Lo Monstruoso y El Cuerpo Fragmentado - El Nuevo Mundo Como Espacio de Violencia

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    Lo monstruoso y el cuerpo fragmentado: el Nuevo Mundo como espacio de violencia, unalectura de la obra de Theodore De Bry en la construccin de la imagen indiana.

    Daniel Egaa Rojas1

    Resumen:El presente trabajo analiza la produccin grfica de Theodore De Bry sobre el Nuevo Mundo bajola hiptesis de que sta encierra una propuesta general sobre las Indias. Aqu se intenta discutirlas lecturas parciales sobre la obra De Bry a favor de la idea de que el grabador flamenco seposiciona al interior de una guerra de las imgenes desde la cual disputa cierta divisin de losensible. En nuestra lectura la representacin grfica indiana de De Bry no operara como uncomentario al discurso narrativo, por el contrario, se articulara como un discurso polticoautnomo sobre el nuevo continente.

    Palabras claves: Theodore De Bry Imagen indiana Siglo XVI Violencia Poltica

    Abstract:

    The following research analyzes the graphic work on the New World by Theodore De Bry underthe assumption that it contains a general proposal on the Indies. This research is an attempt todiscuss partial readings on De Brys artwork in favor of the idea that the Flemish engraver takesplace within a "battle of images" from which the engraver fights for certain "division of thesensible". In our reading, the Indian graphic representation made by De Bry does not operate as acomment to a narrative discourse, on the contrary, it is articulated as an autonomous politicaldiscourse about the new continent.

    Keywords: Theodore de Bry Indian imagery 16 th century - Violence - Politics

    1 Antroplogo Social (U. Chile). Magister en Estudios Latinoamericanos (U. Chile). Maestro en CienciasAntropolgicas (UAM-I, Mxico). Doctorante en Ciencias Antropolgicas, UAM-I. Mail:

    [email protected]

    Revista Chilena de Antropologa Visual - nmero 16 - Santiago, Diciembre 2010 - 1/29 pp.- ISSN 0718-876x. Rev. chil. antropol. vis.

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    1.

    Para aquellos que no pertenecan a la Corona de Castilla, la relacin con el nuevo continenteestuvo casi exclusivamente mediada por las imgenes. Tanto las imgenes en su sentido laxo(cartas privadas, crnicas y relaciones que mostraban de algn modo la naturaleza de las

    Indias nuevas) como en su sentido estrecho (pinturas, dibujos y grabados) intentaban representarlo que desde el viejo continente era imposible de ver con los propios ojos.

    La obra de Theodore De Bry sobre las Indias (1997)2 es probablemente uno de los cuerposgrficos ms completos que existen sobre el Nuevo Mundo de un autor del siglo XVI. Y aunquenunca pis las Indias, la produccin del grabador flamenco instal en el mundo protestante unreferente grfico. A travs de la serie de los Grandes Viajes3 y los diecisiete grabados de laedicin de 1597Brevsima relacin de la destruccin de las Indias (escrita por Bartolom de lasCasas) Theodore De Bry propuso un imaginario concreto sobre el Nuevo Mundo.

    Si bien los textos que inspiran los diez libros que componen los GrandesViajes indianos y laBrevsimarelacin remiten a distintos autores, la hiptesis de este trabajo plantea la posibilidadde establecer una lectura general a la obra de De Bry. Existira, creemos, un discurso consistentesobre la realidad indiana, una propuesta esttico-poltica que se enmarcara en un conflictomayor.

    2.

    Estudiar la produccin de imgenes grficas sobre el Nuevo Mundo, su naturaleza y sushabitantes no es un tema novedoso. Desde mediados del siglo XX diversos autores han dedicadogran cantidad artculos y trabajos monogrficos a las imgenes que inundaron durante los siglosXVI y XVII las imprentas y los muros europeos (Pietschmann, 1990). A nuestro modo de ver,tres intenciones dominan estos estudios: la primera de ellas plantea el problema de laclasificacin y se orienta a establecer tipologas, donde comnmente- se tiende a vincular laproduccin icnica del indgena al imaginario mitolgico europeo (Sebastin, 1990). La segundase ocupa del problema de la veracidad y la verosimilitud; aqu, domina una postura genealgicade la imagen por la cual se dilucidan crticamente montajes, distorsiones, copias, falsasatribuciones e invenciones (Mason, 2009). Por ltimo, una tercera lnea busca comprender elsentido de estas imgenes, intentando dar una explicacin sociolgica, psicolgica o cultural- adeterminadas representaciones (Hoogeveen y Winius, 1990).

    Si bien estas distinciones son esquemticas, pues muchas veces tienden a sobreponerse ymezclarse en distintos niveles (implicndose mutuamente), pareciera que el tercer elemento denuestra clasificacin ocupa en el anlisis de las imgenes grficas- un lugar secundario.Creemos que esto se debe a que, mientras los dos primeros (a saber, el problema de laclasificacin y el de la veracidad y la verosimilitud) operan en un nivel positivo de la

    2 En estricto rigor, lo que se conoce como la obra de Theodore De Bry es en realidad la produccin grfica de sutaller que, tras su muerte en 1598, fue continuada hasta 1634 por sus hijos, quienes mantuvieron un estilo de grabadosimilar.3 La serie de los Grande Viajes se compone de diez libros, en cada uno de los cuales De Bry ilustra distintos relatosde viajeros en el Nuevo Mundo.

