Los espejos venecianos
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Sin duda, Joan Manuel Gisbert es uno de esos escritores autodidactas que
escriben por el simple y puro placer de escribir. Su formación nace más de la vocación y
del interés que de la preparación académica a la que tuvo que renunciar por la pronta
muerte del padre. Nació en Barcelona, en 1949, y según dice desde los catorce años
sintió un impulso de escribir que no culminó hasta 1979, fecha de la publicación de
Escenarios fantásticos, obra que le valió el Premio de la CCEI. Dos años antes, había
viajado a París para recibir clases de teatro pero, aunque dirigió y escribió teatro durante
algún tiempo así como guiones dramáticos para televisión, su única actividad está
centrada en la escritura y en la difusión de su literatura.
Se le considera pieza clave en la creación de la literatura juvenil, género que él
considera un hecho incuestionable. Sus fuentes son tan eclécticas como su formación,
entre las que podemos mencionar autores notables de la literatura fantástica y de ciencia
ficción que van de Lord Dunsany o Julio Verne hasta C. S. Lewis o Arthur C. Clark.
Su labor como escritor ha sido reconocida desde el primer momento y ha
recibido numerosos premios y galardones: El misterio de la isla de Tökland (1981)
obtuvo el Premio Lazarillo de creación literaria en su edición de 1980 y figuró en la
Lista de honor del Premio Andersen, Leyendas del planeta Thamyris (1982) fue
declarada en 1983 Libro de Interés Infantil por el Ministerio de Cultura, El museo de los
sueños (1984) obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, La noche del
eclipse (1990) fue galardonado con el Premio Gran Angular y La voz de madrugada
recibió el Premio Edebé en 1995, El misterio de la mujer autómata (1990) y El mensaje
de los pájaros le supusieron el Premio Barco de Vapor.
Con todo y a pesar de su enorme éxito, Joan Manuel Gisbert no se pierde en las
recetas que las editoriales dan para la creación de la LIJ, generando temas propios que
hacen que muchos críticos le consideren el creador de un nuevo género dentro de la
literatura española. Como escritor, da gran importancia al cuidado formal y al estilo en
la creación de unas obras a las que pueden acceder jóvenes y adultos, si bien los
primeros gozan de la ventaja de la mirada inocente y de la voluntad de querer creer y
asombrarse.
De gran peso consideramos su idea de para qué sirve la literatura, a la que
responde diciendo1 que “además de ser el territorio supremo del lenguaje –nosotros
1 http://revistababar.com
diríamos lengua-, constituye una vía insustituible entre las diversas formas de creación,
expresión y comunicación humana.”. Esta respuesta bien podría configurar una
definición alternativa de qué es literatura ya que engloba todo aquello que significa la
literatura: comunicación, expresión y creación artística diferenciada de los otros tipos de
uso de la lengua.
La novela los espejos venecianos narra las peripecias de un estudiante de historia
de primer año, Giovanni, que se ve envuelto en un misterio que siente la irrefrenable
necesidad de esclarecer. Frente a la habitación que muy oportunamente le ha ofrecido
una mujer, Alessandra, a las puertas de una residencia de estudiantes que aparentemente
está al completo, se halla un abandonado palacio que desde un primer momento genera
en el estudiante una inquietud y una curiosidad que le impulsan a indagar de muy
diferentes formas.
Todas y cada una de sus pesquisas le avocan a entrar en el palacio donde ha
averiguado que se desarrolló un drama a causa del cual desapareció el último de sus
habitantes, una misteriosa mujer llamada Beatrice Balzani. En su interior, descubre los
misteriosos espejos que dan título a la novela y que esconden la clave para resolver un
misterio que nadie ha desentrañado. Tras dos incursiones, el fantasma de Beatrice
parece manifestarse, en la tercera, ante Giovanni para desvelarle el lugar donde fue
depositado su cadáver. Una triste carta situada junto al féretro, que se halla escondido
tras unos de los espejos, le agradece el haber desvelado un misterio que, tras enterrar su
cuerpo en tierra santa, debe permanecer como tal.
