Máquina y Organismo, Georges Canguilhem

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Agustín Issidoro 1 MECANICISMO Y MÁQUINAS EN DESCARTES Y CANGUILHEM (...) y, según las leyes de la mecánica, que son las mismas que las de la naturaleza (...) Descartes; Discurso del método, parte 5. Como bien escribe Canguilhem, la concepción mecanicista cartesiana es inseparable del pienso, luego existo”. Y es que al separar el ámbito del pensamiento de el del cuerpo, por ende de la materia, el mecanicismo surge como explicación a todos los fenómenos de este último ámbito; pero, valga la reduncancia, todo aquello que es materia es todo, en el sentido pleno del vocablo, excepto el alma. Agréguese a lo último que como el alma es pensamiento en su totalidad y no otra cosa, ningún ser vivo excepto el hombre posee ésta. Así, el mecanicismo pretende también dar cuenta de la vida en términos físicos y mediante leyes de la mecánica. Podemos resumir que el mecanicismo cartesiano expone lo siguiente: (1) que todos los fenómenos naturales, incluso la vida, puede ser explicado apelando a la física y que (2) se pueden explicar las causas y sus efectos mediante la disposición de las partes en las cosas. Este último punto puede ser mejor entendido si se recuerda que una frecuente comparación del mecanicismo, es la de la naturaleza con una máquina. Ahora bien, son dos cosas muy distintas la comparación y la igualación, o para el caso decir: “el universo es como una máquina” y decir: “el universo es una máquina” 1 . Por mucho que sean abundantes las comparaciones en los textos cartesianos, éste entendía que la naturaleza efectivamente era una máquina. Canguilhem criticará esta concepción particularmente en relación con los organismos y con la vida. ¿En qué se funda esta semejanza entre las máquinas y la naturaleza?, ¿cómo ha sido posible?, ¿qué dificultades encuentra?, ¿es posible que un organismo sea una máquina?, ¿qué consecuencias trae? En principio, la semejanza en cuestión tiene que poder ser rastreable históricamente, dice Canguilhem. Según él, esta comparación ha sido posible a partir de la invención de máquinas en las que su accionar esté cronológicamente distante del esfuerzo humano primero y motor, es decir, que cree la ilusión de que la máquina posee una cierta independencia (autómatas). El hombre se olvida de que la máquina es un invento de él y que ha puesto fuerza y trabajo en ella para que funcione: “Máquina no es motor”. Si bien ya mucho antes de Descartes existían este tipo de máquinas, es en el renacimiento donde el maquinismo tiene su auge, y él, hijo de su tiempo, supo plasmar este fenómeno. Ahora bien, Canguilhem expone una serie de diferencias 1 La presente aclaración no es propia, la he extraído del Diccionario de Filosofía Ferrater Mora y corresponde a la entrada de mecanicismo.

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Ensayo filosófico

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Agustín Issidoro

1

MECANICISMO Y MÁQUINAS EN DESCARTES Y

CANGUILHEM

(...) y, según las leyes de la mecánica, que son las mismas

que las de la naturaleza (...)

Descartes; Discurso del método, parte 5.

Como bien escribe Canguilhem, la concepción mecanicista cartesiana es inseparable del

“pienso, luego existo”. Y es que al separar el ámbito del pensamiento de el del cuerpo, por ende

de la materia, el mecanicismo surge como explicación a todos los fenómenos de este último

ámbito; pero, valga la reduncancia, todo aquello que es materia es todo, en el sentido pleno del

vocablo, excepto el alma. Agréguese a lo último que como el alma es pensamiento en su

totalidad y no otra cosa, ningún ser vivo excepto el hombre posee ésta. Así, el mecanicismo

pretende también dar cuenta de la vida en términos físicos y mediante leyes de la mecánica.

