Luis Querbes y los catequistas de San Viator

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Robert BONNAFOUS LUIS QUERBES (1793-1859) Y LOS CATEQUISTAS DE SAN VIATOR Prefacio de Jean Comby

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Historia de Luis Querbes de Robert Bonnafous

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Robert BONNAFOUS

LUIS QUERBES

(1793-1859)

Y LOS CATEQUISTAS DE SAN VIATOR

Prefacio de Jean Comby

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PREFACIO

Se puede pensar que las conmemoraciones son muy artificiales ¿Qué es lo que cien,

doscientos..., mil años pueden añadir a un acontecimiento pasado? ¿Cómo conmemoran sus

aniversarios las culturas que carecen del sistema decimal? Desde luego, lo importante no son

las cifras redondas, sino un cierto espesor de tiempo que nos separa de un fundador o de los

comienzos de una institución. Los que conmemoran releen el pasado en función de cuestiones

que se plantean hoy. Quieren coger a la vez las continuidades entre el acontecimiento

fundador y la institución actual, pero también las discontinuidades. Una institución nacida

hace un siglo o más ¿puede mantenerse idéntica cuando el mundo que le rodea ha cambiado

de fondo completamente? Por eso, el interés de una conmemoración es doble. Además de la

evocación de los orígenes despierta nuestra curiosidad sobrepasándonos un poco, ella puede

ayudarnos a evaluar el momento presente. Esta es la intención del Hermano Robert Bonnafous

al proponernos esta Vida del P. Querbes, dos siglos después de su nacimiento.

El cura Querbes es sacerdote durante la Restauración, cuando la Iglesia de Francia se

esfuerza en borrar este cuarto de siglo de la Revolución y del Imperio considerado como un

desgraciado paréntesis. Los católicos trabajan a marchas forzadas en pro de una "nueva

evangelización" antes de que sonara esta expresión. Hay que rehacer el tejido cristiano de la

sociedad. No solamente los seminarios mayores y menores multiplican sus efectivos, sino que

también surgen en todos los rincones de Francia congregaciones de hombres y de mujeres que

desean trabajar en esta recristianización, especialmente en el campo de la enseñanza y de la

educación religiosa. El tiempo urge; ¡surge una fuerte competencia amenazante, como los

propagandistas de la "escuela mutua" con sus reminiscencias protestantes! El Hermano

Bonnafous nos hace entrever, a veces de una forma divertida, este prurito de fundación que

sienten tantos obispos y sacerdotes. Cada uno quiere tener un pequeño grupo de personal

propio bajo sus órdenes y no depender de nadie.

En cierto modo, se podría decir que el cura Querbes realiza en Vourles lo que

Marcellin Champagnat, Jean-Marie de Lamennais y muchos otros hicieron en otra parte. Pero

no exactamente. El cura Querbes aparece un poco como un Bourdoise (sacerdote francés muy

celoso del siglo XVII) de las aldeas en el siglo XIX. Vourles es una "parroquia que se debe

rehacer" entre otras muchas. Los párrocos, aislados, no se bastan cada uno en su rincón, para

el mantenimiento de la iglesia, para una liturgia digna, para la enseñanza del catecismo y la

dirección de la pequeña escuela para los pobres. El P. Querbes desea asociar en la misma

organización todas las buenas voluntades, pero dándoles una formación adecuada. Esta

asociación podría ser una cofradía bajo el patronazgo de San Viator, un clérigo-lector al

servicio de San Justo, obispo de Lyón en el siglo IV; en ella se agruparían clérigos tonsurados

al mismo tiempo que seglares célibes o casados. Esta es la intuición original. Pero existe una

quasi-ley de sociología religiosa según la cual, mientras en el protestantismo, las iniciativas y

las renovaciones dan origen a nuevas denominaciones confesionales separadas del tronco

principal, en el catolicismo, las intuiciones originales hacen nacer nuevas congregaciones pues

la Iglesia no puede tolerar la anarquía. Hablar de congregación es hacer referencia a un molde-

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standar conservado en Roma. Lo que no entra en la norma oficial, no puede admitirse. Por eso

el proyecto del cura Querbes culmina en el nacimiento de una congregación de hermanos

enseñantes algunos de los cuales serán sacristanes y un pequeño número accederá al

sacerdocio. Ya no se habla de tonsura o de órdenes menores para los que no son sacerdotes.

¡Los CLérigos de San Viator no son clérigos en el sentido conónico del término, del mismo

que las Visitandinas de Francisco de Sales no visitan a nadie! Hay una cierta originalidad

respecto a otras congregaciones en la polivalencia del hermano que puede ejercer su función

sólo, en una pequeña parroquia de aldea, aminorando la soledad del párroco al vivir en la casa

cural con él, y en las denominaciones variadas que el P. Querbes da a sus hermanos: "Clérigos

de San Viator", "Catequistas parroquiales", cuando no son "Clérigos parroquiales" o incluso

"Clérigos-laicos".

Con el hermano Bonnafous revivimos las múltiples pripecias de las balbucientes

tentativas para instituir la congregación: hay que discutir con el arzobispo de Lyón, la

administración real y la administración romana. Para conseguirlo, el P. Querbes se lanza a

recorrer caminos, ríos, el mar... El lector sabrá, gracias al hermano Bonnafous que no nos ha

ocultado nada de los comienzos a veces un tanto dificultosos de la congregación donde, por

otra parte, hay más materia para sonreir que para indignarse: problemas de dinero,

susceptibilidades eclesiásticas, incompatibilidad de caracteres, inestabilidad de cierto número

de hermanos y de padres, improvisación de varias fundaciones en el extranjero en la India o

en estados Unidos, éxito en la implantación en Canadá como consecuencia de una larga

estancia en Vourles del obispo de Montréal, Monseñor Bourget. A medida que avanzamos,

descubrimos en el fundador y en los primeros miembros una santidad constituida de

discreción y de buen sentido práctico.

Una rápida ojeada a la historia de los Clérigos de San Viator, desde la muerte del P.

Querbes hasta nuestros días, induce finalmente al hermano Bonnafous a volver a las primeras

intuiciones del fundador. Respondiendo a la llamada del Vaticano II, que invita a los

religiosos a refrescarse en las fuentes del carisma de sus orígenes, los Clérigos de San Viator

han redescubierto a los asociados-laicos cuya perspectiva tuvo que abandonar el P. Querbes.

La historia no se repite de la misma manera, pero las ideas del pasado pueden ser todavía

válidas. Los herederos intentan realizar lo que no pudo hacer el Fundador. Por eso, no hay

duda de que la obra del hermano Bonnafous en el marco de esta conmemoración, ayudará a

redescubrir tesoros perdidos que estimularán la imaginación de los Clérigos de San Viator y

de los cristianos de hoy.

Jean COMBY

Profesor de Historia de la Iglesia en la

Facultad de Teología de Lyón.

Yo creo que hay una santidad lionesa y a menudo he

soñado en una especie de canonización colectiva que agrupe al

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Padre Chevrier, a Paulina Jaricot. al Padre Colin, fundador de

los Maristas, al P Champagnat, fundador de los Hermanos

Maristas, al Padre Querbes, fundador de los Clérigos de San

Viator, al cura de Ars (ya lo es, pero también él entra en este

movimiento) y a Marius Gonin.

Por consiguiente hay una pléyade de santos y se

impondría una especie de canonización de la humildad lionesa

pues todos estos hombres fueron de una modestia extrema.

François Varillon, s.j.

Hermosura del mundo y sufrimiento de los hombres

Le Centurion.

Una última señal de predestinación tan segura como las

demás: el cambio de rumbo de las intenciones del fundador. Un

fundador sufre siempre, al menos un cambio de rumbo, no en

el sentido de que es cogido por sorpresa, sino porque los

caminos a los que Dios le lleva no son los que él había

emprendido al comenzar. Ignacio de Loyola parte en peregrina-

ción a Jerusalén y, finalmente, se quedará en Roma, con sus

jesuitas; Francisco de Asís parte hacia un destino desconocido

y acaba por fundar las órdenes franciscanas. El Padre Querbes

alimentaba proyectos que no se realizaron siempre y llegó a las

actuales fundaciones en las que no había pensado en absoluto.

Joseph Folliet

Testimonio de un Lionés,

5 de septiembre de 1959

PRÓLOGO

Esta biografía ha sido escrita con ocasión del bicentenario del nacimiento de Luis

Querbes. Intenta en primer lugar situar su actuación como fundador, insiste más en que puso

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en movimiento que en el conjunto de sus hechos y sus actos memorables. También intentaría

estudiar cómo, habiendo partido por un camino que le parecía nuevo, innovador, adaptado a

las necesidades que había percibido se encontró, un poco contra su voluntad en otro camino,

el de fundador de una congregación religiosa.

El texto conlleva numerosas citas de documentos escritos por el P. Querbes, por

testigos o corresponsales; ¿Por qué arriesgarse a decir peor, con palabras de hoy, lo que se

decía muy bien, ayer, con palabras y frases muy precisas, aunque algunos giros hayan

envejecido un poco?

Sin embargo, para no recargar el libro de referencias, no habrá una nota para las

citas de escritos del P. Querbes que llevan fecha en el texto. En cuanto a los testimonios de

sus contemporáneos, todos se encuentran en los archivos de la Dirección general de la

Congregación *.

Muchas gracias a todos los que han colaborado en la redacción de esta obra, la han

acompañado con sus consejos, con su paciente lectura y, en primer lugar al P. Léon desbos,

superior provincial de los Clérigos de San Viator de Francia, que está en el orígen de este

proyecto. Un gracias especial al H. Élie Salesses por su colaboración técnica.

R.B.

____________

* Las notas que llevan referencia están al final del volumen, p. 175.

1

NACER EN LYÓN BAJO EL TERROR

JOSÉ Y JUANA, LOS SASTRES

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Los Querbes se iban trasmitiendo el oficio de sastre de padre a hijo, ¿qué se podía

hacer en el altiplano de Lévezou cuando no se poseían tierras? Se podía ser carretero, herrero,

tejedor, sastre. Se iba de feria en feria, esperando que los clientes vinieran a entregar los paños

que las ruecas y el trabajo de las mujeres habían hilado y tejido, y en la próxima feria se

entregaría el traje ya terminado.

Los productos de la región serían de lana, hilo o cáñamo. El cáñamo ha dado su

nombre al pueblecito donde habitó la familia: Les Canabières (país de cáñamo), una

parroquia situada a más de 900 metros de altitud y a unos 30 kilómetros de Rodez, en esta

región de Rouergue tan apartada de las grandes vías de comunicación y que permanecía un

poco replegada sobre sí misma.

José Querbes, hijo de Pedro y de María Soulier, había nacido allí el 3 de julio de 1763,

sus cuatro hermanos más jóvenes también fueron sastres. Sin embargo parece que dos de ellos

lograron comprar algunas tierras ya que, a su muerte, fueron inscritos como "propietarios" (1).

José, provisto de un certificado proporcionado por el Párroco y el Cónsul de la

comunidad de Cannabières(2), abandonó el pueblo en 1784. ¿Por qué él, el mayor de los hijos

varones, no se quedó en el pueblo? quizá para comenzar la vuelta de Francia como aprendiz.

Finalmente, se estableció en Lyón. En 1792, su contrato de matrimonio precisará que "ejerce

desde hace varios años el oficio de sastre, en esta ciudad"(3).

Los Brebant trabajaban cerca de Trévoux, a varias leguas del río Saona, en la

provincia de Dombes. Benito Brebant, viudo, volvió a casarse con Philippine Lambert,

también viuda (4). El tenía dos hijos y ella cuatro. Luego tuvieron otros cuatro. Su tercer hijo,

una niña, Juana, nació el 11 de mayo de 1766 y fue bautizada en la iglesia de Santa Eufemia.

Más tarde, en el acta de matrimonio, dirá haber nacido en el pueblo vecino, Saint-Didier de

Formans.

También ella vino a Lyón. El contrato de matrimonio precisará que "ejerce desde hace

varios años el oficio de modista para mujeres, en esta ciudad".

José y Juana se conocieron y se casaron el 18 de diciembre de 1792 (5). Él tenía 29

años, ella 26. Juana llevó como dote "la suma de 2.000 libras compuesta parte en especie,

parte en el valor de su ropa blanca, vestuario y joyas, muebles y efectos que adornan el

apartamento que ocupa en esta ciudad". Una suma que debía permitir un correcto comienzo de

vida en común, pero el clima político de la época no se prestaba demasiado a las alegrías ni a

una vida apacible destinada a coser tranquilamente detrás de un mostrador.

LYÓN DURANTE LA REVOLUCIÓN

José Querbes y Juana Brevant habitaban en la calle del'Enfant-qui-Pisse, en el barrio

del ayuntamiento. La calle es prolongación de la calle Lanterne y tomará este nombre en 1846

(6).

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Con sus 150.000 habitantes, Lyón era entonces la segunda ciudad del reino. Tenía una

larga tradición manufacturera especializada en el trabajo de la seda. La "Fábrica" hacía

trabajar a unos 15.000 telares. Esto había desarrollado una población emprendedora y

comercial, y también una burguesía, uno de cuyos rasgos característicos, según decían, era su

avidez por las ganancias (7).

Los años que habían precedido a la revolución se caracterizaron por una profunda

crisis económica que redujo mucho la demanda de la seda. En 1789 había 9.000 familias

indigentes (8).

La práctica religiosa, estaba un poco adormecida y la ciudad no se distinguía

demasiado por un cristianismo vigoroso (9).

Lyón había entrado sin grandes problemas en la Revolución. Había sido contagiada,

como otras ciudades de Francia, por la fiebre de la palabra. Se multiplicaban los clubs y las

manifestaciones. El Terror no tardó en llegar, proveniente de París. Joseph Chalier, el

Robespierre local estimaba que la ciudad necesitaba ser purgada y que era necesario "extermi-

nar en Lyón todo lo que pudiera llamarse aristócrata moderado, especulador, acaparador,

usurero, lo mismo que la fanática casta sacerdotal" (10). La guillotina se alzó en la plaza des

Terreaux, la plaza del ayuntamiento.

Pero Lyón era una ciudad de negocios y los negocios suponen un clima de paz o, al

menos, de orden. Como muchas otras ciudades francesas, ya no soportaba los excesos del

centralismo jacobino. Al contrario, deseaba una Francia federal, como lo preconizaba el

partido girondino = federalista. El día en que la Revolución tocó a sus Bancos, a su economía,

a sus sacerdotes, a su autonomía, Lyón no pudo hacer otra cosa que sublevarse.

Es lo que hizo a últimos de mayo de 1793. Días y noches de tumultos que acabaron

con la detención de Chalier y sus secuaces. Fue juzgado y guillotinado pero, antes de

conducirlo al patíbulo, el condenado fue exhibido por las calles y callejuelas del barrio de

Terreaux en medio de una muchedumbre excitadísima. Pasó justo por delante de la casa

donde habitaban José y Juana.

La sublevación estaba animada por federalistas y republicanos moderados, crispados

por el extremismo parisino. También los partidarios de la realeza, que encontraban en esto una

buena ocasión de revancha, apoyaban el movimiento. En resumen, éste aglutinaba varias

corrientes detestadas por París. Era un desafío al poder central. La capital no podía tolerarlo.

Robespierre y el comité de Salvación pública ordenaron al general Kellermann y al

ejército de los Alpes atacar a Lyón. Guardias nacionales venidos de Auvernia y capitaneados

por Dubois-Grancé participaron en el sitio de la ciudad que se hizo con cierta lentitud: hubo,

en vano, varios intentos de reconciliación. Lyón estaba mal defendida y mal equipada para

resistir. Dominada de Norte a Oeste por las alturas, estaba al alcance del fuego de los

sitiadores. Los 8.000 voluntarios que cogieron las armas para defender la ciudad procedían de

todas las clases sociales. El municipio no encontró para capitanearlos más que un realista, el

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Conde de Précy.

El 8 de agosto, el bloqueo es total. Los Lioneses, que se preparan a padecer los rigores

del sitio, no saben que durará dos meses y que les va a tocar vivir uno de los episodios más

trágicos de toda la Revolución.

21 DE AGOSTO, EL NACIMIENTO DE JUAN LUIS JOSÉ MARÍA

El bombardeo comienza el 10 de agosto. Las fases de intensos ataques se van

alternando con días y noches más tranquilos; quizá para intentar un arreglo o, sencillamente,

porque se han agotado las municiones. ¡Es lo que falta!. La república que se ha puesto a sacar

las cuentas, anotará 44.000 balas de cañón. Estos proyectiles, calentados al rojo blanco,

pueden ser devastadores. De hecho, fueron destruidas 1600 casas.

El 15 de agosto se intensifican los bombardeos. Tras un poco de calma, recomienzan

el 22 de agosto. "fue el fuego del infierno, dice un testigo, durante esta noche murieron 2.000

personas".

La víspera, el 21 de agosto de 1793, a las tres de la tarde, Juana Brebant dió a luz a su

primogénito Juan, Luis, José, María. Se llamó Juan, como su madre; José, como su padre;

María, sin duda a causa de la devoción mariana de sus padres. ¿Y Luis?, nadie lleva este

nombre en la familia de los Querbes ni en la familia de los Brebant. Pero siete meses antes,

había sido guillotinado Luis XIV y, los católicos, desean recordar a un rey mártir. El niño fue

bautizado ese mismo día en San Pedro, muy cerca de allí. Se ha perdido el registro. Doce años

más tarde, los padres lo inscribieron en los registros de catolicidad de la parroquia de

Saint-Nizier de la que dependían entonces. Testificaron que su hijo había sido bautizado en

San Pedro. No se menciona el nombre del sacerdote que lo bautizó.

Al día siguiente de su nacimiento, Joseph Querbes apuntó a su hijo en el registro civil.

Los testigos fueron Luis Blanc y Martín José Chaze, ambos sastres.(14)

¡Lúgubre atmósfera para celebrar el nacimiento de un primer hijo!. Durante los días

siguientes el sitio se recrudeció. Según un relato, Juana Brebant tuvo que huir de su casa,

donde había caído una bomba, llevando al niño en sus brazos. La anécdota se debe a uno de

los primeros compañeros de Luis Querbes, Hugo Favre. Esto ilustra bien los horribles días del

verano de 1793.

El 8 de octubre, las tropas de la revolución entraron en la ciudad. El poder central,

enfrentado a otras tendencias secesionistas, quiso dar un ejemplo para todos y decretó una

represión sin piedad: "Lyón ha luchado contra la Libertad, Lyón no existe". La ciudad debía

ser arrasada. Se crean tres tribunales. Procesos expeditivos, juicios sumarios y condenaciones

sin apelación. En pocos meses son guillotinadas más de 800 personas y fusiladas más de

1.200. Para acelerar las ejecuciones, se ametrallaba a los condenados por grupos, en la llanura

de Broteaux. Chalier fue deificado en una mascarada en la que pasearon un asno cubierto con

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una capa litúrgica, con una mitra en la cabeza y un leccionario litúrgico atado al rabo.

El sitio de la ciudad, este clima de violencia, esta represión salvaje debían marcar

profundamente la memoria colectiva de varias generaciones de Lionesas.

No se sabe con precisión cómo José y Juana vivieron este duro período. Juan Bautista

Clavel, el primer biógrafo de Luis Querbes, precisa que José combatió al lado de los sitiados,

lo cual resulta muy verosímil ya que todo el que podía sujetar un arma u ofrecer algún servicio

a los defensores participó en la defensa de la ciudad. Añade que José se vió obligado a

esconderse para escapar de las represalias y no reapareció entre los suyos hasta después de la

caída de Robespierre (julio de 1794). También es muy verosímil.

JACQUES LINSOLAS Y EL CULTO ESCONDIDO

Antes de la Revolución, la diócesis de Lyón abarcaba casi todos los departamentos del

Ródano, del Loira y la mitad de los departamentos del Ain. Contaba con más de 2.000

sacerdotes y religiosos y un número aún mayor de religiosas. La mayor parte de la población

se decía cristiana, aunque su cristianismo se manifestara con evidentes señales de agotamiento

(15). El número de ordenaciones y de profesiones religiosas había ido descendiendo

regularmente durante los 30 años que precedieron a 1789. Los conventos, que en este lapso de

tiempo perdieron el 40% de sus religiosos eran frecuentemente criticados y tenían fama de

albergar, se decía, a "piadosos holgazanes".

En la primavera de 1791, una gran mayoría de los sacerdotes de las parroquias (85%)

había prestado el juramento constitucional(16). Pero la diócesis conoció pronto, como las

demás diócesis de Francia, la ruptura y las tensiones entre los "juramentados" y los "no

juramentados", así como el desconcierto de los fieles. Con las medidas de control, de

persecución y finalmente de descristianización tomadas por la Convención y el Comité de

salvación pública, los sacerdotes, juramentados o no, fueron perseguidos, el culto, suprimido y

las iglesias, cerradas.

Poco a poco se organizó una Iglesia de catacumbas con una red de comunicaciones, de

lugares de culto clandestinos y de sacerdotes que, con peligro de sus vidas, aseguraban un

servicio pastoral a los cristianos. La diócesis de Lyón fue sin duda la diócesis de Francia

dotada de la organización más "eficaz". Fue el "culto escondido" organizado y animado por

Jacques Linsolas, vicario general del obispo de Lyón en el destierro.

Jacques Linsolas tenía entonces 40 años. Había nacido en Lyón, en la parroquia de

San Nicecio. Había intentado ir a las misiones extranjeras, su salud se lo impidió y se vió

obligado a ejercer el sacerdocio en San Nicecio, primero como coadjutor y luego como

canónigo de la iglesia. Era el encargado del catecismo de perseverancia.

Se reveló como un organizador y un animador extraordinario. Dividió la diócesis en

zonas de misión. Puso al frente de cada misión a un sacerdote, jefe de misión, al que concedió

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poderes especiales. El jefe de misión animaba a los misioneros que dependían de él. Estos,

con gran riesgo y peligro, visitaban el sector que les habían encomendado desplazándose, con

frecuencia durante la noche. Eran ayudados por seglares, jefes de pueblo y por catequistas. El

catequista era el hombre responsable de un pequeño grupo de fieles, presidía las reuniones

clandestinas, animaba a unos y otros en ausencia del misionero. Además de los catequistas

estables, había unos catequistas "ambulantes" que acompañaban al sacerdote y unos

catequistas "precursores" que preparaban la visita del misionero. En "el culto escondido"

participaban 700 sacerdotes; 130 fueron capturados y ejecutados. No se sabe el número de

catequistas que corrieron la misma suerte.

Linsolas desarrollaba una actividad desbordante. Regía la diócesis con intransigente

firmeza. Para él, la revolución era "la calamidad" que tenía su origen en la debilitación de la fe

y de la práctica religiosa, en la ignorancia de la religión y en la relajación de las costumbres. Y

esto no lo pensaba solamente él, sino muchos de los cristianos que pasaron esta prueba.

Aunque no se puedan detectar los caminos de la gracia, se puede decir que todos estos

años de "culto escondido" fueron el comienzo de un profundo despertar de la fe en toda la

diócesis: gracias a esta red compleja los cristianos iban responsabilizándose y realizaban

gestos comprometedores. Muchos sacerdotes y también seglares confesaron, en el patíbulo, su

fe. Durante todos estos años se preparaba una germinación, se echaban raíces. Unos años más

tarde la renovación espiritual explotaría a la luz del día y haría de Lyón un lugar privilegiado

de cristianismo en Francia.

No tenemos ningún testimonio serio que nos permita decir cómo José y Juana vivieron

este período. Juana participaría probablemente en un grupo de cristianos que asistía a la misa

celebrada a escondidas por el sacerdote Recobert, un sacerdote refractario, con las

consecuencias que podían derivarse. Sin duda conoció a Francisca Michallet, que habitaba

muy cerca, y que fue guillotinada en febrero de 1794 por acoger a los sacerdotes. Francisca

era la animadora de un grupo de mujeres creado por Linsolas. Tenía treinta y cuatro años.

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2

CRECER A LA SOMBRA DE SAN NICECIO

SAN NICECIO

Aunque nacido con ayuda de forceps, el Concordato (1801) trajo la paz religiosa a

Francia. José Fech, tío de Napoleón llegó a ser arzobispo de Lyón y "quiso restaurar las cosas

a la antigua manera", según la expresión del señor Émery, superior de San Sulpicio. El culto

dejó de ser clandestino y comenzó a celebrarse públicamente en las iglesias abiertas de nuevo;

trajo consigo un despertar y una renovación espirituales indudables. Los dos pasos de Pío VII

por la ciudad (noviembre de 1804 y en abril de 1805) fueron ocasión de fiestas y de ceremo-

nias caracterizadas por grandes demostraciones de fervor popular.

La iglesia de San Nicecio es una de las grandes y hermosas iglesias de Lyón. Fue

construida en el siglo XIV y XV, en estilo gótico flamígero. Una amplia nave central, un

presbiterio despejado y un conjunto de ventanas altas crean un gran espacio abierto que

favorece la liturgia. El crucero derecho tiene la hermosa estatua de Nuestra Señora de las

Gracias, obra de Antoine Goyse-vox.

El edificio no sufrió muchos desperfectos durante la revolución. A partir de octubre de

1797 fue devuelto al culto y se convirtió en la catedral del obispo cismático. En 1802 se

recomenzó allí el culto católico.

La parroquia tenía unas 20.000 almas. El barrio conservaba todavía sus calles y sus

callecillas estrechas, y no siempre rectilíneas que el urbanismo del siglo XIX armonizará y

ensanchará construyendo largas y espaciosas avenidas orientadas de norte a sur.

La familia Querbes ya no habitaba en la calle de L'Enfant-qui-Pisse, sino en una casa

situada en la calle de la Gerbe. Allí es donde nació Josefa Magdalena el 27 de abril de 1797.

Unos años más tarde, la familia se estableció no llejos de allí, en la calle Vandran.

José Querbes seguía trabajando en su oficio de sastre. Parece que se había establecido

por su cuenta, puesto que tenía uno o varios obreros. Al acabar la Revolución y al instaurarse

el Consulado y el Imperio, recomenzaron los negocios y fue mejorando la situación

económica de la ciudad. Cuando José Querbes cesará su actividad podrá comprar una casa en

el campo para retirarse a ella con su mujer y su hija.

Luis asistió al catecismo en San Nicecio, recibió la primera comunión, preparado por

el sacerdote Rivier, el 13 de junio de 1805, día del Corpus Cristi. Sin duda es inútil especular

sobre los sentimientos que tuvo este día. No ha dejado filtrar confidencia alguna. Pero

conservó siempre la imagen-recuerdo (1) del acontecimiento, una imagen muy del gusto de la

época que representa un cordero que duerme tranquilamente sobre el libro de los siete sellos,

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rodeado de diversos símbolos, entre los cuales un pelícano que abre su corazón e incluso,

parece, que hasta un fénix que se quema para luego renacer de sus cenizas.

¿Y la escuela? La Revolución había arruinado la organización de la enseñanza

primaria. Maestros, más o menos preparados, recibían algunos alumnos a los que formaban

individualmente. Los hermanos de las Escuelas Cristianas que regresaron del exilio en 1804,

introdujeron el método simultáneo que conocemos: la enseñanza es dada por un maestro a

todo un grupo de alumnos. No se sabe quién enseñó a leer y a escribir a Luis. Su madre, desde

luego no, pues era analfabeta (2). De todos modos aprendió, y aprendió bien.

En octubre de 1805 ingresó en la escuela clerical - o escolanía - de San Nicecio que se

abría este año. Ésta admitía a niños que ayudaban o cantaban durante las numerosas

ceremonias de la iglesia. Para ser admitidos, los niños debían tener "aptitudes para servir en la

iglesia", pero también "ofrecer alguna esperanza de vocación para el estado eclesiástico"(3).

Era una especie de seminario menor con otro nombre. En 1828 estas escuelas servirán muy

bien para poder aumentar el número de alumnos de los seminarios menores, fijado de forma

arbitraria por el gobierno. La asistencia a los oficios diarios, la formación en el canto y en las

ceremonias, la clase, el estudio, ocupaban largas jornadas. Un coadjutor de la parroquia se

encargaba especialmente del funcionamiento del establecimiento.

En este medio escolar y religioso, un poco especial, Luis realizará buenos estudios.

28 DE MARZO DE 1807, UN PRIMER PASO.

Él hizo más que aprender a escribir un francés perfecto. Encontró compañeros que le

fueron siempre fieles: Joseph-Fleury, Rabut y Antoine Steyert, y algunos sacerdotes que

habían sufrido las pruebas de la persecución: Los sacerdotes Ribier, Durosat, Marduel. Sobre

todo allí maduró su vocación. Fue confirmado el 2 de febrero de 1807. Algunas semanas más

tarde, el 28 de marzo de 1807, recibía la tonsura (4). La ceremonia tuvo lugar en la primacial

de San Juan. Oficiaba el cardenal Fesch.

Optar por el estado eclesiástico, llevar el hábito clerical cuando todavía no se tienen

catorce años puede despistarnos en nuestra época, en la que algunos psicólogos retrasan la

adolescencia casi hasta los treinta años. Pero a comienzos del siglo XIX, la adolescencia no

existía y la mayor parte de los muchachos de esta edad estaban ya comprometidos en lo que

debía ser su medio de sustento como hombre: trabajando como tejedor, en las varas de un

carro, en el fondo de un mina...

La vida de Luis se orienta. Y es sin duda en esta perspectiva y hacia esta época cuando

él toma un compromiso decisivo: Hace su voto de castidad. "Yo, Luis José María Querbes

hago voto de castidad para toda mi vida". El texto va escrito en un pequeño trozo de cartón.

está recubierto por una imagen del mismo formato que representa la Anunciación. Todo ello,

protegido por un pergamino, se descubrió solamente después de la muerte de Luis Querbes.

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La forma de la escritura y el recuadro dibujado, cuyo trazado oculta en parte la última

cifra de la fecha, no permite leer de manera segura el año en que se emitió este voto: "En

Lyón, el 15 de octubre de 180..." se leyó 1803; más tarde, 1802, fundándose más en

argumentos externos (Luis Gonzaga hizo su voto de castidad hacia los 9 ó 10 años), que en el

documento mismo. Pero la escritura del trozo de cartón se parece a la de los cuadernos de

apuntes de estudiante y el dominio que se ve en la firma no es el de un niño.

Hugo Fabre, que fue el vicario y sucesor de Luis Querbes y que hizo el inventario de

sus papeles, sitúa el voto durante la tonsura (1807): "Fue sin duda con ocasión de esta

ceremonia cuando él hizo su voto de castidad cuya fórmula se ha encontrado en sus escritos".

Desde luego, no se puede leer "1807", pero se lee sin mucho problema "1808". La

interpretación de Hugo Fabre es probablemente exacta: No se trata de un compromiso tomado

por un niño en un movimiento de fervor sino de una decisión que acompaña a un proceso (la

primera comunión, la confirmación, la tonsura) y que oriente la vida de alguien que dejándose

agarrar por Dios hasta el fondo de su ser se entrega a Él. El pergamino que guardaba el

manuscrito está todo manoseado como si Luis Querbes lo hubiera llevado consigo mucho

tiempo.

Sin embargo sería un error colocar al muchacho en un pedestal: "Durante su juventud,

cuenta su contemporáneo Charles Saulin, era extraordinariamente travieso, le gustaba mucho

tomar el pelo; incluso a una edad más avanzada era todavía feliz cuando podía gastar una

broma a sus condiscípulos o a sus hermanos. "Las páginas de las libretas que se conservan con

los apuntes de Luis en esa época contienen, en los márgenes, junto a notas diversas, algunas

historias que pretendían ser chistosas y algunos juegos de palabras estudiantiles. "¿nombre del

peluquero de David? Amplius" (5). Esto debía provocar alguna sonrisa entre los monaguillos,

cuando oían el cuarto versículo del Miserere: "Amplius, láva me..."

GUY-MARIE DEPLACE, EL MAESTRO

Hacia 1809 ó 1810 Luis hubiera debido abandonar la escuela de canto para ir a uno de

los seminarios menores de la diócesis. El señor Besson, párroco de San Nicecio, lo confió,

juntamente con sus amigos Rabut y Steyert, a Guy- Marie Deplace. Hombre de una cultura

muy sólida, Deplace (1772-1843) publicaba artículos y opúsculos sobre temas tan variados

como las reglas de gramática, la defensa de los Mártires de Chateaubriand o la política de

Napoleón (6).

Era también un profesor de retórica y de filosofía, que hoy equivaldría a los dos cursos

que preceden al ingreso a la Universidad aunque no existen demasiados puntos comunes entre

las clases y los programas de entonces y los de ahora. No enseñaba en un colegio, sino que

recibía a los alumnos en su casa. "Sabio y educador de gente selecta", así lo definía Camille

Latreille, Deplace marcó a generaciones de jóvenes.

Luis encontró en él una enseñanza personalizada que le permitió desarrollar sus

Page 14: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

talentos. Juan Pedro Blein, que no ha sido un testigo directo de estos años pero que, más tarde,

llegó a conocerle muy bien, dice que Luis estaba dotado de un memoria prodigiosa, de una

gran inteligencia y de una facilidad dialéctica excepcional, terminó pronto sus estudios

literarios, con un curso completo de lengua latina, así como de elementos griegos" (7). El 24

de julio de 1812 recibió el grado de bachiller. Este examen oral, creado en 1808, sancionaba

unos buenos estudios clásicos.

Las cartas que Luis Querbes ha conservado de Guy-Marie Deplace permiten adivinar

algo sobre la personalidad y la influencia que este maestro pudo ejercer sobre él. No vienen de

un "magister" sentencioso, sino de un hombre honesto y de gran corazón. No vienen

sólamente del profesor, sino de un maestro de vida y de un cristiano.

Deplace pasaba los veranos en Roanne lo cual dió pie a una correspondencia entre él y

sus alumnos. Sus cartas, escritas en un tono familiar, parecen ignorar la diferencia de edad, de

cultura y de posición entre maestro y alumno. Es un amigo el que habla: "he recibido, querido

Querbes, las dos cartas que me has escrito. Una antes y la otra después del pequeño viaje que

acabas de hacer. Muchas gracias, te lo agradezco, pero permíteme que te diga al mismo

tiempo que cuando se escribe a una persona a quien se quiere no se suele ser tan breve como

tú: no basta limitarse a unas pocas líneas que parecen traicionar la impaciencia de llegar al le

saludo atentamente, etc... con esto no quiero decir que tú no me quieras, estoy bien persuadi-

do de lo contrario, pero precisamente porque yo creo en tú afecto no quiero que tus cartas

parezcan a cartas de negocios o de ceremonia.

"Tu buen amigo, nuestro querido Steyert, ha hecho todavía peor que tú; me ha enviado

sus profundos respetos al final de diez o doce líneas muy separadas, muy cortas y muy

estudiadas para que parezcan un poco largas. Es exactamente como yo suelo hacer cuando

escribo a algunas personas con las que quiero limitarme a guardar las apariencias (...)

"Rabut ha llegado a escribirme una vez, ¡quizá le duele la mano derecha! ¡o a lo mejor

no tiene tinta ni papel! ¡puede ser que una enfermedad del cerebro haya borrado de su

memoria el recuerdo de su maestro y de sus amigos! (...)

"Llevo aquí una vida que no vale gran cosa. Demasiado tiempo para dormir,

demasiado tiempo para comer, demasiado tiempo para correr, demasiado tiempo para hacer el

loco y reír, y demasiado poco tiempo para hacer el bien, para trabajar o para rezar. Heme aquí

al final de mis desórdenes. Dentro de doce o trece días estaré ya el Lyón, tendré que

recomenzar el trabajo: No tendré frecuentemente, creo, alumnos a los que mi corazón se

vincule tan fuertemente como a tres o cuatro ingratos con sotana que tú conoces bien y uno de

los cuales lleva tu nombre" (14 de octubre de 1813).

Deplace encarga a su alumno de pequeños recados: comprar un libro, traerle un tejido,

llevar un billete, contactar a una persona. Pide noticias de la parroquia, de lo que se dice en la

ciudad. Le cuenta cosas de su vida en Roanne, de sus negocios, de la enfermedad que padecen

sus hijos y que se lleva uno de ellos.

Le da ánimos y consejos amistosos: "Te felicito, querido hijo, por haber asegurado tu

Page 15: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

entrada en el seminario. Trata de afirmarte cada vez más en el espíritu de tu vocación. Has

elegido la buena parte y no dudo de que el buen Dios bendecirá tus esfuerzos para asegurar tu

salvación trabajando en la de los demás. Mis deseos de felicidad hacia ti son como los de un

padre hacia su hijo" (13 de octubre de 1812).

"Respecto a tus proyectos, el mejor, querido amigo, es no hacerlos. Esfuérzate sobre

todo en fortalecerte en la piedad, en el amor de Dios, en liberarte de todo lo que te ata a la

tierra; Lleva al Seminario el deseo de instruirte por la Gloria de Dios y por tu salvación: no te

inquietes de lo demás" (19 de octubre de 1812).

"Dedica algunos momentos cada día al estudio de la Escritura Santa: trata, sobre todo,

de adquirir el conocimiento de los salmos que estás destinado a recitar un día y acuérdate de

que no hay espíritu, ni trabajo, ni conocimientos que puedan suplir lo que falta a un sacerdote

que no se ha familiarizado con los libros sagrados" (24 de septiembre de 1813).

La correspondencia sigue durante mucho tiempo, aún después de que el alumno ha

dejado al maestro. Luis ha conservado sus cartas. Quizá es lo que le hizo coger la costumbre

de guardar todas las cartas recibidas. A su muerte, tendrá casi 10.000...

Page 16: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

3

"AVANZAR HASTA EL ALTAR DE DIOS"

SAN IRENEO, EL SEMINARIO MAYOR

En septiembre de 1812, Luis formula de esta manera su petición para librarse del

servicio militar obligatorio: "yo, el que suscribe, clérigo de la iglesia de San Nicecio, declaro

que mi intención ha sido y será siempre la de consagrarme al estado eclesiástico"(1). La

escritura viva, de trazos seguros y la firma con adornos traducen esta fuerte seguridad:... ha

sido y será siempre.

El 31 de octubre de 1812, ingresó en el seminario de San Ireneo.

Situado en la Croix-Paquet, en la orilla derecha del Ródano, el seminario estaba

formado por varios edificios y constituia un espacio excesivamente reducido para el número

de seminaristas. Los seminarios menores de la diócesis tenían contingentes cada vez mayores

de alumnos. En 1816 se debió establecer, incluso, un año de teología en un seminario menor

porque San Ireneo estaba demasiado lleno. A comienzos de 1812, contaba con 262 seminaris-

tas, de los cuales 108 en primer año(2).

Este reclutamiento sacerdotal intenso, que no era exclusivo de la diócesis de Lyón,

permitía rehacer las filas del clero que había pasado mal el período revolucionario. Incluso

podía permitirse el lujo de no aceptar a todos los candidatos. El señor Bochard, vicario

general, escribe al cardenal Fesch: "Acabamos de salir de la ordenación en la que hemos

hecho 48 sacerdotes. Podíamos haber tenido algunos más, pero se ha pensado dejarlos para

más tarde"(3).

Tras la supresión de la Compañía de San Sulpicio por Napoleón (1811), los sacerdotes

diocesanos se encargaron del Seminario bajo la dirección del señor Filiberto Gardette.

Formados por los sulpicianos, continuaban con su espíritu y sus métodos. Tres de ellos tenían

apenas 24 años y sólo uno de sacerdocio: Simon Cattet (dogma), Jean Cholleton (moral) y

Jean-Marie Miolan.

La enseñanza en los seminarios de la época no se caracterizaba, en general, por la

apertura a la sociedad contemporánea ni por la investigación o la innovación. Se contentaban

con reeditar los manuales empleados en el siglo XVIII. Según Jean Soulcié, que ha hecho un

estudio sobre San Ireneo (4), lo esencial de los cursos en Lyón consistía en la enseñanza

cotidiana del dogma y de la moral, en dos lecciones de Sagrada Escritura por semana, sin

examen, y en clases de canto. Nada de Derecho Canónico ni de Historia: durante las comidas,

se solía leer un libro de historia. Durante el tercero y último año se daba una formación más

práctica acerca de la pastoral, la predicación, la liturgia.

Page 17: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Los ocho tomos del manual de base Theologia Dogmática et Moralis de Bailly),

completados por las notas dictadas en latín, exigían de los seminaristas un gran trabajo en el

que la memoria ocupaba un lugar importante.

La observancia rigurosa de los ejercicios de piedad era uno de los pilares de la

formación, tan importante como la enseñanza o, quizá, más. Oración, oficio, lectura espiritual,

examen particular, oraciones diversas, conducían a la práctica de una piedad muy reglamenta-

da. El seminario quería moldear buenos sacerdotes.

17 DE DICIEMBRE DE 1816, EL SACERDOCIO.

Luis debió sacar mucho provecho de sus capacidades: Las notas obtenidas fueron

buenas. En julio de 1813 en una escala que contaba sobre diez notas, él estaba clasificado en

el cuarto lugar superior "bene", con dieciséis de sus camaradas. Ciertamente nueve lo

preceden con mejores menciones, pero hay setenta y uno que vienen detrás de él (5).

Luis había ingresado en San Ireneo con sus amigos Steyert y Rabut, y allí conquistó

otros amigos: Vincent Pater, Jean-Claude Huet, Ferdinand Donnet, Dominique Dufêtre.

