LITURGIA Y SACRAMENTOS.módulo 1

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LITURGIA Y SACRAMENTOSContenidos

Primer Bloque

Concepto de Liturgia: la Renovación del Concilio Vaticano II. Liturgia Comunicación entre Dios y los Hombres. Obra de la Santísima Trinidad. Memorial de Cristo, Acción de la Iglesia. Liturgia como conjunto de ritos, signos y símbolos.

La espiritualidad Litúrgica. Las oraciones litúrgicas.

Segundo Bloque

El Año Litúrgico. Concepto y estructura. Características de cada etapa o tiempo del año. Los ciclos de lectura. El ciclo o fiestas de María y los Santos.

La Liturgia de las horas: concepto, importancia y estructura.

Tercer Bloque

La Eucaristía: Dimensión teológica, memorial, ritual, banquete, acción de gracias. Perspectiva Escatológica. Centralidad sacramental de la Eucaristía. Frutos de la Eucaristía.

Las partes de la Misa: Ritos iniciales, Liturgia de la Palabra, Liturgia de la Eucaristía, Ritos conclusivos.

Cuarto Bloque

El templo: lugar, espacio consagrado. Partes del templo. Los elementos y objetos sagrados. Los colores Litúrgicos.

Concepto de Sacramento. La celebración de los sacramentos.

Quinto Bloque

Clasificación de los sacramentos. Ministros, Condiciones para recibirlos. Ritos y frutos de cada sacramento.

Consejos sobre los diversos ministerios de la liturgia: lector, guía, canto, acólito, Ministro de la Comunión.

Bibliografía

Sacrosanctum Concilium, constitución pastoral sobre la Sagrada Liturgia. Concilio Vaticano II

Catecismo de la Iglesia Católica Alberto Aranda: Manantial y Cumbre. Manual de Iniciación Litúrgica Gramlich Cristian: Apuntes de la semana de la Liturgia 2003. Comisión Arquidiocesana de

Liturgia CARTA APOSTÓLICA MANE NOBISCUM DOMINE del sumo pontífice Juan Pablo II al

episcopado, al clero y a los fieles para el año de la eucaristía Octubre 2004–octubre 2005

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1- Definición de Liturgia:

La sagrada liturgia es central en la vida de la Iglesia y de cada cristiano porque en ella celebramos los misterios de nuestra redención. El misterio principal es el misterio pascual que incluye el sufrimiento, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

De la Constitución Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano. II:

La Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor. (S.C. 10)

La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano, "linaje escogido sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (1 Pe., 2,9; cf. 2,4-5).

Al reformar y fomentar la sagrada Liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano, y por lo mismo, los pastores de almas deben aspirar a ella con diligencia en toda su actuación pastoral, por medio de una educación adecuada. (S.C.14).

a) Historia de la Salvación

La constitución SC en el número 5 cita este texto de san Pablo: "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4). Y una vez enunciado el propósito divino de salvación universal, afirma que este propósito ha sido revelado por medio de los profetas y, por último, por Jesús, el Verbo encarnado, convertido él mismo en instrumento de nuestra salvación. Es decir, fue él quien realizó esa salvación: "En Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino" (SC 5).

¿Qué es la salvación? La obra de nuestra salvación la constituyen estas dos acciones: nuestra reconciliación (realización) (Se puesto "realización" entre paréntesis, porque hoy día se expresa de esta manera.) y la perfecta glorificación de Dios. Ambas están intrínsecamente unidas. Como decía San Ireneo "la gloria de Dios es que se salve el hombre". Esto es lo que repetimos diariamente en misa cuando el presidente de la celebración nos invita a orar después de haber presentado el pan y el vino en la mesa-altar: "Para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia"

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Así nos presenta la historia de la salvación el Catecismo de la Iglesia Católica (CAT):

- El Padre realiza el "misterio de su voluntad" dando a su Hijo Amado y al Espíritu Santo para la salvación del mundo y para gloria de su Nombre. Tal es el Misterio de Cristo (Ef 3, 4), revelado y realizado en la historia según un plan, una "disposición" sabiamente ordenada que s. Pablo llama "la Economía del Misterio" (Ef 3, 9) y que la tradición patrística llamará "la Economía del Verbo encarnado " o "la Economía de la salvación "(CA T 1066).

- "Cristo, el Señor, realizó esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, de su resurrección de entre los muertos y de su gloriosa ascensión. Por este misterio, con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida". (CA T 1067)

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Estas dos acciones se realizaron en el Misterio Pascual, es decir, en la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Cristo (SC 5).

Ya tenemos el primer punto básico para poder entender la liturgia: Dios tiene un plan. Este plan es salvar a la humanidad y glorificar su nombre. Lo realiza Cristo Jesús con la fuerza del Espíritu Santo dándole plenitud en el misterio pascual. A esta iniciativa y a su realización en la historia llamamos Historia de la Salvación. Es decir, Historia que va hacia la Salvación o Historia salvada en Cristo.

En este punto no hemos hablado nada de la liturgia. Vayamos al segundo punto y veamos dónde aparece la liturgia, es decir, cuál es el lugar de la liturgia en todo este plan salvador de Dios.

b) Misión de la Iglesia

¿Cuál es la misión de la Iglesia? Continuar en la historia de la humanidad la obra de Cristo. El concilio lo dice de esta forma: La misión de la Iglesia consiste "no sólo en anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte y nos condujo al reino del Padre, sino también en realizar la obra de salvación que proclama, mediante el sacrificio (Misa) y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (SC 6).

Nos fijamos en la palabra "realizar". La Iglesia tiene que realizar la obra salvadora que anuncia. Y el concilio nos dice que esto lo hace (lo realiza) mediante el sacrificio (Eucaristía) y los sacramentos, que es la liturgia. Por ello, decimos que el plan salvador de Dios realizado una vez por todas, por Cristo Jesús, lo realiza ahora y aquí por medio de la liturgia. La Liturgia realiza, es decir, actualiza aquí y ahora la obra de la salvación. Y así, de golpe, coloca la liturgia en el corazón mismo de la "historia de la salvación". El misterio que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia es el "designio benevolente" de la Trinidad.

San León Magno lo decía con estas palabras: "lo visible de nuestro Redentor ha pasado a los sacramentos ".

Citamos otra vez la constitución sobre la liturgia: "Es el misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den testimonio del mismo en el mundo. En efecto, la liturgia, por medio de la cual se ejerce la obra de nuestra redención, sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia " (SC 2).

Ya tenemos el concepto verdadero de la liturgia. Dios toma la iniciativa del salvar a la humanidad. Lo realiza Cristo en su vida. Y el Espíritu Santo lo actualiza en la liturgia. 

Liturgia es, por tanto, la actualización del misterio salvador de Dios. Esta es la dimensión interna de la liturgia. ¿No es el más importante?

Consecuencias:

• Cada vez que participamos en la celebración litúrgica actualizamos en nuestra historia, o "atraemos" a nuestro mundo la salvación. De esta verdad nos tenemos que convencer, dejarnos invadir. Una vez invadidos, celebrar. Sin este espíritu nuestras celebraciones serán estéticas, hechas según la ley, pero nunca celebraciones vivas, auténticas. Esta es la espiritualidad litúrgica. Es necesario que desde el comienzo gustes y tengas experiencia. Así será agradable el estudio de la liturgia. "Tengo sed, sed del Dios vivo" (Sal 62), del Dios que da vida, del Dios que me salva.

• El misterio que celebramos es, en primer lugar, la obra de Dios, la que él lleva a cabo en nosotros y para nosotros. Soy yo, pues, quien entro en la liturgia: no soy yo quien la creo. Soy yo quien entro en la salvación que Dios ha realizado: no soy yo quien creo la

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salvación. Por eso en la liturgia hay que entrar con una actitud de servicio, para que aparezca con toda

la fuerza expresiva esa salvación que Dios actualiza aquí y ahora sacramentalmente, pero realmente. Se entra en la liturgia con la mirada puesta en Dios, para acogerlo. La liturgia no es una palabra humana, sino una respuesta humana a la palabra de Dios.

LA LITURGIA: COMUNICACION ENTRE DIOS Y EL HOMBRE

La Liturgia se encuentra inserta en la Tradición, fuente de la Revelación Divina Sobrenatural, cuya finalidad es la Salvación del hombre y la Glorificación de Dios.

La liturgia es comunicación entre Dios y los hombres.

En la Liturgia se unen dos movimientos complementarios e inseparables:

Dios se vuelve a su pueblo para regalarle su gracia y santificarlo, por medio de la obra de la redención humana (movimiento descendente de Dios hacia el Hombre)

El hombre se vuelve a Dios para glorificarlo por sus maravillas, en la obra de la perfecta glorificación de Dios (movimiento ascendente, del Hombre hacia Dios)

DIOSSantificación del Hombre

Glorificación de DiosHOMBRE

Este dinamismo dialogal es permanente en la Revelación. Dios se comunica personalmente, de tú a tú con el hombre, a quien hizo persona, semejante a Él, capaz de relacionarse personalmente con Él, toma la iniciativa de la salvación y pone su amor al servicio de la liberación de su pueblo, y el hombre – individual o colectivamente – lo invoca y lo alaba, le responde y obedece.

La culminación de la comunicación entre Dios y el hombre se da en la Encarnación. La naturaleza humana y la creación entera fueron de tal modo asumidas por la

Encarnación, que son el cauce de la comunicación y el lugar de encuentro de Dios con nosotros.

La Encarnación es así el fundamento de la plena comunicación de Dios y el Hombre, y por eso mismo, el fundamento de la Liturgia, que celebra a Dios Encarnado y lo hace a través de signos y ritos humanos, en los que se transparenta misteriosamente su presencia y su gracia.

El núcleo de sentido en la liturgia es aquello “que Cristo hace por obra de su Espíritu”. Se trata como dice SC 5, “del misterio pascual de la bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión de Cristo, o simplemente del Misterio de Cristo.

El Misterio de Cristo.

Misterio de Cristo es una expresión que resume toda la acción salvífica de Dios en la historia de la Salvación. Creemos firmemente que el mismo acontecimiento pascual de Jesucristo fue la culminación y la síntesis de toda la obra liberadora de Dios.

La Iglesia no tiene otro motivo de celebración que el misterio de Cristo. Toda la Liturgia lo celebra, siempre.

Sin embargo, la riqueza de la fe cristiana, puede desplegarse dentro de sus celebraciones en tal diversidad de contenidos y temas, personajes y acontecimientos, que puede peligrar la centralidad del núcleo que es la fuente de toda esa riqueza: Jesucristo muerto y resucitado, plenitud de la obra salvífica divina.

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El misterio pascual, único motivo de celebración cristiana, en algunos momentos de la historia, ha sido recubierto con tal cantidad de devociones a personajes, de ritos, temas y signos y palabras, que terminó siendo desplazado de la centralidad de la liturgia y, sobre todo, de la espiritualidad de los fieles.

Acontecimiento y memorial.

La Liturgia celebra algo acontecido en la historia, acontecimientos salvadores, es decir, intervenciones de Dios en el tiempo de la creación, que ha ido revelando su presencia liberadora a favor de la humanidad. El conjunto de esas intervenciones amorosas se llama Historia de la Salvación. San Pablo la llama Misterio, y se refiere al plan divino de salvación que culmina en la muerte y resurrección de Cristo. Tal acontecimiento resume en un hecho salvífico todas las intervenciones divinas anteriores y posteriores, transformándose así en el centro de la historia para los creyentes, en el núcleo de su fe “cristiana” y, por eso mismo, en el único motivo de su celebración. El misterio escondido durante siglos se revela plenamente en el misterio pascual de Cristo.

Para la celebración de la Fe en la liturgia, es imprescindible hablar de Memorial. Este significa la presencia y eficacia actual de lo conmemorado, de modo que los acontecimientos que históricamente pertenecen al pasado, se hacen realmente presentes en la vida del hoy del pueblo de Dios que celebra su Fe. El mismo Jesús mandó a sus discípulos a celebrar la Eucaristía como memorial del acontecimiento culminante de la Salvación, por eso hoy, en la actualidad, al celebrar la Eucaristía, Jesucristo se hace realmente presente en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.

La Liturgia, como Memorial, es un “momento de la historia de la Salvación”, en esa historia salvífica, la liturgia constituye el momento culminante del último período de la Revelación antes de la Parusía.

LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO

La Liturgia es acción

Cuando hablamos de liturgia no nos referimos a una sabiduría, ni a una doctrina o teoría; sino que se trata de acción. Esto nos indica que la liturgia es un “drama”, que comporta movimiento; tiene un dinamismo interior regido por leyes propias. No es una yuxtaposición artificial de ritos y palabras, sino un movimiento armónico de un conjunto de elementos que se va desarrollando, amplificando, culminando y concluyendo. Como la Alianza que Dios hace en la historia con su pueblo. Tiene un ritmo natural, animado por la vitalidad del soplo divino.

Los momentos principales de toda celebración son: Convocación (Asamblea litúrgica, signo de la Iglesia en cuanto convocación de creyentes en torno a Cristo resucitado), diálogo salvífico (Escucha de la Palabra y respuesta a ella), signos con los cuales se sella la Alianza de Dios con su pueblo.

La Liturgia es acción simbólica

Es un complejo de signos a través de los cuales Dios habla y comunica su vida por Cristo en el Espíritu, continuando su proyecto de amor. Sólo a través de signos podemos captar y recibir el don divino. Los signos (palabras y gestos), estructurados en ritos , nos dejan entrever las realidades eternas. El lenguaje propio de la liturgia no es la palabra, sino el signo.

La Liturgia es acción de Cristo.

Cristo es el actor principal de la liturgia, presente y operante en la celebración. Es una presencia real y eficaz, aunque realizada en signos y grados de diversa intensidad.

La Liturgia es acción del Espíritu Santo

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El Espíritu Santo manifiesta a Cristo en la asamblea, hace presente y actualiza el misterio de Cristo por su poder transformador. En cada Asamblea se produce un nuevo Pentecostés, como respuesta a la invocación (epíclesis), se dona la efusión del Espíritu Santo.

La Liturgia es un acto comunitario

La Iglesia es una comunidad jerárquica que halla su expresión en la acción litúrgica, esta no es una acción privada, sino celebración de la Iglesia que es sacramento de unidad, es decir, pueblo de Dios reunido y ordenado bajo la guía de los Obispos. (SC 26). Es preciso que aparezca la asamblea múltiple, abierta, que expresa sus propias inquietudes.

