LECCIÓN INAUGURAL DEL CURSO ACADÉMICO … · lecciÓn inaugural del curso acadÉmico 2017/18 a...

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LECCIÓN INAUGURAL DEL CURSO ACADÉMICO 2017/18 A CARGO DEL DR. MANUEL LOBO CABRERA, CATEDRÁTICO DE HISTORIA MODERNA. EL MAR QUE NOS RODEA Sr. Presidente del Gobierno de Canarias, Sr. Rector Magnífico de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Distinguidas autoridades, Estimados compañeros y compañeras de la Comunidad Universitaria, Señoras y señores, Amigos todos: Este Paraninfo tan querido, donde se han dado tantas buenas nuevas, ha sido escenario de no pocas reflexiones mías, especialmente sobre la misión de la Universidad y el desarrollo de esta Casa de Estudio. Ha querido el destino que, unos cuantos años después, vuelva a ponerme ante este atril, ya no con responsabilidades en la gestión universitaria, sino como docente, para impartir la lección inaugural del nuevo curso académico que abrimos hoy. He recibido este encargo distinguido con mucha alegría. Lo considero un enorme privilegio, el cual debo a nuestro Rector, a quien quiero agradecer, de corazón, no solo su muestra de afecto personal --que es mutuo-- y la confianza que deposita en mí en su primera inauguración de curso; sino también el reconocimiento que con ello hace a mi centro, la Facultad de Geografía e Historia, a quien hoy represento, y en general al ámbito científico de Las Letras --como se decía antes--, a las Humanidades. En los momentos actuales estas parecen encontrarse arrinconadas, a veces puestas en entredicho y a menudo consideradas como el adorno inservible de una sociedad que sufre una acusada pérdida 1

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LECCIÓN INAUGURAL DEL CURSO ACADÉMICO2017/18 A CARGO DEL DR. MANUEL LOBO CABRERA,CATEDRÁTICO DE HISTORIA MODERNA.

EL MAR QUE NOS RODEA

Sr. Presidente del Gobierno de Canarias,Sr. Rector Magnífico de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria,Distinguidas autoridades,Estimados compañeros y compañeras de la Comunidad Universitaria,Señoras y señores,Amigos todos:

Este Paraninfo tan querido, donde se han dado tantas buenasnuevas, ha sido escenario de no pocas reflexiones mías,especialmente sobre la misión de la Universidad y el desarrollo deesta Casa de Estudio. Ha querido el destino que, unos cuantosaños después, vuelva a ponerme ante este atril, ya no conresponsabilidades en la gestión universitaria, sino como docente,para impartir la lección inaugural del nuevo curso académico queabrimos hoy.

He recibido este encargo distinguido con mucha alegría. Loconsidero un enorme privilegio, el cual debo a nuestro Rector, aquien quiero agradecer, de corazón, no solo su muestra de afectopersonal --que es mutuo-- y la confianza que deposita en mí en suprimera inauguración de curso; sino también el reconocimientoque con ello hace a mi centro, la Facultad de Geografía e Historia,a quien hoy represento, y en general al ámbito científico de LasLetras --como se decía antes--, a las Humanidades. En losmomentos actuales estas parecen encontrarse arrinconadas, aveces puestas en entredicho y a menudo consideradas como eladorno inservible de una sociedad que sufre una acusada pérdida

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de valores, en la que, precisamente por esto, tanto predicamentotienen los utilitaristas y los tecnócratas de viejo cuño; a la par queal calor de los vertiginosos avances de nuestro tiempo emergentodo tipo de "tecno-patologías" de nueva impronta, como si estaprodigiosa revolución digital que nos ha tocado vivir no estuvieramovida por la ciencia, el pensamiento y la cultura, por ese deseode mejora continua que llevamos en nuestro ADN los humanos,que ahora necesitamos activar un chip y usar Big Data --escierto--, pero también leer un poema o relatar una historia.

Del valor de las Humanidades les hablaré hoy, compartiendocon ustedes una serie de reflexiones que tienen que ver connuestro ser, con nuestra tierra y con nuestra historia, campo al queme llevo dedicando los últimos cuarenta y pico años de mi vida,casi nada y casi todo. El mero recuerdo de esta cuenta atrás melleva a pensar, de inmediato, que ya soy un viejo profesor, que noes lo mismo que un profesor viejo (una situación a la quelamentablemente puede llegarse siendo aun joven), y que es miantigüedad en las aulas universitarias la que me faculta hoy paraimpartir esta lección inaugural. Convendrán conmigo que, enpuridad, solo requeriría ser honrado con tal distinción pormantenerme en estas aulas contra viento y marea, incólume antelos embates del desánimo docente de nuestro tiempo, en que darclases se considera una "carga" en vez de un alivio, como debieraser para quien tiene algo importante que enseñar. “A viejo has dellegar o la vida te ha de costar”, sentenciaba un dicho popular, alo que Cervantes en su universal obra, contestaba a Avellaneda,“como si hubiera estado en mi mano haber detenido el tiempo…”.Con esa respuesta dejaba bien claro que lo importante no era laedad sino el valor de lo hecho, para añadir que también elentendimiento “suele mejorarse con los años”.

Buena parte de los que hoy nos encontramos en esta ágoranos dedicamos a la docencia y la investigación, los doscompromisos sociales ineludibles de nuestra condición deprofesores universitarios, y en nuestro devenir por las aulas y los

laboratorios hemos ido formando parte de la historia de laUniversidad. Otros desempeñan sus cometidos en empresas,organizaciones, despachos profesionales o en la gestión pública, ytambién a lo largo de su trayectoria vital han sido protagonistas deotras muchas historias paralelas y convergentes a la de laUniversidad. En consecuencia, la Historia de Canarias --una demis especialidades-- a ninguno de ustedes les puede resultarajena, porque saber, conocer y pensar acerca de nuestras propiasexperiencias de vida y de lo que hemos hecho juntos en el pasadoes lo que nos permite avanzar y mejorar cada día para tener unfuturo mejor, aunque, a veces, haya quien piense, con una ideafalsa de su propio presente, “que podemos escapar a la historiaignorándola”.