Según las cartas que conservamos, no parece haber mantenido vínculos particulares con Jean

Claude Colin o con Marcelino Champañat, fundadores de la Sociedad de María, Padres y

Hermanos Maristas. En cambio, sí mantiene vínculos con el gracioso Donnet, cuyos chistes o

gracias descritos en el diario del seminario fueron cuidadosamente tachados cuando llegó a ser

cardenal arzobispo de Bordeaux (6). Un antiguo compañero de habitación, Lavalette,

recordará a Luis: "quiero recordar contigo aquella ligera interrupción del silencio nocturno.

Cuando por la noche, en la cama, nos divertíamos a consta de algunos pobres diablos (...).

Escríbeme, querido amigo, cuéntame muchas cosas, no temas detalles minuciosos. Ya sabes

que tú eres muy perezoso para escribir (...). Tómate varios días y no escatimes. Tienes talento

para decir bien las cosas, aunque sea de paso" (1815). Digámoslo también de paso, se

comprende que la rígida disciplina hiciera saltar, de vez en cuando, algunas válvulas de

seguridad...

Hugues Favre, que le conoció bien, dice de Luis: "hizo con éxito brillante sus estudios

teológicos, a pesar de su mala salud, que lo condenaba cada año a frecuentes intervalos de

descanso en su familia".

El 6 de octubre de 1814, Guy-Marie Deplace escribe a su antiguo alumno: "Haces

mal, amigo, al pasar tus vacaciones en el aburrimiento y el mal humor. Estas dos cosas no son

buenas para nadie, pero menos aún para un joven. Me gustaría estar cerca de ti para darte un

remedio infalible; como me es imposible, te propongo uno que creo que servirá para algo, si

lo acoges con tanta solicitud como la que yo te lo ofrezco (...) Ven a pasar al menos una

docena de días con nosotros: te invitamos formalmente".

La proposición debió ser rechazada, ya que Deplace volvió a la carga el 10 de octubre:

Page 18: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

"no falta en el mundo gente que tiene mal humor o que se aburre; aunque otros cien me

hubieran dicho esto, jamás habría yo pensado en invitarles a venir aquí. Me maravillo por lo

menos tanto como por las otras hermosas razones que dices tener para quedarte en Lyón. ¿Tú

crees que en Roanne no se puede repasar un tratado o incluso hacer un sermón?".

¿Experimentó Luis, durante el verano de 1814, "el aburrimiento y el mal humor" hasta

el punto de comunicárselo a su antiguo maestro? ¿por qué no?. Aunque, para explicarlo, no

podamos hacer otra cosas que avanzar conjeturas. Arriesguemos una. La caída del Imperio,

1814, marca un cambio político. También se va a imponer una nueva sensibilidad, el romanti-

cismo. ¿Cómo un joven sensible, cultivado, no iba a captar algo de estas evoluciones comple-

tamente ingoradas en las clases del seminario? En una biografía de Luis Querbes, publicada

en 1922, Pierre Robert avanza otra explicación: "Era, creemos, el tormento de un alma que

teme no responder plenamente los planes divinos sobre ella, prueba bastante frecuente en los

caracteres mejor templados, en las naturalezas más fuertes"(7).

Hacia esta época se había creado, entre los sacerdotes y los seminaristas de la diócesis,

una corriente hacia la Compañía de Jesús cuyo noviciado se abrió en París en julio de 1814.

Parece que también Luis fue sensible a esta corriente. El 22 de septiembre de 1815, Deplace le

escribe estas palabras: ¿en qué punto está tu asunto? ¿va adelante? Mi hermano Esteban ha

obtenido su libertad (para ingresar en los jesuitas) y probablemente tú lo sabes ya. Nos lo ha

escrito sin decirnos que se ha decidido por Belley".

Existía un proyecto de abrir en Belley un colegio dirigido por los jesuitas. Un diácono,

un tal Soviche, que había entrado en la compañía, escribía a Luis tratándole como "mi querido

amigo y hermano en J.C. y en San Ignacio" (29 de octubre de 1815).

Hugo Favre, en sus recuerdos, cuenta que Luis "debió renunciar al designio que tenía y

que ya había comenzado a ejecutar por su parte. Porque había ido al noviciado recientemente

abierto por los jesuitas en Montrouge (París)" es posible que aquí haya una confusión y que,

en lugar de leer Montrouge, haya que leer Belley. Los Vicarios generales habían tomado las

precauciones para evitar la migración de sus sujetos. Parece más razonable que fuera a Belley,

que entonces formaba parte de la diócesis, que a la capital.

En las vacaciones de 1814 tuvo que componer un sermón (8), ejercicio que se pedía a

los seminaristas que comenzaban el tercer año. Se trataba para él de comentar un versículo de

la epístola a los romanos (1, 22): "considerándose sabios los hombres se han vuelto locos".

Este trabajo, 30 páginas manuscritas, trata de los espíritus fuertes" de los "espíritus soberbios",

de los "nuevos filósofos" y examina "el fin que se proponen, los motivos que les animan y los

medios que emplean: Según el gusto de la época, el texto está lleno de testimonios y de

referencias históricas y bíblicas así como de abundantes citas latinas. De pronto, se tiene la

sorpresa de oír un vibrante alegato en defensa de la compañía de Jesús "que ofrece a la vez

inmensos y numerosos servicios a la religión, a la patria, a las letras y a la humanidad". Y la

página acaba con estas palabras: "¡Ah!, que mi lengua helada se pegue a mi paladar, que mi

débil voluntad mande inútilmente a mi brazo y que una obscuridad espesa eclipse a mis ojos

la claridad del astro del día, si tú no eres, siempre, Compañía de Jesús, el principal sujeto de

mi alegría y el fundamento de mi esperanza". Declamada en público, la frase debió producir

Page 19: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

su pequeño efecto.

El tiempo corría. Luis había recibido las órdenes menores el 18 de diciembre de 1812,

recibió el subdiaconado, el 23 de junio de 1815, de manos de Monseñor Simon, obispo de

Grenoble. En la misma ceremonia, Jean-Claude Colin, Marcellin Champañat y Jean-Marie

Vianney fueron ordenados diáconos. Como había terminado la teología pero todavía no tenía

la edad requerida para recibir el diaconado dejó el seminario para ir a San Nicecio, a la

escuela clerical, pero esta vez del lado de los profesores. Era corriente que algunos

seminaristas mientras esperaban sus órdenes fueran empleados en una institución de enseñan-

za. En el siglo XVII, un sacerdote de Lyón, Charles Démia, había creado las pequeñas

escuelas de los curas donde enseñaban los seminaristas. Estas escuelas duraron hasta la

revolución.

El 20 de junio de 1816, el superior del seminario le informó que debía presentarse al

diaconado y al retiro preparatorio. La ceremonia tuvo lugar el 21 de julio de 1816. Oficiaba

Monseñor Dubourg, obispo de Louisiana, que estaba de paso en Lyón. La víspera de la

ordenación para obedecer al consejo de su director, Luis redactó "sus sentimientos y sus

resoluciones". Después de haber expresado su temor ante la dignidad que le va a revestir y la

indignidad que él se reconoce a causa de sus "iniquidades pasadas" y a sus "defectos presentes

y especialmente una gran sensibilidad y una vinculación demasiado viva" que tiene hacia sus

familiares, detalla sus resoluciones. Se refieren sobre todo a sus ocupaciones y a los ejercicios

de piedad diarios. Formula también las gracias que desearía recibir: "Pido al Espíritu Santo

que haga descender sobre mí, sobre todo, el espíritu de fortaleza y de vigor, que son las

gracias principales del diácono; el espíritu de recogimiento y oración para preservarme de los

peligros de la disipación hacia la que me arrastra la excesiva libertad que tengo; el espíritu de

humildad y de dulzura para comportarme como conviene con mis superiores y con mis

semejantes, para reprimir mi acritud, para alegrar mi semblante sombrío y monótono, para

alejar las ideas tristes que me persiguen".

Fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1816 por Monseñor Dubourg. Entre los

9 nuevos sacerdotes se encontraban sus amigos Huet y Steyert. Es una pena que no haya

ningún documento que nos recuerde los sentimientos que tuvo ese día.

EL SEÑOR QUERBES, COADJUTOR

A petición del señor Besson, párroco de San Nicecio, el cura Querbes, señor Querbes

como se decía entonces, fue nombrado como coadjutor a esta parroquia. No era raro ver un

coadjutor nombrado a su parroquia de origen. Antes que él lo habían sido los señores Ribier y

Linsolas. Lo que era más sorprendente, era ver un coadjutor tan joven en una parroquia

urbana. Parece que el cura Querbes no deseó este nombramiento. Fue necesario que Guy-

Marie Deplace le obligara amistosamente a aceptarlo: "Me han dicho que estás pensando

librarte de ese peso. Entiendo todas tus razones; incluso me atrevo a decir que nadie las sabrá

apreciar en el grado en que yo lo hago, y sin embargo, amigo mío, me parece que debieras

intentarlo (...) El señor Besson ha hablado al señor Courbon (vicario general) de usted como

de alguien sobre quien tiene ciertos derechos (...) Reflexione bien, medite bien los pasos que

va a dar, pese bien las consecuencias a los pies de la cruz" (5 de diciembre de 1816).

Page 20: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

San Nicecio no era un medio banal. Esta gran parroquia del centro de la ciudad estaba

dirigida desde 1805 por una personalidad muy fuerte, el señor Jacques-François Besson

(1756-1842). Éste había sido muy activo durante la revolución, siendo vicario general en

Ginebra y encargado del país de Gex. En 1823 fue nombrado obispo de Metz donde, a pesar

de su edad, dedicó mucho ardor a una buena administración de la diócesis.

En 1817 había cuatro coadjutores en la parroquia: los señores Marduel, Huet (tío del

condiscípulo de Luis), Würtz y Querbes, y algunos sacerdotes que ayudaban habitualmente.

Entre estos últimos Jacques Linsolas. Aunque un poco sordo y demasiado puntilloso, Linsolas

desempeñaba una función en la parroquia, especialmente en la escuela clerical. Por

consiguiente, era un medio caracterizado por el recuerdo del pasado y de los años, un lugar

donde se había vivido el sacerdocio lejos del incienso y de los salones dorados. Al adquirir

cierta edad se va cogiendo la manía de repetir los recuerdos. Jean-Claude Huet, que conocía

bien el ambiente, escribía a Luis: "Por la casa cural las cosas seguirán como siempre, no lo

dudo. El señor Marduel seguirá diciendo tonterías, el señor Würtz seguirá profetizando" (7 de

febrero de 1818). La juventud era (ya entonces) despiadada ¡Es verdad que el señor Würtz

"profetizaba" más de lo conveniente: pretendía demostrar que la revolución y el imperio

estaban ya anunciados en el apocalipsis. El consejo episcopal le prohibió predicar "viendo las

locas declamaciones que hacía" (9). Pero el señor Würtz también fue el apreciado padre

espiritual de una feligresa, Pauline Jaricot y, aunque no fuera más que por esto, valen la pena

sus fogosos discursos...

Los sacerdotes de San Nicecio ocupaban un lugar un poco especial en la diócesis. No

por sus opiniones políticas, la mayoría de los eclesiásticos eran favorables al restablecimiento

de los Borbones y a la vinculación estrecha entre el trono y el altar, sino más bien por el punto

sensible de las relaciones entre la Iglesia de Francia y el Papado. Una buena parte del clero

formado antes de 1789 era galicano, es decir, partidario de un reconocimiento por Roma de

algunos derechos de la Iglesia de Francia. El manual de teología que se utilizaba en San Ireneo

era galicano; por esto fue puesto en el índice en 1852 (10). Con el señor Besson, San Nicecio

había tomado una postura contraria. Él sostenía que la intervención del Papa en la adminis-

tración de la diócesis era legítima cuando el Cardenal Fesch exiliado en Roma a la caída de

Napoleón no quería dimitir de su sede (11).

El señor Besson fue encargado de la edición de la obra de José de Maistre, Du Pape

(12). Habiendo constatado algunas fallos en el manuscrito puso al autor en contacto con

Deplace. De los diálogos y la colaboración que se siguieron nació la obra en 1819. El libro

tuvo una gran difusión. Su tesis es muy sencilla: la revolución ha arruinado a los tronos y ha

engendrado la desgracia de los pueblos. Un trono ha quedado en pie: el del Papa. Por

consiguiente alrededor de él es donde se restablecerán la religión, la moral, la sociedad, las

naciones. Por consiguiente, la supremacía del Papa se impone a las iglesias locales y a los

estados. Es el comienzo del ultramontanismo, la postura de los que miran más allá de las

montañas, hacia Roma. El ultramontanismo se opone al galicanismo. Moviliza a los jóvenes

sacerdotes, pero también a los menos jóvenes, como a Lamennais. ¡Ser moderno, en aquel

tiempo, era estar con Roma!

Page 21: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

No se trata solamente de una discusión teológica a la vista de todos. Los progresos del

ultramontanismo aportarán, en la religión tal como se practicaba en Francia, una piedad más

ferviente, los comienzos de "la comunión frecuente", menos rigorismo. La teología moral de

Alfonso de Ligorio va a deshelar lo que queda de jansenismo en Francia, pero hará falta

mucho tiempo...

En San Nicecio, con las personalidades que se encontraban allí, el cura Querbes

completaba felizmente la formación recibida en el seminario. Durante toda su vida fue un

ultramontano convencido.

El joven coadjutor era responsable de la escuela clerical, o más bien según dice el

señor Besson "de la alta vigilancia" (13) de la escuela. Las tareas ordinarias se confiaban

normalmente a maestros o a seminaristas que esperaban su ordenación.

Lo esencial de su tarea era "el santo ministerio": catecismo, predicación,

administración de los sacramentos, visitas a los enfermos, entierros (era necesario "subir a

Loyasse", el cementerio que está lejos de la iglesia), confesionario, dirección espiritual,

participación en las ceremonias de algunas de las hermandades, etc. Los oficios eran

numerosos, variados, repetidos y, con frecuencia, largos. En el libro de los usos de San

Nicecio leemos: "es también costumbre tener dos misas privadas durante la misa mayor, una

comienza al mismo tiempo y, la otra, en el Credo o en el ofertorio. De este modo muchos

feligreses que no podrían permanecer en la iglesia durante hora y media para asistir a toda la

misa mayor y a la predicación que se hace después del Evangelio, aprovechan de la

instrucción asistiendo a otra misa privada". Curiosa costumbre.

El P. Querbes predicaba, lo hacía con voz fuerte y, según el gusto de la época,

largamente. Ha conservado sus textos. Al principio completamente redactados, se convertirán

más tarde en esquemas detallados. Cada sermón redactado ocupa, en la transcripción

dactilografiada realizada en el Siglo XX, una media de 6 páginas completas y, a veces, mucho

más.

Los temas son los que se trataban habitualmente en esta época: la religión, la dignidad

y los deberes del cristiano, la perseverancia, la frecuencia de los sacramentos, los peligros del

mundo, el fin último, la devoción a la Santísima Virgen, a la pasión de Cristo, etc. He aquí, a

título de ejemplo, los temas de los sermones del último trimestre de 1817: "Pruebas y

condiciones de la confesión" (28 de setiembre), "Cuidados del cuerpo y del alma; deberes de

los padres" (12 de octubre), "Oración por los difuntos" (2 de noviembre) "Tres advenimientos

de Jesucristo y formas de aprovecharlos" (7 de diciembre).

La doctrina es clásica, el estilo trabajado y los apóstrofes frecuentes. Por su

elocuencia, un poco estudiada, el sacerdote Querbes se esforzaba en convencer y en tocar los

corazones. En el sermón del 12 de octubre de 1817 sobre los deberes de los padres, después

de haber hablado de la necesidad de enviar a sus hijos al catecismo sigue: "Pero ¿no basta con

enviarlos al catecismo? ¿Estáis seguros de que los enviáis? ¿No van en último extremo? ¿No

desaparecen tan pronto como quedan libres? Pero yo supongo que vienen realmente. Pues no,

no es suficiente. Jefes de familia. Vosotros sois los pastores, estas palabras de san Pablo se os

Page 22: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

aplican directamente Educate filios vestros in disciplina Domini: educad a vuestros hijos en la

ley del Señor. Para educarlos en esto hay que enseñarles. "Pero es que yo no tengo tiempo"

¡Ah! tú tienes tiempo para enseñar a tus hijos a hacer fortuna, a formarse según los usos del

mundo y tú, madre, a esta joven persona, a tomar un aire y unas maneras capaces de agradar".

"Pero, yo no estoy habituado a estas materias y confieso que las he olvidado un poco".

Decidlo, y esto será lo que os condenará, padres y madres ignorantes que habéis entrado en el

santo estado del matrimonio sin conocer sus obligaciones. ¿Qué medio os queda? el de

instruiros vosotros mismos en vuestras creencias para ser capaces de poder explicarlo en

vuestra casa. ¿Tan difícil es soltar la lengua de estos niños haciéndoles pronunciar el dulce

nombre de Jesús y de María, elevar de vez en cuando sus ojos al cielo, formar sus tiernas

manos a hacer el signo augusto del cristiano, aprovechar los primeros albores de su razón para

grabar en su memoria las verdades fundamentales?".

Se puede imaginar a Juana feliz de escuchar predicar a su hijo...

Por causa de este talento era llamado a predicar fuera de la parroquia, por ejemplo en

San Lorenzo de Chamousete donde levanta la voz contra la fiesta bailadora (la fiesta votiva

ocasión de bailes); en Irigni donde participa en una de estas misiones que la restauración había

generalizado. Quizá participó también en otras: un relato de su propia mano podría dejarlo

entender (14).

Todos los testimonios y la correspondencia de la época concuerdan en afirmar la

acogida que el P. Querbes reservaba a los que estaban en la penuria, a los que necesitaban una

ayuda o un servicio de él. Se le escribía para pedirle un consejo, una intervención, para

recomendarle una viuda sin recursos, una joven en peligro, un seminarista pobre. Intervenía y

sacaba de su bolsa, que no debía ser demasiado grande: en San Nicecio, cada coadjutor

percibía 30 francos al mes...

Este dinamismo, esta abnegación pastoral, habrían podido conducirle a puestos de

mucho mayor responsabilidad. Durante el verano de 1818 fue recibido en Issy, cerca de París,

en la casa de los sulpicianos. Sin embargo, no entró en la Compañía. En 1822, recibió del

arzobispado una proposición halagadora: en Tours se deseaba implantar una rama de los

misioneros diocesanos que existían en Lyón (los cartujos). Se proponía al P. Querbes para

tomar la dirección de estos misioneros. Hugo Favre cuenta su reacción:

- "¿Es una orden la que me dan?

- No, se ha pensando en Vd. porque Vd. es capaz de este ministerio; pero Vd. es libre

de aceptar o de rehusar.

- En este caso, le suplico que nombre a otro y que me permita quedarme en mi

diócesis".

El señor Donnet aceptó la misión con el señor Dufêtre. Ellos comenzaron allí su

camino hacia el episcopado. No faltarían, un día u otro, al coadjutor de San Nicecio, la posibi-

lidad de subir los grados de una hermosa carrera que sus capacidades y su celo le harían

merecer. El 25 de octubre de 1822 fue nombrado a la parroquia-sucursal de Vourles.

Page 23: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

4

RESTAURAR LA PARROQUIA DE VOURLES.

VOURLES, UNA PARROQUIA QUE DEBE REHACERSE.

Vourles está situado a 12 Km. al sur de Lyón, en las primeras colinas que bordean la

orilla derecha del Ródano. El terreno está constituido por depósitos de morrenas donde los

guijarros gruesos y pulidos, con los cuales construían las casas en otro tiempo, son

abundantes.

En aquel tiempo era un pueblo de viticultores. El viñedo, destruido por la filoxera en

la segunda mitad del siglo XIX, no fue replantado y en su lugar se plantaron árboles frutales.

Como todos los pueblos de los alrededores de Lyón, Vourles contaba también con algunas

casas burguesas propiedad de algunos lioneses que venían a pasar allí los días agradables. En

aquella época, las propiedades estaban a menudo cercadas por altos muros construidos

ordinariamente en adobe.

En 1822, Vourles era una sucursal. Bajo el régimen concordatario se distinguían

netamente las parroquias de las sucursales y los párrocos de los sucursalistas o curas de

sucursal. El Concordato atribuía un sueldo a los párrocos de parroquia. Napoleón había

encontrado esta sutileza para hacer ahorrar dinero al estado: solamente tenían el título de

párrocos los tres mil sacerdotes, poco más o menos, responsables de un partido judicial, de

una capital de región o de una gran parroquia urbana. Estos eran inamovibles y recibían 1500

francos al año. Los otros pueblos o las demás parroquias de ciudad no eran más que

sucursales. Hasta 1807, no se había previsto nada del sueldo de un cura de sucursal. Sin

embargo, estos sacerdotes tenían la responsabilidad completa de una comunidad cristiana y

podían ser desplazados con pleno derecho por el obispo. A partir de 1807, el estado daba un

pequeño sueldo: 750 francos al año (1822). Era lo equivalente al salario de un obrero poco

cualificado, una especie de salario mínimo. Esta desigualdad de condiciones fue el motivo del

descontento del "clero inferior". En adelante hablaremos simplemente del párroco de la

parroquia de Vourles, sin hacer caso de estos términos concordatarios.

La parroquia contaba con algo menos de mil habitantes. Durante el sitio de Lyón un

contingente de jóvenes de Vourles se había unido a las tropas revolucionarias. El pueblo ganó

con ello el sobrenombre de "Vourles el valeroso". Y unos cuantos ciudadanos adquirieron un

certificado que les reconocía un buen espíritu republicano (1). El párroco había entregado sus

"títulos de ordenación" (certificado de órdenes) y, con sus más de cincuenta años, se había

comprometido en la intendencia de los ejércitos de la república, una situación más lucrativa

(2).

Page 24: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

¿Se puede saber por qué un pueblo vota blanco mientras el pueblo vecino vota azul?

¿Por qué una "buena" parroquia tiene como vecina a otra que hace desesperar a un párroco?

¿Hasta dónde hay que remontarse en el tiempo para comprender el origen de estas fronteras

que ningún límite materializa?. Es un hecho, Vourles, más que los pueblos vecinos, había

tomado partido por la revolución y, una vez pasada ésta, quedaba algo en los espíritus y en las

costumbres.

Tras el Concordato, se habían sucedido en Vourles cinco sacerdotes y no habían

conseguido darle un impulso cristiano. La práctica religiosa era escasa, sobre todo entre los

hombres, la iglesia estaba destrozada y la casa cural no valía mucho más. Hugues Favre que

ha conocido bien la parroquia en esta época, ya que él había nacido en ella, en 1809, dice

claramente: "reinaba una gran indiferencia religiosa, en la mayor parte, y hostilidad, en

algunos. Hay que añadir que la negligencia y la conducta poco edificante de algunos de sus

últimos pastores no habían ayudado a mejorarla. "No era buena ni tenía buena fama". Juan

Bautista Clavel resume: "era una parroquia que había que rehacer".

25 DE OCTUBRE DE 1822, PÁRROCO DE VOURLES

El consejo episcopal nombró al cura Querbes párroco de Vourles el 25 de octubre de

1822; se instaló en la parroquia el 31 de octubre. A los dos días, con ocasión de su primer

bautismo, ponía su primera firma en el registro de la catolicidad. La parroquia contaba,

anualmente, con una media de unos veinte de bautismos, algo menos de diez matrimonios y

unos veinticinco entierros. Todo esto ofrecía el escaso rendimiento económico de un centenar

de francos, que se añadía al sueldo recibido del estado.

¡Qué lejos estaba esto de San Nicecio, de sus burgueses, de sus intelectuales y de su

escolanía! El cura Querbes tenía ante sí a gente de pueblo, más propensa a interesarse por los

riesgos del granizo o del hielo de primavera que por problemas teológicos. Durante los años

siguientes evocará varias veces la "soledad" de los párrocos de pueblo y la necesidad de

encontrar un compañero para ellos. ¿En qué medida no ha sentido él también este aislamiento,

este contraste entre un medio de ferviente práctica religiosa y una parroquia glacial?.

La restauración de la iglesia parroquial llevaba varios años en el orden del día del

Consejo Municipal. El presupuesto había sido votado antes de la llegada del sacerdote

Querbes. Era imposible restaurar la vieja construcción. Una vez demolida, fue reemplazada

por la iglesia más amplia que existe hoy con un estilo poco corriente para la época: una nave

central con techo llano, separada de las naves laterales por cuatro columnas, con un presbiterio

en ábside. Guardando las debidas proporciones, algo parecido a una basílica romana. Los

proyectos se demoraron más tiempo aún pero, una vez puesta la primera piedra en abril de

1826, la construcción se concluyó rápidamente, ya que la iglesia fue bendecida el 5 de mayo

de 1828.

Para fundamentar más sólidamente el edificio, el ayuntamiento había comprado una

casa y un jardín contiguos. Esto permitió abrir una plaza y construir una nueva casa cural.

Page 25: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Se comenzó la restauración de la parroquia con los métodos pastorales del tiempo: la

predicación, la incitación a la práctica de los sacramentos, el desarrollo de cofradías piadosas,

etc. La primera cofradía fue la del Santo Rosario (diciembre 1822). Otras vinieron más tarde.

El cura decano de Saint-Genis visitó la parroquia en 1827. En su informe hace notar, entre

otras observaciones: "hora en la que se abandona el confesionario por la noche: cuando se ha

terminado".

En Vourles, como en San Nicecio, el cura Querbes utilizó sus talentos de predicador

para conmover los espíritus y los corazones. Preparó una serie de instrucciones para la

cuaresma de 1823 (3). Trataban de las gracias de este período litúrgico, la necesidad de

emplearlo bien y los motivos de la conversión: Dios, considerado en sí mismo, Dios creador,

Dios motor de todo, Dios redentor, Dios santificador; al final, el tema de la muerte es objeto

de dos instrucciones.

Era entonces el gran período de las misiones internas. Éstas conmovieron a la mayor

parte de las diócesis de Francia y a muchas parroquias. Sus métodos, a veces muy llamativos y

no siempre imbuídos de sencillez evangélica, impresionaban fuertemente la imaginación y la

sensibilidad populares pero su efecto no era muy duradero. Estas especies de "maratones

espirituales" duraban dos o tres semanas con dos pláticas diarias. "Las pláticas eran de cinco

cuartos de hora" y los ejercicios de piedad, variados y adaptados a las categorías de fieles. Se

sabe que el cura Querbes, coadjutor, había participado en estas misiones. Predicó el jubileo en

una parroquia vecina (Charly, 1826) (4), y una misión en el mismo Vourles (1827).

Después de las primeras fiestas de Pascua, el alcalde de Vourles, el señor Magneval,

que habitaba en Lyón, le escribió para anunciarle su visita. Decía en su carta: "Será muy

agradable para mí pasar unos momentos con usted y felicitarle por los buenos sentimientos

que me expresan todos los que han sido testigos de la Pascua en su parroquia" (31 de marzo

de 1823). Aunque siempre guste oír un cumplido, una alabanza, el cura Querbes no se dejó

engañar: la práctica religiosa no podía haberse restablecido en pocos meses. Aún quedaba

mucho por hacer.

Y se lo hicieron saber. Hugues Favre cuenta una escena de la que pudo ser testigo

directo; "el verdadero celo no puede actuar demasiado sin producir descontentos (...) El nuevo

párroco no podía dejar de experimentarlo de alguna manera. Recibió quejas y murmuraciones

de las que no hizo ningún caso (...). Los descontentos, no atreviéndose a atacarlo de frente,

tomaron la táctica de dirigirle cartas con insultos y amenazas que le enviaban clandestina-

mente a la casa cural, lanzándolas, a veces, por encima de los muros del jardín ¿Cómo respon-

der a ataques y a injurias cuyos autores permanecen ocultos en el anonimato? Varios escritos

de este tipo le han llegado ya de esta manera. He aquí que llega otro. Será el último.

"El domingo siguiente aparece en el púlpito con la carta en la mano y dice a su

auditorio (que probablemente sabía ya algo) que desde hace algún tiempo encuentra, de vez en

cuando, por la mañana, en su huerto, cartas que han sido arrojadas allí durante la noche, que él

ignora de quién vienen dado que no llevan firma, pero que lo siente mucho porque esto le

priva del placer de responder a los que le honran dirigiéndole sus cartas; que también esta

Page 26: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

semana ha recogido una, como de ordinario, entre las berzas de su huerto y que, al igual que

las precedentes, tampoco lleva el nombre de su autor; pero dado que éste se encuentra sin

duda en el auditorio le ruega que comprenda que, ya que no puede responder de otra manera,

le responda públicamente; y aquí lee solemnemente la carta que va comentando y de la que

subraya con sutileza todo lo que contiene de falso, de malo, de grosero, de ridículo... La gente

se ríe; si el autor de la carta estaba presente, no hay duda de tuvo que esforzarse para evitar el

ponerse colorado. Lo que sí es cierto es que esta persona no tuvo ganas de volver a lanzar

anónimos. Se acabaron las cartas anónimas".

El rasgo es muy verosímil: el carácter del cura Querbes, lo veremos, se acomodaba

bien a estas situaciones y las palabras cáusticas no le costaban demasiado. Pero, aunque no

hubiera más cartas anónimas, todavía hizo falta mucho tiempo para que la parroquia se

animara. ¿Se animó realmente? El mismo Hugues Favre lamenta que la parroquia "respondió

demasiado imperfectamente a los esfuerzos y a los trabajos" de su párroco. Al fin del siglo

XIX los sacerdotes encontraban a los habitantes de Vourles poco religiosos y nota uno de

ellos "lo que les retiene es la cantidad de ricas familias burguesas" que tenían una residencia

en Vourles (5).

En 1825 apareció en Lyón un libro titulado Cantiques tirés des meilleurs recueils à

l'usage des paroisses (Cánticos sacados de las mejores colecciones al uso de las parroquias).

Contenía la letra de más de trescientos cánticos. El cura Querbes había reunido, corregido y

clasificado estos textos para facilitar su utilización. Esta obra, seguida del Airs notés en plain-

chant mesuré (Cánticos con música gregoriana medida), tuvo un rápido éxito: hasta 1861 se

hicieron trece reediciones. Para el autor no fue, ciertamente, un negocio lucrativo. Lo esencial

no era esto, sino poner al servicio de las parroquias, de las catequesis, de los retiros, de las

casas de educación un buen instrumento para una mejor y mayor participación en los oficios.

El párroco de Vourles era consciente de que la educación de los niños era primordial

para rehacer duraderamente una mentalidad cristiana. Solamente gracias a la formación de

varias generaciones sucesivas se crea o se recrea un espíritu, una mentalidad, una vida. El

catecismo se enseñaba con mucha regularidad "desde la fiesta de Todos los Santos hasta la

Pascua, todos los días, a las once; durante el resto del año, todos los domingos, antes de

vísperas". (Informe de 1527).

Llamó a las Hermanas de San Carlos para dirigir una escuela de niñas que se abrió en

1823 (6). En todo el cantón era la única escuela de chicas dirigida por religiosas. Pero quedaba

la escuela de niños. El P. Querbes dirá más tarde que quería "desembarazarse de dos maestros

de escuela indignos de su profesión" (7). Maestros que imaginamos sin problema cuando se

sabe la poca competencia de los institutores de aquella época. Se dirigió a la Congregación

recientemente fundada de los Hermanos de María, los Hermanos Maristas (8). Charles Solin,

que conoció bien al cura Querbes, cuenta: "se dirigió a las Congregaciones de enseñanza

entonces existentes para solicitar un religioso. Todas les respondieron que ellas no podían

darle menos de tres de sus miembros. La parroquia de Vourles era demasiado pobre para

pagar el sueldo de tres hermanos. A disgusto, deplorando la laguna que dejaban estas institu-

ciones, laguna que privaba de la educación cristiana a los niños de los pueblos pequeños, no le

vino por el momento otro pensamiento que el de hacer lo posible para educar cristianamente a

Page 27: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

los niños dando la mejor dirección posible a su escuela parroquial, dirigida entonces por un

institutor, un maestro laico". "Hacer lo mejor posible", es decir, espabilarse. Pero él hizo más

que esto.

PIERRE MAGAUD: CANTOR, SACRISTÁN, CATEQUISTA, COMENSAL Y

COMPAÑERO.

Cuando todavía está mortificado por el rechazo que acaba de experimentar, el P.

Querbes tiene una experiencia que cambiará su vida. El sobrino del señor Magaud, que era

alcalde desde mayo de 1823, había hecho una tontería. El joven, que se llamaba como su tío y

padrino, Pierre Magaud, era también hermano de una religiosa de la escuela femenina de

Vourles.

Había nacido en 1800 en Montuel (Ain). Había ingresado en los Hermanos de las

Escuelas Cristianas donde le pusieron el nombre de Sulpicio Severo. Ya llevaba seis años con

ellos y, actualmente, enseñaba en su escuela de San Medardo, en París. Pero, a mediados de

Septiembre de 1824, se escapó del Instituto para ir a llamar a la puerta del Seminario de

Belley. Sentía, según habría confesado él mismo dicho a su superior, "una inclinación hacia el

estado eclesiástico" (9). Su decisión y su gesto habrían recibido la aprobación de su confesor,

pero para el instituto era una falta grave. Por otra parte, teniendo en cuenta esta situación, el

obispo de Belley no lo aceptó en el Seminario.

El sacerdote Querbes intervino en favor del joven. El obispo confirmó el rechazo.

Esperando que la situación se aclarara, Pierre Magaud fue alojado en la casa cural de Vourles

y el párroco comenzó los trámites para obtener de Roma la dispensa de sus votos. El indulto

fue concedido en noviembre de 1824 (10). Por su parte, Pierre Magaud se mostró útil: abrió la

escuela de niños, secundó al cura Querbes en la iglesia, en la sacristía y con los niños, como

catequista.

Los resultados fueron buenos. Con satisfacción por las dos partes. Para el cura

Querbes, Pierre Magaud se había convertido en su "cantor, sacristán, catequista, comensal y

compañero"(11). Incluso, en marzo de 1827, llegó a firmar un contrato con él (12). Pierre

Magaud se comprometía a continuar las funciones de maestro. Por su parte el párroco se

obligaba a mantenerlo "en sus funciones de sacristán y de maestro de escuela (...) y a darle

clases de latín y de humanidades". Lo alojaba, le daba de comer y le pagaba... muy poco:

sesenta francos anuales.

Pierre Magaud recibió cursos de latín y sin duda una formación básica: él no tenía

todavía el permiso de enseñanza y no lo obtuvo hasta 1829. También debía necesitar lecciones

de pedagogía: en 1833, un inspector lo juzgará como "poco capaz" y hará notar que los

habitantes "se quejaban de su lentitud en instruir" (13).

El cura Querbes era un hombre activo, práctico. Ya que formaba al maestro del

pueblo, ¿por qué no podrían beneficiarse también de esta formación otros maestros de las

Page 28: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

parroquias vecinas? En enero de 1826, el institutor de Brignais, un pueblo muy cercano a

Vourles y cuyo párroco era Vicente Pater, amigo del seminario de Querbes, era un tal Tomás

Nogier. Tenía apenas 20 años. Aprovechó esta formación. Mucho tiempo más tarde Pierre

Magaud recordaba su expresión un poco alambicada: "el señor Querbes (...) intentó como

sabéis crear una sociedad entre los maestros seglares que serían los amigos de la religión y de

los curas, que son los ministros. Con este fin quería reunir tres o cuatro maestros en

conferencias pedagógicas que, presididas por uno de ellos o por el señor cura de uno de los

maestros, se animarían (sic) mutuamente a hacer bien todas las cosas. El señor Nogier y yo

habíamos comenzado a secundar las intenciones del señor Querbes que presidía nuestras

reuniones" (31 de mayo de 1860).

Eran reuniones pedagógicas, pero en ellas se abordaba la formación moral y espiritual.

El párroco de Vourles elaboró un método de lectura. Existe en forma de un rollo de tela de

tres metros de largo por 40 cm. de ancho y en forma de un folleto impreso titulado A B C de

las pequeñas escuelas. Más tarde vendrá el Cálculo de las pequeñas escuelas.

El cura Querbes estaba lanzado: "también, escribe, me sorprendía en pensar lo

ventajoso que sería procurar a mis hermanos, maestros y compañeros parecidos al que yo

había tenido la dicha de tener entonces"(14). Pierre Magaud, aunque su personalidad no fue

muy brillante, ocupó tal posición cerca de su párroco que permitió a éste imaginar el papel

que podrían tener estas personas en las pequeñas parroquias como Vourles, desprovistas de

recursos para poder pagar a los hermanos. El proyecto condujo a Luis Querbes en direcciones

inesperadas y hacia una carrera que no había imaginado... Pierre Magaud, por su parte, siguió

su propio camino: acabó por entrar en el seminario de la diócesis de Belley y fue ordenado

sacerdote en 1841. Ejerció su ministerio sacerdotal como coadjutor en varias parroquias de la

región de Ain.

Page 29: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

5

IMAGINAR LOS CATEQUISTAS DE SAN VIATOR

LA INTUICIÓN FUNDADORA

El cura Querbes confesará más tarde haber concebido el primer designio de la

sociedad que va a crear "hacia el fin del año 1826" (1). En otoño de 1828 escribía así al

arzobispo: "Después de haber examinado delante de Dios, durante varios años, una idea que

primeramente le vino en su presencia, uno de vuestros sacerdotes se siente impelido a

exponerla a Su Ilustrísima...". En otro texto de la misma época dice que esta idea "le ocupa

completamente, le sigue incluso hasta el altar".

Esta idea que le ocupa es la creación de un "seminario menor destinado a proporcionar

a las pequeñas parroquias de las aldeas, buenos maestros de escuela que, durante dos años de

permanencia en el mismo, para estudios y noviciado, hallarían tiempo suficiente para

formarse en la virtud, en los métodos y en los conocimientos necesarios, y después, revestidos

de la tonsura, serían enviados a los párrocos que los solicitaran para quienes serían fieles

compañeros y les servirían como sacristanes, salmistas y clérigos en la administración de los

sacramentos. Podrían ser trasladados, lo mismo que se hace con los coadjutores, cuando fuera

necesario."

Se trataría, por consiguiente, de crear un centro de formación y una sociedad de

maestros para las escuelas parroquiales. Este centro reuniría periódicamente a estos maestros

para "dedicarse a los Ejercicios Espirituales y renovarse en el espíritu del cristianismo y en el

espíritu propio de su estado". Recibirían allí una formación pedagógica ("enseñar a educar a

los niños... dirigir las escuelas") y una formación para la pastoral parroquial ("secundar a los

curas encargados de las parroquias"). La casa serviría también como centro de acogida para

los maestros retirados de la sociedad.

En un borrador de carta al señor Cattet, vicario General, el cura Querbes precisa su

objetivo: el proyecto es formar una escuela normal de verdad, que sea para la diócesis un

semillero de maestros para las escuelas parroquiales y piadosas, cuyos alumnos sean, en

nuestras parroquias de los pueblos, acólitos y sacristanes de los párrocos, siempre a sus

órdenes, como también a las del Ordinario (el obispo), ya sean célibes o casados" (1828).

En una carta a un Consejero de Estado manifiesta la preocupación de formar y de

promover a los maestros de escuela "que ejercen las funciones, tan despreciadas y sin

embargo tan hermosas, de institutores de los niños del pueblo". Bien dirigidas, las escuelas

que tendrán podrán "rivalizar con (aquellas) donde la religión no es más que parte y no la base

de la enseñanza y de la educación" (30 de marzo de 1829).

Page 30: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

En 1838 en un informe presentado a un cardenal de la curia romana recuerda lo que

había sido la idea fundadora de la sociedad: "una sociedad de catequistas que, enviados de uno

en uno si fuera necesario, llenarían el vacío dejado por otras sociedades religiosas y podrían

ser:

1º los compañeros de muchos párrocos en su soledad;

2º sus clérigos y ministros en el servicio de los altares;

3º los maestros piadosos cuyo deber sería el de vivificar toda la enseñanza elemental

por medio de la doctrina cristiana, y que se opondrían a los maestros del indiferentismo."

Más tarde, en marzo de 1841, vuelve a hablar del "pensamiento que predominó al

principio de la Sociedad (...). Se trataría sobre todo de aprovechar el impulso dado a la

instrucción popular para colocar al lado de los pastores un ministro inferior como se

reclamaba en la antigua disciplina de la iglesia, un catequista compañero de sus funciones, y

encargado especialmente de la enseñanza de la doctrina cristiana a los niños y del cuidado de

los santos altares, de llenar así un vacío dejado por las demás instituciones religiosas y de

anular o al menos amortiguar los funestos efectos de la invasión del campo por los institutores

salidos de las escuelas donde todavía se oyen las demasiado famosas palabras: "estáis

asistiendo a los funerales de un gran culto". Esta última frase es de un inspector general de la

universidad.

Estos textos escalonados en una docena de años permiten darse cuenta de cual fue la

intuición fundadora del cura Querbes y los males que intentó remediar.

Quiere comprometer y formar a hombres que serán los catequistas de los niños. Estos

catequistas tendrán también una función cerca de los párrocos aislados del campo,

especialmente en la preparación y en el desarrollo de la liturgia que puede ser percibida como

una especie de catequesis para adultos. Su presencia permitiría a estos sacerdotes salir del

aislamiento.

Como la catequesis y las ceremonias religiosas no ocupan a una persona durante todo

el día y además el catequista necesita un salario, sería también el maestro de la escuela. Por

otra parte, los primeros que el cura de Vourles ha comenzado a reclutar a formar y a

promover: Magaud, Nogier, Liauthaud, Damoisel, Bachoud...son maestros en ejercicio.

