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Revista de Estudios, Universidad Costa Rica. No. 17, pág. 59-72, 2003 LEPRA Y ESTIGMA: ESTUDIO DE CASOS EN LATINOAMÉRICA COLONIAL 1. INTRODUCCIÓN Este artículo analiza las diferentes ideas prevalecientes sobre la lepra en cuatro puntos de América Latina colonial, con el objetivo de com- prender hasta qué punto es factible afirmar que to- dos los leprosos vivieron al margen de la sociedad. Asimismo se pueden conocer los orígenes y la res- puesta primigenia a un problema sanitario que to- davía no ha podido ser erradicado, y asimismo comprender las percepciones del Estado Colonial en general, y de los gobiernos locales en particu- lar, con respecto a la enfermedad y a la salud. Este trabajo ha sido elaborado básicamente con fuentes secundarias'. Solamente la parte co- rrespondiente a Costa Rica es fruto de la investiga- ción en fuentes primarias. La lepra, como problema social, ha despertado el interés de muy pocos inves- tigadores en nuestro continente. La mayoría de los trabajos que hemos consultado proceden de la plu- ma de leprólogos que, al calor de su experiencia la- boral, llegaron a interesarse por los orígenes de la asistencia a los leprosos en sus respectivos países. Hasta el momento solamente Diana Obregón, cien- tífica social colombiana, se ha interesado en el aná- lisis meticuloso y sugerente de las diferentes aristas de la construcción social de la lepra en su país.? 2. ESTA ENFERMEDAD ES LA MÁs ASQUEROSA 3: LAS PERCEPCIONES SOBRE LA LEPRA EN LATINOAMÉRICA COLONIAL Cuando los españoles se asientan en Amé- rica introducen un arsenal de bacterias para el Ana Paulina Malavassi Aguilar que los indígenas no tienen inmunidad, lo cual aunado a la explotación inmisericorde de las po- blaciones autóctonas, degenera en un caos sanita- rio-muerte, hambruna y mal nutrición-al que se responde trasplantando las instituciones sani- tarias españolas. Es así como en 1502 la reina Isabel de Castilla ordena a Nicolás de Ovando- Gobernador de la Isla La Española-crear hospi- tales para albergar y curar indígenas y españoles. A falta de personal médico y de presupuesto, por mucho tiempo los hospitales van a estar en ma- nos de órdenes religiosas, 10 cual favorecerá pa- ra que se conviertan en centros de evangeliza- ción, aculturación y control social. Estas funcio- nes no son nuevas, ya habían sido utilizadas en el pasado como instrumento de conversión y salva- ción de almas, especialmente en el área recon- quistada a los moros. Desde el punto de vista sa- nitario, los alcances de estos primitivos hospita- les son muy limitados debido a las carencias del sistema: burocratización, injerencia de la Iglesia, escasez de médicos, menosprecio por los conoci- mientos curativos autóctonos, y fuertes restric- ciones para el ejercicio de la medicina.' Los orígenes de la lepra en América son muy discutidos. Algunos autores aseguran que la enfermedad es autóctona; otros prefieren atri- buírsela a los españoles; hay quienes, con prejui- cio indiscutible, prefieren achacársela a los ne- gros africanos, árabes, judíos y chinos.P En todo caso, lo cierto es que la lepra aparece en fecha muy temprana en América, de ahí que en 1513 se funde un leprosario en Cartagena." La lepra em- pieza a florecer en un entorno donde la debilidad del Estado Colonial impide la imposición de un sistema médico autoritario. Esto se ve reflejado,

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Revista de Estudios, Universidad Costa Rica. No. 17, pág. 59-72, 2003

LEPRA Y ESTIGMA:ESTUDIO DE CASOS EN LATINOAMÉRICA COLONIAL

1. INTRODUCCIÓN

Este artículo analiza las diferentes ideasprevalecientes sobre la lepra en cuatro puntos deAmérica Latina colonial, con el objetivo de com-prender hasta qué punto es factible afirmar que to-dos los leprosos vivieron al margen de la sociedad.Asimismo se pueden conocer los orígenes y la res-puesta primigenia a un problema sanitario que to-davía no ha podido ser erradicado, y asimismocomprender las percepciones del Estado Colonialen general, y de los gobiernos locales en particu-lar, con respecto a la enfermedad y a la salud.

Este trabajo ha sido elaborado básicamentecon fuentes secundarias'. Solamente la parte co-rrespondiente a Costa Rica es fruto de la investiga-ción en fuentes primarias. La lepra, como problemasocial, ha despertado el interés de muy pocos inves-tigadores en nuestro continente. La mayoría de lostrabajos que hemos consultado proceden de la plu-ma de leprólogos que, al calor de su experiencia la-boral, llegaron a interesarse por los orígenes de laasistencia a los leprosos en sus respectivos países.Hasta el momento solamente Diana Obregón, cien-tífica social colombiana, se ha interesado en el aná-lisis meticuloso y sugerente de las diferentes aristasde la construcción social de la lepra en su país.?

2. ESTA ENFERMEDAD ES LA MÁsASQUEROSA 3: LAS PERCEPCIONESSOBRE LA LEPRA ENLATINOAMÉRICA COLONIAL

Cuando los españoles se asientan en Amé-rica introducen un arsenal de bacterias para el

Ana Paulina Malavassi Aguilar

que los indígenas no tienen inmunidad, lo cualaunado a la explotación inmisericorde de las po-blaciones autóctonas, degenera en un caos sanita-rio-muerte, hambruna y mal nutrición-al quese responde trasplantando las instituciones sani-tarias españolas. Es así como en 1502 la reinaIsabel de Castilla ordena a Nicolás de Ovando-Gobernador de la Isla La Española-crear hospi-tales para albergar y curar indígenas y españoles.A falta de personal médico y de presupuesto, pormucho tiempo los hospitales van a estar en ma-nos de órdenes religiosas, 10 cual favorecerá pa-ra que se conviertan en centros de evangeliza-ción, aculturación y control social. Estas funcio-nes no son nuevas, ya habían sido utilizadas en elpasado como instrumento de conversión y salva-ción de almas, especialmente en el área recon-quistada a los moros. Desde el punto de vista sa-nitario, los alcances de estos primitivos hospita-les son muy limitados debido a las carencias delsistema: burocratización, injerencia de la Iglesia,escasez de médicos, menosprecio por los conoci-mientos curativos autóctonos, y fuertes restric-ciones para el ejercicio de la medicina.'