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    Nuevo Mundo se presentaron como un campo en disputa, como una guerra de las imgenesalternativa a aquella que se desarrollaba en la poltica eclesistica. El trmino que aqu tomamosprestado de Gruzinski (2006), no lo utilizamos exactamente en el mismo sentido que l. En supropuesta, el historiador del arte se detiene principalmente en el conflicto intercultural, en ladisputa por la hegemona de las imgenes de adoracin. No obstante, en nuestra opinin, habra

    otras guerras de las imgenes, menos explicitas y ms difciles de rastrear que sedesenvolveran en un nivel esttico-poltico (tal vez, epistemolgico) antes que en una dimensininstitucional.

    Para comprender nuestra propuesta se podra establecer un paralelo con las disputas narrativas entorno a la dignidad de los indgenas que siendo bastante reduccionistas- se resumen en lacontroversia de Valladolid. Aqu, a partir de la lectura de Aristteles, Toms de Aquino yCayetano (entre otros), se discute la condicin del indgena del Nuevo Mundo, principalmente enlo que respecta a la servidumbre natural de stos. El conflicto, que contrapone a Bartolom de lasCasas con Juan Gins de Seplveda, no slo pretende de dar cuenta de una realidad especficasino que tambin (y sobretodo) busca dictar pautas de comportamiento frente a ella; posee, por lotanto, una dimensin productiva de la misma realidad a la que alude. Algo similar ocurre con laimagen. Al margen al menos desde un punto de vista moderno- de su veracidad y suverosimilitud y del problema de la clasificacin, las imgenes producidas durante el siglo XVI noslo dan cuenta de la realidad indiana, sino que intentan instalar un discurso especfico sobrecmo es el Nuevo Mundo, buscando establecer una nueva divisin de los sensible.

    La nocin de divisin de lo sensible acuada por Jacques Rancire permite comprender lantima vinculacin que existe entre esttica y poltica. Para el filsofo francs la divisin de losensible responde a:

    Ese sistema de evidencias sensibles que pone al descubierto al mismo tiempo la existencia de

    un comn y las delimitaciones que definen sus lugares y partes respectivas. Por lo tanto, una

    divisin de lo sensible fija al mismo tiempo un comn repartido y unas partes exclusivas. Este

    reparto de partes y lugares se basa en una divisin de los espacios, los tiempos y las formas de

    actividad que determina la manera misma en que un comn se presta a participacin y unos y

    otros participan en dicha divisin (Rancire, 2002: 15).

    En otras palabras, la divisin de lo sensible establece el ordenamiento (particiones yrelaciones) de las cosas y de lo social. Ahora bien, para Rancire la poltica consiste[justamente] en reconfigurar la divisin de lo sensible, en introducir sujetos y objeto nuevos, en

    hacer visible aquello que no lo era, en escuchar como a seres dotados de la palabra a aquellos

    que no eran considerados ms que como animales ruidosos (2005: 19). Por lo tanto, junto conlos discursos sobre el Nuevo Mundo, las imgenes grficas operaran polticamente en tantoproduciran una nueva distribucin de la realidad, dando cuenta de un determinado orden indiano.

    De este modo, lo sensible aparece como el trofeo de nuestra guerra de las imgenes. Sinembargo, conviene establecer ciertas precisiones entre la disputa por lo sensible que acontece anivel discursivo y aquella que se dio en el campo grfico. A diferencia del problema de ladignidad del indgena y la servidumbre natural, que encontr en Valladolid su expresincannica, un porcentaje importante de las imgenes producidas sobre el Nuevo Mundo no poseenautora clara. Incluso, como plantea Rojas-Mix (1992), se dan casos en que las imgenes

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    atribuidas al Nuevo Mundo son en verdad obras medievales, grabadas para otros fines. Sinactores del todo identificables, la guerra no se desenvuelve como una lucha antagnica entredos bandos plenamente delimitados.

    Entre la produccin de la imagen y un segmento de la sociedad no existe necesariamente- una

    relacin metonmica. Cada nodo de produccin de imgenes indianas opera, como plantea Canopara Theodore De Bry y Guaman Poma de Ayala, como posiciones ocupadas dentro de camposde poder (2003: 36). Desde luego que entre estos nodos es posible establecer alianzasestratgicas, convergencias y reforzamientos mutuos que permitan crear la ilusin de ciertaconsistencia en la representacin grfica del Nuevo Mundo. Pero sta, termina por homogeneizary reducir el anlisis. Por tanto, si no queremos caer en distorsiones, podemos afirmar que enltima instancia cada nodo propone un sentido particular, irreductible a los dems.

    4.

    Ahora bien, podemos retomar nuestra pregunta Cul es el sentido del trabajo de De Bry?Siguiendo a Elliot (1997) la obra indiana de Theodore De Bry puede ser leda como la sucesinde tres momentos frente al nuevo continente. Desde un punto clasificatorio, el primero de ellosmostrara a los indgenas de forma idlica, asimilables a la construccin del buen salvaje. Unasegunda etapa, elaborada a partir del relato del alemn Juan Staden sobre los tupinambas delBrasil, prestara especial atencin a la dimensin canbal de los indgenas, exponiendo una visinsombra sobre stos. Por ltimo, una tercera fase de De Bry (en la que se incluye su edicin de laBrevsima relacin) graficara la violencia hispana hacia la poblacin indgena del nuevocontinente. Aparentemente, los tres momentos son excluyentes. Podramos estar tentados aplantear que, amparados en el argumento de que De Bry graba relatos ajenos sobre las Indias,estas tres etapas mantienen cierta autonoma. Bajo esta lgica, el autor grfico no sera ms queun apoyo secundario al relato indiano, y por lo tanto, poseera de cierta pureza o, al menos,neutralidad. Nada est ms alejado de nuestra propuesta. Como planteamos anteriormente losproductores de imgenes sobre el Nuevo Mundo son actores activos en cierta guerra de lasimgenes. Ellos buscan, ocupan y defienden posiciones dentro de un campo en disputa. Vistoas, su obra antes que un comentario- debe ser leda como una propuesta sobre el nuevocontinente; un discurso consistente que se articulara por sobre la diversidad de los tresmomentos.

