Louis Althusser la internacional de los buenos sentimientos

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    T R A D U C C I O N E S

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    Nmero 4 / mayo 2016

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    La internacional de los buenos sentimientos(1946)*

    Louis Althusser

    Todos hemos sido tocados en nuestro corazn por las palabras centrales de Andr

    Malraux: Hacia el fin del siglo el viejo Nietzsche proclam la muerte de Dios. Ahora noscorresponde preguntarnos si, de aqu en ms, el hombre no est muerto1. Cito de memoria,quiz estas palabras no sean exactamente las suyas. No olvidar que entonces sentimos el vacoen nosotros. La masa humana que contemplaba desde las gradas de la Sorbona a este actor2trgico debatirse en soledad, de repente se dio cuenta de que ella misma estaba sola y que unpequeo hombre luchaba en el desierto de la conciencia gesticulando contra la muerte delhombre. Es necesario reconstruir una imagen del hombre en la que el hombre se reconozca.Lo pattico de Malraux no estaba en esta muerte que anunciaba como inminente, sino en estaconciencia desesperada de la muerte habitando en un viviente. Incluso quienes entonces nocompartan sus temores no pudieron apartarse de una terrible inquietud: no se veimpunemente a un hombretratar a su destino como a un enemigo.

    Ahora bien, en el mundo que nos ha cobijado, se ven cada da ms claramente a ms yms hombres romper los lazos silenciosos que los unan a su destino y maldecirlo. Dos aosdespus de la ms atroz de las guerras, sobre una tierra cubierta de paz y ruinas, en la brumadel invierno que se avecina ocurren silenciosos agrupamientos. Las murmuraciones que erantapadas por el ruido de las armas, las protestas incomprendidas en el fragor de la guerra, sehacen perceptibles una vez que la calma ha sido restaurada. Son, fenmeno destacable, lasviejas tierras europeas las que elevan las quejas de la paz. En el este, el inmenso pueblo ruso havuelto al trabajo y encuentra en el trabajo su reconciliacin con la historia: La angustia es unestado de nimo burgus, nosotros reconstruimos (Ehrenbourg).3 En el oeste, Norteamricaintacta hace la cuenta de sus muertos y de sus victorias, prueba su fuerza futura en los aires yen los mares y se instala en el mundo tanto como en el futuro: el siglo norteamericano estante ella, en el horizonte, como unas vacaciones: Nuestro destino es ser Norteamericanos

    libres. Seguramente el optimismo del esfuerzo y el de la libertad conservan su sentido para losfranceses y los britnicos, la mayora de los cuales estn buscando la razn4de la dura vida quellevan.5 Sin embargo, es en medio de las ruinas occidentales donde el hombre percibe que laguerra de las armas y la guerra de los amos no tienen el mismo fin, y que la paz es tan asesinacomo la guerra y todava ms horrible en la medida en que el asesinato no se produce con elpretexto del estruendo. En Francia tenemos a Malraux, ya evocado por su discurso trgico, est

    * Este texto apareci originalmente en Louis Althussercrits philosophiques et politiques, Paris, Stock-IMEC, 1994,tomo I, textos seleccionados y presentados por Franois Matheron, pp. 35 -57. Agregamos las notas de la edicina pie de pgina, indicando entre corchetes cuando corresponden a Althusser. Es el caso en las pgina 293, nota 1;p. 299, nota 4; y p. 300, nota 1. Traduccin castellana de Pedro Karczmarczyk (IdIHCS-UNLP-CONICET).1 Louis Althusser evoca aqu una conferencia sobre El hombre y la cultura pronunciada el 4 de noviembre de1946 en la Sorbona por Andr Malraux, en el marco del Mes de la UNESCO. Combat ofreci una resea de lamisma el 5 de noviembre, citando en estos trminos la frase evocada por Althusser: Desde Nietzsche Diosestmuerto, pero es necesario saber si en esta vieja Europa, el Hombre ha muerto tambin. La Europa de hoy no estms devastada, ni ms sangrante, que la figura del Hombre.2 Primera redaccin este pequeo actor.3Franchise, n 3, ver nota ix. La frase exacta es La angustia es un lujo burgus. Nosotros, nos reconstruimos.4 Primera redaccin: encuentran all el sentido.5 Pasaje tachado en el manuscrito: Pero es sin embargo de la vieja Europa que se levantan los lamentos de lalaxitud y las revueltas de la consciencia.

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    Camus,1con sus artculos deCombat,2donde la fatalidad captura al hombre en el asesinato y nolo libera ms que en la muerte, tenemos a un Gabriel Marcel, enfurecido contra la modernidaddel mundo y sus tcnicas de envilecimiento3, tenemos al movimiento del frente humano4

    que cree poder detener la fatalidad de la guerra por medio de una accin moral internacional,tenemos ejemplos de xito comercial como el nmero deFranchisesobreLetemps des assasins.5

    En Inglaterra es Koestler

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    quien denuncia la servidumbre de los hombres por los regmenestotalitarios y nutre con novelas el resentimiento de sus contemporneos contra su historia. Elextraordinario xito de su obra prueba7 que existe un amplio pblico dispuesto a acoger lamaldicin de estos profetas modernos. Y ciertos ecos venidos de Alemania hacen pensar quelos vencidos slo demandan sumar la voz de su muy buena conciencia a la voz de la malaconciencia de sus vencedores, que ellos tambin estn listos para maldecir la ltima paz y aconstituir contra ella una sagrada alianza de la protesta, en relacin a la cual debemospreguntarnos cul es su verdadero sentido. Puesto que nos encontramos ante un fenmeno deorden internacional, ante una ideologa difusa, todava no definida con precisin, aunquesusceptible de revestir una cierta forma de organizacin, Camus piensa en la formacin degrupos de protesta decididos a denunciar a la conciencia universal los crmenes contra loshombres; el frente humano piensa en utilizar el cine8o la radio para desviar a la humanidad

