Lipset, Seymour Martin. Qué Ha Ocurrido Con El Proletariado

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  • Publicado en... Encounter, 1981

    Qu ha ocurrido con el proletariado?

    por Seymour Martn Lipseit

    Con el siguiente texto reanudamos la seccin Escrito en... iniciada en el nmero segundo de CUENTA Y RAZN con el propsito de proporcionar al lector artculos muy significativos publicados en revistas extranjeras de propsitos semejantes a la nues-tra y que, producto de una reflexin doctrinal de altura, pueden, sin embargo, tener una muy directa incidencia sobre el presente.

    En este nmero presentamos un interesante artculo procedente de la revista inglesa Encounter, que es quiz la de mayor prestigio intelectual, dentro de una trayectoria ideolgica liberal y democrtica, de las que en aquel pas se publican. Encounter, diri -gida en la actualidad por Melvin J. Laski y Anthony Thwaite, aparece mensualmente y en ella estn presentes las preocupaciones literarias, polticas y culturales ms diversas.

    El artculo que ofrecemos al lector se refiere a un problema cardinal en la interpreta-cin marxista de la historia: el del papel de las clases, y ms concretamente del proleta -riado, como motor de la historia. Frente a lo aducido por Marx, la realidad es que en los pases democrticos el papel de la pertenencia a una clase social en la determinacin del voto es decreciente; por el contrario, existe una nueva izquierda que pertenece a los estratos ms privilegiados de la sociedad y cuyos intereses con frecuencia tienen poco que ver con aquellos que tienen menor nivel econmico o cultural. En los pases socialistas no ha desaparecido el dominio de una clase y es precisamente en ellos donde ms sentido tiene la resistencia al poder de la oligarqua encaramada en el poder.

    Seymour Martin Lipset es uno de los principales socilogos norteamericanos. Su libro Political Man puede ser considerado como un clsico en la sociologa poltica contem-

    Muchas de las recientes discusiones so-bre poltica de sociedades industriales o posindustriales avanzadas se han centrado en la emergencia de una oposicin inte-lectual, basada en la clase con educacin superior, que se asemeja en su comporta-miento a la clase intelectual del imperio zarista o las naciones menos desarrolladas. Este grupo parece ser ahora el agente de cambio ms dinmico, asumiendo el papel asignado por el marxismo al proletariado. En 1960 C. Wright Mills escribi criti-cando severamente a aquellos que conti-nan considerando a la clase trabajadora

    como una agencia de continuidad del cambio radical. No ahorr palabras al se-alar la evidencia histrica realmente im-presionante que ahora permanece frente a esta expectativa... un legado del mar-xismo Victoriano que ahora es bastante irreal. Propuso que aqullos en el ala izquierda dirigiesen su atencin hacia el aparato cultural, los intelectuales, como un posible e inmediato medio de cambio radical.

    Esta prdida de fe en la clase trabaja-dora de la sociedad tecnolgicamente avanzada fue motivada por su relativa pa-

    Cuenta y Razn, n. 4 Otoo 1981

  • sividad poltica, y esto, irnicamente, ha sido contrarrestado por el comportamiento de los trabajadores en la Europa Oriental, desde la revuelta en la Repblica De-mocrtica Alemana, en 1953, a las huel-gas polacas en 1980. En qu medida persisten, a finales del siglo xx, las creen-cias marxistas respecto a la relacin entre desarrollo econmico y poltico y la lucha del proletariado por conseguir el socialis-mo? Para evaluar la utilidad del anlisis marxista, uno debe distinguir entre Marx como un revolucionario milenario, conven-cido del resultado de la lucha de clases bajo el capitalismo, y Marx el socilogo, cuyas propuestas y metodologa analtica siguen proporcionando ideas importantes, aun cuando los acontecimientos han desa-fiado severamente sus expectaciones pol-ticas. Hacer esto implica mirar a la clase poltica en relacin con la industrializa-cin a la luz de un reconocimiento de que el sistema de estratificacin y la lu-cha de clases se ven profundamente afec-tadas por el perodo tecnolgico del mo-mento (bien sea preindustrial, industrial o, como muchos pases son hoy da, pos-industriales). Este artculo trata de las suposiciones marxistas acerca de la rela-cin econmica y la poltica de las nacio-nes industrializadas. Luego se convierte en una discusin sobre los efectos de la tec-nologa posindustrial sobre el conflicto poltico. Finalmente, se hace un examen de algunas consecuencias de la nueva des-igualdad en las naciones socialistas.

    MATERIALISMO HISTRICO Y

    LUCHA DE CLASES

    El concepto de Marx acerca del mate-rialismo histrico se centra en su teora de cambio social. Asume que las fuerzas econmicas y tecnolgicas son principal-mente la base, y que la poltica y los valores son funcionalmente derivativos, la superestructura. Basado en esta su-posicin, crea que el movimiento socia-lista, y finalmente la revolucin prole-taria, se desarrollara con el crecimiento de la industrializacin capitalista. La ex-periencia comn de la explotacin econ-mica conducira a los trabajadores hacia

    la conciencia de clase y la compren-sin de que ellos deban unirse para derrocar al capitalismo. La prediccin de que el socialismo era inevitable se basa-ba en la creencia adicional de que los trabajadores se convertiran en la gran mayora de la sociedad industrial, y que una vez esta mayora tomase conciencia de clases, triunfara necesariamente. Des-de luego, el argumento se afianz por la concepcin econmica de Marx, que ale-gaba que el capitalismo, como sistema econmico, se desmoronara una vez que haya llevado a la sociedad a un nivel elevado de industrializacin.

    Siguiendo esta lgica, Marx crey que la sociedad ms desarroada debera tener el ms avanzado sistema de clases y rela-ciones polticas. Tal y como l lo expuso, en El Capital, el pas que est ms des-arrollado industrialmente slo muestra a los menos desarrollados la imagen de su propio futuro.... Esto significaba que el socialismo como un movimiento y, final-mente, como un sistema social, surgira con mayor fuerza y triunfara primero en el pas capitalista ms desarrollado, que, desde finales del siglo xix en adelante, era Estados Unidos.

    Muchos marxistas, por tanto, repetida-mente miraban hacia Amrica como el pas que mostrara a otros el camino del socialismo, a pesar de la evidente debili-dad de los partidos socialistas en Estados Unidos. Como Howard Quint seala:

    Descubrieron que de todos los pa-ses en el mundo, Estados Unidos era el ms maduro para el socialismo, no slo a la luz de la ley marxista refe-rente al desarrollo econmico, sino tambin por la opinin expresa de Friedrich Engels.

    KarI Kautsky, considerado el principal terico marxista en el Partido Social De-mocrtico Alemn, anunci en 1902:

    Amrica nos muestra nuestro futu-ro, en cuanto a que un pas puede re-velarlo todo a otro.

    El elabor este punto de vista en 1910, anticipando la agudizacin del conflicto de clases ms firmemente all que en

  • cualquier otra parte. El marxista britni-co H, M, Hyndman seal en 1904 que:

    As como Norteamrica es hoy da el pas ms avanzado, econmica y so-cialmente, tambin ser el primero en el que el socialismo encontrar expre-sin abierta y legal.

    Werner Sombart puso de relieve este punto en su libro Por qu no hay socia-lismo en Estados Unidos? (1906).

    Si ... el socialismo moderno siguie-se como una reaccin necesaria contra el capitalismo, el pas capitalista con desarrollo ms avanzado, es decir, Es-tados Unidos, sera al mismo tiempo el que proporcionara el ejemplo cl-sico del socialismo y su clase trabaja-dora sera la que apoyara los movi-mientos socialistas ms radicales.

    Mximo Gorki (que apoy a los bol-cheviques rusos desde 1903 en adelante) escribi en 1906 sobre su conviccin de que el socialismo se realizara en Esta-dos Unidos antes que en cualquier otro pas del mundo. August Bebel, el lder de los socialdemcratas alemanes (en-una entrevista con el peridico socialista ame-ricano Appeal io Reason), manifest in-equvocamente en 1907: Ustedes los americanos sern los primeros en intro-ducirse en una repblica socialista. Su creencia en un momento que su partido era ya un movimiento de masas con muchos miembros en el Reichstag, pero el Partido Socialista Americano obtuvo menos del 2 por 100 de los votos,, se basaba en el hecho de que Estados Unidos estaba muy por delante de Ale-mania en desarrollo industrial. Reiter esta opinin en una segunda entrevista en 1912, cuando la discrepancia entre la fuerza de los dos movimientos era an mayor, diciendo que Amrica sera la primera nacin que declarase una 'Coni-monwealth cooperativa'. El socialista francs Paul Lefargue, que era el yerno de Marx, parafrase a ste en su libro sobre Amrica afirmando que el pas in-dustrialmente ms avanzado muestra a aquellos que le siguen en la escala indus-trial la imagen de su propio futuro.