Los orígenes de la lepra en América sonmuy discutidos. Algunos autores aseguran que laenfermedad es autóctona; otros prefieren atri-buírsela a los españoles; hay quienes, con prejui-cio indiscutible, prefieren achacársela a los ne-gros africanos, árabes, judíos y chinos.P En todocaso, lo cierto es que la lepra aparece en fechamuy temprana en América, de ahí que en 1513 sefunde un leprosario en Cartagena." La lepra em-pieza a florecer en un entorno donde la debilidaddel Estado Colonial impide la imposición de unsistema médico autoritario. Esto se ve reflejado,

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por ejemplo, en la impotencia de los Protomedi-catos que, en muchas ocasiones, son opacadospor las decisiones municipales." Este contexto fa-vorece la cimentación de un sistema médico plu-ralista-más etnocultural que legal-sustentadopor los aportes de españoles, indígenas y negros."

A falta de una profunda educación médicaformal, la teoría médica humoral de Galeno, flo-reciente hasta mediados del siglo XIX,9 prevale-ce solamente entre algunos sectores de la socie-dad, esencialmente entre la élite; puesto que, pa-ra la mayoría de las personas la enfermedad se-guirá teniendo una explicación sobrenatural. Es-ta última alimentada por las tradiciones indígenay negra. De la misma forma, a falta de suficienteoferta médica circulan algunas obras médicasdonde se incorpora el conocimiento popular.l?

Así como los españoles trasplantan el hos-pital para velar por la salud del alma y del cuerpode los moradores de las Indias, y el tribunal deno-minado Protomedicato para garantizar les el buenejercicio de la medicina. También implantan losleprosarios y los Alcaldes de la Lepra para sol-ventar los inconvenientes motivados por dichaenfermedad infecciosa. Los leprosarios en Améri-ca califican, en teoría, bajo la categoría de hospi-tales especiales, porque son construidos para gua-recer exclusivamente leprosos.'! No obstante, se-gún veremos más adelante, también se dan excep-ciones. Estas instituciones reflejan el sistema deaislamiento propio de la España Cristiana.

Indudablemente la imagen que la sociedadposea sobre una determinada enfermedad, deter-mina las políticas para manejar y controlar dichofenómeno. En el caso de la América Colonial, laforma en que la sociedad percibe la lepra, se apar-ta de la esgrimida en la Europa medieval. En losdominios españoles-por lo menos en Costa Rica,Cuba, Ecuador y Perú-no se nota una tendenciahacia la estigmatización con base en la tradiciónjudeo-cristiana; y si bien es cierto que se da unatendencia hacia el rechazo social, ésta no es total.En ese sentido, no hay una continuidad desde elperíodo medieval. El binomio estigma-secuestrovolverá a tomar fuerza en las postrimerías del sigloXIX, potenciado por la revolución bacteriológica.

En los cuatro países para los que logra-mos obtener información durante este pertodo,'?

la lepra--como construcción social-pasa porcuatro estadios, a saber:

Indiferencia: de la población ante la presen-cia de leprososAsentamientos: formación de pequeñas co-lonias de leprosos mendigos en los contor-nos de los pobladosAlarma: voz de alarma de las autoridadesLeprosarios: creación de leprosarios en con-diciones sanitarias deplorables, usualmentefugaces y sin asistencia médica

Desde el siglo XVIII la lepra adquiere ca-racterísticas epidémicas en un barrio ubicado alnoroeste de Cartago, capital de la provincia deCosta Rica. Inicialmente la población se muestraindiferente ante el avance del mal, permitiendoque los infectos continúen viviendo con sus fami-lias o, a falta de auxilio familiar, se organicen enpequeñas comunidades de mendigos ubicadas enlas inmediaciones de los principales poblados. Eshasta las postrimerías de dicha centuria, cuandose da la voz de alarma, siendo la lepra asumidacomo un problema sanitario con implicacionessociales, políticas y económicas. Concretamenteel 10 de mayo de 1784 el gobernador interino te-niente coronel Juan Olmedo y Flores Sánchez(1781-1785) solicita a la Audiencia de Guatema-la sancione el proyecto que, junto con el Cabildode la ciudad de Cartago, ha emprendido paratrasladar a los leprosos a un punto aislado; la so-licitud es aprobada el 27 de junio del mismo año.Se infiere que se ha llegado a un punto donde yano resulta conveniente-según el criterio de lasautoridades coloniales, no se tiene noticia de nin-guna solicitud pública-mantener dentro de loslímites de la ciudad capital a los pocos lazarinosque mendigan y/o conviven con sus familias. Seha llegado a la fase del exilio-clausura.

La imposición del exilio-clausura en Cos-ta Rica es un proceso complejo e inacabado. En-tre 1784 y 1821 se discuten en las altas esferascoloniales, tres iniciativas para proscribir a losleprosos de la vida pública, confinándolos en una"comunidad pura", alejada de los principalescentros de población. Sin embargo, la incompe-tencia burocrática, la desidia de la población, la

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falta de recursos y hasta la misma ubicación su-gerida, dan al traste con los proyectos. Costa Ri-ca no inaugura su primer leprosario sino hasta1833, doce años después del rompimiento políti-co-administrativo con España.'?

Sin embargo, en otros parajes del imperioespañol los leprosarios aparecen en fecha muchomás temprana. Desde 1563 los leprosos de Limason confiados a la protección de los religiosos queatienden el Hospital de San Lázaro. En este re-ducto imperan tanto la segregación sexual y racialcomo la pobreza extrema, a la cual--en parte-contribuyen los dueños de esclavos por su negati-va a sufragar los gastos ocasionados en la aten-ción a sus trabajadores. Por otra parte, la autosu-ficiencia alimentaria fracasa, dado lo pedregosodel terreno. Sin embargo, este reducto de enfer-mos dará origen al pueblo de San Lázaro que oi-rá misa en la iglesia del hospital. 14 Aquí se da unadiferencia significativa con respecto a Costa Rica,donde no se considera la posibilidad de delegar laatención de los proyectados leprosarios en reli-giosos; además se percibe una semejanza: el de-seo de formar comunidades autosuficientes.

