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Jesus Tuson Valls

LOS PREJUICIOS LINGOISTICOS

editiorial octiaedro

BOLSILLO · OCTAEDRO, NUM. 23

Titulo original: Mal de llengiies. A l'entorn dels prejudicis lingUistics. Barcelona, Edito~al Empuries, 1988; 199616 •

Publicado en Ediciones Octaedro en la colecci6n Lenguaje y comunicaci6n: 1996, 20032•

Traducci6n libre del propio autor.

Primera edici6n, en esta colecci6n: diciembre de 2010

© Jesus Tus6n Valls © De esta edici6n:

Ediciones OCTAEDRO, S.L. C/ Bailen, 5 - 08010 Barcelona Tel.: 93 246 40 02 - Fax: 93 23118 68 www.octaedro.com - [email protected]

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ISBN: 978-84-9921-146-6 Deposito legal: B. 44.335-2010

Diseiio y producci6n: Servicios Graticos Octaedro Impresi6n: Liberduplex, S.L.

Impreso en Espana Printed in Spain

[ndice

PREAMBULO 7

PROLOGO 9

CAPITULO 1

Juicios de hecho, juicios de valor y prejuicios linguisticos 13

Unas gotas de l6gica 13

Juicios de hecho y juicios de valor 16

Las supersticiones linguisticas 2 2

Las definiciones de «prejuicio lingiiistico>> 2 5

CAPITULO 2

Breve historia de los prejuicios linguisticos 29

La Antiguedad 29

El Renacimiento 33

La Ilustraci6n y el Romanticismo 38

Las exaltaciones y las defensas de las lenguas 44

CAPITULO 3

Primer peldafto: los prejuicios inocentes 51

Lenguas «faciles>>, lenguas «dificiles>> 51

Lenguas «suaves>>, lenguas <<asperas>> 55

Lenguas <<con muchos hablanteS>>, lenguas <<con pocos hablantes>> 59

CAPITUL04

Segundo peldano: los prejuicios culturales 69

Prejuicio linguistico y cultura 69

Las lenguas <<primitivas»y su «pobreza» lexica 72

Lenguas «pobres» y excelencia literaria 79

Lenguas y dialectos 86

CAPITULO 5

Tercer peldano: los prejuicios geopolfticos 93

Lenguas que sanan y lenguas que enloquecen 93

La «complejidad>> linguistica del mundo 99

Lenguas <<de comunicacion>> 103

Los ide6logos de la lengua y la substituci6n linguistica 108

EPILOGO

Una nueva educaci6n linguistica; una nueva educaci6n 115

BIBLIOGRAFIA 121

Preambulo

l,Podriamos, acaso, imaginarnos a un ec6logo feliz escri­biendo un libro sobre la sabanas inacabables de Africa, o sobre una familia de islotes que flota en el Oceano Pacifico, o sobre selvas escondidas que ignoran las huellas humanas? Seria, no hay que dudarlo, un libro placentero. Pero imaginemos ahora a ese mismo ec6logo disertando sobre los vertederos de basu­ra, sobre la extinci6n de los bosques, sobre los aerosoles que hacen menguar peligrosamente la capa de ozono o sobre Ia desaparici6n de los humedales en los que recuperan el alien to las aves en sus largas, larguisimas, migraciones.

Estas fantasias vienen dictadas por una necesaria confi­dencia: no ha sido nada c6modo escribir el presente libro. Y ni las ironias que contiene han podido ocultar completamen­te la tristeza; ni la confianza obligada bacia la humanidad ha podido veneer en su autor la irritaci6n ante la estulticia de algunos de sus congeneres. No ha sido c6modo esciibirlo por­que las lenguas humanas son objetos fragiles que, si no son cuidados y defendidos, pueden morir, y morir con ellos una parte substancial de nuestra memoria. Tal vez toda nuestra memoria. Hay que cuidar las lenguas porque todas ellas, sin excepci6n, carecen de punos; ninguna oculta en el fondo de

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sus estructuras, armas secretas y mortiferas. Son todas ab­solutamente inocentes y nada saben de agresiones y preemi­nencias. Las lenguas no tienen parlamentos, ni organismos internacionales en los que dlrimir conflictos; las lenguas des­conocen los conflictos porque ni tienen inteligencia, ni tie­nen voluntad. Aunque hay quien si posee voluntad y poder, y convierte a las lenguas en banderas. Y hay, tambien, gentes inocentes que asi lo creen y caen en la trampa de la agresi6n, precipitandose, tal vez sin saberlo, par la pendiente de una mala educaci6n multisecular que nos quiere fieles a esquemas preconcebidos. Y por eso mismo el mundo de los humanos rebosa de prejuicios.

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Pro logo

Segun diversos especialistas en demografia de las lenguas y en la ~lasificaci6n de las diferentes familias lingiiistkas que pueblan nuestro mundo, a finales.del siglo XXI la HumahidaCl habra visto reducido su panorama y patrimonio lingti1sticos practicamente a la mitad. Y es cierto que, sin necesidad de jugar a futuro logos, hoy vemos ya que hay centenares de len­guas que cuentan con unas pocas docenas de hablantes, ge­neralmente ancianos, que desapa,receran de esta tierra, y con ellos, sus lenguas.

Asistiriamos, asi, a una cruel contradicci6.n: los humanos somos cada vez mas sensibles en lo que ata:iie a la conserva­ci6n de las especies vegetales y animales, hasta tal pun to que ya algunos gobiemos e instituciones publicas se ven impli­cados en el mantenimiento de la biodiversidad y, en cambia, demostrariamos despreocupaci6n ante la agonia y muerte de centenares de lenguas, tras las cuales hay (no se ol~de) cul­turas y pueblos, constituidos estos no solo, ni en todos los casos, por personas de edad avanzada.

Los prejuidos lingiiisticos quiere ser, en consecuencia, una apuesta por el respeto mutuo entre los hablantes, por el re­conocimiento de la diversidad de las culturas, de las lenguas

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diferentes y de los grupos humanos que en ellas expresan su manera particular y legitima de ser plenamente humanos: miembros de una misma especie cuyo sello distintivo es la posesi6n de la facultad dellenguaje, perfecta y plenamente volcada en cada una de las cinco millenguas que, todavia hoy, se pueden contar en el mundo.

Yes cierto que las lenguas, identicas todas en lo que con­cierne a los rasgos universales que las hermanan, presen­tan diferencias entre si: por el numero de hablantes, por la orientaci6n de su vocabulario hacia el entorno fisico en que son utilizadas, y hasta en lo que se refiere a las circun:stan­cias geopoliticas, tecnol6gicas y comerciales que las rodean (sin ellas saberlo) y que pueden convertir a unas pocas en moneda internacional, circunstancialmente, claro esta, y a la espera de que otras ocupen su espacio y funciones en el futuro.

Estas y otras diferencias, sin embargo, nunca deberian dar pie a las ironia y bromas que nacen de una supuesta superio­ridad, y mucho menos al insulto y al desprecio con los que se puede llegar a negar el derecho de existencia a otras lenguas y a otras culturas . En esta linea, la presente obra ha nacido con las pretensiones de constituirse, a la vez, en un acto de au­toeducaci6ri (para el propio autor) y de heteroeducaci6n (para los lectores posibles).

El autor quiere, ahora, dirigirse precisamente a un hipo­tetico lector monolingiie, hablante de una lengua en cuyo horizonte, si somos estrictamente realistas y renunciamos a proclamas que anuncian catastrofes a corto o medio plazo, nose atisba el mas leve signo de tormenta. Este lector, que se encuentra instalado a placer en su lengua (y que t iene todo el derecho del mundo a sentirse asi) hallara acaso sorprenden­tes, y sentira como ajenas, algunas de las reflexiones conteni­das en este libro: tal vez no acabara de entender que grupos

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de habl<;mtes de otras lenguas (vecinas o lejanas) sientan la amenaza que sobre elias se cierne y que intenten poner re­medio y voluntad para seguir viviendo como los pueblos que son y con las culturas y lenguas que representan una parte esencial de si mismos.

Si este lector hipotetico asi lo quiere, bueno sera que trate de. ponerse en la piel de los otros y que se vea como miembro de una comunidad que corre el peligro de ver amordazada su lengua: limitada al ambito familiar, reducido progresivamen­te su territorio, cerradas las puertas de los poderosos medios de comunicaci6n, con dificultades para que la transmisi6n es­colar desarrolle paciente y pacificamente su papel; en la pen­diente de verse constreiiida, en suma, al reducto folcl6rico y al museo de antigi.iedades. En cambio, otro lector hipotetico, el que se mueve habitualmente entre dos o mas lenguas, al­guna de las cuales se encuentra danzando en cuerdas poco y mal tensadas, entendera sin esfuerzo las demandas que aqui se formulan.

La edici6n original de esta obra apareci6 en lengua ca­talana (Mal de llengues. A l'entorn dels prejudicis lingUistics) y ha alcanzado su decimosexta edici6n; la traducci6n a la lengua gallega (Mal de linguas) se encuentra en la cuarta edici6n. Y no han sido escasas las voces que han venido insistiendo en la conveniencia de que la obra tuviese tam­bien su version en lengua castellana' para promover, en ambitos educativos diversos, una reflexi6n sobre la convi­vencia lingi.iistica.

Asi pues, y gracias ala amable insistencia de la editorial, el propio autor ha acometido la tarea de la traducci6n: una tarea curiosa porque al darse en una misma persona la doble con­dici6n, el autor-traductor se ha sentido muy libre, sin deu­das ni constricciones, en el momento de introducir cambios (de contenido ~ estilisticos), aclaraciones y actualizaciones. Y

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tam bien a la hora de encabezar cada capitulo con unos textos de la «Declaraci6n Universal de los Derechos Lingiiisticos», pieza maestra, ejemplo de composici6n democratica y pacifi­ca, y guia segura para la convivencia.

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JEsus Tus6N Profesor de Lingiiistica

Universidad de Barcelona

CAPITULO 1

Juicios de hecho, juicios de valor y prejuicios lingUisticos

Unas.gotas de 16gica

•Los derechos de todas las comunidades lingiiisticas son iguales e indepenclientes de la consideraci6n juriclica o

polltica de lenguas oficiales, regionales o rninoritarias.• Declarad6n Universal de Derechos Lingrlfsticos

No desvelaremos ningun secreta al afirmar que los humanos, especialmente si andamos ociosos, pasamos buena parte de nuestra existencia opinando y aconsejando a t odo aquel que tenga la gracia o la desgracia de compartir nuestro entorno. Tampoco es ningun secreta que cualquiera de nuestras opi­niones, emitida en unas circunstancias irrepetibles en lo que ataiie al espacio y al tiempo, implica necesariamente redes casi inextricables de suposiciones y creencias. Los 16gicos y los fil6sofos del lenguaje, tenazmente empeiiados en com­plicarnos una vida que quisieramos pacifica y placentera, lo saben muy bien: alguien puede afirmar, con la mas cando rosa de las ingenuidades, que Pedro canta. Pero tal aserto presupo­ne la existencia de un sujeto, sin duda conocido, a quien le co­rresponde el nombre de Pedro, y no otro cualquiera; tambien hemos de dar por sentado que existe una actividad, mas o menos defi.nida, Hamada can tar. Para acabar de complicar las cosas, o bien entenderemos que la melomania de Pedro es ab­solutamente momentanea y se ejecuta ahora mismo, o bien que, pese al silencio dominante, Pedro ha hecho de la canci6n

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su ley de vida. Si no fuera asi -es decir, si una o mas de estas presuposiciones no se hubiese cumplido- habriamos protes­tado con toda la raz6n: No es Pedro; es Pablo; o bien: No canta; ronca. Siempre lo hace cuando duerme; o bien: Ni es Pedro, ni canta; es mi loro; o bien, finalmente: No es cierto: Pedro odia la musica. Sin embargo, no hemos planteado problema alguno, y eso es indicio de que la primera expresi6n se habia ajustado a todo un conjunto de requisitos - los que fueren- que hemos dado por cumplidos.

No son solo los 16gicos y los fil6sofos quienes tratan de complicarnos la existencia. Tambien los fisicos y los neur6-logos entran en este juego y, con poderosas armas de cono­cimiento, desvanecen nuestras esperanzas de una vida sose­gada y nos desnudan ante ellenguaje. «Supongamos -escri­be Bertrand Russell- que asistis a una carrera y que, en el momento oportuno, gritais: jYa han salido! Esta exclamaci6n es una reacci6n ante un evento, y se profiere para m0strar un conocimiento, si otros la emiten al unisono. Considerad, ahora, lo que ha sucedido realmente desde el punto de vis­ta de la ciencia. La complicaci6n es casi increible. Dividamos este evento en cuatro etapas: primera, todo lo que ha suce­dido en el mundo exterior entre quienes participan en la ca­rrera y vuestros ojos; segunda, todo lo que ha acontecido en vuestro cuerpo, desde los ojos al cerebro; tercera, lo que se ha producido en vuestro cerebro; y cuarta, lo que ha ocurrido en vuestro cuerpo, desde el cerebro hasta los movimientos ar­ticulatorios de la voz, constitutivos de vuestra exclamaci6n. De estas cuatro etapas, la primera concierne a la fisica, es­pecialmente a la teoria de la luz; la segunda y la cuarta son del dominio de la fisiologia; la tercera, aunque te6ricamente, tambien es cosa de la fisiologia, de hecho es materia propia de la psicologia, a causa de lo poco que sabemos sobre los procesos cerebrales (esta tercera etapa incluye los resultados

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de la experiencia y del aprendizaje). Os permite hablar, cosa que los animales no hacen, y hablar en ingles, cosa que no hace un frances. Este evento inmensamente complicado es, sin embargo, el ejemplo mas elemental de conocimiento que podemos ofrecer.»

jEl ejemplo mas simple de conocimiento! Gritar jYa han salida! es un juego de niiios si lo comparamos con la expre­sion de un juicio como este: La inseguridad ciudadana es la mas grave enfermedad de nuestros dfas. En este caso, no se habla de unos hechos que se producen ante nuestros ojos; tal vez ni siquiera se ha producido hecho alguno; Q solamente tene­mos noticia de el a traves de una cadena interminable y poco fiable de opiniones; o se alude globalmente a la «inseguridad ciudadana» para referirse a episodios que antes eran conside­rados como independientes los unos de los otros. La expre­si6n «inseguridad ciudadana» presupone, ademas, todo un cumulo de creencias sobre como se deberia organizar la res publica, y tambien revela expectativas sabre lo que esperamos de nuestras vidas huidizas: el doctor Livingstone (suponga­moslo) tenia sin duda un concepto muy diferente del nuestro respecto de la «inseguridad ciudadana».

Los logicos y otros cientificos son especialistas en una tarea que algunos han designado con la palabra «desfami­liarizacion»: una empresa ardua que consiste en distanciarse de las cosas cotidianas con el fin de no dar por sentado que nuestras acciones son simples. Y, por paradojico que pueda parecer, un buen procedimiento para establecer la distancia desfamiliarizadora es, tambien, tratar de acercarse a nues­tros actos tanto como sea posible recurriendo a los instru­mentos (tecnicos o mentales, segun el caso) que nos per­mitan ver aumentados los objetos y nos proporcionen una vision minuciosa que revele las estructuras de nuestro com­portamiento. Las complicaciones de los logicos, y de otros

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cientificos, no son gratuitas: nuestras interacciones verbales son sumamente complejas; ellos las analizan, nose inventan nada en absoluto.

Toda opinion tiene ademas, y como trasfondo, un espacio o un marco de conocimiento, y por eso es imposible analizarla con minuciosidad y justicia sin apelar a el. Cuando Ptolomeo proclamaba el geocentrismo, insertaba sus tesis en el ambi­to de la astronomia alejandrina (sin instrumentos fiables de observacion) y, en el fonda, desvelaba su profunda homocen­trismo. Y las resistencias a la revolucion de Copernico y de Galileo podrian llegar a ser comprensibles porque, al margen de otros intereses, a algunos les resultaba repugnante que el hijo de Dios hubiese podido nacer en un planeta diminuto, perdido en cualquier rincon del Universo.

Juicios de hecho y juicios de valor

Es ya tradicional entre los logicos la distincion entre los jui­cios de hecho y los juicios de valor. Los primeros tienen una inquietante propiedad: se pueden someter a prueba publica y quien discrepe de ellos tendra que permanecer alejado de la comunidad de Ia gente cuerda. Si afirmamos que: El dia 7 de abril de 1955llovi6 en Paris, emitimos un juicio susceptible de ser comprobado (o llovio, o no llovio). Y la tarea es muy sencilla: consultaremos los archivos del servicio meteorologi­co, preguntaremos a los vecinos mas memoriosos de Paris o recurriremos a las paginas amarillentas de la prensa parisina del dia siguiente a Ia fecha en cuesti6n. Ahara bien, si la prue­ba, una vez realizada, ha resultado positiva, hay que dar por cierto el hecho de la lluvia. Y tendremos todo el derecho del mundo a mirar con recelo a todo aquel que niegue la eviden­cia. Hay juicios como este que simplemente implican la expe-

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riencia comun de unos hechos . Comun porque si es una sola la persona que pretende dar por seguro el episodio de la llu­via, y todos los demas, incluidos los servicios meteorol6gicos, dan fe de un cielo sereno sobre Paris durante las veinticuatro horas del7 de abril de 1955, entonces tendremos motivos ra­zonables para excluir al solitario aguafiestas de la comunidad de los sensatos.

Hay, no obstante, otros juicios de hecho cuya demostra­ci6n es, por regla general, competencia de ciertos especia-' listas. Se trata, ahora, de los juicios cientificos. Si un fisico afirma que el coefzciente de dilataci6n absoluta de un liquido es igual a la suma del coefzciente de dilataci6n aparente delliquido y del coefzciente de dilataci6n cubica del recipiente que lo contie­ne, produce un juicio que puede someterse a comprobaci6n experimental y que es considerado valido por todos los otros cientificos. Y seria prudente y juicioso que ninguno de noso­tros osase llevarles la contraria.

La experiencia comun, por una parte, y la ciencia, por otra, son marcos suficientemente seguros para que los juicios que se inscriban en ellos tengan garantias de veracidad. El hecho de la lluvia es incontestable, si ha sido comprobado ra­zonablemente; y el coeficiente de la dilataci6n absoluta de los liquidos sera dado por bueno mientras este vigente la fisica actual, o mientras no sea descubierto un mundo revoltoso en el que no sean tan testarudas las leyes fisicas. Los juicios de hecho, en definitiva, no dan pie al prejuicio, no generan por si mismos creencias, ni opiniones, ni responden a manias per­sonales. Las cosas son asi, y asi hay que aceptarlas.

Pero todo es distinto cuando se trata de los juicios de valor. Si afirmamos que el arte neoclasicq es feo, o que Atila era perfzdo, jamas tendremos la seguridad absoluta de haber sentenciado certeramente y para siempre, ya que los gustos artisticos son volubles, las personas inescrutables y los li-

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mites de nuestra capacidad de discernimiento nos tendrian que conducir a la duda con mas frecuencia de lo que es ha­bitual. Los juicios de hecho -ya lo sabemos- se fundamen­tan en la experiencia colectiva y en las ciencias; los juicios de valor, en cambio, pueden tener fundamentos consensuados o no: El arte neocldsico es feo podria ser una opinion comun para los amantes del art nouveau. De la misma manera que la afi.rmacion: El g6tico es feo fue sin duda una opinion comun para aquellos neoclasicos que se desvivian por cubrir de yeso y dorados las viejas y venerables catedrales. En cuanto a su aspecto individual, los juicios de valor son los indicadores del gusto personal y tambien de la educacion recibida, asumida o no como parte esencial de uno mismo: Me gusta el pescado y No puedo aguantar a la gente competitiva serian, respectiva­mente, ejemplos ilustrativos. Por estas razones, los juicios de valor son forzosamente proyecciones de quien los formula; son parte de nuestro autorretrato porque con ellos expresa­mos nuestras actitudes sobre el mundo, los acontecimi'entos y las personas. Publicamente somos lo que hacemos y, muy principalmente, lo que decimos.

Los juicios de valor tienen sus versiones positiva y negati­va, bajo formulas diversas: con marcador de la negacion o sin el (no me gusta/me gusta); con un adjetivo considerado melio­rativo o peyorativo y que funciona como predicado (es her­moso/es feo); con adverbio positivo o negativo (escribe bien/ escribe mal); con verbo de sentido favorable o desfavorable (progresa/empeora) ... Se trata de presentaciones lingtiisticas diferentes de un mismo mecanismo con el que se pretende inclinar la opinion en uno u otro sentido. Esta inclinacion de las balanzas judicativas tiene escasa transcendencia etica si nuestros asertos se refi.eren a objetos y acontecimientos en los que no se produce participacion alguna de personas: nada hay que objetar si se expresa preferencia por los zapatos ne-

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gros y acharolados; o si un excursionista afirma que es muy pesada la ascension al Teide; o si se opina desfavorablemente sobre el alud de nieve (por su~rte, sin victimas ni dafios ma­teriales) que se ha producido en la vertiente norte del pico Posets o sobre el bochorno de un dia canicular. Sin implica­ciones personales, la vida judicativa seria una autentica balsa de aceite, y acaso nos pareceria tan aburrida como un oceano helado.

Los problemas eticos de los juicios de valor explotan cuan­do hay gentes de por medio, con las virtudes y obras que les atribuimos; y cuando valoramos a los pueblos, sus acciones y sus caracteristicas. y probablemente sera util plan tear ahora una distinci6n imprescindible: las gentes y los pueblos pue­den ser enjuiciados sobre la base de propiedades o bien cir­cunstanciales, o bien permanentes e inalienables. Afirmar de alguien que habla demasiado ultimamente y que ha engor­dado en exceso, o decir de un pueblo que en los dos ultimos afios esta siguiendo una politica suicida, es formular juicios temporalmente circunscritos. Lo que en ningun caso cierra Ia puerta a un futuro en que nuestro amigo recuperara la mo­deraci6n verbal y el peso que le eran caracteristicos; o en que el pueblo de nuestros desvelos volvera a su habitual politica ponderada. Sin embargo, el problema es mas grave en el caso segundo, el de las opiniones sobre las propiedades perma­nentes, aquellas que, en justicia, definen rasgos esenciales de las personas y de los grupos humanos.

Imaginemos una expresi6? como la siguiente: Pablo es un pesado, siempre lo ha sido y siempre lo sera. Vale tanto como una enmienda a la totalidad, y quiere significar que esta persona hade ser rechazada para siempre, dado que le hemos atribui­do una cualidad negativa y lo hemos hecho sin concederle la menor esperanza de reforma. No obstante, a veces es habi­tual continuar asi: pero tiene mucho dinero; o bien: pero es una

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buena persona. Ahora le hemos abierto una puerta, interesada o no, y por lo mismo hemos atenuado el juicio inicial. Por lo tanto, la impugnacion es solamente parcial.

Sin embargo, hay que enfrentarse con el extremo ab­soluto, alii donde el juicio no ofrece alternativa, ni siquiera la salvacion del clavo ardiendo. Con mucha frecuencia los jui­cios de valor usurpan desvergonzadamente las formas de los juicios de hecho (una subversion friamente calculada, por lo general) y atribuyen rasgos negativos a algunas caracteristi­cas que antes hemos considerado inalienables, esenciales o permanentes en relacion a las personas y los pueblos: aquel es «orejudo», «bajito», «gitano», «negro», «mujer» ... No se trata, en ninguno de estos casos, de juicios puramente descriptivos: unos hechos del todo naturales y de orden puramente biolo­gico son tornados como base para la dis crimina cion y el insul­to, aunque, racionalmente, las caracteristicas anteriores no tengan nada que ver ni con la bondad ni con la perversidad. La denuncia de estos juicios es muy simple. Por ejemplo, si nos dicen: Jaime es bajito, y el tono es de menosprecio, pode­mos responder: Si, es un hecho; t,que mas? Seguro que nuestro interlocutor no insistira en el asunto aludiendo a que Jaime mide un metro y algunos centimetros; mas bien dira: Es que no me gusta, nolo aguanto. Quedara, pues, desvelada la inten­cion verdadera de nuestro amigo y el uso espureo de una for­mula de juicio factual.

