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9 – I – UNA AMISTAD VANGUARDISTA: LORCA Y BARRADAS Rafael Pérez Giménez Barradas, hijo de un pintor extre- meño y de madre andaluza, fue el primer amigo uruguayo de Federico García Lorca. Los dos artistas no sólo compar- tieron afectos durante muchos años, sino que también tu- vieron en común el talento, la pasión por el arte y la trágica suerte de morir en plena juventud. 1919 Lorca vivía sus primeros días madrileños, alojándose en la pensión céntrica donde se hospedaba su amigo grana- dino José Mora Guarnido, Barradas hacía ya ocho meses que residía en la capital española –venía de Barcelona– 1 y se movía como pez en el agua en el ambiente nocturno y efervescente de las tertulias artísticas congregadas en torno a las mesas de los cafés. Según precisa la investigadora An- tonina Rodrigo: 1 En agosto de 1913, Rafael Barradas (1890 - 1929) había partido de Montevi- deo –rumbo a Génova– junto con su amigo, el joven tenor Alfredo Medici, quien decidió compartir con él el dinero de una beca de estudios otorgada por el estado uruguayo. Apenas desembarcado en Europa, el pintor se trasladó a Milán, donde tomó contacto con los pintores futuristas. Si bien el itinerario posterior resulta conociendo en el trayecto algunas ciudades suizas. Entre marzo y junio de 1914, Barradas llega por primera vez a Barcelona y unos meses después, camino a Ma- drid, se detiene por un año en Zaragoza, donde contrae matrimonio con una cam- pesina –Simona Láinez, Pilar– quien será su esposa hasta la muerte. A principios - dera un integrante destacado de la vanguardia artística catalana. Sólo en agosto de 1918, Barradas concreta su viejo anhelo de vivir un tiempo en la capital española.

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– I –

UNA AMISTAD VANGUARDISTA:LORCA Y BARRADAS

Rafael Pérez Giménez Barradas, hijo de un pintor extre-meño y de madre andaluza, fue el primer amigo uruguayode Federico García Lorca. Los dos artistas no sólo compar-tieron afectos durante muchos años, sino que también tu-vieron en común el talento, la pasión por el arte y la trágicasuerte de morir en plena juventud.

1919 Lorca vivía sus primeros días madrileños, alojándoseen la pensión céntrica donde se hospedaba su amigo grana-dino José Mora Guarnido, Barradas hacía ya ocho mesesque residía en la capital española –venía de Barcelona–1 yse movía como pez en el agua en el ambiente nocturno yefervescente de las tertulias artísticas congregadas en tornoa las mesas de los cafés. Según precisa la investigadora An-tonina Rodrigo:

1En agosto de 1913, Rafael Barradas (1890 - 1929) había partido de Montevi-deo –rumbo a Génova– junto con su amigo, el joven tenor Alfredo Medici, quiendecidió compartir con él el dinero de una beca de estudios otorgada por el estadouruguayo. Apenas desembarcado en Europa, el pintor se trasladó a Milán, dondetomó contacto con los pintores futuristas. Si bien el itinerario posterior resulta

conociendo en el trayecto algunas ciudades suizas. Entre marzo y junio de 1914,Barradas llega por primera vez a Barcelona y unos meses después, camino a Ma-drid, se detiene por un año en Zaragoza, donde contrae matrimonio con una cam-pesina –Simona Láinez, Pilar– quien será su esposa hasta la muerte. A principios

-dera un integrante destacado de la vanguardia artística catalana. Sólo en agosto de1918, Barradas concreta su viejo anhelo de vivir un tiempo en la capital española.

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Barradas y su familia llegan a Madrid en agosto de1918 y se instalan en un piso de la calle de León, queconcluye con la del Prado, donde se encuentra el Ate-neo. La vivienda es el epicentro de lo que van a ser susescenarios madrileños: la tertulia del café del Prado,frente al Ateneo, integrada en su mayoría por ultraís-tas, los colaboradores de la revista Ultra, con Cansinos-Assens; el café de la Glorieta de Atocha, sede de losalfareros, los colaboradores de la revista Alfar, de LaCoruña, que dirige el poeta uruguayo Julio J. Casal; y

anima Ramón Gómez de la Serna. (Rodrigo, 1996: 17).

Seguramente la primera vez que se vieron Lorca y Ba-rradas haya sido en una de estas tertulias de café, aunquetambién se ha dicho que pudieron conocerse en alguna delas visitas que el pintor solía hacer a la célebre Residen-cia de Estudiantes. A ella concurrió asiduamente el poeta

-rios años que incidieron profundamente en su formación.Se trataba de un ámbito cultural privilegiado en el que Gar-cía Lorca pasó largos períodos junto a otros futuros artistascélebres del siglo XX, como el cineasta Luis Buñuel o elpintor Salvador Dalí, entre otros.

