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 127 Guerra y revolución en españa (1936-1939) MADRID CAPÍTULO VII

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Capítulo Vii - 1 -

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    Guerra y revolucin en espaa (1936-1939)

    MADRID

    CAPTULO VII

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    I. MADRID AMENAZADO

    En la defensa de Madrid, que se inici desde el comienzo mismo de la guerra con los combates de la Sierra y se prolong hasta 1939, cabe distin-guir una etapa en la que el ataque franquista a la capital se desarrolla con extraordinaria intensidad y casi ininterrumpidamente. En esa etapa se abre despus de la toma de Toledo por las fuerzas franquistas y concluye con la batalla de Guadalajara (desde octubre de 1936 hasta marzo de 1937) tuvieron lugar grandes operaciones militares en la regin del Centro que, en su conjunto, constituyen la que suele llamarse Batalla de Madrid.

    Mas ayuda alemana e italiana

    Despus de la salida de las fuerzas facciosas a la lnea Maqueda-Toledo, Franco se mostraba reacio a avanzar hacia Madrid hasta no asegurar una superioridad aplastante, sobre todo en el aire, con las nuevas ayudas que esperaba recibir de Italia y Alemania.

    El 24 de octubre, el conde Ciano se entrevist con Hitler en Berchtes-gaden. En aquella conversacin se trat de intensificar la ayuda a los subleva-dos espaoles. Tenan las potencias fascistas gran prisa en que los rebeldes entrasen en Madrid y en reconocerlos como Gobierno de Espaa.

    Ciano relata la entrevista con el Fhrer como sigue:

    Actualmente estamos dispuestos y decididos a hacer un mayor esfuerzo con el fin de dar el golpe de gracia al Gobierno de Madrid. Indico al Fhrer la intencin del Duce de enviar 50 aviones ms y 2 submarinos.

    El Fhrer dice que est plenamente de acuerdo... y me asegura que dar las instrucciones en este sentido a sus autoridades militares. Si fuera necesario. Enviara contingentes de tropas.[1]

    A fines de octubre, Hitler encomend de nuevo al almirante Canaris que fuese a Espaa (era su segundo viaje desde que haba comenzado la guerra) para comunicar a Franco las condiciones que Alemania pona al incremento de su ayuda. En compaa del general de aviacin Sperrle,

    1. G. Ciano. Archives secrtes du comte Ciano, Pars, 1948, pg. 57

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    Canaris se entrevist con Franco. Las condiciones dictadas por el Ministerio de la Guerra hitleriano especificaban que la aviacin alemana actuara en Espaa bajo el mando de un jefe alemn. Esas condiciones fueron aceptadas por franco! Alemania exigi asimismo que se intensificasen las operaciones militares para acelerar la toma de Madrid por los rebeldes.[1]

    El Gobierno hitleriano decidi crear en Espaa una unidad especial de las fuerzas armadas alemanas, designada con el nombre de Legin Cndor y cuyo primer jefe fue el citado general Sperrle.

    Dicha Legin estaba compuesta esencialmente en aquel tiempo por fuerzas de aviacin, cuya estructura era la siguiente:

    2 grupos de 4 escuadrillas de cazas Messerschmidt 109.2 grupos de 2 escuadrillas de cazas Heinkel 51.1 grupo de 3 escuadrillas de reconocimiento Heinkel y Dorniers 17.4 grupos de 3 escuadrillas de bombarderos Heinkel 111 y Junkers 52.(Las escuadrillas de caza y reconocimiento comprendan 9 aparatos;

    las de bombardeo, 12 aparatos).[2]

    Adems de las fuerzas de aviacin, que constituan el grueso de la Legin Cndor, a ella estaban agregados destacamentos de artillera antiarea y unidades de diferentes servicios, como transmisiones, sanidad, de mantenimiento y otras.

    Los primeros efectivos de la Legin Cndor desembarcaron en Espaa en el mes de noviembre. Estos sumaban de 6 a 7 mil hombres, los cuales fueron multiplicndose en el curso de la guerra.

    En noviembre comenzaron tambin a llegar grupos numerosos de oficiales de marina alemanes, que participaron activamente en la direccin de las operaciones navales de los rebeldes.[3]

    Las transmisiones y los servicios tcnicos del ejrcito franquista, de la marina y de la aviacin estaban organizados y dirigidos por un elevado contingente de oficiales y tcnicos alemanes.

    Alemania envi a Espaa un cuerpo de tanques, que, en un princi-pio estuvo integrado en la Legin Cndor, pero actu luego como una

    1. Documents on German Foreign Policy 1918-1945. Series D (1937-45) Volume III: Ger-many and the Spanish Civil War. 1936-1939, pg. 125. De ste libro existe tambin la edicin francesa titulada Les Archives Secretes de la Wilhemstrasse, t. III: LAllemagne et la Guerre Civile Espagnole 1936-1939. En lo sucesivo se designarn estos libros con las siglas D.P.E.A. (Documentos de la Poltica Exterior Alemana), mencionando la edicin utilizada, por existir ciertas diferencias entre ellas.

    2. La estructura de la Legin Cndor, sufri modificaciones en el curso de la guerra. Los datos que damos aqu se basan en el libro de F. O. Mischke, Blitzkrieg, Londres, 1941, pg. 81.

