Libro sin tapas (1929)

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Felisberto Hernández

Libro sin tapas

1929

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ÍNDICE

Prólogo 3Acunamiento 11La piedra filosofal 15El vestido blanco 20Genealogía 23Historia de un cigarrillo 27La casa de Irene 30La barba metafísica 35Drama o comedia en un acto y varios cuadros 37

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Este libro es sin tapasporque es abierto y libre:

se puede escribir antesy después de él.

Al doctor Carlos Vaz Ferreira

Prólogo

A la última religión se le termina la temporada. A los hombresde ciencia se les aclara el epílogo que sospechaban. Losjóvenes, vigorosos y deseosos de emociones nuevas, tienen elespíritu maduro para recibir el tarascón de una nueva religión.Todo esto ha sido previsto como las demás veces. Se haempezado a ensayar la parte más esencial, más atrayente, másfomentadora y más imponente de la nueva religión: el castigo.El castigo de acuerdo con las leyes de la religión última: con elcaminito de la moral, que ha de ser el más derecho, el único, elmás genial de cuantos han creado los estetas que han impuestosu sistema nervioso como modelo de los demás sistemasnerviosos.

Tenemos muchos datos. A los locos nos tienen muchaconfianza en estas cosas. Escribiremos sólo algunos de losdatos del primer ensayo y dejaremos muy especialmente a laorilla del plato los de la formación del jurado de los Dioses.

I

El jurado de los Dioses logró reunirse. En esto fueroninferiores a los católicos porque conviene que en religión

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mande "Un Solo Dios Verdadero". El primer ejemplar estaba pronto a someterse. El pobre

muerto había sido egoísta. Jamás se preocupó del dolor ajeno.Jamás dejó de pensar en sí mismo. Fue un hombre tranquilo.Todo esto pareció mal al jurado y decidieron por unanimidadcastigar al muerto: lo colgaron de las manos al anillo deSaturno; le dieron un gran poder de visión y de inteligenciapara que viera lo que ocurría en la Tierra; le dieron libertadpara que se interesara cuanto quisiera por lo que pasaba en laTierra, pero si pensaba en sí mismo, se le aflojarían las manos yse desprendería del anillo.

II

Los primeros tiempos fueron horribles. De repente se quedabaagarrado de una mano, de dos dedos, pero en seguida atinaba aprenderse con la otra mano. Hacía esfuerzos sobrehumanospara no pensar en sí mismo. De pronto se quedaba mirando fijoa la tierra y eso le distraía un poco. Lo primero lo distrajoabsolutamente sin tener que preocuparse de las manos ni de símismo, fue muy curioso: estaba mirando fijo a la Tierra y se leocurrió pensar por qué daría vueltas y más vueltas. Así pasómientras la Tierra dio treinta vueltas.

III

Ya no podía más de aburrido, de pensar siempre lo mismo sinhallar solución. A veces le venía una esperancita de solución yaprovechaba a ponerse contento antes que se diera cuenta queno había encontrado solución. Entonces, durante la alegría de

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la esperancita movía alternativamente las piernas.

IV

Al mucho tiempo de aburrirse de no encontrar solución se diocuenta que la Tierra además de las vueltas sobre sí misma, dabaotras vueltas alrededor del sol: vuelta a las esperancitas yvuelta a volver a aburrirse. Pero a medida que pasaba el tiempoy se preocupaba de los demás, se le aguzaba la visión y lainteligencia. Por eso descubrió nuevamente, que los animales ylos hombres, al mismo tiempo que seguían a la Tierra en susdos clases de vueltas, daban otras dos clases de vueltas más:una para conseguir qué comer y otra alrededor de las hembras.

V

La visión y la inteligencia seguían aguzándosele. Esto lelibraba en muchos momentos del aburrimiento y de pensar ensí mismo. Cada vez se internaba más en los problemas de laTierra. Se diría que progresaba: el progreso lo hacía distinto, lohacía más visual y más inteligente, pero no se sabía si lesuprimía dolor. La complejidad progresiva le quitaba dolor deaburrimiento y de esfuerzo de no pensar en sí mismo. Peronacían nuevos dolores: los dolores de no hallar solución, ahoraque le crecía el interés por la Tierra y que no tenía más remedioque dejárselo crecer, porque si dejaba de mirar fijo y de pensaren la Tierra, le amagaba el pensamiento de sí mismo y sedescolgaría. ¡Y ni siquiera podía pensar qué sería de él si sedescolgaba y si se le importaría o no descolgarse!

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VI

Ya tenía una inmensa suma de "por qués", ¿por qué la Tierradaba vueltas sobre sí misma? —¿por qué además daba grandesvueltas alrededor del sol?, ¿por qué los hombres tenían que darvueltas alrededor de los alimentos y comer para no morirse?,¿por qué daban vueltas alrededor de las hembras? Le cruzó laidea semisolución de que la Tierra y los hombres hacían todoeso para no aburrirse. ¡Qué bien le hubiera venido ahora unpequeño descansito! A pesar de la alegría y el placer últimoseguía colgado; además no tenía más remedio que darse cuenta que la solución era falsa, seguir mirando la Tierra y aumentar lacomplejidad.

VII

Los nuevos y últimos “por qués” eran: ¿por qué los hombrestienen que no aburrirse? ¿Por qué no se anulan y anulan laTierra? ¿Por qué tienen ese fin optimista para cargar con latarea del no aburrirse? Y siguió ahondando y ahondando ypreocupándose más de la acción de los hombres y aumentandola complejidad trágica e imprescindible. Al seguirpreocupándose más de la acción de los hombres descubrió elmismo problema de él y que él no sabía que lo tenía por nopoder pensar en sí mismo: descubrió que los hombresprogresaban, que eran distintos a los de las épocas anteriores.

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VIII

Más adentro descubrió que el por qué provisorio del progresoera evitar dolor. Pero en seguida cayó en la duda más dudosa,más compleja y más emocionante. El condimento decomplejidad que tenía esta duda, le había despertado lacuriosidad y el interés más violento. Procuraba anestesiarse ydejar pasar épocas para ver si en la última época el progreso leshabía quitado dolor, o si al tener menos dolor del anterior, lesnaciera otro dolor distinto que sumándolo alcanzara a la mismapresión del dolor de las épocas anteriores. También podía serque si el dolor fuera menos, también fuera menos el placer; quela reacción natural de cada organismo diera un porcentajemayor o menor de sistema nervioso, pero que eso no tuvieranada que ver con la compensación: que no cambiara elpromedio de placer y dolor, que fuera indiferente nacer encualquier época.

