Ley #975 - Ley de Justicia y Paz de Colombia

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Ley de Justicia y Paz de Colombia Ley de Justicia y Paz ó Ley 975 de 2005 dentro de la Legislación de Colombia es un marco jurídico promovido por el gobierno de Álvaro Uribe Vélez y aprobada por el Congreso para facilitar el proceso de desmovilización de paramilitares en Colombia, aunque eventualmente podría ser utilizada en procesos de desmovilización de grupos guerrilleros. En 2002 el gobierno del expresidente Alvaro Uribe Velez y el alto comisionado para la paz, Luis Carlos Restrepo, iniciaron un proceso que diera un marco jurídico en el cual grupos armados al margen de la ley como los grupos paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia y las guerrillas entregaran las armas y se reintegraran a la sociedad civil en lo que se conoce como la desmovilización.1 En 2003 las Autodefensas Unidas de Colombia firman con el gobierno un acuerdo de desmovilización en el cual 30 mil miembros de esa organización armada y sus comandantes cesan operaciones.1 El gobierno presentó entonces un proyecto de ley conocido como alternatividad penal que beneficiaba a los armados que se desmovilizaban y confesaban sus crímenes, pero ignoraba a las víctimas. Dicha ley tuvo que ser retirada debido a la presión nacional e internacional.2 Entre 2005 y 2006 el país adopta un marco legislativo que permite la persecución y sentencia de miembros de grupos armados ilegales que se hubiesen acogido a los procesos de desmovilización. Dicha regulación es conocida como la Ley 975 de 2005 o la Ley de Justicia y Paz.. El 13 de mayo de 2008 algunos de los comandantes de las AUC desmovilizados fueron extraditados a los Estados Unidos para responder en tribunales de ese país por cargos de narcotráfico. La decisión del gobierno de permitir su extradición se basaba en el argumento de que estos seguían delinquiendo desde las cárceles. Críticas Durante su redacción y trámite, el proyecto de ley fue criticado por grupos de derechos humanos y las Naciones Unidas, entre otras organizaciones. Sus críticos consideraron que podía ser demasiado generoso al ofrecer

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Ley de Justicia y Paz de Colombia

Ley de Justicia y Paz ó Ley 975 de 2005 dentro de la Legislación de Colombia es un marco jurídico promovido por el gobierno de Álvaro Uribe Vélez y aprobada por el Congreso para facilitar el proceso de desmovilización de paramilitares en Colombia, aunque eventualmente podría ser utilizada en procesos de desmovilización de grupos guerrilleros.

En 2002 el gobierno del expresidente Alvaro Uribe Velez y el alto comisionado para la paz, Luis Carlos Restrepo, iniciaron un proceso que diera un marco jurídico en el cual grupos armados al margen de la ley como los grupos paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia y las guerrillas entregaran las armas y se reintegraran a la sociedad civil en lo que se conoce como la desmovilización.1

En 2003 las Autodefensas Unidas de Colombia firman con el gobierno un acuerdo de desmovilización en el cual 30 mil miembros de esa organización armada y sus comandantes cesan operaciones.1 El gobierno presentó entonces un proyecto de ley conocido como alternatividad penal que beneficiaba a los armados que se desmovilizaban y confesaban sus crímenes, pero ignoraba a las víctimas. Dicha ley tuvo que ser retirada debido a la presión nacional e internacional.2

Entre 2005 y 2006 el país adopta un marco legislativo que permite la persecución y sentencia de miembros de grupos armados ilegales que se hubiesen acogido a los procesos de desmovilización. Dicha regulación es conocida como la Ley 975 de 2005 o la Ley de Justicia y Paz..

El 13 de mayo de 2008 algunos de los comandantes de las AUC desmovilizados fueron extraditados a los Estados Unidos para responder en tribunales de ese país por cargos de narcotráfico. La decisión del gobierno de permitir su extradición se basaba en el argumento de que estos seguían delinquiendo desde las cárceles.

