Manual de Psicología Social - Capitulo XIV

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CAPITULO XIV INTERACCIÓN Y COMUNICACIÓN EMOCIONAL Itziar Fernández Pilar Carrera Flor Sánchez Darío Páez Interacción, Comunicación y Cultura En este capítulo analizaremos la interacción interpersonal, en particular, con relación a la comunicación verbal y los aspectos no verbales de la expresión emocional y la conducta. Una primera línea de estudio se ha centrado en analizar las reglas que regulan la distancia y el ritmo de actividad, ya que estas muestran grandes diferencias culturales (Hall y Whyte, 1979). Así, en los párrafos siguientes examinaremos sobre todo las normas culturales de regulación de la distancia de contacto interpersonal, la regulación socio- cultural del tiempo y de la rapidez de la actividad humana. Cultura, Distancia Física, Contacto y Regulación de la Interacción La cultura supone una forma peculiar de estructurar la distancia física y el espacio. Comenzaremos este capítulo revisando los aspectos psicosociales de la ‘proxemia’. El antropólogo Hall popularizó la idea de que en cada cultura existía una distancia normativa. Según él, subsisten diferentes áreas o espacios vitales, cada uno de los cuales define una esfera de interacción social. Por ejemplo, en el caso de la cultura de Estados Unidos las áreas serían las siguientes: a) la zona íntima, de 0 a aproximadamente medio metro (46 cm.); b) el área personal de medio metro a 1,20 centímetros; c) el área social de 1,20 a 3,65; y, d) el área pública: de 3,65 metros a 7,6 metros. Las culturas definen de forma diferente las distancias normativas. Hall diferenció las culturas de bajo y alto contacto. En las primeras, las personas interactuarían a poca distancia y se tocarían más, ocurriendo lo contrario en las de alta distancia. Las culturas mediterráneas (p. e., Grecia), incluyendo las árabes y del Medio Oriente, las latinas (p. e., Francia, Italia, Portugal, España y América Latina), los Europeos del Este, los rusos y los judíos de estas regiones se caracterizan por un mayor contacto -aunque los contactos entre géneros estén regulados en el caso de América Latina y Europa del Sur y exista una segregación más marcada en el caso árabe-. En cambio, las culturas anglosajonas (p. e., Estados Unidos, Inglaterra) y de Europa del Norte (p. e., Escandinavia, Alemania) definen como normativo una mayor distancia interpersonal -aunque la segregación de géneros sea menos extrema-. Esto produce malentendidos culturales, como el del diplomático árabe que ‘persigue’ al anglosajón para ponerse en la proximidad cercana que él considera necesaria para hablar cara a cara, mientras el último retrocede para poner entre él y su interlocutor ‘su propia distancia’. Una antropóloga española (catalana) narraba cómo después de una larga estancia en Estados Unidos y acostumbrada de forma inconsciente e involuntaria a las

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Contiene el capítulo XIV del manual de psicología social - INTERACCIÓN Y COMUNICACIÓN EMOCIONAL deItziar FernándezPilar CarreraFlor Sánchez yDarío Páez.

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CAPITULO XIV

INTERACCIÓN Y COMUNICACIÓN EMOCIONAL

Itziar Fernández

Pilar Carrera

Flor Sánchez

Darío Páez

Interacción, Comunicación y Cultura En este capítulo analizaremos la interacción interpersonal, en particular, con relación a la comunicación verbal y los aspectos no verbales de la expresión emocional y la conducta. Una primera línea de estudio se ha centrado en analizar las reglas que regulan la distancia y el ritmo de actividad, ya que estas muestran grandes diferencias culturales (Hall y Whyte, 1979). Así, en los párrafos siguientes examinaremos sobre todo las normas culturales de regulación de la distancia de contacto interpersonal, la regulación socio-cultural del tiempo y de la rapidez de la actividad humana.

Cultura, Distancia Física, Contacto y Regulación de la Interacción La cultura supone una forma peculiar de estructurar la distancia física y el espacio. Comenzaremos este capítulo revisando los aspectos psicosociales de la ‘proxemia’. El antropólogo Hall popularizó la idea de que en cada cultura existía una distancia normativa. Según él, subsisten diferentes áreas o espacios vitales, cada uno de los cuales define una esfera de interacción social. Por ejemplo, en el caso de la cultura de Estados Unidos las áreas serían las siguientes: a) la zona íntima, de 0 a aproximadamente medio metro (46 cm.); b) el área personal de medio metro a 1,20 centímetros; c) el área social de 1,20 a 3,65; y, d) el área pública: de 3,65 metros a 7,6 metros.

Las culturas definen de forma diferente las distancias normativas. Hall diferenció las culturas de bajo y alto contacto. En las primeras, las personas interactuarían a poca distancia y se tocarían más, ocurriendo lo contrario en las de alta distancia. Las culturas mediterráneas (p. e., Grecia), incluyendo las árabes y del Medio Oriente, las latinas (p. e., Francia, Italia, Portugal, España y América Latina), los Europeos del Este, los rusos y los judíos de estas regiones se caracterizan por un mayor contacto -aunque los contactos entre géneros estén regulados en el caso de América Latina y Europa del Sur y exista una segregación más marcada en el caso árabe-. En cambio, las culturas anglosajonas (p. e., Estados Unidos, Inglaterra) y de Europa del Norte (p. e., Escandinavia, Alemania) definen como normativo una mayor distancia interpersonal -aunque la segregación de géneros sea menos extrema-. Esto produce malentendidos culturales, como el del diplomático árabe que ‘persigue’ al anglosajón para ponerse en la proximidad cercana que él considera necesaria para hablar cara a cara, mientras el último retrocede para poner entre él y su interlocutor ‘su propia distancia’. Una antropóloga española (catalana) narraba cómo después de una larga estancia en Estados Unidos y acostumbrada de forma inconsciente e involuntaria a las

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mayores distancias anglosajonas, recién llegada a España le pidió a una señora en un autobús en Barcelona que se separara de ella. O el caso de una psicóloga española (vasca) que acompañando a una colega anglosajona en Estados Unidos mientras ésta hacía fotocopias, dado la cercanía con que le hablaba y la frecuencia de contacto, fue increpada: ‘¡o te alejas o te acuso de acoso sexual!’.

Es importante destacar que, a diferencia de lo que ocurre con las normas sobre la comunicación implícita y explícita, las cuales se asocian al colectivismo e individualismo, existen culturas colectivistas de alto contacto (árabes, de América Latina y Europa del Sur) y de bajo contacto (las asiáticas en general, como China, Japón, Tailandia, Indonesia, Filipinas y Vietnam) (Andersen, 1997).

Diferentes estudios, ya sea observando a díadas de personas interactuando o preguntando a individuos sobre sus experiencias de contacto físico o de distancia cotidianas, han confirmado la apreciación de Hall: Árabes y latinos definen que la distancia de interacción adecuada es menor o interactúan a menor distancia que anglosajones. Estudios recientes han confirmado la categorización de las culturas de Europa del Norte y anglosajonas como de menor contacto que las de Europa del Sur. Italianos observados en díadas mixtas y masculinas se tocaban más que alemanes y estadounidenses. También se ha mostrado en otro estudio que los italianos, griegos y franceses se tocaban más que los ingleses, irlandeses y holandeses (Remland, Jones y Brinkman, 1995). Se ha encontrado que los franceses tocan más a los niños que las personas de Estados Unidos -lo que explica en parte según los investigadores por qué los niños franceses parecen más calmados que los norteamericanos- (Gueguen, 2002).

Por otro lado, los mismos países árabes que proscriben el contacto entre sexos opuestos, aceptan que los hombres se toquen y se posicionen cerca. Así, se puede ver a una pareja de policías haciendo su ronda cogidos de la mano, o en un ascensor relativamente vacío que un hombre se posiciones cerca de otro. A este respecto un manual para militares de Estados Unidos en el Golfo Pérsico recomendaba tanto evitar contactos públicos entre hombres y mujeres, como advertía que era ‘normal’ que en lugares públicos hombres árabes se pusieran mucho más cerca de ellos. Los europeos del Sur y latino-americanos se tocan más al hablar que los europeos del norte y estadounidenses. Esta variabilidad cultural no se puede explicar de forma lineal por el nivel de individualismo.

Si bien en las culturas individualistas de Europa del norte es normativo un menor contacto físico y más respeto a los espacios privados que en el colectivismo mediterráneo y latino, los colectivistas asiáticos (incluyendo los hindúes), viviendo en condiciones de gran densidad demográfica también excluyen el contacto físico en público entre personas cercanas -y aún más del sexo opuesto-. En las culturas colectivistas asiáticas los contactos físicos en público son poco frecuentes. Mientras que en las sociedades de alta distancia jerárquica, con su énfasis en la deferencia y en la distancia de personas de alto con bajo status, se caracterizarían por una mayor distancia física. Además, en general los sistemas de status implican una alta distancia y una prohibición de tocar a las personas de alto status -los monarcas y jerarcas ‘guardan sus distancias’ cuidadosamente-. La India es una cultura jerárquica en la que el sistema de castas se basa en una fuerte distancia y una prohibición de contacto con gentes de castas inferiores, en particular los ‘intocables’ cuyo contacto se considera impuro. El contacto físico es muy importante entre los brahmanes, como señal de respeto y mantenimiento de distancia social. Por ejemplo, el escritor de cultura india Naipaul

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se molestó enormemente y estuvo una semana sin dormir porque un obrero inglés que estaba haciendo una reparación se sentó en su cama (Andersen, 1997).

Además, al margen de la frecuencia de contacto, en las culturas colectivistas debido a los escasos recursos socio-económicos y a la valoración del endo-grupo, estarían más acostumbrados a la proximidad y a compartir espacios. Las personas de culturas individualistas guardarían más la distancia y regularían más su privacidad. Confirmando estas diferencias, inmigrantes latino-americanos en Europa percibían diferencias de regulación social: un 50% pensaba que ‘la gente aquí mantiene la distancia física y social’ (un 22% igual que en su país de origen) y sobre estas diferencias un 30% había hecho un esfuerzo de adaptación. Esta diferencia de percepción era significativamente más marcada en Francia (un 72% pensaba que la gente mantenía más las distancias, frente a un 41% que lo pensaba en España). También se encontraron diferencias entre Francia y España: el ritmo de vida se percibía homogéneamente más rápido en Francia que en España.

Contacto Físico e Interacción El contacto físico no sólo varía de forma importante entre culturas, sino que también juega un papel importante en la regulación de la interacción. El contacto físico se puede clasificar según su objetivo en:

a) Comunicación de afecto positivo (p. e., un abrazo cariñoso). En un estudio en el que el bibliotecario tocaba breve y discretamente la mano a estudiantes de sexo femenino, se encontró que éstas valoraban más positivamente al empleado y a la biblioteca que las chicas que no habían sido tocadas (Hogg y Vaughan, 2002).

b) Comunicación de afecto negativo (p. e., empujar a alguien para que se retire);

c) Comunicar humor y juego (p. e., un falso puñetazo en la barbilla a un amigo/a);

d) Búsqueda de control, como tocar a alguien para que nos atienda o nos obedezca. Estudios han mostrado que los clientes dejan propinas mayores si su camarera les ha tocado inadvertidamente la mano que si no lo ha hecho (Hogg y Vaughan, 2002)

e) Instrumental, como cuando una enfermera o médico ausculta a un paciente. Mostrando cómo el contacto físico, aún en un contexto profesional, sirve de apoyo emocional, un estudio experimental mostró que las pacientes que habían sido tocadas (o no tocadas) por enfermeras en el preoperatorio, mostraban menos miedo y ansiedad y menor tensión sanguínea en el post-operatorio; y,

f) Ritual (p. e., cuando damos la mano o nos frotamos la nariz para saludarnos).

Un conjunto de estudios ha confirmado que un ligero contacto físico, en particular si proviene de una persona de estatus superior, provoca no sólo una mejor evaluación del interlocutor, sino que también hace que las personas acepten más realizar la demanda o petición que se les ha hecho. Un meta-análisis de 13 estudios realizados en Estados Unidos y Europa muestra que tocar a las personas (frente a un grupo que no es tocado) tiene un efecto sobre la aceptación de realizar una conducta que el interlocutor pide1. Esto quiere decir que

1 r = 0,19.

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cuando a una persona se le pide hacer algo y además se le toca, existe un 19% de probabilidades más de que haga la conducta, ayude o cumpla lo que se le ha pedido. Hay que recordar que el efecto de una petición menor previa sobre la aceptación de una petición mayor posterior (lo que se denomina el efecto de pie en la puerta) es de un 10% de mayor obediencia o acuerdo. Es decir, que el impacto de control e instrumental del contacto físico es superior a la de la escalada de peticiones (Gueguen, 2002).

Los hombres tocan más a las mujeres que las mujeres a los hombres y la gente tiende más a tocar a personas del otro sexo. Las mujeres evalúan más positivamente ser tocadas que los hombres si las personas con conocidas -aunque los hombres evalúan como más positivo que las mujeres ser tocados por extraños del otro sexo-.

La socialización explicaría en parte estas diferencias. En la infancia las niñas serán más tocadas que los niños y aprenderían a contactar más físicamente. Mientras las mujeres se sentirían tranquilas en el contacto físico, los chicos evaluarían estos gestos como amenazantes, señales de dominio del que toca o de vulnerabilidad del tocado, o signos de ser ‘poco hombre’.

Las diferencias de género en el contacto físico en el occidente también reflejaría en general diferencias de estatus. La gente que inicia el contacto físico se le percibe de mayor estatus que los que reciben el gesto. Las personas de menor estatus se sitúan a mayor distancia y tocan menos a los de mayor estatus, según han mostrado estudios que han observado la distancia y contacto entre marinos de diferentes grados (Hogg y Vaughan, 2002).

Todas estas tendencias se han constatado en la cultura individualista occidental. Inclusive, dentro de ella se han constatado diferencias de edad y de clase. Los niños se tocan y aceptan distancias más cercanas que los adultos. Los niños de minorías (negros) y de clase obrera se sientan más cerca y tocan más que los niños blancos y de clase media.

Cultura, Tiempo y Rapidez del Ritmo de Vida Una característica central de toda cultura es la organización del tiempo, además del espacio. En general se ha asociado el colectivismo a una percepción del tiempo como más lento y subordinado a la actividad social, mientras que en el individualismo el tiempo se concibe de manera lineal, que organiza la actividad social, a su vez dividida en segmentos homogéneos.

Con respecto al primero, Hall distinguió el tiempo monocrónico del tiempo policrónico. Denomina policrónico al sistema que consiste en hacer varias cosas a la vez y monocrónico el sistema que consiste, por el contrario, en hacer una actividad tras otra. En las culturas de tiempo monocrónico, el horario es un compromiso ineludible y la puntualidad una norma de conducta. En las tiendas o en las paradas de autobús se sigue un riguroso orden de llegada. En las culturas de tiempo policrónico, los compromisos temporales son más flexibles y en las tiendas los vendedores pueden atender a varias personas al mismo tiempo sin seguir necesariamente un orden de llegada. Además, las culturas policrónicas suelen situar la realización del trabajo en una categoría especial muy por debajo de la importancia de ser simpático, cortés, considerado, amable y sociable con los demás seres humanos.

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En muchas culturas tradicionales, las actividades se realizan cuando las condiciones sociales se cumplen y no cuando lo indica el reloj. Por ejemplo, una actividad de canto se lleva a cabo cuando se reúnen la cantidad de cantantes necesarios y estos están con el estado de ánimo adecuado para cantar. O el autobús parte cuando se ha llenado de pasajeros (la empresa Alsa instauró en China que el autobús partía a la hora, a diferencia de la costumbre anterior).

Los códigos occidentales industrializados relativos al tiempo, sobre todo en el medio urbano, se asocian a normas que son muy diferentes a las existentes en las culturas colectivistas; el ‘tiempo es oro’, se debe gastar lo mejor y más racionalmente posible (productivamente) y el logro es lo más importante. Hay una clara división entre tiempo-objetivos de trabajo y tiempo-objetivos de ocio.