IX

Cuando lograba detener los "por qués”, la Tierra le parecíamaravillosa; le parecía un juguete ingeniosísimo; la encontrabaparecida a esos sonajeros de los niños que es necesario que losmuevan para que suenen: la Tierra se movía y por eso loshombres tenían acción. Tal vez si la Tierra se detuviera ellostambién. Pero no se podía asegurar nada, era un juguete muycomplejo. Hubiera deseado, igual que los niños, romperlo, vercómo era interiormente y romperle el por qué. Pero lo únicoque podía hacer era observarlo: observando le parecía que loshombres tenían cuerda individual, pero que se subordinaban ala Tierra por un imán; que al moverse la Tierra les excitaba la

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cuerda y que había hombres de más o menos cuerda.

X

La fórmula más general que hubiera podido deducir de loshombres de más o menos cuerda era: cuando más vueltas da larueda de la cabeza, menos cuerda. También le parecía que elgran predominio de una de las piezas del juguete-hombre,afectaba la cuerda: el juguete-hombre-atleta, al que lepredominaban los músculos; el juguete-hombre-inteligente alque le predominaban los razonamientos, etc. Todos lospredominios o anormalidades hacían que el hombre que losposeía fuera considerado célebre por los demás hombres. Todoesto le parecía raro, porque todos los hombres amaban elprogreso, y tanto los juguetes-hombres-atletas como losjuguetes- hombres-inteligentes eran inútiles al progreso.

XI

Se le ablandaba un poco la duda de por qué serían célebres losjuguetes-hombres-atletas y los juguetes-hombres- inteligentes apesar de ser inútiles al progreso: les parecía muy general en losjuguetes-hombres-vulgares, el mal de pocos músculos y pocainteligencia para el progreso. Estas dos clases de hombresservían de ejemplo a los demás. Les excitaban por medio de laexageración el desarrollo de los músculos y la inteligencia. Ytodo esto a pesar de que ellos no servían al progreso: teníanmás musculatura y más inteligencia de la necesaria para laacción. Pero eran célebres porque asombraban a los demás conla anormalidad tan notada y con la exageración que producía el

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buen ejemplo. Y en tanto a ellos, a los celebrados, el éxito lesexcitaba más la voluntad para desarrollar más la exageración,la anormalidad que cada vez se notaba más .

XII

Es necesario aclarar que el juguete-hombre-inteligente queimaginaba el pobre muerto no era el genio científico en favordel progreso, era el que había llegado a negar lo indispensabledel progreso para evitar dolor. Además pensaba que a esta clasede hombres se les rompía la llavecita-esperanza con que sedaban cuerda y entonces no habiendo acción eran inútiles alprogreso. Otro de los ejemplos —pero más vulgares— de lasanormalidades o predominios de piezas que afectaban lacuerda, era el predominio de la pieza coraje o el predominio dela pieza miedo: este equilibrio necesario e imprescindible deestas dos piecitas le parecían cosas maravillosas en el juguete-hombre-normal.

XIII

A condición de ablandársele la última duda, se le endurecíaotra: ¿por qué a pesar del triunfo de la exageración, delpredominio de piezas, era célebre el que le predominaba lapieza coraje y no el que le predominaba la pieza miedo?

XIV

Los Dioses estaban en La Luna. Allí habían instalado su

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cámara. Discutían el problema de la reencarnación. Habíavarias tendencias. Ya en La Tierra creían poco en lareencarnación. Sin embargo había que aprovechar la lección, elcastigo. Además el control era más fácil cuando menos penadoshubiera: el problema de los vivos les era más cómodo.

Se resolvió practicar la reencarnación.

Epílogo

Otra vez en la Tierra, el pobre muerto hizo cosas muy curiosas:Después de la tortura y de saber que el progreso era inútil, queno evitaba dolor, se enroló en la acción para el progreso.

Nunca supo que los hombres no se anulaban ni anulaban LaTierra porque ella les provocaba extraños e infinitos deseos.Esto, además de la piecita-miedo. Él realizó como hombre, unextraño y amplio deseo. Esta amplitud consistía en no quererser amplio, en no salirse de la Tierra como otros hombresamplios, sino en volver al problema de los hombres. Escribíaen los diarios en favor de algún partido político. Tenía unaespecie de sensualidad por escribir libretas en blanco yprecisamente, mezclándose en el progreso, es que podíaescribir mucho.

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ACUNAMIENTO

a Luis Alberto Fayol

Prólogo

Todos los sabios estaban de acuerdo en que el fin del mundo seaproximaba. Hasta habían fijado fecha. Todos los países sellenaron de espanto. Todos los hombres con el espírituimpreciso, no podían pensar en otra cosa que en hacerse losgustos. Y se precipitaban. Y no se preocupaban de que lospóstumos placeres fueran a expensas del dolor de los demás.Hubo un país que reaccionó rápidamente de la fantásticanoticia. Nadie sabía si ese estado de coraje era por ignorancia,por sabiduría, por demasiado dolor o por demasiado cinismo.Pero ellos fueron los únicos asombrosamente capaces deresolver el problema de precaverse: construyeron seisplanetitas de cemento armado incluyendo las leyes físicas quelos sostuvieran en el espacio.

I

Por más grande que fuera el esfuerzo humano, resultabaridículo y pequeño al querer suplir a la Tierra. Se calculaba queese país tenía diez veces más habitantes de los que cabían enlos planetitas. Entonces decidieron algo atroz: debían salvarselos hombres perfectos. Vino el juicio final y unos cuantoshombres juzgaron a los demás hombres. En el primer momentotodos se manifestaron capaces de esta tarea. Sin embargo, huboun hombre extrañamente loco, que dijo lo contrario. Ademáspropuso al pueblo que todos los hombres que se eligieran para

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juzgar a los demás, debían aceptar esta tarea a condición de ser fusilados.

