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febrero 2003© Instituto Empresa y Humanismo

Universidad de NavarraISSN: 1139 - 8698

Depósito Legal: NA 638/87Edita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, S. A.

Diseño y producción: ENLACE Comunicación Multimedia

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Índice

Bases para una teoría de la empresa ......................................................... 5El sentido de la producción económica ............................................... 5

La producción en el mundo antiguo ....................................................... 11La concepción materialista de la producción y la incomprensióndel comercio .......................................................................................... 11La aparición de la sociedad comercial y el concepto mecanicistade producción ....................................................................................... 16

La crisis de la concepción materialista de la producción ..................... 26Libertad de comercio, división de la labor y nuevo ordenrevolucionario ....................................................................................... 26Las instituciones y la producción ....................................................... 28La producción sin labor y las máquinas como solución ................... 31El extraño caso de una división de la labor que no requiere labor . 35Marx o el paroxismo de la producción materialista .......................... 38

Las primeras teorías de dirección de factorías ....................................... 44La división de la labor y el gobierno despótico ................................. 44El panóptico o la factoría como reformatorio .................................... 51La dirección como pedagogía .............................................................. 54Owen: el directivo como reformador social ....................................... 59La dirección entre la técnica y la filantropía ...................................... 63La dirección como tecnología ............................................................. 68

Conclusiones ............................................................................................. 72Bibliografía ................................................................................................. 75Notas .......................................................................................................... 76

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Nota Biográfica

Miguel Alfonso Martínez-Echevarría es Catedrático de Economía yProfesor Ordinario de la Universad de Navarra. Es también Académicocorrespondiente de la Real Academia de Ciencias Económicas y Finan-cieras y Profesor Honoris Causa de la Universidad Católica de BuenosAires. En la actualidad es subdirector del Instituto Empresa y Huma-nismo.

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Bases para una teoría de la empresa

El sentido de la producción económica

Suele ser corriente que los ma-nuales de Economía más al usodefinan la empresa como el lugaren el que se realiza la producción.Aunque esta manera de definir laempresa es en principio aceptable,no deja de ser parcial y poco preci-sa. En realidad se limita a remitiral concepto de producción que, dealgún modo, se da por conocido o,lo que es peor, se supone que nopertenece a la Economía. Parecepor tanto conveniente aclarar pri-mero en qué consiste la produc-ción y, más en concreto, en quéconsiste eso que se llama produc-ción económica. Sólo una vez ex-plicado este importante conceptoserá posible clarificar cuál es la na-turaleza y la función de la empresa.

Desde el punto de vista etimo-lógico, la producción parece refe-rirse a la operación vital de dar lu-gar a algo. Por ejemplo, se sueledecir que un árbol produce hojas ofrutos, mientras que una piedra,que carece de vida, es incapaz deproducir nada. En realidad, en elcaso de la vida animal y vegetal se-ría más propio hablar de reproduc-

ción, ya que todo se limita a man-tener un modelo de vida: el de ca-da especie. En ese sentido, las ho-jas y los frutos no son propiamenteproductos del árbol, sino más biendel hombre, como luego se expli-cará. Hablar de producción en sen-tido pleno es, por tanto, algo pro-pio e inseparable de la vida huma-na: algo surgido de la inteligencia yla libertad. La vida del hombre nose limita a la reproducción biológi-ca, a repetir un modelo que le vie-ne dado, sino que de algún modotiene que ser diseñada. Por decirlode otro modo, el hombre produceporque es dueño de su propia ac-ción, porque su vida no se ajusta aun modelo perfectamente estable-cido que tiene que reproducir.

Los individuos de las especiesanimales y vegetales, precisamen-te porque no son dueños de su ac-ción, se comportan siempre delmismo modo, reproducen la mis-ma vida bajo las mismas circuns-tancias. Siguen unas pautas deconducta que no les es posiblemodificar. Por contraste, el hom-bre, en cuanto que tiene dominiode su acción, puede hacer muchascosas y de muchas maneras. Es de-

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cir, su acción es intencional y deli-berada. No está determinada porlas circunstancias, sino que elhombre puede modificar el cursoprevisto de los procesos naturales.Por ejemplo, un manzano sólopuede reproducirse; en cambio, elhombre puede producir cosas muydiferentes a partir de los procesosnaturales: desde hábitos morales ointelectuales hasta los artefactosmás insospechados.

En un sentido más amplio, laproducción supone algún tipo demovimiento hacia una finalidad.En el caso de los géneros de vidamás elementales, ese movimientose lleva a cabo de modo automáti-co y no deliberado, como simplereacción a estímulos del medio.Por ejemplo, una semilla puestaen las condiciones apropiadas ger-mina de acuerdo con un procesoperfectamente previsible, que lalleva a convertirse en una plantade su especie. En los tipos de vidaanimal superiores ese movimientose hace cada vez más complejo eindependiente del entorno. Peroen todas las formas de vida no hu-manas, los principios de acciónnunca son plenamente autóno-mos. De un modo u otro esos seresestán como incrustados en las

condiciones del medio. Sólo en elcaso de la vida humana los princi-pios de acción son libres. Sin salir-se físicamente de su entorno, elhombre lo trasciende y lo domina.Esto explica por qué el hombre ca-rece de medio, en el sentido deque no está condicionado por suentorno y vive en un mundo, enuna elaboración intelectual del en-torno que se distiende en el tiem-po y en el espacio, llegando tanto alo que todavía no está presente co-mo a lo que ya sucedió y ha dejadode estar presente.

La inteligencia humana exploray descubre posibles modos de ac-ción, pero es la voluntad la que de-cide y gobierna. Es precisamenteesta articulación entre inteligenciay voluntad la que libera al hombrede la tiranía del medio y hace posi-ble la producción económica. En elcaso hipotético pero imposible deque el hombre tuviese sólo inteli-gencia, sin voluntad, sería capaz dediseñar distintos modos de hacer(para lo cual necesitaría algún cri-terio exógeno de distinción), peroen ningún caso podría decidirsepor un modo de hacer, es decir, poriniciar libremente la acción. Acaba-ría por morirse, como le ocurría alfamoso asno de Buridán, o actua-

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ría movido por algo externo alagente, como en efecto sucede conlos otros animales. En ese sentido,los brutos no pueden tener pro-ducción económica, ya que no de-ciden sobre su acción, sino que es-tán guiados por factores que que-dan más allá de su control.

Mientras los individuos de cadaespecie de animal se alimentan deun mismo modo, los hombres pue-den hacerlo de muchas maneras.Pueden, por ejemplo, ayunar o in-cluso dejarse morir por inanición.Ciertamente, para alimentarse elhombre necesita de los procesosde la naturaleza, pero sólo una vezque los ha situado en su propiomundo con el concurso de su inte-ligencia y voluntad. Puede, porejemplo, recolectar los frutos de latierra o llevar adelante un cultivosistemático: todo depende de suintención, de sus conocimientos yde las circunstancias en que se en-cuentre. Por contraste, un animal,por ejemplo la abeja, elabora mielde acuerdo con un proceso que nopuede dejar de seguir. Aunqueexiste miel de brezo y miel de ro-mero, ello no se debe a una elec-ción libre de las abejas, sino quees consecuencia del entorno enque se encuentran. De tal modo

que esa misma variedad de mielsólo la puede apreciar el hombre,pero no la abeja.

El hombre, al ver más allá de lainmediatez sensible del entorno,capta la unidad esencial que haydebajo de la diversidad de todaslas cosas. Delante, por ejemplo, deuna vaca, el hombre ve algo queestá más allá de lo inmediato, co-mo carne, leche, queso, terneros,cuero, intercambios, dinero, etc.,etc. Es decir, puede llegar a ver al-go tan abstracto como la utilidad,o unidad y complementariedad delos bienes, concepto que hace po-sible el intercambio y la coordina-ción de las distintas actividadeshumanas; es decir, el hombre ve enúltimo término el concepto de di-nero y sociedad.

Hemos dicho que lo propio delos animales es la reproducción, larepetición incesante de un mismoproceso circular, destinado a lasimple subsistencia, que es la mis-ma en todos los individuos de laespecie. Sin embargo, lo propio dela producción económica, la quelleva adelante el hombre, es que setrata de un proceso abierto y libre,que en principio no está perfecta-mente establecido y por eso mis-mo permite el crecimiento del

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agente. La producción económicase convierte en palestra donde elhombre puede generar hábitosbuenos o malos. En otras palabras,el fin de la producción humana nose reduce a la subsistencia de laespecie, como sucede a los otrosanimales, sino que sobre todoconsiste en diseñar un posible tipode vida humana, algo al mismotiempo personal y social. Cuandoel hombre produce el mundo delos artefactos, de modo insepara-ble mejora o empeora sus poten-cias superiores en el plano de suinterioridad individual; mientrastanto, en el plano objetivo de locolectivo y externo, crea condicio-nes que potencian o reducen la ca-pacidad de todos. Por tanto, esequivocado, o muy reduccionista,presentar la producción económi-ca como un proceso que puede lle-varse a cabo sin afectar para nadaal desarrollo, positivo o negativo,de las potencias superiores delhombre. Hablar de produccióneconómica es referirse, aunque seade forma implícita, a unos finesmás elevados que los simplementebiológicos o de subsistencia.

La producción económica supo-ne por tanto un mundo previo deconocimientos de lo que debe ser

una vida humana. En otras pala-bras, una cultura, un lenguaje y uninstrumento. En este sentido, ellenguaje, junto a la mano, constitu-yen los instrumentos por excelenciade la producción económica.

La producción económica no sebasa primariamente en el esfuerzocorporal, como sucede en la repro-ducción animal, sino en las opera-ciones de su inteligencia y volun-tad, que son lo propio del hombre.La observación de las condicionesmorfológicas del cuerpo humanorevela que no está preparado parasobrevivir con el simple esfuerzo fí-sico, como les ocurre a los otrosanimales: no dispone, por ejem-plo, ni de fauces, ni de garras, ni depezuñas ni de cuernos, etc., que leadapten de modo automático aunas funciones biológicas prede-terminadas que resultan impres-cindibles para subsistir en su pro-pio medio. Se trata de un cuerpo“hominizado”, carente de especiali-zación, y que por eso mismo expre-sa la apertura a la trascendenciapropia de la vida humana. Su gar-ganta y su mano han sido capacita-das para el lenguaje, para dar ex-presión a su inteligencia, verdade-ra fuerza sobre la que se apoya lavida humana.

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Mediante el lenguaje, los hom-bres pueden compartir un mismomundo, lo cual plantea de modoinmediato el problema de la esca-sez cuando, a través de la mano,quieren poseer todas las cosas queconocen y comparten. Pero en lamisma causa del conflicto, en laapertura del hombre a todas lascosas, radica la solución. El cono-cimiento de la unidad práctica delas cosas, o utilidad común de to-das ellas, hace posible el intercam-bio y el dinero, que es un medio deenfrentar el problema de la esca-sez. De este modo, el dinero, encuanto expresión de esa utilidadcomún de los bienes, desempeñauna función similar al lenguaje.Ambos vendrían a ser expresióndel dominio que el hombre tienesobre las cosas.

El mismo hecho de la escasez,fenómeno que sólo se le plantea alhombre, pone a prueba sus capaci-dades superiores para alumbrarposibles soluciones. Por una parte,le lleva a reconocer la necesidadde la propiedad: que las cosas ten-gan sus dueños; a su vez, como to-das las cosas constituyen un plexode relaciones de diferencia y com-plementariedad, tienen una utili-dad común, que hace vislumbrar

un sistema ordenado de intercam-bios. Por ejemplo, la rueda hacereferencia al automóvil, al motor,al volante, a la carretera, a la gaso-lina, etc., etc. El hacha hace refe-rencia a la operación de cortar ma-dera y remite al árbol, a la leña, alfuego, etc. Un martillo hace refe-rencia a la operación de clavar y,por tanto, a los clavos, a la madera,al hierro, etc. Esta relación entretodos los útiles constituye la esen-cia del dinero. De tal modo que sepuede decir que el dinero está pre-sente en todo tipo de intercam-bios, incluso en aquellos casos enque no hace falta recurrir a su sím-bolo material visible. En otras pa-labras, intercambio y dinero sonposibles porque el hombre, me-diante su conocimiento, construyeun mundo, un plexo ordenado derelaciones entre los hombres a tra-vés de las cosas. Construye en elplano conceptual y simbólico unaunidad que no es patente en elplano empírico de lo sensible.

Teniendo en cuenta, como se hadicho, que la finalidad última de laproducción económica es el creci-miento de una vida humana, ha-bría que evitar presentar la propie-dad como algo subordinado a lafuncionalidad del intercambio y a

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la producción. En realidad es exac-tamente al revés. El fundamentode la propiedad no es primaria-mente utilitarista, sino consecuen-cia del dominio del hombre sobresu propia acción. En este punto, lapropiedad jurídica, o reconocidasocialmente, se fundamenta enese otro sentido ontológico y radi-cal del dominio humano. El hom-bre no es propietario para que laproducción sea más eficiente, sinoque la producción económica esposible en la medida en que elhombre puede ejercer de propieta-rio en su sentido más fundamen-tal. Siempre son las potencias su-periores las que hacen posible laproducción económica.

Si la producción económica su-pone lenguaje, propiedad e inter-cambio, esto quiere decir que sóloes posible en el seno de una comu-nidad. Mientras que en la repro-ducción animal el ciclo de subsis-tencia se desarrolla en el silencio ycerramiento del proceso biológi-co, la producción económica espor sí misma un continuado tejerde relaciones humanas a través ycon ocasión de las cosas. Esto nosadelanta una pista muy clara sobrela naturaleza de la producción eco-nómica: se trata de un plexo de re-

laciones de intercambio y, por tan-to, de un reparto de tareas y fun-ciones. Es algo que se va constitu-yendo con el paso del tiempo yque depende de la cultura y cir-cunstancias de cada comunidad.Por ejemplo, en una comunidad fa-miliar unos se encargan de hacerlas camas, otros de hacer la comi-da, etc., y todos se ayudan mutua-mente a vivir una vida lo más hu-mana posible. Pero tampoco, y apesar de las apariencias, realizanestas funciones aisladamente, sinoque siempre hacen referencia a losotros, a una comunidad más am-plia, la aldea o la ciudad, dondemuchas otras familias se coordi-nan de diversos modos a la horade llevar adelante la división de ta-reas y de organizar los intercam-bios. Todo ello presidido por el lo-gro de una vida lo más humana po-sible, que se da primariamente enlas familias, donde se desarrollan yviven las personas.

Así pues, la producción es unaactividad que supone un beneficiopara una comunidad, que mantie-ne o incrementa los intercambiosque la constituyen y que facilita elestablecimiento de una vida hu-mana. Esto implica que la produc-ción económica es un aspecto de

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toda actividad humana y la llevan acabo todas las personas e institu-ciones que constituyen la socie-dad. Pero hay unas institucionesparticulares, las empresas, querealizan un tipo de actividad pro-ductiva y que se regulan por la di-ferencia entre el flujo de entrada ysalida de dinero que provocan suscompras y ventas de bienes y servi-cios. Se trata, por tanto, de una for-ma especial de producción econó-mica, la que se regula directamen-te por la obtención de un exceden-

te monetario. En último término,depende y se subordina a los finesde la comunidad en la que se desa-rrolla.

Por ahora, las ideas que se hanesbozado en este primer apartadoson suficientes para adentrarnosen la historia de cómo han ido sur-giendo las diversas teorías de laproducción y de la empresa. Con-forme vayamos avanzando en suanálisis tendremos ocasión dedescubrir cuál es la naturaleza dela empresa.

La producción en el mundo antiguo

La concepción materialista de la producción y la incomprensión del comercio

Es posible que la vida de loshombres más primitivos fuese ensu apariencia muy parecida a la deotros animales superiores. Porejemplo, gran parte de su actividadconsistía en recolectar frutos, cazaranimales o pescar. Se trataba dealgo muy parecido al tipo de de-predación que practicaban otrosmuchos animales; sin embargo, setrataba de una verdadera produc-ción económica, en la medida en

que era realizada por hombres yconstituía una forma de vida abier-ta a la mejora. Eran éstas activida-des de interacción con los proce-sos naturales, aunque habían sur-gido en último término del conoci-miento y del lenguaje. Es decir, es-tas actividades se llevaban a acaboen el seno de algún tipo de comu-nidad en unas circunstancias con-cretas y de acuerdo con una cultu-ra y unas tradiciones. Prueba deello es que en todos los pueblosantiguos tanto la caza como laagricultura tenían una patente di-mensión cultural y religiosa, mani-

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festación del modo propio de en-tender la vida humana y el mundode cada comunidad. En cualquiercaso, es evidente que para todasesas comunidades primitivas lasubsistencia no era un fin en símismo, sino que aspiraban a un ti-po de vida que juzgaban adecuadaal hombre.

Lo propio de la producción eco-nómica, en cuanto orientada al in-tercambio y la relación, es la gene-ración de un excedente, ya que sinél no hay posibilidad de llevar a ca-bo el intercambio. En la produc-ción de los animales no hay gene-ración de excedente: se limitan a lonecesario para el mantenimientode la especie, ni más ni menos. Poreso se suele decir que lo propiodel hombre no es tanto la especiecomo la historia.

Los mismos conceptos de ri-queza y de lujo que están en la ba-se de la producción económica im-plican la idea de excedente o supe-ración de la simple supervivencia.Esto tiene que ver con la capaci-dad del conocimiento humano pa-ra conectar cosas que están másallá del aquí y ahora. En todas lasculturas de la antigüedad los ricoseran quienes disponían de grandesexcedentes, normalmente en for-

ma de ganados, de tierras y de es-clavos, es decir, eran quienes po-dían situarse más allá de las ur-gentes exigencias de la superviven-cia. La vida propiamente humanacomienza más allá de la supervi-vencia: cuando se domina y se dis-pone.

Es interesante observar que laidea primitiva de riqueza suponedisponer de cosas vivas, de ani-males y plantas, que tienen fru-tos naturales. Pero, por razonesque ahora no son del caso, elhombre primitivo, en vez de atri-buir la génesis de la riqueza aldominio sobre su propia acción,por lo general lo atribuyó a la vi-talidad y fecundidad de los pro-cesos naturales. El prejuicio deasignar el origen de la riqueza alas fuerzas de la materia y no alas potencias más altas de la na-turaleza humana perduró durantemucho tiempo. Por ejemplo, anteel hecho de lo que sucede con elgrano de trigo, que se siembra yproduce sesenta o setenta gra-nos, la tendencia ha sido a pen-sar que ese excedente tenía suorigen en la capacidad germinati-va de la tierra y no en la organiza-ción social que hace posible laagricultura.

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El prejuicio que ha entendido laproducción económica como unproceso biológico que se desarro-lla y está localizado en los camposy en las granjas, en un ámbito quese considera previo y separado dela vida política, ha sido persisten-te. El origen de este planteamientopuede estar en una actitud queconsideraba que la vida sólo espropiamente humana cuando sesitúa más allá de lo biológico y selibera de las exigencias de su cor-poralidad. En el mundo antiguohubo una manifiesta tendencia asituar la parte de la sociedad quese dedicaba a la producción en unámbito que se juzgaba como nopropiamente humano, pero que re-sultaba necesario para que unospocos pudieran dedicarse a viviruna existencia propiamente huma-na. Sólo los que quedaban libera-dos de las exigencias del duro es-fuerzo corporal, de los llamadostrabajos serviles, vivían una vidadigna del hombre.

