Luces Revolucionarias

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Carmen. L. Michelena Luces revolucionarias De la rebelión de Madrid (1795) a la rebelión de La Guaira (1797) Premio Internacional de Investigación Sobre la Emancipación I Edición

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  • Carmen. L. Michelena

    Luces revolucionarias De la rebelin de Madrid (1795)

    a la rebelin de La Guaira (1797)

    Premio Internacional de Investigacin

    Sobre la Emancipacin

    I Edicin

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    INTRODUCCIN

    La historiografa, tanto americana como espaola tradicional, tiende a reducir el inicio del

    proceso independentista al ao 1810, con lo cual la mayora de los condicionamientos, rupturas y

    definiciones de concepto aparecen aislados de su contexto, desconociendo intencionadamente que

    es imprescindible analizar los acontecimientos del crucial quinquenio finisecular (1795-1800)

    para comprender sus dimensiones y su alcance. Autores como Julin Maras dan a entender que

    antes de 1808 no hay historia en NuestraAmrica y casi no la hay tampoco de Espaa con

    respecto a sus colonias: [] la invasin francesa de 1808 tuvo atroces resultados: precipit la

    discordia latente apenas iniciada en Espaa y provoc lo que haba de ser decisivo para todo el

    siglo siguiente: la discordia entre las Espaas1. Maras trastoca la cronologa y con ello todos los

    conceptos y la interpretacin de la situacin espaola a partir, justamente, de 1789!: Pero, sobre

    todo, hay que recordar que [] los primeros chispazos de la independencia se producen hacia 1810,

    durante la guerra de Espaa contra Napolen [] 2.

    Elimina as de un plumazo un perodo completo y desvirta la interpretacin del proceso

    histrico de constitucin de la peculiaridad revolucionaria independentista. Concluye Maras que,

    si no hubiera existido esa discordia en Espaa, la Independencia de Amrica se habra producido

    en otra fecha y sobre todo de otra forma. Algo similar ocurre con la opinin de Frdrique

    Langue, cuando sugiere que: [] habra que interpretar el fenmeno de la revolucin de

    Independencia en cuanto guerra de clases y de castas o tambin en cuanto guerra

    civil/internacional []3, para la cual parte del concepto de una internacionalizacin de las ideas

    que, si bien es cierta en lo que se refiere a las provenientes de la Revolucin Francesa y la

    Independencia de Norteamrica, tambin es cierto que los procesos revolucionarios son

    especficos y responden a causas internas que no se pueden desechar, porque en ellas radica el

    fundamento de su explicacin.

    1 Julin Maras, Espaa Inteligible. Razn histrica de las Espaas. Madrid: Alianza Editorial, pp. 322-323, 1985 2 Idem, p. 326. 3 Langue, Frdrique, Aristcratas, honor y subversin en la Venezuela del siglo XVIII. Caracas: Academia Nacional

    de la Historia, p. 219, (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 252), 2000

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    As pues, es el momento de comenzar a cambiar los paradigmas historiogrficos tradicionales4,

    tan criticados pero sobre los que no hay, paradjicamente una crtica rigurosa cuando estamos a

    las puertas de los Bicentenarios de las Emancipaciones de NuestraAmrica, las que an no han

    culminado porque la dominacin europea y norteamericana persiste en nuestro Continente.

    Para comenzar, recordemos que a Carlos III habra de sucederle en el trono su hijo Carlos IV

    (1788-1808), cuya imagen se ha convertido, a travs de la historia, en una especie de personaje

    fracasado de folletn: Un Rey bobo y beato [casado con], una reina intrigante y viciosa5. Un

    rey engaado por su esposa con el favorito Manuel Godoy (nacido en Badajoz, guardia de corps

    y, luego, duque de la Alcudia y Prncipe de la Paz) y, segn dicen con muchos otros, de lo que

    no parece darse cuenta el monarca. Este rumor corre por Madrid. De ello da fe un panfleto que

    circul con motivo de la guerra con Francia:

    El francs le trata al espaol de colln por consentir la nacin le gobierne, quien Godoy! Pero

    que admiracin la doy si la reina por su lujuria le enamor! O que furia! Y le sac del cuartel

    para joderse con el seor duque de la Alcudia6.

    Aun as, Carlos IV se esfuerza en continuar la obra de su padre y delega los asuntos de Estado en

    manos del valido. Algunos representantes de la historiografa contempornea espaola,

    encabezados por Enrique Gimnez7, se afanan por reivindicar la imagen del monarca, lo cual no

    contradice el hecho de que su gobierno estuviera lleno de equivocaciones.

    4 Es sorprendente que en la actualidad pervivan visiones reaccionarias y poco rigurosas sobre la Rebelin de La

    Guaira (conocida como la Conspiracin de Gual y Espaa) como se muestran en la obra publicada por la Fundacin

    Polar, que lleva por ttulo: Gual y Espaa y la independencia frustrada. Juan Carlos Rey, Rogelio Prez-Perdomo,

    Ramn Aizprua Aguirre, Adriana Hernndez y Elas Pino Iturrieta. Gual y Espaa: La Independencia Frustrada. Caracas: Fundacin Empresas Polar, 2007. 5 Emiliano Fernndez de Pinedo et l, Centralismo, ilustracin y agona del antiguo rgimen (1515-1833). En Manuel Tun de Lara (Dir.), Historia de Espaa (pp. 45-46). Madrid: Labor, (s.f). 6 Pieza C reservadsima que comprende el expediente formado por el seor corregidor de Madrid, con motivo del

    insolente y escandaloso pasqun que se arranc la maana del 10 de diciembre del ao pasado de 1794. Todo ello en

    uno de los postes de los portales de Guadalajara, cuyo expediente corre por ahora agregado a la causa de

    conspiracin en que entiende el seor conde del Pinar, en virtud de especial comisin del ilustrsimo seor obispo de Salamanca gobernador del Consejo, Madrid, 1795-23-02, Archivo Histrico Nacional, Madrid (en adelante AHNM),

    Consejo, 11937, fol. 1r. 7 Enrique Gimnez Lpez, El contexto histrico: Manuel Godoy y la Espaa de Carlos IV, en Isadora Rose-de Viejo; Emilio la Parra Lpez y Enrique Gimnez, La imagen de Manuel Godoy (p. 38) [Cceres]: Junta de

    Exremadura (Consejera de Cultura), 2001.

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    Tres factores centrales caracterizan los aos del reinado de Carlos IV: el primero, la vocacin y

    accin crtica de los avezados pensadores ilustrados, cuya participacin poltica se hace ms

    radical; el segundo, los errores cometidos en el mbito de la poltica exterior de la Corona; y el

    tercero, el desmoronamiento del progresivo auge econmico, encaminado hacia el desarrollo de

    la actividad agraria y del incentivo del comercio con Amrica8. Esto lo haba logrado Carlos III

    en los aos de su gobierno. Los dos ltimos son la causa del extremo desequilibrio social de

    finales de siglo, que incidir decisivamente en el descontento popular con consecuencias

    previsibles.

    La Corona intenta por todos los medios recuperar el poder que hasta entonces se hallaba en

    manos de corporaciones y particulares, de abolir privilegios individuales, locales y regionales, y

    de ingresar a las arcas reales la mayor cantidad posible de recursos, con el fin de conformar un

    estado centralizado y fuerte -segn los designios del espritu poltico ilustrado-. Pero para ello es

    menester racionalizar y hacer eficiente la intervencin oficial en los mbitos gubernativo, judicial

    y hacendario. En este proyecto, las posesiones de Ultramar desempean un papel determinante, y

    es as que las polticas dirigidas hacia ellas tienen el propsito de recobrar el efectivo ejercicio de

    la autoridad real en los rganos de poder coloniales y centralizar la administracin con miras a

    reactivar la economa americana. Todo con el fin de ponerla al servicio de una Espaa desplazada

    del papel hegemnico que tuviera dos siglos antes en el escenario europeo. Tales medidas crearn

    fuertes polmicas en el aparato ministerial, en el seno de las Reales Sociedades Econmicas de

    Amigos del Pas y, como era de esperarse, generaran un gran descontento en todos los mbitos

    de la sociedad espaola, tanto peninsular como colonial.

    En este difcil panorama, dos procesos utpicos revolucionarios, revelan las ansias de cambio de

    hombres y mujeres en Espaa y Venezuela a finales del siglo XVIII. La Rebelin de Madrid,

    develada en esa ciudad en 1795 (con el maestro ilustrado Juan Bautista Picornell a la vanguardia,

    y a quien acompaaban en la organizacin Jos Lax, Sebastin Andrs y Manuel Corts de

    Campomanes) fue bautizada con el nombre del santo que corresponde en el santoral al 3 de

    8 En adelante, a pesar de que escriba Amrica, me estar refiriendo a Nuestra Amrica, salvo en el caso de la

    Amrica del Norte.

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    febrero: San Blas, da en el que se supone, erradamente, que deba producirse el alzamiento9. El

    otro intento suele nombrarse por el apellido de dos de sus cabecillas: la Rebelin de Gual y

    Espaa (Manuel Gual y Jos Mara Espaa), descubierta en 1797 en la ciudad y puerto de La

    Guaira (Venezuela), y en la que por azar colaborarn algunos de los conjurados de Madrid en su

    exilio americano. Por nuestra parte, hemos decidido definirla como la Rebelin de La Guaira en

    honor al pueblo combativo de esa ciudad.

    Son dos epopeyas que surgen del mbito popular, en las que no destacan hroes ni titanes sino

    seres comunes, individuos de oficio que lucharon por la libertad, en un tiempo en el que las

    polticas de Carlos IV y su favorito Manuel Godoy tocaban el fondo de sus propias

    contradicciones. El punto neurlgico en el que se unen ambos procesos se visualiza en la figura

    de Juan Bautista Picornell, quien no se sabe a ciencia cierta si por azar, formar parte

    determinante en la vanguardia de ambos movimientos. Y es esa suerte de omnipresencia la que

    obliga a revisar con cierto detenimiento el proceso de su transformacin ideolgica, en los

    diferentes contextos en los que se desarrolla la vida del maestro, desde la Salamanca acadmica

    hasta su periplo caribeo.