Hoy procuraré, desde esta humilde posición, que noescapemos de la Historia. Y para hacerlo, les invito a reflexionarsobre El mar que nos rodea, que es nuestro entorno másinmediato, ese horizonte azul que siempre está a nuestra vera,sobre el que trataré de poner en común su omnipresente influenciaen las experiencias vividas a lo largo de los siglos por loshombres y mujeres que han transitado por estas islas.

Confieso que he elegido este tema por dos motivospersonales. Uno ha sido devolver a nuestro Rector el bello gestoque ha tenido conmigo al hacerme este encargo, y nada mejorpara ello que glosar el mar, el medio que ha hecho posible sudocencia en la Facultad de Ciencias del Mar y su investigaciónsobre fisiología molecular y biotecnología de vegetales marinos.El otro tiene mucho que ver con mi trabajo de historiador: si hayun tema que recorra transversalmente toda mi producciónhistoriográfica sobre Canarias ese es, indiscutiblemente, el mar, omejor dicho, las personas y el mar. Pero, más allá de estasmotivaciones particulares, creo que también tiene interés generalpensar sobre el tema que hoy les traigo a debate, porque lahistoria que nos toca construir en nuestro tiempo y la que las Islastengan que labrarse en el futuro también pasa y pasará por el mar.

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Y es que, irremediablemente, somos isleños; es decir, sujetosactivos de una sociedad enclavada en pedazos de tierra rodeadosde mar por todas partes, al que en modo alguno podemossustraernos.

Así lo pone de manifiesto la Historia. A través de lostiempos el archipiélago canario ha estado condicionado por el maren todos los sentidos. Esa enorme extensión de agua que nosmece al ritmo del vaivén de sus olas ha marcado el rumbo denuestro acontecer, ha moldeado nuestros sentimientos ydevociones, ha inspirado nuestra labor creativa y científica; ha idodando, en definitiva, destino y sentido a nuestra vida personal ycolectiva como isleños. No en vano esa inmensidad conocidacomo Atlántico, que recoge en su nominación un nombre deleyenda, a caballo entre la ficción y la realidad, ha sido el artíficede nuestro poblamiento, de nuestra economía, de nuestrasociedad, de nuestra cultura y de nuestra manera de ser y actuar.

Decía el Marqués de Villanueva del Prado, un ilustradotinerfeño del siglo XVIII, que "El mar es para Canarias como loscanales para Flandes". Y en efecto, sin el mar los canarios nohemos podido ni sabido vivir, porque el Atlántico ha jugado unpapel decisivo en nuestro devenir, y lo ha hecho en dosdirecciones contradictorias: por un lado nos ha aislado del mundoexterior, abocándonos muchas veces a tener una "vida precaria,estrecha, constantemente amenazada" --como dijera el historiadorFernand Braudel sobre la suerte de las islas--; y por el otro, nos haabierto expectativas a la búsqueda de otros rumbos, posibilitandodurante siglos nuestra integración en los grandes circuitosmundiales, en la historia del mundo atlántico al quepertenecemos.

El mar es, para empezar, un agente capital de nuestrageografía. Marca nuestra localización, modela nuestraconfiguración y explica nuestro clima. De la Mar Océana nosllegan sus corrientes y los vientos que genera (¡benditos alisios!),que al encuentro con nuestra orografía nos ponen a barlovento y a

sotavento al mismo tiempo y crean la benignidad de los aires quenos arrullan, tal como refiriera en el pasado el poeta grancanarioBartolomé Cairasco al hablar de su isla:

“En ella se destila ambrosia y néctar,y respirando un céfiro suave,conserva una perpetua primavera,del cielo regalada eternamente,con mil particulares privilegios”.

Los privilegios de una innata vocación marinera --hay queañadir--, que ha quedado bien reflejada en la tradicióncartográfica, en las técnicas de navegación y en los relatos deviajes. Nuestras islas fueron durante siglos punto de referenciapara el desarrollo de los conocimientos geográficos, cuando selocalizaban en el confín de la tierra para el mundo conocidoentonces, y luego devinieron en paso obligado de las distintasnavegaciones que iban a Oriente y a Occidente, como consignó elpropio Colón en su Diario de a bordo. Aunque las Canariascomenzaron a estar presente en la cartografía a partir de 1339, suimagen acabó por ajustarse más tarde de lo que cabría imaginarse,porque solo poco a poco la realidad fue ganando la batalla a laleyenda. Las técnicas propias de la navegación se fueron copiandode los modelos europeos, pero adaptándolas a las necesidades delas islas, de modo que hubo incluso esbozos de experimentos coninstrumentos ideados y fabricados en Canarias para conseguir unmayor avance en la ciencia náutica.

Los libros de viajes, posibles por el mar, abrieron las islas alconocimiento de los europeos. Por ello no es extraño encontrar undrago representado en El jardín de las delicias de El Bosco. Conel paso del tiempo, los viajeros dieron a conocer a nuestras gentesmás allá de nuestras pequeñas fronteras, tanto en lo físico comoen lo mental, describiéndonos como algo extraño, distinto,inusual, muy propio de las Afortunadas. Uno de los que máscontribuyó a ello, Jorge Glass, decía de los canarios:

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“Los nativos aquí tienen un tipo de cuerpo enjuto, deestatura media, bastante bien formados, faccionesagradables y tez más oscura que la de los nativos de laparte meridional de España; pero tienen bellos ojosnegros y chispeantes que les dan una vivacidad y unreflejo deslumbrante a su rostro, hasta el punto que,según mi opinión, se encuentra aquí tanta gentehermosa (en proporción con el número de habitantes)como en Inglaterra. Pues los ingleses, aunqueaventajan a todas las gentes en finura y lozanía de latez, sin embargo sus rostros en general son tristes einexpresivos cuando se comparan con los de losnativos de las Islas Canarias”