    3. Manfred Merkes: Die Deutsche Politik gegenber dem Spanischen Brgerkrieg 1936-39, Bonn, 1961, pg. 34.

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    unidad independiente, bajo el mando del coronel von Thoma. El cuerpo de tanques alemanes estaba formado por 4 batallones, cada uno de los cuales se compona de 3 compaas de 15 tanques ligeros cada una. Iba acompaado por 30 bateras de artillera antitanque.[1]

    Envi tambin un elevado nmero de instructores militares para el adiestramiento de los cuadros del ejrcito franquista: durante la guerra prepararon ms de 56.000 oficiales espaoles.[2]

    Un testimonio elocuente de la considerable ayuda que Alemania prest a Franco es la declaracin hecha por Hitler el 6 de abril de 1938, en un momento de aguda tensin en el centro de Europa:

    Una parte considerable de nuestra aviacin est en Espaa, mientras la necesitamos para reconstruir la fuerza area en Austria.[3]

    Paralelamente, Italia comenz a incrementar la ayuda militar a los sublevados.

    Creyndose contar con fuerzas suficientes, Franco confiaba en que la empresa de tomar Madrid podra ser rpida. El 20 de octubre dict la siguiente orden:

    ...concentrar en los frentes de Madrid la mxima atencin y los medios de combate de que se dispone, a fin de precipitar la cada de la capital.[4]

    Avance enemigo

    Las fuerzas que iban a atacar Madrid eran las que Franco haba trasladado de frica a la Pennsula y que haban avanzado desde Cdiz hasta Toledo.

    Esas fuerzas haban estado hasta entonces bajo el mando directo de Franco. Pero como ya hemos visto,[5] al asumir Franco las funciones de Jefe de Estado y generalsimo, dividi todas las tropas sublevadas en dos ejrcitos: el del Norte (al mando de Mola) y el del Sur (al mando de Queipo de Llano). Las tropas que mandaba Franco, y que iban a atacar Madrid, fueron incorporadas al ejrcito del Norte: y si bien seguan constituyendo una agrupacin de columnas que actuaba con gran autonoma, teniendo como jefe al general Varela, fueron colocadas bajo el mando superior del general Mola.

    1. Lidell Hart: The other side f the hill, London, 1948, pg. 126.2. Sperrle: Die Wehrmacht, mayo de 1939.3. D.P.E.A. (ed. inglesa), pg. 635.4. A. Kindeln, libro citado, pg. 37.5. Vase el capitulo III, pg. 218.

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    Esa agrupacin de fuerzas nacionales, al iniciar su avance hacia Ma-drid, partiendo de la lnea Toledo-Maqueda, estaba compuesta por cuatro grandes unidades de infantera, y por fuerzas considerables de caballera, artillera, blindados y aviacin. La infantera (a excepcin de un batalln organizado en Sevilla con personal espaol) eran Banderas de la Legin Extranjera y Tabores de Regulares marroques. La caballera era toda ella mora. Los blindados y la aviacin, italianos y alemanes.

    Frente a ese ejrcito continuamente reforzado por nuevas remesas de tanques, artillera y aviacin enviadas por Hitler y Mussolini, las milicias republicanas se vean obligadas a combatir en condiciones de inferioridad y extraordinariamente difciles.

    La impresin que producan en los milicianos, soldados improvisados, las armas especiales, los tanques y la aviacin, que ellos no tenan ni co-nocan, as como la caballera mora, rodeada de una aureola de ferocidad, se traduca frecuentemente en desbandadas y retrocesos precipitados de los combatientes republicanos. Pero stos, animados de un sentimiento de dignidad y de ardor revolucionarios, volvan una y otra vez a la lucha, mostrando su capacidad combativa inagotable, su iniciativa y audacia, cualidades que son tpicas de los ejrcitos revolucionarios.

    Refirindose a aquel periodo, un historiador franquista, el teniente coronel Lpez Muz, despus de resaltar justamente la moral elevada de los milicianos, apreciaba su actuacin combativa con estas palabras:

    En el combate reaccionaba siempre de modo imprevisto y sorprendente. Tan pronto abandonaba una posicin ante la amenaza de envolvimiento y a los primeros disparos, como se encarnizaban en la defensa de una trinchera hasta morir en masa. Se prestaban menos al combate en campo abierto que a la lucha en las localidades, en la que resultaban maestros. Prontos a disper-sarse, se reunan con la misma facilidad para obstinarse luego en recuperar una posicin que acababan de abandonar. Su caracterstica era la tenacidad, lo que pudiramos llamar moral de la derrota, pues vencidos una y otra vez, volvan a presentar batalla con la misma fe y la misma voluntad que si siempre hubieran sido victoriosos.[1]

    Certera es, en esencia, esa apreciacin del militar franquista, aunque parecera ms lgico llamar moral de victoria y no de derrota a esa fe y a esa voluntad inflexible de los milicianos que l mismo describe.

    Las formaciones milicianas iban curtindose en los combates, ofrecien-do una resistencia cada vez mayor al enemigo, mejorando su organizacin y disciplina. Y frecuentemente no se limitaban ya a la defensa pasiva; res-

    1. Teniente coronel de E. M., Lpez Muz: La batalla de Madrid, Madrid. 1943, pg. 6.

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    pondan al ataque enemigo con contraataques inesperados. Uno de ellos, que dur tres das, a fines de la primera decena de octubre, lo realizaron las unidades republicanas contra los franquistas que haban ocupado San Martn de Valdeiglesias.

    Las seis primeras brigadas mixtas

    Dado el carcter que haba tomado la guerra, cada da se haca ms urgente ir a la organizacin de un ejrcito de tipo regular, formado sobre la base de las milicias y en el que tuvieran pleno aprovechamiento las cualidades combativas que aqullas demostraban en los encuentros con el enemigo.