El documento más difundido a la hora de acreditar la re-lación entre Lorca y Barradas es una foto en la que Federicopasa la mano sobre el hombro a Rafael –los dos sentados– yen la que también está Buñuel y otros dos amigos –los tresde pie– en el Café de Oriente, contiguo a la Glorieta deAtocha, es decir a pocos pasos del piso adonde se habíanmudado los Barradas por 1920. Esta instantánea, la únicaque se ha conservado de los amigos juntos, debe ubicarsetemporalmente en torno a los primeros años de la década;esto es, cuando Barradas ya trabajaba para la editorial y lacompañía teatral del escritor y empresario Gregorio

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Rafael Barradas tiene su nombre vinculado parasiempre, a pesar de la brevedad de su colaboración,a la empresa teatral, gestionada por Gregorio Mar-tínez Sierra, que llevó el nombre de Teatro del Arte,y que tuvo casi permanentemente su sede en el des-aliñado Teatro Eslava, de Madrid, entre los añosde 1916 a 1925. Rafael Barradas junto a ManuelFontanals y Sigfredo Burman, entre otros pintoresy escenógrafos, fue uno de los causantes de la re-volución estética, en el campo de la escenografía yde la indumentaria, que el Teatro del Arte impusocon estos artistas en los años en que desarrolló suactividad. (Peláez Martín, 1992: 83).

En el marco de esta nueva y creativa ocupación, el pin-tor uruguayo proyectó la escenografía para la primera pie-za dramática de Lorca, que al comienzo se denominó La

, luego se la anunció como La estrella delprado .Próximo al tan postergado estreno del Teatro Eslava2, elautor desaprobó la escenografía bocetada por el plásticouruguayo, aceptando sólo sus ideas para la confección delos vestuarios. Aunque existe otra versión de este episodioa partir del testimonio que Cándida Lozada –partícipe deaquel estreno– brindó a Peláez Martín en una entrevista de1985. La actriz asegura que no fue Lorca quien rechazó losdecorados de Barradas sino Encarnación López, La Argen-tinita, que le pidió a Federico que los sustituyera por otros,encargados a Fernando Mignoni.

2 El estreno tuvo lugar el lunes 22 de marzo de 1920. Se ofrecieron tres funcionesmás en los siguientes días y luego no se volvió a representar.

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Después de muchas idas y venidas, el debut teatral deLorca, como es sabido, sólo gustó a los íntimos y quedó enla memoria cultural madrileña como un auténtico fracaso. Apesar de este desencuentro de trabajo entre Lorca y Barra-das, o quizá por causa del mismo, la amistad entre los dosjóvenes artistas se fue ahondando. En los seis años que elpintor vivió en Madrid los encuentros fueron permanentes.

Entre los numerosos testimonios literarios que evocan lareligiosa presencia de Barradas en las tertulias de los cafésmadrileños por aquellos años, está el escrito por el entoncespoeta ultraísta Guillermo de Torre en La Gaceta Literaria.Este destacado hombre de letras, quien en 1938 se converti-ría en el editor de las primeras Obras Completas de Lorca3,describe así a su amigo Barradas:

Vivía en perpetua ebullición proyectista. Imaginabapor la pura fruición de imaginar. [...] Barradas realizabala magia de hablar seductoramente. Uno quedaba en-vuelto en la onda brillante de sus piruetismos verbales,de sus arquitecturas aéreas. De ahí que en las tertuliasBarradas tuviese frecuentemente un círculo adicto de au-ditores y aún de antagonistas. (En Rodrigo, 1975: 133).

3 Guillermo de Torre (Madrid, 1900 - Buenos Aires, 1972) y Barradas se conocieronen Zaragoza, en 1915, cuando fueron compañeros de trabajo en la revista Paranin-fo, profundizando luego su amistad en Madrid a partir de 1919, en los años de la

comienzos del siglo XX en el ámbito hispanoablante. En 1925 publicó Literaturaseuropeas y vanguardias, obra clave que popularizó el término “vanguardia” y quefacilitó el conocimiento del vanguardismo europeo en España y en América. Enenero de 1927, De Torre funda La Gaceta Literaria junto a Ernesto Giménez Ca-

Norah Borges, hermana de Jorge Luis Borges. Una vez establecido en Argentina, deTorre se constituyó en uno de los principales puentes por donde ingresó “la nuevasensibilidad” artística a los países del Plata, a pesar de los notorios enconos quese produjeron a consecuencia de su propuesta de hacer de Madrid el “meridianointelectual de Hispanoamérica”. En 1932, el matrimonio De Torre-Borges vuelve aMadrid hasta que el estallido de la Guerra Civil los hace regresar a América. Luegodel asesinato de su amigo Federico García Lorca, se propuso reunir las obras disper-sas del granadino para ser editadas por la editorial Losada; así entre 1938 y 1946 sefueron publicando los ocho volúmenes –con sus respectivas reediciones corregidasy ampliadas– que constituyen las primeras Obras Completas de Lorca. Habrá queesperar hasta 1954 para que la editorial Aguilar de Madrid publique la segunda ver-sión de sus Obras Completas, bajo el cuidado de Arturo del Hoyo.