En la isla de Cuba la lepra aparece posi-blemente en fecha muy temprana, obligando alos enfermos más pobres a deambular por las ca-lles implorando las dádivas de una población quese muestra indiferente ante su presencia. Pero apartir de 1615 algunos vecinos solicitan al Cabil-do de La Habana la expulsión--extra-muros-delos infectos, la cual materializa en 1662, cuandopor fin son expulsados a un bohío lejos de la ciu-dad. Así se inicia un largo proceso que conducehasta la construcción del hospital de San Lázarode La Habana en 1797. En el transcurso del largodominio español otros leprosarios se construyenen Cuba. Camagüey estrena su leprosario en1817 y Villas en 1839.15

Lo sucedido en la provincia cubana deOriente es interesante, porque coincide cronoló-gicamente con Costa Rica. Hacia 1760 los lepro-sos de Oriente vagan libremente por poblado ydespoblado, guareciéndose en las noches en unaestancia. Lo mismo sucede por esas fechas conlos leprosos pobres y desamparados de Cartago,que en el día mendigan por calles y mercados yen las noches se refugian en los montes. Pero en

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1784 cunde el pánico entre las autoridades colo-niales de ambos lugares. Peticiones, consultas ymandatos van y vienen, pero en ambos casos elexilio-clausura fracasa; en Costa Rica por los mo-tivos arriba apuntados, y en Oriente por la exis-tencia de un fuerte sentimiento de tolerancia de lapoblación en general, y hasta de los mismos fa-cultativos orientales que no ven peligro de conta-gio en la lepra. Oriente no llega a tener leprosarionunca, Costa Rica inaugura el suyo en 1833 y lomantiene abierto-introduciéndole diversas mo-dificaciones-hasta 1972. Sin embargo, tampocodebe creerse que los leprosos no enfrentan discri-minación en Oriente, el hecho de que se les sepul-te en el cementerio para esclavos, demuestra labaja estima que la sociedad tiene por ellos. 16

Pero las autoridades y vecinos no sólo pre-sionan para expulsar a los leprosos, también in-terceden para tratar de mitigar sus sufrimientos.Desde el siglo XVII los leprosos de Ecuador sontrasladados hasta elleprosario fundado en Carta-gena con muebles y bienes, lo que hace el viajeaún más dificultoso, esto obliga a las autoridadesa recluirlos, junto con otros enfermos, primero enla Casa de Salud Pública y luego en el Hospiciodonde los jesuitas atienden a los pobres de Quito.En 1800 por fin el Virreinato de Nueva 'Grana-da-ante las demandas locales-aprueba laconstrucción de leprosarios provinciales en Pa-namá, Guayaquil, Quito y Popayán.'?

La construcción de leprosarios para alber-gar a los leprosos deambulantes, difícilmenteayuda a la erradicación del contacto entre la co-munidad sana y la pequeña comunidad de enfer-mos. A esas instituciones, mantenidas la mayoríade las veces con los frutos de la caridad pública,solamente ingresan los enfermos pobres y de-samparados por sus familias. Aquí hay que con-siderar que la lepra es una enfermedad progresi-va que provoca un largo período de desgaste físi-co, y usualmente no es causa de muerte: ellepro-so generalmente muere-al cabo de los años-acausa de las enfermedades oportunistas-princi-palmente tuberculosis--que encuentran campofértil en su debilitado organismo. Esta caracterís-tica convierte al lazarino en una pesada carga pa-ra sus familias y para la sociedad en general a fal-ta de un sistema de seguridad social. Según

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Skinsnes esto se constituye en un justificante pa-ra la marginación social. 18 En estas circunstan-cias, el camino de la mendicidad es la salida pa-ra una persona que, en avanzado estado de dete-rioro físico, ya no puede ocultar sus lacras y aúnmenos procurarse la subsistencia.

Sin embargo, con los leprosarios la mendi-cidad callejera no desaparece, a pesar del idílicoobjetivo de convertirlos en comunidades autosu-ficientes al dotarlos de tierra para el ejercicio delas faenas agrícolas. Las tres truncas iniciativassugeridas por las autoridades de la provincia deCosta Rica persiguen deshacerse en el menor pla-zo posible de la manutención de los leprososofreciéndoles tierra abundante para la labranza ycría de ganado. Situación semejante se da en Li-ma-como ya lo indicamos-y en Cuba. El pro-blema aquí es que la dotación de tierra no garan-tiza nada cuando no se cuenta con la mano deobra necesaria para usufructuaria. Los inquilinosde los leprosarios-por lo avanzado de la enfer-medad-generalmente están incapacitados parael ejercicio del trabajo agropecuario.

Pero también parece que se dan excepcio-nes. En Camagüey la autosuficiencia alimentariallega a ser una realidad gracias al empeño del sa-cerdote José de la Cruz Espí-conocido popular-mente como Padre Valencia--que dota a la insti-tución de una amplia variedad de árboles frutalesy hortalizas, cuya cosecha alcanza para satisfacerla demanda interna, así como para vender y rega-lar a los visitantes. Incluso la construcción de laHospedería de San Roque en 1834, contiguo alleprosario y administrada por éste, coadyuva almejoramiento de las rentas de la institución. Enesta hospedería pernoctan los peregrinos que sedirigen al Santuario de Nuestra Señora de la Ca-ridad del Cobre.

El caso delleprosario de Camagüey ilustratambién que el temor de la gente hacia la lepra esrelativo. Si bien es cierto que, desde principiosdel siglo XVIII algunas voces habían pedido pú-blicamente su expulsión del vecindario, una cen-turia después los vecinos no temen consumir fru-tas y hortalizas cosechadas por leprosos, visitar-los, hospedarse contiguo a la institución y hastaasistirlos con ocasión de la Romería de San Lá-zaro. Si a esto agregamos que, en La Habana el

carnaval y las fiestas de San Lazaro-? tambiénpromueven el contacto entre leprosos y sanos, yque las vendedoras ambulantes tienen libre entra-da en el leprosario.U cabe preguntar: ¿son los le-prosos cubanos realmente proscritos sociales?

El aislamiento de los leprosos cubanos nologra practicarse sistemáticamente, es sólo unaquimera. Esto se da en parte porque el temor alcontagio no es generalizado, y en parte porque elcontacto es trascendental para la subsistencia. Aexcepción de la injerencia de las vendedoras, quebásicamente suplen los antojos de los internosque disponen de algunas monedas para comprarsus productos, cada visita y cada actividad tienencomo objetivo recaudar los fondos imprescindi-bles para garantizar la subsistencia de los enfer-mos. Esta última idea es reforzada con las inter-mitentes autorizaciones que se le dan a los inter-nos de La Habana para que puedan salir a pedirlimosnas a la ciudad, lo cual crea roces con algu-nos vecinos, pero generalmente ganan los lepro-sos, ya que estas autorizaciones se extiendencuando la institución atraviesa por serias dificul-tades económicas, incluso en algunas ocasioneslos internos salen a mendigar por iniciativa pro-pia para no perecer de hambre. En consecuencia,en la fase del encierro los leprosos continúansiendo mendigos en potencia. La mendicidadcontinúa siendo una herramienta vital a la que sepuede recurrir en cualquier momento.

