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Los lobos hambrientos y el tributo a Dios: Conflictos sociales en torno a los diezmos en Charcas colonial Rossana Barragán Sinclair Thomson INTRODUCCION Hace diez años, empeñados en construir las series de diezmos en los obispados perua- nos , L. Huertas y N. Camero llamaron la atención sobre la "multivalencia" de esta fuente his- tórica (L. Huertas y N. Camero, I 983b:50). A pesar de haber sido una importante preocupa- ción de la administrJción secular y eclesiástica en la colonia, y no obstante la significativa documentación sobre diezmos y la abundante historiografía europea tan apta para el análisis comparntivo, existen pocos estudios al respecto en los Andes. Distintos factores pueden explicar esta escasez. Para empezar, las series sobre diezmos en América colonial no son tan comple- tas y consistentes como en el caso europeo, impedimento que conlleva otrns dificultades metodológicas para la historia económica. El complejo aspecto técnico al que se añaden las vicisitudes y peculiaridades de la legislación diezmal han contribuido también a su reputación de aridez y enredo. Quisiérnmos volver a insistir, s in embargo, en que la complejidad de los diezmos encu- bre su verdadern riqueza. Dentro de la propia historiografía europea, se ha enfatizado el aspecto de los diezmos como indicador económico indirecto más que su plena "multivalencia" social. Generdimentc las investigaciones europeas han utilizado los diezmos para medir las tendencias N 2 2, diciembre 1993 305

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Los lobos hambrientos y el tributo a Dios:

Conflictos sociales en torno a los diezmos en Charcas colonial

Rossana Barragán Sinclair Thomson

INTRODUCCION

Hace diez años, empeñados en construir las series de diezmos en los obispados perua­nos , L. Huertas y N. Camero llamaron la atención sobre la "multivalencia" de esta fuente his­tórica (L. Huertas y N. Camero, I 983b:50). A pesar de haber sido una importante preocupa­ción de la administrJción secular y eclesiástica en la colonia, y no obstante la significativa documentación sobre diezmos y la abundante historiografía europea tan apta para el análisis comparntivo, existen pocos estudios al respecto en los Andes. Distintos factores pueden explicar esta escasez. Para empezar, las series sobre diezmos en América colonial no son tan comple­tas y consistentes como en el caso europeo, impedimento que conlleva otrns dificultades metodológicas para la historia económica. El complejo aspecto técnico al que se añaden las vicisitudes y peculiaridades de la legislación diezmal han contribuido también a su reputación de aridez y enredo.

Quisiérnmos volver a insistir, sin embargo, en que la complejidad de los diezmos encu­bre su verdadern riqueza. Dentro de la propia historiografía europea, se ha enfatizado el aspecto de los diezmos como indicador económico indirecto más que su plena "multivalencia" social. Generdimentc las investigaciones europeas han utilizado los diezmos para medir las tendencias

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de evolución en la producción agrícola y los precios, dentro de un marco más amplio de aná­lisis de las relaciones entre población, producción, consumo e ingresos, y los cambios en estas relaciones a través del tiempo(!). En los Andes se podrían abordar con gran beneficio muchos otros campos, además de la producción agrícola, examinando los diezmos como principal fuente de ingresos de la Iglesia, escenario de competencia entre los poderes seculares y eclesiásticos, y ejercicio de poder económico y político de las elites locales y provinciales(2).

En este trabajo, nuestro interés apunta hacia los conflictos sociales entre productores comunitarios y las esferas seculares y eclesiásticas vinculadas a la apropiación de los diezmos. Si en términos formales los diezmos sólo remiten a un impuesto eclesiástico sobre la producción agrícola y pecuaria, ellos nos permiten aproximarnos al sistema colonial en su conjunto y en toda su evolución. En nuestra investigación, los complejos conflictos sociales en tomo a los diezmos han constituido una "ventana" hacia procesos y dinámicas coloniales de primera im­portancia, como intentaremos demostrar. El trabajo tiene una cobertura "macro-regional", el surandino colonial, y un enfoque de larga duración, desde fines del siglo XVI hasta principios del siglo XIX(3).

Además de enfatizar la rica dimensión social de los diezmos, esperamos contribuir a la aclaración de un tema notoriamente enredado. Hemos identificado en este trabajo algunos de los problemas centrales de los diezmos y avanzamos algunas hipótesis para su explicación. Sin embargo no pretendemos que a nivel historiográfico se pueda dilucidar el tema totalmente. La misma documentación refleja las "dudas y controversias" que confrontaban las autorida­des eclesiásticas, las de la Audiencia, y los mismos "sujetos diezmales". Estas "dudas y con­troversias", como se las designa en los documentos, provienen no sólo del surgimiento de si­tuaciones nuevas no contempladas en la legislación como es el caso de la expansión del sistema de arrendamiento o la presencia de fomsteros y agregados, sino también de una serie de luchas y negociaciones inmersas en la trama de los intereses económicos y políticos de la Corona, de la Iglesia, de las elites locales, y de los propios comunarios y arrenderos.

La problemática de los "diezmos" está por lo tanto mucho más lejos de lo que estrechas definiciones legislativas nos pueden evocar y sugerir a primera vista. Los diezmos represen-

(1) Ver E. Le Roy Ladurie y J.Goy, 1982. (2) Un trabajo reciente que aborda el tema de los diezmos en este sentido es el de G. Ramos 1992, aunque

no tuvimos la oportunidad de consultarlo. (3) Esta cobertura no corresponde estrictamente al esquema de las jurisdicciones administrativas colonia­

les. Si la mayoría de los casos proviene del distrito de la Audiencia de Charcas, y lo que hoy constitu­ye territorio boliviano, también nos referimos a zonas al norte del Lago Titicaca que forman parte del espacio mayor del surandino.Las jurisdicciones eclesiásticas que más nos ocupan son el Obispado de La Paz y el Arzobispado de La Plata, aunque citamos también material referente al área cochabambina perteneciente al Obispado de Santa Cruz de la Sierra Este trabajo se basa en documentación existente en el Archivo Nacional de Bolivia (ANB), el Archivo de La Paz (ALP), el Archivo de la Catedral de La Paz (AC), el Archivo del Arzobispado de La Paz (AA), el Archivo General de Indias en Sevilla (AGI) y el Archivo General de la Nación en Buenos Aires (AGNA). Nuestro conocimiento de los materiales del Archivo Histórico de Cochabamba pro­viene sobre todo de la compilación de Raimund Schramm, 1990. Agradecemos las observaciones y el estímulo que nos ha proporcionado Enrique Tandeter; los documentos y conocimientos aportados por Ana María Lema; y los comentarios de Brooke Larson.

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tan un "nudo" en tomo al cual enconttamos otros innumerables "nudos" que constituyen en conjunto una parte importante del khipu y registro colonial. De este enmarañado khipu, he­mos detectado claramente dos planos coyunturales en el conflicto sobre diezmos. La primera coyuntura perduró a través de todo el periodo colonial, emergiendo desde fines del siglo XVI. En ésta planteamos que los conflictos tuvieron su origen.por una parte, en las transformacio­nes (fundamentales que estaba conociendo) de la estructura agraria especialmente en el surgimiento de arrendatarios tanto en haciendas españolas como en territorios de comunidadPor otra parte, los conflictos resultaron también de la lucha de la Iglesia que intentaba no sólo actualizar sino ampliar su sistema impositivo aprovechando los "vacíos" legislativos y las transformaciones agrarias, demográfico-poblacionales y económicas de la sociedad colonial. Este plano está entonces analizado en la primera parte de este trabajo donde la Iglesia y las comunidades fueron los principales protagonistas. El segundo plano, sobrepuesto al primero, está marcado por la agudización y multiplicación de los conflictos relacionados esta vez con la coyuntura de la época colonial tardía. En esta etapa la Iglesia ya no fue directamente la protagonista sino los diezmeros cobradores. El análisis coyuntural de este período, desde me­diados del siglo XVIII hasta principios del XIX, permite aproximamos a la notable prolifera­ción de documentos sobre diezmos y a los conflictos sociales con que nos hemos topado en esta fase. Finalmente, en una tercera parte, se sintetiza la evolución del conflicto a largo plazo analizando los criterios utilizados por los distintos sectores involucrados en la lucha.

l. TRIBUTOS Y RENTAS ESPIRITUALES

Si el tributo era pagado a la Corona Española, el diezmo marcaba el vasallaje espiritual ante Dios, como recordó la Catedral de La Plata a sus representantes :

" ... (Que) les den a entender (a los indios) las obligaciones que tienen de pagar las di­chas veintenas y que éste es un tributo a Dios Nuestro Señor en señal del dominio uni­versal y ser Criador de todas las cosas" (ANB EC 1777 No. 184, fs. 63v-64).

El importe de este impuesto a la producción agrícola y al ganado fue destinado funda­mentalmente a los minis1ros eclesiásticos de Dios para el sustento de su Iglesia. Los ingresos se dividían en varias partes: un tercio (1/3) para la manutención de los "seminarios" y mitad (1/2) para el alimento de los prelados y prebendados. El resto era dividido en 9 partes de las que 2 iban a la Corona como "reconocimiento a su señorío", 4 para los curas y sacristanes y 3 para los hospitales, las iglesias catedrales y parroquiales (Escalona Agüero 1647-1941: 269-271)(4). La primera reglamentación en las Indias sobre la forma de cobranza a los productos sometidos al diezmo se remonta a 1501, año en que los Reyes Católicos recibieron la concesión papal para percibir los diezmos (S. Dubrowsky 1989)(5). La ley ordenó que de 10 medidas se

(4) Para el sistema de administración y distribución eclesiástica de las rentas decimales en el Obispado de Cusco, ver L. Huertas y N. Camero, 1983b.

(5) Un panorama general de la legislación sobre diezmos en las Indias se encuentra en S. Dubrowsky, 1989.

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pagara una (10% ), sobre los productos agrícolas establecidos como el trigo, cebada, maíz, avena, lentejas, garbanzos, cacao, frutos, uva, aceitunas, hortafüas, miel, cera, seda, algodón, etc. El impuesto debía pagarse sobre toda la producción sin excluir las semillas y otros gastos. Respecto al ganado sujeto al diezmo, se señalaba a los corderos, cabritos, lechones, pollos, becerros, potros, muletes, borricos, aves, etc. Se incluía también a los derivados de la ganade­ría como la leche, la manteca, el queso y la lana, llamados esquilmos. Como en el caso de la producción agrícola, el impuesto atañía incluso a la producción para el autoconsumo. La regla para el ganado era la misma que para los productos agrícolas: de l O cabezas se debía una y de cinco sólo media cabeza. En este caso se debía entregar al cobrador el importe del medio. Generalmente, tanto la producción agrícola como ganadera debían pagarse en especies (Ley 2. Tit. 20. Tomo. I. En: Recopilación ... 1681-1973 fs. 83-85). De estas primeras leyes se des­prende que ni los productos nativos (salvo el maíz)(6) ni el ganado nativo estaba sujeto al diezmo. Además, en 1557, Felipe II expidió una provisión estipulando que los indios no pagaran diezmo del ganado, trigo y cebada. Para establecer con mayor claridad las reglas de cobran­za decimal, un auto de la Real Audiencia expedido el 7 de Septiembre de 1612 señaló que la población indígena se encontraba exenta de pagar el diezmo de los "productos de la tierra" (nativos). Sin embargo, para compensar esta exención, debía pagar el impuesto llamado veintena, sobre los productos agrícolas y ganado de Castilla, es decir provenientes de Europa (ANB EC 1714 No. 33). La veintena consistía en el pago de una medida agrícola o una cabe­za de ganado por cada 20 medidas o cabezas, lo que equivale al 5%. Por el ganado doméstico (pollos, gallinas, huevos, conejos y cerdos) se debía además pagar un real por familia, im­puesto llamado wa.si-veintena en el surandino.

Ahora bien, si estas leyes establecidas en el transcurso del primer siglo de la domina­ción colonial podían corresponder a la realidad económica-social de la época.muchos pleitos y juicios, a principios del siglo XVII y mucho más agudamente en el siglo XVIII, revelan un desfase entre las leyes y la situación agraria en general. Este desfase estuvo marcado por una dinámica de intereses en la que la Iglesia no sólo se readecuaba a la nueva realidad, sino que intentaba también, reinterpretando y manipulando las leyes, conseguir mayores beneficios. Entre los interesados, tanto los cobradores del tributo espiritual como los productores, la dinámica se caracterizó inevitablemente por conflictos y alianzas coyunturales, por éxitos y también es­fuerzos fracasados.

En nuestra investigación hemos podido detectar diversas modalidades en el acceso a la tierra que provocaban justamente conflictos sociales en tomo a la cancelación de los diezmos. C.S. Assadourian, refiriéndose al surgimiento de una nueva estructura agraria colonial, señaló que el estado español realizó "un profundo reordenarniento del suelo". Esto implicó no sólo la redistribución de tierras a los ayllus indígenas, sino también la adjudicación de las restantes a la Corona, su posterior concesión a los españoles y también el empleo de la energía campesina en las empresas agrarias (1982: 301-303).De acuerdo a la historiografía, tierras de repartimiento o comunidades, por una parte, y tierras en poder de españoles con mano de obra permanente

(6) No sabemos las razones por las que este producto prehispánico fue sometido al diezmo, cuando otros no lo fueron. En todo caso, la legislación colonial no era siempre clara al respecto. Ver ALP EC 1801 C. 32E. 39.

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de los yanaconas, por otra, constituirían entonces las dos variantes de la tenencia de la tierra: la primera comunitaria, la segunda privada El panorama parece ser sin embargo mucho más complejo y estamos aún lejos de poder esbozarlo en su totalidad. T. Saignes, en su trabajo sobre migraciones, ha señalado otras formas de acceso a la tierra como el caso de los llactarunas (migrantes temporales), de los forasteros asentados en ayllus que prolongaban de alguna for­ma a los mitimaes y de los forasteros "inestables" o arrendiris (1987: 44-48). Al igual que las migraciones, los conflictos sociales en tomo a los diezmos, veintenas y primicias nos revelan la compleja situación agraria, resultado de la propia evolución histórica del sistema colonial. En esta dinámica, la Iglesia consideró de manera interesada las diversas formas de acceso a la tierra, antiguas y nuevas, como "arrendamientos". Arrendamientos no sólo de tierras españo­las o de haciendas a indígenas, sino también de tierras comunales a otros indígenas, a españoles, mestizos y mulatos.

l. "ARRENDEROS" EN TIERRAS ESPAÑOLAS: YANACONASYFORASTEROS

Los trabajos de B. Larson han mostrado que e1 arrendamiento de las tierras de hacien­da, analizado para el caso de los valles centrales de Cochabamba, se fue generalizando en el siglo XVIII (1988). Según la autora, la contracción del mercado interno obligó a los propieta­rios a arrendar sus tierras para liberarse de los riesgos de la producción y comercialización. Sin embargo, no por ello debemos considerar al arriendo como una forma tardía de tenencia de la tierra. Los conflictos sociales en tomo a los diezmos (en su sentido amplio, es decir veintenas,primicias,wasi-veintenas,etc.) así como otro tipo de documentación muestran que el arrendamiento existió desde fines del siglo XVI. N.S. Albornoz, hace ya más de una década, señaló la relación entre arriendo y formación de haciendas (1978: 110)(7).

Las tierras indígenas cedidas a españoles, a cambio de un pago en efectivo, constitui­rían la práctica rentista más antigua, desarrollada en este caso para poder enfrentar el pago de los tributos. Pero la situación inversa, el arrendamiento de tierras españolas a indígenas, se fue desarrollando paulatinamente. En este proceso, la visita y composición de tierras rea­lizada por el Obispo de Quito Fray Luis López, sentó las bases para el surgimiento de este tipo de arrendamientos. Al asignar tierras definidas y "reducidas" a las comunidades, mu­chas otn1s pasaron a la Corona Real, vía composición, para ser vendidas. El territorio adjudi­cado a las comunidades no fue siempre suficiente y no es casual que la práctica de estos

rJl " .. . El arriendo de bienes comunales es sin embargo una figura más frecuente de lo esperado .. " (Sánchez Albornoz 1978: 111). Existen múltiples casos de esta situación. En la región de Mizque por ejemplo, la estancia Bacas, próxima a la laguna de Parcococha, había sido cedida en arrendamiento a mediados del siglo XVII. Su beneficiario, un español, no había cancelado su importe en dinero durante 32 años (ANB AM 1682 No.14 fs. 22- 22v). En el caso de los valles cercanos a Sucre, la modalidad fue ligera­mente distinta: a través de los censos. Se fijaba entonces el monto del censo (el principal) y en base a él se cobraban los réditos (intereses) anuales que beneficiaban así a los ayllus ayudándolos a enfrentar el pago de los nibutos. Fue el caso de las tierras de Turuchipa y Ti paca que pertenecían a ayllus de Yotala (ANB EC 1653 No. 3, EC 1595 No.6) o las tierras de Ayoma de Moromoro (ANB EC 1615 No.13).