En las culturas tradicionales, menos industrializadas, la visión del tiempo es más laxa y lenta. De hecho, se ha encontrado que la percepción del tiempo es más ‘lenta’ entre latinoamericanos que entre norteamericanos. Una serie de investigadores han sugerido que los hispanos y latinoamericanos pueden considerarse orientados hacia el presente y que este valor cultural se traduce a menudo en retrasarse en los trabajos o en la percepción errónea del tiempo utilizado en realizar una tarea (Levine, 1997). Los hispanos (inmigrantes de Estados Unidos originarios de Latinoamérica) tienden a tener una actitud más flexible hacia el tiempo que los no hispanos, en particular en lo concerniente a sucesos o actividades que no reclaman necesariamente puntualidad (p. e., ir a una fiesta o reunión social, esperar a un amigo). Esta flexibilidad lleva a los hispanos a sentir que son puntuales si llegan 15 o 20 minutos después de la cita (Marín, 1987). Respecto a la orientación temporal, es significativo el hecho de que los hispanos den más valor a la calidad de las relaciones interpersonales que al tiempo en que éstas tienen lugar (Marín y VanOss, 1991). La diferencia cultural de percepción del tiempo se manifiesta en los siguientes comentarios (extraídos de las declaraciones de hijos de inmigrantes portugueses y españoles en Francia en la década de los 60 del siglo XX):

’Yo quisiera irme de este país, no quiero adaptarme a este ritmo infernal [...] es como si no vivieran [...] pero esta gente no vive, corre’ (Vásquez y Araujo, 1990).

Un tiempo dividido y segmentado, utilizado en función de la rapidez y de la productividad, frente a un tiempo global y lento, utilizado en función de la sociabilidad, parece oponer a culturas individualistas y colectivistas, en la medida en que éstas difieren en su estructura productiva.

’En América Latina, por ejemplo, sería una torpeza llegar a la hora exacta para una invitación a comer. Cuando se dice ‘venga a las ocho’, hay que interpretarlo como ‘llegue cerca de las nueve’. A nadie se le ocurriría, tampoco, interrumpir una conversación entre amigos porque tiene que llegar puntualmente a una reunión, porque en la escala de valores colectivistas típicos de los latinoamericanos, el que hace una cosa así pasa por ‘frío’ y ‘cargante’. (Vásquez y Araujo, 1990).

Con respecto a las diferencias del tiempo social y de regulación social, asociadas al mayor desarrollo socio-económico, en una muestra de inmigrantes latinos, norteafricanos y africanos sub-saharianos en España, esta diferencia cultural se percibía con fuerza y era la que exigía un mayor esfuerzo de adaptación. Resultados similares se encontraron con inmigrantes latinos en Francia. Un 52% pensaba que ‘la gente anda apurada y sin tiempo’ (un 33% igual que en su país de origen) y un 42% había hecho un esfuerzo de adaptación. Un estudio con voluntarios de cooperación norteamericanos en países menos desarrollados,

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también encontró que la adaptación al ritmo más lento de vida era lo que les exigía mayor esfuerzo de adaptación.

Levine y Norenzayan (1999) midieron la rapidez del ritmo de vida en 31 países mediante tres indicadores: la rapidez de marcha peatonal en el centro de las ciudades, la rapidez con que los empleados de correo realizaban la tarea de envío de una carta y la exactitud de los relojes públicos. El desarrollo económico, el clima frío y el individualismo se vinculaban a una mayor rapidez del ritmo de vida, es decir, a una mayor exactitud de los relojes, a una mayor rapidez peatonal y de los trabajadores de correos, aunque era el nivel de desarrollo económico el que se asociaba específicamente a la rapidez de la vida social. En otros términos, que es la economía más que la cultura o el clima la que determina el ritmo de vida.

Tabla 1. Rango de Ritmo Temporal por País y Rapidez al Caminar

Países en relación con el ritmo temporal Rango de rapidez por país Rapidez al caminar Países con ritmo temporal rápido Suiza 1. 3 Irlanda 2. 1 Alemania 3. 5 Japón 4. 7 Italia 5. 10 Inglaterra 6. 4 Suecia 7. 13 Austria 8. 23 Holanda 9. 2 Hong Kong 10. 14 Países con ritmo temporal medio Francia 11. 8 Polonia 12. 12 Costa Rica 13. 16 Taiwán 14. 18 Singapur 15. 25 Estados Unidos 16. 6 Canadá 17. 11 Corea del Sur 18. 20 Hungría 19. 19 Republica Checa 20. 21 Países con ritmo temporal lento Grecia 21. 14 Kenia 22. 9 China 23. 24 Bulgaria 24. 27 Rumania 25. 30 Jordania 26. 28 Siria 27. 29 El Salvador 28. 22 Brasil 29. 31 Indonesia 30. 26 Méjico 31. 17

Fuente: Levine y Norenzayan (1999).

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Como se puede constatar en la Tabla 1 el rango medio de Europa Occidental es 5,5, el de Asia es 16,3, el de América del Norte 16,5, el de Europa Oriental 18,5, el de América Latina 25, el de los países árabes 24,5, frente a 15 de Estados Unidos -que está en la mitad en rapidez del ritmo temporal mundial-.

En síntesis, el desarrollo industrial aumenta la regulación del tiempo, la regulación explícita y definida de los espacios físicos y sociales que se ocupan y la formulación escrita de las reglas.

Comunicación y Cultura Definiremos la comunicación como al conjunto de conductas y procesos psicológicos que permiten recibir y transmitir la información, teniendo en cuenta que la comunicación es un proceso interactivo bidireccional que se da en un contexto socio-cultural.

Para definir el concepto de comunicación, fundamentalmente verbal, seguiremos la propuesta de Gudykunst y Kim (1997). Estos autores destacan cinco principios básicos en la definición de lo que es comunicación:

a) La comunicación verbal es una actividad simbólica, esto es, los significados verbales son convencionales, construidos socialmente por los miembros de una cultura. Los significados son por tanto compartidos, el consenso es mayor que la particularidad pero no la anula. La especificidad por tanto no significa arbitrariedad. De la misma manera podemos plantear que la heterogeneidad entre diferentes culturas no impiden que puedan existir significados universales compartidos.

b) La comunicación es un proceso que incluye la transmisión e interpretación de mensajes. Dado que dos personas pueden no compartir exactamente los mismos significados, la transmisión e interpretación de los significados puede diferir entre emisor y receptor y tendremos que considerar cierto grado de ruido y entropía en el proceso. Debemos subrayar que este proceso es dinámico, transmitimos e interpretamos mensajes al mismo tiempo, lo que va a suponer aciertos y errores en la interpretación de todas las partes implicadas.

c) La comunicación puede darse con diferentes niveles de conciencia tanto en el emisor como en el receptor. No sólo se transmiten e interpretan significados intencionalmente, también es posible que el receptor descodifique mensajes que no han sido enviados de manera voluntaria (p. e., gran número de conductas no verbales).

d) En el proceso de comunicación los participantes hacen predicciones sobre los resultados que van a producir sus mensajes, esto significa que eligen las estrategias de transmisión de significados. Es posible, por tanto, contextualizar los estilos de comunicación teniendo en cuenta quiénes participan en el intercambio. Veremos como en unas culturas priman los estilos indirectos de comunicación y en otras las estrategias más directas, y que dicha elección tiene una clara influencia sobre las relaciones interpersonales y grupales.

e) Toda comunicación contiene una dimensión que incluye el significado concreto del mensaje y otra dimensión que podemos denominar social, entendiendo que incluye las características de la relación social que mantienen los participantes. En la primera incluiríamos lo que decimos y en la segunda la forma de decirlo. Ambas dimensiones son

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interdependientes de manera que el contenido influye en la estrategia elegida (p. e., dar una mala noticia puede sugerirnos el uso de una estrategia de comunicación indirecta: ‘la tormenta ha aislado el continente europeo de Gran Bretaña’) y a su vez la estrategia elegida modifica el significado del mensaje (la noticia anterior intentaría restar importancia al aislamiento temporal de la isla).

En esta definición del proceso comunicativo queremos destacar dos puntos que jugarán un papel especialmente relevante en la comunicación de emociones. En primer lugar la consideración del nivel de intencionalidad nos hará diferenciar la expresión verbal y no verbal de las emociones. La consideración de una conducta como voluntaria e intencional plantea el uso de reglas de expresión (“display rules”) con las que el sujeto se define como miembro de esa comunidad cultural y manifiesta su participación en los significados culturales. Ekman (1972) sugirió que las reglas de expresión emocional se aprenden en cada cultura de manera que la conducta no verbal asociada a las emociones se pudiera intensificar, desintensificar, sustituir o incluso neutralizar. También nos encontraríamos con reglas de interpretación en cada cultura. Por ejemplo, Matsumoto y Kudoh (1993) han encontrado que los norteamericanos más que los japoneses evalúan positivamente a las personas que sonríen. Tsai (2003) recientemente ha encontrado cómo las sonrisas no Duchenne, no prototípicas, asociadas a cortesía y deferencia, aparecen con más frecuencia durante eventos emocionales positivos en norteamericanos que en asiáticos, dado que en los primeras se valora más este tipo de experiencias, siendo la relación opuesta en el caso de los eventos emocionales negativos, donde los asiáticos sonríen con mayor frecuencia que los norteamericanos (Friesen, 1972).

Markus y Kitayama (1991) distinguen entre la experiencia y la expresión de emociones y en esta distinción cabe la cultura, la cual podría; a) alentar expresar ciertas emociones cuando se experimentan; b) desalentar a expresar ciertas emociones cuando se experimentan; c) alentar a expresar ciertas emociones aún cuando no se experimenten; y, d) desalentar a expresar emociones que no se experimenten. Con esta propuesta cobran sentido las mayores comunalidades culturales encontradas entre los antecedentes y experiencias subjetivas ligadas a las emociones y las mayores diferencias encontradas en las conductas de expresión verbal y no verbal y en los procesos de regulación y afrontamiento (Mesquita y Frijda, 1992). Existe mayor similitud intercultural en antecedentes, intención y tendencia a la acción, y mayores diferencias en respuestas subjetivas, expresión verbal y en el afrontamiento de la emoción.

También debemos destacar el papel principal que la comunicación emocional tiene en el proceso de formación, mantenimiento y disolución de las relaciones interpersonales, grupales e intergrupales. La cultura participa del proceso comunicativo y las emociones serían uno de sus contenidos principales en la negociación de significados. El “self disclosure” es precisamente una medida de comunicación interpersonal, una evaluación del grado en que contamos a los demás nuestros sentimientos y pensamientos más personales. Ello supone una de las medidas más relevantes utilizadas para definir el grado de intimidad de una relación interpersonal, esto es, el significado que la relación tiene para las personas que la integran.

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Comunicación y Conducta no Verbal Se define como comunicación no verbal las formas de comunicación que utilizan

otro medio que la voz. Existe la creencia de que el lenguaje del cuerpo transmite información sin que se pueda controlar. Inclusive se afirma que la mayoría de la información emocional y social se transmite por vía no verbal. Estas afirmaciones son discutibles, ya que estudios comparando la inferencia de información de habla (observadores escuchaban lo que se hablaba), de gestos y expresiones (observadores sólo miraban lo que sucedía), han mostrado que la primera es más importante (Rimé, 1984).

Aunque la idea de un lenguaje del cuerpo es muy popular, en la actualidad se cuestiona que exista éste con independencia del lenguaje verbal, que exista un código transmitido culturalmente asociado a los gestos como mecanismo general. Sin embargo, algunas conductas no verbales tienen un significado simbólico convencional. Desde luego esto ocurre en el lenguaje por signos de los sordomudos, en el que los emblemas o gestos corporales con un significado, como por ejemplo, mover la cabeza de arriba-abajo o de izquierda a derecha, van a significar afirmación o negación en nuestra sociedad, aunque en algunas culturas el significado que se le otorgue sea otro. Además, la comunicación implica la existencia de un código de símbolos compartidos, es decir, de un conjunto de signos con un significado atribuido por convención en una cultura dada. La mayoría de la conducta no verbal no cumple estos requisitos, por lo que es equivocado hablar de comunicación no verbal. La denominada comunicación no verbal se apoya en las inferencias que hace un interlocutor a partir de los movimientos del que se dirige a él.

Los estudios de Rimé han cuestionado que los movimientos que acompañan a la verbalización tengan una función comunicativa. Sus investigaciones han mostrado que los movimientos corporales se realizan aunque no haya contacto visual con el interlocutor. Comparando sujetos enfermos con diferente nivel de capacidad verbal, los sujetos de mejor capacidad también gesticulaban -por lo que queda excluida la hipótesis que los gestos sean una forma sustitutiva de la comunicación verbal, ya que en este caso deberían ser los sujetos con déficit verbal los que gesticularan más-. La interpretación de Rimé et al. es que los movimientos y expresiones corporales son formas motorico-esquemáticas de representación que ayudan a procesar información y a elaborar la información a transmitir, pero que no juegan ningún papel en la transmisión. Los movimientos corporales tienen sobre todo una función intra-psíquica, de ayuda a la actividad cognitiva. El movimiento corporal se halla implicado en la actividad verbal y se hace más denso cuando la actividad verbal es más compleja. Los gestos reflejan las representaciones y elaboraciones cognitivas que se desarrollan el locutor. En general, los interlocutores le prestan poca atención, aunque lo hacen cuando hay incongruencias y el auditor los puede utilizar para inferir lo que hace el locutor (Rimé, 1984; Azurmendi, 2000).

Con estas relativizaciones, la expresión facial, las posturas y movimientos corporales, la mirada y el contacto físico juegan un papel en la interacción social y son formas importantes mediante las que se manifiesta la influencia de la cultura. Según Patterson la conducta no verbal cumple varias funciones: a) transmite nuestros sentimientos e intenciones (una sonrisa transmite afectividad positiva); b) regula las conversaciones (cuando el interlocutor deja de mirar al locutor, indica que quiere hablar él); c) expresa el grado de intimidad (nos aproximamos y dejamos aproximarse relajadamente a las personas que apreciamos y que nos aprecian); d) sirve para controlar el medio social (una expresión facial

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de enojo sirve para amenazar a alguien que queremos controlar); e) vale de apoyo a la comunicación verbal y facilitar el lograr objetivos (apuntar con el dedo a algo o a alguien puede facilitar la realización de una tarea) ( Hogg y Vaughan, 2002).

Expresión Facial e Interacción Los estudios de Ekman muestran que se reconocen ciertas expresiones faciales transculturalmente como asociadas a ciertas emociones, aunque se reconoce mejor estímulos de su cultura y ciertas emociones más que a otras. Por ejemplo, las expresiones faciales de enojo se reconocen más rápido que otras -probablemente porque será adaptativo evolutivamente orientar la atención a claves que significan un peligro potencial-.

Las culturas van a influenciar la frecuencia, lugar y momento de expresión facial, así como el significado que estos tienen y su función en la interacción social.

Las culturas tienen diferentes reglas de manifestación de las emociones en el rostro. Estas reglas dictan el momento y el lugar donde ciertas emociones pueden expresarse facialmente. Las culturas jerárquicas y algunas colectivistas (asiáticas e indígenas americanas) tienen reglas de auto-control y baja expresión facial -la denominada ‘cara de póquer’ de los indios en América Latina-.

Las culturas también orientarán más la atención hacia ciertas expresiones faciales asociadas a emociones más salientes. Sujetos de culturas individualistas e igualitarias reconocían mejor que sujetos colectivistas y de alta distancia jerárquica la expresión facial de alegría, probablemente por la valoración del bienestar personal y de la importancia de las claves que orienten la sociabilidad. Sujetos colectivistas reconocen mejor la expresión de tristeza, probablemente por la importancia de apoyar a los miembros del endo-grupo en situaciones negativas. Finalmente, los sujetos de culturas normativas, que se sienten amenazados por situaciones ambiguas perciben mejor el miedo y la tristeza, por su orientación ansiógena si se quiere (Smith y Bond, 1998).