Como se ha dicho, el excedentede la producción económica sólotiene sentido desde la perspectivade los intercambios que tienen lu-gar en algún tipo de comunidadhumana, es decir, en la prosecu-ción de una ordenación de fines

particulares a un fin más amplio ocomún. Por supuesto que paraproducir se requiere de los proce-sos de la materia, pero no sólo deellos, pues desde un punto de vis-ta meramente físico esos procesosno son más que transformación deunas sustancias en otras. Porejemplo, cuando el grano de trigose multiplica en el seno de la tie-rra, no lo hace a partir de la nada,sino con el concurso de otras sus-tancias que están en el aire, elagua o la tierra, y que son impres-cindibles para la germinación ycrecimiento del grano. El exceden-te surge cuando esos procesos detransformación son parte de unadeterminada forma de organizar ycoordinar los intercambios en elseno de una determinada comuni-dad. Es decir, cuando se diseñancon vistas al entramado de objeti-vos que persigue una comunidad.

Si cada uno de los miembros deuna comunidad tratase de resolverpor sí mismo sus carencias, no ha-bría necesidad de generar exce-dente, pero no se trataría propia-mente de una comunidad, sino deun agregado de individuos. Poreso, la producción económica, encuanto intercambio de excedentes,no puede considerarse como un

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requisito previo a una comunidad,sino como manifestación materialy externa de las relaciones huma-nas que la constituyen. El exceden-te de la producción tiene su raíz úl-tima en la misma sociabilidad hu-mana.

Cuando en el siglo XVIII surgie-ron las primeras teorías de la pro-ducción económica, la influenciade un ambiente intelectual domi-nado por una extraña conjunciónde racionalismo y empirismo facili-tó que se confirmara el antiguoprejuicio de que el excedente de laproducción se debía sólo a la capa-cidad germinativa de la tierra, y noa la sociabilidad humana. Losfisiócratas1, primera escuela mo-derna de Economía, llegaron a es-tablecer que el excedente agrícolase debía a que la cantidad de trigoque los campesinos producen eramenor que la cantidad de trigo quenecesitaban consumir para llevar acabo esa producción. Ni se les pa-saba por la cabeza que ese modode medir el excedente presuponíauna organización social y una dis-tribución de la propiedad, ya vi-gente en la Francia de finales delsiglo XVIII.

Las limitaciones de este enfo-que materialista de la producción

se fueron haciendo cada vez máspatentes, en la medida en que lasformas de comunidad también sefueron haciendo más complejas yempezaron a manifestarse formasde creación de riqueza que muypoco tenían que ver con los proce-sos vitales de los animales o lasplantas. Éste fue el caso de la pro-ducción artesanal, en la que semodificaban artificialmente subs-tancias inermes. Un molinero, porejemplo, se limita a moler el granoy a convertirlo en harina, sin queen esa transformación intervenganingún proceso vital. Ante fenóme-nos de este tipo, llevados de suarraigado prejuicio, los antiguos, ycon ellos los fisiócratas, sostuvie-ron que en el caso de la artesaníano había verdadera producción, yaque no había excedente o multipli-cación vital de la substancia, comopensaban que ocurría en la agricul-tura. Ello no dejaba de constituirun problema, pues resultaba pa-tente que los artesanos represen-taban una verdadera ventaja parala comunidad, que de algún modonecesitaba ser compensada. La so-lución fue establecer que los arte-sanos eran improductivos aunquenecesarios, y por eso tenían dere-cho a consumir una parte del único

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excedente verdadero, el que se ge-nera en la agricultura y la ganade-ría. Pero, ¿cuál era el origen de esederecho?

De todas maneras, el fenómenoque constituyó un verdadero reto ala visión materialista de la produc-ción no fue la aparición del artesa-nado sino la del comercio. En laoperación que desarrollan los co-merciantes ni siquiera se realizauna modificación artificial de unasustancia inerme, como sucedía enel caso de los artesanos, sino quetodo se reduce a un intercambio.¿Cómo era posible que comprandouna cosa en un sitio y vendiéndolaen otro el comerciante obtuvieseun excedente? Desde una visiónmaterialista de la producción, laúnica explicación posible del exce-dente generado por el comercioera una extraña e increíble alqui-mia, en la que una cantidad inicialde oro se transmutaba durante untiempo en mercancía y volvía luegoa transmutarse en una cantidad deoro mayor que la inicial. Ahorabien, si el excedente sólo podíasurgir de lo biológico, de ningúnmodo podía emanar de una sus-tancia inerme como el oro.

Durante siglos, esta dificultadpara entender el modo en que el

comercio genera un excedente através del uso de dinero hizo queno sólo fuese mal entendido, sinoconsiderado una actividad en laque se encerraba una cierta torpe-za. Tuvo que pasar mucho tiempohasta que se descubrió que la ri-queza no proviene de la materiali-dad de las cosas, sino del modo enque éstas se insertan en el entra-mado de las relaciones humanasque configuran una comunidadpolítica.

Para los antiguos, la producciónera un proceso puramente biológi-co, situado en el ámbito de lopre-político; fuera de ese ámbitono podía generarse ningún tipo deexcedente. En consecuencia, el co-mercio o intercambio era algo im-productivo, no se basaba en la ge-neración de excedente, sino enuna estricta igualdad de los obje-tos intercambiados. Era ésta unaigualdad que se buscaba en la ma-terialidad de lo intercambiado, yque se suponía independiente delas condiciones sociales de la co-munidad en que se llevaba a cabo.De todas maneras, persistía unproblema: ¿por qué se llevaba acabo?

El dinero, en cuanto representa-ción de la intercambiabilidad de

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todas las cosas, era por tanto algoinaccesible para la mentalidad delos antiguos. Éstos considerabanque el dinero era la misma mate-rialidad del oro, una sustanciainerme que sólo servía como pa-trón para medir la estricta igualdadde valor de todas las mercancías.En consecuencia, y bajo ningúnsupuesto, el dinero podía engen-drar dinero. Esta actitud fue res-ponsable de que durante muchotiempo la producción y el inter-cambio, la empresa y el mercado,se considerasen realidades separa-das, e incluso opuestas.

En cuanto expresión de la utili-dad común de todas las cosas, el di-nero está presente en todos los in-tercambios y, por tanto, en todo pro-ceso de producción, aunque sólo sehaga visible, mediante símbolos co-mo el oro y la plata, en los procesosde intercambio que suponen un in-tervalo de tiempo entre la compra yla venta. Por eso, el dinero se hacenecesariamente visible con el co-mercio, que requiere comprar en unsitio, transportar y vender en otro lu-gar. El dinero, en cuanto símbolo, seconvierte entonces en un instrumen-to imprescindible para saber si esecomercio es efectivamente ventajo-so o no para la comunidad.

Esta antigua concepción mate-rialista de la producción se mantu-vo hasta finales del siglo XVIII ydurante gran parte del XIX2. En es-te tiempo se le siguió consideran-do un fenómeno biológico ajeno yprevio al ámbito de las relacioneshumanas, un proceso mediante elque una sustancia viva se multipli-caba, siempre que se pusieran lascondiciones que facilitasen la ferti-lidad de lo biológico. La vida ver-daderamente humana comenzabacuando se traspasaba el misterio-so y siempre oscuro ámbito de lafecundidad de los procesos vitales.

La aparición de la sociedad comercial y el concepto mecanicista de producción

A finales del siglo XVIII y princi-pios del XIX, la incesante acumula-ción de mejoras científicas y técni-cas permitió nuevos y más segurosmodos de navegación. Por un lado,se pudo agotar en poco tiempo lacasi totalidad de los posibles des-cubrimientos geográficos y, porotro, se dio un fuerte crecimientodel comercio entre las naciones.En algún tipo de industrias, comola de los tejidos de lana, el comer-cio había comenzado dos siglosantes, pero se trataba de un fenó-

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meno localizado en naciones comoEspaña e Inglaterra. Sólo a partirde finales del siglo XVIII el comer-cio llegó a convertirse en un fenó-meno general, tanto en lo que serefiere a las mercaderías, como alnúmero de países implicados.

El progresivo crecimiento delvolumen de comercio interior y ex-terior dio lugar a la aparición deuna cada vez más poderosa clasesocial, cuya riqueza no surgía de laposesión de la tierra, como era lotradicional, sino de los grandesfondos monetarios empleados pa-ra el desarrollo del comercio. Eraésta una clase social fundamental-mente urbana, surgida sobre todoen grandes ciudades con fácil acce-so a los puertos de mar, y que riva-lizaba cada vez más en riqueza ypoder con la tradicional clase so-cial de los terratenientes, la aristo-cracia rural, acostumbrada a viviren sus propias tierras.

Uno de los factores que facilitóla influencia política de esta nuevaclase social fue que los grandesfondos monetarios de que dispo-nía eran imprescindibles paramantener los ejércitos casi perma-nentes que los nacientes estadosnecesitaban para asegurar su do-minio. De tal modo que muchos de

los soberanos de esos estados sevieron obligados a solicitar créditoa los más ricos comerciantes, queen poco tiempo adquirieron granpoder y ascendencia sobre losasuntos de Estado. Incluso algu-nos de ellos llegaron a ser enno-blecidos por sus soberanos, con-virtiéndose así en una nueva y po-derosa aristocracia de origenburgués3.

Este nuevo modo de enriqueci-miento mediante el comercio y eluso del dinero, tuvo especial rele-vancia en Holanda a lo largo del si-glo XVII4. Este pequeño país llegó aser el paradigma del progreso y elbienestar que podían alcanzarsemediante el fomento del comercioy el cultivo de los hábitos burgue-ses. A pesar de una casi total au-sencia de recursos naturales, y gra-cias al desarrollo de una muy bue-na marina, Holanda llegó a desa-rrollar un floreciente comercio concasi todos los puertos de las cos-tas occidentales europeas. Inicial-mente ese tráfico comercial fue ca-si exclusivamente de salazones dearenques, pero poco a poco se fueextendiendo a toda clase de mer-caderías, hasta desarrollar una redcomercial imponente que llegó anegociar con todo tipo de produc-

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tos y con todos los países impor-tantes de Europa.

Por contraste, en otros paísescomo Inglaterra, donde el comer-cio se desarrolló a partir de la in-dustria doméstica de tejidos de la-na, el proceso de enriquecimientopresentaba luces y sombras. Se ge-neraba una gran riqueza, pero sedistribuía de modo desigual. Juntoa una clase comerciante cada vezmás rica y poderosa, era cada vezmayor el número de gentes que sequedaban sin medios de vida ycaían en la pobreza. Por otro, la ne-cesidad de obtener lana en gran-des volúmenes y el alto precio al-canzado por esta mercancía habíanhecho que muchos de los antiguosterratenientes, animados por es-tas expectativas de ganancias, sedecidieran a emplear sus tierras enel desarrollo de una ganadería in-tensiva. Eso exigía el cerramientode las tierras, que acabó con lapráctica tradicional de mantener-las en régimen comunal o abierto.El resultado fue que una parte im-portante de la población, que tra-dicionalmente vivía de la aperturade esas tierras, tuviera que practi-car la mendicidad. Se planteó asíde forma cada vez más aguda loque se vino a llamar “el problema

de los pobres”, una gran preocupa-ción para los sucesivos gobernan-tes ingleses desde hacía casi unsiglo5.

Ante esta situación de crecien-te desintegración social surgieronen Inglaterra dos grandes corrien-tes de opinión opuestas, tanto a lahora de diagnosticar sus causas,como a la de proponer soluciones6.Para los que podrían considerarsepartidarios de una actitud conser-vadora, las causas de esos malesresidían en la extensión del librecomercio que, impulsado por unaganancia monetaria aparentemen-te sin límite, estaba corrompiendola tradicional cohesión social ba-sada en la producción agrícola, enla que como correspondía a losprocesos biológicos, la gananciaera limitada y previsible. La solu-ción que proponían era la vuelta alorden tradicional basado en la pro-piedad de la tierra y el estableci-miento de restricciones al comer-cio y a la ganancia monetaria. Enúltimo caso, y como solución deurgencia al lacerante problema delos pobres, propugnaban el esta-blecimiento de las llamadas “leyesde pobres”, que obligaban a los te-rratenientes, enriquecidos me-diante el “cerramiento” de las tie-

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rras comunales, a subvencionar alos más desfavorecidos de su pro-pio distrito, con cargo a sus nuevasganancias. La otra corriente deopinión, la de los partidarios deuna actitud innovadora, sosteníaque la causa de los problemas dela sociedad británica radicaba pre-cisamente en el exceso de trabas ycontroles sobre el comercio y enlos frenos morales y legales im-puestos al deseo de ganancia pri-vada. La solución que proponíanera seguir el ejemplo de Holanda.Es decir, hacer todo lo posible paraconvertir a Inglaterra en una socie-dad basada en el comercio y en labúsqueda privada de la gananciamonetaria. Para eso, recomenda-ban fomentar la libertad de comer-cio, la industria y la navegación, asícomo un uso extensivo del dinero.Por supuesto, se oponían abierta-mente a las “leyes de pobres”, queconsideraban un freno al enrique-cimiento privado y a la libertad decomercio.

Adam Smith, que se encontrabaentre los partidarios de lo que po-dríamos llamar “solución holande-sa”, o fomento a ultranza de la li-bertad de comercio, se propusoproporcionar una justificación teó-rica de cómo la extensión del co-

mercio y de la búsqueda privadade la ganancia monetaria no sólono disolvía la cohesión social, sinoque era la única solución posibleal problema de los pobres. Estajustificación teórica7 dio lugar a loque desde entonces se conoce co-mo “Economía Política”.

El éxito que rápidamente alcan-zó la propuesta teórica de Smithpudo deberse a que no rompió conlas concepciones tradicionales dela producción y del comercio. Esdecir, sostuvo que el origen de lasnuevas riquezas no provenía ni delcomercio ni del dinero, actividadesque, de acuerdo con el prejuiciotradicional, seguía considerandocomo estériles o improductivas, si-no de un proceso mecánico, la “di-visión de la labor”, que tenía lamisma naturaleza que la agricultu-ra y la ganadería, pero con la ven-taja de que crecía con el aumentode la ganancia monetaria.

Para explicar que la causa delenriquecimiento de las nacionesera el aumento continuo del proce-so de la “división de la labor”,Smith tomó como punto de refe-rencia una hipotética situación enla que los hombres vivían aisladosy sólo disponían de su propia la-bor. En tal situación, cada hombre

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remediaría sus propias necesida-des con su labor y cuando, porejemplo, recogía frutos de la natu-raleza, se hacía propietario de esosfrutos, ya que les incorporaba sulabor. Una vez así obtenidos, losbienes se intercambiaban en razónde la labor que incorporasen. Porejemplo, si para capturar un castorse requerían seis unidades de la-bor, y para capturar un ciervo senecesitaban dieciocho, entoncesun ciervo se intercambiaría portres castores. Se deduce que paraSmith la producción y la propiedadconstituían un mismo fenómeno,cuya única causa era la labor incu-rrida. De este modo, la labor, en-tendida como el esfuerzo y el sufri-miento corporal que un hombretendría que hacer para satisfacerpor sí mismo sus necesidades, al-go individual, objetivo y perfecta-mente mensurable, constituía lafuente y raíz de toda riqueza.

El intercambio se presentabacomo algo que tenía lugar despuésde la producción. Era una opera-ción improductiva, en la que nohabía generación de excedente, yaque se basaba en la estricta igual-dad cuantitativa de la labor que in-corporaban las mercancías inter-cambiadas. Se limitaba a transmi-

tir valor, pero de ningún modo locreaba. Como puede verse, Smithno se apartaba lo más mínimo delos antiguos prejuicios sobre la na-turaleza de la producción y el inter-cambio.

Una vez superada esa hipotéticasituación inicial de producción yapropiación, realizada de formaaislada, lo propio de las socieda-des desarrolladas sería, segúnSmith, que ninguno de sus miem-bros satisfaciera sus necesidadesexclusivamente a partir de su pro-pia labor, sino mediante la “divi-sión de la labor”. Para eso era ne-cesario que previamente se hubie-ra generado una acumulación, tan-to de propiedades como de cono-cimientos, que hiciera posible la“división de la labor”.

Una consecuencia inmediata delo anterior es que las mercancíasque se producían en las socieda-des desarrolladas ya no incorpora-ban sólo labor, como en la situa-ción más primitiva, sino tambiénalgo que dependía del proceso so-cial de acumulación de riquezas yconocimientos. Aunque podría pa-recer que la creación de riqueza te-nía que ver con la densidad de lasrelaciones sociales, Smith mantu-vo el antiguo prejuicio de la esteri-

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lidad del intercambio, y sostuvoque, a pesar de todo, éste se lleva-ba a cabo sobre la estricta igual-dad cuantitativa de la parte de la-bor que las mercancías incorpora-ban.

El empirismo de Smith le llevóa sostener que la causa de la ri-queza de las naciones residía en laacumulación de artefactos u obje-tos materiales, y no en el creci-miento de la densidad de relacio-nes e instituciones sociales. Eraésta una acumulación causada ycausante de la “división de la la-bor”, un proceso que para Smithera tan natural y objetivo como losprocesos biológicos. Dicho enotras palabras, la manufactura noera algo improductivo, como sehabía pensado hasta entonces, si-no que generaba un aumento ob-jetivo del producto físico final; esdecir, se comportaba de modomuy parecido a como la tierramultiplica el grano que se siem-bra.

Conviene advertir que Smithdistinguía claramente entre “divi-sión del trabajo” (division of work) y“división de la labor” (division of la-bour)8. Con la primera parecía refe-rirse a la estructura política e insti-tucional de la sociedad; con la se-

gunda, al proceso mecánico de laproducción manufacturera. De es-te modo, distinguía entre el sectorimproductivo de la sociedad -losaristócratas, sus criados o servido-res, el clero, los jueces y oficialesdel rey, etc.-, que sólo se dedica-ban al intercambio y al consumo, yel sector productivo -los campesi-nos, artesanos, obreros, etc.-, quegeneraban las riquezas. Comopuede verse, una vez más Smithno se apartaba de la distinción tra-dicional, al menos desde los tiem-pos de Platón, entre el sectorpre-político y privado, donde sellevaba a cabo la producción, y elsector público, donde se desarro-llaba lo que se juzgaba como ver-dadera vida humana.

Para explicar en qué consistíael proceso de la “división de la la-bor”, Smith recurría a su famosoejemplo de lo que sucedía en elinterior de una fábrica de alfile-res: las tareas que podría realizarun solo artesano se dividían en-tre muchos obreros, de formaque, al posibilitarse una mayorvelocidad en la ejecución, se lo-graba que de una misma canti-dad de labor se obtuviera mayorcantidad de producto. Este incre-mento de riqueza era atribuible

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según Smith al modo mecánicode utilizar la labor.

Así como para los antiguos, lariqueza surgía en una instanciaprevia al comercio y a las relacio-nes sociales, para Smith emana-ba ya de la fecundidad de loscampos, pero también de la efi-ciencia mecánica en el uso de lalabor. De este modo, el valor delas cosas no tenía nada que vercon la estructura de relaciones dela sociedad, sino con un procesonatural y determinista, ya fuerabiológico, como en el caso de laagricultura, o mecánico, como enel caso de la industria.

La extensión del comercio era,en opinión de Smith, una conse-cuencia directa del creciente pro-ceso de “división de la labor”, pe-ro no al revés. El comercio se ba-saba en el intercambio, que erau n a t e n d e n c i a n a t u r a l d e lhombre9 y se limitaba a hacer cir-cular la r iqueza previamentecreada, ya que por sí mismo eraimproductivo y estéril, de tal mo-do que sólo en la medida en quehabía más mercancías había máscomercio, y no al revés. El pro-greso de la sociedad se debía pri-mariamente a la productividadmecánica de la “división de la la-

bor” y no a la extensión del co-mercio.

