil,

tus pies sobre la tierra antes no hollada,

tus ojos frente a lo antes nunca visto.

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…/…

DESPEDIDA

Muchachos

que nunca fuisteis compañeros de mi vida,

adiós.

Muchachos

que no seréis nunca compañeros de mi vida,

adiós.

El tiempo de una vida nos separa

infranqueable:

a un lado la juventud libre y risueña;

a otro la vejez humillante e inhóspita.

De joven no sabía

ver la hermosura, codiciarla, poseerla;

de viejo la he aprendido

y veo la hermosura, mas la codicio inútilmente.

Mano de viejo mancha

el cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.

Con solitaria dignidad el viejo debe

pasar de largo junto a la tentación tardía.

Frescos y codiciables son los labios besados,

labios nunca besados más codiciables y frescos

[aparecen.

¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?

Bien lo sé: no lo hay.

Qué dulce hubiera sido

en vuestra compañía vivir un tiempo:

bañarse juntos en aguas de una playa caliente,

compartir bebida y alimento en una mesa.

Sonreír, conversar, pasarse

mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa [música.

Seguid, seguid así, tan descuidadamente,

atrayendo al amor, atrayendo al deseo,

no cuidéis de la herida que la hermosura vuestra

[y vuestra gracia abren.

en este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires,

que yo pronto he de irme, confiado,

adonde, anudado el roto hilo, diga y haga

lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer [aquí no

supe.

Adiós, adiós, compañeros imposibles.

Que ya tan sólo aprendo

a morir, deseando

veros de nuevo, hermosos igualmente

en alguna otra vida.

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR LO QUE AMA

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

como una nube en la luz;

si como muros que se derrumban,

para saludar la verdad erguida en medio,

pudiera derrumbar su cuerpo,

dejando sólo la verdad de su amor,

la verdad de sí mismo,

que no se llama gloria, fortuna o ambición,

sino amor o deseo,

yo sería aquel que imaginaba;

aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

proclama ante los hombres la verdad ignorada,

la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en

[alguien

cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina

por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

como leños perdidos que el mar anega o levanta

libremente, con la libertad del amor,

la única libertad que me exalta,

la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:

si no te conozco, no he vivido;

si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

MIGUEL HERNÁNDEZ, Perito en lunas, El rayo que

no cesa, El hombre acecha.

[III] Toro

¡A la gloria, a la gloria toreadores!

La hora es de mi luna menos cuarto.

Émulos imprudentes del lagarto,

magnificaos el lomo de colores.

Por el arco, contra los picadores,

del cuerno, flecha, a dispararme parto.

¡A la gloria, si yo antes no os ancoro,

-golfo de arena,- en mis bigotes de oro!

…/…

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…/…

NO CESARÁ ESTE RAYO QUE ME HABITA

¿No cesará este rayo que me habita

el corazón de exasperadas fieras

y de fraguas coléricas y herreras

donde el metal más fresco se marchita? ¿No cesará esta terca estalactita

de cultivar sus duras cabelleras

como espadas y rígidas hogueras

hacia mi corazón que muge y grita?

Este rayo ni cesa ni se agota:

de mí mismo tomó su procedencia

y ejercita en mí mismo sus furores.

Esta obstinada piedra de mí brota

y sobre mí dirige la insistencia

de sus lluviosos rayos destructores.

EL HERIDO

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.

Para la libertad, mis ojos y mis manos,

como un árbol carnal, generoso y cautivo,

doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones

que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,

y entro en los hospitales, y entro en los algodones

como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos

de los que han revolcado su estatua por el lodo.

Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,

de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,

ella pondrá dos piedras de futura mirada

y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan

en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño

reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.

Porque soy como el árbol talado, que retoño:

porque aún tengo la vida.

FEDERICO GARCÍA LORCA, Romancero gitano;

Poeta en Nueva York;

Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías.

REYERTA

En la mitad del barranco

las navajas de Albacete,

bellas de sangre contraria,

relucen como los peces.

Una dura luz de naipe

recorta en el agrio verde,

caballos enfurecidos

y perfiles de jinetes.

En la copa de un olivo

lloran dos viejas mujeres.

El toro de la reyerta

se sube por las paredes.

Ángeles negros traían

pañuelos y agua de nieve.

Ángeles con grandes alas

de navajas de Albacete.

Juan Antonio el de Montilla

rueda muerto la pendiente,

su cuerpo lleno de lirios

y una granada en las sienes.

Ahora monta cruz de fuego,

carretera de la muerte.

El juez, con guardia civil,

por los olivares viene.

Sangre resbalada gime

muda canción de serpiente.

Señores guardias civiles:

aquí pasó lo de siempre.

Han muerto cuatro romanos

y cinco cartagineses.

La tarde loca de higueras

y de rumores calientes

cae desmayada en los muslos

heridos de los jinetes.

Y ángeles negros volaban

por el aire del poniente.

Ángeles de largas trenzas

y corazones de aceite.

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PAISAJE DE LA MULTITUD QUE ORINA

(NOCTURNO DE BATTERY PLACE)

Se quedaron solos:

aguardaban la velocidad de las últimas bicicletas.

Se quedaron solas:

esperaban la muerte de un niño en el velero japonés.

Se quedaron solos y solas,

soñando con los picos abiertos de los pájaros agonizantes,

con el agudo quitasol que pincha

al sapo recién aplastado,

bajo un silencio con mil orejas

y diminutas bocas de agua

en los desfiladeros que resisten

el ataque violento de la luna.

Lloraba el niño del velero y se quebraban los corazones

angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas

y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas

gritaban nombres oscuros, salivas y radios de níquel.