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arrendamientos se atribuya precisamente a 1593(8), año de la composición. La mayor parte de los conflictos en la primera década del siglo XVII tienen que ver con esta situación. Numero­sos pleitos llevados ante la Audiencia por el Protector de los Naturales nos revelan los des­contentos provocados por el cobro de diezmos y veintenas como en el caso de los residentes de las chacras de Paspaya; el caso del cacique de Charcaoma que pagaba diezmo como si "fuera español", o el caso de un "pobre" arrendero anónimo sujeto a estas mismas imposiciones (AGI Charcas 387, fs. 20-2lv). Para la Iglesia no importaba en absoluto la condición étnica: la exención para los indígenas dejaba de tener efecto desde el momento que arrendaban tierras "decimales"(9). Se llegó entonces a un auto promulgado en 5 de Julio de 1611 en la que la Real Audiencia recordó que el "privilegio" de no pagar diezmo debía aplicarse únicamente a las "tierras de indios" y no así a las tierras arrendadas de españoles (ANB EC 1714 No.33). Así, al margen de la pertenencia a la "república de indios", la vinculación a determinado tipo de tierras fue adquiriendo una importancia nueva para el sistema impositivo. Las sucesivas visitas y composiciones desempeñaron un rol fundamental en la polarización entre "tierras de indios" versus "tierras de españoles", y, fundamentalmente, en el recurso de indígenas a tie­rras españolas en calidad de arrenderos.

Mayor información sobre la existencia de estos "arrenderos" indígenas en tierras espa­ñolas la tenemos para el caso de las inmediaciones de la ciudad de La Plata en 1611. El arren­damiento consistía en este caso en un pago en productos ("les damos de la sementera') o en trabajo. ¿Pero cuál era su situación frente al pago de los diezmos y veintenas? Los indígenas recordaron que no pagaban diezmo, primicia ni veintena por las tierras que arrendaban. Des­de su perspectiva, por su condición de "indios" no debían pagar diezmo, independientemente de la calidad de la tierra. Se quejaron entonces del cambio introducido, atribuido a una dis­posición del Deán Don Juan de Carratigui, que habría ordenado el pago de veintenas de los efectos de Castilla (ibid. f.8)(10). Además de la introducción de esta veintena, los diezmeros intentaban cobrarles veintena de todos los productos e incluso diezmo (ANB EC 1626 No. 11 fs. 7-8). Esta imposición se fue introduciendo paulatinamente (cf. auto del 19 de Agosto de 1664).

Estos arrenderos de las parroquias de San Sebastián y San Lázaro de Sucre, llamados "yanaconas de Su Magestad", señalaron que se debía pagar diezmos en tierras propias y no arrendadas y que los indígenas estaban exentos del diezmo por provisión del Rey Felipe. La Audiencia recordó la disposición de 1612 según la cual las veintenas no se cobraban a los indígenas si se trataba de frutos de la tierra. Estos estaban sin embargo sujetos a la veintena de los productos de Castilla. Pero las autoridades de la Catedral sostuvieron que debían pagar "diezmos en cualquier tierra de los frutos y semillas de España y mucho más si se trataba de

(8) " ... porque antes no las necesitaban arrendar ni comprar por tenerlas muy sobradas" (AGI Charcas 387 f. 7v.).

(9) "Cesa el privilegio de la persona que los toma en arrendamiento ... como si el dicho D. Alonso las hu­biera sembrado .... porque las tierras son decimales" (AGI Charcas 387 f. 23).

(10) Este "recuerdo" nos hace suponer que se trataba de arrenderos relativamente estables, situación un tan­to distinta a la de los forasteros arrendiris del valle de Cochabamba a mediados del siglo XVII (f. Saignes 1987: 48).

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tierras españolas (Ibid. fs. 9-11, 17-18)01). Al margen de esta polémica respecto al pago o no de los diezmos y veintenas, es importante señalar que estos arrenderos, ''yanaconas de Su Magestad", no guardan relación con la imagen que teníamos de los yanaconas, lo cual debe conducimos a tener mayor cuidado cuando estamos frente a categorías fiscales y ocupacionales. Estos yanaconas, por ejemplo, no parecen ser exclusivamente arrenderos. Señalaron que sus tierras eran estériles y de puna y que recurrían a sembrar en tierras proporcionadas por "sus amigos"(?) (AGI Charcas 387 f.29v)02). En el argumento desplegado por el Protector, escu­chamos la voz de estos yanaconas, Andrés Aneo, Juan Alonso, Juan Chambi y Diego Coma. Desde su perspectiva, la exención era "personal y general" sin relación con la "condición de las tierras"(l3). Pero algo más, ¿por qué pagarían ellos diezmos ya que erogaban tasa y doc­trina que no lo hacían los españoles? De ser así resultarían más "cargados" que los españoles y éso sí ¡no se podía admitir! Eran por tanto los dueños de las chacras quienes debían pagar el diezmo como lo hacían los encomenderos (AGI Charcas 387 f. 32).

Remitiéndonos a una fuente de fines del siglo XVII, los testigos citados de distintas provincias afirmaron que muchos originarios, ausentes en las haciendas de los valles, se en­contraban en calidad de arrenderos o jornaleros. Fue el caso en los corregimientos de Pacajes, Omasuyos, Chucuito, Carangas, Paria, Cochabamba, Chayanta, Sicasica y Cochabamba04).

Frente a los continuos litigios que suscitaba él cobro de diezmos a arrenderos indíge­nas, la Audiencia dictaminó un auto de 7 de Septiembre de 1612 que ordenó que hasta que no se aclararan los criterios para la exención de los diezmos, la Catedral y los diezmeros debían conformarse con el cobro de la veintena (AGI Charcas 387 f. 47). Gran oposición de la Iglesia, como era de esperarse, y en este momento sale a luz que los yanaconas de San Sebastián y San Lázaro no habían pagado cosa alguna durante 50 años, es decir desde 1562! (AGI Charcas 387 f. 50).La Iglesia buscaba por lo tanto no sólo "readecuarse" a nuevas condiciones, co­brando la veintena, sino extender el sistema impositivo cobrando el diezmo entero. Pese al

(11) Aquí las autoridades de la Catedral parecen no distinguir bien entre diezmos y veintenas ya que sabe­mos que los indígenas debían veintena de los efectos de Castilla pero no de la tierra ¿Se están refi­riendo con el nombre general de "diezmo" a la veintena? ¿o es que pretenden convertir la veintena en diezmo? No lo sabemos con precisión, pero esto nos muestra, por una parte, los intereses de la Iglesia que marcarían la evolución de los impuestos y, por otra, las dificultades que suscitaba la existencia de arrenderos en tierras españolas frente al pago del diezmo.

(12) "Hemos sembrado así en nuestras tierras como en las ajenas de sementeras y cosas de Castilla desde que se pobló esta tierra de españoles" (AGI Charcas 387 f. 29v).

(13) Poco después, algunos miembros de las mismas parroquias de San Lázaro y San Sebastián, -que se autoti rularon también yanaconas- afirmaron haber comprado tierras de españoles (ANB EC 1626 No.11 s/f. p.16). Estamos entonces ante un estatus que está lejos de la acepción clásica de los yanaconas como trabajadores adscritos a las haciendas. Su situación suscitaba un conflicto similar al anterior. En estos casos estaríamos por lo tanto frente a dos tipos de yanaconas: unos que sí gozaban de tierras pro­pias, pero por tenerlas sólo en la puna buscaban complementar sus recursos recurriendo a sembrar como arrenderos; y otros que eran propietarios de tierras que pertenecían antes a españoles. Hay que añadir estas variaciones a la figura de los yanaconas de cerca del Lago Titicaca que se alquilaban temporal­mente y que recibían también el nombre de "arrenderos" en Omasuyos (T. Saignes, 1987b: 124).

0 4) Información testimonial tomada por el Corregidor de Potosí en 1690 reproducida por N. S. Albornoz 1978 : 113-151.

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apoyo provisional logrado por la población arrendera, la Audiencia tuvo que revocar el auto del 7 de septiembre de 1612 y volver a poner en vigencia el de julio de 1611.

Mayor información, esta vez sobre la pretensión de la Iglesia de asimilar a los yanaconas como arrenderos, la tenemos en el caso de la ciudad de La Paz. Aquí, los mismos vecinos denunciaron en la década de 1720 que se cobraba diezmos de los yanaconas que :

"no tienen obligación de pagar cosa alguna porque los dueños de las chacras donde ellos están lo pagan y así se usa en esta provincia y querer introducir ésto es contra toda razón ... Es causa que los yanaconas desamparen las chacras y que los dueños de ellas no tengan aprovechamiento" (ANB EC 1714 No. 33)

Para los hacendados la pretensión de la Iglesia constituía un elemento en contra del control que podían ejercer sobre su mano de obra. Pese a ello, los yanaconas fueron asimilados a la condición de arrenderos ya que el mismo Cabildo Eclesiástico había rematado el arrendamiento de los diezmos de todos los yanaconas de La Paz (ANB EC 1714 No. 33). Según la Iglesia, la categoría de yanaconas encubría a arrenderos. ¿O es que la diferencia entre ellos fue su­primida por la Iglesia "interesadamente" a fin de sujetarlos a los diezmos? Es posible que esto hubiera ocurrido pero también creemos -aún como hipótesis- que la diferenciación entre yanaconas y arrenderos era en realidad fácilmente franqueable si consideramos que el acceso a la tierra determinaba, en ambos casos, obligaciones hacia el propietario que podían ser en especies, productos y trabajo. La frontera entre ambas formas no era entonces claraCIS).

La ambigüedad de los yanaconas y su similitud con arrenderos en La Paz se puede apreciar por un par de referencias. Un testimonio de fines del siglo XVIII señaló que:

"los forasteros (son) los que no disfrutan (de la tierra) y se mantienen agregados a aque­llos (ayllus) o a haciendas de españoles con más o menos pensiones hasta tocar la clase de yanaconas" (ALP EC 1797b f. 19v).

Luego, en 1800, un tributario de la parroquia de San Pedro señaló que en el valle de Potopoto vivían "miserables yanaconas que pagaban un arriendo a los dueños de las chacarillas, además de su propio tributo" (ALP EC 1800).

La estrategia eclesiástica en el Obispado de La Paz era aprovechar esta ambigüedad. El Protector de los Naturales recordó que se habría emitido una provisión para que todos los in­dígenas que sembraban en tierras arrendadas de españoles pagaran diezmo y con tal medida los prebendados de La Paz pretendían también que los yanaconas pagasen diezmo (ANB EC 1714 No. 33).

(15) T. Saignes remarca en este sentido que "la identidad andina es relacional y abierta: postula un cierto continuum entre el hatun-runa o jaque de los ayllus y las categorías migratorias (el forastero como 'yerno' o 'sobrino' que incluye hasta el mestizo, el caratullca, este pariente algo 'pálido'). En el am­biente colonial, estos estatutos se vuelven más flexibles, incluso reversibles: el paso de mitimaes a llactarunas, de natural a forastero, arrendire o yanacona, es relativo y contextual" (T. Saignes, 1987b: 145).

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Otra situación comparable, en que la Iglesia quiso confundir "forasteros" con arrenderos, nos proporciona la provincia de San Antonio de Lípez. Los diezmeros intentaron cobrar (por 1779) no sólo veintena de los productos de Castilla sino también de los carneros, así como diezmos de los supuestos "fornsteros" asentados en aquellos territorios. El cocique de los dos curntos de Lípez, Don Bias Quispi, logró obtener una real provisión parn no pagar veintena de los animales. Esta situación no duró mucho, volviéndose a entablar el problema años después. De acuerdo a la Iglesia, estos comunarios eran "forasteros": "arrendatarios en tierras españo­las y parte en tierras baldías y realengas no de comunidad, agregados de diversas partes que con la falencia de españoles azogueros y destrucción de minas" se habrían "imaginado due­ños de las tierras" (ANB EC 1805 No. 72 f. 23). Ellos sostuvieron sin embargo, que eran ori­ginarios y que con la pérdida de sus documentos se pretendía negarles su condición.

Paralelamente al cobro de estos impuestos a los yanaconas-arrenderos y a los "foraste­ros" -arrenderos, los curas rectores de La Plata reclamaron en 1664 el cobro de las primicias. La primicia ern un impuesto de 1(2 fanega que debía pagar cualquier propietario cuya produc­ción agrícola sobrepasara las 6 fanegas (Recopilación 1681-1973). Las autoridades eclesiásti­cas insistieron en que resultaban perjudicadas por la práctica del arrendamiento. Desde su perspectiva, si se dividía una chacrn entre varios pr09uctores, lógicamente cada uno debía pa­gar primicia En la medida en que al arrendero se le debía considerar en la práctica "como dueño de la tierra", éste debía pagar primicia también. Los representantes de la Iglesia apro­vecharon sutilmente la oportunidad de cobrar a un mayor número de productores, apoyándose en las variaciones regionales y extendiendo el sistema impositivo a los lugares donde antes no se efectuaba el cobro. Señalaron que los arrenderos en diferentes partidos y doctrinas, aunque fuernn indígenas, ya pagaban la primicia de trigo, centeno, maíz, cebada en berza y grnno, garbanzos, frijoles, papas, ocas, ollucos y otras semillas (ANB EC 1678 No. 36)06).

Para la Iglesia, los "arrenderos" en tierras españolas constituían por lo tanto un grupo heterogéneo: arrenderos formalmente reconocidos como tales, yanaconas de "Su Magestad" ,yanaconas adscritos a haciendas y forasteros cuyos derechos a la tierrn fueron cuestionados. En todos estos casos, el arrendamiento podría describir aproximadamente esta realidad o podía encubrir bastante ambigüedad. Existían sin embargo otras situaciones más complejas todavía, constituyendo otros "nudos" de la trama de conflictos sociales en tomo a los diezmos.

(16) Los lugares donde se cobraban primicias en el Arzobispado de La Plata en 1648 eran : Pitantora, Moromoro, Poroma, Guañoma, Uro y Carassi, Guaycoma, San Francisco de Micani, San Pedro de Buenavista, Corregimiento de Chayanta, Pocpo y Cucuri, Copavilque, Santiago del Curi, Siccha, Guanipaya, Chuqui Chuqui, Mojotoro, Cano Cano, Paccha, Quiquijana, Quadras de La Plata: San Lázaro y San Sebastián, Guatta, Y otala, Quilaquila, Mollescapa, Soroche, Alcantari, Oroncota Alta y Baja, Pocopoco, Tarabuco, Arabate, Sopachuy, El Villar, Pilcomayo, Mataca Alta y Baja, Usti, Potobamba, Taco, El Terrado, Tinquipaya, Salinas de Y ocalla, Tarapaya Alta y Baja, Porco, Chaqui, Ocororo, Guari Guari, Tambo Quemado, Puna, Caiza, Toropalca, Yucra, San Lucas Paacollo, Santiago de Cotagaita, Talina, Calcha, Minas de Tupiza, Cinti, Chichas.

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2. "ARRENDEROS" EN TIERRAS DE COMUNIDAD

Al margen de la existencia de arrenderos-indígenas en tierras de españoles, tenemos infonnación sobre otras modalidades de acceso a la tierra consideradas desde la perspectiva de la Iglesia como "arrendamientos". Dentro de esta segunda variedad de situaciones, el rasgo común es que se trata de población indígena que accedía a tierras de comunidad fuera de su repartimiento "originario".

¿Cuál era el conflicto en este caso con la Iglesia? La respuesta la encontramos en las tentativas de extender el cobro de la veintena, que regía únicamente sobre las semillas de Castilla, a las semillas de la tierra ¿A quiénes afectaba esta pretensión? Nuevamente a los llamados "arrenderos". Pero entre éstos podemos detectar dos casos nuevos: mitimaes colo­niales por una parte, y forasteros asentados en tierras de comunidad por otra.