II

El pueblo aceptó esta última proposición. Se disolvieron lasaptitudes para la tarea de selección: Nadie amaba la justicia alextremo de dar la vida por ella. Hubo sin embargo un hombrede experiencia concreta que aceptó. Indignado porque un grupode inteligentes se burló de su experiencia, prefirió juzgar algrupo de inteligentes, y morir fusilado con una sonrisa trágicade ironía y de veneno de rabia. Gracias a los sacrificados por lajusticia a ellos mismos, se juzgaron a los hombres y losperfectos ocuparon sus respectivos puestos en los planetitas decemento armado.

III

Los planetitas eran ventilados. No había espacio para bosquesni campiñas. Pero perfectos pintores recién llegados de lasmejores academias de la Tierra pintaron en las paredes árbolesy prados idénticos a los de la Tierra, ni hoja más ni hoja menos.Estaban tan bien pintados que tentaban a los hombres aintroducirse en ellos. Pero internarse en esa belleza y darsecontra la pared era la misma cosa. Otra medida horrible a queobligaba el poco espacio era en la reproducción: no podíareproducirse ni en los animales ni en los hombres más de unnúmero determinado.

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IV

La competencia entre todos los planetitas y el "que dirán” delplanetita vecino, los llevó a un progreso monstruoso. Laciencia había llegado a prever antes de nacer un hombre, cómosería, la utilidad que prestaría a su planetita y hasta el procesode su vida. La información que recibían los niños de las cosasera sencillamente exacta. No tenían que divagar como en laTierra acerca del origen del planeta. Conocían concretamente elorigen de su planetita y su misión de progreso. Los hombresque no cumplían en el fondo del alma esta misión erandescubiertos por otros hombres de ciencia que solamente conmirarles la cara y analizar sus rasgos descubrían al traidor.

V

En los planetitas no creían en la casualidad. Habían descubiertoel por qué metafísico y los vehículos cruzaban las calles sinnecesidad de corneta ni de otro instrumento de previsión. Unode los grandes problemas resueltos era la longevidad y ésta eraaplicada a los genios mayores. De esta manera se explica quedespués de dos siglos y medio, aún quedaran dos ancianosfundadores de los planetitas y únicos hijos de la Tierra.

Epílogo

El mundo no se acabó. Pero se acabaron los planetitas. Fuerona caer en un inmenso desierto. Todos los huéspedes seasombraban de que los dos ancianos besaran la Tierra con unaalegría loca. Más se asombraron cuando emigraron de los

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planetitas y prefirieron las necesidades del desierto. Más seasombraron cuando los propios hijos de los huéspedes dereacción contraria a la perfección retornaron al problemabiológico primitivo de la Tierra y emigraron lo mismo que losancianos. Igual que los niños dormidos cuando los acunan, losperegrinos no se daban cuenta que la Tierra los acunaba. Perola Tierra era maravillosa, los acunaba a todos igual, y les dabael día y la noche.

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LA PIEDRA FILOSOFAL

a Vicente Basso Maglio

I

Se estaban haciendo los cimientos para la casa de un hombrebueno. Yo estaba sentado en un montón de piedras. Un pocoseparado del montón había dos piedras: una más bien redonday otra más bien cuadrada. La más bien cuadrada era La PiedraFilosofal. Ésta decía a la otra: «Yo soy el otro extremo de lascosas. En este planeta hay un extremo de cosas blandas, y es elespíritu del hombre. Yo soy el extremo contrario: el de lascosas duras. Pero uno de los grandes secretos es que no existencosas duras y cosas blandas simplemente: existe entre ellas unaprogresión, existen grados. Suponed que las piedras fueran lomás duro; después están los árboles que son más blandos;después los animales, después los hombres. Pero ésa sería unaprogresión muy gruesa. Suponed otra menos gruesa, en elmismo hombre, por ejemplo: Primero los huesos, después losmúsculos, después los centros nerviosos, y lo más blando detodo después de una minuciosa progresión hacia lo blando: elespíritu. Los hombres en todas las cosas sorprendencaprichosamente la graduación en grados distantes. Seencuentran con lo que es diferencia de extremos para lossentidos. Entonces sin perder tiempo califican: esto es duro,aquello es blando, esto es negro, aquello es blanco, esto es frío,aquello es caliente... Como los hombres tienen varios sentidos,viven saltando en los grados de la naturaleza y se armancuriosísimas combinaciones. Lo más curioso de cuantoconozco son los hombres. Y ellos tienen a su vez la curiosidadcomo de lo más importante de su condición. Y la curiosidad en

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lo que se refiere a satisfacerla, es relativa a los sentidos.Además está torturadísima de combinaciones .

II

Una de las condiciones curiosas de los hombres, es expresar loque perciben los sentidos. A los sentidos les da placersorprender la graduación a distancias grandes. Este placerexcita la curiosidad. El hombre que proporcione más placersatisfaciendo más curiosidad triunfa más. Pero cuando máscuriosidad haya satisfecho un hombre para sí mismo, menoscuriosidad satisface para los demás. Porque después desatisfacer mucha curiosidad viene la duda. Y entonces no lesqueda más remedio que buscarme a mí. Si los sentidos sedieran cuenta que todo es una graduación, no habría para éstossorpresas ni sensaciones distintas. Entonces no habría ni elplacer de los sentidos al expresar. Ya los sentidos están hechospara gozar de la diferencia de grados de la naturaleza. Porejemplo: el oído percibe el sonido. El sonido siguiendo unagraduación hacia una gran cantidad de vibraciones. Llegaría alo que los hombres llamarían calor en vez de sonido. Entoncesesto lo percibirían con otro sentido que sería el tacto en vez deloído. Ya la suma de estos dos sentidos estarían en favor de lagraduación. Así como clasifican las distancias de la graduacióncon sus sentidos, igual clasifican todo lo que perciben con susinteligencias. Los distintos sentidos les proporcionan placer alos hombres, pero les prohíben satisfacer la curiosidad de larealidad objetiva: la graduación. Ellos son otra realidad y lasdos realidades son realidades graduadas. Como ellos noentienden la graduación, tienen una tendencia fisiológica aclasificar con la inteligencia distancias grandes, tan grandes

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como la distancia o diferencia de un sentido al otro. Laclasificación con la inteligencia es correlativa a la de lossentidos. Entonces menos perciben la graduación de pequeñasdistancias. Les sorprende que con un sentido —con el tacto porejemplo— percibiendo grados distintos, les dé el resultado, deque una cosa sea dura o blanda. Muchos más se sorprenderíansi supieran que todos los sentidos están en favor de lagraduación. Pero si satisfacen esta curiosidad les sacan placer alos sentidos. Entonces les es necesaria la duda. Una de lasmaneras interesantes de entretenerles la vida es: darles un pocode curiosidad satisfecha y otro poco de duda.