No importa que el niño calle cuando le clavan el último

[alfiler,

no importa la derrota de la brisa en la corola del algodón,

porque hay un mundo de la muerte con marineros

definitivos

que se asomarán a los arcos y os helarán por detrás de los

[árboles.

Es inútil buscar el recodo

donde la noche olvida su viaje

y acechar un silencio que no tenga

trajes rotos y cáscaras y llanto,

porque tan sólo el diminuto banquete de la araña

basta para romper el equilibrio de todo el cielo.

No hay remedio para el gemido del velero japonés,

ni para estas gentes ocultas que tropiezan con las

[esquinas.

El campo se muerde la cola para unir las raíces en un

[punto

y el ovillo busca por la grama su ansia de longitud

[insatisfecha.

¡La luna! Los policías. ¡Las sirenas de los transatlánticos!

Fachadas de crin, de humo, anémonas; guantes de goma.

Todo está roto por la noche,

abierta de piernas sobre las terrazas.

Todo está roto por los tibios caños

de una terrible fuente silenciosa.

¡Oh gentes! ¡Oh mujercillas! ¡Oh soldados!

Será preciso viajar por los ojos de los idiotas,

campos libres donde silban las mansas cobras

[deslumbradas,

paisajes llenos de sepulcros que producen fresquísimas

[manzanas,

para que venga la luz desmedida

que temen los ricos detrás de sus lupas,

el olor de un solo cuerpo con la doble vertiente de lis y

[rata

y para que se quemen estas gentes que pueden orinar

[alrededor de un gemido

o en los cristales donde se comprenden las olas nunca

[repetidas.

ROMANCE DE LA PENA NEGRA

Las piquetas de los gallos

cavan buscando la aurora,

cuando por el monte oscuro

baja Soledad Montoya.

Cobre amarillo, su carne,

huele a caballo y a sombra.

Yunques ahumados sus pechos,

gimen canciones redondas.

Soledad, ¿por quién preguntas

sin compaña y a estas horas?

Pregunte por quien pregunte,

dime: ¿a ti qué se te importa?

Vengo a buscar lo que busco,

mi alegría y mi persona.

Soledad de mis pesares,

caballo que se desboca,

al fin encuentra la mar

y se lo tragan las olas.

No me recuerdes el mar,

que la pena negra, brota

en las tierras de aceituna

bajo el rumor de las hojas.

¡Soledad, qué pena tienes!

¡Qué pena tan lastimosa!

Lloras zumo de limón

agrio de espera y de boca.

¡Qué pena tan grande! Corro

mi casa como una loca,

mis dos trenzas por el suelo,

de la cocina a la alcoba.

¡Qué pena! Me estoy poniendo

de azabache carne y ropa.

¡Ay, mis camisas de hilo!

¡Ay, mis muslos de amapola!

Soledad: lava tu cuerpo

con agua de las alondras,

y deja tu corazón

en paz, Soledad Montoya.

Por abajo canta el río:

volante de cielo y hojas.

Con flores de calabaza,

la nueva luz se corona.

¡Oh pena de los gitanos!

Pena limpia y siempre sola.

¡Oh pena de cauce oculto

y madrugada remota!

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LLANTO POR LA MUERTE DE IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS.

LA COGIDA Y LA MUERTE

A las cinco de la tarde.

Eran las cinco en punto de la tarde.

Un niño trajo la blanca sábana

a las cinco de la tarde.

Una espuerta de cal ya prevenida

a las cinco de la tarde.

Lo demás era muerte y sólo muerte

a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones

a las cinco de la tarde.

Y el óxido sembró cristal y níquel

a las cinco de la tarde.

Ya luchan la paloma y el leopardo

a las cinco de la tarde.

Y un muslo con un asta desolada

a las cinco de la tarde.

Comenzaron los sones del bordón

a las cinco de la tarde.

Las campanas de arsénico y el humo

a las cinco de la tarde.

En las esquinas grupos de silencio

a las cinco de la tarde.

¡Y el toro, solo corazón arriba!

a las cinco de la tarde.

Cuando el sudor de nieve fue llegando

a las cinco de la tarde,

cuando la plaza se cubrió de yodo

a las cinco de la tarde,

la muerte puso huevos en la herida

a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.

A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama

a las cinco de la tarde.

Huesos y flautas suenan en su oído

a las cinco de la tarde.

El toro ya mugía por su frente

a las cinco de la tarde.

El cuarto se irisaba de agonía

a las cinco de la tarde.

A lo lejos ya viene la gangrena

a las cinco de la tarde.

Trompa de lirio por las verdes ingles

a las cinco de la tarde.

Las heridas quemaban como soles

a las cinco de la tarde,

y el gentío rompía las ventanas

a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.

¡Ay qué terribles cinco de la tarde!

¡Eran las cinco en todos los relojes!

¡Eran las cinco en sombra de la tarde!

LA SANGRE DERRAMADA

¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,

que no quiero ver la sangre

de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par,

caballo de nubes quietas,

y la plaza gris del sueño

con sauces en las barreras

¡Que no quiero verla¡

Que mi recuerdo se quema.

¡Avisad a los jazmines

con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!

La vaca del viejo mundo

pasaba su triste lengua

sobre un hocico de sangres

derramadas en la arena,

y los toros de Guisando,

casi muerte y casi piedra,

mugieron como dos siglos

hartos de pisar la tierra.

No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio

con toda su muerte a cuestas.

Buscaba el amanecer,

y el amanecer no era.

Busca su perfil seguro,

y el sueño lo desorienta.

Buscaba su hermoso cuerpo

y encontró su sangre abierta.

¡No me digáis que la vea!

