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Plan Lector IES Jaroso 2015-2016 Un texto científico Del colegio a las olimpiadas de programación La historia de Malvika Joshi se escribe en clave casi milagrosa. Joshi dejó la enseñanza reglada en colegios convencionales en 2011, cuando estaba en octavo grado. Así experimentaría lo que su propia madre define como «la libertad del aprendizaje». Lo que consiguió la hindú es escribir una brillante página en la historia de la programación. Ya fuera del colegio, la joven Malvika Joshi aprendió a programar de manera casi autodidacta. Joshi tenía un hambre voraz de aprendizaje y encontró la manera de especializarse en programación competitiva. El pasado verano, tres años después de dejar el colegio, Joshi se convertía en la primera mujer que ganaba para la India una medalla de plata en los IOI, las olimpiadas Informáticas Internacionales. Casos como el de la joven hindú son los que está derribando muchas barreras que, al igual que en otras parcelas del universo laboral, mantienen a la mujeres en situación desigual con respecto a sus homólogos masculinos. Son mujeres como Malvika Joshi las que están cambiando la visión de muchas personas que se siguen aferrando a los viejos esquemas. Todas esas salas repletas de programadores masculinos, todos esos hackatones, todas las conferencias y congresos, asisten a un proceso de normalización de género que se ha visto facilitado por grupos de mujeres que han decidido ir abriendo camino. La desigualdad se extiende por todo el planeta Las empresas tecnológicas son un reflejo de las sociedades en las que se asientan. Si bien hay notables diferencias de un país a otro, hay un rasgo común en todo el globo: el volumen de mujeres que desarrollan su actividad como programadoras es, a día de hoy, muy inferior a la paridad.

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Del colegio a las olimpiadas de programaciónLa historia de Malvika Joshi se escribe en clave casi milagrosa. Joshi dejó la enseñanza reglada en colegios convencionales en 2011, cuando estaba en octavo grado. Así experimentaría lo que su propia madre define como «la libertad del aprendizaje». Lo que consiguió la hindú es escribir una brillante página en la historia de la programación.

Ya fuera del colegio, la joven Malvika Joshi aprendió a programar de manera casi autodidacta. Joshi tenía un hambre voraz de aprendizaje y encontró la manera de especializarse en programación competitiva.

El pasado verano, tres años después de dejar el colegio, Joshi se convertía en la primera mujer que ganaba para la India una medalla de plata en los IOI, las olimpiadas Informáticas Internacionales.

Casos como el de la joven hindú son los que está derribando muchas barreras que, al igual que en otras parcelas del universo laboral, mantienen a la mujeres en situación desigual con respecto a sus homólogos masculinos. Son mujeres como Malvika Joshi las que están cambiando la visión de muchas personas que se siguen aferrando a los viejos esquemas.

Todas esas salas repletas de programadores masculinos, todos esos hackatones, todas las conferencias y congresos, asisten a un proceso de normalización de género que se ha visto facilitado por grupos de mujeres que han decidido ir abriendo camino.

La desigualdad se extiende por todo el planeta

Las empresas tecnológicas son un reflejo de las sociedades en las que se asientan. Si bien hay notables diferencias de un país a otro, hay un rasgo común en todo el globo: el volumen de mujeres que desarrollan su actividad como programadoras es, a día de hoy, muy inferior a la paridad.

Según datos de Caroline Simard, investigadora acerca de igualdad de género en la Universidad de Stanford, solo el 8% de los graduados en ingeniería informática en Bombay en 2005 eran mujeres. Porcentajes algo mayores se dan en Europa y Estados Unidos siendo la más honrosa excepción la que ocurre en el sudeste asiático, donde países como Malasia, Singapur o Tailandia rondan la paridad (Fuente).

El caso de Malvika contribuye también a desmitificar la dificultad que se atribuye al aprendizaje de la programación. Gonzalo Manrique y Ariel Quiñones son los fundadores de Ironhack, una startup que ofrece cursos intensivos de programación para desarrolladores y emprendedores. Dicen que ese es, precisamente, su objetivo. «Debemos educar sobre los beneficios de aprender a programar, sobre las increíbles perspectivas laborales y sobre cómo mola currar en una startup. Queremos que todo el mundo entienda lo fácil y útil que es aprender a programar». Y además, ellos predican con el ejemplo ya que Ironhack ofrece becas de 1000€ para fomentar la inserción de las mujeres en el mundo del código.

Iniciativas ejemplares

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La de Malvika es una historia extraña y espontánea. Para conseguir el acercamiento a la verdadera igualdad de género hace falta abonar la tierra. Las instituciones que están tratando de facilitar la irrupción de las mujeres en el mundo tecnológico crecen felizmente.

Girls Who Code, por ejemplo, es una organización estadounidense cuyo objetivo es que se alcance la paridad en todos los ámbitos relacionados con la computación. Ellas han hecho sus número para alcanzar la meta en 2020. Explican que, para esa fecha, en EE.UU. habrá 1.4 millones de nuevos puestos de trabajo como especialista en computación. Para alcanzar las 700.000 mujeres empleadas en esas ofertas, calculan que 4.6 millones de adolescentes necesitan «alguna forma de exposición a la educación en ciencias de la computación». Girls Who Code se propone ocuparse “someter a exposición” a aproximadamente un 25% de esos casi 5 millones.

La organización comenzó en Nueva York y ahora se extiende por varias ciudades repartiendo conocimiento en programación en colegios, bibliotecas y organizaciones de carácter social.

En Seattle, en el estado de Washington, también en Estados Unidos, desarrolla su labor la Ada Developers Academy. Se trata de una escuela de programación sin ánimo de lucro que toma su nombre de la pionera de la programación Ada Lovelace.

Ada Developers Academy se ha especializado en cursos intensivos de un año de duración que comprenden seis meses de formación académica en clase y seis meses de beca en una empresa tecnológica de la ciudad del noroeste de Estados Unidos. Empiezan casi desde cero y dirigen su formación exclusivamente a mujeres.

Tanto el ejemplo de Malika Joshi como la formación que ofrecen Girls Who Code y Ada Developers Academy dejan bien patente que introducirse en el mundo de la programación es un reto más que la sociedad debe asumir para alcanzar una verdadera igualdad en todos los entornos laborales pero, sobre todo, contribuyen a demostrar que, ya sea a hombres o mujeres, la programación es un universo que siempre se está a tiempo de explorar.

Fuente: Revista Yorokobu

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