A lo largo del tiempo, pues, la situación geográfica delArchipiélago ha condicionado la vida de los canarios en todas lasdimensiones, pero en especial desde el punto de vista de su propiaidentidad. En efecto, por el hecho de vivir en islas, los isleños hanvisto condicionada su manera de ser, de vivir aislados y deconstituir islas dentro de sus propias islas, hasta el punto de quedurante siglos cada una de ellas se convertía en frontera conrespecto a las otras. Esta visión tan particular ha estado presentesiempre en la mente de nuestros antepasados, y así lo expresabaun emigrante en una misiva remitida a sus familiares cuandoescribía:

“Pues que en esta isla los hombres siempre fuimos mar, irse era condición de flujo y reflujo, apremio de lamarea de la vida”.

No debemos olvidar que nuestros primeros pobladores, apesar de tener un sustrato común de población, una vez llegados alas islas se adaptaron al medio hallado y conformaron una culturasingular, al organizarse de manera cerrada, creando yestructurando diferentes modelos económicos y sistemas socio-políticos. El mar los trajo, pero el mismo mar los dejóincomunicados, lo que generó que cada isla se convirtiera en unmundo-isla cerrado. En cada solar estos pobladores tuvieron queadaptarse a lo que la naturaleza les brindaba y de acuerdo con ella

crearon distintos estadios de evolución. Así, mientras unos fueroncapaces de desarrollar avances tecnológicos y sistemas deproducción algo sofisticados, otros mantuvieron procesos másarcaicos, pero todos tuvieron en común el aislamiento, a pesar deque desde cada una de las islas se divisaba su vecina máspróxima, en visión similar a la que hoy podemos tener desdecualquiera de ellas. El enigma de estar tan cerca y tan lejos almismo tiempo solo se puede entender con el mar de por medio. Yestos condicionantes marítimos han hecho del insular un serceloso con su territorio-isla y receloso respecto de la isla vecina,un comportamiento que se ha mantenido hasta el presente,estimulado por otros factores socio-económicos y político-institucionales a lo largo del tiempo.

Esta condición de territorio fronterizo inter-islas quedópronto reforzada por el hecho de ser también frontera cultural ypolítica allende los mares, desde los primeros momentos que loseuropeos se asentaron en esta tierra hasta la actualidad en queseguimos siendo frontera sur de la Unión Europea. Las primerasislas conquistadas a comienzos del siglo XV fueron fronterafrente a aquellas otras que quedaban por reducir e incorporar a lacorona castellana, y luego se convirtieron en frontera con respectoal continente africano. Por esta razón las islas pasaron a ser puntade lanza para hacer la guerra contra el infiel, tan preconizada porlos Reyes Católicos en el marco del contragolpe ibérico contra elmundo musulmán que siguió al remate de la reconquistapeninsular. A través del mar, expediciones financiadas por laCorona y por particulares llegaban a las costas africanas y en undesembarco repentino hacían razias sobre las poblacionesradicadas en la costa. En respuesta a esas agresiones, también elmar fue el camino por el cual los corsarios berberiscos y argelinosatacaron las islas, en especial las de Lanzarote y Fuerteventura,que en diferentes ocasiones sufrieron el azote de estas huestes ensus tierras y en sus habitantes.

Fue también el Atlántico el que posibilitó la creación de unsector productivo, el de la pesca tradicional, que ocupó a loscanarios a lo largo de cinco siglos, hasta que se produjo ladescolonización española del Sahara Occidental. En efecto, la

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actividad pesquera en las aguas del entonces conocido comobanco canario-sahariano se desarrolló desde fines del siglo XVcon el objeto de abastecer a la población y a las flotas que, condestino a Indias, pasaban por las islas. Los viajes a la pesquería oa la costa, como así se llamaban popularmente, se convirtieron enun espectáculo continuo, y las familias se resignaban a perder alcabeza de familia o algunos de sus miembros durante meses, enlos cuales faenaban en las aguas ribereñas pescando y salando elpescado, que luego se convertía en un alimento insustituible, ricoen proteínas, mantenido en nuestra dieta hasta el presente.

La situación estratégica de Canarias quedóconsiderablemente reforzada con la expansión europea por elAtlántico. Las islas desempeñaron un papel primordial comoescala obligada en la ruta hacia las dos Indias y hacia elcontinente africano y como base de operaciones para el tráfico deesclavos y el comercio triangular que se activó entre Europa,América y África; y ya luego hizo lo propio en la época doradadel imperialismo colonial, cuando los vapores transatlánticoscomenzaron a cruzar los océanos tras la consolidación de larevolución industrial en el mar. La ubicación del Archipiélago enlos derroteros marítimos le hicieron ser lugar de reposo,avituallamiento y reparación de buques en los viajesintercontinentales, de manera que este continuo trasiego de navessurcando nuestros mares despertó, por un lado, el interés de losextranjeros por las islas, y por otro, la vocación americanista delos isleños y la tradición migratoria que se inició durante elDescubrimiento y se mantuvo durante cinco siglos. Cuando lasislas pasaron a depender de la corona castellana se convirtieron enla última tierra hispana que tocaban las flotas de Indias antes departir hacia América, y desde entonces el amor unió Canarias alcontinente americano.

