Lowder, James - Ravenloft 2 - El Caballero de La Rosa Negra

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Para Debbie por su paciencia y su apoyo, incluso en los momentos en que el caballero de la muerte se adueaba del piso. Lord Soth intent arrastrarme con l a los Dominios de la Oscuridad en muchas ocasiones y estoy en deuda con todas las personas que me rescataron a tiempo: con mis padres y mis suegros, que comprendieron por qu pas el verano ante el ordenador; con John Rateliff, cuyos conocimientos de literatura fantstica y amables crticas tanto me ayudaron; con mi editor, Pat McGilligan, que logr poner el argumento en accin y dotar de respiracin a los personajes -al menos a los que lo necesitaban- mediante su arduo trabajo y su entusiasmo. Mi mayor agradecimiento a Mary Kirchoff; la confianza que has demostrado en mis posibilidades me ha permitido escribir la historia de Soth, y tu talento y tu amistad me han facilitado la supervivencia entre vampiros y fantasmas a lo largo de vanos meses.

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PRLOGO

Extrado del Iconocronos de Astinus de Palanthas. En las presentes escrituras que componen este relato de Krynn, hay un nombre que se ha convertido en sinnimo de corrupcin y maldad desmedida a lo largo y ancho del continente de Ansalon: el de lord Soth de Dargaard, el Caballero de la Rosa Negra. Sin embargo, no siempre fue as. Anteriormente, antes de que los dioses castigaran a los mortales con el Cataclismo que conmovi estas tierras hasta las entraas, lord Soth era un soldado noble y valeroso al servicio del bien, miembro de la clebre cofrada de los Caballeros de Solamnia; en el seno de dicha hermandad, la ms famosa entre las famosas, obtuvo el mximo honor: la Orden de la Rosa. Combati con profusin por la justicia y la libertad mientras su corazn se mantena puro y su alma inmaculada; llegado, el momento de construir su propio castillo, lo planific a semejanza del smbolo de su orden, la impecable Rosa Roja. No obstante, poco despus de sus esponsales y de llevar a su consorte al alczar de Dargaard, una oscuridad tan profunda invadi su vida y fue tan absoluta su corrupcin que nunca logr escapar a ella; de esta forma, el que haba sido orgulloso caballero qued convertido en servicial agente de Takhisis, Reina de la Oscuridad. Algunos opinan que fue el orgullo lo que min su inclinacin hacia el bien; otros creen que se debi a la lascivia y otros, al fin, que la transformacin tuvo su origen en la codicia; pero slo el mismo Soth, entre los que an caminan bajo la triple luna de Krynn, sabe a ciencia cierta el motivo de su condena. As pues, que el mundo interprete a su antojo estos escasos fragmentos histricos. La esposa de Soth mereca un hombre del rango y capacidades del caballero. Era hija nica de un noble y tena mucho que ofrecer al joven guerrero en lo que respecta a bienes terrenales; aun as, resultaba evidente a todas luces que, en aquellos das, el amor desempeaba un exiguo papel en Dargaard. El seor del alczar pasaba gran parte del tiempo recorriendo las tierras de Solamnia en busca de injusticias que arreglar, acompaado por trece caballeros de lealtad incuestionable. Fue convocado a Palanthas, la ciudad ms hermosa, al principio de la primavera y hacia all parti con sus seguidores para unirse al Concilio de Caballeros que iba a celebrarse en la capital invicta; sin embargo, antes de alcanzar sus calles perfectamente trazadas, el Caballero de la Rosa sucumbi a la tentacin. Se encontraron con una turba de ogros que atacaba a un pequeo grupo de elfas; los redujeron fcilmente, pero el ms fuerte de ellos secuestr a una elfa y logr escapar a los bosques. Lord Soth en persona se enfrent a l y sali victorioso. La mujer rescatada, una joven en vas de hacer los votos como Hija Venerable de Paladine, lo deslumbr por su inocente belleza y poco despus consolidaron en secreto una relacin de amantes. Mediante ese acto, Soth rompi las sagradas promesas matrimoniales y transgredi el cdigo de los Caballeros de Solamnia. El seor del alczar de Dargaard deba de creer que esa mancha en su alma permanecera oculta eternamente, puesto que asisti al Concilio de Caballeros como si nada sucediera entre la elfa y l; pero, al cabo, dos acontecimientos se confabularon para4

sacar a la luz pura del sol de Krynn la vergenza del Caballero de la Rosa. El primero fue la desaparicin de su esposa del alczar de Dargaard; la sangre encontrada en sus habitaciones pregonaba a voces el juego sucio, y la indiferencia del noble ante el desconcertante hallazgo sembr entre los miembros de la orden las primeras dudas sobre el alto concepto en que lo tenan. El otro incidente que delat la culpabilidad de Soth ante los congregados en el Concilio fue la repentina enfermedad de la elfa. Al descubrirse que esperaba un hijo, muchos sospecharon de l, puesto que haba frecuentado su compaa antes incluso de la desaparicin de su esposa. El resto de las elfas rescatadas aquel da fatdico por el noble caballero y sus seguidores confirm dichas sospechas y revel la perfidia de Soth. Los pormenores del juicio se hallan recogidos ms adelante en esta historia. Ahora me limito a dejar constancia de que fue declarado culpable de numerosos crmenes, sentenciado a muerte y arrastrado vergonzosamente por las calles de Palanthas; la muerte habra sido un destino ms benvolo que el que finalmente encontr el caballero cado. Sus trece fieles seguidores lo rescataron de la prisin la vspera del da previsto para la ejecucin, y la ignominiosa banda, en compaa de la mujer lfica, escap furtivamente de entre los muros de la ciudad en direccin al alczar de Dargaard. Los honorables Caballeros de Solamnia persiguieron a los renegados, pero Soth se refugi en su castillo antes de que le dieran alcance. Durante los meses siguientes, el seor de Dargaard intent reconstruir su vida entre las murallas de la fortaleza sitiada, se cas con la elfa y cumpli rigurosamente el honorable rito de su orden. A pesar de que ninguno de los que se quedaron en el castillo vivi lo suficiente como para relatar lo sucedido, la leyenda cuenta que Soth se torn caprichoso y violento; ni siquiera su dulce elfa, en avanzado estado de gravidez, se libr de la mano implacable del infame caballero. Los dioses le otorgaron suficiente conciencia de s mismo para que comprendiera el alcance de su cada, y esa misma conciencia atiz las escasas chispas de honor que quedaban en las fibras de su alma embrutecida. Soth rez a Paladine en la capilla de Dargaard, tanto tiempo solitaria, y su esposa ofreci sus esperanzas a Mishakal, el Portador de Luz. Una vez ms, las deidades lo favorecieron con el don de la visin, aunque en esa hora hubo de contemplar al Prncipe de los Sacerdotes de Istar, a quien algunos llaman profeta y otros tildan de loco. El propio Paladine le encomend una misin sagrada: impedir que el Prncipe de los Sacerdotes solicitara poder a las deidades protectoras de Krynn. De haber salido Soth con xito de esta empresa, Ansa-Ion, mejor dicho, todo Krynn, sera un lugar muy diferente hoy en da; no obstante, el caballero cado nunca alcanz la ciudad de Istar. Las mujeres lficas a quienes haba liberado en una ocasin envenenaban ahora su mente con insinuaciones sobre la infidelidad de su esposa, y lord Soth abandon el cumplimiento de su cometido para regresar al castillo. Loco de rabia, recrimin a la elfa, madre de su hijo recin nacido, las pretendidas transgresiones de los votos matrimoniales. En ese mismo momento, el Prncipe de los Sacerdotes elevaba su voz a los cielos exigiendo el poder de erradicar, toda maldad de Krynn y ordenando a los dioses que se doblegaran y se pusieran al servicio de aquellos que les rendan culto. Enfurecidos por semejante afrenta, los dioses lanzaron al ms temible mensajero celestial contra la soberbia ciudad de Istar: una montaa destructora que caus la hecatombe conocida con el nombre de Cataclismo. Pocos de los que conocen los estragos5

causados en la tierra por tamaa catstrofe comprenden la forma en que alter al mismo tiempo el destino de lord Soth. En el instante en que la montaa de fuego caa sobre Istar, un incendio arrasaba el alczar de Dargaard. La joven elfa, que agonizaba entre las llamas, alz al pequeo hacia el caballero para que lo salvara, pero Soth, an posedo por los celos, le dio la espalda. Por haber fracasado en su misin y por haber permitido que el hijo de ambos se consumiera ante sus ojos, la elfa le lanz una maldicin. -Perecers en el fuego esta noche del mismo modo que tu hijo y yo, mas perdurars eternamente en la oscuridad. Vivirs una vida por cada una de las que has destruido en tu locura! Se dice que las palabras de la mujer lfica todava resuenan en las montaas que rodean el castillo, aunque algunos afirman que es lord Soth quien las repite para llenar el silencio de sus largas vigilias nocturnas. Aquella noche, las llamas terminaron con la vida de Soth, pero no muri; carbonizado, calcinado, renaci como ser no vivo, como infernal criatura no muerta. An viste la armadura ennegrecida de Caballero de Solamnia, pero el emblema de la rosa, que antao acreditaba su honor, qued abrasado y retorcido por las llamas. La Rosa Negra es el smbolo corrupto que ahora distingue a Soth, que recorre la tierra desde hace mucho ms de tres siglos cumpliendo los mandatos de Takhisis, Reina de la Oscuridad, la ms perversa de las deidades malficas. A pesar de que el Caballero de la Rosa Negra ha aparecido anteriormente en las pginas de mi historia, escribo ahora sobre l porque amenaza Palanthas una vez ms. Lo esperamos con temor en esta ciudad jams conquistada; hemos recibido aviso de que avanza con fuerza pavorosa contra nosotros. La generala Kitiara Uth Matar, Seora del Dragn, y l alcanzarn las murallas antes de la puesta del sol. Afortunadamente, el futuro permanece oculto a los hombres, aunque en el da de hoy yo no despreciara el conocimiento del maana.