Este hombre, que es catequista, que participa en la acción litúrgica, que es maestro de

escuela necesita un nombre. El cura Querbes utiliza dos, que para él son sinónimos:

catequista y clérigo parroquial. No es clérigo a secas, sino clérigo parroquial. Es más que un

matiz, también emplea alguna vez la expresión "clérigo laico".

Este catequista está colocado bajo el nombre de San Viator, un santo de la iglesia de

Lyón, del siglo IV. Era lector, por consiguiente, encargado de anunciar y proclamar la palabra

y fue también fiel hasta el final a su obispo san Justo.

Este clérigo parroquial o catequista de San Viator está destinado a las pequeñas

parroquias de los pueblos que no tienen medios suficientes para pagar a una comunidad de

dos o tres religiosos, las "aldeas atrasadas", las que están apartadas, no solamente de las

grandes rutas, sino también del progreso. El cura Querbes imagina, incluso, catequistas

Page 31: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

"enviados a las parroquias un poco como se hace con los coadjutores" (2).

LAS DISPOSICIONES PRÁCTICAS

Está muy bien responder lo mejor posible a las necesidades observadas, pero hace

falta un mínimo de organización para que estos catequistas tengan entre sí un poco de

cohesión y un espíritu común. El cura Querbes precisa: "no es una nueva congregación

religiosa la que me parece necesario establecer; es sólo una sencilla cofradía de maestros

piadosos y cristianos que pueda responder a las necesidades del momento. Estos institutores

seglares, unidos por los vínculos de la caridad, podrían ser célibes o incluso comprometerse

con los vínculos del matrimonio sin dejar de formar parte de la cofradía" (3). Por consi-

guiente, una cofradía; se decía también una asociación piadosa. Este grupo de personas tenía

sus estatutos aprobados por el obispo que nombraba a un sacerdote para dirigirlos. Las

modalidades de admisión eran flexibles y no exigían una gran preparación.

Sin embargo parecería que el cura Querbes pensó primeramente en una estructura más

compleja. En un borrador redactado a comienzos de 1827, texto que según toda verosimilitud

es el primero que evoca a los futuros catequistas, él piensa en una "Congregación de maestros

de escuela". Estaría compuesta de tres grupos de personas: de "hermanos vinculados por votos

simples a la edad de 33 años". "De hermanos, célibes o no, que habrían sido formados por la

sociedad", y finalmente de los "asociados", que sin haber sido formados por la sociedad se

habrían adherido a ella sin beneficiarse, desde luego, de las mismas ventajas que los cofrades.

El término de "congregación" no debemos tomarlo en el sentido actual de la palabra: ¿cómo

un congregación podría tener a la vez religiosos y personas casadas? aquí se emplea en uno de

los sentidos que tenía en la época: asociación de personas religiosas o seglares que siguen una

regla común (4); por ejemplo, la Congregación del Rosario no era una congregación

religiosa. No se volverá a hablar de este proyecto de organización. Los proyectos ulteriores no

evocan ya a estos hermanos que habrían pronunciado votos a los 33 años. Al menos hasta

1833 el cura Querbes intentará crear una cofradía de maestros laicos, casados o no, de la cual

él sería el director.

El celibato no habría sido el único elemento de distinción de los cofrades entre sí.

Dado que los catequistas hubieran debido ejercer un servicio cerca de los sacerdotes, una

especie de ministerio, diríamos hoy, ¿no podrían beneficiarse, algunos, de una disposición del

Concilio de Trento (sesión 23. Capítulo 17) (5), que preveía que, en ausencia de clérigos,

algunos seglares, incluso casados, podrían ejercer las funciones de las "órdenes menores" lo

que hoy llamaríamos "ministerios instituidos"?. El catequista hubiera sido este "ministro

inferior que reclama la antigua disciplina de la iglesia".

Finalmente, y siempre con la preocupación de responder del mejor modo posible a las

necesidades de las pequeñas parroquias, los catequistas serían enviados de uno en uno, si

fuera necesario. En este caso, podrían alojarse en el presbiterio pero también podrían

encontrarse en parroquias vecinas. Podrían reunirse los jueves, día de vacación, para una

conferencia semanal bajo la autoridad de uno de ellos, el regente.

Page 32: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Estas modalidades pretendían ser prácticas, flexibles. En algunos puntos necesitaban

ser más concretas. Desde luego, no iba a faltar quien se lo haría saber a su autor.

EL AMBIENTE DEL MOMENTO

El proyecto del cura Querbes se inscribe en la perspectiva de la recristianización que

caracteriza a la Iglesia durante la primera mitad del siglo XIX, especialmente bajo la

Restauración (1815-1830). La Iglesia intenta recuperar el terreno perdido combatiendo el

espíritu liberal o, como se decía entonces, el espíritu volteriano. Rechaza las novedades antes

de condenarlas en 1864 en el Syllabus. Se apoya sobre lo que, en la sociedad, ha quedado más

apartado de las corrientes peligrosas. La recristianización se hace por el medio que parece más

apropiado, la enseñanza de la doctrina cristiana.

"La revolución había hecho desaparecer, escribe el cura Querbes, hasta las huellas de

los elementos que proporcionaba la educación cristiana de los pobres en las parroquias"

(otoño de 1828). Y en un texto más tardío: "hacía tiempo que todos los buenos espíritus se

daban cuenta de la necesidad de hacer penetrar la enseñanza religiosa en el seno de los

pueblos más apartados y de renovar de esta manera, en ellos, las costumbres patriarcales, el

único fundamento de la paz y de la seguridad pública (...) es en el campo y en las aldeas donde

la semilla religiosa puede echar profundas raíces y producir frutos seguros" (Febrero 1840).

Por aquel tiempo de produjo en Francia un importante movimiento de escolarización.

En 1815, institutos y colegios daban una enseñanza bastante satisfactoria en general. Pero

solamente a unos 50.000 alumnos (6). La enseñanza primaria, las pequeñas escuelas vinieron

con retraso: escolarizaban menos de un millón de niños (7). La mitad de los ayuntamientos no

tenían escuela. En 1830, el número de alumnos de enseñanza primaria era ya el doble; en

1840, será de cuatro millones. De 1820 a 1840, se crean más de 27.000 escuelas. Esta ola de

escolarización viene acompañada de la implantación de un sistema de formación de maestros.

¡Y no sin necesidad!. En 1833, en el departamento del Ródano, casi la mitad de los

institutores carecían de la instrucción mínima que les permitiera ser maestros aceptables...(8).

Este desarrollo de la enseñanza lleva consigo una lucha entre dos corrientes que se

enfrentan en lo que será la primera batalla sobre la enseñanza: la querella llamada de la

enseñanza mutua. La iglesia confía en esta ola de enseñanza para educar a las nuevas

generaciones. Pero los liberales, por su parte, quieren sacar provecho de esta fuerza para

desarrollar una escuela neutra, abierta (el término de "laica" todavía no se usaba para

caracterizar una escuela). Piensan haber encontrado el medio favorable al generalizar un

sistema de enseñanza que se llamaba mutua en el que el maestro daba la lección a unos

monitores que iban a transmitirla a sus compañeros. El sistema es fuertemente combatido por

la iglesia que favorece la escuelas parroquiales, las congregaciones dedicadas a la enseñanza y

el control del clero sobre los maestros. Durante algunos años, un obispo llegó a ser incluso

gran maestre de la universidad, es decir, ministro de educación.

Page 33: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

También el cura Querbes estima que hay que aprovechar el impulso dado a la

instrucción popular (9) y "rivalizar con las escuelas donde la religión no es más que parte y no

la base de la enseñanza y de la educación"(10). Construye su proyecto cuando "la

muchedumbre de escritores liberales iba aireando las escuelas de Lancaster (las escuelas

mutuas) y amenazando con introducirlas en todos los ayuntamientos de los pueblos" (11).

Finalmente, el proyecto de los catequistas de San Viator se inserta en el gran hervidero

que ha marcado el catolicismo lionés del siglo XIX. La fuerza, la diversidad, la originalidad

de las iniciativas dan a esta diócesis un relieve muy especial. Dinamismo del clero que envía

sacerdotes y obispos a las misiones extranjeras: en 1839 la diócesis cuenta con un millar de

sacerdotes seculares. Dinamismo de las vocaciones y de las congregaciones religiosas: de

1816 a 1830 nacieron ocho congregaciones de hombres y de mujeres y, en 1830, 1400

religiosas y 200 religiosos están al servicio de la diócesis (12). Dinamismo de los seglares:

Pauline Jaricot y Frédéric Ozanam son los más conocidos, pero no fueron los únicos. Muchos

seglares animaban a las numerosas cofradías y asociaciones de todo tipo. El medio católico

lionés es muy estimulante.

Por consiguiente el proyecto del cura Querbes se inscribe en medio de una

fermentación de ideas y de realizaciones. En el ambiente del tiempo no es el único que intenta

ensayar ideas nuevas.

En Amiens, en 1824, se funda la congregación de los Hermanos de San José. Se trata

de "maestros de enseñanza primaria", pero también de "clérigos laicos" que "asistían a los

curas en la administración de los sacramentos, el catecismo, el canto de los oficios, el

mantenimiento de la sacristía y de la iglesia"(13).

En Nancy, hacia la misma época, toma cuerpo un proyecto de, "Magisterio" para

formar maestros cristianos. Esta asociación agruparía a maestros casados y otros con votos

religiosos (14).

En la Sarthe, en Ruillé-sur-Loire, el cura Dujarié quiere formar "hermanos maestros de

escuela-sacristanes, instruidos en el canto y en las ceremonias de la iglesia" para que ayudar a

las parroquias pobres. Estos hermanos podían ser nombrados por el obispo (15).

Hacia 1825, en la región de París, el cura Poirier crea a los Hermanos de la Cruz,

maestros colocados bajo la autoridad de los párrocos y que deberían ser también "cantores,

clérigos y sacristanes". Podían ir solos, en caso de necesidad, o formarían una comunidad

cuyos miembros se dispersarían cada mañana para ir a su escuela (16).

Bajo la Restauración se intensifica la búsqueda de fórmulas posibles. Algunas se expe-

rimentan para poder responder de la mejor manera a las necesidades concretas y urgentes. Se

es inventivo, quizás un poco utópico. Aunque no todos los intentos tuvieron éxito, al menos

algunos llegaron a echar buenas raíces y llegaron a convertirse en congregaciones que existen

todavía. El párroco de Vourles, para dar catequesis, para participar en el servicio de la parro-

quia y para ayudar a las parroquias más pobres, confiaba en los seglares a quienes juzgaba

aptos para cumplir estas funciones. ¿No era demasiado optimista para la sociedad y la Iglesia

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de aquel tiempo?

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6

ASENTAR LOS FUNDAMENTOS DE LA SOCIEDAD.

MONSEÑOR DE PINS Y SUS VICARIOS GENERALES.

Para poder existir, la cofradía de los catequista debía ser aprobada por el consejo

episcopal de Lyón pero, como se trataba al mismo tiempo de una asociación de maestros de

escuela, también necesitaba la autorización de los poderes públicos.

La diócesis de Lyón vivía, desde 1815, en una situación especial. El cardenal Fesch

tuvo que abandonar Francia a la caída de Napoleón, pero no renunció a su cargo de arzobispo.

Fueron los vicarios generales los que gobernaron la diócesis hasta 1823 dándo fielmente

cuenta de todo al Cardenal. En esta fecha y para hacer evolucionar la situación, la Santa Sede

nombró a monseñor De Pins administrador apostólico de la diócesis. Como no podía llevar el

título que Fesch conservaba para sí, se le encontró el título de un arzobispado in partibus,

Amasia en Asia Menor. Se llamó Obispo de Amasia. Sin duda él hubiera preferido Llamarse

Obispo de Lyón.

En Juan Pablo Gaston de Pins, (1766-1850) se reconocía la sensibilidad, la prudencia,

una gran bondad y una conducta irreprochable, caracterizada por una austeridad casi

jansenista. Pero tanto en política, como en religión, su intransigencia no aceptaba

componendas. Aunque no fue un arzobispo brillante supo ser, silenciosamente, un buen pastor

en una época difícil(1). De salud frágil, dejaba muchos asuntos en manos de sus tres vicarios

generales, los grandes vicarios, como se les llamaba en aquel tiempo: el señor Barou, conside-

rado como un santo, el señor Cattet y el señor Cholleton que había conocido a Luis Querbes

en el seminario de san Ireneo cuando ambos enseñaban allí. Jóvenes activos, un poco

autoritarios, especialmente el primero, pero muy capaces, supieron secundar muy bien al

arzobispo que les daba confianza. Pero muchos sacerdotes no les querían demasiado.

Este es el consejo episcopal con quien tratará el cura Querbes en múltiples ocasiones.

Al principio, un poco más con el señor Cattet, encargado de las comunidades religiosas, más

tarde, con el señor Cholleton, encargado de ocuparse de la Sociedad.

Fue el señor Cattet quien respondió al proyecto que el cura de Vourles había sometido

(2). En lugar de animarle a precisar más el bosquejo que había hecho, le propuso la dirección

del seminario menor de San Jodard o de ir a secundar al cura Vicente Coindre, que se

encontraba por casualidad al frente de los hermanos del Sagrado Corazón tras la muerte del

fundador de esta congregación naciente. El cura Querbes estudia las dos proposiciones y

madura su respuesta. Desea comprometerse en una tarea apostólica más intensa. Está

dispuesto a desenraizarse: "sin embargo, señor vicario general, no le diría todo si dejara de

confesar que me cuesta mucho liberarme del bienestar en que me encuentro. Los feligreses me

Page 36: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

llenan de atenciones, pero su simpatía me resulta cada vez más gravosa pues me doy cuenta de

que mis cadenas se hacen más fuertes. Mis familiares demasiado cercanos (José y Juana se

habían retirado a Vourles) muy edificantes pero cuya cercanía temo me resulte un tanto

desfavorable. Amigos y compañeros cuya amistad me hace feliz; pero el tiempo pasa, yo

tengo ya 36 años y no he hecho casi nada. Haga lo que haga (aunque no lo quiera) las visitas

previstas para media hora me ocupan fácilmente todo el día y qué difícil me resulta después

someterse de nuevo a un régimen de vida uniforme e invariable"(3). De paso hay que notar la

pequeña impaciencia: tiene 36 años y no ha hecho casi nada. ¡En seis años ha publicado dos

libros, ha participado en la construcción de la iglesia, ha abierto dos escuelas y ha predicado

mucho!. Puede hacer más. Donnet, su amigo y más joven que él es ya párroco de una gran

parroquia, la de Villefranche.

Pero entrevé dificultades en ir a ayudar a un superior más joven que él y a quien

podría hacer sombra. Vuelve a la carga: "todo esto ¿no nos está alejando de la idea

fundamental: formar una verdadera escuela normal para maestros parroquiales?..." Y expone

de nuevo las grandes líneas del proyecto. Es una constante de su carácter el no abandonar una

idea hasta después de haber hecho todo lo que podía para verla concretarse. No fue a San

Jodard ni a ayudar al P. Coindre.

8 DE AGOSTO DE 1829, LA AUTORIZACIÓN CIVIL.

El P. Querbes hubiera podido hacer aprobar primeramente la cofradía por el Consejo

Episcopal. Comenzó por la autorización civil. En efecto, la realización del proyecto,

especialmente la creación de esta escuela normal, exigía fondos, por consiguiente un

reconocimiento legal. El cura Querbes quería que el director tuviera la facultad de entregar las

autorizaciones de enseñar e incluso pretendía que le fuera confiada la escuela normal de la

academia. En el contexto político y clerical de aquel tiempo, este último punto estaba lejos de

ser una utopía: al fin de la Restauración, los marianistas del P. Chaminade dirigían varias

escuelas normales departamentales, incluso hubo un proyecto para confiarles la formación de

los maestros en Francia (4).

El cura Querbes redactó los estatutos principales de una asociación caritativa de

buenos ejemplos y de apoyo mutuo entre maestros de escuela y clérigos parroquiales, llamada

de los catequistas de San Viator". Siete artículos cortos ponen las bases de una asociación

cuyos miembros se comprometen al mejor logro de su salvación (...), proporcionar a los niños

una primera educación sólida y cristiana, a ayudar a veces con los grados inferiores de la

clericatura a los párrocos de los pueblos en el cuidado de las iglesias y en las funciones de las

ceremonias sagradas..." (Art.1). "La asociación está gobernada "bajo la autoridad del señor

arzobispo de Lyón y bajo la protección e inspección del señor rector de la academia de esta

ciudad..."(Art. 6).

Antes de enviar el texto al rector, el cura Querbes lo sometió a la aprobación del

arzobispado (29 de enero de 1829). La respuesta que recibió no debió ser negativa, ya que

emprendió otras diligencias. Quizá el consejo episcopal pensó que debía ceder a las peticiones

Page 37: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

de un sacerdote un poco temerario, aun sabiendo que el proyecto no iría muy lejos; se pedía el

reconocimiento legal de una asociación que todavía no tenía ningún miembro. Y la petición se

dirigía a un gobierno que privilegiaba el control de la universidad en la enseñanza primaria. El

gobierno Martignac (enero 1828 - agosto 1829) apoyado por liberales y realistas moderados,

había retirado al episcopado la vigilancia de la enseñanza primaria. Había también limitado el

número de alumnos en los seminarios menores y expulsado a los jesuitas de ocho colegios.

¡El episcopado, que durante cuatro años había hecho demasiado, se quedó hundido!

En febrero de 1829, el rector de la academia de Lyón transmitió la petición de

reconocimiento legal al Ministerio de Instrucción pública y lo acompañó con una nota

favorable al proyecto y a su iniciador (5).

Un mes más tarde el ministro responde secamente en cuatro puntos: para apreciar el

proyecto deben examinarse estatutos más completos; la asociación debe permanecer dentro

del ámbito de la enseñanza primaria (ni hablar de que sus miembros aprendan el latín); no se

le confiará la escuela normal de la academia; la autorización depende únicamente del

Ministerio de Instrucción Pública (también se había presentado una petición al Ministerio de

Asuntos Eclesiásticos).

El P. Querbes redactó rápidamente una serie de artículos explicativos (6). El 10 de

mayo el ministro decide: "del examen de estos estatutos resulta que presentan dificultades

para su adopción. Varias cláusulas indican claramente que se trata de una congregación

religiosa. Por consiguiente, sería necesaria una ley para autorizar esta fundación"(7). A la

administración le gusta las cosas claras y verificadas. Por consiguiente, intentad hacerles

comprender que los seglares que enseñan el catecismo y que tienen un lugar en el presbiterio

no son Hermanos...

El P. Querbes protesta: "solamente los votos constituyen una congregación religiosa:

aquí nadie los tiene. Es cristianamente una cofradía y legalmente una asociación caritativa.

Nada más. Lejos de mí ser un fundador de orden" (8). Por otra parte, en el contexto político de

la época, un proyecto de ley que autorizara una congregación religiosa no tenía ninguna

posibilidad de pasar.

A mediados de julio fue entregado un nuevo expediente (9). El cura Querbes se había

inspirado en los estatutos de los Hermanos de San José de la Somme, dejando aparte lo

referente a los votos. Por tercera vez el rector transmitió el expediente con un nuevo aviso

favorable: "He examinado este proyecto con atención. Me ha parecido que sería posible

acceder a los deseos del señor Querbes que, como tengo el honor de decirle, merece tanta

confianza por su carácter como por sus luces (10).

Para defender mejor el expediente y con la autorización del monseñor De Pins, el cura

Querbes va a París (fin de julio, primera quincena de agosto). El señor Cattet le ha

recomendado mucho "desconfiar de la astucia y dirección de las personas con quien tenía que

tratar y tener cuidado de no hacer ninguna concesión" (11). Al darle la autorización de ir a

París, ¿creía el consejo episcopal en el éxito? Según el testimonio de alguien que podría estar

bien informado, parece que no: "mientras el P. Querbes estaba en París uno de sus amigos

Page 38: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

escribía que en el arzobispado había oido que se tenía al P. Querbes por loco, que se le había

permitido este viaje para acceder a su cabezonería, pero que volvería sin conseguir nada" (12).

En París, la redacción de los estatutos fue muy simplificada: siete artículos breves

establecen una asociación caritativa de maestros de primaria para los departamentos de la

academia de Lyón: El Ain, el Loira y el Ródano. "Estaría sometida a los reglamentos

universitarios que rigen las asociaciones caritativas destinadas a la instrucción pública de los

niños del pueblo" (Art. 2). "Los miembros de la asociación están repartidos en dos clases: la

de los asociados y la de los agregados (...). Los primeros son célibes y ni unos ni otros tienen

votos" (Art. 4).

En la sesión del 8 de agosto de 1829 el Consejo real de instrucción pública

recomendaba la autorización de la asociación. La orden real será firmada el 10 de enero

siguiente.

"Esta aprobación por parte del gobierno ha sido siempre un secreto casi exclusivo del

cura Querbes", notará mucho más tarde Charles Saulin. ¿Cómo un sencillo cura de pueblo de

una pequeña parroquia puede, en menos de seis meses, hacer aprobar los estatutos de una

sociedad que no existe? Y esto en un tiempo mínimo y con un gobierno que tenía fama de ser

poco favorable a las instituciones de la iglesia. Sin duda el cura Querbes supo ser un buen

abogado en su causa durante los dos encuentros que tuvo con el ministro, el señor Vatimesnil,

un hombre honesto, a quien por otra parte reconocía le debía mucho. Pero la explicación se

queda un poco corta...

Varios altos funcionarios fueron buenos protectores para él: Ambrosio Randú y los

curas de la Chapelle y Clausel de Coussergues. La Chapelle, consejero de estado, comisario

del rey para la presentación del presupuesto de cultos era una de las relaciones del señor

Magneval, abogado, alcalde de Vourles de nuevo. Había intervenido en tres ocasiones para

obtener subvenciones de 2.500 francos para la iglesia de Vourles (13). El sacerdote Clausel de

Coussergues, consejero de Estado también, originario de Aveyron, era miembro del Consejo

Real de Instrucción Pública. Además, fue él quien anunció al cura Querbes el éxito de los

trámites (14).

Por su parte Ambrosio Randú fue durante una treintena de años el especialista de

enseñanza primaria. Por esta razón es considerado como uno de los padres de las dos leyes

(1816-1833) que crearon este tipo de enseñanza en Francia en el siglo XIX (15). Sin embargo,

en 1845 y en un contexto netamente menos clerical, escribirá dirigiéndose al ministro: "He

hecho constantemente profesión, en voz alta, de creer que una sociedad que comprende las

necesidades de la humanidad debe felicitarse al ver que se forman en su seno asociaciones

caritativas cuyo único objeto, cuya única ambición es la de solucionar estas mismas necesida-

des, yo digo asociaciones caritativas por dos razones: la primera, porque la denominación

misma excluye toda idea de asociaciones políticas que podrían causar al gobierno algunas

molestias o alguna sombra, la segunda, porque para remediar los males y aliviar las miserias

del cuerpo social yo no conozco nada más eficaz y seguro que el amor a los hombres encen-

dido en la llama del amor de Dios" (16). Más tarde el cura Querbes recurrió también a él al

menos en otras dos ocasiones, en 1831 y en 1844. El señor de Verna, diputado del Ródano,

Page 39: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

también intervino cerca del señor de Vatimesnil (17). Era miembro de la Congregación, una

sociedad secreta muy activa, una especie de Opus Dei de la época. La Congregación se

interesó por la asociación de los Catequistas en 1834. ¿Se había interesado antes? no se sabe.

Un apoyo ante la Congregación de París, en los centros del poder, quizá pudo ayudar.

En seis fecundos meses la asociación ha sido creada legalmente. Falta presentar la

cofradía, y esto depende ya del arzobispo.

3 DE NOVIEMBRE DE 1831, LA APROBACION EPISCOPAL

De regreso a Lyón, el cura Querbes no recibió una acogida triunfal en el arzobispado.

Dice sencillamente: "esta asociación (...) desagradó al señor administrador y suspendió su

aprobación" (18). Otro documento dice crudamente: "un vendaval terrible le esperaba a su

vuelta a Lyón" (19) ¿Qué estaba pasando? Los obispos habían reaccionado con firmeza a

las medidas tomadas por el gobierno Martignac. Monseñor de Pins más que los demás: "se

quiere quitar la instrucción primaria a los sucesores de los apóstoles, escribía en un documen-

to, y colocar a los niños para que reciban su primera educación en casas que no están bajo la

vigilancia del obispo" (20). Y he aquí que uno de sus sacerdotes había aceptado "someter a los

reglamentos universitarios", por consiguiente bajo la vigilancia de la execrada universidad,

una futura asociación de catequistas maestros. Y por otra parte, ¿tenía autorización para ir a

París?

En un largo alegato-defensa muy argumentado (21) el cura Querbes recoge los

reproches que le hacen. Recuerda en primer lugar al arzobispo, palabra por palabra, los

términos de la conversación en la que le dió la autorización para ir a París.

Si aceptó que la sociedad fuera sometida a los reglamentos universitarios fue porque

las asociaciones de este tipo y los institutos de hermanos son aprobados con esta condición, el

argumento es, con todo, frágil: las congregaciones de hermanos tienen la ventaja de

disposiciones particulares que no les pone bajo la autoridad del Ministerio, por ejemplo la

autorización de enseñar dependía de los superiores.

El hecho de que la asociación esté dividida en dos clases, la de los célibes y la de los

agregados, que pueden ser casados, no debería dañar su cohesión. No se puede ver en esto una

"tendencia de protestantismo a secularizar la enseñanza y las funciones religiosas" como

parece sospecharlo el superior del seminario. Al contrario, ¡es la posibilidad de realizar, por

fin, una disposición prevista por el Concilio de Trento casi 300 años antes!

La nueva sociedad no estorbará a establecimientos que existen ya: "la diócesis de

Lyón y las diócesis vecinas, estima él, son un campo muy vasto para tales obras de celo".

De hecho, no hay riesgo alguno en intentar un ensayo: "además, que Su Ilustrísima no

pierda de vista que no se trata más que de un ensayo sobre el cual yo pido su bendición y que

hecho bajo sus auspicios será rodeado de las más prudentes precauciones. Si, a pesar de todo,

Page 40: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

la esperanza fuera vana, la asociación podría ser fácilmente depurada por su autoridad,

Monseñor, puesto que el jefe de derecho es, sin otra condición, uno de vuestros curas párro-

cos".

Finalmente el cura Querbes recuerda la urgencia de obrar y por qué la aprobación civil

era necesaria en primer lugar: "el género mismo de la institución exige publicidad y desde

luego una aprobación civil. Además, era ya tiempo de detener los aterradores progresos de las

escuelas de enseñanza mutua que habrían acabado por invadir todas las ciudades y todos los

pueblos de la diócesis. Ahora bien, para llegar más rápidamente era necesario emplear la

publicidad". ¡Extraña expresión en 1829!

Pero Monseñor de Pins no fue sensible a este argumento y, a pesar de varias

intervenciones hechas ante él, no modificó su rechazo.

La publicación de la orden del día del 10 de enero de 1830, estimuló al cura Querbes y

a sus amigos. El tiempo urge: es la época en que se vislumbra la creación de las escuelas

normales en los departamentos. ¡Ah, si Vourles pudiera recibir la del Ródano! y si el

arzobispado consintiera finalmente en apoyar el proyecto. ¡Por fin llega de París la feliz

nueva: el cura Clausel de Coussergues informa que Monseñor de Pins entonces en la capital

"ha consentido, por fin, en no oponerse a la ejecución de esta orden del día" (22). Su excelen-

cia ha dado su acuerdo, pero como lo nota el cura Querbes "no quiere mezclarse en esto" (23).

Aprovechando el acuerdo concedido redacta una circular (24) destinada al clero de la

diócesis para dar a conocer la asociación, para obtener la colaboración de los sacerdotes en el

envío de jóvenes formandos y para conocer las necesidades de las escuelas parroquiales.

¡Todavía la publicidad! Pero tiene mucho cuidado en indicar bajo qué autoridad está esta

asociación "esta piadosa asociación que reconoce como primer superior a monseñor el

Arzobispo de Lyón se propone hacer de su principal establecimiento un semillero de clérigos

seglares destinados a secundar a los señores curas de las parroquias de los pueblos y también

de la ciudad en calidad de catequistas, es decir, de maestros de las pequeñas escuelas y

cantores sacristanes" (marzo 1830). Finalmente los catequistas de San Viator van a ver la luz

del día.

¡Pues no! La ráfaga de julio de 1830 derriba al rey y la restauración. Se instala la

monarquía de julio y con ella la burguesía liberal. La iglesia, que apoyaba al régimen anterior

sufrió un contragolpe. En el relevo de los hombres de poder desaparecerían amigos y apoyos

fieles del cura de Vourles: el rector Magneval, de la Chapelle, Clausel de Coussergues... por

eso cuando el 5 de febrero de 1831 el cura Querbes toma de nuevo contacto con el ministerio

para hacer aprobar su método de lectura y para pedir que la casa principal de la sociedad se

convierta en escuela normal del departamento, recibe un doble rechazo.

En marzo de 1831, el consejo episcopal propuso al cura Querbes como párroco de

Bourg-Argental, una promoción normal y ventajosa pero que suponía abandonar la sociedad

de los catequistas. Pero el gobierno no aceptó el desplazamiento de un sacerdote políticamente

demasiado realista para su gusto. La comunicación de este rechazo llegó a conocimiento del

párroco de Vourles el 21 de octubre de 1831. Y éste no era un día cualquiera para el cura

Page 41: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Querbes.

Después de haber trabajado cuidadosamente varios borradores escribió pronto a

Monseñor de Pins: "sometido a la voluntad divina que estaba bastante clara por la decisión de

su excelencia sobre mi desplazamiento, yo había ya aceptado con resignación las

consecuencias inevitables. La esperanza de la institución de una sociedad de catequistas se

alejaba cada vez más: pero un incidente, aparentemente banal, viene a despertarlo. Hoy

mismo, día de San Viator, 21 de octubre, me ha llegado la noticia del rechazo (...) por consi-

guiente, monseñor, perdone que, animado por esta circunstancia, me ponga a los pies de Su

Excelencia..." (25) Y sigue abogando por la aprobación de la sociedad.

El nuevo alegato vuelve a tomar los puntos expuestos dos años antes, tras la

tempestad. Pero el tono es diferente: se ha realizado una madurez espiritual. "En la sombra y

en el silencio es donde esta obra de celo debe ser propuesta actualmente". La publicidad ya no

está a la orden del día. El párroco de Vourles se ha desprendido de su proyecto y cree leer un

signo en el acontecimiento imprevisto. Pero él se remite a su obispo.

El 3 de noviembre de 1831, Monseñor de Pins autorizaba la sociedad. "En el consejo

de este día, escribía el Señor Barou, vicario general, Monseñor ha aceptado y aprobado, en lo

que le concierne, su institución de Clérigos de San Viator. Desea su éxito y no duda en ello,

puesto que el primer pastor le da su bendición"(26). El título está desgraciadamente contracto,

pero la sociedad existe.

Page 42: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

7

ORGANIZAR LA SOCIEDAD DE LOS CATEQUISTAS

LA CUNA

El 5 de noviembre de 1831, después de una misa de acción de gracias, el cura Querbes

firmaba sus promesas de "sacerdote catequista". El 10 de noviembre recibía a los dos primeros

catequistas Pierre Magaud y Pierre Liauthaud. El primero había estado junto a él durante toda

la maduración del proyecto. El segundo, maestro y secretario del alcalde en Saint-Bonnet-de-

Cray (Saona y Loira), se había enterado de la aprobación de la Sociedad de los Catequistas por

la lectura del Boletín Oficial del Estado. Enseguida había escrito a Vourles (1). Los caminos

del Señor pasan también por la lectura del boletín oficial ¡Tenía 38 años y enseñaba desde

hacía veinte! Más tarde será el brazo derecho del cura Querbes.

En 1832, Tomás Nogier, maestro en Brignais se adhiere a la sociedad (2). Jacques

Damoisele, maestro en Panissières (Loira) donde enseña desde hace diez años llega también a

ser catequista de una manera bastante fortuita. Habiendo faltado su ayudante, el párroco, señor

Ginot, antiguo condiscípulo del párroco de Vourles le puso en relación con este "yo llevaba

una carta del señor Ginot, párroco de Panissières, para el señor Querbes, con el fin de

conseguir un sujeto que me ayudara. Efectivamente nos pusimos de acuerdo pero a condición

de que yo me agregara a los hermanos de San Viator" (3).

El mismo año 1832, Pierre Liauthaud abandona Saint-Bonnet-de-Cray para abrir la

escuela de Francheville, muy cerca de de Lyón. En este momento componen la Sociedad

naciente, además de su director, cuatro catequistas que dirigen cuatro escuelas: Vourles,

Brignais, Panissières y Francheville.

Era necesario encontrar un local que pudiera acoger a los aspirantes y que permitiera

reunir a los miembros de la asociación. La casa cural pronto sería insuficiente. El cura

Querbes lo anota en el diario de asuntos interiores de la Sociedad (4). "Libres ya de

obstáculos, ingresaron varias personas para formarse y se pensó en adquirir una casa que fuera

la cuna y la casa principal de la asociación. Un inmueble adosado a la iglesia parecía el más

adecuado, pero pertenecía a varios propietarios y había que convencerles de realizar la venta

en común. El párroco no lo dudó. Pero, cuando llegó el momento de hacer la escritura y pagar

al contado, resultó que no tenía un céntimo. Las Señoras Comte y la Srta. Lamoureaux fueron

en este trance los dignos instrumentos de la Providencia y, gracias a un préstamo de 12.000

francos, pudo efectuarse la compra definitiva".

Las señoras Comte - se decía también las señoritas Comte - eran tres: María

Magdalena, Fleurie-Antoinette y Jeanne. Estas rentistas habitaban en Lyón, en la plaza

Page 43: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Bellecour, y poseían una residencia de verano en Vourles. Dieron 4.000 francos y, más tarde,

colaboraron financieramente en varios proyectos del cura Querbes. Nos quedan una veintena

de cartas suyas con abundante cháchara.

La Srta. Lamoureux, una de sus amigas, dio 6.000 francos. Estos dones completaron el

préstamo. Esta suma, bastante considerable, algo más de 400.000 francos actuales permitió

adquirir, el 30 de agosto de 1832, una casa grande de dos pisos y sus dependencias: un patio,

una huerta y varias pequeñas construcciones (5). Se convirtió en la Cuna (Berceau) de la

Sociedad. Existe todavía hoy y aún lleva este nombre.

Para conseguir algunos recursos ordinarios, el cura Querbes solicitó, en septiembre de

1832, "la autorización para abrir una casa de educación con el título de dueño de pensión".

Esto dio lugar a una encuesta (6). El prefecto desaconsejó toda autorización por el motivo

altamente culpable de que en Vourles se obstinaban en no querer cantar la oración por el

nuevo rey Luis Felipe. Conceder el derecho de tener un pensionado hubiera sido mirado como

una medida favorable a los "carlistas", a los legitimistas, partidarios de Carlos X, el rey

destituido en 1830. El rector, al transmitir los documentos del expediente, dio también una

opinión desfavorable. Sin embargo entre los documentos figura un testimonio del alcalde

elogioso para el párroco. También aparece una declaración del cura Querbes: "francamente

legitimista como soy, me creo obligado a no contrariar en nada, en la estrecha esfera en la que

la Providencia me ha colocado, a la actual marcha de las cosas que considero como el último

baluarte contra la anarquía". Naturalmente la autorización fue rechazada. El cura Querbes

volvió tres veces a la carga pero sin éxito. En adelante, los problemas financieros complicarán

siempre su existencia.

EL DIRECTORIO DEL CATEQUISTA PARROQUIAL

Como los catequistas eran también maestros de pequeñas escuelas pero no les sobraba

formación, el cura Querbes compuso para ellos el Directorio del Clérigo de San Viator,

Catequista parroquial. Es a la vez un libro de reglas, un tratado de pedagogía y un manual de

saber vivir.

En agosto de 1833 la redacción está terminada(7). Los Catequistas y los postulantes

copiaban la versión manuscrita con más o menos exactitud. Jacques Damoiselle se queja:

"respecto a las prácticas del Directorio sería bueno que yo tuviese una copia exacta, la del

señor Bachoud (su adjunto) no es más que un conjunto de garabatos, además me parece que

ha perdido una parte" (17 de enero de 1833). En 1836 se imprimió el texto con el fin de,

indica en el prefacio, preservarlo de las falsas interpretaciones producidas por la infidelidad de

las copias manuscritas; y en pequeño formato (10 x 6 cm) para hacerlo más manejable que los

cuadernos en los que habéis escrito hasta hoy".

La obra comprende dos partes: los deberes personales del catequista, sus funciones. La

primera trata del reglamento, de los diversos ejercicios de piedad a los que el catequista debe

ser fiel, del comportamiento que debe tener con las personas que le rodean, de los estudios

Page 44: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

que debe hacer para mantenerse en su empleo y, finalmente, de los cuidados personales. La

segunda parte aborda sus funciones, en la iglesia, en la escuela. Este último punto ocupa casi

la mitad de la obra.

El Directorio pretende ser práctico. Contiene, por ejemplo, una distribución de las

materias del catecismo, un método catequético, una distribución de los temas según la edad de

los alumnos, la lista del mobiliario que debe poseer una clase... Muchos consejos y

sugerencias intentan ayudar a los catequistas a prepararse mejor a su tarea: "al llegar a la

parroquia os dirigiréis en primer lugar al Señor Párroco para presentarle vuestras letras de

obediencia. Cuando habrá concordado vuestros servicios, entregaréis los demás documentos

al señor alcalde..." (nº 59). "Tened la mano siempre entrenada en las diferentes clases de

escritura que se exigen hoy y capaz de reproducir todos los caracteres que deseéis. Para

conseguirlo, no dejéis pasar demasiados días de vacación sin escribir ejemplos de escritura

corrida, cursiva o inglesa, bastardilla y redondilla..." (nº 79). Respecto a la lectura "haced que

todos los alumnos de una misma división se coloquen alrededor de vuestra mesa, mientras

tanto, que los demás alumnos trabajen cada uno en sus deberes. Colocadlos ante vosotros en

semicírculo, según el orden en el que quedaron en la lectura precedente y dad la señal para

que comience el primero. Éste continuará hasta que golpeéis de nuevo sobre el libro, a

continuación leerá el siguiente. Si uno se equivoca, pasad al alumno siguiente, quien deberá

corregir la falta; si no puede, lo hará el siguiente y así sucesivamente. El alumno que corrige a

los demás toma el lugar de aquel que se equivocó..." (nº 155).

El cura Querbes indica que para componer esta obra ha mirado "en excelentes escritos.

A menudo hemos adoptado el plan, las ideas e, incluso, las expresiones". En algunos pasajes,

efectivamente, ha tomado frases o expresiones de otros tratados anteriores. La noción de

derechos de autor no existía entonces como hoy, incluso los sacerdotes tenían la costumbre de

copiar de los sermonarios que por otra parte se habían escrito para eso.

La principal fuente del Directorio es la Instrucción para los jóvenes profesores que

enseñan humanidades, del P. Judde, un jesuita de comienzos del siglo XVIII. También utiliza,

en menor grado, el Tratado de los estudios de Charles Rollin y la Conducta de las Escuelas

Cristianas de San Juan Bautista de la Salle. Estos son tres tratados clásicos en los que

generaciones de maestros han aprendido su oficio. El cura Querbes sigue, a veces, la idea e

incluso llega a utilizar las palabras del autor. Otras veces completa o adapta.

Un ejemplo nos permitirá ver cómo actuaba, está sacado de la introducción del

capítulo sobre la educación.

Padre Judde

Aunque quizás pudiérais, sin un apoyo

especial de la gracia,

esperar ver avanzar a vuestros alumnos en

las ciencias,

nunca,

haréis nada de sólido

para formarlos en la piedad

si no sois muy ayudados por Dios

Page 45: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

(...)

por consiguiente manteneros unidos

al principio de la gracia.

Cura Querbes

No haréis

nunca

nada de sólido

por el bien personal de vuestros lumnos

si

Dios

no bendice vuestros esfuerzos.

Por consiguiente manteneos unidos

por la oración

al principio de la gracia

para hacerla descender sobre

vuestros alumnos,

rezad por ellos

y rezad con ellos.

El cura Querbes hizo mucho más que inspirarse en obras anteriores; compuso un libro

sencillo, claro, lleno de sabiduría y bien adaptado a los catequistas. Éstos encontraron en él

observaciones de sentido común que fueron a veces las únicas lecciones de pedagogía que

tuvieron ocasión de leer. Los que las practicaban, los que vivían del espíritu que llenaba estas

páginas llegaban a ser buenos cristianos y buenos maestros. Muchos lo fueron.

LA LEYENDA, EL OFICIO DEL CATEQUISTA

En la sección del Directorio dedicado a la oración, el cura Querbes escribe: "la lectura

es el alimento del Espíritu. En la oración nosotros hablamos a Dios, en la lectura espiritual

Dios nos habla y nos brinda las ideas para hablar con él en la oración. Sed fieles a la lectura

obligada y no olvidéis tampoco las otras lecturas espirituales" (nº 34).

Esta lectura obligada, esta Leyenda como se llamaba (del latín legenda, las cosas que

Page 46: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

deben leerse) es el oficio del Catequista que él debe rezar por la mañana y por la tarde, bien

viva solo o con otros hermanos.

No se trata de un oficio constituido por oraciones de devoción o un aspecto

determinado de la vida del Señor, de nuestra Señora o de los santos - lo cual habría sido bien

del gusto de la época. Es mucho mejor: "la Palabra de Dios, explica el cura Querbes, la

doctrina cristiana propuesta por la autoridad del Vicario de Jesucristo, el hermoso libro de la

Imitación, el más admirable que haya salido de la mano de los hombres, he aquí de qué está

compuesta la Leyenda o la lectura a la que todo catequista está obligado" (nº 35).

