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Los derechos económicos, sociales y culturales como responsabilidad del Estado

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Los derechos económicos, sociales y culturales como responsabilidad del Estado

Los derechos económicos, sociales y culturales como responsabilidad del Estado

CréditosADMINISTRACIÓN

MSc. Dora Ruth del Valle CóbarPresidenta de COPREDEH

Carlos Oswaldo Morales CallejasDirector Ejecutivo de COPREDEH

José Antonio Montúfar ChinchillaSubdirector Ejecutivo de COPREDEH

Verónica Tobar RodríguezCoordinadora del Departamento de Educación y Cultura de Paz COPREDEH

AUTORÍAComisión Presidencial Coordinadora de la Política del Ejecutivoen Materia de Derechos Humanos (COPREDEH) 2ª Ave. 10-50 zona 9, Ciudad de Guatemala, Guatemala, C.A.Tels. (PBX) (502) 2360-7272, 2334-0115 y 2334-0116 FAX (502)2334-0119E-mail: [email protected] web: www.copredeh.gob.gtGuatemala 2011

Contenido y texto:Dr. Mario Roberto Morales

Asesor editorial: Mario Roberto Morales

Diseño y diagramación:Mercedes Cabrera

Índice

Presentación

Introducción

La persona como valor económico: base de los derechos individuales

La situación en nuestro medio

Qué son los derechos económicos, sociales y culturales

La obligación estatal de garantizar el cumplimiento de los DESC y la fiscalización ciudadana

Instrumentos jurídicos internacionales para la defensa de los derechos económicos, sociales y culturales

Instrumentos jurídicos nacionales para la defensa de los derechos económicos, sociales y culturales

Glosario

Bibliografía

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Este documento tiene como objetivo primordial ofrecer al funcionariado público los elementos fundamentales para comprender las obligaciones del Estado en cuanto a los derechos económicos, sociales y culturales (DESC) de la ciudadanía. Se trata de un esfuerzo que la Comisión Presidencial de Derechos Humanos (COPREDEH) emprendió con la finalidad de fomentar un conocimiento básico de los derechos humanos, como marco de referencia de las políticas públicas que el personal del Estado diseña y lleva a cabo en los diferentes campos que abarca en su gestión constitucional.

El documento consta de una introducción que aborda los momentos históri-cos en los que se plantean los derechos individuales, la fundamentación histórica y la validación de los mismos, así como de los derechos econó-micos, sociales y culturales de la persona. También presenta una lista de los instrumentos jurídicos nacionales e internacionales en los que se amparan los criterios para utilizar los derechos humanos como un referente para la elaboración y puesta en práctica de las políticas públicas. Finalmente, incluye un breve glosario de términos utilizados que no son de manejo popular, y la bibliografía básica de referencia.

Si por medio de esta lectura el funcionariado público eleva su conocimiento y su conciencia sobre la necesidad de la observancia de los derechos hu-manos como referentes obligados de las políticas públicas de toda índole, la COPREDEH habrá cumplido con su cometido al producir esta serie de documentos sobre la relación política entre los derechos humanos y el Estado.

Presentación

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Lo primero que hay que entender cuando se enfoca cualquier problemática desde los derechos humanos, es que éstos son el producto de un momento histórico determinado en el desarrollo de la humanidad, y de ninguna manera son “inmanentes” como si se tratara de atributos otorgados por alguna di-vinidad. De hecho, ha habido larguísimos períodos históricos en los que a nadie se le pudo haber ocurrido que tenía derechos como persona individual. Por ejemplo, en las sociedades de castas, en las cuales se nacía y moría en la misma posición social, a menos que por méritos la persona fuera ascendida por quienes ocupaban la cumbre de la pirámide clasista.

No es sino hasta que – entre los siglos XVI y XVIII – en ciertos países de Europa la actividad económica hizo que las fuerzas productivas se desarrollasen a un punto tal que fue necesario que los individuos vendieran su fuerza de trabajo al mejor postor, que la posibilidad de que una persona tuviera dere-chos económicos, sociales y culturales apareció en el horizonte político e ideológico. Antes no, porque antes de esto el crecimiento de las fuerzas productivas dependía del gregarismo humano, es decir, de la adhesión de los individuos a grupos que los validaban como pertenecientes a una institu-cionalidad sancionada por el poder económico, político o religioso. Por ejemplo, los gremios, las cortes monárquicas, la Iglesia, las hermandades y las comunidades campesinas, artesanas y fabriles. Con la lenta llegada del capitalismo industrial en el siglo XVIII, la persona individual empieza a cobrar valor monetario para sus empleadores. Es decir, la fuerza de trabajo de cada persona empieza a tener un precio de acuerdo con los criterios de la am-pliación de los márgenes de lucro que animaban a la empresa privada, porque era más rentable para los capitalistas contratar mano de obra indivi-dual y dispersa, que mano de obra organizada y agremiada (la organización obrera surge después, como necesidad de mantener condiciones laborales más o menos aceptables). Es esta “individualización en sociedad” – es decir, el hecho de que el valor del individuo sea igual al valor de la fuerza de tra-bajo contenida en su persona – la que posibilita que este individuo pueda llegar a tener derechos como ente solitario, como persona, como ser válido en sí mismo, para protegerlo del abuso de poder por parte de quienes están en mejor posición material que él.