A este respecto, es muy esclare-cedora la postura de Smith respec-to al dinero: no lo consideraba ex-presión de la utilidad común, omanifestación objetiva de la socia-bilidad humana, sino acumulaciónde bienes previamente produci-dos. Tenía una visión materialistadel dinero: éste consistía en fon-dos de cosas reales ya existentes oproducidas. En este sentido, parallevar adelante la “división de la la-bor” se requería dinero, acumula-ción previa de fondos de mercan-cías que permitiera adelantar elsustento de los obreros y disponerde las materias primas necesarias.El resultado final de ese procesoera un incremento de la cantidadde dinero, es decir, del fondo decosas reales y tangibles de que sedisponía al principio. Para Smith,el dinero era estéril, su incrementosólo podía ser resultado de la “di-visión de la labor” y en ningún ca-so de sí mismos, ya que se tratabade una sustancia inerme, algoneutral tanto respecto de la pro-ducción como del intercambio.

Al igual que en cualquier otroproceso natural, la “división de lalabor” también tenía, para Smith,

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un límite que no se podía traspa-sar. Este límite venía dado por el“precio natural”, o coste mínimode cada mercancía en términos delabor requerida. Mientras no sehubiera alcanzado esa situación demáxima “división de la labor”, paracada mercancía existía un “preciode mercado” superior al “precio na-tural”. Esa diferencia era la que, se-gún Smith, animaba a los propie-tarios de fondos de dinero, en bus-ca de ganancia, a intensificar la “di-visión de la labor” de todas lasmercancías hasta alcanzar el “pre-cio natural” de todas ellas, por de-bajo del cual no era posible au-mentar “la división de la labor”.

Por otro lado, como la unidadnatural e indivisible de labor era,para Smith, la que podía aportar elcuerpo de cada obrero, la “divisiónde la labor” tenía también un lími-te natural, que provenía del núme-ro de obreros que podían llevaradelante una tarea sin molestarseunos a otros y sin que descendierala productividad. De tal modo queel nivel de ocupación correspon-diente al logro del “precio natural”de todos los productos sería tam-bién el de pleno empleo de todoslos obreros, que a su vez sería elnivel óptimo de “división de la la-

bor” en la producción de cada mer-cancía, o número óptimo de obre-ros trabajando en cada taller.

Esto quiere decir que, segúnSmith, el rendimiento de los fon-dos de dinero decaería con su pro-pia acumulación, en la medida enque la “división de la labor” se hi-ciese más intensa y fuera imitadapor otros competidores. Recono-cía, por ejemplo, que los salarios ylos beneficios más altos se daríanen aquellas industrias en las que la“división de la labor” estuviese ensus inicios. De este modo introdu-jo una idea destinada a perdurarhasta nuestros días en el seno demuchas teorías económicas: en laeconomía hay un componente realy objetivo, regulado por los proce-sos naturales o técnicos de pro-ducción, y otro componente subje-tivo y perturbador, causado por laspasiones y los intereses de loshombres. Esta idea, como veremosmás adelante, fue clave en losplanteamientos de Marx.

De todas maneras, a Smith leinteresaba destacar sobre todoque la extensión de la “división dela labor”, impulsada por la búsque-da de la ganancia, creaba riquezapara todos y daba solución al “pro-blema de los pobres”. Ésta era una

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alternativa mejor que las “leyes depobres”, que forzaban a los ricos asubsidiar a los pobres, convirtien-do a estos últimos en parásitos.Por contraste, la extensión de la“división de la labor” permitía a lospobres ganarse la vida por sí mis-mos, al tiempo que los convertíaen fuente de riqueza para los ricos.Además, al bajar el precio de todaslas mercancías, aumentaba el bien-estar de todos.

La Economía Política elaboradapor Smith permitía explicar que lafunción social de los comerciantesera tan importante o más que ladesempeñada por los terratenien-tes. Así como estos últimos obte-nían la riqueza haciendo trabajar alos pobres en sus campos, los co-merciantes, mediante el empleo desus fondos monetarios, obtenían lariqueza haciendo trabajar a los po-bres en sus talleres, en los que sellevaba a cabo la “división de la la-bor”. Sin embargo, aunque la tierraconstituía un recurso limitado y fi-jo, el dinero podía acumularsemientras hubiera labor sin em-plear. Es decir, la acumulación dedinero por parte de los ricos era lacondición imprescindible para lacreación de puestos de trabajo pa-ra los pobres. Por eso Smith estaba

firmemente convencido de que la“división de la labor” y la conse-cuente extensión del comercioeran las únicas soluciones posiblesal “problema de los pobres”. Enotras palabras, que una sociedadmovida por el deseo de gananciatenía dentro de sí un principio demoderación que le llevaba a la in-tegración social y al bienestar detodos.

Los problemas y las contradic-ciones que subyacen en el plantea-miento de la Economía Política deSmith empezaron a surgir cuandotrató de explicar el reparto del pro-ducto obtenido por el proceso dela “división de la labor”. En una so-ciedad de hombres libres ese re-parto sólo podía hacerse mediantecontratos establecidos entre indivi-duos iguales. Contratos que, segúnsu propia teoría de la justicia delos intercambios, sólo debían reali-zarse si llevaban incorporada lamisma cantidad de labor. En tal ca-so, el salario, o retribución de losobreros, debía coincidir con la to-talidad de la producción, en la quehabía quedado incorporada la la-bor de los obreros. Pero entoncesno quedaría nada para la ganancia,o retribución del capitalista. Parasalir de esta dificultad Smith expli-

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có el salario como retribución sufi-ciente para reponer la labor gasta-da por el obrero en cada jornada,lo cual permitía asignar el resto alcapitalista. Pero en tal caso la ga-nancia del capitalista no se debíaal incremento de riqueza que teóri-camente generaba en “la divisiónde la labor”, sino a un reparto arbi-trario. Esta grave dificultad poníade manifiesto que, o la producciónse explicaba desde la distribucióny el intercambio, o ésta se conver-tía en una pura arbitrariedad. Éstefue el punto más débil del enfoquede Smith y el causante de las críti-cas que acabaron por demoler losprincipios de la Economía Política.

Como puede verse, la primerateoría moderna de la empresa, ela-borada por Smith en el seno de suEconomía Política, la describía co-mo el lugar donde bajo el impulsode la ganancia monetaria se lleva-ba a cabo la “división de la labor”de manera contractual, es decir, elproceso de generación de riqueza.Adam fue, por tanto, el primero enpresentar la empresa como un me-canismo esencial para explicar elprogreso y la riqueza de las nacio-nes. Sin embargo, conviene no ol-vidar que, para Smith, gananciamonetaria era sinónimo de aumen-

to real del volumen de producción,o sea, se trataba de algo indepen-diente de la venta efectiva de eseproducto. De este modo, la riquezase producía dentro de la empresa,con independencia del resto de lasociedad.

Esto explica que en ese primiti-vo esquema de empresa la misiónde lo que hoy llamaríamos empre-sario fuera relativamente sencilla:se limitaba a llevar adelante la “di-visión de la labor” aplicando susfondos a la producción de las mer-cancías que reportaran mayor ga-nancia, es decir, aquéllas en lasque la diferencia entre el “preciode mercado” y el “precio natural”fuera mayor. De ese modo, sin pre-tenderlo, el empresario contribuíaa conseguir el “precio natural” detodas las mercancías. En realidadni siquiera tenía que encargarse dellevar adelante la “división de la la-bor”, ya que al tratarse de un pro-ceso natural y objetivo, de resulta-do único, su realización no plan-teaba problemas. El empresario deSmith no tenía que preocuparse devender, ni de diseñar nuevos pro-ductos os procesos. Se movía enun mundo en el que la inversión seconvertía necesariamente en ri-queza.

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La crisis de la concepción materialista de la producción

Libertad de comercio, división de la labor y nuevo orden revolucionario

Al igual que otros miembrosdistinguidos de la Ilustración esco-cesa, al elaborar su Economía Polí-tica, Smith pretendía sobre todoproporcionar una explicación delprogreso de la humanidad10. Enotras palabras, quería determinarla causa endógena de la continuamejora del aspecto objetivo y ex-terno de la historia. En su opinión,esa marcha hacia el progreso y elbienestar era inexorable, siempreque no se pusiesen obstáculos a loque él llamaba “sistema de liber-tad natural”, o tendencia naturalde todos los hombres a conseguirsus pasiones e intereses. Si esto selograba llegaría un momento enque se daría una división óptimadel trabajo, es decir, un sociedadcon un adecuado tamaño producti-vo y una división óptima de la la-bor, de tal modo que todas lasmercancías se venderían a su “pre-cio natural”. De esta forma se al-canzaría el máximo bienestar.

Para que el sistema de “libertadnatural” funcionase, para que to-dos los propietarios de fondos dedinero pudieran emplearlos endonde más les conviniera, era ne-cesario un sector productivo cons-tituido por empresas muy peque-ñas y muy parecidas en tamaño, detal modo que ninguna tuviera unpoder de monopolio. Tenía que ha-ber por tanto una tendencia haciauna sociedad igualitaria, con mul-titud de empresas muy pequeñas,con beneficios mínimos, que die-ran pleno empleo a todos los obre-ros, aunque con salarios mínimos.Éste constituía un extraño tipo desociedad que podría calificarse co-mo una mezcla curiosa de republi-canismo y espíritu burgués, en laque los individuos que buscabansu propio interés caminaban haciauna creciente igualdad en la distri-bución de las riquezas. Una socie-dad en la que habría progreso, civi-lización y bienestar para todos. Laúnica condición para llegar a ella,según Smith, era luchar decidida-mente por eliminar todo tipo demonopolio y privilegio que impi-

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diese el desarrollo de la libertad defabricación y de comercio.

No puede por tanto causar ex-trañeza que los más radicales delos revolucionarios franceses11, co-mo por ejemplo Condorcet, hicie-sen una lectura revolucionaria dela Economía Política de Smith. Laconclusión a la que llegaron es queSmith se contradecía al sostenerque el camino para el logro del“precio natural” era la supresión detodo monopolio y privilegio si, almismo tiempo, mantenía el princi-pio de la propiedad privada de losfondos de dinero, ya que la propie-dad constituía, en opinión de Con-dorcet, la fuente y raíz de todos losprivilegios y monopolios. Para lo-grar la sociedad futura en la que demodo definitivo se produjese lasuperación del “problema de lospobres”, lo que en el nuevo len-guaje revolucionario pasó a lla-marse la “cuestión social”12, era ne-cesario eliminar de una vez por to-das la propiedad privada de losmedios de producción.

Además, si según Smith la ri-queza tenía su fuente en la labor,única pertenencia de los pobres, yestos últimos constituían el con-cepto revolucionario de pueblo, lalabor debía por tanto constituirse

en el fundamento del nuevo poderpolítico revolucionario. Así comoen el Antiguo Régimen la condi-ción de propietario de la tierra ha-bía sido el título de acceso al po-der político, en la nueva sociedadrevolucionaria, la labor, aporta-ción básica de cada individuo a lariqueza común y raíz de la igualdadde derechos de todos los hombres,era el nuevo título igualitario deacceso al poder político. En lugarde defender la propiedad de la tie-rra y los privilegios que se siguende esa propiedad, como había su-cedido en el Antiguo Régimen, elnuevo régimen revolucionario de-bía dirigir sus esfuerzos a garanti-zar el acceso de todos al progreso yel bienestar social.

Para los revolucionarios másradicales sólo la acción revolucio-naria de suprimir los derechos depropiedad de los grandes capita-les monetarios permitiría la reso-lución de la “cuestión social”.Smith se había equivocado al su-poner que la búsqueda de la ga-nancia limitaría el poder de losgrandes comerciantes y propieta-rios, y que llegaría un momentoen que se lograría una economíade “precios naturales” y máximobienestar social.

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A partir de este momento, granparte de la tarea de los seguidoresde Smith, sobre todo de los que sedaban cuenta de que el manteni-miento del derecho de propiedadera para su maestro una condiciónclave para el mantenimiento de laslibertades políticas, consistió enllevar a cabo una revisión crítica delos principios de la Economía Polí-tica, que evitara las conclusionesrevolucionarias. Esto llevó en unprimer momento a la crisis delconcepto materialista de produc-ción y, posteriormente, a su com-pleta superación. Todo esto es loque a grandes rasgos nos propone-mos exponer a continuación.

Las instituciones y la producciónUno de los primeros en reaccio-

nar contra las conclusiones revolu-cionarias fue Malthus, quien sepropuso demostrar que sin las ins-tituciones y, de modo especial, sinla propiedad era imposible alcan-zar el estado de bienestar avistadopor la Economía Política. Cual-quier intento de suprimir el princi-pio de propiedad no sólo no lleva-ría al progreso y al bienestar de lahumanidad, sino que provocaríaun retroceso hacia un estado deruina moral y de miseria colectiva.

Para llevar adelante la demos-tración de su tesis, Malthus plan-teó una especie de límite a la “divi-sión de la labor”, que no proveníade su propia estructura interna, co-mo había dicho Smith, sino de al-go exógeno como la fertilidad de latierra. Dicho en otras palabras, la“división de la labor” estaba limita-da por el volumen de las cosechasagrícolas. Es decir, el logro del“precio natural”, del máximo bie-nestar posible, no era algo que pu-diese llevarse a cabo con total in-dependencia de la cantidad de tie-rra fértil disponible. En tal caso,carecía de fundamento la tesis re-volucionaria de que el problemade los pobres se resolvería sin máseliminando la propiedad privadade los fondos productivos, únicoobstáculo al logro de la economíade los “precios naturales”, o divi-sión óptima de la labor.

En opinión de Malthus, la “divi-sión de la labor” no podía ser lleva-da a cabo sin atender a la marchade la agricultura, pues eso llevaríaa un grave desajuste social. En unprimer momento, la mejora de lossalarios y el aumento del empleo,provocado por el incremento de la“división de la labor”, favorecería elascenso de la población. Pero, se-

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gún Malthus, ese aumento de po-blación necesitaría un correspon-diente aumento del “grano”, desig-nación genérica del alimento. Detal modo que la “división de la la-bor” podía llevarse a cabo siempreque el crecimiento de las cosechasde grano lo permitiera, ya que enotro caso el precio del trigo empe-zaría a subir y, al tener que pagarsalarios más altos, los beneficiosde la “división de la labor” decae-rían, con lo que ésta se interrumpi-ría, generándose desempleo y po-breza.

El planteamiento de Malthusarrojaba una sombra sobre el opti-mista diseño que Smith había he-cho del porvenir de la humanidad.De algún modo representaba unavuelta al antiguo prejuicio de quelos procesos artesanales eran porsí mismos improductivos y de queen realidad la verdadera y únicaproducción era la que provenía dela fertilidad de la tierra.

Para presentar de modo másdramático su tesis de la necesariacoordinación entre la “división dela labor” y los procesos biológicosMalthus sostuvo, sin ninguna justi-ficación convincente, que mien-tras los alimentos aumentaban enprogresión lineal, la población lo

hacía en progresión geométrica.Malthus se atrevió a calificar como“ley de la población” a esta afirma-ción carente de rigor y, por tanto,indemostrable y que, en el mejorde los casos, se limitaba a estable-cer algo tan evidente como que pa-ra vivir hay que comer13. Para Mal-thus, esta supuesta ley de la pobla-ción actuaba como un mecanismode regulación natural encargadode corregir el crecimiento excesivode la población. Si, por ejemplo,impulsada por una excesiva exten-sión de la “división de la labor”, lapoblación llegase a crecer más rá-pido que los alimentos, prontoaparecerían el hambre, la miseria,el vicio y la mortalidad, haciendoque la población volviese a una ta-sa de crecimiento compatible conla de los alimentos.

Para Malthus, las institucionestenían como función moderar y fre-nar la concupiscencia procreativade los pobres, impidiendo así quese desatase la acción reguladorade la “ley de la población”. Median-te este complicado y retorcido ra-zonamiento, Malthus pretendíahacer ver que la “división de la la-bor” no era un proceso autónomoo totalmente natural, sino que ne-cesitaba del concurso de las insti-

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tuciones. No es éste el momentode exponer las raíces de la visióntan negativa que Malthus tenía delas instituciones, pero sí es nece-sario resaltar que fue el primero enligar la producción con la estructu-ra institucional de la sociedad.

Desde el punto de vista de Mal-thus, los propietarios de fondosmonetarios no debían guiarse so-lamente por la ganancia que siguea la “división de la labor”, ni limi-tarse a un proceso determinista deacumular e invertir, sino que ade-más tenían que estar vigilantes pa-ra no generar una sobreproducciónque disparase el mecanismo co-rrector de la “ley de la población”.Un aumento excesivamente rápi-do de beneficios y salarios podríallevar a un aumento excesivo de lapoblación, y poner en peligro elcrecimiento equilibrado de la eco-nomía. De este modo, Malthus seconvirtió en el primero en advertir,en contra de lo que pensabaSmith, que no todo aumento de la“división de la labor” genera rique-za, sino que a partir de un ciertopunto puede ser negativo para elbienestar de la sociedad. En otraspalabras, aunque sea de un modoun tanto confuso, Malthus tratabade decir que la creación de riqueza

no sólo depende de la propia es-tructura mecánica interna de la “di-visión de la labor”, sino tambiéndel resto de las condiciones insti-tucionales de la sociedad.

La visión de Malthus sobre laevolución de la sociedad comercialno puede ser más pesimista si secompara con la visión del progresode la humanidad tal como la en-tendía Smith. Malthus llegaba a latriste conclusión de que el “proble-ma de los pobres” no podía resol-verse ni recurriendo a las “leyes depobres” ni extendiendo “la divisiónde la labor”. La “ley de la pobla-ción” dejaba bien claro que los po-bres estaban condenados a ganarun salario de subsistencia, que de-pendía de la fertilidad de la tierra.En consecuencia, todo intento demejorar su condición, ya fuese me-diante un subsidio o mediante uncrecimiento excesivo de los sala-rios, no sólo no les ayudaría a salirde su dura condición, sino que ha-ría crecer la población cada vezmás deprisa hasta desatar el meca-nismo corrector de la “ley de la po-blación”, que volvería a su tamañonatural. La condición obrera seconvertía para Malthus en una es-pecie de maldición de la que difí-cilmente se podía escapar.

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La única esperanza que cabía alos pobres era enseñarles cómofuncionaba la terrible amenaza delmecanismo corrector de la “ley dela población”, de tal modo queaprendiesen a vivir con modera-ción y pusiesen los medios para nocaer en la miseria y la desespera-ción. Había que dejarles muy claroque dependían de sí mismos, yque los ricos no tenían ningunaresponsabilidad hacia ellos ni po-dían ayudarles de ninguna manera.Esta postura fue muy bien recibidapor amplios sectores de la emer-gente clase empresarial, que seveía así liberada de la angustiosaresponsabilidad que Smith habíapuesto sobre sus espaldas. El úni-co modo de ayudar a los pobresera darles a conocer la dureza desu destino para que se esforzasenpor ser virtuosos y trabajadores,sabiendo que sólo así, y a duraspenas, se podrían mantener porencima del umbral de la miseria.La motivación de los obreros nopodía ser la acumulación que, fue-ra de excepciones fortuitas, les es-taba vedada, sino el miedo al ham-bre y la miseria. La naturaleza, sa-biamente, había puesto los aguijo-nes del hambre y la pobreza comopoderosos estímulos que obliga-

ban a los pobres a llevar una vidahonesta, sobria y laboriosa, contri-buyendo así a la creación de rique-za y al bienestar de todos.

Preocupado por descubrir unmodo de aumentar la producciónde alimentos, Malthus intentóaplicar la “división de la labor” alas tareas agrícolas, algo que le lle-vó a descubrir lo que ahora se co-noce como ley de la productividadmarginal decreciente de la labor.Es decir, la existencia de una rela-ción funcional óptima entre la can-tidad de labor empleada y la canti-dad de tierra cultivada, de tal mo-do que la primera unidad de laborera la más productiva, pero las uni-dades sucesivas iban teniendo unaproductividad cada vez menor, has-ta llegar un momento en el que és-ta se hacía nula o negativa. Es de-cir, la producción de alimentos nopodía aumentarse a base de ponermás personas a trabajar sobre lamisma cantidad de tierra.