    En lo que se refiere a la estructura social del momento, Espaa (y Madrid especficamente) est

    conformada por una sociedad estamental, mientras que la de Venezuela (y la de La Guaira en

    particular), est dividida en castas. Pero ambas tienen en comn el estar signadas por la casi total

    ausencia de movilidad hasta bien entrado el siglo XIX, las cuales se encuentran plenas de

    atavismos culturales, lo que las convierte en sociedades en las que buena parte de la poblacin es

    reaccionaria y reticente a cualquier cambio radical. Es notable como en ambos casos Madrid y

    La Guaira los dirigentes tienen la voluntad y las ideas pero carecen del suficiente apoyo de un

    9 Son muchos los errores que se han cometido al tratar el asunto de la conjura de Madrid. Por ejemplo, Rafael Mara

    Baralt confunde la fecha: Formronse juntas republicanas y de stas se pas a tramar una conspiracin formal que

    deba estallar el da de Madrid, 3 de febrero de 1796, Rafael Mara Baralt y Ramn Daz, Resumen de la Historia de Venezuela (desde el ao de 1797 hasta el de 1830), Brujas-Pars: Descle, De Brouwer, vol. I, p. 18, 1939. Esta

    misma equivocacin la comete (tal vez siguiendo el legado de Baralt) Pedro Grases en Preindependencia y

    Emancipacin (Protagonistas y testimonios), en Obras, vol. 3, p. 37. Barcelona, Seix Barral, 1981. Algo similar

    ocurre con Enrique de Ganda, El fundador del republicanismo en Amrica, Nueva Democracia, 40(4): 4-58, pp. 48-57, 1960; y con Jos de Austria en su Bosquejo de la historia militar de Venezuela en la guerra de su

    independencia, Caracas: Imprenta y Librera de Carreo Hermanos, t. I, p. 29, 1855. Casto Fulgencio Lpez en su

    libro: Juan Picornell y la conspiracin de Gual y Espaa: narracin documentada de la pre-revolucin de

    independencia venezolana, corrige el error cometido en el artculo El pensamiento americanista de Picornell, Revista El Litoral, p. 24, de ubicar en 1796 la fecha del frustrado alzamiento.

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    pueblo temeroso que prefiere mantenerse al margen de los acontecimientos, o a la sombra de los

    poderosos: en Espaa, tanto de la nobleza tradicional como de la ilustrada; y en Venezuela de los

    aristcratas criollos. Por su parte, estos ltimos harn todo lo que est en sus manos para impedir

    que se les prive de sus derechos especialmente del ms importante: la posesin de esclavos. Ni

    siquiera el propio Bolvar, aos ms tarde, lo lograra. Paradjicamente, son estos grupos

    pertenecientes a las clases privilegiadas los que se organizarn, desde los inicios del siglo

    siguiente, en movimientos insurreccionales. Estos intentos revolucionarios dejan entrever los

    mecanismos por los cuales el proceso de afianzamiento del despotismo ilustrado, o si se prefiere

    de la monarqua absoluta, haba perdido la fuerza adquirida en tiempos de Carlos III, la cual se

    encontraba en franca descomposicin10

    . Una situacin que, evidentemente, tambin repercuta

    con gran fuerza en los territorios coloniales de Amrica.

    Ambos proyectos se inscriben entre la poca del Termidor y el Directorio pre-napolenico

    (ambas instancias radical y deliberadamente antijacobinas), que exorcizan el mito de la

    revolucin y el furor de la democracia totalitaria. Sin embargo, los principios defendidos por los

    conspiradores hacen que pueda considerrseles genuinos representantes del socialismo utpico en

    el mundo de habla hispana, porque ms all de la praxis, hay una filosofa poltica que les sirve

    de basamento: la utopa de las transformaciones libertarias, drsticas y necesarias.

    En la dinmica interna de cada uno de estos intentos de revolucin opuestos a las reformas

    borbnicas, se aprecian tendencias claramente diferenciadas: en el caso madrileo, la alternativa

    modernizadora contra el sistema de gobierno monrquico, es decir, la republicana; frente a la que

    rechaza las reformas para volver a las viejas estructuras pre-reformistas. Un enemigo comn las

    une y unos fines antagnicos las dividen, entre los partidarios de cada una se establecen alianzas

    que, en la mayora de los casos, resultan contradictorias, y por uno u otro motivo, propiciarn el

    fracaso del proyecto. En el caso guaireo se debatir entre el rompimiento simultneo en Espaa

    y Venezuela para la instauracin de un sistema republicano de gobierno, y la independencia

    absoluta. Y gravitando en este marasmo: funcionarios corruptos, espas, intereses de partido y

    traicin.

    10 Emilio la Parra Lpez, La alianza de Godoy con los revolucionarios (Espaa y Francia a fines del siglo XVIII),

    Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, p. 9, 1992.

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    El marco en el que se suceden los acontecimientos de la Rebelin de Madrid, es el del Madrid de

    la segunda mitad del siglo XVIII. Para comprender las circunstancias en las que se fragua es

    necesario conocer a los actores y respirar el aire de una ciudad heterognea, de mltiples

    contrastes, que se debate entre la miseria en la que transcurre la vida cotidiana del ciudadano

    comn y la opulencia de una Corte itinerante: la de Carlos IV. Esta, a diferencia de la de su

    predecesor, hace pocas concesiones para mejorar la calidad de vida de los habitantes de la Villa.

    Los motines anteriores a los que se proponan hacer los conjurados de Madrid, como el de

    Esquilache11

    en 1766, cuando el pueblo de la ciudad se sublev ante la orden real que pretenda

    acortar las capas e imponer el uso del sombrero de tres picos (en realidad contra las polticas del

    ministro al que desprecian, entre otras cosas, por extranjero), o los graves conflictos por la

    escasez del pan, haban tenido motivos y fines coyunturales, resultado de una crisis de

    subsistencia. Sin embargo, poco tiempo despus comienzan a aparecer pasquines subversivos con

    elementos ideolgicos que preocupan a las autoridades. 12

    Meses antes de que fuera descubierta la Rebelin de Madrid, el descontento popular se haba

    hecho notorio en el resto de Espaa: en 1794 juntas clandestinas se reunan en Barcelona y

    corran libelos exhortando al pueblo a pedir convocatoria a las Cortes. Al ao siguiente entra

    desde Francia hacia los reinos de Navarra y el Pas Vasco el republicano Almanake de Aristid, y

    ve la luz la carta de Estala a Forner13

    . Pero desde mucho tiempo atrs, desde que comenzara la

    Revolucin Francesa, la sola posibilidad de una revolucin organizada y pensada para promover

    cambios estructurales, que partiera de una accin propagandstica ms coherente, como la que

    planeaban Juan Bautista Picornell y consortes (ocurre algo similar con la conspiracin de

    Malaspina14

    ), creaba una gran conmocin en las autoridades. Estas, ante la impotencia que les

    11 Vase: Jos Andrs-Gallego, El motn de Esquilache, Amrica y Europa. Madrid: Fundacin Mapfre-Tavera, CSIC;

    (Biblioteca de Historia, 53), 2003. 12 Enrique Gimnez Lpez, El contexto histrico: Manuel Godoy y la Espaa de Carlos IV, p. 40. 13 Iris Zavala, El Texto en la historia, Madrid: Editorial Nuestra Cultura, p. 202, 1981. Vase tambin el texto

    completo de la carta en: Juan F. Fuentes [ed.], Si no hubiera esclavos no habra tiranos. Proclamas, artculos y

    documentos de la revolucin espaola (1789-1837), Madrid: Ediciones El Museo Universal, 1988. 14 Algunas de las diferencias entre la conspiracin de Madrid y la de Malaspina, segn Antonio Elorza y Emilio

    Soler, tienen que ver esencialmente con la finalidad de ambas: En una obra reciente, Antonio Elorza situaba la

    conspiracin de Malaspina en unas coordenadas mucho ms adecuadas al considerar que: la conjura del brigadier Alejandro Malaspina hunde sus races en la oposicin a la poltica de guerra seguida por Godoy en el invierno de

    1794-1795, pero que, a pesar de ciertas analogas con los principios expresados por Picornell para el levantamiento de Madrid su programa alejamiento de Godoy, establecimiento de un gobierno de hombres ilustres y alianza externa

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    produca la perspectiva de enfrentarse a un fenmeno, tanto indito (a pesar y a causa del

    antecedente francs) como peligroso, ven en todos los actos de los conspiradores los monstruos y

    fantasmas que servirn para inculparlos y agravar sus penas. El peor de ellos: el regicidio de Luis

    XVI entendido casi como parricidio en la mentalidad de la poca. Ciertamente espantaba esta

    suerte de premonicin segn la cual la prxima vctima sera el monarca espaol, con la

    consecuente anexin de Espaa a Francia, como en el caso de Blgica. Pero tambin atemorizan

    las noticias provenientes de Pars, las cuales el gobierno no logra censurar a tiempo: Infunden

    gran temor las consecuencias naturales de estos movimientos de un pueblo que no reconociendo a

    superior, a nadie quiere sujetarse ni obedecer, aun lo que le manden [sea] en su propio

    beneficio15

    .

    Mucho se ha especulado con respecto a la procedencia de clase y a los motivos que indujeron a

    los conspiradores de Madrid, a quienes tambin se les atribuye, sin profundizar mucho en el

    asunto y por analoga, a los conspiradores criollos de La Guaira16

    . Deca Pi y Margall que

    Picornell:

    con Francia no representa ms que proponer un apuntalamiento del rgimen vigente. Antonio Elorza, El temido rbol de la libertad. En: Jean-Ren Aymes (Ed.), Espaa y la Revolucin Francesa, Barcelona: Seix Barral,

    pp. 69-118, 1989. Citado en: Emilio Soler Pascual, Antagonismo poltico en la Espaa de Godoy: La conspiracin

    Malaspina (1795-1796). Alicante: Instituto de Cultura Juan-Gil-Albert (Coleccin Ensayo e Investigacin), p. 64,

    1990. Vase tambin entre otros, una bibliografa mnima acerca de Alessandro Malaspina: La Expedicin

    Malaspina 1789-1794. Viaje a Amrica y Oceana de las corbetas Descubierta y Atrevida; Alessandro Malaspina. Studi e documenti per la biografia del navigatore, Memorie della Accademia Lunigianese di Scienze

    Giovanni Capellini; Beerman, Eric El diario del proceso y encarcelamiento de Alejandro Malaspina (1794-1803);

    Manuel Lucena Giraldo y Juan Pimentel, Los Axiomas polticos sobre la Amrica de Alejandro Malaspina. Madrid: Doce Calles, Comisin Quinto Centenario, 1991; Dario Manfredi, Arresto e processo di Malaspina attraverso dieci

    dispacci diplomatici dalla Spagna, pp. 65-80, 1975-77; Pedro Novo y Colson (Ed.), Viaje poltico-cientfico alrededor del mundo por las corbetas Descubierta y Atrevida al mando de los capitanes de navo D. Alejandro Malaspina y Don Jos de Bustamante y Guerra desde 1789 a 1794, Madrid: Imprenta de la Viuda e Hijos de

    Abienzo, 1885; Mercedes Palau y Antonio Orozco (Eds.), Malaspina 92. I Jornadas Internacionales: Madrid-Cdiz-La Corua. Cdiz: Real Academia Hispano-Americana, 1994; Mercedes Palau; Aranzazu Zabala y Blanca

    Saiz (Eds.), Diario de viaje de Alejandro Malaspina. Madrid: El Museo Universal, 1984. Juan Pimentel, La Fsica

    de la Monarqua. Ciencia y poltica en el pensamiento colonial de Alejandro Malaspina (1754-1810), Aranjuez:

    Doce Calles, 1998; Blanca Saiz, Bibliografa sobre Alejandro Malaspina y acerca de la expedicin Malaspina y de los marinos y cientficos que en ella participaron. Madrid: El Museo Universal, 1992; Blanca Siz (Ed.), Alejandro

    Malaspina: La Amrica imposible. Madrid: Compaa Literaria, 1994; Antonio Orozco, Mercedes Palau y J. M.