Introducción

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La persona como valor económico: base de los derechos individuales

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Si tomamos en cuenta que los españoles encuentran aquí una sociedad dividida por la guerra, nos percatamos también de que no había espacio cultural para pensar en derechos individuales. En efecto, en nuestro territorio, los quichés venían realizando una cruenta guerra de conquista de sus vecinos – la cual está relatada en los Anales de los cachiqueles –, buscando consolidarse como un imperio a imagen y semejanza del imperio azteca.

Es por esto que los Derechos del Hombre surgen como resultado de la Revolución Francesa, la gesta que determinó el paso del feudalismo al capitalismo moderno en Europa, y no antes. Es de subrayar que Olympe de Gouges, quien publicó los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, en 1789, así como varias de sus seguidoras, fueron condenadas al cadalso precisamente por esta publicación. Este es un ejemplo del carácter patriarcal de las revoluciones sociales y económicas modernas. Esta revolución no sólo modificó la matriz económica de la sociedad sino también modernizó el Estado y, con ello, instauró una nueva moral: el individualismo. Es decir, la noción de que la persona humana es válida en sí misma, sin necesidad de que ese valor moral lo extraiga de su asociación con algo o alguien. Unido esto y debido a la moral cristiana modernizada por el protestantismo luterano, la persona individual sigue siendo vista, en medio del desarrollo capitalista y del individualismo resultante, como un ente creado, una criatura de Dios, con lo cual se les adscribe a los derechos de hombres y mujeres una dimensión trascendente.

Los derechos individuales, tienen, pues, una naturaleza históricamente gestada, la cual les otorga validez jurídica y ética en el mundo moderno y contemporáneo, en el que las condiciones económicas que permitieron el surgimiento de estos derechos siguen vigentes.

La situación en nuestro medioCuando los europeos arribaron a América, flotaba en su conciencia la ideología mercantil, pues en Europa el capitalismo estaba en manos de mercaderes que poco a poco adquirían más poder económico que las monarquías, empeñadas en gastar todo lo que recibían del tributo de los siervos por medio de los terratenientes feudales. La mentalidad monárquica prevalecía, especialmente en España, el país más atrasado de aquel continente. El atraso de España se debía a que su conformación unitaria como nación recién se había realizado en 1492, con la llamada Guerra de la Reconquista, mediante la cual los Reyes Católicos unificaron el territorio bajo la bandera cristiana y el idioma castellano. Pocos meses después, España “descubre” América y empieza el largo proceso de apoderarse de su territorio y sus habitantes, en calidad de botín de guerra.

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De hecho, estas divisiones, típicas de las sociedades tributarias, fueron la clave del rápido éxito de la llamada guerra de conquista. Y no sólo aquí. También en México y el Perú. Ni antes ni después de la invasión europea a América, podía pensarse en derechos del individuo, porque las personas sólo valían en razón de su pertenencia a algo: una comunidad, un poder económico, político o militar.

En Europa, como dijimos, se empieza a hablar de derechos de la persona a partir del siglo XVIII, y ocurre en el marco del movimiento filosófico francés llamado Ilustración, que se constituyó como la expresión política, ideológica y cultural del capitalismo. La Ilustración clamaba por la libertad de empresa en lo económico, por la democracia en lo político y por el indi-vidualismo en lo filosófico. Dos hechos históricos darán sustento concreto a este ideal: la Independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa, los cuales sirvieron de inspiración a los criollos hispanoamericanos para llevar a cabo las guerras independentistas en México y Sudamérica. Son los independentistas, con su ideología ilustrada y liberal, quienes empiezan a pregonar conceptos como nación y derechos individuales, pues la Ilustración y el liberalismo clásico brotan como resultado del cambio en las relaciones de producción que del feudalismo pasaban al capitalismo en Europa. Un capitalismo cuyo proceso de acumulación originaria fue inicialmente comercial y producto del saqueo del oro y la plata de América, y luego – mediante la banca, los préstamos y las inversiones – fue industrial. ¿Por qué la industria-lización despega en Inglaterra y no en España, que era el país que se había apoderado de metal precioso de los nativos americanos? Porque, siendo España el país más feudal y atrasado de Europa, los monarcas españoles en lugar de invertir como dinero el metal saqueado de América, se lo gastaban comprando productos de exportación del resto de Europa y construyendo suntuosos retablos y objetos litúrgicos para sus iglesias, muchos de los cuales todavía pueden apreciarse.