La producción sin labor y las máquinas como solución

Aunque David Ricardo14 nuncase atrevió a negar que la “divisiónde la labor” fuese la fuente de ri-queza, no obstante y a partir de lasreflexiones de Malthus, puede afir-

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marse que describió procesos degeneración de riqueza que nada te-nían que ver con el uso de la labor,sino con cambios que afectaban ala situación de la sociedad. De estemodo, sin proponérselo, sus apor-taciones resultaron decisivas parala superación definitiva de la rígidaconcepción materialista de la pro-ducción.

La admiración y el respeto queRicardo sentía hacia Smith y suteoría materialista de la produc-ción, le impidieron rechazarlaabiertamente. Eso le llevó a soste-ner una ambigua teoría dualista dela producción, según la cual, algu-nas cosas tenían valor por su sin-gularidad o rareza, y otras por lacantidad de labor que incorpora-ban. Esta postura dejaba en evi-dencia la falta de generalidad de lateoría de la producción sostenidapor Smith.

Ricardo describió cómo el blo-queo comercial impuesto por Na-poleón a Gran Bretaña en los pri-meros años del siglo XIX fue cau-sante de creación de riqueza sinafectar para nada a la cantidad delabor empleada. La imposibilidadde importar trigo, causada por elbloqueo, hizo que pronto empeza-se a escasear. Lo elevado de su

precio llevó a muchos propietariosa poner en cultivo tierras menosfértiles o más alejadas de los nú-cleos de población, que hasta en-tonces no compensaba cultivar yhabían permanecido baldías. Lanotable subida de los ingresos delos terratenientes y también de losdueños de las parcelas que siem-pre habían sido cultivadas, en lasque los costes de producción se-guían siendo los mismos, llamó laatención de Ricardo. A la vista deeste fenómeno, llegó a la conclu-sión de que en la renta de la tierrahabía un componente que teníaque ver con el empleo de la labor,y otro que tenía que ver con unefecto diferencial propio de cadaparcela, que dependía de su fertili-dad o de su cercanía a las vías decomunicación. Este segundo fac-tor podía verse afectado por cam-bios en la situación de la socie-dad, como por ejemplo el bloqueonaval de Napoleón. Estas circuns-tancias no sólo habían aumentadola renta de la tierra, favoreciendo ala antigua clase social de los terra-tenientes, sino que el mayor pre-cio del trigo había obligado a losempresarios a pagar salarios máselevados, con lo que se habían re-ducido sus ganancias. Esta expli-

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cación de Ricardo debería haberlellevado a la conclusión de que la“división de la labor” no es un pro-ceso natural que por sí mismocrea la riqueza, sino que dependede las condiciones generales de lasociedad. A pesar de todo, nuncallegó a reconocer que la produc-ción depende de los costes, y queéstos a su vez dependen de las cir-cunstancias concretas de cada so-ciedad. Eso le llevó a un irresolu-ble enfrentamiento entre la crea-ción y la distribución social de lariqueza, a los que siempre consi-deró dos problemas distintos.

Si en opinión de Ricardo lafuente de la riqueza y del progresoseguía siendo la “división de la la-bor”, pero ésta podía verse afecta-da negativamente por fenómenoscomo el bloqueo naval, la solu-ción era crear las condiciones paraque la “división de la labor” pudie-se recuperar su ventaja. Con estefin propuso liberalizar el comerciodel trigo que los terratenientes ha-bían logrado impedir, a pesar deque el bloqueo y la guerra ya ha-bían concluido, con la disculpa delo que había sucedido15. Con estaspropuestas, Ricardo, sin advertir-lo, estaba demostrando, por la víade los hechos, que la producción

no podía ser una actividad pura-mente natural, que se mueve en elplano de lo prepolítico, sino quesu éxito dependía de las situacio-nes que se establecieran para laconvivencia social.

Otra prueba más de que Ricar-do nunca llegaría a librarse de laconcepción materialista de la pro-ducción es su justificación de lasventajas de introducción de ma-quinaria en el proceso de “divisiónde la labor”16. Ricardo se dio cuen-ta de que la utilización de máqui-nas tiene el mismo efecto que unaumento de la población, puesponía en marcha el mecanismo dela “ley de la población”. En efecto,al disminuir la demanda de laborbajaban los salarios, empeorabala condición de los obreros y seprovocaba un descenso efectivode la población. Aunque la intro-ducción de las máquinas se pre-sentase como una medida pura-mente técnica, destinada a mejo-rar la eficiencia en el uso de la la-bor, en realidad se trataba de unamedida política que afectaba a sudemanda. Quedaba claro que bajoningún concepto la producciónpodía considerarse un proceso denaturaleza técnica, algo neutral yprepolítico.

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Esta misma explicación de lasventajas de las máquinas pone demanifiesto que la causa de que la“división de la labor” genere rique-za no está en ella misma, sino enla ventaja diferencial que supone.Por ejemplo, Ricardo sostenía congran acierto que el primer fabrican-te que se decidiera a introducirmaquinaria tendría una ventajacomparativa transitoria, una singu-laridad temporal que le daría unaumento también temporal de be-neficios que, por imitación de losotros fabricantes, acabaría por sereliminado. De este modo, la singu-laridad o efecto diferencial en elmodo de hacer es, en último térmi-no, el causante de la riqueza, algoque sólo es posible con referenciaa las circunstancias de una socie-dad.

De lo que no llegó a darse cuen-ta Ricardo es de que la introduc-ción de la maquinaria elimina el lí-mite del cuerpo humano comounidad básica de la labor. Circuns-tancia que, como luego veremos alhablar de Babbage, implica una in-compat ib i l idad con la ideaSmithiana de competencia o “sis-tema de libertad natural”.

En cualquier caso, fue mérito deRicardo haber sido el primero en

describir procesos en los que sedejaba claro que la generación deriqueza tenía que ver con la crea-ción de algún tipo de ventaja dife-rencial, que podía ser permanentey no imitable, como en el caso dela fertilidad o ubicación de las tie-rras, o transitoria e imitable, comoocurría con la introducción de ma-quinaria. Pero en ninguno caso lle-gó a conectar el origen de la rique-za con la ventaja de la cambianteestructura de la sociedad, y semantuvo fiel a la idea de Smith deque el origen del excedente tieneque ver con el proceso natural y lo-calizado de la “división de la la-bor”.

Todavía más asombrosa fue supersistencia en mantener el con-cepto materialista de producción,después de su brillante análisis delfundamento del comercio interna-cional. Partiendo, por razones desimplicidad, del caso de dos paí-ses, por ejemplo Inglaterra y Portu-gal, que produjesen sólo dos mer-cancías, por ejemplo tejidos y vino,trató de establecer las razones delintercambio entre esas dos nacio-nes. Supuso que en el caso de In-glaterra producir ambas mercan-cías representaría un coste de tresy seis unidades de labor, respecti-

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vamente; en el caso de Portugal re-presentaría un coste de cuatro yocho unidades de labor, respecti-vamente. Según la teoría de Smith,en tal supuesto no habría posibili-dad de comercio, ya que Inglaterratendría ventaja absoluta en la pro-ducción de ambos bienes porquelos producía con menos labor. Sinembargo, Ricardo se dio cuenta deque mediante el intercambio am-bos países podían salir ganando,ya que cada uno de ellos podía es-pecializarse en el producto cuyaventaja relativa fuera mayor: es de-cir, Inglaterra en la producción detejidos, y Portugal en la produc-ción de vinos, de tal modo que,mediante el comercio, ambos paí-ses consiguieran las dos mercan-cías con mayor abundancia y facili-dad que si se autoabastecieran. Deeste modo, Ricardo fue también elprimero en poner de manifiestoque la creación de riqueza se debea la ventaja del intercambio, a ladivisión internacional del trabajo.

Con este análisis del comercioRicardo venía a reconocer que elintercambio no existe porque lasmercancías contengan la mismacantidad de labor, sino porque laspartes aprecian una ventaja mutuaobjetiva, que se traduce en ganan-

cia para ambos. De este modo, lacompetencia no consiste tanto eneliminar monopolios mediante laimitación de lo que hacen los de-más, como sostenía Smith, sinosobre todo en la introducción denovedades que otorguen una sin-gularidad, permanente o transito-ria. Por ello, la razón última de laproducción o creación de riquezatiene que ver con la existencia deun cierto grado de monopolio dife-rencial.

El extraño caso de una división de la labor que no requiere labor

Al matemático francés G.F.Prony17, tras leer las reflexiones deSmith sobre las ventajas de la “di-visión de la labor”, se le ocurrióque éste podía ser un buen proce-dimiento para liberarse él mismode la tediosa tarea de construir ta-blas de logaritmos. Lo más intere-sante de este caso es que la “divi-sión de la labor” se aplicaba a algoque no era una mercancía en elsentido clásico del término: a na-die se le ocurriría sostener que unlogaritmo lleva labor incorporada,y que por eso mismo tiene valor.Con ese fin, Prony descompuso elproceso de cálculo de logaritmosen una secuencia de operaciones

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algebraicas lo más sencillas posi-bles, es decir, en una sucesión desumas y restas, de tal modo quecada una de esas operaciones laspudiesen realizar personas que só-lo supiesen sumar y restar. Pronydiseñó un método para aplicar losprincipios de la “división de la la-bor” a un proceso que en sí mismono requería labor, sino simplesoperaciones mentales; un procesoque por ser de naturaleza lógicapodía llegar a separarse totalmen-te de la ejecución humana. De he-cho, hoy día, una calculadora debolsillo calcula logaritmos a uncoste despreciable y con una velo-cidad casi instantánea, sin que elhombre tenga que intervenir paranada. Se trataba del primer casode una “división de la labor” sin la-bor y que no obstante genera ri-queza.

El análisis de la experiencia deProny revela que en ella se dabantodos los elementos de la produc-ción económica. En primer lugar,se trataba de una tarea que podíarealizarse de muchas maneras yque, por tanto, admitía una granvariedad de diseños, en función dela intención del agente y de los re-cursos de que dispusiera. En estecaso concreto, Prony hizo su dise-

ño en función de que podía dispo-ner de personas que sólo sabíansumar y restar, o que podíanaprender fácilmente, y de que le re-sultaba ventajoso pagarles en lu-gar de realizar él mismo esa tarea.

El experimento de Prony pusode manifiesto que la ventaja de la“división de la labor” en realidadnada tenía que ver con la supuestaexistencia de la labor, sino con lasdiversas posibilidades que losagentes tienen de hacer las cosasen el seno de las cambiantes cir-cunstancias de la sociedad. Tam-poco tenía nada que ver con el nú-mero de logaritmos producidospor unidad de labor. De hecho, esmuy posible que un buen matemá-tico sea capaz de calcular logarit-mos de modo mucho más rápido, ycon mucha mayor seguridad, queun grupo de medio analfabetos alos que se organiza para llevar acabo esa tarea. Si se recurriese porejemplo a una medida absoluta decoste, como podría ser el consumode grano por individuo, resultaríaque el consumo de un solo mate-mático es considerablemente infe-rior al de las cuarenta o sesentapersonas que harían falta para sus-tituirle. Es decir, no existe un crite-rio absoluto para medir la ventaja

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que reporta seguir un método uotro; todo depende de las conve-niencias personales y de sus cir-cunstancias. En conclusión, la ex-periencia de Prony revelaba que laproducción económica era sobretodo un modo de organización so-cial.

Cuando Babbage18 tuvo noticiasde la experiencia llevada a cabopor Prony se dio cuenta de que,efectivamente, la ventaja de la “di-visión de la labor” no residía en elmodo de usar la labor, que en estecaso ni siquiera se necesitaba, sinoen sustituir una habilidad tan es-casa como la de un matemáticobien entrenado, por una habilidadtan común como saber sumar yrestar. En otras palabras, que la“división de la labor” no crea rique-za porque aumente la cantidad deproducto por unidad de labor em-pleada, como había sostenidoSmith, sino por el ahorro que re-presenta sustituir mano de obracara por mano de obra barata. Enel caso de la fábrica de alfileres deSmith, la ventaja provenía de susti-tuir un buen artesano, que dominatodas y cada una de las fases delproceso, por gentes sin mucho en-trenamiento que sólo saben haceruna de ellas.

Al introducir esta distinción en-tre mano de obra cara y mano deobra barata, Babbage daba por su-perado el concepto de labor comosustancia única, homogénea e in-mutable. No obstante, sostuvo quela producción era un proceso me-cánico consistente en la reducciónde costes, entendidos éstos comoalgo objetivo. En otras palabras,todo se reducía a un aumento con-tinuado de la eficiencia de un pro-ceso, que para Babbage era único yobjetivo. De este modo, la máqui-na y su aumento continuado derendimiento quedaban constitui-dos como las fuentes únicas deriqueza19.

Según este planteamiento, lle-garía un momento en que las má-quinas permitirían una reduccióntan notable del coste unitario queun solo fabricante podría hacerfrente a toda la demanda del mer-cado. Incluso algunos llegaron ahablar de un mundo utópico en elque, gracias a máquinas cada vezmás perfectas, la producción seríaun proceso totalmente automati-zado que se llevaría a cabo sin laintervención del hombre. Durantemucho tiempo, la reducción decostes se entendió como un proce-so físico objetivo.

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Un grave inconveniente de estemodo tan mecanicista de entenderla producción es que la continuareducción de costes unitarios obje-tivos exige el diseño de máquinascada vez más grandes y específi-cas, con lo que sólo compensaríaincurrir en sus elevados costes defabricación si los volúmenes deproducción fuesen enormes. Estainversión sólo se llevará a cabo sisólo queda un fabricante en elmercado de ese producto. Se llega-ba así a una conclusión opuesta ala de Smith, que había dicho queel “precio natural”, el coste míni-mo, se lograría cuando en el mer-cado de cada producto hubieseuna multitud de pequeñas empre-sas fabricando el mismo producto.Es decir, esta situación sólo se al-canzaría una vez eliminados todoslos privilegios y monopolios queimpidiesen entrar y salir libremen-te de los mercados. Según el plan-teamiento de la producción defen-dido por Babbage, el “precio natu-ral” se lograría cuando en el merca-do existiese una sola empresa quetuviese el monopolio del producto.Los aparentes seguidores de lasteorías liberales de Smith venían adar la razón a los revolucionariosque habían sostenido que el pro-

greso y el bienestar de la sociedadexigían la eliminación de la propie-dad privada de los medios de pro-ducción.

Marx o el paroxismo de la producción materialista

Las ideas de Marx sobre la pro-ducción se forjaron en el contextode su peculiar interpretación de lahistoria, inseparable de su Filoso-fía materialista y dialéctica. Desdesu punto de vista, la “división de lalabor” no era sólo un modo de lle-var adelante la producción, sino laexpresión absoluta de las leyes di-námicas de la materia que gobier-nan la marcha de la historia. De es-te modo, Marx convirtió la “divi-sión de la labor” en una especie deelemento nuclear de un proceso deproducción cósmico y determinis-ta, que no tenía nada que ver nicon la libertad de la acción huma-na, ni con la voluntad, ni siquieracon el conocimiento.

En cualquier caso, Marx mantu-vo y exageró el viejo prejuicio deconsiderar la producción como unproceso natural. La historia de lahumanidad desde sus inicios nohabía sido más que un continuadoproceso de incremento de la “divi-sión de la labor” que, mediante

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una curvatura de la labor sobre símisma, genera el capital, multipli-ca y potencia los efectos de las su-cesivas divisiones de la labor yprovoca de este modo una conti-nua aceleración de una historia re-ducida a progreso. Era éste un pro-ceso carente de sujeto personal,resultado anónimo de la labor, unafuerza oscura que emana de la pro-pia dinámica de la materia a travésde la humanidad.

En ese modo de desenvolversela sociedad y la historia se plan-tean, según Marx, continuos con-flictos entre fuerzas antagónicas,que sólo pueden resolverse en su-cesivas síntesis superadoras. En elseno de esas síntesis están los gér-menes de nuevos antagonismosque plantean nuevos conflictos, yasí sucesivamente. La historia sedesenvuelve mediante un procesodialéctico, que habría comenzadoen los albores de la humanidadcon la pulsión biológica del orga-nismo más primitivo que luchabapor afirmarse frente a su medio, yque ha continuado en forma deuna lucha titánica por sobrevivir deorganismos cada vez más comple-jos, hasta llegar a manifestarse enla pasión burguesa por la posesióny el enriquecimiento. Para Marx, lo

que distinguía al hombre de losotros animales no era su condiciónpolítica, como había sostenidoAristóteles, sino ese carácter evo-lutivo de autoproducción, que im-plica la transformación de la socie-dad y el mundo.

El mismo concepto de indivi-duo no era para Marx un absoluto,una naturaleza fijada desde siem-pre, que estaba más allá del deve-nir histórico, sino el resultado deuna continua evolución, algo surgi-do de las condiciones de produc-ción que se habían ido sucediendoa lo largo de la historia. El concep-to de individuo habría surgido co-mo antagónico al de sociedad,provocando un conflicto crecienteque se resolvería en una nueva si-tuación de síntesis en la que se al-canzaría la definitiva liberación delindividuo. Éste sería el final de lahistoria: el surgimiento del comu-nismo o paraíso terrenal definitivo,en el que los individuos serían fi-nalmente libres y estarían en per-fecta armonía con su medio. Se ha-bría logrado entonces la situacióndefinitiva de máxima cohesión so-cial, en la que sin embargo cadauno viviría para sí mismo.

Al desarrollar una intuición queestaba como en germen en la con-

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cepción de la historia de Smith,Marx distinguió entre el desarrollodeterminista de la producción y lasperturbaciones que introduce elcontexto social de cada época.Desde ese punto de vista, la “divi-sión de la labor”, tal como la expli-ca Smith en su ejemplo de la fábri-ca de alfileres, no era más que unade las sucesivas fases que la pro-ducción había adoptado a lo largode la historia: un tipo de produc-ción deformado por las condicio-nes de la estructura capitalista dela sociedad. Es decir, una clase de“división de la labor” caracterizadapor la distinción y el creciente an-tagonismo entre la labor y el capi-tal, entre pobres y ricos20.

Para Marx, las condiciones capi-talistas de producción habían sidocreación de la clase dominante delos propietarios, que habían deter-minado que para que un obreropudiera trabajar, debía entregaruna parte del producto de su laboral capitalista que le contrataba. Deese modo, habían impuesto la dis-tinción entre “precio natural”, o re-tribución de todo el producto de lalabor, y “precio social”, que era el“precio natural” una vez desconta-da la parte que el empresario seapropia como beneficio. Marx cali-

ficaba este proceso, siguiendo aHodgskin, de “robo legal”. La im-posición de las condiciones capita-listas de producción se basaba endos ficciones: por un lado, en la in-troducción de la propiedad privadadel capital, fuente de todos los pri-vilegios y monopolios; por otro, enel diseño de una competencia arti-ficial entre los obreros por lospuestos de trabajo. De este modo,para ser contratado el obrero seveía obligado a realizar una jorna-da de trabajo más larga que la quesería suficiente para lograr su sub-sistencia; por otra parte, esto erapara lograr un aumento continua-do del beneficio y un incesantecrecimiento del capital. En otraspalabras, se aplicaban al proleta-riado unas condiciones de pobrezaque no eran naturales.

El concepto capitalista de pro-piedad privada del capital imponíaa los pobres la necesidad de notrabajar al soportable ritmo natu-ral, el adecuado para conseguir lasupervivencia, sino al frenético rit-mo impuesto por la insaciable an-sia de ganancias de los capitalis-tas. Además, permitía convertir lalabor de los pobres en una mer-cancía separada y opuesta a supropio producto. De este modo, se

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creaba una división entre una clasedominante y otra clase dominada,que actuaban como antagonistas yque acabarían por destruirse. Sedesencadenaba así un drama deintensidad creciente, una lucha declases, en la que se entrecruzabanrelaciones de dependencia y deconflicto y que, según el devenirdialéctico, tenía que desembocaren crisis y posterior superación.