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Como ya acostumbraba hacer en los cafés montevidea-nos del Novecientos, Barradas también dibujaba y pintabaen las mesas de los pintorescos bares madrileños, que erancomo su propia casa. Un notable producto de su actividaden aquellas tertulias fue el retrato clownista de Lorca, se-guramente el primer retrato destinado a perdurar que pintoralguno hiciera del poeta andaluz, por entonces un talento-so muchacho poco conocido y casi sin obra publicada. Setrata de un dibujo hecho con trazos rápidos y precisos, casiun boceto que el artista realizó con un lápiz negro y ape-

de José Ciria y Escalante, Gabriel García Maroto y JuanGutiérrez Gili abona la suposición de que este retrato –quehoy se conserva en el Museo Nacional de Artes Plásticas yVisuales de Montevideo– haya sido confeccionado durantealguna reunión en el Café del Prado o en el de la Glorietade Atocha.

En aquel Madrid de los primeros años veinte, Barradasfue un verdadero pionero en materia de vanguardismo pic-tórico, un entusiasta difusor de las nuevas tendencias abs-tractas que a partir de 1909 los pintores italianos acólitosde Marinetti lanzaron como balas cargadas de futuro sobrela “arcaica” y “decadente” pintura posrromántica europea,

Desde las trincheras literarias, sólo Ramón Gómez de laSerna y los creadores del ultraísmo –Guillermo de Torre yCansinos-Assens– competían con él en militancia avant-garde: el primero desde su inefable púlpito emplazado enel Café de Pombo, y los segundos desde su propio cenáculodel Café del Prado y desde la revista Ultra (1921-1922) que

Diego, Gutiérrez Gili, Ciria y Escalante, Adriano del Valley Jorge Luis Borges. El último, mientras vivió en Madrid(entre 1920 y 1921) colaboró intensamente con la causa ul-traísta y fue gran amigo de Cansinos-Assens.

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En una entrevista que Buñuel concedió a Ian Gibson en1980, el cineasta recuerda aquel período febril:

Entonces nacía el ultraísmo, era el año 19, si no re-cuerdo mal. Con Guillermo de Torre, Humberto Rivas...Borges estaba allá en esa época y era ultraísta. También

y particularmente la cuestión social. Una vez participa-mos en una manifestación contra la pena de muerte, a lapuerta de la cárcel... (Gibson, 1987/1: 363).

Tanto el ultraísmo literario como los “ismos” pictóricosinventados por Barradas en Barcelona –inspirados por elcubismo y por su contacto directo con los pintores futuristascuando residió en Milán– sólo hicieron efecto al principio,como siempre sucede, entre unos pocos artistas e intelectua-les jóvenes que a la postre se convertirían en protagonistasde parte importante de la historia del arte contemporáneo.En su etapa madrileña, Barradas ya había agotado el “vibra-cionismo” presentado públicamente en la histórica exposi-ción compartida con Joaquín Torres-García en las GaleríasDalmau de Barcelona, en diciembre de 1917. Ahora, Barra-das desarrollaba y defendía su polémico “clownismo”: unade las obras emblemáticas de este período es un óleo sobremadera (circa 1922) en el que aparecen retratados Lorca yGabriel García Maroto –pintor, también–, quien editara ensu modesto taller de impresión el primer poemario de Fede-rico, Libro de Poemas. (Madrid: Imprenta Maroto, 1921).

Un fragmento de una carta que Lorca escribe a su fami-

que sentía, el poeta español hacia el pintor uruguayo:

[...]vino malo de dos pesetas la botella. Asistieron: Maro-to, Barradas, Sáinz de la Maza, Tomás Borrás, AdolfoSalazar y dos o tres ultraístas, además de mis amigos

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de la Residencia. Fue una cosa estupenda. Sáinz tocóla guitarra y el inconmensurable Barradas hizo dibu-jos de la escuela simultaneísta que acaba de nacer enLondres. [...] Fue, en suma, una reunión con los amigosmás cercanos a mi arte y a mi orientación, y con los másfervientes admiradores que tengo.4

En un artículo que publicó el diario El Día de Monte-video con motivo del primer aniversario de la muerte deBarradas, Eugenio D’Ors es categórico respecto a la impor-tancia del malogrado pintor en aquel período histórico:

Es posible que, hace unos cuantos años, sólo existie-sen en Madrid tres personas con noción clara acerca delas orientaciones del arte nuevo; y de las tres, ningunaespañola según la Constitución. Una de ellas era una

-tico, polaco de origen [se trata de Marjan Paszkiewicz];la tercera, un pintor, el uruguayo Rafael Barradas. Esteúltimo, como se podía prever, el de acción más efectivaen el ambiente. La renovación poética del mismo, ¿no lahabía realizado de igual modo, un cuarto de siglo antes,alguien que desde lejos nos venía, Rubén Darío, nativo y

(De Ignacios, 1953: 241).

madrileños fue de primera magnitud, como lo reconocen

4 Epistolario Completo, 1997: 108-109. De gran importancia resultan las notas283 y 284 que Anderson y Maurer hacen a esta misiva, en una de las cuales seadvierte el error o lapsus de Lorca, en tanto el simultaneísmo nació y se desarrollóen París, y no en la capital inglesa. Dos datos más vale consignar de la informaciónaportada en las citadas notas. Primero: el crítico Juan de la Encina caracterizócomo “simultaneístas” a los cuadros “vibracionistas” que Barradas había expuestoen el Ateneo de Madrid apenas tres semanas antes; segundo: de esta época es “unpequeño cuaderno de dibujos -ran retratos de varios de los amigos que se reunían habitualmente en la Residencia:

Rafael Sánchez Ventura.

