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1 Las Interfases del Desarrollo: De la Transferencia de Conocimiento a laTransformación de Significados 1 Norman Long y Magdalena Villarreal Introducción La Teoría orientada a la Práctica Una de las grandes preocupaciones para los sociólogos de desarrollo es cómo resolver la relación entre teoría y práctica, comúnmente presentada en términos del vacío que separa a los teóricos - encerrados en sus torres de marfil - y los 'practicantes', quienes 'se ensucian las manos' en la talacha cotidiana. Scott y Shore (1978), en su libro Why Sociology Does Not Apply, hablan de un contraste entre dos tipos de conocimiento distintivos: 'el conocimiento para la comprensión' versus 'el conocimiento para la acción'. Para responder a esta preocupación, no es suficiente el argumentar simplemente que el trabajo teórico influencia a los practicantes y políticos indirectamente a través de las maneras en que conceptos e interpretaciones nuevos de los procesos sociales penetran a la sociedad más amplia, moldeando así tanto el pensamiento de profesionales como el de laicos. 2 Debemos abordar la crítica implícita del vacío entre la teoría y la práctica más seriamente, especialmente en una Universidad como la de Wageningen, donde la 'intervención' se coloca firmemente en la agenda. Debemos esforzarnos, entonces, para lograr una mejor integración entre la comprensión teórica y las preocupaciones prácticas, aunque no podemos esperar que la división entre éstas marque nítidamente el campo de 'teoría e investigación' frente a la 'política e intervención'. Obviamente los modelos políticos y las prácticas se basan - implícita o explícitamente - en ciertas estrategias metodológicas e interpretaciones teóricas, de la misma manera que las teorías mismas están cargadas de juicios evaluativos y decisiones. Una primera prioridad es, por lo tanto, la de obtener un mejor comprensión teórica de los problemas de la intervención planeada y el cambio social. Pero para lograr esto, debemos, como hemos argumentado en otros espacios (Long and Van del Ploeg 1989; Villarreal 1990, 1994), exhibir las limitaciones tanto de ciertas ortodoxias sociológicas como de los modelos 'intervencionistas' existentes. Esto es particularmente urgente puesto que en el presente nos encontramos por un lado, con la resurgencia de sistemas de pensamiento simplistas, y por otro, con un énfasis en el 'particularismo etnográfico' asociado con el estado de ánimo deconstruccionista de la era posmoderna. Sugerimos que un camino a seguir es a través del desarrollo de una perspectiva centrada en el actor social, la cual se construye en base a trabajo teórico orientado a la reconciliación entre 1 Publicado en Schuurman, F.J. (1993) Beyond the Impasse: New Directions in Development Theory. London, Zed Press. 2 Janowitz (1972) argumenta que el sociólogo debe ser entendido como parte del proceso que el o ella estudia. Giddens (1987: 20) va más allá al explicar que los productos de las ciencias sociales muy frecuentemente entran a formar parte constitutiva del mundo que ellos [los sociólogos] describen, creado lo que él llama 'una doble hermenéutica'.

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Las Interfases del Desarrollo: De la Transferencia de Conocimiento a laTransformación de Significados1

Norman Long y Magdalena Villarreal

Introducción La Teoría orientada a la Práctica Una de las grandes preocupaciones para los sociólogos de desarrollo es cómo resolver la relación entre teoría y práctica, comúnmente presentada en términos del vacío que separa a los teóricos - encerrados en sus torres de marfil - y los 'practicantes', quienes 'se ensucian las manos' en la talacha cotidiana. Scott y Shore (1978), en su libro Why Sociology Does Not Apply, hablan de un contraste entre dos tipos de conocimiento distintivos: 'el conocimiento para la comprensión' versus 'el conocimiento para la acción'. Para responder a esta preocupación, no es suficiente el argumentar simplemente que el trabajo teórico influencia a los practicantes y políticos indirectamente a través de las maneras en que conceptos e interpretaciones nuevos de los procesos sociales penetran a la sociedad más amplia, moldeando así tanto el pensamiento de profesionales como el de laicos.2 Debemos abordar la crítica implícita del vacío entre la teoría y la práctica más seriamente, especialmente en una Universidad como la de Wageningen, donde la 'intervención' se coloca firmemente en la agenda. Debemos esforzarnos, entonces, para lograr una mejor integración entre la comprensión teórica y las preocupaciones prácticas, aunque no podemos esperar que la división entre éstas marque nítidamente el campo de 'teoría e investigación' frente a la 'política e intervención'. Obviamente los modelos políticos y las prácticas se basan - implícita o explícitamente - en ciertas estrategias metodológicas e interpretaciones teóricas, de la misma manera que las teorías mismas están cargadas de juicios evaluativos y decisiones. Una primera prioridad es, por lo tanto, la de obtener un mejor comprensión teórica de los problemas de la intervención planeada y el cambio social. Pero para lograr esto, debemos, como hemos argumentado en otros espacios (Long and Van del Ploeg 1989; Villarreal 1990, 1994), exhibir las limitaciones tanto de ciertas ortodoxias sociológicas como de los modelos 'intervencionistas' existentes. Esto es particularmente urgente puesto que en el presente nos encontramos por un lado, con la resurgencia de sistemas de pensamiento simplistas, y por otro, con un énfasis en el 'particularismo etnográfico' asociado con el estado de ánimo deconstruccionista de la era posmoderna. Sugerimos que un camino a seguir es a través del desarrollo de una perspectiva centrada en el actor social, la cual se construye en base a trabajo teórico orientado a la reconciliación entre

1 Publicado en Schuurman, F.J. (1993) Beyond the Impasse: New Directions in Development Theory. London, Zed Press. 2 Janowitz (1972) argumenta que el sociólogo debe ser entendido como parte del proceso que el o ella estudia. Giddens (1987: 20) va más allá al explicar que los productos de las ciencias sociales muy frecuentemente entran a formar parte constitutiva del mundo que ellos [los sociólogos] describen, creado lo que él llama 'una doble hermenéutica'.

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perspectivas estructurales y aquéllas centradas en el actor. Este punto de vista se propone en An Introduction to the Sociology of Rural development (Long 1977; también en Long 1984), aunque desde entonces han surgido una cantidad de estudios teóricos generales de gran relevancia que abordan la cuestión de estructura y 'agencia humana' y el vínculo entre los llamados 'micro' y 'macro' fenómenos (ver por ejemplo: Giddens 1979, 1984, 1987; Habermas 1987; Knorr-Cetina y Cicourel 1981; Alexander et al 1987; Fielding 1988). Estas contribuciones y otras similares han estimulado un abordaje más fino del cambio social que enfatiza el interjuego y la mutua determinación de factores y relaciones 'internos' y 'externos', el cual da cuenta de los mundos de vida, las estrategias y las racionalidades de los diferentes actores sociales involucrados.3 Con estos avances teóricos surge la imperiosa necesidad de identificar una serie de conceptos analíticos apropiados y una metodología para explorar los procesos de intervención que resulte útil, no sólo para el investigador, sino también para el practicante (Long y Long 1992; Villarreal 1994). Este artículo constituye un esfuerzo modesto de responder a este reto. A finales de los 70's y principios de los 80's, una cantidad de científicos sociales se volcaron hacia los modelos neo-Marxistas en búsqueda de una explicación de la naturaleza y las consecuencias del desarrollo desigual. Aunque estos proporcionaron nuevas pistas y un marco mediante el cual podían ordenar sus datos y experiencias, al final no proporcionó mucha ayuda práctica a aquellos en 'la línea de fuego' del desarrollo planeado, quienes enfrentan los dilemas cotidianos de implementar políticas y de manejarse con los grupos 'beneficiarios' y 'no- beneficiarios'. Muchas de las abstracciones a las que se recurre se encuentran muy alejadas de los operativos detallados de la práctica social cotidiana y fracasan en su intento de explicar los resultados diferenciales del cambio estructural. Así, mientras que la 'lucha de clases' y 'la extracción de plusvalía' pueden caracterizar algunas facetas importantes de la intervención capitalista, rara vez explican suficientemente las configuraciones y subjetividades sociales particulares que emergen. Esta perspectiva de hecho promueve una visión un tanto pesimista de las posibilidades de iniciar el cambio 'desde abajo', a través de las acciones de los grupos locales mismos o por medio de intervenciones planeadas externas, orientadas a incrementar las capacidades de la población local para hacer valer sus derechos y demandar servicios. Es aquí donde nuevos tipos de teorización y metodologías de campo, basadas en una perspectiva centrada en el actor social, pueden proporcionar una contribución importante, aunque debemos evitar colocarnos como los nuevos 'gurus' del intervencionismo con otra solución prefabricada más a los problemas de la intervención planeada. La burbuja teórica neo-marxista puede haber estallado, pero debemos cuidarnos de reemplazarla con la búsqueda de modelos genéricos similares de cambio. La esencia de una perspectiva centrada en el actor social es que sus conceptos se enraizan en las experiencias y la conciencia cotidiana de hombres y mujeres ordinarios. Para explorar estas cuestiones en más detalle, hemos decidido enfocarnos en un campo de aplicación importante: los procesos de adquisición, utilización y transformación del conocimiento. Tales procesos se encuentran en el meollo de los programas de intervención planeada y forman una serie crítica de problemas que definen lo que ahora se llama 'ciencia de extensión agrícola' (Röling 1988b).