Beneficio y capital eran paraMarx los dos rasgos propios de laproducción capitalista. El benefi-cio, motor de la producción, no eraotra cosa que parte del productoque le correspondía al obrero, re-sultado de su explotación impues-ta por el sistema capitalista. El ca-pital, entendido como incesanteproceso acumulativo de medios deproducción e impulsado por el de-seo de ganancia monetaria, seconvertía en un instrumento im-prescindible para llevar adelante laexplotación del obrero. Esto era al-go parecido, según Marx, a una es-pecie de demiurgo del mundo mo-derno que, al tiempo que creabaun proletariado cada vez más ex-tenso y empobrecido, sin el cualno tenía sentido, se le oponía y loexplotaba. Pero esta misma nece-sidad de acumulación del capital,

imprescindible para multiplicar elproducto de la labor, fuente del au-mento incesante del beneficio,constituía el germen de muerteque, según Marx, afectaba al capi-talismo. Esto era lo que provocabaque el sistema fuera cada vez másinviable e inestable, que tuvieracrisis y convulsiones cada vez másgraves, que acabarían por destruir-lo.

En opinión de Marx, todos losesfuerzos de Smith para explicar elbeneficio del capitalista, como re-sultado del proceso mecánico dela “división de la labor”, no eranmás que un modo de ocultar quesu verdadero motor era quedarsecon parte del producto que le co-rrespondía al obrero. Sostener, co-mo hacía Smith, que en el seno dela “división de la labor”, considera-do local y parcialmente, se genera-ba un ahorro de labor era una fic-ción. Esto quiere decir que, paraMarx como para todos los anti-guos, no puede haber generaciónde excedente en el intercambio, yaque éste sólo puede llevarse a ca-bo si hay igualdad física de algúntipo de sustancia, cosa que por lodemás es patente si se tiene encuenta su continua defensa de laesterilidad del dinero.

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La propiedad privada de los me-dios de producción era para Marxun diseño artificial que no se sos-tenía por sí mismo y que necesita-ba por tanto del apoyo de la con-cepción burguesa del Estado. Éstaera la razón de que, en el seno delcapitalismo, se le atribuyera al Es-tado una existencia separada de lasociedad civil. Para Marx, como pa-ra Rousseau y Saint Just, propiedady poder eran la misma cosa, de talmodo que los conceptos capitalis-tas y burgueses de propiedad, em-presa, leyes y Estado no eran másque una superestructura mediantela cual, por imperativos de las con-diciones materiales de producción,una clase explotaba a otra.

De la misma forma que hasta en-tonces el Estado había sido un ins-trumento de explotación en manosde los capitalistas, había que con-seguir, según Marx, que la revolu-ción pusiera el Estado al servicio delos intereses de los proletarios, me-diante el establecimiento de unadictadura del proletariado. Para esobastaba con suprimir la propiedadprivada de los medios de produc-ción. Sólo en ese nuevo marco crea-do por la revolución sería posibleuna nueva “división de la labor”,unas condiciones naturales de pro-

ducción que llevasen a la armoníade intereses en una sociedad sinclases.

Sólo cuando hubieran desapare-cido las clases sociales, cuando sesuprimiera la propiedad privada y eluso clasista del poder, podría des-aparecer el Estado, sumido en elseno del proceso productivo21. En-tonces aparecería una nueva socie-dad en la que ya no habría antago-nismo entre el individuo y comuni-dad, en la que habría desaparecidoel poder y la autoridad.

Entre las numerosas contradic-ciones que hay en el pensamientode Marx destaca su manera ambiva-lente de entender la “división de lalabor”. Por un lado, puesto que re-ducía todo a tareas sencillas y repe-titivas, la “división de la labor” em-brutecía y depravaba moralmente alobrero, ya que eliminaba la necesi-dad de conocimiento y habilidad,reduciendo la actividad humana a“labor”22, a simple repetición monó-tona de esfuerzo corporal. Con elloconvertía al “homo faber”, imagenpropia del artesano, en “homo labo-rans”, imagen propia del obrero so-metido al movimiento uniforme yregular de la máquina. Pero, porotro lado, Marx consideraba tam-bién que era un proceso liberador,

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ya que llegaría un momento en elque el progreso de la tecnologíapermitiría que la producción se rea-lizase sin intervención humana, sinlabor. De tal modo que, siguiendola peculiar evolución dialéctica dela historia que defiende Marx, cuan-to más embrutecido estuviese elobrero, más próximo estaría el mo-mento en el que las máquinas aca-barían por librarlo de la esclavitudde la producción. Sólo cuando sealcanzasen las futuras condicionesde producción, en el seno de unasociedad sin clases, sería posible laautomatización total de la produc-ción y se alcanzaría la liberación fi-nal de la labor. Sólo entonces el“reino de la libertad” sustituiría al“reino de la necesidad”.

El destino último de la produc-ción sería por tanto la multiplica-ción incesante del “tiempo libre”,hasta llegar a la supuesta situaciónde liberación, en la que el hombreno tenga necesidad de recurrir a lalabor. Desde esta perspectiva,Marx planteó una contradictoria einexplicable alternativa entre unaesclavitud productiva y una liber-tad improductiva23. Para Aristóte-les, la dedicación en exclusiva delos esclavos a la labor permitía asus amos centrarse en la vida polí-

tica, en el gobierno de la ciudad.Por contraste, Marx proponía quemediante ese gran esclavo que erala producción automatizada llega-ría un momento en que todos, nosólo los dueños, podrían dedicarseal “tiempo libre”, es decir, a perse-guir sus intereses particulares, locual era muy distinto de la vida po-lítica. En tal caso, el “tiempo libre”debía entenderse como tiempo deconsumo, cosa por otro lado inevi-table, ya que si no esa gigantescamáquina automatizada de produc-ción carecería de función.

Como puede comprobarse, enel planteamiento de Marx desapa-rece la empresa como elementobásico de la iniciativa particular ycomo pieza clave para crear socie-dad y riqueza. En cuanto procesoglobal y determinista, la produc-ción se sitúa más allá del designiode los hombres, y la empresa capi-talista sólo es una fase transitoriade deformación del proceso natu-ral de la “división de la labor”, unmodo de llevar a cabo la explota-ción de la clase de los pobres amanos de los intereses de la clasede los ricos, un robo disfrazado defalsa teoría de la producción. Unavez superada la fase capitalista deproducción aparecerá la futura em-

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presa socialista, que sólo será unadependencia administrativa, algotécnico y neutral, que permitirá lle-

var a cabo el proceso global de laproducción de la forma más efi-ciente posible.

Las primeras teorías de dirección de factorías

La división de la labor y el gobierno despótico

Sólo en tiempos muy recientes,prácticamente desde mediados delsiglo XX, la dirección de empresas seha convertido en un tema muy im-portante. Hasta entonces no se ha-bía descubierto que el éxito de laempresa tiene mucho que ver con loque sucede a su alrededor, con elmodo de relacionarse con el resto dela sociedad. El interés por el gobier-no de las empresas ha ido tomandocuerpo en la medida que se ha em-pezado a superar la visión materia-lista del proceso productivo.

No tiene pues nada de extrañoque cuando Smith introdujo elconcepto moderno de empresa, almantener la antigua concepción dela producción como proceso natu-ral, localizado y determinista, la di-rección de la empresa se conside-rase como algo irrelevante.

El empresario de Smith no ne-cesitaba diseñar un producto ade-cuado al mercado, ni buscar el me-

jor modo de darlo a conocer paraasí lograr mayor cuota de mercado.Se daba por supuesto que los pro-ductos existían desde siempre,que los procesos artesanales de fa-bricarlos era también perfectamen-te conocidos y que lo único quehabía que hacer era llevar adelantela “división de la labor” de esosprocesos.

El único problema de direccióncon que se enfrentaba ese primiti-vo empresario era mantener el or-den y la disciplina en los talleres,para que la “división de la labor”pudiese llevarse a cabo de formaordenada y eficiente. Para eso, re-sultaba imprescindible que losobreros no perdieran el tiempo enlos talleres y se ajustaran a la se-cuencia de movimientos mecáni-cos necesaria para la coordinacióndel reparto de tareas entre muchaspersonas. Para resolver este pro-blema, puesto que se trata de unproceso natural o técnico, someti-do a la necesidad y con solución

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única, bastaba con algo tan simplecomo el gobierno despótico.

El gobierno despótico suponeque el proceso está perfectamenteestablecido y que sólo hay que se-guir una instrucciones sencillas yunívocas. Por ejemplo, en el casode clavar un clavo con un martillo,los movimientos que deben hacerla mano y el martillo se ajustanplenamente a las condiciones delgobierno despótico. Éste se ade-cúa a aquellas situaciones en lasque existe una patente desigual-dad entre quien ordena y quienejecuta, de tal modo que este últi-mo debe considerarse instrumentodel primero. En sentido estricto, elgobierno despótico es el que seejerce sobre un instrumento iner-me, por ejemplo el que ejerce lamano sobre el martillo, o el timo-nel sobre el barco. En un sentidomás amplio, pero menos propio,puede considerarse gobierno des-pótico el que se ejerce sobre ani-males: en cuanto que no son ins-trumentos inermes ni son dueñosde su acción, se les puede obligar aque ejecuten una determinadaoperación, aunque ejerzan unacierta resistencia. Por ejemplo,quien dirige una yunta de bueyesejerce un cierto tipo de gobierno

despótico. Por último, y en un sen-tido claramente impropio, se pue-de también llamar gobierno des-pótico al que se ejerce sobre niñosy esclavos, que se supone que, poralgún motivo, no son de hecho ode derecho dueños de su acción.

Lo característico del gobiernodespótico es la ausencia de discur-so o de palabra, de tal modo quese realiza en el silencio propio delámbito de lo prepolítico. Esta au-sencia de discurso es consecuen-cia de que el diseño se supone per-fectamente establecido, de tal mo-do que sólo se puede realizar deuna manera, y basta con el queejecute lo que se ordena. En el ca-so del instrumento inerme, esa or-den se realiza a través de la mano,símbolo de poder. En el caso delinstrumento animado, como losanimales, hay que vencer una cier-ta resistencia mediante el recursoal premio y al castigo, “al palo y ala zanahoria”.

El gobierno despótico se verifi-ca de manera paradigmática en lamáquina, que sólo puede ejecutarlo que está establecido por su di-seño. Para ponerla en marcha bas-ta con apretar un botón o accionarun resorte. En el caso de los ani-males, se hace también necesario

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mantener una continua vigilanciasobre el modo de ejecutar paraque se realice según lo diseñado.

El gobierno despótico no esadecuado para los hombres24, yaque la acción humana requiereapertura a la mejora, supone nove-dad en el modo de hacer. Por eso,cuando se aplica a los hombres,como sucede en el caso de los ni-ños, debe transformarse poco apoco, mediante el aprendizaje, engobierno político, que requiereplenitud del uso de la razón o do-minio sobre la propia acción. Conlos niños, es bueno ir empleando,en la medida en que van crecien-do, la palabra y el discurso, paraenseñarles de ese modo la formade gobernarse a sí mismos. Inclusocuando se aplica a los animales,que tienen una capacidad muy li-mitada de aprendizaje positivo,hay que enseñarles a adaptarse alo que el hombre quiere que ha-gan. En el caso de su aplicación ahombres adultos, como es el casode los esclavos, no se trata estric-tamente de gobierno despótico, si-no de una deformación del gobier-no político.

En el mundo antiguo, en el quela producción se consideraba unproceso biológico y prepolítico, los

esclavos, que eran los encargadosde llevarla a cabo, estaban someti-dos a una especie de gobierno des-pótico. Se les consideraba instru-mentos en manos de sus amos. Sedaba por supuesto que lo únicoque tenían que hacer era ejecutarlas órdenes de sus dueños. Desdeese punto de vista, se considerabaque no había mucha diferencia en-tre uncir a la noria un asno o un es-clavo. La ventaja del esclavo res-pecto del asno es que entiendemejor lo que se quiere que haga,pero tiene el inconveniente deque, por eso mismo, puede opo-nerse o modificar la voluntad delamo y realizar la tarea de otra ma-nera. Por eso, cuando lo que se de-sea es llevar a cabo un verdaderogobierno despótico, es mejor unasno que un esclavo, y todavía me-jor una máquina. El gobierno des-pótico sólo es adecuado paraaquellas operaciones en las que nocabe aprendizaje: sólo se puedenhacer de un modo único y de formamuy repetitiva.

Adam Smith entendía la produc-ción como un proceso mecánico,pero tan natural y prepolítico comolos biológicos; por eso considerabaque la función del obrero en el pro-ceso de la “división de la labor” de-

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bía limitarse a ejecutar una mismay muy simple operación de formarepetitiva, con el mayor ritmo posi-ble. Esto explica que muy pronto elideal de la “división de la labor”fuese la máquina, que realizabaesas operaciones mucho más rápi-do, de forma infatigable, sin erroresy sin posibilidad de insubordina-ción. Al confundirse la produccióncon la ejecución, tal como sucediódesde Smith hasta Babbage, elideal de la producción fue sustituiral obrero por máquinas.

La producción quedaba enton-ces reducida a la fabricación, y elideal de una empresa sería un en-tramado de máquinas que, coordi-nadas por cadenas de transmisión,actuase como un solo y gigantescomecanismo. Éste se pondría enmarcha con sólo apretar un botóno accionar una palanca, y produci-ría sin mayores problemas la ma-yor cantidad de mercancías con elmínimo de energía. En tal caso,para dirigir una empresa bastaríacon el gobierno despótico, ya queen el fondo se trataría de un con-junto de piezas y engranajes quese mueven de modo necesario einevitable, de acuerdo con un dise-ño establecido de forma previa einalterable.

La prueba más patente de queSmith entendía así la producciónes que manifestó de forma explíci-ta su preocupación por que la “di-visión de la labor” llevase al em-brutecimiento y degradación moraldel obrero25. Con la extensión de la“división de la labor” aumentaríanla riqueza y el bienestar de la so-ciedad, pero cada vez sería mayorel número de gentes embrutecidaspor la simple ejecución rutinariade la labor, que llevaría a los obre-ros a comportarse de modo pareci-do al de las abejas en la colmena.Con esta observación, Smith veníaa reconocer que el hombre no estáhecho para la simple ejecución nidebe por tanto ser sometido al go-bierno despótico.

Para que el hombre se perfec-cione y progrese es imprescindibleque se enfrente a problemas quepongan a prueba sus potencias su-periores: la inteligencia y la volun-tad. Sólo mediante ese continuadoejercicio de superación puede de-sarrollar su carácter y aprenderunas habilidades que le facilitenuna vida propiamente humana. Silos hombres sólo tuviesen que en-frentarse a instrumentos que sesometiesen sin resistencia a su po-der, no podrían desarrollar su inge-

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nio y su carácter, con lo que queda-rían estancados, o lo que es peor,embrutecidos. El mismo Smith lle-gó a reconocer que es mejor mane-jar un animal, que presenta unacierta resistencia, como por ejem-plo conducir a un asno por un ca-mino difícil, que manejar un ins-trumento que no presta ningunaresistencia.

El artesano adquiere su maes-tría en la medida en que se ve obli-gado a superar la resistencia de lamateria al tipo de forma que lequiere imponer. El domador, almismo tiempo que tiene que supe-rar la resistencia del animal a se-guir la conducta que le quiere im-poner, adquiere el arte de la doma.Pero lo que verdaderamente ejerci-ta las capacidades más altas delhombre no es el ejercicio del go-bierno despótico, sino la conviven-cia con los otros hombres, cuandotiene que aprender a coexistir ytrabajar con otros, cuando tieneque convencer con la palabra y serconvencido por los demás. Comosostenía la Filosofía Política clási-ca, el hombre sólo es libre entresus iguales. Si se le mantienesiempre entre animales, y no diga-mos entre máquinas, el hombre seconvierte en un esclavo, en un ser

embrutecido que casi olvida el usode la palabra y embota su capaci-dad de apertura a los demás.

Todo lo dicho anteriormente esuna prueba más de que la concep-ción materialista de la producciónimpone una visión deformada y re-ducida del pleno sentido del traba-jo humano. No obstante, Smith,que en este aspecto seguía pen-sando como un hombre de la anti-guedad, consideraba que la “divi-sión de la labor” podía llevarse acabo sin especial problema, y quebastaba con la vigilancia de unobrero de confianza encargado demantener la disciplina y el buenorden dentro del taller. Si cadaobrero sabía lo que tenía que ha-cer, bastaba con que alguien lecontrolara y le obligara a ajustarseal ritmo y la cadencia establecida.Esta propuesta de llevar adelantela producción se ajustaba al modotradicional de trabajar en la agri-cultura servil o esclavista, en laque un esclavo o siervo de confian-za vigilaba a todos los demás. Peroen realidad se trataba de algo muydistinto, ya que la “división de lalabor” implica, desde el punto devista del obrero, una separacióncada vez mayor entre el diseño y laejecución. Esto desde luego no su-

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cedía en la agricultura tradicional,en la que a pesar de todo el escla-vo mantenía alguna capacidad enel diseño de su propia acción.

Smith no llegaría a ser cons-ciente de las enormes dificultadespsicológicas y sociales que supo-nía aplicar ese modo de entenderla producción. Éste fue uno de losproblemas más graves a los quetuvo que enfrentarse la sociedadeuropea del siglo XIX26. En últimotérmino, era fruto de una visiónmaterialista de la producción, quellevó a imponer un tipo de gobier-no despótico, impropio del hom-bre, y que envilece tanto o más alque lo ejerce, como al que lo pade-ce.

Mientras los hábitos producti-vos de la agricultura consistían enllevar adelante tareas que ibancambiando en cada una de lasépocas del año, y que se realizabanal ritmo pausado de los procesosbiológicos, la división mecánica dela labor que se llevaba a cabo enlos talleres era siempre la misma,perfectamente prevista y realizadade forma repetitiva, a un fuerte rit-mo. Esto hizo que el paso de laagricultura a la industria represen-tase para algunos de los primerosobreros industriales un trance in-

sufrible. Además, en los primerosmercados de trabajo, en muchoscasos se impusieron condicioneslaborales excesivamente duras einsanas. La situación de los obre-ros en los primeros momentos dela industrialización fue en algunosaspectos peor que la de los escla-vos o siervos, pues aunque estosúltimos eran instrumentos de susdueños, por ser de su propiedad,no eran forzados de esa manera, yaque no les convenía que se debili-tasen o enfermasen, y tampoco losempleaban como medio de enri-quecimiento.

Cuando se intenta que el traba-jo humano quede reducido a labor,a ejecución repetitiva de un movi-miento muy simple, el obrero seaburre o se cansa, y con facilidadtiende a abandonar esa tarea o arealizarla sin atención e interés.Este cansancio y aburrimiento noprovienen sólo de su cuerpo, sinoprincipalmente de su espíritu, quese embota y resiste ante la puraejecución. Es cierto que en todotrabajo humano hay un inevitablecomponente de ejecución, perotiene que estar siempre compensa-do con otros componentes, comola intención y el diseño. De estemodo habrá una posibilidad de

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crecimiento personal, de iniciativay de dominio sobre la propia ac-ción.

No es el hombre el que tieneque adaptarse a la máquina, sinoal revés. El que trabaja en un pro-yecto común de producción tieneque disponer de la posibilidad deaportar algo propio, debe teneruna cierta libertad para diseñar elmodo de ejecutar, o al menos unaforma de expresar libremente suvoluntad de cooperar en el proyec-to, que es otra manera de partici-par en su diseño. En este sentido,ningún hombre puede estar some-tido a un gobierno despótico, yaque siempre es copropietario de laempresa a través de su voluntad yde sus conocimientos. La mismateoría de la propiedad esbozadapor Smith, fundada en la pura cor-poralidad de una labor realizadaen soledad y aislamiento, explicaen gran parte las graves dificulta-des teóricas y prácticas que surgie-ron en los primeros talleres organi-zados según el esquema de la “di-visión de la labor”.