No quiero sentir el chorro

cada vez con menos fuerza;

ese chorro que ilumina

los tendidos y se vuelca

sobre la pana y el cuero

de muchedumbre sedienta.

¡Quién me grita que me asome!

¡No me digáis que la vea!

No se cerraron sus ojos

cuando vio los cuernos cerca,

pero las madres terribles

levantaron la cabeza.

Y a través de las ganaderías,

hubo un aire de voces secretas

que gritaban a toros celestes,

mayorales de pálida niebla.

…/…

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…/…

No hubo príncipe en Sevilla

que comparársele pueda,

ni espada como su espada,

ni corazón tan de veras.

Como un río de leones

su maravillosa fuerza,

y como un torso de mármol

su dibujada prudencia.

Aire de Roma andaluza

le doraba la cabeza

donde su risa era un nardo

de sal y de inteligencia.

¡Qué gran torero en la plaza!

¡Qué gran serrano en la sierra!

¡Qué blando con las espigas!

¡Qué duro con las espuelas!

¡Qué tierno con el rocío!

¡Qué deslumbrante en la feria!

¡Qué tremendo con las últimas

banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme sin fin.

Ya los musgos y la hierba

abren con dedos seguros

la flor de su calavera.

Y su sangre ya viene cantando:

cantando por marismas y praderas,

resbalando por cuernos ateridos

vacilando sin alma por la niebla,

tropezando con miles de pezuñas

como una larga, oscura, triste lengua,

para formar un charco de agonía

junto al Guadalquivir de las estrellas.

¡Oh blanco muro de España!

¡Oh negro toro de pena!

¡Oh sangre dura de Ignacio!

¡Oh ruiseñor de sus venas!

No.

¡Que no quiero verla!

Que no hay cáliz que la contenga,

que no hay golondrinas que se la beban,

no hay escarcha de luz que la enfríe,

no hay canto ni diluvio de azucenas,

no hay cristal que la cubra de plata.

No.

¡Yo no quiero verla!

CUERPO PRESENTE

La piedra es una frente donde los sueños gimen

sin tener agua curva ni cipreses helados.

La piedra es una espalda para llevar al tiempo

con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas

levantando sus tiernos brazos acribillados,

para no ser cazadas por la piedra tendida

que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,

esqueletos de alondras y lobos de penumbra;

pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,

sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.

Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:

la muerte le ha cubierto de pálidos azufres

y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.

El aire como loco deja su pecho hundido,

y el Amor, empapado con lágrimas de nieve

se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.

Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,

con una forma clara que tuvo ruiseñores

y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!

Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,

ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:

aquí no quiero más que los ojos redondos

para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.

Los que doman caballos y dominan los ríos;

los hombres que les suena el esqueleto y cantan

con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.

Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.

Yo quiero que me enseñen dónde está la salida

para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río

que tenga dulces nieblas y profundas orillas,

para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda

sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna

que finge cuando niña doliente res inmóvil;

que se pierda en la noche sin canto de los peces

y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos

para que se acostumbre con la muerte que lleva.

Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.

Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

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ALMA AUSENTE

No te conoce el toro ni la higuera,

ni caballos ni hormigas de tu casa.

No te conoce el niño ni la tarde

porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,

ni el raso negro donde te destrozas.

No te conoce tu recuerdo mudo

porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,

uva de niebla y monjes agrupados,

pero nadie querrá mirar tus ojos

porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,

como todos los muertos de la Tierra,

como todos los muertos que se olvidan

en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.

Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.

La madurez insigne de tu conocimiento.

Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca.

La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,

un andaluz tan claro, tan rico de aventura.

Yo canto su elegancia con palabras que gimen

y recuerdo una brisa triste por los olivos.

Últimos poemas.

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

Amor de mis entrañas, viva muerte,

en vano espero tu palabra escrita

y pienso, con la flor que se marchita,

que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte

ni conoce la sombra ni la evita.

Corazón interior no necesita

la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,

tigre y paloma, sobre tu cintura

en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena, pues, de palabras mi locura

o déjame vivir en mi serena

noche del alma para siempre oscura.

VICENTE ALEIXANDRE, Poemas varios

EL ENTERRADO

A Federico

Buen amigo, en la tarde completa estoy sintiendo

tu vivir. Dime. Escucho. Yo te escucho, acabado,

bajo la tierra leve que amorosa descansa

sobre tu pecho. ¿Alientas? ¿Qué ronca voz caliente,

propagándote, siento que hasta el pecho me sube,

desde las graves, hondas raíces con que me hinco

en tu memoria, amigo, vivo amigo, enterrado?

Siento todas las flores que de tu boca surten

hacia la vida, verdes, tempranas, invencibles.

¿Qué suena, duro, oscuro, con voz de sangre o mina,

viento, poder, y expulsa tu voz hasta mi oído?

¿Lloras? ¿Cantas? ¿O vives, solo vives sin llanto,

hombre de luz extinta que reposado aguardas,

sabio de ti y del mundo, bajo la tierra leve?

Ya no sé. Sé que miro florecillas, que un aire

gentil orea las briznas ligeras que aquí brotan.

Y sé, sé que mis plantas sacudidas comprenden

tu clamorosa vida bajo tus dientes blancos.

Por eso, sí, por eso, bajo la tarde extrema,

dolorosa, que en sangre se transmuta crujiendo,

escucho. ¡Ah, ciegos hombres que banales marcháis

pisando un pecho! ¡Ah, ciegos, delirantes que un día

segasteis una vida poderosa! ¡Ah, espumas

instantáneas, ah, humanos sin mañana, ah, olvido!

¡Ah, corazón constante que, inmortal tú, retumbas!