En lo que concierne a los juicios sobre los pueblos, no es infrecuente que alguien pontifique sobre lo «cuadriculados» que son los alemanes; sobre la ineptitud de los naturales de algtin pais africano para las «sublimidades» del pensamiento abstracto; o bien sobre la «tacaiieria» de los escoceses. En to­dos estos casos entra en juego el conjunto de los estereotipos propios de una mala educacion, las manias clasificatorias y la necesidad mal alimentada de vivir con etiquetas bien co-

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sidas que nos dejen tranquilos, sabiendo quien es quien de antemano, cosa que nos ahorra el trabajo paciente, contras­tado y matizado de establecerlo por nosotros mismos. Las clasificaciones de esta indole nos libran del conocimiento verdadero y son, por lo tanto, una taxonomia de la ignoran­cia. Dicho de otra forma, son el resultado de la frustraci6n de nuestras expectativas: queriamos que los forasteros bai­lasen nuestras melodias pero no lo han hecho; son, por ello, desagradecidos, maleducados y raros. Son, precisamente, los forasteros.

Sin Iugar a dudas, los fascismos no son sino la version mas radical de la mentalidad heter6foba y pueden ser considera­dos como la promoci6n vergonzosa, sistematica y planificada de nuestras tendencias (ocultas o patentes) de odio hacia todo aquello que es diferente: las otras razas, los otros pueblos, las otras religiones ... Esta mentalidad se nutre de la falsa idea de nuestra propia superioridad, trata de fundamentarse en amenazas hipoteticas que procederian de un mundo exterior · previamente delineado como hostil y, en resumidas cuentas, revela una incapacidad para la convivencia (o los intereses politicos y econ6micos de no querer convivir) . La etnofobia organizada y promovida rechaza la riqueza de la pluralidad, Ia armonia de las voluntades diferentes. El etn6fobo sola­mente se siente c6modo con quienes son como el, con los que halagan sus propios sentimientos; con el uso de una ret6rica ensordecedora que impide oir las palabras interiores: aque­llas que susurran inseguridad, mezquindad e incultura. Para cl etn6fobo, los otros pueblos son una amenaza a la propia integridad y por eso hay que combatirlos hasta la extinci6n. Ya lo dijo Rousseau: «El miedo y la debilidad son la fuente de Ia crueldad.»

Se ha hablado antes de «nuestros juicios de valor». Y qui­zas pueda alguien pensar que, de repente, nos habiamos deja-

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do atrapar por una especie de circulo vicioso, puesto que silos juicios de valor son inverificables, (.Como es posible rechazar unos por media de otros? Solo hay una forma de evitar el ca­llejon sin salida: edificar un sistema de principios eticos q valgan tanto como axiomas; es decir, un conjunto de propo­siciones que no haya que demostrar y que sean vcilidas por necesidad, ya sea por razones de estricta supervivencia (si los otros son tan racistas como yo, me pueden exterminar), o bien porque creemos de corazon en un igualitarismo esen­cial. Podemos, pues, proclamar, sin que nadie tenga el mas leve derecho a pedirnos justificaciones, que todos los huma­nos somas iguales y que no hay preeminencias entre razas, por limitarnos solo a un caso. Y podemos proclamar lo mismo en lo que atafie a los pueblos y a las caracteristicas que los definen como tales: su cultura y su lengua, como elementos so bresalien tes.

Las supersticiones lingi.iisticas

Hemos llegado a las lenguas. Afirmaba Gabriel Ferrater q «todo el mundo tiene ideas sabre .ellenguaje, y como la mayo­ria de dichas ideas son supersticiones absurdas y ellingiiista tiene otro remedio que combatirlas (o por lo menos olvidarlas), produce una reaccion irrit~da en la persona ingenua.» Y quienes piensan que los lingiiistas son gentes Pvi~Y:::ou:::o .a:::ol-.t<=•<l

que, en la campana de cristal de su estudio o en la rmnorm;a agitacion de los departamentos universitarios, en parte por muros repletos de volumenes, cuentan y tan fonemas y morfemas, le dan la vuelta como a un a estructuras sintcicticas y diseccionan las palabras por si cuentran en ellas significados ocultos. Hay, sin duda, q acruan asi, legitimamente, y dejan para la hora del cafe las

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sertaciones sobre la vida y la muerte, el bien y el mal, la belleza y la fealdad. Pero hay otros que procuran no tener la mente escindida y no se avergtienzan cuando de lo que se trata es de afrontar las impurezas de la vida, asumiendo que lenguas y hablantes son humanos y que la lingtiistica, como ciencia del lenguaje de estos, se ocupa tambien del mundo y de la gente que en el habita. El lingtiista, si es su voluntad, tendra todo el derecho de plantar cara a las «supersticiones absurdas» y, acaso mas que cualquier otro especialista, podra desarrollar ar­gumentos poderosos contra la ignorancia o contra la barbarie. Sus conocimientos tecnicos y la modulaci6n lingtiistica de sus argumentos eticos seran la plataforma necesaria desde la cual podra contribuir a la construcci6n de un mundo cuyos hablan­les no sean menospreciados por el hecho de ser pocos, o de vi­vir en un rincon del mundo, o de usar, simplemente, su propia lcngua, tanto si es multimillonaria como sino lo es.

La tipologia de las supersticiones linguisticas es sin duda variopinta. No son pocos quienes consideran esenciales las diferencias cuantitativas (lenguas con muchos o pocos ha­blantes; con muchas o pocas palabras); y hay, tambien, quie­nes se atribuyen autoridad para discriminar a las lenguas so­hre la base de intuidones pseudomusicales Oenguas «dulces» o «asperas»; «claras» u «oscuras»); otros resuelven acerca del mayor o menor grado de complejidad (lenguas «dificiles» y ocfaciles»), al tiempo que cantan las ventajas o inconvenientes

segun el caso- de las lenguas «cortas» o monosilabicas y de l.ts lenguas «largas» (considerandolas o bien pesadas, o bien pcrfectas y acabadas). Todas estas opiniones se manifiestan vlciadas de origen porque se producen desde la parcialidad cit' Ia propia lengua, tomada como punto de referenda no de­c1.1rado y, tal vez, ni siquiera reconocido: si nos sorprende el cc1lor rojo es porque viyimos inmersos en el azul celeste y ma­r ino, en el verde de la naturaleza yen el color ocre de la tierra.

Por eso vemos los campos de trigo cuando en ellos abundan las amapolas.

Algunas de estas opiniones adoptan abiertamente la for­ma de juicios de valor («El aleman es una lengua aspera»); pero en otras ocasiones -ya lo sabemos- se trata de pseudo­juicios de hecho. Si alguien afirma que la lengua de los es­quimales (una de elias) tiene pocos hablantes, puede querer decir que esa lengua no merece el nombre de tal, que es una reliquia, un grano molesto. El autentico juicio de hecho seria, mas bien, este otro: «La lengua inui tiene 65.000 hablantes». Pese a todo, algunas de las afirmaciones prejudicativas que aparecen en el parrafo anterior no entraiian graves peligros, y menos aun si las comparamos con la tipologia de las opinio­nes programadas e inducidas, aquellas que pueden llegar a divulgarse desde unos centros de poder que jamas confiesan realmente sus verdaderas intenciones. Se dice que hay len­guas de cultura, internacionales, aptas para la literatura, la redacci6n de las leyes y el mando de los ejercitos; lenguas de progreso capaces de dialogar con los ordenadores mas com­plejos ... y lenguas en las que nada de esto es posible. Y, si en el caso anterior existia el partidismo de la propia lengua, ahora lo que cabe considerar es el in ten to de consolidar y engrande­cer el Estado y sus areas de influencia. Tendremos ocasi6n de verlo con algun ejemplo y con cierto detalle.

En grados diversos, el prejuicio linguistico (inocente o perverso) noes otra cosa que una manifestaci6n del racismo, orientado ahora hacia las lenguas y los hablantes. El «ombli­guismo» linguistico puede llevar a la exaltaci6n de la propia lengua como la unica posible y razonable, y esta, sin saberlo. y sin pedirlo, pasara a desempeiiar toda una serie de funcio­nes para las que no estaba preparada. De ser un instrumento neutro para la comunicaci6n, la expresi6n del pensamiento y la consolidaci6n de los humanos como seres inteligentes, se

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vera obligada a convertirse en estandarte, en herramienta de dominic e incluso de exterminio respecto de otras lenguas. Porque esta ala arden del dia que una lengua, si es considera­da mas apta que otras, y si el poder la acompafia, puede pro­ducir la muerte de muchas lenguas; puede ser impuesta por la fuerza y, de esta forma, tornarse un instrumento del silencio.

las definiciones de «prejuicio lingiilstico»

Algunos sociolinguistas tienen formas diferentes entre si de definir el «prejuicio linguistico». Esta diversidad se debe, por l.o general, a que sus estudios toman direcciones especificas y, por lo tanto, crean definiciones ad hoc; es decir, con finalida­des derivadas de los objetivos particulares de sus investiga­ciones. Se habla, a veces, de prejuicio linguistico referido a un oyente cuando, a traves del habla, espera obtener datos (del origen social, del nivel educative, de la tierra de procedencia, etc.) de su interlocutor. En este caso, el interes se desplaza desde el contenido del mensaje a su forma («acento», usos sintacticos, lexica utilizado). Y esta dimension formal se con­templa como un conjunto de indicios que pueden aportar In formaciones que el hablante no pretendia suministrar; par­que queria ser entendido, pero no desnudado. Esta actitud prejudicativa por parte del oyente solo podria quedar justi­hcada si fuese honesta y por motives razonables. Por ejem­plo, un medico podria hallar indicios sabre el estado de su pn.ciente atendiendo a esta dimension formal (como prueban, por poner un caso, algunos estudios sabre la entonacion en los depresivos profundos); o un dialectologo encontrara, sin cluda, elementos preciosos para el estudio de las variedades 11 lstematicas de una lengua. Pero si no hay una justificacion, yn sea benefactora o cientifica, la atenci6n a la forma es una

, ..

intromision desleal en las personas, y mucho se parece al fis­goneo o al trabajo vergonzoso de ciertas investigaciones per­fidas y atentatorias contra el derecho ala intimidad.

En otros casos, se entiende por «prejuicio linguistico» la ' valoracion negativa caracteristica de ciertos hablantes que han abandonado (o estan a punto de abandonar) la propia lengua. Esta actitud mereceria, mas bien, el nombre de «au­toprejuicio», yen mas de una ocasion ha sido designada con expresiones tales como «autoodio» o «deslealtad» linguistica. En resumidas cuentas, esta valoracion negativa no es otra cosa que una forma de justificar el adios a la lengua, el sen­timiento de que ya no sirve; o acaso la pereza o la incapaci­dad para extraerle todo su jugo. Pero muy frecuentemente, y a pesar de que nunca se reconoce asi, no es sino el recurso de la autojustificacion tranquilizadora que se convierte en necesaria cuando se queman las naves de la lengua pequefia e inservible como paso previo para abrir espacios editoriales mas poblados (y mas rentables, en definitiva). En estos casos, y salvado el derecho legitimo que todo el mundo tiene a so­brevivir como pueda de su trabajo -especialmente en circuns­tancias duras-, bueno seria Hamar a las C()sas por su nombre y no cargar las responsabilidades de una opcion personal so­bre la lengua maltratada y moribunda.

Los profesionales de las definiciones entienden, por lo comun, que un prejuicio es un acto de precipitacion, una ex­presion atolondrada, y que la persona que incurre en el actua sobre la base de indicios insuficientes, tal vez solo imagina dos, y movida por inclinaciones selectivas escasamente racio­nales. Un prejuicio, se dice, es un acto de simpatia o de aver sion, y tiene como causa la falta de conocimiento fiable (est es, como ya se puede suponer, la interpretacion benevola de prejuicio, porque tambien hay quien se cierra la puerta de conocimiento fiable y no atiende a razon alguna).

Sabre estas bases, podemos ya intentar una definicion relativamente libre en tomo al prejuicio linguistico; y lo ha­remos de manera descriptiva, poco academica y, como en el caso de los sociolingiiistas a que antes hemos aludido, orien­tada a las finalidades de esta obra que son, al mismo tiempo y sin exclusiones, las de denuncia y construcci6n. Podemos, pues, entender que un «prejuicio linguistico>> es una desvia­ci6n de la racionalidad que, casi siempre, toma la forma de un juicio de valor o bien sabre una lengua (o alguna de sus caracteristicas), o bien sabre los hablantes de una lengua (en tanto que hablantes). Y se trata de un prejuicio generalmen­te dictadb por la ignorancia o por la malevolencia, ajustado a estereotipos maniqueos y dictado por la desaz6n que nos producen todas aquellas cosas y personas que son diferentes a nosotros.

Asi pues, los prejuicios linguisticos son una subclase de los prejuicios generales e inciden sabre lenguas y hablantes que alguien puede considerar extrafios a niveles diferentes: 1) porque ciertos hablantes usan una lengua que a ese alguien le es poco o nada conocida; o 2) porque aquellos hablan una variedad de la lengua que no es la propia del prejudicador. Es obvio, por ejemplo, que los secesionismos linguisticos (que suelen ser programados), o los intentos de desmembraci6n verbal con los que se trata de enfrentar a pueblos hermanos hablantes de una misma lengua, se hacen fuertes en los pre­juicios originados por la ignorancia de la variaci6n intralin­gilistica -el caso 2-, y tratan de elevar estas diferencias al grado del caso 1. Ypuede llegarse al punta en que alguien no cntienda a los hablantes de la otra variedad dialectal porque ni tan siquiera se toma la molestia de escucharlos: sencilla­mente, los elimina del ambito de comunicaci6n.

La vieja controversia, felizmente superada, entre la inge­nuidad geocentrica elevada a supercheria y la verdad insos-

layable de un planeta pequeiio y arrinconado, nos que tornar humildes. Si no por otra raz6n, al menos nn,r,.,,, la ciencia nos habla, cada vez mas, del alcance inagotable nuestra ignorancia. Y hoy la ignorancia suprema consiste querer ser todavia hijos de Ptolomeo, apoltronados en el centrismo, empeiiados en convertirnos a nosotros mlSnllOS,I y no al ser humano, en la medida de todas las cosas. No vendria mal que Galilee volviese para descubrirnos sin dad nuestra dimension exacta y nos otorgara un lugar so, mendigos entre mendigos o soberan~s entre souc.Lcu•u<•­en el universe plural de los hablantes.

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CAPiTULO 2

Breve historia de los prejuicios lingiiisticos

«La invasi6n, Ia colonizaci6n y Ia ocupaci6n, asJ como otros cases de subordinad6n politica, econ6mica o social, implican a menudo

Ia imposici6n directa de una lengua ajena o Ia distorsi6n de Ia percepd6n del valor de las lenguas y Ia aparici6n de actitudes lingtiisticas

jerarquizantes que afectan a Ia lealtad linguistica de los h ablantes.» Declaraci6n Universal de Derechos Lingufsticos

La Antigiiedad

Aunque el devenir del tiempo Oo sabemos a ciencia cierta y a nuestro pesar) sea inexorable, la imaginaci6n humana pue­de permitirse licencias ilusorias y miradas esporadicas hacia todo aquello que ya fue. Y la tarea de los historiadores -la reconstrucci6n de las rakes- no es sino una defensa del re­cuerdo, una lucha contra el flujo irreverente de las horas.

Para recuperar, pues, la memoria, bueno sera iniciar ahora un breve recorrido, de salto en salto, informal, tal vez !eve­mente frivolo, sobre la historia de algunos desprop6sitos lin­gUfsticos: tambien cabe reivindicar la memoria de los dispara­tt•s por si acaso podemos evitar el ridiculo de volver a escribir algunos capitulos grotescos de la historia.

Se ha dicho paginas atras que, muy probablemente, el tgocentrismo es parte de nosotros mismos. Y ahora pode­mos especificar el sentido de est as palabras afirmando que A tendencia, mas fuerte 0 mas ligera, hacia los prejuicios lngiiisticos esta ampliamente extendida. Si esto es cierto, I •s humano opinar sobre las lenguas y los hablantes, tam­lie n existe la posibilidad de que sea verdad que la his to ria de

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precisamente fueron los usos literarios los modelos que tradici6n gramatical (mas aristotelica que plat6nica) promo­via como norma de buena educaci6n lingti.istica en el marco de una nueva forma de entender la «correcci6n». Ahora, des­ligadas del vinculo natural respecto de las cosas, las palabras no eran sino r6tulos convencionales, y por eso el artificio re­t6rico podia moverse a sus anchas y con la conciencia tran­quila. La paradoja es que, una vez conquistada la montana de los dioses, los gramaticos pretendieron hacernos vivir de manera permanente en el Olimpo. Aunque no todos. Los pri­meros gramaticos y fil6logos -los alejandrinos- cmnpusJlercJnl• obras cuya finalidad era facilitar el acceso a los textos de la an­tigiiedad, depurados de todas aquellas intromisiones con la transmisi6n tradicionallos habia lastrado; eran, pues, ins­trumentos dirigidos, en Ultima instancia, al estudio e inter­pretacion de los poetas anteriores, y no pretendian regular, en modo alguno, los usos cotidianos. Fue con toda dad la impronta de la ret6rica la que dio el primer paso la desfzguraci6n de la desfzguraci6n, y el mismo Quintiliano quien tempranamente describi6 al grammaticus como la sona que poseia la ciencia de enseiiar a hablar correctamente Pero seamos justos: para Quintiliano el gramatico entraba escena «una vez que los niiios ya saben escribir y leer».

El decurso implacable de Ia historia, colmado de simplificaciones y empobrecimientos, legandonos unas obras gramaticales concebidas -ahora matices- como el «arte de hablar y escribir coJrre'Ct<lmlen una lengua» (asi, por ejemplo,las Academias frances a y nola). Definicion que normalmente se completa con ~·c~··~·

puntos de referenda: hablar y escribir «como lo hacen mejores escritores y la gente educada». Este era el vucun'"

de nuestras alusiones anteriores. Y he aqui el prejuicio que ha vivido inmerso Occidente: creer que solo era

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Ia lengua robada a los dioses, sin advertir que, como decia Sapir, «cuando se trata de la forma lingtiistica, Platon pasea junto al porquero macedonia, y Confucio junto al cazador de craneos de Assam».

El Renacimiento

Tanto el peso de las auctoritates o escritores modelicos como el prestigio de las gramaticas latinas (la de Donato y, mas especialmente, lade Prisciano), fueron elementos.determi­nantes de la larga pervivencia latina. Durante muchos siglos, ellatin - herencia historica, memoria de gloriosos tiempos y lengua de intercambio- fue por definicion la lengua, y cuando el Renacirniento clio paso a mundos nuevos, las lenguas re­cien descubiertas tuvieron que ser medidas con los patrones de las viejas gramaticas.

Pero el tiempo no habia transcurrido en vano. Durante los siglos llamados «oscuros» ((,donde y para quien?), ellatin de los escritores se habia ido apartando de los modelos cicero­nianos (una buena parte de los ejemplos aducidos por Quin­tiliano y Prisciano fueron extraidos de las obras de Ciceron) y, en opinion de los gramatico~ renacentistas, la lengua resul­t6 seriamente afectada por la corrupcion. Por este motivo, Laurentius Valla, au tor de Elegantiarum linguae latinae, la pri­mera gramatica humanistica del latin compuesta en 1444 y publicada en 1471 (sesenta ediciones hasta 1550), fustigaba .lsi a los corruptores de la lengua latina: «(,Hasta cuando, oh senores, hasta cuando permitireis que la madre de las letras t•ste sometida a los galos? (_Tolerareis que la latinidad sea do­minada por los barbaros? (,Hasta cuando habran de contem­plar vuestros ojos impios esta profanacion universal? (,Tal vez hasta que se hayan diluido las ruinas de nuestros cimien-

tos?». El tono catilinario (Quousque tandem ... ?) de Valla efectos fulminantes, y las gentes de letras empezaron a tir verguenza de escribir: Socrates albus currit bene. En menos de un siglo, aparecieron aproximadamente gramaticas latinas -entre elias, las de Nebrija, Erasmo, Des­pauterius, Linacre y Melanchthon- , todas ellas de conformi­tate con Prisciano y con el estilo de Cicer6n.

Un cambio de orientaci6n como este no habria supuesto problema alguno si solamente hubiese afectado a la lengua latina. Porque si de lo que se trataba era de recuperar -por motivos de gusto, educaci6n y prestigio social- la pureza del latin clasico contra los usos instrumentales de los escolasti­cos, la via elegida era la correcta. Inexistentes los modelos orales propios de una lengua viva, el camino obligado de las gramaticas latinas era el del modelo escrito y, en consecuen­cia, resultaba enteramente legitimo que se remitiesen a los mejores escritores, consagrados, ademas, por la pervivencia secular de sus obras. No obstante, el prejuicio de la literatura como uso ejemplar de la lengua se revelo omnipresente cuan­do los gramaticos enhebraron con hilo «vulgar» la aguja latina y cosieron ala antigua usanza la trama de las lenguas vivas. Y conviene no olvidar otro prejuicio: en los tiempos del huma­nismo yen los aiios subsiguientes, se consideraba valiosa una lengua en la medida en que hubiese despertado el interes de los gramaticos. De esta forma, las lenguas vulgares solamente podian alcanzar el prestigio della tin si habian sido sometidas a descripci6n gramatical, y si se podian descubrir en ellas las mismas partes de la oraci6n, los mismos casos nominales, las mismas·posibilidades de expresi6nliteraria. El prejuicio huma­nista, en suma, extendido al Renacimiento, sentenciaba que las lenguas eran excelentes silos gramaticos asi lo considera­ban. Prejuicio que todavia se mantiene vivo en nuestros dias, y que se pone de manifiesto cuando alguien se sorprende al

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descubrir que todas las lenguas tienen gramatica ... aunque no exista en la forma de un volumen ataviado con pieles.

Por lo tanto, la escritura como uso correcto de la lengua, y la literatura como su excelsa pauta. Pero hay todavia mas: el rechazo de los vulgarismos y de los barbarismos. Las gra­maticas en cuesti6n no se contentaban con proponer mode­los positivos, sino que condenaban los «vicios» de dicci6n sin entretenerse en diferenciar lo que era genuinamente dialec­tal (y, por lo mismo, propio de la lengua en algunas de sus dimensiones geogrcificas e hist6ricas) de lo que eran usos francamente descuidados; sin distinguir el barbarismo cru­do de aquel otro cocido lentamente en los fogones seculares de la asimiliaci6n y de la analogia; sin aceptar que, ademas del conservadurismo venerable de la escritura culta, existia la realidad viva y en ebullici6n de las lenguas y, por lo tanto, procesos de evoluci6n imparables, fieles a no se sabe que de­signios de cambio. Triste condici6n es la de una lengua si solo guarda fidelidad a su pasado.

Pese a todo, las gramaticas del Renacimiento, marcadas con el sello indeleble de las auctoritates literarias, desperta­ron el amor hacia las lenguas vulgares (o acaso fueron lacon­secuencia de una estimaci6n creciente). Uno de los ejemplos de este afecto, anticipado en el tiempo y tambien contradic­torio e impregnado de prejuicios, fue el del inmortal Dante en su obra De vulgari eloquentia, de comienzos del siglo XIV,

donde despunta una sensibilidad linguistica nueva, mezclada con la escoria de opiniones insostenibles sobre las formas de habla y sobre los hablantes de la peninsula Italica. Una pano­plia de opiniones que hoy deberia producir sonrojo a aquellos «sabios» secesionistas que van por el mundo dictaminando que es una lengua y que un dialecto, desde la mas profunda ignorancia filol6gica y linguistica. Por otro lado, conviene no perder de vista que Dante, al referirse a las diferentes varie-

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dades italicas (que el denominaba «vulgares»), aludiendo a formas de hablar de las gentes de Apulia, Roma, Spoleto, cana, etc., utilizo la expresion linguae hominum variantur lenguas humanas varian). Tal uso de «lengua», en el con apropiado, solo puede significar «manera de hablar>>, y fue un uso general (y sin intenciones ocultas) en la mayoria de autores antiguos que, a veces, son aducidos como argu­mento de autoridad para levantar unas barreras, tan desea­das como inexistentes, entre las variedades geograficas de una misma lengua.

