Los 12 frutos del paraíso en el arte medieval

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Los 12 frutos del Paraíso. I Parte Mirsa Andrea Acevedo Molina 1 Al final del Apocalipsis se encuentra la promesa cumplida: la Nueva Jerusalén (Ap. 21), la nueva ciudad donde convivirán los hombres con Dios. Una ciudad enjoyada, maravillosa y cuadrada, donde no tiene cabida la muerte, el sufrimiento ni la noche. Y a continuación el Ap. 22, 1 y 2: "Después me mostró un río limpio, de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad y a uno y otro lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones". El epílogo nuevamente menciona el árbol de la vida: “Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas en la ciudad”. Una promesa repetida tanto a lo largo del viejo como del nuevo testamento. Por ejemplo, en el Génesis 2.9: Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. O en el mismo Apocalipsis 2.7: "Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios". O en Ezequiel 47.12: "Junto al río, en su orilla, a uno y otro lado, crecerán toda clase de árboles que den fruto para comer. Sus hojas no se marchitarán, ni faltará su fruto. Cada mes darán fruto porque sus aguas fluyen del santuario; su fruto será para comer y sus hojas para sanar". Sin embargo, en las representaciones plásticas alto y pleno medievales del Apocalipsis 21 y 22, nos encontramos con que es muy usual poner más énfasis en la ciudad que en el jardín, generalmente obedeciendo a la regla de su cuadratura, emulando de algún modo sus joyas, sin mostrar los árboles. 1 Doctora(c) en Edad Media. Universidad de Santiago de Compostela.

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Los 12 frutos del paraíso. Articulo de Cartivana blog. ¿Por qué en la Edad Media se privilegia la imagen de la ciudad como imagen del cielo de los justos? ¿Por qué, cuando esta ciudad -la Nueva Jerusalén- se presenta con el jardín y el árbol de la vida, no aparecen representados los 12 frutos que describe el apocalipsis?

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Los 12 frutos del Paraíso. I Parte

Mirsa Andrea Acevedo Molina1

Al final del Apocalipsis se encuentra la promesa cumplida: la Nueva Jerusalén (Ap.

21), la nueva ciudad donde convivirán los hombres con Dios. Una ciudad enjoyada,

maravillosa y cuadrada, donde no tiene cabida la muerte, el sufrimiento ni la

noche. Y a continuación el Ap. 22, 1 y 2: "Después me mostró un río limpio, de agua

de vida, resplandeciente como cristal, que fluía del trono de Dios y del Cordero. En

medio de la calle de la ciudad y a uno y otro lado del río estaba el árbol de la vida,

que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la

sanidad de las naciones".

El epílogo nuevamente menciona el árbol de la vida: “Bienaventurados los que

lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas

en la ciudad”.

Una promesa repetida tanto a lo largo del viejo como del nuevo testamento. Por

ejemplo, en el Génesis 2.9: Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso

a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el

árbol de la ciencia del bien y del mal. O en el mismo Apocalipsis 2.7: "Al vencedor le

daré a comer del árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios". O en

Ezequiel 47.12: "Junto al río, en su orilla, a uno y otro lado, crecerán toda clase

de árboles que den fruto para comer. Sus hojas no se marchitarán, ni faltará su fruto.

Cada mes darán fruto porque sus aguas fluyen del santuario; su fruto será para

comer y sus hojas para sanar".

Sin embargo, en las representaciones plásticas alto y pleno medievales del

Apocalipsis 21 y 22, nos encontramos con que es muy usual poner más énfasis en

la ciudad que en el jardín, generalmente obedeciendo a la regla de su cuadratura,

emulando de algún modo sus joyas, sin mostrar los árboles.

1 Doctora(c) en Edad Media. Universidad de Santiago de Compostela.

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Saint Chef en Dauphiné. S. XII. Jerusalén Celeste.