    Sin embargo, es comn aproximarse a la obra de DeBry de forma fragmentaria. Uno de los anlisishabituales de sus grabados suele emplearse como unreforzamiento a la leyenda negra hispanoamericana.Como ya vimos en un apartado anterior, aqu seestablece una politizacin del discurso grafico apartir de su insercin en una poltica institucional.Las imgenes, por su parte, suelen graficar laviolencia de la conquista espaola. Sin embargo, estalnea de aproximacin no repara (necesariamente) enel contenido de la violencia, sino que fija su atencinen el dato de que la violencia misma aparece comoun hecho escandaloso. Golpizas brutales, aperreos,

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    ahorcamientos, quemas masivas, mutilaciones corporales, son algunas de las crueldades que lacorona castellana despliega en el Nuevo Mundo. De alguna manera las imgenes surgen como uncomentario grfico que acompaa al relato, el cual no pretende explicar una violencia quesiempre emerge como un exceso. Los textos que acompaan los grabados de De Bry hacenexplicito este punto. Por ejemplo, en el caso de la figura 1, dice:

    Muchos entre los espaoles actan con asaz execrable e increble crueldad. Cuando han

    acabado los esclavos la faena diaria o han incurrido en alguna otra falta, no les dan ni comida

    ni bebida en regresar ellos a la noche del trabajo, sino les arrancan, siempre cuando lleven, la

    camisa del cuerpo, los tumban de mala manera al suelo, les atan pies y manos y as desnudos los

    azotan, o los golpean y fustigan con cuerdas y correas anudadas hasta verlos rezumar sangre

    por todo el cuerpo. Cogen entonces pez derretida o aceite hirviendo y van dejando caer dicho

    fluido gota a gota sobre el cuerpo, en las feridaz. Hacen por ltimo una papa de agua y pimiento

    de las Indias y con ella embadurnan a los flagelados, los atan a una plancha de madera, los

    cubren con lienzos o sargas y ah los dejan tumbados en medio de grandes dolores hasta que los

    amos los consideran suficientemente fortalecidos para volver a trabajar (De Bry, 1997: 192)4.

    Al ser la leyenda negra un discurso de larga data, estetipo de aproximacin a la obra de De Bry no presentamayores conflictos para quien lo despliega. El carcterlegendario cuestiona siempre la veracidad del discurso,no as su operatividad social. No importa que loscuerpos indgenas y espaoles guarden medidasapolneas, la violencia opera como un texto que superacualquier deconstruccin de la imagen. Comodecamos anteriormente, el aporte de De Bry en laleyenda negra se lee en el contexto mayor de la luchaindependentista de los Pases Bajos y el conflicto entreprotestantes y la Iglesia.

    5.

    Un punto ms polmico se refiere a las interpretacionesposibles de una segunda aproximacin a la obra delgrabador flamenco. Efectivamente, cuando el anlisisse dirige al libro tercero de los Grandes Viajes, a saber,aquel dedicado a los viajes de Staden entre lostupinambas, las interpretaciones se abren con mayorfacilidad. Como decamos ms arriba, en estaaproximacin al trabajo de De Bry se pone especial

    4 Podra pensarse que, al citar el texto, el anlisis de la imagen queda comprometido. Dos puntos nos hacen pensar locontrario. En primer lugar, el propio grabador selecciona y dispone los fragmentos que acompaan su trabajo,

    probablemente haciendo mimesis de la obras originales. De este modo, el texto opera como un comentario queexplica la composicin de propio De Bry. En segundo lugar, la seleccin de textos realiza De Bry para grabar dancuenta tambin de un inters propio del autor por esos y no otros relatos de Indias. En este sentido, el texto funcionacomo un discurso al cual De Bry al menos adscribe.

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    nfasis en graficar sus prcticas canbales de los tupinambas. Pero cmo han sido stasinterpretadas?

    En la tesis de Amodio (1993), el canibalismo ha de ser ledo dentro de un continuo que vincularael imaginario fantstico con las prcticas de los habitantes de las Indias que a ojos europeos eran

    escandalosas. Para el autor, el Nuevo Mundo se inserta bajo la lgica de un gesto medieval por elcual la otredad era pensada en trminos monstruosos. sta planteaba que en las antpodas deEuropa habitan seres mitolgicos, parcialmente humanos y parcialmente bestias: hombres sincabeza, mujeres guerreas sin pechos, hombres con cabeza de perro, mujeres con pies de pez,gigantes, orejones, etc. Para Amodio, este imaginario, que traan los primeros europeos quepisaron las Indias (fig.4), fue desechado relativamente temprano, no obstante, en su lugar seinstal una monstrificacin de las conductas culturales.