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UNO

Los cascos flamgeros de la monstruosa cabalgadura de lord Soth dejaban un rastro abrasador a su paso por las rectas calles de la Ciudad Nueva de Palanthas. Era una criatura de pesadilla, moradora de los infiernos, cuyos servicios podan ser requeridos para el combate por seres pervertidos como el caballero de la muerte. Una simple mirada al negro profundo de su pelaje, al rojo sulfuroso de sus ojos y a los ollares envueltos en llamas anaranjadas revelaba su origen sobrenatural. Lord Soth, inmerso en su propia felona, no tena en cuenta la reputacin de traicionera que pesaba sobre su montura. El caballero de la muerte formaba la vanguardia de los ejrcitos de Kitiara Uth Matar, que codiciaba la ciudad de Palanthas por una nica construccin mgica albergada entre los muros. En la Torre de Alta Hechicera, prxima al corazn de la villa, exista un portal de acceso al Abismo a travs del cual Raistlin, el hermanastro de Kitiara enloquecido de poder, se haba aventurado a enfrentarse a la malvada diosa Takhisis. La Seora del Dragn pretenda arrasar la ciudad hasta alcanzar la torre, desde donde ofrecera el burgo conquistado a quienquiera que saliera victorioso del portal. A Soth no le interesaba la intriga; slo deseaba a Kitiara y preferiblemente muerta. A pesar de que en esos momentos comandaba los ejrcitos de la generala, el caballero de la muerte haba advertido a Palanthas del ataque inminente. Saba que los habitantes del burgo no reunan el poder necesario para detener a las perversas tropas, pero el guardin de la torre posea la magia suficiente como para asestar un buen golpe a la generala. Soth tena intencin de abandonar el combate y regresar al alczar de Dargaard despus de cobrar su cuerpo y atrapar su alma. Una vez a cubierto en la infernal fortaleza, llevara a cabo un ritual que la convertira en su compaera no viva para toda la eternidad. Desterr esos pensamientos a medida que se acercaba a los minaretes gemelos que enmarcaban la entrada principal; desde all divis numerosos hombres alineados al pie de las antiguas murallas, algunos con armadura y otros vestidos slo con ropa, que contemplaban fijamente el avance implacable sobre la Ciudad Nueva de la fortaleza volante acabada de caer de las nubes. Tan pronto como Soth se detuvo ante la puerta, muchos se volvieron horrorizados hacia el heraldo no muerto portador de las exigencias de la Seora del Dragn. Seor de Palanthas llam, y la voz hueca rebot en los muros. Cuando el noble lord Amothus compareci en las almenas, prosigui-: Rinde la ciudad a la dama Kitiara, entrgale las llaves de la Torre de Alta Hechicera, nmbrala soberana de Palanthas y te permitir seguir viviendo en paz; la ciudad no ser arrasada. Sigui una pausa durante la cual los soldados de lord Amothus mostraron seales de pnico. El seor de la ciudad, a pesar de su propio temor, se mes la rala cabellera mientras miraba con pretendida indiferencia al caballero de la muerte y a la ciudadela voladora que se acercaba por el cielo. Lord Soth, ataviado con la antigua armadura, continuaba a horcajadas sobre el corcel de pesadilla; el incendio que le haba arrebatado la vida haba alcanzado tambin la cota de malla y haba ennegrecido los intrincados grabados de martines pescadores y rosas.7

La figura solitaria que an se distingua, una rosa centrada en el peto y renegrida por el fuego, se haba convertido en el distintivo del caballero. La capa, de regio color prpura, ondeaba al viento sobre la espalda como un estandarte fantstico y retador; bajo el yelmo, sus anaranjados ojos brillaban con fuego propio. Se mantena sobre la silla con rigidez, asiendo las riendas en un puo protegido por el guantelete y descansando la otra mano sobre la cruz de la espada, cuya hoja tea la sangre de cientos de mortales. Cuando la ciudadela pas por encima, qued sumido en la sombra y sus contornos se hicieron imprecisos a los ojos de los dems, como si la oscuridad lo acogiera y lo arropara como parte de s misma. La ciudadela volante era una obra maestra de brujera malfica. Consista en una fortaleza de piedra oscura asentada sobre una roca megaltica, rodeada a su vez por mgicos nubarrones en ebullicin. Algunas paredes se haban derrumbado por el impacto al ser arrancadas del suelo, pero la estructura mantena la firmeza necesaria para albergar un ejrcito de seres envilecidos. A medida que se acercaba a las murallas del casco antiguo de Palanthas, los dragones del mal comenzaron a descender desde las nubes en formacin enrevesada y catica, y rodearon la torre en espera de las rdenes de ataque; otras criaturas infernales se alineaban a lo largo del borde de la roca dispuestas a lanzarse al combate. Los escuadrones de broncneos dragones del bien se lanzaron al encuentro del enjambre azul y negro en defensa de Palanthas; las enormes bestias aladas surcaban el cielo a velocidades vertiginosas y llenaban las calles silenciosas con sus terribles chirridos. -Lleva este mensaje a tu Seora del Dragn -replic Amothus finalmente, con forzado tono impertrrito-. Palanthas ha vivido en la paz y en la belleza durante muchos siglos, pero jams pagaremos con nuestra libertad esa paz ni esa belleza. -Entonces -contest lord Soth, al tiempo que la ciudadela planeaba ya sobre la muralla de la Ciudad Antigua-, pagad con la vida! Acto seguido, musit una orden mgica y, de la sombra que lo rodeaba, salieron trece esqueletos guerreros sobre otras tantas monturas infernales semejantes a la suya; tras ellos, las banshees, nimas en pena del alczar de Dargaard, avanzaban en vuelo rasante sobre fantsticos carros forjados con huesos humanos y tirados por wyverns. Mas no fueron estos draconianos de raza inferior y amplias alas los que llenaron de pavor el corazn de los palanthianos; lo que congelaba el alma de los hombres apostados en las almenas era el sonido de las agudas voces de las banshees, que en formacin circular ante la entrada blandan amenazantes espadas de hielo. Soth pronunci otro conjuro mgico al tiempo que sealaba hacia la colosal puerta de entrada, y una magnfica capa de hielo se extendi como encaje sobre las barras de hierro que la mantenan cerrada; fue aumentando en espesor hasta cubrirla por completo y, a otra orden del caballero, se resquebraj. Los gritos frenticos de los defensores de la ciudad apenas alcanzaban los odos del caballero de la muerte mientras se lanzaba adelante seguido por los esqueletos guerreros y las banshees. -Que los dioses bienhechores nos protejan! -exclam un hombre. Otro soldado dispar una flecha a los guerreros no muertos. Detenedlos! Por el Cdigo y la Medida! Hay que impedir que esos monstruos entren aqu! Esta ltima exclamacin, dicha por un Caballero de Solamnia, llam la atencin de Soth, aunque slo por un momento; las palabras del caballero y los dems gritos quedaron sofocados por jadeos de horror tan pronto como el ejrcito comenz a caer a plomo desde la ciudadela flotante sobre las murallas y el interior de la villa. Los draconianos saltaban a8

cientos desde la fortaleza con las correosas alas extendidas para frenar el aterrizaje; se parecan a los hombres en varios aspectos, pero tenan carne de reptil y las manos y los pies provistos de garras salvajes. Descendan lanzando gritos de guerra, y sus voces, inhumanas y balbucientes, juraban fidelidad a la Seora Kitiara y a Takhisis, la Diosa Oscura a quien sta serva. Algunos de los draconianos reclamaban sangre humana y se laman los labios con sus largas y serpenteantes lenguas. Una de estas criaturas aterriz al lado de Soth cuando ste entraba en la Ciudad Vieja de Palanthas por primera vez despus de tres siglos y medio; al tocar el suelo en las proximidades del pavoroso corcel, se encogi de terror ante el demonaco caballo y el deshumanizado jinete. El fro que irradiaba Soth atraves incluso la escamosa piel del soldado reptiliano... Los draconianos huan a la vista del caballero cado igual que los defensores humanos de la orgullosa ciudad. -Kitiara desea volar rpidamente a la Torre de Alta Hechicera en su dragn en cuanto comience la batalla; matad a todo el que encontris entre nosotros y la torre -orden el caballero de la muerte, y su mensaje fue transmitido mgicamente a los guerreros y a las banshees a pesar del fragor del combate. Los servidores no muertos comenzaron la masacre mientras Soth observaba la lnea defensiva que se estaba formando en un punto alejado de la calle, en el centro de la amplia avenida empedrada, donde un grupo de Caballeros de Solamnia aguardaba sobre los caballos a lord Soth y a sus guerreros. No obstante, los Caballeros de la Rosa all reunidos le interesaban slo en parte; toda su atencin se centraba en el jefe, Tanis el Semielfo. Fue hacia l directamente. No era la primera vez que se enfrentaban, y el heroico semielfo haba sobrevivido al encuentro asistido por la buena suerte; al menos, as lo crea Soth. En aquella ocasin, Tanis haba dado muerte a Ariakas, la Seora del Dragn, y haba arrebatado al cadver la potente Corona de Poder quitndosela a Soth de las manos. Sin embargo, esa derrota poco tena que ver con el odio incontenible que le profesaba. Tanis haba sido uno de los numerosos amantes de Kitiara y ejerca gran influencia sobre la despiadada generala. Ahora, a juzgar por la armadura que vesta, pareca que los Caballeros de Solamnia le haban concedido un rango honorario por su contribucin a la defensa de Palanthas, y Soth se mof al ver al mestizo armado con la cota de caballero. En sus tiempos no se hubiera permitido semejante transformismo en la Orden; estaba seguro de que Tanis no se haba sometido a las pruebas necesarias para la promocin, y ni l ni su familia haban demostrado ser merecedores de tan alta distincin. Con una sonrisa repulsiva, Soth se dijo que dejara constancia del escaso valor del semielfo en la batalla antes de que el da terminase. Sus ojos destellaron al ver una pequea silueta que saltaba sobre Tanis. Un kender, la raza ms retorcida y perversa conocida por su inclinacin a tomar prestado lo ajeno, se aferraba al semielfo como una esposa afligida por la partida de su esposo. Tras un breve forcejeo, Tanis lo agarr por la cintura y se deshizo de l sin miramientos para alejarlo del peligro. Cuando el kender, del tamao de un nio, aterriz, Soth vio que se trataba de Tasslehoff Burrfoot, compaero de Tanis desde haca mucho tiempo. -Tanis! -protest el pequeo desde la entrada de una calleja cercana-. No salgas fuera! Vas a morir, lo s! El semielfo ech una ojeada al kender y regres raudo junto a los caballeros. Llamarada! -grit mirando al cielo.

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Un joven dragn broncneo se abati desde el aire con un sonoro revoloteo y aterriz en la amplia calle al lado de Tanis; ante su proximidad, los corceles de los otros caballeros relincharon y se alejaron espantados del dragn del bien. El kender corri unos pasos por la calle agitando frenticamente las polainas azules y lanz un grito: Tanis! No te enfrentes a lord Soth sin el brazalete! Qu brazalete?, consider el caballero de la muerte por un instante, y lleg a la conclusin de que Tasslehoff deba de referirse a alguna chuchera mgica de Tanis contra los muertos vivientes. -Impostor -murmur Soth con malicia-. Un verdadero caballero jams utilizara brujera en un duelo de honor. Ya se haba acercado lo suficiente como para distinguir el emblema de los Caballeros de la Rosa en la armadura de su enemigo. Por fin, uno de los jinetes seal hacia Soth, llam al capitn, y Tanis se volvi con un gesto de temor enmarcado por la barba castaa rojiza. Su mirada encontr las rbitas llameantes que brillaban bajo el yelmo de Soth, y una expresin de miedo invadi su bronceado rostro. El caballero de la muerte tir del freno de su horrenda montura y descendi despacio. -Corred! -gru Tanis, sin apartar la mirada de Soth. Las nimas en pena y los esqueletos guerreros estaban a su espalda, y detrs de todos, la destrozada puerta principal. El semielfo retrocedi un paso hacia el dragn agazapado en la calle y grit-: No se puede hacer nada contra sos! Lord Soth desenvain la espada y avanz resuelto hacia su enemigo, y, en ese mismo instante, un draconiano de la ciudadela aterriz frente a Tanis. El semielfo golpe a la criatura con el pomo de la espada, le dio un severo puntapi en el estmago y salt sobre su espalda escamosa y sus correosas alas. El kender! advirti a Llamarada. El dragn levant el vuelo, y Tanis, con gil gracia lfica heredada del pueblo de su madre, que ni siquiera la pesada armadura disminua, sigui a Llamarada a trote ligero. El resto de los caballeros se dispers y desapareci enseguida por las callejas ms prximas. Soth presenci la vergonzosa huida de Tanis con una mezcla de repugnancia y sorda complacencia. Haba descendido del caballo para enfrentarse al semielfo segn las normas del Cdigo, la estricta regla de los Caballeros de Solamnia, que tachaba de abusivo el combate sobre montura cuando el oponente iba a pie; Soth sola comportarse con equidad y, a pesar de declararse en rebelda contra el Cdigo, observaba sus dictados siempre que era posible como prueba de que la supuesta honorabilidad de los miembros de la Orden no deba ser juzgada por sus rigurosos principios. La cobarde retirada de Tanis lo sorprendi; pensaba que el semielfo presentara batalla o que, cuando menos, intentara retrasar el asalto al centro de la ciudad. La sorpresa se torn aborrecimiento por el hombre que, investido con las insignias de la Rosa, optaba por huir de la batalla; ese distintivo haba representado en el pasado lo ms preciado para lord Soth y verlo mancillado por tan baja conducta le recordaba que haba derrochado su vida persiguiendo la quimera del honor. Aunque la orden de caballera no estuviera constituida por el grupo de paladines de corazn puro que se supona, ser testigo de sus flaquezas jams le resultaba grato. Una vez despejada la calle, los serviles guerreros de Soth se reagruparon a su alrededor y, tan pronto como el dragn de bronce desapareci de la vista tras un edificio con Tanis presuroso a la zaga, se dirigi a sus subordinados. Ms all, al fondo de la recta calle, un puado de comerciantes mal armados levantaba una barricada contra el horrible ejrcito; los palanthianos, pertrechados con espadas viejas y10