    Castanedo (Eds.), Malaspina y Bustamante 94. II Jornadas Internacionales Conmemorativas del regreso de la Expedicin a Cdiz. 1794-1994, 1996; John Kendrick, Alejandro Malaspina: Portrait of a visionary, Washington:

    Universidad de Washington, 2003. 15 Ahora en: Alberto Gil Novales, La Revolucin Francesa a travs de la Gaceta de Madrid, Oviedo: Instituto Feijoo

    de Estudios, p. 352, 1995. 16 En cuanto a los mviles, tmense como ejemplos algunos de los escasos estudios conocidos acerca del tema, cuyos

    autores tuvieron acceso a los documentos que conforman los dos procesos, aunque no los citen rigurosamente. En su

    muy conocida Historia de Carlos IV, A. Muriel repite casi textualmente el planteamiento de las autoridades a cargo

  • 9

    [] odiaba el poder absoluto porque Espaa se rega. Habase educado en los libros de los

    enciclopedistas, cuya lengua le era tan familiar como la propia, y arda en deseos de ver

    realizados en el mundo todos los principios democrticos17

    .

    Emilio Soler, lo define como un levantamiento popular18

    , con quien discrepan Aguirrezbal y

    Comellas cuando consideran que no puede identificarse con: [] un motn popular, sino con un

    clamor general, en que participan tanto los propietarios como la burguesa de negocios19

    . Lo

    cierto es que ms que de una burguesa de negocios o burguesa progresista como tambin la

    califica Iris Zavala20

    , clase que no exista como tal en la Espaa de la poca, sino en una

    pequesima escala, debera hablarse de nobleza comerciante, de aqu que el componente de

    clase de la conspiracin de Madrid no tenga parangn con el que poco antes haba tomado las

    riendas de la Revolucin Francesa. El grupo social partidista que ms se asemeja a la burguesa y

    cuyas aspiraciones parecieran coincidir con las que caracterizan a esta clase es el de los golillas,

    pertenecientes en su mayora a la pequea nobleza hidalga, a los que se designaba as en tono

    despectivo por el uso que hacan de la gola los togados o letrados manteistas mientras estudiaban

    en la Universidad. Sin embargo, en el seno de este grupo surgen mltiples enfrentamientos, tal es

    el caso del que se produce entre Grimaldi y Floridablanca y sus respectivos equipos ministeriales,

    lo que no les permitir actuar como asociacin homognea y polticamente compenetrada21.

    de la Causa de Madrid: [] los conjurados pretendan formar una repblica espaola y trastornar a la monarqua. Andrs Muriel, Historia de Carlos IV, Madrid: Ed. Atlas, Vol. I, p. 180, 1959. Pero C. F. Lpez expresa que: El fin

    inmediato era el derrocamiento del Rey []. Casto Fulgencio Lpez, Juan Bautista Picornell, Revista Nacional de Cultura, p. 64, 1948. Aguirrezabal y Comellas, por su parte, contradictoriamente advierten que: [] su carcter era netamente jacobino, pretendiendo implantar en Espaa un rgimen republicano democrtico. Slo Elorza y Lpez aluden a su objeto monrquico constitucional. Mara Jess Aguirrezbal y Jos Luis Comellas, La

    conspiracin de Picornell (1795) en el contexto de la prerrevolucin espaola, Revista de Historia Contempornea. Sevilla, p. 10, 1982. 17 Francisco Pi y Margall y Francisco Pi y Arsuaga, (1902) Historia de Espaa en el Siglo XIX. Barcelona: Miguel Segu Editor, t.1, p. 301. Otros autores han repetido este argumento textualmente, entre ellos: Pedro Grases,

    Preindependencia y Emancipacin (Protagonistas y testimonios). En Obras, Barcelona: Seix Barral, Vol. 3, p. 39, 1981. 18 Emilio Soler Pascual, Antagonismo poltico en la Espaa de Godoy: La conspiracin Malaspina (1795-1796).

    Alicante: Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, p. 44, 1990. 19 Aguirrezbal, y Comellas, Ob. cit., p. 25. 20 Iris Zavala, Ob. cit., p. 207. 21 Rafael Olaechea, El Conde de Aranda y el partido aragons. Zaragoza: Ed. Librera General, p. 67, 1969.

  • 10

    Con respecto a la Rebelin de La Guaira, si bien hay quien dice que: Las revoluciones empiezan

    siempre por los hombres de inteligencia22

    , aunque no se explica por qu son derrotadas,

    tampoco hay una mxima que se pueda aplicar en este sentido. Pero lo cierto es que fueron

    hombres y mujeres de inteligencia y formacin, con deseos de darlo todo por el pueblo, los que

    se embarcaron (y embarcaron a otros, al igual que en Madrid) en lo que pareciera ser una quimera

    revolucionaria. El encuentro de inteligencias europeas y americanas paradoja de la Invasin de

    Amrica contribuy a sembrar, en 1797, la semilla revolucionaria en la provincia de Venezuela.

    Se trata de un proceso que no puede ser visto nicamente a la luz de los que le preceden, su

    alcance no radica exclusivamente en ser un referente previo a la Independencia de Venezuela,

    concebirlo como movimiento precursor le resta carcter propio y lo supedita a acontecimientos

    que le son ajenos porque no haban ocurrido todava. Y no cabe duda de que no debe ser

    explicado a partir de sus consecuencias nicamente; por lo tanto este enfoque teleolgico resulta

    anacrnico. Manuel Gual y Jos Mara Espaa a quienes se seala como lderes de la

    conspiracin de 1797 proponan y luchaban por un proyecto republicano e independentista,

    cuyas bases ideolgicas estaban vinculadas con los dos acontecimientos cruciales del siglo XVIII:

    la Independencia Norteamericana y la Revolucin Francesa. An as, logran los conspiradores

    guaireos establecer sus propias directrices y comienza con ello la verdadera lucha

    independentista venezolana, que no debera ser calificada, como dice Franois-Xavier Guerra, de:

    [] una precoz aspiracin a la independencia23, pues esa aspiracin estuvo siempre latente en

    las colonias (digamos que slo desde 1492), y de ninguna manera puede considerarse como

    precoz.

    En la Rebelin de La Guaira, se percibe la situacin de resquebrajamiento del vnculo colonial

    que se extiende como un cisma lento y continuo por todo el Continente, desde Mxico al Mar del

    Plata y desde el Pacfico hasta el Atlntico. La provincia de Venezuela posee su propia

    peculiaridad geopoltica, geocomercial, geoinstitucional y cultural: no se trata de un virreinato

    con una economa minera fuerte con posibilidades de monetizacin, sino de una economa basada

    en la agricultura extensiva, con obrajes dbiles, pasto del contrabando y hostigamiento anglo-

    holands en el Caribe. Por supuesto con una relativa facilidad de acceso al comercio con Europa

    22 Pi y Margall y Pi y Arsuaga, Ob. cit., p. 302, 1969. 23 Franois-Xavier Guerra, Revoluciones hispnicas. (Independencias americanas y liberalismo espaol). Madrid,

    Editorial Complutense, p. 15, 1995.

  • 11

    y Norte Amrica aqu radica en gran parte su fuerza que la convierte en el mbito propicio para

    la circulacin de las ideas revolucionarias, en el que se destacan personajes tan representativos de

    la clase dirigente mantuana como Francisco de Miranda.

    Por nuestra parte, intentaremos aproximarnos con la mayor precisin posible a cules fueron las

    condiciones en las que se produjeron ambos procesos, cules eran los proyectos, tanto en Espaa

    como en Venezuela, generados a partir de las situaciones de conflicto internas y externas. As

    mismo, veremos qu factores impidieron que triunfaran estos intentos revolucionarios, todo ello

    visto a travs de los testimonios de los personajes, plasmados en la documentacin existente en

    los diferentes archivos y bibliotecas consultados. Por otra parte, el hecho de que los documentos

    fundamentales sean de corte jurdico hace que requieran de un estudio minucioso y especializado

    que contribuya a determinar la legalidad o no de los procesos en su propio contexto histrico. Y

    aunque la especulacin juegue un papel inevitable pero importante, cuidaremos en la medida de

    lo posible, de no hacer juicios valorativos anacrnicos. Ahora, a la luz de una nueva revisin de

    los documentos, surgen tambin nuevos cuestionamientos, hiptesis y explicaciones con relacin

    a acontecimientos que se daban por sabidos, y es ah donde pondremos el acento.

    La metodologa utilizada para este estudio es sui gneris por la dualidad del sujeto que se estudia

    (dos conspiraciones), y porque la continuidad entre un proceso y otro ocurridos en zonas

    geogrficas tan distantes, impone una lectura poco comn. Evidentemente no forman parte de

    una sola historia nacional sino de la confluencia de muchas. Ciertamente, no es un caso tpico en

    la investigacin histrica. No se trata de un estudio expresamente comparativo (en algunos casos

    estableceremos comparaciones, cuando las caractersticas esenciales lo permitan), sino de un

    estudio en el que confluyen la historia poltica, la historia de las ideas, la de las mentalidades y la

    de la vida cotidiana. La existencia humana en cualquiera de sus formas y manifestaciones posee

    su propia cotidianidad, por lo tanto, tambin las conspiraciones la tienen, pues para un

    revolucionario la clandestinidad, el proselitismo, la redaccin de papeles sediciosos, la fuga, el

    prendimiento, la prisin y la tortura se convierten, a su modo, en parte de su vida diaria. Es un

    estudio que pretende dejar fluir la informacin, tratando de no constreirla a modelos rgidos que

    puedan deformarla. Tiene razn Joseph Fontana cuando dice que: [] importa tanto conocer los

    hechos como las representaciones que de tales hechos se formaban los hombres que los vivieron.

  • 12

    Acertadas o errneas, fueron stas, en ltima instancia, las que determinaron su actuacin24

    . En

    efecto, es necesario dejar hablar a los protagonistas, promotores de las acciones que determinaron

    el curso de los acontecimientos que es, en definitiva, el de su propia existencia.

    El esquema est dividido en tres secciones. La primera, que lleva por ttulo: De Lavapies a La

    Guaira por la ruta de la libertad, la hemos denominado as porque la conspiracin madrilea se

    fragua en Lavapies, uno de los barrios ms castizos de Madrid, el cual concluye con el presidio

    de los reos de Estado: Picornell, Lax, Andrs y Corts de Campomanes en el puerto de La

    Guaira. En esta primera parte se exponen las motivaciones por las cuales fueron perseguidos,

    torturados, juzgados y derrotados los rebeldes en su intento, se fraguan y se descubren las

    motivaciones, as como las causas y circunstancias por las que fueron enviados al cautiverio

    americano. Tambin se incluye un anlisis de la propuesta educativa del maestro ilustrado

    Picornell, en sus mltiples matices y a la luz de su obra previa al alzamiento, en la que ya se hace

    presente su pensamiento libertario. La segunda seccin lleva por lema: Viva el pueblo

    americano, viva la libertad y muera el despotismo! Un proyecto republicano americano,

    haciendo referencia a la consigna revolucionaria de los rebeldes de La Guaira. En este apartado

    se estudian los pormenores de la Rebelin de La Guaira, hasta el asesinato de Manuel Gual, y la

    polmica del comercio de neutrales, generada en el seno de la sociedad colonial venezolana. A

    esta le sigue una tercera seccin con el ttulo Entre la libertad y el cadalso. Muerte y

    resurreccin de la utopa nuestramericana, referida expresamente al proceso de los conjurados

    guaireos y a sus postulados ideolgicos.