Así como en Europa los lazarinos con su-ficientes recursos económicos logran evadir lareclusión, en América se reproduce el mismo iJa-trón: usualmente las personas acomodadas optanpor aislarse por su cuenta. Sin embargo, la indi-gencia no es el destino de quien no consigue per-manecer al lado de los suyos en la fase previa alestablecimiento de los lepras arios, la vida en co-munidad se torna una opción nada despreciable.En 1820 se revela que en Alajuela-villa de laprovincia de Costa Rica-habita un grupo de le-prosos procedentes de Cartago'? que cuentan consuficientes bienes propios para su manutención.Esos bienes consisten básicamente en ganado ytierra, a partir de los cuales los infectas obtienencueros para fabricar diversos objetos, leche queconvierten en queso, y diversos productos agrí-colas, cuyos excedentes son comerciados en los

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Lepra y estigma: estudio de casos en Latinoamérica colonial

mercados de las villas de Heredia, San José yCartago. Tan rentable actividad comercial creauna situación pasajera de pánico en el cabildoalajuelense que teme el desarrollo de una granepidemia de lepra en la provincia de Costa Rica.

La situación de esa próspera comunidadde leprosos no dista mucho de la de sus homólo-gas neo granadinos a finales del siglo XVIII, don-de se dice que existen más de 300 leprosos queesparcen su mal a través de los lienzos que elabo-ran y venden a sus vecinos, y que por falta de re-cursos no ha sido posible remitirlos al Hospitalde San Lázaro en Cartagena.P ¿Por qué los neo-granadinos, que desde hace casi tres siglos estánfamiliarizados con la lepra y la estigmatizaciónde sus víctimas, osan consumir los productosprovenientes de un grupo estigmatizado comoportador y difusor de un mal tenido por "asque-roso"?24 ¿Será acaso que la noción de contagiode la lepra, a través del contacto directo con elenfermo o con las cosas que este ha manipulado,es patrimonio casi exclusivo de eruditos neogra-nadinos como José Celestina Mutis y Pedro Fer-mín de Vargas'" o de burócratas cartagineses conalgún barniz intelectual o por lo menos con unconocimiento empírico en materia de salud comoTomás de Acosta?26

El intento de procurar una respuesta a es-tos interrogantes no es tarea fácil porque se nece-sita información mucho más profunda sobre elcaso neo granadino. No obstante, en Costa Rica laanuencia de sus pobladores a consumir bieneselaborados por manos contaminadas se justificafácilmente, ya que la lepra es un problema querecién empieza a descubrirse. Además, es eviden-te que el contagio es una idea manejada por la al-ta burocracia que paulatinamente va permeandoal resto de la sociedad.P Por otra parte, debe con-siderarse que encontrándose en la ciudad de Car-tago el principal foco de infección de lepra, es ahídonde el celo burocrático y comunal es mayor.Pero por ser la lepra un problema desconocido enAlajuela, un grupo de enfermos cartagineses, fas-tidiados de soportar la vigilancia y el despreciode sus vecinos, opta por emigrar a aquellas tie-rras en procura de su subsistencia, topando contan buena suerte que les queda un excedente pa-ra mercar. Con todo, su buena estrella pronto es

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opacada por la injerencia de los cabildantes ala-juelenses que, por medio de la correspondenciallegada desde la capital colonial, se han enteradoque no es recomendable que los sanos y los le-prosos siquiera se rocen.

Lamentablemente no se tiene noticia sobrela suerte posterior de esta comunidad y tampocosobre las características de sus miembros. ¿Sealejarían a otro punto allende la Meseta Centraldode la lepra aún fuera desconocida, o permane-cerían en Alajuela a pesar de las quejas de los ea-bildantes? ¿Estaría la comunidad en cuestión for-mada sólo por leprosos o, por solidaridad y comoestrategia de sobrevivencia, emprenderían el ca-mino del éxodo familias enteras en unión de susmiembros enfermos?

Las peripecias de este particular grupo deleprosos cartagineses dan luz para conjeturar unaexplicación al caso neogranadino. Cuando PedroFermín de Vargas emite su denuncia no especificala ubicación exacta de los 300 leprosos cuya acti-vidad productiva tanto le inquieta, en consecuen-cia, es posible que estén diseminados por todo elReino o quizás reunidos en un gremio, lo que síqueda claro es que no son moradores de Cartage-na; en consecuencia, es muy posible que en el Rei-no de Nueva Granada como en la provincia deCosta Rica el acoso contra los enfermos se con-centre básicamente donde el mal ataca con mayorrudeza y es mejor conocido por la presencia de unleprosario: Cartagena, y allende sus fronteras to-davía queda la posibilidad de vivir en libertad.

Al interior de los leprosarios la vida no esnada fácil. A la ausencia de comida y vestuario su-ficientes, debe agregarse la ausencia de atenciónmédica y el surgimiento de conflictos con los ve-cindarios aledaños. Aunque algunos leprosarios alo largo del período colonial llegan a contar conlos servicios temporales de algún facultativo, estono garantiza ninguna mejoría en el estado de saludde los internos, a falta de una cura efectiva para laenfermedad. Sin embargo, despuntando el sigloXIX una buena nueva llega hasta los lugares másrecónditos del Imperio Español: el doctor Baltasarde Villalobos=-director del Hospital de San Láza-ro de Lima-ha encontrado la cura para la lepra.La noticia causa expectación, pero las ilusionespronto se desvanecen. El doctor Villalobos es

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acusado de charlatanería, debiendo enfrentar unlargo proceso judicial. A mediados del siglo pa-sado un leprólogo peruano se da a la tarea de ana-lizar-a través del prisma del diagnóstico retros-pectivo--los diversos testimonios aparecidos enel documento judicial, concluyendo que efectiva-mente el procedimiento aplicado por el galenocasi 150 años atrás fue efectivo, pero no para cu-rar lo que hoy se conoce como lepra, sino paracurar o hacer más llevadera la amplia gama deafecciones cutáneas que desde la Antigüedad seenglobaban bajo el concepto lepra.28

Un aspecto interesante que está presente alo largo de toda la discusión, es la falta de higie-ne imperante en los hospitales para leprosos. Porejemplo en el Hospital de San Lázaro de Lima: ladotación de ropa limpia es inexistente y no seacostumbra a mudar las camas, lo cual-se con-sidera--contribuye a agravar el estado de saludde los internos. Pero esto no es ninguna novedad,por estas fechas la muerte acecha en los hospita-les debido a las deplorables condiciones higiéni-cas; de ahí que muchas familias, en la medida desus posibilidades, asuman el cuidado de sus en-fermos.é? Por otra parte, la tendencia a mezclarlos leprosos con otros enfermos, da pie para dossuposiciones: la noción sobre el contagio de lasenfermedades es muy vaga y/o los hospitales sonuna especie de "vertederos" humanos.