3 Para dar algunos ejemplos de una perspectiva centrada en el actor aplicada al cambio rural, ver Arce 1986; Arce y Long 1987; Long 1988, 1989; Drinkwater 1988; Whatmore 1988, Long y Villarreal 1989; Villarreal 1994; Van der Ploeg 1990; Marsden y Murdoch 1990; y Pile 1990.

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El modelo de sistemas en la extensión agrícola Durante muchos años la extensión agrícola se asoció con modelos Rogerianos de adopción y difusión de innovaciones (Rogers 1962, 3a. edición 1983; Rogers y Shoemaker 1971) y con la sociología rural aplicada del tipo de Land Grant (Lionberger 1960). En la última década esto ha dado lugar a una aplicación más exhaustiva de la teoría de sistemas y de comunicación (Beal et al. 1986). El brote de múltiples investigaciones orientadas al conocimiento campesino y a las series de vínculos complejos entre establecimientos y laboratorios de investigación, los servicios de extensión agrícola y la población campesina nos muestran este fenómeno. Simultáneamente, estos avances se han hecho acompañar por un interés creciente en 'análisis de sistemas agrarios', orientados a desplegar una perspectiva interdisciplinaria multinivel para analizar las prácticas agrícolas, enmarcadas en el contexto de limitantes ecológicas, técnicas, económicas y sociales y en relación al cambio tecnológico en la agricultura (Collinson 1982; Hildebrand 1981; Fresco 1986). La mayoría de estos nuevos estudios agronómicos, de extensión agrícola y de sociología rural han tomado como punto de partida un pensamiento sistémico basado en cuatro conceptos centrales: surgimiento (emergence), jerarquía, comunicación y control. Se argumenta que la interacción de elementos dentro de un sistema da lugar a propiedades emergentes que son irreducibles, produciendo así un 'todo' que 'es mayor que la suma de sus partes'. Este 'todo' está compuesto por diferentes tipos de subsistemas que se anidan unos en otros y se interrelacionan funcional y jerárquicamente. Fresco y Westphal, por ejemplo, definen un sistema como un ordenamiento de componentes o partes que interactúan de acuerdo a algunos procesos [específicos] y transforman los insumos en resultados. Argumentan que la agricultura puede ser descrita como una jerarquía de sistemas, que van desde la célula al nivel más bajo, los órganos vegetales o animales, la planta o el animal entero, la cosecha o el hato de ganado, el campo o el potrero y el rancho, hasta ecosistemas complejos tales como el poblado o distrito de irrigación y culminando en el sector agrícola al nivel más alto (1988: 401). Otro elemento que se describe como crucial es la comunicación, la cual es necesaria para la regulación y el control (Checkland 1981: 83). Se afirma que todos los sistemas contienen dentro de ellos factores de control que pueden ser manipulados para lograr el cambio deseado. Consideramos que tales modelos de sistemas son básicamente inadecuados para desarrollar una comprensión sólida de los procesos de cambio y que dejan escapar muchos elementos cruciales pero complejos que entran en juego en los procesos de conocimiento. En la primera parte de este artículo abordamos esto con mayor profundidad: discutimos críticamente las maneras en que se conceptualiza e investiga la naturaleza de los procesos de conocimiento agrícola y elucidamos las ventajas de optar por una perspectiva centrada en el actor. Esto sirve de base para la segunda parte del artículo, donde mostramos cómo se puede extender el análisis de los procesos de conocimiento para cubrir los elementos estratégicos y organizativos implicados en las interfases de desarrollo rural. Las interfases se caracterizan por una discontinuidad de intereses, valores y poder, y su dinámica implica negociación, acomodación y la lucha en torno a definiciones y fronteras. Un estudio detallado de interfases nos proporciona información importante sobre los procesos por medio de los cuales la política se transforma, cómo se generan formas de poder y 'empoderamiento', cómo se crea espacio de maniobra tanto por los interventores como por sus 'clientes', y cómo se enrola a las personas dentro de los 'proyectos' de otros a través del uso de metáforas e imágenes de desarrollo.

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La herencia del Modelo Comunicacional de Havelock Hace veinte años, Havelock (1969), sugirió que la esencia de la utilización del conocimiento es el vínculo entre dos sistemas sociales, uno que se enfrenta a un problema y el otro que delinea opciones que facilitan su resolución. Desde entonces ésta es la idea básica que tanto él mismo como otros han desarrollado en sus esfuerzos por conceptualizar con mayor detalle la naturaleza de tales procesos de vinculación. En 1986, Havelock nos proporcionó una explicación más amplia de los elementos críticos que su teoría encierra, argumentando que el término descriptivo 'vínculo' (o eslabón), implica un circuito que forma parte 'de una cadena, una secuencia de entidades conectadas una a la otra en series que sirven un propósito común' y donde cada eslabón tiene dos lados que interpenetran otros eslabones o elementos de la misma cadena - en otras palabras, lo que uno podría visualizar como cierto tipo de mecanismo de acoplamiento como el que une los carros individuales de un tren. Encima de esa imagen acopladora, Havelock agrega una metáfora de señal radiofónica al describir cómo en el uso de conocimiento los vínculos sirven para la 'transferencia de mensajes complejos' entre los 'remitentes' y los 'destinatarios'. El sugiere que tal diálogo o intercambio se basa esencialmente en el movimiento de recursos desde un 'sistema de fuentes de recursos' que busca responder a ciertas necesidades emanadas de un 'sistema de usuarios', aunque al mismo tiempo los usuarios 'estimulan los procesos de solución de problemas de los sistemas de recursos, cuando menos al mismo nivel' (Havelock 1986:228). Ambas imágenes, por supuesto, enfatizan la discrecionalidad e integridad de los elementos o 'sistemas' que se articulan. Havelock sostiene que lo que 'es especial de la teoría de vínculos es su explicación de cómo se forman conexiones completamente nuevas, conexiones que se extienden quizás a recursos y usuarios distantes del entorno normal. Lo que estamos viendo es la manera en que un sistema puede enviar mensajes que penetran las capas auto-protectoras y se implantan en las rutinas y los procesos de resolución de problemas del otro' (Havelock 1986:227). Aunque se introduce subrepticiamente cierto reconocimiento a los procesos interpretativos y de actores sociales, Havelock concluye argumentando que el vínculo es un proceso natural, pero que es 'generalmente lento, ineficiente, sujeto a errores y costoso'. 'Lo que es más' - dice - 'hay muchos eslabones faltantes o peligrosamente débiles a lo largo de las cadenas potenciales de utilización del conocimiento. Es por esto que surge la gran necesidad de suministrar especialistas en puntos estratégicos dentro de varios procesos de vinculación a lo largo de la cadena de conocimiento' (Havelock 1986: 234). Esto lo lleva a argumentar que las intervenciones humanas y tecnológicas diseñadas para mejorar el flujo de mensajes son esenciales: de allí la necesidad de lo que se ha llamado estaciones de relevo, transformadores y sintetizadores, así como agentes extensionistas, animadores (es decir, mobilizadores de los sistemas de usuarios), y lo que él caracteriza como 'catalistas de vínculos' o 'facilitadores de procesos de vinculación'. El modelo de comunicación de Havelock permanece aún como una imagen central orientadora en la descripción de procesos de utilización y diseminación de conocimiento, formando los cimientos conceptuales de gran parte de los estudios recientes sobre sistemas de conocimiento. Por ejemplo, el modelo de sistemas de conocimiento e información agrícolas promovidos por Röling (1988b: 30) y Engel (Röling y Engel 1990) distingue entre investigación, extensión y redes campesinas e institucionales (subsistemas) que se entrelazan a través del flujo de información y otros recursos para formar un todo sinérgico. Los mecanismos de vinculación que describe Röling en sus primeras publicaciones como mecanismos para puentear 'el vacío entre los componentes del sistema', estimulan la comunicación entre ellos, pero debido a ciertas