    Los marxistas americanos, si bien ms conocedores de los problemas que afron-taba su movimiento que sus camaradas europeos, reconocieron que las suposicio-nes del materialismo histrico requeran que Estados Unidos estuviese al mando. Por tanto, en el Congreso de la Interna-cional Socialista en Amsterdam en 1904, al que asistieron representantes de los partidos europeos ms fuertes, el lder del Partido Socialista del Trabajo, Daniel Le Len (considerado por Lenin como el nico creativo terico marxista americano) coment que, tomando en consideracin slo ciertos principios cardinales, no pue-de negarse la conclusin de que Amri-ca es el teatro en donde la cresta del capi-talismo se rompera primero por la cimi-tarra del socialismo.... Poco despus, Le Len proclam en la Convencin de Tra-bajadores Industriales del Mundo (IWW): Si mi lectura de la historia es correcta, la profeca de Marx se cumplir y Amrica anunciar la cada del capitalismo en todo el mundo.

    El deseo de ver confirmadas sus antici-paciones tericas llev a los marxistas a sacar conclusiones entusisticas, pero in-evitablemente exageradas, de que los tra-bajadores americanos finalmente desperta-ban, y que un movimiento de masas socialista estaba en marcha. Sin embargo, estas expectativas se malograron. Max Beer, cuyos cincuenta aos de carrera en el socialismo internacional inclua la par-ticipacin en los partidos austracos, ale-manes y britnicos, describi la ansiedad y la perturbacin creada por la debilidad del socialismo en Amrica antes de la primera guerra mundial:

    La postura del obrero americano pareca mantenerse firme como una contradiccin viva de la teora marxis-ta de que la concentracin de la pro-duccin capitalista y concomitante pro-letarizacin de las masas, estaba nece-sariamente ligada a las luchas de cla-ses y a la formacin de un movimiento laborista independiente, con propsitos y fines socialistas... Era defectuosa la generalizacin u operaban fuerzas que lo neutralizaban?

    El problema tratado por Beer est vi-

  • gente todava, si bien desde 1917 y la Re-volucin rusa se ha hablado poco acerca de las implicaciones para la teora mar-xista de la debilidad del socialismo en Estados Unidos. En efecto, los marxistas de nuestros das simplemente han optado por ignorar las claras implicaciones del materialismo histrico. Una excepcin fue Len Trotsky, quien explcitamente afront el tema. Coment la manifestacin de Marx relativa a que el pas ms desarro-llado slo muestra a los menos des-arrollados la imagen de su propio futuro y luego escribi: Bajo ninguna circuns-tancia puede tomarse literalmente este pensamiento. Como hemos visto, los marxistas s lo tomaron literalmente antes de 1917.

    Si consideramos la lgica implcita en un marxismo sociolgicamente apoltico, y volvemos a la proposicin de que el pas ms avanzado muestra a los me-nos desarrollados la imagen de su pro-pio futuro, entonces debera desprenderse igualmente que las relaciones sociales, po-lticas e ideolgicas que realmente han surgido en Estados Unidos, deberan mos-trar a otros pases cmo se desarrollarn ellos. La poltica americana, lejos de ser retrgrada y retrasada, comparada con la poltica europea, debe ser conside-rada como la ms avanzada. Otros pases debern comenzar a parecerse a Estados Unidos a medida que se convierten en industrializados y opulentos, en lugar de que Amrica adopte las formas de los pases menos industrializados y pobres.

    Este no es el momento para hacer un anlisis de por qu no hay socialismo en Estados Unidos. Sin embargo, vale la pena anotar que la evidencia y los ar-gumentos presentados por un gran nmero de estudiosos sugieren que la poltica de clases socialista, tal y como se ha des-arrollado en Europa, era menos una con-secuencia de las relaciones sociales capi-talistas que de la sociedad preindustrial, feudal, que explcitamente estructuraba las relaciones de acuerdo con las clases sociales fijas, casi hereditarias. De ah que la incipiente clase trabajadora reaccionara contra el mundo poltico en aquellos tr-minos. Walter Dean Burnham ha resumi-do brevemente esta tesis general:

    Sin feudalismo, no hay socialismo: con estas cuatro palabras uno puede resumir las realidades socioculturales bsicas detrs de la poltica electoral americana en la era industrial.

    Las grandes conmociones sociales de la temprana y rpida industrializacin de las sociedades que dieron por buenas las clases trajeron consigo la accin poltica de la clase trabajadora. Y como Lenin, Kautsky y otros han comentado, muchos de los partidos de la clase trabajadora europea surgieron en la lucha por la de-mocracia, un factor ausente en el caso americano, donde los trabajadores se be-neficiaban del regalo gratuito del voto. A medida que las naciones industrializadas prosperaban econmicamente, espe-cialmente despus de la segunda guerra mundial, los rgidos esquemas preindus-trales de clases sociales se desmoronaron gradualmente en la mayor parte de Europa. Este desarrollo debilit la correlacin entre posicin de clases y lealtad al partido. Los partidos socialistas se alejaron del marxismo para convertirse ms en una especie de abarca todo, con el fin de apelar ms all del sistema de clases, es-pecialmente a la nueva y naciente clase media. Este fenmeno ha sido documenta-do para muchos partidos europeos socia-listas y socialdemcratas.

    Es posible argumentar que las "Suposi-ciones de un marxismo sociolgicamente apoltico hayan sido confirmadas. Las for-mas ms explcitas de concienciacin de las clases que existen en Europa han ido declinando, y las clases son menos impor-tantes de lo que en otra ocasin fueran como origen de lucha poltica en una so-ciedad industrialmente avanzada. El gr-fico muestra la tendencia de la votacin de las clases en Suecia, Alemania, Gran Bretaa y Estados Unidos desde el ao 1962 al ao 1980. Por tanto, cuanto ms elevado sea el nmero, mayor ser la co-relacin ente las clases y preferencias de partido. Como indica el grfico, se ha ex-perimentado un perceptible declive en la votacin clasista en un nmero significati-vo de pases industrialmente avanzados.

    A mediados del ao 19'60, el marxista americano Herbert Marcuse apunt que la etapa histrica indicaba que el capitalis-

  • NDICE ALFORD DE VOTO DE ACUERDO CON LA CLASE SOCIAL

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    Aos 48 50 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 72 74 76 78 80

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    Tendencia en la votacin de las clases en cuatro democracias occidentales, 1948-1980

    mo desarrollado haba eliminado la mni-ma posibilidad de una protesta radical de las clases trabajadoras.

    ... En el mundo capitalista existen an clases bsicas (capitalistas y traba-jadores)..., pero un inters abrumador por la conservacin del statu quo in-dustrial une a los antiguos antagonis-tas en las reas ms avanzadas de la sociedad contempornea.

    Los marxistas franceses Lucien Gold-man y Henri Lefbvre criticaron a Mar-cuse argumentando que su interpretacin no era correcta, puesto que no es de apli-cacin a pases europeos; pero es posible que su anlisis pueda ser cierto en el caso de Amrica.... Marcuse replic con la clsica postura histrica y materialista marxista: Puesto que los Estados Unidos estn econmicamente ms avanzados que

    los pases europeos, no pasar mucho tiempo antes de que el fenmeno ... se extienda a Europa Occidental.

    Desde luego, uno podra apuntar el he-cho de que los partidos que se autodeno-minan marxistas tienen poder en muchos pases, y an existen partidos de masas marxistas (comunistas) en algunos pa-ses occidentales industrializados. Pero co-mo sabemos, las revoluciones comunistas han tenido xito en las sociedades agra-rias preindustriales, en la Rusia zarista, en China, en Vietnam. Los grandes par-tidos comunistas en Europa se arraigaron primeramente en las naciones de la Euro-pa Occidental y Meridional, econmica-mente retrasadas, especialmente Francia e Italia. El marxismo evidentemente fall o ha declinado mucho en las naciones ms industrializadas del Norte de Europa.

    No se ha jugado una broma ms cruel en la historia, y ninguna teora ha errado

    Suecia

    USA

  • ms que el marxismo, ya que se convir-ti en el estandarte de los movimientos en las sociedades predominantemente ru-rales. Como Marcuse seal en An Essay on Liberation (1969), la revolucin no est en la agenda de los Estados occi-dentales industrialmente ms avanzados, mientras que el factor subjetivo (el apoyo y participacin de las clases que son la base de la produccin) necesario slo coincida en las reas grandes del Tercer Mundo. La premisa fundamen-tal de Marx ha sido totalmente refutada por la historia; regmenes identificados como socialistas o comunistas han llegado al poder a hombros de los campesinos de las economas pobres, subdesarro-lladas. Han tenido lugar revoluciones socialistas, pero no han sido revoluciones de Marx.

    Debera anotarse, desde luego, que Marx (y muchos otros) tenan razn al asumir que la ocupacin sera un determi-nante de la orientacin poltica y organi-zacin de clases en la sociedad industrial. En todas las naciones democrticas, inclu-yendo Estados Unidos, ha habido una correlacin entre el status socioeconmico, creencias polticas y votacin. Los menos privilegiados han sostenido partidos que han pugnado por una mayor igualdad y proteccin, a travs de la intervencin gu-bernamental frente a los esfuerzos de la economa de libre mercado. Los sindica-tos han ganado poder en todas las nacio-nes industrializadas. El Estado se ha he-cho ms poderoso y ha empleado su poder en redistribuir la riqueza y la renta.