Respecto a los mitimaes coloniales, tenemos varios ejemplos en Sucre, en Potosí y en Cochabamba En el norte de Sucre, los principales del pueblo de Pocpo y Puna, que sabemos por otros documentos eran originalmente mitimaes de los pueblos de la "Confederación" Quillacas en el altiplano sur, se quejaron de que la veintena se les pedía incluso por las semillas de la tierra. La Real Audiencia despachó entonces un auto del 19 de Agosto de 1664 que pro­hibía el cobro de veintenas y primicias de las semillas de la tierra en tierras propias. De las semillas de Castilla debían sólo satisfacer veintena y no primicia(l7). Finalmente se debía diezmos y primicias en tierras de españoles (ANB EC 1772 No. 131. f. 5)0 8). Mucho después, en 1769, Don Gregario Valencia, segunda persona de San Juan de Challapata (Condo Condo), y otras autoridades protestaron porque se les quería cobrar diezmos contra toda costumbre en sus valladas de San Pedro de Milloma en la doctrina de Pocpo, a las que acudían según su "turno" (ANB EC 1769 No. 205). Estamos otra vez frente a mitimaes que pertenecían a la "Confederación" Quillacas. Nos parece entonces importante señalar que, en ambos casos, los mitimaes coloniales estaban siendo aparentemente asimilados a la condición de arrenderos. Pero más allá del interés eclesiástico en esta conversión, es también evidente la evolución en la fonna de acceso por algunos grupos a estas "islas" del antiguo "archipiélago" de la Confede­ración. Así, una de las descendientes de los caciques Guarachi de los Quillacas, Doña Narcisa Choqueticlla Colqueguarachi, tenía las valladas de Guapi que habían estado en litigio precisa­mente con los comunarios de Quillacas. En 1801, poco después que le fueron adjudicadas las tierras a Choqueticlla, el diezmero pretendió cobrar diezmo como a propiedad y hacienda par­ticular. Esta pretensión fue negada por su propietaria aludiendo que a estas tierras correspondía sólo la "veintena" como "fundo de comunidad" (EC 1801 No.155 f. 4). Otro ejemplo proviene de las valladas de Quitarje que gozaba en usufructuo la misma Doña Narcisa Choqueticlla, casada con un "abogado" de la Audiencia, Don Buenaventura Vásquez, ambos residentes en La Plata. Estas tierras de Quitarje habían sido arrendadas a la cacica por la comunidad de Quillacas para resarcirse de los gastos erogados por ella, como representante de la comunidad, en sucesivos pleitos (A.Q. 14-8-148). En la práctica el "arrendamiento" constituyó uno de los

(17) Se volvió a insistir sobre la no obligación de pagar primicias en auto de mayo de 1677 (ANB EC 1772 No. 131 fs. 8-9).

(!8) Esta última disposición, sobre diezmos, fue reconfumada en marzo de 1667 (ibid. fs . 8-9).

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medios a través del cual se llegó a la ¡x>sesión efectiva y definitiva en manos de arrendatarios, muchas veces descendientes de los linajes cacicales(l9). Sin embargo la propiedad y estatus de las tierras no eran siempre tan claramente definidos como deseaban las autoridades eclesiásti­cas y los diezmeros.

Llegando a este punto es im¡x>rtante hacer un paréntesis sobre el problema del cobro de la veintena, presente también en muchos litigios. Hasta fines del siglo XVII, la Audiencia res­petó en cierta medida la exención de pagar veintenas sobre las semillas de la tierra. Pero los intentos de demandar veintena sobre estos efectos continuaron a pesar de la dis¡x>sición de 1664. Dos años después, el 9 de julio de 1666, y a raíz del litigio que opuso a la Catedral de La Plata contra la ¡x>blación indígena del Arzobispado, se volvió a estipular la prohibición del cobro de la veintena sobre los efectos de la tierra. Pero parece que tampoco estaba claro sobre qué cantidad pagar la veintena. El auto de un año después, de 25 de Junio de 1667, señaló entonces que los indios debían pagar veintena de todo lo que "cogieren y hubieren cogido y criaren en el discurso del año conforme a la calidad de las tierras". Se estipuló finalmente que el pago debía ser en especies o en plata a elección de los indios y no de los diezmeros como pretendía la Iglesia Catedral (ANB EC 1772 No. 131 fs. 6v y 9).

En esta lucha entre Iglesia e indígenas, la primera logró, ¡x>r autos de junio y agosto de 1667, que si éstos no debían veintena del ganado doméstico y de Castilla que no llegara a 20 cabezas, debían pagar l real ¡x>r familia incluyendo los derivados como la leche, queso, requesón y demás frutos. El pago de esta wasi-veintena se volvió a confinnar un siglo después, en real cédula de 22 de abril de l 7(JJ (ibid. fs. 8 y 11 v).

Cerrando este paréntesis, volvamos a señalar otro ejemplo de la aparente asimilación de asentamientos indígenas -ligados a los núcleos altiplánicos de los antiguos señoríos- a la con­dición de arrendamientos. Tal es el caso de la "hacienda" Tacovilque cuyo dueño era Don Francisco Xavier Choqueticlla (EC 1772 No. 131 f. 10)(20). Es probable que estas tierras hu­bieran pertenecido tradicionalmente a los mitimaes de los Quillacas y Azanaques y que fueran compradas ¡x>steriormente ¡x>r el cacique a fin de mantenerlas como sucedió por ejemplo con la hacienda Timusí en Larecaja, adquirida por Don Gabriel Femández Guarachi (T. Saignes, 1985: 223). Choqucticlla se quejó de que la Iglesia pretendía cobrar veintenas a sus arrenderos. Aquí nuevamente no sabemos si la cobranza de este impuesto pretendía realizarse no sólo sobre los productos de Castilla sino también sobre los de la tierra. En todo caso había una clara ruptura de la "costumbre", la que dio origen al pleito.

Tenemos un caso similar de "arrenderos" indígenas en tierras de repartimiento para las tierras de Bombo pertenecientes a la parcialidad de los Chullpas del pueblo de Chayanta. Los residentes de Bombo, al este del Lago Poopó en la provincia de Paria, pagaban arrendamiento

(19) Para el caso de Quillacas ver: A.Q. No. 11 o 24-1-3; A.Q. No. 12; A.Q. No. 24 o 3-123-128. Estos documentos se encuentran en poder de las autoridades de Quillacas, a las que agradecemos por haber­nos permitido su consulta Pudimos tener acceso a estos expedientes por intermedio de Ramiro Molina Rivero.

(20) Por otros documentos consultados en Quillacas sabemos que Francisco Choqueticlla "hacendado en esta (provincia) de Chayanta, jurisdicción del pueblo de San Pedro de Buenavista ... tiene las tierras nombradas Tacovilque, Tomata y Tomasilla ... compuestas con Don Pedro Sores de Ulloa. .. en 200 pe­sos ensayados .. . " (A.Q. 11-1-28, fs . 191 v-192).

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a los Chullpas del norte de Potosí, tributo en Oruro y dependían de la doctrina de Poopó. El gobernador y cacique de los Chullpas junto con los residentes de Bombo se quejaron, en 1752, de las extorsiones de los diezmeros que cobraban veintena y wasi-veintena de las semillas y ganado de la tierra (siendo así que la veintena se aplicaba sólo a los productos de Castilla. EC 1754 No. 104). De sus cameros les demandaban 2 reales por cada cabeza y también delga­nado de Castilla aunque su número no llegara a 20. Señalaron que el importe del diezmo (en­tiéndase veintena y wasi-veintena) era importante dada su especialidad ganadera Solicitaron entonces no pagar por los cameros de la tierra y dar sólo 1 real por los becerros que no llega­ran a 20 y no pagar por el queso, leche, requesón y demás "frutos" (ANB EC 1752 No. 103). Similar demanda estipularon para el caso del ganado doméstico que no llegara a la cantidad de 20 (corderos, cabritos, gallinas y pollos). Finalmente pidieron no pagar por las semillas de la tierra como maíz, papas y oca. El diezmo y la primicia sólo se podían cobrar si se sembraba en tierras decimales arrendadas de españoles (ANB EC 1754 No. 103)(21).

Frente a estas demandas, la Real Audiencia recordó las disposiciones de 1664 (cf. Anexo) y ante estas ordenanzas, que respetaban la costumbre y las demandas de los indígenas, las autoridades eclesiásticas reclamaron a su vez, llegándose a dictar nuevos autos. Se modificó entonces la decisión de no cobrar por el ganado que no llegara a 20 cabezas, imponiéndose el pago de 1 real por unidad (1667)(22).

Finalmente tenemos otro ejemplo, esta vez de mitimaes asentados en los valles, de los que se pretendía también cobrar diezmo, primicia y aumentar la wasi-veintena. Se trata de los tri­butarios de Toledo que residían en el anexo de Sicaya en Cochabamba (ANB EC 1776 No. 235).

Otros grupos que poseían tierras "indígenas" y que fueron asimilados también a la con­dición de arrendatarios, distintos sin embargo a los anteriores, fueron los agregados y foraste­ros en tierras de comunidad o de repartimiento. En el caso de Pocona y Mizque, los foraste­ros inmatriculados en los ayllus aparecen censados en 1642, creciendo constantemente en el segundo caso (Barragán 1984). Para la región de Larecaja T. Saignes observa su presencia en 1645, con una estabilidad numérica durante todo el siglo XVII (Saignes 1987: 45). El in­forme de 1690, al que ya nos referimos, atestigua también la presencia de esta práctica en las provincias de Pacajes y Cochabamba. En el caso de Pacajes, el Capitán enterador de la mita atribuía al caracter foráneo de los caciques la ausencia de los comunarios y el arrendamiento de tierras a indios forasteros bajo el pretexto de ayudarse en sus tasas. En el caso de Cochabamba se menciona también la existencia de tierras arrendadas a indios forasteros en el pueblo de Sipesipe (Sánchez Albornoz 1978:117,137). Las diferenciaciones tributarias dentro de lasco-

(21) Respecto a las semillas de Castilla pedían que se pagase 1 fanega JX>r 20 fanegas; 1 carga JX>T 20 car­gas; 1(2 carga JX>T 20 medias cargas y si no se llegara a 20 absolutamente nada ANB EC 1754 No. 103 f. lv. Ver también TNC Padrones 1847, 210a "Expediente de los indios de Chullpas de la pro­vincia de Chayanta"; y T. Plan, 1982: 44.

(22) Se estableció que del ganado de Castilla se debía pagar una cabeza JX>T cada 20 y de los frutos y semi­llas de Castilla que llegaran a 20 una, prorrateándolas en fanegas, cargas y medias cargas : de 20 fane­gas 1; de 20 medias cargas 1/2 carga. En el caso de las especies de Castilla que no JX>dían tener divi­sión como en el caso de las gallinas, mulos, becerros, etc., se pagaría según el precio y valor que tuvie­ran en la localidad siguiendo el mismo criterio (ANB EC 1752 No. 103 fs. 7-8).

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munidades plantearon también conflictos respecto a los diezmos. En 1772, por ejemplo, al este de Sucre en San Lucas y Quilaquila, los forasteros que sembraban en tierras de la comu­nidad se quejaron del cobro de diezmos. Las autoridades señalaron que estos forasteros arren­daban sus tierras y que, viendo algunos logros alcanzados por los originarios en contra de los gravámenes y extorsiones de los diezmeros, pedían ser asimilados a la condición de los origi­narios (ANB EC 1789 No. 13). Los indígenas reclamaron porque sus tierras no eran "diezmales". ¿Por qué entonces pagar diezmo? La pregunta planteada por los forasteros de Quilaquila removió el aparato legal en la Audiencia, la que estaba ya consciente de los conti­nuos "enredos" que existían, señalando "que la variedad de autos acordados y alguna diferen­cia que en ellos se encuentra ocasiona no poca confusión". Aconsejó entonces "desanudar" los problemas, adoptando un solo reglamento fijo y normativo. Consecuentemente, el auto de 6 de Julio de 1772 ordenó que los originarios no debían efectivamente pagar diezmo ni primi­cia ni veintena de los productos nativos en tierras propias. Si bien se había ya definido en el auto del 15 de Abril de 1756 que las tierras de origen eran las otorgadas por repartimiento, la novedad del auto de 1772 radicó en la clara distinción entre los estatus tributarios:

"este privilegio .... debe entenderse sólo para los indios originarios y no con los indios forasteros y agregados quienes, aunque siembren y recojan los frutos en tierras arrenda­das de comunidad, no deben gozar del privilegio como no lo gozan los originarios que cultivan tierras arrendadas de españoles o que de ellos hubiesen comprado y adquirido de nuevo" (ANB EC 1789 No. 13 fs. 1-lv).

Este auto nos demuestra por consiguiente que se había llegado a excluir de la exen­ción a los agregados y forasteros por ac;imilarlos a la categoóa de arrenderos. Paralelamente se recordaba que se debía en cambio pagar diezmo y primicia de cualquier semilla en tierras diezmales arrendadas de españoles (ANB RC 17(1..) No. 2083/2088 fs. 38-39)(23). Para el pago de la veintena se recordó la obligación a la que estaban sujetos los indios originarios respecto a las semillas y ganado de Castilla. Finalmente se volvió a insistir en el cobro de la wasi­veintena ordenada por una provisión despachada en Aranjuez el 22 de abril de 17(1..) (ANB RC 1760 No. 2083/2088 f. 37) que consistía en el pago de 1 real por lo "que cada indio o persona cabeza de familia hubiese criado, vendido o comido en su casa por los pollos, galli­nas, huevos, conejos y cerdos que crian como animales domésticos quedando con esta cantidad compensada la veintena que de estas especies debian satisfacer" (ANB EC 1789 No. 13 f. 2).

Posteriormente, el auto del 6 de Diciembre de 1773 parece contradecir el de 1772 res­pecto a la situación particular de forasteros y agregados frente a las imposiciones eclesiásti­cas. El auto de 1773 ordenó, en efecto, que los forasteros y agregados que disponían de algunas tierras de comunidad, que estaban sujetos a la mita de Potosí y "otros servicios de los origina­rios", y que contribuían con 7 pesos debían "reputarse indios originarios" sin diferencia con

(23) Por tierras diezma.les la Audiencia señaló que debían entenderse las : "que cultivaren y trabajaren los indios ... no sólo de las que tubieren arrendadas de españoles, sino también las que de ellos hubiesen comprado y adquirido de nuevo" (ANB EC 1772 No. 131 f. 11).

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Artículos, Notas y Documentos

los que pagaban ligeramente más(24). El intento de equiparar la situación de los forasteros con tierras a la de los originarios correspondía al interés fiscal de la Corona. Dentro de esta lógica estatal de incremento de los ingresos tributarios hay que situar el artículo 57 de la Ordenanza de Intendentes de 1782 :

" Y los de dicha segunda clase [terrenos baldíos o realengos] se distribuirán ... a los in­dios casados que no los tuvieren propios ... pues mi real voluntad es que todos aquellos naturales gocen una competente dotación de bienes raíces ... " (Sánchez Albornoz 1978: 181).

Vemos aquí que los intereses de distintos sectores de la sociedad colonial dominante no siempre coincidían. Si para la Corona el borrar ciertas diferenciaciones tributarias podía signi­ficar en algunos casos un aumento de los ingresos por tributos y un mayor control sobre la población forastera, para la Iglesia el interés era distinto y contrario. Mayores recaudaciones de los espacios "comunitarios" podían estar ligadas más bien a una fijación de las diferencias: los agregados y fordSteros pagaban el doble que los originarios. En esta dinámica de intereses entrecruzados, un nuevo auto de 15 de Abril de l 774 volvió a reafirmar los términos de 1772, eximiendo de los diezmos únicamente a los originarios. Por originarios no debían entenderse "los mingas ni los que cultivan las tierras, awique sean de comunidad, en arrendamiento" (ANB EC 1805 No.72 f. 9v)(25). Para ello se estipuló que los corregidores extendieran boletas a los originarios, que certificarían su condición frente a los diezmeros.

Todas estas contradictorias disposiciones del último tercio del siglo XVIII, poco con­sistentes entre sí, no lograron resolver en la práctica los numerosos conflictos locales. En 1780 por ejemplo, los indios de Mohoza representados por los principales e hilacatas señalaron la costumbre de los agregados de sólo pagar veintenas de las tierras que los originarios les pro­porcionaban. Constataron que en su doctrina se había establecido una "rara" costumbre: los agregados(26) pagaban diezmos y no veintenas, como los originarios, siendo así que cumplían con la mita y otras "pensiones", sin tener la cantidad de tierras de los originarios. Cuestiona­ron por lo tanto la lógica del sistema. Si los agregados cumplían con todo y tenían menos tierras, ¿por qué se les exigía más? Describieron entonces a los diezmeros como a "lobos hambrientos llenos de ambición y codicia" (ANB EC 17% No. 22 fs. 5-6). El pleito duró muchos años. En 1796, los mohozeños denunciaron que los diezmeros utilizaban el "frívolo" pretexto de distinguir a los originarios de los forasteros y agregados, haciendo que unos paga­ran sólo veintena y los otros "indefensos" diezmos y primicias como en tierras de españoles (ANB EC 1796 No. 22 f. 24). La distinción para los comunarios era por lo tanto ya superfi-

(24) Este tipo de forasteros existía en Omasuyos ya en el siglo XVII donde T. Saignes señala que recibían el nombre de "yernos" y "sobrinos" (T. Saignes, 1987b: 141).

(25) Tenemos entonces una nueva categoría: los mingas, esta vez agrarios. Su nombre nos hace pensar que se trata de una mano de obra libre (E. Tandeter, 1980) y temporal, posiblemente jornalera.

(26) El caso de Mohoza nos muestra que es posible que la distinción entre agregados y forasteros sea preci­samente ésta: agregados mucho más relacionados e "insertos" en la comunidad, cumpliendo obligacio­nes hacia ella y la Corona; forasteros por otra parte, que pueden ser migrantes más recientes y menos vinculados a la comunidad.