III

Yo como piedra soy muy degenerada. Los hombres llamandegeneración, el ir de una cosa dura a una cosa blanda, de unacosa sana a una cosa enfermiza. Las cosas enfermizas lasclasifican en simpáticamente enfermizas o artes yantipáticamente enfermizas o vicios. Yo he tenido la virtud depoder ser dura y blanda al mismo tiempo. Me he metido en losproblemas de las piedras y que son los problemas de notenerlos, y me he metido en los problemas de los hombres yque son los problemas de tener problemas. Por esta virtud hedescubierto la "Teoría de la graduación”. Las leyes máscomunes de la Teoría de la graduación son: cuanto más durezamás simplicidad y más salud, cuanto más blandura máscomplejidad y más enfermedad. Por eso a veces es tancomplejo y enfermo el espíritu del hombre. Algunos tienentanta abundancia o exuberancia de esto blando o enfermizo quelo derraman por encima de nosotras las piedras. Y zás, resultade esa manera que nosotras tenemos sentimientos o

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intenciones. Otra de las leyes es: cuanto más blandura, interesamás el propósito del destino y el por qué metafísico. A nosotraslas piedras no nos interesa el por qué metafísico: éste se hahecho para los hombres.

IV

En un grado determinado de lo duro a lo blando los hombrescuriosamente clasifican una cosa diciendo si tiene o no tienevida. Y aquí empieza el gran tráfico teórico y práctico de lavida y la muerte. Los hombres necesitan mucho de estecondimento de duda y de misterio para la vida. Pero todo esgraduación: cuanto más blando más vida, cuanto más duromenos vida. Ésta sería otra ley de la Teoría de la graduación.Los hombres sorprenden la graduación y clasifican: esto tienevida. Esto no tiene vida. ¡Vida y muerte! Muy pocas vecesentienden la graduación en lo de tener más o menos vida, de irperdiendo la vida gradualmente o conquistando la vidagradualmente. Su condición "hombres", su sensibilidad en máso menos grado, les permite retroceder cuando están a punto dellegar a la verdad. Se agarran de la duda y el misterio, ycontinúan el tráfico entre los vivos y los muertos. Estacuriosidad les interesa demasiado y la tienen demasiado cercapara poder satisfacerla. Pero están lo mismo que frente alporqué metafísico. Así como a las piedras no les interesa nitienen curiosidad por el porqué metafísico ni por las demáspiedras, ni por los hombres, así a los muertos no les interesacómo es la muerte ni cómo es la vida. Pero a los vivos lesinteresa los muertos y todo lo demás. Cuanto más blanduratienen más duda, entonces dudan de lo de ir perdiendogradualmente la vida. Biológicamente, tienen el instinto de

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conservación y como todo lo miran con su condición les cuestacreer en la muerte absoluta. A veces están a punto de caer en laverdad pero tienen nervios, tienen vida, tienen instinto deconservación, tiene duda y misterio, y como todo lo miran consu condición, se salvan. Se ha hecho para los vivos y no paralos muertos el porqué metafísico y las reflexiones sobre la viday la muerte, pero no les hace falta aclarar todo el misterio, leshace falta distraerse y soñar en aclararlo.

Otra ley que se deduce de acá es: cuanto más dureza menosvida, menos instinto de conservación y menos reflexionessobre la muerte, y viceversa cuando más blandura.

V

Como ya dije, los hombres miran todo con su condición. Lescuesta creer que si ellos no tienen hambre otros pueden tener,que si ellos tienen vida, otros no pueden tener. Lo mismo lesocurre con el cosmos. Como ellos tienen propósito creen que elcosmos también tiene, pero el cosmos no tiene propósito, tieneinercia. Entonces surge otra ley: cuanto más blandura máspropósito, cuanto más dureza más inercia».

VI

La Piedra Filosofal iba a decir otra de las leyes de la Teoría dela graduación. Un albañil creyó muy oportuna su formacuadrada, y sin darse cuenta la interrumpió. Pero ésta sirviómuy bien para los cimientos de la casa del hombre bueno.

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EL VESTIDO BLANCO

a María Isabel G. de Hernández

I

Yo estaba del lado de afuera del balcón. Del lado de adentro,estaban abiertas las dos hojas de la ventana y coincidían muyenfrente una de la otra. Marisa estaba parada con la espaldacasi tocando una de las hojas. Pero quedó poco en esta posiciónporque la llamaron de adentro. Al Marisa salirse, no sentí elvacío de ella en la ventana. Al contrario. Sentí como que lashojas se habían estado mirando frente a frente y que ella habíaestado de más. Ella había interrumpido ese espacio simétricollena de una cosa fija que resultaba de mirarse las dos hojas.

II

Al poco tiempo yo ya había descubierto lo más primordial ycasi lo único en el sentido de las dos hojas: las posiciones, elplacer de posiciones determinadas y el dolor de violarlas. Lasposiciones de placer eran solamente dos: cuando las hojasestaban enfrentadas simétricamente y se miraban fijo, y cuandoestaban totalmente cerradas y estaban juntas. Si algunas vecesMarisa echaba las hojas para atrás y pasaban el límite deenfrentarse, yo no podía dejar de tener los músculos en tensión.En ese momento creía contribuir con mi fuerza a que secerraran lo suficiente hasta quedar en una de las posiciones deplacer: una frente a la otra. De lo contrario me parecía que conel tiempo se les sumaría un odio silencioso y fijo del cualnuestra conciencia no sospechaba el resultado.

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III

Los momentos más terribles y violadores de una de lasposiciones de placer, ocurrían algunas noches al despedirnos.

Ella amagaba a cerrar las ventanas y nunca terminaba decerrarlas. Ignoraba esa violenta necesidad física que tenían lasventanas de estar juntas ya, pronto, cuanto antes.

En el espacio oscuro que aún quedaba entre las hojas,calzaba justo la cabeza de Marisa. En la cara había una cosainconsciente e ingenua que sonreía en la demora de despedirse.Y eso no sabía nada de esa otra cosa dura y amenazantementeimprecisa que había en la demora de cerrarse.

