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SANMARTÍN Y SERRANO LIBRO II: CAP. 4 “LA PREHISTORIA Y LOS PRIMEROS TIEMPOS DINÁSTICOS” La prehistoria egipcia, el tiempo anterior a la unificación del país y el establecimiento del estado faraónico, ha sido uno de los periodos tradicionalmente marginados del interés de los egiptólogos y ello por varias razones. Por un lado, desde los comienzos los egiptólogos se centraron en los vestigios de los tiempos históricos, muchos más rentables, ya que se trataban de piezas de mayor valor artístico, y de objetos que pudieran interesar a museos y coleccionistas. Por otra parte, la certeza de que los orígenes la “Revolución Neolítica” no se encontraba en el valle del Nilo. A ello se unían las dificultades derivadas de las condiciones naturales del país egipcio: en el valle, y más aun en el Delta, por la capa freática (acumulación de agua subterránea que se encuentra a una profundidad relativa pequeña bajo el nivel del suelo), impide el acceso a los niveles más profundos. Otro problema importante es el de las cronologías, pues todavía hay dificultades para establecer fechas absolutas y ofrecer cronologías relativas, que fijen las series de faces culturales y las relaciones entre ellas. Durante mucho tiempo la prehistoria y la protohistoria egipcia han sido víctimas de abusos al recurrir a modelos explicativos no cuestionables. Por ejemplo, se utilizo la “teoría invasionista”, para explicar cualquier cambio o progreso relacionándolo con la presencia de un pueblo o grupo humano nuevo (que asume una posición de dominante) para justificar cambios en las culturas prehistóricas o en el propio nacimiento del estado faraónico. Hoy en día, las investigaciones insisten en la continuidad de las tradiciones culturales nilóticas, valorando con mas lo contactos de tipo indirecto o meramente comerciales, que unos supuestos desplazamientos masivos, por otra parte no detectados en la evidencia arqueológica. Mayor aceptación tiene lo que podemos llamar “Factor ecológico”, es decir, la relación del hombre con el medio como elemento si no

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SANMARTÍN Y SERRANO

LIBRO II: CAP. 4 “LA PREHISTORIA Y LOS PRIMEROS TIEMPOS DINÁSTICOS”

La prehistoria egipcia, el tiempo anterior a la unificación del país y el establecimiento del estado faraónico, ha sido uno de los periodos tradicionalmente marginados del interés de los egiptólogos y ello por varias razones. Por un lado, desde los comienzos los egiptólogos se centraron en los vestigios de los tiempos históricos, muchos más rentables, ya que se trataban de piezas de mayor valor artístico, y de objetos que pudieran interesar a museos y coleccionistas. Por otra parte, la certeza de que los orígenes la “Revolución Neolítica” no se encontraba en el valle del Nilo. A ello se unían las dificultades derivadas de las condiciones naturales del país egipcio: en el valle, y más aun en el Delta, por la capa freática (acumulación de agua subterránea que se encuentra a una profundidad relativa pequeña bajo el nivel del suelo), impide el acceso a los niveles más profundos. Otro problema importante es el de las cronologías, pues todavía hay dificultades para establecer fechas absolutas y ofrecer cronologías relativas, que fijen las series de faces culturales y las relaciones entre ellas.

Durante mucho tiempo la prehistoria y la protohistoria egipcia han sido víctimas de abusos al recurrir a modelos explicativos no cuestionables. Por ejemplo, se utilizo la “teoría invasionista”, para explicar cualquier cambio o progreso relacionándolo con la presencia de un pueblo o grupo humano nuevo (que asume una posición de dominante) para justificar cambios en las culturas prehistóricas o en el propio nacimiento del estado faraónico. Hoy en día, las investigaciones insisten en la continuidad de las tradiciones culturales nilóticas, valorando con mas lo contactos de tipo indirecto o meramente comerciales, que unos supuestos desplazamientos masivos, por otra parte no detectados en la evidencia arqueológica.