Además, en aquellas culturas en las que hay normas de auto-control de gestos corporales y expresiones, es más difícil determinar qué expresión facial están mostrando los sujetos. Jueces italianos, ingleses y japoneses evaluaron las emociones mostradas por actores de estos mismos países. Todos los jueces reconocieron las emociones expuestas por los actores occidentales. Todos los observadores, incluyendo los japoneses, tuvieron dificultades para reconocer las emociones representadas por el actor japonés (Argyle, 1987, en Vallerand, 1994).

Sujetos de alta distancia jerárquica ‘perciben’ menor intensidad de emociones negativas en fotos que manifiestan expresiones afectivas -las culturas ‘sintonizan’ u orientan no solo la expresión, sino que también la percepción de expresión faciales en los otros- (Smith y Bond, 1998).

Los estudios muestran que la expresión facial de las emociones tiene un papel similar a las funciones sociales, es decir, que no es tanto una respuesta espontánea asociada a un estado emocional, sino que una forma de transmitir sus emociones para orientar la conducta social. La expresión de disgusto y molestia que ponemos cuando hablamos con otros de un hecho negativo, como un accidente de coche p e., tiene como objetivo manifestar nuestra simpatía con la víctima -del accidente en este caso-. Los estudios de Krauth y Johnston

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(1979, citado en Vallerand, 1994) mostraron que los espectadores deportivos sonreían cuando miraban a un par después de un tanto y no cuando este ocurría. Fernandez-Dols y colaboradores constataron que atletas triunfadores en los momentos de éxito culminante no mostraban la expresión canónica de alegría, sino una serie de expresiones variables y cambiantes, algunas de ellas asociadas a otras emociones. La expresión de sonrisa y alegría facial se manifestaba cuando los atletas interactuaban con otras personas, confirmando la idea de que la expresión facial sirve para transmitir voluntariamente un estado emocional que refuerza la cohesión y simpatía, en este caso.

La cultura influye en el significado y funciones sociales de la emoción. La sonrisa es utilizada menos frecuentemente entre asiáticos que entre afro y euro-americanos -causando la impresión en estos últimos de que los asiáticos son poco amables-. El mismo malentendido se produce entre europeos del norte y del sur -aunque en todas las culturas la sonrisa se asocia a la alegría, su frecuencia y momento de utilización es diferente-. Además, en las culturas asiáticas la sonrisa se utiliza en situaciones o estados de enojo, vergüenza o desagradables -lo que a los ojos occidentales parece equivoco o raro- ( Klineberg, 1988).

Dos estudios mostraron cómo el significado de la sonrisa varía entre culturas y por tanto también varían las funciones sociales que la sonrisa puede tener en diferentes contextos. Jueces de Estados Unidos, China y Japón evaluaron rostros sonrientes y no sonrientes en dos estudios. En ambos los jueces evaluaron como más sociables a las expresiones sonrientes, confirmando que la sonrisa se asocia a la alegría y al contacto social positivo. En un estudio, las sonrisas aumentaban la percepción de que esas personas eran más inteligentes, aunque solo entre norteamericanos y no entre japoneses. En otro estudio, los jueces chinos, aunque no los de Estados Unidos, asociaron la sonrisa con falta de auto-control y equilibrio o calma (Smith y Bond, 1998). La socialización asiática en auto-control e inhibición emocional y expresivo produce que se evalúe menos positivamente a personas que sonríen (en exceso para sus reglas probablemente) o que no se les evalúe como más inteligentes. La sonrisa cumplirá así funciones sociales más restringidas en estas culturas asiáticas que en las occidentales.

Gestos, Posturas Corporales e Interacción Los gestos pueden ser usados independientes, como los emblemas o movimientos corporales con un sentido cultural compartido (p. e., la V victoria hecha con los dedos de la mano), o pueden apoyar la interacción verbal, como los ilustradores o gestos que acompañan al lenguaje verbal. Un 10-20% de los gestos se utilizan para mantener la interacción -en culturas individualistas anglosajonas-, los otros cumplen fines de apoyo a la conversación. En culturas asiáticas, como el Japón, se utilizan menos gestos para apoyar la interacción. Su utilización se considera signo de mala educación (Smith y Bond, 1998).

Los estudios de Mehrabian (1972, citado en Hogg y Vaughan, 2002) mostraron que manifestar una postura distendida (el cuerpo relajado, posición asimétrica y echada para atrás) significa una posición de dominación. En cambio una persona de estatus inferior ante un superior mantiene una postura tensa y simétrica .

Estudios mediante encuestas han confirmado que las personas de culturas de baja distancia de poder o que valoran las relaciones igualitarias, las personas individualistas que valoran a la persona autónoma y la expresión de las emociones, así como las personas de

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culturas cooperativas que valoran el apoyo social, informan de mayor intensidad de conducta no verbal en el enojo y tristeza (Fernández, Carrera y Sánchez, 2001).

Mirada, Contacto Visual e Interacción La mirada sirve para:

a) Comunicar sentimientos e información: Aunque inicialmente los estudios indicaron que había una relación entre atracción y mirada, otros estudios mostraron que la mirada prolongada intensifica o subraya el contenido de la comunicación verbal (mirar fijamente sirve para intensificar la comunicación de desacuerdo, por ejemplo). En algunas culturas, mirar de forma sostenida es signo de insolencia, en otras de sinceridad. Por ejemplo, en las culturas indígenas de América Latina andinas y meso-americanas mirar directa y prolongadamente no es frecuente ni deseable. Los mestizos hablan de la mirada esquiva del indio -sin percatarse que se trata de una norma de expresión diferente-.

b) Regular o sincronizar la interacción; existen normas de cuándo y cómo mirar a los ojos: por ejemplo, es habitual que mirar a una persona indique que le toca hablar al interlocutor. O a la inversa, cuando alguien que está escuchando desvía la mirada es una señal de que quiere tomar la palabra. Hay diferencias culturales con respecto al uso de la mirada para regular la interacción. Los negros americanos tienden a no mirar a su interlocutor, lo que hace que los blancos tengan la impresión que éstos no les escuchan.

c) Ejercer control: se mira a quien se quiere persuadir. Se ha hablado de la conducta de dominación visual: los de mayor status miran menos a los que les hablan. Mirar a alguien que le habla a uno se interpreta como señal de sumisión. Mirar a alguien cuando uno le habla es señal de dominio. Una mirada directa a los ojos tiene un efecto incitativo en la interacción. Diferentes estudios han mostrado que se ayudaba más o se cogía más a gente haciendo autostop cuando las personas que solicitaban ayuda miraban a los ojos de sus interlocutores (Vallerand, 1994)

La falta de contacto visual entre superiores y subordinados cuando los primeros escuchaban a los segundos es probable que se refuerce en las culturas de alta distancia jerárquica, en las que el respeto de las diferencias de status es muy importante. En las culturas colectivistas y jerárquicas los roles y normas contextuales son suficientes para orientar la interacción, por lo que no serán necesarias tantas claves del tipo de mirada, gestos y expresiones afectivas para guiar la conducta. En cambio, en culturas individualistas y de baja distancia jerárquica, las personas deben mirar, gesticular y expresar más, ya que en estas culturas se necesitan más claves explícitas para orientar la interacción. Además, en las culturas colectivistas y jerárquicas, en particular en el seno del endo-grupo y ante superiores, habrá un menor contacto visual y expresión como una forma de evitar transmitir o expresar emociones que pueden alterar la armonía social (Smith y Bond, 1998).

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Conducta no Verbal, Verbal, Auto-Presentación, Manejo de Impresiones y Mentira

Sección Práctica: Conducta no Verbal y Mentira

Cree usted que la gente que miente, comparada con la gente que dice la verdad:

1. Muestra más vacilaciones al hablar SÍ____ NO____

2. Tiene una entonación más alta de voz SÍ____ NO____

3. Comete más errores al hablar (tartamudean etc.) SÍ____ NO____

4. Hace más pausas antes de empezar a hablar o de responder SÍ____ NO____

5. Habla más lentamente SÍ____ NO____

6. Da respuestas más cortas SÍ____ NO____

7. Se tocan más el cuerpo, el pelo SÍ____ NO____

8. Cambian mucho de postura SÍ____ NO____

9. Sonríen más SÍ____ NO____

10. Ocultan más la mirada SÍ____ NO____

Sume un punto por cada SÍ de las preguntas 1, 2, 3, 6, 7 y un punto por los NO de los ítems 4, 5, 8, 9 y 10. A mayor puntuación mejor conocimiento de los indicadores de mentira. Por encima de siete sería usted un buen detective privado.

Como observará comparando las tablas 2 y 3 (una puntuación positiva y significativa indica que los que mienten muestran más esa conducta y una puntuación negativa lo contrario) las respuestas correctas (los estudios confirman que esas conductas caracterizan a los mentirosos) y que son representaciones sociales (que las personas, al menos occidentales, creen verdaderas) son la 1, 2 y 3. Los mentirosos vacilan más, hablan en un tono más alto y se equivocan más al hablar. La gente cree que la 4, 5, 8, 9 y 10 son ciertas, aunque los estudios han mostrado que la gente que miente no se conduce así. Es decir, aunque la representación social del mentiroso incluye como rasgos típicos que este hace más pausas, habla más lento, se mueve más y evita mirar a los ojos, esto no es cierto. Es probable que Ud. haya pensado que estas respuestas son correctas, ya que impregnan nuestras representaciones (como las películas, en las que el villano que miente muestra estas conductas). Finalmente, la 6 y 7 son correctas según los estudios, aunque las personas legas no creen que los mentirosos se toquen más el cuerpo y den respuestas más cortas.

Los contextos sociales proporcionan un marco suficiente para hacer juicios sobre las personas que están en él (p. e., ‘me gusta’, ‘es insoportable’, ‘qué atractivo’, ‘le he caído bien’) son juicios que se desprenden de esta interacción. Sabedores de que este proceso de formación de impresiones ocurre, las personas hacen intentos para presentarse ante los demás de una determinada manera. En las auto-presentaciones la gente se comporta de tal

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forma que transmita ciertos roles y cualidades personales a los demás (Pontari y Schlenker, 2000). Una de las imágenes mas valoradas en este primer contacto es aparecer y ser percibido como alguien honesto y digno de confianza, que esto ocurra, o no, será determinante para futuras interacciones. Así por ejemplo en un proceso de selección de personal, un candidato que no sea capaz de transmitir esa imagen de honestidad y confianza será desestimado aunque tenga otras posibles competencias. Durante la interacción social, la mentira se revela como un fenómeno habitual por la necesidad de alcanzar una auto-presentación positiva. El desafío, decimos, es parecer honesto, creíble. Quienes en este afán dicen la verdad, dan su credibilidad por garantizada y supuesta (DePaulo, LeMay y Epstein, 1991) y quienes falseen la realidad tratarán de garantizar tan imprescindible credibilidad.

Para conseguir presentarse de manera creíble tratarán de comportarse con las maneras positivas y amistosas que muestran las personas sinceras (Malone, DePaulo, Adams y Cooper, 2002), evitando actuar en la forma en que ellos creen que se comportan los mentirosos. La gente miente para aparecer ante ellos mismos o ante los demás como mejores, como el tipo de personas que les gustaría ser (DePaulo, Kashy et al., 1996).

Un factor de riesgo en esta tarea es que las creencias del emisor sobre cómo se comportan los mentirosos sean erróneas, o no coincidan con las teorías ingenuas del receptor; por ejemplo estar quieto, evitar movimientos y cambios posturales, en contra de las creencias del emisor, podría ser considerado como rigidez y falta de implicación en la situación, lo que podría resultar sospechoso. Paradójicamente en sus deseos de parecer honesto, el emisor puede distorsionar o alterar la información que transmite sobre sí mismo produciendo el efecto contrario al pretendido, esta falta de concordancia será mayor cuando los interlocutores sean de culturas diferentes. Hemos visto por ejemplo en este capítulo como los orientales juzgan positivamente a las personas que hablan poco, cosa que no ocurre de forma tan marcada en occidente. Intra-culturalmente las diferencias en estilos comunicativos producirán efectos parecidos. Aunque algunos datos recientes señalan que los mentirosos pueden ser detectados tanto entre culturas que comparten un lenguaje como entre las que no, aunque detectar la mentira en personas de un grupo cultural diferente parece que requiere mayor esfuerzo (Bond y Atoum, 2000). Algunos estudios defienden (DePaulo, Lindsay, Malone, Muhlenbruck, Charlton y Cooper, 2003) que, en la medida que los mentirosos, más que quienes dicen la verdad, tratan deliberadamente de controlar sus conductas expresivas, a lo que se suma la dificultad de autocontrol en este tipo de comportamientos (Ekman y Friesen, 1969, Zuckerman et al., 1981), su ejecución puede ser menos natural, dando una imagen menos convincente y agradable.

Existe un amplio consenso derivado de la investigación empírica que asume que los indicadores de mentira son débiles indicios de la existencia de ésta. Por esto, desenmascarar a los mentirosos, aunque posible, que lo es, no será siempre ni fácil, ni muchas veces fiable.

¿Cómo se Hacen los Juicios de Mentira?: Indicadores de Mentira Los juicios sobre la honestidad de las personas pueden ser formulados a partir de su conducta verbal (lo que dicen -la coherencia de su discurso-) o de su conducta no verbal (expresión de emociones, gestos, movimientos corporales -lo que hacen-), o teniendo en cuenta ambas. Estudios más recientes (Sánchez, Caballero, Amate y Becerra, 1995;

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Caballero, Sánchez y Becerra, 2000), muestran que tales juicios se realizan teniendo en cuenta la conducta verbal y no verbal del emisor y las propias expectativas y teorías del observador sobre las situaciones sociales donde la respuesta habitual es la mentira, pudiéndose hablar de mentiras prototípicas (p. e., mentir cuando llegas tarde al trabajo para excusarte).

Los receptores pueden formarse impresiones consistentes a partir de pequeñas muestras de conducta social (Ambady y Rosenthal, 1992), pueden intentar discriminar verdades de mentiras a partir de su impresión subjetiva con el mismo grado de acierto que utilizando sistemas de codificación objetiva (DePaulo, 1994; Malone y DePaulo, 2001).

Una tradición de investigación y estudio muy consolidada (Goffman, 1959; Ekman y Friesen, 1969; Zuckerman, DePaulo y Rosenthal, 1981) en torno a la mentira nos ha querido convencer que podríamos saber con exactitud si una persona nos está mintiendo o no atendiendo cuidadosamente a su conducta no verbal. De entre los procesos subyacentes a la conducta de mentir (cognitivos, fisiológicos, activación) se ha prestado especial atención al estudio y análisis de las emociones asociadas a la mentira; emociones que tienen que ver con el miedo a ser descubierto, la culpa por traicionar la confianza de quien nos escucha, aunque también a veces el disfrute de conseguir engañar a alguien (Ekman y Friesen, 1969). Dado que la activación emocional depende de mecanismos neurofisiológicos que escapan al control voluntario de los individuos se traducirían en una serie de conductas denominadas ‘indicadores de mentira’ que delatan al mentiroso siempre que el observador no sea capaza de captarlos (Ekman y Friesen, 1969). Sin embargo estudios que han hecho registros de las emociones experimentadas a las mentiras que se dicen en la vida cotidiana (DePaulo y Kashy, 1998; Kashy y DePaulo, 1996), muestran que las mentiras tienen pocas consecuencias y provocan pocos remordimientos (DePaulo et al., 2003).

Aún así, revisiones realizadas hace más de 20 años y meta-análisis muy recientes (DePaulo et al., 2003), muestran que ciertas conductas no verbales se constituyen como indicadores empíricamente asociados a la conducta de mentir (véase tabla 2).