Sin embargo, esa misma situación estratégica, que tantofavoreció a las islas, mantuvo a los isleños permanentemente enalerta ante los peligros que, por mar, llegaban desde Europa yÁfrica. Canarias, frontera frágil y vulnerable, fue apetecidadurante siglos por otras naciones europeas, enemigas del imperioespañol, y como consecuencia de ello y de la política

internacional hispana, continuos ataques e incursiones sufrieronlas ciudades canarias, algunas de las cuales fueron objetivo deocupación, como aconteció en La Palma en 1553, en Las Palmasen 1595 y 1599 y en Tenerife en 1797. Además de los corsariosafricanos que ya hemos mencionado, otro peligro procedía denuestro continente geográfico: las plagas de cigarras que, a travésel mar, llegaban a las islas arrasando todo cuanto a su pasoencontraban y devorando todo lo verde que hallaban,consideradas por nuestros antecesores como una maldición, unapesadilla continua que duró hasta 1958, cuando se sufrió laúltima. La amenaza externa, en cualquier caso, ha sido unaconstante en nuestra historia, pues cualquier sacudida geopolíticaque se ha producido en el Atlántico ha tenido su inmediatarepercusión en las islas, como ocurrió durante la Guerra de Cubaen 1898, con motivo de las batallas navales en el Atlánticodurante las dos guerras mundiales o, en tiempos más recientes, enel marco de la guerra del Sahara Occidental entre 1977 y 1987.

Del mismo modo, a través de los caminos abiertos por lastravesías navieras el mar permitió el inicio de la actividadcomercial, que dio como resultado un crecimiento demográfico yuna balanza comercial satisfactoria que atraía a mercaderes ycomerciantes extranjeros. Para aprovechar esta oportunidad, lasislas contaban con una situación favorable en cuanto aembarcaderos se refiere. Puertos, ensenadas, abrigos o surgideros,existentes en todas las islas, permitieron no solo elaprovechamiento de nuestra renta de situación internacional y, portanto, asegurar nuestra conexión exterior, sino también la mejorade nuestras comunicaciones internas. El mar logró comunicarmejor a los isleños en cada una de las islas a través de unanavegación de cabotaje, pues en algunas de ellas, debido a sudifícil orografía, el transporte resultaba más fácil de realizar através de embarcaciones que a lomos de bestias, hasta que en lasegunda mitad del siglo XIX la carreteras comenzaron a abrirsepaso como signo de modernidad gracias a la pericia y el empeñode ingenieros como Juan de León y Castillo. Asimismo nuestroAtlántico facilitó las comunicaciones entre las islas, lo que hizoposible complementar las economías insulares creándose un

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mercado regional que, con las limitaciones impuestas por el mar,fue incrementando nuestros vínculos y nuestro grado deinterdependencia.

Cada isla contaba con pequeñas bahías o entradas que serepartían por toda la geografía insular, puntos de apoyo necesariospara la navegación al servir de base de operaciones para elembarque y desembarque de hombres y mercancías que entrabany salían de las islas. Estos lugares, los más importantes ubicadosen las cercanías de los centros de poder, fueron habilitados para laconstrucción y reparación naval, con la creación de un sectorindustrial abastecido por las buenas maderas de los bosquesisleños, y a la vez se desarrollaron como recintos donde secontrataban tripulaciones, se constituían compañías y serealizaban todo tipo de negocios. Este hecho no pasódesapercibido para los cronistas e historiadores del pasado, quecomentaron y ponderaron el valor de estos puertos naturales y laelección de los mismos para fundar en sus cercanías poblacionesimportantes. Los puertos secundarios y alejados de las ciudadescumplían asimismo un destacado papel, primero porque seconvertían en lugar de comunicación entre la ciudad principal ylas zonas más alejadas, y segundo porque permitía dar salida a lasproducciones locales.

Los recintos portuarios cercanos a las ciudades seconvirtieron en almacén y depósito de mercancías, lugares derefresco donde las tripulaciones se abastecían, y también enbaluartes para la defensa de las islas, pues en cada uno de lospuertos principales se levantaron fortalezas o torres defensivas,como la de las Isletas en Gran Canaria, la de San Cristóbal enTenerife y las de Santa Catalina, San Miguel y la del Cabo enSanta Cruz de La Palma. La importancia de estos puertos quedarecogida en las ordenanzas y en las sesiones de los concejos,donde había una preocupación constante por su vigilancia y elnombramiento de guardas. Esta situación portuaria se mantuvo asíhasta los siglos XVIII y XIX en que se construyen en las islas losprincipales puertos del Atlántico medio, motores de nuestrodesarrollo marítimo moderno, que continúan sirviendo comoescalas de rutas navieras transoceánicas.

Los puertos principales eran aquellos ubicados en lascercanías de La Laguna, Las Palmas y Santa Cruz de La Palma,obra de la naturaleza, junto con los de Garachico, La Orotava ySan Sebastián de La Gomera. La buena disposición de algunos deestos enclaves hizo que se convirtieran en lugares privilegiadospara el tránsito de barcos de todo tipo, desde las carabelas a losnavíos, pasando por las naos, urcas, pataches y veleros, hasta lasmodernas embarcaciones, de todas las naciones y de todos lostráficos, tal como evoca Juan Millares Carló en su poemadedicado al Puerto de La Luz:

“Puerto de Refugio, puerto de la Isleta,donde hallan cobijo todas las nacionesy tiñen el cielo, como una paleta,todos los colores de sus pabellones”.

Por algunos de estos puertos se inició la conquista, puesfueron habilitados como cabezas de puente y base de operacionespara continuar la empresa militar, pero resultaron todavía másdecisivos como lugares por donde fueron llegando pobladores dedistinta procedencia y en los que se inició una actividadeconómica mantenida hasta la actualidad. Por ellos entraron losprimeros europeos: Lancelotto Mallocello, Juan de Bethencourt,Juan Rejón, Alonso Fernández de Lugo, con casas flotantes quevomitaban pobladores sin cesar, y que produjeron una mezcla sinigual de gentes llegadas de distintas partes de Europa, África yAmérica.

