Los Escorados de La Historia

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1 Los escorados de la Historia HARRY ALMELA la gente dirá que los hechos que contáis son demasiado monstruosos para ser creídos; dirá que son exageraciones de la propaganda aliada . Primo Levi, Los hundidos y los salvados. (A Rubén Ackerman, mi rabí) El nacimiento, fulgor, decadencia y muerte del trasatlántico de lujo  Cap Arcona, reúne las barajitas necesarias para acceder a la categoría de lo increíble, por lo aterrador de su historia. A comienzos de la guerra en 1939, el buque insignia y orgullo de la marina mercante alemana pasó a manos del III Reich y estuvo anclado, durante la mayor parte del conflicto, en la bahía de Dantzig, la actual Gdansk en Polonia, sirviendo de alojamiento a oficiales de la Armada nazi. Su gris y fastidiada suerte cambia en 1942, cuando pasa a servir de plató  para la versión nazi de Titanic, producida por la Universum Film AG (UFA), bajo control del Ministerio de Propaganda del Reich, es decir, del sólido e insípido Joseph Goebbels. ¿El argumento? Un panfletario alegato contra el capital judío y la imprudencia de los ricos inversores ingleses, mientras un primer oficial nacido en Alemania surge como héroe. La actriz principal será Sybille Schmitz, la más reconocida del Reich en su momento, recordada por la mítica Vampyr  (1932) de Carl Theodor Dreyer, y que terminaría sus días alcohólica, toxicómana y escupida por la historia, suicidándose en 1955. Las tomas, cabe suponer, no se filmaron sin conflicto. Habría que imaginar el escenario. Repentinas y ululantes sirenas de alarma, problemas de agua y electricidad, las muy enloquecidas bacanales de parte del personal militar con artistas, extras y técnicos quienes, en medio de los avatares de una guerra enloquecida, devoran caviar y brindan con champán a la vista de unos combatientes nazis que tiene su preocupación en otros escenarios. Un gozoso apocalipsis -como le gustaría decir a Herman Broch- digno de alguna escena de Apocalipsis now. Tal demencia incluye el último capítulo de la vida de su director Herbert Selpin, veterano y algo políticamente neutro quien, en medio de una lúcida  borrachera, osó hablar mal de los militares del R eich. Luego de ser detenido por la Gestapo

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Los escorados de la Historia

HARRY ALMELA 

…la gente dirá que los hechos que contáis son demasiadomonstruosos para ser creídos; dirá que son exageraciones de

la propaganda aliada.Primo Levi, Los hundidos y los salvados.

(A Rubén Ackerman, mi rabí) 

El nacimiento, fulgor, decadencia y muerte del trasatlántico de lujo Cap Arcona, reúne

las barajitas necesarias para acceder a la categoría de lo increíble, por lo aterrador de su

historia.

A comienzos de la guerra en 1939, el buque insignia y orgullo de la marina mercante

alemana pasó a manos del III Reich y estuvo anclado, durante la mayor parte del conflicto,

en la bahía de Dantzig, la actual Gdansk en Polonia, sirviendo de alojamiento a oficiales de

la Armada nazi. Su gris y fastidiada suerte cambia en 1942, cuando pasa a servir de plató

 para la versión nazi de Titanic, producida por la Universum Film AG (UFA), bajo control

del Ministerio de Propaganda del Reich, es decir, del sólido e insípido Joseph Goebbels.

¿El argumento? Un panfletario alegato contra el capital judío y la imprudencia de los ricos

inversores ingleses, mientras un primer oficial nacido en Alemania surge como héroe. La

actriz principal será Sybille Schmitz, la más reconocida del Reich en su momento,

recordada por la mítica Vampyr  (1932) de Carl Theodor Dreyer, y que terminaría sus días

alcohólica, toxicómana y escupida por la historia, suicidándose en 1955.