La Liturgia comporta la participación de todos

La participación no es una concesión a los fieles, ni un expediente de actividades. Es un derecho y un deber de todo cristiano, por la naturaleza del sacerdocio común y de los sacramentos que lo constituyen como miembro de un pueblo sacerdotal con pleno derecho. La participación es la forma de meter la vida en la celebración para que sea tocada y transformada por la obra de Cristo. Por eso debe ser piados, consciente, activa, plena y comunitaria (SC 14).

La Liturgia requiera de un ambiente adecuado

La celebración exige un clima de fiesta, porque es memorial de la Pascua de Cristo. Esto no se garantiza con elementos externos, pero es preciso valorizar la iluminación, el adorno significativo, la acogida fraterna, el tomar en cuenta a las personas para romper el hielo y hacerlos salir del anonimato. Tienen un papel importante la música y el canto., que no son elementos decorativos, sino parte integral de la celebración y tarea de todo el pueblo de Dios. El canto asume la función de signo sagrado.

El lugar sagrado no es meramente funcional, sino que tiene un significado simbólico y una tarea pedagógica.

La liturgia es una celebración ritual (elemento externo, visible, significante) donde está presente y actuante el Misterio de Cristo y de la Iglesia (elemento invisible, divino, significado), por la obra del Espíritu Santo. Tres son sus elementos constitutivos, que nos ayudan a distinguir entre una celebración litúrgica y una celebración no litúrgica:

a. Memorial del Misterio de Cristob. Acción sacramental de la Iglesiac. Sistema ritual – simbólico de comunicación.

Características de la espiritualidad cristiana

La espiritualidad cristiana debe estar centrada en la Santísima Trinidad, a través de intimidad, trato familiar y constante con las tres divinas personas. Como respuesta a la llamada del Padre (Rm 8,29: Ef 1,3ss), el cristiano, a ejemplo de Cristo, debe entregar toda su vida al Padre en completa sumisión a su voluntad para ser como Cristo, instrumento de santificación, puente entre los hombres y Dios (Hb 5,1), ofreciéndose diariamente al Padre en el sacrificio eucarístico junto con Cristo.Debe ser una espiritualidad cristocéntrica, por medio de una amistad personal con Cristo, a quien ha de aspirar asemejarse en todo.

A semejanza de los apóstoles, que recibieron la fuerza del Espíritu Santo en Pentecostés, el cristiano debe concientizarse de este Santo Espíritu en la Iglesia y en su corazón, ya que Él es el Espíritu de Vida, porque en Cristo vivifica a los hombres haciéndolos hijos de Dios (Ga 4,6; Rm 8,15-16), capacitándolos para creer en la verdad. Por eso, la espiritualidad cristiana es también pneumatológica. Debe ser una espiritualidad eclesial que, por consiguiente, mire a Cristo en los obispos y en los hombres, a los que deben cuidar, en particular en los pobres, en los pequeños, en los enfermos, en los pecadores, en los incrédulos.

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Debe ser una espiritualidad litúrgica que los lleve a vivir el misterio pascual y saber iniciar después en el mismo a los hombres; espiritualidad litúrgica que se alimente en la meditación de la Palabra de Dios, para aprender a encontrar en ella a Cristo, en los misterios de la Iglesia, en la Eucaristía y en el Oficio Divino.Debe ser una espiritualidad mariana, en la cual se manifieste el amor, la confianza y el culto filial a la Madre de Dios. María, llamada a colaborar en la obra de la salvación, es reconocida como modelo extraordinario de la Iglesia en el orden de la fe. Ella es la creyente en quien resplandece la fe como don, apertura, respuesta y fidelidad. Ella es la perfecta discípula, que se abre a la palabra y se deja penetrar por su dinamismo. Su fe la impulsa a subir al calvario y asociarse a la cruz de su Hijo (LG 65; DP 282-283). Por lo tanto, en la vida del cristiano, María debe ocupar un lugar preeminente (Mc 28).Se puede decir entonces que, la espiritualidad cristiana, presentándose en diferentes formas, conserva como constantes, las características de ser trinitaria, cristocéntrica, pneumatológica, eclesial, litúrgica y mariana. Son todas ellas las que configuran el contenido de la espiritualidad, tienen íntima correlación unas con otras, que las hace indispensables entre sí y que todavía más, se complementan para una verdadera vivencia de la espiritualidad cristiana.

También la piedad popular es un lugar de encuentro con Cristo para todos aquellos que con espíritu de pobreza y humildad de corazón buscan sinceramente a Dios (cf. Mt 11,25).

El fundamento de la vida espiritual: Las virtudes teologales

El cristiano debe aprender a vivir según el Evangelio, a fundarse en la fe, la esperanza y la caridad, para que en el ejercicio de estas virtudes, adquiera el espíritu de la oración, consiga el vigor de las demás virtudes y crezca en él el celo de ganar a todos los hombres para Cristo.

Al cristiano de hoy, le es particularmente necesaria una “síntesis vital de fe”, personalmente descubierta y capaz de iluminar su vida concreta, una fe que no se limite a adherirse a determinados contenidos, sino que sea un ejercicio cristiano de elección y confianza en Cristo y la Iglesia.Se debe educar en la virtud de la esperanza. El cristiano debe enfocar todos sus esfuerzos en espera de la participación plena de la misión evangelizadora de Cristo, como también en la participación definitiva y gloriosa de Cristo resucitado.

Se le debe fomentar al cristiano el amor a Dios, teniendo un mayor conocimiento de la obra salvífica de Dios, manifestada a través de las diversas etapas de sus intervenciones, sobre todo, comprendiendo a Cristo como don supremo del amor de Dios a nosotros (Jn 3, 16; Ga 4,4). Y entendiendo su muerte como entrega total de sí mismo por los hombres (Flp 2.6).

Como una consecuencia del amor de Dios, brota el amor al prójimo. Este mismo amor se orienta a producir una actitud de responsabilidad realista, de conciencia y cercanía entregada al servicio de su pueblo.

El hombre cristiano es parte de un mundo visible y concreto, pero tiene en sí su hábito de trascendencia; por la fe se agranda el horizonte de la visión. También se abriga en la propia intimidad un profundo anhelo de amor y ternura; esa demanda común de relación amistosa o comunitaria encuentra su respuesta en la caridad. Seres limitados en el tiempo, los cristianos buscan algo consistente que permanezca como valor definitivo, incluso cuando termine el paso por la tierra; y aquí entra de lleno la esperanza.

La espiritualidad sacramental

En la espiritualidad cristiana los sacramentos son medios fundamentales. En ellos, la Iglesia confiesa su fe y ofrece apoyo a cada cristiano. Ahí se manifiesta y fortalece la vida según el Espíritu de Jesucristo. Los sacramentos deben ser signos de vida, pero como todas las realidades eclesiales, también están sujetas a una deformación. Sin embargo, el Espíritu sigue actuando en la Iglesia que, en los últimos años, insiste mucho no sólo en la validez sino en la verdad de las celebraciones sacramentales: que los ritos visibles sirvan para la comunión entre Dios y la humanidad. Este objetivo no se logra con una reforma superficial; supone profunda renovación en el espíritu evangélico.

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Dos tentaciones muy peligrosas amenazan hoy a la espiritualidad cristiana: desentenderse de la vida real con todos sus conflictos, y deformarse como práctica religiosa privatista muy aceptable por el individualismo actual. Una práctica de los sacramentos, bien interpretados en la línea de la encarnación, puede ser buen correctivo contra esas dos posibles desviaciones.Durante mucho tiempo ha prevalecido en la Iglesia una concepción, que consideraba a los sacramentos como meros ritos, que se administraban a quienes los pedían. En conjunto, puede afirmarse que reinaba una actitud y una mentalidad individualista: el rito se le daba al cristiano que lo pedía, y con frecuencia se administraba sin la participación de la comunidad. Con la renovación litúrgica recogida y promovida por el Vaticano II, han cambiado en gran parte la actitud y praxis señaladas. Los principios de la participación comunitaria y celebración gozosa están bien claros. Ya no se habla tanto de “recibir un rito” sino de “participar en un sacramento”. Y ha venido a ser más frecuente la expresión “celebrar un sacramento”, que “administrar un sacramento”. En vedad, se trata de la recuperación de un aspecto decisivo, a tener muy en cuenta en el desarrollo teórico: los sacramentos son “celebraciones”.

Señalemos algunos aspectos que deben ser más cuidados en la práctica sacramental, y destaquemos matices que parecen importantes.

Oración litúrgica

Es una forma de oración vocal que comprende todo el culto divino y público; también se puede llamar oración comunitaria. Ejemplos:

La celebración eucarísticaEs una oración por medio de la cual se hace presente la obra sacerdotal de Jesucristo. En ella su esposa, la Iglesia, celebra el memorial de su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad. Es, además, el banquete pascual en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se nos llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera. Es la principal celebración litúrgica de la Iglesia.

La celebración de la liturgia de las horasEs la oración de alabanza que se canta perpetuamente en las moradas celestiales y que Cristo introdujo en esta vida terrena. En esta oración Él mismo se une así a la comunidad entera de los hombres, y juntos cantan este himno divino de alabanza. En esta oración Cristo y su Iglesia alaban al Padre e interceden por la salvación de todo el mundo.La celebración de la Palabra de Dios

Es la celebración en la que se nos abren con mayor amplitud los tesoros de la Biblia, y la Palabra del Señor que celebramos se nos da como alimento.

La celebración de los sacramentosEsta celebración está ordenada a la santificación de los hombres, a la edificación del cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios. La celebración de estos signos sacramentales no sólo suponen la fe, sino que la vez la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y cosas; por esto se llaman sacramentos de la fe. Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración nos prepara para recibir con fruto la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad. Por consiguiente, es de suma importancia que recibamos con la mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que han sido instituidos para alimentar la vida cristiana.

2- EL AÑO LITURGICO

La Iglesia celebra entero el misterio de Cristo, desde su nacimiento hasta su última y definitiva venida. La Liturgia es el culto ofrecido a Dios, por medio de Cristo y su Iglesia. La celebración del misterio cristiano, se realiza a través del tiempo, cada año se conmemoran los principales acontecimientos de la intervención de Dios y su salvación en la historia del hombre. Dios ha entrado en la historia humana para realizar un plan de salvación que culmina en la Muerte y Resurrección de Cristo; Dios --Jesucristo-- ha entrado en el tiempo del

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hombre y lo ha santificado. El hombre, por tanto, celebra cada año, los acontecimientos de la salvación que trajo Jesucristo.

El Año Litúrgico es la celebración - actualización del misterio de Cristo en el Tiempo; es decir, la celebración y actualización de las etapas más importantes del desarrollo del plan de salvación de Dios para el hombre. Es un camino de fe que nos mete progresivamente en el misterio de la salvación; que los cristianos recorremos para realizar en nosotros este plan divino de amor que apunta a que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad (1 Tm 2,4). Quien ha estudiado la historia de salvación, comprenderá la importancia del Año Litúrgico en su caminar hacia el Padre.

El Concilio Vaticano Segundo, en la constitución SACROSANCTUM CONCILIUM (sobre la sagrada liturgia) se refiera al año litúrgico de la siguiente manera:

El eje sobre el cual se mueve el Año Litúrgico es la Pascua. Por lo tanto la principal finalidad consiste en acompañar gradualmente al hombre hacia una conformación auténtica de Cristo, muerto y resucitado.

En la carta apostólica del papa Juan Pablo II con motivo del cuadragésimo aniversario de la constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia, del 4 de diciembre de 2003, nos dice que el año litúrgico es “camino a través del cual la Iglesia hace memoria del misterio pascual de Cristo y lo revive” (n.3).

El Año Litúrgico tiene dos funciones o finalidades:

a) Una finalidad catequética : quiere enseñarnos los varios misterios de Cristo: Navidad, Epifanía, Muerte, Resurrección, Ascensión, etc. El año litúrgico celebra el misterio de la salvación en las sucesivas etapas del misterio del amor de Dios, cumplido en Cristo.

b) Una finalidad salvífica : es decir, en cada momento del año litúrgico se nos otorga la gracia especifica de ese misterio que vivimos: la gracia de la esperanza cristiana y la conversión del corazón para el Adviento; la gracia del gozo íntimo de la salvación en la Navidad; la gracia de la penitencia y la conversión en la Cuaresma; el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte en la Pascua; el coraje y la valentía el día de Pentecostés para salir a evangelizar, la gracia de la esperanza serena, de la honestidad en la vida de cada día y la donación al prójimo en el Tiempo Ordinario, etc. Nos apropiamos los frutos que nos trae aquí y ahora Cristo para nuestra salvación y progreso en la santidad y nos prepara para su venida gloriosa o Parusía.

ESTRUCTURA DEL AÑO LITÚRGICO.

Al año litúrgico lo podemos dividir en dos: Ciclo temporal cristológico: en torno a Cristo. Ciclo santoral: dedicado a la Virgen y los santos.

A su vez, el ciclo temporal cristológico tiene tres ciclos:

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"La santa madre iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo, en días determinados a través del año, la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el día que llamó 'del Señor', conmemora su resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa Pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua.Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor.Conmemorando así los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo, para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación." (nº 102).

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1- El ciclo de Navidad,2- El ciclo Pascual, que se inicia con el miércoles de ceniza, Cuaresma, Semana

Santa, Triduo Pascual y culmina con el domingo de Pentecostés.3- El ciclo del tiempo Ordinario

1- EL CICLO DE NAVIDAD

Adviento: tiempo de alegre espera, pues llega el Señor. Las grandes figuras del Adviento son: Isaías, Juan el Bautista y María. Isaías nos llena de esperanza en la venida de Cristo, que nos traerá la paz y la salvación. Morado, color austero, contenido, que invita a la reflexión y a la meditación del misterio que celebraremos en la Navidad. No se dice ni se canta el Gloria, estamos en expectación, no en tiempo de júbilo. Durante el Adviento se confecciona una corona de Adviento; corona de ramos de pino, símbolo de vida, con cuatro velas (los cuatro domingos de Adviento), que simbolizan nuestro caminar hacia el pesebre, donde está la Luz, que es Cristo; indica también nuestro crecimiento en la fe, luz de nuestros corazones; y con la luz crece la alegría y el calor por la venida de Cristo, Luz y Amor. Distinguimos una doble perspectiva: una

existencial y otra cultual o litúrgica. Ambas perspectivas no sólo no se oponen, sino que se complementan y enriquecen mutuamente. La espera cultual, que se consuma en la celebración de la fiesta de Navidad, se transforma en esperanza escatológica proyectada hacia la Parusía final, dotando de este modo nuestra experiencia religiosa cristiana de una fuerza peculiar y de un dinamismo lleno de eficacia. Por estas razones el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre.