    En ese orden ocurrieron dos hechos de singular importancia en el desarrollo de la guerra: El primero fue la militarizacin oficial de las milicias voluntarias y la formacin de las seis primeras brigadas regulares, con las que naca, en el frente de Madrid, el ejrcito popular de la Repblica.

    El segundo hecho importante de ese perodo, ligado al anterior, fue la creacin del Comisariado de Guerra.

    El 30 de septiembre, la Gaceta haba publicado dos decretos en virtud de los cuales pasaban a las Escalas activas del ejrcito los jefes, oficiales y clases de las milicias y se equiparaban en derechos y deberes las milicias voluntarias con las fuerzas militares permanentes del ejrcito leal de la nacin. Otra disposicin del mismo da ordenaba la movilizacin de todas las clases e individuos de tropas pertenecientes a los reemplazos de 1932, 1933. La primera de las citadas disposiciones estableca como edad mnima para poder alistarse la de 20 aos, y como mxima, la de 35. Especificaba, adems, el decreto que los individuos que no quisieran aceptar la nueva modalidad de las milicias voluntarias, podran manifestarlo a sus jefes para que stos los diesen de baja en sus unidades.[1]

    1. Texto de los decretos del 28 y 29 de septiembre de 1936: En atencin a las actuales circunstancias, que aconsejan dotar al ejrcito de oficialidad y clases eficientes en los rdenes tctico y de adhesin al rgimen en el orden poltico; teniendo en cuenta que las Milicias populares han sido base de la contencin del levantamiento militar y lo sern en su da del ejrcito de la Nacin, a propuesta del ministro de la Guerra y de acuerdo con el Consejo de Ministros,

    Vengo en decretar lo siguiente:Artculo 1. Pasarn a las escalas activas del ejrcito todos aquellos jefes, oficiales

    y clases de milicias que debidamente controlados por la Inspeccin General de Milicias, tanto en cuanto se refiere a su capacidad militar como a su conducta social y poltica, sean acreedores de ello.

    Art. 2. Se constituir un organismo integrado por un representante del ministro de la Guerra, otro de la Junta Nacional de Milicias y otro del Estado Mayor del Ministerio de la Guerra, que con toda rapidez examine las circunstancias que concurran en los diversos jefes, oficiales y clases de milicias para su pase a las escalas activas del ejrcito.

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    El decreto era altamente positivo. Sin embargo, adoleca de un de-fecto esencial: no creaba un ejrcito popular regular, sino que se limitaba a militarizar las milicias voluntarias.

    Art. 3. El Estado Mayor del Ministerio de la Guerra determinar en qu Armas y Cuerpos deben ser incluidos los nuevos jefes, oficiales y clases que con arreglo a esta disposicin se nombren.

    Art. 4. La antigedad que se dar a cada jefe, oficial o clase que quede incluido en los beneficios que se desprenden del presente Decreto ser la de la fecha del mismo.

    Art. 5. El ministro de la Guerra dictar las normas oportunas para la aplicacin de este Decreto.

    Art. 6. El gobierno dar en su da cuenta a las Cortes del presente Decreto.Dado en Madrid a veintiocho de septiembre de mil novecientos treinta y seis.

    MANUEL AZAA DIAZ El Presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra, FRANCISCO LARGO CABALLERO.

    En Decreto fecha 28 del mes actual se dispone el pase voluntario a las escalas activas del ejrcito de todos aquellos jefes, oficiales y clases de milicias que, debida-mente controlados por la Inspeccin General de Milicias, sean acreedores de ello. Se inicia as la formacin del futuro ejrcito del pueblo; pero para que ste, desde sus comienzos, responda a su importante cometido, precisa, paralelamente, que las fuerzas que lo constituyan tengan los mismos derechos y deberes que correspon-den a las fuerzas militares designados o ratificados por el pueblo, expresin de la necesaria disciplina en toda colectividad de carcter militar o social. Por todo ello, de acuerdo con el Consejo de Ministros y a propuesta del de la Guerra, Vengo en decretar lo siguiente:

    Artculo 1. A partir de) da 10 de octubre prximo, las fuerzas de milicias volun-tarias del ejrcito del Centro, y a partir del 20 las dems, en tanto duren las actuales circunstancias, tendrn carcter, condicin y fuero militar en todas las categoras y clases que las componen, y consiguientemente al expirar dicho plazo quedarn sometidas a los preceptos del Cdigo de Justicia Militar y dems disposiciones de recompensa, punitivas y de procedimientos vigentes aplicables a las fuerzas militares permanentes del ejrcito leal de la Nacin.

    Art. 2. Los individuos que no deseen sujetarse a esta nueva modalidad de las milicias voluntarias lo manifestarn as a los jefes de sus respectivas unidades, dentro del plazo marcado en el artculo anterior. Dichos jefes remitirn a la Inspeccin de las Milicias las relaciones de los no conformes para proceder a su baja.

    Art. 3. La edad mnima para poder alistarse en las milicias ser la de veinte aos cumplidos, y la mxima, de treinta y cinco.

    Art. 4. El personal no militar adscrito a los servicios sanitarios, tanto en los frentes de combate como en la retaguardia, con excepcin de las enfermeras, se entender comprendido en los artculos anteriores, quedando, por tanto, militarizado a los efectos que en los mismos se determinan.