Las tomas, cabe suponer, no se filmaron sin conflicto. Habría que imaginar el

escenario. Repentinas y ululantes sirenas de alarma, problemas de agua y electricidad, las

muy enloquecidas bacanales de parte del personal militar con artistas, extras y técnicos

quienes, en medio de los avatares de una guerra enloquecida, devoran caviar y brindan con

champán a la vista de unos combatientes nazis que tiene su preocupación en otros

escenarios. Un gozoso apocalipsis -como le gustaría decir a Herman Broch- digno de

alguna escena de Apocalipsis now. Tal demencia incluye el último capítulo de la vida de su

director Herbert Selpin, veterano y algo políticamente neutro quien, en medio de una lúcida

 borrachera, osó hablar mal de los militares del Reich. Luego de ser detenido por la Gestapo

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y sin mostrar arrepentimiento alguno, Selpin aparece muerto en su celda el 1 de agosto de

1942, como consecuencia de un suicidio al estilo nazi. La película fue concluida por su

asistente y amigo, Robert Klinger, involucrado en la delación junto al guionista Walter

Zelnett.

Pero ya en 1942 la cosa se le complicaba a los alemanes, sobre todo en el Este y luego

de Stalingrado. Temiendo que las escenas del hundimiento fuesen interpretadas como una

metáfora del III Reich, Goebbels prohíbe la película en Alemania (toda censura es

expresión de alguna paranoia), estrenándose en Praga recién en septiembre de 1943 y luego

 proyectada en algunos países ocupados, con poca y bastarda gloria, por lo demás. Como

dato curioso, varias de sus escenas fueron recuperadas en 1958 para la versión inglesa del

célebre hundimiento,  La última noche del Titanic, de Roy Ward Baker. James Cameron

debió verla en algún momento, sobre todo en lo que respecta al lado sentimental y

romántico. En 2012, History Channel  estrena un documental muy completo y que incluye

su trágico final. Lacónicamente, se titula El Titanic nazi.

Propiedad de la empresa Hamburg Süd, el Cap Arcona fue botado el 19 de noviembre

de 1927. Cubría la ruta Hamburgo-Buenos Aires, con escalas en Boulogne Saint-Martin,

Southampton, La Coruña, Vigo, Lisboa, Madeira, Río de Janeiro, Santos y Montevideo.

Una tripulación de 630 personas atendía con esmero y alemana pulcritud a 1.315 pasajeros.

Podía uno tropezarse en el puente con príncipes, aristócratas, artistas y millonarios de toda

ralea de ambos lados del Atlántico. Todo un derroche de glamour  de la época, con banda

sonora del Cheek to Cheek   de Fred Astaire. Entre sus servicios ofrecía una piscina

climatizada y cancha de tenis con medidas oficiales, varios restaurantes a gusto de los

delicados y exigentes comensales, salones de baile y camarotes de primera, segunda o

tercera clase sobriamente distribuidos en un espacio de 205 metros de eslora, 25 de manga

y 14 de puntal.

Su ocaso tiene una fecha: 3 de mayo de 1945, a pocos días del suicidio de Adolf Hitler

y ya próxima la capitulación en Berlín. Y tiene nombres propios: la Operación Hannibal , el

campo de concentración de Neuengamme y las Marchas de la Muerte.

La Operación Hannibal , bajo las órdenes del Gran Almirante Karl Dönitz, se inicia en

enero de 1945 y va a tener como objetivo transportar a Dinamarca (aún ocupada por los

nazis) la mayor cantidad de civiles y de los diezmados restos del ejército alemán apostado

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en la cornisa norte de Alemania y Polonia, ante el avance de los rusos y la agonía del

glorioso Reich de Mil Años. Se trataba de una masiva movilización por tierra y mar que

concentró todos los recursos navales de la zona, entre ellos el Cap Arcona, anclado ahora

en medio de la bahía de Lübeck, mientras el Athen, el Deutschland y el Thielbek , de menor

calado, lo hacían en el puerto. Como quiera que los nazis también deseaban ocultar sus

responsabilidades en Schoá, iniciaron la movilización de prisioneros desde el cercano lager  

de Neuengamme, a escasos 25 km. de Hamburgo. Entre el 19 y el 26 de abril de 1945, unos