    24 Josep Fontana, La crisis colonial en la crisis del antiguo rgimen espaol. En: Eraclio Bonilla (Ed.), El sistema colonial en la Amrica Espaola. Barcelona: Crtica, p. 305, 1991.

  • SECCIN PRIMERA

    DE LAVAPIS A LA GUAIRA

    POR LA RUTA DE LA LIBERTAD

  • 14

    CAPTULO I

    EL ESCENARIO MADRILEO

    Madrid, sede de la Corte, sede de la sedicin

    El Madrid sede de la Corte y, por tanto, de varias de las recin creadas instituciones reformistas

    de gobierno (algunas de ellas ubicadas en el centro de la ciudad, alrededor de la Puerta del Sol),

    se diferencia poco del Madrid del siglo anterior. Desde la poca en que Felipe IV mandara a

    construir la muralla, en 1625 que rodeaba y, a la vez, limitaba su crecimiento hasta finales del

    siglo XVIII, tena aproximadamente la misma extensin1. En todos los aspectos, el diseo urbano

    dejaba mucho que desear, por lo intrincado y empinado de sus calles, y adems por la precariedad

    de los servicios, muestra de la desidia oficial y del desorden urbanstico, patentes en la vida

    ciudadana, que se desenvuelve en un ambiente incontrolablemente msero y violento2.

    Paradjicamente, estas condiciones se contradicen con lo que se ha considerado como un

    relativo crecimiento econmico, que ms parece un espejismo y que se expresa, entre otras cosas

    por el aumento de la poblacin (para mediados de siglo Madrid tena 142.000 habitantes y en

    1799, el nmero asciende a 195.000), a consecuencia principalmente del incremento de la

    emigracin del campesinado a la ciudad en busca de nuevas alternativas laborales que le

    garanticen mejores condiciones de vida. En efecto, durante las dos ltimas dcadas del XVIII la

    pobreza fue en ascenso por la disminucin de los salarios y el incremento de la desocupacin, por

    eso, no es de extraar que se produjeran con frecuencia motines populares.

    1 Rafael Mas Hernndez, Lecturas histricas del plano de Madrid. Catastro. Madrid: Universidad Autnoma de

    Madrid, Ao IV, N 15, pp. 25-41, 1993. Javier Ortega Vidal, Los planos histricos de Madrid y su fiabilidad

    topogrfica. Catastro. Madrid: Universidad Autnoma de Madrid (III poca), N 39, pp. 23-28, 2000. 2 Enrique Martnez Ruiz, Orden pblico, poder y conflictividad social en el Madrid de la modernidad, Jess L.

    Cancio (Dir.), Visin histrica de Madrid (siglos XVI al XX). Madrid: Real Sociedad Ecmica Matritense de Amigos

    del Pas, 87-123, 1991. Vase tambin: ngel Alloza, La vara quebrada de la justicia. Un estudio histrico sobre la

    delincuencia madrilea entre los Siglos XVII y XVIII. Madrid: Universidad Autnoma de Madrid, 2000. Francisco

    Vindel, El Madrid de hace 200 aos (1758). Madrid: [s.e.] 1958.

  • 15

    An as, en comparacin con otras zonas de la Pennsula, Madrid disfrutaba de mejores

    condiciones, por ejemplo, que la misma Barcelona, ventaja derivada del hecho de ser la sede de

    gobierno. Sin embargo, Madrid es una ciudad desvinculada del mercado interno por la deficiente

    red de comunicaciones, y sobre todo alejada del mar, alejada del comercio del Mediterrneo, del

    Cantbrico, alejada del Ocano Atlntico y, por tanto, del comercio directo con las posesiones

    espaolas en Amrica.

    La sociedad madrilea (como la de toda Espaa) es de carcter estamental y, a pesar de

    los profundos cambios introducidos por las polticas reformistas de los monarcas de la Casa de

    Austria y luego, con mayor nfasis, por la de los Borbones, particularmente por Carlos III, en

    poco ha modificado sus condiciones de vida y mucho menos sus intereses. Madrid es una ciudad

    de consumo pero de escasa produccin destinada casi exclusivamente a satisfacer el mercado

    interno, una ciudad de ndole poltica, en la que conviven, eclesisticos, criados y funcionarios,

    pcaros y mendigos, rentistas y profesionales liberales. Una ciudad en la que buena parte de la

    poblacin trabajadora se ocupa en actividades de servidumbre, burocracia y oficios artesanales

    agrupados en gremios, algunos de ellos muy influyentes en todos los mbitos, como el conocido

    con el nombre de Los Cinco Gremios3 que funcionaba a modo de protobanco. Un artesanado

    cuyos productos de exquisita factura, exclusivos y ostentosos, tenan mucha demanda entre los

    nobles acaudalados (lencera, tapicera, platera, joyera, cordelera, sedera y encajes, entre

    otros), a quienes no les preocupa invertir en la produccin agrcola o industrial y prefieren gastar

    su fortuna en bienes suntuarios.

    Los grupos sociales poderosos, tanto de la nobleza como del clero, conservan sus

    privilegios y su poder, aunque entre ellos se incluyan tambin nobles y clrigos de muy escasos

    recursos, ms an, un buen porcentaje de los madrileos (4 de cada 100) pertenece a la baja

    nobleza que, a imitacin de la alta, desprecia los oficios manuales y comerciales por viles y

    prefiere vivir en la indigencia antes que perder el oropel de su clase. Para contrarrestar esta

    situacin, Carlos III haba sancionado en 1783 una real cdula, mediante la cual aquellos que

    comprobaran que su familia haba practicado alguna actividad mercantil o industrial de utilidad

    pblica durante tres generaciones, podran optar a un ttulo nobiliario. Pero aunque la apariencia

    indique que el comercio habra de convertirse en una opcin para alcanzar una cierta igualacin

    3 Miguel Capella y Matilla Tascn, Los cinco gremios mayores de Madrid: estudio-crtico histrico, 1957. Jorge

    Pinto Rodrguez, Los cinco gremios mayores de Madrid y el comercio colonial en el siglo XVIII. Revista de Indias.

    Madrid: N 192, pp. 293-326, 1991.

  • 16

    social: Se trata de que la nobleza adopte pautas burguesas, no de otros estratos de rango

    inferior4, y que los de rango inferior se adapten a los nuevos procesos productivos derivados de

    las polticas sociales ilustradas, que en el fondo no pretenden estimular la movilidad social sino

    fomentar el desarrollo de una mano de obra ms calificada, imprescindible para el desarrollo y el

    afianzamiento del imperio colonial.

    Por su parte, la alta nobleza controla el ejrcito y la administracin, y ocupa, a la vez de

    que disputa, los cargos ms representativos del entorno del rey. No obstante, cualquier intento de

    la Corona por establecer un sistema de carcter centralista administrativo para el territorio

    madrileo pareca ser en vano, ya que habra de enfrentarse al tradicional rgimen seorial,

    caracterizado por la forma azarosa en que se hacan las distribuciones jurisdiccionales y por las

    mltiples trabas que impedan cualquier tipo de racionalizacin de las tierras, adems de la

    cercana de la urbe a los Reales Sitios, circunstancia que no beneficiaba en nada a la ciudad,

    porque competa con ellos en cuanto a la prioridad en la inversin de recursos5.

    En lo que se refiere a las instituciones de gobierno, hay que destacar la importancia de las

    Secretaras del Despacho Estado, Guerra, Marina, Hacienda, y Gracia y Justicia las cuales, a

    consecuencia del nfasis organizativo puesto por Carlos III y luego por Carlos IV durante la

    segunda mitad del siglo, adquirieron una considerable representatividad, no slo por la figura

    institucional como tal, sino por la destacada presencia de notables ministros. Tal es el caso de la

    Secretara de Estado, la ms importante de todas, desde donde se ejecutan las polticas

    concernientes a las relaciones internacionales.

    El clero, an cuando haba disminuido en nmero para mediados de siglo, no perdi

    ingerencia en el discurrir de la ciudad (ni del gobierno en general), que segua desde la Edad

    Media bajo el mismo modelo de distribucin poltico-territorial-administrativa, es decir,

    dividida en parroquias. En torno, tanto de la casa parroquial como de la iglesia, se agrupa un gran

    nmero de feligreses con oficios vinculados a la vida religiosa: sacristanes, monaguillos, aclitos,

    campaneros, sepultureros, etc., convertido as este mbito en una especie de microcircuito

    econmico que se nutre de las propiedades y prestaciones por servicio a la comunidad clerical.

    Los conventos controlan cerca del 15% del escaso terreno cultivable circundante a la ciudad y

    4 Antonio Elorza, La Sociedad Bascongada de los Amigos del Pas en la ilustracin espaola. Cuadernos

    Hispanoamericanos. Madrid: Instituto de Cultura Hispnica, p. 342, 1968. 5 Vase: Jos Luis Bermejo Cabrero, Estudios sobre fueros locales y organizacin municipal en Espaa (siglos XII-

    XVIII). Madrid: Universidad Complutense, Facultad de Derecho, Servicio de Publicaciones, 2001.

  • 17

    tienen a su cargo, y la mayora de las veces en patrimonio, los hospitales, las escuelas, las

    instituciones benficas (hospicios, por ejemplo) y culturales, poder ste que se haban disputado

    en el pasado con la comunidad juda, hasta su expulsin de la Pennsula. Por otra parte, Madrid

    no es autnoma en tales asuntos, ya que depende de la archidicesis de Toledo.

    Desde comienzos de siglo, se crean tambin varias instituciones filantrpicas destinadas a

    favorecer a los de menos recursos. Francisco Piquer Rodilla (conocido como el padre Piquer)

    funda el Monte de Piedad, una casa de empeo6; y nace la lotera, establecida en 1763 por el

    polmico marqus de Esquilache, con cuyas ganancias el Estado poda patrocinar hospicios,

    hospitales y obras pas. Pero de todas ellas, la ms importante es la creacin del Banco de San

    Carlos (inici la emisin de vales reales de la deuda pblica y habra de convertirse, con el

    tiempo, en el Banco de Espaa), que se destina al financiamiento de proyectos de mayor

    envergadura y que, dicho sea de paso, le cost la prisin a su creador, el conde de Cabarrs,

    durante el gobierno del conde de Aranda, aunque luego convenientemente liberado por

    Godoy7.