Todo el misterio de la esperanza cristiana se resume en el Adviento, Al mismo tiempo, es preciso afirmar que la espera del Adviento invade toda nuestra experiencia cristiana, la envuelve y encuentra en ella una dimensión nueva.

Las primeras semanas del Adviento subrayan el aspecto escatológico de la espera abriéndose hacia la Parusía final; en la última semana, en cambio, a partir del 17 de diciembre, la Liturgia del Adviento centra su atención en torno al acontecimiento histórico del nacimiento del Señor, actualizado sacramentalmente en la fiesta

Navidad: comienza el 24 de diciembre en la noche, con la misa de Gallo y dura hasta el Bautismo de Jesús inclusive. En Navidad todo es alegría, júbilo; por eso el color que usa el sacerdote es el blanco o dorado, de fiesta y de alegría. La Navidad es el encuentro de lo "divino con lo humano y lo humano con lo divino". Navidad es cercanía. Epifanía es la visibilidad gloriosa de su divinidad. Es el misterio de un Dios que viene, que está y que se manifiesta.

El misterio de la Venida no se celebra como un recuerdo, aniversario entrañable, sino que es una realidad actual. Navidad es nacimiento y venida y aparición "hoy". El misterio se nos hace presente y se nos comunica en la celebración litúrgica. El "Dios con-nosotros" quiere en cada Navidad hacer de los cristianos "nosotros-con-Dios": hijos, partícipes de su nuevo nacimiento y de su vida.

Epifanía: el día de Reyes es la fiesta de la manifestación y revelación de Dios como luz de todos los pueblos, en la persona de esos reyes de Oriente. Cristo ha venido para todos: Oriente y Occidente, Norte y Sur, Este y Oeste; pobres y ricos; adultos y niños; enfermos y sanos, sabios e ignorantes.

2- EL CICLO PASCUAL

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Inicio del Año Litúrgico

Adviento 4 domingos

25 diciembre – 6 enero

Navidad 2 domingos

Domingo siguiente al 6 enero

Epifanía 1 domingo

Lunes siguiente Tiempo Ordinario

5 a 9 semanas

Miércoles de Ceniza

Cuaresma 40 días

Jueves Santo a Sábado Santo

Vigilia Pascual

3 días

Centro del Año Litúrgico

Domingo de Resurrección

PASCUA 50 días

Siguiente domingo Pentecostés 1 semana

Siguiente domingo Tiempo Ordinario

21 a 25 semanas

Último Domingo Ordinario

Cristo Rey Término del Año Litúrgico

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El ciclo Pascual comprende Cuaresma, Semana Santa, Triduo Pascual, y Tiempo Pascual.

a) Cuaresma

Es tiempo de conversión, de oración, de penitencia y de limosna. No se dice ni se canta el Gloria ni el Aleluya. Estos himnos de alegría quedan guardados en el corazón para el tiempo pascual. Se aconseja rezar el Vía Crucis cada día o, al menos, los viernes, para unirnos a la pasión del Señor y en reparación de los pecados. Los grandes temas que nos ofrecen las lecturas y los textos eucológicos de este tiempo pueden reducirse a la Pascua, los sacramentos, el desierto, la Alianza y la conversión. No son los únicos, pero sí los que tienen el valor aglutinador. La cuaresma es un camino hacia la Pascua. Cristo, por el misterio pascual, ha hecho la Alianza eterna con el pueblo; los sacramentos de la iniciación cristiana que exigen una conversión constante, nos introducen progresivamente en el misterio de Cristo muerto y resucitado. El tiempo de cuaresma está ordenado á la preparación de la celebración de la Pascua. Prepara tanto a los catecúmenos como a los fieles a celebrar el misterio pascual.

b) Semana Santa y Triduo Pascual

Tiempo para acompañar y unirnos a Cristo sufriente que sube a Jerusalén para ser condenado y morir por nosotros. Es tiempo para leer la pasión de Cristo, descrita por los Evangelios, y así ir sintonizando con los mismos sentimientos de Cristo Jesús, adentrarnos en su corazón y acompañarle en su dolor, pidiéndole perdón por nuestros pecados. La Iglesia celebra cada año los grandes misterios de la redención de los hombres desde la Misa vespertina del jueves "en la Cena del Señor" hasta las Vísperas del domingo de Resurrección. Este período de tiempo se denomina "Triduo pascual", porque con su celebración se hace presente y, se realiza el misterio de la Pascua, es decir, el tránsito del Señor de este mundo al Padre. El Jueves Santo

Con el Jueves Santo termina la cuaresma y se inicia el Triduo pascual.

La misa, "en la Cena del Señor" evoca la última cena en la cual el Señor, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y de vino y los entregó a los Apóstoles para que los consumiesen, mandándoles que ellos y sus sucesores también lo ofreciesen.

La celebración vespertina está centrada en la institución de la Eucaristía y del Orden sacerdotal, y en el mandamiento nuevo del Señor.

El Viernes Santo

En este día, en que "ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo", la iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación de todo el mundo.

La Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra la Eucaristía. Se distribuye la Comunión solamente durante la celebración.

El tono triunfal y victorioso de toda la liturgia de este día es reflejo de la teología de San Juan, que presenta la cruz como el momento de la glorificación de Jesús.

El Sábado Santo

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso a los infiernos, y esperando su resurrección. En este día no se celebra la Eucaristía.

La Vigilia Pascual y el Domingo de Pascua

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Según una antiquísima tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor. Es la "madre de todas las santas Vigilias". Durante la Vigilia Pascual, la Iglesia espera la resurrección del Señor y celebra los sacramentos de la iniciación cristiana.

El Domingo de Resurrección es el tercer día del Triduo. Es el domingo de los domingos

C) Tiempo Pascual

Tiempo para celebrar con gozo y alegría profunda la resurrección y el tiempo del Señor. Es la victoria de Cristo sobre la muerte, el odio, el pecado. Dura siete semanas; dentro de este tiempo se celebra la Ascensión, donde regresa Cristo a la casa del Padre, para dar cuenta de su misión cumplida y recibir del Padre el premio de su fidelidad. En Pentecostés, la Iglesia sale y se hace misionera, llevando el mensaje de Cristo por todo el mundo. El tiempo pascual es el tiempo de la presencia y de la experiencia del Señor Resucitado entre los suyos.

El domingo de Pentecostés es el colofón de Pascua. No es una pascua paralela a la de Resurrección, sino el culmen pascual en el que se da el don del Espíritu y nace la Iglesia.

3. EL TIEMPO ORDINARIO

Además de los tiempos que tienen un carácter propio, quedan 33 ó 34 semanas en el curso del año, en las que no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo, sino más bien se recuerda el mismo misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos. Este período de tiempo recibe el nombre de Tiempo Ordinario.

Para algunos cristianos el Tiempo Ordinario puede resultar un "tiempo un poco incoloro", a pesar de las inmensas riquezas espirituales con las que la reforma litúrgica lo ha dotado, ofreciendo un doble ritmo dominical y ferial. Es un Tiempo todavía poco conocido en su estructura, contenido y expresión de fe.

La importancia de este Tiempo se centra en conseguir la progresiva asimilación del misterio de Cristo por parte de los fieles, porque semana tras semana y día tras día se presenta toda la vida histórica de Jesús, vista siempre a la luz del misterio pascual.

Este tiempo nos ofrece igualmente, la dinámica interna del crecimiento y la realización del Reino de Dios en este mundo. Los domingos y semanas anteriores al bloque de Cuaresma-Pascua sirven para introducirnos en la predicación y actualización del Reino de Dios por parte del Jesús histórico. Mientras que los domingos y semanas posteriores, sirven para centrarnos en la experiencia que del Reino de Dios ha de hacer la Iglesia pospascual de los tiempos.

El Tiempo Ordinario comienza el lunes que sigue al domingo posterior al 6 de enero y se extiende hasta el martes antes de Cuaresma inclusive: de nuevo se reanuda si lunes después del domingo de Pentecostés y termina antes de las primeras Vísperas del domingo de Adviento.

El ciclo Santoral está dedicado a la Virgen y a los santos:

Cada uno de los Santos es una obra maestra de la gracia del Espíritu Santo. Así dijo el papa Juan XXIII en la alocución del 5 de junio de 1960. Por eso, celebrar a un santo es celebrar el poder y el amor de Dios, manifestados en esa creatura.

Los santos ya consiguieron lo que nosotros deseamos. Este culto es grato a Dios, pues reconocemos lo que Él ha hecho con estos hombres y mujeres que se prestaron a su gracia. “Los santos, –dirá san Atanasio- mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando la Pascua” (Carta 14).

Este culto también es útil a nosotros, pues serán intercesores nuestros en el cielo, para implorar los beneficios de Dios por Cristo. Son bienhechores, amigos y coherederos del Cielo. Así lo expresó san Bernardo: “Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. La

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veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo” (Sermón 2).

Tenemos que venerarlos, amarlos y agradecer a Dios lo que por ellos nos viene de Dios. Son para nosotros modelos a imitar. Si ellos han podido, ¿por qué nosotros no vamos a poder, con la ayuda de Dios?

Sobre todos los santos sobresale la Virgen, a quien tenemos que honrar con culto de especial veneración, por ser la Madre de Dios. Ella es la que mejor ha imitado a su Hijo Jesucristo. Además, Cristo, antes de morir en la cruz, nos la ha regalado como Madre.

El año litúrgico es un tiempo simbólico, un signo de salvación que recorre el círculo completo de las estaciones del año solar, siendo portador de una significación y de un poder de salvación, que no es otro que el misterio de Cristo, centro y culmen de toda realidad simbólica cristiana.

El año litúrgico tiene una estructura que distribuye y articula las celebraciones de la comunidad cristiana, siguiendo unos períodos de tiempos variables según su situación en el año o ligados a determinadas fechas del calendario; es decir, propio del Tiempo y Santoral.

El año litúrgico consta de tres ciclos temporales: Pascua, Navidad y Tiempo ordinario, y de un conjunto de solemnidades y de fiestas del Señor, de la Virgen María y de los Santos.

LITURGIA DE LAS HORAS

Es una plegaria litúrgica, oficial, que vincula en la misma plegaria a todos los fieles de todos los lugares. La Instrucción General de la sagrada Congregación para el Culto Divino de 1971, en su número 12 nos dice: “La Liturgia de las Horas extiende a los varios momentos del día las alabanzas y acciones de gracias, igualmente que la memoria de los misterios de la salvación, los ruegos y la pregustación de la gloria celestial que se nos ofrecen en el Misterio eucarístico que es el centro y la cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana. Además, la misma celebración eucarística se prepara óptimamente por la Liturgia de las Horas, ya que las disposiciones para la fructuosa celebración de la eucaristía, como son la fe, la esperanza, la caridad, la devoción y el espíritu de sacrificio, adecuadamente se excitan y crecen en ella”.

El papa Juan Pablo II en su carta apostólica del 4 de diciembre de 2003, con motivo del cuadragésimo aniversario de la Constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia nos dice lo siguiente: “Es importante introducir a los fieles en la celebración de la Liturgia de las Horas, que, como oración pública de la Iglesia, es fuente de piedad y alimento de la oración personal. No es una acción individual o privada, sino que pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia...Por tanto, cuando los fieles son convocados y se reúnen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia, que celebra el misterio de Cristo. Esta atención privilegiada a la oración litúrgica no está en contraposición con la oración personal; al contrario, la supone y exige, y se armoniza muy bien con otras formas de oración comunitaria, sobre todo si han sido reconocidas y recomendadas por la autoridad eclesial” (14).

¿Qué es la Liturgia de las Horas?

Es el resultado de un proceso por el cual aquella doble exhortación del Señor Jesús a la oración y a la oración comunitaria se va estructurando en una serie de súplicas que, distribuidas a lo largo de cada jornada, impregnan todo el día. Germen de esto lo podemos encontrar en la primitiva comunidad cristiana que se reunía para la oración (cf Hech 2, 42). 46).

Ciertamente no es una oración cualquiera. Es, más bien, una plegaria litúrgica, oficial, que vincula en la misma plegaria a todos los fieles de todos los lugares, por lo que se

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realiza aquello de que, aunque sea una multitud dispersa a través del mundo, “tiene un solo corazón y una sola alma” (Hech 4, 32) y busca tener también una sola voz, uniéndose en las mismas palabras. “De esta manera las oraciones hechas en común poco a poco se ordenaron como una serie definida de “horas” (o momentos). Esta Liturgia de las Horas u Oficio Divino, enriquecido por las lecturas, es, sobre todo, oración de alabanza y de súplica y también oración de la Iglesia con Cristo y a Cristo” (Instrucción General, n. 2).

Todo el pueblo de Dios está llamado a tomar parte en ella. Por lo que la constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia expresa: “Se recomienda a los laicos que recen el Oficio Divino o con los sacerdotes o reunidos entre sí e incluso en particular”(n. 100). Y unos números atrás nos decía la misma constitución conciliar: “La función sacerdotal de Jesucristo se prolonga a través de su Iglesia que sin cesar alaba al Señor e intercede por la salvación de todo el mundo no sólo celebrando la eucaristía, sino también de otras maneras, principalmente recitando el Oficio Divino” (n. 83).

Estructura actual de la Liturgia de las Horas

La estructura concreta se realiza mediante una serie de oraciones, que señalan, consagran, santifican diversos momentos del día.

En el fondo de la estructura subyace todavía la clásica manera antigua de computar las horas que, en comparación con la actual, nuestra, va de tres en tres horas. Así primitivamente y, sobre todo, en los monasterios, el Oficio Divino comprendía ocho momentos de oración en el transcurso de cada jornada (8 por 3 = 24 horas).

La actual estructura de la Liturgia de las Horas comprende estas horas:

• Oración de la mañana, al levantarse: Laudes.• Oración hacia las nueve de la mañana: Hora Tercia.• Oración del mediodía: Hora Sexta.• Oración hacia las tres de la tarde: Hora Nona.• Oración al finalizar las tareas, de las seis a las ocho de la tarde: Vísperas• Una oración, que actualmente puede ubicarse en cualquier momento de la jornada: Oficio de lectura.• Y, finalmente, una oración inmediatamente antes del reposo nocturno: Completas.