Con esto se pretende ilustrar el hecho de que, si bien en la Europa del siglo XVIII se hablaba de derechos individuales debido a que el capitalismo nece-sitaba de individuos que vendieran su fuerza de trabajo al mejor postor, y debido también a que el régimen político era la democracia, en España se vivía bajo principios feudales y bajo un catolicismo inquisitorial, todo lo cual constituyó la herencia cultural que los españoles nos dejaron y que todavía seguimos reciclando de múltiples maneras. El atraso latinoamericano se de-be, primero, a España, y después a Estados Unidos, que logró controlar las reglas de juego económico y político en el continente, después de que los

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criollos vernáculos echaran a sus abuelos españoles mediante el ciclo inde-pendentista que va de 1810 a 1830, con la excepción de Cuba y Puerto Rico, que se independizan hasta 1898, cuando caen en manos de Estados Unidos en calidad de protectorados.

La historia posterior de Hispanoamérica, está marcada por las pugnas entre criollos divididos como liberales y conservadores, y se resume en un ciclo de dictaduras de corte oligárquico y militar, como resultado de la cultura política autoritaria heredada de la Colonia. La modernización de la economía y la política hispanoamericanas se intenta mediante un ciclo de revoluciones que pugnan por los derechos individuales, la primera de las cuales fue la revolución mexicana (1910-1920); la segunda fue la guatemalteca (1944-1954); y les siguieron la cubana, la chilena y la nicaragüense. Todas han sido truncadas por Estados Unidos. En el caso de Guatemala, este truncamiento ocurrió en 1954, y retrotrajo al país a su realidad feudal y atrasada en la cual se mantiene hasta la fecha. No ha habido, pues, en nuestra historia, mu-cho espacio para que cundiera una conciencia remitida a derechos individuales de ningún tipo. Lo que hubo fueron rebeliones, motines y otras formas de-sorganizadas de protesta como producto de la desesperación causada por los aplastantes términos de la explotación económica.

Desde un punto de vista histórico, los derechos que tienen los pueblos en materia económica, social, cultural y ambiental constituyen un paulatino logro jurídico que la modernidad logra en una de sus fases más avanzadas, cuando se ha desarrollado ya una conciencia acerca del relativismo cultural y de la validez universal e igualitaria de la persona humana como sujeta de derechos. Como se sabe, un punto culminante de este proceso es la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Esta Declaración es un conjunto de garantías individuales que los Estados que la suscriben están moral y políticamente obligados a cumplir. Estas garantías constituyen también principios cuya observancia contribuye a respetar la dignidad de la persona individual sin distingos de raza, credo, sexo, edad e ideología política. Se trata de un conjunto de normas interdependientes que han sido declaradas irrenunciables, imprescriptibles e inherentes al individuo.

Esta Declaración fue aprobada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, en París, como contrapunto a la experiencia violatoria de la dignidad humana durante las dos guerras mundiales. La Asamblea proclamó esta Declaración “como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción”.

El conjunto que forman esta Declaración y los Pactos internacionales de derechos humanos, conforman la llamada Carta Internacional de Derechos Humanos, la cual es el referente obligado para quien necesite comprender la naturaleza y la función de estas disposiciones. La Declaración contiene los derechos personales, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de la persona humana, los cuales sólo están limitados por los derechos de los demás y por el bien común. Tales derechos básicos del individuo son, entre otros, el derecho a la vida, a la propiedad, al honor, a la libertad de expresión, de conciencia, de locomoción, a la intimidad. A estos se han agregado otros derechos que tienen que ver con conglomerados en 7

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Qué son los derechos económicos, sociales y culturales

8http://www.amnesty.org/es/economic-social-and-cultural-rights/what-are-escr

http://www.amnestyusa.org/derechos-economicos-sociales-y-culturales/page.do?id=1021058

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desventaja con relación al resto de la sociedad, como los niños, los ancianos, las mujeres, los desempleados y otros. También se han agregado derechos relativos a la solidaridad humana, los cuales tienen que ver con el medio ambiente, la paz, el desarrollo y el patrimonio de la humanidad.

Los derechos económicos, sociales y culturales (DESC) son, entonces, un corolario obligado de los derechos humanos como atributos de todas las personas sin distingos particulares. De aquí que Amnistía Internacional se refiera de la siguiente manera a los DESC:

Según Amnistía internacional, “los derechos económicos, sociales y culturales son:

El derecho a una vivienda adecuada, que incluye la protección frente al desalojo forzado y el acceso a una vivienda asequible, habitable y culturalmente adecuada.

Los derechos culturales, que incluyen el derecho de las minorías y los pueblos indígenas a la preservación y la protección de su identidad cultural.

El derecho a la educación, que incluye el derecho a una educación primaria gratuita y obligatoria y a una educación progresivamente disponible, accesible, aceptable y adaptable.

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“…la Declaración Universal de Derechos Humanos proclamó un amplio abanico de derechos humanos, inherentes a toda persona sin discriminación de ningún tipo. Entre ellos figuran no sólo el derecho a la libertad de expresión y a no sufrir torturas ni malos tratos, sino también el derecho a la educación y a una vivienda adecuada, así como otros derechos económicos, sociales y culturales”.

“Los derechos económicos, sociales y culturales constituyen una amplia categoría de derechos humanos garantizados en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y en otros tratados interna-cionales y regionales sobre derechos humanos jurídicamente vinculantes. Casi todos los países del mundo son Estados Partes en alguno de los tratados jurídicamente vinculantes que garantizan dichos derechos”.