    Art. 5. El gobierno dar en su da cuenta a las Cortes de este Decreto. Dado en Madrid a veintinueve de septiembre de mil novecientos treinta y seis.

    MANUEL AZAA El Presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra, LARGO CABALLERO.

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    Los anarquistas pudieron conservar sus unidades propias y actuar con ellas como les pareciera conveniente sin someterse a las rdenes de mando alguno militar superior. Las insuficiencias del decreto retrasaron la creacin del ejrcito popular en todos los frentes, a excepcin del frente del Centro, donde la situacin era muy angustiosa y donde Largo Caballero dispuso que fueran creadas las seis primeras brigadas del nuevo ejrcito.

    He aqu los jefes designados para mandar esas unidades y las locali-dades en que cada una de ellas fue constituida:

    1 Brigada. Jefe: Enrique Lster, Comandante del 5 Regimiento. (En Alcal de Henares).

    2 Brigada. Jefe: Jos Martnez de Aragn, comandante profesio- nal republicano, que haba tomado parte en las conspiraciones contra la dictadura de Primo de Rivera, cado ms tarde en el frente de Madrid. (En Ciudad Real).

    3 Brigada. Jefe: Jos Mara Galn (hermano del hroe de Jaca Fer- mn Galn), capitn profesional de carabineros. (En Alczar de San Juan).

    4 Brigada. Jefe: Arturo Arellano, capitn profesional, muerto en la defensa de la capital. (En Albacete).

    5 Brigada. Jefe: Sabio, comandante profesional de Intendencia. (En Levante).

    6 Brigada. Jefe: Miguel Gallo, capitn profesional de infantera. (En Murcia, Acantarilla y Orihuela).

    La mayora de los combatientes, jefes y comisarios de esas seis briga-das procedan del 5 Regimiento, que los pona a las rdenes del Gobierno Largo Caballero, para iniciar la creacin del nuevo ejrcito.

    La orden de formacin de las brigadas lleg a sus jefes el da 14 de octubre y el plazo indicado en ella para finalizar su constitucin era del 1 al 5 de noviembre. Ni el ministro de la Guerra, ni el entonces jefe del frente del Centro, general Asensio Torrado, crean posible que las brigadas pudie-ran estar preparadas en tan breve perodo de tiempo. Sin embargo, la 1, particip el 29 de octubre en los combates de Sesea y las cinco restantes entraron en fuego del 7 al 13 de noviembre de 1936.

    Comisarios de guerra

    El 15 de octubre, Largo Caballero firm una disposicin creando el Comi-sariado General de Guerra.

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    El Reglamento de los Comisarios Polticos[1] estableca en su primer artculo:

    1. Se proceder al nombramiento por el Ministerio de la Guerra de de-legados polticos en compaas, batallones, regimientos y unidades superiores y en cuantos organismos dependientes de Guerra se considere preciso.

    En su artculo 9, defina de la manera siguiente las tareas de los co-misarios o delegados polticos:

    A) El delegado poltico debe saber hacer comprender a sus hombres la necesidad de una disciplina de hierro y consciente. Asegurar por medio de un trabajo constante la observancia de esta disciplina y la obediencia a los mandos como elemento indispensable de toda accin organizada, tanto para el ataque como para el repliegue y como garanta de la normal consecucin de los objetivos propuestos.

    B) El delegado poltico debe ser el primero y mejor auxiliar del mando, su mano derecha, el hombre que le ayude a forjar y a organizar de entre las Milicias y fuerzas armadas verdaderas y eficientes unidades del ejrcito, sin que en ningn momento el delegado poltico pueda dictar disposiciones de tipo militar.

    C) El delegado poltico debe ser en todo momento el viga, el ojo avizor contra todos los manejos del enemigo entre nuestras propias filas, para prever y liquidar con energa apoyndose siempre en las fuerzas de su unidad toda tentativa de traicin.

    D) El delegado poltico debe prestar una atencin especial a la necesidad de estrechar la relacin y compenetracin entre los mandos y la tropa, y al mismo tiempo prestar la mxima ayuda, rodendoles de todo cario y aten-ciones a los militares que honradamente quieren luchar por el aplastamiento del enemigo y por la victoria del pueblo en armas.

    E) El delegado poltico debe ser el camarada de todos los combatientes, el modelo de disciplina y de moral, debe saber utilizar cada xito para elevar la moral combativa de nuestras fuerzas, y en cada caso de revs, estudiar con entera serenidad las causas y ser el animador que atene los efectos en nuestros combatientes, evitando por todos los medios, por los mtodos de la persuasin y la energa, la desbandada de su gente.

    F) El delegado poltico debe observar las reglas del capitn de barco: Si la nave se hunde, debe ser el ltimo en retirarse.[2]

    Julio lvarez del Vayo, socialista, fue nombrado Comisario General. Los subcomisarios eran Antonio Mije (por el Partido Comunista), Cres-

    1. Se empleaba indistintamente el nombre de delegado poltico, comisario delegado, o el de comisario; en fin de cuentas prevaleci este ltimo.

    2. Mundo Obrero, 3 de noviembre de 1936.

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    cenciano Bilbao (por el Partido Socialista Obrero Espaol), Felipe Pretel, socialista (por la U.G.T.); A. Gil Roldn, anarquista (por la C.N.T.), y ngel Pestaa (por el Partido Sindicalista).

    Este carcter heterogneo y unitario se conservaba en toda la estructu-ra del Comisariado; pero hay que decir que entre los comisarios de batalln y de compaa (que eran los puestos de mximo peligro) el nmero de comunistas y miembros de la J.S.U. era particularmente elevado.