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cial. Constituía otro intento de mantener la diferenciación social-tributaria definida en el siglo XVII, siendo así que las reformas borbónicas ya pretendían igualar a originarios con foraste­ros-agregados con tierras para fines fiscales. Desde la óptica general y de larga duración, las autoridades eclesiásticas, intentaron por consiguiente hacer valer y extender la ley de pagar el diezmo a todas las tierrdS que podrían ser consideradas como arrendadas así como a todos los productores que no eran originarios. Con los criterios de "tierras de indios" y tierrdS diezmales (no de indios) se mezclaron los criterios de estatus tributario y de forma de acceso a las tierras comunales. La Iglesia logró sutilmente pasar del criterió que primaba de exención a la población indígena a exención de las tierras de indígenas y finalmente a las tierras de sólo los origina­rios, descalificando a los forasteros y agregados por ser "arrenderos". El espacio resguardado se iba entonces restringiendo significativamente.

Los llamados "arrenderos" indígenas en tierras de comunidades encubren entonces si­tuaciones también variadas: mitimaes coloniales y forasteros-agregados. En estos casos, el ti­tulo de "arrenderos" no daba cuenta adecuadamente de las complejas relaciones entre origina­rios y fordSteros, y entre autoridades étnicas y comunidades con sus residentes en otros nichos ecológicos. El "arrendamiento" en el caso de los mitimaes coloniales encubriría las nuevas ca­ras de la "complementariedad ecológica" entre zonas de puna y valle. Esta podía consistir en intercambio de productos o bien en pagos monetarios (una especie de renta) que ayudaban a pagar el tributo. Pero los asentamientos en las valladas podían también llegar a convertirse en verdaderas haciendas en manos de descendientes de los antiguos linajes étnicos. En cuanto a los forasteros y agregados, el "arrendamiento" podía constituir una posibilidad para mantener en cultivo los territorios de las comunidades, para evitar las reasignaciones periódicas de las visitas y composiciones y para enfrentar el tributo a la Corona Al final, los intereses impositivos conjugados con nuevas prácticas comunitarias dieron lugar a definiciones a veces imprecisas del "arrendamiento", y contribuyeron a los conflictos sobre diezmos.

3. ARRENDEROS MESTIZOS Y ESPAÑOLES EN TIERRAS DE COMUNIDAD

Esta modalidad ern sin duda alguna una de las menos frecuentes y conducía en gran parte de los casos a la posterior enajenación de la propiedad comunitaria. En 1690, los testi­gos de la información tomada por el corregidor de Potosí señalaron la existencia de arrenderos mestizos casados con las indias del lugar en Carangas y Cochabamba (Sánchez Albornoz 1978: 113-151 ). Los valles parecen haber sido un lugar privilegiado para la aparición de estos nuevos grupos sociales en tierras consideradas comunitarias, como sucedió por ejemplo en el partido de Tapacarí a fines del siglo XVIII (ibid. Cap. 4). En 1787, los jueces de la Real Junta de Diezmos, recordando las disposiciones sobre la cobranza de los diezmos en su sentido amplio, señalaron que la exención de los indígenas de este pago en tierras de repartimiento no debía aplicarse a los mulatos y mestizos que vivían en tierras comunitarias. Se intentaba por lo tanto equiparar su situación a la de los españoles (A.C. 1757 T. 45 f. 423). Posteriormente, y para la región cocalera de Chulumani, se señaló que los "españoles, cholos, mestizos y mu­latos que poseen tierras de comunidad en arrendamiento con el nombre de sayañas, dando un tanto de arriendo bajo del titulo de tasa o tributo", debían pagar el diezmo correspondiente

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(A.C. 1794 T. 100 f. 156). Este testimonio demuestra que el arrendamiento servía como una alternativa para que los no indígenas evitaran el pago de los impuestos exigidos por la Iglesia. Al mismo tiempo representaba una ayuda efectiva para las comunidades ya que estos sayañeros pagaban un monto correspondiente al tributo. Sugiere también que las tierras comunitarias eran lo suficientemente extensas como para permitir el arrendamiento.

Los conflictos en tomo a los diezmos en lo que hemos denominado el primer nivel co­yuntural nos han revelado una realidad que es importante remarcar. Se trata de una trama de conflictos que se tejieron alrededor del acceso diferencial y muy variado a la tierra, descrito en términos globales como "arrendamiento". Al final de cuentas estamos frente a una curiosa coincidencia histórica y simbólica-doctrinal: el problema de los arrendamientos de tierrdS en­cuentra su correspondencia en la concepción del diezmo no solamente como tributo a Dios el Señor Soberano, sino como renta espiritual. Los hombres, como arrenderos de Dios el Patrón o Propietario Supremo, debían una porción - "la parte de Dios" según el derecho canónico -del producto agrícola, a cambio del usufrutuo y beneficio terrenal.

Si el problema de los arrendamientos se convirtió en el telón de fondo durante todo el período colonial, existió sin embargo otro nivel coyuntural: una fase de conflictos mucho más concentrados y violentos a partir de 1750. Desde entonces es como si varias tramas se hubie­ran superpuesto unas a otras en un mismo tejido. Además del persistente problema de los "arrendamientos", asistimos ahora a un asalto frontal y agresivo contra las comunidades indí­genas encabezado esta vez por las elites locales y ya no directamente por la Iglesia. Esta ofensiva implicó para las comunidades una severa amenaza económica y política, provocando su reacción y tenaz oposición.

1/. EL TIEMPO DE LOS WBOS HAMBRIENTOS

En la documentación consultada hemos encontrado una sorprendente serie de conflic­tos sobre la cobranza de diezmos en la segunda mitad del siglo XVIII(27). Los casos empiezan a presentarse en la década de 1750 y prosiguen hasta el siglo XIX, demostrando una frecuencia y una violencia más acentuadas que nunca. ¿Cómo podemos explicar esta profusión de con­flictos y su carácter coyuntural específico?

Para responder a este interrogante analizaremos primero el contexto económico y el rol de las elites locales en esta segunda fase de conflictos. Veremos luego la situación de las co­munidades indígenas y la relación entre los diezmos y las rebeliones de la época colonial tardía.

l. EL SURGIMIENTO DE CONFLICTOS SOBRE DIEZMOS EN EL SIGLO XVIII

Para explicitar la profusión de conflictos en este segundo nivel coyuntural resulta in­eludible referimos al contexto económico global de la zona colonial surandina. Sin embargo,

(27) Futuras investigaciones en otros arclúvos locales ayudarían a matizar el marco geográfico y coyuntural aquí esbozado.

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Ba"agán-Thomson: Diezmos en Charcas colonial

las limitaciones de la historiografía sobre la economía andina del siglo xvm no penniten aún una visión completa y coherente. Algunos historiadores conciben una "crisis" para la época colonial tardía (Cajías 1987), mientras que otros plantean más bien un crecimiento (Burga, 1987), un boom "frágil y limitado" (Klein 1982: 69), o una "recuperación desigual" (Larson 1988: 115). Obviamente sería rebasar el propósito de este trabajo el dedicamos a examinar las discrepancias latentes y no debatidas en la historiografía. Nos limitaremos por lo tanto a formular nuestra propia hipótesis sobre los conflictos en tomo a los diezmos, refiriéndonos también a otros estudios perúnentes, especialmente al análisis de Brooke Larson para el caso de Cochabamba.

La premisa inicial de nuestra explicación se basa en lo que podemos designar como la declinación de la empresa agrícola en la zona rural surandina durante el siglo XVIII(28). Esta declinación estuvo ligada a la caída secular de la minería potosina desde mediados del siglo XVII hasta mediados del XVIII. Con la caída de la minería, el mercado interno surandino tuvo una contracción. Las oportunidades comerciales disminuyeron para los dueños de ha­ciendas debido a la reducida demanda minera-urbana y a los bajos precios de los productos agrícolas. Y si bien la modesta recuperación minera de 1750 a 1800 generó un alza limitada en la demanda potosina, ésta pudo satisfacerse con la producción del hinterland cercano, per­sistiendo así la tendencia deflacionaria de los precios: Paralelamente, en ciertas regiones (como Cochabamba y tal vez Chayanta) surgió una agricultura campesina competitiva que rompió el monopolio comercial de los hacendados. La comercialización de los excedentes campesinos ocasionó que los precios locales bajaran. Por otra parte, el comercio y trueque intra-étnico permitía que los indígenas más pobres y los afligidos por malas cosechas (especialmente de la puna) tuvieran cierto control sobre los términos del intercambio. Los cultivos "indígenas" como la quinua y el chuño servían como sustitutos en períodos de crisis agrícola y de elevados precios del maíz y trigo. Estos cultivos fijaban efectivamente un precio-base para el mercado de granos y bloqueaban, cuando existía escasez, la especulación y extorsión de precios por parte de los hacendadosC29). A lo largo del siglo, las deudas de los hacendados y las hipotecas sobre sus tierras se acumulaban. Las leyes españolas de herencia divisible contribuían también a debili­tar la base en tierras de las elites regionales profundizándose la fragmentación de las propieda­des. Las catástrofes climáticas continuaban amenazando la empresa agrícola y podían asestar el golpe de gracia para las ya débiles o hipotecadas haciendas.

Las oportunidades comerciales se veían también frustradas con el alza de los costos de transporte. Ya en la década de 1770, el auge económico de Buenos Aires implicó que el con­trol sobre las zonas proveedoras de mulas de Salta y Córdoba pasara de manos de los hacen­dados del norte a los mercaderes del sur. Con la legalización del comercio trans-Atlántico con Buenos Aires, las importaciones europeas ingresaron por el sur de los Andes y los textiles extranjeros abatieron a la manufactura textil regional. Desde la década de 1770, crecidos im-

(28) Refiriéndonos al surandino, nos interesa la sierra y los valles particulannente. Una recuperación de la empresa agrícola en la costa peruana en este período no implicaría, por lo tanto, una revisión de nues­tra premisa Donde sí se dio un caso excepcional de auge para el surandino fue en los Yungas cocaleros de La Paz.

(29) Ver Tandeter y Wachtel 1984: 59.

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puestos sobre ventas y tránsito (alcabala) restringían también las ganancias comerciales. La descapitalización de las propiedades durante la insurrección andina representó otro golpe para las fortunas de los terratenientes a principios de la década de 1780 (Larson 1988: Cap. 6).

La decadente condición de los hacendados cochabambinos encuentra su paralelo en Ollantaytambo (Cuzco). Allí, Glave y Remy (1983) describen la quiebra de la empresa agrí­cola debido al estancamiento persistente de los precios, la escasez de capitales, las hipotecas sobre las propiedades, los mercados estrechos y las crisis de sobreproducción. Al igual que en el caso cochabambino, la hacienda comercial se orientó entonces hacia una agricultura arrendataria y de subsistencia Como lo señala B. Larson, las nuevas estrategias de acumulación de los terratenientes incluían no sólo el arrendamiento de la tierra sino también la especulación sobre los diezmos.

Nuestra aproximación a los conflictos sobre diezmos debe situarse, entonces, en esta quiebra de la empresa agrícola surandina que empujó a los hacendados fuera de la esfera de producción y hacia formas rentistas y especulativas de acumulación local a costa de la población campesina. En la especulación con los diezmos, el rematador no sólo evitaba los riesgos de la producción sino que obtenía también ganancias de dos maneras. La primera y más rentable consistía en arrendar los diezmos en un afio de bajos rendimientos, aprovechando así la escasez (y el hambre) para vender los productos en precios altos. Según B. Larson, la tasa de ganancias de los diezmeros era muy superior a las tasas para préstamos (5%) o para las empresas agóco­las (pocas veces más del 4% a 5% en Cochabamba). La misma autora cita el informe de un oficial de la Real Hacienda en 1774 que indica tasas de ganancias del 50% al 60% (ibid.: 229). La segunda forma, aún más drástica, consistía en exigir más productos de los acostumbrados o permitidos para compensar, mediante la comercialización, el costo del arrendamiento. La ganancia de los diezmeros se realizaba en la esfera del intercambio, aprovechando las fluctua­ciones en los precios.

Hemos encontrado una confirmación inicial de la nueva importancia que adquióa la es­peculación sobre los diezmos en algunas evidencias que revelan una mayor competencia para arrendar la posición de diezmero(30). Es pertinente, por ejemplo, el edicto temible, aunque irónico, del insurgente Nicolás Catari que amenazó en Pitantora (Chayanta) a "todos los mo­zos espai'loles, los que son muy amantes de comprar veintenas y primicias" (ANB EC 1781 No. 47 f. 1).

El resultado de la competencia para arrendar el puesto de recaudador de los diezmos fue un alza en el precio del remate eclesiástico(3I). Esto obligó al diezmero a extraer a su vez mayores excedentes de los productores, es decir "de resarcir a costa de los infelices indios la

(30) Además de los ejemplos citados , nuestra hipóiesis se basa en la revi sión de los documentos sobre re­males en la región de La Paz. Ver al respecto la serie de Expedientes Coloniales y Remate de Diez­mos en el Archivo de La Paz.

(31) Sobre el tema de la competencia, B. Larson señala para Cochabamba que la nueva especulación sobre diezmos tuvo consecuencias contradictorias para la clase terraieniente. Por una parte, los hacendados adinerados que tenían con qué especular (poseyendo tierras libres de hipoieca para asegurar las fian zas obligatorias) cerraron sus filas , conformando un club reducido con control sobre la recaudación. Por otra parte, hacendados de menos fortuna quedaron excluidos de la especulación. El resultado habría sido una diferenciación entre los terralenientes (B. Larson 1988: 230).

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crecida cantidad en que se le remataron los diezmos", como se expresó en el caso de Sicaya, anexo de la doctrina de Capinota, en 1776 (ANB EC 1776 No. 235 f. 4v). Allí el diezmero aumentó sus exacciones desde la veintena hasta el diezmo y la primicia, subiendo también el precio de la wasi-veintena para los residentes y originarios que tributaban en el pueblo de Toledo, en la provincia de Paria. Se supone que el diezmero habría justificado los nuevos cobros por considerar a estos antiguos mitimaes como arrenderos en las tierras de comunidad del valle.

Otro caso de excesos por parte de los diezmeros se dio en Tomina en 1804, donde el Subdelegado opinó:

"Por lo que mira al segundo punto de excesos, tengo entendido que este mal es irreme­diable, aunque en cada doctrina hubiesen muchos encargados que sólo velasen sobre la conducta de los diezmeros. Pues si hay uno u otro timorato de los principales rematadores, sus dependientes y mayordomos no guardan regla ni sujeción porque siempre aspirnn a acreditar con el mayor aumento que indebidamente exigen. Otros que son de mala conciencia que se ven clavados por su inconsiderado calor en los re­mates, o que por tener en que entretenerse sub-arriendan de los grueseros en más cantidad de lo que puede rendir la doctrina o partido no se detienen en cometer toda especie de excesos .. . " (ANB EC 1804 No. 91 fs. 18-18v)

Este resarcimiento se practicaba utilizando ya sea la fuerza, ya sea alterando y exten­diendo las normas tradicionales del pago local. Pero la ofensiva de parte de los diezmeros impulsó también la oposición indígena, tanto bajo la forma de peticiones legales a las autori­dades coloniales como con amenazas o uso directo de la fuerza. Tenemos un claro ejemplo de este patrón gener.tl en la disputa semisecular en San Antonio de Lípez, desde la década de 1750 hasta la de 1800. Durante este largo período, diezmeros y comunidad indígena peleaban, con avances y retrocesos por ambos lados, sobre el cobro de la veintena por las llamas de la comunidad, su "ganado de la tierra". Los indígenas sostenían que nunca habían pagado la veintena por las llamas y que ninguna regulación legal lo estipulaba. Los diezmeros buscaban, en este caso, incorporar un recurso altiplánico tan importante dentro de la categoría de "fru­tos" cobrables (aunque supuestamente debía gozar de la exención al igual que los cultivos de la tierra). En 1797 los diezmeros aumentaron dramáticamente sus exacciones, exigiendo no ya la mera veintena sino el mismo diezmo. Posteriormente los diezmeros justificaron esta nueva imposición con el argumento de que las tierras comunales no eran en realidad originarias y que los comunarios debían considerarse forasteros y arrenderos sin el derecho de pagar úni­camente veintena Testigos locales informaron, sin embargo, que el cobro, sin ningún antece­dente, fue impuesto después de una guerra de pujas para arrendar los diezmos en 1797. El nuevo diezmero "obligó a estos naturales a que pagasen diezmos, por haber ascendido a un precio exorbitante el remate" (ANB EC 1805 No. 72 f. 44v).

En un conflicto anterior sobre la imposición de la veintena, aparentemente en la década de 1750, el cacique y ocho comunarios armados habían perseguido al diezmero amenazando con quitarle la vida Posteriormente, durante la insurrección de la década de 1780, sabemos que lograron matar al Corregidor. Su defensa en 1804 fue, en cambio, el recurso a la vía legal, aprovechando las experiencias previas adquiridas en la corte de la Real Audiencia. En

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1770 el cacique Blas Quispe había ganado un juicio por lo que la Audiencia ratificó la cos­tumbre de la comunidad de no pagar diezmo ni veintena por sus llamas. Esta victoria legal fue posterionnente negada por los diezmeros utilizando el subterfugio (robando al cacique los documentos de la Audiencia) y la fuerza bruta (ANB EC 1805 No. 72).