Dante acariciaba un proyecto arnbicioso: encontrar entre las formas italicas la variedad mas noble en que fuera posible ejercitar la dignidad literaria y, en consecuencia, tratar con ella los temas mas elevados (segun el rnismo los expreso: el arnor,las arrnas, la justicia y la amistad). Pero, una vez exarni­nadas las hablas de la peninsula Italica, Dante llego ala con­clusion de que ninguna de elias atesoraba meritos suficientes como instrumento preferente de la literatura. Sin embargo, la metaforica pantera negra (el «mirlo blanco», diriamos no­sotros) que Dante perseguia, pareda entreverse parcialmente en cada una de las variedades. Por lo que llego ala conclusion de que la construccion de una lengua literaria habia de reunir los elementos mas valiosos de una trarna compleja constitui­da por las «mil hablas, tal vez mas, que existen en este peque­fio rincon del mundo».

Ahora bien, a pesar de tan loables intenciones, las etapas de esta construccion se nos ofrecen hoy jalonadas por un cu­mulo excesivo de afirmaciones inaceptables que convierten el breve escrito de Dante en una antologia del prejuicio lin­giiistico. La lengua de los romanos -sentencia- es la peor de todas, «cosa que no puede sorprendernos porque son gentes corruptas que apestan»; los habitantes de Aquileya «parece que eructan cuando hablan»; los sardos «imitan como monos

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la gramatica» (es decir, ellatin); los sicilianos, gloriosos en tiempos remotos pero hoy crueles y mezquinos, hablan con excesiva lentitud; los de Apulia, con demasiada aspereza; los toscanos «se encuentran obnubilados con una lengua repleta de estupideces». En el Lacio, unos dialectos son «femeninos» (los hombres, cuando hablan, parecen mujeres) y otros «mas­culinos» (y las mujeres «nos hacen dudar de su condici6n, e induso de si forman parte de la especie humana», cosa que, claro esta, no habia afirmado Dante de los hombres cuya forma de hablar le parecia recordar ala de las mujeres). Los prejuicios, frecuentemente, se enredan como las cerezas y nos dan muestras inequivocas de prevenciones inaceptables.

He aqui la brumosa primavera de unos prejuicios que han llegado basta nuestros dias. Tambien hoy se habla de lenguas «asperas» y de lenguas «femeninas» (como aquel grupo de maestros dificiles de reciclar que, recalcitrantemente, rehu­saban aproximarse a una pronuriciaci6n francesa del frances porque no querian que alguien se atreviese a dudar de su masculinidad). Recordemos que a Carlos I se le han atribui­do siempre unas celeberrimas afirmaciones: «Hay que hablar con Dios en castellano; con los amigos, en frances; con los enemigos (otras versiones se refieren al caballo propio), en aleman; con las mujeres, en italiano (y variantes hay que ana­den: «con los pajaros, en ingles»)». Quiere esto decir que se asignan funciones diferentes a las diversas lenguas porque se parte de una concepcion que atribuye cualidades morales y esteticas a las lenguas, sin el menor fundamento: religio­sidad, amistad, energia, delicadeza y, en el caso del ingles, volubilidad y ligereza. No son viejas concepciones porque, ampliamente superada la mitad de nuestro siglo XX, Damaso Alonso (por lo demas, un excelente estudioso de la literatu­ra y amante de las lenguas), al comentar una conocida glosa comparandola con las primeras muestras del italiano y del

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frances, afirmaba: <<Tres primeros murmullos de tres grandes lenguas, cuya literatura llenara el mundo. Y mira, y pienso si habra sido casualidad. (..0 noes, mas bien, que tenia que ser asi, porque de lo que esta lleno el corazon habla la boca? Es­pana, Francia, Italia ... jOh, no!: no ha sido casualidad que las primeras frases francesas que conservamos sean militares y politicas (genio de Richelieu, glorias de Austerlitz). Ni que las primeras italianas miren a los bienes materiales (recuerden­se las burlas contra banqueros genoveses, en nuestras letras clasicas, pero no se olvide tampoco cuanto oro de Venecia hay en los cuadros de Tiziano). Y no puede ser azar, no. 0, si acaso lo es, dejadme esta emocion que me llena al pensar que las primeras palabras enhebradas en sentido, que puedo leer en mi lengua espanola, sean una oracion temblorosa y humilde. El Cesar bien dijo que el espanol era lengua para hablar con Dios. El primer vagido del espanol es extraordinario, entre los de sus hermanos. Nose dirige ala tierra: con Dios habla, y no con los hombres». Ante un texto de esta naturaleza, y tras casi un siglo de objetividad y desapasionamientos promovi­dos par las ciencias dellenguaje, no seria ocioso que cada cual ejercitase, si asi lo quiere, su derecho ala critica -empezando por la critica de los maestros- para ganar unos grados razo­nables de ecuanimidad.

La llustracion y el Romanticismo

La identificacion entre las lenguas y los rasgos que se les atribuyen vivio sus momentos culminantes en el periodo del Romanticismo, aunque la simiente ya la habian sembra­do, poco antes, algunos ilustrados planteando una division maniquea entre las lenguas, como puede verse a partir del ejemplo representative de una obra cuya inftuencia es so-

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bradamente conocida. En 1765, en el volumen noveno de la Bncyclopedie dirigida por Diderot y D'Alembert, apareci6 el articulo «langue», redactado por Nicolas Beauzee. Dejando ahora de lado algunos prejuicios dogmaticos sobre el origen dellenguaje, concentremos nuestra atenci6n en el problema de la diversidad linguistica. El autor se muestra partidario, en principio, de la unidad e igualdad entre las lenguas; pe­ro, tras esta declaraci6n bienintencionada, acomete' la tarea de su clasificaci6n dada la evidencia de su pluralidad. Existen - dice- las lenguas «transpositivas» y las «anal6gicas»; las pri­meras (entre las cuales se hallan ellatin y el aleman) se carac­terizan por tener orderi oracionallibre y por las posibilidades del hiperbaton; las «anal6gicas», por el contrario, se ajustan al «Orden natural» (es decir, mantienen una semejanza entre un imaginado orden o sucesividad de los pensamientos y la secuencia de los elementos oracionales). Las lenguas con las que se ilustra este segundo tipo son el espanol, el italiano y, evidentemente, el frances. Claro esta -afirma Beauzee- que todas las lenguas exhiben meritos, y que los hablantes en­cuentran en ellas «todo lo necesario para la expresi6n del conjunto de sus pensamientos». Sin embargo -y cita palabras de Diderot-, unas lenguas son mas aptas para la oratoria, el teatro, la fabulaci6n y la mentira (como el griego y ellatin), mientras que hay otra lengua que es la adecuada para «ins­truir, iluminar y convencer». No lo dudemos ni un solo ins­tante, esa segunda lengua no es otra que el frances, lengua ejemplar de las ciencias. Siglo y medio despues, Charles Bally comentaba ir6nicamente acerca del mito del «Orden natural»: «Existen algunos puntos de vista excesivamente generales y discutibles que se perpetuan porque aportan seguridad al espiritu o porque halagan al orgullo nacional. No hay nada mas sencillo que atribuir a un idioma las cualidades de l6gico, claro y otras cosas por el estilo. Pero, en la mayoria de los

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casos, de esta forma no se caracteriza a una lengua, sino a un pueblo. Ademas, unos mismos hechos provocan a menudo juicios sorprendentemente dispares. Por ejemplo, el frances ordena los elementos del enunciado por determinacion cre­ciente (une table longue de deux metres); el aleman, por deter­minacion decreciente (ein zwei Meter Zanger Tisch): excelente ocasi6n para pretender que una de estas construcciones es mas "logica" que la otra; solo que para unos es la alemana y para otros la francesa».

Beauzee quiso seguir los pasos de Diderot, pero, al menos en un aspecto, tuvo que discrepar del maestro al anotar que «la dimension analitica del frances no nos impide en absolu­to expresar el fervor, la elocuencia y la energia; simplemente nos priva de una de las maneras de hacerlo». Asi pues, el fran­ces, lengua clara y, al mismo tiempo, elocuente; de ahi que, «Si alguna vez deja ellatin de ser el idioma comun de los sabios de Europa, la lengua francesa habra de tener los honores de la preferencia». He aquila expresion rotunda del chovinismo.

Conviene no perder de vista que Diderot y Beauzee se es­taban refiriendo a lenguas como el griego, ella tin, el italiano, el frances, el aleman y el espanol, y que, decantadas hacia las ciencias o las letras, todas elias eran consideradas instrumen­tos nobles, especialmente si sus textos brotaban de la pluma de un homme de genie. Ahora bien, la cuestion y el tratamien­to eran totalmente diferentes al abordar las lenguas de pue­blos «extraflos»: «el uso habitual de articulaciones rudas es el indicador de un pueblo salvaje e incivilizado». Pocos aflos antes, en 1751, James Harris habia publicado su Hermes y establecido dos grlipos de lenguas. Por una parte, a las na­ciones mas sabias y con ideas mas nobles les correspondian «lenguas mas exactas y ricas»; por otra, los pueblos mestizos y compuestos poseian lenguas no analogicas, desarticuladas. Pese a todo, el ingles - la lengua de Harris- , aunque pertene-

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ciente a este segundo grupo, podia compensar con «abundan­cla» la falta de «belleza». Sin embargo, todavia se avanzaba una tercera categoria de lenguas: lade los pueblos orientales, pueblos tiranizados, «de ideas serviles y abyectas», raz6n por Ia cual «tambien eran abyectas sus palabras». Como ha escri­to Louis-Jean Calvet, durante el siglo XVIII result6 habitual Ia oposicion entre la civilizacion europea y la barbarie de los restantes pueblos, cuyo primitivismo era contemplado «como una forma inacabada de nuestra perfeccion». He aqui la ex­presion rotunda del etnocentrismo.

De esta forma, los cimientos del discurso prejudicativo fueron s6lidamente establecidos, y ni mas ni menos que por la autoridad impresionante de la Encyclopedie. Una vez mar­cadas las diferencias entre lenguas «primitivas» y lenguas «de cultura», asumida tambien la idea de la superioridad de las lenguas «analogicas» y sentenciadas las excelencias de un idioma capaz de asumir la condici6n de «internacional» y ve­hiculo de las ciencias, solo restaba pasar a la acci6n. Es decir: promocionar la lengua francesa (previamente consagrada en el templo de la sabiduria)"a la categoria de lengua de la liber­tad y de la Revolucion, en contraste con los patois que, como ha estudiado Mathee Giacomo, fueron considerados un obs­taculo para la circulaci6n de las ideas revolucionarias, e indu­so usados para finalidades subversivas. GHistorias antiguas? Consideremos ahora (nos encontramos en 1949) las palabras de Deixonne, padre de la Ley francesa sobre la ensefianza «de lenguas y dialectos locales», todavia en vigor: «La lengua, la literatura, el foldore, la historia de una region, constituyen una riqueza que nadie tiene derecho a arrebatar a las nacio­nes que son sus depositarias. Pero no seria enriquecedor, sino empobrecedor, substituir, aunque solo fuera parcialmente, por un idioma local, nuestra lengua nacional con sus prodi­giosos recursos; nuestra lengua nacional que ha sido univer-

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salmente reconocida como vehiculo de un pensamiento capa de traspasar fronteras y epocas». Asi que, gracias ala extrem generosidad de una ley jacobina, hoy es posible cursar un horita semanal de occitano, de breton, de euskera o de cata lan en algunos centros de ensefianza franceses.

Tampoco el genio de Rousseau pudo esquivar los ester.eo­tipos que configuraban el marco de opinion de aquellos tiem­pos. En el Essai sur l'origine des langues, de 1782, refiriendose a las primeras lenguas de los humanos, estableci6 diferencias en raz6n del clima. Con lo cual no hizo otra cosa sino conti­nuar una linea ya marcada por el Essai de Condillac, de 17 46. Condillac habia aireado la idea de que el clima determinaba el caracter de los pueblos y lade que este dejaba su huella en las lenguas. Tal suposici6n fue recogida por la Encyclopedie -con algunos cambios estilisticos-, y sus resonancias llegaron has­ta Rousseau, quien la recre6 bajo la forma de una bipolaridad: la·s lenguas del norte y las lenguas del sur.

Las lenguas del norte, asperas, vocingleras y claras; las del sur, elocuentes, vivaces y oscuras. Asi, las lenguas prim eras de 'los humanos. Yen lo concerniente a las actuales, el frances, el ingles y el aleman -lenguas del norte- eran corisideradas por Rousseau frias, hechas al razonamiento y la cooperaci6n; las del sur, en cambia, eran lenguas «para hablar de los misterios sagrados, imponer leyes a los pueblos y arrastrar a las mul­titudes» (el arabe y el persa, como ejemplos aducidos). Las primeras, valiosas en la escritura; las segundas, en el habla.

El argumento de la depresi6n climatica tuvo una infiuen­cia sin duda persistente. Tanta, que incluso Ferdinand de Saussure incurri6 en el desliz de aseverar que «el cli~a y las condiciones de la vida pueden llegar a infiuir en la lengua». Sin embargo, el ilustre linguista ginebrino reconoci6 que las lenguas de los lapones y de los finlandeses tenian mas ele­mentos vocalicos (o articulaciones abiertas) que el italiano.

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En los primeros aiios del siglo XX, al otro lado del Atlantica, Franz Boas, el gran pionero de la antropologia lingi.iistica, confesaba tener razonables dudas sobre la responsabilidad del clima en el talante de las lenguas autoctonas americanas, e ironizaba al respecto: «Algunos han postulado que el clima lluvioso y borrascoso de la costa norte del Pacifico provocaba un catarro cronico entre sus habitantes, y que esta situacion era el motivo de la pronunciacion gutural y de la aspereza de sus lenguas; en cambio, la suavidad del clima californiano era el factor causante del caracter eufonico de las lenguas de este territorio. No creo -aiiadia Boas- que unas investigaciones minuciosas puedan avalar estas teorias». Pero Rousseau no peco de chovinismo porque, en su opinion, las lenguas de la libertad eran las sonoras y armoniosas (las del sur), nacidas de la pasion; el frances, en cambio, no era otra cosa que una lengua para «los susurros de divan», incapaz de conmover a un pueblo. En resumen, el bueno de Rousseau incurrio en el prejuicio contrario.

El bueno de Jean-Jacques Rousseau, y tambien Wilhelm von Humboldt. El fundador de la Universidad de Berlin -di­plomatico, politico y eminente teorico de las relaciones entre pueblos, culturas y lenguas-, escribio en 1822 un opusculo sobre las formas gramaticales y sobre su incidencia en la ge­nesis de las ideas en el que se reflejaban prejuicios analogos a los que estamos comentando. Si bien esta vez pretendida­mente avalados por el conocimiento, innegable por otra par­te, que Humboldt poseia acerca de la estructura y tipologia de lenguas diversas. Afirmaba Humboldt que la facultad hu­mana dellenguaje se habia desarrollado de manera progre­siva y que habia que reconocer diferencias de grado entre las lenguas. Pero este hecho no constituia un obstaculo a la hora de considerar que «toda lengua se presta a los usos mas ajustados y tambien a los mas delicados y perfectOS». Tales

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propiedades derivaban de una condici6n esencial: todas las lenguas poseian los medias necesarios para expresar las re­laciones gramaticales; es decir, los papeles o funciones que cumplen las palabras en el ambito oracional (agente, objeto, instrumento, etc.). No obstante, segun e~ parecer de Humboldt, habia lenguas con formas gramaticales y otras sin elias. Len­guas sin formas gramaticales explicitas que, par lo tanto, ha­bian de recurrir al arden como marcador, cosa que imponia a los hablantes una tarea suplementaria: establecer las relacio­nes, en ausencia de las formas. Par el contrario, las lenguas con formas gramaticales (es decir, las flexivas o desinencia­les) ya suministraban de antemano las relaciones y liberaban el espiritu de sus hablantes, cosa que les permitia escalar con agilidad las cimas excelsas del pensamiento abstracto: «lana­ci6n que posea una lengua como las primeras podra ser, en muchos aspectos, inteligente, habil, llena de sentido practico para los asuntos de la vida cotidiana; pero el desarrollo libre y puro de las ideas y el placer del pensamiento abstracto no po­dran brotar de una lengua como esta». Si, en cambia, de una lengua flexiva como, par ejemplo, la lengua de Humboldt: el aleman.

Las exaltaciones y las defensas de las lenguas

Los maniqueismos lingi.iisticos de los grandes te6ricos de la Ilustraci6n y del Romanticismo europeos presentan varian­tes mas modestas en las apologias, excelencias y defensas de las lenguas. Pero seria a todas luces injusto equiparar, sin los necesarios matices, los reproches de los ricos con los de los pobres, colocando a unos y otros en un mismo casillero; ya que es evidente que hay maneras muy diversas de defender y de exaltar. En el ambito, pues, de las distinciones imprescin-

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dibles, la primera sera la separaci6n entre lenguas «fuertes» (o con amplias perspectivas de supervivencia) y lenguas «de­biles» (o amenazadas, en mayor o menor grado, de extinci6n). Aun mas: una lengua fuerte puede enfrentarse -y permitase­nos la metafora, a sabiendas de que las lenguas, por si mis­mas, no se enfrentan con nadie- con el resto de las lenguas, considerandolas inferiores e indignas de una vida normal. Se trata, ahora, del imperialismo o colonialismo linguisticos, y es el caso del castellano en America, del frances en Africa y del ingles en la India yen Norteamerica. Una muestra elocuente la constituye este texto del siglo XVIII, escrito por Lomonosov para el ruso (y aportado por Seriot): «Soberana entre muchas lenguas, la lengua de Rusia es grande por encima de todas las de Europa, no s6lo por la inmensidad de la tierras en que reina sino, todavia mas, por sus dimensiones y su opulencia».

Sin embargo, tambien una lengua fuerte puede contender con otra de su misma condici6n. Se trata, ahora, de un pro­blema de competencia, y son ejemplos de ello el castellano contra el frances, en el siglo XVIII; o, en nuestros dias, el fran­ces contra el ingles. Veamoslo en palabras de dos ilustrados. En los Origenes de la lengua espanola (1737), Gregorio Mayans rechazaba los paralelismos entre lenguas que Bouhours habia establecido al concluir que el frances era mejor que el espaiiol y el italiano. Mayans afirmaba: «Sepa, pues, todo buen espa­iiol y todo el mundo, que tenemos una lengua abundantisima y suave, y que podemos usar de ella con la mayor propiedad y energia, con brevedad, subll.midad, elegancia, armonia y, por decirlo en una palabra, con elocuencia». La actitud de competencia tambien se pone de relieve en la obra de Cap­many, y la podemos resumir con un texto de la Excelencia de la lengua castellana (1786): «el vulgo en Francia nose explica con tanta afl.uencia de palabras, variedad de dichos y viveza de imagenes como el vulgo de Espana; nisus poetas [ ... ]son

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com parables con los nuestros en la abundancia, energia y de­licadeza de expresiones afectuosas y sublimes pinturas que varian al infinito».

Muy diferente es el caso de las lenguas debiles tratando de sobrevivir ante la fuerza y, en ocasiones, contra el prestigio social y cultural de las lenguas poderosas. En este caso, no se trata ni de procesos colonizadores ni de competencias; es, mas bien, una cuesti6n de pura subsistencia y defensa, aun­que con frecuencia estas obras apologeticas toman prestadas las argumentaciones prejudicativas de sus hermanas mayo­res y caen, a su vez, en la tentaci6n maniquea. Y acaso no simplificaremos en exceso si establecemos una tipologia de estas obras clasificandolas en tres grupos distintos, con los prejuicios que conllevan. Y, al mismo tiempo, resultara tal vez ilustrativo ejemplificar estas historias, reales como la vida misma, con las apologias de la lengua catalana, en situaciones recesivas respecto de la lengua castellana.

Un primer grupo seria el de la esquizofrenia. Ante el em­puje de una lengua fuerte a la que le son reconocidos (habi­tualmente de grado) los latifundios de la ciencia, la educa­ci6n, los medios de comunicaci6n y los usos judicial y admi­nistrativo, la lengua debil reclamara un lugar en el templo de la poesia. Asi Tomas Forteza, (1886) que incluso sugiere un templo compartido: «Impere en buena hora, en el alcazar de la Ciencia, la lengua castellana, sin que por lo mism<;> niegue un sitial a su desfavorecida hermana; y que las puertas sa­gracias del templo de la Poesia queden a ambas francamente abiertas». Como ha seiialado Joan Sola, una de las caracteris­ticas de estos textos apologeticos es «la aceptaci6n o la de fen­sa de la reclusion del catalan en la vida familiar yen el terreno de la poesia». De alguna forma, algunos escritores daban por sentado que su lengua era «transpositiva» y que no era apta para la expresi6n publica y como v,ehiculo de las ciencias (te-

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rrenos que le habian sido vetados por ley), con lo que, en el fondo, algunos aceptaban de grado el mutismo.

Un segundo grupo se caracterizaria por la reacci6n de­fensiva, que en algunos textos llegara a superar todo come­dimiento, resultando la lengua debil elevada en solitario a las cumbres altisimas de la perfecci6n absoluta. En 1814, Josep Pau Ballot escribia en el pr6logo de su Gramatica y apologia de la llengua catalana: «Es la lengua catalana no s6lo propia y verdadt?ra lengua, sino sencilla, clara, pura, energica, conci­sa, abundante, fiuida y natural; y es tan ajustada, cortesana y dulce [ ... ] que no hay lengua que con palabras mas breves exprese mas altos y mejores conceptos, presentando en todo una viva semejanza con su madre latina». Avalancha de ad­jetivos que recuerda los de un texto muy anterior de Joan Batiste Ballester (16_67), aportado por Vicent Pitarch: «Que la lengua valenciana sea la mejor de todas las de Europa, de­jando aparte la lengua sagrada que es la hebrea, es algo que yo ri.o me atreveria a publicar, si no es porque ya lo he de­fendido en condusiones publicas; y es cierto porque ademas de la gracia, brevedad, concision y energia, es muy ajustada, significativa, conceptuosa y aguda, y posee valentia enfatica, fuerza y majestad en sus palabras». Como se ve, en ambos casos se manifiesta una autocomplacencia solipsista que tra­ta de refugiarse en adjetivaciones indemostrables para can tar las supuestas excelencias de una forma de hablar por encima de todas las demas.

Un tercer grupo supondria una via intermedia entre la ti­midez y la exaltaci6n (dos maneras de nadar contra una co­rriente poderosa, en inferioridad de condiciones), mas ut6pi­ca que real: la valoraci6n de la propia lengua como una mas y con los mismos meritos que cualquier otra, pese ala ausencia de cultivo literario y, por lo mismo, a su empobrecimiento como vehiculo de cultura. Esta es la linea de la mayoria de

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las defensas de la lengua catalana en los siglos XVIII y XIX.

Un ejemplo avanzado en el tiempo (previa al depliegue de las ideas ilustradas, como establece Modest Prats) nos lo ofrece, hacia 1731, Agusti Eura en su Controversia sabre la perfecci6 de l'idioma catala, cuando afirma: «el Idioma catalan no debe nada a nadie». Una presentacion pormenorizada de este ter­cer tipo de posiciones podria llegar a resultar prolijo, y por esta razon nos limitaremos a unos pocos ejemplos, a partir de la obra de Pftarch. Carles Ros, en Cualidades y blasones de la lengua valenciana (1752) establece una posicion de equili­bria: «Alabar cada nacion su lengua es tan natural que, de lo contrario, faltarian sus individuos a la obligacion de buenos patricios. Apasionarse tanto a ella, sublimandola sabre todas, seria vencerse de su maternal afecto. Por tanto, no es mi pre­tension en este escrito, probar que nuestro idioma valencia­no sea el mejor, ni tan buena como el que mas; si solamente manifestar sus Cualidades y algunos blasones». Lluis Galiana, en la carta dirigida a Carles Ros que abre la Rondalla de Ron­dalles (1768), establece la equiparacion entre el catalan y el castellano en los terminos siguientes: «no solo es apreciable por ser breve y agraciada, sino tambien por ser capaz de toda aquella majestad que se da a la castellana, tan propia para hablar de asuntos serios, como reputada siempre por gloria especial de este idioma». Y Marc Antoni d'Orellana, en Valen­cia antigua y moderna, declara en diversas ocasiones que no esta en su animo menospreciar lengua alguna («todas tienen su particular merito»), y que lade Valencia «no madrugo me­nos que las otras en pulirse y mejorarse, elevandose a clase de lengua muy elegante».