Los tres textos leídos, con una oración introductoria, las respuestas breves y una

oración final van al corazón de la vida del catequista. Éste debe, primeramente, vivir la

Palabra y la enseñanza de Cristo, escucharla, meditarla para poder evangelizar. La Biblia se

lee por entero: por la mañana el Salterio y el Nuevo Testamento y, por la tarde, en dos años, el

Antiguo Testamento. Conviene subrayar esta decisión del Padre Querbes de hacer leer, en el

siglo XIX, a seglares, la Biblia, toda la Biblia, incluso aunque algunas lecturas (los Números,

las Crónicas) debían ser especialmente áridas. El segundo texto está sacado del Catecismo del

Concilio de Trento. Este libro parecerá muy incompleto después del Vaticano II, pero era una

exposición doctrinal sólida, muy superior a otros manuales o catecismos espirituales a

menudo marcados por el jansenismo o por el galicanismo. Respecto a la Imitación, el lugar

central que ésta concede a Cristo crea un clima espiritual que está a cien leguas de las

devociones sentimentales.

Aunque no todos los catequistas habían recibido una formación que les permitiera

sacar todo el provecho posible, la leyenda les ayudaba a identificarse como tales, a ir a la

fuente, la Palabra de Dios. Ha sido un oficio especialmente adaptado a la misión y al espíritu

de la Sociedad.

1831-1833, MODIFICACIONES SUSTANCIALES

Quedaba un punto importante que arreglar: la aprobación de los estatutos. Los que

habían sido aprobados en París eran válidos solamente desde el punto de vista civil. Por

consiguiente el arzobispado debía sancionar la regla de una sociedad que pretendía estar al

servicio de la catequesis y de la pastoral parroquial, como se diría hoy.

El director de la Sociedad sometió un proyecto de estatutos de "la Asociación

caritativa de los Catequistas parroquiales de San Viator" (8). El texto asigna varios fines a los

catequistas: "su propia santificación, el apoyo mutuo que deben darse en sus necesidades

temporales", objetivos generales de toda asociación caritativa o hermandad piadosa. Son

creados especialmente para "la educación de los niños pequeños y el servicio del santo altar

en los rangos inferiores del clero" (art. 1º).

El catequista "debe recordar que no está llamado a formar pequeños sabios sino a

procurar a los niños una primera educación sólida y cristiana" (art. 5º) "Estará siempre

Page 47: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

dispuesto a secundar a su pastor, a servirle con celo en las santas ceremonias y en la

administración de los sacramentos, a decorar los altares y a aplicarse en la enseñanza del canto

gregoriano" (art. 6º).

El compromiso residía en una promesa de obediencia al director de la Sociedad (art.

8º). Se precisaba: "sin embargo, si algunos hermanos tuvieran la devoción de hacer de los tres

consejos evangélicos materia de votos simples y secretos, el confesor podría recibir sus

promesas salvo siempre el consentimiento del director (art. 9º).

Respecto a la vida cotidiana era la de los buenos cristianos: "su regla de vida diaria y

ordinaria es la de los cristianos piadosos" (art. 3º). Los catequistas guardaban la libre

disposición de sus bienes, tenían señales distintivas discretas: un anillo rosario y una pequeña

cruz para los que pertenecían al cuerpo dirigente. El vestido será "el de los hombres de edad

madura y clase media" (art. 12).

Algunas disposiciones reglamentaban la entrada en la Sociedad, la salida, el gobierno,

los estudios, las reuniones semanales y anuales y el mantenimiento de los establecimientos,

etc.

Modificaciones sucesivas enriquecieron y precisaron el texto pero, sobre todo

introdujeron en él disposiciones nuevas que cambiaron sustancialmente la Sociedad.

En febrero-marzo de 1832 el consejo episcopal hizo una revisión en la que hizo

desaparecer la disposición donde de preveía que algunos Catequistas fueran tonsurados y

pudieran recibir las órdenes menores. Otra modificación iba en el sentido de que, además de la

promesa de obediencia al director, los Catequistas se comprometieran "a practicar la castidad

y a formarse en el espíritu de la pobreza cristiana". Ya no se trata de hermanos que hubieran

podido casarse. El cura Querbes podía comenzar a aplicar estos estatutos, pero se le advirtió

que esto no equivalía a la aprobación.

Fue sobre todo durante el verano de 1833 cuando se produjo el cambio decisivo. El

consejo episcopal propuso a los Hermanitos de María, fundados por Marcelino Champagnat,

que no estaban reconocidos por la autoridad civil, que se unieran a los catequistas de San

Viator, que estaban reconocidos. Quizás en el voto del consejo había una segunda intención

concerniente a los Catequistas a fin de obligarles a entrar en formas más clásicas...

Ya en diciembre de 1832, el consejo había pensado "que la reunión inmediata de los

Hermanos de María a la obra del señor Querbes les pondría al abrigo de todas las

dificultades". Pero esta proposición no tuvo continuidad ya que se emprendieron nuevos

trámites para obtener la aprobación de los Hermanos Maristas. Al no conseguirlo, el consejo

episcopal volvió a su idea el 7 de agosto de 1833: "el consejo, para hacer gozar a los

Hermanitos de María de una existencia legal, piensa que deben unirse a la obra de los Clérigos

de San Viator de Vourles, legalmente autorizados. Por lo menos, se trata de intentarlo" (9)

El P. Champagnat y el cura Querbes se habían encontrado ya, sin duda durante el

invierno de 1826-1827 (10). En cuanto supo el deseo del consejo, el cura Querbes propuso

Page 48: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

que se le enviara un joven sacerdote capaz de ayudarle "a llevar el temible peso que se le

imponía" (11). El Sr. Cholleton, vicario general, vio al P. Champagnat y le pareció "bien

dispuesto" (12). Pero el fundador de los Hermanitos de María estaba demasiado ocupado para

viajar a Vourles y entenderse con el cura Querbes. Además, no había "entendido bien el

asunto", escribe al Sr. Cholleton; Yo he creido entender que el señor Querbes deseaba hacerse

Marista; en este caso, opino que señor párroco de Vourles debe hacer las primeras diligencias

(...) No me atrevo a hablar de ello a nuestros hermanos, al ver el problema que se ha creado en

los de Millery (a pocos kilómetros de Vourles) cuando, imprudentemente, alguien se lo ha

dicho" (13).

En efecto, corrían rumores. Jacques Damoisel escribe al cura Querbes: "el señor

párroco de Chambost me ha dicho, si he comprendido bien, que usted es el superior general de

los Hermanos Maristas" (29 de agosto de 1833). Se comprende el problema.

¿Qué pensaba de todo esto el cura Querbes? Unos años antes, cuando se le había

propuesto secundar al padre Coindre había manifestado sus reticencias. Temía dar la

impresión de que deseaba "cambiar o modificar la finalidad de una parte de su Instituto, cosa a

la que sabéis que un fundador bien penetrado del espíritu de su Instituto tiene tanto como al

Evangelio" (14). No podía, por consiguiente, estar muy entusiasmado ante la proposición de

un acercamiento o una fusión con los Hermanitos de María.

Sin embargo, para secundar el punto de vista del consejo episcopal redactó un

borrador de estatutos de la "Asociación de los Catequistas de Nuestra Señora San Viator"

(15). De hecho, tomó los estatutos de los Catequistas y, como los Hermanitos de María eran

religiosos, introdujo los votos simples, conservando también, para los asociados seglares que

lo desearan, la posibilidad de emitir una simple promesa de obediencia al director de la

asociación.

La reunión de las dos sociedades no se realizó. El consejo había creído beneficioso

proponerla. El P. Champagnat obró bien al no ir a Vourles y así preservó el futuro de los

Hermanitos de María y el de los Catequistas.

En diciembre de 1833, el consejo episcopal puso al cura Querbes en la alternativa de

continuar el régimen provisional en que se encontraba la Sociedad desde noviembre de 1831,

o de recibir los estatutos modificados por él (16). Quedarse con la primera propuesta era

correr el riesgo de que el Arzobispo jamás aprobara la regla, lo que hubiera sido anormal para

una asociación que iba dirigida a los pastores de la diócesis y en primer lugar al superior de

ellos. El cura Querbes optó por la segunda solución.

El texto aprobado el 11 de diciembre de 1833 (17) vuelve a tomar las disposiciones

introducidas durante el verano precedente. La sociedad se describe como siendo a la vez "una

piadosa asociación y una congregación religiosa". Los hermanos emiten votos públicos y

perpetuos. Los cofrades "una promesa o voto de simple devoción".

La introducción de los votos públicos marcaba una evolución clara de la Sociedad

hacia el carácter de congregación religiosa. Para el arzobispo, esto debía aparecer como una

Page 49: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

garantía indispensable. Para el cura Querbes fue una ocasión más de aceptar una palabra que

no le gustaba, pero que iba también mucho más allá de la intención de quien la había pronun-

ciado.

Durante estos dos años (noviembre 1831-1833) se elaboraron cinco versiones

sucesivas de los estatutos. El texto se concretó desde el punto de vista jurídico y pero también

fue enriquecido. Allí se concretan los fines de la Sociedad en una fórmula definitiva "la

enseñanza de la doctrina cristiana, en público, o en privado; y el servicio del santo altar".

También otros artículos persistirán a través de los tiempos, especialmente el artículo 4º, donde

se precisa la misión del catequista: "sea cual fuere la vocación particular del catequista no

olvidará jamás el honroso título que lleva (...) si fuere sacerdote, nunca hablará a los fieles

desde la cátedra sagrada sino para exponer algo de la doctrina cristiana; si se dedica a la ense-

ñanza de las ciencias o de sus elementos modelará ante todo los corazones de sus discípulos

enseñándoles la fe católica, si tuviera la dirección de un taller, tratará de formar varones

cristianos con más empeño, incluso, que hábiles obreros; en una palabra, en cualquier

situación en que se encuentre nunca perderá ocasión de evangelizar a Jesucristo, sobre todo

entre los pobres, y de disipar de todas partes los prejuicios de la ignorancia y de la irreligión".

Page 50: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

8

ACOGER A LOS PRIMEROS CATEQUISTAS

1833-1837. LAS PREOCUPACIONES ORDINARIAS.

A partir de este día de enero de 1829 en que presentó la primera petición de

autorización, el cura Querbes debió trabajar mucho. Sin abandonar su función de párroco,

redactó las versiones sucesivas de los estatutos, las puso a limpio y las defendió. Encontró el

tiempo para comprar una casa, componer el Directorio, publicar el A B C de las pequeñas

escuelas y, para hacer un servicio al P. Augustin, capellán de las religiosas trapenses de Vaise,

cerca de Lyón, escribió y publicó la vida del restaurador de esta orden en Francia, Dom

Agustín de Lestrange. También comenzó el Ceremonial de la recepción de los catequistas; el

texto será aprobado en 1834.

"No debe haber un instante perdido o mal empleado en la jornada del catequista"

escribirá más tarde (1855). Pero su salud se resintió. En diciembre de 1832 se vio obligado a

detenerse. Pierre Liauthaud, que le vio entonces, se sorprendió al verle tan bajo de forma, tan

sufriente (cartas del 6 y 20 de diciembre de 1832). Por su parte, el Sr. Cattet le escribía: "aho-

rre su salud, querido párroco y no se exceda imprudentemente en el trabajo" (19 de junio de

1833). Unos días más tarde, se le envía un sacerdote para, dice él, "darle una ayuda

provisional y para que usted pueda ausentarse y reposar durante algunas semanas" (29 de

junio). A todos estos problemas se añade el duelo por sus padres: su padre primero, fallecido

el 26 de diciembre de 1829, y después su madre, el 24 de febrero de 1831.

Pero la vida le arrastra y la Sociedad con su regla nuevamente aprobada exige toda su

atención. Se dio a conocer al clero por medio de varias circulares: se le pedían Catequistas y

se presentaban candidatos. Desde 1831 hasta fines de 1837, pasan por Vourles unas 80

personas: Catequistas, novicios, postulantes, "gente que viene a mirar". Adultos o jóvenes, a

veces muy jóvenes. Todos no se comprometieron y todos los que lo hicieron no perseveraron

en la Sociedad. Pero esto testifica que Vourles y lo que nacía allí ejercía una poderosa

atracción. Entre estas dos fechas, los Catequistas fueron enviados a 18 parroquias,

principalmente de la diócesis de Lyón.

La parroquia de Vourles y el marco de la Sociedad necesitaban personal. En 1829,

durante la estancia del sacerdote Querbes en París, fue reemplazado por el sacerdote

Pompalier. La familia de este joven sacerdote había venido a instalarse a Vourles. Más tarde

será obispo en Nueva Zelanda. Pero no se trataba más que de una ayuda puntual: había

deseado (1) "un coadjutor, (...) algunos seminaristas designados como maestros de los

postulantes". Pero ¿cómo van a nombrar un coadjutor en una sucursal? y ¿con qué sueldo?

Por eso los refuerzos fueron bastante frágiles: un subdiácono que no había podido ir a enseñar

Page 51: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

al seminario menor, un sacerdote a quien el consejo episcopal concedía justamente que

celebrara la misa, un seminarista en espera de ser ordenado...

Sin embargo fueron nombrados algunos coadjutores (2). Desde octubre de 1833 hasta

mayo de 1840 se sucedieron ocho sacerdotes en la casa cural de Vourles, entre ellos Prosper

Faivre, que se distinguirá por su buen carácter, su colaboración dinámica con el cura y su

permanencia en Vourles: dos años y medio. Debió ser un buen compañero. Sabía poner en su

correspondencia algunos detalles que harían sonreir a su párroco: mientras celebraba los

funerales de Margarita Pourchet, pudo observar cómo "Emilio (quizás el heredero) parecía

llorar solamente por un ojo, mientras parecía estallar de risa por el otro" (24 de febrero de

1836). Al fin de su vida publicará memorias en las que recuerda lo feliz que vivió en Vourles.

Sin embargo había llegado allí con cierta aprensión: "el demonio de la desobediencia por la

voz de algunos seminaristas había intentado demostrarme que el puesto era insostenible,

inaceptable, que el párroco mataba a sus coadjutores (sin duda porque no jugaba y no

frecuentaba los banquetes). Sí, mis superiores tenían razón, el señor Querbes era un párroco

muy capaz, un sacerdote modelo, instruido, trabajador, sin ambiciones, sobrio y desinteresado,

incluso en exceso, piadoso sin mezquinería ni fanatismo ni simple exageración, incluso era

artista y muy alegre, quizás un poco mordaz, pero era incapaz de bajas envidias" (3).

Pero el cura Faivre y el cura Tissut fueron casi los únicos que secundaron

correctamente a su párroco. Algunos de los otros coadjutores llegaron incluso a complicar la

vida del cura Querbes.

Quedaba siempre pendiente el asunto de los recursos. Al fin del año 1831, de acuerdo

con el Sr. Cholleton, el cura de Vourles puso en funcionamiento "la obra de caridad de San

Viator", para recoger fondos (4). Éstos vendrían de los fundadores o fundadoras que

entregaban 500 francos o más, o bien de bienhechores que se comprometían a dar 20 francos

al año. El producto serviría para "adquirir y amueblar la casa del seminario menor, para pagar

a los maestros y a los becarios, para formar un fondo de previsión..." El empleo del dinero

sería supervisado y gestionado por "una junta de siete rectores temporales".

No parece que el proyecto tuviera una continuidad inmediata, se volvió a insistir en él

después de 1833, se imprimió una circular, se organizó un despacho (5). El Sr. Cholleton era

el presidente; el Señor de Verna, vicepresidente; Victor Coste, notario-tesorero; el canónigo

Desgarets, secretario. Benoît Coste recuerda en la Historia de la congregación que los

hermanos de San Viator, cuya obra es tan interesante para la educación de los niños de los

pueblos, llamaron a los Congreganistas en su apoyo y el comité encargado de la protección de

esta obra se componía en gran parte de amigos nuestros" (6).

Los fondos eran más necesarios que nunca pues el proyecto de adquirir una nueva casa

para la formación de los postulantes iba tomando cuerpo. Por mediación del Sr. Cholleton, el

cura Querbes pudo comprar, en 1835, un edificio en las montañas de Forez, el castillo del

Poyet, a una quincena de kilómetros de Montbrison (Loira). El Poyet llevaba el título de

castillo, pero ¡no era precisamente Versailles! El cura Querbes acompañó allí, personalmente,

al primer contingente de moradores, en febrero de 1836. Era necesario trabajr mucho para

hacer habitables aquellas piezas. Se quedó allí varias semanas, luego volvió a Vourles para las

Page 52: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

fiestas de Pascua.

El cura Favre fue a reemplazarle. "Yo tenía que instalar allí a dos de sus hermanos

novicios, escribe en sus memorias. Teníamos 14 francos para tres e íbamos a pie a

Montbrison, donde debíamos encontrar dinero y provisiones, pero donde lo único que

encontramos fue el camino que conduce al Poyet, tres leguas entre bosques y con nieve. Sin

embargo, yo estaba contento, éramos como soldados en campaña; Por eso, al no encontrar en

el sonoro, enorme y viejo edificio, otro mueble que un recipiente con tres huevos podridos

grité: ¡bravo!, he aquí el título del castillo: la vasija está!".*1

Se quedó poco tiempo allí, fue nombrado coadjutor en Lyón y reemplazado por un

sacerdote de Bourg-Argental, el cura Charles Faure, a quien se propuso, no se sabe por medio

de quien, para que trabajara al lado del padre Querbes. Vicente Pater lo anunció a su amigo

diciéndole que tendría con él un "verdadero santito" (24 de febrero de 1836). El truculento

cura Faivre, que había conocido a Carlos Faure en el seminario aportaba un bemol: "me

parece un hombre que se puede ahogar en un escupitajo de beata" (25 de febrero). ¡No parecía

muy halagüeño para las beatas, pero el coadjutor tenía razón!. El cura Faure fue ayudado por

Jean-Jacques Mermet, que había ingresado en la Sociedad en diciembre de 1835 y a quien el

cura Querbes reconocía "mucho gusto y aptitud para dirigir los estudios, cosa que hace muy

diligentemente" (7). En octubre de 1836, estudiaban en el Poyet 18 postulantes de edades muy

diversas (8).

DAMOISEL, BACHOUD, Y ALGUNOS OTROS

Poco a poco, se iba organizando la Sociedad. La mayor parte de los catequistas eran

enviados, solos, a las pequeñas parroquias, pero no siempre era fácil la vida cuando habitaban

en la casa del cura.

Todos se reunían en Vourles del 21 de septiembre al 21 de octubre para participar allí

en el retiro anual y en una sesión de formación. Para algunos era necesario: Por cada Tomás

Nogier o Pierre Liauthaud, cuya expresión escrita era impecable se encuentran muchos

Jacques Bachoud que escribe tontamente al director de la Sociedad indicando su sorpresa al

encontrar, en su clase, niños que "ciertamente están más impuestos que yo en la gramática, en

la ortografía y más aún en el análisis" (30 de enero de 1837) Y la carta contiene más de 30

faltas y una decena de frases mal construidas...

Por otra parte, las primeras dificultades que padeció la Sociedad vinieron de personas

como ésta. Jacques Damoisel, un maestro competente, confunde el dinero de la escuela y el

del cura, con el suyo propio, y la Sociedad debe desembolsar sus 4.000 francos de deudas;

Lussereau abandona su escuela dejando deudas, una casa saqueada y una fama dudosa; Marin

Poncillon se mezcla en el asunto de pedir que se vaya el párroco con quien no se entiende

1.- N.T. en francés se presta a un juego de palabras: le "pot y est" = le Poyet.

Page 53: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

bien. ¿Es necesario decir que fue él quien tuvo que marchar? Convert tiene una conducta

escandalosa... Catequistas rápidamente reclutados, no siempre competentes, a veces adultos

que habían fracasado en otra parte, esto no podía crear más que problemas.

Vincente Pater, en el elogio fúnebre que hará de su amigo Luis Querbes, recordará

estos años difíciles; en su esquema, hablando de los comienzos de la Sociedad, anota:"su débil

comienzo. Sus dificultades. Asociados escandalosos. Oposición de los que debían apoyarle.

Ningún recurso financiero" El cura Querbes lo reconoce: "nos vimos obligados más de una

vez a mandar a casa sujetos recibidos apresuradamente y a retirar algunos de ciertos puestos"

(10 de febrero de 1839).

Por fortuna también tenía a Pierre Liauthaud, Jean-Jacques Mermet, Claude Robin,

Jean-Pierre Blein, Antoine Thibaudier, Louis Fraigne y otros, cuya conducta era irreprochable

y su abnegación para la Sociedad y la causa que habían adoptado, sin límites. Pero éstos

hacían poco ruido, mientras que a los otros se les oía bien.

1836, LA CRISIS.

Se les oía incluso hasta en el arzobispado, que por medio de una nota seca del Sr.

Cattet pidió cuentas de ello al cura Querbes y le dijo que tenía que elegir para los catequistas

un hábito distinto de la sotana, "otro hábito más propio para su estado por su modestia y que

no comprometa nuestro santo hábito" (23 de noviembre de 1836). Según los estatutos

aprobados, los Catequistas llevaban "la levita negra con el alzacuello blanco". Los que habían

recibido del obispo "el permiso de realizar las funciones de clérigos parroquiales o sacristanes

(llevaban) el hábito eclesiástico con el pequeño alzacuello blanco en lugar de la golilla". El

hecho de que la autoridad episcopal se entrometiera en un punto anteriormente aprobado ¿no

suponía el riesgo de verle inmiscuirse un día en algún asunto más fundamental que el hábito?

El Padre Querbes respondió inmediatamente con una carta en que se evidencia la

emoción contenida (9). Recuerda, en primer lugar, el hábito que los Catequistas tienen

autorización de llevar y por qué: "esta decisión está perfectamente de acuerdo con el espíritu

de la Iglesia. Enseñar la doctrina cristiana y servir al santo altar son funciones totalmente

eclesiásticas". Luego, utilizando la expresión empleada por el Sr. Cattet, da unas indicaciones

acerca de siete "individuos" que han abandonado la Sociedad o que van a abandonarla. Se

permite una llamada de buena lid: ¿habría que "despojar a todos los sacerdotes de su hábito

porque el Sr. Giraud no lo ha honrado?". El "miserable Giraud" como sigue diciendo el cura

Querbes, era uno de sus coadjutores, juerguista desconsiderado, de quien tuvo que quejarse.

¿Se puede cambiar impunemente una disposición de un texto aprobado sin provocar malestar?

"¿qué idea se formarían (los clérigos) de la estabilidad de nuestra Institución si, de repente, de

un plumazo y sin dar ninguna explicación, habría que borrar uno de los artículos considerados

esenciales en los reglamentos de una sociedad religiosa?".

Y acaba subrayando la cuestión y recordando una vez más su postura y la de la mayor

parte de los catequistas: "Finalmente, Señor Vicario general, si el consejo de Monseñor no nos

Page 54: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

es favorable, cosa que deduzco claramente de la medida que me proporciona el honor de

recibir su carta, mientras que el Sr. Cholleton, encargado de dirigirnos, no me ha dicho una

palabra sobre su contenido. Si no se nos quiere juzgar por nuestras obras, sino por algunos

informes que nos sería fácil reducir a su propio valor rompiendo el silencio que voluntaria-

mente nos hemos impuesto sobre ellos; si nuestro destino es sufrir unas medidas lamentables,

yo le aseguro de antemano nuestra obediencia, en nombre de la Sociedad (...) Puedo responder

de la abnegación de un gran número de clérigos. Su Ilustrísima nos puede arrojar por tierra de

un plumazo. Nos levantaremos con un saco al hombro y, guiados por la Providencia, iremos

en busca de nuevas pruebas" (25 de noviembre de 1836).

Él protesta de su fidelidad, pero la disposición tomada por el consejo le ha herido, esta

decisión hiere también a los Catequistas. A partir del 3 de diciembre, el cura Charles Faure

escribe: "Usted ha recibido del arzobispado la decisión por la cual nuestros clérigos no podrán

llevar en adelante el hábito eclesiástico. Cuando el Sr. Cholleton me lo dijo me sentí muy

incómodo, sobre todo pensando en la pena que usted tendría (...) la decisión fue tomada en un

momento en que el Sr. Cholleton se encontraba ausente del consejo, en otro caso, el habría

protestado". Pierre Liauthaud es más categórico: "yo no sabía que el Sr. Cattet había llegado al

punto de hacer suprimir la sotana en nuestra Sociedad, jamás hubiera creído al arzobispo de

Lyón tan inconsecuente como se ha mostrado respecto a nosotros. Hoy aprueba y mañana

desaprueba. ¿Cómo podemos fiarnos de la aprobación que ha hecho de nuestros estatutos? El

día menos pensado el señor Cattet va a pedir al consejo episcopal la suspensión. ¡Nos tiene

arreglados, este monseñor!. El no sabía que varios de nosotros habían hecho ya votos

perpetuos bajo el hábito eclesiástico y que suprimiendo este hábito se suprime en cierto modo

nuestros votos que, yo no lo dudo, han sido agradables a Dios" (13 de abril de 1837).

Unos meses más tarde, el cura Querbes dejaba desbordar su hastío en una carta a

Carlos Faure: "las contrariedades amargas se suceden. No hay un sacerdote abnegado. sin

embargo necesitamos uno. Me temo que las ideas desfavorables que se han extendido sobre

nuestra obra y sobre el que la dirige no nos ayuden mucho. Monseñor decía en una reunión no

hace mucho tiempo: "los hermanos del señor Querbes no son de fiar" Se le podría responder:

"los sacerdotes que Su Excelencia me ha enviado lo son menos todavía" (16 de mayo de

1837).

Monseñor de Pins habla de los "Hermanos del Señor Querbes". Los catequistas que

habían llamado la atención en el arzobispado no eran religiosos. Quizás radica aquí una

ambigüedad "la Sociedad de los Catequistas era a la vez una asociación piadosa y una

congregación religiosa" como lo precisa el artículo 7 de los estatutos. ¿No consideraba el

consejo episcopal a los Catequistas, sobre todo, como religiosos?. ¿En qué medida no se

habían quedado, para el cura Querbes, en los seglares que él había imaginado? Como el

registro de entradas se comenzó o se volvió a escribir en 1837 y allí no constan más que los

que habían salido hasta esta fecha, es difícil saber de una manera precisa quién ha sido

catequista, la fecha de su entrada, su estatuto (si era religioso o seglar) en los primeros años de

la Sociedad. Parece que en 1837 ya no había seglares en la Sociedad y que la hermandad había

dejado de existir de hecho.

La reunión anual de 1837 permite la celebración del primer consejo de la Sociedad

Page 55: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

(entonces se decía "discretorio"). Reunió alrededor del director, a los formadores (Faure y

Mermet) y a los Catequistas, que con el título de "mayores" formaban parte del cuerpo

dirigente (Favre, Liauthaud y Robin). El consejo reglamentó diversos puntos: los estudios, las

condiciones de apertura de nuevos establecimientos. También precisó algunos detalles del

vestido: los catequistas comprometidos temporalmente llevarían la levita o el redingote, los

definitivamente comprometidos llevarían una sotana modificada que permitiría distinguirlos

de los eclesiásticos. Tres días más tarde, los nuevos catequistas admitidos en la Sociedad

pronunciaron votos condicionales sin que se sepa exactamente cuáles eran las condiciones.

Este 21 de octubre de 1837, la Sociedad tenía ya 22 o 23 miembros.

Había surgido otra dificultad: "los Catequistas emitían un voto o una promesa al Señor

Arzobispo de Lyón" y dependían de él. Pero algunos enviados a Coligny (diócesis de Belley),

a Saint-Victor de Morestel (Grenoble) o a Saint-Sulpice (Nevers) dependía de otros obispos.

¿No se corría el riesgo de que estos quisieran también introducir en los estatutos condiciones y

obligaciones propias para su diócesis? Se sabía que Monseñor Devie (de Belley) no quería

una congregación que dependiera de otra autoridad que la suya. Esto era un freno para la

expansión de la Sociedad y un riesgo para su unidad.

Cuando, en 1839, recuerda la historia reciente de la fundación, el cura Querbes indica,

al hablar de la crisis de noviembre de 1836: "fue entonces cuando el fundador de los Clérigos

de San Viator tomó la resolución de pedir a la Santa Sede Apostólica la aprobación de los

estatutos de la Sociedad para protegerlos de todo cambio".

9

CONSENTIR LA CONSOLIDACION DE LA SOCIEDAD

FEBRERO DE 1838. EL EXPEDIENTE PARA ROMA.

No es solamente "un decreto de alabanza" lo que el fundador espera de Roma, es

decir, una especie de reconocimiento de los fines de la Sociedad, sino más bien la aprobación

definitiva de la regla. Habitualmente la aprobación pontificia de los estatutos o de las

constituciones no se realiza más que varios decenios después de la fundación de una

congregación, una vez que ésta ha experimentado durante cierto tiempo. Para las noventa

congregaciones masculinas fundadas en el siglo XIX y que todavía hoy existen, ha pasado

más de 50 años de media entre su nacimiento y la aprobación definitiva de sus reglas. Los

catequistas de San Viator no tienen aún siete años cuando el cura Querbes solicita su

aprobación.

Por su parte, parece una empresa que humanamente podría calificarse de audaz e

incluso un poco temeraria. También sus contemporáneos la consideraban así. Charles Saulin

Page 56: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

cuenta que cuando partió para Roma, el cura Querbes fue tratado de "presuntuoso y loco". Su

antiguo maestro Guy-Marie Deplace le escribirá: "¿se acuerda de las siniestras predicciones

que hizo cierto Monseñor cuando usted marchó?, parece que con su terquedad natural quiere

usted desmentir el oráculo: se lo deseo. Nadie más interesado que yo por su éxito; pero sigo

dudando aún" (20 de julio de 1838). "Presuntuoso", "loco", "siniestras predicciones" un amigo

que duda del éxito: no era demasiado animador.

Dos amigos por lo menos no dudaron, el padre François Renault, jesuita de La

Louvesc escribe: "va usted a Roma, ¡bendigo al Señor!, este viaje será, lo espero, para su

gloria y para el bien de la congregación de la que es fundador" (2 de mayo de 1838). Y el

padre Renault recomienda enseguida al Padre Querbes a muchos miembros influyentes de la

Compañía de Jesús. Pauline Jaricot le confiesa su alegría cuando él le anuncia su viaje: "estoy

demasiado contenta por esta buena aventura. Vivan Jesús y María. ¡Qué bueno es embarcarse

en su tan amable compañía!" (mayo 1838). Ella también le recomienda a personas influyentes

que conoce como el padre Pascal o la baronesa Kimski.

Antes de ser transmitidos a Roma, los estatutos sufrieron una nueva verificación en el

arzobispado, en febrero de 1838 (1). desapareció lo concerniente a la cofradía. Recurrir a

Roma ¿no era para el cura Querbes una última esperanza, una última tentativa de hacer

aprobar la primera idea de la Sociedad?. El no lo dice pero, en la práctica, obra así. Redacta

con mucho cuidado en francés y en latín un capítulo adicional sobre "los catequistas

seculares" (2). Su papel, sus obligaciones, los vínculos que deberán tener con el director, están

minuciosamente descritos allí. En julio de 1838, en la presentación que hace de los Clérigos

de San Viator al cardenal encargado de estudiar el dossier de aprobación, le indicará: "los

asociados célibes componen la Sociedad regular (la Sociedad religiosa)"; son sus estatutos los

que se someten a la aprobación de la Santa Sede Apostólica. La otra clase de hermanos, de

cofrades seculares y piadosos catequistas, que podrían ser casados, no existe todavía. Pero

habiendo reconocido el gobierno civil el derecho de dirigirlos sería muy bueno aprovecharse

de ello" (3)

Por su parte, Monseñor de Pins escribió una súplica al Papa Gregorio XVI, para

presentar a los "hermanos catequistas" y recomendar la aprobación de sus estatutos (4). El

tono no tiene nada en administrativo. No se comprendería, desde luego, si se imaginase una

especie de competición entre un sacerdote y su obispo que recurren a un arbitro para arreglar

las diferencias. Monseñor de Pins y el cura Querbes pertenecen a la corriente ultramontana.

Recurrir a Roma no es desafiar a su obispo y el obispo lo sabe. Esta "tentación ultramontana"

(5) entra, poco a poco, en las mentalidades del clero en Francia.

Parece que el cura Querbes había intentado antes obtener la aprobación pontificia sin

tener que ir personalmente a Roma (6). En el momento en que terminó el expediente, su

estado de salud no le permitía realizar este viaje. El 19 de enero de 1838, escribía a Carlos

Faure: "su firma (su compromiso en la Sociedad) cuando Dios le inspirará que me la envíe me

aliviará de una inmensa inquietud. Me parece que desde hace mucho tiempo la muerte planea

sobre mi. Entonces diría yo, con una satisfacción infinita, mi nunc dimitis". En una carta del 5

de febrero, aparece una breve nota en un tono parecido. El 20 de este mismo mes, en una carta

al Sr. Cholleton en la que le devuelve los estatutos corregidos, confiesa: "no nos queda más

Page 57: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

que desear que la respuesta sea favorable y rápida. Después de esto yo diré gustosamente mi

nunc dimitis, porque debo confesarle que formido mortis cecidit super me (me sobrecoge un

pavor mortal). salmo 55, versículo 5)". "Hay que resolver un terrible problema de cálculo"

escribe el 26 de febrero de 1838 y, un poco más tarde: "estoy un poco mejor y acabo de hacer

mi primera salida" (16 de marzo). Por consiguiente, el Padre Querbes trabaja su "dossier" en

el sufrimiento físico y moral con la esperanza de una conclusión feliz que le habría permitido

dejar en otras manos la responsabilidad de la Sociedad. Con todo, hizo este viaje.

21 DE SEPTIEMBRE DE 1838. LA APROBACION PONTIFICIA.

Parte el 8 de mayo. Deja la parroquia y la dirección de la Sociedad en las manos del

cura Faure. Pero éste sufre una operación en los ojos y no volverá Vourles más que en julio.

Es el cura Tissut, vicario, quien le suplirá durante este tiempo y le escribirá largas cartas

donde le informa de la vida parroquial.

El viaje de ida dura siete días (7). Se hace en barco de Lyón a Avignon; en diligencia

de Avignon a Marsella; otra vez en barco hasta Civitavecchia y, de nuevo en diligencia, hasta

Roma.

Y he aquí al Padre Querbes, en esta Roma que es, todavía por un poco de tiempo, la

capital de los Estados Pontificios. Una Roma de unos 200.000 habitantes (8), que flota en el

interior de las viejas murallas, mientras que las viñas y los jardines crecen entre basílicas y

palacios y los rebaños comen la hierba entre los monumentos caídos de un forum invadido por

cinco o diez metros de escombros. La ciudad ha conservado su dédalo de calles y callejuelas

que no airean todavía las escasas excavaciones realizadas desde 1870. Luis Querbes habita en

la pensión Sauve, a dos pasos de la iglesia y de la casa de los jesuitas, en el barrio de Campo

de Marte, el más poblado y el más animado.

Es cierto que Roma le sedujo: es la ciudad de las maravillas, escribe a su amigo

Vicente Pater. Yo, preocupado por el negocio importante que me ha traído aquí, la he visto

solamente de paso pero ya tendría de qué llenar un libro o charlar durante cuatro o cinco

tardes; además, me sería imposible contar las impresiones que se experimentan al contemplar

las obras de arte y los lugares santos que se encuentran a cada paso" (22 de mayo). Y en una

carta escrita el mismo día a Charles Faure: "Roma es una piedra de tropiezo y de escándalo

para nuestros desgraciados impíos e, incluso, para gran número de sacerdotes franceses que

llegan aquí con su espíritu crítico. Roma es la fuente de los sentimientos y de las emociones

cristianas y sacerdotales para quien tiene la dicha de encontrar los santos lugares a su llegada.

Este ha sido mi caso."

Pero él no ha venido aquí a hacer turismo... El escribe cartas, súplicas e informes en

francés, latín o italiano. Interviene, respetuosamente pero con insistencia, ante Monseñor

Soglia, el secretario de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, ante cardenales,

especialmente ante los cardenales Sala y Mari. Ante Gregorio XVI en persona.

Page 58: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

En Roma como en otras partes y sin duda más que en otras partes, no pasa nada si no

se es un poco introducido, guiado, protegido. El cura Querbes citará algunas personas que han

favorecido sus trámites: "los reverendos padres Roothaan, general de la Compañía de Jesús,

Rosaven, asistente de Francia, de Villefort, sustituto del Secretario, Vaure, penitenciero

francés y Menor conventual, y Sauveur Pascal, superior general de los misioneros llamados

piadosos obreros" (10 de febrero de 1839).

Una mención especial debe hacerse a la colaboración de la Compañía de Jesús. Los

padres Roothaan, Rosaven, de Villefort son jesuitas; el Cardenal Mai lo era antes de ser

promovido. El cura Querbes no dice explícitamente lo que debe a la Compañía de Jesús, pero

quince días después de su llegada escribe: "Demos gracias al Señor por haberme hecho

encontrar a los padres jesuitas. ¡Qué hombres estos! He aquí la primera orden religiosa y el

modelo de todas las demás. Roguemos a Dios para que nosotros lleguemos a ser jesuitas

abecedarios" (22 de mayo). Lo que no quería decir que los Clérigos de San Viator debían ser

jesuitas a medias, sino que debían ser, en su dominio propio, las escuelas de los niños, donde

se aprende el abc, tan competentes y eficaces como los jesuitas lo son en su dominio,

especialmente en los colegios.

Además de su acción y de sus trámites, el cura Querbes cree firmemente en el poder

de Aquel que, dice él: "es el patrón de los corazones y de las voluntades" (21 de agosto). Una

vez que ha hecho todo lo que humanamente le corresponde, se pone en las manos de Dios en

la oración, el retiro (hace dos retiros en la casa de los jesuitas), la peregrinación a Loreto y a

los diversos lugares venerados en Roma.

Su estancia en Roma comprende tres períodos de desigual duración.

El primero va desde el 15 de mayo hasta primeros de agosto. Es el descubrimiento de

la ciudad eterna, las visitas de cortesía, la presentación de la Sociedad, la primera audiencia

concedida por el Papa Gregorio XVI y el trabajo con los miembros de la Sagrada

Congregación para los Obispos y Regulares. El Padre Querbes sospecha, ya desde entonces,

que su presencia en Roma será más larga de lo previsto: "a pesar de todas las promesas de

celeridad que se me han hecho, me temo que el asunto durará algún tiempo. Sea lo que fuere,

estoy decidido a quedarme hasta el final" (22 de mayo) ¡Palabras un poco imprudentes! Se

trata de obtener la aprobación de un texto de 35 artículos que llevan disposiciones concretas y

la administración pontifical se toma el tiempo suficiente para examinar con calma los textos

que se les ha sometido...

El segundo período abarca el mes de agosto, un mes de pruebas. El 3 de agosto los

miembros de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares se reúnen y estiman que debe

diferirse la aprobación de los estatutos. Los catequistas dependen hasta el momento del

arzobispo de Lyón, que recibe los votos de los religiosos, puede dispensar de ellos, tiene

derecho a vigilar la administración, etc. En Roma, algunos artículos han sido modificados y ha

desaparecido la referencia al arzobispo de Lyón. Los catequistas pasan de un horizonte

diocesano al horizonte universal de la iglesia. Los cardenales estiman que, al menos por

cortesía, deben consultar a Monseñor de Pins y que le corresponde a él dar su acuerdo a la

nueva versión de los artículos retocados. Lyón, por consiguiente, debe decir su palabra.

Page 59: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

El Padre Querbes esperaba una aprobación rápida. La decisión del 3 de agosto va

contra su deseo de volver rápidamente a Vourles. El 6 de agosto escribe a Monseñor de Pins y

le somete los cambios proyectados y le pide una rápida respuesta. Concluye la carta con estas

palabras: "entre las dificultades y los calores acaban de hacerme pagar el tributo al clima de

Roma. Entre el fastidio de las "contrariedades" o del clima (este calor que ahoga, ¿qué es lo

que más le ha abatido?). El hecho es que está enfermo durante varias semanas y se verá

obligado a abandonar Roma para ir a buscar un poco de descanso en las alturas más templadas

de las colinas albanas. A pesar de su estado y para hacer avanzar su expediente, escribe a los

cardenales y al Papa. Sigue sobre todo creyendo en la Providencia. "Mi salud está deteriorada,

una irritación de vientre me consume y me anonada, ruegue a Dios por el pobre sacerdote

francés que lucha aquí por asentar el fundamento de nuestra obra. Es el momento en que los

obstáculos se elevan a la altura de las montañas, pero también el momento en que Dios me

concede la gracia de estar más decidido que nunca. In te Domine speravi non confundar in

aeternum (A Tí, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado). Salmo 31,2 (9 de agosto).

La respuesta de Monseñor de Pins va mucho más allá de lo que el Padre Querbes

esperaba: el arzobispo no solamente suscribe los cambios propuestos, sino que incluso acepta

de antemano todos los "cambios" y supresiones, todas las modificaciones que la Sagrada

Congregación desee hacer a los reglamentos. Lo esencial es obtener de la Santa Sede esta

aprobación que consideramos con razón la garantía de la prosperidad de los Clérigos de San

Viator" (15 de agosto). Monseñor de Pins añade: "como no pongo límites a mi deferencia por

la prudencia de la Santa Sede Apostólica si, a su juicio, hubiera algún otro título que cambiar

me someto de antemano, desde ahora, a los cambios exigidos para acelerar, en lo que me

concierne, la expedición de este asunto" (15 de agosto). Esta respuesta debió suponer un buen

remedio para los males del Padre Querbes.

