LUIS MONTT (1848 - 1909) - bcn.cl Cartas de Pedro de Valdivia al Emperador Carlos V y e Primerl...

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GUILLERMO FELIU CRUZ LUIS MONTT (1848 - 1909) Intento de una bibliografía sistemática de Chile BIBLIOGRAFOS CHILENOS Santiago de Chile 1969

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GUILLERMO FELIU CRUZ

LUIS MONTT

(1848 - 1909)

Intento de una bibliografía sistemática

de Chile

BIBLIOGRAFOS CHILENOS

Santiago de Chile

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GUILLERMO FELIU CRUZ

LUIS MONTT

(1848 -1909)

Intento de una bibliografía sistemática

de Chile

BIBLIOGRAFOS CHILENOS

Santiago de Chile

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Para Aniceto Almeyda.

Al dedicarle estas páginas, consagradas a un autor que Ud. ha estudiado con de-voción, ellas le llevan también el afecto profundo de su amigo que conoce las bondades delicadas de su alma.

G. F. C.

La iniciación. Había nacido en Santiago en 1848. Fue su padre el estadista Manuel Montt, Presidente de la República durante el decenio de 1851 a 1861, y su madre la señora Rosario Montt de Montt. En su hogar apren-dió a amar los libros. Uno de sus amigos —Augusto Villanueva— dijo que "des-de niño se acostumbró a andar revuelto y engolfado entre vetustos volúmenes en pergamino, entre expedientes, manuscritos viejos y crónicas", que forma-ban la biblioteca de su padre, abogado, profesor de derecho, destacadísimo jurisconsulto y hombre de Estado muy bien informado. Con los años, Manuel Montt perdió el hábito de la lectura y de la escritura, pero el amor a los li-bros se traspasó a los hijos, Luis fue bibliógrafo, Pedro estadista, y reunió una rica biblioteca chilena y Enrique fue novelista y ensayista. Cursó las huma-nidades en el Instituto Nacional. Su progenitor fue profesor, Vice Rector y Rec-tor de ese establecimiento. Pasó en seguida a la Universidad de Chile a se-guir la carrera de derecho y obtuvo el título de abogado en 1880. La tradición impelía a los hijos del Presidente Montt a la carrera de la abogacía. Seis reci-bieron este título y también fueron diputados al Congreso Nacional. En 1876, se incorporó Luis Montt a la Cámara como diputado suplente por Lautaro, siendo el propietario Juan Eduardo Mackenna. Durante un tiempo ejerció la docencia: en 1879, le correspondió reemplazar a Miguel Luis Amunátegui en la cátedra de Literatura e Historia Literaria en el Instituto Nacional.

Director de la Biblioteca Nacional. Organización. En 1886 fue nombrado Di-rector de la Biblioteca Nacional. Permaneció en ese cargo durante 23 años. Cuando asumió el servicio, como sucesor de Ramón Briseño, la Biblioteca tenía una dotación de 55.000 volúmenes —según Ramón A. Laval— elevándolos Montt a 150.000. Formó una colección numismática y una colección de retratos de personajes históricos chilenos. Instaló la Sección de Diarios y Revistas. Creó la Sección de Lectura a Domicilio, la primera en su género en la América del

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Sur. El mismo año de 1886, funcionó esta sección con 50.000 volúmenes. Es-tableció el Museo Bibliográfico. Organizó el gabinete de Estampas, retratos y grabados. Refundió la Biblioteca Egaña en las secciones chilenas, america-nas y de literaturas europeas y de otros continentes. Amplió el servicio de Can-je Internacional, fundado por Briseño. Dotó con maquinarias modernas el ta-ller de encuademación. Amplió la Sección de Manuscritos con el Archivo de la Real Audiencia, el Archivo Notarial, el Archivo de la Capitanía General, juntándolos con los manuscritos que poseía la Biblioteca Nacional en el Fon-do Antiguo, el Archivo de Monseñor José Ignacio Víctor Eyzaguirre y el Ar-chivo Vicuña Mackenna, etc. La organización que Montt dio al servicio de su cargo, lo elevó en rango técnico con los catálogos que hizo confeccionar y las modalidades que introdujo para facilitar la lectura y prevenir la destrucción del material bibliográfico. Correspondió a Montt trasladar la Biblioteca Nacional del edificio situado en Catedral esquina sur poniente de la de Bandera, al Pa-lacio del Real Consulado en Compañía esquina sur poniente de la de Bande-ra. Las publicaciones que hizo como Director de la Biblioteca, forman parte de sus iniciativas bibliográficas y serán consideradas más adelante. En 1907 hizo un viaje a Buenos Aires.

Labor Literaria. Montt se inició en la vida literaria como poeta. Las prime-ras poesías fueron escritas en 1869, 1872 y 1873, y más tarde en 1880 y 1881. Las dio a conocer en la Revista Chile en los tomos i y n, publicados en 1881, fundada y dirigida por él. Al año siguiente, 1882, editó un volumen de Poesías en 16? por la imprenta Gutenberg, de 179 páginas en total, en el que recogió su labor poética. En 1898, seguía cultivando las musas, y en La Revista de Chile, dirigida por Luis Arrieta Cañas, Gustavo Adolfo Holley, Alamiro Huidobro Val-dés, Eduardo Lamas García y Carlos Newman, publicó nuevas composicio-nes poéticas, de preferencia esta vez traducciones de Leopardi. Fuera de esta actividad intelectual con las musas, Montt sintió también una marcada incli-nación por los estudios de erudición bibliográfica e histórica. La primera ma-nifestación de ellos, en este último aspecto, fue la publicación del Ensayo so-bre la Vida y Escritos de Camilo Henríquez, editado por la Imprenta de "El Ferrocarril" en 1872 en un volumen en 8° de 132 páginas. Junto con la biogra-fía del fraile de la Buena Muerte intentó Montt un análisis de sus ideas polí-ticas, la generación de ellas y su aplicación en los escritos periodísticos. Dos años más tarde en 1874, colabora en el volumen Suscripción de la Academia de Bellas Artes a la Estatua de don Andrés Bello, publicado ese año en Santiago en la Imprenta de la Librería del Mercurio. El estudio que aquí se insertó lleva el título Amigos y discípulos de Bello. Mariano Egaña. Miguel Luis Amu-nátegui director de la Revista Chilena, junto con Diego Barros Arana, incor-poró a Montt en el número de los jóvenes que escribieron en las páginas del mensuario. Los artículos que aquí publicó tienen un carácter histórico. En

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1876, dio a conocer la vida de Fray José María de la Torre y la Gaceta del Rey (tomo v, pág. 576) y luego un estudio crítico acerca de los Primeros cro-nistas de Chile: Relación contemporánea del descubrimiento. Los compañe-ros de Valdivia. Cartas de este conquistador. El seudónimo de Jerónimo de Vivar. Góngora de Marmolejo, Marino de Lobera (vi, 202). En 1877, dio a luz el artículo Relaciones de Méritos y Servicios presentados al Consejo de Indias (viir, 291). En 1878, el ensayo sobre el escritor argentino Juan María Gutié-rrez (x, 593) y una nota bibliográfica sobre la Historia de las Indias escrita por fray Bartolomé de las Casas, y editada por los eruditos españoles en 1875, Marqués de la Fuensante del Valle y José Sancho Rayón. En compañía del doctor Wenceslao Díaz, redactó los Estatutos de la Sociedad Arqueológica que vieron la luz ese año de 1878 y, como consecuencia de esas disposiciones, na-ció la Revista de la Sociedad Arqueológica de Santiago, aparecida en 1880 y publicada por la Imprenta Gutenberg. Se publicaron 18 páginas en 4<? y 6 láminas. Prosiguió Montt su actividad literaria en otra revista, en la Revista Chile, en 1881, aunque en esta escribió muy poco. La producción poética es la predominante y ella representa la de la juventud de la que ya hemos hecho referencia. En las páginas de la revista insertó una curiosa Relación de lo acae-cido en Ancud cuando la expedición de Freíre en 1836, escrita por Francisco Antonio Bustamante, y dos reseñas bibliográficas para dar a conocer el tomo i de las Obras Completas de Andrés Bello que reúne las poesías del venezola-no y el libro de Barros Arana, Notas para una Bibliografía de Obras Anóni-mas. En La Revista de Chile, dada a luz en 1898 en Santiago, siguió Montt dando a conocer sus composiciones poéticas, las que están datadas en 1893, 1895, 1898 y son ordinariamente, como ya se dijo, traducciones de Leopardi. En 1904, en otra revista, Chile Moderno, publicada en Valparaíso por Carlos Newman, Montt continuó dando a conocer su labor poética. En la página 17 de este mensuario dio a luz la Epístola a mi amigo el Doctor Wenceslao Díaz, que está fechada en marzo de 1894.