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resistencias para emparejar el flujo de información, se requiere la intervención de 'administradores de conocimiento' para 'persuadirlos suavemente hacia roles sistémicos complementarios y compatibles'. Tal intervención se enfoca en una 'calibración institucional' donde las 'instituciones pueden compararse a los dientes de una caja de transmisión: cada diente transforma el conocimiento corriente arriba o corriente abajo' (Röling 1988a: 54). De esta manera, Röling agrega una metáfora más al cuadro: esta vez una de la ingeniería mecánica. Las contribuciones más recientes de Röling y Engel (1990) han moderado el pensamiento y las metáforas asociadas a 'sistemas duros' características de sus formulaciones anteriores. En armonía con Checkland (1985, 1981), proponen una 'metodología de sistemas suaves', la cual adopta una perspectiva más inductiva al modelaje de sistemas. Checkland propone una metodología basada en 'el punto de vista de que la realidad social no está "dada", sino que es un proceso en el cual el mundo social constantemente cambiante es re-creado de manera continua por sus miembros' (Checkland 1981: 20). En un esfuerzo por evitar la trampa teleológica de predefinir 'metas sistémicas', argumenta que la atención de la investigación sistémica debe enfocarse en 'las situaciones problemáticas donde se perciben escollos no-estructurados, problemas en los cuales la designación de objetivos es en sí problemática' (Checkland 1981: 155). Un primer paso, entonces, implica una descripción detallada de la situación y las circunstancias sociales, llevando a la identificación de los problemas críticos que enfrentan los actores y al uso de conceptos sistémicos para delinear y priorizarlos. Con base en esto, se diseña una serie de procedimientos por medio de los cuales los actores y el investigador participan en la construcción de un modelo sistémico y 'toman decisiones conjuntas pare resaltar las propiedades emergentes de su sistema de actividad humana' (Röling y Engel 1990: 9). En concordancia con esto, los vacíos en la comunicación (los eslabones faltantes), los conflictos latentes, la falta de acceso a recursos críticos (especialmente la información), los problemas de coordinación y diferenciación de tareas, y las prácticas administrativas deficientes pueden ser exhibidas y se pueden formular planes para corregirlas. Una vez detectadas tales 'patologías' (Röling 1988: 39 -41), es cuestión de hacer las elecciones adecuadas, identificando las variables de control y diseñando una estrategia de control para corregirlas. El conocimiento como un encuentro de horizontes Recientemente algunos investigadores han señalado ciertas limitaciones críticas en esta perspectiva de eslabones, o lo que Dissanayake (1986: 280) ha llamado 'el paradigma transportacional', para la comprensión de procesos de conocimiento. El modelo supone que los procesos de utilización/diseminación involucran la transferencia de un cuerpo de conocimiento de un individuo o unidad social a otro, en lugar de adoptar una visión más dinámica que reconozca la creación conjunta de conocimiento tanto por diseminadores como por usuarios. Esta interpretación describe el conocimiento como surgido de un encuentro de horizontes, puesto que el procesamiento y la absorción de nuevos items de información y nuevos marcos cognitivos o discursivos sólo puede darse en base a stocks de conocimiento y modos evaluativos ya existentes, mismos que son reformulados en la experiencia comunicativa. Lo que es más, aunque la creación/diseminación del conocimiento es en esencia un proceso cognitivo e interpretativo que implica el puenteo del espacio entre un mundo familiar y una serie de significados menos familiares (o incluso ajenos) el conocimiento se construye sobre la experiencia social acumulada, los compromisos adquiridos y las disposiciones culturalmente adquiridas de los actores

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involucrados. Así, 'la acción comunicativa no es sólo un proceso [cognitivo] para llegar a una comprensión; al tratar de entender algo en el mundo, los actores al mismo tiempo toman parte en las interacciones a través de las cuales desarrollan, confirman, y renuevan sus membresías en grupos sociales y sus propias identidades. Las acciones comunicativas no son sólo procesos de interpretación en los cuales el conocimiento cultural se 'pone a prueba frente al mundo'; al mismo tiempo son procesos de integración social y socialización' (Habermas 1987: 39). Los procesos de creación/diseminación de conocimiento implican simultáneamente, por lo tanto, varios elementos interconectados: las estrategias y capacidades de los actores para utilizar elementos de los repertorios de conocimiento existentes así como absorber información fresca, procesos de validación por medio de los cuales la nueva información y sus fuentes son juzgadas aceptables o útiles o son repelidas y varias transacciones que involucran el intercambio de material específico y beneficios simbólicos. Implícito en todo esto está el hecho de que la generación e utilización de conocimiento no es meramente un asunto de instrumentación, de eficiencia técnica o de hermenéutica (la mediación de las interpretaciones de otros a través de nuestra propia interpretación teórica), sino que involucra aspectos de control, autoridad y poder que están encarnados en relaciones sociales. Es por esta razón que con toda probabilidad habrá disonancias tajantes entre las distintas categorías de actores involucrados en la producción, diseminación y utilización de conocimiento, aunque, como muestran convincentemente varios estudios de agricultores 'experimentadores' (por ejemplo Richards 1995, Box 1987; Rhoades y Bebbington 1988), es poco probable que las divisiones sociales críticas coincidirán nítidamente con las distinciones entre 'productores', 'diseminadores' y 'usuarios' de conocimiento. Un estudio reciente sobre el uso de información tecnológica (por ejemplo modelos computarizados de producción) entre los agricultores Holandeses, por ejemplo, argumenta que la categoría de 'usuarios' debe ser extendida más allá de los agricultores como clientes para cubrir además a las agencias gubernamentales y a las organizaciones de agricultores - que buscan utilizar nuevas tecnologías para mejorar su competitividad frente a otros grupos de productores - a investigadores y extensionistas que la utilizan para promover sus propios modelos agrícolas y a las empresas agroindustriales que buscan enrolar a sus clientes a la consecución de sus propios intereses (Leeuwis 1991). Los datos que proporciona Leeuwis sugieren que las conceptualizaciones de las 'necesidades informativas' en términos de tecnología informacional frecuentemente son problemáticas, puesto que son visualizadas de manera 'estática', como si pudieran ser 'predichas con anterioridad y relacionadas a modelos formales de toma de decisiones'. Afirma que los productores pepineros Holandeses eligen programas de software específicos tomando en consideración todo tipo de situaciones 'contextuales', tales como la solidaridad entre grupos periféricos, vínculos personales, la composición de los grupos y la necesidad de evitar el aislamiento (Leewis y Arkesteyn 1991). Este caso apoya el argumento de que en tanto conceptualicemos las cuestiones de utilización/diseminación del conocimiento simplemente en términos de 'conceptos de enlace', sin proporcionar suficiente atención a la agencia humana y a la transformación del significado en los puntos de intersección entro los mundos de vida de los diferentes actores, y sin analizar las interacciones sociales que se involucran, habremos perdido el significado del conocimiento mismo. Sugerimos que nuestras nociones guía deben ser discontinuidad y no vinculación, y transformación y no transferencia de significado. El conocimiento emerge como un producto de la interacción y el diálogo entre actores específicos. Es fragmentario y difuso más que unitario y sistemático, y se presenta en multinivel (siempre existe una multiplicidad de marcos de significado posibles). No sólo es poco probable, por lo tanto, que los diferentes actores (tales

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como campesinos, extensionistas e investigadores) compartan las mismas prioridades y parámetros de conocimiento, sino que uno se esperaría que las comunidades 'epistémicas' (aquellos que comparten a grandes rasgos las mismas fuentes y modos de conocimiento) fueran internamente diferenciadas en términos de repertorios y aplicación del conocimiento. Por lo tanto, tramar la creación de condiciones bajo las cuales un solo sistema de conocimiento (involucrando intercambios y flujos de información mutuamente benéficos entre los diferentes actores) pudiera surgir parece imposible de lograr; y, si de hecho esto fuera posible, sería a costa de la posibilidad de innovación y adaptabilidad al cambio, dado que ambos dependen de la diversidad y fluidez del conocimiento y no de la integración y sistematicidad. Discontinuidades y Acomodamientos en las Interfases de Conocimiento Para explorar estas cuestiones más a fondo, necesitamos desarrollar un análisis de las situaciones de interfase. Definimos una interfase social como el punto crítico de intersección entre distintos sistemas sociales, campos o niveles de orden social donde es más probable encontrar discontinuidades estructurales basadas en diferencias de valor normativo e interés social (Long 1989). Los estudios de interfases, entonces, conciernen esencialmente el análisis de las discontinuidades en la vida social. Tales discontinuidades se caracterizan por discrepancias en términos de valores, intereses, conocimiento y poder. Las interfaces ocurren típicamente en los momentos donde intersectan diferentes - y frecuentemente conflictuantes - mundos de vida o campos sociales. Más concretamente, caracterizan las situaciones sociales (lo que Giddens llama 'locales') donde las interacciones entre actores se llegan a orientar en torno al problema de diseñar maneras de 'puentear', acomodarse a, o luchar contra los mundos sociales y cognitivos diferentes del otro. El análisis de las interfases busca elucidar los tipos de discontinuidades que están presentes en tales situaciones y caracterizar los diferentes tipos de formas culturales y organizativas que las reproducen o transforman. Aunque la palabra 'interfase' tiende a sugerir la imagen de algún tipo de articulación o confrontación de 'dos lados', las situaciones de interfase son mucho más complejas y múltiples en su naturaleza. 4en que deseamos enfatizar la naturaleza dinámica y conflictiva de la interfase social. Las interacciones entre el gobierno o las agencias externas involucradas en la implementación de programas de desarrollo particulares y los llamados beneficiarios de la población agricultora no pueden ser entendidas adecuadamente a través del uso de concepciones generalizadas tales como 'relaciones estado-campesinos' o recurriendo a conceptos normativos tales como 'participación local'. Estas interacciones deben ser analizadas como parte de los procesos continuos de negociación, adaptación y transferencia de significado que se da entre los actores específicos involucrados. El estudio de las interfases sociales, el cual se enfoca al análisis de las coyunturas críticas o las arenas que suponen diferencias de valores normativos e intereses sociales, implica no sólo la comprensión de las luchas y los diferenciales de poder que se dan entre los distintos actores involucrados, sino también un esfuerzo de revelar la dinámica de la 4La noción general de 'interfase' sugiere la imagen de dos superficies que entran en contacto, o de un sistema moderno de computación cuya unidad procesadora central esta vinculada a equipo auxiliar a través de un mecanismo llamado la interfase. También se ha utilizado para caracterizar la situación por medio de la cual interactúan substancias químicas que logran combinarse para formar una solución compuesta nueva. Nuestra utilización difiere de éstas.