Mayor aceptación tiene lo que podemos llamar “Factor ecológico”, es decir, la relación del hombre con el medio como elemento si no determinante, si al menos de primordial importancia para explicar la naturaleza de varios cambios. Especialmente relevante es el reconocimiento de lo que prehistoriadores e historiadores llaman “Neolítico Subpluvial, que favoreció un entorno más húmedo en la franja sahariana, permitiendo que amplias zonas del desierto Líbico y los wadis del oriente egipcio resultaran habitables. Una tendencia hacia la aridización, que ofrece picos de menor disponibilidad de recursos hídricos en la segunda mitad del cuarto milenio (momento que se genera la unidad de Egipto) y a fines del tercer milenio (coincidiendo con el primer periodo intermedio), ayuda a comprender el desarrollo histórico.

La inclusión en un mismo capítulo de la prehistoria/protohistoria y del periodo dinástico más antiguo, se debe a que se percibe una continuidad en la cultura material, ya que aun el uso de la escritura estaba muy restringido. Pues, de este modo fue a través de la arqueología que se pudo tener conocimiento de este periodo más arcaico o Tinita.

IV.I EL EGIPTO PREDINÁSTICO

IV.I.I LA NEOLITIZACIÓN DEL VALLE DEL NILO

EN un momento dado, ciertamente tardío, el Valle del Nilo se convertirá en receptor de nuevos desarrollos como las prácticas agrícolas y ganaderas, que parecen ser claramente importadas. El

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cereal (trigo, cebada) y las cabras y ovejas, provienen de las tierras altas del Próximo Oriente asiático, donde se daban en condiciones naturales, posiblemente a través del Sinaí. Pero la domesticación de animales, quizás del vacuno, pudo darse de forma independiente en la zona sahariana. Actualmente cada vez se pone más importancia en los influjos occidentales (saharianos) y meridionales (rio arriba hacia el Sudán), para comprender la neolitización del Egipto.

Las primeras comunidades neolíticas egipcias aparecen ente el cuarto y quinto milenio, en una ubicación septentrional, en el Fayum y en los bordes occidentales del Delta. En el Fayum se han detectado dos niveles neolíticos el A y el B; el Fayum B es anterior, participando en las más arcaicas tradiciones; el Fayum A, es la primera gran cultura neolítica egipcia. Se cultiva trigo y hasta tres tipos de cebada, además del lino; en cuanto a la ganadería, hay atestiguados cabras, ovejas, algo de ganado mayor, cerdo, perros, etc. También se encontró restos de materiales utilizados en la actividad pesquera, dentro de los cuales los caracoles tienen un notable papel. La ausencia de estructuras habitacionales, podría indicar un modo de vida seminómada. Lo que si se encontró fue, agujeros hundidos hasta una profundidad de 1m., recubiertos de cestería. La industria lítica, está compuesta principalmente por hachas y puntas de flechas. Hay poca cerámica y de baja calidad. Desconocemos todo lo referente a enterramientos o costumbres funerarias.

El yacimiento neolítico de Merimde beni Salameh, ubicado en el borde oriental del Delta, posee gran desarrollo y ofrece distintas fases o niveles de habitación, alcanzando su máxima expresión en casas o chozas ovales, con cubiertas de tipo vegetal, levantadas en un cimiento de adobe y con el suelo interior rehundido. Dentro se encontraba el hogar, con una salida de humos que sencillamente seria una abertura en el techo, y una jarra embutida en el suelo para almacenar agua. Ya que se trataba de construcciones muy pequeñas, se infiere que solo albergaba a un adulto mayor o a la madre con sus hijos, difícilmente de la comunidad familiar completa. También es destacable, el modo de dispersión de las cabañas, estas aparecen alineadas en función a un eje central o en tronos a espacios abiertos de tipo circular.

Respecto a los enterramientos, se hablan que los mismos se realizaban dentro del mismo poblado, existen necrópolis independientes con enterramientos muy simples: fosas ovales, a veces con revestimientos de esteras, donde se deposita al difunto en la típica posición fetal, acostado sobre el lado derecho, con la cabeza hacia el sur y la cara al oriente, lo que sugiere creencias religiosas que valoran los lugares de donde procede la crecida del rio o por donde sale el sol. Los ajuares son escasos y pobres, consisten en útiles líticos, depósitos de cerámica, pendiente o cuentas.