    Pero tal poltica no es la poltica de Marx. La presencia de partidos y sindica-tos representando a los menos privilegia-dos en la poltica democrtica ha servido para estabilizar a estas sociedades, real-mente ha ayudado a ganarse la lealtad del proletariado hacia su sistema nacio-nal. Parafraseando a Disraeli, los trabaja-dores han sido ngeles de mrmol, han sido los presuntos sostenedores ms bien que enterradores del capitalismo.

    SOCIEDAD POSINDUSTRIAL

    Los cambios en las clases y relaciones polticas de las sociedades desarrolladas

    pueden analizarse dentro del marco de un marxismo apoltico; es decir, la supo-sicin de que el nivel de tecnologa deter-minar sus formas. Algunos analistas con-temporneos han sugerido que estos siste-mas estn pasando a una nueva etapa, que por falta de un calificativo mejor, la denominan posindustrial.

    Estas sociedades son posindustriales de-bido a las tendencias analizadas por Marx, incrementando la implicacin de la fuerza laboral en el aparato de la produc-tividad industrial; el crecimiento de fbri-cas, grandes granjas, etc., ha concluido. Las ocupaciones del sector terciario estn aumentando ms rpidamenteque los pues-tos productivos. La proporcin (y en al-gunos pases, el nmero absoluto) de tra-bajadores manuales est declinando. Los puestos en auge son los administrativos, tcnicos, profesionales, cientficos y los orientados a servicios. La estructura de clases se asemeja ahora a un diamante sobresaliendo en medio, ms que a una pirmide. Se precisan niveles de educacin elevados para tales economas y el nmero de estudiantes ha aumentado considera-blemente. Las actividades de educacin, ciencias e intelectuales se han hecho ms importantes.

    Los escritores occidentales (Daniel Bell, Zbigniew Brezezinski, John Kenneth Gal-braith y Alain Touraine), as como los acadmicos del Este (Radovan Richta y sus colegas en la Academia de Ciencias Checoslovaca, y analistas soviticos como P. N. Fedoseev, V. G. Afansyev y V. Ko-solapov) han sealado el alcance al que ha llegado el conocimiento terico y cien-tfico, habindose convertido en la prin-cipal fuente del cambio social y econmi-co, alterando la estructura, valores y cos-tumbres sociales. Esta es una evolucin que ha dado considerable prestigio y poder a la lite cientfica y tecnolgica. Los estudiantes soviticos y lderes polticos hablan de la revolucin cientfico-tecno-lgica, un concepto estrechamente empa-rentado con la sociedad posindustrial. En las palabras del socilogo ruso P. N. Fe-doseev:

    Una arrolladura transformacin cua-litativa de las fuerzas productivas co-mo resultado de que la ciencia se haya

  • convertido en el factor principal del desarrollo de la produccin social...

    Richta y sus colegas apuntaron en 1968 que:

    La ciencia emerge como la princi-pal variable en la economa nacional... Existen signos de un nuevo tipo de crecimiento, con un nuevo y dinmi-co motor producido por los continuos cambios estructurales en las fuerzas productivas, siendo el porcentaje de medios de produccin y potencial hu-mano menos importantes que el cam-bio de calidad y grado de utilizacin.

    Insistieron en un relativo descenso en la cuanta del trabajo absorbido por la industria y actividades asociadas y la perspectiva de que el sector terciario abar-cara del 40 al 60 por 100 de la fuer -za laboral nacional en los pases industria-lizados, en las prximas dcadas, como ya es el caso en Estados Unidos. Alain Tou-raine (que sigue siendo un defensor de la izquierda en Francia) sugiere que la base del poder occidental ha cambiado como resultado de estas tendencias.

    Si la propiedad era el criterio para ser un socio de la antigua clase domi-nante, la nueva clase dominante se define por su conocimiento y cierto nivel de educacin.

    Muchos de los anlisis de la sociedad posindustrial pueden parecer congruentes con (o derivados de) la orientacin mar-xista del materialismo histrico que est basado en la premisa metodolgica de que el factor de determinacin principal en el desarrollo social es el cambio en la estruc-tura tecnolgica, que las superestructu-ras culturales y polticas varan con la base de nivel tecnolgico. Esto no es sor-prendente, puesto que un nmero de figuras clave en este tipo de acercamiento han sido socialistas o neomarxistas (por ejemplo, Bell, Galbraith, Touraine y Rich-ta). Los estratos emergentes de la posin-dustrializacin, cuyas races se hallan en la universalidad, los mundos cientficos e intelectuales, han desarrollado sus propios

    valores. Segn Ronald Inglehart, estos valores posindustriales (clasificados co-mo posburgueses en su frmula original) estn relacionados con las necesidades de autoactualizacin (sensitiva, intelectual, posesiva y apreciativa). Estos valores se manifiestan en un deseo por una sociedad menos impersonal, ms abierta, ms culta, una vida ms personal y libre, y la demo-cratizacin del trabajo poltico y la vida comunitaria. Tales preocupaciones se en-frentan con aquellas que dominan entre las clases tradicionales de la sociedad in-dustrial, que han estado ms preocupa-das en satisfacer las necesidades mate-riales., es decir, el sustento y la seguri-dad. Para gentes con estos objetivos, las preocupaciones ms prominentes son un elevado standard de vida, una economa estable, crecimiento econmico, una vida familiar duradera, combatir el crimen, mantener el orden.

    Otro estudioso de los cambios en los valores, Scott Flannagan, ha reconceptua-lizado y ampliado las distinciones. Sugiere que la tecnologa avanzada ha conducido a un cambio desde la conciencia tradicio-nal a la conciencia libertaria, cambiando a lo largo de cuatro dimensiones: frugali-dad frente a autoindulgencia, pietismo frente a secularismo., conformidad frente a independencia y devocin a la autoridad frente a la autoagresividad. Se ha obser-vado que estos cambios de valores es-tn relacionados con el clima general de afluencia y ausencia de guerras importan-tes. Las generaciones que alcanzaron la mayora de edad durante la segunda pos-guerra mundial mantienen diferentes va-lores que sus antiguas cohortes, que su-frieron por la escasez econmica y experi-mentaron depresiones econmicas severas y conflictos internacionales.

    Aun cuando existe un efecto general, es obvio que los valores posburgueses son mucho ms corrientes entre los individuos mejor educados y ms ricos.

    Estas teoras son importantes, a pe-sar de que algunas de sus suposiciones acerca del declive de las preocupaciones materialistas pueden ponerse en tela de juicio. Alan Marsch, en un anlisis obte-nido de datos britnicos, seala que los posmaterialistas no son personalmente

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  • antimaterialistas. Sus investigaciones no muestran diferencias entre los materialis-tas y los posburgueses sobre las preocupa-ciones acerca de no tener dinero sufi-ciente o deudas financieras o necesidad de tener un ingreso adicional. Lo que di-ferencia a los dos grupos es simplemente sus ideologas polticas, no su actitud ha-cia el materialismo.

    Los grupos posburgueses (observa Marsch) se distinguen de los adquisitivos por su relativa juventud, riqueza, educa-cin y por su preocupacin por las ideo-logas.

    LA POLTICA

    DE LA POSINDUSTRIALIZACION

    Prescindiendo del trmino que se le pueda dar a este cambio en la orienta-cin, es obvio que ha afectado profunda-mente al campo poltico.

    Las implicaciones polticas de esta hi-ptesis son significativas. Primero, impli-can que la ascendiente prosperidad no conseguir acabar con los conflictos pol-ticos, como la tesis fin de ideologa pareca prometer, aun cuando dicha tesis era parcialmente correcta respecto a que la prosperidad creciente aparentemente s traa consigo un declive de las formas tradicionales del conflicto social de clases. Lo que esta tesis no anticip, sin embar-go, era que los nuevos campos para los conflictos probablemente surgiran como nuevas metas en primer plano (Ingle-hart).

    La divisin poltica bsica de la socie-dad industrial era materialista, una lucha por la distribucin de la riqueza y la renta que existe hombro a hombro con los continuos conflictos religiosos, tnicos y regionales, supervivientes del mundo pre-industrial. Pero la poltica posindustrial est crecientemente preocupada con los temas no econmicos o sociales: un medio ambiente limpio, una mejor cultura, igual-dad de status para la mujer y las mino-ras, calidad de la educacin, relaciones internacionales, mayor democratizacin y ms moralidad permisiva particularmente en lo que afecte a temas familiares y sexuales.

    Estas preocupaciones han producido nuevas bases de resquebradura poltica

    que varan de las de la sociedad indus-trial y han dado lugar a una variedad de movimientos de protesta de carcter in-dividual. Puesto que los partidos polti-cos existentes han encontrado difcil ligar posiciones respecto a nuevos temas rela-cionados con sus tradicionales bases de apoyo socioeconmico, las lealtades de partido e incluso el promedio de partici-pacin de votantes, ha disminuido en muchos pases. En efecto, entre cursadas presiones que derivan de los compromisos diferenciales respecto a los valores eco-nmicos y sociales, han reducido el grado de lealtad hacia los partidos que antigua-mente estaba ampliamente ligada a las fuentes estructurales de separacin de la sociedad industrial.