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acomodación cultural que hace posible la interacción entre varias 'visiones del mundo'. Es este un tema de investigación difícil, pero creemos que es central para entender los resultados intencionados así como los no- intencionados de la intervención planeada, sea ésta impulsada 'desde arriba', por autoridades gubernamentales o por agencias de desarrollo, o 'desde abajo' por diversos intereses locales. Exploramos algunas de las complejidades implicadas en la interacción de agencias gubernamentales con grupos locales en los tres casos que presentamos a continuación, los cuales ilustran cómo la comprensión de diferentes (y posiblemente conflictuantes) formas de conocimiento e ideología es central al análisis del desarrollo rural. El primero se refiere a un estudio de caso extendido realizado en México (Arce y Long 1987) que se enfoca en los dilemas de Roberto, un técnico que trata de puentear entre los intereses de los productores campesinos y la estructura administrativa y sus propias prioridades. Como técnico, Roberto se encontraba 'en la línea de fuego' en la implementación del SAM (Sistema Alimentario Mexicano, un programa nacional orientado a proporcionar un grado de 'capitalización' a los productores de básicos) en interacción directa y regular con su población clientelar. Se esperaba que siguiera ciertos procedimientos administrativos en la implementación del programa. Al mismo tiempo, sin embargo, acumuló experiencia en el manejo tanto de las demandas del sistema administrativo y sus rutinas, como de las de sus clientes campesinos. El involucramiento del técnico con estos dos mundos sociales contrastantes - y frecuentemente en conflicto - produce un cuerpo de conocimiento basado en su experiencia individual que lo conduce a diseñar sus propias estrategias de intervención, tanto en el pueblo como en las arenas administrativas oficiales. Aunque pudiera parecer que tales estrategias son altamente idiosincráticas, por el hecho de estar basadas en la cronología de la experiencia de individuos particulares, de hecho se forjan a través de las posibilidades de maniobra y discurso que ya existen entre las dos arenas y por la dinámica de los contextos estructurales dentro de las cuales interactúan los distintos actores. El caso muestra cómo estos actores diferentes o categorías sociales desarrollan sus propias interpretaciones cotidianas compartidas o sus modelos de acción que se originan en, y adquieren potencialidad y legitimación a través de la interacción social y la confrontación con formas de organización y puntos de vista opuestos. El técnico descrito no puede simplemente escapar estas influencias y limitaciones tratando de ignorar su existencia, y si tratara de hacerlo, perdería legitimidad como técnico a los ojos tanto de los campesinos como de los burócratas. Lanza una crítica de las limitaciones del SAM y reconoce las prácticas administrativas corruptas. Sin embargo, el resultado final es que es etiquetado como un 'grilloso' y mandado a una unidad especial para 'los problemáticos' (a una zona aislada considerada como zona problema) con el fin de que se reforme. Su fracaso en términos de persuadir a su jefe administrativo que acepte su solución para puentear la distancia entre los campesinos y los intereses gubernamentales tiene otra repercusión: los campesinos pueden usar su caso para confirmar y reforzar su propio modelo referente a las prácticas y el personal gubernamental. De esta manera, la experiencia con este técnico específico alimenta sus creencias sobre el funcionamiento del estado, aunque esta misma serie de eventos puede ser utilizada posteriormente para justificar otros intentos de reestructurar la interfase entre ellos y las agencias interventoras y sus intereses. La situación también se convierte en un factor importante en la reproducción de estrategias de sobrevivencia particulares, las cuales ocultan eficientemente del gobierno, y en la reproducción de sus propias - pero diversas - configuraciones de conocimiento. El efecto combinado de estos diferentes procesos es el de mantener los mundos sociales de los campesinos y los burócratas en oposición a través de la vinculación de configuraciones de

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conocimiento cotidianas contrastantes y a través de la generación mutua de sistemas socialmente construidos de ignorancia. Otro estudio de caso que nos permite observar la interacción y acomodamiento entre visiones del mundo que conllevan procesos de poder encubiertos o explícitos, así como el entretejimiento de redes de conocimiento, es el de un grupo de mujeres apicultoras (ver Long y Villarreal 1989 y Villarreal 1994) organizadas como Unidad Agrícola e Industrial de la Mujer campesina en México. El grupo se formó por iniciativa gubernamental siguiendo los lineamientos de la ley agraria, la cual estipula la creación de empresas para mujeres campesinas. Aunque cada una de las mujeres atribuyen un significado diferente a su participación en el proyecto agrícola y a los beneficios que pudieran obtener de éste, sus intereses se entretejen en ciertos momentos, abordando cuestiones no sólo del proyecto mismo, sino también de sus estrategias familiares , de las relaciones con sus redes de parentesco, etc. Por lo tanto, las miembras del grupo comparten ciertas definiciones de la empresa al tiempo que difieren en otras, con respecto, por ejemplo, a la posible ampliación de la empresa (punto crucial puesto que implica el concebir sus actividades como ocupación central y no como actividad complementaria a sus labores cotidianas), a las relaciones que se asumen con grupos e instituciones fuera del poblado, pero también con respecto a su auto-definición como apicultoras, como mujeres empresarias o como amas de casa. Las mujeres lucharon juntas contra los campesinos que las tildaron de flojas e irresponsables, acusándolas de descuidar sus deberes hogareños. Redoblaron sus esfuerzos en el cuidado de los hijos y los maridos y objetaron los proyectos de los agentes gubernamentales, quienes, con la idea de hacerlas entrar en 'el mundo de negocios de los hombres' las presionaban para que expandieran la empresa. Sin embargo durante el proceso de interacción como grupo, con sus familias, con otra gente del pueblo, con los interventores 'externos' de gobierno y aún con nosotros como investigadores, las fronteras de su proyecto y sus roles como mujeres frente a él sufrieron redefiniciones constantes. Tales redefiniciones no sólo involucraban sus objetivos como apicultoras sino también los prospectos y proyectos que se fijaban como mujeres en otras esferas de sus vidas cotidianas. Nuestro tercer caso concierne un estudio reciente sobre el cambio tecnológico (Hawkins 1991), que muestra cómo las cuestiones de 'transferencia de conocimiento' también requieren un análisis cuidadoso de los intereses y estrategias procurados por quienes producen, comercializan y/o promueven tecnologías. El caso sugiere maneras de integrar tales dimensiones políticas y económicas al análisis de los procesos de conocimiento agrarios. El estudio de Hawkins se enfoca a la producción lechera y de papas en Chesire, explorando las siguientes cuestiones: las fuentes de financiamiento y los rumbos que la investigación agrícola en estos rubros ha seguido en la última década, la diseminación de nuevas tecnologías desde los fabricantes a los agricultores individuales, y los tipos de redes de interfase que emergen dentro de estos dos complejos mercantiles contrastantes, así como las maneras en que los agricultores integran las nuevas tecnologías a la producción. Hawkins argumenta que las nuevas tecnologías son de naturaleza dual: son un producto o un insumo para la producción al tiempo de constituir un flujo de información vinculado a la promoción de una racionalidad tecnológica particular. La diseminación y el desarrollo de la tecnología es manejado y forjado por intereses privados y públicos específicos y se ve influenciado por el discurso político prevaleciente y por las posibilidades del mercado. Como resultado, la velocidad y la dirección del cambio tecnológico variaba, por ejemplo, entre la producción lechera (la cual tendía a orientarse más a la producción) y la producción de papas (la cual se orientaba fundamentalmente al mercado). Sin embargo, Hawkins sostiene que es importante 'desagregar' estas series variadas de