La Colección de Historiadores de Chile. Los trabajos de erudición de Montt se repartieron con el cultivo de las musas, las que nunca abandonó. Tenía 26 años cuando en 1874 se hizo cargo de la dirección de la Colección de Histo-riadores y de Documentos relativos a la Historia Nacional. Habíala fundado en 1861 un hombre totalmente ajeno a los estudios históricos y de erudición bibliográfica, llamado Juan Pablo Urzúa (1825-1890). Era un viejo diarista, un hombre de "tipos y no de letras", de empresas editoriales a las que había consagrado su existencia casi desde la adolescencia. En 1855 había fundado en Santiago el diario El Ferrocarril, que fue el órgano de opinión más impor-tante de Chile por espacio de más de medio siglo, hasta su desaparición en 1910. A la vista del desarrollo de los estudios históricos, particularmente con-sagrados a los de la independencia, instado por Ignacio Zenteno Gana, llevó

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a cabo el proyecto de reunir en un cuerpo los cronistas y documentos del co-loniaje y los de la independencia, pero de preferencia, los primeros. En el Pros-pecto con que Urzúa anunció la Colección decía " . . . e l largo período de la conquista y el coloniaje apenas ha sido objeto de uno que otro trabajo de me-diana importancia. Natural era que así sucediese; pero ya es tiempo que nos ocupemos de la historia de la conquista y coloniaje, que no carece de interés ni escasea en útiles lecciones, y que, a nuestro juicio, es indispensable cono-cer bien para escribir con acierto la historia misma de la república". "Nuestra Colección comprenderá —decía Urzúa en otra parte— todas las historias ge-nerales y las que abrazaren períodos parciales que sean de algún mérito, no tanto literario cuanto de ilustración histórica. Figurarán en ella Góngora Mar-molejo, Córdoba Figueroa, Rojas, Olivares, Tribaldos de Toledo, Vidaurre, Ovalle, Quiroga, Tesillo, Molina, Carvallo, Pérez García y algunos otros que esperamos proporcionarnos en el curso de la publicación". Urzúa asoció a su empresa editorial al poeta y escritor Domingo Arteaga Alemparte, a quien con-fió la ordenación y la preparación del primer tomo; a Diego Barros Arana, que prologó con noticias biográficas y críticas la edición de muchos de los primi-tivos cronistas; a Miguel Luis Amunátegui y Francisco Solano Astaburuaga. Hasta 1865 se publicaron de la Colección de Historiadores, 6 volúmenes en 89.

En el tomo i, Santiago de Chile, Imprenta del Ferrocarril, se editaron las Cartas de Pedro de Valdivia al Emperador Carlos V y el Primer libro de Actas del Cabildo de Santiago (1541 -1557), junto con el Prospecto de la Co-lección.

En el tomo ii, 1862, idem, idem, la Historia de Chile por Alonso de Gón-gora Marmolejo (1536-1575). Noticia biográfica de Pascual de Gayangos. Do-cumentos anexos a la historia anterior y la Historia de Chile de Pedro de Cór-doba y Figueroa (1492 -1717). Noticia biográfica de Francisco Solano Asta-buruaga.

En el tomo ni, 1863, idem, idem, el Cautiverio Feliz o razón de las guerras dilatadas de Chile, por Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán. Prólogo de Diego Barros Arana.

En el tomo iv, 1864, idem, idem, la Historia militar, civil y sagrada de Chile por el jesuíta Miguel de Olivares. Prólogo de Diego Barros Arana. Vista general de las continuadas guerras y conquistas del gran Reino de Chile. Por Luis Tri-baldos de Toledo. Prólogo de Diego Barros Arana.

En el tomo v, 1864, idem, idem, Hechos de Don García Hurtado de Mendo-za por Cristóbal Suárez de Figueroa; Hechos de Alonso de Sotomayor por Fran-cisco Caro de Torres y Guerras de Chile por Santiago de Tesillo. Todos con prólogos de Diego Barros Arana.

En el tomo vi, 1865, idem, idem, Crónica del Reino de Chile por Pedro Ma-rino de Lobera. Prólogo de Diego Barros Arana.

Urzúa detuvo aquí la Colección. Durante 9 años permaneció interrumpida

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hasta que en 1874 Montt resolvió continuarla, a sabiendas que, como se lo ad-virtió el fundador, perdería dinero... . .los Historiadores —le decía en carta de diciembre de 1873— han dejado al taller de impresión de libros una pérdi-da neta de siete mil pesos, sin esperanzas de que sean recuperados por ahora, encontrándose algunos tomos casi con el total de la edición en las bodegas de este diario. Ud. puede tomar a su cargo y por su cuenta la venta de las exis-tencias, en las condiciones que Ud. quiera, pagando por ellas lo que desee en el tiempo que Ud. mismo f i je " . . .

Montt publicó desde 1874 hasta 1878, cinco volúmenes con los siguientes materiales históricos:

En el tomo vn, 1874, Imprenta Andrés Bello, la Historia de la Compañía de Jesús (1593-1736) con prólogo de Diego Barros Arana.

En el tomo vm, 1875, Imprenta de la Librería del Mercurio, Descripción histórico - geográfica del Reino de Chile, por Vicente Carvallo Goyeneche. To-mo i. Prólogo de Miguel Luis Amunátegui.

En el tomo ix, 1875, Imprenta de la Estrella de Chile, Descripción históri-co - geográfica del Reino de Chile por el mismo. Tomo ii.

En el tomo x, 1875, Imprenta y Librería del Mercurio, Descripción histó-rico - geográfica del Reino de Chile, del mismo. Tomo m. Informe sobre redu-cir a poblaciones a los indios del Reino de Chile, por Joaquín Villarreal. Des-cripción de las Provincias del Obispado de Santiago y Concepción, por Cosme Bueno. Prólogo: los Editores, o sea, Luis Montt. Santiago, diciembre de 1876.

En el tomo xi, Imprenta de la Librería del Mercurio, Restauración del Es-tado de Arauco, por Santiago de Tesillo. Memorias del Reino de Chile, por fray Juan de Jesús María. Compendio histórico, por Jerónimo de Quiroga. Apuntes hasta el año 1672, por José Basilio de Bojas. Compendio de la His-toria Geográfica Natural y Civil de Chile, publicado anónimo en Bolonia en el año 1776. Compendio de la Historia Natural de Chile, por Juan Ignacio Mo-lina. El prólogo está firmado por Luis Montt. Las noticias biográficas, biblio-gráficas e históricas sobre las obras citadas y los autores de ellas, no son nue-vas, salvo una que otra referencia. Medina las había consignado en la His-toria de la Literatura Colonial aparecida precisamente en ese año de 1878 y Barros Arana había tratado el tema sobre casi todos esos libros, lo mismo que acerca de quienes los escribieron. Lo que más valía para su época, hasta la publicación por Barros sobre la bibliografía de Molina, era la compaginada por Montt de las ediciones de las obras del naturalista. A 26 ascienden las ediciones descritas por Montt. Para su época, fue este un completísimo aporte.

La Biblioteca Chilena. Hasta 1884 no volvemos a encontrar a Montt en una nueva empresa editorial de carácter literario. En este año, unido con José Abe-lardo Núñez (1840-1910), educacionista, funcionario público y autor del cé-lebre texto pedagógico El lector americano, estableció la Biblioteca Chilena,

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editada por la imprenta de F. A. Brockhaus de Leipzig y en la cual se edita-ron las obras de los escritores nacionales, José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios; Jotabeche (José Joaquín Vallejo), Artículos y Estudios de Costum-bres Chileñas; Salvador Sanfuentes, Leyendas y Miguel Luis Amunátegui, Descubrimiento y Conquista de Chile. Así por su elegante y sobria presenta-ción editorial, calidad tipográfica, formato cómodo y papel limpio y claro, la Biblioteca Chilena ha sido el mejor ensayo de difusión del libro chileno para dar a conocer a los autores nacionales, pero, por desgracia, no encontró acogi-da en el gran público y la iniciativa debió malograrse en el cuarto volumen, cuando se preparaban dos o tres, Martín Rivas de Blest Gana, Recuerdos de 30 años de José Zapiola, y trozos escogidos de la Histórica Relación del Reyno de Chile del padre Alonso de Ovalle. En 1885, la Biblioteca Chilena dejó de publicarse.

Las Obras de Sarmiento. En el entretanto, se presentó a Montt la ocasión de realizar un vasto trabajo de compilación bibliográfica que requería un profun-do conocimiento de un agitado período de la historia de Chile. En 1884, el General Roca, Presidente de la República Argentina, patrocinó ante el Con-greso Nacional una ley por la cual se disponía la publicación de las Obras de Domingo Faustino Sarmiento. La labor del autor del Facundo, había sido in-gente, fecunda en Chile como diarista, escritor, acerado polemista y educa-dor. En la prensa, sus escritos de toda índole llenaban muchas columnas y sus libros, folletos, hojas sueltas, sumaban cantidades apreciables, sobre todo, en folletos y panfletos lanzados anónimamente. Se necesitaba un conocimiento cabal del período de la estancia de Sarmiento en Chile en 1836, sus residen-cias ocasionales de 1839, hasta el avecindamiento en Santiago en 1841, que du-ró hasta fines de 1851. Todo ese agitado período, a su vez, lo llenó con su acción pública en el Congreso, como Ministro de Estado, Fiscal de la Corte Suprema y Presidente de la República, el padre de Luis Montt, quien fue, en realidad, el protector de Sarmiento, el hombre que le abrió el camino de su benéfica influencia en la vida nacional. Luis Montt conocía como nadie en-tonces la obra pública de su padre, estudiada en su correspondencia, en los papeles íntimos del gobernante, en los testimonios personales del magistrado, en los recuerdos, conversaciones e interrogaciones con el padre. Todo esto lo había llevado a otras fuentes de estudio, a la de la prensa, a la del folleto y cuanto medio le fue posible disponer. Sarmiento, el amigo de Montt, le salió al encuentro muchas veces y así logró asirlo en una porfiada investigación. El gobierno argentino encargó a Luis Montt la preparación y edición de los tra-bajos de Sarmiento en Chile. Será conveniente recordar que en ese año de 1884, Sarmiento vino a Chile por última vez. En Santiago, se alojó en la quin-ta de Vicuña Mackenna en el Camino de Cintura (hoy avenida con el nom-bre del historiador). Montt compuso en su honor un folleto con el título No-

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A N U A R I O .