melladas recogidas en las tiendas de empeo o descolgadas de su lugar de honor en la casa de cada cual, amontonaban cajas y mesas para impedir el avance del enemigo. Esos importunos estn cerrando el paso hacia la torre -gru Soth refirindose a la cuadrilla de desgraciados-. Quitadlos de ah! Los guerreros tiraron con fuerza de las riendas, y los corceles salieron como rayos calle abajo. Algunos comerciantes se dispersaron al verlos acercarse, pero los que permanecieron tras la barricada lucharon enconadamente. Pareca que lograran mantener a raya a los muertos vivientes, pero una banshee, con las espadas de hielo en ristre, sobrevol la calle en su traqueteante carro de huesos para unirse a la refriega. Golpe los rboles que bordeaban las aceras y a cada descarga se marchitaba y mora uno de aquellos raros ejemplares de bellas hojas, que semejaban delicado encaje dorado en cualquier estacin del ao. -Arriba! -grit la banshee al wyvern que tiraba del carro-. A la barricada! El enorme lagarto volador sacudi las alas para tomar altura y recogi los colmillos amarillos y la cola de escorpin al acercarse al parapeto. De pronto, con un chillido, atrap entre las garras a un hombre que se hallaba sobre el reducto defensor mientras el nima en pena traspasaba a otro palanthiano; antes de que las dos mitades del hombre tocaran el suelo, muchos haban huido ya, y los dems fueron arrollados enseguida por los servidores de Soth. El combate fue breve y sangriento. Sin mostrar agradecimiento a sus seguidores ni reconocer siquiera sus mritos, el caballero de la muerte se alej a caballo por el hueco abierto en la defensa. El grueso del pelotn persisti en el acoso a los palanthianos, aunque unos cuantos guerreros se quedaron pisoteando cuerpos ftilmente y decapitando a los heridos mientras la banshee esperaba en el carro a que la bestia de tiro terminara con el cadver de un obeso fabricante de flechas; a pesar de que el alma en pena dominaba al obtuso dragn, saba que era oportuno permitirle un festn bien merecido. -Los antepasados de estos hombres se agolparon en estas mismas calles una vez para arrojarme basura de camino a la prisin -musitaba Soth al dejar atrs los cuerpos cercenados-. Mi juramento se ha cumplido: han pagado finalmente. A pesar de todo, el triunfo no le proporcionaba alegra; era una emocin que le haba sido arrebatada, como tantas otras, por la maldicin. La ira, el odio, los celos y muchos otros impulsos destructivos eran lo nico que an inflamaba su corazn inanimado; poda destruir, pero sin extraer de ello ms que un magro placer ceniciento. Como un vaso de agua tibia, semejante recompensa mitigaba parcamente su ansia de librarse de la montona cotidianidad de los muertos vivientes. De esta forma, bajo un fnebre velo de insatisfaccin impotente, cabalgaba por Palanthas. Por todas partes los draconianos masacraban a la gente arrancndola de los escondites; la sangre de las vctimas tea numerosas fachadas blanqueadas de hogares y comercios, alineados a lo largo de la calle que llevaba al segundo puesto de guardia de la urbe, donde se levantaba la Torre de Alta Hechicera. Los feroces aullidos de los dragones del mal, en lucha contra los guerreros montados en sus congneres del bien, retumbaban por toda la ciudad. La sangre de un dragn herido de muerte en una de las refriegas flua por el pavimento formando charcos sanguinolentos que se evaporaban con un siseo bajo los cascos ardientes de la infernal montura de Soth. Con las riendas en el puo, el caballero de la muerte vislumbr la ciudadela voladora, una montaa flotante que se arrastraba con pesadez por el cielo, como embriagada; a pesar de que no era atacada, se bamboleaba como si hubiera sufrido un11

golpe. Tras un primer momento de confusin ante tan extrao fenmeno, comprendi que la fortaleza se haba detenido y se cerna inestablemente sobre la Torre de Alta Hechicera. Con la arrogancia de los que estn habituados a los peligros mortales, hizo caso omiso de la inusitada maniobra y se dirigi a la torre sin tropezar con ms obstculos en la vaca ciudad. Los pocos que vieron la embestida del caballero de la muerte por las calles huan a su paso. Al cabo, la avenida se ensanch para desembocar en el patio que circundaba la Torre de Alta Hechicera; la ciudadela suspendida sobre la antigua construccin tapaba el cielo, aunque la oscuridad que envolva la infausta torre jams cesaba, como tampoco cesaba en su guardia la retorcida arboleda que se extenda alrededor. Soth azuz al horrendo caballo hacia el piquete de slidos robles conocidos por el nombre de arboleda de Shoikan, pero el animal retrocedi ante el fro intenso que emanaba de la sombra foresta, que extingua el fuego de sus cascos y converta su ardiente aliento en vapor. Con un relincho de temor, la montura pate el empedrado y se encabrit. Soth dej que la bestia se alejara unos pasos de la arboleda de Shoikan y desmont. -Vete, regresa a las llamas infernales que te engendraron. La sobrenatural criatura se encabrit otra vez y desapareci entre una nube de ceniza y humo ftido. Mientras cruzaba el patio vaco en direccin a la fronda, el caballero de la muerte escrutaba la antigua fortaleza guardada por los robles, que en el pasado haba sido un renombrado centro de saber mgico, donde los magos guardaban sus libros y se sometan a las arriesgadas pruebas que determinaran su lugar en el escalafn de la hechicera. Muchos aos atrs, cuando Soth era an mortal, el Prncipe de los Sacerdotes de Istar haba emprendido una cruzada contra la magia; el fantico de la religin haba declarado las artes mgicas instrumentos del mal y haba dirigido a las gentes de Ansalon contra las torres. Los magos destruyeron dos de los cinco emplazamientos que existan antes que permitir que los campesinos tomaran el control de los secretos que albergaban; posteriormente acordaron retirarse juntos a una torre aislada de la civilizacin, y se supona que haban dejado desierta la de Palanthas. En el da previsto por los sabios para abandonar dicha torre, un nigromante de la Tnica Negra, servidor del mal, lanz una maldicin segn la cual el edificio permanecera cerrado y vaco hasta que la ambigua profeca que pronunciaba se cumpliera. Sell el juramento tirndose a la verja de puntiagudos barrotes desde el balcn ms alto, y, al instante, las puertas de oro y plata se tornaron negras y la hermosa construccin qued sumida en la sombra. Ahora era un pozo de negrura en medio de la radiante Palanthas, y el mrmol, de un gris de hielo, contrastaba con el blanco puro de los minaretes de la villa. La nica forma de entrar era cruzando el bosquecillo de Shoikan, pues ni los ms poderosos conjuros de teletransporte permitan acceder al interior. Los robles retorcidos que haban crecido alrededor escondan terribles guardianes sobrenaturales, y la arboleda misma irradiaba temor; inspiraba un pavor tan desbordante que hasta los kenders, cuya curiosidad casi siempre venca al miedo, perdan la resolucin al pasar entre los aosos troncos. Semejantes amenazas no hacan mella en Soth, que se intern en el desolador robledal como si fuera una arboleda inofensiva. Pero, a medida que avanzaba, comenz a sentir vagamente un fro que habra hecho tiritar sin control a cualquier mortal. Una oscuridad sempiterna se pegaba como el musgo a las nudosas races y ramas, y ni la ms ligera brisa agitaba el deshilachado y reseco follaje. Soth reconoci con certidumbre la presencia que moraba all, pues irradiaba una sensacin12

con la que estaba bastante familiarizado; el pulso que animaba el bosque maldito no era otra cosa que el aura de las almas atrapadas en el tormento de los no muertos. El suelo, alfombrado de hojas marchitas y cubierto de moho por la falta de luz solar, temblaba con cada uno de sus silenciosos pasos, pero, cuando los altos rboles lo rodearon, el temblor ces. Unos dedos plidos y cubiertos de mugre salieron de la suciedad y apresaron a Soth por una pierna; despus otra mano, y hasta una tercera, brotaron de la blanda tierra para aferrar al caballero de la muerte. Luego aparecieron muchas ms, y todas se cerraban en torno a sus tobillos e intentaban hundirlo. -No hay motivo para que me detengis, hermanas -dijo serenamente. Las manos, plidas y decadentes, titubearon-. No deseo llevarme de la torre nada de lo que habis jurado guardar, pero os destruir si me impeds el paso. -Te conocemos, Soth -replic una dbil voz desde el subsuelo-. Eres de los nuestros. Qu buscas en la Torre de Alta Hechicera? -A la mortal Kitiara Uth Matar, hermanastra del mago oscuro Raistlin. Atraves el bosque hace poco, no es as? -Quiso desafiar al bosque de Shoikan -respondi la voz sin cuerpo. -Quiso? -pregunt con ribetes de enfado-. Posee una joya negra que le permite pasar entre vosotras sin impedimentos. Yo la vi utilizarla en una ocasin. -Esa joya la protege... mientras no demuestre miedo -murmur la voz desde las profundidades de la tierra. Se puso en tensin por las implicaciones de la respuesta y pregunt de pronto: -Dnde est? -Las manos lo soltaron y desaparecieron en la tierra esponjosa-. Entregadme su cuerpo! -grit furioso, y su voz hueca levant ecos entre los rboles silenciosos. La sensacin opresiva del bosquecillo se intensific, y un suave gemido de desesperacin se elev desde el interior del suelo. Una sola mano reapareci entre la enmaraada hojarasca con un fragmento de escama de dragn de color azul oscuro perteneciente a una armadura. -La herimos y le rompimos la cota, pero no nos quedamos con su cuerpo. Est viva, en la torre. El caballero de la muerte se dirigi como un rayo hacia la cerca de hierro que rodeaba la torre, abri violentamente la oxidada verja y forz la puerta cubierta de runas que le cerraban el acceso. Las entidades amorfas y sombras que poblaban las antiguas salas de la construccin se amilanaron ante Soth igual que las guardianas de la arboleda. Lleg al pie de una larga escalinata, escasamente iluminada por puntos de tenue luz mgica, que suba a los pisos superiores. La habitacin donde se hallaba la entrada a los dominios de Takhisis, la que Kitiara deseaba alcanzar, se encontraba all arriba. Sin dudarlo, se situ en una amplia esquina ensombrecida, lejos de la luz mgica, y, mediante el poder adquirido gracias a su naturaleza infernal, se disolvi en la oscuridad. Un momento ms tarde, emergi en una sombra similar que oscureca la puerta del laboratorio donde se encontraba el portal. Con cierto sentimiento de satisfaccin porque los guardianes no le haban impedido desplazarse mgicamente entre los muros de la torre, empuj la pesada puerta de madera; al abrirse, los magullados goznes chirriaron con un lamento grave. Dalamar, el elfo proscrito, se qued mirando la puerta abierta, pero Soth segua oculto en la sombra. El mago reflexionaba en una incmoda silla estrujando y alisando sus negros ropajes cubiertos de runas.13