Son, pues, siete momentos de oración en el transcurso de cada jornada, según aquello del salmo: “Siete veces al día te alabo por tus justos juicios” (Salmo 119, 164). De esos siete momentos hay dos que son principales y se consideran como ejes de toda la Liturgia de las Horas: Laudes y Vísperas.

El contenido de las “Horas”

Consta de: Un himno inicial que –poéticamente- nos ubica en el momento propio en que se hace la

plegaria. Tres salmos. Una lectura bíblica Oración de intenciones en Laudes y Vísperas. Oración conclusiva.

Además, en el oficio de “Completas”, antes de acostarse, se añade, al comienzo, un examen de conciencia y un acto penitencial. Como término obvio al final de la jornada, además de dar gracias al Señor por todos sus dones y lo bueno que hemos podido realizar con ellos, no podemos eludir la necesidad de pedir perdón por nuestras faltas.

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Esta Liturgia brota de la esencia misma de la Iglesia que es comunidad orante por excelencia y que busca tributar a Dios aquella “adoración en espíritu y en verdad” de que Jesús habla a la samaritana (cf Jn 4, 23); y que intercede constantemente por la salvación de los hombres todos, en unión con Jesús, que rogó tan insistentemente por ella.

Con la Liturgia de las Horas nos asociamos, desde la tierra, al himno que los ángeles y los santos tributan para siempre a Dios en la gloria y por mismo se convierte en algo así como un “adelanto del cielo”. Con razón dice sobre esto la Instrucción propia: “Con la alabanza ofrecida a Dios en la Liturgia de las Horas, la Iglesia se asocia al canto de alabanza que, en el cielo, se canta sin cesar; y así pregusta aquella alabanza celestial descrita por Juan en el Apocalipsis que resuena siempre ante el trono de Dios y del Cordero” (n. 16).

Por eso, la Liturgia de las Horas es fuente de grande gozo. Como que en ella, además, la Iglesia asume “los deseos de todos los cristianos e intercede por la salvación de todo el mundo ante Cristo y, por él, ante el Padre” (n. 17). De esta manera, la Liturgia de las Horas no es sólo medio de santificación personal (n. 14), sino también eficaz instrumento de fecundidad apostólica.

La Eucaristía

La Eucaristía como sacramento.

La eucaristía es el sacramento en el cual bajo las especies de pan y vino, Jesucristo se halla verdadera, real y substancialmente presente, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.

Se le llama el “sacramento por excelencia”, porque en él se encuentra Cristo presente, quien es fuente de todas las gracias. Además, todos los demás sacramentos tienden o tienen como fin la Eucaristía, ayudando al alma para recibirlo mejor y en la mayoría de las veces, tienen lugar dentro de la Eucaristía.

A este sacramento se le denomina de muchas maneras dada su riqueza infinita. La palabra Eucaristía quiere decir acción de gracias, es uno de los nombres más antiguos y

correcto porque en esta celebración damos gracias al Padre, por medio de su Hijo, Jesucristo, en el Espíritu y recuerda las bendiciones judías que hacen referencia a la creación, la redención y la santificación. (Cfr. Lc. 22, 19)

Es el Banquete del Señor porque es la Cena que Cristo celebró con sus apóstoles justo antes de comenzar la pasión. (Cfr. 1 Col 11, 20).

Fracción del pan porque este rito fue el que utilizó Jesús cuando bendecía y distribuía el pan, sobre todo en la Última Cena. Los discípulos de Emaús lo reconocieron – después de la resurrección – por este gesto y los primeros cristianos llamaron de esta manera a sus asambleas eucarísticas. (Cfr. Mt. 26, 25; Lc. 24, 13-35; Hech. 2, 42-46).

También, se le dice asamblea eucarística porque se celebra en la asamblea –reunión - de los fieles.

Santo sacrificio porque se actualiza el sacrificio de Cristo. Es memorial de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

Comunión porque es la unión íntima con Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre.

Didaché es el sentido primero de la “comunión de los santos” que se menciona en el símbolo de los Apóstoles.

Misa posee un sentido de misión, llevar a los demás lo que se ha recibido de Dios en el sacramento. Usada desde el siglo VI, tomada de las últimas palabras “ite missa est”.

Buscamos el texto 1 Corintios 11, 23-26.

Este es uno de los relatos de la institución de la Eucaristía. En todo el Nuevo Testamento hay cuatro relatos semejantes (el que hemos leído, traído por San Pablo, y uno en cada uno de los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas). El texto que hemos tomado de la primera carta a los Corintios se

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aproxima mucho al que nos trae San Lucas. Mientras que los otros dos textos acentúan otros aspectos y, a su vez, están más emparentados entre sí.

Fuera de un análisis exhaustivo de esta narración, hay tres elementos que podemos destacar: 1. Jesús llenó de contenido la Cena que comió por última vez con los discípulos más allá del mero hecho de comer. Esa comida tuvo un marco de intimidad entrañable y al mismo tiempo de tensa revelación del fin que se aproximaba. 2. Jesús quiso dar al pan y al vino de la cena un significado profundo relacionado con su Muerte y Resurrección. El mismo San Pablo dice que "al comer el pan" y "al beber el vino" estamos anunciando (celebrando, actualizando) la Muerte del Señor hasta que vuelva. 3. Jesús dice que la copa es la nueva Alianza que se sella con su sangre. Hay una vinculación entre su Sangre y una Alianza. Se refiere a una alianza definitiva, nueva y eterna que Dios quiere sellar con el Pueblo creyente. Si Dios había sido fiel a su primera Alianza, renovándola cada vez que los hombres la habían quebrado, ahora ratifica y renueva sustancialmente esa Alianza, sellándola con la Sangre de Cristo.

Entonces podemos reflexionar:

* Dada la centralidad que tiene para los cristianos la Muerte y Resurrección de Jesús, es lógico que el mismo Señor haya pensado un modo de hacer siempre presente este acontecimiento tan decisivo. Es así como surge la Eucaristía, que es el principal de los signos sacramentales de los cristianos, por ser culminante y por ser presencia viva de la misma persona del Señor.

* Jesucristo, la noche que lo traicionaban, instituyó el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. Lo hizo sirviéndose de un rito judío (la cena pascual) que conmemoraba, de un modo muy fuerte y con una resonancia salvífica verdadera, el paso salvador de Dios por la vida de su pueblo cuando fue sacado de la esclavitud de los egipcios a través del desierto. Aquel episodio histórico fue definitivamente significativo para Israel y expresó claramente la fidelidad de Dios a la Alianza que ya había pactado con Abraham. Esa liberación quedó cristalizada, recordada y actualizada en el ritual de la Pascua judía.

* Jesús sabía que la liberación que conseguiría en la Cruz momentos después de celebrar la Cena pascual sería mucho más fuerte e importante que aquella liberación de Egipto. La liberación conseguida por Jesús incidiría en el destino eterno de todo hombre, sería el rescate de todo creyente del abismo terrible del pecado y todas sus consecuencias, de sus límites existenciales, de la misma muerte. Por eso, su Muerte y Resurrección son la revelación de una nueva alianza, definitiva y eterna, mucho más trascendente que la anterior. Por esta alianza, Dios nos permite participar de su misma naturaleza, recrea nuestra identidad humana desde las raíces, nos hace hijos "en el Hijo", hermanos -por tanto- entre nosotros, pueblo nuevo "que tiene por meta el Reino, por estado la libertad de sus hijos, por ley el precepto del amor" (Cfr. Prefacio común IX).

* Si bien el acontecimiento pascual es el que realiza la nueva alianza, y el bautismo el sacramento por el cual somos injertados en ella, Jesús instituyó en la Cena el Sacramento que la actualiza y alimenta. La Eucaristía es, entonces, la manera que tenemos los cristianos para alimentar nuestra condición de tales. Por eso mismo, ella es una comida. Se trata de comer la Carne y beber la Sangre del Hijo de Dios para vivir eternamente (Cfr. Juan 6,48-56). La Eucaristía es una comida sacramental. Esto quiere decir que todo lo que pertenece a la realidad y a la cultura humana respecto de la comida, se aplica a la Eucaristía:

· En primer lugar, ella es alimento: nos muestra que la vida cristiana debe nutrirse y crecer. A su vez revela que no es un premio para personas que "lo hacen todo bien" sino un alimento que necesita aquél que peregrina en la vida, que todavía no llegó, que es "necesitado".

· No es un alimento esporádico: Jesús nos ha dejado como Eucaristía el pan y el vino que son elementos simples y cotidianos; podría habernos dejado el Cordero, pero éste tiene un carácter mucho más extraordinario desde el punto de vista de la fiesta. Prefirió frutos muy simples y universales provenientes de la tierra y del trabajo humano. Y cada domingo esos dones convertidos en su Sacramento se ofrecen a nosotros.

· Expresa universalidad: el pan y el vino son para todos; el pan es el elemento más básico y el vino caracteriza todas las clases sociales (con frecuencia podemos ver que el rico ostenta

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su riqueza en el vino que puede beber en su mesa y el pobre ahoga sus penas en vino).· Es comida fraterna, banquete festivo; en ese sentido la Eucaristía prefigura y anticipa la

fiesta final del Cielo. En ella todos los cristianos deberíamos congregarnos. En la experiencia familiar sabemos bien qué dura es la ausencia en la mesa de alguien "que debería estar en la mesa y no está". Por eso mismo, la Eucaristía celebrada es signo de la plena comunión con Dios y entre nosotros. Quien ha roto la comunión por el pecado debe convertirse antes de acercarse (en ese sentido, pueden verse las palabras tajantes de San Pablo en el versículo siguiente al texto que hoy nos ha iluminado).

* La Eucaristía es memorial. Esta palabra que tiene raíces en los ritos judíos y puede resultar un poco técnica en su comprensión, expresa la verdad del acontecimiento sacramental. Quiere decir que cuando los cristianos celebramos "hoy" la Eucaristía, en virtud del Espíritu Santo que anima la celebración y toma posesión de las palabras y gestos del ministro, estamos "presencializando" el Misterio Pascual de Jesús. La Eucaristía es verdadera "actualización" de ese Misterio. Hay una identidad misteriosa entre la última Cena de Jesús, el momento de morir y resucitar del Señor, y cada Misa que se celebra en el tiempo, a lo largo de la historia. Y todos los que participan en ella entran en una misteriosa comunión. Es como si las barreras temporales impuestas por la sucesión de los hechos quedasen derribadas. En este sentido, la Eucaristía también es memorial anticipativo de la fiesta final que el Padre Dios prepara para nosotros. Por eso, en cada Misa nos ponemos en plena comunión con los Santos y con los que ya ven a Dios cara a cara.

* La Eucaristía es sacrificio. Este concepto, presente en la mayoría de las religiones tiene una raíz natural en el hombre. Todo hombre en su ser religioso tiende a ofrecer algo de lo propio a su dios para entrar en comunión con él y agradarle. Lo que ofrece suele denominarse "víctima" y la acción de ofrecimiento es el "sacrificio". Un ministro iniciado en el ritual -"el sacerdote"-, ofrece la víctima y lo hace, generalmente, por medio de la "inmolación". Cuando la víctima es un alimento suele comerse como signo de la comunión con el dios al que se le ha ofrecido la víctima. Y más aún, los sacrificios en las religiones antiguas tenían siempre fines determinados (la acción de gracias, la propiciación, la impetración, la adoración, etc.). Todos estos elementos, aparentemente ajenos a nuestra mentalidad pertenecen a la naturaleza religiosa de todo hombre y han sido plenamente asumidos en la Eucaristía por Jesús. En nuestro caso, Jesús mismo es la Víctima que se inmola en el altar de la Cruz ; él mismo es el Sacerdote pues se ofrece a sí mismo. Lo hace para entrar en plena comunión de amor con el Padre, para glorificarlo plenamente (como no podría hacerlo ningún otro sacrificio) y ése es su fin ; nosotros podemos sumarle otras finalidades subordinadas (pedirle, agradecerle, etc.). Y más aún, ¡en la Eucaristía, comemos la víctima del sacrificio, al mismo Cristo, para entrar en comunión con Dios!

* Finalmente la Eucaristía es presencia del mismo Cristo. La Iglesia ha encontrado ese gesto de máxima condescendencia por parte de Dios. ¡Jesús ha querido quedarse con nosotros en el Sacramento En los comienzos del segundo milenio esta prerrogativa de la Eucaristía se profundizó mucho y así nació la adoración del Sacramento (las "Cuarenta horas", las procesiones eucarísticas, la fiesta de "Corpus Christi", etc.). En todos los sacramentos Cristo está presente verdadera y realmente pero en la Eucaristía su presencia es además sustancial. Es decir que él permanece en las "especies" del pan y del vino aún cuando continúen las apariencias del pan y del vino. De allí que en la Misa, el momento en que se dicen las palabras del Señor en la última Cena, se llame la "consagración", es decir que el pan se convierte en el Cuerpo y el vino en la Sangre del Señor. Esta presencia de Jesús Resucitado en las especies del Pan y del Vino consagrados nos mueven a una gratitud y valoración del sacramento que nunca será suficiente. La Iglesia considera a la Eucaristía su máximo tesoro.

* Algo más: la Eucaristía se vincula profundamente con la Iglesia, es decir con los cristianos tomados como conjunto de hermanos y presididos por el mismo Cristo. Donde se celebra la Eucaristía, dos o más se reúnen en el nombre del Señor y al participar del mismo y único Pan forman así un solo cuerpo. De allí que donde se celebra la Eucaristía se genera la Iglesia con todo lo que ella es. Podríamos pensar que es sólo al revés (la Iglesia es la que “hace” la Eucaristía, a través de Jesús obrando en sus ministros y reuniendo a la comunidad); si bien esto último es evidente, no lo es tanto el primer aspecto que hemos querido subrayar y que sintoniza con el acento puesto por el Papa Juan Pablo II en su reciente encíclica “Ecclesia de Eucharistía”. Lo que vincula a la Iglesia con la Eucaristía es el Espíritu Santo. Es Él quien por su acción viva y eficaz provoca la presencia del

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“Cuerpo del Señor” en los dos sentidos en que ya San Pablo los utiliza: el Cuerpo de Jesús en el Pan consagrado y el Cuerpo de Jesús en la comunidad reunida que participará de ese Pan.