Lo cierto es que, antes de la revoluciónbacteriológica, verificada a finales del siglo XIX,los médicos desconocen a ciencia cierta las for-mas clínicas de las enfermedades, sus orígenes ylas medidas profilácticas que deben tomarse. Esen este ambiente de plena incertidumbre que seda el debate entre contagionistas y anticontagio-nistas. Los primeros, fieles creyentes del conta-gio directo y, por ende, del aislamiento, las cua-rentenas y los cordones sanitarios. Los segundos,enemigos de toda medida aislacionista y fervien-tes defensores de la higiene pública, ya que paraellos la enfermedad se origina en las emanacio-nes o efluvios que despiden los enfermos, o bienen los gases que emanan de pantanos u otros si-tios contaminados y que contaminan el aire. Lacorriente anticontagionista domina durante casitodo el siglo XIX. Siendo los orígenes de las en-fermedades tan confusos, no es extraño entonces

que los leprosos de Ecuador hayan tenido que con-vivir con enfermos de viruela y sarampión, que loscubanos (La Habana y Camagüey) hayan visto de-crecer sus exiguas rentas por tener que compartir-las con enfermos mentales, y que los pocos lepro-sos de Louisiana hayan sido destinados al Hospi-tal de Caridad tras el cierre del leprosarío.P

La ubicación geográfica de los leprosariosda fe de la poca estima y temores que algunossectores sociales poseen contra los leprosos. Laescogencia del sitio para albergar a los infectasdel llamado Mal de San Lázaro usualmente esconflictiva. Así por ejemplo, en Costa Rica lacercanía a poblaciones y la dirección de los vien-tos, son elementos que se valoran con sumo deta-lle en el momento de escoger los terrenos paraconstruir los proyectados leprosarios y así evitarel peligro de contagio para los sanos. Por otraparte, el leprosario de La Habana se sitúa en unvecindario habitado por los miembros menos de-seados de la sociedad:

"No podía ser más inhumano y desgarrador elcuadro que constantemente se ofrecía a la vista delos pacientes de Lepra rodeados por el Cemente-rio, el Hospital de Dementes, la Casa de Variolo-sos y las célebres canteras de Presidio. ,,31

Se trata de un vecindario donde se combi-nan la muerte física y la muerte social, donde haytumbas para los muertos y también para los vi-vos. Es un sitio donde la sociedad entierra a to-dos aquellos elementos que le causan tribulacióne impotencia. Sin embargo, esto no es óbice paralos conflictos comunales, que afloran cobijadospor el supuesto miedo al contagio, pero que enrealidad se originan en la disputa por el espaciovital. Por ejemplo, los enfermos de La Habana envarias ocasiones sufren el corte del suministro deagua por las poblaciones vecinas, que alegan quelos leprosos están contaminando las fuentes consu presencia.F En parte es posible que medie eltemor, pero también debe considerarse que Cubahistóricamente ha padecido problemas de sumi-nistro y distribución de agua; de ahí que, la co-munidad sana no esté dispuesta a compartir unbien tan preciado como escaso con un grupúscu-lo de desterrados sociales.

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Lepra y estigma: estudio de casos en Latinoamérica colonial

En síntesis podemos afirmar que duranteel período colonial, no se percibe una continui-dad en la estigmatización de los leprosos con res-pecto al medioevo; es decir, no se da una asocia-ción entre la lepra y la corrupción moral. Esto úl-timo queda plenamente demostrado ante la au-sencia de un discurso de la Iglesia con respecto adicha enfermedad. Por otra, si bien es cierto quese trasplanta la idea sobre la necesidad de aislaral enfermo, la cual materializa en la creación dediversos leprosarios en deplorables condicioneshigiénicas y con pésima atención a los internos,el aislamiento-meta suprema de los defensoresde la teoría contagionista-se torna ilusorio. Enlos cuatro casos analizados la mayor parte de lasociedad asume una posición indiferente ante lalepra, que será vislumbrada como un gravísimoproblema sanitario sólo por ciertos sectores ilus-trados, que al final sólo lograrán la apertura deenclenques leprosarios, que se convertirán en elrefugio de los que ya no pueden valerse por símismos. Tendrán que pasar aún muchos años pa-ra que la sociedad mayoritariamente haga suya lasiguiente enunciación:

"¿Qué es un Leproso? .. Un enfermo desfiguradopor Laasquerosa fetidez que exhaLan su piel y sussecreciones, un hombre que va perdiendo, ora Lasorejas, LapieL, LosLabios, Losdedos, etc. y un enfer-mo que despide tanta hediondez, es indudable que,si no contagia, enferma, produciendo náuseas, Li-potimias de momento si es que a LaLarga no minanaturalezas Las más refractarias ... deben forzosa-mente recogerse en HospitaLes apropiados. ,,33

3. CONCLUSIÓN

Durante el período analizado, la segrega-ción del leproso-fruto del pánico de algunos ala parsimoniosa y prolongada destrucción delcuerpo-se da en las peores condiciones higiéni-cas y humanitarias, afectando solamente a los po-bres. En América como en Europa, la estigmati-zación es selectiva, ensañándose con los menosfavorecidos; aunque en Europa los ricos cuentancon la opción de los hospitales, donde reciben untrato superior al ofrecido por los leprosarios. En

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estas circunstancias es muy difícil aceptar que elleprosario surge por el instinto de conservaciónde los infectas y su deseo de vivir en comunidad.Elleprosario es sólo una imposición que, sin l1e-gar a garantizar el bienestar colectivo, es relati-vamente eficaz para el desterrado. La vida en co-munidad-a pesar de las múltiples carencias ma-teriales-garantiza el apoyo mutuo y facilita laorganización para luchar por la reivindicación delos derechos arrancados. Ante el constante cla-mor de los internos, la sociedad no puede obviarsu existencia-meta intrínseca de la exclusión-y se ve obligaba a buscar diferentes vías para mi-tigar el dolor de las víctimas de la intolerancia.