-No puede entrar nadie -dijo en voz baja a un guerrero arrodillado de espaldas a la entrada. El mago alarg la mano a un papiro que tena en el cinturn-. Los guardianes... -... carecen de poder contra l -complet Soth, que se hizo visible en el momento en que el hombre de la armadura, Tanis el Semielfo, se giraba hacia la puerta. Un gesto de horror cubri el rostro de Tanis al encontrarse con el caballero de la muerte. Dalamar sonri, inexorable y sereno. -Adelante, lord Soth; te esperaba. El caballero cado no se movi, y Dalamar repiti la invitacin, pero an se demor unos instantes ms en el vano con la mirada anaranjada clavada en el rostro de Tanis. No le importaba la forma en que su enemigo hubiera llegado a la torre, tal vez sobrevolando el bosque con su dragn de bronce hasta aterrizar en el tejado; lo nico que le interesaba era que Tanis el Semielfo se interpona entre l y su recompensa. Tanis acerc la mano a la espada, gesto que sorprendi-a Soth despus de la cobarda anterior. Dalamar pos suavemente los dedos sobre el hombro del mestizo y le dijo: No te entrometas, Tanis. No quiere nada con nosotros; slo ha venido en busca de una cosa. La tenue luz de las velas iluminaba el laboratorio, las hileras de libros de encantamientos encuadernados en negro, las redomas y vasos de precipitacin que borboteaban ominosamente y las colosales mesas de piedra para experimentos de mayor envergadura y trascendencia. El acceso que Raistlin haba utilizado para ir al encuentro de Takhisis estaba en el otro extremo de la estancia, lejos de Soth; cinco cabezas de dragn se entrelazaban alrededor del borde del gran crculo de acero con inscripciones rnicas. En un rincn, lejos del portal y cubierto con una capa, reposaba el objeto de su bsqueda. Kitiara! El corazn no muerto del caballero rebulla en su pecho mientras cruzaba la sala con vigorosos pasos. Retir el pao y se arrodill junto al cadver. Kitiara Uth Matar apareci, bella en la muerte como en la vida. Tena los brillantes ojos castaos abiertos, congelados en una expresin de horror. La armadura azul oscura de escamas de dragn haba sido desgarrada por las guardianas de la torre, y el ajustado jubn guerrero de color negro, reducido a jirones, dejaba entrever la piel tostada. El caballero de la muerte apenas apreci la sangrienta cuchillada de la pierna ni los grandes araazos, morados por el veneno, que los guardianes le haban infligido; el agujero chamuscado que le abrasaba el pecho, debido sin duda a algn ataque mgico de Dalamar, no le preocup ms que un instante. Poco importaban las heridas mientras el cuerpo conservara la integridad necesaria para acoger su alma revivida. Las ltimas ascuas de la vida mortal de Kitiara ya se apagaban, pero el espritu se demoraba sobre su cuerpo; una pequea y fantasmal imagen de la generala se debata atormentada, unida al cadver por un delgado y brillante hilo de energa. -Deja que esa vida se vaya -murmur Soth a Kitiara. El cordn cobr ms brillo mientras el alma se aferraba con desespero a la vida mortal, mas no a causa del miedo sino por amor. Soth se enfrent a su adversario-. Entrgamela, Tanis Semielfo. -Su voz llen el laboratorio-. Tu amor la ata a este plano. Renuncia a ella. El semielfo se oblig a adoptar un gesto resuelto y avanz un paso con la mano en el pomo de la espada, pero, antes de que se acercara ms a Soth, Dalamar le advirti: -Te matar, Tanis; te asesinar sin titubear ni dudarlo un instante. Deja que Kitiara se vaya con l. Al fin y al cabo, quiz slo l entre todos nosotros la comprendi de verdad. Las palabras del elfo proscrito atizaron el odio del corazn de Soth. Aquellos cobardes sicarios eran los que lo separaban de Kitiara! Sus ojos anaranjados lanzaban chispas.14

-Comprenderla? -bram-. La admiro! Estaba destinada a mandar, a conquistar, como yo mismo! Pero era mucho ms fuerte que yo, capaz de despreciar el amor que amenazaba con encadenarla. De no haber sido por los caprichos del destino, habra gobernado todo Ansa-Ion! -No -replic Tanis, asiendo la espada con ms firmeza. Dalamar lo retuvo por la mueca y lo mir a los ojos. -Nunca te am, Tanis -le dijo sin emocin-. Te utiliz como a los dems, incluso a l. -Cuando Dalamar mir hacia Soth, Tanis comenz a hablar, pero el elfo oscuro se lo impidi-. Te utiliz hasta el final, semielfo; y tambin ahora tiende la mano desde el ms all con la esperanza de que la salves. En el momento en que Soth toc la espada para acabar con Tanis, ste se qued como desvado, como si el crudo egosmo del espritu de Kitiara se le revelara en ese instante; se enfrent a los fieros ojos del caballero y retir la mano del arma. Lord Soth pens en matarlo a pesar de todo, slo por renunciar a Kitiara sin presentar batalla; esa cobarda le confirmaba una vez ms que Tanis no mereca vestir la armadura de los Caballeros de la Rosa Roja. Que viva con esa cobarda sobre su conciencia, se dijo el caballero mientras se giraba para retirar el cadver. Su alma haba volado ya. El seor de Dargaard esperaba que la generala no intentara huir de l, aunque haba previsto esa posibilidad desde haca mucho tiempo. En el momento en que la arropaba en la capa ensangrentada de Tanis, su lugarteniente cruzaba el Abismo hacia los dominios de Takhisis, donde capturara el alma de la Seora del Dragn para devolverla al hogar del caballero de la muerte. Soth se situ en un rincn umbro del laboratorio con el cuerpo entre los brazos e invoc un hechizo que los transportara a su castillo. Con una sola palabra, abri a sus pies una oscura sima que exhal una rfaga de aire helado hacia la estancia. Lanz a Tanis una mirada fulminante mientras ste escudaba el rostro del fro entumecedor; salt a la fosa y desapareci de la Torre de Alta Hechicera. Polvorientas llanuras se extendan hasta el infinito en todas direcciones, castigadas por un sol bermelln, engendro del infierno, que jams se pona ni recorra el cielo; sirocos infestados de olor a carne quemada levantaban remolinos de arena sobre el maldito paisaje. De vez en cuando, los vientos se fundan en un nico tornado estruendoso que se elevaba en la atmsfera, aunque tal inestabilidad nunca duraba porque el sol la aplastaba con el mismo poder sofocante con que abrumaba todo aquello que entrara en el dominio de Pazunia. -Cuarenta y nueve mil treinta y ocho, cuarenta y nueve mil treinta y nueve. Un ser solitario caminaba penosamente por los yermos con los hombros encogidos y la cabeza hundida. Caradoc, pues se era el nombre de aquella desgraciada alma, no necesitaba levantar los ojos para saber que una inacabable llanura de polvo se extenda a su alrededor. Llevaba horas, das tal vez, recorriendo el submundo que formaba el umbral del Abismo; nicamente tres cosas, a cual ms indeseable, rompan la monotona de aquel lugar. Lejos de Caradoc, casi tocando el horizonte, el ro Estigio se arrastraba hoscamente sobre Pazunia entre unas mrgenes tan traicioneras como el resto del reino, puesto que el ro no era benefactor sino ladrn por naturaleza; con slo tocar sus aguas, el hombre perda la memoria, y numerosos eran los viajeros del submundo a quienes la corriente haba arrastrado hacia la muerte.15

Cuarenta y nueve mil cincuenta y cuatro. Se llev la mano a la frente-. No, un momento; cuarenta y nueve mil cuarenta y cuatro. De trecho en trecho, extraas fortalezas forjadas en hierro sobresalan de la tierra estril. Eran las avanzadillas de los ms poderosos seores tanar'ri que habitaban en los seiscientos sesenta y seis estratos del Abismo; desde all emprendan sus incursiones al mundo mortal. Las fortalezas estaban vigiladas por horripilantes guardianes, que las defendan de los demonios servidores de sus rivales. No obstante, abundaban los ataques, y el viento transportaba el fragor de las luchas por toda Pazunia: entrechocar de metales, aullidos de los diablos heridos y maldiciones tan infames que traspasaban los lmites de la imaginacin. Afortunadamente, ninguno de los luchadores prestaba atencin a un viajero solitario, sobre todo si ya estaba muerto. -Cuarenta y nueve mil sesenta y ocho -musit al tiempo que daba un puntapi a un guijarro. Sacudi la cabeza con fastidio mientras se miraba las altas botas de cuero negro. No era el calor abrasador de Pazunia ni el ftido olor lo que lo irritaba, sino el estado de sus ropas. Haba mantenido las botas brillantes durante los tres siglos y medio de existencia como muerto viviente, pero ahora estaban sucias, llenas de polvo, y los tacones se haban desgastado por completo con la prolongada marcha. Not entonces el jubn de seda pegado a la empapada espalda y sacudi la cabeza una vez ms; seguro que, cuando abandonara el Abismo y regresara a Krynn, estara lleno de manchas. Antes de contar en voz alta el paso siguiente, se alis la tnica y sacudi el polvo de las botas; despus se detuvo y ote en la distancia. -Debo de estar cerca -dijo, aunque slo fuera por orse la voz, antao humana. El fatigado viajero esperaba vislumbrar un agujero abierto en el suelo un poco ms adelante, pero no descubri nada extraordinario. La tercera irregularidad que rompa la monotona del paisaje eran las bocas de comunicacin que plagaban el terreno; haba encontrado docenas, cientos tal vez, a lo largo del camino. Algunas despedan un tenue vaho, y de otras provenan aullidos torturados y angustiados, pero ninguna le resultaba grata puesto que ninguna conduca al plano del Abismo donde lo aguardaba su misin. Cuarenta y nueve mil sesenta y nueve. Suspir y reemprendi la marcha, sin prisa, pero sin dejar de contar los pasos. Lord Soth, su dueo, le haba dado claras instrucciones al respecto. Cuenta diez mil pasos regulares por cada cabeza de dragn de los mil colores, se repeta. Slo entonces encontrara la entrada a los dominios de Takhisis. Por fin proclam: -Cincuenta mil pasos. Segn las instrucciones, al decir el ltimo deba cruzar los planos. Se detuvo, pero ante l no se abri ningn portal. Se protegi los ojos con la mano y mir hacia el cielo; tal vez lo viera aparecer por encima del suelo, pues tales cosas no eran desconocidas en Pazunia. Nada. La consternacin se apoder de l. El viento ululaba a su alrededor, y el polvo silbaba como un moribundo en sus ltimos estertores. -Cincuenta mil -repiti-. Dnde est ese maldito portal? Tir de la cadena que llevaba al cuello y sac del jubn el colgante distintivo de la orden. Una rosa retorcida, roja en el pasado y ennegrecida ahora por el xido, brill en el centro de la placa-. Soy el lugarteniente de Soth, del alczar de Dargaard, y busco la entrada a los dominios de la Reina de la Oscuridad. Sin previo aviso, la reseca llanura se abri y engull a Caradoc. Se perdi unos instantes en la negrura, cayendo por un vaco sin luz que enseguida ces. Flotaba, y los16

