M US 1 A - revistadelauniversidad.unam.mx · peza alguna de la partitura original, sino un cambio...
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UNIVERSIDAD DE MEXICO
M U"S 1 e APor Jesús BAL Y GAY
Hacndcl.-"ull eSjJiritll abicrto a todo lo que le rodcaba"
tación del mismo estilo tradicional en ques(' basó la obra de Bach, su labor tu vamás de innovación, de siembra que demaduración. Bach, a pesar de tanta y tanta cantata, fue radicalmente un comp?s;túr de música pura, lo que ahora en cIertos sectores se denomina un formalista,mientras que Haendel fue más bien t1llcompositor de lo que podría llamarse música aplicada. Aunque no hubiera escritola Misa en Si menor ni las mejores desus cantatas, Bach no dejaría de ser loque es para nosotros con que sólo nos hHbiese legado su música estrictamente instrumental. En cambio Haendel pudo nohaber compuesto la música instrumental-magnífica- _que conocemos y sin embaro-o seguiría siendo el que es gracias a
b •sus óperas y oratorios.
Contra lo afirmado por ciertos musicólogos de mentalidad romántica, se hadicho ya muchas veces que Bach fue unmúsico de pies bien firmes en la tierra.Pero, comparado con Haendel, resulta uncompositor dotado de angélicas cualidades. Porque Haendel fue un espírituabierto a todo lo que le rodeaba, un extrovertido, en tanto que Bach estU\'osiempre más ensimismado, más introvertido. En ese plano hubo entre ellos lamisma diferencia que -en nuestro tiempo- entre Stravinsky y Bartok.
Haendel fue un hombre de mundo, connlllcho de hombre de empresa y de presa.Su comarca natal le resultó estrecha y sedio a viajar, hasta acabar fijando su residencia en Londres y hacerse ciudadanoü¡o-lés e ·incluso modificar la grafía de
b .su apellido, de acuerdo con su nueva ,1M-
c:onalidad. Ambicioso, pero no egolsta,sino, al contrario, generoso, tomó para sícuanto le apeteció, aunque en dar tai1l-
HAENDEL
se le puede comparar con Bach resultaIlluy diferente de éste, como si se tratamde un músico de otra generación.
Sabemos, y nos sorprende, que los hijos de Bach consideraban a su p~dre tulcompositor anticuado. Pero, al fm y alcabo, la cosa se explica, pues entre el unoy los otros había la diferencia de una generación a otra y en un momento en queel mundo musical estaba descubriendo unnuevo estilo, aquel que había de cuajaro-loriosamente en el clasicismo vienés. Por~so más sorprendente resulta descubrirque muchas de aquellas diferencias queseparaban a Bach de sus hijos se encontraban ya, más o men0S apreciables, enel arte de Haendel.
Dach se centró en su momento, peromirando al pasado, como tantas veces seha repetido. Haende1, por el contrario,vivió, sí, su momento, pero con la vistapuesta en el futuro. Bach llevó toela unatradición al punto ele máxima madurez,a ese día ele estío después del que ya tocloes otoño. El dominio de la técnica contrapuntística alcanzó con él el máximoesplendor, un non plus ultra. l!aende},en cambio, pareció llamado a reallzar nusión muy diferente. Con un aire ele acer-
TORNO AEN
EL 14 DE ABRIL de 1759 muere enLondres Georg Friederich Haendel. Había nacido el mismo año q'1e
Bach y que Domenico Scarlatti, a losque sobrevivió nueve y dos años respectivamente.
El aficionado poco curioso de cronoloo-;as ¡Jera conocedor de la obra de e30Sb ,
tres compositores, se encontrará sorprendido al descubrir que fueron estrictamente coe~áneos. Porque en realidad representan tres estilos tan dispares que se :t11tajan representativos de otras tantas épocas di ferentes.