En el momento actual, cuando las enfer-medades infecciosas emergen y reemergen ¿quéenseñanzas podríamos sacar de toda esta perora-ta? La estigmatización de los pacientes con en-fermedades terminales, crónicas o desfigurantes,como peste, lepra, sífilis y ahora sida, se ha dadoen diferentes tiempos y espacios. El miedo a ver-se afectado hace a algunos negar el problema yseñalarlo como problema de otros, obligando fre-cuentemente a que se tomen decisiones en condi-ciones que no son óptimas. En ese sentido, la es-tigmatización de las enfermedades solamente sir-ve para culpar al enfermo por su situación, y envez de ayudar al bien público, 10 entorpece por-que el enfermo prefiere ocultarse, antes que su-frir el agravio público. El estigma y el temor asus consecuencias forman un círculo vicioso. Fi-nalmente, el estigma sirve para ocultar las defi-ciencias del sistema, básicamente en materia deinfraestructura sanitaria. La solución, en conse-cuencia, consiste en eliminar el estigma, pero¿cómo eliminarlo?

NOTAS

1. Los casos analizados con base en fuentessecundarias son Lima, Cuba y Ecuador.

2. Obregón en sus trabajos básicamente sostieneque el proceso de profesionalizaciónde la medi-cina en Colombia-iniciado en la séptima déca-da del siglo XIX-estuvo íntimamente rela-cionado con la medicalización de la lepra o suredescubrirniento como enfermedad infecciosa.

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los tres últimos grupos "han sido los primeroscausantes de la difusión de la lepra en elmundo"; véase: Félix Contreras y RamónMiquel, La lepra en España, España: spi,1973, pp.97-108. Elleprólogo cubano MiguelGonzález, redime de toda culpa a los indíge-nas, acepta que el mal pudo venir con losespañoles, pero fueron los negros=-carentes dehábitos de limpieza-los encargados dedifundir el mal, situación que fue reforzaba enel transcurso del siglo XIX con la llegada dechinos también desaseados; véase: Miguel A.GonzáIez Prendes, La lepra en Cuba, Cuba:Publicaciones del Museo Histórico de lasCiencias Médicas "Carlos J. Finlay", 1963,pp.29-50. El leprólogo peruano Juan CascajoRomero prefiere inculpar a los negros; véase:Juan Cascajo Romero, "El pleito de la curaciónde la lepra en el Hospital de San Lázaro deLima", en Anuario de Estudios Americanos,Número 21, 1948, pp. 147-263. El científicoalemán Tulio von Bülow, al analizar el proble-ma histórico-patológico de la lepra en CostaRica, concluye que "la lepra no ha sido enfer-medad del amerindio"; véase: Tulio vonBulow, "Apuntes para la historia de la medici-na en Costa Rica Durante la Colonia", enRevista de los Archivos Nacionales, Números9-10, 1945, pp. 463.

6. Desde 1513 funciona el Hospital de SanLázaro en Cartagena de Indias, que aloja a unaimportante cantidad de proscritos y que desde1610--para solventar sus penurias-es favore-cido con la concesión del derecho de usufructosobre las rentas producidas por el impuesto deanclaje. Antonio Martínez Zulaica, La medici-na del siglo XVIll en el Nuevo Reino deGranada. De Europa a América a través delfiltro español: una gesta y un drama, Tunja:Universidad Pedagógica y Tecnológica, 1972,p.105. Para una cronología relativamente com-pleta sobre la fundación de leprosarios enAmérica Colonial véase el anexo l.

Los médicos colombianos en su afán por con-vencer al gobierno de su competencia científi-ca y de cimentar su autoridad cultural, exager-aron la incidencia de la lepra, exacerbando eltemor colectivo hacia la enfermedad y conven-ciendo a los gobernantes que la lepra era unserio obstáculo para alcanzar sus máximossueños: orden y progreso. Diana Obregón,"Federico Lleras Acosta ",www.banrep.gov.colblaavirtual/credenciaUfede/htm; ibid., "La elusiva búsqueda de una vac-una para la lepra: controversias entre cienciapura, ciencia aplicada e higiene", en ColombiaCiencia y Tecnología, VoL 19, Número 1,2001, pp. 26-39.

3. Este juicio sobre la lepra aparece en un comu-nicado dirigido el 25 de septiembre de 1820 alCabildo de Cartago--capital de la provincia deCosta Rica-por el Procurador SíndicoSantiago Bonilla. Archivo Nacional de CostaRica (en adelante ANCR) Guatemala 1162, rr.

7. La crónica escasez de médicos y de fondos, asícomo las presiones populares y de la élite,obligan a los municipios a adoptar medidascontrarias al Protomedicato, como la autor-ización para el ejercicio de empíricos y curan-deros, iniciativa salomónica que hasta laInquisición termina aceptando, porque despuésde todo la función social cumplida por estos

4. Guenter B. Risse, "Medicine in New Spain",en Numbers, Ronald L. (ed.), Medicine in theNew World. New Spain, New France, and NewEngland. United States: University ofTennessee Press, 1987, pp.20-21, 27, 37, 42,51,154-155.

5. Sandra Orellana, Indian Medicine in HighlandGuatemala. The Pre-Hispanic and ColonialPeriods, United States: University of NewMexico Press, 1987, p.154, la autora se apuntapor el origen español porque la enfermedad eraendémica en Extremadura y muchos españolesprocedían de allá. A esta posición se añade elleprólogo ecuatoriano Gualberto Arcos, quienadvierte que los cultos españoles no tuvieron laculpa de la introducción, porque fueron conta-giados por los árabes. Además, el problema nohubiera sido tan grave si a América no hubier-an arribado negros, árabes y judíos cargados deenfermedades; al respecto véase: GualbertoArcos, La lepra en el Ecuador, Ecuador:Imprenta de la Universidad Central, 1922, p.2;ibid., La lepra. Investigaciones en las lepros-erías del Ecuador, Ecuador: Imprenta de laUniversidad Central, 1939, p.9. Los leprólogosespañoles, después de darle muchas vueltas alasunto, concluyen que a la difusión de la lepracontribuyeron europeos, chinos, judíos ynegros africanos, pero no hay que olvidar que

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médicos sin credenciales es innegable. DavidSowell, The Tale of Healer Miguel PerdomoNeira. Medicine, ldeologies, and Power in theNineteenth-Century Andes, Unitcd States:Scholary Resources Inc., 2001, pp.24 Y 30.

8. David Sowell, The Tale of Healer MiguelPerdomo Neira, pp. xv, 18,20 Y 31. Para másdetalles sobre el sincretismo de las prácticasmédicas indias, españolas y negras que dieronorigen a la medicina tradicional mestiza, cuyomáximo exponente fue el curandero, véase:Noemí Quezada, Enfermedad y maleficio. Elcurandero en el México colonial, México:Universidad Nacional Autónoma de México,1989.

