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lo que no ha impedidoque algunas novelas abiertamente volcadas a la educacin en valores estn extensamentedifundidas hoy en las escuelas secundarias. Este fenmeno, bajo las denominaciones literaturapara jvenes, juvenil, psicoliteratura, de transicin, o la irnica idea de "infartojuvenil" [1]lleg en los 80 para quedarse, gracias al slido encastre que se produce entre los intereses delmercado y el afn utilitario que caracteriza a la cultura escolar.un boom comercial, al ocupar un lugar vacante, ya que la reformaeducativa de 1995 desarm el repertorio de lecturas cannicas. Este movimiento, por un lado, abriun espacio interesante para los profesores en relacin con la seleccin de textos. Por otra parte,produjo la diseminacin del repertorio de lecturas comunes que tenamos los argentinos por el solohecho de haber cursado la escuela media.Bajo el rtulo de literatura juvenil se publicaron materiales muy diversos. Por ejemplo, la coleccinLa movida de Colihue [3], edit novelas breves vinculadas a gneros populares como el policial, elrelato de terror y la ciencia ficcin, intercalando pginas ilustradas en el estilo de las historietasHay quienes defienden el gnero [4] y lo consideran justificado, hay otros como Bombini y Lpezque, como hemos visto, en una crtica severa a este tipo de textos, lo caracterizan como ahistrico,descontextualizado y desficcionalizado, porque est constituido por historias realistas que nose insertan en las series literaria y social, por un lado, y por otro, el trabajo lector, en general, esmnimo porque los jvenes se hallan frente a textos que muchas veces parecen el relato de su propia vida, o en los que emergen sus problemticas o temas de inters, se elige la primera persona, el registro escrito se acerca al oral, a la jerga adolescente, la polisemia de los textos no existe y el trabajo sobre el lenguaje es mnimo.En nuestro intento por llegar a una caracterizacin de la novela juvenil, fenmeno editorial, corpusad hoc, agregamos otros rasgos aportados por Gemma Lluch Crespo, quien emplea el trminopsicoliteratura para referirse al tipo de textos que cuestionaran Lpez y Bombini. Esta crticacatalana destaca la tendencia a enfatizar el tratamiento de problemticas como el bullying, laanorexia, el abuso de drogas, etc. (de donde deriva la denominacin de psicoliteratura), as comola obvia finalidad de difundir los valores considerados polticamente correctos: tolerancia, cuidadodel medio ambiente, etc. [5]. Otro rasgo que seala Lluch Crespo es la fuerte intertextualidad de lasnovelas juveniles con series de televisin y pelculas destinadas a pblico adolescente. Esta autoraconsidera que el tipo de textos que analiza corresponden a una literatura de transicin entre lainfantil y la literatura a secas. Deja abierto el interrogante acerca de si el pasaje se efectarealmente o si, por el contrario, la psicoliteratura contribuye a formar un lector perezoso, pocodispuesto a enfrentar textos ms desafiantes.Pero si se trata de pensar en textos que actenPero si se trata de pensar en textos que acten como transicin entre la literatura infantil y laliteratura a secas, por qu no recurrir a la literatura popular, en lugar de recurrir a un corpus adhoc? Charles Sarland considera que el canon escolar debera basarse en la literatura popular poneejemplos como La niebla, de James Herbert o Carrie, de Stephen King y fundamenta su proposicinen la productividad que los estereotipos tendran, en la medida en que recurren a los conocimientosque los lectores tienen sobre el mundo y sobre otros textos y entran en relacin intertextual con elcine que consumen los adolescentes (2003).En el marco de esta intertextualidad con el ciNo obstante, ms all de estereotipos, estrategias editoriales y demandas del campo escolar, msall de los nuevos modos de leer, en intertexto con otros lenguajes y con campos extraliterarios,siempre resulta problemtico el uso del trmino literatura juvenil, en tanto que encierra unaheterogeneidad tal que termina por carecer de un referente identificable.Aquellas categorasque formularan Lpez y Bombini pueden seguir vigentes para cierta produccin actual, pero elcampo se ha expandido y es ms complejo revisar las publicaciones para lectores adolescentes, conlas que se pueden construir series literarias que problematizan el gnero, la escritura, el horizontedel lector, lo literarioEn los noventa el corpus publicado como juvenil, en general, responda a la llamadapsicoliteratura, que an hoy se sigue editando o escribiendo, con la fuerte impronta del mercado.Sin embargo, ahora asistimos a una etapa de produccin y circulacin de textos que no se encuadrandentro de esa categora, que resultan heterogneos, difciles de encerrar dentro de los parmetrosms o menos rgidos de una determinada coleccin, libros que podramos llamar de borde, porhallarse en una zona hbrida, y que muchas veces nos hacen pensar que si no fuera por la presenciade marcas paratextuales tanto podran dirigirse a un lector adolescente cuanto a uno adulto.Para dar cuenta de la complejidad que caracteriza actualmente al campo de lo editado con el rtulode literatura juvenil, comentaremos brevemente cuatro casos, con los interrogantes que nosplantean o las perplejidades que nos generan:

