LOS FUSILAMIENTOS DEL TRES DE MAYO

FRANCISCO DE GOYA

Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) fue un pintor español del siglo XIX. Bajo los reinados de Carlos III y Carlos IV había llegado a lo más alto a lo que podía aspirar un artista de la época: Pintor del Rey, director de la Academia de Bellas Artes, Primer Pintor de Corte…

Es considerado uno de los mejores pintores de todos los tiempos.

Los fusilamientos del tres de mayo.

El 2 de mayo de 1808 el pueblo de Madrid se levantó frente a la ocupación francesa. Las tropas de Napoleón respondieron con una fuerte represión. Años después, Goya pintó este cuadro para demostrar su patriotismo. Buscaba congraciarse con Fernando VII puesto que figuraba en una lista de colaboracionistas con los franceses y temía por su vida.

Había pintado el retrato de militares franceses, de notorios afrancesados e incluso de José Bonaparte. Por si cupiera alguna duda había recibido la máxima condecoración del reinado bonapartista, la Orden Real de España. El Goya ilustrado quizá había visto en los franceses el soplo de aire fresco que necesitaba una España anquilosada.

Uno de los cuadros con más carga emotiva de la historia. En parte por su ejecución de bruscas pinceladas expresionistas y en parte por su composición: una nítida contraposición entre dos conjuntos. Las víctimas forman un grupo desordenado, con los ojos cerrados o desorbitados mirando hacia diversos puntos y las manos en diferentes gesticulaciones.

Los verdugos, por su parte, son una pura máquina de matar: una línea recta que parece continuar hasta el infinito; piernas y bayonetas perfectamente paralelas; ningún rostro visible, solo la mano del primer soldado.

En algunos puntos del cielo parece clarear. En efecto, la hora habitual para las ejecuciones era justo antes del alba.

Los edificios de apariencia religiosa recuerdan que tanto víctimas como verdugos son cristianos.

El protagonista. Tiene la tez oscura para resaltar la expresividad en contraste con la camisa.

La sangre recubre diversas partes del caído, pero no sus manos (sus manos

estaban limpias de sangre).

El fraile tiene las manos juntas, demasiado bajas para estar rezando. Quizá lo que sucede en realidad es que la tiene atadas.

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Las víctimas aparecen divididas en tres planos. En un primer plano yacen los fusilados (1). En el centro los que están a punto de morir (2). Al fondo, los que dentro de poco tendrán que colocarse ante el pelotón (3).

UN MARTIRIO LAICO.

La figura central, símbolo del pueblo, es un eco de un Jesucristo crucificado. Sus colores, blanco y amarillo, son los mismos que los de la bandera papal.

Si se observa detenidamente en la mano se comprueba que Goya pintó unas heridas que evocan los estigmas.

La colina, que sirve de telón de fondo podría simbolizar el Gólgota.

La composición con las víctimas arrodilladas, recuerda mucho las pinturas españolas de santos y apóstoles.

Esta figura borrosa se asemeja bastante a una virgen con un niño en brazos.

Este cuadro no adquirirá su importancia hasta mucho tiempo después. Con el paso del tiempo, la imagen quedó convertida en icono, se transformó en el primer cuadro antibelicista de la historia. La guerra ya no se retrataba como un acto heroico y sublime, sino como algo atroz. De hecho será imitado por dos de los más grandes artistas de la pintura: Édouard Manet y Pablo Picasso.

LA EJECUCIÓN DEL EMPERADOR MAXIMILIANO, ÉDOUARD MANET, 1867.

MASACRE EN COREA, PICASSO 1950.