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PROSA VANGUARDISTA Y NOVELA DEL NOVECENTISMO

Ramón Gómez de la Serna GREGUERÍAS

—El pez más difícil de pescar es la pastilla de

jabón dentro de la bañera.

—En un cementerio encontré este epitafio:

"Aquí yace Antonio López, muerto contra su

voluntad".

—La gaseosa es agua con hipo.

—Los tornillos son clavos peinados con raya en

medio.

—El 8 es el reloj de arena de los números.

—El 6 es el número que va a tener familia.

—La X es la silla de tijera del alfabeto.

—La B es el ama de cría del alfabeto.

—La Y es la copa de champán del alfabeto.

—- La S es el anzuelo del abecedario.

El termómetro es la pluma estilográfica de la

fiebre.

—El bebe se saluda a sí mismo dando la mano a su

pie.

—Dormir la siesta es morir de día.

—El libro es un pájaro con más de cien alas para

volar.

—El libro es el salvavidas de la soledad.

—La frase que más reúne la vida y la muerte es:

"Estoy hecho polvo".

—Lee y piensa, que para no pensar tienes siglos.

—El beso es hambre de inmortalidad.

—La cabeza es la pecera de las ideas.

—El agua no tiene memoria: por eso es tan limpia.

—El león tiene en la punta de la cola la brocha de

afeitar.

—El gusano baila la danza del vientre al

arrastrarse.

—El sostén es el antifaz de los senos.

—La araña es la zurcidora del aire.

—Las almejas son las castañuelas del mar.

—El ciervo es el hijo del rayo y del árbol.

—La pulga hace guitarrista al perro.

—Las golondrinas entrecomillan el cielo.

—La pandereta es la hija alegre que le salió al

tambor.

—El cocodrilo es una maleta que viaja por su cuenta.

—El torpedo es un tiburón de dinamita.

—Los lagos son los charcos que quedaron del

diluvio.

—La jirafa es un caballo alargado por la curiosidad.

—El verdugo es igual al antropógrafo: los dos matan

para comer.

—El café con leche es una bebida mulata.

—El tenedor es la radiografía de la cuchara.

—Adán no se divorció de Eva porque no encontró

abogado.

—Solo es muda la mujer cuando tiene un alfiler en la

boca.

—La muerte es hereditaria.

—El sauce toca el arpa en el agua.

—La avispa es la señorita cursi de los insectos.

—La niebla acaba en andrajos.

—El rebuzno es la sirena silvestre de los campos.

—Los negros tienen voz de túnel.

—El mar se está queriendo hacer tirabuzones y nunca

lo consigue.

José Ortega y Gasset, La deshumanización del arte. 1925

Aunque sea imposible un arte puro, no hay duda alguna de que cabe una tendencia a la purificación

del arte. Esta tendencia llevará a una eliminación progresiva de los elementos humanos, demasiado humanos,

que dominaban en la producción romántica y naturalista. Y en este proceso se llegará a un punto en que el

contenido humano de la obra sea tan escaso que casi no se le vea; entonces tendremos un objeto que solo

puede ser percibido por quien posea ese don peculiar de la sensibilidad artística. Sería un arte para artistas, y

no para la masa de los hombres; será un arte de casta y no demótico.

He aquí por qué el arte nuevo divide al público en dos clases de individuos: los que lo entienden y

los que no lo entienden; esto es, los artistas y los que no lo son. El arte nuevo es un arte artístico.

***********************

Más arriba se ha dicho que el nuevo estilo, tomado en su más amplia generalidad, consiste en

eliminar los ingredientes “humanos, demasiado humanos”, y retener sólo la materia puramente artística. Esto

parece implicar un gran entusiasmo por el arte. Pero al rodear el mismo hecho y contemplarlo desde otra

vertiente sorprendemos en él un cariz opuesto de hastío o desdén. La contradicción es patente e importa

subrayarla.

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La metáfora escamotea un objeto enmascarándolo con otro, y no tendría sentido si no viéramos bajo

ella un instinto que induce al hombre a evitar realidades.

************************

El crítico Vicente Gaos indica las principales características de este arte, según Ortega:

1. Afán de originalidad e innovación, que cuenta con antecedentes en el Romanticismo.

2. Hermetismo (que dificulta su comprensión, se huye de la referencia exacta).

3. Autosuficiencia del arte (pureza, autenticidad).

4. Antirrealismo y antirromanticismo (el poema no debe significar, sino meramente ser; por otra

parte, se rehúye el subjetivismo romántico).

5. Surrealismo (incoherencia lógica, importancia del subconsciente y de los sueños).

6. Intranscendencia (despreocupación, renuncia a la responsabilidad con la realidad extraartística y al

moralismo).

7. Predominio de la metáfora, según vemos que comenta Ortega.

8. Escritura onírica, relacionada con el surrealismo.

9. Atomización (desintegración, ruptura de nexos lógicos).

GABRIEL MIRÓ, Nuestro Padre San Daniel; El obispo leproso. Las novelas de Sigüenza: Años y leguas,

1928. La influencia de Proust es patente. Una prosa con gusto, riqueza, barroquismo, poesía, color, tacto,

olor.

(Proust, En busca del tiempo perdido):

Queremos buscar en las cosas, que por eso nos son preciosas, el reflejo que sobre ellas lanza nuestra alma, y

es grande nuestra decepción al ver que en la Naturaleza no tienen aquel encanto que en nuestro pensamiento

les prestaba la proximidad de ciertas ideas (….). El recordar una determinada imagen no es sino echar de

menos un determinado instante, y las casas, los caminos, los paseos, desgraciadamente son tan fugitivos

como los años.