Críticas

Durante su redacción y trámite, el proyecto de ley fue criticado por grupos de derechos humanos y las Naciones Unidas, entre otras organizaciones. Sus críticos consideraron que podía ser demasiado generoso al ofrecer

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penas de 5 a 8 años por delitos graves, aplicables a aquellos delitos que los mismos desmovilizados confiesen o que el Estado pueda probar posteriormente. También se ha criticado el que en un principio fuese relativamente limitado el período de tiempo para las investigaciones o procesos de delación que ayuden a generar el material probatorio. Las Naciones Unidas, mediante su vocero Michael Frühling, han criticado el que la realización de una confesión total no fuera un requisito del proceso, sino que en principio se exija más bien una especie de versión libre sobre las actividades criminales de los desmovilizados, argumentando que eso constituiría un obstáculo para el pleno desmantelamiento del paramilitarismo y la reparación a las víctimas.

El gobierno colombiano y los defensores de la Ley de Justicia y Paz argumentaron que había que encontrar un balance entre los requerimientos de la justicia y los de la paz, lo que implica la aceptación de cierta impunidad implícita dentro de un proceso de negociación. También se argumentó que fue la primera ley y el primer proceso de desmovilización que ofrecía penas a combatientes y dirigentes que no habían sido vencidos en combate, en contraste con los procesos de desmovilización previos con las guerrillas. El entonces ministro del Interior y Justicia Sabas Pretelt declaró ante los medios que el exigir la confesión total podría haber constituido una violación a la Constitución vigente, mediante la autoincriminación. El Fiscal General Mario Iguarán declaró que su despacho pretende continuar con todos los procesos que impliquen posibles actividades criminales no confesadas y que se actuará en consecuencia tanto en ese caso como contra los crímenes posteriores de los desmovilizados, en caso de ser necesario.

La Corte Constitucional revisó la constitucionalidad de la Ley de Justicia y Paz. En un fallo de abril de 2006, por 7 votos contra 2, no encontró vicios de forma en el hecho de que el trámite de la ley en el Congreso haya sido el de una ley no estatutaria.3

El 18 de mayo de 2006, en un nuevo fallo referido ya al contenido mismo de la ley, la Corte condicionó varios apartes de la ley y declaró inexequibles otros, en el fallo la corte declaró que "quienes se acojan a la ley deberán cumplir a cabalidad las resoluciones de la ley, como la confesión total de

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los delitos, la reparación y la verdad, y no volver a delinquir", a diferencia del proyecto de ley que pasó el gobierno y aprobó el congreso donde la confesión plena no era un requisito y los delitos que se demostraran posteriores a la desmovilización no afectaban los beneficios jurídicos obtenidos por los desmovilizados.4

Human Rights Watch considera que el fallo de la Corte fue un gran correctivo, solucionando varios de los graves problemas y vacíos iniciales que existían en el proyecto de ley.5

¿A quiénes cubre la Ley de Justicia y Paz?

Actualmente los beneficios se dan sobre la aceptación de crímenes cometidos justo antes de la fecha de promulgación de la ley, por parte de miembros de grupos al margen de la ley, en el ámbito de un proceso de paz. Precisamente para ampliar el tiempo del beneficio, durante la segunda administración de Álvaro Uribe Vélez, en abril de 2009, su Gobierno radicó un proyecto que permitía que los miembros de grupos alzados en armas pudieran acogerse a los beneficios de la Ley 975 del 25 de julio 2005. Pero la iniciativa sólo tuvo un debate y murió al interior de congreso.

Según Frank Pearl, Alto Comisionado Para la Paz durante el segundo periodo de Uribe, inicialmente se pensó que para el 25 de julio de 2005 las negociaciones iban a estar finalizadas, pero no fue así. Entre esa fecha y el año siguiente se desmovilizaron 25 mil paramilitares y 25 de los 37 frentes desmovilizados. “En un primer momento no hubo ninguna dificultad –explica Pearl- porque la interpretación jurídica era que la Ley de Justicia y Paz cubría los delitos que las personas hubiesen cometido hasta el día de su desmovilización, y esa interpretación estuvo vigente como por dos años”. No obstante, la Corte Suprema de Justicia emitió jurisprudencias donde recalcaba lo que indicaba el artículo 72 de la Ley de Justicia y Paz: “se aplicará únicamente a hechos ocurridos con anterioridad a su vigencia y rige a partir de la fecha de su promulgación (25 de julio de 2005)”.