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intereses que afectan las empresas agrícolas, identificando a los actores sociales particulares involucrados en el proceso. Esto la lleva a aislar diferencias importantes en los complejos mercantiles y en las redes de interfase tanto para el caso de la papa como de la leche. La provisión de tecnología a los agricultores y las redes y los canales a través de los cuales esto se consiguió muestra cómo las empresas agrícolas mismas se encuentran en medio de conjuntos de agentes entrelazados (quienes proveen materias primas, otros insumos y asesoría además de organizar la salida de productos) que adoptan formas un tanto diferentes dependiendo del complejo mercantil. Mientras que el complejo de la papa resultó estar altamente integrado, tanto verticalmente (los procesadores y los pre-empacadores también vendían semilla y proporcionaban asesoría) como horizontalmente (los agentes vendían combinaciones de insumos), el complejo lechero se encontraba bastante segregado, y había poca evidencia de la existencia de integración vertical u horizontal para sus productos. El estudio de las redes de interfase destacó otros tres aspectos interesantes: primero, lejos de encontrarse en posiciones poderosas en el mercado, los agentes de las comercializadoras agrícolas enfrentaban mercados inciertos y limitados: segundo, la localidad era importante, puesto que los agricultores obtenían muchos insumos de comerciantes generalistas cercanos; y tercero, la oferta de asesoría técnica a los agricultores constituía una estrategia para intensificar el vínculo, puesto que la producción se hizo cada vez más complicada técnicamente y los agricultores sintieron la necesidad de recibir más asesoría. Así, las compañías consideraban que el proporcionar buena asesoría técnica era una manera de procurar la lealtad de los agricultores: por ejemplo, muchos lecheros preferían fertilizantes ICI, los cuales les daban acceso a una cantidad de servicios de parte de la compañía. El cambio tecnológico no sólo era importante, por lo tanto, a nivel del producto, sino también en su calidad de asesoría, o, como lo denomina Benvenuti (1975), su carácter técnico-administrativo, aunque como Hawkins muestra posteriormente - en su análisis de las maneras en que los agricultores negocian un grado de autonomía en el manejo de la tecnología, las redes mercantiles y la producción agrícola – las comercializadoras nunca pudieron socavar completamente la capacidad de los agricultores para tomar decisiones de manera independiente, ni tampoco destruir la heterogeneidad de las diferentes empresas agrícolas, aún dentro de un mismo complejo mercantil. Aún cuando las ideas de los asesores influenciaron de manera considerable las decisiones de los agricultores, cualquier asesoría de este tipo se filtra, por supuesto, por el sistema tecnológico de los agricultores y por sus propios mundos de vida. De esta manera se presenta lo que uno pudiera llamar 'una internalización de externalidades. Hawkins expresa esto nítidamente: 'Las redes de interfase constituyen sitios para las dinámicas mediante las cuales las compañías agrícolas extienden sus mercados y buscan controlar técnicamente a los campesinos, y donde los campesinos reaccionan adaptando las tecnologías que se les ofrecen de tal manera que se adecuen a sus necesidades, forjando las redes y relacionando sus acciones tal vez hacia una lógica ligeramente distinta a la de las compañías.' (1991: 279) Redes de Conocimiento y Comunidades Epistémicas En consistencia con este énfasis en visualizar la generación y adquisición del conocimiento en términos de encuentros en interfases múltiples, Louk Box (1989: 167) argumenta que los sistemas de conocimiento agrícolas no deben ser conceptualizados como estructuras totalizantes compuestas por 'sub-sistemas' (como lo sugiere Röling 1985, 1988) de investigación, extensión y agricultores. Propone en su lugar la noción de una multiplicidad de redes de conocimiento a través de las cuales ciertos tipos de información se comunican y legitiman, y entre las cuales

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frecuentemente encontramos una aguda falta de comunicación. Basándose en el caso de la producción de tapioca en la República Dominicana, Box muestra cómo los mundos de vida de investigadores, extensionistas y agricultores se encuentran parcialmente sellados unos de los otros. Concluye que 'las redes de conocimiento están altamente segmentadas. Están, como el paisaje de la sierra con sus abismos, distanciando a las comunidades. En lugar de un solo sistema de conocimiento, existen muchas redes complejas que adolecen de articulación. Los mundos de vida de los participantes, o sus valores, normas e intereses, difieren de tal manera que no permiten la comunicación y la interacción entre los distintos participantes' (Box 1989: 167). Estas diferencias, frecuentemente tildadas de 'patológicas' por los pensadores sistémicos, son intrínsecas a la vida cotidiana de los actores, y constituyen las condiciones sociales tanto para el cambio como para la continuidad. Así, un problema clave para el análisis y el manejo de los llamados sistemas de conocimiento son precisamente los canales de comunicación frágiles, cambiantes o inexistentes entre los distintos grupos involucrados, y no la permanencia y coherencia de los vínculos existentes. Lo que es más, como subraya Box, los repertorios de conocimiento de los migrantes serranos - quienes llegan con ciertas redes sociales pre-existentes pero rápidamente crean nuevas - no puede por lo tanto desvincularse de las relaciones e intercambios sociales en los cuales existe tal conocimiento. En otro estudio, también en la República Dominicana, Box documenta cómo los comerciantes a pequeña escala (y no los extensionistas) involucrados en la comercialización de una variedad de tipos de productos agrícolas jugaban un rol central en la difusión de información con respecto a nuevas variedades de camote. Veinte por ciento de los informantes campesinos indicaron que preferían recibir asesoría de los comerciantes, frente a un 5 por ciento que mostraron preferencia por los extensionistas agrícolas gubernamentales. Además, existía una gran desconfianza entre los agricultores con respecto a la calidad de los materiales para la siembra y la información proporcionados por las agencias gubernamentales. Los productores locales recordaron amargamente la última vez que el gobierno promovió activamente una variedad nueva: ¡tenía un sabor tan malo que era imposible venderla en los mercados de frutas y verduras! (Box 1986: 104 - 5). Otro ejemplo de las maneras en que el conocimiento agrícola está encarnado en relaciones sociales e interpretaciones culturales particulares es el de Tonga del Señorío (Chiefdom) Mola en el norte de Zimbabwe (Schuthof 1989). Aquí encontramos tres redes sociales diferentes y en gran medida separadas relacionadas con el conocimiento y la práctica agrícolas: una se centra en el extensionista gubernamental cuya tarea es la de promover un paquete de maíz híbrido, la segunda concierne un especialista religioso, 'el medium espiritual' o chamán (hacedor de lluvia), quien maneja principalmente asuntos relativos a los cultivos básicos y a la práctica agrícola Tonga, y la tercera involucra un grupo de agricultores 'innovadores' que producen fundamentalmente para el mercado. La comunidad también está dividida en términos religiosos entre los Cristianos y los no-Cristianos. Schuthof recuerda que mientras que los Cristianos normalmente consultan al extensionista o a agricultores locales conocedores cuando se enfrentan a problemas agrícolas, la mayoría de los no-Cristianos van directamente al chamán cal quien les proporciona asesoría sobre la calendarización de las prácticas agrícolas además de adivinar las causas o curas de las enfermedades de las plantas, bendecir las semillas antes de la siembra, e interceder por la gente local ante los espíritus agraviados para atraer la lluvia o prevenir el ataque o la destrucción de cultivos por parte de animales salvajes. Para el grueso de la población, el chamán con su conocimiento 'agrícola' profeso y sus redes de soporte y legitimación eran más trascendentales en el proceso de toma de decisiones con respecto a la producción agrícola que el conocimiento agrícola especializado y los contactos proporcionados

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por el staff de extensionistas. En efecto, el breve estudio de Schutoff muestra que sólo el 1 por ciento de los agricultores del área se molestaron en visitar al extensionista para informarse del paquete de maíz que supuestamente promovía, aunque la mayoría de los agricultores de hecho cultivaban alguna variedad mejorada de maíz. La comprensión de los procesos de conocimiento entre los Tonga, entonces, requería la apreciación cuidadosa de la naturaleza diferenciada de las redes sociales, las creencias y el poder locales. Un estudio temprano de las diferencias en las redes sociales de agricultores comerciales y no-comerciales entre los Tonga de la Meseta de Zambia (Jones 1966) mostró cómo los productores comerciales desarrollaron vínculos más cercanos de amistad con agricultores europeos vecinos. Obtuvieron beneficios tales como asesoría sobre el cultivo del maíz y algunos inputs de estos sin desarrollar relaciones de dependencia. A diferencia de los agricultores no-comerciales, sin embargo, quienes a veces también visitaban a los agricultores europeos (fundamentalmente ex-patrones), frecuentemente a 'mendigar algo ... sal, un puerquito, y en un caso, un montón de costales viejos', el agricultor comercial evitaba el colocarse en una relación de subordinación e insistía en pagar o reciprocar los servicios obtenidos. Uno de esos agricultores correspondió la información agrícola que obtuvo aconsejando a su amigo europeo sobre la compra de puercos de ciertos agricultores no-comerciales. En otro caso un agricultor ofreció colocar ganado en la tierra del europeo como colateral en un préstamo que solicitó para pagar la deuda de un tractor (Jones 1966: 280, 282). Estos ejemplos apuntan hacia la existencia de diferencias importantes en la naturaleza y operación de redes de conocimiento dentro de las mismas poblaciones de agricultores. Por lo tanto, el análisis de redes nos puede ayudar a identificar las fronteras de las comunidades epistémicas y caracterizar la estructura y contenidos de redes comunicadoras particulares. Como lo han mostrado estudios previos de redes comunicadoras (por ejemplo Allen y Cohen 1969; Long 1972; Long y Roberts 1984), ciertos individuos o grupos frecuentemente se convierten en las estrellas sociométricas de una red definida de vínculos sociales, así como puntos de articulación dentro de campos de interacción mas amplios. Es decir, operan como 'porteros' (cuidador de puerta) o intermediarios para campos y redes sociales más distantes estructuralmente. Los 'porteros' juegan un rol estratégico tanto en facilitar como en bloquear el flujo de ciertos tipos de información y por lo tanto son de importancia crucial en la comprensión del funcionamiento de las redes de conocimiento. Relacionado con esta cuestión está la sugerencia de que la diseminación de ideas e información efectiva dentro de una red de individuos depende de la existencia de lo que Granovetter (1983) llama 'vínculos débiles', los cuales 'puentean segmentos divergentes de redes que de otra manera estarían aislados unos de los otros' (Milardo 1988: 17). Tales vínculos débiles han demostrado ser particularmente significativos en la obtención de acceso a campos de información diversos, tales como, por ejemplo, aquellos asociados con la búsqueda de empleo o casa, o información con respecto a precios en localidades de mercado dispersas. Por otro lado, el actuar sobre información usualmente requiere que los individuos aseguren cierto apoyo de otros. Esto implica un mínimo de consenso normativo, y, en algunas situaciones, la capacidad para establecer reglas y sujetar a otros a cierta complicidad (Moore 1973). Esto último presupone la existencia de una red social relativamente densa, lo cual también podría, paradójicamente, entorpecer la absorción de información nueva y la adaptación rápida a circunstancias cambiantes (Long 1984: 23). Estas y otros hallazgos similares proveen una fuente fértil de ideas sobre cómo distintos tipos de redes sociales e intercambios de contenidos dentro de las redes afectan el flujo de información y los procesos de diseminación\creación de conocimiento. Este campo de