IV

Una noche estaba contentísimo porque entré a visitar a Marisa.Ella me invitó a ir al balcón. Pero tuvimos que pasar por elespacio de esos lacayos de ventanas. Y no se sabía qué pensarde esa insistente etiqueta escuálida. Parecía que pensarían algoantes de nosotros pasar y algo después de pasar. Pasamos. Alrato de estar conversando y que se me había distraído el asuntode las ventanas, sentí que me tocaban en la espalda muydespacito y como si me quisieran hipnotizar. Y al darme vueltame encontré con las ventanas en la cara. Sentí que nos habíansepultado entre el balcón y ellas. Pensé en saltar el balcón ysacar a Marisa de allí.

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V

Una mañana estaba contentísimo porque nos habíamos casado.Pero cuando Marisa fue a abrir un roperito de dos hojas sentí elmismo problema de las ventanas, de la abertura que sobraba.Una noche Marisa estaba fuera de casa. Fui a sacar algo delroperito y en el momento de abrirlo me sentí horriblementeactor en el asunto de las hojas. Pero lo abrí. Sin querer mequedé quieto un rato. La cabeza también se me quedó quietaigual que las cosas que habían en el ropero, y que un vestidoblanco de Marisa que parecía Marisa sin cabeza, ni brazos, nipiernas.

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GENEALOGÍA

a José Pedro Bellan

I

Hubo una vez en el espacio una línea horizontal infinita. Porella se paseaba una circunferencia de derecha a izquierda.Parecía como que cada punto de la circunferencia fueracoincidiendo con cada punto de la línea horizontal. Lacircunferencia caminaba tranquila, lentamente eindiferentemente. Pero no siempre caminaba. De pronto separaba: pasaban unos instantes. Después giraba lentamentesobre uno de sus puntos. Tan pronto la veía de frente como deperfil. Pero todo esto no era brusco, sus movimientos eranreposados. Cuando quedaba de perfil se detenía otros instantesy yo no veía más que una perpendicular. Después comenzaba aver dos líneas curvas convexas juntas en los extremos y cadavez las líneas eran más curvas hasta que llegaban a ser lacircunferencia de frente. Y así, en este ritmo, se pasaba la jovencircunferencia.

II

Pero una vez la circunferencia violentó su ritmo. Se detuvomás tiempo que de costumbre: quedó parada con el perfil haciamí y el frente hacia la línea infinita. Parecía observar en elsentido opuesto de su camino. Pasó mucho tiempo sin ver nadaa lo largo de la línea infinita. Pero la intuición de lacircunferencia no erró: de pronto, con otro ritmo violento, deandar brusco, de lados grandes, se acercaba un vigoroso

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triángulo. La circunferencia giró sobre uno de sus puntos y losdemás volvieron a coincidir con los de la horizontal en elmismo sentido de antes.

III

Pero el ritmo de la circunferencia fue distinto al de antes: noera indiferente ni tan lento. Poco a poco iba tomando la formade una elipse y su ritmo era de una gracia ondulada. Tan prontoera suavemente más alta o suavemente más baja. El vigorosotriángulo se precipitaba regularmente violento. Pero suvelocidad no prometía alcanzar a la elipse. Sin embargo laelipse se detuvo un poco hasta que el precipitado triánguloestuvo cerca. Esa misma corta distancia los separó muchotiempo y nada había cambiado hasta que el triángulo considerómuy bruscos sus pasos; prefirió la compensación de que fueranmás numerosos y más cortos y se volvió un moderadopentágono.

IV

Ahora, hecho un pentágono era más refinado, menos brusco,pero no más veloz, ni menos torturado de problemas. Sumarcha era regular a pesar de la contradicción de sus deseos:ser desigual, desproporcionados sus pasos, arrítmico. Y pensó ypensó durante mucho tiempo sin dejar de marchar tras la suaveserenidad de la elipse. La elipse no se cambió más, además erasin problemas, espontáneamente regular y continuada. Y todoesto parecía excitar más al pentágono que de pronto resolvió elúltimo problema volviéndose un alegre cuadrilátero.

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V

Pero una vez, la elipse rompió la inercia de su ritmo. Hasta eneste trance fue serena. A pesar de la velocidad y de la bruscadetención hizo que sus curvas suavizaran esta últimadeterminación. El cuadrilátero no fue tan dueño de sí mismo.No pudo romper tan pronto su inercia. Al llegar junto a laelipse pareció como que se produjo un eclipse fugaz, y elcuadrilátero se adelantó. Recién después de haber dejado a laelipse muy atrás, pudo detenerse. Pero entonces la elipsereanudó su ritmo con la misma facilidad que lo dejó, se produjoun nuevo eclipse y el cuadrilátero quedó tras ella a la mismadistancia de antes.

VI

La elipse volvió a detenerse. El cuadrilátero volvió a llegarhasta la elipse. El eclipse volvió a ocurrir. Pero fue el último:fue el eclipse eterno. La elipse quedó encerrada entre elcuadrilátero en un vértigo de velocidad. Fueron muyarmoniosas las curvas de la elipse entre los ángulos delcuadrilátero y así pasaron todo el tiempo de sus vidas jóvenes.Cuando fueron viejos no se les importó más de la forma y laelipse se volvió una circunferencia encerrada en un triángulo.Marcharon cada vez más lentamente hasta que se detuvieron.Cuando murieron el triángulo desunió sus lados tendiendo aformar una línea horizontal. La circunferencia se abrió, quedóhecha una línea curva y después una recta. Los dos unidosfueron otra línea superpuesta a la que les sirvió de camino. Yasí, lentamente, se llenó el espacio de muchas líneashorizontales infinitas.

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HISTORIA DE UN CIGARRILLO

a Antonio Soto (Boy)

I

Una noche saqué una cajilla de cigarrillos del bolsillo. Todoesto lo hacía casi sin querer. No me daba mucha cuenta que loscigarrillos eran los cigarrillos y que iba a fumar. Hacía muchorato que pensaba en el espíritu en sí mismo; en el espíritu delhombre en relación a los demás hombres; en el espíritu delhombre en relación a las cosas, y no sabía si pensaría en elespíritu de las cosas en relación a los hombres. Pero sin quererestaba mirando fijo a una cosa: la cajilla de cigarrillos. Y ahoraanalizaba repasando la memoria. Recordaba que primero habíaamenazado sacar a uno pero apenas tocándolo con el dedo.Después fui a sacar otro y no saqué ese precisamente, saqué untercero. Yo estaba distraído en el momento de sacarlos y no mehabía dado cuenta de mi imprecisión. Pero después pensabaque mientras yo estaba distraído, ellos podían habermedominado un poquito, que de acuerdo con su poquita materia,tuvieran correlativamente un pequeño espíritu. Y ese espíritu dereserva, podía alcanzarles para escapar unos, y que yo tomaraotros.