planos del Abismo se sucedan con una lentitud de ensueo. La sensacin de volar no le resultaba ajena, pero no suceda lo mismo con los olores, las visiones y los sonidos que lo asaltaban. Un paisaje helado sigui al estrato de oscuridad absoluta; una lluvia congelada, nacida de galernas pavorosas, azotaba el aire y unos tmpanos de hielo cuarteados se extendan hasta el horizonte, interrumpidos a veces por enormes pilares de roca con nieve incrustada. El viento aullaba y giraba alrededor de los monolitos, alisndolos como el hielo posado a sus pies. De pronto se agitaron, y un par de ojos azules se abri poco a poco en cada uno de ellos; perversas miradas acompaaron el paso de Caradoc al estrato siguiente. En un plano de acero herrumbroso aparecieron dos ejrcitos en orden de ataque; cuerpos y miembros entrechocaron en un amplio frente y un gemido de desesperacin grave y nauseabundo se elev en el aire, mientras el penetrante olor de metal oxidado dominaba incluso el hedor de la sangre y la carne putrefacta del campo de batalla. Un tropel de criaturas cartilaginosas, flacas y achaparradas se concentraba en un lado del campo para dirigirse a la lucha a las rdenes de unos seres que los doblaban en estatura. Los altos tanar'ri parecan serpientes gigantes de la cintura para abajo pero el rostro, los hombros y el pecho eran de hembra humana; no obstante, ah terminaba la similitud puesto que tenan seis brazos, armados con sendas armas de afilada hoja. En el extremo opuesto se agrupaba otro ejrcito de las mismas proporciones. Caradoc sinti un escalofro al reconocer a aquellas patticas criaturas; eran manes, mortales que en vida haban esparcido el caos y la maldad y pasaban al ms all convertidos en semejantes seres. Tenan la piel blanquecina, abotagada, como cadveres en un ro de aguas ftidas, y estaban cubiertos de diminutos carroeros. Iban al encuentro del enemigo mirando hacia adelante con vacos ojos blancos, siguiendo a un general monstruoso, un tanar'ri imponente de oscura piel roja y alas de escamas rugosas e irregulares, que destilaba veneno por los amarillentos colmillos mientras lanzaba rdenes, agitando en una mano un ltigo de veinte colas espinosas y en la otra una espada de rayos. Caradoc era consciente de que, si en vida hubiera cometido actos ms atroces que el asesinato de la primera esposa de lord Soth, seguramente ahora formara parte de ese ejrcito. Por primera vez en trescientos cincuenta aos, se alegraba de haber sido condenado a ser fantasma en Krynn eternamente. Cerr los ojos y sigui adelante. Atraves lugares de oscuridad y de luz, dominios del fuego, del aire y del agua, y lleg a un reino caliente y hmedo. Al principio la oscuridad era densa y no vea nada, pero despus su vista se acostumbr. Era un mundo poblado de hongos pringosos; las setas se elevaban trescientos metros en el aire turbio trepando por sogas de vegetacin blanca y leprosa. Charcos de limo gris rezumaban por el suelo esponjoso, y unos amasijos de color prpura movan a tientas sus largas ramas. Dominaba el silencio pero la putrefaccin le llenaba la nariz y la boca. Lo peor de todo era la sensacin de que una potencia magnfica y eternamente perversa lo vigilaba desde el silencio y, aunque no haba percibido el menor indicio entre las tinieblas, estaba seguro de que un ser enorme haba contemplado su paso. El descenso lleg a su fin y el lugarteniente se encontr sobre el tejado de un templo destrozado, con las columnas rotas y los muros calcinados por el fuego, que haba sido la residencia del Prncipe de los Sacerdotes de Istar en Krynn. Takhisis, la Reina de la Oscuridad, lo utilizaba ahora como acceso a Krynn y desde all urda sus planes para aniquilar todo lo que fuera bueno en el mundo de los mortales. A Caradoc no se le escapaba la irona del caso: el templo del prncipe que haba pretendido destruir el mal por todos los medios serva de cuartel a una de las deidades ms perversas.17

-Quizs el Prncipe de los Sacerdotes tambin se encuentre por aqu musit mientras observaba el entorno. Una multitud de espritus perdidos pululaba por los alrededores intentando acercarse al edificio. -Reina del Dragn! Somos tus fieles servidores, djanos ayudarte! -clamaban. Caradoc saba que Takhisis no respondera, al menos no en ese momento. Segn le haba revelado lord Soth antes de emprender el viaje al Abismo, un mago mortal de Krynn pretenda enfrentarse a la diosa en sus mismos dominios; era un reto sin precedentes, pues escaseaban los mortales dotados del poder necesario para contender con las deidades en su propio terreno, sobre todo con la todopoderosa Takhisis. De esta forma, el acontecimiento distraera su atencin el tiempo suficiente para que l lograra localizar el alma recin llegada de una mujer llamada Kitiara Uth Matar. Sonri ante la perspectiva. Tan pronto como rescatara el espritu y regresara al alczar de Dargaard, su seor lo recompensara. El caballero de la muerte, como servidor prominente de los dioses del mal, podra interceder ante Chemosh, Seor de los No Muertos, para que su maldicin fuera revocada, y as volver a la vida. Soth se lo haba prometido. Un pensamiento repentino despert en su mente. Qu hara si Soth se negaba a concederle lo acordado? Tras unos momentos de reflexin, sonri de nuevo; dispona de varios recursos para obligarlo a mantener su palabra. Tom la insignia de la Orden entre las manos y dijo: -Revlame la sombra de la Seora Kitiara. La rosa negra comenz a despedir una suave luminosidad mgica. El lugarteniente sostuvo el redondel ante s hasta que un haz de luz se proyect hacia la muchedumbre apelotonada ante el templo y seal a la mujer que buscaba.

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DOS

-Dnde se ha metido ese insensato? -gru lord Soth con impaciencia, aferrando los brazos combados y carcomidos de su trono. La misin era sencilla. Tena que haber regresado hace tiempo. Una figura transparente de cabello suelto y orejas ligeramente puntiagudas flotaba ante l. Te ha engaado igual que has hecho t con todos los que han confiado en ti, replic la banshee con agudeza. El traidor es traicionado, grit otra que se deslizaba por el aire. La que estaba ms cerca de Soth ech la cabeza hacia atrs y lanz una carcajada, a la que se unieron sus doce hermanas. Comenzaron a revolotear por el gran vestbulo, que haca las veces de sala del trono, entre graznidos que resonaban en los muros de piedra y trepaban por las escalinatas dobles que suban al balcn hasta alcanzar el techo abovedado. El estruendo horrible que sala por las destrozadas puertas del vestbulo poda orse en un kilmetro a la redonda, pero pocos mortales se atrevan a acercarse tanto al alczar; hasta las criaturas ms feroces huan de los riscos, espantadas por el cacareo de las banshees. Una de ellas se aproxim a Soth con un gesto de odio en su fino rostro. ,05 dioses escribieron el libro de tu condena con la sangre de tus dos esposas asesinadas y con la de tu propio hijo muerto. Volaba tan cerca de l que habra podido golpearla con slo alargar un brazo. Tena los rasgos de una hermosa elfa y sus ojos, aunque plidos, brillaban con un ligero matiz del azul ms puro; la catica melena que le envolva la cabeza haba dejado de ser dorada tiempo atrs, pero sus giles movimientos mostraban una gracia que slo los elfos posean. Sin embargo, el relmpago de belleza desapareci enseguida, y la elfa volvi a ser un alma en pena insustancial, una imagen luminosa y pervertida del ser adorable que haba encarnado en el pasado. Tu sino est previsto en ese libro, Soth de Dargaard. Ya ha sido establecido en sus pginas. Conocers la traicin! Las injurias de la banshee apenas afectaban el nimo de lord Soth. Ya no senta los remordimientos de conciencia ni el inquietante miedo al futuro que obsesionaba a algunos mortales. La conflagracin que haba ennegrecido los muros del castillo haba terminado con su vida; los habitantes de Krynn que haban tenido la desgracia de cruzarse en su camino lo llamaban el caballero de la muerte, apelativo que denotaba una carga de pavor superior al que producan los fantasmas o las banshees. -Ese libro no existe, ni en Krynn ni en los cielos. Yo he forjado mi propio destino. -Hizo un gesto de desprecio hacia la banshee-. Recibo con satisfaccin tanto la fama como el mal nombre que me han proporcionado las atrocidades cometidas en mi vida. Que han sido numerosas, remed otra, porque ya eras oscuro en el seno de la luz y te extendas como una mancha, como un cncer. Porque eras un tiburn que inicia su andadura en aguas tranquilas, aadi otra voz inhumana. Dos ms sobrepusieron su cantinela de reproches a las palabras de las anteriores.

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Porque eras la cabeza mellada de la serpiente que percibe eternamente el calor y la forma; la muerte inexplicable en la cuna, la ltima morada traicionada. Las frases se sucedan sin interrupcin trenzando infamias a un volumen ensordecedor; en el momento en que los sonidos se convirtieron en un grito ininteligible, una de las almas en pena impuso su voz a la de las dems. Porque fuiste el Caballero de Solamnia ms valiente, el ms noble de la Orden de la Rosa, cuyas heroicas hazaas eran cantadas por todo Krynn, desde las salas de los enanos de Thorbardin hasta los pinculos lficos de la boscosa Silvanost, desde los sagrados claros de la isla de Sancrist hasta los templos del Prncipe de los Sacerdotes de Istar. -Mal cumpls con vuestro deber -replic, ceudo bajo el yelmo, con una voz que pareca salir de las entraas de la tierra-. Paladine os convirti en almas en pena y os envi para atormentarme. Habis sido la boca acusadora del Padre del Bien todas las noches durante siete veces cincuenta aos, repitiendo mis faltas sin tregua. -De pronto, se puso en pie; la antigua armadura no cruji y la larga capa onde a su espalda sin un solo sonido-. Me aburrs con vuestras inspidas acusaciones. Slo los recuerdos me duelen, y esa chchara vuestra no consigue revivir en mi mente los momentos ms felices del pasado. Una banshee lanz un grito, y las doce restantes comenzaron a chirriar de nuevo y se unieron al coro con su fantstico vocero. Deseas recordar tus pecados? Empiezas a disfrutar con el dolor!, gimieron. Hasta para eso somos intiles! -Slo quiero distraerme -contest el caballero de la muerte por fin, al tiempo que sealaba hacia un objeto oculto detrs del trono-. Por eso he trado a Kitiara aqu. -Con sorprendente delicadeza, apart el manto ajado y ensangrentado, bajo el cual, semioculto por la neblina, que ya se extenda en jirones por el suelo, se encontraba el cadver de Kitiara Uth Matar. La impaciencia se apoder de Soth nuevamente. Pronto te tendr conmigo dijo dirigindose al cadver en tono forzado. Se inclin y acarici la mejilla desangrada-. Corazn oscuro, t rasgars el pao mortuorio que cubre este alczar ruinoso. Te cansars de ella igual que de tus esposas anteriores; su fin ser... -Basta! -rugi Soth, y las banshees retrocedieron. Ech una ojeada a la estancia. La dbil luz del sol se verta por las quebradas puertas, las sombras alargadas iban aduendose de la asolada estancia y la niebla se espesaba por momentos; el da tocaba a su fin-. Caradoc lleva muchas horas fuera. Lamentar el retraso! Es posible que la batalla entre la Reina de la Oscuridad y Raistlin terminara antes de que Caradoc lograra apoderarse del espritu, sugiri una banshee con amabilidad. Tanto Takhisis como el hermanastro de Kitiara tienen motivos para retenerla en el Abismo. Soth comenz a pasear por la sala con las manos juntas. Sus pisadas no producan ruido alguno sobre las piedras ni sus botas agitaban la niebla, que entraba en remolinos por las puertas desvencijadas y cubra el suelo renegrido. Las nimas en pena se retiraron a los rincones ms sombros; el caballero de la muerte lleg al pie de la escalera y empez a subir. -Necesito averiguar el resultado de la batalla -dijo, sin mirar a las hadas. Que nadie se atreva a importunar el cuerpo de la Seora. El sol no alcanzaba los pasadizos de la fortaleza por ninguna ventana, pero el caballero vea sin dificultad las grietas que se extendan por los viejos muros como hiedra. Distingui incluso una rata pequea, flaca por falta de alimentos y sorda a causa del20