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investigación es bastante fructífero aunque se encuentra aún descuidado.5

La heterogeneidad del conocimiento y la agencia humana en las prácticas agrícolas Como lo indican los ejemplos arriba citados, las poblaciones agricultoras son esencialmente heterogéneas en términos de las estrategias que los agricultores adoptan para resolver los problemas de producción y otros que enfrentan. Las disímiles y cambiantes condiciones ecológicas, demográficas, de mercado, económico-políticas y socioculturales se combinan para generar patrones diferenciales de empresas agrícolas, resultando en diferencias en los estilos de administración, los patrones de cultivo y los niveles de producción. En este proceso está implícito, por supuesto, el uso diferencial del conocimiento: es decir, el conocimiento agrícola varía y es atribuido significados sociales diferentes dependiendo de como se aplica en el funcionamiento de la agricultura. Esto se puede ver fácilmente en el uso de diversas tecnologías (por ejemplo, tractor, arado, azadón hacha) pero también es evidente en los significados específicos que un instrumento particular o un factor de producción adquiere al ser coordinado con otros factores de producción y reproducción (Van der Ploeg 1986). Por lo tanto, se retrabaja constantemente la tecnología adoptada para acoplarse a las estrategias de producción, a los imperativos de recursos y a los deseos sociales del agricultor o de la familia agricultora. Sin embargo, aquí se incluye, no sólo el proceso por medio del cual se adoptan, apropian o transforman 'nuevas' tecnologías o paquetes agrícolas, sino también el proceso continuo por medio del cual agricultores particulares combinan diferentes dominios sociales con base, por ejemplo, en instituciones familiares, comunitarias, de mercado o gubernamentales. Puesto que cada dominio (como el mismo término lo sugiere) implica algún tipo de ordenamiento normativo distintivo, el agricultor se ve en la necesidad de seleccionar y coordinar los compromisos sociales y normativos más apropiados para organizar el proceso de producción y reproducción agrícola. Las decisiones que toma el agricultor se basan, por supuesto, en las preferencias valorativas y los stocks de conocimiento, recursos y relaciones asequibles. Visto de esta manera, el agricultor es visualizado como un estratega activo que problematiza situaciones, procesa información y reúne los elementos necesarios para operar su empresa agrícola. Es decir, un agricultor (o agricultora) está involucrado en la construcción de su propio mundo agrícola, aún cuando internalice modos de racionalidad externos (los cuales pueden incluir el uso de tecnologías informacionales) y así, aparezca como si simplemente estuviera llevando a cabo órdenes de agentes externos. Un ejemplo interesante de esto es el proporcionado por Pile (1990), quien analiza procesos de construcción cultural entre agricultores lecheros en Inglaterra. Muestra cómo sus formas de discurso y los 'mapas de significado' conceptualizan las relaciones de poder en las cuales se ven envueltos y cómo estos marcos de significación forjan la acción social y las estrategias agrícolas cotidianas. de esta manera, resalta las maneras en que los lecheros perciben el carácter del estado y razonan con respecto a las políticas agrícolas impulsadas tanto por el gobierno Británico como por la Comunidad Europea. Esta línea de argumentación nos lleva una vez más a la importancia de una perspectiva centrada en el actor para la comprensión de los procesos de conocimiento. El concepto de agencia humana es central a la noción del actor social, dado que atribuye al actor (sea individuo 5 Para avanzar este trabajo, es necesario enfatizar que 'los analistas de redes sociales se enfocan a las explicaciones del comportamiento basadas en las interconexiones estructuradas de sus miembros, más que en los efectos independientes de disposiciones personales o relaciones diádicas. Evitan explicaciones de comportamiento basadas en creencias normativas o afiliaciones categóricas tales como género, raza a clase...' (Milardo 1988: 15).

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o grupo social) la capacidad para procesar la experiencia social y diseñar maneras de manejar sus vidas, aún bajo las condiciones más extremas de coerción. Es importante, sin embargo, enfatizar que la 'agencia' no es simplemente un atributo del actor individual La agencia está compuesta de relaciones sociales y sólo puede ser efectiva a través de éstas; requiere capacidades organizativas. La habilidad para influenciar a otros o para pasar una orden (por ej. lograr que se acepte un mensaje particular de extensión agrícola) reside fundamentalmente en 'las acciones de una cadena de agentes, cada uno de los cuales la 'traslada' o 'traduce' de acuerdo a sus propios proyectos' ... y 'el poder se construye aquí y ahora al enrolar a muchos actores en un estratagema político y social dado' (Latour 1986: 264). en otras palabras, la agencia (y el poder) depende crucialmente del surgimiento de una red de actores que son parcialmente, aunque rara vez completamente, enrolados en el 'proyecto' de alguna persona o personas. La agencia efectiva, entonces, requiere la generación\manipulación de una red de relaciones sociales y el encauzamiento de items específicos (tales como demandas, órdenes, bienes, instrumentos e información) a través de ciertos 'puntos nodales' de interacción (Clegg 1989: 199). Para lograr esto, el que los actores logren ganar las batallas que se presentan sobre la atribución de significados sociales a eventos, acciones e ideas particulares se convierte en esencial. Visto de esta manera, los modelos particulares de intervención para el desarrollo se convierten en armas estratégicas en manos de las agencias encargadas de promoverlas (Long y Van der Ploeg 1989). Van der Ploeg (1989) ilustra este proceso en su análisis de cómo los productores a pequeña escala en los Andes sucumbieron a las definiciones 'científicas' del desarrollo agrícola. Demuestra que, aunque los campesinos han diseñado soluciones perfectamente adecuadas a sus propios problemas de producción (aquí se refiere al cultivo de papa), el tipo de conocimiento científico introducido por los extensionistas va marginalizando gradualmente su conocimiento local. Es decir, este último se convierte en superfluo al modelo de métodos 'modernos' de producción promovidos por 'los expertos', y los proyectos de desarrollo se convierten en un tipo de mercancía monopolizado y vendido por los expertos, quienes ejercen 'autoridad' sobre sus 'sujetos'. De esta manera las reglas, los límites y los procedimientos que gobiernan la negociación entre los agentes estatales y los agricultores y los recursos que se proveen derivan (en gran medida) de los intereses e instituciones externos. Así, aunque es posible describir las relaciones entre campesinos andinos y los expertos externos u agentes estatales en términos de una historia de desconfianza y dependencia, la ciencia y las ideologías modernas de desarrollo eventualmente llegan a ejercer tal grado de influencia en los resultados de las negociaciones con los cultivadores que previenen de manera efectiva cualquier intercambio de conocimiento y experiencia. Esto crea lo que Van der Ploeg llama 'esferas de ignorancia' donde los cultivadores son tildados de 'hombres invisibles' en contraste con los 'expertos', quienes son visibles y autoritarios. Tales procesos, sin embargo, no constituyen de ninguna manera imposiciones mecánicas de fuera. Necesariamente implican la negociación de conceptos, significados y proyectos que se internalizan en grados diversos por parte de los agentes involucrados. Así, la habilidad de los extensionistas para transformar la naturaleza de la práctica agrícola se sustenta en dos elementos: sus habilidades en el manejo de los encuentros de interfase con los campesinos; y las maneras en las que series de relaciones de poder más amplias (o 'agentes en cadena') se introducen en el contexto, legitimando sus acciones y sus concepciones, y definiendo ciertas 'reglas del juego' cruciales. En contra balance, encontramos el hecho de que los cultivadores también asimilan información unos de los otros, así como de fuentes 'externas' en un esfuerzo por crear conocimiento a tono con las situaciones que enfrentan. Este proceso de internalización es descrito más ampliamente en el estudio que