II

Otra noche estaba conversando con un amigo. Entonces medistraje y volví a sentir otra cosa de los cigarrillos. Cuandotenía ganas de fumar y tomaba uno de ellos, pensaba tomar unode tantos. Sin querer evitaba tomar uno que estaba roto en la

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punta aunque eso no influiría para que no se pudiera fumar. Mitendencia era a tomar uno normal. Al darme cuenta de esto,saqué el cigarrillo roto más afuera de la cajilla que los demás.Invité a mi compañero. Vi que a pesar de que ése fuera el másfácil de sacar, él tuvo el mismo sentimiento de unidad normal yprefirió sacar otro. Eso me preocupó, pero como seguimosconversando me olvidé. Al rato muy largo fui a fumar, y en elmomento de sacar los cigarrillos me acordé. Con muchasorpresa vi que el roto no estaba y pensé: "me lo habré fumadodistraído" y me alivié de la obsesión.

III

Esa misma noche en otra de las veces que saqué la cajilla meencontré con lo siguiente: el cigarrillo roto no me lo habíafumado, se había caído y había quedado horizontal en el fondode la cajilla. Entonces al escapárseme tantas veces, me volvióla obsesión. Tuve una fuerte curiosidad por ver qué ocurría sise fumara. Salí al patio, saqué todos los que quedaban en lacajilla sin ser el roto; entré a la pieza y se lo ofrecí a micompañero, era el único y tendría que fumar "ése". Él hizomención de tomarlo y no lo tomó. Me miró con una sonrisa. Yole pregunté: "¿Usted se dio cuenta?”. Él me respondió: "perocómo no me voy a dar cuenta". Yo me quedé frío, pero él enseguida agregó: "¿le quedaba uno solo y me lo iba a fumaryo?”. Entonces sacó de los de él y fumamos los dos del mismopaquete.

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IV

Al día siguiente de mañana recordé que la noche anterior habíapuesto el cigarrillo roto en la mesa de luz. La mesa de luz mepareció distinta: tenía una alianza y una asociación extraña conel cigarrillo. Pero yo quise reaccionar contra mí. Me decidí aabrir el cajón de la mesa de luz y fumarlo como uno de tantos.Lo abrí. Quise sacar el cigarrillo con tanta naturalidad que seme cayó de las manos. Me volvió la obsesión. Volví areaccionar. Pero al ir a tomarlo de nuevo me encontré con quehabía caído en una parte mojada del piso. Esta vez no pudedetener mi obsesión; cada vez se hacía más intensa al observaruna cosa activa que ahora ocurría en el piso: el cigarrillo se ibaensombreciendo a medida que el tabaco absorbía el agua.

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LA CASA DE IRENE

a Néstor Rosa Giffuni

I

Hoy fui a la casa de una joven que se llama Irene. Cuando lavisita terminó me encontré con una nueva calidad de misterio.Siempre pensé que el misterio era negro. Hoy me encontré conun misterio blanco. Éste se diferenciaba del otro en que el otrotentaba a destruirlo y éste no tentaba a nada: uno se encontrabaenvuelto en él y no le importaba nada más.

En el primer momento Irene es la persona que con másgusto pondríamos de ejemplo como simpáticamente normal: esmuy sana, franca y expresiva; sobre cualquier cosa dice lo quediría un ejemplar de ser humano, pero sin ninguna insensatez niningún interés más intenso del que requiere el asunto; dicepalabras de más como cuando una persona se desborda, y demenos como cuando se retrae; cuando se ríe o llora parece muysaludable y así sucesivamente. Y sin embargo, en su mismaespontaneidad está el misterio blanco. Cuando toma en susmanos un objeto, lo hace con una espontaneidad tal, que pareceque los objetos se entendieran con ella, que ella se entendieracon nosotros, pero que nosotros no nos podríamos entenderdirectamente con los objetos.

II

Hoy volví a la casa de la joven que se llama Irene. Estabatocando el piano. Dejó de tocar y me empezó a hablar muchode algunos autores. Entonces vi otra cosa del misterio blanco.

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Primero, mientras conversaba, no podía dejar de mirar lasformas tan libres y caprichosas que iban tomando los labios alsalir las palabras. Después se complicaba a esto el abre y cierrede la boca, y después los dientes muy blancos.

Cuando terminó de conversar, empezó a tocar el piano denuevo, y las manos se movían tan libre y caprichosamentecomo los labios. Las manos eran también muy interesantes yllenas de movimientos graciosos y espontáneos. No tenían nadaque ver con ninguna posición determinada y no se violentabanporque dejara de sonar una nota o sonara equivocada. Sinembargo, ella se entendía mejor que nadie con su piano, yparecía lo mismo del piano con ella. Los dos estaban unidospor continuidad, se les importaba muy relativamente de losautores y eran interesantísimos. Después me senté yo a tocar yme parecía que el piano tenía personalidad y se me prestabamuy amablemente. Todas las composiciones que yo tocaba meparecían nuevas: tenían un colorido, una emoción y hasta unritmo distinto. En ese momento me daba cuenta que a todo esocontribuían, Irene, todas las cosas de su casa, y especialmenteun filete de paño verde que asomaba en la madera del pianodonde terminan las teclas.

III

Hoy he vuelto a la casa de Irene porque hace un día lindo. Me parece que Irene me ama; que a ella también le parece

que yo la amo y que sufre porque no se lo digo. Yo tambiéntengo angustia por no decírselo, pero no puedo romper lainercia de este estado de cosas. Además ella es muy interesantesufriendo, y es también interesante esperar a ver qué pasa, ycómo será.

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Cuando llegué estaba sentada leyendo. Para esto habíaelegido un lugar muy sugestivo de su inmenso jardín. Yo la videsde el camino de tierra que pasa frente a su casa, meintroduje sin pedir permiso y la sorprendí. Ella tuvo muchaalegría al verme, pero en seguida me pidió permiso y saliócorriendo.