Podemos resumir que el mecanicismo cartesiano expone lo siguiente: (1) que todos los

fenómenos naturales, incluso la vida, puede ser explicado apelando a la física y que (2) se

pueden explicar las causas y sus efectos mediante la disposición de las partes en las cosas. Este

último punto puede ser mejor entendido si se recuerda que una frecuente comparación del

mecanicismo, es la de la naturaleza con una máquina. Ahora bien, son dos cosas muy distintas

la comparación y la igualación, o para el caso decir: “el universo es como una máquina” y

decir: “el universo es una máquina”1. Por mucho que sean abundantes las comparaciones en los

textos cartesianos, éste entendía que la naturaleza efectivamente era una máquina. Canguilhem

criticará esta concepción particularmente en relación con los organismos y con la vida.

¿En qué se funda esta semejanza entre las máquinas y la naturaleza?, ¿cómo ha sido posible?,

¿qué dificultades encuentra?, ¿es posible que un organismo sea una máquina?, ¿qué

consecuencias trae?

En principio, la semejanza en cuestión tiene que poder ser rastreable históricamente, dice

Canguilhem. Según él, esta comparación ha sido posible a partir de la invención de máquinas en

las que su accionar esté cronológicamente distante del esfuerzo humano primero y motor, es

decir, que cree la ilusión de que la máquina posee una cierta independencia (autómatas). El

hombre se olvida de que la máquina es un invento de él y que ha puesto fuerza y trabajo en ella

para que funcione: “Máquina no es motor”. Si bien ya mucho antes de Descartes existían este

tipo de máquinas, es en el renacimiento donde el maquinismo tiene su auge, y él, hijo de su

tiempo, supo plasmar este fenómeno. Ahora bien, Canguilhem expone una serie de diferencias

1 La presente aclaración no es propia, la he extraído del Diccionario de Filosofía Ferrater Mora y corresponde a la

entrada de mecanicismo.

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que contribuyen a la disolución de esta analogía, o al menos, a volverla menos plausible; entre

ellas, la autoconservación, reparación y construcción del organismo frente a la absoluta

dependencia de la máquina para con estas cuestiones; además de que la suma de las partes de

una máquina es igual al todo, o sea, a su funcionalidad, a diferencia de la suma de las partes de

un organismo en donde la disposición de las partes quizás no expliquen de manera satisfactoria

los procesos vitales. Respecto al tema de la finalidad, intenta mostrar, en contra de la teoría

cartesiana, de que la idea de máquina presupone necesariamente una idea de finalidad y

funcionalidad definida y rigurosa, mientras que en los organismos estas dos cuestiones no son

observables de la misma manera. Por lo tanto, si esto es así, un organismo jamás podría ser una

máquina.

Para entonces, las diferencias entre uno y otro son mayores que las similitudes y, si bien es

posible que las explicaciones mecanicistas de los fenónemos inorgánicos sean un tanto más

efectivas, cuando se las aplica al ámbito orgánico, parecen pecar de reduccionistas y de

insuficientes. La vida no puede ser interpretada en términos mecánicos por la simple razón de

que los organismos no son máquinas. Sin embargo, uno podría preguntarse qué consecuencias

lleva consigo esta perspectiva aparte de resultar insuficiente. Según Canguilhem, atenta contra

la autenticadad del fenómeno vital al quitarle la experimentación y la improvisación ante el

determinismo del mundo material según la física. Lo cierto es que ninguna teoría que haya

experimentado la popularidad del mecanicismo puede ser inócua. Como concepción del mundo

natural que es, modifica la relación del hombre con éste. Canguilhem ha hecho notar que en esta

explicación mecanicista de la vida, Descartes ha fundamentado la supremacía del hombre, en

tanto ser pensante y más divino respecto de la naturaleza: si al fin y al cabo, todo, salvo mi yo,

es materia determinada.

En resumen, aparentemente esta concepción mecanicista para con la vida, sostenida en gran

parte por este presupuesto de que los organismos son máquinas, por todo lo anteriormente

dicho, ya no es más sostenible

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