Este conflicto sobre diezmos y otros similares llegaban a la corte de la Real Audiencia. Como hemos visto anterionnente, en 1772 la Audiencia de Charcas intentó abolir de una vez por todas las frecuentes "controversias" relativas al pago de diezmos. La interpretación de la proliferación de los conflictos fue fundamentalmente legalista.

"La variedad de autos acordados y alguna diferencia que en ellos se encuentra ocasiona no poca confusión de que resulta que por la malicia o natural rusticidad de los indios y partes interesadas en la cobranza de diezmos se promuevan frecuentemente dudas y controversias." (ANB EC 1790 No. 182 f. 7)

Se emitió entonces, en 6 de julio de 1772, un auto supuestamente comprensivo y defi­nitivo para que se "corte de raíz las disputas y artículos que continuamente se suscitan" (ibid). Sin embargo los puntos conflictivos no fueron del todo aclarados por la corte ni en ésta ni en otra ocasión. En el fondo el problema no era de mera regulación jurídica y por razones más profundas habría de persistir.

Planteada la dinámica de los conflictos sobre diezmos a fines del siglo XVIII, veamos ahora el aspecto coyuntural de su surgimiento. En el transcurso del siglo XVII y primera mi­tad del XVIII, hemos visto diversos conflictos que pueden ser considerados más puntuales. Pero el período de mayor concentración de los casos se sitúa a fines de la década de 1750, aumentando en las de 1760 y 1770. A manera de ilustrar este punto, repasemos algunos de­cretos provenientes de los más altos niveles de la administración eclesiástica y política, sin referirnos a la abundante cantidad de autos y provisiones librados por la Audiencia de La Pla­ta que sobrepasan fácilmente cincuenta en este período. En 1757 la Catedrnl Metropolitana de La Plata libró dos "fórmulas de recudimientos" para la cobranza de los diezmos, en respuesta al conflicto sobre las tierras de Tacovilque, en Chayanta, pertenecientes a Francisco Choqueticlla, el cacique de Quillacas de la provincia de Paria (ANB EC 1777 No.184 ). El Rey promulgó una cédula real en 1760 sobre el caso de los indígenas de San Lucas y Quilaquila (ANB RC 1760 No. 2083/2088). En 1762 tenemos la Provisión Ordinaria de Diezmos del virrey Amat en Lima, decretada por la representación de Felipe Ingacari, principal de Guancané, provincia Paucarcolla (ANB EC 1771 No. 41 fs. 1-7v). El virrey se pronunció sobre el cobro de diezmos de la coca en Yungas en 1764 (AA 1771 I No. 510 f. 2v). La Catedral de La Paz libró en 1768 un recudimiento para que sirviera como reglamento general sobre los diezmos (AC 1757 T. 45 f. 406v). Otra cédula real de 1770 corroboró la de 1764 (ibid. f. 408). En 1772 fue acordado por la Audiencia de Charcas el "reglamento comprensivo ... recopilando to­das la provisiones y antecedentes que deben observarse", suscitado otra vez por San Lucas y Quilaquila (ANB EC 1789 No. 13). Y los ca<;os prosiguen en el resto del siglo (cf. Apéndi­ce).

Con nuestro enfoque sobre las elites locales y el decaimiento de la empresa agrícola, hemos vinculado los conflictos sobre diezmos a movimientos económicos estructurales a lar-

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go plazo. ¿Pero cómo explicar la emergencia coyuntural del conflicto en la dé.cada de 1750, creciendo en las décadas de l 7f:IJ y 1770?(32)

La agudización de los conflictos a partir de la década de 1750, prolongándose hasta principios del siglo XIX, coincide en general con la periodización de B. Larson de una deca­dencia agraria para los hacendados cochabambinos (aunque sólo habla de un "deterioro agu­do" alrededor de 1780). Existe incluso mayor correlación con la detallada periodización pro­puesta por L.M. Glave y M.I. Remy sobre la crisis de la empresa agrícola en Ollantaytambo que empeoró justamente en 1770. En el análisis de Glave y Remy, los precios son esenciales para entender y periodizar las fortunas decadentes de los hacendados: "los precios llevan consigo en su caída a la empresa mercantil" (L.M. Glave y M.I. Remy 1983: 518). En el contexto de un descenso de precios a largo plazo, su agudización a partir de 1770 habría des­alentado las esperanzas de los hacendados de lUlll recuperación comercial.

Es significativo también constatar que nuestra periodización concuerda aún más con el análisis de E. Tandeter y N. Wachtel sobre los precios de Potosí y Charcas en el siglo XVIII(33).En una periodización de los precios agrícolas en Potosí, los autores sefialan la si­guiente secuencia:

l. 171(6)-1758: alza(?). 2. 1759-1789 : baja. 3. 1790-180(5): alza.

En una segunda periodización semisecular, observan:

1. 1716-17f:IJ: oscilaciones fuertes y frecuentes, precios altos. 2. 1760-1810: oscilaciones más débiles, precios mucho más bajos.

La coyuntura de 1759-17(:JJ representa un momento de inflexión crucial en las tenden­cias de los precios. A largo plazo, la recuperación de 1790-180(5) resultó insuficiente para

Nosotros hemos encontrado también evidencias de esta estrategia para reducir la competencia entre terratenientes. En Ambaná a mediados del siglo XVIII se declaró que "entre los españoles corre como de tumo el remate de diezmos" (ANB 1750-1754 Minas L127 No. 6/Minas Cal No. 1517 f. 29). Por el año de 1825, un funcionario de Cochabamba observó, no sabemos si respecto a Cochabamba o más bien a La Paz, que "se reunen los ocho o diez vecinos que subsisten de esta especulación y secreta­mente convienen en las cantidades que han de contener sus cédulas de posturas. Y luego que sacan los diezmos en sola una cabeza, se distribuyen entre todos por doctrinas o por veredas" (ALP Gaveta No. 6 f. 412). Sin embargo, como las elites no siempre podían superar sus diferencias internas ni suprimir por completo la competencia, consideramos que nuestra hipótesis sobre el mayor interés en torno a los arrendamientos es todavía válida

(32) Anticipamos que futuras investigaciones en archivos locales deberán confirmar la periodización gene­ral aquí sugerida Aun si se descubren disputas puntuales en distintas regiones antes del surgimiento que situamos en la década de 1750, creemos que ellas serían compensadas por la preponderancia de casos posteriores.

(33) Sin embargo, nuestro trabajo conduce a ciertas observaciones metodológicas respecto a la utilización por E. Tandeter y N. Wachtel de los diezmos como índice de la producción agricola (ver apéndice).

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compensar la tendencia de declinación desde 1759 que coincidió con la emergencia de con­flictos sobre diezmos. Esta correlación general entre las tendencias de los precios agrícolas y el conflicto sobre diezmos fortalece la explicación que hemos propuestoC34). Con el descenso de los precios, los hacendados se trasladaban fuera de la esfera de producción destinada al mercado para entrar en actividades e~lJCCulativas como el arrendamiento de los diezmos, buscando así una acumulación directamente a costa de los productores campesinos locales. Se supone, al mismo tiempo, que los bajos precios habrían reducido las ganancias de los diezmeros que in­tentaban comercializar los productos cobrados. Esto, a su vez, habría impulsado a los diezmeros a estrujar aún más a los productores, implicando un proceso de acoso e intensificación en la extracción de excedentes. La particular combinación de factores que definieron la coyuntura de fines de la década de 1750 requiere sin embargo de un mayor análisis.

Además de la mayor frecuencia y violencia de los conflictos en tomo a los diezmos en esta segunda fase, hay que señalar también el cambio ocurrido en cuanto a los sujetos del con­flicto. Anteriormente las disputas se suscitaban entre la misma Iglesia (Arzobispado de La Plata u Obispado de La Paz) y los productores locales. En la segunda mitad del siglo XVIII , las pugnas involucraron por lo general a diezmeros locales y comunidades indígenas(35). En 1798, por ejemplo, los diezmeros intentaron imponer el diezmo sobre el ganado de la tierra de una comunidad, la de Chocaya en el Partido de Chichas, contra la costumbre local y sin nin­guna justificación legal. En defensa de la comunidad, el subdelegado de Chichas arguyó que no existía fundamento para la crecida exacción, puesto que los diezmeros siempre habían hecho postura sobre el ganado de Castilla exclusivamente y que esta renta había satisfecho a la Iglesia. Aludiendo a Santo Tomás de Aquino y "muchos otros doctores", reconoció que un incremen­to sería legítimo si la Iglesia tuviera necesidad para sufragar sus gastos y mantener "el susten­to decente" del clero. Pero en este caso el incremento serviría únicamente a los intereses pri­vados de los diezmeros (ANB EC 1798 No. 48 f. 8v).

(34) Habiendo llegado a este punto es preciso hacer una aclaracion metodológica. Al observar una estrecha correlación entre tendencia económica y conflicto social, no suponemos una causalidad directa (economicista). El conflicto sodal debe entenderse en términos de las movedizas relaciones de clase y etniddad, de poder y política colonial y de formas de acumulación económica En el caso de los con­flictos sobre diezmos, hemos intentado una explicación que enfoca los intereses económicos de la Igle­sia y las elites locales además de la capaddad comunaria para la auto-defensa (ver abajo) en condicio­nes coloniales cambian tes.

(35) Generalmente la Iglesia remataba los derechos de cobrar los diezmos directamente a las elites locales, es dedr a los hacendados y vecinos de los pueblos. Sin embargo se dieron también casos de remates "en grueso", de toda una provincia por ejemplo, y luego un conjunto de arreglos privados entre el arrendatario original y los vecinos locales. Estos arreglos eran a veces sub-arrendamientos. Otras ve­ces los diezmeros empleaban cobradores particulares (conocidos en algunos documentos generalmente como "mozos") para la recaudadón. La violenda contra productores indígenas podía provenir entonces de parte de estos cobradores, "empleados" del mismo arrendatario. En sus quejas, las comunidades atribuían los abusos tanto a "diezmeros" como a "cobradores". A pesar de su interés intrínseco, aquí no entraremos en detalle sobre la identidad más específica de estas "elites locales": por ejemplo la relativa importanda que tenía para ellos la propiedad de tierras y las actividades comerdales, sus vín­culos con las dudades o sus mecanismos para acceder al crédito o a fianzas para el arrendamiento; o los frecuentes e interesantes casos de curas y cadques rematadores. En este trabajo nos referimos a "diezmeros" para indicar tanto a los arrendatarios como a sus cobradores dependientes.

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Interesa señalar en esta pugna la intervención del subdelegado en favor de la comuni­dad. Esto no era excepcional, como tampoco lo era la representación o testimonio de vecinos locales en favor de una comunidad que resistía las imposiciones de los diezmeros(36). Tales alianzas entre comunidades, por una parte, y vecinos locales o autoridades coloniales, por otra, podrían haberse forjado dentro de la misma competencia local por los recursos de la comuni­dad. Una porción crecida para los diezmeros reducía el excedente disponible para otras elites locales.

En estos litigios entre comunidades y diezmeros, la Iglesia intervenía por lo general a favor de los últimos ya que el ingreso eclesiástico era el directo beneficiario con cada nueva imposición. La Junta de Diezmos del distrito eclesiástico se quejaba constantemente de la falta de pagos, hacía circular recudimientos insinuando nuevas formas de cobranza y proveía argumentos legales sofisticados, en beneficio de los diezmeros, destinados a la resolución de disputas sostenidas en la Real Audiencia(37). De todos modos, la Iglesia rara vez iniciaba las pugnas y los pleitos tal como ocurría en el siglo XVII.

En términos formales, la misma Real Audiencia era un árbitro judicial ostensiblemente neutro tanto en la primera coyuntura como en la segunda. En la corte se oían los reclamos comunarios y muchas veces éstos eran respetados. La argumentación del fiscal Protector de Indios de la corte cumplía la función de abogar por" ellos con la debida imparcialidad (por lo menos según las apariencias documentales que nos quedan). Para tomar un ejemplo de la primera coyuntura, la corte juzgó (en auto de 9 de Julio de 1666) que el arrendamiento de los diezmos era incompatible con el ejercicio simultáneo de la administración de justicia local por conducir a abusos y dejar indefensos a los indígenas (ANB EC 1796 No. 22 f. 10). En la segunda mitad del siglo XVIII, la Audiencia expidió muchas provisiones para terminar con los abusos o ratificar la costumbre local que intentaban violar los diezmeros. Sin embargo, como veremos posteriormente, la tendencia global de la legislación favoreció a los intereses de los diezmeros, apoyados por la Iglesia.

2. DIEZMOS Y REBELIONES EN LA COLONIA TARDIA

En la segunda coyuntura de los conflictos sobre diezmos, encontrarnos que su surgimiento coincide con las periodizaciones de las rebeliones propuestas por J. Golte (1980) y por S. O' Phelan ( 1988). J. Gólte se refiere a un "rápido aumento de rebeliones locales" que se inició a mediados de la década de 17(:fJ (J . Gólte 1980:17). O'Phelan concibe una coyuntura (según la autora la segunda de tres durante el siglo XVIII) de revueltas y rebeliones entre 1751-1765. J. Gólte considera que estos conflictos estaban dirigidos contra los corregidores debido a la pesada carga que significaba el reparto, legalizado formalmente en 1751 y practicado legal-

(36) Para algunos ejemplos ver ANB EC 1771 No. 41; ANB EC 1796 No. 22; ANB EC 1804 No. 91 ; ANB EC 1805 No. 72.

(37) Ver los ejemplos de Chulumani, AC Tomo 100 - 1794, fs . 112-113, 155-156; de Guancané, ANB EC 1771 No. 41 ; y de Oruro, ANB EC 1790 No. 182.

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mente desde 1756. S. O'Phelan critica acertadamente el énfasis de Gólte sobre el reparto y describe un período de "revueltas menores, locales y desarticuladas entre sí" (ibid.: 135).

Nuestro análisis de los confliclOs sobre diezmos parece concordar tanlO con J. Gólte como con S. O'Phelan. La legalización, su creciente volumen y la consecuente acumulación de deudas en el pago del reparto habrían aumentado la competencia entre las elites locales por la extracción del excedente comunitario (fenómeno que ya intentamos explicar en el marco de las transformaciones económicas del surandino), aumentando el peso económico para los pro­ductores campesinos. A nivel local, la competencia entre elites y la presión hacia la comuni­dad habrían agravado las tensiones, ya sea que se expresaran al final en un conflicto sobre diezmos u otros problemas, ya sea que se manifestaran en acciones contr.1 los diezmeros y otras autoridades (cura, cacique, corregidor). Esta visión corresponde con la noción de S. O'Phelan respeclO a la existencia de revueltas "diversificadas", evitando a la vez el privilegiar la legalización del reparto como causa primaria (J. Gólte) o "subyacente" (S. O'Phelan 1988: 143). Cabe señalar que en ninguno de los casos relativos a conflictos sobre diezmos se señala al reparto como base para el acoso a la comunidad.

Aunque consideramos que ciertas tendencias económicas identificables o un peso eco­nómico hipotético no permiten una explicación adecuada del conflicto social (ver nota 34), sí vemos en el aumenlO de confliclOs sobre diezmos una señal de la acumulación de tensiones locales así como de las condiciones económicas que estructuraron la coyuntura insurreccional de principios de la década de 1780. De hecho, el análisis de conflictos sobre diezmos nos permite apreciar los efectos locales de las tendencias económicas con mayor validez que esa clásica correlación entre "peso económico" y "rebelión". El confliclO local, que muchas ve­ces demuestra poca o ninguna violencia abierta, es muy difícil de desentrañar, pero los conflictos sobre diezmos nos permiten una aproximación. El diezmo era una imposición local sobre la producción económica específicamente y una resistencia a ello podía prepararse con relativa facilidad a través de la petición legal. La proliferación de casos legales revela un auge de los conflictos locales más que el estallido de una "rebelión" en la medida que ésta constituye una respuesta mucho más riesgosa y difícil de organizar. Al mismo tiempo, aunque las pugnas sobre diezmos se originaban en una imposición económica directa, no queremos minimizar el contenido político e ideológico del conflicto comunidad-elite (ver má<; adelante). Tampoco pretendemos que las disputas constituyan una medida directa del "nivel" o "peso" de la ex­plotación comunitaria.