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mencionamos arriba sobre un grupo de mujeres abejeras mexicanas. Desde el principio, los implementadores del proyecto veían a estas mujeres como campesinas y como empresarias potenciales. Sin embargo, las auto-imágenes de las mujeres proyectaban un cuadro diferente y variado. Mientras que algunas aceptaban más o menos la imagen campesina empresarial, la mayoría se describía a sí mismas como amas de casa o como gente 'burda y sin educación' (utilizando palabras como 'pata-rajadas' y 'rústicas' para referirse a sí mismas), para quienes la apicultura constituía una actividad complementaria a sus quehaceres principales. A pesar de esto, el proyecto les proporcionó una serie de encuentros con el 'mundo exterior', involucrando una confrontación entre categorizaciones 'externas' de sí mismas como mujeres y sus propias imágenes y representaciones diversas. Al paso del tiempo reflexionaron y modificaron parcialmente tales concepciones, llegando al punto, después de algunos años, en el cual la noción de 'mujeres empresarias' no les era totalmente ajena, ni era incompatible con otras concepciones de sí mismas. El poder y la construcción social del conocimiento La discusión que antecede resalta las relaciones entre los procesos de poder y conocimiento. Al igual que el poder, el conocimiento no es simplemente algo que se posee, acumula y se impone sin problemas sobre otros (Foucault en Gordon 1980: 78 - 108). Tampoco puede ser medido con precisión en términos de alguna noción de cantidad o cualidad. Emerge de procesos de interacción social, y como sugerimos arriba, es esencialmente un producto conjunto del encuentro de horizontes. Por lo tanto, como el poder, debe ser conceptualizado relacionalmente y no tratado como si se pudiera agotar o consumir. El que alguien tenga poder o conocimiento no necesariamente implica que los otros no lo tengan. Por lo tanto, un modelo de suma cero está desubicado. Sin embargo, tanto el poder como el conocimiento pueden reificarse en la vida social: es decir, frecuentemente pensamos en ellos como si fueran cosas materiales que son poseídas por los agentes, tendemos a tomarlos como 'dados' sin cuestionar. Este proceso de reificación es, por supuesto, una parte esencial de las luchas continuas sobre el significado y el control sobre relaciones y recursos estratégicos que discutimos arriba. Los encuentros de conocimiento involucran luchas entre agentes, donde ciertos actores intentan enrolar a otros en sus 'proyectos', llevándolos a aceptar marcos de significados particulares y allegándoselos a sus puntos de vista. Si tienen éxito, otros actores les 'delegan' poder. Estas luchas se concentran en 'fijar' ciertos puntos clave que tienen una influencia de control sobre los intercambios y las atribuciones de significado (incluyendo la aceptación de nociones reificadas tales como 'autoridad'). Si, por lo tanto, reconocemos que estamos refiriéndonos a 'realidades múltiples', a intereses normativos y sociales potencialmente conflictivos y a cuerpos de conocimiento fragmentados y diversos, entonces debemos, como sugerimos arriba, profundizar en la cuestión de cuáles interpretaciones o modelos (ej. aquellos de los científicos agrícolas, de políticos, agricultores o extensionistas) prevalecen sobre los de otros actores y bajo qué condiciones. Los procesos de conocimiento están encarnados en procesos sociales que implican aspectos de poder, autoridad y legitimación; y tan pueden reflejar y contribuir al conflicto entre grupos sociales como llevar al establecimiento de percepciones e intereses comunes. Y si este es el estado normal de la cuestión, entonces es irreal imaginarse que uno puede suavemente 'conducir' a los sistemas de conocimiento hacia modos de integración y coordinación mejores. Si ahora tomamos la creación\diseminación del conocimiento de esta manera, nos vemos forzados a colocarlo plenamente en su contexto social, no como un proceso descuerpado

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constituido por 'instituciones formales', por 'concepciones ideo-típicas' o por mecanismos de vínculo, sino como un proceso que involucra a actores e individuos interactuantes específicos quienes se interrelacionan a través de redes de interés y a través de compartir ciertos marcos de conocimiento. Estas redes, por supuesto, son emergentes y se extienden más allá del contexto interaccional inmediato para abarcar regiones más remotas. También pueden, como Latour (1986) comenta, involucrar más que simplemente relaciones sociales: se encarna en su interior una gama de recursos materiales y 'extrasomáticos' (tales como llamadas telefónicas, registros agrícolas, material genético y maquinaria) que adquieren significado social en el proceso de creación\diseminación del conocimiento. El análisis de los procesos de poder, por lo tanto, no debe restringirse a una comprensión de cómo los limitantes sociales y el acceso a recursos forjan la acción social. Tampoco debe llevar a la descripción de ideologías hegemónicas y categorías jerárquicas rígidas que 'oprimen a víctimas pasivas'. Al tomar distancia de la tendencia a simpatizar ideológicamente con estas víctimas indefensas, uno debe más bien explorar el grado al cual actores específicos se perciben capaces de maniobrar dentro de contextos o redes dadas y desarrollar estrategias para hacerlo. Esto no implica el dejar de reconocer el espacio tan frecuentemente restringido para las iniciativas individuales, sino mas bien el examinar, dentro de las limitaciones que se enfrentan, cómo los actores identifican y crean espacio para sus propios intereses y para el cambio (ver Long 1984 para una discusión más amplia sobre esta noción de 'espacio para el cambio social'). Como hemos sugerido en otros espacios (Villarreal 1992), el forjar espacio de maniobra implica un grado de consentimiento, un grado de negociación y un grado de poder - no necesariamente poder almacenado en alguna posición económica o política, sino la posibilidad de control, de prerrogativa, de un grado de autoridad y capacidad de acción, sea en el escenario o tras bambalinas, por momentos fugaces o por períodos largos. El poder es fluido y difícil - casi innecesario - de medir, pero es imperativo el describirlo con mayor precisión. No es sólo la cantidad de poder que hace la diferencia, sino la posibilidad de lograr ventaja sobre otros y marcarlo situacionalmente. Las diferentes personas tienen diversas maneras de enrolar a otros en sus proyectos, de vender sus auto-imágenes y de tratar de imponer auto-imágenes en ellos6. Todo esto forma parte de un proceso de negociación por medio del cual los actores intentan cambiar ciertos componentes o condiciones, al tiempo de luchar por mantener otros. Así, el poder siempre implica lucha, negociación y compromiso. Ni siquiera aquellos categorizados como 'oprimidos' son víctimas pasivas y pueden involucrarse en resistencia activa. De igual manera, los 'poderosos' no tienen un control completo del escenario y no podemos subestimar el grado al cual su propio poder es forjado por quienes se supone no tienen poder.7 Más bien, como señala Scott, debemos hablar de resistencia, acomodación y aceptación estratégica. Aunque es poco frecuente que la resistencia sea una empresa colectiva y abierta, los actos individuales de desafío sutil y las voces silenciadas de oposición y movilización actúan a pesar de todo para desviar las estrategias posiblemente coercitivas u opresivas de otros. De esta manera, la aceptación estratégica y la acomodación - que en ocasiones resguarda actos de desafío - se convierten en aspectos comunes de la vida social cotidiana (Scott 1985). 6 Ver Long y Van der Ploeg (1989) donde se discute el 'intercambio y la negociación de imágenes' que se presenta en las situaciones de intervención.

7 James Scott describe estas cuestiones maravillosamente en su libro Weapons of the Weak (1985). Sin embargo, su análisis se queda corto al basarse en categorías prefabricadas de clase, lo cual constituye su manera de hacer que las piezas (las estrategias de resistencia) encuadren en el rompecabezas (la persistencia de formas hegemónicas).

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Todo esto sugiere que los diferenciales de poder y las luchas sobre los significados sociales son centrales para llegar a una comprensión de los procesos de conocimiento. El conocimiento es esencialmente una construcción social que resulta de y es constantemente recreada por los encuentros y las discontinuidades que surgen en los puntos de intersección entre los mundos de vida de los actores. Afirmamos que una perspectiva sistémica no logra aprehender la importancia teórica de estos procesos para el análisis de las cuestiones de conocimiento. Además evita explicitar las maneras en que los investigadores e interventores toman decisiones valorativas críticas al aplicar modelos sistémicos. El discurso y el dilema del 'empoderamiento' Esta perspectiva ilumina los dilemas críticos que enfrentan los activistas del desarrollo. Por ejemplo, muchos trabajos recientes sobre empresas para el desarrollo tienen como meta el 'empoderamiento' de grupos locales (Chambers 1983; Kronenburg 1986). Aunque el concepto de 'empoderamiento' (empowerment, algunos autores lo traducen como 'poderío') forma parte de un discurso neo-populista que apuntala las perspectivas 'participativas' que enfatizan la necesidad de 'escuchar a la gente', de comprender los 'razonamientos implicados en el conocimiento local', 'fortalecer la capacidad organizativa local' y desarrollar 'estrategias de desarrollo desde abajo', a pesar de todo parece abrigar la connotación de un poder inyectado desde afuera orientado a dirigir el balance de fuerzas hacia los intereses locales. Por lo tanto implica la idea de 'empoderar' a la gente a través de la intervención estratégica de los 'expertos iluminados', quienes utilizan 'la ciencia de la gente' (Richards 1985) y las 'organizaciones intermedias locales' (Esman y Uphoff 1984; Korten 1987) para promover el desarrollo 'desde abajo'. Es importante reconocer la necesidad de tomar seriamente en cuenta las soluciones de la población local a los problemas que enfrentan, pero estas cuestiones frecuentemente se presentan en la operación y planeación de proyectos, como una mera substitución de fórmulas prefabricadas por procesos de 'aprendizaje' (Korten 1987) o en términos de un 'nuevo' estilo de profesionalismo que busca promover métodos de investigación, administración y evaluación participativos (Chambers et al. 1989).8