Apenas se levantó de la silla apareció el misterio blanco. Lasilla era de la sala y tenía una fuerte personalidad. La curva delrespaldo, las patas traseras y su forma general eran de muchocarácter. Tenía una posición seria, severa y concreta. Parecíaque miraba para otro lado del que estaba yo y que no se leimportaba de mí.

Irene me llamó de adentro porque decidió que tocáramos elpiano. La silla que tomó para tocar era igual de forma a la quehabía visto antes pero parecía que de espíritu era distinta: éstatenía que ver conmigo. Al mismo tiempo que sujetaba a Irene,aprovechaba el momento en que ella se inclinaba un poco sobreel piano y con el respaldo libre me miraba de reojo.

IV

Hoy encontré a Irene en el mismo lugar de su jardín. Pero estavez me esperaba. Apenas se levantó de la silla casi suelto larisa. La silla en que estaba sentada la vi absolutamente distintaa la de ayer. Me pareció de lo más ridícula y servil. La pobresilla, a pesar del respeto y la seriedad que me había inspirado eldía antes, ahora me resultaba de lo más idiota y servil. Meparecía que esperaba el momento en que una persona hicierauna pequeña flexión y se sentara. Ella con su forma, sesubordinaba a una de las maneras cómodas de descanso y nadamás. Irene la tomó del respaldo para llevarla a la sala. En ese

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momento el misterio blanco de Irene parecía que decía: "Perono le haga caso, es una pobre silla y nada más" y la silla en susmanos parecía avergonzada de verdad, pero ella sin embargo laperdonaba y la quería. Al rato de estar en la sala me quedé soloun momento y me pareció que a pesar de todo, las sillas entreellas se entendían. Entonces por reaccionar contra ellas ycontra mí, me empecé a reír. También me parecía entonces, queellas se reían de mí, porque yo no me daba cuenta cuál era laque había visto primero, cuál era la que me miraba de reojo ycuál era la que yo me había reído de ella.

V

Hoy le he tomado las manos a Irene. No puedo pensar en otracosa que en ese momento. Ocurrió así: cuando las manosestaban realizando su danza en el teclado, empecé a pensar quépasaría si yo de pronto las detuviera; qué haría ella y qué haríayo; cómo serían los momentos que improvisaríamos. Yo noquise traicionarla al pensar primero lo que haría, porque ella nolo tendría pensado. Y entonces zás. Y apareció una violenciaabsurda, inesperada, increíble. Ante mi zarpazo ella se asustó yen seguida se paró. A una gran velocidad ella reaccionó encontra y después a favor. En ese instante, en que la reacción fuea favor, en el segundo que le pareció agradable y que parecíaque en seguida reaccionaría otra vez en contra, yo aproveché yla besé en los labios. Ella salió corriendo. Yo tomé mi sombreroy ahora estoy aquí, en casa. No me explico cómo cambié tanpronto e inesperadamente yo mismo; cómo se me ocurrió laidea de las manos y la realicé; cómo en vez de seguirrecibiendo la impresión de todas las cosas, yo realicé unaimpresión como para que la recibieran los demás.

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VI

Anoche no pude dormir: seguía pensando en lo ocurrido.Después que pasó muchísimo rato de haberme acostado y depensar sobre el asunto, hacía un gran esfuerzo por acordarmede algunas cosas. Hubiera querido volver a ver cómo eran mismanos tomando las de ella. Al querer imaginarme las de ella,su blancura no era igual, era de un blanco exagerado e insulsocomo el del papel. Tampoco podía recordar la forma exacta: meaparecían formas de manos feas. Respecto a las mías tampocopodía precisarlas. Me acordaba de haberme detenido a mirarlassobre un papel, una vez que estaba distraído. Las habíaencontrado nudosas y negras y ahora pensaba que tomando lasde ella, tendrían un contraste de color y de salvajismo que meenorgullecía. Pero tampoco podía concretar la forma de lasmías porque el cuarto estaba oscuro. Además, me hubiera dadorabia prender la luz y mirarme las manos. Después queríaacordarme del color de los ojos de Irene, pero el verde que yoimaginaba no era justo, parecía como si le hubiera pintado losojos por dentro.

Esta mañana me acordé que en un pasaje del sueño, ella novivía sola, sino que tenía una inmensa cantidad de hermanos yparientes.

VII

Hace muchos días que no escribo. Con Irene me fue bien. Peroentonces, poco a poco, fue desapareciendo el misterio blanco.

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LA BARBA METAFÍSICA

a Venus González Olaza

I

Había una cosa que llamaba la atención de lejos: era una barba,un pito, un sombrero aludo, un bastón y unos zapatosamarillos. Pero lo que llamaba más la atención era la barba. Elportador de todo eso era un hombre jovial. Al principio daba laimpresión que sacándole todo eso quedaba un hombre comotodos los demás. Después se pensaba que todo eso no era tandespegable. El andar así era una idea de él y formaba parte deél porque las ideas de un hombre son la continuación delhombre. Todo eso era la continuación del espíritu de él. Élhabía creado esa figura y él andaba con su obra por la calle.Todo eso estaba juntito a él porque él lo había querido así.Todas esas cosas y él formaban una sola cosa.

II

Después se pensaba otra cosa: a pesar de que todo eso era deél; él lo había hecho con un fin determinado. Él sabía que esaidea de él influiría de una manera especial en el ánimo de losdemás. No había violentado la normalidad porque sí. No eratampoco el que se atreve a afrontar lo ridículo exponiendo unanueva moda. Tenía otro carácter: el recordar de pronto unamoda pasada. Además era más comprensible una moda pasadaque una moda nueva. Entonces nuestra imaginación volvía adespegarle la barba.

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III

Después ocurría que él triunfaba sin saberlo. A pesar denosotros saber que todo eso era de él y que él lo había hechocon un fin determinado, la barba tenía una fuerza subconscienteque él no había previsto y que no tenía nada que ver con él.Tenía más que ver con nosotros. Además de saber que la ideaera de él y que él lo hacía con el fin determinado, surgían unasviolentísimas ganas de saber cómo sería él sin barba, cómoserían las mandíbulas y la parte tapada de la cara. A cadamomento lo comparábamos con los demás hombres y laimaginación no se satisfacía en su manera de suponerlo sinbarba. El espíritu quedaba en una inquietud constante, pero labarba insistía. En la intimidad se esperaba el momento en quese lavara la barba para ver cómo era un hombre lavándose labarba. Esta curiosidad se satisfacía, pero después se la secaba,se la perfumaba y la barba insistía. Entonces seguía el misterio,y la constante inquietud del espíritu.