    1 No es una de las menores paradojas de nuestro tiempo que las protestas ms elocuentes nos vengan de los msfirmes en la guerra: Malraux y Koestler han combatido en las filas republicanas en Espaa, Malraux ha participadoen esta guerra, Camus fue un miembro admirable de la resistencia, lo mismo que muchos otros entre los mejoresde estos cruzados modernos. Las armas depuestas son inquietantes. [Nota de Althusser]2Albert Camus Ni vctimas ni verdugos, serie de ocho artculos publicados enCombatdel 19 al 30 de noviembrede 1946 (retomados en Albert CamusEssais, Paris, Gallimard, La Pliade, 1965, pp. 331-352)3Ver por ejemplo el artculo La propaganda como tcnica de envilecimiento,Les nouvelles paroles franaises, 9 demarzo de 1946, retomado enLes Hommes contrelHumain, Paris, ditions du Vieux Colombier, 1951, republicadoen 1991 en las ediciones universitarias con un prefacio de Paul Ricoeur, o tambin, en la misma coleccin, verTcnica y pecado.4 Movimiento que se presentaba como nacido bajo la ocupacin alemana, de las pruebas de un puado de jefes

    que pertenecan al servicio nacional de los Escuelas Maquis, el Frente humano ha publicado a partir de 1945 unadecena de cartas a los ciudadanos del mundo, y muchos fascculos de trabajo del Frente humano de losciudadanos del mundo, emanacin del Centro internacional de investigacin y de expresin mundialista, de allsu colocacin bajo el patronato de Einstein, a quien se le atribuye la siguiente apelacin: Reclamo, de maneraurgente, enviarme un cheuque a m, presidente del comit de la desesperacin ante la investigacin atmica.5Franchise, n 3, noviembre diciembre de 1946. El numero en su totalidad es presentado como una obra de teatro:El tiempo delos asesinos. Tragedia en cinco actos, de Pierre Garigues, Louis Pauwels y Jean Sylveire, teniendo porpersonajes a los colaboradores del nmero, entre los cuales se cuentan Albert Einstein (El 23 de mayo de 1946a la prensa) Albert Camus (Nuestros otros asesinos) Emmanuel Mounier (Movilizacin general) AldousHuxley (El hambre), Ilya Ehrenbourg (No puedo decirte nada), Gabriel Marcel (Un solo recurso: lagracia), Jean Paul Sartre (La guerra del miedo). En el Teln, que vale como editorial, se puede leer: Lainmensa multitud paga con su sangre y su hambre para aprender que la nica realidad es su angustia y su miseriaabsoluta en una tierra en la que se multiplican en el saqueo principios polticos cada vez ms satisfactoriosestamos en el borde extremo del abismo. Un pequeo nmero de hombres se agitan, fingiendo responsabilidad.6El cero y el infinito, trad. Francesa, Paris, Calmann-Lvy, 1945. Un ejemplar deLeYogi et leCommisaire(Paris,Charlot, 1946) han sido encontrados en la biblioteca de Louis Althusser.La Tour deEzrafue publicada entoncescomo folletn porCombat.7 Primera redaccin: es el signo.8 Primera redaccin: piensa utilizar los medios de propaganda modernos como el cine En la primera Carta alos ciudadanos del mundo no fechada, pero probablemente impresa en 1946, se puede leer, en efecto: es posiblerealizar en cuatro meses un film de una duracin de cincuenta minutos que sea doblado y difundido en el mundoentero. Este servira a millares de conferencistas militantes En seis meses es posible realizar un diario y unsemanario de los ciudadanos del mundo Es posible lograr un ncleo de emisiones radiofnicas en algunospases y as hablar en las principales lenguas, a la totalidad de los hombres.

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    de la guerra. Se percibe en estos intentos la bsqueda de una mentalidad, una intencin1 vidade cuerpos, una ideologa que a la vez quiere definirse, fijarse, y darse medios de accin. Si estamentalidad es de carcter internacional, y se da nuevas instituciones, estamos yendo hacia unanueva internacional. Tal vez no sea intil intentar ver lo que ella recubre.

    Esta internacional de la protesta humana contra el destino reposa en una toma de

    conciencia de la humanidad, como amenazada, y constituye frente a la amenaza una suerte deproletariado del terror. Mientras que el proletariado obrero se define por condicionessociolgicas, econmicas e histricas, este nuevo proletariado se definira por una condicinpsicolgica: la amenaza y el miedo. Y de la misma manera en la que se ve una igualdadproletaria en la miseria y en la alienacin obreras, a esteproletariado implcitole correspondera laigualdad, aunque en la muerte2y en el dolor. Segn nuestros autores, las ltimas invenciones,sea en el tomo o en la tortura,configuran deaqu en ms la condicin humana en la quelos hombres soniguales. Es una igualdad de hecho, que gobierna todos nuestros gestos, donde nosotros vivimosy circulamos, como sin saberlo un hombre vive y circula en la gravedad. Y as como la unidaddel proletariado exista antes de Marx, pero no ha devenido conciencia3ms que a travs deMarx, de la misma manera, la unidad de la humanidad-proletariado por el terror no existe paranosotrosen la conciencia sino por la revelacin de nuestros modernos profetas. Se percibe ensus palabras el mismo patetismo histrico (o al menos as lo creen) que en las famosasconsignas de Marx y Engels, el patetismo de todas las apelaciones a la conciencia (estaconciencia de la que Malraux demuestra que es nuestra nica gloria y nuestro nico bien en lanoche en la que estamos), lo trgico de las palabras por las que los hombres son llamados anacer a la verdad, a conocer su condicin y a dominarla. Hombre conoce quien eres: tucondicin es la muerte (Malraux), es decir, ser una vctima o un verdugo (Camus), ir hacia eluniverso de las prisiones y las torturas (Koestler), la de ir hacia la guerra atmica, tudestruccin total, o hacia el fin de lo que te hace hombre y que es ms que tu propia vida: lamirada de tus hermanos, tu libertad, la propia lucha por la libertad. La humanidad, dice Camus,corre hacia el abismo como un tren a toda velocidad y los pasajeros prosiguen con sus bromas.Nosotros seramos esos locos que se pelean al borde del abismo sin saber que la muerteya nos ha