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Tabla 2. Indicadores Objetivos de la Mentira

Indicadores Estudios Media Valor Z Visuales Dilatación pupilar 5 1.37 6.82 *** Ocultación de la mirada 18 -.03 .13 Parpadeo 8 .50 1.96* Sonrisa 19 -.09 -1.67 Segmentación facial 5 -.27 -2.00* Movimientos de cabeza 10 -.18 -1.20 Gestos 12 -.12 -.19 Encogimiento de hombros 4 .38 1.81 Adaptadores 14 .34 3.50*** Movimientos de pies y piernas 9 -.03 -.22 Cambios posturales 11 -.03 -.88 Segmentación corporal 3 .83 2.84** Paralingüísticos Latencia de respuesta 15 -.02 .28 Longitud de respuesta 17 -.19 -1.98* Tasa de palabras 12 -.07 -1.36 Errores del habla 12 .23 2.14* Dudas del habla 11 .54 4.06*** Entonación 4 .68 2.26* Verbales Frases negativas 5 .95 5.34*** Información irrelevante 6 .40 2.17* Auto-referencias 4 .05 -.38 Inmediatez 2 -.77 -3.37*** Distanciamiento / Generalización 4 .44 2.16* Generales Discrepancia 4 .64 4.31***

Fuente: Zuckerman y Driver (1985)

La comparación entre indicadores objetivos asociados a la mentira con los indicadores que los jueces informan utilizar para apoyar sus juicios (véase tabla 3) muestras que a la hora de decidir si alguien está mintiendo se tienen en cuenta indicadores diferentes a los considerados indicadores objetivos de mentira. Tal discrepancia puede explicar los bajos porcentajes en la precisión en la detección, en la medida que es un proceso dependiente no sólo de la información que presente el actor, sino de cómo el receptor interpreta esa información.

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Tabla 3. Indicadores Subjetivos de la Mentira

Indicadores Estudios Media Valor Z Visuales Ocultación de la mirada Sonrisa Adaptadores Cambios posturales

4 5 3 2

-.45 -.32 .30 .50

-3.25** -2.97**

.51 3.00**

Auditivos Latencia de respuesta Longitud de respuesta Tasa de palabras Errores del habla Dudas del habla Entonación

5 4 2 4 2 2

.36 -.11 -.67 .27 .58 .68

3.61**

-.61 -2.84** 2.00*

3.17** 2.82**

Fuente: Zuckerman, DePaulo y Rosenthal, 1981

Esta falta de concordancia entre los indicadores ‘objetivos’ asociados a la conducta de mentir y los indicadores ‘subjetivos’ que de hecho se utilizan para realizar la tarea ha llevado a buscar procesos explicativos que han acabado prestando especial atención a la presencia de la mentira en la vida cotidiana (DePaulo et al., 2003, Sánchez, 1992, Sánchez et al., 1995), entendiendo que esta experiencia vital podría derivar en un conocimiento social que influyese en las tareas de detección en situaciones experimentales o también naturales como son juicios, procesos de selección, etc.

Antes de seguir leyendo, haga el lector la siguiente prueba. Pregúntele a personas de su entorno cómo saben si alguien está mintiendo o no. Seguramente responderá que estará más seguros cuando se trate de personas conocidas en quienes fácilmente detectarán cambios en su conducta (p. e., ‘Andrés se pone rojo cuando miente’). Pero seguramente también serán capaces de aventurar juicios con personas desconocidas e informarán que desconfiarán de personas que esconden o desvían la mirada, se muestran inquietas o juguetean con objetos, tardan en responder o balbucean al hablar, apreciaciones que como podrá comprobar coinciden con algunas de las conductas que aparecen en la tabla 3 como indicadores subjetivos.

A la hora de formarse impresiones y hacer juicios sobre los demás, los observadores tienen creencias previas sobre qué conductas pueden aparecer asociadas a la mentira y también de cuál puede ser el contenido semántico de un mensaje falso en función de que sean o no mentiras prototípicas (Sánchez et al., 1995).

Resulta innegable que la mentira es un hecho frecuente en la vida cotidiana (DePaulo y Kashy, 1998; Kashy y DePaulo, 1996). Forma parte de los procesos de interacción social, continuamente estamos diciendo mentiras, pero su extensión, alcance y gravedad dependería de las exigencias de la situación y aunque mucha gente tiende a considerar que la mentira ‘es mala’ la mayor parte del tiempo no deja de reconocer que es una ubicua forma de comunicación (Saxe, 1991).

El análisis del conocimiento y uso que se hace de la mentira en la vida cotidiana indica que ésta cumple diferentes funciones dependiendo del ámbito social en que se usa:

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con la familia, amigos, trabajo. Evitar conflictos o situaciones desagradables o saltarse normas (en el caso de la familia), por diversión, para hacer favores, mentir para conseguir un trabajo exagerando los méritos y competencias o no cumplir las obligaciones en el trabajo (simular estar enfermo para no acudir al trabajo), conseguir favores de personas desconocidas (mentir a un guardia para que te deje aparcar en doble fila).

Esta funcionalidad de la mentira en situaciones sociales revela que ésta puede ser una conducta altamente adaptativa socialmente, (Knapp y Comadena, 1979) que permite conseguir ciertos objetivos sociales y justificada en la situación en que aparece (Saxe, 1991), por ejemplo mentir para evitar castigos. Se podría apostar que son las condiciones de determinadas situaciones sociales las que favorecen que la mentira se constituya como la respuesta habitual en esas situaciones o de ambas.

Este reconocimiento social de la función de la mentira influye en los juicios que se derivan de situaciones experimentales donde se les pide a los participantes que decidan si personas desconocidas mienten o dicen la verdad cuando narran experiencias que les han acontecido en la vida cotidiana. Los jueces tienden a decidir que están mintiendo o no en función de que su mensaje coincida con la respuesta típica en esa situación. Es una mentira prototípica poner excusas cuando se llega tarde al trabajo, atribuyéndolo al tráfico, retrasos del autobús, etc. (Sánchez, et al., 1995).

Caballero, Sánchez y Becerra (2000), indagaron cuáles eran las conductas que tenían en cuenta a la hora de decidir si alguien mentía o decía la verdad. Si se atendía al canal visual, la conducta más prototípica y con más relevancia tenía para decidir si alguien mentía, era la desviación de la mirada y la presencia de adaptadores en la conducta (p. e., tocarse el pelo, el cuerpo, etc.). Para el canal auditivo, entre las conductas apuntadas aparecieron como más prototípicas la latencia de respuesta, las pausas y dudas. La manipulación experimental de estas conductas, mensajes grabados en vídeo sin voz, donde el emisor desviaba la mirada y mostraba algún adaptador, mostró que los observadores decidían, con total seguridad, que el emisor estaba mintiendo cuando estos indicadores aparecían. Existe un aprendizaje por el cual desviar u ocultar la mirada es un indicador de deshonestidad y así se traduce en los juicios de los observadores que estiman que el emisor está mintiendo cuando desvía la mirada o muestra algún adaptador. Resultados similares ocurren cuando se manipula la latencia de respuesta o las vacilaciones durante el discurso. En suma, cuando aparecen estos indicadores verbales y no verbales prototípicos, los observadores dudan de la veracidad del mensaje.

Estilos Comunicativos

Para poder establecer relaciones con personas de otras culturas necesitamos reconocer sus estilos comunicativos. Nosotros nacemos en comunidades que nos proporcionan los instrumentos para dar sentido a la realidad de nuestro entorno. De esta manera, todos los seres humanos hemos sido socializados en una determinada comunidad lingüística en la que adquirimos unas competencias comunicativas, por eso, a la hora de hablar de comunicación es importante tener en cuenta las comunidades interpretativas y los contextos de recepción, así como los diferentes estilos comunicativos (Rodrigo, 1999).

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Estilos de Comunicación: Implícito y Explícito Una comunicación o un mensaje de alto contexto (HC) o implícito es aquel en el que la mayor parte de la información está en el contexto físico o bien interiorizada en la persona, mientras que hay muy poca en la parte codificada, explícita y transmitida del mensaje. Un ejemplo que puede ilustrar este estilo son los silencios en una conversación, a veces informan más que las palabras pero esta decodificación dependerá del contexto-cultura y de la información que tenga el receptor. Por otra parte una comunicación de contexto bajo (LC) o explícito es exactamente lo contrario, es decir, la mayor parte de la información se vuelca en el código explícito, de modo que el receptor no tenga dudas del significado del mensaje, un ejemplo podría ser el lenguaje técnico de cualquier ciencia. Las culturas de estilo comunicativo implícito suelen ser sociedades en las que la comunicación no verbal cobra una especial importancia. Un ejemplo clásico sería la ceremonia del té en la que, por supuesto, no se trata simplemente de beber té, sino de enfatizar la armonía y el bienestar social. Por el contrario, en las culturas de bajo contexto como la norteamericana, la comunicación verbal es más importante, ya que se valora sobre todo la lógica y los razonamientos verbales que se realizan.

La dimensión cultural de individualismo-colectivismo de Hofstede (1980) y los estilos comunicativos de Hall son aspectos diferentes de las culturas, pero mantienen entre sí una fuerte relación. Las formas de comunicación explícita son más propias del síndrome cultural del individualismo -énfasis en el sí mismo-, mientras que la comunicación implícita es utilizada más por individuos de culturas colectivistas -orientados al grupo y con fuerte identificación endogrupal-. (Zubieta et al., 2000).

Las culturas individualistas se caracterizan por una comunicación directa, focalizada, sucinta y explícita. Lo importante del mensaje es el contenido, lo que se dice y las afirmaciones que contiene. Se pretende convencer a los oyentes por medio de la razón, por la argumentación y por el producto del proceso, es decir, el mensaje es la parte más importante del mismo.

Las culturas colectivistas y de alto contexto se caracterizan por una comunicación indirecta, general, elaborada e implícita. Mientras que los individualistas dirigen la comunicación con un objetivo claro, los asiáticos y latinoamericanos incluyen el intercambio emocional. El estar juntos y el placer de la comunicación, es decir, el proceso, es igual de importante. En las culturas colectivistas la comunicación es más indirecta e implícita y las afirmaciones que se hacen son relativas. En Japón o cualquier país latinoamericano, cuando se dice “sí” no siempre significa “sí”. Además, en algunas culturas colectivistas como las árabes y las latino-mediterráneas, la elaboración y el carácter retórico o discursivo de la comunicación son muy importantes.

La comunicación explícita individualista está orientada hacia el comunicador, que es el que produce la comunicación y, por tanto, se centra en la codificación. Por el contrario, la comunicación implícita colectivista se focaliza en el receptor y, por ende, en la decodificación.

Según Hall, culturas de comunicación implícita son, en orden de mayor a menor, las asiáticas (China, Corea, Japón), las árabes y del mediterráneo oriental (Turquía), las de América Latina y las de Europa del Sur (Grecia, España e Italia). Las culturas inglesa y francesa son mixtas, incluyendo aspectos de alto y bajo contexto comunicativo. Las culturas de bajo contexto o con un estilo comunicativo explícito, en rango, son las de

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Estados Unidos, la escandinava y la del área germánica -siendo la cultura germana, incluyendo a la Suiza germánica, la cultura de menor énfasis en el contexto.

En las culturas colectivistas de estilo comunicativo implícito, se valora menos la expresión verbal, mientras que a las personas habladoras se les percibe positivamente en Estados Unidos, ocurriendo lo contrario en Japón y Corea.

Estas diferencias se manifiestan aún entre culturas de medio y bajo contextuales. Por ejemplo, los escandinavos perciben a los norteamericanos como muy habladores, hablando de lo obvio y exageradamente. Al contrario, los anglosajones perciben a los escandinavos como excesivamente callados, no expresivos y poco amistosos. Las reglas de comunicación implícita de los finlandeses se oponen a las de los norteamericanos, tal y como se muestra en la Tabla 4.

Tabla 4. Reglas de Comunicación en Finlandia y Estados Unidos

Finlandia “Estilo comunicativo implícito” Estados Unidos “Estilo comunicativo explícito”

1. No decir cosas obvias 1. Hablar por hablar, para mantener el contacto, aunque sea sobre obviedades

2. Hablar sobre temas relevantes e implicarse 2. Hablar sobre temas personales, aunque no sean de trascendencia moral

3. No hablar de temas conflictivos 3. Hablar de todo tipo de temas, sentirse libre de expresar sus ideas

4. Al hablar con alguien se hace invirtiendo esfuerzo personal, sobre opiniones validas

4. Hablan pensando en voz alta, diciendo cosas de las que no está convencido y posteriormente poderse retractar

5. Hablar sobre temas relevantes de forma armoniosa, dando opiniones de las que se está convencido, es la base de una relación a largo plazo

5. Hablar con alguien es una manifestación de sociabilidad, de ser amistoso, no de establecer una amistad real a largo plazo

6. Se habla de forma moderada y ponderada 6. Se utilizan superlativos, se busca ser ‘espontáneamente expresivo: magnifico, brillante, precioso...’

Fuente: Carbaugh (1990).

El siguiente ejemplo ilustra los malentendidos culturales entre ambas culturas. Después de hablar sobre temas personales con una compañera de estudios de Estados Unidos, una estudiante finlandesa se sorprende porque al día siguiente ésta le saluda rápidamente y se va. Lo que para la segunda implicaba un intercambio profundo de información asociado a la amistad, para la primera no era más que una forma de ser amistosa, sociable, sin implicaciones a largo plazo.

Ahora bien, algunas culturas colectivistas valoran la exageración, repetición y el uso de superlativos. A este respecto, los latinoamericanos y árabes también tienen una regla de énfasis en lo superlativo, los adjetivos y el énfasis retórico. Por ejemplo en Latinoamérica no se dice que la comida está buena, si tiene un gusto normal, se dice que está ‘riquísima’.

20 Psicología Social, Cultura y Educación

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Estilo Comunicativo Directo e Indirecto Huici (2001) señala que los estilos comunicativos descritos por Gudykunst y Ting-

Toomey (1988) se relacionan más o menos directamente con las dimensiones de variación cultural. Así, la relación aparece como más clara en el caso del estilo directo frente al indirecto. Siguiendo a la autora, el estilo directo se caracteriza por revelar las intenciones del que habla en el discurso. Se vale de términos categóricos como ‘yo’, ‘en absoluto’. El objetivo del discurso es mantener la imagen propia. Se atiene a una norma de honestidad en la comunicación. Este estilo de comunicación es poco contextual.

El estilo indirecto encubre las intenciones del que habla, tiene como objetivo el mantener la imagen mutua de los interlocutores. Se vale de un lenguaje poco tajante, sirviéndose de una serie de matizaciones: ‘algo’, ‘tal vez’. Puede caracterizarse como un lenguaje ambiguo. Es un lenguaje contextual y se atiene al mantenimiento de la armonía (Huici, 2001).

De acuerdo con Gudykunst y Ting-Toomey (1988), estos dos estilos, el directo y el indirecto, se relacionan con la dimensión de individualismo-colectivismo. El estilo directo tiene que ver con el presupuesto del individualismo de que es responsabilidad del individuo formular claramente lo que tiene en la mente, si espera que se le entienda. El estilo indirecto se corresponde con el yo relacional propio del colectivismo, que supone como requisito para la interacción el saber leer en la mente del otro, lo que en definitiva está en juego en la interacción comunicativa es el mantenimiento del prestigio, el honor o la armonía. De igual manera ambos estilos se contraponen en lo que se refiere a cómo es percibido el que habla y las dificultades de relación que puede suscitar. El estilo directo puede ser considerado con facilidad como grosero y agresivo, mientras que el indirecto puede ser catalogado como evasivo y manipulador. Asimismo, se oponen ambos estilos en lo que se refiere al manejo del conflicto. Mientras el estilo directo se caracteriza por la confrontación directa y la presentación enérgica de los puntos de vista, el estilo indirecto recurrirá a la insinuación, a la evasión y a la no confrontación. (Holtgraves, 1997 citado en Huici 2001).