    Los elementos de reforma preocupados principalmente con los temas posmate-rialistas o sociales obtienen su fuerza no de los trabajadores y los menos privi-legiados la base social de la izquierda en la sociedad industrial, sino de los segmentos afluyentes de los bien educa-dos: estudiantes, acadmicos, periodistas, profesionales y funcionarios pblicos. La nueva izquierda, la nueva poltica, los partidos verdes, todos reciben apoyo de este estrato. Por otro lado, la mayora de los trabajadores permanecen pre-ocupados con las preguntas materiales. Menos educados, menos cosmopolitas, me-nos afluyentes, menos seguros, ellos tam-bin son ms tradicionales y perceptible-mente ms conservadores en sus puntos de vista sociales.

    Por tanto, ahora existen dos izquierdas, la materialista y la posindustrial, que estn arraigadas en distintas clases. Un conflicto de intereses ha surgido entre ellas con respecto a las consecuencias de la poltica que afecta al crecimiento eco-nmico. La izquierda materialista quiere un pastel abundante con el fin de que los menos privilegiados puedan tener ms, mientras que los posmaterialistas estn ms interesados en la calidad de la vida. Willard Johnson, un cientfico poltico negro, arguye que la izquierda posmate-rialista

    es culpable de debatir los temas en trminos de valores que, a pesar de

  • todo su carcter humano, ignora las preocupaciones del pobre... Sin duda sus preocupaciones se basan en una consideracin genuina por la calidad de la vida, pero a m me parece que estn equivocados respecto a la aporta-cin que las cosas materiales puedan darles.

    O, como el fallecido Anthony Crosland (miembro del gabinete en varios gobiernos laboristas britnicos) sostena, aquellos que buscan limitar el crecimiento para proteger el medio ambiente son

    gentes amables y devotas. Pero son ricas, y fundamentalmente, aunque no conscientes, quieren desentenderse del cambio social.

    Ambas izquierdas frecuentemente mili-tan en el mismo partido (democrtico, so-cial democrtico, incluso comunista, como en Italia), pero tienen distintos puntos de vista e intereses. Un comentarista ve un paralelismo entre estas dos izquierdas y el conflicto entre Marx y los socialistas ut-picos, es decir, ambos favorecen la igual-dad pero se discuten el papel de desarro-llo econmico y forma de conseguirlo. Los intelectuales de la nueva poltica no quieren los sindicatos, que al igual que los negocios, consideran materialis-tas en lugar de interesados por el pue-blo. Algunos trabajadores se pasaron a la derecha como resultado de esto, se pa-saron a grupos ms conservadores que abogan por el crecimiento y una sociedad mvil y competitiva, reteniendo, por otro lado, las creencias en los valores sociales tradicionales. La izquierda, sin embargo, obtiene apoyo de los rangos crecientes de la intelectualidad. Se ha reducido la corre-lacin entre clases y votacin de partido.

    En lnea con la clsica lgica del mate-rialismo histrico, Estados Unidos, como la nacin ms desarrollada, debera ser la primera en fomentar la poltica caracterstica de la posindustrializacin. La realidad parecera sostener esta supo-sicin. Como Jean-Frangois Revel seal en 1971:

    Una de las caractersticas ms sor-prendentes de la pasada dcada es que

    las nicas y nuevas agitaciones revolu-cionarias en el mundo han tenido su origen en Estados Unidos. Me refiero al complejo del nuevo fenmeno de oposicin designado por el trmino 'disensin'.

    Una intelectualidad crtica, basada en la nueva clase media, surgi a principios de los aos cincuenta con la formacin del movimiento de reforma dentro del Partido Democrtico, y constituy el co-mienzo de lo que posteriormente se de-nomin nueva poltica. Como manifiesta Jeane Kirpatrick, la aparicin de un nmero significativo de votantes proce-dentes de escuelas superiores, socialmente mviles, orientados en el tema, en clubs reformistas urbanos y suburbanos, fue descubierto por los observadores polticos en Nueva York, California, Wisconsin, Missouri y otras partes.

    Los anos sesenta fueron testimonio del complejo florecimiento de la nueva po-ltica en forma de oposicin a la guerra del Vietnam, luchas por los derechos civi-les, liberacin de la mujer y liberacin gay, ecologismo, as como el surgimiento de nuevos estilos de vida:

    La implicacin de smbolos cultu-rales bsicos en el campo poltico se han convertido en un distintivo regu-lar de nuestra poltica. A medida que la cultura de vanguardia influy a tra-vs del aumento de matriculaciones en las escuelas superiores, medios electr-nicos, revistas de circulacin masiva, actitudes antiburguesas..., se crearon las bases del anti-establecmiento de la poltica de los aos sesenta... Es ahora evidente que el asalto a la cultura tra-dicional fue montado por representantes jvenes y no tan jvenes de las clases relativamente privilegiadas, mientras que las instituciones bsicas de la so-ciedad fueron defendidas por ciudada-nos menos prsperos, menos educados y de status ms bajo.

    El conflicto entre la nueva poltica izquierdista y la izquierda tradicional de la clase trabajadora ha ocurrido siempre dentro del Partido Democrtico. Sus de-

  • rrotas en las elecciones presidenciales de 1968, 1972 y 1980 pueden atribuirse en parte a la divisin entre la izquierda anti-gua y la izquierda nueva.

    Como se observa en el grfico, la vota-cin basada en la clase social en Estados Unidos descendi en 1952 y 1956, as-cendi en 1960 y 1964, descendi casi a un nivel despreciable en 1968 y 1972, se elev en 1976 y descendi una vez ms en 1980. Desde 1952, los demcratas han ganado todas las elecciones en las que la votacin clasista se increment, mientras que las victorias republicanas estn aso-ciadas con los declives en la correlacin. En 1952 y 1956, el candidato democr-tico a presidente, derrotado, fue Adlai Stevenson, quien frecuentemente ha sido llamado el iniciador del fenmeno de la nueva poltica en Amrica. El trat conscientemente de evitar temas sobre el New Deal, ligados a los conflictos econ-micos y de clases, e hizo hincapi respecto a las preocupaciones culturales y sociales.

    La votacin clasista tuvo algn movi-miento en 1960, reflejando ampliamente el inters especial de John F. Kennedy por los votantes de etnia catlica menos privilegiados. Increment dramticamente en 1964, cuando el senador Barry Gold-water, el candidato republicano, propugn el rechazo de la poltica del bienestar so-cial y a favor de los sindicatos, mientras que Lyndon Johnson haca hincapi en las medidas de reforma del New Deal. En 1968, Hubert Humphrey, un partidario del New Deal, era el candidato democrtico para la presidencia; pero perdi votos de la izquierda y de la derecha debido a la importancia de los temas no econmicos. Muchos votantes de cuello azul (traba-jadores) apoyaron a George Wallace, reac-cionando contra la postura de Humphrey sobre los derechos civiles, mientras que la nueva poltica de izquierda, cuyos par-tidarios haban votado por Eugene McCar-thy o Bobby Kennedy en las primarias, rehusaron respaldar a Humphrey debido a su falta de compromiso para terminar con la guerra del Vietnam y sus vnculos con la poltica antigua.

    Estos factores continuaron afectando el comportamiento electoral en la siguiente dcada. En 1972, la nueva poltica de izquierda gan la nominacin del Partido

    Democrtico para su candidato George McGovern, pero ste fue derrotado am-pliamente en las elecciones generales. McGovern era el primer candidato presi-dencial democrtico desde los aos veinte que no recibi el apoyo del movimiento laborista (AFL-CIO), puesto que muchos de los votantes de cuello azul (obreros) abandonaron a los demcratas para votar a Richard Nixon, que estaba haciendo campaa sobre los valores tradicionales y la ley y el orden. La divisin entre las dos izquierdas en el Partido Demcrata puede verse en la frase lanzada por el ala derecha del Partido Humphrey basada en comercio-sindicato, describiendo a McGovern como el candidato de Amnis-ta (para los desertores del Vietnam), aborto y drogas. Sin embargo, cuatro aos ms tarde, los demcratas consiguie-ron ganar una vez ms la Casa Blanca, cuando ambos partidos mayoritarios nomi-naron candidatos que fueron identificados como conservadores sociales. As, muchos trabajadores que antes haban votado a Nixon (o Wallace) volvieron a las filas democrticas para apoyar a Crter.

    La nominacin demcrata en 1980 fue, en parte, una lucha entre Jimmy Crter, considerado como conservador, y un opo-nente de la nueva poltica, Edward Kennedy, quien tambin buscaba llamar la atencin de los trabajadores y las mi-noras sobre los temas econmicos. Las encuestas, sin embargo, reflejaron una fuerte relacin entre el status socioecon-mico y preferencia de candidato, con los menos privilegiados y votantes mayores apoyando al candidato sureo y los ms ricos, mejor educados y ms jvenes res-paldando a su oponente norteo.

