(Lectura) preguntar bien no cuesta nada

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Módulo: 2 y 3 Unidad: Fundamentos de gramática en la redacción cotidiana Preguntar (bien) no cuesta nada Cohen, Sandro. Publicado en: http://redaccionsindolor.blogspot.com/ (21/04/10). CUALQUIER PERSONA que viaja a países extranjeros donde se habla un idioma que no es el suyo, es consciente de la importancia de saber cómo formular preguntas. “¿Dónde está el baño?”. “¿Usted sabe a qué hora abren el museo?”. “¿Puede indicarme a quién reporto mi cartera robada?”. Y en cuestión de hacer preguntas, el castellano se pinta solo. Que yo sepa, es el único idioma que requiere dos signos de interrogación para formular una pregunta directa: uno para abrir y otro para cerrar, tal como se ve en las tres preguntas que hemos visto en este párrafo. A muchas personas no les gusta esta aparente duplicación del signo de interrogación. Les parece enfadoso tener que abrir y cerrar cuando en otros idiomas “más modernos” (según ellos) —como el inglés, el francés y todos los demás— sólo se requiere uno. Ven este signo de abrir [ ¿ ] como un ancla que los amarra al feudalismo, al tercer mundo o, en el mejor de los casos, al atraso. Hasta algunos de nuestros mejores poetas han despreciado el signo de abrir. Pienso, por ejemplo, en Pablo Neruda, cuyo enorme talento para manejar el idioma no le impidió cercenar el signo de abrir: la vanguardia puede ser una sirena peligrosa. © Texto reproducido únicamente con fines didácticos para su análisis documental dentro de la formación profesional. Los derechos de autoría corresponden al titular de la obra, recomendando la adquisición integral del texto para profundizar en el pensamiento del autor y los avances en el campo disciplinar al que se enfoca su trabajo. 1

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Preguntar (bien) no cuesta nada

Cohen, Sandro. Publicado en: http://redaccionsindolor.blogspot.com/ (21/04/10).

CUALQUIER PERSONA que viaja a países extranjeros donde se habla un idioma que no es el suyo, es consciente de la importancia de saber cómo formular preguntas. “¿Dónde está el baño?”. “¿Usted sabe a qué hora abren el museo?”. “¿Puede indicarme a quién reporto mi cartera robada?”. Y en cuestión de hacer preguntas, el castellano se pinta solo. Que yo sepa, es el único idioma que requiere dos signos de interrogación para formular una pregunta directa: uno para abrir y otro para cerrar, tal como se ve en las

tres preguntas que hemos visto en este párrafo.

A muchas personas no les gusta esta aparente duplicación del signo de interrogación. Les parece enfadoso tener que abrir y cerrar cuando en otros idiomas “más modernos” (según ellos) —como el inglés, el francés y todos los demás— sólo se requiere uno. Ven este signo de abrir [ ¿ ] como un ancla que los amarra al feudalismo, al tercer mundo o, en el mejor de los casos, al atraso. Hasta algunos de nuestros mejores poetas han despreciado el signo de abrir. Pienso, por ejemplo, en Pablo Neruda, cuyo enorme talento para manejar el idioma no le impidió cercenar el signo de abrir: la vanguardia puede ser una sirena peligrosa.

Pero no sólo es importante emplear ambos signos, el de abrir y el de cerrar, sino que también es indispensable saber cómo usarlos y cuándo. Como se ve en la fotografía que ilustra esta entrada, tomada en la calle de Hidalgo en la delegación Azcapotzalco, hay muchas personas que no entienden muy bien cuál es el procedimiento. En esta imagen, que provoca perplejidad en quien la mira, ni siquiera debió emplearse el signo de interrogación, ni el de abrir (que no se usó) ni el de cerrar (que sí se usó). Esto es así porque se trata de un imperativo, no una interrogación. Debió escribirse: “¡Pregúntame!”.

© Texto reproducido únicamente con fines didácticos para su análisis documental dentro de la formación profesional. Los derechos de autoría corresponden al titular de la obra, recomendando la adquisición integral del texto para profundizar en el pensamiento del autor y los avances en el campo disciplinar al que se enfoca su trabajo.

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El redactor seguramente se fue con su propia finta: la palabra pregúntame.