Frutos de la Eucaristía

Al recibir la Eucaristía, nos adherimos íntimamente con Cristo Jesús, quien nos transmite su gracia.

La comunión nos separa del pecado, es este el gran misterio de la redención, pues su Cuerpo y su Sangre son derramados por el perdón de los pecados.

La Eucaristía fortalece la caridad, que en la vida cotidiana tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales.

La Eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales, pues cuanto más participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su amistad, tanto más difícil se nos hará romper nuestro vínculo de amor con Él.

La Eucaristía es el Sacramento de la unidad, pues quienes reciben el Cuerpo de Cristo se unen entre sí en un solo cuerpo: La Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo.

La Eucaristía nos compromete a favor de los pobres; pues el recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo que son la Caridad misma nos hace caritativos.

Partes de la Misa

LA LITURGIA DE LA MISA

La celebración de la Misa requiere una cierta iniciación en los pasos que la constituyen. Hay un lenguaje celebrativo por el cual Dios se manifiesta y nosotros nos manifestamos a Él.

* La Misa es ante todo una celebración. Como en las celebraciones humanas esto requiere: Que el momento celebrativo sea una verdadera interrupción mental y cordial de la

incesante actividad a la que estamos sometidos, Que tomemos clara conciencia del acontecimiento que nutre la celebración, es decir el

gesto de máximo amor por nosotros de parte de Jesús, Que nos abramos a la índole comunitaria de la celebración entendiendo que no podemos

vivir aisladamente nuestra fe sino en apertura a los hermanos, en Iglesia, Que adoptemos el lenguaje simbólico sacramental del que se nutre la celebración, tanto

para encontrar a Dios que nos habla y se encuentra "hoy conmigo" como para expresar "mi hoy" ante Dios.

* La Misa tiene cuatro momentos:

Momento preparatorio (llamado "Ritos iniciales") que es una verdadera "Liturgia de Reunión"

Momento de escucha y meditación (la "Liturgia de la Palabra") Momento de entrega, comunión y oración (la "Liturgia de la Eucaristía") Momento conclusivo (llamado "Ritos de conclusión") que encierra un envío misionero.

* Los dos momentos centrales (Liturgia de la Palabra y Liturgia de la Eucaristía) constituyen dos dones profundamente unidos en la persona de Jesús. La Iglesia representa estos dones

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"localizando" el rito en dos "mesas": la mesa de la Palabra (llamada ambón) y la mesa de la Eucaristía (llamada altar). Por la Palabra Jesús alimenta nuestra fe y nos mueve a la conversión; por la Eucaristía Jesús "se hace Carne" para que al recibirlo en la Comunión podamos vivir la gracia y salvación que la Palabra nos anunció y el estilo al que ella nos ha impulsado. Pareciera que el Señor lo ha pensado todo: no nos dejó solamente consignas de vida y anuncios bonitos sino que se preocupó de encarnarse en el alimento eucarístico para que podamos vivir esas consignas y se pueda cumplir en nosotros esos anuncios. Si no existiera la Eucaristía, el Evangelio sería una consigna casi imposible de vivir desde el punto de vista moral y la salvación sería una verdadera utopía.

* Cada momento de la Misa pide un conjunto de actitudes sugeridas por las invitaciones ("moniciones") del sacerdote. Así podremos ver que:

En la Liturgia de Reunión: nos ponemos en presencia de Dios (señal de la Cruz), nos ponemos en presencia de Iglesia (al saludarnos el sacerdote), tomamos conciencia de nuestra condición de pecadores con posibilidad de misericordia por parte de Dios (acto penitencial), alabamos y glorificamos a Dios (Gloria) y le suplicamos por lo que más nos preocupa en el momento de celebrar (Oración colecta).

En la Liturgia de la Palabra: escuchamos la Palabra de Dios que nos abre a las maravillas obradas antes de Cristo (Primera Lectura), respondemos a ese Dios que nos habló expresándonos con sus mismas palabras (Salmo Responsorial), recibimos una iluminación doctrinal o una exhortación moral de alguna de las Cartas del Nuevo Testamento (Segunda Lectura), escuchamos al mismo Jesús que nos habla en el "aquí y ahora" de nuestras vidas (Evangelio), recibimos una ayuda para entender la Palabra de Dios (Homilía del sacerdote), meditamos todo eso y lo traducimos en profesión de fe (Credo) y, movidos por la misma fe, rezamos los unos por los otros (Oración de los Fieles).

En la Liturgia de la Eucaristía: llevamos al altar el pan y el vino que el sacerdote agradece tener y en los cuales está representada espiritualmente nuestra vida con todo lo que ella incluye (Presentación de los dones), participamos de la Oración principal de la Misa, dirigida al Padre y por la cual, en virtud del Espíritu Santo, Jesucristo obra por medio del sacerdote-ministro entregándose por nosotros (Plegaria eucarística -que comienza con una acción de gracias, incluye la consagración, y culmina con una expresión de glorificación-), y finalmente, después de rezar al Padre común y estrechar nuestra fraternidad y nuestro deseo de paz y unidad, recibimos al mismo Jesucristo en la Comunión (Rito de comunión).

En la Liturgia de Misión: somos bendecidos y despedidos para que prolonguemos en nuestra vida lo que hemos celebrado en la Misa.

* En la Misa se despliega una Liturgia en la que todos, como Iglesia expresamos lo que somos y actuamos según nuestra condición. Así surgen los diversos ministerios. El sacerdote preside la celebración en nombre de Cristo y lo hace dirigiendo la oración común y animándonos a nosotros a la participación espiritual ; los distintos ministerios se ponen al servicio de las actitudes celebrativas (los lectores, los que guían, los que dirigen el canto, los que llevan los dones al altar, etc.); y todos participamos con nuestra oración, con el silencio, con el canto entusiasta, con las aclamaciones unánimes y sobre todo con la comunión con el Pan de Vida, Jesús. Lo importante es buscar una participación plena, consciente y activa.

* La Iglesia sabe que la Eucaristía es lo que la constituye como comunidad. En este sentido en la Iglesia Católica todos sus miembros nos unimos en un solo cuerpo (la Iglesia Universal) y lo expresamos al celebrar con el mismo rito (el rito romano); sin embargo cada comunidad plasmará en la celebración litúrgica su índole peculiar y sus características sociales, culturales y comunitarias, y por eso existe una gran variedad en los modos y estilos de celebrar: es lógico y pertenece a la humana condición. Son los pastores de la Iglesia los que deben velar por la sana tensión entre "unidad y diversidad".

De cada punto presentado surge un pequeño examen de conciencia:

¿Considero la Misa una "celebración" o hasta ahora era más "una catequesis", "un rito ajeno a mí", "un adoctrinamiento", "un acto de piedad individual", "una obligación"?

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¿Descubro en la Misa el acontecimiento principal, que es la Muerte y Resurrección del Señor? ¿Entiendo la dimensión comunitaria de la celebración o más bien me fastidia el hermano que

tengo a mi lado? ¿Conozco el lenguaje celebrativo y sacramental? ¿Me preocupo por averiguarlo y

profundizarlo? ¿Capto que la Misa es una "unidad celebrativa" y me preocupo por llegar a tiempo y

prepararme adecuadamente? ¿Entiendo la unidad profunda que existe entre la Palabra anunciada y la Eucaristía celebrada?

¿Pongo las actitudes correspondientes sugeridas en cada paso de la Misa? ¿Ofrezco mi carisma particular para colaborar en la celebración?

La Eucaristía, amor de Dios

Es misterioEs sacramentoEs sacrificioComo misterio, se creeComo sacramento, se recibeComo sacrificio, se ofrece.Se propone al entendimiento como misterio.Se da al alma como alimentoSe ofrece a Dios como homenajeComo misterio, anonada.Como sacramento, alimentaComo sacrificio, redime.Como misterio, es admirable.Como sacramento, es deleitable.Como sacrificio, es inefable.Como misterio, es impenetrable.Como sacramento, es presencia real.Como sacrificio, alimenta.Como misterio, es impenetrable.Como sacramento, es sabrosísimo.Como sacrificio, es valiosísimo.Como misterio, debo meditarlo.Como sacramento, debo gustarlo.Como sacrificio, debo apreciarlo sobre todo.Es misterio de fe. Debo creerlo.Es sacramento de amor. Debo amarlo.Es sacrificio de Dios. Debo confiar en él.Como misterio se esconde... en el Sagrario.Como sacramento, alimenta... es convite, es comunión.Como sacrificio, se inmola... es víctima... es la Santa Misa.

¡Oh Misterio Adorable! El Sagrario será mi refugio.¡Oh Sacramento Dulcísimo! Comulgar será mi mayor deseo.¡Oh Sacrificio Estupendo! La misa será mi prioridad de vida.

Elementos Materiales de la Liturgia

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El Templo, el Altar, vestiduras del Papa, obispos y sacerdotes, colores litúrgicos.

Los elementos materiales de la liturgia son los siguientes:a) El Templo

El templo está consagrado para el culto a Dios. Es verdad que Dios está presente en todas partes, pero quiere tener un lugar visible de su presencia en este mundo. Y esto es el templo, la casa de Dios, que más comúnmente llamamos “iglesia”. Por eso, siempre que vemos una iglesia, nos acordamos de que Dios está presente en el mundo y hacemos la señal de la cruz. El templo o iglesia es también la casa del pueblo de Dios, reunido para escuchar la Palabra de Dios, para rezar, para fraternizar como hijos de Dios.

Al inicio, los primeros cristianos daban culto a Dios en casas particulares (casas romanas de dos pisos). Lo requería la discreción y la prudencia, pues los emperadores romanos impedían todo culto público.

Fue Constantino en año 313 d.C. el que permitió el culto público y lo revistió de solemnidad y magnificencia. Y fue él, el que mandó construir las basílicas, que eran edificios muy grandes, en un inicio dedicadas al rey o emperador, y después ofrecidas a Dios, el Rey de reyes.

Durante siglos se han ido construyendo diversos tipos de templos dedicados a Dios:

Basílica: la basílicas mayores son siete y están en Roma; las menores, por todo el mundo, y ha sido el papa quien ha querido honrarlas con ese título.

Catedral: donde tiene la sede o cátedra el obispo. Iglesia abacial: donde tiene su sede un abad mitrado. Iglesias parroquiales: para atender espiritualmente a un grupo de fieles y a cargo del párroco

y sus colaboradores sacerdotes, en una localidad o territorio delimitado. Iglesia conventual: que pertenece a comunidades religiosas. Capillas, oratorios públicos, semipúblicos o privados.

b) Los lugares anexos al templo

Las capillas laterales: son como otras tantas pequeñas iglesias dentro de la principal. Responden al deseo de dar culto a santos locales y universales de mayor devoción.

Bautisterio: hoy el bautisterio ha cedido su lugar a la pila bautismal. Está colocado en los pórticos de las grandes basílicas o muy contiguos a ellas.

Sacristía: lugar sagrado para guardar los ornamentos y vestiduras sagradas, cálices, y objetos del culto. Con frecuencia se encuentra dentro de la sacristía el relicario, o capilla donde se custodia y expone el tesoro de las reliquias de santos y vasos de orfebrería.

Torres y campanarios: que indican la presencia de Dios en ese lugar. Las flechas de los campanarios rematan, las más de las veces, con una cruz, una veleta o un gallo. La cruz proclama el signo de Cristo; la veleta recuerda los vaivenes de la fama y lo efímero de la vida; y el gallo es símbolo de la vigilancia.

La cripta: los primeros cristianos la usaban como sepulcro para sus santos mártires y para sitio de reunión en el día del aniversario de su martirio. Con el tiempo, cada cripta sepulcral se convirtió en una pequeña capilla sobre la que se erigieron luego otras iglesias superiores, haciendo coincidir los altares de ambas.

Ahora veamos el mobiliario litúrgico del templo es decir, el conjunto de muebles que adornan o completan el templo.

Pila de agua bendita: lo primero que se encuentra, al entrar en una iglesia, es una o dos pilas de agua bendita. Es un símbolo: purificarnos antes de comenzar una acción litúrgica en el templo sagrado. Esta agua bendita es un sacramental, que debemos aprovechar con devoción, fe y reverencia.

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Pila bautismal: los antiguos bautisterios han quedado hoy reducidos a una pila de piedra o de mármol, más o menos grande y artística. Se la coloca en un ángulo de la Iglesia contigua al cancel, también en una capilla separada por una verja. Hoy se tiende a emplazarlas en el presbiterio. A todo buen cristiano debe inspirar agradecida devoción la pila, donde fue espiritualmente regenerado y hecho hijo adoptivo de Dios y miembro de la comunidad eclesial.

Púlpito: estaba adosado al muro o en alguno de los pilares de la nave o del presbiterio. Hoy lo suplen los ambones o simples atriles de la sede presbiteral con su micrófono. Desde el púlpito se predicaban los sermones, la voz llegaba fuerte a la gente y el sacerdote podía ver a todos desde el mismo.

Ambón: es el lugar desde donde se proclama la Palabra de Dios, hacia el cual se dirige espontáneamente la atención de los fieles durante la liturgia de la Palabra. Conviene que sea estable y no un mueble portátil. Se usa sólo para proclamar las lecturas, cantar o leer el salmo responsorial y el pregón pascual, hacer la homilía y la oración de los fieles. No debe usarse para el guía ni para el cantor o director de coro.

Los confesonarios: donde Cristo, a través de su Iglesia, en la persona del sacerdote, administra y ofrece el sacramento de la confesión para el perdón de los pecados de los hombres. A partir del concilio de Trento, en el siglo XVI, aparecieron los confesonarios cerrados a los lados, con paredes provistas de rejilla. Los confesonarios actuales son funcionales y prácticos, y están situados en lugares especiales de la iglesia o en capillas penitenciales.

Alcancías: destinadas a recoger las limosnas de los fieles, para el culto, la caridad de los necesitados, o necesidades de la parroquia, para las vocaciones. Dichas alcancías sirven para fomentar la caridad y la generosidad de todos.

Bancos: para sentarnos y escuchar la Palabra de Dios, pasar un rato de meditación íntima con el Señor.

Imágenes: ya sean pinturas (cuadros, mosaicos), ya sean esculturas (estatuas). Son incentivos de devoción, medios de instrucción y elementos decorativos para el culto de Dios y de los santos. No deben ser excesivos, deben ponerse en justo orden, y no distraer la atención de los fieles. No son signos de superstición ni de idolatría, como creen los protestantes. A Dios Padre se le representa como un anciano venerable. A Cristo: se le representa en el crucifijo, o el Sagrado Corazón, o sus emblemas: Buen Pastor, el Cordero, el Pelícano. La figura típica del Espíritu Santo es la paloma, o las lenguas de fuego. Los ángeles son figuras aladas. El Vía crucis representa el camino de la cruz y las escenas de la Pasión del Salvador, recordándonos el camino doloroso de Jesús para salvarnos.