    Los hombres que traen cabellos como mujeres, son todava hombre? La identificacin de una

    costumbre diferente, aun trayendo consigo un residuo de categorizacin biolgica (ni hombres,

    ni mujeres), marca la diferencia. Nace el salvaje americano, pariente del brbaro griego. otra

    gente fall escribe Coln en la Relacin del cuarto viaje- que coman hombres: la disformidad

    de su gesto lo dice (Coln 1984:326). La disformidad del gesto substituye la disformidad

    fsica, el Otro es un monstruo porque no se comporta como nosotros (Amodio, 1993: 56).

    Pero Por qu el monstruo?, Qu significa lo monstruoso en la cultura europea del siglo XVI?Un texto que sigue la tesis de Amodio en el anlisis de las imgenes indianas (incluidas las de DeBry) intenta responder esta pregunta vinculndola con la nocin de pecado (Carreo, 2008).Siguiendo una tesis que pertenece a Rojas-Mix (1992) Carreo plantea que lo pecaminoso delOtro se construye sobre el dato de lo extrao, lo extico y lo pagano. En su formulacin originalesta tesis dice as:

    Enumerar lo monstruoso no nos interesa por lo

    pintoresco, sino por lo emblemtico, porque son

    expresin del pecado de ser lo otro. Si el nombre se

    aplica al ente cuyas costumbres o cuya morfologa se

    aparta de nuestras normas estticas o ticas, aplicado

    al hombre, toma el sentido de lo extrao, extranjero

    Los monstruos forman parte de una informacin

    general de lo extrao, proporcionada por escritores y

    cartgrafos. Introducen el exotismo y simbolizan el

    paganismo. A menudo en miniaturas que ilustran

    escenas de batallas, entre las huestes enemigas

    desfilan endriagos y hombres salvajes. Darles muertes

    es un deber: era servir a Dios y al derecho (Rojas-Mix, 1992: 66-67).

    Aunque es innegable el imperativo militar-moral que construy el cristianismo de las cruzadas(acentuado por la Contra Reforma) sobre la conquista y colonizacin del Nuevo Mundo, elargumento que vincula la monstrificacin con el pecado no deja de ser tautolgico: tanto lomonstruoso como lo pecaminoso son producto del extraamiento. En la argumentacin deCarreo la mera otredad se encuentra condenada a la bestializacin, y ella en tanto pecaminosa-

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    es punible y eliminable. Aunque este argumento pueda ser correcto, su inversin en la mentalidaddel siglo XVI tambin era posible. Un Montaigne, que en 1580 publica sus Ensayos, escribasobre lo monstruoso:

    Lo que nosotros llamamos monstruos no lo son a los ojos de Dios, quien ve en la inmensidad de

    su obra la infinidad de formas que comprendi en ella. Es do presumir que esta figura que nossorprende se relacione y fundamente en alguna otra del mismo gnero desconocida para el

    hombre. De la infinita sabidura divina nada emana que no sea bueno, natural y conforme al

    orden, pero nosotros no vemos la correspondencia y relacin (Montaigne, 2003: captuloXXX).

    En realidad, para el siglo XVI, los monstruos se encuentran bastante ms presente en la culturaeuropea de lo que Carreo y Rojas-Mix plantean. El humanismo ha revitalizado la cultura clsicay esta trae consigo toda una mitologa bestial que, lejos de ser lejanas, conviven con los hombresde la polis. Toda la mitologa ovidiana es reactualizada en la alta cultura europea (Ginzburg,2008), a tal punto que para el siglo XVI esta se encuentra presente en las altas esferaseclesisticas de la colonizacin indiana. Como muestra Gruzinski (2007), el tercer den deCholula (que ejerci su cargo entre 1564-1589) mand a decorar su casa con motivos quehibridaban la cultura local mesoamericana con la tradicin del mediterrneo clsico: junto a undecorado de sibilas (amazonas), la Casa del Den combina en un mismo friso una centauresa yunos monos indianos. De este modo, la monstruosidad fsica de Amodio es pintada sin ningnescndalo en el mundo privado de la mxima autoridad eclesistica de la ciudad.

    La discusin sobre los monstruos en el siglo XVI podra ser eterna. En el contexto del NuevoMundo, ella se despliega al interior de un conflicto de larga data sobre el legtimo trato a losindgenas, del cual difcilmente podemos dar cuenta con la profundidad que requiere en estaspginas. Aun cuando aceptemos el argumento de Amodio, de una continuidad clasificatoria entrelos monstruos fsicos y aquellos culturales, no estamos del todo de acuerdo con lainterpretacin que se la da a esta monstruosidad como una mera marcacin de la diferencia. Anuestro modo de ver, la monstruosidad no es slo un argumento legitimador de la conquista, unaespecie de discurso que posibilita el absoluto ejercicio de la soberana, por el contrario, almonstrificarlo el indgena entra en una larga tradicin que interpreta la alteridad.

    6.

    Para el mundo clsico, extranjeros, barbaros y monstruosno son lo mismo. Para los griegos los extranjeros (losmetecos y los xnos) aunque pueden habitar la polis noparticipan de la poltica que es propia a la ciudad; de estemodo, un extranjero puede ser residente pero nuncaciudadano. Sin embargo, los extranjeros as entendidoscorresponden solo a una fraccin del imaginario dealteridad del mundo griego, la mayor parte se encuentraconstituido por los barbaros.