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arte españoles. El propio Rafael Santos Torroella –máximaautoridad en la obra de Dalí– lo deja patente en su artículo

es evidente e indiscutible. Por otra parte, no hay que olvidarque entre los años 20 y 25 los dibujos y viñetas de Barra-das gozaron de una difusión permanente en las principalesrevistas culturales de Madrid, sobre todo en aquellas querecogían y divulgaban la nueva sensibilidad vanguardista.Baste como prueba recordar la presencia del artista urugua-yo en las revistas y

Revista de Occidente, de Ortega y Gasset,en cuya gacetilla editorial se destaca: “Ornamentación deRafael Barradas”.

En el caso particular de quien se constituiría en el escul-tor español más importante de la primera mitad del sigloXX, el toledano Alberto Sánchez5 (conocido como “Alber-to”, a secas), Barradas fue un auténtico mentor, formándo-lo en aspectos teóricos y estéticos, conectándolo con otrosartistas, abriéndole las páginas de las revistas culturalescon las que colaboraba –entre otras Alfar– e incluso ce-diéndole parte de su espacio para que expusiera sus obrasen el primer Salón de los Artistas Ibéricos. Varias décadasdespués, cuando la obras de Alberto Sánchez –por quienPicasso confesó su admiración– comenzó a revalorizarseen España, la viuda del escultor, Clara Sancha, reconocióel rol del pintor uruguayo al declarar a El País de Madridque el paso fundamental para que su esposo iniciara una

5 Alberto Sánchez (Toledo, 1895 - Moscú, 1962), de origen pobre, se mudó consu familia a los 12 años a Madrid. Trabajaba como panadero cuando conoció aBarradas en el Café de Atocha, lugar que utilizaba como atelier ante la falta deespacio en su casa, donde vivía con sus padres y varios hermanos. Allí Barradasreconoció el talento del toledano y ejerció su desinteresado magisterio. Albertocreó la Escuela de Vallecas junto a Benjamín Palencia y “se mantuvo hasta suexilio en Rusia (1939) en el epicentro de los debates de la España republicanasobre el compromiso político y social del Arte”, según el catálogo de la gran re-trospectiva que el Museo Reina Sofía de Madrid realizó de su obra entre junio yseptiembre de 2001.

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6 José Méndez: “Los sucesores de Alberto Sánchez tratan de remediar la disper-sión de la obra del escultor”. Madrid, El País, 24/08/1989.78 “[...]

carrera fue “todo debido a Barradas”6. Y el propio Albertoescribió en su libro Palabras de un escultor: “Para mí hasido una gran suerte tratar a Barradas, genial pensador encuestiones plásticas. Sus consejos me han sido muy útiles”7.Entre los tantos artistas que Barradas presentó a Alberto secuenta García Lorca, con quien años más tarde el escultor

puestas de La Barraca.Poco antes de su regreso a Barcelona, se produce en la

capital española un hecho que Raquel Pereda considera “laconsagración” de Barradas. Esto es, cuando una treintenade obras suyas conforman el conjunto más numeroso delantes referido primer Salón de los Artistas Ibéricos, inau-gurado el 28 de mayo de 1925 en el Palacio del Retiro deMadrid. La exposición, que reunió unas quinientas obrasde medio centenar de autores mayoritariamente innovado-res, fue la primera gran muestra vanguardista realizada enMadrid.8 El histórico evento fue organizado por la Sociedad

-to” publicado dos meses más tarde en la revista Alfar quedirigía el uruguayo Julio J. Casal, una de las amistades más

“la capital española pueda estar al tanto del movimientoplástico del mundo” están los nombres de Federico GarcíaLorca y Rafael Barradas, unidos una vez más a través de laacción artística.

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En setiembre de 1925 el pintor uruguayo –ya con lasalud bastante disminuida por la tuberculosis– volvería ainstalarse con su familia en Barcelona, luego de que Martí-nez Sierra prescindiera abruptamente de sus servicios comoescenógrafo de su compañía teatral e ilustrador de los li-bros de su Biblioteca Estrella; actividad, esta última, que lehabía asegurado una entrada mensual para sobrevivir condignidad, manteniendo a las tres mujeres que vivían con él:su esposa, su madre y su hermana Carmen, pianista com-petente y destacada compositora de obras muy adelantadaspara la época.