    reconciliado. Al ver a la humanidad perecer, qu persona sensata podra todava creer en la luchade clases y en la revolucin? El militante de un partido obrero moderno, al conocerseamenazado por la clase burguesa, ignora que est amenazado de muerte como hombre antes deestar amenazado por la servidumbre como obrero, que esta amenaza gobierna a todas las otras,que el proletariado de la lucha de clases es una distraccin de la historia. Ya no hay, se nos dicesin rodeos, ms que un recurso contra la catstrofe, la santa alianza contra el destino: queloshombres aprendan, si estamos a tiempo, queslo pueden ser divididos por el proletariado dela lucha declases, yqueya estn unidos, sin saberlo, en el proletariado del miedo o dela bomba, del terror y dela muerte, en elproletariado dela condicin humana.

    El viejo proletariado reducido por el nuevo, tenemos entonces que preguntarnos porla esencia de este ltimo. Qu es elproletariado dela condicin humana? Camus dice enCombat4

    que la condicin del hombre moderno es el miedo, y en cierto sentido esta observacin esincuestionable. Ella pertenece al orden de la experiencia cotidiana, y sea cual sea su causa, sepuede aceptar como unhecho histricoque la humanidad vive en la aprehensin de este hecho.Pero es tambin destacable que las causas de este fenmeno autntico sean difciles de

    1 Primera redaccin: un comportamiento psicolgico.2 Primera redaccin: ante la muerte y el dolor.3 Primera redaccin: no existe para el proletariado en la conciencia.4 El primero de los artculos de la serieNi vctimasni verdugostiene por ttulo El siglo del miedo.

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    discernir y que el temor que atrapa a los observadores por su realidad los desconcierta por unaespecie de sinrazn interior. Hay una paradoja del miedo: las razones humanas no han influidoen el mismo, se resiste fuertemente a la razn que lo examina y se deja definir con dificultad.1

    Retengamos que es, ante todo, un medio psicolgicode carcter muy general. El miedo no estinscripto en cdigos, ni fijado en instituciones: incluso ni siquiera habita como miedo los

    lugares donde reina, las prisiones, los campos de la muerte: el miedo habita al rico y almiserable, al libre y al prisionero, captura el alma de todo hombre sea cual fuera su condicinjurdica o social, cada vez que este mira hacia su destino yvequesu destino lo espera.Bousset tuvopensamientos intensos sobre este proletariado de la muerte al que la edad Media agrup antelas piedras de las catedrales y que la historia reconcilia en la fraternidad del polvo. Lo que une alos hombres no es el hoy, donde el rico y el pobre no tienen el mismo hbito, es el maana,donde sern cubiertos por la misma muerte, o sometidos a la misma tortura. Lo que los une esla espera de la igualdad ante el destino.El proletariado dela condicin humana es un proletariadodelmaana. Se podra aqu jugar con las palabras y decir que en este nivel de abstraccin no se veporqu, si se define la unidad humana por la inminencia de un destino comn, no seconservara tambin lo cotidiano de este destino: puesto que llueve sobre los buenos y losmalvados2, hay tambin un proletariado de la lluvia y otro del buen tiempo, y puesto que el solbrilla para todos, hay un proletariado del da y de la noche, un proletariado del domingo, dellunes y del martes, pero no juguemos el juego delEclesiasts:3 1: si el miedo no tuviera otra

    1 Una pgina manuscrita anexada con un clip al texto dactilografiado ha sido encontrada en los archivos de LouisAlthusser, probablemente destinada a ser insertada en el comienzo del prrafo siguiente: Estas razones sonfuertes. Ellas no tienen para s mismas la apariencia de una lgica, sino el peso de una experiencia que revelan porun brusco esclarecimiento. Koestler, Camus, Malraux designan nuestra suerte, el mayor riesgo que la humanidadhaya corrido alguna vez. Hasta aqu solo nuestras civilizaciones eran mortales: nosotros lo habamos aprendidotarde, pero nos apuramos a extraer la leccin que consiste en precipitar la muerte de las sociedades viejas einventar otras nuevas. Hoy esos juegos se nos han acabado. La muerte no amenaza slo a nuestras maneras de

    vivir, sino la vida en cuanto tal; ya no es cuestin de inventar nuevas costumbres, sino de mantenernos en la vidaque, tan vieja como se la quiera reconocer, es la nica que poseemos y no habr segunda [sic]. Aqu nuestros

    profetas intervienen para designar el mal, pero tambin para mostrarnos el remedio en el propio mal. Laconciencia de nuestra condicin peligrosa alcanzara para arrancarnos del peligro y reconciliarnos con nuestrofuturo. La aprehensin en la que vivimos contendra con qu aniquilarse y liberarnos de s misma. El destino quenos domina por medio del miedo podra sometrsenos como un nio. Bastara con convertir por una cura deconciencia y de alarma el contenido de nuestro temor en calma, superar el presente neurtico y extraer de laguerra futura que ya habitamos las propias promesas de la paz. Nosotros no creemos, sin embargo, que estapretensin est fundada y que sea posible curar a la humanidad por la palabra. El mal que la atormenta tienecausas ms profundas que un trastorno de la conciencia y nosotros no consideramos que el tratamiento eficazopere en el nivel de los fenmenos descritos. Dicho de otra manera, no creemos que la conciencia de unproblema pueda provocar su desaparicin si la conciencia selimita al problema puramente descripto, sin llegarhasta las regiones profundas desde la que ste surge. Antes de ir ms lejos es necesario establecer este punto.Examinemos entonces en el nivel mismo del temor si el problema mismo puede transformarse a s mismo, sicontiene en s mismo suficientes razones para exorcizarse, si, como el proletariado obrero, la humanidad puedeliberarse de su condicin de estar aterrorizada por su propia condicin, en otras palabras, cul es la realidad del