    En estricto rigor, barbaros son aquellos que no hablangriegos y slo emiten un sonido ininteligible (bar, bar).

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    No obstante, la idea de barbaros poco dice de la constitucin de un pueblo en particular. Losegipcios y los persas son considerados barbaros, a pesar de que los griegos admiran el saber delos primeros y el poder estatal de los segundos (Castoriadis, 2006). Incluso los macedonios,quienes hablan un dialecto griego, son considerados por Demstenes como barbaros (Castoriadis,2004). Por tanto la idea decimonnica que asoci el retraso con la barbarie (civilizacin o

    barbarie deca Sarmiento en su Facundo) es del todo ajena al mundo griego. Los barbaros aligual que los esclavos- eran, dentro del mundo griego, aneu logou, es decir que no posea lapalabra, se referan a que se hallaban en una situacin en que el habla libre era imposible(Arendt, 1997: 70). Sin embargo, esto no impeda que desarrollaran sistemas polticos complejos,como monarquas o aristocracias. Lo brbaro no era una negacin de la poltica en un sentidoabsoluto, sino ms bien un indicador de que la democracia griega como la forma poltica porexcelencia les era ajena.

    Algo completamente distinto ocurre con lo monstruoso. La monstruosidad es una categoramitolgica, y por lo tanto solo participa de la realidad de forma alegrica. Pero esto no impideque lo monstruoso tenga un sentido relativamente explcito en la tradicin clsica. En lainterpretacin de Castoriadis (2006) sobre los ciclopes de la Odisea, lo monstruoso para el mundogriego tiene que ver con la ausencia de poltica, entendida esta ltima en un sentido amplio comosociabilidad. Cuando Aristteles descompone al inicio de la Poltica lo que es una sociedad, diceque los ciclopes no lograron mayor organizacin que el de un nmero disperso de familias, esdecir, que nunca se organizaron en ciudades (polis) y por tanto carecen de poltica. Desde luegono en el sentido de los barbaros (que slo carecen de democracia), sino en uno mucho msradical. As, en ltima instancia es la organizacin poltica, mejor dicho socio-poltica, lo quedistingue al humano de lo no humano, y este es el sentido del zoon politikon de Aristteles: delo anterior resulta manifiesto que la ciudad es una cosa que existe por naturaleza, y que el

    hombre es por naturaleza un animal poltico; y resulta tambin que quien por naturaleza y no

    por casos de fortuna carece de ciudad, est por debajo o por encima de lo que es el hombre(Aristteles, 2007: 211). Cuando Ulises describe a los ciclopes lo hace utilizando la palabraathemiston, es decir, que carecen de thmistes, instituciones y leyes establecidas. Tambin diceque no trabajan la tierra ni posee agori boulephoroi, esto es, asambleas en las que emiten oque tienen, o en las cuales se forman, bouli, es decir, a la vez opiniones y decisiones (Castoriadis, 2006: 181)5.

    A nuestro modo de ver, es esta interpretacin clsica de lo monstruoso la ms correcta parapensar la obra de De Bry. Creemos que canibalismo como signatura de lo monstruoso remitir auna carencia de organizacin poltica que (a ojos europeos) poseera el Nuevo Mundo. Elcanibalismo es monstruoso porque es escandaloso. Escndalo similar al que provocan en loslectores de De Bry las imgenes de la violencia hispana en las Indias. Como es sabido, carenciade poltica y violencia poseen un vnculo ntimo. Slo en la formulacin moderna de VonClausewitz (2004), la violencia de la guerra es presentada como una continuacin de la polticapor otros medios; sin embargo, nadie podr negar que esta continuidad es al menos compleja y

    5 En la misma sintona Rojas-Mix reflexiona sobre el canibalismo: Por qu tanta fascinacin por el canibalismo?Por varias razones. En primer lugar, porque, en cuanto canbal, el americano era un monstruo y formaba parte de

    la retorica del discurso teratolgico de legitimacin de la conquista. Y la idea era mucho ms antigua que Amrica.

    Desde Homero y Hesodo, la allelophagia era una exclusin del gnero humano. El ciclope, como lo describe

    Eurpides, es un hombre , sin polis, desconcela . (Rojas-Mix, 1992: 125)

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    contradictoria. Al menos hasta Hobbes, violencia no institucionalizada y poltica son entendidoscomo campos excluyentes.

    7.

    De esta forma, creemos que en la propuesta esttica de De Bry violencia-monstruosidad-(a)politicidad operan como un ndice secreto sobre el Nuevo Mundo. Decimos (a)politicidad, conel parntesis en la a, porque esta se encuentra marcada por la ambivalencia y el engao. ElNuevo Mundo produce figuras aparentemente polticas, que en el fondo expresan sumonstruosidad. Por ejemplo, el ttulo de la figura 6 da la impresin de cierto culto a los muertos,cierta organizacin social de la trascendencia, sin embargo, el texto que acompaa a la imagentermina por desnudar el engao. Dice as:

    Una vez sacrificado el prisionero, acude su mujer junto al

    cadver y lo llora un poco, pues, como ya se ha dicho,

    suelen a veces proporcionarles mujeres. Mas no carga la

    mano ni recarga las tintas, pues hace ella como el

    cocodrilo, del cual dicen que slo llora el cadver del

    hombre muerto antes de devorarlo. De tal suerte es, tras

    haber lamentado, planteando la muerte del marido, la

    primera en comer de su carne, salvo si alguien se le

    adelanta. Acuden entonces raudas las ancianas portando

    agua caliente con que lo frotan y baan y chorrean de tal

    suerte que acaba blanco como un lechoncillo (De Bry,1997: 147).