O bien mostrándolos, pero sin las frutas. En la siguiente ilustración se muestra una

teofanía (la promesa incluye ver a Dios: Ap. 22, 4) con el agua que fluye del trono

de Dios, junto a la que se representan dos árboles como árbol de la vida.

San Pietro Al Monte, Civate. S. XI. Jerusalén celeste.

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En otros casos se produce una síntesis entre los dos pasajes y se ilustra en el

sentido que establece el texto: el árbol, al medio de la Nueva Jerusalén. Una especie

de Hortus conclusus, de Jardín cerrado, resguardado de todo mal exterior, un árbol

como axis mundi, al centro mismo de la ciudad (como en el caso de este Liber

Floridus).

Liber Floridus. Saint Homer. S. XII

Pero ¿y los frutos mencionados en el texto? En casi ninguna de las ocasiones se les

ilustra. Hay dos casos, bastante distanciados temporalmente, en que sí se

representan estos frutos de manera fuerte y clara. Uno, el del Apocalipsis de Trier,

del siglo IX y el otro, el del Beato de Silos del siglo XII; pero la tendencia

mayoritaria no es esta. Lo que me mueve a investigar dos cosas: 1. Por qué esta

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ausencia mayoritaria de frutas en la mayoría de los casos en que se ilustra el árbol

con hojas y hasta flores. 2. Por qué, y qué significa, su presencia en los casos de

excepción.

Beato de Silos. S. XII. Ap. 22. Frutas variadas.

ausencia mayoritaria de frutas en la mayoría de los casos en que se ilustra el árbol

2. Por qué, y qué significa, su presencia en los casos de

Beato de Silos. S. XII. Ap. 22. Frutas variadas.

ausencia mayoritaria de frutas en la mayoría de los casos en que se ilustra el árbol

2. Por qué, y qué significa, su presencia en los casos de

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Apocalipsis de Trier. S. IX. Ap. 22. Uvas.

En esta oportunidad veremos someramente el primer punto.

Es muy interesante este fenómeno. Si pensamos en cuán profusa y bellamente se

ilustra durante la Edad Media, “la caída” de Adán y Eva con manzanas, higos, uvas y

hasta dátiles, y cómo reproducen las frutas en todos los contextos: en el del árbol

de la vida anterior o posterior a la caída y en otros contextos representando la vida

eterna, también el paraíso, pero no el Ap. 22.

Apocalipsis de Trier. S. IX. Ap. 22. Uvas.

En esta oportunidad veremos someramente el primer punto.

Es muy interesante este fenómeno. Si pensamos en cuán profusa y bellamente se

ilustra durante la Edad Media, “la caída” de Adán y Eva con manzanas, higos, uvas y

hasta dátiles, y cómo reproducen las frutas en todos los contextos: en el del árbol

anterior o posterior a la caída y en otros contextos representando la vida

eterna, también el paraíso, pero no el Ap. 22.

Es muy interesante este fenómeno. Si pensamos en cuán profusa y bellamente se

ilustra durante la Edad Media, “la caída” de Adán y Eva con manzanas, higos, uvas y

hasta dátiles, y cómo reproducen las frutas en todos los contextos: en el del árbol

anterior o posterior a la caída y en otros contextos representando la vida

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Monreale-S. XII. Higos.

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Beato del Escorial. S. XI. Dátiles.

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Ermita de la Vera cruz de Maderuelo, Segovia. S. XII. ¿Aceitunas?

Sant Sadurní d'Osormont. ¿S. XII? ¿Hongos?

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Tenemos entonces, que las frutas aparecen gráficamente en variados contextos y

que en los textos bíblicos y en sus exégesis están también presentes, que las frutas

se utilizan continuamente como símbolos, sobre todo de renacimiento y vida

eterna.

Puertas de Hidesheim. S. XII. Ascención. Uvas.

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Evangeliario Echtmiadzin. S. XI. Granadas.