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“El derecho a la alimentación, que incluye el derecho a no pasar hambre y el acceso permanente a comida nutritiva suficiente o a los medios para obtenerla.

El derecho a la salud, es decir, el derecho a disfrutar el nivel más alto posible de salud física y mental, condiciones de vida saludable y servicios de salud disponibles, accesibles y de buena calidad.

El derecho al agua y al saneamiento, es decir, el derecho a contar con agua suficiente y a disponer de instalaciones higiénicas seguras y accesibles.

El derecho al trabajo y los derechos laborales, es decir, el derecho a elegir libremente el trabajo y a gozar de unas condiciones laborales justas, protección frente al trabajo forzado y el derecho a formar sindicatos y unirse a ellos”.

Sigue diciendo Amnistía Internacional que:

http://www.amnesty.org/es/economic-social-and-cultural-rights/what-are-escr3 .

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“Los Estados – es decir, los gobiernos nacionales – son los principales responsables de hacer realidad los derechos humanos. Deben respetar los derechos de las personas y no violarlos. Deben protegerlos procurando que otras personas u organismos no perpetren abusos contra ellos. Y deben realizarlos haciéndolos efectivos en la práctica”.

“Los gobiernos disponen de un amplio abanico de recursos. El derecho internacional contempla el hecho de que la realización de los derechos económicos, sociales y culturales sólo se puede lograr de forma progresiva. Sin embargo, la obligación de los gobiernos de respetarlos y protegerlos y de garantizar la ausencia de discriminación es inmediata. La falta de recursos no es una excusa”.

“Es posible que los gobiernos necesiten tiempo para hacer realidad los de-rechos económicos, sociales y culturales, pero este hecho no implica que no puedan hacer nada. Deben adoptar medidas para conseguirlo. Como primera medida, deben dar prioridad a las ‘obligaciones fundamentales míni-mas’, es decir, la obtención del nivel esencial mínimo de cada uno de los derechos. En lo que se refiere al derecho a la educación, por ejemplo, una obligación fundamental es garantizar el derecho a la educación primaria gratuita”.

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“Los gobiernos no deben discriminar en sus leyes, políticas ni prácticas y deben dar prioridad a las personas más vulnerables a la hora de asignar sus recursos”.

“Cuando actúan fuera de sus fronteras, los Estados tienen también la obligación de respetar, proteger y hacer realidad los derechos económicos, sociales y culturales. Esta obligación se extiende a las acciones que emprenden a través de organizaciones intergubernamentales como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI)”.

“Como se afirma en la Declaración Universal de Derechos Humanos, las ‘instituciones’ tienen obligaciones en materia de derechos humanos. Las empresas desempeñan un papel cada vez más importante en la realización o negación de los derechos humanos a escala mundial. Amnistía Internacional se ha comprometido a pedirles cuentas cuando su actuación acarree violaciones de derechos humanos.

“A pesar de las garantías internacionales respecto a estos derechos, en todo el mundo:

923 millones de personas padecen hambre de manera crónica. El hambre suele verse agravada por violaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional ha documentado en Corea del Norte, Zimbabue y otros lugares. La actual crisis alimentaria mundial, agravada también por violaciones de derechos humanos, ha acarreado la desnu-trición crónica de otros 75 millones de personas.

Más de 1.000 millones de personas viven en barrios marginales o en asentamientos irregulares y un tercio de los habitantes de las ciudades se alojan en viviendas inadecuadas dotadas de escasos servicios básicos o desprovistas por completo de ellos. Su situación se ve agravada por una oleada de desalojos forzosos masivos a escala mundial.

Cada minuto muere una mujer por problemas relacionados con el embarazo. Por cada mujer que muere, 20 o más sufren complicaciones graves.

Más de 100 millones de menores (más del 50 por ciento, niñas) no tienen siquiera acceso a la educación primaria”.

Estas realidades nos llevan a revisar los criterios e instrumentos legales y morales por medio de los cuales los Estados deben poner en práctica su obligación de hacer cumplir los derechos que ahora nos ocupan.

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La obligación estatal de garantizar el cumplimiento de los DESC y

la fiscalización ciudadana

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El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales fue aprobado y proclamado por la Asamblea General de Naciones Unidas el 16 de diciembre de 1966, y aceptado y suscrito por el Estado de Guatemala el 24 de septiembre de 2009.

El Pacto se origina en la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero específicamente surge de la división entre obligaciones negativas (civiles y políticas) y positivas (económicas, sociales y culturales), pues se hacía necesario deslindar aquello que garantizaba los derechos de la persona individual en general y aquello que debía garantizar los derechos de grupos diferenciados entre sí, reivindicando en ambos casos el derecho de los pueblos a la libre autodeterminación. De aquí que, por un lado, surgiera el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y, por otro, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, sometidos a debate en 1954 y aprobados en 1966 por la ONU.