DE LA

PRENSA CHILENA PUBLICADO POR LA

BIBLIOTECA NACIONAL

1886

SANTIAGO DE CHILE IMPRENTA GUTENBERG

30-CalIe del Estado-33

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ticias de las publicaciones hechas en Chile por Don Domingo Faustino Sar-miento (1841-1851), que fue editado por la Imprenta Gutenberg en 1884, con 83 páginas en 16°. Debe considerarse como una segunda edición más comple-ta, pues colaciona tres nuevos títulos, que la anterior publicación, la Biblio-grafía de las publicaciones que hizo en Chile el señor Sarmiento. Ocupa las páginas xv a xxx del tomo i de las Obras de D. F. Sarmiento publicadas bajo los auspicios del Gobierno Argentino. Artículos y escritos literarios. 1841 -1842. Santiago de Chile. Imprenta Gutenberg, 1887. Fueron 7 volúmenes los que editó Montt de los escritos de Sarmiento en este país, y los años en que fue-ron publicados varían. Así el n y ni lo fueron en 1885, para no citar sino es-tos casos. A la muerte del escritor, en 1888, Montt publicó un folleto de 38 páginas en 16°, con el título Homenaje a Sarmiento, editado por la Imprenta Gutenberg.

La obra bibliográfica de Montt en la Biblioteca 'Nacional: publicación de ca-tálogos, boletines y revistas. La necesidad de agrupar lo relativo a Sarmien-to en un solo cuerpo, nos ha obligado a interrumpir el orden cronológico. El paso de Montt por la dirección de la Biblioteca Nacional fue el punto de par-tida del ordenamiento y sistematización de la bibliografía chilena. Las dispo-siciones legales de 1825 y de 1834, reiteradas sucesivamente por decretos, dis-pusieron que los talleres impresores del país se encontraban obligados a en-viar dos ejemplares de todo impreso, cualquiera que fuera, estableciéndose así un registro oficial. Montt advirtió que las disposiciones de la ley daban la opor-tunidad para publicar anualmente un catálogo de los impresos, confeccionán-dolo de acuerdo a una pauta bibliográfica de catalogación uniforme y a un ordenamiento alfabético riguroso de los asientos por los títulos de los impre-sos. Concibió la publicación del registro con varias secciones. Una para los pe-riódicos y revistas aparecidos en el año; otra para colacionar las obras de au-tores nacionales impresas en el extranjero o que allí se editaran con relación a Chile, cualquiera que fuera la referencia y por último, se incluirían las ins-cripciones de la propiedad literaria o de autor, que se anotaban en la Biblio-teca Nacional. Montt le dio a este registro el nombre de Anuario de la Prensa Chilena Publicado por la Biblioteca Nacional. Durante su administración se publicaron 24 volúmenes que corresponden a los años de 1886 a 1909, que fue el de su fallecimiento. Hay que agradecerle a Montt la superior jerarquía que le dio al libro chileno en su concepción de lo que era una Biblioteca Na-cional, bibliográficamente coleccionista y, por lo tanto, el archivo y la memo-ria del pensamiento de la nación. La conservación del impreso chileno se le impuso como la obligación esencial de su tarea directiva y como un deber mo-ral privilegiado para con la historia de la cultura del país. Desde entonces, desde que se hizo cargo de la dirección, Montt volcó todas sus iniciativas en inventariar sistemáticamente en forma bibliográfica la producción chilena. Sin

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embargo, los Anuarios no nos permiten seguir de un modo satisfactorio algu-nas actividades de la vida intelectual de Chile en el exterior, o que dicen re-lación con el país en el extranjero. Demos un ejemplo: a partir de 1891 has-ta 1902, se dio cuenta en los Anuarios de la impresión de obras de autores na-cionales o relativas a Chile, editadas en el exterior, información bibliográfica importantísima que la Biblioteca Nacional nunca después ha logrado llevar ordenadamente. Durante esos 11 años que van de 1891 a 1902, se colaciona-ron 450 títulos de libros, folletos, mapas, hojas sueltas, etc., dados a luz en el exterior. En los Anuarios de 1895, 1903 a 1906 fueron omitidas estas informa-ciones. De todas maneras, los Anuarios con todas estas deficiencias, son la fuente positiva y única de la bibliografía chilena. Sin ellos, no se puede dar un paso en la materia.

Entre la Estadística Bibliográfica de Briseño (1812-1876) y el Anuario de 1886, mediaba un interregno de 9 años con los cuales la bibliografía chi-lena estaba interrumpida (1877-1885). Durante varios años esta laguna que-dó sin llenarse. Montt encomendó al funcionario de la Biblioteca, David To-ro Meló, la confección de la bibliografía de la imprenta de los años indicados. Los pliegos impresos de este libro se encontraban tirados y doblados a fines del año 1893, cuando al comenzar 1894, un incendio de la imprenta consumió la obra salvándose sólo cinco ejemplares. Su título era el siguiente: — Catálo-go de los impresos que vieron la luz pública en Chile desde 1877 hasta 1885 inclusive. Santiago, Imprenta Gutenberg, 1893. Formaba un volumen en 49

de 504 páginas. El bibliógrafo Ramón A. Laval, que tenía en su poder uno de los ejemplares salvados del incendio, al referirse a la obra encomendada por Montt a Toro Meló, escribe: "Es deficiente". A su vez Montt en su Bibliografía Chilena escribe: "Sometido este catálogo antes de reimprimirlo a una revisión prolija por haberse adquirido nuevas publicaciones del mismo período, se vio que sus deficiencias eran más considerables de lo que al principio se temía, como nacidas de la irregularidad con que se cumple por los impresores, y por las autoridades llamadas a requerirlos, los gobernadores y los intendentes, la obligación que impone la ley de imprenta de depositar en la Biblioteca Na-cional dos ejemplares de todo lo que imprime. Son tan considerables estas omi-siones que, según mis cálculos pueden estimarse a lo menos en un 30 por cien-to de lo que no se recibe anualmente en la Biblioteca".

Estas palabras están escritas por Montt en 1904. Pero prácticamente el Ca-tálogo de Toro Meló fue inexistente para la bibliografía chilena. El interreg-no de 9 años, siguió manteniéndose durante 59 años, hasta que el bibliógrafo, crítico e historiador literario Raúl Silva Castro, entonces Jefe de la Sección Chilena de la Biblioteca Nacional, lo dio a la estampa. Toro Meló describió en su Catálogo 2.453 impresos y Silva Castro casi duplicó aquella cifra alcanzan-do a 4.170, o sea cosechó 1.717 nuevos títulos. El libro fue editado por la Bi-

ll

blioteca Nacional con el título Anuario de la Prensa Chilena. 1877-1885. i. Libros, folletos y hojas sueltas. Imprenta Universitaria, 1952 \

Otras publicaciones de la Biblioteca Nacional durante la dirección de Montt. Además de convertirse la Biblioteca en el centro oficial de la bibliografía chi-lena con la publicación del Anuario de la Prensa, Montt le dio al estableci-miento una animación muy intensa, poniendo sus materiales bibliográficos a disposición de un público culto y estudioso. En 1887 se imprimió el Catálogo de los libros de la Sección Lectura a Domicilio, que tuvo varias ediciones; en 1891, se editó el Catálogo de los Manuscritos relativos a los antiguos Jesuitas de Chile que se custodian en la Biblioteca Nacional. Estuvo a cargo del erudi-to José Manuel Frontaura y Arana, funcionario del establecimiento. Se inven-tariaron 478 volúmenes, los que dieron 2.752 piezas documentales. Para ayu-dar a la consulta de la importante fuente histórica del tribunal de justicia co-lonial, se imprimió en 1898 el Catálogo del Archivo de la Real Audiencia, cu-yo primer y segundo tomo fueron confeccionados por el Jefe de la Sección de Manuscritos, Hipólito Henrión, fallecido en 1909. El Archivo de la Real Au-diencia lo componen 3.050 volúmenes, incluyendo 80 que corresponden a Rea~ les Cédulas. Son más o menos 12.000 los expedientes reunidos en esos tomos y las provisiones alcanzan a 10.000 y posiblemente más. En el primer tomo se catalogaron 1.788 expedientes y en el segundo, 1888. El tercero, se publicó fallecido ya Montt, en 1911, y se inventariaron 2.533 expedientes. Corrió con su preparación el historiador Tomás Thayer Ojeda.