En el sur, aparece la Cultura Badariense, se trata del antecedente de una serie de importantes culturas prehistóricas del Alto Egipto que se van a suceder hasta la llegada de los tiempos faraónicos. Esta cultura no aparece de una única fuente, pues se percibe una compleja red de influencias que caracterizan la prehistoria egipcia. Así, la existencia de abundantes conchas del Mar Rojo en los ajuares badarienses y la presencia de turquesas y cobres procedentes del Sinaí, apuntan a un contacto importante con las rutas wadis del desierto oriental, y a partir de ellos, con el mar. También aparecen las primeras paletas de piedra dura, de formas muy sencillas, rectangulares o cuadrangulares, lisas y sin decoración.

En el Badariense se descubren y desarrollan las técnicas del esmaltado, de un color azulado o verdoso, a base de malaquita o estatita, con la pretensión sin dudad de imitar piedras de mayor valor

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como la turquesa del Sinaí. Se trata de otro hallazgo que marca el inicio de un arte y tradición que es típico de la civilización egipcia; y hasta es posible que las manipulaciones que conllevaba les llegara a estos primitivos egipcios ´los primeros conocimientos metalúrgicos y de aprovechamiento del cobre. El utillaje pétreo es pobre y apenas hay vasos de piedra.

La cerámica es una de las más originales y de más alta calidad durante todo el protodinástico egipcio, se trata de una cerámica a mano, de paredes finas, decoración brillante y muy cuidada.

La producción artística del Badariense es también muy destacada: aparecen figuras femeninas, con la característica obesidad y con los rasgos sexuales, muy marcados, además de animales como gacelas, hipopótamos. Las necrópolis Badariense son en realidad la fuente de la que proceden la mayor parte de los ajuares y objetos. En general, las tumbas son simples fosas ovaladas, en las que se deposita el cuerpo, cubierto por una tela o envuelto en una piel, con la cabeza hacia el sur, pero con el rostro vuelto hacia el occidente. Muchas tumbas apenas ofrecen ajuares. Es posible que en algunas tumbas se realizaran comidas rituales, al encontrarse restos de hogares en las necrópolis, como indicios de un culto al difunto. Por otra parte, también aparecen enterramientos de animales, perros, cabras, y ovejas e incluso algún bóvido, envueltos en pieles.

IV.I.2 LAS GRANDES CULTURAS PREDINÁSTICAS DEL ALTO EGIPTO

A partir de finales del V milenio, ya avanzado el Predinástico, el Alto Egipto se convierte en el marco de una sucesión importante culturas.

A comienzos del IV milenio aparece la Cultura Amratiense o de de Naqadah I, emplazada en la zona de Koptos, próximo a la ruta del Wadi Hammamat, que comunica con el Mar Rojo. Se difunde por buena parte de Egipto Alto y Medio, hasta aproximadamente la zona de Assiut, quedando por lo tanto la parte septentrional y el delta fuera de su influencia. El cobre es conocido, pero poco utilizado, sin impactar en las técnicas y en las formas de vida, aplicado solo a objetos pequeños y más decorativos que útiles. Por su parte, la industria lítica es muy notable; aparecen los cuchillos, de gran tradición durante el resto del Predinástico; también abundan los vasos de piedra, de tipo cilíndrico y con pie, evocando modelos mesopotámicos, con función posiblemente funeraria y local. Hay también mazas de piedra, que se han puesto en relación, como emblemas o símbolos, con la consolidación de la autoridad de determinados personajes, caudillos o jefes, que se comenzaría a destacar del conjunto social. Es factible que durante el Naqadah I se pudieron realizar ya los primeros intentos de fijar marcas o pictogramas, iniciándose el proceso que después desembocará en la escritura egipcia.

El arte de las paletas, en esta época, experimenta un destacado auge. Se incorporan modelos ovales y romboidales. Este último ha sido relacionado, con el elemento simbólico con que históricamente es representado el dios Min, venerado en tiempos protohistóricos. Pero sobre todo, son abundantes las paletas zoomorfas: peces, tortugas, hipopótamos, cocodrilos, aves, antílopes, elefantes, etc. Que podían tener un significado religioso.