El tercer período es el mes de septiembre, un período breve pero muy ocupado. Se

completa el dossier con algunas partes nuevas. Es sometido de nuevo a los cardenales,

después el cura Querbes se retira a la casa de los jesuitas para hacer un retiro.

El 21 de septiembre de 1838, los miembros de la Sagrada Congregación de Obispos y

Regulares reunidos en sesión plenaria aprueban la versión definitiva de los estatutos de la

Asociación de los Catequistas de San Viator (9).

El Padre Querbes se entera muy pronto. Al día siguiente, por la mañana, escribe al P.

Faure: "entonad el Te Deum, todo ha terminado y la Sociedad acaba de recibir su existencia de

aquel que, en nombre de Dios, da a todas las instituciones la fuerza y la vida. Se nos ha dicho :

Crescite et multiplicamini (creced y multiplicaos). Dichosos por este éxito, ahora solamente

debemos pensar en alcanzar nuestro fin y en justificar nuestro título de catequistas" (22 de

septiembre).

El decreto de aprobación esta firmado el 27 de septiembre. El documento pontificio

solemne de aprobación (las letras apostólicas) será publicado el 31 de mayo de 1839 y llevado

a Francia por Paulina Jaricot.

Page 60: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Una vez alcanzado su objetivo, el Padre Querbes se apresura a volver a Vourles. Va a

visitar al Papa el 27 de septiembre. Una semana más tarde, el 4 de octubre, parte de Roma. El

camino de vuelta es el mismo que hizo al venir. Diez días más tarde es recibido con

entusiasmo por los religiosos y feligreses de Vourles.

INMEDIATAMENTE DESPUÉS DE LA APROBACIÓN

La Sociedad aprobada el 21 de septiembre de 1838, es una congregación religiosa.

Dejando aparte lo referente a los votos y a la dirección, la regla vuelve a tomar las disposi-

ciones que ya estaban en vigor. Los votos se emiten en primer lugar por cinco años, después

para siempre. El director principal, elegido por el Capítulo General, ya no tendrá que hacer

aprobar sus decisiones por el arzobispo de Lyón.

El cura Querbes había ido a buscar la estabilidad para la Sociedad. La tendrá, aunque

pueda ocurrir que alguien, como al cardenal de Bonald, sucesor de Monseñor de Pins,

experimente el deseo de intervenir inoportunamente. La aprobación pontificia permite a los

Clérigos de San Viator abrirse a un horizonte más vasto que el horizonte diocesano. En los

diez años sucesivos se aprovechará de ello.

El Padre Querbes había ido a Roma para reconocer la Sociedad tal como él la había

imaginado primeramente. En una nota redactada para presentarla añade tres notas en italiano

(10). La redacción de la tercera tuvo que ser para él un tormento. "Aconsejado por su

excelencia Monseñor Soglia y el reverendo padre Rosaven, no se reproducirá el apéndice que

contenía el proyecto de la cofradía de los catequistas seculares". ¿Se le ha hecho notar que

intentar obtener una aprobación en este sentido hacía correr el riesgo de comprometerlo todo?

Es posible. En todo caso se le dijeron buenas palabras: asegurará más tarde que el capítulo de

los catequistas seglares ha sido visto y aprobado verbalmente en Roma" (11). Pero en Roma,

como en otros lugares, las palabras vuelan...

Tampoco él vuelve de Roma tal como había marchado: vinculado hasta allí a la

Sociedad por la simple promesa de "sacerdote catequista" el 27 de septiembre pronuncia ante

el Papa sus votos perpetuos en la congregación de la que él es el primer general y se convierte

en el Padre Querbes.

"Lejos de mi ser fundador de orden" había protestado en 1829. Uno de sus hermanos

le tomaba el pelo entonces: "piense usted más seriamente, tome usted un aire más solemne,

piense que es usted fundador de orden en potencia. Me parece ya verle en un nicho de su

capilla o encima de un pedestal en la sala del capítulo. Allí me lo imagino con la cruz del abad

en la mano derecha y sus estatutos en la mano izquierda, con el globo terráqueo bajo sus pies

y un San Viator que le pone en la cabeza una corona de inmortalidad..." (9 de junio de 1829).

Como muchos otros, Luis Querbes fue amenazado con tener que caminar sin saber

muy bien a donde iba. Humanamente una fundación puede ser percibida como una historia en

la que intervienen personas, relaciones de fuerza, conflictos de intereses... y esto ocasiona una

Page 61: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

enorme cantidad de papeles en los archivos. Pero no es solamente eso. Es una aventura

espiritual en la que el actor principal no cae bajo la lupa del observador. El Espíritu no deja

documentos autentificados. Y él está de las dos partes: camina con aquel que se ha puesto a

caminar e inspira, también, a aquel que pone los postes indicadores. El caminante correría el

riesgo de perderse si no los respetara. Pero si no hubiera caminantes ¿quién habriría caminos?

La primera idea de Luis Querbes no tuvo una continuidad inmediata. Era sin duda una

utopía pensar que los seglares pudiesen, en el siglo XIX, tener funciones reservadas hasta el

momento a los clérigos. Esto hubiera supuesto una especie de igualdad entre el clérigo y el

seglar, cuando en la época se vivía un clericalismo que jerarquizaba mucho las funciones.

Quizá para remediar esta dificultad, el Padre Querbes había imaginado ver a los seglares

beneficiarse de las disposiciones previstas por el Concilio de Trento para las ordenes menores

y que hasta el momento eran sólo letra muerta. Pero ¿no era también una especie de

recuperación inconsciente del laicado por la clericatura?.

Sin duda, Monseñor de Pins arruinó el proyecto primitivo. El cura Querbes es

consciente de esto "la segunda clase (los cofrades) no fue posible, la autoridad eclesiástica se

había negado a aprobarla" escribe en 1849 (13). Pero al hacer entrar a los Catequistas en una

forma clásica y reconocida en la época, el arzobispo salva a los Clérigos de San Viator que sin

la autorización episcopal se habrían extinguido como otros muchos ensayos del siglo XIX. El

15 de agosto de 1838 al dar su acuerdo a las ligeras modificaciones que se le habían sometido,

anota: "en esta forma de redacción yo veo un futuro y este futuro me consuela".

A pesar de su tenacidad y su voluntad de responder lo más fielmente posible a la idea

que le había venido en presencia de Dios, Luis Querbes aceptó, aunque le costara mucho,

estas evoluciones y estas verificaciones. Cuando en Roma, el dossier parecía bloqueado,

escribe al cardenal que lo sigue: "sean cuales fuere las observaciones, las correcciones, los

cambios que tenga que hacer en los estatutos, la única cosa que me tomo la libertad de pedir

con insistencia a Su Eminencia es que se digne darme lo más pronto posible la aprobación,

sean cuales fuere las modificaciones con tal de que respeten el fin y el nombre del instituto"

(28 de julio). Establecía así una distinción esencial entre el corazón del proyecto y las formas

concretas en las que este proyecto podría encarnarse.

Por su parte, el aceptar las modificaciones hechas en 1832, 1833, 1836 y 1838, era

manifestar un profundo sentido eclesial. Pero también era saber que el Espíritu sopla donde

quiere el recordar al arzobispo de Lyón, en 1841 que: "esta facilidad de poder erigir en

cofradía y dirigir legalmente una asociación de maestros laicos era una verdadera conquista.

El uso de este derecho sería precioso puesto que los señores párrocos reclaman en todas partes

maestros piadosos y cristianos y que simples asociados, catequistas seculares, bien por su

vestido o bien por su género de vida ordinario o bien por el secreto de su dependencia de una

sociedad religiosa, despertarían en menor grado, los prejuicios de estos tiempos desgraciados.

Esperamos en este punto las órdenes de Su Eminencia" (10 de julio de 1841).

También es mantenerse fiel al Espíritu el incluir en la recopilación de los textos

importantes de la Sociedad, en el registro conocido bajo el título de Libro de oro, el capítulo

adicional sobre los catequistas seculares. Y también será permanecer fiel al Espíritu el escribir

Page 62: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

en el comentario de los estatutos en 1855: "en su sesión 23, capítulo 17, el Santo Concilio de

Trento emite el deseo de que las funciones de las órdenes menores no sean ejercidas en las

iglesias más que por clérigos promovidos a estas órdenes. Mientras este deseo se realice y

siguiendo las huellas de San Viator, nuestro patrón, el P. Querbes explica bastante bien su

idea en el estatuto de que el Catequista dedicará diligentemente al servicio del santo altar el

tiempo que le deja su empleo particular".

¿La idea primera no tuvo continuidad? Pero las buenas ideas tienen la vida larga. Si no

germinan hoy quizás germinarán pasado mañana...

Page 63: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

10

ACOMPAÑAR EL DESARROLLO

DE LA CONGREGACION

PIERRE LIAUTHAUD, EL MAESTRO DE NOVICIOS

Una vez pasadas las fiestas del retorno a Vourles, el Padre Querbes se sintió obligado

a organizar la Congregación. Se creó un noviciado regular y Pierre Liauthaud fue elegido

maestro de novicios. A pesar de su aprensión ante esta carga, el hermano Liauthaud fue a

hacer los ejercicios de San Ignacio al noviciado de la Compañía de Jesús en Avignon. El

noviciado de Vourles se inauguró el 1 de junio de 1839.

Un jesuita, el Padre Brumauld, había predicado un retiro a los Clérigos de San Viator

y lo hará todavía varias veces. También lo hicieron otros padres jesuitas. El maestro de

novicios pasó por Avignon, el reglamento del noviciado está calcado en las Instrucciones

para el noviciado de la Compañía de Jesús. Por consiguiente, la formación de la

Congregación se puso en camino con el espíritu y el apoyo real de los padres jesuitas.

Pierre Liauthaud (1793-1857) había nacido en Brianson (Hautes-Alpes). En su

juventud fue, como muchos de sus compatriotas, uno de los numerosos maestros itinerantes

que pasaba los meses de invierno fuera de sus montañas para alquilar sus servicios a los

ayuntamientos o aldeas del valle del Ródano o de la región lionesa. Las escuelas temporales

de estos "montañeses", "saboyanos" o briançonnais" como se les llamaba entonces, daba una

especie de desvastado que no iba muy lejos (1). En 1830, Pierre Liauthaud llevaba una escuela

permanente en Saint-Bonnet-de-Cray (Saona y Loira) donde trabajaba, además, como secreta-

riado del ayuntamiento. Se sabe que llegó a Vourles después de haber leído la noticia oficial

de la aprobación de los estatutos. En 1833, un inspector lo estima "bastante capaz" e indica

que "es bastante amado y estimado" como maestro (2). "Ha sabido conquistarse el afecto de

los niños y de los padres en todas partes, escribía de él el fundador. Hace muy bien el

catecismo, tiene una piedad viva y alegre, discernimiento, celo, inteligencia y una gran

abnegación. Sin embargo, necesita ser moderado y dirigido" (10 de febrero de 1839).

Pedro Liauthaud emprendió su nueva función con entusiasmo. Compuso las

Instrucciones sobre los estatutos de la Sociedad (125 conferencias), Meditaciones para todos

los días del año, así como también diversas conferencias e instrucciones para el noviciado.

También mantuvo una correspondencia continua con religiosos, quedan unas 200 cartas

suyas, algunas bastante largas.

Page 64: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Supo ser un guía apreciado por los novicios y por los religiosos. Las confiadas

relaciones que se establecieron le abrieron los corazones. Había religiosos que le escribían

para darle a conocer los pequeños y grandes problemas que surgían en las escuelas o en las

parroquias. También ocurría que pasaban por él para llegar al superior. Se llegó a hablar del

Padre "Liauthaud", del buen Padre "Liauthaud" y la expresión se permanece, el mismo Padre

Querbes la emplea.

"Necesita ser moderado" había escrito el Padre Querbes, una pequeña frase que

explica muchas tensiones que surgirán entre el fundador y el maestro de novicios. El hermano

Liauthaud quería que los novicios recibieran una buena formación y le parecía mal que el

superior, apremiado por la multiplicación de las escuelas y la obligación por los hermanos de

obtener el permiso de enseñar, pareciera dar prioridad a la formación profesional, de aquí se

siguió una oposición en las maneras de ver y de obrar del Padre Querbes, oposición que

condujo en varias ocasiones a crisis agudas.

La apertura del noviciado de Vourles dejó casi sin postulantes la casa del Poyet. En

aquel tiempo el Poyet se había revelado poco cómodo, a causa del frío en invierno y del

aislamiento, que hacía los viajes muy dificultosos. Por eso se decidió cerrar la casa

trasladando los postulantes a una casa abierta en Nevers. A partir de 1837, Clérigos de San

Viator habían sido enviados a dos parroquias de La Nièvre (Saint-Sulpice y Germigny) y en

1838 a una de l'Allier (Le Donjon). El Padre Querbes esperaba un desarrollo de la Sociedad en

estas regiones, a pesar de estar alejadas de la casa madre. El Padre Faure abrió la casa de

Nevers en la primavera de 1839.

La casa del Poyet se puso en venta y, mientras esperaban un eventual comprador, un

religioso aseguraba la custodia. En octubre de 1839, Francisco Gloppe y dos postulantes

fueron a pasar allí algunos días de descanso. Una mañana, habiendo limpiado un fusil salieron

a cazar. De regreso, para atajar, escalaron una pared. "El joven Gloppe, para encaramarse más

fácilmente, colocó el fusil al pie de la pared. Desde arriba se inclinó para coger el arma, que

estaba cargada, y debido al frotamiento contra la pared se disparó. La bala le atravesó el

hombro izquierdo" (François Favre). François Gloppe murió el 26 de octubre, tras 10 días de

grandes sufrimientos, tenía unos 19 años. Es el primer Clérigo de San Viator que llegó a la

casa del Padre.

1840, LAS FINANZAS EN NUMEROS ROJOS

En febrero de 1840, según un informe del Padre Querbes, había en Vourles "más de

30 novicios" y 18 postulantes (3). Si tenemos en cuenta los hermanos que había en aquel

momento ¡constituyen un buen número! y aunque no se celebraba fiesta todos los días, muy

lejos de esto, el mantenimiento de esta cincuentena de personas costaba caro. Y más todavía,

si se tiene en cuenta que Nevers enviaba a la casa madre jóvenes en formación sin contribuir a

pagar su pensión. El Padre Querbes se queja de esto al Padre Faure: "En esta casa estamos

más de cincuenta personas de las que hay que alimentar a casi todas y vestir a muchas. El

Padre Liauthaud le encarga de que Vd. exponga un caso de conciencia al obispo de Nevers. Él

Page 65: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

pregunta qué es lo que se puede responder a las murmuraciones que se oyen contra Su

Excelencia cada vez que enviamos a Nevers sujetos formados y bien provistos, sin que nos

venga de allí ni siquiera un céntimo para los gastos del establecimiento y cada vez que nos

llegan de Nevers sujetos con pantalón corto, con todo su ajuar en un pañuelo de bolsillo y con

dos filas de hermosos dientes" (16 de febrero de 1840).

Un presupuesto establecido el 25 de febrero de 1840, permite constatar que la casa

vivía del sueldo (800 francos), de las misas y de entradas casuales (900 francos) del párroco;

de algunas migajas de pensión (1.600 francos); de las economías que las escuelas enviaban

(800 francos) y de dones (2.000 francos). En la misma fecha, el presupuesto prevé unos

19.100 francos de gastos ordinarios y 1.600 francos de gastos extraordinarios. El saldo tenía

que ser forzosamente negativo (14.600 francos).

En noviembre de 1840, unas inundaciones catastróficas devastaron el sureste de

Francia y especialmente la región de lyón. Este desastre monopolizó dones y reformas. En el

mismo momento, la estrepitosa bancarrota de Benoit Coste, agente de cambio, que manejaba

el dinero de las buenas familias de Lyón, anuló la ayuda que venía de ellas Además el señor

Coste era uno de los miembros de la Junta de Rectores Temporales. "Estamos en la miseria,

escribe el Padre Querbes al Padre Faure, usted comprende que sufrimos el golpe de la espan-

tosa bancarrota del señor Coste y los desastres de Lyón" (10 de noviembre de 1840). Por eso

en el presupuesto previsivo de 1840-1841, la partida de gastos se previó muy a la baja (10.350

francos), para ajustarse a la de las entradas(4). Era necesario despachar a mucha gente: la casa

se redujo a la mitad. La venta del Poyet y de la escuela de Panissières (17.000 francos)

permitió pagar, en parte, la deuda fija originada por antiguos préstamos. El Padre Querbes

aceptó un control más riguroso por parte de la comisión de rectores temporales.

A pesar de todo esto, en Vourles había todavía hambre. Charles Saulin que conoció,

de joven, este período nos cuenta:"la pobreza de la obra era extrema. Hasta tal punto que, un

día, el cura Querbes pidió a uno de sus compañeros, el cura Pater, que lo invitara. Después de

comer le dijo: "ahora, querido amigo, yo he comido, pero los míos tienen hambre y no tengo

ni pan ni dinero en casa, préstame algo, ¡por favor!" El cura Pater no tenía dinero en este

momento; salió y volvió en seguida con 300 francos que entregó al Padre Querbes, el cual

volvió a todo correr a Vourles".

En sus cartas al Padre Faure, el Padre Querbes comparte sus preocupaciones de todas

clases. El 10 de marzo de 1840 escribe: "le confieso que estoy volviéndome débil a estos

golpes de la Providencia (a la cual me siento tentado de decir: multiplicasti gentem non

magnificasti leticia" (has multiplicado a tu pueblo y no has aumentado su alegría; cita de

Isaias 9,2 en la que el Padre Querbes pone la segunda parte en forma negativa).

1839-1850. LA EXTENSION FRENADA

A pesar de las dificultades económicas, la Congregación se desarrollaba. De algo

menos de 30 miembros en 1839 pasó, diez años más tarde, a un centenar. En 1839 tenía 14

Page 66: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

establecimientos repartidos en 10 departamentos. Durante los 10 años siguientes se fundaron

otros 57 establecimientos, no todos tuvieron una existencia muy prolongada; durante el

mismo período, los Clérigos de San Viator abandonaron 23. En 1949, por consiguiente, la

Congregación estaba presente en 13 departamentos en los que dirigía 48 establecimientos.

Entonces tenía a su cargo 45 escuelas primarias, 2 sacristías y un "asilo agrícola de huérfanos"

(5).

Pero una seria tensión con el Ministerio de Instrucción Pública estuvo a punto de

comprometer este desarrollo. Durante el año escolar 1843-1844, la tercera parte de las

escuelas se encontraba en los departamentos del Ródano y del Loira. Las demás se

diseminaban hacia el norte (Cote D'Or, Doubs), el sur (Isère, Ardèche, Vaucluse, Gard,

Hérault) y hacia el macizo central (Nièvre, Allier, Aveyron). Ahora bien, la Sociedad había

sido aprobada solamente para los departamentos que dependían de la academia de Lyón

(Ródano, Loira, Ain). Bajo la monarquía de Julio, el clima no era demasiado favorable a las

congregaciones. En 1844 la Cámara se preparaba a discutir un proyecto de ley sobre la

libertad de enseñanza, cuyo contenido levantó una fuerte oposición por parte de los liberales.

Grandes espíritus como un tal Michellet apuntaban sus baterías contra los establecimientos

religiosos, las congregaciones en general y los jesuitas en particular. La administración no

podía admitir esta expansión ilegal.

En abril de 1844, el rector de Montpellier atrajo la atención del ministro, entonces el

señor Villemain, hacia los Clérigos de San Viator, indicándole una carta pastoral del obispo

de Rodez, sobre el empleo de la lengua francesa (6). En esta carta Monseñor Croizier indicaba

entre otras medidas para propagar el francés su intención "de establecer un noviciado de

hermanos de San Viator que irán uno, dos o tres a las parroquias que los soliciten". De hecho,

en esta fecha, los Clérigos de San Viator dirigían cinco escuelas en el Aveyron y era el

segundo punto señalado por el rector, varios religiosos no tenían permiso para enseñar y se

servían de un nombre prestado como titular de la escuela. El 17 de mayo de 1844, el ministro

dirigió una carta muy firme al Padre Querbes invitándole a cesar estos abusos antes de que la

autoridad judicial interviniera. ¿Es que el Padre Querbes había sido ya prevenido de esto? El

hecho es que se encontraba entonces en París, pero no pidió una audiencia al ministro y, una

vez vuelto a Vourles, no respondió a su carta.

El señor Villemain pidió informes al rector de Montpellier, al prefecto de Aveyron y al

obispo de Rodez. El 8 de agosto escribía una memoria que iba mucho más allá que la carta del

mes de mayo: "cuento con que usted deberá prever que, en ningún caso, los hermanos de su

Instituto ejerzan fuera de su circunscripción". Esto amenazaba a 22 de las 33 escuelas abiertas

en aquel tiempo.

El Padre Querbes respondió el 8 de septiembre. Se justificaba del retraso en responder.

Daba una explicación plausible al hecho de que dos hermanos hubieran podido enseñar sin

título, intentaba sobre todo legitimar la expansión fuera de los límites autorizados: "en el

preámbulo de la orden (la que en 1830 autorizaba la Sociedad) que nos asigna la dependencia

de la academia de Lyón y que no me había parecido tener un sentido limitado responde el

artículo de ley (de 1833) que autoriza a abrir un establecimiento de instrucción primaria en

cualquier pueblo, a todo el que pueda exhibir un permiso de capacidad, un certificado de

Page 67: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

moralidad y que no padece una de las incapacidades previstas por la ley" El argumento era

frágil: la ley no concernía a las congregaciones que quedaban sometidas a la ordenanza que las

autorizó. Es lo que el ministro le respondió el 16 de octubre.

El Padre Querbes se hizo el sordo "contando, dirá más tarde, que la tormenta pasaría

juntamente con las circunstancias desagradables que la habían suscitado" (nota de agosto de

1845). Pero la amenaza era muy real y algunas escuelas fueron molestadas. En gran parte para

hacer frente a esta necesidad de replegarse, el Padre Querbes aceptó la proposición que se le

hizo en agosto de 1844 de enviar hermanos a las Indias.

El señor Villemain fue reemplazado. El nuevo ministro, el señor de Salvandy, pidió un

informe al rector de Lyón para ver más claro. El largo texto que redactó concluía con la

integración de los Clérigos de San Viator a los límites de su autorización (7). Pero el señor de

Salvandy era más conciliador. En una entrevista que concedió al Padre Querbes, en abril de

1845, consentía finalmente que los Clérigos de San Viator permanecieran en los estableci-

mientos que dirigían fuera de la academia de Lyón con tal que se detuviera la expansión (8).

Desde 1845 hasta 1850 se respetará esta medida, excepto en 1849 en que se abrirá la escuela

de Salles-sur-Cérou en el Tarn.

1845, LOS HERMANOS DE SAN VIATOR DE TERNES

Por iniciativa de un misionero diocesano se había fundado, en la diócesis de Saint

Flour, una congregación de hermanos enseñantes bajo el nombre de "Hermanos de San

Odilón". En 1839, el sacerdote diocesano encargado de la naciente congregación tomó

contacto con el Padre Querbes para pedirle un formador para el noviciado. El Padre Querbes

respondió evocando la posibilidad de abrir un juniorado para preparar a los postulantes. No

fueron más allá (9).

De 1839 a 1844, los hermanos de San Odilón se desarrollarán lentamente: no estando

legalmente autorizados quedaban sometidos al servicio militar y debían pagar a los

reemplazantes, lo cual era caro. En abril de 1844, el señor de Pompignac, vicario general de

Saint-Flour, escribió al Padre Querbes. Hacía un informe sobre la pequeña congregación: 18

religiosos y novicios, tres escuelas, un noviciado, deudas, pero 40 parroquias que pedían

hermanos. Y proponía la afiliación de San Odilón a San Viator. En Padre Querbes aceptó el

ofrecimiento. Fue a Saint-Flour y el 3 de junio de 1844, firmó con monseñor de Marguerye el

acta por la que "los hermanos de San Odilón (serían) considerados en adelante como

formando parte de la Congregación de San Viator" (10).

Pero el Padre Querbes se encontraba entonces en el punto de mira del señor de

Villemain... y el acto no tuvo consecuencias inmediatas. En 1845, monseñor de Marguerye y

el señor de Salvandy se vieron y encontraron una solución por lo menos curiosa: los hermanos

de San Odilón adoptarían los estatutos de los hermanos de San Viator, no saldrían de la

diócesis de Saint-Flour (Cantal), tendrían un "superior especial" con el que se podría tratar

inmediatamente, a pesar de su afiliación el Instituto de Lyón" (11). El ministerio fingió creer

Page 68: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

que en Francia había dos Institutos de San Viator.

La afiliación real tuvo lugar en la primera quincena de agosto de 1845. El hermano

Chargeboeuf fue nombrado superior, tenía 25 años. El Padre Querbes rogó al vicario general

que siguiera en su nombre a la joven congregación. Con los 13 religiosos recibió también las

deudas y el castillo de Ternes, a varios kilómetros de Saint-Flour, que el obispado le cedía. La

dirección y el noviciado se instalaron allí. Así nacía la "obediencia" de Ternes. Se dirá más

tarde la "provincia" de Ternes.

1851, LA EXTENSION A TODA FRANCIA

Pero había llegado el fin de la monarquía de Julio, y la revolución de 1848 derrocó a

Luis Felipe. Se creyó, por un momento, ver a reproducirse los tiempos de angustia y de incer-

tidumbre. El 17 de marzo, el Padre Querbes juzgó oportuno advertir a los religiosos, por

medio de una carta circular: "no podemos saber todavía si es la copa de la justicia o es la de la

misericordia, la que la Providencia tiene suspendida sobre nuestras cabezas". Les daba

instrucciones prácticas en caso de que algunas medidas les arrojaran de las escuelas, les invi-

taba sobre todo a la prudencia y a poner su confianza en la Providencia. Unos meses más tarde

reconocerá su alarma: "hubo un momento de inquietud tal que yo estaba dispuesto a enviar el

mayor número posible al extranjero" (4 de julio de 1848). De hecho, solamente dos escuelas

tuvieron que cerrar sus puertas, otras conocieron algunos momentos de miedo pero sin

consecuencias.

Los días revolucionarios fueron seguidos por un clima de euforia falsamente fraterno.

Se vio crecer un poco por todas partes los árboles de la felicidad, bendecidos por el clero con

un gran tañido de campanas y de Marsellesas. Pero el mes de Junio, en París, el sueño de la

fraternidad universal se desvaneció durante unos días sangrientos. De allí salió una república

moderada que la burguesía se apresuró a conquistar.

Ningún documento indica cuál fue el árbol de la libertad, un roble o un olmo, que

bendijo el párroco de Vourles... Legitimista como era, hacía una lectura demasiado pesimista

de la historia inmediata. El 4 de julio, apenas conocidas las noticias de París, escribía: "en

estos tiempos desgraciados hay que vivir día a día. La tierra tiembla bajo nuestros pies. Habéis

tenido noticia, sin duda, de las horribles jornadas de San Juan en París. Esta desgraciada

ciudad donde bajo el nombre de progreso, de las luces y de la civilización se han halagado,

durante tanto tiempo, los oídos del pueblo con teorías absurdas realzadas por el brillo del

lenguaje, ahora acaba de pagar su deuda a la justicia de Dios". Y el 8 de julio: "parece que

actualmente los días malos se alejan y se puede presumir que la religión atravesará esta crisis

sin persecución violenta. Pero la fe y las costumbres languidecen en medio de este

desbordamiento general de ideas locas y de falsas pasiones".

La burguesía, que había tenido miedo, se volvió a la Iglesia, que le parecía capaz de

mantener el orden social y de predicar al pueblo la obediencia. De este pánico nació, entre

otras medidas, la Ley Falloux (15 de marzo de 1850) que favorecía especialmente la

Page 69: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

enseñanza confesional y congregacional.

El proyecto de ley dió lugar a un importante trabajo preparatorio llevado a cabo por

una comisión extraparlamentaria de la que era uno de los responsables un lionés, Claude-

Louis Michelle. Éste conocía al Padre Querbes y fue una de las personalidades consultadas

sobre las escuelas normales, los institutores, la enseñanza, etc. (12). El Padre querbes

responde sin ambages y sus respuestas no sorprenden demasiado viniendo de un sacerdote

formado bajo la restauración, que había trabajado por frenar las escuelas mutuas y que había

tenido que quejarse de la vigilancia ejercida por la universidad. El es partidario de que la

Iglesia controle de nuevo la enseñanza (13).

El 15 de septiembre de 1850, invocando el beneficio de la nueva ley, el Padre Querbes

pidió que la Congregación fuera autorizada por todo el territorio francés. Esta petición

provocó una encuesta entre los rectores en las academias donde había Clérigos de San Viator

(14). Sus detallados informes indican que las clases se mantienen habitualmente de un modo

satisfactorio y que los maestros, en general, son aptos. No todo es perfecto, pero tampoco hay

notas demasiado discordantes. El 15 de marzo de 1851, el Consejo Superior de Instrucción

Pública autorizaba a la congregación para toda Francia (15).

EL DIRECTOR PRINCIPAL DE LOS HERMANOS DE SAN VIATOR

Para responder a las peticiones de apertura de escuelas, el Padre Querbes acortaba, a

veces, la formación de los religiosos. También aceptaba, con demasiada facilidad algunos

establecimientos, sin asegurarse de que las condiciones financieras fueran correctamente

mantenidas. Sin embargo, ya había sido prevenido. Desde 1839, el Padre Brumauld le había

aconsejado: "escríbame, para alegrarme el alma, de que su viaje acaba de tener como

resultado, no establecimientos nuevos, ni siquiera uno sólo, sino buenas convenciones con

uno u otro obispo para confiarle buenos sujetos que usted formará por cuenta de él y cuyos

servicios podrá después aprovechar" (3 de diciembre de 1839). Y algunos meses más tarde:

"sí, empéñese con tesón en no tener más que buenos sujetos, bien hechos a su medida y

manténgase con tesón también en formarlos bien (...) me temo que a pesar de lo que le digo,

usted será tentado más por la cantidad que por la calidad" (2 de mayo de 1840).

Por su parte, el Cardenal de Bonnald le lanzaba también una advertencia en el mismo

sentido: "mi querido párroco, haga buenos religiosos antes de multiplicar los establecimientos,

prepárelos por un noviciado bien constituido a cumplir, en cada uno de ellos, los designios de

Dios. Una congregación que se extiende tan rápidamente cae, con frecuencia, más

rápidamente aún" (27 de septiembre de 1844).

Es verdad que hubo extragos, hubo fundaciones que no tuvieron continuidad (de 1839

a 1850, 14 escuelas no se mantuvieron más que durante uno o dos años), había religiosos que

se marchaban (entre estas dos fechas, de los 140 religiosos que hicieron sus votos en Vourles,

Page 70: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

80 salieron de la Congregación) y algunos hicieron mucho ruido al marchar(16). Unos años

después de la muerte del fundador, Joseph Pailhès, en la biografía que le dedica, sin excusarlo

completamente, encuadra esta prisa en el contexto de la época: "se equivocó, quizá hubiera

hecho mejor en resistir más enérgicamente a la impaciencia y a las instancias reiteradas de sus

hermanos en el sacerdocio. Los señores párrocos lo abrumaban de peticiones, sin

desconcertarse por sus respuestas negativas, venían a visitarlo y no se marchaban hasta

después de haber obtenido una promesa formal (...) tal era la necesidad en que se encontraba

la Congregación desde sus comienzos. Esta situación se mantuvo durante demasiado tiempo y

le fue perjudicial, debemos reconocerlo. La experiencia ha probado, más tarde, que es mejor

formar a los sujetos que abrir fundaciones. Las dificultades que encontraban provenían

también quizá de ciertas disposiciones propias de los estatutos de la Congregación. En 1850,

el rector de la región del Loira, en una carta al ministro de instrucción pública, observa: "los

Clérigos de San Viator van solos. El señor Querbes, su fundador, creía haber puesto a sus

clérigos bajo un patronazgo tan seguro como honroso, el del cura de la parroquia y puso su

conducta en armonía con el hábito que les dio y el nombre que llevaban, pero unas

inspiraciones tan santas no pudieron realizarse porque sin duda no están en las costumbres

actuales. El clero, aunque los alababa, no los acogía. En efecto, pocos párrocos consintieron

recibir en su intimidad, aceptar como comensal, como testigo privado de toda su vida a un

extraño que ordinariamente no habían ni conocido ni elegido (...) si no viven adjuntos a los

párrocos, se concibe lo falsa que resulta su postura: por su aislamiento, están privados de los

recursos y del apoyo que ofrece la vida comunitaria; por su estado, están separados del

mundo" (17).

En 1850, menos de la tercera parte de las escuelas son regidas por un solo hermano.

Sin embargo, el P. Querbes se mantuvo fiel a la idea original: ayudar a las parroquias

pequeñas. Ni una sola escuela se abrió en Lyón o en Saint-Étienne. Por el contrario, muchos

de los pueblos donde van los Clérigos de San Viator tiene en aquel tiempo menos de 1000

habitantes: Bor y Bar (Aveyron), Montfaucon (Gard), Recologne (Doubs), Saint-Denis-sur-

Coise (Loire), Saint-Sulpice (nièvre), Talizat (Cantal), etc. Los únicos centros de alguna

importancia donde se aceptaron escuelas (Amplepluis, Ganges, Tarare) son centros

industriales y se sabe que allí había, frecuentemente, una población con condiciones de vida

deficientes.

Se aceptaron varias obras para los desfavorecidos, aunque algunas duraron poco: una

"providencia" en Dijon (se llamaba así una escuela donde se enseñaba también un oficio a los

niños pobres), en Lyón, la providencia Saint-Irenée que formaba "canuts" (tejedores de seda).

Dos hermanos estaban empleados en el orfelinato agrícola de Poussery (Nièvre), otro, en un

orfelinato de Vienne.

Los hermanos iban a los pobres y soportaban las consecuencias de esto, vivían

pobremente. Incluso llegó a ocurrir que, en Vourles, se murmuraba de la comida diaria (18).

Aunque las escuelas eran casi todas comunales, lo cual quiere decir que los municipios

pagaban, teóricamente, lo previsto por la ley, sin embargo la situación no era muy boyante. Un

ejemplo: en 1846, el hermano Robin calculó que durante todo el año, en la escuela que dirigía

y donde había tres religiosos, los gastos por alimentación llegaron a 321 francos, o sea algo

menos que 5.000 francos actuales, de los cuales 5,30 francos de carne (19), lo cual significa

Page 71: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

que la carne que consumían se la regalaban las familias. A medida que crecía, la Congre-

gación exigía de su superior una atención mayor, negociaciones con los párrocos, con los

alcaldes, correspondencias con los religiosos, visitas a las escuelas, todo esto acaparaba el

tiempo del Padre Querbes.

En 1840, Hugo Favre fue ordenado sacerdote, era vicario de la parroquia y de la

Congregación. El Padre Querbes dice de él: "siempre le ha asustado la proximidad de las

santas órdenes (...) su exactitud es perfecta, su aptitud, más que suficiente, pero su carácter

indeciso le quita la energía que necesitaría emplear alguna vez" (10 de febrero de 1839). El

hermano Liauthaud en Vourles, el inconsistente Padre Faure en Nevers, dirigían las casas de

formación. Al superior le faltaban buenos segundos que hubieran podido sostenerle, aconse-

jarle, incluso sustituirle durante sus ausencias. La Congregación no faltaba de estas

personalidades: Jean-Pierre Blein, Claude Robin, Jean-Pierre Archirel, Jean-Baptiste Clavel y

otros, pero ellos eran necesarios como directores de escuelas y eran Hermanos.

Efectivamente, los estatutos reservaban la dirección de la Congregación (director

principal y vicario) y la de los establecimientos principales (dirección y formación en una

región determinada) a sacerdotes. "Los sacerdotes catequistas son también religiosos, había

precisado el fundador, serán pocos y se ocuparán de la dirección de los establecimientos

principales de la Sociedad y de predicaciones puramente doctrinales y catequéticas" (28 de

marzo de 1838).

Había esperado que algunos sacerdotes diocesanos se juntarían a su obra. Los curas

Faure, Morin, Chevalier lo hicieron, pero su agregación a la sociedad fue breve o con

limitaciones. En cuanto a pedir a los hermanos que recibieran el sacerdocio, esto no se hacía

sin más: ¿tenían la formación teológica requerida y primeramente la práctica del latín? y esto

¿no hacía correr el riesgo de crear vanas esperanzas en algunos? "Por regla general, indicaba

el Padre Querbes al Padre Faure, no demos a nadie la esperanza de llegar al sacerdocio y no

dirijamos a este fin más que a aquellos que ya han hecho su prueba en la Sociedad" (16 de

febrero de 1840). Los hermanos Chargeboeuf y Gonnet serán ordenados con el fin de ser

superiores de las obediencias de Ternes y de Rodez.

Por otra parte, esta falta real de gente que le secundara se acomodaba bastante con el

carácter vivo y entero de un superior habituado a trabajar mucho. Pero esto llevaba conse-

cuencias malas para la dirección de la Congregación: todo pasaba por el superior. Y como le

ocurría que, a veces estaba desbordado, el correo debía esperar. Ahora bien, en aquella época

se escribía mucho: en 20 años, 1839 a 1859, le fueron dirigidas más de 8.300 cartas, el Padre

Querbes tenía que agrupar las respuestas. El 20 de abril de 1841, responde a las cartas que el

Padre Faure le ha dirigido el 8 y el 21 de marzo y el 7, 15 y 22 de abril. Hemos visto a un

ministro impacientarse por no recibir respuesta - quizá había allí un poco de silencio táctico...

algunos obispos se ponían nerviosos. Monseñor Dufêtre, el amigo del seminario, que llegó a

ser obispo de Nevers, viendo que la respuesta no llegaba, escribe al decano de Saint-Genis: "

¿sería usted tan amable de decirme qué ha pasado con su vecino el señor Querbes?, le he

escrito ya tres cartas para un asunto muy importante y todavía no he recibido respuesta alguna.

¿Está ausente?, ¿se ha muerto? (10 de mayo de 1849).

Page 72: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

No había muerto, estaba demasiado ocupado. Solamente en este año, en 1849, además

de estar ocupado por sus funciones normales hizo un viaje a Argelia, respondió extensamente

a la encuesta preparatoria a la Ley Falloux, predicó un retiro a las Hermanas de San Carlos,

acabó un Ordo perpetuo (Calendario litúrgico) que comprendía 35 fascículos correspondientes

a las diversas fechas de Pascua, limitándonos únicamente a las actividades que han dejado

testimonios escritos...

También escribía a los religiosos... Muchas cartas no se han encontrado. El cierre de

las escuelas, la laicización debida a las leyes Ferry, las expulsiones de 1903 han desbaratado

los archivos. Necesitaba animar a los religiosos, calmar los espíritus, porque la cohabitación

con un sacerdote o con otro religioso podía pasar por fases sensibles, arreglar un número

enorme de problemas concretos, etc. Si quisiéramos buscar una constante en las letras que se

conservan, se podía subrayar la preocupación de conservar muy vivo el fin primero de la

Sociedad, los consejos que da a los directores para que tengan cuidado de sus hermanos, la

preocupación de pacificar los espíritus que el rigorismo religioso del tiempo podía inquietar.

Algunas breves citas entre otras posibles:

- La doctrina cristiana: "le recomiendo que jamás predique exabrupto. Al preparar las

instrucciones que se siguen sobre la doctrina cristiana, usted tendrá en esto una ocasión de

rendirse más tarde más útil a todos los ministerios a los que estamos llamados por nuestro

Instituto" (28 de enero de 1840).

- El servicio del altar: "respecto al canto, ofrezca sus servicios al señor párroco como

ya lo ha hecho. Si él los rehusa, paciencia, mientras tanto ejercite a sus niños en el canto llano.

Incluso, intente hacerles ejecutar con precisión algunos motetes" (6 de febrero de 1845).

- A un director: "para animar a sus dos coadjutores a abrirse cada vez más con toda

confianza, acójales siempre con gran presteza, incluso prevéngales a menudo. No muestre

jamás extrañeza, incluso aunque le cuenten caídas. Su mano debe servir siempre para levantar,

nunca para rechazar" (5 de enero de 1841). "Usted sabe que la mejor cualidad de un superior

es la de saber poner en su lugar las cualidades e incluso los defectos de las personas a las que

tiene que conducir" (9 de julio de 1848).

- A un inquieto: "es necesario que se reserve tiempo para entrar dentro de usted

mismo, no en su imaginación sino en su conciencia y esto, dulcemente y en presencia de Dios,

ella le reafirmará puesto que usted encontrará siempre allí estas dos respuestas satisfactorias:

yo no quiero ofender a Dios, yo no trabajo más que para Dios. No se inquiete de lo demás" (7

de febrero de 1846).

Page 73: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

11

FUNDAR MAS ALLÁ DE LOS MARES

Si Luis Querbes había sido ordenado por Monseñor Dubourg, un lionés obispo de

Luisiana, si su condiscípulo Monseñor Loras era obispo en Estados Unidos, no era por

casualidad. El dinamismo de los católicos lioneses no se manifestaba solamente en las

múltiples iniciativas al servicio de la diócesis, pasaba más allá de los mares.