Huici (2001) comenta los estudios de Holtgraves (1997) a través de los cuales éste encuentra dos dimensiones básicas en las que las personas difieren respecto del carácter indirecto de su lenguaje: en la interpretación de lo que los otros dicen y en la producción del lenguaje. Mediante el empleo de un instrumento de medida de diferencias individuales (Conversational Indirectness Scale), Holtgraves (1997) confirma la presencia de estas dos dimensiones. Las personas efectivamente difieren en cuanto al grado en que creen que hay significados indirectos en la comunicación, los buscan y los encuentran (interpretación) y también difieren en la frecuencia y grado en que hablan de forma indirecta (producción). En este sentido, se encontró que los participantes de culturas individualistas -como la estadounidense- diferían significativamente en ambas dimensiones respecto de sujetos de cultura colectivista como Corea del Sur, éstos últimos resultaron ser mucho más indirectos. Un estudio comparando palestinos y árabes con israelitas confirmó que los últimos utilizan un estilo más directo, mientras que los primeros utilizan más un estilo de acomodarse a los otros. Otro estudio preguntó a estudiantes de Corea, Hawai y Estados Unidos sobre la importancia de diferentes necesidades en la comunicación. Con respecto a la necesidad de evitar evaluaciones negativas de otros y a la de ser eficaz en la comunicación, no había diferencias. Los relativamente más colectivistas coreanos y hawaianos valoraban más el evitar herir los sentimientos de otros y el minimizar imponer sus puntos de vista a los otros, como elementos

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importantes de la comunicación. Las personas de Estados Unidos valoraban más la necesidad de claridad en la comunicación (Smith y Bond, 1998).

Sin embargo, investigaciones comparando discusiones de hombres de negocio japoneses, chinos de Hong Kong, ingleses y estadounidenses han indicado que con respecto a tareas instrumentales todos mostraban un nivel similar de comunicación directa. Las diferencias se daban en la forma de expresión indirecta de los desacuerdos: los anglosajones encubrían los desacuerdos con formulas del estilo ‘si pero...’, mientras que los asiáticos utilizaban más preguntas retóricas (‘habría que preguntarse, es esa una buena formula...’). Para evitar imponer directamente sus puntos de vista los anglosajones utilizaban cualificadores: ‘creo que..., mi impresión es ....’, mientras que los asiáticos utilizaban más preguntas: ‘¿Sería posible considerar el problema desde otro punto de vista?’ (Goodwin, 1999).

Respecto de las motivaciones que pueden estar detrás del uso del estilo indirecto se mencionan la cortesía y la manipulación.

Por un lado, el estilo indirecto sirve para el mantenimiento de la imagen, que es muy importante en culturas colectivistas. Este estilo sería un mecanismo primario para lograr ese objetivo, reduciendo la amenaza a la imagen que puede implicar un acto comunicativo. Hacer una petición o dar una orden de forma indirecta reduce los riesgos.

Por otro lado, el estilo indirecto puede ser una manifestación lingüística de la tendencia a la manipulación. La ambigüedad del significado permite dar marcha atrás sobre algo dicho anteriormente.

Por último, las personas tienden a valorar favorablemente a las que tienen el mismo estilo que ellas, por lo que las diferencias culturales en cuanto al grado en que se adopta uno u otro estilo se traducirán en evaluaciones más negativas (Huici, 2001). Una investigación con asiáticos y anglosajones indagó sobre los auto-conceptos independiente e interdependiente y su relación con los estilos comunicativos. Las personas contestaban su acuerdo con ocho aspectos relacionados con la comunicación directa e indirecta: a) la habilidad para inferir los significados de las otras personas; b) uso de comunicaciones directas versus ambiguas; c) sensibilidad interpersonal; d) uso de comunicaciones con carga dramática; e) uso de los sentimientos para orientar la conducta; f) la apertura en el discurso; g) precisión; y, h) la percepción positiva del silencio. Los valores y el auto-concepto individualistas o independientes se asociaban al uso de comunicaciones con carga dramática, al uso de los sentimientos para orientar la conducta, a la apertura y a precisión en el discurso. Los valores y auto-concepto colectivistas se vinculaban al uso de comunicaciones indirectas, de forma coherente con lo antes argumentado. Ahora bien, el individualismo se relacionaba con la habilidad para inferir significados de los otros y a la percepción positiva del silencio. Estos resultados sugieren que los individualistas creen tener mayores habilidades, así como que los colectivistas valoran la comunicación (Smith y Bond, 1998). La conversación es una fuente de entretenimiento y diversión en la monótona vida de los pequeños pueblos desde Irlanda al Mediterráneo. Finalmente, la reputación y el prestigio depende de la opinión de otros, lo que en buena medida pasa por una conversación activa (Broome, 1981; Gannon y Poon, 1997).

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Estilos ‘Sucinto’, ‘Exacto’ y ‘Exagerado’ Gudykunst y Ting-Toomey (1988) hablan también de otros tipos de estilos comunicativos: el sucinto, el de exactitud y el elaborado. El estilo sucinto es aquél que caracteriza a las culturas asiáticas y a los indios de América, se define por expresiones modestas y por dar importancia a los silencios, que indican la reflexión del que habla o pueden ser utilizados como estrategias de control. El estilo de exactitud es más propio de las culturas del norte de Europa y la estadounidense y se caracteriza por no dar ni más ni menos de la información necesaria, diciendo lo que uno piensa y cree verdadero y de un modo que sea claro. Por último, el estilo elaborado o exagerado, más propio de los hablantes árabes y de las zonas tropicales de América Latina y de parte del mediterráneo, se distingue por una gran riqueza y expresividad mediante la utilización de metáforas y símiles. En este estilo se emplean una pluralidad de adjetivos para modificar la misma palabra, el énfasis en lo que se dice se realiza a través de la repetición como es el caso de las alabanzas. Las personas habituadas al estilo elaborado, al interpretar el lenguaje más sencillo de los hablantes de otras culturas, pueden restar importancia a sus afirmaciones (Huici, 2001).

Podríamos decir que, en nuestro contexto cultural, el estilo sucinto es más característico del País Vasco mientras que el estilo elaborado es más propio de la zona sur de España. También el estilo exagerado es típico de los países anglosajones del Nuevo Mundo (Australia y Estados Unidos), así como de los colectivistas latinos, mediterráneos y africanos. Por ejemplo, el estilo conversacional de los griegos, que se puede extender a la cultura tradicional de Europa del Sur, se caracteriza por su intensidad. Se habla de todo y con énfasis. Cada conversación parece una disputa y el contenido es menos importante que la forma: desafíos, descalificaciones y hasta cierto grado, insultos y ataques, forman parte de una conversación normal. Varias conversaciones se desarrollan simultáneamente -o varios monólogos se desarrollan en paralelo si se quiere (Broome, 1981). Descripciones similares se han hecho sobre el estilo comunicacional de otras partes de Europa del Sur, incluyendo España (Gilmore, 1990). Las relaciones sociales se desarrollan mediante la conversación pública y se caracterizan por un estilo de desafío. Este se da no sólo porque estas culturas valoran la capacidad masculina de demostrar la competencia verbal y capacidad de hacer frente a los desafíos, sino también porque aunque las culturas son colectivistas, el fuerte apego a la familia extensa coexiste con una fuerte competitividad entre grupos, por los recursos escasos y la vida en pequeñas unidades sociales relativamente aisladas (Broome, 1981).

Estilos de Comunicación Deferente y Ritual

Las pautas comunicativas varían también según se viven las relaciones entre las personas como más simétricas o asimétricas. En Asia y Latinoamérica, donde hay una alta distancia jerárquica en las relaciones, también hay una diferenciación en el habla y en los modelos de interacción social según la edad, el sexo o el status social de la persona. Hay un lenguaje jerárquico para dirigirse de un joven a un mayor o de una persona de un rango superior a otra inferior. La deferencia y el manejo “cara a cara” o la imagen hacen que la mayor cortesía se asocie con el menor status del hablante. La no directividad (como mecanismo de cortesía) puede ser al mismo tiempo crear una impresión de menor status y de cercanía. El estilo directo y ‘descortés’ permiten percibir al emisor como de mayor

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status, y también puede ser una muestra de mayor intimidad en la relación con el receptor. Un estudiante japonés en Estados Unidos comentaba ‘aquí es correcto decir simplemente hola a los profesores’, en tanto que en Japón se espera que uno diga ‘ohayo gozaimasu’ (forma cortés de ‘buenos días’) con una profunda reverencia (Bennett y McKnight, 1977).

Las culturas también se diferencian en la orientación que sus individuos tienen respecto de la incertidumbre, es decir, en la medida en que éstos intentan obtener la información previa necesaria para contactar con los ‘extraños’ o para manejarse en una situación nueva. Nuestra orientación respecto de lo incierto se basa en lo “amplio” o “cerrado” de nuestras mentes. Las personas menos rígidas necesitan conocer y entenderse a ellos mismos y a los otros mientras que, por el contrario, las personas de mentes cerradas necesitan protegerse de las amenazas de la realidad y generalmente ignoran la información que tienen disponible. Si retomamos la dimensión de evitación de la incertidumbre de Hofstede (1980) podemos decir que en las culturas de baja evitación de la incertidumbre, que toleran mejor la ambigüedad, las personas integrarán mejor las viejas y nuevas ideas y cambiarán sus creencias de forma acorde. De la misma manera mostrarán mejor disposición a buscar información sobre los extraños para establecer una comunicación efectiva con ellos. Por el contrario, las personas de culturas de baja tolerancia a la ambigüedad, en las cuales se promueven estructuras cerradas y previsibles, intentan mantener sus creencias y rechazan las ideas que son diferentes.

El Uso del Silencio Otro elemento comunicativo importante es el uso del silencio. Mientras que en algunas culturas la locuacidad está sobrevalorada en otras se la evalúa negativamente. Para mucha gente occidental, el silencio significa falta de intención o iniciativa, una persona debe hablar para participar. En contraste, para los chinos, el silencio implica acuerdo, sólo se debe hablar si hay algo importante para agregar. En Japón, el término ‘MA’ implica una pausa en la conversación que expresa significado y la comunicación interpersonal efectiva requiere de la habilidad para interpretar estas pausas en la conversación.

Como el silencio está presente en el escenario cotidiano de comunicación de muchas culturas, los individuos no están preparados para su uso. En Japón, por ejemplo, la prevención es mayor cuando se comunica con extraños por la potencial amenaza a la imagen de la interacción. El silencio de los otros puede incomodar por la imprevisibilidad de la conducta del otro del que se desconoce su grupo de pertenencia. En muchas culturas asiáticas, los comportamientos son diferentes según el endo-grupo o exo-grupo y esto incluye en los estilos de comunicación.

En ambientes más individualistas y de comunicación explícita, a la inversa de los de alto contexto o comunicación implícita, no tienen el silencio incorporado en el escenario cotidiano por lo que estarán más prevenidos de cuando lo utilizan. El silencio como estrategia alude a cuando su utilización está motivada y es una manifestación lingüística de la manipulación, hablar de forma indirecta provee a uno del beneficio de la denegación posterior y puede utilizarse de manera deliberada como táctica inicial de la conversación.

Aún dentro de culturas europeas se encuentran diferencias, en España estar callado es visto como negativo, no comunicativo e insociable. Sin embargo, en otras culturas el hablar es lo que se valora más negativamente y se aprecia mucho más el silencio.

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Asimismo, los europeos del norte son mucho más silenciosos que los del sur que no sólo hablan más sino también más alto. Entre los europeos del norte también hay diferencias: los ingleses se consideran normales habladores y ven a los suecos como sumamente taciturnos, en tanto que los suecos mismos a su vez, consideran que gente verdaderamente silenciosa son los finlandeses (Burke, 1996).

La locuacidad y la comunicación verbal son elementos que se han desarrollado mucho más en los últimos tiempos. Según Burke (1996), en la primera parte de la Edad Moderna europea, había dos principios importantes con relación al silencio. En primer lugar, el silencio demostraba el respeto y la deferencia característicos de una sociedad altamente jerarquizada (las mujeres ante los hombres, los niños frente a los adultos y los cortesanos frente al príncipe). En segundo lugar, en las relaciones fuera de la comunidad estaba el principio del silencio por prudencia. En los siglos XVI y XVII, la aparición del autocontrol corporal, que incluía “el poner freno a la lengua” fue un movimiento general europeo, sólo que parece haber sido más eficaz o más rápidamente eficaz en el mundo protestante que en el católico, lo cual ahondó aún más la brecha abierta entre los septentrionales más silenciosos, con mayor dominio de sí mismos, individualistas, democráticos, capitalistas y fríos, y los meridionales más locuaces, más espontáneos y desordenados, más familiares, feudales y cálidos (Burke, 1996).

Esta idea que indica que los sureños son más expresivos que los norteños es un estereotipo ampliamente extendido en diferentes países -como la India-, además de Europa y Estados Unidos. Se ha argumentado que la mayor expresividad verbal y gestual puede ser una adaptación al entorno físico. El mayor calor se asocia a una mayor interacción pública entre muchos y a un entorno más ruidoso -tanto por la vida social como por la flora y fauna- en comparación con países más fríos. En este entorno hablar mucho, fuerte y gestualizar ayuda a ser eficaz en la comunicación -llamar la atención, hablar a mayor distancia etc. Pennebaker, Rimé y Blankenship (1996) confirmaron que las personas del hemisferio norte y de países del Viejo Mundo (opuestos a países de inmigración o más recientemente fundados) compartían este estereotipo de mayor expresividad sureña -España entre otros. Sin embargo, en el hemisferio sur no se daba un estereotipo invertido como se podía esperar (ser norteño implica en este hemisferio vivir más cerca del Ecuador, es decir en países con climas más cálidos). Este hecho, unido a que el estereotipo se dé sólo en países de larga historia, sugiere que son causas de tipo socio-histórico, como el mayor desarrollo industrial y militar de los norteños frente a un mayor desarrollo artístico de los sureños, los factores que producen este estereotipo.

Sección Práctica: Estilos Comunicativos Tras la exposición de los estilos comunicativos, a continuación presentaremos una práctica que tiene por objeto el análisis de la comunicación indirecta y la valoración de la comunicación verbal.

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Cuestionario de Estilos Comunicativos (Gudykunst, 1994) Responde a cada frase indicando el grado en que crees que ésta se aplica a tu persona o forma

de ser, a tus opiniones.

Si Nunca experimentas el contenido de la frase, pon 1, si lo haces Casi Nunca, pon 2, si te ocurre A Veces, 3, si te ocurre Casi Siempre, pon 4 y si experimentas Siempre el contenido de la frase pon 5.

1. Me gusta mucho hablar y compartir en situaciones sociales. 1 2 3 4 5

2. Pienso que las personas que hablan poco son aburridas y poco interesantes. 1 2 3 4 5

3. No me gusta la cháchara banal e insustancial (hablar del tiempo, fútbol, etc.). 1 2 3 4 5

4. Cuando otras personas manifiestan una opinión contraria a la mía o estoy en desacuerdo, lo manifiesto abiertamente, de forma emocional (hablando fuerte y cargado afectivamente).

1 2 3 4 5

5. Espero que los otros infieran o sepan deducir mi opinión sin que yo tenga que decírsela directamente. 1 2 3 4 5

6. Voy directo al grano cuando hablo con las personas. 1 2 3 4 5

7. Uso expresiones que matizan lo que digo (p. e., uso ‘puede ser’, ‘quizás’) cuando hablo. 1 2 3 4 5

8. Me oriento o focaliza más en darme cuenta de lo que las personas no dicen o dejan de decir, que en lo que explícitamente dicen. 1 2 3 4 5

Claves de Corrección Invierte las puntuaciones de las preguntas 2, 4, 6, 8 y 9. Si tienes un 1 pon un 5, si tienes un 2 pon un 4, si tienes 4 pon un 2 y si tienes un 5 pon un 1. Suma tus respuestas:

- Valoración del habla: 1....+ 2....+ 3....+ 4....= Total =......

- Comunicación directa: 5....+ 6...+ 7....+ 8....+ 9....= Total =......

A mayor puntuación, más valoras el hablar y la comunicación directa, lo que es típico del individualismo y del colectivismo latino y mediterráneo. Puntuaciones de 13 ó más en ‘valoración del habla’ indican que aprecias mucho la comunicación y de 16 ó más en ‘comunicación directa’ señalan que son propias de personas que viven en culturas con baja distancia jerárquica e individualista. Puntuaciones de 11 o menos en ‘valoración del habla’ son características de las culturas con un estilo comunicativo implícito y de 14 o menos en ‘comunicación directa’ serían características de sociedades con una alta distancia jerárquica y colectivistas. Puntuaciones muy altas o muy bajas en ‘valoración del habla’ y ‘comunicación directa’ no son necesariamente deseables. Sea consciente que esto implica que tendrá dificultades de comunicación con personas que muestren la tendencia opuesta. La gente que habla en exceso, como la que habla muy poco, también es rechazada. Lo mismo se puede plantear de la comunicación directa, gente que comunica de forma muy directa puede ser considerada brutal y no asertiva, sino apabullante.