Cabe señalar también, puesto que J. Gólte ni S. O'Phelan lo mencionan, que los con­flictos sobre diezmos constituyeron parte de los causales que condujeron hacia la coyuntura insurrecciona!. La campaña de los diezmeros en contra de las exenciones indígenas corresponde a un solo proceso de extensión del sistema impositivo durante el siglo XVIII. Esta campaña fue lanzada a fines de la década de 1750 y principios de la de 1760, después de una anterior revisita del Virrey Castelfuerte (1724-1736) para aumentar el tributo y la mano de obra mitaya, provocando descontenlO en todo el VirreinalO (S. O'Phelan 1988:75-116). Posteriormente, en la década de 1770, la administración colonial aumentó la tarifa de la alcabala del 2% al 4% y otra vez del 4% al 6%, estableciendo también, a través de la red de aduanas, un control más estriclO sobre el comercio.Los indígenas debían gozar supuestamente de la exención de no pagar alcabala, como en el caso de los diezmos;sin embargo los aduaneros, asemejándose a los diezmeros, lograron imponer gravámenes sobre la circulación indígena. En este sentido

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podemos afinnar que la progresiva restricción de la exención indígena en cuanto a los diez­mos fue similar y generalmente se anticipó a la restricción en el comercio, perjudicando di­rectamente a la sociedad nativa impulsándola hacia la abierta protesta anticolonial(38). Am­pliando nuestra imagen de esta etapa "racionalizadora" del sistema impositivo colonial para incorporar el conflicto sobre los diezmos, podemos apreciar el ala eclesiástica de la ofensiva reformista, normalmente vista sólo como proyecto estatal-borbónico, y luego sus irnplicancias extensivas y locales, y no sólo administrativas-fiscales.

Tomemos un ejemplo. En 1755, el cura de la Villa de Puno y vicario de la provincia de Paucarcolla, Dr. Juan Valentín de Gamboa y Nurvena, propuso a la Mesa Capitular de la Ca­tedral de La Paz nuevas reformas para el sistema de arrendamiento y cobranza que podrían aumentar los ingresos de 3,000 pesos a 4,000 pesos para toda la provincia. Aconsejó entonces que se cobrara del ganado de Castilla en proporción a las ovejas madres porque de otra manera los diezmeros no se daban cuenta de todos los multiplicos. Los recaudadores tenían dificultades en registrdf todo el ganado porque las madres parían en distintos períodos del afio y los indígenas vendían o comían las crías, salvo las más pequeñas (ANB EC 1755 No. 58 fs. 3-4v). Esta cobrdOza en base a la enumernción de ovejas madres suscitó frecuentes protestas de la pobla­ción indígena, como en el caso de Mizque (ANB EC 1764 No. 149), Chucuito (ANB EC 1795 No. 154), Carabuco (ANB EC 1802 No. 48), y Toinina (ANB EC 1804 No. 91). Pero esta práctica llegó a ser aprobada implícitamente por la Real Audiencia en su Provisión a favor de Baltasar Chumasero, diezmero de Calcha, en la provincia de Chichas, en 1766 (ANB EC 1766 No. 54).

Un segundo ejemplo de la cobranza más estricta y "racionalizada" en este período pro­viene de lrupana En 1767 un comisionado del Cabildo Eclesiástico de La Paz visitó esta ju­risdicción c<;>calern para informarse sobre la<; recaudaciones de los diezmos. Interrogando a los anteriores rematadores, averiguó la cantidad e identidad de todos los productores obligados a pagar el impuesto "así de las haciendas y arrenderos y yanaconas como de mestizos de la comunidad de los indios"; "los hacendados, arrenderos, chiquiñeros ... y los yanaconas y agre­gados". Un rematador anterior, el vecino Marcos Ramírez, declaró "si pagan conforme deben pagar, diera mucho más de coca, por haber muchos arrenderos de los cuales los más se resisten.

Efectivamente la Iglesia y los diezmeros controlaron mucho más cuidadosamente la producción cocalera en este período y, a pesar de ser la coca un cultivo nativo supuestamente eximido de impuestos tanto eclesiásticos como comerciales, introdujeron una capitación para los comunarios de Chulumani, Chupe y Yanacache (4 reales pagaban los casados y 2 reales los solteros) por auto del virrey de Lima en 1764 (AA 1771 I No. 510). Mientras tanto conti­nuaban en su intento de cobrar la veintena En un documento sobre el remate de diezmos de Coroico, hemos encontrado una referencia a la veintena impuesta sobre la producción comu­nitaria de coca mediante un auto de 9 de Junio de 1766 (ALP EC 1768 C.89 E.35 f. 2). En 1768 el diezmero de Chulumani se quejó de que los comunarios se negaban a pagarle veintena. En consecuencia el Obispo de La Paz exhortó a que "le satisfagan ... los indios la veintena

(38) No podemos explorar aquí los interesantes paralelos entre los diezmos y los impuestos comerciales (la alcabala y la sisa). Estos también suscitaron "dudas y controversias", y hasta conflicto abierto, en complejos procesos de reducción de la exención indígena.

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correspondiente a todos los que produjeren sus sementeras y cocales" (AA 1771 I No. 51 O fs. 1-1 v de la 2da. foliación)(39).I.a campafia para cobrar la veintena fue suspendida (aunque como lo veremos sólo temporalmente) por el auto de 16 de octubre de 1768 que reiteró que no se tenía que satisfacer la veintena por productos de la tierra (AC 1757 T. 45 fs. 406408v). No obstante, el control cada vez más riguroso y los nuevos gravámenes sobre la producción cocalera iban aumentando junto con las nuevas imposiciones sobre la circulación indígena de la coca en las décadas de 1760 y 1770.

Acercándonos ahora a la experiencia comunaria, lo primero que podemos observar, to­mando en cuenta también que estos relatos se prestaban a exagerdCiones, son las indudables astucias que se empleaban para reducir las cantidades transferidas a los recaudadores. En contra del pleito de las autoridades comunarias de Caquiaviri, el cobrador Carlos Quiquincha protes­tó que:

"lejos de dejarse engañar, engañan mác; bien al diezmero ocultando y vendiendo la ma­yor parte de ganados cuando llega el tiempo de las cobranzas" (ALP EC 1789 C.113)(40)

En este mismo sentido, un informe a la Mesa Capitular del Cabildo Eclesiástico de La Paz sefialó que tanto indígenas como hacendados españoles evitaban "la obligación que tie­nen de pagar a Dios el diezmo" y defraudaban a los cobradores y a la Mesa Capitular:

"debiendo pagar ciento, sólo pagan el que más temeroso cincuenta, con la seguridad de que los diezmeros no averiguen la verdad por la prisa y aceleración con que caminan en sus cobranzas, lo que tengo prudentemente averiguado; como también que entre los ga­nados de dichas haciendas de espafioles se ocultan muchos de indios, y que estos ocultan los más de sus ganados para no pagar veintena, y ya extn1viándolos fuera de la jurisdic­ción de la provincia y ya remontándolos a los par-djes más ocultos, o pasándolos de noche a los diezmales y territorios ya diezmados, o cerrándolos en casas tapiando con piedras las puertas, de modo que el indio que tiene quinientas ovejas ocultando de alguno de los modos dichos, las trecientas apenas deja y manifiesta doscientas. Y de éstas los mozos, que llevan los diezmeros pagándoles sus salarios, procuran por lo general com­ponerse con los duefios para que sólo lleven cien ovejas al diezmal, y por las otras cien­to les dan los indios alguna cosa corta menos del impone de la veintena. De donde con evidencia se infiere que los diezmeros no hurtan ni roban como dice el vulgo, antes sí los espafioles, los indios y toda la gente que llevan para diezmar roban y hurtan a los diezmeros y a la Mesa Capitular" (ANB EC 1755 No. 58 fs. 1-1 v ).

(39) En este caso, la Iglesia intentó argumentar que la costumbre de pagar una capitación de 4 reales sólo correspondía a la wasi-veintena y que en realidad los indios debían la veintena entera por su produc­ción de coca ANB EC 1768 No. 20, fs. 8-9v. Agradecemos a A. María Lema por facilitarnos este documento.

(40) Este expediente de 19 fojas, relativo a conflictos sobre diezmos en Caquiaviri, no tiene número; la cita es de la penúltima foja suelta.

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Finalmente, según el mismo informe, los pagos en especie lo harían de los corderos más pequeños, cojos, tuertos y de mala lana por lo que se vendían en menor precio (ibid. f. 2).

Suponemos que estas tácticas siempre se empleaban y con relativo éxito. Pero la opo­sición desplegada en contra de los diezmos no era siempre una resistencia defensiva sino que tuvo, a veces, una gran capacidad ofensiva con carácter muy político. Larecaja, por ejemplo, fue escenario en la década de 1750 de un abierto y agudo conflicto que causó un trauma en la jerarquía eclesiástica paceña. Como provincia marginal dentro del es¡ncio económico surandino y alejada de las sedes político-administrativas de la Plata y Lima, la estructura de poder en Larecaja, más que en otras provincias de Charcas, era de carácter muy local y personal. En la zona de Ambaná el personaje de mayor peso político a principios de la década de 1750 era el Dr. Martin de Landaeta, cura de la doctrina, propietario de la "muy cuantiosa" hacienda de Tuntunari, y "Diezmero Perpetuo" (ANB EC 1753 No. 60 f. 1). El antagonismo en Ambaná se remontaba a 1749 cuando los indígenas de la estancia de Chuani, parcialidad Anansaya, enjuiciaron al Dr. l..andaeta. Este inició interrogatorios para condenarlos, y, según testigos, se iba prepardl1do una sublevación. En 1750 la disputa se agravó porque los de Chuani se negaron acudir a la refacción de la casa parroquial, obra que había sido ordenada incluso por el virrey. A fines de 1750, por iniciativa de l..andaeta, cuya autoridad superior había sido rechazada simbólicamente, un juez comisionado de la Iglesia investigó los cargos contra los indígenas. Estos fueron acusados de no pagar tributos, no cumplir con los servicios obligatorios en el pueblo y no reconocer la autoridad judicial y cacica!. Sin embargo, los cargos principales apuntaban al poder y función eclesiásticos: no pagar diezmos, no asistir a misa y confesión, no satisfacer derechos parroquiales, no enterrar a sus muertos en el cementerio de la iglesia sino en las apachetas y caminos de sus estancias, no servir y reconocer al cura Con su des­obediencia, representaciones de quejas y otras medidas de presión, habían obligado además a salir del pueblo a los cuatro doctrineros anteriores. Detrás de todo estaba la amenaza de su­blevación, una "universal alteración que hubiera sido difícil sosegar" (ANB 1750-1754 Minas T. 127 No. 6/Minas Cat. No. 1517 f. 6).

En 1753, muerto el primer comisionado eclesiástico y convertido el Dr. Landaeta en canónigo de la Catedral de Nuestra Señora de La Paz, se volvió a retomar la investigación. Pero los indígenas de Chuani iniciaron también su propia causa contra el teniente del pueblo, Diego Cristóbal Gcmio, por abusos incurridos especialmente en el cobro de los diezmos (ANB EC 1753 No. 60). Como lo afirmó el Oidor de la Real Audiencia, el Dr. l..andaeta aprovechó su influencia en la zona logrando que el corregidor colocara a Gemio en el cargo de adminis­trndor de justicia (ibid. f. 2v). Este último cobraba entonces excesivamente y con violencia, sin que los indígenas tuvieran recurso judicial en el pueblo. A Melchor Mamani, por ejemplo, le quiso cobrar seis borregos grandes por treinta borregas madres así como una manta por "diezmo de las gallinas" aunque no las tenía en su casa (ibid. f. 30v). A pesar de la gran distancia y su vulnerabilidad ante Gemio, Diego Palli y Diego Cutili viajaron hasta la Plata para conseguir una provisión de la Audiencia que los protegiera. Les fue concedida pero a un precio extremo como descubrieron posteriormente. Diego Palli fue castigado severamente, "dejándolo hecho un monstruo" (ibid. f. 27v), tanto por su viaje como por no estar de acuerdo en que se quemarnn las provisiones reales para que nunca se presentarnn en juicio. Se le en­carceló en un obraje con la sentencia de cien azotes públicos y seis años de detención, propo­niéndose luego que su sentencia sea perpetua (ANB 1750-1754 Minas T. 127 No. 6/Minas

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Cat. No. 1517 f. 42). Los compañeros y familiares de Palli anduvieron prófugos. Gemio em­bargó sus víveres para que no tuvieran alimento y finalmente rindieran sus vidas o quedaran expulsados de la wna. Cuando los ministros y mozos de Gemio no pudieron encontrar a Diego Cutili, apresaron a su mujer y a sus dos hijos mayores(41).

Poco tiempo después, en 1755, el cura de Mocomoco escribió alarmado porque los in­dígenas de su pueblo y los de ltalaque se negaban a pagar la veintena, y "conmovidos con no sé que provisiones reales, se defienden con armas". Informó que los diezmeros no se atrevie­ron a recaudar ese año por el riesgo a sus personas. Solicitó un remedio urgente "antes que la que es repugnancia en este y otros pueblos pase a ser general insolencia" (ANB EC 1755 No. 58 f. 5).

Fue en esta misma época tumultuosa cuando el Dr. Juan Valentín de Gamboa y Nurvena, el cura de Puno en la provincia de Paucarcolla, entregó su informe sobre el lamentable estado del Obispado(42). Con todas las prácticas de defraudación a la Junta de Diezmos, el problema más perjudicial, desde su perspectiva, radicaba en "los revoltosos". La relación de Gamboa que presentarnos refleja no sólo la situación de la provincia de Paucarcolla sino también la de la vecina Larecaja(43). Con las provisiones obtenidas de la Real Audiencia

"los expresados indios muy contentos se vienen a sus pueblos e internan y pasan toda la provincia dando parte a todos pidiendo aplauso y recompensa, por ser redentores de la Patria contra las tiranías de los diezmeros y sacando en cada pueblo y en toda la provin­cia dos mil tantos de dicha provisión se vuelven a sus pueblos y cuando el diezmero empieza a cobrar la veintena le presentan guerra civil desenvainando 200 provisiones ... y les dan lo que quieren como limosna ... y si se recurre al corregidor o cacique lo reci­ben con otro tanto de la real provisión y que guarde observe su contenido amenazándo­le con que será castigado" (ANB EC 1755 No. 58 f. 2v)

Esta relación y su tono frustrado revelan la sofisticación y relativo éxito de las comuni­dades, además de la importancia de la resistencia contra los diezmos para la organización y liderazgo comunario en general. Es fácil imaginarse la entusiasta acogida a Diego Palli cuan­do volvió de La Plata como héroe, exponiéndose a temibles y rigurosos castigos, con la provi­sión de la Audiencia que en la esperanza comunaria permitiría romper con el poder local do­minante(44).

(41) En 1768 se renaudaron las quejas contra Diego Cristóbal Gemio por abusos en el cobro de diezmos en Ambaná (ALP EC 1768 C. 89 E. 4).

(42) El cura Gamboa tenía sus propios motivos para escribir el amargado informe. Había sido acusado de abusos en la cobranza de diezmos cuando ejercía el curato de Moho en 1752 (ANB EC 1752 No. 24 ). El caso de conflicto con los diezmeros en Moho persistió unos años después (ANB EC 1755 No. 10; ALP EC 1756 C. 77 E. 9).

(43) Esto lo podemos comprobar por la similitud entre su descripción y los sucesos de Ambaná y por cier­tas expresiones utilizadas que encontramos anteriormente en los documentos sobre Ambaná, en parti­cular la referencia a los "redentores de la patria". Además por la proximidad geográfica entre el pue­blo de Moho (ver nota anterior) y los de Ambaná, Mocomoco e ltalaque, suponemos que la extensión del ejemplo de insubordinación no fue casual, como advirtió el cura de Mocomoco.

(44) La acumulación de experiencia táctica a través de largas pugnas comunitarias contra los diezmeros está representada, por ejemplo, en la figura de don López Ignacio Pascual Choque que encabezó exitosamente las campañas legales de Mohoza en 1743 y de nuevo en 1780 (ANB EC 1796 No. 22).

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El caracter político de los conflictos sobre diezmos en esta radicalizada época está ca­balmente expresado en esta relación: los líderes se convertían en "redentores de la Patria". Los rebeldes en Ambaná manejaban de hecho un discurso libertario. Recaudaban dinero en las haciendas con claro apoyo de los labradores, asegurando que con esta derrama "podrían recabar todos la libertad necesaria para ellos". La vitalidad de la memoria histórica de una autonomía anterior a la Conquista se manifiesta en la declaración de que su fin era "restaurar­les la libertad". De acuerdo a la percepción de los rebeldes, la libertad política coincidía con la libertad religiosa Cuando Pascual Palli, hermano de Diego y alcalde indígena en 1750, sa­lió con su bastón a impedir que fueran a misa algunos de la estancia, afirmó que los indígenas habían sido "libertados" de la asistencia de doctrina. En este mismo sentido se consideraban "libres" del cargo del diezmo (ANB 1750-1754 Minas T. 127 No. 6/Minas Cat. No. 1517 fs. 5v-6, 11 v)(45).