Ese mismo año de 1898, la Biblioteca Nacional dio a luz el Catálogo de autores griegos y latinos. Fue elaborado por los humanistas Juan Salas Errá-zuriz y Baldomero Pizarro. Este repertorio ilustró cabalmente acerca de la ri-queza de la Biblioteca en obras clásicas greco-romanas, así por sus diversas ediciones, la transcripción de los textos, la variedad tipográfica de ellos, los autorizados comentaristas de esos autores y la rareza de algunas ediciones des-de el punto de vista bibliográfico. Al mismo tiempo, el Catálogo patentizó la ex-traordinaria variedad y opulencia de la Biblioteca en obras de carácter teoló-gico y jurídico, predicables, expositores, exégetas, patrísticos, etc. Formada la Biblioteca Nacional con los fondos de las librerías de la Universidad de San Felipe y del Colegio Máximo de los Jesuitas, las dos bibliotecas proporciona-ron esa riqueza bibliográfica. Otro repertorio editó la Biblioteca y este fue la BiMtografía Musical. Composiciones impresas en Chile y composiciones de autores chilenos publicadas en el extranjero. Segunda parte (1886 -1896). La publicó la imprenta Roma, 1898, en un folleto en 4? de 88 páginas y fue su

1 Acerca de esta publicación, véase nuestro estudio Reseña Histórica del Anuario de la Prensa Chilena de la Biblioteca Nacional. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1966. Lo escribimos como Director de la Biblioteca Nacional para conmemorar los 80 años de la aparición de este repositorio, y se encuentra, a la vez, en el Suplemento a los Anuarios correspondientes a los años 1877-1964, que se editó ese mismo año 1966.

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CATÁLOGO DE LOS MANUSCRITOS RELATIVOS

A LOS ANTIGUOS

JESUÍTAS DE CHILE QUE SE CUSTODIAN EN LA

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T O M O P R I M E R O

SANTIAGO DE CHILE IMPRENTA, LITOGRAFÍA Y ENCUADERNACIÓN BARCELONA

Moneda, entre Estado y San Antonio

1898

compilador el bibliógrafo Ramón A. Laval. La primera parte de esta Bibliogra-fía, comprensiva de todo lo anterior a 1886, no se publicó. Al poco tiempo de hacerse estas impresiones, el establecimiento inició la publicación del Bo-letín de la Biblioteca Nacional, que comenzó en octubre del año 1901 y ter-minó con el número 82, en 1911. El Boletín contó con las siguientes secciones más o menos permanentes: Depósito Legal de impresos chilenos (libros, fo-lletos y hojas sueltas), dividido según la producción de los talleres editores, distribuidos en orden geográfico; Diarios y periódicos (revistas nacionales); Can-fe (donaciones y legados); Adquisiciones por compra; Estampas, retratos, me-dallas, monedas; Mapoteca; Manuscritos; Lectura a Domicilio; Diarios (perió-dicos y revistas extranjeras) y Estadística. El Boletín adquirió desarrollo a par-tir del número 76, en el año 1910. A veces, se publicaba una sección Corres-pondencia, en la cual se daban informes oficiales y cartas de algún interés acerca de asuntos bibliográficos. Una sola vez apareció una sección de Docu-mentos Históricos. En el número 21/22 de junio a julio de 1903, se insertaron reproducciones fotográficas de la fachada del edificio en que funcionaba la Biblioteca Nacional desde 1886, en la calle de la Compañía esquina de la de Bandera. Por otra parte, el Boletín representó un elemento de publicidad que dio a conocer la agilidad del establecimiento para poner a disposición del pú-blico los repositorios bibliográficos, y también la de otros elementos que com-pletaban su labor, tales como los de documentación histórica. Vinculó al lec-tor con la Biblioteca proporcionándole una oportuna información de las ad-quisiciones que hacía; se dio a conocer como un servicio activo, dispuesto a ir al encuentro del público, de ese público culto que requería de ayuda para sus trabajos, y señaló con la publicación de las estadísticas de lectores, las obras leídas y consultadas, clasiñcadas por materias. Se pudo determinar así como crecía el afán de instruirse que dominaba en la capital. Si halagadores eran esos resultados por el número, esa afluencia de público indiscriminado, comenzó desde entonces a hacer variar el carácter de la Biblioteca Nacional, convirtiéndola al mismo tiempo en Biblioteca Pública. La coexistencia de es-tos dos sistemas, la confusión de ellos, debía llevar muy pronto a la destruc-ción de la Biblioteca Nacional. En 1910, hiciéronse sentir los primeros deplo-rables efectos de la dualidad de estos servicios bibliotecarios, hasta que en 1960 se restauró el carácter de la Biblioteca Nacional. En 1912, se cambió el nombre del Boletín de la Biblioteca Nacional por el de Revista de la Bibliote-ca Nacional. Pero este no fue más que un accidente. Ni en su contenido, ni en su plan, ni en sus secciones, hubo cambio. La numeración del Boletín, se mantuvo en la Revista que, por lo demás, llevó este último nombre sólo du-rante el año de 1912, correspondiéndole desde el 86 al 89. En 1913, reapareció el Boletín. En 1902, se editó por la Imprenta Cervantes el Catálogo de la Sec-ción Americana. América en General. Atestigua este repositorio la riqueza pro-digiosa de obras sobre el continente que poseía el establecimiento principal-

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mente en viejas ediciones, en libros raros y curiosos y en viajeros. Esa colec-ción fue formada por expertas manos, conocedoras profundas de la bibliogra-fía americanista2.

Obra atribuida a Montt. Se ha atribuido a Montt el Catálogo de la Bibliote-ca Chileno Americana de don Ramón Briseño, ex Director de la Biblioteca Na-cional, Secretario de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Profesor del Ins-tituto Nacional, etc., editado en Santiago de Chile por la Imprenta Gutenberg en 1889, en un volumen en 8?— de 384 páginas, incluyendo la introducción que es una reseña biográfica de Briseño, y el índice. Ramón A. Laval, que co-nocía con intimidad a Montt en un trato casi diario durante 18 años, y que estaba familiarizado con su obra de erudito, en su Bibliografía de Bibliografías Chilenas (n. 231), lo da como autor sin reparo alguno. La circulación del li-bro fue muy reducida en el país. Al reverso de la portada se dice que la edi-ción fue de 60 ejemplares numerados, siendo el que perteneció a Laval el 4. La mayor parte del impreso se destinó a las librerías norteamericanas, inglesas, francesas, italianas, peruanas y argentinas. El ejemplar de Medina fue com-prado en Londres. Briseño —ya lo hemos recordado— había celebrado con Ja-cobo Bruñes un contrato de compraventa de su biblioteca por el precio de 20.000 pesos y a plazo. Representaba a Briseño en la negociación, Luis Montt. El 30 de marzo de 1889, hubo de prorrogarse el contrato, fracasando finalmente el arreglo. El Catálogo se imprimió, pues, para interesar a los libreros extran-jeros, y tal fue la razón de su escasísima circulación en Chile. Sin embargo, ello no impidió que el Presidente Balmaceda se impusiera del negocio y ofre-ciera adquirir la biblioteca de Briseño para la Nacional. Dadas las circunstan-cias de ser Montt por entonces Director de ese establecimiento, no parece acep-table que participara en estas gestiones comerciales, confeccionando el Catá-logo, aunque como amigo, se prestase para servir de representante de Briseño ante Jacobo Bruñes. Fue Emilio Vaisse quien puso en duda la paternidad de Montt en la confección del Catálogo. En la Bibliografía General de Chile, to-mo n, que no llegó a publicarse como volumen, pero cuyos pliegos corren anexos a la Revista de Bibliografía Chilena y Extranjera, al hacer la descrip-ción del libro en el núm. 43, dice: " . . . se publicó sin firma de editores. Es fa-ma que éstos fueron los señores Luis Montt y Alberto Larraín Barra. Pero quien estudie el Catálogo desde el punto de vista de la crítica interna, inferirá fun-dadamente que el autor fue el mismo señor don Ramón Briseño". La opinión de Emilio Vaisse concuerda con la nuestra. En el Catálogo Bibliográfico de sus escritos compuesto en 1905 por el mismo Briseño y que inédito hasta ahora, lo publicamos en nuestra obra Ramón Briseño, vida y obra del primer bibliógrafo chileno, 1814-1910. Santiago, 1966, con el título Autobiografías y Bibliogra-

2 Sobre las ediciones dadas a luz por el establecimiento, véase nuestro estudio escrito como Director de la Biblioteca Nacional intitulado Las Publicaciones de la Biblioteca Na-cioiwl, 1854-1963. Editorial Universitaria. Santiago de Chile, 1963.