A través del mar y a bordo de esas naves llegaron hombres ymujeres que iban a conformar, junto con los indígenas, la nuevasociedad isleña. De aquel rico mestizaje, que tuvo una influenciadecisiva en la conformación del ser canario, con característicaspropias que lo identifican, surgió una población mixta, fruto de lacual nacieron los primeros criollos que hicieron suya la tierra ycantaron sus excelencias, como Bartolomé Cairasco y Antonio deViana. Los flujos continuos que el Atlántico activó hizo posible la

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configuración de una sociedad permeable y receptiva ainfluencias externas, con gran capacidad de adaptación a loscambios y dotada de una querencia natural a la proyecciónexterna. Aquí el mar, más que un hándicap, era como una ventanaabierta hacia otras gentes y otros mundos, especialmente hacia elamericano.

Uno de los viajeros que visitaron las islas en el siglo XVIII,al referirse a los habitantes de Lanzarote y Fuerteventura,escribió:

“Aunque los habitantes de estas islas se consideranespañoles, provienen de una mezcla de los antiguoshabitantes, los normandos, y otros europeos que lossometieron, y de algunos moros cautivos, a los queDiego de Herrera y otros trajeron a las islas de la costade Berbería (...). Son, en general, de gran estatura,robustos, fuertes y muy morenos”.

En efecto, en la conformación de aquella primera sociedad sefusionaron, además de los indígenas, otros grupos procedentes deEuropa y África.

Muy pronto la sangre aborigen se mezcló con la europea. Denuestros iniciales pobladores, además de la riqueza patrimonialque se ha conservado, nos quedan expresiones singulares en latoponimia y en el habla, junto con uno de nuestros más apreciadosalimentos: el gofio, considerado por los ingleses como unalimento sano. Los primeros europeos tuvieron su origen tanto enla Península Ibérica como en otras zonas meridionales yseptentrionales del viejo continente, y aportaron costumbres ytécnicas que se fundieron y recrearon en el archipiélago. Losefectos de este enriquecedor proceso se aprecian tanto en elámbito cultural y patrimonial como en el técnico, creándose unmodo particular de hacer y de ser canario, que va a marcar laimpronta de nuestros campesinos y de nuestros artesanos, tambiénde nuestros mercaderes, produciendo en unas zonas la endogamia,propia de las zonas aisladas, como la exogamia en los lugares

cercanos a los puertos, y generando cierto sentido de solidaridadcolectiva.

De todos ellos hemos heredado no pocos elementos. Elcarácter mercantil y dinamizador de algunos grupos fue adoptadotanto de los italianos como de los pueblos del norte, lo que valiópara que grupos de poder de otras islas denominaran a losgrancanarios como fenicios y a los tinerfeños como babilones. Delos hombres y mujeres del solar hispano y de las tierras dePortugal, tanto continental como insular, hemos aprendido elamor a la tierra y a su trabajo, pues los lusitanos fueron el origendel campesinado libre de nuestras medianías, lo mismo que elsentido constructivo de nuestras casas tradicionales, adaptadas almedio y al clima, así como la tradición marinera tan arraigada ennuestras gentes. También fueron ellos, junto con los castellanos,los que nos trasmitieron la lengua europea y la gastronomía, puesnuestros potajes, pucheros, así como nuestros mojos y nuestroshuevos moles, llegaron a las islas navegando por el Atlántico paraaquí quedarse y recrearse. De los italianos, además, que desdeGénova se convirtieron en nuestros primeros financieros ycomerciantes, nos han quedado sus apellidos, sus linajes y, cómono, el amor a la cultura y especialmente a la música, pues no envano nuestros primeros poetas y músicos llevaban en sus venassangre genovesa.

Con el transcurrir del tiempo a estos grupos se unieronflamencos, franceses, británicos (tanto ingleses como irlandeses yescoceses), alemanes y malteses, que fueron llegando a las islasatraídos unos por la posesión de tierras, otros por el comercio ylos negocios marítimos y algunos incluso por las actividadesbancarias. Estos europeos nos dieron a conocer por el norte deEuropa y nos comunicaran con los puertos de Amberes, Brujas,Ruan y Londres. De aquellas ciudades del Mar del Nortearribaron a las islas, gracias al transporte que cruzaba el Atlántico,muchas de las joyas artísticas que hoy constituyen nuestra mayorriqueza patrimonial, como el Tríptico de las Nieves en Agaete o el

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de Taganana en Tenerife, sin contar el rico inventario artístico quecustodia la isla de La Palma. Con los europeos, en fin, tambiénvinieron costumbres y tradiciones que fueron trasvasadas a lasislas, tales como las devociones y las fiestas, los cantos y losbailes, que el mar suavizó para darle un carácter canario. Nuestrasprincipales patronas llegaron a bordo de navíos o caminandosobre las aguas del Atlántico. La Virgen de la Peña acompañó ensu viaje a Juan de Bethencourt; la del Pino, según algunadocumentación, vino de Génova canjeada por el azúcar que seproducía en Gran Canaria, y la de Candelaria apareció en unaplaya del sur de Tenerife, arrullada por las olas del Océano. Delmismo modo otros santos llegaron a nuestras costas traídos pormisioneros y evangelizadores, como San Nicolás, que le dionombre a uno de nuestros más singulares pueblos, que tantasnoticias ha reportado en estos últimos años. A él se refiereCairasco cuando canta

“…en Canaria, la gran reinade todas las demás de aqueste nombrefue de san Nicolás hallado un templo,cuando la conquistaron españoles,que ser de mallorquines fabricadodice la fama muchos siglos antes”

Los africanos, tanto moriscos como negros, recalaron poraquí igualmente a bordo de las naves que iban en su captura alvecino continente, y una vez superada su condición de esclavos,puesto que como tales llegaron a las islas de la mano de tratantes,se integraron socialmente nutriendo al insular de sus creencias ysortilegios, así como de sus ritmos. Aportaron a la idiosincrasiaisleña no solo su sangre, que al fundirse y refundirse con la deotros pueblos fue diluyendo el color de su piel hasta perderse conel transcurrir de los años, sino el carácter de lo lúdico y lo festivo,que tanto se manifiesta en nuestras gentes, lo mismo que lamezcla de ese sentido del humor, un tanto oculto y socarrón, tanparticular de nuestra gente, asociado igualmente a los gallegos,

que conformaron una parte importante dentro de la poblacióncampesina, y que llamó la atención de los europeos que nosvisitaban: "la socarronería" --escribía un cónsul británico durantela segunda mitad del siglo XIX-- "es una cualidad que todas lasclases de los isleños tienen muy desarrollada”.