Estos derechos tienen que ver con asegurar las condiciones concretas para que los derechos humanos puedan realizarse con plenitud, pues como reza un párrafo del Preámbulo de este Pacto, “no puede realizarse el ideal del ser humano libre, liberado del temor y de la miseria, a menos que se creen condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos económicos, sociales y culturales, tanto como de sus derechos civiles y políticos”. En otras palabras, la exigencia de la observancia y el cumplimiento de los derechos humanos, no se reduce a pedirle al Estado que lo haga, sino que pasa por contribuir a que el Estado esté en capacidad de ayudar a construir las condiciones materiales que son necesarias para que estos derechos puedan ser observados.

El primer derecho económico que establece el Pacto, es el derecho de la persona al trabajo libremente escogido o aceptado, en condiciones equitativas y satisfactorias y con plena facultad de organizarse laboralmente. Las condiciones que el Estado se compromete a promover para que este derecho pueda tener vigencia, aparecen formuladas así en el Pacto: “Entre las medidas que habrá de adoptar cada uno de los Estados Parte en el presente Pacto para lograr la plena efectividad de este derecho deberá figurar la orientación y formación técnico profesional, la preparación de programas, normas y técnicas encaminadas a conseguir un desarrollo

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económico, social y cultural constante y la ocupación plena y productiva, en condiciones que garanticen las libertades políticas y económicas fundamentales de la persona humana”.

En otras palabras, el Estado se compromete a impulsar planes de desarrollo económico que provean trabajo a su ciudadanía, junto a lo cual se obliga también a promover el desarrollo social y cultural, pues este desarrollo constituye la condición subjetiva necesaria para que las personas trabajen en condiciones adecuadas a su dignidad humana.

El Pacto también establece el derecho a la seguridad social y al seguro so-cial, extensivos a la familia; a un nivel de vida adecuado para el trabajador y su entorno familiar; a la protección contra el hambre; al nivel más alto de salud física y mental; a la educación orientada “hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales”; a participar en la vida cultural, a “gozar de los beneficios del progreso científico y sus aplicaciones”, y a “beneficiarse de la protección de los intereses mora-les y materiales que le correspondan por razón de las producciones cientí-ficas, literarias o artísticas de que sea autora”. Igualmente establece la obliga-ción de los Estados de defender el cumplimiento de los derechos a la edu-cación, la salud, la vivienda, la alimentación, la sindicalización y otras formas de organización laboral.

Estos son los derechos cuya vigencia el Estado debe garantizar por medio de las acciones que tome para establecer las condiciones materiales que hagan posible que estos derechos tengan una base concreta sobre la cual sea posible cumplirlos. Más que exigir el cumplimiento de estos derechos en abstracto, lo que los y las activistas y ciudadanos/as debemos hacer es exigir al Estado poner en práctica las medidas económicas, sociales y culturales contenidas en el Pacto, para que sirvan de plataforma concreta de la vigencia de estos derechos. Igualmente, la ciudadanía debe exigir la implementación de políticas públicas con enfoque de derechos humanos, sujetas a auditoría social.

Es obvio que no puede construirse un conjunto de condiciones materiales para que tengan vigencia los derechos económicos, si no se crean asimismo las condiciones sociales y culturales que le permitan a la ciudadanía trabajar de manera equitativa y satisfactoria. Lo cual indica que los derechos econó-micos, sociales y culturales no pueden separarse de los derechos civiles y políticos sino que constituyen una unidad diversa cuyo funcionamiento co-rrecto depende del equilibrio de sus partes. Sin desarrollo social y cultural no puede haber desarrollo económico. Y sin éste, no existe base material

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Gago Guerrero, http://revistas.ucm.es/der/02120364/articulos/ANDH0404110255A.PDF: 297. Ver también la Observación General No.3 del Comité DESC en Observaciones Generales.

Los derechos humanos de primera generación (1789 y 1948) son los derechos civiles y políticos que protegen al individuo frente al poder del Estado; por ejemplo el derecho a la libertad de expresión, al sufragio, la libertad de culto, etc. Los de segunda generación (1966) son relativos a la igualdad de todas las especificidades humanas, y son de carácter económico, social y cultural. Los de tercera generación (1980) se sintetizan en el derecho a un ambiente sano, y comprenden derechos alimenticios, demográficos, educativos, ecológicos, etc.

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Es necesario que cada persona y, en especial, cada trabajadora/or público, conozca la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos, Sociales y Culturales, para poder tener un manejo fluido de los criterios que animan la defensa de estos derechos, con la cual todas/os estamos comprometidos como ciudadanas/os y como trabajadoras/es de un Estado suscriptor de los documentos internacionales que nos ocupan.