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B I B L I O T E C A . N A C I O N A L < :

CATÁLOGO

OB

Autores Griegos y Latíaos

SINTIIGO SE CHIIE IMPRENTA CERVANTES

BANDEJA, T3 1893

BIBLIOTECA NACIONAL

CATÁLOGO

DB I-A

SECCION A M E R I C A N A

.AMÉRICA EN GENERAL

< P >

SANTIAGO DE CHILE

IMPRENTA UNIVERSITARIA. íifl S. A. GARCIA VALENZUBXJA

41 - BflfíDERH - 41

1902

fías, en el n. 38, correspondiente al año 1874, colaciona el Catálogo razo-nado de mi Biblioteca, y anota al pie: "Este catálogo formado por mí en folio, se diferencia mucho del formado en 8°— por mi amigo el joven Alberto La-rraín Barra, publicado el 12 de febrero de 1889, y tirado en 60 ejemplares Esta terminante declaración, sin embargo, no excluye la paternidad de Bri-seño. El plan y el método es el mismo empleado en 1874. Larraín Barra fue el ejecutante material de la obra al copiarla y el firmante de la reseña acerca del autor que le precede, por el tono del estilo, es también de Briseño. Lo mismo decimos respecto del folleto intitulado Breve Reseña Biográfica y Bibliográfica del señor don Ramón Briseño, Santiago de Chile, 1897, cuya re-dacción es incuestionablemente del autor de la Estadística Bibliográfica de la Literatura Chilena.

Otras publicaciones. Durante ocho años (1888-1897) el nombre de Montt no aparece firmando alguna obra personal o en colaboración. La fecundidad no fue una característica suya. Trabajaba lentamente y con dificultad escri-bía, siendo muy minucioso en la investigación. En 1897, lo encontramos suscri-biendo la Advertencia de la obra Compendio Historial del Descubrimiento y Conquista del Reino de Chile. Seguido de dos Discursos: Avisos prudencia-les de Gobierno y Guerra, De la Astrología Judiciaria. Por el Capitán Don Melchor Jufré del Aguila. Edición de la Universidad de Chile. Santiago de Chile. Imprenta Cervantes, 1897. Forma un volumen en 89— con un total de 364 páginas, incluyendo la ya mencionada Advertencia y el estudio de Barros Arana que lleva por título Don Melchor Jufré del Aguila y su libro. Trátase de uno de los más escasos de la bibliografía americana y particularmente chi-lena. Primeramente, había aparecido en 1895 y 1896 en las páginas de los to-mos xci, XCHI y xciv, de los Anales de la Universidad de Chile, y, aprovechán-dose la composición tipográfica, se hizo la separata descrita. Fue este libro desconocido para Nicolás Antonio, citado solamente por Andrés González Bar-cia con el título de Historia de Chile, mencionado por Molina como de Aguila, Historia de Chile, y de quien Felipe Gómez de Vidaurre, al hablar de la ap-titud de los chilenos para el cultivo de las ciencias, escribió: "Don Melchor Jofré del Aguila, escribió otra Historia de Chile, sobre cuyo asunto hay mu-chos manuscritos". Sólo en el siglo xix se tuvo una información positiva sobre el Compendio, de cuya impresión se dudaba. El erudito español Pascual de Gayangos fue dueño del único ejemplar conocido y lo vendió al comerciante de los Estados Unidos John Cárter Brown, poseedor "de una de las más ricas bibliotecas del mundo en materias de curiosidades sobre las cosas de Amé-rica, particularmente en ediciones originales de las primeras relaciones de via-jes, descubrimientos y conquistas, y en las primitivas producciones de la im-prenta en el nuevo mundo", dice Barros Arana. Valiéndose de una copia del ejemplar único existente de la Biblioteca de John Cárter Brown, en Providen-ce, Rhode Island, la Universidad de Chile emprendió la edición de la obra.

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En la Advertencia, Luis Montt se propone rastrear y seguir la influencia de La Araucana de Ercilla como "generadora de todos los poemas épicos sobre la historia del nuevo mundo, a la vez que el más alto representante de la épica española". En lo que a la conquista de Chile se refiere, ya se sabe cuáles fueron los poemas épicos que inspiró. Sin tomar en cuenta naturalmente La Araucana de Diego Santisteban y Osorio, que pretendió continuar a Ercilla y que jamás se encontró en el sitio de los sucesos que su imaginación fabuló, Montt, sin decir nada nuevo, recorre con sensatez este capítulo de la historia literaria colonial chilena, y habla de Pedro de Oña y El Arauco Domado, del Purén Indómito, atribuido a Fernando Alvarez de Toledo, de las Guerras de Chile también atribuido a Juan de Mendoza Monteagudo por José Toribio Me-dina, y, por último, del Compendio Historial de Jufré del Aguila. Los datos que proporciona Montt sobre el autor del poema, que escribió a su vez otras obras, fueron superados en su mayor parte por Medina en la Biblioteca Hispano-Chilena (Tomo n).

En colaboración con Ramón Sotomayor Valdés (1830-1903), publicó Montt el volumen en folio, a dos columnas, con un facsímil y un grabado alegórico, in-titulado: A la Memoria de Portales. 1793-1837. Juicios Históricos, aparecido en 1901 y a cargo de la imprenta Cervantes. Debió circular el libro en 1893 al conmemorarse el centenario del nacimiento del hombre de Estado, pero no sabemos por qué causas se le retardó hasta 1901. El material que compone el volumen fue ordenado y seleccionado con muy buen criterio. Se inicia con la clásica biografía del ministro, escrita por Sotomayor Valdés para la Revista Chilena (1875, i, 73) y reproducida ese mismo año en el Diccionario Biográ-fico Americano de José Domingo Cortés (París), con breves variantes, y que ha sido reimpresa en nuestros días en un pequeño folleto en 32"— por el Mi-nisterio de Educación Pública. En cuatro partes se encuentra seccionado el libro. La primera contiene el ensayo de Sotomayor Valdés; valiosos documen-tos acerca de la vida pública del estadista; sus escritos de prensa; las piezas oficiales; la correspondencia y una poesía suya. La segunda parte se contrae a reunir los papeles acerca del motín de Quillota; las manifestaciones de duelo a que dio lugar el asesinato del ministro; las honras fúnebres; las exequias ce-lebradas en la Catedral; los elogios y la corona poética. La tercera parte se re-fiere a la conmemoración del centenario del nacimiento en la Catedral de San-tiago; los discursos al pie de la estatua (entre éstos uno de Montt); la velada en el Teatro Municipal de Santiago y el homenaje de la prensa del país. La par-te cuarta está dedicada a los juicios que mereció a sus contemporáneos, la obra de Portales como estadista y, además, la opinión que sobre ella formaron los historiadores, viajeros, sociólogos y políticos. Finalmente, el facsímil que se inserta, corresponde a la última carta de Portales escrita al Almirante Blanco Encalada y al Gobernador de Valparaíso, Cavareda, el 5 de junio de 1837, pi-diéndoles no resistan a las fuerzas de Vidaurre. El grabado alegórico representa

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al ministro en trance de entrar al templo de la gloria. Es un dibujo de Rugen-das, firmado en 1838.

La noticia histórica sobre la Biblioteca Nacional. Ese mismo año de 1901, Montt escribió para el Congreso Internacional de Bibliotecarios de París, una reseña de la existencia de la Biblioteca Nacional. El título de esa memoria es el siguiente: Notice historique sur la Bibliothèque Nationale de Santiago du Chili. Paris, 1901. H. Welter, editeur, 1901. Son 8 páginas en 8?—. Demasiada sumaria la historia, llena perfectamente su propósito de presentar en un cuadro sintético el desarrollo del establecimiento. Sin duda, son más amplias las infor-maciones de Briseño. Nos parece útil recoger algunos datos de la memoria de Montt. Cuando Briseño dejó la dirección, la Biblioteca contaba con 59.000 vo-lúmenes. En 1901, el total de volúmenes era de 104.242, clasificados en las si-guientes materias:

— Artes e industrias 5.763 — Bellas artes, crítica e histo-

ria literaria 3.696 — Bibliografía 542 — Ciencias físicas y matemá-

ticas 8.688 — Ciencias médicas 2.151 — Ciencias naturales 1.398 — Derecho, legislación, ad-

ministración pública, polí-tica, diplomacia y econo-mía política 9.662

-Educación 879 —Enciclopedias, revistas y

periódicos 14.818 — Filología y lingüística 2.989 — Geografía y viajes 4.673 — Historia y biografía 9.919 — Novelas, cuentos, teatro y

poesía 11.190 — Poligrafía y miscelánea 4.657 — Teología, religión, moral,

filosofía 13.869 — Manuscritos 6.348

Agrega en seguida Montt: "Hay que hacer notar que la cifra de 101.242 corresponde a los volúmenes encuadernados; pero muchos de ellos son colec-ciones que, como aquellos con los cuales se han formado las secciones chilena y americana, comprenden 3, 4 y a veces hasta 10 opúsculos y más, de modo que se puede admitir que el número de obras es mucho mayor al doble de los volúmenes indicados". En otra parte dice; "El número de lectores que, cada día, frecuenta el establecimiento, sobrepasa la centena; pero en Santia-go, como en muchas otras ciudades, hay que lamentar que muchos de estos lectores vengan a buscar solamente obras de imaginación y de pasatiempo". La Biblioteca en 1901, contaba con los siguientes departamentos: P . Sección de Fondo General; 2^. Sección Lectura a Domicilio; 3^. Sección de Manuscritos, estampas y medallas; 4*. Sección Servicio Público, y 5^. Sección Canje y En-cuademación.