    Los elementos posmaterialistas pusie-ron reparos a ambos candidatos de los partidos mayoritarios, Reagan y Crter. Durante la mayor parte de la campaa de 1980 apoyaron al candidato alternativo independiente, John Anderson, cuya cam-paa haca hincapi en un ilustrado libe-ralismo social. En un anuncio a toda p-gina en el New York Times del 27 de junio de 1980, los organizadores de la campaa de Anderson solicitaban apoyo para el plan de su candidato en relacin con cinco temas: proteccin del medio

  • ambiente, derechos civiles, enmienda de la igualdad de derechos, fondos federales para el aborto y para los pobres y reduc-cin de los excesivos reglamentos guber-namentales.

    Las encuestas reflejaban que el poder de Anderson (alrededor del 22 por 100 en su apogeo en julio de 1980, pero ba-jando al 7 por 100 en las elecciones de noviembre) dependa principalmente de gentes comparativamente acomodadas, gra-duados de escuelas superiores, profesiona-les, judos y autoidentificados como libe-rales. Su declaracin de una plataforma de trescientas pginas hecha en agosto fue relativamente conservadora respecto a los temas econmicos y muy liberal en rela-cin con los temas sociales y poltica in-ternacional. Datos del estudio realizado indicaban tambin que los seguidores de Anderson eran mucho ms liberales so-cialmente que los partidarios de Crter. Por otro lado, los sindicatos eran fuer-temente opuestos a Anderson y respalda-ron a Crter, el candidato demcrata, cuyo poder vena desproporcionadamente del sector de la poblacin mayor, menos educada, ms pobre, y de la clase traba-jadora.

    En las elecciones mismas, el factor de clase social fue una vez ms menos impor-tante a medida que el apoyo a Anderson descendi rpidamente, siguiendo una nor-ma tpica de candidaturas de terceros par-tidos en Estados Unidos. Las diferen-cias en la orientacin del partido hacia los temas sociales eran ms importantes que en 1976. Los republicanos explcitamente rechazaron los programas sociales de la nueva poltica: la enmienda de la igual-dad de derechos, financiacin guberna-mental para los abortos para los pobres y medidas designadas a fomentar la inte-gracin racial, tales como en los autobu-ses de colegio. Ronald Reagan vincul su campaa a los esfuerzos de los grupos reli-giosos evanglicos muy moralizantes que se oponan a los polticos que favorecan a la nueva permisibilidad social.

    A pesar de que Jimmy Crter trat de evitar que se le identificara con la pol-tica social propugnada por la nueva po-ltica de ala izquierda de su partido, no poda repudiarles abiertamente y aun con-fi en mantener su apoyo. De ah que

    los temas sociales jugaran un papel ms importante en el resultado de las eleccio-nes de 1980 que el que tuvieron cuatro aos antes.

    El nuevo estilo americano de activis-mo, movimientos especficos y poltica cultural radical, se extendi en los aos sesenta a otras partes del mundo desarro-llado que estaban entrando en la era de la posindustrializacin. Protestas proce-dentes de los campus se produjeron en todos los pases europeos. Apreciables ten-dencias del ala izquierda lograron arrai-go en los nuevos grupos de la clase media y desafiaron el liderazgo moderado basa-do en el sindicato de los Partidos Socia-lista y Socialdemcrata. Pero estos acon-tecimientos eran imitaciones del proto-tipo americano, o una prolongacin de los mismos y posteriores a stos... Los disidentes europeos, quienes representan la nica fuerza que ha podido levantar tanto a la izquierda como a la derecha, de Oriente al Occidente, desde su status acadmico, son los discpulos de los mo-vimientos americanos (Revel).

    En Suecia, los socialdemcratas (que activamente demandan medidas pro-creci-miento como la mejor forma de conseguir un mejor y ms equitativo mundo) se han debilitado por el debate sobre el po-der nuclear. A finales de los anos setenta, mientras un nmero de intelectuales y de jvenes dentro del partido eran antinu-cleares, los sindicatos favorecan .firme-mente la construccin de ms plantas nu-cleares. Esta divisin fue un seno impe-dimento para los esfuerzos electorales del partido, contribuyendo, por tanto, a su primera derrota en cuarenta y cuatro aos. El principal vencedor en trminos de victoria electoral fue el Partido del Centro, el partido anticrecimiento y anti-nuclear ms activo. Muchos analistas atri-buyeron la derrota al apoyo del poder nuclear por los socialdemcratas.

    Los votantes suecos tuvieron dificul-tad para encajar el tema del poder atmi-co en su habitual modelo de pensamiento poltico. Jvenes izquierdistas considera-ron que la poltica de poder atmico del Partido del Centro estaba a la izquierda de los socialdemcratas. El usual alinea-miento izquierda-derecha entre los parti-dos se vino abajo con el tema del poder

  • atmico. El centro tom un. punto de vista izquierdista y los socialdemcratas un punto de vista ms derechista... (Zet-terberg). Este conflicto se mantiene an.

    En Francia, la diferencia entre las dos izquierdas fue en muchas formas respon-sable del colapso de la Union de la Gauche y su Programme Commun en los aos setenta. En principio, los con-flictos en relacin con los temas posmate-rialistas hicieron imposible la formacin de una coalicin entre partidos de izquier-da. Los socialistas y el sindicato CFDT, que ganaron muchos partidarios entre la nueva clase media, criticaban extremada-mente a los comunistas y al Programa Comn. Los puntos principales del des-acuerdo giraban alrededor del papel del Estado y la nacionalizacin para aumentar los beneficios de la clase trabajadora. La CFDT adopt la postura de que los co-munistas eran demasiado estatistas: El Programa Comn presupone que un deci-sivo cambio social y poltico resultar sim-plemente como consecuencia de la nacio-nalizacin por el Estado de las principales compaas... Tambin discrepaban acerca del crecimiento. El Programme Com-mun, segn la CFDT, estaba basado en la misma lgica que el tipo de crecimiento econmico propuesto por los tericos ca-pitalistas: el criterio exclusivo de un nivel elevado de produccin y beneficios. Ahora bien, desde 1970 la CFDT se ha manifestado en favor de un nuevo tipo de crecimiento que es ms cualitativo que cuantitativo.

    Mientras que los socialistas y los co-munistas mantenan una incmoda alianza hasta las elecciones de 1978, estas dife-rencias probaron ser fatales para la CFDT. Jean Louis Moynet (un secretario del sindicato CGT, dominado por los comu-nistas) explic el fracaso electoral de los comunistas como nacido de la intransi-gencia respecto al salario mnimo, nacio-nalizaciones o, incluso, su falta de inters por temas tales como los derechos de la mujer, ecologa, amenaza nuclear y edu-cacin.

    Un historiador comunista francs, Jean Ellenstein, argument en 1978 que su partido haba perdido apoyo debido a su

    fallo de hacer hincapi en los temas socia-les. Observ que los presuntos partidarios

    no siempre han estado de acuerdo con el estilo 'proletario' adoptado por los comunistas en su campaa elec-toral... Estn enormemente preocupa-dos con los problemas cualitativos, aun cuando algunos problemas cuantitati-vos siguen existiendo.

    El comportamiento electoral alemn apunta a un fenmeno similar. Durante la Repblica de Weimar y en la Alema-nia Occidental, en los aos sesenta, las divisiones de las clases tradicionales deter-minaron el apoyo a los partidos de iz-quierda y de derecha, mientras que los temas que dividieron a los grupos eran principalmente la economa y la seguri-dad. A partir de los aos sesenta, la nueva clase media, incluyendo los funcionarios pblicos y personas asalariadas, desarro-llaron una actitud liberal respecto a los llamados nuevos temas sociales, mien-tras que la antigua clase media, los auto-patronos, permanecieron conservadores res-pecto a los nuevos y viejos temas de poltica materialista. Los trabajadores, sin embargo, empezaron a moverse en di-reccin opuesta a la de la nueva clase media, es decir, de una postura izquier-dista en los conflictos de la antigua po-ltica, a una postura ms conservadora en los temas sobre nueva poltica. Al-gunos observadores anticipan que a medida que las preocupaciones y los valores posmaterialistas se hagan ms predomi-nantes en la poltica y ms notorios en parte creciente del electorado alemn, la distincin tradicional proletariado/burgue-sa debera continuar declinando en im-portancia y claridad.

    Cambios comparables se han producido en el Japn, que se ha movido mucho ms rpido que otros pases desde una socie-dad posindustrial. A pesar de haber ex-perimentado las ventajas del rpido cre-cimiento, muchos japoneses se han visto cada vez ms preocupados por los costos sociales. En 1971,

    por siete veces, la poblacin de Japn consider la polucin ambiental como la tarea principal de una nacin, tanto

  • como los que consideraban un creci-miento econmico adicional la tarea ms importante. El nmero de protes-tas procedentes de consumidores se multiplic veintisiete veces entre 1962 y 1970, y las protestas y peticiones re-lacionadas con la polucin se doblaron durante un reciente perodo de tres aos (Tsurutani).