Cuando en el seno de un tallerse asignaban tareas a personas, nose actuaba exclusivamente deacuerdo con la razón técnica, sinoprincipalmente de acuerdo con la

razón política. Asignar a un obrerouna tarea no sólo consiste en si-tuar una fuente de movimiento enuna cadena de causas mecánicas,sino que sobre todo consiste en in-tegrar la acción de una persona enla totalidad de la acción productivaque se quiere llevar adelante, locual es un proceso que desbordaampliamente el simple movimien-to mecánico. El error de entenderla producción como simple “divi-sión de la labor” consiste en darpor supuesto que es posible aislarla asignación técnica de un puestode trabajo del sistema lingüístico ypsicológico de significados queconstituyen las relaciones sociales.En otras palabras, mientras en lamáquina el diseño y la ejecuciónson la misma cosa, en el obrero, laejecución de un modo u otro re-quiere participar de un diseño conel que tiene intención de colabo-rar.

A partir de la teoría de la pro-ducción de Adam Smith, y hastaprincipios del siglo XX, se desarro-lló una gran batalla en los tallerespor aplicar el modelo teórico de la“división de la labor”. Al principio,todo el esfuerzo de los directivos-en realidad capataces de confian-za que controlaban el orden en los

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talleres- consistió en lograr unaclase obrera disciplinada, someti-da a las exigencias de los movi-mientos secuenciales y mecánicosde las máquinas. A continuaciónse exponen algunas de estas pri-meras visiones de cómo se podíafacilitar la imposición de la “divi-sión de la labor”, que ponen demanifiesto todos los malentendi-dos y prejuicios que hubo que su-perar hasta que llegó el momentode desarrollar una verdadera teoríade la producción económica, másajustada a un sentido pleno deltrabajo humano.

El panóptico o la factoría como reformatorio

La filosofía utilitarista que estádetrás de la reducción de la pro-ducción a la “división de la labor”entiende que el hombre se muevepor dos poderosas fuerzas: el ansiade placer y el miedo al dolor. Estafilosofía quedaba patente en elmodo en que Smith y todos sus se-guidores entendían el sentido deltrabajo. Reducido a labor, a puroesfuerzo corporal, el trabajo seconsideraba un castigo, una activi-dad propia del bruto, una maldi-ción o una pena de la que convienehuir. Esa percepción negativa del

trabajo les llevó a constituir la la-bor en medida del valor y de la ri-queza, en cuanto expresión objeti-va de lo penoso, del coste que ha-bía que pagar para satisfacer laspropias necesidades. El valor delas cosas remitía a las penas y su-frimientos de quien las producía.Este pesimismo antropológico lesimpidió ver que, junto al dolor y alsufrimiento, el trabajo también lle-vaba consigo la posibilidad de cre-cimiento de las capacidades másnobles de la vida humana. Por eso,desde la perspectiva utilitarista, elhombre rico es aquel que no tieneque trabajar, es decir, que puededisponer de labor ajena, del puroesfuerzo físico de otros. Reducidoa simple labor, el trabajo no enri-quece al hombre, sino que lo em-brutece.

Siguiendo esa especie de fata-lismo estoicista que subyace en elutilitarismo, Bentham considera-ba27 que la “división de la labor” nosólo debía entenderse como uninstrumento de enriquecimientode la sociedad, sino que, precisa-mente por su dura disciplina, po-día constituir un medio excelentepara socializar a los pobres; es de-cir, para inculcarles unos hábitosde conducta que al mismo tiempo

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ponían su labor al servicio delbienestar de la sociedad, los con-virtieran en gentes felices, dentrode su desgraciada e inevitable con-dición. La conjunción del miedode los pobres al hambre y a la mi-seria, a la amenaza del mecanismoregulador de la “ley de la pobla-ción”, junto al insaciable deseo deriqueza de los ricos, constituíanpara Bentham los dos vectores deempuje cuya resultante impulsaríael avance de la sociedad a un con-tinuado y gradual aumento delbienestar.

Para vencer la resistencia de lospobres a las duras exigencias de la“división de la labor”, Benthampropuso la utilización generaliza-da de un modelo de factoría, cono-cido desde entonces como “panóp-tico” y diseñado de tal manera quefuese más sencillo lograr la adap-tación de los pobres más díscolosy perezosos a las exigencias de lamoderna producción basada en la“división de la labor”. Se trataba deun establecimiento, en parte facto-ría y en parte prisión, diseñado porsu hermano Samuel cuando traba-jaba en Rusia como ingeniero na-val al servicio de Catalina la Gran-de. Se le ocurrió entonces que esediseño sería un buen modo de lo-

grar que los díscolos obreros rusosaprendieran a ejecutar las tareasproductivas de modo regular y me-tódico. Se trataba de un edificioconstruido en forma de estrella,con muchas puntas o esquinas, detal manera que los obreros estu-viesen aislados e incomunicados ypasasen la jornada de trabajo ensoledad, llevando adelante unasimple tarea, aunque sin dejar poreso de estar permanentemente vi-gilados por un guardián invisibleque, emplazado en el centro deledificio, pudiese controlar a todoslos obreros de un solo vistazo, sinque ellos pudiesen verle. Esta vigi-lancia, se decía, se llevaba a caboen interés del prisionero para queno perdiera el grado máximo deatención. La finalidad de este dise-ño era imponer un tipo de raciona-lidad a las conductas de los obre-ros, unas pautas de comporta-miento orientadas al logro de lamáxima cantidad de producto porobrero y jornada.

El mismo diseño del panópticoconfirma la idea de que para Ben-tham, como para mucha gentes desu tiempo, la “división de la labor”no era más que un puro mecanis-mo para que los obreros desempe-ñasen funciones muy próximas al

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de las piezas que forman parte deun engranaje. La idea de aislar eincomunicar a los obreros en suspuestos de trabajo pone de mani-fiesto que la labor y la producciónse entendían como algo prepolíti-co, como una pura ejecución cuasifisiológica que no requería de lapalabra ni la relación mutua. Losobreros, como piezas de un meca-nismo, estaban unos junto a otrosy actuaban de forma coordinada,pero ni se comunicaban ni com-partían un mismo proyecto. El me-ro hecho de un vigilante central einvisible, el único que lo ve todo ycapta la racionalidad total del pro-ceso, expresa muy bien la idea deque todo el proceso de la “divisiónde la labor” era un instrumento enmanos de ese agente impersonal ysin rostro, que gobernaba de formadespótica. La factoría venía a sercomo un gigantesco organismo enel que toda su fisiología estabaperfectamente establecida y deter-minada hasta sus más mínimosdetalles, y en el que sólo cabía lamás estricta ejecución de lo quehabía sido previamente diseñado.Esta era una imagen deformada yterrorífica de lo que Bentham en-tendía como algo parecido a laprovidencia: sólo el terror de sen-

tirse bajo la amenaza del “ojo om-nisciente” producía la conductaadecuada a la voluntad del déspo-ta sin rostro.

Como afirmaba Leslie Stephen28

el panóptico era para Bentham elparadigma de lo que debían ser lasmodernas factorías; un lugar don-de emplear la labor de los pobres,en lugar del vapor, para de ese mo-do reformar y hacer felices a esosinfelices; un lugar donde todos sevigilarían mutuamente y donde selograría la armonía de intereses in-dividuales. De este modo la facto-ría se convertía en una especie deprótesis social destinada a asegu-rar que los pobres se comportasendel modo racionalmente exigidopor la concepción mecánica de laproducción. “Un molino en el quemoler a los bribones convirtiéndo-los en honrados y a los perezososen trabajadores”29, y que ademásdaría dividendos, como lo hacía elBanco de Inglaterra. Virtud y riquezasserían por fin una misma cosa.

En el panóptico no podía dejarde plantearse el insoluble proble-ma de todo utilitarismo: ¿quién vi-gila al vigilante? Para que el vigi-lante no se desviase de la misiónde educar a los obreros y se logra-se el máximo excedente producti-

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vo, Bentham proponía que éste lle-vase adelante su tarea medianteun contrato que le diese participa-ción en las ganancias. De este mo-do, guiado por la búsqueda de supropio interés, quedaba garantiza-da una buena administración. Elvigilante del panóptico se conver-tía así en el primitivo prototipo deldirectivo que lleva adelante la pro-ducción con vistas a su propio be-neficio. Pero en este caso era ade-más educador y maestro, una es-pecie de tirano benévolo que dis-ponía de un poder tan absoluto co-mo para determinar las condicio-nes laborales de todos los que allítrabajan. Se trataba de un podertotalitario, un ojo vigilante y ame-nazador que no sólo impedía larealización del mal, sino sólo lamera posibilidad de su realización.

La recomendación de Benthamera que este sistema se extendieraa factorías, manicomios, hospita-les, escuelas, etc. Sólo su aplica-ción generalizada ayudaría a au-mentar la felicidad de todos. Elproyecto del panóptico fracasó porla simple razón de que no se co-rrespondía con el verdadero senti-do de la producción económica ydel trabajo. Ni tan siquiera desdeel punto de vista filantrópico el pa-

nóptico era el mejor modo de edu-car a los hombres en el trabajo.

La dirección como pedagogíaDentro de esa mentalidad filan-

trópica e ilustrada de educar a losobreros sin contar con ellos, consi-derándolos como niños o menoresde edad que necesitaban ser ense-ñados y entrenados para adaptarsea las nuevas exigencias de la “divi-sión de la labor”, se encuadrantambién las aportaciones de An-drew Ure30 sobre el modo de orga-nizar y dirigir los talleres.

Médico de formación, tras reali-zar un detenido y bien documenta-do estudio31 sobre la situación sa-nitaria y sociológica de las facto-rías de su época, en el que detalla-ba con mucha crudeza las condi-ciones en las que vivían muchosobreros, propuso un grupo de me-didas y recomendaciones a los en-cargados de los talleres para lograrel máximo de eficiencia productivacon el máximo de bienestar.

Como consideraba inevitableintensificar la “división de la labor”y aumentar la velocidad de ejecu-ción, creía que era necesario bus-car un sistema para entrenar a losobreros de modo que aprendiesena trabajar a un ritmo constante y

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sostenido, sin el que era imposiblemantener la necesar ia coor-dinación32. El principal inconve-niente que surgía era que la mayo-ría de los obreros que se incorpo-raban a las factorías provenían delcampo, eran gentes acostumbra-das al ritmo pausado y poco siste-mático de las tareas propias de laagricultura o la ganadería. Habíanabandonado el campo porque yano les permitía vivir, además, porlo general llevaban bastante tiem-po sin trabajar, y se habían acos-tumbrado por tanto al desorden dela holganza. Los problemas paraacostumbrarlos al ritmo rápido eincesante de las máquinas no erande poca monta.

El objetivo que Ure se propusofue establecer unos criterios paraseleccionar y entrenar a los obre-ros, de tal modo que llegasen aadaptarse al nuevo domus de la em-presa industrial. Se trataba de unaverdadera domesticación encami-nada a lograr que esos obreros lle-gasen a realizar sus tareas de mo-do muy parecido a como las partesde un organismo realizan sus fun-ciones fisiológicas: en perfectacoordinación funcional entre unasy otras. De igual modo que en la fi-siología de los organismos sanos

todo funciona sin anomalías ni su-frimientos, en una factoría bien or-ganizada los obreros no sólo nosufrirían sino que llevarían a cabosus tareas con la soltura con la queun músculo desempeña su funcióncuando no hay nada patológicoque se lo impida. En cuanto hom-bre formado en la Medicina, paraUre, el modelo de la “división de lalabor” era el modelo de la divisiónde funciones que se da en los orga-nismos. Era ésta una prueba másde la persistente tendencia a redu-cir la producción económica a unsimple proceso material, como elde todos los organismos vivos.

La misión de quien tuviese laobligación de dirigir un taller se re-ducía, para Ure, a desarrollar unaespecie de gimnasia laboral o fi-sioterapia destinada a que loscuerpos y fuerzas de los obreros seacostumbrasen a los nuevos movi-mientos y ritmos impuestos porlas máquinas. Como esto requeríauna gran plasticidad de los cuer-pos, y una ausencia de vicios ensentido contrario, recomendabaque lo más conveniente era selec-cionar jóvenes adolescentes quedispusieran de la plena plasticidadfísica y psicológica necesaria paradesarrollar los hábitos corporales y

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psicológicos requeridos. En su opi-nión, había quedado suficiente-mente demostrado que las perso-nas que hubiesen superado la pu-bertad y proviniesen de la agricul-tura eran prácticamente incapacesde adaptarse a las necesidades delnuevo sistema productivo. Esta ac-titud revela hasta qué punto per-sistía la idea, más o menos cons-ciente, de que los obreros debíanser considerados como gentes quede un modo u otro siempre perma-necían en condiciones políticas deminoría de edad.

Siguiendo el principio malthu-siano de que los ricos no teníanninguna responsabilidad ni obliga-ción respecto a los pobres, Uresostenía que la aceptación de esanueva disciplina industrial no sólomejoraría los beneficios, sino queera la única solución que estaba alalcance de los pobres, si realmentedeseaban escapar de la dura tira-nía de la “ley de la población”. Sóloquien fuese capaz de adaptarse alas nuevas exigencias de la “divi-sión de la labor” acabaría por me-jorar su condición y saldría de lamiseria. Ure reconocía tambiénque la tarea que les correspondía alos directores de las nuevas facto-rías industriales no era nada senci-

lla. Se enfrentaban nada menosque a la tarea de llevar a cabo uncambio de mentalidad social, desuperar la tradicional mentalidadpaternalista de condescendenciahacia los pobres y de hacerles verque no les quedaba más remedioque someterse a las nuevas condi-ciones de la “división de la labor”.Para eso había que imponer unadisciplina de trabajo extraordina-riamente dura, de la que no se co-nocían antecedentes33. Esto exigíaque el directivo o jefe de un tallerfuese una personalidad fuerte ydominante, dotada de unas espe-ciales condiciones para el mando.

De todas maneras, para Ure, lamáquina era el gran aliado en estadura tarea del directivo, en la me-dida en que facilitaba el entrena-miento de los obreros y mejorabalas condiciones de trabajo. La in-troducción de tantas máquinas co-mo fuese posible no sólo aumen-taba los beneficios, como habíanobservado Ricardo y Babbage, sinoque actuaba como prótesis contrala indisciplina y el comportamien-to errático. La máquina, con su rit-mo fuerte y regular, imponía unadura e impersonal disciplina alobrero que la atendía. Pero, al mis-mo tiempo, aliviaba su situación,

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ya que le libraba de las tareas máspesadas y monótonas, permitien-do que se dedicara a labores mu-cho más soportables, como la su-pervisión y alimentación de lasmáquinas. De manera muy signifi-cativa y reveladora, Ure recomen-daba a los patronos que trataran alos obreros como máquinas vivas,mucho más delicadas y valiosasque las simples máquinas. El obre-ro, más caro y de conducta másproblemática que la de una máqui-na, en la medida de lo posible de-bía sustituirse por una máquina. Elideal de factoría era para Ure aqué-lla que disponía de muchas máqui-nas y unos pocos obreros jóvenes34

que, con agilidad y rapidez, traba-jaban en varias máquinas al mis-mo tiempo, logrando la máximaarmonía y velocidad de ejecución.

De todas maneras, las propues-tas de Ure no resultaban tan llama-tivas y chocantes en el ambientede su época. Contra la falsa ima-gen difundida por el Romanticis-mo de que, con anterioridad a laRevolución Industrial, regía unmundo presidido por una visiónpaternal y comunitaria de las rela-ciones entre los siervos y sus seño-res, la realidad era que, en muchoscasos y a pesar de los esfuerzos de

la Iglesia por humanizar las condi-ciones de vida de los pobres, per-sistía la mentalidad pagana deconsiderar a los obreros y campe-sinos como gentes de condicióninferior, que sólo podían ser gober-nadas de modo despótico y trata-das con suma dureza. Aunque escierto que por lo general las condi-ciones del trabajo agrícola eranmenos exigentes que la disciplinade las factorías, el modo de tratar alos campesinos era igual de rudo.Para Ure, como para muchos desus contemporáneos, gran partede la culpa de la pobreza se debíaprecisamente a esa disciplina másfloja y tolerante de los terratenien-tes, que fomentaba un tipo de per-sonas dependientes y con pocadisposición a la honradez y al tra-bajo regular y esforzado.

Si como pensaban Ure, Mal-thus y Bentham, la pobreza eraconsecuencia de la indolencia y lapereza, había que hacer todo loposible para reformar el carácterde los pobres mediante la imposi-ción de una estricta disciplina, queles llevase a las virtudes de la labo-riosidad, la sumisión y el ahorro.Todo valía, ya fuese la educaciónen la “ley de la población”, la apli-cación de sistemas como el panóp-

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tico o un entrenamiento más o me-nos coercitivo. Sin embargo, resul-taba asombroso que a pesar de lainsistencia de todos en que la nue-va producción industrial requeríauna nueva mentalidad y una nuevacultura, nadie parecía darse cuentade que por eso mismo, la produc-ción no podía ser un simple proce-so material.

Al perseguir el enriquecimiento,los empresarios realizaban una ta-rea de difusión de la inteligencia yde los sentimientos morales y po-nían de manifiesto a los obreroscuáles debían ser sus verdaderosintereses. Educar a los pobres enservicio de la industria era hacerlosútiles para ellos mismos. Ure, deacuerdo con Smith, sostenía que laDivina Providencia había logradoque el interés de todos se orienta-se, sin pretenderlo, al logro del in-terés general.

En el plano de la filantropía, unaextraña combinación de pietismo yutilitarismo, Ure consideraba que laeducación moral y religiosa de losobreros era el único modo de miti-gar su dura condición. La mala in-clinación de la naturaleza humanapodía corregirse entre la poblaciónlaboral mediante la benevolenciasocial de los industriales, que de-

bían contribuir al fomento de la lec-tura de las Sagradas Escrituras, yestablecer con ese fin escuelas do-minicales para obreros. Con su apo-yo a estas instituciones, los empre-sarios serían los nuevos educado-res de los pobres, les proporciona-rían respetabilidad e integración enel naciente orden industrial y, loque era más importante, bienestarpara todos ellos. De este modo, seexpresaba una visión utilitarista dela religión y la moral, entendida co-mo instrumento al servicio de unorden social orientado al enriqueci-miento de unos pocos y a la confor-midad de la mayoría. Era éste unmodo excelente de lograr obrerosdisciplinados y sumisos.

Al igual que el resto de la socie-dad británica de su tiempo, Ureconfundía el éxito económico conla virtud y atribuía un papel cuasiprovidencial al deseo de enriqueci-miento de los nuevos empresariosindustriales, que se juzgaba comoun medio excelente para mejorar laeducación y la condición de los po-bres. Ure invocaba y defendía la in-dependencia de los obreros y, porotro lado, consideraba indispensa-ble un fuerte e indiscutible lideraz-go moral y efectivo de los ricos so-bre los pobres.

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Owen: el directivo como reformador social

Smith había manifestado supreocupación de que la progresivaextensión del comercio y la “divi-sión de la labor” llevase a una so-ciedad más rica pero con una cla-se obrera más extensa y más em-brutecida. En este punto, Owen seproponía35 demostrar que Smithse había equivocado y que la ca-pacidad de transformación socialde la “división de la labor”, usadaadecuadamente, podía multipli-car el bienestar de la humanidadsin destruir el sentido de comuni-dad, sin crear una clase de hom-bres envilecidos y depravados.Con este fin no se propuso elabo-rar una teoría, sino diseñar susempresas de tal modo que pudie-ran servir como ejemplo prácticode lo que debería ser la nueva so-ciedad industrial basada en la “di-visión de la labor”. Con el apoyode muchos otros socios, entreellos Bentham, estableció una in-dustria de hilaturas en New La-nark (Escocia), en la que puso enpráctica sus ideas de reforma so-cial.