Son solamente algunas muestras de la tendencia acaso mayoritaria: ni timidez ni exaltacion, equilibria. Equilibria en las declaraciones de principios; pero desbarajuste en las argumentaciones aportadas para defender una igualdad que,

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por principia, nunca se habria puesto en duda de haber sido otras las circunstancias. Desbarajuste en las argumentacio­nes, a causa de la ignoracia que crea mitos (la lengua que mas se asemejaba a la latina, seg(m Eura; lengua breve, dulce y suave, para la mayoria de los autores). Aunque tal vez me­rezcan ser disculpados porque trataban de defender una len­gua considerada moribunda. Opiniones como estas -etereas,. apasionadas e inverifi.cables- se encuentran hoy difundidas por todos los rincones y configuran nuestro bagaje, grande o pequeiio, de estereotipos. Son la herencia de un Roman­ticismo que exaltaba las glorias provinciales (de provincias pequeiias y de provincias extensisimas), con cuantos matices quiera cada cual establecer. Ahora, sin embargo, sera forzoso que abandonemos los tiempos hist6ricos para dirigir nues­tra mirada hacia el presente, no sin recordar la necesidad de exonerar a las lenguas de toda mania persecutoria: no les pi­dames que realicen unas tareas para las que jamas estuvieron dotadas. Una bandera es una bandera; una lengua, no.

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~ I

CAPITULO 3

Primer peldano: los prejuicios inocentes

•La mayoria de las lenguas amenazadas del mundo pertenecen a comunidades no soberanas, y los factores principales que impiden el desarrollo de estas lenguas y aceleran el proceso de substituci6n

lingiiistica son Ia falta de autogobierno y Ia polltica de Estados que imponen su estructura polltico-administrativa y su lengua.•

Dec/araci6n Universal de Derechos Lingiilsticos

Lenguas «faciles», lenguas «diflciles»

La realidad actual de los prejuicios linguisticos es sumamen­te compleja; pero si tratamos de ordenar un poco el itinera­rio de su examen no sera mal remedio escoger un camino in crescendo: desde los prejuicios que revelan una incultura no deseada basta aquellos en que juega un papel determinan­te la ignoracia responsable y, todavia mas, los que pueden ser denunciados como promoci6n explicita de la ignoran­cia. Todas las monedas tienen dos caras inevitables, y de la misma manera que la historia de la linguistica (en algunos de sus aspectos) era reformulada, hace un momento, como una historia de los prejuicios linguisticos, tambien ahora la historia de la educaci6n puede ser contemplada, en gran medida (y salvando tantas excepciones como uno quiera), como la historia de la promoci6n de la ignorancia. No nos engaii.emos: salvo singularidades heroicas (o muy imagina­tivas), la educaci6n no suele ser sino la transmisi6n de los estereotipos por los que funcionan las colectividades huma­nas. Volvamos a insistir en ello: salvo excepciones heroicas. 0 sumamente imaginativas.

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El camino in crescendo empieza ahora con los prejuicios inocentes, cuya responsabilidad (o irresponsabilidad) hay que asignar a las personas que han sido el objeto pasivo de una educacion conyencional promotora de modelos para la pervivencia del etnocentrismo; de una educacion que loa las glorias patrias y nos quiere instalados en el mejor de los mundos posibles; de una educacion que pretende recluirnos en unas fronteras que algunos desearian cerradas a piedra y lodo. Hemos de ser comprensivos con el maleducado involun­tario, pero al mismo tiempo habremos de ser implacables con la mala educaci6n y con sus promotores. A estos ya los encon­traremos en capitulos venideros; vayamos ahora con los es­tereotipos, acaso inocentes, de la mala educaci6n lingiiistica.

Podemos convenir en que los prejuicios populares mas persistentes son tres, yen todos los casos se presentan, como ya podiamos imaginar, bajo la forma de una dicotomia: hay lenguas «faciles» y lenguas «dificiles»; lenguas «suaves» y «as­peras»; con «muchos hablantes» unas y «con pocos hablan­tes» las otras. Ni que decir tiene que esta Ultima pareja es la publicitada por los sofiadores de imperios, ansiosos por au­mentar, o al menos inantener, el numero de sus fieles (tam­bien dejamos para mas tarde a quienes suefian con imperios y a sus maestros misioneros).

La primera de las dicotomias sefialadas es casi una ri­diculez. Edward Sapir, el gran lingiiista y antrop6logo ameri­cana, consigui6 un dominio aceptable de la lengua japonesa en cosa de una semana. Claro esta que, por desgracia, no so­mos Sapir, aunque tampoco es esta una manera seria de plan­tear el problema de la facilidad. En cualquier caso, el ejem­plo sapiriano nos obliga a comenzar con algunas preguntas sumamente elementales: l,lengua facil o dificil para quien?; l,COn que condiciones naturales (hay gentes mas o menos do­tadas para la musica, las matematicas, las lenguas ... )?; l,COn

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que actitudes y predisposiciones (hay gente curiosa, abierta, con ansia de aprender ... )? Lo cierto es que quienes t ildan a una lengua de «dificil» no parecen ser personas animadas a aprenderla, suelen encontrarse comodamente instaladas en el monolingi.iismo, y probablemente sienten alguna desazon si en su entorno hay personas que hablan una lengua distinta de la propia.

~Lenguas dificiles? Ahora nos asomaremos por un instan­te a una muy «dificil», de la mano experta de Sapir. La lengua chinuca (del rio Columbia, en los actuales Estados Unidos de America) se caracteriza por su altisimo grado de sintesis; t im alto que en ella encontramos palabras-oracion. He aqui una: inialudam. En esta expresion: i- significa «pasado reciente»; -n- es igual a «yo»; + (en posicion interior) vale por el pro­nombre de tercera persona, referido a objetos (aproximada­mente «lo»); -a- significa «ella»; -l- es un indicador bacia el segmento anterior y quiere decir que -a- se ha de entender como «beneficiaria»; -u-se interpreta como «movimiento con que el hablante se aleja dellugar en el que estaba»; -d- quiere decir «dan> (y no piense alguien que el castellano y el chinuco pertenecen a la misma familia lingi.iistica); finalmente, -am significa «venir». Tenemos ya las piezas del rompecabezas; solo nos queda llegar de un salto a la vision global de.la ima­gen reconstruida: He venido para darselo a ella. ~Muy dificil? Habria que preguntarselo a uno de los treinta hablantes que quedan del chinuco, lengua definitivamente condenada ya a la desaparicion. Y nos responderia que somos nosotros quie­nes nos complicamos la vida innecesariamente con nuestras extravagantes lenguas indoeuropeas. Y (_que dirian nuestros antepasados, los apologistas y defensores de las lenguas «bre­ves», ante una tan «breve» como el chinuco?

Asi pues, inialudam quiere decir He venido para darselo a ella. Y (_que tal si ahora hacemos un ligero ejercicio de desfa-

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miliarizacion con esta oracion ya traducida que, forzoso es reconocerlo, usamos con la misma facilidad con que respi­ramos? Empecemos: he se opone a has y ha, y esto significa «primera persona». Pero como estas tres formas se oponen globalmente a hemos, habeis, han, resulta que he significa, ademas, «singulan>. Todavia mas: las seis formas que estamos contemplando ocupan un espacio que queda delimitado, de una parte, por habia, habfas ... y, por otra, por habre, habras ... En consecuencia, he es una seiial compleja que nos indica: «la accion que se expresa acto seguido hade ser entendida en re­lacion a un pasado inmediato que casi roza el presente. Ade­mas, esa accion es cosa mia.» Continuemos: ven- quiere decir: «desplazarse hacia otro u otra cosa»; -(i)do vale tanto como «perfeccion de la accion»; para significa «finalidad» (y nuestro amigo del rio Columbia se sorprenderia por esta forma, para el superflua); dar se interpreta como «hacer que alguna cosa pase de manos de una persona a manos de otra»; se repre­senta a un «beneficiaiio»; lo significa «objeto»; a, como diria Sapir, no se puede definir satisfa<:toriamente y, segun los con­textos, indicara direccion, lugar, beneficiario ... Precediendo a ella quiere decir esto Ultimo, y, de nuevo, nuestro amigo chinuco se extraiiaria (tal vez los hablantes castellanos, pen­saria, aman la redundancia o aprecian mu~ho a los destina­tarios de los regales). Por ultimo, ella: esta forma, opuesta (solo gramaticalmente) a el quiere decir «femenino»; opuesta a ellas (solo gramaticalmente, tambien) significa «singular»; por encima de todo, significa «persona».

Asi pues, yen cuanto al grado de dificultad o facilidad, la lengua chinuca y la lengua castellana son identicas ... para el chinuco nativo y para el castellano nativo, respectivamente. Este ha de ser el planteamiento equitativo del problema y no el subyacente a las tres preguntas anteriores (para quien, con que condiciones y con que predisposiciones). Para el hablante

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nativo no existe una lengua «diffcih. Lo saben muy bien los lingilistas y los psic6logos; pero sobre todo lo saben los ha­blantes nativos. Y todavia esta por demostrar que los niiios y niiias chinos o alemanes tarden mas en comenzar a hablar que las criaturas castellanas, catalanas o francesas. Conviene que nos igualemos los unos a los otros y que admitamos que la «dificultad» o la «oscuridad» de algunas lenguas no es sino un fantasma creado por la omnipresencia de la lengua que nos ha tocado en suerte y que nos resulta «facil» y «clara». Queda pendiente, por supuesto, una cuesti6n obvia: hay len­guas cuyo aprendizaje se nos hace muy cuesta arriba, ya sea por nuestra poca destreza o porque el tiempo de aprenderlas acaso ha quedado ya lejos; pero esta cuesti6n no debe hacer­nos perder de vista que todas las lenguas, para sus hablantes, son sus lenguas.

lenguas «suaves», lenguas «asperas»

La segunda de las dicotomi~s que se constituye como prejui­cio popular califica (y clasifica) a las lenguas como «suaves» unas y otras «asperas». Si bien con frecuencia se emplean otras etiquetas, especialmente para el polo peyorativo: recor­demos a Dante que, hablando del volgare de Aquileya, usa­ba el termino «eructo». Agusti Eura, ya citado, escribia en su Controversia: «Se prueba la bondad del idioma catalan porque se articula con aquellos instrumentos que la naturaleza ha destinado para hablar, como son la lengua y los labios [ ... ],a diferencia de otros idiomas que se hablan con el gaznate ... » Y no olvidemos los mitos del frances como lengua clara y musi­cal; o del castellano en boca de Mayans: «sus vocablos regular­mente son grandes, y esto hace ellenguaje majestuoso, [ ... ] la oraci6n armoniosa.»

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En todos estos casas, el etnocentrismo tiene una version peculiar: el fonocentrismo por el que convertimos en punta absoluto de referenda los patrones f6nicos que nos resultan familiares . Estos seran la norma, y los otros modos de hablar no seran sino rarezas, formas caprichosas e incluso aberra­ciones que se podran ridiculizar sin piedad (los chistes sabre los «otros») y con escasa categoria moral.

La pareja «Suave» y «aspera» admite significativas varia­ciones. «Suave», «dulce» y «musical» suponen valoraciones positivas; pero la <<suavidad» puede llegar demasiado lejos, y por eso hay quien habla de lenguas «femeninas» (recotdemos de nuevo a Dante y a los dialectos del Lacio). A partir de este momenta, habra que hacer juegos de manos porque -ya lo sabemos- estos prejuicios funcionan como dicotomias: aha­ra, el otro miembro de la pareja perdera la «aspereza» y ten­dra que ganar connotaciones positivas; por eso hay tambien lenguas «viriles» y «energicas» (las que antes eran «asperas»), aptas para la aratoria, el comercio, el mando de los ejercitos. La mujeres, ya se sabe, encerradas en casa.

Esta transposici6n de las categorias sexuales a las lenguas es un caso sorprendente de antropomorfismo. Claro esta que las lenguas carecen de sexo; pero hay personas que no se que­dan tranquilas a menos que resuelvan los misterios de la vida reduciendolos a los patrones de lo que se supone familiar, y que, por lo tanto, acaban confundiendolo todo. Es el procedi­miento perfecto para pasar del misterio al desbarajuste, par- . que el traslado del esquema macho-superior/hembra-inferior (en si mismo irracional) al dominio de las lenguas convierte a nuestro amado mundo lingiiistico en un haren, acaso en un gallinero.

En el panorama lingiiistico del mundo encontramos casas sorprendentes. Escribe Mary R. Haas que en la lengua coa­sati (en la actual Louisiana) se podian hallar diferencias sis-

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tematicas entre las formas que usaban las mujeres y las que empleaban los hombres. Con un ejemplo sera sufi.ciente: si las mujeres pronunciaban una palabra acabada en vocal nasal o en consonante nasal o liquida, los hombres reemplazaban este sonido por el de una -s (kan/kas: «el dice>>; iltocin6n/ iltoci­n6s: «nO trabajeS>>). Y esta es la valoraci6n de los indios adul­tos: «Uno de mis informantes -escribe Haas- piensa que el habla de las mujeres es mejor que el de los hombres. Dice que las mujeres hablan "con mas facilidad, mas detenidamente y con mayor suavidad. Suena bonito. El habla de los hombres tiene demasiadas eses".>>

Un caso analogo lo presenta Sapir en un estudio breve so­bre la lengua yana, del norte de California. En ella, las formas femeninas son mas breves y las masculinas mas largas (por ejemplo, p'atc"/ p'adja: «nieve>>; i'laza!i'lala: «estrella»). Lo cu­rioso del caso es que «las formas masculinas son usadas por los hombres solamente cuando hablan con hombres, mien­tras que las formas femeninas son usadas por las mujeres tanto si hablan con mujeres como si se dirigen a los hom­bres, y tarnbien por los hombres cuando se dirigen a las mu­jeres. Dicho de otra forma: las formas ferneninas se utilizan, aproximadamente, tres veces mas que las masculinas», raz6n por la cual se explicaria su desgaste. Asi pues, en el espacio de una deterrninada lengua podemos encontrar diferencias de uso por raz6n del sexo de los hablantes, como ha destacado Robin Lakoff al estudiar ellexico.

Casos especiales como estos son hechos de lengua, datos, por otra parte, cuya interpretacion podria resultar arriesga­da. Por esta raz6n, el propio Sapir hablaba, sin excesiva con­vicci6n, de un posible simbolismo: las formas breves del yana tal vez habrian jugado el papel de marcadores desconsidera­dos de «Una condici6n [social] inferior>>. Ahora bien, con el mismo criterio podriamos sacarnos de la manga otras inter-

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pretaciones simb6licas, tambien injustificadas, cuya validez dependeria exclusivamente de la imaginaci6n del interprete. Por ejemplo, un mayor sentido de la economia entre las mu­jeres; o pocas ganas de perder el tiempo precioso. Como hoy todo el mundo sabe (o mejor dicho, como sabe todo aquel que quiere saber) las estructuras de las lenguas no favorecen in­terpretaciones. Podemos encontrar lenguas analiticas (el chi­no) y sinteticas (ellatin); con tendencia al monosilabismo o al polisilabismo; con tres, cinco o siete vocales (entre muchas otras posibilidades); con abundancia afijal, etc. Pero nunca podran ser asociadas estas caracter.isticas con rasgos cultura­les, fisicos o de cualquier otra indole. Y es que la Linguistica hace ya tiempo que abandon6las fantasias romanticas.

Los ejemplos del coasati y del yana nos presentan una muestra de variaci6n (determinada por el sexo de los hablan­tes) dentro de una lengua, y tienen el caracter, ya lo hemos di­cho, de hechos objetivos. Pero la comparaci6n valorativa en­tre lenguas diferentes es una historia muy otra: instalado el prejudicador en la propia lengua (que, o bien queda al margen del problema, o bien es considerada superior y, por lo tanto, energica y viril), las otras lenguas seran tildadas de superio­res o de inferiores, segun sea el grado de simpatia o antipatia que sienta por pueblos y hablantes. No hace falta decir que, en estas valoraciones, podrian llegar a desempefiar un papel fundamental los ingredientes ideol6gicos y las afinidades cir­cunstanciales del prejudicador con movimientos que, en oca­siones, pueden tener mucho que ver con las fantasmagorias tragicas del fascismo.

Sin embargo, las lenguas no entienden de estas diferen­cias. L«Suaves» o «asperas»? Todos los humanos tenemos unos instrumentos, ligeros y sensibles, llamados «cuerdas vocales», que producen el tono de las voces: mas agudo o mas grave en funci6n de cada persona; mas placentero 0 mas

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rechinante dependiendo del grado de esfuerzo o a causa de alguna inflamaci6n. Y tambien son cosa nuestra las cavida­des supragl6ticas, responsables de un complejo sistema de resonancias que configuran el timbre unico de cada voz. Las lenguas, en cambio, ni tienen cuerdas vocales, ni cavidades supragl6ticas: las lenguas son sistemas en manos de sus ha­blantes, y los sistemas, por lo que sabemos, no tienen sexo, ni son suaves o energicos o bonitos; son redes de relaciones, y en ningun caso son ilicitas.

lenguas «con muchos hablantes»,lenguas «con pocos hablantes»

La tercera de nuestras dicotomias populares afirma que hay lenguas con muchos hablantes y otras con pocos hablantes. Es algo que nadie puede negar, de la misma forma que nadie osara negar que en el mundo haya mas caballos que ballenas blancas. Lo que sucede aqui, sin embargo, es que los hablan­tes ordinarios de una lengua jamas se han podido ocupar de ir' por el mundo realizando recuentos lingiiisticos, y por esta raz6n tendremos que creer a ciencia cierta que son otros quienes les han hecho el trabajo y les han proporcionado las cifras ... redondeadas, frecuentemente con generosidad, hacia arriba, si era eso lo que en realidad interesaba. En estos casos, la inocencia del hablante corriente noes sino la cara positiva de la otra cara, la negativa: la de los patrocinadores de ciertas cifras. Nos hallamos, pues, ante un caso tipico de ignorancia inducida.

El problema que ahora planteamos es de tipo numerico (aunque las interpretaciones de las frias cifras sean muchas veces interpretaciones febriles), y por eso jugaremos bre­vemente con los numeros. Se dice que habitamos el mundo unos cinco mil q~inientos millones de personas, y que nos

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hallamos distribuidas en unas ciento ochenta y cinco fran­teras estatales. Por otra parte (y ahora los cal.culos son poco dignos de credito porque ningun organismo cultural interna­cional se ha tornado la molestia de establecerlos), se afirma que el numero de lenguas del mundo se situa en torno a las cuatro mil; aunque algunos elevan la cifra hasta mas alia de las seis mil. Este margen escandaloso tiene causas diversas. La indiferencia a que nos acabamos de referir es una de ellas; pero tambien las difi.cultades que existen para tomar unas ti­jeras hipoteticas que permitan decidir que es una lengua (di­ferente de las otras) y que es un dialecto (por cierto: algunos secesionistas, gentes barbaras e incultas en lo que concierne a la Lingiiistica, conservan ocultas estas tijeras magicas, y com­ponen con elias los mapas de las lenguas con una seguridad que solo es comparable con su estulticia).

Dos operaciones muy simples no.s permitiran centrar el problema. El total de la poblaci6n humana, dividido por cuatro millenguas, nos da 1.375.000 hablantes para cada una de ellas, en terminos absolutos. Y si dividimos el nume­ro de lenguas por el de los estados (185) el resultado es de 21'6 lenguas por estado (tambien en terminos absolutos), cosa que hara temblar de indignaci6n a los amantes y mili­tantes del monolingiiismo que, si por regla general, tienen tendencia a aceptar una sola lengua para cada estado, seve­rian abocados a borrar de un plumazo las restant~s tres mil ochocientas quince lenguas. Pero, incluso desde el pun to de vista del monolingiie militante, ciento ochenta y cinco len­guas (una por estado) son demasiadas: su mal menor, ante la imposibilidad factual de reducirlo todo a una sola lengua, sera aceptar por fuerza las diez 0 doce con mas hablantes (aunque el ya tenga suficiente con la suya y siga conside­rando caprichoso que otros mantegan en vigor tantas y tan peregrinas hablas).

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Sigamos con los guarismos. En el presente, los datos sobre el numero de hablantes de cada lengua son oscilantes, si nos atenemos a las estadisticas, porque, en general, se basan en censos antiguos que, en el mejor de los casos, h"!-n sido extra­polados con la finalidad de obtener una pintura mas fiable y actualizada del panorama lingiiistico. Con todo, hay que te­ner en cuenta que en algunas zonas del mundo la explosion demografica es fortisima, mientras que en otras se da una tendencia al crecimiento cero. Asi pues, vamos a confeccionar unas listas de hablantes (de mayor a menor numero), taman­do las cifras de tres obras relativamente recientes: en la pri­mera columna figuran las de Les langages de l'humanite (Paris, 1983), de Michael Malherbe; en la segunda, las de Langue et societe (Quebec, 1986), de Jacques Lecrerc, yen la tercera las del Compendium of the World's Languages· (Londres, 1991), de George L. Campbell; y tomaremos como pun to de referenda para el orden los datos de esta Ultima obra (por descontado que se expresan en millones de hablantes).

LENGUA MALHERBE-83 LECLERC-86 CAMPBELL-91 Chino 700 632 1200 Ingles 320 352 350 Espaflol 190 263 300 Hindi 280 250 225 Ruso 160 194 160 Bengali 125 150 165 Arabe 130 150 150 Portugues 130 132 125 Japones 110 117 120 Aleman 90 120 90 Frances 70 80 71 Italiano 65 66 60 Coreano 52 59 60

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He aqui algunas lenguas cuyo numero de hablantes supera la cifra de cincuenta millones. Pero bajemos ahara, de golpe, a anotar unas pocas que se situan entre los quince y los cinco . millones:

LENGUA MALHERBE-83 LECLERC-86 CAMPBELL-91 . Hungaro 12 13 14 Checo 10 11 10 Bulgaro 9 9 8 Quechua 10 10 8

Nepali 8 10 8 Catalan 6'5 8 6

Y ahara solo cuatro por debajo del mill6n:

LENGUA MALHERBE-83 LECLERC-86 CAMPBELL -91 Nahua Euskera 0'8 0'6

Gales 0'8

Navajo 0'1

Finalmente, las cifras de algunas lenguas con un numero aun mas reducido de hablantes: ellap6n (35 .000), el dacota o siu (20.000), el cheroqui (10.000), el havayano (7.500), el fox (5.000) ... Y todavia hay en el mundo lenguas que cuen­t an con unos pocos centenares de hablantes -e incluso con unas pocas docenas- que son usadas por la generaci6n delos ancianos y, en consecuencia, condenadas a la desaparici6n (se estima que en los pr6ximos dos o tres decenios algo se­mejante le puede suceder a al inenos unas dos millenguas). Como afirma reflexiva y sabiamente Juan Carlos Moreno, cuya propuesta sabre los nombres de las lenguas del mun­do seguiremos fielmente en esta obra: «Hoy dia que tanto se habla de las especies animales en peligro de extinci6n, que

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constituyen una l6gica causa de preocupaci6n en las personas amantes de la naturaleza, parece obligado abogar por la gran cantidad de lenguas y culturas que estan a punta de desapa­recer ante el empuje de los imperialismos lingiiisticos, econ6-micos y culturales.»