En realidad, “el uruguayo” –como le decían con fre-cuencia– se había instalado esta vez en L´Hospitalet deLlobregat, por entonces un pueblo de unos 6.000 habitantesubicado algunos kilómetros al sur de la Ciudad Condal, unsitio más accesible para su precaria economía. En Cataluña,Barradas jugaría un papel muy importante en la difusión deGarcía Lorca. En efecto, fue Barradas quien en la prima-vera de 1925 transmitió a Lorca –que pasaba unos días enFigueras y Cadaqués junto a la familia Dalí– una invitación

-lona9

envía al poeta Josep María de Sagarra durante la SemanaSanta de ese año (entre el 5 y 11 de abril):

Estimado amigo: estoy en Cadaqués con el poeta Fe-derico García Lorca, que naturalmente está encantadocon todo esto de por aquí.

El amigo Barradas invitó a Lorca de parte del Ate-neo para dar una lectura de versos en Barcelona. (Ro-drigo, 1975: 30).

9 Es muy probable que la gestión para que Lorca se presentara en el Ateneo hayasido realizada en una de las tantas visitas que Barradas hizo a Barcelona durantelos ocho años que vivió en Madrid (1918-1925). Vale recordar que, como ya fuedicho, Barradas recién se estableció en L’Hospitalet en septiembre de 1925; estoes, cinco meses después de la lectura de Lorca en Barcelona.

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10 Anexo documental del artículo “Juan Gutiérrez Gili, crítico y periodista”, deMaría Teresa Gutiérrez Comas, en Rafael Barradas y Gutiérrez Gili (1916-1929),Madrid: Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1996: 47.

Aquella lectura en el Ateneo barcelonés, propiciada porBarradas y apoyada con entusiasmo por Dalí, se constituyóen una suerte de presentación en sociedad del poeta andaluzante la intelectualidad de una ciudad con relevante vida cul-tural, en la cual Federico nunca antes había estado. El poetagranadino leyó frente a una reducida pero selecta audienciafragmentos de Mariana Pineda y algunos poemas de su Ro-mancero gitano, que estaba lejos de ser publicado.

El poeta y periodista Juan Gutiérrez Gili –íntimo deBarradas– dejó constancia del evento en un breve artículotitulado “Intercambio espiritual”, publicado en El CorreoCatalán, el 25 de abril de 1925:

poesías en el Ateneo barcelonés. [...] Alegrías y amar-

dramáticos la poesía eminentemente lírica de FedericoGarcía Lorca. Él ha venido para hacernos sentir el des-garro del puñal gigantesco bruñido a la luna, para ha-cernos aspirar el aliento de los naranjos y los olivos delSur, para evocarnos con el rumor de la copla andaluzauna insondable maravilla de siglos…10

Dos años después, cuando viajó por segunda vez a Ca-taluña para preparar el estreno de Mariana Pineda junto aMargarita Xirgu –a quien había conocido en Madrid duran-te la primavera de 1926–, “una de las primeras visitas quehizo Federico García Lorca en Barcelona fue para RafaelBarradas”, según consigna Antonina Rodrigo en su libroGarcía Lorca en Cataluña. Durante esta provechosa tempo-rada catalana que duró tres meses y medio, todos los domin-gos que pudo, García Lorca se trasladó hasta L’Hospitalet

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para asistir a las reuniones de “El Ateneíllo”, nombre conque se conocía al cenáculo que Barradas presidía en la plan-ta alta de la vivienda que compartía con su familia. Al res-pecto, agrega Rodrigo que

Las visitas de García Lorca al Ateneíllo tenían casisiempre un carácter festivo. Tras la animada conversa-ción, o el recital de sus últimos poemas, se sentaba alpiano de Carmen Barradas e interpretaba canciones desu tierra y del folklore catalán. (Rodrigo, 1975: 138).

Además de Lorca, pasaron por aquella pieza-atelier va-rios de los nombres claves para comprender las vanguar-dias artísticas del siglo XX. Entre tantos, Filippo TommasoMarinetti, Salvador Dalí, el poeta José María de Sucre, elescultor Ángel Ferrant, el guitarrista y compositor ReginoSainz de la Maza, el crítico de arte Sebastiá Gasch, el his-toriador literario Guillermo Díaz-Plaja, y el gran amigo deTorres-García, el inefable Salvat-Papasseit, “padre de losvanguardistas catalanes”. Como testigo de la presencia deFederico en aquellas reuniones del Ateneíllo quedó plasma-

-to manuscrito del romance “Muerto de amor”, acompañadopor un dibujo de una dama española con mantilla de madro-ños, ubicado debajo de los versos.

No obstante el reconocimiento artístico del que Barradasgozó durante su segundo periodo catalán, nunca le fue posi-ble tener una situación económica diferente al de una durasubsistencia. En este sentido, su realidad contrastaba fuerte-mente con la de Lorca, Dalí, y tantos otros hijos de familiasacomodadas dedicados con igual pasión que el uruguayo auna vida por y para el arte. El joven crítico Sebastián Gaschnos dejó en pocas palabras un crudo y expresivo testimonio–recogido por Gibson– a propósito de la realidad materialde la familia Barradas en L´Hospitalet: “una miseria tan atroz y soportada con tanta fortaleza deánimo, con tanto estoicismo, con tanto heroísmo y, sobre

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todo, de un modo tan discreto y callado. (Gibson, 1987/1:475).