    La sede de la Corte pasa en muy poco tiempo del boato de los Austrias y de los primeros

    Borbones, en que las reformas urbanas estaban encaminadas fundamentalmente a la refaccin y

    construccin de edificaciones reales, a la austeridad, en aras de los intentos urbansticos

    coherentes de Carlos III, y posteriormente, aunque en menor medida, a los de su sucesor Carlos

    IV. Pero verdaderamente, nada de esto increment la capacidad adquisitiva del madrileo comn,

    por el contrario, acentu la divisin social, gener una notable violencia delictiva, que convirti a

    la capital en mbito propicio para que surgiera en 1795 una propuesta revolucionaria. Entre sus

    an destartaladas callejuelas se pierden los pasos de los conjurados que van desde el barrio de

    Lavapies (tambin conocido como Avapies), hasta la plaza del Carmen y la calle Abades,

    atravesando la Puerta del Sol.

    Los conspiradores de Madrid

    Por paradjico que parezca, Picornell y su grupo pertenecen a esa suerte de Ilustracin de

    funcionarios, que se va creando en Espaa para propiciar la recuperacin econmica que sacara a

    6 Jos Lpez Yepes, Historia de los Montes de Piedad en Espaa: El Monte de Piedad de Madrid en el s. XVIII, 2

    Vols. 7 Pedro Tedde de Lorca, El Banco de San Carlos (1782-1829). Madrid: Banco de Espaa, Alianza Editorial, 1988.

  • 18

    la nacin de la miseria. Curiosamente, fueron muchos de esos mismos funcionarios, agrupados y

    organizados en facciones, quienes fomentaron la difusin de la Ilustracin durante el gobierno de

    Carlos III, los que, apoyndose luego en la Inquisicin, trataron de impedir la penetracin de las

    ideas revolucionarias francesas en tiempos de Carlos IV.

    Datan de este perodo las Reales Sociedades Econmicas de Amigos del Pas8, creadas

    paulatinamente en todo el reino, durante la segunda mitad del siglo XVIII y primera del XIX. Estas

    sociedades tuvieron como finalidad someter a discusin los diferentes aportes intelectuales sobre

    temas econmicos y polticos, y decidir el patrocinio de proyectos especficos derivados del

    estudio, la investigacin y la creatividad de los sociosque ofrecieran buenas perspectivas para el

    desarrollo de cada regin y contribuyeran a promover la felicidad de los ciudadanos. De este

    modo se colaborara a la vez con las polticas de la Corona. El nuevo noble, digno de formar parte

    de las Sociedades Econmicas, se ocupar de desarrollar actividades tiles para el bien pblico, y

    por tanto, para el del Estado, deber educarse y educar. El pensamiento ilustrado constituye el

    substrato ideolgico que sirve de apoyo para el gran esfuerzo de recuperacin econmica que se

    pretende, claro est, sin que para ello se considere la necesidad de romper radicalmente con los

    paradigmas medulares ancestrales. Contradictoriamente, las decisiones polticas propuestas y

    adoptadas se derivan en buena medida de criterios pragmticos ms que de los principios

    filosficos ilustrados, a consecuencia de la falta de un programa poltico basado en esos

    principios. A pesar de todo, los esfuerzos de los ilustrados espaoles estuvieron encaminados al

    cambio y en buena medida a lograr el: [] paso de la mentalidad de vasallo a la mentalidad de

    ciudadano, [a] la autonoma del pensamiento, [que] slo puede resolverse en una sociedad en que

    la libertad individual est reconocida como el primer derecho9. Pero esta generalizacin tiene

    tambin sus matices, porque Juan Bautista Picornell y su grupo revolucionario no son

    individualistas, en su proceso de radicalizacin, conceptos como libertad y propiedad llegarn a

    adquirir un carcter colectivo que dista mucho de los postulados del liberalismo. Es por esto que

    a Juan Bautista Picornell, factotum principal del movimiento, se le atribuye el haber sembrado la

    8 La primera de ellas es la Sociedad Patritica en Vergara, conocida como la Bascongada y fundada en 1764 por el

    Conde de Peaflorida, creador asimismo de la Real Compaa Guipuzcoana. Tambin en Amrica comienzan a

    crearse este tipo de sociedades: en La Habana y en Mxico, por ejemplo, cuyo nmero de miembros supera al de la

    madrilea. 9 Prieto Benavent, Jos Lus, La mentalidad ilustrada, en: La Ilustracin Liberal (Revista espaola y americana), n 3 (Reseas), Jun.-Sep. 1999, p. 33

  • 19

    mala simiente de un pensamiento diablico en la Villa y Corte, que no es ms que la genuina

    manifestacin de la utopa libertaria ilustrada. Lo que se propone, tanto en el campo educativo

    como en el poltico, es utpico slo en la medida en que trasciende el presente mediante un

    modelo ideal de futuro10

    .

    Como ya se ha indicado, entre los personajes ms representativos que organizaron o participaron

    en la conjura madrilea de 1795, encabezada por Juan Bautista Picornell y Gomila, figuran: Jos

    Lax, Sebastin Andrs y Manuel Antonio Corts y Campomanes.

    El profesor de humanidades, natural de Sena de Sigena, en Aragn, Jos Lax (c.1765), tena

    treinta aos y estaba soltero. Haba servido en los Reales Ejrcitos como cabo y sargento en el

    Regimiento de Infantera del Prncipe. Desde 1792, estuvo en calidad de ayudante en la Comisin

    de Escuela con Juan Bautista Picornell, en Talavera. Trabaj en Madrid, siendo empleado en el

    ramo de la educacin, en compaa del marqus de Buscayolo y de pasante de un hijo suyo. Fue

    maestro en la casa de la marquesa de San Juan y, para el momento de la conspiracin de Madrid,

    ejerca como ayo de los hijos del acaudalado Francisco Leandro de Viana y Senz, conde de

    Tepa11

    .

    El matemtico Sebastin Andrs (c.1769), natural de Torrelosnegros, reino de Aragn, tambin

    estaba soltero. Era hijo de Jos Andrs y de Josefa Hernndez. Estudi Teologa y Matemticas

    en Zaragoza por dos aos, durante ese tiempo obtuvo el premio de la Sociedad Econmica de

    dicha ciudad; all sirvi en la casa del barn de Torre Arias y de un cannigo. En 1792 oposit a

    10 Mercedes Vico Monteoliva, Educacin y utopa: de los pensadores ilustrados a los reformadores americanos.

    Mlaga: Universidad de Mlaga, p. 11, 1992. 11 Por lo interesante de su muda pero notable presencia en la conspiracin, incluimos algunos datos biogrficos del conde de Tepa: lugar de nacimiento: Espaa; edad: 26 (en 1756); estado civil: casado; lugar de nacimiento de la

    esposa: Mxico; universidad: Salamanca, colegio: San Bartolom (Salamanca); grado acadmico: licenciado, grados y rdenes: Carlos III (1780); cargos: Primera Audiencia, Manila, ao 1756; primer cargo: fiscal; nmero de cargos:

    3; nmero de tribunales: 2 (indica en cuntas audiencias form parte y no el nmero de cargos que ocup); aos de

    servicio: 8; motivo: asumi el cargo de Alcalde del Crimen; audiencia: Mxico; cargo: Alcalde del Crimen; ao:

    1765; edad: 35; cargo anterior: fiscal; nmero de cargos: 3; aos de servicio: 3; motivo de cesacin de funciones:

    oidor; audiencia: Mxico; ao originario: 1769; edad: 39; cargo anterior: Alcalde del Crimen; cargo: oidor; motivo

    de cesacin de funciones: pas al Consejo de Indias en la metrpoli; aos de servicio: 7; cesacin funciones: 1776

    (fecha en la que dej de ejercer en una audiencia americana). Datos extrados de: Mark A. Burkholder y D. S.

    Chandler, De la impotencia a la autoridad. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1984, pp. 268-269, 380-381, 388-

    389, 396-397. Vase tambin: Doris M. Ladd, La nobleza mexicana en la poca de la Independencia, 1780-1826.

    Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1976.

  • 20

    la Ctedra de Matemticas (en la que obtuvo el tercer lugar), que estaba vacante en los Reales

    Estudios de San Isidro y en cuya biblioteca se preparaba intensamente para dicho concurso, por

    decisin del Ministro del Consejo, don Gutierre Vaca de Guzmn12

    , presidente del acto,

    conjuntamente con el seor don Evaristo de Lugo, director de los Reales Estudios de San Isidro

    por haber resuelto con acierto y lucimiento los ejercicios del examen:

    [] manifestando asimismo a aquel Supremo Tribunal las fundadas esperanzas que el talento y

    aplicacin de Andrs les haba hecho concebir de los progresos que fomentado podra hacer en

    la carrera de las matemticas a fin de que se sirviese recomendarlo a la Real Piedad en

    Zaragoza13

    .

    Para el momento de la delacin de la conjura de Madrid, tena veintisis aos de edad y resida en

    la Villa y Corte donde ejerca adems como traductor de latn y francs. Pobre de solemnidad,

    trabaj durante un ao como escribiente en la casa de don Eugenio Larruga oficial de la

    Secretara de la Junta de Comercio y Moneda, quien lo despidi porque no le acomodaba su

    letra14

    , despus de lo cual, ste segua dndole de comer en su casa mientras buscaba colocacin.

    El mismo Larruga lo recomienda con las importantes imprentas de Sancha y Cladera, con la

    finalidad de que pudiera colocarse en ellas como traductor para continuar con la parte de

    Matemticas de la Enciclopedia, pero esto no lleg a concretarse. Simultneamente, se dedicaba a

    hacer traducciones de obras religiosas con las que obtena algunos ingresos para su manutencin.

    Algunas veces iba a dormir a casa de Domingo Lugar de Andrade. Poco despus se va a vivir, en

    compaa de Picornell a la posada de la calle de San Isidro.

    Manuel Antonio Corts y Campomanes, naci 10 de abril de 1775, en el Real Sitio de San

    Ildefonso, donde fue bautizado por don Martn Garca, teniente cura de la Colegial y Parroquial

    Iglesia de la Santsima Trinidad, el da 15 del mismo mes15

    . Corts y Campomanes tendr gran

    12 Paradjicamente, Gutierre Vaca de Guzmn ejercer como secretario de la Junta formada para seguirle juicio por

    la Causa de Madrid. 13 Extracto o Memorial ajustado de la causa criminal de Estado sobre la conspiracin, sublevacin, conmocin

    popular y trastorno del Gobierno monrquico, intentado y llevado a efecto en los preparativos y disposiciones

    prximas y ms conducentes a su ejecucin. Madrid, 1795. AHNM, Consejo, 11936-I, fol. 237 v. En adelante:

    Extracto. 14 Extracto, fol. 241r. 15 Los datos de su nacimiento eran hasta este momento desconocidos, por eso se incluyen con tanta extensin.