    miedo.2 Referencia a Malebranche, por ejemplo en lasEntretiens metaphysiques, IX, pargrafo XII, o al Tratado de lanaturaleza y dela gracia, I, pargrafo XIV. Althusser estuvo toda su vida fascinado por estos textos de Malebranche,que volver a evocar en sus ltimos escritos, ver Louis Althussercrits philosophiques et politiques, Paris, Stock-IMEC, 1994, tome I, textos seleccionados y presentados por Franois Matheron , p. 553.3 Pasaje tachado: El maana de la condicin humana no es lo cotidiano, sino lo que vuelvea poner al hombre encuestin, en lo que tiene de mejor, incluida su vida. Este extremismo no impide que estemos tratando aqu conuna abstraccin, y tal vez importe entenderlo, si como cristianos no queremos que se nos haga tomar la igualdadante la muerte atmica por la igualdad de los hombres ante Dios, y el proletariado del miedo de 1946, por elproletariado del juicio final.

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    realidad que el de ser un medio psicolgico, una espera sin objeto, sera una abstraccinirremediable. Pero es ms que un medio, es tambin una reaccin psicolgica ante una ciertaamenaza existente. Aqu su objeto se pega a l entonces explota la paradoja del miedo: esteobjeto est, sin embargo, sea cual sea el grado de obsesin, siempre fuera del miedo y ante l.Esto es lo que distingue al proletariado obrero del proletariado del miedo. El obrero no es

    proletario por lo que le va a ocurrir maana sino por lo que le ocurre a cada instante del da.Como lo dijo tan bien Camus en una oportunidad: no hay maana, pero el proletariado obrero escomo el pan, cotidiano. El proletariado es lo que carece de futuro, incluso del futuro del miedo. Lamiseria no es el temor de la miseria, ella est ah y no se ausenta nunca, ella est en los muros,en la mesa, en las sbanas, en el aire que se respira y en el agua que se bebe, en el dinero que segana, y en el que se gana a partir de ella, en los gestos mismos que la buscan; se est en lamiseria como se est en la noche, como se pueden ver ciertas enfermedades en el sufrimiento,tan unidas a l que se convierte en su naturaleza. El hombre que tiene miedo vive contra unmuro, dice Camus,2pero nosotros no queremos vivir como perros. El muro es un horizonte,es el nico horizonte, pero al menos hay un horizonte.3El temeroso viveanteel muro, el proletarioest amurado. En consecuencia no ve su destino ante s, no toma la guerra que viene, ni lasbombas que estallan en los mares lejanos como signos de la Fatalidad, no tiene miedo de la pazque ha conquistado, su condicin es su trabajo, sus necesidades, su lucha cotidiana.l sabequeel maana ser un hoy y queel proletariado del maana es hoy el escamoteodel proletariado cotidiano.

    1 Una pgina manuscrita ha sido encontrada aqu, destinada sin dudas a reemplazar la versin dactilografiada.Althusser tuvo probablemente la intencin de insertar este texto luego de la palabra Eclesiasts, aunque no loindica explcitamente: El objeto de nuestro temor no es el trmino lejano de la muerte al que, aunque llegue sloun da, nos encaminamos todos los das; no es tampoco el simple medio de nuestra vida, el aire que respiramos, elespacio en el que nos movemos y que acompaa nuestros gestos, como el horizonte acompaa insensiblemente alcaminante. Esta igualdad en una condicin abstracta no nos molestara en nuestras vidas ms de lo que la igualdaddel aire nos molesta para respirar, al menos que nosotros esperemos vivir para vivir y muramos del temor a morir.Nuestro temor es diferente a un simple medio psicolgico: es una reaccin psicolgica contra una amenaza real, y

    de este modo vemos cmo su objeto se pega a ella. No capto la muerte en general, sino la muerte por la bomba, yde estos dos trminos que pienso como necesariamente ligados, s que uno existe realmente, incluso si ignoro eldepsito geogrfico. Es la bomba. Es la realidad de la bomba la que constituye la realidad de mi temor. Sinembargo, si examino con ms cuidado, veo que la bomba considerada en s misma es inofensiva. Ella esinofensiva en el momento en el que escribo porque su efecto no me impedir, sin dudas, escribir. Enconsecuencia, es su significacin, su destinacin, su uso, los que son peligrosos. Pero de esta manera introduzcoen la bomba misma una dimensin nueva, aquella por la cual ella comienza a importar en mi existencia. Ella meamenaza slo si me seala, si puede alcanzarme, de manera que mi temor deviene una anticipacin de la amenaza.El objeto de mi temor no es la bomba o la guerra, sino la bomba o la guerra posibles, es decir un acontecimientoque no existe aun cuando lo considero como posible. En fin, prosiguiendo mi observacin noto que estaposibilidad no me toca mientras no la siento en mi propio cuerpo. El verdadero objeto de mi temor no es ya unobjeto real (la bomba), ni un acontecimiento anticipado (su explosin), sino yo mismo como vctima imaginaria deeste acontecimiento posible. No tengo miedo de la bomba como bomba, sino del destino que me espera en ella.No tengo temor de la guerra, sino del herido, del individuo, del hombre sufriente que va a hacer de m. La guerra

    real no est verdaderamente en mi temor donde no encuentro ms que mi cuerpo mutilado por la guerra. Soy enverdad el objeto de mi temor, yo mismo considerado en un sufrimiento por venir, no el yo real que soy en estemomento, sino un yo imaginario. Debo considerar tambin que el objeto de mi temor no tiene la misma realidadque mi temor. Siento a este como una realidad cotidiana, pero el anlisis no me muestra en l sino a una realidadimaginaria.2 Vivir como un muro, es la vida de los perros. Y bien, los hombres de mi generacin y de aquella que entra hoyen los ateliersy las facultades, han vivido y viven ms y ms como perros (Albert Camus,Essais, Gallimard, LaPliade, p. 331.)3 Pasaje tachado: el verdadero proletariado no llora su verdadera condicin, porque no estantel, sino l est enella, como en su naturaleza.