Sobre el papel del Estado en cuanto a convertir los DESC en servicios públicos concretos, dice Pedro Francisco Gago Guerrero: “Los derechos humanos de la segunda generación encomiendan al Estado la adopción de las medidas necesarias para llevar a cabo sus contenidos. Una vez descubierta la política social, la salud, la economía, etc., entrarán en el ámbito de la política. Y dado que el Estado es democrático, los derechos se democratizarán, lo que eleva aún más el grado político de la vida, pues esta misma se politiza, y todo lo que queda afectado por los derechos quedará politizado, siendo precisa la conducta humana desde la esencia de lo político. Por ejemplo, la justicia social es en realidad una política de justicia, próxima al poder y no a la autoridad. Esta autoridad se funda en el orden. (…) Los derechos económicos, sociales y culturales han de depender de la capacidad económica de los países para alcanzarlos, aunque esto no debe de ser una excusa para no garantizar los derechos humanos (…) El Estado debería atender más a la capacidad para crear el desarrollo económico que distribuir los recursos a fin de ajustarse a la literalidad de los derechos. En caso contrario, los resultados serían desalentadores y contrarios a los fines perseguidos”.

En otras palabras, el Estado debe hacer cumplir estos derechos en el marco de un plan estratégico de desarrollo económico, y no como parte de planes asistencialistas que respondan a intereses sectoriales y no a un proyecto de nación, pues el asistencialismo concebido sectorialmente, además de lo que advierte Gago Guerrero, da lugar a la injerencia foránea en asuntos internos por medio de algunas agencias de financiamiento internacional, las cuales, además, manipulan según sus intereses la letra de los derechos humanos.

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En el Pacto que nos ocupa, se establecen los compromisos de los Estados firmantes del mismo para coadyuvar a proveer las condiciones materiales para el cumplimiento de los derechos económicos, sociales y culturales. En este sentido y en cuanto al derecho a la organización laboral, el Estado se compromete a garantizar:

“a) El derecho de toda persona a fundar sindicatos y a afiliarse al de su elección, con sujeción únicamente a los estatutos de la organización correspondiente, para promover y proteger sus intereses económicos y sociales. No podrán imponerse otras restricciones al ejercicio de este derecho que las que prescriba la ley y que sean necesarias en una sociedad democrática en interés de la seguridad nacional o del orden público, o para la protección de los derechos y libertades ajenos;

b) El derecho de los sindicatos a formar federaciones o confederaciones nacionales y el de éstas a fundar organizaciones sindicales internacionales o a afiliarse a las mismas;

c) El derecho de los sindicatos a funcionar sin obstáculos y sin otras limitaciones que las que prescriba la ley y que sean necesarias en una sociedad democrática en interés de la seguridad nacional o del orden público, o para la protección de los derechos y libertades ajenos;

d) El derecho de huelga, ejercido de conformidad con las leyes de cada país”.

En cuanto al derecho a la protección contra el hambre, el Estado se compromete a:

“a) Mejorar los métodos de producción, conservación y distribución de alimentos mediante la plena utilización de los conocimientos téc-nicos y científicos, la divulgación de principios sobre nutrición y el perfeccionamiento o la reforma de los regímenes agrarios de modo que se logre la explotación y la utilización más eficaces de las riquezas naturales.

b) Asegurar una distribución equitativa de los alimentos mundiales en relación con las necesidades, teniendo en cuenta los problemas que se plantean tanto a los países que importan productos alimenticios como a los que los exportan”.

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En lo referido al derecho al más alto nivel posible de salud física y mental, el Estado se compromete a procurar:

“a) La reducción de la mortinatalidad y de la mortalidad infantil, y el sano desarrollo de los niños;

b) El mejoramiento en todos sus aspectos de la higiene del trabajo y del medio ambiente;

c) La prevención y el tratamiento de las enfermedades epidémicas, endémicas, profesionales y de otra índole, y la lucha contra ellas;

d) La creación de condiciones que aseguren a todos asistencia médica y servicios médicos en caso de enfermedad”.

En cuanto a la educación, “los Estados Partes en el presente Pacto reconocen que, con objeto de lograr el pleno ejercicio de este derecho:

a) La enseñanza primaria debe ser obligatoria y asequible a todos gratuitamente;

b) La enseñanza secundaria, en sus diferentes formas, incluso la enseñanza secundaria técnica y profesional, debe ser generalizada y hacerse accesible a todos, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita;

c) La enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita;

d) Debe fomentarse o intensificarse, en la medida de lo posible, la e-ducación fundamental para aquellas personas que no hayan recibido o terminado el ciclo completo de instrucción primaria;

e) Se debe proseguir activamente el desarrollo del sistema escolar en todos los ciclos de la enseñanza, implantar un sistema adecuado de becas, y mejorar continuamente las condiciones materiales del cuerpo docente.

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Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las creadas por las autori-dades públicas, siempre que aquellas satisfagan las normas mínimas que el Estado prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.

Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la indispensable libertad para la investigación científica y para la activi-dad creadora.

Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen los beneficios que derivan del fomento y desarrollo de la cooperación y de las relaciones internacionales en cuestiones científicas y culturales.

Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a presentar, en conformidad con esta parte del Pacto, informes sobre las medidas que hayan adoptado, y los progresos realizados, con el fin de asegurar el respeto a los derechos reconocidos en el mismo.

Todos los informes serán presentados al Secretario General de las Naciones Unidas, quien transmitirá copias al Consejo Económico y Social para que las examine conforme a lo dispuesto en el presente Pacto”.