  • 21

    relevancia en el proceso independentista de Venezuela, tanto por su participacin en la

    conspiracin de Manuel Gual y Jos Mara Espaa como por su actividad militar a las rdenes de

    Francisco de Miranda durante la poca de la Primera Repblica. Contaba diecinueve aos de

    edad en el momento en que fue descubierta la conspiracin de Madrid, ejerciendo en esa poca

    como ayudante de la Real Escuela de Comitiva, con un sueldo asignado de seis reales diarios y

    adems pensionado por S.M. con tres, por haber sido el nio ms adelantado16

    , pero debido a

    sus implicaciones en el caso madrileo y por orden del rey segn oficio de 23 de mayo de 95

    se le retira dicha pensin. Fsicamente bien parecido, despejado y de ojos vivos. Algunos, a pesar

    de su corta edad, vean en l un hombre de talento, aunque de escasa formacin, cuyos nicos

    conocimientos eran, al parecer, los necesarios para desempear con utilidad el oficio de pasante

    de la Escuela de Primeras Letras17

    de los Reales Sitios. Sin embargo, tambin se le considera de

    un espritu e imaginacin sagaces y de pensamiento libre, a pesar de no haber seguido una carrera

    acadmica. Ignoraba por entonces las lenguas extranjeras y nunca haba dado indicios de

    despreciar al rey, a su gobierno, o a sus leyes, ni de aborrecer a los ministros ni mucho menos de

    censurar su conducta. Habra de dar muchas sorpresas este joven suave, muy sensible, apocado y

    religioso, desacostumbrado a la bebida, hasta su muerte ocurrida probablemente en Colombia,

    hacia 183518

    .

    Tambin participan, y son sujetos de averiguaciones y prisin, la esposa de Picornell: doa

    Feliciana Obispo (c.1745) natural de Valladolid, de cincuenta aos de edad, y su hijo, Juan

    Antonio Picornell, de trece aos y medio, natural de Salamanca, estudiante de Matemticas en los

    Reales Estudios de San Isidro y pensionado por S.M. A estos se unieron, aunque son muy escasas

    las referencias de su vida: Bernardino Garasa, natural de Baques, Obispado de Jaca, reino de

    Aragn, casado, abogado y traductor, cuado de Jos Lax. Juan Pons Izquierdo, natural y vecino

    de Madrid, casado, traductor. Jos Ballesteros, de cuarenta y cuatro aos, natural y vecino de

    16 Extracto, fol. 81v. 17 Aunque hay quien niega esta afirmacin: [] en contestacin al oficio de V. S. en que se sirve participarme haber arrestado en la noche pasada a don Manuel Corts, que ha dicho ser Maestro de Primeras Letras de estos

    Reales Estudios, debo hacer presente a V. S. para su gobierno, que no habiendo en este Real Establecimiento escuela

    alguna de primeras letras no tengo el menor conocimiento de dicho sujeto, que indebidamente pretende pasar por

    individuo de un cuerpo a que no pertenece. Carta de Estanislao de Lugo al seor conde del Pinar, Madrid, 1795-02-03. AHNM, Consejo, 11936-2, fols. 104r-104v. 18 Vase: Marisa Vannini de Gerulewicz, Manuel Corts de Campomanes, un Maquiavelo americano: Apstol o traficante de la libertad? En 200 aos de la Conspiracin de Gual y Espaa 1797-1997. Caracas: Comisin

    Presidencial Bicentenaria-Archivo General de la Nacin. (CDRom), 1997.

  • 22

    Arganda, arriero de vino, propietario de la taberna La Gallega, frente a la Plazuela de Avapis.

    Juan Antonio Rodrguez, natural de Valdepeas, de cincuenta y cinco aos, casado, posadero en

    la calle del Bastero, y su hijo, Toms Rodrguez19

    , natural de Madrid, de veinticinco a veintisis

    aos, tirador de oro; y los plateros: Juan Bjar20

    y Manuel Hernndez21

    .

    19 Extracto, fol. 2v. 20 [] de 42 aos de edad, natural de la Villa de Brunete, casado en segundas nupcias con Juana de la Madrid, oficial de platero, y habitante en la callejuela de San Miguel. Ibdem, fol. 24v. 21 [] madrileo, de 37 aos de edad, soltero, fundidor de oro y plata con obrador pblico. Ibdem, fol. 47v.

  • CAPTULO II

    JUAN BAUTISTA PICORNELL

    EN EL PARADIGMA DE LA ILUSTRACIN

    Gnesis de la utopa revolucionaria pedaggica

    Durante los aos previos a la conspiracin madrilea, y a pesar de no pertenecer a la nobleza,

    pero en atencin a algunas de sus cualidades meramente formales, Picornell se aproxima

    considerablemente, como ya dijimos, al modelo del funcionario ilustrado que se ocupa tanto de la

    docencia como de la administracin escolar. Estudi dos aos de filosofa en la Universidad de

    Palma de Mallorca, fue seminarista del Conciliar de San Pedro y obtuvo una beca del Colegio de

    Nuestra Seora de la Sapiencia. En 1778 recibi el grado de Bachiller en Filosofa por la

    Universidad de Salamanca. Estudi adems tres aos de Teologa. Fue actuante de la Academia

    de San Agustn. Dio clases especiales de Filosofa durante tres meses en la Universidad de

    Salamanca, en la que tambin fue electo consiliario. Trabaj como suplente en una Ctedra de

    Artes y contribuy a la formacin de numerosos artesanos1. Entra a formar parte de la Real

    Sociedad Econmica Matritense, en 1784, y en 1787 es admitido como Socio Benemrito

    Abonado de la Bascongada. Consta adems en su Relacin de Mritos que: [] es de buena

    vida y costumbres, de conocida honestidad y desinters: que tiene una instruccin muy vasta del

    gobierno econmico y poltico de los pueblos; y que est adornado de un celo verdaderamente

    patritico2. Un hombre con una buena formacin intelectual, con una filosofa sui gneris, un

    tanto desconcertante para quienes han abordado su estudio.

    1 Relacin de los mritos, ttulos, grado, ejercicios literarios, del bachiller don Juan Picornell y Gomila, Individuo de

    la Sociedad Econmica de Madrid y Benemrito abonado de la Bascongada. Madrid, 03-07-1787, AHNM, Consejo,

    11936-I, fol. 2r. [Doc.1] En adelante: Relacin de mritos. 2 Idem, fol. 2r.

  • 24

    Para 1795, ao de la conspiracin, Picornell haca siete que se haba mudado con su familia de

    Salamanca a Madrid, ocupndose desde entonces en el:

    [] desempeo de diversas comisiones de las Sociedades Matritense y Bascongada y de la que

    tuvo S.M. en el ao 91 de reformar las escuelas de la Villa de Talavera y su Partido, en la que

    emple siete meses, acompandole don Jos Lax, por lo cual adeud la cantidad de 31.000

    reales para l y su compaero por cuenta aprobada por el Consejo, de la que slo ha cobrado

    12.000 reales []3.

    A travs de la, no muy extensa ni sistemtica, produccin intelectual de lo que podra llamarse el

    Picornell peninsular (que se diferencia notablemente de lo que ser el Picornell americano), es

    posible percibir como sus ideas se van radicalizando en funcin, por una parte, de sus intereses

    personales, y por otra, de las transformaciones polticas de las que es protagonista y testigo:

    desde la publicacin de sus bien documentados textos educativos de 1786, que contrastan con la

    ambigedad de su propuesta pedaggica de 1787, en la que oscila entre la censura y la defensa

    ferviente de la monarqua como sistema, con un evidente oportunismo; pasando por la traduccin

    de los polmicos e innovadores textos de Charles Joseph Mathon de la Cour y del abate Gabriel

    Bonnot de Mably, que utilizara para el adoctrinamiento de sus seguidores; hasta la redaccin de

    los papeles revolucionarios: el Manifiesto y la Instruccin4.

    3 Extracto, fol. 91r. 4 En orden cronolgico, de la produccin intelectual de Picornell, durante los aos que vivi en la Pennsula, antes de

    la conspiracin de Madrid, se conservan documentos manuscritos o impresos, que incluyen: el Discurso terico-

    prctico sobre la educacin de la infancia dirigido a los padres de familia, Salamanca: Imprenta de Andrs Garca

    Rico, 1786; el Examen pblico, histrico y geogrfico, a que expone segunda vez don Juan Picornell y Gomila,

    Individuo de la Real Sociedad Econmica de Madrid, a su hijo Juan Antonio Picornell y Obispo, en un general de

    esta Universidad en los das 7 y 11 de marzo de este presente ao a las tres de la tarde, Salamanca: Imprenta de

    Andrs Garca Rico, 1787. As mismo, se encuentra el manuscrito del Proyecto Educativo que presenta en 1789 ante

    la Sociedad Econmica Matritense: Picornell y Gomila, don Juan. Individuo de la Sociedad Econmica de esta Corte

    y de la Bascongada. Se hallan dos representaciones solicitando licencia para establecer en Madrid una escuela

    pblica de enseanza y educacin que dice ha formado en el libro que titula El maestro de primeras letras, Madrid, 1789-07-22. AHNM, Estado 3245-2, 14 fols. En adelante: Proyecto Educativo [Doc.2]; y la edicin en castellano

    (1790) de la obra de Mathon de la Cour: Discours sur les meilleurs moyens de faire natre et dencourager le patriotisme dans une monarchi, sans gner ou affaiblir en rien ltendue de pouvoir et dexcution qui est propre ce genre de gouvernement Pars: Cuchet et Gattey, 1787. En adelante: Discours. En versin de Picornell: Discurso sobre los mejores medios de excitar y fomentar el patriotismo en una monarqua sin ofender ni disminuir en cosa

    alguna la extensin del poder y execucion que es propia de este gnero de gobierno (Premiado por la Academia de

    Ciencias, Artes, Agricultura y Bellas Letras de Chalons de Marne el da 25 de agosto de 1787. Por Mr. Mathon de

    la Cour, de las Academias de Len de Villafranca y de la Sociedad Real de Agricultura de Len, etc. Traducido al

    castellano por Don Juan Picornell y Gomilla, Individuo de la Real Sociedad Bascongada y de la de Madrid),

    Madrid: Oficina de Aznar, 1790. En adelante: Discurso. De ambos impresos se conservan ejemplares: El original en

  • 25

    Sin embargo, hay en esas mismas ideas un hilo conductor que proviene de los objetivos que se

    plantea y que reflejan hasta cierto punto la coherencia y la continuidad que no es fcil apreciar a

    simple vista, y que se relacionan con lo que Mercedes Vico considera que son los trminos

    propios de la literatura utpica ilustrada, cuya meta principal es hacer individuos virtuosos,

    ciudadanos leales y miembros tiles a la sociedad5; pero para ello Picornell est consciente de

    que se requieren cambios verdaderamente drsticos, y as lo expresar, corriendo el riesgo de

    contradecirse en muchas ocasiones, en sus textos y en sus declaraciones, y de exponer su propia

    vida (y la de otros), si con ello contribuye a crear una sociedad justa y libre.

    Para comprender el pensamiento y los actos polticos de Picornell, se hace imprescindible

    desandar los pasos de sus escritos y de las lecturas en las que basa su ideario. Desde el punto de

    vista de las doctrinas polticas y pedaggicas, no hay, hasta la fecha, ningn estudio que permita

    una aproximacin medianamente objetiva a cul habra sido la que inspirara a los

    revolucionarios. Todo esto a pesar de las afirmaciones tajantes, pero de dudoso fundamento, de

    francs de Mathon de la Cour est en la Biblioteca Nacional de Pars, y la traduccin de Picornell en el Archivo

    Histrico Nacional de Madrid, registrado como: Discurso traducido y dado a luz por don Juan Picornell remitido

    por el Consejo al seor alcalde conde del Pinar a virtud del oficio que por ste se pas a aquel Supremo Tribunal

    para tenerlo a la vista en la causa reservada contra dicho Picornell y consortes. (Mathon de la Cour), 28 folios

    (incluyendo los del impreso), en: AHNM Consejo 11973-I, exp. K, Madrid, 1795-16-04.