9. La patología humoral de Galeno llega con losconquistadores al Nuevo Mundo y, aunquecuestionada desde el Renacimiento, logra man-tener su vigencia hasta mediados del sigloXIX. Según este concepto en el cuerpo existencuatro humores o jugos localizados en partesespecíficas: bilis amarilla (hígado), sangre(corazón), flema (cerebro) y bilis negra (bazo ytestículos) que cuando se alteran o desequili-bran producen enfermedades (discracia).Varios, Crónica de la medicina, (2a.ed.)España: Plaza y Janes Editores, 1993, p.SS.

10. David Sowell, The Tale of Healer MiguelPerdomo Neira, pp.9-1O. Guenter Risse,Medicine in New Spain, pp.27, 37 Y 50.

11. Generalmente las fuentes consultadas hablande hospitales y lazaretos; sin embargo, parti-mos de la premisa que para el período analiza-do solamente se edifican leprosarios y no hos-pitales o lazaretos en América. Los conceptos"leprosario" y "lazareto" no son equivalentessino progresivos, uno sucede al otro. Con baseen la experiencia europea se han detectadodiferencias infraestructurales e ideológicas quedeterminan el paso de una institución a otra. Alo largo del siglo XVII aparecen en el ViejoContinente complejas obras arquitectónicascuyo fin es albergar y tratar a los leprosos hastaentonces deambulantes o amparados en lepros-erías. Estas construcciones están divididas encuatro naves que dan a un patio central; cuen-tan con complejos sistemas de ventilación ypara la extracción de basuras yaguas resid-uales; están rodeadas por altas murallas y

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amplios canales; se ubican en lugares remotos;y, dentro de ellas el enfermo dispone de asis-tencia adecuada. Cuando la lepra deja de ser unproblema sanitario en Europa, en el transcursodel siglo XVIII, algunas de estas instalacionesse transforman en manicomios y hospitales. Ellazareto europeo es una obra debidamenteplanificada, cuyo fin obvio es consumar laexclusión del leproso del cuerpo social, lo cuales imposible conseguir con la leprosería que noes más que un refugio nocturno para el leprosomendigo. El paso de la leprosería al lazaretodevela todo un cambio en la percepción socialhacia la lepra. Varios, Crónica de la Medicina,pp.94, 166 Y 207.

12. Durante el período colonial la lepra no se con-stituye en un fenómeno exclusivo de CostaRica, Cuba, Lima y Ecuador, al contrario-como puede percibirse en el anexo l--está pre-sente a lo largo de todo el continente; noobstante, hasta el momento, sólo hemos halla-do información para los países citados.

13. Para el caso costarricense disponemos de unaamplia investigación, basada en fuentes pri-marias, que cubre el período 1784-1845.Véanse: Ana Paulina Malavassi Aguilar,"Análisis de los discursos oficial y popular entomo a la cuestión de la lepra en Costa Rica,1784-1845", en: Montalbán, noviembre 2002;ibid., "Cotidianidad marginal. La lúgubre yfrugal vida al interior del Lazareto General delEstado de Costa Rica (1833-1850)", Revista deHistoria, Número 38,1998, pp. 143-165; ibid.,Entre la marginalidad social y los orígenes dela salud pública. Leprosos, curanderos y facul-tativos en el Valle Central de Costa Rica(1784-1845), Costa Rica: Editorial de laUniversidad de Costa Rica, 2003; ibid., "Losorígenes de la lepra en Costa Rica (1784-1821)", Mesoamérica, Número 41, 2001, pp.77-97.

14. Juan Cascajo, El Pleito de la Curación de laLepra en el Hospital de San Lázaro de Lima,pp.13-1S. Según se deduce de lo relatado porJuan Cascajo, el hospital de Lima se construyepor iniciativa privada: un español hijo de unleproso, arrepentido por haber dejado abandon-ado a su padre allende los mares, decide con-struir un sitio para albergar a los leprosos deLima, contando con el apoyo de la Iglesia en

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tal empresa. Lamentablemente no contamos-por el momento-con otras fuentes paraesclarecer sí sólo intervino la filantropía oacaso algún tipo de presión comunal.

15. Miguel González, La lepra en Cuba, pp.58-60,133,342 Y 357.

16. Miguel González, La lepra en Cuba, pp.376-385.

17. Gualberto Arcos, La lepra. Investigaciones enlas leproserías del Ecuador, pp.16-17.

18. Zachary Gussow, Leprosy, Racism, and PublicHealth, United States: Westview Press, 1989,p.8.

19. Miguel González, La lepra en Cuba, pp.355-358.

20. Para las romerías de San Lázaro, celebradas enlos primeros días de enero, el pueblo deCamagüey acostumbraba participar de una pro-cesión que recorría el interior del leprosario,donde los enfermos permanecían rezando derodillas. Para estas mismas fechas, "el públicovisitaba el centro hospitalario, llevándole a losenfermos dinero, ropas, víveres y efectos detodas clases ... Existía también la piadosa cos-tumbre de que damas, de la mejor sociedadcamagüeña, acudieran, durante los días 5 y 6de Enero, a servirles por ellas mismas lascomidas, aseándoles las celdas y camas,bañando a los pacientes y vistiéndolos conropas nuevas". Miguel González, La lepra enCuba, p.369.

21. El reglamento del Hospital de San Lázaro deLa Habana, emitido en 1831, establece que:"En cada año habrá dos días de comunicacióngeneral entre los enfermos de la Casa y lasdemás personas del pueblo. Estos días serán elprimero de Carnestolendas y el Domingo infraoctava de la fiesta de San Lázaro. En ellospodrán los enfermos entrar y salir por todaspartes, y entrar los sanos al Establecimiento,desde el amanecer hasta que se ponga el sol."La fiesta de San Lázaro, de hecho, se celebra-ba desde 1718. En 1825 se pone coto a la viejacostumbre de permitir el ingreso a vendedorasnegras "a todas horas con tableros llenos depedazos de carne frita de vaca y de cerdo

dejándola manosear por largo rato por losenfermos." Miguel González, La lepra enCuba, pp.143, 145 Y 309.

22. Para el período colonial solamente se reportancasos de lepra en algunos pueblos ubicados enCartago, siendo el principal foco de infecciónla Chircagres, barrio de mestizos.