    Ahora bien, la monstruosidad en las Indias, primeramente asignada a los nativos, emerge comoun impulso latente que no slo afecta al mundo indgena. Por una curiosa inversin, la violenciahispana que ya hemos visto, es presentada como escandalosa- replica en otro nivel lomonstruoso del canibalismo. Una de las escenas ms citadas de la leyenda negra encuentra en DeBry un grabado es especialmente elocuente. La figura 7 muestra a Vasco Nez de Balboa y sushuestes observando como una jaura de perros devora a un grupo de indgenas acusados sodoma.La sodoma, junto con el canibalismo, era para los ojos europeos una monstruosidad que entiempos de los reyes catlicos se pagaba con la hoguera. La accin de Balboa puede ser ledacomo una suerte rectificacin a tan torcida conducta, un espacio de normalizacin ante tantadisformidad de la cultura. Sin embargo, el grabado de De Bry acepta ms interpretaciones.

    Se sabe que cuando Balboa escap del Santo Domingohacia el continente lo hizo acompaado de su perroLeoncico, que segn Galeano cobraba sueldo dealfrez por su arte del destripe (Galeano, 2008: 90).Para este conquistador, las jauras eran unaprolongacin de la mquina de guerra con la cual seenfrentaba a los indgenas indianos. As como se diceque el caballo present un problema epistemolgico alos indgenas mexicanos, que crean que caballo yhombre cuan centauro- respondan a una unidad, es

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    posible pensar que para los indgenas de la actual Panam perro y hombre, Leoncico y Balboa searticularn como una sola entidad. As, la idea de una prolongacin y una unidad entrega unnuevo ngulo de observacin. A diferencia del centauro, los primeros exploradores europeos quepisaron el Nuevo Mundo s crean posible encontrar cinocfalos en el continente, es decir,hombres con cabeza de perro. La imagen, por tanto no es ajena al imaginario de lo monstruoso

    indiano. Sin embargo, aqu el monstruo no es el indio sino el conquistador. La antropofagiaqueda invertida en el momento en que los perros-hombres dilaceran a los indgenas. No slo losmatan, sino que los desmiembran y luego los devoran. Como en la mitologa europea, loscinocfalos americanos tambin son antropfagos.

    Pero la inversin no slo se remite al grabado sobre Balboa. La monstruosidad como desviacinde la poltica es graficada de forma explcita en una representacin dedicada a la expedicin dePedro de Mendoza. Como explica el relato que acompaa a la imagen, debido a la inclemenciadel ambiente (el Nuevo Mundo), la justicia medio institucionalizado por el cual se administra laviolencia social- termina por devenir en canibalismo signo univoco de monstruosidad-. El textode la figura 8 dice as:

    Hubo en un tiempo tan grande hambre en el

    campamento de Pedro de Mendoza que los soldados

    comieron para saciar toda suerte de animales puros e

    impuros, y aun insectos, y ni siquiera respetaron la

    piel de sus calzados. Y ocurri entonces que tres

    espaoles robaron de secreto el caballo de otro,

    matronlo y comironlo. Mas en revelarse y

    divulgarse lo sucedido, mand el jefe a ahogar a los

    tres, y varios otros disfrutaron entonces de los

    despojos dstos, pues en caer la noche cortaron otros

    tres hombres los brazos y piernas y todo cuanto

    pudieron de los ahorcados, los cocieron despus y los

    comieron con grande ardicia, de que puede deducirse

    no haber tirano mayor que el hambre, como tambin demuestra un cruel ejemplo en el cuarto

    captulo de la historia, donde uno coci y comi a su hermano era muerto (De Bry, 1997: 251).

    Hay un tpico recurrente en la grfica de De Brysobre la violencia indiana, a saber, la mutilacinde los cuerpos. La desmembracin es una prcticaque aparece tanto en la violencia hispana como enaquella que ejercen los indgenas. Eldescuartizamiento selectivo parece ser unaprctica de tortura comn en las huestes espaolas(figuras 2 y 9). Asimismo, cuando los excesos dela violencia devienen en monstruosidad (figuras 7y 8), esta se encuentra mediada por ladesmembracin. Lo mismo ocurre en las prcticascanbales de los indgenas (figuras 3 y 6), dondelos cuerpos son destazados y cocinados antes deser devorados. Y aunque en esta ltima instancia

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    sabemos los modernos- que existe una prctica ritual, probablemente para Theodore De Brytodo desmembramiento responde a una lgica de una violencia excesiva, monstruosa, queamenaza el ordenamiento social y poltico. De este modo, pareciera que estamos ante unametfora de cuerpo social indiano como entidad desmembrada por la violencia, y por lo tanto, unespacio donde lo poltico no puede tener lugar6.

    El Nuevo Mundo queda, a nuestro modo de ver,representado en la obra de De Bry como un espaciosignado por la violencia, por la monstruosidad de sta.Donde los intentos europeos por enderezar cualquierperversin slo pueden devenir en ms violencia. Losltimos grabados que De Bry realiza en Los GrandesViajes dan cuenta que el problema de la violencia no secircunscribe a las relaciones entre los espaoles y losindgenas. Como muestra la figura 10, la violencia en elNuevo Mundo tiende a amenazar el orden y cualquierintento poltico de establecerse las Indias. En elgrabado, que describe la batalla entre franceses yespaoles, ocupa un lugar preponderante el asesinato deun juez. El juez, que como ya hemos dicho representa

    unvocamente los medios institucionales por los cuales se administra la violencia (y, por lo tanto,un prerrequisito para la constitucin poltica de una colectividad), es asesinado en medio de laviolencia intestina.