    El Manifiesto e Instruccin datan de entre 1794-95. De ambas piezas slo se conservan las copias de escribano.

    Manifiesto (Papel nmero 2), en: Pieza A en la que se hallan los cuatro papeles distinguidos con otros tantos

    nmeros que se encontraron en el cofre del reo don Sebastin Andrs al tiempo de su apertura y reconocimiento en la

    Real Crcel de Villa por el seor alcalde conde del Pinar a presencia del mismo Andrs; cuyos papeles se conocen en

    la causa reservada que se sigue contra este y dems consortes con los ttulos de Manifiesto al pueblo e Instruccin de

    lo que debe ejecutar el pueblo de Madrid en este da, Madrid, 1795-02-20. AHNM Consejo 11937, 6 folios. [Doc.4] En adelante: Manifiesto. Instruccin (Papel nmero 3), en: Pieza A en la que se hallan los cuatro papeles

    distinguidos con otros tantos nmeros que se encontraron en el cofre del reo don Sebastin Andrs al tiempo de su

    apertura y reconocimiento en la Real Crcel de Villa por el seor alcalde conde del Pinar a presencia del mismo

    Andrs; cuyos papeles se conocen en la causa reservada que se sigue contra este y dems consortes con los ttulos de

    Manifiesto al pueblo e Instruccin de lo que debe ejecutar el pueblo de Madrid en este da, Madrid, 1795-02-20.

    AHNM Consejo 11937, 6 fols. [Doc. 5] En adelante: Instruccin.

    La Instruccin es un documento en el cual se establecen las normas para la creacin y ejercicio de las milicias civiles

    durante el tiempo que dure la sublevacin. Y podra pensarse, incluso, por tiempo indefinido, lo cual le imprime un

    carcter de gran modernidad: La Instruccin comprende las reglas, y mtodo con que deba conducirse el pueblo en

    el acto de la conmocin; prescribe el modo de reunirse, distribuirse, armarse y hacer el servicio bajo los Jefes que se

    elegiran; seala sueldos, ofrece premios y recompensas, y amenaza con castigos: De manera que el conjunto de estos dos papeles manifiesta un plan completo de la conspiracin, y descubre enteramente los designios de estos

    hombres perdidos y temerarios, y la basta extensin de sus proyectos. Y para llevarlos a ejecucin tenan formada

    lista de los que deban componer dicha Junta; y dispuesto otro papel que vena a ser un resumen de la Instruccin:

    con muchas copias de ellas para fijarlas en los parajes pblicos, con el fin de irritar, seducir y alucinar al pueblo con

    el Manifiesto; y dirigirle en sus operaciones por medio de la Instruccin []. Carta reservada de don Francisco Prez de Lema a Godoy, Madrid, 1796-07-19. AHNM Estado 3161, fols. 2v-3r. [Doc. 12] En adelante: Prez de Lema

    a Godoy. 5 Vico Monteoliva, Mercedes, ob. cit, p. 10.

  • 26

    algunos historiadores, como la de C.F. Lpez, quien sostiene que: Las directrices de este

    levantamiento [de Madrid] y el programa de accin de los conjurados estaban calcados de la

    doctrina filosfica de los derechos del hombre y en los principios republicanos de la

    Revolucin Francesa6. Valdra la pena preguntarse: A cul de las doctrinas filosficas de los

    derechos del hombre: a las de las de Mably, de Lafayette, de Paine, a las de 1789 o las de

    1793? Y a los principios republicanos de cul de las cuatro etapas de la Revolucin

    Francesa?7 Los matices son muy contrastantes para que tal aseveracin tenga consistencia y,

    como acertadamente advierte Lluis Roura, considerar la conspiracin de Picornell como

    anecdtica y desligada de los acontecimientos revolucionarios franceses, es una incoherencia8.

    Si la causa de los motines previos al de Madrid haba sido la crisis de subsistencia, carente de

    dirigencia o ideologa definida que guiara a las masas enardecidas, a partir de la Revolucin

    Francesa se introduce una novedad en tales manifestaciones. Las autoridades se hallan ahora

    desconcertadas y desprevenidas ante una posible envestida popular, organizada por esta suerte de

    vanguardia revolucionaria, que pone en tela de juicio la eficacia para gobernar del monarca, de

    sus ministros y de las instituciones que sirven de base al sistema, y ofrece una alternativa de

    gobierno diametralmente opuesta al rgimen desptico. Por lo tanto, el fenmeno ahora es otro,

    se trata de una enfermedad para la cual no se conoce cura. Sin embargo, es difcil afirmar

    categricamente que Picornell fuera un afrancesado (ni menos un jacobino). Alares discrepa de

    6 Casto Fulgencio Lpez, Juan Bautista Picornell, p. 11, 1957.

    7En una breve y didasclica sntesis cronolgica, Alberto Filippi ofrece una periodificacin del proceso

    revolucionario en Francia, que ayuda a comprenderlo en sus diferentes especificidades y en sus repercusiones, tanto

    en Espaa como en Amrica: [] la primera etapa: la del ao 1789, la de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la de Sieys y Mirabeau, de la separacin de los poderes y de la abolicin de los privilegios econmicos

    e institucionales feudales. Esta revolucin tuvo, por lo menos al comienzo, [] una buena (relativa) acogida entre los ilustrados peninsulares y en algunos sectores criollos hispanoamericanos, desde un Jovellanos hasta un Miranda.

    Segunda etapa: dominada por la Convencin y el Terror, la del proceso al rey, la de Robespierre y Saint-Just, de la

    Constitucin de 1793, etapa que gener rpidamente el rechazo al pnico generalizado en Europa y Amrica. La

    tercera etapa: la del rgimen termidoriano y del Directorio, del republicanismo liberal, fruto de la reaccin censitaria

    y de los compromisos con los sobrevivientes monrquicos, etapa que, habiendo establecido una cierta normalidad,

    fue vista como la superacin del caos y de la dictadura. Por ltimo la cuarta etapa, del Consulado al Imperio, de la disolucin de la repblica y de la afirmacin del autoritarismo napolenico y del militarismo y que, en el caso de

    Espaa, vuelve a plantear las relaciones en la coyuntura de la guerra y de la invasin, trminos que ya se haban

    dramticamente conocido en los meses de la guerra contra la Revolucin Francesa (1793-1795), pero que ahora se vuelven an ms conflictivos, porque a la guerra se acompaa la ruptura introducida por los Bonaparte de la legitimidad dinstica de los Borbones, y con ello de la legitimidad de la propiedad del poder dinstico tambin sobre

    Amrica. Alberto Filippi, El rol histrico de las islas caribeas en la obra de Paul Verna (y consideraciones sobre Francisco de Miranda). Boletn de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, p. 39, 1996. 8 Lluis Roura, Robespierre, Babeuf i Picornell: dins la vitrina?. LAven, 205, p. 19, Barcelona, 1996.

  • 27

    Zavala y argumenta que su definicin de Picornell como democrtico-jacobino es discutible,

    como lo es tambin la proximidad ideolgica a Marchena, de quien no existe prueba alguna de su

    participacin en la conspiracin de Madrid9.

    Si bien es cierto que Picornell dedic buena parte de su tiempo a la lectura y traduccin de libros

    en francs, en todo caso es afrancesado en la medida en que muchos de los espaoles de los

    estratos medios y altos pudieran haberlo sido, por las circunstancias del momento y, por otra

    parte, el espectro de lo que significa ser afrancesado en esa poca, es muy amplio. A su manera,

    tan afrancesadas eran las ideas y las polticas borbnicas, aunque no revolucionarias, por

    supuesto. A este punto, es conveniente aclarar que, en contra de lo que la historiografa

    tradicional daba por evidente, el afrancesamiento no est necesariamente asociado a una

    caracterstica o a una tendencia de pensamiento especfica aunque, ciertamente, la Revolucin

    Francesa, en sus diferentes etapas, gener un proceso de cambios internos, cuyos efectos fueron

    muy diversos en cada pas y en cada estrato social, y este es un factor determinante que hay que

    tomar en cuenta.

    Con la Revolucin Francesa, se produjo en Espaa un giro ideolgico, poltico e institucional que

    tuvo como una de sus respuestas el cordn sanitario que impone el Primer Ministro, el conde

    de Floridablanca. Una poltica de censura que cuenta con el apoyo del fortalecido Tribunal de la

    Santa Inquisicin, para evitar la proliferacin de la propaganda revolucionaria procedente de

    Francia, cuyo postulado central es la soberana del pueblo10

    . Llama la atencin que no se tomen

    las mismas medidas con las ideas provenientes de la Independencia norteamericana, las cuales

    fueron aceptadas, incluso, por quienes se oponan a las francesas, a pesar del estrecho vnculo

    entre ellas.

    9 Mara Luisa Alares Dompnier, Un ilustrado liberal en la Amrica de la emancipacin, p. 112, 1983. 10 Jacques Ellul, Historia de la propaganda, Caracas, Monte vila, p. 109, 1969.

  • 28

    Los principios pedaggicos de Picornell en su Discurso terico-prctico sobre la educacin de

    la infancia, dirigido a los padres de familia

    En 1785, durante su residencia en Salamanca, Picornell se ocupa de desarrollar una suerte de

    experimento educativo, para el cual utiliza como sujeto a su propio hijo, segn consta en su

    Relacin de Mritos:

    Que ha expuesto a su hijo don Juan Antonio dos veces a pblico examen en dicha Universidad

    de Salamanca, la una en la corta edad de tres aos y medio, y la otra en la de cinco y medio,

    cuyo ejemplo ha producido los mejores efectos en toda la nacin11

    .

    Es probable que tal experimento haya tenido cierta repercusin entre los socios, tanto de la

    Sociedad Bascongada como de la Matritense12

    . Desde ese momento seguramente fue, al menos,

    tema de conversacin y hasta de alabanzas entre los ilustrados de ambas Sociedades, el propio

    Jovellanos hace referencia al examen cuando recuerda en sus Diarios la conspiracin de San

    Blas: Nombran en ella a un tal Picornell, mallorqun, famoso en las gacetas por los talentos

    precoces de un hijo suyo13

    . El examen consiste en un cuestionario esquemtico y tcnico

    compuesto de ocho pginas, cuyo verdadero valor proviene de su asociacin, en tanto que

    complemento, del Discurso terico-prctico, publicado un ao antes, en 1786: Que ha dado a

    luz un Discurso Terico-Prctico sobre la educacin de la infancia, en que expone el mtodo que

    ha observado en la instruccin de dicho su hijo14

    .