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DRAMA O COMEDIA EN UN ACTO Y VARIOS CUADROS

a los esposos Rojo Pintos

Personajes

JUAN (el esposo) JUANA (la esposa)MARÍA (hermana de Juana)

ESCENOGRAFÍA: Las paredes totalmente blancas. En elcentro dos sillones rojos. Se suceden los cuadros cambiandorápidamente los personajes sentados, de manera que el telónpermanezca bajo, el menor tiempo posible.

Cuadro I

JUAN Y JUANA

(Aparecen sentados: Juan a la izquierda, Juana a la derecha.En el desarrollo de toda la obra, ningún personaje demuestraexuberancia en el gesto ni en el movimiento: éstos sonsintéticos y sugestivos.)

JUANA: ¿Qué estás pensando?

JUAN: No te lo puedo decir.

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JUANA: Es la primera vez que me dices que no me lo puedes decir.

JUAN: Tengo mis razones.

JUANA: Un pretexto filosófico.

JUAN: ¿El no poder decírtelo ha de ser precisamente por mal?

JUANA: El no decirme una cosa que has hecho mal por hacerme bien,es hacerme más mal.

JUAN: El resultado de lo que tú piensas es hacerte mal, pero elresultado de lo que yo pienso es hacerte bien.

JUANA: Bueno, si es así, como tú dices, explícaselo a María, y si ellaestá conforme con el bien que me haces, estaremos de acuerdo.

JUAN: Bueno, se lo explicaré. Tú calcularás que ella te lo dirádespués. Yo también calculo eso, pero será muy sencillo paramí descubrir si te lo dijo, y mucho más sencillo el castigo: nodecirle nunca más lo que a ti no te puedo decir.

JUANA: ¿Cómo, entonces piensas volver a hacer este bien que yo no

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puedo saber?

JUAN: Tal vez.

Cuadro II

JUAN Y MARÍA

MARÍA:Juana me lo ha contado todo. Está muy disgustada porqueusted nunca le ocultó lo que pensaba. (Pausa) Bueno, entoncesdígame pronto ¿qué pensaba?

JUAN: Mire María, yo no pensaba nada.

MARÍA: ¡Ah! no se lo creo.

JUAN: Se lo contaré y me creerá. Lo que más nos encanta de las cosas,es lo que ignoramos de ellas conociendo algo. Igual que laspersonas: lo que más nos ilusiona de ellas es lo que nos hacensugerir. El colorido espiritual que nos dejan, es a base de unpoco que nos dicen y otro poco que no nos dicen. Ese misterioque creamos adentro de ellas lo apreciamos mucho porque locreamos nosotros. Hay personas que lo dicen todo y no nosdejan crear nuestro misterio. Una excepción son las personasmuy simples; nos hacen pensar que eso tan simple no son ellasy pasamos toda la vida pensando qué habrá en su interior. Yo

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soy de las personas que lo dicen todo y no dejan crear elmisterio. Yo quiero ilusionar a Juana y por eso quiero hacersurgir el misterio.

Cuadro III

JUANA Y MARÍA

JUANA: Bueno, entonces dime pronto.

MARÍA: Mira, Juan no pensaba nada.

JUANA: ¡Ah! eso sí que no te lo creo.

MARÍA: Te lo contaré y me creerás. Lo que más nos encanta de lascosas... (Le dice lo mismo que dijo Juan hasta donde se refierea él). Él es de las personas que lo dicen todo y no dejan crear elmisterio. Él quiere ilusionarte y por eso quiere hacer surgir elmisterio.

Cuadro IV

JUAN Y JUANA

JUANA: Yo tuve la culpa, le exigí mucho y ella me lo dijo. Estaba muy

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atormentada y me hizo mucho bien que me lo dijera.

JUAN:A mí me hizo mucho mal. (Se queda pensativo nuevamente).(Pausa).

JUANA: ¿Y ahora qué piensas?

JUAN: (Sonriendo). Ahora sí que no te lo puedo decir.

JUANA: Ahora quiero que me lo digas tú directamente.

JUAN: Tranquilízate, que no te lo diré.

JUANA: Se lo dices a ella una vez más. Te prometo que no le preguntarénada. (Pausa).

JUAN: Será la última vez que concedo. Pero conoceré igual, aplicaréel mismo castigo y lo aplicaré irremediablemente.

Cuadro V

JUAN Y MARÍA

MARÍA:

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Ella me exigió muchísimo y tuve que decírselo. (Pausa). Y porúltimo, ¿cómo hizo para volver a crear el misterio?

JUAN: Dije sonriendo, que ahora sí que no se lo podía decir.

Cuadro VI

JUANA Y MARÍA

JUANA: Bueno, entonces dime pronto.

MARÍA: Me volvió a decir que no era nada.

JUANA: Esta vez no te lo creo.

MARÍA: Te lo contaré y me creerás. Me dijo que sonrió como un nuevomedio para volver a levantar el misterio que yo había hechodesaparecer contándote.

Cuadro VII

JUAN Y JUANA

(Juan aparece más pensativo que nunca.)

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JUANA: ¿Qué estás pensando?

(Juan no contesta. Hace una seña con la mano como para queno lo molesten.)

JUANA: Bueno dime, dime ya.

JUAN: Mira, pensaba en negocios. (Con una manera de hablar fingidacomo dejando de lado el problema de responder.)

JUANA: No, no pensabas en negocios.

JUAN: (Fingiendo estar muy pendiente de lo que pensaba.) Sí, tienesrazón, pero después te cuento.

JUANA: No, ya ya.

(Juan queda completamente pendiente de lo que pensaba. Estavez no hace el menor caso.)

Cuadro VIII

JUAN SOLO:

Me di cuenta que María le había vuelto a decir. Me valí de este

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otro medio para crear nuevamente el misterio. (Pausa). Todoesto es muy interesante, me servirá para escribir una obra(Pausa). No. (Pausa). No porque si la escribo ella la lee yvuelve a caer el misterio.

TELÓN.

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