gritero constante de las banshees; el roedor se atrevi a salir de un agujero pero emprendi la huida en cuanto el caballero se acerc, asustado por el fro que emita. Soth recorra los pasillos, oscuros como pozos, pensando en un castigo ejemplar para el lento lugarteniente. Podra reducir su ropa a harapos murmur. Siempre fue un petimetre ms preocupado por los brocados que por las armas, y la muerte no lo ha hecho cambiar un pice. La puerta deformada y de oxidados goznes que sealaban el final de los corredores produjo un chirrido grave y prolongado cuando Soth la empuj. La estancia que haba detrs era pequea, aunque pareca mayor a causa del boquete abierto al derrumbarse una pared. Una brisa juguetona entraba por la brecha y remova el polvo y la suciedad del suelo. La habitacin haba sido un puesto de guardia en el pasado, pero ahora el alczar de Dargaard ya no necesitaba centinelas, pues la reputacin del seor del castillo mantena a la gente alejada con mayor eficacia que los ms slidos muros construidos por enanos. No obstante, una silueta solitaria marcaba el paso por la sucia habitacin. -Ah, sir Mikel! -dijo Soth distradamente-. Hazte a un lado. Sir Mikel se detuvo. Su oxidada armadura era tan antigua como la de Soth y colgaba con holgura de su esqueltico cuerpo. Las costillas amarillentas y speras relucan entre los agujeros del peto, y las gastadas botas chirriaban y golpeaban el suelo a cada paso; la calavera, descarnada y sin ojos, estudiaba a Soth a travs de la visera alzada, mientras el caballero se preguntaba si el guerrero conservara todava un resto de alma. Mikel, igual que los otros doce caballeros solmnicos que haban colaborado en los crmenes de Soth, haba sido condenado a servir al caballero de la muerte para siempre. Los trece haban quedado reducidos a huesos pelados mucho tiempo atrs, y sus personalidades se haban anulado de la misma forma. Ahora, a menos que recibieran rdenes concretas de Soth, cada cual montaba guardia sin cesar en el lugar donde haba muerto. Un momento despus, Mikel dio seales de reconocer a su amo, inclin la cabeza y se apart mientras el caballero de la muerte cruzaba hacia el boquete; pero, antes de llegar, ste se volvi hacia el servidor. -Has visto a Caradoc en el da de hoy? -Un silencio prolongado y doloroso sigui a la pregunta, tras el cual sir Mikel asinti vacilante. Sus huesos entrechocaron con un sonido de piedra contra piedra. Lo viste esta maana, antes de que emprendiera viaje al Abismo para cumplir mi encargo? El esqueleto asinti de nuevo. Lo has vuelto a ver desde que yo regres de Palanthas con el cuerpo de la Seora del Dragn? Tras otra pausa, esta vez el guerrero neg con la cabeza; las vacas cuencas de sus ojos no despidieron ningn brillo, ni expresin alguna cambi su rictus petrificado. El caballero de la muerte mir al cielo, que declinaba hacia la noche paulatinamente. Las tres lunas que velaban por Krynn despuntaban en los cielos; Solinari, la plateada luna de la magia benfica, no era ms que un destello en el ter; Lunitari, smbolo de la neutralidad, luca plena y proyectaba una misteriosa luminosidad roja sobre las montaas que rodeaban el alczar por tres lados; Nuitari, la tercera, slo era visible para los seres del mal como Soth, y posea una especie de luz negativa, un fulgor negro y ptrido que relumbraba con toda su potencia sobre lo perteneciente a la oscuridad. Tambin las estrellas empezaban a cobrar vida bajo el cielo aterciopelado que se extenda de un extremo al otro del horizonte. Los veintin dioses de Krynn estaban representados por otras tantas constelaciones, planetas o lunas. El grupo de astros asignados a Paladine, Padre del Bien, formaba un magnfico dragn plateado llamado el Guerrero Valiente, y estaba situado en oposicin al dragn de cinco cabezas conocido21

como la Reina de la Oscuridad. Estos avatares de las deidades reflejaban sus luchas, sus triunfos y sus fracasos, y Soth escudri el dragn de cinco cabezas en busca de alguna seal indicativa del resultado o del desarrollo de la batalla entre Takhisis y Raistlin Majere. Pero todo segua igual. La Reina de la Oscuridad continuaba al acecho en las alturas, preparada para atacar al Guerrero Valiente. El combate ha debido de terminar farfull Soth. Takhisis ha vencido al mago. -Abandon la especulacin y se dirigi al esqueleto de sir Mikel-. Te ordeno que observes las estrellas, sobre todo la constelacin llamada Reina de la Oscuridad. Lo entiendes? -El muerto viviente se acerc a la brecha arrastrando los pies y alz las vacas cuencas hacia los cielos con lentitud preternatural-. Si se salen de su curso habitual, debes ir a buscarme -aadi Soth antes de marcharse rabiando de all. Recorri de nuevo los enmohecidos pasillos oscuros y a cada paso lamentaba haber confiado a su lugarteniente la misin de rescatar el alma de Kitiara. Ninguno de sus servidores tena poder para vencer al guardin de la Torre de Alta Hechicera, de modo que haba tenido que ir personalmente a buscar el cadver de la Seora del Dragn, y de entre todos sus siervos, slo Caradoc posea la inteligencia para sobrevivir a una jornada en el Abismo; sin embargo, al parecer, el fantasma haba fracasado o lo haba traicionado. Empuj una puerta con tal violencia que hizo astillas la madera muchas veces centenaria. Se va a arrepentir de que la maldicin lo obligue a regresar al alczar de Dargaard -susurr. Hizo una pausa y consider despacio lo que acababa de decir. El lugarteniente tena que volver a un sitio determinado, tanto si cumpla su misin como si no, y pens aguardarlo all. Aceler el paso a medida que ascenda los peldaos de piedra hacia la parte ms alta de la torre, el ala principal del castillo. Caradoc haba quedado atrapado en la maldicin que haba condenado a Soth a la muerte en vida. Durante su existencia mortal haba sido un hombre avaro y ambicioso que serva a su seor en todo lo que fuera necesario. Extenda rumores de escndalo sobre los rivales de Soth cuando representaban una amenaza para su posicin en la sociedad caballeresca. Asimismo, en una ocasin en que el Concilio puso en duda el protagonismo de su seor en ciertas hazaas gloriosas, el lugarteniente present falso testimonio para apoyar la versin de Soth; incluso, por complacerlo, lleg al asesinato, pues fue l quien clav una daga a la esposa del caballero mientras dorma. Cuando Dargaard cay pasto de las llamas, Caradoc se encontraba falsificando la contabilidad en el estudio privado de Soth, y all era donde an descansaban sus huesos. Lleg por fin a un rellano despus de subir una serie de escalones que habran dejado sin resuello a cualquier mortal resistente. La plataforma se haba separado de la pared, y en el suelo se abra una grieta sobre vaco que dejaba ver el rellano inferior, situado unos tres metros y medio ms abajo. El marco de la puerta, ahora inexistente, estaba medio derrumbado, y para entrar en el estudio tuvo que salvar un enorme trozo de mampostera hecho aicos. El estudio estaba limpio, ordenado incluso, comparado con el descuido en que se mantena el resto del alczar; faltaban la habitual capa de cascotes y polvo que cubra el suelo de las otras estancias, y los restos de puertas y mobiliario de madera que anteriormente llenaban la habitacin. Un tapiz aislado cubra una pared; sobre un fondo claro, los elfos arremetan unos contra otros. La escena rememoraba las Guerras de Kinslayer, que haban sacudido las naciones lficas muchos siglos atrs. En el suelo, bajo el tapiz, yaca un esqueleto.22

Por la nica ventana existente entraba la luz de las lunas. Lunitari, roja como la sangre recin vertida, coloreaba los restos mortales de Caradoc y suma en la oscuridad los rincones de la sala. Soth se acerc ceudo al esqueleto. Los huesos del lugarteniente estaban mondos como el propio cuarto, pero la carne ptrida haba sido retirada con cuidado y no corroda por los escasos gusanos que habitaban el alczar; tena los brazos cruzados sobre el pecho, lo que prestaba al esqueleto un falso aire de paz que ningn morador de Dargaard haba posedo jams. Soth saba que el lugarteniente deba de haber tardado aos en componer el cadver y limpiar los cascotes de la habitacin. Uno de los efectos de la maldicin, como ocurra con casi todos los fantasmas, era el limitado contacto que podan mantener con el mundo fsico, y mover la piedra ms pequea requera una intensa concentracin. A pesar de ello, el espritu de Caradoc segua preocupndose por su aspecto igual que cuando estaba vivo y resultaba evidente su afn por conservar sus restos presentables; incluso haba cubierto la calavera con un pao de seda al estilo de los antiguos funerales solmnicos. El caballero de la muerte se agach a retirar el velo. -Ese pao perteneci a la mismsima Kitiara, seor advirti una voz temblorosa a su espalda. Se lo rob una noche que vino al alczar. El caballero se gir en redondo y all, en la sombra esquina junto al vano de la puerta, se encoga medroso Caradoc. -Dnde est? -pregunt Soth en voz baja. El lugarteniente sali flotando de las tinieblas, y la luna lo ti de carmes. Mi seor... comenz, pero se detuvo cuando Soth adelant un paso hacia l-. Como veis, cumpl el viaje que me pedisteis. -Extendi los brazos mientras se sealaba a s mismo. A pesar de que el fantasma era transparente, Soth comprob que traa las ropas arrugadas y manchadas y las botas impregnadas de polvo del Abismo-. Las llanuras de Pazunia no tienen fin, y el portal,.. -Dnde est el alma de Kitiara? -gru impaciente el caballero mientras avanzaba otro paso-. Dnde tienes la insignia de la orden? -Hicimos un trato, mi seor -replic con la cabeza inclinada-. Me prometisteis interceder a favor mo ante Chemosh y convencer al Seor de los No Muertos de que me devolviera a la condicin de ser humano. -No he olvidado la promesa. -La mentira acudi con naturalidad a sus resecos labios . Pero la romper si no me dices dnde est el alma de Kitiara -aadi sealndolo con un dedo. El fantasma saba que, si hubiera tenido piernas de carne y hueso, se le habran doblado por el miedo que senta; no obstante, se enfrent a la fiera mirada de Soth, engol la voz y se enderez. -Perdonadme, seor, pero os he visto faltar a vuestra palabra muchas veces en estos tres siglos y medio. Quiero... -No exijas nada de m! -exclam Soth, y se lanz sobre l. Caradoc esquiv el guantelete del caballero de la muerte y vol hacia la ventana abierta en el otro extremo de la habitacin. Si me hacis dao jams os dir su paradero. Lord Soth hizo un esfuerzo por controlar la furia que se acumulaba en su interior y mir al lugarteniente a la cara. -Huye por esa ventana si quieres, Caradoc. S que la condena te obliga a regresar siempre junto a tu cadver. -Levant la pesada suela de la bota sobre la calavera que reposaba bajo el tapiz-. Una amenaza ms y descargo el tacn.23