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    Agreguemos, el miedo y su objeto no son del mismo orden, por lo que nos percatamosque una dialctica del temor es impensable. El temeroso es uno con el objeto de su temor,pero el objeto de su temor no tiene en ella la misma presencia que su temor: no tengo miedodel otro como otro, sino que tengo temor del destino que me espera en el otro. No tengomiedo de la guerra como guerra, sino del herido, del invlido, del hombre sufriente que la

    guerra va a hacer de m. La guerra no est verdaderamente en mi miedo, donde no encuentromi cuerpo mutilado por la guerra. El verdadero objeto de mi temorsoy yo mismo imaginado en unsufrimiento por venir, es decir, no otro sino yo mismo, y no un yo real sino un yo imaginario. El contenido deltemor es un imaginario, un no existente: es la razn de que, a la inversa del proletariado queencuentra en el proletariado el medio de liberarse,el temeroso no puedehacer queel objeto desu temorsea el trmino desu temor.1 El prisionero puede evadirse porque su condicin es objetiva, losbarrotes existen realmente, los verdaderos barrotes se rompen: la libertad est en nosotros! Eltemeroso es un prisionero sin prisin ni barrotes, es su propio prisionero y las amenazas hacenguardia en su alma. Es una aventura sin salida, puesto que uno no se evade de una prisin sinbarrotes:el temor es una cautividad sin evasin.

    La servidumbre, en cuanto tal, tiene un contenido: es el dominio y el trabajo. Mientrasque el temor slo tiene un objeto imaginario, la condicin obrera aprehende en la dominacindel mundo capitalista un objeto real que es el fundamento de la dialctica real y el medio de laliberacin del proletariado. Dicho de otra manera, la servidumbrepuedeser convertida en libertadmediante la reflexin sobre su propio contenido, y la superacin de su contenido por la accin.No hay liberacin del temor por medio de la conciencia del temor.2Al contrario, la servidumbreesun cautiverio del queuno seevade, porquees una verdadera prisin, con muros y barrotes genuinos. Es larazn por la que la angustia no es la suerte del proletariado,no selibera uno dela condicin humana,pero si selibera uno dela condicin obrera. Poco importa el precio y el padecimiento que se pagarpor esta liberacin, por lo menos se sabe que es posible, que el hombre puede reconciliarsecon su destino y vivir, en la espera, no ya del fin de los tiempos, sino de la libertad, no ya en ladesesperacin y en el absurdo, sino en la esperanza. El proletariado prueba cada da la realidadconcreta del contenido de su condicin, cada da si se empea en superarla, y esta prueba

    cotidiana es una doble prueba en la que su lucha no se bate contra sombras, sino con un objetoreal, y este objeto, en la medida en que existe y resiste, puede ser superado. Esta es la razn porla cual esta condicin es dialctica, puesto queella puedetransformar su contenido y transformar unaservidumbreconcreta en libertad concreta. Notemos finalmente que la comunidad en la reaccin deltemor y en la condicin proletaria no tienen el mismo sentido. La aprehensin es una esperacolectiva, un advenimiento [un avent], en el cual los entes estn unidos en espritu, pero no enverdad, y estn tanto ms perplejos cuanto queya habitan el mismo vaco. Pero no se puedepermanecer interminablemente fuera de la verdad, y a falta de tenerla, el temeroso provoca laverdad de su temor: a Alain le gustaba mostrar que las guerras son mitos provocados, quenacen del miedo a las mismas, como los pecados. Esta comunin catastrfica es la de lamanada, donde cada uno acaba temiendo a un objeto que no existe ms que por el temor del

    otro, donde nadie se da cuenta del objeto inexistente del temor, se trata del pnico, esemalentendido. La historia nos ofrece bastante ejemplos, desde el gran temor del ao mil a

    1Aqu deba insertarse el fin del texto manuscrito citado en la nota XXI.2 Pasaje tachado: Al contrario, el esclavo que se sabe esclavo se sabe por ello amo del amo y se sabe amo de suservidumbre, no slo en su alma sino en la vida, puesto que el amo est a su merced si el deja de trabajar: suservidumbre est en consecuencia a su merced. El temor no est a merced del temeroso: no se llora contra lanoche ms de lo que se perfora el cielo con flechas. Uno no se evade del temor y es por ello que la condicin delhombre comprometido contra su destino es trgica, somos los verdugos o las vctimas, pero ya no somoshombres.

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    aquel de 1789, de las bancarrotas del siglo XIX a los pnicos atmicos de las emisionesradiofnicas, en fin, este pnico difuso en el que vivimos y que precipita actos desconsideradoscomo ese nmero de Tmoinagechrtien1 sobre la guerra de los quince das. Esta fraternidadapocalptica est hecha de mero lenguaje. Se pueden ahora encontrar antecedentes en ciertasfrmulas deLEspoir, acaso el libro ms sombro2 de nuestro tiempo: se puede hablar aun de

    una fraternidad ms all de la muerte? El temor no es una patria, tampoco el coraje (lohemos aprendido de los fascistas que se excusan hoy da por el coraje), ms an, la condicinhumana no es una patria humana. Acaso es la patria de los hombres bajo la mirada de Dios, ynosotros llamamos a esta condicin pecado original, porque somos cristianos. Para el hombreno cristiano, y para el cristiano que usurpa el lugar de Dios, la patria humana no es elproletariado de la condicin humana, es el proletariado a secas conduciendo a toda lahumanidad hacia su liberacin. Este proletariado tiene un contenido real. Hablando de lossocialistas franceses, Marx escriba en 1844: con ellos la fraternidad de los hombres no es unasimple frmula, sino la verdad3 De all en ms la fraternidad ya no est para nosotros en eltemor o en el lenguaje, no puede estar en ninguna otra parte que en la verdad.