11.000 presos entre hombres, mujeres y niños, fueron trasladados al puerto de Lübeck en

vagones de mercancía. Quienes no cabían allí por el hacinamiento, van a hacer el trayecto a

 pie, dando continuidad a las tristemente célebres Marchas de la Muerte, nombre con el que

es conocido uno de los eventos más infamantes de la humanidad: el traslado de presos de

toda índole, la mayoría de origen judío, durante días e incluso semanas, por lodazales y

 bosques, sin alimento ni medicinas, bajo severas condiciones climáticas. Quien se resistiese

o no resistía, simplemente era asesinado con un disparo en la nuca por parte de miembros

de las SS , encargados de la rutina, y abandonados al borde del camino.

Por orden de Heinrich Himmler y a sugerencia del Gauletier   de Hamburgo, Karl

Kauffman y el SS-Gruppenführer  Georg-Henning von Bassewitz-Behr, el destino de esta

mercancía humana sería embarcarla a bordo del Athen y el Thielbek  desde la costa hasta el

Cap Arcona y lanzarla al mar. Su capitán, Heinrich Bertram, se negó en redondo a cumplir

la orden, hasta que la amenaza de fusilarle hizo su puntual efecto. El 28 de abril había allí

cerca de 6.500 condenados en las más precarias circunstancias. Apenas contaban con agua

 potable y comida. A la insalubridad, se sumaba la falta de medicamentos. Los cadáveres se

enviaban a tierra en barcazas. El día de la catástrofe, a bordo podían contarse unos 4.600

 pasajeros con destino a la muerte, más unos 200 sabuesos rubios de las SS  que, a punta de

 pistola, intentaban mantener un imposible orden. El resto de los prisioneros se quedaron en

la costa o en las otras tres naves.

Los furiosos caza-bombarderos ingleses divisaron al ya viejo y decadente trasatlántico

cerca del mediodía del 3 de mayo, pero la visibilidad no les ayudaba. Volvieron dos horas

después. Como llevaba bandera nazi, fue bombardeado sin advertencia ni clemencia. Los

 prisioneros trataban de avisar como podían a sus atacantes, que concluyeron su trabajo en

 pocos minutos. Sesenta y tres bombas cayeron sobre el Cap Arcona, que en medio de la

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negra humareda escoró a babor para hundirse lentamente en un mar a cuatro grados

centígrados. Sólo una bomba no dio en el blanco.

 No es fácil imaginar las escenas de esa trampajaula sobre el mar helado y sin salida

alguna. Para evitar posibles fugas, las SS  habían retirado y guardado bajo llave todos los

salvavidas, chalecos y demás posibilidades de flotación. De las cerca de 6.500, lograron

sobrevivir unas 360 personas. Un desastre marítimo superior al del muy recordado RMS

Titanic aquella noche de abril de 1912. Al día siguiente, las tropas aliadas ingresaron en un

vaciado y fantasmal campo de Neuengamme. Cinco días después, terminaba la guerra en

Europa.

Los cadáveres fueron sepultados en fosas comunes a lo largo de la costa entre Lübeck

y Pelzerhaken. Los supervivientes hicieron construir un cenotafio de piedra con el siguiente

texto: “A la memoria eterna de los deportados del campo de concentración de

 Neuengamme. Murieron durante el naufragio del Cap Arcona el 3 de mayo de 1945”. Los

ingleses nunca ofrecieron disculpas por tal equivocación. No ha habido discursos ni

ofrendas florales. Aún a mediados de 1970, llegaban cadáveres al puerto y sus alrededores.

El Foreign Office de Londres ordenó mantener en secreto toda la información relacionada

hasta el año 2045.

¿Quién erigirá -y cuándo- un cenotafio similar en algún pueblo del Mediterráneo, en

memoria de las miles de víctimas provenientes del África subsahariana y del Medio Oriente

en los últimos años? ¿Quiénes -y cuándo- ofrecerán alguna disculpa?

 No sé si me explico.