El periodo de Naqadah I supone, el apogeo del arte de las estatuirlas antropomorfas. Algunos modelos representan figuras masculinas, con un típico estuche o funda fálica, pero la mayoría representan figuras femeninas, que evocan a la fecundidad y a la maternidad. Estas estatuillas se

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localizan, mayormente en tumbas, lo que le confiere un sentido religiosos; también es frecuente encontrar en el ajuar funerario peines de hueso o marfil.

La cerámica de Naqadah I es de gran interés cultural e histórico. Y ello es debido a su decoración, que presenta fondo rojizo con motivos geométricos y decorativos trazados a base de líneas en color blanco. Son frecuentes los motivos de zigzag, ondulaciones, que recuerdan representaciones de agua, triángulos. Muy abundantes son los temas animalisticos: bóvidos, gacelas, aves, cocodrilos, hipopótamos, etc. Es raro que aparezcan figuras humanas, y cuando aparecen, se las representan actitud de baile o danza. Aparecen embarcaciones, así como elementos difíciles de determinar, marcas o signos que algunos han valorado como los primeros pasos en el esbozo de un sistema de escritura. Respecto a los enterramientos en Naqadah I, siguen en general las tradiciones Badariense, aunque en algunos casos aparecen los huesos ordenados, como si se hubiera llevado a cabo una limpieza en el cadáver.

A partir del 3600/3500 ac. Se desarrollo la Cultura Gerzeense o Naqadah II, la última y la más brillante fase del Predinástico egipcio. Ahora todo el país egipcio se va incluyendo en un mismo horizonte cultural, pues la zona nuclear continua siendo en Alto egipcio, experimentándose una aceleración en todos los aspectos de la vida humana que desembocará en la aparición del estado faraónico. Así, también se ha definido recientemente una subfase denominada Naqadah III o Protodinástico, que va desde 3200/3150 hasta 3000/3050 ac., que contempló la transformación concreta del país hacia el establecimiento de la monarquía faraónica y la unificación.

Se están valorando cada vez más los elementos medioambientales, las circunstancias de tipo climático, en un proceso tendente a la aridización, que contribuirá a que los grupos humanos vayan abandonando los wadis y terrazas, cada vez menos adecuados para su forma de vida, y converjan en el valle fluvial, en la tierra inundable del Nilo. La mayor concentración y densidad de la población contribuirá a los intercambios y relaciones de todo tipo, incluida la competencia por el control de la tierra, las rutas y en general los recursos. La jerarquización socio-económica se irá haciendo más compleja, desarrollándose procesos de concentración de poder en manos de unas elites y caudillos de tipo militar que cada vez tendrán más carisma y autoridad; se crearán redes de control zonal y de dependencia, apareciendo unidades territoriales mayores que serán una antesala para el estado faraónico.

Al lado de esta evolución, los contactos con el mundo exterior se van intensificando, particularmente con las culturas del Próximo Oriente, la franja sirio-Palestina y también Mesopotamia. Así aparecen cada vez más las influencias asiáticas: elementos arquitectónicos o iconográficos, pequeños objetos, cerámica, etc. Es posible que a cambio Egipto proporcionara oro, marfil y otros productos típicos africanos. La ruta principal era marítima, a partir del Golfo Pérsico y del Mar Rojo, llegando al Valle del Nilo por la arteria natural que constituye el Wadi Hammamat. Así se explicaría la importancia, en la desembocadura de ese Wadi, de la zona de Koptos y Naqadah. En estas latitudes, entre el Nilo y la orilla del mar, se concentran canteras, minas, yacimientos con muchos vestigios de los tiempos finales del Predinástico. Sin embargo, actualmente se descubrió restos en el Delta y el Bajo Egipto, así como la presencia de elementos palestinos de importación, ha hecho que se valore cada vez más la ruta a través de la franja sirio-palestina, que es el corredor natural que comunica a Egipto con Mesopotamia.