    Los beneficios de una prspera indus-trializacin son selectivos y relacionados con las clases, mientras que los costos de la industrializacin tienden a ser iguali-tarios, catlicos, indiscriminados, por tan-to, contrarios a la propia naturaleza.

    En efecto, la niebla espesa produ-cida por la petroqumica, por ejemplo, no conoce la diferencia entre nios de la clase media y nios de la clase tra-bajadora... Los ricos y los no demasia-do ricos en Japn aman el pescado; pero el pescado, en muchos de los casos, est envenenado por los desper-dicios de las plantas industriales, tan insensiblemente vertidos en todas las aguas (Tsurutani).

    Un analista de los datos obtenidos en las encuestas electorales opina que la cre-ciente importancia de los temas cualita-tivos son, en parte, la causa de la dbil asociacin entre las clases ocupadas y el comportamiento de los votantes. Puesto que el resquebrajamiento de la economa y los valores est siendo recortado, se ha hecho necesaria una tercera dimensin que mida la verdadera proyeccin de los temas importantes.

    He demostrado que aquellos votan-tes que estn influidos por sus prefe-rencias de valores y Clases tendern a votar en lnea con sus preferencias valorativas si ponen mayor nfasis por las prioridades no materiales y temas cualitativos y con su clase, s conce-den mayor importancia a las priorida-des materialistas y temas econmicos (Flannagan).

    Curiosamente, el pas prototipo con re-lacin al fracaso de la poltica ligada a las clases ha sido Dinamarca. All, el nme-

    ro relativo de trabajadores que votaron por los socialdemcratas baj del 80 por 100 en 1957 al 39 por 100 en 1973; y los conservadores, que fueron apoyados por un 39 por 100 de los empresarios en 1957, bajaron a un 9 por 100 en 1973. El apoyo a dos partidos socialistas de nueva izquierda no est hoy da... ca-racterizado por las comunicaciones estre-chas con la clase trabajadora. Los vo-tantes de estos partidos son ms jvenes, unos cuantos de ellos estn an en vas de cursar estudios para optar a puestos acadmicos o semiacadmicos.... Como Mogens Pedersen apunta:

    En una perspectiva comparativa se puede argumentar que este desarrollo, cuya caracterstica bsica es la descom-posicin del sistema del partido tradi-cional basado en las clases, no se dife-rencia del desarrollo de otros sistemas europeos, al menos con respecto al ca-rcter y tendencia del cambio. En to-das partes la clase social tiende a per-der importancia.

    Qu es lo que estas tendencias presa-gian para la influencia y poder de la clase trabajadora? La respuesta, en parte, gira sobre si la poltica posmaterialista es un fenmeno a corto o largo plazo. Si la prosperidad es la variante ms importante en el surgimiento de estos dos nuevos valores, entonces podemos esperar que stos declinen si la economa se viera seriamente afectada. Sin embargo, evidencia recogida de Alemania Occidental sugiere que incluso con el declive econmico en los aos setenta la nueva poltica tiene una base firme. Se ha argumentado que el posmaterialismo hace demasiada os-tentacin de un componente estructural, y por tanto, de permanencia, y de ser considerado por la juventud solamente como una mana...; la futura poltica ser crecientemente posmaterialista..., (esto) no implica que los valores materialistas no son relevantes, stos continuarn sin-dolo. El tema es que los valores posma-terialistas se hacen relativamente ms im-portantes, y aqu es donde nosotros vemos fuentes potenciales de lucha por las socie-dades posindustriales. Si la poltica pos-

  • materialista es un fenmeno relacionado con la movible estructura ocupacional, el apoyo de la nueva poltica debera aumen-tar, puesto que existe un creciente n-mero de empleos fuera del sector indus-trial cuyos poseedores presumiblemente estaran ms dispuestos a oponerse al cre-cimiento.

    Pero tras la permanencia del poder de la nueva izquierda, es importante obser-var que la clsica divisin poltica de la sociedad industrial sigue predominando al evocar el apoyo partidista. El electorado de la izquierda sigue viniendo despro-porcionadamente de la clase trabajadora y de los ms pobres; los partidos con-servadores continan teniendo mayor apo-yo del estrato social ms afluyente. Los sindicatos han ganado una nueva fuente de influencia a travs de la creciente im-plicacin en los procedimientos de plani-ficacin econmica en un nmero de so-ciedades industriales avanzadas. Muchos de la lite en estos pases, normalmente ven el crecimiento econmico como su razn de ser y necesitan mano de obra organizada para sostenerlo. En cualquier caso, la clase trabajadora seguir mante-niendo una ventaja socioeconmica a tra-vs de lo que se ha venido llamando su poder para desorganizar: en verdad, las huelgas en Gran Bretaa se denomi-nan ahora accin industrial.

    Est lejos de ser cierto, sin embargo, que las dos izquierdas se opondrn la una a la otra en las urnas. Alain Touraine cree que el estrato de la nueva clase me-dia, que l describe como una clase tra-bajadora nueva, apoyar la poltica radi-cal. El los ve como indiferentes, reducidos en status y sujetos a control capitalista, de forma muy parecida al proletariado. Como resultado, cooperarn con la clase trabajadora manual. Y Ronald Inglehart ha observado que aun cuando puede ha-ber luchas fuertes entre una izquierda vieja (haciendo hincapi en los beneficios econmicos para la clase trabajadora) y una izquierda ms nueva (ms preocupada por el cambio en la forma de vida, con logros ms bien cualitativos que cuantita-tivos),

    ambas facciones comparten una pre-ocupacin comn respecto al cambio social en el sentido de igualdad, y precisamente debido a que la meta de igualdad atrae a los distintos grupos por distintas razones, podra servir co-mo un lazo que une a la izquierda.

    A largo plazo se estima que las influen-cias que presionan a los elementos de la nueva clase media, para que se pasen a la izquierda en relacin con los temas socia-les, deberan ser mayores que las que tra-tan de que la clase trabajadora tradicional se pase a la derecha.

    Michael Harrington, un socialista de primera lnea de la izquierda americana, ha sugerido la posibilidad de una coalicin entre las dos izquierdas. Confa en que se pueda encontrar un campo neutral: ni con crecimiento canceroso ni sin creci-miento, pero... un crecimiento bien pla-neado a escala humana. Ciertamente, no todos los esfuerzos ambientales son juegos negativos-positivos. La preocupacin por la forma de deshacerse de la polucin y desperdicios txicos (como se evidenci en la tragedia de Love Canal en Nueva York) es un ejemplo de un tema que afecta a ambas izquierdas. En realidad, algunos lderes en cada uno de los gru-pos, comprendiendo que se necesitaban mutuamente para fines polticos, tratan de endosar la poltica de preocupacin al otro. Ecologistas para trabajo fijo res-paldaron pblicamente tanto el empleo permanente como los proyectos de refor-ma de ley laboral y los esfuerzos para la proteccin al consumidor han unido a los sindicatos y a la nueva poltica en Estados Unidos.

    Sin embargo, quedan ms aspectos de unin que de divisin: existen diferencias fundamentales respecto a temas tales co-mo poltica exterior, energa nuclear y aspectos sociales y morales, as como la profunda desconfianza de los distintos tipos de personalidades en el tanteo de ambas izquierdas. En esencia, el futuro depende del grado de flexibilidad y com-promiso mostrado por la ideologa de los distintos grupos, quienes persiguen una mayor igualdad como campo comn.

  • DESIGUALDAD BAJO EL SOCIALISMO

    Aun cuando la teora marxista sobre la revolucin proletaria ha sido desmentida por la evolucin de la poltica en distin-tos pases, un aspecto y prediccin del materialismo histrico ha sido verificado en los acontecimientos y la evolucin que han tenido lugar en los pases que se autodenominan socialistas o comu-nistas.

    Marx supuso que el socialismo como sistema; una sociedad relativamente igua-litaria, slo podra establecerse en nacio-nes muy desarrolladas industrialmente. Su premisa para esto era la creencia de que las desigualdades de una estratificacin intensa eran el resultado de la escasez. Marx argument que en los sistemas que no producan o no podan producir sufi-ciente mercanca econmica para que to-dos puedan vivir bien, existiran des-igualdad y explotacin de clases, y los po-seedores de puestos dominantes en tales sociedades tomaran necesariamente una desproporcionada parte de los bienes para ellos. La condicin bsica para la igual-dad, segn Marx, es la abundancia te-ner suficiente mercanca con el fin de que si tiene que ser compartida, todos puedan vivir bien. La tarea histrica progresiva del capitalismo no slo era crear la clase trabajadora (que un buen da derrocara), sino tambin producir la tecnologa avanzada y la riqueza nece-saria para el socialismo. De ah que el socialismo sea imposible hasta que exista abundancia econmica.