Acabo de escribir "estilos" y casi estGY arrepentido de haberlo hecho. Parececomo si con ello se negase la existenciaen aquel tiempo de un estilo básico, uniforme para toda Europa. Y no ha sidoésa, ciertamente, mi intención. En aquella época -muy al contrario de lo queaC:lece en la nuestra- no se sentía urgido el compositor por el afán de ser original. El mérito, es decir, la perfección dela obra era lo primero, antes, mucho antesque su originalidad. Y puede decirse que,apenas salida de las manos del autor, laobra se convertía en un bien mostrencodel que cualquier otro compositor podíaaprovecharse. La lista de los préstamos-hoy los calificaríamos de plagios-- ql1eaquellos compositores tomaban unos deotros es interminable. Todo eso contribuía a una cierta uniformidad de lenguaje, a un estilo general que hoy -heC!10S como lo estamos a las más violentasdivergencias estilísticas entre los composi~ores más recientes- nos hace difícildistinguir a primera vista entre, porejemplo, Haendel y Bach, como tambiénresulta difícil -a primera vista, se entic,lCle- distinguir entre los dos grandescompositores de la segunda mitad deaqL:el siglo, Haydn y Mozart. En uno desus libros sobre Haendel habla Percy M.y OUl1g del error corriente de creer quetoda la música de la primera mitad delsiglo XVIII que no es de Bach, es deH2.cade1. Tal creencia revela, por una¡xnte, -ese innegable fenómeno de la uniformidad es~ilística en aquella época; pero, por otra, indica un cierto vago criteri,)ck que, dentro de aquella uniformidad,blbí~ una cierta diferencia de calidad ent¡-e la obra del músico de Eisenach y hclel de Halle_
Pero la verdad es que, para el familiilrizado con ambas, existen grandes di fe-rencias entre ellas, que se acusan a travésy a pesar de la unifonnidad estilísticaC¡l'e las preside, diferencias derivadas deltcrnperamento, de la personalidad de sus;mtOi-es. Jo se trata solamente de qneI:faendel, desde un cierto punto de vis~a,
seJ. un Bach de segunda clase. Se tratade que Haendel en los momentos en que
NIVERSIDAD DE MEXICO 33
Por Emilio GARCIA RIERA
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poco se quedó corto. Durante su c$tancía en Italia asimiló muchas c as queparccían patrimonio exclusivo de los músicos italiano. Después, en Inglaterra,absorberá lo que los músicos ingleses lef rezcan y que él no posee todavía. Y no
mcnor capacidad de asimilación mo trar[l toda su vida con respecto a 105 negocios la relacione personales y la buen:tmc a.
Fue, en todo, lo que se dice uri.a naturaleza ana, llena de vitalidad, rebosantede curio idad por los hombres y las coS~IS. e ha dicho de él que fue un granobservador, pero hay que añadir que noU11 simple observador, de esos reservadosy fríos que toman la vida como espcct{:culo distante, sino, por el contrario, unobservador que se entregó a lo observado,que lo vivió para mejor conocerlo. De ahíque haya sabido como pocos llegar al corazón de sus contemporáneos y alcanzadoinsuperable maestría como músico dnmático.
Da lo mismo que pensemos en el autorde las óperas Giulio Cesare y O-rlando ocn el de los oratorios Saul y Judas Mac"cabaeus: Haendel es siempre un auténtico dramaturgo dotado de una habilidadextremada para describir musicalmentcsituaciones y caracteres. Esa su gran capacidad para intuir y expresar los másdiversos rasgos psicológicos y situacioneS dramáticas corre parejas con la economía de medios expresivos que utiliza.Tanto en lo melódico, como en lo arml',nico, como en 10 contrapuntístico, comoe11 10 orquestal, acierta siempre con elprocedimiento más eficaz y al mismotiempo más sencillo para decir 10 que tiene que decir. (Y a propósito de su ';>rquestación: . el que algunas de sus obrashayan sido reorquestadas -recuérdese,por ejemplo, la labor de Mozart con laOde for Sto Cecilia's Da)l, Acis and Galatea, ¡y!essiah y Alexander's F east, porencargo de Swieten- no significa torpeza alguna de la partitura original, sinoun cambio de gusto y de sentido de las dimensiones corales y orquestales por partede las generaciones posteriores.) Y jomás asombroso de ello es que en una ép.)ca como aquella, tan sumisa a las con,-enciones, este compositor escribió comoproyectándose hacia el futuro, pero almismo tiempo sin aspavientos de revolucionario, con un aire discreto de no estardiscrepando de los gustos y los procedimientos musicales de aquel entonces.Young afirma -y creo que con toda justicia- que 10 logrado por Debussv, Mussorgsky, Wagner, Meyerbeer, "Berlioz,Nlozart y Gluck como principales agenteselc la evolución de la ópera, se enc~ientraya en Haendel, por 10 menos como atish,).
En toda su música, ya sea vocal o instrumental, encontramos siempre un comunicativo vigor, una saludable alegríaque son fiel trasunto de aquel carácterhumanísimo, generoso que fue el suyo.Recuerde el lector -entre su música pura- los eoncerti grossi, los conciertospara órgano, los conciertos para oboe, laFirewo-rks lVlusic o la Water l\'¡usic, vno dejará de considerar esas obras comola expresión de un espíritu artista, sí, pero siempre fraterno para con tocios, másdispuesto a servimos que a expresarse así mismo, magnífico ejemplar humano,en una palabra.
LA GRAN ~LUSION (La grande iltitSI 01/ ). Pe]¡cula Írancesa de J can RenOlr. Argumento: Jean Renoir y Ch:lrles Spaak. Foto: Christian Matras.Música: Joseph Kosma. Intérpretes:Jean Gabin, Erick Van Stroheim Picrre Fresnay, Dita Parlo Cal"ette DaliaModot. Producida en Í937.' ,
L II.,GRAN ILUslóN.perten,e~ea la mejo¡"epoca de Renolr, la epoca de T01'li
_) (1934) .L,a l'egla. del Juego (1939).henOlr es, qUlza el mejor C1l1easta francésde la déc.acla elel treinta, en la que s:';loRel.le Cla!r y e) prematurameD'e desaparCClClo J ean Vigo pueden comparárse:e.