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El componente humano de estos intercambios y contactos ha suscitado muchas hipótesis. Desde las teorías invasionistas se llegó al extremo de acuñar el concepto de “raza dinástica”, entiendo por tal al grupo de inmigrantes, venidos de afuera, que serian en última instancia responsables de estas innovaciones y que se establecerían como dominadores o minoría gobernante sobre las poblaciones indígenas prehistóricas egipcias. Hoy en día se sostiene que el contacto entre los egipcios y los mesopotámicos, en estos momentos, debieron ser de tipo indirecto y con flujo humano muy débil, que contempló presencia de asiáticos en el valle del Nilo y de egipcios en el sur de Palestina.

La cultura del Naqadah II, se extiende por una gran parte del territorio egipcio, se destaca por un gran desarrollo de la metalurgia del cobre, metal proveniente del desierto de oriente y el Sinaí; abundan los cuchillos, las hachas, los cinceles y todo un conjunto de útiles que explican el avance y la calidad que alcanzan las manufacturas y el trabajo artesanal en piedra, madera o hueso es dirigido por las nuevas elites. Hay masas de piedras, planiformes, y paletas que van adoptando un aspecto escutiforme y se van llenando de representaciones en relieve de animales y finalmente de escenas humanas.

La cerámica adopta varias decoraciones: hay vasos de tono anaranjado sobre los que la decoración se traza en rojo. Continúan los elementos geométricos o paisajísticos y representaciones de escenas humanas. Hay que tener en cuenta que la cerámica decorada tiene función funeraria, formando parte central de los ajuares que acompañan a los difuntos.

Las necrópolis de Naqadah II y III reflejan las nuevas situaciones de jerarquización y de estratificación social. Hay conjuntos de tumbas que pertenecen a la elite o la nobleza real y eso se percibe por la decoración pictórica, del mismo estilo que las cerámicas.

Al mismo tiempo se destaca un avance y una mayor complejidad en cuanto al urbanismo ye estructura de los asentamientos. La población comienza a concentrarse en núcleos con casas rectangulares, calles, edificios de tipo público- templos o palacios- elementos necesarios en función del desarrollo socio-político.

El yacimiento de El Omari se presenta con una cultura material muy pobre, de raíces neolíticas, exponente quizás, del nivel del campesinado general de la población egipcia en este IV milenio. Mas interés ofrece Maadi, también ubicada cerca del Cairo, brinda vestigios de urbanismo y de una actividad metalúrgica y de comercio de productos metálicos muy interesantes; se ha sugerido que el emplazamiento de Maadi ha servido de intermediario entre las zonas productoras del metal (el Sinaí) y centros consumidores, que serian pequeños estados y jefaturas del Alto Egipto. En Maadi se ha detectado un tipo de urbanismo, con silos y corales, con hornos de fundición, e incluso con tipos de viviendas semisubterráneas netamente palestinas. Otros centros similares son Buto y Heliópolis, una de las ciudades más sagradas de Egipto, propulsora de los cultos al sol. Buto, quedo en la memoria egipcia como la capital del mítico estado predinástico del Bajo Egipto.

IV.I.3 EL NACIMIENTO DEL ESTADO FARAÓNICO

El momento final del Predinástico, es decir, el paso a los tiempos históricos ha sido conocido como fase Naqadah III, Protodinástico y también Dinastía 0, por conocerse ya los nombres de algunos jefes y caudillo que podríamos llamar “protofaraones” (Escorpión, Ka, Narmer) que contribuyeron a la unificación final del país.

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Los propios egipcios tuvieron una contradictoria visión de sus orígenes, siendo considerado el mítico Menes, cuya tradición recoge el griego Heródoto, como el primer faraón y el fundador del estado.

Con anterioridad a este acontecimiento, parece que el país estuvo dividido en dos reinos: el Alto y el Bajo Egipto, resultando la unificación de la victoria del primero sobre el segundo. Esta información concuerda con la que nos ofrece la Piedra de Palermo, que antes de la Dinastía I incluye dos listas paralelas de reyes predinásticos del Alto y el Bajo Egipto. A través de los textos religiosos podemos inferir, que la capital del Delta fue Buto y la del reino meridional Hierakómpolis.