    Hasta el 3 de noviembre, en el breve espacio de una semana, el Partido Comunista haba dado ms de 200 comisarios, que fueron refren-dados como tales por el Ministerio de la Guerra, sin contar centenares de delegados polticos de compaa.

    El decreto de creacin del Comisariado no haca sino dar carc-ter oficial a una realidad, pues, como ya hemos visto,[1] el comisario existi desde los comienzos mismos de la contienda en el mes de julio. En verdad, la creacin del comisariado no fue obra de este o el otro gobernante o partido; surgi, porque era una necesidad impuesta por el propio carcter de la guerra del pueblo. En pocas anteriores, los comisarios haban surgido en otros pases, en el curso de guerras revo-lucionarias y liberadoras.

    Los comisarios fueron en el ejrcito popular un factor de extraordina-ria importancia en el mantenimiento de la moral combativa; eran los ms firmes sostenedores de la disciplina, del respeto y obediencia a los mandos; dieron innumerables ejemplos de sacrificio, de serenidad en las situaciones difciles, de autntico y, casi siempre, annimo herosmo.

    Los comisarios demostraron su capacidad no slo poltica, sino tam-bin militar, conduciendo a los soldados al combate, en no pocos casos, cuando en el curso de aqul caa herido o muerto el jefe de la unidad. Hi-cieron honor a la divisa: el primero en avanzar, el ltimo en retroceder.

    Fortificaciones

    A partir de la prdida de Talavera, la preocupacin por la suerte de Ma-drid, hacia donde tendan los esfuerzos del enemigo, estaba en todas las conciencias. Se hacan clculos, se barajaban posibilidades y no slo en el campo republicano, sino tambin entre los elementos de la 5 columna que vivan agazapados en Madrid. Y entre aquellos que, desde el otro lado de la frontera, esperaban el colapso de la Repblica para justificar su poltica de manos libres a los agresores.

    Respondiendo a la inquietud popular que era la suya propia, el Partido

    1. Vase captulo IV, pg, 307.

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    Comunista demandaba del gobierno de manera insistente la organizacin de la defensa de la capital.

    Y sobre la marcha, supliendo con su iniciativa la lenidad en la realiza-cin de esta tarea, que apareca con urgencia vital, moviliz a la poblacin madrilea para la construccin de trincheras y fortificaciones y para trans-formar la propia capital en una fortaleza inexpugnable.

    Los muros y fachadas de Madrid se cubrieron de pasquines y carteles del 5 Regimiento y del P.C.E. exhortando a los madrileos a la accin para defender la ciudad:

    Fortificaciones! Fortificaciones! Tres lneas ingentes, invencibles, eficaces para la victoria!

    Que cada casa, cada barriada se transformen en fortaleza contra la que se estrellen los criminales intentos del enemigo!

    Y las lneas empezaron a construirse vencindose innumerables dificultades, como eran la falta de medios materiales, el desnimo que producan las malas noticias que llegaban de los frentes, y las resistencias e incomprensiones que se manifestaban en el propio Ministerio de la Guerra.

    En todas las barriadas, hombres y mujeres, ingresaban en las brigadas de fortificaciones y salan a los pueblos circundantes a contribuir con sus armas de trabajo a hacer inexpugnable la capital. Una de las organizaciones de distrito del P.C.E. lleg a incorporar al trabajo de fortificaciones a ms de diez mil personas.

    Entre las brigadas de fortificadores poda verse a Jos Daz, a Dolores Ibrruri, a Pedro Checa y a otros dirigentes del Comit Central y del Comit Provincial de Madrid del P.C.E., estimulando al pueblo con su presencia. Ese esfuerzo admirable de la poblacin madrilea tuvo un valor moral inapreciable, fue una verdadera escuela prctica de organizacin de las masas para la defensa de Madrid.

    J. Zugazagoitia, que se haba mostrado escptico ante la eficacia de las fortificaciones, escribi sin embargo:

    Observando aquel trasiego de camiones cargados de fortificadores de todas las edades, Madrid reciba la impresin de que le estaban haciendo una cintura amurallada infranqueable para los ejrcitos mejor pertrechados de ingenios demoledores.[1]

    La iniciativa popular indujo al gobierno a nombrar una comisin de

    1. Jos de Zuzagoitia, libro citado, pg. 151

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    tcnicos, que traz el plan de las obras defensivas en las cercanas y dentro mismo de Madrid.

    En los das de noviembre, los obreros de la construccin, los servicios municipales y contingentes de voluntarios, hombres y mujeres, adolescentes y ancianos, se concentraban en la explanada de los ministerios, desde donde eran distribuidos en camiones o en tranvas a la Glorieta de las Pirmides, a la Casa de Campo, a la Ciudad Universitaria... Iban a fortificar, trabajando en zonas prximas a las que ya alcanzaba el fuego del enemigo.

    Por un Madrid en pie de guerra

    El Madrid de mediados de octubre ofreca grandes contrastes.Mientras lo ms consciente del proletariado y del pueblo luchaba en

    los frentes o participaba sin descanso en los trabajos de guerra, haba gente ociosa que segua viviendo casi como en los tiempos normales. Contribua a prolongar ese estado de cosas el tono de los partes militares que, en su laconismo, ocultaban a las masas la verdad de lo que ocurra en los frentes. Por miedo a que las noticias adversas produjeran pnico y desrdenes, no se informaba a los madrileos del peligro que amenazaba a la capital. Y a falta de la informacin oficial, circulaban toda serie de rumores falsos o exagerados, propagados por la quinta columna fascista.