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Expresión Verbal, Interacción, Pensamiento y Sentimiento En la cultura occidental, ya desde la época de los filósofos griegos clásicos, se ha asociado el pensamiento y el lenguaje. Se supone que la capacidad de hablar y la retórica son un signo de inteligencia, y que el lenguaje ayuda a articular el pensamiento. En cambio, en la cultura asiática el lenguaje y la retórica no se asocian de forma tan positiva al pensamiento. Se desconfía de las personas que hablan en exceso: ‘el que sabe no habla y el que habla no sabe’ dice un dicho chino ilustrando esta idea. Kim (2002) comparando estudiantes asiáticos en Estados Unidos y anglo-americanos, demostró que: a) los estudiantes asiáticos informaban de verbalizar menos con sus padres en la infancia; b) veían su rendimiento desmejorar cuando realizaban una tarea hablando en voz alta en comparación cuando hacían la tarea en silencio, lo que no ocurría en el caso de los euro-americanos; c) el grado de acuerdo con la importancia de la verbalización correlacionaba con el rendimiento en la tarea. Es decir, se ha demostrado no sólo que asiáticos comparten menos la idea que el lenguaje es importante para el pensamiento, sino que también se ha encontrado que realmente los asiáticos “piensan peor” cuando tienen que hablar. El grado en que compartían las creencias sobre la relación entre el pensamiento y el lenguaje influenciaba congruentemente al rendimiento cuando tenían que pensar y hablar. En las escuelas chinas se enfatiza la memoria, la lecto-escritura, aunque no la fluidez verbal, por lo que los estudiantes asiáticos tienen pobres resultados en este tipo de pruebas (Kim, 2002).

La expresión y comunicación de información personal, en particular la revelación de emociones, juega un papel importante en el establecimiento y regulación de relaciones interpersonales. El meta-análisis de Collins y Miller (1994) confirmó una asociación entre la cantidad de auto-revelación o comunicación de información personal y emocional al otro y el fortalecimiento de la relación. Los resultados sugieren que: a) se habla más a personas que se aprecia; b) apreciamos más a las personas que nos han hablado sobre sí mismas, sus afectos y pensamientos íntimos; c) después de hablar con alguien sobre nosotros, lo apreciamos más. La auto-revelación sigue un ciclo en las relaciones. Se habla más al inicio y en fases avanzadas de una relación. También es importante que el grado de auto-revelación responda a las normas de contexto y ciclo: las personas que hablan extremadamente mucho o poco están peor adaptadas (Derlega, Metts, Petronio y Margulis, 1993).

Hablar después de un episodio emocional es frecuente. A mayor intensidad del episodio, mayor tendencia a compartirlo con otros. La comunicación interpersonal repetida ni predice ni se asocia a una disminución de la activación afectiva, es decir, la gente que esta triste y habla con otros repetidamente sobre su tristeza no la va vivenciar menos intensamente. Estudios correlacionales y longitudinales coinciden en señalar que hablar sobre un episodio emocional no provoca su asimilación afectiva. Además, hablar sobre las experiencias emocionales se asocia a mayores niveles de pensamiento sobre esta. En contra de la idea de la catarsis por la palabra, hablar o expresarse sobre las emociones, provoca una reactivación de la vivencia emocional y refuerza la rumiación mental sobre esta. Por otro lado, a medio y largo plazo, las personas que han compartido hechos emocionales negativos van a mostrar mejor adaptación psicológica y mayor bienestar . En las personas que han hablado poco sobre el episodio, porque no tienen un apoyo social suficiente o porque tienen dificultades personales para comunicarse sobre sus emociones, hablar sobre

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éste les va a llevar a asimilar mejor cognitivamente el episodio emocional si es negativo. Además, va a reforzar su integración social, lo que les va llevar a recibir afectividad positiva, distraerse cognitivamente y controlar respuestas inadaptativas (Pennebaker, Páez y Rimé, 1997).

Cultura, Comunicación y Vivencia Emocional

Los estudios antropológicos acerca de la relación entre la riqueza del lenguaje y el desarrollo cognitivo de la vivencia emocional han descrito culturas “simples” en las que el léxico o vocabulario sobre ciertas emociones está muy poco desarrollado. Así, por ejemplo, tanto los ‘inuit’ (denominados de forma despectiva esquimales o comedores de carne cruda por las tribus vecinas) como los tahitianos disponen de pocas palabras y escasas frases para la emoción de tristeza. En estas culturas algunas emociones, como la tristeza, están ‘hipo-cognitivizadas’ o sub-desarrolladas a nivel lingüístico. Sin embargo, otras emociones están ‘hiper-cognitivizadas’ o sobre-desarrolladas, es decir, se habla mucho sobre ellas y existe un abundante vocabulario que permite una fácil diferenciación –el lenguaje en torno a la emoción de culpa en la zona de Occidente sería un claro ejemplo de esta “hiper-cognitivización” que estamos comentando- (Briggs, 1996; Levy, 1984; Oatley, 1993; Stearns, 1993). Así, confirmando que el mayor desarrollo lingüístico occidental sobre la culpa va a reforzar la vivencia psicológica de ésta, una investigación de psiquiatría transcultural encontró que los atributos internos, además de la culpa, son más frecuentes y relevantes en pacientes deprimidos occidentales que en otros países (el 68% de los pacientes canadienses y suizos experimentaban sentimientos de culpa, mientras que solamente el 32% de los pacientes iraníes deprimidos decían sufrir sentimientos de culpa).

La expresión de la tristeza entre los inuit y los tahitianos es considerada problemática, debido a que conlleva al abandono de la actividad y del contacto social, suele reprimirse y se evita dedicarle atención. Estos estados emocionales no son nombrados o categorizados con etiquetas lingüísticas ni tampoco se habla sobre ellos. Todo ello hace que, tanto entre los tahitianos como entre los inuit, cuando alguien sufre una pérdida o un fracaso, se vivencie tal estado sintiéndose enfermo, fatigado y/o desmotivado. Las personas de esas culturas son incapaces de articular claramente sus sentimientos y de asociar sus reacciones físicas con dicha pérdida o fracaso. Además, la falta de léxico emocional en la cultura y el evitar hablar sobre ciertas emociones lleva a que éstas se expresen somáticamente y de forma poco articulada.

Tras lo anteriormente expuesto, podemos concluir que la falta de expresión verbal provocaría no sólo una expresión somática, sino también una baja intensidad emocional. Sin embargo, también puede ocurrir que emociones consideradas problemáticas, como el enojo que amenaza la cooperación entre los tahitianos, estén “hiper-cognitivizadas”, es decir que haya un rico vocabulario, una gran cantidad de metáforas y frases referidas a ella, y al mismo tiempo se produzca su supresión, es decir se minimice su intensidad y se intente reemplazar esta emoción por otra. En este caso el hiperdesarrollo lingüístico y cognitivo produciría una inhibición en la frecuencia e intensidad de la emoción de enojo en el caso de los tahitianos (Levy, 1984).

Por otro lado, diferentes estudios sugieren que las personas individualistas hablan más sobre sus estados internos y emociones que las colectivistas. Por ejemplo, Yogo y

28 Psicología Social, Cultura y Educación

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colaboradores encontraron que japoneses hablaban menos sobre sus emociones a familiares que occidentales.

Con respecto al contenido de la comunicación sobre sí mismo. Mientras los occidentales se centran más en la información personal, los colectivistas se focalizan más en hablar sobre aspectos interpersonales y grupales. En el caso individualista, hablar más a menudo y más sobre sí es coherente en un contexto de relaciones fluidas en las que se debe elegir con quien mantener y establecer una relación y la información personal intercambiada es un criterio para esta decisión. En un contexto colectivista, de relaciones estables e involuntarias, los atributos e historia de una persona son menos valoradas y relevantes que el status y posición de esta para establecer una relación. Además, dada la importancia de dar una buena imagen y mantener la armonía, la expresión de emociones negativas tiene sentido que se dé sólo en el marco de relaciones endogrupales protegidas de la vergüenza pública y estables a largo plazo.

Mayor Expresión Verbal de las Emociones e Individualismo El hecho de hablar de uno mismo con franqueza, es más valorado en las culturas

individualistas que en las colectivistas. Por ejemplo, las conductas expresivas en las relaciones personales se producen más intensamente en las culturas individualistas, como es el caso de Estados Unidos, que en las colectivistas, donde se situarían la cultura china y de Asia (Ting-Toomey, 1991; Chen, 1995). Refiriéndose a la psicoterapia en el Extremo Oriente (India, China y Japón), la enciclopedia médico quirúrgica francesa en su apartado de Psiquiatría ilustra, si bien de forma quizás demasiado estereotipada, la problemática de la menor expresión verbal y la elaboración cognitiva de las emociones en las culturas colectivistas de Extremo Oriente: ‘En el Extremo Oriente las relaciones de la persona (con la naturaleza, con el cosmos, con los otros) prevalecen sobre su vivencia individual. Las relaciones sociales y familiares se han estructurado mediante normas tradicionales codificadas [...]. Además de este control de las reacciones personales culturalmente nada incita a mentalizar, ni a verbalizar explícitamente los estados psico-afectivos’ (Massin, 1989).

Probablemente, los déficits para expresar o revelar las emociones, se producen en mayor medida en las sociedades colectivistas. Por el contrario, las culturas individualistas, enfatizan y valoran los sentimientos internos. Los atributos internos e individuales constituirían la base de la identidad, por lo que se promueve o fomenta la introspección y se valora la comunicación verbal de los estados internos, tal como la experiencia emocional íntima. En contraposición, en las culturas colectivistas, no se valora tanto el sí mismo interno y privado. Por otra parte, las reacciones verbales y no verbales ante las experiencias emocionales son más frecuentes en los países individualistas, puesto que en estas culturas se necesitan más estos indicadores para orientar nuestra interacción con otros, mientras que en los países colectivistas el rol y el contexto externo son indicadores más importantes para orientar la interacción, dado que su estilo comunicativo como hemos visto es más implícito (Smith y Bond, 1998). La asociación entre individualismo y mayor expresión verbal se ha confirmado en algunas investigaciones aunque no en todas, ni sobre todos los tipos de emociones. Una investigación sobre 29 países del mundo, la puntuación de individualismo

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de la nación se asociaba a una mayor expresión verbal de las emociones de tristeza, alegría y enojo (Fernández, Zubieta y Páez, 2000).

Irrelevancia de la Expresión Emocional Verbal y Colectivismo Las emociones, en muchas culturas colectivistas como puede ser el caso de China,

no servirían para obtener fines sociales, ni tampoco serían necesarias para legitimar el orden social. Es decir, las emociones se desenfatizan o se consideran de poca importancia en una cultura colectivista como la china, por lo que la ausencia de expresión verbal es irrelevante (Russell y Yik, 1996). En definitiva, lo que importa es lo que la persona hace y cómo lo hace, y no lo que siente. En la investigación de Basabe et al. (2000) China presentaba una aceptación relativa de emociones negativas, lo cual confirma en parte la idea de irrelevancia social de las emociones y la aceptación relativa de emociones negativas. Aunque en la misma investigación, la muestra china informaba de una baja intensidad vivenciada y una baja frecuencia tanto de emociones positivas como negativas, es decir, la poca expresión verbal y una respuesta subjetiva poco elaborada ante situaciones emocionales parece caracterizar a la cultura china.

En conclusión, China es una sociedad de supresión emocional más que de represión, que no focaliza la atención en los aspectos internos de la vida social (Potter, 1988).

Por el contrario, el hablar y compartir con otros sobre las emociones cobra mayor valor en las culturas individualistas, puesto que permite tener información relevante a la vez que permite decidir cuál es el grado de intimidad y de confianza que se va a establecer en una relación. En cambio, en las culturas colectivistas se considera menos importante conocer la historia y los sentimientos personales del otro para orientar la interacción, ya que para éstas el status, la afiliación y las reglas contextuales son las que determinan el fin y sentido de una relación (Smith y Bond, 1998).

Algunos autores señalan que la somatización y la baja verbalización no implican automáticamente un déficit de razonamiento psicológico. Mencionan, por ejemplo, que el lenguaje chino posee un rico vocabulario emocional. La cultura china tendría una teoría implícita socio-somática de las emociones y la salud, la cual estaría muy desarrollada, aunque con una concepción diferente de la psico-somática occidental (Russell y Yik, 1996). La cultura china, en parte por su carácter relacional, enfatiza la expresión emocional sutil. Así, la acción, en detrimento de la expresión verbal, se enfatiza en la interacción y comunicación en China (p. e., el amor es raramente verbalizado y se manifiesta o demuestra por conductas de cuidado y ayuda al otro). La falta de expresividad puede ser debida a que los chinos han sido ‘socializados’ de una forma que no se les permite expresar sus emociones personales. Los chinos insisten en que los niños no deben expresar sus emociones y así, al no expresar verbal y abiertamente sus emociones, evitan imponer sus sentimientos a los otros y buscan mantener la armonía y tranquilidad interpersonal (Gao, Ting-Toomey y Gudykunts, 1996). El control del medio social se obtiene mediante el equilibrio estudiado entre las emociones, la posición social y las características especificas de la situación. La fuerte expresión no equilibrada de las emociones se considera como algo negativo y proclive a la enfermedad (Lewis-Fernández y Kleinman, 1994).

30 Psicología Social, Cultura y Educación

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Menor Expresión Verbal de las Emociones y Distancia Jerárquica Otra dimensión cultural que puede afectar la expresión verbal de las emociones es la

distancia jerárquica, que como ya comentamos previamente hace referencia a la forma en que cada cultura supone y acepta cómo se reparte o se distribuye desigualmente el poder en la sociedad. Así, en las culturas con alta distancia de poder, el respeto y la deferencia formal hacia los individuos de mayor status social (por ejemplo, padres, personas con cargos de responsabilidad, etc.) serían aspectos muy valorados (Hofstede, 1991). Además de la deferencia, la comunicación implícita es frecuente y valorada en culturas jerárquicas. En éstas las personas de alto status sugieren sus ordenes, por ejemplo, el comandante del ejercito que comenta ‘que calor hace en este lugar’ esperando que sus subordinados lo ventilen de inmediato.

En las culturas de alta distancia jerárquica se pueden expresar emociones negativas hacia personas de menor status. A este respecto, en diferentes investigaciones se ha observado que, en Japón, jefes de departamento expresaban enojo a los empleados de menor status y evitaban expresarlo hacia personas de alto nivel social como el gerente. Sin embargo, en Estados Unidos las diferencias de status estaban menos marcadas y los jefes de departamento trataban a los empleados al mismo nivel (Porter y Samovar, 1998).

En las culturas con alta distancia jerárquica, las personas pueden ser menos expresivas emocionalmente, en general, debido a que en estas sociedades, la expresión verbal intensa de la afectividad, aún siendo ésta positiva, implicaría falta de deferencia (Kirmayer, 1987).

Dos culturas vinculadas a una alta distancia de poder, en mayor medida que al colectivismo, son la china y la hindú. La cultura china se caracteriza por la supresión e inhibición de emociones fuertes, especialmente las que amenazan el orden social. En este sentido, niños y adolescentes presentan menos síntomas agresivos y conductas antisociales que en Occidente, lo cual reflejaría esta socialización (Draguns, 1996).