    Marx, como sabemos, polemiz en con-tra de aquellos que crean que el socialis-mo poda ocurrir con prioridad a la abun-dancia. Eran utopistas inservibles, mien-tras que su tipo de socialismo estaba basa-do en el materialismo histrico que se encarg de relacionar los sistemas sociales con las condiciones materiales apropiadas. Qu sucedera si los socialistas tratasen de crear un socialismo bajo condiciones utopistas? Es decir, si derrocaran al capitalismo antes de que ste haya agota-do su misin histrica? Su respuesta en La ideologa alemana (1845-46) era bien clara. Para construir el socialismo es necesario tener

    un gran incremento en el poder pro-ductivo, un elevado grado de desarro-llo... Este desarrollo de fuerzas pro-ductivas es absolutamente necesario como premisa prctica: por la razn de que sin esta productividad slo la demanda se hace general, y sin deman-da, la lucha por las necesidades y todo su sucio negocio (la palabra alemana era Scheisse) necesariamente se repro-ducira.

    Trotsky habl de este pasaje en La revolucin traicionada (1937) en su des-esperado esfuerzo de explicar el porqu ocurri el stalinismo y por qu result un sistema de intensa desigualdad.

    En otras palabras: los esfuerzos por crear una sociedad igualitaria bajo condi-ciones de escasez econmica han de fallar; daran por resultado un nuevo sistema de explotacin de la clase dominante. Como Rosa Luxemburgo (en La Revolucin rusa) describi, la contradiccin.

    Los conceptos elementales de la poltica socialista y una visin interna de sus histricos y necesarios prerre-quisitos nos forzar a comprender que bajo tales condiciones fatales, incluso el ms gigantesco idealismo y la ener-ga ms probada, seran incapaces de realizar una democracia y socialismo, sino slo falsos intentos de ambos.

    Esto, desde luego, es lo que ha ocurri-do en pases menos o ms subdesarrolla-dos que se han convertido en revolucio-narios o comunistas. No pueden ser Estados de los trabajadores, puesto que son sociedades manejadas por nuevas cla-ses. Tan slo existe la aparicin de una nueva clase.

    Karl Wittfogel, en su famoso trabajo sobre Despotismo oriental (1957), llev su anlisis un paso ms adelante, extra-yendo otra categora de los escritos de Marx, los conceptos de la sociedad asi-tica y despotismo oriental. Wittfogel apunta que Marx describi un sistema so-cial que haba existido en ciertos estados asiticos, en donde grandes trabajos de regado eran la principal base para la agricultura. En estas sociedades, el Es-tado, ms bien que propiedad privada,

  • era la llave principal del dominio de clase. El Estado se haca fuerte y mantena el control porque solamente un Estado fuer-te poda establecer y distribuir el agua. La clase gobernante era el grupo que con-trolaba el Estado. Tales sistemas estaban muy centralizados, eran despticos y rigu-rosamente estratificados. Empleando las categoras marxistas, Wittfogel argument que las sociedades comunistas deban ser vistas como formas de despotismo orien-tal; sus caractersticas, clases y relaciones polticas, se asemejan a aquellas descri-tas por Marx como inherentes a los sis-temas asiticos.

    Wittfogel sugiere que Lenin (quien co-noca sus textos marxistas) estaba cons-cientemente preocupado respecto a que la Unin Sovitica estaba convirtindose en tal despotismo oriental y de que l slo haba ayudado a crear un nuevo rgimen de explotacin.

    En un discurso el 20 de abril de 1921, durante el X Congreso del Partido, Lenin dijo: El socialismo es mejor que el capi-talismo, pero el capitalismo es mejor que el medievalismo, escasa produccin y una burocracia relacionada con el carcter dis-perso de los pequeos productores. Si-gui diciendo que las races de la buro-cracia en la Unin Sovitica eran el ca-rcter fragmentado y disperso del produc-tor pequeo, su pobreza, la falta de cul-tura.... Para entender las implicaciones de Lenin, Wittfogel apunta que los ini-ciados recordaran el punto de vista de Marx y Engels respecto a que las comu-nidades autosuficientes dispersas y aisla-das forman la slida y natural base del despotismo oriental. Y Wittfogel con-cluye:

    En el lenguaje espico l estaba obviamente expresando su temor de que una restauracin asitica estaba te-niendo lugar, y que un nuevo tipo de despotismo oriental estaba fragun-dose.

    En el mismo Congreso del Partido en 1921, Lenin, preocupado como estaba por el potencial de la nueva burocracia para explotar al pueblo ruso, propugn sindi-catos independientes, que tendran el de-recho a la huelga para proteger a los trabajadores frente a la burocracia que

    dominaba a la industria y al Estado. En el pasaje que los recopiladores de la lti-ma edicin oficial de Mosc, sobre sus discursos en el Congreso del Partido, han visto oportuno omitir, Lenin declar:

    Nuestro gobierno es un gobierno de los trabajadores con un rasgo carac-terstico burocrtico. Nuestro actual gobierno es un gobierno contra el cual el proletariado, organizado como est hasta el ltimo hombre, ha de prote-gerse. Y nosotros hemos de emplear a las organizaciones de trabajadores para proteccin de los trabajadores frente a su gobierno.

    Desde luego, Lenin no puede ser exi-mido de responsabilidad por la creacin del Estado opresivo sovitico. Fue adver-tido por Trotsky en 1903 de que su alta-mente centralizada estructura de partido conducira a una dictadura pseudojacobi-na sobre las masas, que ello terminara con el uso de la guillotina para elimi-nar a los disidentes. Trotsky profetiz que la toma del poder por los leninistas dara por resultado una situacin en la que la organizacin del Partido asumira el puesto de la organizacin; y el dicta-dor tomara el puesto del Comit Cen-tral.... El lder de la abortada revolu-cin comunista alemana, Rosa Luxembur-go, anticip en 1918 que la desmembra-cin de la oposicin derechista en la Unin Sovitica dara por resultado una sociedad totalmente represiva, en la que solamente la burocracia permanecera co-mo elemento activo... Sin una prensa libre, sin trabas, sin limitacin de los de-rechos de asociacin y asamblea, el gobier-no sobre las amplias masas del pueblo es inconcebible (La Revolucin rusa).

    Trotsky y Rosa Luxemburgo, al tomar estas posturas, estaban ms cerca que Le-nin de la clsica orientacin marxista, puesto que Engels haba escrito explcita-mente:

    si algo ha sido establecido, de segu-ro que es esto, que nuestro partido y la clase trabajadora pueden conse-guir gobernar solamente bajo la forma de una repblica democrtica. Esta es incluso el modo especfico para la dic-tadura del proletariado....

  • As, vemos que la teora del materialis-mo histrico de Marx dependa de los sistemas industriales avanzados para ge-nerar las condiciones bajo las cuales la clase trabajadora llegara al poder para que una sociedad igualitaria pudiese flo-recer. Pero el capitalismo, lejos de fre-nar o encadenar a las fuerzas de pro-duccin, condujo a una sociedad indus-trial productiva y altamente eficaz. Los trabajadores en los pases industrializados no se han vuelto hacia el socialismo revo-lucionario, sino ms bien hacia el socialis-mo reformista y la accin de los sindicatos para mejorar sus vidas. Los marxistas, por otro lado, han conseguido poder en las sociedades preindustrializadas y pobres y, como Marx anticip, han revivido los antiguos negocios sucios, con indepen-dencia de que uno llame o no desptica oriental a esas naciones.

    LA NUEVA CLASE

    EN LA SOCIEDAD SOCIALISTA

    Los pases comunistas estn experimen-tando tambin los cambios derivados de la desigualdad y el rpido crecimiento de las profesiones .cientficas y tecnolgicas. Como ya se ha demostrado en un nmero de pases de la Europa Oriental, as como en la Unin Sovitica misma, existe con-siderable descontento y protestas entre el estrato social bien educado. Los trabaja-dores se han comprometido en huelgas y movimientos de protesta, algunas veces aliados con segmentos de la intelectuali-dad y la poblacin estudiantil. La mayora estn en la etapa de la industrializacin, por lo que sus trabajos experimentan ex-periencias comparables a aquellas de Occi-dente hace algn tiempo; pero carecen de la proteccin de los partidos laborales y sindicatos. Como un nmero de intelec-tuales socialistas han reconocido, ellos ne-cesitan la ereccin de organizaciones de defensa de clase para protegerles contra la burocracia de la izquierda o la nueva clase gobernante.

    A finales del siglo, un revolucionario polaco y antiguo marxista, Jan Machajski, llev a cabo lo que se llam una inter-pretacin marxista del marxismo. Argu-ment que el triunfo de los socialistas

    slo traera consigo una sociedad contro-lada por las clases educadas, quienes ex-plotaran al estrato no privilegiado. Los conceptos de democracia participante, control de la maquinaria de la sociedad industrial compleja por las masas, eran utpicos y slo serviran como una ideo-loga para encubrir el hecho de que el so-cialismo se vera severamente estratificado con respecto a poder y al privilegio.

    Algunos aos ms tarde, el socilogo alemn Robert Michels, a pesar de ser an un miembro del Partido Social De-mocrtico, public su trabajo clsico Par-tidos polticos (1911), detallando los de-terminantes estructurales de la oligar-qua en todos los partidos polticos y tipos de sociedades. Concluy diciendo que una revolucin socialista dara nece-sariamente por resultado una dictadura en manos de aquellos lderes que hayan sido suficientemente astutos y suficiente-mente poderosos para captar el centro del poder en nombre del socialismo... Los socialistas podran conquistar, pero no el socialismo, que perecera en el momento del triunfo de sus secuaces.