El fantasma se qued inmvil. Nada tena tanto valor para l como los huesos que haban albergado su alma en el pasado, y la esperanza de resucitar de entre los muertos lo haba animado a mantener los restos limpios e intactos. -Esperad! Por favor! -Ven aqu -le dijo; se mantena en perfecto equilibrio con una bota ligeramente apoyada en los huesos tapados por el velo. Caradoc se acerc a su amo de mala gana. -Llegu a los dominios de Takhisis cuando la batalla entre la Reina de la Oscuridad y el mago mortal an no haba concluido -explic mientras se aproximaba a Soth. -Bien. -Volvi a posar la bota en el suelo-. Localizaste el alma de Kitiara Uth Matar? -S, result fcil gracias al don que conferisteis a mi medalla. -Soth asinti, y sus ojos de fuego anaranjado lanzaron destellos de expectacin. El fantasma hizo una pausa, titube y apart la mirada del caballero-. La Seora Oscura... present batalla, mi seor -prosigui al fin-. Afortunadamente, su espritu an estaba desorientado por la cada al Abismo, y tal como me ordenasteis, la encerr en el medalln. El caballero de la muerte no soportaba ms la ansiedad; agarr al lugarteniente por la garganta y, sin darle tiempo a reaccionar, le rasg el cuello del jubn. -El medalln no est aqu! Dnde lo tienes? Furioso, golpe a Caradoc. Ningn mortal podra haber hecho tal cosa porque su forma incorprea lo protega de los ataques fsicos, pero para Soth, como ser no muerto, el servidor era tan slido como el esqueleto conservado en la estancia. -En Pazunia -repuso ste entrecortadamente-, he dejado el medalln en Pazunia. -Y Kitiara est encerrada en l? -S... s. La acerada voz de Soth produca ms pavor que el fro que emanaba de su forma de muerto viviente. -Y qu esperas sacar de esto, traidor? -En..., en el camino de regreso, hice un trato con un poderoso seor tanar'ri. Si vos no... -trag con esfuerzo y se oblig a proseguir- cumpls vuestra palabra y procuris que vuelva a ser mortal, jams conseguiris el alma de Kitiara. Impasible, Soth dio un puntapi a los restos de Caradoc. Las costillas se quebraron, y ambos brazos se hicieron astillas. El fantasma, todava bajo los frreos dedos del caballero, grit angustiado, y Soth aplast el crneo bajo los pies; los viejos huesos fracturados se esparcieron por el suelo a la luz de la luna y desaparecieron entre la neblina que haba comenzado a extenderse imperceptiblemente por el suelo. -No te figuras cunto me has enfurecido -lo amonest en tono fro y neutral. Arrastr al quejumbroso lugarteniente al rincn ms oscuro del estudio y, cuando ambos se hallaron cubiertos por las densas tinieblas, el caballero de la muerte pronunci una palabra mgica y desaparecieron juntos, para reaparecer un instante despus en otro lugar umbroso, en la sala del trono. Las nimas en pena flotaban en la alta bveda de la sala y, cuando Soth emergi, aferrando an a Caradoc por la garganta, los inquietos espritus comenzaron a aullar desaforadamente. La niebla, ya espesa, que cubra el suelo, caracoleaba y palpitaba como si respondiera a la sobrecogedora llamada de las banshees. Contemplad cmo trata a su leal servidor!, grit una de ellas. No veo el alma de Kitiara, advirti otra.24

La Seora del Dragn ha burlado la garra del caballero de la muerte! Resultar cierta la prediccin de su libro del destino? Hay un traidor entre los suyos? -No os burlis de m -replic lord Soth con frialdad-o me encargar de todas vosotras en cuanto acabe con Caradoc. La amenaza surti poco efecto; mientras el caballero se diriga al centro del saln, las nimas se alejaban de su alcance murmurando mordaces sarcasmos. Entretanto, Caradoc segua intentando en vano librarse de las frreas manos de su amo. -Piedad, mi seor -imploraba. Soth se dirigi de pronto hacia el trono arrastrando al fantasma tras de s; despus, con el borde de la capa, sacudi la niebla acumulada sobre el rgido cuerpo de Kitiara, y la bruma marfilea dej entrever por un instante el cadver cubierto de diminutas gotas de humedad condensada. Las partculas de agua posadas sobre las mejillas de Kitiara parecan lgrimas derramadas por sus inertes ojos. El caballero de la muerte mir fijamente el bello rostro de la generala. -Ser clemente a cambio del alma de Kitiara -dijo Soth, alzando al servidor del suelo con su potente brazo-. Dime dnde est. Caradoc haba planeado el engao con exactitud durante el largo viaje de regreso desde los dominios de Takhisis, consciente de que, con toda probabilidad, Soth se negara a cumplir lo prometido... a menos que lo convenciera de que tena un aliado tan poderoso o ms que l. El meollo de la mentira se le ocurri enseguida porque saba que hasta lord Soth respetaba a los tanar'ri, los terribles y endemoniados seores pobladores del Abismo. No obstante, en esos momentos, la idea de mantener la farsa lo aterraba; no le quedaba otra salida que revelar el lugar donde se hallaba el medalln con el alma de Kitiara, lo cual pondra fin a sus esperanzas de resurreccin. -Al volver de Pazunia -tartamude-, llegu a una fortaleza abandonada. All dej el medalln... y el alma de la Seora. -Voy a abrir una puerta al Abismo y t me conducirs a esa fortaleza. No..., no puedo. -Por qu? -bram Soth al tiempo que cerraba ms los dedos en torno a la garganta del fantasma. -Un seor tanar'ri lleg a la fortaleza y se apoder del medalln -barbot mientras golpeaba el brazo de Soth para librarse de l. -Un seor tanar'ri -repiti el caballero de la muerte mecnicamente, y dej caer al fantasma. -S; hice un trato con el poderoso morador de un lugar del Abismo poblado de hongos en putrefaccin -aadi Caradoc bastante aliviado. Se qued sorprendido al notar que no le temblaba la voz, como si la mentira le diera fuerzas-. El alma de la Seora Kitiara est encerrada en el medalln, y el seor tanar'ri no se lo entregar a nadie sino a m... siempre que me presente ileso, en cuerpo mortal. Las banshees ulularon con prfido regocijo ante las palabras de Caradoc. Se ha burlado de ti, caballero de la muerte, se mofaron. Un amo nuevo lo protege del antiguo. Ests perdido! Caradoc lo mir a los ojos para observar su reaccin, pero no encontr ms que un rostro inexpresivo. -Muy hbil la estratagema, Caradoc -declar por fin en un tono sorprendentemente tranquilo-. Aunque voy a tener que enfrentarme a ese amo tanar'ri que tienes ahora no dejar de recompensar tu talento. -Dicho lo cual, apret la garganta del fantasma otra vez.25

Caradoc se retorci e intent librarse de la mano de Soth pero los dedos se le clavaban poco a poco causndole gran dolor. Acto seguido, perdi el habla; despus le pitaron los odos, y por ltimo, la voz de Soth penetr su conciencia. -En cuanto destruya esta forma que tienes ahora, tu espritu volver al Seor de los No Muertos, y l te encerrar en el vaco destinado a los fantasmas que han dejado de serlo sentenci el caballero. Caradoc perdi la visin un momento, y al punto se levant una niebla que borr de sus ojos la sala del trono de Dargaard; oa aullar a las banshees en algn lugar lejano, pero slo la voz de Soth sonaba fuerte y clara. -Es posible que Chemosh te devuelva a la vida, traidor, pero apenas tendrs cerebro, como sir Mikel y los dems caballeros condenados a servirme. -El cuello del lugarteniente cruji secamente, y la cabeza cay hacia un lado, desprendida de la columna vertebral. Pero no termin ah su vida, por lo que el caballero de la muerte sigui apretndolo-. Quiz resucites en el cuerpo de un mane, en plena batalla contra el ejrcito de un general monstruoso. Creo que... -De repente, dej de hablar y la mano con que lo ahogaba se afloj; un banco de niebla se elev del suelo, sumi la estancia en tinieblas y sofoc los chillidos de las banshees-. Otro truco, Caradoc? El fantasma, casi inconsciente, mascull algo que Soth no lleg a comprender; le habra dicho dnde estaba el medalln si se hubiera dignado dejar de torturarlo. Tal vez si Soth supiera que el alma de Kitiara estaba entre los muros de Dargaard... Las brumas se cerraron en torno al caballero y su servidor, inundaron hasta el ltimo rincn de la sala del trono y calaron en cada una de las piedras. Soth cada vez perciba ms dbilmente los gritos de las almas en pena, hasta que dej de orlos por completo. La niebla sala en densas oleadas por la desvencijada puerta hacia la noche, fluyendo por el suelo agrietado como atrada por una llamada; rode el trono chamuscado y carcomido, nico mobiliario del saln, y pas sobre el cuerpo inerte de Kitiara Uth Matar y bajo las trece banshees que flotaban cerca del techo. Hermanas!, exclam perpleja una de ellas sealando hacia el lugar donde tan slo un instante antes se encontraba Soth. El caballero de la muerte y el fantasma haban desaparecido.