Estos grupos humanos, a los cuales se han ido añadiendootros con el devenir del tiempo, como la colonia hindú o losárabes jarabandinos, conformaron una sociedad estructurada,propia de lo que acontecía en otros lugares de Europa, perodotada de características singulares por la condición insular deesta tierra y el agravante que sobre la propia insularidad imponíasu situación ultramarina. Realmente, la articulación de la sociedadisleña nació de dos principios contradictorios: el igualitarismopropio de una tierra de frontera, circunstancia que se hamantenido al convertirse Canarias en frontera sur de Europa, y lajerarquización propia de los lugares de donde procedían suspobladores. Fruto de lo primero fue la atenuación de lasdiferencias entre los distintos grupos, y de lo segundo lapervivencia de algunos elementos de separación como aquellosque la religión había considerado contrarios a la ortodoxia o queiban contra el honor y las buenas costumbres. En cualquier caso,en aquella sociedad surgida del mestizaje la extranjería norepresentaba ninguna traba social, sino todo lo contrario, pues losforáneos que llegaban para quedarse lograban integrarse social yculturalmente sin mayores dificultades, aportando nuevoselementos que se fundían con los preexistentes, resultando detodo ello un sincretismo propio de las sociedades coloniales, ymás específicamente de aquellas formadas al límite de la frontera.

Una frontera marítima en nuestro caso y, por tanto, unafrontera a la que no podía ponérsele puertas, y menos en unasislas pequeñas y remotas en las que para sobrevivir dentro serequería disponer de lo que viniera de afuera, del mar. Pues bien,fue ese mar, el Atlántico, el que posibilitó la inserción delarchipiélago canario en una economía mundo a finales del siglo

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XV, y también el que reforzó esa vinculación a los circuitoseconómicos internacionales durante el tránsito del siglo XIX alXX; el mismo mar que el año pasado tuvieron que atravesar o enmayor medida sobrevolar los casi quince millones de turistas quenos visitaron, en su inmensa mayoría a la búsqueda de sol y playa,es decir, para disfrutar de nuestro mar.

De hecho, la economía extravertida que ha sostenido aCanarias a lo largo de los siglos --como no podía ser de otraforma-- ha sido tributaria del mar que nos rodea. Ha estadofundamentalmente orientada a la producción de bienes o serviciosdemandados por los mercados exteriores y, por tanto, muchasveces sometida a los vaivenes de las circunstanciasinternacionales, lo que ha hecho que oscilemos, como las olas delmar, entre períodos de prosperidad y de crisis. Concluida laconquista, en cada una de las islas, en función de suscaracterísticas físicas, se fue imponiendo un sistema productivoorientado por los primeros conquistadores y gobernadores. Una delas primeras decisiones que se tomaron fue implantar cultivosdestinados a satisfacer la demanda de los mercados europeos y, apartir del Descubrimiento, también de los americanos, con lo cualCanarias se convirtió en un área especializada en producirmaterias primas o productos elaborados o semi-elaborados conuna notable dependencia del exterior. Es cierto que no todas lasislas pudieron dedicarse a este tipo de producciones,especialmente porque algunas de ellas no disponían del mediofísico idóneo para la implantación de cultivos que demandabanmucha agua, pero sus economías insulares sirvieron para sostenerel modelo agroexportador del conjunto, al proveer el necesarioabastecimiento de cereales y ganado a aquellas que producíanartículos destinados al comercio internacional.

Esta orientación económica, marcada por la insularidadultramarina, se mantuvo a través del tiempo. Primero fue elazúcar, cuyos primeros esquejes llegaron desde Madeira,navegando a través del Atlántico, para fructificar en la tierra

canaria, atrayendo inversiones de capitales y comerciantes dedistintos lugares de Europa. Este producto originó un negocioprovechoso, que abrió las puertas de las islas a la prosperidad algenerar no poca riqueza y ocupación; pero decayó en menos de unsiglo como consecuencia, por un lado de la falta de tierras yaguas, y del otro por la competencia antillana y brasileña.

Por esta razón el sistema económico se reorientó hacia laproducción del vino, que tomó el relevo cuando creció sudemanda tanto en los mercados europeos como en América yÁfrica. Fue el momento que en las principales cortes europeas sebrindaba con el canary wine que llegaba a sus puertos, dotado deun magnifico bouquet, gracias al traqueteo de las barricas mecidascon el movimiento de los barcos que transitaban por los caminosdel mar, de tal modo que los vinos salían jóvenes de Canarias yllegaban maduros a los lugares de consumo. El vino se mantuvoen alza hasta el momento en que los ingleses, merced a su políticamercantilista, intentan controlar la producción y el tráfico eimponer sus precios a los cosecheros, razón por la cual el isleñose subleva en defensa de sus derechos e impide el monopolio conel famoso Derrame del Vino en Garachico, en 1666, cuandoaquella villa y puerto se hizo un mar de vino. Este episodio y lapolítica internacional que desemboca en la Guerra de Sucesión altrono de España hacen que se pierda el mercado inglés por lacompetencia de los vinos de Madeira y del Portugal continental.

Después del vino y gracias a las iniciativas de lasSociedades Económicas de Amigos del País, se ensayan en lasislas distintos cultivos, tales como la barrilla y especialmente lacochinilla, que a través del Atlántico llegó de los nopales deMéjico y el resto de Centroamérica a las palas de las tuneras delas Islas Canarias. La producción de este insecto dio un respiro ala economía isleña justamente cuando se encontraba en su peormomento, tras la pérdida de los mercados americanos, hasta elpunto de que en su época de esplendor --como escribiera elhistoriador Millares Torres-- “ríos de oro corrían por nuestros

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campos”. Sin embargo, la crisis volvió de nuevo a aparecer enescena, a causa de la competencia, pero especialmente deldescubrimiento de las anilinas sintéticas, que arrumbaron delmercado a los colorantes naturales hasta que el gusto másexigente de los consumidores los han vuelto a poner de moda.