    Ms recientemente, mientras se discu-tan los objetivos reales de los protestata-rios del posmaterialismo, frente a la so-ciedad contempornea, los observadores re-vivieron la visin de Machajski respecto a los slogans populistas de la lite radical; eran, esencialmente, slo expresiones de su temor de que ellos, en lugar de los grupos dominantes ms viejos, deberan estar en el poder. El radicalismo posma-terialista es visto como una respuesta a la frustracin de poder experimentada por muchas de las clases medias europeas, quienes estn excluidas del ejercicio de tal poder y de los puestos elevados de rango social... Al hablar contra los intereses de su clase, tambin adquieren una reputa-cin por su altruismo. Pero congruente con la crtica de Machajski, respecto a los objetivos de los mandarines radicales del Imperio zarista, lo que ellos en realidad estn buscando es poder y status para ellos.

    Estos anlisis igualan la interpretacin que los marxistas y otros han dado al pa-pel de las ideologas democrticas e igua-litarias de las revoluciones americana y

  • francesa al legitimar el dominio la clase burguesa.

    Dada la imposibilidad de abolir las cau-sas estructurales de dominacin de clase, Macha] ski argument que la nica postura honesta para cualquiera que est interesa-do en mejorar la posicin de las masas es ayudarles a resistir al poder, a travs de las organizaciones independientes del Es-tado y de su clase dominante social o poltica. Michels tambin apunt la ne-cesidad de ayudar a las masas, con el fin de que puedan, dentro de los lmites posibles, contrarrestar las tendencias oligrquicas.... Solicit ayuda de los mo-vimientos oposicionistas como contribu-yentes al debilitamiento de las tendencias oligrquicas, siempre que los grupos no tomasen el poder.

    La democracia es un tesoro que nadie podr descubrir buscndola deliberada-mente. Pero continuando nuestra bsque-da, trabajando indescansablemente para descubrir lo indescubrible, realizaremos un trabajo que tendr unos resultados frtiles en un sentido democrtico.

    Unos cuantos posmaterialistas contem-porneos han tomado implcitamente una postura similar a la propugnada por Ma-chajski y Michels. Organizaciones tales como grupos cvicos con iniciativa en Ale-mania Occidental o Acorn en Estados Unidos buscan trabajar con elementos marginados fuera del proceso electoral, con el fin de que sea cual fuera la fuerza poltica que est en el poder, ellos pue-dan continuar presionando por ms dere-chos y representacin.

    Las posturas tomadas por Machajski y Michels implicaban que Marx mismo era un poltico utpico, y en todos los aspectos en que l emple la palabra. EUos crean que la estructura de una so-ciedad a gran escala hace imposible un sistema igualitario no basado en la explo-tacin que requiere una clase dominante que emplea su poder para aumentar sus privilegios. Pero al mismo tiempo ellos estaban de acuerdo con este mtodo d anlisis. En efecto, Michels acept expl-citamente la concepcin materialista mar-xista de la historia. Como l seal, su propia propuesta, elaborada en Partidos polticos.

    completa esa concepcin y la refuer-za. No existe contradiccin esencial entre la doctrina de que la histo-ria es un registro de prolongadas lu-chas de clases y la doctrina que alega que las luchas de clases invariablemente culminan en la creacin de nuevas oligarquas que son sometidas a fusin con las antiguas. La existencia de una clase poltica no est en conflicto con el contenido esencial del marxismo, considerando no como un dogma eco-nmico, sino como una filosofa de la historia....

    Aun cuando marxistas contemporneos han elegido ignorar a Machajski y Michels, vale la pena citar que un importante terico del Partido Bolchevique Ruso, Ni-colai Bukharin (en su Historia del mate-rialismo, publicada en 1925) discuti las ideas de Michels y admiti tanto su im-portancia intelectual como la posibilidad de que Michels pudiese estar en lo cierto. Bukharin estaba de acuerdo en que en el perodo de transicin de un capitalismo al socialismo, es decir, el perodo de la dictadura proletaria, inevitablemente ha-bra una tendencia hacia la degenera-cin, es decir, la aparicin de un estrato dominante en forma de germen de lucha de clases. Pero contraatac a Michels con el argumento siguiente:

    Esta tendencia ser retardada por dos tendencias opuestas: primero, por el crecimiento de las fuerzas producti-vas; segundo, por la abolicin del mo-nopolio cultural. La creciente repro-duccin de tecnlogos y organizadores en general, en la clase trabajadora, mi-rar la posible alineacin de las clases nuevas. El resultado de la lucha de-pender de qu tendencia salga ms fuerte.

    Pocos hoy da permanecen en duda res-pecto a qu tendencia ha ganado. En pa-labras del antiguo segundo en mando de Tito, Milovan Djilas:

    La revolucin comunista, conduci-da con vistas a deshacerse de las cla-ses, ha producido la autoridad ms completa de una nueva clase. Todo lo dems es simulacin e ilusin.

  • En el ltimo ao de su vida, Len Trotsky estudi la posibilidad de que el marxismo pudiese ser una doctrina utpi-ca, e incluso que las clases trabajadoras de las sociedades industrialmente avanza-das (los pases que tenan los prerrequisi-tos para construir el socialismo) fuesen incapaces de tomar o sostener el poder. Si la revolucin no hubiese ocurrido en el mundo occidental desarrollado, entonces (como su bigrafo y seguidor, Isaac Deut-scher, resumi los puntos de vista de Trotsky)

    el punto de vista marxista respecto a la sociedad capitalista y el socialismo deber admitirse como errneo, puesto que el marxismo ha proclamado que el socialismo sera o bien la obra del proletariado o no existira en forma al-guna. Era entonces el marxismo sim-plemente otra 'ideologa' u otra forma de falsa conciencia que hace que las clases oprimidas y los partidos crean que estn luchando por sus propios propsitos, cuando en realidad slo es-tn promocionando los intereses de una clase gobernante nueva o incluso vieja? Visto desde este ngulo, la de-rrota del primitivo bolchevismo natu-ralmente parecera ser de la misma na-turaleza que la derrota de los jacobi-nos el resultado de una coalicin entre la utopa y la nueva clase so-cial, y la victoria de Stalin se pre-sentara como el triunfo de la realidad sobre la ilusin....

    O, en las propias palabras de Trotsky (En defensa del marxismo, 1966), si el proletariado fuese en realidad incapaz de cumplir la misin prevista para l en el curso de la historia, no quedara nada que hacer excepto reconocer que el pro-grama socialista, basado en contradiccio-nes internas de la sociedad capitalista, ter-minara "ti una utopa.

    Trotsky no pospuso la prueba de la hi-ptesis marxista a un futuro lejano. Reco-noci la realidad de los fallos de la iz-quierda en las sociedades industriales, y manifest inequvocamente que la segunda guerra mundial, que acababa de empezar, presentaba la prueba decisiva. Como se-ala Deutscher, l defini los trminos de la prueba con penosa precisin... Un

    problema de los prximos aos. Si la segunda guerra mundial no condujo a una revolucin proletaria en Occidente, enton-ces el lugar del decadente capitalismo se-ra tomado no por el socialismo, sino por un nuevo sistema de explotacin buro-crtico y totalitario, basado en el poder del Estado.

    Desgraciadamente, Stalin no permiti que Trotsky viviese lo suficiente para re-accionar contra el continuo fallo del mar-xismo en las sociedades industriales y la expansin del degenerado y burocrtico poder comunista en las naciones menos desarrolladas. Mantuvo su fe en el mar-xismo y en la revolucin hasta su asesina-to en Mxico en el mes de agosto de 1940,

    El movimiento trotskista ha conti-nuado hasta el presente, aparentemente indiferente respecto al hecho de que la fecha para la prueba final de Trotsky haya pasado ya.

    Finalmente, debera tenerse en cuenta que Trotsky dej consejos especficos a los revolucionarios, respecto a lo que tenan que hacer si el marxismo resultara ser una doctrina utpica. Su recomendacin era, en trminos generales, la misma propuesta por Machajski y Michels: Apoyar a las masas contra los opresores. Es evidente que se precisar un nuevo 'mnimo' pro-grama para la defensa de los esclavos de la sociedad burocrtica totalitaria.

    En el mundo contemporneo, pensar en el proletariado y en la lucha de clases es enfocar la postura de los trabajadores en Europa Oriental. La Revolucin ha ve-nido y se ha ido, y ahora est comenzan-do, en circunstancias polticas casi incon-cebibles en los das de Marx, para buscar formas de desarrollar, una vez ms, la conciencia de clases y organizacin de clases bajo condiciones distintas a las del socialismo de Estado. Irnicamente, como demuestran las huelgas polacas, la inutili-dad de muchas de las ideas sociolgicas de Marx, especialmente las relativas a la ma-nera en que la situacin social de un pro-letariado industrial le permite organizarse ms eficazmente que cualquier otra clase contra los opresores, se ha demostrado por los acontecimientos en el mundo co-munista. Una misin histrica podra realizarse aun por estos sectores.