    El Discurso terico-prctico es una obra representativa, aunque poco conocida, del movimiento

    pedaggico ilustrado, en la cual Picornell recoge las teoras realistas de John Locke (1632-1704)

    11 Relacin de mritos, fol. 2r. [Doc.1] Algunos historiadores e investigadores que han analizado el alzamiento de

    Gual y Espaa en La Guaira, incurren en lamentables errores, como es el caso de Pedro Emilio Coll, quien afirma

    que: [] en honor de su hijo, apenas de tres aos, escribi un Tratado, suerte de enciclopedia o examen de varias

    materias []. Pedro Emilio Coll, El Conspirador Picornell. En: Boletn de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, p. 7, 1944. 12

    En los archivos de esta ltima consta que: Don Juan Picornell remite desde Salamanca un ejemplar del examen

    pblico que acaba de sufrir en aquella Universidad su hijo Juan Antonio, de edad de 3 aos y medio. 12 de abril de

    1785, 6 fols. El impreso no est en el expediente. El seor Picornell dice que lo enva y lo acompaa de una carta

    muy laudatoria de fray Isidoro Alonso, Catedrtico de Vsperas. Archivo de la Real Sociedad Econmica Matritense (en adelante ARSEM), 58, N. 6, 1.528, 1 fol. 13 Gaspar Melchor de Jovellanos, Diarios. Oviedo: Edic. Oviedo, t. I, p. 542, 1953. 14 Relacin de mritos, fol. 2. [Doc.1].

  • 29

    as como las del abate Condillac15

    , Rousseau, Montaigne y Alexander Pope16

    entre otros. La

    influencia de Locke en el pensamiento espaol del siglo XVIII, es colosal, no slo en el tema de la

    educacin, sino en el pensamiento filosfico en general, desde Feijoo hasta Mart de Eixal, el

    cual tambin genera una autntica revolucin intelectual. En efecto, no escapa Picornell al influjo

    de Locke y Condillac aunque, inexplicablemente, esta influencia no es tan evidente en el

    Proyecto Educativo que presentar, poco tiempo despus, ante la Sociedad Econmica

    Matritense. Una de las numerosas veces que Picornell cita a Locke en el Discurso, lo hace para

    referirse a la importancia de la educacin:

    [] no hay temperamento tan fogoso y tan vivo, que no pueda corregirse por medio de una

    buena educacin. sta decide ordinariamente de las buenas o malas costumbres, de modo que se

    puede decir con el Filsofo Lok (sic) que la diferencia que hay entre las costumbres, y la

    capacidad de los hombres, ms proviene de la diferente educacin que han recibido que de otra

    cosa alguna (m)17.

    La obra no est dividida en captulos porque se trata de un discurso, pero en ella es posible

    apreciar una cierta divisin temtica sistematizada de las diferentes reas de conocimiento, que

    Picornell propone a padres y maestros, y que, a su juicio, deben formar parte esencial de la

    educacin de los nios durante la primera infancia. En ella combina algunos ejemplos

    metodolgicos con premisas morales y psicolgicas que han de servir para moldear la conducta y

    se basa, para definir su modelo del ciudadano patriota, en las nociones clsicas griega y

    romana del trmino. Sorprende la modernidad de sus conceptos en lo que se refiere al respeto al

    individuo, a las diferencias culturales, as como a la manera tajante en que se opone al uso de la

    violencia en la educacin, pero en esencia no parecen estar dirigidos al pueblo y, a pesar de que

    tal vez hiciera un esfuerzo para que as fuera, tienen un fundamento sumamente elitista y urbano.

    15 En particular vase: John Locke, Essai sur lorigine des connaissances humaines: ouvrage o lon rduit un seul principe tout ce qui concerne lentendement humain, Mortier: Amsterdam, 1746. 16

    Picornell cita a Pope para expresar que su mayor deseo es el de ser til a la patria a travs de su discurso: [] el

    deseo de ser til a mi patria [] es ms recomendable para m, que la gloria de haber hecho un excelente discurso. Deseara ms ser tenido por un buen ingls, que por el mejor poeta, o el ms famoso autor, que ha escrito jams dice Alexandro Pope, citando a Mr. Prior. Yo suscribo con el mayor gusto a este noble pensamiento. Juan Bautista

    Picornell y Gomila, Discurso terico -prctico sobre la educacin de la infancia dirigido a los padres de familia.

    Salamanca: Imprenta de Andrs Garca Rico, p. XVI, 1786. 17 Juan Picornell y Gomila, Ob. cit., p. 104.

  • 30

    La estructura de la obra, en la que pone especial nfasis en los contenidos humansticos, es la

    siguiente: Utilidad de la educacin al Estado y estmulo al patriotismo; el concepto de

    conocimiento y la inexistencia de las ideas innatas; el papel de los padres y maestros y la

    prescripcin del uso de la violencia en la educacin de los nios; tambin resalta la importancia

    del medio natural y el ocio dirigido como instrumentos de enseanza; la alimentacin; el

    lenguaje, la lectura y la escritura; la enseanza de la historia y de la geografa.

    Destaca en la obra pedaggica de Picornell, como en las dems su tendencia hacia el pensamiento

    utpico ilustrado: En las utopas, en general, el plan de estudios incluye instruccin prctica

    adems de formacin moral y patritica, pero siempre esta ltima ocupa el primer lugar18

    . En el

    postulado central del Discurso, sentencia que: A los padres y maestros pertenece inspirar a la

    infancia el amor a la patria, las mximas de la sana moral, la sumisin al legtimo soberano, el

    respeto a las leyes nacionales, y las sublimes verdades de la religin19

    . Aqu, adems de

    mostrarse paradjicamente monrquico, justifica la necesidad imprescriptible de la educacin

    para el ejercicio de ciertos cargos:

    Los hombres no podrn servir ventajosamente a la sociedad, si no se procura rectificar sus ideas,

    y formarles un temperamento robusto, y un corazn recto. Estas cualidades les son

    indispensables para que puedan ejercer los empleos pblicos de la Administracin, de la

    Judicatura, y de la Milicia20

    .

    En consecuencia, la buena educacin de los ciudadanos desde la infancia, contribuye al

    fortalecimiento del Estado. Picornell niega como Locke la existencia de las ideas innatas21

    , tanto

    en la teora como en la prctica, y adopta el sensismo de Condillac poniendo as distancia con el

    idealismo. Argumenta Picornell que el cuerpo y el alma con los que el hombre nace vienen

    dotados de facultades que, en lo que al alma se refiere, son las aptitudes mnimas para adquirir

    conocimiento, y son esas facultades las que han de ser cultivadas por medio de la educacin. En

    tono de crtica contra quienes se oponen a este principio, agrega que:

    18 Mercedes Vico Monteoliva, Ob. cit., p. 26. 19 Juan Picornell y Gomila, Ob. cit., p. V. 20 Idem, p. 1. 21 Vase: John Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano. (Especialmente el Libro I: Las nociones innatas).

    Buenos Aires: Aguilar, pp. 29-46, 1977.

  • 31

    Para comunicarles estos acontecimientos, dice el abate Condillac, se espera a que tengan una

    cierta edad, que llaman de la razn, y que no se fija jams. Se dira que hay en la vida un

    momento en el que se nos infunde repentinamente la razn, que no tenamos en el antecedente22

    .

    La razn se cultiva, no se adquiere repentinamente a una determinada edad (como lo pregona la

    religin catlica y de ah que la Primera Comunin se lleve a cabo cuando el individuo ha llegado

    al uso de razn). Comparte la nocin de Locke, para quien las ideas son las cuestiones que

    conforman la mente humana, independientemente de cual sea el carcter de las mismas. Al final

    de la introduccin al: Ensayo sobre el entendimiento humano, Locke pide perdn al lector por el

    uso reiterado de la palabra idea y la define como el trmino ms til para significar: [] lo

    que es objeto del entendimiento cuando un hombre piensa23

    . Es este concepto el que aplica

    Picornell para determinar el mbito de las ideas como generadoras de conocimiento, y de ah la

    necesidad de que sean claras y ciertas para que promuevan la sinceridad en el nio, debindose

    evitar tambin el uso de aquellas que le causen terror24

    o atenten contra la moral y las buenas

    costumbres25

    . Pero sobre todo deben ser sencillas y promover en l la humildad y la generosidad,

    para que puedan convertirse en la verdadera base de la educacin26

    .

    Picornell establece un orden de prioridades segn el cual debe impartirse la enseanza de la

    historia y de la geografa, que rompe con la escolstica y se inserta en los postulados de la

    ilustracin. Si bien es cierto que le da gran significacin a la historia sagrada no slo por el

    estudio de los hechos bblicos, sino como aporte al conocimiento de la religin y de los principios

    morales27

    , establece una jerarqua en relacin a la enseanza de la historia no sagrada: Lo

    primordial para el nio es conocer la historia de su nacin, luego la historia universal y por

    ltimo y con ellas la geografa, en tanto que espacio en el que se desarrollan los

    acontecimientos, y apunta con notable nacionalismo que:

    22 Juan Picornell y Gomila, Ob. cit., pp. 24-26. 23 John Locke, Ob. cit., p. 28. 24 Juan Picornell y Gomila, Ob. cit., pp. 20-21. 25 Ibdem, pp. 28-29. 26 Ibdem, p. 27. 27 Ibdem, p. 60.

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    Despus de estos estudios [los del lenguaje, la lectura, la escritura y la gramtica] deber tener el

    primer lugar el de la Historia de la nacin. Sus sucesos son ms interesantes para nosotros, que

    los de los otros pueblos, y nos tocan ms de cerca28

    .

    Esboza una manera de ver la historia, no como mera literatura o recopilacin de datos, sino

    imbuida de la idea enciclopedista (volteriana, particularmente) vista desde todos los ngulos, con

    un sentido de la comprensin de las diferencias culturales poco comn hasta esa poca. La

    historia fctica, providencialista y con pretensiones de autenticidad haba recopilado un valioso

    material que, en manos de los historiadores de la Ilustracin, cobrara un nuevo sentido. En El

    siglo de Luis XIV y en el Ensayo sobre las costumbres, Voltaire lleva a cabo un estudio histrico

    no slo de los aspectos polticos y econmicos, sino tambin de los usos y costumbres de los

    pueblos. El concepto de razn propici una apreciacin laica del mundo, lo que signific una

    ruptura con la historiografa cristiana y abri paso a nuevas consideraciones, la principal: la

    accin humana por encima de la accin divina, as como el estudio de los diferentes pueblos

    segn su raza y ubicacin geogrfica. Sin embargo, comienza tambin a diferenciarse entre los

    conceptos de civilizacin y barbarie, con toda la carga de racismo y discriminacin, un triste

    aporte de la Ilustracin al mundo moderno. Para Picornell:

    La Historia Universal se seguir a la de la nacin; pero yo quisiera que los padres o maestros no

    se limitaran a slo llenar sus cabezas de datos y pocas. Si desean que el estudio de la historia se

    haga con utilidad, es preciso hacerles conocer el genio de las naciones, su poltica, sus

    costumbres, y las causas que influyeron en las grandes revoluciones. Aprendida as la historia,

    ser como un fiel espejo, que les representar el estado, y las vicisitudes de el (sic) espritu

    humano en las diversas edades de el mundo; los progresos de las artes y las ciencias, la

    formacin de