La época en que se realiza La g-ran ilusión es, también, la del Frente PopularFrancés. Renoir no disimulaba por aquelentonces su simpatía por los comunist:lse hizo para ellos una película de prop<'.ganda electoral, La vie est a nous (1936).Ello explica que la tesis fundamental eleLa gran ilusión esté claramente de acuerdo con la idea marxista según la cual lasdiferencias de clase están, entre los hombres, por encima de las de nacionalidad.Esa idea es la que da al film una baseidcológica muy .sólida, sobre todo si setienen en cuenta las características de laguerra que es eje de su trama, la guerradel 14.
Sin embargo, es conocido el peligmque entraña para una obra de arte laadopción en ella de una tesis, por ciertaque sea. El artista, para demostrarla, tiende muchas veces a incorporar a su obr;=t,odos aquellos elementos objetivos que le(bn la razón y a desconocer los que nose la dan, creando una imagen unilateral,\" por lo tanto falsa, de la realidad. Pe:·oHenoir, con esa sencillez propia del verdadero talento, sortea los riesgos ideolór;·icos de su película. En ella vemos, enaparente contradicción con la tesis mencionada, a combatientes franceses y alemanes inflamarse de patriotismo al' sabel"de las victorias de sus respectivos ején.::itos en los campos de batalla. Vemos cómodos aristócratas de uno y otro bando, pese a comprenderse mutuamente y a sentir uno por el otro simpatía, no olvidanen ningún momento que son enemigos.Es decir: los personajes actúan como sino tuvieran conciencia de la tesis que Renoir trata de demostrar.
Renoir prueba su verdad por encimade las apariencias, sin buscar el auxiliode éstas. Por ello resulta convincente.Pero es que, además, el argumento delfilm, como casi todos los argumentos enque interviene Spaak, es, en principio,disperso, está lleno de digresiones y decambios de tono. Y he aquí que Renoirse enfrenta a otra dificultad: la de dal"al tratamiento ele esa historia una unidadque garantice su valor e tético. Lo consigue también, con toda sencillez, empleando una forma casi documental, de serenabelleza, equilibrada al máximo, que sigue haciendo de La gran ilusión, a veinte años de distancia, un film eminentemente moderno. Estamos an:e ese dasi-
cislllo cincl l:l~ogr{¡fico (y cn cine, lo 111
d.~rno es lo clásico), que tantos buenoscmea tas, obsesionados por sus ideas obre el. l:non.tajc, o por lograr el máximode orwlIlalIdad en los encuadres, o porh?cer acr bacia con el Iravcll-ing, todaVI:l hoy no alcanzan. Renoir no irve ala técnica, sino que e sirve de ella.
Otro rie go al que se enfrenta Renoir:b reconstrucción de una época. En cineparece l1lucho más difícil recrear la atmÓSfel? ele hace veinte años que la dehace cien. No he visto, por ejemplo, quehoy nadie intente recrear b de 1940, apesar de que hay muchas películas situadas en e a época (las relativas a la 2"guerra 1l1undial, entre otras). Y es que1940 parece estar demasiado próximo,parece qué entonces todo era similar a lode hoy. Sin embargo, basta con ver unapelícula hecha en aquel año para darnoscuenta de cómo se ha transformado todolo que rodca la vida cotidiana ele un hombre por la evolución del gusto general.De 1940 a 1959 media casi la misma distancia en el tiempo que separa a la épo-
La gran ilusiÓn.-"Renoir lJr1leba su verdad"
ca en que transcurre La gran ilttsión dela de su realización. H.enoir, pese a ello,acentúa, en un ambiente que no se prestagran cosa para intentarlo. los rasgos peculiares ele una época que moda en laprimera guena 1l1undial, la del fin verdadero del siglo XIX, en los gestos y enlas actitudes de Stroheim y de Fresnay,en el cuplé que interpreta Julicl1 Carette,en el asombt"o con quc los combatien':csse enteran de la nueva moda que rigeen París.
La gran ilusión es un film excelenteprecisamentc porque su realizador no rehuyc ningún riesgo. Y hay quc contartambién con el que supone manejar Utl
reparto heterogéneo y difícil. Con Gabiny Stroheim no hay problema; hc aquídos grandcs ejel1lplos de una honestidadcara a Renoir y muy rara entre 10" actores de cine. Pero, en cambio, hay que imaginar lo quc hab<l costado lograr unagran ju~.leza en ese Fresnay que en cuanlo no t~c'le un buen (h·cc or que 10 suie·e(y casi nunca 10 ha tenido) se sobreactúaal máximo. O lograrla en Care~te y Dalío,actores llenos de resabios, eternos repe-