Pensaría que la mera presencia de la palabra pregunta convertía el imperativo en interrogación. Pero no… Hay varias clases de interrogaciones en español. En primer lugar, cualquier afirmación puede convertirse en pregunta con sólo agregar los signos, ambos signos. Se requiere el primero no porque debemos obedecer a reglas anticuadas sino por la sintaxis propia de nuestro idioma. En otras lenguas, con cambiar el orden de las palabras puede convertirse una afirmación en interrogación. Este ejemplo proviene del francés:

Vous parlez français. (Usted habla francés).

Parlez-vous français ? (¿Usted habla francés?).

Pero en castellano, da lo mismo decir “Usted habla francés” que “Habla usted francés”, o “¿Usted habla francés?” que “¿Habla usted francés?”. En otras palabras, y para decirlo pronto, no es la sintaxis lo que le indica al lector que se trata de una pregunta o una afirmación sino la presencia o ausencia del signo de abrir. El de cerrar nos indica dónde termina. Y en español, podemos abrir o cerrar una pregunta, ¿por qué no?, donde se nos pega la gana. Esto no es posible en cualquier idioma, ¿o usted cree que le estoy diciendo mentiras?

Así, si quisiera afirmar que este blog es capaz de pasarse de la raya en ocasiones, diría: “Este blog es capaz de pasarse de la raya en ocasiones”. (Por lo cual pido disculpas). Pero con exactamente las mismas palabras, podría formular una pregunta con sólo emplear ambos signos de interrogación: “¿Este blog es capaz de pasarse de la raya en ocasiones?”. Y así podemos hacer con cualquier aserto: “Olvidé tender mi cama”. “¿Olvidé tender mi cama?”.

También existen pronombres y adverbios interrogativos cuyo trabajo es, precisamente, introducir interrogaciones. Y los hay de dos clases: interrogaciones directas e indirectas. Las directas requieren, como toda pregunta directa, signos de abrir y cerrar. Estos pronombres y adverbios son qué, cuál (-es), cuando, cómo, cuán (-to), dónde, quién (-es):

¿Qué piensas de mí?

¿Cuál es tu verdadera motivación?

¿Cuándo me amarás de veras?

¿Cómo te atreves a preguntarme eso?

¿Cuánto me amarás de aquí a mañana?

¿Dónde podremos amarnos inocentemente?

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¿Quién te amará como yo?

Pero, asimismo, hay interrogaciones indirectas que emplean estos pronombres y adverbios, pero no deben llevar ninguno de los dos signos. Algunos ejemplos:

No sé qué piensas de mí.

Pocas personas sospechan cuál es tu verdadera motivación.

Resulta difícil adivinar cuándo me amarás de veras.

Quisiera yo saber cómo te atreves a preguntarme eso.

Alguien escribió en esta hoja cuánto me amarás de aquí a mañana.

Tengo cierta idea de dónde podremos amarnos inocentemente.

Es imposible imaginar quién te amará como yo.

A su vez, es posible convertir todas estas interrogaciones indirectas otra vez en preguntas, sólo con colocar signos de interrogación para abrir y de cerrar:

¿No sé qué piensas de mí?

¿Pocas personas sospechan cuál es tu verdadera motivación?

¿Resulta difícil adivinar cuándo me amarás de veras?

¿Quisiera yo saber cómo te atreves a preguntarme eso?

¿Alguien escribió en esta hoja cuánto me amarás de aquí a mañana?

¿Tengo cierta idea de dónde podremos amarnos inocentemente?

¿Es imposible imaginar quién te amará como yo?

Nótese cómo con este procedimiento puede insinuarse ironía, despecho, dolor, amargura o, incluso, sarcasmo. Es como si a todos estos ejemplos les antecediera la palabra acaso: “¿Acaso resulta difícil adivinar cuándo me amarás de veras?”.

Con este pequeño recorrido por las interrogaciones en castellano, hemos visto que al formular una pregunta directamente, es necesario emplear los signos de interrogación de abrir y cerrar. También vimos que hay pronombres y adverbios que se emplean expresamente para formular preguntas. Cuando éstas son directas,

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requieren ambos signos de interrogación; cuando son indirectas, no deben emplear ninguno.

Nuestra sintaxis tan flexible nos abre muchísimas posibilidades expresivas. En lugar de sentir que las reglas propias del castellano son una molestia o —peor—un lastre, deberíamos celebrar todo lo que podemos hacer que en otros idiomas sería imposible. Estas lenguas, si fuesen personas, verían al español con verdadera envidia.

¿Alguna pregunta?

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