Giovanni no duda en cumplir la última voluntad de la desgraciada víctima de la
codicia del tío y narra todos y cada uno de los hechos a su profesor de universidad,
Giacomo Amadio, y a sus dos amigos y cómplices de investigación, Lena y Paolo. Ante
su asombro, el profesor de Historia le cuenta que todo ha sido un experimento que lleva
a cabo cada año con uno de sus alumnos; él mismo junto a la casera, los propios amigos
de Giovanni y los compañeros de curso ha urdido un elaborado plan para ver hasta
dónde podría llegar un alumno de primer año. Le explica, además, el misterio de unos
espejos que tienen mucho de truco y nada de magia y le felicita por haber llegado
mucho más lejos de lo que él esperaba que llegara. Se cumple la última voluntad de
Beatrice y continúa unos estudios que culmina con éxito.
Los espejos venecianos es una novela sólida donde los personajes son creíbles,
las situaciones despiertan un gran interés y la trama genera una gran expectación final.
Los diálogos son fluidos y están elaborados con gran acierto. Cada personaje parece
poseer una voz propia que le identifica como tal o cual individuo.
La trama se sostiene a lo largo de toda la novela sin que se produzcan altos y
bajos y la revelación final no merma la credibilidad de ésta, es más, la vuelta de tuerca
no rompe las expectativas del lector sino que genera a su vez otras nuevas: ¿será real la
aparición de Beatrice?, ¿puede ser ella otra instigadora del descubrimiento?; al terminar
la novela, el lector se encuentra con un abanico de posibilidades que ha de desentrañar
solo, esta vez, sin la ayuda del texto.
Los personajes son, sencillamente, encantadores. En pocas líneas Giovanni te ha
atrapado con su ingenuidad y sus ganas de saber, Lena y Paolo parecen ser esos
compañeros fieles que todos hemos querido tener, el profesor Giacomo es un personaje
cargado de sugerencias a caballo entre el mentor severo y el tutor preocupado. Son
todos ellos personajes de gran rotundidad que dan solidez a una obra ya de por sí sólida.
Los intertextos a los que, inevitablemente, nos conduce esta novela son tantos y
tan amplios que sería tarea vana mencionarlos en esta reseña. Podríamos jugar en el aula
con las leyendas urbanas de Bloody Mary, Candyman y un largo etc., con la magia
ancestral de los espejos recogida en tantas y tantas mitologías, incluso podríamos hacer
referencia al espejo que Harry Potter encuentra en Hogwarts. Lo importante es que es
un texto cargado de claves que nos permite realizar todo tipo de actividades prelectoras,
lectoras y postlectoras.
En cuanto al estilo, encontramos un alto grado de elaboración y cuidado formal.
El léxico no sólo es adecuado sino que ofrece un amplio vocabulario desconocido por
los más jóvenes que puede, sin lugar a dudas, complementar su formación lingüística.
La única pega de esta novela es la misma que encontramos -salvando las grandes
diferencias existentes- en obras como Los pilares de la tierra o La catedral que intentan
llevar a personajes y personalidades propias del siglo XX a épocas pasadas bajo el
adorno de algo que es propio de dichas épocas, en unos casos una catedral y en este una
Venecia de finales del siglo XVIII. Las actuaciones y motivaciones de los personajes de
Los espejos venecianos son las de los estudiantes de nuestra época; hay “botellones”
enmascarados tras jarros de vino, chicas que se escapan de sus casas a altas horas de la
noche, etc. Con todo, se pueden y se deben hacer objeciones a esta pequeña crítica; una
de ellas podría ser que lo que aquí se considera un fallo puede ser un elemento que
enganche al joven lector por sentirse más identificado.
Finalmente, este libro se podría y debería trabajar en el aula por diferentes
razones; la primera de ellas, el cuidado formal que apunta a una literatura de calidad, la
segunda, el alto grado de espesor imaginario que encierra la obra, la tercera, la acertada
elaboración de la trama. Por último, esta obra nos serviría muy bien para ejemplificar el
género de misterio sin tener que recurrir a los consabidos autores anglosajones.