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TRES

La blancura absoluta que lo rodeaba le produca escozor en los ojos, que jams parpadeaban. La niebla lo oprima desde todas partes, se le colaba por los orificios de la armadura y se restregaba contra l como un gato monstruoso; algunos jirones de aquella sustancia lechosa se le introdujeron por las orejas, la boca y la nariz, pero enseguida se retiraron del corrompido organismo del caballero de la muerte. -Caradoc -dijo, mientras escrutaba la cegadora blancura. La niebla se trag la palabra, y Soth dud de haberla pronunciado siquiera; tal vez slo haba llamado al lugarteniente con la imaginacin, de modo que repiti su nombre con ms fuerza. Caradoc! No recibi respuesta. Sin saber cmo, el fantasma se le haba escapado de entre los dedos cuando las brumas invadieron la sala del trono. Seguro que ese cobarde ha huido a esconderse en algn rincn del alczar se dijo, aunque tal vez deambule por el estudio tratando de recomponer el esqueleto. Escuch con atencin un momento y maldijo lleno de frustracin. Por increble que pareciera, hasta los alaridos de las banshees, que solan orse desde la torre ms alta del alczar a pesar de los gruesos muros de piedra, quedaban amortiguados por la niebla. Sigui escuchando pero no oa nada; las nimas en pena callaban. Debe de ser un truco suyo barrunt, aunque a los mejor huyeron cuando ataqu a Caradoc. Sin embargo, saba muy bien que las almas en pena de las elfas no habran renunciado por nada a presenciar el espectculo del castigo del lugarteniente; eran criaturas maliciosas, y el sufrimiento del fantasma habra sido nctar para ellas. Record que el trono estaba justo a su espalda cuando las brumas inundaron el saln y se gir despacio. Dio ms de treinta pasos con sumo cuidado pero no hall trono ni pared. Entonces comprendi, en primer lugar, que ya no se encontraba en el saln del trono del alczar de Dargaard, y que, adems, la masa nubosa que lo engulla era un fenmeno mgico y no natural. Esto escapa a tu poder, Caradoc mascull, pero existen otros... -Dej la frase sin terminar al pensar en el origen de la reflexin. Quiz se tratara de Takhisis; tal vez haba provocado la ira de la Reina Oscura al procurar la muerte de Kitiara, una de sus favoritas... Pero no, las luchas intestinas y el asesinato eran habituales entre sus fieles ms allegados; no castigara a un servidor por seguir los impulsos malignos que ella misma representaba. Esa especie de tortura indirecta tampoco pareca propia de Paladine, pues el Padre del Bien prefera atormentar a sus enemigos con torturas ms tangibles. Lo mismo rezaba con respecto a los Hroes del Lance, Tanis el Semielfo y el variopinto grupo de mortales que se enfrentaban en Krynn a las fuerzas de Takhisis; al igual que Paladine, optaban por enfrentamientos directos con sus enemigos. Ah! exclam al fin. El tanar'ri aliado de Caradoc! -Escrut la niebla en busca de seales de alguna criatura del mal-. Mustrate, ser oscuro! -La bruma caracole ante sus anaranjados ojos pero nadie se materializ. Se qued escuchando otra vez con el entrecejo fruncido: ningn sonido penetraba la niebla.

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-Acaso me has trado al Abismo? -interrog al torturador invisible-. Si es as, no he visitado nunca este lugar. -No esperaba respuesta; segua hablando, pero no con la esperanza de que le contestaran sino por su propio bien. Aunque los terrores mortales no le impresionaban, el silencio absoluto le resultaba tan pavoroso como la tumba a la mayora de los hombres de Krynn; si callaba, lo invada la sensacin de que se deslizaba hacia el olvido, de que perda la memoria, de que no senta el dolor que le recordaba que an exista. Durante los ltimos tres siglos y medio, las banshees haban llenado el alczar con sus gritos, y ahora el silencio lo rodeaba, lo aislaba por completo, lo separaba de Krynn. Se le ocurri entonces utilizar la magia para salir de la niebla. Saba algunos hechizos y tena los poderes sobrenaturales propios de su condicin de no vivo, como transportarse de una sombra a otra a voluntad. Sin embargo, esas brumas carecan de sombras, y comprenda que intentar cualquier otro encantamiento sin saber con exactitud dnde se hallaba poda derivar en un desastre. -Si no te muestras, explorar tus dominios y encontrar la forma de escapar por mis propios medios declar y comenz a caminar briosamente; se concentr en seguir una trayectoria recta y contar los pasos para mantener la mente ocupada, aunque una actividad tan tediosa no lograba hacerle olvidar la ausencia de sonidos, de olores y de imgenes. Al poco tiempo, el entumecimiento se apoder de l y le min la voluntad. Se detuvo y desenvain la antigua espada, que en vez de producir un penetrante siseo de metal contra metal son opaca y apagada al sacarla de la funda. -No podrs conmigo! -exclam blandindola en el aire. Te desafo, quienquiera que seas! De pronto se dio cuenta de que vea otra vez la afilada hoja ensangrentada del arma que levantaba ante s; al menos, la niebla haba menguado un tanto. Mir a su alrededor y comenz a percibir tambin los contornos de otras cosas. Una sombra se elev ante sus ojos y enseguida se defini como un rbol grande y deshojado cuyas ramas secas, nudosas y retorcidas se tendan hacia la bruma como la mano de un viejo avaro hacia un montn de monedas de oro. Lord Soth mantuvo la espada ante s y observ el rbol un momento. Despus percibi la colina sobre la que se hallaba, donde las malas hierbas luchaban por aduearse de pequeas parcelas del terreno rocoso y algunos arbustos bajos y plantas raquticas se apiaban lejos del rbol de la cima; entre los enmaraados brotes de alhea, de flores blancas, y de esculida belladona todava flotaban restos de neblina, aunque la mayor parte de la masa nubosa descenda rpidamente por el cerro hacia las extensiones de abetos marchitos y robles desnudos. Estoy lejos de Dargaard musit. El resto del escenario se hizo visible en cuanto las nubes terminaron de retirarse, y el caballero se encontr en un altozano rodeado por un denso bosque. Hacia el sur, un ro hinchado por los deshielos primaverales discurra entre los rboles, y las montaas se perfilaban a lo lejos en casi todas las direcciones, elevando sus escarpadas cumbres hacia el cielo. Mientras Soth contemplaba el entorno, el sol toc la cordillera del oeste e inflam el horizonte con sutiles tonos carmes, oro y prpura. Se sinti sobrecogido por el panorama que se desplegaba ante l despus de la monotona de las brumas; el canto de los pequeos pjaros que anunciaba el final del da, el aroma penetrante de los arbustos en flor y el soplo repentino de la brisa del atardecer que agitaba la foresta aguijoneaban los sentidos adormecidos del caballero de la muerte. Aquella ebullicin repentina de percepciones sensoriales resultaba casi enloquecedora para un ser que slo haba saboreado un mundo de cenizas durante mucho tiempo.28

Volvi a mirar el rbol de la cima, y lo que vio all eclips a sus ojos el maravilloso paisaje y silenci los dulces sonidos que le acariciaban los odos. Bajo el nudoso rbol, destacado sobre el terreno rocoso, se encontraba su lugarteniente Caradoc. El fantasma flotaba perplejo bajo las ramas de negra corteza, con la cabeza penosamente apoyada en el hombro; observaba los alrededores con ojos sin pupilas, y sus ropas parecan ms harapientas por los jirones de niebla que an colgaban de ellas. El seor tanar'ri te ha traicionado le dijo con una sarcstica sonrisa mientras lo sealaba con la punta de la espada. El lugarteniente pareca sufrir un trance. Tena los ojos girados hacia el interior de las cuencas y mova los labios a rpidos borbotones. No levantaba los brazos para defenderse de lord Soth; en realidad, daba la impresin de que no lo vea en absoluto. -Voy a descoyuntarte todo el cuerpo antes de enviarte a Chemosh amenaz Soth sin acercarse a l. Vas a suplicar clemencia, vas a implorar que te permita revelar el escondite del alma de Kitiara. Adelant otro paso y se detuvo; lo tena ya al alcance de la mano y, aun as, el fantasma segua flotando sin dar seales de alarma. El caballero de la muerte oy entonces las palabras que salan de los labios del lugarteniente. -El vaco -musit-. La muerte de los no muertos. Blanco. La nada. El vaco! El viaje a travs de la niebla ha puesto en evidencia su debilidad, pens Soth con sarcasmo. -Seor tanar'ri! -increp mirando al sol poniente-. Este insecto est acabado! El pacto que hayas cerrado con l nada vale! -Escrut el cielo y la tierra en busca de alguna seal del monstruo-. Dame el medalln que encierra el alma de la mujer humana y devulveme a mi castillo de Krynn, as todo quedar arreglado entre nosotros! Si no aceptas, te perseguir por siempre. Entrgame el alma de Kitiara! -Kitiara? -murmur el fantasma-. Arrebtasela al Abismo, me orden, y as lo hice. El caballero de la muerte agarr al fantasma por el brazo con fiereza y lo zarande. -S, Caradoc, la recuperaste. A qu seor tanar'ri la confiaste? Dnde est Kitiara? Un rayo de conciencia asom a los ciegos ojos del lugarteniente. -Seor tanar'ri? -pregunt confuso. Caradoc se alej del caballero de la muerte de un tirn, con una expresin de pnico en el rostro y las manos en gesto de defensa-. Deteneos, mi seor. He visto el vaco blanco que aguarda a los no muertos desterrados del mundo mortal. Ya me habis torturado bastante. -Entonces, dime dnde descansa Kitiara -repiti Soth. Arremeti contra el rbol con toda su furia, y el tronco reseco empez a destilar pus negro. Un gemido sepulcral como la voz del propio caballero, rasg el aire antes de que pudiera presionar ms al fantasma. Tanto Soth como Caradoc se quedaron mirando fijamente la hendidura purulenta causada por la espada del caballero, que se haba transformado en una boca; la serosidad negra que segua goteando resbalaba ahora entre deformes colmillos antes de rezumar sobre el tronco. El quejido se intensific y vibr poderosamente por el altozano y el sombro bosque. Para silenciarlo, Soth le asest otro golpe de espada que abri una segunda boca babeante y quejumbrosa. Dos voces huecas llenaron entonces el crepsculo de tristes sonidos de dolor. -Slo es posible en el Abismo -gru Soth quedamente al tiempo que se alejaba del rbol-; semejante criatura slo es posible en el Abismo. Dejando caer la mano que empuaba la espada, levant la otra ante s con gesto lento y rgido y pronunci un encantamiento breve pero de efecto instantneo. Un punto de29

luz azul apareci junto a las bocas heridas y empez a despedir rayos ailes que se enroscaban en el tronco e incluso en las dentadas fauces. Al poco tiempo, la delicada blonda sofocante cubri el rbol de arriba abajo y se cerr en un manto luminoso, que llen las hendeduras ahogando sus lamentos y congel el lquido negro que descenda en cordones hasta las nudosas races. Con la misma fuerza inexorable con que haba desencajado el cuello de Caradoc, Soth cerr en un apretado puo la mano que tena extendida, y el manto luminoso oprimi el tronco al mismo tiempo. Un gemido agudo son con las primeras resquebrajaduras del tronco antes de que estallara en mil astillas de negra madera. Un tocn a ras de suelo fue todo lo que qued del rbol; un lquido oscuro sala de l a borbotones palpitantes, hasta que por fin ces. Unos instantes de silencio sucedieron a la destruccin, pero enseguida un ronco bramido reson en el bosque desde el este como una prolongacin de los ltimos estertores del rbol. Hacia el oeste, por donde el sol desapareca ya tras los montes, aullaban en rplica criaturas ocultas en la penumbra del ocaso. Caradoc no se haba movido desde los primeros lamentos de las fantsticas bocas. Haba restos del rbol esparcidos a sus pies, algunos todava cubiertos de luz azul y otros, pertenecientes a las entraas del rbol, impregnados de secreciones obsidianas. Cuando los aullidos comenzaron a resonar por el sur y el norte, ms prximos al altozano, el fantasma levant los ojos de repente. -Amo, devulvenos a Dargaard. No quiero seguir en este lugar. -Cmo? Te asustas de los servidores de tu aliado tanar'ri? No deberas sentirte amenazado aqu, en su terreno. El fantasma no comprenda. Un aliado tanar'ri? -pens-. Es decir, que todava cree el cuento del seor tanar'ri. Entonces, otra conclusin ilumin de pronto su mente: no haba llegado all mediante un acto mgico de su seor; Soth tambin h