a) La serie de novelas que ficcionalizan hechos de nuestra historia reciente: la dictadura militar y susecuela de desapariciones, apropiacin de nios, etc. Se trata de una serie que pone en crisis la nocin de deshistorizacin, aplicada en los 90 por Lpezy Bombini a la novela juvenil en auge por aquellos aos, una de cuyas caractersticas era la detranscurrir siempre en un perodo histrico contemporneo pero sin referencias a ningn contextohistricosocial determinado.especfica para jvenes se sostiene y que, ms all de las posturas crticas, se vende, se lee y constituye un corpus muy heterogneo.campo se ha expandido y es ms complejo revisar las publicaciones para lectores adolescentes, conlas que se pueden construir series literarias que problematizan el gnero, la escritura, el horizontedel lector, lo literario

no resulta sencillo reconocer cules son lasnormas que rigen el campo de la literatura juvenil. El gnero, dice tambin Derrida, implica un rasgoen comn. Pero el problema para este campo productivo sera definir el rasgo en comn que lo aglutina. En los noventa el corpus publicado como juvenil, en general, responda a la llamadapsicoliteratura, que an hoy se sigue editando o escribiendo, con la fuerte impronta del mercado.Sin embargo, ahora asistimos a una etapa de produccin y circulacin de textos que no se encuadrandentro de esa categora, que resultan heterogneos, difciles de encerrar dentro de los parmetrosms o menos rgidos de una determinada coleccin, libros que podramos llamar de borde, porhallarse en una zona hbrida, y que muchas veces nos hacen pensar que si no fuera por la presenciade marcas paratextuales tanto podran dirigirse a un lector adolescente cuanto a uno adulto.Se trata de una serie que pone en crisis la nocin de deshistorizacin, aplicada en los 90 por Lpezy Bombini a la novela juvenil en auge por aquellos aos, una de cuyas caractersticas era la detranscurrir siempre en un perodo histrico contemporneo pero sin referencias a ningn contextohistricosocial determinado.Se preocupa como esta escritoSin embargo, nos preguntamos si la proliferacin de novelas juveniles que abordan desde distintosngulos esta temtica no tendr que ver con algn imperativo pedaggico del tipo: Hay que escribirhistorias para que los chicos sepan lo que pas y as el horror no se repita nunca ms. O, peor an: Hay que escribir historias que les sirvan a los profesores para hablar con los adolescentes acerca dela dictadura y la cuestin de los derechos humanos. Si realmente existe una demanda de este tipo,podemos prever que, ms que una serie de textos de variada calidad literaria, lo que sigue puede seruna avalancha de relatos mediocremente resueltos, pero polticamente correctos. Ms de lo mismo.