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Crimen contra la humanidad

(Redirigido desde «Crimenes de lesa humanidad»)

La definición de crimen contra la humanidad o crimen de lesa humanidad recogida en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional comprende las conductas tipificadas como asesinato, exterminio, deportación o desplazamiento forzoso, tortura, violación, prostitución forzada, esterilización forzada y encarcelación o persecución por motivos políticos, religiosos, ideológicos, raciales, étnicos, de orientación sexual u otros definidos expresamente, desaparición forzada, secuestro o cualquier acto inhumano que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque.

Estos actos también se denominan crímenes de lesa humanidad. «Leso» significa agraviado, lastimado, ofendido: de allí que crimen de lesa humanidad aluda a un crimen que, por su aberrante naturaleza, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su conjunto.

Evolución histórica[editar]

Artículo principal: Genocidio

Resulta inescindible de la del delito de genocidio, siendo luego este último una especie del género lesa humanidad.

El Acuerdo o Carta de Londres de 8 de agosto de 1945, que estableció el Estatuto del Tribunal de Núremberg, definió como "crímenes contra la humanidad" el "asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y cualquier otro acto inhumano contra la población civil, o persecución por motivos religiosos, raciales o políticos, cuando dichos actos o persecuciones se hacen en conexión con cualquier crimen contra la paz o en cualquier crimen de guerra".

En 1946, la Asamblea General de las Naciones Unidas confirmó los principios de Derecho internacional reconocidos por el Estatuto del Tribunal y proclamó la resolución 96 (I) sobre el crimen de genocidio, que define como "una negación del derecho de existencia a grupos humanos

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enteros", entre ellos los "raciales, religiosos o políticos", instando a tomar las medidas necesarias para la prevención y sanción de este crimen.

Esta resolución cristalizó en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 260 A (III), de 9 de diciembre de 1948, y que entró en vigor en 1951.

La definición de genocidio plasmada en la Convención de 1948 ha sido acogida en el artículo 4 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, de 1993, el artículo 2 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda, de 1994, y el artículo 6 del Estatuto de Roma de 1998, por el que se creó la Corte Penal Internacional.

Características de estos delitos

Sujeto activo: los crímenes pueden ser realizados por funcionarios estatales (con independencia de su jerarquía o cargo) o por miembros de una organización política. Aunque ha fracasado todo intento por definir "organización política", pues podría resultar que gobiernos autoritarios lo utilicen para perseguir a opositores políticos.1 2

Sujeto pasivo: debe tratarse de un ataque contra la población civil.

Acción típica:

No sólo se refiere a ataques militares: puede producirse tanto en tiempo de guerra como en tiempo de paz.

El ataque tiene que ser generalizado o sistemático, por lo que los actos aislados o cometidos al azar no pueden ser considerados incluidos en esta tipificación.

La imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad

La prescripción en derecho penal es el instituto jurídico por medio del cual se produce la extinción de la persecución de los delincuentes en razón del transcurso del tiempo.

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Los crímenes contra la humanidad tienen la especial característica de ser imprescriptibles, es decir que pueden ser perseguidos en todo tiempo.3

Y tampoco tienen fronteras (fuente requerida)

Tipos de delitos

Según el Estatuto de Roma, pueden constituir crímenes de lesa humanidad los 11 tipos de actos siguientes:

Asesinato: homicidio intencionado.

Exterminio: imposición intencional de condiciones de vida, entre otras la privación del acceso a alimentos o medicinas, encaminadas a causar la destrucción de parte de una población.