    Nosotros podemos afirmar aqu que el proletariado de la condicin humana (bajo suforma presente, la del temor), no slo no pone en cuestin la realidad del proletariado obrero,sino ms an, que se revela al anlisis como una abstraccin, es decir, sin otra realidad que ladel discurso y la de la intencin.El proletariado del temor es un mito, pero un mito queexiste, y es crucialquesea denunciado como tal por los cristianos. Puesto que creemos como cristianos en la condicinhumana, creemos, para decirlo de otra manera, en la igualdad de los hombres ante Dios, y antesu Juicio, pero nosotros no queremos queseescamoteeel Juicio deDios, y los no cristianos y a veces loscristianos, cometen el sacrilegio detomar a la bomba atmica por la voluntad deDios, la igualdad ante lamuertepor la igualdad anteDios(lo decimos puesto que ah estn Bousset y los predicadores),y lastorturas de los campos de concentracin por el juicio final. Ahora bien, los cristianos estn msexpuestos a ser vctimas de este chantaje de la confusin de los trminos: cuando se les hablade la igualdad de los hombres en su condicin desgraciada, ellos entienden esta verdadpsicolgica como una verdad religiosa, cuando los locos anuncian el fin de los tiempos y la

    explosin del planeta, ellos tienen en la oreja a San Juan y el Apocalipsis; basta jugar con elequvoco religioso para engaarlos como a nios. Lo que uno puede leer y colegir en el gneroteolgico de la bomba atmica va ms all de lo imaginable, y no han faltado incluso losdiscursos de Churchill y Truman como representantes de la civilizacin cristiana! En lamedida en que cree que la poltica se ha convertido en religin, Gabriel Marcel entra en trancesprofticos: esta guerra, si tiene lugar, ser en realidad un crimen bilateral. Pero la nocinparadjica de crimen bilateral requerira ser enterrada. Ella parece confundirse con la nocin depecado. Uno estar as llevado a transportarse al plano religioso No llegamos a estemomento de la historia en el que el pecado coincide completamente con su propio castigo y sepresenta como la propia expresin de la clera de Dios?4 Gabriel Marcel, un perplejo quebusca las razones de su confusin, es lo bastante agudo como para encontrar las verdaderas.

    1 Tmoignagechretien, 3 de febrero de 1946. Se trata del segundo volante de una serie de dos artculos firmadosTmoignage chrtien A dnde va Francia? En este texto, titulado La guerra est en nuestra puerta sepuede leer, por ejemplo: En realidad la guerra est en nuestra puerta y si los acontecimientos casi milagrosos nose interponen de aqu a algunos meses, Francia volver a experimentar los horrores de la guerra y de laocupacin.2 Primera redaccin: desesperado3 Marx,Manuscritos de1844,dictions Sociales, 1962, p. 108: citado por Althusser en la edicin Costes (Karl MarxOevres philosophiques, t. IV, Paris, Alfred Costes editeur, p. 64)4 Gabriel Marcel Un solo recurso: la gracia,Franchise, n 3, ver nota IX.

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    Mauriac es desconcertante y de una ingenuidad desalentadora, la infancia es en l un estadocrnico, confiesa su fe segn San Koestler con el ardor de un converso, descubre la pasin enel proceso de Mosc, y divide buenosy malos como se corta una manzana.1 No nos dejaremosimpresionar por el talento2 de estos novelistas devenidos profetas, ni por el encuentro de untema comn entre los cristianos y los no cristianos. Si Camus y Mauriac hablan al unsono,3

    sabemos muy bien que las palabras no tienen el mismo sentido para ellos, y si ellos sonsinceros (cosa que yo creo), se engaan sin saberlo, y adems nos engaan a nosotros.Estefalsofin del mundo est poblado de falsos profetas que anuncian falsos cristos y designan el acontecimiento[vnement]como el Advenimiento[Avntment]. Sabemos por Cristo que es necesario cuidarse delos falsos profetas y que ellos aparecen tambin en las cercanas del Fin. La paradoja es clara, elfin que est cercano para los cristianos no es el fin de los falsos profetas de la historia.

    Si esta internacional de la protesta no tiene para nosotros ninguna significacinreligiosa, ello no quita que sea un acontecimiento histrico, destacable en la medida en que nose justifica por si mismo, ya que descansa sobre un mito. He aqu un fenmeno real, sinnecesidad interior. Es una ideologa, es decir, un movimiento de opinin incomprensiblehistricamente si no recurrimos al contexto en el que aparece. Hemos mostrado que estaideologa no pone en cuestin las distinciones reales de la historia, ya que su contenido esimaginario. Nos queda entonces confrontar esta ideologa con la historia en la que ella seexhibe y elucidar la razn de este imaginario en una historia verdadera.4

    Retengamos en primer lugar, para explicarlos, los desequilibrios de la guerra. No sepasa sin riesgos de la lucha a la paz. La guerra alimenta a la guerra, la paz es en primer lugar elvaco y el vrtigo ante la vida. Aquellos para quienes la guerra es una patria entran a la pazcomo a un desierto: la juventud alemana no sabe qu hacer con sus brazos, carece de futuro,porque la paz es, all, un territorio desconocido. Incluso entre los vencedores, muchos noreconocen en la paz lo que habran querido en la guerra, porque han aceptado la guerra porrazones de coraje y de moral que no encuentran en la paz, o porque reniegan en la paz de lasconsecuencias de una guerra que han aceptado.