Paulina Jaricot, aún permaneciendo a la sombra de Fourvière, tuvo esta idea, sencilla e

ingeniosa, de la colecta de la moneda "por las misiones" que, en 1822, se convirtió en la

Propagación de la Fe. La obra, aunque se mantenía materialmente de personas y de

realizaciones en países de misiones, aumentó y desarrolló el sentido misionero de los católicos

de Lyón y de otros pueblos.

Durante todo el siglo XIX y aún más tarde, los numerosos ingresos en el seminario y

en los noviciados permitieron muchas partidas de misioneros hacia América del Norte, Ocea-

nía, las Indias, Africa. Los principales motores de este dinamismo eran las congregaciones: la

Sociedad de María, los Jesuitas, las Religiosas de Jesús María, las Hermanas de San José, las

Misiones Africanas de Lyón, etc.

También los catequistas partieron a fundar a tierras lejanas.

1841, SAN LUIS (MISSOURI)

El 3 de febrero de 1838, el Padre Querbes escribía al Padre Faure: "preocúpese, le

ruego, de mantener, de animar las buenas disposiciones del Señor Archirel y, en general, el

celo por las misiones (...) es algo que desearía para nosotros más tarde. Sería ir a Argelia a

catequizar a los árabes. Pero, por ahora, coloquemos los fundamentos sólidos del edificio;

otros lo terminarán". ¡Hay una veintena de catequistas y él piensa ya en las misiones! Hace

solamente ocho años que Francia desembarcó en Argelia y no ocupa en ella más que una

pequeña banda de tierra, Ab El Cader, y ¡el Padre Querbes quiere ir a catequizar a los árabes!.

A veces la realidad alcanza a los sueños, Monseñor Rosati, obispo de San Luis

(Missouri), estaba al frente de una gran diócesis en un territorio pionero, cuya población

crecía rápidamente. Las necesidades eran a la medida de la diócesis. Algunos sacerdotes

irlandeses, belgas, franceses habían ido ya allí, entre ellos algunos lioneses, como el cura

Fontbonne. También habían ido algunas congregaciones, como las Hermanas de San José de

Lyón. El obispo buscaba hermanos enseñantes. Por mediación del cura Fontbonne quiso que

Page 74: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

el Sr. Cholleton se lo pidiera a los Hermanos de María (1). Éste le sugirió más bien a los

Clérigos de San Viator, puesto que los Hermanos de María estaban a punto de fundar en

Oceanía. Monseñor Rosati, no conociendo ni a unos ni a otros, aceptó y propuso que dos

americanos vinieran a Francia a formarse en el espíritu de la congregación para volver

después al país con los hermanos franceses (2).

Por eso, en junio de 1839, llegaron a Vourles Alexander McDonald, un irlandés de 41

años, maestro de profesión y William Shepherd, un joven recientemente convertido. Hicieron

su noviciado, pronunciaron los votos un año después, aprendieron el francés y dieron

lecciones de inglés al Padre Querbes, que intentó traducir los estatutos de la Congregación.

También se hicieron propagandistas de la nación americana. El hermano McDonald

escribía largas disertaciones para presentar América y las costumbres de sus habitantes. "Mi

principal objetivo extendiéndome en estas descripciones, decía él, es darle un informe, tan

completo, que le permita formarse una opinión sobre esta gente entre las que la libertad ha

establecido su templo sagrado y sobre la felicidad que se experimenta bajo su sagrada

bandera, en este gran país destinado a ser, dentro de muy pocos años, el país más grande del

mundo" (3). Anotación en inglés del Padre Querbes: "todo este escrito me parece haber sido

compuesto con buena intención, pero sus opiniones parecen el fruto de unas ideas

preconcebidas respecto al país natal. La santa religión de Cristo no conoce los derechos de los

hombres, sino sus deberes para con Dios y para con el prójimo, según las santas leyes de la

divinidad" (4).

El envío de Clérigos de San Viator a Estados Unidos hubiera debido hacerse en 1840,

pero el Padre Querbes no tenía los recursos necesarios, y el crédito de Monseñor Rosati en la

Propagación de la Fe era de 7.000 francos, cuando el Padre Querbes pedía el doble para el

equipo, el viaje y el mantenimiento de los religiosos durante su primer año.

El obispo de San Luis, de viaje por Europa, pasó por Lyón durante el verano de 1841.

Vino a Vourles y se entendió con el Padre Querbes respecto a la instalación de los hermanos

en su diócesis: les dio un terreno que le pertenecía, fuera de San Luis para que abriesen allí el

noviciado. Ellos se encargarían de una escuela en la misma ciudad. Para esta fundación, el

superior había designado, además de los hermanos McDonald y Shepherd a los hermanos

Antonio Thibaudier, François-Thérèse Lahaye, Pierre Pavy y Fermín Lignon. Antonio

Thibaudier, 26 años, el superior del grupo, era originario de Vourles, había comenzado sus

estudios para sacerdote. Pavy, 33 años y Lahaye, 25 años, justo acababan de terminar el

noviciado. Lignon, 28 años, había comenzado el suyo en abril de 1841. El sacerdote

Fontbonne aceptó ser el garante eclesiástico de la pequeña comunidad de San Luis. (5)

Partieron de Vourles el 21 de octubre de 1841. Los viajeros fueron a Fourvière para

poner la misión bajo la protección de la virgen María. Embarcaron en el Havre el 4 de

noviembre y dos meses más tarde tocaban Nueva Orleans.

Monseñor Rosati volvió a Estados Unidos, pero a Filadelfia, para consagrar a su

coadjutor Monseñor Kenrik, de allí pasó a Santo Domingo y después a Francia donde murió

poco más tarde. Por consiguiente, no volvió a San Luis. Monseñor Kenrik acogió

Page 75: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

amablemente a los viajeros, pero no sabía demasiado qué hacer con ellos y no tenía terreno

para darles, ni empleo que ofrecerles. El hermano McDonald volvió a tomar la escuela que

dirigía antes de venir a Francia. El hermano Shepherd se encargó de la sacristía de la catedral

y del huerto del obispo. Los cuatro franceses fueron a la casa cural de Carondelet, cerca de

San Luis, donde se encontraba el cura Fontbonne.

Tuvieron serios problemas de salud y su carácter sufrió con ello, en particular el del

hermano Lignon. El cura Fontbonne creyó conveniente separarse de él, cosa que no estaba

prevista en los poderes que le había delegado el Padre Querbes. El hermano Thibaudier se

opuso. Las relaciones entre ambos se hicieron tensas.

Más tarde las cosas de sosegaron. El hermano Thibaudier entró al seminario. El

hermano Lahaye abrió una escuela en Carondelet. Pero en octubre de 1843, el cura Fontbonne

quisquilloso de su autoridad acabó por devolver al Padre Querbes los poderes de su autoridad

eclesiástica y rompió con los Clérigos de San Viator (7). Monseñor Kenrik acogió a la

pequeña comunidad en su casa, los hermanos abrieron una escuela gratuita y se ocuparon un

poco más de la sacristía de la catedral, el hermano Lahaye entró también, a su vez, en el

seminario. El hermano Thibaudier fue ordenado sacerdote (1844) y se le confió la parroquia

de Carondelet, que el cura Fontbonne acababa de abandonar. El hermano Pavy se retiró a los

lazaristas. Al hermano McDonald, que tenía el espíritu un poco exaltado, se le puso en la

cabeza que tenía que fundar una comunidad y desapareció de San Luis. En 1846, el hermano

Lahaye recibió el sacerdocio, y la comunidad se retiró de Carondelet.

Parece que Monseñor Kenrik jamás tuvo un proyecto para los religiosos, excepto el de

hacer de ellos sacerdotes diocesanos que necesitaba. Varias veces, el Padre Thibaudier había

pedido al Padre Querbes que le enviara refuerzos. Pero ante lo inseguro de la fundación, el

superior no accedió a sus deseos.

Cuando supieron que otros Clérigos de San Viator se habían instalado cerca de

Montreal, los padres Thibaudier y Lahaye fueron a su encuentro, en agosto de 1847, dejando

al hermano Shepherd el cuidado de arreglar sus asuntos antes de venir a encontrarlos. Es

posible que el hermano Shepherd pusiera los asuntos en orden, pero él no fue a Canadá.

1844. SIRDHANAH (INDIAS)

Ya recordamos que en 1844 los Clérigos de San Viator estaban amenazados de tener

que replegarse a los tres departamentos para los que había sido aprobada la Sociedad.

En el mes de julio de este mismo año, Monseñor Borghi, un capuchino italiano,

obispo de Agra, en las Indias, vino a Lyón para visitar a las Hermanas de Jesús María que

dirigían un pensionado en su diócesis. El Sr. Cholleton lo aguijoneó hacia el Padre Querbes.

El obispo, cuya diócesis se extendía a todo lo largo del río Ganges, pidió inmediatamente seis

religiosos para dirigir un colegio en Sirdhanah (provincia de Agra). El colegio debía

comprender un pensionado para los jóvenes ingleses e irlandeses a los que se daría "una

Page 76: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

educación esmerada" y, aparte, una "providencia" para los indios. El obispo prometía 4.500

francos anuales (8).

No parece que el Padre Querbes respondiera inmediatamente, pero en la primera

quincena de agosto la oferta era aceptada (9). Este podía ser un terreno lejano de repliegue si

la autoridad civil cerraba las escuelas. El 2 de septiembre, Monseñor Borghi vino a Vourles

para ver al superior y a la comunidad, se designaron 6 religiosos, el Padre Pierre-Augustin

Morin, 34 años, superior de la misión, comprometido en la Congregación desde marzo de

1843; el hermano Jean-Jacques Mermet, 33 años, uno de los primeros compañeros de Luis

Querbes, con un carácter vivo, casi perturbado - lo que le había frenado en el sacerdocio

después de su seminario; los hermanos Jean Beaume, Jean-Louis Chavanne, Pierre-Marcellin

Guibert y Louis Verrière, jóvenes religiosos de 20 a 24 años, los cuatro todavía con votos

temporales.

Este envío a la misión provocó una observación un poco altanera del Cardenal de

Bonald cuando estaba de vacaciones en su Aveyron natal: "he oído decir, mi querido párroco,

que Monseñor el obispo de Agra lleva consigo algunos hermanos. Yo no sé si lo que se me ha

dicho es exacto, pero permítame hacerle la observación (...) de que vuestros hermanos no

siendo exentos no deben salir de mi diócesis más que con mi permiso. Yo soy su primer

superior. Necesitan una obediencia de mi parte" (27 de septiembre de 1844). El Padre Querbes

no tuvo problema para responderle: es la Santa Sede la que me ha exigido "que los hermanos

o Clérigos de San Viato, aunque sometidos a la jurisdicción espiritual de los ordinarios (los

obispos), estuviesen bajo la autoridad regular del director principal (...) Si el soberano

pontífice hubiera aprobado nuestros estatutos tal como yo los había presentado, yo hubiera

sido feliz de verme descargado de tal responsabilidad" (2 de octubre de 1844).

Se embarcaron en Marsella el 4 de octubre de 1844. Antes de la partida, Monseñor

Borghi juzgó prudente enviar al hermano Chavanne a Vourles. Por Alejandría, Suez (todavía

no existía el canal), el Mar Rojo y el Océano Indico, estaban ya en Bombay el día 22 de

noviembre. Después de otros dos meses de un viaje duro a través de las Indias llegaron, por

fin, a Sirdhanah, el 29 de enero de 1845 (11).

A las dificultades ya de por sí grandes de la adaptación a las lenguas y a las

costumbres inglesas e indias, se añadieron pronto las tiranteces internas del grupo. El Padre

Morin, demasiado tímido, no tenía ningún ascendiente sobre los demás religiosos, le ocurría

con frecuencia lamentar su excesiva timidez que le había llevado a aceptar demasiado

fácilmente el proyecto con la esperanza de que, en las misiones, su carácter se fortalecería:

"¡Ah! ojalá que usted no hubiera enviado jamás a nadie, escribe al Padre Querbes, por

sorpresa y como con artimañas, con promesas cuya ejecución se hace esperar" (9 de marzo de

1845).

El hermano Mermet a quien el Monseñor Borghi ordenó sin dificultad, cuando todavía

no había transcurrido un año desde su llegada, fue nombrado superior en lugar del Padre

Morin. Lo cual no mejoró las cosas: "cuando fue revestido del carácter sacerdotal el Padre

Mermet se convirtió en un hombre aún más autoritario" (Jean-Baptiste Clavel). De una

ausencia de cabeza se había pasado a un autoritarismo sin corazón. El obispo que veía las

Page 77: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

cosas de lejos, ocupado como estaba por su vasta diócesis y por la construcción de su catedral

en Agra, no intervenía siempre en el momento oportuno: "siempre es como el rayo, el trueno,

los relámpagos, la tempestad" decía de él el Padre Mermet (19 de diciembre de 1848).

Pero el obispo se quejaba: "mi querido señor Querbes, es imposible que con tales

sujetos y con un espíritu como éste, el establecimiento de Sirdhanah pueda marchar bien. No

hay entre estos hermanos ni uno solo que tenga cierta estabilidad" (12 de septiembre de 1846).

Efectivamente, uno tras otro se fueron retirando. El Padre Mermet se quedó durante algunos

años, solo. Volvió a Francia en 1853. El Padre Querbes le acojería con estas palabras: "Padre

Mermet, ¿qué ha hecho usted de mis hijos?" (12). Después, pasó al clero secular.

Al evocar las fundaciones de San Luis y de Sirdhanah, Jean-Baptiste Clavel, que

tiende más bien a una hagiografía generosa, dice claramente: "en estas dos circunstancias,

nuestro fundador evidentemente se equivocó, pues tuvo la temeridad de creer en las promesas

de los obispos misioneros. Estos obispos no pueden prometer nada: nada estable, nada fijo, en

sus diócesis todo está por crearse: para reclutar vocaciones, no se puede contar con los

indígenas (...), ni con los colonos, que han invadido el país". A esto hay que añadir la falta de

preparación, en particular para la fundación de las Indias; los religiosos concernidos no

disponían más que de tres o cuatro semanas entre su designación y el día de su partida. Las

dificultades de la lengua complicaron su integración: un año después de su llegada a San Luis,

el hermano Thibaudier no conocía todavía el inglés; más de un año después de la fundación de

Sirdhanah, el señor Borghi se quejaba: "de todos estos maestros de Sirdhanah no hay ni

siquiera uno que sepa la lengua suficientemente como para enseñarla. Respecto a la lengua

indostani, no saben ni siquiera como se llama el pan" (12 de septiembre de 1846).

Naturalmente la división en el interior de las pequeñas colonias no hizo más que agravar la

situación. De estos grupos minados no nació, jamás, dinamismo alguno.

1847, LA INDUSTRIA (CANADA)

En 1840, Monseñor Ignacio Bourget fue consagrado obispo de Montreal. Su

preocupación pastoral le impulsaba a buscar un personal sacerdotal y religioso cualificado

para su diócesis, en plena expansión. En 1841, fue a Roma para arreglar cuestiones que

concernían a la administración eclesiástica del sur de Canadá. Aprovechó su paso por Francia

para explorar en las diócesis y congregaciones enseñantes, hospitalarias o misioneras (13).

Pocos sacerdotes seculares fueron a Canadá, pero Monseñor Bourget obtuvo Oblatos de María

Inmaculada (1841), Jesuitas (1842), Damas del Sagrado Corazón (1842), Hermanas del Buen

Pastor (1844) y, unos años más tarde, Padres de la Santa Cruz y Clérigos de San Viator.

A su paso por Lyón, en agosto de 1841, ¿se encontraron Monseñor Bourget y el Padre

Querbes?, seguramente no. El obispo no se quedó más que dos días. En la relación detallada

del viaje y en sus cartas, habla de las personas que encontró, y no menciona al Padre Querbes.

Éste, por su parte, estaba a punto de enviar religiosos a San Luis y trataba entonces con

Monseñor Rosati que también estaba de paso en Lyón.

En 1844, Monseñor Hudon, vicario general de Monseñor Bourget hizo, a su vez, un

viaje a Europa. Visitó al Padre Querbes que le dio cierta esperanza sobre algunos religiosos y

Page 78: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

le entregó los estatutos de la sociedad. De vuelta a Montréal, el señor Hudon recordó al Padre

Querbes sus compromisos. El 22 de enero de 1845, el Padre Querbes aceptó enviar cuatro

religiosos a Canadá. El señor Hudon, el 10 de junio siguiente, precisó para qué llamaban a los

Clérigos de San Viator: dirigir un establecimiento en "un hermoso pueblo" donde "un rico

señor de este país" había hecho construir "una hermosa casa toda nueva de piedra, de dos

pisos, de 80 pies de largo por 40 de ancho (26 metros x 13)". Indicaba, además, que su agente

en París debía avanzar los fondos necesarios para el viaje (14).

El señor Barthelemy Joliette había explotado el bosque e instalado allí un centro

industrial, L'Industrie, a orillas del río Asunción, a unos 70 kilómetros de Montréal. Según el

párroco, el Sr. Manseau, esta parroquia tenía en 1846 "800 almas, y el campo anejo a la

parroquia, 900" (15 de agosto de 1846). El señor Joliette quería ver abrir allí un colegio que

impartiera lo que hoy llamaríamos una enseñanza técnica. Además de las materias

elementales (lectura, escritura, aritmética) habría que enseñar la geometría, el arte de hacer

planos, de hacer presupuestos de construcción, algunos oficios" (carta del señor Hudon),

"algunas nociones de química, de mineralogía, de botánica y de agricultura" (carta del Sr.

Manseau).

El Padre Querbes tardó en responder, lo hizo solamente el 4 de febrero de 1846, lo

cual indispuso un momento al señor Hudon. Se comprende las dudas del superior, tenía en las

manos dos fundaciones que aleteaban. El año precedente la partida para las Indias había

herido las susceptibilidad del Cardenal de Bonald. Y, además, él no veía llegar ningún dinero

de París. Como Monseñor Bourget debía ir a Francia, el Sr. Manseau propuso que los

hermanos no partieran antes de que el obispo hubiera venido a Lyón para "asegurarse mejor

de sus disposiciones y cualificaciones y de la buena voluntad de plegarse a las exigencias de

nuestra localidad" (23 de agosto 1846).

Efectivamente, Monseñor Bourget pasó por Vourles en la primera quincena de

diciembre. El P. Querbes le impresionó. "Viéndole, escribe al Sr. Manseau, he sido penetrado

de afecto y de respeto hacia este servidor de Dios" (11 de diembre de 1846). Se entendió con

él en los detalles de la futura fundación. Vió también a los religiosos. Un rasgo contado y sin

duda embellecido por la tradición oral (15) nos lo muestra dirigiéndose a la comunidad

reunida y preguntando: ¿quiénes son los que quieren venir conmigo al Canadá? Todos

levantan la mano menos uno. Era un religioso cercano a la cuarentena, sólido, con el aspecto

un poco huraño. El obispo le señaló con el dedo: "¡a usted elijo!", se llamaba Etienne

Champagneur. Por consiguiente, la aceptación de esta fundación por el Padre Querbes, en

1844, no había sido más que una aceptación de principio ya que, dos años más tarde, los

religiosos que debían partir, no estaban todavía elegidos.

El hermano Champagneur fue designado superior de la fundación. Tenía 39 años.

Después de haber hecho dos años de seminario y enseñado en diversos colegios había entrado

en el noviciado en 1844. Al presentarlo a Monseñor Bourget, el Padre Querbes decía de él: "es

frío en apariencia y un poco melancólico (...) tiene necesidad de ser animado y prevenido

contra los escrúpulos" (17 de abril de 1847). El hermano Champagneur había pensado ir a la

trapa e, incluso, lo había intentado. Con él partían también el hermano Augustin Fayard, 26

años, apreciado director de la escuela de Vourles y el hermano Luis Chrétien, 25 años, apto

Page 79: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

para ocuparse de las cosas materiales. El Padre Querbes los recomendaba a la acogida del Sr.

Manseau. La partida tuvo lugar el 19 de abril de 1847. Por Fourvière, etapa obligada,

Moulins, Nevers, llegaron a París, después el Havre, donde se embarcaron el 30 de abril (16).

"La primera tarde de nuestra navegación, escribirá algunos días más tarde el hermano

Champagneur, antes de dejar el puente y descender a nuestra cabina, lanzamos una última

mirada a la costa de Francia, que todavía podíamos ver y que esperábamos volver a ver la

mañana siguiente (...) La mañana siguiente hemos subido de nuevo al puente y hemos

buscado, pero en vano, descubrir las costas de nuestra querida patria, nuestra hermosa Francia.

¡Oh, sí, de nuestra querida y hermosa Francia. ¡Permítanos decir todavía esta palabra!" (17 de

mayo de 1847). ¿un hombre frío champagneur?

El 22 de mayo desembarcaron en Nueva York y subiendo el río Hudson llegaron a

Montréal, el 27 de mayo. Dos días después estaban, finalmente, en la Industrie. Su primera

impresión fue buena: "le diré que éramos deseados y bien deseados en el país, hemos sido

bien recibidos" (6 de junio de 1847). Los tres hermanos tomaron allí la dirección del colegio

que llevaba el nombre de su creador, "Colegio Joliette". Abrieron un noviciado, en julio del

mismo año. En agosto recibieron el refuerzo muy apreciado de los padres Thibaudier y

Lahaye. Estaban en marcha.

La fundación se desarrolló y los sucesivos ingresos de jóvenes religiosos canadienses

permitieron fundar escuelas en Sainte-Elisabeth, en Barthier, aceptar la dirección del colegio

de Chambly, después del colegio de Rigaud, ocuparse de la parroquia de Saint-André

d'Argenteuil. En 1855, un sordomudo de la Lorrena, José María Jung, formado en una

institución especializada de Lyón, se hizo clérigo de San Viator y fue a Montréal a poner en

marcha la institución de sordomudos de esta ciudad. Tuvo un éxito rotundo.

No todo fue fácil. Había franceses: y hubo algunos problemillas. Y estos franceses

vivían con canadienses y hubo algunas incomprensiones. Pero esto no amenazó ni al grupo ni

al futuro. Personalidades sólidas asentaron la fundación: Etienne Champagneur, preocupado

por el progreso espiritual de los hermanos, fue un superior eficaz, aunque no se solía reir

todos los días; Agustín Fayard, que murió en 1854, muy joven, de tuberculosis pulmonar,

como otros muchos después de él; Francisco Thérèse Lahaye, un hombre de actuaciones

reflexionadas; José María Jung; y los jóvenes canadienses Pascal Lajoie, Luis Vadeboncoeur,

Joseph Michaud, Louis-Georges Langlais, Michel Pozé, y otros muchos.

La fundación naciente tuvo la suerte de encontrar un apoyo, que es lo que había

faltado a las de San Luis y Sirdhanah: el apoyo de los eclesiásticos. Incluso tuvo uno, el Sr.

Manseau, cuyo puño fue alguna vez un poco rígido. Con algunos prejuicios antifranceses,

vigiló de cerca lo que llegaba y empujó con fuerza para que la fundación se "canadianizase"

rápidamente. Los Clérigos de San Viator se beneficiaron, sobre todo, de la sabiduría y la

autoridad del obispo de Montreal, Monseñor Bourget, que tenía toda la confianza del Padre

Querbes, el cual se encontraba demasiado lejos para dirigir una comunidad en un medio

desconocido para él. Y si algo o alguien vacilaba, el Padre Querbes recordaba, a Monseñor

Bourget, lo que esperaba de él: "le pido de rodillas que añada una gracia a tantas otras, la de

una dirección firme, precisa e inmediata a nuestros hermanos del Canadá y sobre todo a su

superior a quien yo acabo de escribir que no haga nada de cierta importancia sin permiso de

Page 80: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Vuecencia" (17 de febrero de 1857).

El Padre Querbes hubiera deseado visitar a los hermanos del Canadá. El Cardenal de

Bonald le nego el permiso, por lo menos dos veces (1852-1855), a pesar de que la segunda

petición fuera apoyada por Monseñor Bourget. El P. Querbes tuvo que limitarse a escribir dos

circulares. Lo hizo con palabras cálidas, él que normalmente escribía con un estilo frío. Lo

hizo sin insistir en la razón que no le había permitido el viaje: "este deseo tan ardiente, dictado

por tantos motivos imperiosos, la Providencia no me ha permitido satisfacerlo y me veo

reducido a colmar la distancia que nos separa por la expresión de algunos pensamientos que

confío a la fidelidad de vuestros recuerdos y a la asiduidad de vuestras reflexiones" (14 de

noviembre de 1855). Pero las palabras, por justas que sean, jamás pueden sustituir al calor de

un encuentro.

El contexto en el que se había desarrollado la fundación canadiense, la autonomía que

tomó respecto a Vourles, la influencia de las personalidades que acompañaron sus proyectos,

le dió ciertas características que la distinguen, desde los primeros años, de la provincia madre.

Aunque el término de "colegio" no deba hacernos demasiada ilusión (el de la Industria tenía

73 alumnos en 1851-1852, y 107 en 1856-1857) (17). No fueron las escuelas de clase única en

"las aldeas atrasadas, retiradas" las que se desarrollaron en Canadá. Nacieron comunidades

más fuertes, más vigorosas que en Francia. Comunidades donde los sacerdotes tuvieron su

lugar. El 2 de noviembre de 1849, Monseñor Bourget anunció al Padre Querbes: "nuestro

buen hermano Champagneur es ahora un buen padre. Yo le he ordenado a pesar suyo pero,

finalmente, lo he conseguido". Más tarde, siguieron otras ordenaciones. En 1859, de los 45

religiosos franceses y canadienses seis eran sacerdotes (18). En el mismo momento, en

Francia, para un número cinco veces mayor de religiosos, había solamente dos sacerdotes.

El pueblo de La Industrie se convirtió en la ciudad de Joliette, y fue el hogar donde se

desarrolló la provincia canadiense de los Clérigos de San Viator.

Diez años después de haber soñado ir "a catequizar a los árabes", el Padre Querbes

hizo un viaje a Argel (febrero de 1849). Respondía a las invitaciones del Padre Brumauld,

jesuita, que dirigía allí un orfanatrofio y de Monseñor Pavy, un condiscípulo del seminario

San Ireneo, que era obispo de Argelia. Pero el Padre Querbes no juzgó el terreno

suficientemente preparado para establecer en él una comunidad. Era también consciente de la

escasez de recursos y, sobre todo, del escaso personal apto para tal empresa. No hubo

fundación en Argel. Era preferible consolidar lo que ya existía.

Page 81: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

12

PRODUCIR EL CIENTO POR UNO

LA CORTEZA

Charles Saulin, que conoció el Padre Querbes, lo describe así: "de bastante buena

talla, pero delgado, hacia los cuarenta comenzó a engordar, cosa que le fatigó mucho al final

de su vida. Frente ancha y despejada; ojos grises, vivos, escrutadores e imperativos; nariz un

tanto gruesa, lo mismo que los labios. Cara ovalada, tez un tanto morena con pequeños restos

de viruela; una voz vibrante y firme". Una ficha descriptiva, hecha en 1850, le da una talla de

1'77 metros (1). Lo que es claramente por encima de la media en hombres del siglo XIX.

"iba siempre sin sombrero, con un sencillo solideo" (la señora Testenoire). "Siempre

vestido de un modo muy sencillo y que en otro hubiera parecido negligencia" completa

Charles Saulin. Parece querer piadosamente excusar el modo de vestir poco cuidado del

fundador, mientras que Pierre Robert, un historiador preocupado por la verdad y que ha

conocido testigos, habla de "su sotana -una de sus viejas sotanas que llevaba habitualmente

incluso de viaje, toda resplandeciente y arrugada; con el brazo derecho remangado (era una

vieja costumbre en él); su cinturón en lugar de estar desplegado, quedaba casi todo él

enrollado alrededor del cuerpo; sus cabellos no cuidados, van a donde el viento quiera..." (2)

Y otro testigo, François Favre nota: "en el Padre Querbes, la economía era para él un

principio que practicaba él mismo con el mayor rigor: nada de rebuscado en su persona,

vestido con la misma calidad de paño que sus hermanos, compartiendo en la mesa con ellos

los mismos alimentos".

Contrariamente a un rasgo hagiográfico que lo querría tan fuerte como los robles de su

país natal, Luis Querbes estuvo enfermo en varias etapas de su vida, en el seminario, en el

tiempo de la fundación y más tarde, hasta que una diabetes se lo llevará. Pero estos períodos

solamente llegan a nuestro conocimiento por la correspondencia recibida, en cambio en sus

cartas resulta muy discreto: "no había nadie capaz de ocuparse de su salud" (Hugo Favre).

Una vez, durante el último año, habla un poco más extensamente y, aún en este caso, es sobre

todo para atribuir una mejoría en la enfermedad a la intercesión de la Virgen María y para

tomar el pelo a su descreído doctor.

EL CORAZÓN

Todos los relatos de los contemporáneos concuerdan respecto a las capacidades

intelectuales de Luis Querbes. Eran sólidas, incluso brillantes. Una inteligencia "pronta y

Page 82: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

segura"; un juicio "seguro, recto, exquisito, sólido"; una memoria "feliz, excelente"; un

espíritu "penetrante, fino"; un gusto "pronunciado por el estudio". Se ha visto que supo sacar

partido de su capacidad, gracias a profesores competentes, especialmente Guy-Marie Deplace.

Éste lamentaba, por otra parte, que Luis Querbes "lanzado tan joven al ejercicio de un minis-

terio tan laborioso no hubiera podido cultivar a su gusto los maravillosos talentos con que la

Providencia le había enriquecido" (al cura Sanquin). Quizá Deplace soñaba con verle un día

convertido en un buen apologista de la Iglesia, en una época en que eran necesarios. En efecto,

tenía la pluma suficientemente ágil como para hacerse heraldo de una causa justa. Pero llegó a

ser el iniciador de una sociedad de maestros de escuela...

Según un testimonio "escribía fácilmente, incluso en verso. Dominaba perfectamente

el latín, el griego, el inglés, el italiano. Conocía las matemáticas, la aritmética en todas sus

partes, el derecho comercial, la teneduría de libros (de cuentas) que él mismo solía enseñar.

Era sobre todo excelente en teología, en derecho canónico y en historia eclesiástica. Cuando

quería descansar, divertirse, se ocupaba en solucionar un problema difícil de aritmética o de

álgebra o bien de componer un párrafo en verso. Le gustaban todo tipo de estudios y era feliz

cuando daba conferencias a los hermanos sobre enseñanza primaria o sobre los métodos.

Estaba radiante de felicidad cuando, en los exámenes, encontraba a uno capaz de hacerle

frente".

El testigo ha quedado en el anonimato, pero está bien informado. Respecto a los trozos

en verso, las rimas caen bien, pero Lamartine y Hugo pueden dormir tranquilos... En cambio,

respecto a las matemáticas, Luis Querbes ha dejado, efectivamente, problemas y soluciones.

Algunos ejercicios de su cálculo de las pequeñas escuelas darían preocupaciones a niños de

hoy, poco familiarizados con las medidas dispares, con los números complejos o con las

fracciones complicadas. Un ejemplo: "¿Cuánto valen 25 toesas, 5 pies, 2 pulgadas de

artesonado esculpido a 357 libras, 19 sueldos y 11 dineros la toesa?"...por no hablar de las

"bicherées" de Lyón (medida regional) que no tienen la misma superficie que las de

Villefranche y que hay que convertir en hectáreas y, todavía, menos mal si no interviene

también algunos "hommées de vigne" (lo que un hombre puede vendimiar en un día) y un

"arpen de París"...Incluso en aquel tiempo, las diversiones del sacerdote "matemático"

hubieran podido crear dificultades en las escuelas de pueblo.

"Era muy alegre, vivo, dinámico, absoluto" recuerda Charles Saulin y lo confirma el

cura Bouvard, que fue párroco de Vourles en 1866: "de carácter alegre, de humor chistoso y

cáustico, pero nunca malo. El Padre Querbes era excelente en el arte de tomar el pelo;

animaba como nadie una conversación, una reunión de amigos". Jean Pierre Blein es uno de

los hermanos que han dejado huellas del tiempo de la fundación. También él confirma este

rasgo: "algunos de sus condiscípulos en el clero lo encontraban demasiado malicioso, cáustico

y un poco burlón. Ignoramos si han querido hacer de esto un defecto o una imperfección o si

han querido expresar la vivacidad que ponía siempre en la defensa de las buenas causas. Lo

que sabemos es que estaba dotado de una vivacidad de respuesta y, sobre todo, de una

oportunidad sin par que dejaba sin palabra a sus adversarios". Los testimonios convergen:

Luis Querbes tenía la respuesta fácil y la reacción rápida. Él mismo, por otra parte, no tiene

dificultad en hablar de ello: "recomiéndeme frecuentemente en el santo altar, escribe a Carlos

Faure, para que, finalmente, obtenga el triunfo de la petulancia de carácter que usted conoce

Page 83: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

en mí. Yo creo que si doy menos pruebas es por que me faltan las ocasiones" (18 de enero de

1840). Se diría que casi lo lamenta...

Pero no siempre le faltaron las ocasiones. Un joven hace ruido durante el oficio, lo

echa (3). Otro, contrariamente a las costumbres, se ha sentado en la iglesia al lado de las

mujeres, lo apostrofa (4). Un anticlerical lo insulta en una calle de Lyón, inmediatamente va

hacia él, le replica y le tira de la barba (5) - en otra versión de la escena, le da una bofetada.

Se comprenderá que algunos catequistas cuyo comportamiento dejaba que desear

hubieran tenido que vérselas con sus vivas reacciones. Alguien le pide que no le aplaste

demasiado, para no despertar una gastritis ¡otro se queja de recibir de su parte demasiadas

"verdugadas" (actuaciones de verdugo) (7).

Pero, aunque la corteza sea un poco rígida, el corazón es de oro y los testimonios son

todavía más explícitos, en este punto, que respecto a la vivacidad del humor, incluso en aque-

llos que más de una vez han tenido altercados con él. "Si usted quisiera olvidar este pasado, le

escribe un catequista que ha cometido tonterías, y acordarse solamente de esa bondad paternal

que le caracteriza, yo me sentiría muy dichoso" (13 de abril de 1837). Jean Pierre Blein, más

tarde, se acuerda del Padre Querbes en estos términos: "hemos visto, a menudo, en sus visitas

a las escuelas, que temía hacer sufrir. Y en las parroquias era de una reserva y de una modestia

que se hubieran tomado por timidez exagerada (...) Os escuchaba con paciencia, recogía

vuestras confidencias, sufría vuestras penas, se identificaba con vuestras desgracias, buscaba y

a menudo encontraba el remedio para el mal. Y, ciertamente, él no regateaba, no calculaba los

sacrificios para aliviaros. Puedo decir que jamás rehusó su ayuda a las personas necesitadas

que se dirigieron a él, y desafío a cualquiera a demostrar lo contrario.

Si su palabra es viva, en cambio su escrito es mesurado, ponderado, discreto, al menos

en las cartas que se conservan. Pero el muestrario de los corresponsales es suficientemente

amplio como para incluir en él algunas cabezas ligeras. El inefable Jacques Damoisel, antiguo

religioso de la Cruz de Jesús, bajo el nombre de Hermano Fortunato, ha saqueado la escuela

que se le había confiado como catequista. En vez de venir a la reunión anual, va a hacer el

retiro a su antigua comunidad. Reacción del Padre Querbes: "cediendo a malos consejos, en

lugar de responderme, ha ido usted a la Cartuja *2 para hacer allí un retiro durante el cual

ocupará a su director con sus miserables intereses temporales (...) usted prepara una nueva

cabezonada. Le advierto que se arrepentirá pronto o tarde, usted y todos los que le habrán

aconsejado, sean quienes fueren, usted querría ser un Hermano Fortunato, es decir, pasar por

tal y hacer lo que le da la gana y disponer a su antojo y prepararse el futuro y la vejez de un

pequeño rentista. Todo esto es una quimera, querido amigo, desde que está bajo el yugo de

una regla usted no se ha cansado de ella hasta haber escuchado consejos insensatos, usted me

conoce, venga todavía, si quiere, y me encontrará como siempre, es decir, lleno de ternura

hacia usted y deseando que no sepulte lo que Dios le ha confiado" (12 de octubre de 1836).

2 NDT la casa sede de la Congregación de la Cruz de Jesús de la que procedía Jacques

Demoisel.

Page 84: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Una buena parte de la correspondencia con el Padre Faure está hecha de recuerdos

pacientes, de palabras de ánimo amistosas y de notas prácticas que desean ayudar a Charles

Faure a vencer sus ilusiones y sus veleidades, pero los esfuerzos y la paciencia del superior no

fueron recompensados.

Este ardor que en ciertas ocasiones podía tener algunas consecuencias fastidiosas es,

sin embargo, la causa de muchos gestos al servicio de personas necesitadas. Cuando constata

una situación de sufrimiento o alguien que está en peligro, Luis Querbes reacciona

rápidamente, interviene en favor de sus hermanos, en favor de sus feligreses (jóvenes de

Vourles detenidos en una pelea con jóvenes de parroquias vecinas) (8), sus amigos (Monseñor

Pompalier en conflicto de intereses con sus superiores) (9), desconocidos (matrimonios

desunidos, una joven en peligro moral, un sacerdote en dificultades con su obispo (10), etc.).

Le ocurre, incluso, tener que pagar personalmente. Un solo ejemplo: ha sabido que un

religioso dominico italiano en ruptura con su comunidad se ha refugiado en Ginebra y va a

convertirse al Protestantismo. Él va a Ginebra, paga las deudas, trae a casa al fugitivo, lo

alberga en Vourles durante siete meses, lo reconcilia con la orden. Más tarde, el dominico

llegado a ser superior de un convento en Holanda recuerda con nostalgia el tiempo pasado en

Vourles (11).

Como era "a menudo, víctima de su gran bondad y de su generosidad, a veces, muy

por encima de sus modestas posibilidades" (Padre de Villefort) necesitaba provocar gestos

generosos a su alrededor. Etienne Gonnet cuenta un hecho que pudo observar: un domingo de

julio de 1854, después de la misa mayor, el Padre Querbes recibe a un refugiado español que

viene a interceder en favor de su joven y pobre cuñada para encontrarle un establecimiento de

educación. Inmediatamente, el Padre Querbes les acompaña a los dos al pensionado de las

Hermanas de San Carlos a Brignais, expone la situación a la superiora y concluye perento-

riamente:

- Hermana, aquí hay una buena obra que hacer. Tiene que recibir gratuitamente a esta

persona y tenerla aquí hasta que haya terminado su educación.

- ¿Ella traerá por lo menos su ajuar?, pregunta la superiora.

- Nada, hermana, es necesario que la buena obra sea completa.

La superiora aceptó. Etienne Gonnet concluye: "eran casi las doce cuando entró a

Vourles. No había comido y había hecho todo este viaje con un calor tropical. Al entrar nos

dijo: "estoy más contento que si acabara de ganar 10.000 francos".

La señora Testenoire resume bien su actitud cuando habla de "esta desenvoltura

original y firme haciendo el bien un poco militarmente, pero no retrocediendo ante ningún

peligro". Ella era la hija del señor y la señora Duclaux, que pasaban en Vourles una parte del

año. El señor Duclaux, pintor de paisajes y de animales de la escuela lionesa, tiene algunas

telas en el museo de bellas artes de Lyón. La señora Testenoire sigue: " (el señor Querbes)

venía diariamente a jugar a damas a casa del señor Duclaux; el espíritu de los dos jugadores

era siempre la ingeniosidad, la alegría mordaz no faltaba nunca, las santas señoritas Comte y

la señora Duclaux, todas ellas amigas del Padre Querbes y que le ayudaban en sus obras,

Page 85: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

estaban a menudo emocionadas por las temeridades de su párroco. El sermón del domingo

ofrecía a veces a estas señoras recomendaciones de prudencia. Pero el cura Querbes se reía de

sus temores y hacía su sermón con su verbo habitual y aplicaciones diversas que hacían

temblar a estas santas almas. Pero, como un feligrés estuviese en apuros o una gestión fuera

útil, allí estaba el párroco, partía para Lyón y volvía siempre con el éxito deseado, tenía la

autoridad de la superioridad..."

Este hombre activo que lleva de frente varias tareas: la parroquia, la dirección de una

congregación, la escritura..., es el sacerdote que suspiraba, en 1828: "el tiempo pasa, tengo ya

36 años y no he hecho casi nada". En el comentario de los estatutos recomienda: "no debe

haber un instante perdido o mal empleado en la jornada de un catequista, es necesario que sus

días sean llenos..." (1855). No cesa de repetir la misma idea en sus cartas a las cabezas ligeras

o a los soñadores: "se pierde en la ola cuando uno se entrega a tantos pensamientos, más vale

actuar. Incluso la oración misma se convierte fácilmente en ilusión cuando no desemboca

diariamente a lo que hay de más práctico en nuestra conducta" (4 de mayo de 1847). Perder el

tiempo es gastar lo que corresponde a los demás, es también dejar que pase un buen medio de

ascética, mucho mejor que otras prácticas ilusorias.

Luis Querbes se beneficiaba pues de sólidas cualidades humanas. A pesar de sus

reacciones impulsivas, era capaz del dominio de sí mismo frente a las dificultades y capaz de

ponerse a caminar después de un fracaso. Una vez decidido, él avanzaba, lo que a veces debió

complicar su vida, la de su arzobispo y, sin duda, la de alguna naturaleza frágil o tortuosa.