Esclavitud: ejercicio de derechos de propiedad sobre una persona, incluido el tráfico de personas, en particular de mujeres y niños;

Deportación o traslado forzoso de población: expulsión de personas de la zona donde están presentes legítimamente sin motivos autorizados por el derecho internacional, entendiéndose que la deportación supone cruzar fronteras nacionales y que el traslado forzoso, no.

Encarcelamiento u otra privación grave de la libertad física en violación de normas fundamentales de derecho internacional.

Tortura: dolor o sufrimientos graves, físicos o mentales, causados intencionadamente a una persona que el acusado tenía bajo su custodia o control.

Violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzosa u otros abusos sexuales de gravedad comparable: la violación y otros abusos sexuales pueden constituir también otros crímenes de la competencia de la Corte, como tortura en tanto que crimen de lesa humanidad o crimen de guerra.

Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia por motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos o de género o por otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo al derecho internacional, en conexión con cualquier crimen comprendido en el Estatuto. Por persecución se entiende la privación

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intencionada y grave de derechos fundamentales en violación del derecho internacional en razón de la identidad de un grupo o colectividad. Se castiga en relación con otro acto que constituya un crimen de lesa humanidad, un crimen de guerra o un genocidio.

Desaparición forzada de personas: detención o secuestro de personas por un Estado o una organización política, o con su autorización, consentimiento o aquiescencia, junto con la negativa a reconocer la privación de libertad o a proporcionar información sobre la suerte que han corrido los «desaparecidos» con la intención de privarlos de la protección de la ley durante un largo periodo.

Crimen de apartheid: actos inhumanos cometidos en el contexto de un régimen institucionalizado de opresión y dominación sistemáticas de un grupo racial por otro con la intención de mantener ese régimen.

Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionadamente grandes sufrimientos o atenten contra la integridad física o la salud mental o física: actos inhumanos de gravedad similar a otros crímenes contra la humanidad.

Discriminación: es uno de los actos que los seres humanos hacen por múltiples razones, dañando la dignidad de las personas y siendo este acto similar al asesinato de una persona. algunos ejemplos son causados por las religiones.

2.087 masacres (1983-2013)

Las masacres han sido el gran horror del conflicto armado. Los grupos paramilitares aplicaron de modo sistemático esta estrategia para aterrorizar a poblaciones a las que entraban lista en mano, acompañados de enmascarados, que señalaban a los destinados a morir como supuestos ‘colaboradores’ de la guerrilla, en medio de torturas y vejámenes. 2.087 masacres se cometieron entre 1983 y 2011 y en ellas fueron asesinadas 9.509 personas, de acuerdo al Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia. A los paramilitares se atribuye la gran mayoría, pero también las Farc han cometido muchas. La lista de nombres es interminable: Trujillo, La Rochela, el Naya, Bojayá, El Salado, La Gabarra...

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Solo en el año 2000 se cometieron 230 masacres. Aunque han disminuido notablemente, siguen ocurriendo: según el ministerio de Defensa, en 2012, 156 personas fueron asesinadas en 33 masacres.

De 4,7 a 5,7 millones de desplazados (1985 – 2012)

El delito cometido a mayor escala en el conflicto armado es el desplazamiento forzado, que ha afectado como mínimo al 10 por ciento de la población colombiana. Desde 1996, el gobierno contabiliza 4,7 millones de desplazados. La Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), que los cuenta desde 1985, dice que son un millón más. Además, hay 400.000 refugiados colombianos en otros países, de los cuales 123.000 han sido reconocidos. Un mapa del Consejo Noruego para los Refugiados puso a Colombia, en números absolutos, como el primer país del mundo en desplazamiento interno en 2012.

Desde el año 2000, la Corte Constitucional declaró un estado de cosas inconstitucional y ha empujado a sucesivos gobiernos a atender debidamente a los desplazados.