Esta oposición politizada a los diezmeros e incluso a la institución del mismo diezmo alcanzó su máxima expresión, por ser la más generalizada, en 1781. El líder insurgente de Chayanta, Nicolás Catari, emitió un edicto especial que liberaba a todos los tributarios del pago de las veintenas o primicias, amenazando la vida de cualquier "mozo español" que espe­culara codiciosamente sobre la recaudación (ANB EC 1781 No. 47)(46). En sus informes so­bre las causas de la sublevación, varios curas del Arzobispado de La Plata señalaron a los diezmos. Para el Dr. Bernardo Ocampo, cura de la parroquia de San Lázaro de la ciudad de La Plata, la causa

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"son repartos, a que agrega extorsiones de hacendados y violenta exacción e injusta saca de los diezmos ... quitándoles indebidamente mucho más de lo correspondiente a lo que cosechan, despues que los estrechan a esto a fuerza de golpes ... (AGI Buenos Aires 321 No. 13, "Informe del Arzobispo de La Plata al Virrey", 14 enero 1782 fs. 13-15v)(47).

El testimonio del cacique Lorenzo Corina comprueba sin lugar a dudas el contenido político del pro­yecto de los de Chuani que pretendían "acabar o dominar los Viracochas" y que "ellos son redentores del pueblo y que a fuerza de rigor harán vencimiento a todos, y aun los de la provincia, porque a ellos les toca mandar" (ANB 1750-1754 Minas T.127 No. 6/Minas Cat. No. 1517 f. 35v). De acuerdo a un testigo español de la época, los insurgentes de Chayanta proyectaban publicar un auto "a fin de que todos los indios de (Chayanta) fuesen a invadir la ciudad de La Plata y para que no paga­sen tributos, diezmos, etc." (AGNA Sublevación de Oruro 1781 leg. 3 no. 8 f. !Ov; IX 7-4-4). Cabe recordar que Túpac Amaru ordenó continuar con la recaudación de diezmos: "Mandamos que ningu­na de las personas dichas pague ni obedezca en cosa alguna a los ministros europeos intrusos, y sólo se deberá tener todo respeto al sacerdocio, pagándole el diezmo y la primicia, como que se da a Dios inmediatamente, y el tributo y el quinto a su Rey y Señor Natural" (Pedro de Angelis, Colección de obras y documentos para la hisloria antigua y moderna de las provincias de Rio de la Plala, Tomo V: 105, Buenos Aires, 1836). Pero esta orden propone una reforma significativa: el diezmo se pagaría al cura directamente y ya no a un diezmero secular con intereses de especulación privada El criterio de los curas y el caracter neurálgico de los diezmos están corroborados por otro informe del Regente Presidente de Charcas, Gerónimo Manuel de Ruedas:"En muchas, o las más de (las provin­cias), ni hay administración de justicia, ni recaudación de reales tributos, ni los curas pueden cumplir con las obligaciones de su ministerio, resistiéndose aquellos [indios] y aun oponiéndose, no sólo a la debida sujeción y obediencia, si (no) igualmente a la justa oblación aun de diezmos, primicias y obvenciones en tanto extremo que basta descubrir en las personas blancas, o de su misma naturaleza

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Pero después de la insurrección, según la documentación que tenemos, la oposición contra los diezmos experimentó un vuelco. A pesar de que la defensa se mantenía, las comunidades salieron debilitadas después de la reimposición del orden colonial y fue entonces que los diezmeros aprovecharon para avanzar sus intereses. En palabras de los comunarios de Ayata, "como en la Pacificación [ ... nos] hallábamos pusilánimes y amedrantados, logró la ocasión el diezmero" para cobrarles indebidamente (no sólo veintena sino diezmo) por el maíz, un fruto prehispánico que no se recaudaba en ningún otro pueblo de la zona (ALP 1801 C. 132 E. 39 f. 1)(48).

En la larga lucha para imponer la veintena sobre las comunidades cocaleras de Yungas, los diezmeros lograron aumentar la exacción en Chulumani desde la capitación de 4 reales para casados y 2 reales para solteros a la plena veintena aparentemente poco tiempo después de la sublevación. La comunidad de Chulumani continuó protestando contra esta nueva im­posición en la década de 1790 aunque la Iglesia insistía en que la práctica era ya una "costum­bre" (AC 1794 T. 100 fs. 112-113, 155-156).

Otra prueba de esta conversión comunaria de la fuerza a la debilidad a partir de la insu­rrección la encontrarnos nuevamente en San Antonio de Lípez. Hemos visto como la comu­nidad empleaba exitosamente tanto tácticas legales como acciones directas y armadas para re­vertir la imposición de la veintena sobre el ganado de la tierra. Pero aplastada la insurrección (aunque no sabemos el año preciso debió ser antes de 1790), la veintena fue reimpuesta y antes de fines del siglo se llegó a cobnlf incluso el diezmo entero "con rigor y amenazas" (ANB EC 1805 No. 72 f. 34). La interpretación explícita de la comunidad fue la de una rup­tura de la resistencia y una ofensiva de los diezmeros posterior a 1781. En 1805, refiriéndose a las acusaciones post facto de que los comunarios eran forasteros en tierrdS adquiridas y así sujetos al diezmo, los representantes de la comunidad protestaron afamando que los diezmeros estaban

"promoviendo artículos impertinentes, sin que fuesen del caso, como es el de la legiti­midad y justa posesión que han mantenido [los indígenas] como originarios el inmemorial tiempo desde sus autores, cuyos documentos estaban existentes en los archivos que en aquella época en que estaba la provincia con arreglo en poder de los corregidores y jus­ticias mayores, hasta el tiempo de la general sublevación de cuyas resultas empezaron a claudicar todas las costumbres, sin que se encontrase documento alguno hasta el día, para la defensa y arreglo de los naturales, y escudados los cobradores de este principio hacen extorsiones, y ponen nuevos gravámenes a su satisfacción porque encuentran in­defensos a los indios (ibid. fs. 51-51 v)

alguna intervención o afecto hacia estos intereses para tratarlos con ... crueldad" (AGI Charcas 594 No. 28, "Informe del Regente Presidente de Charcas al Ministro Galvez", 15/IV/1781 f. 1).

(48) Un eclesiástico y hacendado en la jurisdicción de Guarina describió una situación semejante. El diez.rrero con sus mozos y alcaldes andaba por la wna "abusando ... de la indefensión de los naturales que con la próxima extinguida rebelión han quedado aterrorizados y anonadados" (ALP EC 1784 C.104 E. sin número f. 8). Para otra evidencia de la ofensiva por parte de los diezmeros después de la rebelión, ver el caso de Mizque. Alrededor de los años 1786-1788, empezaron a cobrar por las crías de ganado hasta la edad de dos, tres, o incluso cuatro años (AN 8 EC 1799 Nº 92).

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Parece que los cruciales documentos perdidos, a los que hacen referencia, hubieran cer­tificado sus derechos a la tierra; pero es posible también que se refieran a la real provisión robada de las alforjas del cacique Bias Quispe que protegía a la comunidad contra cualquier cobro sobre las llamas (ibid. f. 21v).

Nuestra explicación del conflicto sobre los diezmos a fines de la época colonial se ha extendido desde los nuevos intereses de las elites locales hasta incluir la situación de las co­munidades indígenas. Al inicio de este período cuando la competencia sobre la extracción del excedente aumentaba, coincidiendo con la legalización de los repartos y la "racionalización" de los "privilegios" indígenas, la resistencia también se fortaleció. Pero la derrota del proyec­to insurrecciónal nativo dejó disminuidas las defensas comunarias y la ventaja pasó más que nunca al campo de los diezmeros.

CONCLUSIONES

En la evolución de los conflictos sobre diezmos nos parece importante señalar, en pri­mer lugar, que la forma de cobranza muestra una importante diferenciación regional : en un lugar no se cobraban primicias, en otro sí, aquí los arrenderos pagaban diezmo, allá no ... Esta variedad de situaciones fue el resultado de constantes negociaciones durante el período colonial y la legislación sólo logró asimilarlas y sistematizarlas parcialmente. En este sentido, es posible pensar que los grupos fuertemente cohesionados y estructurados podían lograr acuerdos menos onerosos tanto para la economía de las unidades domésticas familiares como para la comunidad. Los intereses de la Iglesia estaban dirigidos, por una parte, a extender las formas de cobranza de las regiones que les proporcionaban mejores ingresos hacia las que proporcionaban menos, y por otra parte, a adecuarse a la continua dinámica de la estructura agraria, en particular la extensión de los arrendamientos y la proliferación de forasteros y agregados. Pero en la medida en que el uniformizar las cobranzas para su mayor provecho o ampliarlas constituían expre­siones de un juego de poder y capacidad de oposición, los conflictos surgidos en torno a ellas reflejaban la más palpable realidad de la dinámica colonial de enfrentamiento y resistencia. De los ejemplos que hemos visto, es posible pensar, muy de grosso modo, en una diferencia­ción inicial entre altiplano y valles. En éstos la situación era más compleja, por una parte porque se trntaba en muchos casos de antiguos enclaves de mitimaes, y, por otra parte, porque el régimen de haciendas fue mucho más intenso, evolucionando precisamente hacia los arren­damientos. Todo este panorama implicó negociaciones y reajustes continuos.

Dentro de la política de ampliación del sistema impositivo y de forma paralela a los intentos de uniformización, la Iglesia aprovechó de la expansión del sistema de arrendamien­to. Esta forma de acceso a la tierra no estaba prevista en la legislación inicial ya que no se trataba de tierras españolas con propietarios españoles ni tampoco de tierras indígenas perte­necientes a comunarios. El arrendamiento constituía así una combinación de ambas estructu­ras. La población indígena en propiedades españolas comenzó a estar sujeta a la veintena sobre todos los productos llegándose incluso a imponer el diezmo mismo en la medida en que se trataba de tierras que tradicionalmente proporcionaban ingresos diezmales a la Iglesia. La cobranza en esta forma específica de arrendamiento fue extendiéndose paulatinamente hacia situaciones parecidas, por lo menos desde la perspectiva de la Iglesia, como en el caso de los

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Artículos, Notas y Documentos

forasteros o agregados en tierras indígenas. Sin embargo, bajo esta denominación se vislum­bra una multitud de situaciones que no necesariamente se enrriarcarian dentto de la lógica propia al arrendamiento. El mismo fenómeno se dió en el caso de las primicias. Si una propiedad se dividía entre varios arrendatarios, la Iglesia buscó multiplicar sus ingresos considerándolos entonces como a "verdaderos" dueños y cobrándoles a todos el mismo impuesto.

Finalmente, otra manera en la que se expresaba la extensión del sistema impositivo, fuera del ámbito de los arrendamientos, se daba a través del prorrateo y ligado a él la cobranza de la llamada wasi-veintena, impuesta a los animales domésticos.

La exención de los indígenas de pagar diezmo se iba por lo tanto reduciendo significativamente y ya no estaba ligada solamente a su condición étnica sino también a la tierra. Un claro ejemplo de esta situación fue la que se dio entre el arrendador de diezmos Don Manuel Arancibia y los indios de San Lucas y Quilaquila. La pregunta que suscitó el arrendador de diezmos revela que la discusión de la época era clara. ¿El no pagar diezmo se basaba en su condición personal o en sus tierras? Es decir, "si los indios son los que gozan de este privilegio o las tierras de comunidad" (ANB EC 1772 No. 131 f. 16v). Para el Protector de Indios la pregunta era innecesaria ya que la exención supuestamente se aplicaba "a los indios ... pudiéndose decir que si las tierras gozan [de exención] es por ellos" (ibid f. 17).

Pero el argumento del diezmero habría de prevalecer. Si el impuesto fue un gravamen a la tierra, el peligro consistía en que un español sembrando en tierras de indígenas pretendería no pagar diezmo; si era una capitación personal, la población indígena en tierras españolas se liberaría de este pago. Para el diezmero, y ése pareciera que fue el criterio adoptado a fines del siglo XVIII, la exención era mixta " una capitación tanto personal como a la tierra" (ibid. f. 21). Doble criterio que hacía que el cobro del diezmo estuviera sujeto a los intereses de la Iglesia y los diezmeros.

Pero existía también otto criterio, la "costumbre", presente tanto en el reglamento de la Audiencia como en la contestación local. Cuando las leyes del Reino se refirieron al tema de los diezmos, reconocieron y respetaron la variedad regional:

"en cuanto a la cantidad, hay variedad en algunas provincias de las Indias, y ... por esta causa no se deberá hacer novedad por ahora, debiéndose guardar y observar lo que en cada provincia estuviera en costumbre" (Ley 13, titulo 16, libro 1 de la Recopilación)

La costumbre local se convirtió en el blanco de los diezmeros que apuntaban a un au­mento en el pago, pero constituía también un instrumento que utilizaba la comunidad en su defensa Para las justificaciones y peticiones legales a la administración colonial, las comuni­dades podían citar las Leyes de Indias. Desde su propio punto de vista, la costumbre repre­sentaba un arreglo negociado y establecido, aunque desventajoso o delicado, que los diezmeros intentaban violar. Por eso la aseveración de los comunarios de Mohoza: "creemos que los diezmeros no deben ser hombres cristianos sujetos a lo que Dios manda y las leyes de un So­berano Monarca ... sino unos lobos hambrientos" (ANB EC 17% No. 22 f. 5v). Los cobrado­res actuarían entonces como animales salvajes atacando el orden local social y simbólicamen­te pactado, como depredadores de la vulnerable grey. Esta perspectiva comunaria ayuda a explicar la severidad de la amenaza de Catari en 1781.

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Esta interpretación encuentta sustento en algunos datos etnográficos de Platt (1987) para los Macha y K'ulta. En su descripción de la fiesta de Corpus, celebrada en San Marcos de Miraflores (pamx¡uia de valle en la provincia de Charcas), los vecinos (llamados "mozos" justamente como los cobradores de diezmos) participan en los ritos como animales salvajes que atacan a las llamas del alférez y después a los mismos indígenas disfrazados de llamas, ovejas y cabras. En estos ritos están representadas las fuerzas salvajes y peligrosas que existen fuera de la comunidad y de "las leyes", en conttaste con las fuerzas domesticadas y cristianas de la comunidad (la grey). Parece que una simbología similar estuviera vigente en el escrito de la comunidad de Mohoza al intendente en 1794. La descripción etnográfica nos recuerda también los repetidos intentos de los diezmeros en gravar a las comunidades por sus rebaños de ganado de la tierra, con violencia y contta toda ley(49).

Aunque la costumbre servía como una de las defensas indígenas más comunes, hemos visto también como el Obispado de La Paz revirtió este criterio en contta de la comunidad de Chulumani. Por lo menos diez años después de que los diezmeros habían impuesto la veintena sobre la producción cocalera, en una secuela de la insurrección, la Iglesia sostuvo que ésta era ya la costumbre local y por ley no se podía alterar<SO). La comunidad insistía aparentemente en que no debía pagar más de la capitación de 4 reales para casados y 2 reales para solteros tal como se había fijado en un despacho del Supremo Gobierno de Lima y real provisión conse­cutiva de 1764. A pesar de que aun este cobro era ostensiblemente injusto - porque en princi­pio la comunidad estaba eximida de cualquier impuesto sobre los frutos de la tierra - era de todas maneras una costumbre establecida preferible a la veintena entera. El caso de Chulumani revela las intensas maniobras, tanto por comunidades como por diezmeros con apoyo de la Iglesia, en la interpretación de las diversas situaciones locales. Es así que la "costumbre" como criterio legal constituía objeto de contestación constante. Y como práctica local fue determi­nada o alterada por la negociación y el conflicto violento, dependiendo de las fluídas fuerzas de los partidos enfrentados(SI).

(49) Platt muestra cómo estas categorías no quedan a nivel de un dualismo absoluto como en la teología cristiana, y tal como están manejadas en el escrito de 1794, sino que se interpenetran dentro de una conce¡x:ión religiosa andina Por supuesto no siempre seria necesario o conveniente revelar este otro aspecto de la concepción andina a las autoridades eclesiásticas, como tampoco a un Intendente en 1794.

(50) Además, entre varios de sus argumentos a favor de la imposición de la veintena, el Obispado mencio­nó una bula pontificia y una real cédula del 23 de diciembre de 1796 en la cual "se revocan, cesan y quitan todas las excepciones de no pagar diezmos concedidas por privilegio general o especial y que provengan de costumbre inmemorial" (AC 1794 T. 100 f. 112v). La Real Hacienda y la Junta de Diez­mos de La Paz mencionaron también estas disposiciones en sus argumentos para justificar el cobro de maíz en Ayata (ALP EC 1801 C. 132E. 39 fs. 23, 26v). En realidad esta real cédula se referiaa Durango, en la frontera de Nueva España, y de ninguna manera atañía a la República de Indios. El Rey volvió a aclarar este punto en otra real cédula en 1801 (ANB CR No. 851).