23. La voz de alarma es dada por Pedro FeITTÚndeVargas, al respecto véase: Emilio Quevedo yAmarillys Zaldúa, "Antecedentes de las refor-mas médicas del siglo XVIII y XIX en elNuevo Reino de Granada: una polémica entremédicos y cirujanos", en, Quipu, Volumen 3,Número 3, 1986, pp. 315-316.

24. Un contemporáneo de Pedro Fermín de Vargas,José Celestino Mutis, en 1801 dirige uninforme al rey en el cual evalúa el estado de lasalud y de la medicina en el reino y, entre otrascosas, le informa que la pésima ubicación delas ciudades, aunada al mal régimen alimenta-rio de sus moradores, favorece el desarrollo deepidemias y de contagios mayores como lalepra y la caratosa que son calificadas comoenfermedades "asquerosas"; citado por: EmilioQuevedo y Amarillys Zaldúa, "Antecedentesde las Reformas Médicas del Siglo XVIII yXIX en el Nuevo Reino de Granada", p.316.

25. José Celestino Bruno Mutis y Bosio nace enEspaña en 1732 donde estudia medicina,astronomía, matemáticas y botánica, en 1760viaja a Nueva Granada para servir como médi-co del virrey iniciando una verdadera revolu-ción al difundir las ideas científicas y filosófi-cas de la Ilustración. Mutis es el primero enestudiar, en forma sistemática, la riquezabotánica del Reino de Nueva Granada, des-cubriendo las bondades curativas de la quinafrente a la malaria. Mutis también se consti-tuyó en un ferviente crítico de los métodos decuración prácticados por los sectores popu-lares, a los que culpaba de las pésimas condi-ciones sanitarias de la población. Pedro FeITTÚnde Vargas, por su parte, nace en NuevaGranada en 1762, destacado prócer de laIndependencia y miembro de la generacióncriolla ilustrada forjada por Mutis, colaboradorde la Expedición Botánica dirigida por Mutispor veinticinco años, destinada a explotar lariqueza natural del Reino de Nueva Granada.

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Al respecto véase: Emilio Quevedo,"lnstitucionalización de la medicina enColombia, 1492-1860, antecedentes de un pro-ceso", en Historia de la ciencia en Colombia, t.VII, Colombia: Colciencias, 1993, pp.l00-122.

26. Aunque la formación de Tomás de Acosta esesencialmente militar, su labor en favor de lasalud pública es tan importante como laeconómica, por lo menos así lo visualiza elCabildo cartaginés en 1810 cuando infructu-osamente envía un memorial a la Audienciasolicitando que Acosta no sea trasladado aSanta Marta, argumentando entre otras cosasque: "el dicho Gobernador había promovido elfomento de la agricultura, procurando que lafactoría de tabacos de Costa Rica proveyese áLima y á Méjico; abierto caminos y acequias,tratado de evitar la propagación del mal deLázaro, propagado la vacuna y practicado lacaridad visitando á los enfermos y regalán-doles las medicinas que hacía venir deGuatemala por no haber botica en CostaRica." Máximo Soto Hall, "Rasgos biográfi-cos. A vuela pluma", en, Revista de Costa Ricaen el siglo X/X, San José, Costa Rica: ImprentaNacional, 1902, p.255.

27. Desde la Antigüedad la lepra ha sido juzgadacomo fuente de mutilación, desviación yexclusión. Estos temores han justificado elsecuestro de los leprosos en algunos estadioshistóricos. No obstante, las ideas prevale-cientes en Europa desde la Antigüedad sobre lacontagiosidad de la lepra no son asumidasautomáticamente por los habitantes de CostaRica. El hecho que la lepra sea visual izadacomo problema sanitario hasta finales del sigloXVIII por las altas autoridades coloniales, entanto que el grueso de la población se mantieneindiferente e incluso tolerante ante la presenciade leprosos en sitios poblados, da fe que laaceptación de estas ideas es paulatina. Por otraparte, una vez que el leprosario es abierto en1833, se mantiene la retinencia de algunasfamilias a internar a sus miembros enfermos,en tanto que otras no tienen empacho en ocul-tar a quienes, decepcionados por las precariascondiciones halladas en la novel institución,deciden huir. Para profundizar sobre estasideas véanse los siguientes trabajos: AnaPaulina Malavassi Aguilar, "Análisis de losdiscursos oficial y popular en tomo a la

cuestión de la lepra en Costa Rica, 1784-1845";ibid., "Cotidianidad marginal. La lúgubre y fru-gal vida al interior del Lazareto General delEstado de Costa Rica (1833-1850)"; ibid.,Entre la marginalidad social y los orígenes dela salud pública. Leprosos, curanderos y facul-tativos en el Valle Central de Costa Rica ( /784-/845), Costa Rica; ibid., "Los orígenes de lalepra en Costa Rica (1784-1821)".

28. Aparentemente de los doce casos recogidos enel expediente, solamente uno resultó ser real-mente lepra. Por otra parte, el procedimiento deVillalobos-aunque nunca lo quiso revelar-parece que no fue nada innovador, simplementese limitó a utilizar con certeza la farmacopeadel siglo XVIII: ungüentos, bebedizos, san-grías, purgantes, emplastos y aceites. Paramayor detalle sobre este interesante caso,véase: Juan Cascajo, El pleito de la curación dela lepra en el Hospital de San Lázaro de Lima.

29. Stuart Woolf refiriéndose a la situación de losasilados en los hospitales de la Toscananapoleónica enfatiza que eran pobres, "puesninguna familia con recursos se arriesgaría aponer en peligro la vida de un parienteing resándolo en un hospital. Era frecuente enlos hospitales que la enfermedad se prolongasey sobreviniese la muerte por muchos motivos,casi todos atribuidos a la falta de condicioneshigiénicas." Stuart Wolf, Los pobres en laEuropa Moderna, Barcelona: Editorial Crítica,1989, p.l09.

30. Gualberto Arcos, La Lepra, p.l7. MiguelGonzález, Historia de la lepra en Cuba, pp.135-136 y 357. Zachary Gussow, Leprosy,Racism, and Public Health, p.51.

31. Miguel González, La lepra en Cuba, p.145.

32. Miguel González, La lepra en Cuba, pp.66-67y71.

33. Esta cruda afirmación fue pronunciada por eldoctor Ambrosio González del Valle el 5 deNoviembre de 1879 en una encendida discusiónsuscitada en el seno de la Academia de Cienciasde Cuba con respecto a la contagiosidad de lalepra y la pertinencia del aislamiento comomedida profiláctica. Miguel González,Historia de la lepra en Cuba, p.184.

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