En cuanto suscriptor del Pacto, estos son los compromisos del Estado de Guatemala en cuanto a garantizar los derechos económicos, sociales y cul-turales. Todos los ciudadanos y, en primer lugar, los funcionarios de Estado en todas sus categorías, estamos obligados a velar porque el Estado cumpla con estos compromisos adquiridos, y a exigir por todos los medios legales que la vigencia de estos derechos constituya una realidad política. También nos obligamos a cumplir nosotros mismos con el respeto de estos derechos.

No olvidemos que estos derechos pueden resumirse así:

El derecho al trabajo en condiciones justas y favorables.

El derecho a la seguridad social, a un nivel de vida adecuado y a los niveles más altos posibles de bienestar físico y mental.

El derecho a la educación y el disfrute de los beneficios de la libertad cultural y el progreso científico.

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El Estado de Guatemala todavía está lejos de ser garante efectivo de los derechos humanos, sobre todo porque es un Estado que representa una economía que no ofrece empleo ni salario a toda su ciudadanía, por lo cual amplios conglomerados nacionales quedan marginados de la actividad eco-nómica. Este hecho determina que la llamada economía informal y sus for-mas delincuenciales y criminales (no toda la economía informal es delincuen-cial, como bien se sabe) tengan un favorable caldo de cultivo para su creci-miento, y también que la convivencia social ostente un carácter violento, dando así lugar a una cultura colectiva en la que los derechos humanos y el respeto a la vida sea una asignatura aún pendiente.

Es necesario reconocer que en la historia del país ha habido momentos en los que el Estado mismo ha desarrollado políticas públicas que han sido violatorias de los derechos humanos, como ocurrió durante las dictaduras de la prime-ra mitad del siglo XX y con el Estado militar-oligárquico que perpetró las políticas contrainsurgentes durante el llamado conflicto armado interno, el cual duró de 1960 a 1996. A partir del fin de ese conflicto, el país ha sido presa de la entrada indiscriminada de capitales corporativos transnacionales que han desnacionalizado la economía, y desde el Estado se han impulsado olas privatizadoras del patrimonio público, debilitando así la institucionalidad estatal. Por su parte, la delincuencia organizada ha llegado a dominar la vida cotidiana en la actualidad, sin que las fuerzas del orden público sean capaces de hacer valer las leyes y el sistema de justicia., todo ello en detrimento de los derechos humanos de la población.

En este marco, es necesario exigir el cumplimiento de los Acuer-dos de Paz como instrumento efectivo para alcanzar las condiciones concre-tas que sirvan de sustento al cumplimiento de los derechos económicos, sociales y culturales, a fin de que la ciudadanía, por medio del Estado, acceda a la institucionalidad adecuada para erradicar la impunidad, la violencia, la delincuencia organizada y la corrupción pública yendo a la raíz causal de todo esto: una economía dominada por sectores que expulsa a las mayorías de la diná-mica del empleo, el salario y el consumo.

Es en esta situación que una educación en estos derechos se hace necesaria para toda la ciudadanía, empezando por el personal que trabaja para el Estado, en todas sus dependencias y estratos. Lo cual tiene que ver con la misión institucional de los gobiernos, consistente en accionar políticamente para garantizar el cumplimiento de los derechos.

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Recordemos que lo importante es velar por que el Estado se ocupe de contribuir a crear las condiciones concretas para que estos derechos tengan una base de sustentación real que haga posible su observancia y su vigencia. La base de sustentación real para los derechos humanos en un Estado es su marco normativo, bajo el concepto de la obligación de adoptar todas las medidas. Estos derechos sólo pueden ser exigidos plenamente al Estado cuando éste represente una economía autosuficiente que haya incorporado a toda su ciudadanía al empleo, el salario y el consumo. Mientras la plataforma económica siga estando como está, el cumplimiento pleno de estos derechos será imposible, aunque hay que señalar que se pueden observar avances en el cumplimiento de los derechos humanos en el marco de un escaso desarrollo económico, y que este escaso desarrollo no es excusa para no luchar por hacer cumplir esos derechos. Lo que hay que entender es que la lucha por los mismos no se puede desligar de la lucha económica.

Como parte de la educación ciudadana en lo relativo a los DESC y a los derechos individuales en general, es necesario tener en cuenta los instrumentos jurídicos internacionales y nacionales que legitiman los compromisos del Estado al respecto, a fin de recurrir a ellos para dirimir cualquier problema legal que tenga que ver con su conculcación e incumplimiento. Es importante señalar, llegados a este punto, el espacio legal interno que la Constitución otorga a los tratados o convenios internacionales en materia de derechos humanos aceptados y ratificados por el Estado, como preeminentes sobre el derecho ordinario interno, con base en los artículos 44 a 46 de la misma Constitución Política. Estos instrumentos se enumeran a continuación.

Ver Observación General N° 3, en Observaciones Generales.6 .

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Instrumentos jurídicos internacionales para la defensa de los derechos económicos,

sociales y culturalesDeclaración Universal de Derechos humanos.

Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial.

Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad.

Convención Americana sobre Derechos Humanos – Pacto de San José de Costa Rica –.

Protocolo Facultativo a la Convención Americana sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales - Protocolo de San Salvador.

Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.

Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos y Degradantes.

Convención sobre los Derechos del Niño.

Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas.

Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio.

Convenios de la Organización Internacional del Trabajo, relativos a los derechos laborales y de sindicalización.

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Instrumentos jurídicos nacionales para la defensa de los derechos económicos,

sociales y culturales

Constitución Política de la República de Guatemala.

Código de Trabajo.

Acuerdo Global sobre Derechos Humanos (29 de marzo de 1994).

Acuerdo para el reasentamiento de las poblaciones desarraigadas por el enfrentamiento armado (de 23 de junio de 1994).

Acuerdo sobre la identidad y los derechos de los pueblos indígenas (31 de marzo de 1995).

Convenio Nº 169, de 1989, de la OIT relativo a los pueblos indígenas y tribales.

Reforma del Código del Trabajo, por el Decreto del Congreso Nº 64-92, de noviembre de 1992, y Declaración de la Corte de Constitucionalidad según la cual los artículos 232 a 235 del Código Penal se declaran nulos de pleno derecho por estar en conflicto con el artículo 4 de la Constitución, según el cual todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad, deberes y derechos.

Específicos

GeneralesLey del Sistema Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SINASAN).

Ley marco de los Acuerdos de Paz.

Ley de la Vivienda (debe reformarse).

Ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia.

Ley de Descentralización.

Ley de los Consejos de Desarrollo Urbano y Rural.

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Glosario

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Hijos y nietos de españoles nacidos en América como consecuencia de la guerra de conquista y la colonización. Hasta la fecha, en Guatemala hay una élite criolla que reclama “pureza de sangre” respecto a los indígenas y los ladinos.

Es la capacidad física y mental de un individuo, la cual pone en venta a cambio de un salario por tiempo.

Es la unidad de los medios de producción (tierras, instrumentos, maquinaria) y la fuerza de trabajo humana.

Es la noción según la cual, como el individuo vale por sí mismo, no necesita de los demás para realizarse económica y socialmente. Surge como consecuencia del desarrollo capitalista en Europa y ha llegado a acentuarse hasta niveles patológicos observables en las sociedades primermundistas de hoy. Por ejemplo, en los altos índices de adicciones, suicidios y asesinatos masivos por parte de niños y adolescentes en sus planteles educativos, debido todo al aislamiento y la incomunicación a que el individualismo extremo somete a los seres humanos, llevándolos a la desesperación emocional y a las patologías psicológicas por condicionamiento social.

Es algo consustancial e inseparable del objeto o sujeto de que se trate. Las religiones dicen que la conciencia de la Divinidad es inmanente porque to-dos emanamos de ella. En cuanto a la inmanencia de los derechos humanos, ésta se refiere a una convención social y política que los ha declarado inmanentes. En otras palabras, la persona humana nace jurídicamente con ellos porque así lo han dispuesto las Naciones Unidas y los Estados firman-tes que han aceptado esta convención.

Criollos latinoamericanos:

Fuerza de trabajo:

Fuerzas productivas:

Individualismo filosófico:

Inmanente:

Durante la época feudal, que corre desde la caída del imperio romano (siglos III al XIV), hasta el Renacimiento en Italia (que empieza a fines del siglo XV), los siervos eran campesinos que trabajaban las tierras de los señores o terratenientes feudales, a quienes tributaban en especie. También tenían tierras propias de las cuales debían dar un tributo a sus patrones, los cuales a su vez tributaban a su rey o reina.

Cantidad de grano, animales y cultivos en general que llenan la cuota esta-blecida del tributo feudal. El tributo en dinero sería el equivalente en mo-neda del valor asignado a la cantidad de tributo en especie.

Siervos y terratenientes feudales:

Tributo en especie:

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Carrillo Salcedo, J.A. Soberanía de los Estados y Derechos humanos en Derecho internacional contemporáneo. Madrid: Tecnos, 2001.

Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. http://clio.rediris.es/n31/derechosmujer.pdf

Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. http://www.aidh.org/uni/Formation/01Home2_e.htm

Declaración Universal de Derechos humanos. http://www.cinu.org.mx/onu/documentos/dudh.htm

Gago Guerrero, Pedro Francisco. “El Estado como sujeto de los derechos económicos, políticos y sociales”. Anuario de Derechos Humanos. Nueva Época. Vol. 5. Madrid: Universidad Complutense, 2004: 255-12.

Mestre Chust, José Vicente. Legitimación filosófica de los Derechos humanos. http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/mestre37.pdf

Observaciones Generales del Comité de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales. New York: ONU, sf.

Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. http://www.cinu.org.mx/onu/documentos/pidesc.htm

Ricoeur, Paul, Coord. Los fundamentos filosóficos de los derechos humanos. Barcelona: Serbal/UNESCO, 1985.

Bibliografía

Bib

lio

gra

fía

COPREDEH