La naturaleza humana, segúnOwen, tiene carácter plástico. Pue-de moldearse en un sentido o en

otro, según sean las condicionessociales y el entorno vital en el quese desenvuelve. Así pues, lo impor-tante era organizar la “división dela labor” en condiciones que no re-sultasen embrutecedoras para losobreros. Para eso, no había que re-nunciar al aumento de ganancias;bastaba con interesarse por la si-tuación de los obreros, a los queOwen gustaba llamar de modomuy revelador, y típico de la época,“máquinas vivientes”.

A partir de una filosofía muy si-milar a la que había llevado a Ben-tham a recurrir al panóptico, Owense propuso diseñar el entorno so-cial en el que se desenvolvía la “di-visión de la labor”, no sólo en loque se refería al orden en el inte-rior de los talleres, sino tambiénen lo relativo a la vida fuera del ta-ller, es decir, en todo el ámbito vi-tal de los obreros. Era éste un en-foque de la producción manifiesta-mente totalitario, en el que todogiraba alrededor de un determina-do modo de entender la produc-ción. En el diseño de Owen el “ojodel vigilante” del panóptico debíaextender su mirada más allá de losmuros de la factoría, para conver-tirse en un déspota benévolo, res-ponsable de diseñar un ambiente

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en el que educar integralmente alos obreros, con vistas no sólo allogro de ganancia, sino también albienestar de toda la humanidad.

Mediante la factoría de New La-nark, una especie de orden socialen miniatura, Owen quería mostrara todo el mundo cómo a partir delos nuevos principios de la “divi-sión de la labor” era posible re-crear en la moderna sociedad in-dustrial algo muy parecido al tradi-cional sentido comunal de unasidealizadas aldeas rurales. Ambosmodelos de sociedad se basabanen la subordinación de los pobresa los ricos. Owen se proponía de-mostrar que era posible una espe-cie de síntesis entre tradicionalis-mo y progresismo, entre la supues-ta integración política y social delAntiguo Régimen y el progreso dela moderna producción. Se tratabade un sentido de comunidad com-patible con el logro de la gananciaprivada por parte de los propieta-rios del dinero.

Dentro de la factoría de New La-nark todos los aspectos de la vidade los obreros estaban sometidosal logro de la eficiencia productiva.Owen no veía el menor inconve-niente en llevar a cabo una mani-pulación de la vida de una peque-

ña comunidad al servicio de unaidea que, a pesar de su aparienciafilantrópica y de la indudable me-jora a corto plazo de la condiciónmaterial de los obreros, resultó te-rriblemente opresiva para todos yacabó en un rotundo fracaso. A pe-sar de los avances sociales que lacontribución de Owen supuso ensu época, el pequeño y agobiantemundo que construyó en New La-nark era un auténtico sistema so-cial totalitario, algo inhumano eirreal, una extraña isla de relacio-nes mecanicistas en medio de laespontaneidad y libertad de las re-laciones típicas de la sociedadreal. En New Lanark, las exigenciasde la “división de la labor” se dis-frazaban de filantropía, y las viejasrelaciones de subordinación políti-ca de los pobres a los ricos se im-ponían de forma despótica, bajo laapariencia de un falso paternalis-mo.

Lo que podría llamarse teoríade la dirección36 de Owen se basa-ba en la imposición arbitraria deuna estricta disciplina, y en una su-puesta eficiente organización queafectaba tanto a lo que sucedíadentro como fuera de los talleres.Todo se fundamentaba en unas re-laciones con los obreros en parte

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“autoritarias” y en parte, como di-ría Mill, “amables, morales y senti-mentales”. En cualquier caso, al fi-nal, todo dependía de la arbitrarie-dad de Owen, fuente del poder ab-soluto de aquel pequeño micro-cosmos, cuyo juicio sobre lo queera bueno para los obreros se con-sideraba inapelable, y cuyo interés,conveniencia y pequeñas ambicio-nes, prevalecían en todas las deci-siones. Entrar en la factoría deNew Lanark era incorporarse a unaespecie de comunidad de adorado-res de la eficiencia productiva: algoque no dejaba de tener un ciertocarácter cuasi religioso. En nombrede ese objetivo había que ocupar-se tanto del cuerpo como del almadel obrero, pero desde luego siem-pre subordinado a los intereses uopiniones de los dueños que, co-mo tiranos benévolos, actuabancomo sumos sacerdotes de esanueva divinidad.

Los obreros de New Lanark sa-bían que mantendrían su empleoaunque no hubiese trabajo, que seles daría educación, tanto a losadultos como a los niños, a losque no se les permitía trabajar, quedispondrían de escuelas y econo-matos, de calles limpias y bien or-denadas, de viviendas sanas y de

lugares de esparcimiento. Se lesproporcionaba entretenimiento,bailes y música, y se manteníanelevadas normas morales, tantopara los viejos como para los jóve-nes, mediante un sistema públicode premios y castigos. Las perso-nas debían ir limpias y bien cuida-das; se les trataba con generosidady se les dotaba para las necesida-des de la vida. Había horarios re-gulados para todos, educación pú-blica, comida a cargo de la empre-sa durante el trabajo37, implicacióny ayuda directa de la empresa enlos proyectos de la comunidad.Los salarios monetarios que allí sepercibían eran considerablementeinferiores a los que pagaba la com-petencia pero, sumadas las retri-buciones que los obreros percibíanbajo otras formas de prestacionesno monetarias, eran algo más ele-vados que el promedio de la indus-tria. El resultado de esta peculiarforma de retribución era una pro-ductividad altísima comparada conla de los talleres de hilaturas de lacompetencia.

Owen sometió todo, hombres,máquinas, ambiente, disciplina,etc., a la productividad y la ganan-cia. Profesaba una especie de reli-gión del industrialismo en la que

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todas las energías físicas y moralesdebían dedicarse a la eficiencia dela producción. Todavía hoy día,muchos empresarios, no necesa-riamente socialistas, piensan demodo muy parecido a Owen, y leconsideran38 un precursor de lasmodernas teorías de la direcciónde personal.

La raíz del desarraigo social quese había manifestado con la impo-sición de la “división de la labor”residía, según Owen, en el espírituindividualista de la Economía Polí-tica. Hacía falta crear una fuerteconciencia del origen social de lasmotivaciones humanas. El indivi-duo era una construcción de la so-ciedad, y ésta era lo verdaderamen-te real e inmortal: el individuo sólotenía sentido si se mantenía some-tido a las exigencias de lo social39.En opinión de Owen, la aparicióndel individualismo antisocial se de-bía al Cristianismo que, a partir deLutero había renunciado a la ideade comunidad y a la tarea de domi-nar la tierra. En su lugar, había apa-recido una ascética pietista y anti-social, centrada en la perfeccióndel individuo y despreocupada delorden del mundo. Es muy revela-dor que, como todos los primerossocialistas, Owen hiciese una invo-

cación explícita al sentido funcio-nal de la religión en la organizaciónde la sociedad. Como otros mu-chos, pensaba que solución a losproblemas de la modernidad erauna especie de vuelta al pasado, unnuevo totalitarismo basado en lareligión de la eficiencia y el progre-so de la humanidad.

Owen estaba convencido de queel camino a seguir para superar lascrisis de la sociedad industrial erauna reforma de la conciencia hu-mana por medios no revoluciona-rios. Había que comenzar por unmejor conocimiento de la nuevasociedad industrial. Por eso sugi-rió a las autoridades del condadode New Lanark que la sociedad delfuturo debía construirse a partir del“núcleo social” que representabasu modelo de empresa-comunidado “aldea industrial”. La situación delos pobres o de la clase obrera noera primariamente un problemaeconómico, sino esencialmente so-cial. La influencia de Owen se ma-nifestó en Inglaterra y en muchosotros países de Europa en un am-plio movimiento de cooperativas.En la década de 1820 Owen alimen-tó un combativo movimiento sindi-cal, que más tarde dio lugar al “car-tismo”.

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La dirección entre la técnica y la filantropía

Las consideraciones de JohnStuart Mill sobre la organización ydirección de empresas son muyinteresantes, ya que son represen-tativas de la situación en la que seencontraba la Economía Políticapoco antes de que entrase defini-tivamente en crisis. Esta situaciónse caracterizaba por la existenciade continuas contradicciones yauténticas incoherencias, a lasque se había llegado como conse-cuencia del mantenimiento, pesea todas las críticas, de la concep-ción materialista de la produc-ción. Mill estaba convencido deque la producción era efectiva-mente un proceso objetivo y neu-tral, sometido a las leyes necesa-rias de la técnica, pero al mismotiempo no dejaba de reconocerque era necesario aplicar criteriossociales o políticos a la hora dellevar a cabo la distribución delproducto. De este modo, afirmabala existencia de un dualismo en laCiencia Económica: de un lado lateoría de la producción, de carác-ter técnico y prepolítico, y de otrola teoría de la distribución, que seregía por principios de altruismo yfilantropía.

En el seno de la empresa, don-de se lleva a cabo la “división de lalabor”, sólo cabía el gobierno des-pótico, propio de los procesos téc-nicos de salida única. En este sen-tido, Mill sostenía que ni la políti-ca, ni la educación tenían cabidaen la “división de la labor”. Aladiestramiento de los obreros nose le podía llamar educación. Millno compartía la idea de quienes seproponían emplear la “división dela labor” como un método de refor-ma social de los obreros, ya fueserecurriendo al panopticismo de Ben-tham, o al totalitarismo de las al-deas industriales de Owen.

La única manera de contrarres-tar este indeseable efecto defor-mador de la “división de la labor”era establecer un sistema de edu-cación nacional gratuita para hijosde obreros: “una educación desti-nada a difundir el buen sentido en-tre el pueblo”40. Una educación so-bre principios utilitaristas que nosólo debía incluir virtudes intelec-tuales, sino también virtudes mo-rales, y que debía orientarse sobretodo a fomentar las relacionesamistosas entre patronos y traba-jadores, con vistas a formar unacomunidad de intereses. En cual-quier caso, se trataba de una edu-

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cación para obreros, es decir, desti-nada a prepararlos para adaptarsea la producción, ya que desgracia-damente, por las inevitables razo-nes encerradas en la “ley de la po-blación”, estaban destinados a vi-vir bajo los inhumanos requeri-mientos técnicos del capital. Setrataba de una educación que ve-nía a ser una especie de nueva “leyde pobres”, orientada a suminis-trar a los obreros los medios queles permitiesen aceptar y afrontarcon mayor facilidad la dura condi-ción con la que inevitablementetenían que enfrentarse. Era éste unplanteamiento propio de alguien,como Mill, partidario de un utilita-rismo reformista, que entendíaque la educación era la panaceapara el logro de la cohesión y ar-monía social. Algo que, aunque enapariencia no tenía mucho que vercon lo que se había propuestoOwen, en realidad era un modomucho más sutil de lograr el mis-mo objetivo.

Aunque la producción depen-diese del uso de la labor, de la eje-cución, había que contar con la in-teligencia de los obreros para au-mentar la productividad del traba-jo. Como acostumbraba a decirMill había que dotar de inteligen-

cia a aquellos que sólo disponíande brazos: una recomendación tí-pica de las contradicciones del uti-litarismo reformista de Mill, queparecía no caer en la cuenta de quecuanto mayor fuese la cultura delos obreros, mayor sería su frustra-ción en una tarea tan embrutece-dora como la “división de la labor”.Pero, por otro lado, se daba cuentade que el éxito de la produccióndependía de la cualidad de losagentes que la realizaban, de lasingularidad en el modo de hacerlas cosas. Mill reconocía que sólomediante la superación de retosera posible forjar el carácter y do-tar a los trabajadores de energíasfísicas y espirituales.

Otra de las típicas contradiccio-nes en las que cae Mill es su defen-sa, según una arraigada mentali-dad estamental, de que los pobressólo podían emplear su labor si losricos aumentaban sus ahorros; almismo tiempo, no por eso los ri-cos debían estar “in loco parentis”respecto a los pobres, guiándoles yreprimiéndoles como si se tratasede niños o dementes. Esta defensade la autonomía política de los po-bres resultaba contradictoria consu radical y “natural” dependenciadel previo logro de los intereses de

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los ricos. Haciendo eco a Malthus,Mill sostenía que, de todos modos,los ricos no podían hacer nada pa-ra mejorar la condición de los po-bres, sino contribuir a proporcio-narles una educación “realista” quelograse un “buen comportamientode las clases trabajadoras”, algobeneficioso para todos. En una ac-titud muy típica de Mill, proponíahuir de todo extremismo: tanto dela truculencia de las soluciones deltipo panóptico, como de las ideasestrafalarias de la supresión de lapropiedad. Lo acertado sería, en suopinión, un “obrero razonable”, al-guien convenientemente domesti-cado para ajustarse a las inexora-bles condiciones de la producción.Con obreros de este tipo se ahorra-ba esfuerzo en vigilancia, se au-mentaba considerablemente laproducción y se lograba paz y ar-monía en la sociedad.

Mill, que tenía una preocupa-ción sobre todo sentimental y fi-lantrópica por la situación de laclase obrera, resumía su posiciónen un elenco de principios que, ensu opinión, debían regular el tratoentre directivos y obreros. En reali-dad, se trataba de eslóganes efec-tistas, que no pueden ser conside-rados verdaderos principios de una

teoría de la dirección. Por ejemplo,insistía en algo tan evidente comoque un obrero libre es mucho másproductivo que un esclavo, encuanto que resulta más barato demantener, menos costoso de vigi-lar y se le puede pagar un salarioinferior al coste de mantenimientode un esclavo. Otra de estas ideases que cuanto mayor era la auto-nomía de un obrero y más discipli-nado estaba por las leyes de laproducción, mayor era su capaci-dad de generar riqueza. Finalmen-te, Mill hablaba del efecto mágicode la propiedad en el fomento dela creación de riqueza: podía decir-se que “convierte la arena en oro”.En realidad, todas estas ideas noeran más que análisis utilitaristasde las instituciones sociales y se li-mitaban a señalar cosas evidentes,sin entrar en las razones de fondo.En definitiva, se trataba de unmundo utilitarista donde las rique-zas, la libertad y las virtudes forma-ban una misma cosa.

Puede decirse que la causa deque Mill recurriera con frecuenciaal sentimentalismo y a la filantro-pía es que no sabía como resolverla dicotomía y absoluta separaciónentre producción y distribución, taly como se manifiesta en su Econo-

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mía Política. Esto le llevó a conti-nuas contradicciones expresadasen forma de buenos deseos e in-tenciones, como cuando manifes-taba que “la finalidad del progresono debe ser tan sólo situar a losseres humanos en condiciones queno tengan que depender los unosde los otros, sino permitirles traba-jar mediante relaciones que no en-trañen subordinación”41. Mill noveía esto incompatible con dedicarlargos razonamientos a demostrarla inevitable necesidad de la rela-ción de dependencia de los traba-jadores respecto del ahorro de loscapitalistas. En realidad, Mill noadmitía más que un tipo de racio-nalidad, la consecuencialista o ins-trumental, y esto le cerraba el ca-mino a cualquier intento de expli-car el concepto de bien común.

Mill, que había leído con dete-nimiento y admiración los trabajosde Babbage42, reconocía expresa-mente que la mayor ventaja de ladivisión del trabajo residía en apli-car a cada operación la cantidadexacta de fuerza y destreza que senecesitaba, ahorrando así costeslaborales. Estaba convencido deque la velocidad en la ejecución yla productividad de la máquinaconstituían las razones últimas de

la creación de riqueza. Su mismoconsejo de sacar el mayor rendi-miento de las herramientas y má-quinas, en el sentido de que seusasen durante el mayor tiempoposible, pone de manifiesto hastaqué punto estaba influido por la vi-sión mecanicista que Babbage te-nía de la producción. No se le ocu-rría pensar que la fuente del valorreside en la creación de esa singu-laridad diferencial en el modo deservir y adaptarse a las circunstan-cias del entorno, como podía ha-ber deducido de la teoría de la ren-ta expuesta por Ricardo. Eso expli-ca por qué para Mill la extensiónde la “división de la labor” y elbienestar de la sociedad depen-dían del ahorro monetario de losricos.

También por influencia deBabbage43, Mill reconocía que la di-visión del trabajo lleva de formainexorable a la formación de em-presas industriales de gran tama-ño. Ese inevitable aumento de lasempresas exige reunir volúmenesmucho mayores de capital, que só-lo se pueden lograr mediante lasuma de una multitud de peque-ñas aportaciones. Esto daba lugara que las grandes empresas indus-triales adoptasen la forma jurídica

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de sociedades por acciones44. Seproducía así, por el lado del capi-tal, un proceso simétrico, que dis-curría en el mismo sentido al de laprogresiva “división de la labor”.Mientras más se divide la labor,más hay que dividir el capital enpequeñas participaciones, de talmodo que a la aparición del obreroaislado en su puesto, que sólo eje-cuta una pequeña operación, le co-rresponde la aparición del accio-nista, un propietario aislado quecada vez tiene menos dominio so-bre la empresa. La producción, en-tendida como la continua reduc-ción de un supuesto coste objetivoy absoluto, como había propuestoBabbage, llevaba consigo la diso-lución de la propiedad privada.

Este nuevo tipo de empresasfundadas en la división tanto de lalabor como del capital, las grandessociedades anónimas, planteabaun problema de dirección, del queMill sólo avanzó vagas intuiciones.Del mismo modo que los obrerosno podían diseñar su trabajo, losnuevos accionistas tampoco po-dían dirigir, y tenían que delegaresa tarea en asalariados. Inclusolos miembros del Consejo de Ad-ministración, órgano encargado devigilar a los nuevos directivos asa-

lariados, no dejaban de ser másque delegados de la asamblea depropietarios, por lo que con facili-dad podían actuar por propio inte-rés. Se planteaba así el problemade las relaciones entre democraciay creación de riqueza, algo clara-mente político que, una vez más,ponía de manifiesto que no era po-sible la drástica separación entreproducción y distribución que contanta fuerza Mill trataba de defen-der.

En su opinión, para dirigir estetipo de grandes empresas indus-triales se requerían dos cualida-des completamente distintas: leal-tad y celo. La lealtad, según Mill,implicaba que la tarea de los direc-tivos asalariados quedara sujeta aun conjunto de reglas, de tal modoque fuera fácil detectar cuándo sehabían violado, y cuando se podíaexigir una responsabilidad, que in-cluyera incluso la pérdida del em-pleo. Era éste un modo de enten-der la lealtad y el celo que dejabamuy claro lo lejos que estaba Millde entender que el éxito en un ne-gocio requiere un conocimiento yuna creatividad que no pueden de-finirse de antemano, ni mucho me-nos reducirse a reglas precisas. Detodas maneras, un hombre inteli-

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gente como Mill intuyó que la ta-rea de la dirección es mucho máscomplicada de lo que su propiateoría de la producción le permitíaestablecer.

La dirección como tecnologíaComo ya hemos tenido ocasión

de exponer, en opinión de Marx, lasociedad y la historia son el resul-tado de un proceso cósmico deproducción. Gobernado por lasfuerzas ciegas de la materia, eseproceso se dirige a una soluciónúnica, que desde el principio haestado implícita en esas fuerzasque lo desencadenan de modo im-personal. Resulta sorprendenteque en la base y fundamento de to-do este progreso Marx sitúe a losdescubrimientos científicos, queno sabe como explicar y a los quede hecho considera un “regalo delos dioses”. De este modo, el desa-rrollo de la “ciencia”, un procesointelectual, quedaba convertido enun agente exógeno del desenvolvi-miento de la historia. La técnicasurgía a partir de los principioscientíficos y se materializaba enforma de máquinas y artefactos.Ahora bien, como la técnica sedesenvuelve en un contexto, eranecesario buscar el modo más efi-

ciente de utilizar las máquinas; deeste modo surgía la tecnología. Fi-nalmente, por encima de la tecno-logía estaba la estructura producti-va de la sociedad45, resultado delimpacto de las condiciones políti-cas sobre ella.