Respecto a las tablas anteriores, se habra podido compro­bar que las diversas cifras rara vez coinciden entre si. Prac­ticamente hay unanimidad en casos como el checo; hay una concordancia aproximada en lo que concierne al italiano; pero hay diferencias sorprendentes en cuanto se refiere al hindi, debidas sin duda a las dificultades de los censos. Por otra par­te, ante las oscilaciones del ingles, del espaiiol y del ruso, cabe seiialar que las diferencias pueden depender de si se consi­dera solamente a los hablantes nativos o si se incluye a la:s personas que tienen estos idiomas como segunda lengua, ya sea por elecci6n o por imposici6n hist6rica: con demasiada frecuencia los contables de las lenguas millonarias actuan como ciertos leucocitos que fagocitan estadisticamente a las lenguas «pequefias», defendiendose de no se sabe que peli­gro inminente. Tenemos un paradigmatico ejemplo de ello en «Los alegres guarismos de la demolinguistica», conferencia que Gregorio Salvador pronunci6 el afio 1983, recogida en ellibro Lengua espanola y lenguas de Espana (1987). Su autor quiere someter a examen la famosa cifra de los trescientos millones de castellanohablantes y, tras pasar revista al des­ajuste numerico, da como cifra orientativa la correspondien­te al «numero de habitantes del mundo hispanico» (266 mi­llones en 1981; 303 en 1985), sin tener en cuenta que el re­sultado es sumamente discutible porque es obvio que en sus recuentos el «mundo hispanico» es el mundo de los «estados hispanicos». Mas generosamente todavia, Salvador avizora el futuro y, de la mano de Damaso Alonso, suefia con un afio 2000 en el que quienes hablaran castellano (lengua que debe

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ser considerada tan buena -o tan lengua, no incurramos en prejuicio- como cualquier otra) llegaran a ser 500 millones.

Lo que es inquietante de este juego es que, redondeadas por encima, con generosidad y en proyecci6n de futuro estas cifras de la lengua castellana, el autor pase a examinar «las otras lenguas de Espana» y empiece con las siguientes pala­bras: «Por supuesto, no voy a hablarles del gaelico, del sindhi o del quicongo, cuyas cifras de hablantes, arriba o abajo, poco nos pueden importar, sino de las otras lenguas de Espana, que esas si que nos interesan y nos afec~an.» Para empezar, es sorprendente que un autor que se considera dialect6logo y sociolingtiista manifieste su desinteres hacia alguna de las lenguas del mundo. El texto hubiese quedado mas limpio asi: «[ ... ] cuyas cifras de hablantes, arriba o abajo, no son ahora materia de examen ... »

Sin embargo, la cuesti6n principal no tiene nada que ver con la correcci6n de estilo y por eso tendremos que dilucidar cual es el interes del autor hacia las «otras lenguas de Espa­na». Le interesan -y le afectan- porque han iniciado proce­sos de normalizaci6n que, segun el, conducen ala creaci6n de lenguas artificiales o «academicas», alejadas de la viva reali­dad. Y (_cual es la realidad para Gregorio Salvador? En el caso del euskera, la mutua intercomprensi6n entre unos dialectos que -sigue el autor- son lenguas diferentes. En otros casos, como el gallego, es la lengua viva la que rechaza las artificio­sidades normalizadoras. En cuanto al catalan, es considerado un caso aparte: suerte que la regulaci6n de Fabra -se hizo en otros tiempos porque, de lo contrario, las criticas forasteras que recibi6 en su momento tan monumental tarea serian hoy pan corriente, como en los dos casos aludidos.

Gregorio Salvador - y que nadie p1ense que quien esto escribe tiene el gusto de conocerle- de vez en cuando afir­ma cosas muy razonables. Como cuando considera r idicu-

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lo crear catedras de «Lengua y Literaturp. valencianas» o de << Lengua y literatura catalanas: modalidad balear». <<Todo esto -escribe sensatamente Salvador, para quien esta fuera de toda duda la unidad de la lengua catalana- no ya para un romanista, sino para cualquier aprendiz de fil6logo, resulta risible e irritante». Salvador toma como pun to de referenda las cifras algo envejecidas de Roland Breton (Geographie des langues, 1976): catalan, 8 millones; gallego, 3; euskera, casi 1 y recalcula los numeros ... ala baja. Al catalan le otorga - y quiere actuar con generosidad- entre seis y seis millones y medio de hablantes; al gallego, poco mas de dos millones; al euskera, algo mas de seiscientos mil. No le discutiremos las cifras, acaso porque nos falta paden cia para hacer perso­nalmente los recuentos: ni siquiera una larga vida nos daria el tiempo necesario . Pero convendria determinar por que en un caso se redondean los millones al alza, teniendo en cuenta a todos los habitantes del mundo hispanico, mien­tras que en otros se hila muy delgado y a la baja. Puestos a calcular trescientos o quinientos millones de hablantes, Gpor que da la sensaci6n de que resultan molestas las len­guas <<pequeflas», y hay quienes emplean su tiempo y sus desvelos en escamotear un milloncito de hablantes por un lado y doscientos mil por otro? GSera producto de la desaz6n ante la diferencia y de la fe irrefrenable en un mundo que solo puede ser entendido como un conjunto de estructuras politico-administrativas uniformizadas?

Todo resulta diafano, sin embargo, cuando Salvador escri­be lo siguiente: <<hay una tendencia, creciente en los ultimos decenios, a considerar como un drama la desaparici6n de len­guas minoritarias. Y yo he de decir algo que en estos tiempos se tiende a percibir como agresivo: que esa desaparici6n yo no la considero un drama, sino to do lo contrario [ ... ]. Sin la paulatina y constante desaparici6n de lenguas minoritarias,

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a traves de los siglos, la atomizacion linguistica seria de tal envergadura que esta misma reunion que estamos celebran­do resultaria del todo imposible [ ... ] y, por supuesto, yo no podria ejercitar mi facundia fuera de los limites estrictos del casco urbana de mi pueblo natal». Esta es, muyprobablemen­te, la cuestion de fondo: la libertad que algunos se otorgan de ir por el ancho y diverse mundo hablando solo una lengua. Y hay tambien otra cuestion de fondo, pero esa nos llevaria a hablar, una vez mas, de la expresion del egocentrismo y del etnocentrismo.

En lo que se refiere al numero de hablantes, es frecuente la argumentacion a favor de las lenguas multimillonarias, en razon de unas hipoteticas posibilidades comunicativas. Des­de el punto de vista de las frias estadisticas esta claro que los hablantes del chino mandarin se pueden comunicar con mas personas que quienes tienen como lengua propia CipO­brecitos!) el ingles. Ya se intuye que esto de las estadisticas no acaba de encajar del todo. Por su parte, los griegos solo se pueden comunicar con diez o doce millones de personas, mientras que un castellanohablante cuenta con trescientos millones de interlocutores potenciales. <,Quien y cuando ha­blara con tantos? Hay que bajar de las nubes estadisticas y pisar la buena tierra de la realidad: los hablantes normales (no los altisimos ejecutivos, los diplomaticos y los catedrati­cos de universidad), los que trabajan cada dia a pie de obra y salen de casa, suben al metro o al autobus, llegan ala oficina y, si acaso, veranean en un apartamento de la costa (tercera linea de mar) a pocos centenares de kilometres de su casa, estos no sueiian con millones. Y tienen mucha suerte si pue­den contar con los dedos de las manos esas buenas amistades que convierten la vida en un placer. Hay que ver con clari­dad: si alguien necesita otra lengua, la aprendera con agrado y sin complejos; pero lo que no puede pretenderse (porque

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CAPITUL04

Segundo peldano: los prejuicios culturales

<<Toda comunidad hnguistica tiene derecho a codificar,

est andarizar, preservar, desar rollar y promover su sistema linguistico, sin interferencias inducidas o forzadas.>>

Declaracion Universal de Derechos Lingilisticos

Prejuicio lingliistico y cultura

Nuestro camino in crescendo sube ahora un peldaiio. Este simil de la escalera ya era conocido y usado por los a:ntiguos griegos y fue aplicado al crecimiento del saber: todo comenzaba en la peira o habilidad de uso; en un segundo escalon descansaba la empeiria, es decir, el conocimiento pr;ktico; un poco mas arri­ba se encontraba la tekhne (la ars de los latinos), saber cualifi­cado; finalmente, la episteme o ciencia, patrimonio exclusivo del fil6sofo, el que conocia las causas de las cosas. Hay, sin embargo, caminos y caminos, escaleras y escaleras; y el que se escoge en estos momentos no es el camino del conocimiento y de la ciencia. Es, mas bien, un trayecto aspero: el que va des de la cando rosa ignorancia ala irresponsabilidad culpable. Es, pues, una bajada a los infiernos que ahora se detiene en el purgatorio.

Las gentes de cultura (los sabios, incluso) no suelen tener la costumbre de incurrir en tosquedades. Para ellos, la bon­dad o la maldad de las lenguas es una cuesti6n sin sentido alguno. Pero habra que admitir -o al menos asi lo pretenden algunos- que no todas las lenguas son iguales. Unas -se afir-

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rna- son mas ricas en vocablos y otras, mas pobres. No en balde hay lenguas con una literatura esplendorosa y, en cam­bio, hay otras en las que solamente se hallaran unas pocas cancioncillas con las que amenizar las bodas, las cosechas y las despedidas hacia aquellas tierras de las que jamas se podra tornar; en resumen, poca cosa. Las gentes de la calle, por el contrario, no tien~n el gusto de saber si el vocabulario del in­gles es mas rico que el de la lengua cuaquiu; o si en sanscrito existe mas literatura que en suaheli; o si ellatin «tiene gra­matica» y el altoaragones «no tiene gramatica» (ambas len­guas, clara esta, tienen gramatica en el sentido chomskyano: una gramatica subyacente, que es la que de verdad importa). Tampoco disponen de elementos de juicio para discernir que es lengua y que dialecto; pero, si creen ver diferencias entre una y otro, probablemente daran un valor positivo a la pri­mera y negativo al segundo, sefial inequivoca de que alguien, presuntamente informado, les ha sorbido el seso. Los juicios de valor que se cuecen en la dimension culta son mas sutiles y las espaldas de los prejudicadores trataran de descansar en el muro solido de la ciencia o, por lo menos, en el de las esta­disticas. No obstante, con frecuencia ese punto de apoyo no sera otra cosa que la pared resquebrajada construida con los sofismas mas burdos.

Hemos dicho antes que conviene ser tiernos con quienes han sido objeto pasivo de una mala educacion; pero resulta forzoso ser implacables con los responsables de ella. Esto nos lleva, de forma inevitable, a plantear una cuestion de orden: y que nadie piense que a algunos nos gusta ir por el mundo aireando los trapos sucios de los demas o sefialando con el in­dice para mostrar resbalones ajenos. Seria mas amable hacer como el ecologo feliz que atiende solamente ala cara hermosa del mundo. Porque claro esta que existe esa faz y es evidente que los sabios dicen cosas hermosas y acertadas casi siempre.

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ceras), lo que resuelve desde el principia muchas de las am­bigiiedades de nuestras lenguas. «Los algonquinos -escribe Whorf- podrian con tar la historia de Guillermo Tell de lama­nera siguiente: «Guillermo Tellllamo a su

3_. hijo y le

3_b dijo

que le3_. llevase su3_. arco y ft.echas y el3_b se3_. lo trajo. El3_. le3_b

hizo erguirse y le3

_b coloco una manzana sobre su3_b cabeza.» Como puede comprobarse; gracias a los indicadores de refe­renda, en estas lenguas no existe posibilidad alguna de con­fusion, por ejemplo, respecto al equivalente castellano su. Asi pues, algunas lenguas en las que todavia nose puede hablar de fisica nuclear, o de balonmano, o de como hacer un souffle

de queso, tienen unas finuras inimaginables para todos los que solemos arreglarnoslas con alguna de las poderosas len­guas indoeuropeas.

Volviendo ahora ala supuesta pobreza dellexico, cabe de­cir que es mas que dudoso que las evaluaciones numericas tengan relevancia alguna desde el punto de vista lingiiistico. Por principia, una lengua tiene exactamente las· palabras que ·hade tener: las que usan los hablantes para aludir a los obje­tos y a los conceptos que tienen validez en el entorno en que se mueven. Y, con mucha frecuencia, las «Carencias» lexicas no seran sino el indicador de una invasion o de un despla­zamiento de la poblacion a manos de otro grupo humano (o fruto de una comparacion improcedente e interesada entre lenguas); y sera la cul~ura impuesta la que ofrecera un conjun­to de objetos y de nociones que no seran los habituales entre los invadidos 0 los desplazados (o un desafortunado met odo en el examen de los terminos comparados). Esta es, sin duda, la causa generadora de muchas «carencias».

Concretemos lo dicho con un ejemplo muy claro. Carlos Gonzalez Echegaray, autor del primer estudio sobre la len­gua bujeba, de Guinea, manifestaba asi sus problemas ante el estudio del vocabulario (el subrayado es nuestro): «Por una

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parte, [las difi.cultades derivan de] la inexistencia en las guas africanas de una mwtitud de vocablos nuestros,

a que los conceptos correspondientes a aquellos no <=A'."''" I entre gentes de civilizaci6n primitiva. A veces tambien rre el caso contrario, en ocasiones tratandose de nombres plantas, animales, utensilios y costumbres propias del Otras, incluso en denominadones abstractas distintas de tomadas de.la cultura occidental. Por otra parte, existen bajo aspecto de equivalencia de conceptos diferencias de matiz ambos idiomas, y a veces de amplitud de conceptos, con cual se puede dar el caso de series de conceptos en que pueden enfrentarse a otros analogos del bujeba, pero que exista una adecuaci6n absoluta entre ambas series». Y que el autor habia profesado fe de imparcialidad al «Considere primordial despojarme de toda clase de prej y resabios provenientes de mi formaci6n tradicional y pea ... » El texto transcrito es una muestra elocuente de puestos a estudiar el vocabulario de otra lengua, un gador no puede prescindir de contemplarlo por referenda lexico de la lengua conocida (y eso que Ferdinand de "a.''""'· ..

habia afirmado, a comienzos del siglo XX, que un signo quiere su «valor» dentro del propio sistema lingi.iistico).

No puede hablarse de inexistencia o de carencia: una len­gua -ya lo hemos dicho- tiene las palabras que ha de tener, seria superfluo que una lengua amaz6nica incluyese la expre­si6n paso cebra. Es decir: no tiene sentido que un grupo de ha­blantes posea palabras inservibles para objetos inexistentes. Pero claro esta que pueden producirse las circunstancias de contacto (el trasiego de personas, de objetos, modas e ideas) que promuevan el incremento del vocabulario. En estos ca­sas ~xisten diversos mecanismos muy sencillos para otorgar nombres nuevos a las realidades nuevas: o bien adoptar los terminos extranjeros, adaptandolos fonetica y morfol6gica-

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mente; o bien creando un nuevo termino, recurriendo a la composici6n, sobre la base de dos o mas elementos del tesoro lexica aut6ctono. En definitiva, se trata de aumentar tanto como sea necesario los elementos del nivellexico (el mas su­perficial y accesible de las lenguas), sin tener que entrar para nada en 1as estructuras fonol6gica, morfol6gica y sintactica.

Adoptar o crear terminos son dos de las soluciones po­sibles, entre varias otras. Y hay tambien recursos muy ima­ginativos, como los que muestra Carme Junyent al hablar de la normalizaci6n lingiiistica del suaheli, lengua oficial en Tanzania que, ademas, funciona como lingua franca (ode con­tactos comerciales) en Africa oriental. Julius Nyerere, el que fue primer presidente del estado descolonizado, actu6 como impulsor fundamental de la normalizaci6n lexica en los cam­pos de la ciencia y la tecnologia y supo dar con soluciones ingeniosas y naturales. En algunos casos, acept6 prestamos . del arabe y del hindi (adaptandolos o asimiliandolos a los pa­trones del suaheli); en otros, recurri6 al procedimiento de la composici6n («en suaheli, un avi6n es ndege ulaya, literalmen­te 'avi6n europeo'», substituyendo asi el prestamo eropleni»); finalmente, aprovech6 las raices y los recursos morfol6gicos de la lengua para crear terminos especializados. Observemos algunos de los ej~mplos aportados por Junyent para la len­gua suaheli: ubaguzi «discriminaci6n, racismo» (de -bagua, «separar»); mapinduzi «revoluci6n» (del causativo de pindua, «darla vuelta»); kugitegema «autonomia» (de tegema, «apo­yarse en» mas el infijo reflexivo -ji-); unyonyaji «explotaci6n» (de -nyonya, «mamar» mas el sufijo -ji, «de profesi6n»). «Es­tos pocos ejemplos -escribe Junyent- pueden ser suficientes para 'demostrar' que el argumento de la poca adecuaci6n de las lenguas africanas -y de todas las lenguas en general- para expresar determinados conceptos es una falacia. Todas las lenguas tienen recursos para responder a las necesidades

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de sus hablantes, y si no existe un terrnino para un objeto o concepto determinados, lo crearan.» l Y como creen algunos que lenguas tan «sabias» y «de cultura» como algunas muy conocidas han llegado a construir, por ejemplo: pomme de te­rre («patata», en frances; literalmente «manzana de tierra»), erizo de mar (en castellano, por referenda a cierto mamifero insectivoro), eggplant («berenjena», en ingles; literalmente «planta de huevo») y blat de moro («maiz», en catalan; literal­mente «trigo de moro»)?

Todo ello nos conduce por la via mas recta a un segundo aspecto del problema lexico: el de la existencia o inexistencia de palabras con las que designar las nociones abstractas. Y, en este caso, el prejuicio roza el racismo, si es que no cae de lleno en el. Se trata de una cuestion importante porque podria im­plicar que algunas lenguas «pobres» habrian incurrido, ade­mas, en otro «pecado» grave: solo serian utiles para aludir a los hechos concretos de la vida cotidiana, y esto podria llegar a implicar que sus hablantes a duras penas podrian ser con­siderados humanos. Recordemos que en el siglo de la Ilustra­cion se establecio una diferencia entre las lenguas europeas (tanto si eran analogicas, como transpositivas) y el resto, las lenguas de los «pueblos abyectos». En este caso, el prejuicio ilustrado habria llegado hasta nuestros dias en la forma espu­rea de nuevas extrapolaciones (la herencia de Humboldt, des­viada de sus planteamientos iniciales y aprovechada para me­nospreciar a algunos pueblos). Nos referimos a las palabras estremecedoras y denigrantes de Heinz Schulte-Herbruggen quien, despues a cantar las alabanzas de algunas lenguas in­doeuropeas en lo que atafie a la expresion de la temporalidad, cosa que revela «un desarrollo mental y lingi.iistico mas avan­zado», nos remite a una lengua del grupo efe (de Togo y Gha­na), «que nose ha desprendido aun de la vision inmediata de la realidad y tampoco ha adquirido un concepto del tiempo

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[ ... ). Esto refl.eja, desde luego, un estado muy rudimentario y elemental de evoluci6n mental colectiva». Y, mas adelante, este au tor: -el mismo modelo de dudosa evoluci6n mental in­dividual- dedara con la seguridad mas irresponsable (y con la mas absoluta ignorancia de los avances cientificos, tanto en el ambito de la genetica como en el de las ciencias socia­les, asi como de los progresos en el terreno de la pura etica) que los pueblos primitives viven ligados de pies y manes a las cosas inmediatas «sin reconocer alin la relaci6n de causa y efecto», y tienen un nombre para cada objeto, ignorapdo «los terminos genericos mas sencillos, que presuponen el mas mi­nimo esfuerzo de abstracci6n». Por ejemplo, «los esquimales de Groenlandia tienen tantas expresiones para 'pescar' como objetos pescan, y los indios klamat, tantas palabras para 'co­mer' como dases de alimentos comen. Los bantU tienen un verbo especial que expresa 'andar sobre un suelo resquebraja­do por la sequedad'. Vestigios de rasgos arcaicos de evoluci6n mental se hallan tambien en ... » El racismo de Schulte-Her­bruggen, quien estudi6 en diferentes universidades alemanas en el periodo nazi y despues se pase6 por diversas institucio­nes de Espana y de Chile, es un racismo que no se esconde: en su obra es frecuente, por ejemplo, la expresi6n «idiomas de negros».

Sin embargo, es sorprendente comprobar hasta que punto pueden sobrevivir algunos cliches en autores cuya evoluci6n mental esta fuera de toda duda. Michel Malherbe afirma lo siguiente., acerca tambien de la lengua de los esquimales: «En general, en el caso de las lenguas pertenecientes a pueblos de cultura bastante primitiva o cercana a la naturaleza, el vo­cabulario relativo a los animales o a la propia naturaleza es muy amplio. Pareceria como si el sentido de la abstracci6n se hallase en estado embrionario. Por ejemplo: hay dos palabras diferentes para designar 'la nieve que cae' o 'la nieve caida'.»

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Resultara cierto, afl.adimos nosotros, que para crecer en sabi­duria y potencia de abstracci6n nos tendremos que desligar de la naturaleza, puros y etereos, y revestirnos de formas an­gelicas. Pero, ;,que tienen algunos contra nosotros (o contra cualquier otro grupo humano) que disponemos de un termi­no para cada alimento, para cada deporte, para cada media de locomoci6n, para cada hierba medicinal o aromatica de nues­tro entorno, y que sabemos distinguir la lana del algod6n y dellino y de la seda, y que somas capaces de dar nombre a cada tipo de vino y a cada variedad de uva ... ? Todavia mas: ;,que tienen algunos contra si mismos?

Lo que oculta Schulte-Herbri.iggen -y no escamotean ni Malherbe ni muchos otros- es que las lenguas esquimales tie­nen a su disposici6n unos sistemas riquisimos en lo que se re­fiere a las posibilidades de sufijaci6n (y los sufijos son piezas sumamente abstractas), y que tienen seis casas nominales que, por lo que se nos alcanza, deben de realizar alguna fun­cion extraordinariamente general, como marcar sujetos, ob­jetos, poseedores, destinatarios, etc. En cuanto a las lenguas bantues (el suaheli -ya mencionado-, el quicongo -de Zaire, Congo y Angola-, el quirundi -oficial en Burundi-, el chana - de Zimbabwe-, el tonga -de Zambia- y muchas otras mas), tienen un prefijo u- que clasifica como «abstractos» a los nom­bres. Y esta es la raz6n, curiosa e ignorada par algunos, de que en lenguas como el suaheli sea perfectamente posible y natural hablar de ubaya («maldad»), udogf! («pequefl.ez»), uzu­ri («belleza»), urefu. («longitud»), umoja («unidad») y de tan­tos otros conceptos semejantes. Lo sabemos ya y muy bien: cuando hay alga en una lengua que no encaja en los esquemas preconcebidos, lo mejor que se suele hacer es ignorarlo a sa­biendas; pero seguiran resonando tozudamente las palabras de Franz Boas: «Que una lengua no utilice palabras generales no prueba una incapacidad para formarlas; quiere decir, so-

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lamente, que el sistema de vida de un pueblo es tal que no las requiere. Pero las creara tan pronto como las necesite». Y, otra vez, el gran Sapir: «El bosquimano mas humilde de Suda­frica habla con un rico sistema simbolico que, en esencia, es perfectamente comparable con el habla de un frances culto». Este es el patrimonio igualitario de la antropologia y de la linguistica modernas, y todo lo demas no es sino pura ganga.

lenguas «pobres» y excelencia litera ria

Race unos pocos alios, Julian Marias escribio en un rotative las palabras que ahara se transcriben: «La idea, muy difundi­da hoy entre linguistas, de que todas las lenguas son equiva­lentes, yen todas elias se puede decir todo, es una suposicion gratuita y, por supuesto, nada 'positiva', nada empirica. A los que dicen eso habria que preguntarles: lcomo lo saben? lSe hubiera podido escribit la Critica de la raz6n pura, en ningun dialecto aleman del siglo x? lSe puede escribir en suaheli el Fausto o la Divina Comedia? lEs imaginable la obra de Queve­do, Unamuno, Ortega, en la lengua del Poema del Cid o indu­so del Arcipreste de Rita?» Lo cierto es que a este rosario de preguntas puede oponersele otro: l Como pudo Kant escribir la Critica sin modificar a la vez el aleman de finales del siglo XVIII? l Como pudo Dante co~poner la Divina Co media sin ampliar las posibilidades del toscano de principios del xrv? lPudo o no pudo escribir Ramon Llull su ingente produc­cion de filosofia, ciencia y literatura en la lengua catalana del XIII? Y lno tuvieron que recrear y ampliar tambien la lengua castellana el autor del Poema del Cid y el Arcipreste y Que­vedo? lAcaso Julian Marias mismo no se habra vista cons­tantemente impelido a crear terminos nuevas o a dotar de sentidos especializados a los viejos, como han hecho siempre

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los filosofos? (,0 es que no estamos asistiendo a desarrollos continuos dellexico y de las construcciones linguisticas para hacer frente a las necesidades de un mundo hen chi do de retos tecnologicos y cientificos?