Las FARC, una historia plagada de crímenes atroces

Resulta imposible relatar el sinfín de crímenes atroces de las FARC. Sólo recordamos una minúscula parte de los que, por alguna razón, tuvieron relevancia en su momento. La inmensa mayoría pasaron desapercibidos:

Asesinato de seis pequeños. 15 de noviembre 1990. Con una carga de dinamita y ráfagas de fusil, segaron la vida de cuatro niñas y dos niños, patrulleritos de la Policía cívica juvenil, en Algeciras (Huila). Ataque a la Base militar de Las Delicias, Puerto Leguízamo (Putumayo). 30 de agosto de 1996. Unos 450 guerrilleros asesinaron a veintisiete militares, hirieron a dieciséis y secuestraron a sesenta. Diez meses más tarde, les liberaron.

Ataque en El Billar (Caquetá) 1 de marzo de 1998. El mayor revés que hayan sufrido las Fuerzas Militares. Ciento cincuenta y tres uniformados fueron atacados por mil guerrilleros. El resultado: sesenta y cuatro soldados muertos, algunos rematados a machete, diecinueve heridos y cuarenta y tres secuestrados. Diez años más tarde, en la Operación Jaque, el Ejército

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rescató al cabo José Miguel Arteaga, al teniente Juan Carlos Bermeo y al sargento José Ricardo Marulanda, que no fueron liberados cuando las FARC, en el 2000, dejaron regresar a sus hogares al resto. La imagen de decenas de militares hacinados en jaulas, en plena selva, conmovieron al país.

Toma de Mitú (capital del Vaupés). 1 de noviembre de 1998. Mil quinientos guerrilleros asaltaron la pequeña población selvática, resguardada por ciento veinte policías bajo el mando del coronel Luís Mendieta. Al final del cruento asalto, habían muerto cuarenta uniformados y once civiles, además de las decenas de heridos. Las FARC se llevaron secuestrados a treinta y ocho policías, incluido el citado oficial. A los agentes rasos los liberaron tres años más tarde. En el 2008, logró fugarse de su inhumano cautiverio el subintendente John Frank Pinchao, protagonista de una hazaña de quince días por la selva. Y en junio del 2010, a Mendieta, que había ascendido a general, lo rescató el Ejército en al Operación Camaleón.

Asesinato de los Turbay. 29 de diciembre de 2000. En Puerto Rico, Caquetá, en plenas negociaciones para buscar una salida política a la guerra, las FARC asesinaron al senador Diego Turbay -Presidente de la Comisión de paz-, a su madre y a cinco acompañantes más. Le había asegurado la propia guerrilla que podía hacer campaña política sin peligro, por eso viajaba tranquilo en un todoterreno por zona guerrillera.

Secuestro masivo en Neiva. 26 de julio del 2001. Las FARC asaltan un edificio residencial, Miraflores, mientras algunos de los vecinos dormían. A nueve de ellos, entre los que había tres adolescentes, los secuestran. El primero recuperó la libertad a los nueve meses, tras pagar una fuerte suma de dinero, y los demás fueron saliendo a medida que cancelaban el rescate exigido. El caso más dramático fue el de la familia Lozada. La madre, Gloria Perdomo, permaneció cautiva dos años con sus hijos pero luego la separaron y la unieron a un grupo de secuestrados políticos. No regresó hasta pasados siete años. Los chicos, Juan Sebastián y Felipe, recobraron la libertad a los tres años cuando su padre, Jaime Lozada, pagó. Pero al poco, el progenitor fue asesinado por las FARC.

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Masacre de Bojayá (Chocó). 2 de mayo del 2002. La guerrilla y los paramilitares utilizaron el pueblito junto al río Atrato, habitado por campesinos humildes, de campo de batalla. Durante los combates, los vecinos se refugiaron en la parroquia. A las FARC no les importaron los civiles y lanzaron cilindros – bombas artesanales- en dirección al templo. Ciento diecinueve personas de todas las edades perdieron la vida.

Coche-bomba en el Club El Nogal de Bogotá. 7 de febrero 2003. A las ocho de la noche, cuando había unas seiscientas personas en los distintos pisos del club, las FARC hicieron estallar un vehículo estacionado en el parking. El atentado dejó treinta y seis personas muertas y más de doscientas heridas, algunas de gravedad. El Secretariado de las FARC emitió un comunicado negando su autoría, pero las pruebas eran contundentes: la columna Móvil Teófilo Forero fue la responsable.