Además de ello, la arqueología ha permitido la recuperación de una serie de piedras rituales o de aparato, especialmente de mazas y paletas de piedra decoradas con escenas y motivos figurados. La mayoría provienen del pozo llamado “Depósito de Hierakómpolis”. Muchas presentan una decoración anomalística, es frecuente encontrar dos animales afrontados simétricamente o con los cuellos entre lazados, se ha tratado de relacionarlos con el doble país finalmente unificado.

Más célebre es la Maza del Rey Escorpión, en la que aparece este personaje dotado de toda majestad y emblemas de la realeza faraónica, tocado significativamente con la corona blanca. En la Paleta de Narmer, este soberano se ciñe igualmente la corona Blanca en una cara pero también la corona Roja en la otra; se trata del soberano del Alto y Bajo Egipto.

Al parecer ser, que la escasez de la tierra (y la competencia por ellas), o la presión demográfica, no fueron factores determinantes en el nacimiento del estado. Las razones del proceso de unificación serían más variadas, sobre la base posiblemente de un panorama muy fragmentado políticamente. Al final del IV milenio, el Valle del Nilo debía de estar articulado en decenas de pequeñas comunidades, que irán desarrollando una diversificación social y económica cada vez mayor , y en las cuales se irán afirmando progresivamente sistemas de jefatura o caudillaje dotados de creciente autoridad y carisma. Estas comunidades competirán entre si, por el control de los recursos o de las rutas, o por voluntad de establecer una supremacía. En este proceso de unificación la confrontación y la guerra son protagonistas. Las paletas, las pinturas y los ajuares, nos hablan de combates y de dedicación a la actividad guerrera. La población se concentra ya en ciudades, en un proceso de difusión del modelo urbano. Así surgen y florecen centros de las entidad de Buto, Hierakómpolis, Naqadah, Gebelein, Armant, Elefantina, etc.

Los animales que encarnan o representan a estos primeros caudillos o protofaraones son modelos de bravura, de agresividad o potencialmente peligrosos, como el escorpión, el toro, el león, el halcón, tradición que se mantiene en los primeros faraones de la Dinastía I. el avance y la presión hacia el norte pudo estar estimulado por el deseo de controlar el comercio con el Delta y los productos del Sinaí y de la franja palestina.

Quedaría por tratar el problema del primer faraón, cuestión que también es muy debatida y controvertida. Así, se supone que Escorpión o Ka se pueden presentar como autoridades en el Delta. Sin embargo, la arqueología ha permitido concluir que quien gobernó sobre todo Egipto fue Aha, con quien apropiadamente debió empezar la dinastía I y de quien se ha conservado monumentos tanto en Abidso como en Sakkarah.

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IV.2. LA ÉPOCA TINITA (EL EGIPTO ARCAICO. DINASTÍAS I Y II 3050-2675a.C.)

A comienzos del III milenio a.C. el valle del Nilo aparece finalmente como un estado unificado bajo una sola autoridad, bien asentada y fuerte, dotada de todos los elementos que caracterizan a una civilización superior, como la escritura, integrada ya en el desarrollo histórico. Sin embargo, el conocimiento de los primeros tiempos dinásticos no es fácil, ya que la escritura no estaba muy generalizada y los textos que proceden de la época arcaica son escasos, muy breves y con grandes dificultades para su lectura y correcta interpretación. Los documentos que han quedado son de tipo concreto: estelas muy breves, etiquetas, cilindros-sellos, marcas en las cerámicas, etc. Por fortuna, disponemos de algunos textos posteriores que aluden a la Época Tinita, como la Piedra de Palermo, que incluye fragmentos de los reinados de la Dinastía I y algo de la Dinastía II.

La nueva capital será Menfis. Los primeros faraones son del Alto Egipto, pues allí tendrán sus fieles partidarios y los más fuertes lazos.

El reinado del primer faraón atestiguado de la Dinastía I, Aha, es un buen exponente de cuáles fueron las prioridades políticas de estos tempranos gobernantes, pues se centraron especialmente en la consolidación de la recién adquirida unidad y en los esfuerzos por integrar distintas partes del país. Con Aha aparece vinculada una importante figura femenina, Neith-Hotep, a quien algunos ven como su esposa o su madre (quizás mujer de Narmer). Muchas mujeres de la dinastía ostentan nombres similares como Her-Neith o Merit-Neith. Podría incluso de tratarse de mujeres procedentes del Delta, de la nobleza de esta zona, lo que supondría una autentica estrategia matrimonial para consolidar la unión.