Pasaremos por alto la no pertinencia de los saltos tempo­rales, locales y culturales de las preguntas de Marias; pero no evitaremos decir que hoy es igualmente impensable la Divina Comedia en lenguas tan «dotadas» como el aleman, el italiano o el castellano. No conviene mezclar tiempos y culturas, por­que las posiciones culturales ante el mundo no pueden viajar impunemente de un Iugar a otro, o de un tiempo a otro, sin sufrir distorsiones. Por esta causa, los maridajes imposibles a que apuntaba Julian Marias podrian llegar a hacer sonreir a cualquier estudiante de Antropologia y a cualquier persona someramente versada en Historia de la Cultura.

Mas grave es, sin duda,la alusion a los linguistas, en su di­mension de defensores de la igualdad entre las lenguas. Pero como no existe constancia de los conocimientos tecnicos que sobre Linguistica pueda tener el discipulo de Ortega (su oficio es otro y del todo respetable), tendriamos que determinar, en primer lugar, si las diferencias que parece defender ataii.en al nivel fonologico , al morfologico, al sintactico o al lexico de las lenguas. Probablemente no pretende referirse a los tres primeros porque, por ejemplo, seria extraii.o pensar que ten­ga Marias la intencion de defender al ingles por encima del Castellano dado que el primero tiene, indiscutiblemente, mas fonemas vocalicos que el segundo. 0 es dudoso que trate de reivindicar la superioridad del sanscrito por endma del ita­liano en atenci6n a la mayor «riqueza» fiexiva de la antigua. lengua de la India. En definitiva, el problema parece que se deberia de circunscribir allexico que, como ya sabemos, es el nivel mas superficial en lo que concierne a las posibilidades expresivas de una lengua.

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Y ahora viene a cuento una historia muy curiosa referida a la lengua catalana. En el siglo XVIII, el erudito valenciano Gre­gori Mayans quiso escribir un diccionario catalan (la historia la exponen Antoni Comas y Mila Segarra) y, para empezar, escogio treinta mil palabras castellanas con la esperanza de encontrar sus equivalentes en catalan. Las expectativas de Mayans se vieron frustradas al comprobar que solo hallaba equivalencias para unas tres mil palabras. Lo sorprendente del caso es que, en el siglo siguiente, Pere Labernia pudiese llegar a componer un diccionario catalan, en tres gruesos vo­lumenes de gran forma to, con unas den mil entradas. t Que habia sucedido? LSe habia desencadenado una explosion esplendorosa del lexica? tHabia despertado el pueblo, de subito, y se habia lanzado con pasion por los caminos de la creacion de palabras? Nada de esto. Tal vez Mayans fue pere­zoso en su tarea y Labernia no. 0 acaso el primero no tenia habilidades como lexicografo y el segundo· si. Porque en todas las lenguas es posible referirse a todo aquello que forma par­te de la cultura de sus hablantes, y si se abren nuevos mun­dos, en un momenta 'de la historia, nuevas palabras vendran por fuerza a sellar los conceptos emerge'ntes. Julian Marias, y otros como el, tendrian que considerar con reverencia las palabras de Emile Benveniste, un linguista e indoeuropeista excepcional: «El pensamiento chino ha elaborado categorias tan especifi.cas como el tao, el yin y el yang; pero no es por ello menos capaz de asimiliar los conceptos de h. dialectica mar­xista 0 de la mecanica cuantica; yes que en la estructura de la lengua china no existe elemento alguno de resistencia u obs­taculo para ello. Ningun tipo de lengua puede, por si mismo, favorecer o impedir la actividad del espiritu. Los vuelos del pensamiento estan mas ligados a las capacidades humanas, a las condiciones generales de la cultura y a la organizacion de la sociedad que ala naturaleza particular de la lengua.»

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Las palabras de Julian Marias que han sido sometidas a discusi6n no son sino una leve muestra de un prejuicio muy difundido: el que expresa diferencias entre las lenguas a causa de la existencia 0 inexistencia ae una literatura supuestamen­te prestigiosa; de la presencia o ausencia de obras maestras del pensamiento humano. Y hay una cosa que deberia que­dar muy clara: la literatura excelente, sean cuales fueren los caminos que la hayan llevado a las cumbres de la gloria, es ganancia inestimable para toda la humanidad y, mas en con­cret0, para todos aquellos que pueden gozar directamente de sus tesoros. Eso es algo que jamas negara un linguista. Pero al mismo tiempo convendria diferenciar lo que es una lengua, patrimonio de todo un pueblo, de lo que son esas produccio­nes individuales que llamamos «obras literarias» . Ademas, habra que tener muy en cuenta que estas obras se realizan en el seno de una lengua (y no al margen) y, en consecuencia, habremos de conceder que es la lengua la que las hace posi­bles, y qo al reves; de manera que ningun literato, o ningun estudioso de la literatura, tendran jamas el derecho de mirar de reojo a la lengua de cada dia como si se tratase de un ob­jeto miserable, que incomoda, y del que habra que alejarse tanto como sea posible. La literatura mas excelsa presupone la lengua, las palabras cotidianas, las estructuras linguisticas que un pueblo, con paciencia y sin apercibirse, ha ido creando dia tras dia.

Sobre la base inexcusable de la lengua crece el esplendor de la literatura, gracias, ademas, a las capacidades humanas, a las condiciones generales de la cultura y a la organizaci6n de la sociedad, tal y como afirmaba Benveniste. De esta for­ma podemos explicar el fen6meno literario como una con­fluencia de factores diversos entre los cuales no se puede olvidar, de ninguna de las maneras, la promoci6n que un estado pueda realizar de unas obras determinadas, escritas

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en una de las lenguas de su territorio; es decir, en la lengua oficial de ese estado. Como tampoco se pueden olvidar los espaldarazos proporcionados por los galardones internacio­nales que, casi siempre, recaen en las lenguas «conocidas», con lo cual ~;esulta que siempre habra unas lenguas que seran valoradas porque «tienen literatura» de prestigio mundial, mientras que otras seran ignoradas o menospreciadas por­que «no tienen» tales glorias que, digamoslo claramente, son del todo ajenas no solo ala calidad de las obras (que seran geniales o vulgares por si mismas, antes y despues de un Pre­mio Nobel), sino tambien, y sobre todo, ajenas ala lengua en la que puedan haber sido escritas. Quienes valoran a las lenguas sobre la base de la literatura parece que ignoran (yes grave) que la inmensa mayoria de las lenguas humanas han sido habladas y no escritas durante los tramos mas extensos de su recorrido. No olvidemos que quienes poseemos len­guas romanicas, por ejemplo, somos los herederos lingiiisti­cos de los analfabetos latinos, y no pertenecemos ala estirpe de Cicer6n y de Virgilio.

La tarea prodigiosa que las lenguas han realizado (o que nosotros mismos hemos acometido con ellenguaje) no es la que ha culminado con las obras maestras de la literatura y del pensamiento filos6fico, sino otra mucho mas esplendorosa: la que ha hecho posible el despliegue de la humanidad. Las lenguas, asi pues, han sido el factor decisivo para la emergen­cia de la capacidad simb6lica que nos constituye como seres pensantes capaces de un grado altisimo de cooperaci6n y de organizaci6n social. Ellenguaje, entre otros factores de los que podrian hablarnos los bi6logos y los paleoantrop6logos, nos ha proporcionado unos elementos de desarrollo descono­cidos en otras especies del mundo natural y nos ha permitido que hoy podamos considerarnos Homo sapiens sapiens y no Australopithecus robustus .

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Y en lo que ataiie a los lingi.iistas, personas que suelen amar las lenguas (todas, sin excepci6n) y que trabajan deno­dadamente para no perder de vista los elementos esenciales que oculta la hojarasca, hace ya tiempo que han aprendido a describir y no a prescribir. Y tambien a valorar uniforme­mente las estructuras del habla y de la escritura, entendien­do a esta como un fen6meno derivado: podemos imaginar (y encontrar), sin esfuerzo alguno, lenguas sin escritura o que la han adquirido muy recientemente; pero resultarian inima­ginables unas obras escritas sin el soporte previo del habla col'respondiente; tal vez ya muerta, pero por fuerza viva en algU.n momento de la historia.

En resumidas cuentas, el problema que se plantea es en el fondo el siguiente: en el seno de cada lengua se producen unos usos (literarios o no literarios) que, segun los prejudica­dores, son loables, mientras que otros merecen el desprecio y la carcajada. Los primeros son el patrimonio de los hombres cultos y educados, de los que «cuidan la lengua»; los segundos son propios de las gentes de la calle, mas bien legos, que se expresan con unas pocas muletillas, aunque de vez en cuando se les reconocen algunas gracias y vivacidades en el uso de la lengua. Los gramaticos clasicos (y sus actuales epigonos) no dudaron en tildar de «vulgarismos» expresiones que hallamos cada dia en boca de los hablantes llanos; pero deberiamos du­dar legitimamente de la validez de esta dicotomia porque las diferencias entre las hablas denominadas «culta» y «vulgar» estan lejos de poder ser establecidas nitidamente, son lin­guisticamente insatisfactorias y dependen, en gran medida, de la existencia de unas instituciones educativas uniformiza­doras que rechazan, por ejemplo, las diversidades dialectales. Afirmaba Leonard Bloomfield (a quien hemos parafraseado en las lineas anteriores) que «desde el punto de vista cientifi.­co una comunidad pequeiia, que hable una lengua uniforme

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y, sobre todo, que no conozca la escritura ni las escuelas, no distinguiria entre los usos «buenos» y los «malos»», y tambien que «una persona que ha aprendido ha decir I seen como for­ma de preterito correspondiente a I see ha aprendido tanto como aquel que dice I saw. Sencillamente, ha aprendido una cosa diferente».

Los juicios diferenciadores pueden sobrepasar cualquier medida hasta el punto de que incluso pueden formularse desde el pozo cegado por el racismo (recuerdense, si no, las opiniones paradigmaticas en tal sentido de Schultz-Herbriig­gen). Pero ya en el aii.o 1921, Edward Sapir habia sentencia­do, con la lucidez que siempre le caracteriz6: «En los Estados Unidos hay unos cuantos millones de negros que no saben otra lengua que el ingles. Y el ingles es tan de su propiedad, tan inalterablemente de ellos, como del rey de Inglaterra.» Es­tudios recientes han demostrado, como expone Akmajian a partir de trabajos conocidos de Labov, Burling y Dillard, que el ingles de los negros americanos, considerado como no es-· tandar, «esta tan gobernado por reglas y es tan l6gico como el ingles estandar», y que las variaciones que podemos encon­trar en su forma de hablar se encuentran tambien, de forma analoga, «en el habla espontanea de todos los dialectos del ingles americano».

Seria, pues, aconsejable hacer buena provision de ecua­nimidad ante los usos diversos de una lengua. Pero, todavia mas: convendria aceptar a los hablantes tal y como sony como suenan, a menos que hagan profesi6n explicita de abandono y que la lleven a la palestra publica en un acto de provocaci6n. Estos, sin embargo, no son moneda corriente entre los ha­blantes genuinos de una lengua, ni tampoco podria meterse en este saco a quienes tratan de aprender una nueva lengua, con esfuerzo y buena voluntad. Por lo tanto, los parrafos an­teriores no se pueden interpretar como una Hamada ala laxi-

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tud, como una proclama que invita a la dejadez linguistica. Son mas bien una defensa de todos los registros linguisticos: desde los mas solemnes (e incluso arcaizantes, si un autor asi lo desea) hasta los mas espontaneos y coloquiales. Porque la unidad estructural de cada lengua es el reino libre de las dife­rencias; es el espacio que permite los comportamientos mas sublimes y mas populares. Y resultaria provechoso (y tranqui­lizador) que todos aprendiesemos esta lecci6n y que aprecia­semos, sin restricciones, las formas variadas del habla.

Lenguas y dialectos

Las Ultimas consideraciones nos llevan de forma natural a co­men tar un nuevo prejuicio: el que expresa las alabanzas de las lenguas y el desprecio de los dialectos. «Lengua» y «dia­lecto» son etiquetas que los linguistas usan con frecuencia y que tienen un estatuto tecnico en el seno ~e la disciplina. Los linguistas tienen siempre la precauci6n de atribuir estas eti­quetas a realidades (siempre que sea posible) o a considerar­las como abstracciones utiles para delimitar los ambitos 0 do­minios de estudio, y nunca asignaran a «lengua» y a «dialecto» los colores claros u oscuros de las valoraciones personales. Sin embargo, estos dos terminos se emplean frecuentemente con cierta dificultad, en parte por causas ajenas a la Linguis­tica, y, tambien en parte, porque existen obstaculos objeti­vos. Joan Veny, un eminente dialect6logo, ha expresado con precision los elementos que dificultan el uso inequivoco de estos conceptos: «Terminos aparentemente simples [los de «lengua» y «dialecto»] se impregnan de complejidad a causa de los diversos valores semanticos de que se han cubierto, de la aplicaci6n de estos conceptos a lenguas diferentes o de la dificultad ala hora de delimitar un dialecto entre otros.»

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En general, los especialistas en la materia atribuyen vale­res diversos ala palabra «dialecto». Segun los casas, se habla de un valor historico o genetico y de otro sincronico y des­criptive. Al primer caso corresponderia,n el catalan, el Cas­tellano, el frances, el italiano, etc., como dialectos del latin; es decir, dando al termino «dialecto» un valor genetico o de filiaci6n. En el segundo caso (y esto es lo que ahora nos inte­resa), se entiende por dialecto una variedad de una lengua, al lado de otras variedades, sin que alguna de todas estas ten­ga preeminencia sabre las restantes (al menos por motives estrictamente linguisticos). Esta formulaci6n, no obstante, plantea problemas graves: (.qu.e nos autoriza a afirmar que dos hablas (o mas) pertenecen ala misma lengua? Y todavia mas: (_existe, por un lado, la lengua y, por otro, los dialectos de una lengua, es decir, sus variedades?

La primera pregunta solo se puede responder de forma aproximativa. Podemos afirmar que dos hablas son consti­tutivas de una misma lengua si reunen los tres requisites que Veny enumera: «(1) la comprensi6n reciproca; (2) la ho­mogeneidad estructural; (3) su adopci6n por la misma co­munidad social». Veny, que rehuye las simplificaciones, no oculta que este conjunto de criterios «chocaria con proble­mas practices» en el memento de su aplicaci6n. Por ejemplo, no es dificil imaginar que la comprensi6n reciproca pueda depender notoriamente de la buena voluntad de los interlo­cutores, de la existencia o inexistencia de prejuicios y de los tipos de relaciones entre las diferentes areas de un mismo dominio linguistico. Ademas, la comprensi6n reciproca es cuesti6n de grado: tal vez hoy existe alguna dificultad inter­comunicativa; pero dentro de pocas semanas se habran re­suelto los problemas de comprensi6n; o acaso ahora tienes grandes dificultades y seran necesarios seis meses, o un aiio, para vencerlas.

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El segundo requisite de Veny (la homogeneidad estructu­ral) es un factor cuya evaluaci6n es competencia dellinguista 0 del dialect6logo, y estos seran quienes determinen si dos formas de hablar se distinguen o no en aspectos relevantes: aqui hay un fonema de menos; algunas formas verbales son ligeramente diferentes; los demostrativos tienen tres for­mas en un sector y dos en otro; un diez por ciento del lexica no es compartido, etc. Par desgracia, no se han establecido criterios numericos como los siguientes: hasta tres fonemas difer~ntes, dialecto de una misma lengua; a partir de cuatro, lengua diferente. Yes que las diferencias linguisticas son difi­cilmente cuantificables, yen estos casas los criterios numeri­cos podrian llegar a resultar sumamente arbitrarios.

En cuanto al tercer requisite (la adopci6n por la comu­nidad) los problemas son todavia mas agudos porque se entrometen en la cuesti6n unas lineas artificiales llamadas fronteras de estado (y tambien las «provinciales») que, por lo comun, se han dibujado sin la men or piedad linguistica, entre muchas otras impiedades. Mirese, si no, cuan cuadrado es el mapa de Afric?-. 0 comparense los mapas politico y lingtiis­tico de nuestra vieja y amada Europa. Y puede suceder (su­cede constantemente) que una frontera estatal divida a una comunidad de hablantes y, a partir de ese momenta, entre'n en juego metropolis diversas como palos de atracci6n cuyas hablas respectivas se podran convertir en «modelo» lingtiis­tico: uno diferente para cada una de las zonas ya segregadas (lse rompi6 asi el antiguo espacio continuo del area roma­nica?). Ademas, los medias de comunicaci6n y los aparatos educativos controlados por los gobiernos de cada metr6poli tenderan a proponer patrones lingtiisticos diversos, y resul­tara que los fragmentos del pueblo original, ahara separados por una frontera, iran perdiendo cada vez mas las posibilida­des de mantener las condiciones expresadas en el primero de

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los requisites: la comprensi6n reciproca. Ya se ve, pues, que las dificultades para determinar que es un dialecto allado de otros dialectos y lo que es una lengua diferente de otra son escollos casi insalvables.

Pero, sean cuales fueren los problemas para la delimitaci6n entre lenguas y dialectos, los lingiiistas y los dialect6logos, amigos de las realidades y no de las fantasmagorias, no tie­nen como norma la distinci6n valorativa de las variedades de habla. No existe un dialecto que pueda ser considerado mejor que otro, y quien piense lo contrario habra de perder lavista (y la perdera) en la busqueda de unas unidades de medida que le permitan cuantificar ventajas imaginarias. Ademas, lo que se suele llamar «estandar», o bien es un dialecto magnificado por la administraci6n, la escuela y los medias de comunica­ci6n; o bien no es sino una variedad social que casi siempre se ha edificado sabre las bases de un dialecto prestigiado por causas que nada tienen que ver con los hechos lingiiisticos. Y convendra precisar con la mayor claridad, para no caer en un error muy frecuente, que el estandar noes la lengua, cla­ra esta: es una variedad mas que habra sido privilegiada por razones, digamoslo una vez mas, extralingiiisticas (razones lingiiisticas no hallariamos ni una sola), y que, eso si, podra ser utiJ si la comunidad quiere permanecer unida superando las diferencias entre los dialectos. El estandar podra incluso tener una virtud decisiva desde el pun to de vista de la politica y la planificaci6n lingiiisticas: si una lengua se halla en peligro de extinci6n, el estandar podra jugar un cierto papel como frena a la disoluci6n intercomunicativa.

AI margen de este conjunto de problemas que, como pue­de verse, demandan actitudes matizadas y la consideraci6n de un buen manojo de factores, hay quienes escogen la via recta e, inmersos en el maniqueismo mas puro y en la igno­rancia mas supina, sentencian las diferencias entre lenguas y

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dialectos adjudicando a las pri.meras las ventajas de una valo­racion positiva. Esta claro, sin embargo, que todos sabemos muy bien que algo asi carece de sentido porque una lengua, si es que llegasemos a ponernos de acuerdo sobre su esta­tus, no podria ser otra cosa que el conjunto de los elementos esenciales hallados en los dialectos. Los prejudicadores, no obstante, lo tienen muy claro, por lo que seve: una lengua es aquello que tiene muchos hablantes, escritura, literatura de altos vuelos (desde la epoca medieval, si es posible) y una codificacion hecha y derecha (y cuanto mas antigua, mejor). Solo falta que enumeren otras condiciones: unos poderes le­gislativo, judicial y ejecutivo y, para redondearlo, un ejercito. Una vez mas, para gentes asi solo puede ser «lengua» la que es oficial en un estado. Yvaldra la pena aportar aqui unas pala­bras de Joan Veny quien nos relata una historia sorprenden­te: «En frances , por ejemplo, en el siglo XVII, epoca de fijacion de la lengua, del bon usage, es el momento en que la palabra patois, usada con el sentido de 'habla popular', adquiere un valor desfavorable y se envilece; el estatus de lengua A [alta] atribuido al franciano (=frances), codificado, normativizado, enfrentado al estatus de la lengua B [baja] atribuido al valon, dialecto familiar, se puede observar en una moralite de Lieja, del mismo siglo, cuyos personajes populares, como la madre y la hija, hablan valon; mientras que el angel que se les aparece se expresa en frances, lengua superior, considerada mas pro­pia de un personaje sobrenatural». Asi pues, no solamente un ejercito, jtambien la propia corte celestial!

Sin embargo, la existencia o no de un estandar, y del res­to de condiciones que se suelen exigir para alcanzar el rango de «lengua», plantearia problemas a los prejudicadores: ;,era o no era lengua aquello en que Platon hablaba?; ;,se escribio el Quijote en lengua o en dialecto (la Academia de la Lengua no se fundo sino ciento ocho aiios despues)?; ;,era el catalan

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un dialecto antes de la codificacion fabriana y, de repente, se convirtio en lengua? Porque si la existencia de una escritura normalizada y de una literatura culta fuesen las condiciones indispensables para alcanzar el titulo de «lengua», entonces el panorama linguistico del mundo se veria reducido de las cuatro millenguas a unas pocas docenas, y esto parece que choca contra la evidencia. El problema que algunos se plan­tean (bien mirada, ni siquiera se plantean problema alguno, porque suelen ir por el mundo con sus esquemas preconce­bidos y todo lo tienen resuelto de buenas a primeras) es, en defi.nitiva, el de un cambia cualitativo ilusorio: todo el mundo ha de saber que la gente se convierte en adulta, de verdad, cuando llega a los dieciocho anos y, si son hombres, una vez cumplido el servicio militar, cosa que explicaria de manera perfectamente empirica y concluyente el porque de la «inma­durez» del otro sexo. Con los dialectos pasaria una cosa ana­loga: se convertirian en lenguas cuando hubiesen realizado una proeza digna de asombro. ·

<., Y cual es la proeza, el mom en to glorioso de este cambia cualitativo? Lo podremos comprobar con una perla ideologi­ca clasica de Ramon Menendez Pidal (a quien, por otro lado, nadie podra negar ellargo rosario de sus meritos como fi.lo­logo-paciente y eruditisimo): «Castilla, al emanciparse de la tradici6n de la corte visigotica tan seguida en Leon, al romper con una norma comun a toda Espana [la legislacion del Forum Iudicum], surge como un pueblo innovador y de excepci6n. Retengamos esta caracteristica que nos explicara la esencia del dialecto Castellano. Y anadamos una curiosisima coinci­dencia: Castilla, que, caract erizada por su derecho consuetu­dinario local, se opone al derecho escrito dominante en el res­to de Espana, es la region que da la lengua literaria principal de la Peninsula». E1 paso, por lo tanto, de dialecto a lengua (palabras que hemos destacado en el texto) se concibe gracias

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a la mediaci6n de un hecho absolutamente ajeno a ambos: un hecho juridico-politico. T6mese una porci6n de dialecto y aiiadasele un buen chorro de empuje hist6rico: la lengua esta servida. A partir de ahi, y con la proyecci6n de los siglos, el empuj6n inicial ira acelerandose y llegaran los descubrimien­tos, las conquistas, las colonizaciones (evangelizadoras, no hay ni que dudarlo), el engrandecimiento de lacuna original, el arte, la literatura, el estado jacobino ... y la lengua oficial.

Una vez mas, los lingi.iistas y las gentes de buena voluntad tendrian que poner las cosas en su sitio: si alguien quiere ex­presar sus prevenciones hacia ciertas formas de hablar, que lo diga abiertamente; si alguien quiere contemplar con miradas de sospecha a las personas que hablan de manera diferente, que lo manifieste sin rodeos (o mejor, que recurra al silencio educado). Pero todo el mundo deberia ser instruido para usar las palabras justas: un dialecto no es una desgracia, y usarlo nunca ha de ser motivo que despierte complejos de insegu­ridad y de inferioridad. Porque la lengua comun para cual­quier grupo de hablantes -dejando ahora al margen como no pertinente la configuraci6n del mundo en estados politico­administrativos- no puede ser otra cosa que la coincidencia esencial de todas sus variedades, aquel denominador comun que reline a sus poseedores y que, tarde o temprano, hace que la soledad de nuestro campanario suene con voces semejan­tes, en una polifonia inextinguible.