    8.

    Existe un segmento de la obra de De Bry al cualintencionalmente hemos postergado, a saber, susprimeros grabados sobre las Indias dedicados a loshabitantes de Virginia y Florida (colonias inglesas yfrancesas). Aqu De Bry reproduce en grabado lasilustraciones de John White y Le Moyne sobre elNuevo Mundo. Ambas series destacan por una visinetnogrfica de los indgenas indianos. En ellas serepresentan vestimentas, mapas, rituales, ceremoniales,

    6 La relacin metonmica entre el cuerpo fsico y el cuerpo social ha estado presente a lo largo de la historia en

    diversas culturas. En otro trabajo hemos reflexionado sobre el impacto de la mutilacin de manos y narices querealiza Pedro de Valdivia sobre la poblacin reche (mapuche) tras la batalla de Andalien (Egaa, 2006). Para laconcepcin reche el decapitamiento de cabezas, as como las cabezas trofeos, simbolizaban una relacin directa conel grupo humano al cual su dueo perteneca. La misma palabra lonko significa cabeza. Como plantea Boccarapara los Indios cortar la cabeza de un enemigo de importancia implica decapitar tambin el cuerpo social del

    adversario [...]Un cuerpo guerrero sin cabeza es un cuerpo que ha sido derrotado (1999: 163). Sin creer que estarelacin es homologable a todos los pueblos indianos, es interesante constatar que para el Medioevo europeo existauna concepcin similar que vinculaba el cuerpo de Cristo y el del Rey a la totalidad de la sociedad (Kantorowicz,1985). El cuerpo del Rey, expresin vicaria de Cristo, estableca como en el frontispicio del Leviatn de Hobbes-una relacin metonmica con toda la sociedad. El cuerpo del Rey era el cuerpo social.

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    cultos, procesos productivos, modos alimenticios, distribuciones habitacionales, etc.

    En principio, la visin bajo la que se muestran a estos habitantesdel Nuevo Mundo se encuentra marcada por cierta civilidad.Los habitantes de la Florida y Virginia deliberan y viven en

    ciudades amuralladas al igual que podra hacerlo cualquiersociedad poltica occidental (figuras 11 y 12). Pareciera que latesis de la violencia que hemos desarrollado hasta el momento seencuentra falseada por los primeros trabajos del grabadorflamenco, que dan cuenta de las Indias sin introducir la secuenciaviolencia-monstruosidad-(a)politicidad. Sin embargo, al finalizarcada serie aparece, casi en forma de comentario, un punto de ladistancia que cuestiona esta visin idlica de los habitantesindianos.

    En la primera serie, dedicada a Virginia, cinco laminasaparentemente fuera de lugar grafican a los antiguos habitantesingleses. Como plantean Elliot (1997) y Hulton (1990), esta

    seccin consagrada a los pictos y los britanos, ha de ser ledascomo una proto antropologa comparada. La naturaleza de loshabitantes del Nuevo Mundo, semi civilizados, debe serasemejada al pasado tnico de los europeos. Hasta aqu, sinembargo, no habra nada que revierta el cuestionamiento a nuestratesis si no fuera porque en la figura del hombre de los pictos, eldesmembramiento de cabezas emerge como un detalle central(figura 13). Aunque la violencia no es del todo explcita, losantepasados britnicos siempre son grabados portando armas,

    preparados para luchar. De alguna forma, las cabezas recincercenadas por los pictos (una de ellas sangrando) son uncomentario indirecto a la violencia indiana.

    Algo an ms explcito ocurre con la segunda serie dedicada aFlorida. Aunque la mayora de los grabados muestran mltiplesescenas de politicidad (figura 11), hacia el final de sta laviolencia emerge reiteradamente. Nuevamente es eldesmembramiento el que anuncia lo escandaloso de la violencia.

    En la figura 14 vemos como los habitantes de la Floridamutilan los cadveres de sus enemigos: con varias

    caas, ms afiladas ellas que cualquier navaja, lesarrancan la piel de la cabeza, empezando desde la

    frente hasta dejar el crneo al descubierto y

    desfollando de tal guisa que quede una vara de cabello

    atado en una coleta (De Bry, 1997: 84).

    9.

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    Nos gustara terminar con un ltimo comentario a favor de nuestra hiptesis. Podra fcilmentepensarse que en De Bry no existe un discurso sobre el Nuevo Mundosino ms bien un discurso sobre la alteridad. Un poco como lainterpretacin de lo monstruoso que criticbamos anteriormente,podra pensarse que para De Bry el extraamiento que produce la

    alteridad es procesado como violencia escandalosa y monstruosa.Esta duda sera correcta o al menos irrefutable- si De Bry slohubiera trabajado sobre el Nuevo Mundo. Por suerte esto no es as. Eltaller de Theodore De Bry realiz entre 1597 y 1628 un trabajohomlogo al de las Indias dedicado a Asia y frica (De Bry, 1999).