Frente a la administración francesa es un poco cuco, ladino, pero ¿qué francés no lo es de

alguna manera? Y a pesar de su saber y de su autoridad él ha sabido permanecer siempre

cercano a sus hermanos, concreto, práctico; sus cartas están tejidas de una gran cantidad de

enseñanzas y de notas útiles. La madurez le ha dado una estatura que le permite ser osado. El

ligero flotamiento del joven en espera de porvenir ha desaparecido pronto. Le ha sido

necesaria mucha determinación y fuerza de carácter para lanzarse a la aventura de la funda-

ción, una cierta audacia tranquila para imaginar la sociedad de los catequistas y una gran dosis

de tenacidad para llevar el asunto hasta el final. También ha necesitado mucha abnegación

para dejar en el camino, como adarajas, ideas queridas, para soportar los golpes que no le

vinieron solamente de los enemigos, para olvidar un porvenir personal que hubiera podido ser

brillante en la carrera eclesiástica.

LA SAVIA.

De los numerosos documentos que Luis Querbes ha dejado, pocos escritos pueden ser

clasificados como "espirituales". En las cartas, raras confidencias, en el rodeo de una frase,

que dejan pasar poca cosa de su relación con Dios. En su vida, ningún misticismo exacerbado,

ninguna práctica excéntrica, ninguna visión, nada de artesas que se llenan de repente de pan.

Solamente lo "ordinario", esta es la palabra que emplea él mismo. Al Padre Faure, que sueña

heroicidades y vías estrechas para llegar a la perfección, le replica: "he desaprobado, a

menudo, en usted esa necesidad de plantearse sin cesar una pregunta ociosa, a saber: si

debemos hacer profesión de tender a la perfección o a conseguirla, si debemos poseer virtudes

Page 86: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

heroicas u ordinarias. ¡Ay! querido padre, mientras hablamos mucho el tiempo pasa y no

hacemos nada, prometamos mucho menos y hagamos más. Ya tenemos bastante de qué

ocuparnos, virtudes del religioso: obediencia, castidad, espíritu de pobreza y virtudes de

nuestro estado: fe, celo, humildad, pureza, amor al trabajo, a la soledad y al silencio.

Comencemos por construir sobre estas virtudes que yo considero ordinarias (pues no se trata

más que de entenderse), el edificio de nuestra salvación y de nuestra perfección y lo demás ya

se nos concederá" (13 de mayo de 1841).

Las virtudes "ordinarias"

El 23 de mayo de 1829, se presentó para aprobación una versión de los estatutos.

Todavía no existe ningún catequista. El artículo 3 dice así: "las virtudes que caracterizan a un

verdadero catequista son: una fe viva e ilustrada, un celo ardiente y desinteresado, la

humildad, la pobreza, el amor al trabajo, a la soledad y al silencio". A pesar de todas las

modificaciones que los estatutos han conocido, desde 1829 hasta 1839, el artículo 3 ha

quedado intacto, sólo el verbo "caracterizar" ha sido reemplazado por "distinguir", es decir,

que ha sido sólido. En esta especie de retrato robot del catequista, ¿como no reconocer los

rasgos de quien lo ha escrito? La base de toda la vida cristiana por donde Luis Querbes

camina está en "lo ordinario" de la vida espiritual. Y en primer lugar, la fe, la esperanza, que

en su tiempo se veía más bien bajo el aspecto de "confianza en Dios", la caridad, que él llama

con una palabra un poco envejecida, celo. Y él no camina de una manera mediocre.

La fe. Fuera de una perspectiva de fe, su vida no tiene sentido, su voto de castidad, su

compromiso total en la realización de la Sociedad, toda su vida de sacerdote y de superior

manifiestan su fe ¿Cómo se podría consentir en revisiones reductoras de un proyecto en el que

se ha puesto todo el corazón, si no se tuviera el apoyo de la fe?

La esperanza. En las dificultades, los obstáculos, los sufrimientos, Luis Querbes trata

de guardar la confianza en la Providencia e invita a los catequistas a adoptar esta actitud:

"ánimo, no teniendo nada, no buscando nada, tendremos a Dios de nuestra parte" (10 de

noviembre de 1836). "Yo soy débil, pero más que nunca lleno de confianza en Dios" (22 de

agosto de 1838). "Contamos con la Providencia. No os inquietéis, Dios proveerá como a todo

lo demás" (22 de febrero de 1842). "Dios es el dueño de los acontecimientos, aceptémoslos de

su mano (...), cuando os enteréis (de algunas noticias) que esto no provoque en vosotros más

que la expresión de la confianza y el abandono en las manos de la Providencia" (17 de marzo

de 1848).

François Favre, que vivió muy cerca del fundador al fin de su vida, nos dice: "su

desinterés era tan sincero y su confianza en Dios tan grande que le gustaba llamar a sus

Hermanos los hijos de la Providencia de Dios que, ciertamente, no les abandonaría nunca. El

reverendo Padre Querbes tenía la mayor confianza en la Providencia ¡Cuántas veces se le ha

podido ver sin recursos para sostener su obra siempre tranquilo y resignado, esperando un

apoyo que a menudo le llegaba de una mano extraña y desconocida!" Charles Saulin termina

el retrato que hace de él con estas palabras: "de una confianza sin límites en la Providencia. Su

Page 87: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

palabra favorita era ésta: Dios proveerá".

Esta confianza en Dios le permitió tener también confianza en sus hermanos, de los

que tampoco dudaba, a veces, incluso fue engañado. "Lo hemos visto con las lágrimas en los

ojos, se acuerda Francisco Favre, llorando de alegría y recibiendo con los brazos abiertos a los

pobres hermanos separados, perdidos... como buen padre generoso no volvía a recordar sus

escapatorias, les concedía la misma confianza y el mayor afecto."¿Tenía una idea demasiada

elevada de la naturaleza humana? ¿No se daba cuenta de que todo el mundo no había vivido

una historia como la suya que seguía una trayectoria privilegiada desde su juventud? ¿Que no

todos habían tenido la suerte de tener las dotes y el temperamento tan fuerte y voluntarista

como él? Quizás.

También se puede ver en él una actitud que ve muy lejos; "yo pregunté un día al Padre

Querbes, cuenta el Padre Gonnet, por qué guardaba en la comunidad a sujetos cuya conducta

dejaba mucho que desear y que hubiera debido expulsar; Me respondió: "si los expulso, son

almas perdidas, si se les conserva aquí puede ser que se conviertan. No hay que romper la

caña cascada, ni apagar la mecha que todavía humea" ¿cómo se puede decir que se ama a

Dios, a quien no se ve, si no se ama a su prójimo a quien se ve? (Cf. 1 Jn 4, 20). ¿Cómo se

puede esperar mucho de la Providencia de Dios, si no se espera nada de su hermano? Esperar,

tener paciencia, acompañar, perdonar, es creer que después de la separación o después de la

falta, no está todo terminado, es creer en otras mañanas de Pascua.

La caridad. Hoy la palabra "celo" se ha cargado de connotaciones, a veces

peyorativas. Si tuviéramos que actualizar la expresión empleada por el Padre Querbes "un

celo ardiente y desinteresado", hoy diríamos "un amor activo", "una caridad viva, fuerte,

completa...". Durante su vida, Luis Querbes dio múltiples pruebas de este celo que él esperaba

de los catequistas. La sensibilidad a las necesidades de los más pequeños, la urgencia en

actuar, el tiempo dado sin reservas, lo manifiestan ampliamente. Quizá esta prisa le ha llevado

a cometer incluso errores: esas peticiones a las que responde demasiado rápidamente, esos

establecimientos fundados sin garantías suficientes, esa falta de seguimiento regular a ciertos

negocios, le han conducido a fracasos dolorosos de personas y de obras.

Razonablemente, hubiera sido mejor una mayor prudencia. Su temperamento y las

urgencias que percibía le condujeron a otras soluciones. Michel Sudres, el noveno superior

general de la Congregación, hablando del fundador explica: "La prudencia es una virtud, la

imprudencia no lo es. Pero la fe, la confianza y el amor, tienen a menudo un comportamiento

que parece imprudente. ¿Cómo progresaría el Reino de Dios si no hubiera locos?" (12). En

efecto, en un cambio de perspectiva, las vías del Señor van a veces contra las de la sabiduría,

la prudencia de los hombres: lo que es locura de Dios es más sabio que los hombres (1 Col 1,

25). Si el Padre Querbes no hubiera tenido esta audacia, esta prisa y este celo ardiente, muchas

obras no se habrían fundado jamás y la Congregación no habría nacido.

La relación con Dios

Page 88: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Este amor de Dios que impulsa a Luis Querbes a amar a sus hermanos, este amor a los

hermanos que le hace retornar a Dios se enraizan en la adoración. En el comentario de los

estatutos, dice a propósito de la oración: "la meditación ocupa el espíritu con la consideración

de las verdades santas, la oración penetra en el corazón, el examen de conciencia y sobre todo

el examen particular muestra la aplicación a nuestra conducta habitual, el sentimiento de la

presencia divina, la visita al Santísimo Sacramento y las aspiraciones frecuentes mantienen la

unión de nuestra alma con Dios y nos predisponen a hacerla cada vez más íntima en la

oración. Los que se creen menos capaces son también capaces cuando quieren, porque al

Señor le gusta comunicarse a las almas sencillas". Un poco más adelante, añade: "por el santo

ejercicio de la presencia de Dios (...) el Clérigo de San Viator animará y vivificará su fe (...)

que penetrará y dirigirá todos sus pensamientos y todos sus deseos, todas sus palabras y todas

sus conversaciones, todas sus acciones y todas sus empresas".

Hombres sensibles a una presencia, con el corazón atento, he aquí como él desea que

sean los catequistas, así quiere que vivan. Esta disponibilidad interior, esta obediencia, en el

pleno sentido del término, que recomienda a sus hermanos y que él vive. En un esquema de

retiro que dio se destacan dos líneas: "no gustar más que la voluntad de Dios, no servir más

que de instrumento a la operación de Dios". La maduración que se ha efectuado en él durante

toda su vida, le ha llevado a consentir una especie de abandono que ama la voluntad de Dios:

"Sí, nosotros debemos ser santos, escribe al Padre Faure, y yo especialmente. Más que nunca,

siento que el buen Dios me pide todos los sacrificios. Gracias a su bondad no experimento

repugnacia por ninguno" (28 de enero de 1840). En el comentario de los estatutos, el párrafo

dedicado a la obediencia concluye con estas palabras: "nunca pedir nada, jamás rehusar nada,

tal es el holocausto más agradable que se pueda ofrecer a Dios". Más allá de las palabras

empleadas, que son de otro tiempo, se perfila la actitud fundamental de aquel que no se

comporta maliciosamente delante de Dios, la actitud descrita en un himno del actual oficio

dice: "el pobre sólo puede acogerte, con un corazón quemado de atención, con los ojos vueltos

hacia tu luz".

Las "almas sencillas" can por caminos "ordinarios" y no por caminos inseguros. Es

inútil buscar, en él, un místico etéreo. Su vida espiritual está anclada en escolleras que

fundamentan y nutren toda vida cristiana.

La Palabra de Dios. "La lectura es el alimento del espíritu, en la oración hablamos a

Dios, en la lectura espiritual Dios nos habla y nos da de qué hablar con El en la oración"

(Comentario de los estatutos). Puede ser que hoy no se harían estas distinciones, pero

conviene subrayar esta preocupación que tiene por ir a las fuentes. Ha inventado la Leyenda

para los catequistas, este oficio que comienza por una página de la Biblia. "Por consiguiente,

es necesario para hacerla, recomienda, llevar al más alto grado la atención y el respeto. San

Carlos Borromeo no leía la Escritura más que de rodillas, como si estuviese escuchando a

Dios que le hablaba desde el monte Sinaí, en medio de rayos y truenos. Por consiguiente,

tratar de penetrar lo que estáis leyendo, de aplicároslo, de examinar de buena fe si practicáis lo

que tenéis ante los ojos y de pedir al Señor el valor y la fuerza para conformar a ello vuestra

conducta".

Page 89: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

La Eucaristía. Los catequistas "tratarán de hacerse dignos de comulgar, con

autorización de sus confesores, los domingos y los jueves, así como en todas las fiestas

solemnes, obligadas o no (Comentario de los estatutos). A primera vista, la recomendación

puede parecer banal, pero en esta época marcada por un fuerte vestigio de rigorismo

jansenista, era recomendar lo que más tarde se llamará la comunión frecuente". Los

catequistas son también invitados a visitar a menudo el Santísimo Sacramento, sea por la

visita de regla o por visitas de devoción: "no entréis jamás en clase, ni salgáis jamás de ella, si

es posible, sin visitar al Santísimo Sacramento" (Directorio). Además, explica con un lujo de

detalles, la actitud que deben tener los que están encargados de sacristía y de las ceremonias

litúrgicas o la actitud que debe tener el que debe ayudar a misa: "la fe viva, la religión

ilustrada, la devoción tierna al Santísimo Sacramento les pondrán al abrigo de una

familiaridad sacrílega con las cosas santas" (Comentario de los estatutos).

La Iglesia. Se ha tenido ocasión de verle varias veces a Luis Querbes llevado de un

profundo sentido eclesial que sobrepasa de lejos la adhesión a una persona o una

preocupación táctica. Uno de los objetivos principales de la fundación fue la de responder a

las necesidades más urgentes de las pequeñas parroquias, establecer una colaboración estrecha

con los sacerdotes bajo la dependencia del obispo, hoy añadiríamos: participar en la "pastoral

de conjunto". El título del catequista es explícito: "clérigo parroquial". En sus relaciones con

el arzobispo de Lyón, por tensiones que tuviera que pasar, intentó realizar sus objetivos hasta

el último cuarto de hora, que siempre corresponde al arzobispo. Deja a sus hermanos en

manos de los obispos de San Luis, de Agra, de Montréal, de Rodez...con toda confianza. En

Roma busca, sin duda, confirmar su idea primera por el Papa, pero se adhiere a la fuerza y a la

vida "que sale de la aprobación". En un tiempo en que todavía quedaban algunos residuos de

galicanismo, pide al clérigo de San Viator que "se vincule invariablemente y desde el fondo

de su alma a la Santa Iglesia y al Vicario de Jesucristo (Comentario de los estatutos).

La Virgen María. Para Luis Querbes, como para muchos otros fundadores y

fundadoras, también pasa y se manifiesta el amor de Dios por esta mediación . Durante toda

su vida dejó mucho espacio a la piedad mariana. Adolescente o seminarista, Luis Querbes

subía con frecuencia a Fourvière, el santuario mariano de Lyón; con ocasión de esto, Guy-

Marie Deplace le recomendaba que rezara por él. Una tradición pretende que el joven vicario

de San Nicecio haya introducido la práctica del mes de María en la escuela clerical. Algunas

semanas más tarde de su llegada a Vourles, el párroco crea la primera hermandad, la

Hermandad del Rosario. Los religiosos que parten para el extranjero pasan todos por

Fourvière. En 1838, cuando el efectivo es todavía reducido, he aquí que se le pide hermanos

para la sacristía de Fourvière. "Podemos contar con la protección de la Santísima Virgen si

tenemos buenos representantes en Fourvière" (20 de febrero de 1838). Y envía tres religiosos,

entre ellos Luis Fraigne, que hubiera podido ejercer una buena función en otra parte.

El sello de la sociedad lleva una divisa, Sinite parvulos venire ad me, dejad que los

niños se acerquen a mi. Pero el fundador ha utilizado poco este tema. Por el contrario, emplea

a menudo una expresión muy corta, en latín o en francés: Adoretur, ametur Jesus. Adorado,

amado sea Jesús. A veces escribe solamente las tres letras de expresión en latín, AAJ. Esta

especie de divisa, este "slogan" concreto, impactante, resume todo su proceso en una especie

de síntesis de su vida espiritual y de su vida apostólica. La contemplación y la acción. La

Page 90: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

adoración y el amor. El amor a Dios y el amor al prójimo. Describe este doble impulso que

señala al discípulo de Cristo: un amor de Dios que va hasta el más pequeño de los hermanos

de Jesús (Cf. Mt 10, 40-42). Un amor hacia el más pequeño que nos retorna al Padre (1 Jn, 3).

Uno no puede ir sin el otro.

Luis Querbes vivió para adorar y amar a Jesús. ¡No es el único!, ¡Desde hace 2.000

años, muchos cristianos han intentado e intentan aún hacerlo!. Lo que resulta un poco original

es resumir esta aspiración en una fórmula tan neta, tan clara y tan completa. Y no solamente

resumirla, sino verdaderamente vivirla.

Page 91: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

13

ASUMIR HASTA EL FINAL

1854, LOS HERMANOS DE SAN VIATOR EN NANT (AVEYRON)

El 29 de junio de 1854, Mons. Croizier, obispo de Rodez y el P. Querbes firmaban un

documento por el que una congregación diocesana, los hermanos maestros de San Juan, se

afiliaba a los Clérigos de San Viator (1). El obispo debía sentirse un poco triste pero el P.

Querbes era

feliz...

En efecto, había puesto mucha esperanza en el desarrollo de los Catequistas en esa

diócesis. En 1840, había enviado un hermano muy joven, Esteban Gonnet, a fundar la escuela

de Salles-Curant, un pueblo muy cercano a Canabières de donde procedía la familia Querbes.

Otras escuelas siguieron, sin duda demasiado rápidamente ya que, en 1844, el rector de

Montpellier, habiendo descubierto algunos hermanos sin título, informó al ministerio y la

llamada al orden bastante fuerte.

En 1850, los Clérigos de San Viator dirigían siete escuelas en la diócesis y el P.

Querbes esperaba poder implantar un noviciado en la región de Rouergue.

Ahora bien, el 4 de junio de 1850, el obispo de Rodez le informaba que tenía intención

de crear una congregación diocesana calcada sobre la de San Viator. Los religiosos llevarían

el nombre de "Hermanos maestros de San Juan". Serían también llamados así para conservar

el recuerdo de monseñor Jean Crozier. Además, para formar y dirigir a la nueva comunidad, el

obispo pedía al P. Querbes que le cediera al H. Gonnet. ¡Y el P. Querbes contaba

precisamente con él para desarrollar los Clérigos de San Viator en la diócesis!.

El P. Querbes responde el 24 de julio. Comienza por formular algunas preguntas: ¿por

qué no volver a tomar una antigua propuesta de Monseñor Croizier (establecer un noviciado

en Nant)? ¿Han desmerecido los Hermanos de San Viator? ¿Una Congregación diocesana es

más flexible y más segura que una congreación aprobada por la Santa Sede? Y le propone:

"Que la casa de Nant sea erigida en noviciado, que un eclesiástico de su confianza tenga la

dirección espiritual y temporal y, si quisiera agregarse a nuestra congregación, que tenga

también la dirección religiosa y la de todas nuestras casas del Aveyron, que nuestros hermanos

de Nant den allí lecciones y que se habitúe a los novicios a nuestros usos y costumbres. Poco

importa que esos novicios estén destinados a formar parte de una congregación particular o

agregarse a la nuestra. Que si a V.E. no le gusta la idea, nosotros podemos permanecer en el

Aveyron hasta que la Congregación proyectada pueda tomar la dirección de nuestros

establecimientos, y entonces nos retiraremos contentos de que Dios sea glorificado sin

Page 92: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

importarnos por quién."

La propuesta no había sido tergiversada y las líneas finales no eran sólo una fórmula.

El P. Querbes sabía que los escritos permanecen y que esta carta le comprometía.

Monseñor no aceptó este ofrecimiento y los hermanos de San Juan vieron el día en

Nant, un pequeño centro en el valle de la Dourbie, encajonado entre la meseta del Larzac y el

Causse-noir. El noviciado se abrió en mayo de 1851, justo en el momento en que los Clérigos

de San Viator acababan de ser aprobados para toda Francia. El Señor Bioulac, un sacerdote de

la diócesis, dirigía los pasos de la naciente comunidad. Pero los Hermanos, a pesar de su

fervor y de su buena voluntad, tuvieron serias dificultades, como los de San Odilon: se trataba

de una congregación diocesana que no podía beneficiarse de las ventajas y las garantías de una

asociación legalmente reconocida, y especialmente de la dispensa del servicio militar.

Por eso el Señor Abbal, vicario general, contactó discretamente con el P. Querbes, el

19 de noviembre de 1853, para proponerle la afiliación. El P. Querbes aceptó el ofrecimiento

el 23 de noviembre, a vuelta de correo. Pero monseñor Croizier dudaba todavía. A comienzos

de junio, consciente finalmente de que la pequeña comunidad se asfixiaba, hizo venir al

P.Querbes a Rodez. El asunto se arregló y el 29 de junio se firmó el contrato. Los hermanos

de San Juan, si lo deseaban, se convertían en Catequistas parroquiales pero, concesión a la

coquetería episcopal, podían conservar el nombre de San Juan. El obispo cedía la casa de

Nant. El P. Querbes, por su parte, se comprometía a mantener a los hermanos en la diócesis.

Pero en Nant, se sabía poco de estos tratos e incluso se temían. El P. Querbes fue allí.

El H. Jean-Baptiste Alvernhe, un testigo del acontecimiento, cuenta:" Un día de fiesta para

Nant, probablemente el día de la adoración perpetua (...), el P. Querbes entra y se queda en la

parte posterior de la Iglesia. El Sr. Cassan (un sacerdote adjunto del Sr. Bioulac) lo ha visto e

intenta atemorizarnos (...) El (el P. Querbes)no tarda en llegar. Pregunta con cierta calma por

el Sr. Bioulac. Se le responde que está todavía en la iglesia. Él manda llamarlo (...) Nadie

había pensado tener el honor de hablar al extranjero(...) finalmente el Sr. Bioulac llega, le

presenta sus excusas y lo hace entrar. No tarda en reunirnos a todos en las sala de estudio

seguido de nuestro superior, el Sr. Bioulac. Allí, se apresura a preguntarnos:" amigos míos,

¿queréis ser mis hijos? " Nadie responde... " Amigos míos, ¿queréis ser mis hijos?"

Probablemente hubiera habido el mismo silencio si el Sr. Biolulac no nos hubiera empujado a

responder: "responded". Dos tímidos "sí" se dejaron oir. El P. Querbes, que leía fácilmente

entre líneas, vió que no sabíamos nada del asunto, y manifestó su sorpresa a nuestro antiguo

superior que balbuceó algunos: "si","si..."

Quince hermanos de San Juan se convirtieron en Clérigos de San Viator. Algunos de

ellos marcarán con su fuerte personalidad la Congregqación en la que entraban: Jean-Baptiste

Alvernhe, Joseph Bélières, Bertrand Dardé, Guillaume Gaillac, Célestin Souques,...El H.

Gonnet fue nombrado su superior.

Poco tiempo más tarde, el noviciado abandonaba Nant, de difícil acceso, para

trasladarse a Espalion, al norte de Rodez. En 1858, gracias al apoyo del Señor Sabathier,

vicario general de Rodez, la Congregación pudo adquirir cinco hectáreas en la meseta de

Page 93: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

camonil, a la entrada de Rodez (2). Allí fueron instalados la dirección, el noviciado y las

primeras construcciones de un internado que se desarrollaría mucho durante los años

siguientes, San Luis de Camonil. La obediencia de Rodez comenzaba bien.

1855, EL COMENTARIO DE LOS ESTATUTOS

La redacción del Directorio databa de 1833, una época en que la Sociedad no

reagrupaba más que seglares. El libro quería ser una guía para cristianos comprometidos en la

catequesis y en el servicio parrroquial. Más tarde, la Sociedad había perdido los seglares y se

había convertido en congregación pero el texto no contenía nada concerniente a los

compromisos propios de un religioso. Por consiguiente había que completarlo. El desarrollo

de la Congregación añadía incluso cierto grado de urgencia: mientras no hubiera más que un

noviciado, el maestro de novicios y el superior, que estaba cerca, daban una formación, un

espíritu propio que aseguraba la cohesión del grupo. Pero con la apertura de los noviciados de

Ternes, de l'Industrie, de Nant, sin contar los que hubieran podido existir en San Luis o en

Sirdhanah, ¿cómo dar lo que era específico de la Congregación? Los estatutos existían, pero el

texto esencialmente jurídico no dejaba mucho espacio al espíritu. Se presionó al fundador para

que volviera a ver el Directorio o para que redactara otro texto.

El P. Querbes era un hombre práctico, poco llevado a la reflexión teórica. Sin embargo

se puso a hacerlo, no se sabe en qué época exactamente. Más que adaptar el Directorio,

decidió comentar los estatutos aprobados en 1838.

Redactó tres borradores (3) hasta el artículo 22 (los estatutos constaban de 35). Los

artículos que no han sido comentados conciernen a los establecimientos de formación, los

"magisterios" (las comunidades locales) y otros puntos, como las reuniones anuales y los

viajes. Estos últimos artículos tienen su importancia, pero se trata más bien de reglamentos y

de costumbreros de una naturaleza muy diferente de las primeras secciones, que se refieren a

los fines de la Congregación y a los compromisos de los religiosos.

Durante el otoño de 1855, monseñor Bourget, en viaje por Europa desde hacía un año,

se detuvo durante seis semanas en Vourles. La confianza e incluso la amistad que existía entre

el obispo de Montréal y el párroco de Vourles produjeron buenos resultados. Mons. Bourget

escribió una vida de San Viator. redactó "observaciones sobre las relaciones que debían

establecerse entre la casa madre y los hermanos de Canadá" (4) y, después de haber estudiado

el proyecto de comentario de los estatutos, ofreció algunas "observaciones generales sobre la

constitución de los Clérigos paroquiales o catequistas de San Viator" (5).

En estas observaciones, sugería que se publicara "un conjunto razonado" que

comprendería las Letras apostólicas (el decreto de aprobación de Gregorio XVI), los

estatutos, el Directorio que sería "el desarrollo de los estatutos", el costumbrero que tocaría

aspectos administrativos de la Congregación y el ceremonial. Mons. Bourget imaginaba

incluso que "la leyenda pudiera formar parte de la regla". Redactó un proyecto de prefacio

para este conjunto que hubiera debido ser "el libro de los libros" para los religiosos. También

Page 94: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

hizo observaciones, a veces detalladas, sobre diversos puntos del texto provisional.

En la redacción final (6), el P. Querbes tuvo en cuenta algunas de éstas observaciones.

En cuanto al prefacio definitivo, tres cuartas partes son de Monseñor Bourget: la cuarta

versión del comentario, escrita con una escritura fina y muy cuidada, ocupa cincuenta y una

páginas de un cuaderno titulado."Manual necesario del Clérigo de San Viator".

El comentario de los artículos que conciernen a la "regla de vida" (art. 2), las

"virtudes" (art. 3), la "doctrina cristiana" (art. 4) y el "servicio de los altares" (art. 5) ocupa

doce páginas, es decir casi la cuarta parte del cuaderno. Varios pasajes de estos artículos han

sido ya citados, especialmente sobre la oración, la leyenda, la eucaristía. Quizá habría que

subrayar la insistencia que el P. Querbes pone sobre los fines mismos de la Congregación.

Vuelve al orígen de la fundación, a la necesidad de enviar catequistas. Con el tiempo, la

obligación de insertarse en el medio escolar, el desarrollo de algunos centros ¿no hacía correr

el riesgo de ver a los catequistas convertirse en buenos Hermanos enseñantes que no hubieran

sido, quizá, otra cosa que buenos enseñantes? Por eso, desde la apertura del capítulo dedicado

a la doctrina cristiana, se recuerda esto sin ambigüedad:

"Importa que, a todo trance, justifiquemos con hechos el nombre con que la Iglesia

distingue a nuestro Instituto. Los males que la devastan provienen, sobre todo, de la

ignorancia de las primeras verdades de la religión en que languidecen los niños. Estudiar y

enseñar la Doctrina Cristiana: esa es nuestra vida. Cualquier negligencia sobre este punto sería

deplorable, podría llevar consigo las más graves consecuencias, e infundir, en el ánimo y en el

corazón de los niños, prevenciones y falsas ideas que sólo se acaban con la vida, por lo cual se

han de evitar con el mayor cuidado. Si, en alguna otra congregación pudiera llegar a pensarse

que el oficio de catequista es cosa exclusiva de los que tienen cura de almas, no se puede

concebir tal aberración en un miembro de nuestro Instituto. El P. Querbes no siguió los

consejos de Mons. Bourget que le proponía suprimir o atenuar la última frase.

A lo largo de estas páginas, cuando habla de los religiosos, el P. Querbes emplea

raramente la palabra "clérigos", "religiosos", "hermanos", emplea mas habitualmente

"hermanos de San Viator", "Clérigos de San Viator", "hermanos catequistas", "Catequistas de

San Viator", o sencillamente el término que encontramos más a menudo, "Catequistas".

Cuando habla de los sacerdotes de la Congregación, les llama "sacerdotes-catequistas", ¿Es

una casualidad?

Si el primer fin del Instituto no debe perderse de vista, no conviene sin embargo

descuidar el aspecto profesional. Ya que se debe enseñar, hay que ser competente: "Aunque

sea la doctrina cristiana el fin principal de la instrucción que se da en nuestras escuelas y la

que debe predominar y difundirse por todos los ramos de la enseñanza, sin embargo, no se han

de descuidar estos últimos, a pesar del lugar secundario que en ella ocupan. Sea cualfuere la

materia de los estudios, importa sobremanera que las lecciones sean sólidas y vayan bien

explicadas; que no se limite el maestro a cargar la memoria de los niños de nociones

superficiales que se olvidan tan pronto como se aprenden, sino que nutra su inteligencia de

principios cuya aplicación práctica activará y robustecerá más tarde el recuerdo de los

mismos...

Page 95: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

El comentario de los artículos referentes a los votos aborda sobre todo el aspecto

jurídico de la profesión religiosa. Podemos lamentarlo pero, en el siglo XIX, la religión se

mide por la práctica mucho más que por el espíritu. También sabemos que, aún después de

acabado el siglo, esta actitud ha continuado un poco...

El comentario de los estatutos no fue publicado mientras vivió el Fundador, sino en

1861, cuando se editó según el plan sugerido por Mons. Bourget el Manual necesario de los

CLérigos de San Viator.

ÚLTIMAS PENAS, ÚLTIMAS ALEGRÍAS

Desde 1838, de las tres señoras Compte que habían sostenido financieramente las

realizaciones del párroco de Vourles, no quedaba más que la menor, Antoinette-Fleurie. Su

generosidad, el interés que mostraba hacia los Clérigos de San Viator la habían hecho entrar

de alguna manera en la familia; al final de muchas cartas dirigidas al P. Querbes, los

Hermanos piden que la saluden de su parte.

Antoinette-Fleurie murió en julio de 1853. El párroco, la Congregación y la parroquia

le hicieron unos hermosos funerales. Legaba 25.000 F al P. Querbes, una cantidad importante.

Pidiendo en préstamo una suma semejante, pudo comprar, en agosto de 1854, el pequeño

terreno que las señoras poseían en Vourles y que se componía de una casa de habitación,

dependencias y cuatro hectáreas de tierra.

El P. Querbes, que había habitado en la casa cural hasta 1844 y después en el

"berceau", se instaló en la casa Compte. Allí es donde recibió, durante bastante tiempo, a

Mons. Bourget.

El día en que se firmaba en Lyón el contrato para la compra del pequeño terreno, el P.

Faure moría en Vourles. El "querido compañero" de los comienzos, sobre quien contaba el

fundador, había demostrado rápidamente que iba a pedir mucho y dar poco. Siguiendo sus

quimeras, en 1848, salió de la Congregación para ir a fundar una congregación de enseñanza

en la que el trabajo manual hubiera sido importante. ¡Se puede soñar! Naturalmente fracasó y,

en 1852, volvió a llamar a la puerta de Vourles. El P. Querbes le recibió de nuevo. Pero la

experiencia del fracaso no había enseñado nada al P. Faure: hizo una lista de faltas a los

estatutos que creyó haber observado en el superior, con el fin de constituir un dossier para

denunciarlo a Roma (7). ¿Expedió el dossier? No se sabe. Por lo menos contactó con un

sacerdote que iba a Roma. Murió algunos meses más tarde, haciendo sin embargo al P.

Querbes su heredero universal.

El P. Querbes recibió todos los papeles del P. Faure y conservó estas páginas

acusadoras. ¿No les daba ninguna importancia? ¿Contaba con que la historia pondría las cosas

en su verdadero lugar? No ha dejado ninguna nota frente a estas páginas de vitriolo.

Page 96: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Había tenido ocasión de archivar otras cartas de este tipo. A su salida del Instituto,

algunas cabezas locas se habían marchado dando coces, pero hay otras que vienen de alguien

muy cercano: el H. Liauthaud había explotado en varias ocasiones. También él, en 1849,

había hecho una lista de doce puntos que le hacían concluir que la Sociedad "tendía a su

disolución" (8). Incluso se preguntaba entonces, y escribía al superior, si él, el maestro de

novicios, no debía abandonar la Congregación antes de que Providencia viniera "a dar el golpe

de gracia". ¡La Providencia no debía estar al corriente de estos doce puntos!

En junio de 1856, el H. Liauthaud pide y obtiene el permiso para hacer un retiro en la

Gran Cartuja. De allí, escribe al P. Querbes que experimentaba "una repugnancia invencible

en volver a Vourles" (9) y le indica que iría a la escuela de Thel (Rhône). ¡Una especie de

fuga! Seis días más tarde, escribe de nuevo (10) para explicar lo que le molestaba de Vourles,

la postura en la que se encontraba y lo que no le convenía, las formas de actuar del superior

que tenía la habilidad de enterarse a través de "murmuraciones" que él decía oir. En breve,

según sus propias palabras exponía su "resentimiento".

Ahora bien, en la misma época, amenazaba con explotar un escándalo: en la Vaucluse,

un Clérigo de San Viator había sido acusado de actos inmorales con un niño (11). De hecho,

la encuesta reveló que el niño acusador había inventado un poco. Pero el hecho apoyaba la

tesis del maestro de novicios: se descuidaba demasiado la formación. En las escuelas, los

religiosos supieron dos informaciones al mismo tiempo, la partida del H. Liauthaud y la

acusación contra uno de sus hermanos. Algunos hermanos manifestaron su simpatía al P.

Querbes, como el H. Blein, que reconocía que el H. Liauthaud les había "edificado a pesar de

sus excentricidades" pero, al conocer su marcha, "se había abatido hasta lo indecible" (12). El

H. Archirel escribió también. Su carta se ha perdido, pero se conserva la respuesta del P.

Querbes.

"Su carta ha venido a poner un poco de bálsamo en la llaga que me tortura desde hace

quince días y que ha venido a añadirse a las singularidades del P. Liauthaud. He conservado

todo y no he manifestado los sentimientos de mi corazón más que ante el buen Dios (...) Le

digo que estoy tranquilo sobre el asunto del P. Liauthaud. Todo irá bien, estoy seguro: Tiene

demasiado buen espíritu para satisfaer su susceptibilidad pueril. Sobre todo esto, le pido

secreto y discreción. ¡Ánimo!. Hay consuelos por otra parte. Rece por quien es, con el más

tierno afecto, su padre en N.S. (6 de julio de 1856). ¿Se puede creer que esta carta haya sido

redactada por alguien con la reputación de tener un carácter "petulante"?

El P. Querbes había acertado: el H. Liauthaud volvió al rebaño. En septiembre de

1857, fueron juntos a visitar les Ternes y Nant donde iba a comenzar el noviciado. El H.

Liauthaud volvió a encontrar a sus viejos amigos: los Hermanos Gonnet, Prudhomme,

Alexandre...El P. Querbes lo dejó allí y se volvió a Vourles. El noviciado de Nant se trasladó

a Espalion. El H. Liauthaud se quedó allí algunas semanas. En una carta del 9 de noviembre

de 1857, el P. Querbes llega, incluso, a tomarle el pelo: "Hace ya casi dos meses que usted no

me lleva la contraria. Cuando me separé de usted en Nant no pensaba que gozaría de un

descanso tan largo". Pero el superior lo llamaba de nuevo, y él se puso en camino durante el

invierno.

Page 97: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Hizo un alto en La Cavaleríe, en el altoplano de Larzac, donde los hermanos de San

Viator dirigían una escuela. Allí, sufrió una crisis de asma y de una congestión pulmonar.

Murió el 26 de noviembre de 1857. El P. Querbes fue informado de su enfermedad. El H.

Charles Saulin cuenta cómo el superior se enteró de su muerte: "Un día, cuando llegó el

correo, yo estaba en la habitación del P. Querbes. Había muchas cartas. después de haber leído

algunas líneas de cada una, miraba la firma y pasaba a otra. de repente, cogió una. Apenas la

abrió gritó:

- ¡Dios mío! ¡Qué desgracia!

- ¿Qué? le dije.

- ¡Ay! Acabo de perder mi brazo derecho; el pobre P. Liauthaud ha muerto.

Y se puso a llorar"

Si las filas de los viejos compañeros se iban aclarando, las nuevas generaciones

tomaban el relevo. La obediencia de Ternes se desarrollaba lentamente y en una pobreza real.

La primavera de 1858, se caracterizó por la partida de su superior, el P. Chargebeuf, que entró

en los jesuitas. Lo reemplazó el H. Marsal. En Canadá, gracias al apoyo y al control de

Monseñor Bourget, la comunidad progresaba rápidamente. Se reconstruyó un ala del colegio

Joliette que se había quemado. Se construyó un nuevo noviciado más grande que el primero.

"Una vez terminadas las construcciones, escribía el P. Champagneur, nuestra comunidad se

encontrará en un situación confortable, como dice la gente de aquí" (marzo de 1858). La

obediencia de Rodez crecía bien bajo la guía del H. Gonnet.

Al fin del año escolar 1858-1859, la Congregación contaba con 250 religiosos 45 de

los cuales en Canadá. Dirigía en Francia 106 escuelas en 21 departamentos, 4 sacristías y una

providencia; en Canadá, 2 colegios, una institución para sordomudos, 7 escuelas y 2

parroquias.

El P. Querbes seguía siendo párroco de Vourles. Sin embargo, a partir de 1840, el P.

Hugues Favre le secundaba como coadjutor. Según los registros parroquiales, el coadjutor

presidía las cuatro quintas partes de los bautismos, las bodas y los entierros (13). Pero el

Párroco seguía velando sobre el rebaño. El sacerdote Bouvard, que le conoció y llegó a ser a

su vez párroco de Vourles, relata: "Hacia el fin de su vida, se comportaba como un padre y

como un abuelo respecto a sus feligreses. Al comienzo de su ministerio entre ellos, preparaba

sus sermones; en sus últimos años, se dejaba llevar con gusto por la improvisación; pero su

espíritu, su corazón, su piedad se nutrían de la doctrina católica. Hablaba mucho, pero

sabiendo siempre perfectamente lo que decía y adaptándolo maravillosamente a las

necesidades de su auditorio."

Uno de los primeros actos, como párroco, había sido el de establecer la congregación

del Rosario (diciembre de 1822). Uno de sus últimos actos fue el de crear, el 2 de febrero de

1859, la "pequeña asociación de los Santos Ángeles" para poner a los niños "bajo la

protección de los Santos Ángeles", con el fin de "asegurar su perseverancia en el bien y de

prepararlos a entrar en la congregación de hijos de María". Desde hace más de cien años, la

asociación y su revista "L'Ange Gardien" siguen su trayectoria.

Page 98: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

1 DE SEPTIEMBRE DE 1859, LA MUERTE

"La vida de nuestro fundador fue una continua lucha", resume Jean-Baptiste Clavel. Si

el fundador ha emprendido y ganado tantos combates, no pudo vencer a un enemigo oculto

que iba a llevárselo: la diabetes. Hacia 1852 o en 1853, había ya notado los primeros síntomas

de la enfermedad. Conoció un alerta serio a comienzos del año 1858 y, en enero de 1859, una

crisis aguda seguida de una tregua. Pero durante el mes de abril, la enfermedad volvió con

más fuerza y se le creyó perdido. El P. Favre había incluso convocado a los religiosos para el

último adiós. El P. Querbes dictó su testamento en el que instituía al P. Favre, o en su defecto,

al H. Blein, como legatario universal.

Sin embargo un mejoramiento inesperado trajo de nuevo la esperanza. El 17 de mayo,

el P. Querbes escribe al H. Gonnet: "Solamente ayer comencé a escribir, y me alegro de

dirigirme, con mi pluma temblorosa, a usted que ha mostrado tanto interés por mi salud. Debo

notificarle mi resurrección y confesarle que tendría motivos para cantar un sonoro Aleluia.

Estoy fuera de todo peligro, aunque todavía convaleciente. Esta revolución se debe a las

oraciones dirigidas a la Santísima Virgen. La mejoría comenzó a primeros de mayo. He visto

a la muerte de cerca; había complicación de enfermedades. La principal era la diabetes,

enfermedad que se cura difícilmente y con mucho tiempo. La tercera vez que me analizaron la

orina, ya no había, y el doctor Mathey que Vd. conoce y que no es un creyente de primera

clase, decía que era un milagro y que no entendía nada. Yo estaba resignado a la voluntad

divina y lo estoy todavía para consagrar lo que me queda de fuerzas y de vida al bien de

nuestro Instituto. Bueno, basta de hablar de mí mismo."

Se puso a trabajar un poco, pero durante el verano la enfermedad se agravó y, el 25 de

agosto, los religiosos de Vourles y de las comunidades vecinas que se reúnen según su

costumbre para la fiesta de San Luis, lo hacen alrededor de un superior gravemente enfermo.

El enfermo desciende de su habitación y viene bajo los castaños de indias de la terraza, donde

se ha colocado una mesa. "Con el rostro sonriente, pero profundamente alterado por el

sufrimiento (...) se esforzó en alegrar esta reunión con palabras amables" (Joseph Paillès).

Pero todos eran muy conscientes de que se trataba del último encuentro.