El reinado mejor conocido de la Dinastía I fue el de Den, gracias a la información que proporciona la Piedra de Palermo, que le acredita un elevado número de años de reinado, bendecidos por las crecientes del Nilo. Fue un gran impulsor de obras públicas, canales, trabajos de irrigación, templos y tumbas, desarrollando una importante actividad ritual o religiosa. La huella de este reinado fue notable, quedando Den como modelo de soberano eficiente y piadosos.

El final de la Dinastía I es muy compleja y refleja una situación de tensión que pudo hacer que se resintiera la unidad del país. La historia de este período esta marcad por problemas que afectaron el mantenimiento del estado unificado. El momento más crítico se produjo en el reinado de Peribsen, quien despojando a la titulatura de lo que se denomina el “nombre de Horus”, adopta a Seth como deidad encarnada por la figura del monarca, quedando su poder restringido al parecer a la zona meridional del Valle del Nilo. Esto conlleva, a la interpretación de una ruptura de la unidad y fragmentación de finales del Predinástico.

La dinastía cerrara con una recuperación de la unida. Así es, que el ultimo soberano de la dinastía Jasejemuy (Los dos poderes aparecen en la gloria), se hace representar por los dos dioses Horus y Seth, dando por sentado que se ha producido una reconciliación del país.

IV.2.1 LA CIVILIZACIÓN EGIPCIA EN LA ÉPOCA TINITA

El estado egipcio aparece desde sus orígenes centrado en la figura del faraón y en una ideología monárquica que ofrece ya buena parte de los rasgos clásicos y tradicionales que permanecerán a lo largo de la historia: vestimenta y símbolos, rituales y ceremonias (la coronación., la fiesta de Sed).

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El palacio real es el autentico centro político del país. Es posible que el soberano tuviera varias residencias en Menfis y Tinis, pero también en Herakómpolis, Naqadah, Buto , Sais, Etc. Estos palacios debieron estar divididos en dos partes, por un lado la parte oficial, publica, en donde el soberano aparecería en su esplendor, recibirá a su audiencia y celebraría sus consejos, y por otra parte la domestica, con las estancias privadas, almacenes, y por supuesto el harén, donde residirán las esposas e hijos del soberano.

Por debajo del rey y su familia, se encuentra una organización administrativa que sería ya compleja. Habría grandes ministros, personajes muy próximos a la figura del rey. Entre ellos se destacan el jefe de favores del soberano, el encargado de las tierras extranjeras y el canciller del Bajo Egipto. Más funcionales serian aquellos cargos que incluyen la expresión de “Jefe de los secretos”, y que claramente se pueden poner en relación con la manipulación de documentos y el conocimiento de la escritura, es decir, con la condición de escriba.

A nivel local el país está dividido en unas circunscripciones provinciales sobre las que posteriormente se desarrollaran los nomos. El nomarca es el encargado de las cuestiones que afectan al control de la crecida y a la irrigación de los campos, responsable de la elaboración de los censos, de la recaudación de tributos y recabar la contribución de trabajo (las corveas).

La sociedad en este periodo consagra ya dos grupos tradicionales del mundo egipcio: la aristocracia cortesana con una vocación de elite muy marcada y centrada en la figura del soberano, y por otro la masa campesina de la que poco nos ha quedado fuentes.

Buena parte de los contactos externos egipcios son con una finalidad económica: la búsqueda de la madera en Siria y Palestina, a través del puerto de Biblos, la turquesa y el cobre del Sinaí, los productos africanos a través de Nubia, etc.

La religión es mal conocida, no quedando vestigios importantes de templos. Sin embargo, la mera magnitud y calidad de los sepulcros de los soberanos son claro exponente de la condición divina del soberano, al que se rendía culto, a veces en un templo adjunto. Respecto a los dioses y a los cultos, se percibe que el culto a Ra, ya se halla bien establecido, en Heliópolis.