Aquella crisis se superó, de nuevo, con otra profundareconversión agroexportadora: la protagonizada por el plátano yel tomate, a los que se unió la papa, ya cuando el capitalismoagrario penetró con intensidad en nuestros campos. Corríanentonces los tiempos en que los vapores se hicieron dueños delOcéano y, con ellos como abanderados, se desató una intensa pujaeuropea por el reparto y control del mundo, lo que provocó lainmediata revalorización estratégica de las islas como estacióncarbonera primero y gasolinera del Atlántico luego. Con estosprocesos modernizadores llegó, también por mar, el turismo deélite, el único que se podía hacer entonces, hasta la definitivarecuperación europea de los tremendos desgarros producidos porlas dos guerras mundiales --que tanto se hicieron notar enCanarias--, cuando el turismo se hizo posible para las masasasalariadas de la Europa del norte. El aprovechamiento de lasnuevas oportunidades brindadas por esta industria de servicios hapropiciado el mayor salto de nuestra historia en términos deriqueza y bienestar, aunque ello también ha reforzado sin soluciónde continuidad hasta nuestros días la extraversión económicaimplantada desde la conquista, que --insisto-- ha estado marcadapor nuestra insularidad ultramarina.

Al filo de este sucinto repaso, resulta oportuno destacar queestos altibajos existenciales de las islas, relacionados todos connuestra estrecha vinculación a la economía-mundo abierta a travésdel mar, han incidido de manera notable en el isleño, sabedor deque los tiempos de bonanza pueden ser seguidos de momentos defrustración. Con estas tremendas sacudidas el canario se deprimey desespera, sintiendo la pérdida de mercados exteriores comoalgo propio que afecta a su prosperidad y bienestar. Y cuando

estas situaciones críticas han puesto en juego la mismasupervivencia, quizás por su incapacidad para hacer frente afuerzas exógenas tan poderosas o por su disposición a la búsquedade alternativas, ha buscado la solución a sus males en laemigración. Y de nuevo aquí el Atlántico se vuelve aliado de loscanarios y los caminos del mar ayudan a buscar un futuro mejoren las tierras americanas, en donde por razones de clima, lengua,carácter y trabajo, el canario se ha encontrado como en casa,aunque, en ocasiones, haciendo frente a situaciones similares opeores a las dejadas atrás, de manera que todo su objetivo eramedrar para retornar en una situación más boyante, como asíhicieron no pocos indianos. A modo de historia revertida, en lostiempos recientes también el mar ha traído a nuestras costas amuchas personas huyendo de situaciones miserables e injustas,haciendo de Canarias su tierra prometida. Demasiados perdieronla vida en el intento, convirtiéndose el Atlántico en su moradadefinitiva; de los que pudieron poner pie en tierra, unos partieronhacia otros caminos y otros se han quedado entre nosotros,integrándose en una sociedad que, en perspectiva histórica,siempre ha sido multicultural por naturaleza. Así es Canarias,constantemente a merced de lo que el mar trae y lleva.

La permanente y decisiva influencia del mar en nuestrasvidas, como es natural, ha sido objeto de fecundo cultivo pornuestras letras y nuestras artes. El Atlántico inspiró a nuestrosprimeros poetas, que iniciaron la senda por la que transitaronotros muchos creadores a lo largo del tiempo, porque lainquietante presencia del mar en nuestro devenir acabará por darleuna interpretación simbólica o metafísica. Desde las endechashasta los poetas contemporáneos el mar también ha bañado lospensamientos y sentimientos de nuestros recreadores derealidades a través de la belleza literaria. Bartolomé Cairasco,aquel que nos dejó de herencia “un mar de cantos”, se presentacomo el autor fundacional de la poesía canaria, que se prolongacon Antonio de Viana. Ambos desarrollaron la poesía épica

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renacentista e iniciaron los primeros mitos que han llegado hastanuestros días. Con Templo Militante nace el mar mitológico quellegará a Tomás Morales. En el mar de Cairasco conviven losdioses y los mitos paganos con los religiosos. Su octava 32 nosdeleita con estos versos:

“Cerca del monte Atlante, que en el cielotocar se finge, tienen sus moradaslas siete hermanas, que con blanco veloestán del mar en torno coronadas;que, por su temperancia y fértil suelo,el nombre se les dio de Fortunadas.Y hubo quien dijo, viendo ser tan bellas,que los Campos Elíseos eran ellas”.

En los versos que Lope de Vega dedica al poeta Alonso deViana, también el mar une la historia con la mitología:

“Canta con versos dulces y suavesla Historia de Canaria y Tenerife,que en ciegos laberintos de PacifeDa el cielo a la virtud fáciles llaves.Si en tiernos años, atrevido al Polo,Miras del Sol los rayos Orientales,En otra edad serás su Atlante solo:Islas de Océano, de coralesCeñid su frente, en tanto que de ApoloCrece, á las verdes hojas inmortales”.

En los siglos venideros el mar nunca dejó de estar presenteen nuestros poetas para eclosionar con el modernismo de TomásMorales y sus contemporáneos. El poeta de Moya se entusiasmacantando al Atlántico, al que hace suyo como compañero de vida:

“El mar es como un viejo camarada de infancia a quien estoy unido con un salvaje amor; yo respiré, de niño, su salobre fragancia y aún llevo en mis oídos su bárbaro fragor”.