    Madrid, que contaba cerca de un milln de habitantes, encerraba inmensas reservas no utilizadas para la guerra. Urga despertar la conciencia de todos los madrileos.

    Hay que decir la verdad por cruda que sea dijo el Secretario General del Partido Comunista en un mitin, ya que es la nica forma de acumular fuerzas para vencer al enemigo.[1]

    A esta labor se entregaron los comunistas, seguros de que Madrid respondera, de que Madrid se levantara a cerrar el paso al enemigo. Hombres y mujeres que jams haban hablado en pblico fueron a decir al pueblo, en las calles, en los locales pblicos, en las fbricas y cuarteles, en los aerdromo s y casas de vecindad, cul era la verdadera situacin y lo que haba que hacer.

    Las paredes de Madrid se cubrieron de grandes carteles expresivos que inspiraban patriotismo y llamaban a la lucha.

    Los mejores poetas estaban en los frentes o trabajaban para la guerra, fundidos con el pueblo.

    El gran Machado,[2] escriba en los das gloriosos de noviembre:

    1. Jos Daz, libro citado, pg. 27l.2: Antonio Machado (1875-1939), muerto en el exilio.

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    Madrid, Madrid! Qu bien tu nombre suena, rompeolas de todas las Espaas! La tierra se desgarra, el cielo truena, t sonres con plomo en las entraas!

    Rafael Alberti[1] hablaba a los milicianos, improvisaba versos que, a veces, no tena tiempo de escribir y que iban directamente al corazn de los combatientes:

    Madrid, corazn de Espaa late con pulso de fiebre si ayer con calor le herva hoy con ms calor le hierve.

    Pablo Neruda,[2] el gran poeta chileno, lleno de admiracin por la gesta de los madrileos cantaba:

    Madrid endurecida por golpe astral, por conmocin de fuego tierra y vigilia en el alto silencio de la victoria: sacudida como una rosa rota: rodeada de laurel infinito.

    Miguel Hernndez,[3] miliciano desde el primer da, combata con la palabra y con el fusilen las jornadas heroicas de la defensa de Madrid.

    Rerrera Petere, Juan Rejano, Emilio Prados, Antonio Aparicio, Jos Ber-gamn, Luis de Tapia, Antonio Zozaya, Len Felipe y tantos otros escritores, poetas y periodistas pusieron su talento al servicio de la causa popular. Se editaba El Mono Azul, rgano de los intelectuales.

    Altavoz del Frente, estacin de radio del 5 Regimiento, multiplicaba sus actividades al servicio de la lucha.

    En las pantallas de Madrid empezaron a proyectarse pelculas soviti-

    1. Laureado con el Premio Internacional Lenin de la Paz en 1965.2. Laureado con el Premio Internacional Lenin de la Paz en 1953.3. Miguel Hernndez (1907-1942), muerto en una prisin franquista.

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    cas: El acorazado Potiomkin, Los marinos de Cronstadt, Chapiev, que eran ejemplo y estmulo para los combatientes republicanos.

    El 14 de octubre se celebr un gran acto de Frente Popular en el que hablaron Pascual Toms, Pedro Rico, ngel Pestaa, Julio Just y Dolores Ibrruri. Pascual Toms, en nombre de la U.G.T., exhort a los sindicatos a entregar todos sus hombres para el frente. Dolores Ibrruri llam a las mujeres, que se haban mostrado dispuestas a todo gnero de sacrificios, a hacer el gran esfuerzo que las circunstancias exigan.

    Que no seis vosotras las que retengis a vuestros hijos y a vuestros maridos, porque si queris velar por su vida, sabed que no la defienden quedndose en casa. Pensad que es mejor ser viudas de hroes que muje-res de cobardes: y si es preciso, empuar el fusil, hacedlo, porque con l vais a defender no slo la libertad y la Repblica, sino algo ms prximo y entraable: la vida de vuestros hijos.[1]

    Las madres, las esposas, las muchachas, las mujeres del pueblo de Madrid participaron en grandes manifestaciones, exigiendo del gobierno el envo de los hombres al frente y de las mujeres al trabajo.

    Una de estas manifestaciones parti de la Glorieta de Quevedo, recorriendo la calle de San Bernardo, Eduardo Dato, Preciados, Puerta del Sol, Carrera de San Jernimo, calle Sevilla, Alcal, La Cibeles, Paseo de Recoletos, hasta llegar a la Presidencia del Consejo. Una comisin dio a conocer al jefe del gobierno la voluntad de las mujeres de Madrid.

    El Partido Comunista haba tomado ya la decisin de que en Madrid quedaran solamente los camaradas imprescindibles. Todos los dems haban marchado al frente. La misma decisin tom la J.S.U.

    El Partido Socialista, los sindicatos obreros, las organizaciones republi-canas, todo, en fin, lo que representaba la fuerza popular, se apresuraron a movilizar sus efectivos.

    Los sindicatos de la U.G.T. celebraron grandes asambleas de movili-zacin en la segunda mitad de octubre. La del Sindicato de Artes Blancas, presidida por Pablo Yage, y en la que hablaron tambin Pascual Toms y Felipe Garca, tom la iniciativa con la siguiente resolucin:

    El Sindicato de Artes Blancas queda militarizado con la obligacin de todos sus militantes de 18 a 40 aos de aprender la instruccin y el manejo de las armas. Con ellos se formarn los batallones de Artes Blancas.