    Los grabados dedicados a Asia y frica quiebran radicalmente con eltono discursivo de la produccin indiana. La violencia desde luego

    sigue presente, pero es exhibida en una clave completamente distinta. Si el discurso indiano deDe Bry operaba por el escndalo de una violencia desbocada,monstruosa, como signo de una ausencia poltica; su produccinafricana y asitica graba a la violencia en los marcos institucionales,es decir, legtimamente administrada.

    Que la violencia se ejecute en los marcos institucionales no quieredecir que a ojos modernos esta sea menos brutal. La figura 15muestra un sujeto que -como dice el texto- est siendo torturado,mientras otro lo interroga con grciles movimientos. Sin embargo, eltorturado es signado como criminal y la tortura se encuentra en elsiglo XVI europeo (y probablemente asitico) ampliamente aceptada.Como explica Foucault (2003) sta no es ni siquiera un castigo sinoun mtodo probatorio bastante comn y legitimado.

    Algo similar ocurre en la figura 16, donde dos hombres apalean a untercero que se encuentra maniatado y encadenado al suelo, mientrasun cuarto mira tras unos barrotes. Pareciera nuevamente que laviolencia desborda cualquier lmite aceptable, sin embargo, elespacio es descrito como una prisin y diversos guardias custodian laoperacin a la vez que otro individuo sostiene un texto junto a laescena: tal vez la sentencia o la ley que habilita el acto quepresenciamos.

    As, la violencia grabada en Asia y frica, aunque violencia

    finalmente, pareciera que pertenece a una categora distinta que laque De Bry grafica para el caso de las Indias. A diferencia delNuevo Mundo, donde la justicia era subvertida por la violenciaintestina (figuras 8 y 10), en los trabajos sobre frica y Asia staaparece como la instancia de administracin de la violencia social.En este sentido, cuando emerge una violencia individual, como elasesinato (figura 17), sta es puesta fuera de la legalidad,marcndola como criminal. Y aunque las mutilaciones corporales

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    no desaparecen (figura 18), ahora son producto de la misma sociedad organizada. Por lo tanto, sien el Nuevo Mundo la violencia era producto de la ausencia o supresin de la justicia, en Asia yfrica sta es justamente el elemento principal que articula la violencia social.

    10.

    A modo de sntesis y conclusiones conviene recapitular algunos puntos de nuestra exposicin. Aliniciar este texto nos preguntamos si la obra del grabador Theodor De Bry poda aspirar a serleda de forma autnoma, como un discurso grfico sobre el nuevo continente. Es decir nospreguntamos por su consistencia discursiva. Llegados a este punto creemos poder responderafirmativamente aquella interrogante.

    Desde nuestra perspectiva, y al margen de las lecturas clasificatorias y genealgicas, el cuerpogrfico indiano de Theodor De Bry reclama ser interrogado por su sentido, es decir, serinterrogado polticamente. Esto implica al menos dos cosas: por una parte, establecer una lecturageneral de la obra por sobre la fragmentacin clasificatoria (Elliott, 1997), y por otro lado,superar la aparente contradiccin que planteaban las maniqueas lecturas de De Bry en torno a laleyenda negra y el canibalismo. Por lo mismo, una lectura poltica de la obra indiana de De Brydeba, a nuestro modo de ver, superar la mera referencia contextual a la poltica institucionaleuropea.

    Ahora bien, el marco terico desde el cual articulamos nuestro trabajo se apoya principalmente endos nociones que intentan vincular la esttica con la poltica. De un lado, la idea de divisin delo sensible de planteada por Jacques Rancire (2002; 2005), de otro, una reinterpretacin de lanocin de guerra de las imgenes trabajada por Serge Gruzinski (2006). La primera nosinteresa en su sentido productivo del discurso poltico, esto es, como ciertas propuestas estticasno slo dan cuenta sino que redefinen los lmites de lo poltico. En este sentido, en la grficaindiana de De Bry hay una propuesta, nada desinteresada, de lo que significa polticamente elespacio del Nuevo Mundo. La segunda nocin (guerra de las imgenes) opera como uncorrelato lgico de lo anterior. La oferta de De Bry no existe en el vaco. Por el contrario, seencuentra en disputa con otros relatos esttico-polticos sobre las Indias. Disputa que no implicanecesariamente un antagonismo, sino posiciones divergentes desde las cuales se articulandistintos discursos sobre la realidad poltica americana. Por poner un ejemplo, en el mismocampo de las imgenes indianas del siglo XVI coexisten con el discurso de De Bry las propuestasestticas de Sahagn y Fernndez de Oviedo.

    Pero los grabados de De Bry poseen un contenido especfico, una propuesta esttico poltica -unaoferta sobre lo sensible indiano- que hemos intentado analizar en el presente texto: mediante elrecurso a una violencia descontrolada De Bry signa el espacio americano como un lugar marcadopor la ausencia de poltica. En la obra indiana de De Bry, la violencia que despedaza y devora loscuerpos deviene en monstruosa como una forma de restituir la bestialidad a los sujetos indianosy, por lo tanto, privarlos de la voz, en tanto operador poltico por antonomasia. La secuenciaviolencia-monstruosidad-(a)politicidad atraviesa a los cuerpos, permitiendo establecer unacontinuidad entre la fragmentacin del cuerpo fsico y la negacin del cuerpo poltico. De estemodo, la violencia intestina (extra jurdica) no sera un problema especfico ni de los espaoles(leyenda negra) ni de los indgenas (canibalismo), sino del espacio americano en s.

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