Masacre de Urrao. 5 de mayo de 2003. Un año antes de esa fecha, el gobernador de Antioquia fue secuestrado junto al ex ministro de Defensa Gilberto Echeverri, entonces asesor de paz, cuando lideraban la Marcha de la No Violencia que tenía con fin llegar hasta un pueblo asediado por las FARC. Les trasladaron a uno de los campos de concentración que mantienen en la selva, donde había nueve soldados que llevaban secuestrados varios años. Todos menos uno fueron masacrados por sus guardianes cuando una patrulla del Ejército intentó rescatarlos.

Masacre de los diputados del Valle del Cauca. 18 de junio de 2007. Raptaron en la sede de la Asamblea, en pleno centro de Cali, el 11 de abril de 2002, a doce diputados regionales. Cinco años más tarde les acribillaron a balazos. Sólo salvó la vida Sigifredo López, que siguió dos años más en su poder. Las FARC intentaron acusar al Ejército del múltiple crimen pero terminaron por aceptar su responsabilidad.

Chiva-bomba en Toribio (Cauca). 9 de julio 2011. A las diez y media de la mañana de un sábado, día de mercado en la población que ha sufrido unos quinientos ataques, las FARC explotaron una bomba que pusieron en una chiva –autobús tradicional- y abrieron fuego contra los policías. Pretendían volar el cuartel de la Policía pero mataron a cuatro personas, hirieron a un centenar, dejaron en ruinas ochenta casas y otras trescientas sufrieron daños.

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Asesinato del secuestrado más antiguo del planeta. 26 de noviembre del 2011. El sargento Libio José Martínez llevaba catorce años en cautividad, siempre encadenado, un tiempo que le otorgaba ese dramático récord. Soñaba con conocer a su hijo, Johan Estiven, que nació cuando ya era rehén. Con él murieron el coronel Édgar Yesid Duarte, padre de dos hijos, el mayor Elkín Hernández Rivas y el subintendente Álvaro Moreno. Todos estaban encadenados, indefensos. Les pegaron un tiro porque pensaron que se acercaba una misión de rescate.

Viven en Venezuela, matan en Colombia. 21 mayo 2012. En Maicao (La Guajira), un contingente guerrillero atacó a una patrulla, mató a doce soldados e hirió a cuatro. Consumado el crimen, cruzaron la frontera.

Asesinato de rehenes. Los abuelos Angulo, el matrimonio Bickenbach, el japonés Chikao Maramatsu, José Norberto Pérez, un cabo que se hizo famoso porque su hijo, Andrés Felipe, de 11 años, enfermo de un cáncer incurable, suplicó por semanas a la guerrilla que liberaran a su padre para abrazarle antes de morir. El niño falleció y meses más tarde asesinaron al progenitor por la espalda, en un intento de fuga.

Toma de poblaciones. Las FARC tienen una larga historia de asaltos a pueblos con bombardeos indiscriminados y ataques de fusil. El resultado, aparte de víctimas fatales, campesinos sin hogar, desplazamientos, miseria, desesperanza. La lista es interminable: Granada, Florida, Caicedo, Sabanalarga, Miraflores, Puerto Rico, El Mango, Paujil, Argelia, Toribío, Cartagena del Chairá, Algeciras, Vegalarga, Colombia, Miranda, Jambaló…algunas de este año 2012.

Desplazamiento. Es incalculable el número de colombianos de toda condición social, que debieron abandonar sus hogares, sus tierras, sus negocios, sus ciudades, amenazados por las FARC.

Reclutamiento de menores de edad. Las FARC han reclutado, y siguen haciéndolo, miles de menores de edad. Y son las niñas las que llevan la peor parte porque las utilizan, como a los varones, de carne de cañón, pero, además, como esclavas sexuales de comandantes y tropa. Si se quedan embarazadas, están obligadas a abortar.

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