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CAPITULO 5

Tercer peldano: los prejuicios geopolfticos

<<El universalismo debe basarse en una concepd6n de la diversidad lingtiistica y cultural que supere a la vez las tendencias

homogeneizadoras y las tendencias al aislamiento exclusivista.• Declaraci6n Universal de Derechos Lingilisticos

lenguas que sa nan y lenguas que enloquecen

Hemos llegado al peldaiio postrero, mas alla del cual solo existe el vado. Porque este ultimo escalon conduce a un abis­mo en el que se niega la ternura: alli donde la humanidad deviene barbarie y las palabras podrian llegar a configurarse como gritos; y los gritos como golpes. Rara vez suele recaer la responsabilidad de la mala educacion en las gentes que la sufren, en quienes se hallan instalados, sin saberlo, en el pri­mer escalon de nuestro itinerario. Y tal vez tambien tenga­mos que empezar excusando a algunos sabios porque el am or ala propia lengua haya podido oscurecerles el entendimiento hasta el punto de llevarlos a can tar alabanzas desmesuradas, y porque, en ocasiones, las coordenadas en las que realizaron su tarea no siempre fueron favorables a la libertad de pensa­miento y de expresion: «Castilla, levantisca y ambiciosa en su politica, revolucionaria en el derecho, heroica en su epopeya, fue la region mas innovadora en ellenguaje. Y asi como su prodigiosa vitalidad la destinaba a ser el eje de las empresas nacionales, su di.alecto habia de erigirse en lengua de toda la

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comunidad hispanica», escribi6 Rafael Lapesa (a quien tam­poco negaremos sus indiscutibles meritos como fi16logo y su amor por lenguas diversas), en ellejano aiio de 1942; aunque estas mismas palabras fueron reimpresas, sin matiz alguno, en 1980, y muchos fueron quienes las aprendieron de memo­ria tal y como Lapesa las habia recogido -casi fielmente- de su maestro Menendez Pidal. Estos tics de amor a la lengua propia, acaso dictados por las limitaciones de una epoca, no son exclusives de autores como los mencionados: Viktor V. Vinogradov, gramatico ruso y uno de los innovadores forma­listas, escribia lo siguiente en 1945 (segun aporta Seriot): «El poder y la grandeza de la lengua rusa son el testimonio irre­futable de las grandes fuerzas vi tales del pueblo -ruso, de su gran cultura y de su gran destine hist6rico. La lengua rusa es reconocida unanimemente como la lengua grande de un pueblo grande.»

Son las resonancias -y ya nos hemos referido a elias en mas de una ocasi6n- de aquel deseo romantico que pretendia la identificaci6n entre lengua y pueblo. Lo que resulta sospe­choso es que esta simbiosis circular, gracias a la cual un pue­blo construye una lengua y una lengua construye a un pueblo, nunca se plantea ala baja: somos un pueblo modesto y esta, es la causa por la que nuestra lengua tambien lo es; somos un pueblo pequeiio y nuestro habla es limitada. Las identifica­ciones se realizan por referencia a patrones de grandeza y 1 organiza quien puede organizarlas, es decir, el poder propa gandistico de un estado que se considera fuerte o que toda ' quiere vivir las nostalgias imperiales.

Hoy, en las postrimerias del siglo XX, ningtin lingi.iis avalaria con sus palabras el ideario romantico, asi como tam poco dedicaria una minima parte de su inteligencia - muc o poca- a cantar las alabanzas de un pueblo por encima d los restantes. Los linguistas, y tambien los antrop6logos, han

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asumido de coraz6n la serenidad y la ecuanimidad; han com­prendido que las diferencias entre hablas y humanos son, en realidad, puras menudencias, cuestiones de estilo, y que la especie humana es una, gracias tambien allenguaje. Pero las instancias del poder (especialmente en sus vertientes educa­tiva y publicitaria) ni son tan lucidas, ni suelen ser amigas de la autocritica: o bien mantienen inercias que llegan des­de remotisimos tiempos (;,no lo hemos visto, recientemente, con tanta celebraci6n transoceanica y pentasecular?), o bien dan versiones nuevas de los viejos estereotipos. En estos mo­mentos, ningun estado poderoso o que se considere podero­so y moderno (o que haya de proclamar una fuerza que no tiene) anunciaria que la lengua oficial propia es la mas clara, la mas dulce, la mas facil y la que tiene mas palabras. Hoy el mundo es un espacio abierto yen el no hay lugar para ciertas afirmaciones palmariamente inocentes; por esto mismo, los nuevos argumentos para can tar las excelencias de las lenguas intentaran seducirnos por ellado practico: algunos idiomas seran (y otros no) «internacionales», de «comunicaci6n» y de «progreso».

Y no ofreceremos una interpretacion brillante si afirma­mos que, en resumidas cuentas, el sentimiento de grandeza no es sino la cara empolvada de la inseguridad; una forma de resolver las dudas por una de las vias mas expeditivas: la de la ignoracia. Ell6gico britanico John Wilson lo expresaba asi con palabras mas bien pesimistas: «El deseo de los burna­nos bacia el conocimiento es mas aparente que real. Su deseo basico es la seguridad, y plantearse preguntas conduce a la duda y ala inseguridad. Porque hay que dudar de la veracidad de una frase para que podamos cuestionarnos honestamente esta frase con la mente libre: si alguien esta convencido de la veracidad de una expresi6n, a duras penas llegara a conclusio­nes diferentes. Esta es la causa por la que mucha gente con-

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sidera que es mas c6modo y sencillo mantener cerrado el en­tendimiento. Cuando manifiestan y defienden sus creencias no lo hacen con el ansia cientifica y racional de conocer, sino con el objetivo de persuadirse a si mismos con la persuasion de los otros: de esta forma crecera su sentimiento de certeza y de seguridad.»

Las palabras de Wilson, acaso excesivamente descora­zonadoras, nos hablan de un universo diminuto, de unas per­sonas que se pliegan sobre si mismas y que tienen miedo a la verdad, a vivir en una permanente situaci6n de provisiona­lidad. Pero tambien podemos proyectar sus palabras -y con mas raz6n todavia- al universo comun, porque la seguridad de la ignorancia ha sido siempre el mejor recurso para dirigir a las multitudes. Tal vez simplifiquemos en demasia, pero hay dos formas de controlar a un pueblo: una es la opresi6n; la otra, la asimilaci6n ideol6gica, aquello que Chomsky ha bau­tizado con la expresi6n «Ia manufactura del consenso». El pri­mero de estos metodos no nos in teresa ahora, ya que el estado que a si mismo se quiera poderoso y moderno hara los mos esfuerzos para evitar las formas cavernicolas que, o temprano, generaran gritos de liberacion dificiles de ciar. Las formas directas de opresion solo podran ser torias y resultaran utiles para aquella economia salvaje busca benefi.cios escandalosamente desorbitados en de tiempo excesivamente breves. En cambio, la <10>JLH!.ll<1''-1U'''

ideologica como metodo de consenso, pese a ser mas lenta, mucho mas segura, y garantiza, con la adhesion mental de pueblo, periodos mas largos de dominio economico. Por parad6jico que parezca, un estado moderno -y sus medios propaganda- promovera, al mismo tiempo, la instrucci6n y ignorancia: tendra que contar con tecnicos bien expertos monograficos en disciplinas diversas y rentables aqui una de las causas del menosprecio bacia las «humanida·

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des»), pero que nose hallen, si es posible, en condiciones de dudar, de inquirir si su tarea tiene algun sentido, y para quien lo tiene.

Volvamos ahora a nuestro viejo problema. La ignorancia se nutrira de estereotipos: nosotros somos los buenos, los otros, no; nosotros somos civilizados, los otros, primitivos; somos trescientos (o seiscientos) millones mientras que los otros ni siquiera existen, o si existen son poquisimos.

Y en lo que se refi.ere a la pareja lengua-poder tambien funcionara la asimilaci6n ideol6gica creadora de consenso, porque muchos estados modernos no suelen ser amigos de la diversidad y mantienen intactas y operantes las rakes del es-

. piritu jacobino: ahora ya no diran que hay que dejar de hablar la lengua «regional», «periferica>> o «auton6mica>>, sino que trataran de justificar las ventajas internacionales de una len­gua ofi.cial, la «lengua comun>>, la que nos permitira superar vientos y tempestades, e incluso podra salvarnos la vida en circunstancias de emergencia. Y no piense nadie que estas ul­timas palabras se salen de toda medida o que son una broma estilistica. Leanse atentamente la anecdota y las conclusiones que ofrece Gregorio Salvador, de cuyas palabras (la cita sera larga) no ahorraremos ni una sola linea, ni un solo gramo de ret6rica: «Hace poco he leido una historia real que parece mas bien la relaci6n de una pesadilla. Un dia de 1921la policia en­cuentra en una calle de Filadelfi.a a una mujer de veintitantos aiios que !lora desesperadamente, que se araiia, que se mesa los cabellos y que mezcla sus gritos con sonidos que forman palabras absolutamente ininteligibles. Como los policias no entienden nada y estiman que aquello noes asunto de comi­saria, la conducen a un hospital psiquiatrico. Alli la calman con los medios que fueran habituales en la epoca, pero los arrebatos se reproducen y no deja tampoco de emitir secuen­cias de sonidos que resultan indescifrables. Queda recluida,

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los medicos se van olvidando del caso y ella se convierte en un ser desolado y mudo, que va espaciando cada vez mas la articulaci6n de aquellas silabas extrafias. Y pasan 48 afios hasta que, en 1968, una enfermera de origen lituano entra a prestar servicio en aquel hospital. Y un dia oye musitar algo a la enferma y descubre, sorprendida, que lo que esta hablando es lituano. Casi recien llegada a Estados Unidos, sin saber una palabra de ingles ni de ninguna otra lengua, aquel ya lejano dia de 1921 habia perdido a su hijo de. pocos afios y de ahi su desesperaci6n. La historia es sobrecogedora y siniestra. Y siniestros son todos esos movimientos y esfuerzos - ahora frecuentes- por recluir a las gentes en lenguas minoritarias, por alentar de un modo u otro el espiritu de campanario, por querer transmutar la babelizaci6n de maldici6n divina en bendici6n cultural.

»De esto me gustaria ponerme a hablar ahora. Pero me he pasado del tiempo que calcule. Con tantos millones de exceso, yo me he excedido en los minutos. Les ruego que me discul­pen. Y confio en que algunos de mis guarismos sirvan por lo menos para alegrarlos a ustedes. Dijimos que los 300 millo­nes del programa televisivo podrian ser muy bien, hoy por hoy, 275. Los suficientes para que ninguno de nosotros pue­da correr el peligro de vivir la aterradora historia de la joven lituana, esos 48 afios de irremediable soledad linguistica. A cualquiera de nosotros, antes de las 48 horas, nos la hubiera remediado, con toda seguridad, alguna enfermera puertorri­quefia.» (Acotaci6n imprescindible: en 1921, de ninguna de las maneras; a partir de los afios cuarenta y cincuenta, tal vez si. Porque la migraciones significativas de puertorriquefios hacia Estados Unidos no fueron tan tempranas.)

t.No se ve con meridiana claridad como la piedad de al­gunos quiere ahorrarnos el sufrimiento? t.Se entiende ahora que defender una lengua «minoritaria», la propia, la de siem-

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pre, aquella en la que algunos han realizado su despertar lin­gilistico, no es sino un movimiento siniestro, contra natura, funesto, que solo puede llevar a esos hablantes ala desgracia y la locura? GSe ha notado que pro mover la diversidad linguis­tica es vi vir todavia en el pecado original del orgullo contra el Altisimo y que es precise volver al Paraiso de la lengua (mica? Y ahora no quisieramos que nuestras palabras fuesen objeto de mala interpretacion o que alguien pudiese pensar que ha llegado el memento de los arrebatos panfletarios. Que na­die crea ahora que hay unas lenguas que son buenas porque han sido maltratadas por la historia y los poderes politico­administrativos, mientras que hay otras, malas, que tienen la desgracia de ser multimillonarias. A estas alturas sabemos muy bien que ni las lenguas prevarican, ni son virtuosas. Pero lo que de ninguna manera podemos admitir es un discurso pretendidamente benefactor que olvida (Ga sabiendas?) un elemento esencial que recalcaremos con la maxima energia: si unas personas hablan una lengua distinta de la oficial, nolo hacen para molestar a los otros, o para mantener atavismos folcloricos; lo hacen asi porque lo han de hacer de esa manera, por las mismas razones por las que hablan su lengua lo·s muy millonarios; que no la hablan porque sean muchos, sino per­que es la suya. Son cosas que ni los grandes ni los pequeftos han de justificar. Y los benefactores profesionales habrian de pensarselo dos veces antes de empezar a campar por el mun­do regalando a diestro y siniestro sus consejos salvadores. GTan dificil es entender algo tan sencillo?

La «complejidad» lingiilstica del mundo

Con frecuencia se habla de la «complejidad» linguistica del mundo; aunque, segun y quien emplee esta palabra, podria-

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mos entender que quiere referirse ala «complicacion», pues­to que a algunos les resulta descorazonadora e inquietante la realidad variada del mundo, especialmente del mundo de los humanos, de sus culturas, de sus costumbres y, en nuestro caso, de sus lenguas. Es desconcertante como, a veces, se pue­de llegar a negar la riqueza. Pero la cuestion de la «compleji­dad» depende mucho del punto de vista del hablante: si se ha tenido la suerte de conocer a un autentico poliglota (y los hay que llegan a moverse con gran comodidad entre docena y media de lenguas) se podra comprobar basta que punto hay privilegiados que se encuentran muy a gusto en el reino de la variedad, en un mundo tan diverso como el nuestro. Como contraste significativo, algunos monolingiies declarados y militantes lo ven todo muy distinto desde su impotencia vo­luntaria. Pero seria necesario afirmar con toda claridad que para la humanidad en su conjunto la «complejidad» linguisti­ca no existe: la inmensa mayoria de las personas que hablan portugues, aleman, frances, castellano, ingles, japones y mu­chas otras lenguas se mueven en un espacio verbal aproxi­madamente monolingiie. 0 preguntemos en los poblados de Africa o de Asia cuyos hablantes saben que existen otras len­guas, pero de ninguna de las maneras cuatro mil en todo el mundo. Tal vez andemos equivocados, pero, incluso si fuese un hecho que todos los humanos estuviesemos informados de la diversidad lingiiistica mundial, serian muy pocos los que vivirian realmente inmersos en la «complejidad», sobre todo teniendo en cuenta que gran parte de la poblacion mundial nace con una lengua y vive y muere con esa lengua. 0 a lo sumo condos. Ya esto nose le puede llamar «complejidad».

Hablemos ahora de la simplificacion, porque, con mucha frecuencia, usamos dos etiquetas bipolares para expresar la suerte y la desgracia: hay «lenguas con estado» y «lenguas sin estado». Esta division, cuya realidad no negaremos, tal vez

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sea comoda para quien quiera hacer desaparecer una parte del problema: el que se plantea en un territorio diverse en que una lengua oficial es propuesta (o impuesta) como la lengua «de todos», mientras que las restantes recubren sola­mente unos fragmentos del territorio del estado. Desde una perspectiva mundial, no obstante, seria mas util una tipolo­gia algo mas fina sobre la base de cuatro posibilidades dife­rentes: en primer Iugar, sin duda, las lenguas que no tienen el soporte de un estado, que son abrumadora mayoria (y mas si tenemos en cuenta que existen unas cuatro mil contenidas en menos de doscientos estados, tal y como ya se vio).

En segundo Iugar, las lenguas con estado. Pero aqui cabria introducir dos variantes: por una parte, los estados que so­lamente tienen una lengua, que son muy pocos, y, por otra, los que poseen mas de una. Estos Ultimos presentan situa­ciones muy diferentes seglin sea una sola la lengua ofi.cial o dos o mas, validas en todo el territorio o solamente en una parte del mismo. (Y conviene no olvidar que una misma len­gua puede tener todas las bendiciones en un estado, yen otro verse en situacion de no oficial y minoritaria.)

El tercer caso es el de las lenguas habladas en mas de un estado.

El cuarto y Ultimo caso es el de algunos idiomas que, ade­mas de tener unos dominies historicos, gozan de un estatuto «intemacional» o son considerados «de comunicacion».

Vayamos con los ejemplos: la primera situacion es la del quechua (lengua de dominadores en la epoca de la expan­sion inca y hoy lengua de dominados), del breton, del gales, de la mayoria de las lenguas autoctonas de America y Africa y de algunas otras que conocemos bien, ya sea por tenerlas en casa o bien por ser vecinas. La segunda situadon es lade una unica lengua en un estado que, como ya se ha dicho, es caso extraiio: ejemplo aproximado seria el sueco en Suecia

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(si bien hay comunidades de suecos en Estonia y Finlandia, y comunidades finlandesas y de otras lenguas en Suecia) o el portugues en Portugal. En contraste, los estados llamados «plurilingues» son abrumadora mayoria. Ya sea con una sola lengua ofi.cial (de derecho ode hecho) : Francia, Gran Breta­iia, Estados Unidos . .. Ya sea condos o tnas: Belgica, Canada, Suiza ... (pero con diferentes estatutos linguisticos). El tercer caso es el de las lenguas que abarcan mas de un estado (con mayores o menores diferencias dialectales): el portugues, el aleman, el arabe, el castellano, el ingles y algunas mas. Cabe decir a este respecto que algunas de estas lenguas se hablan efectivamente en mas de un estado, como es el caso del ale­man (en Alemania y Austria); pero otras plantean problemas especiales, porque nadie creera de verdad que el ingles sea la lengua de Ghana, el portugues lade Mozambique o el frances la del Congo, aunque figuren en estos estados como lenguas oficiales . Finalmente, en cuanto al cuarto caso, las llamadas lenguas <<internacionales» y «de comunicaci6n» son, como todo el mundo sabe, el ingles, el castellano, el frances, el ruso y muy pocas mas.

Y ahara nos gustaria ser amigos de las utopias e incluso poder vivir en el estado natural del salvaje roussoniano (par lo menos ideal y mentalmente, en aquellos momentos en que nos permitimos ser ligeramente maximalistas prescin­diendo del inevitable posibilismo); pero la realidad es que el panorama linguistico del mundo es ciertamente complejo. Y lo es, no par si mismo, sino por la intromisi6n de factores ajenos a las realidades originales y naturales de los pueblos y de sus lenguas. Si el panorama linguistico es complejo se debe a la superposici6n de unos pueblos sobre otros, a las

. conquistas y a las colonizaciones que han llevado a imponer modelos de organizaci6n estatal unitarista a pueblos que no habian conocido estas macroentidades politico-adminis-

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trativas. La complejidad linguistica no es sino una conse­cuencia de las relaciones de dominic; una muestra de como el devenir de la humanidad es, por desgracia, la historia de las desigualdades y de las humillaciones en aspectos esen­ciales. Aunque estas desigualdades y humillaciones no las producen las lenguas: «las lenguas -afirma Carme Junyent, experta en la situaci6n lingiiistica africana- no son cosas, las lenguas son ficciones; lo que da cuerpo a una lengua son sus hablantes: sin hablantes no hay lenguas. Y, de la misma forma que no existe el indeuropeo porque ya nadie lo ha­bla, las lenguas que existen estan ahi porque hay quienes las emplean, y son los hablantes, los pueblos en definitiva, los que son fuertes o debiles, grandes o pequeiios, y no precisa­mente gracias a sus lenguas sino, generalmente, a causa de su capacidad de agresi6n.»

Lenguas «de comunicacion»

El poder no ve con buenos ojos la complejidad lingiiistica del mundo. Y como el poder no tolera en absolute a los compe­tidores, a poco que pudiese los borraria del planisferio: haria desaparecer a las fuerzas econ6micas rivales (o supuestamen­te rivales) o a un enemigo creado a prop6sito, y, correlativa­mente, a las culturas y las hablas diferentes. En el presente, y de la misma forma en que Africa fue inexorablemente di­bujada siguiendo los dictados de una geometria implacable, el mundo esta sometido a una division en macroareas de in­fluencia, y los poderes que participan en ello nos hacen vivir en un equilibria mas 0 menos inestable segtin las epocas, las direcciones de la economia, las necesidades de fuentes ener­geticas o el desarrollo de Ia industria y del negocio armamen­tisticos, entre algunos otros factores.

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Dentro de este panorama general hay que insertar un pro­blema que de ninguna de las maneras puede concebirse como una burbuja aislada: si un pueblo exige: «iDejadme hablar mi lengua!>>, esta defendiendo la identidad propia, la supervien­cia, el espacio historico y su derecho irrebatible a expresar los pensamientos por la via que le es mas natural, comoda:, es­pontanea y legitima. En cambio, si un poder afirma: «Hablad la lengua que os propongo; abandonad las rarezas minorita­rias>>, es que quiere asimilar a otros pueblos, encerrandolos dentro de su area de influencia y, ade~as, quiere asimilarlos comod~ y limpiamente.

Se ha afirmado paginas atras que los estados poderosos y modernos -tanto si lo son, como si se lo creen, como si les conviene creerselo- no suelen actuar con modos groseros. Los poderes han aprendido urbanidad y saben, ademas, como funcionan los mecanismos de persuasion y como pueden lograr que las masas se congreguen en torno a los grandes ideales (es decir, los «valores>> propuestos como deseables y socializadores). Tambien saben provocar el rechazo a lo que es ajeno y a todo aquello que puede desvelar la critica y la di­sension, presentandolo como «contravalor» y como elemento destructivo de la «moral» del poder. Noam Chomsky expone el caso de Vladimir Dantxev, un locutor de radio de la antigua Union Sovietica que durante cinco dias denuncio a caballo de las ondas hertzianas la invasion de Afganistan, y que tuvo que pasar dos afios intemado en un centro psiquiatrico an­tes de ser devuelto a su lugar de trabajo. Y razona Chomsky (creemos que con mucha lucidez): «Aqui [en Estados Unidos] jamas podria pasar algo semejante; ningun locutor america­no ha sido enviado jamas a un hospital psiquiatrico por el hecho de Hamar 'invasion' a una invasion americana o por el hecho de animar a las victimas paril que ofreciesen resisten­cia. No obstante, podriamos tratar de dilucidar por que no

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ha pasado esto nunca. Una posibilidad, por lo menos una po­sibilidad abstracta, es que ningun locutor americana tendra jamas el coraje de Dantxev, o que no podria pensar que una invasion americana al estilo del Afganistan fuese realmente una invasion, o que una persona en estado mental normal pudiese llamar a las victimas a la resistencia. Si la realidad fuese esta, entonces existiria un nivel de adoctrinamiento mucho mas profunda que el conseguido con el terror sovieti­co, mucho mayor que ei que Orwell hubiese podido imaginar nunca. Esto {_tan solo es una posibilidad abstracta o es un re­trato fiel y realista de las circunstancias en que vivimos?» Y acaba su escrito (significativamente titulado La manufactu ra del consenso) con unas palabras inquietantes: «Para aquellos que buscan la libertad tozudamente, no puede existir nada mas urgente que llegar a entender los mecanismos y las prac­ticas del adoctrinamiento. Estos mecanismos son mas faciles de detectar en los regimenes totalitarios que en los sistemas de 'lavado de cerebra en libertad' en los cuales vivimos y a los que, demasiado a menudo, servimos, consciente o in­conscientemente.»