La cultura india se sitúa en una posición medio-alta en la dimensión de distancia jerárquica, lo cual es coherente con la importancia que ésta da al sistema de castas. En la cultura hindú, según algunas investigaciones de Psicología antropológica, se valora la pureza y el control de las pulsiones. Además, las creencias en el contagio por la impureza y el control de las emociones y pulsiones están asociadas. Los padres se manifiestan distantes con respecto a los hijos y se prohíben las manifestaciones afectivas fuertes. Aun siendo adulto, en presencia de su padre, un hijo o hija debe suprimir toda manifestación emocional espontánea y alusión a su vida sexual o íntima. Los conflictos se suprimen y predomina una calma emocional; un modo de vida afable y cortés. En la familia hindú reina una calma y una moderación basadas en gran medida en la supresión, más que en el afrontamiento de los conflictos (Jahoda, 1989; Gilmore, 1994). Además de estos informes etnográficos, comparaciones sistemáticas confirman que entre los hindúes -en comparación con muestras de otros 39 países- predomina la baja deseabilidad social de emociones positivas y la baja intensidad emocional ya sea ésta positiva o negativa (Basabe et al., 2000), lo cual es congruente con la descripción de la socialización en el control de las pulsiones y las reglas de moderación afectiva que se han comentado anteriormente.

Además de las descripciones etnográficas y de las comparaciones en expresión entre algunas culturas, hay datos que confirman la asociación entre distancia de poder y mayor

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rechazo a la vivencia emocional intensa. Basabe et al.. (2000), correlacionando las puntuaciones de cuarenta naciones en las dimensiones de valores de Hofstede con las medias de muestras apareadas de estudiantes sobre expresión emocional, encontraron que la distancia de poder está fuertemente relacionada con la experiencia emocional. Así, la distancia jerárquica se asociaría negativamente con la deseabilidad social e intensidad de las emociones positivas y negativas, y esta asociación se mantenía controlando el nivel de individualismo de las naciones.

Sección Práctica: Conducta Verbal y No Verbal en la Emoción de Enojo En este epígrafe presentaremos los diferentes atributos que caracterizan a las

reacciones verbales y no verbales de la emoción de enojo.

Conducta Verbal y No Verbal en la Emoción de Enojo

(Shaver et al..1987; Páez y Vergara, 1992; Scherer, 1997; Fernández et al.. 2000)

Responde a cada frase indicando el grado en que crees que cada atributo o elemento es característico (típico) de tu vivencia de enojo.

Si es Nada típico, pon 1, si es Poco típico, pon 2, si es Bastante típico, 3, y si es Muy típico, pon 4.

1. Comunicar no verbalmente la desaprobación de la causa de la cólera, su desacuerdo (marcharse fuera, dar portazos, etc.).

1 2 3 4

2. Atacar verbalmente la causa de la cólera. 1 2 3 4

3. Chillar, levantar la voz, gritar. 1 2 3 4

4. Discutir, plantar cara, enfrentarse, estar de mal genio (hablar de lo mal que están las cosas).

1 2 3 4

5. Blasfemar (jurar, decir tacos, decir groserías, etc.). 1 2 3 4

6. Apretar las manos, cerrar los puños. 1 2 3 4

7. Gestos amenazadores, agresivos. 1 2 3 4

8. No sonreír, fruncir el ceño. 1 2 3 4

9. Pisar fuerte al andar. 1 2 3 4

10. Hacer rechinar los dientes, enseñar los dientes. 1 2 3 4

32 Psicología Social, Cultura y Educación

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Claves de Corrección Para analizar los atributos prototípicos de la emoción de enojo debes comparar tus respuestas con los datos que se exponen a continuación. Para ello, suma las puntuaciones dadas a cada uno de los siguientes atributos:

- Expresión verbal: Suma las puntuaciones dadas a los atributos 2, 3, 4 y 5. El rango de respuesta oscila entre 4 (Nada Típico) y 16 (Muy Típico) puntos.

- Expresión no verbal: Suma las puntuaciones dadas a los atributos 1, 6, 7, 8, 9 y 10. El rango de respuesta oscila entre 6 (Nada Típico) y 24 (Muy Típico) puntos.

Si has obtenido en reacciones expresivas verbales una puntuación menor que 12 consideras que estas reacciones expresivas son menos típicas en tu caso. Es decir, cuando te enojas expresas verbalmente menos el enfado, como personas de culturas colectivistas y jerárquicas. Si has obtenido una puntuación mayor que 14 piensas que estas reacciones expresivas verbales son más típicas del enfado y las manifiestas de manera exagerada. Es decir, cuando te enojas expresas más el enfado y la cólera más que el resto de la gente, como hacen las personas de culturas individualistas y de baja distancia jerárquica.

Si has obtenido en expresión no verbal una puntuación menor que 11 piensas que estas reacciones expresivas son menos típicas en tu caso. Es decir, cuando te enojas expresas no verbalmente el enfado en menor medida como es típico en culturas autoritarias y colectivistas. Finalmente, si has obtenido una puntuación mayor que 15 consideras que estas reacciones expresivas no verbales son más típicas y las muestras de forma extrema, como individuos que comparten valores culturales individualistas y de baja distancia jerárquica.

Predicciones Comunicativas

Al comunicarnos hacemos predicciones acerca de los efectos o resultados de nuestras conductas de comunicación, es decir, elegimos entre varias estrategias comunicativas sobre la base de predicciones acerca de cómo responderá la persona con la que nos queremos comunicar. Miller y Steinberg (1975) describen tres tipos diferentes de información que utilizamos al hacer predicciones sobre los otros: cultural, social y personal. Las personas de cualquier cultura se comportan generalmente de una manera regular respondiendo a normas, reglas y valores que integraron de esa cultura. Esta regularidad permite disponer de una información cultural que se utiliza al realizar predicciones. Sin embargo, al interactuar con personas de otra cultura esta información cultural puede tornarse ineficaz y es probable causa de malos entendidos. Para que la comunicación con personas de otras culturas sea efectiva, debemos basar nuestras predicciones sobre ellas en el conocimiento de la otra cultura, si disponemos de escasa o nula información acerca de la cultura de la otra persona, no tendremos base a partir de la cual realizar predicciones.

Nuestras predicciones sociales se basan en nuestra pertenencia a grupos o en las aspiraciones que tenemos de pertenecer a grupos sociales particulares o desempeñar determinados roles sociales. Asimismo, nuestras predicciones culturales y sociales también se basan en la categoría en la que ubicamos a la otra persona (miembro/ no miembro de mi

Capítulo 14: Interacción y Comunicación Emocional 33

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cultura). La categorización social es la forma en que ordenamos nuestro ambiente social (la gente con la que entramos en contacto) a partir de agrupar a la gente de una forma que tenga sentido para nosotros (Tajfel, 1978). Podemos, por ejemplo, dividir a las personas en hombres y mujeres, en blancos y negros. Al categorizar a los otros y a nosotros mismos nos definimos como miembros de grupos sociales. Una vez que ubicamos a alguien en una categoría social se activa nuestro estereotipo acerca de las personas que integran esa categoría. Los estereotipos, en tanto figuras o fotos mentales que tenemos de un grupo de personas, crean expectativas acerca de cómo la gente de la propia cultura o de otras culturas se comportarán. Estas nociones pueden ser correctas o incorrectas, y las otras personas pueden cumplir nuestras expectativas o refutarlas. A este respecto, a continuación vamos a presentar los rasgos culturales de los gitanos, por ser este grupo una etnia con la cual se da una comunicación inter-cultural en nuestro contexto. A continuación te pediremos que estimes la similitud comunicativa con este grupo cultural.

Cultura Gitana Describiremos brevemente la cultura gitana, basándonos en el trabajo de antropólogos y

testimonios de personas que han trabajado con gitanos. Aplicaremos las cuatro grandes dimensiones culturales a la caracterización de su cultura. Además, comentaremos las ideas extraídas de grupos de discusión con personas sensibilizadas a la problemática gitana, las cuales permiten concluir que la cultura gitana se percibe como más colectivista y de mayor distancia jerárquica que la cultura española. Al mismo tiempo, se evalúa como una cultura que tiene rasgos de masculinidad cultural con algunos aspectos cooperativos o femeninos. También se percibe que si bien en algunos aspectos es menos normativa o acepta mejor la incertidumbre que la cultura española, en otros rasgos es más normativa.

Para Garanto (1995), los rasgos históricos que caracterizan la cultura de la comunidad gitana son los siguientes:

- Es una cultura que nunca ha tenido un territorio propio, viviendo en un entorno social hostil ante el que ha tenido que flexibilizar, acomodar u ocultar sus valores;

- Es una cultura peculiar y condicionada por su relación con la cultura mayoritaria. ‘Ser gitano que está en España’;

- Es una cultura marcada por la idea de provisionalidad, ya que en su memoria colectiva pesa mucho todavía su condición de nómadas con lo que esto supone de esfuerzo de adaptación. ‘Lo que vale para hoy y aquí no sirve para mañana y allí’; y,

- Es una cultura sin memoria histórica colectiva respecto de su origen preciso, circunstancia que le ha dificultado una tradición estable y unificadora como identidad de pueblo. Además, los gitanos valoran el presente más que el pasado.

Los gitanos son una minoría cultural, que vino a España hace cinco siglos proveniente de la India y que ha logrado mantener una fuerte identidad diferenciada, pese a las presiones para que se asimilen a la cultura dominante. Aunque no hay cifras exactas, se estima que constituyen entre el 1 y 2% de la población.

Los gitanos se han caracterizado por realizar trabajos temporales y alternos, generalmente de tipo de intercambio (venta ambulante, recolección de frutas, chatarreros,

34 Psicología Social, Cultura y Educación

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etc.). Los gitanos han mantenido una economía de subsistencia, pero autónoma, por un componente de libertad que se valora. Se trabaja en grupos familiares de forma cooperativa – cuando se trabaja de forma autónoma. Según estimaciones de Secretariado Gitano, el 5-15% trabaja como comerciantes, anticuarios y en actividades artísticas – constituyen la elite gitana. Un 10-15% trabajan como asalariados en la construcción y obras públicas como mano de obra no calificada. El 50-80% de los gitanos trabajan en venta ambulante, recogida de desechos urbanos. Aunque la mayoría vive integrado (en barrios con payos y sedentariamente) un 10-20% vive en chabolas y en condiciones de extrema pobreza.

Es una población joven (cerca del 50% tiene menos de 16 años), con tasa de natalidad alta (4 veces la española) y su expectativa de vida es baja – solo el 5% de los habitantes de poblaciones gitanas de menor status tenían más de 50 años en los 70 del siglo pasado. Los gitanos se casaban a los 13-15 años, aunque la nupcialidad se ha postergado hacia los 18 años en la actualidad. El 70% de los adultos no tienen educación y aunque en la actualidad la mayoría de los niños se escolariza, la mayoría abandona entre 11 y 14 años (Castro, 1999; Garanto, 1995).

El matrimonio es arreglado por o los padres tienen fuerte influencia en el. El matrimonio es precoz, ya que el paso a la edad adulta se asocia al casamiento y al nacimiento del primer hijo. Se prefiere casarse con parientes, con mucha frecuencia de la propia comunidad, pero también fuera de ella. La residencia tiende a ser patrilocal (la casada va a residir con su marido, en casa de sus suegros o cerca de ellos). Predomina la familia del padre para definir el linaje.

Actualmente la cultura gitana mantiene aspectos fundamentales, aunque parece que cada vez más amenazados, de entre los que se señalarían los rasgos siguientes, asociados al colectivismo (San Román, 1997).

La identidad de las personas deriva de su pertenencia a una familia extensa, que implica deberes y derechos normativos. La pertenencia a este grupo extenso se da por nacimiento y pertenencia al grupo étnico. Se forma la familia y se obtiene la raza o linaje a partir de los miembros varones

La familia extensa es la unidad social básica, el lugar de identificación cultural donde todo se aprende y en cuyo medio se desarrolla. Los gitanos residían en familias extensas de tamaño reducido o en familias nucleares unidas a otras familias por parentesco. El tamaño de las familias es de 5-6 miembros. Se evitaba residir junto a otras familias o grupos gitanos sin lazos parentales y si esto ocurría se guardaba distancia de estos.

Las relaciones con los otros gitanos son muy importantes. Un rasgo cultural gitano es el alto sentido de la hospitalidad, así como de la solidaridad obligada para con cualquier gitano que sufra alguna carencia, bien sea material, moral o espiritual.

El respeto a los antepasados, a los mayores y los ritos de conmemoración de ellos son fuertes, mostrando un fuerte apego a la colectividad, incluyendo los difuntos. El luto es largo para el varón y de casi toda la vida para la mujer. El respeto a los muertos en esta cultura es sagrado, motivo por el cual se convierte en la mayor ofensa cualquier falta contra este respeto sagrado y que puede provocar reacciones imprevisibles, tanto en el individuo como en la comunidad. En este contexto cultural se enmarca el recuerdo obligatorio en el día de los difuntos por parte de las familias gitanas.

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Hay fuertes diferencias de conducta ante los miembros del endo (gitanos con lazos de cercanía familiar: solidaridad, hospitalidad, respeto) y del exo-grupo (payos: relación económica de intercambio). El matrimonio con payos es poco frecuente y no es deseable socialmente.

Sin embargo, el nomadismo histórico y el tipo de trabajo preferido (comercio y actividades autónomas, de obtención de dinero inmediato sin planificación a largo plazo) son rasgos asociados al individualismo. Mientras el nomadismo caracterizaba a un tercio de los gitanos europeos, en el caso de los españoles caracterizaba a una minoría y la mayoría del 90% o más eran sedentarios y vivían en ciudades – aunque los datos son aproximados y limitados.

La cultura gitana se caracteriza también por una distancia jerárquica importante, que legitima diferencias de status importantes, en función de la edad, parentesco y género. La estructura de edad y parentesco son muy importantes. Predominan los ancianos y los hombres de edad. Los hombres de confianza basaban su prestigio en la cantidad de hombres que les siguen. La fuerza de una familia depende del número de varas, es decir, del número de varones adultos que utilizan bastones o varas. Es muy importante y asimétrica la relación entre padre-hijo, hombre-mujer. El vínculo solidario y desigual entre un hombre y su padre es el prioritario. Las diferencias de clase son importantes y es infrecuente que un gitano de alto status se case con uno de bajo status.

La cultura gitana se caracteriza por una cierta ‘feminidad cultural’. Rasgos asociados a ella son: el predominio de relaciones de cooperación y calidad de vida antes que de competitividad y recompensa material. La solidaridad y hospitalidad son importantes. El grupo familiar otorga apoyo social a la persona ante situaciones negativas. Se acepta la expresión afectiva intensa y el apoyo emocional.

Sin embargo, la importancia de la respuesta violenta a los ataques al honor familiar sugieren elementos de masculinidad cultural o dureza. Por otro lado, la asimetría entre géneros y la dominación masculina son importantes. La relación entre hombres y la autoridad masculina son esenciales en la organización social y predomina una ideología machista fuerte.

El ideal cultural masculino se caracteriza por: a) un gitano debe ser orgulloso y estar dispuesto a defender su honra y familia; b) un gitano debe aportar la mayor parte del dinero necesario para la familia; c) este aporte debe hacerse de forma relajada, sin esfuerzo, con listeza; d) autoritario con las mujeres de su casa y familia; y, e) negociador con los hombres de su grupo, con los que se lleva bien y debe ganarse el respeto de los otros.

El gitano es niño hasta la pubertad -hasta los 14-15 años-. Del mozo o adolescente se espera que sea orgulloso, conquistador de payas, distante de las gitanas, guapo y ágil, valiente y defensor de la integridad moral de su familia. Trabaja activamente en beneficio del padre y hermanos mayores en las tareas más duras. Cuando se casa y tiene un hijo, hasta los 40-50 años, se es un adulto. Disminuye el orgullo y valentía, pero, aumenta la paciencia, astucia y se hace respetar. Se trabaja autónomamente o con la familia. Después de los 40-50 si se es abuelo de varones y se ha ganado un prestigio social se convierte en un hombre de respeto o confianza – un tío (no todos los mayores llegan a ser tíos y el calificativo de patriarca utilizado por la prensa no lo es por los gitanos).

El ideal cultural femenino consta de: a) una gitana debe ser casta: la virginidad de la moza y la fidelidad de la casada son normas esenciales, asociadas a un fuerte control social de

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las mujeres por los hombres. b) fértil y dedicarse en cuerpo y alma a su marido e hijos; y, c) trabajadora y capaz de ganarse la vida y criar a sus hijos aunque sea sola, si su pareja enferma o cae preso.