Gabriel Miró, Años y leguas: (Tras beber en una fuente) Aquella sombra y esta agua tenían categorías distintas para las gentes del campo,

según las disfrutase Sigüenza o las aprovechase un jornalero. La sombra que Sigüenza buscó era un concepto

y una capacidad de delicias; el agua, un refocilo de creación en el que se gusta la caricia, el aliento y el matiz

de la naturaleza que ella ha tocado en su camino. Desde la umbría del árbol de Sigüenza se ve el paisaje

oloroso. Para el labriego es la sombra de un árbol concreto desde donde se cuentan los bancales de cada

vecino de la comarca; el aire es el bueno para la trilla, y el agua, la de su sed. Para nosotros, evocación; para

ellos, precisión.

(El enfermo en la casa) Un enfermo, en esta anchura de sol, en esta obligación de salud de la faena agrícola,

es la amenaza y el maleficio para los sanos. Un enfermo significa la casa oscura. A mediodía, los hijos

pequeños se asoman al portal. Les sacan de comer; y, en seguida, les dicen que se vayan al ejido. Siempre

silencio. En el peldaño, se acuesta el perro despedido que mira hacia la entrada como preparando el aúllo.

Todos ven llegar y salir al médico, que lleva el periódico que le envían de Valencia. En el rincón de la cocina

hay un silla con almohadas; unas manos grandes, cruzadas en la curva del cayado inmóvil; una cabeza con

un pañuelo de algodón que le faja las sienes amargas; y debajo, unos ojos que se clavan, todo el día, en los

legones, en las azadas, en las esportillas, en los aparejos, que están arrimados a un pilar, esperando.

RAMÓN PÉREZ DE AYALA, Belarmino y Apolonio; Tigre Juan; El médico de su honra.

Belarmino, zapatero filósofo, y Apolonio, zapatero dramaturgo, son los protagonistas. La trama argumental

es muy débil, pues se emplea la novela como vehículo intelectual para plantear problemas humanos de

alcance universal.

Los dos hechos históricos más nocivos para el progreso de la ciencia pura y el imperio final de la cultura

fueron la invención del papel y la invención de la imprenta. Si en lugar de escribir en resmas de papel se

escribiese en un menguado folio de pergamino, entonces merecería leerse, porque no se escribiría sino lo que

mereciera escribirse.

*****************

Hay tantas verdades irreductibles como puntos de vista.

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******************

La vida de Tigre Juan y la vida de Herminia, confundidas y disueltas en el remanso conyugal, se bifurcaron

de pronto, como el río que, ante un obstáculo, se abre en dos brazos, con que lo rodea, no pudiendo saltar

sobre él. De aquí adelante, cada vida había de seguir su curso, misterioso para la otra; pero las dos tenían ya

que ser vidas paralelas. Entre una y otra vida y a través de la distancia, era fatal que existiesen mutua

correspondencia, misteriosas resonancias, secreta telepatía e influjo recíproco.

(Pérez de Ayala escribirá, a partir de aquí, las vidas de sus dos personajes en disposición paralela, en

columnas)

Así fluía la vida de Tigre Juan

Aquel día, al besar a Herminia en la

frente y en las manos, Tigre Juan se

figuró percibir en ella una sacudida, un

estremecimiento, que a él mismo se le

comunicó. Salió desasosegado de casa,

con una vaga ansiedad. ¿Estaría enferma

Herminia? Si Herminia se muriese…

Perderla, ¿cómo?

Tigre Juan, varonilmente, desafió con

el pensamiento la posibilidad de perder

a Herminia.

Así fluía la vida de Herminia

Al ver delante a Herminia,

Vespasiano retuvo su aplomo, que en

aquel trance, más que nunca le hacía

falta.

—Siéntate —dijo—. Vas a caer, con

el traqueteo del tren.

—Caída, perdida estoy para siempre.

—Todavía no. Si concluyes

perdiéndote, será por tu gusto.

—No por mi gusto. Sí por mi

voluntad.

EL TEATRO VANGUARDISTA Y DEL 27

El teatro vanguardista tiene en Lorca, Alberti y Max Aub a sus principales representantes, y a

Alejandro Casona como original autor de un teatro poético que se aparta de la estética imperante.

FEDERICO GARCÍA LORCA, La casa de Bernarda Alba. Final del Acto III.

MARTIRIO. ¡No me abraces! no quieras ablandar mis ojos. Mi sangre ya no es la tuya, y aunque quisiera

verte como hermana, no te miro ya más que como mujer. (La rechaza.)

ADELA. Aquí no hay ningún remedio. La que tenga que ahogarse que se ahogue. Pepe el Romano es mío. Él

me lleva a los juncos de la orilla.

MARTIRIO. ¡No será!

ADELA. Ya no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su boca. Seré lo que

él quiera que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre, perseguida por las que

dicen que son decentes, y me pondré delante de todos la corona de espinas que tienen las que son queridas

de algún hombre casado.

MARTIRIO. ¡Calla!

[…]

(Aparece Bernarda. Sale en enaguas, con un mantón negro.)

BERNARDA. Quietas, quietas. ¡Qué pobreza la mía no poder tener un rayo entre los dedos!

MARTIRIO. (Señalando a Adela.) ¡Estaba con él! ¡Mira esas enaguas llenas de paja de trigo!

BERNARDA. ¡Ésa es la cama de las mal nacidas! (Se dirige furiosa hacia Adela.)

ADELA. (Haciéndole frente.) ¡Aquí se acabaron las voces de presidio! (Adela arrebata el bastón a su Madre

y lo parte en dos.) Esto hago yo con la vara de la dominadora. No dé usted un paso más. ¡En mí no manda

nadie más que Pepe!