(51) Aunque no hemos podido profundizar en un estudio comparativo, señalemos que la naturaleza del con­flicto en Charcas y su larga evolución muestran una similitud llamativa con respecto a algunas otras regiones. J. A. Alvarez Vásquez, por ejemplo,comenta sobre el problema de la "costumbre" y las pug­nas en España peninsular (siglos XVI-XIX) y en Nueva España : "La costumbre, elevada a prueba definitiva en cuanto costumbre Inmemorial, era el gran caballo de batalla en los diezmos peninsulares. Y los lugares presentaban contra detenninados diezmos la costumbre de no pagados ... con lo que los eclesiásticos solían hacer la aplicación más restrictiva de la legislación decimal para evitar todas 'las

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Artículos, Notas y Documentos

Esta misma conclusión a propósito de la construcción histórica y política de la "cos­tumbre" se desprende también del litigio contra el diezmero Vicente Moscoso por abusos co­metidos en la hacienda de Sauces de Moxocoya, en el Partido de Tomina (las Fronteras de Pomabamba) en 1804. José Serrano, arrendero de la hacienda perteneciente a los religiosos mercedarios de La Plata, acusó a Moscoso el acrecentar la medida (el tupo) para recaudar los granos sin adecuarse a la cantidad cosechada por los labradores; y el enumerar y coger arbitra­riamente el ganado lanar y cabras, incluso los carneros de dos y tres aí'\os.El Subdelegado del Partido relató que "son innumerables las quejas que elevan los infelices contribuyentes" y que los diezmeros "van haciendo odioso el sagrado y recomendable ramo de diezmos y primi­cias" (ANB EC 1804 No. 91 fs. 19-19v). En su escrito a la Audiencia, objetando las prácticas de estimar los multiplicos por el número de madres y de contar las crías de dos o tres aí'\os, Serrano desbarató el pretexto de la "costumbre" impuesta por la fuerza y carente de legitimi­dad:

"Lo único que pueden decir es que así lo hacen por ser costumbre inmemorial, según lo que han declarado tres o cuatro testigos de la información con que el citado Moscoso instruye su posición. Fuera de que estos declarantes son amigos y dependientes suyos ... se debe tener presente que ésta no se puede denominar costumbre, sino corruptela, como opuesta a toda razón, al origen de los mismos diezmos, y a lo que en repetidas provi­dencias tiene declarado este Superior Tribunal. A que se agrega que no hay, ni puede haber absolutamente semejante costumbre. To­dos saben que son frecuentes y de todos tiempos las continuas altercaciones y disputas entre los diezmeros y los naturales sobre el modo de la cobranza, y que si algunas y las más veces vencen los diezmeros es sólo por la ley del más fuerte y por la indefensión de los pobres indios. Y como esto no sea ni se pueda llamar costumbre legítima o ra­cional, se vé lo débil del refugio a que se acoje el predicho Moscoso" (fs. 20-20v)(52).

La extensión del sistema impositivo no fue por lo tanto una inocua adaptación "neu­tral" o "racionalizadora" del reglamento a las circunstancias históricas cambiantes. Tampoco vemos una mera corrección técnica de las lagunas del reglamento. La tendencia era siempre

costumbres en contrario' que siempre significaban menores ingresos. Y al final 'la costumbre de pa­gar los diezmos' resultaba prácticamente la razón más efectiva para el cobro de los mismos, más efec­tiva que todas las alegaciones jurídicas y predicaciones salvíficas" (J.A Alvarez Vásquez, 1984: 32-33). J.Scott, refiriéndose a conflictos parecidos en Francia (siglos XVII-XVIII) y Malasia hoy en día, exa­mina una situación distinta: el paulatino derrumbe del diezmo (y su equivalente musulmán, el zakat) carcomido por la cotidiana resistencia campesina (J.Scon, 1987). Para el caso inglés, ver EJ. Evans, 1976.

(52) Los comunarios de Ayata argumentaron, respecto al cobro por el maíz que les fue impuesto después de la insurrección y justificado luego como costumbre: "No tienen otra disculpa que es costumbre para afligirnos y que la costumbre tenía fuerza de ley que así nos respondió el año pasado el diezmero que fue don José Nuñez. Pues para. .. decir que la costumbre tenía fuerza de ley, eso debía entenderse cuando una costumbre fuera en bien común ... y no cuando es en perjuicio de tercero como es esta cos­tumbre que dicen perjuicio de toda una República y Comunidad que hacemos nosotros" (ALP EC 1801 C. 132 E. 39 f. 1 v).

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Barragán-Thomson: Diezmos en Charcas colonial

hacia una regulación más estrecha y rigurosa. A nivel legal se daba una restricción desigual pero paulatina en la definición del "privilegio" indígena. Este proceso no obedecía a ningún principio lógico o jurídico intrínseco, hecho sobre la base de criterios establecidos, ni mucho menos a un principio ético o teológico. Reflejaba más bien la constante batalla sobre los inte­reses económicos de las distintas fuerzas sociales. Hemos visto la motivación subyacente del interés económico en toda la evolución del conflicto con la respuesta eclesiástica a la exten­sión del sistema del arrendamiento agrícola y al crecimiento del sector de forasteros, agrega­dos y yanaconas. En la segunda fase, el conflicto surgió debido especialmente a las nuevas necesidades de las elites locales y a la consecuente presión para las comunidades. Y ambos partidos en pugna se dirigían al interés económico de la administración colonial mediadora. Según las comunidades, crecidas exacciones eclesiásticas implicaban una reducida capacidad para satisfacer sus obligaciones tributarias al Real Haber. Según la Iglesia, mayores exacciones significaban un incremento del ingreso real en la categoría de los novenos, sustraídos para la Corona de las rentas diczmales.

A nivel local, si bien la ofensiva de los diezmeros provocó una resistencia tenaz que condujo hacia la gmn insurrección anticolonial, logrando incluso la breve abolición del siste­ma, al final las comunidades se vieron obligadas a retirarse. Aunque la campaña no consiguió de ninguna manera una victoria fácil ni ubicua, el resultado paulatino y general, especialmente después de la resistencia exitosa esta vez de los espai'\oles en 1781, favoreció a las elites colo­niales.

N2 2, diciembre 1993 339

Artículos, Notas y Documentos

CRONOLOGIA SINTETICA DE LAS PRINCIPALES DISPOSICIONES SOBRE DIEZMOS

5-Diciembre-1557 Se ordena que se realicen consultas sobre lo que se

Cédula Real acosnunbraba tributar.

19-Mayo-1606 y Julio 1606: Ante quejas contra los cobradores que piden arbitrariamente

Decretos-Audiencia el pago de veintenas, se ordena que estos cobros sean hechos

sobre Veintenas en presencia de corregidores o curacas.

12-Agosto-1606 Ratificación de los anteriores decretos de 1606. Se señala que

Auto los pagos de las veintenas se deben hacer Veintenas sobre la base de la declaración de las personas sujetas a éste pago.

1609 Auto Veintenas

5-Julio-1611 Auto Veintenas y Diezmos

26-0ctubre-1611 Auto Veintenas y Diezmos

7-Septiembre-1612 Provisión Veintenas y Diezmos

1646 Auto Primicias

19-Agosto-1664 Auto Veintenas, Diezmos y Primicias

340

Ratificación del auto de 12 de Agosto de 1606. Los cobradores deben cobrar con la intervención de los corregidores.

Que se pague veintena en tierras propias y diezmo en tierras arrendadas.

Se confirma el auto de 5 de Julio de 1611.

Provisión para que en el "ínterin" los diezmeros cobren sólo veintena y nada de los frutos de la tierra en tierras arrendadas.

Que se cobren primicias de los indios arrenderos.

Que no se pague veintenas ni primicias en tierras propias de las semillas de la tierra. Se debe pagar veintena de las semillas de Castilla en tierras propias pero no primicia. Se paga diezmos y primicias en tierras de españoles.

En tierras propias :

En tierras españolas:

prod. nativos: nada prod. Castilla: veintena y no primicia diezmos y primicias de cualquier semilla

Revista Andina, Año 11

23-Marzo-1666 Real Provisión Veintena s/ganado y Primicia

9-Julio-1666 Auto Veintenas, Primicias y Prorrateo

Agosto-1666 Auto Primicias

6-Mayo-1667 Auto Diezmos, Veintenas y Primicias

ll-Marzo-1667 Auto Diezmos, Veintenas y Primicias

25-Junio-1667 Auto Veintenas

27-Agosto-1667 Auto y W a.si-Veintena

19-0ctubre-1756 Auto Diezmos y W a.si-Veintena

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Barragán-Thomson: Diezmos en Charcas colonial

No se cobre veintena del ganado de la tierra ni de la lana. Que tampoco se cobre primicia.

Se prohibe cobrar veintenas sobre los efectos de la tierra. Se establece el prorrateo para los frutos y semillas de Castilla: de 20 medidas se debe pagar una medida, prorrateándose en fanegas, cargas y medias cargas. No se cobra nada si no se llega a estas medidas . De los productos que no admiten división como becerros, mulas, gallinas, pollos, corderos, cabritos, etc., se debe pagar de 20 cabezas una y de 1 O media, según el precio y valor en cada paraje prorrateándose de la misma manera, y si no se llega a 1 O no se paga nada.

Hasta que se tome una medida, que se cobren primicias de indios que arriendan tierras de españoles.

Que se pague diezmo en tierras decimales y se guarde lo proveído en 19 de Agosto de 1664.

Que se pague diezmo en tierras decimales y se guarde lo proveído en 19 de Agosto de 1664.

Que se pague veintena de todo lo producido en el año, de acuerdo a la "calidad" de las tierras. El pago en plata o en especies debe ser a elección de los indios.

Se debe pagar veintena del ganado en general. Se paga un cobro fijo de 1 real para el ganado que no llega a 20, Veintena incluyendo sus derivados. Esto es la wasi-veintena.

Se prohibe cobrar la wasi-veintena que no es una capitación general de los indios o tributarios, sino una recompensa de la veintena que los indios deben pagar por los animales domésticos, a 1 real cada indio. Respecto a las tierras diezmales trabajadas por indios, que se guarde el auto de 19 de Agosto de 1664 y 11 de Marzo de 1667. Las tierras de origen son las que fueron dadas por repartimiento. Las tierras diezmales son las arrendadas de españoles o compradas de ellos.

341

Artículos, Notas y Documentos

30-Enero-1757 Recudimiento de la la Catedral de La Plata Diezmo y Veintena

22-Abrll-1760 Cédula Real W asi-Veintena

4-Jullo-1762 Provisión Ordinaria de Diezmos

la costumbre.

3-Junio-1768 Recudimiento de la Catedral de La Paz

6-Julio-1772 Veintenas, Diezmos y Primicias

Prorrateo de la Veintena

10 1/2 c. : 1/4 parte.

W asi-Veintena

342

Fórmula comprensiva recordando la obligación de pagar veintena y diezmo. Sobre el pago de la veintena impuesto de a la población indígena, se enumeran los productos sometidos al pago incluyendo al maíz. La veintena debe cobrarse de cofradías de indios y de los indios en tierras diezmales.

Confirmación del pago de la wasi-veintena del ganado doméstico y de Castilla explicitada en auto de Agosto de 1667.

El Virrey Amat ordena que los indígenas no paguen el diezmo por las especies que entregan a sus encomenderos como tributo. Que diezmos y veintenas no se cobren en plata indebidamente. Que se guarde la costumbre de no pagar más de una cabeza sobre 20. Por menos de 20, que se cobre según

Se ordena que se paguen diezmos y veintenas bajo pena de excomunión.

No se debe pagar primicia ni veintena de las semillas de la tierra en tierras propias. Las tierras propias son las poseídas por repartimiento. El privilegio de no pagar diezmo sólo se entiende con los originarios y no con los forasteros y agregados quienes, aunque siembren y recojan en tierras arrendadas de comunidad, no deben gozar el privilegio como no lo gozan los originarios que cultivan tierras arrendadas de españoles o que de ellos hubiesen comprado y adquirido de nuevo.

Se especifica el prorrateo de las semillas y ganado de Castilla para el pago de la veintena. Semillas de Castilla: de Pago en especie 20 1/2 c. : 1/2

Ganado de Castilla: de Pago en especie Becerros, Corderos, Muleles yBwTOs

20 cargas : 1 10 cargas : 1/2

Menos de 10: nada 20 cabezas : 1 entre 10 y 15 : 1/2 de 15 hasta 20: 3/4 partes de 5 a 10 : 1/4 parte de 1 a5 : nada

Se recuerda lo resuelto en Real Cédula de 1760.

Revista Andina, Año 11

7-Diciembre-1773 Auto Diezmos y Primicias

15-Abril-1774 Veintenas, Diezmos y Primicias

N2 2, diciembre 1993

Barragán-Thomson: Diezmos en Charcas colonial

Los indios que van a la mita, tienen tierras de comunidad y pagan sólo 7 pesos de tributo deben ser considerados como originarios. Que no se les cobre diezmo ni primicia como a forasteros y agregados.

En tierras propias no se cobren primicias ni veintenas de las semillas de la tierra. Pero deben pagar veintena (y no primicia) de las semillas de Castilla en tierras propias. Se debe pagar en cambio diezmo y primicias de cualquier semilla en tierras diezmales. Se reitera la disposición de 1772 respecto a forasteros y agregados. Por los frutos de Castilla que no llegan a 1 O y no tienen cómoda división no se paga nada. La wasi-veintena es una recompensa de la veintena por animales domésticos: 1 real por lo criado, vendido o comido.

343

Artículos, Notas y Documentos --------------------

CUADRO SINTETICO SOBRE US DISTINTAS MODALJDADES DE "ARRENDEROS"

Categorías socio-económicas

Y anaconas de Su Magestad

Yanaconas

Yanaconas

Forasteros (?)

Arrenderos

Arrenderos

Arrenderos

Forasteros

344

Regiones Especificidades

Arrenderos en tierras españolas

Sucre: Parroquias de San Sebastián y San Láz.aro

Sucre: San Sebas­tián y San Lázaro

La Paz

San Antonio de Lípez

Arrenderos. Pago en productos y trabajo a españoles.

Propietarios de sus tiern1s por compras a españoles.

En haciendas.

"Arrenderos en tierras españolas, baldías y realengas" según las autoridades, aunque ellos afinnan seroriginarios.

"Arrenderos" en tierras de comunidad

Chuquisaca: Pocpo

Norte de Potosí: Tacovilque

Frontera Oruro y Potosí: Bombo

Chuquisaca: San Lucas y Quilaquila

Mitimaes de la Confederación Quillacas.

Hacienda de los caciques de Quillacas.

Residentes en tierras de Chayanta, parcialidad Chullpas, y tributarios en Oruro.

En tierras de comunidad.

Revista Andina, Año 11

Barragán- Thomson: Diezmos en Charcas colonial

Agregados, forasLeros

La Paz: Mohoza En tierras de originarios.

Arrender<JS mestizos y españoles en tierras de comunidad

Españoles, Cholos Mestizos y Mulatos

Yungas de La Paz: Chulumani

APENDICE: UN APUNTE METODOLOGICO

Por tierras de comunidad, pagaban el tributo como fonna de "arriendo" según la Iglesia

Nuestro estudio del conflicto en tomo a los diezmos nos conduce a comentar breve­menLe un importanle debale en la historia económica del siglo XVIII. Algunos historiadores han utilizado los ingresos eclesiásticos de los diezmos como índice de los movimientos de la producción agrícola, mostrando específicarnenle un auge de la producción al final del período colonial (Ver E.Tandeter y N.WachLel sobre Charcas; M. Burga sobre el Perú central; y A. Ouwencel y C. Bijleveld, además de sus comentaristas, para el caso mexicano). Retomando el debate metodológico en la historiografía mexicanista, nuestra aproximación plantea nuevas consideraciones que parecen complicar la hipóLesis de un crecimiento en la producción agrícola, por lo menos en el caso de Charcas. El auge en los ingresos por diezmos reflejaría parcialmente los aumentos provocados por la compeLencia especulativa (que hacía subir el precio del rema­te de diezmos) así como la exLensión sisLemática en las fonnas de cobranza de los diezmos. La hipótesis del crecido volumen agrícola y la nueva imagen historiográfica de un desarrollo económico a fines del período colonial en los Andes, basada parcialmenle en la hipótesis de los ingresos provenientes de los diezmos, quedarían como posibilidades aún por explorar.

¿Cómo podemos suponer que el auge en los ingresos de diezmos (demostrado por E. TandeLer y N. Wachtel) refleje un crecimiento agrícola 1) si la historiografía apunta hacia la decadencia geneml de la empresa de los hacendados, 2) si la producción del sector comunita­rio fue sólo parcialmente incorporado al sisLema de recaudaciones debido a las exenciones estipuladas por ley 3) si existen distorsiones en los ingresos por las razones señaladas en este apéndice? Quizás una de las respuestas a esta pregunta, y la clave para comprobar la hipóte­sis del crecimiento agrícola, la encontremos en otro tema examinado aquí: el arrendamiento de tierras. Futuras investigaciones locales podrían establecer si los arrenderos medianos y pequeños genemron de hecho mayores rendimientos y, como consecuencia, mayores ingresos diezmales.

Nº 2, diciembre 1993

Rossana Barragán Sinclair Thomson

Casilla 3370 La Paz - Bolivia

345

Artículos, Notas y Documentos

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