    Anlogas decisiones adoptaron la asamblea de los trabajadores del gremio de la Madera, en la que intervinieron Emeterio Chicharro y Jos

    1. Mundo Obrero, 15 de octubre de 1936.

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    Barn; la de los sindicatos afectos a la Federacin Hotelera, presidida por Caloto, la Federacin Espaola de Trabajadores de la Enseanza, en la que, entre otros oradores, habl cesar Lombarda.

    En la Estacin del Norte, los ferroviarios celebraron un gran acto de masas. El gran vestbulo estaba abarrotado de comunistas, socialistas, cenetistas, ugetistas. Hablaron entre otros oradores el obrero del depsito Narciso Julin,[1] Arturo Jimnez y Francisco Antn. Se decidi organizar un batalln de ferroviarios y fortificar la Estacin y sus alrededores.

    Cada Sindicato, una milicia, cada afiliado, un miliciano, era el lema de los metalrgicos que se consideraron movilizados para ir a la lnea de fuego y obligados a forzar la produccin; los Grficos, los de Agua, Gas y Electricidad, acordaron que todos sus militantes de, 18 a 40 aos realizaran la instruccin militar y aprenderan a manejar las armas; los tranviarios se declararon movilizados en sus tranvas, los dependientes de Comercio, los de Banca y Bolsa, los Obreros Peluqueros y Barberos, los Porteros, los Actores. Todos los trabajadores organizados ofrecieron sus brazos y su inteligencia para defender Madrid.

    El 5 Regimiento llamaba:

    QUINTO REGIMIENTO DE MILICIAS POPULARES.Cuatro batallones de choque para la defensa de Madrid.

    Madrileos:Hombres y mujeres:Los CUATRO batallones de choque debern causar la admiracin del

    mundo entero.Sern el orgullo de la capital de Espaa.Mujeres y hombres de Madrid: que vuestro puesto en la fbrica, taller

    o tajo sea el lugar de un hroe, de un valiente.Madrileos: que el coraje, el empuje y la decisin de nuestro pueblo se

    refleje en su fuerza de choque.Tambin Madrid manejar la dinamita.!Despus de pasar un examen mdico, garantizado por una organizacin

    antifascista, el combatiente de los Cuatro batallones de choque seguir, en su trabajo, perfeccionndose en el manejo de las armas, esperando la orden de la Comandancia Central del 5 Regimiento que llevar la direccin de estos batallones.

    Cuatro batallones de choque para la defensa de Madrid, en los que rivalizarn por formar parte de ellos lo mejor de las obreras, obreros y anti-fascistas madrileos.

    1. Narciso Julin, obrero ferroviario actualmente miembro del C.C. del P.C.E. , sentencia-do a muerte por el franquismo, pena que fue conmutada por una larga condena. Hace unos aos fue de nuevo sentenciado a 20 aos de crcel.

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    LUGARES DE ALISTAMIENTO:BARRIADA DEL SUR: FUENTERRABIA, 15.OESTE: CUARTEL U.H.P., SAN BERNARDO, 97 Y 99. NORTE: FRANCOS

    RODRIGUEZ, 5.ESTE: USTA, 29.

    Estos cuatro batallones de, choque, Madrid, Leningrado, Comuna de Paris y Marinos de Cronstadt se nutrieron del proletariado madrileo. Las condiciones para ingresar en estas unidades de lite obrera eran: dis-ciplina frrea, buen estado fsico, garanta poltica de alguna organizacin antifascista, haber estado en el frente o realizado el servicio militar.

    Millares de madrileos de todas las edades, sin abandonar la pro-duccin, acudan despus del trabajo a los batallones a hacer instruccin militar. La situacin amenazadora de los frentes oblig a que los milicianos de los cuatro batallones entraran en fuego antes de que stos fuesen defi-nitivamente formados.

    Sesea

    El peligro que se cerna sobre la capital aumentaba por das.El 18 de octubre Illescas cay en manos del enemigo. Las fuerzas

    republicanas realizaron del 20 al 23 de octubre un fuerte contraataque para intentar reconquistarla.

    Tres columnas milicianas, mandadas por Modesto, Mena y Rojo asestaron un golpe concntrico sobre dicha localidad. Entre las fuerzas al mando de Modesto, que realizaban el esfuerzo principal hacia Illescas, se distinguieron la compaa de Acero mandada por el capitn Vias, y una compaa del batalln Octubre, cuyo jefe era el capitn Arcas.

    La escasez de artillera de que sufran las tropas republicanas y la gran cantidad de aviacin que lanzaron los franquistas para rechazar el ataque impidieron la toma de Illescas.

    Las tropas franquistas prosiguieron su avance, tomaron Navalcarnero y llegaron el 25 de octubre a la lnea Sesea-Torrejn-Grin.

    Un elemento nuevo iba a aparecer en los combates que se desarro-llaban en las cercanas de Madrid: los primeros tanques enviados por la Unin Sovitica.

    Estos haban llegado, en aquellos das, al puerto de Cartagena; con una remesa de aviones soviticos.