Las lámparas: las velas se encienden para los actos litúrgicos. Siempre queda encendida una lámpara, la del sagrario. Ella es fiel centinela que asiste día y noche, en nombre del pueblo cristiano, al Divino solitario del sagrario, Jesús. Esa lamparita da fe de la presencia real de Jesús sacramentado. Simboliza también nuestra vida que debe ir consumiéndose al servicio de Dios, en el silencio de nuestra entrega generosa y abnegada.

El órgano: en el rito latino ha sido el instrumento más tradicional. Existe para el órgano una bendición ritual, antes de su inauguración para el culto. Así dice el documento del Vaticano II: “téngase en gran estima en la iglesia latina, el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales” (Sacrosanctum Concilium, n. 120).

c) El Altar

Representa a Cristo y es la mesa de su sacrificio y del banquete celestial, para quienes caminamos hacia la eternidad. Es el corazón del templo. Por eso se lo besa, se lo inciensa. Tiene que ser de piedra o mármol. ¡Es Cristo visible! Ya desde el Antiguo Testamento se construían altares para los sacrificios a Yahvé. Tiene que ser alto, grande.

Los Ornamentos de la Misa

El libro que usa en padre para leer se llama "misal", el cual reposa sobre un "atril" en el altar. El misal recuerda el libro judío que contiene el Seder o ritual de la pascua, libro denominado Hagadá.

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Lo mismo que en la cena judía de Pascua, en el altar católico durante la misa se colocan dos cirios.

La bata blanca del padre se llama "alba" y significa la pureza. El padre se ajusta el alba con un cordón denominado "cíngulo", el cual representa el dominio

de sí. La especie de bufanda que se pone el sacerdote es la "estola", que representa el poder

sacerdotal y que tiene origen en el manto de oración de los judíos; debe utilizarse cuando se administran sacramentos.

El manto que utiliza el celebrante sobre el alba es la casulla. Los colores de la casulla y de la estola varían según la época del año (o sea, según el tiempo

litúrgico) o la fiesta que se celebre:

Blanco: Representa alegría, se utiliza en la Fiesta del Señor, María, santos y los ángeles. Rojo: Color del fuego y la sangre, usado en Pentecostés y fiestas de mártires. Verde: Recuerda la esperanza, se usa en los domingos luego de Pentecostés. Morado: el color de la penitencia, utilizado en Adviento, Cuaresma y en las misas de difuntos. Negro: Color del dolor, del viernes santo.

La especie de pañuelo que se coloca sobre el cáliz es el "purificador". El plato plano que se coloca sobre el cáliz es la patena. El incienso que se quema es la continuación del uso judío de ese elemento, ordenado por Yavé desde los tiempos del Arca de la Alianza:"Harás también un altar para quemar el incienso." (Ex 30, 1)

La hostia, una vez consagrada por el sacerdote, es el cuerpo de Cristo; el vino, será la sangre de Cristo. Y no en forma figurada.

Otros elementos son:

Corporal: Pieza cuadrada de tela sobre la que descansa la Eucaristía. Sobre ella se pone la patena y el cáliz durante la Misa. Antiguamente la Sagrada Hostia descansaba directamente sobre el corporal desde el ofertorio hasta la fracción. También se pone debajo de la custodia durante la Exposición del Santísimo. Debe de ser de lino o cánamo y no de otro tejido. No debe llevar bordado mas que una pequeña cruz. Para guardarlo debe doblarse en nueve cuadrados iguales. Caliz: Recipiente en forma de copa con ancha apertura. En la Liturgia cristiana, el cáliz es el vaso sagrado por excelencia, indispensable para el sacrificio de la Santa Misa ya que debe contener el vino que se convierte en la Sangre Preciosísima de Cristo.

El cáliz nos recuerda ciertos pasajes bíblicos en los cuales Jesús asocia a si mismo y de una nueva manera, el uso de una copa: los discípulos ¨tomarán de la copa que Jesús tomarᨠ(Mc 10: 38). En al Última Cena, la copa contenía vino que ¨es Su Sangre¨, y en Getsemaní Jesús ora para que si es posible, se aparte de él ¨la copa¨.

Su forma, materia y estilo han variado mucho en el curso de la historia. Los cálices solían ser de oro y tenían a veces un valor extraordinario. Debe, preferiblemente, para el cáliz metales preciosos. No puede ser hecho de ningún material que absorba líquidos. El pie o soporte puede ser de otra materia. El Cáliz debe consagrarse exclusiva y definitivamente para el uso sagrado en la Santa Misa.

Bolsa del Corporal: Donde se guarda el corporal una vez terminada la Santa Misa Copón: Vaso con tapa en que se conservan las Sagradas Hostias, para poder llevarlas a los

enfermos y emplearla en las ceremonias de culto. En la actualidad los copones suelen ser de menos estatura que los cálices para distinguirlos de estos.

Custodia: Recipiente sagrado donde se pone la Eucaristía de manera que se pueda ver para la adoración. También se le llama ostensorium, del latín ostendere, mostrar.Hay gran variedad de tamaños y los estilos. Generalmente alrededor de la Eucaristía se representan rayos que simbolizan las gracias conferidas a los que adoran.

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Gremial: Paño cuadrado que se ciñe el obispo durante ceremonias litúrgicas, por ejemplo en el lavatorio de los pies de la Misa del Jueves Santo. El gremial de seda y encaje para las misas pontificas ya no se usa. Uno de lino u otro material puede utilizarse.

Hijuela: Paño blanco que se coloca sobre la patena (paño circular), o sobre el cáliz (paño cuadrado).

Hisopo: Utensilio con que se esparce el agua bendita, consistente en un mango que lleva en su extremo un manojo de cerdas o una bola metálica hueca y agujereada para sostener el agua. Se usa con el acetre.

Acetre: Caldero de agua bendita que se usa para las aspersiones litúrgicas. El agua se recoge del acetre y se dispersa con el hisopo.

Incienso: Resinas aromáticas, en forma granulada o en polvo, que se queman en el incensario durante algunas liturgias. Su humo tiene fragancia. Cuando se bendicen son un sacramental. Quema incienso significa celo y fervor; su fragancia: virtud; el humo que se eleva: las oraciones que ascienden al cielo. Se usa en la Misa para el libro de los Evangelios, el altar, el pueblo de Dios, los ministros y el pan y el vino. Se usa también en la bendición con el Santísimo, en procesiones.

Incensario: Utensilio para incensar en las ceremonias litúrgicas. Lavabo: Primera persona del sing. del futuro de ind. de lavare. Luneta: Pieza de oro, o dorada, en que se encierra la Sagrada Hostia para ser expuesta.

Ver también "custodia" y "luneta". Mitra: Utilizada por los obispos en la liturgia, símbolo del episcopado. Naveta: Recipiente, muchas veces en forma de pequeña nave, para el incienso que se

utiliza en las ceremonias. Palia: Lienzo para cubrir el cáliz Patena: Plato redondo donde se pone la Sagrada Hostia. Debe ser de metal precioso como

el cáliz y también debe ser consagrado exclusiva y definitivamente para el uso en la Santa Misa.

Pectoral: Cruz que llevan al pecho los obispos. Purificador: Pequeño lienzo que utiliza el sacerdote en la Misa para purificar el cáliz. Velo Humeral: Paño que cubre los hombros del ministro cuando lleva el Santísimo

Sacramento en procesión o cuando da la bendición con El. Velo del Cáliz: El que cubre el cáliz fuera del ofertorio y el canon de la misa. Es del mismo

color litúrgico que los ornamentos. Vinajeras: Las vasijas para el vino y el agua que se usan en la Santa Misa. Generalmente

son de cristal y se colocan en una bandeja pequeña. Es permitido que sean de otro material (bronce, plata, oro e incluso de cerámica bien sellada) siempre y cuando puedan dignamente contener los líquidos.

Usualmente tienen asas y tapones. Son de diferentes estilos y tamaños. Tradicionalmente, para evitar confusión al utilizarlas, las vinajeras se gravaban las iniciales "V" y "A", por el latín vinum y aqua.

Las vinajeras junto con las hostias no consagradas pueden ser llevadas en procesión por dos fieles y presentadas al sacerdote durante el Ofertorio.

Viril: Pieza redonda, tradicionalmente de cristal transparente con borde de oro o dorado, en que se pone la Sagrada Hostia para sostenerla en la Custodia. También se usa un viril para guardar reliquias en un relicario. Ver también "luneta"

LOS SACRAMENTOS EN LA LITURGIA

Signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Jesucristo para santificar nuestras almas, y confiados a la Iglesia para su administración. Los sacramentos en la liturgia

Los sacramentos son los canales a través de los cuales Dios nos ofrece la salvación de su Hijo Jesucristo, a través de la Iglesia.

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Es más, el principal sacramento de Dios es Jesús. Decimos esto porque en Jesús, Dios se manifestó plenamente, tal como Él es. Conociendo a Jesús, conocemos a Dios mismo. Jesús es signo de Dios.

Después de la resurrección de Jesús y su ascensión a los cielos, Él desaparece de manera física entre los hombres. Sin embargo, quiso prolongarse y vivir en una pequeña comunidad de creyentes, que lo reconocen como el único Señor y se reúnen en su Nombre para glorificar a Dios. Esa comunidad se consolida el día de Pentecostés. Esta comunidad es la que hoy llamamos Iglesia, palabra que significa asamblea.

La Iglesia llega a ser también signo, sacramento de la presencia de Jesús en el mundo de hoy, como Salvador de los hombres. Es decir, la Iglesia es el signo visible e histórico a través del cual Jesús sigue ofreciendo y obrando con su presencia gloriosa la salvación de los hombres. Todo lo que hace y dice la Iglesia no tiene otro fin que el de significar y realizar, directa o indirectamente, la salvación de Cristo.

Pero, ¿cómo lleva a cabo la Iglesia esta maravillosa obra de salvación?

La Iglesia echa mano de ciertas acciones, signos, a través de los cuales Jesús sigue haciéndose presente en medio de nosotros. Se les ha llamado sacramentos. Son signos y gestos que dan al hombre la oportunidad de encontrarse con Jesucristo, desde el nacimiento hasta su muerte.

Los siete sacramentos aparecen en siete momentos que representan la totalidad de la vida humana; y en esos momentos es cuando Jesús quiere entrar en el hombre a través de los siete sacramentos.

Cada uno de estos momentos en los cuales Jesús se hace presente, son vividos por nosotros como una verdadera fiesta; siendo los momentos cruciales de nuestra vida, Él se hace presente. Pero no hay fiesta, cuando uno está solo. En una fiesta no hay lugar para “el cada uno para sí”. Tampoco en los sacramentos. Éstos son signos de vida, de amor, de unidad. Son signos comunitarios; en ellos se expresa toda la comunidad de creyentes como en una realidad: un pueblo salvado que se une con alegría a su Señor en la fe, la esperanza y el amor.

Así definiríamos los sacramentos: son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Nuestro Señor Jesucristo para santificar nuestras almas, y confiados a la Iglesia para su administración.

Cuáles son los sacramentos. Son siete.

Santo Tomás de Aquino resume así la necesidad de que sean siete los sacramentos por analogía de la vida sobrenatural del alma con la vida natural del cuerpo: por el bautismo se nace a la vida espiritual; por la confirmación crece y se fortifica esa vida; por la eucaristía se alimenta; por la penitencia se curan sus enfermedades; la unción de los enfermos prepara a la muerte, y por medio de los dos sacramentos sociales –orden sagrado y santo matrimonio- es regida la sociedad eclesiástica y se conserva y acrecienta tanto en su cuerpo como en su espíritu.

Los sacramentos se han dividido así

• Sacramentos de iniciación cristiana: bautismo, confirmación y comunión.• Sacramentos de sanación: penitencia y unción de enfermos.• Sacramentos al servicio de la comunidad: orden sacerdotal y matrimonio.

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A. Efectos principales: - Gracia santificante - Gracia sacramental - Carácter en algunos

B. Otros efectos:- expresar y fortalecer la fe- rendir culto a Dios- realizar la santificación de los hombres- crear y manifestar la comunión

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Bautismo

Nos da el nacimiento a la vida divina:, nos hace herederos del cielo

El fruto del Bautismo, o gracia bautismal, es una realidad rica que comprende:

El perdón del pecado original y de todos los pecados personales. El nacimiento a la vida nueva, por la cual el hombre es hecho hijo adoptivo del Padre, miembro

de Cristo, templo del Espíritu Santo. La incorporación a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y la participación del sacerdocio de Cristo.

Confirmación

Fortalece y acrecienta la vida divina: nos convierte en soldados de Cristo

La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para:

Enraizarnos más profundamente en la filiación divina. Incorporarnos más firmemente a Cristo. Hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociándonos todavía

más a su misión. Ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra

acompañada de las obras.

Eucaristía Alimenta la vida divina

La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace presente por la acción litúrgica.

Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad.

La Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo:

Acrecienta la unión del comulgante con el Señor. Le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves. Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la

recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.

Reconciliación o Penitencia

Nos devuelve la vida divina perdida por el pecado. La confesión individual e íntegra de los pecados graves seguida de la absolución es el único medio ordinario para la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

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Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, por los cuales nos es dispensada la vida divina.Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, por los cuales nos es dispensada la vida divina. Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan

y realizan las gracias propias de cada sacramento.

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Los efectos espirituales de este sacramento son:

La reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia;

La reconciliación con la Iglesia; La remisión de la pena eterna contraída por los pecados

mortales; La remisión, al menos en parte, de las penas temporales,

consecuencia del pecado; La paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual El acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.

Unción de los Enfermos

Mantiene la vida divina en los sufrimientos de la enfermedad grave o la vejez

La gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como efectos:

La unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia;

El consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la enfermedad o de la vejez;

El perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la Penitencia;

El restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual; La preparación para el paso a la vida eterna.

Orden Sagrado

Perpetúa los ministros que transmiten la vida divina. El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confirmada por Cristo a sus apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico.

Comprende tres grados: El episcopado, el presbiterado y el diaconado.