    Los que han aceptado los campos de concentracin (hablo de los fascistas) y los que

    han aceptado los 300.000 muertos de Hamburgo (hablo de los Aliados), aquellos que han

    1Ver por ejemplo La vocacin traicionada editorial deFigarodel 3 de diciembre de 1946, en el que Mauriac citalargamente a Koestler: Slo hay dos concepciones de la moral humana y ellas son polos opuestos. Una de ellas escristiana y humanitaria, declara sagrado al individuo y afirma que las reglas de la aritmtica no deben aplicarse alas unidades humanas La otra concepcin parte del principio fundamental de que un fin colectivo justificatodos los medios, y no slo permite sino que exige que el individuo sea subordinado y sacrificado a la comunidad,la cual puede disponer de l, sea como de un cobayo que sirve para un experimento, sea como de un corderoofrecido en sacrificio..2 Primera redaccin: por estos grandes nombres ni por el talento.3 Una viva polmica respecto de la depuracin haba opuesto a Mauriac y Camus en octubre de 1944.4Aadamos que esta empresa es peligrosa y que no pretendemos llevarla a cabo en algunas pocas pginas. La faltade perspectiva y de informacin son excusas validas que habran podido detenernos en la publicacin de estas

    observaciones, si no hubiramos credo necesario llamar la atencin sobre un movimiento de opinin bastanteextendido en la actualidad, para inspirar la inquietud o al menos la reflexin. Por otra parte, est muy claro quetoda reduccin de la protesta humana a causas psicolgicas o polticas, aunque oscuras, debe golpear la concienciade todas las personas honestas a las que les resultara absurdo suponer que el peligro de la perversin de suprotesta pueda desaparecer. Hoy todos tienen la pretensin de demostrar el engao acerca de las intenciones, elsentido y las consecuencias [de los actos], el mundo est repleto de adivinos ms o menos cmplices con lahistoria. Hay algo saludable en la reaccin de los protestones, nos hacen falta protestones, pero se puede tambindesear que ellos pongan atencin en el destino de sus generosas palabras, o bien, si estn tan absorbidos en lapureza, que permitan a los extraos que los quieren bien, sealar los peligros donde se discierne un mal interior.[Nota de Althusser]

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    experimentado la muerte de millones de seres en la servidumbre, y aquellos que han aceptado,contra los dictados de su corazn, ser asesinos para evitar la continuacin de la masacre,aquellos que asumieron la responsabilidad de su muerte, y de la muerte de los suyos y de la desus enemigos, para que la vida se haga posible, aquellos que, de un lado y del otro cargan con laresponsabilidad de millones de muertos, aunque en un sentido opuesto, puesto que unos por la

    servidumbre y otros por la liberacin, han vuelto tal vez en la paz a curiosas lamentacionescomunes. Somos todos asesinos, se lamenta Camus! Creo que Europa puede reconciliarseen esta evidencia y los primeros en comprenderlo son los que quieren hacerse, con Camus ycontra l, una buena conciencia a un buen precio. Somos todos iguales por nuestros crmenes,dirn ellos, todos iguales porque hemos matado, hemos aqu absueltos por el crimen,confundidos por el crimen, reconciliados por el crimen! Una monstruosidad semejante nopuede comprenderse sin remordimiento. Y cuando uno se entera del eco que encuentra enAlemania, y la perversin religiosa de esta absolucin laica retomada por las Iglesias alemanas,uno se pregunta si las palabras y los actos tienen aun realmente un sentido, si para la mirada delos hombresmatar para servir y matar para liberarseson el mismo acto dematar, si en definitiva el hombresedefinepor las razones para vivir y para morir quelo hacenhombre, o por la vida y la muertequelo haceperro. Ninguna muerte est ms all de las razones para morir, son estas razones las que juzgana nuestros muertos y separan los cadveres unidos por la podredumbre.Pero esta unin en lamuertees la podredumbremisma y es una podredumbretodo lo queella instaura en el espritu del hombre.Esnecesario a toda costa salir de esta vergenza: no somos perros, como no son perros quienes lehan arrancado al fascismo esta libertad para todos nosotros, esta libertad que aceptamos sinpreguntar cunto ha costado, sin recordar que si algunos hombres han muerto contra ella,otros han muerto por ella! A quin beneficia esta confusin? Evidentemente a los muertos enla guerra por la esclavitud, a quienes en sus pases conservan su memoria y tambin a aquellosque en algunos pases quieren comprar por medio del perdn a los mercenarios de la prximaguerra

    Esta misma voluntad de ocultar en un mito confundente las verdaderas razones y lasrealidades presentes se vinculan tambin con la reaccin ya sealada hacia el fin de la guerra.

    Uno duda de que una guerra comience con su declaracin;todava no sesabequeella no termina conel armisticio. La esencia de la paz y la de la guerra seran distintas; la muerte en la guerrapuedeser artificial, en la paz debe ser natural (Camus habla de suprimir la pena de muerte!1) Lasleyes de los dos gneros seran tan diferentes que uno saldra de la guerra como un nio saledel juego, cambiando de regla, o gritando Pido[Pouce]! Se encuentra uno hoy con gente conla mejor voluntad que insiste en que la guerra ha terminado, que es necesario guardar sureglamento, sus armas, sus mtodos, que esta paz no es la paz, porque uno no slo se prepara,sino que contina la guerra, que la paz no ha abolido los campos de concentracin, que ellamantiene los antagonismos sociales, que el hombre tena merecido vivir en la calma pero que lalucha contina. Contra este escndalo de la guerra en la paz slo habra una respuesta: laprotesta, el grito de la conciencia moral y as reencontramos nuestra internacional de los

    buenos sentimientos, entre todos aquellos que han renunciado a encontrar la paz en y por laaccin, que quieren obtener inmediatamente, a travs del grito, lo que su paciencia un poco cortano ha logrado, los sinceros (generosas naturalezas religiosas perplejas en la poltica), losindignados, los impacientes, los manacos de la persecucin (y no los perseguidos). Estasbuenas voluntades son, cuando se las comprende bien, mistificadas e inoperantes en lo