(Sale Magdalena.)

MAGDALENA. ¡Adela!

(Salen la Poncia y Angustias.)

ADELA. Yo soy su mujer. (A Angustias.) Entérate tú y ve al corral a decírselo. Él dominará toda esta casa.

Ahí fuera está, respirando como si fuera un león.

ANGUSTIAS. ¡Dios mío!

BERNARDA. ¡La escopeta! ¿Dónde está la escopeta? (Sale corriendo.)

(Aparece Amelia por el fondo, que mira aterrada con la cabeza sobre la pared. Sale detrás Martirio.)

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ADELA. ¡Nadie podrá conmigo! (Va a salir.)

ANGUSTIAS. (Sujetándola.) De aquí no sales tú con tu cuerpo en triunfo, ¡ladrona!, ¡deshonra de nuestra

casa!

MAGDALENA. ¡Déjala que se vaya donde no la veamos nunca más!

(Suena un disparo.)

BERNARDA. (Entrando.) Atrévete a buscarlo ahora.

MARTIRIO. (Entrando.) Se acabó Pepe el Romano.

ADELA. ¡Pepe! ¡Dios mío! ¡Pepe! (Sale corriendo.)

PONCIA. ¿Pero lo habéis matado?

MARTIRIO. ¡No! ¡Salió corriendo en la jaca!

BERNARDA. Fue culpa mía. Una mujer no sabe apuntar.

MAGDALENA. ¿Por qué lo has dicho entonces?

MARTIRIO. ¡Por ella! ¡Hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza!

PONCIA. Maldita.

MAGDALENA. ¡Endemoniada!

BERNARDA. ¡Aunque es mejor así! (Se oye como un golpe.) ¡Adela! ¡Adela!

PONCIA. (En la puerta.) ¡Abre!

BERNARDA. Abre. No creas que los muros defienden de la vergüenza.

CRIADA. (Entrando.) ¡Se han levantado los vecinos!

BERNARDA. (En voz baja como un rugido.) ¡Abre, porque echaré abajo la puerta! (Pausa. Todo queda en

silencio.) ¡Adela! (Se retira de la puerta.) ¡Trae un martillo! (La Poncia da un empujón y entra. Al entrar

da un grito y sale.) ¿Qué?

PONCIA. (Se lleva las manos al cuello.) ¡Nunca tengamos ese fin!

(Las hermanas se echan hacia atrás. La Criada se santigua. Bernarda da un grito y avanza.)

PONCIA. ¡No entres!

BERNARDA. No. ¡Yo no! Pepe; tú irás corriendo vivo por lo oscuro de las alamedas, pero otro día caerás.

¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera doncella. ¡Nadie dirá

nada! ¡Ella ha muerto virgen! ¡Avisad que al amanecer den dos clamores las campanas!

MARTIRIO. Dichosa ella mil veces que lo pudo tener.

BERNARDA. Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (A otra hija.) ¡A callar

he dicho! (A otra hija.) ¡Las lágrimas cuando estés sola! ¡Nos hundiremos todas en un mar de luto! Ella, la

hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? Silencio, silencio he dicho. ¡Silencio!

Telón

FEDERICO GARCÍA LORCA, Yerma

Acto primero

CUADRO SEGUNDO

(Campo. Sale YERMA. Trae una cesta. Sale la Vieja)

YERMA. Buenos días.

VIEJA. Buenos los tenga la hermosa muchacha. ¿Dónde vas?

YERMA. Vengo de llevar la comida a mi esposo, que trabaja en los olivos.

VIEJA. ¿Llevas mucho tiempo de casada?

YERMA. Tres años.

VIEJA. ¿Tienes hijos?

YERMA. No.

VIEJA. ¡Bah! ¡Ya tendrás!

YERMA. (Con ansia.) ¿Usted lo cree?

VIEJA. ¿Por qué no? (Se sienta.) También yo vengo de traer la comida a mi esposo. Es viejo.

Todavía trabaja. Tengo nueve hijos como nueve soles, pero, como ninguno es hembra, aquí

me tienes a mí de un lado para otro.

YERMA. Usted vive al otro lado del río.

VIEJA. Sí. En los molinos. ¿De qué familia eres tú?

YERMA. Yo soy hija de Enrique el pastor.

VIEJA. ¡Ah! Enrique el pastor. Lo conocí. Buena gente. Levantarse, sudar, comer unos panes y

morirse. Ni más juego, ni más nada. Las ferias para otros. Criaturas de silencio. Pude haberme

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casado con un tío tuyo. Pero ¡ca! Yo he sido una mujer de faldas en el aire, he ido flechada a

la tajada de melón, a la fiesta, a la torta de azúcar. Muchas veces me he asomado de

madrugada a la puerta creyendo oír música de bandurria que iba, que venía, pero era el aire.

(Ríe.) Te vas a reír de mí. He tenido dos maridos, catorce hijos, seis murieron, y sin embargo

no estoy triste y quisiera vivir mucho mas. Es lo que digo yo: las higueras, ¡cuánto duran!; las

casas, ¡cuánto duran!; y sólo nosotras, las endemoniadas mujeres, nos hacemos polvo por

cualquier cosa.

YERMA. Yo quisiera hacerle una pregunta.

VIEJA. ¿A ver? (La mira.) Ya sé lo que me vas a decir. De estas cosas no se puede decir palabra. (Se

levanta.)

YERMA. (Deteniéndola.) ¿Por qué no? Me ha dado confianza el oírla hablar. Hace tiempo estoy

deseando tener conversación con mujer Vieja. Porque yo quiero enterarme. Sí. Usted me

dirá...

VIEJA. ¿Qué?