Durante aquella estancia catalana de García Lorca seconjugaron tres logros artísticos importantísimos para laconsolidación de su nombre. Cada uno de esos triunfos co-rrespondió a una disciplina diferente: poesía, teatro y pintu-ra. El 17 de mayo se terminó de imprimir Canciones (Mála-ga: Ediciones Litoral), su segundo libro de poemas; el 24 dejunio se estrenó Mariana Pineda en el Teatro Goya, segundapuesta en escena en su incipiente carrera de dramaturgo; yun día después, también en Barcelona, se inauguraba en lasprestigiosas Galerías Dalmau su primera muestra individualcompuesta por 24 dibujos realizados en tinta china y lápicesde colores. Rafael Barradas aparece ligado a estas dos últi-mas concreciones lorquianas: de forma un poco enigmáticaen lo referente al estreno teatral y de manera elocuente res-pecto a la exposición. El adjetivo “enigmático” se ajusta alprimer caso, en tanto sólo una referencia ha quedado de laparticipación del pintor uruguayo en los preparativos parala puesta en escena de la pieza dramática. Se trata de unatarjeta postal que Lorca envió desde Barcelona a su amigoMelchor Fernández Almagro:

Señorito Melchorcito F. Almagro. Administración delCorreo Central, Madrid.

Queridísimo Melchorcito:Aquí estoy en pleno ensayo. Barradas se ha encarga-

do de realizar el decorado de Dalí.Yo creo que plásticamente estará muy bien y de una

gran novedad.Te recuerdo frente al mar que tanto queremos y que

tan cerca estamos de su estética.

Un abrazo fuerte de Federico11

11 Epistolario Completo, 1997: 481-482. Guiándose seguramente por el matase-llos de la postal –a la cual Federico no dató– Anderson y Maurer la fechan el 27de mayo de 1927.

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Sin embargo, los decorados diseñados por Salvador Dalílos escenógrafos Brunet

y Pous y no, como se había proyectado en un primer mo-mento [por] Rafael Barradas”, según apunta Gibson en subiografía sobre Lorca. ¿Qué pudo haber pasado? Ningunaotra mención acerca de este punto se ha podido rastrear endocumento o ensayo alguno, por lo que el episodio pare-

años de los preparativos del fallido estreno teatral de GarcíaLorca en el Teatro Eslava de Madrid, la historia vuelve arepetirse, quedando relegado una vez más, por una razón uotra, el nombre de Barradas.

También como en aquella oportunidad, el eventual des-encuentro no operó negativamente en la relación; de locontrario Barradas no hubiera sido simultáneamente piezafundamental para la concreción de la primera muestra indi-vidual de Lorca como artista plástico. Porque, como que-dó documentado en una esquela que sobrevivió al paso deltiempo, fue Barradas quien se encargó de contactar a Lorca

Admirado amigo Sebastián Gasch: Tendríamos mu-cho gusto de verle. Estaremos en el Oro del Rhin a lasseis de la tarde del miércoles. Estaremos Federico Gar-cía Lorca y este su amigo que mucho le admira.

Barradas12

A su vez, parece evidente que Gasch fue el principal im-pulsor de la exposición de Lorca, luego de que unos díasmás tarde quedara asombrado al ver la colección de dibujosque el granadino le mostrara durante otro encuentro en elOro del Rhin, esta vez con la presencia de Dalí, recién lle-gado de Figueras. Una selección de aquellas obras no tardó

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en llegar a las manos de Josep Dalmau, una verdadera ins-titución en Barcelona, propietario de la galería de arte másprestigiosa de la ciudad, donde en 1912 se había realizadola primera exposición de pintura cubista en España. Ademásde la calidad intrínseca de los dibujos lorquianos, contabamucho el aval de Gasch, de Dalí y de Barradas, los tres muyrespetados por el galerista. Aquella cadena de contactos diofrutos con rapidez: al otro día del auspicioso estreno de Ma-riana Pineda, se inauguró la exposición.

El nombre del pintor uruguayo quedaría grabado unavez más junto al de Lorca en la portada del sencillo catálo-go-invitación de la muestra, que reproducimos respetando

Josep DalmauSalvador Dalí – J. V. Foix – Josep

Carbonell – M. A. Cassanyes – LluisGóngora – R. Sainz de la Maza

Barradas – J. GutiérrezGili – Sebastiá Gasch

US INVITEN A VISITAR L’EXPOSICIÓ DEDIBUIXOS DE

FEDERICO GARCÍA LORCA

OBERTA A LES GALERIES DALMAU, DEL 25 DE JUNYAL 2 DE JULIO DE 1927.

B A R C E L O N A

El documento cobra mayor relevancia si se piensa que, ala postre, fue la única exposición individual llevada a caboen vida por este polifacético artista que bien podría cata-logarse como músico-poeta-dramaturgo-dibujante. Si bienLorca estaba naturalmente encantado con el reconocimiento

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escribe a Don Manuel de Falla: “Hice una exposición obli-gado por todos”, frase que minimiza el hecho pero se ajustaa la verdad. Aunque claro, entre quienes lo “obligaron” es-tán Dalí y Barradas.