Un compañero de vida que le hace vibrar:

“El mar: el gran amigo de mis sueños, el fuerte titán dehombros cerúleos e inenarrable encanto: en esta hora,la hora más noble de mi suerte, vuelve a henchir mispulmones y a enardecer mi canto… El alma en carneviva va a ti, mar augusto, ¡Atlántico sonoro! Conánimo robusto, quiere hoy mi voz de nuevo solemnizartu brío. Sedme, Musas, propicias al logro de miempeño: ¡mar azul de mi Patria, mar de Ensueño, marde mi Infancia y de mi Juventud… mar Mío!”

Algo similar le sucede a Fernando García Ramos, cuandoreflexiona sobre la riqueza y el trabajo que el mar engendra.

“Que libre campo es el mar.nadie lo asurca ni siembra,ni tiene majanos blancos,ni tiene lindes ni cercas.Fruto es el peje en la barca,si el campesino lo pesca;hay que adentrarse sin miedo,hay que meterse en la brega,hay que bogar duramentecontra el viento y la marea,bajo el sol que no perdona,bajo la noche sin tregua”.

Esta inspiración continua que el mar ofrece a todos aquellosque cantan a su tierra la volvemos a encontrar en los versos delHimno de Canarias:

Soy la sombra de un almendro,soy volcán, salitre y lava.

un rumor de pazsobre el ancho mar

De la misma manera nuestras gentes, cuando compusieronsus coplas de manera improvisada, miraron al mar para que lesinspirara, de modo que se convirtió en elemento de la naturaleza

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que se canta, como ocurre con la conocida cuarteta que comienzaasí:

Triste es la noche en el mar/ triste es la noche sin luna:

También el mar ha sido la fuente de inspiración de nuestrospintores, especialmente a partir del siglo XIX. Entre ellospodemos citar a López Ruiz y Néstor Fernández de la Torre. Elprimero, que llegó pensionado a Santa Cruz de Tenerife en 1895,quedó cautivado por el mar, el cual le permite, según losmomentos del día y la actividad de las mareas, crear un sinfín deformas y tonalidades, razón por la cual se convirtió en un granpintor de marinas, las del mar de Canarias, concepto al que aludeel título de su magna exposición celebrada en Madrid en 1946.

A Néstor le inspiran las antiguas leyendas que cantaban aestas islas periféricas y oceánicas: "Las Hespérides", "LaAtlántida"..., paraíso soñado y deseado por quien derrochasensibilidad y cuya pasión es la belleza, del mismo modo queinspiraron a tantos poetas, comenzando por nuestros clásicos,cuando cantan “…que Canaria y Aprósito, Junonis, PintuariaPluitula, Nivaria, que son las que rodea el mar Atlántico…”. Elartista aquí se nutre de la luz de las islas, se embriaga del mar y desus genes, de sus entrañas, para proclamar sin ambages:

"[...] El amor al mar para mí lo ha sido todo. [...] ¡Oh!,en el Atlántico, que es el gran amigo de mis sueños, yocreo haber llegado a la verdadera posesión de mipersonalidad. En el Atlántico siempre se anunciancosas nuevas y sobrenaturales..."

Y como no podía ser de otro modo, el mar que nos rodea, elAtlántico, ha sido y sigue siendo uno de nuestros principalesobjetos de estudio para el desarrollo de nuestra propia actividadcientífica. No por casualidad la ULPGC es una de las pocasuniversidades españolas que tiene una Facultad de Ciencias delMar. La Biología, la Física y la Química, por supuestoVeterinaria; cómo no las diversas Ingenierías; desde luego laEconomía, la Empresa y el Derecho; la Geografía, la Historia, la

Filología...; todas las disciplinas y campos multidisciplinares quese cultivan hoy en nuestra universidad (piensen en ello) están tanrodeadas de mar por todas partes como las islas en las quevivimos. Afortunadamente --hay que añadir--, pues ese mar quetanto ha condicionado nuestras vidas en el pasado y lo seguiráhaciendo en el futuro necesita ser bien estudiado, paracomprenderlo y aprehenderlo en toda su complejidad; paracuidarlo, protegerlo y conservarlo como oro en paño; paraaprovechar sus recursos y los que por él vienen y se van con laperspectiva puesta en un desarrollo sostenible, y para que sigasiendo ese poderoso capital intangible al servicio de nuestraprosperidad y bienestar.

Y termino ya: desde aquí dentro, desde la Academia, lomismo que desde ahí afuera, desde la Sociedad, hemos de estarpermanentemente atentos a los nuevos requerimientos que elAtlántico nos trae en estos tiempos de vértigo. La Historia espasado, sí, pero en diálogo permanente con el presente; y elpresente nos obliga a repensar nuestra atlanticidad, areposicionarnos ante los acelerados cambios geopolíticos,geoeconómicos y geoestratégicos que se están produciendo eneste océano que tanto marca nuestras vidas. Desde finales delsiglo XV hasta comienzos de este siglo XXI nos hemosacostumbrado a superar las limitaciones que nos ha impuesto yaprovechar las oportunidades que nos ha brindado este mar quenos rodea, el sonoro Atlántico de nuestros poetas, pero siempre lohemos hecho habiendo sido ese mar nuestro el centro marítimodel mundo, el pujante y dinámico océano que concentraba lasprincipales rutas, los grandes tráficos y los más importantesnegocios navieros. En cambio, de un tiempo a esta parte estasituación de encrucijada privilegiada en medio de los destinos delmundo está en proceso de mutación, y a marchas aceleradas. Lomismo que antaño el Atlántico tomó el relevo del Mediterráneo enel liderazgo marítimo, ahora es el Pacífico el que parece destinadoa tomar ese testigo de cara al porvenir. Creo que eso exige de

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todos nosotros una buena repensada sobre el mar que nos rodea, ya ello les convoco.

Muchas gracias, Rector, por darme esta oportunidad deglosar el mar; muchas gracias a todos por su presencia y atención,con mi deseo de que tengamos un nuevo curso muy fructífero,con el mar siempre en nuestro quehacer.

20 de septiembre de 2017