La Iglesia confiere el sacramento del Orden únicamente a varones (viris) bautizados, cuyas aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la autoridad de la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a recibir la ordenación.

Matrimonio

Perfecciona el amor humano de los esposos y les da las gracias para santificarse en el camino hacia la vida divina La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una intima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador.

Los efectos del Matrimonio son:

Origina entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo, de modo que el matrimonio válido celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás.

Los cónyuges reciben una gracia propia del sacramento por la que: - Quedan como consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la dignidad de su estado. - Se fortalece su unidad indisoluble.

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- Se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial conyugal y en la acogida y educación de los hijos.

Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento.

LOS SACRAMENTALES

"Los sacramentales son signos sagrados, por los que, a imitación en cierto modo de los sacramentos, se significan y se obtienen por mediación de la Iglesia unos efectos principalmente espirituales" (CIC, c. 1166).

Los sacramentales pueden consistir en "cosas" (en el sentido de cosas materiales) o en "acciones". Las cosas o las acciones que, por designio de la autoridad competente, reciben esa capacidad, la obtienen ex impetratione Ecclesiae (por impetración de la Iglesia), es decir, que la Iglesia, como esposa santa e inmaculada de Cristo, asigna la eficacia de su oración a determinadas realidades materiales, concediéndoles una especial virtualidad de producir efectos espirituales.

Por tanto, los sacramentales no obran ex opere operato, es decir por la obra de la redención realizada por Cristo, pero su eficacia no descansa tampoco en la mera disposición subjetiva del que hace uso de ellos, sino principalmente en la intercesión de la Iglesia, que posee una particular eficacia.

Se asemejan a los sacramentos en cuanto:

a) son signos sagrados sensibles, muchas veces con materia y forma; b) son medios públicos de santificación; c) producen efectos espirituales; d) son actos de culto público (cfr. CIC, c. 834).

Difieren de los sacramentos en que:

a) los sacramentos son de institución divina; los sacramentales, de institución eclesiástica; b) los sacramentos actúan ex opere operato; los sacramentales, ex impetratione Ecclesiae; c) los sacramentos son signos de la gracia; los sacramentales, signos de la oración de la Iglesia; d) los sacramentos tienen como fin producir la gracia que significan; los sacramentales, sólo disponen para recibir la gracia (consiguen gracias actuales), y obtienen otros efectos.

De las "cosas" que son sacramentales, la más importante es el agua bendita, que es agua bendecida con oraciones contra la presencia del influjo demoníaco.

Es una especie de exorcismo que aleja al demonio y alcanza tranquilidad y segura ayuda. La Iglesia lo recomienda mucho, como protección durante el sueño, en momentos de tentación y para rociar el lecho de los enfermos. Se considera "sacramental" cualquier objeto bendito: crucifijo, velas, ramos de olivo, etc.

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Conveniencia Vida natural Vida sobrenatural

nacer bautismo

crecer y robustecerse

confirmación

alimentarse eucaristía

curarse penitencia

Individuo

convalecer unción de enfermos

gobernarse orden Sociedad

perpetuarse matrimonio

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De las "acciones" que son sacramentales, figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa, de objetos, de lugares). Toda bendición es alabanza a Dios y oración para obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre "con toda suerte de bendiciones espirituales" (Ef. 1, 3). Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo (Catecismo, n. 1672).

CONFECCIÓN DE GUIONES PARA LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

Llamamos "guión" al conjunto de moniciones e indicaciones variables que ayudan a disponer adecuadamente a quienes participan en la celebración eucarística. Y es el "guía" (también llamado "monitor") quien hace uso del guión ejerciendo así un verdadero ministerio de animación. El guía cuenta con el guión pero no puede ser un mero lector; más bien debe decir el guión buscando una verdadera comunicación con la asamblea litúrgica, lo cual supone haber leído y “meditado” lo que está previamente escrito. Esta función (guía y guión) es verdaderamente subsidiaria, pues carece de sentido (tanto el guión como el guía consecuente) en una asamblea suficientemente formada en todo lo atinente a la liturgia y a la celebración; de allí que, en una comunidad más madura, podría prescindirse de este ministerio.

En general el guión debe incluir:* Moniciones concretas que orienten el espíritu de quienes integran la asamblea celebrante hacia una determinada actitud (de escucha, de acción de gracias, de recogimiento, etc.).* Indicaciones de tipo práctico -las abreviaremos "IP"- (posturas, gestos, qué cantos deben cantarse y dónde se encuentran, etc.).* Si se realizará algún rito especial, las indicaciones y eventualmente una breve explicación de lo que ocurrirá inmediatamente o, incluso, su sentido.

A continuación se describe la finalidad de las distintas partes del guión y las pautas para su confección:

Guión de introducción a la celebración (previo a la entrada del sacerdote) Es una ambientación breve, de bienvenida, que expresa el sentido de la reunión cristiana que comenzamos. Anuncia, normalmente, el tiempo litúrgico y la fiesta o el domingo que se celebra. Dispone mínimamente a la atención y a la participación activa.IP: Indica el canto de entrada.IP: Invita a ponerse de pie para el comienzo de la celebración.

Tener en cuenta* Este guión puede incluir las intenciones de la Misa; éstas también pueden anunciarse después del saludo -de acuerdo con el sacerdote-.

Guión después del saludo inicial

Es un guión importante y estrictamente espiritual. Sintetiza en palabras la verdad central que la Iglesia busca transmitir y celebrar ese día por medio de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Para componerlo hay que tener en cuenta el tema central que se desprende de las lecturas y de las oraciones y elementos propios de ese día. Es un guión que busca crear una actitud de disposición, apertura y expectativa. La Instrucción general del Misal Romano indica que el sacerdote puede introducir al sentido de la Misa en estos momentos. Si esto ocurre, el guión carece de sentido. Finalmente, hay que aclarar que este guión no reemplaza a la monición invitatoria del acto penitencial.

Guión para las lecturas Antes de cada lectura puede haber un guión que las introduzca y presente. Todos estos guiones deben provocar un cierto interrogante para suscitar la escucha de la Palabra de Dios. No deben ser una síntesis de la Lectura que anteceden, a no ser que ésta sea difícil y requiera una breve explicación o bien una aclaración sobre el contexto literario. Puede ser en forma de pregunta o en estilo indirecto. Es importante tener en cuenta el tema central del día -si lo hay-, porque una lectura permite muchos acentos y estos guiones deben subrayar el acento temático del día.

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IP: Indica la postura de "sentados" -el primer guión- y "de pie" -el anterior al Evangelio-.IP: Indica el número de página o lugar donde se encuentra la antífona del Salmo -o el mismo Salmo- y el Aleluya -si es necesario-.

Tener en cuenta* En lugar de un guión introductorio a cada lectura, puede haber un guión único que disponga a toda la Liturgia de la Palabra (por ejemplo en celebraciones más solemnes).* Ante el Salmo Responsorial, no conviene situar un guión, salvo que sea estrictamente necesario.* Para pronunciar estos guiones conviene esperar unos diez o quince segundos después del último momento celebrativo. Así se predispone mucho mejor a la escucha -tanto del guión como de la lectura a la que introduce-.* En el caso de la introducción al Evangelio, hay que observar que en la liturgia romana, rigurosamente hablando, quien introduce el clima y pone el acento es el Aleluia con su versículo propio, adecuado éste al tema del día e indicado en el leccionario. Si el Aleluia se cantara con su versículo respectivo preciso y no con un versículo más general, como ocurre de hecho, en ese caso debería omitirse el guión al Evangelio.

Guión de presentación de dones Este guión debe tener en cuenta dos cosas: por un lado el momento que litúrgicamente se vive, que es el de la presentación a Dios de la vida concreta y de todo lo propiamente humano (simbolizado y realizado en la presentación del pan y del vino); por otro el tema central del día o bien la actitud buscada por las lecturas o por el sacerdote en la homilía. El guión debe suscitar una actitud de apertura y conjugar armónicamente los dos elementos señalados.IP: De acuerdo con las costumbres del lugar debe indicarse la postura.IP: Señala el canto que acompañará este momento y dónde se encuentra.

Tener en cuenta

Este guión suele "perderse" pues coincide con un momento de "cambio" en la celebración, por lo que conviene pensar dónde ubicarlo (si inmediatamente acabada la oración de los fieles, o bien en el momento en que se inicia la procesión de dones -que no siempre es inmediata-).

Guión para introducir a la Plegaria Eucarística Es una introducción breve a la gran oración de acción de gracias de la Misa que es la Plegaria Eucarística o Anáfora. Como el primer momento de dicha oración es precisamente de agradecimiento explícito a Dios Padre por sus beneficios (prefacio), este guión busca incluir en la acción de gracias los motivos que la comunidad concreta tiene y suscitar esa actitud en la asamblea que celebra.IP: Si se cantará un Santo cuyo texto conviene tener, se indica dónde se lo encuentra.

Guión de Comunión Este guión, que se dice inmediatamente después del "Señor, no soy digno...", busca preparar espiritualmente para el momento culminante de la Misa. Debe incluir el tema del día e insinuar que todo es posible desde el momento de la comunión con Jesucristo. Algo distinto que los anteriores, es un guión un poco más abierto a una reflexión espiritual, pero nunca desconectada de lo que se viene celebrando. Los aspectos centrales de la Eucaristía para este momento son la comunión como alimento, la presencia de Jesús, la participación en su sacrificio, la actualización de nuestra salvación, etc.

De todo esto conviene tomar un elemento para la elaboración del guión. En síntesis, es un guión que debe mover a una auténtica y sincera comunión con el Señor y también, como consecuencia, una verdadera comunión entre los hermanos que lo celebran y reciben.

IP: Indica el canto que acompañará este momento (puede haber una motivación, utilizando la letra del mismo canto.)

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Guión de despedida Es un guión conclusivo que busca resumir lo vivido por la comunidad en la celebración y transformar todas las actitudes buscadas en una actitud misionera. Apunta a la vida diaria, en la cual habrá que poner en práctica la enseñanza de la Palabra y en la que habrá que hacer efectiva la comunión con Jesús y con los hermanos. Debe ser un guión de alegría y agradecimiento.

Tener en cuenta* El momento en que debe decirse este guión puede ser antes de la bendición final o antes de la despedida final. Nunca se dice antes de la oración poscomunión.* Los avisos parroquiales son previos a este guión; si el mismo guía asume los avisos, es conveniente que adecue su tono de voz para que se distingan los planos (avisos concretos / guión espiritual).

LAS MONICIONES DEL SACERDOTE

Según indica el n.31 de la Ordenación general del Misal Romano, hay en la Misa moniciones que corresponden al Sacerdote que preside la celebración que pueden ser variables en su forma. Algunas variantes de estas moniciones están propuestas por el mismo Misal; en estos casos es posible preparar una lista de moniciones compuestas en coherencia con el guión. La naturaleza de la monición depende del rito al que introduce y siempre está dirigida al pueblo (nunca es una oración). Así por ejemplo:· Saludo inicial (hay varios ejemplos en el Misal, según los tiempos o fiestas, muchos de ellos

inspirados en saludos bíblicos).· Acto penitencial (hay varias posibilidades para invitar a este momento).· Introducción a la Profesión de fe.· Introducción a la Oración de los fieles (se explicará este tema más abajo).· Introducción a la oración del Padrenuestro.· Invitación al saludo de la paz.

Etcétera.Todas estas moniciones deben constar en una hoja aparte, que será incluida en el Misal,

para que el sacerdote pueda utilizarlas cómodamente.En el caso particular del Acto Penitencial, si se utiliza la tercera fórmula pueden

componerse las tres frases ("tropos") que anteceden al SEÑOR, TEN PIEDAD. Dichos tropos pueden referirse a algún título u obra de Cristo, que manifiesten su poder, su grandeza o su misericordia (por ejemplo: "Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros...") o bien -aunque esta opción es menos recomendable- pueden referirse a alguna actitud de pecado por la que se suplica piedad (por ejemplo: "Porque no te supimos descubrir en nuestros hermanos..."). El primero y tercer tropo continúan con SEÑOR, TEN PIEDAD y el segundo con CRISTO, TEN PIEDAD, aunque hay que tener en cuenta que, según la naturaleza de esta súplica y su historia, en los tres casos nos dirigimos a Cristo.

CONFECCIÓN DE LA ORACIÓN DE LOS FIELES

La Oración de los fieles u Oración Universal, restaurada por el Concilio Vaticano II, es el momento de la Misa en el cual los fieles ejercen su sacerdocio bautismal intercediendo ante Dios por las necesidades de la Iglesia y del mundo. A través de la oración común, se recoge el tiempo histórico presente que debe ser presentado ante Dios por medio de la plegaria, por lo que debe prepararse su formulación en cada caso y para cada celebración.

La Oración de los fieles, oración impulsada por la fe y la Palabra de Dios, se ubica como último momento de la Liturgia de la Palabra, después de la profesión de fe (si ésta corresponde) y antes de comenzar la Liturgia de la Eucaristía.

Consta de tres partes definidas: Introducción del sacerdote que invita a orar. Intenciones propuestas a la asamblea por el guía o un lector (en realidad es oficio del

diácono) a cada una de las cuales todos responden con una aclamación unánime o con el silencio. Esta aclamación unánime (o este silencio) es la verdadera oración de los fieles. Por eso es preferible que pueda cantarse.

Conclusión del sacerdote que es una Oración que recolecta las intenciones de un modo general y las eleva a Dios. Esta oración finaliza con la terminación litúrgica corta y pide la aclamación del AMEN de toda la asamblea.

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Normalmente las intenciones se formulan como propuestas a la asamblea (en cuyo caso Dios, si se lo nombra, debe estar tratado en tercera persona -se habla de ÉL, no a ÉL-); esta forma de construir las intenciones la llamamos INDIRECTA, pues a Dios se lo nombra indirectamente. Sin embargo, a veces, pueden ser dirigidas a Dios (ya sea al Padre o a Jesús), es decir intenciones DIRECTAS o INCOADAS, en cuyo caso se convierte ella misma en una oración que inicia una persona (el lector) y todos la concluyen con la aclamación; las preces de las Laudes son un ejemplo de esta forma.

Si son INDIRECTAS son una invitación, por lo tanto al terminar la intención -en forma de propuesta- se dice “OREMOS”, o algo equivalente. Entonces toda la asamblea se dirige a Dios con la aclamación.Si son INCOADAS no se dice “OREMOS”, pues este “oremos” que en realidad es una monición a la asamblea interrumpiría la oración que inició el lector y éste no debe presidir la oración pública (corresponde al sacerdote hacerlo, en todo caso).