El 2 de julio –día que se cerraba la exposición– los ami-gos catalanes de Federico organizaron una cena para feste-jar sus logros, y simultáneamente, para despedirse, en virtudde su próximo retiro a Cadaqués, donde pasará casi todo elresto del mes veraneando junto a los Dalí. Según los datosexistentes podemos conjeturar que fue en aquella cena enel Restaurante Pátria la última vez que se vieron Barradasy Lorca, o al menos –de esto no hay dudas– la última vezque un documento o crónica personal los recuerda juntos.Ese documento es “García Lorca se ausenta de Barcelona”,artículo publicado dos meses después en la página dos deLa Gaceta Literaria de Madrid:

Para celebrar el éxito que tuvo García Lorca con suMariana de Pineda [sic] y su postcubista exposición dedibujos en Galerías Dalmau, se le despidió antes de par-tir para Cadaqués –la soleada y maravillosa playa aúnno trivializada por el turista– con una cena íntima. [...]

A la izquierda [de Lorca, en la cabecera] se senta-ron el formidable Rafael Barradas, el dibujante Fresno,los actores de la compañía Xirgu, el guitarrista Regino

escultor Ángel Ferrant, el poeta Luis de Góngora, Mar-tínez Sancho y el patriarca del vanguardismo artístico,Josep Dalmau. (Gibson, 1987/1: 488).

Intercambio epistolar

Durante los dieciséis meses que transcurrieron entre estacena descrita por el anónimo periodista de La Gaceta Lite-rariamás relevante en esta amistad fue el cruce de correspon-

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dencia. Han sobrevivido tres cartas –casi con seguridad lasúnicas que se escribieron–: dos de Lorca a Barradas y unade este a aquel. Son un eco de la extensa estadía de Lorcaen Cataluña, como lo indica el hecho de que las tres fueronenviadas durante agosto de 1927.

La primera de las cartas la envía Federico, y si bienno está fechada, Andrew Anderson y Christopher Maurer–compiladores del Epistolario completo de Lorca– conclu-yen que debe ubicarse en la segunda semana de agosto. Enella, como en todas las que envía en este período a Sebas-

incluye un dibujo suyo dedicado al destinatario de la co-rrespondencia. En este caso se trata de “Herido en el alba”,

A Barra-das”. La misiva dice textualmente:

Querido Barradas:Te envío un abrazo desde Granada y ese poema [se

. Espero que será bien recibido, pues enél va la prueba de mi amistad y admiración por ti.

Ahora empiezo a trabajar, veremos con qué fruto.Cuando me vine de Barcelona quedó un grupo admi-

rable formado.Ese grupo no debe desaparecer, pues el arte verda-

dero quedaría desamparado y la gente lo patearía porlas Ramblas hasta querer verle afuera las tripas de oroque no tiene.

Espero que seguirás vadeando el río hecho un SanCristóbal a fuerza de valiente y austero.

Saluda a tu familia cariñosamente. Saluda a los ami-gos.

Y tú recibe un abrazo de tu amigo

Federico

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(Este Federico te indicará claramente el calor que pasó.) Este Federico parece una gallina con

la boca abierta bajo el sol.13

Barradas no demora en acusar recibo de la carta de suamigo, a quien responde también sin precisar la fecha:

Mi querido y admirado Federico:

Herido en el alba.Éste me dice tantas cosas que no sé cómo expresar-

las. Es aquello de ponerle a uno la carne de gallina.Por nuestro Dalmau recibirás entre tus obras un di-

bujo mío que tengo el placer de regalar a tu madre.El niño de la trencilla verde.Pronto nos reuniremos a cenar los 14. A Sebastián

Gasch, que le escribí ayer, le hablé de Herido en el alba,y lo llevaré para que lo vean el día 1º y luego a ti y aDalí os pondremos unas líneas.

Mi más puro afecto para tus padres y para tu herma-no, que nunca olvido.

Un abrazo fuerte de tu amigo que te quiere tantocomo te admira.

Barradas14

En la parte superior de la hoja, a manera de membretehecho de forma manuscrita, Barradas dibujó con trazos in-

-blema del cenáculo que se reunía cada domingo en su casa),colocando a la izquierda y en letras mayúsculas la palabra“ATENEÍLLO”, y a la derecha, “HOSPITALET”.13 Transcrita en 1991 de una fotocopia de la carta original manuscrita en poder dela Fundación Federico García Lorca de Madrid. Recogida en Epistolario Comple-to, 1997: 504.14

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15 Transcrita en 1991 de una fotocopia de la carta original manuscrita en poderde la Fundación FGL de Madrid. Reproducida de manera facsimilar en RaquelPereda: Barradas, 1989. Cfr. Epistolario Completo, 1997: 515. Anderson y Maurerprecisan el lugar y fecha de la misiva: “[ ]”.