b) Los libros en los que aparecen nuevas representaciones sobre la infancia y la adolescencia, en loque podra llamarse el ciclo post crisis del 2001, con la aparicin de personajes atravesados por lasconsecuencias de las polticas neoliberales de los 90:Si los circuitos por donde se difunde la novela juvenil se superponen casi exactamente con losprimeros aos de la escuela secundaria, estos libros no apuntan siempre a una rpida y fcilidentificacin, a travs de la construccin de mundos que funcionen de modo especular en relacincon los lectores; mundos poblados por adolescentes de clase media que van a la escuela, susconflictos familiares, amistades y primeros amores, etc. Al contrario, proponen miradas sobre lasvidas de seres atravesados por la pobreza y la exclusin social, ficcionalizando la realidad ms cruda,a travs de procedimientos de representacin que exigen del lector un trabajo ms intenso no slopor los temas.Resulta un cambio saludable para el campo que nos ocupa la aparicin de textos que entienden deotro modo el realismo, inscribindose as en una tradicin que comprendi la literatura comocompromiso con la tarea de dar voz a quienes permanecen silenciados, sin apelar a la conmiseracindel lector (a lo Oliver Twist) y enfocando lo individual en el marco ms amplio de lo social.preguntas que nos hacen los mediadores que, de algn modo nos obligan aproblematizar tambin este fenmeno. Una de las ms frecuentes: sta no sera tambin unaliteratura que busca guiar a los lectores hacia ciertas conclusiones, en este caso no de tipomoralizante, pero s polticas, ideolgicas?Qu argumentar, ante esta observacin? Primero, una potica de autor es, tambin, una posicinpoltica, explcita o implcita. La cuestin es si eso deriva en un panfleto o en un texto literario.Segundo, siguiendo a Jorge Larrosa (2000), podemos pensar que existe la novela pedaggica, perotambin la pedagogizacin de la novela, proceso en el que juegan los modos de leer y lasmediaciones en torno a los textos y entonces no slo es una cuestin de seleccin de textos.Otra pregunta que se suele plantear es qu ocurre cuando la realidad representada en los libros essimilar a la que padecen los eventuales lectores? O, dicho de otro modo, es vlido elegir textossobre chicos pobres, excluidos, vctimas de diversos tipos de violencia, cuando trabajamos en uncontexto similar?No lo sabemos. S parece importante que los profesores ofrezcamos textos variados, sin tratar dehomogeneizar el corpus en funcin de las caractersticas de determinada comunidad de lectoresporque: Todos podemos probar leer lo que sea (Dalmaroni, 2011:5). Los antiguos libros para nios,algunos de ellos libros de lectura que se usaban en la escuela, hablaban de un nio como t. Talvez ahora no estamos tan seguros de saber cmo son los chicos y, menos an, qu pasa cuando seencuentran con los textos. Un poco de azar, el azar de los encuentros, forma parte, sin duda, de lacoincidencia feliz que tanto buscamos y slo a veces se produce.

c) En los ltimos aos, dentro del gnero fantasa heroica, representado principalmente por lasnovelas de Tolkien (El seor de los anillos), C. S. Lewis (Crnicas de Narnia) y Ursula Le Guin (Unmago de Terramar), se ha abierto un espacio para las sagas latinoamericanas. Este fenmenocomenz con la triloga de Liliana Bodoc La saga de los confines, cuya primera parte se public en el2000:

d) El ltimo caso que vamos a considerar es el del libro lbum [10], que comienza a circulartmidamente en la escuela secundaria, de la mano de docentes innovadores, en muchos casoscoleccionistas ellos mismos de estos objetos semiticos complejos, que generan lecturas mltiples,variadas y, a veces, sorprendentes. Citaremos algunos ejemplos:Estos libros suscitan en los adultos la pregunta: Pero son para chicos o para grandes?,interrogante difcil de responder, a pesar de que muchos de ellos tienen una indicacin paratextualque apunta a la edad de los lectores previstos. Libros que perturban por su anomala, sumonstruosidad, al decir de Derrida (1980:23).Como entusiastas difusoras del librolbum la primera galera de arte como dijera Istvan, podemosdar fe de que su lectura desafa a los lectores y saca a relucir toda la agudeza de la que son capaces.Siempre nos hacen notar algo nuevo, algo que no habamos visto a pesar de las mltiples ocasionesen que los lemos.5. A modo de cierreA partir de los casos que hemos analizado, podemos postular que el espacio que desde el campoacadmico se suele considerar homogneo y articulado principalmente a lo pedaggico, resulta serde una enorme heterogeneidad y atravesado por cuestiones que tienen que ver con la literatura, laescuela y el mercado.En consecuencia, consideramos que lo que se ha colocado bajo el amplio rtulo de literatura juvenilmerece una exploracin exhaustiva por parte de los docentes, as como trabajos de investigacindesde el campo de la crtica. Es posible que este objeto de estudio requiera escrituras de borde(Gerbaudo, 2006: 61) para dar cuenta de l, escrituras que, como hemos pretendido con estetrabajo, se ubiquen en el cruce de las disciplinas: la crtica literaria, la didctica, la etnografa y en elconsabido debate que nunca debe terminar sobre la formacin de lectores en la escuela.