El 29 de agosto, el P. Querbes recibió los últimos sacramentos de manos del P.

Hugues Favre. Al final de la ceremonia, hizo sus últimas recomendaciones que su secretario,

François Favre, hermano de Hugues, escribió: Vamos, Hijos míos. Me corresponde a mí

hablaros, pero no tengo fuerzas. Habéis visto la unión que ha existido siempre entre el Sr.

Favre y yo. Obedecedle de la misma manera que me habéis obedecido a mí. Desterrad lejos de

vuestro espíritu todo espíritu partidista y de sistema. Sed obedientes. Comunicad mis

recomendaciones a los ausentes. Os doy mi bendición como la doy a todos."

La muerte sobrevino el jueves, 1 de septiembre, a las nueve y cuarto de la noche.

Los funerales se celebraron el 5 de septiembre, Según la costumbre para el entierro de

los sacerdotes, presidió el párroco decano de Saint-Genis. El sacerdote Pater pronunció el

elogio fúnebre de circunstancia de quien había sido su amigo.

Page 99: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Los restos mortales reposan todavía en el cementario de Vourles, al pie de la gran

cruz. Bajo una sencilla lápida de piedra hay grabada esta inscripción:

Bajo esta piedra,

descansa, esperando la bienaventurada resurrección,

el cuerpo de

Juan Luis José María QUERBES, sacerdote de un celo,

de un desinterés, de un caridad admirables

que durante treinta y siete años fue párroco de Vourles,

y fundó el Instituto de los CLérigos de San Viator,

murió el 1 de septiembre de 1859, a la edad de sesenta y seis años.

Page 100: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

14

REFUNDAR AYER, HOY, MAÑANA

El P. Hugo Favre fue elegido superior general y tomó en sus manos, no muy seguras,

la dirección de la Congregación. Quince años más tarde, le sucedía el P. Gonnet. Y después,

otros, hasta el actual superior general, el P. Léonard Audet.

No se puede pretender redactar en algunas páginas una síntesis satisfactoria y objetiva

de ciento treinta años de una historia rica y variada. La parte que se ha mencionado aquí es

deliberadamente subjetiva. En esta hilera de figuras, de hechos, de épocas, de países, de

sufrimientos y de alegrías, no se recuerdan más que algunos elementos que caracterizan cinco

períodos y algunos rostros de la Congregación.

LA CONGREGACIÓN "FRANCESA"

En Francia, después de la muerte del fundador y hasta casi 1880, el desarrollo fue

rápido y constante. Tres noviciados formaban unos 25 religiosos por año (media de los años

1870-1879). El crecimiento se fue aminorando durante los quince años siguientes: se entraba

en un área de turbulencias políticas. Algunas disposiciones legislativas (las leyes Ferry)

establecieron la secularización de la institución escolar. Las congregaciones que, hasta

entonces, podían dirigir escuelas comunales, públicas y remuneradas por el estado, tuvieron

que abandonarlas para abrir escuelas parroquiales, libres pero pobres. Los religiosos fueron

obligados al servicio militar. Disminuyeron las entradas al noviciado. Durante los años 1895-

1900, aunque el clima político y religioso de Francia era todavía muy tenso, los noviciados se

llenaron de nuevo. En 1900, se enumeran unos 500 religiosos franceses de un total de 760

religiosos en toda la Congregación. Y después vino 1903.

En Canadá, el desarrollo de la comunidad se hizo a partir de obras poco numerosas

pero sólidamente implantadas. En 1897, medio siglo después de la fundación, la provincia

contaba con 215 religiosos. El P. Champagneur había mantenido el timón hasta 1870.

Tres religiosos canadienses fundaron, en 1865, una escuela en Bourbonnais, en Illinois

(Estados Unidos). Se abrió un noviciado y, en 1882, los religiosos de Estados Unidos

formaron la provincia de Chicago, de la que fue superior el P. Cyrile Fournier. A fin del siglo,

contaba con algo más de 40 religiosos.

Page 101: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Hasta los umbrales del siglo XX, la Congregación presenta lo que se podría llamar el

"rostro francés". Los religiosos de Francia constituían el grupo dominante. Excluyendo la

provincia de Chicago, las obras de todas las demás provincias (Canadá, Rodez, Les Ternes,

Vourles) obedecen al mismo esquema:

- escuelas elementales, a veces con pequeños internados, que representan el principal

compromiso de la Congregación;

- algunos colegios que no ocupan más que una minoría de religiosos. En Francia, cada

provincia tiene un colegio (Rodez: Saint-Louis de Camonil; Les ternes; Saint-Agneau en la

región de Cantal; Vourles: Saint-Michel en París);

- obras sociales: orfanotrofios en Francia, instituto de sordomudos en Montréal;

- algunas sacristías.

Predominan las pequeñas o medianas comunidades. Quedan todavía algunas escuelas

de clase única. En 1990, solamente cuatro comunidades sobrepasan los 20 religiosos: Saint-

Louis de Camonil, El Instituto de sordomudos de Montréal, Saint-Michel de París y San

Viator de Bourbonnais.

Numéricamente, los Hermanos son ampliamente mayoritarios. En Canadá,

representan el 90 % de los religiosos. En Francia, la llamada a los estudios clericales y al

sacerdocio es demasiado restrictiva y faltan sacerdotes para el servicio de la comunidad (en

1900, en el conjunto de las tres provincias francesas, sólo el 1,6 % de los religiosos son

sacerdotes).

LA TEMPESTAD

En Mayo de 1903, en Francia, el ministro Combes decretó el cierre de 11.000

establecimientos escolares u hospitalarios dirigidos por congregaciones religiosas.

En el espacio de dos meses, los Clérigos de San Viator de Francia vieron cerrarse las

direcciones provinciales, los juniorados, los noviciados, las casas de religiosos mayores. El

personal fue dispersado. Todas las escuelas y colegios fueron molestados. Muchos de ellos

desaparecieron. Todos los bienes inmuebles de la Congregación fueron arrebatados por el

Estado y definitivamente perdidos. Las comunidades estallaron. Algunos religiosos

conocieron la prisión y los tribunales. Otros, a veces con muchos años, partieron hacia el

extranjero. La misma residencia de la dirección general, que se encontraba en París, tuvo

problemas. El Superior general y el personal buscaron abrigos provisionales.

En las tres provincias, se había previsto la tormenta, pero no se pensó que sería tan

Page 102: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

fuerte. El año precedente, el Superior provincial de Vourles había escrutado en los países

limítrofes. Se eligió Bélgica como posible lugar para replegarse y se compró una gran casa en

Aerschot, cerca de Lovaina. Se llenó muy pronto. La provincia de Canadá había hecho saber

que, en caso de necesidad, acogería a los franceses. En febrero y junio de 1903, dos grupos de

religiosos jóvenes y de novicios atravesaron el Atlántico. Un tercer grupo se reuniría con ellos

en agosto. En total 31 franceses encontraron refugio entre sus hermanos canadienses. En

septiembre de 1903, algunos Clérigos de San Viator de Rodez llegaron a Vitoria (España). Un

mes más tarde, un segundo grupo atravesaba los Pirineos. Muchos religiosos, novicios y

juniores les siguieron.

El capítulo general de 1905, reunido en Bélgica, suprimió la provincia de Ternes. No

había tenido la suerte de tener al frente un superior firme, capaz de tomar las decisiones

convenientes, como las otras dos provincias francesas. Además carecía de recursos.

Las provincias de Rodez y de Vourles intentaron reconstruirse poco a poco. Todas las

escuelas eran libres y estaban dirigidas por personal "laicizado", como se decía entonces.

Algunas "obras materiales" ofrecían algunos recursos (huertos, explotaciones agrícolas,

confección de sotanas, venta de objetos de piedad...). En Molembeeck, cerca de Bruselas y en

Vitoria se desarrollaban colegios. Se intentaba revivir, cuando la guerra estalló y fue necesario

entrar de nuevo en la incertidumbre del mañana. Casi la mitad de los religiosos fueron

movilizados. El diez por ciento de los efectivos de 1914 murió en la guerra: fueron diezmados

en sentido estricto.

De estos quince a veinte años de pruebas salen provincias cansadas. Su vitalidad se ha

resentido y el temor de volver a vivir de nuevo los acontecimientos de 1903 se fue borrando

muy lentamente. Este período corresponde a un debilitamiento, o sea un esfumarse, de la

dirección francesa de toda la Congregación. En 1907-1908, se produce un cambio: el número

de religiosos norteamericanos llega a ser mayor que el de los religiosos europeos: De 1905 a

1919, en Francia ingresaron solamente 130 nuevos religiosos y salieron o murieron muchos,

mientras que el número de religiosos que ingresaron en las provincias de Canadá y de

Chicago, en el mismo período de tiempo, fue 340.

LA CONGREGACIÓN "CANADIENSE"

De los años 20 a los años 60, el número de religiosos canadienses aumenta

regularmente y llega a sumar las dos terceras partes del total de la congregación (en 1960:

1146 sobre 1760). Este dinamismo permitió desarrollar sólidos y muy famosos colegios

clásicos (Seminario de Joliette, Colegio Bourget, en Rigaud y otros), instituciones especializa-

das para los sordos (en Montréal y en Québec) y para ciegos (en Montréal). También van

religiosos hacia el este, a la desembocadura del San Lorenzo, hasta Habre Saint-Pierre, donde

se acaban los caminos; hacia el Norte, en Abitibi y Temiscamingue; hacia el oeste, en

Manitoba e incluso mucho más lejos ya que, en 1931, algunos religiosos parten para fundar un

Page 103: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

colegio en Sep'ing Kaï, en Mandchuria. Algunos vienes también, más tarde, a ayudar

sustanciosamente a sus hermanos de Francia y de Bélgica. ¡Los que se encontraron aquí

durante la segunda guerra mundial llevaron a su país muchos recuerdos que probablemente

hubieran preferido ahorrarse! La provincia canadiense tuvo que dividirse, primero en 1938

(Montréal, Joliette), y más tarde (1955 (Abitibi, San Lorenzo). Algunos religiosos implantan

la Congregación en Japón (1948), en Taiwan (1953), en el Perú (1959) y en Haití (1965).

Estas cuatro provincias pesaban mucho, entonces, en la Congregación.

La provincia de Chicago se desarrolló en una dirección que le caracteriza y que asocia

las grandes instituciones de enseñanza, la enseñanza superior, las capellanías y las tareas

parroquiales, siempre con un personal muy cualificado. Durante los años 50 y 60, el 70 % de

los religiosos son sacerdotes. La provincia funda un colegio en Bogotá (Colombia) en 1961.

Al salir de las dificultades mayores que habían sufrido, las dos provincias francesas se

han ido rehaciendo poco a poco. Sus compromisos se han mantenido fieles a su pasado, quizá

un poco demasiado: escuelas primarias, rurales, algunos cursos complementarios, la

responsabilidad de sacristías. Esto permitió, sin embargo, una buena inserción en las

parroquias y una estrecha colaboración con el clero. Pero, durante este período, la formación

de los religiosos se retrasó un poco en un mundo que cambia: el escolasticado para la

formación de los religiosos jóvenes se abrió solamente en 1937. En 1955, unos religiosos

franceses fundaron una escuela normal en Bouaké (Costa de Marfil).

El desarrollo de la fundación de España fue, al principio, muy lento. Luego, a partir de

1920, bastante más firme. A pesar de las incertidumbres de la guerra civil (1936-1939), las

comunidades de España, formaron, en 1937, una viceprovincia que, diez años más tarde, se

convirtió en provincia. Los religiosos franceses que echaron las bases supieron adoptar la

lengua, las costumbres y la mentalidad del otro lado de los Pirineos y llegaron verdaderamente

a formar parte de la nueva familia. En 1957, la provincia de España funda un colegio en Viña

del Mar (Chile).

El desarrollo de la comunidad de Bélgica, en los alrededores de Bruselas-Molembeek

y de Westmalle, fue más lento y más inseguro.

El capítulo general de 1937 pidió y obtuvo de la Santa Sede que la Congregación fuera

declarada clerical. Sin embargo, en Francia, la Unión de superiores mayores sigue clasificando

todavía a los Clérigos de San Viator entre los hermanos dedicados a la enseñanza.

EL TIEMPO DE LAS CORRIENTES DE AIRE

El peso de unas estructuras ya decrépitas, una centralización excesiva, un estilo de

vida un poco estereotipado y, sobre todo, el contacto con el mundo que ha cambiado tanto,

han obligado a unas inevitables revisiones a la mayor parte de las congregaciones, en

particular a los Clérigos de San Viator. El Concilio Vaticano II aportó el aire fresco que

deseaba Juan XXIII y permitió situar mejor la vida religiosa en la Iglesia.

Page 104: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Pero, a esta puesta al día deseada por el concilio se ha añadido un poco en todas

partes, la contestación que flotaba en el aire, en mayo de 1968. En Canadá, la reforma del

sistema de enseñanza condujo a la cesión de todas las escuelas y colegios, excepto dos, a

comisiones escolares. La "revolución tranquila" en Québec arrastró consigo muchas

revisiones, a veces un poco apresuradas, liberaciones un poco incontroladas...

La crisis de las instituciones, la fragmentación de las comunidades, los numerosos

abandonos han provocado una interrogación sobre la identidad del Clérigo de San Viator que

no ha sido siempre fácil de vivirse.

Sin embargo, una reflexión comenzada en los capítulos de 1969 y de 1972 y extendida

más tarde a toda la Congregación, una animación pastoral preocupada por las personas, la

preparación, en las comunidades locales, en las provincias y durante los capítulos generales de

la nueva Constitución (1978) y de los Reglamentos generales (1984) han permitido, poco a

poco, redescubrir lo esencial de la misión y de la vida religiosa de los Clérigos de San Viator.

¿Y MAÑANA?

Una Congregación, nacida en una época determinada y para responder a unas

necesidades concretas, debe retraducir la intuición fundadora con palabras adaptadas al

mundo en que está viviendo. Esta actualización, esto que podría llamarse "refundación", es

dinámico y creador.

La Constitución de la Congregación se sitúa en la línea de Luis Querbes: ¿Podría ser

de otra manera?. Lo hace no para repetir sus gestos, sino para tomar algo de este relámpago de

caridad que le hizo sensible a una necesidad de su tiempo, que le impulsó a ser inventivo.

"Anunciar a Jesucristo y su Evangelio y suscitar comunidades donde se viva, se profundice y

se celebre la fe": así traducimos hoy la misión de los Clérigos de San Viator que el Padre

Querbes definía como "la enseñanza de la doctrina cristiana y el servicio del Santo altar" (nº

8). Respecto a los destinatarios de la misión,"La Iglesia nos envía a todos los hombres, en

particular a los jóvenes, tanto en nuestros países de origen como en el extranjero. Además, por

las llamadas incesantes de la Iglesia y del mundo, Cristo nos urge a hacernos presentes sobre

todo entre los abandonados de la sociedad" (Nº 9).

Durante la elaboración de la Constitución, los asociados fueron descubiertos con toda

naturalidad: "De acuerdo con una idea entrañable a nuestro Fundador, la Congregación acepta

asociar otras personas que quieran participar de nuestra misión, de nuestra vida espiritual y de

nuestra vida comunitaria" Estas son las adarajas colocadas por el P. Querbes que permiten,

ciento cincuenta años más tarde, construir el complemento que él juzgaba indispensable al

proyecto. En Francia, en España, en Costa de Marfil, en Canadá, en Chile, en Japón, seglares,

con frecuencia parejas, comparten la misión, viven el espíritu de la Congregación y participan,

en cierto grado y según modalidades propias para cada país, en la vida de las comunidades

locales.

Page 105: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

El capítulo general, que es la autoridad suprema en una Congregación, vinculó

claramente, en 1984, la misión actual de los Clérigos de San Viator con el espíritu del P.

Querbes y el de la fundación. Este espíritu sigue inspirando la misión apostólica de la

Congregación y su adaptación a las nuevas exigencias de evangelización.

El dinamismo del Fundador lanzó, en su tiempo, a los catequistas de San Viator según

un modo especial de servicio (la enseñanza de la doctrina cristiana y el servicio del santo

altar), sobre todo hacia los jóvenes y en colaboración estrecha con los seglares y el clero

diocesano.

Actualmente, precisa el capítulo, "en la fidelidad a las intenciones del P. Querbes, esta

misión nos envía sin duda hacia todos los hombres, pero principalmente hacia los jóvenes

desfavorecidos, bien en la escuela o fuera de ella, en la parroquia o en las nuevas comunidades

cristianas, en medios no cristianos o cristianos sólo de nombre.

"Además, por las llamadas incesantes de la Iglesia y del mundo, la misión de los

Clérigos de San Viator se abre cada vez más hacia los abandonados de la sociedad de nuestro

tiempo, tanto en el tercer mundo como en cuarto mundo, por compromisos reales y

concertados en favor de la justicia social y de la gente sin poder.

"Queremos realizar nuestra misión en una pastoral de conjunto, en colaboración activa

con los obispos y los responsables de las iglesias locales, solidarios y compartiendo nuestro

compromiso con los asociados y con los seglares que deseen preocuparse de su vida de fe y

participar en la misión pastoral de la Iglesia."

El capítulo concluye sin ambigüedad: "Cada Clérigo de San Viator, sea la que sea su

tarea apostólica, está llamado a definirse como educador."

En 1988, el capítulo general quiso precisar el ministerio común de todos, Padres y

Hermanos. Igualmente religiosos, tiene una misma misión, la de catequistas. Por eso el

Capítulo reconoció " que el ministerio común de los Clérigos de San Viator es el servicio de

la Palabra". Aunque no esté explícitamente indicado, este servicio concierne también a los

seglares asociados.

La Congregación cuenta actualmente con 910 religiosos (377 sacerdotes, entre ellos

un obispo, 533 Hermanos, entre los cuales 6 diáconos permanentes) a ellos se han asociado

105 seglares. Tiene provincias en Canadá, España, estados Unidos, Francia, y fundaciones en

Costa de Marfil, Chile, Colombia, Perú, Japón y Taiwan.

Después de la Congregación "francesa", vino la Congregación "canadiense", ¿cuál

podrá ser el rostro de la Congregación de mañana? ¿quién puede saberlo? Y sin embargo,

¿cómo no imaginar que lo que están viviendo actualmente los Clérigos de San Viator

chilenos, colombianos, africanos, haitianos, japoneses, peruanos, Taiwaneses no llegue a

desarrollarse y a caracterizar, a su vez, a toda la congregación? " El estímulo de las

fundaciones, reconocía el capítulo general de 1988, es una gracia para toda la Congregación y

Page 106: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

lo acogemos como un signo del Espíritu que nos llama a dejarnos evangelizar."

En las fundaciones y las provincias, religiosos y asociados, todos herederos de Luis

Querbes, trabajan juntos en fundar el futuro de la Sociedad de los Catequistas de San Viator.

Rodez, diciembre de 1992.

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NOTAS

AAL = Archivos del arzobispado de Lyón

ACSV = Archivos de la Dirección general de los Clérigos de San Viator

ADR = Archivos departamentales del Ródano

AN = Archivos nacionales (París)

ASV = Archivo secreto vaticano (Roma)

DQ = ACSV, Document - Querbes

P = ACSV, Correspondencia pasiva

Capítulo 1 - Nacer en Lyón bajo el Terror.

1 Archivos departamentales del Aveyron. Registros d'état-civil, parroquia de Canabières, 2E 261 4 y 9, 4E

225, 4E 261 6 a 8.

2 DQ I.

3 DQ III.

4 Jannin (Jean-Claude), Les origines dombistes du Père Louis Querbes, Dombes, revista de l'Académie de

la Dombes, nº 8, otoño de 1988.

5 DQ IV.

6 Brun de la Valette, Lyon et ses rues, Lyon, Ediciones du Fleuve, 1969, p. 146.

7 cf. Jardin (A.), Tudesq (A.J.), La France des notables. La vie de la Nation 1815-1848, Paris, le Seuil, 1973, ch.

4.

8 Champdor (A.), Lyon pendant la Révolution, Lyon, Albet Guillet, 1983, p. 20.

9 Gadille (J.), Le diocèse de Lyon, Paris, Beauchesne, 1983, p. 179.

10 citado por Champdor, p. 46.

11 cf. Kleinclausz (A.), Histoire de Lyon, T II de 1595 à 1814, Lyon, Masson, 1948, pp. 314s.

12 citado por Champdor, p. 85.

13 DQ VII.

14 DQ VIII.

15 Comby (J.), L'évangile au confluent, Lyon, Chalet, 1977, p. 106.

16 Tackett (T.), La Révolution, l'Église, la France. Le serment de 1791, Paris, le Cerf, 1986, p. 431.

17 cf. Ledré (Ch.), Le culte caché sous la Révolution. Les missions de l'abbé Linsolas, Paris, Bonne Presse,

1949.

Chapitre 2 Crecer a la sombra de San Nicecio.

1 DQ IX.

2 Acta de matrimonio, DQ IV.

3 AAL, Registros, costumbres de San Nicecio.

4 DQ X.

5 DQ 2.

6 Latreille (C.), Joseph de Maistre et la papauté, Paris, Hachette, 1906, p. 109.

7 ACSV, Estudios y carpetas sobre el P. Querbes. Testimonios de contemporáneos.

Capítulo 3 - Avanzar hasta el altar de Dios.

Page 108: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

1 AN, F19 * 1048A.

2 Archivos del Seminario de S. Ireneo. Registre des séminaristes 1Be2

3 ASV, Época Napoleónica. Francia 2.

4 Soulcié (J.), La formation des clercs au Séminaire Saint-Irénée de Lyon de 1659 à 1905, Lyon, 1955. Tesis

de doctorado dactilografiada, p. 215s.

5 ASV, Epoca Napoleónica. Francia 2.

6 Archivos Seminario de S. Ireneo. Diario del séminaire por Amable Denavit, p. 138.

7 Robert (P.), Vie du Père Louis Querbes, Bruxelles, Dewit, 1922, p. 40.

8 DQ Sermón 1.

9 AAL, Deliberaciones del Consejo episcopal de Lyón, 10 sept. 1817, 28 janv. 1818.

10 Soulcié, op. cit., p. 220.

11 cf. Latreille (A.), La question de l'administration du diocèse de Lyon (1814-1839), Revue d'Histoire de

l'Église de France, Tome XXX, 1944, pp. 54-93.

12 Latreille (C.), op. cit., p. 104.

13 P 29.

14 DQ 32.

Capítulo 4 - Restaurar la parroquia de Vourles.

1 Régnier (M.), Notes et documents pour l'histoire de la Révolution dans le Lyonnais. Vourles-le--

courageux et le canton de Millery, Vourles, en casa del autor, 1985, p. 57.

2 Ibid., p. 26.

3 DQ Sermón 269.

4 DQ 10,

5 AAL, Fonds Paul Richard.

6 P 154.

7 citado por Martin (J.B.), Histoire des Églises et chapelles de Lyon, Lyon, H. Larchandet, 1908, T. I, p. 331.

8 Ibid.

9 P 176, P 191.

10 P 186.

11 Martin, op. cit., p. 331.

12 DQ 11A.

13 AN, F17 * 142.

14 Martin, op. cit., p. 331.

Capítulo 5 - Imaginar los Catequistas de San Viator.

1 DQ 270.

2 DQ 52.

3 Martin, op. cit., p. 331.

4 Dictionnaire de l'Académie française, 1835.

5 "Si ocurría que para desempeñar las funciones de las cuatro órdenes menores no se encontrara en el

lugar clérigos célibes, podrían ser reemplazados por seglares, incluso casados, pero no bígamos, con

tal de que sean aptos para cumplir estas funciones y lleven la tonsura y el hábito clerical en la iglesia."

(Traducido de la trad. EHSES. Concilium Trid. Ed. altera, Fribourg, 1965, IX, 627).

6 Prost (A.), Histoire de l'enseignement en France (1800-1967), Paris, Colin, 1968, p. 45.

7 Ibid., p. 108.

8 Bonnafous (R.), Ces maîtres de 1833, Lyon, L'École et la Famille, 1981, p. 39.

9 DQ 340.

10 DQ 40.

11 DQ 234.

12 Rambaud, Le diocèse de Lyon et la Révolution de 1830, Lyon III, Centre d'histoire du catholicisme, 1947,

Page 109: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

p. 28.

13 Zind (P.), Les nouvelles congrégations de frères enseignants en France de 1800 à 1830. Saint-Genis-La-

val, 1969, p. 287.

14 Ibid., p. 249.

15 Ibid., p. 153.

16 Ibid., p. 337.

Capítulo 6 - Construir los fundamentos de la Sociedad.

1 Comby, op. cit., p. 130.

2 DQ 53.

3 Ibid.

4 Zind, op. cit., p. 447s.

5 ADR, série T, vers. de l'Université, XXVIII.

6 DQ 27 et DQ 58.

7 ADR, série T, vers. de l'Université, XXVIII.

8 DQ 60.

9 DQ 43B.

10 ADR, série T, vers. de l'Université, XXVIII.

11 DQ 65.

12 Martin, op. cit., p. 331.

13 AN, F19 * 671, 672, 673.

14 DQ 63A.

15 Gontard (M.), L'enseignement primaire en France de la Révolution à la loi Guizot (1789-1833), Paris,

Belles-Lettres, 1959, pp. 300 et 497.

16 AN, F17 * 12476, carta del 27 de octubre de 1845.

17 Ibid., carta del 29 de julio de 1829.

18 DQ 351.

19 Martin, op. cit., p. 331.

20 Rambaud, op. cit., p. 5.

21 DQ 65.

22 P 353.

23 DQ 70.

24 DQ 77.

25 DQ 97.

26 P 396.

Capítulo 7 - Organizar la Sociedad de los Catequistas.

1 P 387.

2 P 431.

3 P 555.

4 DQ 270.

5 Archivos de la provincia de Francia, Vourles.

6 AN, F17 * 9015.

7 DQ 126.

8 DQ 112.

9 AAL, Registro de deliberaciones del consejo arzobispal.

10 Coste (J.) et Lessard (G.), Origines Maristes, T. I, Rome, 1960, p. 619, note 3.

11 DQ 126.

12 P 457.

13 Coste et Lessard, op. cit., p. 618.

Page 110: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

14 DQ 125.

15 P 480.

16 DQ 127.

Chapitre 8 - Acoger a los primeros Catequistas.

1 DQ 72.

2 cf. Caron (A.), Prêtres et séminaristes collaborateurs du Père Querbes, Feuillets querbésiens, nº 4 (avril

1964), nº 5 (mai 1964).

3 Abbé Faivre, Portefeuille d'un aumômier militaire, Lyon, Écho de Fourvière, 1872.

4 DQ 104.

5 DQ 146.

6 Archivos de la Propagación de la Fe, Lyon.

7 DQ 270.

8 ACSV, Études et dossiers sur le P. Querbes, Journal du Poyet.

9 DQ 164.

Chapitre 9 - Consentir en la consolidación de la Sociedad.

1 DQ 213.

2 DQ 226A et B.

3 DQ 234.

4 DQ 214.

5 cf. Lafon (J.), Les prêtres, les fidèles et l'État. Le ménage à trois du XIXe siècle, Paris, Beauchesne, 1987,

ch. 4, p. 149.

6 DQ 181, DQ 182.

7 Sobre el viaje y la estancia en Roma: Prud'homme (F.), Voyage du P. Querbes à Rome, Feuillets

querbésiens, nº 6 (octobre 1964), nº 7 (janvier 1965) et nº 8 (février 1965).

8 175 000 habitantes. Bouillet (M.-H.), Dictionnaire universel d'Histoire et de Géographie, Paris, Hachette,

1861.

9 DQ 246A.

10 DQ 234.

11 DQ 351.

12 DQ 249.

13 DQ 458.

Chapitre 10 - Acompañar al desarrollo de la Congregacion.

1 Bonnafous, op. cit., p. 24.

2 AN, F17 * 142.

3 DQ 314.

4 DQ 340.

5 ACSV, Registros diversos.

6 AN, F17 * 12476, informe del 4 de avril de 1844.

7 Ibid., informe del 18 de juin de 1845.

8 DQ 420.

9 P 3072.

10 P 3098.

Page 111: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

11 AN, F17 * 12476.

12 P 4964.

13 DQ 459.

14 AN, F17 * 12476, Carta del ministro, 25 de novembre de 1850. Once respuestas de de rectores y de

inspectores de Academia.

15 P 5749.

16 ACSV, Registros diversos.

17 AN, F17 * 12476.

18 P 3985.

19 P 3986.

Chapitre 11 - Fundar más allá de los mares.

1 P 1385.

2 P 1404.

3 P 1619.

4 P 1620.

5 P 1687.

6 P 2244, P 2294, P 2319.

7 DQ 365.

8 P 3121.

9 P 3152.

10 ACSV, Diario del H. Liauthaud.

11 P 3214, P 3216, P 3230, P 3261, P 3403.

12 según Robert, op. cit. p. 367.

13 Archivos del arzobispado de Montréal, extractos de la relación del viaje de Mons Bourget publicados

en el Dossier Amérique, vol. II, ACSV.

14 P 3458.

15 según Robert, op. cit., p. 393.

16 P 4214.

17 Hébert (L.-P.), Le financement du Collège Joliette. Perspectives historiques (1846-1904), Cégep Joliette -

Lanaudière, 1989, p. 31.

18 ACSV, Registro de los religiosos.

Chapitre 12 - Producir el ciento por uno.

1 DQ XXXIII.

2 DQ 91c.

3 DQ 257.

4 según Jean-Pierre Blein; segunda versión, según François Favre.

5 P 878.

6 P 826.

7 ACSV, según el sacerdote Bouvard.

8 ACSV, carta del superior de los Padres Maristas de N.- D. de la Neylière, 9 de diciembre de 1876.

9 P 1323, P 1538.

10 cf. DQ 355, DQ 360, DQ 379, P 2310, P 2348, P 3100, P 3248.

11 ACSV, Études et dossiers sur le P. Querbes.

Page 112: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Capítulo 13 - Cumplir las últimas tareas.

1 P 7053.

2 P 9746, P 9768, P 9771.

3 DQ 431, DQ 432, DQ 547.

4 DQ 548.

5 DQ 549.

6 DQ 550.

7 P 6977.

8 P 4908.

9 P 8003.

10 P 8018.

11 P 8041.

12 P 8045.

13 de 1850 a 1859, 78% según las investigaciones realizadas por el P. Marcel Genest, c.s.v.

Page 113: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

FUENTES

Los escritos del P. Querbes y la correspondencia recibida se conservan en los archivos de la Dirección

general de los Clérigos de San Viator (Roma). Los escritos han sido publicados en Documents. Le P. Louis

Querbes. Correspondance, écrits divers, témoignages, por la Direction general de 1955 a 1960, en 14 volúmenes.

La correspondencia recibida por el P. Luis Querbes fue publicada por la Dirección general de 1960 a 1970 en 44

volúmenes.

Las investigaciones realizadas más tarde por el P. Marcel Genest, C.S.V., en Lyón, en París y en Roma,

han sacado a la luz otros documentos cuyas fotocopias se encuentran en los archivos de la Dirección general.

Estos archivos conservan también los testimonios de los contemporáneos del P. Querbes así como las

dos primeras biografías manuscritas (Clavel y Pailhès). La mayor parte de estos textos han sido publicados en

Annales du Père Louis Querbes, una aparición anual de 1951 a 1966 y en Feuillets querbesiens, mensual de 1955

a 1967.

LUIS QUERBES Y LOS CLÉRIGOS DE SAN VIATOR

BERNARD (Antoine), Les Clercs de Saint-Viateur au Canada, Montréal, Les Clercs de Saint-Viateur, T. I, Le premier

demi-siècle, 1847 à 1897, 1947, 651 p.; T. II, Le second demi-siècle, 1897 à 1947, 1951, 613 p.

BERNAT (Paul), Le projet Querbes d'hier à demain. Recherches autour du fondateur de l'Association de

Saint-Viateur, Lyon, Memoria de Historia de la Iglesia, IPER, 1981, 209 p., 42 documents.

BONNAFOUS (Robert), El P. Luis Querbes y las "virtudes ordinarias"..., Rome, [Clérigos de San Viator], 1992, 76 p.

BONNEVILLE (Léo), Louis Querbes, Montréal, Bellarmin, 1989, 194 p.

traducido por el P. Saturnino López (Chile, 1990)

BROUTIN (Paul), Louis Querbes (1793-1859), Nouvelle Revue Théologique, julio- agosto de 1959, pp. 696-720.

CRISTIANI (Léon), Un apôtre de l'enseignement chrétien. Le Père Louis Querbes, 1793-1859,

Paris, Fayard, 1958, 224 p.

FOLLIET (Joseph), Le Révérend Père Louis Querbes, Annales du Père Louis Querbes, nº 10, 1960.

LAUR (Pierre), Notas sobre el Padre Luis Querbes, Lima, [Los Clérigos de San Viator], 1991, 130 p.

LESTRA (Antoine), Action catholique et retour à la primitive Église. Le Père Louis Querbes et les Clercs de

Saint-Viateur, Lyon et Paris, Vitte, 1942, 206 p.

LÉVESQUE (Benoît), D'un projet primitivement utopique à une congrégation religieuse. Sociologie génétique des

Clercs de Saint-Viateur. Tesis de doctorado en sociología, Sherbrooke et Paris, Universidad de París V, 1975, 2

tomos, 834 p.

LEYGUES (Clément), Histoire de la province de Rodez (1854-1957), [Les Clercs de Saint-Viateur de Rodez], 1960,

200 p.

PRUD'HOMME (François), Querbes, Dictionnaire de Spiritualité, Paris, Beauchesne, Vol. XII, 1986.

Page 114: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

ROBERT (Pierre), Vie du Père Louis Querbes, fondateur de l'Institut des Clercs de Saint-Viateur (1793-1859),

Bruxelles, Dewit, 1922, 670 p.

Selección de Documentos sobre el fundador Luis Querbes (1793-1859), sobre la fundación de los Clérigos de San

Viator, Roma, Dirección general [de los Clérigos de San Viator], 1987, 244 p.

Page 115: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

BREVE CRONOLOGÍA

1790 12 de julio: La Constitución civil del Clero.

1791 1 de marzo: Adrien Lamourette elegido obispo del Ródano.

1792 21 de septiembre: Abolición de la realeza.

18 de diciembre: matrimonio de José Querbes y de Juana Brebant.

1793 21 de enero: Ejecución de Luis XVI.

Levantamiento federalista.

29 de mayo: Insurrección de Lyón contra el poder central.

8 de agosto: comienzo del sitio de Lyón.

21 de agosto: nacimiento de Luis Querbes.

8 de octubre: toma de Lyón por los ejércitos de la República.

1794 Comienzo del culto escondido en la diócesis de Lyón.

27 de julio: caída de Robespierre.

1799 9 de noviembre: golpe de estado de Napoleón Bonaparte.

1801 16 de julio: concordato entre la Iglesia y el Estado.

1802 La iglesia de San Nicecio vuelve al culto católico.

25 de julio: José Fesch, arzobispo de Lyón.

Septiembre: comienzos de la Congregación de Lyón.

1804 2 de diciembre: consagración de Napoleón por Pío VII.

Restauración del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

1805 13 de junio: primera comunión.

1807 28 de marzo: tonsura.

1808 15 de octubre: voto de castidad (fecha incierta).

1812 24 de julio: bachillerato.

Septiembre-noviembre: campaña de Rusia.

31 de octubre: ingreso en el seminario.

1814 6 de abril:Primera abdicación de Napoleón.

Restauración de los Borbones,

7 de agosto: restablecimiento de la Compañía de Jesús.

1815 18 de junio: Waterloo.

Parte el cardenal Fesch a Roma

23 de junio: subdiaconado.

1816 21 de julio: diaconado.

17 de diciembre: sacerdocio

1819 Publicación del Du Pape de Joseph de Maistre.

1822 3 de mayo: Fundación de la Propagación de la Fe.

25 de octubre: nombramiento a Vourles.

1823 22 de diciembre: Jean Paul de Pins, administrador de la diócesis de Lyón.

1824 Carlos X, rey de Francia: Triunfo de los ultras.

Otoño: apertura de la escuela de niños en Vourles.

1826 La "primera intención de la Sociedad".

1828 5 de enero: ministerio de Martignac.

1829 20 de enero: los primeros estatutos de la Sociedad.

8 de agosto.: decisión del Consejo real en favor de la Sociedad.

8 de agosto: ministerio de Polignac.

1830 10 de enero: orden real que autoriza la Sociedad.

27-29 de julio: revolución. Comienzo de la Monarquía de Julio.

1831 2 de febrero: Gregorio XVI, Papa.

3 de noviembre: aprobación de los Clérigos de San Viator por monseñor de Pins.

1833 28 de junio: Ley Guizot sobre la enseñanza primaria.

11 de diciembre: aprobación de los estatutos por Monseñor de Pins.

Page 116: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

1838 Mayo - octubre: viaje y estancia en Roma.

21 de septiembre: aprobación pontificia de los estatutos.

27 de septiembre: votos perpetuos.

3 de mayo: letras apostólicas.

5 de diciembre: Luis de Bonald, arzobispo de Lyón.

1841 21 de octubre: parten seis religiosos para América.

1844 3 de junio: afiliación de los Hermanos de San Odilon.

4 de octubre: parten seis religiosos para las Indias.

1846 17 de junio: Pío IX, Papa.

1847 19 de abril: parten tres religiosos para el Canadá.

1848 24-26 de febrero: Abdicación de Luis Felipe. 2ª República.

22-26 de junio: tumultos en París.

1850 15 de marzo: ley Falloux.

1851 15 de marzo: autorización de los Clérigos de San Viator para toda Francia.

2 de diciembre: Golpe de Estado de Luis Napoleón Bonaparte.

1854 29 de junio: afiliación de los Hermanos de San Juan.

8 de diciembre: Proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.

1859 1 de septiembre: muerte de Luis Querbes.

Page 117: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

ELEMENTOS DE BIBLIOGRAFÍA

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LATREILLE (André), La question de l'administration du diocèse de Lyon de 1814 à 1839, Revue d'Histoire de l'Église

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PIERRARD (Pierre), L'Église et la Révolution 1789-1889, Paris, Nouvelle Cité, 1988, 274 p.

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TACEL (Max), Restauration, Révolution, Nationalités, 1815-1870, Paris, Masson, 1981, 258 p.

ZIND (Pierre), Les nouvelles congrégations de frères enseignants en France de 1800 à 1830, Saint-Genis-Laval,

1969, 3 vol., 664 p.

Page 118: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

INDICE

Prefacio

Prólogo

1 - NACER EN LYÓN BAJO EL TERROR

José y Juana, los sastres

Lyón durante la Revolución

21 de agosto de 1793, el nacimiento de Juan, Luis, José, María.

Jacques Linsolas y el culto oculto

2 - CRECER A LA SOMBRA DE SAN NICECIO

San Nicecio

28 de marzo de 1807, un primer paso

Guy-Marie Deplace, el maestro

3 - AVANZAR HASTA EL ALTAR DE DIOS

San Ireneo, el seminario mayor

17 de diciembre de 1816, el sacerdocio

El Señor Querbes, coadjutor

4 - RESTAURAR LA PARROQUIA DE VOURLES

Vourles, una parroquia que debe rehacerse

El Señor Querbes, párroco de Vourles

Pierre Magaud: cantor, sacristán, catequista, comensal y compañero.

5 - IMAGINAR LOS CATEQUISTAS DE SAN VIATOR

La intuición fundadora

Las disposiciones prácticas

El ambiente del momento

6 - ASENTAR LAS FUNDACIONES DE LA SOCIEDAD

Monseñor de Pins y sus Vicarios generales

8 de agosto de 1829, la autorización civil

3 de noviembre de 1831, la aprobación episcopal

7 - ORGANIZAR LA SOCIEDAD DE LOS CATEQUISTAS

La cuna

El Directorio del catequista parroquial

La Leyenda, Oficio del Catequista

1831-1933, algunas modificaciones sustanciales

8 - ACOGER A LOS PRIMEROS CATEQUISTAS

1833-1937, las preocupaciones ordinarias

Damoisel, Bachoud y algunos otros

1836. la crisis

Page 119: Luis Querbes y los catequistas de San Viator

9 - CONSENTIR LA CONSOLIDACIÓN DE LA SOCIEDAD

Febrero de 1838, el expediente para Roma

21 de septiembre de 1838, la aprobación pontificia

Inmediatamente después de la aprobación

10 - ACOMPAÑAR EL DESARROLLO DE LA CONGREGACIÓN

Pierre Liathaud, el maestro de novicios

1840, las finanzas en números rojos

1839-1850, la extensión frenada

1845, los Hermanos de San Viator de Ternes

1851, extensión a toda Francia

Le Director principal y los Hermanos de San Viator

11 - FUNDAR MÁS ALLÁ DE LOS MARES

1841, San Luis (Missouri)

1844, Sirdhanah (India)

1847, La Industrie (Canadá)

12 - PRODUCIR EL CIENTO POR UNO

La corteza

El corazón

La savia

Las virtudes ordinarias

La relación con Dios

13 - ASUMIR HASTA EL FINAL

1854, los Hermanos de San Viator en Nant (Aveyron)

1855, el comentario de los estatutos

Últimas penas, últimas alegrías

1 de septiembre de 1859, la muerte

14 - REFUNDAR AYER, HOY Y MAÑANA

La Congregación "francesa"

La tempestad

La Congregación "canadiense"

El tiempo de las corrientes de aire

¿Y mañana?

Notas

Fuentes

Luis Querbes y los catequistas de San Viator

Elementos de bibliografía

Breve cronología