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Una exposición enojosa. Sólo como un antecedente para facilitar la búsqueda de algunos documentos perdidos después de un enojoso incidente en que se vio envuelto Montt con ocasión de la adquisición para la Biblioteca Nacional de una valiosa colección de cartas de carácter político, del Obispo José Hipó-lito Salas con el Arzobispo Rafael Valentín Valdivieso durante 40 años y otros papeles, citamos el folleto de 60 páginas en 169— dado a luz por la imprenta Cervantes en 1904 y firmado por Montt con el título Exposición que el Direc-tor de la Biblioteca Nacional dirige al Señor Ministro de Instrucción Pública sobre la compra de unos manuscritos que adquirió para el establecimiento de su cargo. Difundido ampliamente en su tiempo, hoy es ya un folleto rarísimo, pero puede leerse en el número 28 - 29 de enero y febrero de 1904 del Boletín de la Biblioteca Nacional. En resumen, el enojoso asunto consistió en lo si-guiente: el senador Ramón Ricardo Rozas (1843-1907), vendió a la Biblioteca Nacional un tomo de correspondencia del Obispo José Hipólito Salas con el Arzobispo Valdivieso, junto con otros papeles que Montt consideró sin interés. Poco después, Rozas completó esa correspondencia con la de Valdivieso y pidió por ella el mismo valor de la anterior, 1.500 pesos. He aquí lo singular. Corrido algún tiempo, Rozas comenzó a solicitar de Montt la correspondencia de Salas, la cual la habría facilitado en carácter personal, para su consulta, como igual-mente la de Valdivieso. A tal requerimiento se opuso Montt. La corresponden-cia de esos dos Jefes de la Iglesia Chilena no era de Rozas sino de otra per-sona y los papeles que se decían sin interés tampoco eran del senador. ¿Qué suerte corrieron los tomos de correspondencia de Salas y de Valdivieso? ¿Cuál fue la de los papeles que Montt estimaba sin interés? En el apéndice del es-crito de Montt, anexos 1 y 2, se da la lista de esos papeles, que ordinaria-mente son cartas. Quizás si con estas indicaciones sea tiempo todavía de se-guir alguna pista.

Documentos sobre Manuel Montt. Vamos a interrumpir aquí el orden crono-lógico de las publicaciones de Montt, para agrupar en un solo conjunto las que tienen relación con su padre. Montt heredó los cuarenta o más volúmenes que componen el archivo del estadista. Varias veces se han hecho gestiones para publicar esa valiosa colección de papeles —son cartas en su mayor parte— con un aciago resultado. La Universidad de Chile ofreció editar el Archivo por in-termedio de la Facultad de Filosofía y Educación, y el Decano de entonces, Luis Galdames, junto con nosotros, dio los pasos conducentes a este objeto. Fracasó la iniciativa por la falta de interés del afortunado poseedor de esa do-cumentación, un nieto de don Manuel Montt. Antes, Miguel Varas Velásquez —que dio a la estampa varios tomos del Archivo de su abuelo Antonio Varas-quiso, en varios aspectos de la historia del decenio de la administración del Presidente Montt, concordar la correspondencia de los dos estadistas. Varas Velásquez fracasó, a su vez, en el intento. El mismo poseedor de la documen-

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tación hace años ofreció emprender esta tarea de interés patriótico y nacional, sin que la promesa hasta ahora se encuentre cumplida. De lo que no cabe du-da, es que Luis Montt abrigó la esperanza de publicar el archivo de su padre una vez que lo ordenó, pues el estadista poseía esos documentos sin un con-cierto adecuado. No sólo se contrajo Luis Montt a clasificar esa corresponden-cia, sino que también comenzó a juntar toda clase de impresos relativos al gobierno de Manuel Montt y acerca de su dilatada vida pública en otras fun-ciones de categoría. Llegó así Luis Montt a convertirse en un archivo viviente de ese agitado y fecundo período, ayudándole eficazmente una feliz memoria. La primera obra referente al Rector del Instituto Nacional es una compilación que tiene por nombre: Juicios de la Prensa sobre Don Manuel Montt. Publica-dos con motivo de su fallecimiento y Documentos referentes a su vida pública. Se dio a la estampa en un pequeño tomito en 32°— con un total de 287 pági-nas en Santiago de Chile por la Imprenta Gutenberg, el año 1903. La Adverten-cia, aunque sin firma, es obra de Montt. Le precede un retrato del mandatario en la época de sus últimos años con el facsímil de su firma. En realidad, la compilación no es obra de Montt. "Los artículos de prensa —dice— que forman las dos primeras partes de este pequeño volumen, fueron reunidos por el señor don Jovino Novoa, quien se proponía publicarlos acompañados de un bosque-jo de la vida política del señor Montt; pero, habiendo sido llamado el señor Novoa a desempeñar el puesto de representante de Chile en Lima en el mo-mento en que empezaban las gestiones que tanto tiempo habrían de durar pa-ra ajustar la paz con el Perú, suspendió la impresión ya comenzada, en la espe-ranza de continuarla a la vuelta al país, lo cual no llegó a realizar". Montt se hizo cargo entonces de la impresión del libro, el cual se encuentra dividido en tres partes: la primera comprende los artículos necrológicos de la prensa nacional y extranjera; la segunda, los honores fúnebres en Santiago, los dis-cursos en el Cementerio y los honores en Ancud y en Concepción; la tercera parte está formada por varios documentos relativos a la vida pública del Pre-sidente de la República, senador al tiempo de su fallecimiento. De los artícu-los periodísticos, destácanse, en primer lugar, los de Manuel Blanco Cuartín y Domingo F. Sarmiento, y en segundo sitio, los de Justo Arteaga Alemparte y Zorobabel Rodríguez. Dos años después, Montt emprendía una nueva com-pilación, de la cual sólo apareció un tomo, quedando descabalada la obra. Co-rrió con ella, en Santiago de Chile, la Imprenta Cervantes, la que la dio a luz en 1905, en un tomo en 8°—, con un total de 414 páginas, incluyendo la ad-vertencia y los estudios que la preceden. Su título es el siguiente: Discursos. Papeles de Gobierno y Correspondencia de don Manuel Montt. Reunidos y anotados por Luis Montt. Tomo n. El tomo x no llegó a publicarse. Exorna el libro, la reproducción del cuadro al óleo de Manuel Montt pintado por Mon-voisin en Santiago en 1848. Y los estudios sobre el estadista con que se inicia el volumen son debidos a las plumas de Domingo F. Sarmiento, que es un

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trozo tomado de los Recuerdos de Provincia (1850); Miguel de la Barra, de un opúsculo suyo anónimo editado en 1854, y de Manuel A. Ponce, que se in-titula Don Manuel Montt, Ministro de Instrucción Pública, que fue publicado en 1904 en la Revista de Instrucción Primaria. El contenido del volumen lo componen documentos oficiales. Se insertan las notas del Rector del Instituto Nacional (1835-1839); las memorias ministeriales y otros documentos (1841-1846). Son 11 años de la vida pública de Montt los que abarcan estos docu-mentos, de los cuales fue Ministro de Estado en 9 ocasiones. Junto con la pre-paración de este tomo n, pubicado en 1905 —el primero se malogró en la im-prenta en que se componía— Montt desde hacía muchos años antes había aco-metido otro trabajo, largo, paciente, de minuciosa investigación genealógica, social y económica de la familia Montt. Siempre hubo en la descendencia que siguió a la de los hijos del hombre de Estado, una pueril preocupación por buscarle al catalán petorquino una ascendencia aristocrática. Lo cierto es que la tuvo por los lados colaterales, pero lejana. Lo que dominó en la familia de Manuel Montt fue la pobreza, la medianía, la insuficiencia económica, la es-trechez. La vida del futuro estadista fue dura en sus comienzos, necesitó de una beca de gracia para educarse, pero ascendió por su fuerte carácter y por los méritos sobresalientes de su inteligencia. Luis Montt gastó una paciencia colosal en rastrear los orígenes de esta familia catalana, complaciéndose en su modestia. Cuando la muerte tronchó en 1909 la vida del bibliógrafo, el libro quedó impreso, aunque inconcluso. La parte que estaba impresa alcanzaba a cerca de 800 páginas y era una recopilación de documentos de los siglos xvm y xix. Se encontraban ilustrados con notas explicativas "y de cuadros genealó-gicos que se remontan —dice el editor, Manuel Montt Lehuedé— hasta la con-quista, muy completos y de una seriedad que no siempre se encuentra en pu-blicaciones de esta índole". Las 800 páginas impresas eran la base documental en que Luis Montt apoyaba la historia de la familia, que el editor encontró descabalada —malhadada suerte del bibliógrafo con sus libros— salvándose del naufragio algunas carillas. El editor publicó la obra en 1943 con el título si-guiente: Luis Montt. Recuerdos de Familia. Imprenta Universitaria, 1943. Es un volumen en 8 — de 778 páginas, en las cuales se incorporan las de numeración romana, con la explicación del editor y la Introducción del compilador Luis Montt, de quien se da su retrato. Advierte éste que se trata de "un libro de familia, destinado, por su carácter íntimo, a no circular más que dentro de unos cuantos hogares, cuyo origen común, enlaces y vicisitudes refiere". En las palabras que en seguida copiamos hay una evocación melancólica de un pasado digno, moralmente venturoso, que es útil el lector conozca. Dice Montt: "Me he imaginado al escribir estos apuntes, que reunía por un momento en mi aparta-do rincón a todas las ramas de mi larga parentela, esparcidas por distintos lugares y en las más diversas condiciones, para rememorar juntos, nombres, hechos, sitios y hasta costumbres, cuyo recuerdo avive el afectuoso sentimiento