    Describiendo la descarga de los barcos que traan de la fraternal U.R.S.S. los primeros armamentos modernos que reciba el pueblo espaol, el jefe de la aviacin republicana, Hidalgo de Cisneros, escriba:

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    El material sovitico superaba en mucho, por sus caractersticas, mis cl-culos ms optimistas... Los soviticos lo traan todo perfectamente preparado para no perder tiempo y para exponernos lo menos posible a un bombardeo durante el desembarco. Como detalle recuerdo que el desembarco de los tanques, que tambin venan en aquel barco, se haca con la tripulacin dentro y el motor en marcha, de modo que en cuanto tocaban tierra salan andando por sus propios medios... El montaje de los aparatos se hizo en los Alczares. Nuestros mecnicos y montadores, ayudados por algunos sovi-ticos, realizaron milagros.[1]

    Con el material sovitico llegaban consejeros militares, instructores de aviacin, de tanques, de artillera, hroes gloriosos como Rodin Malinovski, Alexandr Rodmtsev, Nikoli Vronov, Grigori Stern, Ykov Smushkvich, Dmitri Pvlov, Nikoli Kuznetsov, Grev, Loti y tantos otros ms cuyos nombres han quedado para siempre unidos a la historia de la pica lucha del pueblo espaol por la libertad.

    Mi primera entrevista con los camaradas soviticos tuvo lugar el mismo da de su llegada. Durante una sencilla pero emocionante reunin, el agregado areo de la embajada, coronel Boris, que mientras estuvo en Espaa fue un magnfico colaborador y un buen amigo mo, me present como jefe de la aviacin republicana, subrayando que desde aquel momento yo era tambin el jefe del personal sovitico de aviacin enviado a Espaa para ayudarnos. As fue, en efecto, durante toda la guerra, sin que jams hubiese la menor falta de disciplina, ni tuviese el ms insignificante disgusto con ninguno de ellos.[2]

    El mando republicano prepar una operacin sobre Sesea, contando como factor primordial con el efecto de la sorpresa que habra de produ-cir sobre el enemigo la aparicin de una compaa de 15 tanques recin llegada de la Unin Sovitica.

    El ministro de .la Guerra, entusiasmado por la llegada del armamen-to sovitico y, probablemente, con la intencin de elevar la moral de los combatientes, el 28 de octubre, en una alocucin a las fuerzas del ejrcito del Centro, no slo descubra la presencia de las nuevas armas, sino que exageraba la importancia de esa primera remesa.[3]

    He aqu un extracto de esa alocucin:

    1. Hidalgo de Cisneros, Cambio de Rumbo, Bucarest, 1964, pag. 179.2. Hidalgo de Cisneros, libro citado, pg. 180.3. Lpez Muiz, en la pg. 14 de su obra, antes citada, escribe que esta ofensiva haba

    sido repetidamente anunciada en las proclamas de Largo caballero como el principio del fin del fascismo.

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    En este momento tenemos ya en nuestras manos un formidable arma-mento mecanizado; tenemos tanques y una aviacin poderosa...

    Escuchad, camaradas! Maana, 29 de octubre, al amanecer, nuestra artillera y nuestros trenes blindados abrirn el fuego contra el enemigo.

    En seguida aparecer nuestra aviacin lanzando bombas sobre el ene-migo y desencadenando el fuego de sus ametralladoras.

    En el momento del ataque areo, nuestros tanques van a lanzarse sobre el enemigo por el lado ms vulnerable, sembrando el pnico en sus filas.

    Ahora que tenemos tanques y aviones, adelante, camaradas del frente, hijos heroicos del pueblo trabajador!

    La victoria es nuestra!

    El ministro de la Guerra.FRANCISCO LARGO CABALLERO.

    Madrid, 28 de octubre de 1936.[1]

    Como estaba anunciado, el 29 de octubre se inici el contraataque republicano. El golpe principal lo asest la 1 Brigada de Lster, apoyada por las columnas de Uribarri y Burillo, con el objetivo de atacar el flanco y la retaguardia de los franquistas a travs de Sesea sobre Esquivias.

    La columna de Modesto deba atacar Grin y las de Mena y Bueno actuaran sobre Torrejn de la Calzada.

    Los tanques soviticos que operaban en apoyo de la 1 Brigada penetraron sin dificultad en Sesea, dispersaron al batalln enemigo all estacionado y continuaron hacia Esquivias. La infantera republicana, que por primera vez vea tanques y no estaba ejercitada en la colaboracin con esta clase de armas, no les segua. Los milicianos llegaron a Sesea mucho ms tarde; el enemigo se haba repuesto y con ayuda de la artillera y de la aviacin, oblig a las fuerzas republicanas a retroceder a su base de partida.

    Las columnas de Modesto, Mena y Bueno consiguieron ocupar Grin y Torrejn, obligando a retirarse a dos unidades fascistas.

    Aunque el contraataque de Sesea no alcanz los objetivos que se propona el mando republicano, la importancia de esa operacin consisti en que logr retrasar la ofensiva directa sobre Madrid.

    Los contraataques republicanos se haban dejado sentir en el plan del enemigo para ocupar Madrid. Ellos contribuyeron al fracaso de la idea de la maniobra de ste, consistente en envolver la capital por el sureste y cortar sus comunicaciones con Valencia.

    Prosiguiendo su ofensiva, las fuerzas franquistas se acercaban ya a las inmediaciones de Madrid.

    1. El Socialista, 30 de octubre de 1936.

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    Se produjeron nuevos contraataques republicanos, como el realizado sobre Valdemoro y Torrejn de Velasco. Si bien la llegada de nuevos refuer-zos franquistas obligaba a las fuerzas populares a continuar su repliegue.

    El 6 de noviembre, las columnas franquistas salieron ya a la lnea de asalto directo a la capital: Ventorro del Cano-Campamento Militar-Carabancheles-Villaverde.