YERMA. (Bajando la voz.) Lo que usted sabe. ¿Por qué estoy yo seca ? ¿Me he de quedar en plena

vida para cuidar aves o poner cortinitas planchadas en mi ventanillo? No. Usted me ha de

decir lo que tengo que hacer, que yo haré lo que sea; aunque me mande clavarme agujas en el

sitio más débil de mis ojos.

VIEJA. ¿Yo? Yo no sé nada. Yo me he puesto boca arriba y he comenzado a cantar. Los hijos llegan

como el agua. ¡Ay! ¿Quién puede decir que este cuerpo que tienes no es hermoso? Pisas, y al

fondo de la calle relincha el caballo. ¡Ay! Déjame, muchacha, no me hagas hablar. Pienso

muchas ideas que no quiero decir.

YERMA. ¿Por qué? Con mi marido no hablo de otra cosa.

VIEJA. Oye. ¿A ti te gusta tu marido?

YERMA. ¿Cómo?

VIEJA. ¿Qué si lo quieres? ¿Si deseas estar con él?...

YERMA. No sé.

VIEJA. ¿No tiemblas cuando se acerca a ti? ¿No te da así como un sueño cuando acerca sus labios?

Dime.

YERMA. No. No lo he sentido nunca.

VIEJA. ¿Nunca? ¿Ni cuando has bailado?

YERMA. (Recordando.) Quizá... Una vez... Víctor...

VIEJA. Sigue.

YERMA. Me cogió de la cintura y no pude decirle nada porque no podía hablar. Otra vez, el mismo

Víctor, teniendo yo catorce años (él era un zagalón), me cogió en sus brazos para saltar una

acequia y me entró un temblor que me sonaron los dientes. Pero es que yo he sido vergonzosa.

VIEJA. ¿Y con tu marido?...

YERMA. Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y yo lo acepté. Con alegría. Ésta es la pura

verdad. Pues el primer día que me puse novia con él ya pensé... en los hijos... Y me miraba en

sus ojos. Sí, pero era para verme muy chica, muy manejable, como si yo misma fuera hija

mía.

VIEJA. Todo lo contrario que yo. Quizá por eso no hayas parido a tiempo. Los hombres tienen que

gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca.

Así corre el mundo.

YERMA. El tuyo, que el mío, no. Yo pienso muchas cosas, muchas, y estoy segura que las cosas que

pienso las ha de realizar mi hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando

para ver si llega, pero nunca por divertirme.

VIEJA. ¡Y resulta que estás vacía!

YERMA. No, vacía no, porque me estoy llenando de odio. Dime, ¿tengo yo la culpa? ¿Es preciso

buscar en el hombre el hombre nada más? Entonces, ¿qué vas a pensar cuando te deja en la

cama con los ojos tristes mirando al techo y da media vuelta y se duerme? ¿He de quedarme

pensando en él o en lo que puede salir relumbrando de mi pecho? Yo no sé, pero dímelo tú,

por caridad. (Se arrodilla.)

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VIEJA. ¡Ay qué flor abierta! ¡Qué criatura tan hermosa eres! Déjame. No me hagas hablar más. No

quiero hablarte más. Son asuntos de honra y yo no quemo la honra de nadie. Tú sabrás. De

todos modos, debías ser menos inocente.

YERMA. (Triste.) Las muchachas que se crían en el campo, como yo, tienen cerradas todas las

puertas. Todo se vuelven medias palabras, gestos, porque todas estas cosas dicen que no se

pueden saber. Y tú también, tú también te callas y te vas con aire de doctora, sabiéndolo todo,

pero negándolo a la que se muere de sed.

VIEJA. A otra mujer serena yo le hablaría. A ti, no. Soy vieja y sé lo que digo.

YERMA. Entonces, que Dios me ampare.

VIEJA. Dios, no. A mí no me ha gustado nunca Dios. ¿Cuándo os vais a dar cuenta de que no existe?

Son los hombres los que te tienen que amparar.

YERMA. Pero ¿por qué me dices eso?, ¿por qué?

VIEJA (Yéndose.) Aunque debía haber Dios, aunque fuera pequeñito, para que mandara rayos contra

los hombres de simiente podrida que encharcan la alegría de los campos.

YERMA. No sé lo que me quieres decir.

VIEJA. (Sigue.) Bueno, yo me entiendo. No pases tristeza. Espera en firme. Eres muy joven todavía.

¿Qué quieres que haga yo? (Se va.)

ALEJANDRO CASONA, Nuestra Natacha.

ACTO I, ESCENA IV

NATACHA Y LALO

NATACHA- No me gusta nada el romanticismo. Es la tristeza organizada como espectáculo público:

llantos desmelenados, venenos, adulterios y músicos tuberculosos. No me gusta.

LALO- Qué le vamos a hacer; me falló esa rueda. En cuanto a lo social, soy individualista y

robinsoniano. Puedo bastarme a mí mismo en una isla desierta.

NATACHA - Tampoco me gusta. Es una idea educativa de la Revolución francesa. Ya está mandada

retirar esa teoría.

LALO - Ah, pero es que en mí no es una teoría: es un hecho. Yo, aparte un poco de medicina, sé

cazar y pescar, cultivar maíz, fabricar cestos de mimbre…

NATACHA - Enhorabuena; con muy poco más sería usted un salvaje perfecto. (Se levanta.) ¿Y

quiere que nos dejemos ya de ingeniosidades? Hablemos lealmente. Usted no siente por mí el

amor que se imagina. Yo por usted, tampoco; la verdad, ante todo. De quien está usted

verdaderamente enamorado es de sí mismo. Pero se equivoca mucho si piensa que le

desprecio. Usted podrá ser una fuerza desorientada; pero es una fuerza. ¿Por qué no le busca

un cauce social a esa alegría, a esa fe en la vida que le desborda siempre? ¡Podría hacer tanto

bien! Usted sería un magnífico profesor de optimismo.