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de la familia que el tiempo y aquellas circunstancias tienden fatalmente a de-bilitar. Soy yo ahora, por triste privilegio de los años, el mayor de esas ramas, y antes que me llegue el turno de abandonar mi lugar, he querido dejar con-signado cuanto sé, por la tradición y por mis rebuscas en viejos papeles, acerca de nuestros modestos antepasados; modestos en verdad, pero honestos, descu-briéndose en los comunes accidentes de la vida de muchos de ellos rasgos de generosidad y puntillos de altivez, de esos que revelan el fondo de un carácter y forman en una familia una respetable tradición de hombre de bien". El fun-dador de la familia había sido José de Montt y Rivera. De Manuel Montt y su matrimonio con doña Rosario Montt, nacieron 13 hijos, sin tomar en cuenta 3 varones fallecidos en la primera infancia. Fueron ellos: Manuel, falleció a los 16 años en 1857; Carlos, casó con doña Mercedes Ortúzar; Luis, primeramente se unió en matrimonio con doña Clotilde Larenas y después con doña Emilia Lehuedé; Pedro, casó con doña Sara del Campo; Daniel, soltero, falleció de 28 años, en 1879; Salvador, murió a los 16 años, en 1870; Benjamín se unió con doña Irene Lachowsky; un segundo Manuel casó con doña Mercedes García Huidobro; Alberto y Enrique, éste casado con doña Laura Leighton y aquél con su prima doña Rosa Montt Pérez; Luz, fue esposa de su primo Ambrosio Montt; Rosa, casó con Eugenio Guzmán y Rosario con el colombiano Carlos Sáenz Echeverría. Luis, Pedro, Daniel, Benjamín, Alberto y Enrique fueron abogados. Dejando de mano el aspecto genealógico del libro, es de un gran va-lor para la historia social y económica de Chile. Ilustran la obra una enorme cantidad de retratos, 6 índices genealógicos y 20 legajos de documentos.

La Bibliografía Chilena (1904-1918-1921). Durante muy largos años, Montt habíase dedicado, como bibliógrafo profesional, al estudio de la producción de la imprenta en Chile desde sus orígenes hasta 1830, más o menos. Otros pe-ríodos los conocía con especialidad. Eran aquellos en que su padre tuvo figura-ción destacada como hombre de Estado. Con paciencia extremada, voluntad muy firme y espíritu acucioso de investigador, reunió curiosidades bibliográficas, juntó documentos concernientes a esos impresos e hizo anotaciones explicati-vas de orden histórico y biográfico. Montt tenía la costumbre inveterada de escoliar los textos impresos o manuscritos. Los libros de su valiosa biblioteca, que su viuda vendió a una institución de los Estados Unidos, encuéntranse llenos de esas notas útilísimas para resolver enigmas, conocer incidentes de la historia política y literaria, determinar paternidades y también para penetrarse de las opiniones del bibliógrafo, francas, cáusticas y risueñas, a veces. Estas fueron nuestras observaciones, cuando en 1953, en la Biblioteca de la Univer-sidad de Harvard, revisamos muchos de los libros del bibliógrafo y bibliófilo. Algunos de estos escolios, muy bravos, fueron reproducidos en el número 131 de la Revista Chilena de Historia y Geografía.

Cuando Medina publicó en 1891 la Bibliografía de la Imprenta en Santiago

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de Chile desde sus orígenes hasta febrero de 1817, no se sorprendió. Nueva-mente, sin quererlo aquel erudito, a quien, burla burlando, llamara con razón "el más grande bibliógrafo de la cristiandad", le cruzaba el camino de sus pro-yectos. En 1878, decidió Montt no concursar al certamen abierto por la Facul-tad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, para premiar el mejor trabajo acerca de la literatura colonial, al tener conocimiento de que Medina participaría en el torneo. Medina no estimaba a Montt. Creía que le interfería en sus investigaciones en la Biblioteca Nacional. Precisamente, el re-clamo o los reclamos, nacieron de que ambos se interesaban en el conocimiento de los impresos chilenos de la primera época, los incunables nacionales. Montt tampoco apreciaba a Medina. La obra de Medina, si en el fondo tocaba el mis-mo tema de Montt, tenía otro propósito. Cuando apareció creyó que debía abandonar su empeño, pero pronto se persuadió "que si bien el campo de mis estudios —dice él mismo— era más o menos el mismo que el señor Medina acababa de recorrer, una obra no excluía a la otra, dado el diverso plan que yo seguía". ¿En qué consistía ese plan? ¿En qué puntos era diverso al de Medina? Debemos nuevamente oír a Montt: "Principian ambas obras —escribe— con la colación de las pequeñas y rudimentarias ediciones del siglo xvni, pero mien-tras el señor Medina finaliza en Chacabuco, ésta sigue hasta 1823, de modo que registra la multitud de escritos de política personal y doctrinaria que co-mo el desborde de una corriente hasta ahí comprimida, aparecieron entre la abdicación de O'Higgins y la promulgación de la carta constitucional de aquel año, sucesos con que empezó su período de ensayos la República.

"Hay otra diferencia capital entre el trabajo del señor Medina y el pre-sente. Contráese aquel de preferencia a las descripciones bibliográficas con to-do el gusto, o si se quiere refinamiento que en esta materia se exige ahora, al paso que en éste (en la obra de Montt) la descripción de las condiciones tipo-gráficas de los papeles no sirve en la generalidad de los casos sino de ocasión para dar el resumen de su contenido". Todavía señalaba diferencias aprecia-bles entre las introducciones históricas que preceden a las dos obras. "La del señor Medina —apuntaba— notable, nos complacemos en repetirlo, es la historia de la tipografía, y la de ésta (como se verá en el primer volumen), considera la prensa por su aspecto de vehículo y portavoz de las ideas, se contrae a re-ferir cuales fueron sus rumbos, su influencia en los sucesos del tiempo, los debates o polémicas que en ella se sostuvieron y el carácter de los escritores que más la ocuparon".

Montt dejó pasar la Bibliografía de la Imprenta en Santiago de Chile sin inmutarse. Había formado juicio sobre ella y comprendido que su libro tenía vida propia. Habían corrido 13 años desde la aparición de la obra de Medina, cuando Montt decidió dar a la estampa la suya, enviando a la imprenta los tomos i y n de los 3 que la compondrían. Sólo se editó en 1904 el n con el título que pasamos a copiar: Bibliografía Chilena. Precedida de un Bosquejo Histó-

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BIBLIOGRAFÍA

CHILENA POR

L U I S M O N T T

T O M O »

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SANTIAGO DE CHILE IMPRENTA UNIVERSITARIA

* Bandera 130 * 1918

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C H I L E N A PRECEDIDA

CE UN

BOSQUEJO HISTÓRICO SOBRE LOS PRIMEROS AÑOS

DE LA PRENSA EN EL PAIS

POR

L u i s M O N T T

Reunir l u hojas de la prensa ríe un país en una época dada, clasificarlas y presen-tarlas en resumen, es dar & conocer el pen-samiento que para K»iarje le fué impuesta.