Dos detalles merecen aclararse respecto al contenido dela carta de Barradas: primero, que “los 14” hace referencia

reci-birás por nuestro Dalmau entre tus obras un dibujo mío,”indica que la obra de Barradas fue despachada para Granadapor el galerista catalán junto con algunas de las que forma-ron parte de la exposición de Lorca, levantada el 2 de julio.

La última de las tres cartas que conforman este diálogopertenece a Lorca:

Mi querido Barradas: Mil gracias por tu preciosodibujo de Sans que tiene la misma vida podrida queun cementerio de sueños. Y mil gracias de parte de mimadre por tu encantador y sensible niño de la trencillaverde, tan triste como si mirara un escaparate lleno decaballitos.

El día uno tenedme presente.Recuerdos a tu familia. Tu recibe un abrazo y un di-

bujo de tu amigo que te quiere y admira.

Federico15

De acuerdo a las palabras de Federico – “Mil gracias portu precioso dibujo de Sans”– hay que inferir que junto aldibujo que Barradas envió para Vicenta Lorca, iba otro paraFederico en carácter de sorpresa. Se trata de Sans: luz negrade los pistoleros, dibujo en que también puede leerse: “a

”. Es una obrade impronta cubista que se exhibe en forma permanente enla Huerta de San Vicente, la hoy célebre casa-museo quefuera la residencia de verano de la familia del poeta entre

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1925 y 1936. Por lo demás, el dibujo que Lorca envía aBarradas en esta última carta (“[...] recibe un abrazo y undibujo de tu amigo [...]”) se ha perdido y no existe siquierauna copia o referencia que permitan conocer su contenido.

Luego de esta última carta que Barradas nunca contestó,-

ción entre ambos artistas. Sin embargo, quiso el destino quelos últimos instantes de Barradas en España –5 de noviem-bre de 1928– quedaran asociados a García Lorca, a travésde un poema de Juan Gutiérrez Gili inspirado en la últimavisión que, desde el muelle del puerto de Barcelona, tuvoeste amigo entrañable del barco que se llevó para siempreal pintor uruguayo.

Bajo el sencillo título de “Recuerdo”, Gutiérrez Gili es-cribió, seguramente la misma noche de la partida, un brevetexto –inédito hasta 1996– que une los nombres de Rafaely Federico:

mar. Estoy en el mirador del insomnio.

El buque, a lo lejos, llevándose el cuadro de Familia deRafael, abierto sobre la borda (todos agotamos las hojasdel pañuelo blanco), es, en medio de la noche, aquel cor-

Ahora comprendo que se puede usar el tópico del versoheroico, de la cadena blanca de la estela.16

El 25 de noviembre de 1928, muy enfermo y luego dehaber pedido reiteradas veces a las autoridades uruguayasque lo ayudaran a regresar a su patria, Barradas volvió apisar la tierra que lo vio nacer, donde morirá tres meses des-

-

16 Rafael Barradas y Juan Gutiérrez Gili, 1996: 31.

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da ocurrió el 12 de febrero de 1929 e impactó fuertemente asus amigos y admiradores de ultramar. La noticia del falle-cimiento del pintor llegó unas 48 horas después a Barcelo-na, y se difundió en los principales periódicos locales. Gu-tiérrez Gili fue el primero en enterarse del fallecimiento desu amigo, cuando en la noche del 14 de febrero –mientrastrabajaba en la redacción del diario La Vanguardia– recogióla noticia de un cable. Los homenajes no se hicieron espe-rar en Barcelona, donde se llegó a realizar una exposiciónpóstuma con parte de la obra que el pintor había dejado dis-persa entre sus conocidos. Según han recordado en variasoportunidades sus amigos catalanes más cercanos, el actomás íntimo se realizó el 17 de febrero en el muelle del puer-to barcelonés en el que Barradas había abrazado a todos porúltima vez, antes de embarcarse rumbo a Montevideo.

Nada sabemos acerca de cómo se enteró ni de la formaen que García Lorca recibió la noticia del deceso de RafaelBarradas. Por aquellos días el poeta –ahora más reconocidopor el éxito de su Romancero Gitano– estaba viviendo elmomento de mayor depresión anímica que se sepa, causa-da por el distanciamiento afectivo con el escultor EmilioAladrén, un personaje unánimemente poco estimado entrelas amistades más cercanas de Federico. Esta peripecia sen-timental decidió el primer viaje de Lorca a América, quien

cambió profundamente su poesía.De todas maneras, parece evidente que el poeta siguió

teniendo muy presente al pintor uruguayo por el resto de susdías. Así se desprende con claridad de sus primeras declara-ciones a la prensa cuando llegó por primera vez al Río de laPlata, en su segundo y último periplo americano. Tambiénasí lo indican sus movimientos. Cuando más adelante seconsidere la estadía de Lorca en Montevideo, se verá cómosu último acto público en Uruguay fue rendir un tributo aBarradas en el Cementerio del Buceo, para lo cual él mismose encargó de congregar a buena parte de la intelectualidadlocal. Según las dos o tres crónicas periodísticas que dieron

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cuenta del homenaje, todo transcurrió en un absoluto silen-cio a pedido de Federico, quien luego de colocar un ramo de

minutos.