LALO - (Ante una revelación.) ¿Profesor de optimismo? ¡Gran idea! Pero ¿cómo no se me había

ocurrido a mí eso?

NATACHA - Renuncie usted a su carrera. ¿Qué ganaría el mundo con tener un mal médico más?

Aprenda en cambio, si todavía no sabe, a tocar la guitarra, a contar cuantos y sueños. Vaya a

buscar a los pobres, a los enfermos, a los trabajadores que se nos mueren de tristeza en las

eras de Castilla. Y repártase entre ellos generosamente. Lléveles esa alegría, enséñeles a reír,

a cantar contra el viento y contra el sol. Y entonces sí, entonces será usted el mejor de mis

amigos. (Echándole la mano.) ¡Con toda el alma! Adiós, Lalo. (Sale.)

ACTO II, ESCENA VI NATACHA Y MARGA

MARGA- ¿La directora? Ah, ¿es usted la Directora nueva? Pues ya lo sabe: que me encierren, que

me aten. Yo me reiré de vosotras desde los caminos.

NATACHA- Vamos, pequeña, serénate.

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MARGA- No me toque. ¿Por qué me encierran? Yo no he hecho mal a nadie. Yo solo quiero

andar, andar... ¿A quién hago daño con eso? ¡Cobardes! Cuarenta horas sin sol, entre unas

paredes que se tocan con las manos... ¿Y por qué dejan jugar a las otras en el patio? No se

puede jugar cuando uno se está pudriendo contra el suelo... oyéndolas reír y viendo volar las

golondrinas.

NATACHA- Calma, muchacha. No llores más. No volverá a ocurrir.

MARGA- Sí, mimos de gata ahora. Yo conozco eso. Todas las Directoras nuevas dicen lo mismo.

NATACHA- Ea, tranquilízate. Seamos amigas. ¿A ti te gusta andar? A mí también. Nos iremos

juntas por el monte; traeremos a la noche hojas y ramos verdes. Hemos de ser grandes

amigas, te lo juro. ¿Cómo te llamas?

MARGA- Marga.

NATACHA- ¿Margarita?

MARGA- ¡Marga! Mírelo en la celda: lo he escrito por todas las paredes para que no se olvide.

¡Marga, Marga, Marga! En la celda es lo único que se puede hacer. Allí hay otros nombres.

Uno, grande, clavado con las uñas en la pared. ¡Natacha!

NATACHA- (Cierra los ojos un momento.) Los borraremos. Esta misma mañana vamos a hacer tú

y yo un cubo de cal; blanquearemos bien esas paredes, que no quede rastro. Luego,

cerraremos la puerta y tiraremos lallave al estanque. Yo te prometo que esa celda no volverá

a abrirse más. Ven, Marga... (Marga se aparta, esquiva aún.) No aprietes así la boca... Tan

bonita como eres. Recógete ese pelo; lávate las lágrimas. Esta tarde saldremos juntas;

andaremos cantando hasta que no podamos más. (Llevándola suavemente de la cintura.)

Verás qué bien sabe después volver a casa. Y dormir en la cama fresca,con las ventanas

abiertas, mirando las estrellas... (La lleva así hasta la puerta. Sale Marga. Natachase

vuelve para recibir a las otras educandas que entran en tropel por el lado opuesto.)

ESCENA VII

DICHOS Y SANDOVAL

SANDOVAL- (Entra agitado.) Señorita Natacha... Si no es posible. ¿Usted sabe? Esa

muchacha... ¡lo que tiene esa muchacha es un hijo!...

NATACHA- (Amargamente.) Ya lo sabía.

SANDOVAL- Pero, si no es posible... ¿Qué hacemos?

DICHOS Y MARQUESA

MARQUESA- Hay que evitar a todo trance que esto se sepa. ¡Qué vergüenza para el

Reformatorio! Arréglelo como sea, señor Sandoval. Saque hoy mismo a esa muchacha de

aquí. Llévela a una casa de maternidad. ¡Que no lo sepan las otras!

NATACHA- (Avanza, decidida.) ¡Esa muchacha no saldrá de aquí más que conmigo!

MARQUESA- ¡Puede usted estar satisfecha, señorita Valdés: sus hermosas doctrinas empiezan a

dar resultado!

NATACHA- (Herida, rebelándose ante la acusación.) ¡Ah, eso sí que no! No son mis doctrinas.

Preguntad la verdada los pinos de Guadarrama. ¡Preguntadles hasta dónde es capaz de

llegar un señorismo borracho de champán. ¿Y ahora queréis volcar sobre ella una vergüenza

que no es suya? ¿Es que queréis que empiece ya a maldecir esas entrañas que pueden ser su

redención? ¡No! ¡No le mentiréis! (Llamando.) ¡Marga!... ¡Marga!...

ENCARNA- Ya viene aquí. (Entra Marga, sostenida por Fina, detrás de la señorita Crespo.)

NATACHA- Aquí, Marga. ¡Conmigo! Es preciso que lo sepas. Vas a tener un hijo. Pero no te

avergüences. ¡Levanta la frente y grítale ese dolor al mundo negro! ¡Que se arrodillen los

culpables!... ¡Tú, de pie, con tu hijo!

MARGA- (Con un gozo febril que le rompe a gritos la garganta.) ¡Un hijo!... ¡Un hijo!... (Lalo

vuelca ante ella su pandero de flores.)

TELÓN