Tambien los poderes «manufacturan el consenso» en lo que concierne a las lenguas, y lo hacen con la promocion, aparentemente positiva, de un cierto t ipo de conveniencia. {. Cuantas veces hemos oido afirmar que hay lenguas «de co­municacion», lenguas «internacionales»? {. Y que se quiere de­cir con afirmaciones como estas? Pues que hay lenguas dignas de ser silenciadas, locales (ode campanario) y barbaras; pero las casas no se dicen de esta forma porque los poderes han aprendido urhanidad y saben dorar la hoz de la siega. Pese a todo, las dos calificaciones mendonadas son muy faciles de denunciar, tanto desde el punta de vista de la lingiiistica, como desde el sentido comun mas elemental. {_Hay lenguas de comunicacion? Sin duda alguna. {.Y cuales son? Todas, sin

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excepcion. Y si algtin prejudicador llegase a encontrar una lengua que no fuese, entre muchas otras casas, un sistema de comunicaci6n, tendriamos la obligaci6n inexcusable de dedicarle un fastuoso monumento, porque habria descubier­to un circulo perfectamente cuadrado. En el fonda, cuando una persona identificada con la mentalidad lingi.iistica de poderes centralizadores nos prodama que su lengua es «de comunicaci6n», lo que nos quiere decir es que no esta en ab­soluto dispuesta a comunicarse en otra lengua: el esfuerzo lo han de hacer los demas. Asi, la cuestion de la comunicaci6n se convierte en un problema de comodidad desequilibrada. Y todavia mas. La mentalidad lingi.iistica del poder parte de un axioma no dedarado: en real~dad, existe una entidad subs­tancial que es la lengua; las restantes no son sino un conjunto de accidentes, tal vez incluso tendencias subversivas contra la unidad.

Pero no tendriamos que negar lo que es evidente: que hay mas hablantes del ingles que de la lengua galesa (en terminos absolutos y si miramos al conjunto del mundo, porque en Ga­les hay mas hablantes del gales que hablantes del ingles en Monaco). Como tambien es cierto que las diez o dace lenguas que encabezan las estadisticas comprenden mas de la mitad de la poblaci6n mundial. Son hechos. Pero los promotores de las lenguas «de comunicaci6n» no se atienen a los hechos, sino que juegan con su propia conveniencia, y par eso no nos invitaran a incrementar una lengua millonaria distinta de la suya.

Siguiendo con los hechos, y dejando al margen que toda lengua es valiosa y deseable, es evidente que algunos idiomas nos abriran unos caminos que otros no podrian hacerlos ex­peditos: si alguien quiere convertirse en exportador, agente de turismo, diplomatico o profesor de literaturas compara­das, clara esta que tendra que orientar sus esfuerzos en algu-

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na direcci6n determinada. Justamente, habra que ver a que paises quiere dirigir sus productos, hacia que lugares quiere guiar a unos viajeros ansiosos por conocer mundos diferen­tes, d6nde quiere gozar de inmunidad civil y penal o que li­teraturas qui ere poner en relaci6n. Y llegamos, asi, al final de este camino: toda lengua es de comunicaci6n en los lugares en los que funciona y a los que alguien quiere viajar para en­tablar conversaci6n con la gente que en ellos vive. Esta es la cuesti6n, y por eso no tiene sentido que alguien pretenda il;n­poner (ni siquiera sugerir) que hay que renunciar a la propia lengua en el propio t erritorio en que esta funciona.

En cuanto ala segunda de las calificaciones, desde un pun­to de vista lingilistico no hay lengua que merezca el adjetivo de «internacional>>. Podra tener sentido desde la perspectiva econ6mica, de las relaciones transcontinentales, de un inter­cambia de alta tecnologia o de algunos eventos macrodepor­tivos, factores todos que frecuentemente sugieren ignorancia sobre las realidades de los pueblos, y propios de personas que ni tan solo hacen el esfuerzo de informarse sobre las lenguas que se hablan en los lugares en los que dejan sus pisadas inde­lebles. Pero una lengua no es mas que una lengua, y si llega a ser «internacional>> sera a causa de expansiones econ6micas, tecnol6gicas, politicas, colonizadoras ... apoyadas frecuente­mente en ejercitos que actuan como embajadores, o con la espada de Damocles de su amenaza. Y tambien se convier­te eh «internacional>> una lengua gracias al anzuelo dorado de la «modernizaci6n>> que se vende a los llamados pueblos «primitivos>> para convertirlos en consumidores del emporio imperial.

La desigualdad entre los pueblos tiene un indicador lin­guistico muy evidente: «La identificaci6n de los prestamos lexicos - escribe Junyent- es una buena guia para el conoci-. miento de la historia, especialmente porque son la muestra

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mas palmaria del imperialismo. No hay que profundizar de­masiado en este fen6meno para apercibirse de que el tipo de prestamo esta siempre en funci6n de la relaci6n ocupante/ ocupado. El pueblo ocupante puede tomar en prestamo ter­minos como banana, tomate, etc. ; pero el ocupado recibe mu­chos mas, especialmente del tipo juez, ley, piensa .. . La conclu­sion no es dificil de extraer: lo que se esta tomando prestado, de hecho, es la producci6n de un pueblo, en un caso, y un sistema social ajeno, en el otro.»

Los ide61ogos de Ia lengua y Ia substituci6n lingiiistica

Ante las dificultades que implica la definici6n de lengua, hay quienes son muy expeditivos y afirman, no sin alguna dosis de raz6n, que una lengua no es otra cosa que un dialecto que tiene el apoyo de un ejercito de tierra, mary aire (como ya su­gerimos paginas atras). Esta idea podria ser incluso luminosa sino fuera porque le falta un elemento esencial: los ide6logos de la lengua, que son los acompaiiantes imprescindibles de la milicia (real o metaf6rica). Ya tuvimos la ocasi6n de obser­var el caso paradigmatico del frances, antes y despues de la Revoluci6n; un caso que ha sobrevivido al paso del tiempo y que incluso lleg6 a nuestro siglo y contamin6 a todo un gran linguista como Antoine Meillet, disdpulo, y luego colega, de Ferdinand de Saussure: «En relaci6n con el frances, el bret6n es un instrumento tan rudimentario y tan poco util que nin­giln bret6n lucido podria ni siquiera sonar en usarlo como instrumento preferente. Y no se puede decir que la bombilla electrica oprime a la vela de cera; ni tampoco tiene sentido lamentar que la segadora perjudica a la hoz.» S6lo existe un problema: el ilustre Meillet -de quien tantos hemos aprendi­do tantas cosas utiles- perdi6 de vista que las velas y las ho-

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ces no pueden pensar, ni sentir; mientras que los bretones (y todos los que se han encontrado y se encuentran en circuns­tancias semejantes), si que pueden pensar, y piensan; si que pueden sentir, y sienten. Porque la hoz desplazada existe por si misma; pero la lengua bretona vive (o malvive) porque hay gentes que la hablan. En definitiva, menospreciando ala len­gua bretona, Antoine Meillet desdefiaba a sus hablantes. 0 tal vez los amaba tanto que les queria hacer progresar por los caminos esplendorosos de la lengua y civilizacion francesas. Queda pendiente una pregunta: {.por que no invito Meillet a los bretones a que fueran fieles a su propia lengua y, adernas, adquiriesen las ganancias de otras lenguas, entre elias el fran­ces, si asi lo deseaban libremente?

A veces, la insensibilidad alcanza cotas escalofriantes. Morris Swadesh, experto en lenguas autoctonas de America, publico en 1946 un estudio sobre las categorias gramaticales de algunas lenguas amerindias. El estudio es un modelo des­de el punto de vista de la lingiiistica descriptiva, y en el se afirma, incluso, que lenguas como el navajo, el yana y otras no son, en absoluto, lenguas «primitivas»: todo aquello que se puede expresar en ingles tambien es posible expresarlo en cualquiera de estas lenguas. Hasta aqui, todo funciona muy bien; pero el estudio comenzaba con una lamentacion: estas lenguas se f;!Stan perdiendo. Y {_sabemos por que hay que lamentar su desaparicion? Porque, «condenadas ala ex­tincion, nunca podran ser adecuadamente estudiadas ya que no existe el numero de investigadores sufi.cientemente pre­parades para registrarlas y describirlas». Y tendriamos todo el derecho del mundo a preguntarnos: {.que se ha hecho de sus hablantes? Claro esta que la insensibilidad de Swadesh era del todo explicable: participo en un proyecto para la in­tegracion lingiiistica de los aborigenes americanos y, lisa y llanamente, de lo que se trataba era de alfabetizarlos en la

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lengua autoctona para que la abandonasen inmediatamente en favor del ingles.

Afirmabamos hace tan solo un momento que ala «de­finicion» de lengua le faltaba un ingrediente: los ideologos. El poder siempre ha acudido a los ide6logos porque siempre ha necesitado o bien la autojustificacion de las propias ac­ciones (y eso debe de ser porque es dificil suprimir la mala conciencia que se oculta en los rincones del cerebra), o bien el adoctrinamiento, o ambas casas a la vez. Ademas, el po­der dificilmente puede basarse en el vacio y, aunque resulte triste decirlo, aprovecha los sentimientos heter6fobos, unas tendencias de odio que tienen en cada uno de nosotros el unico caldo de cultivo imaginable. Y como el poder, que ha aprendido urbanidad, no osa cerrar a cal y canto las bocas de unos hablantes discolos y minoritarios, porque podria provo­car reacciones no facilmente controlables, tiene que jugar con los mecanismos de la persuasion. Ahara bien, la gente que de verdad maneja los hilos del poder no ha perdido el tiempo estudiando filosofia; hay otros que lo han hecho en su lugar, sabiendolo o sin saberlo -como apuntaba Chomsky-, cons­ciente o inconscientemente.

Bastara con un ejemplo. Pero antes habria que reiterar que no es agradable ni educado seiialar a alguien con el declo. En parte, porque un declo es excesivamente puntual y la gente es sumamente compleja; en parte, tambien, porque no todo el mundo es propenso a recibir criticas por sus palabras, y las criticas pueden desencadenar, incluso, el efecto contrario al que se pretendia. Hace unos aiios, Manuel Alvar publico un escrito titulado Bilingilismo e integraci6n, que algunos han considerado como un ejemplo de Sociolinguistica no precisa­mente critica hacia ciertas posiciones asimilacionistas, sino mas bien como un producto ideologico (en su sentido peyo­rativo) y manipulador. Veamos por que. En el escrito de Alvar

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son frecuentes expresiones tan alejadas de la Lingiiistica (y de la Sociolinguistica) como «lento proceso de quehacer pa­triotico» para aludir al cambio de lengua y cultura en los pai­ses latinoamericanos; o bien la expresi6n «lengua nacional» para referirse al castellano que hay que imponer a los indios de America.

Sino erramos en las interpretaciones, la tesis fundamental del escrito de Alvar es esta: las lenguas indigenas americanas son un factor de aislamiento y de retraso porque el progreso, en aquellos paises, se expresa en la lengua «nacional»; en con­secuencia, es preciso que los·hablantes de las lenguas indige­nas cambien al castellano para que de esta forma se produz­ca la integraci6n. Ahora bien, y siguiendo las propuestas de Swadesh, Alvar sugiere que se tendra que hilar muy fino en el proceso de substituci6n: sera necesario alfabetizar ala pobla­ci6n aut6ctona en su propia lengua, porque muchos de ellos no saben castellano; eso si, una vez alfabetizados, habra que conducirlos hacia la lengua castellana: «saber la lengua ver­nacula escrita es, a la vez, un paso decisivo ala total alfabeti­zaci6n en castellano». Sin embargo, sera forzoso justificar la necesidad de este cambio, porque de lo contrario pareceria un trabajo doloroso y gratuito; una imposici6n pura, simple y sin raz6n alguna. La excusa quiere ofrecerse como benefactora: como la enseiianza a todos los niveles en las lenguas aut6cto­nas le parece inviable al autor, «no queda, pues, otra soluci6n que instruir a los indigenas en la lengua nacional para acceder -a traves de ella- hasta los mas altos niveles de instrucci6n». De buenas a primeras, la autojustificaci6n parece muy clara: se trata de salvar al salvaje, de liberarlo del primitivismo y la miseria, de «romper las estructuras que mantienen margi­nadas a ciertas comunidades».

Pero las intenciones benefactoras dejan pronto el paso franco a unos objetivos que no se saben o no se pueden di-

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simular: «Es necesario que las cosas sean asi, para mejora de gentes que viven en estado de miseria y para el desarrollo equilibrado de naciones en marcha, que no pueden caminar con el lastre de cientos de miles de personas ajenas a la obra que la colectividad ha emprendido. Las ventajas indiscutibles y -ya- in­soslayables exigen otros sacrificios» (el subrayado es nuestro) . Los sacrificios son, evidentemente, el abandono.de la lengua y cultura propias que, eso si, «no se extinguen por comple­to, sino que dejan -como adstrato- algunos elementos que condicionan a la lengua que se impone o -como substrato­tienen ecos para siempre en la entonaci6n yen la fonetica». Suena aparentemente hermoso: las lenguas americanas no tendr.:in otro remedio que morir; pero dejaran alguna hue­lla en la lengua triunfadora. ;, Verdad que alguna vez hemos leido el hermosa soneto de Quevedo (sensible y sagazmente editado por Jose Manuel Blecua) que comienza «Cerrar po­dra mis ojos la postrera I sombra que me llevare el blanco dia»? Este soneto, cuyo titulo es «Amor mas poderoso que la muerte», es un prodigio gramatical. Con la reiteraci6n de las construcciones concesivas, Quevedo expresa todo aquello que sobrevivira, pese ala acci6n devastadora de la Hora inevi­table. El endecasilabo final produce escalofrios: «polvo seran, mas polvo enamorado». y esta es la cuesti6n para Alvar: las lenguas amerindias sobreviviran en la otra orilla, dejaran sus resonancias amorosas en la lengua «nacional»; lo que es abso­lutamente cierto es que seran polvo, la ceniza consecutiva al sacrificio.

Claro esta que la obra emprendida por la colectividad asi lo justificaba y, ademas, si alguien sentia remordimientos de conciencia, habria de saber que substituciones como esta ya se habian producido antes: «La situaci6n de la estructura co­lonial no hace sino crear una nueva ordenaci6n de los grupos, pero la division de los grupos venia desde mucho antes. En

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Ultima instancia, los aztecas no eran otra cosa que un pue­blo conquistador, que tenia bajo tributo a otras 371 tribus y poblados, poco propicios al yugo que se les imponia. Lo que ocurre es que, igual que los nahuas marginaron a las otras culturas, la azteca fue marginada por la conquista.» Paginas atras avanzamos un esbozo interpretative del escrito de Al­var. Ahora se trata de modificarlo a la vista de unos materia­les que hemos sacado -era forzoso- de su contexto; pero que vistas en su lugar de origen, y como parte del discurso global, todavia resultan mas estremecedores. Hemos llegado al final del camino: lo que conviene es sacrificarse para la construe­cion del estado. No parece importar la gente, sus culturas y sus lenguas; no hay que pedirles su opinion para saber si quie­ren incorporarse a las grandes empresas colectivas. Hay que incorporarlos, de grado o por fuerza, para que el estado nave­gue con vientos favorables. Por sino lo sabiamos, la victoria es para el mas fuerte.

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EPILOGO

Una nueva educaci6n lingiiistica; una nueva educaci6n

«La educaci6n debe estar siempre al servicio de la diversidad lingilistica y cultural, y de las relaciones armoniosas entre las diferentes comunidades lingiiisticas de todo el mundo.•

Declaracion Universal de Derechos Lingiifsticos

En mas de un momento, a lo largo de estas reflexiones, he­mos tenido que denunciar la irreverencia de unas opiniones y propuestas que menospreciaban a lenguas y hablantes. En nombre de las grandes empresas se han querido eliminar (y se han eliminado) realidades naturales variadas y se ha acon­sejado a los poderes para que asi lo hiciesen. Bueno seria que todo el mundo tomase nota precisa de las palabras de Popper: «Si se quiere que progrese el crecimiento de la raz6n y que so­breviva la racionalidad humana, entonces jamas tendremos que inmiscuirnos en la variedad de los individuos y de sus opiniones, fmalidades y prop6sitos (excepto en casos extre­mos en que la libertad politica se halle en peligro). Incluso las llamadas a una tarea comun (que tanto satisfacen desde el punto de vista emotivo), aunque se trate de una tarea ex­celente, no son sino llamadas para que se abandonen las di­ferentes opiniones eticas, para que se abandonen las criticas mutuas y los debates que estas opiniones generan. Al fin y al cabo, son llamadas con las que se pretende que renunciemos al pensamiento racional.»

Por desgracia, la historia de la humanidad es, en muchos casos, la historia de las «tareas comunes»; de unas empresas

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exorbitantes que se han caracterizado por el olvido y el sa­crificio sistematicos de los individuos. Una interpretacion verosimil del devenir humano nos diria, con toda probabili­dad, que los humanos no hemos mostrado excesiva ternura los unos para con los otros. Asi, el decurso historico de los pueblos y de los contactos entre los pueblos podria ser en ten­dido como una larguisima historia de presiones y opresiones, una lucha irracional en que el mas fuerte ha anulado (o ha intentado anular) al mas debil, al mas educado, al que ha­bia apostado menos por la fuerza, al que tenia menos ansias expansionistas. Pero esta historia todavia continua, porque en unos tiempos en los que nos vanagloriamos de nuestro grado de civilizacion, los pueblos, las culturas y las lenguas continuan en peligro. En otros tiempos, los contactos de un pueblo con los restantes llevo a algunos hacia la teoria de la propia superioridad -como expone Louis-Jean Calvet-, y por esta via se quisieron justifi.car las colonizaciones. Hoy todo es mas sutil y la «civilizacion» es, en muchos casos, una nueva forma de colonizacion a escala planetaria. Porque en lugar de promover el bienestar, el equilibrio de la riqueza, la cultura de liberacion y el respeto mutuo, se promueven constantemente las desigualdades entre los pueblos y el espiritu de competi­tividad y agresividad entre los individuos. Y la civilizacion es asociada una y otra vez con un grado de desarrollo tecnico tal que la presion de un declo sobre un boton podria desenca­denar los complejos mecanismos de bombas perfectamente orientadas.

La historia de la vida y de la muerte de las lenguas corre en paralelo con la historia de los dominadores y de los domi­nados: «En una situacion puramente natural -escribe Oscar Uribe-, cuando los hablantes de dos lenguas distintas seen­cuentran y desean comunicarse entre si, usan uno de varios procedimientos de aproximacion que no hay por que detallar.

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Pero, fuera de esas situaciones en que el lenguaje es puro y simple expediente para la comunicacion, se suele hacer del lenguaje un simbolo del poder de un grupo o de unas socieda­des formadas por hablantes de idiomas, de dialectos ode mo­dalidades lingiiisticas diferentes. Esto explica el que haya gru­pos que traten de imponerles a otros su idioma, tanto dentro de las situaciones internas como en las internacionales, y que el multilingiiismo de un pais revele el delicado equilibria po­litico de los diversos grupos que en el conviven, asi como el multilingiiismo mundial revela el equilibria politico presente y la pasada historia politica de las diversas sociedades en el ambito internacional.»

Por esta razon hay lenguas que crecen (y no a causa de un aumento repentino de la natalidad) y lenguas que mueren (y no porque los hombres y las mujeres hayan dejado de querer­se). Ypara lograr que una lengua desaparezca noes necesario asesinar a sus hablantes; no hay que hacer aquello que denun­ciaba el informe de la Escuela de Berkeley sobre el paso de veinticinco millones de mexicanos autoctonos a un millon, en tan solo el tiempo que va desde principios del xvr a finales del mismo siglo. Noes necesario ir tan lejos. Basta con la persua­sion, con la extension de los prejuicios y con la promocion de la desigualdad: hay lenguas mas y menos cultas, mas y menos internacionales, mas y menos progresistas.

Es preciso luchar contra la promocion de la desigualdad y es positivo promover el igualitarismo, tanto en los niveles generales como en el caso concreto de las lenguas. · Gabriel Ferrater hablaba asi del prejuicio de la desigualdad: «La per­sona medio culta recae constantemente en lo que Leonard Bloomfield llamaba las reacciones secundarias y las reacciones terciarias ante el lenguaje: las reacciones secundarias son simplemente las preconcepciones inverificadas, y las terda­rias son los accesos de colera histerica cuando ellingiiista las

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somete a verificaci6n y descubre que son falsas. El ejemplo clasico (mencionado por el propio Bloomfield) es el del colo­no en Africa, o simplemente el veraneante en una aldea de montana, que vuelve contando que los negritos o los labrie­gos no disponen mas que de un par de centenares de pala­bras para entenderse (y algunos anaden que no llegarian a entenderse si no completaran el habla con la gesticulaci6n, lo cualles impide hablar a oscuras), y que se sale de madre cuando ellinguista le certifica que todo ser humano dispone de un caudallexico sensiblemente igual al de los profesores de universidad.» Perrater y Bloomfield son dos testimonies mas del espiritu critico que conviene ejercitar contra las im­posturas, contra la idea de que hay lenguas buenas y lenguas malas, contra la promoci6n de una ignorancia que incluso nos llevaria a creer que hay lenguas, culturas y etnias que todavia estan caminando (y muy lentamente) hacia la humanizaci6n.

Sin embargo, no solo se produce el desprecio hacia unas lenguas en relaci6n con otra u otras lenguas. Tambien en el seno de una de estas se promueven supuestas diferencias cualitativas y el.rechazo de unas variedades genuinas consi­deradas como inferiores al resto. Ante esta situaci6n, es es­pecialmente doloroso el silencio de muchos lingiiistas: «Por lo que sabemos -denuncian Newmeyer y Emonds- ningun linguista ha tenido en consideraci6n las posibles implicacio­nes racistas, o contra la clase obrera, cuando se defiende que una clase social ha de modelar su forma de hablar de acuerdo con otra. Algunos han suavizado las cosas al proponer que el ingles no estandar sea usado en la escuela elemental, y otros, como Labov, han hecho lo posible para aligerar la carga im­puesta al alumno negro; pero ninguno de ellos ha renunciado al objetivo final de modelar al hablante no estandar segun los patrones del «estandar» (por supuesto que seria objeto de mofa aquel que propusiese que los hablantes de las cla-

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ses dominantes inglesas modelasen su manera de hablar por deferencia ala clase trabajadora). En resumidas cuentas, que nuestra sociedad no permita que cada individuo hable su pro­pia variedad del ingles, sin que esto implique una lacra social, es cosa que no ha sido criticada por los lingiiistas; ni los lin­giiistas han luchado para extirpar de raiz la lacra, y no los dialectos». Lo que significa que el rechazo de la diversidad no solo se produce entre lenguas diferentes, sino tambien res­pecto de las variedades geograficas y sociales interiores. La avaricia es inconmensurable y, en estos casos, la glotofagia no conoce limites: el sistema escolar, por un lado, y la promoci6n del ridiculo, por otro, seran los intrumentos de un poder que ha aprendido urbanidad, que ya no qui ere colonizar, que sola­mente «civiliza» y libera al pueblo de la barbarie. (. Caminamos hacia un futuro sin colores y sin los matices de cada color?

Hay que reconocer la diversidad, y la profunda unidad que en ella se esconde y que hace posible el esplendor de la riqueza humana, de una humanidad en la que nadie tiene el derecho de valer y ser mas que cualquier otro y donde nadie podra ja­mas aducir razones legitimas para pisotear a sus semejantes y a todo aquello que es obra de los humanos: sus culturas y sus lenguas, muy especialmente. En un mundo en que la realidad es desigual hasta limites lacerantes, vale la pena apostar por la utopia del igualitarismo y del humanismo; apostar por una nueva educaci6n integradora capaz de superar la «tolerancia» en favor de la convivencia. La «tolerancia» supone que somos realmente los buenos y que a los demas, que se comportan al margen de nuestras normas, les permitimos graciosamente vivir a su aire, porque somos tan generosos que incluso po­demos admitir las excentricidades. Una nueva educaci6n ha de apostar por el igualitarismo; ha de asumir sin reticencia alguna que el mundo es de todos los que compartimos el te­soro de una evoluci6n que nos ha situado en la punta finisima

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de una fiecha que nose detiene. Entre tanto, en el camino de la utopia, habra que edificar los refugios de la tension para aprender a vivir rechazando los simplismos, los esquemas bi­polares, el maniqueismo y los prejuicios. Habra que aprender a resistir la mala educaci6n (la propia y la ajena), y habra que luchar contra las dukes persuasiones del poder, desoyendo la gracilidad de los cantos de sirena. Aprenderemos a vivir hici­dos, acaso libres.

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