Para Marx, la tecnología era untipo especial de ciencia, un conoci-miento objetivo que se ocupaba dela relación entre las máquinas y losobreros que las manejaban, convistas al máximo rendimiento pro-ductivo. El objeto de la tecnologíaera por tanto la organización cien-tífica de la producción. En estesentido, la organización y direcciónde los procesos productivos eran,para Marx , una rama de laingeniería46, un tipo de conoci-miento que habría surgido a lo lar-go del siglo XIX con el progreso dela industrialización. Según Marx,en los tiempos en que Smith des-cribía lo que sucedía en el interiorde su famosa factoría de alfileres,la tecnología estaba en sus iniciosy no era posible distinguir conexactitud entre lo propio de la téc-nica y el modo de llevar adelante la“división de la labor”. El artesana-do, que era lo que en realidad des-cribía Smith, admitía una cierta fle-xibilidad a la hora de organizar y

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llevar a cabo el trabajo. A finalesdel siglo XIX, sin embargo, la ma-quinaria había adquirido un nota-ble peso en el proceso productivoy, según Marx, se había descubier-to la existencia de unos criterioscientíficos y objetivos a la hora deorganizar la “división de la labor”.

Por su propio carácter científico,la tecnología era para Marx algoneutral y objetivo, es decir, deter-minaba el óptimo de producciónde forma socialmente neutral, osea, sin explotar al obrero. No obs-tante, la tecnología podía verse de-formada por factores políticos,dando lugar a condiciones socialesde producción que no permitían ellogro de un óptimo de produccióny que, al mismo tiempo, provoca-ban la explotación de los obreros.Esto sucedía en lo que Marx llama-ba condiciones capitalistas de pro-ducción: una manera artificial dealterar la neutralidad de la tecno-logía mediante la introducción dela propiedad privada de los mediosde producción. De ese modo, a loque se podría llamar dimensión“horizontal” de la tecnología, algoobjetivo y neutral, directamentedeterminado por las condicionestécnicas de producción, se le su-perpondría una dimensión “verti-

cal”, deformadora y no neutral, de-terminada por el poder político dela clase social compuesta por lospropietarios del capital. Sólo enuna sociedad sin clases, la tecno-logía quedaría finalmente liberadade los aspectos políticos que la de-formaban, y se pondría de mani-fiesto su natural neutralidad so-cial. En esa sociedad sólo quedaríala dimensión horizontal de la tec-nología, y la producción estaría go-bernada por las puras exigenciasde la técnica, con lo que el únicogobierno necesario para llevar ade-lante la producción sería necesa-riamente despótico. Algo que, se-gún parece, Marx consideraba neu-tral y no explotador. Por contraste,en la empresa capitalista, dondeexiste una sesgada y deformadoradimensión vertical, había un go-bierno político que para Marx erapor esencia violento y explotador.

Las condiciones capitalistas deproducción provocaban un costesocial, un conflicto de clases, quese traducía en la reducción de laeficiencia natural de la tecnología.Al buscar el interés de una clase, yno el de toda la sociedad, el capi-talismo impedía que el procesoproductivo, guiado por la neutrali-dad de la tecnología, alcance su

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máximo de eficiencia. Sólo en unasociedad sin clases serían posibleslas condiciones que permitieran lamáxima eficiencia de la produc-ción.

La introducción de la propiedadprivada de los medios de produc-ción no sólo hacía perder neutrali-dad social a la tecnología, sino queprovocaba la competencia entrelos productores, con lo que se lo-graba que la empresa capitalistasólo fuera viable si mantenía unaumento continuado de benefi-cios. Esto se traducía en una cons-tante presión sobre los obreros, alos que se les hacía saber que sólopodrían mantener sus puestos detrabajo siempre que obtuvieranmás producto de su labor. Esto só-lo era posible mediante una acu-mulación excesiva del capital, conun uso destructivo de las máqui-nas. Pero este mismo aumento in-cesante de la productividad provo-caba como reverso un incesantecrecimiento del desempleo, unademanda cada vez menor de labor,que se hacía cada vez más innece-saria. Éste era un resultado que,por otro lado, según Marx, resulta-ba imprescindible para el funcio-namiento del sistema capitalista,ya que necesitaba hacer cada vez

más terrible la amenaza de la pér-dida de empleo, único modo deasegurar que los obreros acepta-rían las condiciones cada vez másduras de la producción.

El rasgo más importante de ladeformación que provocaba la pro-piedad privada de los medios deproducción sobre la tecnologíaconsistía en dejar indeterminadoel rendimiento de la labor. Estopermitía convertir el “proceso la-boral” en un mecanismo políticode explotación de una clase porotra. Era entonces posible distin-guir entre la labor, o capacidad físi-ca de realizar el trabajo, y el modode usar esa labor en el seno delproceso productivo. El rendimien-to de la labor quedaba al arbitriodel empresario capitalista, que de-terminaba el ritmo y la intensidadde su uso. Esto implicaba que laaceptación por parte del obrero dela autoridad del capitalista respec-to al modo de llevar adelante elproceso laboral pasaba a formarparte del contrato laboral. El pro-ceso laboral dejaba entonces deser algo objetivo, determinado porestrictos criterios científicos, paradepender de factores políticos queno podían establecerse con preci-sión científica en el contrato labo-

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ral. El resultado era que el benefi-cio de la empresa capitalista, ele-mento clave para su subsistencia,pasaba a depender del logro de lamayor cantidad de producto a par-tir de la capacidad de labor com-prada en el mercado. En otras pa-labras, pasaba a depender de lahabilidad de los empresarios paraexplotar o hacer rendir al máximoa los obreros. La empresa capita-lista se convertía entonces en uncampo de batalla en el que los em-presarios trataban de extraer elmáximo a los trabajadores y éstos,lógicamente, trataban de resistir-se.

El recurso de los defensores delcapitalismo al argumento de laigualdad y neutralidad del merca-do laboral era, para Marx, un modode ocultar las verdaderas razonespara el empleo de una tecnologíaineficiente y explotadora. En el es-quema capitalista, el vínculo entrela empresa y el resto de la socie-dad se planteaba a través del mer-cado laboral, cuya pieza clave eraun contrato que incluye la acepta-ción implícita por parte del obrerode la jerarquía interna de la empre-sa. De este modo, vía contractual,se producía, según Marx, un saltodesde la aparente igualdad que

existía en el mercado, a la subordi-nación de la labor al capital queexigía el funcionamiento de la em-presa capitalista.

La figura del empresario capita-lista era para Marx una parte inte-grante del mecanismo de explota-ción, destinada a desaparecer porla propia dialéctica del procesoproductivo capitalista. Con la lle-gada del socialismo, el empresariocapitalista sería sustituido por uningeniero que se limitaría a ajustarel proceso productivo a los princi-pios científicos y objetivos, pro-pios de una tecnología que habríarecuperado su natural neutralidadpolítica. Era éste un modo de en-tender la función del empresarioque, a pesar de todo, era conse-cuente con lo que pensaba Smith,ya que según este autor, la funciónesencial del empresario consistíaen acumular capital con la confian-za de que la “división de la labor”se desarrollaría de acuerdo conunas leyes naturales o necesarias.

Influido por Thünen47, Marx sedio cuenta de que el capitalista po-día tomar el capital prestado delbanco, considerando el interés delcapital como un descuento del be-neficio. De este modo, el sistemacrediticio tendería a constituirse

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en un gigantesco mecanismo so-cial de centralización de capitales,que destruiría el carácter privadode la propiedad y llevaría a la abo-lición misma del capital. El siste-ma crediticio y la tendencia al au-mento continuado de las escalasde producción impulsarían nue-vas formas jurídicas, como la so-ciedad anónima o por acciones,que llevarían a una concentracióny centralización del capital y que,según Marx, serían la demostra-ción palpable de que la industriamoderna podía funcionar mejorsin la intervención de la propie-dad privada48. La sociedad anóni-ma no era más que una transiciónhacia nuevas formas de explota-ción. No deja de ser significativo

que, para Marx, el concepto depropiedad monetaria tendiera asubordinar al propio capitalista,que para llegar a poseer tenía queser “diligente, sobrio, económico,prosaico”.

A pesar de la aguda sensibili-dad de Marx para denotar la natu-raleza cambiante y evolutiva delcapitalismo, su socialismo le im-pidió observar en toda su profun-didad los cambios estructuralesque tuvieron lugar en el mundoempresarial en los años 40 y 50del siglo XIX, con la aparición delas sociedades de responsabilidadlimitada, los grandes almacenes,la distribución por correo, las ca-denas de tiendas de distribución yla venta a plazos.

Conclusiones

En las páginas anteriores se haexpuesto cómo durante el trans-curso de un siglo, desde mediadosdel siglo XVIII hasta mediados delsiglo XIX, se fueron poniendo losprimeros fundamentos de lo quehoy se conoce como teoría de laempresa. Al final de ese periodo laempresa quedó definida como ellugar en el que, bajo la búsqueda

de la ganancia monetaria, se lleva-ba a cabo la producción.

La producción, por su parte, seentendía como un proceso pura-mente material o mecánico, que sedesarrollaba en el seno de los ta-lleres y que mediante la transfor-mación de unas sustancias enotras causaba, por sí mismo, la ge-neración de la riqueza. De este mo-

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do, manteniendo un antiguo yarraigado prejuicio, la producciónse desarrollaba en un ámbito natu-ral que nada tenía que ver con laestructura de la vida social, o pro-piamente humana.

Es interesante señalar que, des-de el principio, el concepto de em-presa estuvo ligado al concepto demercado, aunque manteniendouna clara separación entre su natu-raleza y funciones. Para Smith, elmercado no era el ámbito dondese creaba la riqueza, sino el mediopor donde circulaba. La riqueza só-lo se creaba en los talleres me-diante la “división de la labor”. Poreso, la única tarea de esta primiti-va concepción del empresario eraaportar los fondos necesarios parallevar adelante la “división de la la-bor”.

También desde el principio elmotivo del empresario para llevara cabo la “división de la labor” fuela obtención de una ganancia mo-netaria. Pero, a pesar de designarcomo monetaria a esa ganancia,en realidad se trataba de algo real,un aumento físico y objetivo delproducto final, causado por la “di-visión de la labor”. Era algo similaral trigo cosechado que se guardaen el granero y cuya acumulación

constituye una ganancia, así comouna condición previa para llevaradelante cualquier tipo de produc-ción posterior. De este modo, lasimple acumulación de los produc-tos fabricados era acumulación deriqueza. Dicho de forma más ro-tunda: la ganancia se generaba enel proceso de fabricación, con in-dependencia de que lo producidotuviese venta en el mercado. El di-nero, por tanto, no era representa-ción de la utilidad común, de la es-tructura de las relaciones de la so-ciedad, sino la materialidad de lascosas ya producidas y acumuladas.

Este primer modo tan rudimen-tario y forzado de entender la em-presa era consecuencia de la difi-cultad que entonces existía parasuperar el antiguo prejuicio queentendía la producción como unproceso natural, autónomo y pre-vio al ámbito social. Desde estepunto de vista, toda ganancia o ex-cedente tenía que ser un fruto na-tural, algo objetivo y tangible. Poreso, Smith insistía una y otra vezen que la ganancia se generaba enla “división de la labor”, que era unproceso tan natural como el de laagricultura y que consistía en unaumento objetivo de las cosas. Enconsecuencia, el comercio y el di-

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nero sólo podían entenderse comomedios neutrales de transmitir lariqueza generada en la producción.Por eso, en esta primera teoría sepresentaba a la empresa como ellugar donde se producía la riquezay se consideraba al mercado comoalgo ajeno y desconectado de suproceso de creación.

También conviene señalar queera típico de esta primitiva visiónde la empresa dar por supuesto quecada mercancía constituía algoexistente desde siempre y que sefabricaba de acuerdo con un proce-so único y perfectamente estableci-do: lo podía llevar a cabo tanto unsolo artesano, como un grupo deobreros, sin que por eso el produc-to o el proceso quedasen afectados.Lo mismo sucedía con la labor, quese suponía una realidad objetiva,homogénea y perfectamente men-surable. Puede decirse que la pro-ducción se desarrollaba en un mun-do en el que las mercancías, losprocesos y la labor eran similares alas ideas perfectas y eternas de la fi-losofía de Platón. Esto explica que,en un primer momento, la “divisiónde la labor” se entendiese como unproceso objetivo y neutral que teníaun óptimo absoluto, más allá de lascircunstancias contingentes.

Esta primera concepción tanmaterialista o mecanicista de laempresa, tan desligada de la socie-dad y el mercado, hizo que cual-quier teoría de la dirección resulta-se superflua. Si toda la tarea de laempresa se reducía a llevar adelan-te la “división de la labor”, algomecánico y en consecuencia nadacomplejo, bastaba con una especiede gobierno despótico, más o me-nos mitigado que, al considerar alos obreros como menores deedad, les entrenaba para adaptarsea los ritmos mecánicos de las má-quinas, responsables últimas de lacreación de riqueza.

Las continuas contradicciones eincoherencias que fueron surgien-do a medida que se ponían enpráctica este modo tan materialis-ta de entender la producción y laempresa y, sobre todo, las sucesi-vas aportaciones teóricas de Mal-thus, Ricardo y Babbage, llevaron ala crisis definitiva de esta primerateoría de la empresa.

Después de esa crisis, hacia fi-nales del siglo XIX y hasta media-dos del XX, se inició un largo deba-te científico sobre la verdadera na-turaleza de la producción y sobrela teoría de la empresa, que sóloahora empieza a producir sus fru-

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tos. Ha sido necesario todo esetiempo para empezar a liberarse de

unos prejuicios tan arraigados so-bre el sentido del trabajo humano.

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Urwick, L. y Brech, E.F.L. (1970), TheMaking of Scientific Management, Isaac Pit-man, Londres.

Notas

1. Para todos los conceptos relacionadoscon la Historia de la Teoría económicaver Martínez-Echevarría, M.A. (1983).

2. Ver García Sánchez, J. (1998).

3. Ver Dickson, P.G.M. (1993).

4. Ver Appleby, J. (1978).

5. Para el caso de España ver Llorca Al-bero, V. (1998) y López Alonso, C. (1986).

6. Ver Hirschman, A.O. (1997).

7. Para situar a Smith en su contexto esmuy interesante ver Calderón Cuadrado,R. (1997).

8. Ver a este respecto, por ejemplo, la pá-gina 350 de The Wealth of Nations. La cita co-rresponde a la edicición de Andrew Skinneren Penguin Classics, Londres, 1996.

9. Ver Rodriguez Lluesma, C. (1997).

10. Ver Macintyre, A. (1994).

11. Ver Halévy, E. (1972).

12. Ver Arendt, H. (1965).

13. Ver Ferrer, M. y Peláez, A. (1996).

14. David Ricardo (1772-1823), nacido enLondres, trabajó con éxito como inter-mediario financiero en la Bolsa de estaciudad. Fue miembro del Parlamento.

15. Al acabar la guerra contra Napoleónse desató una batalla parlamentaria en-tre los partidarios de poner restriccionesa las importaciones de trigo, como Mal-thus, y los partidarios de la liberalizacióndel comercio del grano, como Ricardo.

16. Sobre este tema del empleo de la ma-quinaria ver Ricardo, D. (1817), cap. 31.

17. Ver Murphy, J.B. (1993), pp. 161-163.

18. Charles Babbage (1792-1871) estudióen la Universidad de Cambridge, donde

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CUADERNOS EMPRESA Y HUMANISMO

también fue profesor de Matemáticas.Fue fundador de la Royal Astronomic Societyy el primero en desarrollar las ideas deuna secuencia automáticamente contro-lada para realizar cálculos digitales. Di-señó asimismo las tarjetas perforadasque durante un tiempo fueron esencialesen el funcionamiento de las computado-ras electrónicas.

19. Para todos estos temas ver Babbage,C. (1830).

20. Marx llegó a esta visión a partir delconcepto de producción que tenían losllamados socialistas ricardianos como,por ejemplo, William Thompson (1775-1833), John Gray (1799-1850) y ThomasHodgskin (1787-1869).

21. La idea de que la política, en su casoel Estado, no era más que una función dela economía no era una idea original deMarx, sino que la tomó de los economis-tas clásicos, aunque él llegó a la conclu-sión de que era un instrumento que po-día resultar superfluo. Para los econo-mistas clásicos la política sólo tenía sen-tido para defender la propiedad privada:si ésta desaparecía no tenía sentido elmantenimiento del Estado. Ver Arendt,H. (1958), p. 45.

22. Marx, con un modo de hablar fisioló-gico, definió la labor como “el metabo-lismo del hombre con la naturaleza”, enel que la labor y el consumo formanparte del siempre repetido ciclo de lavida. En el fondo, estaba de acuerdo conla idea de Smith de que la labor era lafuente de toda la riqueza.

23. Ver Arendt, H. (1958), p. 116.

24. Ver Pérez López, J.A. (1991).

25. Smith, A. (1776), p. 99, vol. III.

26. Ver Urwick, L. y Brech, E.F.L. (1970).

27. Ver Halévy, E. (1972).

28. Citado por Polanyi, K. (1944), p. 114.

29. Citado por Bell, D. (1992), p. 253.

30. Andrew Ure (1778-1857) nació enGlasgow y obtuvo un título en Medicina.Fue escritor científico y profesor de Quí-mica. Ocupó una cátedra de Filosofía na-tural en la Andersonian University.

31. Ver Ure, A. (1835).

32. Ver Bendix, R. (1956), p. 59.

33. Sobre este tema ver Pollard, S. (1987),pp. 131 y ss., donde se relatan las dificul-tades de las primeras industrias textilesa las que se refiere Ure.

34. Sostenía que el empleo de niños noera tan malo e inhumano como se pre-tendía, ya que los niños se lo pasabanmuy bien trabajando con las máquinas.Afirmaba que quienes explotaban a losniños eran otros obreros que los emplea-ban como ayudantes. La reunión deobreros incitaba a la violencia e interfe-ría en su libertad. Ver Bendix, R. (1956),p. 90.

35. Robert Owen (1771-1858) nació enGales y fue empresario del ramo textil.

36. Ver Bendix, R. (1956), pp. 49-51.

37. Ver Duncan, W.J. (1989), pp 134-136.

38. Ver George, C.S. (1972), p. 149.

39. Ver Polanyi, K. (1944). Por cierto, esteautor siempre manifestó una gran admi-ración por Owen.

40. Ver Mill, J.S. (1848), p. 340.

41. Ver Mill, J.S. (1848), p. 653.

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42. Ver Mill, J.S. (1848), p. 134.

43. Ver Mill, J.S. (1848), p. 136.

44. Ver Mill, J.S. (1848), p. 140.

45. Ver Murphy, J.B. (1993), pp. 164-173.

46. Una idea que también propuso J.S.Mill con su famosa distinción entre pro-ducción y distribución.

47. Johann Heinrich von Thünen (1783-1850), economista y terrateniente alemán.

48. A la larga, la apropiación individualde riqueza no respetaría a la larga la pro-piedad privada más que la propuesta desocialización del proceso de acumula-ción. En el fondo, lo privado no hacíamás que obstaculizar el desarrollo de la“productividad” social. Al final habríaque negar la propiedad privada a favordel proceso siempre creciente de la ri-queza social. Ver Arendt, H. (1958), p. 73.

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