La niña gitana empieza a trabajar a los 8-9 años en tareas domesticas y cuidando a los pequeños de la familia. Más adelante sale a trabajar –el ausentismo escolar es mayor en niñas que en niños gitanos por esa mayor carga de trabajo-. La niña y moza deben servir y complacer a los hombres de su familia. Al casarse y transformarse en adulta, se supone que debe pasar desapercibida La boda se realiza si se confirma que la mujer es virgen.

La cultura gitana se caracteriza en parte por una alta evitación de la incertidumbre. Los rasgos asociados son los siguientes: El mantenimiento de una identidad resistente, la defensa de la tradición son muy importantes. Respetar los ritos religiosos, funerarios y de boda son muy importantes - manifestar y aplicar las normas de luto son importantes. Se controla la virginidad de las jóvenes y se rechaza el adulterio femenino. La boda se realiza si una especialista confirma delante de las mujeres de la familia que la chica es virgen. Se controla mucho el honor y el respeto de la moral tradicional. Se valora la pureza y ritos de control de la contaminación. Se debe tener un cubo “bueno” para lavar la vajilla y la comida, y otro “sucio” para lavar la ropa y el cuerpo. Para una gitana es repugnante ver como una paya lava una prenda de ropa en la pila de fregar la loza.

No obstante, la tradición de libertad y relativa incertidumbre económica, son rasgos que sugieren una tolerancia de lo incierto o una baja evitación de la incertidumbre. Simultáneamente, el fácil cambio o innovación religiosa (paso de la tradición católica a la evangelista por ejemplo) sugieren que hay poco apego a una sola verdad revelada. Un 10% de los 800 mil gitanos se han ‘fugado’ de la Iglesia Católica a la Evangelista.

Los rasgos antes descritos son las normas culturales ideales y como es habitual en todas las sociedades su aplicación a la práctica es relativa.

El desarrollo económico de los años 60-80, la inserción urbana y otros procesos han reforzado la aculturación de los gitanos. Ha aumentado su educación y se han desarrollado organizaciones gitanas –que agrupan a una minoría y según algunos autores tienen una base social limitada-.

Si bien la posición social de la mujer sigue siendo de subordinación ha mejorado el trato. Se es más tolerante con la autonomía de las jóvenes, aunque el control de su virginidad sigue siendo estricto. Los jóvenes tienen mayor influencia en el matrimonio, aunque los padres siguen jugando un papel muy importante. Se sigue esperando que el enlace sea entre gitanos. El predominio de la autoridad masculina sigue siendo importante.

Se ha dado una flexibilización de las jerarquías de edad. Los tíos pueden esperar en la actualidad más deferencia que obediencia. La base de la influencia de estos hombres de confianza y respeto ya no son solo las varas (la cantidad de hombres adultos jefes de hogar que les respaldan) sino que también la relación con las instituciones, la administración o el dinero. Las grandes familias jugaban un rol más bien pasivo ante la administración. Durante las décadas democráticas se han desarrollado liderazgos con bases diferentes a las tradicionales.

El papel social de las familias o razas y de los grandes grupos de parentesco basados en la familia masculina ha disminuido, se ha reducido el tamaño de la familia. Sin embargo, la

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familia sigue siendo patrilineal y siguen siendo importantes las relaciones con las otras familias nucleares y extensas que residen en la misma comunidad y con la que se tienen lazos de parentesco.

Se han reforzado valores consumistas y economicistas. El despilfarro ostentoso orientado a establecer vínculos y alianzas con otras personas y familias ha sido reemplazado por el mero consumismo.

El pentecontalismo gitano, basado en la comunión espiritual y emocional durante los ritos, así como en un mensaje anti-droga y de auto-control, se ha desarrollado e influencia a un 10% de los gitanos como hemos dicho (García, 2002). Por su carácter universalista esta religión tiende a romper las lealtades gitanas basadas en los lazos de la familia extensa.

Las creencias místicas han desaparecido, el control territorial y la defensa violenta de los intereses de la familia han disminuido –por la mayor sedenterización y los pactos de convivencia entre familias gitanas forzadas a convivir en barrios y ciudades-.

La evolución negativa del mercado laboral en el que se insertaban los gitanos (trabajo temporal agrícola, reciclaje y venta) es un problema social acuciante que socava la cultura gitana. El trabajo asalariado ha disminuido y domina la venta. La concentración residencial de gitanos de familias diferentes, lo que conlleva tensión y conflicto, debido a las decisiones de las administraciones, es otro problema social importante. Finalmente, la venta de droga, que es una actividad ilegal muy remunerativa, ha implicado tanto el consumo, como la frecuente prisión de los gitanos y gitanas implicadas. La degradación personal hace que el sujeto cuestione los valores y normas culturales: el drogadicto es desleal con la familia y engaña a sus próximos, aunque en general se le sigue aceptando y apoyando en su familia. Además, la compraventa de drogas crea dependencias interpersonales, extrafamiliares e inter-étnicas muy fuertes, cuestionando las reglas del colectivismo gitano. Según algunos autores la implicación en la venta de drogas es la amenaza de aculturación más fuerte a la que han tenido que hacer frente los gitanos (San Román, 1997).

Percibir la Semejanza

En este epígrafe analizaremos la medida en la cual percibimos similitud de auto-conceptos con otros individuos influencia nuestra atracción por ellos y la denominamos similitud percibida. Es decir, nos atraen aquellas personas que pensamos se ven a ellos mismos de la misma forma que nos vemos a nosotros mismos. Además de la similitud percibida de auto-conceptos, también nos atraen aquellos con los que percibimos una similitud en actitudes, valores, apariencia física y estilos comunicativos. Si percibimos que nuestras actitudes son similares a las de otros nos sentiremos atraídos dado que la semejanza en actitudes valida nuestra visión del mundo. Evaluamos a nuestras relaciones potenciales según la medida en que percibimos que son similares a nosotros. En las etapas iniciales de conocer al otro probablemente nos centramos en valores y opiniones generales propias y buscamos la semejanza en aspectos centrales de nuestra visión del mundo (Duck, 1977).

Otra de las semejanzas que más buscamos en relaciones potenciales es la referida a las orientaciones hacia las interacciones interpersonales. Es decir, si percibimos en el otro similitudes en las orientaciones hacia la comunicación, tendremos mayor probabilidad de

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llegar a establecer una relación cercana. La investigación de Burleson et al.. (1992) sugiere que los amigos íntimos tienen orientaciones similares hacia cinco actividades comunicativas específicas: manejo del conflicto, formas de confortarse unos a otros, formas de persuadir, formas de apoyar las concepciones del otro y formas de contar cuentos y chistes.

Si nos proponemos desarrollar relaciones con extraños es importante comprender las diferencias pero también buscar la semejanza, en este sentido tomaremos el grupo de comparación de los gitanos. Así, cuando nos encontramos con gente de otra cultura u otro grupo étnico, uno de los principales factores que inhibe el desarrollo de relaciones cercanas son justamente las diferencias culturales y étnicas.

Es necesario poder extraer aspectos en común porque cuanto más explícita sea la comprensión de lo que se tiene en común y de la meta a alcanzar conjuntamente, menos amenazantes serán las diferencias que aún se mantienen. Para ir más allá de las diferencias genuinas y poder desarrollar relaciones más íntimas debemos hablar, entrar en contacto y descubrir que se es semejante en otras áreas. Para desarrollar relaciones cercanas entre individuos de diferentes culturas es necesario encontrar semejanzas o percibir similitudes en actitudes, estilos de vida y la visión del mundo.

Sección práctica: Similitud Percibida y Comunicativa El siguiente ejercicio sirve para que entiendas el concepto de similitud percibida y

auto evalúes tu nivel de similitud comunicativa.

Cuestionario de Similitud Percibida y Comunicativa (Gudykunst, 1994)

Evalúa el grado de similitud o parecido que sientes cuando te relaciones con personas de otra cultura o etnia (sugerimos que utilices como grupo de comparación a los gitanos tomando en cuenta la descripción anterior).

Elige el país o grupo cultural con el que trabajas o trabajaras más frecuentemente.

Piensa en una persona típica del grupo de otro país o etnia. Pon el nombre del país o etnia............……

Piensa en una persona típica de tu propio país. Pon el nombre del país….................……

Responde a cada frase indicando el grado en que crees que se aplica cuando comunicas con la persona de tu propio país o grupo cultural y cuando comunicas con una persona del otro país o grupo cultural. Si Nunca experimentas el contenido de la frase, pon 1, si lo haces Casi Nunca, pon 2, si te ocurre A Veces, 3, si te ocurre Casi Siempre, 4 y si experimentas Siempre el contenido de la frase pon 5. Persona del

otro grupo Persona de tu

grupo 1. Percibo que... y yo tenemos estilos de vida similares (normas de

conductas, opiniones, creencias, actitudes y valores) 1 2 3 4 5 1 2 3 4 5

2. Creo que... y yo tenemos formas diferentes de contar bromas, anécdotas e historias

1 2 3 4 5 1 2 3 4 5

3. Creo que.... y yo enfrentamos o manejamos los conflictos y discusiones de forma similar o parecida

1 2 3 4 5 1 2 3 4 5

4. Creo que...y yo tenemos formas diferentes de apoyarnos, consolarnos, de dar apoyo y comprensión

1 2 3 4 5 1 2 3 4 5

5. Creo que.... y yo tratamos de convencernos, persuadirnos, de argumentar para cambiar nuestras opiniones de forma similar o parecida

1 2 3 4 5 1 2 3 4 5

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Claves de Corrección Invierte las puntuaciones de las preguntas 1, 3 y 5. Si tienes un 1 pon un 5, si tienes un 2 pon un 4, si tienes 4 pon un 2 y si tienes un 5 pon un 1. Suma tus respuestas:

- Otro grupo: 1....+2....+3....+4....+5.... Total =......

- Tu grupo: 1....+2....+3....+4....+5.... Total = ......

Diferencia =......

Puntuaciones de 17 o más en ‘otro grupo’, o de 13 o más en ‘Tu grupo’ y de 4 o más en ‘Diferencia’ indica que percibes grandes diferencias, es decir tienes diferentes perspectivas que pueden dar lugar a malos entendidos en la comunicación. En cambio puntuaciones medias: de 15 o menos en ‘Otro grupo’, de 11 ó menos en ‘Tu grupo’ y de 3 ó menos en “Diferencia” menos percibes diferencias, por lo cual será más sencillo encontrar puntos en común. A mayor puntuación, más diferencias en experiencias o percibes poca similitud cuando comunicas con otras personas. Puntuaciones inferiores a 4 indican una baja similitud importante. Respecto a la diferencia entre tu grupo y el de comparación (los gitanos), lo habitual es que la diferencia sea positiva.

Resumen

La cultura estructura el espacio y el ritmo del tiempo: existen culturas colectivistas de alto contacto (árabes, de América Latina y Europa del Sur), colectivistas (asiáticas) e individualistas (anglosajonas y norte-europeas) de bajo contacto.

El contacto físico sirve para comunicar afecto, controlar la interacción, cumplir fines instrumentales y rituales.

El contacto físico, en particular de una persona de alto estatus, induce mejor estado de ánimo y logra que los otros cumplan más lo que se les pide.

Las personas de mayor estatus, hombres en relación a mujeres p. e., inician más el contacto físico, se sitúan a mayor distancia y las personas que inician y contactan más se perciben con mayor poder.

Las culturas jerárquicas inducen mayor distancia y menos contacto con los de alto estatus las culturas colectivistas tienen un ritmo temporal más lento, en el que la puntualidad está subordinada a las relaciones sociales, aunque es el nivel de desarrollo socio-económico el factor que determina una mayor rapidez del ritmo de vida.

La comunicación es la transmisión bi-direccional mediante un código simbólico de información.

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Es equivocado hablar de comunicación no verbal y la evidencia que mucha información se transmite por la conducta expresiva y gestual (no verbal) es inconsistente.

Los gestos corporales que acompañan a la verbalización sirven para ayudar a pensar al locutor.

Expresiones faciales típicas se reconocen como asociadas a emociones.

La expresión facial se entiende mejor como una comunicación intencional que busca orientar la conducta del otro que como una manifestación gestual de un estado interno.

Culturas de alta distancia jerárquica inducen una menor manifestación gestual y facial de las emociones negativas, así como llevan a percibir menos intensamente las emociones.

El significado de la sonrisa es de sociabilidad en diferentes culturas, aunque en la cultura individualista anglosajona se asocia a juicios de mayor inteligencia y en la colectivista china a menor auto-control.

La mirada o contacto visual sirve para comunicar, regular y controlar la interacción.

En culturas colectivistas y jerárquicas se utilizaría menos el contacto visual para respetar las diferencias de estatus y evitar transmitir emociones irrelevantes o que alteren la armonía social.

Las personas de mayor estatus miran más al interlocutor cuando lo quieren persuadir y lo miran menos cuando este último habla.

Se cree erróneamente que la mentira se manifiesta en conductas no verbales (cambiar de posturas, sonreír más y ocultar la mirada) y conductas verbales (hacer más pausas y hablar lento).

Si una persona exhibe ciertas conductas como desviar la mirada y pausas, se les juzgará como mentirosa, porque estas se consideran típicas de la mentira – aunque no hay base experimental para afirmarlo.

La aparición de adaptadores y vacilaciones también induce por su carácter típico juicios de mentira, aunque en este caso con cierta veracidad.

La mentira se manifiesta en realidad débilmente en ciertas conductas no verbales (tocarse el cuerpo o adaptadores) y verbales (vacilaciones, entonación alta, errores al hablar).

Estilo de comunicación de alto contexto o implícito es aquel en que buena parte de la información está en el entorno o incorporado en los hablantes, es típico de culturas colectivistas en las que las personas interactúan intensivamente y a largo plazo con las mismas personas de un endo-grupo.

El estilo de comunicación bajo contextual explicita al máximo la información verbalmente y es típico de culturas individualistas donde los sujetos interactúan con muchas personas de muchos grupos, compartiendo poca información previa

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El estilo directo (no ambiguo, formular claramente) es más típico del individualismo que valora las relaciones negociadas abiertamente.

El estilo indirecto (ambiguo, se anticipa y lee en la mente del otro) es más típico del colectivismo que valora la armonía grupal.

Autoritarismo y estilo deferente: las personas de culturas de alta distancia jerárquica valoran menos el habla y la expresión verbal y no verbal intensa de las emociones, ya que puede ser una falta de respeto y amenazar la estructura de estatus.

Los colectivistas asiáticos valoran menos el habla, creen menos que el lenguaje es importante para el aprendizaje y pensamiento y rinden peor cuando tienen que hablar en voz alta.

Los individualistas valoran más el habla y el hablar sobre sí mismo o auto-revelación refuerza la relación y atracción interpersonal.

Hablar sobre las emociones no disminuye la vivencia sino que la aumenta a corto plazo (en contra de la idea de la catarsis y de la asimilación cognitiva simple), aunque refuerza el bienestar a largo plazo y refuerza la integración social.

Los individualistas, que valoran lo internos y la persona autónoma, hablan, expresan no verbalmente y vivencian más intensamente las emociones negativas – mostrando un estilo de sub-regulación y catártico de la afectividad.

Las personas de culturas jerárquicas, que valoran el autocontrol y respeto de las reglas sociales, expresan menos verbal y no verbalmente las emociones negativas e informan de menor intensidad emocional – mostrando un estilo sobre regulado y de supresión afectiva.

La comunicación intercultural se basa en la percepción de diferencias y similitudes en valores y normas entre grupos étnicos.

La cultura gitana se diferencia por un mayor colectivismo, mayor distancia jerárquica, una mezcla de mayor feminidad y masculinidad cultural y evitación de la incertidumbre.

Los payos autóctonos perciben una diferencia de estilo cultural comunicativo con los gitanos –una descripción de la cultura gitana y recordar que esta enfatiza un estilo más deferente, de reconocimiento del estatus, colectivista de valoración del habla y de mayor expresividad emocional busca orientar la comunicación con este grupo cultural.

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