Del mismo modo debe haber coherencia entre los tres momentos de la Oración de los fieles:

Introducción Intenciones Conclusión

“Pidamos al Padre...” Indirectas: referidas al Padre y aclamación al PadreIncoadas: “Padre...” con aclamación al Padre

“Recibe, Padre, la oración...... por Jesucristo, nuestro Señor”.

“Pidamos a Jesús...” Indirectas: referidas al Padre o a Jesús y aclamación a Jesús.Incoadas: “Jesús...” con aclamación a Jesús

“Recibe, Señor, la oración......, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos”.

Si se utiliza el título de "Señor" debe quedar claro a quién nos estamos dirigiendo, para evitar confusiones y siempre guardar coherencia.

Respecto de las estructura redaccional de las intenciones, pueden formularse diversamente. El modo más frecuente es:

- Por...... (Destinatario), para que...... (Finalidad). <Oremos (si es indirecta)>.Pero también pueden armarse así:

- Por... (Destinatario). <Oremos (sí es indirecta)>.En este caso la finalidad es tácita o está insinuada.- Para que... (finalidad y destinatario insinuado). <Oremos (sí es indirecta)>.

O bien de un modo más original, por ejemplo, planteando una situación y terminando "por eso pidamos a Jesús". Pero en este último caso hay que evitar intenciones excesivamente largas, que se pierden al ser leídas.

Las respuestas, como se dijo, siempre tienen que ser coherentes con el conjunto:- Si la intención es directa al Padre: la respuesta es al Padre.- Si la intención es a Jesús: la respuesta es a Jesús.- Si la intención es indirecta: la respuesta puede ser al Padre o a Jesús, siempre coincidiendo con la introducción del sacerdote.

Hay respuestas en sintonía con el tiempo litúrgico que se está celebrando, ya sea por su contenido (por ejemplo “Cristo resucitado, intercede por nosotros” -para el tiempo Pascual-), ya sea por su tesitura musical (por ejemplo, modos menores para el tiempo cuaresmal)

Las intenciones y las respuestas aclamatorias nunca se dirigen a la Smma. Virgen o a los Santos; en todo caso podrán invocarse en la conclusión, o pidiendo por intercesión de algunos de ellos.

El contenido de las intenciones Debe guardarse siempre una relación con la Misa del día, el tiempo litúrgico que transcurre, las preocupaciones de la comunidad, etc. Por tanto, estos elementos deben tenerse en cuenta antes de

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comenzar a preparar las intenciones; también es conveniente que las intenciones o preces transformen en oración las perspectivas transmitidas por el sacerdote en la homilía. Para armar todo el formulario es conveniente siempre empezar por las intenciones y luego componer la introducción y la conclusión del sacerdote. La Instrucción del Misal pide por lo menos cuatro intenciones en este orden:

* Por la IglesiaPuede ser por la Iglesia Universal o local, por los pastores (Papa, Obispos, sacerdotes), por

alguna intención eclesial, por alguna actividad de la Iglesia, etc.* Por el mundo

Se refiere a necesidades temporales (la paz, la concordia, etc.) aplicadas al mundo en general o bien a algún lugar en especial (el propio país, alguna región, el barrio, etc.) y puede formularse en general o por personas concretas (gobernantes, funcionarios, etc.).* Por los que sufren

Se refiere a quienes son oprimidos por cualquier clase de dolor o necesidad, en general o en particular, y conviene especificarlos: pobres, enfermos, moribundos, sin techo, sin trabajo, inundados, encarcelados, etc.* Por la comunidad local

Puede ser en general, o algún sector de la comunidad, o los presentes, etc.

Además pueden agregarse otras intenciones respetando el orden lógico; estas otras intenciones pueden ser por motivos particulares, o bien alguna de las expuestas que pide ser desdoblada (por ejemplo: se pide por la Iglesia en Latinoamérica por alguna razón regional, y luego por los sacerdotes de la diócesis por alguna razón local. Ambas corresponden al primer grupo.).-

VOCABULARIO BASICO DE LITURGIA

ACLAMACIÓN: Expresión breve, normalmente jubilosa, que profiere la asamblea en determinados momentos de la celebración. Viene de "clamar", gritar. Son aclamaciones, por ejemplo: Amén, Aleluya, Demos gracias a Dios, Te alabamos Señor, Gloria a Ti, Señor Jesús.

ACÓLITO: Ministro no ordenado. El acólito ayuda al Presbítero y al Diácono en el altar.

ALBA: Vestidura (túnica) de lienzo blanco que se ponen los celebrantes, (obispos, sacerdotes, diáconos y ministros) sobre el hábito y el amito, para celebrar una liturgia, y que le cubre todo el cuerpo. Significa la pureza ritual y el despojamiento de toda corrupción.

AMBÓN: Lugar elevado (según el sentido etimológico) o al menos destacado, desde el cual se proclaman las lecturas, el salmo responsorial, el Pregón Pascual, así como, facultativa, la Homilía y la Oración de los fieles

ALELUYA (o Alleluya o Aleluia): Palabra hebrea que significa “alabad y Yahvé”, “alaben al Señor”. Es una exclamación de alabanza. En tiempos de penitencia, como la Cuaresma, no se utiliza.

ALTAR: Piedra o mesa en la que antiguamente se ofrecían sacrificios u otras ofrendas a Dios. Hoy sólo se ofrece en el altar el sacrificio de la Santa Misa. Representa a Cristo, por eso se le saluda, inciensa, besa.

AMÉN: Palabra hebrea que ha pasado a todos los idiomas y significa “de acuerdo”, “es cierto”, “así sea”. Respondemos “amén” a la oración que alguien reza en voz alta, en nombre de nosotros,

para afirmar que la hacemos realmente nuestra y deseamos que se realice lo que pedimos.

ASAMBLEA: Comunidad de creyentes reunidos para una celebración religiosa.

CÁLIZ: Copa que emplea el sacerdote en la celebración Eucarística.

CAPA PLUVIAL: Vestidura litúrgica en forma de capa que usa el presbítero en ciertas ceremonias, como procesiones, matrimonio fuera de la Misa, etc.

CASULLA: Vestidura litúrgica que llevan los sacerdotes y los obispos sobre los demás ornamentos cuando van a celebrar la Misa. Cambia de color según el tiempo litúrgico.

CÁTEDRA: Sede o asiento, símbolo del que preside. Respecto del Papa, se habla de la ‘cátedra de Pedro‘. Está además, la ‘cátedra‘ o asiento del obispo en la catedral.

CIRIALES: Candeleros altos que llevan los Acólitos a los lados del Santísimo, de la Cruz, del presidente de la celebración, en celebraciones solemnes.

COPÓN: Vaso sagrado que se emplea para colocar las Hostias ; cuando se trata de pequeña cantidad, éstas se colocan en la Patena. En el Sagrario la Reserva suele estar en un Copón.

CORPORAL: Lienzo blanco sobre el cual se colocan la Patena , el Cáliz . Es como un pequeño mantel colocado sobre el mantel del altar.

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CREDENCIA: Pequeña mesa ubicada cerca del altar sobre la que se colocan elementos u objetos que se van a necesitar en la celebración.

DALMÁTICA: Vestidura sagrada parecida a la Casulla que se coloca encima del Alba. Hoy la usa el Diácono, aunque fue ornamento episcopal también.

DIÁCONO: Ministro eclesiástico que forma parte del clero, junto al obispo y al sacerdote.Puede impartir la bendición, presidir una celebración del matrimonio, bautizar, predicar, celebrar exequias y liturgias de la Palabra. Su función principal es el servicio a los pobres y a la comunidad.UN DIÁCONO NO ES SACERDOTE. NO PUEDE PRESIDIR UNA MISA O EUCARISTÍA NI CONFESAR

DOXOLOGÍA: Oración de alabanza.

ELEVACIÓN: Rito de la Misa que consiste en elevar las Especies Consagradas para adoración de los fieles. La Elevación Mayor tiene lugar en el momento de la Consagración y la Elevación Menor durante la Doxología con que concluye la Plegaria Eucarística

ESTOLA: Banda larga de color variable que el sacerdote lleva sobre el alba para celebrar la Eucaristía y otros sacramentos. El diácono también la usa, terciada.

HOMILÍA: Predicación que el obispo, el sacerdote o el diácono hacen durante la misa, después de la proclamación del Evangelio, en relación con la Escritura leída o con otra parte de la celebración, con la vida de los oyentes y con el misterio celebrado.La HOMILÍA es una PRÉDICA.

La HOMILÍA, por sí sola NO ES UNA CELEBRACIÓN. NO ES UNA MISA. Es una parte de esa celebración. Se puede decir que el sacerdote u obispo PRONUNCIA una homilía, NO que CELEBRA u OFICIA una homilía.

HUMERAL: Paño rectangular que el sacerdote se coloca sobre los hombros y brazos para tomar ciertos objetos, como la Custodia y el Copón para bendecir o llevarlos en procesión o para la adoración de los fieles.

INCENSARIO: Utensilio utilizado en las ceremonias litúrgicas para colocar ascuas sobre las cuales se echa incienso.

MEMORIAL: Memorial es la celebración de la Iglesia en cuanto que es mucho más que una memoria o recuerdo. Es la nueva presencia de Cristo, posible porque, al haber consumado el Misterio Pascual, vive más allá de las leyes del tiempo y del espacio. Se aplica sobre todo a la Eucaristía.

MINISTERIO: Es el servicio encomendado a algunos miembros de la Iglesia para atender algunas necesidades pastorales. Hay ministerios ‘ordenados‘: obispo, presbítero, diácono, quienes ejercen un ministerio. Hay otros ministerios ‘no ordenados‘: acólitos, lectores, ministros de la

comunión, etc. Son ‘laicos‘.

MINISTRO: Persona que ha recibido delegación para un servicio especial en la comunidad eclesial.

MISTAGOGIA: Introducción al misterio cristiano, más allá de la simple instrucción doctrinal.

MISTERIOS: (del latín mysterium; del griego mio, cerrar, ocultar)En el lenguaje cristiano significa la celebración cultual de un acontecimiento salvífico, por medio de la cual los fieles entran en comunión sacramental con los acontecimientos pasados abriéndose a la gracia liberadora y transformante. Se lo usa como sinónimo de sacramento. Celebrar lso sagrados misterios es celebrar la Liturgia que hace entrar al creyente en contacto, de modo sacramental, con el Misterio Pascual de Cristo.

PATENA: Platillo que conjuntamente con el Cáliz se usa en la celebración de la Eucaristía. En la patena se pone el pan para la consagración.

PÍXIDE: Vaso destinado a contener la Hostia Consagrada.

RITO: Ceremonia religiosa que se desarrolla según normas determinadas, con una pauta y orden preestablecidos, con símbolos y signos. Un rito puede ser una ceremonia por sí sola o ser parte de otra mayor. Por ejemplo, el rito de la comunión, dentro de la misa; el rito de la imposición de las manos, dentro de la Confirmación, etc.

SACRAMENTALES: celebraciones instituidas por la Iglesia como signos sagrados con los que se expresan efectos sobre todo, espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia (SC 60). Los sacramentales mas comunes son: bendiciones de personas u objetos, exequias, adoración de la cruz, exposición del Santísimo Sacramento.

SACRAMENTO: (del latín sacramentum juramento de fidelidad de los soldados) Signos fundamentales de nuestra fe cristiana. Son signos sensibles (palabras y acciones) accesibles a nuestra humanidad actual, por medio de los cuales la Iglesia entra en Comunión con el Misterios de la Salvación obrada por Cristo y se abre a la gracia de Dios pregustando del anticipo de la eternidad. La doctrina católica dice que los sacramentos fueron instituidos por el Mismo Cristo y que realizan eficazmente, por obra del espíritu Santo, las realidades divinas que significan, comunicando la gracia a quienes no oponen obstáculo.Desde el concilio de Trento se afirma que los sacramentos son siete: Bautismo, Eucaristía, Confirmación, Reconciliación, Unción de los enfermos, Matrimonio y Orden Sagrado.El Concilio Vaticano II ha definido a la Iglesia como Sacramento Universal de Salvación.

SIGNOS: ( del latín signum, marca señal)Realidad que percibimos por los sentidos y que hace referencia a algo oculto. En la Liturgia los signos sensibles significan, y cada uno a su

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manera, realizan la santificación de los hombres y sirven para dar culto a Dios.

SIMBOLO: ( del griego symblon cada una de las partes de un pieza que servía para demostrar que quienes lo poseían habían hecho un pacto o alianza entre sí)Realidad mas abarcativa que el signo, ya que contiene de alguna manera la realidad a la que hace referencia, se los experimento como portadores de una realidad trascendente.

TABERNÁCULO: Pequeño receptáculo a modo de minúscula capilla en el que se guarda el Santísimo o Sagrada Eucaristía.

VENERACIÓN DEL ALTAR: Gesto o gestos con los cuales se muestra el religioso respeto al Altar, como símbolo de Cristo y lugar del sacrificio. Son gestos de veneración del altar la inclinación, el beso, la incensación, según los casos.

PARTES DE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

• Prefacio: solemne acción de gracias y alabanza que culmina en el Santo que aclama la comunidad

• Epíclesis (invocación) para que los dones queden consagrados. Del Griego epi Kaleo que significa invocar sobre. El sacerdote Pide a Dios

Padre que envíe el Espíritu Santo sobre los dones de pan y vino ofrecidos.

• Narración de la institución de la Eucaristía.

• Anámnesis (recuerdo, memorial) conjunto de palabras que dentro de la Plegaria relatan la Institución de la Eucaristía y actualizan los principales misterio de la Vida de Cristo

• Intercesiones y comunión de los santos: peticiones y recuerdo de la Virgen María y los santos y de cuantos nos precedieron hacia el cielo.

• Doxología final. Doxología significa alabanza. Es una solemne alabanza a la Santísima Trinidad.

Inmixtión o inmixción, o sea, el gesto de mezclar una pequeña parte de la Hostia con el vino consagrado. Lo hace el sacerdote dejando caer en el cáliz un trocito que corta de la Hostia.

• Cordero de Dios. Es un canto dirigido a Cristo, llamado “Cordero de Dios” por el hecho de ser ofrecido en sacrificio, como el cordero de la Pascua judía. Se canta o reza durante la fracción y la “inmixtión”.

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