    1 Provisoriamente, es cierto, y como terapia.[Nota de Althusser]

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    inmediato. No son aquellos que lloran Seor, Seor1Cuando no sehaceotra cosa queinvocarlo,no sesirveal seor queseinvoca, sino a otro, queno seinvoca. Y cuando uno ve que Koestler en suprdica a la izquierda europea propone el ejemplo y el ideal del laborismo ingls en el poder,que Malraux produce mitos brillantes con el tema del bloque occidental (es necesario salvar lalibertad del mundo contra Norteamrica y la URRS), y que Mauriac le da a Leon Blum2 la

    investidura de bienpensante,

    3

    uno se siente inclinado a preguntarse si estos desesperados notienen en realidad una esperanza oculta, si no sirven a una causa y a un seor que no invocan:la causa de un socialismo occidental sin lucha de clases, es decir, la causa de una Europaunida en un socialismo verbal y moralizador que escamotea los antagonismos sociales,manteniendo bajo concepciones de forma al capitalismo en lo esencial de sus posiciones. Encuanto al seor no invocado, podra muy bien ser ese capitalismo que, como se lo ve enInglaterra, 4instala al socialismo en el gobierno como la mejor garanta contra el socialismo enla economa, que deseara extender este sistema al resto de Europa este sistema de proteccincontra el comunismo. Aqu se percibe acaso la significacin objetiva del fenmeno que nosocupa, y el sentido de esta excitacin en la guerra, de esta neurosis atmica venida del otroAtlntico, alimentada por las informaciones norteamericanas, por Bikini5cuyos sentidos sonarrancar a los hombres de su viejo mundo, de la realidad misma de su existencia, de su luchacotidiana, poltica y social, para fijarlos en los mitos del temor.

    Esta reflexin no toca en nada a los cristianos como cristianos, pero querra alcanzarloscomo hombres. Esta gigantesca operacin que denunciamos (consciente o inconsciente, pocoimporta), tiende a representaral hombrequeno puedereconciliarsecon su destino, queno lograr dominarsu tcnica, que ser destruido por sus propias invenciones, al quesu trabajo, lejos deliberarlo, loserviliza y lo mata. Es el tema del aprendiz de brujo y de la infancia que invade al mundo,duplicado de un pesimismo poltico (el hombre no es adulto, no se puede confiar en el hombrepara salvar al hombre) que las buenas almas comprenden de manera religiosa. La desgracia deesta moral es que son hombres los que la hacen para otros hombres, los que la inspiran, o losque aceptan que se la expanda. La desgracia es que estos buenos apstoles son precisamenteaquellos que tienen desde el fin de los tiempos el mayor de los intereses en desalentar a la

    humanidad acerca de s misma y de su destino, y particularmente en desalentar a aquellos deentre nosotros que ya han comenzado a reconciliar a la humanidad con su historia. Estos6consideran que depende del hombre que la tcnica lo libere en lugar de servilizarlo, que sutrabajo lo afiance en lugar de destruirlo: sera monstruoso que el hombre que descubre laenerga atmica no descubriera tambin la manera de utilizarla para el beneficio del hombre.Pero esta desviacin atmica no es nueva: la bomba slo es un producto del trabajo humano,yel mundo en el quela humanidad tiembla antesu obra es la imagen desmesurada dela condicin proletaria enla queel trabajador es sometido por el producto desu propio trabajo; es simplemente el mismo mundo.

    1Evangelio segn san Mateo, 7, 21: No es el que dice Seor!, Seor! El que entrar en el reino de los cielos, sino elque hace la voluntad de mi padre del cielo. (En la edicin Segond, de la que se ha encontrado un ejemplar en labiblioteca de Althusser, conteniendo, curiosamente, una fotografa de Andr Gide)2 Lon Blum fue elegido presidente del gobierno el 17 de diciembre de 1946. En su editorial deFigarodel 19 dediciembre (La inconsecuencia comunista), Mauriac escribe: No es porque pasa por moderado que un socialistaes acogido sin desconfianza por la Asamblea y por los pases, sino porque le da a la palabra Repblica, a la palabraDemocracia, el sentido que tambin nosotros le damos. Los motivos de sus actos en el gobierno nos sernfcilmente descifrables. Sabemos que l puede engaarse, pero no engaarnos.3 Pasaje tachado: Camus toma prestadas las razones del futuro a la conciencia alemana.4 Los laboristas ganaron en las elecciones legislativas del 5 de julio de 1945.5 Referencia a la primera explosin nuclear norteamericana en el atoln de Bikini el 1 de julio de 1946, ante losperiodistas del mundo entero, convocados para la ocasin.6 Pasaje tachado: (los marxistas y sus compaeros cristianos y no cristianos)

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    Aqu se aprecia cul proletariado subsume al otro, se adivina tambin de donde puede surgirla solucin ofrecida a la voluntad humana: la va de la reconciliacin del hombre con su destinoes esencialmente aquella de la apropiacin de los productos de su trabajo, de su obra engeneral, y de su historia como de su obra. Esta apropiacin supone el paso del capitalismo alsocialismo por la liberacin del proletariado obrero, que no slo puede liberarse l mismo por

    este acto, sino que puede incluso liberar a la humanidad entera de su contradiccin, y por lodems, del espanto apocalptico que la asedia. El destino es la conciencia de s como si fuera unenemigo, deca Hegel1.Nosotros esperamos el advenimiento[avnement]dela condicin humana y el fin deldestino. Pero conocemos el precio de este esfuerzo y la lucidez que requiere. La solucinocurrir slo en la lucha, pero nosotros no tenemos la ingenuidad de creer que la guerra nohabita la paz, al contrario, nosotros2

    ()En este combate lucharemos tambin contra los mitos que quieren robarnos la verdad:

    tenemos hambre de verdad y la amamos como al pan, cuyo gusto ella posee. No rechazamos ala buena voluntad en este combate,pero nos hacen falta camaradas quetengan la voluntad dever y deentender. Ellos noson los sordos y los ciegos queguiaron a los hombres hacia la amistad con su destino.

    1 Hegel,El espritu del cristianismoysu destino, ver la traduccin de Jacques Martin, Paris, Vrin, 1948, p. 53.2 La ltima pgina del texto encontrado en los archivos Louis Althusser est desgarrada, faltndole unaparte.