T O M O II 1 8 1 2 — 1 8 1 7

SANTIAGO

IMPRENTA BARCELONA 1904

BIBLIOGRAFIA

CHILENA POR

L U I S M O N T T

TOMO IH

1817 l i ' l f

SANTIAGO DE CHILE IMPRENTA UNIVERSITARIA

Estado 63 1921

rico sobre los primeros años de la Prensa en el país. Por Luis Montt. Tomo n. 1812 -1817. Santiago. Imprenta Barcelona. 1904. Forma un grueso volumen en 49— de 523 páginas y 5 láminas. Debió aparecer conjuntamente con el i, pero siguiendo la suerte infausta de las obras de este autor, de este tomo sólo ha-bíanse impreso 264 páginas cuando el n estaba concluido. En esas páginas del tomo i, Montt describía 14 piezas impresas en Santiago entre los años 1780 a 1807. Las descripciones se encuentran ilustradas con notas, documentos e in-serción de numerosos textos literarios que revelan la muy amplia y sólida eru-dición del autor. De esta suerte, la Bibliografía Chilena se convierte en un ar-chivo útilísimo para la biografía y la historia literaria. Las 264 páginas del to-mo i, correspondiente al período de 1780 a 1811, debían ser rehechas según las indicaciones de Montt, pero con tal mala suerte, otra vez, que los pliegos que lo componían, la imprenta Barcelona los vendió como papel inútil. En 1918, la Sociedad Chilena de Historia y Geografía comenzó a publicar en la Revista de este mismo nombre, de la cual era su órgano, los pliegos del volu-men i, en el tomo xxvi, correspondiente al número 30, hasta el XLI, número 45, valiéndose para ello de los pliegos únicos que, precavidamente, había obtenido de la imprenta, a medida que se iban tirando, Ramón A. Laval. El tomo ra tu-vo una suerte parecida. A medida que trabajaba en él, Montt enviaba los ori-ginales a la imprenta. Se imprimieron en la Imprenta Universitaria, 160 pági-nas, en las cuales describió Montt 57 piezas, también ilustradas con notas muy interesantes. El tomo ni correspondía al período patrio, 1817 y llegaba hasta diciembre de 1818. Redactaba Montt la obra, cuando el 25 de noviembre de 1909 fallecía de un violento ataque al corazón. Ahí quedó interrumpido el libro y a fines de ese año, un incendio destruyó la imprenta e hizo pavesas lo im-preso. ¡Qué suerte más desdichada! Laval había retirado los pliegos en la mis-ma forma que los anteriores, y éstos fueron los que sirvieron para la reimpre-sión en la mencionada Revista. La portada del tomo i, reza como sigue: Biblio-grafía Chilena. Por Luis Montt. Tomo i. 1780 -1811. Santiago de Chile. Imprenta Universitaria. 1918, 4°— 272 páginas. El tomo ra conserva el mismo título y varía en la designación del período: 1817 -1818 y el pie de imprenta es igual-mente el mismo. El año: 1921 y el total de páginas es de 152. La obra de Montt quedó así descabalada en su integridad física y en su unidad intelectual. Del tomo n separaban al i, 14 años y 20 al ra, del inicial. El plan concebido por Montt para la obra era excelente. Lo había dividido en tres partes bien deli-mitadas, atendiendo a los impresos colacionados. La primera comprendía las prensas de aficionados que funcionaron en Santiago hasta 1811. Nótese que Montt habla en plural de las prensas. "Como precursoras de estas prensas —di-ce— puede considerarse una pequeña fábrica de naipes que estableció el Real Estanco hacia 1696, la cual funcionó por corto tiempo, y cuyas pruebas, que he logrado descubrir, son un excelente espécimen de grabado criollo de los mismos días en qut el arte del grabado y la imprenta, al unísono con la mo-

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narquía, llegaban en la península a deplorable abatimiento". Los documentos concernientes a esta pequeña prensa, Montt los publicó en el Boletín de la Bi-blioteca Nacional, números 30 - 31, correspondientes a marzo y abril de 1904, página 64.

En la segunda parte, el bibliógrafo describía las producciones de la impren-ta del Estado desde 1812 hasta 1823, en que no hubo otra. La característica de los impresos de este período, es que siempre fueron documentos oficiales, escritos políticos, piadosos o forenses. La tercera parte, la había destinado a las obras referentes a asuntos chilenos publicados en la prensa extranjera du-rante el período. Montt se disponía a presentar, "al lado de lo que acá se elu-cubraba —son sus palabras— cuanto por el mismo tiempo se decía del país, ya por los viajeros que acababan de visitarle, ya por los emigrados políticos, ya por los que a la distancia atendían a considerar su revolución". Las tres par-tes para darles unidad a la obra, Montt las enlazaba con un extenso bosquejo histórico, con los documentos justificativos encontrados. Ya hemos visto que el bosquejo histórico no se publicó y debe seguramente considerársele perdido, o no escrito. Terminaba Montt la introducción al tomo n de la Bibliografía Chi-lena con estas palabras: "Si algún mérito se encuentra en este trabajo, será el que resulta del estudio paciente que he debido hacer de cada una de las pie-zas descritas, mérito que invoco en mi favor para que se excusen sus imperfec-ciones, porque no siempre me ha sido tarea llevadera recorrer muchas de esas páginas en que el patriotismo y el mejor deseo no alcanzaron a animar el in-genio de sus autores". El trabajo, además, considerado bibliográficamente, te-nía otro mérito: en muchas partes completaba el de Medina y avanzaba a veces más allá de donde había llegado el autor de la Bibliografía de la Imprenta en Santiago de Chile. Desde la publicación de la obra de Montt en 1904 hasta 1939, o sea, en el espacio de 35 años, fue la de este bibliógrafo libro auxiliar indispensable del de Medina, pero cuando aparecieron las Adiciones y Am-pliaciones a la Imprenta en Santiago, en ese último año, como trabajo postumo de Medina, editado por nosotros, la Bibliografía de Montt perdió bibliográfi-camente todo su interés. Reconozcamos que los índices de la Aurora de Chile, El Monitor Araucano, el Semanario Republicano y la Gaceta del Rey, son más completos que los de Medina. La apreciación de las dos obras, por otra parte, ha sido ya hecha en este libro al hablar circunstanciadamente de las bibliogra-fías de Medina. Queremos ahora recoger dos opiniones, la de un bibliógrafo, Gabriel René-Moreno, y la de un crítico, Enrique Hurtado y Arias, boliviano aquél y peruano éste, acerca de la Bibliografía Chilena de Montt. René-Mo-reno le escribía en carta de 25 de agosto de 1904 desde Santiago: " . . . ha pres-tado usted un servicio muy importante así a la bibliografía como a la historia del país. En esas notas hay un gran trabajo implícito, de que la generalidad de los lectores no se dará cuenta; pero, también, no poco de lo allí expuesto a la vuelta de penosas investigaciones, como ser sobre anónimos, seudónimos,

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anagramas, alusiones, etc., entrará en el raudal de los hechos que forman los anales de esta colonia, antes soñolienta, desde 1812 agitada y levantisca más de lo que a primera vista ha parecido". Por su parte, Hurtado y Arias —su seu-dónimo fue Pedro J. Carlos— decía en El Heraldo de Valparaíso: "La Biblio-grafía Chilena que ha publicado el señor Montt, Director de la Biblioteca Na-cional, pertenece a este último género (de las bibliografías especializadas). Yo no soy bibliógrafo ni soy capaz de leer completos muchos libros que pasan por interesantes, y, sin embargo, lo confieso ingenuamente y casi con alguna ver-güenza, he leído, sin más intermitencias que las normales a este género de lecturas, las 500 páginas de que este libro se compone. Y las he leído con el mayor interés porque la verdad es que es difícil que se pueda escribir una bi-bliografía más interesante que ésta, que constará de cuatro tomos, y de la cual éste es el segundo... El señor Montt no despreciará nada; dará cabida en su obra a todo lo que se imprimió en aquel período en Chile sin omitir las pro-ducciones de las prensas de aficionados que funcionaron en Santiago hasta 1811".

Montt falleció repentinamente en Santiago, el 25 de noviembre de 1909, a los 61 años. Cinco meses antes, el 11 de julio, había sido elegido miembro aca-démico de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Preparaba para incorporarse a ese cuerpo científico y literario, un estudio acerca de Pedro de Oña y su poema El Vasauro, cuyo manuscrito, inédito has-ta entonces, se guardaba en la Biblioteca Nacional. Trabajaba también afanosa-mente en la formación de la nómina de los objetos que debían formar el Ca-tálogo de la Exposición Histórica del Centenario de la Independencia Nacional, acerca de la cual se publicaron en 1910 dos folletos. Una comisión designada por el Gobierno organizaba esa exposición.

Referencias.— No existe ninguna biografía y bibliografía que merezcan ser citadas como satisfactorias de la vida y de la obra de Luis Montt. Datos se encuentran, no siempre ajus-tados a la realidad, en las obras ya citadas de Pedro Pablo Figueroa, Diccionario, n, 346 y Virgilio Figueroa, Diccionario, ni, 316. Al fallecimiento de Montt, la Biblioteca Nacional le dedicó un número extraordinario, con retrato suyo, editado en 1910. Como siempre, hay en esta clase de homenajes mucha paja picada, se reproducen los banales e insípidos comen-tarios de la prensa, de los cuales dos o tres son una excepción. La biografía de Pedro Pablo Figueroa inicia el número. Tiene carácter, porque en ciertos rasgos descubre la personalidad de Montt, el artículo, es una carta, dirigida a Ramón A. Laval— de Augusto Villanueva 5 5 ) . Laval, en su Bibliografía de Bibliografías (n. 2 3 0 ) enuncia la obra bibliográfica de Montt, y la señora de Ochsenius, Suplemento, n. 152, la completa. En nuestra Historiografía Colonial de Chile, i, 1957, en diversas páginas nos ocupamos de Montt. Enrique Matta Vial, Apuntes para un Diccionario Bibliográfico (Revista Chilena de Historia y Geografía, tomo XLIH, núm. 4 7 ) , da una biografía concreta en la información, pero no exenta de erro-res, aunque escasos. Matta Vial conoció personalmente a Montt y lo trató con amistad; nos dijo era admirable su versación en la historia nacional del período de 1840 a 1860, princi-palmente. Fallaba en el criterio para explicar los sucesos buscándoles siempre una causa que sólo él preveía. Las informaciones de esta biografía pueden considerarse las más com-pletas reunidas hasta ahora en un solo cuerpo.

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