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Sam Vital de Rávena. S. VI. Higos y manzanas.

Esto refuerza nuestro asombro frente a la esta ausencia mayoritaria de frutas en

las ilustraciones del Apocalipsis 22 (habiéndolas también en el resto del

apocalipsis, incluso en pasajes donde ellas no son mencionadas).

Hay varias respuestas posibles que habrá que profundizar más adelante. En este

momento señalaré dos. La primera, es que como señala Joaquín Yarza, los

cristianos copiaron de los musulmanes las imágenes del infierno, pero no de su

cielo, incompatible con su moral. Lo mismo pasó con la imagen de los Campos

Elíseos de la antigüedad que recién con el humanismo se volvieron a mencionar.

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Gran mezquita de Damasco. S. VIII. Frontis, mosaicos de árboles con higos.

Es que el cielo cristiano no quiere ser el paraíso de la sensualidad, sino algo más

espiritual y abstracto. Las frutas podrían representar esa sensualidad, cercana al

caos. En cambio el árbol recto, y sobre todo la ciudad con sus muros y sus medidas,

se acercan más al orden. Sin embargo, no solamente están los ejemplos bíblicos

aducidos, además del Cantar de los Cantares y otros, sino otros textos sumamente

populares la Edad Media (ver Mac Ginn), como la Visio Pauli del siglo III, por

nombrar solamente que uno, que narra cómo San Pablo es arrebatado en cuerpo y

espíritu al tercer cielo y contempla la Jerusalén Celestial ceñida por cuatro ríos, de

leche, miel, aceite y vino.

Renunciar a esta visión puede tener que ver con una actitud teológica

antimilenarista que se basaba en la idea de que los justos unidos con Cristo,

reinarán en una tierra renovada. La fertilidad de la tierra sería por tanto natural:

“Vendrán días en que las viñas crecerán cada una con diez mil cepas, en cada cepa

habrá diez mil ramas y en cada rama diez mil sarmientos, y en cada sarmiento diez

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mil racimos, y en cada racimo diez mil uvas y de cada uva se sacarán diez mil litros

de vino” (Ireneo-Papías).

Esta exuberancia era vista por la ortodoxia, tal como el árbol del sueño de

Nabucodonosor del libro de Daniel, como el exceso de poder y riqueza e ilustrado

como un árbol lleno de frutos que da de comer a un sinnúmero de animales pero

que convierte en bestia al hombre. La naturaleza fecunda en sí misma, se opone a

su disciplinamiento que es la gran aspiración humana cristiana, la aspiración a la

recuperación del paraíso perdido, es la aspiración del orden, de la naturaleza

domesticada, que es el poder del hombre sobre los demás y sobre sí mismo. El

hombre medieval “sufre” la falta de dominio sobre la naturaleza externa e interna.

Beato Seo de Urgell. Libro de Daniel. Sueño del árbol gigante. S. XI

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En segundo lugar, es posible que lo que busquen estas representaciones sea poner

énfasis en el árbol como símbolo más que en la fruta como promesa. Allí se cifran

las esperanzas. Ya Orígenes había hablado del propio Cristo como un árbol. Así

como estaba muy difundida la idea de que de la madera del mismo árbol de la

ciencia que había perdido a la humanidad se había hecho la cruz que finalmente

llevó a la redención de la humanidad, equiparando a Adán y Cristo. Es por lo tanto,

para el imaginario de muchos, la madera, el tronco lo que realmente tiene valor,

olvidando la representación de las promesas de Dios de comer del árbol de la vida.

Biblia de Winchester. S. XII.

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Esta asociación está relacionada con la noción del árbol como centro, donde está

Dios que es el centro y es hacia donde se aspira a volver. Un árbol que une el cielo

con la tierra. En el árbol al centro del paraíso están representadas entonces las dos

convergencias: la del tiempo (del pasado con el presente humano) y el del espacio:

arriba con abajo.