Tales formulaciones aún no se desligan de las connotaciones intervencionistas y gerenciales inherentes al trabajo para el desarrollo. Es decir, tienden a evocar una imagen de los 'externos' como 'más conocedores y poderosos' quienes 'ayudan' a la gente 'menos entendida y desposeída de poder'. Por supuesto, muchos practicantes de campo, quienes enfrentan los problemas cotidianos de la implementación de proyectos, están plenamente conscientes de esta paradoja de las estrategias participativas. Por ejemplo, Kronenburg (1986) - quien es él mismo practicante - proporciona una descripción iluminadora sobre algunos de los dilemas del 'empoderamiento' a partir de la experiencia de los implementadores de un programa de educación no-formal en Kenya, el cual se basaba firmemente en metas participativas y concientizadoras. Discute el interjuego entre procesos emancipatorios y manipulativos y explica: 'Brotaba una contradicción en la línea endeble que separaba el uso de aptitudes impulsadas por el DEP (Programa de Educación para el Desarrollo) para fortalecer la capacidad de las comunidades y sus miembros para tomar decisiones sobre sus propias prioridades de desarrollo frente al uso de

8 El impulso a metas participativas no es, por supuesto, nuevo para los modelos de desarrollo planeado (Van Dusseldorp 1991). Ver también Frerks (1991), quien presenta una revisión crítica de los conceptos de participación en relación a los programas de intervención planeada.

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estas mismas aptitudes para la consecución de metas que los facilitadores mismos habían puesto. Las discusiones sobre el tema de la manipulación surgían a menudo en talleres nacionales, frecuentemente en una etapa en la cual la confianza entre los participantes y los facilitadores no se había desarrollado plenamente. Sin embargo, siempre existía la posibilidad de que inconscientemente, los participantes estuvieran siguiendo el camino propuesto por los facilitadores. 'Muy relacionado a la cuestión de emancipación versus manipulación está el poder del facilitador, sea para permitir que el diálogo grupal siga su curso, o para controlar las discusiones imponiendo formas variadas de disciplina. Al poner límites de tiempo a los temas juzgados como irrelevantes o al enfatizar temas familiares o previstos para la discusión, el facilitador podía influenciar la dirección de la discusión. Este es un dilema que enfrentan cotidianamente los facilitadores que aplican una metodología no-directiva. Para evitar la manipulación, los trabajadores del DEP trataban conscientemente de desarrollar mayor sensibilidad a las necesidades y los sentimientos de los grupos. Para lograr esto de manera óptima, los facilitadores siempre operaban en equipos para proporcionar contrapeso a las tendencias no deseadas inherentes a su trabajo' (Kronenburg 1986: 163). El relato de Kronenburg exhibe la naturaleza multi-facética del poder inherente a las relaciones entre los activistas del desarrollo y sus 'asociados' locales en el seno de proyectos participativos. Muestra también cómo irrumpen en esta arena compromisos sociales externos que ayudan a forjar las consecuencias de las actividades participativas. Así su estudio concede mayor peso a nuestro argumento de que los procesos sociales (y en especial las llamadas intervenciones 'planeadas') son altamente complejas y no pueden ser manipuladas fácilmente a través de la inyección de fuentes externas de poder y autoridad. De la misma manera, la cuestión que menciona de los conflictos de ideologías y lealtades, nos regresa a nuestra discusión sobre las negociaciones en torno a la posesión de la 'verdad', las contiendas por la adjudicación de imágenes y los intereses contendientes implícitos en el entrelazamiento de mundos de vida y 'proyectos' de los actores. El proyecto de Kenya de hecho ilustra la importancia central de la agencia estratégica9 en las maneras en que la gente (activistas y promotores del desarrollo así como participantes locales) manejan y manipulan ciertos elementos facilitadores o limitantes en sus esfuerzos de enrolarse unos a otros en sus 'proyectos' individuales o de grupo El caso sugiere además la relevancia de las redes sociales para obtener información, formar opiniones, legitimar un punto de vista y por lo tanto generar relaciones de poder diferenciadas. La idea que el diseñar estrategias participativas basadas en un uso efectivo de conocimineto y organización local permitirían eludir lo que Margalin (1990) llama 'el conocimiento dominante' de la ciencia y de la administración 'científica' occidental es claramente insostenible.10 La problemática del 9 De Vries (1992) sugiere que, en las situaciones que se presentan en las arenas de desarrollo, los diversos actores impulsan sus propias interpretaciones de agencia: 'Así, para los expertos implica el derecho de "representar" a otra gente tales como campesinos y "beneficiarios" de los servicios estatales como entes "tradicionales", racionalmente adversos a los riesgos, marginados o explotados. Para los activistas, significa la capacidad de crear espacio de maniobra: aumenta su posibilidad de negociar el grado al cual deben rendir cuentas a superiores o beneficiarios. Agencia significa para los agricultores, la capacidad de elegir no ser 'beneficiarios' de los servicios estatales, confrontar a las autoridades o adaptarse a ellas y si es necesario, penetrar y manipular las burocracias estatales'.

10 El análisis de Marglin se centra en la dominación ideológica de los sistemas de conocimiento occidentales y su subordinación y devaluación de otras culturas y formas de conocimiento. Distingue en términos ideo-típicos entre dos tipos de conocimeitno, los cuales llama techne y episteme. El primero representa un tipo de conocimiento práctico y es producto de un orden social personalizado (por ejemplo lo que los teóricos de la modernización

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empoderamiento, entonces, nos regresa a la cuestión central del encuentro entre actores y sus repertorios de conocimiento. Conclusión Esta discusión nos proporciona un perfil breve de los intereses empíricos y teóricos que son esenciales para desarrollar un análisis centrado en el actor social de los procesos de conocimiento y desarrollo agrario. La agenda es extensiva y las cuestiones teóricas desafiantes. Sin embargo, consideramos que hemos avanzado hacia el desarrollo de una perspectiva sociológica revisada que reta los modelos sistémicos y el pensamiento intervencionista. Sostenemos que tal perspectiva nos permite construir un puente más adecuado entre la comprensión teórica y la práctica social. Esto se logra al proporcionar una serie de conceptos analíticos y sensibilizadores basados en una perspectiva de interfase social y centrada en el actor, además de una metodología de campo orientada a desarrollar teoría 'desde abajo'.11 Como sugerimos arriba, tal marco requiere una profunda reconceptualización de la problemática de la intervención, del conocimiento y del poder. Pero no nos dejemos intimidar por la magnitud de las tareas que nos esperan. Aunque arduo, el camino será con mucha probabilidad emocionante y mucho más a tono con las necesidades y dilemas de los practicantes del 'frente' en su búsqueda de una mejor comprensión de los procesos de intervención y de sus roles dentro de éstos. Referencias bibliográficas relevantes -Alexander, J.C., B. Giesen, R, Münch & N.J. Smelser (eds). 1987. The Micro- Macro Link. Berkeley, University of California Press. -Allen, T.J. & S.I. Cohen. 1969. ‘Information Flow in Research and Development Laboratories’. Administrative Science Quarterly, Vol. 14, pp. 12 –19. -Arce, A. 1986. ‘Agricultural Policy Administration in a Less Developed Country: The Case of SAM in Mexico’. Ph.D. Thesis, Manchester University. -Arce, A. & Norman Long 1987. ‘the Dynamics of Knowledge Interfaces between Mexican Agricultural Bureaucrats and Peasants: A Case Study from Jalisco’ Boletín de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, 43, pp 5 – 30. -Beal, G.M, W Dissanayake & S. Konoshima (eds). 1986. Knowledge Generation, Exchange, designarían sociedad 'tradicional'), y el segundo el tipo asociado con la ciencia occidental y el razonamiento lógico (por ej. la sociedad 'moderna'). Al tiempo de criticar fuertemente las teorías y políticas existentes de desarrollo, consideramos que el argumento de Marglin se va de picada sobre las rocas de dicotomización, puesto que, al igual que muchos otros autores anteriores, hace una distinción marcada entre un sistema de conocimiento 'occidental dominante' y otros sistemas de conocimiento 'tradicionales'.

11 Ver Long y Long (1992) donde se exploran las implicaciones metodológicas de una perspectiva teórica centrada en el actor con respecto a la investigación social y la intervención para el desarrollo.

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